1.4 y 2.1 Justicia Indigena
1.4 y 2.1 Justicia Indigena
1.4 y 2.1 Justicia Indigena
FACULTAD DE JURISPRUDENCIA
CARRERA DE DERECHO
SEPTIMO “A”
RIOBAMBA-ECUADOR
2021
1.4. Coordinación entre la justicia indígena y la justicia ordinaria.
Constitucion.
Este reconocimiento de intercultural, plurinacional entre otros, refleja el alcance de derechos que las
comunas, comunidades y nacionalidades indígenas poseen dentro del territorio ecuatoriano,
quienes por centenares de años han vivido invisibilizados, siendo sometidos a degradantes tratos y
abusos de parte de autoridades jurisdiccionales, así como también de gobiernos centrales y
autónomos.
Por su parte, el capítulo cuarto de la Constitución da a conocer cuáles son los derechos de las
comunas, comunidades y nacionalidades indígenas. El Art. 57, numeral 10, determina: “Crear,
desarrollar, ampliar y practicar su derecho propio o consuetudinario, que no podrá vulnerar
derechos constitucionales, en particular de las mujeres, niñas, niños y adolescentes”3 .
Derecho Internacional.
En el primer capítulo se tratará sobre la justicia indígena en la Constitución y en los tratados
internacionales, en el contenido de cuyos textos se analizará sobre la autonomía jurisdiccional de
esta justicia y el reconocimiento de la justicia ordinaria a la justicia indígena.
El antecedente jurídico internacional que viabiliza las autonomías jurisdiccionales y legislativa de los
pueblos indígenas es el Convenio Internacional sobre Derechos Civiles y Políticos, vigente desde
1966, pues en el artículo 27 indica: “(…) el derecho de las personas pertenecientes a minorías
étnicas, religiosas y lingüísticas a disfrutar de su propia cultura, a la preservación de las costumbres y
tradiciones legales” 8 . Por su parte, la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los
pueblos indígenas, firmada por 143 estados, en el artículo 4 sostiene: “Los pueblos indígenas, en
ejercicio de su derecho a la libre determinación, tienen derecho a la autonomía o al autogobierno en
las cuestiones relacionadas con sus asuntos internos y locales, así como a disponer de medios para
financiar sus funciones autónomas”9.
El artículo 5 de la Declaración invocada dice: “Los pueblos indígenas tienen derecho a conservar y
reforzar sus propias instituciones políticas, jurídicas, económicas, sociales y culturales, manteniendo
a la vez su derecho a participar plenamente, si lo desean, en la vida política, económica, social y
cultural del Estado”10.
Disposición que se ve fortalecida aún más con lo que menciona el artículo 34, que indica: “Los
pueblos indígenas tienen derecho a promover, desarrollar y mantener sus estructuras institucionales
y sus propias costumbres, espiritualidad, tradiciones, procedimientos, prácticas y, cuando existan,
costumbres o sistemas jurídicos, de conformidad con las normas internacionales de derechos
humanos”11.
Además, el Convenio 169 de la OIT y la Declaración de las Naciones Unidas sobre Derechos de los
Pueblos Indígenas no limita la competencia de las autoridades de los pueblos indígenas a los
conflictos surgidos fuera de su territorio indígena. Pese a que los instrumentos internacionales
desarrollan el tema referido al territorio y tierras de los pueblos indígenas
El Convenio 169 de la OIT conceptualiza al “territorio, lo que cubre la totalidad del hábitat de las
regiones que los pueblos interesados ocupan o utilizan de alguna otra manera35 es decir, es el
espacio donde se asienta una colectividad indígena. La Corte Constitucional colombiana entiende,
además, a “aquellas que constituyen el ámbito tradicional de sus actividades económicas y
culturales”.
Derechos Humanos.
En Ecuador, la reforma constitucional de 1998 reconoce por primera vez a los pueblos
indígenas derechos colectivos1 y la jurisdicción indígena.2
A finales del siglo XX los indígenas alcanzaron un grado de visibilidad que hasta entonces no
habían conocido. Con el levantamiento de Ecuador (1990), las marchas indígenas de los años
noventa en Bolivia, la rebelión zapatista en Chiapas (1994), las acciones desplegadas en rechazo a
las celebraciones del “descubrimiento” de América (1992), la presencia india se imponía en el
escenario político de “nuestra América” con una amplitud y visibilidad sin precedentes. Emergió,
por consecuencia, una atención mayor hacia estos protagonistas insospechados. Se habló entonces
de despertar, de emergencia, dejando la impresión de que rompían un silencio prolongado; esto se
contradecía, a primera vista, con la historia de las organizaciones y movilizaciones indígenas del
siglo XX.
Aquí nos referimos, en grandes líneas, a la naturaleza de ese “despertar” en el último tercio del
siglo XX y evocamos aspectos que nos parecen importantes en el discurso y la práctica de las
organizaciones y de sus líderes, especialmente las iniciativas y acciones comunes. Para ello nos
atenemos a la palabra indígena, es decir a los documentos emanados de sus organizaciones, en su
dimensión histórico-política.
El empuje de las organizaciones, desde los años setenta, se manifestó a través de sus
movilizaciones y de documentos que consignaban sus principales planteamientos. La
Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador (Conaie) y la rebelión en la Selva
Lacandona fueron las que desencadenaron el mayor impacto político de fines de siglo.
El papel protagónico del movimiento indígena no surge repentinamente, se refuerza en los últimos
decenios del siglo XX. Tiene sus raíces inmediatas en los años sesenta y setenta. Vemos este
tramo cronológico como una etapa de transición de las organizaciones indígenas a una
reafirmación de mayor envergadura en el terreno político, en el sentido práctico y discursivo.
Envergadura que se acrecienta con las organizaciones regionales y a nivel internacional con el
Consejo Mundial de Pueblos Indígenas.
Históricamente, el movimiento indígena ecuatoriano se desarrolla en la última década del siglo XX,
en el marco general de un discurso dominante sobre la quiebra definitiva de los proyectos
socialistas, la declaratoria de muerte al marxismo, en torno a las consignas del “fin de las ideologías”
y el “fin de la historia”. Esto influye sustancialmente en el ámbito epistemológico y en el ambiente
intelectual, que relega a un nivel secundario y, en ocasiones, desecha de plano, el debate sobre
aspectos medulares como el capital, y los cambios en la propiedad, o aquel otro del Estado y la
confrontación entre proyectos hegemónicos que implican la construcción de fuerzas, consensos y
confrontaciones o, también, negar un horizonte de transformaciones socialistas
sólo hasta fines del siglo XX se puede hablar de un intento serio desde los círculos en el poder para
incorporar a los dirigentes del movimiento indígena a las formas institucionales. En 1996, el
entonces presidente Bucaram propone un Ministerio Indígena y coloca al ex vicepresidente de la
CONAIE, Pandam, en ese lugar; el movimiento indígena rechaza ese proceso de cooptación y expulsa
de la organización a Pandam. Más tarde el gobierno de Noboa, a mediados de 2001, lanza un nuevo
intento, como respuesta a las movilizaciones de este sector, y nombra a Luis Maldonado, ex
dirigente nacional de la CONAIE, como ministro de Bienestar Social, quien logra cierto consenso. A la
par, en los procesos electorales se consolida la presencia de dirigentes indígenas en el Congreso
Nacional y en los gobiernos locales. Sin embargo, el proyecto más grande de incorporación de estos
pueblos a las redes estatales se instaura en 1997, con el Programa Nacional para el Desarrollo de los
Pueblos Indios y Negros (PRODEPINE) que destina ingentes recursos del Banco Mundial y del
Presupuesto del Estado para atenciones puntuales a localidades y regiones indias.
A lo largo del todo el siglo XX, se desarrollaron fuertes conexiones entre organizaciones políticas de
izquierda y la lucha social de los indígenas. En los años 1920, como lo ha mostrado el prominente
historiador Marc Becker (2008), militantes socialistas y comunistas acompañaron demandas
laborales, juicios y conflictos en Cayambe, al norte de Quito, e incorporaron a varios dirigentes
indígenas en las estructuras organizativas sindicales. Andrés Guerrero (2010), otro destacado
historiador, también ha documentado la presencia de abogados socialistas en Otavalo en las
primeras décadas del siglo XX. Es bien conocido que una porción importante de estas redes de
relaciones y de vínculos culminaron en la formación de la primera organización indígena con
pretensiones de alcance nacional: la Federación Ecuatoriana de Indios (FEI) en 1944. Esta relación se
fortaleció durante la década de los años 1960 y 1970 en el contexto de la lucha por la reforma
agraria (Velasco, 1979). Esta no es, sin embargo, una tradición o tendencia exclusivamente
ecuatoriana; en otros países como Bolivia, Colombia y Venezuela se pueden identificar vínculos
históricos y/o recientes entre organizaciones indígenas y partidos o movimientos de la izquierda
(Van Cott, 2007). Estas observaciones históricas hacen comprensible que, a pesar del énfasis más
clasista que étnico del discurso de las izquierdas ecuatorianas, su participación en la construcción de
uno de los movimientos indígenas más fuertes del continente (Yashar, 2005), cuyo referente
organizativo más importante es la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE),
no pueda ser desconocida. La alianza social que llevó a la conformación del Movimiento de Unidad
Plurinacional Pachakutik – Nuevo País (PK) en 1996, incluía grupos de izquierda, sindicalistas del
sector público y un conjunto muy variado de pequeñas organizaciones ligadas a muy diversos
sectores sociales barriales, cristianos de izquierda y organizaciones campesinas. Habitualmente, el
movimiento Pachakutik se ha considerado el brazo político-electoral del movimiento indígena, y su
principal organización, la CONAIE. En el movimiento indígena, la CONAIE ha tenido una posición casi
hegemónica,dado quealrededor de 80% de las organizaciones indígenas de base están afiliadas a ella
(Van Cott, 2005). Esta fortaleza de la CONAIE ha beneficiado a Pachakutik en sus avances electorales.
En comparación, la gran mayoría de los partidos políticos ecuatorianos no tienen ese vínculo
estrecho con los movimientos sociales, lo que ha contribuido a la atracción que provocó Pachakutik
como aliado político-electoral. Así, PK se constituyó en un movimiento político-electoral abierto a las
alianzas estratégicas (interculturales) en diferentes niveles político-territoriales, más allá de la
identificación estrictamente étnico-cultural.
https://repositorio.uasb.edu.ec/bitstream/10644/6424/1/T2740-MDPE-Pe%C3%B1afiel-El
%20desconocimiento.pdf
https://repositorio.uta.edu.ec/handle/123456789/11590
https://derechoecuador.com/la-justicia-indiacutegena/
https://www.redalyc.org/pdf/286/28600612.pdf
https://www.corteidh.or.cr/tablas/r30192.pdf
https://journals.openedition.org/alhim/7255
https://cpb-us-w2.wpmucdn.com/blogs.udla.edu.ec/dist/0/59/files/2013/01/La-justicia-ind
%C3%ADgena-en-el-Ecuador.-Jessica-Freire-1yyz0df.pdf
http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-06362009000200005