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Guión

a. oración inicial
Hola hermanos y hermanas, bienvenidos a este momento
de oración, le pedimos al señor por intercesión de Santiago
apóstol y de la santísima virgen maría en su advocación de
nuestra señora del pilar, nos ayude a que este momento lo
realicemos con provecho y edificación.
Los invito a que nos reunamos en el nombre del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo.
Ven Espíritu Santo, ven por intercesión de nuestra señora
del pilar y de Santiago apóstol.
Canto: Santiago apostol.
Oración:

Gloriosísimo Santiago el Mayor,


padre de infinitos mártires y santos,
aclamado por todos como Apóstol de la Paz,
a quien se le da enormemente las gracias
en todas las naciones, en cualquier parte y lugar,
que fuiste recompensado con un trono Celestial
por tu amor y obediencia al Señor,
¡ruega por nosotros!

Santiago gran defensor de la fe,


que dejando todo, familia y trabajo,
despreciando lo que el mundo te ofrecía,
a la primera llamada respondiste con un ¡sí!
y seguiste a Jesús incondicionalmente,
incluso antes de ser testigo de sus milagros,
que con tu predicación convertiste a tantos,
ya a muchos más ganaste para mayor gloria del Señor,
hoy te invocamos con fe y confianza,
escucha nuestra súplica, danos tu ayuda y bendición.

Tú que saliste victorioso de la batalla que libraste


contra las legiones de demonios,
contra magos y hechiceros,
y contra todos los poderes de la oscuridad,
préstanos tu brazo poderoso
y líbranos de toda envidia, de todo enemigo y del
mal.

Glorioso Santiago,
tú que das alivio y esperanza
a los que están lejos de su país,
que manifiestas tu intercesión
restableciendo rápido la salud de los enfermos,
que eres liberador de los que padecen
cualquier clase de esclavitud,
que eres defensor de los que injustamente son
tratados
y eres consuelo de los afligidos y necesitados,
intercede ante Dios para que podamos obtener
la perseverancia en nuestras vocaciones y el fin de
esta pandemia.

Santo Apóstol Santiago, ante ti suplicamos tu


intercesión
para pedirte protección por el peregrino, los
enfermos, sus cuidadores,
y ante las adversidades del Camino de la vida. A los
moribundos
dales la Paz y tu infinita bondad en su nuevo Camino
hacia la eternidad.

Por Jesucristo nuestro Señor.

Amén.

b. biblia. Pequeña reflexión


la siguiente reflexión es tomada de una audiencia general
del papa Benedicto XVI.

Santiago el Mayor

Las listas  bíblicas de los Doce mencionan dos personas


con este nombre:  Santiago, el hijo de Zebedeo, y
Santiago, el hijo de Alfeo (cf. Mc 3, 17-18; Mt 10, 2-3),
que por lo general se distinguen con los apelativos de
Santiago el Mayor y Santiago el Menor. Ciertamente,
estas designaciones no pretenden medir su santidad,
sino sólo constatar la diversa importancia que reciben
en los escritos del Nuevo Testamento y, en particular,
en el marco de la vida terrena de Jesús. Hoy
dedicamos nuestra atención al primero de estos dos
personajes homónimos.

, El apóstol así llamado es hermano de Juan, y en las


listas a las que nos hemos referido ocupa el segundo
lugar inmediatamente después de Pedro, como en el
evangelio según san Marcos (cf. Mc 3, 17), o el tercer
lugar después de Pedro y Andrés en los evangelios
según san Mateo (cf. Mt 10, 2) y san Lucas (cf. Lc 6,
14), mientras que en los Hechos de los Apóstoles es
mencionado después de Pedro y Juan (cf.  Hch 1, 13).
Este Santiago, juntamente con Pedro y Juan, pertenece
al grupo de los tres discípulos privilegiados que fueron
admitidos por Jesús a los momentos importantes de su
vida.

Santiago pudo participar, juntamente con Pedro y


Juan, en el momento de la agonía de Jesús en el
huerto de Getsemaní y en el acontecimiento de la
Transfiguración de Jesús. Se trata, por tanto, de
situaciones muy diversas entre sí:  en un caso,
Santiago, con los otros dos Apóstoles, experimenta la
gloria del Señor, lo ve conversando con Moisés y Elías,
y ve cómo se trasluce el esplendor divino en Jesús; en
el otro, se encuentra ante el sufrimiento y la
humillación, ve con sus propios ojos cómo el Hijo de
Dios se humilla haciéndose obediente hasta la muerte.

Ciertamente, la segunda experiencia constituyó para él


una ocasión de maduración en la fe, para corregir la
interpretación unilateral, triunfalista, de la primera: 
tuvo que vislumbrar que el Mesías, esperado por el
pueblo judío como un triunfador, en realidad no

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