Adoración Pública J C RYLE

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Adoración

pública

J. C. Ryle (1816-1900)
Adoración pública
Contenido
1. Importancia general de la adoración pública ................................. 4
a. El pueblo de Dios ........................................................................................ 5
b. Las Escrituras .............................................................................................. 5
c. Historia eclesiástica..................................................................................... 6
d. Formulismo ................................................................................................. 6
2. Principios sustanciales de la adoración pública............................ 7
a. El objeto correcto ........................................................................................ 7
b. La mediación de Cristo .............................................................................. 8
c. Adoración bíblica ........................................................................................ 8
d. Adoración inteligente ............................................................................... 10
e. Adoración de corazón............................................................................... 10
f. Adoración reverente .................................................................................. 11
3. Elementos esenciales de la adoración pública ............................. 12
a. El Día de Reposo cristiano....................................................................... 13
b. Un pastor ................................................................................................... 14
c. Predicación de la Palabra ......................................................................... 15
d. Oración pública......................................................................................... 15
e. Lectura de las Escrituras .......................................................................... 16
f. Alabanza ..................................................................................................... 17
g. El bautismo y la Cena del Señor ............................................................. 17
4. Cosas para evitar en la adoración pública ..................................... 18
a. Desequilibrio entre las ordenanzas ......................................................... 19
b. Decoración excesiva .................................................................................. 19
c. Sacerdotes que parecen ofrecer sacrificios ............................................. 20
5. Análisis de la adoración pública........................................................ 21
a. Lo que afecta al corazón y la conciencia ................................................. 22
b. La comunión con Cristo .......................................................................... 22
c. El incremento de conocimiento espiritual ............................................. 22
d. El aumento en santidad............................................................................ 22
e. Conclusión ................................................................................................. 23
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A menos que se indique de otra manera, las citas bíblicas fueron tomadas
de la Santa Biblia, Reina-Valera 1960. Publicado originalmente en inglés
bajo el título Public Worship. En los Estados Unidos y en Canadá para
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2
Adoración pública
“Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y
en verdad es necesario que adoren” (Juan 4:24).
“Nosotros somos la circuncisión, los que en
espíritu servimos a Dios” (Filipenses 3:3).
“En vano me honran” (Mateo 15:9).
“Tienen a la verdad cierta reputación de
sabiduría en culto voluntario” (Colosenses 2:23).

V
ivimos en una época cuando hay una gran cantidad de adoración
pública de carácter religioso. La mayoría de los ingleses que
respetan las apariencias asisten los domingos a alguna iglesia o
capilla1. No asistir a un lugar de oración en este país, sea lo que sea en
otras latitudes, en la actualidad es la excepción y no la regla. Pero no
basta con que a veces adoremos. Queda por responder a una importante
pregunta: “¿De qué manera adoramos al Señor?”.
No toda adoración religiosa es correcta a los ojos de Dios. Creo que
esto es claro como el sol del mediodía para el lector sincero de la Biblia.
La Biblia habla de adoración que es “en vano” al igual que la que es
auténtica, y de “culto voluntario” al igual que de la adoración espiritual.
Suponer, como algunos ignorantes, que a dónde vamos los domingos no
tiene importancia, y que poco interesa cómo se lleva a cabo el culto con
tal que se realice, es una sandez. Los empresarios no conducen de este
modo sus negocios. Vigilan la manera como se cumple el trabajo y no
aceptan que se realice con displicencia. No nos engañemos: “Dios no
puede ser burlado” (Gá. 6:7). La pregunta ¿De qué manera adoramos al
Señor? es seria.
Voy a desglosar el tema de la adoración y dar algunos principios
bíblicos sobre ella. En una época de profunda ignorancia en algunos
sectores y de sistemática enseñanza falsa en otros, mantengo que es de
primordial importancia tener ideas claras acerca de todos los puntos
discutibles en la religión. Me temo que miles de hombres y mujeres de

1
El autor se refiere a Inglaterra en el siglo XIX. Lamentablemente, Inglaterra y
Norteamérica han cambiado radicalmente para mal.

3
esta nación no pueden dar razón de su fe y práctica. No saben lo que
creen, por qué creen lo que creen ni por qué hacen lo que hacen. Son
como niños arrastrados por todo viento de doctrina (Ef. 4:14), y caen
presa del primer hereje astuto que se cruza en su camino. En un día
como este, tratemos de aferrarnos a algunas ideas concretas sobre la
adoración cristiana.
Demostraré las [siguiente cinco cosas]:
1. Importancia general de la adoración pública
2. Principios sustanciales de la adoración pública
3. Elementos esenciales de la adoración pública completa
4. Cosas que se deben evitar en la adoración pública
5. Análisis a los cuales debe someterse nuestra adoración pública
Limito intencionalmente mi atención a la adoración pública. No
toco el tema de hábitos de adoración privada, como ser orar, leer la
Biblia, el auto examen y la meditación. No dudo que sean la raíz del
cristianismo personal y que sin ellos toda religión pública llevada a cabo
es totalmente en vano. Pero no son el tema que hoy quiero enfocar.

1. Importancia general de la adoración pública


Primero tengo que demostrar la importancia general de la adoración
pública. Espero no tener que detenerme mucho en esta parte de mi
tema. No creo que este escrito caiga en manos de alguien que por lo
menos no sea cristiano de nombre. Son pocos, excepto los incrédulos
empedernidos, los que se atreverían a decir que no deberíamos hacer
alguna profesión pública de nuestra religión. La mayoría de las personas,
sean cual fueren sus prácticas, admitirán que debemos reunirnos con
otros cristianos en momentos determinados, en lugares determinados y,
unidos y juntos, adorar a Dios2.

2
Negarle [a Dios] la adoración que le corresponde es una locura tan grande como negar su
existencia. El que se niega a rendirle todo culto, niega también su existencia aunque, de
hecho, no se la puede quitar. La inclinación natural de adorar es tan universal como la
conciencia o percepción de Dios, de otra manera, nunca hubiera cundido en el mundo
la idolatría. La existencia de Dios nunca fue reconocida en ningún país sin que fuera
antes percibida; y muchos que han dado su espalda a algunas otras partes de la ley de la
naturaleza, han rendido un homenaje continuo a algún Ser superior e invisible. Los
judíos dieron una razón por la cual el hombre fue creado la noche del Día de Reposo:
fue porque debía comenzar su existencia con la adoración a su Hacedor. En cuanto tuvo
conciencia de que era una criatura, su primer acto solemne tuvo que ser un respeto
particular hacia su Creador. Temer a Dios y guardar sus mandamientos es el todo del
hombre (Ec. 12:13). Sin una sumisión expresa a Dios, no es hombre sino bestia. La
religión es tan esencial como la razón para completar al hombre. No sería razonable si

4
a. El pueblo de Dios
Me atrevo a decir que la adoración pública siempre ha sido una
característica de los siervos de Dios, El hombre, por regla general, es un
ser social y no le gusta vivir separado de sus congéneres. En cada era,
Dios ha hecho uso de ese poderoso principio y ha enseñado a su pueblo a
adorarle públicamente al igual que en privado, juntos al igual que solos.
Creo que el Día Final mostrará que dondequiera que Dios ha tenido un
pueblo también ha tenido una congregación. Sus siervos, por pocos que
sean, siempre se han reunido y acercado a su Padre celestial en
compañía. Han sido enseñados a hacerlo por muchas razones sabias; en
parte para dar testimonio público al mundo; en parte para animarse y
confortarse unos a otros y, sobre todo, para capacitarse y prepararse para
la asamblea general en el cielo. “Hierro con hierro se aguza; Y así el
hombre aguza el rostro de su amigo” (Pr. 27:17). El hombre poco sabe
de la naturaleza humana si no sabe que ver a otros haciendo y
profesando las mismas cosas que hacemos nosotros es una inmensa
ayuda y gran aliento para nuestras almas.
b. Las Escrituras
Podemos trazar una línea de adoración pública desde el principio
hasta final de la Biblia en la historia de todos los santos de Dios. Lo
vemos en la primera familia que vivió sobre la tierra. La conocida
historia de Caín y Abel se trata enteramente de actos de adoración
pública. Lo vemos en la historia de Noé. El registro de lo primero que
hicieron Noé y su familia cuando salieron del arca fue un acto de
adoración pública. Lo vemos en la historia de Abraham, Isaac y Jacob.
Dondequiera que los patriarcas tenían su tienda, edificaban siempre un
altar. No solo oraban en privado sino que lo hacían también en público.
Lo vemos a lo largo de toda la economía mosaica, desde el Sinaí hasta la
venida de nuestro Señor.
Lo vemos a lo largo de todo el Nuevo Testamento. El Señor Jesús
mismo da una promesa especial de su presencia donde dos o tres se
reúnan en su nombre (Mt. 18:20). Los apóstoles, en cada iglesia que
comenzaban, hacían del deber de congregarse el primer principio en su
lista de deberes. Su regla universal era: “No dejando de congregarnos”
(He. 10:25). Estas son cosas antiguas, lo sé; pero es bueno que las
recordemos. Podemos afirmar como cosa cierta que donde no hay
oración en privado no hay gracia en el corazón del hombre, y de igual

no fuera religioso porque al descuidar la religión, descuida el dictado principal de la


razón. (Stephen Charnock, Charnock’s Works [Obras de Charnock], Nichol’s Edition,
Tomo I, 182). [Es traducción para esta obra.]

5
manera podemos estar casi seguros de que donde no hay adoración
pública no hay iglesia de Dios ni ninguna manifestación del
cristianismo3.
c. Historia eclesiástica
Vayamos de la Palabra de Dios a las páginas de historia eclesiástica y
¿qué encontramos? Descubrimos que desde los días de los apóstoles
hasta esta hora, la adoración pública siempre ha sido uno de los grandes
instrumentos de Dios que beneficia a las almas. ¿Dónde generalmente
despiertan almas dormidas, almas en oscuridad son iluminadas, almas
muertas son vivificadas, almas que dudan se afirman, almas
desconsoladas reciben consuelo, almas cansadas y cargadas son
aliviadas? ¿Dónde, por regla general, más que en asambleas públicas de
adoradores cristianos y durante la predicación de la Palabra de Dios?
Quítese toda adoración pública del país, ciérrense las iglesias y capillas,
prohíbase a la gente reunirse en cultos religiosos, prohíbase toda clase
de religión, excepto la que es privada; ¡hágase esto y véase el resultado!
Sería infligir la mayor herida espiritual posible a tal país. Nada hay que
sea más propenso a ayudar al diablo y detener la causa del cristianismo,
excepto quitar la Biblia. Aparte de la Palabra de Dios nada hay que hace
tanto bien a la humanidad como la adoración pública. “La fe es por el
oír” (Ro. 10:17). Las asambleas religiosas cuentan con la presencia
especial de Cristo.
d. Formulismo
Admito que la adoración pública puede convertirse en una mera
apariencia, puro formulismo. Sin duda que muchos cristianos de
nombre solamente, asisten continuamente a las iglesias y capillas sin
recibir beneficio alguno por el hecho de haber asistido. Como las vacas
flacas del faraón, no mejoran sino que empeoran, son más incrédulos y
más empedernidos (Gn. 41:19-21). No sorprende que el que quebranta el
Día de Reposo se defiende diciendo: “Por lo que veo, los que no van a
ninguna parte los domingos son tan buenos como los que van a la iglesia
y a la capilla”.
Pero nunca olvidemos que el mal uso de algo bueno no es
argumento contra su uso. Una vez que uno se niega a usar algo que es
mal usado en este mundo pecador, poco nos queda que sea bueno.

3
Por supuesto que el lector entenderá que admito plenamente la imposibilidad de observar
la adoración pública en tiempos de persecución. Cuando los emperadores romanos
perseguían a la iglesia primitiva y era prohibido ser cristiano, por fuerza el culto
público era una imposibilidad. Pero estos casos son evidentemente excepcionales.

6
Demos una mirada más amplia a la cuestión. Consideremos cualquier
distrito en Inglaterra y dividámoslo en dos grandes sectores: Adoradores
y no adoradores. [Estoy seguro que] encontraremos mayor cantidad de
buenos entre los que adoran al Señor que entre los que no lo hacen. Sea
lo que sea lo que los hombres dicen, realmente importa. No es cierto que
los adoradores y los que no adoran sean todos iguales.
Nunca olvidemos las palabras firmes de San Pablo4: “No [dejemos]
de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino
exhortándonos” (He. 10:25). Sigamos este consejo mientras tengamos
vida; en los malos tiempos y en los buenos sigamos asistiendo a los
cultos públicos. No hagamos caso al mal ejemplo de muchos a nuestro
alrededor que le roban a Dios su día y no acuden a su casa ni un
domingo en todo el año. Continuemos adorando a pesar de cualquier
desaliento, y no dudemos que a la larga, nos hace bien. Demos prueba de
ser aceptables para el cielo por nuestro sentir en cuanto a las asambleas
terrenales del pueblo de Dios. Bienaventurado el hombre que puede
decir con David: “Yo me alegré con los que me decían: a la casa de
Jehová iremos”; “Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi Dios,
que habitar en las moradas de maldad” (Sal. 122:1; 84:10).

2. Principios sustanciales de la adoración pública


Procederé ahora a enunciar los principios sustanciales de la
adoración pública. Estos son tan claros y obvios para todos los lectores
serios de la Biblia que no necesito detenerme mucho tiempo en ellos.
Pero para beneficio de algunos que hasta ahora no les han dado atención,
siento que es mejor presentarlos en orden.
a. El objeto correcto
Por empezar, la adoración pública auténtica tiene que ser dirigida al
objeto correcto. Está escrito claramente tanto en el Antiguo como en el
Nuevo Testamento: “Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás” (Mt.
4:10; ver Dt. 6:13). Toda adoración y oración dirigidas a la virgen María,
a los santos y a los ángeles son absolutamente inútiles y contrarias a las
Escrituras. Tal adoración es perder el tiempo. No hay ni la más mínima
prueba de que los santos o los ángeles pueden oír nuestra adoración, o
que si la oyeran, podrían hacer algo por nosotros. Es adoración que
ofende a Dios. Él es un Dios celoso y ha declarado que no dará su gloria a

4
El apóstol Pablo ha sido tradicionalmente considerado el autor de la Epístola a los
Hebreos; no obstante, algunos consideran que la evidencia no es definitiva.

7
otro. Entre los Diez Mandamientos no hay ninguno tan estricto y
arrasador como este segundo mandamiento (Ex. 20:4-6). No solo nos
prohíbe adorar, sino aun “inclinarnos” ante algo que no sea Dios.
b. La mediación de Cristo
Además, la adoración pública auténtica tiene que ser dirigida a Dios
a través de la mediación5 de Cristo. Está claramente escrito: “Yo soy el
camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Jn.
14:6). Está escrito que los cristianos son un pueblo que “por él [Cristo]
se acercan a Dios” (He. 7:25). Sin la menor duda, el Ser poderoso con
quien tenemos que tratar es un Dios de amor, bondad, misericordia y
compasión absoluta. “Dios es amor” (1 Jn. 4:8), pero no es menos cierto
que es un ser de justicia, pureza y santidad infinita [y] que aborrece
infinitamente al pecado y no puede tolerar la maldad. Es el mismo Dios
que echó del cielo a los ángeles, que ahogó al mundo con un diluvio y
arrasó con fuego a Sodoma y Gomorra. Aquel que pretenda acercarse a él
displicentemente sin una expiación6 y un mediador, o por uno que no es
el Mediador que él escogió se encontrará con que su adoración es en
vano. “Nuestro Dios es fuego consumidor” (He. 12:29).
c. Adoración bíblica
Además, la adoración pública auténtica tiene que ser directamente
bíblica, deducible de las Escrituras o en armonía con ellas. Está escrito
claramente acerca de los judíos de la época de nuestro Señor: “En vano
me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres” (Mt.
15:9). Sin duda que es notable la ausencia de instrucciones específicas
sobre la adoración neotestamentaria. Hay bastante libertad para que las
iglesias y congregaciones determinen su propio orden de culto. Aun así,
no hay que olvidar la regla de nunca exigir de los hombres algo contrario
a la Palabra de Dios.
Bien dice el artículo veinte7 de la Iglesia Anglicana: “La iglesia tiene
el poder de decretar ritos y ceremonias, y autoridad en controversias

5
mediación – La obra de Cristo como intercesor para reconciliar a Dios y al hombre.
“Agradó a Dios en su propósito eterno, escoger y ordenar al Señor Jesús, su Hijo
unigénito, conforme al pacto hecho entre ambos, para que fuera el mediador entre Dios
y el hombre; profeta, sacerdote, y rey; cabeza y Salvador de la iglesia, el heredero de
todas las cosas y juez del mundo; a quien dio, desde toda la eternidad, un pueblo para
que fuera su simiente y para que a su tiempo lo redimiera, llamara, justificara,
santificara y glorificara” (Confesión Bautista de Fe de 1689, 8.1).
6
expiación – Teológicamente, expiación significa reconciliación con Dios por medio de
quitar o cubrir la culpa del pecado. Fue logrado a través del sacrificio de Jesucristo en la
cruz.
7
artículo veinte – Referencia a los 39 Artículos de Fe articulados por la Iglesia Anglicana y
la Episcopal en la convocatoria de Canterbury en 1563.

8
sobre la fe. Y aun así, no es lícito que la iglesia ordene algo que es
contrario a la Palabra escrita de Dios.” Bien dice el artículo 34: “Las
ceremonias… siempre… han sido diversas, y pueden ser cambiadas de
acuerdo con la diversidad de los países, épocas y costumbres, pero de
manera que nada de lo que se ordene sea contra la Palabra de Dios”8.
Afirmo, pues, que cualquiera que nos diga que hay siete
sacramentos, cuando la Biblia solo menciona dos9, o que cualquier
ordenanza hecha por el hombre es obligatoria y tan necesaria para ser
salvos como lo es una ordenanza dispuesta por Cristo, nos está diciendo
lo que no tiene derecho a decir. No le hagamos caso. No solo está
cometiendo un error, sino un pecado. San Pablo nos dice distintamente
que existe lo que se llama “culto voluntario” que tiene “reputación de

8
En concordancia con los 39 Artículos de la Iglesia Anglicana, Ryle apoya el punto visto
anglicano que dice que la iglesia tiene la autoridad para decretar ritos, ceremonias y
cualquier práctica en la adoración que no contradiga a las Escrituras. Esto se conoce
como “principio normativo” de adoración. Aunque coincidimos con muchos de los
pensamientos de Ryle sobre adoración, consideramos que este es inadecuado. El
concepto Reformado de la adoración mantiene que “el modo aceptable de adorar al
verdadero Dios fue instituido por él mismo, y está de tal manera limitado por su propia
voluntad revelada que no se debe adorar a Dios conforme a las imaginaciones e
invenciones de los hombres o a las sugerencias de Satanás, ni bajo ninguna
representación visible ni en ningún otro modo no prescrito en las Sagradas Escrituras”
(Confesión Bautista de Fe de 1689 22:1).
Esto se conoce como “principio regulativo” de adoración, y surge de la doctrina de
la suficiencia de las Escrituras. “Todo el consejo de Dios tocante a todas las cosas
necesarias para su propia gloria, la salvación del hombre, la fe y la vida, está
expresamente expuesto o necesariamente contenido en las Sagradas Escrituras; a las
cuales nada, en ningún momento, ha de añadirse, ni por nueva revelación del Espíritu
ni por las tradiciones de los hombres. Sin embargo, reconocemos que… hay algunas
circunstancias tocante a la adoración de Dios y al gobierno de la Iglesia, comunes a las
acciones y sociedades humanas, que han de determinarse conforme a la luz de la
naturaleza y de la prudencia cristiana, según las normas generales de la Palabra, que
han de guardarse siempre”. (Confesión Bautista de Fe de 1689 1.6, a su disposición en
CHAPEL LIBRARY).
Bannerman resume, “En el caso de la Iglesia Anglicana con respecto al poder de la
iglesia en la adoración a Dios, es que tiene derecho a decretar todo, excepto lo que está
prohibido en la Palabra de Dios. En el caso de nuestra propia iglesia, es que no tiene
derecho a decretar nada, excepto lo que expresamente o por implicación ordena la
Palabra de Dios” (James Bannerman, The Church of Christ [La iglesia de Cristo] 1:339-
440. [Es traducción para esta obra.]
9
sacramentos…dos – “Un sacramento es una práctica sagrada instituida por Cristo; la cual,
por medio de signos sensibles, representa a Cristo y a los beneficios de la nueva alianza,
y los confirma y aplica a los creyentes” (Catecismo Menor de Westminster, Pregunta 92).
Muchos protestantes y bautistas usan en la actualidad la palabra ordenanzas en lugar de
sacramentos para diferenciarse de la Iglesia Católica Romana. La Biblia enseña que hay
dos ordenanzas instituidas por Cristo en el Nuevo Testamento: bautismo y Cena del
Señor, ambos dones otorgados a la Iglesia por la cual la iglesia es bendecida por la
recordación de Cristo.

9
sabiduría” pero que es en realidad inútil porque solo satisface a la carne
(Col. 2:23).
d. Adoración inteligente
Además, la adoración pública auténtica tiene que ser adoración
inteligente. Con esto quiero decir que los adoradores tienen que saber lo
que están haciendo. Esto lo dice claramente el Señor como acusación
contra los samaritanos. “Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros
adoramos lo que sabemos” (Jn. 4:22). Está escrito acerca de los
atenienses quienes, en su ignorancia, adoraban a un “dios desconocido”
(Hch. 17:23). Es totalmente falso que la ignorancia sea la madre de la
devoción. Los pobres papistas10 italianos, sin poder leer y sin saber ni un
capítulo de la Biblia, pueden parecer extremadamente devotos y sinceros
al arrodillarse entre una multitud ante la imagen de la virgen María, o
escuchar oraciones en latín que no comprenden. Es absurdo suponer
que su adoración es aceptable a Dios. El que hizo al hombre al principio
lo hizo como un ser inteligente, con una mente al igual que un cuerpo.
Una adoración en la que la mente no tiene su parte es inútil e inservible.
¡Puede adaptarse a una bestia al igual que un hombre!
e. Adoración de corazón
Además, la adoración pública auténtica tiene que ser de corazón.
Con esto quiero decir que tenemos que incluir nuestros sentimientos y
emociones al igual que nuestro intelecto; y nuestro hombre interior
tiene que servir a Dios al igual que nuestro cuerpo. Está escrito
claramente en el Antiguo Testamento, y fue citado por Jesucristo mismo:
“Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos de mí. Pues
en vano me honran” (Mt. 15:8-9; Is. 29:13).
Está escrito para los judíos en la época de Ezequiel: “Y vendrán a ti
como viene el pueblo, y estarán delante de ti como pueblo mío, y oirán
tus palabras, y no las pondrán por obra; antes hacen halagos con sus
bocas, y el corazón de ellos anda en pos de su avaricia” (Ez. 33:31). El
corazón es lo principal que Dios pide al hombre que traiga en todos sus
acercamientos a él, sea en público o en privado. Una iglesia puede estar
llena de adoradores que le dan a Dios una inmensa cantidad de servicio
corporal. Puede haber una abundancia de gestos, posturas, miradas hacia
el oriente, reverencias, la señal de la cruz, postraciones, semblantes
endurecidos y ojos hacia el cielo, y aún así, el corazón de los adoradores
puede estar tan lejos como el fin del mundo. Uno puede estar pensando
sólo en placeres pasados o venideros, otro en negocios pasados o

10
papistas – Los devotos del papa, o sea, católicos romanos.

10
venideros, y otro en pecados pasados o venideros. Podemos estar muy
seguros de que tal adoración es absolutamente inútil a los ojos de Dios.
Es peor que inútil: es una hipocresía abominable. Dios es Espíritu (Jn.
4:24), y no le interesa la adoración corporal del hombre sin su corazón.
“El hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el
corazón” (1 S. 16:7). El corazón quebrantado y contrito es el verdadero
sacrificio, el sacrificio que Dios no despreciará (Sal. 51:17)11.
f. Adoración reverente
Por último, la adoración pública auténtica tiene que ser una
adoración reverente. Está escrito: “Cuando fueres a la casa de Dios,
guarda tu pie; y acércate más para oír que para ofrecer el sacrificio de los
necios; porque no saben que hacen mal” (Ec. 5:1). Nuestro Señor
Jesucristo comenzó y terminó su ministerio con dos protestas prácticas
contra la adoración irreverente. En dos ocasiones echó del templo a los
mercaderes porque lo profanaban con su tráfico. Justificó su acto de
reprobación con esta afirmación contundente: “Escrito está: Mi casa,
casa de oración será llamada; mas vosotros la habéis hecho cueva de
ladrones” (Mt. 21:13).
Los que se autodenominan cristianos y asisten a las iglesias y
capillas para mirar a los demás, murmurar, estar inquietos, bostezar o
dormir —pero no para orar, alabar o escuchar— no son ni un ápice
mejor que aquellos judíos malvados. No tienen en cuenta que Dios
detesta la profanación y la indiferencia en su presencia; y comportarse
ante Dios como no se atreverían a hacerlo en la presencia de su
soberano, sea en privado o ante una audiencia, es realmente una ofensa
muy grave. Tenemos que cuidarnos de no ir de un extremo al otro. No

11
Los hombres pueden ocuparse de la adoración todos los días de su vida con un corazón
apático y no vivificado, queriendo compensar su falta de interés con una abundancia de
servicios exteriores. Así como la fuerza del pecado procede de la conformación del
corazón, la fuerza de la adoración proviene del temple y del cariz del alma. ¿Para qué
mil cultos, si no se cortan de raíz los afectos carnales? ¿Qué son las oraciones a gran voz,
más que metal que resuena y címbalo que retiñe sin caridad cristiana? Nuestro Salvador
tildó de pura hipocresía la adoración farisaica de labios solamente. Dios no quiere
sacrificios ni se deleita en ofrendas quemadas. No se ofrezcan sombras en lugar de
sustancia. Dios requiere el corazón del hombre, pero ordena ceremonias exteriores
supeditadas a la adoración interior, y la estimula e impulsa. Nunca fueron designadas
sustancia de la religión sino como sus auxiliares.
¿Podían los israelitas llamarse adoradores de Dios según su orden si llevaban mil
corderos que habían muerto en una zanja o sacrificados en un hogar? Debían ser
llevados vivos al altar y al pie del mismo derramar su sangre. Mil sacrificios de animales
muertos antes del acto, no eran tan valiosos como uno llevado vivo al lugar del sacrificio
(Charnock, “Discourse on Spiritual Worship” [Discurso sobre adoración espiritual] en
Works [Obras], tomo I, 323).

11
vale la pena, porque querer rendirle culto de cuerpo solamente, sea
como sea que nos comportemos en la congregación, es inútil.
Aun la naturaleza, la razón y el sentido común deberían enseñarnos
que hay una conducta adecuada para el mortal cuando se acerca a su
Hacedor Todopoderoso y una manera correcta de hacerlo. No es de balde
que está escrito: “Dios temible en la gran congregación de los santos, y
formidable sobre todos cuantos están alrededor de él” (Sal. 89:7). Vale la
pena asistir al culto público por el culto mismo, vale la pena hacerlo con
cuidado y bien. Dios está en el cielo y nosotros en la tierra; no seamos
precipitados ni imprudentes (Ec. 5:2). Demos atención a lo que somos.
“Tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con
temor y reverencia” (He. 12:28).
Pido la atención especial del lector a los cinco principios principales
que acabo de presentar. Me temo que atacan en su raíz a la adoración de
muchísimos adoradores en nuestro propio país, sin contar a papistas,
mahometanos y paganos en otras partes del mundo. Me temo que miles
de ingleses asisten regularmente al culto dominical sin obtener ningún
provecho. Es un culto sin las Escrituras, sin Cristo, sin el Espíritu Santo,
sin conocimiento, sin corazón y sin el más mínimo beneficio a los
adoradores. Por lo que los beneficiaría, más bien que se quedaran en su
casa. Ocupémonos de que este no sea nuestro caso.
Recordemos toda la vida que no es la cantidad de adoración sino la
calidad que Dios considera. El carácter interior y espiritual de la
congregación es para él mucho más importante que la cantidad de
participantes o las señales externas y visibles de la devoción que
demuestran. Los niños y los tontos, que admiran las apariencias, son los
que piensan que todo está bien si hay una gran demostración externa de
religiosidad. Pero con Dios no es así. Su ojo que todo lo ve, mira al
hombre interior.

3. Elementos esenciales de la adoración pública


Procedo, en tercer lugar, a mostrar las partes esenciales de la
adoración pública cristiana. Tomemos el caso de alguien que nunca ha
prestado sincera atención al tema de la religión y que nunca ha asistido
regularmente a ningún lugar de adoración. Supongamos que esa
persona despierta a un sentido del valor de su alma y desea información
sobre cosas religiosas. Se desconcierta cuando sabe que no todos los
cristianos adoran a Dios de la misma manera, y que este vecino adora a
Dios de una forma y aquel de una forma distinta. Oye a uno decir que el

12
único camino al cielo es a través de su iglesia y a otro que le responde
que todos los que no se hacen miembros de su capilla se van al infierno.
¿Qué puede pensar? ¿No hay ciertas cosas que son parte esencial de la
adoración cristiana? Sin vacilación afirmo que las hay. Mi próxima tarea
es presentarlas en orden.
Reconozco sin problema que el Nuevo Testamento poco dice acerca
de la naturaleza de la adoración pública. Hay una gran diferencia en este
sentido entre la Ley de Moisés y la ley de Cristo. La religión del judío
estaba llena de directivas estrictas y detalladas sobre la adoración; la del
cristiano tiene muy pocas; y las que hay son descripciones muy sencillas
y generales. La religión judía abunda en tipos, emblemas y figuras12; la
cristiana solo dos: el bautismo y la Cena del Señor. La religión judía
enfoca al adorador principalmente por la vista, la religión del Nuevo
Testamento apela directamente al corazón y la conciencia. La religión
del judío se limita a una nación en particular; la del cristiano es para
todo el mundo. El judío puede consultar los escritos de Moisés y de un
vistazo ver todos los componentes de su adoración; el cristiano puede
recurrir a unos pocos textos y pasajes aislados, que deben ser aplicados a
cada iglesia según las circunstancias13.
En suma, no hay nada comparable a Éxodo y Levítico en el Nuevo
Testamento. Sin embargo, el lector cuidadoso de las Escrituras cristianas
no tendrá problema en encontrar en ellas los elementos y principios
esenciales. Donde están presentes estas partes esenciales, hay adoración
cristiana. Donde no lo están, la adoración es defectuosa, imperfecta e
incompleta.
a. El Día de Reposo cristiano
En la adoración pública integral, siempre se honra el Día de Reposo.
Este día bendito fue escogido, entre otros, precisamente con el siguiente
propósito: dar a los hombres una oportunidad de reunirse como servicio
a Dios. El Día de Reposo fue dado al hombre incluso en el Paraíso (Gn.
2:2-23). La observancia de un Día de Reposo es parte de los Diez
Mandamientos (Éx. 20:8-11). La adoración a Dios en el Día de Reposo fue

12
tipos, emblemas y figuras – Símbolos que representan otras cosas con características
similares.
13
Aunque el Nuevo Testamento no es tan preciso como el Antiguo en dar detalles sobre la
forma y las prácticas de la adoración pública, la doctrina del principio regulativo nos
asegura que las Escrituras demandan que estructuremos nuestra adoración siguiendo
las directivas sencillas que encontramos en ellas. No debemos agregar ni quitar los
elementos esenciales de la adoración, aunque circunstancias o imprevistos pueden ser
adaptados por el contexto específico de una iglesia en particular. Ver la Confesión
Bautista de Fe de 1689 1.6 y 22.1.

13
observado por el Señor Jesucristo mismo (Mr. 1:21). Era la práctica de
los cristianos primitivos reunirse al menos un día por semana, aunque lo
hacían el primer día en lugar del séptimo (Hch. 20:7; 1 Co. 16:2).
Congregarse en la casa de Dios el Día de Reposo cristiano [que desde
tiempo atrás, llamamos Día del Señor] ha sido la costumbre de todos los
cristianos profesantes durante mil ochocientos años14. Los mejores y
más consagrados santos de Dios siempre les han insistido fuertemente a
otros el valor de la adoración en el Día del Señor, y han dado testimonio
de su provecho.
Sin duda suena muy lindo y espiritual decir que todos los días
debieran ser para el cristiano el Día del Señor, y que un día no debiera
ser más santo que los demás. Pero los hechos son más fuertes que las
teorías. La experiencia da pruebas de que la naturaleza humana requiere
ayudas con días, horas y épocas fijas para seguir adelante con la vida
espiritual, y la adoración pública nunca prospera si no se observa el
orden establecido por Dios. “El día de reposo fue hecho por causa del

Adoració
hombre” por Aquel que hizo al hombre en el principio y sabe lo que es
carne y sangre (Mr. 2:27). Por regla general, donde no hay Día del Señor,
no hay adoración pública.
b. Un pastor

n pública
En la adoración pública integral tiene que haber un pastor. No
quiero decir en absoluto que tiene que ser uno episcopal; no soy tan
estrecho ni cerrado de mente como para negar la validez de las órdenes
presbiterianas o congregacionales. Solo mantengo que está en la mente
de Dios que algún tipo de pastor dirija la adoración de congregaciones
cristianas para que sean responsables de una conducta decente y
ordenada al acercarse a Dios.
No entiendo cómo uno puede leer los Hechos de los Apóstoles y las
Epístolas a los Corintios, Efesios, Timoteo y Tito y negar que el
ministerio sea un llamado de Dios. Digo esto con todo respeto por los
cuáqueros y los hermanos libres, quienes no tienen pastores ordenados;
digo simplemente que no entiendo sus posturas sobre este tema. Me
parece a mí que la razón misma nos dice que los asuntos que se dejan a
nadie en particular, pronto serán totalmente descuidados. Se dice que el
orden es la primera ley del cielo. Una vez que la gente empieza a no
tener el Día del Señor ni pastores, ¡no me sorprendería que terminaran
por no tener culto público, ni religión ni Dios!

14
Tener en cuenta cuándo el autor escribe, desde el siglo I hasta su época.

14
c. Predicación de la Palabra
En la adoración pública integral tiene que haber predicación de la
Palabra de Dios. No encuentro en el Nuevo Testamento ningún caso de
asambleas eclesiásticas en que la predicación y la enseñanza no ocupen
el lugar más prominente. Me parece a mí que es el instrumento principal
por el cual el Espíritu Santo no solo vivifica a los pecadores, sino que
también guía y edifica a los santos. Observo que en las últimas palabras
que San Pablo escribió a Timoteo como joven ministro, le insta de
manera especial que “predique la palabra” (2 Ti. 4:2). Por lo tanto, no
puedo creer que ningún sistema de adoración en que se presta poca
atención a la predicación o la descarta en un rincón, pueda ser un
sistema bíblico ni uno que cuente con la bendición de Dios.
No confío en la utilidad de los cultos que se componen enteramente
de leer oraciones, cantar himnos, administrar los sacramentos y marchar
en procesiones. Creo con firmeza al igual que el Obispo Latimer15 que
una de las grandes metas de Satanás es exaltar las ceremonias y
menospreciar la predicación. Son de profundo significado las palabras:
“No menospreciéis las profecías” (1 Ts. 5:20). El menosprecio por los
sermones es una señal bastante segura de una declinación de la religión
espiritual.
d. Oración pública
En la adoración pública integral tiene que haber oración pública
unida. No encuentro registro de asamblea religiosa alguna en el Nuevo
Testamento en que las oraciones y las plegarias no fueran una parte
principal de ellas. Encuentro que San Pablo le dice a Timoteo: “Exhorto
ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de
gracias, por todos los hombres” (1 Ti. 2:1). Dichas oraciones deben ser
sencillas y fáciles de entender, de modo que todos los adoradores las
entiendan y puedan seguir lo que dice el que guía en oración.
En cuanto sea posible debe ser un acto en conjunto de toda la
asamblea y no el de la mente de una sola persona. Me parece a mí que
una congregación de cristianos profesantes que se reúne solo para
escuchar un gran sermón y no participa ni se interesa en orar, no

15
Hugh Latimer (c. 1487-1555) – Profesor de Clare College, Cambridge y Obispo de
Worcester antes de la Reforma; más adelante, Capellán de la Iglesia Anglicana en la
corte del Rey Eduardo VI. En 1555, fue quemado en la hoguera, uno de tres mártires de
Oxford del anglicanismo.

15
cumple las normas del Nuevo Testamento. La adoración pública no
consiste de solo oír16.
e. Lectura de las Escrituras
En la adoración pública integral tiene que haber lectura de las
Sagradas Escrituras en voz alta. Esto era evidentemente parte del culto
de la sinagoga judía, como podemos comprobar por lo sucedido en
Nazaret y en Antioquía de Pisidia (Lc. 4:16; Hch. 13:15). Es indudable
que la intención era que la Iglesia cristiana honrara la Biblia tanto como
la honraban los judíos. A mi modo de ver, San Pablo se refiere a esto
cuando le dice a Timoteo “Entre tanto que voy, ocúpate en la lectura” (1
Ti. 4:13). En este texto, no creo que “lectura” se refiera al estudio
privado. La razón y el sentido común enseñan el provecho de la práctica
de leer las Escrituras. La iglesia visible17 siempre tiene miembros que no
pueden leer o que no tienen voluntad o tiempo para leerlas en su casa.
¿Qué mejor plan puede haber para instruir a tales personas que la
lectura regular de la Palabra de Dios? La congregación que poco oye de
la Biblia siempre corre el peligro de depender enteramente de su pastor.
Dios siempre debe hablar a la asamblea de su pueblo al igual que el
hombre18.

16
Note el lector que intencionalmente me abstengo de decir nada sobre este tema que se
presta a controversias sobre las oraciones públicas en la congregación, en el sentido si
debieran ser litúrgicas y ya preparadas o espontáneas. No lo menciono porque no lo
mencionan las Escrituras. Ni las liturgias ni las oraciones espontáneas son
expresamente sancionadas ni expresamente prohibidas en la Palabra de Dios.
Misericordiosamente se les da amplia libertad a las iglesias. Por un lado, opino que el
(supuesto) cristiano que… violenta a su hermano porque usa una liturgia es un fanático
ignorante. Por otro lado, opino que el (supuesto) cristiano que… excomulga a su
hermano porque no usa la liturgia es igualmente un fanático ignorante. ¡Ambos están
equivocados!
17
iglesia visible – Cuerpo local de los que profesan ser creyentes: “Todos en todo el mundo
que profesan la fe del evangelio y obediencia a Dios por Cristo conforme al mismo, que
no destruyen su propia profesión mediante errores fundamentales o conductas impías,
son y pueden ser llamados santos visibles; y de tales deben estar compuestas todas las
congregaciones locales” (Confesión Bautista de Fe de 1689 26.2, a su disposición en
CHAPEL LIBRARY). A menudo se contrasta con “iglesia invisible”, el cuerpo de los
verdaderos creyentes regenerados de todos los tiempos. “La iglesia católica o universal,
que (con respecto a la obra interna del Espíritu y la verdad de la gracia) puede llamarse
invisible, se compone del número completo de los electos que han sido, son o serán
reunidos en uno bajo Cristo, su cabeza; y es la esposa, el cuerpo, la plenitud de aquel
que llena todo en todos” (CBF 1689 26.1). La idea de una asamblea universal e invisible
y la de asambleas locales y visibles no deben llevarnos a pensar que son dos cuerpos
independientes; son simplemente dos maneras de ver una misma iglesia de la cual dijo
Jesús: “edificaré mi iglesia” (Mt. 16:18). Comprendemos que no todos nuestros lectores
coinciden con esta distinción.
18
No hay nada en la adoración pública de la iglesia anglicana que admiro tanto como la
gran cantidad de pasajes bíblicos que ordena leer en voz alta a sus miembros. Todo el

16
f. Alabanza
En la adoración pública integral tiene que haber alabanza pública
unida. Que esto era la costumbre entre los primeros cristianos es
evidente por las palabras de San Pablo a los Efesios y a los Colosenses, en
que recomendaba el uso de “salmos, con himnos y cánticos espirituales”
(Ef. 5:19; Col. 3:16). El hecho que fuera una costumbre tan prevalente
como para ser una sello distintivo de los primeros cristianos, es
sencillamente lo que muestra la historia. Plinio19 registra que cuando se
reunían “acostumbraban cantar un himno a Cristo como Dios”.
Nadie puede leer el Antiguo Testamento sin descubrir el lugar
extremadamente prominente de la alabanza en el Templo. ¿Quién puede
dudar que “el servicio del canto” (1 Cr. 6:31) era altamente estimado en
el Nuevo Testamento? La alabanza bien ha sido llamada la flor de toda
devoción. Es la parte de nuestra adoración que nunca morirá. Predicar,
orar y leer ya no se necesitarán, pero la alabanza seguirá para siempre.
La congregación que no participa de la alabanza o deja que se haga cargo
un coro, no puede considerarse en un estado satisfactorio.
g. El bautismo y la Cena del Señor
Por último, en la adoración pública integral tiene que haber una
práctica regular de los dos sacramentos que Cristo estableció en su
Iglesia. Por bautismo debieran agregarse continuamente nuevos
miembros a la congregación, e incluirse públicamente a la lista de
cristianos profesantes. Por la Cena del Señor, los creyentes tienen la
oportunidad de confesar a su Maestro y ser continuamente fortalecidos,
renovados y recordados de su sacrificio en la cruz. Creo, con toda
consideración a cuáqueros y hermanos libres, que nadie que descuida
estos dos sacramentos hubieran sido considerados cristianos por San
Pablo y San Pedro, San Santiago y San Juan.
Es indudable que como todas las demás cosas buenas [estos dos
sacramentos] pueden ser dolorosamente mal usados y profanados por
algunos y, por otros, supersticiosamente idolatrados. Pero al final de
cuentas, es imposible dejar de reconocer el hecho que el bautismo y la
Cena del Señor fueron ordenados por Cristo mismo como medios de

que va a la iglesia dos veces los domingos escucha dos capítulos del Antiguo Testamento
y dos del Nuevo además de salmos, epístolas y evangelios. Dudo que los miembros de
ninguna otra iglesia de la cristiandad oigan nada que se parezca a la misma proporción
de la Palabra de Dios.
19
Plinio el Viejo (Gaius Plinius Secundus, años 23-79) – Autor romano, naturalista y
filósofo al igual que comandante militar del Alto Imperio Romano.

17
gracia20 y no podemos dudar que quiso que fueran administrados
reverente y debidamente. Creo sin duda alguna que el hombre que
prefiere adorar a Dios por muchos años sin recibir el sacramento de la
Cena del Señor no sería considerado en plena comunión durante la
época de los Apóstoles.
Aconsejo a mis lectores que presten especial atención a estos siete
puntos, y los invito a considerarlos con cuidado. Es posible que pueda
haber dicho de ellos cosas con las cuales no coinciden algunos
cristianos. Yo no soy su juez; deben responder a su propio Maestro. Solo
puedo decirles, como hombre honesto, lo que me parece que enseñan las
Sagradas Escrituras. De ninguna manera quiero decir que nadie será
salvo que no ve a la adoración pública como la veo yo. No es lo que digo.
Pero sí digo que cualquier sistema regular de adoración pública que
no dé un lugar importante al día del Señor, al pastor, la predicación, la
oración, la lectura de las Escrituras, a la alabanza y a los dos
sacramentos me parecen deficientes e incompletos. Si asistimos a un
lugar de adoración donde cualquiera de estos siete puntos es descuidado,
creo que perdemos mucho y nos hacemos daño. Puede ser que andemos
bien, pero creo que podemos andar mejor. Opino que estas siete partes
de la adoración pública se destacan claramente en el Nuevo Testamento,
y claramente lo digo.

4. Cosas para evitar en la adoración pública


Procedo, en cuarto lugar, a mostrar algunas cosas que deben ser
evitadas en la adoración pública. Sé muy bien que en este mundo no hay
nada perfecto. Estoy seguro de que no hay iglesia visible alguna en que
no nos sería fácil encontrar faltas, defectos y deficiencias. El mejor culto
en la mejor iglesia visible en la tierra siempre estará infinitamente por
debajo de la norma de la Iglesia glorificada en el cielo. Admito, con dolor
y humillación, que en la fe, la esperanza, la vida y la adoración del pueblo
de Dios también abundan las imperfecciones. Separarse de la iglesia y
renunciar a ella porque notamos defectos en su administración no es la
actitud de un hombre sabio. Es olvidar la parábola del trigo y la cizaña
(Mt. 13:24-30).

20
medios de gracias – Cosas que Dios se complace en usar con el fin de lograr salvación y
santificación en el corazón humano, incluyendo la predicación de la Palabra, lectura y
estudio de la Biblia, oración, bautismo, la Cena del Señor, culto familiar, canto y
comunión fraternal.

18
Con todo esto, no puedo olvidar que estos son tiempos peligrosos en
lo que a adoración se refiere. Están sucediendo muchas cosas en muchas
iglesias y capillas inglesas en la actualidad que son tan censurables que
creo necesario dar algunas advertencias al respecto. Es imperativo que el
pastor hable de ellas. Si el atalaya guarda silencio, ¿cómo puede la ciudad
preparar su defensa? (Ez. 33:2-9). “Y si la trompeta diere sonido incierto,
¿quién se preparará para la batalla?” (1 Co. 14:8).
Existen tres grandes males en aumento en la adoración pública que
requieren atención especial en la actualidad. Creo que es un deber
positivo señalarlos. Necesitamos permanecer en guardia contra estos
males y cuidarnos de no infectar y dañar nuestras almas.
a. Desequilibrio entre las ordenanzas
En primer lugar, cuidado con cualquier adoración que da un honor
desproporcionado a una ordenanza de Cristo en detrimento de la otra.
Hay en este momento iglesias en las que el bautismo y la Cena del Señor,
como la vara de Aarón (Ex. 7:12), devoran todo lo demás en la religión.
Nada fuera de estas recibe mucha atención. La honra dada al bautisterio
y a la mesa del Señor acapara todo. En comparación, todo lo demás se
quita de su lugar, es eclipsado, minimizado y echado en un rincón. No
vacilo en decir que este tipo de adoración es inútil para el alma del
hombre. Cuando uno altera las proporciones de una receta médica puede
transformar el medicamento en veneno. Una vez enterrado el
cristianismo debajo del bautismo y la Cena del Señor, se destruye
completamente la idea correcta de la adoración cristiana.
b. Decoración excesiva
En segundo lugar, cuidémonos de cualquier adoración en que se usa
una cantidad excesiva de decoraciones y ornamentos. Hay en la
actualidad muchas iglesias en las que el culto divino es llevado a cabo
con tal cantidad de vestimentas llamativas de mal gusto, con encendido
de velas y ceremonias teatrales, que resulta contraproducente. La
sencillez debe ser la gran característica de la adoración
neotestamentaria. En toda circunstancia el uso de los ornamentos tiene
que reducirse a lo mínimo. Ni en los Evangelios ni en las Epístolas
encontramos ni la más mínima razón para un ceremonial ornamental, ni
símbolo alguno, excepto el agua, el pan y el vino. Sobre todo, la impiedad
inherente en la naturaleza humana es tal que nuestra mente es muy
pronta para dejar a un lado las cosas espirituales y enfocarse en cosas
visibles. Le guste o no, lo que el corazón del hombre necesita [que se le

19
enseñe] es la inutilidad de los adornos externos en menoscabo de la
gracia interior21.
c. Sacerdotes que parecen ofrecer sacrificios
Sobre todas las cosas, cuidémonos de toda adoración en que los
ministros usan la vestimenta de sacerdotes sacrificiales o actúan como si
lo fueran. Existen centenares de iglesias inglesas en la actualidad en que
la Cena del Señor se administra como un sacrificio y no como un
memorial (Lc. 22:19b) y el clero actúa prácticamente como mediadores
entre Dios y el hombre. Enseñan abiertamente que los elementos de la
Cena realmente se transforman en el cuerpo y la sangre de nuestro
Señor. La mesa del Señor es llamado altar. Los elementos consagrados
son tratados con idólatras reverencias, como si Dios mismo estuviera en
ellos en la forma de pan y vino. Se promueve el hábito de la confesión
privada al sacerdote y se insta a la gente a confesarse. Es imposible
concebir que tal adoración sea otra cosa que ofensiva a Dios. ¡Él es un
Dios celoso y no cede su honor a nadie!
El sacrificio de nuestro Señor Jesucristo en la cruz, una vez ofrecido,
no puede repetirse de ninguna manera ni en ningún sentido. Nunca ha
delegado su oficio de mediador y sacerdote a ningún hombre ni a
ninguna orden de hombres. No hay ni una palabra en los Hechos o las
Epístolas que muestre que los apóstoles alguna vez pretendieron ofrecer
sacrificios como sacerdotes, o hacer alguna oblación en la Cena del
Señor, o escuchar confesiones privadas y conferir absoluciones
judiciales. Seguramente ese simple hecho debería hacer pensar a los
hombres. ¡Cuidémonos del sacrificialismo, la misa y el confesionario!
Quiero levantar la voz de alarma contra las tres impiedades que
acabo de mencionar. Semejante adoración no es aceptable a los ojos de
Dios. Hombres astutos pueden ser muy convincentes al presionarnos.
Una adoración puede ser muy atractiva a la vista, el oído y la parte
sensual de nuestra naturaleza. Pero tiene un defecto fatal: no puede ser
defendida ni fundamentada con textos claros de las Escrituras. El
sacramentalismo, ceremonialismo y sacrificialismo no serán
encontrados en las Biblias profusamente leídas y sinceramente
interpretadas.

21
Los ritos pomposos han sido el gran motor con que el diablo ha engañado a las almas de
los hombres, convirtiendo la sencillez de la adoración divina en algo repugnante,
indigno de la majestad y excelencia de Dios (2 Co. 11:3). Los judíos no comprendían la
gloria del segundo templo en la presencia del Mesías porque no tenía la grandeza
esplendorosa del que había construido Salomón.

20
Si ninguna otra cosa nos abre los ojos, investiguemos las páginas de
la historia británica y veamos lo que nos dicen. De la adoración en que
los sacramentos, ceremonias, el sacerdotalismo22 y la misa son el
componente principal, Inglaterra ha tenido demasiado. Tal adoración fue
probada en el pasado durante siglos por la Iglesia de Roma anteriores a la
Reforma Protestante y fracasó rotundamente. Llenó al país de
superstición, ignorancia, formalismo e inmoralidad. No confortaba a
nadie, mucho menos santificaba a nadie, ni enaltecía a nadie [y] a nadie
ayudaba a llegar al cielo. ¡Convirtió a los sacerdotes en tiranos despóticos
y a la gente en esclavos inmundos!
¿Y volveremos a eso? ¡Dios no lo permita! ¿Volveremos a aceptar que
nos insistan incesantemente a participar en cultos en los que el
bautismo, la Cena del Señor, el poder del sacerdocio, la “presencia real”
de Cristo en la Eucaristía, la necesidad de decoraciones simbólicas, el
valor de las procesiones, los estandartes, los recuadros y luces del altar
son predominantes? Repito ¡Dios no lo permita! Todo el que ama su
alma retírese de semejante adoración y manténgase apartado de ella.
¡Evítela y aléjese de ella como lo haría de un veneno!

5. Análisis de la adoración pública


En último lugar, procederé a mostrar algunas pruebas a las que
nuestra adoración pública debe ser sometida. Es este un punto de
tremenda importancia, y uno que todo el que profesa ser cristiano
necesita encarar de frente. Demasiados son los que prefieren cortar el
nudo de todas las dificultades relacionadas con el tema que estamos
considerando haciendo referencia a sus propios sentimientos. Nos dirán
que no son teólogos, que no pretenden comprender la diferencia entre
una escuela de divinidad, y otra. Pero lo que sí saben es que la adoración
de la que participan los hace sentir mucho mejor por lo que no les cabe
duda de que está bien.
No estoy dispuesto a dejar que alguien así dé por terminado tan
fácilmente el tema de este escrito. No puedo olvidar que los sentimientos
en cuestiones religiosas son muy engañosos. Surge en algunas mentes
una especial emoción al escuchar música religiosa y ver espectáculos
religiosos que no es de ninguna manera devoción auténtica. Mientras
esta emoción persiste es muy fuerte y contagiosa; pero con la misma

22
Sacerdotalismo – Sistema católico romano con los que los sacerdotes representan a Dios
ante los hombres y a los hombres ante Dios, ignorando la verdad bíblica que los
creyentes del Nuevo Testamento tienen acceso directo a Dios y son hechos “un reino de
sacerdotes” y “real sacerdocio” (Ex. 19:6; 1 P. 2:9).

21
premura que aparece, así desaparece, y no deja ninguna impresión
permanente. Es solo una influencia sensual animal que el romanista
puede sentir por temporadas y, sin embargo, sigue siendo romanista
tanto en su doctrina como en la práctica.
a. Lo que afecta al corazón y la conciencia
La adoración espiritual auténtica afecta el corazón y la conciencia
del hombre. Le hace sentir vivamente lo pecaminoso del pecado y su
propia corrupción particular. Profundiza su humildad. Lo lleva a ser más
celoso con el cuidado de su vida interior. La adoración pública falsa,
como beber alcohol y masticar inhalar opio año tras año, va debilitando
su efecto. La adoración espiritual auténtica, como el alimento saludable,
lo fortalece y le hará crecer interiormente cada año.
b. La comunión con Cristo
La adoración espiritual auténtica produce una comunión íntima con
Jesucristo mismo. Lo eleva muy por encima de iglesias, ordenanzas y
pastores. Le hace sentir hambre y sed por ver al Rey. Cuanto más lee, ora
y alaba al Señor, más siente que nada fuera de Cristo alimenta la vida de
su alma y la comunión de su corazón con él (Jn. 6:55). En tiempos de
necesidad, el adorador falso recurre a ayudas externas, a pastores,
ordenanzas y sacramentos. El adorador auténtico se vuelve
instintivamente a Cristo simplemente por fe, tal como la aguja de la
brújula se vuelve al norte.
c. El incremento de conocimiento espiritual
La adoración espiritual auténtica incrementa continuamente el
conocimiento espiritual del hombre. Anualmente le proporciona hueso,
tendón, músculo y firmeza a su religión. El adorador auténtico va
conociendo más de sí mismo, de Dios, del cielo, del deber, de la doctrina,
la práctica y la experiencia. Su religión se torna viva y crece
constantemente. El adorador falso nunca va más allá de los viejos
principios carnales y elementales de su teología. Año tras año da vueltas
y vueltas como un caballo alrededor de la noria y, aunque mucho
trabaja, nunca avanza. Su religión es cosa muerta y no puede
incrementarse ni multiplicarse.
d. El aumento en santidad
La adoración espiritual auténtica aumenta continuamente la
santidad de la vida del hombre. Año tras año lo hace más cuidadoso con
su lengua, temperamento, tiempo y conducta en todas sus relaciones
interpersonales. La conciencia del adorador auténtico año tras año se va

22
sensibilizando más. Por el contrario, la conciencia del adorador falso se
cauteriza y año tras año más se endurece.
Muéstrenme la adoración que pasa la prueba del gran principio de
nuestro Señor: “Por sus frutos los conoceréis” (Mt. 7:20). Quiero ver la
adoración que santifica la vida, que hace que el hombre camine con Dios
y se deleite en su Ley, que lo eleva por sobre los temores del mundo y del
amor al mundo, que lo capacita para exhibir algo de la imagen de Dios y
de la semejanza de Dios ante sus prójimos, que lo hace justo, afectuoso,
puro, tierno, apacible, paciente, humilde, generoso y moderado. Esta es
la adoración que desciende del cielo y tiene el sello y la firma de Dios.
Independientemente de lo que digan los hombres, la gran prueba del
valor de cualquier tipo de adoración es el efecto que produce en la vida
de los adoradores. Algunos pueden decirnos que lo que llaman
ritualismo en la actualidad es el mejor modo de adorar a Dios. Pueden
despreciar el ceremonial sencillo y sin atavíos de las congregaciones
evangélicas. Pueden exaltar hasta el cielo la excelencia del ornato, las
decoraciones y el esplendor en nuestro servicio al Señor. A estos le digo
que el hombre cristiano dará prueba de lo que es su sistema favorito por
sus resultados. Mientras que los adoradores ritualistas se trasladen de
sus matines23 y las primeras comuniones y se vayan a las carreras y a las
óperas y oscilen entre el confesionario y el salón de baile, no se
sorprendan los defensores del ritualismo si creemos que la adoración
ritualista es de poco valor.
e. Conclusión
Consideremos la conclusión de todo el tema. La mejor adoración
pública es la que produce el mejor cristianismo individual. Los mejores
cultos de la iglesia para la congregación son los que hacen más santos a
los adoradores en su casa y en su privacidad. Si queremos saber si
nuestra propia adoración pública nos está haciendo bien,
comprobémoslo con estas preguntas: ¿Aviva nuestra conciencia? ¿Nos
conduce a Cristo? ¿Aumenta nuestro conocimiento? ¿Santifica nuestra
vida? Si lo hace, estemos seguros de que no tenemos ninguna razón para
avergonzarnos de nuestra adoración.
El día viene cuando habrá una congregación que nunca se
dispersará, un Día del Señor que nunca se dividirá, un canto de alabanza
que nunca cesará y una asamblea que nunca se dispersará. En esa
asamblea se encontrarán los que en la tierra han adorado a Dios en
espíritu (Fil. 3:3). Si eso hemos hecho, allí estaremos.

23
matines – Servicios de oración matutina programados en la Iglesia Anglicana.

23
Hasta que ese día llegue, a menudo adoraremos a Dios con un
profundo sentido de debilidad, corrupción e impotencia. En la adoración
celestial, podremos servirle finalmente con un cuerpo renovado, sin
cansancio y escucharle sin distraernos.
Aquí, en el mejor de los casos podemos ver como por un espejo,
oscuramente y conocer al Señor Jesucristo imperfectamente (1 Co.
13:12). Nuestro dolor es que no le conocemos mejor ni le amamos más.
Allá, libre de toda la escoria y corrupción del pecado que mora en
nosotros, veremos a Jesús tal como nos ha visto él y le conoceremos
como hemos sido conocidos (1 Jn. 3:2). Por cierto que si la fe ha sido
dulce y dado paz, mucho mejor será verlo.
Aquí, a veces nos ha sido difícil adorar a Dios con gozo por los
sufrimientos y las preocupaciones de este mundo. Las lágrimas vertidas
sobre las sepulturas de nuestros seres queridos han hecho difícil cantar
alabanzas. Las esperanzas perdidas y los sufrimientos familiares a veces
nos han llevado a querer colgar nuestras harpas en los sauces. Allá, toda
lágrima será secada, todo santo que ha dormido en Cristo se encontrará
una vez más con nosotros, y cada dificultad en el camino de su vida será
clara y luminosa como el sol del mediodía.
Aquí, a menudo nos hemos sentido que estamos comparativamente
solos, y que aun en la casa de Dios los adoradores realmente espirituales
son comparativamente pocos. Allá, veremos a una multitud de hermanos
y hermanas, imposibles de contar, todos de un mismo corazón y una
mente, todos libres de manchas, debilidades y enfermedades, todos
regocijándose a uno en un Salvador, y todos preparados para pasar la
eternidad alabando al Señor. Tendremos suficientes compañeros de
adoración en el cielo.
¡Armados con esperanzas como estas, levantemos nuestro corazón y
miremos hacia adelante! El tiempo es muy corto. “La noche está
avanzada, y se acerca el día” (Ro. 13:12). Contendamos ardientemente
por la fe que una vez fue dada a los santos (Jud. 1:3) y resistamos con
valentía todo esfuerzo por arruinar la adoración bíblica. Esforcémonos
intensamente por pasar la luz de la adoración del evangelio a los hijos de
nuestros hijos. “Porque aún un poquito, y el que ha de venir vendrá, y no
tardará” (He. 10:37). ¡Bienaventurados serán en aquel Día aquellos, y
solamente aquellos, que son encontrados adoradores auténticos, “que le
adoran, en espíritu y en verdad” (Jn. 4:24)!



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