Rio Abierto Encuadree, Acompañamiento, Vinculo
Rio Abierto Encuadree, Acompañamiento, Vinculo
Rio Abierto Encuadree, Acompañamiento, Vinculo
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Diccionario de la Real Academia Española (1956).
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Revista de Psicoanálisis, T XXIV, Nº 2, pág. 241. (1967).
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las constantes de un fenómeno, un método o una técnica y el proceso al conjunto
de variables”. Refiere que “para que se comprenda un proceso solo puede ser
investigado si se mantienen las mismas constantes (encuadre)”.
Al respecto Zack17 manifiesta: “Utilizo la noción de encuadre para
referirme al conjunto de estipulaciones, explícitas o implícitas, que aseguran,
por un lado, un mínimo de interferencias a las actividades que se desarrollan
entre paciente y analista y por otro, un máximo de utilidad al analista para
la realización de estimaciones diagnósticas y/o pronósticos. Para que las
estipulaciones del encuadre aseguren efectivamente lo que pretenden asegurar,
deben ser, como es obvio, constantes; en el sentido de que se mantienen en forma
invariante en una determinada situación”.
El encuadre delimita el marco que permitirá apreciar la forma en que se
da un proceso en un trasfondo constante. Podemos preguntarnos entonces,
¿cuáles son estas constantes? Bleger en su artículo dirá “… dentro del encuadre
psicoanalítico incluimos el rol del analista, el conjunto de factores de espacio
(ambiente) temporales y la parte técnica (en la que se incluye el establecimiento y
mantenimiento de horarios, honorarios, interrupciones regladas, etc.)”. Son estas
mismas variables las que debemos fijar en el acompañamiento y que darán
marco y sostén al dispositivo del acompañamiento.
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como puede ser la de habitar un vínculo en una pareja o una familia,
una institución, un tratamiento psicoanalítico u otros. Cualquier
actividad humana en el campo de la cultura re quiere, desde su misma
definición una zona delimitada entre lo prescrito y lo prohibido. La
tarea habrá de ceñirse a un principio que atañe al conjunto, y no al
deseo y la voluntad de uno solo por sobre el de los otros.”
Siguiendo a estos autores podemos pensar que todos los
conjuntos se regulan por un encuadre dado por las estipulaciones
que coadyuvan a su funcionamiento. Desde allí se puede conside-
rar qué es y cómo se valora su cumplimiento o así también su
trasgresión. Si no hay una pauta establecida, una constante, no
podremos entender como trasgresión su movimiento.
“El encuadre tiene varias razones: una es de tipo científico y se
refiere a las condiciones de máximo rigor posible para realizar una
observación dada: tratar de tornar constantes algunos elementos,
dando así lugar al despliegue de las variables, que para nuestra tarea es
el proceso psicoanalítico20. También hay una razón práctica, que es la
de proteger tanto al paciente como al analista21 del surgimiento de cualquier
tipo de arbitrariedad dependiente del deseo de uno o de otro. Constituye un
recurso de profundo respeto al tiempo y el espacio de cada uno, de modo de dar
un marco compartido para asegurar la posibilidad de entrar y, especialmente, de
salir del proceso regresivo propio de la sesión22. Protege al paciente de las incur-
siones regresivas de su analista y de sus propias ramificaciones inconscientes
puestas en juego por la contratransferencia, y protege al analista del invasor
amor de transferencia. Como se desprende de estas razones, contiene un fuerte
principio ético basado en la solidaridad, en la defensa contra la arbitrariedad
de los “mejores” deseos, pero deseos al fin, que pujan con su fuerte tendencia a
ser cumplidos.” 23
Tomo estas palabras pues me parecen fundamentales en el
acompañamiento donde no hay un entorno que nos ampare en su
estructura; cuando trabajamos como at estamos solos en los espacios de
circulación del paciente, ya sea su casa, la calle y en diferentes situaciones.
El encuadre se convierte en una herramienta fundamental que nos protege
principalmente de la arbitrariedad del deseo, de la buena voluntad, de
20
El proceso terapéutico, diríamos nosotros, que permite diferenciar cualquier compañía
de lo que es un acompañamiento terapéutico.
21
Al acompañamiento terapéutico, en nuestro caso.
22
Nosotros pensaríamos el proceso regresivo de la patología severa así como el tratamiento
terapéutico.
23
Berenstein I.; Puget J. Lo vincular (1997) Cap. IV “El encuadre”.
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los embates de la transferencia y la contratransferencia; imprime una
condición de profundo respeto por el otro, por la subjetividad y por el
proceso terapéutico.
El encuadre, una vez delimitado, marcará el contexto en el que se
desarrollará el vínculo. Cuando el encuadre habla, cuando se rompe, lo
invisible se vuelve visible develando distintas situaciones de la trama
vincular at – paciente. Podremos entender estas rupturas como el idioma
en el que se expresa el vínculo y en ese contexto podremos interpretar lo
sucedido ya sea como un acting-out, como resistencia, como síntoma a ser
develado, etc.
Cuando el encuadre se mantiene estable instaura las condiciones para
que se desarrolle el proceso; Bleger24 sostiene “La simbiosis con la madre (la
inmovilización del no-yo) permite al niño el desarrollo de su yo; el encuadre
tiene la misma función: sirve de sostén, de marco pero solo le alcanzamos a ver
-por ahora- cuando cambia o se rompe.”
Avenburg25, reflexionando sobre el uso del encuadre dice:
“Lo que trato de lograr en el tratamiento psicoanalítico, como en cualquier
actividad, es el logro de un equilibrio básico compatible con el trabajo a
realizar; este estado de equilibrio es peculiar a cada situación y es también
cambiante aunque se trate de mantener el trabajo bajo un mínimo de
tensiones. Hay momentos en que esa constancia se pierde, en que uno siente
que se le mueve todo el piso y tiene la sensación de que no sabe dónde hacer pie:
normalmente ese estado es temporario y en el caso que no lo fuera y no se logre
con el psicoanálisis ese equilibrio mínimo compatible con el tratamiento, habrá
que recurrir a otros medios, como la medicación o la internación y, en algunos
casos, por ejemplo si no se logra el ritmo mínimo de las sesiones que haga posible
el tratamiento, interrumpirlo. Es en estos casos de pérdida de marco donde el
término encuadrar (como verbo) adquiere sentido”.
El encuadre pone un límite tanto al acompañante como al
paciente en el respeto al otro, este límite también debe ser pensa-
do en la singularidad de cada caso. Avenburg señala: “armamos el
encuadre en función de las necesidades, ante todo subjetivas, del paciente y del
objetivo o los objetivos que nos propongamos; el escenario (“setting”) ha de ser
adecuado a la obra que se representa. Los límites del encuadre, además de los
que ponga el paciente, han de ser aquéllos bajo los cuales yo me puedo hacer
responsable del tratamiento y de los objetivos a cumplir.”
24
Obra citada. Pág. 240.
25
Avenburg R. (2004). “Sobre el encuadre en psicoanálisis”. Psicoanálisis APdeBA – Vol.
XXVI - Nº 1.
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Me gusta la imagen del encuadre como el escenario sobre el cual
se montará una obra en la cual participarán el at, paciente, la familia, el
terapeuta y otros significativos para el paciente, tales como compañeros
de la escuela, novios, vecinos, etc. En el acompañamiento terapéutico
el encuadre debe ser un escenario que abarque a todos los actores, que
contemple las distintas escenas y diferentes momentos de la obra en
cuestión. Debemos pensar en un encuadre lo suficientemente laxo que nos
permita movernos, que permita cierta espontaneidad, pero que a la vez
delimite la tarea; es decir que sea lo suficiente estricto como para que no se
produzcan confusiones que interfieran en el trabajo.
Diana S. Cantis–Carlino26, señala “el encuadre es protector y promotor
de la tarea en su doble vertiente de continente y propiciador de la labor a la
vez. La metáfora de los guantes del cirujano: que tienen la cualidad de ser lo
suficientemente gruesos como para proteger tanto al cirujano como al paciente
y al mismo tiempo lo suficientemente delgados para que se pueda disponer de
la mayor sensibilidad táctil mientras se opera, da cuenta de este encuadre de
trabajo. Encuadre profesional de la distancia óptima: ni tan lejos que sea falta
de comprensión del conflicto familiar que busca asistencia, ni tan cerca que
implique manipulación y confusión de roles.
En principio hay que aclarar que no puede darse ningún proceso si no es
dentro de un encuadre adecuado. El encuadre es precisamente el que permita
el pasaje del “estar involucrado” al que aludíamos más arriba con el “estar
comprometido” que significa el logro de una distancia operacional tal que
permita discriminar el problema del consultante del rol profesional.”
El encuadre no solo es protector, también es promotor de la tarea;
crea el escenario adecuado para que el acompañamiento suceda, para que
sea posible un proceso.
26
Cantis – Carlino (1999). “El espacio psicoanalítico – jurídico”. Revista Psicoanálisis de
A.P. de B.A. Vol XXI Nº3.
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Considero pertinente pensar cuáles son las características de estas
normas explícitas que debemos pautar en un campo tan singular como lo
es el del acompañamiento:
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realidad el acompañamiento está allí para trabajar con ellas. A modo de
ejemplo, una expresión de una supervisión “estábamos hablando y justo
vino el mozo y nos interrumpió”; los acompañantes debemos trabajar con
estas situaciones, si las calificamos como interferencias nos alejamos de la
esencia del rol, del encuadre del AT Siguiendo con el ejemplo podremos
ver cómo reacciona nuestro paciente con el mozo, si retoma la charla, a
quién se dirige el mozo, entre otras variables que se pueden desencadenar
en esta situación.
Otro tema recurrente en las supervisiones es la incomodidad que
genera si en el transcurso de un acompañamiento se produce el encuentro
con un conocido, ya sea del paciente o del at Recientemente, en supervisión
un at refirió que antes de salir le preguntó al sujeto que acompañaba, “si
en el paseo por el centro de la ciudad nos encontramos con un amigo tuyo
¿cómo querés que nos presentemos?”, dando lugar a elaborar un acuerdo,
que funcione como ordenador pero también evite la estigmatización y la
segregación social del acompañado. También sucede que los at nos podemos
encontrar con alguien, que nos pueden saludar o hacer algún comentario
y sentir que invaden el espacio del acompañamiento. La resolución de
situaciones como éstas deben ser pensadas en la particularidad de cada
caso27, pero también es posible anticiparnos de alguna manera previniendo
qué pueda ocurrir y poniéndolo en palabras, encuadrando esta posibilidad.
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implementación de la estrategia. Si el acompañamiento se desarrolla en
una institución o si el paciente fuera menor de edad debemos trabajar e
informar de estos aspectos a los otros que están a cargo de su cuidado y
son responsables de él. En caso que el acompañante precise modificar el
horario por razones de fuerza mayor, ese cambio debe ser informado al
paciente y otros intervinientes en la estrategia, como puede ser el terapeuta,
la institución o la familia.
Es conveniente planificar las actividades a desarrollar en los
encuentros, teniendo en cuenta el horario establecido de manera de poder
terminarlas a tiempo. Reiteradamente aparecen en supervisión situaciones
donde se dificulta la separación y la culminación del encuentro, esto se
manifiesta de diferentes maneras, por ejemplo cuando se va acercando el
horario de finalización le piden al acompañante que se quede más tiempo.
Es conveniente anunciar con cierta antelación el cierre del encuentro, de
manera de dar lugar a la palabra, a la elaboración de la despedida e ir
cerrando el espacio compartido.
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Algunas particularidades sobre la confidencialidad
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Otra distinción que podemos hacer tiene que ver con el tipo de
secreto de que se trata; Losso R. y colaboradores distinguen dos calidades
de secretos: llaman secretos tróficos, a los que están al servicio de la vida
y de la estructuración del aparato psíquico. Como los pequeños secretos
infantiles permiten al niño sentir que posee un psiquismo propio al que los
adultos no pueden acceder, protegen al Yo de las intrusiones del medio y le
dan la posibilidad de pensar por y para sí mismo. Incluyen los libidinales,
los que se ocupan del sexo, del erotismo, del placer, se guardan desde la
infancia, son reservorios de fantasías y sueños.
En cambio, los secretos a los que denominan antilibidinales, se
refieren a sucesos de la historia familiar que implican transgresiones a las
leyes civiles o a la moral de la cultura prevalente, y pueden permanecer a lo
largo de las generaciones. Producen un efecto de ruptura en el psiquismo,
impiden el pensar y el juzgar, el fantaseo y el sueño, empobreciendo la
vida psíquica. Son los secretos que tendremos que develar en el curso del
proceso terapéutico, pero del modo y en el momento determinado por
el terapeuta. 28Los acompañantes, dentro del dispositivo terapéutico y
con el consentimiento del profesional a cargo, pueden ser cómplices de
sus pacientes frente a secretos libidinales, entendiendo que apuntan a la
subjetividad del sujeto, al posicionamiento del cuidado de la intimidad y
su mundo interno. A modo de ejemplo; un acompañante acompañaba a
su paciente paralítico a que tuviera encuentros con su novia, el at solo lo
llevaba y luego lo retiraba de un bar; la madre del paciente no estaba de
acuerdo con esta relación y el paciente no podía movilizase por su propia
cuenta; el equipo avaló esta intervención ya que le permitía ser autor de
sus decisiones y deseos.
Diferentes son aquellos secretos que tienen que ver con mentiras,
consumo de drogas, abuso, etc. que generalmente son productores de
patologías y síntomas que deben ser informados y trabajados en el marco de
un trabajo en equipo. La clínica del acompañamiento está impregnada de
casos como estos, situaciones como las mencionadas en relación al secreto
profesional. A modo de ejemplo, en el caso del trabajo con una paciente
crónica que vivía sola a cargo de dos menores, la acompañante pudo darse
cuenta que la empleada doméstica que trabajaba allí y a quien pagaba su
hermana, llevaba toda la información hacia su familia, funcionaba como
un espía. Era enloquecedor para la paciente quien nunca podía saber cómo
28
Roberto Losso (coord.), y colaboradores. “Secretos y confidencialidad en el psicoanálisis
de familia y pareja. Una cuestión de borde”.
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todos se enteraban de lo que sucedía dentro de su casa, era un secreto
compartido y avalado por toda la familia que tuvo que ser develado.
Otro ejemplo es el caso de un paciente en tratamiento por consumo de
sustancias, que el at “descubre” que su hermano mayor, quien sostiene
económicamente la familia, vendía cocaína. Un último ejemplo, la difícil
situación pero lamentablemente no poco común de que el at se entere
dentro de la casa por algún medio que el paciente está siendo abusado
sexualmente. Todas estas situaciones y otras de estas características a las que
podamos tener acceso a través de nuestro trabajo tendrán que ser develadas
al equipo para ponerlas en circulación.
29
Espinosa, R; otros (2010). “La intimidad, lo público y lo privado según las épocas” en
La intimidad. Un problema actual del psicoanálisis. Psicolibro Ediciones Bs.As.
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teniendo en cuenta los horarios de la institución o de la familia, respetando
los ritmos, los tiempos, las actividades cotidianas, los espacios de cada uno.
“Carel ha propuesto una “tópica ínter psíquica” caracterizada por las
tres dimensiones de lo íntimo, lo privado y lo público, con sus respectivos
valores que las califican: el secreto, la discreción y la transparencia. El encuadre
familiar crea un dispositivo que condensa los tres espacios. En un polo, lo
íntimo (espacio intrapsíquico de cada sujeto, con su derecho al secreto),
y en el otro, lo público (el “espacio social”, con reglas y funcionamiento
conocidos por todos). Entre ambos, lo privado, espacio de la vida grupal
familiar, de intercambio, como un espacio transicional, regido por la
discreción”. 30 El encuadre en los dispositivos grupales o familiares plantea
algunas modificaciones en relación al que se plantea en tratamientos
individuales. Ponen de manifiesto la necesidad de mantener en reserva
aspectos que impliquen la intimidad de los miembros. En nuestro caso
esta dimensión se complejiza ya que el acompañante es el único agente
del equipo de salud que ingresa a ese espacio transaccional regido por la
discreción entre lo íntimo y lo publico. Este lugar muchas veces genera
situaciones de profunda incomodidad tanto para el at como para los
miembros de la familia y el mismo paciente.
Con la sensibilidad del “guante del cirujano” al que nos referíamos
anteriormente, debemos posicionarnos con absoluto respeto de la
privacidad de los otros, al mismo tiempo crear las condiciones para el
ejercicio de nuestro rol. Si el pudor es un protector de la intimidad, no
tenemos que quedar expuestos, si la estrategia no le exige, a situaciones en
las que sentimos invadir la intimidad de la vida familiar.
Los acompañantes podemos pautar, si fuera necesario, que no vamos
a quedarnos como testigos de situaciones que impliquen el mundo íntimo
de la vida familiar, me refiero a temas que tienen que ver con la sexualidad,
la desnudez, la fantasía. A modo de ejemplo, un caso que coordinamos fue
el de un joven al cual un equipo de acompañantes realizaba una internación
domiciliaria. El paciente muchas veces recibía a las acompañantes en ropa
interior, situación que generaba pudor y malestar en las at; en ese contexto
fue necesario encuadrar esta situación aclarando que debía estar vestido en
el horario de acompañamiento. En otros casos la intervención corresponde
a encuadrar situaciones respecto de conductas de otros dentro del
acompañamiento pero que sin duda redundan en desnaturalizar conductas
30
Roberto Losso (coord.), Asociación Psicoanalítica Argentina. “Secretos y
confidencialidad en el psicoanálisis de familia y pareja. Una cuestión de borde.”
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que pueden ser invasoras de la intimidad de los otros miembros; a modo de
ejemplo en supervisión una acompañante relató el pudor que le generaba
que el padre de su paciente adolescente se dirigiera al baño delante de ellas
sin ropa.
31
Rizan, M y Toporosi S. (2010). “Descubrimientos Decisivos. Algunas condiciones para
la construcción de la intimidad”.
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Estableciendo un contrato
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sumariamente su contenido y el paciente puede brindar un consentimiento a
ese contenido a partir de un concepto global de aquello a lo que ha consentido.
Todo lo cual ocurre sobre la base de una confianza de ambos en que el contenido
de las normas se irá precisando a medida que lo reclame su incidencia en la
tarea y de una confianza”.
Muchas veces los acompañantes jóvenes, sienten que deben establecer
el contrato el primer día del encuentro, quizás producto de las ansiedades
de enfrentar al paciente; anteponen al contacto con el otro una declaración
de normas que a veces crea distancia y obtura el trabajo en común. Si bien
es indispensable comenzar con reglas claras, comenzaremos delimitando
algunas (horario; lugar; honorarios; rol), el resto se podrá ir introduciendo
a lo largo del acompañamiento, de la consolidación del vínculo y de los
avatares del proceso. Tendremos que pensar en la singularidad de cada caso,
cuáles variables explicitaremos en un primer momento, cuáles dejaremos
para próximos encuentros, recordando que también el encuadre está
conformado por constantes explícitas e implícitas, por lo tanto no todo
debe ser puesto en palabras.
Para finalizar
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Bibliografía
Avenburg R. (2004). “Sobre el encuadre en psicoanálisis”. Psicoanálisis APdeBA – Vol.
XXVI -2004 25 (www.apdeba.org/publicaciones/2004/pdf/Avenburg.pdf )
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Diana S. Cantis–Carlino (1999). “El espacio psicoanalítico – jurídico”. “El desafío de
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Psicoanálisis de la Asociación Psicoanalítica de Bs. As. Vol XXI Nº3. Multi-Inter
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Espinosa, R; Koremblit, M. Lewcowicz, M. (2010). “La intimidad, lo público y lo
privado según las épocas” en La intimidad. Un problema actual del psicoanálisis.
Psicolibro Ediciones BsAs.
Kuras de Mauer S., Resnisky, S. (2003). Acompañantes Terapéuticos. Actualización
Teórico Clínica. Bs.As: Editorial Letra Viva.
Rizan, M. y Toporosi S. (2010). “Descubrimientos Decisivos. Algunas condiciones
para la construcción de la intimidad”. En La intimidad. Un problema actual del
psicoanálisis. Psicolibro Ediciones. Bs.As.
Roberto Losso (coord.) (2002). “Secretos y confidencialidad en el psicoanálisis de
familia y pareja. Una cuestión de borde”. Fepal XXIV Congreso Latinoamericano
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Paciuk S., (2002). “Elogio del encuadre”. Revista Uruguaya de Psicoanálisis http://
www.apuruguay.org/revista_pdf/rup96/rup96-paciuk.pdf
Puget J. (2001) “¿Cómo pensar hoy nuestro quehacer?” Ficha APdeBA.
Rossi G., (2007). Acompañamiento Terapéutico. Lo cotidiano, redes y sus interlocutores.
Bs.As: Editorial Polemos.
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