Villanía Léxica Sol.
Villanía Léxica Sol.
Villanía Léxica Sol.
Un atento lector, en carta publicada aquí hace dos semanas, confesaba haberse llevado “una
sorpresa desagradable” por mi utilización en un artículo del término “discapacitados”, y me
sugería que lo “retire” de mi vocabulario. Le agradezco el consejo, y que me proponga en su
lugar “personas con discapacidad” o “funcionalmente diversas”. Pues no, lo lamento. Ni este
amable lector ni otros parecidos, con espíritu de policías del lenguaje, parecen caer en la
cuenta de dos cosas: a) a un escritor (no a un funcionario ni a un notario) no se le puede pedir
que renuncie a la riqueza y a la precisión de su lengua, y menos aún que adopte vocablos
artificiales, nada económicos, a menudo feos y siempre hipócritas, que tan sólo constituyen
aberrantes eufemismos, como si no sufriéramos ya bastantes en boca de los políticos; b) lo
que molesta en general no son las palabras, sino lo denominado por ellas. Hay significados que
antes o después acaban por “contaminar” o “manchar” el significante. Se juzgaron humillantes
“lisiado” o “tullido”, cuando lo cierto es que existen y siempre han existido lisiados y tullidos,
como también mutilados (en el metro de mi infancia no eran raros los carteles que rezaban
“Asiento reservado a los caballeros mutilados”). Se forjó entonces “minusválidos”, pero al cabo
del tiempo eso pareció asimismo ofensivo, y se pasó a “discapacitados”, que ahora,
compruebo, es condenable. Cualquier cosa que se invente acabará por resultarle denigrante a
alguien, no les quepa duda. Y, lo siento mucho, pero en español quien no ve nada es un ciego,
y quien no oye nada es un sordo. Lo triste o malo no son los vocablos, sino el hecho de que
alguien carezca de visión o de oído.
Javier Marías
GUÍA COMENTARIO
- Registro lingüístico
El registro lingüístico empleado en la mayor parte del texto es el formal, con un nivel de lengua
estándar, ya que el autor se dirige a un público amplio y no muestra ningún tipo de
familiaridad con sus lectores, sino el máximo respeto y el mayor equilibrio emocional, a pesar
de la gravedad de las cuestiones planteadas. De hecho, contrasta con la vulgaridad atribuida a
esos programas y hablantes que degradan nuestro idioma
Algunas marcas relacionadas con el uso de este registro formal pueden ser la alusión a su
condición de escritor, que le atribuye autoridad y da valor a su opinión sobre el uso de Ia
lengua, y la división de sus argumentos en dos apartados señalados como a) y b), lo que otorga
al texto una apariencia de rigor y de organización de las ideas que se aleja del registro
informal.
Hay múltiples recursos que nos marcan subjetividad, estos pueden ser el uso de la primera
persona del singular, que particularizan el texto, siendo obra exclusiva del escritor ("Le
agradezco"; "lo lamento"); el uso de adjetivos valorativos (humillantes, ofensivo, condenable,
zafio, grosero...), y otro tipo de expresiones valorativas como "contaminar" o "manchar" el
significante", en cuanto sirven para enjuiciar moralmente.
A todo esto podemos añadir el uso de ciertos recursos estilísticos que pretenden dar cierta
ironía al texto, como por ejemplo la metáfora de "policías del lenguaje” con la que se refiere a
todos aquellos que de forma puntillosa analizan minuciosamente el lenguaje
ANÁLISIS LINGÜÍSTICO:
-Nivel morfológico:
En el texto abundan los sustantivos abstractos (sorpresa, espíritu, palabras, visión...), como es
común en los textos que tratan sobre una cuestión moral o social, sobre todo si esta se aborda
con un registro formal, como el que predomina en este texto.
Los adjetivos pueden ser especificativos (sorpresa desagradable, diálogo humorístico, villanía
léxica…) o explicativos (amable lector, aberrantes eufemismos...), pero los más significativos y
abundantes son los valorativos (humillantes, ofensivo, condenable, zafio, grosero...).
Los verbos suelen estar en presente con valor habitual (parecen, ejerce, creo, se considera…),
propio de un tema de actualidad, aunque se reserva el pasado, pretérito perfecto simple
(forjó, encendí…) o pretérito imperfecto (confesaba, sugería...), cuando el autor se refiere a los
hechos ya ocurridos en los que se basa para argumentar su posición. Todos ellos en modo
indicativo, modo de la realidad.
El uso del presente de subjuntivo, sin embargo, expresa posibilidad y hace referencia a la
petición de cambio por parte del escritor solicitada por el lector (renuncie, adopte) y a posibles
acciones futuras relacionadas con la evolución léxica de nuestro idioma (invente…).
Predomina el uso de la tercera persona del modo indicativo para dar objetividad a la situación
presentada.
-Nivel sintáctico:
Cómo son los periodos oracionales, qué estructuras predominan, qué expresan…
Estructuras sintácticas que cohesionan (por repetición, oposición…)
En cuanto al nivel sintáctico, la modalidad enunciativa de las oraciones se adapta muy bien a la
formalidad del registro y a la objetividad con que el autor estudia los hechos y hace sus
valoraciones.
Podemos destacar oraciones impersonales ("Hay significados que..."), pasivas reflejas ("Se
juzgaron humillantes...";"se forjó entonces..."); u oraciones con predicados nominales ("quien
no ve nada es un ciego") que resaltan la importancia del objeto frente al sujeto.
El uso de oraciones largas imprime al texto un ritmo lento, que permite razonar y matizar
serenamente los distintos argumentos y opiniones. Esas oraciones largas a veces contrastan
con las muy breves (Pues no, lo lamento… Todo esto se considera normal, o incluso gracioso) y
sirven para resumir lo dicho anteriormente o para enfatizar la posición del autor sobre la
cuestión.
Las oraciones largas suelen ser subordinadas, principalmente sustantivas («confesaba haberse
llevado... », «parecen caer en la cuenta de dos cosas ... », «a nadie le preocupa que seamos...»)
o adjetivas (« significados que antes o después acaban por... », «cualquier cosa que se
invente ... », «quien no ve nada ... », «quien no oye nada ... » ). Este predominio de
subordinadas sustantivas y adjetivas resulta muy razonable cuando lo que se pretende es
valorar realidades abstractas y cualidades más o menos complejas. No obstante, también hay
lugar para las coordinadas adversativas: pero al cabo del tiempo..., sino el hecho de que
alguien carezca de visión..., que pretenden rectificar juicios erróneos contra los que el autor
desea prevenirnos.
-Nivel léxico-semántico:
Elementos lingüísticos valorativos por su significado (sustantivos, adjetivos,
verbos...)
Como es propio del registro formal, el autor utiliza un léxico amplio, pero accesible a cualquier
lector medianamente culto.
El vocabulario se concentra en dos campos semánticos principales, de acuerdo con el
propósito del texto: el de la lengua (termino, vocabulario, eufemismos...) y el de la moral
(ofensivo, hipócritas, degradación, comportamientos...).
La connotación negativa que se añade a algunas palabras (policías, políticos, vigilancia…) es
consecuencia de la intención critica y moralizante del articulo. A ello habría que sumar la
educada ironía con que se utilizan palabras como horario estelar o amable lector.
Todos estos rasgos pertenecen al registro formal predominante en el texto. En cambio, en la
primera mitad del segundo párrafo, cuando el autor quiere ilustrar la zafiedad reinante en el
uso de nuestra lengua, da entrada al registro informal, con expresiones vulgares y groseras
escuchadas en programas de televisión de máxima audiencia, la mayoría empleadas con un
sentido figurado que solo funcionan en el ámbito de una familiaridad tan zafia repleta de
connotaciones sexuales: chorrear, escamas y chichi. Todas estas expresiones presentadas
fuera de su contexto original, hacen aún más aborrecible este tipo de vocablos, idea que
defiende el autor.
Por último, debe advertirse que, en el contexto de esas citas informales y vulgares, el autor se
sumerge en el registro coloquial para demostrar que él también sabe hablar en confianza y aun
resultar grosero, aunque prefiere no perder la dignidad. Así ocurre con el adjetivo despectivo
sustantivado dos bestiajas o con el verbo me soltaron, que tiene el significado figurado de “me
dijeron con toda desfachatez”.
Por su contenido, el texto considera contradictorio que la misma sociedad española que
se muestra obsesionada por el uso de un vocabulario políticamente correcto, considere
normal el empleo de vocabulario grosero en los medios de comunicación. Para
desarrollar esta idea, el autor emplea numerosos EUFEMISMOS (palabras socialmente
aceptables, como “personas con discapacidad”, “minusválidos”) y PALABRAS TABÚ
(palabras malsonantes o socialmente inconvenientes, como “lisiado”, “tullido”,
“mutilado”). En algunos casos es difícil distinguir unos de otros, porque, como el propio
autor explica, los eufemismos tienden a cargarse de las mismas CONNOTACIONES
despectivas que tenían las palabras TABÚ a las que han sustituido. También por eso cita
palabras y expresiones TABÚ escuchadas en los medios, tales como “tengo unos ovarios
así de grandes y los pongo encima de la mesa” y “porque me sale del chichi”. Estas
expresiones son variantes de otras típicamente masculinas (“poner los c… encima de la
mesa” o “porque me sale de los c…”), y esa CONNOTACIÓN
masculina de las frases provoca la sorpresa del autor.
Conclusión