Mario Laserna
Mario Laserna
Mario Laserna
MARIO LASERNA
1026
no para oponerse al cambio, sino para dirigirlo e integrarlo den-
tro de la unidad y la identidad nacionales. Ello supone un conoci-
miento de la naturaleza de los procesos socíales, una disposición
a estar atento a los ruidos y estremecimientos subterráneos; una
voluntad de salir a su encuentro, identificarlos y encauzarlos por
caminos constructivos o suministrarles válvulas de escape. Tal
labor de vigilancia es, naturalmente, inútil si se es prisionero de
dogmas, de filosofías cósmicas o de intereses de grupo.
El conservatismo es.la permanente vigilancia; la cuidadosa sub-
ordinación de la teoría a la realidad, de la doctrina a la práctica.
La sabia síntesis y reconciliación del individuo y la comunidad,
de la tradición y la libertad creativa; y ante todo, como decía Ta-
lleyrand: Todo, menos exceso. De ahí la necesidad de flexibilidad,
de relativismo, de soluciones transitorias; de un ejercicio de la
autoridad firme pero sin dogmatismo; de un respeto a los símbolos
de la unidad, continuidad y majestad de la nación, de aquello que
Walter Bagehot llama "el elemento de majestad en la constitución
británica", elemento sin el cual "la parte eficiente" no produciría
sus frutos. No represar tensiones en forma peligrosa; no intentar
congelar la historia, ya sea por medio de un régimen o de una teo-
ría, es el lema conservador. No dejar que se produzca la tensión, la
frustración masiva que incuba la violencia revolucionaria y la cual
muchas veces es el producto de una aceleración de cam bio impues-
ta desde afuera, por factores que no obedecen a una dinámica na-
cida en la identidad de cada nación y cultura. (ps. 14-15).
1027
La clase dirigente no puede convertirse en plutocracia
1028
Liberalismo y marxismo frustran al hombre
1029
ba", del "centenarismo republicano". Así el hombre individual de
cada época va estructurándose, adquiriendo su estilo humano, su
concepción del mundo tanto externo como interno, tanto del pa-
sadocomo del presente y el futuro, debido a la circunstancia de un
mundo que el hombre creativo hace surgir a su alrededor. Los he-
chos aislados, una cordillera, un océano, no existen sino en-fun-
ción de una "visión cultural" de quien los mira. Y los anteojos de
esa visión cultural los producen los pensadores, los artistas, los téc-
nicos, los caudillos, es decir, todo aquel que con su obra influye,
determina, condiciona nuestra manera de cobrar conciencia de la
naturaleza, de la comunidad o de nosotros mismos.
Una nación es, entonces, una conciencia colectiva, una visión del
mundo de la cual participa, en forma habitual, un sector más o me-
nos grande de la población. Son los valores del arte, de la ciencia,
de la técnica, de la vida en comunidad, de la religión y la moral los
que crean la unidad, en el sentido de pertenencia dentro de la con-
ciencia de los individuos. Claro está que la participación conscien te
en una determinada visión del mundo es distinta para los indivi-
duos y para los grupos o clases que componen la comunidad. Tam-
bién el grado de preferencia y de libertad para escoger y realizar
valores de un sector determinado, el estético, religioso, intelectual,
económico, o cualquier otro, varían de individuo a individuo, de
grupo a grupo, de edad a edad. Habrá sectores creativos y sectores
pasivos o contemplativos de la población. Habrá sectores de pobla-
ción en una etapa más avanzada o más retrasada, más culta o más
primitiva que otros. Sin intentar determinar éstas por medio de cri-
terios progresistas, como, por ejemplo, índices del consumo o de
circulación de periódicos.
1030
cuya única preocupación es trabajar como esclavo aunque ya sea
hombre libre. (ps. 63-65).
1031
tener su instrumento en condiciones de producir el más perfecto
resultado. Igual ocurre en un buen sistema de educación. Si el
alumno encuentra que sus estudios no requieren esfuerzo supremo
de concentración y voluntad, su rendimiento decae y nunca desa-
rrollará sus habilidades al máximo, j a ese máximo que produce
tanta satisfacción personal y que abre tantos caminos en la-vida!
Sin embargo, no sobra repetirlo, éste óptimo resultado no es el
mismo, mirado desde afuera, para todos los individuos. Dos estu-
diantes pueden dar máximo rendimiento sin que los resultados ex-
ternos sean idénticos. Mucho depende de la disposición innata de
cada cual, aunque es necesario admitir que muchas condiciones
juzgadas innatas no lo son en realidad y que, mediante estímulos
adecuados, no solamente la cantidad de conocimientos sino la ca-
pacidad de adquirirlos sufre considerables cambios.
1032
Solamente con una adecuada atención a ambos frentes se logra
un sistema educativo al servicio de la colectividad. Si se desatiende
el primer aspecto, o sea, el de hacer justicia a las capacidades y vo-
luntad de servicio de cada individuo, el sistema educacional produ-
cirá unas frustraciones individuales que a la larga pueden convertir-
se en un elemento básico de disturbio y agitación sociales. Por otro
lado, se disminuye el sentimiento de dignidad del trabajo y de la
responsabilidad que cada individuo tiene frente a la profesión o vo-
cación que ha elegido.
El Estado educador
1033
educador, adversario implacable de las fuerzas que mal-educan, es
el siguiente párrafo tomado de la Declaración doctrinaria del con-
servatismo antioqueño:
1034
el maestro de escuela, en fin, todos los elementos que constituyen
la población.
1035
tanto en los países industrializados como en los llamados "en vía
de desarrollo", este poder público posee un sólido vínculo con la
vida popular, con sus anhelos, su capacidad de acción, su dinámi-
ca histórica. Este vínculo es el partido político. El partido es quien
crea y moviliza la voluntad política de los pueblos hacia fines de-
terminados. El partido es o, mejor aún, debe ser quien hace funcio--
nar con eficacia y responsabilidad al poder público en cualquiera
de sus ramas e impide, gracias a su capacidad de .disciplina y auto--
crítica, los conflictos entre los distintos sectores u órganos del
poder. (p. 14).
El bien común
1036
ten ,naturalmente, estrechas vinculaciones. Pero su consideración
nos distraería de nuestro objetivo principal, y por eso la dejamos
a un lado.
1037
la ley y la justicia. Para satisfacer el ansia de ser vistos, de aparecer
en los periódicos, de ser notables, optaron por abrir los ojos y los
sentimientos del pueblo al hecho, también ignorado por ellos, de
que aquí no hay Estado, ni ideas, ni estructuras humanas, sociales
o políticas capaces de sacar al país adelante en un mundo tecnifi-
cado y en estado de rebelión. Las clases dirigentes ígnorarorr que
la sociedad que más responsabilidad, control de sí misma y madu-
rez de criterio exige es precisamente aquella sociedad en que unos
pocos instruyen y forman la opinión pública. (ps. 39-40).
1038
cas liberales, las cuales representan una formulación de este espíri-
tu y unos métodos para realizarlo, pero en ningún caso la única
formulación, ni -en mi opinión- los métodos más eficaces y
válidos.
1039
acepta datos absolutos sino que todo lo presenta como resultado
de un acto creativo de la conciencia humana, y del método cientí-
fico mismo. De esta manera tanto el hombre como el elemento
"uranio" vendrían a ser, dentro de un método filosófico único,
productos de la historia cultural y del desarrollo del método expe-
rimental matemático, respectivamente, el uno como objeto y suje-
to de la cultura, el otro como objeto del conocimiento científico.
Otra cosa sería decir -lo que sí es una verdad del tamaño de
una catedral- que la bondad o maldad del hombre individual están
condicionadas a la excelencia o mediocridad de la organización so-
1040
cial existente; que la libertad, la moral, el sentido de convivencia,
la capacidad de percibir valores, están, para su expresión concreta
y personal, condicionados al orden social en que vive. Tal verdad
ya la habían proclamado Platón, Aristóteles, Tomás Moro y mu-
chos otros; hasta que en los tiempos actuales, frente a la posición
liberal individualista, vino a ser re-descubierta y tergiversada por el
marxismo. (p. 50).
El conservatismo y la dimensión
metafísica del hombre
Por eso los países con conciencia histórica, con rica herencia
cultural son más resistentes al atractivo comunista, el cual ofrece
abundantes platos de lentejas a cambio de que el individuo renun-
cie a su herencia, a su tradición, a su historia. Por eso el comunis-
mo no es, a pesar de todo lo que se nos diga, únicamente o siquiera
primordialmente, un problema económico. Lo que sí es cierto es
que gran parte del atractivo comunista se basa en su promesa de
solucionar los problemas que giran alrededor de la seguridad eco-
nómica. (p. 51).
1041
Preservación de la unidad social
1042
La misión conservadora en materia política es: preservar la uni-
dad de la sociedad; defmir qué derechos, para determinado tiempo
y situación, forman parte del bien común; determinar la organiza-
ción estatal que garantiza que este bien común no sea ilusión sino
realidad; proceder a los actos de gobierno y de transformación so-
cial que esta realidad exige, sin olvidar la necesidad de un equili-
brio humanista protector del hombre. (ps. 52-53).
El Estado Nacional
Una concepción conservadora del Estado encierra dos caracte-
rísticas: es un Estado nacional, vale decir, que no está al servicio
de secta, grupo, raza o clase alguna, sino que sus deberes y benefi-
cios abarcan a toda la nación. Esto realiza la igualdad de los ciuda-
danos e incluye una conciencia clara de la continuidad de la histo-
ria, con un sentido de responsabilidad también frente al pasado y
al futuro. En segundo término, es un Estado nacionalista. Vale de-
cir que afirma, promueve y defiende los valores morales, biológicos
y culturales de una comunidad. Defiende la soberanía y la integri-
dad no solamente territorial sino económica y cultural de la na-
ción, sin perder conciencia de las condiciones del mundo moderno
y del deber de solidaridad internacional en pro de la paz y el bie-
nestar propio y ajeno.
De tal suerte que nuestra "sociología política" proviene no de
factores raciales o de "herencia individualista ibérica", sino de la
carencia de un concepto adecuado del Estado. De un Estado que
garantice a todos, no a los fuertes ni a los copartidarios, una cuota
suficiente de bien común. Solamente un Estado tal logrará conver-
tir nuestros debates electorales en discusiones propicias a la convi-
vencia y nuestra administración pública en un mecanismo de servi-
cio al ciudadano y no de favoritismo a los amigos o a los cómpli-
ces. y sin esto, ¿cómo pretender devolver al país su confianza,
crear consenso y cooperación, descubriendo un propósito nacio-
nal? (ps. 55-56).
Estado y arbitrariedad
Una de las causas por las cuales muchas personas temen un Es-
tado fuerte es por la llamada "arbitrariedad" a que puede haber
1043
lugar. Acepto la descripción del síntoma; entre nosotros la acción
del Estado está en gran parte teñida de arbitrariedad o de ineficacia.
Estado y centralismo
1044
.~.
\,
Lenguaje y libertad
1045
creando cultura, técnica, civilización. Así como hay necesidad de
crear palabras nuevas y de abandonar otras porque las relaciones
entre sociedad, individuo y cosmos lo requieren, también la liber-
tad sufre modificaciones sin que se altere su esencia: el derecho y
la facultad del hombre, como ser social, para responder ante los
valores que su conciencia le presenta. Porque así como no puede
haber física de los cuantos, o de la relatividad con vocabulario y
conceptos de la física de Aristóteles o de Galileo, tampoco puede
haber sociedad y hombre en el siglo XX con formas y normas de
convivencia y libertad de etapas históricas superadas. (p. 80).
1046
propósitos máxima productividad o maxuno poderío militar. La
persona humana es un fin en sí misma. No así la naturaleza física
o animal, la cual está para servir los fines del hombre; igual ocurre
con creaciones del espíritu como pueden ser los sistemas económi-
cos, políticos, o la verdad científica misma. En otras palabras, el
que la persona humana sea un fin en sí misma significa que los
principios y los sistemas que rigen una determinada sociedad están
para servir al hombre, y no el hombre para sacrificarse a ellos. Lo
que implica, dada la naturaleza social del hombre, que sistemas y
principios deben estar al servicio de la convivencia, cohesión y soli-
daridad sociales, ya que la desintegración de la comunidad equivale
a desintegrar a la persona humana misma. (ps. 90-91).
Despotismo y principios
1047
sonal de esta forma de atropellos al hombre atrae a las mentes
idealistas e ingenuas. Tercera: porque en los propagadores de tal
ideología es necesario reconocer, con frecuencia, una falta de
egoísmo y un deseo de servicio, los cuales, sin embargo, no com-
pensan el mal que causan. Cuarta: si se llegase al caso de fijar res-
ponsabilidades, ello sería muy difícil, lo cual implica que también
es muy difícil luchar contra un sistema de cuyo manejo no se pue-
de responsabilizar a beneficiario directo alguno. A nadie se oculta
que psicológicamente es más fácil culpar por cualquier abuso a
quien directamente se beneficia con el ejercicio de la autoridad,
que a quien solamente proclama la vigencia "eterna y absoluta de
los principios".
1048
principios se hicieron para servir al hombre, y no el hombre para
ser sacrificado a los principios. (ps. 94-95,98).
1049
rarquías, nuevas instituciones. Inclusive sin necesidad de abando-
nar viejos valores y más bien para preservar lo esencial de ellos se
crea la conciencia de la necesidad de una reforma estructural, de
nuevas maneras de concebir los derechos del individuo, el poder
de la autoridad, la dependencia de unos con otros, el ejercicio de
la libertad.
1050
ra", de un mundo subhumano o sobrehumano. Los conservadores
buscamos la libertad dentro de la vida social. Creemos, con Aristó-
teles, que el hombre es un animal social: es decir, que las formas
en que adquiere su dignidad y su libertad son formas sociales. Y
quien dice social va más allá de lo gregario y se sitúa en la dimen-
sión de la historia, de la acumulación y transmisión de formas de
vida, ideas e instituciones. Por eso las libertades de hoy no son las
mismas de ayer ni serán iguales a las de mañana. El hombre será el
responsable de cuáles libertades descarta y cuáles preserva. No por-
que 10 disponga una ley o un canon constitucional, sino porque sa-
be guiar los procesos y hechos sociales para que ciertas formas de
libertad especialmente deseables tengan larga vida y no desaparez-
can sepultadas bajo los cambios tecnológicos, la manipulación co-
mercial de la opinión pública o el incremento demográfico irres-
ponsable.
1051
rando así su unidad física y moral, su bienestar material y cultural,
su cohesión, desarrollo y armonía. La acción del Estado está deter-
minada, por lo tanto, en cuanto su extensión y límites, por el efi-
caz desempefio de su función de suprema expresión y voluntad
coordinadora de la unidad y capacidad del trabajo social para obte-
ner un medio ambiente favorable a la satisfacción de las necesida-
des materiales y no materiales de los miembros de una comunidad.
1052
o de instituciones del sector privado. La sociedad no es el resulta-
do de un pacto o contrato social en el cual cada individuo defien-
de, contra los demás, o por fuera del grupo su interés personal. Los
derechos del individuo no se dan por fuera de la existencia del gru-
po sino dentro de éste, como fruto del trabajo social, de la acción
colectiva, de la personalidad histórica de la colectividad. Esta per-
sonalidad colectiva histórica crea obligaciones y compromisos no
solamente con el presente sino también con el pasado y con el fu-
turo.
No se puede ni despreciar el pasado, expresión de una etapa de
control del medio, ni olvidar el futuro, la etapa por alcanzar. Una
comunidad es una dinámica consciente de acción frente al medio
para obtener mayor beneficio. El derecho del individuo, su liber-
tad, consiste en participar efectivamente de los frutos materiales y
culturales del trabajo social, del bien común. El Estado tiene obli-
gación tanto de buscar el aumento de ese bien común como de ve-
lar por su equitativa distribución. Debe evitar el deterioro de la
unidad y cohesión sociales resultante de una injusta distribución
de los beneficios obtenidos del trabajo social. Los métodos usados
por la acción estatal en defensa del bien común, varían de época
a época y de situación a situación; su meta última es siempre la
misma: el bien de la colectividad; un mayor control del medio; una
mayor eficacia del trabajo social.
El segundo aspecto de una posición conservadora ante los pro-
blemas de la Nación es la afirmación de que la sociedad desarrolla
su existencia dentro de un medio material del cual es necesario de-
rivar el sustento, las necesidades de consumo que el bienestar físi-
co de sus asociados requiere. Primero vivir y después filosofar. No
pensar que se puede tener grandeza cultural sin una base material
sólida que asegure el bienestar de todos los sectores de la sociedad
dándoles una equitativa y estimulante participación en el bien
común.
En el mundo moderno esta condición material de la sociedad
significa preparación técnica, organización del trabajo, capacidad
para afrontar la competencia internacional y preservar la identidad
de nación independiente. Esto requiere disciplina, coordinación,
paciencia y repartición de las obligaciones que el trabajo social de-
manda. Requiere no permitir que el nihilismo social, la anarquía o
1053
la angustia individual conduzcan a la destrucción implacable de
nuestros recursos naturales y humanos. Destrucción que hoy ve-
mos en la utilización de técnicas ineficientes en la agricultura, en
la aniquilación de abundantes recursos de suelos, forestales y mi-
neros, en el empleo de nuestro capital técnico para producir bie-
nes superfluos y aun periudiciales para el consumo mientras las
cosas básicas que aseguran la salud y el bienestar moral de un
pueblo quedan relegadas al olvido.
En tercer lugar, el conservatismo tiene una clara conciencia del
carácter histórico de la existencia social. Es dentro de un plantea-
miento conservador, concreto, preocupado de la realidad tal como
ella es, donde se establecen diagnósticos y fórmulas de acción
adecuadas a cada situación. Acción condicionada en su validez por
la relatividad de un proceso cambiante que no se deja encerrar en
fórmulas maestras sino que requiere una eterna vigilancia, una
constante preocupación, un sano escepticismo frente a sistemas
dogmáticos que expresan la conciencia y los problemas de una
época pero que no pueden pretender una validez que sobrepase las
circunstancias y problemas para los cuales fueron ideados.
Por eso todo lo social está sometido a una incesante revisión en
cuanto a métodos y validez de las realizaciones propuestas. Por eso
el conservatismo rechaza las fórmulas absolutas que tanto atraen
a las mentes radicales dispuestas a sacrificar todo por cumplir con
un formulismo vacío de contenido incapaz de aprehender la reali-
dad de la vida social e in telectual.
Cuando el conservatismo defiende la tradición, lo hace en el es-
píritu que dice Balfour da su alma a la Constitución británica, la
cual es la realización de muchos siglos de trabajo y esfuerzo y no
el resultado de una lucubración mental abstracta que pretende
ofrecer una panacea a todos los pueblos para todas las edades y cir-
cunstancias. Si el conservatismo afirma la tradición no es para con-
gelarse en ella sino para aprender de ella, para hacerla un espíritu
viviente. Para tomar de allí la orientación que ha de guiamos en el
presente hacia la realización de un futuro mejor; para lograr que se
transforme y se cambie mucho destruyendo muy poco. Esta es la
razón vital, de organismo social, que hace del conservatismo una
fuerza de cambio pero no de destrucción radical, hinchada de de-
magogia y rabachuelismo. (ps. 14-21).
1054
El bien común y la acción del poder público
1055
lismo, el cual, sin embargo, compromete una cantidad considerable
de las energías sociales. En algunos casos extremos, la mayoría. Es
decir, la democracia origina más problemas (en cuanto canaliza-
ción y aplicación de las energías sociales), de los que soluciona. Es
el caso de aquellos alimentos muy recomendados a las personas
gordas que para ser digeridos consumen más calorías de las-que
ellos mismos suministran; el organismo no se nutre a pesar de des-
plegar mucha actividad.
1056
El bien común abarca la producción, protección y reparto de
bienes cuyo origen es, esencialmente, resultado de la actividad so-
cial conjunta. Estos bienes son, por ejemplo, la justicia, la educa-
ción, la salud, la protección a la vejez, la oportunidad de trabajar
y descansar, la recreación, el derecho a tener familia y a satisfacer
sus múltiples necesidades.
La actividad social produce las oportunidades para que los indi-
viduos puedan disfru tar de los beneficios que forman el bien común.
Las instituciones políticas y estatales son las formas que una so-
ciedad adopta para lograr un máximo disfrute del bien común, del
poder de la comunidad para asumir control de su medio circundante.
1057
La libertad individual
1058
la conciencia del hombre es el siguiente: el medio de la ciudad es
un medio creado por el hombre mismo. Allí el hombre se enfrenta
a su propia obra y por lo tanto se crea a sí mismo.
Una situación en que están en juego los más altos valores huma-
nos, los más sutiles mecanismos de formar Caconciencia ciudadana,
1059
de transformar el alma nacional, se trata como un problema de
economía notarial de ineficacia o injusticia fiscal, de metros de
construcción.
1060
Si sobre principio tan sustantivo, elemental y claro reina armo-
nía entre letras divinas y humanas, ¿por qué somos testigos, con
alarmante frecuencia, de modos de pensar y obrar que contradicen
tan deslumbrante verdad? ¿Por qué presenciamos a diario impo-
nentes derroches de energía, idealismo y buena voluntad para im-
plantar principios y fórmulas, provocar hechos y situaciones cuya
finalidad es salvar o preservar entes míticos, fórmulas abstractas,
instituciones desusadas que en poco o nada se compadecen con el
status del hombre como Rey de la Creación?
La respuesta última y quizás única a este interrogante es: por-
que nos equivocamos sobre la realidad de la condición humana;
porque construímos nuestra idea del hombre, las instituciones que
configuran su vida, moldean su conciencia y guían su acción, a par-
tir de principios falsos, que desconocen su naturaleza.
La concepción individualista del hombre, nacida en el Siglo de
las Luces y en la cual se inspiraron nuestros próceres y que está en
la base de los llamados Derechos naturales del hombre y del ciuda-
dano, parte de la idea de que es posible precisar derechos y deberes
del hombre, es decir, defmir su naturaleza, suponiéndolo capaz de
existir en estado de Naturaleza, vale decir, con anterioridad a la
formación del grupo social.
El grupo no es entonces una entidad natural y primaria, sino na-
ce de un pacto social. Tiene, frente al individuo, un carácter deri-
vado, accesorio. Dentro de esta antropología individualista lo pri-
mario no es la comunidad sino el individuo. La comunidad no tie-
ne realidad propia; ella nace de una simple adición mecánica de in-
dividuos. Por lo tanto no existen "intereses de la comunidad" en
cuanto tal. Ni existen gestores o representantes del interés de la co-
munidad total. Solamente existen intereses de individuos.
1061
de la sociedad debe tener, necesariamente, consecuencias desastro-
sas. La sociedad se convierte en un compuesto mecánico de intere-
ses aislados, la mayor parte del tiempo, en situación de conflicto.
El Estado, el poder público, al no existir un bien propio de la co-
munidad (puesto que la comunidad, el grupo social en cuanto tal
no existe) se convierte no en defensor res publicae, sino en Estado
gendarme, y si se le presiona lo suficiente, en aliado de una de las
partes no por motivos de interés público sino como resultado lógi-
co del triunfo del interés particular más fuerte sobre el interés par-
ticular más débil (económicamente, racialmente, publicitariamente
o electoralmente).
1062
chos digan que "el problema del liberalismo moderno es proteger
los derechos e intereses de las minorías frente a la presión de las
mayorías". Dentro de una concepción individualista de la socie-
dad, cuando la vida pública y privada se reducen a un conflicto
permanente de intereses de grupos, es apenas natural que no se
conciba terreno propio a la acción del poder público distinto al de
gendarme. (p. 71).
1063
La nacionalidad, la paz racial y el desarraigo
1064
que caracteriza al negro, son elementos tan positivos, tan llenos de
simientes portadoras de valores humanos indiscutibles, como lo es
el carácter melancólico, contemplativo, enraizado en elementos an-
cestrales que distinguen al indio de la altiplanicie, o el recio indivi-
dualismo y sentido de poder y análisis, propios del temperamento
ibérico.
Quizá no sea aventurado decir que de todos los problemas de
carácter universal que inciden sobre la convivencia de los hombres,
y que han determinado y determinarán grados de malestar más o
menos agudos, no existe ninguno semejante al problema racial.
Gracias tanto a favorables determinantes geográficos, como a una
actitud consciente y perseverante de nuestras tradiciones morales y
religiosas, el problema racial no existe en estos países iberoameri-
canos, y por lo tanto no constituye un elemento perturbador a la
consolidación de las nacionalidades ibero-indoamericanas.
La paz racial lograda tanto entre grupos separados como a través
de una mezcla biológica que cada día cobra mayor aumento, es
hoy por hoy la más importante, cuando no la única contribución
significativa de Indoamérica al proceso de la historia universal. Pe-
ro lo interesante de esta integración racial consiste en el hecho de
que cada grupo conserva su actitud vital característica. Ello es lo
que le da su gran valor y lo que más debe movernos a conservarla.
Entre nosotros rige aún un proceso en el cual las diferencias es-
pecíficas a cada grupo racial se han visto preservadas y reforzadas
por factores ecológicos. Es evidentemente cierto que el rápido ade-
lanto material del país, impuesto por la adopción de técnicas y mé-
todos de trabajo y organización social originados en otras partes
del mundo, ha producido trastornos en nuestra evolución colectiva
y en la psicología de los individuos. Aquí -para usar una imagen
gráfica- se pasa del alpargate, la mula y el aguardiente al avión, la
vaca holstein y el whisky escocés, en un lapso que es casi medible
en horas. Esto origina un desarraigo en los individuos, un rompi-
miento de su armonía emotiva e intelectual que se manifiesta fre-
cuentemente en formas negativas de carácter, propicias a la agresi-
vidad, a la ausencia de solidaridad de unos con otros, y en general
a toda manifestación de inseguridad psíquica y de anarquía emo-
tiva: eso que popularmente diagnosticamos como "machismo" y
que sirve de base a esa criminalidad depravada y sui generis que
1065
azota algunas regiones del país. Pero debemos entender con toda
claridad que estas actitudes antisociales no forman parte del com-
plejo racial de la persona, sino que son causadas por el hecho de
que los individuos de cualquier raza son fácilmente víctimas de ta-
les impulsos antisociales, cuando se les desarraiga de lo suyo y se
les quiere adaptar en un período demasiado corto de tiempo a for-
mas de vida que les son extrañas. (ps. 97-102).
1066
Imitación de lo foráneo, desdeño de lo propio y la
autenticidad de los valores populares
1067
unidad nacional sobre la base de valores importados, ajenos a las
vivencias aborígenes, no se distingue, en 10 esencial, de una unidad
nacional obtenida por medio de un sistema socio-económico y po-
lítico similar al que promueve la ideología comunista. Porque pre-
cisamente ha sido el marxismo el que en forma más directa y cons-
ciente promueve una solidaridad de los hombres entre sí, como re-
sultante de un determinismo originado en el proceso económico.
Lo común a ambos sistemas, el capitalista que atomiza las socieda-
des y el marxista que promete devolverle su cohesión y su unidad,
es la extirpación de las raíces instintivas nutridas en valores racia-
les, ancestrales y ecológicos.
1068
rior a aquélla. El error está en suponer que es posible establecer
una escala objetiva de valoración para esta clase de objetos o fenó-
menos. La validez de ellos, su importancia y significado reside pre-
cisamente en que solamente tienen valor para una comunidad de-
terminada. Su verdad es inseparable de la función que cumplen en
la vida afectiva, en la organización y humanización de los indivi-
duos que los aceptan y viven, en su capacidad de crear solidaridad,
convivencia y plenitud. Lo equivocado no es el puesto que se atri-
buye a lo nacional-popular en una jerarquía platónica de valores
supranacionales, sino la creencia de que una tal escala de valores
es posible o tiene aplicación.
1069
lo prestan el Estado o los particulares (como en el caso de los cines
o los taxis) no es lo esencial. Lo importante es que el derecho al
uso, sin necesidad de adquirir la propiedad, sea posible para las
grandes mayorías. Esto sí disminuye la angustia del consumidor,
angustia que tan sólo representa una de las causas de agresividad y
constituye una de sus pistas de lanzamiento.
1070
mo individualista o del estatismo colectivista. Es indispensable dar-
le a la acción política un contenido positivo. (ps. 355-356).
1071
Si haciendo honor a la tradición platónica que considera al polí-
tico como el médico del cuerpo social, pretendiéramos defmir y
precisar la posición y el método conservador, diríamos: la sociedad
es un organismo vivo cuyas reacciones y manifestaciones dependen
de circunstancias que van cambiando de una época a otra. No es
posible predecir en forma absoluta, de antemano, cómo reacciona-
rá el organismo social ante determinados hechos y circunstancias.
(ps. 358-359).
1072
dirigido por la burocracia e inspirado por el partido comunista. A
su vez éste toma sus directrices y sus ideales humanos de la filoso-
fía marxista-leninista con todo lo que ello implica de enraizamien-
to en las circunstancias de la conciencia occidental en el siglo XIX
y a comienzos del presente. Al crear esta inmensa maquinaria de
control social y colocarla en manos del Estado, el socialismo quizá
corrigió situaciones y problemas que habían producido el modelo
liberal individualista, pero no duda de que desató otras fuerzas y
otros procesos igualmente amenazantes y nocivos para el hombre,
tal como lo concibe la tradición humanista. Este es el origen de las
protestas y de la insatisfacción que ha producido el modelo socia-
lista. (ps. 359-360).
1073
Dentro de las posibles combinaciones y relaciones de los dos
sectores que componen la colectividad falta hablar de la fórmula
conservadora:
1074
ses, falla o da su veredicto en favor del Estado, y en contra del in-
dividuo .
. La posi~ión conservadora consiste en NO considerar que la so-
ciedad encierra una contradicción esencial o inherente a su natura-
leza. ~e reconoce, claro ~stá, que existen co~flictos, tensiones y an-
tagonismo s, pero ellos tienen un caracter circunstancial. Bien diri-
gidos, entendidos en su estructura funcional, ellos pueden o deben
resultar en beneficio de la colectividad. La esencia del pluralismo
en los centros de decisión y ejecución; la variedad en las aspiracio-
nes y modo de vida de los individuos; la diferencia en capacidades·
en dinamismo, en posición personal, no tienen por qué ser nocivas
en forma inmodificable a la sociedad. El buen gobierno consiste
precisamente en buscar la armonía de estas fuerzas para promover
el bienestar de los asociados.
Finalmente, deseo referirme a ciertos aspectos de ese tercer mo-
delo que está emergiendo en el horizonte histórico. En ningún ca-
so se trata de una simple proporción aritmética entre capitalismo y
socialismo. Se trata de un tercer modelo que supera y sintetiza a
los dos anteriores, negándolos, pero con un criterio de superación
histórica y no de simple negación lógica. Los modelos que preten-
den simplemente hacer una mezcla aritmética entre una concep-
ción y otra, no tienen el carácter de síntesis histórica. Ellos son tan
sólo lucubraciones un: poco ingeniosas, pero que no consultan la
dialéctica misma de los hechos. Por eso no se puede en una forma
defmida anticipar las características de ese tercer modelo. Ellas no
han surgido aún dentro de la historia y no se trata de hacer especu-
laciones a lo Julio Verne en materia histórico-social. Solamente los
hechos mismos al crear la realidad histórica van constituyendo y
dando forma a los ingredientes de ese tercer modelo. Lo que sí
creo que se puede decir desde ahora es que el tercer modelo signi-
fica otra manera de buscar la "socialización" del hombre. Cuando
hablo de la socialización del hombre no aludo con ello al sistema
llamado socialista. En otras palabras, el sistema llamado individua-
lista-racionalista también fue una manera de socializar al hombre.
Los conocedores de la teoría del contrato social, tal como ella se
formula en Hobbes, o en Locke, o en Rousseau, saben muy bien
que todos estos modelos de "contrato social" pretendían explicar
el hecho social a partir de un llamado "estado de naturaleza". Allí
la existencia del hombre era individual y solitaria, anterior a la for-
1075
mación de la sociedad misma. El Contrato social servía como ma-
nera de explicar cómo a partir de individuos aislados se llegaba a
la existencia de comunidades humanas. Según las modalidades del
estado de naturaleza, de la forma como existía el hombre con an-
terioridad a la comunidad se deducía la manera en que el contrato
social se llevaba a cabo y cuáles eran sus efectos en la existencia
humana socializada. Sin entrar en detalles sobre esto, 10 fundamen-
tal para nuestra discusión consiste en darse plena cuenta de que el
esquema "contrato social" es un medio para "socializar" al indivi-
duo. Leyendo el discurso de Rousseau sobre "Los orígenes de la
desigualdad entre los hombres", se ve este proceso más claramente
que en el mismo Contrato social, obra que se considera la básica
para entender el concepto roussoniano. Pero no es así. Los proble-
mas que plantea Rousseau en su obra El contrato social son de un
carácter muy especial y no explican en forma suficientemente cla-
ra el proceso que conduce del individualismo social a la solidari-
dad ciudadana dentro del grupo social constituído.
El siglo XIX empezó a darse cuenta de que el esquema "contra-
to social" formulado en diversos autores para socializar al.indivi-
duo no era satisfactorio. Ahí empezó la crítica a la democracia li-
beral individualista. Se trataba de encontrar un nuevo esquema pa-
ra explicar la sociabilidad del individuo. O sea, cómo dentro del
grupo social cada individuo podía satisfacer un cierto número de
aspiraciones básicas sin destruír las diversas modalidades de la
existencia colectiva. Las doctrinas socialistas del siglo XIX repre-
sentan una alternativa a la formulación contrato social para expli-
car la existencia social del hombre. Es conveniente recordar que
para los griegos y especialmente para Aristóteles, la sociabilidad
del hombre era un hecho "natural". De ahí su célebre expresión
de que el hombre es el animal político, el ser social por naturale-
za, el zoon politikon. Pero al plantearse, a través de los esquemas
diferentes de contrato social, diversas maneras de hacer al hombre
sociable, las teorías del siglo XIX tenían que dar un esquema teó-
rico de cómo se realizaba y sistematizaba ese carácter social del
individuo. Estos fueron los diferentes esquemas socialistas. El más
célebre de ellos es, sin lugar a dudas, el formulado por Marx y sus
amigos, y perfeccionado luego por Lenin y sus seguidores.
El problema actual está en saber si los dos únicos esquemas posi-
bles que permiten llevar a cabo la socialización del individuo son el
1076
liberal individualista, o el marxista-leninista. Me parece que cientí-
ficamente no es posible sostener este exclusivismo de los dos mo-
delos históricamente planteados. Entre otras cosas porque, refi-
riéndome al primer punto de esta exposición, estos dos modelos
están relacionados entre sí a través de su secuencia histórica. Repi-
to que al tratarse de comunidades que no han pasado por el mode-
lo de socialización tipo contrato social, es posible que se encuentre
una alternativa diferente a la marxista-leninista clásica. Quizás ahí
esté en parte la importancia histórica del maoismo para la teoría
de los modelos sociales. Allí se opera sobre un pueblo que nunca
fue individualista en el sentido europeo. Entonces su modelo de
"socialización del individuo" no tiene por qué limitarse a una res-
puesta y a una superación del individualista occidental. Por otro
lado, esto nos indica las limitaciones que el maoismo tendría para
ser adoptado a escala universal. Es un modelo nacido sobre una
circunstancia histórica propia y debemos evitar frente a él el error
de 10 concreto-abstracto, o sea desconocer que la realidad es un
proceso dialéctico.
1077
del primer sistema tenga la sabiduría, la prudencia o el escepticis-
mo necesario para no dejarse llevar al segundo modelo, cuyos de-
fectos también cada día van apareciendo más nítidamente.
1078
la primacía de las decisiones del poder público. A éste le toca defi-
nir o captar las metas generales y más elevadas de la vida social y al
mismo tiempo fijar el enmarcamiento jurídico y de autoridad que
permite a los particulares actuar con miras a la realización de estas
metas. El sector privado no es el llamado a fijar tales principios ge-
nerales, puesto que él debe actuar dentro de un esquema de inte-
reses particulares sujetos, claro está, a las finalidades sociales.
1079
gicos, pues de lo contrario ello lleva al trastorno de la estabilidad
social. No debe estimularse una sicología de buscadores de status
dentro de una concepción competitiva individualista y francamen-
te contraria a los intereses de cierta solidaridad social.
1080
men de disciplina y de trabajo organizado. El fomento de la em-
presa agrícola requiere no solamente dar estabilidad a las ya exis-
tentes sino también exigirles una capacidad de expansión y multi-
plicación de su actividad en otros sectores del país y con nuevos
sectores de población.
1081
dió la imaginación de nuestros libertadores y sus sucesores, porque
en él se enfrenta al individuo contra la comunidad. El hombre es
bueno y la sociedad lo corrompe, nos predica el sentimental gine-
brino. Para Hobbes, la sociedad redime al hombre de su estado na-
tural de temor y violencia. Para Locke, el pacto social le produce
buen dividendo, pues le permite disfrutar con razonables garantías
de su vida, su honra y su propiedad. En cambio, para el entusiasta
admirador de los nobles salvajes que poblaban los bosques de la le-
jana América, la sociedad, la autoridad, el orden, la ley, son los
enemigos de la dignidad, de la libertad y de la felicidad del indivi-
duo. Leed, os suplico, el ensayo de Rousseau sobre "los orígenes
de la desigualdad entre los hombres". Poco importa que dos déca-
das más tarde el mismo Rousseau hubiese inventado la sociedad
totalitaria-leninista en su Contrato social. Esto ni fue entendido en
su época, ni influyó en su legado revolucionario para el Nuevo
Mundo. La teoría del contrato social sirvió para golpear y destruír
las pretensiones de los monarcas, y nadie se preocupó, a lo menos
entre los revolucionarios, de los males que causaba a los sentimien-
tos de cohesión y solidaridad sociales. A quienes no solamen te se
dieron cuenta sino que advirtieron los peligros que tal visión encie-
rra se les empezó a tildar de "conservadores".
1082
canees y modalidades son bien diferentes de los que surgen del en-
gendro individualista-racionalista.
1083
Claro está que en la filosofía occidental la razón, el logos ocupa-
ban un lugar centralísimo y respetado. Era, sin embargo, un logos
adaptado a la realidad en sus múltiples aspectos. La ilustración,
hipnotizada por el éxito del logos galileano-newtoniano en el do-
minio de la naturaleza física intenta construír toda la realidad so-
bre tal fundamento: las matemáticas. Surge así, una novedosa y
brillante ecuación que arrasa con todo lo que se le oponga, nace en
el pensamiento europeo: razón-realidad-matemáticas. No intentaré
explicar los intríngulis de tan luminosa ecuación, pero sí anotaré
de manera breve y hasta dogmática algunos de sus efectos más im-
portantes: la realidad queda restringida a una de sus opciones, o
sea lo matema tizable. Lo vital, el sentimiento, la libertad, el orga-
nismo, incluyendo el humano, pierden su importancia y se convier-
ten en meros apéndices o fantasmas de una realidad única, abstrac-
ta, racional y universal. Afirmar que los conflictos más dramáticos
y opacos, inaccesibles a la razón del mundo actual, tienen su ori-
gen en esta decisión de remplazar al Dios viviente de Abraham,
Isaac y Jacob por la diosa razón, es no solamente algo perogrulles-
co sino que constituye un ejemplo de eso que los ingleses llaman
un understatement.
1084
tud de "inmaterialidad" del hombre, y por eso ataca el materialis-
mo omnipresente y grosero. Pero es que existen materialismos más
refinados, de origen racionalista totalmente abstractos y descono-
cedores de la realidad orgánica. De ahí su peligro. Y como advería
Pascal, refiriéndose a ciertas formas de espiritualismo: El que bus-
ca el ángel, encuentra la bestia. Cuán diferentes hubieran sido en
nuestro continente las constituciones si esta sentencia hubiese sido
tomada en cuenta.
A pesar de lo que se diga, la diosa razón continúa arrasando y
azotando naciones y personas. Quién me negará que en la época
democrática y republicana que vivimos tomando en cuenta las in-
mensas posibilidades de la técnica y la ciencia modernas, existe un
mayor desconocimiento en materia urbanística, cultural y socio-
política que en la ciudad decimonónica con sus plazas, parques,
tierras, ejidades y fuentes públicas. Cada día la comunidad, en
cuanto tal, atiende menos, dada su riqueza, las necesidades orgáni-
cas del individuo. Los fuertes se defienden, claro está.
Para eso es la fuerza. ¿Pero los débiles, los pacíficos? Que Dios
los proteja ¿La rebeldía, a escala universal, contra los llamados va-
lores racionales y del espíritu no se deberá a esta corrupción ange-
lical de la sociedad? ¿En todas sus formas y estamentos?
Bien, he enumerado algunos de los principios básicos del libera-
lismo señalando las objeciones que les formula el pensamiento con-
servador. Brevemente y para terminar sacaré algunas consecuencias:
1085
Por eso somos presa agonizante de esa mentalidad anti-comunitaria
de "sálvese quien pueda". Respetuosamente afirmo que esa puede
ser una actitud liberal-individualista adornada con toda la retórica
de los Derechos del hombre y del ciudadano. Pero, pienso yo, esa
no es una idea conservadora.
1086
de una comunidad cuyo cuidado y buen gobierno es norte y guía
del ejercicio del poder público. No así los principios liberales que
niegan la existencia originaria y esencial del grupo social sobre la
base de la nefasta doctrina del contrato social y de un Estado de
naturaleza anterior a la realidad del grupo o clan familiar. Estado
de naturaleza que ha inspirado la fantasía de muchos hasta llevar-
los a decir con Juan Jacobo: ¡Sólo el hombre aislado es bueno!
¡La sociedad lo corrompe!
1087
precarias de vida que el ahorro sistemático y una ética del traba-
jo, consustanciales al antioqueño y a sus descendientes, han lo-
grado establecer y convertir en norma de vida. Las instituciones
del Municipio y la vereda, en materia educativa, sanitaria, de em-
pleo, o de simple administración de las leyes se vieron desborda-
das por el aumento de población. En otras palabras, las condiciones
institucionales que educan en la sociabilidad al individuo, perdie-
ron su operatividad y eficacia.
1088
autoridades de un partido favorecen a los propios copartidarios y
no al adversario. En el fondo, entonces, en cada municipio o re-
gión existían dos nacionalidades, la una liberal, y la otra conserva-
dora. El Frente Nacional tomó en cuenta estas motivaciones que
hacían del poder público un botín de guerra, para establecer la
paridad en los puestos públicos. El remedio fue efectivo por lo
menos a este nivel del problema.
Obras
Obras en colaboración
1089
Bases para la nueva plataforma social del partido. Ediciones
Centro de Estudios Colombianos, Bogotá, Ediciones Tercer
Mundo, 277 ps. (Véase El problema social y político de los ser-
vicios pú blicos, ps. 133-148).
Ensayos
Artículos
1090
Editoriales
Carta
Separata
1091