Cuentos Guanebucanes II

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CUENTOS GUANEBUCANES II
POLACO ROSADO

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CUENTOS GUANEBUCANES II

3
*Polaco Rosado, 2021

www.polacorosado.com

[email protected]

Cel. 31864388518

Edición: II

Diseño de cubierta: Elías Daza

Imagen de cubierta:

Diagramación: Isabella Sofía Alvarado Rosado

C.C. 17800708

ISBN

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RETRATO BIOGRÁFICO

Polaco Rosado nace en Riohacha el 13 de


agosto de 1945, en la Bocacalle la
Esperanza; hoy, conocida como el Callejón
de las Brisas. Efecto melodramático de José
Gabriel Rosado Padilla, Ingeniero
Agrónomo, egresado de la Universidad de
Córdova; en Colombia es pionero del
cultivo de la Jojoba (Simmondsia chinensis
(LINK), Schneider). La herida fundamental que transformaría la vida
del escritor autodidacta, en la tierna edad; se debió al deceso de su
progenitora.

A la edad de quince meses, tiene la tranquilidad de saber que su


madre Carlota Sofía Rosado Pérez, aliviada por el gozo de su
próximo encuentro con Dios; en los minutos previos por venir,
compartió un increíble relato con la hermana Sabina Dolores Rosado
Pérez; en aquel entonces, y ahora, la personalidad luminosa de la tía,
no tardaría en encargarse de la custodia de la niña, del rey y los
mellizos. Para que no fueran víctimas de los quebrantos del duelo, se
los lleva a vivir a la ranchería indígena El PÁJARO. Como miembro
de la colectividad indígena, el 24 de octubre de 1950, es confirmado
en la parroquia San Rafael de El PÁJARO -–de donde dice ser
oriundo--, por el cacique Papúm Freile Amaya de la casta Epinayüu.

Su pasión por las letras, nace en el invierno de 1951, al ver llegar al


caserío una caravana de camiones contrabandistas; encadenados en
tracción y empapado de barro. Pasado unos minutos, llega a la tienda
de su tía Sabina; una apuesta figura adornada de gentil disposición, de
sombrero fino, camisa azul marino, pantalón kaki remangado hasta

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las rodillas que, dejaba ver las piernas lavadas y calzado con guaireñas,
por su aspecto, formaba parte de la caravana; y con sentimiento de
tristeza pregunta: ¿Dónde está mi prima? A la voz del indio, por arte
de magia; ella sale de la cocina y ad libitum le brinda una taza de café,
como expresión de bien recibido: ¿Cómo está primo hermano? Bien
–respondió el civilizado, luego agrega--, la guardia viene detrás de
nosotros, pero aquí no llegan, porque los vamos a recibir a plomo.
Entre palabras vienen y palabras van, el paisano saboreaba el néctar
negro de los dioses blanco, para despedirse. Cuando el gatillero iba
por el centro de la amplia calle, la tía Sabina les habla a los niños que
retozaban en la tienda; con una mirada tranquila y distante, señala
con el dedo índice: ¡Ese indio si es guapo, él combatió en la Guerra
de Pancho, al lado de mi hermano Ceferino! Las memorables
palabras de la matriarca, esas que despertaron inclinación hacia la
curiosidad y creatividad muy viva de los niños; fue factor motivante
para que Polaco Rosado practicara y predicara el existencialismo.

A la edad de diez años, su hermano Reinaldo J. Rosado le da señas


de enseñanza primaria, en la cartilla segunda de Alegría de Leer; para
que aprendiera a deletrear. La vida le dio un pronto, y por causa de
aquel detalle psicológico muy triste; comienza a ponerle rostros a la
tragedia, al darse cuenta de que la persona que había estado de visita
en casa de su tía Sabina se llamaba Camito Aguilar; individuo que, en
la acción del momento, habría sido tomado como figura de señuelo.
Las raíces de la conflagración, añadidas a las hablillas de un escándalo
de traición pasional, despertarían sensaciones encontradas en José
Prudencio Aguilar, las que aprovecharía para fingir una desgracia.
Partía de su pena para hablarle de la muerte de su pariente a José
Ceferino Rosado Curvelo, hombre de armas tomar, reconocido en
toda La Guajira de noble, valiente y lleno de coraje; y quién siempre
había tenido a bien, demostrarle ser su mejor amigo –a José
Prudencio todo le inducía a pensar que José Ceferino no regresaría a
Riohacha--, el inducido habría tomado para él, la satisfacción del
agravio a Camito. Persuadido con hechos falseados y bajezas
enfiladas, Ceferino no dudaría en ir al escenario de los

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acontecimientos, en pos de venganza con la convicción de que
desafiaría en duelo a muerte a los cinco agentes de la policía
montada, armados con fusil Máuser de repetición; la valentía de
volver la cara al enemigo sería el plazo de la fatalidad; para que fuera
abatido el 13 de junio de 1939, en Panchomana. La leyenda fue
ultimada en estado de inocencia, porque algunos de los amigos
callaron para no sentirse culpable de un suceso de dolor y pena; que
se esperaba de él por la delicadez usina de rumores. Consigo, ni le
avisaron por ventura, que viviera en malicias de una alevosía, que
pertenecía al ámbito de la psicología de la región; donde se
conjeturaba que su reputación de hombre valiente, generaba
profunda hostilidad a la agresión cobarde de alta traición asumida por
algunos de sus ―amigos"; alevosía que toma forma mayor en los actos
de cobarde deslealtad de José Prudencio Aguilar Márquez y Carchi
Henríquez Hernández.

El artesano de la historia ejercitaría el oficio de la investigación, con


este recuento parcial. Pero, en la adolescencia logra robustecer el
proceso investigativo, y hace que no pierda vigencia el mito de la
tradición oral. En realidad, los años de estudio en el Liceo Nacional
Padilla, fue su manifiesto para ser miembro fundador (1964) del
grupo de estudiantes partidarios de la doctrina de los Jacobinos;
caracterizados en el procedimiento radical y su rigor moral.

Esa buena vibra que respira de escritor autodidacta, lo motiva a ser


coautor de una obra basada en la investigación: Introducción del
Cultivo de la Jojoba en La Guajira Colombiana. Et. Al. Para la
recuperación de la memoria y la verdad histórica, escribe la antología
Cuentos Guanebucanes –colección de piezas escogidas de literatura,
que se desarrollan a partir del conflicto guajiro--, pero, para
considerar válido el concepto promovido por las Casas Editoras:
―Sólo es escritor quien escribe novelas‖. Polaco Rosado en su
condición de psíquico creativo, nos presenta una colección de libros
inéditos, ejecutados con primor; que tienen características comunes:
El Hombre Concreto (un diario existencial, en el que a menudo

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aporta nuevos referentes al discurso; y expresa su presencia o su
existencia). La Ruta Guanebucán (género literario narrativo, con un
surtido temático y diverso de antología). Y La Viuda de Atkinson,
novela cultivada en el siglo pasado con una temática que narra la
sublimación de la realidad; y desarrolla su acción en época moderna,
con personajes reales o ficticios. También, enfrentará grandes retos el
círculo infantil de La Infanta Isabella Sofía, donde podría discernirse
de la existencia de vivencias, que nos dan una idea de la vida; antes de
formarse la conciencia en el espíritu. En este estado, se hablaba de las
condiciones humana, en los comentarios apropiados que se refieren a
las operaciones de ánimo; que, en este género literario constituido
por la novela, siente que tiene historias de proporciones legendarias
por contar.

Las obras de este novelista pajarero, de sombrero guapo cinco x, con


un toque sucio que le da carácter; hacen que se llene de gloria y
orgullo al honrar con valor definido, la memoria de nuestra
identidad; ocasión favorable para el reconocimiento de la relación
paterno filial con el negro de origen africano Don Prudencio Padilla,
padre del maestro Andrés Padilla, primogenitor del Almirante José
Prudencio Padilla López, (héroe de la epopéyica Batalla de Trafalgar,
21 de octubre de 1805); y de sus hermanos, el capitán de navío
Francisco Javier Padilla López y el Contraalmirante José Antonio
Padilla López. Los tres riohacheros, se consolidaron como héroes de
la libertadora Batalla Naval del Lago de Maracaibo, 24 de julio de
1823.

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CONTENIDO

Recuperación De La Memoria Y La Verdad Histórica 11

Clásico Guanebucán 14

Padilla: Honra y Gloria Del San Juan Nepomuceno 22

Los Murales de Mi Tierra Son Huellas Que Deja El Alma 31

―Francisco El Hombre‖ Pasan Del Duelo A La Acción Del


Acordeón 34

Apogeo y Decadencia De Pancho 38

Bajo El Cielo De Pancho 41

Regreso Al Futuro (1531 2035) 66

Manaure Abajo 69

Sueño Del Pescador 77

El Cacique Y La Cautiva 80

Jepirrashi 84

Campanashi 89

El Supuesto teniente 96

Las Ruinas Del Imperio Guajiro 110

Sandra 119

9
Preferencias muy vivas del
autor, hacia Julia Elvira.

10
RECUPERACIÓN DE LA MEMORIA Y LA VERDAD
HISTÓRICA.

11
Recuperación de la Memoria y La Verdad Histórica de Riohacha

Es una oportunidad de mirar más lejos, en el tiempo; en vista, de que


falsos historiadores han pretendido quitar protagonismo a los
alemanes; pero, cronistas e historiadores de diferentes épocas, tales
como, Juan De Castellanos, Fray Pedro Simón y Polos Acuña, entre
otros, han demostrado que su pasado no ha perdido vigencia. Lo que
confirma que Riohacha fue fundada el 5 de agosto de 1536, por el
conquistador alemán Nikolaus Von Federmann; con el nombre de
Ranchería De Las Perlas De Nuestra Señora De Las Nieves Del Rìo
de la Hacha.
"Hacia 1536, Nicolás de Ferdermán, gobernador de Venezuela,
comisionó unas huestes al mando de António de Chávez para fundar
una población de nombre Nuestra Señora de las Nieves, cerca de las
bocas del Rio Ranchería, la cual no prosperó por la hostilidad de los

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indios. Sin embargo, a fines de 1538 o comienzos de 1539, soldados
de la gobernación de Venezuela encabezados por Rodrigo Cabraleón
y Juan de la Barrera fundaron en el Cabo de la Vela la Santa María
de los Remedios, cerca de donde se había fundado la extinta nuestra
Señora de las Nieves."

Bibliografía
CASTELLANOS Juan, Elegías de Varones Ilustres de India. POLO
Acuña José, aspectos históricos de Riohacha Durante el Periodo
Colonial. Cronología Histórica de Riohacha. FR. PEDRO Simón,
Noticia Historial de las Conquistas de Tierra Firme se las Indias
Occidentales.
Foto de Polaco Rosado, del Cabo de la Vela, Foto de Riohacha la
Zona del Riito
"Gente de Nicolás de Federmann fundan Nuestra Señora de las
Nieves, en la Guajira (Colombia) (ago), mientras él se dirige al valle
de Upar (César Colombia), donde la hostilidad de los samarios
(colonos de Santa Marta) le obliga a regresar a Coro (Venezuela)…"

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CLÁSICO GUANEBUCÁN

14
Clásico Guanebucán

Te comparto mi experiencia con CLÁSICO GUANEBUCÀN, es


una narración maravillosa, situada fuera del tiempo histórico. A la
crónica de la natación de aguas abiertas, se le ha dado un toque
fantástico de algo nunca visto; quizás de una historia ficticia,
protagonizada por personas que encarnan algún aspecto universal de
la cultura guanebucàn. A los personajes se les atribuían excelentes
cualidades divinas, de cuerpos celestes y heroicas; de ellos, la
narración de los sucesos que eran transmitidos por nuestros ancestros
mediante la tradición oral. La cual formara parte de la publicación de
la magistral obra El País En Una Gota de Agua, editada por Maryluz
Vallejo, como resultado de las crónicas de los talleres que realizara en
sedes diferentes el Banco de la República, en las capitales de los
departamentos de Colombia; en coordinación con el área cultural de
la Pontificia Universidad Javeriana. También se puede ver en la
antología La Ruta Guanebucàn.

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Conmemorado como el día del trabajo por los que nunca trabajan, el
primero de mayo de 1991, se llevó a cabo la primera competencia de
natación organizada por el club náutico Guanebucanes de Oro. La
competencia gozaba del esplendor deportivo que se merecía. Aunque
el mar parecía ser un acuario gigante, era un paraíso para la vida
marina. Se presentaba como una amenaza para los participantes. A
las 08:00 A.M. todos los nadadores estuvieron en el lugar de la
partida. Por solidaridad con Paulina Robles, llamada la diosa ―Yosusi
―por el amor y cariño que irradia hacia el grupo de amigos, fue
escogida para pronunciar el discurso protocolario. La inauguración
del evento, estuvo llena de profundos sentimientos. El lugar de la
partida fue la playa de la laguna ―La Raya ―-- llamada así por la
abundancia de peces planos, de cola con espina; a quienes la pisan, le
inyectan ácido fólico; lo que causa un insoportable dolor en la herida
--. La marea comenzó a subir con el soplo de los vientos alisios.

La mar está agitada, el agua estaba fría y el sol reinaba caliente. Con el
pronóstico del tiempo en contra, se dio la largada. En un ambiente
espectacular y lleno de vida, no dimensionan el riesgo; se despidieron
en medio de un cúmulo de aplausos que les regalaba la gente que
había acudido en masa para presenciar la largada del clásico. El
evento se había organizado con gran despliegue propagandístico por
la emisora local ―Ondas de Riohacha ―y por la prensa escrita de los
periódicos ―Causa Guajira‖ y el ―Flechazo‖. El nivel de emoción era
bueno. Todos se consideraban grandes atletas de la natación, pero no
conocían las técnicas. El espíritu deportivo y el empuje moral, los
hizo olvidar que la competencia era de carácter recreativo y se
prepararon para lanzarse a una acción competitiva. Estos esfuerzos
atléticos son impulsados por el honor de querer llegar. Por lo llano
de la orilla, los participantes caminaron ciento cincuenta metros hacia
mar adentro; como palmípedos, arrastran los pies para evitar ser

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sorprendidos por la espina de una raya. El rugido ensordecedor de
los motores Johnson y la turbulencia de las hélices, empiezan a poner
en movimiento las lanchas salvavidas de la Cruz Roja, Defensa Civil y
Policía Nacional que ofrecían una revista de juego único. El patrullaje
se hace por delante, a los lados y detrás de los nadadores.

La fuerza de la corriente submarina y el desconocimiento de las


técnicas de esta disciplina, en primera instancia, permitieron que se
apreciara cansancio en el primer facsímil de competidores. Pero
rendirse no es una opción. Empezaron a nadar fuera de curso Rosana
Redondo a quien los guanebucàn le llaman ―WUIT > PÜSÛ KA>I
KAI ―que traduce ―Sol Azul ―en wuayunaikii; por el encanto que
irradió en el Reinado Nacional de la Belleza en Cartagena. A su lado
iba Arnoldo Smith ―Cacique Kapurrains ―hombre de gran respeto, se
desplazaban con nado de espaldas, frente a la natural desembocadura
―Calancala ―del Río Ranchería. Muy de cerca iba la diosa Yosusi con
un traje de baño de dos piezas, a colores y bien ajustado al cuerpo de
guitarra, como lo exhibía la contrincante. Las sirenas eran precedidas
a cierta distancia por seis hombres en pecho ‗e camisa y pantalonetas
irrisorias, comprados en el baratillo ―Todo a Mil ―. El nado lo hacían
a pecho para tener como punto de referencia al aparta hotel ―Las
Delicias‖ y el hotel ―Arimaca ―, de los que tenían una visión
intimidante. Sentían que la corriente tendía a sacarlos mar adentro.
Pero se apoyan en el viento y corrientes termales para permanecer en
la superficie. Las olas se englobaban de manera feroz y alcanzaban
una altura hasta de dos metros. El agua salpicaba en todas direcciones
y generaba espumas. Ellos sabían que no es conveniente orientarse
hacia la orilla, siguiendo de vista la punta ―Loma Amarilla ―, porque
el trayecto parecía sentirse más largo y agobiante. La forma más
eficiente para llegar frente a la desembocadura del ―Valle de los

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Cangrejos ―, estaba en mantenerse dentro del grupo; para no correr el
riesgo de la selección natural.

El movimiento de los brazos, habla de una entrega rápida y


deliberada de Huberto Núñez ―Sukurrulu ―Pájaro‖, Chepe Ochoa
―Puyui ―Tiburón, y Álvaro Rozo ―Musharè ―Águila. Se acercaron al
peligro cuando estuvieron cerca de tres cayucos de indios pescadores.
Los wayüu los alertaron, hablándoles en wuayunaikii y rústico español
de que se encontraban en una zona de tiburones que hacen pasillo de
abastecimiento en el manglar de la desembocadura del Río
Ranchería. Algunos fuimos relegados con una dosis lógica de miedo.
A Lucho Robles la vejez le permitía que lo llamaran ―Cacique
Karremur ―, se toma tiempo para dominar el miedo y ver que la
solución más viable fue sesgar el nado hacia la izquierda sin perder la
mira del majestuoso edificio ―Anas Maí ―, desde allí divisaron la
imponencia del edificio ―Mar Azul ―y el grupo de personas que,
desde los pisos altos, aplaudían el coraje y valentía de los que
sorteaban el peligro. Ahora, tienen una vista plena de la ciudad. Así
nadaron lo más aproximado a la línea recta donde se encontraba el
agua azul del mar y el agua turbia que arrojaba el Riìto. A media milla
de la punta del muelle, Néstor Gómez ―Wurui ―Turpial, este lobo
marino sabía que para sobrevivir era posible contar con un buen
estado mental y venía con el peso corporal distribuido sobre la
superficie. De pronto, fue sorprendido por un pastelito ―anémona de
mar ―que con su cuerpo gelatinoso y numerosos tentáculos le roció
líquido urticante en el rostro y en los brazos, que le dejaron negras
quemaduras. A los horrorosos gritos, prestaron atención las lanchas
salvavidas, y de inmediato los organismos de socorro acudieron a él.
Fue llevado en la lancha de la Defensa Civil a la orilla de la playa que
está al lado Este del muelle y desde la entrada, lo trasladaron en
ambulancia a la Clínica Riohacha.

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Algunos perdieron la noción del tiempo y de la ubicación en un
momento dado, porque se encontraban muy afuera del punto de
llegada. El legendario líder guanebucàn ―Gran Cacique Boronata ―,
venía ciego porque no quiso utilizar las gafas de protección. Leonel
Arredondo ―Jashirru ―, Árbol, no coordinaba la distancia de los cinco
mil ochocientos metros con el tiempo de recorrido. En Alfredo
Ortega ―Wuimpunuin ―, Oriente, el movimiento de los brazos y las
piernas hablaban de una entrega lenta y desordenada. Los veintitrés
lobos marinos en acción, fueron enterados desde un principio de que
el clásico de la natación era un juego peligroso y debían estar listos
para hacer el máximo sacrificio en cualquier momento. Los novatos
que desafiaron la furia de la naturaleza, fueron víctimas de su propio
invento y pagaron las consecuencias con el retiro. Para poder
sobrevivir el clásico guanebucàn, todo consistía en ser inteligente y
para eso se necesitaba contar con buen estado mental. Cumplidos los
cinco mil metros de recorrido, el calambre de los dedos entumecidos
de las manos, el cansancio de los brazos y las piernas, tanto como la
fatiga les hicieron perder ritmo y venían tragando bocanadas de agua
salobre que sentían horrible por el sabor a barro; llegó a ser tóxica y
deshidratante para Macala Vanegas ―Cacique Araura Warè― amigo
del desierto y para el ―Cacique Caremur―, ―Cacique Kapurrains― de
gran respeto, Pedro Mindiola ―Kalaira― el Tigre, Edgard Ferrucho
Jr.‖Ishool― Pájaro sangre toro, Milton Muñoz ―Wuampirai― Sinsonte,
Leonardo Robles ―Warraitui― Caminante con la compañía de la ―
diosa Yosusi ― Flor del cactus, y de ―Wuit > Tusu Ka>i Kai― Sol azul.
Lo que fue aprovechado por ―Musharè ―Águila, ―Sukurrulù ―y Boris
Pinzón ―Tarash ―locos de contentos para lanzarse al ataque.

La multitud de entusiastas los seguía y los aplaudía a todo lo largo del


puente del Río Ranchería, la orilla de la playa y el muelle. Los atletas
se vieron del lado abajo de la esquina de la capilla y pusieron la mira

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hacia la punta del maderaje de Carreto. Se sintieron muy contentos
de estar en plena acción dándose a conocer en público. En el lado
Oeste del muelle, fueron víctima de un encarnizado enjambre de
―aguas malas ―, medusas con sus filamentos urticantes que les
hicieron ronchas en los rostros, brazos, pechos y piernas. Con el
ataque provocado por los pólipos y el frío del cuerpo, la hermandad
de los muchachos comenzó a sentir la pérdida de mucho líquido y la
temperatura de los cuerpos amenazaba con bajar. Por los
comentarios que se hacen todos los días en la tertulia del brindis del
café tinto, se sabe que el objetivo en ese momento era el de llegar
rápido a la meta que estaba en la ensenada de la enramada ―Brisas
del Mar ―al lado del edificio viejo de la ―Casa de la Cultura ―, en la
medida en que se acercaban; veían que todo el pueblo se había
volcado sobre la avenida ―La Marina ―para ver llegar a los atletas. En
un cara a cara, en un codo a codo, en un brazo a brazo y en un
cuerpo a cuerpo, arribaron a la playa de ―Brisas del Mar‖, Álvaro,
Boris y Huberto, en ese orden besaron la arena de la meta, bajo una
lluvia de aplausos. Al final, brindaron un buen espectáculo, el tiempo
del triunfador fue de dos horas y cuarenta y siete minutos. Diez
minutos más tarde, llegó desorientado el grupo intermedio. Allí,
encontraron a ―Mushare ―, Águila, como el gran ganador. Todo el
centro de Riohacha, lo ovacionaron de pie. Tenía el Ego inflado
porque se dio el honor de destronar al invencible ―Tarash ―. En la
cosmovisión de la cultura Guanebucán, todos estaban en la obligación
de apreciar y valorar el orgullo de Águila; por ser el más fuerte, el
más rápido y el más alto. Su falso orgullo, le hacía sentir haber
alcanzado la gloria de Filípide __soldado griego que hizo una
maratón de cuarenta y dos kilómetros y ciento noventa y cinco
metros, desde el campo de batalla hasta Atenas para llegar a las
escalinatas del palacio y decirle en estado de éxtasis al Rey ―ganamos
la batalla ―---. Todos los competidores se sentaron con el héroe,
alrededor de una mesa repleta de empanadas de huevo con pescado,

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chicha de maíz mascao, torrijas de piña, torrijas de patilla, guineo
maduro, uva, manzana y bolsas con agua helada.

21
PADILLA: HONRA Y GLORIA DEL SAN JUAN
NEPOMUCENO

22
Padilla: Honra y Gloria del San Juan Nepomuceno

El San Juan Nepomuceno fue construido en Guarnizo en 1766, por


Francisco de Gautier y asiento
firmado con Manuel De
Zubiría; navío considerado
muy velero, se utilizaba para
observación; porque se notaba
en él, que era uno de los más
velero de la escuadra, en todas
posiciones. Con frecuencia
hacía correrías por las islas del
mar Caribe, donde se dedicaba a la destrucción y saqueos de las
naves inglesas; para controlar la ruta comercial. Al regreso de una de
sus aventuras, hacía escala en el puerto de Riohacha, circunstancia
oportuna para que el Negro Padilla entrara a formar parte de la
tripulación.

La memoria ancestral navegaba para no descartar la genealogía


forense de Prudencio Padilla, negro de origen africano, que vivía en
la isla de Santo Domingo; padre del maestro Andrés Padilla. Le
llegaría de lejos, la pareja española unida en matrimonio de Casimiro
López y Florentina Lúquez, originarios en América de la niña Josefa
Lucía López; a donde arribaron en la embarcación del capitán
Bernardo Ruiz Noriega, fundador de la Villa de Pedraza en enero de
1762. El linaje familiar del hogar compuesto por el dominicano
Andrés Padilla y Josefa Lucía López Lúquez, estaría conformado por
José Prudencio Padilla López, José Antonio Padilla López, Francisco
Javier Padilla López, Magdalena Padilla López y María Ignacia
Padilla López. Frisaba en los catorce (14) años (1798), cuando José
Prudencio había tomado la determinación de huir del hogar; para
embarcarse en un mercante de línea en calidad de ―muchacho de
cámara‖; oficio que cambiaría el curso de su vida. Habían pasado
cinco (5) años de enseñanzas marineras en un solo día, no se sabe

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cómo, pero un buen día de 1803, aparecería en la ciudad de
Riohacha. A los diecinueve años, entabla relaciones amorosas con la
india trilliza, Rosario Mengual Martínez; pero, el vínculo romántico
que recreaba de manera idealizada con la india wayüu, dura muy
poco, porque por arte de magia; aparecería en el puerto un navío de
guerra de la Real Marina Española, que verificaba cruceros y
maniobras en el océano Atlántico; lo que lo obligaría a abandonar la
aldea, y habiéndose alejado en una chalupa; y como única excusa
buscaba reanimarse de aquel pasado, para enrolarse en el velero San
Juan Nepomuceno.

En contra de la dinámica de olas envolventes, remaba el cayuco que


se acercaba a la monumental estructura de madera; que tenía una
artillería de batalla, empleada indistintamente en el ataque y defensa
del buque, distribuida de esta manera: 28 cañones de a treinta y seis
libras; 30 cañones de a dieciocho libras; 8 cañones de a ocho libras;
10 obuses de a treinta y seis libras; 6 obuses de a veinticuatro libras; 4
obuses de a cuatro libras, C.D.T. En el mar, la vida le había revelado
nuevas cosas por aprender; la tarde en la que el negro Padilla se había
enrolado como pinche de cocina; se le hacía una pesadilla recoger la
sobra y lavar los platos de setecientas dos (702) personas. No le
asignaron camarote, ni le hicieron entrega uniforme. Estaba dotado
del cuerpo militar que usaba la artillería y de la tripulación: 12
Oficiales de guerra, más 4 del ejército, para un total de dieciséis; 3
Guardiamarinas; 8 Oficiales mayores; 8 Contramaestres, Guardias y
Patrones de botes; 8 Carpinteros; 8 Calafates; 13 entre Armero,
Buzo, Farolero y Cocinero; 212 Tropa de infantería; 50 Tropa de
artillería; 17 Artilleros de preferencia; 51 Artilleros ordinarios; 164
marineros; 126 Grumetes; 18 Pajes.

Desde 1803 hasta 1805, estuvo bajo el mando del capitán D. Cosme
Damián Churruca, que por Real Orden obtuvo un permiso especial
del Almirantazgo, para armarlo y prepararlo; como lo considerara la
mejor distribución del lastre el ―bete noire‖: se quitaron los cañones
de 8 libras, por ser de poco poder y se sustituyeron por obuses de a
36 libras; se hicieron mejores distribuciones del lastre o artillar, sólo

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con obuses el alcázar y toldilla. Desde que había dado el salto a
bordo, fue ―pájaro de mal agüero‖; porque no habían tenido una
buena noche de viento amainado. Para su asombro, durante nueve
noches y nueve días navegaban hacia el Oeste, donde enfrentaban
vientos contrarios. Tenía que guarecerse bajo la lona de un cañón.
Por el color negro de la piel, desde el más humilde de los pinches
hasta el más alto oficial lo pisoteaban, lo trataban como escoba vieja
de barrendero; como trapo sucio de sargento; como raspa mugre de
calderos, de los cocineros; apto para cargar bulto de los
contramaestres; idóneo para lustra botas con pecueca de los
capitanes. Y la limpia mierda de toda la tripulación; dentro de ese
agreste ambiente, JOSÉ PADILLA habría vivido su primera aventura
marinera; en la que se había habituado a la vida dura y temeraria.
Desde el primer instante, el piloto y su segundo le habían prohibido
ingresar al puente de mando; sin embargo, desde la puerta les hacía
saber qué, sin mirar la brújula y el sextante, les podía corregir el
rumbo que llevaba la embarcación; en vista de que su memoria
funcionaba como un reloj solar trazado en un plano, donde una a una
de las estrellas, partían el cuadrante del Cielo. Argumentos que a la
posteridad lo favorecieron, para ser ascendido a grumete.

En agosto de 1805, una treintena de infantes de marina abandonaron


su puesto de combate, para sustraer ranchos; por el motín a bordo
que se había presentado; bajo pretexto de medidas disciplinaria
contra las compañías quinta del segundo batallón y sexta del décimo
segundo, de los batallones de Marina que guarnecían el ―San Juan‖.
El motín fue frustrado y el capitán Churruca intercedía ante el
Almirante Gravina, para evitar que sean ejecutados; y la pena capital
fuera conmutada, por la de ocho (8) años de prisión. El movimiento
desordenado que se había presentado en alta mar, donde al parecer,
se verían involucrados gran parte de los setecientos dos (702)
miembros de la tripulación; determinaría en parte, las acciones que
hablaban de la buena conducta del grumete PADILLA; ante las
autoridades española. Mientras el San Juan Nepomuceno verificaba

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cruceros y maniobras en los mares del océano Atlántico, en Europa
sucedían hechos políticos transcendentales.

En el continente europeo soplaban vientos de guerra, el Imperio


Napoleónico estaba obstinado en obstruir la ruta comercial de
Inglaterra con América y África. El navío San Juan Nepomuceno, al
mando del Brigadier Cosme Damián Churruca, estaba destinado a
participar en la BATALLA DE TRAFALGAR, por acuerdo pactado
del Rey Carlos IV con Napoleón Bonaparte; por sus magníficas
aptitudes náuticas; que a JOSÉ PRUDENCIO PADILLA LÓPEZ se
le había asignado como contramaestre del velero español; que
formaría parte de la coalición de las fuerzas franco española contra la
inglesa, comandada por el Almirante Sir Horacio Nelson a bordo del
navío ―Victoria‖. En maniobra de distracción, las instrucciones
estaban dadas para concentrarse en Martinica; estrategia eludida por
el Almirante inglés, quien por el contrario aprestaría sus fuerzas; para
atacar y destruir el adversario. Procedente de Tolón, la armada
francesa al mando del Almirante Pierre Villeneuve; debía converger
con Federico Gravina que había surtado en Cádiz. La escuadra
francesa al mando del Almirante Pierre Villeneuve, había sido
presionada por el Emperador Napoleón Bonaparte; para cruzar el
estrecho y penetrara en el mar Mediterráneo. A cuatro (4) leguas del
Cabo Trafalgar, el Almirante inglés Nelson le había salido al paso; y
colocaron en disposición de combate, la artillería de las naves.

LA BATALLA DE TRAFALGAR. A las 06:00 A.M. del día 20 de


octubre de 1805, los aliados avistaron las veinte siete (27) naves
artilladas con tren de cañones, morteros, obuses y otras máquinas de
guerra; y el cuerpo militar que usaría la artillería, que componía la
escuadra del Almirante Nelson. No tardaron veinticuatro horas, para
que se acercara a Trafalgar la vanguardia aliada del Almirante español
Ignacio María De Alava. A toda máquina lo seguían la artillería de
batalla del Almirante Villeneuve y el Almirante francés Dumanoir
Lepelly; del otro lado, el Almirante inglés Guthbert Collinwood, se
ubicaría frente al navío ―Príncipe de Asturias‖, bajo el mando de
Gravina, que comandaba doce (12) naves de reserva; artilladas con un

26
conjunto de varias piezas de algunas máquinas. Hacia el ala izquierda,
estaba el ―San Juan Nepomuceno‖ en sus proximidades, estaba en
artillada el ―San Ildefonso‖ dirigido por el rudo capitán Don Pablo
Morillo ―El Pacificador‖ de la Nueva Granada y Venezuela. A bordo
del navío ―Victory‖ el Almirante inglés, Nelson permanecía confiado
en la táctica que le había ordenado a los treinta y un (31) navíos que
componían a la armada inglesa; para impartir la orden de ataque.
Roto los fuegos a las 11:45 A.M. de ese memorable 21 de octubre de
1805, se producía el mayor cañoneo librado hasta entonces en el mar;
por los quince (15) navíos españoles y los veinticinco (25) franceses;
que componían la coalición del Imperio Napoleónico. Muy rápido
relampagueaba el Cielo, arrojaba luz con algunas intermisiones;
durante todo el día, por descarga de fuego de cañones se presentaban
resplandores vivísimos e instantáneos que brillaban en las nubes. La
batalla es más relampagueante, cerca de nosotros, el ―Santísima
Trinidad‖ se hundía lentamente para descansar en el fondo marino;
al ser alcanzado por los artilleros del ―Temerarie‖. El ―San Juan
Nepomuceno‖ está rodeado por seis barcos ingleses, por arriba,
retumba atronadora la artillería; en la cubierta no se oyen las voces.
En la primera andanada se habían llevado el puente de mando, la
siguiente había arrasado el portete de estribor; y se había prendido
fuego en la galera. Por el humo que salía de las bodegas, no habían
podido recuperar el control del tiempo.

En realidad, las avanzadas horas de la batalla, sería manifiesto para


saber que, desde la época de la Armada Invencible, que fue mandada
por el rey Felipe II (1585 -- 1604); nunca se había visto el movimiento
de semejante aparato de fuerza naval, llamado a definir la suerte de
Europa. Los

ingleses ofrecían la visión de una escuadra bien formada. La


explosión que había destruido el depósito de la santa bárbara, le
había cercenado la pierna izquierda al comandante Cosme Damián
Churruca; a éste le invadía el presentimiento de la derrota. Entre
balas de cañones y proyectiles que volaban por todas partes, José
Prudencio Padilla López que todavía respiraba buena vibra, se

27
detenía ante la mirada tranquila y distante de su capitán Churruca,
que moribundo le hacía entrega de su sable, con espíritu de
complacencia creativa: ―Defienda al Rey y la bandera de España‖. No
dejen que, sobre el mástil, ondee el pabellón inglés‖. A su muerte, la
tripulación del velero insigne se había rendido por pedido del navío
inglés ―Dreadnought‖. El contramaestre JOSÉ PRUDENCIO
PADILLA con la empuñadura del sable entre sus dedos, presentaba
contusiones en el cuerpo, lo que lo llevaría a rendirse; concluida la
acción, algunos marineros heridos se pasaron a nado al barco
enemigo y por eso, no se podía dar fijo un número de muertos. El
―San Juan Nepomuceno‖ registraba en las cubiertas de popa y proa,
ciento cincuenta y ocho (158) muertos y doscientos cincuenta (250)
heridos; de estos, veintiocho (28) estaban mortalmente heridos. No
sin fundamento, se había extendido la voz de que se incendiaba por
haber volado un cartucho; en la primera batería del calibre de 36,
después del combate. A las 05:30 P.M. la batalla se había dado por
terminada, los aliados habían sufrido siete mil (7000) bajas entre
muertos y heridos, cerca de siete mil (7000) prisioneros, y alrededor
de veinte (20) naves hundidas, el resto capturadas; los ingleses de su
parte, dieron por perdidos mil seiscientos noventa (1690) hombres.
Lo que le concedía la victoria a el Almirante Sir. Horacio Nelson.

Conducidos a Portsmouth, los prisioneros fueron desarmados y


sepultados en las bodegas de su propio barco, el rudo capitán Morillo
que presentaba heridas; había caído en poder del enemigo. La
muerte de mi capitán Churruca y las troneras que se veían abiertas en
el casco de la nave, bastaba para imaginar el desastre que habría
ocurrido en la Armada Invencible. Por casualidad, a Morillo y a
Padilla les había tocado en el mismo pontón. En el silencio de la
noche, los fosforescentes ojos del Negro PADILLA, podían ver y
sentir los vientos podridos que salían de las bodegas; todavía se veía el
humo de las metrallas en la cubierta y las salpicaduras de sangre sobre
la borda. Al siguiente día, los subieron a cubierta para comenzar el
interrogatorio. PADILLA que había alegado su grado de
contramaestre, en respuesta le arrojaron una bacinilla de orines en la

28
cara. Los prisioneros fueron confinados a pontones o buques de
guerra, fuera de servicio; donde estaban sujetos a drásticas y crueles
disposiciones penitenciarias. Eran obligados a ejercer duros trabajos
de reconstrucción de navíos, levantamiento de fuertes y en la
fabricación y reparación de armas; lo que sería escuela de motivación
para hombres de mar como PADILLA. En la adversidad, Don Pablo
Morillo le dirigía la palabra al héroe riohachero, para ayudarlo a
entender los principios filosóficos de las ―Ideas Ilustradas‖ de la
Revolución Francesa (1789); escritas por los ―Jacobinos‖ (Dantón,
Marat y Robespierre) del Partido Republicano, que se caracterizaban
por sus procedimientos radicales y su rigorismo moral. También, se
esmeraba por leer a Juan Jacobo Rousseau y a D Alambert. Aquellos
cinco (5) años prisión, fueron útiles para PADILLA; y cuando en
1808, fue celebrada la paz por los ingleses con el imperio
napoleónico, todos los prisioneros fueron canjeados. Con el
uniforme de contramaestre y el sable del capitán Churruca, JOSÉ
PRUDENCIO PADILLA LÓPEZ en busca de oportunidades,
recorre algunos puertos de Inglaterra; y se embarcaría en un barco
negrero de bandera francesa, que lo llevaría a América con una
cargazón de esclavos; y por disposición del gobierno de la península
ibérica, sería nombrado contramaestre del arsenal de Cartagena de
India.

Muy pronto la señorita Pabla Pérez De Tapia le arrebata el corazón y


contrae nupcias el 2 de febrero de 1809, pero en su vida; la única
pasión dominante consistía en la gloria, el honor militar y la Patria. Y
fue así, como hizo viva la idea de libertad e independencia del
dominio español. ―En 1818, evocaba de modo idealizado la vida en el
mar, caracterizada por una visión de la vida rústica llevada allí; los
escarnios que solían recordarle los enemigos que dialogaban acerca
de sus amores con el SAN JUAN NEPOMUCENO; que, para ese
año, había sido vendido y desguazado‖. Orgullo disimulable que
procedía de causas nobles y virtuosas, que lo llevaría a alistarse en las
filas de los patriotas neogranadinos. Testigos de las grandes proezas
de este héroe, afirman que, con sus esfuerzos revolucionarios en

29
trance, tuvo en acuerdo normativo de conformidad con los que le
otorgaba el Senado, para tomar decisiones en la Constitución de
Cúcuta en 1821. En el tiempo actual, ejercía funciones propias de su
cargo u oficio; pero como soldado de la marina, supo poner en
acción la nave ligera ―Independiente‖ en la que habría librado crudos
combates en las batallas de Tolú, Cartagena, Ocuare, Angostura,
Lorica, Ciénaga, Santa Marta (dos veces), Riohacha (Laguna Salada);
reconocido como el Libertador de América en los Mares, al derrotar
a la Armada Española en la memorable BATALLA DEL LAGO DE
MARACAIBO, donde tuvo el honor de contar con la intrépida
colaboración de sus hermanos, Vicealmirante José Antonio Padilla
López y Capitán de navío Francisco Javier Padilla López, el 24 de
julio de 1823.

La ambición, el orgullo y la hipocresía de los miembros de la


masonería, los generales José María Carreño, Mariano Montilla, José
Laurencio Silva (sobrino político del Libertador), con la anuencia del
juez Rafael Urdaneta; hombres falsos que conspiraran, para que el
dictador Simón Bolívar ordenara fusilarlo; en la Plaza Mayor de
Santa Fe de Bogotá, el 2 de octubre de 1828.

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LOS MURALES DE MI TIERRA, SON HUELLAS QUE DEJA
EL ALMA

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Los murales de mi tierra son huellas que deja el alma

El mural plasma la visión misteriosa de la Monalisa, apropiada por el


retrato de la religiosa.

La mujer fue creada para dar gloria a Dios, verbo terno; que diera
inclinación religiosa a la Madre Josefina Zúñiga De Luque. En
tendencia, la impresión artísTIKA; hacia el gesto muy evidente, que
hace la artista Bella Luz Mejía, que procede a la pared, en la
búsqueda de la representación de la Hermana

Josefina; al transitar por un camino espiritual, de la mano del Primer


Convento en América Latina --fundado en 1905--, que fuera
considerado; Monumento Histórico de la Congregación de las
Hermanas Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia. Aunque, con
errores de estilo impresionista, la artista hace un honor a la

32
catequización, evangelización y educación; más allá, de lo que se
quiere expresar.

Esta pintura al fresco es un clásico, donde la artista maneja en su


estilo los colores llamativos; que, dentro de las artes impresionistas,
condicionadas por la luz, en un momento dado; destaca la psicología
del personaje, que al parecer está de acuerdo con el juramento y la
supuesta realidad objetiva de la Madre Nutricia.

En el mismo plano, la aparición simultánea de un mosaico de


palabras en alto relieve; como si se tratara de la Comunión de los
Santos:
"El mar cómo si también estuviera de fiesta, luce en este día agitado
por la brisa del nordeste sol oro y rosa tenues celajes atardecer casas
ranchos pobres ricos esperanzas vida matizados" (sic).

Entre ellas, se ve la representación viva y animada de una bandada de


Meaucas, que retozan por encima del muelle; para evitar que sea
perturbado, por la dinámica de las olas que se duermen al pie de los
históricos cocoteros; que le dan belleza escénica al Convento, que
vigila a la Caguatana, una india que arruma pilas y pilas de sal.

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"FRANCISCO EL HOMBRE" PASAN DEL DUELO A LA
ACCIÓN DEL ACORDEÓN

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―Francisco el hombre" Pasan del duelo a la acción del acordeón.

Cuenta la leyenda, que a


comienzo del S.XX, en una
madrugada de Semana Santa;
cabalgaba a lomo de mula,
Francisco Moscote Guerracon
un fuelle de dos hileras a
espalda; estimulo que tuviera a
temprana edad, en ocasión
hacia el Río Aqueronte.
Influenciado por el ritmo del momento, comienza a difundir notas
musicales de ritmo cortado y alegre. En medio del corredor del
bosque que está a la orilla del río, aparecía una figura mitológica
dando pasos de zorro en desorden y con actitud amenazante; ocasión
oportuna para ponerse de pie, y en condición desfavorable utilizaría
el acordeón a manera de protección; y con la habilidad de los dedos
para accionar los veinticuatros botones, empezaría por echarle una
regañina a Satanás, hasta que en reversa versearon a manera de
piqueria, lo que le serviría para derrotar a la bestia, con el Credo al
revés. "Francisco El Hombre" --como lo llamaría el demonio--, al ver
que el sol se evaporaba por los ojos del contrincante; se da prisa por
detrás del escenario y se refugia en la arbolada que albergada una
manada de micos cotudos que habían presenciado el espectáculo de
los dos inmortales. El triunfador con notas de acordeón, al galope
arribaría alegre a la villa celestial de Galán.
En esta oportunidad, el mural de La Leyenda está alineado para que
se vea bien; y tome forma ante sus propios ojos. En él, la artista María
Claudia Zuchinni González promueve la identidad cultural de la
región; su propuesta al óleo, se inspira en la naturaleza humana, en la
colección espiritual y mística de las almas pintadas.

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El boceto y propuesta de la pintora, parecería una versión mágica de
su diario vivir. Tiene un estilo realista, porque las imágenes son
claras, el manejo de los azules, azulejos beis intermitentes; como si se
escuchara el trote de la yegua coordinado con los efectos del sonido
de las notas de la música vallenata. Hay unos recubrimientos
reflejantes, del tono verde de las cactáceas y el color gris del
sombrero, donde las sombras parecen cobrar vida; los diversos tipos
de grises que representan a el personaje, que en su accionar por el
canto, iba en busca de la libertad a lomo de mula. En medio de ese
talco de colores verdes, conque se adornan las tunas a la vera del
camino; que favorece la creatividad de la obra. También, presenta
hermosos detalles, ante una nube natural entre el Cielo y el mar.

María Claudia hace una especie de recuento breve muy puntual,


sobre su travesía por los distintos pueblos del Sur de La Guajira,
presenta una imagen de espalda, que hace alusión a sus distintos
recorridos; además, se dá un momento importante dentro de la
leyenda al vencer al Diablo. Como se puede ver, no se sitúa ni se
menciona ningún pueblo; porque la idea del mural está en hacer
énfasis del personaje y en promover la cultura.

Mi encabezado para la historia, es el paso cíclico de lo étnico a lo


cultural; ocasión próxima al cumpleaños de José Ceferino Rosado el
31 de octubre de 1936, en la calle la Reventazón # 2--30, de
Riohacha, parranda a la que se presentaría Francisco El Hombre
acompañado de Carlos Araque con la caja y Bolañito con la
guacharaca. Manifestación folclórica que duraría tres noches con
bebidas alcohólicas, en la que cantaba y bailaba un grupo de
personas: José Agustín "Palofloriao" Rosado, Pópilo Freiles Rosado,
Néstor Gómez Barliza, Efraín "Capi" Curiel, Ismael García, Carlos
García, Luis Illidge Pérez, Manuel "Manuelito Bonivento Pérez, José
Antonio Bonivento Pérez, José Prudencio Aguilar Márquez, Ricardo
"Carchi" Henríquez Hernández. En ocasión próxima al año de 1971,
el narrador ejercía en Tomarrazón la práctica de la docencia, con la
sinergia del maestro Guillermo "Boa" González. Una vez terminaba la

36
aplicación de enseñanza primaria que dependía del Estado, sin
almuerzo la emprendíamos a marcha forzada por un camino
pedregoso; que alguna vez, fuera un río y que para los caminantes
daba acceso a la comunidad de Galán. En la puerta de la humilde
vivienda de Carlota Berti, siempre había un plato de peltre repleto de
dulce de leche y coco; para que fuera visto por todo aquel que pasara.
Los forasteros seducidos por la sed y el hambre, hacían una breve
escala. La anciana Tota Berti después que consumíamos un par de
cocaditas, nos atendía con una totuma de agua fresca; que, al parecer,
estaba depositada en tinaja de barro. Antes de emprender la marcha
para abordar el bus de Transporte La Veloz, que pasaría por La
Florida; distante tres kilómetros de aquí; la humilde anciana de
pañoleta negra, amoñada en el occipital; que hace juego con la blusa
blanca y la falda larga negra de flores blanca, que cae desde la cintura
hacia los tobillos; ante nosotros siempre refería, como si tratara de
una transmigración del alma hacia el alma de María Claudia
Zuchinni; narración que podría ser la ventana de una profecía bíblica.

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APOGEO Y DECADENCIA DE PANCHO

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Apogeo y Decadencia de Pancho

En la cultura wayüu, siempre se ha sabido que todos los indios


guajiros; tienen algo misterioso, que contar de Panchomana; en este
portal de la civilización, hubo dos momentos: el primero es un
paradigma de proyecciones fragmentadas de datos, que marcan el
mayor auge de vida, de la construcción del Orfelinato; idea del
M.R.P. Antonio de Valencia, en carta fechada en Riohacha el 11 de
julio de 1909, con el asentimiento de las autoridades civiles. El 7 de
enero de 1910, los religiosos se embarcaron en un cayuco, para hacer
la travesía por el Río Calancala (desembocadura del Valle de los
Cangrejos) hacia Pancho; para emprender las obras; que serían
concluidas en el mes de junio del mismo año. De pronto, se
encuentran a las puertas del territorio desconocido; como lo
muestran las fotografías: --Desembarco de las Religiosas Terciarias
Capuchinas, luego de haber atravesado el cauce del Río Calancala;

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para tomar posesión del Orfelinato de San Antonio. --Arroyo de los
Capuchinos que conduce hasta la entrada del Orfelinato de San
Antonio. --Panorámica del crecimiento de los dormitorios del
Orfelinato San Antonio, adaptándose a sus cambiantes circunstancias.
--Grupo de niños guajiros, redimidos por los Misioneros del Vicariato
de La Guajira. --Dama de familia riohachera, con un concepto
abierto, visita el Orfelinato San Antonio de Pancho. Estas fotografías
del libro Historia De La Misión Guajira del Padre Eugenio de
Valencia O.M.C. son piezas de museo, para una sala de exposición.
El segundo, excede las expectativas con la decadencia; este emotivo
momento, es un sueño de mi infancia hecho realidad; aunque
presenta grandes irregularidades, porque no presenta la historia
oculta de la Guerra de Pancho (donde José Ceferino Rosado Curvelo
es traicionado por José Prudencio Aguilar y Carchi Henríquez),
titulado Bajo El Cielo De Pancho el cual es extractado del libro
Cuentos Guanebucanes; historia que ustedes tendrán a quién
contársela; porque absorbe demasiada atención.

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BAJO EL CIELO DE PANCHO

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Bajo el Cielo de Pancho

Dueño de sus decisiones, sonreía el sol que antecedía al solsticio de


verano; después del inestable periplo por Tucuraca Guaraguarao, un
hecho luctuoso me había llevado a pernoctar en Panchomana. Con la
piel rosada cubierta de pecas, pintas que cumplían la función de la de
un huevo de pavos; ingresaría hasta el fondo del patio, donde estaban
las criadas que criticaban la presencia del recién llegado. Con una
virtud inalterable, Daba la certeza de haber sido invitado, por la
cualidad especial que Mareigua ha sabido darme; aunque el valor de
indio, haya sido confundido con la locura.

A más de compungido, por la intensa preocupación de la


familia Siosi Cotes; habría tomado un taburete para el descanso, a

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causa del deprimente estado de salud de la matriarca Vicenta Cotes.
Acomodado en el asiento, debajo de la enramada, donde estaban las
personas que habían llegado a verla; espero que la estancia
permanezca vacía.

---Es hora del turno --musitaba--, para aprovechar la oportunidad.

Reposado sobre el delgado cuerpo, nunca había sido tarde; para


aprovechar el acercamiento hasta ella. Su cara pálida, color sábana,
contrastaban con los dientes blancos, apenas asomados; entre los
labios morados y endurecidos; que contrastaban con la resequedad
de las mejillas macilentas y la quietud de sus pestañas. El corazón le
latía con parsimonia. De súbito, la anciana abre los ojos, mira en
derredor y suspira; con un suspiro profundo, vuelve a quedarse
dormida. Cubierta por una manta negra, cuello blanco bien
almidonado con encajes en los puños de las mangas; acaso, para que
sus manos cruzadas sobre el pecho muerto, se vieran con vida.

Con el alba, doblaban las campanas para que despertaran los


habitantes de la comarca; las campanas seguían en doble sin cesar y
cada vez despertaban más congojas; hasta que aquello se convertiría
en un mudo y largo lamento indio. El caserón había sido
acondicionado para el mundo de los hijos de Mareigua. Con el
transcurrir de las horas, llegaban al duelo familiares, vecinos y
conocidos de Mantequero, Santa Rita, Pancho Viejo La Florida, La
Granja El Pasito y otros rumbos; que eran atraídos por los constantes
tañidos de campanas. Algunas personas parecían creyentes judaicos,
llegaban armadas de hermosos chinchorros de dos caras; y los
preparativos para la elaboración de chicha mascá, múcuras de
ron chirrinchi, sesinas de carneros, chivos en pie, carne de res, café
en grano y café molido; no había modo de hacerlos comprender, que
de lo que se trataba era de un duelo. Por la tarde, el Padre Ángel De

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Carcagente celebraba la misa y en medio del llanto, el cuerpo sería
llevado al cementerio, en los hombros de los hijos, familiares y
amigos; que seguían el camino hacia el Cielo. Sin poder lograr
persuadirlos para que regresaran a sus ranchos, los acompañantes
permanecían en el velorio; en algunos momentos, a lo lejos se
escuchaba tambor de chichamaya, lo que validaba la fuerza del alma
de la difunta; que se confundía con el golpeteo de las fichas de
dominó y los gritos de los indios borrachos. Fueron días tristes, para
la casta Epiayüu.

Con la felicidad suprema de haber sido idolatrado por la Mache


María, durante los nueve días de duelo, de corazón vagaba por los
alrededores de la morada de la difunta; como sombra en las aguas del
río Carancara --en lengua india--, que nadaba en contra de la
corriente. A pesar de las condiciones étnicas, al parecer, las facultades
serían aniquiladas como las de un indio esclavo; que de improviso se
hallaría en presencia de su amo. Había sido invadido por una extraña
e indefinible inquietud; lo que obligaría visitar la tienda, con el
pretexto de que si era sorprendido por el tendero Indo Siosi; pediría
una papeleta de café. En efecto, al traspasar el umbral de la puerta, se
aprecia a un joven de mediana estatura, sombrero de copa; que se
apoyaba en el mostrador, que dividía la amplia sala; a quien le
preguntaría en un plan de entendimiento:

---¿Indo, tengo la inquietud de saber, por qué hubo danza en el


velorio de la vieja Vicenta?

---Mi madre murió insatisfecha, porque siempre le había prometido


a Mareigua, que ella moriría contenta, si él le permitiría que muriera
el día de la fiesta del patrono San Antonio; para repartir sus animales
entre los familiares, invitados y dolientes que asistieran a su funeral.

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---Ahora sí creo, en las palabras de Pepa "La Soñadora".

---¿Qué decía el piache?

---Durante toda la noche, había mantenido el tabaco prendido; y


presagiaba que vendrían tiempos difíciles para las tierras del cacique
Pancho.

Con la corbata negra tirada sobre el hombro izquierdo, mientras se


despojaba del sombrero de copa y se pasaba el pañuelo por el sudor
de la frente; porque quería recuperar la posibilidad de opinar con
libertad.

---¡Ah... ---parecía que sentía culpa infinita, y con la necesidad de


reforzar la arenga---, desde que yo era un niño, escuchaba que Pancho
se iba a acabar por las inundaciones! Pero, Pancho... crecía y crecía.
Pancho Viejo era una aldea de treinta ranchos, que fueron quemados
por los indios; después en 1935, Pancho Nuevo perdería su
condición de capital con Uribia y la gente había comenzado a emigrar
---con la necesidad de reforzar la imagen---, y solo quedaron vidas
prósperas y productivas.

Ansiosos por sumergirse en la nostalgia que formaba parte de este


criterio cosmogónico, dejaron pasar años de historia en una sola hora.
La aldea desfallece, por el descontento de la llegada de un selecto
grupo de policías orgullosos, plenos de fatiga, rencilla y elevado índice
de ansiedad; al mando del cabo Cucalón, quien hacía sentir su grado
de baja moral, hacia los moradores de la comarca. Algunas personas

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consideraban qué, en Carrizal, en varias ocasiones puso de manifiesto
su odio y envidia hacia los connotados. Como representante de la
justicia, alzaba su mano militar, respaldada por los representes de la
autoridad; lo que creía ejercerla, para reprimir al pueblo. Siempre
que podía, atentaba contra sus privilegios. De manera endémica, el
caserío permanecía atemorizado; y cómo válida la noticia de que en el
caserío El Cardón en semanas anteriores, el policía Vera había herido
en el pie izquierdo a Nenén Barros; por eludir el soborno de seis
carros contrabandistas. Días más tardes, el uniformado sería ultimado
por Claro Cotes, quien vestido con prendas de india; le había hecho
una emboscada en el arroyo de Taguaya. Los comentarios dichos por
propios y extraños, confirmaban que el militar había sido despojado
del arma de dotación, la cual sería vendida por José Orozco
en Hatonuevo; De ello, sería enterado el cabo Cucalón; en la
peluquería de Chilolo Mejía. De repente se venía de capa caída el
comercio del fruto del dividivi, las pieles de animales vacunos y
caprinos, los huesos y el palo brasil.

Creado otro escenario de contemplación en Panchomana, en víspera


de la fiesta del Santo patrono; representación de la parábola del
retorno, donde el sueño sobrevivía a el soñador. Dotado de vida, es
visto con llamativo vestido de cintura, del ombligo hacia abajo; los
ojos negros y salientes de mariposa, se abrían paso entre el creciente
gentío, que no impedían que llevara la mirada hacia el frente. Echaba
un vistazo hacia atrás y sin rodeo pasaba frente a la fachada del bazar
de Rafael Barliza. La mirada en movimiento, parecía seguir la figura
del pensador. Entra en el pequeño zaguán y al llegar al umbral de la
puerta, escuchaba voces que salían de la tienda de enfrente; con aire
majestuoso y un trato serio y frío, preguntaría con leve dosis de
humor:

---¿Qué pasa en Pancho Nuevo, que no se sepa en Santa Rita?

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---La policía está insoportable ---respondían al mismo tiempo,
Indo Siosi y Amable Pino--, no aceptan cumplido.

---En días pasado, el policía Zamorano le había decomisado un


revólver a Che Picúa en el río ---con marcado acento venezolano,
volvía a escucharse la voz de Amable Pino---, él está resuelto a no
entregar el arma.

A lo lejos, se escuchaba el traga níquel de Yonyi Martínez; con sonido


de libertad. La calle proyecta una sombra tan grande como el caserío,
aunque estaba menos concurrida que el año pasado; lámparas de
petróleo aluzaban hasta tarde de la noche. De pronto, seguía por un
sendero recto y solitario que o llevaría a las puertas del territorio
desconocido, donde estaba la bodega de Pitico Larrada; donde el
indefinible hedor a cuero, todo lo envolvía. El rancho del
comerciante, era una imagen de ruina humante, confiado en sus
instintos se arquea boca arriba en un chinchorro de cabuya; para
retroceder en el tiempo y perderse en la fantasía al conciliar con el
sueño. Mientras cabeceaba, pensaba en los tres palabreros que
debían hablar con los tíos de Mache María; como testimonio de
amor, sueña que por la mañana la vería vestida de manta blanca, larga
y flotante; hecha de tela liviana, con brazaletes de coral que
adornaban sus muñecas, del cuello colgaría un collar largo,
compuesto de perlas redondas, jaspe y ágata roja que parecían gotas
de sangre. Una luna brillante en su ciclo, iluminaba la escena dándole
un relieve extraordinario; en ella, había algo poético y extraño a la
vez. Despierta en medio de la realidad.

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II

Con el resurgir de la flemática aurora, se levantaba al cantar de los


gallos; que cacareaban al compás de los sones del tañido de las
campanas, que anunciaban la misa mayor. Algo bastante intenso y
real, es que las calles, callejones y vericuetos empezaban a llevar el
encantador espectáculo; con guirnaldas de papel a lo largo y ancho,
música y toda especie de flores naturales y artificiales. Entre las
bandas musicales de Riohacha y tambores de danzas de chichamaya,
se alcanzaba a apreciar la mitra que empuñaba el Obispo, que
bendecía a la puerta de la capilla del Orfelinato. De la mano de Dios,
vestidas de negro, transitaban un camino espiritual hacia el altar;
Chirri Cotes, María Goiriyüu y un grupo de damas vestidas de
manera elegante, con la mejor moda. Tras ellas seguían con ramos de
flores empuñados en las manos, Carmen Siosi y su hermana
Rebeca Siosi. Permanecían silenciosas y mudas, sus trajes adaptados a
la delgadez de los cuerpos, son suficientes testimonios del género de
vida; que han llevado desde el fallecimiento de la extinta Vicenta
Cotes.
Entregada la misa al pasado, en el Evangelio ésta representaba mella
en el espíritu de la difunta Vicenta. Con la familia de ella, el Obispo
compartía gran felicidad para que volviera la alegría de la gente. Los
feligreses llenan la parroquia, la autoridad eclesiástica sale delante del
patrono; la imagen de San Antonio era llevada en hombros; de
acuerdo a las costumbres y tradiciones del pueblo, rasgos muy
particulares, que hacían de la región un caso único; por su belleza
original. A la salida se formaría un embotellamiento de bestias y
vehículos, sin que quedara un lugar disponible para el aparcamiento.
En el transcurso de la procesión, la marcha andaba al compás de la
música; voces trémulas miraban y miraban la gracia de José Ceferino
Rosado, Efraín Curiel, Ismael García y Manuelito Bonivento; con
atractivo y elegante andar. Magia que los inspiraba a estar juntos, ya,
que les encantaba explorar los viejos rincones y el estilo muy
humanista del lugar. Justo, al ingresar a la ruidosa y venerable

48
mansión de los padres capuchinos; donde se confundía lo pagano
con lo religioso, se sentiría un golpe y el nimbo de San Antonio caía
en el suelo. El furor profético de Pepa "La Soñadora", auguraría el
detonante de un lamentable acontecimiento:

---¡Ay... Dios mío... evita una desgracia!

La funesta expresión de la visionaria indígena, dominaba con


facilidad el entusiasmo de los creyentes; que se dispersaban,
obligados a tomar notas de precaución. Los riohacheros creyeron
haber cumplido con el compromiso social obligante, quiénes para
ganarse un lugar en su recuerdo, se hicieron a la sombra que daba el
techo de un rancho en canilla; que estaba frente a la tienda que
atendía Indo Siosi. De José Ceferino, sus amigos se habían ocupado
en toda la mañana; sumergidos en el tumulto de gente, que
proclamaba incomparable la fiesta de este martes trece; más sin
igualación, con la de los años anteriores. Entre ellos se oían voces de
alarma, que advertían la proximidad de un peligro. Llamaba la
atención José Ceferino, por no armonizar con el entorno de su mujer
Rosario Palacio; para ella, el detonante podría ser José Prudencio
Aguilar que no había ido a la procesión, porque estaba prevenido en
el rancho de su papá Manín Aguilar y el embate de Carchi Henríquez
que había empleado una coartada para no ir a la fiesta, para irse a la
rueda de Retra Romero, para la Alta Guajira. El árbol
de trupio (Prosopi juliflora) era el emblema de la vida del pueblo.
Delante de los niños, intercambiaban impresiones y se dispersaban
en sus carros por trochas de tunas, cada vez verdes, con el paso del
tiempo. El tambo vacío, era la vista real del lugar donde estuvieron.

Al rato, se escuchaba un sinnúmero de voces que se acercaban. En el


umbral aparecería un hombre gordo, de sombrero Stepson de gesto
petulante; que dominaba el cuerpo con el movimiento de los brazos.

49
Era Luis Illidge. Más atrás, lo seguía un hombre moreno, desdentado
de imagen jovial que cojeaba; al acercarse pude ver que
era Monchey Ruiz. Sonreído, lo seguía Gito Ibarra y junto a él se
acercaron Macomasay Larrada y Camito Aguilar. El primero, con un
elevado tono de voz, precipita la mirada hacia el tendero:

---Compadre Indo, dominó y cervezas bien frías para el grupo.

---No hay cervezas para la venta, porque aquí hay luto ---respondía
el tendero--, si quieren le vendo ron chirrinchi, para que se lo tomen
allá afuera.

Impresionados recordaban que hacía cinco meses había muerto la


matrona del pueblo. En ese vago memorándum de unos segundos, la
tienda había quedado envuelta en un silencio sepulcral.
Luis Illidge quedaba con la boca abierta, y los miraba a todos a la
cara.

---Hermano usted disculpe.

---Ahora si ustedes quieren, les vendería las cervezas; siempre y


cuando, se la vayan a beber a el rancho en canilla ---decía con
serenidad el tendero---, para que no vayan a creer que no los quise
atender.

---Muchachos, en ese tambo hay sombra y se jugaría bien ---argüía


el poliomelítico Monchey Ruiz---, que carajo, mesa, dominó; y un par
de cervezas, para irnos.

50
En los alrededores de la mesa, se vivía un mundo de buenos
momentos; que podía sobrevivir al calor abrasador. Quintín Correa
tenía una mirada suave y de mucha confianza, en las fichas que
dominaban Pedro Zúñiga y Gito Ibarra, quienes hacían trampas a la
cruz de Néstor Gómez Barliza con Carlos García; fruto de la
exasperada diversión, se escuchaban los golpes de las fichas sobre la
mesa y los gritos de los mirones que se acercaban. Los jugadores se
habían dado su propio toque y distintivo, y entre asistentes y
jugadores había una idea, que ellos podían imaginar y también,
comprobar; trataban de mostrar algo sobre la confianza que José
Ceferino había depositado en José Prudencio Aguilar y Carchi
Henríquez; pero ellos abusarían al haber cometido un acto de
deslealtad, ya que había fuertes indicios de que habían irrespetado a
su mujer. Todos... a excepción del ofendido, sabían que ese
comentario estaba difundido en toda la región. Cada comentario y
acción sería tomada en serio por Carlos García qué, con el rostro
enfadado por los celos, presentaba quejas mezcladas con reclamos a
su cuñado Luis Illidge:

---Tú lo que debes hacer, es ocuparte de tu esposa ---un aire de


alivio recorría por su cuerpo---, hágame el favor y respete.

Dominada la escena, tras la rápida discusión; en el toque final del


segundo set, intervinieron Manuelito Bonivento, Ismael García, Capi
Curiel y José Antonio Bonivento; como, no había tiempo para el
drama y el juego, con el retiro al final del set del toque del dominó;
quisieron hacer un llamado a la reflexión, por lo que se había en
ausencia de José Ceferino Rosado, hombre realista y a la par valiente,
sus hazañas quedarían en la historia.

51
De camino hacia Riohacha, cientos de cardones que sucedían este
cañón del desierto; de poco más de cinco kilómetros, trataban de
abarcar tanta naturaleza. Atrás, la calle de Pancho Nuevo, ofrecía
contrastes cautivantes, los cardones (Lemairecereus griseus) y
los trapíos (Prosopis juliflora) eran sin duda uno de los lugares más
cautivantes. De pronto, un niño comenzaba a sollozar; lloraba como
si su voz se hubiera metido dentro del cuerpo, con la boca cerrada
gemía en sus adentro; a los gritos Indo Siosi influenciado por el amor
incestuoso de Damasia Cotes, se venía lanza en ristre:

---¿Qué te ha pasado Raulito?

---¡Maruria ha escondido mi guaireña rota.

Acto seguido, su cuerpo convulsionaba de la ira y aparecía en su


semblante una visible melancolía manifiesta; tal metamorfosis se
producía y al volver sobre sus pasos, le recriminaba al oportunista:

---Dónde está la güaireña del muchacho, indio marica.

---Yo no cogido nada ---respondía, basado en sus ademanes


feminoides---, que busque él.

---Raulito dice que fuiste tú ---aducía con un elevado tono de voz---,


gran marica.

---Ma marica será tú.

52
De pronto, un lance canteado acusa un formidable uppercut que
entra de lleno a la cara de Indo, que le inflamaba los labios y el ojo
izquierdo; al tiempo que un agudo escozor le martirizaría la vista, al
sentir clavadas las ponzoñas de un enjambre de abejas. El retador no
se amilana y con el rostro cubierto de sangre, cerraba los puños y con
brusquedad se encaraba contra el pecho del homosexual. La
musculatura de Maruria se había crispado y emergía de su boca un
rugido cavernoso, que hacía patente la furia salvaje; que se
desencadenaba en su interior. El rostro cobrizo, adquiría una
tonalidad purpurea; que le daba una expresión homicida al ansia del
dueño. Con fuerza, Indo arremete como una catapulta y asesta un
furibundo puñetazo en la quijada y le hacía retroceder varios pasos;
con las piernas gelatinosas se le iba encima, tras que escupía un
gargajo sanguinolento. En medio del gentío y en el mismo momento,
que los contendores se miraban con odio mal entendido; el tío
Vicente Cotes intervenía en procura de la separación.
Comprendía que estaba en él su reputación de palabrero. Por último,
se había quedado distanciado del policía Mateo López; quién, en
medio de la algarabía de los circunstantes aglomerados alrededor de
la trifulca, se volvía en carrera hacia el indio Vicente Cotes; éste lo
había observado durante un instante, con ojos insolentes y
desagradables; sin que pensar que se asomaría a sus labios, aquella
pregunta: "¿Qué pasa, por qué lo arreas por el cuello y el guayuco?".
La india Mache María abandonaba la tienda y con corto diálogo de
oposición desafiante, se venía en carrera con los brazos en alto; como
si bailara un rítmico vals. Con cara trágica y de circunstancia, miraba a
la gente a los ojos; y sus habladurías son silenciadas, con un golpe
certero en la cabeza, que le propinaría el cojo Monchey Ruiz con el
bastón. Instante que aprovecharía Gito Ibarra para desarmar a el
agente de la policía y hacer un par de disparos al aire.

53
---Por el desquite del revólver de Che Picúa --arengaba mientras
distendía los labios en señal de triunfo--, vámonos de aquí.

---¡Muchachos, al carro "La Lanza"!

Desarmado el indefenso agente, emprendía en carrera hacia el


cuartel; sin saber a dónde irían a parar la funda y el retenido. La
parentela llenaba el ámbito de la calle principal y la tensión en el
cuartel se incrementaba, aunque, el emotivo momento de los
riohacheros que se embarcaban en la carrocería del camión de
Luis Illidge; y el polvorín que alzara en la huida; no excedía las
expectativas de los agentes del orden; ellos nunca desistieron a que
dejara de sentirse el traqueteo de los fusiles. Con dos hombres sobre
el estribo y nueve en el piso de la carrocería, la chiva La Lanza huía
por el trillo que conducía hacia la ranchería de María Pérez, en
Buenavista. Los silbidos de las balas, hacían astillas a los maderos de
la carrocería. De pie en el estribo y aferrados al espejo retrovisor,
iban Macomasay Larrada y Camito Aguilar; a su paso por el arroyo
La Florida, el camión frenaba a medias; y los dos hombres daban
saltos a lo canguro y quedaban ocultados en un manto de matorrales
espinosos, lo que lo obligaba a mantenerse ocultos. Todo parecía
tranquilo, pero, el instinto indígena, les decía que no tardaría en
surgir un nuevo enfrentamiento. Los pasajeros que iban en el
vehículo, habían improvisado varios cambios sobre la marcha; a la
ranchería Marbella, llegaron pálidos y desgreñados, sin entender ni
saber, cómo se distinguían los unos a los otros. Con señal de
preocupación, el conductor con gran agilidad, se desprendía del
timón y se apea; tras de sí, cierra la puerta y se dispone a
preguntarles:

---¿Hay heridos?

54
---¡No... ninguno! --respondían en coro--, sin saber lo que decían.

---¿Quién falta?

---Hacen falta... Camito y Macomasay.

El grupo no podía asimilar lo que había sucedido, se levantaban uno


a uno; y tocaban trozos de carnes esparcidos en las paredes y en el
piso de la carrocería. Con extrañezas liberaban fuerzas fuera de su
control, se revisaban desde la cabeza hasta los pies; se tocaban los
cuerpos y algunos veían el hueso desnudo de un muslo de Pedro
Zúñiga. Se revisaban y creían ver el orificio de la oreja izquierda, que
presentaba Rente Ibarra. Era una atracción secundaria, la herida en la
pierna coja de Monchey Ruiz. En medio de una confusión general,
Luis Illidge en su afán de no esperar de recibir ayuda, había decidido
trasladar a los heridos al hospital más cercanos. Con el capó del carro
cubierto con una manta roja, se había atrevido a pasar por una de las
calles del vecindario de Santa Rita; no sabía cómo lidiar con sus
emociones; y ahora, el escape lo hacía con la compañía del indio
Francisco Uriana y su conversación estaba enfocada en haberle dicho,
que José Prudencio Aguilar había ido en busca de sus hombres a
Riohacha.

La velocidad que llevaba la chiva "La Mano De Dios" daba apariencia


de que huía, el conductor de "La Lanza" no tenía mucho margen para
detenerla. Para alimentar la curiosidad de Francisco Uriana, que
hablaba de la asombrosa condición de los muertos,
Luis Illidge vadeaba la desembocadura del Riíto; y con manejo
inteligente agita la bocina del carro, para ayudar a atenuar las
emociones de los heridos. Con hábil astucia, se adentra en el

55
escenario de la inteligencia callejera; en señal de que alguna mala
noticia les esperaba. La visión integral de la razón, tenía por resultado
que todo era confusión y desespero; entre los habitantes del barrio
arriba. Las casas estaban llenas de sentimientos de dolor.

Un par de momentos especiales vivía la ciudad; que compartía las


desgracias de las familias. Al mismo tiempo, José Prudencio Aguilar
con rostro que parecía ser muy preocupado; con habilidades
sospechosas se hacía presente en el hogar de Zoila Leonidas Rosado
y Carlos García; en la calle La Reventazón y con diálogo activo
preguntaba por la persona de José Ceferino. La hermana, que
encarnaba la vida cotidiana y con comentario apropiado, le
respondía.

---Hace diez minutos, le he prestado treinta pesos; porque iba llegar


a la calle Ancha, para beberse unas cervezas donde Coca Barros.

En ningún momento, había desestimado la idea de deshacerse de él;


ruido del motor lo había seguido hasta la esquina de la carrera cuarta,
con la calle siete; donde se había detenido con desfachatez.
Atravesaba la puerta que daba a la calle y se dirigía hacia el patio,
pasaba revista por la humanidad de Néstor
Gómez Barliza, Terámene Baca, Quintín Correa y Yonyi Martínez;
aunque parecía haberse dirigido a todos, sólo había fijado su atención
en José Ceferino, en apariencia observaba en él, un "amigo"
irrepetible de nobles cualidades; que iban acompañadas de un bien
para la guerra:

---Hermano... la policía de Pancho, mató a Camito --partía de su


pena hablarle de la falsa muerte del pariente Camito, porque estaba
convencido que José Ceferino era hombre de armas tomar, que era

56
reconocido por su nobleza, valentía y lleno de coraje--, el que se crea
mi hermano, que me acompañe.

---Estoy dispuesto a ir, pero debo buscar el arma donde mi novia --


las frases de los acompañantes, quedaban flotantes en el aire--, todos
vamos.

Persuadidos con hechos falseados y bajezas enfiladas, varios vehículos


salieron a darse cuenta de la perturbación repentina y violenta que se
daba en Panchomana. José Ceferino Rosado en ningún instante,
había dudado en presentarse en el escenario de los acontecimientos;
con la convicción de que desafiaría en duelo a muerte, a los cinco
agentes de la policía montada; que se encontraban armados de fusil
Máuser de repetición. El lujoso carro de color blanco "La Flor De
María" se perdería rápido en el desierto, donde cada flor de pétalo
húmedo por el rocío, parecía verter lágrimas anticipadas; por lo qué,
podría ocurrirle a este hombre honrado y valiente. Atollados en el
arenal de La Granja, el Roadster de Terámenes y el Willys de Néstor;
el Ford blanco, pasaba a toda prisa. Se había detenido a la orilla del
Río Calancala, frente a la balsa que debía trasladarlo hasta la otra
orilla; el balsero Miguel Bueno, tomaba medidas diferentes y con
ruegos cargados de súplicas, se le interpone en el camino:

---¡José ferino... no vayas, te van a matar --con intensa presencia le


comentaba--, la policía mató a Colacho Gutiérrez y a Juan Manuel
Negrón, como cuero de chivos, están tendidos al sol; el uno encima
del otro.

---¡Miguelito apártate o te tiro el carro! --agregaba siendo incapaz de


moderar sus ímpetus--, no me digas José, que yo no me llamo José.

57
---¡Voy contigo Ceferino!

---¡Bájate... que el problema de esos cachacos es conmigo!

La valentía del Alter ego de Jesse James, consistía en haberse


enfrentado cara a cara con el enemigo, lo que podía haber sido el
plazo de la fatalidad; para haber sido abatido, en este infausto martes
13 de junio de 1939. Alevosía para asegurar la comisión del delito
contra la persona de José Ceferino Rosado Curvelo, sin riesgo para el
mentiroso delincuente.

Pancho había nacido a finales del siglo XIX, y durante un poco más
de cincuenta años; se había mantenido como unidad administrativa.
El plano del camino, estaba dirigido a la comunicación de los
poblados de la comarca. Con el propósito de evitar que viera el
desafío de los espacios adicionales, con una buena idea, el balsero
convenía en bajarse y apartarse de la vía; de manera inútil, había
tratado disuadirlo para arrostrarlo a que evitara las calamidades, sin
dar muestras de cobardía; y no se atreviera arrojarse a batallar rostro a
rostro con los policías. De súbito, se le venía a la cabeza "si lo matan,
habría que lamentar que mataron a un hombre; que arrostraba la
muerte con placer; por quienes creía que eran sus "amigos". Un
silencio insano y cómplice, aguardaba la calle. La pensión de Solita
Loaiza, estaba llena de lamento y llanto; para calmar el flujo de la
gente que entraba y salía para compartir el dolor de la familia, por la
muerte de su hijo Negrón. De hecho, las emociones no ayudaban a
atenuar las acciones, al escucharse un ruido de motor en marcha que
se acercaba; el atuendo del ruido los invadía a todos. De pronto, la

58
emprendieron en veloz carrera hacia la Estación de Policía, Cloche
Freile y Geña Cocho y con sonidos de libertad alertaron a los
agentes:

---¡Abran los ojos, porque el hombre que viene ahí, es el macho de


Riohacha --sin saber cómo lidiaban las emociones, agregaban--, ese si
los va a matar a todos!

Al verle penetrar en la distancia, el cabo Cucalón y el agente Alonso


Clavijo, permanecían apostados debajo del marco de la puerta;
aguadaban en sus rostros una expresión grave y pensativa, mientras
que la imagen personal del pistolero con ánimo abyecto y algo digno
que se consideraba valentía; empuñaba el arma y con lenguaje
peyorativo, vociferaba:

---¿Qué les pasa a estos cachacos?

El suboficial tenía la percepción clara, de que la bala de Máuser,


había hecho impacto debajo de la tetilla del brazo izquierdo; círculo
rojinegro, que dejaba un boquete en el orificio de salida. Había dado
un salto de costado, con torvas facciones en su rostro a manera de
una mueca; que describía el gesto terrible de la muerte. Caído sobre
el piso, se revolcaba como gato furioso boca arriba; y cerraba los ojos
a causa del escozor ardiente que había dejado el plomo. Con el
sombrero Willson 5X, permanecía tendido en completa agonía; con
manejo inteligente de sentimientos y emociones, se dirigía a alguien
que se acercaba reptando a manera de cocodrilo, en busca de la
puerta de entrada al cuartel; y al escuchar la voz, le articula con ligera
y ansiosa señal:

59
---¡Néstor... tengo sed, me han matado como un pendejo!

---¡Cálmate hermano... pronto estaré contigo!

El mecánico Néstor Gómez con personalidad osada y llamativa,


pintaba la recreación de la escena al aferrarse a una de las hojas de la
puerta del cuartel; sólidamente adaptadas y sujetas por la cerradura.
De pie, disparaba en repetidas ocasiones y hubo destruidos los
barrotes de la ventana; que daban hacia la calle que miraba hacia la
fachada del orfelinato. Desde el interior de la modesta habitación, se
había escuchado una detonación, que hacía blanco debajo de la tetilla
y se incrustaba en la columna vertebral del riohachero. A poco, la
circulación de la sangre se retardaba; y la posición del cuerpo se
convertiría en un suplicio, que le impedía hacerse al arma Colt, que
estaba a su alcance. En medio de la incesante balacera, aparecería el
Padre Ángel de Carcagente con la sotana perforada por las balas;
agitaba un pañuelo blanco amarado al extremo de una vara, en señal
de paz. Sabido de que José Prudencio Aguilar había pasado de largo
hacia Mantequero, donde atendían las innumerables espinas que
estaban clavadas en el cuerpo de Manín Aguilar.

---¡Ya basta... no los vayan a rematar --gritaba el clérigo, con refinado


acento español--, eso es una cobardía!

Las calles estaban solas y desordenadas, eran una mezcla de


emociones y sentimientos negativos, por cierto, de la policía hacia el
Sacerdote Ángel:

---¡Padre... apártese o le damos a usted!

60
Con una mirada circular, cubierta de nervios; se detenía de frente a
los fusiles que se asomaban apoyados a los barrotes de la ventana, de
donde vigilaban los movimientos que daba hacia el cuerpo
desguarnecido de José Ceferino; que con ojos desorbitados hacía
esfuerzos con pánico de locura; y con articulada pedía agua para
calmar la sed:

---¡Padre... quiero agua, porque me ahogo!

--- ¡Hijo, aguada un tantito!

Con los minutos que corrían, se desarrollaba la retirada de los


vencidos. Los uniformados habían pensado que los cobardes
acompañantes regresarían; y aprovechaban la oportunidad para
abandonar el cuartel y refugiarse en el dormitorio de las monjas del
orfelinato; el cabo Cucalón con una especie de ideas cósmicas, se
refería a los riohacheros: "¡Los chinos, aunque escasos de
entendimiento de guerra, son muy guapos!" Con la llegada de los
heridos a Riohacha, se podía apalabrar de lo que sentían por la
ausencia de José Prudencio. En el pueblo, hay una grave sedición y
con un lenguaje muy sutil en todo esto, familiares y tratantes acudían
al tropel hacia donde el alcalde Andrés Curvelo; que se había negado
a prestar las armas. Las calles eran el escenario de la protesta social,
iban y venían rumores que los policías habían matado a Quintín
Correa; lo que había llenado de valor a Luis Cabrales, quien proponía
ir a Pancho a incendiar el cuartel; siempre y cuando el alcalde como
representante legal de la autoridad, se echara los cargos.

A tiempo que era sabido, que los hechos habían sumido a la cercana
población en una consternación; abatido el ánimo de los policías, no
tardaría en llegar con más refuerzos el anciano Palofloriao Rosado en

61
la chiva La Lanza, conducida por Luis Illidge. Pancho había quedado
en completa oscuridad y asolamiento, un estruendoso ruido
estremecía El Cielo De Pancho; por causa de la bomba que haría
activar Gatico Gutiérrez. Los dolientes que permanecían en el velorio
de Juan Manuel Negrón, veían lenguas de llama que ardían en el
cuartel. La señora Rosita Barros debía mantener a salvo su secreto
familiar y se acercaría hasta el grupo donde estaba Luis Illidge y les
hacía llegar la noticia: "Los militares estaban refugiados en el
Orfelinato, hay uno en el campanario y los otros están en la casa
obispal. Desanimados los orgullosos riohacheros, habían decidido
hacerles frente a las fuerzas del orden; que dominaban la situación
del momento. Herido de manera sentimental por la mortal lesión
sufrida por su hijo, Palofloriao se vería obligado a combatir a campo
abierto; confundido entre una lluvia de balas, los acompañantes lo
habían visto caer de espalda sobre el pavimento. Un hilillo de sangre,
recorría una larga quemadura que salía de los pelos de la cabeza. No
era una percepción, era una realidad; como pudieron, lo sacaron de
la turba y se lo llevaron dormido para las afueras de Pancho.

Durante toda la noche, se escuchaban refriegas; sin que eso fuera


obstáculo para que el tabaco de Pepa "la Soñadora" diera
interpretación culpable de los acobardados mantequeros; ni si quiera
se atrevieran a intervenir en batallas de poca importancia.

Se hacía de mañanita muy pronto, desde la óptica de los


combatientes; el pueblo se apreciaba diferente. El juicio de los
conspiradores, era algo bastante intenso y real; permanecieron un
instante inmóvil, ante la mirada de Retra Romero Arteaga y Carchi
Henríquez; que venían de la Media Guajira, de realizar un control
rutinario del transporte de víveres. Como qué, si no le importaba lo
que sucedía; en ningún momento quisieron detenerse. La capilla,

62
típica arquitectura valenciana, era el centro de vida del pueblo; el
doble de las campanas, anunciaban último para el entierro de Juan
Manuel Negrón; qué, para la mayor gloria de Dios, se sumergiría en
un mundo oculto con el traslado del féretro hacia el cementerio. Se
escuchaban disparos y uno atravesaría la urna, que dejaba un
desagradable hedor a sangre; entre los que ejercían el oficio de
acompañantes. Uno de los dolientes del occiso, con el dedo índice
señalaba con decisión hacia el campanario:

---Son los policías que disparan desde la torre.

---¡Corran a protegerse entre los matorrales --gritaba la multitud--,


que están detrás del cuartel!

El eco se había interrumpido, al escucharse un ruido seco que había


tomado por sorpresa a Juan De Dios Martínez por el impacto de una
bala que le había deformado la cabeza; los sesos se habían esparcidos
por la pared del edificio en ruina. Protección que aprovecharían los
reservistas Juanillo Barliza y Avispita Mona, para hacerle frente a los
uniformados; con sus conocimientos militares, abrieron fuegos de
carabinas, para encarar la amenaza de los fusiles. A la media mañana,
se afirmaba, que había una baja del lado de los policías.

En el rizar de la tarde, la sala de la vivienda del indio Manolo Pinedo,


estaba llena de un personal que estaba dispuesto a luchar en contra
del enemigo. El alcalde Juan De Dios Palacio y el sacerdote Ángel De
Carcagente, habían propuesto que el cacique León Cotes, los
acompañara hasta el Orfelinato; tenían para empezar, una idea
interesante que pudiera calmar la ira de la autoridad. Esa señal, se
ajustaba a los criterios demagógico de Carchi Henríquez, quien se
había presentado a la reunión en el camión La Flor De María de José

63
Ceferino; para ganarse mediante concesiones y con halagos los
sentimientos elementales de los ciudadanos de Pancho y ganar
influencia con la esposa de su "amigos" José Ceferino en Riohacha:

---Señores... buenas tardes, lamento decirles que HA MUERTO


JOSÉ CEFERINO ROSADO.

---¿Cómo va a ser?

--- Si... señores --con esa manera de expresarse con un conjunto de


sonidos articulados, trataba de manifestar lo que pensaba y sentía--,
Padre Ángel, debería volver a Riohacha, para asistir al entierro; pero,
me gustaría acompañarlos; para hablar con el cabo Cucalón.

---¿Manolo, podrás acompañarnos al Orfelinato? Dios tiene una


relación con sus hijos y tú eres hijo de Él. Afligidos por la desgracia,
ingresaron al Orfanato, armados de sentimientos pacíficos; para
persuadir a los agentes y convenir con satisfacción las necesidades del
pueblo. En el entorno se podía ver tendido en el piso, el cuerpo
presente del policía Alonso Clavijo. Los restantes estaban refugiados
en el dormitorio de las hermanas capuchinas --para distinguir una
idea de otra, discernieron con algo de paz y silencio, caminaron por
habitaciones continuas; hasta llegar hasta el portal de la habitación y
con la gran idea que mantenía en mente se apresuraba a decirles--,
deben desocupar el pueblo, antes de la desaparición del sol, porque a
la noche los van a atacar; tomen la ruta de la orilla de la playa y
caminen hacia el noreste, hasta que lleguen a Manaure.

Creyeron en la gracia de Dios y quisieron haberse ido con la


bendición del Señor. En medio de un paisaje avasallante se alejaron,

64
el árbol de trupío que adornaba la calle, que parecía decir "el amigo
de la Leyenda, tenía un sentimiento profundo de pérdida y traición.
Bajo El Cielo De Pancho, la calle tan sola como ahora, ha
permanecido durante todo el miércoles 14 de junio. Hay sol y un
Cielo azul, la brisa sacudía las ramas de los árboles; que parecían
derramar lágrimas.

Magnificado por la admiración, el legendario José Ceferino


Rosado Curvelo sería ultimado en Pancho; por cinco miembros de la
policía, con el contubernio de quienes decían ser sus mejores amigos;
acción vituperada por algunos de sus compañeros, que habían callado
para no sentirse culpable de un suceso de dolor y pena; que de él se
esperaría, por la delicadez usina de rumores de infidelidad. Consigo,
ni le avisaban por ventura, que viviera en malicia de una alevosía;
porque se conjeturaba que su reputación de hombre valiente,
generaba profunda hostilidad a la agresión cobarde, asumida por José
Prudencio Aguilar y Carchi Henríquez.

65
REGRESO AL FUTURO (1531 2035)

66
Regreso Al Futuro (1531 2035)

Yo he visto crecer la reserva india El Pájaro. La aldea fue fundada en


1531, por el conquistador alemán Ambrosio Alfinger; con cédula real
de nombre Puerto Alfinger. Por conjetura, el caserío indio de escaso
vecindario y sin jurisdicción propia; es un arrecife de jamiche, en
medio de la orilla del Mar Caribe y al pie de la laguna Los Pájaros.
Como lo reseñara el diario capitalino El Tiempo, en su edición
Región Caribe del día 27 de octubre de 2002, y el tabloide Ecos de
La Guajira del mes de diciembre

67
de 2004; en él, resaltan dos hechos importantes, para que cada año
sea visitado por propios y extraños; las fiestas patronales de San
Rafael Arcángel, amenizada por la Banda Musical de Riohacha, que
desde 1936, era llevada por el contrabandista Efraín ―Capi‖ Curiel. Y
el inolvidable recuento infernal, que vivieran sus habitantes; aquel 18
de junio de 1942, cuando el capitán Helmut Witte del submarino
alemán U 159, a dieciocho millas de Punta Bolombolo; abriera fuego
contra el barco a vapor FLORA de nacionalidad holandesa.

68
MANAURE ABAJO

69
Manaure Abajo

Con agradecimientos para el usuario


de Facebook, por haber aportado las
fotografías y el video, donde cabía
destacar uno de los vehículos mejor
documentado de la reserva india.
Aparecieron ideas para un montón
de historias. Aquí, me perdía en la
fantasía del inconsciente colectivo,
porque sentía que la vida sólo pasaba una vez. Por eso, me
adelantaría al pensamiento de Bélgica ―Chonga‖ Meza González, para
que la página de estudiante vivida en el colegio La Sagrada Familia de
Riohacha, mostrara su historia. Irradiaba vida con la mirada, por esa
magia extraña que tenía; brillaba con intensidad, ante la luz del fuego
fatuo.

En las vacaciones estudiantiles de final de año tenía el propósito de


viajar a Jurubao, en busca del tesoro que había enterrado en la orilla
de la playa el pirata Francis Drake. Para la arriesgada odisea, me
había embarcado en el bus escalera de Goyo Márquez, que en el
ocaso arribaría a el mítico pueblo; que muy bien definía Eduardo
Zalamea Borda. Con una maleta pangada en el hombro, descendía
del entablado para franquear la puerta de la muralla donde vivía mi
abuela Juana María Gómez Barros; con un fuerte abrazo, me había
envuelto en su humanidad y con palmadas tibias en la espalda, sabría
Dios, cuántas emociones quedaban prendidas en el fondo de su alma;
acompañada tanta nobleza hasta la mesa donde estaba servida

la cena, que se componía de conejo guisado con raspadura de arroz y


plátano asado. El día siguiente, me acercaba a la orilla de la playa y
disfrutaba del hermoso paisaje; sobre la caminata, llamaba la atención

70
la incendiada barcaza Marilyn que en 1945, había zarpado de Aruba
cargada de harina amarilla y víveres; para los conocedores del
problema, tendría un inconveniente en la máquina y se vieron
obligados a hacer una escala; en el poblacho se encontraba el director
general de aduanas, capitán Ospina Navia, quien se negaría a emitir
un zarpe para tomar la ruta hacia Santa Marta; lo que obligaría a el
propietario Mario Pinedo Barros a incendiarla, luego de hacer el
descargue de la carga. En el patio del rancho de Juan ―Juancho‖
Barros Epinayüu, todavía reposaban el cráneo y el espinazo de la
ballena que se vararía en los tiempos de Jonás. Los tratantes afluían
hacia el Banco de Salina; llovía con fuertes vientos y sol ardiente; y a
eso de las 02:00 P.M. la radio La Voz de la Fe de Punto Fijo
(Venezuela), suspendía la programación musical para dar la noticia:
Hoy, 22 de noviembre de 1963, acaban de asesinar a John Fitzgerald
Kennedy, presidente de los Estados Unidos. Me mantenía con la
cabeza puesta en sus mujeres y sus historias, historias que siempre
llevaría en mis recuerdos. Tamaña sorpresa me llevaría, al saber que
la joya de la corona del cofre, era Chonga Meza; forma exacta de
cariño, de cómo la tratábamos. Ella era la niña bonita, la doncella, la
Julieta que alimentaba la curiosidad del visitante.

MANAURE, leyenda que hiciera honor al nombre del cacique de la


gran nación Caquetía, considerado Rey de Coro; y a quién los
alemanes hicieran muchos ofrecimientos. Por ser tan bueno, los
indios de otras culturas, lo consideraban como hermano; basados en
la grandeza y ostentación de su riqueza. Tenía asentamiento en los
alrededores de Barquisimeto (Venezuela). Este poderoso e inteligente
personaje hablaba varios dialectos, se distinguía por su rebeldía;
frente a la invasión de los conquistadores españoles. Al indio lo
llevaban para guía, por sus habilidades en el dominio de varias
lenguas y conocimiento de los territorios; en las expediciones de
Ambrosio Alfinger, gobernador de la Capitulación de Venezuela. En
ausencia del mandatario, tal vez, formaría parte de las tropas del
conquistador Nicolás de Federmann, qué perdido, iban en busca del
Mar del Sur; diezmada por el hambre y los heridos, en la travesía que

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hiciera desde el Río de la Hacha hacia Coro en enero de 1531. Por
su delicado de salud, tal vez lo abandonaría en la sabana de Seturma;
justo, en este hermoso y maravilloso paraje, que está a dos leguas del
caserío guanebucán Orino (Mushichi).

MANAURE ABAJO, como se podía ver, parecía un paisaje salino;


sacado de otro tiempo. En el área de influencia del arroyo Limón,
detrás de dos playones cuajado de sal; vivía el indio Balloneta, que
hacía uso del cobro de la explotación de la sal; por considerar que el
territorio era de su propiedad. Al tiempo que la población cercana a
los playones de Manaure y Shorcimana, residían en las calles bien
puestas y ordenadas, lucían fuertes y potentes bohíos con grandísimas
enramadas al frente; donde gozaban del fresco de los fuertes vientos
fríos y destemplados calores. El señor Luis Cotes Gómez no estaba
para nada orgulloso del cobro exigido por el indio, por la explotación
de las charcas; actividad ilícita que estaba por encima de lo acordado
con el Banco de la República, IFI concesión salinas. Declarado
Puerto Libre, el caserío crecía en un ambiente admirado; por la
llegada de mujeres visionarias; de la calidad de la señora Flor De
María Curvelo Iguarán, la señora Plácida Arregocés y su distinguida
hermana Vangela Arregocés Estrada, la dama Dolores Ponce y la

amabilísima dama Rosa Estrada. En 1933, la loca genialidad del


mayorazgo lo llevaría a fundar la primera obra pía para la enseñanza,
en el territorio de La Guajira; para su conservación y funcionamiento,
resuelve traer a la señorita Antonia Padilla Gómez; nacida el 19 de
enero de 1917, graduada con énfasis en Educación, Evangelización y
Catequización; en el Monumento Histórico de la Congregación de las
Hermanas Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia en Riohacha;
primer convento de América, fundado en 1905. Para mantener a
salvo su secreto familiar, con la primera maestra de Manaure Abajo;
es recibida como huésped de honor en la Villa Santa Rosa, hogar de
doña Lucila Barros Epinayüu y el Señor Luis Cotes. Quien le
asignaría un vehículo, para que fuera transportada desde el correr de
bosque de Tucuraca –territorio endógeno donde están las ruinas de
la Villa Santa Rosa--, hasta el destartalado bohío con paredes de

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barro, techo de yotojoro flecado y sin caballete, que servía de escuela;
claustro donde expresaba su clásica grandiosidad académica, lo que le
daba profundidad a la vida del alumnado: Marcos Judas Meza
Vanegas, Ricardo Meza Vanegas, Segundo Meza Vanegas, Felonga
Meza Vanegas; Adalcides Ibarra Pana, Adaulfo Ibarra Pana y Eneida
Ibarra Pana; Senaida Ferrucho, Arminda Ferrucho; Vicenta Martínez,
Bernardino Lorenzo ―Yino‖ Martínez Arregocés; Nidia Sabino
Aroca, Tulio Sabino Aroca, Blanca Sabino Aroca; Miguel Cotes
Barros, Domingo Cotes Barros, Claro Cotes Barros, Luis Cotes
Barros, Laura Cotes Barros, Remedio Cotes Barros; Juan Manuel
―Gordito‖ Barliza Martínez y Merced Ramón ―Chopi‖ Rosado
Curvelo. Su ética laboral, no había sido la mejor; pero le preocupaba
el proceso formativo de los niños, ya que había que apoyarlos en su
desarrollo mental superior.

Para desafiar la filosofía de lo contemplativo, se tendría en cuenta el


establecimiento público en el que se prestaba un servicio específico a
las normas de la educación; y las afirmaciones del prometedor
empresario, que llevarían al presidente Alfonso López Pumarejo
(1934 – 1938 y 1942 – 1945) a darle un curso de control a la
explotación de la sal, por injerencia del Banco de la República, IFI
Concesión Salinas. Para la época, la monotonía coloquial apenas era
interrumpida por la rutina de la concentración de los actores; que
intervenían en la producción, la pesca, el movimiento portuario y el
comercio de la sal con los camiones salineros, que la transportaban
hasta Riohacha; por ser considerada como la mejor del país.

Con tierno instinto maternal, seguían su patrón de comportamiento la


señora Juana María Gómez Barros, una corriente actual de
pensamientos; le indicaba que la comarca no era apropiada para que
viviera sola su hija Antonia. Tenía para empezar, una idea interesante,
llegaban con buenas noticias para quedarse; para que pudiera
compartir algo emocional con los hermanos; recibirás un pasivo
apoyo de tu hermana Máxima Padilla Gómez, mujer modelo, llena
de virtudes y sabiduría, que, aunque no sabe cocinar ni barrer; podría
ayudar en los quehaceres de la casa. Y Juan ―Tata‖ Padilla Gómez

73
que había navegado como winchero, en el navío alemán Durazo;
buque que servía para transportar mercancías, de un puerto a otro.
En su experiencia por los mares de Europa y América, aprovechaba
las largas travesías para practicar el idioma inglés con los marineros de
abordo; idioma que dominaba a la perfección. En el viejo continente,
soplaban vientos de guerra; y había tomado la determinación de
abandonar la navegación, para refugiarse en lo que él ha considerado,
que sería el adecuado lugar, para formar su hogar. Con la ocasión y
disposición de practicar el arte de la carpintería, con los mejores
amigos por siempre, el maestro Fernando ―Nando‖ Cuán Martínez y
el socio Carlos ―El Sordo‖ Mengual Alarcón. La depresión lo llevaría
a la perturbación pasajera, producida por la ingestión excesiva de
bebidas alcohólica. Las expectativas del día, era que debía

enterarse de la visita a la casa ilustre de vidas espirituales que


encarnaban en Concha Gómez Suárez, hermana del general Juan De
la Rosa Gómez Suárez, jefe del partido liberal de La Guajira en la
Guerra de los Mil Días; y madre de Luis Cotes Gómez y Totoña
Cotes Gómez, la esposa del señor Agustín Bernier Bernier;
ascendencia del linaje familiar de Miguel ―Guey‖ Cotes Bernier,
Remedio Cotes Bernier, Carmen ―Camencho‖ Cotes Bernier, Rafael
―Guigo‖ Cotes Bernier, Colachón Cotes Bernier y Rosario ―Chayito‖
Cotes Bernier.

La vida evolucionaba. Los Cerritos era un caserío indígena sin


patrimonio, sin identidad; parecía que le habían arrancado el
corazón. Se le consideraba asiento de las más desarrolladas castas de
la cultura wayüu. Comprendía el hacinamiento de muchas familias
indígenas, distribuidas en pequeños ranchos con corrales de vastas
zonas cultivadas de fríjoles, maíz cariaco, ajonjolí y sandías. Por la
inspiración de gracias hacia las costumbres de los indios guajiros, un
cachaco loco en algún momento del instante pasado, había levantado
una casuca pequeña y mal construida con remiendo de lona y
retablos, en los que se acumulaba mucho trabajo y miseria; con pieza
de madera y techo de cinc alemán. A la que se le atribuía influencia
del dominio artístico, de un loco alijuna que leía muchos libros. En su

74
interior tenía personalidad y alegría, porque a simple vista presentaba
una caja registrada con el logo del brandy Pedro Domecq, que
contenía seis libros y dos libretas con apuntes de los manuscritos
iniciales de su magistral obra; por su condición de biblioteca, se
consideraba el espacio creativo y genial, donde había terminado de
escribir la novela Cuatro Años Abordo De Mi Mismo (1930 – 1932).
Por su condición de hábil tejedor, Eduardo Zalamea Borda había
sido traslado hacia Bahía Honda; para cumplir con el compromiso de
coser un arrume de mil sacos de sal. Hoy, en día, Los Cerritos es ese
mágico universo que nos invitaba a vivir la historia de la fundación de
MANAURE ARRIBA.

Había pasado un lustro de enseñanzas en un solo día. Para el


imaginario general, algo que cobraba vida, era el estado de ánimo
sombrío, del indio Balloneta; qué, en cuanto entraba en pánico por el
calor de las bebidas, andaba en el caballo a todo galope por las calles
del poblado; sin adiestramiento en el control de la bestia. En una de
sus mágicas habilidades puso la bestia en dos patas, frente a la puerta
de la tienda de la señora Flor Curvelo; y quiso persuadirla para
obligarla a que le fiara una botella de chirrinchi; y como la tendera se
reusaría hacerlo, con la jarcia la lastimaría entre el hombro y la
espalda. Manaure era un pueblo de rumores que no enfrentaba
verdades, porque era una persona alegre, buena amiga y muy
talentosa; lo que había hecho que el inspector José Dolores ―Lole‖
Gómez se preocupara por tomar carta en el asunto. Con el señor José
Agustín ―Palofloriao‖ Rosado, hubo un entendimiento implícito, de
que en el pueblo no había policías para retenerlo. Muy a su manera,
los niños del colegio solían alimentarse de las imaginaciones de los
padres; no se detenían en explicaciones, la disfrutaban cuando la
narraba Pedro Iguarán Helguero ―Cierto día de labores, los
postulantes que iban a sus casas, vieron llegar el carro ―La Lanza‖
conducido por Ismael García; vehículo que Pedro Pablo ―El Pollo‖
Freiles Barliza le había vendido a José Ceferino Rosado; quien
compartía asiento con el conductor. Para el imaginario general, la
formalidad hubiera sido, que los tratantes se hubieran detenidos en la

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tienda de la mamá del propietario. Pero, no, los ofendidos trataron
de sortear muchos escenarios para enfrentarse a la situación, el
paisaje cambiaba por completo en dirección al hogar del indio
Balloneta, que quedaba en las estribaciones del arroyo Limón. Con el
paso de los días, se supo que, José Ceferino había descendido del
asiento del copiloto con una fusta en la mano que

había cortado en un árbol de Totumo y con mucho protagonismo se


iría lanza en ristre contra la humanidad del indio que dormía en el
chinchorro; que colgaba de la enramada y le asestaba fuertes fuetazos,
el indio trataba de ponerse en pie; pero lo golpeaba cada vez, más
fuerte con la vara. Lleno de ira, seguía dándole golpes con dureza en
el cuerpo, acciones acompañadas de palabras injuriosas: ―¡Pégame a
mí… yo soy hijo de Flor Curvelo! –-con furia descontrolada, le
asestaba más fuetazos, que doblaban la vara sobre el cuerpo con
heridas sangrantes --, hablaba con el lenguaje de los ojos: ¡indio
perro… de buena gana te matara!‖. Con actitud rebelde se alejaba en
dirección al corral y mata treinta chivos y se lleva otros tantos. Lo que
había considerado suficiente, para que pagara la falta; y el cobarde
indio no se reponía ni tenía acción, para esquivar el feroz ataque‖.

Los chicos del barrio abajo, con la boca sucia, sin camisa y los pies
descalzos, dedicaban el tiempo libre a narrar historias; querían saber
de la maestra, cualquier respuesta de lo que alcanzaba a escuchar.
Pero, la educadora Antonia Padilla nunca hablaba de las
confrontaciones donde las personas podían carearse; ya que
consideraba que era conveniente, que se recuerde las personas, pero
no la tragedia. Ella permanecía en el ejercicio de dar instrucciones en
la fe católica a los catecúmenos, como preparación para recibir el
bautismo

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SUEÑO DEL PESCADOR

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Sueño Del Pescador

Mar adentro, Cashí ha aparecido más deslumbrante que nunca; la


noche parece un día de verano que presagia pesca mala. Sentados en
la proa y popa del rústico cayuco, realizamos la faena sobre el arrecife
coralino de ―EL Flora‖, desde donde se divisa la borrasca que avizora
la punta Bolombolo. Con inquietud, el enano Chirito Sapoana mira
hacia el cielo y se dirige a mi nombre sin dejar de reconocer las
experiencias:

- Tomache, ojalá se venga un palo de aguacero, y todas las gotas que


caigan dentro de la canoa se conviertan en monedas de oro, para no
dale nada.
- Tengo fe en que la embarcación zozobrará.
- ¡Ave María Purísima! ¡Yo no sé nadar! – dice el diminuto pescador
con el corazón en la mano.

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- Entonces, deja los santos quietos y leva ancla para poner rumbo
hacia tierra.
A lo lejos el indefinible azul del oleaje rompiente, mientras el viento
del norte alza y balancea con la marea la tapaloteada barca; la vela
remendada con flecos de lona y harapos de sacos de algodón se
desenrolla del mástil para inflarse dando muestra de simbolizar la
miseria. Patroneando como lobo marino me aferro al timón y dejo
correr por las arrugas de la frene el sudo que desaparece en el cuello
de la desgarrada ―amansa loca‖, cuyas mangas dejan ver en mis
manos hondas cicatrices, causadas por la manipulación de los
palangres cuando apresamos grandes peces. Algunas cicatrices están
sangrientas. Todo en mi es presente, excepto, las constantes locuras
de inseparable Chirito; ya en tierra, se siente a salvo y con los ojos y
sus palabras enmarca a la clase étnica a que pertenece:
-- Capitán – dice el pequeño marinero al trepitar por la playa donde
esta varado el cayuco – yo quisiera que cayera una lluvia de billetes,
para no trabajar nunca más.
-- Dios debe mandar es…… - calló y luego dijo, mirando por encima
del hombro al disminuido físico -- …una tempestad de mierda, pero
que me llegue hasta la garganta para que te jodas.
- ¡Nojoda…Tú quieres que yo me ahogue en un mar de cagá! .....
- Y tilín…tilín…cuarenta días y cuarenta noches lloviendo sin FIN.

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EL CACIQUE Y LA CAUTIVA

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El Cacique y la Cautiva

El hombre más inteligente que yo conocí, era un indio guajiro que no


sabía leer ni escribir; pero, tuvo la admirable grandeza, de haber
escrito el poema El Sueño De Mara. Nació bajo el conflicto de La
Guerra de los Mil Días, el 21 de diciembre de 1899, en la ranchería
indígena Japurarao. Glicerio Tomás Pana Uriana era hijo de la unión
de la matriarca

Conchita Uriana con el cacique Ramón "Ramoncito" Pana,


comerciante mayorista de la pesca (buceo) de perlas y de mercancías
extranjeras en Carrizal. Este puerto perlero fue fundado en 1536, por

81
el conquistador alemán Nikolaus Von Federmann con el nombre de
FEDERMANIA; memoria olvidada, que recuperaría el auge del
comercio perlero. En el hogar de la familia Pana Uriana, también, se
criaron Rafael Pana Uriana, Transito Pana Uriana y Alberto Pana
Uriana.
En los principios del siglo XX, para levificar el cumplimiento de los
deberes, el lápiz y el papel de niño, fue su primera forma de
independencia; lo que motivaría a los padres, traerlo a estudiar a la
ciudad de Riohacha, en el Colegio Padilla --no confundirlo con Liceo
Padilla--, plantel educativo de enseñanza primaria; de carácter privado
del maestro venezolano José De Los Santos Infante. Parabién que se
interrumpe por el estallido de La Primera Guerra Mundial, las
noticias de la radio y las fotografías de los periódicos, lo obligan a
retornar a su terruño. Todo eso, le agregaría un valor ético a la
historia de Ceyo Pana; que habiéndose convertido en mejor persona,
su presencia en el territorio guajiro, era la imagen de un realismo
extremo; lo que sería un espacio de acción, para que tuviera una
dedicación al deber; factor que serviría para que alimentara la
transición --tiempo fuera de su trabajo--, en la que el autodidacta
wayüu, demostraría que la literatura es un lugar de rebeldía; lo que se
veía en su delicada caligrafía: El Guajiro Arrepentido, Monografía de
Uribia, Chechon La Soñadora y Conferencia Etimológica de la
Palabra Wayüu. Felicidad y liderazgo personal, para que
dimensionara los hechos familiares y entre castas, por el control del
territorio de las aldeas aledañas a Carrizal: Arama, El Cardón,
Murujuy y Ahuyama.

Como cacique de la casta Uriana, supera las barreras y como


conocedor del valor de la vida; les da una idea de la vida y ordena sus
prioridades que iban acompañadas de buenas acciones. Con la idea
de marcar la diferencia, encuentra satisfacción en visitar el hogar muy
familiar del hermano Alberto Pana Uriana con Blanca Jusayüu,
quien, con una actitud responsable y transparente, le habla de la
educación de los niños Dilia Pana Jusayüu, Andrea Pana Jusayüu,
Fausto Pana Jusayüu, Pedro Pana Jusayüu y Ana Agustina Pana

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Jusayüu. Costaba ponerles un valor a las emociones y le confiesa que
el Capitán Eduardo Londoño Villega, los había invitados a los actos
protocolarios de la recién creada Comisaría Especial de La Guajira,
con capital Uribia; fundada por Eduardo Londoño Villegas, mediante
Decreto 300, del 19 de febrero de 1935, la habitación del rancho,
parecía haber quedado sin oxígeno. En ella aparecerían como Padres
Fundadores: Eduardo Pachón Padilla, como representante del
gobierno central, Luis Cotes Gómez representaba la sociedad civil y
Glicerio Tomás Pana Uriana, autoridad suprema de la casta Uriana.
En el gobierno del general Gustavo Rojas Pinilla, el efecto mariposa,
lo lleva a salir adelante; en la recuperación de la caída del sentimiento
guajiro. Antes de la Constitución de 1991, participa como interprete
lingüístico de verano; para la traducción de la Biblia de los Testigos
de Jehová al wayunaikii.

Como autoridad tradicional, tenía la función de liderar la relación del


Wayüu con el Gobierno; y problemas relacionados con la de la
participación Per-Cápita, ante la Constitución de 1991, eso se llamaría
Ley de la Participación Per - Cápita en los dineros de la Nación.
Gracias a este indígena, la constituyente de 1991, reconoció la
pluralidad étnica; que reconocía a todas las etnias, como sector
vulnerable; al mismo tiempo, reconocía dentro del presupuesto
Nacional, unas partidas para ayudar a solucionar los problemas de
agua, salud y vivienda.
Este indomable guerrero wayüu, tuvo treinta y siete (37) hijos, entre
diez (10) mujeres; esta vez, acompañado de alguien que compartía su
pasión, la matriarca María Antonia González (Chechon La
Soñadora), sería traicionado por el deceso, testigo oscuro en la ciudad
de Riohacha el 21 de mayo de 1989, sus restos reposan en el
cementerio del linaje Uriana; en la ranchería costera Manuyaru.

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JEPIRRASHI

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Jepirrashi

JEPIRRASHI según el vocablo indio, es un viento con espíritu de


mujer; que le da a la muerte un colorido de paraíso de felicidad. Allí,
los indios guaxiros, colocan ofrendas con el objeto de seducir a los
muertos; para que alimenten las emociones del alma. Las escenas
mitológicas, son una especie de ―rito de iniciación‖; canto a la vida,
donde se honra la memoria de aquellos que regresaban por segunda
vez. Esta clase de memoria tribal, ha logrado permanecer viva; desde
hace milenios de años. El ―Pilón de Azúcar‖ es un laberinto de
recodos muy profundos, rodeado por un mar que posee corrientes y
mareas demasiadas peligrosas, reprimidas por la naturaleza de la roca,
que está cubierta de plantas rupestres; que retozan con los médanos
que todavía lucen el característico suelo amarillo de la zona.

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Las voces de los indígenas, recogen historias que entre febrero y junio
de 1536, el destino apasionante y salvaje del conquistador alemán
Nikolaus Von Federmann; lo había llevado a poblar una ranchería al
pie del receptáculo de piedra, vista desde lejos, aparecía como un
caserío costero, formado por ranchos de varios tamaños; todos
construidos de bahareques y techos cubiertos de pajas y/o corazón de
cactos. Completaba el cuadro de sus construcciones, una serie de
enramadas donde colgaban las hamacas.

En la Ranchería de Perlas del Cabo de la Vela entre 1538 – 1545, se


llevaba a cabo el proceso del material de extracción; pero, la empresa
perlera consideraba a las islas de Margarita y Cubagua, como capitales
administrativas. En voz y nombre de la Gobernación de Santa Marta,
en 1540, el alcalde ordinario Alonso de la Barrera la llamó ―Nuestra
Señora Santa María de los Remedios del Cabo de la Vela‖. Por orden
del gobernador Jerónimo Lebrón, las autoridades del poblado
quedarían compuestas por Pedro De Cádiz y Álvaro Beltrán, la
anuencia del Reverendísimo Señor Obispo Juan Fernández De
Angulo y el Señor Juez Busto. De nobles y apacibles condiciones, la
provincia había pasado a ser asiento; ya no sólo de la extracción, sino
también, de la administración; la tierra firme hubo sufrido la
transformación de un paraíso, al del suelo de un infierno, causal que
se debía a que, en 1541, un maremoto había arrasado a la ciudad de
Nueva Cádiz en la isla de Cubagua.

Los pescadores de Cubagua, zarparon a la vela por la ruta ancestral,


un total de cuarenta canoas, cada una con un cargamento de veinte
esclavos negros e indios, que llevaban por equipaje sus sombras; sin
que nunca pensaran que su destino sería apasionante y salvaje. En un
momento dado, las voces de angustias parecían haber arribado; al
centro de origen del universo. Vivían el despertar perlífero, los
empresarios perleros y los canoeros; con la anuencia de las
autoridades, hicieron del lugar lo que al parecer sería una hipótesis
fantástica de Dante Aligheri, en la que habría inventado el
EXTERMINIO de la cultura guanebucán y de los esclavos negros.
Las voces y rostros de los indígenas en las granjerías de perlas,

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afirmaban que los indios eran encerrados; en lo que más bien,
parecía un ―establo para bestias‖. Según testimonio indio, le daban de
comer arepas como para perros; sin otra cosa que Agua. Muchos no
podían resistirse al trabajo de no poder sacar perlas, porque los
ahogaban, otros caían mal y echaban sangre por los oídos y narices; a
quienes los canoeros mataban a golpes de canalete.

La salvación de sus almas, también, preocupaba a algunos indios;


algunos morían de pensamiento por el exceso de trabajo, otros
morían ―como perros sin candil‖ y sin confesar; porque los canoeros
no dejaban que los Sacerdotes fueran a confesarlos. Los que se
enfermaban a causa del maltrato de los canoeros, los dejaban morir;
quebrantados por el trabajo. Dadas las condiciones de control y
encierro, se dieron prácticas homosexuales entre indios. Para sacar
las perlas del fondo del mar, los canoeros los azotaban y les daban
bofetones; para obligarlos a bucear perlas grandes. A otros los
colgaban de un solo pie, para hacerlo vomitar el agua que se tragaban
en el fondo marino. El comer mucho pescado, les producía ―mal de
cámara‖ –diarrea--, calentura y tos; lo que los hacía vulnerables a
morir.

El original de este documento, se encuentra en el legajo 1805, de la


sección Indiferente General del Archivo General de Indias en Sevilla.
Su autor Francisco Cobos 1580—1590. Lo paradójico parece ser, que
la Virgen de Nuestra Señora de Fátima es la única testigo ocular; y
para no recordar los horrores de algo terrible y espantoso, se subió a
la cúspide del Pilón de Azúcar, de espalda a la Ranchería de las
Perlas del Cabo de la Vela y a JEPIRRASHI.

FOTOGRAFÍA de la colección ―EL DESIERTO‖ de Andrés


Cárdenas Riveros –2008.

Cae la noche y se despierta otro mundo, el sol de verano afecta la


embarcación menor. Para la comunidad indígena, es evidente que la
sal cáustica de la mar, había empezado a debilitar la estructura del
pequeño bote; la sección colapsada ha impedido que se lleve a cabo,

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las labores de las faenas. Apenas hubo salido el sol, en la playa
dormida de Mushichi; por lo general, tres indios de piel curtida y
endurecida por los rayos solares; con urgencia se dedicarían a la
acción del calafateo, para cerrar las junturas de las maderas con
estopa y brea extraída del árbol de la kuica (Cercidium fraecox). Con
desigual intensidad en los impulsos, es llevada en arrastre sobre
polines hacia la superficie marina. Una vez se solidifica, embarcan el
rezón –ancla pequeño--, y las caretas de buceo; ya que la pieza del
chinchorro, confirma que la tripulación se dedica al buceo de
langostas (Polinurus elephas).

La tribu nativa guajira, tiene un conocimiento valioso de la épica


historia real de los navegantes guanebucán; que se hacían a la vela con
vientos desfavorables, en medio de una marea de incertidumbre; en
la búsqueda desesperada por encontrar en el fondo marino, los
arrecifes coralinos donde se albergaba el preciado crustáceo.

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CAMPANASHI

89
Campanashi

CAMPANASHI cognomento de Miss Beaufort, en el argot de los


contrabandistas guajiros; por causa de sus notables virtudes y
circunstancias; de estar bien construida, para viajes interoceánico.
Este fragmento de fantástica aventura, que por tradición oral fuera
consumida en escritura; relata la elegía vivida por cinco náufragos en
alta mar. Para darle un poco de humanidad a los personajes, en los
muelles de Aruba, también, fue necesario recopilar conversaciones
basadas en ideales e ilusiones de las conductas de los náufragos; para
que el autor diera la apariencia de haber vivido esta trágica historia.
Por vibra caprichosa del propietario de la embarcación, este
acontecimiento infortunado; sería lamentado por el cacique de la
casta Epiayüu, Máximo Iguarán Iguarán. Estos anacronismos que
llevan al pasado, son extractados de la antología Cuentos
Guanebucanes.

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Hace una hora, había desaparecido de la superficie marina, el color
verde de la línea de flotación de los veintiocho metros de eslora; señal
de que las bodegas de proa y popa, están llenas por las estivas de
trescientos bultos de café, de setenta kilos. Había un lenguaje muy
sutil en la embarcación, el capitán Colón le da una cara amable a la
pasajera Rosa Albina y a la tripulación; al ponerlos en ocasión de que
cada uno descifrara sus movimientos. Se apresura la hora cero. Con
el movimiento del alza del ancla, se llevaba a cabo el zarpe desde
Puerto Pusheo, a media máquina se adapta a las cambiantes
circunstancias del Océano; con bolas de vientos, la mar permanecía
picada a merced de la marea vacilante; el timonel Ramón mantenía el
rumbo Noreste hacia las Antillas Nerlandesas. Con una visión
misteriosa, domina la costa. El ocaso rojizo del sol, alumbraba a
primera vista; lo brillante del color gris del barco. Sobre la hora de
navegación el aire de los vientos Alisios, tenía masa y presión; algo
que daban por sentado por el rumbo que llevaban. Desde la sala de
mando, el marinero Ramón aferrado al timón; había hecho
avistamiento de la primera señal del faro de Punta Gallina: El embate
se daba por causa de los vientos frescos y suaves; que reinaban mar
adentro. De pronto, a la hora de la cena se percibiría un ligero ruido;
mezclado con un desagradable olor a aceite quemado; el motor se
había apagado. El motorista Billo Guiliab baja presuroso por la
escalera que daba al cuarto de máquina, a la nada sube con la ropa
empapada de agua:

---¡Capitán Colón... el túnel está roto, al parecer el eje de la propela


se había doblado!

---¿Cómo va a ser?

---Sí... capitán...

---¡Prendan las turbinas...

---Hice la intención, pero no funcionan porque están mojadas.

91
Se escuchaban gritos de alarmas, que advertían de la proximidad de
un peligro; inquietud, susto y sobresaltos causados por el riesgo que
corrían al anochecer. Las acciones del capitán Colón, serían el
producto del comportamiento del radio:

---¡Atención... Guardia Costera, habla el capitán Guillermo Colón...


¡el Miss Beaufort tiene problema en la máquina... ¡Cambio! --
aquellos largos segundos, no se hacían esperar--, ¡atención...
atención... Guardia Costera, habla el capitán Guillermo Colón... ¡el
Miss Beaufort presenta inconvenientes en la máquina... ¡cambio! --no
había repuesta alguna--, y hace cambio de frecuencia. Atención...
atención Mao Iguarán, habla el capitán Colón... el Miss Beaufort
tiene problemas en la máquina... ¡cambio! --el tiempo abrevia--,
atención... mucha atención... para Mao Iguarán... le habla el capitán
Guillermo Colón... ¡el Campanashi se hunde! ---, cambio... repetidas
veces, había tratado de intercambiar impresiones con destellos de
esperanza. El tono con que se decían las cosas, cada vez, eran más
desesperante. No hubo señal sonora entre esas dos personas. En la
radio hubo un silencio total. Era extraño el comportamiento del
capitán, no era en realidad convincente; lo que lo obligaba abandonar
el cuarto de mando.

Había una atmósfera de terror en la cubierta, el capitán Colón debía


tomar una decisión crucial; antes de dar la orden de abandonar el
barco y realizaba una tarea humana muy simple, pensando en
muchos escenarios posibles; para enfrentarse a la situación que les
esperabas y con cierta desconfianza se encomienda al timonel Ramón
Gómez para que armara una balsa con los dos cilindros de gas y las
escotillas de la bodega de proa y la amarrara al esquife; al Chinito le
recomienda le pide el favor de que tuviera mucho cuidado y llevara a
la señora Rosa Albina Salas al esquife; al cocinero Jaime el Cachaco
le ordenaba que se apropiara de la vitualla y en lo posibles y llenara
con agua una lata de manteca La Primera; Billo Guiliab y el chinito
fueron advertidos, para que tuvieran mucho cuidado al bajar el bote
salvavidas, para que no se fuera a golpear la pasajera. En la acometida

92
impetuosa, la actividad práctica inmediata, consistía en que el
acomodamiento de las personas; estuviera de acuerdo con el peso.
Con resignación, el capitán Colón sería el último que abandonaría la
embarcación de veintiocho metros de eslora y dos metros de calado;
qué, zozobraba ante los ojos de Dios. El Océano Atlántico era un
imponente escenario que inspiraba miedo a la muerte, en él se perdía
la dinámica de las olas; y su cuerpo de agua rompiente, era un muro
que estremecía la lancha salvavidas; que se mantenía sin rumbo en
particular. Durante las horas de la larga noche, los náufragos vivieron
grandes emociones de terror; que los invadía a todos.

El aterrador frío que los azotaba, se calmaba con la llegada del trino
de las gaviotas. Un halo solar iluminaba el Cielo que estaba
parcialmente nublado. Irrepetible realismo mágico de la naturaleza
marina, que combinaba los colores azules de forma impresionante;
donde algunas olas se destacaban por su naturaleza salvaje; y lo
rústico de las coordenadas donde se encontraban. En el pequeño
bote salvavidas, el negro capitán Guillermo Colón permanecía muy
escéptico, sin embargo, estaba interesado en el tema del
comportamiento de cada uno de los náufragos; flotaban a merced de
las olas, que a veces le impedían darse cuenta de la balsa donde iba el
marinero Ramón Gómez sentado en posición de moai, con los
brazos cruzados y los pies dentro del agua; que al parecer disfrutaba
de un agradable olor a sargazo. Con el tiempo despejado avistaron la
costa, las profundas aguas y cambiantes mareas formaban remolinos;
que habían hecho que la perdieran de vista. En los alrededores de la
pequeña embarcación, circulan olas de rápidos cañones; que al chas...
chas... no perderían las esperanzas, de qué, en este día muy soleado;
algún bote los rescatara. Las horas se tornan cada vez más largas, con
el paso del tiempo. En el grupo la animación decrecía, y el motorista
Billo Guiliab con la mirada más ausente que de costumbre y evidente
debilitamiento, era sacudido por estremecimientos convulsivos; por
haber ingerido calmantes con pequeñas porciones de agua. A la vieja
Rosa Albina, la había aturdido la inexplicable reacción del
compañero; al formarse una idea de la agonizante expresión: "¡Vieja

93
Rosa... no me deje morir, se lo ruego --balbuceaba con la boca llena
de espesa saliva--, no me deje morir!" Toda la tripulación había
ingresado en un estado catatónico. Y la adulta con trastorno de
ansiedad, con dolor exclamaba: "¡Por amor de Dios... Billo cálmate!".
El delirante maquinista había intentado ponerse de pie, para tomarse
un pocillo de agua; pero, un golpe de ola en el casco de la barca, le
hacía perder el equilibrio; y los monumentos de piedra que lo
acompañaban, lo veían caer de cabeza sobre una curva del fondo de
la lancha. Se miraban a los ojos, porque la angustia de la sed y el
hambre; había hecho que sus conversaciones estuvieran basadas en el
lenguaje corporal. De manera tardía, Cachaco se disponía repartir la
vitualla, en pequeñas porciones de alimentos; estando en esa, se había
enterado que Billo no respiraba: "¡Capi... Capi... Billo ha muerto!".
No hubo tiempo de sacarlo de su éxtasis, desde el puente de popa,
donde el capitán se había instalado desde un principio; lo miraba con
mucha atención. Tras muchos minutos de silencio, murmuraba el
Capitán Colón: "¡Hay que cumplir con los requisitos de las
veinticuatro horas, para poder arrojarlo al mar; ahora, deben
preocuparse por la salud de Ramón; en el momento que tenga que
abandonar la balsa qué, en cada surco de ola, ¡se mecía como una
mariposa!".

Por la noche, la situación se hacía insostenible con el paso de las


horas; las olas eran bestias fantásticas, que hacían movimientos
envolventes. Para la protección de los vientos, se abrazaban para
cubrirse los cuerpos con la piel enchina; en esas circunstancias
esperarían la mañana. Padecían de síndrome esquizofrénico, con
rigidez muscular y estupor mental; algunas veces acompañado de una
gran excitación. Sería menester que pasaran dos horas, para caer en
cuenta de que había que arrojar el cadáver al agua. Poseído de la idea
del cadáver, procuraba dejar su sesgo de lado, por una ilusión
presentada por y la luz solar; se le habría dado por mirar por encima
del marco de una ola, que tomaba parte ante sus propios ojos, hacia
donde estaba la balsa; y se apersonara de las locuras delirantes que
hablaba el marinero Ramón Gómez que desaparecía en medio del

94
azulejo que nunca se acababa. En la barca el panorama era sombrío,
había creado pánico entre los náufragos.

Con inquietud, aflicción y congoja del ánimo, habían caído en un


estado patológico caracterizado por un sueño profundo y prolongado,
por causa de luz solar, durante seis días sin poder abrir los ojos;
permanecieron acostados en estado de inactividad y reposo el fondo
de la lancha. Se desconocía su localización precisa. En el barloventeo
del recorrido sin rumbo fijo y sin esfuerzo, era increíble creer que
todavía existiera en la mente del indio de la cultura guanebucán, los
pequeños detalles del hambre y la sed que sintieran. Pero, por una
ilusión óptica, avistaría las luces rutilantes del faro del morro de Santa
Marta. Tal luz no existía, porque no lo volverían a sentir. Los
sobrevivientes del Diluvio Azul, tenían por delante un lugar
misterioso; tenían el barlovento respecto de la isla San Blas, vista real
desde el lugar donde estaban. Mar adentro, la experiencia imaginada
por la desaparición del indio, era algo tan distinta de la experiencia
real; que contemplarían en éxtasis aquel cuadro de la adulta.
Luchaban hasta su último aliento, para que se mantuviera con vida la
sobreviviente Rosa Salas. La pequeña embarcación seguía a la deriva.
Habían perdido la razón. Rendidos por el cansancio, la sed y el
hambre; el capitán Colón llamaba al cocinero Jaime por su
sobrenombre: "¡Cachaco!" "¡cachaco!" "cacha...". Le había devuelto la
mirada, con la vista algo confusa y el rostro sonriente; en el punto de
la locura. Los dos hombres deliraban cara a cara con la muerte.

Muy lejos, en las islas holandesas del océano Atlántico, el buque de


bandera noruega On, que lo había rescatado; ponía a disposición dos
enfermeras, que a la salida del ente de la salud; abordaron a los dos
pacientes, para hacerles un breve comentario acerca del tiempo
incierto que no recordaban: "A la deriva, habían estado dieciséis siglos
y medio en éxtasis; muertos después de la muerte, en un solo
día".

95
EL SUPUESTO TENIENTE

96
El Supuesto Teniente

Puerto López y/o puerto palo, reducidos a ruinas entre los civílicos
paisajes del médano, es una más de las tantas huellas; que aún
perduran en suelo guajiro. Los paisajes naturales, denotan una magia
especial, aunque que revelan muy pocos detalles; sobre lo ocurrido
en la primavera de 1950. Esta novela está muy bien pensada, muy
bien armada y muy bien contada; en cuanto a las circunstancias que
rodeaban la historia mitológica de la fregata de guerra Almirante
Padilla, de quien obtendría su inspiración el compositor Rafael
Escalona, con el clásico vallenato del pasado, que es una prenda de
lujo del presente. La situación estaba tensa y el pueblo había quedado
desolado, el encargado de la situación era el inspector Pachito
Iguarán, que se desplazaba con el secretario Zancudo Pinedo; en un
Jeep Willys verde, hacia la oficina donde permanecía el cachaco
Santacoloma custodiado por los agentes: Sipuna Freile, Nachito
Torres, Kaiser Mejía y Chebola Pérez. Enterado de la situación, se
pone en movimiento y frente a la casa de Clemente Ibarra, hace una

97
señal de alerta. Pasados los minutos, desde la ventana del aposento de
la casa de Chila Rosado, lo veía venir en diagonal el leguleyo de
Mingo Navas; cada vez se hacía más clara la silueta de pelo negro
intenso, franela blanca, pantalón color rapé que hacía juego con el par
de sandalias que calzaba. Con la cabeza erguida, por el centro de
amplia calle, se acercaba sigiloso a la residencia del inspector; lo que
le llamaría la atención a Mingo Navas y a media voz, despierta del
miedo: "Mente... Mente... ahí va el hombre, lo tienes facilito pa que lo
quiebre con la 22".
Bajo el continuo aguacero del año Dos Mierda, despierto después
de haber visto los rostros de una multitud de bienaventurados
espíritus que me han invitado a observar el alma de los difuntos que
se mueven por los alrededores de la laguna. Ante horrendo
espectáculo elevo una plegaria a Iwaa (Diosa de la Lluvia), para
hacernos a la mar contra viento y marea, llevando a sirga y vela el
frágil cayuco que se mece como una hoja de papel, entre las ―chas
chas‖ de las olas; que al suave vaivén me hacen presa de una ilusión
extraña de ver las tres carabelas antes de arribar a Puerro Palo.
En la playa pasaron las horas como si se hubiera encogido el tiempo;
el sol se esconde detrás del manglar, para que podamos ver una
obesa silueta que toma forma y tamaño en la medida que se acerca
hasta nosotros, juntando las miradas, mientras el cáñamo de los
cordeles se desliza entre los dedos de las manos. El aire nos hace reír
hasta que sus palabras rompen el silencio con una voz casi apagada,
como si pudiéramos atribuírsela claramente a una vida espiritual.

 Chirito me avisó que ustedes vendrían hoy. Hoy precisamente.

 ¿Quién?¿Chirito?

98
 Si, él.

En el fugaz momento, yo no supe que pensar, ni que decir; aunque


estoy completamente seguro de que nadie está enterado de este
repentino viaje. En esto hay algo raro. Cavila.
Parece que me hubiera estado esperando; tiene todo dispuesto según
le entiendo. La envoltura de la noche hace que lo sigamos por una
larga cadena de vivientes médanos que rugen como un coyote herido.
Pero no; luego entro en confianza subiendo y bajando a la luz del
delgado hilo de fuego fatuo que nos sigue. Ahora siento una súbita
fatiga y vuelvo a oír la voz del que va allí, a mi lado, indicándome que
al final está la morada. A primera vista nos dimos cuenta de que está
vacía porque no han despertado los perros, ni se escuchan voces de
niños, aunque se ven cuerpos flotantes. Al fondo del patio está la
enramada que nos ha reservado con tres chinchorros para descansar.
Tan pronto sale, regresa con chicha de beber y presas para comer;
remoliendo el silencio con palabras de hebras humanas.

 Si mañana piensan ir al pueblo, tengan cuidado con el chulavita


que tiene atemoriza a la gente.

 ¡Pópilo! ¿Cómo llegó ese cachaco por aquí?

 No se sabe de dónde carajo salió ese hijo de perra. Pero tengo


entendido que estuvo unos días en Alcaraván, por donde quiso
entrar ilegalmente al vecino país. Siéndole imposible, se
embarcó en el carro de Cervando López, que iba para
Juyasirain. Allí se hizo amigo del godo Finki Deluque.

Este, aprovechando su condición de líder político, le consiguió


la ocasión de enviarlo en la chiva de Campo Elías Aguarán,

99
quien fue el que trajo ese diablo hasta aquí… - guarda silencio
un rato y luego añade -. Anda como ave de paso porque lleva la
misión de asesinar al embajador Plinio Mendoza Epuleyo,
quien se le escapó a la salida de una clínica en la capital de la
república.

 ¿Quién te ha contado tanto de él? – intervine, reponiendo el


ánimo.

 El policía Nachito Torres, e sabe la vida, y hasta el vientre que


lo parió -- después de una pausa, retorna la voz por un rato--. El
primero y segundo día se mostró como una mansa paloma. Era
muy cordial con la gente. Al día tercero el burro soltó la manera
y se puso a lanzar monedas al aire sin dejarlas caer hasta no
descargar las pistolas.

Oigo su voz cada vez más lejana. Me causa angustia que continúe,
mientras más arqueo en el chinchorro, para esperar el sueño.
Duermo a pausas, lo siento caminar a pasos cortos, muy cerca de mí,
hablándome junto a los oídos.

 En la cantina de Mundo Pana, se puso a beber cervezas con tres


putas. Y con el calor del alcohol pareció animarse y se puso a
gritar: ―¡mueran los cachiporros!

 ¿Por qué gritaba eso?

100
 Algunos decían que en una de las paredes había un letrero del
caudillo Jorge Eliecer Gaitán. Otros alegan que María, la mujer
de Benjamín, le dijo que Mundo era liberal.

La sensibilidad de la voz traspasa la maraña del sueño, llegando


claramente hasta mis oídos. No duermo por darle muestra de tener
tanto empeño de saber la historia del atrevido militar.

 ¿Y… no hubo nadie que lo calmara?

 ¿Quién se atrevía a hacerlo? En medio de la música y los gritos


de los borrachos, el comandante fue perdiendo su habitual
tranquilidad y a tropezones se abrió paso entre el creciente
gentío, hasta llegar donde estaba despachando el cantinero. –
Como ido, se queda sin expresión ninguna, luego dice – Mundo
en principio rehusó diciéndole: ―Tú a mí no me lleva‖. Luego
se amilanó, se puso la camisa y lo acompaño hasta el centro de
la concurrida calle comercial; cuando cruzaron por la esquina
del callejón del peo, le pegó dos tiros por la espalda.

 ¿Dejaron matar a Mundo estos cobardes?

 El descontento fue general, lo que obligó a Taushinara Ibarra y


a Bocatuerta Cruz a ir a atacarlo a plomo, mientras dormía en la
oficina; pero el sanguinario les repelió haciéndole cinco tiros a
la puerta debajo de la aldaba.

 ¿Qué… no le hicieron un solo rasguño?

 Creyeron dejarlo herido. Pero, a la mañana siguiente lo vieron


cuando entreabrió las dos hojas de la puerta y se puso a mirar
los orificios astillados que están a la altura de su ombligo. Con la

101
seguridad de que todas las ventanas están abiertas al sol, se puso
a hacer reflexiones, dando un par de pasos al sol, se puso a
hacer reflexiones, dando un par de pasos al frente de la calle.
Observando el espacio que aguarda hasta la casa del inspector
Pachito Iguarán.

Reparó con la vista la tétrica calle y volvió a entrar en la sala,


vagando de un extremo a otro sin conocer la medida de su
arrepentimiento. En ese instante, llegó el secretario Zancudo
Pinedo – enmudece y consulta la memoria --, amablemente
saluda al empleado y manda a comprar dos botellas de Brandy
a la tienda de Geña, la mujer de Guipia. Sonriente, se queda
mirando lo recio que iba, como si lo carreteara la prisa. Al
llegar a la tienda, se sorprende al ver reunidos a todos los
hombres del pueblo.

 ¿Qué le dijeron?

 Pachito le llamó la atención por haber ido a la oficina. Luego le


dijo: ―llévale los dos litros de Domecq, y si te pregunta por mí,
dile que debo estar en la casa‖. Luego de enterarse de lo que
acordaron en la reunión, salió en bola de fuego, comiéndose la
punta de la corbata.

 ¿Qué se acordó en la reunión?

 La orden de la venganza estaba en manos de Pachito, por ser la


primera autoridad, y de Taushinara por ser el mejor tirador de
la región. Por último, acordaron aplicarle la ley india: ―cachaco
la paga‖. Con la condición de que todos los hombres debían
responder después del primer disparo de Taushi; ya que estaba

102
seguro de que el hambre y la sed lo harían salir.

Aunque mi malestar aumenta, ahora mi interés está en saber


por qué carajo tuvo que ir el flaquilucho a la oficina, sabiendo
que ese pancho pudo haberlo matado.

 ¿Como respondió el Secre ante semejante lio?

 Sabido de que se había acordado tomar posiciones y esconder a


las mujeres y niños en los médanos, echó a andar en dirección a
la oficina con el hostigante sol a sus espaldas. La camisa
desceñida y la frente húmeda, le permiten desarrollar una idea
en su mente: ―va a haber mondongona‖.

Bajo ese pensamiento fue llegando poco a poco a donde le


aguardaba el enguayabado, quien lo obligó a tomarse seis tragos
antes de ingerir él.

-¿Se emborracharon?

 ¡Que va… Zancudo es un alambique! Al valluno se le subió el


alcohol a la cabeza y abrió la puerta de par en par para recibir el
limpio aire de la mañana. Afuera con el rostro confuso y los
ojos pestañeantes, se quedó mirando a Pachito que estaba
limpiando sus espejuelos debajo del marco de la puerta de su
casa que a buen espacio de allí estaba esperando a que llegara

103
su oportunidad. ―Ahora me toca a mí‖, había pensado.

 ¿Se echaron bala las dos fieras?

 Mostrando deliberadamente las dos pistolas que llevaba en el


cinto, el chusquero se acercó hasta donde estaba el inspector.
Cuando quedaron frente a frente, todo el pueblo en un duelo
de tigres que hasta la tierra tembló – iba ordenando el dialogo,
conforme le salían las palabras -. Con la franelilla empapada a la
sala y, después de saludarlo, le pidió el favor de conseguirle un
carro porque necesitaba viajar inmediatamente para
Juyasirain. Pensaba que debía retardarle la huida, el medico
Inspector enmudeció, tragó saliva y como pudo le contestó:
―Espere que llegue el camión de Chico Mejía que está buscando
agua en Guajarima‖.

 ¿Qué pasó al salir?

 Ya en la calle, de espalda a Pachito sacó a relucir su


desconfianza y se volvió de cara le dijo: ―Volveré en una hora.
Voy a buscar el equipaje donde Margot la mujer de Rafaelito‖.

 ¿Por qué no le disparó Taushi?

 Cubierto por la sombre del aposento, desde la ventana, Taushi


lo tenía en la mirilla de una carabina veintidós, pero Chila se le
interpuso y le suplicó que no lo fuera tirar, porque si él lo
erraba, seguro que era hombre muerto.

104
 ¿Qué hizo Taushi?

 Lo dejó escapar, pero le juró a su mujer que tenía que matar a


ese hijueputa porque había asesinado a su compadre Mundo.

 ¿Dónde estaban los otros cobardes?

 Sobre los techos, caminaban apoyados de pies y manos como


los micos, a la espera del primer disparo.

La voz secreta continua casi apagada. El cuerpo se me afloja y caigo


adormecido, aplastado por el peso del sueño, lo que me hace
escuchar un rumor vacío. El frio de la madrugada fue apagando el
dialogo y los recuerdos. Al despertar, se ve el amanecer en el cielo.
Todo está en silencio, el canto de un gallo se escuchaba a varias
leguas de distancia. Me enderezo de prisa y paso la vista a mí
alrededor constatando que desde hace mucho tiempo no hay rastros
de huellas humanas. Presurosos, ellos delante, yo detrás, anduvimos
por sendero recto y solitario que nos llevó rápidamente a un pueblo
sin ruidos, sin voces, donde las pisadas se oyen caer sobre el
pavimento de arena compactado por la salinidad de los vientos. En la
calle las pisadas huecas repiten el sonido en el eco, como si
estuviéramos pisando trozos de aerolitos teñidos por el rojo sol de la
aurora. Seguimos andando y al pasar por la céntrica capilla de la
ancha calle, oímos ruidos callados de las corcovadas y caducas
casuchas. Orientados por el olor a pescado, llegamos a una rustica
vivienda invadida de hierbas que sobreviven en la tamizada arena
blanca que se está tragando los patios. Con la sensación de que
alguien vigila nuestros pasos, toco la puerta, pero siento que mi mano

105
se va en falso, como si mi soplo la hubiera abierto. De pronto aparece
el pescador siguiendo con ojos rientes la presencia de los
desconocidos que le han dado una mano amiga, después de tantos
años de no venir nadie por aquí. Nos saluda diciendo:
-Mucho gusto, Joaco Salazar para ustedes.
--- Mi nombre es Tomache Mengua. Ellos son mis hijos –dije,
señalando a Bongo y luego a Cayale.
--- ¿En qué andan ustedes por aquí?
--- Estamos buscando a Pópilo Freyle, para darle las gracias por la
atención que ha tenido con nosotros.
--- Ustedes están solicitando por alguien que murió hace veintidós
años.
--- ¿Cómo?.si estuve hablando con él toda la noche, sobre la vida del
chulavita que tiene humillado a todo el pueblo.
--- ¿Cuál policía ni cual pueblo, si en esta ruina vivo solo hace muchos
años? De Pópilo te diré que era un gran embustero, y estoy seguro de
que en el purgatorio le echa mentiras a Dios y al diablo.
- Si la memoria no me falla lo último que me dijo del comandante
fue…que en principio amenazó con matar a su paisano Chichigua
Ospina poniéndole un puñal en la garganta; luego arremetió su ira
contra Mundo Pana y se marchó sin que ninguno de los aculillados
del pueblo hiciera nada para detenerlo.
El ermitaño pescador con su cara pálida y sus perfectos dientes
blancos que se asoman apenas en sus labios morados y endurecidos
por la seca brisa del desierto, detalla todo lo referente:
-Hace cuarenta y tres años el comandante Santacoloma pudo haber
escapado, pero con la llegada de los bancos, los hombres del pueblo
contaron con el apoyo de Mingo Navas, quien llegó a decir con
manifiesta temeridad: ―No debemos dejarlo escapar‖. Estas palabras
reforzaron mutuamente nuestro valor –repone algo que escuché entre

106
sueños-. En casa de Taushinara, de repente, el recién llegado
suspende la comida al escuchar un par de botas polainas que
taconean el suelo; se pone de pie y ve al verdugo que dura, mirando
siempre adelante para subestimar a sus contrarios y lograr el máximo
de sí mismo – continua muy quedo en cierto momento-.
Simultáneamente, en el oscuro interior de la ventana, desde una
óptica serena, Taushinara lo tenía en la mira telescópica de una
carabina marca ―U‖, que restalló, haciendo puntería en el orificio del
oído izquierdo, lo que lo hizo sentir un lacerante dolor y soltar un
alarido al trastabillar como un cerdo maniatado e irse de lado para
caer bruscamente de espaldas contra el pavimento.
--- ¿Y…los demás qué?
-También comenzaron a dispararle, sin ningún acierto. Al rato de
estar tendido en el piso, con el revolver empuñado, se le acercó la
vieja Dolores Laclé y ve que está pestañeando como gato dormitado;
como pudo cogió una piedra, y se la reventó en la cabeza, diciendo al
mismo tiempo; ―este hijo de puta todavía está vivo‖. Detrás se le vino
Chema Ladrillo y lo secundó con un pesado adobe. Luego bajaron
los pistoleros para acribillarlo.
Trato de ponerme cómodo para que se me relajen los huesos, y
poder concentrarme para permanecer consciente, porque siento que
sus oscuros ojos recorren nuestros cuerpos. Luego intervine:

 Eso que dices me conmueve profundamente. ¿Qué hicieron los


demás policías y autoridades por él?

 Es probable que los preparativos del día anterior iban contra


nosotros, al mandar a evacuar el traslado de los policías. Pero
no muy bien cayó el bárbaro, cuando su gran amigo Zancudo
Pinedo corrió hacia la telegrafía a ponerle un marconigrama al
Gobierno Central, que textualmente decía: ―EL SUPUESTO
TENIENTE SANTACOLOMA, DE NOMBRE JOSE
GREGORIO ORTEGA HERNANDEZ, SUICIDANDOSE

107
DE OCHENTA Y DOS DISPAROS DE REVOLVER".

 ¿Hubo respuesta del alto gobierno?

 Como al mes se presentó aquí una comisión, y fueron casa por


casa preguntando, quien había matado al oficial Santacoloma.

 ¿Que respondieron?

 ¡Lo mató el pueblo! Y no contentos con esto, a los pocos días


de haberse ido la comisión se presentó en el puerto un barco de
la armada y cañoneó al pueblo. He aquí la ruina en que quedó.

Endémicamente atemorizados, a Cayale se le fue formando un


mundo alrededor de la cabeza, y añade:
-Este pueblo tiene una anécdota semejante a una canción cuyos
versos dicen:
―Allá en la Guajira arriba,
Donde nace el contrabando
El Almirante Padilla….
Llegó a Puerto López
Y lo dejó arruinado…
Lara lalay lalay…‖

Al poner en práctica su ingenio musical, mi hijo nos asombra y nos


hace morir a carcajadas; como puedo, me atildo la nevosa cabellera
porque la memoria de todo lo pasado vivido aquí, me hace asumir el
regreso a casa tan pobre como llegué. Luego de hablar largamente
con el zorro solitario sobre la gente que murió sin perdón, traspongo

108
la puerta, y con el alma destazada regresamos a la orilla del mar,
dejando atrás el infierno del que muchas veces me habló el espíritu
de Jepírech (espíritu del viento).

109
LAS RUINAS DEL IMPERIO GUAJIRO

110
Las Ruinas del Imperio Guajiro

A mi llegada a Guarpana --Alta Guajira--, a primera instancia; recibí el


saludo amable del indio Torito Iguarán; con sendas palabras: ―Tú
haces honores a tu animal totémico, delgado; pero, con buen físico:
Alcaraván‖.
Cuenta la leyenda de los indios guajiros, que el hechizo de Puerto
López; consiste en que ―la persona que se lleva un trozo (fragmento)
del meteorito, no llega a su destino‖.

El presidente de la República, Alfonso López Pumarejo; por


considerar que tenía abolengo de Almirante, fue la persona que quiso
realizar labores de asistencia a la cultura guajira. Por ello, bautizó en
la laguna Tukakas; al asentamiento indígena Guarpana, con el

111
nombre de Puerto López en 1934. En principio, nos enseñó a vivir
del contrabando; de esta manera, quiso allanar dificultades de orden
personal y/o social; a grupos de individuos del pueblo guajiro, para
que establecieran relaciones comerciales con las Antillas holandesas
de Aruba y Curazao. Los contrabandistas no se hicieron esperar. En
Riohacha, Capi Curiel construyó la embarcación ―Josefa Isabel‖ y en
Punto Fijo (Venezuela), un margariteño se hizo a la vela en la chalupa
la ―Galana‖. Desde Riohacha, los camiones que transportaban los
víveres y las mercancías ilícitas, eran de propiedad de José Ceferino
Rosado, José Prudencio Aguilar, Luis Illidge, José Antonio
Bonivento, Manuelito Bonivento, Néstor Gómez, Carchi Henríquez
e Ismael García, entre otro. Con el estallido de la Segunda Guerra
Mundial, Alemania le declaró a Estados Unidos; la guerra submarina
del Caribe. Y el floreciente auge de los pueblos de la península de La
Guajira; se vino abajo.
En 1950, Puerto López comenzó a resurgir; gracias al comercio
marino con las Antillas, que consistía en la obtención de víveres y
otras provisiones; a cambio de ofrecerles café en grano. La empresa
Cemento Caribe se dedica a la explotación de talco; que servía de
materia prima, para la elaboración de cemento. Para garantizar el
transporte en grandes buques, instala una estación de combustible en
Laguna Tukakas. Estas embarcaciones son aprovechadas por el
comerciante Mario Pinedo Barros, para llevar ganado vacuno,
caprino y ovino a las islas de Aruba, Curazao y Martinica. Con el
despertar de este último proyecto de negocio, se restablecen las
relaciones comerciales con los antillanos. Cuando niño, recuerdo las
primeras impresiones de los camiones contrabandistas conducidos
por Segundo Mesa, Chopi Rosado, Deofante Lubo, Máximo Iguarán,
José Luis Iguarán, Luis Illidge, José Antonio Bonivento, Polanco
Pérez, Fifo Durán Pana, Luis Ángel González y Rangel Palmar,
Sampi Lopesierra y el pacotillero de Pipe Socarras; entre otros. Y los
propietarios de los barcos piratas, la ―Por ella‖ de Chopi Rosado; el

112
―16 de Julio de Liceo Lubo; el ―México‖ de José Prudencio Aguilar;
la ―Rápida‖ del Diablo Blanco; la ―Clara‖ de doña Clara Pinzón,
millonaria dedicada a la venta cervezas bien frías; la balandra
―Briseida‖ era del rico Antonio Gómez; este había acumulado una
fortuna representada en dólares, florines y bolívares; que lo convertía,
en el venezolano más poderoso de la isla de Margarita y el ―Perú‖ de
Taushinara Ibarra. Esta gama de hombres honrados y valientes,
fueron miembros activos del Imperio Guajiro; que exportaron
millones de bultos de (60 Kgrs) con café; que le reportaron jugosas
ganancias, que superaron la bolsa del mercado negro de Nueva York.
Esta cifra impresionó al mundo financiero, al enterarse de que en
Puerto López no había sembrada; una sola hectárea de café. De
pronto, terminaba la primavera de 1952, nadie estaba preparado;
para ser protagonista de la escena dantesca que deparaba al pueblo.
(Leer el cuento ―El Supuesto teniente‖, en la obra Cuentos
Guanebucanes). Hoy, en día; la calle habla de las escenas recreadas,
de las casas en ruinas. Freno el campero Toyota en el centro de la
ruta; nos apeamos, y todos vimos la longitud y ancho; de lo que
queda de calle. De inmediato, nos dimos cuenta, que las viviendas;
son pinturas que hablan con aplastante quietud. Al fondo y en el
centro de la vía, la parroquia no deja deslumbrar; por el fervor que
despierta esta historia. Al costado derecho de nosotros, está el bar de
la desgracia.
El sol se posa sobre las fachadas, de la acera izquierda de la calle;
estas imágenes fantásticas pueden contar detalles notorios de las casas
propias de estilo republicano; como la del Zurdo (el cartagenero) y
las casas de Joaquín Salazar y Baronchi Salazar; sigue en importancia,
el rancho de Julio Hernández y la mansión del Inspector Pachito
Iguarán, su condición médica tiene sobre peso; por los estudios
universitarios alcanzados. Él tiene por vecino a Marcos Salazar,
esposo de Lucila Iguarán; su imagen pública, alcanzó grandes alturas.

113
Y al residente vitalicio Elías Iguarán. Sigue el orden especial, la
residencia del hogar formado por la

señora Patricia Basilisa Iguarán Iguarán, con Ezequiel Iguarán; padres


de Tuto, Tano, Ezequiel Jr. y Marcos –el apellido Iguarán es
sinónimo de filantropía--, más adelante; un pedazo de la calle está
enmontado y el recorrido final, fue en el lote donde quedaba la
Escuela Misional Nuestra Señora la Virgen del Carmen y la vivienda
de los maestros; que, por ironía de la vida, hace tapia con los vestigios
de la residencia de las mujeres de la vida alegre. Es imposible, no
sentirse afectado por esta historia.
Otro atractivo es la
mirada de la
parroquia Nuestra
Señora la Virgen del
Carmen. Tiene
viviendas a los
costados y por
delante. La amplia
avenida, posee una
dimensión
espiritual; aquí, hay
algo y hay alguien;
hay tanta tensión, que se siente hasta en el aire. Todavía, hay energía
de las dos caras perversas; del bien y del mal. A pesar de la
destrucción, la edificación rompe con el pasado. El destello del sol,
puede ser observado; en el calentamiento de las paredes.
Llena de vida, la matriarca Aida Quask Iguarán con cierta aura
espiritual; recuerda momentos y revive memorias al señalar las
viviendas de estilo caribeña estándar imágenes que representan
palabras, ideas y sonidos; interpretación fundamental, que se

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escuchan por el lado derecho del vehículo Toyota rojo. La
personalidad luminosa de Aida, fortalece su identidad y autoestima; al
ver con los ojos de la mente, los patios de las viviendas, que se
encuentran amenazados por las cambiantes arenas del médano, que a
pasos gigantes: camina veinte centímetros cada año. Tanto, ella como
Torito Iguarán; quisieron compartir sus historias con David Robles.
Sus mentes son bombardeadas, por imágenes de otro tiempo.
Cuentan historias cumbres, de los médanos que se mueven veinte
centímetros cada año; para devorar los patios de la cantina donde el
teniente Santacoloma da muestras de tener tendencias a humillar o a
entrar en discusión con la gente y como medio de provocación, se
dedicaba a matar los perros; lo que parecía ser el denominador
común, de un sociópata sin emoción ni remordimiento. No
satisfecho con lo que hacía, el psicótico asesino fulmina por la espalda
al cantinero Mundo Pana. Con esta hace vecindario el negocio de
William, dedicado a dar hospedaje a las prostitutas que llegaban al
pueblo. En ese orden, estaban las habitaciones de la marica Ruperta,
seguida por la de colega Juancho Scott; la pared derecha, colinda con
la residencia de Juancho Coba; sigue en importancia avecindaría, el
reciente hogar de la familia Barucci y el eslabón de almacenes y
oficina de los hijos del palestino Nicolás Elías Abuchaibe Idani,
comerciantes de escafandras para buzos que se dedicaban a la pesca
perlas; también, vendían telas y se dedicaban al cambio de monedas
extranjeras: Dólares, Bolívares Florines y a la compra del fruto del
dividivi. En ese orden, tenían de vecina a la desparramada casa de la
señora Clara Pinzón; que se dedicaba a la venta de cervezas bien frías.
Al costado derecho, quedaba la Inspección; donde labora en calidad
de secretario, la trágica figura de Lisandro Pinedo. El encanto de la
residencia de Pacho Amaya, es porque está ubicada al lado de la
Inspección. Esta llega a ser muy cercana vecina a la familia del señor
Joaquín Iguarán (Maquishi). Siento que algo me lleva a decir que en
el lote enmontado, desaparecieron el restaurante con techo de dos
aguas, de Toña Suárez, la mujer de Luis Núñez; el dulce hogar de

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Taushinara Ibarra con Chila Rosado, que está a prudente distancia de
la parroquia Nuestra Señora La Virgen del Carmen y al final de la
acera, está solitario el rancho con techo de yotojoro de Alicia Padilla;
viuda del margariteño Luis Beltrán Suárez. La riohachera tenía el
alma devastada por el vil asesinato de su hijo Augusto. La india, el
paisano y el alijuna; llegan a la puerta de la Casa de Dios, y ponen fin
a este clima de miedo. Meditan. De espalda, Torito tiene una mirada
que lo recuerda todo. Las edificaciones,
tienen un semblante de mucho estrés.
Estas imágenes, son una forma de
comunicación con la gente; que todo lo
ve desde afuera. El exceso de
entusiasmo, nos lleva a dar un paseo; por
la orilla de la playa.

Empezamos a sentir aire oceánico. A nuestros ojos, el mar se viste de


nuevo; de la ilusión azul del azulejo del Cielo. Éste baña las arenas
color marfil, que conforman una postal; que cautiva todas las miradas.
Es otra dimensión, con Venezuela, al noreste de nuestra ubicación.
Los indios, desconfiados y cautelosos; le han dado la espalda a la
laguna Tukakas; arropada por lenguas de vientos fuertes, que el
gringo David Robles se propone atravesar a nado; para llenarse de
orgullo y decir que él es el primer guanebucán en hacerlo. Pero en la
orilla izquierda, sueñan las paredes derruidas y montículos de
bloques; de la casa solariega histórica de Juancho Scott. En ella, la
historia señala que todas las mañanas; la estructura brota lágrimas,
porque todavía escucha los cañonazos que le propinara la fragata
Almirante Padilla. Ésta, alguna vez, sirvió de refugio a muchos
Robinson Crusoe. En la orilla opuesta, hay una dimensión de piedras

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y calicanto, que da la apariencia de ser un rostro que tiene rasgos
característicos de una diosa homérica; este mural servía de sostén a
los tanques de combustible de la estación Cemento Caribe, Y en la
media luna de la orilla céntrica, refugiado en el manglar; se encuentra
el meteorito, evento extraterrestre; que habla de lo conocido y lo
desconocido de la órbita de Júpiter. Más adelante, los objetos en
mención; inspiran un rurrú onomatopéyico; por el riesgo de la osada
hazaña que David pretendía llevar a cabo: ―¡Gringo… no lo intentes,
porque debes tener en cuenta; que el manglar que rodea la laguna, es
una fuente de alimento para los tiburones que llegan a visitarla; en
tiempo de desove ¡‖. Estos monumentos de gloria, velan el andar de
los años. Desde la orilla de la playa, una ilusión óptica nos lleva a ver
unidas; las dos torres que separan a Colombia de Venezuela en el
punto extremo de Castillete. Por la conducta del personal policivo, la
relación de los países hermanos; no está en los mejores términos.
Próximo al árbol de ―Mangle de Pablito, estoy tentado a saber; que
tanto sabe, el viejo zorro marino de Torito Iguarán: Por principio, los
lugareños, mantienen el espíritu variable, razón que lo ha llevado a
pervivir o a morir en circunstancias difíciles. El cementerio con
cadáveres reales. Otras tumbas con espíritus, entre ellas la de
Santacoloma; que parecen estar vacías, como si sus muertos; habrían
salido con voluntaria resurrección. El aeropuerto, es fiel reflejo de lo
que fue el poder económico; de este vasto imperio; en él, todos los
jueves aterrizaba un avión de la empresa aérea Skaddat. La duda
razonable de su existencia, está en el condominio del legendario
Pópilo freile Rosado; que fue abandonado muy pronto, por la
mordida que le propinara una culebra Mapaná raboseco a su esposa
Rosario Pérez. En esta oportunidad, arribó al puerto el ferri # 241, de
la Armada Nacional; repleto de víveres para promover el
asistencialismo, en la Gran Nación Wayüu; y de esa manera, mitigar
el hambre, a que fueron sometidos en 1952. El pueblo muere de
manera metafórica, pero… aquí pasamos los mejores momentos de la
balada; y quedamos emocionados con la hospitalidad de su gente.

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SANDRA

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Sandra

El muelle de Maracarote es testigo de un elevado estado de ansiedad


de los marineros del barco Sandra que se ha mantenido fondeado
durante una estadía de ciento ochenta días, que parecían de nunca
acabar. Durante el lapso, aprendieron a adaptarse a cualquier tipo de
situación. El estado de la motonave es bastante inoperable. La
corrugación de la pintura del casco de desplazamiento, le dan el
aspecto de una nave abandonada. La visita inesperada del propietario,
lleva al capitán Jorgito Robles a pronunciarse en tono amable y de
confianza, hacia sus marineros: << Allá viene el hombre, parece que
tenemos visto bueno para zarpar esta noche>>. Rafael Gómez
aparece con una expresión característica en su rostro. Luego de seis
meses, por primera vez establecen contacto visual. Después de un
diálogo breve y expresivo, da media vuelta y de inmediato se regresa
con una visión de lo que pensaba hacer. Se aleja de espaldas al
capitán Jorgito que se encuentra de ida en la lancha salvavidas. En
franelilla sobre el camarote, con la mano izquierda sacude el
sombrero Stepson que usa como símbolo de status. Llama al
contramaestre y se ponen a concertar sobre la hora de la partida.

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Sostiene sobre sus muslos la carta de corrección del rumbo. En el
cuarto de mando, todos sus movimientos son observados por la
mirada monalísica de un cuadro de la Virgen del Carmen. La gente
de a bordo, sigue con la misma alegría. En su momento, Monche
Redondo tomó el control del timón, sosteniendo el curso de la aguja
de la brújula en los 30º noroeste. El mar de Punta la Vela parece ser
muy atractivo y tranquilo; pero a veces cambia y es catastrófico.
Estando en movimiento en un cuarto de máquina, Monche
aprovecha el grado de confianza de su apariencia personal para
confirmarle el rumbo:
--- ¡Norte franco, capitán!...
La marcha sigilosa se efectúa en el más completo silencio. En su
interior lleva un cargamento de seis metros cúbico de madera de
cedro tablones, que tres meses antes habían sido embarcados por
―Tata el Loco‖. El capitán, lleno de energía en su contextura
poderosa de hombre bajo y robusto, debió desfogarse de un juego de
emociones al asomarse por la ventanilla que comunica al cuarto de
mando con el salón de los camarotes donde el maquinista ha
permanecido indiferente a la alegría desbordada por todos desde
hace un buen rato. A su actitud de ansiedad y pasividad, le sugiero
que le dé máquina para que aligere la marcha. Luego de un fuerte
cruce de voces de elevado tono, me embarga un fuerte sentido de
culpa, motivado por el hecho de saber que el muchacho es sobrino
de Manuel Bustamante, quien a última hora se vio precisado a
abandonar el barco por no llegar a un acuerdo salarial con el dueño.
Luego de una fugaz reflexión, que me lleva a bajar el tono de voz, lo
conmina con el respeto que se merece:
-Un cuarto de máquina, por favor.
-Sí señor, un cuarto de máquina -se le alcanza a escuchar.

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El ruido del motor, ahoga sus gritos de ayuda. Una hora más tarde se
dirige al timonel:
--- ¿Qué rumbo lleva?
-Noreste franco, capitán Robles.
El exceso de confianza que siempre había caracterizado al capitán, le
sirvió para que, en una fracción de segundo, fuera conociendo la
comprensión indeleble que hay en la mente del hombre que ahora se
encuentra en el mando, ostentando rasgos definidos de tímido y
aventurero. Chichi, maniobra el timón para centrar el rumbo del
barco pirata que viene sosteniendo su curso con vientos de frente.
Con viento de babor, la imagen de la Sandra es una sombra de
simulación que, a partir de ahora, comienza a tener sus propios
pensamientos profundos. Luego de hora y media de ritmo acelerado,
se preparan para hacer una breve escala. Cae la noche y se despiertan
en otro mundo. Anclaron en las playas del caserío de Mayapo, en
donde son esperados por un grupo de camiones contrabandistas. Los
que lo vieron partir bajo la ―Ilusión de Ponzo ―, ahora alcanzan a ver
de cerca que su casco está construido en madera de ceiba tolúa,
presentando una eslora de once metros por cuatro metros ochenta
centímetros de manga y un metro ochenta centímetros de puntal
desde la bodega de proa hasta la popa.
En corto tiempo hicieron el embarque de veintisiete cajas de jabón
Camay, repletas de platino; ajetreo que se hizo bajo una
inescrupulosa atención de detalles autorizada por el mascarrabia del
dueño. El producto del pensamiento de Rafael Gómez es la rectitud
de Jorgito Robles, de quien confía y hace entrega de diecisiete mil
pesos moneda dura colombiana, más el conteo detallado de tres mil
pesos oro, representados en pequeñas denominaciones de
manoseados billetes de florines, bolívares y dólares, que dan un

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monto de veinte mil pesos oro, exclusivamente para comprar cien
cajas de whisky White Horse en el depósito de Haime Manzur en
Aruba. El capitán Jorgito intenta poner su vida en orden, ha
considerado que el dinero y la mercancía son apetecibles a los ojos de
la gente. Los pequeños sucesos terminan en medio de la oscuridad y
entre charlas y carcajadas esperan a que llegue la media noche para
elevar ancla.
Del puerto indígena, la lancha zarpa con uno de los cargamentos más
pesado y valioso que jamás se haya hecho en estos mares. El agua
fuerte corroe la corteza de los podridos tablones. La confianza y
responsabilidad depositada en el capitán fue el producto de un
elevado estado de ansiedad y depresión de los modelos de su mente.
Siguiendo el curso de agua de la mítica ruta, por donde ingresaron los
miembros de la cultura guanebucán, la Sandra navega con rumbo
noreste, con vientos en contra de 30 kilómetros por hora, a una
velocidad de ocho millas náuticas.
Ahora están a merced del rumor del océano. El agua espumosa se
esparce y se eleva errante a la luz de la luna, convirtiéndose ésta en su
magia especial. Los suplicios del frío de la madrugada, desaparecen
con la llegada de la luz del crepúsculo. El sol golpea el océano, y las
criaturas de abordo despiertan de su ensueño. En el interior de la
casilla, la temperatura ha aumentado por el monóxido de carbono
que expele la máquina. El capitán Robles, ha tomado la decisión de
seguir navegando sobre aguas revueltas para evitar que la brisa saque
el barco hacia mar fuera. Haciendo honor a su espíritu de buen
capitán, decide mandar a Higinio Mejía al timón para relevar a
Monche Redondo que realiza un buen trabajo como práctico. No
hubo terminado de dar muy bien la orden de cambio, cuando el
ignaro marinero se pone de pie en un dos por tres, tropieza la sien
con el techo de la cabina a causa de que sus piernas flacas y huesudas

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se alargaron a pasos de zancos de jirafa. El indocto obedece un poco
renuente el cateo y toma el timón mientras los demás esperan el
desayuno con algarabía, denotándose en sus voces que cada uno de
ellos tiene personalidades diferentes.
En un lapso de nueve horas, se han visto transportados a otro mundo
marino; en donde la visibilidad sería lo que nosotros llamamos una
bendición del cielo. En la cocina, ―El Mudo‖ hacia cumplido de lo
buen cocinero que era. Como cocinero mayor, permanece
inescrutable; ni agresivo, ni amistoso, mientras sirve funche de harina
amarilla con guiso de pargos rojo adobados con aceite Tra la lá. Para
intervenir en el diálogo hace una señal con los dedos de la mano,
intentando motivar al capitán que permanece con entusiasta
deferencia hacia él. Los marineros están recostados sobre los barrotes
de los camarotes, que le sirven de apoyo para degustar el bocado con
las manos y no perder la arraigada costumbre de lamerse los dedos.
En ellos se palpa el ambiente virtual de recurrir al hábito alimentario
del canibalismo. Nos elevamos y cada vez son más fuertes las
violentas masas de agua. Cuanto más avanzamos, más son los puntos
de peligro a que nos enfrentamos. Pese a la violenta escena a su
alrededor, el barco avanza mar adentro.
Tan pronto pasamos por el legendario cementerio de barcos de
Punta Gallinas, empezamos a ver el poder destructivo del complejo
campo de los vientos y corrientes submarinas, que corren hacía el
macabro puerto de Talúa. Las condiciones de esta mañana, son típica
de los vientos que soplan del desierto de la península. Ahora, estamos
a merced de los vientos que vienen del África; lo que ha hecho que
nos enfrentemos a las situaciones riesgosas que en cada ola se vienen
presentando. La barrida de las corrientes, desaceleran el tiempo que
se trae la noche y una recompensa de pingarria, sufrida por los
marineros. La capitán bandera, utilizando las estrellas para navegar

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sobre este versátil mar profundo, confirma con base en sus
experiencias que el Sandra está navegando al Oeste del Monki Sur.
Luego de habernos defendidos del temperamento del océano, ―El
Cachaco‖, de espíritu libre y mente abierta, fue el recomendado del
capitán para que relevara en el timón al larguirucho de Higinio
porque comenzaba a mostrar signos de derrumbamiento. En la
tripulación hay respiración de confianza, y dentro de mí comienza a
sentirse una profunda sensación de calma. Cada ola es una nueva
preocupación. La seguridad de avance del barco, le crea una
impresión de magia y misterio a la tripulación que, con viento en
popa, pone la proa en dirección al mitológico puerto inglés.
Se tiene por costumbre pernoctar aquí. Hay una sugestión de
movimiento. Al amanecer, la atmosfera relajada le da una falsa
sensación de seguridad al paisaje hostil y severo en donde las mujeres
son bellas y se visten con mantas negras y múltiples colores,
cubriéndose con finos brassiers los protuberantes senos y los pies con
relucientes alpargatas de colores con grandes borlas. Sin mencionar
una historia glamorosa, dicen que en este paraje sus habitantes han
vivido una vasta e intrincada vida después de la muerte. Delante de
nosotros, se encuentra fondeado en la bahía el barco pirata San
Marcos. Algo activa una idea en la mente del capitán. Eso lo pone a
pensar en las artimañas y argucias que debe emplear para convencer
al terco y recalcitrante Rafaelito Ibarra para que salga a las 05:00 P.M.
Antes de bajar a tierra les comunica a todos los marineros: <<En estos
momentos el capitán Rafaelito debe haber sido invitado a tomar tinto
en el rancho de Máximo Iguarán. Si lo ven me avisan porque debo
hablar con él para acordar la partida. Así que, hagan lo que van hacer
lo más rápido posible. Recuerden que debemos completar la carga
para llevar un buen lastre. ¿Estamos de acuerdo? --Piensa, luego
agrega-, disfruten todo lo que quieran. Yo bajaré pronto>>. En la

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mañana el ambiente es apacible y el futuro se torna esperanzador;
pero, la preocupación que tengo, es la de correr el riesgo de llevar esa
cantidad de dinero en efectivo. Ello me llevará a zarpar antes de que
lo haga el San Marcos.
El arribo de la tripulación a las playas del aletargado puerto, se hizo
con el principio de inspirar una oleada de amor y deseo a las mujeres
que parecen estatuas que hablan, crean una ilusión de magia y
misterio a los que la visitan. Ellas hablaban de la corona de oro con
un águila que llevaba el cacique y señor Boranata en su cabeza. En su
tradición oral, manifiestan las aventuras de sus almas en estas tierras,
donde los hombres entrañan más sentimientos de venganza guerrera
que de sinceridad hacia el invasor. Recibieron de ellas muchas
muestras de amistad y de buena voluntad, además se observaba que
tienen poco temor. Luego de haber visto las entrañas de su
espiritualidad, evidenciadas en su elevado nivel cultural; nos retiramos
de los ranchos con paredes de barro y techos de yotojoro, donde nos
ubicamos con la misma pasión y el mismo dialecto: << Estoy
convencido de haber persuadido a Rafaelito. Ahora espero que, de
regreso a la playa, ya haya llegado la carga>>. Con algún entusiasmo
nos pusimos en movimiento, mientras pisaba la sombra de los
detallados rasgos faciales de Monche Redondo. En el aire hay un
fuerte olor a flores de pichigüel. Sus pensamientos lo llevan a dar un
paseo a través de un lugar yermo y despoblado con ranchos
espaciosos que albergan espíritus de hombres y mujeres de los
principales nobles; que restauran callejones y vericuetos que aquí
yacen. En uno de los ranchos dispersos que están en la playa, vemos
parqueado un flamante camión Ford F-6 modelo 1958, cargado hasta
el pellote de ñame, morrocoyos y semovientes menores.
El balido de los animales y el rumor del agua sirvieron de fondo para
acrecentar el buen sazonado del desayuno compuesto de salpicón de

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mero, acompañado de tres bollos cabezones y un pocillo de chicha
mascá. Sin tener tiempo para cometer errores, ―El Cachaco‖, Higinio
y Monche se dieron a la tarea de hacer el embarque de cincuenta
sacos de ñame, cinco sacos de morrocoyes, cincuenta chivos y veinte
carneros que balen para no dejarnos escuchar un jolgorio de
canciones que narran penas con aire espectral. Ponen toda su energía
en el trabajo. Mientras se entretienen con la estiba y acomodo de la
carga, se divierten escuchando la emisora ―La Voz de las Antillas‖
que cada cinco minutos informa la hora, seguida de una pieza musical
en la programación de hoy, 5 de abril. Por coincidencia, se escucha
en ritmo de vals, la canción ―Tristeza del Alma‖ que trae a colación la
inmortalidad de Luis Rodríguez. El sonido instrumental, despierta
nuestros sentimientos en sentido de tragedia, como si la Sandra
emprendiera un asombroso viaje hacia los confines del océano. La
gente de a bordo continúa con el mismo entusiasmo.
El ambiente en el barco se llena de paranoia, mientras los marineros
disfrutan la comida. Con la cartografía náutica se puede navegar de
una manera segura. El agua pasa a dominar el paisaje, y las
predicciones sobre la marejada son de fuerte para esta tarde, por eso
han hecho el esfuerzo de terminar el embarque. La marea de gente
que viene y va hacia el puerto, se despide con rece de los navegantes.
Como hechos que se ponen de manifiesto ante los ojos de los demás,
las aflicciones emocionales y psíquicas del maquinista se ha visto
afectada por las advertencias que le hiciera el capitán en Maracarote.
El morocho de nariz extendida y porte alto de hombre valiente por
dentro, está presto a obedecer órdenes. Elevan ancla canturreando y
el motor pronto confirma el avance. A ritmo y metro, la barca avanza
mar adentro, donde la marea se alza y se mece por la acción de las
olas que se agitan por el viento. En contra de la corriente, el barco
sigue adelante con rumbo Este franco. El sonido que viaja hace vibrar

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el aire. Amenaza con ahogar el espíritu inquieto de toda cresta que se
cruce en su camino, se hunde y se alza de proa y popa con el rechazo
de todo golpe de ola en las condiciones más adversas y posibles. Con
el sol detrás de la popa, mira hacia la Macolla venezolana. En Puerto
Inglés, el tiempo se desacelera y la estela de humo que deja la
chimenea se pierde en el horizonte que separa a Parajimarú y el bajo
de la Macolla. Boyas de piedra llamadas Monki, marcan el curso. La
desaparición del sol es un recurso poético para aumentar el suspenso
de la noche.
Cae la noche. La nave se introduce en los secretos del abismo. La
dominante personalidad recia del capitán Jorgito, es sorprendida por
olas de estados accidentales de seis metros de altura, que surgen de la
nada. Crestas de olas que los llevaron a lograr captar la
representación estética de la muerte. Bajo un Cielo sin estrellas, se
escuchan quejas, suspiros y sollozos. Él los escucha, oye sus voces por
todas partes. Mil diversos lenguajes, gritos de ira y desesperación de
sombras aciagas que desaparecían. Las voces se apagaron. Y los
suplicios de la noche, se esfumaron en medio de la luz del
crepúsculo.

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