Mundo Sefardi

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Los Sefaradíes

Los sefardíes o sefarditas, (en hebreo, ‫ספרדים‬, Sefaraddim, literalmente ‘los judíos
de Sefarad’)

Sefardí proviene etimológicamente de Sefarad, término bíblico con el que las


fuentes hebreas designan la península ibérica y es empleado para designar todo
aquello perteneciente o relativo a Sefarad.

El uso tanto de Sefarad como de sefardí es sumamente frecuente ya desde fines


del siglo XX en adelante. Se emplean para referirse, respectivamente, a la
península ibérica y los judíos nacidos, o provenientes, o descendientes de dicha
región.

En el siglo noveno, la comunidad judía de Babilonia comenzó a declinar y gran


parte de ésta se dirigió a otras partes del Mundo: África del Norte, el área de la
actual Argelia, Marruecos, Sahara Occidental y Mauritania.

Allí se asentaron en las áreas de dos tribus, Los bereberes, que eran hábiles
guerreros, y los moros, más tolerantes, dedicados al comercio, artesanía y ciencia.

Puede considerarse que la diáspora sefardí empieza ya a finales del siglo XIV,
cuando la oleada de asaltos a juderías y matanzas de 1391 –y las subsiguientes
conversiones forzadas, impulsaron al exilio a un cierto número de judíos, que se
refugiaron mayoritariamente en las comunidades judías que ya existían en el
Norte de África.

Los sefardíes, son los judíos que vivieron en la Corona de Castilla y la Corona de
Aragón hasta su expulsión en 1492 por los Reyes Católicos y también sus
descendientes, La expulsión de los judíos de Castilla y Aragón por los Reyes
Católicos en 1492 arrojó fuera de estos reinos a un contingente de cerca de cien
mil judíos, que fueron a asentarse en algunos lugares de Europa (Italia, el sur de
Francia o Portugal), en el reino de Marruecos, o en las tierras del Mediterráneo
Oriental que pertenecían al entonces pujante y extenso imperio otomano(Hoy
Turquía).

En 1497 se expulsa a los judíos del reino de Navarra. quienes, más allá de residir
en territorio ibérico o en otros puntos geográficos del planeta, permanecen
ligados a la cultura hispánica.

A raíz del matrimonio del rey don Manuel I de Portugal con la infanta Isabel de
Castilla, hija de los Reyes Católicos, en 1496 se decretó la expulsión de los judíos
de Portugal, que al final no se ejecutó como tal expulsión, sino que se concretó en
una masiva conversión forzada en 1497.

Muchos de los convertidos (Cristianos nuevos) mantuvieron a escondidas la


práctica de la religión de sus mayores, cosa que fue posible en gran medida
porque en Portugal no actuó la Inquisición hasta 1540.
Estos conversos Criptojudíos (con frecuencia llamados despectivamente
marranos) fueron, a su vez, el germen de comunidades sefarditas en los Países
Bajos, en Inglaterra, en Hamburgo, en ciudades italianas como Ferrara o Ancona,
o en las colonias portuguesas y holandesas de América; a lo largo de los siglos XVI
y XVII, algunos conversos abrazaron abiertamente el judaísmo y se integraron en
las comunidades sefarditas de Marruecos o del Oriente Mediterráneo.

Con frecuencia el proceso de emigración y formación de las comunidades de la


diáspora sefardí fue complejo y duró años o incluso generaciones, y no sólo por
las condiciones en que se hacían los viajes en aquella época, sino porque era
frecuente que un individuo o una familia itinerase de un país a otro hasta
asentarse definitivamente.

En la actualidad la comunidad sefardí alcanza los dos millones de integrantes, la


mayor parte residente en Israel, Francia, Estados Unidos, Argentina y Canadá.
También hay comunidades en Turquía, Brasil, México, Chile, Colombia,
Marruecos, Perú, Túnez, Países Bajos e Italia.

Durante el siglo XIX, el término «sefardí» se empleaba además para designar a


todo judío que no era de origen asquenazí (judíos de origen alemán,
centroeuropeo o ruso).

En esta clasificación se incluía también a judíos de origen árabe, de Persia,


Armenia, Georgia, Yemen e incluso India, quienes aparentemente no guardaban
ningún vínculo con la cultura ibérica que distingue a los sefardíes. La razón por la
cual se utilizaba ese término indistintamente se debía principalmente a
similitudes en el rito religioso y a la pronunciación del hebreo que los sefardíes
comparten con las poblaciones judías de los países mencionados (y que son
claramente distintas a los ritos y pronunciaciones de los judíos asquenazíes).

Los judíos desarrollaron prósperas comunidades en la mayor parte de las


ciudades de la Corona de Castilla. Destacan las comunidades de las ciudades de
Ávila, Burgos, Córdoba, Granada, Jaén, León, Málaga, Segovia, Sevilla, Soria,
Toledo, Tudela, Vitoria y Calahorra. En la Corona de Aragón, las comunidades (o
Calls) de Zaragoza, Gerona, Barcelona, Tarragona, Valencia y Palma se encuentran
entre las más prominentes.

Algunas poblaciones, como Lucena, Hervás, Ribadavia, Ocaña y Guadalajara,


estaban habitadas principalmente por judíos. De hecho, Lucena estuvo habitada
exclusivamente por judíos durante siglos en la Edad Media.

En el Reino de Portugal, de donde son originarias muchas ilustres familias


sefardíes, se desarrollaron comunidades activas en las ciudades de Lisboa, Évora,
Beja y en la región de Trás-os-Montes.

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