1) La revelación de Dios en Jesucristo revela al Dios trino. La economía de salvación es la fuente de nuestro conocimiento de la Trinidad eterna, aunque también la presupone.
2) El axioma fundamental de la teología es que la Trinidad que se manifiesta en la economía de salvación es la misma Trinidad eterna e inmanente.
3) Se debe evitar separar la cristología de la doctrina de la Trinidad. Aunque son distintas, la Trinidad inmanente y la Trinidad económica son real
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1) La revelación de Dios en Jesucristo revela al Dios trino. La economía de salvación es la fuente de nuestro conocimiento de la Trinidad eterna, aunque también la presupone.
2) El axioma fundamental de la teología es que la Trinidad que se manifiesta en la economía de salvación es la misma Trinidad eterna e inmanente.
3) Se debe evitar separar la cristología de la doctrina de la Trinidad. Aunque son distintas, la Trinidad inmanente y la Trinidad económica son real
Título original
Sobre el axioma fundamental de la teología trinitaria
1) La revelación de Dios en Jesucristo revela al Dios trino. La economía de salvación es la fuente de nuestro conocimiento de la Trinidad eterna, aunque también la presupone.
2) El axioma fundamental de la teología es que la Trinidad que se manifiesta en la economía de salvación es la misma Trinidad eterna e inmanente.
3) Se debe evitar separar la cristología de la doctrina de la Trinidad. Aunque son distintas, la Trinidad inmanente y la Trinidad económica son real
1) La revelación de Dios en Jesucristo revela al Dios trino. La economía de salvación es la fuente de nuestro conocimiento de la Trinidad eterna, aunque también la presupone.
2) El axioma fundamental de la teología es que la Trinidad que se manifiesta en la economía de salvación es la misma Trinidad eterna e inmanente.
3) Se debe evitar separar la cristología de la doctrina de la Trinidad. Aunque son distintas, la Trinidad inmanente y la Trinidad económica son real
(1981), en C. Pozo (ed.), Documentos 1969 – 1996. 25 años de servicio a la teología de la Iglesia, BAC, Madrid 1998, 248-250.
«C. Cristología y revelación de la Trinidad.
1. La economía de Jesucristo revela al Dios trino; Jesucristo sólo puede
ser conocido en su misión, si se entiende correctamente la presencia singular de Dios mismo en él. Por ello, teocentrismo y cristocentrismo se iluminan y postulan mutuamente. Pero queda la cuestión de la relación de la Cristología con la revelación del Dios trino. 1.1. Según el testimonio del Nuevo Testamento, la tradición de la Iglesia antigua ha tenido siempre como cierto que Dios, por el acontecimiento de Jesucristo y el don del Espíritu Santo, se nos ha revelado como Él es. Él es en sí mismo como se ha manifestado a nosotros: «Felipe, quien me ve, ve al Padre» (Jn 14, 9). 1.2. Por tanto, los tres nombres divinos son en la Economía de la salvación como son en la «Teología» según la acepción que dan a este término los Padres griegos, es decir, nuestra ciencia acerca de la vida eterna de Dios. Aquella economía es para nosotros la fuente, única y definitiva, de todo conocimiento del misterio de la Trinidad: la elaboración de la doctrina trinitaria ha tenido su origen en la Economía de la salvación. A su vez, la Trinidad económica presupone siempre necesariamente a la Trinidad eterna e inmanente. La teología y la catequesis tienen siempre que dar razón de esta afirmación de la fe primitiva.
2. Por ello, el axioma fundamental de la teología actual se expresa muy
bien con las siguientes palabras: la Trinidad que se manifiesta en la Economía de la salvación es la Trinidad inmanente, y la misma Trinidad inmanente es la que se comunica libre y graciosamente en la Economía de la salvación. 2.1. Consecuentemente hay que evitar en la teología y en la catequesis toda separación entre la cristología y la doctrina trinitaria. El misterio de Jesucristo se inserta en la estructura de la Trinidad. La separación puede revestir una forma neoescolástica o una forma moderna. A veces, los autores de la llamada neoescolástica aislaban la consideración de la Trinidad del conjunto del misterio cristiano y no la tenían suficientemente en cuenta para entender la Encarnación y la deificación del hombre. A veces, no se mostraba en absoluto la importancia de la Trinidad en el conjunto de las verdades de la fe o en la vida cristiana. La separación moderna coloca una especie de velo entre los hombres y la Trinidad eterna como si la revelación cristiana no invitara al hombre al conocimiento del Dios trino y a la participación de su vida. Conduce así con respecto a la Trinidad eterna a un cierto «agnosticismo» que no se puede aceptar en modo alguno. Pues aunque Dios es siempre mayor que todo lo que de Él podemos conocer, la revelación cristiana afirma que eso «mayor» es siempre trinitario. 2.2. Hay que evitar igualmente toda confusión inmediata entre el acontecimiento de Jesucristo y la Trinidad. La Trinidad no se ha constituido simplemente en la historia de la salvación por la encarnación, la cruz y la resurrección de Jesucristo como si Dios necesitara un proceso histórico para llegar a ser trino. Hay que mantener, por tanto, la distinción entre la Trinidad inmanente, en la que la libertad y la necesidad son idénticas en la esencia eterna de Dios, y la Economía trinitaria de la salvación, en la que Dios ejercita absolutamente su propia libertad sin necesidad alguna por parte de la naturaleza.
3. La distinción entre la Trinidad inmanente y la Trinidad económica
concuerda con la identidad real de ambas y, por ello, no puede utilizarse para justificar nuevos modos de separación, sino que hay que entenderla según la vía de afirmación, negación y eminencia. La Economía de la salvación manifiesta que el Hijo eterno en su misma vida asume el acontecimiento «kenótico» del nacimiento, de la vida humana y de la muerte en la cruz. Este acontecimiento, en el que Dios se revela y comunica absoluta y definitivamente, afecta, de alguna manera, el ser propio de Dios Padre en cuanto que Él es el Dios que realiza estos misterios y los vive como propios y suyos con el Hijo y el Espíritu Santo. Pues Dios Padre no sólo se nos revela y comunica libre y graciosamente en el misterio de Jesucristo, sino que el Padre con el Hijo y el Espíritu Santo conduce la vida trinitaria de modo profundísimo y -al menos, según nuestra manera de entender- casi nuevo, en cuanto que la relación del Padre al Hijo encarnado en la consumación del don del Espíritu es la misma relación constitutiva de la Trinidad. En la vida interna de Dios está presente la condición de posibilidad de aquellos acontecimientos que por la incomprensible libertad de Dios encontramos en la historia de la salvación del Señor Jesucristo. Por tanto, los grandes acontecimientos de la vida de Jesús expresan para nosotros manifiestamente y hacen eficaz, de un modo nuevo, el coloquio de la generación eterna, en el que el Padre dice al Hijo: «Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy» (Sal 2,7; cf. Hech 13,33; Heb 1,5; 5,5; y también Lc 3,22).