Conformación de La Cultura Independentista Cubana

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Conformación de la cultura independentista cubana 

Avelino Víctor Couceiro Rodríguez

La historia más tradicionalista (seudocultura o kitsch de “tradicional”) entre otras


limitaciones como ciencia, ha subvalorado todo aquello que no sea estrechamente
político y, por extensión, militar; el desarrollo actual, y concretamente epistemológico
en todas las esferas; las exigencias cada vez mayores a la interdisciplinariedad en busca
del rigor científico, y la nueva visión implícita de la postmodernidad que apuesta, por
ejemplo, por “la totalidad perdida”, constituyen el contexto en el que se comprende “lo
político” en un concepto mucho más amplio, en tanto cultura política en relación con las
restantes manifestaciones del vasto y rico sistema que es, en sí misma, la cultura. De tal
suerte, se puede entender la política como el poder no sólo a nivel de Estado, sino
incluso en cada institución, en cada familia, en cada colectivo de todo tipo… y ello nos
conduce al poder en las artes, en la religiosidad, en las ciencias, los más diversos
rituales, sea el poder inconsciente en el hábito, o consciente en las costumbres…
explícito o implícito…, incluso en la estética, en la sexualidad, en los juegos y deportes,
en la culinaria, en la cultura ecológica y ambiental… por no detenernos (por ahora) en el
poder en otras especies y no sólo entre los humanos, y sin pretender tampoco un tratado
de Politología.

Otras premisas a considerar son un concepto sistémico e integral de la cultura en tanto


“sistema de valores”,[1] y entender el independentismo como un vasto proceso cuyo
auge se concentra durante las gestas independentistas entre 1868 y 1898, entre el
alzamiento de La Demajagua y la firma del Tratado de París; pero que en tanto proceso,
este no es sino el período más consecuente de la conformación de la nacionalidad
cubana que comenzó mucho antes, estimado desde finales del siglo XVIII e inicios del
XIX con las primeras corrientes de pensamiento que, hijas de la Ilustración tras la toma
de La Habana por los ingleses (1762), centraron en Cuba su destino (el reformismo, el
abolicionismo, las variantes anexionistas y el propio independentismo), y aún más: el
proceso para esta nacionalidad se remonta a las primeras resistencias precolombinas a la
conquista y colonización, y a los más tempranos indicios de una cultura ya distintiva de
la hispanidad de la que más tarde, nos independizaríamos. Aún más, el proceso
independentista podría extenderse a las luchas posteriores durante el siglo XX por
preservar nuestra soberanía nacional, en una sabia combinación que ya anunciaba Martí,
injértese el mundo en nuestras Repúblicas, y que el tronco siga siendo el de nuestras
Repúblicas… lo cual fundamenta el cosmopolitismo que tanto enriquece e identifica a la
cultura cubana, tradición y actualidad a un tiempo.

Este artículo, cuyas raíces se remontan, al menos, a 1895,[2] se limita al período que
conduciría a la independencia cubana del colonialismo español, o sea, el más clásico
independentismo cubano convencionalmente entendido, y eso sí por serle fuente
ineludible, el vasto proceso que le propició, lo que ya es demasiado ambicioso para tan
pocas cuartillas, por lo que el objetivo de este resumen será valorar el papel que tuvo la
cultura en el proceso hacia el independentismo cubano, lo cual apuntará al superobjetivo
de verificar el independentismo cubano en tanto proceso genuino de toda la nación, de
todos y cada uno de sus componentes de manera y en grados distintivos, cada uno desde
su instrumental, consciente o inconsciente, necesidad objetiva que cumplía leyes propias
a estudiar en las Ciencias Sociales en general, y no sólo de una en particular.

ANTECEDENTES MEDIATOS
El vasto proceso de la nacionalidad cubana, nace a partir de nuestra hispanidad, de la
que nunca se han mostrado dudas, ni siquiera al erigirnos a pesar de ella e incluso,
contra ella, consciente o inconscientemente, aun al apelar a otras culturas: fuimos
españoles antes de ser cubanos, puesto que las diferentes culturas precolombinas se
extendían por las Antillas de manera distintiva, pero ajenas al sentido de nacionalidad
que llegaría con la occidentalización a través de las diversas hispanidades cuya manera
de interactuar en Cuba (tal vez por la misma emigración, fueron más españoles en Cuba
que en la propia España, donde sus diferencias siguen siendo menos superables)[3]
constituyó base para la conquista y colonización pero al mismo tiempo, y aunque
parezca paradoja, comenzó a diferenciarnos de la Madre Patria, desde ellos mismos y
por supuesto, inconscientemente.

No obstante, tales hispanidades y todos los otros que con ellos comenzarían a inmigrar o
a incidir e interactuar directa o indirectamente en aquella Cuba en ciernes en las más
disímiles condiciones y diversos objetivos, incluso etnias implícitas y coexistentes u
otros,[4] encuentran como catalizadoras a tales culturas precolombinas, cuya resistencia
(implícita o explícita de las más disímiles formas y grados) a la conquista y
colonización ha sido considerado por muchos historiadores con toda razón, como el
inicio de este extenso proceso que apuntaría siglos después, al independentismo. No es
posible (ni necesario) recrear aquí sus distintas manifestaciones de rebeldía, harto
reconocidas (nuestros primeros cimarrones, luego seguidos por los africanos, sobre todo
aquellos cuyas culturas de origen desconocían la esclavitud), y es preferible apuntar
quizás, a su más trascendente resistencia: la de su vigencia en tantas y tales
manifestaciones de la cultura cubana actual que, al negarnos a reconocer, hemos
exterminado más que los colonizadores del siglo XVI, por miopía e inercia acrítica
repetitiva, lo cual comenzaría por dejar en tela de juicio la misma denominación de
“precolombinos”, quizás una de las más aceptables; una vez más, el idioma es estrecho
para la riqueza de la realidad a expresar.

De los milenios de culturas precolombinas en Cuba (además del patrimonio heredado


mediante los más diversos hallazgos arqueológicos, en sus pictografías, instrumentos y
demás), todos los demás aprendieron a sobrevivir en los más disímiles componentes de
nuestra identidad medio ambiental, y enriquecen con vocablos (sabana, hamaca,
huracán que se señala de origen maya, bohío, batey, casabe, guayaba y muchísimos
más) y sonoridades a la lengua castellana y nuestra cultura culinaria, la toponimia
(comenzando por Cuba,[5] Habana, Guanabacoa, Moa, Toa, Baracoa, Camagüey y
tantísimos otros de primera representatividad nacional e incluso, internacional, en
diversos grados de transculturación con la nueva hispanidad y su esqueleto
judeocristiano, como San Cristóbal de La Habana, apenas en 1514) y otras múltiples
manifestaciones de la literatura oral y otras tradiciones (incluidas en su evolución, la
religiosidad, la arquitectura vernácula, la medicina verde, y otras) que de las áreas no
urbanas (como eran sus culturas, y nótese que no lo limito a áreas rurales) transculturan
de forma distintiva a cada otro contexto (urbano o no), y mucho más allá, sin descontar
aquellos grupos que se han reconocido en algunas regiones puntuales de Oriente (a
donde se habían refugiado de la genocida conquista) y sus mezclas con las restantes
etnias en toda su diversidad, de todo lo cual han pervivido huellas que, convencidos de
su extinción por los nobles deseos del Padre Las Casas y con una imagen folklorista del
“indio”, nos hemos negado a registrar.[6]
De estas mezclas y de estos primeros inmigrantes a nuevos contextos de todo tipo,
donde las costumbres se relajarían mucho más que en la tan alejada España (para mal
por los desmanes, para bien por no registrarse tanto el terror inquisitorial contra los
suyos como allá, al margen del genocidio a los aborígenes), ya en Cuba (además de
otras artes como las pinturas de Juan Camargo en el altar mayor de la primera Iglesia
Parroquial de La Habana que se perdió en 1742 donde hoy está el Templete) sonaban a
principios del siglo XVI los primeros músicos, como el santiaguero Miguel Velázquez,
y en Trinidad, Juan Ortiz; el cantor Porras, y entre los fundadores de Bayamo, el
vihuelista Alonso Morón; entre los siglos XVI al XVII cabalgan entre la leyenda y la
historia, las hermanas Teodora y Micaela Ginés, de origen dominicano en Santiago de
Cuba y luego en La Habana, que con el sevillano Ochoa (violón), el malagueño Pedro
de Almanza y el portugués Jácome Viceira (vihuela) legarían el clásico Son de la Ma
Teodora, según algunos más bien del siglo XIX pero que el franco nacionalismo de
entonces recreaba sus orígenes en las más primitivas raíces de nuestro pueblo,
remontando la leyenda al menos, a dos siglos y medio antes.

Las propias distinciones ambientales, en las que por milenios ya habían transculturado
las distintas culturas precolombinas, sentaron base para otra identidad no española
(¿para muchos de ellos entonces, otra “nueva España”… como llamaron al virreinato
norteño?), sobre la que evolucionaría la nacionalidad cubana: ríos y agua potable,[7]
costas y otras identidades ambientales, como los ataques de piratas y corsarios,
determinaron (a diferencia de España) la ubicación y traslados de nuestras primeras
villas y núcleos poblacionales. El Castillo de los Tres Reyes del Morro (1589-1630)[8]
se valora Monumento Cero, justo por asumir con tal coherencia y valores estéticos la
herencia medieval hispana y el Renacimiento del momento (obra de italianos, cuyo
proyecto no satisfacía del todo) con tal integración a un entorno tan nuestro en su
promontorio a enclavarse en la bahía, y con nuestros materiales de construcción, con
mano de obra nativa y de los primeros africanos importados e incluso, presos europeos
y criollos por diversas causas… si bien se ha reconocido el de San Pedro de La Roca (el
Morro de Santiago de Cuba) con una mejor adaptación aun; el reconocido como primer
monumento literario cubano Espejo de Paciencia, escrito en Puerto Príncipe (hoy
Camagüey) por el canario Silvestre de Balboa Troya y Quesada en fecha tan temprana
como 1612, sobre sucesos reales en el Bayamo de 1604, por si fueran pocos estos
argumentos, explicita un entorno ambiental (flora, fauna y mucho más, que ensalza
admirado con sus nombres indígenas) y étnico histórico (hispanos, “indios”, africanos y
criollos, piratas franceses, obispos…) que obviamente… se alejaban de “lo español”: ya
aquí se recreaba otra fusión de pueblos en otro contexto que desarrollaría a la postre en
otra nacionalidad, germen esencial para el independentismo.

De 1630 data un símbolo actual de La Habana: La Giraldilla, primera escultura fundida


en Cuba o al menos, en algún lugar de América, bronce de Jerónimo Martín Pinzón, que
recrea su raíz sevillana y árabe. En el siglo XVII se detecta el punto guajiro en Cuba, y
desde inicios del XVIII, el zapateo cubano, mientras se rebelan los vegueros contra el
estanco del tabaco impuesto por España, y en el orden educacional, el Obispo Diego
Evelino de Compostela (llegado en 1689) educa a doce niños pobres (luego sacerdotes)
cuando establece el Colegio de San Ambrosio que mejora Jerónimo Valdés al sustituirlo
en 1707 (en 1773 en homenaje a Carlos III que reinó 1759-1788, se redenomina Real
Colegio Seminario de San Carlos y San Ambrosio, durante casi dos siglos principal
centro de enseñanza que la modernizaría en Cuba con la más cimera intelectualidad y
bastión para nuestra nacionalidad) mientras establece la Casa Cuna como Casa de
Beneficencia para niños expósitos a quienes legaría su apellido que así, tanto prolifera
en Cuba. En 1722 funda para similar papel al de San Ambrosio pero en Santiago de
Cuba, el Seminario de San Basilio el Magno, más acorde a la orden Basilia de Valdés, y
el 5 de enero de 1728 los dominicos fundan la Real y Pontificia Universidad de San
Jerónimo de La Habana. Un cambio esencial no se puede obviar en el año 1700: el trono
español había quedado sin heredero y desde entonces, lo ocupa la Casa (francesa)
Borbón; los franceses, que hasta ahora como enemigos se abrían camino en este proceso
hacia nuestra nacionalidad, continuarían en el otro extremo, del brazo de la corona
española, hasta 1789. En 1730 se imprime en España El Príncipe Jardinero y Fingido
Cloridano, del habanero Santiago Pita (1693-1755), con lo que ya se registra una
primera obra teatral escrita en Cuba.

Y mientras ya en los siglos XVII al XIX el blanquito de La Habana (antecedente al


actual bichón habanero) es una raza de perro que representa a Cuba ante el mundo, la
nueva identidad ambiental e historia distintiva de piratería determinaba nuevas
poblaciones, a menudo germen que identificaría nuestro imaginario alimentando nuestra
literatura oral y escrita, como el caso de Remedios para la fundación de Santa Clara en
1689, o la fundación de Matanzas en 1693 (ya con su castillo de San Severino), en
reflejo siempre de otra etnogénesis y otra historia, y también para otra economía en
nuevos contextos que implicarían nuevos caminos y con ellos, nuevas urbanizaciones
(entendidas estas en su sentido contextual y evolución ulterior) por el tabaco, la caña de
azúcar y las aguas termales, como sería Santa María del Rosario (1731) la “Catedral de
los Campos de Cuba”, que no en balde preserva las pinturas más antiguas de cubano
reconocido (Nicolás de la Escalera, 1734-1804), donde ya aparece el negro y recrea e
impulsa el imaginario local; los africanos comienzan a dejar de ser tales, y los patakíes
yorubas y el palo monte bantú tienen que transculturar a otro medio ambiente.

Más allá, se avanza también de las primeras escenificaciones, misas y otras


celebraciones casi siempre cristianas de inicios del siglo XVI: en el XVII y XVIII los
famosos versificadores en Santa Clara y sus inmediaciones (José Surí y Aguilar,
Lorenzo Martínez de Anteira, Mariano José de Alva y Monteagudo…) y en el resto del
país José Miguel Castro Palomino, Francisco Ignacio Cigals, Félix Veranés… el
bayamés Manuel (José) del Socorro Rodríguez (1754-1819), los habaneros José
González Fonseca (Alfonseca, 1717-1764, quien buscaba libros escritos por cubanos
para su Noticias de los Escritores de Cuba, inédita, primera preocupación bibliográfica
cubana que no será continuada sino hasta los años 30 del siglo XIX) y Juan Bautista
Barea (1744-1789); mención especial merecen los primeros historiadores de la Isla de
Cuba: el dominicano Pedro Agustín Morell de Santa Cruz (Santiago de los Caballeros,
1694-1768) y los habaneros Ignacio José de Urrutia y Montoya (1735-1795) y José
Martín Félix de Arrate (1701-1765) quien en 1761 acaba su Llave del Nuevo Mundo:
Antemural de las Indias Occidentales, primer testimonio de esbozos biográficos de
Cuba que no se publicará hasta 1830. Otros eruditos y oradores son el habanero
Francisco Xavier Conde y Oquendo (1733-1799), el venezolano Rafael del Castillo y
Sucre (1741-1783), el santiaguero Antonio (Santiago) José de Hechavarría (1724-1790)
y el también oriental, padre Juan Bautista Samaná (1760-1806), entre muchos de los
cuales se admiró una connotada oposición a la toma de la Habana por los ingleses
(1762), aun por una Cuba española, aun sin el sentido de la nacionalidad cubana (al
igual que héroes de tal contienda como Luis de Aguiar en La Chorrera y el
guanabacoense Pepe Antonio) … pero con obra básica para esta ulterior nacionalidad…
patriotismo español que sería base y ejemplo fecundo para el ulterior patriotismo
cubano.

ANTECEDENTES INMEDIATOS

La toma de La Habana por los ingleses (1762-1763) ha sido considerada por muchos,
como detonante para que se definiera luego la nacionalidad cubana; la enemiga pero
floreciente Inglaterra (con cuyos bucaneros bastante se había coqueteado en nuestro
primer comercio clandestino contra la Metrópoli española) entre otras disímiles huellas
además de los grabados del francés Dominique Serres (los primeros en esta Cuba
occidentalizada), dejó claro mejores opciones para Cuba que una España cada vez más
lejos del esplendor económico, lo que unido al Despotismo Ilustrado y el proceso de
Ilustración que desde los Borbones de Francia se imponían en la corte española, cuyas
otras posesiones comenzaban a temblar y ya en el norte anglosajón las trece colonias
anunciaban una nueva era de revoluciones, con sus reformas nos iluminaban en efecto,
hacia la nacionalidad; al menos para el tema que nos ocupa, podemos utilizar este
contexto para valorar los antecedentes más inmediatos a la cultura independentista, en
un período de cada vez mayor efervescencia al son de una nacionalidad que se acelera
en explicitarse por sus tantos valores de identidad y orgullo patrios harto probados, todo
lo cual es el contexto que conduce ineludible al estallido independentista de 1868.

En la cultura se verifican tan sustanciales cambios: ya en este siglo XVIII, despuntan en


Cuba la ópera (de la que Cuba es la primera plaza en América), las orquestas típicas o
de viento (que tanto determinarían para la música cubana) y el típico grupo musical
campesino (varias guitarras, tres, laúd, güiro y claves) Ya de 1764 datan las dos
primeras publicaciones en Cuba, y de 1782-1783 la tercera: La Gaceta de La Habana;
bajo inspiración francesa se establece un nuevo sistema militar defensivo que busca
alturas en La Habana (San Carlos de La Cabaña, 1763-1774; Príncipe San Carlos, 1779;
Atarés….) e incluso, Cienfuegos: Jagua (nombre heredado de los mitos precolombinos)
y el llamado tríptico barroco cubano: la Parroquial Mayor o Catedral de La Habana
(1772, en la construcción iniciada en 1748 por los jesuitas, ahora expulsados); el Palacio
del Segundo Cabo (1770-1772), y el Palacio de Gobierno (1776-1792) En 1774 había
comenzado el gobierno del marqués de La Torre, y en 1775, justificado para sostener
una “Casa de Recogidas” (tan usual entonces) se plantea construir el primer teatro en
Cuba (aunque se refieren espacios teatrales previos en diversas regiones cubanas): El
Coliseo, por el actual Muelle de Luz donde en 1772 se había definido la Alameda de
Paula (nombre por la previa iglesia y hospicio de San Francisco de Paula) como primer
paseo habanero; en 1803 El Coliseo se redenomina Principal (sede de las primeras
compañías de ópera italianas que visitaban Cuba y por muchos años, representó la
cubana El Príncipe Jardinero…) al haber desde 1800 un segundo teatro: El Circo de
Marte. Gobernaba Luis de las Casas, y el reformista Francisco de Arango y Parreño
(1765-1837) se consideraba un “habanero de España” y limitaba como pueblo cubano a
los hacendados habaneros; pero cada vez más se habla de “lo cubano”, paso previo e
imprescindible para la independencia. De 1798 es el primer libro de viajes publicado
por un cubano: Viaje a la Isla de Cuba, del padre de la crítica de teatro en Cuba, el
habanero Buenaventura Pascual Ferrer (1772-1851)

El habanero Esteban Salas Castro (1725-1803) deviene hito para la música cubana en la
Catedral de Santiago de Cuba, donde su cellista el santiaguero Matías Alqueza
introduce la imprenta en 1792 y entre sus publicaciones, un título tan sugerente para el
presente estudio, como El Amigo de los Cubanos (1805). En nuestra cultura económica
y laboral, el trapiche es sustituido por el ingenio azucarero, y tras la Revolución de
Haití, Cuba deviene primer productor mundial de azúcar, lo que multiplica el interés en
el país y la importación de esclavos africanos,[9] cuyas condiciones empeoran y el
promedio de vida disminuye aun más. El mejor aliado de los antiesclavistas y
abolicionistas cubanos era Inglaterra (combinación de motivaciones humanitarias y
económicas del capitalismo), y con la inmigración de los más humildes y perseguidos
de España y del resto de Europa (inmigración blanca alentada para contrarrestar el
exceso de negros) se entremezclarían aquellos de estos esclavos africanos y sus
descendientes negros y mestizos, que por dichas campañas de una u otra forma,
alcanzaran su libertad para buscar cómo sobrevivir, sobre todo en artes y oficios,
siempre subvalorados pero que definirían nuestra cultura.[10]

Con tal apogeo hay aumento demográfico y nuevos núcleos poblacionales que nos van
distinguiendo cada vez en otras identidades y contextos: a finales del siglo XVIII en La
Habana intramuros se hacinaban unos 50,000 habitantes; los más humildes fomentaban
nuevas comunidades extramuros, como La Salud, Jesús María y Jesús del Monte; entre
1780-1800 se amplían los caminos y se refuerzan nuevas calles, como San Lázaro hacia
el antiguo Lazareto en las afueras de la ciudad, y la Avenida de Italia (Galeano), y de
1800 a 1810 San Luis Gonzaga (Reina) y Belascoaín; en 1790 con El Papel Periódico
de La Havana despega definitivamente la prensa cubana, y desde 1793 la Sociedad
Económica de Amigos del País protagoniza el camino de la nacionalidad cubana: ya ese
11 de julio funda la segunda biblioteca cubana, que es la primera que no es sólo para
uso universitario. En 1817 fundan el primer Jardín Botánico de Cuba (en el hoy Parque
de la Fraternidad -Centro Habana- que para construir la estación de trenes en 1837 fue
trasladado a la entonces naciente Quinta de los Molinos) y el 11 de enero de 1818, la
Academia de Bellas Artes (San Alejandro, por el Intendente Alejandro Ramírez) decana
hasta hoy de la enseñanza artística en Cuba,[11] fundada por su primer director el
francés Jean-Baptiste Vermay, discípulo de Luis David, pintor de cámara de Napoleón
Bonaparte, de quien también nos llegó su último médico, el Dr. François Antommarchi,
[12] que topó con varios soldados de la antigua Gran Armada diseminados por el
Oriente cubano.

Esto nos remite a la trascendencia que la Revolución Francesa de 1789 tuvo para la
cultura cubana en conformación y particularmente, para nuestra cultura independentista.
Con el lenguaje del neoclasicismo con se había tomado la Bastilla, es que nace San
Alejandro y en general, la nacionalidad cubana: El Cerro,[13] y sus hijos (arquitectónica
y socialmente) El Carmelo y El Vedado, que agregan la jardinería (1859 y 1860)[14]; El
Templete,[15] el Palacio Aldama (1842)… La ciudad crecía al suroeste y el oeste: entre
1850 y 1860 surgen Luyanó, Víbora, Santos Suárez, y en 1862 se decide comenzar a
destruir las ya obsoletas e importunas murallas; el neoclásico en repartos como
Versalles en Matanzas y en Santiago de Cuba, impacta en la arquitectura y el urbanismo
de otras ciudades como Camagüey y en 1819, franceses y canarios fundan Cienfuegos;
en la literatura, poetas como el santiaguero Manuel Justo de Rubalcava (1769-1805 con
“La Selva Cubana”) y el habanero Manuel de Zequeira y Arango (1764-1846 con “La
Oda a la Piña”) y con el mismo lenguaje se le enfrenta el poder colonial.[16] El gusto
neoclásico impera en el mobiliario de la primera mitad del siglo XIX,[17] que al
desarrollarse paralelo a mayor comercio con EUA, da paso al auge de la industria del
mueble norteamericano del que llegan verdaderas joyas, aumenta su tipología y el uso
de rejillas, armarios, sillas, mesas, sofás, y aparecen el costurero y el mecedor o balance
o sillón, que tendrá enorme arraigo.

Ya en 1795 el fraile Luis Peñalver había propuesto a la Sociedad Económica… crear un


Diccionario Cubano que en 1825 comenzó a preparar el grupo delmontino[18] y
asumiría Vicente Salvá con un caudal de cubanismos. En 1830 se establece la Comisión
Permanente de Literatura, que preparó un Diccionario de Cubanismos con más de 700
voces, que el 23 de diciembre de 1833 la Academia Cubana de Literatura trata de
continuar. En 1836, el Diccionario Provincial de Voces Cubanas (de Esteban Pichardo)
es el primer diccionario local en Hispanoamérica, y en 1840 se crea en La Habana el
Archivo General de la Isla de Cuba. El habanero José Agustín Caballero (1762-1835)
director del Seminario de San Carlos y San Ambrosio, en 1811 redacta un proyecto de
Gobierno Autónomo para Cuba; su sobrino José de la Luz y Caballero (1800-1862)
estuvo entre los primeros a favor de los ejercicios físicos,[19] y en 1832 José Rafael de
Castro funda el primer gimnasio en Cuba con apoyo de la Sociedad Económica… En
1801, el barón alemán Alexander von Humboldt visita La Habana, y se reconoce como
segundo descubridor de Cuba (luego del genovés Cristóbal Colón de 1492) por sus
estudios para descubrirnos la naturaleza cubana.

La máxima figura del momento, no por casualidad, ya es independentista: el presbítero


habanero Félix Varela y Morales (1787-1853): revolucionó la pedagogía al impartir las
clases en castellano y no en el latín impuesto, impartió el primer curso de Derecho
Constitucional en Cuba, abogó por la educación de la mujer y por un pensamiento
crítico y transformador de cada estudiante contra la escolástica imperante. Desde 1823
tuvo que exilarse en Estados Unidos de América (EUA) desde donde continuó luchando
con su publicación independentista El Habanero, ayudado por el matancero José María
de Cárdenas y Rodríguez “Jeremías de Docaranza” (Limonar, 1812-1882) quien en
1847 sería el segundo costumbrista tras un cuento como La Feria de la Caridad que
expresa la toma de conciencia de cubanía (1841, del camagüeyano José Ramón
Betancourt).[20] Mientras, el bayamés José Antonio Saco y López-Cisneros (1797-
1879) formado en el Seminario de San Basilio en Santiago, graduado de Derecho y
Filosofía en 1814, consideraba como pueblo cubano a los 400,000 blancos entonces
residentes y nacidos en Cuba;[21] acusado de independentista, realmente no era tal pues
temía que contra ello, España alzara a los esclavos como en Haití, y por el incierto
futuro que preveía para una Cuba entonces independiente; vislumbraba necesario el fin
de la esclavitud. Reconocía los valores de los EUA de antaño, pero ello no le llevó a
confusiones y era anti anexionista militante.

Mientras el resto del continente se independizaba pero comenzaba a sufrir el


caudillismo y luchas intestinas, la cultura cubana se afianzó en un orgullo de cubanía
lejano del chovinismo (a pesar de lamentables ribetes) por nuestra propia diversidad
étnica y cultural, y nuestra intelectualidad alcanzó prestigio internacional, todo lo cual
consciente o inconscientemente ya demandaba la independencia, evidente desde el
santiaguero José María Heredia y Heredia (1803-1839) considerado nuestro primer
Poeta Nacional y primer romántico en lengua hispana,[22] al que sigue el resto de
nuestra primera generación romántica: el habanero Gabriel de la Concepción Valdés
“Plácido” (1809-1844),[23] los hermanos matanceros José Jacinto (1814-1863) y
Federico (1815-1890) Milanés,[24] y la gran dama, la camagüeyana Gertrudis Gómez
de Avellaneda, “Tula” (1814-1873).[25]
Mientras, los nombres extranjeros continuaban enriqueciéndonos en nuestra infinita
universalidad: el alemán Juan Federico Edelmann (1755-1848) es el maestro del
habanero Manuel Saumell,[26] iniciador del nacionalismo musical cubano; del sur de
los EUA, Louis Moreau Gottschalk lo es de Nicolás Ruiz Espadero[27] y de José
White;[28] el violinista belga José Vandergutch lo es de Claudio José Domingo Brindis
de Salas (1852-1911),[29] y de Rafael Albertini; el francés Federico Peclier, lo es de
Miguel Faílde; el inglés John Metzler se vincula con José Antonio Saco, además del
parisino Guillermo Colson (1775-1850), músico y pintor que llegó a dirigir San
Alejandro; el italiano Alfonso Miari (1830-1906), el madrileño Anselmo López (1841-
1920), el catalán Antonio Raffelin (1796-1882), el barcelonés Juan Casamitjana (1805-
1882), el español José Trespuentes (1798-1862) y un vasto etcétera, además de otras
influencias como amigos, colaboradores y demás.

El científico habanero Tomás Romay y Chacón (1764-1849) apoyado por el Arzobispo


(1802-1832) Juan Díaz de Espada y Landa, aporta a la cultura funeraria cubana (desde
la cultura de salud e higiene) el cementerio contra los antiguos enterramientos en las
iglesias, y ya en 1805 el Cementerio de Espada (nombre que aun tiene la calle
centrohabanera donde antes se ubicaba… nombres de calles que también nos
distinguían de la Metrópoli desde antaño) mientras los más humildes son destinados al
más alejado y conocido como Cementerio de los Esclavos,[30] luego de los Ingleses y
finalmente, de los Americanos, lo que reflejaba los cambios en la correlación de fuerzas
y según epidemias como la de cólera, se fomentan nuevos cementerios.[31] También
Romay avanza de la Zanja Real a inaugurar en 1837 el Acueducto de Fernando VII. El
habanero Felipe Poey (1799-1891) estudia nuestra Naturaleza, lo que continuará su hijo
Andrés.

A inicios del siglo XIX se sitúan los orígenes del complejo de la canción cubana: según
Ramón de Palma, hacia los años 30 y 40 se definen tres formas de cantar aún sin
nombrar las canciones: el punto –décima del guajiro-, el aria al compás de la
contradanza en salones y ciudades, y la canción mezclada en los bailes y ritos de los
africanos y sus descendientes. En 1811 el habanero Joaquín Gavira (1780-1880) funda
el primer grupo de música de cámara en Cuba; el habanero Cristóbal Martínez Correa
(1822-1842) es el primer cubano compositor de óperas (aun cuando no llegaron a
estrenarse) conocido, en el ambiente ya generado por las compañías de ópera españolas,
italianas y francesas con temporadas en La Habana y en Santiago y esporádicamente, en
otras ciudades, desde fines del siglo XVIII; entre 1807 y 1825 se estrenaron en Cuba 12
óperas con implicaciones de autores cubanos (incluido Manuel de Zequeira) y de
españoles e italianos residentes en Cuba o con temas cubanos como Los Apuros de
Covarrubias (1811), en homenaje al habanero Francisco Covarrubias (1775-1850)
llamado padre del teatro cubano, a lo que se suman otros cubanos a lo largo del siglo
XIX, como Ramón de Palma. En 1829 se funda la Sociedad Filarmónica de Santa
Cecilia, y luego proliferarían otras por La Habana y otras ciudades; en 1824 se estrena
La Matancera (de Ulpiano Estrada, coreografía de Andrés Pautret) en El Principal. En
1839 se estrena en Cuba El Elixir del Amor (Donizetti, incluida el aria Una Furtiva
Lágrima) y en 1841, la singular Fanny Elsler baila en el teatro Tacón (luego García
Lorca, hoy Gran Teatro de La Habana), considerado entonces entre los tres mejores del
mundo e indispensable para toda compañía;[32] en 1842 comienzan a componerse
contradanzas cantadas que originan un nuevo género que muy significativamente, se
llama “la habanera”. Desde los años 30 hasta finales del siglo XIX los famosos toques
batá distinguen la calle Egido, mientras en 1836 en Regla se funda la primera potencia
abakúa: los ñáñigos (“hijos del leopardo”) también tenían que transculturar a otro
entorno ambiental y social que no era el Calabar.[33]

De 1829 es el teatro Diorama, precursor de la fotografía en movimiento y por tanto, del


cine en Cuba; de 1843 es el primer estudio fotográfico en Cuba y de 1847, el teatro
habanero Villanueva, mientras en Matanzas de 1828 son los primeros intentos por crear
una biblioteca que en 1834 logran Tomás Gener y Domingo del Monte (la tradicional
Biblioteca Gener y del Monte) por la Sociedad Económica…, apogeo cultural (dada su
inmediatez a la capital donde por definición y dada la concentración del poder estatal, es
más difícil toda novedad) que con su neoclasicismo, parques, jardines y puentes sobre
ambos ríos, le vale el sobrenombre de “Atenas de Cuba”; ya en 1820 hay un primer
teatro en Santa Clara que sumarán seis cuando en 1885 se inaugura La Caridad, uno de
ellos del remediano Jacinto Dolz, y en 1827 se funda la Sociedad Filarmónica de Santa
Clara; ya en 1839 Sancti Spiritus cuenta con un teatro que según se ha dicho (tal vez
exagerado) tenía capacidad para 1,500 personas; la tercera villa local, San Carlos de los
Remedios, ya tenía movimiento teatral en 1820, de 1856 es el de Sagua la Grande (que
ya en 1853 tenía su Sección de Declamación) y entre 1823 y 1863, se construyen dos
teatros en Santiago de Cuba, dos en Trinidad, dos en Cienfuegos, dos en Camagüey y
uno en Matanzas, al estilo de los clásicos europeos como el Tacón habanero; de 1890 es
el Terry en Cienfuegos.

En La Habana había estado el célebre padre Capacho –fray José Rodríguez Ocambo o
Diego de Uscarrel-, el español Jacobo de la Pezuela[34] y la sueca Fredika Bremer, con
sus relatos de viajes, época de la habanera María de las Mercedes Santa Cruz y
Montalvo, Condesa de Merlin (1789-1852), mientras del oriental José María Callejas y
Anaya (1772-1833) es la Historia de la Isla de Cuba, la primera de su género en
publicarse aquí; y en 1825 el matancero Antonio José Valdés (1780-1850) firma el Acta
de la Junta Cubana de Méjico y la representación al Congreso mejicano por la Junta
Promotora de la Libertad Cubana, independentista. De la Revolución Industrial Inglesa,
el Conde de Jaruco (descendiente de canarios) introduce la máquina de vapor, y con los
chemins de fer se inaugura en 1837, antes que en España, el ferrocarril en Cuba,
séptimo país del mundo por interés azucarero. Si ya en el siglo XVIII se había
introducido el mango originario de la India (como la ya tradicional y tan cubana caña de
azúcar) los que huían de las revueltas en Haití introducen por el Oriente cubano el café
que llegará a ser la infusión nacional como ecos de revolución (francesa) en lucha con el
chocolate por el cacao que oriundo de Méjico, representaba la colonia pero acriollado,
llega a identificar, por ejemplo, a Baracoa.

En 1812, bajo las tensiones políticas en España, las autoridades coloniales decretan una
temporal libertad de prensa y se efectúa la Junta General de Periodistas en La Habana,
primer congreso que se conoce en Cuba. El desarrollo de la litografía impulsado por los
franceses desde los años veinte llevará al costumbrismo, que en 1840 logra la primera
edición del lujo del álbum Cuba Pintoresca[35] y cuyos pioneros son delmontinos
como el habanero Ramón de Palma y Romay (1812-1860) y el dominicano Esteban
Pichardo (1799-1879) o el español Francisco Iturrondo (1800-1868),[36] al igual que
los pioneros del criollismo como el propio Del Monte y el habanero Francisco Poveda y
Armenteros (1796-1881)[37] que en 1842 publicó Tradiciones Cubanas; el criollismo
usaba temas vernáculos campesinos en la lírica (mientras la espinela, entre los años 30 y
40, se definía sobre el romance para la identidad cubana) y luego en la narrativa; del
poeta criollista habanero Ramón Vélez Herrera (1808-1886) en 1839 fue censurada su
tragedia en cinco actos, Napoleón en Berlín. También los delmontinos impulsaron la
obra antiesclavista de los habaneros Anselmo Suárez y Romero (1818-1878)[38] y Juan
Francisco Manzano (1797-1854),[39] mientras en 1842 el habanero José Agustín Millán
inicia la comedia en la escena cubana (antecedente al bufo) y es frecuente y lógica la
modificación de posturas, como la del camagüeyano Gaspar Betancourt García -“El
Lugareño” u “Homobono”- (1803-1866)[40] y otros.[41] La exaltación al amor del
romanticismo lo potencia aun más para enarbolar el amor patrio, y el costumbrismo
(con variantes como el criollismo) avanzan al naturalismo y el realismo, cada vez más
radical como la época misma, reflejado en la narrativa.

1844, por la Conspiración de La Escalera (mientras se funda el Liceo Artístico y


Literario de La Habana, y en 1859 el de Matanzas), fue un año paradigmático en esta
evolución: el sastre Uribe es recreado por el pinareño Cirilo Villaverde[42] en su
Cecilia Valdés o La Loma del Ángel (que sienta las bases temáticas de la escena cubana
entre razas, sectores sociales, incestos, etc.), y complica también a músicos como los
habaneros Tomás Buelta y Flores[43] y el mulato Antonio Medina y Céspedes,[44]
quien en 1842 funda El Fígaro, primer periódico dirigido por un no blanco en Cuba; el
tema del negro fue más peligroso pero surge el indigenismo o siboneyismo, tan a tono
con el romanticismo que buscaba “la Cuba original” prehispana y contra los vejámenes
que había sido la conquista, mientras el abolicionismo tuvo que radicalizarse al
separatismo y el negro se pierde como tema hasta reaparecer 20 años después como
bufón del teatro bufo anunciado por el gallego Creto Gangá,[45] o en el siglo XX. En
1855[46] se publica Cantos del Siboney y su órgano periodístico principal sería La
Piragua, dirigido por el bayamés José Fornaris[47] y su amigo, el habanero Joaquín
Lorenzo Luaces,[48] quien introduce las tertulias de Nicolás de Azcárate en
Guanabacoa,[49] y la segunda generación de románticos cubanos.[50] En 1847 llega el
primer cargamento de chinos contratados a Cuba[51] (precedidos por filipinos y
yucatecos) que nos diferencian aún más de la hispanidad, mientras las órdenes católicas
son exclaustradas por las diócesis del Arzobispado (habitualmente hispano) en sus
pugnas internas eclesiásticas; en 1851 durante la fértil conspiración de Agüero[52] y la
expedición de Narciso López, inicia la tercera etapa del periodismo cubano,[53] surge el
primer sello cubano y, durante el gobierno de don Federico Roncolli Conde de Alcoy, el
Faro de Alcoy en el Cabo de San Antonio, extremo occidental usualmente abandonado,
y el Puente de Alcoy hacia la bahía de La Habana; en 1853 se concibe el primer
Hospital Siquiátrico de Cuba. En 1857 se funda en Cuba la primera logia masónica[54]
y de 1858 es la comparsa más antigua que se conoce: Livio Blanco, en Santiago de
Cuba, mientras por primera vez se trata de establecer en Cuba otra iglesia cristiana que
no fuera papal.[55]

El otro año hito en este análisis es 1858, cuando se publica en New York El Laúd del
Desterrado, la primera antología poética separatista cubana, iniciativa de Pedro
Santacilia[56] que incluye desde Heredia y José Joaquín Palma hasta Miguel Teurbe
Tolón y de la Guardia,[57] José Agustín Quintero y Woodville,[58] Leopoldo Turla y
Denis,[59] Pedro Ángel Castellón,[60] Zenea y el propio Santacilia, una de las 14
antologías de diversas figuras y temas publicadas en Cuba entre 1822 y 1856. En 1861
culmina la construcción del Canal de Vento, en apoyo al acueducto, década en que
surgen las primeras asociaciones obreras cubanas, signadas por raíces demasiado
hispanas con toda la controversia consecuente,[61] y en 1863 en San Alejandro se
instituye la Cátedra de Perspectiva y Paisaje;[62] algunos extendían la lucha a otros
países.[63] En 1867 Cuba tenía 1´400,000 habitantes (300,000 en La Habana) de ellos,
700,000 blancos (el 82 % criollos, 17 % peninsulares y 4,666 otros europeos, 2,333
filipinos y de Puerto Rico, Santo Domingo, etc.); 600,000 eran negros y sus mestizajes
(370,000 eran esclavos, su máxima concentración de la trata negrera por el auge de la
industria azucarera a pesar de Inglaterra y los abolicionistas; 225,000 libres, y 4,500
emancipados); y se mencionan además, 34 asiáticos y yucatecos.

En 1868 se publica el Álbum Poético Fotográfico de Escritoras y Poetisas Cubanas[64]


y el 31 de mayo nace el teatro bufo cubano,[65] mientras fracasa la tercera y última
etapa reformista y la crisis económica (junto a otra epidemia de cólera que azotaba La
Habana) obligaba a la gesta independentista para la cual, ya vemos que se había
conformado una indispensable cultura independentista cuyo papel en las guerras,
merecerá otro artículo.

Notas

[1] Para la fundamentación de este concepto remito a mi libro Ciencia y comunidad:


propuesta metodológica para el trabajo comunitario, publicado en noviembre de 2006
por la Biblioteca Científico-Técnica de la Academia de Ciencias de Cuba (BCT de la
ACC), y por la Cámara del Libro del Ministerio de Educación Superior, ISBN: 978-
959-16-0605-1, en noviembre 2007.

[2] De entonces data el primer resultado de esta línea investigativa: Apuntes para un
estudio actualizado de la Cultura Integral durante el período de Cultura
Independentista (1868- 1898), en coautoría del presente autor (Couceiro) con Jorge
Manuel Perera Fernández, trabajo que obtuvo Categoría Destacado en la VIII
Conferencia Internacional de Investigaciones Científicas sobre Arte y Cultura, Instituto
Superior de Arte (1995); y ya el 7 de mayo de 1997 fue publicado por la Biblioteca
Científico-Técnica de la Academia de Ciencias de Cuba (BCT de la ACC) por
Resolución 60/92 previa aprobación del Consejo de Redacción de la Revista Cuadernos
Cubanos de Historia, del Instituto de Historia de Cuba.

[3] A menudo homogeneizados por “los otros” como “gallegos” (a pesar de sus
sociedades regionales), salvo citas al vasco, al catalán y en especial al canario o
isleño… como si Cuba no fuera, también, insular.

[4] Desde un inicio, el encuentro había sido mucho más que “entre dos culturas”: léase
implícito con las distintas hispanidades nuestra cultura occidental de raíz grecolatina y
esqueleto judeocristiano: hijos de españoles, somos nietos de griegos y romanos,
además de otras etnias que han incidido distintivamente en cada hispanidad, sin olvidar
criptojudíos y hebreos sefardíes, árabes y sus transculturaciones a mozárabes y
mudéjares, etc. Coexistentes con tales hispanidades, los portugueses y los italianos; en
un principio en oposición a ellos mediante la piratería y el corso, franceses, ingleses y
holandeses, cada uno según cada contexto y aunque entre los primeros mapas de la isla
hubiera firmas francesas, italianas y holandesas, y el coqueteo con el bucanerismo inició
nuestro comercio clandestino, entonces ya contra la Metrópoli española, además de que
el rechazo por la piratería y el corso, en sí mismo, también nos determinó cambios de
lugar de las entonces villas; los saqueos y otros daños, el imaginario, la sicología social
consecuente, etc. Al resto de la Europa no española (incluidos los hebreos asquenazi y
los gitanos), siempre de forma distintiva y contextual, hay que agregar las tantas y tan
diversas culturas africanas que desde bien temprano nos llegan, si bien su situación en
Cuba es desigual por períodos y otras razones contextuales; los chinos a partir de 1847
(en sí diversos, tanto dentro de China como en las distintas oleadas migratorias a Cuba,
algunos transculturados por terceros y hasta cuartos países, como nos han llegado otras
influencias de Europa y del resto del mundo), y otras culturas asiáticas, más allá de la
diversidad del llamado Medio Oriente, de los genuinos indios (de la India, más allá del
hinduismo), filipinos, japoneses, coreanos, etc. Y de la diversidad de regiones y culturas
del resto del propio continente americano ya todas y cada una en sus diversos grados y
maneras de occidentalización a partir de entonces, sin que siquiera así podamos
absolutizar la conclusión del listado.

[5] “Tierra cultivada”, desde Oriente al centro donde los arwacos cultivaban su yuca
amarga; según otros, la cuba es la construcción árabe coronada (a la que recordó la
primera imagen de nuestra tierra aun en la lejanía marina) o su tambor areniforme kuba
que heredan los hausa y de estos, los yoruba.

[6] Couceiro y Perera: Trascendencia precolombina para la cultura ecológica cubana


contemporánea. Maestría de Antropología, Facultad de Filosofía e Historia de la
Universidad de la Habana, 1998.

[7] En 1610, al curar de mal de gota en sus aguas el Obispo Enrique de Armendáriz, el
río que a la sazón proveía de agua potable a La Habana y a sus tierras en derredor y que
por eso y sus saltos de agua los hispanos reconocían como Chorrera, el presumible
Casiguaguas de los precolombinos por haberse hundido en sus aguas esta madre con sus
hijos antes de caer bajo los conquistadores, comienza ahora a ser denominado
popularmente Almendares, para el imaginario de su salubridad. La Chorrera quedó para
el topónimo popular del torreón de Santa Dorotea de la Luna (1642) y su comunidad
alrededor.

[8] Como genuino valor, no es obra aislada, en un sistema militar defensivo iniciado por
el Castillo de la Real Fuerza (1558-1578) que algunos han polemizado como la
construcción más antigua de América y que asimila desde 1592 lo que ya desde
entonces se considera otro gran símbolo de La Habana: su escudo, mientras despega la
Zanja Real que origina caminos y comunidades actuales entre otros aportes para la
cultura cubana ulterior, o la Muralla de La Habana en su evolución. Para el citado y los
otros escudos cubanos, se recomienda Arista-Salado y Hernández, Maikel: Heráldica
Cívica Cubana. Mención en el Premio Anual Nacional de Investigación 2006, Centro de
Investigaciones Juan Marinello.

[9] A fines del XVIII entraron en Cuba unos 600,000 esclavos africanos para unos 500
ingenios azucareros.

[10] El blanco que se respetara, debía ser médico o abogado; pero por supuesto, la
inmensa mayoría de los blancos carecían de las condiciones económicas para ello, al
margen del talento que siempre se exige. El blanco tenía que ser muy revolucionario
para abrazar las artes, y más aun si era una mujer. No obstante, tanto la Medicina como
el Derecho constituyen también manifestaciones de la cultura, y desde allí también se
apuntaba a la conformación de la cultura cubana.

[11] Dirigida por franceses y españoles, hasta 1878 con Miguel Melero, ningún cubano
pudo dirigirla, salvo algún director interino, esporádico. Entre sus exponentes está el
italiano H. Morelli. Nació influenciada por l´École de Barbizon (Francia), la Escuela de
Hudson (EUA) y la Escuela Regional (España).

[12] Precedido por su primo alemán Antonio Benjamín Antommarchi y Chaigneas


(quien vivía en el barrio de Santiago del Prado y tenía la plantación de café de San
Antonio, pero cuyo encuentro rehusó) llegó a La Habana a inicios de 1837 procedente
de Louisiana con sus memorias, sus conocimientos de medicina e instrumentos de
cirugía (corso, estudió en Florencia, dirigió la Cátedra de Anatomía de la Universidad e
hizo dos importantes cartas anatómicas, gran reputación contra enfermedades tropicales,
vivió los Cien Días hasta el Waterloo de 1815, y sustituyó al inglés Dr. Meara al
servicio del General Lowe; primer cirujano en Polonia donde se refugió) y el molde de
máscara mortuoria que había tomado a Napoleón, entre otras piezas valiosas, hasta que
el 10 de mayo recibe de M. Mollien, cónsul de Francia, una carta de recomendación
para su homólogo en Santiago de Cuba, donde se establece a fines de 1837 al fondo del
Convento de San Francisco con enorme clientela hasta morir a las 4 a.m. del 3 de abril
de 1838 de fiebre amarilla, con 49 años de edad. Recibió honores de general caído en
batalla, se inhumó en el Cementerio de Santa Ana de donde sería trasladado al nuevo
Cementerio de Santa Ifigenia, otro nombre que se polemiza entre la monja guillotinada
con la Revolución Francesa, o la santa peruana.

[13] Entre 1790 y 1807, la Calzada del Cerro une Palatino con la esquina de Tejas y
nace el primer barrio extramuros escogido por una elite criolla que se distancia así del
poder colonial. La Habana, que inicialmente se desarrolló por sistema de plazas (la de
Armas, la de San Francisco, la de la Catedral, la Vieja y la del Cristo del Buen Viaje) se
continúa desarrollando ahora mediante calzadas como esta. El Cerro incorpora el hierro,
lucetas, columnas arquitrabadas con frisos y cornisas…

[14] También de inspiración no hispana (anglofrancesa) como la revalidación de costas


y los baños de mar (que comienzan en 1864) tan para nuestros calores, del urbanista
Luis Yboleon Bosquet; no por azar fundado por los Frías Jacott hermanos del cultísimo
habanero Francisco, Conde de Pozos Dulces (1809-1877) cuyo nombre ostenta una
logia al sur cercano (hoy Cerro), formado en EUA, Francia y España; trabajó el
periodismo, el comercio, los ferrocarriles, etc. En 1852 fue complicado en la
conspiración de Vuelta Abajo y expulsado a España, llega a EUA donde se vincula a la
Junta Cubana Revolucionaria de la que llega a Vicepresidente y a socio de número de la
Real Academia de Ciencias Médicas, reformista hasta su total fracaso cuando se
traslada a París hasta su muerte, propagando la cultura cubana.

[15] 1828, donde había estado la primera iglesia parroquial hasta perderse en 1742 al
explotar el navío El Invencible, se erige para conmemorar justo la fundación de la villa,
eleva la piña esculpida como símbolo de cubanía y Vermay ejecuta el mural en su
interior sobre la primera misa, con la mítica ceiba y las tradicionales tres vueltas,
ofrendas, deseos y sueños…
[16] El Gobernador Miguel de Tacón y Rosiques emplea el neoclásico para la Quinta de
Recreo de los Capitanes Generales (Quinta de los Molinos) y su Alameda o Paseo de
Carlos III, y el teatro Tacón (1838); la Fuente de los Leones en la Plaza de San
Francisco (1836) y proyecta el Paseo del Prado; la estatua de Fernando VII en la Plaza
de Armas (1835) donde también estaría la de Colón, no por azar frente al Templete,
como la respuesta colonial. Esta política la continuó el Capitán General Príncipe de
Anglona con la plazuela de Isabel II (hoy Parque Central) que incluía la estatua de la
reina (1840)

[17] Primero conjugan piezas estilo Imperio Francés con sus coetáneos Regencia
Inglesa y vertientes de EUA, tal el estilo federal; luego versiones criollas de los estilos
Wiedermayer y Carlos X con predominio de aristas y superficies lisas, frecuentemente
enchapadas y pulidas, en piezas mucho más ligeras.

[18] Generado en torno al venezolano Domingo del Monte (1804-1853) y cuyas


tertulias iniciadas en Matanzas en 1834 y florecientes en el habanero Palacio de Aldama
entre 1836 y 1843 (había casado con Rosa Aldama), han sido las primeras y más
trascendentes de la cultura cubana. En ellas en función de la unidad cubana, confluyeron
neoclásicos y románticos (incluso independentistas como Heredia), antagónicos en
Europa. Del Monte, amigo del cónsul inglés David Turble, antianexionista y
antiesclavista, tuvo que huir a EUA desde 1842 y luego París, acusado por la
conspiración de La Escalera.

[19] Entre otros, apoyarán el ejercicio físico el Dr. Carlos J. Finlay, Enrique José
Varona y Luis de Agüero.

[20] 1823-1890, reconocido entre lo mejor del costumbrismo cubano y precursor del
cuento cubano. Es desterrado a España (1851) por vínculos con anexionistas
camagüeyanos, hasta 1856; ante la represión por la guerra de 1868 vuelve a Europa
donde es Diputado a Cortes por Puerto Rico y denuncia la trata de esclavos y la
situación en Cuba y en Puerto Rico. En 1879 es designado a Cortes por Camagüey.

[21] Los africanos y sus descendientes que a la sazón entraban obligados como esclavos
en Cuba, lógicamente, sólo en la medida en que alcanzaran su libertad y mejoraran sus
expectativas en nuestro país, se integrarían a la nacionalidad y al amor a esta tierra;
aunque ya entonces los había negros y mestizos libertos integrados con aportes
sustanciales a la cultura cubana que se estaba conformando.

[22] Denunciado como miembro de la Orden de los Caballeros Racionales, rama de la


Orden de los Soles y Rayos de Bolívar, en 1823 tuvo que exilarse por independentista.
También escribió ensayos y dramas.

[23] Mulato, fusilado con otros diez acusados por la Conspiración de La Escalera, hecho
tan controversial como su actitud personal en ello. Entre sus poemas de sentida cubanía
se citan La Flor de la Caña y La Flor del Tabaco, y con Al Yumurí y Al Pan de
Matanzas deviene precursor del siboneyismo.

[24] Jacinto, entre los primeros en cultivar el drama romántico en lengua castellana,
precursor del teatro costumbrista con sus cuadros de costumbres en versos El Mirón
Cubano, y del siboneyismo con El Indio Enamorado; en su poesía, La Fuga de la
Tórtola llama a la libertad. Su obra fue preservada y promovida por Federico, quien
entre otros aportes, hizo la traducción en verso de McBeth y del primer acto de Hamlet,
príncipe de Dinamarca, ambos del inglés William Shakespeare.

[25] La única que logra publicar una novela romántica: Sab (1841; la novela cubana se
señala a partir de 1837 y entre sus pioneros, Ramón de Palma y Francisco de Paula
Gelabert, nacido en New Orleans, EUA, con periodismo en Veracruz -Méjico- y en
Guanabacoa), con la que antecede en casi medio siglo a las novelas cubanas “de tema
negro” y es el primer ejemplo mundial de literatura antiesclavista, pues La Cabaña del
Tío Tom, de Harriet Beecher Stowe (EUA) es de 1851. Tampoco exenta de la polémica
por su matrimonio (1855) con el Coronel Domingo Verdugo, víctima de un atentado
(1858), lo que no resta el profundo amor patrio en su poema Al Partir, su teatro contra
los tiranos y su epistolario de amor con Ignacio de Cepeda, que revoluciona en
múltiples sentidos. En cuanto a la novela antiesclavista se podría polemizar si
recordamos Petrona y Rosalía (1838, cuando circuló manuscrita aunque no se publicó
hasta 1925 en la revista Cuba Contemporánea, con la que integraría la serie de novelas
Escenas de la vida privada en la Isla de Cuba) del colombiano Félix Tanco Bosmeniel
(1797-1871), encarcelado en 1844 por abolicionista, y en 1869 sigue a sus hijos
(vinculados con la revolución) a New York.

[26] 1817-1870, considerado padre de la contradanza (con sus raíces inglesas y


francesas desde el country-dance, de donde deriva la danza cubana y el danzón) y
precursor de géneros tan diversos y ulteriores como la habanera, el danzón, la guajira, la
clave, la criolla y de ciertas modalidades de la canción cubana. En 1839, a sólo tres años
de comenzar el nacionalismo musical ruso con La Vida por el Zar (Glinka), Saumell
avanza a una ópera nacionalista cubana. En verdad la primera contradanza publicada le
antecede: San Pascual Bailón (1803)

[27] Habanero, 1832-1890. “Poeta del piano”, según el gran Héctor Berlioz. Con
grandes influencias de Chopin y de Schumann, compuso entre otras, El Canto del
Guajiro y El Canto del Esclavo, muy cubanos.

[28] Matancero, 1836-1918. En 1875 ya era una celebridad internacional, cuando al


llegar a La Habana es acusado de independentista y tiene que huir a Méjico y Venezuela
para continuar con su arte por todo el mundo, con algunas composiciones patrióticas
como La Marcha Cubana. En Brasil fundó la Sociedad de Conciertos Clásicos con
Arthur Napoleao, y sería director de orquesta y del Conservatorio Imperial.

[29] Llamado “el Paganini negro”, dirigió la Asociación Musical de Socorros Mutuos
de La Habana; miembro de la Sociedad de Música Clásica, llegó a ser “caballero
alemán”, pero murió enfermo y olvidado; su padre Claudio Brindis de Salas (1800-
1872) con la Conspiración de La Escalera de 1844 fue expulsado de Cuba hasta 1848 y
preso hasta 1850; de 1854 es su melodía dedicada al General Concha.

[30] Que enterraban sin bautizar hasta que por protestas humanitarias del vecindario, un
capellán los bautizaría in articulo mortis. Se encontraba hacia las actuales calles H y
3era., costas del Vedado.

[31] Tales son por ejemplo, el de La Requena (tierras de Catalina Requena) frente a lo
que sería la Quinta de los Molinos en 1833; el de Puentes Grandes o Segundo
Cementerio del Cerro (1843); y el de San Antonio Chiquito en 1865, germen del que
desde 1871 será Necrópolis Cristóbal Colón.

[32] En 1849, a sólo ocho años de su creación en Francia, la Compañía de los Ravel
estrena aquí el ballet Giselle; se había presentado la sueca Jenny Lind, y el 29 de
diciembre de 1856 tras una gira por New York, se estrena la ópera La Traviata, a sólo
tres años de su lamentable estreno mundial y ya con tal éxito, que se extendió hasta
febrero de 1857 (también se señalará aquí el nacimiento mundial del teléfono en función
de la vida teatral, por un italiano); era la época de oro de la ópera cubana, incluido el
santiaguero Laureano Fuentes Matons (1825-1898) con diferentes óperas y zarzuelas
entre otras composiciones, y José Antonio Coccó que había dirigido la orquesta del
Principal y compuso óperas y música para ballets. El vals lento de Austria y la romanza
francesa influían en la canción cubana con obras amorosas, tiernas, idílicas, sobre la
identidad ecológica cubana: palmas, sinsontes, arroyos, etc.

[33] Sociedad secreta que pronto tuvo que abrirse a negros nacidos en Cuba (ya en los
años 40 había más de 40 filiales abakuá en La Habana) y luego, a sus mestizos; en 1857
el guanabacoense André Petit, de origen africano y francés, con 30 onzas de oro o 510
duros, liberó de la esclavitud a ekobios de su potencia vendiendo el secreto abakuá a los
blancos que le juraron en una primera potencia blanca llamada Mukarara Efo (Hermano
Blanco) juramento que consagran en 1863. En la Nochebuena de 1862, se crea el primer
juego abakuá en Matanzas, Uniabon Minso Efi, siempre desde los puertos que copan y
no más allá, por su propia identidad secreta. Al vencer estos prejuicios racistas se salva
para la cultura cubana actual el ñañiguismo, al que Petit también introdujo el crucifijo,
para mayor transculturación.

[34] 1811-1882. Entre 1863 y 1866 publica su muy completo y actualizado Diccionario
Geográfico, Estadístico e Histórico de la Isla de Cuba, un clásico de la historiografía
cubana.

[35] La primera antología costumbrista se publica en 1852: Los Cubanos pintados por sí
mismos, con la introducción de Blas San Milán y la ilustración y grabados del vasco
Víctor Patricio Landaluze (pro colonialista, excepcionalmente lleva el costumbrismo de
sus grabados a sus pinturas, creador de “tipos” cubanos con El Calesero, Mulata
Sandunguera, El Zapateo, El Mayoral… que asume la caricatura y anuncia el teatro
vernáculo), y de José Robes; y con Millán, y otros.

[36] Liberal desterrado a EUA que en 1829 llega a Cuba y se nuclea con delmontinos y
nativistas.

[37] Poeta, dramaturgo y actor que se ganó la vida de las más disímiles maneras.

[38] Entre 1838 y 1839, a instancias de Del Monte, escribe su novela Francisco para
entregar al Comisionado inglés Richard R. Madden entre varios trabajos antiesclavistas;
prohibida, se publicó en New York en 1880 pero ya había circulado, excelente mezcla
de romanticismo y realismo.

[39] Esclavo que había podido demostrar su talento y al empeorar sus condiciones, los
delmontinos compran su libertad y casa en 1835 con la poetisa y pianista mulata Delia;
por iniciativa de Del Monte escribe su Autobiografía en 1839, publicada en Londres en
1840 pero en Cuba no sino hasta 1939; poeta liberado de la Conspiración de La Escalera
en 1845, no volvió a escribir. Muestra su amor patrio en sus sonetos A la ciudad de
Matanzas después de una larga ausencia, y el biográfico Mis 30 Años.

[40] En 1823 integra una Comisión cubana de New York a La Guaira para entrevistarse
con Simón Bolívar para la insurrección en Cuba; en 1834 regresa de EUA a Cuba para
crear escuelas y la línea de ferrocarril Nuevitas-Puerto Príncipe (luego ciudad
Camagüey) pero en 1846 es obligado por el Capitán General O´Donell a exilarse a EUA
donde preside la Junta Cubana de New York y en 1848 funda una publicación
anexionista, luego vuelve al independentismo; sus cartas a Saco muestran sus criterios,
y en 1854 imprimió en New Orleans Sherman, Warton, su Address delivered at the
celebration of the third anniversary of the martyrs for Cuban freedom, en coautoría con
J.S.Thrasher. En 1869 quemó su epistolario íntimo para no comprometer a otros en las
requisas españolas.

[41] Anticubano era el dramaturgo sevillano Antonio Enrique de Zafra (m. en


Guanabacoa, 1875) pero como pocos, aunque fuera para ridiculizarlo, supo recoger el
ambiente de nuestros campos. En 1865 se prohíbe la novela Desafío, del camagüeyano
José de Armas y Céspedes (1834-1900), poeta y novelista que en enero de 1869 integra
una comisión conciliadora que envía a los mambises el Capitán General Dulce, luego
emigra a EUA donde integra el club separatista de New York. El habanero Ramón Piña
(1819-1861) traduce Cartas al Presidente sobre la política exterior o interior de la
Unión y efectos que causa en las condiciones del pueblo y del Estado, de Henry C.
Carey, tan importante por la problemática de aquella sociedad de EUA y su impacto en
aquella Cuba; el agrimensor y cultísimo pinareño Tranquilino Sandalio de Noda (1808-
1866) discípulo del erudito francés Dubois (inmigrante de Santo Domingo dedicado a
los cafetales) entre otros aportes, implantó el sistema métrico decimal y un diccionario
de lenguas africanas y otro siboney (inéditos) En 1849 la Sociedad Económica… lo
envía a Yucatán como investigador agrícola, y en desagravio a una injusta detención y
valorando sus servicios a la Corona, se le ofrece el cargo de Secretario y luego Oficial
Primero de la Comisión de Estadísticas; se le acusaría de entregar un plano con la
descripción topográfica y militar de Pinar del Río por donde desembarcaría la
expedición anexionista de Narciso López que, por ello, fracasó en sangre.

[42] 1812-1894. En 1846 era sospechoso de separatismo, detenido en 1848 por la


conspiración de Trinidad y Cienfuegos y en 1849 escapa a New York, donde fue
secretario de Narciso López hasta su muerte; periodista del separatismo, en 1855 casa
con la activa conspiradora Emilia Casanova, y en 1858 con la amnistía regresa a La
Habana. En 1865 integra la Sociedad Republicana de Cuba y Puerto Rico como
periodista, y al estallar la guerra de 1868 se suma a la Junta Revolucionaria de New
York, donde muere.

[43] 1798-1851, dirigió la Orquesta Tacón y la de la Catedral de La Habana, entre sus


composiciones nacionalistas se citan El Patriotismo Habanero, llegó a morir rico.

[44] 1824-1885, amigo de Plácido y de Manzano, dirigía un negocio de pompas


fúnebres y lo llamaban “El Don Pepe de la Raza de Color”, mientras contribuía
económicamente a la Guerra de los Diez Años y su casa fue sede de tertulias literarias.
Perseguido en la Conspiración, en ella se le mueren algunos amigos.
[45] Bartolomé José Crespo y Borbón (1811-1871) connotado pronegrero tan acriollado
que sin embargo, fue padre de los “tipos” del teatro vernáculo cubano: el negrito, el
gallego, el chino, el guajiro, el alemán, el policía, etc. Tras la censura por la
Conspiración de La Escalera, reincorporó al negro como tema del arte cubano pero
ahora en la escena, un personaje que creó y llamó Creto Gangá, esclavo bozalón
bufonesco y servil, con tal arraigo que identificó al creador.

[46] Mientras se publica la antología Cuba Poética desde Zequeira hasta nuestros días,
también con Fornaris, Luaces y J. de Socorro León. Ese mismo año por la conspiración
de Ramón Pintó y Quitman, el General Concha deporta a España al venezolano José
Antonio Echevarría (1815-1885), electo para representar la Junta de Información en
Madrid por cuyo fracaso, apoya la gesta de 1868; abolicionista, es apresado en España y
logra escapar a EUA donde integra la Junta Cubana, recoge fondos, organiza
expediciones y trató de que el gobierno de EUA reconociera a la revolución cubana.
Tras Morales Lemus, dirigió la Junta Cubana de New York, y tras el Zanjón cesan sus
luchas políticas; murió en el destierro y se le atribuye el primer intento importante de
novela histórica cubana: Antonelli.

[47] 1827-1890, considerado padre del siboneyismo. Sería quien próximo al grito de
independencia y a solicitud de Carlos Manuel de Céspedes (serenata a Luz Vázquez tras
la reja de la ventana colonial), escribe la letra de La Bayamesa con música de Francisco
del Castillo, ejemplo impar de la canción cubana del momento (más combativa al
avanzar el independentismo, novia simbólica de todos los patriotas cubanos), aunque
rehusó comprometerse en la gesta independentista y en 1870 viaja a Europa. Valoraba la
décima como la estrofa del pueblo.

[48] 1826-1867, llamado “el Molière Tropical” por ser tan notable dramaturgo, fue
criollista y siboneyista, y precursor del modernismo casi medio siglo antes, y del cuento
cubano. Poeta con algunos sonetos y dos odas tan patrióticas como La Caída de
Misolonghi (1856) y La Oración de Matatías (1865)

[49] Habanero (1828-1894), en 1861 funda el Liceo de Guanabacoa, lo presidirá aunque


pronto prohíben las reuniones culturales allí, y él las continúa los jueves en su casa.
Colaboró en La Voz del Pueblo; en 1866 representa a Güines en la Junta de
Comisionados (Madrid); regresa en 1875. Fue de los fundadores del Liceo de La
Habana (que llegó a presidir), de la Asociación de Escritores y Artistas Cubanos y del
Partido Democrático. En 1866 publica Noches Literarias, con la segunda generación
romántica que compartía sus tertulias junto a Fornaris, los hermanos Antonio y
Francisco Sellén, Enrique Piñeyro…

[50] Además de Luaces, el bayamés Juan Clemente Zenea (1832-1871), el habanero


Rafael María de Mendive (1821-1886, el Maestro de Martí) y la gran dama, la oriental
Luisa Pérez de Zambrana (El Cobre, 1835-1922), con su hermana Julia Pérez y Montes
de Oca (1839-1875) y su esposo el habanero Ramón Zambrana Valdés (1817-1866).
Zenea, sobrino de Fornaris, valorado uno de los principales poetas cubanos del XIX y
del romanticismo hispanoparlante tras Gustavo Adolfo Bécquer, ansias de libertad que
refleja en su poema A una golondrina, tras él se pierde el ensayo cubano hasta los años
80 con Enrique José Varona y José Antonio Cortina; el Obispo lo había querido
excomulgar tras un folleto que publicó durante Semana Santa en La Prensa en 1849,
salvado por una retractación que su padre publicó y le hizo firmar; complicado en la
causa contra Facciolo y su periódico clandestino, en 1852 marcha a New Orleans donde
se afilia a la Orden de la Joven Cuba; periodista anticolonialista, en New York se
inscribe en la sociedad La Estrella Solitaria y hace propaganda anexionista en 1853,
condenado a muerte en La Habana pero por la amnistía general, regresa en 1854, funda
y dirige La Revista Habanera clausurada por el Capitán General Domingo Dulce; tras el
grito de independencia va a EUA, participa en las fracasadas expediciones del
Catherine Whiting y del Lilliam y funda con Néstor Ponce de León el periódico La
Revolución, radical; en 1870 viaja a Cuba en circunstancias clandestinas y muy
ambiguas con dos misiones: un informe económico de la Junta Cubana de New York, y
con salvoconducto del embajador de España en EUA, propuesta de capitulación y
autonomía a los mambises; fracasada su entrevista con Céspedes trata de regresar a
EUA cuando es detenido a pesar del salvoconducto y tras ocho meses incomunicado en
La Cabaña, fusilado en el Foso de los Laureles, caso controversial de presunto
contraespionaje. Por su parte, la casa de Mendive era centro de reuniones literarias y
patrióticas; en enero de 1869 tras los sucesos del teatro Villanueva, será apresado en el
Castillo del Príncipe y luego, confinado a España, de Madrid viaja a New York donde
vive excepto unos meses de 1875 en Nassau, hasta regresar tras el Zanjón. Luisa, según
Martí la más alta poetisa de América en su momento, muestra valores patrios en poesías
como Maceo y La Tumba de Martí (por supuesto, posteriores); Julia, poetisa, actriz,
aficionada a la astronomía y a la pintura, y Ramón en 1847 fue el primer graduado
como Doctor en Medicina y Cirugía de la Universidad de La Habana, poeta y periodista.

[51] Llama la atención su rápida integración por las más diversas comunidades de todo
el país; a menudo fueron más explotados y discriminados que los negros, como tampoco
se habla de los “esclavos blancos” que mientras se combatía la trata negrera, llegaron de
las regiones más pobres de Europa (Galicia, por ejemplo) en condiciones casi de
esclavitud, en ocasiones con disfraz de “sobrí” (sobrino).

[52] Con apenas 10 años, Ignacio Agramonte enjugó su pañuelo en la sangre de los
agarrotados hermanos Agüero en Camagüey, mientras las damas soltaron sus cabellos,
señal de rebeldía en aquella cultura del vestir. En tal conspiración participó el tunero
Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, “Cucalambé” (1829-1862) con otros poetas con
proclamas y décimas, hijo de esclavista pero su poesía alude al “dolor esclavo” y
“mísero africano” además del “guajiro infeliz”. Valorado el mejor criollista, el más
popular del folklore campesino, tan tradicional en sí, que sus versos llegan al cancionero
mambí aun en la Guerra de 1895.

[53] Con profundas diferencias políticas entre lo que se publicaba en Cuba o en el


extranjero. Continúa la prensa independentista ahora con La Voz del Pueblo Cubano,
que sólo contó con tres números pues su editor el reglano Eduardo Facciolo fue
agarrotado, primer mártir del periodismo cubano; como cómplice de él y de Bellido de
Luna en este periódico, es acusado tras regresar de España en 1848 y juzgado en
Consejo de Guerra el habanero Ildefonso Estrada y Zenea (1826-1912), quien al estallar
la Guerra de 1868 se radica en La Habana pero en 1869 tiene que exilarse a EUA por
sus sentimientos revolucionarios hasta 1878, cuando regresa e introduce el kindergarten
(de raíz alemana) para revolucionar el sistema escolar cubano. Pululan publicaciones de
todo orden en las más diversas comunidades cubanas, y en la prensa antiseparatista se
destaca El Moro Muza desde 1859 con Landaluze (quien aporta los cánones plásticos
para otro “tipo”: el Liborio) y redactado por el habanero Francisco de Paula y Gelabert
(1834-1894) importante en la novela y el costumbrismo.
[54] Las tres primeras en Santiago de Cuba y la cuarta, en 1861, en La Habana. Hasta
1899 se fundan 41 logias en Cuba, de ellas 20 en la entonces provincia Habana. La
masonería fue protagonista en la cultura y en la independencia cubana, y potenció el
apoyo de los masones de otros muchos países.

[55] El bayamés Tristán de Jesús Medina (1833-1866) novelista y orador sagrado,


frecuentó a los abolicionistas y liberales en Madrid, publicó el “Manifiesto de los
Cubanos Promotores del Comité de las Antillas” (reformista) en La Democracia, y en
1865 publicó “Principios fundamentales de la libertad política” en La América, Madrid;
casó con una dama de familia anglicana (episcopal) pero al intentar fundar otra iglesia
se le suspende temporalmente su licencia para confesar y predicar. Antes, sólo hubo
presencia circunstancial y esporádica de algunos capellanes protestantes europeos desde
el siglo XVII.

[56] Santiaguero, 1826-1910. Acompañó a su padre desterrado a España en 1836; al


regreso se vincula con la expedición de Narciso López, deportado en 1852 a España
donde continúa conspirando y estudia en bibliotecas y archivos, en 1853 se fuga en
Gibraltar a EUA, conferencista sobre historia de Cuba en el Ateneo fundado por
cubanos en New York y se incorpora a la Junta Revolucionaria; su Salmo expresa
veladamente sus ansias de libertad; siboneyista. En New Orleans participa en las luchas
independentistas mejicanas y en la Sociedad Republicana de Cuba y de Puerto Rico; al
triunfar Benito Juárez pasa a Méjico como su Secretario y Diputado al Congreso
Federal, llega a ser yerno de Juárez y durante la gesta de 1895 es agente de la República
en Armas ante el Gobierno mejicano.

[57] Matancero, 1820-1857. Fundó La Guirnalda, publicación suprimida por el


gobierno; en 1848 tiene que exilarse en EUA por independentista; maestro y secretario
de la Junta Cubana Anexionista en New York, se vincula al proyecto de Narciso López,
cuya bandera (hoy nacional) confeccionan Emilia Teurbe Tolón y otras damas afines.
En agosto de 1857, enfermo y anulada su condena a muerte, regresa a Cuba.

[58] Habanero, 1829-1885. En 1848 fue encarcelado con Villaverde y otros y


condenado a muerte, pero pudo escapar a EUA en cuya guerra de Secesión combatió en
los Confederados junto al Norte republicano contra el sur esclavista, y también peleó
con Juárez en Méjico.

[59] Poeta y dramaturgo habanero, al conocer de una orden de detención contra él por
conspirar en La Habana huyó a EUA donde amistó con Narciso López, en cuya
expedición quizás se enroló. Durante la Guerra de los Diez Años colaboró con
Francisco Vicente Aguilera e hizo propaganda independentista.

[60] Habanero, 1820-1856, ya antes de 1850 había emigrado de Cuba, vinculado con los
planes de Narciso López, desarrolló su lucha en New Orleans, Secretario de la Junta
Madre de la Joven Cuba allí fundada (al son de otros movimientos libertarios del mundo
entonces como la Joven Italia) para ayudar la revolución cubana bajo la presidencia de
un estadounidense, por lo que aun en su ausencia, fue condenado a diez años de cárcel.
Siboneyista con el seudónimo “Cuyaguateje”.

[61] Con mayor tradición en el sector tabacalero, pero también portuario y otros, fue
muy revolucionario en cuanto a las luchas por los derechos de los trabajadores, pero
entonces por ser tantos españoles y descendientes, se pronunciaban más bien por una
Cuba española anti independentista, lo que cambiará definitivamente con las gestas
independentistas, cuando se nutre con tantos cubanos incluidos antiguos esclavos. En
1865 el semanario La Aurora (dedicado a los artesanos) inicia la prensa obrera cubana.

[62] Así, el romanticismo desplaza al neoclasicismo en la plástica cubana. A ella se


proponen dos españoles: Landaluze y Valentín Sanz-Carta (1850-1898) que por menor
influencia romántica es uno de los que mejor refleja el paisaje cubano al no idealizarlo,
como idealizaba el romanticismo. En vano se habían propuesto los cubanos Juan Jorge
Peoli, y los hermanos matanceros Phillip y Esteban Chartrand.

[63] El habanero Francisco de Paula Orgaz (1815-1873) cuyo poema libertario A


Zorrilla circulaba secretamente y cuyo drama El Pescador sobre vivencias del marqués
Pedro Calvo, inédito, fue causa indirecta de su destierro, aun en España como periodista
combatía al gobierno del General Espartero.

[64] Por la camagüeyana Domitila García de Coronado (1847-1937) considerada la


primera periodista cubana; se formó en Manzanillo, a donde fue en 1859 como ayudante
de su padre. Ya en 1866 había fundado en Camagüey la revista El Céfiro, la primera
publicación cubana fundada por mujer.

[65] Debuta la nueva Compañía de Los Bufos Habaneros con Los Negros Catedráticos
de Francisco (Pancho) Fernández, con éxito delirante; en pocos meses, su fórmula
prolifera por toda Cuba con no menos de ocho compañías (aunque los más
representativos eran esta y Los Caricatos), otra opción ante la avalancha de óperas y
dramas, muchos foráneos. Eran importantes las actuaciones e improvisaciones que
demostraban ingenio e influencia de la commedia dell´arte (así como de la ópera
italiana sobre todo su ópera bufa o cómica, y de los minstrels de EUA sobre todo sus
“negritos”), agudo sentido del humor y aportan un nuevo género musical: la guaracha.
Dado el éxito, pese a la crisis económica y el progresivo aumento del precio de las
localidades, el teatro se demostraba como un negocio seguro.

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