Buscando A Dios en Medio Del Desierto
Buscando A Dios en Medio Del Desierto
Buscando A Dios en Medio Del Desierto
Salmo 63:1-8
1 Dios, Dios mío eres tú; De madrugada te buscaré; Mi alma tiene sed de ti, mi
carne te anhela, En tierra seca y árida donde no hay aguas,
2 Para ver tu poder y tu Gloria, Así como te he mirado en el santuario.
3 Porque mejor es tu misericordia que la vida; mis labios te alabarán
4 Así te bendeciré en mi vida; en tu nombre alzaré mis manos.
5 Como de meollo y de grosura será saciada mi alma, y con labios de júbilo te
alabará mi boca.
6 Cuando me acuerde de ti en mi lecho, cuando medite en ti en las vigilias de la
noche.
7 Porque has sido mi socorro, y así en la sombra de tus alas me regocijaré
8 Está mi alma apegada a ti; tu diestra me ha sostenido.
David era un hombre desesperado por la presencia de Dios. Cuando David escribió este
salmo pasaba por uno de los momentos más dolorosos de su vida, sin embargo, en vez de
mirar a su situación, su mirada estaba puesta en el Señor. Él sabía que le podía faltar todo,
pero no podía vivir sin su comunión con Dios.
En su aflicción, David no sufría por causa de la corona que había perdido, sino por la
traición del hijo que tanto amaba. Muchas emociones ahogaban su pecho y muchos
pensamientos lo llevaban al pasado. De seguro recordaba que lo que estaba pasando era una
consecuencia del gran pecado que años atrás había cometido.
Pero aunque a David le dolió que su hijo se revelara contra él, en esos momentos de
sufrimiento, lo que más extrañaba y anhelaba era la gloria de Dios. Él supo valorar más a
Dios que su reino y sus posesiones.
En su oración David declaró “Dios, Dios mío eres tú.” A pesar de que sentía una gran
necesidad de Dios, David quería proclamar que no había otro dios en su vida; nadie más
ocupaba ese lugar. Esta parece ser una declaración sencilla, pero en realidad no
comprendemos cuan profundo e impactante es declarar a Dios como nuestro Dios. Muchos
pueden decir las mismas palabras, pero solo un verdadero adorador las gritará de todo
corazón.
Al ser un verdadero adorador, David propuso en su corazón buscar a Dios él decía: “De
madrugada te buscaré” o sea, desde temprano, dándole al Señor el primer lugar en su vida.
Un comentario Bíblico dice: “Lo primero que agarre el corazón en la mañana es
probable que ocupe el lugar todo el día”.
Quizás alguien dirá, ¿por qué hay que buscar a Dios; acaso está perdido? Pues, le buscamos
porque vivimos en un mundo que no puede recibir la manifestación de la gloria de Dios en
su esencia. El pecado de Adán y Eva se convirtió en una barrera que nos separó de Él. Por
esto el mundo es un desierto espiritual donde escasea la vida de Dios, a causa de su
enemistad contra Dios.
Pero el que conoce a su Dios no será confundido jamás, y podrá decir como David, “mi
alma tiene sed de Dios, del Dios vivo.” (Salmo 42:2a)
David deseaba tanto la presencia de Dios en su vida que aun en su cuerpo sentía necesidad
del Señor. Él decía, “mi carne te anhela”, y así él expresaba que su necesidad abarcaba su
interior y exterior. Todo su ser clamaba a Jehová por las aguas refrescantes de su Espíritu.
Pero la buena noticia es que usted y yo tenemos autoridad para reprender a satanás.
¿Pero que logramos con buscar y anhelar a Dios?
David decía: “para ver tu poder y tu gloria”.
Saben, el poder de Dios y su gloria solo se ve cuando se le busca en medio de cualquier
circunstancia. En el salmo 27:4 David dice: “Una cosa he demandado a Jehová, esta
buscaré, que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida”.
En su desierto, David necesitaba ver el poder y la gloria de Dios de la misma manera que la
había visto en el santuario. El refrigerio de su presencia nos renueva y nos ayuda a seguir
adelante.
17 Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto
del olivo, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas de la majada, y
no haya vacas en los corrales;
18 con todo, yo me alegraré en Jehová, me gozaré en el Dios de mi salvación.
19 Jehová el Señor es mi fortaleza, el cual hace mis pies como de ciervas, y en mis
alturas me hace andar.
Es lamentable que hoy en día la tierra seca y árida no sea el desierto de Judá, sino muchos
santuarios carentes de la gloria de Dios y del poder del Espíritu Santo.
Hoy más que nunca necesitamos ver a Dios manifestado en la tierra. Ojalá que el Señor nos
ayude a tener esa hambre que atrae la gloria de Dios a nuestras vidas.
Conclusión:
Para concluir quiero decirles que quizás en este tiempo no lleguemos literalmente a estar un
desierto como David, pero podemos llegar a circunstancias que tipifican un desierto
espiritual, momentos en el cual no hayamos que hacer, pero recordamos que tenemos a un
Dios que escucha nuestras peticiones cuando lo buscamos.
Miren, el desierto más grande en el que nos encontramos actualmente es el desierto del
mundo de pecado, pero si vamos a Jesús él abrirá fuentes de agua viva que nos lleven a la
vida eterna.
ORACIÓN: