Resumen Rivero El Método Analógico
Resumen Rivero El Método Analógico
Resumen Rivero El Método Analógico
En Fundamentos de Lenguaje y en su estudio sobre los “Dos tipos de afasia” Roman Jakobson
postula la hipótesis de la naturaleza bipolar del lenguaje. El lenguaje, entendido aquí en
sentido amplio como cualquier sistema semiótico, aparece organizado a partir de dos ejes, el
metafórico y el metonímico. Esta hipótesis se construye sobre la idea estructuralista
saussureana de la lengua como sistema de relaciones de dos tipos, sintagmáticas o in
praesentia y asociativas o in absentia, presentada inicialmente en el Curso de Lingüística
General de Saussure, y se asocia con el concepto de lengua como objeto social y sistema
inmanente de valores puros.
Dicha hipótesis es trabajada por Jakobson en relación con el sistema lingüístico, su descripción
sincrónica, su adquisición, atrición -en el caso específico de las afasias de contigüidad y de
similitud-, desarrollo diacrónico, así como también en otros sistemas semióticos tales como la
literatura, la música, la pintura, el cine, los rituales, los sueños. La metáfora, basada en la
sustitución, la selección y la similitud -la analogía-, rige al paradigma, mientras que la
metonimia, sintagmática, se basa en la combinación y contextualización, la contigüidad, la
línea y la secuencialidad. El pensamiento científico, como sistema semiótico, y sus métodos
puede ser analizado desde estos dos conceptos.
Es posible pensar los ejes metafórico y metonímico como rectores de los métodos de la
ciencia, a saber inducción, deducción, abducción y analogía. Sostenemos aquí que una mirada
que permita la interacción de ambos ejes habilita la apertura de nuevas líneas de exploración
en el objeto.
La inducción supone la clase –lo general- a partir de la suma de unidades diferentes –lo
particular. Esta relación podría representarse de la siguiente manera:
a + b + c + d + … Clase (Z)
Clase (Z) a + b + c + d
En el argumento deductivo la validez de la conclusión está garantizada por las premisas. Tanto
la inducción como la deducción apoyan la noción de constituyente, central en el campo de la
Lingüística.
Mientras que la inducción denota el aspecto extensional del conocimiento por su carácter de
generalización; la abducción se sostiene en su carácter intensional.
La abducción postula la equivalencia entre cualquiera de las partes y la clase, lo cual, si bien
sigue sosteniendo una relación de inclusión, borra la oposición componente/clase, en tanto la
clase es reflejo del componente y viceversa.
“[…] El razonamiento analógico […] es la inferencia de que una pequeña colección de objetos
que coinciden en varios sentidos puede, muy probablemente, coincidir en otros.”
En sus Collected Papers Charles Sanders Peirce ve la abducción como “la adopción de una
hipótesis o una proposición que pueda llevar a la predicción de que parecen ser hechos
sorprendentes (…)” En este sentido, la abducción posibilita el descubrimiento y la invención y,
considera Peirce, es el único método que permite el ingreso de nuevas ideas, en
contraposición con la deducción y la inducción, que trabajan sobre estados de cosas. En
verdad, es la abducción la que permite la formulación de hipótesis explicativas, mientras que la
deducción posibilita la formulación de predicciones y la inducción, de su verificación.
Por lo tanto,
Posible ejemplo: (1° premisa: Los seres humanos son mortales 2° premisa: Los atenienses son
seres humanos. Conclusión: Los atenienses son mortales.)
En su trabajo sobre la analogía en la gramática Blevins & Blevins (2009) ven al razonamiento
analógico como al tipo de razonamiento en la base de la cognición humana que subyace al
descubrimiento de patrones y correlaciones, de similitudes estructurales entre elementos
perceptualmente diferentes, y que puede derivar en inferencias nuevas sobre el mundo.
“La deducción prueba que algo debe ser; la inducción muestra que algo es realmente
operativo; la abducción se limita a sugerir que algo puede ser.”
Si bien Peirce propone tres métodos, a saber, inducción, deducción y abducción y ubica a la
analogía junto a la abducción, aquí establecemos una distinción entre la analogía, en la línea
de la metáfora, y la abducción, indicial.
Entendida de esta última manera, la analogía presenta una ruptura mayor en tanto tipo de
relación enfocada en relaciones de equivalencia – relaciones metafóricas –no de inclusión.
Z=X=Y
Abre líneas disparadoras hacia otros objetos de naturaleza diferente y, al hacerlo, reescribe el
objeto mismo.
En su estudio sobre la ciudad De Certeau propone dos miradas: una, la vista de Manhattan
desde el piso 110 del World Trade Center; la otra, la del caminante urbano. La primera (la
visión panorámica) propone una separación corporal, un alejamiento del objeto, la creación de
un lugar propio y exterior, a partir de la operación de un “Ojo solar” que domina el conjunto, la
totalidad textual y crea la ficción del conocimiento de la ciudad a partir de una suerte de mapa
urbanístico. El método de conocimiento propio de la ciencia clásica es el de un “conocimiento
óptico”.
La fuerza de sus cálculos [de la estadística] se sostiene gracias a su capacidad de dividir, pero
es precisamente por la fragmentación analítica que pierde lo que cree buscar y representar.
La segunda mirada (la del caminante urbano) es la de la enunciación, la del vagabundeo del
uso lingüístico. Escapa a la ruta en función del arbitrio del caminante que traiciona la
instrucción del mapa. Se constituye en el lugar del equívoco, del retroceso, de “los atajos,
desviaciones o improvisaciones del andar [que] privilegian, cambian o abandonan elementos
espaciales”. La retórica del andar es la de la sinécdoque y el asíndeton, la metonimia, la deixis
y la contigüidad. Es el lugar de la heterogeneidad y el collage, del relato artesanal privado, de
la memoria diseminada del sujeto. “Los relatos se privatizan y se hunden en los rincones de los
barrios, de las familias o de los individuos.” La mirada táctica recoge estos no-espacios de la
subjetividad.
La ciencia parece estar típicamente regida por el paradigma de la vista, como sentido
privilegiado que parece ocurrir recurrentemente en las distintas metáforas que rigen este
sistema cognitivo.
En “La centralidad del ojo en la cultura occidental” Chris Jenks analiza cómo en la sociedad
occidental la vista ha sido considerada como posibilitadora de acceso inmediato al mundo
externo y, por ende, ha sido amalgamada a la cognición: la vista se ha independizado de los
otros sentidos, considerada autónoma, libre e incluso pura, por un lado. En contraste, se
considera a los símbolos visuales como mundanos, subordinados y de interpretación
contingente. Las cosas se analizan desde su aspecto, tanto en su forma como en su contenido.
En el paradigma de las ciencias sociales la observación –con su implicación de pasividad y
distanciamiento –rige a la metodología (tanto al método como a la técnica) y la visualidad al
vocabulario científico.
Destaca tres supuestos que rigen nuestros modos de ver en la modernidad: respecto del
carácter finito y visible de los fenómenos sociales (“la doctrina de la inmaculada percepción”
del positivismo comtiano, el canon del empirismo, que proporciona “los criterios para evaluar
la validez de las descripciones de la realidad y nuestras proposiciones sobre el mundo”, de un
mundo por ser visto), de la visión clara (moral y política) del teórico (a través de las nociones
de selección y enfoque –que tornan visible al objeto –y abstracción –que pone en perspectiva,
traspone mundos de un plano a otro y que, al descreer en un mundo preexistente pasible de
ser mirado, crea/destaca imágenes en diferentes regímenes escópicos: el problema teórico es
el que determina el material) y de la forma de la relación visual que se sostiene entre el teórico
y sus fenómenos (la reflexividad en el método, que implica la visión de la ideología de la
“objetividad” como ideológica en sí.
A continuación discutiremos dos miradas analógicas de la modernidad, construidas a partir del
paradigma de los sentidos. En primer lugar, la lectura de Martin Jay (2003) amplía el paradigma
analógico de la vista a través de la noción de “régimen escópico” –que amalgama mirada y
deseo–, como central para la interpretación de la época hacia la noción de “subculturas
visuales”. En segundo lugar, la lectura de Onfray, que amplía dicho paradigma en el marco de
su filosofía epicúrea, hacia un paradigma analógico multisensorial en el conocimiento del
objeto.
Cuestiona, por otra parte, la unicidad del ¨régimen escópico¨ de lo moderno como
ocularcéntrico y propone que ¨el mejor modo de entender el régimen escópico de la
modernidad es concebirlo como un terreno en disputa, antes que como un conjunto
armoniosamente integrado de teorías y prácticas visuales”.
(Agregado: Martín Jay define como régimen escópico el modo de ver de una sociedad, ligado a
sus prácticas, valores y otros aspectos culturales, históricos y epistémicos.)
El tercer modelo presentado por Jay es el del Barroco, que desafía al modelo escópico
cartesiano dominante, en tanto se presenta como múltiple, extravagante, contradictorio,
colorido, intelectualmente opaco, ilegible –y, por lo tanto, escabullido de la mirada única
divina -. El cuerpo y su deseo en primer plano desplazan al sujeto descorporizado cartesiano.
La “locura de la visión” barroca, que escapa al orden y la linealidad, es según Jay la que se
filtraría en la posmodernidad a través de lo que Buci-Gluckman llama el “palimpsesto de lo
inmirable”.
Si bien Jay pluraliza los modelos visuales explicativos de la modernidad, apartándose de una
interpretación unívoca (cartesiana) de la modernidad, sostiene su trabajo a partir de la noción
de “régimen escópico” (en alusión al término utilizado por Christian Metz para analizar la
relación entre cine y voyeurismo), desde los modos de ver (los “modos de mirar” de Berger)
como paradigmáticos de una época.
[Un régimen escópico] presupone que junto al estudio fisiológico del funcionamiento de la
visión, junto al análisis fenomenológico de la conciencia de imagen y a la descripción de la
estratificación del fenómeno visual, junto, en definitiva, al análisis del complejo entramado de
esquemas perceptivos, memorias y expectativas que constituye el papel activo y constructivo
del espectador (el beholder's share de que habla Gombrich), se desarrolla una reflexión sobre
la multiplicidad de los factores culturales, sociales y tecnológicos que estructuran el proceso
del ver, subrayando cómo dicho ver tiene siempre lugar en referencia a un sinfín de formas de
representación, a una red de creencias y prácticas interpretativas socialmente compartidas, a
un entrecruzamiento con la esfera del placer y el deseo, y en el interior de determinadas
posibilidades de visión que son configuradas por la acción de los instrumentos y los aparatos
que regulan la producción y el disfrute de las imágenes.
[…] sería mucho más de un modo de representación o una manera de comprensión. Ha de ser
entendido como el complejo entramado de enunciados, visualidades, hábitos, prácticas,
técnicas, deseos, poderes... que tienen lugar en un estrato histórico determinado. Para
entender lo que significa un régimen escópico, habría que atender, como ha intuido Mitchell,
no sólo a la “construcción social de lo visual”, es decir, a lo manera en que lo que vemos, lo que
nos queda de una época responde a unos parámetros culturales concretos, sino también, y
sobre todo, a la “construcción visual de lo social”, al modo en el que se visualizan los propios
esquemas y diagramas culturales e históricos.
Jay reconoce que el tercer régimen escópico, el barroco, escapa al dominio exclusivo de la
vista. La experiencia visual barroca tiene una cualidad profundamente táctil o tangente, lo cual
le impide inclinarse hacia el ocularcentrismo absoluto de su rival, el perspectivismo cartesiano.
Sin embargo, en su interpretación, lo mantiene como uno de los tres regímenes visuales
alternativos de la modernidad, una de las “tres típicas subculturas visuales ideales”. [39] La
noción de régimen escópico –tanto en su interpretación unívoca como plurívoca –que se
constituye, así, en metáfora para el conocimiento analógico del objeto, se construye sobre un
sentido único, la vista y, en conjunción con el deseo, la mirada.
Ivins (1978) analiza el rol preponderante de la vista (sobre los otros sentidos) en el paradigma
de la ciencia y le confiere a su acento la responsabilidad por la habilitación de la
sistematicidad, el pensamiento racional y el análisis cuantitativo en la ciencia, erigiendo a la
vista en una superación del tacto, el oído, el gusto y el olfato.
En este texto Onfray realiza una lectura analógica que permite el cruce de dos objetos, el
champán y el Barroco, y su apertura desde el tratamiento de todos los sentidos.
Fuertemente signada por las ciencias naturales, la Lingüística se define por los métodos
inductivo y deductivo. El tratamiento del caso, del ejemplo, que a veces ha sido interpretada
como la es en realidad el tratamiento del ejemplar, el token de la distinción tipo/token que, en
realidad, implica la posible generalización.
Si bien De Certeau [60] considera que los trabajos dentro de la sociolingüística de Labov –de la
misma manera como Geertz [61] lo considera respecto de la Teoría de los Actos de Habla de
Austin y Searle –se acercan más al paradigma de lo táctico analógico en tanto “ponen de
relieve los procedimientos de interacciones cotidianas relativas a estructuras de expectación,
de negociación y de improvisación propias del lenguaje ordinario”, a menudo el sociolingüista
no puede escapar a la tentación de la ley y postula la singularidad del caso como prueba de la
categoría. Sucumbe, entonces, al pensamiento metonímico dominante en el campo.
El CLG usa comparaciones y metáforas para acompañar el debate sobre la naturaleza del
lenguaje. En contraste, los mecanismos de comparación en Los Libros de Alicia parecen
alinearse con el género del nonsense (sinsentido) para el énfasis dramático de las
características del objeto lengua, lo cual contribuye a su análisis y redefinición desde una
perspectiva singular. El efecto de resemantización de algunos problemas del lenguaje
habilitado por la utilización de la analogía como método de conocimiento permite reconstruir
el objeto, como consecuencia de mecanismos de argumentación específicos del campo.
El juego de ajedrez, el tren de Ginebra a París de las 8:45, la calle destruida y reconstruida, el
tallo de una planta, el corte de una hoja de papel, aire y agua, dinero, un traje, una columna,
una máquina, son algunas de las comparaciones utilizadas en la argumentación del CLG de
Saussure para discutir los conceptos de sistema de la lengua, valor e identidad, sincronía y
diacronía, forma y sustancia, relaciones sintagmáticas y asociativas.
Los ejemplos no lingüísticos se utilizan de dos maneras alternativas en el CLG: para mostrar
similitud o diferencia entre los términos lingüísticos y no lingüísticos. Ambos procedimientos se
presentarán a continuación.
Este carácter (el de las identidades y diferencias, que se confunde parcialmente con el de las
entidades y las unidades) se desprende bien de la comparación con algunos hechos tomados
de fuera del lenguaje. Así, hablamos de identidad a propósito de dos expresos “Ginebra París,
8 hrs 45 de la tarde”, que salen con veinticuatro horas de intervalo. A nuestros ojos, es el
mismo expreso y, sin embargo, probablemente la locomotora, los vagones, el personal, todo
es diferente. O bien si una calle es destruida y luego reconstruida, decimos que es la misma
calle, aunque materialmente luego quizá no subsista nada de la antigua. ¿Por qué se puede
reconstruir una calle de arriba abajo sin que deje de ser la misma? Porque la entidad que la
constituye no es puramente material; está fundada en ciertas condiciones a la que es extraña
su materia ocasional, por ejemplo su situación con respecto a las otras calles; parejamente, lo
que hace al expreso es su hora de salida, su itinerario y en general todas las circunstancias que
lo distinguen de los otros expresos. Siempre que se realicen las mismas condiciones se
obtienen las mismas entidades. Y sin embargo tales entidades no son abstractas, puesto que
una calle o un expreso no se conciben fuera de una realización material. [68]
Esta relación de comparación, que muestra que la lengua se comporta como el término no
lingüístico, se encuentra representada en la siguiente tabla:
Similitud
Lengua Tren/calle
Identidad material - -
Identidad de + +
Por otra parte, la comparación puede servir el propósito de establecer una disimilitud en la
conducta entre términos lingüísticos y no lingüísticos. La comparación del traje es un ejemplar
de esta función, utilizado para explorar la perspectiva de que la identidad material y la
identidad de valor son dos propiedades diferentes, que pueden comportarse de manera
diferente en objetos diferentes. De hecho, el CLG discute la idea de que dos unidades puedan
ser idénticas materialmente (dos trajes) pero no compartir el mismo valor.
Opongamos a los casos precedentes este otro –tan diferente –de un traje que hubieran robado
y que yo encuentro en la tienda de un ropavejero. Aquí se trata de una entidad material, que
reside únicamente en la sustancia inerte, el paño, el forro, los adornos, etc. Otro traje, por
parecido que sea al primero, no será el mío. Pero la identidad lingüística no será la del traje,
sino la del expreso y de la calle.
La presentación de la comparación del traje destaca la tesis a través del negativo con el
propósito de cancelar lo que no corresponde al objeto de estudio.
Diferencia
Similitud
Tren/calle Lengua Traje
Identidad Material - - +
Identidad de Valor + + -
Las otras instituciones humanas – las costumbres, las leyes, etc. – están todas fundadas, en
grados diversos, en la relación natural entre las cosas; en ellas hay una acomodación necesaria
entre los medios empleados y los fines perseguidos. Ni siquiera la moda que fija nuestra
manera de vestir es enteramente arbitraria; no se puede apartar más allá de ciertos límites de
las condiciones dictadas por el cuerpo humano. La lengua, por el contrario, no está limitada
por nada en la elección de sus medios, pues no se adivina qué sería lo que impidiera asociar
una idea cualquiera con una secuencia cualquiera de sonidos.
El juego de ajedrez en el CLG es la comparación que capta perfectamente los dos mecanismos
descriptos: una comparación por similitud y por disimilitud.
Pero de entre todas las comparaciones que se podrían imaginar, la más demostrativa es la que
se hace entre el juego de la lengua y una partida de ajedrez. En ambos juegos estamos en
presencia de un sistema de valores y asistimos a sus modificaciones. Una partida de ajedrez es
como una realización artificial de lo que la lengua nos presenta como en forma natural.
En contraste, una sección de la metáfora del juego de ajedrez permite también la exhibición
del mecanismo de disimilitud, en relación con la voluntad en la lengua.
No hay más que un punto en que la comparación falla: el jugador de ajedrez tiene la intención
de ejecutar el movimiento y de modificar el sistema, mientras que la lengua no premedita
nada; sus piezas se desplazan –o mejor se modifican –espontánea y fortuitamente […].
El CLG argumenta sobre las propiedades del objeto lengua a través de la utilización de un
método que consiste en la presentación de una oposición, la caracterización de sus dos
miembros y la eliminación de uno de los términos. A través de este método la teoría da cuenta
de lo que efectivamente ocurre en la lengua.
Alternativamente, Carroll propone una teoría sobre lo que sucede y no sucede en el objeto
lengua, ubicando al mismo nivel lo que es lícito en la lengua y lo que se constituye en una
violación del sistema. La coexistencia sin problemas de los opuestos, la aparente contradicción
que se sostiene, la multiplicidad y la ambigüedad parecen estar en la base del objeto lengua
construido en Los Libros de Alicia. No se descarta ningún rasgo; por el contrario, todos los
términos coexisten en la Literatura del Nonsense, del Sinsentido.
Lengua y Referencia
El principio de arbitrariedad determina que no hay una relación natural entre significante y
significado. Esto no implica que el individuo tenga la libre elección de atribuir un significante a
un significado: solo que no hay una conexión natural entre ellos. Tal relación es convencional,
acordada socialmente, y surge del sistema mismo, de manera absoluta o relativa.
Saussure retorna a una versión de este debate para criticar los métodos de las escuelas
Comparatista y Neogramática del siglo XIX. En el Curso no se considera a la lengua un
inventario de nombres que corresponden a una lista de cosas. El significado de una palabra no
es el objeto preexistente que la palabra sustituye:
Para ciertas personas, la lengua, reducida a su principio esencial, es una nomenclatura, esto es,
una lista de términos que corresponden a otras tantas cosas. […]
Esta concepción es criticable por muchos conceptos. Supone ideas completamente hechas
preexistentes a las palabras […]; no nos dice si el nombre es de naturaleza vocal o psíquica […];
por último, hace suponer que el vínculo que une un nombre a una cosa es una operación muy
simple, lo cual está bien lejos de ser verdad. Sin embargo, esta perspectiva simplista puede
acercarnos a la verdad al mostrarnos que la unidad lingüística es una cosa doble, hecha con la
unión de dos términos.
El juego caballo/ronco (horse/hoarse) en la conversación entre Alicia y los pasajeros del tren
en ATE remite a la relación de arbitrariedad entre significante y significado. No hay una
relación natural entre el significante hoarse (ronco) y el concepto “que suena duro y poco
placentero”, y el concepto “gran animal de cuatro patas que se usa para cabalgar”. La conexión
entre los significantes y los significados es puramente convencional.
Sin embargo, las correlaciones entre tono de voz bajo/tamaño de letra pequeño en este
episodio violan el concepto de naturaleza social del acuerdo de la lengua y de determinación
del valor del signo dentro del sistema. La concepción nominalista de la lengua parece
sostenerse en este punto.
La voluntad en la lengua.
“La colectividad es necesaria para establecer valores cuya única razón de ser está en el uso y
en el consenso general; el individuo por sí solo es incapaz de fijar ninguno.” [89]
El juego de ajedrez, una de las más famosas explicaciones comparatistas para la noción de
lengua como sistema de valores. Efectivamente, Saussure considera el juego de ajedrez como
la comparación que capta mejor la esencia de la lengua, como ya se discutió.
Carroll organizó su trabajo mismo como un juego de ajedrez, y los episodios en el libro, donde
Alicia encuentra a los diferentes personajes del espejo, son el resultado de las movidas
sucesivas de las piezas de ajedrez. Durante este juego algunas de las leyes que habitualmente
lo rigen –y que rigen también al lenguaje! –resultan alteradas. Se discutirán los casos
específicos de los tipos de relaciones establecidas en el sistema.
El CLG muestra que, a pesar de los cambios momentáneos en el estado del tablero, el juego es
todavía el mismo. El movimiento de las piezas determina el cambio general de todo el estado
del juego porque el valor de cada elemento en el sistema depende de la posición de todas las
otras unidades en el sistema. Un cambio en una unidad determina un cambio en todas las
relaciones en el tablero.
El sistema de la lengua está regido por las relaciones sintagmáticas y asociativas, establecidas
entre términos co-presentes y alternativos, respectivamente. Las relaciones sintagmáticas
están basadas en el principio de linealidad y concatenan signos a los largo de una cadena
temporal. La coexistencia de todos los elementos en el sintagma crea valor.
Las relaciones asociativas, en cambio, se apoyan en asociaciones mnemónicas de sonido y
significado y en la alternancia de los términos. El Curso establece la imposibilidad de que dos
unidades del paradigma coexistan sintagmáticamente.
Dicho diálogo entre Literatura and Lingüística sobre la naturaleza y definición del objeto lengua
dispara nuevas preguntas y matices sobre el problema de la lengua. “El método de la locura”
acompaña a la locura del método en el diálogo entre la Lingüística y la Literatura. El método
analógico, que aquí permite trasvasar campos y poner en contacto a través de un efecto de
lectura paradigmática dos objetos diferentes, habilita otra mirada cognoscitiva sobre el objeto
lengua.
CONCLUSIONES:
Marafioti (2004) sostiene que “el razonamiento metafórico argumenta que dos clases
diferentes de cosas son, en un sentido, la misma cosa porque comparten por lo menos algunas
propiedades […]” “En el razonamiento metafórico […] el objetivo es mostrar que dos cosas son,
en cierto sentido, del mismo tipo precisamente porque comparten algunos rasgos no
evidentes a primera vista. Por esa razón puede ser visto principalmente como un proceso
abductivo”. En este trabajo, sin embargo, preferimos señalar su especificidad a partir del
carácter icónico análogo del razonamiento metafórico, en oposición al carácter indicial de la
abducción.
Una lectura analógica es una lectura metafórica en la que dos textos (en sentido amplio) de
naturaleza diferente, de dos campos del saber diferentes en este caso, se ponen en contacto.
La metáfora aparece, así, como un método de conocimiento que permite que nuevos rasgos
emerjan respecto del objeto: la lengua, en este caso.