Conformación de La Cultura Independentista Cubana
Conformación de La Cultura Independentista Cubana
Conformación de La Cultura Independentista Cubana
Este artículo, cuyas raíces se remontan, al menos, a 1895,[2] se limita al período que
conduciría a la independencia cubana del colonialismo español, o sea, el más clásico
independentismo cubano convencionalmente entendido, y eso sí por serle fuente
ineludible, el vasto proceso que le propició, lo que ya es demasiado ambicioso para tan
pocas cuartillas, por lo que el objetivo de este resumen será valorar el papel que tuvo la
cultura en el proceso hacia el independentismo cubano, lo cual apuntará al superobjetivo
de verificar el independentismo cubano en tanto proceso genuino de toda la nación, de
todos y cada uno de sus componentes de manera y en grados distintivos, cada uno desde
su instrumental, consciente o inconsciente, necesidad objetiva que cumplía leyes propias
a estudiar en las Ciencias Sociales en general, y no sólo de una en particular.
ANTECEDENTES MEDIATOS
El vasto proceso de la nacionalidad cubana, nace a partir de nuestra hispanidad, de la
que nunca se han mostrado dudas, ni siquiera al erigirnos a pesar de ella e incluso,
contra ella, consciente o inconscientemente, aun al apelar a otras culturas: fuimos
españoles antes de ser cubanos, puesto que las diferentes culturas precolombinas se
extendían por las Antillas de manera distintiva, pero ajenas al sentido de nacionalidad
que llegaría con la occidentalización a través de las diversas hispanidades cuya manera
de interactuar en Cuba (tal vez por la misma emigración, fueron más españoles en Cuba
que en la propia España, donde sus diferencias siguen siendo menos superables)[3]
constituyó base para la conquista y colonización pero al mismo tiempo, y aunque
parezca paradoja, comenzó a diferenciarnos de la Madre Patria, desde ellos mismos y
por supuesto, inconscientemente.
No obstante, tales hispanidades y todos los otros que con ellos comenzarían a inmigrar o
a incidir e interactuar directa o indirectamente en aquella Cuba en ciernes en las más
disímiles condiciones y diversos objetivos, incluso etnias implícitas y coexistentes u
otros,[4] encuentran como catalizadoras a tales culturas precolombinas, cuya resistencia
(implícita o explícita de las más disímiles formas y grados) a la conquista y
colonización ha sido considerado por muchos historiadores con toda razón, como el
inicio de este extenso proceso que apuntaría siglos después, al independentismo. No es
posible (ni necesario) recrear aquí sus distintas manifestaciones de rebeldía, harto
reconocidas (nuestros primeros cimarrones, luego seguidos por los africanos, sobre todo
aquellos cuyas culturas de origen desconocían la esclavitud), y es preferible apuntar
quizás, a su más trascendente resistencia: la de su vigencia en tantas y tales
manifestaciones de la cultura cubana actual que, al negarnos a reconocer, hemos
exterminado más que los colonizadores del siglo XVI, por miopía e inercia acrítica
repetitiva, lo cual comenzaría por dejar en tela de juicio la misma denominación de
“precolombinos”, quizás una de las más aceptables; una vez más, el idioma es estrecho
para la riqueza de la realidad a expresar.
Las propias distinciones ambientales, en las que por milenios ya habían transculturado
las distintas culturas precolombinas, sentaron base para otra identidad no española
(¿para muchos de ellos entonces, otra “nueva España”… como llamaron al virreinato
norteño?), sobre la que evolucionaría la nacionalidad cubana: ríos y agua potable,[7]
costas y otras identidades ambientales, como los ataques de piratas y corsarios,
determinaron (a diferencia de España) la ubicación y traslados de nuestras primeras
villas y núcleos poblacionales. El Castillo de los Tres Reyes del Morro (1589-1630)[8]
se valora Monumento Cero, justo por asumir con tal coherencia y valores estéticos la
herencia medieval hispana y el Renacimiento del momento (obra de italianos, cuyo
proyecto no satisfacía del todo) con tal integración a un entorno tan nuestro en su
promontorio a enclavarse en la bahía, y con nuestros materiales de construcción, con
mano de obra nativa y de los primeros africanos importados e incluso, presos europeos
y criollos por diversas causas… si bien se ha reconocido el de San Pedro de La Roca (el
Morro de Santiago de Cuba) con una mejor adaptación aun; el reconocido como primer
monumento literario cubano Espejo de Paciencia, escrito en Puerto Príncipe (hoy
Camagüey) por el canario Silvestre de Balboa Troya y Quesada en fecha tan temprana
como 1612, sobre sucesos reales en el Bayamo de 1604, por si fueran pocos estos
argumentos, explicita un entorno ambiental (flora, fauna y mucho más, que ensalza
admirado con sus nombres indígenas) y étnico histórico (hispanos, “indios”, africanos y
criollos, piratas franceses, obispos…) que obviamente… se alejaban de “lo español”: ya
aquí se recreaba otra fusión de pueblos en otro contexto que desarrollaría a la postre en
otra nacionalidad, germen esencial para el independentismo.
ANTECEDENTES INMEDIATOS
La toma de La Habana por los ingleses (1762-1763) ha sido considerada por muchos,
como detonante para que se definiera luego la nacionalidad cubana; la enemiga pero
floreciente Inglaterra (con cuyos bucaneros bastante se había coqueteado en nuestro
primer comercio clandestino contra la Metrópoli española) entre otras disímiles huellas
además de los grabados del francés Dominique Serres (los primeros en esta Cuba
occidentalizada), dejó claro mejores opciones para Cuba que una España cada vez más
lejos del esplendor económico, lo que unido al Despotismo Ilustrado y el proceso de
Ilustración que desde los Borbones de Francia se imponían en la corte española, cuyas
otras posesiones comenzaban a temblar y ya en el norte anglosajón las trece colonias
anunciaban una nueva era de revoluciones, con sus reformas nos iluminaban en efecto,
hacia la nacionalidad; al menos para el tema que nos ocupa, podemos utilizar este
contexto para valorar los antecedentes más inmediatos a la cultura independentista, en
un período de cada vez mayor efervescencia al son de una nacionalidad que se acelera
en explicitarse por sus tantos valores de identidad y orgullo patrios harto probados, todo
lo cual es el contexto que conduce ineludible al estallido independentista de 1868.
El habanero Esteban Salas Castro (1725-1803) deviene hito para la música cubana en la
Catedral de Santiago de Cuba, donde su cellista el santiaguero Matías Alqueza
introduce la imprenta en 1792 y entre sus publicaciones, un título tan sugerente para el
presente estudio, como El Amigo de los Cubanos (1805). En nuestra cultura económica
y laboral, el trapiche es sustituido por el ingenio azucarero, y tras la Revolución de
Haití, Cuba deviene primer productor mundial de azúcar, lo que multiplica el interés en
el país y la importación de esclavos africanos,[9] cuyas condiciones empeoran y el
promedio de vida disminuye aun más. El mejor aliado de los antiesclavistas y
abolicionistas cubanos era Inglaterra (combinación de motivaciones humanitarias y
económicas del capitalismo), y con la inmigración de los más humildes y perseguidos
de España y del resto de Europa (inmigración blanca alentada para contrarrestar el
exceso de negros) se entremezclarían aquellos de estos esclavos africanos y sus
descendientes negros y mestizos, que por dichas campañas de una u otra forma,
alcanzaran su libertad para buscar cómo sobrevivir, sobre todo en artes y oficios,
siempre subvalorados pero que definirían nuestra cultura.[10]
Con tal apogeo hay aumento demográfico y nuevos núcleos poblacionales que nos van
distinguiendo cada vez en otras identidades y contextos: a finales del siglo XVIII en La
Habana intramuros se hacinaban unos 50,000 habitantes; los más humildes fomentaban
nuevas comunidades extramuros, como La Salud, Jesús María y Jesús del Monte; entre
1780-1800 se amplían los caminos y se refuerzan nuevas calles, como San Lázaro hacia
el antiguo Lazareto en las afueras de la ciudad, y la Avenida de Italia (Galeano), y de
1800 a 1810 San Luis Gonzaga (Reina) y Belascoaín; en 1790 con El Papel Periódico
de La Havana despega definitivamente la prensa cubana, y desde 1793 la Sociedad
Económica de Amigos del País protagoniza el camino de la nacionalidad cubana: ya ese
11 de julio funda la segunda biblioteca cubana, que es la primera que no es sólo para
uso universitario. En 1817 fundan el primer Jardín Botánico de Cuba (en el hoy Parque
de la Fraternidad -Centro Habana- que para construir la estación de trenes en 1837 fue
trasladado a la entonces naciente Quinta de los Molinos) y el 11 de enero de 1818, la
Academia de Bellas Artes (San Alejandro, por el Intendente Alejandro Ramírez) decana
hasta hoy de la enseñanza artística en Cuba,[11] fundada por su primer director el
francés Jean-Baptiste Vermay, discípulo de Luis David, pintor de cámara de Napoleón
Bonaparte, de quien también nos llegó su último médico, el Dr. François Antommarchi,
[12] que topó con varios soldados de la antigua Gran Armada diseminados por el
Oriente cubano.
Esto nos remite a la trascendencia que la Revolución Francesa de 1789 tuvo para la
cultura cubana en conformación y particularmente, para nuestra cultura independentista.
Con el lenguaje del neoclasicismo con se había tomado la Bastilla, es que nace San
Alejandro y en general, la nacionalidad cubana: El Cerro,[13] y sus hijos (arquitectónica
y socialmente) El Carmelo y El Vedado, que agregan la jardinería (1859 y 1860)[14]; El
Templete,[15] el Palacio Aldama (1842)… La ciudad crecía al suroeste y el oeste: entre
1850 y 1860 surgen Luyanó, Víbora, Santos Suárez, y en 1862 se decide comenzar a
destruir las ya obsoletas e importunas murallas; el neoclásico en repartos como
Versalles en Matanzas y en Santiago de Cuba, impacta en la arquitectura y el urbanismo
de otras ciudades como Camagüey y en 1819, franceses y canarios fundan Cienfuegos;
en la literatura, poetas como el santiaguero Manuel Justo de Rubalcava (1769-1805 con
“La Selva Cubana”) y el habanero Manuel de Zequeira y Arango (1764-1846 con “La
Oda a la Piña”) y con el mismo lenguaje se le enfrenta el poder colonial.[16] El gusto
neoclásico impera en el mobiliario de la primera mitad del siglo XIX,[17] que al
desarrollarse paralelo a mayor comercio con EUA, da paso al auge de la industria del
mueble norteamericano del que llegan verdaderas joyas, aumenta su tipología y el uso
de rejillas, armarios, sillas, mesas, sofás, y aparecen el costurero y el mecedor o balance
o sillón, que tendrá enorme arraigo.
A inicios del siglo XIX se sitúan los orígenes del complejo de la canción cubana: según
Ramón de Palma, hacia los años 30 y 40 se definen tres formas de cantar aún sin
nombrar las canciones: el punto –décima del guajiro-, el aria al compás de la
contradanza en salones y ciudades, y la canción mezclada en los bailes y ritos de los
africanos y sus descendientes. En 1811 el habanero Joaquín Gavira (1780-1880) funda
el primer grupo de música de cámara en Cuba; el habanero Cristóbal Martínez Correa
(1822-1842) es el primer cubano compositor de óperas (aun cuando no llegaron a
estrenarse) conocido, en el ambiente ya generado por las compañías de ópera españolas,
italianas y francesas con temporadas en La Habana y en Santiago y esporádicamente, en
otras ciudades, desde fines del siglo XVIII; entre 1807 y 1825 se estrenaron en Cuba 12
óperas con implicaciones de autores cubanos (incluido Manuel de Zequeira) y de
españoles e italianos residentes en Cuba o con temas cubanos como Los Apuros de
Covarrubias (1811), en homenaje al habanero Francisco Covarrubias (1775-1850)
llamado padre del teatro cubano, a lo que se suman otros cubanos a lo largo del siglo
XIX, como Ramón de Palma. En 1829 se funda la Sociedad Filarmónica de Santa
Cecilia, y luego proliferarían otras por La Habana y otras ciudades; en 1824 se estrena
La Matancera (de Ulpiano Estrada, coreografía de Andrés Pautret) en El Principal. En
1839 se estrena en Cuba El Elixir del Amor (Donizetti, incluida el aria Una Furtiva
Lágrima) y en 1841, la singular Fanny Elsler baila en el teatro Tacón (luego García
Lorca, hoy Gran Teatro de La Habana), considerado entonces entre los tres mejores del
mundo e indispensable para toda compañía;[32] en 1842 comienzan a componerse
contradanzas cantadas que originan un nuevo género que muy significativamente, se
llama “la habanera”. Desde los años 30 hasta finales del siglo XIX los famosos toques
batá distinguen la calle Egido, mientras en 1836 en Regla se funda la primera potencia
abakúa: los ñáñigos (“hijos del leopardo”) también tenían que transculturar a otro
entorno ambiental y social que no era el Calabar.[33]
En La Habana había estado el célebre padre Capacho –fray José Rodríguez Ocambo o
Diego de Uscarrel-, el español Jacobo de la Pezuela[34] y la sueca Fredika Bremer, con
sus relatos de viajes, época de la habanera María de las Mercedes Santa Cruz y
Montalvo, Condesa de Merlin (1789-1852), mientras del oriental José María Callejas y
Anaya (1772-1833) es la Historia de la Isla de Cuba, la primera de su género en
publicarse aquí; y en 1825 el matancero Antonio José Valdés (1780-1850) firma el Acta
de la Junta Cubana de Méjico y la representación al Congreso mejicano por la Junta
Promotora de la Libertad Cubana, independentista. De la Revolución Industrial Inglesa,
el Conde de Jaruco (descendiente de canarios) introduce la máquina de vapor, y con los
chemins de fer se inaugura en 1837, antes que en España, el ferrocarril en Cuba,
séptimo país del mundo por interés azucarero. Si ya en el siglo XVIII se había
introducido el mango originario de la India (como la ya tradicional y tan cubana caña de
azúcar) los que huían de las revueltas en Haití introducen por el Oriente cubano el café
que llegará a ser la infusión nacional como ecos de revolución (francesa) en lucha con el
chocolate por el cacao que oriundo de Méjico, representaba la colonia pero acriollado,
llega a identificar, por ejemplo, a Baracoa.
En 1812, bajo las tensiones políticas en España, las autoridades coloniales decretan una
temporal libertad de prensa y se efectúa la Junta General de Periodistas en La Habana,
primer congreso que se conoce en Cuba. El desarrollo de la litografía impulsado por los
franceses desde los años veinte llevará al costumbrismo, que en 1840 logra la primera
edición del lujo del álbum Cuba Pintoresca[35] y cuyos pioneros son delmontinos
como el habanero Ramón de Palma y Romay (1812-1860) y el dominicano Esteban
Pichardo (1799-1879) o el español Francisco Iturrondo (1800-1868),[36] al igual que
los pioneros del criollismo como el propio Del Monte y el habanero Francisco Poveda y
Armenteros (1796-1881)[37] que en 1842 publicó Tradiciones Cubanas; el criollismo
usaba temas vernáculos campesinos en la lírica (mientras la espinela, entre los años 30 y
40, se definía sobre el romance para la identidad cubana) y luego en la narrativa; del
poeta criollista habanero Ramón Vélez Herrera (1808-1886) en 1839 fue censurada su
tragedia en cinco actos, Napoleón en Berlín. También los delmontinos impulsaron la
obra antiesclavista de los habaneros Anselmo Suárez y Romero (1818-1878)[38] y Juan
Francisco Manzano (1797-1854),[39] mientras en 1842 el habanero José Agustín Millán
inicia la comedia en la escena cubana (antecedente al bufo) y es frecuente y lógica la
modificación de posturas, como la del camagüeyano Gaspar Betancourt García -“El
Lugareño” u “Homobono”- (1803-1866)[40] y otros.[41] La exaltación al amor del
romanticismo lo potencia aun más para enarbolar el amor patrio, y el costumbrismo
(con variantes como el criollismo) avanzan al naturalismo y el realismo, cada vez más
radical como la época misma, reflejado en la narrativa.
El otro año hito en este análisis es 1858, cuando se publica en New York El Laúd del
Desterrado, la primera antología poética separatista cubana, iniciativa de Pedro
Santacilia[56] que incluye desde Heredia y José Joaquín Palma hasta Miguel Teurbe
Tolón y de la Guardia,[57] José Agustín Quintero y Woodville,[58] Leopoldo Turla y
Denis,[59] Pedro Ángel Castellón,[60] Zenea y el propio Santacilia, una de las 14
antologías de diversas figuras y temas publicadas en Cuba entre 1822 y 1856. En 1861
culmina la construcción del Canal de Vento, en apoyo al acueducto, década en que
surgen las primeras asociaciones obreras cubanas, signadas por raíces demasiado
hispanas con toda la controversia consecuente,[61] y en 1863 en San Alejandro se
instituye la Cátedra de Perspectiva y Paisaje;[62] algunos extendían la lucha a otros
países.[63] En 1867 Cuba tenía 1´400,000 habitantes (300,000 en La Habana) de ellos,
700,000 blancos (el 82 % criollos, 17 % peninsulares y 4,666 otros europeos, 2,333
filipinos y de Puerto Rico, Santo Domingo, etc.); 600,000 eran negros y sus mestizajes
(370,000 eran esclavos, su máxima concentración de la trata negrera por el auge de la
industria azucarera a pesar de Inglaterra y los abolicionistas; 225,000 libres, y 4,500
emancipados); y se mencionan además, 34 asiáticos y yucatecos.
Notas
[2] De entonces data el primer resultado de esta línea investigativa: Apuntes para un
estudio actualizado de la Cultura Integral durante el período de Cultura
Independentista (1868- 1898), en coautoría del presente autor (Couceiro) con Jorge
Manuel Perera Fernández, trabajo que obtuvo Categoría Destacado en la VIII
Conferencia Internacional de Investigaciones Científicas sobre Arte y Cultura, Instituto
Superior de Arte (1995); y ya el 7 de mayo de 1997 fue publicado por la Biblioteca
Científico-Técnica de la Academia de Ciencias de Cuba (BCT de la ACC) por
Resolución 60/92 previa aprobación del Consejo de Redacción de la Revista Cuadernos
Cubanos de Historia, del Instituto de Historia de Cuba.
[3] A menudo homogeneizados por “los otros” como “gallegos” (a pesar de sus
sociedades regionales), salvo citas al vasco, al catalán y en especial al canario o
isleño… como si Cuba no fuera, también, insular.
[4] Desde un inicio, el encuentro había sido mucho más que “entre dos culturas”: léase
implícito con las distintas hispanidades nuestra cultura occidental de raíz grecolatina y
esqueleto judeocristiano: hijos de españoles, somos nietos de griegos y romanos,
además de otras etnias que han incidido distintivamente en cada hispanidad, sin olvidar
criptojudíos y hebreos sefardíes, árabes y sus transculturaciones a mozárabes y
mudéjares, etc. Coexistentes con tales hispanidades, los portugueses y los italianos; en
un principio en oposición a ellos mediante la piratería y el corso, franceses, ingleses y
holandeses, cada uno según cada contexto y aunque entre los primeros mapas de la isla
hubiera firmas francesas, italianas y holandesas, y el coqueteo con el bucanerismo inició
nuestro comercio clandestino, entonces ya contra la Metrópoli española, además de que
el rechazo por la piratería y el corso, en sí mismo, también nos determinó cambios de
lugar de las entonces villas; los saqueos y otros daños, el imaginario, la sicología social
consecuente, etc. Al resto de la Europa no española (incluidos los hebreos asquenazi y
los gitanos), siempre de forma distintiva y contextual, hay que agregar las tantas y tan
diversas culturas africanas que desde bien temprano nos llegan, si bien su situación en
Cuba es desigual por períodos y otras razones contextuales; los chinos a partir de 1847
(en sí diversos, tanto dentro de China como en las distintas oleadas migratorias a Cuba,
algunos transculturados por terceros y hasta cuartos países, como nos han llegado otras
influencias de Europa y del resto del mundo), y otras culturas asiáticas, más allá de la
diversidad del llamado Medio Oriente, de los genuinos indios (de la India, más allá del
hinduismo), filipinos, japoneses, coreanos, etc. Y de la diversidad de regiones y culturas
del resto del propio continente americano ya todas y cada una en sus diversos grados y
maneras de occidentalización a partir de entonces, sin que siquiera así podamos
absolutizar la conclusión del listado.
[5] “Tierra cultivada”, desde Oriente al centro donde los arwacos cultivaban su yuca
amarga; según otros, la cuba es la construcción árabe coronada (a la que recordó la
primera imagen de nuestra tierra aun en la lejanía marina) o su tambor areniforme kuba
que heredan los hausa y de estos, los yoruba.
[7] En 1610, al curar de mal de gota en sus aguas el Obispo Enrique de Armendáriz, el
río que a la sazón proveía de agua potable a La Habana y a sus tierras en derredor y que
por eso y sus saltos de agua los hispanos reconocían como Chorrera, el presumible
Casiguaguas de los precolombinos por haberse hundido en sus aguas esta madre con sus
hijos antes de caer bajo los conquistadores, comienza ahora a ser denominado
popularmente Almendares, para el imaginario de su salubridad. La Chorrera quedó para
el topónimo popular del torreón de Santa Dorotea de la Luna (1642) y su comunidad
alrededor.
[8] Como genuino valor, no es obra aislada, en un sistema militar defensivo iniciado por
el Castillo de la Real Fuerza (1558-1578) que algunos han polemizado como la
construcción más antigua de América y que asimila desde 1592 lo que ya desde
entonces se considera otro gran símbolo de La Habana: su escudo, mientras despega la
Zanja Real que origina caminos y comunidades actuales entre otros aportes para la
cultura cubana ulterior, o la Muralla de La Habana en su evolución. Para el citado y los
otros escudos cubanos, se recomienda Arista-Salado y Hernández, Maikel: Heráldica
Cívica Cubana. Mención en el Premio Anual Nacional de Investigación 2006, Centro de
Investigaciones Juan Marinello.
[9] A fines del XVIII entraron en Cuba unos 600,000 esclavos africanos para unos 500
ingenios azucareros.
[10] El blanco que se respetara, debía ser médico o abogado; pero por supuesto, la
inmensa mayoría de los blancos carecían de las condiciones económicas para ello, al
margen del talento que siempre se exige. El blanco tenía que ser muy revolucionario
para abrazar las artes, y más aun si era una mujer. No obstante, tanto la Medicina como
el Derecho constituyen también manifestaciones de la cultura, y desde allí también se
apuntaba a la conformación de la cultura cubana.
[11] Dirigida por franceses y españoles, hasta 1878 con Miguel Melero, ningún cubano
pudo dirigirla, salvo algún director interino, esporádico. Entre sus exponentes está el
italiano H. Morelli. Nació influenciada por l´École de Barbizon (Francia), la Escuela de
Hudson (EUA) y la Escuela Regional (España).
[13] Entre 1790 y 1807, la Calzada del Cerro une Palatino con la esquina de Tejas y
nace el primer barrio extramuros escogido por una elite criolla que se distancia así del
poder colonial. La Habana, que inicialmente se desarrolló por sistema de plazas (la de
Armas, la de San Francisco, la de la Catedral, la Vieja y la del Cristo del Buen Viaje) se
continúa desarrollando ahora mediante calzadas como esta. El Cerro incorpora el hierro,
lucetas, columnas arquitrabadas con frisos y cornisas…
[15] 1828, donde había estado la primera iglesia parroquial hasta perderse en 1742 al
explotar el navío El Invencible, se erige para conmemorar justo la fundación de la villa,
eleva la piña esculpida como símbolo de cubanía y Vermay ejecuta el mural en su
interior sobre la primera misa, con la mítica ceiba y las tradicionales tres vueltas,
ofrendas, deseos y sueños…
[16] El Gobernador Miguel de Tacón y Rosiques emplea el neoclásico para la Quinta de
Recreo de los Capitanes Generales (Quinta de los Molinos) y su Alameda o Paseo de
Carlos III, y el teatro Tacón (1838); la Fuente de los Leones en la Plaza de San
Francisco (1836) y proyecta el Paseo del Prado; la estatua de Fernando VII en la Plaza
de Armas (1835) donde también estaría la de Colón, no por azar frente al Templete,
como la respuesta colonial. Esta política la continuó el Capitán General Príncipe de
Anglona con la plazuela de Isabel II (hoy Parque Central) que incluía la estatua de la
reina (1840)
[17] Primero conjugan piezas estilo Imperio Francés con sus coetáneos Regencia
Inglesa y vertientes de EUA, tal el estilo federal; luego versiones criollas de los estilos
Wiedermayer y Carlos X con predominio de aristas y superficies lisas, frecuentemente
enchapadas y pulidas, en piezas mucho más ligeras.
[19] Entre otros, apoyarán el ejercicio físico el Dr. Carlos J. Finlay, Enrique José
Varona y Luis de Agüero.
[20] 1823-1890, reconocido entre lo mejor del costumbrismo cubano y precursor del
cuento cubano. Es desterrado a España (1851) por vínculos con anexionistas
camagüeyanos, hasta 1856; ante la represión por la guerra de 1868 vuelve a Europa
donde es Diputado a Cortes por Puerto Rico y denuncia la trata de esclavos y la
situación en Cuba y en Puerto Rico. En 1879 es designado a Cortes por Camagüey.
[21] Los africanos y sus descendientes que a la sazón entraban obligados como esclavos
en Cuba, lógicamente, sólo en la medida en que alcanzaran su libertad y mejoraran sus
expectativas en nuestro país, se integrarían a la nacionalidad y al amor a esta tierra;
aunque ya entonces los había negros y mestizos libertos integrados con aportes
sustanciales a la cultura cubana que se estaba conformando.
[23] Mulato, fusilado con otros diez acusados por la Conspiración de La Escalera, hecho
tan controversial como su actitud personal en ello. Entre sus poemas de sentida cubanía
se citan La Flor de la Caña y La Flor del Tabaco, y con Al Yumurí y Al Pan de
Matanzas deviene precursor del siboneyismo.
[24] Jacinto, entre los primeros en cultivar el drama romántico en lengua castellana,
precursor del teatro costumbrista con sus cuadros de costumbres en versos El Mirón
Cubano, y del siboneyismo con El Indio Enamorado; en su poesía, La Fuga de la
Tórtola llama a la libertad. Su obra fue preservada y promovida por Federico, quien
entre otros aportes, hizo la traducción en verso de McBeth y del primer acto de Hamlet,
príncipe de Dinamarca, ambos del inglés William Shakespeare.
[25] La única que logra publicar una novela romántica: Sab (1841; la novela cubana se
señala a partir de 1837 y entre sus pioneros, Ramón de Palma y Francisco de Paula
Gelabert, nacido en New Orleans, EUA, con periodismo en Veracruz -Méjico- y en
Guanabacoa), con la que antecede en casi medio siglo a las novelas cubanas “de tema
negro” y es el primer ejemplo mundial de literatura antiesclavista, pues La Cabaña del
Tío Tom, de Harriet Beecher Stowe (EUA) es de 1851. Tampoco exenta de la polémica
por su matrimonio (1855) con el Coronel Domingo Verdugo, víctima de un atentado
(1858), lo que no resta el profundo amor patrio en su poema Al Partir, su teatro contra
los tiranos y su epistolario de amor con Ignacio de Cepeda, que revoluciona en
múltiples sentidos. En cuanto a la novela antiesclavista se podría polemizar si
recordamos Petrona y Rosalía (1838, cuando circuló manuscrita aunque no se publicó
hasta 1925 en la revista Cuba Contemporánea, con la que integraría la serie de novelas
Escenas de la vida privada en la Isla de Cuba) del colombiano Félix Tanco Bosmeniel
(1797-1871), encarcelado en 1844 por abolicionista, y en 1869 sigue a sus hijos
(vinculados con la revolución) a New York.
[27] Habanero, 1832-1890. “Poeta del piano”, según el gran Héctor Berlioz. Con
grandes influencias de Chopin y de Schumann, compuso entre otras, El Canto del
Guajiro y El Canto del Esclavo, muy cubanos.
[29] Llamado “el Paganini negro”, dirigió la Asociación Musical de Socorros Mutuos
de La Habana; miembro de la Sociedad de Música Clásica, llegó a ser “caballero
alemán”, pero murió enfermo y olvidado; su padre Claudio Brindis de Salas (1800-
1872) con la Conspiración de La Escalera de 1844 fue expulsado de Cuba hasta 1848 y
preso hasta 1850; de 1854 es su melodía dedicada al General Concha.
[30] Que enterraban sin bautizar hasta que por protestas humanitarias del vecindario, un
capellán los bautizaría in articulo mortis. Se encontraba hacia las actuales calles H y
3era., costas del Vedado.
[31] Tales son por ejemplo, el de La Requena (tierras de Catalina Requena) frente a lo
que sería la Quinta de los Molinos en 1833; el de Puentes Grandes o Segundo
Cementerio del Cerro (1843); y el de San Antonio Chiquito en 1865, germen del que
desde 1871 será Necrópolis Cristóbal Colón.
[32] En 1849, a sólo ocho años de su creación en Francia, la Compañía de los Ravel
estrena aquí el ballet Giselle; se había presentado la sueca Jenny Lind, y el 29 de
diciembre de 1856 tras una gira por New York, se estrena la ópera La Traviata, a sólo
tres años de su lamentable estreno mundial y ya con tal éxito, que se extendió hasta
febrero de 1857 (también se señalará aquí el nacimiento mundial del teléfono en función
de la vida teatral, por un italiano); era la época de oro de la ópera cubana, incluido el
santiaguero Laureano Fuentes Matons (1825-1898) con diferentes óperas y zarzuelas
entre otras composiciones, y José Antonio Coccó que había dirigido la orquesta del
Principal y compuso óperas y música para ballets. El vals lento de Austria y la romanza
francesa influían en la canción cubana con obras amorosas, tiernas, idílicas, sobre la
identidad ecológica cubana: palmas, sinsontes, arroyos, etc.
[33] Sociedad secreta que pronto tuvo que abrirse a negros nacidos en Cuba (ya en los
años 40 había más de 40 filiales abakuá en La Habana) y luego, a sus mestizos; en 1857
el guanabacoense André Petit, de origen africano y francés, con 30 onzas de oro o 510
duros, liberó de la esclavitud a ekobios de su potencia vendiendo el secreto abakuá a los
blancos que le juraron en una primera potencia blanca llamada Mukarara Efo (Hermano
Blanco) juramento que consagran en 1863. En la Nochebuena de 1862, se crea el primer
juego abakuá en Matanzas, Uniabon Minso Efi, siempre desde los puertos que copan y
no más allá, por su propia identidad secreta. Al vencer estos prejuicios racistas se salva
para la cultura cubana actual el ñañiguismo, al que Petit también introdujo el crucifijo,
para mayor transculturación.
[34] 1811-1882. Entre 1863 y 1866 publica su muy completo y actualizado Diccionario
Geográfico, Estadístico e Histórico de la Isla de Cuba, un clásico de la historiografía
cubana.
[35] La primera antología costumbrista se publica en 1852: Los Cubanos pintados por sí
mismos, con la introducción de Blas San Milán y la ilustración y grabados del vasco
Víctor Patricio Landaluze (pro colonialista, excepcionalmente lleva el costumbrismo de
sus grabados a sus pinturas, creador de “tipos” cubanos con El Calesero, Mulata
Sandunguera, El Zapateo, El Mayoral… que asume la caricatura y anuncia el teatro
vernáculo), y de José Robes; y con Millán, y otros.
[36] Liberal desterrado a EUA que en 1829 llega a Cuba y se nuclea con delmontinos y
nativistas.
[37] Poeta, dramaturgo y actor que se ganó la vida de las más disímiles maneras.
[38] Entre 1838 y 1839, a instancias de Del Monte, escribe su novela Francisco para
entregar al Comisionado inglés Richard R. Madden entre varios trabajos antiesclavistas;
prohibida, se publicó en New York en 1880 pero ya había circulado, excelente mezcla
de romanticismo y realismo.
[39] Esclavo que había podido demostrar su talento y al empeorar sus condiciones, los
delmontinos compran su libertad y casa en 1835 con la poetisa y pianista mulata Delia;
por iniciativa de Del Monte escribe su Autobiografía en 1839, publicada en Londres en
1840 pero en Cuba no sino hasta 1939; poeta liberado de la Conspiración de La Escalera
en 1845, no volvió a escribir. Muestra su amor patrio en sus sonetos A la ciudad de
Matanzas después de una larga ausencia, y el biográfico Mis 30 Años.
[40] En 1823 integra una Comisión cubana de New York a La Guaira para entrevistarse
con Simón Bolívar para la insurrección en Cuba; en 1834 regresa de EUA a Cuba para
crear escuelas y la línea de ferrocarril Nuevitas-Puerto Príncipe (luego ciudad
Camagüey) pero en 1846 es obligado por el Capitán General O´Donell a exilarse a EUA
donde preside la Junta Cubana de New York y en 1848 funda una publicación
anexionista, luego vuelve al independentismo; sus cartas a Saco muestran sus criterios,
y en 1854 imprimió en New Orleans Sherman, Warton, su Address delivered at the
celebration of the third anniversary of the martyrs for Cuban freedom, en coautoría con
J.S.Thrasher. En 1869 quemó su epistolario íntimo para no comprometer a otros en las
requisas españolas.
[46] Mientras se publica la antología Cuba Poética desde Zequeira hasta nuestros días,
también con Fornaris, Luaces y J. de Socorro León. Ese mismo año por la conspiración
de Ramón Pintó y Quitman, el General Concha deporta a España al venezolano José
Antonio Echevarría (1815-1885), electo para representar la Junta de Información en
Madrid por cuyo fracaso, apoya la gesta de 1868; abolicionista, es apresado en España y
logra escapar a EUA donde integra la Junta Cubana, recoge fondos, organiza
expediciones y trató de que el gobierno de EUA reconociera a la revolución cubana.
Tras Morales Lemus, dirigió la Junta Cubana de New York, y tras el Zanjón cesan sus
luchas políticas; murió en el destierro y se le atribuye el primer intento importante de
novela histórica cubana: Antonelli.
[47] 1827-1890, considerado padre del siboneyismo. Sería quien próximo al grito de
independencia y a solicitud de Carlos Manuel de Céspedes (serenata a Luz Vázquez tras
la reja de la ventana colonial), escribe la letra de La Bayamesa con música de Francisco
del Castillo, ejemplo impar de la canción cubana del momento (más combativa al
avanzar el independentismo, novia simbólica de todos los patriotas cubanos), aunque
rehusó comprometerse en la gesta independentista y en 1870 viaja a Europa. Valoraba la
décima como la estrofa del pueblo.
[48] 1826-1867, llamado “el Molière Tropical” por ser tan notable dramaturgo, fue
criollista y siboneyista, y precursor del modernismo casi medio siglo antes, y del cuento
cubano. Poeta con algunos sonetos y dos odas tan patrióticas como La Caída de
Misolonghi (1856) y La Oración de Matatías (1865)
[51] Llama la atención su rápida integración por las más diversas comunidades de todo
el país; a menudo fueron más explotados y discriminados que los negros, como tampoco
se habla de los “esclavos blancos” que mientras se combatía la trata negrera, llegaron de
las regiones más pobres de Europa (Galicia, por ejemplo) en condiciones casi de
esclavitud, en ocasiones con disfraz de “sobrí” (sobrino).
[52] Con apenas 10 años, Ignacio Agramonte enjugó su pañuelo en la sangre de los
agarrotados hermanos Agüero en Camagüey, mientras las damas soltaron sus cabellos,
señal de rebeldía en aquella cultura del vestir. En tal conspiración participó el tunero
Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, “Cucalambé” (1829-1862) con otros poetas con
proclamas y décimas, hijo de esclavista pero su poesía alude al “dolor esclavo” y
“mísero africano” además del “guajiro infeliz”. Valorado el mejor criollista, el más
popular del folklore campesino, tan tradicional en sí, que sus versos llegan al cancionero
mambí aun en la Guerra de 1895.
[59] Poeta y dramaturgo habanero, al conocer de una orden de detención contra él por
conspirar en La Habana huyó a EUA donde amistó con Narciso López, en cuya
expedición quizás se enroló. Durante la Guerra de los Diez Años colaboró con
Francisco Vicente Aguilera e hizo propaganda independentista.
[60] Habanero, 1820-1856, ya antes de 1850 había emigrado de Cuba, vinculado con los
planes de Narciso López, desarrolló su lucha en New Orleans, Secretario de la Junta
Madre de la Joven Cuba allí fundada (al son de otros movimientos libertarios del mundo
entonces como la Joven Italia) para ayudar la revolución cubana bajo la presidencia de
un estadounidense, por lo que aun en su ausencia, fue condenado a diez años de cárcel.
Siboneyista con el seudónimo “Cuyaguateje”.
[61] Con mayor tradición en el sector tabacalero, pero también portuario y otros, fue
muy revolucionario en cuanto a las luchas por los derechos de los trabajadores, pero
entonces por ser tantos españoles y descendientes, se pronunciaban más bien por una
Cuba española anti independentista, lo que cambiará definitivamente con las gestas
independentistas, cuando se nutre con tantos cubanos incluidos antiguos esclavos. En
1865 el semanario La Aurora (dedicado a los artesanos) inicia la prensa obrera cubana.
[65] Debuta la nueva Compañía de Los Bufos Habaneros con Los Negros Catedráticos
de Francisco (Pancho) Fernández, con éxito delirante; en pocos meses, su fórmula
prolifera por toda Cuba con no menos de ocho compañías (aunque los más
representativos eran esta y Los Caricatos), otra opción ante la avalancha de óperas y
dramas, muchos foráneos. Eran importantes las actuaciones e improvisaciones que
demostraban ingenio e influencia de la commedia dell´arte (así como de la ópera
italiana sobre todo su ópera bufa o cómica, y de los minstrels de EUA sobre todo sus
“negritos”), agudo sentido del humor y aportan un nuevo género musical: la guaracha.
Dado el éxito, pese a la crisis económica y el progresivo aumento del precio de las
localidades, el teatro se demostraba como un negocio seguro.