Antonio Morales

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Prócer de la Independencia nacido en Santafé de Bogotá, el 6 de septiembre de 1784,

muerto en Panamá, el 8 de junio de 1852. Ídolo de la jornada del 20 de julio de


1810, Antonio Morales Galavís (o Galvis) era miembro del cabildo de Santafé, formó
parte de la Junta de Gobierno que se constituyó el 20 de julio y firmó el Acta de
Independencia.

Biografía
Junto con su padre, Francisco Morales Fernández, desempeñó un papel preponderante
en la revolución del 20 de julio: él se ofreció para "ponerle el cascabel al gato"
en las juntas que precedieron a la gran fecha, cuando Camilo Torres avisó que todo
estaba listo y sólo faltaba la chispa para prender el incendio [... ] Fue Morales
quien descargó un puñetazo sobre el rostro de don José González Llorente, como
primer golpe de la magna lucha que nuestra Patria sostuvo con España hasta lograr
plenamente la independencia [...]. Don José Acevedo y Gómez, el Tribuno del Pueblo,
la figura central de la revolución, describe así la escena inicial de la misma, en
que los Morales fueron protagonistas: “Ayer 20 fueron a prestar un ramillete a don
José González Llorente, para el refresco de Villavicencio, a eso de las once y
media del día, en su tienda de la primera Calle Real, y dijo que no lo daba, y que
despreciaba a Villavicencio y a todos los americanos; al momento que pronunció
estas palabras le cayeron los Morales, padre e hijo; se juntó tanto pueblo, que si
no se refugia en casa de Marroquín, lo matan [...]”. Morales entró al Colegio del
Rosario en 1795, había estudiado jurisprudencia y letras, y era abogado de la Real
Audiencia.

En la Junta Suprema figuró como secretario de la Sección de Gracia y Justicia.


Después se hizo militar (gracias a sus distinguidos servicios el 20 de julio de
1810, fue hecho capitán del Regimiento Auxiliar de Infantería, el 29 de julio). Sin
embargo, cuando en octubre de 1810 se resolvió reformar la constitución del Supremo
Gobierno, Morales fue nombrado secretario de la Junta legislativa [...] En la
Gaceta Ministerial de Cundinamarca, número 4, del 20 de octubre de 1811, se
encuentra esta noticia: “El 15 de octubre salió con el capitán Antonio Morales
parte de la expedición militar en auxilio de Ocaña, contra el partido opresor de
Santa Marta. Total del auxilio, 121 hombres, incluso 21 artilleros, fuera de
oficiales, sargentos y cabos. Morales es el comandante en jefe de la expedición”.

Esta campaña se propaló luego en las del Magdalena y Mariquita, según dice la Hoja
de Servicios -muy incompleta- que se conserva en el Archivo Nacional. Sigue la
Campaña del Norte con el general Antonio Baraya, que terminó con la derrota de éste
y el completo triunfo de Nariño, el 9 de enero de 1813 en las calles de Santafé.
Dos días antes, en Usaquén, hubo un encuentro entre destacamentos comandados,
respectivamente, por Antonio Morales y Antonio Bailli. Morales fue batido, y esto
contribuyó fuertemente -lo mismo que el engaño que sufriera el comandante Atanasio
Girardot en Monserrate- al resultado final de la lucha. Menciona luego la Hoja de
Servicios las campañas de 1816, 1817, 1818 y 1819 en la Nueva Granada y Venezuela.

Efectivamente, en abril de 1816, cuando Morillo, Latorre, Calzada, etc., llegaban a


la capital, y los patriotas desmoralizados se debatían en discusiones entre el
presidente Fernández Madrid y el general Serviez sobre retirarse a Popayán o a los
Llanos, Morales aparece en Ubaté al mando de un escuadrón que había organizado en
Chocontá y que diariamente era diezmado por la deserción. En este último pueblo se
decidió al fin, por intermedio de Santander, la retirada a los Llanos. Morales se
fue con él, su condiscípulo y amigo, a quien acompañó desde entonces con eficacia y
lealtad insuperables, y cuyas peripecias heroicas compartió paso a paso durante los
tres años más duros de la guerra.
Especialmente en el "milagro" de 1818 en Casanare, tuvo Morales parte destacada
como miembro del Estado Mayor. En este carácter escribió de su puño la
manifestación de Santander, al reconocer a Bolívar como presidente de Venezuela, de
que la Nueva Granada cuando estuviera libre, libremente decidiría de su suerte. Fue
designado diputado al Congreso de Angostura, junto con los doctores Zea y Salazar y
con los coroneles Vergara y Uribe, pero no aceptó. En 1819, cuando juntos Bolívar y
Santander planearon la última fase de la celebérrima aventura del paso de los
Andes, Santander fue jefe de la división de Vanguardia, y le seguían el coronel
Pedro Fortoul como jefe de Estado Mayor y el teniente coronel Antonio Morales como
subjefe.

Al consumarse el triunfo de Gámeza, el 11 de julio, tras ocho horas de combate,


Bolívar resolvió despachar a Morales, a quien ascendió a coronel, y al coronel
Fortoul a que insurreccionasen las provincias del Socorro y Pamplona, que estaban
por los godos. En esta comisión prestó Morales magníficos servicios, pero tuvo
también grandes dificultades. Encontró una completa desorganización, los fondos se
habían disipado, la opinión era hostil, se le acusó en forma inmisericorde y estuvo
a punto de ser sometido a Consejo de Guerra. Pero superó los ingentes obstáculos y
atendió de manera no sólo satisfactoria sino sorprendente las requisitorias del
Libertador, del gobierno, de los comandantes de otras provincias.

En noviembre de 1820, Bolívar llegó con Morillo a los tratados de armisticio y


regularización de la guerra. El oficial nombrado por Morillo para anunciarlos al
presidente de Quito y demarcar la línea divisoria, fue el teniente coronel José
Moles. El Libertador nombró al coronel Antonio Morales muy superior al primero por
su viveza, talento y desembarazo para desempeñar la misión que se les había
conferido, dice el historiador Restrepo: “Ellos partieron inmediatamente a su
destino. Se acercaban a Pasto cuando encontraron a los restos fugitivos del
Ejército del Sur, destrozado en Genoy el 2 de febrero de 1821. Los comisionados
lograron contener la persecución y así se salvaron 586 hombres, que Sucre recibió
del infortunado Valdés”.

En tan adversas circunstancias y por en medio de un pueblo amotinado que gritaba


“Viva nuestro amado Rey Fernando VII”, hizo Morales su entrada en Pasto. Su sangre
fría y sutileza diplomática le permitieron dominar la situación y llegar a un
acuerdo con el gobernador don Basilio García. El río Mayo quedó convenido como
línea divisoria. Los comisionados siguieron a Quito, donde el presidente, general
Melchor Aymerich, los recibió muy bien, lo mismo que la sociedad y el pueblo, en su
mayoría colombianistas, que extremaron su deferencia con el representante de
Bolívar. Este desplegó grande habilidad y obtuvo de Aymerich, el 21 de febrero, un
acuerdo satisfactorio.

Lo único a que no accedió fue a considerar la provincia de Guayaquil dentro del


armisticio, por cuanto -dijo- dependía del Virreinato del Perú y además se había
colocado bajo la protección de San Martín. Morales se trasladó a Guayaquil.
Encontró un partido por el rey, otro por la independencia absoluta de la provincia,
otro por su agregación al general San Martín y otro por su dependencia de Colombia.
“Yo he sido bastante afortunado -le decía a Santander en mayo de 1821- y no he
omitido medio alguno para aumentar el último, que lo forman los verdaderos
patriotas, los hombres más sensatos y la parte más seria del pueblo”. Política de
la más fina desarrolló entonces, y el 30 de agosto decía al vicepresidente: “Yo
trabajo sin cesar y tengo mucha esperanza de presentar bien pronto a Guayaquil
unido a la República”.
Lo mismo creía Sucre. Sin embargo, el fausto suceso tardó todavía once meses y
requirió el triunfo de Pichincha y la presencia de Bolívar. El trabajo de Morales
no fue solamente diplomático, sino de suma actividad militar y administrativa.
Estrechamente unido a Sucre, hizo bajo su dirección excursiones por el Pacífico
hasta Buenaventura, reorganizó las fuerzas sutiles y las terrestres, renovó las
defensas del puerto, arbitró recursos de toda especie. En un momento dado, la Junta
de Gobierno depositó el mando militar de la provincia en el general Sucre; éste lo
pasó al coronel Morales, salió a campaña y consiguió la victoria de Yaguachi.

Después de ella, Sucre escribía a Santander: “Recomiendo a usted los asuntos de


Morales: sirve con mucho interés y eficacia y su infatigable trabajo ha sido un
descanso para mí cuando me hallaba con 3.000 enemigos invadiendo la Provincia, y yo
apenas con 1.200 para defenderla. Morales era en la capital el apoyo de mis
medidas, y debemos mucho a sus servicios: queda aquí encargado de todas las cosas
nuestras colombianas”. De la Comandancia General de Guayaquil pasó Antonio Morales
a la Jefatura de Estado Mayor de la División del Sur. En este carácter felicitaba a
Santander por su elección para vicepresidente de Colombia y le decía al despedirse:
“Hasta que le escriban a usted mi muerte en el combate, o tenga el placer de darle
el parte de una victoria”.

En el mismo carácter y con la misma decisión, tomó parte distinguidísima en la


batalla de Pichincha, el 24 de mayo de 1822, al lado de Mires, de Córdoba, de
Cestaris, de Santacruz, de Abdón Calderón, quedando ya inscrito entre los grandes
capitanes de la guerra de independencia. “Creo haber hecho mi deber. El general
Sucre lo había anunciado, el Libertador lo sabe y mis compañeros de armas están
satisfechos de mi comportamiento”, decía sin jactancia. Volvió a Guayaquil,
intervino en los pormenores de la entrevista de Bolívar y San Martín, y Bolívar
volvió a nombrarlo comandante general de Armas del Departamento, en agosto, al
partir para el Perú. Sus nuevos servicios fueron tan satisfactorios, que el
Libertador, en el cuartel general de Payasca, el 17 de diciembre de 1823, lo
ascendió a general de brigada y lo confirmó en el empleo de comandante general de
Guayaquil.

En marzo de 1825, Morales Galavís fue nombrado ministro plenipotenciario cerca del
gobierno de Guatemala, al mismo tiempo que Sucre para el Perú, Héres para Chile y
el doctor Agustín Gutiérrez para Francia y Holanda. Un año después partió a su
destino. Logró que se canjeara el tratado firmado en Bogotá con don Pedro Molina el
15 de marzo de 1825, dejando una constancia que nuestro gobierno había convenido
con el inglés para aclarar el sentido del artículo 13 y refiriendo a la voluntad de
su gobierno y Congreso la aceptación de unas modificaciones a los artículos 15 y
19, introducidas en la aprobación centroamericana. Inició así el general Morales
una discusión que aún dura en el Derecho Internacional sobre las enmiendas y
reservas a los tratados.

Llevó también el general Morales instrucciones y poderes para tratar sobre límites
y sobre combinación de escuadras para acabar con la española en nuestros mares. A
pesar de la buena acogida que tuvo nuestro plenipotenciario, no fue posible avanzar
estas negociaciones por el estado de descomposición y revuelta en que se hallaba la
Confederación. Logró solamente que ésta fijara su posición en materia de límites.
Las notas e informes del general Morales que se guardan en nuestro Archivo
Diplomático, ponen de relieve sus altas calidades en este campo. Calidades que el
gobierno quiso aprovechar nombrándolo ministro en el Perú. Salió de Guatemala en
noviembre de 1829 y llegó a Guayaquil en febrero de 1830.
Todavía en 1836 reclamaba al gobierno de Bogotá la cancelación de sus sueldos. El
Ecuador, separado de Colombia y sojuzgado por Flórez, era presa de agitaciones sin
término. En 1834 -según informes del comandante de Pasto, general J. M. Obando-
había estallado una revolución en Quito, y de Cuenca habían salido a auxiliarla los
excelentes generales granadinos Morales y González, amigos del caudillo demócrata
Vicente Rocafuerte. Pero éste se plegó luego a Flórez. En 1836 después de Miñarica,
era presidente Rocafuerte y ministro de Guerra Antonio Morales. Este le escribía
entonces al presidente de Nueva Granada, Santander, para exaltar las felices
circunstancias que se presentaban en las relaciones de los dos países, estando
unidos los dos mandatarios por el aprecio y la confianza.

Agregaba: “Nacido en Nueva Granada, lleno de hijos en el Ecuador, afecciones muy


poderosas me llaman hacia la prosperidad de estos dos pueblos. Miro con transporte
cuanto dice relación a ellos, y me causa un efecto contrario cuanto pueda turbarlo
[...]”. Morales, cuya actuación se nos escapa en estos últimos tiempos, dejó al
Ecuador en 1845, pasó a Panamá y se estableció en la población de Penonomé. De allí
dirigió un memorial en mayo de 1847 al gobierno de Bogotá para “pedir que se me
conceda la honra de pertenecer nuevamente al Ejército de la tierra en que nací, por
cuya independencia he prestado servicios, aunque pequeños, y por cuya conservación
y la del honor nacional sacrificaría cuanto exijan de mí el honor militar, el amor
a la Patria, su libertad, su independencia, su gloria y sus leyes”.

El secretario de Guerra, general Valerio Francisco Barriga, le organizó un proyecto


de Hoja de Servicios -que citamos al comienzo- para los efectos de pensión, según
la ley de 20 de mayo de 1846, la cual le fue fijada en 800 reales mensuales. “El 20
de julio de 1847 fue inscrito como general de la Nueva Granada y se le llamó al
servicio activo como comandante de armas de Panamá, en cuyo cargo le sorprendió la
muerte el 8 de junio de 1852”, dice el historiador panameño Ernesto J. Castillero.
Éste encontró la partida de defunción en el archivo parroquial de La Merced -libro
6 número 33; el testamento en el Archivo Nacional, fechado en Panamá dos días antes
de la muerte [Ver tomo l, Historia, "El 20 de Julio de 1810", pp. 223-242].
Próceres de la Independencia.

Fabio Lozano y Lozano

Esta biografía fue tomada de la Gran Enciclopedia de Colombia del Círculo de


Lectores, tomo de biografías.

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