DISPENSACION

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Iglesia de Dios Pentecostal M.

Región Eclesiástica de Venezuela

Instituto Bíblico Mizpa

Núcleo Guarenas

Zona Miranda I

La Quinta
Dispensacion
“””LA LEY

Alumno: Profesor:

Jesús Duran Tomas Bolívar

GUARENAS 18/01/2020
La Ley (Ex. 19: 8- Mt. 27: 35 –la cruz) – Empieza con la temeraria respuesta de
todo el pueblo de Israel de “hacer todo lo que Jehová ha dicho” (Ex. 19: 8),
hasta la Cruz de Cristo.

Esta dispensación se extiende desde el Sinaí al Calvario; desde el Éxodo hasta


la Cruz.

La Ley fue dada por Dios por medio de un mediador, este es, Moisés, no para
redimir al hombre – en este caso a los israelitas primeramente – sino para
hacerle entender su condición de pecador y de impío ante Dios, incapaz de
poder alcanzar la Justicia y ser justificado por el mismo.

La historia de Israel en su transcurso por el desierto camino a la Tierra


Prometida, y una vez allí, contiene una larga lista de violaciones de la Ley. La
prueba a que la nación fue sometida bajo la Ley, terminó con el juicio de las
deportaciones, pero la dispensación como tal, terminó en la Cruz.

La Promesa y la Ley (un inciso)

(Gálatas 3: 17) “Esto, pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios para
con Cristo, la ley que vino cuatrocientos treinta años después, no lo abroga,
para invalidar la promesa”

La Ley no invalidó ni cercenó la promesa que Dios le hizo a Abraham, sino que
fue un medio para que llegase a cumplirse, ya que la Ley nos preparó para
Cristo:

(Gálatas 3: 24-26) “Pero antes que viniese la fe, estábamos confinados bajo la
ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada. De manera que la ley ha
sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por
la fe. 25 Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo, pues todos sois hijos de
Dios por la fe en Cristo Jesús”

La fe, que es en Cristo Jesús, es el cumplimiento total de la promesa.

Tampoco esa promesa tuvo el condicionante de ser dada mediante la Ley o por
el cumplimiento de la misma:
“Porque no por la ley fue dada a Abraham o a su descendencia la promesa de
que sería heredero del mundo, sino por la justicia de la fe” (Romanos 4: 13)

La Ley, por tanto, cumplió su cometido independientemente de la Promesa,


porque la Promesa en su máxima extensión, es Cristo, y la meta final y
definitiva de la Ley, era llevarnos a Él (Gl. 3: 24).

Explicación:

Dios siempre ha sabido que el hombre tiene la tremenda inclinación a


justificarse a sí mismo con mucha facilidad:

“Todos los caminos del hombre son limpios en su propia opinión...” (Proverbios
16: 2)

Esa manera de proceder se originó en la caída, y fue parte del cumplimiento


del falaz dicho de la serpiente:

“...el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios,
sabiendo el bien y el mal” (Génesis 3: 5)

Pervertidamente, el hombre se constituyó dios de sí mismo, y al decir que iba a


saber el bien y el mal, en un sentido, eso iba a significar que como iba a ser
“como Dios”, iba a decidir por sí lo que estaba bien o mal en función de sí
mismo y de su entendimiento.

No hay nada peor que la auto justificación, producto de ser sabio según propia
opinión:

(Proverbios 26: 12) “¿Has visto hombre sabio en su propia opinión? Más
esperanza hay del necio que de él”
Por lo tanto, llegó el momento en la historia de la humanidad, cuando fue
preciso hacerle saber al hombre directamente por Dios, de cuál era su
verdadera condición ante Él.

La entrega de la Ley en el Sinaí, pues, fue la manera por la cual Dios le hizo
entender al hombre su condición espiritual caída:

(Romanos 5: 13) “Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde
no hay ley, no se inculpa de pecado”

La Ley fue necesaria para revelar el estado de condenación en el que el


hombre estaba. La Ley pone a la luz el pecado:

“De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y


bueno. ¿Luego lo que es bueno, vino a ser muerte para mí? En ninguna
manera; sino que el pecado, para mostrarse pecado, produjo en mí la muerte
por medio de lo que es bueno, a fin de que por el mandamiento el pecado
llegase a ser sobremanera pecaminoso. Porque sabemos que la ley es
espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado” (Romanos 7: 12-14)

No fue dada la Ley buscando la justificación del hombre por intentar cumplirla:

“...sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la
fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser
justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las
obras de la ley nadie será justificado” (Gálatas 2: 16)

El poder acusatorio de la Ley termina con la Cruz, y con esta, la gracia


empieza. Así es que hasta la Cruz, Dios le fue recordando siempre al hombre
su condición caída todo el tiempo. Eso fue y es necesario para que el hombre,
como dijimos antes, no pretenda en vano justificarse ante el Juez del universo.

Por lo tanto:
a) La Ley enfatiza la división que existe entre Dios y el hombre

“Entonces Jehová dijo a Moisés: He aquí, yo vengo a ti en una nube espesa,


para que el pueblo oiga mientras yo hablo contigo, y también para que te crean
para siempre. Y Moisés refirió las palabras del pueblo a Jehová” (Éxodo 19: 9)

Sólo Moisés podía estar en la presencia de Dios, “Y hablaba Jehová a Moisés


cara a cara, como habla cualquiera a su compañero” (Éxodo 33: 11), pero para
el pueblo, Dios era inaccesible.

b) La Ley preparó al hombre para su encuentro definitivo con Cristo

“Pero antes que viniese la fe, estábamos confinados bajo la ley, encerrados
para aquella fe que iba a ser revelada. De manera que la ley ha sido nuestro
ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe. Pero
venida la fe, ya no estamos bajo ayo” (Gálatas 3: 23-25)

Así pues, la Ley fue nuestro ayo – es decir – nuestro cuidador y aleccionador
hasta el momento en que el Salvador hizo su aparición en este mundo,
pagando el precio de nuestro pecado con su propia sangre en la Cruz.

c) El fin de la Ley es Cristo

(Romanos 10: 4) “porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que
cree...”

Cristo cumplió en sí mismo la Ley. Fue el único que pudo hacerlo puesto que
fue el único justo en sí mismo.

Además, Cristo finalizó con la ley, no en cuanto a su espíritu – ya que la Ley es


buena y santa (Ro. 7: 12, 1 Ti. 1: 8) – sino en cuanto a la imposible obligación
de cumplirla en la carne nuestra:
(Romanos 10: 5) “Porque de la justicia que es por la ley Moisés escribe así: El
hombre que haga estas cosas, vivirá por ellas”

La Ley no justifica, acusa

(Gálatas 3: 10-12) “Porque todos los que dependen de las obras de la ley están
bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en
todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas. Y que por la ley
ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá;
y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas”

La Ley nada tiene que ver con la fe, sino con el estricto cumplimiento de ella (la
Ley), y a cabalidad, pero recordemos que la Ley no fue dada para justificar ni
exonerar, sino para hacer saber al hombre su condición pecadora ante Dios.

Por eso el que pretendía justificarse ante Dios, pretendía hacerlo cumpliendo
con la Ley, cosa que no podía, y entonces era maldito ante Dios.

“Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se


hace culpable de todos” (Santiago 2: 10)

Por eso en el Antiguo Testamento, la Ley mandaba que debían hacerse


sacrificios de animales que eran sombra del sacrificio del Cordero de Dios
(He.10: 1). Esa fue la misericordia de Dios hacia su pueblo, esperando la
venida del que pagaría por todos de una sola vez y para siempre.

(Hebreos 9: 13, 14) “Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y
las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la
purificación de la carne, 14 ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante
el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras
conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?”

d) El fin de la Ley para nosotros es Cristo


“Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el
cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin
de que llevemos fruto para Dios” (Romanos 7: 4)

Como Cristo cumplió en sí mismo la Ley, nosotros al haber creído en Cristo,


recibimos también el cumplimiento de esa Ley, la cual de ninguna manera
podíamos cumplir en nuestras solas fuerzas.

e) Cristo cumplió en sí mismo la Ley hasta el final, haciéndose maldición por


nosotros

(Gálatas 3: 10-13 “Porque todos los que dependen de las obras de la ley están
bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en
todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas. Y que por la ley
ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá;
y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas.
Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición
(porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero)...”

Cristo se hizo maldición por nosotros, por llevar toda la maldición de nuestro
pecado, y este mismo, sobre sí, pagando con su propia vida en la cruz toda esa
miseria humana.

La exigencia de la Ley, que es justicia, fue debidamente satisfecha ante el


Padre.

En Cristo la Ley y su cumplimiento, por tanto, son una realidad para siempre.
Por eso, solamente en Cristo hay salvación. Sólo él es la puerta al cielo, porque
sólo él abrió esa puerta para nosotros dándose a sí mismo

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