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Ensayo

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Universidad Autónoma De Guerrero

“Facultad De Derecho”

Materia: Habilidades Para La Comunicación De Las Ideas

Ensayo: La Desigualdad Social En México

Maestra: Irma Mátilde Colín Guevara


Nombre: Abigail De La Cruz Barrera
1er sem. Grupo 102. T.M

Chilpancingo Guerrero, Noviembre 2021


Abigail de la cruz barrera, grupo 102, Tm

DESIGUALDAD SOCIAL

El objetivo de este trabajo es explicar la desigualdad social en México, con base en


algunos puntos de vista teóricos que ayuden a definir la cuestión social en las
sociedades modernas, recordando que éstas son construcciones sociales, que
tienen en común la solidaridad generada por el trabajo y las instituciones estatales
de protección social.

El problema de la desigualdad se debe a la carencia de recursos suficientes, pero


también a las notables fallas y vicios en su distribución. No importa cuánto dinero
entre a las arcas públicas. Mientras no se canalice justa y óptimamente, siempre
resultará exiguo.

De todos los desafíos que actualmente enfrenta la vida pública del país, uno de los
más relevantes se refiere a las oportunidades que la sociedad mexicana tiene para
acceder al desarrollo humano.

La Cuestión Social se presenta hoy como una forma de interpelación hacia el orden
social, económico y cultural impuesto por las formas actuales del Capitalismo. Se
expresa a través de la desigualdad social y la exclusión que afecta a grandes
sectores de la población en todo el planeta en forma peligrosamente inequitativa.
Sobresalen en ella formas singulares de construcción de subjetividad en un contexto
mundial donde la desigualdad se enuncia de forma relevante a partir de niveles
hasta ahora desconocidos de concentración de la riqueza en porcentajes ínfimos de
la población.

La desigualdad ha sido siempre una característica inherente a los modelos de


desarrollo, ya sean estos capitalistas o socialistas. Pero existen buenas y malas
desigualdades.
Las desigualdades sociales y el surgimiento de nuevos núcleos familiares de
madres y padres solteros, diferentes al modelo de la familia tradicional, ha generado
la necesidad de fortalecer estas nuevas instituciones sociales. Teniendo como
prioridad el apoyo a personas de la tercera edad y de manera particular a aquellas
personas que viven con discapacidad.

En este sentido, se centra la atención en la formación y educación de todos los


niños, con la finalidad de brindarles igualdad y las mismas posibilidades de un
aceptable bienestar y calidad de vida, a través de una mayor atención y prioridad a
los niños con necesidades educativas especiales asociadas al síndrome de
atención dispersa, conocida como hiperactividad.

En general, la desigualdad social ocurre en los países subdesarrollados o no


desarrollados, y que también puede presentarse en países con niveles altos de
desarrollo, producto de la falta de educación, de mejores oportunidades en el
mercado de trabajo y también por la dificultad de acceso a los bienes culturales o a
los servicios sanitarios o a la educación que padece la mayor parte de la población.

La desigualdad social es una situación socioeconómica que se presenta cuando


una comunidad, grupo social o colectivo recibe un trato desfavorable con respecto
al resto de miembros del entorno al que pertenecen.

No solo se manifiesta en aspectos como el poder adquisitivo, que es sin duda la


causa principal de la exclusión y la falta de oportunidades en muchos lugares del
mundo. Otros elementos que pueden motivar la desigualdad social son la cultura, la
etnia, la raza, la religión, el origen y la nacionalidad, las costumbres y la ideología.

Es por esto que en casi todos los casos la desigualdad social conlleva, además de
una situación de marginación y aislamiento, el señalamiento de esos grupos
sociales que se han visto afectados directamente por esta circunstancia.

También mencionaran algunas causas y consecuencias que tiene la desigualdad


social, y la manera en la que podemos prevenir este problema social.
Llamamos desigualdad a la cualidad de ser una cosa diferente de otra, o de
distinguirse de otra por tener características, valores o rasgos que la hacen
diferente. El individuo recibe un trato desigual o diferente en función de su posición
social, económica, su creencia religiosa, su color de piel, su género, sus
preferencias sexuales, su lugar de procedencia o su cultura, entre otras cosas.

La desigualdad también puede referirse a la falta de equidad, equilibro o igualdad


entre dos o más personas, cosas, hechos o realidades. En este sentido, puede
relacionarse con cuestiones sociales (desigualdad social, económica, educativa, de
género) de las cuales se ocupa la disciplina de la sociología.
La desigualdad social se manifiesta en un trato diferente o discriminatorio hacia las
personas por tener alguna de las características antes mencionadas. En este
sentido, puede ser positiva, cuando la beneficia al individuo, o negativa, cuando va
en perjuicio de sus derechos.

La desigualdad social es consecuencia de problemas históricos y culturales, y ha


existido desde tiempos remotos en todas las civilizaciones del mundo. Es un grave
problema para nuestras sociedades modernas pues acaba por condicionar el
acceso del individuo a los bienes económicos y culturales, a los servicios públicos
y a determinadas posiciones o roles en la sociedad en función de prejuicios o
creencias.

México es uno de los países más desiguales de América Latina. Aunque en los
últimos años se registraron algunas mejoras en la distribución del ingreso,
relacionadas sobre todo con las remesas y la diversificación de actividades en el
medio rural, la situación sigue siendo crítica. La desigualdad en México es un
fenómeno complejo y multifuncional, que se relaciona y se retroalimenta con la
discriminación ética, de género y de lugar de residencia.

La desigualdad en México tiene profundas raíces históricas y es cada vez más


compleja; asume diversas expresiones y es multifactorial. Se manifiesta en
condiciones, niveles y esperanzas de vida fuertemente diferenciados entre
personas y grupos de población, y determina trayectorias laborales y educativas
que profundizan estas distancias.

La desigualdad en México se explica por atributos personales, relacionales y


estructurales que determinan las posibilidades de las personas de capturar y retener
recursos e ingresos a lo largo de su vida.

En general, los estudios sobre la desigualdad y, se podría agregar, también las


políticas sociales han escogido alguna de esas tres opciones: los recursos y las
capacidades de los individuos, las relaciones que se establecen entre ellos o las
estructuras sociales.

Las teorías individualistas han puesto el acento en la distribución de capacidades y


recursos entre las personas, las teorías interaccionistas enfatizan las pautas de
relaciones y los intercambios desiguales, y las teorías holísticas se han concentrado
en las características asimétricas de las estructuras sociales.

Eric Wolf, Reygadas sostiene que la desigualdad es un fenómeno indisoluble de las


relaciones de poder.

Cuando se habla de desigualdad, inmediatamente se piensa en la desigualdad


económica y, sobre todo, en la desigualdad en el ingreso. Pero este tipo de
desigualdad es resultado de una serie de desigualdades provocadas por diversas
causas, a la vez que explica el origen de muchas otras.

Un tipo de desigualdad fundamental que, además, es acumulativa de generación en


generación se relaciona con la propiedad diferenciada de bienes y recursos para la
producción o para la obtención de rentas, tales como tierras, recursos naturales, de
capital (inmuebles, equipo y maquinaria) y recursos financieros.

En México, en el contexto de una sociedad fuertemente oligopolizada y pese a las


denuncias de la enorme acumulación de riqueza por unas cuantas personas y
familias no se cuenta con estudios que muestren, con sustento estadístico, cuál es
el estado real de la distribución de la riqueza. A pesar de esta falta de información
sólida, todo indica que las diferencias son más profundas que las observadas en la
distribución del ingreso, y se estima que en los últimos años las políticas del Estado
en materia fiscal, de concesiones para la operación de recursos, bienes y servicios
públicos y de privatización de empresas han favorecido a personas, compañías y
familias cercanas al grupo en el poder.

En este marco, el presente artículo repasa, a partir de diversos datos y estadísticas,


la historia reciente de la desigualdad en México y el modo en que ha evolucionado
la estructura de ingresos de las familias. Se vincula la desigualdad con las
diferencias de género, étnicas, de raza y lugar de residencia, de modo de
relacionarla con la discriminación.

En tercer lugar, se analizan las políticas sociales implementadas para enfrentar la


desigualdad, desde los intentos de creación de un Estado de Bienestar hasta los
más recientes programas de transferencia de renta. Finalmente, se plantea la
universalidad como condición necesaria para el ataque a los problemas de
desigualdad y pobreza en México.

México sufre una alta desigualdad en la distribución del ingreso, incluso en el


contexto de América Latina, el continente más desigual del mundo. De hecho, el
país solo es superado por Brasil, Colombia, Chile, Guatemala, El Salvador y
Honduras, que experimentan índices de desigualdad muy altos.

Un estudio reciente de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo


Económico (OCDE) concluye que, si bien la desigualdad aumentó en México en la
década comprendida entre mediados de los 80 y mediados de los 90, disminuyó en
la siguiente década. Otros análisis destacan que incluso los hogares más
favorecidos cuentan con ingresos moderados que apenas alcanzan para cubrir las
necesidades de sus integrantes.

Dos indicadores calculados con datos oficiales muestran la desigualdad en la


distribución del ingreso en el país.
El primero consiste en calcular la relación que guarda el ingreso medio del decil
más rico de la población respecto del correspondiente al decil más pobre. El ingreso
monetario promedio por hogar en 2000 del 10% más rico era 35 veces el
correspondiente al del decil más pobre. Esta distancia se redujo a 30 veces en 2006,
lo que de todos modos sigue siendo una diferencia notable.

El segundo indicador es el Coeficiente de Gini, que pasó de 0,501 en 2000 a 0,473


en 2006, lo que muestra una mejora en la distribución del ingreso.Paralelamente, la
pobreza también bajó. Las estimaciones de pobreza realizadas por el Consejo
Nacional de Evaluación (Coneval) muestran una reducción entre 2000 y 2006. La
pobreza alimentaria pasó de 18,5% de los hogares a 10,6%; la pobreza de
capacidades se redujo, en el mismo periodo, de 25,2% a 16,1%; y la de patrimonio
pasó de 45,7% a 35,5%. La desigualdad, ya muy alta, podría ser incluso más grave
si se ajustaran las mediciones.

Algunos especialistas, como Fernando Cortés, sostienen que la distribución del


ingreso utilizada en los análisis se encuentra «truncada» por la ausencia de
registros en las encuestas para los hogares más ricos. La fuerte evasión en las
declaraciones de ingresos de las grandes empresas y de la especulación financiera,
junto con la creciente participación de las actividades ilegales y criminales, hacen
que los ingresos de los estratos más ricos de la población se encuentren
subestimados.

En cuanto a la estructura de ingresos, de acuerdo con la Encuesta Nacional de


Ingresos y Gastos de los Hogares (Enigh) de 2006, 83,5% del ingreso monetario de
los hogares proviene de ingresos por trabajo, compuesto por 64,3% de trabajo
subordinado y 19,2% de trabajo independiente. Solo 4% deriva de renta de la
propiedad, mientras que 12,4% corresponde a transferencias (jubilaciones,
remesas, becas, donativos y regalos).

La alta desigualdad, en efecto, se vincula a los cambios en las fuentes de ingresos.


Desde los 70, los ingresos de las familias dependen cada vez menos del trabajo
formal y de la actividad empresarial regulada y registrada, y cada vez más de
actividades informales, la migración y el ejercicio de prácticas ilegales y criminales.
Esto es consecuencia del bajo crecimiento de la economía de las últimas décadas,
la reducida tasa de creación de empleos formales y la precarización derivada de la
flexibilización laboral, en una etapa de la historia demográfica del país marcada por
una amplia oferta de trabajadores jóvenes.

De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (Inegi),


entre 2004 y 2006 se observó un notable aumento en el ingreso monetario promedio
de los hogares de los tres deciles más pobres, como se muestra en el cuadro: la
variación fue de 19,3% en el decil más pobre, 14,3% en el segundo decil y 11,3%
en el tercero. En el mismo periodo, el decil más alto incrementó sus ingresos 7,6%.
Es decir, de acuerdo con los datos oficiales, en solo dos años el 10% más pobre de
la población experimentó un aumento de su ingreso promedio que duplicó el
aumento observado para el promedio nacional, que fue de 8,7%.

Los resultados de la Enigh 2006 indican que los hogares más pobres tienen una
mayor dependencia de las transferencias (jubilaciones, remesas, regalos, donativos
y becas), como se puede observar en el gráfico. Para el promedio nacional de
hogares, este rubro significó 17,8% del ingreso corriente total. En cambio,
representó 36,3% de los ingresos de los hogares del decil más pobre y 27,7% de
los del segundo decil. Es decir, más de la tercera parte de los ingresos de los
hogares más pobres depende de la ayuda de familiares en el exterior, de los
programas del gobierno y de la asistencia social privada.

El notable incremento de las remesas enviadas por trabajadores migrantes a sus


familias en México constituye la principal razón de la mejoría del ingreso en los
hogares más pobres. Desde 2000, el saldo neto migratorio de México es de 600.000
personas en promedio al año. El ingreso por remesas alcanzó su nivel más alto en
2007: 26.000 millones de dólares. En otras palabras, la migración a Estados Unidos
se ha convertido en una importante válvula de escape a las presiones del mercado
de trabajo mexicano y constituye una fuente importante de ingresos para las familias
que se quedan en el país.

Otra razón que podría explicar la mejoría en el ingreso de los sectores más pobres
es la mayor diversificación de actividades en el ámbito rural. Lamentablemente,
parte de esa diversificación implica el involucramiento de los campesinos pobres en
las actividades del narcotráfico: sembrando o transportando droga, participando en
el cuidado de los cultivos y, los más jóvenes, integrando los ejércitos clandestinos
del crimen organizado.Diversos estudios coinciden en que la principal fuente de la
desigualdad en el ingreso proviene de las diferencias en las remuneraciones al
trabajo. Si a los salarios se agregaran además las prestaciones que realmente
reciben las altas burocracias y gerencias privadas, seguramente la distancia
aumentaría.

Esta situación ha llevado a centrar el debate sobre la desigualdad en la distancia


que se observa entre, por ejemplo, el ingreso de un magistrado del Tribunal
Electoral del Poder Judicial (cuyo salario mensual puede llegar a los 450.000 pesos,
es decir unos US$ 31.000), frente a un trabajador que percibe el salario mínimo, de
menos de 2.000 pesos al mes, o sea unos 138 dólares. Las disparidades en este
campo se han ido ampliando como resultado de la política gubernamental de
contención del salario mínimo legal frente a cuerpos de servidores públicos que
autodefinen sus salarios y los ajustan al alza anualmente, como los diputados
federales y locales, los gobernadores y los presidentes municipales.

Para poder mantener su nivel de vida, los hogares se han visto obligados a enviar
a más miembros del grupo familiar a trabajar, como las mujeres, los jóvenes e
incluso los niños, y a aumentar el número de horas que trabajan. Ello explica el
aumento del promedio de perceptores por hogar observado en las encuestas y
también explica una parte del notable incremento de la tasa de participación
femenina en el mercado de trabajo desde los años 70. La necesidad de trabajar
limita el tiempo que los jóvenes permanecen en la escuela. Asimismo, incrementa
el total de horas que los grupos familiares destinan al trabajo por pago en detrimento
de los trabajos de cuidado y domésticos. Los estratos de mayores ingresos pueden
contratar a mujeres de los sectores más pobres para realizar las tareas de cuidado
y domésticas, privando a los hijos de estas de su presencia y afecto.

En economías de mercado como la mexicana, con un débil sistema de protección


social estatal, la desigualdad en los ingresos define los niveles y la calidad de vida
de las personas e incluso, debido a la segmentación de los servicios de salud, puede
ser determinante en la vida o muerte frente a enfermedades o accidentes. Por
ejemplo, algunas localidades registran elevadas tasas de mortalidad materna
debido a la carencia de servicios cercanos de salud especializados y la falta de
recursos de las familias para pagar el costo de los traslados a los hospitales
ubicados en las ciudades de mayor tamaño.

De acuerdo con los últimos resultados (2011) del Índice de Desarrollo Humano (IDH),
en México cerca de 40% de la población se mantiene en situación vulnerable, en
tanto que las condiciones de desigualdad se acentúan sobre todo en materia de la
brecha de ingresos. En estas condiciones, los instrumentos de política pública
deben orientarse y coordinarse para lograr efectos positivos en la disminución de la
desigualdad, la promoción de la equidad y la erradicación de la pobreza.

Esta cuarta entrega de la Encuesta Nacional de Valores sobre lo que Nos Une y
Divide a los Mexicanos (ENVUD) explora uno de los temas que dividen
profundamente a los mexicanos: la desigualdad.

En la primera parte de este artículo, revisamos la actitud de los mexicanos hacia la


desigualdad, su profundo arraigo sociocultural y sus efectos sobre la equidad.
Asimismo, se intenta entender el tema de la desigualdad desde una perspectiva
regional para detectar diferencias importantes entre entidades federativas. En la
segunda parte, tomando como premisa la convicción de los encuestados de que es
obligación del gobierno mexicano igualar las condiciones socioeconómicas de los
habitantes, analizamos el impacto real del gasto público como instrumento para
promover la equidad, disminuir a desigualdad y erradicar la pobreza.
Las transformaciones sociales y económicas que vivió el país en el último siglo
llevaron a que México pasara de ser un país predominantemente rural a uno urbano,
con una esperanza de vida mayor que en el pasado. Se redujo la tasa de mortalidad
infantil sustancialmente y disminuyeron los rezagos educativos. Estos cambios se
vinculan directamente con las estrategias que, a partir del gasto público, se
implementaron en áreas como la educación, la salud y la seguridad social. En este
sentido, se reconoce en el gasto público uno de los instrumentos más poderosos de
la acción pública para generar condiciones de bienestar en la ciudadanía. Sin
embargo, también hay una percepción de que el uso de los recursos públicos no
está generando los efectos redistributivos esperados para la población más
vulnerable de la sociedad mexicana.

En el comparativo internacional, México se ubica en una posición de ingreso medio,


con un sector importante de la población considerada como de clase media. No
obstante, según la ENVUD hoy 6 de cada 10 mexicanos están convencidos de que
México es un país donde la escasez es la regla y el bienestar la excepción. 54% de
la población considera que la principal causa de la pobreza en el país es la falta de
oportunidades. La certeza expresada por los encuestados de vivir en un país de
escasez económica y falta de oportunidades convierte a la igualdad en el principal
anhelo de los mexicanos. Esta actitud evidencia muy claramente el sesgo de los
mexicanos hacia valores materialistas. Ya se hablaba en otras entregas de
la ENVUD de este indicador desarrollado por el politólogo Ronald Inglehart, donde los
valores materialistas (guiados por el sentido de supervivencia física y fisiológica) se
contraponen a los valores postmaterialistas (guiados por un sentido de libertad de
decisión y calidad de vida).

La mexicana es, sin lugar a dudas, una sociedad profundamente materialista donde
la gente privilegia valores relacionados con la suficiencia económica y el
cumplimiento de satisfactores mínimos para la supervivencia, por encima de los
valores necesarios para acceder a un país más democrático y desarrollado en
términos sociales
Es claro entonces que el grueso de los mexicanos percibe la escasez y la falta de
oportunidades como problemas que limitan el desarrollo de las potencialidades de
las personas que habitan el país. No obstante, un ejercicio interesante sería
comprobar la validez de esta convicción a nivel estatal.

Al analizar la percepción de justicia en la distribución del ingreso expresada por los


encuestados en la ENVUD, nos encontramos con resultados que contradicen el
sentido común, pues en estados con grandes carencias sociales y económicas, más
de la mitad de la población encuestada no percibe injusticia en la forma como se
distribuye el ingreso, resultados contraintuitivos si se contrastan con medidas
objetivas relacionadas con la desigualdad económica del ingreso.

Se contrasta el Coeficiente de Gini estatal con la percepción subjetiva de los


encuestados sobre la justicia en la distribución del ingreso en sus estados. El
coeficiente de Gini mide la concentración del ingreso: mientras más se acerca a 0
más equitativa es la distribución del ingreso entre habitantes, y mientras más se
acerca a 1 existe una mayor brecha en la distribución del ingreso, es decir, el ingreso
se concentra en un menor número de personas.

Al comparar percepciones contra mediciones se evidencia con claridad la diferencia


entre apreciaciones subjetivas y la realidad de las estadísticas: en estados como
Chiapas, Guerrero y Oaxaca, que tienen coeficientes de Gini elevados que apuntan
a una enorme desigualdad económica, más de la mitad de la población percibe
justicia en la distribución del ingreso. Por otro lado, en entidades como el Distrito
Federal y el Estado de México, más de la mitad de la población percibe injusticia en
la distribución de la riqueza, mientras sus coeficientes de Gini reflejan en efecto una
importante concentración del ingreso.

Una posible lectura de estos resultados es que en estados con alta densidad
poblacional y habitantes predominantemente urbanos, la distribución del ingreso es
percibida con mayor claridad, mientras que en estados con altos índices de
analfabetismo, con población dispersa, predominantemente rural y, por ende, con
menos información, existe menor conciencia sobre la realidad que se experimenta
cotidianamente; por ello, sus habitantes perciben condiciones más igualitarias,
aunque esto no coincida necesariamente con la distribución real del ingreso a nivel
local.

Ahora bien, en condiciones donde el factor cultural predispone a ciertos valores y


actitudes, una percepción desviada de la realidad puede jugar un rol limitante o un
rol potenciador. Esto es, si uno percibe condiciones extremadamente desiguales en
la distribución del ingreso, es altamente probable que esto predisponga a los
ciudadanos a sentirse menos capaces de superar las carencias económicas e
igualar las condiciones de vida de aquellos que viven mejor. Mientras que los
ciudadanos convencidos de que la distribución del ingreso no es tan desigual entre
los habitantes de su estado, pueden verse impulsados a trabajar con mayor
esfuerzo y dedicación por cerrar esa brecha de ingreso, que de entrada no se ve
tan limitativa. Sin embargo, no quedan claras las implicaciones sobre el desarrollo
y la generación de riqueza en un país con una dinámica regional de creencias
populares que no empatan con la realidad económica y social.

Si algo es claro en esta aproximación sociocultural a los valores de los mexicanos,


es que México es percibido por la vasta mayoría de sus habitantes como un país de
escasez con una distribución inequitativa del ingreso que hace de la igualdad el
principal anhelo de los mexicanos.

La falta de oportunidades es la mención de más de la mitad de los mexicanos, es


decir, si algo nos ha impedido superar la pobreza en México es la ausencia de
condiciones materiales y socio-económicas para superar la escasez y ahí se da la
desigualdad entre los ciudadanos.

La mayoría de los mexicanos está convencida de que México es un país que no


ofrece oportunidades básicas para que sus habitantes superen las condiciones
lacerantes de pobreza y desigualdad social. Estas oportunidades se refieren,
principalmente, al acceso a bienes y servicios públicos de calidad educación, salud,
seguridad social, condiciones para una vivienda digna, infraestructura básica en la
comunidad y se relacionan íntimamente con la percepción de desigualdad en la
distribución del ingreso. Es decir, los ciudadanos sumidos en la pobreza sufren la
doble condición de desigualdad para percibir ingresos insuficientes para superar
esta condición y se ven expuestos, al mismo tiempo, a deficiencias en el acceso a
bienes y servicios públicos de calidad. Este mecanismo que juega en dos
direcciones es doblemente limitante para muchos mexicanos con aspiraciones
legítimas a un mayor bienestar económico y social.

En promedio, 85% de los mexicanos opina que existe mucha pobreza en sus
estados de residencia. En el caso de Baja California Sur, Sinaloa y Veracruz, este
porcentaje se eleva a más de 90%. Por su parte, 56.4% de los mexicanos considera
que debería haber mayor igualdad en la distribución del ingreso, y 57.4% de los
encuestados reconoce al gobierno como el principal responsable de asegurar
condiciones de equidad y mejora en la distribución del ingreso, en comparación con
el 42.6% de la población que opina que los individuos deberían tener mayor
responsabilidad para sostenerse a sí mismos

La visión de un Estado paternalista que tiene la obligación de proveer a los


ciudadanos de las condiciones necesarias para salir adelante resulta perniciosa
pues los individuos no se asumen como ciudadanos con capacidad para asegurarse
el sustento por sí mismos, sino más bien como “derechohabientes”, es decir, sujetos
de derechos y prebendas que el gobierno está obligado a proveerles. Esta condición
ha sido descrita por múltiples analistas como “ciudadanía de segundo nivel”, es
decir, ciudadanos sujetos a derechos por parte del Estado, pero sin obligaciones.
Esta ausencia de reciprocidad es una limitante al desarrollo pues no se asumen
compromisos de corresponsabilidad ni de participación social o ciudadana en las
tareas de construcción continua entre sociedad y gobierno de mejores condiciones
de vida.

Si bien el Estado tiene la función de garantizar el acceso de la población a una


gama determinada de bienes y servicios básicos, también debe ser el promotor de
valores y fines que garanticen la cohesión social y fortalezcan la identidad
nacional, como la libertad, la seguridad (material y jurídica), la igualdad, el trabajo
y la justa distribución del ingreso.
En este sentido, mediante el gasto público se ha buscado resolver las condiciones
que se considera que limitan el desarrollo humano. En los últimos 80 años, el
gasto social como porcentaje del PIB creció casi 10 veces: pasó de 1 en 1930 a 12
en 2005. Por otro lado, el gasto social como porcentaje del gasto público
programable en ese mismo periodo fue casi seis veces mayor: pasó de
aproximadamente 10 en 1925 a casi 60 en 2005. Este esfuerzo contrasta
ampliamente con la percepción que se tiene de sus resultados.

Ante una percepción poco favorable de las condiciones del país para generar
desarrollo humano, resulta fundamental analizar la percepción de los mexicanos
respecto a la acción gubernamental y la efectividad de ésta para atender los
problemas de interés público. En general, 45% de la población considera que las
tareas más importantes del gobierno deberían ser el combate a la desigualdad
social, la pobreza, la educación, la salud y el bienestar de la gente.

En este sentido, los mexicanos creen que el gobierno debe ser el primer
responsable en la promoción del desarrollo. No obstante, el principal instrumento
con que cuenta el Estado para cumplir con estas funciones, esto es el gasto público,
es regresivo. Es decir, los beneficios de las transferencias gubernamentales se
dirigen a los sectores menos desprotegidos y el acceso a los servicios públicos es
desigual entre la población.

Diversas investigaciones señalan los retos que afrontan la distribución del gasto
público y el diseño de los programas sociales para atender a la población más
vulnerable. El programa de Naciones Unidas adelanta en sus conclusiones del
Índice de Desarrollo Humano 2011 las distorsiones y el distanciamiento entre las
preferencias ciudadanas y la ejecución del gasto público. Problemas como la
corrupción, la captura del gasto por grupos de interés y la pérdida de eficacia de la
administración pública han producido políticas públicas que buscan atender efectos
y no las causas de los problemas; además, los criterios de distribución del gasto en
poco o nada se vinculan con la problemática que se pretende atender.
Así, no sorprende que al analizar la percepción de los mexicanos sobre el nivel de
desarrollo que tienen los servicios públicos se observe que tres cuartas partes de la
población los considera no desarrollados. 58% opina que específicamente los de
salud necesitan desarrollo y 60% piensa lo mismo con respecto a los servicios de
educación, lo que desde otra perspectiva supone una gran oportunidad de mejora

En términos de la calidad de los servicios de salud y educación, en promedio, más


de 50% de los mexicanos considera que los servicios en sus entidades federativas
son de mala calidad o presentan oportunidad de mejora

Al revisar la información por clase social se registra que 44.8% de la población que
se considera de clase media baja, obrera y clase baja piensa que los servicios de
educación son de mala calidad, mientras que un porcentaje similar, 44.1% de la
población del mismo grupo social, opina que los servicios de salud son de mala
calidad

Respecto al acceso de la población a los programas de política social y de acuerdo


con la población encuestada en la ENVUD, más de 60% no cuenta con los servicios
de salud que provee el Seguro Popular y casi 80% de la población no recibe apoyo
del Programa Oportunidades. La información por clase social indica que 65.2% de
la población de las clases baja, obrera y media baja no es beneficiaria del Programa
Oportunidades, mientras que 54.8% no cuenta con el Programa Seguro Popular

Frente a estos resultados, contar con criterios claros de focalización de las políticas
públicas es fundamental para promover condiciones de equidad en la distribución
de los beneficios sociales y equilibrar las oportunidades de desarrollo de la
población. Sin embargo, la formulación de las políticas sociales y su implementación
enfrenta serios obstáculos para lograr llegar a los individuos más vulnerables. Por
ejemplo, al comparar el porcentaje de la población beneficiada por el Programa
Oportunidades y el Seguro Popular con el Índice de Desarrollo Humano ( IDH) por
entidad federativa, se observan diferencias importantes en términos de cobertura.
Así, las entidades donde se registra un mayor porcentaje de cobertura del Seguro
Popular no necesariamente son los estados con menor IDH. Es el caso de Tabasco
(61.3%), Zacatecas (53.5%) y Veracruz (51.3%), de los cuales únicamente Veracruz
y Zacatecas se ubican en un nivel de desarrollo bajo, mientras que Tabasco
mantiene un desarrollo medio. En el caso del Programa Oportunidades, se percibe
la misma situación

La crítica al respecto de los criterios de asignación del gasto ha incluido otros rubros
de transferencias gubernamentales. En ellos se observa una tendencia de
distribución de los recursos públicos que obedece más a criterios inerciales de corto
plazo que a la atención de necesidades reales de la población. Se pierde así el
potencial redistributivo que debería generar el gasto social en el país.

Al respecto, expertos en la materia (como Rodolfo de la Torre, 2006) han propuesto


la utilización de instrumentos como el IDH para orientar la toma de decisiones en
torno a la distribución de los recursos públicos y diseñar políticas con una clara
vinculación a los requerimientos sociales de la población.

Los problemas que enfrenta la gestión pública no se reducen a la dificultad para


establecer mecanismos adecuados de asignación del gasto. También destacan
serios problemas en la definición de las prioridades nacionales que deberían ser
atendidas y los mecanismos mediante los cuales puede llevarse a cabo la
intervención del Estado. En particular, persiste un ineficaz desempeño de la
administración pública para generar bienes y servicios públicos.

Ante esta debilidad, la fuerte influencia de grupos de interés en los procesos de


decisiones de política pública ha propiciado la captura del gasto por grupos de
intermediarios de la gestión de la demanda social, con el consiguiente desvío de
recursos hacia sectores sociales más favorecidos o a la atención de problemas que
no son prioritarios.

Los casos de corrupción y abuso de los recursos públicos con fines de beneficio
económico o político de los administradores, ejecutores o gestores de obras y
acciones públicas, afectan la efectividad del gasto público y por ende causa conflicto
en el tema de la desigualdad . En este sentido, la política de gasto más que ser vista
como un instrumento de política pública altamente redistributiva, es percibida por la
ciudadanía como un derroche de recursos, o como un mecanismo que sólo la puede
beneficiar si cae en las prácticas de corrupción, lo cual también afecta el sistema de
valores y la misma convivencia democrática del país.

De la información relativa a la percepción de los mexicanos respecto a sus


gobernantes, no sorprende que 60% de la población encuestada considere que el
país camina por el rumbo equivocado para alcanzar los objetivos planeados para
los próximos 10 años, en materia de desarrollo y bienestar social, alivio de la
pobreza y generación de servicios públicos de acceso universal. Además, 53.2% de
la población considera que nunca o rara vez los gobernantes suelen tomar las
decisiones correctas. Lo anterior significa que los mexicanos no perciben los
beneficios de la acción pública y tampoco reconocen los resultados de las
estrategias de políticas públicas implementadas en el país.

Por otra parte, 49% de la sociedad mexicana considera que deberían reducirse los
impuestos aunque esto significara una disminución de los servicios públicos. En
promedio, únicamente los ciudadanos de tres estados de la República (Nuevo León,
Michoacán y Yucatán) estarían dispuestos a pagar más impuestos si esto les
representa más y mejores servicios públicos. Esto debería llevar a la reflexión de si
efectivamente los planes y programas diseñados por la clase gobernante responden
a los problemas de la agenda pública y de interés nacional y, por otro lado, a evaluar
la capacidad de la administración pública para responder con eficacia y eficiencia a
las tareas de gestión pública que tiene el gobierno para generar condiciones de
desarrollo del país.

No obstante lo anterior, el gasto público y la participación del Estado en la


generación de condiciones para promover y preservar el desarrollo humano no es
condición suficiente para obtener los resultados esperados. Es decir, por sí solo el
gasto público no permitirá alcanzar los resultados en desarrollo humano y equidad
que requiere la población. Para completar la ecuación hace falta contar con un buen
diseño de política pública y que la población no se perciba sólo como sujeto de
derechos universales acceso a la educación, a servicios de salud, a infraestructura
básica.

También se requiere que la sociedad mexicana busque hacer efectivos estos


derechos. Esto sólo puede ser posible a través de ciudadanos activos que participen
en el proceso de definición de políticas, ya sea como agentes que promueven en la
agenda gubernamental su interés por impulsar la atención a problemas públicos
prioritarios o como vigilantes de la acción pública para que las autoridades cumplan
a cabalidad, denunciando la captura del gasto, la opacidad o corrupción del actuar
gubernamental.

La información respecto a la disponibilidad de la población a pagar más impuestos


no sólo permite observar los pocos incentivos que tienen los ciudadanos para seguir
contribuyendo al financiamiento del gasto público, dados los escasos resultados de
la gestión pública. También se reconoce la poca disponibilidad para participar en la
definición de las acciones públicas que se deberían realizar para mejorar las
condiciones de desarrollo del país.

Es decir, la participación ciudadana o social es el elemento ausente en la


definición y evaluación de las políticas públicas, lo que permite que éstas caigan
en manos de unos cuantos grupos de interés. Pero al mismo tiempo, la falta de
participación reproduce la apatía, incapacidad organizativa y la mediatización de la
iniciativa ciudadana o social.
En resumidas cuentas, como afirma el propio PNUD en la publicación del IDH:

En un régimen democrático como el de México, ignorar la opinión ciudadana sobre


el uso de los recursos públicos, usarlos discrecionalmente y no rendir cuentas sobre
ellos es una forma de sometimiento de agentes capaces de reflexionar con
autonomía sobre el curso que debe tomar la sociedad de la que forman parte y a la
que contribuyen para su sostenimiento.

(JUSIDMA, 2019)
CAUSAS

Corrupción y escasa capacidad del estado para solucionar los problemas:

El principal motivo que ha generado la desigualdad social en el mundo, es la


corrupción de los gobiernos, en especial en países en vías de desarrollo.

El desvío y malversación de fondos públicos reduce el impacto social de los escasos


recursos destinados a la inversión en los grupos menos favorecidos de la sociedad.

Aunque se formulen leyes en contra de la discriminación y en defensa de los


derechos no existen mecanismos que hagan un seguimiento al cumplimiento de
estas, lo cual genera que sean ignoradas y la desigualdad continúe.

Sistemas fiscales injusto:

En algunos países son los pobres quienes tienen a sus espaldas el pago de
impuestos elevados, los cuales se escapan en ocasiones de su presupuesto.

Estos aumentos de impuestos obedecen en ocasiones al interés de los gobiernos


de atraer inversión extranjera, y debido a la existencia de los paraísos fiscales, en
los que las empresas no pagan impuestos, los gobiernos crean regímenes
especiales para favorecer a los empresarios. Pero este dinero debe ser recuperado
y la opción más fácil es hacerlo a través de los habitantes menos favorecidos.

La desigualdad aumentará si los que menos ingresos tienen siguen pagando más
impuestos que los ricos. Warren Buffet reconoció que paga un porcentaje de
impuestos más bajo que su secretaria; multinacionales como Google, Amazon o
Starbucks pagan menos del 10% de impuestos sobre sus beneficios. Las leyes y
reglas actuales deben cambiar para evitar que los impuestos sobre el consumo o
sobre los salarios sean superiores a los impuestos sobre las rentas del capital.

Corrupción y flujos ilícitos de capitales.

Hay que poner fin a la hemorragia financiera y robo que provocan la corrupción, la
deuda pública odiosa y la evasión fiscal. Para ello, es imprescindible combatir la
opacidad del sistema financiero internacional, con especial énfasis en la lucha
contra los paraísos fiscales. Según GFI, entre 1970 y 2008, 854.000 millones de
dólares salieron de África hacia el resto del mundo por culpa de la corrupción y los
flujos de capitales ilícitos, el doble de la cantidad recibida como ayuda oficial al
desarrollo en el mismo período.

Distribución injusta de la inversión y el gasto público.

La desigualdad aumenta cuando determinados grupos de ciudadanos o


instituciones, sea por razones étnicas, de clase, geográficas, religiosas, etc., se
benefician de mayores niveles de inversión y gasto público que el resto, lo cual se
traduce en mejor acceso a servicios sociales básicos como salud o educación, o
mejores infraestructuras, como por ejemplo, en energía y comunicaciones. En
muchas ocasiones las decisiones políticas sobre inversiones y gasto público no se
rigen por criterios de justicia social, sino de conveniencia y connivencia.

Distribución injusta de la tierra.

En muchos países se han promovido procesos de concentración de la tierra en


manos de los más poderosos. El acaparamiento de tierras por inversores
extranjeros también está dejando a millones de persones en el mundo sin tierra para
cultivar. Cada segundo, los países en desarrollo pierden una superficie de tierra
equivalente a un campo de fútbol. De las políticas de acceso a tierra depende el
nivel de beneficios de unos cuantos miles de individuos, y también la seguridad
alimentaria de millones de personas.
Acceso desigual al capital, conocimiento y tecnología: Nuestra posibilidad de
progresar como individuos depende de la oportunidad que tenemos para acceder a
conocimientos, tecnología y capital. Es el débil acceso a estos factores lo que
explica, por ejemplo, que determinadas poblaciones sean mucho más vulnerables
que otras a sufrir las consecuencias de una sequía; de estos factores depende
también el desarrollo de un sector privado doméstico que permita la creación de
puestos de trabajo de calidad.

Privatización.

En algunos casos, la privatización de servicios públicos como el agua, energía,


salud o educación ha comportado la exclusión a los mismos de personas que no se
pueden permitir pagar los precios establecidos por el mercado. La política debe
servir para tomar las medidas necesarias para asegurar que la privatización de
servicios públicos, cuando se produce, no contribuye a la violación de derechos
humanos fundamentales.

Acceso injusto a la información y exclusión de los espacios de toma de


decisiones sobre políticas que influyen en nuestras vidas.

Allí donde hay un déficit democrático producido por la falta de transparencia, la


escasez de mecanismos de participación ciudadana y la debilidad de sistemas de
rendición de cuentas por parte del gobierno a la ciudadanía se establece el caldo
de cultivo perfecto para que las élites capturen el sistema político en beneficio
propio.

Desigualdad de género.

Las desigualdades actuales entre hombres y mujeres son el resultado de políticas,


prácticas y creencias injustas. Muchas de las injusticias descritas en los puntos
anteriores afectan mucho más a las mujeres que a los hombres, por ejemplo, en
cuestiones de acceso a tierra o capital, o en forma de exclusión de la vida pública.
Necesitamos políticas que promuevan la justicia de género. No sólo para el
beneficio de las mujeres, sino de toda la sociedad.

Conflicto.

En ocasiones, la violencia y el conflicto no sólo producen pobreza, sino que son un


mecanismo para reforzar y perpetuar el poder de determinados grupos de población
sobre otros, o una vía para consolidar el acceso privilegiado de unos cuantos a
dinero público o recursos naturales, en su país o fuera del mismo. El poder
económico, el político y el militar se pasean muchas veces cogidos de la mano.

El crecimiento demográfico :

El aumento de la población es otra de las causas de desigualdad, por un lado,


mientras más nacimientos se produzcan en zonas vulnerables seguramente
aumentará la cantidad de personas en situación de pobreza. Porque el bajo nivel
educativo y la escasa información en materia de salud reproductiva se traducen en
altas tasas de fecundidad y embarazo precoz, especialmente entre los grupos más
pobres de la población.

Movimientos demográficos internos:

En muchos países especialmente en vías de desarrollo, la gente ha decidido dejar


el campo e irse a vivir a las ciudades buscando prosperidad y estabilidad
económica, sin embargo, la mayoría de las veces estos no sucede. Lo que si sucede
es que al abandonar el campo se produce mucho menos, y como regla general la
menor producción será distribuida entre los más poderosos dejando a una buena
cantidad de población desprotegidos.

Llegada de emigrantes :
En muchos países se ha producido y se está produciendo un proceso mediante el
cual miles de inmigrantes provenientes de países en conflicto o problemas, han
decidido emigrar. Aunque generalmente se emigra a países con más capacidades
económicas lo cierto es que los recursos no son ilimitados y no alcanzan para los
propios y para los nuevos y obviamente, los gobiernos preferirán repartirlos entre
sus propios habitantes.

El desempleo y subempleo:

Este es otro factor que genera la desigualdad social. El desempleo afecta


principalmente a la juventud, que enfrenta grandes dificultades para su acceso al
mercado de trabajo. La falta de empleos productivos hace que un importante
segmento de la población se dedique a actividades informales de baja
remuneración.

Privatización de los servicios públicos:

En algunos casos, la privatización de servicios públicos como el agua, energía o la


salud ha hecho que millones de personas pobres no pueden tener acceso a ellos
por sus elevados precios.

Impunidad:

Al no aplicarse las leyes por igual, favoreciendo a unos por sobre otros, existe
impunidad y como nadie paga por delitos de malversación de fondo so de
apropiación indebida de recursos. La gente se siente libre de cometer cualquier cosa
en perjuicio de los más desfavorecidos.

Conflictos internos:
En ocasiones, la violencia y el conflicto no sólo producen pobreza, sino que son un
mecanismo para reforzar y perpetuar el poder de determinados grupos de población
sobre otros, o una vía para consolidar el acceso privilegiado de unos cuantos, a
dinero público o recursos naturales, en su país o fuera del mismo.

CONSECUENCIAS

 Aumento de la tasa de desempleo.

 Aumento del índice de violencia y criminalidad generado por el grupo de


individuos vulnerables para sobrevivir a la crisis y dominar sobre un grupo de
personas.

 Atraso en el progreso económico del país.

 Desnutrición y mortalidad infantil por la falta de recursos económicos.

 Desigualdad en la renta.

 Falta de educación y accesos al sistema sanitario y medicamentos.

 Marginalización por parte de la sociedad.

 Las principales consecuencias generadas por la desigualdad social a nivel


mundial son la inmigración, aumento de la pobreza y problemas sociales.

 Inmigración: La desigualdad social obliga a las personas de los países pobres


a salir de estos, convirtiéndose en inmigrantes. Esto genera problemas para
aquel país al cual se trasladan, pues la población será mucho mayor, y en
ocasiones los inmigrantes traen problemas de salud, que pudieran generar
epidemias.

Además los gobiernos deben ingeniárselas para darles comida, trabajo y


hospedaje a los inmigrantes evitando de esta forma que se genere un problema
público de escala nacional.
 Aumento de la pobreza:

Mientras mayor sea la desigualdad sin importar del tipo que sea mayor será la
pobreza en el país, pues unos seguirán siendo beneficiados antes que otros.

 Problemas sociales:

La desigualdad trae consigo manifestaciones, protestas y conflictos generados por


las personas afectadas y diversos movimientos para alcanzar el reconocimiento de
sus derechos humanos básicos.

La desigualdad social tiene consecuencias muy concretas y muy contrarias al


desarrollo armónico de las naciones o de la humanidad.

La perpetuación de la pobreza, el afianzamiento del resentimiento y la necesidad


de las revoluciones o de los conflictos violentos son apenas algunas de ellas, ya
que el malestar de hallarse estancado en estratos sociales inamovibles suele
conducir a la depresión o a la rabia en las colectividades oprimidas.

Por otro lado, los oprimidos nunca logran desarrollar totalmente su potencial, ya que
los recursos necesarios para ello están siendo aprovechados por otros, lo cual
ocasiona una pérdida de potencial humano incalculable. Y la pobreza, lejos de ser
un mal sencillo, es la fuente de numerosas dificultades sumamente arduas de
combatir: el riesgo a la salud, el incremento del crimen, el odio de clases, el deterioro
de la política, etc.

ALGUNAS ALTERNATIVAS GLOBALES CONTRA LA


DESIGUALDAD SOCIAL

La mejor fórmula para evitar la desigualdad es garantizar la igualdad de


oportunidades. A través del acceso a una educación de calidad y al desarrollo de
una carrera laboral con contratos estables que permitan progresar en las
habilidades que exigirá el mercado laboral del futuro.

Todo ello garantiza la movilidad social, con independencia de los ingresos familiares
o el lugar en el que se viva. Algo así se consigue empezando por mejorar el
funcionamiento de las instituciones económicas y sociales en conjunto.

Igualdad de oportunidades en el acceso a la educación

Para que las personas eviten estar en una situación de desigualdad económica, lo
principal es que reciban la mejor formación posible, que adquieran conocimientos y
habilidades demandadas en la sociedad. Así, tendrán más opciones de conseguir
trabajo y estabilidad económica.

Los niños y jóvenes con más dificultades para acceder y completar una educación
de calidad y que abandonan sus estudios prematuramente por distintas razones
(por ejemplo, por formar parte de las familias con menor nivel educativo, que
necesitan que trabajen antes de que vayan al colegio o que viven en zonas rurales
alejadas de centros de estudios) suelen tener un menor rendimiento académico, lo
que les lleva a sufrir las consecuencias de las desigualdades en el empleo y en sus
ingresos.

Eficiencia en el mercado de trabajo

Una vez en el mercado laboral, los trabajadores deberían seguir formándose, tanto
para mejorar en lo ya aprendido como para seguir desarrollando nuevas
capacidades y no quedarse atrás tras los cambios que se producen en el tejido
productivo y ante las nuevas necesidades tecnológicas y sociales.

Como la mayor parte de la renta de los hogares proviene del mercado de trabajo, si
el empleo disminuye o se precariza, los ingresos se reducen en unos trabajadores
frente a otros, generando desigualdad. Por ello, las políticas de crecimiento que
generen empleo tenderán a mejorar la distribución, más aún si el empleo que se
genera es estable y de calidad.
Interacción entre globalización y progreso técnico
La tecnología ofrece excelentes oportunidades a aquellos que pueden
aprovecharlas, sobre todo en mercados globales, pero supone un problema cuando
determinados colectivos no pueden aprovechar las ventajas de esta nueva era,
cuando no tienen los medios, formación o habilidades que requiere este nuevo
entorno económico.

Estado de bienestar y calidad institucional

La eficiencia y transparencia en las instituciones ayuda a que los servicios que


proporcionan sean mejores y lleguen por igual a todos los ciudadanos. El
proteccionismo, las malas regulaciones, unas administraciones públicas ineficientes
o la corrupción son también algunas de las causas de la desigualdad.

La mejor manera de combatir la desigualdad es asegurando igualdad de


oportunidades y movilidad social, de manera que las personas accedan al mercado
de trabajo suficientemente preparadas, evitando caer en el desempleo o el empleo
precario gracias a un funcionamiento eficiente del mercado de trabajo y de los de
bienes y servicios. Es mucho mejor atajar las causas principales de la desigualdad
mediante políticas inclusivas con efectos a medio y largo plazo, que combatir
únicamente sus efectos a través de políticas fiscales redistributivas.

1- Invertir en cooperación y desarrollo

La puesta en marcha de proyectos de cooperación y desarrollo es una buena vía


para la reducción de la desigualdad. Los países más desarrollados deben implicarse
de lleno en el diseño de iniciativas de este tipo, ya sea destinando más recursos o
abriendo nuevos canales para las donaciones y contribuciones. Estas ayudas deben
ir destinadas a los países con mayores necesidades sociales.

2. Garantizar la protección de los civiles en emergencias humanitarias

Las guerras son causa directa de las migraciones forzosas en el mundo. Los países
desarrollados pueden mitigar los efectos de estas situaciones atendiendo y
brindando acogida a las personas refugiadas o desplazas internas.
3. Creación de sistemas fiscales justos

Un sistema fiscal justo es aquel en el que cada persona aporta en función de los
bienes y la riqueza que posee. Todos los países deben aprobar leyes orientadas en
ese sentido. Entre otras cosas, porque la evasión fiscal impide que los gobiernos y
las instituciones destinen recursos públicos a las áreas que más lo requieren, y
contribuyen a la fuga de capital a paraísos fiscales o terceros países. Del mismo
modo, es necesario promover prácticas contra la corrupción y la falta de
transparencia.

4. Mejorar el acceso a recursos públicos básicos

La desigualdad no es solo económica. También tiene que ver con el acceso a


servicios básicos en las sociedades. La apropiación de recursos naturales por parte
de potencias en otros países, así como la privatización de muchos de ellos, impide
que millones de personas puedan llevar una vida digna. Los gobiernos deben
promover el acceso a los recursos básicos y garantizar su calidad.

5. Contribuir al cuidado del medio ambiente

Casi el 60% de las migraciones actuales tienen causas medioambientales, sobre


todo las que se producen del campo a las ciudades. Fomentar las prácticas
sostenibles no solo contribuye a preservar el medio ambiente, sino que también
ayuda a que millones de personas en el mundo permanezcan en sus sitios de
residencia y no los abandonen en busca de nuevas formas de subsistencia.

6. Reducir las brechas salariales

Los países más desiguales del mundo suelen ser los que presentan mayores
brechas de salarios entre los trabajadores y los altos cargos o empresarios. Esta
brecha es una de las fuentes directas de pobreza y marginación social. También se
debe trabajar en la reducción de la distancia salarial entre mujeres y hombres.

(PARRA, 2018)
En conclusión, la desigualdad o discrimen es un medio de presión por el cual los
miembros de las altas esferas o estratos sociales impiden que las personas que están
en las esferas bajas puedan subir. Esto hablando de cualquier tema es decir política,
ambiental, economía, cultural y educativa entre otras muchas. En tanto las personas de
las clases bajas luchan por llegar arriba para gozar de los beneficios. La desigualdad,
definida como la existencia de diferencias, es omnipresente en la naturaleza.

Tenemos que pensar y luchar por la igualdad, precisamente porque existe una gran
desigualdad en el mundo físico. Que los hombres no son iguales es sólo una verdad a
medias, la otra mitad es que lo son. La interconexión de las diferentes dimensiones de
la desigualdad es una alternativa para comprender la complejidad de este fenómeno.
También muestra que el combate contra la desigualdad tiene que articular acciones en
los tres ámbitos: en el aspecto micro social, en el nivel intermedio y en el ámbito macro
social.

A pesar del estatuto asentado en la Declaración de Independencia acerca de que “todos


los hombres fueron creados iguales”, sabemos que en muchas formas la gente no es
igual entre sí. No nace con iguales potencialidades para aprender y lograr cosas,
tampoco nace en ambientes sociales igualmente favorables. Sin embargo, la igualdad
ante la ley y la igualdad de oportunidades son ideales democráticos fuertemente
protegidos.

Desigualdad social. Se refiere a una situación socioeconómica, no necesaria a la


apropiación o usurpación privada de bienes, recursos y recompensas, implicando
competencia y lucha. La acción de dar un trato diferente a personas entre las que
existen desigualdades sociales, se llama discriminación. Esta discriminación puede ser
positiva o negativa, según vaya en beneficio o perjuicio de un determinado grupo.

Como ya sabemos, combatir la desigualdad no es una tarea sencilla, pero tampoco


imposible. Con la concienciación de todos y todas, y la colaboración en la medida
de las posibilidades de cada uno, los resultados pueden ser increíbles.

Si bien siempre ha existido la desigualdad en los procesos de avance social, un


hecho que separa a las sociedades contemporáneas de sus predecesoras es la
cada vez mayor distancia entre países desarrollados y subdesarrollados.

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