Iglesia Dictaduras y Democracia en America Latina - Ocr
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J GLESIA, DICTADURAS Y
DEMOCRACIA EN ÁMÉRICA
LATINA
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~~ PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATOLICA DEL PERU §1. . f ' ,
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Oianos
. . INTEGRAL
Primera edición: Setiembre de 1997
Derechos reservados
ISBN - 9972-42-074-X
Capítulos
7
XI. Guatemala (1954-1995): la guerra civil más larga................. 359
Bibliografía........................................................................................ 449
Indice onomástico y temático ......... ... .... ... ... ........... ...... .. ... ... ..... ...... . 477
8
INTRODUCCIÓN
9
Mediante un análisis comparativo de once distintos países , espera-
mos destacar lo que era común y general y lo que era específico para
cada país seleccionado. Entre los once seleccionados, hemos incluido los
que estuvieron bajo los regímenes de Seguridad Nacional: Brasil, Argen-
tina, Chile y Uruguay. También abarcaremos Paraguay bajo Stroessner y
Bolivia desde la Revolución de 1952 hasta las elecciones de 1989. Lue-
go, compararemos tres países de Centroamérica que padecieron guerras
internas: Nicaragua, El Salvador y Guatemala. No todos los países -
México y el Perú- en este libro representan casos de dictaduras milita-
res. México es un ejemplo de un Estado civil pero autoritario, y el Perú
durante la época que estamos estudiando fue, formalmente, una democra-
cia, pero esa democracia fue seriamente amenazada por la violencia te-
rrorista provocada por Sendero Luminoso. En el caso de México nos in-
teresa especialmente el papel de la Iglesia en el conflicto en Chiapas. En
los dos casos, la Iglesia tuvo un papel importante en el proceso de lapa-
cificación y, en los casos donde la democracia se había perdido, también
en el proceso de la redemocratización.
10
Manrique (Bolivia), Raúl Silva Henriquez (Chile), Ismael Rolón (Para-
guay), Juan Landázuri Ricketts (Perú), Pablo Evaristo Arns (Sao Paulo),
Adolfo Pérez Esquivel (Buenos Aires), Luis Pérez Aguirre (Uruguay),
entre otros . En cada país recibí la ayuda y colaboración de un gran nú-
mero de cristianos comprometidos que con frecuencia también fueron
testigos de los hechos nan-ados en esta historia.
Espero que esta obra sirva para que el lector aprecie, con mayor ·
claridad, el hecho de que la Iglesia desempeñó un papel protagónico en
la lucha por los derechos humanos y en el proceso de la redemocrati-
zación; es más, la historia política contemporánea de América Latina no
puede escribirse sin tomar en cuenta ese aporte.
11
CAPÍTULO 1
15
orden, la eficacia y el respeto por la tradición. Los caudillos representa-
ban, en el esquema weberiano, tanto la autoridad tradicional como la
carismática: con sus uniformes, condecoraciones y sus títulos rimbom-
bantes, encarnaron el poder paternalista que caracterizaba la época colo-
nial. Por su parte, los liberales, quienes escribían las constituciones y las
leyes, representaron un nuevo tipo de legitimidad: la de la democracia
moderna basada en el concepto de la igualdad de todos ante la Ley. Una
buena parte de la historia moderna de América Latina se puede entender
como un choque entre estas dos fuentes de legitimidad.
La Iglesia colonial
16
Centroamérica, Mariano José de Arce en el Perú e Ildefonso Muñecas en
el Sur Andino peruano y en Bolivia. En resumen, aunque la Iglesia ofi-
cial legitimó el poder colonial, nunca se identificó totalmente con ese po-
der y, finalmente, importantes grupos dentro de la Iglesia abiertamente lo
desafiaron.
17
el liberalismo, la modernidad y el progreso . Obviamente esta tensión
también encenaba intereses económicos: los liberales promovían el nue-
vo orden capitalista que competía con el antiguo orden económico colo-
nial. Por otro lado, esta pugna entre el liberalismo y el catolicismo se
realizaba en las clases altas y medias. Como observa Claudia Véliz, esta
polémica ideológica pasó por encima de las clases populares, los cuales
. vivían en un mundo en donde predominaba la religiosidad popular, que
combinaba elementos católicos con elementos precolombinos. 3 Los cau-
dillos -astutos conocedores de esta realidad popular- se presentaban
como los portavoces legítimos de estas clases. En el siglo veinte, mu-
chos dirigentes políticos también reconocieron la fuerza de los símbolos
populares y especialmente los símbolos tomados de la religiosidad popu-
lar para legitimarse ante los ojos de sus seguidores: Zapata en México,
Haya de la Torre en el Perú y Eva Perón en Argentina, entre otros.4
Así, a lo largo del siglo XIX la Iglesia perdía influencia entre las
clases ilustradas; y, con el correr del siglo XX, también perdió influencia
sobre las clases populares. Con la industrialización, las migraciones del
campo a la ciudad y una mayor toma de conciencia política entre el cam-
pesinado y la clase obrera, las clases populares se contagiaron de las nue-
vas doctrinas populistas o marxistas. La Iglesia corría el peligro de en-
contrarse seriamente marginada de los grandes cambios que estaban
transformando toda América Latina.
18
papas. El Concilio Vaticano II dio un impulso grande a este proceso de
cambio y, finalmente, en la Conferencia Episcopcd de Medellín ( 1968) la
Iglesia hizo su deslinde histórico y dramático con el orden establecido.
En dicha conferencia los obispos hicieron un llamado en favor de un
nuevo orden basado en la justicia social y los derechos humanos. Con
este cambio la Iglesia legitimó muchos de los ideales de los antiguos li-
berales -la democracia y los derechos humanos-; asimismo, legitimó el
llamado de los grandes líderes populistas (Haya de la Torre, Perón, Cár-
denas, etc.) en favor de los derechos sociales. Sobre todo, la Iglesia legi-
timó todo un movimiento popular que había estado surgiendo desde la
Segunda Guerra Mundial: campesinos, obreros, pobladores de barriadas o
favelas, etc. Según Charles Reilly, la Iglesia, mediante la teología de la
liberación y su activida·d pastoral, social y educativa, legitimó la nueva
democracia popular de América Latina. 6
19
bien, la Iglesia tomó un papel de liderazgo para deslegitimar a las dicta-
duras o, en el caso de México, a un partido enquistado en el poder. El
cambio de papeles fue tan notable que en toda América Latina, inclusive
en Argentina donde la jerarquía avaló la dictadura, la Iglesia fue abierta-
mente perseguida. Se puede decir que en buena medida gracias a este
cambio en la Iglesia, los regímenes militares que se basaban en la doctri-
na de la «Seguridad Nacional» no llegaron a convertirse en estados ver-
daderamente totalitarios como la Alemania de Hitler o la Unión Soviética
bajo Stalín. Inclusive, en algunos casos, como veremos, la Iglesia consti-
tuyó el freno principal a las dictaduras. 7
20
a los civiles, la Iglesia Católica fue la única institución nacional que la
gran mayoría, sea de la izquierda, el centro o la derecha, podía aceptar
como un lugar común de encuentro; de allí que la Iglesia llegó a ser una
especie de Tribunal de Ultima Instancia por encima del Estado mismo,
ante el cual todos podían apelar para resolver sus diferencias, y baj o
cuyo amparo podían volver a dialogar o constituir un frente multiclasista
por encima de sus diferencias ideológicas. En el fondo, la Iglesia gozaba
de una legitimidad moral e histórica de la que no gozaba ninguna otra
institución nacional. Ahora, sería conveniente señalar más concretamen-
te las distintas maneras por las que la Iglesia aportó a la democracia y la
redemocratización de América Latina.
21
sas oficiales sin la presencia de la dirigencia sandinista, los sandini stas
asistían a misas celebradas en barrios populares de Managua.
22
donde podían recobrar sus fuerzas espirituales interiores y recuperar su
sentido de dignidad como seres humanos.9
Legitimando la oposición
9 Juan E. Corradi, Patricia Weiss Fagan y Manuel Antonio Garretón, Fear at the
Edge: State Terror and Resistance in Latin America (Berkeley: University of
Califotnia Press, 1992), págs. 918, 121-141.
LO Ver Carolyn Cook Dipboye, «The Roman Catholic Church and the Political Struggle
for Human Rights in Latín America, L968- 1980», Journal of Church and State, (oto-
ño de 1982): 497-524.
23
oposición civil a volver a la democracia. En este sentido, al mismo tiem-
po que deslegitimó a los regímenes de facto , legitimó a la oposición de-
mocrática y su propuesta para reconstruir la democracia. En Chile, el
cardenal Fresno animó a los partidos de oposición a formar un frente co-
mún con el fin de ofrecer una alternativa a Pinochet. El resultado de este
esfuerzo fue el Acuerdo Nacional, fruto de un diálogo multipartidista que
fue públicamente aprobado por la Iglesia. En Brasil éste fue el papel
principal que asumió la Iglesia: apoyar los esfuerzos de los partidos y las
organizaciones populares para unirse en un frente común. En su visita a
Paraguay el Papa, tras ser recibido por Stroessner, dirigió la palabra
(muy contra los deseos del dictador) a los «constructores de la paz»,
quienes resultaron ser, en buena medida, la misma oposición política al
régimen.
24
ba entre el Gobierno y los sindicatos de mineros y, en algunas ocasiones,
entre los partidos políticos en el caso de un impase electoral.
Espacios de participación
25
vida social y cívica del barrio, sino, que además, les ofreció los medios -
la capacidad de hablar en público y trabajar en equipo- para asumir roles
de liderazgo. En su autobiografía, Rigoberta Menchú se refiere a la im-
portancia de su formación como catequista en la Acción Católica de su
pueblo para llegar a ser una dirigente sindical.(Ver Capítulo XI) En Ni-
caragua muchos dirigentes populares en la revolución contra Somoza
eran delegados de la Palabra; de la misma manera, en el Perú muchos de
los dirigentes de las rondas campesinas que lucharon contra Sendero Lu-
minoso eran catequistas rurales.
26
cionado o limitado la actuación de la Iglesia durante la época que esta-
mos estudiando.
Condicionamientos y limitaciones
El Papado
27
nal. Finalmente, el obispo de cada diócesis es el responsable inmediato
de la Iglesia en esa jurisdicción.
En la época colonial, sin embargo, el Papa fue más bien una figura
lejana que no intervenía directamente en la marcha de la Iglesia latinoa-
mericana; es más, tampoco estuvo muy enterado de la realidad latinoa-
mericana. En la práctica, mediante el Patronato Real, o el padroado para
los brasileños, fue el Rey quien nombraba a los obispos y controlaba la
burocracia de la Iglesia. Sin embargo, el Papa como símbolo gozaba de
un lugar privilegiado en la religiosidad popular. Así, en la portada de su
célebre crónica, el indio peruano Guamán Poma de Ayala presenta al
Papa sentado en su trono, y al Rey, más abajo en el dibujo, de rodillas y
con su corona en el suelo en señal de deferencia al Santo Padre. 14
28
Los papas tomaron medidas para asegurar su influencia sobre la Iglesia
en el Nuevo Mundo y, al mismo tiempo , inculcaron en los obispos , sa-
cerdotes y católicos militantes su propia mentalidad acerca del liberalis-
mo y las otras fuerzas que hostigaban la Iglesia en Europa. En 1858 Pío
IX creó el Pontificio Colegio Pío Latinoamericano -en Roma- para la
formación del clero latinoamericano. Posteriormente, Brasil tendría su
propio seminario romano: el Colégio Pío Brasileiro, fundado en 1934.
También, en 1889, León XIII invitó a los obispos a asistir a la Conferen-
cia Plenaria Latinoamerica, la cual fue el primer encuentro colectivo en-
tre el Papa y los obispos latinoamericanos. Así, si bien en tiempos de la
Independencia muchos curas criollos desoyeron los llamados qel Papa
para obedecer al Rey, a partir de la segunda parte del siglo XIX la Iglesia
latinoamericana marchaba uniformemente al son de la Iglesia en Roma.
29
ración Latinoamericana de Religiosos). Tanto las conferencias epis-
copales como el CELAM y la CLAR representaron la tendencia «moder-
na» de establecer lazos de solidaridad entre sí por encima de intereses lo-
cales. Al mismo tiempo, con estas nuevas organizaciones se dio un paso
importante hacia la creación de una identidad común como Iglesia lati-
noamericana. En 1958 Pío XII también creó la CAL: la Pontificia Comi-
sión para América Latina, una oficina en Roma cuya finalidad consistía
en afianzar los lazos entre la Santa Sede, el CELAM y las distintas con-
ferencias episcopales. 16
Al mismo tiempo, los tres papas -Pío XII, Juan XXIII y Paulo VI-
nombraron a obispos que representaban la nueva línea de apertura hacia
la problemática del mundo moderno. Efectivamente, la gran mayoría de
los obispos que tuvieron que enfrentar a las dictaduras de los años sesen-
ta en adelante fueron nombrados por estos papas. Es importante recalcar
el hecho de que este gran cambio en la Iglesia se dio al inicio del nuevo
ciclo de dictaduras en América Latina. Algunas partes de América Lati-
na -Paraguay, Cuba, Haití- ya estaban bajo dictaduras cuando se inició
l6 Sobre la política contemporánea del Vaticano con respecto a América Latina, ver
Eric O. Hanson, The Catlw lic Chu rch in World Po litics (Princeton, Nueva Jersey:
Pri ncet on University Press, 1987) , especialmente págs. 59 -74; y Peter
Hebblethwaite, «The Vatican ' s Latín American Policy», en Dermot Keogh, Church
and Politics in Latín America (Nueva York: St. Mmtin's Press, 1990), págs. 49-64.
30
el Concilio; pero, a pesar de ello, la Iglesia en estos países también llegó
a sentir los efectos de aquél.
17 Sobre el cambio conservador en la Iglesia, ver Penny Lernoux, Capítulo Tres, «The
Catholic Counterreformation», The People of' God (Nueva York : Viking Penguin,
1989), págs . 28-75.
18 Ver Hanson, The Catholic Church in World Politics, págs. 73-74; Emilio Mignone,
Ig lesia y dictadura: el pape l de la Iglesia a la luz de sus relaciones con el régimen
militar (Buenüs Aires: Ediciones del Pensamiento Nacional, 1986), págs. 101-105.
31
sante notar que cuando, finalmente, los obispos argentinos se distancia-
ron del régimen militar, citaron al papa Juan Pablo II para condenar la
supresión de los derechos. Igualmente problemático fue el caso de Nica-
ragua. En general el Papa apoyó al cardenal Obando en sus críticas al
régimen sandinista; pero, al mismo tiempo, cuando se hizo evidente que
Obando mismo era un obstáculo para poner fin a la guerra interna en Ni-
caragua, la Santa Sede, mediante el Nuncio, lo animó a estar más dis-
puesto a dialogar con los sandinistas.(Ver el Capítulo X)
19 Hanson, pág. 60; Peter Hebblethwaite, «The Vatican's Latin American Policy», pág.
55 .
32
ción, López Trujillo, en particular, influyó mucho en la política papal con
respecto a Centroamérica.
33
y el diálogo fraternal. Además, los obispos, sacerdotes, religiosas y lai-
cos del segundo modelo se ven a sí mismos como «pastores» cuya mi-
sión consiste en ayudar a los fieles a crecer en madurez y en su capaci-
dad para ser líderes. Para usar una comparación tomada del mundo de la
pedagogía, el conservador es el maestro de formación tradicional que es-
pera de sus alumnos la atención y la obediencia; en cambio, el obispo o
sacerdote conciliar pretende ser un maestro que nutre y fomenta la liber-
tad y el desarrollo personal de los alumnos.
34
Carisma y ubicación estratégica
35
de San Salvador, cumplió el mismo papel en El Salvador; pero, Rivera,
igual que su antecesor, Osear Romero, no fue el presidente de la Confe-
rencia Episcopal, la cual fue dominada más bien por conservadores. Sin
embargo, su autoridad moral personal, más el hecho de ser el Arzobispo
de la sede más importante del país, lo convirtieron en el candidato natu-
ral para ser el mediador principal en la guerra civil. Sólo al final de su
mandato como Arzobispo, cuando ya había cumplido su misión de me-
diador, fue elegido presidente de la Conferencia.
36
distintos modelos del Estado de la Seguridad Nacional; pues, sin bien en-
tre los tres hubo similitudes, hubo también grandes diferencias. Por
ejemplo, por distintos motivos históricos, en Argentina y Brasil el Partido
de la Democracia Cristiana no prosperó. En ambas situaciones los obis-
pos desconfiaron de grupos grandes de laicos fuera de su control directo,
y prefirieron tratar directamente con el poder político. En cambio, el
Partido Demócrata-Cristiano Chileno, aunque oficialmente no era un par-
tido de la Iglesia, sin embargo, funcionaba como un puente entre la Igle-
sia y la sociedad. Este hecho explica parcialmente el por qué la Iglesia
chilena haya sido tan avanzada: los laicos progresistas podían influir en
la Iglesia y al mismo tiempo guardar su autonomía frente a los obispos.
En Brasil, desde luego, existía un laicado dinámico y progresista que in-
fluía sobre los obispos, pero sólo desde dentro de las estructuras de la
Iglesia oficial. Volviendo al ejemplo de Chile, la existencia de un parti-
do centrista como la Democracia Cristiana fue una ventaja para la Igle-
sia. En este caso, los cardenales Silva Henríquez y Fresno podían utili-
zar el partido como un instrumento para reconstruir la democracia. En la
medida en que los civiles, aglutinados en torno a la Democracia Cristia-
na, comenzaron a andar por su propia cuenta, la Iglesia se iba retirando
gradualmente del proceso. En contraste, en Argentina, ante la ausencia
de un partido demócrata-cristiano significativo, cuyo espacio normal ya
había sido copado por el Peronismo, los obispos prescindieron de los ci-
viles y entablaron relaciones directamente con los militares.
37
minoso eliminó esa posibilidad. No obstante, la religión fue importante
en la lucha contra los terroristas peruanos como un arma espiritual que
animaba a las clases populares y a los peruanos en general a luchar con-
tra el fanatismo.
La influencia extranjera
38
-católicos y protestantes- en Estados Unidos, Canadá y Europa que seor-
ganizaron para expresar su solidaridad con la Iglesia latinoamericana, es-
pecialmente para ayudar a los refugiados en zonas de guerras. 21 Al mis-
mo tiempo, los distintos grupos de derechos humanos también tomaron
parte muy activa en condenar a las dictaduras, la represión, el uso de la
tortura, etc. La gran mayoría de estos grupos mantenían lazos estrechos
con las distintas oficinas de derechos humanos dirigidas por la Iglesia:
Tutela Legal en El Salvador, la Vicaría de la Solidaridad en Chile, la Co-
misión Episcopal de Acción Social en el Perú, entre otras. En cambio,
estos grupos tuvieron poca influencia sobre la Conferencia Episcopal Ar-
gentina durante la «guerra sucia».
39
sia en Bolivia se destacaba por su labor como mediadora en conflictos la-
borales y políticos. Por ese motivo, Bolivia se parece a los casos de Ni-
caragua, El Salvador y Guatemala en donde la Iglesia desempeñó un pa-
pel importante como mediadora. El Perú es un caso sui generis: aunque
no existía una dictadura durante la época que estamos estudiando, sí exis-
tía un estado de teffor que amenazaba su estabilidad democrática. De to-
das maneras, la Iglesia fue importante por su papel en la lucha contra
Sendero Luminoso y en la defensa de los derechos humanos.
40
CAPÍTULO 11
43
se opusieron a este proceso de apertura, éstos no lograron detener la mar-
cha general del resto de la Iglesia.
Brasil es el país católico más grande del mundo. Este hecho se re-
fleja a nivel de la Conferencia Episcopal Brasileña (CNBB), que es nu-
méricamente la más grande después de Italia (472) y los Estados Unidos
(418). En 1991 se conformaba de 382 obispos y entre ellos siete carde-
nales.' Además, Brasil cuenta con 13,836 sacerdotes. Este número se
traduce en un sacerdote por cada 10,439 habitantes. 2 Sin embargo, lo
que más llama la atención de la Iglesia brasileña es su movimiento laical,
que es tal vez el más activo y dinámico de toda América Latina. Ade-
más, desde el período de la Acción Católica hasta las Comunidades
Eclesiales de Base, este movimiento laica! ha sido tradicionalmente pro-
movido por los propios obispos.
Conferencia Nacional dos Bispos do Brasil Igreja no Brasil 1991 Diretório litúrgico,
pág. 126.
2 !bid., pág. 137 .
44
ta su muerte en 1983, toda una generación de católicos comprometidos.
Alceu Amoroso Lima se convirtió en el «brazo derecho» de Leme y fue
uno de los fundadores principales de la Acción Católica brasileña. La
corriente integrista de Jackson de Figueiredo reapareció en el movimien-
to A~ao lntegralista Brasileira, fundada por Plínio Salgado en 1932. 3 Y
su última manifestación fue el grupo Tradición, Familia y Propiedad,
fundado en 1960 por Plínio Correa de Oliveira. Sin embargo, gracias al
liderazgo de Leme, Alceu Amoroso Lima, Helder Camara y otros funda-
dores de la Acción Católica, los grupos integristas nunca llegaron a do-
minar en la Iglesia brasileña, a diferencia de lo que ocurrió en Argentina.
3 Frank McCann, «Vargas and the Destruction of the Brazilian Integralista and Nazi
Parties», The Americas, Vol. XXVI(J ul io de 1969): 15-34.
4 Scott Mainwaring, The Catlw lic Church and Politics in Brazil, 1916-1 985 (Stanford,
California: Stanford University Press, 1986), págs. 41 -42.
45
cía Episcopal Brasileña (CNBB), de la cual él fue primer Secretario Ge-
neral. También sirvió como Obispo Auxiliar de Río de Janeiro (1 952-
1964 ), y posteriormente como Arzobispo de Olinda y Recife. Gracias a
él y otros obispos progresistas, por cierto una minoría, la Conferencia na-
ció bajo una orientación moderna y reformista.
5 Osear Lustosa, A lgreja católica no Brasil República (Sao Paulo: Edi<;óes Paulinas,
199 1), págs . 154-156.
46
Por otra parte se nota la ausencia de un partido grande de la Demo-
cracia Cristiana. El Partido Demócrata Cristiano de Brasil se fundó en
1945, con base principal en Sao Paulo. Janio Quadros llegó a la alcaldía
de Sao Paulo corno miembro del Partido, pero posteriormente lo abando-
nó . No obstante, el Partido lo apoyó en las elecciones presidenciales de
1960 y llegó a ocupar algunos escaños en varios estados. Sin embargo, el
Partido sufrió divisiones internas sobre la cuestión de apoyar o no apoyar
el gobierno de Goulart. Finalmente, en 1965 el mariscal Castelo Branco
eliminó todos los partidos y con eso el Partido de la Democracia Cristia-
na Brasileña desapareció. Además de esta realidad de orden político, la
Democracia Cristiana en Brasil no tuvo la misma relación estrecha con la
Acción Católica que existía en otros países - en Chile por ejemplo- ni
contaba con el respaldo automático de los obispos. En Brasil, como en
Argentina, los obispos prefirieron tratar con movimientos laicales más o
menos controlados por ellos, en vez de legitimar a movimientos o parti-
dos, por católicos que fueran, que no estuvieran bajo su control.
47
notable represión, durante la cual se instaló el Estado de Seguridad Na-
cional (1967-1978); y una tercera etapa (1978-1985) de moderación, du-
rante la cual el Gobierno iba eliminando las medidas más represivas y, al
mismo tiempo, abriendo espacios para los partidos políticos y otras orga-
nizaciones de la sociedad civil. Durante el gobierno de Castelo Branco
(1964-1967), mediante el Acto Institucional Número 2 (1965) se supri-
mieron todos los partidos políticos anteriores y se crearon dos nuevos:
uno para representar al Gobierno (ARENA: Alian9a Renovadora Nacio-
nal), y el otro para representar la oposición (MDB: Movimiento Demo-
crático Brasileiro ). Mediante este sistema de dos partidos, los militares
lograron marginar a la izquierda del escenario y mantener un mayor con-
trol sobre las elecciones. Al comienzo, el Presidente de la República fue
nombrado directamente por los militares; posteriormente, se creó un cole-
gio electoral que lo elegía. También, se eliminó el sistema de elecciones
directas para los gobernadores de los estados en favor de la elección indi-
recta en las asambleas estatales. Así, en este sistema de democracia res-
tringida, la oposición tenía ciertos canales limitados de expresión. La
prensa y los medios de comunicación seguían funcionando, pero bajo
censura.
48
yoría. Finalmente, entre 1969 y 1973 apareció un movimiento guerrillero
que fue aplastado por el Ejército.
Para cada una de estas tres etapas políticas también podemos hablar
de una etapa que corresponde a las relaciones entre la Iglesia y el Estado.
En la primera etapa - 1964-1970- la Iglesia aprobó y legitimó al régi-
men militar. En la segunda - 1970-1978- la Iglesia fue perseguida y
se convirtió en la voz principal de protesta ante el régimen. En la tercera
etapa - 1978-1985- la Iglesia apoyó y legitimó a la oposición que se
organizó para volver a la democracia.
49
La Iglesia ( 1964-1970): legitimación cautelosa
6 Fernando Prandini, Víctor A. Petrucci, Frei Romeu Dale, OP, (organizadores), (Cen-
tro Pastoral Vergueiro), As Relaroes Igreja-Estado no Brasil, Vol 1, Durante o
governo de Marechal Castelo Branca, 1964-1967 (Sao Paulo: Edic;:oes Loyola,
1986), pág. 26.
7 !bid., pág. 36.
50
como Tradición, Familia y Propiedad- se deben evitar las calumnias y
acusaciones irresponsables contra personas allegadas a la Iglesia.
8 !bid.' pág . 27
51
de reforma del Concilio favorecía más bien a los progresistas de la línea
de Dom Helder Camara. Finalmente, estas tensiones llegaron a un punto
crítico en torno a dos grupos: la Acción Católica, especialmente la Juven-
tud Universitaria, y los obispos del Nordeste.
52
el crecimiento económico anual era de 11 %; hubo muchos proyectos de
desarrollo en el sector de la construcción, corno las carreteras hacia el in-
terior, que estaban en plena expansión.12 Políticamente, el sistema parla-
mentario, con los dos partidos oficialistas, funcionaba sin notables con-
tratiempos. Las relaciones con la Iglesia oficial eran armoniosas. Inclusi-
ve, con motivo de la publicación de la encíclica Populorum Progressio,
el Presidente envió un mensaje de felicitaciones al Papa. Muy pronto,
sin embargo, el régimen militar se encontró enfrentado directamente con
amplios sectores de la población y con la Iglesia. En 1967 distintos polí-
ticos de prestigio, entre ellos los expresidentes Juscelino Kubitschek,
Hinio Quadros y Joao Goulart (en exilio), formaron un «Frente Amplio»,
el cual logró movilizar a miles de brasileños en grandes manifestaciones
en las calles de Sao Paulo, Río y otras ciudades. En abril de 1968 el Go-
bierno prohibió el Frente. Justo en este mes los estudiantes, que además
de la represión en su propio país fueron alentados por la gran explosión
estudiantil de mayo en Francia, levantaron la antorcha de la protesta. En
marzo un estudiante, Edson Luis Lima Souto, murió en Río cuando la
policía atacó a un grupo de estudiantes. En la misa de los siete días, el 4
de abril, la Catedral estuvo repleta. Después de la misa, la caballería ata-
có a los asistentes, que incluían a muchos sacerdotes. Pronto se organi-
zaron manifestaciones de protesta en todo Brasil. La marcha más gran-
de, de 100,000 estudiantes, se realizó el 26 de junio en Río, también con
la presencia de sacerdotes y religiosas. Finalmente, frente a la dura repre-
sión del movimiento estudiantil apareció un movimiento de la guerrilla
urbana. La guerrilla, que fue aplastada por el año 1973, sirvió para justi-
ficar las medidas de seguridad impuestas por el régimen.
53
Garrastazú Médici como su sucesor. Médici, exdirector del Servicio de
Inteligencia, representó la victoria de las fuerzas de seguridad sobre otros
militares de una línea más moderada. El gobierno de Médici (1969-1974)
fue el más represivo y autoritario de todos los gobiernos militares de la
época.
54
minicos -entre ellos el Frei Betto- dos sacerdotes del clero secular, y un
jesuita fueron acusados de tener vínculos con el grupo Acción para la Li-
beración Nacional, fundado por Carlos Marighella. 16 En 1971 un tribu-
nal militar condenó a tres de este grupo a cuatro años de prisión. En otro
caso, una religiosa, superiora de su comunidad en Ribeirao Preto, fue
arrestada en octubre de ese año bajo la misma acusación. Aunque ella
protestó su inocencia, fue expulsada del país y condenada en ausencia. 17
16 Antoine, pág. 250; Marcio Moreira Alves, A lgreja e a política no Brasil (Sao
Paulo: Edtora Brasiliense, 1979), págs. 216-2 l 8.
17 Prandini, Petrucci, Dale, Vol. 2, pág. 134-135
18 Antoine, pág. 148.
19 Marcio Moreira Al ves, pág. 207.
20 José Osear Beozzo, A Igreja do Brasil: De Joao XXIII a Joao Paulo ll; de Medellín
a Santo Domingo (Petrópolis: Editora Vozes, l 993), págs. 88-89 .
55
actitud más crítica ante el régimen. El cardenal Rossi representa un caso
típico. Al comienzo él aprobó la toma del poder de los militares: pero
ante el hecho de los allanamientos y las expulsiones fue obligado a mar-
car distancia con el Gobierno. En julio de 1968 , once sacerdotes norte-
americanos fueron detenidos por los agentes del DOPS. En respuesta,
varios miembros de otras congregaciones organizaron una manifestación
de protesta, justo delante de la oficina del DOPS en Sao Paulo. Como
consecuencia, varios de ellos fueron detenidos y, aunque éstos fueron li-
berados posteriormente, el hostigamiento seguía. En agosto, algunos
agentes invadieron un convento de los dominicos y se llevaron a un
miembro de la orden, el Fray Chico. Esta vez Rossi envió una carta de
protesta al Gobernador del Estado para que intercediera directamente al
Gobierno Federal por el dominico detenido. En medio de este incidente,
el periódico Estado de Sáo Paulo publicó un editorial avalando las accio-
nes del Gobierno. El Cardenal envió una carta de protesta a dicho perió-
dico, el cual a su vez lo acusó de «perder la serenidad». 21 Posteriormen-
te, en octubre, Ros si declinó recibir la Orden del Mérito Nacional, una
condecoración otorgada por el mismo Presidente de la República.
Como explicación, el Cardenal señaló que no deseaba dar la impresión
de «estrechar los lazos entre la Iglesia y el Gobierno». Finalmente,
anunció que se había cancelado la misa de acción de gracias por el cum-
pleaños del Presidente. Un periodista del Jornal da Tarde captó el signi-
ficado dramático de estos gestos simbólicos: representaban, escribía,
«prácticamente el inicio de hostilidades entre la Iglesia y el Estado». 22
56
todos perciben que estos conceptos (la seguridad nacional) no co-
rresponden con la doctrina de la Iglesia». 23
23 /bid., pág. 8 1.
24 /bid. , págs. 120- 121.
25 !bid., págs. 125-126.
26 !bid., págs. 163-167.
27 Paul José K1ischke, A lgreja as crisú poliricas no Brasil (Petrópolis : Editora Vozes,
1979), pág. 76.
57
La Iglesia: protesta y persecución (1970-1978)
28 Arq uidiócesis de Siio Paulo, Brasil: Nunca Mais (Siio Paulo: Editora Yozes, 1985),
pág. 68.
58
la transición comenzó durante la época conservadora. En 1968 se reali-
zaron elecciones en la CNBB, las cuales ratificaron la hegemonía conser-
vadora. Rossi fue reelegido Presidente y Dom Eugenio de Arauja Sales
- el futuro Arzobispo y Cardenal conservador de Río de Janeiro- reem-
plazó a Helder Camara como el encargado del área social. En cambio, el
integrista Gorn;:álvez fue reemplazado como Secretario General por Dom
Aloísio Lordscheider, franciscano y teólogo. Este último cambio fue de-
cisivo, porque en 1971 Lordscheider, uno de los arquitectos de la Iglesia
progresista, llegó a ser Presidente de la CNBB. Al mismo tiempo, en
1970 el cardenal Rossi fue llamado a Roma para encabezar la Congrega-
ción para la Evangelización de los Pueblos. Su sucesor fue Pablo
Evaristo Arns, uno de los obispos auxiliares. Con Arns en Sao Paulo y
Lorscheider en la Presidencia de la CNBB se dio un cambio radical en la
orientación de la Iglesia brasileña.
59
La Comisión de Paz y Justicia
29 Clara Pope, «Human Rights and The Catholic Church in Brazil, 1970- 1983: The
Pontifical Justice and Peace Commission of the Sao Paulo Archdiocese», Journa l of
Ch urch and State 27, nº 3(otoño de 1985), pág. 433.
30 !bid., págs. 437-438. Sobre el caso Herzog ver también Thomas E. Skidmore, en
Alfred Stepan (ed.), Democratizing Brazil, págs. 11-12, y Beozzo, pág. 71.
60
En un principio la Comisión se dedicó a casos de violación de los
derechos humanos; pero con el tiempo Arns amplió sus funciones para
atender a las víctimas de la injusticia social. Fundó una Comisión
Arquidiocesana de Pastoral para los marginados y los niños de la calle, y,
al mismo tiempo, fundó un centro para acoger a las víctimas de la vio-
lencia doméstica y a niños abandonados. Por su trabajo en favor de los
derechos humanos, Arns recibió muchos premios de distintos grupos en
todo el mundo. En 1987, en Sao Paulo, la primera dama de Francia,
Danielle Mitterrand, lo condecoró con la Legión de Honor. 31 En el últi-
mo año del régimen militar auspició, juntamente con el pastor
presbiteriano Jaime Wright, la obra Brasil: Nunca Mais. Siguiendo las
pautas del Nunca Más de Argentina, el informe brasileño resume los
múltiples casos de torturas, desapariciones y detenciones ilegales. Señala
que hubo 125 casos innegables de desapariciones, pero alega que el nú-
mero verdadero podría ascender a 300. 32 Es interesante notar que, poste-
riormente, el Ejército confirmó oficialmente la muerte de 144 desapareci-
dos entre 1964 y 1985.
El Nordeste y la Amazonía
61
clusive en la BBC de Londres. Los obispos de la región Centro-Oeste
publicaron otro documento en el mismo mes -La Marginación de un
pueblo- el cual siguió la misma línea de los obispos del Nordeste. Un
tercer documento, Y Ju ca Pirama -O indio, aquele que deve niorrer, del
25 de diciembre de 1973 , formaba con los dos primeros una trilogía
profética.
62
tamiento. 34 Cumplió un año de su sentencia, luego fue juzgado otra vez y
absuelto. Salió de Brazil, volvió en 1975, pero con motivo de su retorno,
fue expulsado formalmente . El caso del P. Jentel tipifica las relaciones
entre la Iglesia amazónica y la policía y los militares.
34 Prandi ni, Petrucci, Dale, Vol. 3, As Re lar;iJes lgreja-Estado 110 Brasil: Durante o
governo do general Medici, 1970-1974, pág. 2 16.
35 !bid. , págs. 173- 174.
36 Prandini , Petrucci, Dale, Vol. 6, págs. 34-35.
63
cual había sido confiada al cuidado de los salesi anos . El 15 de julio de
1976 11egaron en automóviles, 62 personas armadas e instigadas por los
terratenientes con el fin de amedrentar a los misioneros y los indios. El
pretexto inmediato de este asalto fue el intento, autorizado por FUNAI,
de demarcar los límites de la Colonia y así proteger mejor a los indios de
las incursiones de los explotadores. Los asaltantes mataron al P .
Lunkenbein y a un indio, Simao Cristino, e hirieron a otros cuatro.37
64
Lorscheider, la CNBB volvió a ser un organismo progresista y una voz
profética tal como había sido en tiempo de Dom Helder Camara, antes
del golpe militar. Lorscheider, igual que Arns, proviene de las familias
alemanas del Sur, también es franciscano y teólogo. Fue elegido Secre-
tario General de la CNBB en 1968 y Presidente en 1971. Fue nombrado
Arzobispo de Fortaleza en el Nordeste en 1973 y por eso también formó
parte de esa Iglesia regional. Fue elevado al rango de Cardenal en 1976.
Por su cualidades personales excepcionales, de bondad y de mesura, tam-
bién fue elegido Presidente del CELAM e inclusive fue considerado
«papable» en 1978. Con sus dotes de conciliador logró crear un nuevo
consenso en la CNBB. Bajo su dirección, la Iglesia brasileña llegó a ser
una de las más progresistas en el mundo, y durante la época más dura de
la represión, proyectó la imagen de gran unidad interna. El secretario ge-
neral, Dom Ivo Lorscheiter, quien fue elegido en 1979 como el sucesor
de Lorscheider, mantenía la misma línea progresista.
65
Exigencias cristianas, tan crítico del Gobierno y tan claro en la orien ta-
ción positiva que ofrece, fue aprobado por 210 votos contra 3Y Uno de
los tres disidentes fue Dom Vicente Scherer, el Cardenal-Arzobispo de
Porto Alegre. Criticó los documentos de la CNBB afirmando que «no
existe una lucha del gobierno de Brasil contra la Iglesia». 44
66
La «Apertura» (1978 -1985)
67
cipar (Belo Horizonte, 28 páginas); Fe en Dios y Paz en la tierra (Acre-
Purus, 24 páginas); ABC de las elecciones (Río de Janeiro); Todo el
mundo a las urnas el día 15 (Sao Paulo, región de San Miguel), etc.5'
Muchas de las cartillas se escribieron especialmente para las Comunida-
des Eclesiales de Base y otros grupos de cristianos a nivel popular. Con
estas actividades la Iglesia asumió el papel, discreto pero muy visible, de
legitimadora de la transición hacia la democracia participativa. Aunque
él mismo había criticado a la Iglesia por sus pronunciamientos sobre la
política, Figueiredo reconoció en la Iglesia una fuerza estabilizadora im-
portante para la paz social. El 8 de marzo de 1979, el Presidente electo
visitó la sede de la CNBB en Brasilia y dialogó con el cardenal
Lorscheider. Por su parte, el presidente de la CNBB calificó la visita
como «una buena señal» para las futuras relaciones entre la Iglesia y el
Estado. 52
68
con su propio dinamismo interno. Entre otras diferencias con la Acción
Católica, las CEB no perdieron su vínculo directo con la jerarquía, aun-
que en algunos momentos y en otras partes de América Latina parecían
constituir una Iglesia popular paralela. Al comienzo su existencia no lla-
maba mucho la atención; pero, con el tiempo se iban extendiendo, sobre
todo en el mundo rural y en las favelas y las periferías de las grandes
ciudades. En 1975 se realizó el primer gran encuentro nacional de las
CEB, en Vítoria, en Espírito Santo. Estaban presentes Fray Leonardo
Boff y Fray Carlos Mesters , dos de los intelectuales que más
constribuyeron a la fundamentación teológica de las CEB. Según Boff,
mediante las CEB la Iglesia prácticamente estaba «reinventándose» a sí
misma desde abajo. 53 En el momento del tercer encuentro, en 1978 en
Joao Pessoa, Paraiba, había alrededor de 50,000 CEB en todo Brasil.
Para los años noventa el número de CEB se estimaba en 100,000, con
2,000,000 de participantes. 54 En estos encuentros nacionales se subraya-
ba el carácter eclesial de las CEB con la presencia de obispos invitados.
En la sétima reunión, en Duque de Caxias en agosto de 1989, participa-
ron 1,800 delegados y 85 obispos, casi una cuarta parte de la jerarquía. 55
69
Ademas , las CEB fueron especialmente importantes para las muj e-
res, las cuales de otra manera no habrían tenido un espacio seguro y de
fácil acceso para comunicarse con otras mujeres y hablar de temas comu-
nes. 56 Y, más importante aún , las Comunidades promovían discusiones
sobre la dignidad y los derechos de la mujer. Con el tiempo aparecieron
muchas otras organizaciones populares con fines específicos: clubes de
madres, el Movimiento de Lucha Pro Cunas , etc. En este sentido las Co-
munidades constituyeron la primera red nacional que interconectó a miles
de pobres durante Ja dictadura militar; y, posteriormente, mantuvieron
vínculos directos con las demás organizaciones populares que iban apare-
ciendo durante el régimen militar.
70
cido como «Lula».57 En la huelga de 1979 se estima que participaron
cerca de 3 '000,000 de obreros. Durante las huelgas, la Iglesia expresó
abiertamente su simpatía por los huelguistas. Cuando el Gobierno cerró
los locales de los sindicalistas, la arquidiócesis de Sao Paulo prestó sus
salones parroquiales y otras facilidades a los huelguistas. Asimismo, Freí
Betto apareció en asambleas públicas con Lula, y en la huelga de 1979 la
Iglesia ofreció su buenos oficios de mediadora, e inclusive pidió a Lula
que suspendiera la huelga para crear un ambiente de tranquilidad. Lula
accedió a la petición y terminó negociando con éxito una mejora salarial
para los obreros. 58 La huelga de 1980 resultó ser más bien un fracaso
para los huelguistas. No obstante, el saldo general de las tres huelgas fue
positivo: los obreros perdieron el miedo y recobraron la confianza en sí
mismos .
71
La Recta Final
Entre 1982 y 1985 la sociedad civil resucitó con mucho más vitali-
dad que antes: surgieron partidos políticos auténticos, creados por el mis-
mo pueblo; los sindicatos cobraron nueva fuerza y las múltiples organiza-
ciones populares dieron signos de gran vitalidad. En esta nueva
conyuntura, la Iglesia puso a un lado su manto de profeta solitario y ce-
dió su papel de protagonista a los grupos organizados de la sociedad ci-
vil. Se dedicó, más bien, a apoyar el proceso de la redemocratización.
Los civiles reconquistaron el poder mediante alianzas multiclasistas. Tras
cada victoria, los aliados fijaron una nueva meta para realizar. Entre
1980 y 1981 los partidos, las organizaciones populares, la OAB (Organi-
zación de Abogados Brasileños) y la prensa se unieron en un frente am-
plio, respaldado por la Iglesia. En las elecciones de noviembre de 1982,
la oposición ganó una mayoría en la cámara de representantes y además
ganó en los diez estados más importantes del país. En 1983 se inició una
nueva campaña, esta vez para exigir elecciones directas para la Presiden-
cia de la República. A lo largo de 1984 se realizaron grandes manifesta-
ciones en favor de la campaña, con la presencia de artistas y atletas, en
las ciudades principales - Curitiba, Sao Paulo, Belo Horizonte, Porto
Alegre y Río de Janeiro. 59 Finalmente, distintos grupos del partido del
Gobierno formaron una alianza con la oposición y en enero de 1985
Tancredo Neves, el Gobernador de Minas Gerais, que se había converti-
do en un símbolo del anhelo nacional de volver a la democracia, fue ele-
gido Presidente en el Colegio Electoral, con 480 a 180 votos .6 Con el fin°
de expresar su agradecimiento a la Iglesia, Neves visitó la CNBB dos ve-
ces: como candidato, en agosto de 1984, y nuevamente, en febrero de
1985 como Presidente electo. Fue recibido por Dom I vo Lorscheiter, el
presidente de la CNBB y otros obispos.
59 María Helena Moreira Alves, «lnterclass Alliances in the Opposition to the Military
in Brasi l», en S usan Eckstein (ed.), Power and Popular Protest (Berkeley,
California: University of Cali fornia Press, 1989), págs . 293 -294.
60 Skidmore, en Stepan (ed.), DenwcratizinR Brazi/, pág. 31.
72
pesar del retorno a la democracia, la violencia en el campo seguía. Entre
1985 y 1986 en distintas partes de la selva y del Nordeste, como conse-
cuencia de conflictos sobre la tierra, fueron asesinados un misionero ita-
liano, un sacerdote brasileño y dos religiosas. 61
El cambio conservador
73
Por otra parte, aunque su peso dentro del Brasil seguía siendo importan-
te, los progresistas - Arns, Lorscheider, Casaldáliga y otros-fueron
más bien marginados en los círculos romanos. El hombre que se encon-
traba en el ojo de la tormenta fue Frei Leonardo Boff, autor de muchas
obras de teología que la Congregación para la Doctrina de la Santa Fe
había cuestionado desde hacía mucho tiempo . En 1984 Boff fue llamado
a Roma para defender sus ideas, y en mayo de 1985 fue formalmente si-
lenciado. Tras muchos encuentros en Brasil y muchos intercambios de
cartas, finalmente entre el 13 al 15 de marzo de 1986 se realizó una cita
cumbre en Roma, con la presencia del Papa, el cardenal Ratzinger, los
responsables de los principales dicasterios romanos, el presidente de la
CNBB, cinco cardenales brasileños y los obispos de las catorce regiones
eclesiásticas de Brasil. El encuentro sirvió para crear un nuevo clima de
confianza entre Roma y la Iglesia progresista brasileña. Como conse-
cuencia concreta, se levantó la sanción del silencio que pesaba sobre
Boff y, asimismo, se suspendió la prohibición que se había hecho para
publicar la colección «Teología y Liberación», un proyecto de 54 tomos
de la Editorial Vozes. 62
74
CAPÍTULO 111
CHILE (1973-1990):
LA VICARÍA DE LA SOLIDARIDAD Y
EL ACUERDO NACIONAL
La Iglesia chilena se destacaba por su preocupación social mucho
tiempo antes que la mayor parte del resto de la Iglesia en América Lati-
na. Durante el régimen del general Augusto Pinochet se distinguió sobre-
manera por su defensa de los derechos humanos y su enérgica protesta
contra una dictadura autoritaria e inflexible. También, desempeñó un pa-
pel importante como mediadora entre los grupos políticos en la búsqueda
de éstos de un consenso nacional frente al régimen militar, y en el proce-
so prestó su autoridad moral para legitimar la democracia. Sobre todo,
los dos arzobispos-cardenales de Santiago, Raúl Silva Henríquez y su su-
cesor, Juan Francisco Fresno, se distinguieron por los papeles diferentes
pero complementarios que desempeñaron durante este largo proceso: el
primero como símbolo nacional de protesta frente al régimen, y el se-
gundo como símbolo de la reconciliación entre los grupos de la oposi-
ción.
77
pero a partir de ese período la población urbana, sobre todo en el valle
central de Santiago, aumentaba notablemente, llegando a conformar el
39 .9% de la población total en 1991. 1 En contraste, en ese año la pobla-
ción rural había bajado a tan sólo 17.8% del total. Políticamente, el eje
liberal-conservador se convirtió en un tripartidarismo con la aparición del
Partido Socialista en 1901. La tradición democrática del país se quebró
dos veces en las primeras décadas del siglo XX cuando los militares to-
maron el poder: en 1924 una junta desplazó al presidente Arturo
Alessandri, y en 1925 Carlos Ibáñez, quien había participado en el golpe
de 1924, volvió a tomar el poder, esta vez con el fin de entregarlo otra
vez a Alessandri . Posteriormente, Ibáñez fue elegido Presidente para el
período de 1927 a 1931. Estas tomas de poder reflejaron una creciente
polarización de fuerzas sociales frente a las demandas de la clase obrera.
En 1938 se instaló el Frente Popular de Pedro Aguirre, conformado a
base de los partidos Radical, Socialista y Comunista. La política volvió a
cobrar cierta estabilidad en los años cincuenta con la aparición del Parti-
do Demócrata-Cristiano, que representaba un nuevo centro, entre la dere-
cha nacionalista y una izquierda cada vez más grande y segura de sí.
Pero esta estabilidad se perdió en los años de Allende cuando el centro
se fraccionó y la política se polarizó nuevamente entre la derecha y la iz-
quierda. En muchos sentidos, el golpe de Pinochet no fue sino la culmi-
nación final de muchas pequeñas fisuras y tensiones que se habían acu-
mulado durante medio siglo.
Perfil de la Iglesia
78
se en las ciudades, con una consecuente pérdida de influencia en el cam-
po. En 1941 el P. Alberto Hurtado, S.J., publicó un libro que provocó
muchos comentarios: ¿Es Chile un país católico?. El P. Hurtado señala
que había sólo un sacerdote por cada 3,000 personas y, según el censo
nacional, sólo el 3.5% de los hombres cumplía regularmente su obliga-
ción dominical. 2 Un survey hecho en el año 1965 reveló que ese cuadro
estadístico descrito por el P. Hurtado en 1941, no había cambiado
substancialmente. Según el survey, tan sólo el 12.9% de la población ca-
tólica de Santiago asistía regularmente a misa dominical.3 Además, en
esos años había un sacerdote por cada 3,245 habitantes en todo el país. 4
La proporción del clero extranjero entre las órdenes religiosas desde los
años cincuenta ha sido más o menos el 50% del total, y cerca del 30%
del total del clero, sumando religiosos y seculares. En 1992 había 680
sacerdotes extranjeros de un total de 2,050 sacerdotes en todo el país. 5
79
bajo el presidente Arturo Alessandri, del Partido Liberal, se promulgó
una nueva constitución que separó la Iglesia del Estado. Para muchos
católicos y obispos la separación fue lamentable. Para otros, sin embargo,
significó el comienzo de una nueva era de independencia de la Iglesia en
relación al Estado y, sobre todo, al Partido Conservador.
El Socialcristianismo
7 Sobre los orígenes de la Democracia Cristiana Chilena ver Michael Fleet, The Rise
and Fall of Chilean Christian Democracy (Princeton, New Jersey: Princeton
University Press, 1985).
8 Sobre la Democracia Cristiana como el partido del centro . ver Timothy R. Scully,
Los Partidos de Centro y la evolución política chilena (Santiago: Corporación para
Investigaciones Económicas para Latinoamérica [ClEPLAN], 1992).
80
muchos obispos, sobre todo cuando se atrevió a criticar las posturas con-
servadoras de la jerarquía. No obstante, hubo figuras en el clero y el
episcopado que simpatizaban, si no explícitamente con la nueva orienta-
ción política, al menos con la idea de tomar una postura mucho más
comprometida con respecto a la cuestión social. En sus memorias el car-
denal Raúl Silva Henríquez señaló a dos de ellas: Alberto Hurtado, S.J. ,
y Manuel Larraín. Dice Silva: «Fueron las figuras jóvenes más
gravitantes de la Iglesia chilena». 9 Alberto Hurtado (1901 -1952), que su-
fría las consecuencias de la pobreza en su juventud, tuvo un carisma es-
pecial que impactó mucho en la juventud y en los obreros. Entró en la
Compañía de Jesús y desplegó un impresionante celo apostólico. Ade-
más de ser asesor de la Acción Católica, fundó la Acción Sindical Chile-
na (1948), el Hogar de Cristo (1951) para los necesitados, y la revista
Mensaje (1951 ). Influyó considerablemente en las vidas de muchos sa-
cerdotes y políticos , sobre todo al orientarlos hacia la cuestión social. 'º
Fue beatificado en 1994. Por su parte Manuel Larraín, obispo de Talca
entre 1938 y 1966, se identificó con la causa de los obreros y se destacó
en el Concilio Vaticano II como una de las principales voces progresistas
desde América Latina. El papa Paulo VI le encomendó la tarea de pre-
parar el camino para la Conferencia Episcopal de Medellín. En medio de
los preparativos murió en un accidente automovilístico.
Silva y Frei
81
XXIII, quienes lo promovieron por encima de numerosos otros candida-
tos de más larga trayectoria. Además, en 1962 fue elevado al rango de
Cardenal, el segundo en la historia de Chile. Se destacó en el Concilio
como uno de los progresistas, juntamente con su amigo Manuel Larraín.
Impulsó una reforma agraria de propiedades de la Iglesia y dio un nuevo
dinamismo a la Arquidiócesis. De apariencia severa y hasta seca, en rea-
lidad es un hombre profundamente cálido, y a la vez eficaz y dinámico. 11
11 Sobre Silva Henríquez ver Osear Pinochet de la Barra, El Cardenal Silva Henríquez,
lu chador por la justicia (Santiago: Editorial Salesiano, 1987), y las memorias del
propio Silva, editadas por Ascanio Cavallo, citadas arriba.
82
reflexión y de acción social en toda América Latina. Otros jesuitas im-
portantes de ese período fueron Manuel Ossa, Hernán Larraín, Gonzalo
Arroyo, José Aldunate, Mario Zañartu y Patricio Cariola. Casi todos se
habían formado en las ciencias sociales en universidades de los Estados
Unidos o de Europa. También Pierre Bigó, de origen francés, llegó a
ocupar un lugar importante como exponente de la doctrina social de la
Iglesia. Estos centros, y notablemente DESAL, mantuvieron lazos direc-
tos aunque informales con el gobierno de Freí y, sin duda, influyeron en
algunas de las reformas. Con el advenimiento de Salvador Allende en
1970, Vekemans, quien había sido acusado de recibir fondos de la Cen-
tral Intelligence Agency para contribuir a la campaña de Frei, se marchó
de Chile; y se estableció en Colombia, donde se convirtió en asesor del
cardenal López Trujillo y de distintos grupos conservadores dentro de la
Iglesia latinoamericana.
Hacia fines de los años 60, la Iglesia chilena experimentó las mis-
mas divisiones internas que afectaban el resto de la Iglesia latinoamerica-
na, y _aparecieron los mismos extremos. En agosto de 1968 un grupo de
ocho sacerdotes y docientos laicos tomaron la Catedral de Santiago con
el fin de protestar contra la riqueza y la estructura de poder en la Iglesia.
Mortificado, el Cardenal suspendió a los ocho del ejercicio del sacer-
docio; pero, tras un diálogo de reconciliación los perdonó. 13 Al otro ex-
83
tremo, en 1967 se formó la «Sociedad Chilena de Defensa de la Tradi-
ción, Familia y Propiedad», inspirada claramente en el modelo brasileño.
Su revista Fiducia denunció a los sectores progresistas en la Iglesia, es-
pecialmente los centros dirigidos por los jesuitas, por la ayuda que su-
puestamente dieron al crecimiento del comunismo. 14 El mismo grupo
también llegó a establecer una presencia en la Universidad Católica; sin
embargo, éste y otros grupos integristas no tuvieron mucha influencia en
la Iglesia en general, y muchos de sus miembros emigraron cuando
Allende llegó al poder. El integrismo renació posteriormente bajo el am-
paro de Augusto Pinochet.
Allende ( 1970-1973)
14 Cavallo, pág . 139; Eduardo Araya L., Relaciones lgle.<;ia-Estado en Chile, 1973-
1981 (Santiago: Instituto Chileno de Estudios Humanísticos, 1982), págs. 53-54.
84
na- las relaciones entre Allende y el cardenal Silva eran más bien cor-
diales. Allende ya había visitado a Silva anteriormente, antes de las elec-
ciones de 1964, con el fin de asegurarle que su movimiento político no
iba a tocar la Iglesia. De nuevo, antes de las elecciones de 1970, el diri-
gente socialista realizó otra visita semejante. Finalmente, poco después
de ser elegido Presidente visitó al Cardenal otra vez. En esa ocasión
Silva le obsequió una Biblia. No obstante estos gestos de cortesía, el ad-
venimiento de la Unidad Popular al poder de hecho agudizó las divisio-
nes en el país, e inclusive dentro de la Iglesia.
85
Cristiana, por ser el partido más importante de la oposición. A mediados
de agosto Allende se reunió con Patricio Aylwin en la casa del Cardenal.
Sin embargo, estos esfuerzos para forjar la reconciliación entre la Unidad
Popular y la Democracia Cristiana fracasaron, en parte porque Allende
no logró convencer a la oposición de que él tenía pleno control sobre la
situación; especialmente sobre los grupos de la ultraizquierda. Finalmen-
te, los altos mandos del Ejército llegaron a "la conclusión de que una gue-
rra civil era inminente si no se imponía orden en el Gobierno y en el
país. El 23 de agosto, Allende nombró como jefe del Ejército al general
Augusto Pinochet, sin darse cuenta de que había designado a su propio
sucesor en el poder. El 11 de setiembre, en medio de una nube de humo
negro, los militares asaltaron el Palacio de la Moneda e instalaron una
junta de Gobierno. El presidente Allende murió durante el asalto.
El régimen de Pinochet
86
ramente diferente. Entre 1973 y 1982 regía un neoliberalismo inspirado
en las orientaciones de Milton Friedman y los asesores de Pinochet cono-
cidos como los «Chicago Boys». Pero entre los años 1982 y 1983 frente
a las protestas populares y a la luz del fracaso evidente del modelo libe-
ral, el Gobierno adoptó una política de intervencionismo estatal. Fue en
esos años, sobre todo, cuando la civilidad comenzó a recuperar su capa-
cidad de organización y los políticos se dedicaron a buscar alternativas
frente al proyecto de Pinochet.
87
la sana convivencia entre los chilenos, deslizándose hacia las turbu-
lentas aguas de la contingencia política y hacia posiciones ateas y
materialistas.» 17
88
1985-1990, la Iglesia tomó la iniciativa de convocar a los civiles para que
se unieran entre sí y presentasen una alternativa política al país. El «Acuer-
do Nacional», fruto de este esfuerzo, fue el primer paso hacia la recupe-
ración de los civiles y la derrota de Pinochet en el plebiscito de 1988.
89
El propio cardenal Silva visitó la junta de Gobierno el 16 de se-
tiembre y se acordó realizar una «oración por la Patria» el 18 de ese mes,
que es el día nacional; pero al mismo tiempo, Silva evitó dar la imagen
de aprobación al golpe. El mismo día del servicio religioso por la Inde-
pendencia el Obispo Auxiliar de Santiago, Fernando Ariztía, envió una
carta de denuncias al Presidente de la Junta - el general Pinochet-y el
24 de setiembre Silva visitó el Estadio Nacional donde el Ejército había
reunido a todas las personas consideradas como peligrosas para el régi-
men. La mayoría era, naturalmente, de los partidos de la izquierda. En
sus memorias el Cardenal relata cómo le impactó, y hasta lo redujo a lá-
grimas, la experiencia de encontrarse ante la presencia de centenares de
presos que vieron en él su única esperanza de salir con vida. 23
90
eficaces para la seguridad personal que se traducen en detenciones arbi-
trarias o excesivamente prolongadas .. .interrogatorios con apremios físicos
o morales ... »27 En otros documentos del año 1974 predomina esta acti-
tud ambigua de deferencia y a la vez de crítica hacia la Junta.
En octubre surgió otro conflicto con los militares moti vado por la
acción de la Junta de destituir a todos los rectores universitarios y nom-
brar otras personas en su lugar. Silva renunció como Gran Canciller de
la Universidad Católica porque el rector había cambiado al vicerrector
sin consultar con él. El Cardenal manifestó que no consentiría ser redu-
cido a una mera figura ceremonial. Al mismo tiempo anunció la crea-
ción de una Academia de Humanismo, un centro de estudios destinado a
funcionar bajo su amparo personal e independientemente del control de
los militares .29 Durante 1975 el número de incidentes iba en aumento.
Uno de los casos más dramáticos ocurrió en noviembre cuando la DINA
(Dirección de Inteligencia Nacional) asaltó la casa de los padres
columbanos y arrestó a Sheila Cassidy, una médica inglesa, bajo el pre-
texto de que ella había prestado ayuda a un extremista.30
27 !bid.
28 Pi nochet de la BaITa, pág. 154.
29 !bid., págs. 157-1 58.
30 Araya, pág. 105.
91
La disolución del Comité Pro Paz
92
Pinochet y los evangélicos
Pocas cosas llamaron más la atención por su ruptura con las tradi-
ciones chilenas que los «Te Deum» evangélicos con Pinochet. En vista
de que la Iglesia Católica no pensaba realizar actos religiosos para cele-
brar el aniversario de su toma del poder, Pinochet aceptó la invitación
hecha por el Consejo de Pastores para asistir a un acto religioso en la ca-
tedral principal del pentecostalismo en Santiago. El 14 de setiembre de
1975, acompañado por varios miembros de su gabinete, el Presidente fue
recibido en el gran templo de «Jotabeche» (el nombre de la avenida). El
pastor Francisco Anabalón hizo una acción de gracias por los gobernan-
tes del país y pidió al Altísimo su protección para «su siervo, Augusto,
Jefe del Estado ... » 36 Pinochet volvió al templo en 1976 y 1977. Tam-
93
bién , en disti ntos momen tos recibió a vari os diri gentes mundiales de l
fundamentalismo evangélico, incluyendo a Jimmy Swaggert en 1987.
94
Previamente, en agosto de ese año los obispos de Santiago, Copiapó,
Linares , Talca, Temuco y Arica habían denunciado un total de 273 casos
de desaparecidos, de los cuales 216 correspondían a la arquidiócesis de
Santiago. 39 . A nivel internacional, en octubre de 1976, en las calles de
Washington, D.C., Orlando Letelier, ex-ministro de Defensa Nacional y
ex-embajador de Chile en Estados Unidos, juntamente con su secretaria,
Ronnie Moffit, murieron víctimas de una bomba que explotó en su auto-
móvil. El gobierno de los Estados U nidos no dudó en sindicar como res-
ponsables del crimen a la DINA o a agentes empleados por ésa. En mar-
zo de 1995 el general Manuel Contreras, ex-jefe de la DINA, fue conde-
nado por la Corte Suprema de Chile a siete años de prisión por este cri-
men; y otro militar, Pedro Espinoza, recibió una sentencia de seis años.
La Vicaría de la Solidaridad
95
mismas actividades de velar por los derechos de los detenidos; pero ha-
bía dos diferencias entre la Vicaría y el Comité. Primera, la Vicaría fue
una institución creada bajo el amparo personal del Cardenal, y por lo tan-
to no tuvo que ser sometida a un escrutinio de parte de los otros obispos,
algunos de los cuales no le habrían dado su pleno respaldo; además, no
tuvo el mismo carácter ecuménico. El propósito de este cambio fue
remarcar la naturaleza de la Vicaría como un instrumento de la propia
Iglesia Católica y de esta manera definir claramente los términos de la
batalla que se anunciaba: la Iglesia Católica, como institución, formal-
mente había asumido la defensa de los derechos humanos en Chile frente
al Gobierno, y en desafío abierto y directo a los deseos del general
Pinochet. Si el Gobierno había echado los guantes, la Iglesia en la figura
del cardenal Silva Henríguez también hizo lo mismo, pero obviamente
valiéndose únicamente de armas legales y morales.
96
La Vicaría logró investigar hasta centenares de casos cada año, los
cuales presentó ante el poder judicial. Por ejemplo, en el año 1978 la
Vicaría asesoró a 224 personas acusadas o detenidas por el Gobierno,
pero el año 1983 ese número había ascendido a 5, 123. 42 Además, la
Vicaría llevaba una «contabilidad» exhaustiva de todos los casos de
arrestos, detenciones, así como de los procesos judiciales de todos los
casos. Por su labor en favor de los derechos de los chilenos, fue galardo-
nada varias veces con premios y distinciones. En 1978 en Nueva York,
el cardenal Silva recibió en nombre de la Vicaría el Premio de la Defensa
de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas. En 1986 la Vicaría
también recibió el Premio Príncipe de Asturias de la Libertad, en España;
así como el Letelier-Moffit Award, en Washington; y en 1987 se le otor-
gó el Premio de Derechos Humanos de la Fundación Carter-Menil, en
Houston, Texas. Además, la Vicaría recibió ayuda económica de cerca de
41 distintos organismos religiosos y humanitarios de todo el mundo. En-
tre ellos se encontraban Amnistía Internacional, la Ford Foundation y
Lutheran World Relief. Estos organismos mundiales distinguieron y
apoyaron a la Vicaría precisamente con el fin de darle un perfil alto y vi-
sible ante los ojos de la comunidad internacional y para que sirviera
como un canal para expresar la opinión mundial ante el régimen de
Pinochet. Con razón la Vicaría se convirtió en una espina en el costado
del Gobierno.
42 Vicaría de la Solidaridad: undécimo w1o de labor, 1986 (memoria anual), pág. 155.
43 A.raya, pág. 117.
44 Vicaría de la Solidaridad: duodécimo w1o de labor, 1987 (memoria anual), pág. 7.
97
queda de pruebas para relacionar la Vicaría con el terrorismo, demandó
incautar las fichas médicas de aquélla. El vicario Santiago Tapia y su
sucesor, Sergio Valech, se resistieron a esta presión y rehusaron entregar
las fichas. 45
98
Otros espacios
Desencuentros e integristas
47 Smith,pág.316-317.
48 Araya, págs. 56-57 .
99
gélicos, el propio general Pinochet, que no vacilaba en sustentar su pro-
yecto autoritario en términos religiosos, habría sido un perfecto represen-
tante del integrismo católico.
100
El Renacer de Chile (1982)
De Silva a Fresno
101
hubo júbilo general porque Fresno, de 68 años, era conocido por su pos-
turas conservadoras y había sido uno de los obispos que abiertamente ha-
bían apoyado el golpe de estado. Se hizo célebre la exclamación de Lu-
cía de Pinochet, la esposa del Presidente, al enterarse del nombramiento
de Fresno: «Dios nos ha escuchado». 54
102
Frente Patriótico Manuel Rodríguez, Pinochet reaccionó imponiendo un
nuevo estado de sitio. La CNI (Central Nacional de Informaciones, crea-
da en 1978 tras la disolución de la DINA) volvió a reprimir tal corno la
DINA había hecho en los primeros años. Las relaciones entre el Estado
y la Iglesia se empeoraron a causa de estos hechos y se produjeron nu-
merosos incidentes que afectaban a la Iglesia directamente. En enero de
1983 cuatro personas armadas, involucradas en el asesinato del Goberna-
dor de Santiago Metropolitano, se refugiaron en la Nunciatura. Durante
todo el año de 1983 y 1984 la situación de estos asilados se convirtió en
un punto de gran tensión entre el Gobierno y el Vaticano, que mediante
el nuncio Angelo Sodano defendía su derecho al asilo. 56 En setiembre de
1984, durante una de las marchas de protesta, una bala perdida mató a un
misionero francés, el P. Andrés Jarlan. Su entierro fue la ocasión de una
nueva manifestación antigobiernista. En noviembre se precipitó una cri-
sis en el gabinete de Pinochet. El ministro Jarpa, de manera muy curio-
sa, atribuyó la crisis a un supuesto encuentro entre obispos chilenos en
Roma y dirigentes marxistas. Según el Ministro, dicho encuentro impo-
sibilitaba el diálogo entre la Iglesia y el Gobierno, y, por lo tanto, su pro-
pia iniciativa para auspiciar un diálogo había sido en vano. En realidad,
los obispos, que se encontraron en Roma para realizar su visita Ad
Límina, se habían reunido con los exiliados chilenos, entre los que había
algunos que eran marxistas. Aunque Pinochet no aceptó la renuncia del
Ministro, sus acusaciones, que se hicieron con el fin de difundir la idea
de que había una «conspiración» entre obispos y marxistas, empañaban
aún más las relaciones entre el Estado y la Iglesia. Además, el Gobierno
negó permiso para entrar al país al Vicario de la Viéaría de la Solidari-
dad, Mons. Ignacio Gutiérrez, que era de nacionalidad española, porque
había participado en el encuentro en Rorna. 57 En lo que vino a ser una
escalonada de agresiones, en el mismo mes el Gobierno emitió un decre-
to que obligaba a los extranjeros residentes a hacer un juramento de obe-
diencia a las leyes de Chile. Tal decreto claramente se hizo con el fin de
controlar la participación de los religiosos extranjeros en manifestaciones
de protesta. Finalmente, el Gobierno impuso una censura estricta sobre
las radioemisoras de la Iglesia.
103
Los obispos respondieron a esta agresión sistemática en su mensaje
del 16 de noviembre, Carta a los católicos de Chile. En ella critican al
ministro Jarpa por sus acusaciones irresponsables, denuncian la supresión
de actividades de la Iglesia, concretamente una semana social que se ha-
bía cancelado bajo presión, y con respecto a la censura de sus radioemi-
soras, anuncian que en adelante va a ser necesario utilizar «canales de
comunicación internos de nuestra lglesia». 58 Finalmente, manifestaron su
opinión de que la lucha contra el terrorismo y la delincuencia no «autori-
za a nadie para humillar, atemorizar o maltratrar a las personas». Esta
carta, y las cartas publicadas por Fresno en esta época, se expresaron en
el mismo tono enérgico que distinguía los mensajes del episcopado en
tiempo del cardenal Silva. El mérito de Fresno consistía en continuar la
misión empezada por Silva y en mantener la unidad interna en la Iglesia
frente al claro propósito del dictador de dividirla. No obstante, el saldo
del año 1984 era desalentador: a pesar de los buenos deseos, los civiles
aún no habían logrado forjar un frente común y sólido entre ellos, ni pre-
sentar ante el país un plan definido para retornar a la democracia. Frente
a este vacío, Fresno decidió tomar la iniciativa y convocar a los civiles él
mismo. Esta decisión resultó ser un paso clave en el camino del retorno.
104
electorado del país. 59 Por ser el partido más centrista y grande se aceptó
que el Partido de la Democracia Cristiana fuera la «espina dorsal» del
Acuerdo. 60 El grupo también ratificó como coordinadores del acuerdo a
tres hombres que contaban con la confianza del Cardenal: Fernando
Léniz, que había sido un ministro bajo Pinochet, José Zabala, empresario
católico, y Sergio Molina, quien era vicepresidente de la Democracia
Cristiana y había sido ministro bajo Frei. Los tres escogidos redactaron
el borrador del Acuerdo. Finalmente, el 25 de agosto, en Santiago, se
aprobó el documento final, el cual se entregó al Cardenal el día siguiente.
Por su parte, Pinochet hizo lo posible para ignorar este cambio dra-
mático que había ocurrido en Chile. El Cardenal envió un ejemplar del
documento al mandatario y, por su parte, los delegados del Acuerdo in-
tentaron acercarse a distintos representantes del Gobierno con el fin de
explicar su significado. Como para manifestar la poca importancia que
el régimen dio al Acuerdo, en diciembre Molina y Zabala fueron recibi-
dos por el subsecretario del Interior. Finalmente, el 24 de diciembre
105
Pinochet recibió al Cardenal, pero evitó tratar sobre el Acuerdo e, inclu-
sive, dio un «trato descortés» a su visitante. 63 Pinochet, frente a la nueva
unidad de los civiles, quienes desconocían la Constitución de 1980, y
frente a las demostraciones masivas, se sentía amenazado, y en vez de
abrirse a un diálogo, se volvió más intransigente. Fresno, en cambio,
tendió el ramo de la paz a los militares, advirtió contra la presencia de
sacerdotes en las manifestaciones y condenó el uso de la violencia de
cualquier forma. Criticó el hecho de que se había prestado el local de la
Vicaría de la Solidaridad para una entrevista al senador Eduardo
Kennedy en su visita a Chile en enero de 1986. 64 Para Fresno, semejante
identificación entre las críticas del político norteamericano y la Iglesia
constituyeron una provocación a los militares. Finalmente, el Cardenal
captó la imaginación del país cuando declaró en público: «Chile tiene vo-
cación de entendimiento y no de enfrentamiento.» 65
106
conciliación que sigue viviendo el país bajo mi Gobierno se gestó
en aquella época». 66
107
una de las manifestaciones en Santiago.69 En general reinó un ambiente
de paz y concordia durante los días de la visita. Salvo una protesta rui-
dosa que se organizó durante una misa al aire libre, no hubo notables
enfrentamientos entre la policía y la población. Pero este hecho en sí fue
una victoria para la oposición, no para Pinochet. En las palabras de
Cristián Precht, el primer Vicario de la Vicaría de la Solidaridad: «Con
motivo de la visita, el país se movilizó y nos volvimos a encontrar como ·
un pueblo». 7º Según Precht, la palabra más aplaudida en todo Chile
cuando hablaba el Papa fue: «reconciliación». 71 Pero esa palabra fue aso-
ciada con el Acuerdo Nacional y la oposición democrática, no con el ré-
gimen en el poder.
El Plebiscito de 1988
108
empañar el Plebiscito con manifestaciones o actos de violencia, lo cual
fácilmente serviría como justificación para que el Gobierno anulara los
resultados, sobre todo si no eran favorables para él.
109
animar a la población, sobre todo a los jóvenes, a inscribirse para votar
en el Plebiscito. Aunque este gesto de parte de la Iglesia no reflejaba
nada más sino 1a buena voluntad de crear conciencia cívica, para algunos
sectores de la derecha parecía una campaña indirecta para movilizar la
gente a votar contra el régimen. Esta sospecha se confirmó cuando Car-
los González, presidente de la Conferencia Episcopal, afirmó en público:
«Lo que se juega en el Plebiscito no es este candidato don Augusto
Pinochet u otro, sino un régimen presidencial o un régimen militar». 76
110
mo normal en tiempo de la democracia. La «Concertación por el No» se
convirtió en la «Concertación de Partidos por la Democracia», con un
candidato único, Patricio Aylwin. Surgieron dos candidaturas de la dere-
cha, Hernán Büchi, identificado con el Gobierno, y Francisco Javier
Errázuriz, de una corriente populista. Los resultados de las elecciones
del año 1989 prácticamente vinieron a ser una repetición del Plebiscito.
Ayl win ganó con el 55.2% de los votos; Büchi sacó el 29.4%, y
Errázuriz, el 15.4%. El 11 de marzo de 1990 Aylwin asumió la Presi-
dencia de la República.
111
presentar una imagen de unión y de cohesión interna que inspiraba a los
cristianos y a los chilenos en general. Hasta la derecha política, que no
compartía las orientaciones sociales de la Iglesia, tuvo que reconocer que
ésta actuaba imparcialmente y con un espíritu de pluralismo y de recon-
ciliación, que se extendía a los militares y los católicos en la derecha.
En la noche del 18 de agosto de 1992, en la Catedral de Santiago, se ce-
lebró el 40º aniversario de la muerte del P. Alberto Hurtado. En medio
de una masa compacta de viejos y jóvenes, se hicieron presentes para la
ocasión el presidente Aylwin, otros dirigentes políticos y los dos carde-
nales, Raúl Silva Henríquez y Juan Francisco Fresno (el cual se había re-
tirado como Arzobispo en marzo de 1990). Su sucesor como Arzobispo
de Santiago, Carlos Oviedo, presidió la misa. La celebración hizo resaltar
las líneas de continuidad en la Iglesia chilena: desde el socialcristianismo
de la generación del P. Hurtado, que incluía a Manuel Larraín y Eduardo
Frei, hasta la generación de Silva, Fresno y Aylwin. En pocos países de
América Latina existía una identificación tan estrecha entre Iglesia y con-
tinuidad democrática como se daba en Chile.
112
CAPÍTULO IV
115
tes- y un número más grande de laicos de base que sí tomaron una pos-
tura clara y decidida en favor de la vida y los derechos de sus compatrio-
tas . El ganador del Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, ca-
tólico comprometido, las Madres de Plaza de Mayo -la inmensa mayoría
católicas practicantes- y otros grupos para la defensa de los derechos hu-
manos, cumplieron en Argentina el papel de la Vicaría de la Solidaridad
en Chile o de la acción coordinada de los obispos de Brasil frente al go-
bierno militar de ese país. Sin embargo, se puede decir en cierto sentido
que los cristianos en Argentina eran más valientes precisamente porque
no contaban con el amparo y el peso de la jerarquía. La timidez de la
Iglesia oficial con respec to a la defensa de los derechos humanos y, en
algunos casos, el aval abierto de algunos obispos y clérigos en favor de
la represión, no fue una cuestión circunstancial de cony untura, sino más
bien la manifestación de una mentalidad que tenía profundas raíces en la
historia de la Iglesia argentina. Examinemos ese trasfondo histórico para
poder comprender mej or la actuación de la Iglesia durante la «guerra su-
cia».
116
Pero las olas migratorias también dieron origen a una clase media y
popular, las cuales cada vez más exigían una mayor participación en la
prosperidad general. Hacia fines del siglo, los anarquistas y luego los so-
cialistas empezaron a influir en la clase obrera. El hombre que se con-
virtió en el abanderado del descontento popular fue Hipólito Yrigoyen,
de la Unión Cívica o el Partido Radical, elegido Presidente en 1916, con
la ayuda de la Ley Sáenz Peña (1 910) que consagró el sufragio universal
secreto para hombres. En realidad, una vez en el poder, Yrigoyen no
propuso cambios radicales; no obstante, su elección sirvió como una ad-
vertencia de que los tiempos habían cambiado: en adelante, las clases
medias y populares estaban destinadas a ser actores principales en el es-
cenario político. Yrigoyen dej ó el poder en 1922, pero volvió en 1928
para un segundo mandato; mas, a raíz del clima de incertidumbre y de te-
mor que se generaron como consecuencia de la depresión mundial, fue
derrocado en setiembre de 1930 por el general José Félix Uriburo.
El Integrismo católico
11 7
dad, optaron más bien por cerrar las puertas a las nuevas tendencias. De
esta manera, en los años 20 surgieron distintas figuras que se nuclearon
en torno a la Acción Católica Argentina y la revista Criterio, fundada en
· 1928. El nuevo organismo del pensamiento católico , dirigido durante
años por monseñor Gustavo Franchesi , aunque difundía las ideas de
Jacques Maritain, se inclinaba más bien en favor de un integrismo católi-
co. La revista respaldó el golpe de Estado del general Uriburu.
118
den y la autoridad. El nac ionalcatolicismo fue justamente la bandera
ideológica que muchos argentinos , de clase alta, media y popular, pero
especialmente en la Iglesia y el Ejército , buscaban para afianzar la uni-
dad nacional en los turbulentos años 30. Este estandarte ideológico se
convirtió en un hilo conductor de ahí en adelante, y encontró su máxima
expresión en el gobierno militar presidido por el general Videla en los
años 70. La consagración formal de la nueva cosmovisión se dio en el
gran Congreso Eucarístico Internacional que se celebró en 1934 en la Ca-
pital.
119
c10n. Durante las ceremonias, que contaban con la presencia de más de
200,000 católicos, las Fuerzas Armadas solemnemente se consagraron a
la Virgen de Luján. En otro acto solemne, el Presidente consagró la Na-
ción al Jesús Sacramentado. Ese año, el Congreso fue, sin duda, el acon-
tecimiento central en la vida de la República.
120
tuiciones de los católicos integristas. En los años treinta se fundaron los
primeros grupos precursores, inspirados en las ideas de J acques Maritain,
quien visitó el país en 1936, mas los seguidores de Maritain eran pocos
numéricamente: no contaron con los católicos de la derecha y, por otro
lado, el peronismo llevó las masas consigo. El Partido formalmente se
constituyó en 1955, y en las elecciones de 1961 ganó el 5.2% de la vota-
ción nacional. Posteriormente, el gobierno del general Onganía provocó
una crisis interna: el Partido se dividió entre los que querían ser fieles a
la línea de Maritain, en defensa de la democracia por encima de todo, y
los de la mentalidad nacionalista-corporativa que dieron su apoyo a
Onganía. 6 A duras penas, recién en 1981 el Partido logró restablecer la
unidad entre las distintas facciones.
Perón y el peronismo
121
Farrell, el grupo de oficiales que más simpatizaban con el fascismo cerra-
ron las puertas más aún a las tradiciones liberales de Argentina. Pero el
nuevo régimen no gozaba de mucha popularidad, sobre todo porque sus
conductores no sabían cómo enfrentar el reto del creciente descontento
social. Por ello, el vicepresidente y ministro de Trabajo, coronel Juan
Domingo Perón, hombre fuerte entre los oficiales más jóvenes, intuyó la
importancia de ganar el apoyo de la clase obrera. Destituido y encarcela-
do en octubre de 1945 por otros oficiales, salió libre gracias a la presión
popular ejercida por los «descamisados», formados y controlados por él.
Su conviviente, Eva Duarte, actriz y locutora de la radio, prestó al nuevo
movimiento el carisma de su atractiva personalidad. El 17 de octubre
Perón fue aclamado en la Plaza de Mayo por los «descamisados» y, en
febrero del siguiente año, fue elegido Presidente de la República. La cla-
se popular no había tenido un portavoz en la Casa Rosada desde el tiem-
po de Yrigoyen; pero en Perón tenía algo más que otro gobernante popu-
lista: un líder carismático que encarnó el nuevo sentimiento nacionalista,
más la preocupación por lo social.
122
muerte de Eva Perón, en 1952, lo dejó sin el brillo de los primeros años.
Sus relaciones con la Iglesia se deterioraron cuando legalizó el divorcio y
suprimió la enseñanza obligatoria de la religión en las escuelas. En
1954, sensible a las críticas que había recibido de la Iglesia, denunció la
«infiltración» del clero en los sindicatos y en la política. Y en 1955 per-
mitió a sus adeptos atacar la Iglesia directamente, los cuales llegaron al
extremo de incendiar templos. En setiembre de ese año las Fuerzas Ar-
madas se sublevaron y lo obligaron a salir al exilio.
123
autoritario no logró apaciguar a grandes sectores de la población, y la
agitación sindical y universitaria aumentó notablemente. El descontento
popular estalló entre el 13 y el 30 de mayo de 1969 cuando los obreros
de Córdoba, y posteriormente los de La Plata, Resistencia, San Juan, Sal-
ta y Rosario, apoyados por los universitarios, iniciaron una huelga. En
los choques entre las fuerzas del orden y los obreros y estudiantes murie-
ron docenas de personas. El «Cordobazo» selló el comienzo del fin del
régimen de Onganía. En 1970 Onganía fue depuesto por el general Ro-
berto Levingston, pero él a su vez fue reemplazado, en 1971 , por el ge-
neral Alejandro Lanusse.
El radicalismo católico
10 Sobre los orígenes católicos de los Montoneros, ver Gillespie, págs. 74-99, especial-
mente.
124
can en parte el porqué existía cierta simpatía entre los Montoneros y los
Sacerdotes del Tercer Mundo.
Cada vez más los sacerdotes del movimiento eran objetos de la per-
secución sistemática. Al mismo tiempo el movimiento cayó preso de la
disensión inte rna y a partir de 1974 prácticamente dejó de fu nc ionar
11 José Pablo Martín , «El Movi miento de Sace rdotes para el Tercer Mu ndo », N uevo
Mundo : Revista de teología latinoamericana (Buenos Aires: Ediciones Castañeda
San Antonio de Padua-Ediciones Guadalupe, 199 1), págs. 12-1 3.
12 lbid .. pág. 217.
125
como grupo. Durante el primer año después del golpe de 1976, varios
murieron asesinados y otros huyeron al exilio. 13
126
destacado dirigente de los Sacerdotes para el Tercer Mundo. 14 En un
congreso realizado en Santa Fe los sacerdotes de esa agrupación pública-
mente aprobaron el peronismo porque, según ellos, era la expresión del
pueblo que busca la justicia social. 15 El 11 de noviembre de 1972, Perón
volvió a Argentina por primera vez después de su larga ausencia y el 6
de diciembre recibió en su casa en Buenos Aires a unos 60 de los Sacer-
dotes para el Tercer Mundo para dialogar sobre puntos en común. Este
encuentro, entre un político experimentado y un grupo de sacerdotes mo-
tivados por el idealismo, se parece mucho a otro encuentro célebre, entre
Fidel Castro y los sacerdotes del Grupo de los 80, en Santiago de Chile,
que se había realizado casi un año antes . Sin embargo, algunos de los
sacerdotes presentes con el líder argentino se desilusionaron, al ver que
él no prometía llevar a cabo una revolución socialista, tal como ellos es-
peraban.
127
La muerte de Perón en julio de 1974 creó un clima de incertidum-
bre y confusión. Su esposa, Isabel Perón, asumió la Presidencia, pero
fue incapaz de dominar una situación que se hacía cada vez más violenta.
Los grupos guerrilleros de izquierda, los Montoneros, el Ejército Revolu-
cionario del Pueblo y otros desataron una ola de robos, secuestros y ase-
sinatos. Por su parte los grupos paramilitares de derecha se dedicaron a
cazar y asesinar a los guerrilleros y sus simpatizantes. El más notorio
fue la Triple A («Alianza Anticomunista Argentina»), dirigido por José
López Rega, antiguo secretario de Perón que fue ministro de Bienestar y
consejero durante la Presidencia de Isabel Perón. El número de muertes
por causa de la guerrilla subversiva y de los grupos paramilitares aumen-
tó dramáticamente: de 47 en 1973, a 180 en 1974 y, finalmente, a 894 en
1975. 16 Los militares presionaron a la Presidenta para que ejerciera más
control sobre la situación, y en julio de 1975 ellos mismos expulsaron
del país a López Rega. Finalmente, en noviembre asumieron la dirección
de la lucha antisubversiva. Cuando tomaron el poder, el 24 de marzo de
1976, pocos fueron sorprendidos.
128
por el concepto de la guerra justa contra los enemigos internos de la Na-
ción. En su defensa de la «civilización occidental y cristiana», actuaron
en base a una visión t~talizante que absolutizaba el bien y el mal y no
dejaba lugar para la neutralidad ni el compromiso o el diálogo.
18 Daniel Frontalini y María Cristina Caiati, El Mito de la guerra sucia (Buenos Aires:
Editorial CELS, 1984), pág. 72.
19 Frank Graziano, Divine Violence: Spectacle , Psychosexuality, and Radical
Christianity in the Argentine «Dirty War» (Boulder, Colorado: Westview Press,
1992), págs. 37-38.
20 Frontalini y Caiati, pág. 24.
2l !bid., pág. 25.
129
Finalmente, tal vez lo más deprimente en el caso argentino fue la
existencia de una psicología y el uso de métodos que lo asemejaban a la
Alemania nazi. En el informe del gobierno de Alfonsín se hace ver la
costumbre de fomentar en los oficiales, sobre todo los de baja extracción
social, un crudo antisemitismo. Delante de presos judíos solían mezclar
gritos de «¡Heil Hitler!» con los de «¡Viva Cristo Rey!» 22 El periodista
Jacobo Timerman, secuestrado en 1977 y detenido durante dos años, y
posteriormente liberado gracias a la presión de amigos y grupos en el ex-
tranjero, ofrece un testimonio acerca del antisemitismo de sus persegui-
dores en el libro que escribió sobre sus experiencias como preso. 23 Pero
más allá de la simpatía por el nazismo, el método empleado para exter-
minar sistemáticamente a una parte de la población también se parecía al
de Alemania de Hitler. Durante los siete años de la dictadura, cerca de
8,960 argentinos (la cifra oficial) fueron arrancados de sus hogares o to-
mados presos en la vía pública. Acto seguido, fueron enviados a 340
distintos centros de detención, pero sin notificar a los familiares u otros.
Posteriormente, todos «desaparecieron». El Gobierno negó sistemática-
mente ser cómplice de los secuestros y, asimismo, negó la existencia de
los centros. Su política, a diferencia de la de Pinochet, quien reunía a la
mayoría de los «subversivos» en el Estadio Nacional y en otros centros
conocidos, consistía en negar absolutamente cualquier conocimiento de
los hechos. Igual como en la Alemania nazi, las víctimas desaparecieron
sin proceso judicial alguno, como «noche y niebla».
130
año 1988 había un total de 5,378 sacerdotes, casi igualmente div-ididos
entre el clero diocesano y el clero religioso·25 No es tan fácil encontrar
datos acerca del número de extranjeros entre el clero. Una fuente del
año 1961 establece que en esa época una cuarta parte del clero diocesano
era extranjera. 26 No hay cifras oficiales acerca del clero religioso, pero se
cree que el porcentaje de extranjeros entre los religiosos, por ser muchos
de ellos misioneros, es mucho más alto. Puesto que muchos de los ex-
tranjeros son españoles e italianos, su presencia no se destaca demasia-
do en una sociedad de inmigrantes provenientes precisamente de esas na-
ciones.
131
en este grupo se encontraba Antonio Quarracino, Obispo de Avellaneda,
posteriormente Arzobispo de la Plata en 1985 y, finalmente, Arzobispo
de Buenos Aires en 1990; además, entre 1978 y 1982 servía como secre-
tario general del CELAM. El Nuncio, en esa época, Pio Laghi (1974-
1980), más bien se solidarizaba con el grupo conservador, no obstante su
posición privilegiada para influir en la jerarquía como una voz indepen-
diente. El sector «moderado» estaba conformado por los obispos que
apoyaban las reformas del Concilio Vaticano II, pero quienes por timidez
o el temor de romper la unidad institucional no se destacaban por sus
protestas contra el régimen militar. Tal sería el caso de Eduardo Pironio,
el tercer cardenal argentino. Pironio fue obispo auxiliar de La Plata, pos-
teriormente Obispo de Mar de Plata, y en 1975 fue nombrado pro-prefec-
to de la Congregación para los Religiosos, en Roma. No obstante sus
posturas progresistas en favor del Concilio, no tomó una posición clara
en público con respecto a las violaciones de los derechos humanos en su
propia patria. Además, la ausencia de Pironio durante el proceso militar,
facilitaba el dominio de los conservadores.
«Los malos argentinos que salen del país se organizan desde el ex-
terior contra la patria, apoyados por las fuerzas oscuras, difunden
noticias y realizan desde afuera campañas en combinación con
quienes trabajan en la sombra dentro de nuestro territorio. Rogue-
mos por el feliz resultado de la ardua tarea de quienes espiritual-
mente y temporalmente nos gobiernan. Somos hijos de una Nación
en la cual la Iglesia goza de un respeto desconocido en todos los
países condenadamente marxistas.» 28
Antonio Plaza, Arzobispo de La Plata, 1977.
132
La orientación tan marcamente conservadora de la jerarquía argenti-
na llama la atención, sobre todo si se la compara con el actuar de la Igle-
sia chilena, dado el hecho de que los dos países comparten muchos de
los mismos rasgos: el peso notable de la inmigración europea y una larga
tradición democrática, al menos hasta 1930 en el caso de Argentina.
Pero durante el proceso militar en este país no surgió un Raúl Silva
Henríquez, ni se creó una Vicaría de la Solidaridad, ni hubo un distan-
ciamiento de la Iglesia del Estado.
133
ral, el Concilio Vaticano II hizo muy poco impacto en la Iglesia argenti-
na. Los obispos argentinos de tendencia conservadora se destacaban ,
más bien, por su falta de preparación en materia teológica. Tortolo, presi-
dente de la Conferencia Episcopal en el momento del Golpe, mantenía su
diócesis de Paraná como una fortaleza contra los vientos del cambio en
la Iglesia, e incluso invitó a mons. Lefebvre, antes de su rebeldía abierta,
a visitar su diócesis. Para obispos como Tortolo, Plaza y otros, encon-
trarse en el mundo de los poderosos, y descubrirse estimados en ese
mundo, significaba un ascenso en la vida.
134
existía, identificado con el catolicismo, un partido grande que ofreciera
una alternativa frente a la voz oficial. Los católicos que representaban el
socialcristianismo progresista fueron simplemente marginados por los
obispos conservadores. El Partido Demócrata-Cristiano argentino, como
vimos anteriormente, era más bien pequeño y, por lo tanto, muy limitado
en cuanto a su capacidad de influir a nivel nacional.
Pero ese mismo año Tortolo fue reemplazado como presidente por
Raúl Primatesta, el cardenal-arzobispo de Córdoba. Sin duda el inte-
grismo tan abierto de Tortolo, así como su franco rechazo del Concilio
Vaticano II, resultaron incómodos para los demás obispos, que vieron la
conveniencia de elegir a otra figura -conservadora por cierto- pero más
cauta y prudente en su trato con el Gobierno. A partir de ese cambio la
Conferencia Episcopal comenzó a expresar su preocupación por la vio-
lencia perpetrada por las fuerzas del orden y sobre todo por las desapari-
ciones. Pero la Conferencia adoptó la política, que tal vez en el momen-
to parecía lo más prudente y productiva, de limitar las críticas en público
a principios generales, mientras que en privado se dedicó a presionar al
Gobierno sobre casos particulares mediante mensajes y visitas.
135
A fines de 1982, el Episcopado publicó un tomo con una selección
de documentos previamente publicados entre 1970 y 1972 con referen-
cias a la violencia, los derechos humanos y las desapariciones. Pero,
también incluyeron otros documentos que no habían sido publicados an-
teriormente. Se trataban de mensajes enviados a la Junta de Gobierno o
bien al Ministro del Interior acerca de estos temas. Los obispos ofrecie-
ron la siguiente explicación por este procedimiento:
136
atención a los militares acerca de su actuación, por escrito y en persona.
Además, había casos conocidos en que la intervención oportuna de los
obispos probablemente sirvió para salvar vidas. Pero la crítica a la jerar-
quía reside en el hecho de que no tomó una actitud pública y resuelta en
defensa de los derechos humanos. Es más: algunas de sus acciones con-
tradecían sus palabras. En su obra sobre este tema, Emilio Mignone,
abogado, educador y católico militante, cuya hija, Mónica, una catequista
que trabajaba en una villa miseria, fue secuestrada y nunca más apareció,
relata cómo en su búsqueda de ayuda para saber más sobre su hija, en-
contró la puerta del Vicario Castrense cerrada a sus requerimientos. Al
indagar sobre la situación de otras farnilas de desaparecidos descubrió
que la oficina del Vicario Castrense se limitó a escuchar las quejas, pero
en la práctica no aplicó ninguna presión verdadera sobre los militares
para rendir cuentas de sus acciones. Además, en varias ocasiones distin-
tos obispos y sacerdotes prácticamente se solidarizaron con los militares,
justificando la represión. En una ocasión las Madres de Plaza de Mayo
asistieron a una misa justamente para pedir por sus hijos e hijas desapa-
recidos; pero el sacerdote que dio el sermón habló de hijos descarriados
por las drogas que fácilmente terminan siendo subversivos. Las Madres
abandonaron el templo en señal de protesta. 37 En otras ocasiones tanto el
cardenal Aramburu (1982) corno el cardenal Quarracino (1983) formula-
ron declaraciones a la prensa extranjera en el sentido de que no había
desaparecidos en Argentina, e incluso afirmaron que muchos de los así
llamados desaparecidos vivían fuera del país. 38 Quarracino, al menos,
tuvo la rectitud de aclarar posteriormente que nunca había hecho seme-
jante observación. En general, a pesar de sus mensajes dirigidos a los
militares, las figuras más importantes en la jerarquía no ocultaron su falta
de simpatía por los grupos de derechos humanos, que presionaron para
saber la verdad acerca de los desaparecidos.
La Iglesia perseguida
137
en cuenta el hecho de que durante este período algunas de las víctimas
de la represión eran miembros de la propia Iglesia institucional. Por
cierto, los obispos llamaron la atención a los militares en estos casos ,
pero en general limitaron su gestión a la acción de escuchar las explica-
ciones oficiales, las cuales generalmente aceptaron sin más.
138
Este primer crimen fue seguido por muchos otros. El 18 de julio
de ese mismo año dos sacerdotes del movimiento Sacerdotes para el Ter-
cer Mundo fueron secuestrados y asesinados en Chamical, cerca de la
Rioja, una diócesis en el interior a 300 kilómetros de la frontera con Chi-
le. El obispo de la diócesis, Enrique Angelelli, que había denunciado al
Gobierno por su violación de los derechos humanos, murió en un acci-
dente automovilístico el 4 de agosto. En el mismo carro llevaba consigo
documentos que comprobaban la complicidad de los militares en la
muerte de los dos sacerdotes. Un año después murió otro obispo, Carlos
Ponce de León, de la diócesis de San Nicolás, en circunstancias pareci-
das. Amigo de Angelelli, también había denunciado a los militares, e
igualmente murió como consecuencia de un accidente automovilístico no
esclarecido. En diciembre de 1977, dos religiosas francesas, del Instituto
de Misiones Extranjeras, que colaboraron con las Madres de Plaza de
Mayo, fueron secuestradas y nunca más aparecieron. El propio presiden-
te Valéry Giscard d'Estaing envió un emisario especial para pedir expli-
caciones, pero otra vez las autoridades alegaron ser ignorantes sobre
quiénes eran los responsables de estas desapariciones.
41 Para un resumen sucinto de las víctimas en la Iglesia, ver CONADEP, Nunca Más,
págs. 347-360.
139
en 1960 y llegó a ser Obispo de La Rioja en 1968. Fue un hombre emi-
nentemente pastoral y tuvo una relación muy estrecha con sus feligreses.
Entre sus aficiones le gustaba escribir poesía. Aun antes del golpe tuvo
problemas con el mando militar de la región, el general Luciano Benja-
mín Menéndez, el mismo que posteriormente sirvió como Comandante
en Jefe del Ejército en la Guerra de las Malvinas. En febrero de 1976 el
Vicario de la Rioja fue detenido y sometido a un interrogatorio. En junio
los dos sacerdotes, Gabriel Longueville y Carlos de Dios Murias, fueron
secuestrados y asesinados. Angelelli hizo un informe acerca de este he-
cho para el Nuncio, quien a su vez conversó con el mismo presidente
Videla sobre el caso. Pero, finalmente, los esfuerzos del Obispo para de-
mostrar la complicidad de los militares en la muerte de los dos sacerdo-
tes condujeron a su propia muerte. El 4 de agosto Angelelli y otro sacer-
dote visitaron Chamical, donde los dos habían trabajado. Celebró una
misa y en el sermón denunció a los militares por sus crímenes. De
Chamical se dirigió hacia la capital de la provincia con documentos so-
bre el caso, pero en el camino dos otros vehículos lo encerraron y embis-
tieron su camioneta. El cuerpo del obispo se encontraba a 25 metros de
la camioneta, pero los documentos y los otros carros ya habían
desparecido. El informe oficial cerró el caso afirmando que no existía
motivo para investigar más el asunto. 42 En 1984 otro juez mandó reabrir
el caso de Angelelli y en 1986 emitió el siguiente dictamen:
«... doy por acreditado que el hecho que costara la vida a quien fue-
ra obispo de la Rioja ... Monseñor Enrique Angelelli, ha sido: homi-
cidio; habiendo producido su muerte en el lugar precitado ... »43
42 Luis Miguel Barronetto, Reportajes a Mons. Angelelli (Córdoba, 1988), pág. 143.
43 Ibid., pág. 141.
44 CONDADEP, Nunca mas, págs. 359-360.
140
pos levantaron una voz de protesta. Desde el comienzo del régimen Jai-
me de Nevares, Obispo de Neuquén, en el suroeste del país, denunció las
constantes violaciones de los derechos humanos. Por ello, fue llamado a
servir como copresidente, juntamente con Raúl Alfonsín, de la Asamblea
Permanente de los Derechos Humanos, fundada en 1975, y finalmente,
en 1983, en reconocimiento a su labor, el propio presidente Alfonsín lo
nombró miembro de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Per-
sonas. También se destaca la figura de Jorge Novak, el Obispo de
Quilmes, cerca de la capital. Novak integró el Movimiento Ecuménico
por los Derechos Humanos, fundado en 1976. Finalmente, Miguel
Hesayne, de Viedma, se convirtió en una figura sumamente incómoda
para el Gobierno. En 1977 el presidente Videla visitó Viedma, y en una
entrevista Hesyne abogó por la vida de los jóvenes inocentes y los po-
bres.45 Posteriormente dirigió una serie de cartas públicas al Presidente y
al Ministro del Interior acusándolos de encubrir crímenes. En una carta a
Videla, fechada el 16 de diciembre de 1979, declaró:
45 Padre Obispo Miguel E. Hesayne, Cartas por la vida (Buenos Aires: Centro Nueva
Tima, 1989, pág. 68) .
46 lbid., pág. 33.
141
de Mayo ( 1977). Estos grupos perseguían fi nes particulares diferentes ,
pero todos trabajaban en estrecha coordinación entre sí. Este hecho se
debe en buena medida a la labor de Adolfo Pérez Esquivel, quien ganó el
Premio Nobel de la Paz en 1980 por su lucha en favor de los derechos
humanos.
142
Las Madres de Plaza de Mayo
143
practicantes y se reunían con frecuencia en iglesias. También asistían a
misas en grupo para pedir por sus hijos y a veces usaban símbolos reli-
giosos para expresar su dolor. En una ocasión llevaban cada una un cla-
vo, para simbolizar el hecho de que Cristo estaba siendo crucificado otra
vez. 50 Si bien la Iglesia oficial no se distinguía por realizar algún gesto
profético, el «pueblo de Dios», representado por las Madres y las Abue-
las de Plaza de Mayo, así como muchos laicos como Pérez Esquive!,
cumplió esa misión.
Los Protestantes
144
en la protesta en favor de los derechos humanos. Junto con Jaime
Nevares y Carlos Gattinoni también formó parte de CONADEP.
145
supresión de los derechos humanos en nombre del Bien Común. 53 Asi-
mismo, declaran que el estado de excepción «no puede prolongarse inde-
finidamente», una sugerencia claramente dirigida al régimen militar. 54 Al
mismo tiempo los obispos vinculan la democracia con la justicia social;
siendo la segunda una condición necesaria para la primera. 55 En la parte
más positiva del documento, hacen un llamado para reconstruir la Nación
con el fin de crear una «comunidad nacional». El camino hacia dicha co-
munidad consiste en buscar la reconciliación nacional mediante el diálo-
go.
146
vidas. La derrota de Argentina en la guerra precipitó una crisis interna,
que muy pronto condujo al derrumbre del régimen militar. Por eso, a di-
ferencia de los militares chilenos y brasileños, los militares argentinos no
salieron del poder tras realizar un pacto que condicionaba a los civiles.
Frente al malestar que se había generalizado en parte por su incompeten-
cia en la Guerra, pero también por las violaciones de los qerechos huma-
nos y la falta de libertad, no. tuvieron más remedio que convocar a elec-
ciones y devolver el poder a los civiles. Bajo el general Reynaldo
Bignone, el sucesor de Galtieri, se realizaron las elecciones en octubre de
1983, y en diciembre Raúl Alfonsín, de la Unión Cívica Radical -el parti-
do de Yrigoyen- asumió la Presidencia de la República.
57 Rubén Dri, Teo logía y dominación (B uenos Aires: Roblanco, 1987), pág. 113.
147
Alfonsín creó CONADEP, la Comisión Nacional sobre la Desaparición
de Personas. Bajo la presidencia del novelista Ernesto Sábato, la Comi-
sión se dedicó a investigar todos los casos conocidos de personas desapa-
recidas, así como la realidad oculta de la represión: las cárceles y los si-
tios de reclusión y los métodos empleados para extraer confesiones de las
víctimas. Aunque la Comisión no fue «instituida para juzgar», de hecho
los abundantes testimonios que recibió sirvieron para los juicios posterio-
res a los militares y otros.
148
to Final», que fijó un plazo final para iniciar nuevos procesos. En abril
de 1987 estalló el primero de varios levantamientos militares que logra-
ron desestabilizar al Gobierno. Bajo la presión de los militares y otros
sectores de la sociedad, el Congreso dio la Ley de Obediencia Debida,
por la cual los oficiales subalternos fueron exonerados de ser enjuiciados,
porque habían actuado «en virtud de obediencia debida». En la opinión
de muchos, estas leyes constituyeron una especie de amnistía de facto. 58
Sin embargo, el golpe final contra los triunfos de la justicia civil se dio
bajo el sucesor de Alfonsín, Carlos Saúl Menem, quien asumió por ade-
lantado el mando en julio de 1989. En octubre de ese año Menem indultó
a 277 militares y civiles que habían sido condenados por violaciones de
los derechos humanos, por ineptitud en la Guerra de las Malvinas o por
participar en los alzamientos de los «carapintadas». A fines de diciembre
de 1990 concedió un segundo indulto, ante protestas populares, que afec-
tó a los altos jefes de las primeras juntas, incluyendo a Videla y Viola.
149
puestas y organizaron una gran movilización en julio de 1986, en la Pla-
za de Mayo, que contó con la presencia de grupos importantes de la de-
recha política. Se levantaron todos los lemas del antiguo integrismo,
enfatizando la identidad entre familia católica y nación católica. Por su
parte los obispos progresistas objetaron lo que consideraban un intento de
convertir la Iglesia en un «grupo de presión». 6º
150
testimonio de las exigencias del Evangelio. Silenciados u olvida-
dos: ¡Dios conoce vuestra fidelidad!» 64
Por otra parte, desde hace tiempo ha surgido una nueva Iglesia en
la Argentina, identificada con el Concilio Vaticano. II y Medellín, que se
nutre en parte de una larga tradición socialcristiana argentina y de los
mismos ideales que inspiran a otros cristianos en todo el resto de Améri-
ca Latina. Los obispos, sacerdotes, religiosas y laicos que sí protestaron
en favor de los derechos humanos, y que frecuentemente se convirtieron
ellos mismos en víctimas a causa de su protesta, representaron una mino-
ría valiente y respetable. No obstante, ese sector progresista ya no es tan
minoritario. Desde el año 1986 un grupo de laicos, muchos de ellos vin-
culados con el Centro Nueva Tierra en Buenos Aires, acompañados por
sacerdotes y obispos amigos, han organizado seminarios teológicos para
las clases populares. Toman como modelo las Jornadas Teológicas de la
Universidad Católica en Lima, Perú. En 1989, por ejemplo, se realizó el
151
cuarto seminario, en la diócesis de San Justo, con la asistencia de 450
personas. Y en 1990 el quinto seminario se realizó en la diócesis de
Morón, con la participación de 760 personas, la mayoría de ellas laicos. 65
En cierto sentido estas divisiones internas en la Iglesia reflejan, a nivel
eclesial, la misma división que existe entre la Argentina moderna y
pluralista, y la otra Argentina, tradicionalista y conservadora. Se puede
prever, dado el recuerdo amargo que dejó la dictadura de los años 1976-
1983, que las dos Iglesias convivirán durante mucho tiempo en un estado
de coexistencia ambigua.
152
CAPÍTULO V
José María Blanch (ed.), El Precio de la paz (Asunción: CEPAG, 1991), pág. 3.
2 Paul H. Lewis, Paraguay Under Stroessner (Chapel Hill, North Carolina: The
University of North Carolina Press, 1980), pág. 18 .
155
diente del Partido Colorado, tras un largo período de gobiernos liberales.
En realidad, Stroessner no derrocó a una democracia plena, sino a un go-
bierno dominado por un solo partido, que a su vez se caracterizaba por la
corrupción y las intrigas internas.
156
la época de Stroessner. A pesar de que el dictator permitió la existencia
de ciertos partidos y periódicos de oposición, justamente con el fin de
dar la apariencia de una democracia, en la práctica el Paraguay se había
convertido en un estado totalitario, o bien, en la descripción de Paul
Lewis, un «estado pretorio». 3 Stroessner era jefe del Gobierno, jefe de
las Fuerzas Armadas y jefe del partido dominante del país.
157
Fue sobre todo bajo el arzobispo de Asunción, Juan Sinforiano
Bogarín (1894-1949), cuando la Iglesia logró ponerse de pie, y establecer
cierta autonomía frente al Gobierno. Gracias a su gestiones , numerosas
órdenes y congregaciones vinieron al Paraguay: los lazaristas, los
salesianos, los franciscanos, la Sociedad del Verbo Divino, los oblatos,
los jesuitas (que volvieron en 1927), y otras. El Arzobispo también im-
pulsó la creación de la Acción Católica en 1932, y en 1937 se realizó un
Congreso Eucarístico que dio testimonio de que la Iglesia gozaba de bas-
tante vitalidad. La autoridad moral de Bogarín fue tan universalmente
reconocida que cuando murió en febrero de 1949 su entierro resultó ser
un dramático acontecimiento nacional. La Unión, un órgano del Gobier-
no, declaró: «Monseñor Bogarín era el más grande de los paraguayos de
nuestra edad contemporánea». 6 •
158
partir de 1927 comenzaron a imigrar de Canadá y establecieron colonias
en el Chaco.
159
las voces de crítcas se destacaba la de un grupo de jesuitas, que había ve-
nido de España para colaborar con la nueva universidad. Al mismo
tiempo, otros jesuitas se dedicaron a formar las Ligas Agrarias Cristianas,
que con el tiempo se constituyeron en un movimiento de considerable
fuerza en el campo. En el ambiente jus tamente antes y después de
Medellín las tensiones entre el Gobierno y la Universidad llegaron a un
punto crítico. En 1968 la policía atacó a una manifestación de protesta
en favor de un alumno de Medicina cuya exoneración del Ejército había
sido cancelada a causa de su participación en las actividades de grupos
católicos. El' Gobierno echó la culpa por la manifestación a los profeso-
res de la Universidad y expulsó a cuatro jesuitas y cerró un periódico de
la Compañía de Jesús, Comunidad. La Conferencia Episcopal y el Nun-
cio Papal protestaron por las expulsiones, pero el Gobierno respondió
presionando por la expulsión de otros religiosos. Frente a esta amenaza
el Arzobispo envió a un profesor de la Universidad Católica, el P. Luis
Ramallo, a Chile, pero el Gobierno no quedó satisfecho con esa acción, y
en octubre de 1969 arrestó y deportó al padre jesuita Francisco de Paula
Oliva, también profesor de la Universidad. Su deportación provocó otra
manifestación, que fue duramente reprimida por la policía. Esta vez
Mena reaccionó enérgicamente y excomulgó al Ministro del Interior y al
Jefe de la policía. El Ministro decidió hacer la paz, entre otros motivos
porque quería estar presente en el matrimonio religioso de su hija(!), y
por su parte el Arzobispo aceptó sus disculpas y las del Jefe de la Poli-
cía. Este fue el primero de muchos otros enfrentamientos entre cristianos
militantes y el régimen stronista.
160
pos declararon: «Este proyecto de ley consagra una forma de absolutismo
totalitario ...» 11 • Como acto simbólico, en vez del peregrinaje tradicional
a la Virgen de Caacupé que se realiza todos los años el 8 de diciembre y
en que participan las autoridades del Gobierno, los obispos decidieron or-
ganizar una procesión de silencio y de penitencia en Asunción. La ex-
clusión de las autoridades, y especialmente la exclusión del mismo Presi-
dente de la República del rito católico más importante en el Paraguay,
provocó la ira del dictador, que ordenó atacar a los participantes. Mena
a su vez mandó cesar la celebración de misas en las Iglesias durante un
período. Los dos lados habían echado el guante, pero ninguno se sentía
inclinado a tomar el paso decisivo hacia una ruptura formal. En 1970
Mena, bastante avanzado en años y sin ánimo para este tipo de conflicto,
renunció a su cargo.
161
sión entre la Iglesia y el Estado no era conveniente que él ocupara, aun-
que sea símbolicamente, un asiento en el mismo Consejo de Estado. De-
claró: «frente a la situación de crecientes abusos y patentes violaciones
de los derechos humanos más elementales,» la Iglesia se encontraba
«impedida arbitrariamente» a colaborar con el Gobierno.12 Además, agre-
gó, no quería que el pueblo interpretara su presencia en el Gobierno
como una «aprobación del actual estado de cosas» . t 3
12 Ismael Rolón, No hay camino ... !Camino se hace al andar¡ (Memorias) (As unción:
Editorial Don Sosco, 199 l ), pág. 64.
13 !bid.' pág. 65.
162
rios sacerdotes, notablemente un grupo de jesuitas, surgieron las «Ligas
Agrarias Cristianas». Con el tiempo estas ligas llegaron a tener en la re-
gión oriental de Paraguay cerca de 10,000 miembros. 14 Las ligas combi-
naron elementos del cooperativismo, sindicalismo y cristianismo primiti-
vo, al menos según su interpretación idealizada de la Biblia. Basándose
en el concepto paraguayo del «yopoi» («De todos para todos»), las Ligas
crearon almacenes comunes con precios reducidos para el beneficio de
toda la comunidad. También fundaron escuelas gratuitas para campesi-
nas que se inspiraban en las ideas de Paulo Freire acerca de la educación
conscientizadora. En el departamento de Misiones había 28 de estas
escuelitas con 50 maestros, todos hombres muy del pueblo. 15 En 1969 en
Jejuí, al norte de Asunción, se fundó una comunidad en una zona pobre
que se encontraba dentro del área designada para hacer una reforma agra-
ria. La meta de la comunidad fue vivir en común como los primeros
cristianos. Aunque la población de la comunidad de Jejuí fue pequeña,
no obstante llegó a ser el centro de coordinación de más de 60 grupos
campesinos. 16 Por el año 1970, sin embargo, el Gobierno comenzaba a
acusar a estos novedosos experimentos de ser «comunistas» y cada vez
más las Ligas se fueron convirtiendo en blanco de la persecución oficial.
163
dirigen tes de las Ligas. Los obispos querían que los sacerdotes asesores
dieran una orientación más clara a las Ligas, pero muchos dirigentes de
las Ligas resentían lo que consideraban la injerencia clerical. Cada vez
más las Ligas se distanciaron de la Iglesia oficial, o bien, la Iglesia ofi-
cial se distanció de los grupos más radicalizados de las Ligas. Al mismo
tiempo los obispos, en búsqueda de un modus vivendi con el Gobierno
tampoco querían legitimar movimientos que el gobierno consideraba una
amenaza al régimen .
18 Ver Jo sé María Blanc h (ed .), Ka 'dga RoHe 'eta (A hora Habla re mos ): Misiones,
1976-1 978, Tes timonio campesino de la represión en Misiones (As unción: CEPAG,
1990), que recoge los testimonios de campesinos de las Ligas detenidos en campos
de concentración .
19 Equipo Expa, pág. 158.
20 Carter, pág. 78 .
164
centenares de campesinos fueron recluidos como presos comunes. Como
respuesta a estas detenciones se formó el Comité de Iglesias Para Ayuda
de Emergencia. El Comité estaba integrado por la Iglesia Luterana Ale-
mana, la Iglesia de los Discípulos de Cristo y la Iglesia Católica. 21
165
Ese mismo año murió el obispo Ramón Bogarín, pieza clave de la
Iglesia progresista, y su sucesor en la Conferencia Episcopal fue Angel
N. Acha Duarte, de tendencia más conservadora. En 1976 se instaló el
régimen del general Videla en Argentina, un hecho que fortaleció a
Stroessner en su propio país. Además, el país gozaba de una prosperidad
sin precedentes gracias en parte al gigantesco proyecto hidroeléctrico de
Itaipú que el Paraguay compartía con el Brasil, y gracias también a otros
proyectos comunes similares con Argentina. Sólo el nuevo gobierno de
Jimmy Carter, que se inició en enero de 1977, con su insistencia en los
derechos humanos, constituyó un área de preocupación. De hecho, du-
rante la época de Carter, los miembros de la oposición política se reunían
con cierta frecuencia en la Embajada de los Estados Unidos . Pero, de
otro lado, Stroessner se sentía respaldado por los regímenes de sus veci-
nos, Brasil y Argentina, y la prosperidad interna le dio una base de segu-
ridad frente a las críticas del extranjero acerca de la violación de los de-
rechos humanos.
166
persecuc10n. El propio Rolón visitó el penal de Emboscada y entró en
diálogo con los detenidos. Mediante estos y otros gestos logró mejorar
su condición. 26 La concurrencia a las procesiones de Caacupé y otras
manifesticiones religiosas seguía siendo masiva: un signo de que el pue-
blo común encontraba consuelo y fortaleza en su fe religiosa.
En el estudio realizado por el equipo del CEP AG, de los padres je-
suitas, se señala como la última etapa de Stroessner los años comprendi-
dos entre 1978 y 1989. EIIos denominan esta etapa, «el achicamiento de
legitimación de la dictadura». 27 Entre las causas del declive de
Stroessner se puede señalar, en primer lugar, el aislamiento creciente de
Paraguay en medio del proceso de la democratización que experimentaba
el resto de América Latina, especialmente en los países vecinos: Argenti-
na en 1983, y Brasil y Uruguay en 1985. El gobierno del presidente
Carter había condenado muy claramente el régimen stronista, y su suce-
sor, Ronald Reagan, a pesar de su marcadas tendencias derechistas, man-
tuvo la política de censurar a Stroessner por su violación de los derechos
humanos. Así, desprovisto del apoyo de sus aliados más importantes,
Brasil y Argentina, y censurado por los Estados Unidos, Stroessner tuvo
que depender casi exclusivamente del apoyo interno.
167
entre los años 1974 y 1980 el 20% más bajo de la población recibía el
5% del ingreso total nacional, mientras que el 5% más alto recibía el
70% de los ingresos. 29 Juntamente con la recesión y la mala distribución
de la riqueza habría que añadir otros factores, tales como una baja en el
precio de la soya, inundaciones torrenciales en el año 1983 que afectaron
seriamente la producción agrícola, y el aumento de la deuda externa.
168
La Iglesia y el diálogo nacional
169
Livieres, obispo auxiliar de Asunción, fue el encargado de las relaciones
con los medios de comunicación, y se convirtió en el arquitecto principal
del diálogo. En abril, Livieres, en nombre de la Conferencia anunció las
bases y el cronograma del diálogo. En una primera etapa la Iglesia invi-
taría a todos los partidos políticos y agrupaciones gremiales y estudianti-
les a presentar sus propuestas, y la segunda etapa consistiría en la reali-
zación de un simposio o debate público para discutir las propuestas. Las
reacciones al anuncio fueron favorables en todos los sectores, menos en
el Gobierno y el Partido Colorado. En su respuesta a la Conferencia
Episcopal el Partido declaró que no había necesidad de un diálogo espe-
cial en Paraguay, y que el Parlamento era el lugar normal y apropiado
para dialogar. Además, el partido manifestó que sólo quería dialogar con
representantes «legales», y no con «minorías». 33
170
país. En abril un grupo de militantes del Partido Colorado asaltó la Ra-
dio Ñanduti, que frecuentemente denunciaba los abusos del Gobierno, y
en otras partes distintos políticos y líderes populares fueron agredidos.
Pero la Iglesia a su vez reaccionó rápidamente para convertir el llamado
a un diálogo nacional en un movimiento nacional. El 30 de mayo 2,500
religiosos y cristianos comprometidos realizaron una marcha de silencio
por las calles de Asunción, y el 12 de junio 3,500 jóvenes del interior y
de la capital realizaron otra marcha con motivo del aniversario de la
Guerra del Chaco. La marcha de la juventud, que contó con la presencia
de veteranos de la Guerra, terminó con una misa presidida por monseñor
Rolón. También se organizaron en las parroquias jornadas de reflexión
sobre el diálogo. De especial importancia fue un foro-debate que se rea-
lizó en marzo en la Universidad Católica. Con la asistencia de 300 per-
sonas de los partidos de la oposición y otros grupos se discutieron am-
pliamente los cambios políticos que había que llevar a cabo en el Para-
guay. Estos encuentros, marchas, y debates terminaron molestando al
Gobierno y al partido oficialista. Adán Godoy Jiménez, Ministro de Sa-
lud y uno de los vicepresidentes del Gobierno, declaró:
«De una vez por todas, tiene que terminar este intento de diálogo y
dejar que el Partido Colorado siga gobernando el país con su sabia
conducción para más progreso y desarrollo ... No creemos en el diá-
logo que ellos quieren implementar. Nosotros somos los iniciado-
res del Diálogo Nacional que solamente se puede hacer en el Parla-
mento Nacional y en otras instancias que se conocen». 35
171
Partido Colorado), aunque de hecho mantenía contactos informales con
los obispos. Los partidos naturalmente enfocaron temas como la partici-
pación democrática, la reforma constitucional, la reforma agraria, la salud
y la educación. En realidad, las presentaciones de los partidos constitu-
yeron planes de gobierno. Por su parte, los grupos eclesiales enfatizaron
temas como la familia y la moral pública.
172
para robustecer la nueva confianza con que la gente se sentía y al mismo
tiempo para deslegitimar al régimen mediante el uso de símbolos religio-
sos. Por su parte, las autoridades del Gobierno, profundamente molestos
por estos gestos de desafío que no podían controlar, frecuentemente
enviaban a sus agentes para hostigar a los que participaban en estas mi-
sas o procesiones. La más notable de estas expresiones simbólicas fue la
procesión del silencio que se realizó el 30 de octubre de 1987. La orga-
nización de la procesión estuvo a cargo de algunas damas de la Junta
Arquidiocesana de Laicos . En preparación para el gran acontecimiento,
un mes antes se puso en vigor la práctica de guardar un minuto de silen-
cio durante todas las misas, y se tocaban las campanas de las iglesias
principales todos los viernes a la misma hora. 37 Con el fin de enfatizar el
carácter puramente religioso de la procesión, se exhortó a los participan-
tes a no cantar ni rezar en voz alta, ni usar pancartas u otras insignias de
carácter político. No obstante la ausencia de lemas o gritos, se anunció
con anterioridad claramente cuál fue el sentido de la procesión. En el
periódico Sendero, órgano oficial de la Arquidiócesis, se exhortó a los
fieles a participar con esta intención en sus oraciones: «Por una sociedad
más justa, más fraterna y abierta a Dios». 38 La procesión fue imponente.
En la noche del 30 alrededor de 35,000 personas, portando antorchas,
desfilaron por las calles céntricas de la capital en silencio total. La masa
de gente, muy ordenada y disciplinada, fue recibida por mons. Rolón en
la explanada de la Catedral con estas palabras: «Nuestro Señor está con-
tento porque han sabido ustedes superar el miedo y la vergüenza». 39
Doscientos sacerdotes concelebraron en la misa. ~a procesión del silen-
cio representó, en la opinión de muchos, y del mismo arzobispo Rolón,
el momento dramático y decisivo cuando los paraguayos, y especialmen-
te los cristianos practicantes; perdieron el miedo frente al régimen
stronista. 4° Frente al silencio de los participantes la policía se sentía des-
concertada, porque no sabía cómo responder a una manifestación de ca-
rácter tan obviamente religioso y pacífico. Por su parte, la gente se sen-
tía fortalecida y reconfortada por la audacia de su propio gesto, por el ca-
rácter multitudinario de la procesión, y por el impacto psicológico y espi-
173
ritual creado por el ambiente religioso, inclusive el silencio, en que se
realizó. También se realizaron procesiones semejantes en otras partes del
país.
41 Anuario Paraguay 1988 (Asunción: Editora Ñqandutí Vive, 1989), pág. 326.
42 Entrevista a mons. Ismael Rolón.
174
bría significado una humillación internacional, el Gobierno cedió, y el
Papa terminó visitando la diócesis de Concepción y reuniéndose con los
«constructores de la sociedad». Juan Pablo II llegó en medio de lluvias
torrenciales, y por esa razón era necesario suspender algunas de las acti-
vidades previstas. No obstante el pueblo paraguayo se hizo presente en
masa en medio de la lluvia, un hecho que conmovió al pontífice. El
Papa cumplió el itinerario programado, con visitas a Encarnación, al San-
tuario de Caacupé, a Villarrica, y a los indígenas del Chaco. Pero, a cau-
sa de las tensiones que había suscitado, fue el encuentro con los cons-
tructores de la sociedad, en el estadio del Consejo Nacional de Deportes
en Asunción, la actividad papal que más llamó la atención.
El estadio se llenó con los invitados, pero las autoridades del go-
bierno brillaron por su ausencia: las tres filas reservadas para ellas que-
daban vacías. Los organizadores habían escogido como lema para el en-
cuentro, «la verdad les hará libres». 43 Se realizó una pequeña presenta-
ción dramática que se centraba en un árbol seco sin hojas, que se dio a
entender representaba al mismo Paraguay. Las bailarinas y el coro que
las acompañaba comunicaron mediante gestos simbólicos el mensaje de
que sin libertad no puede haber vida. El mensaje papal, como si lo hu-
biera planificado, se ajustó exactamente al sentimiento del momento. El
Papa hizo un llamado para crear una «sociedad fundada en la verdad». 44
Durante toda su visita, por cortesía diplomática nunca hizo una referencia
directa al régimen que lo había invitado. No obstante, el pueblo que lo
escuchaba hizo la aplicación al caso cada vez que el Papa hacía referen-
cias a la «libertad», la «verdad», la «corrupción», etc.
Por cierto el Gobierno hizo todo lo posible para controlar los me-
dios de comunicación, y de una u otra manera intentó proyectar una ima-
gen de armonía entre la Iglesia y el Gobierno. Poco antes de la llegada
del Papa se diseminó por todas partes de la capital un afiche con la ima-
gen del Papa y Stroessner juntos, bajo el lema: «Benditos son los que
siembran la paz en nombre del Señor». 45 Desafortunamente para
175
Stroessner, sin embargo, el Papa, que si bien no criticó a su régimen ex-
plícitamente, manifestó su desaprobación mediante expresiones no ver-
bales. En el aeropuerto y en otros encuentros, escuchó los auto-elogios
que el mandatario paraguayo hizo de su gobierno con una mirada severa
y con el frente fruncido. Una ama de casa recogió el sentimiento de la
mayoría cuando comentó el día siguiente: «al Papa no le gustan menti-
ras».46 Por otra parte el hecho de estar presente con los constructores de
la sociedades, y alentarlos, y en contraste, escuchar con fría pasividad los
discursos del Presidente, cumplió simbólicamente la función de legitimar
la oposición. También el encuentro con los indígenas del Chaco sirvió
para que su portavoz expresara con toda libertad los sufrimientos y los
abusos a que los nativos habían sido sujetos. La visita del Papa cierta-
mente reforzó la nueva toma de conciencia, nacida en la procesión del si-
lencio, que hizo que la gente perdiera el miedo y se mostrara más valien-
te en su rechazo al régimen.
176
rica Latina, primero en el Perú y posteriormente en el Paraguay . Además
de ser sacerdote, también era abogado y profesor universitario. Era cono-
cido por su defensa de los derechos de los presos, y universalmente esti-
mado. En el panel destacó los puntos positivos de la teología de la libe-
ración, y al día siguiente fue tomado preso por los agentes del Gobierno
bajo la acusación de hacer «apología de la violencia». 48 Su arresto pro-
vocó muchas protestas, y fue puesto en libertad. Pero el día 17, nueva-
mente fue aprehendido, y esta vez expulsado a Argentina. Enseguida el
Arzobispo anunció la suspensión del tradicional Te Deum en la Catedral
para el 15 de agosto, que es el día cuando el Presidente tradicionalmente
asume el mando . La suspensión de tan solemne ceremonia era una
afrenta directa a Stroessner, recién reelegido a la Presidencia. Rolón
tomó tal medida tan dramática tras consultar con los otros obispos y con
el clero de la arquidiócesis. Solo el nuncio, mons. Jorge Zur, de tenden-
cia conservadora, la objetó. 49 En la opinión de Rolón, la expulsión de De
la Vega no era un incidente aislado sino un ataque premeditado contra la
Iglesia entera.
177
en claro, sobre todo a raíz de la expulsión del P. De la Vega, cuál era la
opinión oficial de los obispos acerca de dicha corriente. La declaración
de los obispos defendía no solamente al jesuita expulsado sino a la totali-
dad de los sacerdotes, religiosas y agentes pastorales de los sectores po-
pulares frente a cualquier acusación de ser «marxistas» o «subersivos»:
178
La caída de Stroessner
179
fin de otra: la de monseñor Rolón. El 15 de mayo el general Rodríguez,
que ganó el 73 % de los votos en lo que fue posiblemente la primera elec-
ción realmente libre en toda la historia de Paraguay, hizo su juramento
como Presidente. Rolón ofreció una bendición especial durante el juramen-
to. El Arzobispo ya había presentado su renuncia por edad varios meses
antes, y el 2 de julio presidió su propia misa de despedida en la Catedral.
180
que es pequeña comparada con la Iglesia en otras naciones latinoamerica-
nas , gozaba de ciertas ventajas en la larga lucha contra el régimen
stronista. Por un lado existía bastante unidad interna al nivel de la jerar-
quía, y no había grupos integristas importantes. El sentimiento religioso
conservador fue representado por el mismo Stroessner y los adictos al ré-
gimen. Tampoco existían grupos intransigentes de avanzada, salvo en
los años críticos de las Ligas Agrarias. Era una Iglesia bastante flexible
y abierta, y por lo tanto era capaz de onvertirse en el canal principal para
expresar los sentimientos de la mayoría del pueblo. Ciertamente, la Igle-
sia paraguaya que celebró el fin de la dictadura de Stroessner, no se pare-
ce ya a la institución sumisa y débil que fue en los tiempos del Dr. Fran-
cia, ni se parece mucho tampoco a la Iglesia tradicional que existía al co-
mienzo de la época de Stroessner.
181
CAPÍTULO VI
185
Del Estado de Bienestar al Estado represivo
Pero este estado idílico de cosas llegó a su fin en los años sesenta.
La economía entró en una etapa de recesión y la sociedad experimentó
una crisis de parálisis generalizada. Como observa un autor, el Uruguay
no es país para jóvenes, porque no había mucho espacio para la movili-
dad social o económica. 2 La ausencia de oportunidades se combinó con
la recesión creando así un malestar entre obreros, universitarios y jóvenes
profesionales. En 1967, en medio de un clima de tensión social, tras la
muerte del presidente Osear D. Gestido, elegido en 1966, asumió la Pre-
sidencia el Vice-Presidente, Jorge Pacheco Areco. Pacheco tomó medi-
das especialmente duras («medidas prontas de seguridad») para reprimir
las manifestaciones de descontento social. Fue sobre todo durante su
gestión cuando el Estado Benefactor se convirtió en Estado represivo.
Aunque este endurecimiento del Estado no ocurrió solamente como una
186
reacción a la acción guerrillera de los grupos de izquierda, de hecho sir-
vió para alentar a éstos últimos aún más, especialmente a los tupamaros.
187
periencia en el arte de gobernar que los militares argentinos, se guiaron
por el mismo concepto de la doctrina de Seguridad Nacional que se había
puesto de moda en el Cono Sur. Al mismo tiempo establecieron un
cronograma de elecciones para legitimarse en el poder. Como primer
paso fijaron un Plebiscito para 1980 para ratificar su permanencia en el
poder. La derrota sorpresiva del Gobierno en ese Plebiscito señalaba el
comienzo del fin del régimen de los militares, quienes finalmente fueron
obligados a convocar a elecciones libres en 1984.
La Represión
4 Servicio Paz y Justicia, Uruguay: Nunca más (3ª ed. ;Mo ntevideo, l 989), pág. 7.
5 !bid., pág. 285.
6 Tribunal Permanente de los Pueblos y SERPAJ, Tribunal Permanente de los pue -
blos: sesión uruguaya, abril 1990 (Montevideo, 1990), pág. 11.
7 Germán Rama, La Democracia en Uruguay : una perspectiva de interpretación
(Montevideo: ARCA Editorial, 1987), pág. 170.
188
La Iglesia: pe1fil
189
Mendiharat fue expulsado en 1972 por los militares, privan do así a
Parteli de un apoyo importante. Al otro polo se encontraban los obispos
conservadores, especialmente el jesuita Carlos Mullin, de Minas, y Anto-
nio Corzo, de Maldonado y Punta del Este. Corzo, sobre todo, se convir-
tió en el portavoz del anticomunismo en la Iglesia. Fue, por lo tanto, una
jerarquía bastante dividida, y por lo tanto, muy limitada en su capacidad
para hablar o actuar como un solo frente.
190
ilícito el voto por cualquiera de los lemas ... » 13 Se ve la mano de Parteli
y los otros obispos progesistas en esta declaración, que tácitamente apro-
bó la presencia de los católicos en el Frente.
191
fue puesto en libertad, se le obligó a presentarse cada diez días a un cuar-
tel militar para rendir cuenta de sus actividades. 16 Pero el caso más céle-
bre de amedrentamiento e intimidación fue el del obispo del Salto,
Marcelo Mendiharat. En el mismo año Mendiharat, obispo de Salto des-
de 1968, fue sometido a un interrogatorio. Resulta que el esposo de su
sobrina había sido acusado de entregar dinero de la diócesis a los
tupamaros. Pero Mendiharat también era conocido por sus actitudes pro-
gresistas, y con ocasión de un viaje al extranjero, la propia Iglesia le
aconsejó que no volviera a su patria porque corría el riesgo de ser arres-
tado. Permaneció fuera de Uruguay entre 1972 y 1985.
192
Mullin era amigo personal de Bordaberry, a quien visitaba con frecuen-
cia.19 Como consecuencia de estos cambios internos, después de un co-
mienzo prometedor, los obispos limitaron su acción a la de enviar mensa-
jes de carácter reservado al Gobierno. 20 Recién en 1980, con ocasión del
Plebiscito nacional, volvieron a tomar posturas más decididas y enérgi-
cas.
Con estas elecciones las expectativas y las exigencias para una tran-
sición más rápida aumentaron. Se realizaron manifestaciones cada vez
más atrevidas en las calles, a veces con y a veces sin la autorización del
Gobierno. El primero de mayo de 1983 se celebró un acto multitudinario
con motivo del Día del Trabajador, y en noviembre los partidos convoca-
ron a la ciudadanía para otro gran acto cívico, delante del obelisco a la
entrada del Parque Battle en el centro de la capital. Fue la concentra-
ción más grande en la historia del país. Mientras tanto, los políticos en-
traron en diálogo con los militares. En el Parque Hotel se celebraron sie-
te reuniones de alto nivel a lo largo del año de 1983. Las grandes
19 Entrevistas al Padre Andrés Alessandri, S.J, director del Centro Fabvre durante la
dictadura, y a monseñor Carlos Parteli, Arzobispo de Montevideo, 1966-1985, Mon-
tevideo, 26 de febrero de 1993.
20 Estos documentos reservados que se enviaron al Gobierno se encuentran en Héctor
Bon-at, Uruguay, 1973-1984: i messaggi e i silenzi .. .
21 Diego Achard, La Transición en Uruguay (Montevideo: Instituto Wilson Ferreira
Aldunate, 1992), pág. 37.
193
movilizaciones que se realizaron sirvieron para persuadir a los militares
que no podían condicionar a los políticos demasiado, ni frenar la transi-
ción hacia la democracia. No obstante, los militares se mantuvieron fir-
mes en su decisión de excluir del diálogo a los partidos de izquierda y a
ciertas figuras que consideraban demasiado intransigentes, como por
ejemplo Wilson Ferreira Aldunate, líder del Partido Nacional. Por otra
parte pusieron en libertad a Líber Seregni, el jefe del Frente Amplio.
Como interlocutor más aceptable para los dos lados se perfilaba cada vez
más el Dr. Julio María Sanguinetti, del Partido Colorado, hecho que fa-
vorecía su candidatura para suceder a los militares. En agosto de 1984
se celebró el «Pacto del Club Naval», por el cual los militares y los polí-
ticos acordaron los últimos detalles para la transición, y en noviembre se
realizaron elecciones presidenciales. Sanguinetti salió vencedor y asumió
la Presidencia en febrero del siguiente año. Con este hecho se dio inicio
a la nueva época democrática en el Uruguay. No obstante, al igual que
en Chile, mediante su pacto con los civiles, los militares lograron tam-
bién asegurar un control casi sin interferencia civil sobre su propia insti-
tución.
La Iglesia en la transición
Con motivo del Plebiscito de 1980 los obispos publicaron una de-
claración criticando el proyecto de constitución presentado por el Gobier-
no. «No hay diálogo real, ni consenso social legítimo», afirmaban, «sin
un respeto escrupuloso a la voluntad de las mayorías». 22 Sobre todo, los
obispos rechazaron la pretensión de suprimir libertades básicas en el
nombre de la «seguridad nacional» . Además de esta declaración, y tam-
bién con motivo del Plebiscito, la Conferencia Episcopal hizo circular a
nivel de las parroquias y los grupos de base unas hojas intitulados, «Pun-
tos de reflexión», con el fin de orientar a los fieles en torno del Plebisci-
to. En uno de los «puntos» se condena expresamente la doctrina de se-
guridad nacional. Como consecuencia de estas discusiones se logró plas-
mar un consenso general entre grupos cristianos para votar en contra del
194
proyecto de los militares.23 También, con ocasión de las elecciones inter-
nas de los partidos y en otros momentos importantes durante la transi-
ción, la Conferencia volvió a emitir mensajes que servían como base de
reflexión en medios católicos.
195
y Sociales de Uruguay, destinado a asesorar legalmente a las víctimas de
violación de derechos humanos. 25
196
chos humanos en uno de los temas centrales del debate nacional. Los
partidos políticos tomaron las banderas de los derechos humanos con el
fin de presionar a los militares a moderar su conducta y acelerar la tran-
sición a la democracia. No obstante, como anotó el P. Aguirre, los parti-
dos se interesaron en el tema de los derechos humanos principalmente
porque se había hecho popular, y no tanto por convicción propia. 27 Poste-
riormente, cuando ya estaban en el poder, los políticos, de hecho, dejaron
atrás muchas de las demandas, sobre todo el reclamo para enjuiciar a los
responsables de violar los derechos humanos durante la dictadura.
El Referéndum Nacional
197
Rodríguez, y María Ester Gatti, organizaron una campaña para realizar
un referéndum nacional con el fin de anular el perdón concedido por el
Gobierno. En enero de 1987 se constituyó formalmente la «Comisión
Nacional Pro-Referéndum». No obstante el esceptismo general acerca de
semejante proyecto, y los actos intimitatorios por parte del Gobierno, la
campaña cobró fuerza y se convirtió en una verdadera cruzada nacional.
SERPAJ y los otros grupos de derechos humanos se movilizaron para re-
colectar firmas en todo el país. Finalmente, en diciembre la Comisión
entregó a la Corte Electoral un pliego con 630,000 firmas, que era bas-
tante más de lo requerido por la ley , y una cantidad más que respetable
en un país el tamaño de Uruguay. La Corte, tras un examen oficial de
las firmas, anunció que el referéndum tendría lugar en abril. Por primera
vez en la historia de Uruguay el pueblo en general, distinto de los parti-
dos tradicionales, había impuesto su voluntad sobre los últimos. La mo-
ral había vencido a la política pragmática.
198
do el ejemplo de Argentina y Brasil, reunió un equipo con el fin de pro-
ducir Uruguay nunca más: informe sobre la violación a los derechos hu-
manos ( 1972-1985), que fue publicado en 1989. Dicha obra constituye
una exhaustiva investigación, con abundantes testimonios, acerca de la
realidad de la represión durante la dictadura. A diferencia del Nunca
más de Argentina, aquel informe no fue fruto de una comisión oficial
sino de un grupo privado, SERPAJ, con la colaboración de amigos aseso-
res y los propios procesados por las autoridades durante la dictadura.
199
ción por separado. 30 En otro nivel, el presidente Sanguinetti quedó tan
impresionado por la persona de Juan Pablo II, durante su visita entre el 7
y el 9 de mayo de 1988, así como por las manifestaciones populares que
se organizaron con motivo de la visita, que aprobó con beneplácito la
propuesta de mantener como un recuerdo permanente la gran cruz blanca
que se había levantado para la visita en pleno centro de la capital. Final-
mente, con ocasión de su toma del poder, en marzo de 1990, el presiden-
te Luis Alberto Lacalle, católico practicante, participó en un servicio
ecuménico presidido por el Arzobispo de Montevideo. Esta fue la prime-
ra vez desde 1894 en que un presidente uruguayo había participado en un
acto religioso público y de carácter oficial.3 1 Claramente, si bien los uru-
guayos no son más católicos o religiosos, su respeto hacia la religión y la
Iglesia Católica ha aumentado notablemente.
200
CAPÍTULO VII
203
los virajes bruscos, desde el nacionalismo de derecha del general Alfredo
Ovando (1969- 1970) hacia el populismo izquierdista del general Juan
José Torres (1970-1971); (5) la instalación del Estado de Seguridad Na-
cional del general Hugo Bánzer Suárez (1971-1978) que promovía un
capitalismo del Estado que favorecía la clase empresarial; (6) el retorno a
la democracia (1978-1982), caracterizado por una gran inestabilidad polí-
tica y económica (hubo ocho distintos gobiernos, incluyendo la dictadura
brutal del general García Meza); (7) el reestablecimiento de la democra-
cia bajo Siles Zuazo y su consolidación bajo Paz Estenssoro (1985-1989)
y Jaime Paz Zamora, elegido presidente en 1989. 1
Para una visión general de la historia de Bolivia hasta la época de Banzer, ver
Herbert Klein, Bolivia, The Evolution of a Multi-Ethnic Society (New York Oxford
University Press, 1982); y para el proceso boliviano desde 1952, ver las distintas
obras de James M. Malloy (1970, 1971), y su más reciente libro, con Eduardo
Gamarra: Revolution and Reaction. Bolivia, 1964-1985 (New Brunswick, New
Jersey: Transaction Books, 1988). También ver Christopher Mitchell, The Legacy of
Populism in Bolivia: From the MNR to Military Rule (New York: Praeger
Publishers, 1977). Entre autores bolivianos ver Mariano Baptista Gumucio, Historia
contemporánea de Bolivia, 1930-1978, en la obra de Enrique Finot, Nueva historia
de Bolivia. De Tiwanaku al siglo XX (La Paz: Gisbert & Cía, 1980). Ver también,
Jorge Lozada, La Nación postergada (La Paz: Editorial Los Amigos del Libro,
1984).
204
servir de foro para un diálogo nacional entre las nuevas fuerzas, desacos-
tumbradas a la moderación y al arte de hacer consensos.
Antes de los años sesenta la Iglesia boliviana reunía todos los ras-
gos típicos de la Iglesia en otras partes del mundo andino: pequeña, con-
servadora, tradicionalista, preocupada por el comunismo y el protes-
tantismo, y poco sensibilizada con respecto a los temas sociales y políti-
cos. Protegida por el Estado durante la mayor parte del siglo XIX, sintió
el impacto de la legislación liberal a comienzos de este siglo. En 1906 el
gobierno decretó la libertad de culto, aunque no se puso fin formalmente
al patronato nacional hasta 1961. Paulatinamente el número de vocacio-
nes nativas al sacerdocio iba disminuyendo, y los misioneros extranjeros
comenzaron a ocupar un lugar cada vez más predominante. En el siglo
pasado vinieron nuevas órdenes y congregaciones: los jesuitas, los
salesianos y los lazaristas, y en este siglo los Agustinos, los Padres de
Maryknoll, los josefinos, los oblatos de María Inmaculada, los domini-
cos, y muchos otros grupos. 2 En 1988, del total de 767 sacerdotes, sólo
221 eran bolivianos de nacimiento. 3 La gran mayoría del resto pertenecía
a las órdenes y congregaciones extranjeras. Además, había aproximada-
mente 1,523 religiosas, de las cuales la mayoría eran extranjeras. De los
29 obispos, 12 eran extranjeros de nacimiento. 4 Los misioneros tomaron
cargo de los nuevos vicariatos apostólicos y las prelaturas nullius que se
iban creando a lo largo del siglo, en la selva y el altiplano. Es interesan-
te notar en este sentido el hecho de que durante muchos años la figura
más representativa de la Iglesia boliviana fue un misionero alemán, el
que llegó a ser su primer Cardenal: Clemente Maurer, Arzobispo de
205
Sucre (1951-1983), quien en algunas ocasiones también fue presidente de
la Conferencia Episcopal.
206
Al mismo tiempo, los protestantes ecuménicos también manifestaron
los mismos signos de cambio, sobre todo la Iglesia metodista, que en varias
ocasiones expresó su solidaridad con los mineros. En 1968, ISAL (Iglesia y
Sociedad en América Latina) se estableció en Bolivia. Estos grupos, sin em-
bargo, representaron un porcentaje muy pequeño de los cristianos. En 1988
se estimaba que el 87 por ciento de la población era católica. En cambio, el
1Opor ciento pertenecía a otras confesiones cristianas, muchas de las cuales
eran de tendencia fundamentalista y anti ecuménica. 7
7 Por la Senda de S.S. Juan Pablo ll en Bolivia (La Paz: Conferencia Episcopal Boli-
viana, 1988), capítulo 11, pág. 1. Sobre el protestantismo en Bolivia, ver los capítu-
los de Mortimer Arias en el tomo VIII de CEHILA, Perú, Bolivia y Ecuador. Car-
los lntipampa critica a los grupos fundamentalistas en Opresión y aculturación: la
evangelización de los aymara (La Paz: HISBOL-CEPITA-ISETRA, 1991).
8 Klein, The Evolution (!{a Multi-Ethnic Society .. ., pág. 238.
207
porque Barrientos mismo simpatizaba con los ideales de la revolución , y
además porque vio en la Iglesia una fuerza de orden social. El acuerdo,
firmado en la presencia del cardenal Maurer, de Jorge Manrique, del ar-
zobispo de la Paz, del nuncio papal y de los obispos de Cochabamba,
Santa Cruz y Corocoro, prometía ser la base de una nueva paz social. El
documento concluyó con una manifiesta expresión aprobatoria de
Barrientos sobre la labor de la Iglesia en favor de la educación y la salud
de los mineros. Asimismo, se designó un comité integrado por represen-
tantes de la COMIBOL (la Corporación Minera de Bolivia, que es la em-
presa estatal encargada de las minas), la COB y la Iglesia. La misión del
comité era velar por el funcionamiento del acuerdo. 9
Tensiones intraeclesiales
208
simbolizar la nueva Iglesia progresista en Bolivia. Su antecesor, Abel
Antezana, igual que los demás obispos y, probablemente la mayoría de
los bolivianos, condenó el movimiento guerrillero del Che Guevara,
quien murió tras su captura en 1967. Pero en julio de 1970 apareció otro
grupo, inspirado en el movimiento del «Che», conformado principalmen-
te por jóvenes universitarios; pero, a diferencia de los guerrilleros de
Ñancahuazú (el grupo del «Che»), los de Teoponte (el nombre de la re-
gión donde operaba el grupo) incluía a varios cristianos idealistas, sobre
todo a Néstor Paz, ex-seminarista. Tras 87 días el Ejército logró aplastar
el grupo. Un jesuita, José Pratts, rindió homenaje a los muertos califi-
cándoles como «mártires de la Iglesia de hoy» 11 , y el propio Manrique
encabezó la procesión del sepelio de los primeros caídos en setiembre de
1970. Ese mismo mes Pratts; tres otros sacerdotes y un pastor protestante
fueron expulsados del país por Ovando, debido a sus vínculos con los
guerrilleros y por sus conocidas simpatías en favor del socialismo. El
clamor popular que se desató a causa de su expulsión creó un clima ad-
verso a Ovando, quien fue derrocado en octubre de ese año. La Federa-
ción Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia, y el propio Lechín,
expresaron su solidadaridad con los religiosos expulsados. 12
11 Hugo Assmann, Teoponte, una experiencia guerrillera (Oruro, Bolivia: Centro «De-
sarrollo Integral», 1971), pág. 202.
12 Fedmineros (Boletín informativo de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros
de Bolivia), No. 14, Segunda semana de setiembre de 1970.
13 Jorge Manrique, «El socialismo y la Iglesia en Bolivia», La Paz, 9 de octubre de
1970, pág. 5. Ver Bolivia: 1971-1976 Pueblo, Estado, Iglesia (Lima: Centro de Es-
tudios y Publicaciones, 1976), un libro que recoge testimonios y documentos
eclesiales de la época.
14 «Carta abierta a los obispos de Bolivia. El Sentido cristiano de la propiedad en el
momento actual. Reflexiones de los sacerdotes mineros.» Mina San José, 19 de no-
viembre de 1970.
209
1971, el cardenal Maurer difundió un mensaje sobre las propiedades de
la Iglesia y la necesidad de practicar la sencillez evangélica. 15 Pero estas
posturas de avanzada contrastaban con otras acciones de la jerarquía en
la misma época. En 1969 los obispos, preocupados por el impacto de las
ideas avanzadas sobre los futuros sacerdotes, decidieron no renovar el
contrato de los padres de la OCSHA que dirigían los seminarios de Sucre
y de Cochabarnba. Además, en 1970 clausuraron el seminario de Cocha-
barnba y, en 1971, hasta lograron prohibir el reingreso de los sacerdotes
de OCSHA al país. Otra crisis interna se refirió a ISAL, el grupo
ecuménico de avanzada, que llegó a ser en Bolivia el equivalente de
ONIS en Perú y de los otros grupos de sacerdotes radicales en el resto de
América Latina. ISAL tenía sus oficinas en el mismo arzobispado de La
Paz, y el jesuita José Pratts fue uno de los dirigentes principales. Este
grupo tomaba posturas en favor de los mineros y abiertamente apoyaba
una línea socialista, y también criticaba a la Iglesia Católica por su con-
servadurismo y por sus propiedades. En noviembre de 1970, un grupo
de cristianos vinculados a ISAL publicó una carta en que criticó el papel
ambiguo que desempeñaba el nuncio papal en la Iglesia Boliviana. A fi-
nes de ese año, ISAL fue obligado a abandonar sus oficinas en el arzo-
bispado. Los obispos, disgustados con estas posturas críticas, indicaron
que no consideraban dicho grupo un organismo de la Iglesia Católica.
Tras la toma del poder de Bánzer, ISAL dejó de funcionar en el país.
210
Adhemar Esquivel, el promotor de los diáconos aymaras, y Jesús López
de Lama, de Corocoro, todavía constituían una minoría.
Bánzer ( 1971-1978)
211
asesinatos perpetrados por el Estado, y comprobados, eran relativemente
pocos. Las universidades fueron cerradas con frecuencia y, desde luego,
toda actividad sindical fue prohibida. De especial notoriedad fue la, así
llamada, masacre del Valle de Cochabamba en enero de 1975. Como re-
acción frente a los precios dictados por el Gobierno, los campesinos de
esa región bloquearon los caminos de acceso, pero fueron duramente re-
primidos por fuerzas del Ejército: murieron y desaparecieron numerosos
campesinos. 17
17 La Masacre del Valle Cochabamba (La Paz, Cuadernos «Justicia y Paz», 1975).
18 La Iglesia de Bolivia, ¿compromiso o traición?, pág. 33.
212
cracia. t 9 El Ministro del Interior, Mario Adett, fijándose en el hecho de
que la mayor parte de los noventa y nueve eran extranjeros, recomendó
en declaraciones públicas que volvieran a sus repectivas patrias. Ade-
más , presentó como un modelo digno de imitar al pastor fundamentalista,
Julio César Ruibal quien, a diferencia de los religiosos que incurrían en
la política, se dedicaba a predicar «la paz, el amor y el evangelio». 20
213
Wavreille, de los oblatos, fueron expulsados del país. Esa acción levantó
protestas de parte de la Iglesia, de los mineros y de grupos de los dere-
chos humanos en el exterior. Sin embargo, los propios obispos, frente a
la presión ejercida por el Gobierno, vacilaron y en 1975 declararon la
Comisión en «receso».
Grupos integristas
214
cerdotes, todos bolivianos del clero diocesano. El grupo manifestó su re-
pudio a la «intromisión foránea en asuntos internos del país», una refe-
rencia al clero extranjero y, asimismo, condenó la «infiltración marxista
en la lglesia». 22 Por su parte el Arzobispo de Santa Cruz negó haber
dado autorización a dicha organización para reunirse en su arquidiócesis.
También, los dominicos norteamericanos de la «Mansión» en Santa Cruz,
el centro principal del movimiento carismático en el país, fueron critica-
dos por los progresistas por su silencio frente a problemas sociales. En
Cochabamba la Legión Boliviana Social-Nacionalista hizo frecuentes crí-
ticas a los grupos progresistas, y en La Paz apareció en 1976 otro grupo,
Jóvenes Bolivianos Pro-Civilización Cristiana, con boinas rojas, portando
imágenes de la Virgen de Fátima. 23
215
nes, hasta permitió que los partidos políticos volvieran a funcionar. Pero
no concedió una amnistía general a todos los exiliados o presos políticos.
La Iglesia, por su parte, se volvió más confiada de sí y se atrevió a cues-
tionar al Gobierno más abiertamente. Hacia fines de 1976 el cardenal
Maurer presentó a Bánzer pruebas de que el Gobierno, al contrario de lo
que señalaba, de hecho fomentaba el control de la natalidad en el país.
Este incidente, que bien podría haber ocurrido bajo un régimen democrá-
tico, sin embargo, fue más lejos del asunto en sí, porque los planes de
control de natalidad se vincularon con un proyecto estatal de fomentar la
inmigración a Bolivia; en este caso, de colonos blancos de Africa del
Sur. La imagen del régimen como fascitoide y racista no se mejoró
cuando se hizo evidente que el Gobierno protegía concientemente al ex-
comandante de la Ges tapo, Klaus Altmann («Barbie»), quien todavía en
1977 ocupaba un puesto importante en el Ministerio del Interior. Tam-
bién en 1976 la Federación de Mineros pidió a los obispos que le ayuda-
ran en su esfuerzo para dialogar con el Gobierno. El Gobierno no escu-
chó las demandas de los mineros ni aceptó la mediación de la Iglesia. 25
En respuesta a un régimen que mostraba signos de deterioro y que gober-
naba cada vez más a base de la fuerza, en diciembre de 1976 los obispos
publicaron una carta, Paz y Fraternidad. Dicho documento analizó la si-
tuación social del país y señaló la profunda desigualdad que existía entre
«una minoría privilegiada» y la gran mayoría que vivía en la extrema po-
breza. Criticó abiertamente la suspensión de partidos, sindicatos y otras
asociaciones representativas del pueblo. Finalmente, condenó la «ten-
dencia a controlar la acción de la Iglesia en su enseñanza de la doctrina
social...» 26
216
dió permiso para usar el Arzobispado, sino terminó alentándoles . Pronto
otras personas se plegaron a la huelga, entre ellas dos jesuitas y un
salesiano. Finalmente, la acción de las cuatro mujeres se convirtió en una
cruzada nacional. Se unieron al grupo original alrededor de 28 distintos
grupos que sumaban 1,200 personas , y la huelga se extendió a Potosí,
Oruro, Tarija, Sucre y Santa Cruz.
21 7
daridad que expresó en favor de los huelguistas, sirvió para unir a los
otros obispos y alentar a los cristianos de base.
218
soldados pro-Natusch y los defensores del Gobierno. Se calcula que du-
rante los 15 días en que permaneció Natusch en el poder, murieron alre-
dedor de 500 personas, entre soldados y civiles, en las calles de La Paz.30
En esta ocasión la mediación de la Iglesia fue decisiva para disuadir al
coronel golpista y reestablecer la paz. Los dos obispos auxiliares de la
Paz, Genaro Prata y Adhemar Esquive!, realizaron una serie de entrevis-
tas con Natusch, con distintos dirigentes del Parlamento y con Juan
Lechín de la COB. 31 Como resultado, Natusch cedió y entregó el poder
otra vez al Congreso, que por su parte procedió a designar a Lydia
Gueiler como Presidenta, hasta el momento de las elecciones.
30 La Masacre de Todos los Santos (La Paz: Asamblea Permanente de los Derechos
Humanos en Bolivia, 1980), pázg. 14.
31 El Diario, 8 de noviembre de 1979, págs. 1, 14.
32 En memoria de Luis Espinal, S.J., número especial de Diáspora, noticiero de la
Compañía de Jesús de Bolivia, marzo-abril de 1980.
219
y su frente UDP (Unión Democrática y Popular) ganó frente a Paz
Estenssoro y Bánzer. Pero el 17 de julio, el general García Meza obligó
a la Presidenta Lydia Gueiler a renunciar y tomó el poder. Anunció la
creación de un gobierno de la «reconstrucción nacional».
33 PADI, Bolivia: cronología de una dictadura (Quito, Ecuador, 1982), pág. 57.
34 Malloy y Gamarra, Revolution and Reaction: Bolivia (1964-1985), pág. 143.
35 Dignidad y Libertad (La Paz: Ediciones Paulinas, 1980), pág. 7.
220
libertad de la educación ... el derecho al trabajo; a la seguridad laboral y a
la sindicalización libre ... », asimismo «el derecho a la participación políti-
ca y a la libre opción del sistema político». 36 Muchos sacerdotes recibie-
ron amenazas para que no leyeran el documento en las misas dominica-
les.
221
das. Consciente de ese malestar, en mayo García Meza anunció su deci-
sión de dejar el poder en agosto.
38 Sobre las violaciones de los derechos humanos. en tiempo de las dictaduras , y los
juicios realizados para condenar a los responsables, ver Federico Ag uiló, «Nunca
Más» para Bolivia (Cochabamba: Asamblea Permanente de los Derechos Humanos
y el Instituto de Estudios Sociales y Económicos de la Universidad Mayor de San
Simón, 1993).
222
huelga se extendió a prácticamente todo el sector minero del país. La
Iglesia tomó la iniciativa y ofreció sus buenos oficios como mediadora
entre los mineros y el Gobierno. Las dos partes aceptaron, y el 24 de
noviembre representantes de los trabajadores, el gerente del COMIBOL
(la compañía estatal de las minas), varios ministros del Estado y repre-
sentantes de la Iglesia se reunieron y elaboraron un documento de com-
promiso. Los trabajadores acordaron volver a sus labores y el Gobierno
se comprometió a liberar a los mineros detenidos y retirar sus tropas de
las minas, y reconoció el derecho de los sindicatos a existir. Al mismo
tiempo se constituyó una comisión mixta de trabajadores y del Gobrerno,
«con la presencia de representantes de la Iglesia», con el fin de resolver
puntos más concretos, tales como el aumento de los sueldos, los contra-
tos y la vigencia de las organizaciones sindicales. 39 Dicha comisión ini-
ció sus labores en diciembre. El COMIBOL fue representado por el Ing.
Armando .Urioste y la COB por Guillermo Carrasco. Los representantes
de la Iglesia fueron Alejandro Mestre, el Secretario General de la CEB, y
los dos obispos auxilares de La Paz, Adhemar Esquivel y Julio Tenazas.
Varios centenares de mineros habían marchado hacia La Paz para presen-
ciar las negociaciones. Durante las conversaciones los trabajadores vol-
vieron a la huelga; en respuesta, el Gobierno amenazó con tomar una lí-
nea más dura. En medio de esta tensa situación la Iglesia pidió a las dos
partes que le entregaran sus respectivas propuestas. Finalmente, la Igle-
sia, tomando como base ambas propuestas, hizo una nueva propuesta que
sirvió como base común para negociar. Según ésa, los sindicatos volve-
rían a ser vigentes, pero gradualmente. El 18 de diciembre, el documen-
to final fue firmado por las dos partes en presencia de la Iglesia. 40
223
se caracterizaba por constantes querellas internas. Frente a las demandas
incesantes de la COB el Gobierno respondió con medidas populistas, au-
mentando así la inflación. Por el año 1984 el Gobierno se había sumer-
gido en una profunda crisis, y el espectro de otro golpe militar se asoma-
ba sobre el país. En medio de la crisis institucional de su gobierno, el
Presidente, molesto porque algunos parlamentarios le habían acusado de
tener vínculos con el narcotráfico, precipitó otra crisis en octubre cuando
se declaró en huelga de hambre. Pero la huelga presidencial también pa-
recía ser una forma desesperada de aplicar presión sobre los partidos de
la oposición y la COB para que concedieran una tregua a su gobierno.
Dada la ausencia de objetivos claros y precisos, el gesto dramático del
Presidente parecía conducir a un callejón sin salida. Finalmente, el tercer
día de la huelga el Nuncio y tres obispos (Manrique, Mestre y Armando
Gutiérrez) visitaron a Siles Zuazo y le solicitaron que suspendiera la
huelga. Al mismo tiempo, la Conferencia Episcopal convocó a los parti-
dos y dirigentes nacionales para que entablaran un diálogo nacional con
el fin de resolver la crisis. Siles Zuazo inmediatamente accedió a la peti-
ción de los obispos y apoyó la propuesta de realizar un diálogo nacio-
nal.41 Otra vez la Iglesia había presentado un camino de salida «decente»
de una situación insostenible.
224
tes. Uno de ellos , el jesuita, José Gramunt, actuaba como moderador de
la reunión: Para muchos políticos y dirigentes sindicales, la solución a la
crisis consistía sencillamente en la renuncia del Presidente y en convocar
nuevas elecciones un año antes de lo previsto, pero los obispos no que-
rían reducir la discusión a la búsqueda de una fórmula de cómo cambiar
el Gobierno. Su intención fue fortalecer la democracia mediante la ela-
boración de un consenso nacional con respecto a ciertos principios y
acuerdos básicos. El mismo Siles Zuazo resolvió la cuestión de su per-
manencia en el poder cuando anunció durante el diálogo, mediante sus
representantes, que él aceptaría adelantar las elecciones para 1985 a con-
dición de una «tregua política» de parte de la oposición. 42
225
nacional, y los dirigentes ya no podían asistir al «diálogo». Finalmente,
el encuentro con los empresarios de la Confederación de Empresarios
Privados, se realizó en un clima de tranquilidad. Claramente, la clase
empresarial deseaba poner fi n a la crisis política, pero sin perturbar el or-
den social o económico.
226
años setenta. 45 En cambio, el petroleo de la región oriental, así como
ciertos productos agrícolas como el algodón, habían alcanzado una mayor
importancia entre las exportaciones. Además, los precios de los minera-
les habían caído considerablemente en el mercado mundial. Finalmente,
el tráfico de la cocaína, por bien o por mal, también se había convertido
en una fuente cada vez más importante en la economía. Por estos moti-
vos, el Gobierno se sentía fuerte frente a los mineros, que ya no consti-
tuían la única base de la economía nacional. Poco tiempo después del
anuncio del programa de austeridad, en agosto de 1985, la COB convocó
una huelga, pero Paz Estenssoro respondió imponiendo un estado de sitio
en las minas. Al mismo tiempo no aceptó la mediación de la Iglesia, en
parte porque quería establecer la autoridad del Estado frente a los mine-
ros.46
227
puso fin, por el momento, al conflicto. Por su parte, los mineros acorda-
ron deponer sus medidas de fuerza y volver a trabajar. El Gobierno se
comprometió a revisar su política con respecto a las minas, y concreta-
mente se acordó no cerrar o privatizar otras minas sin consultar antes con
los mineros. Además, aceptó mantener un mínimo de 13,000 trabajadores
de minas, y al mismo tiempo se comprometió a relocalizar a otros 5,000
que habían sido despedidos. 47 El presidente de la CEB, Julio Terrazas,
expresó su satisfacción por el acuerdo, pero también subrayó la necesi-
dad de un nuevo «pacto social» más allá de los puntos concretos del
acuerdo entre mineros y el Gobierno. 48
228
Las elecciones de 1989
229
presidente. La agenda incluyó , además , la propuesta de Sánchez de
Lozada acerca de la reforma electoral.
230
La Iglesia como mediadora: balance. general
231
no dejaron que los mismos contricantes llegaran a resolver sus diferen-
cias directamente. De esta manera se privó a los políticos y dirigentes la
oportunidad de practicar el arte de dialogar por sí mismos, y crecer así en
la madurez cívica. Finalmente, por el mismo hecho de intervenir tan fre-
cuentemente en la resolución de conflictos políticos, la Iglesia corrió el
riesgo de desprestigiarse a sí misma, sobre todo porque su actuación re-
cordaba los tiempos cuando los obispos medievales o del siglo XIX en
América Latina hacían tratos políticos con las élites gobernantes, prescin-
diendo de la masa. Por lo tanto, los obispos y sus asesores en general
consideraron su mediación como un servicio especial para momentos crí-
ticos, y no como una acción normal para el futuro. Ciertamente, la Igle-
sia desempeñó un papel clave para fomentar el diálogo en muchos mo-
mentos críticos desde 1968 hasta 1989 entre fuerzas antagónicas en un
país sumamente polarizado. En este sentido, de hecho hizo una contribu-
ción indiscutible a la institucionalización del diálogo cívico en Bolivia y,
por lo tanto, a la consolidación de la democracia misma.
232
CAPÍTULO VIII
Ver, por ejemplo, Ivan Hinojosa, «Entre el poder y la ilusión: Poi Pot, Sendero y las
utopías campesinas», Debate Agrario 15(octubre-diciembre de 1992): 69-93.
235
A diferencia de otros grupos guerrilleros en América Latina, Sende-
ro no se dedicó a atacar sólo a los ricos, sino también, y especialmente, a
los pobres. La gran mayoría de los que murieron, en ataques caracteri-
zados por su salvajismo, fueron campesinos de la Sierra, nativos de la
Amazonía y pobladores de los «pueblos jóvenes», ubicados alrededor de
Lima y otras ciudades de la Costa. Sendero se dedicó a asesinar sistemá-
ticante a dirigentes populares, precisamente como una manera de destruir
los movimientos populares organizados. Al mismo tiempo, asesinó a
sangre fría a alcaldes, jueces y autoridades en general, inclusive varios
centenares de policías, como parte de su plan para destruir el aparato del
Estado y poder establecer sus propias bases del poder.
236
responsable del 5% de los muertos en la guerra. 2 En realidad, el verda-
dero enemigo del MRTA no fue tanto el Estado, sino Sendero Luminoso,
que por su parte despreciaba a su rival y lo consideraba como un grupo
de reformistas poco serios.
237
entre campesinos, obreros y pobladores de los asentamientos pobres en
Lima, lograron forjar estos lazos sociales, o fortalecerlos en el caso en
que ya existían, Sendero experimentó sus primeras derrotas. En este sen-
tido, más que las fuerzas del orden, que frecuentemente reprimían al pue-
blo, fue el propio pueblo común el que salió al encuentro y bloqueó el
avance de los terroristas.
De Velasco a Fujimori
238
Velasco Alvarado (la «Primera Fase», 1968-1975) expropió muchas em-
presas norteamericanas y mediante una reforma agraria eliminó la anti-
gua oligarquía terrateniente. Al mismo tiempo los militares hicieron una
reforma educativa que propuso crear una nueva mentalidad crítica, na-
cionalista y humanista en los profesores y alumnos. Asimismo, bajo los
militares peruanos hubo relativamente pocas violaciones de los derechos
humanos. Por otro lado, la Iglesia Católica respaldó las reformas de
Velasco y le brindó asesoría especialmente en el área de la educación .
El gobierno militar ofreció a las clases populares, especialmente a los
campesinos y a los pobladores de las barriadas -que los militares llama-
ron «pueblos jóvenes»- un aliento y un espacio en el cual podían organi-
zarse y forjar una nueva conciencia colectiva. La Izquierda política tam-
bién creció considerablemente al calor de este populismo nacionalista.
239
Por segunda vez Fernando Belaúnde Terry, cabeza del Partido Acción
Popular, fue elegido Presidente de la República. El APRA, tras la muer-
te de Haya de la Torre en 1979, seguía siendo importante, pero sin otra
figura carismática por el momento, y la Izquierda ganó el 16.7% de la
votación nacional. El segundo período de Belaúnde fue de corte liberal-
moderado. En 1985, en medio de signos de deterioro económico y, peor,
de la violencia terrorista que crecía día a día, Alan García Pérez, del Par-
tido Aprista, fue elegido Presidente. García, joven delfín del propio
Haya, había captado las simpatías de muchos peruanos no apristas por su
dinamismo juvenil y por su promesa de ser «presidente de todos los pe-
ruanos» -una alusión al sectarismo que el APRA había practicado históri-
camente. Tras ciertos éxitos de corte populista (subsidios a los alimentos
y la gasolina, una mayor circulación de billetes con el fin de estimular la
economía, etc.), el gobierno de García cayó en una profunda crisis.
240
Una vez en el poder Fujimori aplicó un «shock» económico que in-
auguró abruptamente una nueva época neoliberal en el Perú. Tras dos
años de constantes desencuentros con la oposición parlamentaria, en abril
de 1992 Fujimori disolvió el Congreso por la fuérza. Este autogolpe fue
inmediatamente condenado por la mayor parte de las naciones de la OEA
y de la Comunidad Europea. El mundo occidental, y sobre todo los Es-
tados Unidos, temían que el autogolpe de Fujimori sirviera como un
ejemplo para seguir en otros países latinoamericanos donde la democra-
cia tampoco marchaba bien. Lo que sorprendió a muchos periodistas, sin
embargo, fue el hecho de que la gran mayoría de los peruanos apoyaba el
golpe. Irónicamente, Fujimori justificó su golpe señalando que dada la
gravedad de la crisis en que se encontraba el país, la democracia no tenía
muchas posibilidades de sobrevivir si no se hacían algunos cambios radi-
cales. Muchos peruanos y algunos observadores extranjeros estaban de
acuerdo.
241
tar conscientes del peligro . Al cerrar el Parlamento, con o sin razón,
Fujimori captó el sentimiento de inseguridad y de miedo que se había
apoderado de miles de peruanos, quienes querían una respuesta más enér-
gica y decidida frente al espectro del te1rnrismo.
3 Sobre Ayacucho antes de Sendero ver Jefrey Gamairn, «Estado, modernidad y socie-
dad regional : Ayacucho l 920- l 940», Apuntes 31 (segundo semestre, l 992): 103- 114.
4 Sobre los orígenes universitarios de Sendero Luminoso ver Carlos lvan Degregori,
Ayacucho 1969-1979: el surgimiento de Sendero Luminoso (Lima: Instituto de Estu-
dios Peruanos, 1990). Ver también Gustavo Gorriti, Sendero: historia de la guerra
milenaria en el Perú (Lima: Editorial Apoyo, 1990); David Scott Palmer, 2º ed .
Shining Path of Peru (Nueva York: St. Martin's Press, l 994). Sobre la Iglesia ver el
capítulo sexto en Simon Strong, Sendero Luminoso : el movimiento subversivo más
letal del mundo (Lima: Peru Reporting, l 992).
242
muy claras acerca de la misión que le tocaba realizar en el Perú. En
1969 formó su propio grupo: el Partido Comunista Peruano-«Sendero Lu-
minoso». El partido se construyó en base a sus colegas y sus propios alum-
nos; estos últimos, en su mayoría, provenían del campo y sus horizontes in-
telectuales y culturales reflejaban el mundo tradicional andino. Además,
compartían resentimientos contra las élites culturales de la Costa, que des-
deñaban lo andino. Guzmán, con la fuerza de su personalidad, su claridad
radical y su dogmatismo fundamentalista se convirtió en un gurú de gran
magnetismo para esta juventud radicalizada. Pero, Guzmán y sus seguidores
tuvieron menos éxito entre los campesinos más pobres; antes bien, la base
principal de su movimiento fue la pequeña clase media rural de provincias,
especialmente estudiantes y maestros de colegios. También, Sendero ejer-
ció una atracción notable sobre las mujeres de esta clase. 5 Para ellas, espe-
cialmente, las puertas del ascenso social y económico en la cultura
occidentalizada de la costa estaban cerradas; en cambio, en .Sendero, don-
de ocupaban puestos de responsabilidad, podían sentirse importantes.
5 Sobre la juventud y las mujeres en Sendero, ver Dennis Chávez de Paz, Juventud y te-
rrorismo (Lima: Instituto de Estudios Peruanos, 1989), y Robin Kirk, Grabado en pie-
dra: las Mujeres de Sendero Luminoso (Lima: Instituto de Estudios Peruanos, 1993).
6 Cynthia McClintock, «Peru's Sendero Luminoso Rebellion: Origins and Trajectory»,
en Susan Eckstein (ed.), Power and Popu la r Protest: Latin American Social
Movements (Berkeley y Los Angeles: University of California Press, 1989), pág. 61.
243
ayacuchanos y los campesinos de la zona descubrieron el verdadero ros-
tro totalitario de Sendero, que no vacilaba en matarlos bajo la acusación
de ser «Soplones» o colaboradores de las fuerzas del orden.
Sendero y la religión
7 En este contexto ver el estudio de José Luis ldígoras, «Religiosidad popular y mar-
xismo «popular», Revista teológica llmense X, Nº 3( 1976): 289-313; también, el ar-
tículo de Carlos Tapia, «Abimael y la religión», La República (Lima), 1 de enero de
1995, pág. 21.
244
miento de Guzmán. 8 No obstante, la religión, que tanto pesa en las cul-
turas tradicionales de los Andes, constituía un problema y un obstáculo
especial para los planes de Sendero; por eso, al comienzo éste se cuidó
de no atacar a personas vinculadas a la Iglesia Católica, ni los símbolos u
otras manifestaciones religiosas tradicionales, y se limitaba a atacar a in-
genieros, técnicos extranjeros o peruanos que trabajaban en proyectos de
desarrollo (cooperativas, granjas experimentales). En realidad, de algu-
nas manera, para Sendero no era necesario atacar a la Iglesia en Ayacu-
cho, pues ésta era de corte tan conservador que no era muy atrayente
para la juventud más idealista. Sin embargo, en la medida en que entra-
ba en zonas que habían sentido la influencia de la Iglesia progresista,
Sendero empezó a desplegar hostilidad manifiesta hacia la Iglesia y sus
representantes. En muchos lugares de los Andes la Iglesia quedaba como
la única institución capaz de mantener el orden y de ayudar a los pobla-
dores a organizarse. Finalmente, más allá de la Iglesia como institución,
la religión misma fue un estorbo para un grupo totalitario que pretendía
convertir a los pobladores al «pensamiento gonzalo».
La reacción oficial
La reacción inicial del Gobierno y las fuerzas del orden frente al te-
rrorismo oscilaba entre el desconcierto, la ineptitud y la brutalidad. A
partir de 1982 los departamentos más afectados se pusieron bajo un «co-
mando político-militar»; en estas «zonas de emergencia» los militares
mandaban y las garantías constitucionales fueron suspendidas. La policía
especializada -los «Sinchis»- y los militares ocuparon la Sie1rn central
como si fuera territorio de un país enemigo. Ese fue uno de sus más
grandes errores, porque la inmensa mayoría de los pobladores andinos
eran inocentes y más bien estaban dispuestos a colaborar en su propia de-
fensa. Sin embargo, sólo por ser campesinos pobres y quechuaparlantes,
eran vistos por las fuerzas del orden como simpatizantes o simpatizantes
potenciales de los subversivos. Por eso, los infantes de Marina y los sol-
dados del Ejército detuvieron a miles de campesinos bajo esta sospecha y
8 Las dos ex-religiosas en Sendero eran Rosalía Tami Puell, de la congregación de los
Sagrados Corazones, y Nelly Evans Risco de Alvarez Calderón, de las Siervas del
Inmaculado Corazón de María. Sobre la primera ver El Nacional (Lima), 31 de oc-
tubre de 1987, pág. 19, y sobre la segunda, ver Simon Strong, págs. 175-177.
245
centenares de ellos desaparecieron. Así, a fines de la década de los 80,
el Perú tenía el índice más alto en el mundo -3,000- de denuncias de
«detenidos-desaparecidos». 9
Durante esta guerra sucia, las fuerzas del orden cometieron una se-
rie de atrocidades y masacres en distintos pueblos de la Sierra. Para citar
un caso célebre, en Accomarca, en el departamento de Ayacucho, un
contingente de soldados mató a más de 69 campesinos, incluyendo 20 ni-
ños.10 En otro caso, en mayo de 1988, en represalia por el asesinato de
un capitán y tres soldados, el Ejército entró en el pueblo de Cayara
(Ayacucho ), mató a 29 campesinos y posteriormente hizo desaparecer a
varios de los testigos. 11 En muchos otros pueblos, desde Ayacucho a
Puno, en el Sur, casos semejantes de ejecuciones sumarias, precedidas
por torturas y violaciones, contribuyeron a crear una imagen del Perú
como uno de los países que más violaban los derechos humanos en el
mundo. Además de estas tácticas antisubversivas torpes, la corrupción
oficial servía también para justificar la lucha armada: desde el Gobierno
Central, sobre todo en tiempo del presidente García, hasta el nivel de las
tropas ordinarias las prácticas del chantaje, cupos y robos se hicieron co-
munes. En muchos pueblos donde las fuerzas del orden entraban para
limpiarlos de la subversión, los soldados y los policías se dedicaban a ro-
bar los animales y bienes de los pobladores. Así, los peruanos más po-
bres se encontraron entre dos fuegos: los terroristas y las fuerzas del or-
den.
246
dicho desde el comienzo: que sólo podían derrotar a la subversión con la
cooperación de los civiles. El ejemplo más importante en este sentido
fueron los Comités de Autodefensa, conformados por los propios campe-
sinos. Estos comités se inspiraron en las rondas campesinas que los
campesinos de Cajamarca, en el Norte, habían creado en la década de los
70, con el fin de combatir el abigeato. En 1986, tras encendidos debates
sobre el tema, se dio la Ley de Rondas Campesinas con la cual se legali-
zó formalmente esta forma de autodefensa campesina. Como veremos,
las rondas que surgieron espontáneamente no se limitaban a la
autodefensa, sino prácticamente se constituyeron en gobiernos locales,
que se dedicaban a dar las normas locales y aplicar la justicia. En cam-
bio, las rondas que fueron creadas directamente por el Ejército tenían
mucho menos autonomía y funcionaban como un brazo armado subordi-
nado a los militares. Al comienzo las Fuerzas Armadas no confiaban en
estas organizaciones populares; por ello no les daban muchas armas, o
sólo les entregaban escopetas, poco eficaces contra los bien armados te-
rroristas. No obstante, con el tiempo se demostró la efectividad de las
rondas. En 1991 ya se habían constituido cerca de 1,200 comités de
autodefensa, con 100,000 campesinos armados.12 Desde luego, Sendero
Luminoso contraatacó muchos pueblos corno un castigo por haberse or-
ganizado. No obstante, debido a esta resistencia formidable, Sendero fi-
nalmente perdió el control de la Sierra. Cuando las huestes del «presiden-
te Gonzalo» decidieron escalonar sus asaltos en Lima y otras ciudades,
de hecho, en ese momento estaban perdiendo la guerra en el campo.
Los evangélicos
247
antirreligiosidad y su violencia, eran blancos fáciles debido a que eran
pobres y porque no contaban con el respaldo de una institución interna-
cional como en el caso de la Iglesia Católica. Sendero se dedicó a ase-
sinar sistemáticamente a alcaldes, policías, asesores técnicos y en general
a todas las personas consideradas como «explotadoras»; pero parecía ma-
nifestar una saña especial hacia los evangélicos, a pesar de que éstos eran
pobres y pobladores del lugar. La razón, sin duda, fue que ellos repre-
sentaban un poder rival: su militancia religiosa, su postura contra el alco-
holismo y la corrupción tenían una influencia importante en las familias
y las comunidades. En 1982, los terroristas mataron a dos evangélicos
en Chuschi, el pequeño pueblo donde Sendero había comenzado la lucha
armada. En 1983 también asesinaron al pastor Teófilo Ludeña, en la lo-
calidad de Jatumpampa de Huayllay; al pastor Clemente Monteras Rojas,
en Andasbamba y al pastor Zacarías Sauñi Calderón, quien fue ahorcado
de una viga de su templo. 13
248
el pueblo de Callqui y masacraron a seis miembros de la Iglesia Pres-
biteriana. Frecuentemente las fuerzas del orden, por falta de conocimien-
to de la realidad local o de realidades religiosas, capturaban a evangéli-
cos bajo la acusación de ser subversivos. Un pastor -Agripino Quispe-
uno de los fundadores de la Iglesia Evangélica en Huancavelica, fue de-
tenido durante cuatro años bajo el cargo de ser un subversivo, y final-
mente fue liberado en 1989 como resultado de una campaña en su favor
de parte del Concilio Nacional Evangélico, de Amnistía Internacional y
de otros grupos de derechos humanos. 17 En otro caso célebre un taxista
sencillo, Juan Mallea, quien era miembro de la Iglesia Alianza Cristiana
y Misionera, fue acusado de terrorismo. En una maniobra burda, la poli-
cía intentó sindicado como el autor de un croquis que revelaba el lugar
de la fosa común de algunos estudiantes y profesores de la universidad
de educación conocida como la «Cantuta», quienes habían sido asesina-
dos por las fuerzas del orden. Después de un año los abogados evangéli-
cos, con la ayuda de los grupos de derechos humanos, lograron libe-
rarlo.18
249
nar los esfuerzos orientados a la ayuda a las comunidades andinas en pe-
ligro, y organizó talleres y seminarios para concientizar a los evangélicos
acerca del problema de la violencia en el interior. En diciembre de 1989,
por ejemplo, reunió a un grupo de dirigentes evangélicos para discutir
cuál debería ser el papel político de las iglesias evangélicas. Fue en el
contexto de ese seminario donde un grupo de pastores decidió entrar di-
rectamente en la política, en este caso para apoyar la candidatura de Al-
berto Fujimori.
250
Otras voces importantes de la Iglesia progresista eran José
Dammert, obispo auxiliar de Lima y posteriormente de Cajamarca (1962-
1992); Germán Schmitz, obispo auxiliar de Lima (1970-1990); Luis
Bambarén, obispo auxiliar de Lima y posteriormente Obispo de
Chimbote. Por su parte, el jesuita Felipe MacGregor (1963-1977) con-
virtió la Universidad Católica en una de las mejores en el país. Además,
en la Universidad Católica se realiza todos los años un curso de verano
dirigido por el Departamento de Teología, curso que es uno de los mejo-
res ejemplos del dinamismo de la Iglesia peruana. En los años 80 asis-
tieron cerca de 1,500 participantes, que venían de todas partes del país y
del extranjero. 21 Había ciertas áreas y regiones que se destacaban por su
perfil progresista: el Sur Andino, la Selva y los pueblos jóvenes. Tam-
bién algunas diócesis como Cajamarca, bajo Dammert; y Chimbote, bajo
el obispo dominico norteamericano Jaime Burke y su sucesor Luis
Bambarén eran modelos de la Iglesia renovada del Vaticano II.
En 1985, y otra vez en 1988, el Papa visitó al Perú: en las dos oca-
siones fue recibido por manifestaciones masivas y afectivas. Durante las
20 Robin Kirk, The Decade of Chaqwa:Peru 's Interna! Refugees (Washington, D .C.:
U.S . Committee for Refugees, mayo de 1991), págs. 13-
21 Jeffrey Klaiber, La Iglesia en el Perú: su historia social desde la Independencia
(Lima: Pontificia Universidad Católica, 1988), pág. 419.
22 !bid., pág. 59.
23 !bid., pág. 458.
251
visitas, la teología de la liberación se encontró en el ojo de la tormenta;
sin embargo, el Papa balanceó sus advertencias contra «ideologías extra-
ñas a la fe» con un mensaje fuerte en favor de la justicia social. Paulati-
namente, con nuevos nombramientos a sedes episcopales vacantes, el
rostro progresista de la Iglesia iba cambiando. En 1988 Ricardo Durand
Flórez, el obispo jesuita del Callao, y un crítico sin reservas de la teolo-
gía de la liberación, fue elegido presidente de la Conferencia Episcopal.
En 1990 el cardenal Landázuri se jubiló y Augusto Vargas Alzamora,
otro jesuita y también de tendencia conservadora, fue nombrado Arzobis-
po de Lima, y en 1994 se le confirió el título de Cardenal. Sin embargo,
estos nombramientos ocurrieron demasiado tarde para cambiar toda una
orientación pastoral inspirada en el Concilio y en Medellín. Además, la
Iglesia que Sendero Luminoso enfrentó en la mayor parte del Perú fue
progresista y visiblemente comprometida con el movimiento popular.
Una importante excepción a esta regla fue precisamente Ayacucho. Por
eso, una comparación entre la Iglesia en Ayacucho y la de otras partes
donde Sendero también se convirtió en una amenaza ayudaría a subrayar
lo importante que fue el factor religioso y eclesial en la lucha contra la
subversión.
Ayacucho (1980-1992)
24 Ver Directorio Eclesiástico del Perú 1987 (Lima: Secretariado del Episcopado Pe-
ruano, s/f), 95-104.
252
diocesano, dieciocho tenían más de 60 años y seis vivían en otras
diócesis. Desde luego, hubo excepciones, como el P. Víctor Acuña -el
sacerdote diocesano asesinado por Sendero Luminoso en 1987-, quien
realizaba una labor meritoria como encargado de Cáritas, o bien, Luis
Arroyo, el popular franciscano conocido por su cercanía a la juventud.
En general, sin embargo, la imagen que proyectaba la Iglesia fue, efecti-
vamente, lo que más atraía a los turistas: colonial. Las hermanas
salesianas y los padres y hermanos salesianos dirigieron colegios para las
clases medias: el ambiente religioso en estos planteles era conservador y
la instrucción religiosa que se impartía no preparaba a los· alumnos para
enfrentar los problemas políticos y sociales del día. Para muchos jóvenes
la nueva universidad parecía ofrecer todo lo que la Iglesia no representa-
ba: creatividad, apertura, preocupación social por el mundo real, etc. Los
profesores de orientación marxista encontraban a un alumnado criado en
el ambiente del catolicismo popular, pero con poca preparación para pen-
sar críticamente acerca del mundo o de su propia religión.
253
La visita de Juan Pablo II a Ayacucho en febrero de 1985 sirv ió
para consolar a una población que ya había sufrido cinco años de tiro-
teos, cochebombas, asesinatos nocturnos, desaparaciones , etc. En tono
enérgico e l Papa exhortó a los subversivos a abandonar la violencia:
«¡Cambiad de camino!». Pero, si bien la exhortación papal tuvo poco im-
pacto en los subversivos, el ejemplo de coraje y de determinación que
dio el Papa contrastaba con la timidez y el silencio de la Iglesia
ayacuchana. Este mismo año la Conferencia de Religiosos en Lima, ins-
pirada por la visita del Papa y preocupada por la gravedad de la situación
en Ayacucho, decidió organizar una «Comisión de Apoyo a las Zonas de
Emergencia». Presidida por el provincial de los jesuitas, Ramón García
Hernández -Ros, la Comisión estableció como su primer objetivo,
«Acompañar al pueblo que sufre y necesita un signo de esperanza». Fi-
nalmente, en marzo de 1986 un grupo de 20 religiosos y religiosas fue-
ron a Ayacucho para realizar misiones populares en las zonas más afecta-
das por la violencia. Más tarde siguieron otros grupos. Entre 1986 y
1988 cerca de 100 hombres y mujeres de distintas congregaciones parti-
ciparon en estas misiones.26 Posteriormente, ante la intensificación de la
violencia se suspendieron las misiones . Entre los más entusiastas promo-
tores de este experimento se encontraban el P. Ernesto Ranly , de la Con-
gregación de la Preciosísima Sangre, y la hermana Julia Y on, de las Mi-
sioneras del Sagrado Corazón . Posteriormente, con su experiencia en
Ayacucho, el P. Ranly se dedicó a organizar talleres, seminarios y retiros
con el objetivo de preparar a sacerdotes y religiosas para enfrentar espiri-
tualmente la violencia, que ya había comenzado a extenderse al resto del
país .
254
de Acción Social de Ayacucho . La nueva entidad fue en realidad una
continuación de Cáritas, pero con una nueva orientación y con nuevas
funciones. Conformada por un equipo de 22 personas, el cual incluía a
enfermeras, médicos, asistentes sociales y una religiosa dominica que era
quechua-parlante, OAASA seguía cumpliendo con los programas de asis-
tencia social que había realizado Cáritas; además, creó un área de «Servi-
cio Social» que atendía a los presos en las cuatro cárceles de la región y,
al mismo tiempo, prestaba ayuda a las víctimas de la violencia. Tam-
bién, otra novedad fue el área de «Formación Integral», la cual promovía
los «valores de la fe cristiana, justicia, respeto a la vida, honradez, vera-
cidad, confianza y solidaridad>» 27 OAASA trabajó estrechamente con
otras entidades que tienen fines similares, tales como COT ADENA (la
Coordinadora por los Derechos del Niño Ayacuchano) y llegó a tener
una presencia institucional visible en Ayacucho. En julio de 1990, sin
embargo , considerando que OAASA se había extendido mucho más
allá de las funciones de la Cáritas original, el Arzobispo y el Obispo
Auxiliar, Luis Cipriani, del Opus Dei, declararon dicha oficina en reorga-
nización, y poco tiempo después el equipo directivo renunció a sus car-
gos. Con el fin de las misiones populares y la renuncia del equipo de
OAASA, la Arquidiócesis dejó de promover nuevas iniciativas frente a la
violencia.
255
Los ataques contra la Iglesia
256
para los campesinos, que estaba dirigida por los jesuitas. Aunque los
atacantes no molestaron a los religiosos, mataron al Gobernador del dis-
trito y, poco tiempo después, en otro pueblo asesinaron a dos ingenieros.
La reacción de la orden jesuítica fue típica de muchas otras órdenes y
congregaciones que se encontraban en situaciones parecidas. Los jesuitas
decidieron abandonar -por el momento- su labor educativa y social y de-
dicarse exclusivamente a su misión sacramental. Aún así, esta decisión
encerraba riesgos, porque la presencia de los sacerdotes, la celebración
de misas y otras prácticas religiosas, servían para consolar y animar al
pueblo creyente; y esto en sí podría considerarse una provocación para
un grupo tan dogmático como Sendero Luminoso. En algunas circuns-
tancias los sacerdotes y las religiosas se retiraron temporalmente, para
volver cuando la situación parecía más segura. En muchos casos, sin
embargo, los religiosos recibieron amenazas para que se fueran, pero re-
husaron abandonar su puesto. Como veremos, algunos pagaron con sus
vidas por esa decisión.
257
Santa, de la diócesis de Chimbote. Además, Sendero intentó asesinar a
otro sacerdote de la misma diócesis, pero falló. En estos casos, el Parti-
do del presidente Gonzalo quería enviar una advertencia a los respectivos
obispos de las víctimas: en el caso de los franciscanos, a monseñor
Gurruchaga de Huaraz, y en el caso del P. Dordi, a monseñor Bambarén
de Chimbote. La voz oficial de Sendero, El Diario Internacional, publi- .
cado desde Bruselas, anunció con satisfacción que «las fuerzas maoístas
ejecutaron a tres sacerdotes». El mismo editorial denunció a los polacos
como agentes enviados por el propio Papa como parte de una conspira-
ción que «busca aprovechar la fe religiosa del pueblo para consolidar el
sistema de opresión en el país». 28 Además, señaló al obispo Gurruchaga
como un conocido «organizador de rondas campesinas». Al mismo tiem-
po, El Diario denunció la teología de la liberación porque pretendía «so-
focar la explosión social de los pobres, llevando a las masas oprimidas a
condiciones de extrema mendicidad». 29
Cajamarca
258
jado durante años preparando cuadros, sea porque la realidad social del
resto del país era diferente. Los campesinos de los departamentos del
Norte son relativamente más prósperos; no existe el fenómeno del
gamonalismo como en el Sur Andino. Además, muchos campesinos son
minifundistas y, por ende, más independientes en su mentalidad. 30 Una
señal de esta independencia fue justamente la creación de las rondas
campesinas. La primera ronda moderna se creó en Chota (departamento
de Cajamarca) en 1976; con el tiempo aparecieron muchas otras rondas
en todo el Departamento y, finalmente, en todo el norte del Perú. Según
un especialista, en 1993 había comités de rondas en «más de 3 ,450 case-
ríos» entre la frontera de Ecuador y la frontera-sur del departamento de
Cajamarca. 31 Estas organizaciones campesinas surgieron como reacción
contra el abigeato, pero pronto asumieron otras funciones, tales como la
de arreglar disputas entre pueblos o entre familias y la de aplicar la justi-
cia según las normas de las comunidades, etc. La gran mayoría surgie-
ron espontáneamente, sin la injerencia de las autoridaes o la policía. In-
clusive, fue justamente la ausencia o el mal funcionamiento de la autori-
dad o la policía los factores que motivaron la decisión de los campesinos
de asumir la responsabilidad de administrar la justicia en sus comunida-
des.
Los especialistas que han estudiado las rondas del Norte están de
acuerdo en tres puntos básicos: (1) eran muy eficaces contra el crimen;
(2) constituyeron una barrera formidable contra el avance de la subver-
sión; (3) la Iglesia tuvo un papel importante en su fqrmación. En cuanto
a su eficacia, según un testimonio, en Chota y Bambamarca las rondas
lograron disminuir los robos y el abigeato «casi en su totalidad». 32 Por
otra parte, los dos grupos, Sendero Luminoso y MRTA, intentaron infil-
trar estas organizaciones populares con el fin de persuadir a los ronderos
a apoyar la causa de la subversión; pero, en vano. Para estos campesinos
del Norte, Sendero, especialmente, fue visto como un grupo extraño y
ajeno a su realidad. En este fenómeno, la religión también cumplía una
259
función importante. Según un investigador que estudió las rondas cam-
pesinas de Bambamarca, a 120 kilómetros de la ciudad de Cajamarca:
«El fanatismo terrorista encuentra una barrera ideológica infranqueable
en la ideología cristiana, predominante en el área rural de Cajamarca». 33
260
Asimismo, Dammert observó que donde las rondas habían surgido
sin esta formación integral que impartía la Iglesia, hubo incidentes de
abusos y de discordia interna entre los mismos ronderos. Finalmente, a
pesar de su eficacia contra el terrorismo, con frecuencia la policía sospe-
chaba que las mismas rondas eran subversivas.
Puno
261
porcentaje de población indígena (quechua y ayrnara), muchos creían que
Puno iba a ser el «segundo Ayacucho ». No obstante, en dos puntos
Puno se distingue de Ayacucho: el alto grado de conciencia soCial y polí-
tica a nivel del campesinado y los trabajadores, fruto de años de lucha
para organizarse, y la presencia de una Iglesia progresista comprometida
con ese movimiento popular. Gracias en buena medida a estos dos facto-
res, Sendero Luminoso no logró implantarse corno en Ayacucho.
Desde los años cincuenta, Cusco y el Sur Andino han sido escena-
rios de intensas campañas sindicalistas y políticas. El trotskista Hugo
Blanco movilizó a los campesinos del Valle de la Convención, cerca del
Cusco, y posteriormente el régimen de Velasco con la Reforma Agraria
de 1969 dio un estímulo notable a este proceso de concientización. La
Reforma creó grandes expectativas, pero finalmente terminó corno una
gran desilusión para la mayoría de los campesinos. Del lado positivo, la
Reforma expropió muchas haciendas que se convirtieron en centros co-
munales para el beneficio de los campesinos. Del lado negativo, estos
centros beneficiaban a muy pocos campesinos, pues la inmensa mayoría
no trabajaban en las haciendas. Según una fuente, de las 1,005 comuni-
dades campesinas en Puno, sólo 74 recibieron tierra corno resultado de la
Reforma Agraria. 38 Por eso, la Confederación Campesina del Perú y el
PUM (Partido Unificado Mariateguista) -el partido de izquierda que más
presencia tenía en el Sur Andino- se dedicaron a organizar a los campesi-
nos para que participaran en la Reforma de una forma más justa. Una de
las medidas para conseguir la justicia fue invadir y tornar tierras, espe-
cialmente las que pertenecían a las cooperativas que se habían creado en
base a las antiguas haciendas. Un ejemplo dramático de esta estrategia
ocurrió en octubre de 1985 cuando 1,500 campesinos, con banderas pe-
ruanas, invadieron la Empresa Rural de Propiedad Social de Kunurana,
un inmenso territorio de 100,000 héctareas que se había constituido en
base a cinco haciendas. Los invasores tornaron 25,000 héctareas. 39 Al
mismo tiempo surgieron en esta época muchas cooperativas privadas y
ONG (Organismos no Gubernamentales) para capacitar a los campesinos
y ayudarlos a organizarse.
262
Desde el comienzo la Iglesia participó en este proceso social. En
los años sesenta surgió la Iglesia del Sur Andino, una confederación re-
gional conformada por seis jurisdicciones eclesiásticas: Cusco, Sicuani,
Puno, Juli, Ayaviri y Chuquibambilla. Algunas de estas jurisdicciones
eran Prelaturas Nullius (una «Prelatura Nullius» es una jurisdicción ecle-
siástica en vías a ser una diócesis) bajo la responsabilidad de ciertas con-
gregaciones, como los religiosos de los Sagrados Corazones en Ayaviri,
o ciertas asociaciones misioneras como los Padres de Maryknoll en Puno.
Los obispos de estas jurisdicciones - Luciano Metzinger en Ayaviri, Ri-
cardo Durand y su sucesor Luis Vallejos, ambos arzobispos del Cusco,
Eduardo Fedders en Juli- mostraron un gran espíritu de solidaridad se-
gún los ideales del Concilio Vaticano II y la Conferencia Espiscopal de
Medellín. Juntos, crearon el IPA (Instituto Pastoral Andino) en 1969
para la formación de agentes pastorales, y para ayudar al personal reli-
gioso extranjero a inculturarse en la realidad socio-religiosa del Altipla-
no.
263
nal. A pesar de esta pérdida, las otras diócesis y prelaturas mantuvieron
sus lazos y compromisos comunes.
264
lado, ocurrió en 1981 cuando un grupo de terroristas lanzaron bombas y
destrozaron las instalaciones del Instituto de Educación Rural de la
Prelatura de Juli bajo la dirección de los Padres de Maryknoll. Aunque
en ese momento no se sabía quiénes eran los autores del ataque, de todas
maneras se produjo una reacción de indignación por toda la región del
lago Titicaca. Como respuesta al ataque, se realizó una marcha de soli-
daridad en la que participaron 10,000 campesinos y representantes de las
distintas organizaciones populares del Sur Andino. 45 Durante la marcha
los campesinos portaban pancartas que decían: «Somos Iglesia», «Muerte
NO» y «Vida Sí». Dicha movilización popular contrastaba notablemente
con la actuación de la Iglesia en Ayacucho que durante años mantenía un
perfil bajo y temoroso frente a la violencia y la violación de los derechos
humanos. En cambio, en el Sur Andino, la Iglesia, que contaba con la
estima y la simpatía de los campesinos y obreros, tenía una gran capaci-
dad de «convocatoria». De ese momento en adelante, la Iglesia utilizó
todos sus resortes para unir a los campesinos y las organizaciones popu-
lares en un solo frente común contra la represión de las fuerzas del orden
y la violencia de Sendero Luminoso.
265
Paz»- enfatizaba la determinación de los cristianos de no contestar a la
violencia de Sendero y la represión oficial con los mismos métodos de
éstos. Sendero no tardó en responder: en ese período el número de aten-
tados contra parroquias y obras de la Iglesia iba en aumento.
266
abierto desafío a Sendero Luminoso, la Iglesia subrayó la falta de convo-
catoria de aquél. Aunque, de hecho, Sendero logró reclutar a algunos
adeptos y controlar algunos pueblos -mediante el terror- no ofrecía nin-
gún proyecto positivo que tuviera interés para los campesinos, obreros u
otros grupos económicamente marginados . En cambio, para ellos, sus
propias organizaciones, legitimadas y defendidas por la Iglesia, represen-
taban la verdadera democracia popular.
La Selva
51 Rex Hudson (ed.), Peru: A Country Study (Washington, D.C.: Federal Research
Division, Biblioteca del Congreso, 1993), pág. 70.
52 Sobre el terrorismo en el Alto Huallaga ver el informe de José Contreras en
Newsweek, 24 de ab1il de 1989, págs. 8-10.
267
lo controla MRTA ... »53 Efectivamente, la Iglesia se encontraba en medio
de dos bandos terroristas; sin mencionar, los traficantes de drogas y, a
veces, policías y militares corruptos o abusivos.
268
el encargado de la misión de Cutiveri por el río Ene -el P. Mariano
Gagnon, de origen norteamericano- intentó armar a los nativos con armas
del Ejército peruano e, inclusive, pidió ayuda a los asesores militares
norteamericanos que operaban en una base en Mazamari, cerca de Satipo.
Pero, en noviembre, durante la ausencia del P. Mariano, un grupo de
senderistas destruyeron totalmente la misión de Cu ti veri. Frente a los
ataques constantes de Sendero, en su desesperación el franciscano norte-
americano, en veinte distintos vuelos, terminó enviando por avioneta a un
reducido grupo de asháninkas al territorio eclesiástico de los dominicos,
240 kilómetros más al este. Luego, al darse cuenta de que no podía ayu-
dar más, se retiró de la zona. 56
56 Gustavo Gorriti, «Terror in the Andes: The Flight of the Ashaninkas», The New
York Times Magazine , 2 de diciembre de 1990, págs . 40-45, 48, 65-72. Posterior-
mente, con William y Marilyn Hoffer, el P. Gagnon describió esta historia en su li-
bro, Warriors in Eden (New York: William MolTOW, 1993).
57 Espinoza, Rondas campesinas ... , pág. 123 .
. 58 Expreso (Lima), 14 de agosto, págs. A30-3 l; 25 de setiembre de 1994, pág. A2 l.
269
bernamental de Paz (1985} y Luciano Metzinger, ex-prelado de Ayaviri y
conocido promotor de los medios sociales de comunicación. Además de
estas figuras, otros obispos integrantes de la Conferencia Episcopal die-
ron un impulso importante para que ésta se pronunciara ante la gravedad
de la violencia: el propio cardenal Landázuri, quien era el presidente de
la Conferencia hasta 1988; José Dammert de Cajamarca, vicepresidente y
luego presidente durante un breve intervalo (1991-1992); Luis Bambarén,
el responsable de CEAS (hasta 1988), y su sucesor, Miguel Irizar, obispo
coadjutar de Callao. Estos y algunos otros obispos de la línea «progre-
sista» tuvieron que enfrentar cierta resistencia de parte de los obispos
más conservadores, quienes tendían a ver la cuestión de la violencia y la
pacificación como un problema puramente policial y militar. De ahí que
no fue fácil encontrar un consenso para pronunciarse colectivamente so-
bre estos temas. Finalmente, la polémica sobre la teología de la libera-
ción, inducida en parte por Roma, absorbía las energías de los obispos,
sobre todo en las asambleas nacionales de 1983 y 1984.
270
Fujimori para ayudar a los más necesitados después del «shock» de agos-
to de 1990, que consistía en eliminar los controles sobre los precios de
muchos bienes básicos. En teoría la Iglesia iba a ser, mediante Cáritas,
juntamente con otras organizaciones, la distribuidora principal de alimen-
tos, ropa y otros bienes proporcionados por el Gobierno; pero, en la prác-
tica muy poco de esto se materializó. Sin embargo, la Iglesia pagó muy
caro por su cooperación : la imagen que proyectaba como distribuidora
principal del Gobierno , hizo que se pusiera en mayor peligro a muchos
sacerdotes y religiosas comprometidos con el Programa.59
271
Aplicación Práctica), con oficinas en Lima, !quitos, Tarapoto y La Mer-
ced, fue fundada en 1974 por los obispos de la Selva como un instrumen-
to al servicio de sus planes pastorales: investiga la realidad cultural-reli-
giosa de los pueblos nativos, organiza cursillos para agentes pastorales y,
en general, se dedica a la defensa de las culturas nativas. Durante la épo-
ca del terrorismo , el CAAAP, igual que CEAS, organizó talleres sobre
derechos humanos y problemas especiales como d narcotráfico. A causa
de amenazas, de parte del MRTA y de Sendero Luminoso, tuvo que re-
ducir su presencia en la Selva, pero retornó cuando la situación lo permi-
tió, para ayudar material y moralmente a las víctimas del terrorismo, es-
pecialmente los asháninkas.
272
convirtió, como era su meta, en la primera instancia no gubernamental en
defensa de los derechos humanos en el Perú. En general, los organismos
internacionales de derechos humanos confiaron en la Coordinadora, y no
en el Gobierno, que con frecuencia intentaba empañar la imagen de la
Coordinadora con frecuentes acusaciones y críticas.
273
Beuzeville leyó una declaración que planteaba veinte medidas concretas
para lograr la paz con justicia en el Perú. 61 Una de las manifestaciones
cívicas más importantes en este sentido se realizó en vísperas de las
elecciones municipales de 1989 cuando Sendero decretó un paro armado
para Lima; en respuesta a éste, el candidato de Izquierda Unida, Henry
Pease, llamó a la ciudadanía a participar en una marcha de rechazo al
paro. La manifestación reunió a cerca de 50,000 personas, y los otros
candidatos y partidos también concurrieron a ella. Desde luego, después
del atentado de Tarata en Miraflores, Lima, se organizó otra gran marcha
de repudio al terrorismo. En el resto del país, las distintas diócesis y las
vicarías de solidaridad, conjuntamente con organismos cívicos, propicia-
ron sus propias marchas, sobre todo como respuesta a los paros armados
organizados por Sendero.
61 Perú, Vida y Paz, La paz no es ajena: cronología (Lima, julio de 1994), pág. 19.
274
Augusto Vargas Alzamora, fue formalmente recibido por las autoridades
de la Universidad Nacional de San Marcos, para celebrar una misa, con
la participación de varios centenares de estudiantes. Durante la misa los
estudiantes rezaron por sus compañeros que habían caído corno víctimas
del terrorisrno. 62 Corno mencionamos anteriormente, el movimiento en
favor de la paz en la Universidad Nacional de Huamanga, IPAZ, contaba
con el apoyo de sacerdotes jesuitas y estudiantes católicos.
275
venes de convicción cristiana y comprometidos con la comunidad .» 65 A
la edad de 13 años, su familia se trasladó a Villa El Salvador. En la uni-
versidad, donde estudió psicología, fue obligada, como miles de otros es-
tudiantes en las universidades estatales, a tomar un curso sobre el mate-
rialismo dialéctico. También, un grupo maoísta intentó convertirle a su
causa, y casi tuvo éxito. No obstante estas presiones, María Elena
Moyano se aferró a sus convicciones religiosas y llegó a ser un modelo
de mujer laica comprometida con el movimiento popular. Se contagió
del espíritu comunitario de «Villa» y participó en la fundación de la «Fe-
deración Popular de Mujeres de Villa El Salvador», de la cual fue elegi-
da presidenta dos veces. Además, en 1989 fue elegida Teniente Alcalde-
sa. Justamente en esos años, Sendero se infiltraba en organizaciones po-
pulares con el fin de dominarlas. Dotada de un carisma especial, ella
galvanizó el pueblo para enfrentar ese peligro. Así, en setiembre de
1991, con el lema «Contra el hambre y el terror» , organizó una gran
marcha de rechazo a Sendero y, a pesar de las muchas amenazas que re-
cibió, persistió en su lucha, hasta que finalmente fue asesinada cuando
salía de una reunión comunal. Se calcula en 300,000 personas las que
asistieron al entierro. María Elena Moyano era una mujer de una fe sen-
cilla, que escribió poco antes de morir:
65 Diana Miloslavich Tupac (ed.), María Elena Moyano: en busca de una esperanza
(Lima: Centro de la Mujer Peruana Flora Tristán, 1993), pág. 73.
66 !bid. , pág. 90.
276
su autonomía respecto de otro pueblo joven. Bajo su gestión y con otros
dirigentes «Villa» se convirtió en una «comunidad autogestionaria», que
se inspiraba en los ideales de la solidaridad y el esfuerzo colectivo. Muy
pronto Villa el Salvador, que contaba con 340,000 habitantes en 1996, se
hizo famoso como un modelo de la participación popular. En 1985 , el
burgomaestre saludó al propio Papa en los arenales de su pueblo-modelo,
y en 1987, acompañado por María Elena rvioyano, recibió en nombre de
·Villa el premio «Príncipe de Asturias». Después de cumplir dos períodos
como Alcalde, dejó la política para volver a las aulas como profesor y
para realizar otras actividades comunales. Al igual que María Elena
Moyano, también había recibido amenazas de Sendero, pues su populari-
dad y su éxito en organizar al pueblo constituyeron una provocación para
esa organización totalitaria. El 16 de junio de 1993, cuando bajaba de su
vehículo para caminar hacia la escuela de Fe y Alegría donde enseñaba,
un grupo de senderistas intentó asesinarlo. Se salvó de la muerte, pero
fue seriamente herido y sólo después de meses de convalecencia pudo
volver a caminar con la ayuda de muletas. Posteriormente, en noviembre
de 1995 fue elegido por tercera vez Alcalde de «Villa».
277
1995, por la cual se puso en libertad a varios policías y militares que ha-
bían cometido crímenes contra civiles.
278
CAPÍTULO IX
EL SALVADOR (1980-1992):
LA GUERRA CIVIL MÁS SANGRIENTA
El Salvador es el más pequeño de los países centroamericanos, y
uno de los más densamente poblados. También fue el escenario de una
de las guerras civles más sangrientas en la historia de toda América Lati-
na. Entre el comienzo de la guerra en 1980 y el fin en 1992 murieron en-
tre 75,000 a 80,000 salvadoreños (de una población de un poco más de
5'000,000 de habitantes). Además, 550,000 de sus habitantes fueron des-
plazados dentro del territorio nacional, y otros 500,000 huyeron del país
como refugiados. 1 Antes y durante el conflicto la Iglesia desempeñó un
papel clave; primero en la figura profética del monseñor Osear Romero,
y posteriormente en la figura de su sucesor, monseñor Arturo Rivera Da-
mas, que actuó como mediador entre el Gobierno y las fuerzas revolucio-
narias. Antes de analizar el papel de la Iglesia, conviene repasar breve-
mente el trasfondo histórico que condujo a la guerra.
David Browning, «El Salvador, History,» South America Central America and tlze
Caribbean 1993 (London: Europa Publications Limited, 1993), pág. 297. Para una
versión más completa de los aspectos políticos de la guerra civil, ver Tommie Sue
Montgomery, Revolution in El Salvador: Origins and Evolution (Boulder, Colorado:
Westview Press, 1993), y Saul Landau, capítulo tres, «El Salvador», en The Guerri-
lla Wa rs l!(Central America (New York: St. Maitin ' s Press, 1993): 66- 147.
281
ses de Centroamérica que eran más bien «repúblicas bananeras», El Sal-
vador fue una república cafetalera. En 1932 estalló una revolución so-
cial, motivada en parte por el derrocamiento del presidente Arturo
Araujo, de corte reformista, que había sido elegido en 1931. El Ejército
desató una represión que terminó en la muerte de 30,000 campesinos.
«La Matanza» del año 1932 quedó profundamente impresa en la memo-
. ria colectiva del país. Entre 1932 y 1982 todos los gobernantes fueron
militares, que actuaban , naturalmente, con el pleno consentimiento de la
oligarquía. Uno de los dirigentes de la sublevación de 1932 fue Agustín
Farabundo Martí, fundador del Partido Comunista de El Salvador, y que
murió en la matanza.
2 Sobre la oligarquía salvadoreña, ver Jeffrey M. Paige, «Coffee and Power in El Sal-
vador», Latin American Research Review Vol. 28, Nº 3 (1 993) : 7-40.
282
los campesinos, principalmente FECCAS (Federación Cristiana de Cam-
pesinos Salvadoreños) y UTC (Unión de Trabajadores del Campo). Pero
los terratenientes, mediante sus propios organismos, especialmente ANEP
(Asociación Nacional de la Empresa Privada) y FARO (Frente de Agri-
cultores de la Región Oriental), recurrieron al poder para fomentar un te-
rrorismo del Estado. Uno de los grupos encargados de reprimir a los
campesinos fue ORDEN, Organización Democrático Nacionalista, una
fuerza paramilitar que servía de contrapeso a las organizaciones campesi-
nas. Al mismo tiempo aparecieron los escuadrones de la muerte, tales
como la Unión Guerrera Blanca (UGB), ligados directamente a las fuer-
zas oficiales del orden y al Ejército. Durante esta época muchos dirigen-
tes sindicales, campesinos, así como sacerdotes y laicos vinculados a las
organizaciones populares, fueron asesinados por estos grupos.
En este ambiente cada vez más tenso surgieron los grupos de iz-
quierda que se unificaron en 1980 para constituir el Frente Farabundo
Martí para la Liberación Nacional (FMLN). Al mismo tiempo forjaron
el Frente Democrático Nacional (FDN), que actuaba como el brazo polí-
tico del FMLN y que aglutinaba a distintas organizaciones políticas, sin-
dicales y populares. En octubre de 1979 un golpe militar reformista de-
rrocó al gobierno del general Carlos Humberto Romero, - el sucesor de
Molina- , quien fue elegido Presidente en 1977. Bajo su mandato El
Salvador llegó a ser considerado uno de los peores casos de violación de
los derechos humanos en América Latina. La Junta que se constituyó,
compuesta de militares y civiles, prometía realizar importantes reformas
sociales. Tras varias crisis internas, sin embargo, los grupos más conser-
vadores del Ejéricto bloquearon estos. esfuerzos reformistas, y por marzo
del siguiente año, toda esperanza de un gran cambio se esfumó. El Pre-
sidente provisional de la tercera Junta constituida en este mes, José
Napoleón Duarte, intentó llevar adelante la bandera de la reforma. Inclu-
sive su gobierno promulgó una reforma agraria, ambiciosa en la teoría,
pero que en la práctica no afectó a la gran mayoría del campesinado. 3
Más importante que las buenas intenciones de Duarte fue el hecho de que
él no controlaba a sus propias fuerzas del orden. La represión oficial se
283
acentuó todavía más contra las organizaciones populares, y los escuadro-
nes de la muerte seguían actuando impunemente. El asesinato del
monseñor Osear Romero, el 24 de marzo de 1980, fue el ejemplo más
tristemente célebre de la violencia institucionalizada y sancionada por los
grupos del poder en el país. En este estado de cosas los grupos de la iz-
quierda, con un apoyo popular importante, decidió emprender el camino
de la lucha armada. En enero de 1981 el FMLN realizó su primera ofen-
siva general, que dejó como saldo varios centenares de muertos.
284
los «duros», inicialmente de menos peso, pero que a la larga logró impo-
ner su política, que consistía en combinar la ayuda militar con la auyda
económica. 4 Pero entre los dos grupos no existía la menor duda de que
la ayuda militar era imprescindible para derrotar al FMLN. En 1980 el
gobierno salvadoreño recibió de los Estados Unidos la modesta suma de
$5.9 millones de dólares en ayuda militar. Pero en 1982 esa suma ascen-
dió a 82 millones de dólares, y en 1983 a 81.3 millones. 5 Gracias a esta
inyección fuerte de dinero, las fuerzas militares y de seguridad lograron
expandirse rápidamente, de 17,000 hombres en 1980 a 50,000 en 1987. 6
El FLMN, por su parte, contaba, en 1982, con alrededor de 4,000 o
5,000 hombres y mujeres aimados, aunque otros ponen la cifra más alta. 7
Gracias a esta ayuda masiva y rápida de parte de los Estados Unidos las
fuerzas armadas salvadoreñas se salvaron de un colapso inminente des-
pués de las primeras ofensivas del FMLN.
285
real en el país. Muy a pesar suyo, Reagan tuvo que justificar constante-
mente ante el Congreso de los Estados Unidos, dominado por el Partido
Demócrata, sus demandas de más ayuda militar. En cambio, el Congre-
so , sobre todo después del asesinato de las cuatro religiosas norteameri-
canas en noviembre de 1980, obligó al presidente, antes de otorgarle la
ayuda deseada, a «certificar» que el gobierno salvadoreño realizaba es-
fuerzos serios para cumplir con las normas internacionales de los dere-
chos humanos. En algunos casos dramáticos, por ejemplo el asesinato de
los seis jesuitas, el Congreso suspendió o redujo drásticamente la ayuda
militar. Pero los ocupantes de la Casa Blanca, fueran Reagan o Bush,
siempre encontraban pretextos para «Certificar» que el gobierno de El
Salvador estaba haciendo «progreso» en la lucha para rectificar los abu-
sos cometidos por parte de sus propias fuerzas del orden. En resumen, el
gobierno de los Estados Unidos desempeñó un papel sumamente ambi-
guo, para no decir hipócrita: por un lado, denunció las violaciones de los
derechos humanos por parte del Ejército y otros grupos vinculados con
las fuerzas del orden, y por otro, dio cantidades grandes de dinero al mis-
mo ejército que cometía los abusos, sin ningún condicionamiento efecti-
vo o real.
286
como candidato para la Presidencia, para pedirle que expusiera el punto
de vista del FMLN en la convención del Partido Demócrata, a realizarse
ese año. 9
La cronología de la guerra
287
cuentros directos entre los dirigentes, en la presencia de la Iglesia. El se-
cuestro de la hija del Presidente en 1985 fue tal vez el hecho más dramá-
tico de esta etapa. En la tercera etapa, «el Conflicto militar como obstá-
culo a la paz,» la guerra sigue, pero el gobierno de Duarte siente una
nueva presión para dialogar con la oposición: los otros gobiernos de
Centroamérica, en los acuerdos de «Esquipulas Il», se comprometen a re-
solver sus propios conflictos regionales sin la injerencia de otras poten-
cias, y los acuerdos dan alta prioridad al diálogo con los grupos alzados
en armas. Sin embargo, los escuadrones de la muerte siguen actuando.
En 1987 asesinan a Herbert Anaya Sanabria, el Coordinador de la Comi-
sión de Derechos Humanos de El Salvador. El Partido ARENA avanza,
ganando las elecciones para la Asamblea Nacional y los concejos munici-
pales. Finalmente, en la cuarta etapa ( 1989-1991 ), la guerra recrudece,
llegando a nuevos niveles de violencia. No obstante, en el contexto del
fin de la Guerra Fría, se aplica una nueva presion sobre las dos partes
para buscar una paz negociada. Al comienzo del año 1989 Alfredo
Cristiani, el candidato de Arena, fue elegido Presidente de la República.
En noviembre el FMLN realizó la ofensiva más grande de toda la guerra
civil, llegando inclusive a tomar secciones de la capital. Durante esta
ofensiva un grupo del Ejército asesinó a los seis jesuitas y las dos muje-
res ayudantes en la Universidad Centroamericana. Bajo la presión mun-
dial, y especialmente de parte del gobierno del Presidente Bush y del Se-
cretario General de las Naciones Unidas, Javier Pérez de Cuéllar, los dos
contricantes reanudaron el diálogo, y finalmente, tras múltiples encuen-
tros, llegaron a un acuerdo definitivo de paz, en Chapultepec, México, en
febrero de 1992. Durante este largo y complicado proceso, la Iglesia fue
un protagonista clave, un hecho que resaltaremos a continuación.
288
bía 461 sacerdotes en total, y 1,225 religiosas. 12 La mayor parte de los
258 sacerdotes del clero diocesano es nacida en El Salvador. Además,
más de una cuarta parte del clero y una tercera parte de las religiosas es-
tán concentradas en la arquidiócesis de San Salvador. 13 Por lo tanto el
Arzobispo de San Salvador es necesariamente una figura clave en la Igle-
sia salvadoreña. En el siglo XIX la Iglesia salvadoreña fue duramente
perseguida por el liberalismo anticlerical, pero posterimmente hizo la paz
con la oligarquía terrateniente. 14 Fue el antecesor de Romero, monseñor
Luis Chávez y González, Arzobispo entre 1938 y 1977, el que hizo los
primeros cambios importantes en la Iglesia. Chávez fomentó la Acción
Católica y el sindicalismo cristiano, promovió las reformas del Concilio
Vaticano II y difundió el espíritu de Medellín. Mediante encuentros
pastorales, sobre todo a nivel arquidiocesano, el clero y las religiosas ya
se habían concientizado bastante con respeto al Concilio y el llamado so-
cial de La Iglesia cuando Romero se hizo cargo de la arquidiócesis.
13 Datos proporcionados para el año 1992 por la Oficina Central de Estadística del Ar-
zobispado de San Salvador. En ese año había un total de 133 sacerdotes en la
Arquidiócesis y 875 religiosas.
14 Ver Rodolfo Cardenal, SJ., El Poder eclesiástico en El Salvador (1871-1931) (San
Salvador: UCA Editores, 1980).
289
cionario del Pueblo) realizaron secuestros y asesinatos . En respresalia,
las fuerzas del orden frecuentemente señalaron como blancos a sacerdo-
tes, religiosas y líderes laicos, por su rol en organizar movimientos popu-
lares y por su supuesta complicidad en fomentar huelgas. En 1972 los
jesuitas se encargaron de una parroquia en Aguilares y El Paisnal, en el
campo al norte de la capital. Con la parroquia como base, el P. Rutilio
Grande formó un equipo de seminaristas y laicos para hacer misiones y
ofrecer cursillos para los delegados de la Palabra. En 1973 FECCAS or-
ganizó una huelga general entre el campesinado de la región. Aunque no
la organizó, la parroquia alentó la huelga mediante los cursillos y las mi-
siones.15 Los terratenientes locales, mediante FARO y su organización de
fuerza de choque, ORDEN, centraron cada vez más su atención en los je-
suitas, por su labor en Aguilares y en la UCA, como los instigadores de
esta nueva toma de conciencia en El Salvador. En realidad, los jesuitas,
que por cierto realizaron una labor de concientización entre los campesi-
nos, de hecho trazaron una línea entre su labor pastoral y la actividad po-
lítica explícita. Y nunca aprobaron los métodos violentos de los grupos
de la ultraizquierda. En marzo de 1977, poco tiempo después de que Ro-
mero asumió el cargo de Arzobispo, Rutilio Grande fue asesinado. Su
muerte conmovió a muchos, y especialmente al nuevo arzobispo. En el
mismo año la «Unión Guerrera Blanca» amenazó matar a todos los jesui-
tas del país si no abandonaran el territorio nacional en un plazo de 30
días.
L5 Rodolfo Cardenal, SJ., Historia de una esperanza. Vida de Rutilio Grande (San Sal-
vador: UCA editores, 1985),
290
orden. Su sermón dominical, así como su programa radial dominical, se
hicieron célebres, dentro de El Salvador y fuera, por su estilo sencillo,
elocuente y directo. Citaba casos de desaparecidos, o de torturas, com-
probados por la Oficina de Socorro Jurídico, de la arquidiócesis. Se con-
virtió así en el centro de la atención nacional e internacional. A los ojos
de sus admiradores de la clase popular llegó a ser, en las palabras de su
biógrafo Jaime Brockman, el «Arzobispo del pueblo». 16 No obstante,
también se hizo evidente que Romero fue una figura casi solitaria entre
los obispos de la Conferencia Episcopal. Con la excepción de Arturo
Rivera y Damas -el anterior obispo auxiliar del arzobispo Chávez-, los
otros obispos no sólo se distanciaron de Romero, sino que hicieron llegar
al Vaticano sus críticas a las posturas del Arzobispo, críticas que frecuen-
temente no eran sino distorsiones y calumnias.
291
FMLN. La muerte del Arzobispo fue el hecho más importante en la his-
toria del país del año 1980; también fue el presagio más claro de una
gue1Ta civil a punto de estallar.
292
se esclareciera el caso de las cuatro mujeres que los altos mandos del
Ejército decidieron cooperar con la Ley, aunque fuera sólo para entregar
al león un par de chivos expiatorios. En 1984, por primera vez en la his-
toria de El Salvador, un juez logró enjuiciar y condenar a miembros de
las fuerzas del orden: cuatro guardias, involucrados por las confesiones
de uno de ellos, fueron sentenciados a 30 años de prisión. 21 Pero no se
llegó a tocar a los autores intelectuales del crimen.
293
podía actuar y hablar co n la misma libertad de alguien que se encuentra
firmemente en el cargo. Además , era consciente de que, sin Romero, él
se encontraba, juntamente con su obispo auxiliar Gregorio Rosa Chávez,
aún más aislado de lo que lo estuvo Romero, en medio de una jerarquía
conservadora que desaprobaba las posiciones y los métodos del «Arzo-
bispo del pueblo».
294
mejante idea fue generalmente rechazada por el Gobierno, la derecha y
por algunos grupos eclesiales como «traición» a la Patria. Apareció un
grupo que se llamaba «Movimiento Tradicional Católico», que criticaba
severamente al Arzobispo por haber permitido la existencia de una Igle-
sia popular y por «forzar al país a un diálogo estéril y a una negociación
con la subversión ... » 24
Tutela Legal
295
Rivera para las denuncias que formulaba en sus sermones dominicales y
en su programa radial semanal. Aunque investigó imparcialmente las de-
nuncias de las violaciones de los derechos humanos cometidas por ambas
partes, no fue del agrado del Gobierno, y en más de una ocasión fue pú-
blicamente criticada por la Embajada de los Estados Unidos, que en su
afán de «certificar» el progreso en el área de los derechos humanos, bus-
caba minimizar o negar las violaciones. 25 No obstante, Tutela Legal, en
la persona de María Julia Hernández, recibió numerosos premios y reco-
nocimientos internacionales por su labor. Trabajó estrechamente con los
organismos internacionales tales como la Cruz Roja y las Naciones Uni-
das.
El FMLN y la Iglesia
25 Carta a las Iglesias, 16-31 de agosto de 1984, págs. 4-7. También, entrevista a María
Julia Hemández, Directora de Tutela Legal, San Salvador, p1imero de marzo de 1994.
26 Pablo Richard y Guillermo Meléndez (eds.), la Iglesia de los pobres en América
Central (San José, Costa Rica: Depaitamerito Ecuménico de Investigaciones, 1982),
pág. 77.
27 Fermán Cienfuegos, Veredas de audacia. Historia del FMLN (San Salvador: Edito-
rial ARCOIRIS, 1993), pág. 72.
296
fue un modelo de la «ética del Hombre Nuevo». 27 El dirigente marxista
reconoce que fue «el movimiento cristiano de base» el que despertó la
sensibilidad social de los campesinos y otros. 28 Y luego presenta en su li-
bro varios casos de catequistas que exhibían las «virtudes cristianas revo-
lucionarias» de una forma ejemplar.
297
imparcialidad de la jerarquía, sobre todo después de la muerte de
monseñor Romero. Finalmente, en vista del hecho de que ninguno de las
dos partes ganaba la guerra, se hicieron algunas tentativas de diálogo.
En octubre de 1982 Rivera y Damas entregó al Gobierno una carta que él
había recibido del FMLN-FDR. Este esfuerzo no produjo ningún resulta-
do concreto. En 1983 el presidente Reagan envió a Richard Stone como
representante suyo para dialogar con el FMLN. En julio de ese año
Stone sostuvo conversaciones con Rubén Zamora y otros dirigentes en
Bogotá, bajo el auspicio del presidente Betancur. 32 En el mismo mes en
Bogotá, Zamora también se encontró con delegados de la Comisión de
Paz que había sido nombrada por el presidente Magaña. En esos encuen-
tros tampoco hubo resultados positivos. Pero la falta de resultados a su
vez era en parte consecuencia de la actitud ambigua del gobierno de los
Estados Unidos con respecto al diálogo con el FMLN y el FDR.
298
señalaban al Ejército y las fuerzas de seguridad como los responsables
mayores de las desapariciones y los asesinatos, sino que seguía aumen-
tando la ayuda militar incondicionalmente a estas fuerzas . No fue sino
hasta el fin de la época de Reagan cuando el gobierno norteamericano
comenzó a promover el diálogo seriamente entre las dos partes. Amén
de esta ambigüedad, había otra: la falta del control del gobierno salvado-
reño sobre sus propias fuerzas armadas y del orden. Aunque el presiden-
te Duarte fue al encuentro del FLMN con las mejoras intenciones, no
obstante, él no tenía el poder real para hacer lo que más exigía el FMLN,
que era controlar al Ejército y las fuerzas del orden, y eliminar los temi-
bles escuadrones de la muerte. Por lo tanto, entre la falta de interés por
parte de los Estados Unidos y el rechazo visceral al diálogo por parte de
la derecha política salvadoreña, había cierta nota de irrealismo en los en-
cuentros entre el Gobierno y el FMLN.
La Palma y Ayagualo
299
nio, pero no contestó la invitación hasta octubre, cuando en su discurso
ante la Asamblea General de las Naciones Unidos , hizo su propia invita-
ción a la guerrilla a entrar en diálogo. 34 La decisión de Duarte tomó por
sorpresa tanto a la derecha como al gobierno de los Estados Un idos. El
Presidente escogió para el encuentro la pequeña ciudad de La Palma, en
el departamento de Chalatenango , y fijó la fecha para el 15 de octubre.
El primer encuentro entre el Gobierno y la guerrilla, por ser el primero,
creaba grandes expectativas. Duarte fue a La Palma acompañado por su
primer vicepresidente, el presidente de la Corte Suprema, el Ministro de
Defensa y varios otros ministros y asesores. También la Iglesia se hizo
presente en su rol de mediadora: Rivera y Damas presidió el encuentro.
Le acompañaban como testigos el obispo auxiliar, Gregario Rosa Chávez
y el encargado de la Santa Sede en El Salvador, monseñor Giacomo
Ottonello. El FDR fue representado por Guillermo Ungo y Rubén
Zamora, y el FMLN por los comandantes Fermán Cienfuegos, Facundo
Guardado, Lucio Rivera y Nidia Díaz. En el pequeño templo parroquial
de la ciudad las dos delegaciones, tras darse la mano, se dedicaron a un
intenso intercambio que duró cuatro horas, con un almuerzo en medio.
En sus memorias Duarte resalta el ambiente de cordialidad durante el en-
cuentro. Ungo y Zamora habían sido correligionarios de Duarte en la
Democracia Cristiana, y el Presidente conocía a los padres de Cienfuegos
(Eduardo Sancho Castañeda). El ambiente fue casi familiar. Por su par-
te, Rivera y Damas inició la reunión con una oración, y leyó al final el
comunicado conjunto. Aunque no se llegó a ninguna propuesta substan-
tiva, se acordó formar una comisión mixta, compuesta por cuatro repre-
sentantes del FMLN y cuatro del Gobierno, para profundizar el diálogo. 35
En este sentido la reunión de La Palma fue todo un éxito, sobre todo por-
que las dos partes acordaron mantener el diálogo.
300
guiente de esa reunión el FMLN realizó otra ofensiva, que produjo la
muerte del comandante encargado de la región oriente, el coronel Do-
mingo Monterrosa. Monterrosa fue el responsable de la masacre de
Mozote, del año 1981, y por lo tanto un blanco especialmente buscado
por la guerrilla. El propio Duarte no asistió a la reunión y en su lugar
envió al Ministro de la Presidencia, Julio Adolfo Rey Prendes. Los fren-
tes FDR-FMLN fueron representados por Rubén Zamora. Otra vez
Rivera y Damas presidió la reunión.
301
mediadora. En agosto la Conferencia Episcopal publicó una carta titula-
da Reconciliación y paz. Pero los frentes rechazaron la carta porque no
hizo ninguna referencia al papel de los Estados Unidos en la guerra, y
porque equiparó las violaciones de los derechos humanos cometidas por
las fuerzas armadas con las del FMLN. 38
302
der de decisión. El acuerdo que se hizo en Guazapa fue el que, final-
mente, depués de un contratiempo y de otra reunión, se adoptó por am-
bas partes. Se acordó canjear a Inés Guadalupe y su amiga por 22 presos
del FMLN en manos del Ejército. Además, se acordó, como un segundo
paso, liberar a los alcaldes a cambio de enviar fuera del país a 96 guerri-
lleros lisiados, a quienes el FMLN trasportaba de un lugar a otro . En
realidad, la idea de enviar a los heridos fuera del país, surgió del Arzo-
bispo quien había hablado frecuentemente de la necesidad de «humani-
zar» la guerra.
303
alcaldes secuestrados por 101 combatientes guerrilleros heridos que reci-
bieron un salvoconducto para ser enviados fuera del país. La rapidez y
el orden con que se realizó el canje sorprendió gratamente a los observa-
dores oficiales. En el momento de partir, Inés Guadalupe Duarte se des-
pidió de sus captores con un abrazo. A pesar de la crudeza de la guerra
civil, se había logrado realizar una acción civilizada y humana en medio
de todo. En buena medida esto se debía a la mediación de Rivera y Da-
mas, y su polítca de «humanizar» la guerra.
Humanizar la guerra
304
Justa en la Edad Media, reforzó tanto los esfuerzos de los guerrilleros
como de los militares para controlar a los grupos extremistas entre ellos.
Como la historia posterior lo demostró, su llamado tuvo más éxito con
los primeros que con los segundos.
Pero casi un año después la esperanza nació otra vez. Esta vez el
impulso para el diálogo venía del conjunto de los presidentes de
305
Centroamérica que firmaron los acuerdos de «Esquipulas II» en la Ciu-
dad de Guatemala el 7 de agosto de 1987. Según los acuerdos cada go-
bierno con conflictos internos debería proceder a entrar en diálogo con
los grupos alzados en armas, declarar un cese de fuego y crear comisio-
nes para la reconciliación nacional. El propio Duarte explicó los alcan-
ces de Esquipulas II a los obispos el 12 de agosto, con miras a crear una
comisión de reconciliación en El Salvador. Mientras tanto, Rivera y Da-
mas se dedicó a una intensa actividad de intermediario. En setiembre
voló dos veces a Panamá para entregar a los frentes propuestas del Go-
bierno para la realización de un tercer encuentro. Cada vez volvió con
contrapropuestas de los frentes para el Gobierno. Finalmente, se acordó
realizar la tercera ronda en la Nunciatura, en San Salvador, entre el 4 y el
5 de octubre.
Las dos partes acordaron crear dos comisiones mixtas, una para es-
tudiar la posibilidad de un cese del fuego, y la segunda para examinar los
otros puntos de Esquipulas II. Rivera y Damas fue designado presidente
de ambas comisiones. Las dos comisiones se instalaron el 21 de octubre
en Caracas. 43 Sin duda la reunión en la Nunciatura fue la más seria de
las tres. En La Palma el Gobierno y la oposición en armas se vieron cara
43 Para una cronología de la reunión en la Nunciatura, ver ECA, octubre de 1987: 727-
732.
306
a cara. En Ayagualo se presentaron planes globales, pero nada más. En
la Nunciatura por primera vez las dos partes acordaron trabajar juntos so-
bre puntos concretos. Los frentes FDR-FMLN, desde luego, criticaron
los acuerdos de la Nunciatura, y por lo tanto, Esquipulas II también, por
reducir el problema a ciertos pasos mecánicos, tales como un cese de
fuego, obviando completamente las causas profundas que habían provo-
cado la guerra. 44 No obstante, aceptaron dialogar sobre los puntos acor-
dados como un paso previo. En medio de las expectivas que se crearon,
sin embargo, otra vez la violencia entorpeció el clima de buena voluntad.
El 26 de octubre Herbert Anaya Sanabria, Director de la Comisión (no
gubernamental) de los Derechos Humanos en El Salvador, fue asesinado.
Aunque un vocero del Gobierno acusó a la izquierda, y el propio Presi-
dente Duarte, quien negó la existencia de los escuadrones de la muerte,
echó la culpa a «un loco suelto,» todo el mundo sabía que era obra justa-
mente de los escuadrones de la muerte, vinculados a la policía y a las
Fuerzas Armadas. 45 Con este asesinato el clima de buena voluntad se di-
sipó, y poco después los frentes de la izquierda suspendieron el diálogo.
307
1988 Rivera y Damas anunció su plan para realizar un «debate nacional
por la paz» . Al mismo tiempo se estableció como uno de los objetivos
principales del debate la necesidad de «alcanzar amplio consenso sobre
ciertos puntos mínimamente suficientes para favorecer un pronto cese al
fuego y la remoción de las causas que dieron origen al conflicto ... »46 • El
Arzobispado invitó a 129 organizaciones educativas, culturales y gremia-
les distintas al debate. Finalmente, acudieron 60 grupos, entre universi-
dades, gremios, sindicatos y asociaciones culturales. Se hicieron presen-
tes cuatro iglesias no católicas. Entre las entidades invitadas que recha-
zaron la invitación se encontraban la Cámara de Comercio e Industria de
El Salvador, la Asociación Cafetalera de El Salvador, y la Universidad
Evangélica de El Salvador. Las dos primeras representaban, claro está, a
la oligarquía y a los empresarios, bastante opuestas al diálogo con grupos
revolucionarios, y la última representaba el sentir de los protestantes de
una línea conservadora. El Debate, que se realizó en el Colegio La Sa-
grada Familia entre el 3 y 4 de setiembre, bajo la presidencia del Arzo-
bispo, acompañado por Gregario Rosa Chávez, el obispo auxiliar, que
actuó como vicepresidente del comité organizardor del encuentro, fue un
gran éxito . En realidad, la parte más difícil del encuentro ya se había
realizado en los meses previos. Cada grupo envió sus aportes y contestó
a una muy detallada encuesta. Por lo tanto en el Debate mismo las líneas
de convergencia, así como las diferencias, se dibujaron con bastante niti-
dez. Entre los resultados de la encuesta, el 82% de los participantes con-
denó la guerra como solución a los problemas del país; el 82% opinó que
los procesos electorales «por sí solos no son sinónimo ni garantía de de-
mocracia» , y 100% expresó su convicción de que «el diálogo constituye
el método más racional, justo y cristiano para la solución del conflicto». 47
No hubo tanto acuerdo sobre otros puntos. Ante la propuesta de recono-
cer al FMLN como movimiento insurgente, sólo el 39% favoreció la me-
dida. 48
308
ron escuchar su opinión en un foro sobre la realidad nacional organizado
por la Universidad Centroamericana de los jesuitas como secuela del De-
bate Nacional. Acudieron al foro, Guillermo Ungo, candidato de la Con-
vergenc ia Democrática (los grupos de la izquierda), Rafae l Morán
Castañeda, del Partido de Conciliación Nacional, y Fidel Chávez Mena,
de la Democracia Cristiana. En un principio , ARENA, el partido de la
nueva derecha, había rechazado totalmente la idea de dialogar con el ene-
migo, ni siquiera discutir la posibilidad de hacerlo, y por lo tanto criticó
duramente el Debate Nacional. Por eso, fue una sorpresa grata cuando
Alfredo Cristiani , el candidato de ARENA, se hizo presente también.
Aun más sorprendente fue su declaración de que él estaba de acuerdo
con el 85% de las resoluciones del documento final del Debate Nacio-
nal.49
ARENA y el FMLN
Uno de los hechos más importantes de los comienzos del año 1989
fue la transición del poder, de Duarte de la Democracia Cristiana a
Alfredo Cristiani de ARENA. En los comicios del 19 de mayo Cristiani
obtuvo el 53.8% de los votos frente al 36% obtenido por Fidel Chávez,
309
de la Democracia Cristiana. Dados los orígenes de ARENA como un
partido de la extrema derecha, su victoria electoral fue un hecho descon-
certante. Fundado en 1981 por Roberto D ' Aubuisson, ARENA (Alianza
Republicana Nacionalista) fue un partido de corte personalista, antico-
munista, antisocialdemócrata y antinorteamericana. Fue, en efecto, un
partido de la derecha nacionalista agrupado en torno a la figura caris-
mática de D' Aubuisson. Pero D'Aubuisson también fue el titiritero que
manejaba los hilos de los escuadrones de la muerte, y mantuvo vínculos
estrechos con oficiales de las Fuerzas Armadas que compartían su menta-
lidad. Fue declarada persona non grata por los Estados Unidos y le fue
negado permiso para entrar en aquel país (aunque lo hizo ilegalmente
para hablar a grupos que lo apoyaban).
310
de Romero. Explicó sencillamente el arzobispo Rivera: «Con ARENA
no tiene la Iglesia la afinidad que tenía con la Democracia Cristiana». 5º
Por otra parte, en los dos encuentros estuvo presente Gregorio Rosa
Chávez, persona de confianza de Rivera . A San José asistió además
monseñor Vicente Juan Segura, en representación del Vaticano. El presi-
dente Arias de Costa Rica personalmente alentó a las dos partes a pro-
fundizar los pasos hacia la paz.
311
lia Elba Ramos, y su hija, Celina Mariceth Ramos. La noticia del asesi-
nato a sangre fría de los jesuitas y las dos mujeres dio la vuelta al mundo
y produjo estupor, dolor e indignación universal.
312
la culpa al FMLN. Sin embargo, bajo presión de los Estado_s Unidos, el
presidente Cristiani admitió el 13 de enero de 1990 que los asesinos eran
miembros del Ejército. Nueve militares fueron procesados, y después de
dos años, finalmente dos, el coronel Alfredo Benavides Moreno, Director
de la Escuela Militar de la que habían salido los soldados en camino ha-
cia la UCA, y el teniente Yusshy René Mendoza, fueron enjuiciados.
Los dos recibieron una sentencia de treinta años de cárcel. El dictamen,
que se dio en setiembre de 1991, a su vez, produjo otra ola de indigna-
ción, porque era evidente que los dos oficiales eran chivos expiatorios
que habían sido sacrificados para salvar la institución. Mediante una cui-
dadosa y exhaustiva reconstrucción del crimen, tres distintos grupos,
cada uno independiente de los otros, llegaron a la conclusión de que las
órdenes para asesinar a los jesuitas se habían dado desde el mismo Co-
mando Conjunto, y que muchos oficiales del alto mando estaban implica-
.dos en el asesinato, así como en el encubrimiento posterior. Uno de los
grupos fue la Comisión Especial de la Cámara de Representantes del
Congreso norteamericano, presidida por el congresista Joe Moakley, de
Boston, para investigar el crimen. Moakley, que tomó muy en serio su
misión, visitó a El Salvador innumerables veces, y no dudó en opinar que
«el alto mando de la Fuerza Armada salvadoreña está involucrada en una
conspiración para obstaculizar la justicia». 52 El segundo grupo fue el Co-
mité de los Abogados para los Derechos Humanos, con sede en Was-
hington, D.C. Dicho grupo representó a los familiares de las cuatro mu-
jeres asesinadas en 1980, y a lo largo de la década seguía muy de acerca
la situación de los derechos humanos en El Salvador. El tercer grupo fue
la Comisión de la Verdad, nombrada por las Naciones Unidas para inves-
tigar las violaciones de los derechos humanos, y especialmente los críme-
nes cometidos por los dos lados bajo la cobertura de la guerra. Los tres
grupos estaban en total acuerdo, con nombres concretos, acerca de la
complicidad directa de muchos oficiales del alto mando en el Ejército
salvadoreño. 53
313
Dio como razón el hecho de que su orden religiosa no buscaba la ven-
ganza, sino la justicia y la verdad. En su opinión, con el encubrimiento
ni la justicia ni la verdad habían sido respetadas. En abril de 1993, la
justicia salvadoreña, siguiendo las recomendaciones de la Comisión de la
Verdad, que a su vez respetó los deseos de los jesuitas, decretó la liber-
tad de los dos oficiales. Pero los autores principales del crimen se salva-
ron de ser enjuiciados. Durante las investigaciones paralelas realizadas
por el Comité de Abogados y la Comisión Moakley, también se estable-
ció que el Gobierno de los Estados Unidos había participado en el
encubrimiento. Fue justamente un Mayor del Ejército estadounidense,
que actuaba como asesor del Ejército salvadoreño, el que delató a los
acusados por el asesinato. Pero, posteriormente, ese oficial fue silenciado
por su propio gobierno.54 El motivo del gobierno norteamericano para no
investigar a fondo el caso de los jesuitas fue para no desestabilizar al
Ejército salvadoreño con un juicio que habría costado las cabezas de mu-
chos oficiales, y que habría puesto en peligro su propio programa de ayu-
da militar.
314
aprobado una moción similar. Claramente, la masacre en la UCA servía
para ejercer una gran presión sobre la administración de Bush, que a su
vez se vio obligado a presionar al gobierno de Cristiani a producir algu-
nos resultados. Bush logró evitar que se pusiera en la práctica la moción
del Congreso mediante el recurso de adelantar al Ejército salvadoreño el
dinero que se había prometido. Además, aduciendo violaciones de los
derechos humanos de parte del FMLN, señaló la necesidad de no recortar
la ayuda militar. No obstante, el timbre de alarma ya había sonado. Se
hizo cada vez más claro al gobierno de Washington que la política de de-
fender cerradamente al gobierno salvadoreño y suministar la ayuda mili-
tar a su ejército sin condiciones no contaba con mucho apoyo. El instin-
to político pragmático, más que un sentido ético, convenció a la adminis-
tración de Bush de que la paz negociada era el único camino viable en El
Salvador.
315
sandinismo, y viendo los signos de los tiempos en Europa, moderó algu-
nas de sus posiciones marxistas.
Cuando las dos partes se encontraron por primera vez desde la tra-
gedia de la UCA, en abril de 1990 en Ginebra, había otra novedad: la
mediadora principal ya no fue la Iglesia, sino las Naciones Unidas, repre-
sentadas por el subsecretario Alvaro de Soto. En diciembre de 1989 los
gobiernos centroamericanos reunidos en San José pidieron formalmente
al secretario general Pérez de Cuéllar que asumiera la labor de mediar en
el caso de El Salvador. En enero del año siguiente Alvaro de Soto se re-
unió en Nueva York con el FMLN, y posteriormente el presidente
Cristiani aceptó la mediación de la ONU. Por su parte, la Iglesia cedió
su puesto como mediadora porque ya había cumplido su misión histórica,
que consistía en poner el diálogo en marcha. Además, los delegados de
la Naciones Unidas tenían la capacidad que no tenía la Iglesia de tratar
temas de orden técnico, tales como la reestructuración de las fuerzas ar-
madas y la reforma de la Constitución. Después del encuentro en Gine-
bra se sucedieron un encuentro tras otro entre el Gobierno y el FMLN:
en Caracas, Oaxtepec, San José (tres veces en 1990), y en 1991, en
Chiapas, San José, y México otra vez. En abril de 1991 se firmaron los
«Acuerdos de México», que constituyeron un paso decisivo en el proceso
de la pacificación. En mayo el Consejo de Seguridad de la ONU creó
ONUSAL: la Misión de Observadores de las Naciones Unidas en El Sal-
vador. La misión de ONUSAL consistía en velar por el proceso de tran-
sición de la guerra a la paz. También se creó la Comisión Nacional para
la Consolidación de la Paz (COP AZ), para ayudar en implementar los
acuerdos de paz. COP AZ fue integrada por el Gobierno, representantes
de otros partidos, el FMLN, y el arzobispo Rivera y el obispo luterano
Medarno Gómez. Tras otras reuniones en México, se realizaron las dos
reuniones finales, ambas en Nueva York. Durante estos últimos encuen-
tros, bajo la doble presión del presidente Bush y del secretario general
Pérez de Cuéllar, el presidente Cristiani cedió en lo que fue el punto
crucial en el diálogo desde 1984: la reforma y reorganización de las
Fuerzas Armadas y la policía. En la segunda reunión de Nueva York, en
diciembre, viendo que su propio mandato como Secretario General se
vencía rápidamente, Pérez de Cuéllar presionó a las dos partes para que
terminaran su labor. El 31 de diciembre, con apenas un minuto de sobra,
ambas partes se comprometieron formalmente a firmar un acuerdo de
316
paz.~ 6
Sólo faltaba una ceremonia para el acto final. En la práctica, sin
embargo, la guerra había terminado.
317
formlmente la creación de la Comisión de la Verdad para investigar crí-
menes y actos de violencia cometidos durante la guerra. Con estos y
otros acuerdos se puso en marcha el proceso de la paz postguerra.
318
de su publicación, la Asamblea Legislativa, dominada por ARENA, apro-
bó una amnistía general a los militares y otros que habían participado en
la guerra. Se hizo lo que habían intentado los militares en Argentina jus-
to antes de dejar el poder: producir una reconciliación nacional mediante
el fiat del borrón y cuenta nueva. Así, en medio del júbilo surgido de los
acuerdos de paz, se interpuso la amarga nota de la negación de la verdad
y la justicia. Aunque nunca hubo un proceso para enjuiciar a los culpa-
bles de tantos crímenes, quedaba el consuelo de saber que los culpables
habían sido identificados, y que de alguna manera también habían sido
enjuiciados moralmente por los organismos internacionales y otros gru-
pos en favor de los derechos humanos. Finalmente, a manera de confir-
mación, en los primeros meses de la adminstración del presidente
Clinton, se desclasificaron numerosos documentos de los departamentos
de Estado y Defensa, y de la Agencia Central de Inteligencia, que com-
probaron plenamente que el gobierno de los Estados Unidos había
avalado a los escuadrones de la muerte y que había hecho caso omiso de
los muchos informes que le llegaban con respecto a las violaciones de
derechos humanos en El Salvador. 59
La Iglesia y la paz
319
entre los obispos. Por primera vez el presidente de la Conferencia repre-
sentaba el sentir de la mayor parte de la Iglesia salvadoreña. En setiem-
bre de 1992, a petición del FMLN, tomó el juramento a los comandantes
en el momento en que convirtieron el frente en un partido político. 60
Este gesto, más sus esfuerzos para lograr la paz, viene a ser un símbolo
de la Iglesia salvadoreña en general: en medio de fuerzas antagónicas y
de apasionamientos ideológicos que produjeron una guerra civil, la Igle-
sia cumplió el doble rol de legitimadora del nuevo orden democrático, y
a la vez, de reconciliadora entre las facciones en contienda. Rivera y Da-
mas murió en 1994 a la edad de 72 años - un hombre de paz que luchó
por la paz.
320
CAPÍTULO X
323
No obstante, con una visión retrospectiva, saltan a la vista ciertos
hechos positivos, sobre todo a la luz de una comparación entre el proceso
nicaragüense y el cubano. El último fue una revolución cerrada que mar-
ginó a los cristianos, que por cierto tampoco tuvieron un papel signi-
ficante. En cambio, en Nicaragua, los cristianos no solamente desempe-
ñaron un papel decisivo en la derrota de Somoza, sino que, además, sir-
vieron como contrapeso a las tendencias totalitarias de los sandinistas
más dogmáticos. En buena medida, gracias a esta presencia, Nicaragua
no llegó a ser «otra Cuba». Se sentía el peso de este humanismo cristia-
no sobre todo en la reforma educativa y en la formación de un nuevo pa-
triotismo popular. Finalmente, es importante subrayar el hecho de que
hubo elecciones libres, primero en 1984, que el gobierno norteamericano
no reconoció, y en 1990, que los sandinistas perdieron. En este hecho se
resalta nuevamente las diferencias entre Nicaragua y Cuba: gracias al
sentido pragmático de los sandinistas y las convicciones democráticas de
los cristianos en ambos lados de la contienda, se logró hacer la transición
de manera pacífica a una nueva etapa en la historia del país. Por eso, el
fracaso del experimento sandinista-cristiano, si bien resultó ser una gran
desilusión para miles de cristianos, no fue una «tragedia», sino, más bien,
un primer paso, penoso pero instructivo, en un largo camino hacia la
consolidación de una democracia madura. Lo cierto es que la tensión en-
tre los cristianos, los de las bases populares que apoyaron el Gobierno y
los de las clases medias que se unieron en torno al cardenal Obando, dio
a la lucha ideológica nicaragüense un tinte religioso ausente en el proce-
so cubano. Es más: el factor religioso fue clave; primero, en la revolu-
ción para derrocar la dictadura de Somoza; segundo, en el proceso para
llevar adelante el experimento sandinista, y, finalmente, en el esfuerzo
para realizar un pacto de paz que hizo posible una transición pacífica ha-
cia la época postsandinista.
324
Trasfondo: liberales, conservadores y marines
325
c10n. Fue justamente durante la guerra ci vil provocada por el general
Emiliano Chamorro cuando surgió la figura de Augusto César Sandino,
militar liberal que exigía el retiro total de los norteamericanos del suelo
nicaragüense, y, además, reformas sociales.
2 Sobre los Somoza ver Richard Millett, Guardians of rhe Dynasry. A History of the
U.S. Created Guardia Nacional de Nicaragua and the Somoza Family (Maryknoll,
New York: Orbis Books, 1977).
326
volvió a la presidencia. En 1956 murió asesinado. El Congreso inme-
diatamente designó en su lugar a su hijo, Luis A. Somoza Debayle. El
segundo Somoza gobernó hasta 1963 cuando, bajo cierta presión del go-
bierno norteamericano, dejó el poder directo y apoyó la candidatura de
René Schick Gutiérrez. Schick, que promovió ciertas reformas sociales
limitadas, murió en 1966 antes de terminar su mandato.
La Iglesia: trasfondo
327
nativo. El 60% del clero es extranjero. 4 Sin embargo, a pesar de esta es-
casez, existe una fuerte religiosidad popular católica que se remonta a la
época colonial y que no ha perdido vigencia hasta hoy día. Ciertas fiestas
como la Purísima (la Inmaculada Concepción), de gran arraigo popular,
se convirtieron en puntos de tensión entre la Iglesia y el gobierno
sandinista. Abundan otras devociones populares: Santo Domingo en Ma-
nagua, el Madero o Cruz en Masaya, el Señor de Esquipulas, etc. En
distintos momentos hubo obispos que intentaron cambiar algunas de estas
devociones, pero encontraron tanta resistencia ante sus esfuerzos
reformistas que tuvieron que ceder y dejar las devociones en paz. 5 Este
hecho sirve para ilustrar la importancia de las fiestas y devociones reli-
giosas que constituyen el eje de la cultura popular y que antecedían a la
revolución sandinista. En muchos sentidos la «mística» de la revolución
resultó ser una mezcla entre esta antigua religiosidad profunda del pueblo
y los nuevos símbolos revolucionarios.
4 Philip J. Williams, Tlze Catholic Church and Politics in Nicaragua and Costa Rica
(Pittsburgh: University of Pittsburgh Press, 1989), págs. 192-193.
S Arnaiz, págs. 99-1 OO.
328
conservadores y los liberales. Durante la insurrección de Sandino, los
obispos exhortaron a los rebeldes a deponer sus armas y un obispo bendi-
jo las armas norteamericanas durante la lucha. 6
La Iglesia se renueva
6 John Kirk, Po litics and the Catho lic Church in Nicaragua (Gainsville, Florida:
University of Florida Press, 1992), pág. 28.
7 Amaiz, pág. 94.
8 !bid., pág. 11 7.
329
Agraria (CEPA), para formar a delegados de la Palabra. Posteriormente
muchos de los delegados, que se concientizaron social y políticamente en
el centro, llegaron a ser dirigentes campesinos en la revolución
sandinista. En la Costa Atlántica, los capuchinos se dedicaron a la for-
mación de dirigentes nativos entre los miskitos. En Managua la Universi-
dad Centroamericana (UCA), fundada por los jesuitas en 1961, se convir-
tió en un centro de crítica social y política en los años setenta. En 1965,
el sacerdote franciscano Uriel Malina se dedicó a la formación de una
comunidad universitaria en el barrio Riguero de la capital. El Padre
Malina fue uno de los primeros sacerdotes que tuvo contacto directo con
los sandinistas. En la Parroquia de San Pablo Apóstol, el P. José de la
Jara creó una comunidad cristiana que fue precursor de las CEB. En
1966, en una isla en el archipiélago de Solentiname, el P. Ernesto Carde-
nal, ex-monje trapense formado por Tomás Merton, fundó una comuni-
dad basada en el ideal de la contemplación y la solidaridad con los cam-
pesinos. Después de Medellín, comenzando en los años setenta, se dio
origen formalmente a las Comunidades Eclesiales de Base, que prospera-
ron especialmente en las diócesis de Estelí, Matagalpa, León, Chinandega
y Masaya.
330
Chamorro en 1978. El terremoto desvastó el centro de Managua y dejó
como saldo 10,000 muertes . El dictator, faltándole el tino de su padre y
de su hermano mayor, en vez de mostrar solidaridad con el pueblo que
sufría, se aprovechó de la ayuda internacional para canalizar fondos hacia
sus amigos políticos y sus propios intereses. La indignación cívica no
tardó en manifestarse.
331
en 1961 por Carlos Fonseca, conjuntamente con Tomás Borge y Silvia
Mayorga. En un prinicipio el movimiento fue un calco del movimiento
de Fidel Castro. Su base social principal fue la clase media urbana. En
1963 el FSLN intentó incursionar en el campo, pero con escasos resulta-
dos. Con un instinto pragmático los dirigentes sandinistas, especialmente
Tomás Borge, se dieron cuenta de la importancia de acercerse a los sec-
tores progresistas de la Iglesia, justo en un momento en que la Iglesia es-
taba experimentado los grandes cambios del Concilio y de la Conferencia
Episcopal de Medellín; y el apoyo que brindaron los cristianos compro-
metidos con la revolución, entre estudiantes, campesinos, sacerdotes y re-
ligiosas, fue decisivo para su éxito.
10 Manzar Foroohar, The Catholic Church and Social Change in Nicaragua (Albany,
New York: State University of New York Press, 1989), pág. 118.
11 Michael Dodson y Laura Nuúi O' Shaughnessy, Nicaragua 's Othe r Revolution
(Chapel Hill: The Universi ty of North Carolina Press, 1990), pág. 125.
12 Arnaiz, pág. 122.
332
guerrillero y murió el 11 de diciembre de 1978 en un ataque de la Guar-
dia Nacional. En octubre de 1977 se formó el Grupo de Los Doce, que
se conformó de varios intelectuales y dos sacerdotes, Miguel D'Escoto y
Fernando Cardenal. El grupo presentó un plan de paz que incluyó a los
sandinistasY Además, D'Escoto y Cardenal fueron a Washington con el
fin de presentar denuncias contra el régimen somocista ante el Congreso
norteamericano. En adición, Ernesto Cardenal fue enviado al extranjero
por los sandinistas como embajador de la causa.
333
construir un nuevo país tras, en palabras del Papa Pablo VI, «una tiranía
evidente y prolongada»Y Efectivamente, la dictadura de los Somoza pa-
recía ser un ejemplo perfecto de una «tiranía evidente y prolongada»,
descrita por el Papa. Y éste, retomando la enseñanza clásica de Juan de
Mariana, justificó la participación de los cristianos en una acción revolu-
cionaria en semejantes casos. De hecho, en una carta pastoral del 2 de
junio de 1979, la jerarquía nicaragüense legitimó la lucha armada contra
Somoza. 16 Sin embargo, hubo mucho menos claridad acerca de qué tipo
de sociedad debería contruirse después de la revolución, y quiénes serían
los encargados de dirigir la nueva sociedad. Un año después de la derro-
ta de Somoza, los cristianos que habían participado en la revolución se
encontraron fuertemente divididos: unos en favor de una sociedad con
tendencias socialistas, aunque nunca al extremo de Cuba, y otros, en fa-
vor de una sociedad al estilo occidental, multipartidaria y capitalista.
334
En medio de estas diferencias políticas surgieron otras tensiones a
base de distintas definiciones eclesiales. El segundo grupo se identificó
con la posición vaticana que al comienzo vio en el sandinismo otro mo-
vimiento puramente marxista. La política que se adoptó en Nicaragua
parecía mucho a la política que la Iglesia adoptó frente al régimen comu-
nista de Polonia: fomentar la unidad total dentro de la Iglesia frente a un
enemigo externo que representa una amenaza directa a la religión y la
Iglesia. Pero los cristianos que habían apoyado la revolución sandinista
se inspiraron en la teología de la liberación y se consideraban a sí mis-
mos como actores directos llamados a construir la sociedad postrevolu-
cionaria, juntamente con los sandinistas. Un grito que se hizo popular
resumía la fusión entre compromiso religioso y compromiso político:
«¡Sandino, ayer, hoy, y siempre!» Aunque estos cristianos de base ha-
bían llevado armas en una revolución, no se consideraban a sí mismos
violentos. Pero, sí, exaltaron lo popular y por instinto rechazaron ciertas
posturas elitistas de las clases medias. También, hubo ciertos centros y
ciertas organizaciones que se señalaron por su simpatía hacia el proceso
revolucionario: el Instituto Histórico Centroamericano de los jesuitas; el
Centro Antonio Valdivieso, fundado en 1979 por el P. Uriel Malina; y la
Conferencia Religiosa. Por eso, surgió en Nicaragua un punto de tensión
que no estaba presente en el caso de los países marxistas de la Europa
oriental: el apoyo que muchos cristianos dieron al Gobierno. Una encues-
ta realizada en 1983 indicó que, de los 220 sacerdotes que respondieron,
el 46% apoyó el proceso revolucionario, y el resto se opuso. 18 En estas
circunstancias, la anhelada unidad eclesial, por lo menos en materia polí-
tica, no fue posible. Frente a la presencia de sacerdotes en el Gobierno y
de cristianos de base que se identificaron con el sandinismo la jerarquía
temía perder el control sobre la misma Iglesia. Por eso, las tensiones po-
líticas se mezclaron con las religiosas. Finalmente, cabe subrayar la ac-
tuación del propio arzobispo Obando y Bravo. A diferencia del arzobis-
po de San Salvador, Arturo Rivera y Damas, quien no obstante el hecho
de no compartir las posturas de los cristianos más radicalizados en el
Frente Farabundo Martí, siempre buscaba el diálogo con ellos, Obando y
Bravo se parcializó notablemente en contra del sandinismo y no fomenta-
ba el diálogo. Antes bien, ·el propio Arzobispo se constituyó en un sím-
18 Joseph Mulligan, SJ., The Nicaraguan Church and the Revolution (Kansas City,
Missouri: Sheed and Ward, 1991), pág. 203.
335
bolo de la resistencia al gobierno sandinista. Por eso, aunque las dos si-
tuaciones eran muy parecidas, los diferentes estilos y las diferentes pos-
turas de los dos arzobispos influyeron mucho en el clima eclesiástico in-
terno de sus respectivos países. Salvo algunos momentos de tensiones, la
Iglesia salvadoreña logró mantener la unidad interna; en cambio, la Igle-
sia de Nicaragua fue fuertemente dividida.
19 Los tres uutores, Rafael Aragón, Luz Beatriz Arellano y Eberhard Loschke, hablan
de cuatro etapas: «La convivencia pacífica», 1979-1980; «La Crisis: un camino hacia
la confrontación», 1980-1983; «La Confrontación abierta», 1983-1987; y, «La Cola-
boración conflictiva», 1987-. Ver Guilio Girardi y otros, Pueblo revolucionario, pue-
blo de Dios (Managua: Centro Ecuménico Antonio Valdivieso, 1989), págs. 45-72.
Por su parte, Kirk divide el proceso en tres etapas: «Del júbilo a la desesperación»,
1979-1982; «Las relaciones Estado-Iglesia en su punto más bajo», 1983- 1985; y «En
búsqueda de la reconciliación», 1985-1990.
20 Ted Lewellen, Journal of Church and State, pág. 20.
336
1980 dos figuras importantes de la Junta, Alfonso Robelo y Violeta Ba-
rrios de Chamorro, renunciaron. En adelante, la Señora Chamorro con-
virtió La Prensa en el portavoz principal de crítica al régimen sandinista.
Un bloque grande de obreros abandonó el periódico para fundar El Nue-
vo Diario, progobiernista.
337
hubo religiosos y religiosas que colaboraron con los programas de salud
y de educación. Por ejemplo, unos 300 religiosos participaron en la cam-
paña de alfabetización.
338
Otra área de conflicto surgió en torno a las fiestas religiosas y el
uso de símbolos religiosos. Cada año se celebra la novena de la Purísi-
ma, es decir, la fiesta de la Inmaculada Concepción. Dada su proximi-
dad a la Navidad, surgió la costumbre de dar regalos a los niños durante
las festividades. En 1980 el sacerdote-Ministro de Bienestar Social,
Edgar Parrales, anunció que el propio gobierno se encargaría de dar rega-
los a los niños pobres durante la fiesta; y en años posteriores el presiden-
te Ortega, acompañado por otros comandantes sandinistas, paseaba por
las calles durante la fiesta para saludar a los fieles. La jerarquía protestó
que no le competía al Gobierno intervenir en fiestas religiosas, y en res-
puesta organizó misas y otras actividades con exclusión del Gobierno.23
23 Dodson & Nuzzi O'Shaughnessy, págs. 151-152; Philip J. Williams, «The Catholic
Church in the Nicaraguan Revolution: Differing Responses and New Challenges» ,
Scott Mainwaring y Alexander Wilde (eds .), The Progressive Church in Latin
America, (Notre Dame, Indiana: University of Notre Dame Press, 1989), págs , 86-
87. Ver también Daniel Ben-yman, Stubborn Hope, Politics, and Revolution in Cen-
tral America (Maryknoll, New York: Orbis Books, 1994), pág. 30.
339
Los Miskitos
340
lectuales fonnaron una alianza de mutua conveniencia con la derecha po-
lítica y religiosa norteamericana. En torno a Michael Novak, Peter
Berger y Humberto Belli se fundó en Washington el Instituto de Religión
y Democracia (Institute of Religion and Democracy). Belli, quien había
sido periodista en La Prensa y colaborador en algún momento con los
sandinistas, acusó a estos últimos de engañar a la opinión pública con su
mensaje de buena voluntad hacia los cristianos. Según él, los sandinistas
no eran meros revolucionarios nacionalistas, sino marxistas dogmáticos
con ningún interés en la democracia ni en los valores religiosos. 26 Estas
críticas de Belli, avaladas por la propia jerarquía de la Iglesia de Nicara-
gua sirvieron para legitimar los planes de Reagan y sus asesores de la lí-
nea dura, tales como Alejandro Haig, Secretario de Estado, y Jeane
Kirkpatrick, Embajadora ante la ONU, para detener el comunismo en
esta región del mundo. Desde el comienzo Reagan acogió favorablemen-
te el proyecto de apoyar económicamente a los «contras», conformados
de antiguos somocistas y demócratas auténticos, unidos en su común
oposición al Sandinismo. En 1981 se dio inicio a operaciones militares
estadounidenses en Honduras con el fin de respaldar a -en las palabras
eufemísticas del Presidente norteamericano- los «luchadores por la li-
bertad». Así, se puso en práctica una nueva modalidad del Pentágono: la
guerra de «baja intensidad».
26 Ver Humberto Belli, Breaking Faith. The Sandinista Revolution and it's Impact on
Freedom and Christian Faith in Nicaragua (Westchester, Illinois: Crossway Books,
1986); ver también la obra de Ana María Ezcurra en que analiza los lazos estrechos
entre el Vaticano, la administración de Reagan y la derecha de Nicaragua: El Vatica-
no y la administración Reagan. Convergencias en Centroamérica (México,D.F.:
Ediciones Nuevo Mar y Claves Latinoamericanas, 1984.
27 Kirk, pág. 143 .
341
1982, a 15,000 en 1988. 28 En los años más intensos del conflicto murie-
ron cerca de 30,000 nicaragüenses. También, con el poderío estadouni-
dense atrás, los contras podían entrar y salir de Nicaragua libremente,
usando Honduras como su base de operaciones. Por su parte, los Estados
Unidos mantenía su propia fuerza en Honduras que oscilaba entre 15,000
soldados en 1985 y 50,000 en 1987. Como complemento a las operacio-
nes en Honduras y Nicaragua, Reagan intentó bloquear a Nicaragua mili-
tar y económicamente. En 1984 mandó colocar minas frente a los puer-
tos principales del país, una acción que fue condenada posteriormente
por la Corte Internacional de la Haya. Todas estas acciones dieron ori-
gen a temores de que en algún momento los Estados Unidos planeaba in-
vadir el país directamente. La invasión estadounidense de Grenada en
octubre de 1983 sirvió para fundamentar estos temores.
La visita papal
342
los lugares donde el Papa iba a hablar con imágenes y alusiones a la re-
volución, sin darse cuenta de que semejante despliegue de símbolos sólo
serviría para confirmar los temores del Papa de que estaba en un país ex-
cesivamente ideologizado. Entre otros lemas que aparecían en las
pancartas, se encontraba este saludo: «Bienvenido a Nicaragua libre, gra-
cias a Dios y la revolución». 29 En su discurso de bienvenida -excesiva-
mente largo- Daniel Ortega alabó los logros de la revolución. Con un
poco más de discreción y de comprensión acerca de los temores del
Papa, los sandinistas tal vez habrían logrado tranquilizar a los visitantes
distinguidos del Vaticano, y hasta cambiar su imagen de Nicaragua.
343
rio». 30 Sin embargo, otros obispos, Carlos San ti de Matagalpa y
Schlaefer de Bluefields, no avalaron esa crítica. En junio de 1984, el sa-
cerdote diocesano Luis Amado Peña fue acusado de colaborar con los
contras. El Gobierno presentó un vídeo en que se veía a Peña ayudando
en el traslado de armas. En respuesta, el Arzobispo acusó al Gobierno
de haber fabricado las pruebas y convocó a una marcha de protesta.
Peña fue puesto bajo arresto domiciliario en el seminario, pero al cabo de
un año, perdonado por el presidente Ortega. 31
La Iglesia y la contrarrevolución
344
dos por el Gobierno. Señalemos que la «Contra» fue responsable en va-
rias ocasiones, directa o indirectamente, de la muerte de cristianos pro-
gresistas vinculados al sandinismo; tal como el caso de los esposos Feli-
pe y Mary Barreda, ambos cursillistas quienes fueron secuestrados en ju-
lio de 1983 y llevados a Honduras, donde murieron tras ser torturados.
Frente a este caso la Iglesia oficial no hizo ningún comentario. 32 Es más:
el Arzobispo y sus asesores no se limitaron a guardar silencio --cuestio-
nable pero discreto- con respecto a la «Contra», sino que además expre-
saron su simpatía por aquel movimiento. Inclusive, Obando y sus porta-
voces en Nicaragua, pero sobre todo en el extranjero, promovieron la
causa de los contras. A manera de ejemplo, durante las reuniones de diá-
logo con el Gobierno, el obispo Pablo Vega declaró en Alemania que las
elecciones de 1984 eran «fraudulentas». 33 En junio de 1986, Vega tam-
bién dirigió la palabra en Washington a una reunión de PRODEMCA,
una organización creada para apoyar la contrarrevolución. Justamente en
estos días se discutía en el Congreso estadounidense una propuesta del
presidente Reagan para otorgar a los contras la suma de 100 millones de
dólares. 34 Por su parte, Obando realizó una gira por los Estados Unidos
en enero de 1986, para pedir ayuda a distintos grupos conservadores en
favor de la «Contra». 35
345
en favor de la oposición antigobiernista.37 A la luz de esta estrecha col a-
boración entre la Iglesia y la contrarrevolución, el gobierno sandinista te-
nía un fundamento serio para dudar de la sinceridad de los obispos cuan-
do hablaban en favor de la «reconciliación» o del «diálogo». Desde la
perspectiva del Gobierno, parecía que la Iglesia oficial en realidad busca-
ba legitimar a los contras y la guerra de baja intensidad de Reagan, y al
mismo tiempo deslegitimar al régimen sandinista.
346
tiempo también cayó en la trampa de confi rmar las acusaciones en el
sentido de que había persecución religiosa en Nicaragua.
347
tados cuando él había actuado como mediador anteriormente entre la
Iglesia y el Estado en China. Además, la Iglesia había visto los resulta-
dos favorables de entablar el diálogo con el régimen comunista en Polo-
nia. Finalmente, es probable que el Vaticano hubiera comenzado a cues-
tionar el estilo agresivo de Obando, Vega y los otros eclesiásticos opues-
tos al Gobierno. Durante todo este proceso, los obispos de los Estados
Unidos habían criticado severamente la política de su propio gobierno
con respecto a Nicaragua, y por esa misma razón no apoyaron a Obando;
y ahora el Vaticano también vio la conveniencia de no identificarse tan
estrechamente con los esquemas belicistas de Ronald Reagan, apoyados con
tanto entusiasmo por los obispos conservadores de Nicaragua. Sobre todo
después de Esquipulas II, el Vaticano adoptó la posición de no apoyar una
solución mediante las armas. Al abrazar esa postura, lógicamente no podía
avalar la línea dura de Obando y los otros obispos antigobiernistas.
348
Cuando el diálogo ya se había iniciado, se presentó otro factor que
pesaba sobre las dos partes: el fin de la Guerra Fría y el colapso del co-
munismo en la Europa oriental. Este hecho tuvo repercusiones distintas
en ambos bandos. Los sandinistas fueron obligados a abandonar su dis-
curso marxista y abrazar sin ambigüedades, al menos en público, el siste-
ma democrático occidental; pero los que más sufrieron las consecuencias
eran los contras. En el nuevo contexto mundial, Nicaragua dejó de re-
presentar una amenaza para la región y para los Estados Unidos, sobre
todo cuando el presidente Reagan dejó el poder en 1989. Además, la
rama ejecutiva de los Estados Unidos se había desprestigiado bastante
durante el escándalo de «lrangate» que se iba manifestando en los últi-
mos dos años de Reagan. Después de la revelación de la conexión entre
Irán y los contras, el Congreso de los Estados Unidos, si bien había co-
operado con Reagan, aunque sin mucho entusiasmo, se distanció todavía
más de su política de agresión con respecto a Centroamérica. La opción
para los contras se reducía cada vez más a dos posibilidades: o dialogar
con los sandinistas y reincorpararse en la sociedad, o seguir luchando en
pequeños bandos armados, pero con un respaldo disminuido de los Esta-
dos Unidos. Así, cada uno de los cuatro actores principales en esta his-
toria - la Iglesia, el Gobierno de Washington, el régimen sandinista y
los contras- tuvo un motivo para entrar en diálogo y poner fin a la gue-
rra. No obstante, es necesario subrayar el hecho de que hasta las eleccio-
nes de 1990, las partes que menos interés mostraron en buscar la paz
eran los Estados Unidos y la «Contra». Es más, Reagan positivamente
hizo caso omiso de los acuerdos de Esquipulas 11 y o.tros acuerdos impor-
tantes, de tal manera que el propio Vaticano, que generalmente compartía
la línea dura de la Casa Blanca hacia el comunismo, terminó criticando
la inflexibilidad de los Estados Unidos con respecto a Nicaragua y El
Salvador. En cambio, las partes que más interés tenían en buscar la paz
eran los sandinistas y el Vaticano y, en menor grado, los obispos nicara-
güenses antigobiernistas .
349
febrero , abril y mayo de 1987 , el Gobierno y la Iglesi a trataron temas
candentes, tales como la cuestión de la Radio Católica y los sacerdotes
expulsados. No llegaron a ningún acuerdo substancial. El factor decisi-
vo que cambió dramáticamente el panorama fue la reunión de los manda-
tarios centroamericanos en Esquipulas. El 7 de agosto, los cinco presi-
dentes de la región firmaron un acuerdo solemne por el cual se compro-
metieron a actuar juntos en la búsqueda de la paz, sin la injerencia de po-
tencias extranjeras. Entre otras medidas específicas, rechazaron solucio-
nes militares en favor de la negociación entre las partes en conflicto.
Además, propusieron crear comisiones de reconciliación nacional en cada
nación. Apenas vuelto de Esquipulas, Daniel Ortega convocó a los obis-
pos para explicar los alcances de los acuerdos y para pedir su colabora-
ción. La Conferencia Episcopal y los partidos políticos propusieron
ternas con el fin de seleccionar a los miembros de la Comisión Nacional
de Reconciliación, que finalmente quedó conformada por el Cardenal
- como presidente- Sergio Ramírez - en representación del Gobier-
no- Mauricio Díaz y Erick Ramírez - representando a los partidos de
la oposición- y Gustavo Parajón, pastor protestante, del directivo de
CEPAD (Comité Evangélico Pro-Ayuda al Desarrollo). El mandatario
nicaragüense había actuado con tanta rapidez que tomó por sorpresa a
sus críticos, incluyendo al gobierno estadounidense y la Iglesia. En dis-
tintas ocasiones Obando y otros obispos, sospechando de que se trataba
de una maniobra para manipular a la Iglesia, expresaron su desconfianza
de la idea de formar dicha Comisión; y no faltaban autores simpatizantes
con el Gobierno que también vieron cierta astucia en la decisión de
Ortega de nombrar a Obando jefe de la Comisión, porque al hacerlo, lo
obligó sutilmente a reconocer al régimen sandinista como legítimo. En
realidad, la decisión de Ortega se convirtió en un cuchillo de doble filo,
porque el Cardenal, también muy astuto, utilizó el puesto para avanzar la
causa de los contras. 42
350
greso de Bismarck Carballo y del obispo Pablo Vega, y anunció la
reapertura de Radio Católica. También, en octubre se reabrió La Prensa,
clausurada desde junio de 1986. La Comisión de Reconciliación Nacio-
nal se instaló el primero de setiembre en la sede de la Conferencia
Episcopal, y muy pronto se encontró enfrascada en debates sobre la cues-
tión de amnistía a los contras, el servicio militar patriótico y el diálogo
entre el Gobierno y la oposición. El tema más espinoso fue cómo enta-
blar un diálogo entre el Gobierno y la oposición en armas, es decir, los
contras. El 6 de noviembre, Ortega oficialmente designó a Obando me-
diador entre el Gobierno y la Resistencia. En los primeros días de di-
ciembre, en Santo Domingo, Obando, acompañado por el obispo Auxiliar
Bosco Vivas y el obispo de Matagalpa, Carlos Santi, inició el primer diá-
logo, aunque indirecto, entre el gobierno sandinista y la «Contra». La
delegación nicaragüense fue presidida por el mayor Ricardo Wheelock,
uno de los comandantes importantes de la revolución. _Tras este primer
encuentro las reuniones, directas e indirectas, así como otros intercam-
bios personales, ocurrieron en sucesión rápida. En enero de 1988 Ortega
se reunió con el Papa y con el cardenal Casaroli - el primer encuentro a
ese nivel desde 1983. En febrero en Guatemala el Gobierno y la «Con-
tra» sostuvieron conversaciones directas, con la mediación del Cardenal
y, finalmente, a comienzos de marzo Ortega anunció la composición de
una delegación del más alto nivel presidida por su hermano Humberto, el
Comandante General del Ejército, para el primer encuentro directo y sin
intermediarios entre el Gobierno y la «Contra». En poco tiempo, el Go-
bierno y la contrarrevolución habían pasado del repudio mutuo y de la
guerra a la mesa de conversaciones.
Sapoá, 1988
351
Arístides Sánchez se encontraron con Humberto Ortega, estando presen-
tes como testigos el cardenal Obando y el Secretario General de la OEA,
Joao Baena Soares. Grande fue la sopresa del mundo cuando se enteró
de los acuerdos aprobados por los dos lados. Entre otros puntos los diri-
gentes de la «Contra» renunciaron a seguir recibiendo financiamiento mi-
litar de los Estados Unidos , aceptando sólo ayuda humanitaria. Pero
igualmente sorprendente fue la promesa de los sandinistas de ofrecer am-
nistía a tres mil exguardias somocistas. Finalmente, las dos partes anun-
ciaron una tregua de 60 días . Durante ese período se comprometieron a
seguir conversando con el fin de negociar un cese al fuego definitivo. 43
La apertura que cada lado mostró fue tan notable que Sapoá parecía
un acuerdo hecho en el paraíso, no en el mundo real. Efectivamente, la
tinta apenas se había secado cuando la realpolitik se impuso y casi borró
del mapa lo acordado en Sapoá. En primer lugar, el gobierno de Reagan
inmediatamemnte rehusó reconocer los acuerdos y volvió a ofrecer ayuda
militar a los contras. En segundo lugar, el comandante militar de la
«Contra», Enrique Bermúdez, desconoció la labor de sus colegas en
Sapoá. Efectivamente, Sapoá dividió profundamente a los dirigentes re-
beldes. Finalmente, tras cancelar algunas citas para reanudar las conver-
saciones, en mayo se realizó un segundo encuentro entre el Gobierno y la
«Contra» en Managua misma. Pero esta vez los dirigentes de la contra-
rrevolución prácticamente desconocieron los acuerdos de Sapoá.
352
mente, un signo de que la «Contra» había perdido fuerza. En los co-
mienzos de 1989 el presidente Ortega anunció que las elecciones de no-
viembre de 1990 se adelantarían a febrero, y dio autorización para el re-
greso de los diez sacerdotes expulsados con ocasión del incidente del
cura Peña. Al mismo tiempo, el propio Obando se mostró más moderado
en sus declaraciones acerca del Gobierno. En mayo sorprendió a muchos
cuando solicitó al gobierno de los Estados Unidos, mediante el mons.
Darío Castrillón Hoyos del CELAM, el fin del bloqueo económico. Na-
turalmente, Estados Unidos no hizo caso de la solicitud. Además, los
obispos, a diferencia de su actuación en 1984 cuando prácticamente igno-
raron las elecciones, exhortaron a los católicos a votar en los comicios de
1990. De esta manera, finalmente reconocieron en la práctica la legitimi-
dad del gobierno sandinista.
Los evangélicos
44 Girardi, pág. 118 . Sobre los evangélicos en la revolución, ver el capítulo de Benja-
mín C01tes en Guilio Girardi, págs. 117- 138.
353
para la revolución que sacudió Nicaragua en esos años; mas como un
signo notable del cambio de mentalidad, en octubre de 1979 un grupo de
500 pastores publicó un documento en que expresó su solidaridad con la
revolución, y al mismo tiempo condenó el bloqueo estadounidense a
Cuba. 45
354
Las elecciones y la época postsandinista
355
Daniel Ortega y Antonio Lacayo, el nuevo Ministro de la Presidencia,
para establecer un cese al fuego definitivo entre el sandinismo y la «Con-
tra». También se formó una comisión de verificación. El 30 de mayo
con la presencia del Cardenal, la nueva Presidenta y el .comandante
«Franklin» (Israel Galeano) de los contras, firmaron un acuerdo creando
zonas de desarrollo donde los excontras podían reestablecerse. 50 En otras
ceremonias posteriores Obando bendijo a las tropas de la «Contra» en el
momento en que entregaron sus armas· 51 A pesar de estos gestos públi-
cos de reconciliación, los ánimos de los sandinistas y los contras seguían
en un estado de exaltación. Aunque cuando los jefes de ambos bandos
firmaron acuerdos de paz, distintos grupos disidentes no se conformaron
con los resultados, sobre todo porque no habían recibido beneficios con-
cretos después de tantos años de lucha y de sacrificio. Muy pronto la
política del Gobierno en favor de la reconciliación nacional se estrelló
contra serios obstáculos; uno de los cuales resultó ser, irónicamente, la
misma Iglesia.
356
Las tensiones entre sandinistas y ex-contras estallaron frecuente-
mente en actos de violencia; a veces entre sí y a veces contra el Gobier-
no. En julio de 1993, cerca de Estelí en el norte, un grupo de sandinistas
desató un combate con las fuerzas del Gobierno. En agosto, en otra zona
del norte, un grupo de contras secuestró a 37 oficiales del Gobierno. En
respuesta, un grupo sandinista en Managua capturó a 28 oficiales del Go-
bierno, entre ellos el propio vicepresidente Virgilio Godoy. Finalmente,
los dos grupos pusieron a sus respectivos rehenes en libertad. La Presi-
denta denunció el «chantaje» de dichos grupos armados.
Saldo Final
357
Violeta Chamorro, no la cabeza visible de la Iglesia oficial. A nivel de
las relaciones intraeclesiales, la Iglesia en Nicaragua sigue siendo muy
dividida. La división se debe en parte a la jerarquía que no ha querido
acercarse a los sectores progresistas que habían apoyado el proceso
sandinista; pero algunos autores han señalado en los sectores progresis-
tas, sobre todo al comienzo, actitudes utópicas e ingenuas con respecto a
los sandinistas. En otras palabras, se identificaron demasiado con un ré-
gimen particular. El sacerdote dominicano Rafael Aragón observa que
muchos cristianos, en su afán de apoyar el proceso, dejaron de pertenecer
a sus respectivas comunidades y, en algunos casos, de profesar su fe reli-
giosa, al menos de la misma forma pública que antes. 54 Otra crítica fue
el hecho de que los cristianos comprometidos a nivel popular no se esfor-
zaron en establecer un puente de diálogo con los cristianos de las clases
medias. 55
358
CAPÍTULO XI
361
gentes populares, religiosos, políticos, académicos y estudiantes. Por al-
gunas razones especiales ha existido lo que Susanne Jonas llama el «gran
silencio» con respecto a la violencia en Guatemala: la comunidad inter-
nacional en general ha pasado por alto lo que ocurrió en Guatemala,
mientras prestaba gran atención a los casos de Nicaragua y El Salvador.
Tal vez este silencio se debe al hecho de que Los Estados U nidos
han mantenido en este país una presencia más discreta que en los otros
casos. Por cierto, el gobierno del presidente Eisenhower planificó y eje-
cutó el derrocamiento del presidente Arbenz en 1954; pero, a partir de
ese momento, el ejército norteamericano y sobre todo la Central
Intelligence Agency, aunque han intervenido muy directamente en
Guatamala, han procurado mantener un perfil relativamente bajo. Por
otra parte, a diferencia de los comandantes sandinistas y en menor grado
los del FMLN, los líderes de la guerrilla en Guatemala no han gozado de
una gran visibilidad internacional. Tal vez el hecho de que la gran ma-
yoría de las víctimas de la violencia fuera indígenas también explica esta
falta de interés en el drama guatemalteco. La decisión de otorgar el Pre-
mio Nobel de la Paz en 1992 a Rigoberta Menchú, indígena maya y víc-
tima de la violencia en su propio país, ayudó mucho a rectificar este olvi-
do. Finalmente, Guatemala también se distingue por el crecimiento espe-
cialmente rápido del protestantismo. Según David Stoll, el porcentaje de
evangélicos saltó de 2.81 en 1960 a 18.92 en 1985. 3 Además, este país
ya ha tenido dos presidentes evangélicos: el general Rios Montt (1982-
1983) y Jorge Serrano Elías (1991 -1993).
362
(2) la historia de la Iglesia durante ese mismo período; y (3) el papel de
la Iglesia como mediadora entre el Gobierno y la guerrilla entre 1986
hasta 1995.
Trasfondo histórico
363
United Fruit Company, que por su parte movió todas las teclas del poder
en Washington para destituir a Arbenz. 4
4 Para una historia más completa del rol de los Estados Unidos en el derrocamiento de
Arbenz ver Stephen Schlesinger y Stephen Kinzer, Bitter Fruit: The Untold Story of
the American Coup in Guatemala (Garden City, Nueva York: Doubleday and
Company, 1982).
364
rrilleros eran exmilitares -los capitanes Augusto Turcios Lima y Marco
Antonio Yon Sosa-, un hecho que explica parcialmente su éxito inicial
en los años sesenta. Estos dirigentes revolucionarios, inspirados por el
modelo de Cuba, crearon focos de resistencia en la Selva y el Altiplano;
pero no logaron compenetrarse en la cultura indígena que les rodeaba.
Entre 1969 y 1970 estos focos fueron eliminados por el Ejército, y con
esto se extinguió la primera «ola» guerrillera. En los años setenta apare-
ció una nueva ola de guerrilleros que aprendieron de los errores de los
primeros. Por ejemplo, enfrentaron con más realismo el enorme peso de
la cultura indígena en Guatemala y se esforzaron en atraer a los indíge-
nas a su causa. También, como veremos, llegaron a apreciar la impor-
tancia del factor religioso, sobre todo después de los cambios en la Igle-
sia católica. En 1982, tras muchos años de lucha, y a pesar de sus dis-
crepancias ideológicas, los cuatro grupos principales de la guerrilla se
unieron para formar un solo frente: la Unidad Revolucionaria Nacional
Guatemalteca (URNG). Los cuatro grupos básicos fueron: la ORPA (Or-
ganización del Pueblo en Armas); las FAR (Fuerzas Armadas Rebeldes);
el EGP (Ejército Guerrillero de los Pobres); y el PGT (Partido Guatemal-
teco del Trabajo ). 5 Aunque las cifras varían bastante, se calcula que los
combatientes armados en esos años sumaban entre 6 a 8,000 hombres y
mujeres; tal vez cerca de medio millón de simpatizantes los apoyaba. 6
Los centros principales de operación de estos grupos se encontraban en
las zonas más inhóspitas de la Selva y del Altiplano: en El Petén,
Huehuetenango, San Marcos y Quetzaltenango. En total, tenían militan-
tes en todos los 22 departamentos del país.
365
cia política a nivel popular. A consecuencia de ese desastre natural, mi-
les de campesinos fueron obligados a migrar a otras partes. De otro
lado, muchos guatemaltecos se indignaron a causa de la venalidad de
muchos militares y políticos que se aprovecharon del desastre para enri-
quecerse.
366
nos, indígenas en su mayoría, a optar por vivir en aldeas o campamentos
controlados por el Ejército, o ser considerados «subversivos». Su suce-
sor, el general Ríos Montt, le sobrepasó en la dureza y la radicalidad con
que se aplicó esta política. En marzo de 1982, varios centenares de ofi-
ciales jóvenes del Ejército obligaron a Lucas a renunciar, acusándole de
corrupción y de ineficacia en la lucha contra la subversión. Los oficiales
invitaron a Efraín Ríos Montt, a la sazón retirado del Ejército, a encabe-
zar el nuevo gobierno. Ríos, que había sido un candidato presidencial en
1974, del Partido Demócrata-Cristiano, en elecciones que aparentemente
él ganaba, pero luego perdió a causa de un fraude, tenía fama de ser ho-
nesto y eficaz; sin embargo, había otro aspecto de la vida del general re-
tirado, que no fue tan conocido: después de su derrota electoral se había
convertido en un «cristiano renacido», y pertenecía a la Iglesia del Ver-
bo, de corte fundamentalista y con base en los Estados Unidos. Fue esta
combinación peculiar de fervor fundamentalista y voluntad implacable
para reprimir la población indígena la que constituyó la nota sobresalien-
te de su gobierno. Una vez en el poder, se rodeó de asesores de su igle-
sia, y los domingos se dirigía al país por televisión con mensajes acerca
de la moral y la familia. Además, muchos misioneros fundamentalistas,
que no dudaron en calificar a Guatemala bajo Ríos Montt como el «Nue-
vo Israel» de las Américas, llegaron al territorio guatemalteco. w Los por-
tavoces de la derecha religiosa de los Estados Unidos, tales como Pat
Robertson, lo apoyaron con entusiasmo. 11
367
des de Poblaciones en Resistencia»: es decir, grupos de refugiados que se
negaron a apoyar a la guerrilla, pero que tampoco aceptaron vivir en los
«polos de desarrollo». El jesuita-antropólogo Ricardo Falla documentó
la historia de esta masacre en los departamentos de Hueheutenango y El
Quiché mediante entrevistas a los sobrevivientes. En su obra, Masacres
en la Selva, presenta largas listas de los nombres de las víctimas. 13 Evi-
dentemente, Ríos Montt y el Ejército seriamente contemplaban eliminar
la guerrilla mediante el exterminio de una porción significante de la po-
blación indígena de Guatemala, hombres, mujeres y niños. En este caso,
las palabras «genocidio» o «etnocidio» no son exageraciones.
368
El fundamentalismo de Ríos Montt también desempeñó un papel en
esta historia. Al principio el Ejército veía con sospecha cualquier mani-
festación religiosa, católica o protestante, porque la religión servía como
una fuerza de unión y, por lo tanto, era un obstáculo; pero después de la
toma del poder de Ríos Montt el Ejército comenzaba a distinguir entre
evangélicos y católicos. Los primeros eran vistos como aliados; en cam-
bio, los católicos, fuesen carismáticos o «liberacionistas», fueron vistos
como aliados de los subversivos. 16 Después de su caída, el dictador «re-
nacido» fue aclamado en asambleas de los evangélicos norteamericanos
como «víctima» de una conspiración; pero otros protestantes, conscientes
de las contradicciones entre el mensaje cristiano y la política del manda-
tario guatemalteco, prefirieron no asociarse con su régimen y condenaron
ese tipo de fundamentalismo político y religioso. 17
369
nador fue Vinicio Cerezo, de la Democracia Cristiana. Efectivamente, se
aumentó la ayuda económica de los Estados Unidos y el mundo occiden-
tal recibió a Guatemala otra vez en la comunidad de las naciones formal-
mente democráticas . No obstante, a pesar de las buenas intenciones del
presidente civil, se hizo evidente que el Ejército, que seguía luchando
contra la guerrilla, se había instalado firmemente como un estado dentro
del Estado. Mediante las PAC, que reunían a 800,000 reclutas en 1987,
el Ejército dominaba el campo. 18 Además, mantenía todos sus privile-
gios; peor, los escuadrones de la muerte, vinculados a las fuerzas del or-
den, continuaban sembrando el terror. Los asesinatos políticos, los se-
cuestros y las violaciones de los derechos fundamentales de los civiles
seguían, como antes, dentro del nuevo estado de derecho.
370
nes entre los Estados Unidos y Guatemala. En 1990 un grupo de milita-
res o paramilitares mató a Michael Devine, ciudadano norteamericano y
dueño de un hotel en El Petén. A raíz de su muerte la administración del
presidente Bush decidió cortar la ayuda militar abierta a Guatemala. Pos-
teriormente, en 1995 el congresista Robert Torriceli (Estados Unidos)
acusó a la CIA de haber pagado a ciertos oficiales guatemaltecos para
cometer sus crímenes, que incluían el asesinato de Devine y de Efraín
Bamaca, un guerrillero que había sido capturado y que murió en 1992 en
manos del Ejército.22 Todos estos asesinatos y otros crímenes realizados
por grupos paramilitares, frecuentemente en complicidad con la CIA, pu-
sieron de manifiesto el poco control que las autoridades civiles tenían so-
bre su propio país. Aunque Guatemala regresó a la democracia, no vol-
vió a un estado de paz. Con este breve repaso de la historia política re-
ciente de Guatemala, podemos pasar ahora a examinar el papel de la
Iglesia en la misma época.
371
Poco a poco la Iglesia se iba reconstruyendo, gracias en buena parte
a los misioneros extranjeros. En 1943 los padres de Maryknoll se esta-
blecieron en Hueheutenango, y en 1955 la congregación del Sagrado Co-
razón comenzó a trabajar en El Quiché. En 1937 los jesuitas reorganiza-
ron el seminario central para el clero diocesano. Mariano Rossell y
Arellano, el Arzobispo de Guatemala entre 1939 y 1964, dio un impulso
notable a este proceso. Rossell también tomó las banderas del
anticomunismo para criticar al régimen reformista de Arévalo, y en 1954
apoyó abiertamente el derrocamiento de Arbenz. Los gobiernos de dere-
cha, reconociendo en la Iglesia una nueva e importante fuerza nacional,
la premiaron por su cooperación. Las constituciones de 1956 y 1966 eli-
minaron casi todas las antiguas restricciones liberales. Los signos de la
reconstrucción eran múltiples. En 1951 había 7 diócesis y una adminis-
tración apostólica. En 1991 había 15 jurisdicciones eclesiásticas, con 21
obispos en total. En este último año había 218 sacerdotes diocesanos,
512 sacerdotes religiosos, y 1,539 religiosas. 25
372
fuerza del catolicismo indígena, durante la represión de los años setenta y
ochenta, se debía a estas organizaciones precursoras.
373
que provocó un escándalo en círculos católicos en los Estados Unidos,
tuvo poco impacto en la misma Guatemala; pero fue significativo, porque
revela el grado de radicalización a que habían llegado algunos religiosos
extranjeros. Después del caso de los Melville (posteriormente Melville y
la hermana Marian se casaron) hubo otros casos de sacerdotes que inte-
graron las filas de la guerrilla. El segundo incidente, el secuestro del Ar-
zobispo, es más oscuro. En marzo de 1968 Casariego fue secuestrado
por MANO, un grupo de la extrema derecha. Parece que el prelado, al
apoyar los planes del presidente Mendez para reformar el Ejército, había
sido visto como un «reformista» por los grupos de derecha. Fue libera-
do después de 10 días sin mayores consecuencias. El pueblo en general
vio el espectáculo del Arzobispo secuestrado con cierta indiferencia.
Otro signo de las tensiones internas fue la aparición de COSDIGUA, la
Confederación de Sacerdotes Diocesanos en Guatemala. Fundada y diri-
gida por el P. José María Ruiz Furlán, conocido como el P. «Chemita»,
COSDIGUA era un grupo tradicionalista que criticaba tanto al clero
extranjero progresista como al cardenal Casariego. Dejó de existir en
1972.
374
proceso de integración . En los años 60 surgieron muchas cooperativas,
frecuentemente promovidas y relacionadas con los grupos de la Acción
Católica. En esos años también los catequistas indígenas se dedicaron a
enseñar el catecismo, y al hacerlo también realizaron una labor importan-
te de alfabetización. Imbuidos con el espíritu de Medellín, convirtieron
la tarea de alfabetización en un proceso de concientización. La magnitud
y la extensión de esta labor fue impresionante. En 1968 había 3,600 ca-
tequistas en la diócesis, y 80,000 socios de la Acción Católica. 29 Por su
parte, los obispos, especialmente monseñor Juan Gerardi Conedera,
(1974-1984), alentaron esta participación y militancia de parte de los feli-
greses indígenas. También, un grupo de jesuitas, conocido como los je-
suitas «de la Zona 5», donde funcionaba el CIAS (Centro de Investiga-
ción y Acción Social) en la Capital, visitaban El Quiché y organizaban
cursillos para concientizar a los jóvenes de la región. Uno de los jesui-
tas, Fernando Hoyos, se incorporó a la guen"illa en 1980 y murió en una
acción armada en 1982. 3º Además, en esa época se fundaron varios insti-
tutos y normales para la formación de maestros indígenas.
375
Rigoberta Menchú
376
tintos momentos de su vida la ayudaron. Cuenta que aprendió a leer y
escribir el castellano en un convento de religiosas. 36 Ella se inició en la
vida política por influencia de su padre, Víctor Menchú, quien era un mi-
litante sindicalista y participó en la fundación del CUC, que hasta fue en-
carcelado a causa de sus actividades, y que, como mencionamos anterior-
mente, murió con otros campesinos que tomaron la Embajada de España
en la capital. Anteriomente, un hermano menor había sido secuestrado,
torturado y matado. Finalmente, en abril de 1980 también su madre fue
secuestrada, violada, torturada y abandonada para morir entre animales.
En 1979 Rigoberta se integró al CUC y se dedicó a viajar por el país
para ayudar en la tarea de sentar las bases del sindicato. Por eso com-
prendió la necesidad de aprender el castellano, que no había aprendido en
su juventud. Ella misma comenzó a descubrir una vocación específica
como cristiana en medio de la lucha sindical. Según ella: «Mi tarea era
la formación cristiana de los compañeros cristianos que a partir de su fe
están en la organización.» 37 Ella observa que la Iglesia en Guatemala
está dividida en dos: la de los pobres y los que «han optado por la iglesia
de los pobres», y la «iglesia como jerarquía y como institución que sigue
siendo como una camarilla.» 38 Claro está, formuló este juicio cáustico en
1982, cuando Casariego todavía era el jefe de la Iglesia de la ciudad ca-
pital.
377
Grande. 39 En ambos casos hubo amenazas previas y posteriores a los
asesinatos, que evidentemente se cometieron como advertencias; pero la
verdadera persecución sistemática se inició bajo las dictaduras de los ge-
nerales Lucas y Ríos Montt. Según un resumen, «Entre 1978 y 1985
fueron asesinados cinco sacerdotes diocesanos, ocho sacerdotes religiosos
y dos religiosos no sacerdotes, de los cuales once eran extranjeros y cua-
tro guatemaltecos». 4º Además, 91 sacerdotes y 64 religiosas tuvieron que
abandonar el país. Muchas obras de la Iglesia fueron clausuradas: ra-
dioemisoras, colegios y centros de formación. Phillip Berryman relata
muchos casos concretos. En mayo de 1980 un sacerdote filipino,
Conrado de la Cruz, fue desaparecido y nunca visto de nuevo. En el
mismo mes Walter Voordeckers, un sacerdote belga, fue acribillado
cuando salía de su parroquia para ir al correo. En junio de ese año José
María Gran, de la congregación del Sagrado Corazón, y un voluntario
. laico, fueron asesinados a sangre fría. 41 La diócesis de El Quiché cayó
bajo una sentencia especialmente severa. En julio, el obispo Juan
Gerardo se salvó de morir en una emboscada. Como consecuencia de
ese incidente, más los asesinatos y las frecuentes amenazas, decidió reti-
rar a todo el personal religioso de la diócesis . Su decisión se hizo en
parte para proteger las vidas de las personas bajo su responsabilidad,
pero también como una protesta contra el Gobierno y las fuerzas de se-
guridad que eran cómplices de los asesinos. Explicó su decisión perso-
nalmente al Papa. En noviembre, al volver a Guatemala, fue detenido
por las autoridades y enviado al exilio en Costa Rica. 42 Un sacerdote,
Juan Alonso Fernández, volvió a trabajar en la diócesis, pero cayó asesi-
nado en febrero de 1981.
378
bajaba con las organizaciones populares, fue secuestrado en junio de
1981. Apareció tres meses después, bajo la custodia de las fuerzas de se-
guridad, en una rueda de prensa en que confesó que había participado en
la guerrilla, pero que ahora se había arrepentido. Además, denunció a la
teología de la liberación y los grupos de cristianos progresistas. En opi-
nión de muchos observadores, Pellecer fue víctima de un «lavado de ce-
rebro». Posteriormente abandonó el sacerdocio.
La Iglesia se despierta
379
En cambio, otros grupos ofrecieron a los cristianos de base el
liderazgo que buscaban. El ejemplo más importante fue CONFREGUA:
la Conferencia de Religiosos de Guatemala. Fundada en 1961, llegó a
ser un nexo de intercomunicación entre los muchos distintos grupos de
religiosos y religiosas que trabajan en todo el país. CONFREGUA orga-
nizó su primer congreso nacional en 1973 y un segundo en 1980. En ese
año había 1,021 religiosas y 564 religiosos en Guatemala. 46 Mucho antes
que los obispos CONFREGUA se dedicó a denunciar los abusos y las
violaciones de los derechos humanos. En este contexto se entiende el
hecho un tanto curioso de que un diploma de la Unión Sindical de Traba-
jadores de Guatemala se encuentre en un lugar de honor en una sala de
CONFREGUA. El diploma, otorgado en febrero de 1990, encomia a
CONFREGUA «Por su dedicación y constancia en defensa de la digni-
dad y derechos de los trabajadores y del pueblo». A partir de 1986
CONFREGUA publica La Carta, un boletín informativo que incluye re-
ferencias a casos concretos de violaciones de los derechos humanos.
Otro grupo importante fue el Comité Pro Justicia y Paz, fundado en
1977. El Comité, que llegó a existir en once departamentos , fue
ecuménico y no vinculado directamente con los obispos. También difun-
dió mensajes de denuncias y contribuyó a la toma de conciencia de mu-
chos cristianos de base.47
380
Papa. De todas maneras , la visita robusteció la fe de miles de católicos.
También alentó a los obispos y otros dirigentes católicos que deseaban
que la Iglesia tomara una postura más clara y decidida sobre la violencia
y los abusos cometidos por el gobierno y las fuerzas del orden.
381
prender el camino hacia la paz. Las razones que motivaron al nuevo go-
bierno democrático a tomar esta iniciativa eran evidentes: el desgaste
producido por un largo conflicto interno que no dio señales de terminar;
el desprestigio en que había caído Guatemala a causa de las atrocidades
cometidas en tiempo de los militares y, finalmente, las presiones interna-
cionales, especialmente de parte de los Estados Unidos. Después de
Esqui pulas II ( 1987), Cerezo contaba con un mandato de parte de los de-
más países centroamericanos. Por su parte, a pesar de los serios reveses
que había sufrido a causa de la represión, la guerrilla tenía sus motivos
para seguir luchando. Entre otros, estaba el hecho de que el Ejército se-
guía predominando en el Gobierno y los escuadrones de la muerte se-
guían actuando con impunidad. El gobierno de Cerezo tampoco gozaba
de mucha estabilidad interna. Sufrió tres intentos de golpe de Estado: los
primeros en mayo y en agosto de 1988, y el tercero en mayo de 1989.
Desde el punto de vista de la guerrilla, dada esta situación, sólo se ha-
bían reestablecido las formas de la democracia, mas no la realidad. De
otra parte, sin embargo, la guerrilla también tenía sus motivos para dialo-
gar con el Gobierno y buscar una paz negociada. El primero y el más
importante fue el hecho de que los grupos armados, unidos desde 1982
en un solo frente, la URNG, habían sufrido mucho a causa de la repre-
sión, y no tenían expectativas reales de ganar la guerra, especialmente
frente a un gobierno civil elegido democráticamente. Según el parecer
del exguerrillero César Montes, un fundador de las FAR y del EGP, a di-
ferencia del FMLN en El Salvador y del FSLN en Nicaragua, los grupos
armados en Guatemala no habían logrado ejecutar golpes decisivos y es-
tratégicamente importantes. En sus palabras: «El movimiento guatemal-
teco no ha podido salir de las selvas de Fetén o las montañas de Ixcán». 51
Efectivamente, la guerrilla había perdido el momentum de la historia.
Posteriormente, se combinaron otros hechos y fenómenos que también
pesaban en la decisión de buscar una paz negociada: el colapso del co-
munismo en Europa, la derrota electoral del sandinismo en Nicaragua, y
la firma de los acuerdos de la paz entre el gobierno salvadoreño y el
FMLN. El dilema venía a ser: negociar y mostrar sus buenas intencio-
nes, o perder aún más la legitimidad.
382
en lo que se refiere a la Iglesia, en tres etapas: (1) desde el primer con-
tacto en Madrid en octubre de 1987 hasta la primera reunión formal para
iniciar las negociaciones, en Oslo, Noruega, en marzo de 1990; (2) desde
Oslo hasta el autogolpe y la caída del gobierno de Jorge Serrano Elías,
en mayo de 1993; (3) desde la reanudación de las negociaciones bajo el
presidente De León Carpio hasta el momento (febrero de 1995) en que el
obispo Quezada presentó al público los documentos preparados por la
Asociación de la Sociedad Civil. Durante todo el proceso la Iglesia, en
la persona de monseñor Rodolfo Quesada Toruño, desempeñó un papel
clave. Quesada fue el mediador principal, con el título de «Conciliador»,
entre el Gobierno y la URNG hasta febrero de 1994, momento en que las
Naciones Unidas asumió la misión de mediar; pero Quesada dejó la tarea
de mediar para encargarse de otra misión que fue creada por un acuerdo
entre los dos contricantes. La nueva misión consistió en organizar la
.«Asociación de la Sociedad Civil», que agrupaba a todos los grupos civi-
les no gubernamentales, y no vinculados con la guerrilla, que deseaban
contribuir al proceso de la pacificación. Cuando esta tarea se concluyó,
Quesada y la Iglesia oficial se retiraron formalmente del proceso de las
negociaciones, para seguir influyendo desde la base.
383
tado concreto. 52 Cada vez más, gracias a estos encuentros altamente
publicitados, el mundo llegó a conocer a los líderes de la URNG, hasta
ese momento figuras oscuras y desconocidas. La troika que normalmen-
te representaba a la URNG en los encuentros importantes se conformaba
de los comandantes Pablo Monsanto de las FAR, Rolando Morán del
EGP, y Rodrigo Asturias de ORPA. Asturias, que había tomado el nom-
bre de guerra de «Gáspar Llóm», resultó ser el hijo de Miguel Angel
Asturias, el autor y ganador del Premio Nobel de Literatura. Por su parte,
Luis Becker, presente en casi todos los encuentros, fue un representante
de la comisión política de la UNRG. Después de Madrid ya no hubo
otro encuentro directo entre elGobierno y la guerrilla hasta abril de
1991.
Sin bien Madrid fue importante por ser el primer encuentro, tam-
bién se notaba una laguna: la falta de un mecanismo o instrumento para
institucionalizar el diálogo. Por eso, y siguiendo las recomendaciones de
Esquipulas 11, en agosto del mismo año se creó la Comisión Nacional de
Reconciliación (CNR), que recién hizo su juramento en octubre. No par-
ticipó en el diálogo de Madrid. En adelante, sin embargo, se convirtió en
el instrumento de mediación clave entre el Gobierno, la sociedad guate-
malteca y la guerrilla. La Comisión estuvo conformada por el Obispo de
Zacapa, Rodolfo Quesada Torruño, el vicepresidente Roberto Carpio, un
representante de los partidos políticos de oposición, Jorge Serrano Elías,
y Teresa Zarco, «una ciudadana honorable», que era copropietaria del
diario Prensa Libre. Hubo, además, suplentes. Mons. Quesada fue nom-
brado presidente. De allí en adelante llegó a ser la figura clave en el
proceso de la mediación. Obispo de Zacapa y prelado de Esquipulas, el
centro religioso de Guatemala, Quesada fue propuesto para conformar la
comisión representando a la Conferencia Episcopal; por lo tanto, no par-
ticipó a título personal, sino como el representante oficial de los obispos
y la Iglesia. De aspecto distinguido, mostró ser un mediador ideal: pru-
dente, equilibrado, con gran capacidad de organización, dotado de un
buen sentido de humor, y no parcializado en favor de ninguna de las par-
tes. Representó la línea de Medellín y, por consiguiente, fue aceptable
para la URNG. Varias veces fue criticado por la prensa de la derecha de
384
«hacer el juego» a la guerrilla; pero el Obispo de Zacapa no fue amigo
de la demogogia, y más de una vez se mostró molesto con la URNG por
avalar posturas irresponsables.
El Diálogo Nacional
53 !bid , pág. 39 ,
385
El Salvador, tuvo el efecto saludable de ampliar el espacio de la partici-
pación civil y presionar a los extremos para que abandonaran sus postu-
ras rígidas.
386
daría (MAS) fue el partido que llevó a Jorge Serrano a la Presidencia de
la República ese año. Esta vez mons. Quesada estuvo presente, en cali-
dad de Conciliador y presidente de la CNR. En el segundo encuentro, en
Otawa a fines de agosto y comienzos de setiembre, la URNG se encontró
cara a cara con el CACIF, que agrupaba a los grandes agro-exportadores.
Tratándose de los dos extremos de la sociedad, el ambiente fue más bien
tenso. No hubo una declaración conjunta. En Quito en setiembre los co-
mandantes de la guerrilla se reunieron con los grupos religiosos: repre-
sentantes de la Conferencia Episcopal, CONFREGUA, distintas agrupa-
ciones evangélicas y la comunidad judía. El ambiente fue más tranquilo,
y más productivo, también. En opinión de mons. Quesada, por primera
vez se trataba del conflicto armado en «forma integral». 55 Por su parte,
la URNG reconoció en los representantes de las iglesias el sector que go-
zaba del «mayor contacto con la población». Finalmente, en octubre en
México hubo dos distintos encuentros: primero con el sector sindical y el
movimiento popular, y luego con los académicos, los colegios profesio-
nale,s y los pequeños empresarios.
55 !bid., pág. 55 .
387
ceso de la negociación. En México entre el 24 y el 25 de abril se reunie-
ron, por primera vez desde 1987, representantes de las partes en armas:
el Gobierno, el Ejército y la URNG. Cinco jefes militares se encontraron
frente a frente con la comandancia de la URNG. Mons. Quesada moderó
las sesiones. Después de la capital mexicana sucedió una reunión tras
otra: en Cuerna vaca Uunio ), en Querétaro Uulio ), otra vez en la Capital
(setiembre), etc. Cada vez más se precisaron con más claridad los puntos
críticos de diferencia. Fundamentalmente eran cuatro: (1) la cuestión es-
pinosa de las PAC; (2) la creación o no de una comisión de la verdad
como en el caso de El Salvador o Argentina; (3) la aplicación de las nor-
mas de Ginebra relativas a las guerras civiles; y (4) el cronograma para
aplicar los acuerdos sobre los derechos de la poblacion indígena. El pun-
to más crítico y difícil se refería a las patrullas paramilitares. Desde el
punto de vista de la URNG, mientras el Ejército ejerciera un control casi
absoluto sobre la población civil en el campo, la democracia no sería po-
sible en Guatemala. Por su parte, el Ejército no quería ceder ese control,
y dejar el campo libre a la guerrilla.
En la medida en que avanzaban las conversaciones, se hizo eviden-
te que el proceso de la negociación iba a ser mucho más difícil y largo
de lo que esperaban los optimistas al comienzo. También se esfumaron
las esperanzas del presidente Serrano para conseguir una rápida victoria
política. Durante el año 1992 se realizaron muchas reuniones, pero los
avances eran más bien pocos. Mientras tanto la guerrilla y el Ejército se-
guían luchando, sobre todo en los departamentos de Alta Veracruz y
Quiché. Hubo otros incidentes, C<?mo el retiro del observador de la
ONU, Francesco Vendrell, acusado de «excesivo protagonismo», que hi-
cieron demorar el proceso. 56 El sucesor de Vendrell, Jean Arnault, nom-
brado en julio de 1992, resultó más aceptable para los dos contricantes.
En enero de 1993 Serrano y los jefes del Ejército anunciaron que habían
descubierto documentos incautados a la URNG. Dichos documentos su-
puestamente revelaron que la guerrilla proyectaba tomar el poder ese
año. Los documentos aparentemente comprobaron la acusación de la ex-
trema derecha en el sentido de que la guerrilla sólo usaba las conversa-
ciones de paz para distraer la atención pública mientras avanzaba militar-
mente~ Además, el Gobierno expresamente señaló al jesuita antropólogo,
388
Ricardo Falla, como un subversivo que alentaba a la población indígena
contra el Ejército.57
389
jar en libertad al nuevo mandatario. Por su parte, la Iglesia se aprovechó
de la nueva conyuntura para cuestionar su presencia en el proceso de la
mediación. Algunos obispos, y el propio Quesada, habían manifestado
su descontento por la lentitud del proceso. En el fondo, estaban conven-
cidos de que las dos partes no tenían la voluntad política para buscar la
paz. 59 En consecuencia, la Conferencia Episcopal decidió retirar su pre-
sencia en la CRN. Esta decisión virtualmente selló el fin de la Comi-
sión. Por su parte, De León formó otra entidad, la Comisión de Paz, pre-
sidida por Héctor Rosales (un seglar), que vino a ser un sustituto de la
CRN. No obstante la decisión de los obispos, el Presidente y la URNG
pidieron a Quesada que permaneciera como Conciliador hasta el reinicio
de las negociaciones.
390
sus buenos oficios para resolver la crisis, y nombró a tres obispos como
mediadores: Juan Gerardi (el mismo presidente de la CEG), Gerardo Flo-
res y Fernando Gamalero. Con la ayuda de la mediación de la Iglesia, el
16 de noviembre el Ejecutivo y el Congreso rompieron el impase y fir-
maron un acuerdo, que incluía una lista de reformas que ambas partes se
comprometieron a promover. 60 En enero de 1995 se sometió las refor-
mas constitucionales a un referéndum nacional. El resultado fue poco
alentador. A pesar de que la votación favoreció las reformas, el
abstencionismo fue tan grande (el 84% del electorado) que quitó legitimi-
dad al acto. El referéndum sirvió, entre otras cosas, para demostrar el
hecho de que la mayor parte de la población guatemalteca no se sintió
partícipe en el proceso formal de la democracia.
391
El 17 de mayo la Asamblea se instaló formalmente. Se conformó
básicamente por los mismos grupos que habían participado en el Diálogo
Nacional de 1988. Los grupos, una vez que fueron acreditados como le-
gítimamente representativos, se organizaron en diez distintos sectores: el
sector político, el religioso, el sindical y popular, el sector universitario,
pequeñas empresas y cooperativas, el sector maya, el sector mujeres, los
medios de comunicación, los centros de investigación y los centros de los
derechos humanos. 63 Se invitó al CACIF (Comité Coordinador de Aso-
ciaciones Agrícolas, Comerciales, Industriales y Financieras), que decidió
no participar. Posteriormente, a instancias de la Embajadora norteameri-
cana, Marilyn McAfee, CACIF aceptó participar de una forma limitada,
y de hecho colaboró con la ASC en su comisión de la paz. 64 Por su par-
te, Quesada expresó su disconformidad con la decisión, hecha en el
Acuerdo Marco de enero, de que sólo los sectores no gubernamentales
participarían en la Asamblea. En su opinión, esta decisión tendía a con-
vertir la ASC, cuya misión fue proponer reformas fundamentales para el
país, en una especie de asamblea constituyente paralela al Gobierno. 65
392
La labor de la Asamblea también provocó tensiones y reacciones
adversas. Cuando la URNG se apropió de algunos de los planteamientos
de la Asamblea, la derecha y el Ejército tomaron ese hecho como una
prueba de que había colusión entre la guerrilla y la Asamblea. · Por su
parte, Quesada, quien también fue un poco contrariado por el daño que la
URNG había hecho a la imagen de la Asamblea, contestó que las coinci-
dencias eran inevitables, pero que la verdadera coincidencia de los docu-
mentos «sea con el guatemalteco pobre y marginado ... »66 Más polémicas
fueron las propuestas referentes al Ejército en el documento sobre las re-
formas constitucionales. En un punto se propone que «se suprima todo
privilegio y fuero especial para los miembros del Ejército». En otro se
propone que el Ministerio de la Defensa sea ejercido por un civil. 67 Es-
tas sugerencias provocaron una respuesta airada e inmediata de parte del
Ministro de la Defensa, quien acusó a la Asamblea de favorecer a la
URNG. 68
66 /bid., pág. 5.
67 Asamblea de la Sociedad Civil, pág. 86.
68 Iriforpress Centroamericana, pág. 244.
393
nes avanzaron con notable celebridad. Sin duda las dos partes sentían
sobre sí la presión de la opinión internacional y la de la propia sociedad
guatemalteca, harta de tantos años de guerra interna. El ejemplo de la
rapidez y la eficacia de la Asamblea de la Sociedad Civil fue otro estí-
mulo para producir resultados concretos. En marzo las dos partes firma-
ron un acuerdo global sobre los derechos humanos. En junio acordaron
crear una comisión «para el esclarecimiento histórico de las violaciones
de los derechos humanos y los hechos de la violencia». Dicha comisión
venía a ser el equivalente de las comisiones de la verdad en otras nacio-
nes latinoamericanas. Finalmente, en noviembre, como primer paso con-
creto hacia la pacificación total, se instaló MINUGUA: Misión de Nacio-
nes Unidas para Guatemala, encargada de verificar el cumplimiento del
acuerdo de los derechos humanos. MINUGUA estableció oficinas regio-
nales en toda la República. Otra vez la Iglesia fue llamada a desempeñar
un papel importante en esta nueva etapa de la pacificación. Al consti-
tuirse, la Oficina de los Derechos Humanos del Arzobispado había fijado
como una de sus labores la tarea de investigar los casos importantes de
violaciones de los derechos humanos durante los 34 años del conflicto
interno. Se convirtió así en una de las fuentes de información más im-
portantes para la labor de la nueva Comisión para el Esclarecimiento
Histórico de las Violaciones de los Derechos Humanos.
394
que trabajaba en la pastoral social de la diócesis de El Quiché, fueron
asesinados por personas desconocidas. En julio de 1993 Jorge Carpio,
quien fue candidato presidencial en 1990, y que además era cuñado del
propio Presidente, murió en una carretera acribillado por un grupo de
hombres armados. En diciembre de 1994 Alfonso Stessel, un sacerdote
belga que predicaba en favor de los pobres, fue asesinado. Llama la
atención el alto porcentaje de personas vinculadas a la Iglesia entre las
víctimas. Es evidente que la impunidad constituye uno de los obstáculos
más grandes en el camino hacia la paz y la democracia en Guatemala.
395
CAPÍTULO XII
399
de . Lo importante para señalar ahora es el hecho de que la Iglesi a en
México, históricamente aliada con grupos sumamente conservadores , se
convirtió en la abanderada de la redemocratización de México en los
años ochenta y noventa. Como dos barcos que se cruzan en el mar, el
PRI, antaño con un rumbo claro y preciso, iba a la deriva; en cambio, la
Iglesia, una vez apagada y sumisa, ahora iba de viento en popa, con rum-
bo más claro. El ejemplo más dramático de este nuevo protagonismo
eclesiástico es el caso de Chiapas. Tras la sublevación zapatista en enero
de 1994 el obispo Samuel Ruiz, conocido crítico del Gobierno por su fal-
ta de atención a la población indígena bajo su cuidado, sirvió como me-
diador en el diálogo entre el gobierno y los zapatistas. Chiapas, más que
cualquier otro ejemplo, simboliza este cambio en las relaciones entre la
Iglesia, el PRI y la sociedad en general.
400
do los intereses más conservadores y ha sido el partido más cercano a la
Iglesia. También hay sindicatos, especialmente el CTM (Confederación
Nacional de Trabajadores Mexicanos) y el CNC (Confederación Nacio-
nal Campesina), que históricamente dependían del PRI.
Pero el PRI no pudo evitar los males que acompañan a los partidos
que se instalan en el poder: la corrupción y la prepotencia. El primer
signo dramático de un malestar general fue la masacre de Tlatelolco o la
Plaza de las Tres Culturas, en el corazón de la capital, en octubre de
1968, cuando varios miles de estudiantes universitarios chocaron con la
policía. Las manifestaciones estudiantiles ocurrieron justamente en vís-
peras de los Juegos Olímpicos, un acontecimiento destinado a demostrar
la fuerza y la vitalidad de México. Oficialmente murieron 24 estudian-
tes, pero los testigos hablan de centenares. 2 Para la juventud, Tlatelolco
simbolizó el fin del mito de la Revolución Institucionalada. Al mismo
tiempo surgió una nueva izquierda. El presidente Luis Echeverría (1970-
Peter H. Smith. los laberintos del poder. El Reclutamiento de las élites políticas
en México, 1900-1971 (México, D.F.: El Colegio de México, 1981), pág. 61.
2 Jesús García, «La Iglesia mexicana desde 1962», en CEHILA, Historia general de
la Iglesia en América latina: tomo V, México (Salamanca : Ediciones Sígueme,
1984), pág. 387.
401
1976) anunció una nueva política de «apertura» y expandió enormemen-
te el aparato estatal para poder atender a las nuevas exigencias sociales
del momento; pero la expansión también significó un aumento de la deu-
da externa y la inflación. Los sucesores de Echeverría (López Portillo,
1976-1982; Miguel de la Madrid, 1982-1988) contaron con la bonanza
petrolera, que llegó a su auge en los años 1978-1981. Las expectativas
casi faraónicas generadas por esta bonanza, así como la ilusión de tin rá-
pido crecimiento sostenido, se ve en el aumento de la deuda externa: de
4.5 mil millones de dólares en 1969, a 104 mil millones en 1987. 3 Cada
vez más los gobiernos de esta época se encontraron atrapados en un ciclo
vicioso: a más expansión estatal, más inflación. En 1982 el presidente
López Portillo se vio obligado a devaluar el peso en un 55 por ciento.
Según un estudio, entre 1982 y 1988 la inflación redujo el poder adquisi-
tivo del trabajador de clase media popular en un 45 por ciento. 4
402
fue asesinado en Tijuana y, en setiembre, José Francisco Ruiz Massieu
el secretario general del Partido, también fue asesinado. El nuevo presi~
dente, Ernesto Zedillo, intentó proyectar una nueva imagen del partido;
pero, en la medida en que se destaparon nuevos escándalos internos del
Partido , se hizo evidente que la época dorada del PRI como partido
monolítico, omnipresente y todopoderoso había pasado a la historia .
Mientras tanto, en buena medida, la Iglesia, revestida de una nueva legi-
timidad, intentó llenar en algo el vacío moral creado por las crisis en el
PRI, así como otras crisis morales en el país.
403
de nacionalizar el petróleo. Pero el gesto simbólico que más impactó en
la imaginación popular fue la declaración que hizo el presidente electo
Manuel Avila Camacho, en 1940, a un periodista: «Soy creyente.» 5 De
ahí en adelante se estableció un nuevo modus vivendi entre el Estado y
la Iglesia, claro está, dentro del marco de la Constitución de 1917. Es
más: dada la fuerza del anticlericalismo, el Gobierno seguía la práctica
de no reconocer públicamente la existencia de la Iglesia. No obstante, en
las décadas de los 40 y 50 había dos temas que servían para acercar la
Iglesia al Gobierno: el nacionalismo y el anticomunismo. El Estado, que
dejó atrás los esquemas socialistas de Cárdenas, emprendió el camino ha-
cia el capitalismo. Al mismo tiempo, los dirigentes del PRI se distancia-
ron de los sectores izquierdistas en el Partido y en los sindicatos. Por
eso, la Iglesia fue vista como una aliada tácita (nunca oficial) en la cam-
paña para rechazar el comunismo y promover los valores mexicanos.
404
esta época. El caso de las religiosas es todavía más asombroso. De las
8,128 que había en 1945 ascendieron a 19,400 en 1960. 8 Esta también
fue la época dorada de los colegios religiosos privados que, gracias a la
vista gorda del Estado, proliferaron en todas partes. Oficialmente, la Igle-
sia no podía poseer ni administrar centros educativos. Pero el Estado
permitía su existencia con tal de que no se presentaran públicamente
como colegios religiosos vinculados a la Iglesia. En los años ochenta el
4.7 por ciento del alumnado estudiaba en escuelas primarias privadas, y
el 9 .8 por ciento en escuelas secundarias privadas. Como regla general,
cerca del 90 por ciento de las escuelas privadas en México son católicas. 9
405
Toma de conciencia ( 1968-1979)
406
la misma conferencia los obispos mexicanos formaron parte del bloque
conservador. No obstante, pronto se notaron algunos signos de un cam-
bio de mentalidad, al menos entre algunos sectores. Ante la masacre de
Tlatelolco y las protestas estudiantiles en que participaron muchos estu-
diantes católicos, los obispos dieron una respuesta un tanto tímida, ins-
tando a las dos partes, al Gobierno y a los estudiantes, a aprender a dia-
logar. En cambio, un grupo de 37 sacerdotes füe mucho más enérgico en
su condena a la violencia. 12 En agosto de 1969 la comisión llamada Re-
flexión Episcopal Pastoral (REP) se dedicó a la tarea de concientizar al
episcopado con la nueva mentalidad de Medellín. También, en 1969, se
realizó el Congreso Nacional de Teología con la asistencia de 700 sacer-
dotes, religiosas y laicos. En esta y otras reuniones se debatían las ideas
medulares de Medellín, así como la teología de la liberación y otras co-
rrientes novedosas. Como un gesto simbólico de la nueva confianza en
sí que la Iglesia experimentaba, en 1970 en Anenecuilco, el pueblo natal
de Zapata, el obispo Méndez Arceo presentó al candidato oficialista Luis
Echeverría una carta pidiendo que el Estado revisara sus relaciones con
la Iglesia. Fue la primera vez en años en que un prelado se había acerca-
do a una figura importante del Gobierno, en este caso el virtual presiden-
te de la República, para tocar un tema considerado «intocable». En dos
cartas posteriores, La Justicia en México (1971) y, especialmente, Men-
saje sobre el compromiso cristiano ante las opciones sociales y la políti-
ca (1973), la jerarquía subrayó la nueva confianza en sí al pronunciarse
nuevamente sobre temas políticos y sociales. Aunque los planteamientos
de las cartas no eran radicales, el mismo hecho de ,tomar una postura pú-
blica señalaba un cambio importante en los obispos.
407
incluyen a personas de la élite universitaria y económica. 13 En general,
sin embargo, ninguno de estos grupos llegó a predominar en la jerarquía,
que seguía manteniendo una orientación centrista.
Por su parte, la Iglesia que recibió al Papa fue una Iglesia plena-
mente recuperada de las crisis de los años de la persecución. Inclusive,
en algunos rubros, el de las vocaciones sacerdotales, ya había experimen-
tado un auge y había comenzado a decaer. En 1991 había 109 obispos
en la Conferencia Episcopal, inclusive 3 cardenales, y 10,265 sacerdotes,
de los cuales 2,04 7 eran religiosos. 14 El número de religiosas todavía era
muy elevado: 24,000. 15 Por otra parte, según el censo nacional de 1990
el 90.28 por ciento de los mexicanos profesaba la religión católica (en
408
contraste con el 99.09 por ciento en 1895). t 6 En cambio, otro estudio su-
giere que tal vez la población católica fuera menos: entre el 81 y el 88
por ciento. t 7 La población protestante se estimaba en 4.92 por ciento.
En cuanto a las actitudes políticas en el seno de la Iglesia, las encuestas
indican que el clero fue bastante centrista. En una encuesta realizada en
los años 80, entre 223 párrocos en 6 estados, sólo el 14 por ciento creía
que el PAN representaba los intereses de la mayoría de la población; en
cambio, el 29 por ciento pensaba que el PRI seguía representando mejor
estos intereses, y el 15 por ciento señalaba a la izquierda como la mejor
opción para el pueblo. Finalmente, más de la mitad de los encuestados
apoyó la tesis de que «ningún partido representa» los intereses de la ma-
yoría. t8
16 Enrique Luengo González, La Religión y los jóvenes de México: ¿el desgaste de una
relación? (México, D.F.: Universidad Iberoame1icana, 1993), pág. 99.
l7 Roderic Ai Camp, «The Cross in the Polling Booth: Religion, Politics, and the laity
in Mexico,» Latin American Research Review, vol. 29, núm 3(1994), pág. 77.
18 Eduardo Sota García; Eduardo Luengo González, Entre la conciencia y la obedien-
cia: la opinión del clero sobre la política en México (México, D.F.: Universidad
Iberoame1icana, 1994), págs. 94-97.
409
compromiso político (1982), es el mejor ejemplo de esta protesta regio-
nal. También, el terremoto de setiembre de 1985, aunque no fue un he-
cho político, tuvo repercusiones políticas. La Iglesia mostró ser una de
las pocas instituciones que era capaz de movilizar y organizar a miles de
personas para socorrer a los damnificados; en cambio, el Gobierno se
destacó por la lentitud burocrática. 19
410
El Gran Debate: ¿Quién legitima a quién?
22 Rode1i c Ai Camp, «The Cross in the Polling Booth : Religion, Politics, and the Laity
in Mexico,» pág. 86.
411
perspectiva moral y religiosa, sobre temas políticos, económicos y socia-
les. Finalmente, en otra encuesta la mayoría de los consultados revela-
ban que tenían más confianza en la Iglesia que en el Gobierno.23
412
propuesta para modificar el status legal de la Iglesia. En febrero de
1990, Salinas rompió otra tradición cuando nombró a un representante
personal ante la Santa Sede. En mayo de ese año Juan Pablo II visitó
México por segunda vez, y en julio de 1991 Salinas agradeció la visita
con su presencia en el Vaticano. Durante la visita papal, y también en el
Vaticano, Salinas y el Papa tocaron directamente el tema de las relacio-
nes entre la Iglesia y el Estado. Mediante estos gestos simbólicos y
protocolares el camino quedó bien preparado. Sólo faltaba tomar un
paso más: elaborar un proyecto de ley y aprobarlo. Sin embargo, estos
intercambios ceremoniales, llevados a cabo en un ambiente de serenidad,
contrastaban con los debates encendidos que se suscitaron en otros nive-
les. Sobre todo ante la inminencia de la visita del Papa, se desató una
polémica nacional entre intelectuales, políticos, periodistas, sacerdotes y
religiosas, en torno al nuevo arreglo en proceso de formalizarse.
413
«Las consecuencias públicas y políticas de esta libertad todavía son
impredecibles. No obstante, por la visión integrista que la Iglesia
tiene de sí misma y de su función en el mundo puede postularse
que, en relación directa con la debilidad que en esta materia de-
muestre el Estado mexicano, tenderá a frenar el proceso demo-
cratizador del país .. .»26
26 Marta Eugenia García Ugaite, La Nueva relación Iglesia -Estado en México: un aná-
lisis de la problemática actual (México, D.F.: Editorial Patria, 1993), pág. 25 .
27 La Jornada, 4/05/90, pág. 14.
28 Armando Mendez G utiérrez (coord .), Una ley para la libertad religiosa (México,
D.F.: Editorial Diana, 1992), pág. 37.
414
del PRI. Un diputado del PPS calificó la votación como «un grave retro-
ceso histórico .. »29 También, algunos parlamentarios del Partido de la Re-
volución Democrática votaron en contra, además de tres panistas. En
este último caso, los panistas criticaron la propuesta del PRI como defi-
ciente porque no ofreció garantías para una verdadera libertad religiosa
en México. En julio de 1992 se aprobó la Ley de Asociaciones Religio-
sas y Culto Público, y en noviembre se creó la Dirección General de
Asuntos Religiosos, como un organismo dentro de la Secretaría de Go-
bernación.
La nueva ley
415
Otra novedad, y que representa un avance, es el artículo 14 que re-
para una violación de los derechos civiles al declarar que los ministros de
culto «tienen derecho al voto». Sin embargo, el mismo artículo también
establece que no pueden ser elegidos a cargos públicos. Por otra parte
elimina la exigencia de ser mexicano para ser un «ministro de culto». En
otro artículo se declara que las iglesias no pueden poseer ni administrar
medios masivos de comunicación (emisoras de radio o canales de televi-
sión), aunque otro artículo (21) admite que «de manera extraordinaria»
pueden transmitir algún programa por esos medios. Con respecto a la
política, la Ley proscribe toda actividad política o partidaria, tales como
favorecer candidatos o utilizar el templo para fines políticos (art. 29).
Tampoco se puede «convertir un acto religioso en reunión de carácter
político», y en el mismo artículo se prohibe «oponerse a las leyes del
país o a sus instituciones en reuniones públicas».
31 Ver especialmente los comentaiios del Doctor Jorge Adame Goddard, «Visión histó-
rica», en Secretaría de la Conferencia Episcopal Mexicana, La Iglesia católica en el
416
En la LII Asamblea de la Conferencia Episcopal, realizada en agos-
to de 1992, los obispos y los expertos especialmente invitados se dedica-
ron a analizar los alcances de la nueva ley. Su conclusión fue que la Ley
constituye un avance, pero tiene muchas «imperfecciones» que tendrían
que eliminarse en el futuro . 32 Sin duda, la Ley representó el fin
símbolico de una larga historia de tensiones entre el Estado mexicano y
la Iglesia Católica. Pero si la finalidad de la Ley fue «domesticar» a la
Iglesia, para que fuera una nueva aliada del Estado, y una aliada muy ne-
cesitada en un momento crítico para el partido que había dominado el
Estado durante 60 años, todo fue en vano. Más allá de los recintos del
Parlamento una nueva sociedad ya había surgido en México, y una nueva
Iglesia, muy diferente de la de los años heroicos de los cristeros, también
había surgido. De hecho, la Iglesia en conjunto ya había adquirido una
nueva autoridad moral al asumir el manto de profeta ante el Estado y los
sectores del partido gobernante que pusieron obstáculos en el camino de
la construcción de una verdadera democracia participativa. Desde luego,
no todos en la Iglesia comulgaban con esta nueva mentalidad crítica: to-
davía hubo grupos integristas y de la ultraderecha que hubieran preferido
consolidar una nueva unión no oficial entre el Estado y la Iglesia. En ge-
neral, la jerarquía, aun en el momento de aprobar el nuevo arreglo con el
Estado, era consciente de los peligros de acercarse demasiado a cualquier
partido político, especialmente al que facilitó el camino del acomo-
damiento.
Lo que nadie podía prever era hasta qué punto la Iglesia seguiría
desempeñando su nuevo papel como protagonista en favor de la demo-
cracia. Si los liberales del PRI y los obispos en general pensaban que ha-
bían llegado a una nueva época de estabilidad social, garantizada por el
Partido y la Iglesia, muy pronto fueron desilusionados. La sublevación
de los zapatistas en enero de 1994 en Chiapas, más las profundas crisis
en que el PRI se sumergió, puso en tela de juicio muchas de las premisas
básicas sobre las que descansaba la sociedad mexicana desde la Revolu-
ción. Una de estas premisas sostenía que el PRI es el garante de la paz y
la justicia en México, y su legitimidad está fuera de cuestión. Por lo tan-
nuevo marco jurídico de México (México, D.F.: Ediciones de la CEM, 1992), págs.
59-89.
32 [bid., pág. 367.
417
to, no puede haber otra revolución (o gran cambio) porque la Revolución
ya está «institucionalizada». Según otra premisa, la Iglesia, ya bastante
neutralizada, ya no se levantaría para desempeñar un papel importante en
la política. Todas estas premisas se desplomaron estrepitosamente en
enero de 1994.
418
gena.33 Chiapas viene a ser un microcosmos de la problemática indígena
de todo México, donde residen cerca de 5'000,000 indígenas con lengua
propia, aunque hay 15'000,000 de mexicanos con una cultura indígena
propia. Geográficamente, Chiapas es una región muy accidentada: con
montañas, altiplanos y valles. San Cristóbal de las Casas, la sede Obispal
(mas no es la capital del Estado, sino Tuxtla Gutiérrez), se encuentra en
el altiplano central - los «altos de Chiapas»- una región boscosa con
una elevación que va desde 1,000 a 2,800 metros sobre el mar. La Selva
Lacandona -el foco de la actividad guerrillera- se encuentra entre San
Cristóbal y la frontera con Guatemala.
419
ta- creada en 1980. Impulsados por esta nueva conciencia de lucha, los
campesinos comenzaron a invadir las propiedades que consideraban su-
yas; pero esta política de invasiones provocó, naturalmente, una fuerte re-
presión de parte de la Policía y del Ejército, que terminaron desalojando
a los campesinos. En julio de 1980, por ejemplo, cerca del pueblo de
Wolonchán, los campesinos tomaron 68 fincas. En represalia, el Ejérci-
to, bajo el mando del general Absalón Castellanos, atacó y mató a 12 in-
dígenas. 34 Posteriormente, el general Castellanos -quien además era un
terrateniente de la misma región- fue elegido Gobernador del Estado
para el período 1983-1986. En general, hubo más incidentes de violencia
en estos años en Chiapas que el promedio «normal» en México. Según
Amnistía Internacional, «entre 1982 y 1985 fueron asesinados en el país
525 campesinos por razones políticas; 70% de ellos cayeron en Oaxaca y
Chiapas». 35 En 1992 los campesinos de la región organizaron una gran
marcha a la capital federal: caminaron 1,000 kilómetros en 50 días.
420
po Samuel Ruiz y a los católicos progresistas que también les han censu-
rado por su conducta abusiva. 36
El EZLN y la Iglesia
36 Proceso, 31 de octubre de 1994, pág. 21. Ver también Proceso, 11 de julio de 1994,
págs. 30-33; y Juan Santibañez de Castañón , capítulo XV, «Los perseguidos de
Chiapas,» en Carlos Monsiváis, Roberto Blancarte, et al, Las Ig lesias evangélicas y
el Estado mexicano (México, D.F.: Centro de Comunicación Cultural CUPSA,
1992), págs. 135-145.
37 Proceso, 12 de diCiembre de 1994, pág. 24.
421
catequistas de la Diócesis, imbuidos con la teología de la liberación, se
convirtieron en agentes de la concientización de sus pueblos. Por eso, no
es totalmente exagerado afirmar, como lo afirmaron muchos periodistas y
observadores, que la guerrilla se aprovechó de la «infraestructura religio-
sa» para convertir a muchos catequistas en propagandistas de su causa o
directamente en guerrilleros. 38
422
guien que no es del enemigo, y también que no es de nosotros. En-
tonces cuando ellos dicen: bueno, quién ,va a estar en medio para
poder hablar: pues don Samuel: El ha estado en medio de por sí.» 4 1
423
formó en el ambiente de una familia católica y militante en plena época
de persecución contra la Iglesia. Entró a los 15 años en el Seminario de
León, y en los años de la postguerra fue enviado a complementar sus es-
tudios en la Universidad Gregoriana de los jesuitas en Roma. Se espe-
cializó en las Sagradas Escrituras y recibió un doctorado en 1952.
424
apostólico Luigi Raymondi, en 1961 fundó algunas escuelas, bajo la di-
rección de los hermanos maristas y las hermanas del Divino Pastor, para
la formación de catequistas. Desde esa época se ha creado una red im-
presionante de catequistas en cada pueblo, por más remoto que sea, en
toda la diócesis. Se puede apreciar la importancia de los catequistas, en
su mayoría campesinos e indígenas, a la luz de las siguientes estadísticas.
Según el Directorio eclesiástico del año 1991, había tan sólo 40 sacerdo-
tes diocesanos y 26 religiosos (66 en total) para los 848,106 católicos de
la Diócesis (de una población total de 1'060,028 habitantes). 44 • En con-
traste, había 8,600 catequistas, y más de 3,000 ermitas. 45 Es evidente que
sin los catequistas la .Iglesia no podía atender a las necesidades religiosas
de la diócesis. Es más: como en otras partes de América Latina, los ca-
tequistas son preparados para enseñar, predicar y realizar servicios
religosos. No son como en otros tiempos los «lacayos» de los curas,
sino los agentes mismos de la evangelización. Gracias a ellos, la Iglesia
local ha adquirido un rostro indígena que no tenía antes.
44 Mons. Jorge Durán Pineyro (ed.) Directorio eclesiástico de toda la República mexi-
cana, 1991 (México, D.F.: Conferencia Episcopal Mexicana, 1991), pág. 38.
45 Fazio, pág. 78.
46 !bid., pág. 103 .
425
la práctica. Se identificó aún más con la problemática indígena, y sobre
todo comenzó a ver la realidad desde el punto de vista de los explotados
y desposeídos. Desde ese momento en adelante surgieron vínculos, inevi-
tablemente, entre la Iglesia, los catequistas, el movimiento campesino y,
finalmente, la guerrilla.
426
Estado, José Patrocinio González Garrido, convirtió el Centro y al Obis-
po en un blanco predilecto de sus críticas, incurriendo frecuentemente en
calumnias públicas. Muy pronto pasó de las palabras a los hechos. En
1990 un sacerdote belga, Marcelo Rotsaert, fue acusado de ser el autor
intelectual de las tomas de tierra y fue deportado. 49 En setiembre de
1991 el P. Joel, párroco de Simajovel, fue acusado del mismo crimen y
encarcelado. El Obispo y el Centro movilizaron todos sus recursos para
defender al sacerdote acusado, y pronto su caso atrajo la atención de gru-
pos de derechos humanos en México y en el extranjero. Además, el
Obispo llevó el caso al nivel de las cortes federales. Por su parte, un
grupo de 500 indígenas partieron de Simajovel hacia la capital en una pe-
regrinación religiosa de protesta. En el camino se sumaron otros. Cuan-
do llegaron a Tuxtla Gutiérrez, había 18,000 manifestantes. Ante tantos
signos visibles de presión el Gobierno cedió y en noviembre un juez fe-
deral desestimó la acusación del Gobierno local y liberó al P. Joel. Al
mismo tiempo, el Secretario de Gobernación comunicó al Delegado
Apostólico su malestar por la actuación del Obispo y de los sacerdotes
que lo habían apoyado; y, para colmo, en 1993 el gobernador González
Garrido fue nombrado por el presidente Salinas para ocupar el puesto de
Secretario de Gobernación . Por eso, aun antes del estallido de los
zapatistas, Samuel Ruiz ya tenía bastantes enemigos poderosos en el Go-
bierno y en la Iglesia.
49 Fazio, 168-185.
427
siones en Chamula; el alcoholismo, etc . Finalmente, describe el recorri-
do pastoral de la diócesis desde los años sesenta hasta el momento ac -
tual. La descripción tan exacta y clara de la situación social de Chiapas
no deja lugar a dudas de que existe un ambiente potencialmente explosi-
vo. Cinco meses más tarde estalló la sublevación de los zapatistas.
428
como un «amigo de la paz. »:iº A su arribo a San Cristóbal , Camacho
enseguida se puso en contacto con el Obispo y con todos los sectores im-
portantes de la sociedad en Chiapas . Mientras tanto, el 7 de enero el
EZLN hizo su propia propuesta para la mediación: de Rigoberta Menchú,
Samuel Ruiz y Julio Scherer, el director de la revista Proceso. Final-
mente, la lógica de la situación se impuso: la única persona que realmen-
te conocía la situación y que gozaba del prestigio internacional suficiente
para mediar fue el Obispo de Chiapas. Durante todo el proceso ,
Rigoberta Menchú, que había recibido refugio en la diócesis de San Cris-
tóbal cuando huyó de Guatemala en 1980, respaldó plenamente a Ruiz,
en quien vio un militante de la misma causa. 51
429
Un diálogo controvertido
430
cuestión no podía ser Marcos, la revista y otros medios de comunicación
persistían en su campaña. En realidad, la acusación fue sólo un pretexto
para hostigar a toda la Iglesia progresista. Un grupo de 20 hombres ar-
mados allanaron un centro de fomento cultural de los jesuitas en Palen-
que y el provincial recibió muchas arnenazas. 55 Estos actos agresivos ha-
cían recordar ominosarnente el ambiente previo al asesinato de los seis
jesuitas en El Salvador.
En las elecciones del 21 de agosto el PRI ganó con el 4 7.41 o/o del
voto nacional: una victoria, pero no precisamente un espaldarazo de con-
fianza. Los partidos de la oposición acusaron al partido oficial de fraude,
pero finalmente se aceptaron los resultados, aunque no en algunas muni-
cipalidades y regiones. En Chiapas hubo un rechazo bastante generaliza-
do a la elección del candidato priísta, que finalmente fue obligado a re-
nunciar corno secuela de la ofensiva del Ejército en febrero de 1995. En
setiembre el país fue sacudido por otro magnicidio: el asesinato de José
431
Francisco Ruiz Massieu, el secretario general del mismo PRI. Dado este
clima de desconfianza y de incertidumbre el sucesor de Camacho como
Comisionado, Jorge Madrazo Cuéllar, no logró reanudar el diálogo con el
EZLN . . En octubre Samuel Ruiz creó CONA!: Comisión Nacional de
Intermediación, con el fin de reestablecer el diálogo. El EZLN reconoció
a CONA! como la instancia mediadora legítima; pero, dado su vínculo
con el obispo Ruiz, no gozaba de la confianza del Gobierno. En los pri-
meros días después de llegar al poder, el nuevo Presidente, Ernesto
Zedillo, propuso crear una comisión legislativa con el fin de negociar la
paz en Chiapas. Obviamente, si se llegara a formar dicha comisión,
CONA! ya no sería necesaria. Finalmente, presionado por una huelga de
hambre que realizó el Obispo de San Cristóbal, a fines de diciembre la
Secretaría de Gobernación oficialmente reconoció a CONA! como la úni-
ca instancia mediadora en Chiapas.
432
y fuego». Sea lo que fuera la verdad precisa, muy pronto Zedillo se vio
obligado a dar marcha atrás. La política de mano dura no consiguió nin-
gún resultado positivo; al contrario, provocó protestas de parte de la Igle-
sia y los grupos de derechos humanos.
433
Cervantes -el Obispo de Cuernavaca- y el cardenal Juan Sandoval
Iñiguez de Guadalajara, generalmente apoyaban al Nuncio.
El diálogo se reinicia
434
En febrero, el Congreso mexicano preparó un proyecto de ley que
incluyó un marco jurídico para solucionar el conflicto en Chiapas. El
proyecto también estableció las condiciones para conceder una amnistía a
los guerrilleros. 61 Finalmente, en marzo se promulgó la «Ley para el
Diálogo, la Conciliación y la Paz Digna en Chiapas». Además, la Ley
facultó a CONA! para hacer los contactos con el EZLN. Los zapatistas
respondieron acusando al Gobierno de proponer una solución unilateral.
Por su parte propusieron realizar las conversaciones en la misma capital
de la Nación, propuesta que fue tajantemente rechazada por el Gobierno.
Finalmente, el diálogo se reinició el 9 de abril, en el ejido de San Mi-
guel, en el municipio de Ocosingo. Seis comandantes del EZLN -sin
Marcos- se reunieron con representantes del Gobierno. Las dos partes
acordaron seguir resolviendo sus diferencias a través de CONA!. Una
segunda reunión se celebró el 20 de abril en el pequeño pueblo de San
Andrés Larráinzar, al noreste de San Cristóbal de las Casas. En adelante
este pequeño pueblo se estableció como la sede permanente de las con-
versaciones.
La Iglesia y la democracia
435
do un protagonista preeminente. Además, Chiapas ha puesto de mani-
fiesto una gran ironía: el Gobierno, que ha hecho todo lo posible para
marginar a la Iglesia, se vio obligado a recurrir a ella para entrar en diá-
logo con un grupo alzado en armas en su propio territorio. Al asumir el
manto de protector de los derechos humanos, y al constituirse en la «voz
de los sin voz», la Iglesia en Chiapas, juntamente con otras diócesis del
Sur y del Norte, han puesto su autoridad moral claramente al servicio de
la democracia. Aunque no toda la Iglesia en México ha experimentado
los mismo cambios - hay obispos y grupos muy conservadores- no
obstante, como ya ha ocurrido en Chiapas, la Iglesia en general ha creci-
do en prestigio y al mismo tiempo ha emergido como el principal juez
moral en México: un papel que será clave en los siguientes años durante
los cuales el país azteca se encontrará empeñado en la tarea de asentar
las bases de una nueva democracia tras décadas de estar bajo la tutela de
un solo partido político.
436
CONCLUSIONES
Dado este cuadro, podemos apreciar por qué una institución como
la Iglesia desempeñó un papel tan importante en la restauración de la de-
mocracia. Fue la única institución grande y de relieve nacional que go-
437
zaba de la legitimidad moral necesaria para servir como puente de diálo-
go entre grupos opuestos y, en algunos casos, entre grupos armados en-
frentados. Por razón de su peso histórico y su raigambre entre las clases
populares, la Iglesia ocupaba un lugar privilegiado que le permitía servir
como «interlocutor válido» entre los distintos sectores de la población.
Pero, la Iglesia, tradicionalmente muy conservadora, no podía haber cum-
plido esa misión, si no hubiera experimentado un cambio radical en su
propio seno. Los cambios que fueron anunciados y promovidos por el
Concilio Vaticano II y la Conferencia Episcopal de Medellín dieron una
nueva carta de legitimidad a la Iglesia, que se convirtió en defensora de
los derechos humanos y portavoz de los grupos marginados. En este li-
bro no hemos estudiado con profundidad estos cambios, que son tema
más bien de otros estudios. No obstante, es necesario tomar en cuenta
este cambio fundamental para entender por qué la Iglesia gozaba de una
aceptación general como mediadora en los conflictos armados o como
portavoz de las víctimas de la represión.
438
ban con levantar una sociedad más justa socialmente y la oposición
antisandinista anhelaba construir un país auténticamente democrático.
Pero, cada parte también pecaba de actitudes intransigentes y a veces in-
fantiles.
439
biente en el cual el diálogo fue posible. La Iglesia también promovió la
participación ciudadana mediante el Debate Nacional Por la Paz, que se
realizó en 1988.
440
En la región andina, Bolivia se parece a los países centroamerica-
nos en lo que se refiere a la actuación de la Iglesia como mediadora. En-
tre 1968 y 1989 la Iglesia intervino como mediadora en prácticamente to-
das las huelgas importantes realizadas por los trabajadores mineros y en
cada elección presidencial. Los frecuentes paros laborales, así como los
constantes embrollos electorales pusieron de manifesto la fragilidad del
tejido social que caracterizaba a Bolivia después de la Revolución de
1952. La Iglesia boliviana, que ya se había renovado bastante antes de
Medellín, se convirtió en el ombudsman universalmente aceptable a to-
dos; con sus buenos oficios de mediadora logró suavizar considerable-
mente las tensiones y crear un ambiente en que el diálogo fuera posible.
Desde luego, durante las dictaduras de Hugo Bánzer y Luis García Meza
el régimen consideraba a la Iglesia como una fuerza de oposición: en
esas circuntancias la Iglesia asumió el papel de defensora de los derechos
humanos, un hecho que le dio aún mayor credibilidad durante el proceso
de retornar a la democracia civil.
441
Sendero Luminoso estuvo a punto de tomar el poder, por otro lado, la si-
tuación del país se había deteriorado a tal punto que, tarde o temprano,
un golpe militar habría sido inevitable.
Brasil y los países del Cono Sur, cada uno según su manera y con
sus propios rasgos peculiares, fueron ejemplos del Estado basado en la
doctrina de .la Seguridad Nacional. Aunque el gran modelo de la aplica-
ción de dicha doctrina fue Brasil, cronológicamente, la dictadura de
Alfredo Stroessner precedió a las otras y, en muchos sentidos, se puede
considerarla como un precursor de los otros regímenes en el resto del
Cono Sur. Lo peculiar en el caso de Paraguay fue la alianza que se forjó
entre las Fuerzas Armadas y el Partido Colorado, la cual constituyó la
base de la dictadura muy personalista de Stroessner. La oposición demo-
crática tenía muy poco espacio para organizarse y por eso la Iglesia se
convirtió en la única institución capaz de censurar a la dictadura. Sobre
todo bajo el liderazgo del arzobispo Ismael Rolón la Iglesia cumplió ese
papel y, en las últimas etapas del régimen stronista, con las procesiones
de silencio y otras manifestaciones religiosas, la Iglesia deslegitimaba
simbólicamente el régimen hasta tal punto que éste perdió toda credibili-
dad.
442
menzaron a institucionalizarse en el poder y, sobre todo cuando las fuer-
zas del orden se dedicaron a hostigar a los católicos progresistas, la Igle-
sia, bajo el liderazgo de Helder Camara, Aloisio Lorscheider, Pablo Arns,
Pedro Casaldáliga y otros obispos proféticos, se convirtió en la voz
prinicipal de protesta contra el gobierno militar por su violación de los
derechos humanos. Dada la ausencia de un partido ligado a ella, la Igle-
sia ofreció su manto de legitimidad a la oposición democrática en gene-
ral: partidos, sindicatos, la prensa, etc. Al mismo tiempo, la Iglesia sir-
vió como refugio para miles de pobres que no encontraban otro espacio
de protección: en las Comunidades Eclesiales de Base, los clubes de ma-
dres y otras asociaciones vinculadas a la Iglesia. Finalmente, cuando las
organizaciones de la sociedad civil se recompusieron y comenzaron a
funcionar por su propia cuenta, la Iglesia limitó su papel al de apoyar el
movimiento cívico para retornar a la democracia.
443
Tanto la Iglesia como las Fuerzas Armadas se han caracterizado por un
acentuado integrismo que se expresa en la fórmula: Iglesia-Fuerzas Ar-
madas-Nación. Por cierto, hubo una minoría valiente de obispos progre-
sistas que protestaron por las violaciones de los derechos humanos duran-
te la «guerra sucia», pero sus críticas no tuvieron eco entre los demás
obispos que conformaban la Conferencia Episcopal. Fueron más bien los
cristianos de base -sacerdotes, religiosas y laicOs comprometidos como
Adolfo Perez Esquive! y las Madres de Plaza de Mayo- los que levanta-
ron la voz de protesta y que exigieron el retorno al estado de derecho.
Entre las víctimas del terror del Estado se encontraban muchos de estos
cristianos de base.
444
Iglesia se estableció como una fuerza moral importante en la sociedad
uruguaya, la cual antes apenas reconocía la existencia de aquélla.
445
dentro de la comunidad evangélica, la cual era, en general, de tendencia
conservadora. En Guatemala y Chile los evangélicos de corte funda-
mentalista abiertamente apoyaron a los respectivos regímenes militares y
en Nicaragua apoyaron a los contras.
Utopías y Topías
446
sectario de la España post-Carlos V, quien abdicó en 1556, para poner
fin a la fase utópica. Las campañas contra las idolatrías y la aceleración
del proceso para hispanizar a los indios corresponden a esta nueva época.
El espíritu utópico sobrevivió en ciertas figuras y en las reducciones de
los jesuitas en Paraguay y otras misiones alejadas de los centros del po-
der.
447
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INDICE ONOMASTICO Y TEMATICO
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146-149. Arana, Pedro. 250.
Alianza Cristiana y Misionera. Araujo, Arturo. 282.
249. Arbenz, Jacobo. 362-366, 372.
Alianza Democrática (Chile). Arce, Mariano José de. 17.
102. Arce Gómez, Luis. 220-222.
Almeida, Adalberto. 410. ARENA (El Salvador). 287-288,
Alsina, Juan. 89. 309-311, 319
Alvarez, Gregorio. 193 ARENA (Alianc;a Renovadora
Alvarez, José Eduardo. 294 Nacional). 48.
Alvear, Enrique. 95. Arévalo, Juan José. 363.
Altmann, Klaus («Barbie»). 216. Argentina. 20-21, 31-33, 36, 39,
Allende, Salvador. 78, 83-86, 45, 47, 86, 114-152, 155, 166-
99. 167, 177, 185, 188-189, 191,
Amazonía. 61 -64. 195, 197, 199, 318-319, 388,
Amílcar López, Mauricio. 144. 426, 443-445.
Amnistía Internacional. 249, Argüello, Leonardo. 326, 337-
420. 338.
Amnistía, Ley de (El Salvador). Arias, Osear. 311, 317, 348.
318-319. Arizmendi, Felipe. 428.
Anabalón, Francisco. 93. Ariztía, Fernando. 90, 95.
Anarquismo. 117. Arnault, Jean. 388, 390.
Anaya Sanabria, Herbert. 288, Arns, Pablo Evaristo. 35, 43, 58-
307. 61, 65, 67, 74,443.
ANEP (Asociación Nacional de Arroyo, Gonzalo. 83, 85.
la Empresa Privada). 283. Arroyo, Luis. 253.
Angelleli, Enrique. 132, 139- Arzú, Alvaro. 394.
141. Asamblea Permanente de los De-
Animadores Cristianos. 264. rechos Humanos. 141 - 142,
Antezana, Abel. 206, 209. 214, 445.
Añez, Lucio. 222. Asháninkas (Campas). 268 -269,
Apertura, la. 67-68. 272.
APRA, Aprismo. Ver Partido Asociación de Sacerdotes Pío X.
Aprista 407.
Aquí. 219. Asociación de la Sociedad Civil
Aragón, Rafael. 358. (ASC). 383, 390-394, 440.
Aramayo, los. 203 . Asturias, Miguel Angel. 384.
Aramburu, Juan Carlos. 131, Asturias, Rodrigo. 383-384.
133, 137- 138. «Auténticos Coletos». 430.
Aramburu, Pedro. 124. A V ANCSO, 370.
478
A vila, Yiye. 354. Berger, Peter. 341.
A vila Camacho, Manuel. 404 Bermúdez, Enrique. 352.
Ayacucho . 242-249 , 252-256 , Berryman, Phillip. 378.
261-262, 265, 270. Betancur, Belisario. 298, 318.
Ayagualo. 299, 301, 305, 307. Betto, Frei. 55, 71.
Ayaviri. 263, 265-266, 270. Beuzeville, Augusto. 269-270,
Aylwin, Patricio. 98, 106- 108, 273-274.
110-112. Bignone, Reynaldo. 147.
Azcueta, Michel. 275-278, 442. Bigó, Pierre. 83, 99.
Blanco, Hugo. 262.
Baena Soares, Joao. 317, 352. Boff, Leonardo. 69, 74.
B aeza, Alfonso. 99. Bogarín, Juan Sinforiano. 158.
Baggio, Sebastiano. 32, 81-82. Bogarín, Ramón. 159, 162, 166.
Baker, James. 317. Bolivia. 17, 20, 24-25, 37, 39-
Balduino, Tomás. 66. 40, 47, 155 , 201-232, 267,
Balza, Martín. 152. 441 , 445.
Bamaca, Efraín. 371. Bolivian Golf. 208.
Bambamarca. 266. Bonamín, Victorio Manuel. 131,
Bambarén, Luis. 251, 258, 270- 134-135.
271. Bonfin, Geraldo. 57.
Bandeira, Marina. 46. Bonpane, Blase. 373-374.
Bánzer, Hugo. 39, 204-218, 220, Borbones. 16.
224, 226, 230-231, 441. Bordaberry, Juan María. 187,
Barni, Julián Luis. 337. 191, 193.
Barreda, Felipe y Mary . 345. Borge, Tomás. 331-332.
Barrientos, René. 207-208. Boutros Ghali. 317.
Barrios, Justo Rufino. 363, 371. Branco, Castelo. 47-48, 51.
Batallón Atlacatl. 287, 311. Brasil. 21, 24-25, 28, 31, 35-37,
Battle y Ordóñez, José. 186. 39, 41-74, 86, 115-116, 151,
Becker Guzmán, Luis. 383-384, 155, 166-167, 185, 199, 222,
386. 267, 426, 442-443.
Belaúnde Terry, Fernando. 240, Brasil: Nunca Mais. 61.
264. Brasilia. 51.
«Belén». 109. Bryan-Chamorro, Tratado. 325.
Belli, Humberto. 341. Brockman, Jaime. 291.
Benavides Moreno, Alfredo. Büchi, Hernán. 111.
313 . Buergenthal, Thomas. 318.
Bendaña, Ricardo. 373. Bunge, Carlos. 116.
Benitez, Felipe Santiago. 169. Burke, Jaime. 251 .
479
Burnier, Joao Bosco Penido. 63- 346, 351.
65. Cardenal, Ernesto. 330, 332-3 33,
Bush, George . 288 , 310, 315, 337.
371. Cardenal, Fernando. 333, 337-
338.
CAAAP (Centro Amazónico de Cárdenas, Cuauhtémoc. 400,
Antropología y Aplicación 402.
Práctica). 268-269, 271-272. Cárdenas, Lázaro. 19, 403-404
Caacupé, Santuario de. 159, 161, Cardoso, Estevao. 62.
163-164, 175. Cariola, Patricio. 83 .
CACIF (Comité Coordinador de Carismáticos. 215 , 329, 369 ,
Asociaciones Agrícolas ... ). 375.
385, 387, 392. Cáritas. 81, 253, 254, 256, 269.
CAEM (Centro de Altos Estudios Carlos V. 447.
Militares). 98. Carpio, Roberto. 384.
Cajamarca. 247, 258-261, 263- Carpio Nicolle, Jorge. 387, 395.
264, 270. Carrasco, Guillermo. 223.
CAL (Pontificia Comisión para Carter, Jimmy . 100, 166, 215,
América Latina). 30, 32. 284, 292, 331, 355.
Calderón, Jesús. 264. Carter, Michael. 172.
Calderón Padilla, Octavio. 329. Casaldáliga, Pedro. · 35, 43 , 58 ,
Calero, Adolfo. 345, 351-352. 62, 64, 74, 347,426,443.
Calheiros, Waldyr. 54. Casanova Estrada, Ricardo. 371
Calles, Plutarco Elías. 399, 402- Casariego, Mario. 373-374, 376-
403. 377, 379, 381.
Camacho, Manuel. 428-430, Casaroli, Augustino. 351.
432. Casey, William. 284.
Cámara, Helder. 35, 43, 45, 51- Cassidy, Sheila. 91.
52, 55, 57-58, 65, 424, 443. Castellanos, Absalón. 420
Camboya. 235. Castillo Armas, Carlos. 366.
Cámpora, Héctor. 127. Castrillón, Darío. 353.
Camps, Ramón. 148. Castro, Fidel. 85, 127, 332.
Camus, Carlos. 92, 102. Caudillos. 16.
Canadá. 39, 159, 387. CEAPAZ (Centro de Estudios y
Canal de Beagle. 145. Acción para la Paz). 272.
Cantuta, la. 249. Ceará. 57.
Capuchinos. 329-330, 332, 340. CEAS (Comisión Episcopal de
Carapintadas. 149. Acción Social). 23, 29, 250,
Carballo, Bismarck. 337, 339, 261, 269-272,
480
CELAM (Consejo Episcopal La- CIMI (Consejo Indigenista Mi-
tinoamericano) . 29-30, 32, 65, sionero). 63-64.
132, 145, 337, 339, 353, 424. CIPCA (Centro de Investigación
CENAMI (Centro Nacional de y Promoción Social-Bolivia).
Ayuda a las Misiones Indíge- 206.
nas). 406. Cirpiani, Juan Luis. 255.
CENAPI (Centro Nacional de Círculo de Obreros. 117.
Pastoral Indígena). 406. Cisneros, Moisés. 3j94-395 .
Central Intelligence Agency. 83, CLAR (Conferencia Latinoameri-
89, 284, 319, 345 -346, 362- cana de Religiosos) . 29-30.
363, 371. Clark, Maura. 292.
Centro Antonio Valdivieso. 335. Clinton, Bill. 319.
Centro Bellarmino. 82. CNBB (Conferencia Nacional
Centro Crítico Universitario. Episcopal Brasileña) . 44, 46,
407. 50-51, 54-58, 61, 64 -68, 72,
Centro de Desarrollo Integral. 74.
206. CNI (Central Nacional de Infor-
Centro Dom Vital. 44. maciones). 103.
Centro Ecuménico de Documen- COB (Central Obrera Boliviana).
tación e Información. 66. 207-208, 219, 223-228.
Centro Las Casas (Chiapas). CODEARA (Compañía para el
426-427. Desarrollo de Araguaia). 62.
Centro Tata Vasco. 414. CODEP (Comisión de Defensa
CEPA (Jesuitas-Nicaragua), 329- de los Derechos de la Persona
330, 332. y Construcción de la Paz).
CEPAD (Nicaragua). 350, 353. 273.
CEPAG (Centro de Estudios CODI (Centro de Operaciones de
Paraguayos Antonio Guasch). Defensa Interna). 47, 60.
157. Colegio Cristo Rey (Asunción).
CEPB (Confederación de Empre- 164-165.
sarios Privados de Bolivia). Colegio Pío Brasileiro. 29.
224, 226. Colegio Pío Latinoamericano .
CEPRES (Nicaragua). 354. 29, 189.
Cerezo, Vinicio. 362, 364, 369- Coll, Pilar. 273.
370, 381, 383, 385-387. Colombia. 36, 83, 99 , 235, 267,
César, Alfredo. 351 -352. 31 7-318,
Cienfuegos, Fermán (Sancho Colosio, Luis Donaldo. 402-403,
Castañeda, Eduardo). 296- 430.
297' 300, 31 7. Columbanos. 91, 251.
481
Comandante Franklin. 356. Comisión de Paz y Justicia (Bra-
Comblin, José. 55, 99. sil). 68.
COMIBOL (Corporación Minera Comisión Rettig. 111, 318.
de Bolivia). 208, 223, 226. Comisión de la Verdad (El Sal va-
Comisión de Apoyo a las Zonas dor). 287, 291, 313-314, 318.
de Emergencia. 254. Comité de los Abogados para los
Comisión Arquidiocesana de Paz Derechos Humanos. 313-314.
y Justicia (Sao Paulo). 23, 59- Comité de Ayuda a los Deteni-
61. dos. 214.
Comisión Chilena de Derechos Comité de Cooperación para la
Humanos . 111. Paz. 90, 92, 95-96, 98.
Comisión de Diálogo Estado - Comité de Iglesias para Ayuda de
Iglesia (Nicaragua). 344. Emergencia, 165.
Comisión Especial (Congreso de Comité Pro Justicia y Paz (Gua-
los EEUU). 313. Ver temala). 380.
Moakley, Joe. Comités de Autodefensa (Perú).
Comisión de Familiares Para- 247.
guayos Detenidos o Desapare- Compañía de Jesús (Ver Jesui-
cidos. 171. tas).
Comisión Intersectorial (Uru- Comunidad Europea. 241.
guay). 196. Comunidad Sant'Egidio. 394.
Comisión Nacional sobre la Des- Comunidades Eclesiales de Base.
aparición de Personas (CO - 25, 44, 68 -7 1, 165, 296, 329-
NADEP) . 141, 144- 145, 148, 330, 339, 443.
150. Comunidades en Resistencia .
Comisión Nacional de Reconci- 367-368.
liación (Guatemala). 384-387, Comunidades de Vida Cristiana.
389-390. 274-275.
Comisión Nacional de Reconci- Comunismo. 50, 65, 84, 94, 224,
liación (Nicaragua). 350-351, 284, 349, 404. Ver marxismo.
354. CONADEP. Ver Comisión Na-
Comisión Pastoral de Tierra. 68. cional sobre la Desaparición
Comisión de Paz (Guatemala). de Personas.
390. CONAI (Comisión Nacional de
Comisión de Paz (El Salvador). Intermediación). 432 -433,
297-298. 435.
Comisión de Paz (El Perú). 274. Concertación de Partidos para la
Comisión de Paz y Justicia (Boli- Democracia. 111.
via) . 213-214. Concertación por el NO. 108,
482
111. Religiosos de Guatemala).
Concilio Nacional Evangélico 373, 380, 387.
(Perú). 249, 272. Congreso Eucarístico (Argenti -
Concilio Vaticano II. 19, 25, 27, na). 119-120, 158.
30-31, 33-34, 51-52, 58, 69, Congreso Eucarístico (Nicara-
81-82, 126, 132, 134-135, gua). 350.
151, 206, 208, 238, 251 -252, Congreso Indígena, Primer
260, 263, 289~ 330, 332, 373, (Chiapas). 419, 421, 425-426.
379,406, 424,438, 446. Congreso Nacional de Teología.
Confederación Latinoamericana 407.
de Religiosos. 29-30. CONIP (Coordinadora Nacional
Conferencia Campesina del Perú. de la Iglesia Popular-Osear
262. Romero). 294.
Conferencia del Clero Diocesano Consejo Mundial de Iglesias.
(Bolivia). 214-215. 144.
Conferencia Episcopal Brasileña Consejo de Pastores. 93.
(Ver CNBB). Consejo por la Paz (Perú). 274.
Conferencia Episcopal (El Salva- Constructores de la Sociedad.
dor). 294, 297-298, 302, 305, 174-175.
310, 319-320. Contras. 341, 344-353, 356-357.
Conferencia Episcopal (Guatema- Contreras, Carlos. 95.
la). 379, 381, 384, 387, 389- Control de Natalidad. 216.
391. Convención Nacional Democráti-
Conferencia Episcopal Mexicana. ca. 431.
407-409, 412, 417, 423, 428, Convergencia Democrática. 309-
434. 310.
Conferencia Episcopal (Nicara- Coordinadora de Derechos Hu-
gua). 350-351. manos (Uruguay) . 196.
Conferencia Episcopal Norteame- COPAZ (Comisión Nacional para
ricana. 38, 286. la Consolidación de la Paz-El
Conferencia Episcopal (Perú). Salvador). 316.
250, 252, 269-272, 278. Copello, Santiago Luis. 119.
Conferencia Plenaria Latinoame- «Cordobazo», el. 124.
ricana. 29. Coronel, José. 255.
Conferencia Religiosa (Nicara- CORPROSA (Nicaragua) . . 346.
gua). 335. Correa de Oliveira, Plínio. 45.
Conferencia de Religiosos (Perú). Corripio, Ernesto. 428, 433-434.
254. Corso, Antonio. 190, 192-193.
CONFREGUA (Conferencia de COSDIGUA (Guatemala), 374.
483
Costa Rica. 310, 316, 317 , 332, Chávez, Juan Ramón. 170.
348, 351, 378, 385 . Chávez y González, Luis. 289-
Costa e Silva, Arthur. 48, 52-54. 290, 293.
Costumbre, La. 372. Che Guevarra. 125, 187, 208-
COTADENA (Coordinadora por 209,
los Derechos del Niño Chiapas. 24, 35, 40, 316, 400 ,
Ayacuchano). 255. 406, 417-436, 445.
Cristeros . 22, 403, 410. Chicago Boys. 87.
Cristiani, Alfredo . 285, 288, Chico, Frei. 56.
309-310, 313, 315, 31 7, 439. Chihuahua. 410.
Cristianos por el Socialismo. 85, Chile. 21, 23 -24, 31-32, 35-37,
89, 332. Ver Grupo de los 80. 39, 47, 60, 75-112, 120, 127,
Cristino, Simao. 64. 133, 139, 151, 185, 166, 194,
Criterio. 118, 120. 295, 332, 443, 445-446.
Cruz Coke, Eduardo. 80. Chimbote. 251 , 258.
Cruz Roja. 296, 303-304. Chota. 259.
CTM (Confederación Nacional
de Trabajadores Mexicanos) . D' Alteroche, Francisco. 266.
401 Dalle, Luis . 266.
Cuba. 28, 30, 36, 46, 85, 125, Dammert, José. 251, 260-261,
284, 324, 334, 354, 365 . 270, 274.
CUC (Comité de Unidad Campe- D' Aubuisson, Roberto, 28 7 ,
sina). 365-366, 375-377. 291 -292, 310, 318.
Cuernavaca. 406. Debate Nacional (El Salvador).
Cursillos de Cristiandad. 123, 307-309, 385-386, 440.
329, 345 . De la Cruz, Conrado. 378.
Cusco. 262-264, 266 . De la Jara, José. 330.
De la Madrid, Miguel. 402, 412.
Chaco, Gue1rn del. 155, 171. Delgadillo, Walter. 225.
Chamorro, Emiliano. 325-326. De León Carpio, Ramiro. 383,
Chamorro, Pedro Joaquín. 330- 389-391.
331. Delle Piane, Elisa. 197- 198.
Chamorro, Violeta de. 337, 355- Democracia Cristiana. 3 7 , 4 7 ,
358. 78, 80, 83 - 86, 89, 99, 102,
Chamula. 420, 428 . 104- 105, 108, 110, 120- 121,
Chalatenango. 300. 134-135, 169, 190, 224, 239,
Chapultepec. 288, 31 7-319. 282, 287, 289,295-296, 299 -
Chase Manhattan, Banco de. 300, 309-311, 367 , 370, 375,
432. 386, 405, 443.
484
De Nittis, Francesco. 306 Ecuador. 10, 95 , 142, 267, 387,
DESAL (Centro para el Desarro- 426.
llo Social de América Latina). Echeverría, Luis. 401 -402, 407-
82-83. 408, 411, 419.
D' Escoto, Miguel. 33 3, 33 7 , Editorial Vozes. 74.
347. Eisenhower, Dwight D. 362-363.
Devine, Michael. 371, 394. Ejército Guerrillero de los Pobres
Devoto, Alberto. 132. (Guatemala). 365, 382, 384.
Dewey, John. 25. Ejército Revolucionario del Pue-
Diálogo Nacional (Guatemala). blo (Argentina). 128.
385-386, 392, 440. Ejército Revolucionario del Pue-
Diálogo Nacional (Paraguay) . blo (El Salvador) . 289-290,
169-172. 296.
Díaz, Mauricio. 350 Ejército Zapatista de Liberación
Díaz, Nidia. 300, 317. Nacional (EZLN). Ver
DINA (Dirección de Inteligencia Zapatistas.
Nacional). 91, 94, 95, 103. El Diario. 258.
Ver CNI. El Paisnal. 290.
DINCOTE (Dirección Nacional El Quiché, diócesis de. 374-375,
contra el Terrorismo-Perú). 378, 395.
277. El Salvador. 23-24, 35, 37-40,
Discípulos de Cristo. 165. 219, 235, 236, 279-320, 323,
Dominicos. 54-55, 205-206, 215, 342, 349, 358, 362, 382, 385-
244, 255, 264, 358 . 386, 388, 395, 418, 421 -422,
Donovan, Jean. 292, 395. 426, 431, 433, 438-439.
DOPS (Departamento de Ordem Ellacuría, Ignacio. 297, 302-303,
Política y Social). 47, 54, 56. 311-312.
Dordi, Alessandro. 257-258. Errázuriz, Crescente. 79.
Drogas, Tráfico de. 267. Enázuriz, Francisco Javier. 111.
Duarte, Alejandro. 303. Escuela Nacional Unificada. 85.
Duarte, Guadalupe Inés. 288, España. 16, 38-39, 77 , 125, 317,
302-304. 366, 377, 383.
Duarte, José Napoleón. 282-283, Espinal, Luis, 219.
285, 287, 295, 299-307, 309, Espinoza, Pedro. 95.
317, 319, 439. Esqui pulas II. 288, 306-307,
Dulles, John Foster y Allen. 348-350, 382-385.
363-364. Esquive!, Adhemar. 206, 219,
Durand Flórez, Ricardo. 252, 223.
263. Estados Unidos. 38-39, 44, 83,
485
95, 100, 138, 207, 240, 284- Federación Sindical de Trabaja-
288, 292-293, 296-303, 31 O, dores Mineros de Bolivia.
313-318, 325 , 331 , 337 , 340- 209, 216, 228.
342, 345, 348-349, 352-353, Fernández, Juan Alonso. 378.
355, 357, 362-364, 366-367, Fernández, René. 230.
369, 371 , 374, 382, 392, 423, Ferreira Aldunate, Wilson. 194.
434. Fiducia. 84.
Estudios Centroaniericanos. 297, Figueiredo, Euclydes. 63.
312. Figueiredo, Jackson de. 44-45.
Evangélicos. 10, 20-21, 39, 26, Figueiredo, Joao Baptista. 49,
60, 90, 93 -94, 99 - 100, 144- 66-67.
145, 165, 207, 214, 236, 238, Figueredo Planchart, Reinaldo.
247-250, 278, 316, 325, 350, 318.
353-354, 367, 369, 380, 385- Firmenich, Mario Eduardo. 152.
386, 387, 409 , 420, 445-446. Flores, Gerardo. 391.
Ver iglesias particulares. FMLN. Ver Frente Farabundo
Evans Risco de Alvarez-Calde- Martí para la Liberación Na-
rón, Nelly. 245. cional.
Externado San José. 292. Fondo Monetario Internacional.
240.
Fagoth, Steadman. 340. Fonseca, Carlos. 332.
Falange Nacional (Chile). 80. Ford, Ita. 292, 395.
Falange Socialista Boliviana. Foro Permanente por la Paz.
211. 391.
Falla, Ricardo. 368, 388-389. Francia. 294.
FAR (Fuerzas Armadas Rebel- Francia, José Gaspar Rodríguez
des -Guatemala), 365, 382, de. 155, 157, 181.
384. Franciscanos. 59, 158, 253, 268-
FARO (Frente de Agricultores de 269.
la Región Oriental). 283, 290. Franchesi, Gustavo. 118, 120.
Farrell, Edilmiro. 121 -122. Fraternidad Teológica Latinoa-
Fascismo. 118, 211. mericana. 249.
Fe y Alegría. 206, 277. Frei Montalva, Eduardo. 80-84,
FECCAS (Federación Cristiana 105, 112.
de Campesinos Salvadoreños). Freire, Paulo. 25, 46, 163.
283, 289-292. Frente Amplio (Brasil). 48, 53.
Fedders, Eduardo. 263. Frente Amplio (Uruguay). 190,
Federación Luterana Mundial. 194.
386. Frente Democrático Nacional.
486
283 . Gamarra, Jefrey. 255.
Frente Democrático Revoluciona- Gandhi. 142.
rio (El Salvador). 292, 297- García Hernández-Ros, Ramón.
301, 306-307. 254.
Frente Farabundo Martí para la García Laviana, Gaspar. 332.
Liberación Nacional (FMLN) . García Meza, Luis. 39, 204, 219-
37, 283-288, 293-307, 309- 222, 441.
320, 335, 362, 382, 386, 439- García Pérez, Alan. 240, 264,
440. 270, 274.
Frente Patriótico Manuel Rodrí- García U garte, Marta Eugenia.
guez. 103, 107. 413-414.
Frente Popular (Chile). 78. . Garretón, Manuel. 80.
Frente Sandinista para la Libera- Gatti, María Ester. 198.
ción Nacional (FSLM). 22, 32, Gattinoni, Carlos. 144-145.
37, 74, 284, 296, 315-316, Geisel, Ernesto. 49, 58, 67.
323-324, 327, 331-338, 340- Georgetown, Universidad de. 38,
343, 345-349, 353-358, 362, 310.
382, 386, 438-439. Gerardi Conedera, Juan. 375,
Frenz, Helmut. 92-93. 378, 391.
Fresno, Juan Francisco. 24, 31, Gestido, Osear. 186.
37, 77 , 88-89, 90, 101-102, Giglio, Paolo. 347, 349, 357.
104-106, 112, 443. Gilmore, Francisco. 90.
Freyre, Gilberto. 52. Girón, Andrés, 381.
Friedman, Milton. 87. Girón, Raisa. 377.
Frondizi, Arturo. 123. Giscardo d'Estaing, Valéry. 139.
Fuerzas de Liberación Nacional Godoy, Viigilio. 356-357.
(México). 421. Godoy Jiménez, Adán. 171.
Fuerzas Populares de Liberación Gómez, Medarno. 316.
(El Salvador). 289, 296, 389. Gonc;alvez, José. 51.
Fujimori, Alberto. 237-238, 240- González, Carlos. 95, 110.
242, 250, 270-271, 274, 389, González, Leonel. 306.
441. González Garrido, José Patroci-
FUNAI (Fundación Nacional del nio. 426-427.
Indio). 63-64. Goulart, Joao. 46-47, 50, 53.
Gramunt, José. 225, 231.
Gagnon, Mariano. 269. Gran, José María. 378.
Galtieri, Leopoldo. 146-148. Grande, Rutilio. 290, 312.
Gamalero, Fernando. 391 Grechi, Moacyr. 62.
Gamarra, Eduardo. 220. Grenada. 342.
487
Grote, Federico. 117-118. Hickey, James . 286.
Grupo de los Doce. 333. Hidalgo, Miguel. 16.
Grupo de los 80. 85, 127. Hipólito, Adriano. 64.
Guamán Poma de Ayala, Felipe. Hirata, Luis. 60.
28. Hispanismo. 119.
Guardado, Facundo. 300-301 , Hitler, Adolfo. 20.
306. Hochschild. 203.
Guardia Nacional (Nicaragua). Hogar de Cristo. 81.
326, 333. Honduras. 282, 317, 340, 342,
Guatemala. 21, 24, 35 , 37, 40 , 345, 347, 351.
235, 317' 348 , 359-395 , 418 , Hourton, Jorge. 109.
421, 427,429, 433, 438,440, Hoyos, Fernando. 375, 378.
446. Huanuní. 222-223.
Guazapa. 302-303. Huella, La 195.
Gueiler, Lydia. 219-220. Hurtado, Alberto. 79, 81, 112.
Guerra Mundial , Segunda. 19,
326. Ibañez, Carlos. 78.
' «Guerra Sucia». 31 , 113, 115, IBEAS (Instituto Boliviano de
129, 152, 444. Estudios y Acción Social).
Guevara Arce, Walter. 218-219. 206.
Guillén, Rafael Sebastián. 422, IER (Instituto de Educación Ru-
432. ral). 256-257, 260, 263, 265-
Gumucio, Rafael Agustín. 80. 266.
Gutiérrez, Armando. 224. ILADES (Instituto Latinoameri-
Gutiérrez, Gustavo. 250. cano de Doctrina y Estudios
Gutiérrez, Ignacio. 103. Sociales). 82.
Guzmán, Abimael. 235 -237 , Illia, Arturo. 123.
242-245, 247, 277 . Illich, Ivan . 406.
Informe Final. 147.
Haig, Alexander. 284, 341 . Informe Rettig. 111.
Haití. 30, 36. Ingenieros, José. 116.
Handal, Shafik. 306, 310, 31 7. Inglaterra. 116, 146, 250.
Haya de la Torre, Víctor Raúl. Inocencio Alas, José. 289.
18-19, 239-240. Instituto de Estudios Legales y
Herández, Jerónimo. 430. Sociales de Uruguay. 195 -
Hernández, María Julia. 295 - 196.
296. Instituto Histórico Centroameri-
Herzog, Wladimir. 60. cano. 335.
Heseyne, Miguel. 132, 141, 150. Instituto de Misiones Extranjeras .
488
139. 45.
Instituto Pastoral Andina. 263- Jonas, Susanne. 362.
264. Josefinos. 205, 329.
Instituto de Religión y Democra- Jornadas Teológicas. 151.
cia. 341. Jóvenes Bolivianos Pro-Civiliza-
Integristas. 31, 44-45, 50-51 , 83- ción Cristiana. 215.
84, 99 - 100, 117-122, 124, Juan XXIII. 29-31, 81 -82.
128-129, 131, 135, 149, 181, Juan Pablo II. 24, 31-32, 73, 107-
214-215, 404-405 . Ver Tradi- 108, 145-146, 150, 174- 178,
ción, Familia y Propiedad. 200, 251-252, 254, 257, 270,
IPAZ (Centro de Investigación y 277, 342-344, 351, 358, 380-
Promoción del Desarrollo y 381, 408-409, 413, 427 .
Paz en Ayacucho) . 255, 275. JUC (Juventud Universitaria Ca-
Irangate. 349. tólica). 45-46, 52.
IRCEA (Instituto Regional de JUDICA (Juventud Diocesana
Catequesis y Evangelización Católica). 54.
Andina). 264. Judios. 60, 128, 130, 144-145.
!rizar, Miguel. 270-27 1. Juli. 263, 265-266.
ISAL (Iglesia y Sociedad en Juliao, Francisco. 46.
América Latina). 207, 210. Justo, Agustín . 118.
Itaipú. 167.
Italia. 44, 77 , 81 . Kazel, Dorothy. 292, 395.
Izquierda Unida (Perú). 274. Ketín Vidal, Antonio. 277.
Kel1y, Alfredo. 138.
Jackson, Jesse. 286-287. Kennedy, Eduardo. 106.
Jarlan, Andrés. 103. King, Martín Lutero. 142.
Jarpa, Sergio. 102, 11 O. Kirk, John. 357.
Jentel, Fran\:ois. 62-63 . Kirkpatrick, Jeane. 284, 341 .
Jes uitas. 38, 55, 64, 81 -85, 99, Kloppenburg, Boaventura. 73.
139, 157-158, 160, 164, 174, Kmer Rouge. 235.
176, 195, 205-206, 209-210, Kubitschek, Juscelino. 46, 53.
21 7, 225, 231, 251 -252, 254- Kunurana. 262.
257 ' 273, 275, 286, 288 -290,
292, 29 7 ' 302-303, 310-314, Lacalle, Luis Alberto. 200.
318, 329-330, 332, 335, 33 7- Lacayo, Antonio. 356.
338, 368, 37 1-373, 375, 378- Lagos, Edith . 243-244, 253.
379, 388-389, 404, 407, 420, La Baya, Corte Internacional de.
422-423, 430-431, 447. 342.
JOC (Juventud Obrera Católica) . La Joya, Cantón de. 304.
489
Lambruschini, Almirante. 148. Ley de Servicio Militar (Nicara-
Landázuri Ricketts, Juan. 250, gua). 343-344.
252, 270. Lezama, Ramón. 191-192.
Lanusse, Alejandro. 124. Lezcano, José Antonio. 328-329.
La Palma. 299-301, 305-307. Liberalismo. 16-18, 29, 36, 44,
Larraín, Hernán. 83. 79, 87, 117-118, 120, 133,
Larraín, Manuel. 81-82, 112, 145, 158, 189, 289, 325-326,
424. 328-329, 363, 371, 403, 411,
La Salle. 329. 413, 415-416.
Las Casas, Bartolomé de . 424, Liga Democrática Cristiana. 117.
446. Liga Federal de Acción Ruralista.
Lazaristas. 158. 187.
Lechín, Juan. 207, 209, 219, Ligas Agrarias Cristianas. 156,
226, 228, 231. 160, 162-165, 181.
Lefebvre, Marcel. 99, 134, 407. Lima Amoroso, Alceu. 44-45.
Legión Boliviana Social-Nacio- Livieres Banks, Jorge. 169-170.
nalista. 215. Lona Reyes, Arturo. 410, 423.
Legionarios de Cristo. 404. Longueville, Gabriel. 140.
Leigh, Gustavo. 94. Lonquén. 94.
Leighton, Bernardo. 80. López, Carlos Antonio. 155, 157.
Leme, Sebastiao. 44-45. López, Francisco Solano. 155,
Lemercier, Gregorio. 406. 157.
Léniz, Fernando. 105. López Ardón, Rubén . . 37.
León XIII. 29 López de Lama, Jesús. 206, 220.
Letelier, Orlando. 95, 97. López y López, Amando. 311 -
Levingston, Roberto. 124. 312.
Lewis, Paul. 157. López Portillo, José. 402, 408.
Ley de Asociaciones Religiosas López Rega, José. 128.
(México). 415-41 7. López Trujillo, Alfonso . 32-33,
Ley de Caducidad de la Preten- 83, 339, 343.
sión Punitiva del Estado (Uru- Lorscheider, Aloísio. 35, 43, 58,
guay). 197. 64-65, 67-68, 73-74, 443.
Ley Para el Diálogo (México). Lorscheiter, Ivo. 58, 65, 72-73.
435. Lozano, Javier. 433.
Ley de Pacificación Nacional Lucas García; Romeo . 361, 366-
(Argentina). 147. 367, 377-378, 440.
Ley de la Pacificación Nacional Ludeña, Teófilo. 248.
(Uruguay) . 197. Luján, Virgen de. 120.
Ley Sáenz Peña. 17. Lula da Silva, Luis Inacio. 70-
490
71. Martí, Agustín Farabundo. 282.
Luna, Víctor. 261. Martín-Baró, Ignacio. 311 -312.
Lunkenbein, Rodolfo. 63-65. Martínez, Ana Guadalupe. 317.
Luteranos. 165. Martínez, María Estela (Isabel
Perón). 127-128.
Llom, Gaspar (Ver Asturias, Marxismo. 60, 71, 87, 92, 99,
Rodrigo). 107, 215, 244, 253, 296-298,
316, 335, 341, 343. Ver co-
MacGregor, Felipe. 251, 273. munismo.
Mack, Myrna. 370, 394. Maryknoll, Padres y Madres de.
MacLean, Ronald. 231. 205, 251, 256, 263, 292, 330,
Madraza Cuéllar, Jorge. 432. 337, 372-375, 377-378.
Madres de Plaza de Mayo. 116, Marzoli, Nino. 230.
137, 139, 141 - 144, 445. Masonería. 189, 199-200.
Madres y Familiares de los Uru- Massacre de Todos los Santos.
guayos Desaparecidos en Ar- 218-219.
gentina y Uruguay. 195. Massacre del Valle de Cocha-
Magaña, Alvaro. 287, 298. bamba. 212.
Mainwaring, Scott. 45. Massera, Emilio. 135, 148.
Malvinas. 140, 146, 148-149. Matanza, La. 282.
Mallimaci, Fortunato. 121. Mauer, Clemente. 205-206, 208-
Mallea, Juan. 249. 210, 212, 214, 216-217.
Malloy, James. 220. Mayer, Antonio de Castro. 55.
Mannheim, Karl. 446-44 7. McAffee, Marilyn. 392.
Mano. 374. McClellan, Daniel. 263.
Mano Blanca. 366. McCormack, Irene. 257.
Manrique, Jorge. 206, 208 -209, McGrath, Marcos. 22.
215-218, 220, 224, 226-228. McKenna, Donald. 378.
Mansión, La. 215. Medellín, Conferencia Episcopal
Mao. 235, 243. de. 19, 25, 27, 30, 33, 58, 81,
Mapuches. 77. 126, 142, 150, 160- 161, 198,
MAPU. 99. 208, 238, 250, 252, 260, 263,
Marcevich, Aníbal. 159, 17 4, 278, 289-290, 330, 332, 373 -
178. 375, 379, 384, 406-407, 424,
Marcos, Subcomandante . 418, 438, 441.
422-423, 429-432, 434. Médici, Emilio Garrastazú. 48,
Mariana, Juan de. 334. 52-54, 57.
Marighella, Carlos. 55. Mejía, Osear Humberto. 369.
Maritain, Jacques. 44, 118, 121. Meléndez, Jorge. 185.
491
Meliá, Bartomeu. 155, 164. Miguez Bonino, José. 144.
Melton, Richard. 352. MINUGUA (Misión de Naciones
Melville, Tomás. 373-374. Unidas para Guatemala). 394.
Mena Portal, Juan José. 158- Miranda, Aníbal. 167.
159, 161. Miskitos. 340-341.
Menchú, Rigoberta. 26, d362, Mitrione, Dan. 187.
366, 376-377, 391, 395, 429. Mitterand, Danielle. 61.
Menchú, Víctor. 366, 377. MNR. Ver Movimiento Naciona-
Mendes de Almeida, Luciano . lista Revolucionario.
58, 73. Moakley, Joe. 313-314.
Méndez, Aparicio. 187. Moffit, Ronnie. 95, 97.
Méndez Arceo, Sergio. 34 7, Molina, Arturo. 282-283
406-407' 411, 426. Molina, Sergio. 105-106, 110.
Méndez Montenegro, Julio César. Molina, Uriel. 330, 332, 335.
364, 374. Monteras Rojas, Clemente. 248.
Mendiharat, Marcelo. 189-190, Monte1rnsa, Domingo. 301.
192. Montes, César. 384.
Mendoza, Alcides. 263-264. Montes, Segundo. 311 -312.
Mendoza, Yusshy René. 313. Montesinos, Antonio de. 446.
Menem, Carlos. 149-150. Montoneros. 124-127, 129, 134,
Menéndez, Luciano Benjamín. 152.
140. Monsanto, Pablo. 384.
Menonnitas . 158. Monzón, Uberfil. 162.
Mensaje. 81, 99 . Morales, Mardonio. 420-421.
Merton, Thomas. 142, 330. Morales Bermúdez, Francisco .
Meruri. 63. 239, 441.
Mesa, Caleb. 250. Morán, Rolando. 384.
Mesters, Carlos. 69. Morán Casteñeda, Rafael. 309.
Mestre, Alejandro . 214, 21 7 , Moravos. 340
221, 224, 228 . Morazán . 305.
Metodistas. 214, 217. Morelos, José María. 16.
Metzinger, Luciano. 263, 266, Moreno, Juan Ramón. 311 -312.
270, 273. Movimiento de Acción Solidaria.
México . 16, 18, 20, 36, 40, 78, 386-387.
288, 294, 305, 316, 31 7, 367, Movimiento Campesino Paragua-
387- 388, 390-391, 397-436, yo. 170.
445. Movimiento Cívico Cristiano
Meyer, Marshall. 144. (Uruguay). 190
Mignone, Emilio . 137. Movimiento Democrático Brasi-
492
leiro (MDB). 48, 71. Mullin, Carlos. 190, 192- 193.
Movimiento de Educac,;:áo de Muñecas, Ildefonso. 17.
Base. 46, 52, 68. Muras, Carlos de Dios. 140.
Movimiento de Izquierda Revolu- Muro (México). 407.
cionario (Perú). 268.
Movimiento de la Izquierda Re- Naciones Unidas . 97, 214, 284,
volucionaria (Bolivia). 221 - 287, 296, 300, 311, 313, 316-
222, 224. 319, 341, 355, 383, 388, 390,
Movimiento de Liberación Na- 394, 408.
cional (Guatemala). 386. Naindaime. 352.
Movimiento de Liberación Na- Natal, Movimiento de. 46.
cional Tupamaru. 167, 187. Natusch Busch, Alberto. 218 -
Movimiento de Lucha pro-Cunas. 219, 222.
70. Nazismo. 57, 130.
Movimiento de Madres y Fami- Nevares, Jaime. 132, 141, 145,
liares de Procesados por la 150.
Justicia Militar (Uruguay). Neves, Tancredo. 49, 72.
195. Nicaragua. 20-21, 24, 26, 32, 35,
Movimiento Nacionalista Revolu- 37-38, 40, 74, 284, 31 7, 321-
cionario (MNR). 203, 207, 362, 382, 386, 395, 421 -422,
211 . 215, 218, 224, 229, 231. 438-439.
Movimiento Perú, Vida y Paz. Noriega, Manuel. 22.
273. Notre Dame, Universidad de.
Movimiento Popular Colorado. 299.
169. Nova Iguac,;:u .. 64-66.
Movimiento Revolucionario Novak, Jorge. 132, 141, 144,
Túpac Amaru. 236-237, 259, 150.
267-268 , 272. Novak, Michael. 341.
Movimiento Tradicional Católico. Novoa, Jovino. 110.
295. Nueva Tie1rn, Centro. 151.
Moyano, María Elena. 275 -278·, Nuevo Diario, El. 337.
442. Nunca más (Argentina). 141,
Moyobamba. 267-268. 144 - 145, 148, 150. Ver
Mozote. 301. CONADEP.
MRTA. Ver Movimiento Revolu- Nunca más (Uruguay). 199.
cionario Túpac Amaru. Nunca 1nais (Brasil). 61.
Mugica, Carlos. 125, 126- 127, Nuñez Téllez, René. 344.
138.
Mujica, Rosa María. 273. Ñancahuazú. 209
493
OAASA (Oficina Arquidiocesana Orbe, Venancio. 267-268.
de Acción Social de Ayacu- ORDEN (Organización Democrá-
cho). 254- 255 ~ tico Nacionalista). 283, 290.
Obando y Bravo, Miguel. 21, 32, Organización de Abogados Brasi-
35, 37-38, 323, 330-331, 334- leños (Ordem dos Advogados
339, 343 -345, 349-353, 355- do Brasil). 49, 67, 72.
358, 395, 438. ORPA (Organización del Pueblo
Obeso Rivera, Sergio. 434. en Armas-Guatemala). 365,
Oblatos. 158, 205-206, 214. 384.
OCEZ (Organización Campesina Ortega, Daniel. 31 7, 331, 343,
Emiliano Zapata). 419-420. 349-351, 354-356.
Ochaeta, Ronald. 381 Ortega, Humberto. 352, 356.
OCSHA (Obra de Cooperación Ortiz, Diana. 370, 379, 394.
Sacerdotal Hispanoamericana). Oslo. 383, 386.
206, 210. Ossa, Manuel. 83.
OEA (Organización de Estados Othmaro Cáceres, Manuel. 292.
Americanos). 143, 188, 241, Ottonello, Giacomo. 300.
311, 317, 352, 355. Ovando Candia, Alfredo . 204 ,
Obediencia Debida, Ley de. 149. 208-209.
Oficina de Derechos Humanos Oviedo, Carlos. 112.
(Guatemala). 381, 394. OXFAM. 250.
Olinda y Recife . 35, 44, 46, 51 -
52, 55, 57. Pablo VI. 30-31, 192, 334, 408.
Oliva, Francisco de Paula. 160. PAC (Patrullas de Autodefensa) .
Onganía, Juan Carlos. 121, 123- 368, 370, 388.
124. Pacelli, Eugenio. Ver Pío XII.
ONIS (Oficina Nacional de Infor- Pacto del Club Naval. 194.
mación Social). 21 O, 250. Pacheco Arce, Jorge. 186.
ONUSAL (Observadores de las Padilla, David. 218 .
Naciones Unidas en El Salva- Padim, Cándido. 56.
dor) . 316. Padroado. 28.
OPM (Organización Político Mi- Padrón, Joel. 426-427.
litar). 164. Paez Garcete, Osear. 169.
OPSAM (Oficina Prelatura} de Pagura, Federico. 144.
Acción Social Moyobamba). Palacios, Manuel Antonio. 157.
268, 272. Palau, Luis. 380.
Opus Dei, El. 251, 255, 404 - Palatinos. 138.
405' 407-408. Panamá. 22, 303, 305-306, 389.
Oquelí, Héctor. 306. Panzós. 366.
494
Papado , El. 27 -33. Ver papas Partido do Movimiento Democrá-
individuales . tico Brasileiro. 71.
Parada, Manuel. 97. Partido Liberal (Chile) . 80.
Paraguay. 22, 24, 30-31, 35, 39, Partido Liberal Radical (Para-
47, 151, 153-181, 447 . guay). 170.
Parajón, Gustavo. 350, 354. Partido Liberal Radical Auténtico
Pariacoto. 257. (Paraguay). 169-1 70.
Parrales, Edgar. 337, 339. Partido Nacional (Chile). 102,
Parteli, Carlos. 185, 189, 191 - 104.
192, 196, 199-200, 444. Partido Nacional (Uruguay).
«Participa». 109-110. 194, 199.
Partido Acción Nacional (PAN). Partido Popular Socialista. 400,
400-402, 405, 409-410, 415. 411.
Partido Aprista. 239~240, 246, Partido Radical (Ar gen tina).
264-265. Ver Haya de la To- 117.
rre. Partido Radical (Chile). 78.
Partido Auténtico de la Revolu- Partido de la Revolución Demo-
ción (P ARM) . 400. crática. 400, 402, 415.
Partido Blanco (Uruguay). 186. Partido Revolucionario Febrerista
Partido Colorado (Asociación (Paraguay). 169.
Nacional Republicana). 155- Partido Revolucionario Institu-
157 , 159, 168- 172, 178, 180, cional (PRI). 399-404, 409 -
442. 410, 412, 414, 41 7-419, 428,
Partido Colorado (Uruguay) . 430, 432, 434, 436, 445 .
186-187, 194. Partido Socialista (Chile). 78,
Partido Comunista Boliviano . 104.
224. Partido dos Trabalhadores . 7 1.
Partido Comunista (Chile). 78, Partido Tradicionalista-Conserva-
104- 105' 107 -108 . dor. 326-327.
Partido Comunista (El Salvador) . . Pastora, Edén. 345.
282. Patiño, Simón. 203.
Partido de Conciliación Nacional. Paz, Néstor. 209.
282, 309. Paz Estenssoro, Víctor. 203 -204,
Partido Conservador (Chile). 79, 207 , 218 -220, 224, 226-229,
80. 231.
Partido Demócrata (Estados Uni- Paz Zamora, Jaime . 204, 226,
dos). 286-287. 230.
Partido Guatemalteco de Trabajo . Pease, Henry . 274.
365. Pellecer, Luis . 378-379.
495
Penados, Próspero . 381 , 440. Pon ce de León , Carl os. 132 ,
Pentecostales . 21 , 93 , 353. (Ver 139-140.
Evangélicos) Pontificia Comisión para Améri-
Peña , L uis Amado. 344 , 346 , ca Latina. Ver CAL.
353 . Populonun Progressio. 53 .
Pereda Asbún, Juan. 218 . Porras, Martín de. 17.
Pereira, Antonio Henrique. 57. Portela, Petronio. 67.
Pérez Aguirre, Luis. 195 - 197. Prata, Genaro. 217, 219.
444. Pratts , José. 209-210.
Pérez de Cuéllar , Javier. 288 , Precht, Cristian. 90, 96, 108.
311, 316. Preciosísima Sangre, Congrega-
Pérez Esquivel, Adolfo. 116, ción de la. 254.
141 - 144, 195 , 347, 444. Prensa , La. (Nicaragua). 331,
Perón, Eva. 18 , 122-123, 126. 337, 341 , 351, 352, 355.
Perón , Juan Domingo. 19 , 37, Presencia. 217, 221.
120-124, 126-128, 133. Presbiterianos. 249.
Perón, Isabel (María Estela PRI. Ver Partido Revolucionario
Martínez) . 127-128. Institucional.
Peronismo. 120-124. Prigione, Jerónimo. 414, 414 ,
Pershing, John. 434. 427-428 , 433-434.
Perú . 17-18, 23, 26, 37-38, 39- Primatesta, Raúl. 131, 133, 135.
40, 88, 151, 177 , 233-278, Proaño, Leonidas. 142, 426.
389, 441-442. PRODEMCA (Amigos del Cen-
Peter, Marian. 373-374. tro Democrático en Centroa-
Pinochet, Augusto. 21, 24, 31 - mérica). 345.
32, 77-78, 84 , 86 -96, 100, Programa de Emergencia Social
103-111, 130, 156, 278, 443. (Perú) . 270-271.
Pinochet, Lucía de. 102. Protestantes (Ver Evangélicos).
Piñera, Bernardino. 11 O. Pudahuel. 9 5.
Pío IX. 29. Puebla, Conferencia Episcopal
Pío XI. 29, 57. de. 66, 99, 145, 408 .
Pío XII. 29-30, 79, 119. PUM (Partido Unificado
Pío Laghi. 132, 138. Mariateguista). 262.
Pironio, Eduardo. 32, 132. Puno. 261-267.
Plaza, Antonio J. 131 - 132, 134. Punto Final, Ley de. 148-149.
Poblete, Renato. 99. Purísima, Fiesta de La. 328,339.
Pol Pot. 235 .
Polonia. 257, 335, 348. Quadros, Janio. 46, 47, 53.
Ponce, René Emilio. 318. Quarracino, Antonio . 132- 133,
496
137, 142, 150. Reyes Rodrigo. 344.
Quesada, Rodolfo. 35, 383, 384, Reynoso, Luis. 433-434.
386-388, 390-393, 440. Ribeirao Bonito. 64.
Quevedo, Julio. 394. Ribeirao Preto. 55.
Quiroga, Marcelo. 219-222. Richter Fernández-Prada, Federi-
Quispe, Agripino. 249. co. 253-255.
Rivas, María Agustina. 257.
Radio Católica (Nicaragua). 346, Rivera, Lucio. 300.
350-352. Rivera y Damas, Arturo. 35-36,
Radio Pides. 206. 38, 278, 281, 286, 291, 293-
Radio Loyola. 206. 296, 298, 300-306, 308-312,
Radio Ñanduti. 171. 316-317' 319-320, 335, 358,
Radio Pío XII. 206. 439.
Ramallo, Luis. 160. Riobamba. 95.
Rarrúrez, Eric. 350. Ríos Montt, Efraín. 21, 361-362,
Ramírez, Pedro. 121-122. 366-369, 377-378, 380, 387,
Ramírez, Sergio. 350 440.
Ramos, Celina. 311-312. Robelo, Alfonso. 337.
Ramos, Julia Elba. 311-313. Robertson, Pat. 367.
Ranly, Ernesto. 254. Roca, Julio. 117.
Ratzinger, Joseph. 73-73. Rodrigo Franco, Comando. 246.
Raymondi, Luigi. 406, 424-425. Rodríguez, Andrés. 179-180.
Reagan, Ronald. 38, 100, 167, Rodríguez, Luis. 224.
284-286, 297-299, 310, 315, Rodríguez, Matilde. 197-198.
323, 334, 340-342, 345-346, Rojas Caballero, Luis. 214.
348-349, 352, 357. Rolón, Ismael. 22, 35, 159, 161-
Referéndum Nacional (Uruguay). 162, 167, 169, 171, 173, 177,
197-199. 179-180, 442.
Reflección Episcopal Pastoral. Roma. Ver el Vaticano; la Santa
407. Sede.
Reilly, Charles. 19. Romanización. 28-29, 44.
Renovación Nacional. 11 O. Romero, Carlos Humberto. 283.
Resistencia Nacional (El Salva- Romero, Osear. 35-36, 219, 281,
dor). 296. 284, 287-298, 307-312, 314,
Revelo, Marco René. 305, 310- 318, 395, 426, 439-440.
311. Rondas Campesinas (Perú). 247,
Revolución Cubana. 46. 259-261, 278.
Rey de Castro, Alvaro. 273. · Roque González, San (anterior-
Rey Prendes, Julio Adolfo. 301. mente Beato). 174.
497
Rosa Chávez, Gregorio. 294 , San Cristóbal de Las Casas. 406,
300, 306, 308, 311. 418-419' 423-425' 428-429'
Rosal, Jorge. 386. 432-433, 435, 445.
Rosales, Héctor. 390. Sánchez, Arístides. 351-352.
Rossell y Arellano, Mariano. Sánchez de Lozada, Gonzalo.
372 229-230.
Rossi, Agnelo. 51, 54, 56, 58-59. Sánchez Tinoco, Alfonso. 406,
Rotsaert, Marcelo. 427. 424.
Rubio García, Andrés. 162. Sancho Castañeda, Eduardo. Ver
Ruibal, Julio César. 213 . Cienfuegos, Fermán.
Ruiz, Samuel. 35, 400, 406, 418, Sandinistas. Ver Frente Sandi-
420-430, 432-435, 445. nista para la Liberación Nacio-
Ruiz, Tomás. 16-17, 328. nal.
Ruiz Furlán, José María. 374. Sandino, César Augusto. 326,
Ruiz Massieu, José Francisco. 329, 335.
403, 431-432. Sandoval, Miguel Angel. 383.
Sandovallñiguez, Juan. 434.
Sábato, Ernesto. 148. Sanguinetti, Julio María. 194,
Sacasa, Juan. 326. 200.
Sacerdotes para el Pueblo. 407. San Ramón, Vicariato Apostólico
Sacerdotes para el Tercer Mundo. de. 269.
125-127, 139. San Salvador. 39, 282, 289, 300,
Sagrado Corazón, Congregación 306.
del. 332, 373-375, 378. Santa Sede. Ver el Vaticano.
Sagrado Corazón, Misioneras del. Santa Teresihna. 62.
254. Santi, Carlos. 337, 344, 351.
Sagrados Corazones, Congrega- Santo Domingo, Conferencia
ción de los. 263, 266. Episcopal de. 446.
Sáinz, Luis. 227. Santos, Teodoro. 256.
Sales, Eugenio. 35, 59, 73. Sao Feliz de Araguaia. 62.
Salesianos. 63-64, .81, 158, 161, Sapoá. 351-352.
217, 244, 253, 329. Sauñi Calderón, Zacarías. 248.
Salgado, Plínio. 45. Scherer, Julio. 429.
Salinas de Gotari, Carlos. 402, Scherer, Vicente. 66.
412-414, 427. Schick Gutiérrez, René. 327.
Salmón, Raúl. 231. Schlaefer, Salvador. 337, 344.
Samoré, Cardenal. 145. Schmidt, Carlos. 254-255.
San Andrés Larráinzar. 435. Schmitz, Germán. 251, 269.
San Bernardo (Sao Paulo). 70. Schneider, René. 84.
498
Segura, Vicente Juan. 311. Socialismo. 117-118.
Seguridad Nacional, Doctrina y Socorro Jurídico (El Salvador).
Estado de la. 20, 25, 36-37 , 291, 295.
43, 47-48, 53, 65, 67, 86, 88, Sodano, Angelo. 32.
136, 145, 188, 442. Solentiname. 330.
Selich, Andrés. 213. Somoza, Los. 26, 156, 324, 326-
Selva Lacandona. 419, 431. 327, 329-331, 333 -334, 345 ,
«Semana Trágica». 118. 353 .
Sendero Luminoso. 26, 37-38, Soto, Alvaro de. 311, 316.
40, 233-238, 241 -250, 252 - Sousa, Luiza Erundina de.. 71 .
269, 274-278, 441 -442. Souto, Edson Luis Lima. 53.
Señor del Gran Poder. 215. Spesotti, Cosme. 292.
Señor de Huanca. 266. Stalín. 20.
Seregni, Líber. 190, 194. Stessel, Alfonso. 394.
SERPAJ (Servicio de Paz y Justi- Stoll, David. 362.
cia). 142, 185, 188, 195-199, Stone, Richard. 298.
444. Stroessner, Alfredo. 22, 24, 155-
Serrano, Mariano. 292. 157, 159, 162, 166-168, 175-
Serrano Elías, Jorge. 362, 364, 181, 442.
380, 383-384, 386-389. Strzalkowski, Zbigniew. 257.
Sesori. 305, 307. Suárez Rivera, Adolfo. 412, 433-
Sicuani. 266. 434.
Siguad, Gerald. 55. Súdafrica. 216.
Siles Salinas, Luis Adolfo. 208, Summa. 430
213-214, 21 7, 219. Sur Andino. 251, 261 -267, 272.
Siles Zuazo, Hernán. 203 -204, Swaggert, Ji mm y. 94.
215, 218-220, 223-226, 231.
Sil va Henríquez, Raúl. 31, 35, Tacuara. 124.
37, 77 , 81 -85, 88, 90-92, 95 - Tagle Covarrubias, Emilio . 89,
97 , 99, 101 - 102, 104, 112, 90.
133, 278, 424, 443. Talavera, Ramón. 159.
Sinarquistas. 405. Tami Puell, Rosalía. 245.
Sinclair, Santiago. 87. Tapia, Sergio. 98.
Sinchis. 245. Tarahumara. 410.
Sist, Arthur. 213. Tarata (Lima). 274-275.
Smith, Peter. 15, 401. Tawantinsuyo. 266.
Socialcristianismo . 80-81. Ver Tenancingo. 303-304.
la Acción Católica; Democra- Teología de la liberación. 25, 32,
cia Cristiana. 55, 73-74, 110, 144, 176-178,
499
250-250-252, 258, 266, 270 , Uchuraccay . 272.
278, 335, 369, 376, 379,433. UDP (Unión Democrática y Po-
Teoponte. 208-209. pular). 215, 219-220.
Terrazas, Julio. 223, 227-230. UMAE (Unión de Mutua Ayuda
Testigos de Jehová. 354. Epsicopal). 406, 423-424.
Timerman, Jacobo. 130, 144- UNAGRO (Unión Nacional
145. Agropecuaria). 385.
Tlatelolco, Masacre de. 401, Ungo, Guillermo. 297, 300, 305-
407, 409. 306, 309.
Tojeira, José María. 313-314. Unidad Popular (Chile). 85-86.
Tomaszek, Miguel. 257. Unidad Revolucionaria Nacional
Tómic, Radomiro. 80, 84. Guatamalteca (URNG). 4, 37,
Toribio de Mogrovejo, Santo. 365, 382-390, 392-394.
16. Unión Cívica (Argentina). 117.
T01Telio, Celso. 222. Unión Cívica (Uruguay). 190.
Torres, Juan José. 204, 208-209, Unión Cívica Radical. 147.
211-212. Unión Democrática Independien-
ToITiceli, Robert. 371. te. 110.
Tortolo, Adolfo. 131, 133-135. Unión Democrática de Libera-
Tovar, Romeo. 310. ción. 331.
Tradición, Familia y Propiedad. Unión Guerrera Blanca. 283,
45, 50-51, 55, 84, 99. 290, 312.
Tratado de Libre Comercio. 418, Unión Nacional de Estudiantes
421. Católicos. 274-275.
Trento, Concilio de. 446. Unión Soviética. 20, 284.
Tribunal Permanente de los Pue- United Fruit Company. 363-364.
blos. 188. Universidad Católica (Asunción).
Triple A. 125, 128. 158-159, 171.
Triple Alianza, Guerra de la. Universidad Católica (Santiago
155, 157. de Chile). 78, 84, 91.
Troskistas. 71, 262. Universidad Católica (Valparaíso).
Tumiri, Julio. 214. 78.
Túpac Amaru. 447. Universidad Católica del Perú.
Tupamaros. 162, 187. Ver Mo- 151, 251.
vimiento de Liberación Nacio- Universidad Centroamericana (El
nal Tupamaru. Salvador). 38, 288-290, 297,
Turcio Lima, Augusto. 364. 302, 309, 311-313, 316.
Tutela Legal. 23, 39, 294-296. Universidad Centroamericana
(Nicaragua). 330.
500
Universidad Gregoriana. 423. 178.
Universidad Nacional de San Vega, Pablo A . 337, 344-346,
Carlos. 393. 348, 351.
Universidad Nacional de San Vekemans, Roger. 82-83, 99.
Cristóbal de Huamanga. 242, Velasco Alvarado, Juan. 238 -
244, 253, 275. 239, 262, 441.
Universidad Nacional de San Véliz, Claudio. 18.
Marcos. 274-275. Venezuela. 317-318.
Universidad Particular Víctor An- Verbo, Iglesia del. 367.
drés Belaunde. 253. Verbo Divino, Sociedad del.
Universidad Rafael Landívar. 158.
373. Vergara, Jesús. 414.
Universidad de San Luis. 144. Vicaría de la Solidaridad. 23, 39,
UNO (Unión Nacional Oposito- 60, 75, 88, 90, 95-99, 103,
ra). 355-356. 106, 108, 116, 133, 295, 443.
Uriburu, José Félix. 11 7- 118. Videla, Jorge. 21, 128-130, 135,
URNG. Ver Unidad Revolucio- 138, 140-141, 147-149, 166.
naria Nacional Guatemalteca. Vietnám, Guerra de. 284, 286,
Urioste, Armando. 223. 366.
Uruguay. 20, 36, 39, 4 7, 162, Villa, Pancho. 434.
167, 183-200, 444-445 . Villa El Salvador. 275-277, 442.
Villacorta, Jorge. 306.
Vandrell, Francesco. 388. Villagrán, Francisco. 386.
Valdés, Gabriel. 102. Villalobos, Joaquín . 29 7 , 310,
Valech, Sergio. 98. 317.
Valle del Alto Huallaga. 267. Villarán, Susana. 273.
Valle de la Convención. 262. Villeda, Ana Cecilia. 302-303.
Vallejos, Luis. 263. Viola, Roberto. 135, 146-149.
Vargas, Getulio. 45. «Violencia, la» . 235.
Vargas Alzamora, Augusto. 252, Virgen del Carmen. 87.
274-275. Virgen de Fátima. 215.
Vargas Llosa, Mario . 240. Visión Mundial. 248, 250.
Vasco de Quiroga. 16, 446. Vivas, Bosco. 337, 344, 351.
Vaticano, El. 27- 34, 36, 38, 73- Voordeckers, Walter. 378.
74, 79, 103, 15 7 , 174, 270,
291, 300-301, 33 7-338, 342- Walker, William. 325, 328.
343, 347-349, 357-358, 408, Wasseige, Eric de. 213-214.
410, 413-414, 434. Wast, Hugo (Martínez Zuviría,
Vega, Juan Antonio de la. 176- Guillermo). 119.
501
Wauthier, Pierre. 54. Zabala, José. 105.
Wavreille, Jorge. 213-214. Zamora, Rubén. 297 -298 , 300-
Weber, Max. 15, 18, 35. 301, 305-306, 310.
Wheelock, Ricardo. 351 . Zañartu, Mario. 83 .
Wieland, Alfonso. 250. Zapata, Emiliano. 18, 407.
Woods, Guillermo. 377-378. Zapatistas . 41 7-418, 421 -423 ,
Woodward, Miguel. 89. 426-428, 431 -432, 435, 445.
Wright, Jaime. 61 . Zarco, Teresa. 384.
Zedillo, Ernesto. 403, 430, 432-
Yon, Julia. 254. 433 .
Yon Sosa, Marco Antonio. 365. Zelaya, José Santos. 325, 328.
Yrigoyen, Hipólito. 116- 118, Zuccolillo, Aldo. 169.
122, 133, 147. Zur, Jorge. 177.
502
IGLESIA, DICTADURAS Y DEMOCRACIA
Se terminó de imprimir en el mes de setiembre
de 1997 en los talleres gráficos de
Editorial e Imprenta DESA S.A.
(Reg. Ind. 16521), General Varela 1577,
Lima 5, Perú.
PUBLICACIONES RECIENTES
OTTO LEIDINGER
Procesos industriales. 1997. 250 p.
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Código de ética judicial. 1997, 108 p.
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La sociedad virtual y otros ensayos. 1997. 282 p.
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La oralidad escrita. 1997. 294 p.
MANUEL MARZAL
Historia de la antropología social. 1996. 576 p.
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El código napoleónico. 1997. 408 p.