Carrera Andrade - El Tiempo Manual

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Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"

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Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"


Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
131 TIEMPO MANUAL
NOTICIAS DEL CIELO
POEMA.S DE PASADO MAIQJ\NJ\

I. t->"J
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Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"


Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
El TIEMPO MJ\1\lUAL

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EdkloneG LITERATURA. l'Wúu.ero 12


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Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"


«:opyrlgLt
J,y Jorge Carrera J\ndrade.

IIIDp. de Galo ,Sáez:. Me111ón de Paños, 6o


Madrid.

Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"


El l:ÍeDJ.po mn.anua.l

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Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
Soledad de las dudades

Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"


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SIN conocer mi número.
Cercado de murallas y de límites.
Con una luna de forzado,
y atada a mi tobillo una sombra perpetua.

Fronteras vivas se levantan


a un paso de mis pasos.

N o hay norte ni sur, este ni oeste,


sólo existe la soledad multiplicada,
la soledad dividida para una cifra de hombres .
.La carrera del tiempo en el circo del reloj,
d ombligo luminoso de los tranvías,
las campanas de hombros atléticos,
los muros que deletrean dos o tres palabras de co1or,
están hechos de una materia solitaria.

I'I

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Imagen de la soledad :
El albañil que canta en un andamio,
fija balsa del delo.
Imágenes de la soledad~
El viajero que se sumerge en un periódico.
EI camarero que esconde un retrato en el pecho.

La ciudad tiene apariencia mineral.


La geometría urbana es menos bella
que la que aprendimos en la escuela.
Un triángulo, un huevo, U:n cubo de azúcar
nos iniciaron en la fiesta de las formas.
Sólo después fué la circunferencia:
la primera mujer y la primera luna.

¿Dónde estuviste, soledad,


que no te conocí hasta los veinte años?
En los trenes, los espejos y las fotografías
siempre estás a mi lado.

Los campesinos están menos solos


porque forman una misma cosa con la tierra.
Los árboles son hijos suyos,
los cambios de tiempo observan en su propia carne
y les sirve de ejemplo la santoral de los animalitos.

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Esta soledad es nutrida de libros,
de paseos, de pianos y pedazos de muchedumbre,
de ciudades y cielos conquistados por la máquina,
de pliegos de espuma
desenrollándose hasta el límite del mar.
Todo se ha inventado.
Mas no hay nada que pueda librarnos de la soledad.

Los naipes guardan el secreto de los desvanes.


Los sollozos están hechos para ser fumados en pipa.
Se ha tratado de enterrar la soledad en una gúitarra.
Se sabe que anda por los pisos desalquilados,
que comercia con los trajes de los suicidas
y que enreda los mensajes en los hilos telegráficos.

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J5 N tercera clase
Jos soldados cortan con sus navajas
rebanadas de tiempo.
Los obreros desenrollan la viruta bicolor de las frutas.
En el techo de la locomotora
una luna que viaja sin pagar se despierta las noches.

Bodegas de Berlín.
He aquí la cerveza de ojos iluminados.
La plaza de Lutero es mercado de legumbres.
Se ha heoho una estadística del consumo de pan por las
[gaviotas.
Iü1 la nieve-primera comunión de la tierra-
hombres y mujeres hacen el deporte de invierno.

Catedral de Colonia :
Los esbeltos volúmenes
subiendo de hombro en hombro circundados de azul.

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¡Construcción en negro de la escarcha
con longitud de música!

En la línea Colonia-París
nos salían al paso los campos mozos.
Los sembrados sin memoria de la guerra
lucían cabellos de oro.
Los esqueletos más jóvenes tenían ya doce años.

Estaciones belgas con sus relojes para marcar siglos.


Soldaditos azules junto a las fachadas azules.
Bruselas está tras de ese muro.
Dos metros de huerta viajan en carro al mercado.

Las calles de París nos son conocidas


aunque no las hayamos visto nunca.
Arco de Triunfo
parado en cuatro patas con su carga de historia.
Los pájaros de N otre Dame son relieves con alas.
En la ruleta de la Concordia
aposté al cero de la luna mi esperanza.
Un domingo al salir del Louvre
descubrí que el hielo es la estatua del agua.

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Silencio remero de los botes pescadores.
En los mariscos del Mediodía hay un sorbo de sol.
Pueblos vascos con su boina de niebla.
Los faroles españoles
se baten a estocadas con las sombras.
Todo es apariencia, signo, tránsito.
El mundo es uno mismo, a pesar de sus formas.
La misma soledad hospedada en los huesos
y la misma afirmación proletaria
de los hornillos callejeros para calentar castañas.

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Color de La HaLa:na

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SoNANDO el tambor de sus hojas una tribu de cocoteros
[salvajes.
Mar en continuo parpadeo de fosforescencias.
La Habana sale todos los días a los muelles
a esperar la llegada de los barcos,
mientras sus nadadores sacan entre los dientes las mo-
[nedas
que van a saludar a los peces en el mar antillano.
Sus tranvías aprenden el compás de las maracas,
sus arbolitos se alínean como borregos
y sus avenidas corren hasta encontrar una estatua.

Mujeres de piel de tabaco caliente y de canela.


Criollos con su sombrero de pája que el trópico madura.
Negritos cuya risa se abre como una sandía.
Cocos y guanábanas, despojos de la rumba.

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En la Avenida de los Presidentes se multiplican los
[hongo<;~
y los cañones del Parque Maceo bostezan de hambre
viendo saltar los peces en la bahía
cuya entrada prohibe con su dedo· en alto el Castillo del
[Morro.

Doscientos guardias se cuadran cada día


ante la mirada azul ~del diamante del Capitolio.
Letreros y ventanas dictan un curso práctico de inglés
en los cuadernos cuadriculados de los rascacielos.
Mas las flores son caras en la A venida Veintitrés
y la luz tiene el color del maní y el aceite de girasol.

En la A venida Ocho se ha encontrado una piña de fuego


madurando sus semillas de muerte junto a la casa del
[Fiscal

Sin embargo, el aire destapa sus mariscos vivificantes


[en el malecón
y la vida se azucara en los jardines de La Tropical.
Nada pasa aquí sino una cadera de música
y unos brazos de fruta que hacen equivocarse a los pá-
[jaros.
Un aeroplano vestido de blanco va recortando el calor
con su ventilador ambulante.

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:Los barquichuelos dan su lección de sueño frente a La
[Cabaña
y los fleteros negros exhalan sus cantos de humo
hacia el horizonte donde empieza a piar el primer lu-
[ cero.
No sorprende a nadie el atentado terrorista del cre-
[púsculo.
Y la luna menguante cuelga como un plátano
del bananero del cielo.

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Huelga

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GuARDIAs civiles a caballo.
Con sus quillas al aire
los tranvías náufragos.

Carros de piedras :
los adoquines son el pan de las huelgas.

Tajan la luz los sables.


Los ojos de los caballos fotografían la calle.
Los hombres mueren bajo los árboles.

Cada casa encendió una luz


con miedo y con esperanza.
El viento cartero de la tarde
halló las puertas cerradas.

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Cerca del Distrito Quinto
perdió una cinta escarlata
el guardia civil herido.

La noche se tendió en el suelo


con su tricornio de sombra
y su capote de silencio.

En las plazas de Barcelona


bailaban los edificios
una sardana arquitectónica.

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Evasión del lunes

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E sT es la evasión desde un plato de legumbres ·
A
hacia el aire ocioso que descabeza un sueño,
hacia el barril del patio
de donde brota un vinillo tierno convertido en arbusto.

En Andalucía la luna ha descubierto un complot de


carabineros, mariscos y guitarras. vinos. r
El viento hace faenas de capote
y se hinca temblando la banderilla de la copla
en la piel de toro de la noche.
Los taberneros de Cádiz, Vigo y La Coruña
juegan una baraja sin reyes.
En España han hecho la república las yemas,
los árboles con hojitas tricolores,
los pájaros recién llegados
metidos en 'abril y en vida nueva.

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"A B C", "Le Journal", "Nachtausgabe", "The Ti-
nos dan una imagen errada de este mundo, [mes"
sin paseos en barca,
sin la pequeña novela de la mecanógrafa,
sin la verdadera fisonomía de las ciudades
llenas de cines, frutas y mujeres,
y sin el drama herrumbroso que esconde la alcachofa
o el sombrerito de una almeja.

Hombres de este siglo, de esta Edad del papel :


nos ocultan la tierra follajes de palabras,
mientras madura el cielo sin testigos
sobre los estanques tendidos a la bartola bajo los ár-
fboles.
Hay algo más que métodos, sistemas y doctrinas :
el aire libre, la luz libre, el agua libre,
el perfil de la voz calcado por el eco,
el alzamiento de los vegetales contra la Economía Po-
flítica,
el gozo del color, el gozo del sabor, el gozo del olor,
la desnudez, los sueños, el buen tiempo, la risa
y la luna recién sacada del horno
repartida entre todos y sin embargo íntegra.

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DEsDE las seis está despierto el humo
que no cesa de señalar con su brazo la dirección del
(viento;
Los bancos conservan el sueño congelado de los vaga-
[bundos
y las vidrieras de los restaurantes aprisionan la calle
y la venden entre sus frutas, botellas y mariscos.
Un pájaro nuevo silba en las poleas
y en los andamios que cuelgan su colu!J1pio de los hom-
[bros de los edificios.
Los chicos suman panes y luceros en sus pizarras de
y los automóviles corren sin saber [luto
que una piedra espera en una curva la señal del destino.

Ametralladora de palabras,
la máquina de escribir dispara contra el centinela invisi-
[ble de la campanilla.
Los ·yunques fragmentan un sueño sonoro de herra-
[duras
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y las máquinas de coser aceleran su taquicardia de sol-
entre el oleaje giratorio de las telas. [teronas

La tarde conduce un fardo de sol en un tranvía.

Obreros desocupados ven el cielo como una cesta de


[manzanas.

Regimientos de frío
dispersan los grupos de vagabundos y mendigos.

El vendedor de pescado, los voceadores de periódicos


y el hombre que muele el cielo en su organillo
se dan la mano a la hora de la cena
en las cloacas y bajo la axila de los puentes
donde juegan al jardín los desperdicios
y sacan la lengua las latas de conserva.
Sus sombras crecen más allá de los tejados puntiagudos
y van cubriendo la ciudad, los caminos y los campos
[próximos
hasta ahogar en su pecho el relieve del mundo.

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lA tarde lanza su primera edición de golondrinas
anunciando la nueva política del tiempo,
la escasez de las espigas de la luz,
los navíos que salen a flote en el astillero del cielo,
el almacén de sombras del poniente,
los motines y desórdenes del viento,
el cambio de domicilio de los pájaros,
la hora de apertura de los luceros.

La súbita defunción de las cosas


en la marea de la noche ahogadas,
Jos débiles gritos de auxilio de los astros
desde su prisión de infinito y de distancia,
la marcha incesante de los ejércitos del sueño
contra la insurrección de los fantasmas
y, al filo de las bayonetas de la ·luz, el orden nuevo
implantado en el mundo por el alba.

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Profesora del DB.undo

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Tú explicas la geografía de las nubes
aliada de las ventanas y de los estanques,
la campana que cuenta despacio sus monedas de oro,
esos jardines que viajan en el viento,
el mar que tiende sus azules redes
para su eterna cacería de palomas :
el mundo todo y su armadura transparente.

Tu cuerpo es un regalo de la tierra.


Perteneces a la república de los pájaros,
las frutas y las plantas , [montañas.
y los cielos desnudos y virginales que se acuestan en las
Tú descifras al hombre la clave fresca del río,
el secreto púdico de las manzanas,
la ternura de la rama que mece su fruto como un hijo,
el movimiento cómplice de las rutas
que esconden una promesa nueva en cada recodo.

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Tú enseñas los recónditos números
con que se enlazan las cosas en la cósmica escala.
Guías el sueño del hombre en los olores y las músicas.
Siembras, mueves y presides los más invisibles creci-
Profesora de amor, indicadora [mientas,
de ese archipiélago desconocido
que hay en la Carta Marítima del cielo.

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Cartel eled:oral del -verde

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VERDE marino, almirante de los verdes.
Verde terrestre, camarada de los labradores,
innumerable anticipo de la felicidad de todos,
cielo infinito del ganado que pasta frescas eternidades.

Luz submarina del bosquecillo


donde plantas, insectos y pájaros viven consumiéndose
en el amor ·callado de un dios verde.
Olor verde de la carnosa cabuya
que en su marmita vegetal elabora
W1 profundo licor
hecho de lluvia y sombra.

Mesa tropical donde suda con su penacho verde


la cabeza tatuada de la piña.
Arbustos de jorobas verdes,
parientes pobres de las colinas.

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Verde música de los insectos que cosen sin cesar
el paño grueso de la grama,
los zancudos que habitan en los violines
y el redoblar del opaco tamborcillo verde de la rana.

La verde cólera del cactus


y la paciencia de los árboles qué recogen en su red verde
una pesca milagrosa de pájaros.
Todo el verde aplacador del mundo
ahogándose en el mar, trepando las montañas hasta el
y corriendo en el río-escuela de desnudez- [cielo
y en la vaca nostálgica del viento.

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EN mi cantón hay grupos de casas y ganado,
sacos de nubes 'que vierten el maíz de plata del granizo,
un cielo que abre y cierra súbitamente sus vidrieras,
Calabazas que duermen un sueño pesado en los caminos,
un torrente que sale de su cueva de monedero talso,
legumbres matinales que viajan al pueblo en mula,
todos los insectos escapados de una tabla de multiplicar
y un aire que manosea a toda hora las frutas.

En mi cantón las flores ofrecen en sus manecitas abiertas


o en sus pequeños puños cerrados
la esencia del silencio de la tierra.
Una cascada escamotea sus espejos
y precipita sus ovejas de agua
como un rebaño por un desiiladero.

En mi cantón los vecinos con'ocen de caballos,


las herraduras imitan la voz de las campanas,

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los sapos centinelas avisan
cuando pasa corriendo la lluvia con sus zancos.
Bajo el órgano de colores del cielo
la cebada innumerable se arrodilla
y el horizonte recostado es un buey
que rumia pausadamente lejanías.

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EL molino de viento, el tambor y la rosa.
El acordeón, el cubo de agua y el espantajo.
La escalera de las gallinas y el sombrero sin sombra.
El muro donde el sol pega su cartel. blanco.

La pala que voltea volúmenes idénticos


y los pájaros de color que maduran sobre las· ramas.
El aire que vive su sueño en la cristalería
y el bastón que se enrosca en la silla de paja.

Las lechugas que van al río en orden escolar.


Las caperuzas subterráneas de los rábanos.
La regadera, el nido y los hongos de la madera :
Cifras verdes, sumandos animados.

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El Lcnn.Lre y la iglesia

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CuATRO ecos se escondían en la iglesia
y ·Jos pasos golpeaban un silencio de madera.

El órgano con sus mugidos de sombra amedrentaba


a los perrillos de las lámparas.

Los niños jugaban afuera sin hacer caso


de ese rodar de toneles de cobre del campanario.

Todo era en ese momento un claro signo:


la mancha de fruta en el periódico abandonado,
el vello del gorrión recién nacido.

Las mujeres se escapaban al campo con los jóvenes


a ver correr la liebre del aire entre las flores.

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La cocinera oía un pájaro escondido
al afilar en la piedra su cuchillo.

Los artesanos gozaban del buen tiempo,


fumaban y charlaban de política,
y por el tallo del humo subían sus palabras al cielo.

Sólo a la puerta de la iglesia meditaba lejos de todos


un hombre que había contraído un irremediable tinte
por el clima desolado del órgano. [palúdico

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Ser't"i.cio

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lAs aguas del cielo, religiosas sirvientas de los árboles
lavan llorando las cortezas
y sirven cubos llenos a la sed de las ramas.
Nodrizas de los frutos niños,
los mecen con un canto de frescura
aprendido en su viaje vertical por la atmósfera

Sólo los pájaros saben su aventura:


la ascensión colectiva por rutas de calor,
el vuelo lento en el dirigible de una nube,
la maniobra aérea de las falanges transparentes
y su vuelta a la tierra en claras muchedumbres

Ya repartidos por igual todos sus cántaros,


las aguas desanudan sus anzuelos frescos
y van a pescar burbujas en las charcas,
esas provincias líquidas del cielo.

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)\RQUITECTURA fiel del mundo,
Realidad, más cabal que el sueño.
La abstracción muere en un segundo :
sólo basta un fruncir del ceño.

Las cosas. O sea la vida.


Todo el universo es presencia.
¿La sombra al objeto prendida
m.odifica acaso su esencia?

Limpiad el mundo-ésta es la clave-


de fantasmas del pensamiento.
Que el ojo apareje su nave
para un nuevo descubrimiento.

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PoeBDas de pasado J~Daña:na

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LAs piedras escalaron en hileras la altura
y se superpusieron el acero y el barro, [hombros
las maderas forzudas que soportan un muro en sus
y los darQs ladrillos que lanzan sones áureos.

El edificio se incorporó poco a poco


desnudando de andamios su peoho de cemento
con un soplo de vida en sus agujeros más recónditos
y sus chimeneas como pilares del cielo.

Las voces, -las pisadas invadieron la usina


y dieron su jugo de fuerza los músculos maduros.
Iniciaron las máquinas su música industrial
que se escapó a las nubes por una escala de humo.

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(As bielas mov~an sus ágiles codos
y las ruedas continuaban su volatín incesante
entre las palmadas de las fajas de cuero
y las risas sin fin de los motores unánimes.

La gimnasia monótona e infantil de las 11,1áquinas


se hacía cada vez con un ritmo más rápido,
hasta que gritaba el pito de la fábrica
como la sirena de un navío de forzados.

Las manufacturas viajaban por millares


hacia las ciudades más lejanas del Globo.
En su lugar volvía el oro en abundancia:
los carros y las pieles de los días más prósperos.

' Cada alba soñaba edificios de vidrio.


•Chimeneas y cúpulas brotaban de la tierra.

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Mas, un día, los puertos del mundo se cerraron
y las manufacturas colmaron las bodegas.

Las bielas, los motores se pararon a un tiempo


en un vasto cementerio de máquinas.
Los brazos se cruzaron ante esa lenta muerte.
El cielo izó su bandera sobre la usina cerrada.

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JuAN, el de las manos que hacen girar las ruedas,
Pedro, que norma el hondo pulso de los motores,
y otros cien compañeros
salieron de la fábrica con rumbo hacia los hombres.

El vacío bostezaba en los armarios


de la vivienda obrera,
y se agrupaba en torno de la mesa sin pan
el coro silencioso de las bocas abiertas.

Despojando la caUe de sus luces


los huelguistas pasaban sin cesar hacia el norte
·Como un río de sombra
que se vierte en el ancho golfo del horizonte

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Pedro, Juan y los otros compañeros
se pusieron al ritmo de la marcha y el canto
y se unieron al bosque innumerable
que amenazaba ahogar la usina entre sus brazos.

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IV

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CArviARADAS: el mundo está construído sobre nuestros
y nuestros pies han creado todas las rutas. [muertos
Mas, bajo el cielo de todos, no hay un palmo de sombra
para nosotros los que hemos hecho florecer las cúpulas.

El pan, nieto rubio del sembrador, el techo


-fronda de barro y sol que éubre la familia-,
el derecho de amar y de andar, no son nuestros:
Somos los negreros de nuestra propia vida.

La dicha, el mar que no hemos visto nunca,


las ciudades que jamás visitaremos
se alzan en nuestros puños cerrados como frutos
anunciando la más grave cosecha de los tiempos.

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¡Sólo el derecho a morir, camaradas del mundo!
Cien manos se reparten las ofrendas del Globo.
Tiempo es ya de lanzarse a las calles y plazas
a rescatar la Obra construída por nosotros.

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V

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UN paso más hacia la floresta de· la pólvora.
al Continente de los frutos de plomo,
donde los pies se enredan en invisibles zarzas.
Ciegos los ojos.

--Buen camarada, llévale este abrazo a mi madre ...


Cae el obrero.
(A un mundo con viviendas baratas y jardines
van los obreros muertos.)

Ametralladora, perro de la muerte:


tu ladrar cesa.
Unos hombres de blusa llegan cantando
de los cuatro extremos de la tierra.

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DiLujo del Lo:anLre

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EL mundo estA cubierto de cunas
que cantan en la noche.

El hombre vive amontonando cubos de piedra


para las casas de los futuros hombres.

Agobiado ·de climas,


orientado entre torres, chimeneas y antenas,
viajero cada día en su ciudad,
náufrago desde las cinco
entre una vegetación eléctrica de avisos.

Amaestrador de máquinas, .
habitante de los rascacielos.
Estás al N orté y al Sur, al Este y al Oeste:
Hombre blanco, hombre amarillo, hombre negro.

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Florecen en sus manos
itinerarios de trenes y de barcos.

Se suman en sus ojos


las mañanas nutridas de periódicos.

El ferrocarril cepílla la tierra


estirando virutas de paisajes,
y el avión se levanta contra la geografía,
guiado por el hombre de manos perfectas.

El Hombre grita
en México y Berlín, en Moscú y Buenos Aires
y sus radiogramas cubren el planeta.

Este es el paisaje de nuestra noche:


La ciudad se ciñe su cinturón de trenes,
cuernos de caracol sacan los proyectores
y desciende un avión, náufrago celeste.

Y se levanta el Hombre inventor del futuro,


circundado de máquinas,
carteles de Lenin, planos de Nueva York
y panoramas del mundo.

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11\IDIC::E

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Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
Soledad de las ciudades ...................... . PÁG. 9
III clase ..................................... .
, IS
Color de La Habana ......................... .
, 21
liuelga ............................... · · · · · · · ·
, 27
Evasión del lunes, ............................ .
, 31
Historia contemporánea ........................ .
,
35

NOTICii\S DEL CIELO

Edición de la tarde ............................ .


, 41
Profesora del mundo .......................... .
,
45
Cartel electoral del verde ...................... .
,
49
El cantón sin nombre ......................... . "· 53
Suma ........................................ . " 57
El hombre y la iglesia ........................ . " 6r
Servicio ..................................... .
El objeto y su sombra ....................... .
," 65
6g

101

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1'

I .................. , ......................... . PÁG. 75
II ..................... , .................... . " 79
III ......................................... . " 83
IV .......................................... . " 87
V ........................................... . " 9I
Dibujo del hombre ............................ . " 95

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Otras oLras de J. Carrera A:ndrade

Boletines de Mar y Tierra (poesías).-Editorial Cer-


vantes. Barcelona, 1930.

Latitudes.-Editorial América. Quito, 19314.

Rol de la Manzana .(poesías).-Editorial Espasa-Cal-


pe. Madrid, 1935~

Antología de Pierre Reverdy.

Cordillera {novela).

Sur del Poema Sintético.

Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"


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Madrid,

Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"

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