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Gazeta de Antropología, 1997, 13 · Recensiones · http://hdl.handle.

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RECENSIONES DE LIBROS

01
Pierre Bourdieu:
Razones prácticas. Sobre la teoría de la acción.
Barcelona, Anagrama, 1997 (traducción de Thomas Kauf).

02
Francisco Vázquez García y Andrés Moreno Mengíbar:
Sexo y razón. Una genealogía de la moral sexual en España (siglos XVI-XX).
Madrid, Akal, 1997.

03
Joan Prat:
El estigma del extraño. Un ensayo antropológico sobre sectas religiosas.
Barcelona, Ariel, 1997.

04
Joan Prat:
El estigma del extraño. Un ensayo antropológico sobre sectas religiosas.
Barcelona, Ariel, 1997. [bis]

05
José Antonio González Alcantud y Salvador Rodríguez Becerra (coord.):
Creer y curar. La medicina popular.
Granada, Diputación Provincial, 1996.

06
Enrique Luque Baena:
Antropología política. Ensayos críticos.
Barcelona, Ariel, 1996.

Recensión 01

Pierre Bourdieu:
Razones prácticas. Sobre la teoría de la acción.
Barcelona, Anagrama, 1997 (traducción de Thomas Kauf).

Por Carmen Rodríguez Guzmán

Razones prácticas son siete conferencias pronunciadas por Bourdieu en varias instituciones prestigiosas
del mundo desarrollado. Una intención atraviesa toda la obra: poner de manifiesto el procedimiento y las
herramientas conceptuales necesarias para entender el complejo universo de lo social. Objetivo
ambicioso que no tarda en llevar a cuestiones reales.

Desde el comienzo, en el «Prefacio» y en la primera de las conferencias que aparecen, «Espacio social
y espacio simbólico», Bourdieu deja claro que para él «lo real es relacional». Que es un ejercicio vano y
erróneo la descontextualización de cualquier descripción y análisis que se haga de un grupo, porque
éste actúa en un momento y espacio social determinado que condiciona el campo de lo posible. Y que,
por otra parte, lo relacional nos conduce a la «distinción», a la diferencia. Los rasgos distintivos sólo
existen cuando se ponen en relación con otras propiedades. En los conceptos de espacio social y
habitus toma cuerpo su filosofía de la ciencia «relacional y disposicional».

1
Haciendo gala de un espíritu un tanto provocador, afirma que las clases sociales no existen. Lo que
existe es un espacio social de diferencias, en el que las clases sociales existen no como algo dado sino
como algo en permanente construcción. En este sentido, apuesta por el estudio de los mecanismos que
se encargan de la reproducción del espacio social y del espacio simbólico, en detrimento de la
obcecación por presionar a la realidad con un modelo teórico preconcebido.

Hablando de mecanismos de reproducción social, Bourdieu, a través del análisis de la institución


escolar, en «El nuevo capital», ejemplifica como se lleva a cabo la reproducción de la estructura de la
distribución del capital cultural, uno de los dos principios de diferenciación, junto con el capital
económico, de las sociedades avanzadas. La escuela selecciona y separa a los poseedores del capital
cultural heredado de los que carecen de él, produciendo así una nobleza escolar hereditaria legitimada
por el título escolar. Pero no se debe caer en el recurso fácil del conspiracionismo, es decir, creer que la
resultante es fruto de un plan perfectamente orquestado, ya que los agentes reproducen, la mayoría de
las veces, el orden sin saberlo, ni quererlo.

El culto a la escuela como instrumento de perpetuación de la desigualdad social supone un obstáculo


para el rendimiento técnico del sistema. Prueba de ello es el desprecio a la formación profesional y el
apoyo a la enseñanza privada.

Una de las intenciones más evidentes que se propone Bourdieu con sus propuestas conceptuales
(conocidas ya por otras obras suyas) es «resolver» algunas cuestiones que la teoría marxista no culminó
con éxito. Sin duda, el tema de las clases sociales es el meollo de la cuestión. En el anexo «Espacio
social y campo del poder», Bourdieu sostiene que Marx dio soluciones teóricas a un problema práctico:
«la necesidad, para cualquier acción política, de reivindicar la capacidad, real o supuesta, en cualquier
caso creíble, de expresar los intereses de grupo; de manifestar --es una de las funciones principales de
las manifestaciones-- la existencia de ese grupo y la fuerza social actual o potencial que son capaces de
aportar quienes lo expresan y, por eso mismo, lo constituyen como grupo» (página 48).

Con la noción de espacio social soluciona el problema de la existencia o no de las clases sociales,
porque no niega lo esencial: la diferenciación social generadora de antagonismos individuales y
colectivos.

En su intento de desmontar el entramado de supuestos sobre los que se levanta la sociología actual,
Bourdieu pone el dedo en la llaga con la pregunta, que da título a uno de los mejores capítulos de este
libro, «¿Es posible un acto desinteresado?». Para exponer sus tesis sobre la noción de interés, sustituye
a ésta por otros conceptos como illusio (el hecho de tomarse el juego en el que uno está metido en
serio) o libido. El mundo social mediante la socialización transforma la libido biológica, la pulsión
indiferenciada, en libido social, intereses específicos. Éstos son intereses socialmente constituidos,
varían en función de las cosas que se consideran importantes o carentes de todo interés en cada
espacio social.

Al pensar la acción social, dos hipótesis marcan la reflexión sociológica: los agentes se mueven por
razones conscientes, para conseguir unos fines con el menor coste posible; y, los motivos se reducen a
lo económico, al beneficio material. De lo que se trata es de buscar la complejidad que dé cuenta de
cómo se produce cualquier acción social. Por lo tanto, hay que entender que entre los agentes y el
mundo social hay corrientes subterráneas, infraconscientes, que las tesis implícitas en las acciones de
las personas forman parte de lo no reconocido. Las ciencias humanas han de desconfiar de modelos
que expliquen las acciones del mismo modo que la teoría de los juegos, ya que muy pocos
comportamientos se rigen por intenciones estratégicas.

El hecho de reducir a lo material los motivos subyacentes a toda acción, es lo que ha hecho el
economicismo tradicional, pensando erróneamente que las leyes de funcionamiento de uno de los
campos sociales (el económico) valen para todos los campos. Las sociedades son capaces de producir
unos habitus predispuestos al desinterés y unos universos en los que el desinterés es recompensado.
La función de la ideología es plantear como universal, como desinteresado, lo que en realidad es un
interés particular.

Conocedor de la importancia de lo inconsciente en el mundo social, Bourdieu, en «Espíritus de Estado.

2
Génesis y estructura del campo burocrático», analiza la capacidad del Estado para imponernos desde la
escuela las categorías de pensamiento. Si el Estado puede ejercer el monopolio del empleo legítimo de
la violencia física y simbólica es porque llega a los cerebros de todos a través de estructuras mentales,
de percepción, de pensamiento. Se hace necesario repensar las categorías con las que pensamos el
Estado, sin embargo esta aspiración debe hacerse extensiva a todo el universo social. El autor nos
muestra como el Estado es el resultado del proceso de concentración de los diferentes tipos de capital
(de fuerza física, económico, cultural, informacional y simbólico), dando como resultado un capital
específico que permite ejercer un poder sobre los demás tipos de capital. Mientras el Estado pueda
producir e incorporar estructuras cognitivas que sean acordes con las estructuras objetivas, no tendrá
necesidad de poner en marcha los mecanismos de violencia física.

El manejo adecuado de ciertas reglas, no siempre explícitas y el cumplimiento de unas determinadas


formas son unas de las máximas para adquirir soltura en la adquisición y manejo del capital simbólico.
Bourdieu se propone extraer los principios generales de «La economía de los bienes simbólicos», título
de su sexta conferencia, mediante el estudio de los presupuestos que conforman la práctica de los
regalos. Este tipo de intercambios contienen dobles verdades que en ningún caso deben hacerse
explícitas. Jamás un regalo debe parecer la devolución de uno anterior, además de hacer caso omiso del
precio que tuviera. El compromiso tácito que sobre estas reglas se establece es demostrar que se está
dispuesto a cumplirlas.

Un correcto seguimiento de estos acuerdos sociales en relaciones que impliquen posiciones de


dominación y sumisión, puede transfigurarlas en relaciones afectivas que en ciertas ocasiones se
presentan más efectivas.

Pensar a los que piensan el mundo, reflexionar sobre lo que producen son temas recurrentes en la
trayectoria de Bourdieu, en el libro les consagra la tercera conferencia, «Para una ciencia de las obras»,
y sus dos anexos, «la ilusión biográfica» y «la doble ruptura». En este último se pone de manifiesto que
la sociología de la ciencia debe poner de relieve la dimensión social de las estrategias científicas y la
lógica agonística del funcionamiento del campo científico (como todos los demás, aunque cada uno
tenga sus propias leyes de funcionamiento).

El autor se empeña en recordar que las condiciones económicas y sociales en las que viven los
creadores afecta a su pensamiento, es decir, que existe «El punto de vista escolástico». Que utilizar
conceptos con pretensiones de validez universal, es caer en el anacronismo y en el etnocentrismo de
clase, es obviar que la capacidad de sentir, de tener curiosidad e interés por algo está mediatizada por
las «condiciones históricas y sociales de posibilidad», que solemos confundir lo universal con lo
particular. La mayor parte de las obras que consideramos universales (derecho, ciencia, arte, religión,...)
nada tienen de ello. Bourdieu se decanta: «La única salida a la alternativa del populismo o del
conservadurismo, dos formas de esencialismo que tienden a consagrar el statu quo, consiste en trabajar
para universalizar las condiciones de acceso a lo universal» (página 216).

Razones prácticas. Sobre la teoría de la acción es una obra cargada de sugerentes reflexiones. A través
de una prosa llena de matices, para dar cuenta del complejo entramado de lo social, Bourdieu nos
muestra las posibilidades que ofrece el acercamiento sociológico que él propone. A lo largo del libro
aparece la intención de superar, de resolver, quizás, de ajustar cuentas con la teoría marxista. Sin
embargo, esto conlleva el riesgo de realizar un eclecticismo teórico imposible, que paradójicamente iría
contra su apuesta por el uso riguroso de los conceptos.

Recensión 02

Francisco Vázquez García y Andrés Moreno Mengíbar:


Sexo y razón. Una genealogía de la moral sexual en España (siglos XVI-XX).
Madrid, Akal, 1997.

Por José Luis Moreno Pestaña

3
La desconsideración de la identidad histórica de la sexualidad acarrea cuatro presupuestos
profundamente anclados entre los implícitos de nuestro tiempo: la sobrevaloración de la influencia de lo
sexual sobre nuestra identidad, la idea de que esa esencia constituye un rector oscuro de nuestras más
variadas esferas de la personalidad, la creencia de que ese fondo puede ser aprehendido por un
pertinaz discurso científico que --cuarto presupuesto-- nos proporcionaría las claves para diferenciar la
sexualidad normal de la patológica.

Para sacarnos del sueño dogmático de la razón sexológica han escrito Andrés Moreno y Francisco
Vázquez este libro kantiano. Desvelando el normativismo que segregan tales marcas en nuestro
inconsciente, persiguen un claro interés práctico, como corresponde a un libro inspirado por esa
ilustración muy corregida (pero ilustración al fin y al cabo) que nace de la apuesta foucaultiana: evitar la
colonización del cuerpo por un discurso que excluye otras formas de identidad personal, amparado en la
supuesta dignidad inmaculada que adquiere la modulación científica de la ideología. Lo hacen sin
realizar proclamas radicales (de eso ya hay mucho en la tradición abierta por el autor de La voluntad de
saber), sino entrando en faena: analizando el peculiar modo en que la visión sexualizante de la
individualidad se incardina en la historia de nuestro país. A historiadores corresponderá debatir su
trabajo. Al que escribe intentar dar cuenta resumidamente de un texto inmenso y complejo, de trabajosa
pero estimulante lectura para todos aquéllos que quieran interrogarse cobre los signos de violencia que
llevan incrustadas las categorías de uso cotidiano en las ciencias humanas y, lo más arriesgado, en los
aspectos que consideramos más privativos de nuestra experiencia personal.

El libro se abre con una introducción metodológica donde, lejos de aislar la herencia foucaultiana de
otros tipos de interrogaciones, se busca una complementariedad que evite las aburridas banderías
sectarias con que las capillas combaten para evadir las interrogaciones fundamentales. En esa
introducción no todo es satisfactorio: no se entiende cuál puede ser la aportación de Bataille a un
proyecto historizador de la sexualidad, convence poco la caracterización del freudomarxismo. En ello
subsisten algunos discutibles «tics» de la ortodoxia foucaultiana. Pero lo más interesante de un método
no es su enunciación sino su capacidad para alumbrar el objeto que a sí mismo se propone como
propio.

El primer territorio en que se adentra el trabajo es el de la sexualidad infantil. Para ello, los autores
realizan un amplio y profundo recorrido por las diversas pragmáticas de la confesión hasta el
advenimiento de la hegemonía de la hexagouresis. La matriz pragmática de ésta permanecerá en la
empresa filosófica de la modernidad. Sus rasgos relevantes: fijación de la interrogación, no en la acción
concreta, sino en el ladino movimiento de la interioridad subjetiva; dependencia perenne de un director
espiritual; renuncia, en fin, a sí mismo en favor de una inacabable purificación completa del confesado.
Las formas de lo impensado inaccesible, dónde se incrustará el dominio del tutor de la interrogación,
podrán llamarse deseo o voluntad, pero siempre configurando un común acto de habla: las mismas
posiciones de privilegio del interpretante, idéntico sometimiento inacabable del interpretado, similar
estructura inerradicablemente esquiva del objeto de conocimiento, equivalente promesa de una
liberación absoluta cuya tardanza es directamente proporcional al grado de atormentamiento en la
interrogación del liberable sobre su recóndito y oscurecido ser. Tal espacio epistemológico va a disparar
ante la masturbación y la polución involuntaria todos los sensores epistémicos. Los dispositivos de
biopolítica transformarán el campo que acentuó la Contrarreforma conservando su estructura: ya no
espera el averno al pajillero, ahora es la excepcionalidad del desviado, la improductividad del ciudadano
que no concursa a la construcción de un cuerpo social sano y productivamente disponible. La lucha
contra la molicie se convierte en espacio de cruce de unas técnicas de organización del cuerpo
individual y de vigorización del cuerpo colectivo, de una burguesía que se exaspera por darse una
autoimagen alternativa a la dignidad de la sangre aristocrática y a la degradación del proletariado
incipiente y harapiento. Para perfilar en España ese proceso poco sirven las particiones topológicas
entre derecha e izquierda: desde la Institución Libre de Enseñanza hasta las élites del turnismo, la
regeneración social aparece bajo los siniestros significantes de un robustecimiento biológico
terapeutocráticamente conducido. La educación sexual es a los ojos de Moreno y Vázquez otra cosa
que la pelea de la ciencia contra las tinieblas religiosas: es un dispositivo de regulación eugenésico de la
población en el que organicismo y psicoanálisis se sucederán sin variación estructural. Bajo estos
presupuestos los autores desarrollan una hipótesis cuyo riesgo no debería pasar desapercibido: el
franquismo sólo rompe aparencialmente con los mecanismos eugénicos desarrollados durante finales

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del siglo XIX, primer tercio (República incluida) del XX. En nuestro tiempo esta batalla con la manuela
como pretexto cambia formas sin dejar de totalizar al individuo y de reducir su identidad a una
subjetividad sexuada: ahora el autoerotismo será exaltado como vía hacia ese orgasmo perfecto en cuyo
seno una sociedad de anoréxicas y cachas, conducida por sexólogos y «psicólogos positivos», ansía
caer a mayor gloria de la paz social y, cómo no, de los mecanismos capitalistas de combate de la
sobreproducción.

El segundo capítulo se dedica al monstruo indefinido. Antes del siglo XVII, la posibilidad del hermafrodita
era admitida hasta que un discurso médico lo radica como síntoma de la detención del desarrollo. Las
instituciones del ejército y el matrimonio exigirán que ese proceso de identificación del individuo en un
sólo sexo se extienda al conjunto social, incentivada a final de siglo por la teoría de la defensa social de
la que la indefinición sexual comenzará a adquirir ese aura aterradora de la que aún hoy no se ha
liberado. Un proceso continuo de subjetivación y auratización que localizará la ambigüedad sexual en la
historia subjetiva y, unirá su desarreglo pasional a una secreta recriminación moral delimitada por las
instituciones familiares. El pederasta y el morfológicamente degenerado fundirán sus dos siluetas en el
imaginario colectivo. En España, esa condensación de la figura del monstruo tardará un tiempo. El
tiempo que tardan la exportación de la escuelas lombrosianas o degeneracionistas que establecerán al
degenerado en el árbol del desarrollo evolutivo. Si bien el psicoanálisis permite la desestigmatización del
placer perverso, lo hace según los autores a costa de una psiquiatrización global de todos los individuos,
que estarían dotados de la misma problemática ontogenética. El funcionalismo autoprobatorio que
despide este argumento ni mucho menos resulta convincente. El franquismo recuperará un organicismo
que el conocimiento de la barbarie nazi desterrará absolutamente... hasta que una incipiente
sociobiología lo recupere en la era del imperio neoliberal, donde el mal se convierte en escándalo y en
excepción desviada.

El siguiente capítulo está dedicado a la prostitución. En él, el lector no encontrará aportaciones


sustanciales a los dos volúmenes que los autores publicaron en la universidad de Sevilla (Poder y
prostitución en Sevilla, I: 1995, II: 1996). El paso de la mancebía a la casa de tolerancia es descrito de
forma ágil hasta el triunfo, durante el franquismo, de la alianza erradicadora de la prostitución que
encabalga en un discurso eugénico a feministas y fascistas, a jesuitas y regeneracionistas. Frente a
ellos, los autores reclaman una nueva política neorreglamentista de la que en otras ocasiones les he
oído desconfiar. Cuestión sobre la que sería de interés pedirles un posicionamiento pausado para el que
están dotados como pocos.

El último capítulo es, sin duda, magnífica culminación de este libro brillante. Dedicado a analizar cómo
se construye una historia del género a partir de la diferenciación biológica, expone con una
meticulosidad, merecidamente enrrabietada, el proceso de una invisible derrota política: la de las
mujeres por parte de un discurso jurídico, literario y --cómo no-- científico. Recortadas desde la baja
edad media sus capacidades legales, desexualizada por el amor platónico, minorizada por la medicina
como varón subdesarrollado, la madre será consagrada a la reproducción de la especie. Los modelos
negativos se suceden en este encierro: primero, la honrada se recortará desde la prostituta; después, la
centrada se individualizará por referencia a la ninfómana y la histérica. Sobre esta última la evaluación
del psicoanálisis es de un loable esprit de finesse. Desprendida la histeria del útero (a la que etimológica
y discursivamente estuvo largo tiempo ligada) y localizada como enfermedad mental no dejará de aludir
al fondo inevitable de la mujer, ente sexualmente saturado con menor potencial de desviación instintiva
hacia actividades superiores. La lógica de clase capturará este discurso en una práctica de
diferenciación simbólica con el que la mujer burguesa será disciplinada para la procreación en una
malthusiana lucha de clases contra el multiplicado proletariado. A su vez el camino hacia la
patologización de los intentos de la mujer por el acceso al nivel simbólico está servido: una vergonzosa
taxonomía de la que aún se nutre hoy el imaginario colectivo se moldea como instrumento de
despolitización del conflicto de género. La construcción de la buena madre atizada desde el siglo XVIII
hasta hoy, con participación del progresismo eugénico (personajes como Marañón reciben un retrato
poco halagüeño en este capítulo), ha sido vencida trabajosamente por las luchas de las mujeres. Victoria
que el neoconservadurismo destructor del Welfare y rehabilitador de las solidaridades tradicionales (es
decir, acuñadas por la doble opresión de clase y género), puede volver efímera.

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Recensión 03

Joan Prat:
El estigma del extraño. Un ensayo antropológico sobre sectas religiosas.
Barcelona, Ariel, 1997.

Por José Luis Solana Ruiz

Si convenimos en que lo que caracteriza al avance del conocimiento no es la redundancia en lo ya


sabido --y, en absoluto, desde luego, la contribución al mantenimiento de cómodas falacias--, sino la
instauración de perspectivas desde donde se iluminen nuevas dimensiones de la realidad,
enriqueciendo, así, nuestra comprensión de ella, entonces nos hallamos ante uno de esos libros, por
desgracia no siempre abundantes, que contribuyen al avance de nuestros conocimientos y, en concreto,
por lo que concierne al tema específico del que se ocupa, a la mejora de nuestro saber sobre el
fenómeno de las sectas.

La obra se divide en siete capítulos. En el primero, «La imagen social de las sectas: un retrato robot», se
dibuja la imagen social mayoritaria, claramente desfavorable y conformada a base de estereotipos
negativos, existente sobre las sectas. Según esta imagen, el proceso de entrada en una secta es
resultado de un lavado de cerebro y de engaños; el futuro sectario es concebido como víctima; quienes
ingresan en una secta son personas frustradas, marginales, idealistas, inadaptados sociales; en la secta,
las personas son sometidas a un programa intensivo de desprogramación de su antigua personalidad y
de su capacidad crítica, para reprogramarles una personalidad dependiente, se les obliga a romper sus
lazos sociales y se les encapsula progresivamente en el grupo sectario; por lo que al funcionamiento
interno de las sectas se refiere, éstas serían organizaciones totalitarias, rígidamente estratificadas,
autoritariamente gobernadas por líderes psíquicamente enfermos, con afán de poder, líderes que viven
en la opulencia mientras exigen a sus adeptos la renuncia a los bienes materiales. Una vez expuesta
esta imagen social de las sectas, el autor formula quince lúcidos y provocativos interrogantes en los
cuales compara situaciones muy similares existentes tanto en las sectas como en las instituciones
religiosas mayoritarias socialmente legitimadas, mostrando la contradicción existente al darle trato dispar
a situaciones muy similares. Estos interrogantes (y posteriormente el análisis histórico del surgimiento
del cristianismo) muestran que no hay diferencia de esencia entre una secta y una religión mayoritaria.
La diferencia radica en el distinto grado de legitimidad o ilegitimidad del que gozan.

En el capítulo segundo, «Ortodoxia y herejía: las minorías religiosas en la historia», Prat muestra cómo
algunas religiones actualmente mayoritarias fueron en el pasado consideradas como sectas heréticas y
cómo su imagen fue tergiversada por las religiones, en aquellos momentos mayoritarias, a las que
venían a hacer competencia. Muestra cómo la relación entre herejías y ortodoxia es cambiante, de modo
que lo que en un momento dado era herejía puede, con el tiempo, pasar a ser ortodoxia y viceversa.
Trae a colación el conflicto entre paganos y cristianos para recordarnos que el cristianismo fue
considerado por el judaísmo como una herejía y como religo illicita durante el período romano. Con el
edicto de Constantino se produjo la institucionalización del cristianismo y su paso de secta a religión
mayoritaria social y políticamente legitimada. Quienes habían sido considerados como secta, pasaron a
convertirse en ortodoxia, a tachar de herejía las opiniones discrepantes y a enfrentarse a ellas. Prat se
ocupa de las herejías cristianas. Igualmente, estudia el catarismo, así como las relaciones entre sectas
fundamentalistas y católicos en los Estados Unidos, durante los siglos XVIII-XIX (mormones, cuáqueros,
etc.). Todo el capítulo tiene como eje la tesis de que «la misma controversia y hostilidad que hoy
caracteriza la emergencia de las llamadas sectas en el pasado acompañó a la aparición de algunas de
las grandes confesiones norteamericanas». La imagen social negativa de las sectas, con independencia
de la verdad de algunas de las acusaciones que sobre ellas se vierten, sólo se comprende en función
del conflicto de intereses que se genera, por dominar determinados ámbitos sociales, entre las
instituciones religiosas mayoritarias y las sectas minoritarias. Esta tesis será retomada y desarrollada en
el tercer capítulo («La lucha por la legitimidad religiosa: intereses, conflictos y protagonistas»), donde se
ocupa de la definición de secta, de los tipos de sectas, de los rasgos caracterizadores de una secta y de
las constantes en virtud de las cuales se estigmatizan las sectas.

Además, en este tercer capítulo, el autor analiza el discurso contra las sectas esgrimido por los
familiares de los sectarios, las organizaciones anti-sectas, las iglesias, el Estado y los apóstatas, así

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como los intereses respectivos que cada uno de estos grupos tienen para lanzar sus arengas. Se ocupa
del surgimiento y propósitos de las asociaciones antisectas, del personaje del desprogramador, de la
técnica de la «desprogramación» y de la medicalización del proceso de adscripción a una secta en tanto
que modelo presupuesto por los defensores de la desprogramación. Según la concepción tópica, antes
de su entrada en la secta se da por sentado que la persona es «normal» (racional, autónoma, crítica,
equilibrada) y cuando entra a formar parte de la secta se convierte en «patológica» (fanático, acrítico,
manipulado). Con lucidez, Prat muestra cómo este modelo, además de ser falso, es también interesado,
pues conviene a los padres, a los desprogramadores y a los antiguos sectarios.

En el capítulo cuarto («El trabajo de campo en sectas religiosas»), a partir de varias monografías sobre
distintos grupos sectarios y de su experiencia de campo, Prat aborda los aspectos relacionados con el
trabajo de campo con grupos sectarios. Nos habla del desajuste existente entre la imagen negativa
hegemónica sobre las sectas y lo que él iba descubriendo en su trabajo de campo sobre los sectarios al
tratar con ellos. Los sectarios no eran individuos deprimidos, no eran zombis sometidos a un lavado de
cerebro, no habían sido coaccionados ni engañados para unirse a la secta. Este desajuste le llevó al
intento de descubrir y manifestar la complejidad de un mundo --el de las sectas-- que suele ser
presentado de forma simplista, estereotipada y sesgada. Se ocupa de la observación participante como
estrategia de investigación, de los problemas y las peculiaridades que plantea su utilización en el estudio
de las sectas. Valora las distintas estrategias de observación participante, sus pros y contras, los
problemas éticos y metodológicos que plantean. Posteriormente, y como finalización del capítulo,
comenta brevemente algunas de las técnicas de investigación utilizadas con mayor frecuencia en el
estudio de los grupos sectarios.

En el capítulo quinto, titulado «Los procesos de conversión», tras ocuparse de la definición de


conversión y de los tipos o patrones de conversión distinguidos en la literatura especializada, presenta
una panorámica sobre la literatura teórica especializada, revisando los dos grandes paradigmas
tradicionalmente manejados para explicar las sectas: la teoría del lavado de cerebro y las teorías
causales que apelan a motivos sociales, psicológicos y culturales para explicar cómo y por qué
determinados individuos deciden convertirse en miembros de una secta. Nos informa sobre el
surgimiento de las teorías sobre el lavado de cerebro; resume los elementos que, según distintos
autores, integran un lavado de cerebro; y muestra la aplicación indiscriminada, grosera y sistemática
que, desde mediados de los años 70, se ha hecho de las tesis del brain washing al mundo de las sectas.
Tras su crítica al modelo del lavado de cerebro, se ocupa de los modelos causales explicativos de la
conversión a sectas religiosas, para finalizar refiriéndose a los intentos de armonizar los modelos
centrados en la organización y los centrados en los individuos conversos.

En «Siguiendo los pasos de los Hare Krisna» (capítulo sexto), a través de un estudio etnográfico sobre
los Hare Krisna se ilustran las teorías causales sobre la conversión. Si, como hemos visto, el capítulo
anterior presentaba una panorámica teórica sobre el fenómeno de la conversión, este se centra en la
exposición del material etnográfico recogido y, más en concreto, en la exposición de ocho historias de
vida de varios devotos de Hare Krisna. Tras presentar por separado los relatos biográficos de cada uno
de los ocho informantes, el autor entresaca, mediante el análisis de los datos obtenidos, el «tipo ideal»
de la conversión a Hare Krisna, así como las distintas etapas y fases a través de las cuales acontece
este proceso de conversión. Prat pone de manifiesto como, contrariamente a lo propugnado por el
modelo del lavado de cerebro, el sectario se interroga continuamente, compara su presente con su
pasado, su vida dentro de la secta con lo que era o puede ser su vida fuera de ella, es consciente de las
múltiples dificultades que el cumplimiento de las normas de la secta le plantean y de lo arduo de
cumplirlas.

El capítulo séptimo, y último, «Iniciación, liminaridad y experiencia religiosa», tiene dos objetivos
esenciales. En primer lugar, Prat intenta situar el proceso de iniciación sectaria en el contexto más
general de las iniciaciones, tal como se desarrollan en las sociedades industrializadas. A diferencia de
éstas, la iniciación sectaria no está prevista ni legitimada socialmente, lo que conduce a su rechazo y lo
explica. En segundo lugar, intenta enfocar la condición liminar y marginal que supone el estigma del
sectario desde los planteamientos de Victor Turner y mediante la aplicación de conceptos como los de
marginación, rechazo social, estigma, liminaridad y communitas. Realiza un repaso de cómo se han
entendido los relatos de conversión en la literatura especializada. Por una parte, los relatos de
conversión se han considerado como construcciones ideológicas, como relatos no reales u objetivos,

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sino construidos ideológicamente en función de determinadas pautas paradigmáticas establecidas por la
secta a la que se pertenece y consideradas como apropiadas por ésta; serían reinterpretaciones
retrospectivas de lo que ocurrió, modificadas en función de los intereses presentes. Por otra parte, los
relatos de conversión se han interpretado como relatos iniciáticos, como productos simbólicos similares
a los mitos de una cultura. A raíz de esto, Prat estudia los rituales de iniciación, se ocupa de los estudios
antropológicos sobre los rituales de iniciación y muestra los grandes ejes que estructuran todo proceso
iniciático, tanto las iniciaciones desarrolladas en las sociedades tribales como las que ocurren en
nuestras sociedades. Posteriormente, compara la experiencia religiosa sectaria con la experiencia
iniciática y liminar, mostrando sus similitudes estructurales. Siguiendo la distinción de Turner entre
estructura y communitas, muestra cómo los sujetos liminares suelen vivir en una solidaridad comunal,
manteniendo relaciones igualitarias y de compañerismo. Con otros autores, Prat defiende que la
iniciación en un grupo sectario es estructuralmente similar a las iniciaciones en el servicio militar o en la
vida monástica. Lo que ocurre es que, como ya hemos apuntado, mientras en estos dos últimos casos la
iniciación está reconocida y controlada por la sociedad mayoritaria, la iniciación sectaria sólo lo está por
la secta, no es reconocida por la sociedad hegemónica quien la estigmatiza.

Como reconoce el autor, el hecho de que el libro haya sido concebido y trabajado en Norteamérica
introduce en él «un sesgo estadounidense exagerado» que se nota, sobre todo, en la bibliografía y en
los ejemplos utilizados. No obstante esta limitación --por otro lado más que lógica--, nos hallamos ante
un libro bien hecho, capaz de instaurar un punto de vista sobre las sectas distinto al de los tópicos
redundantes y al de la espectacularización mediática al uso. Quienes --como el que escribe-- siempre
hayan desconfiado (y, no sin razones, seguirán desconfiando) de las sectas, pero se nieguen por
principio --como quien escribe se niega-- a toda simplificación «sectaria», tienen en esta obra, de prosa
clara y precisa, una lectura necesaria que les aportará un conocimiento más complejo y menos
simplificador sobre el fenómeno de las sectas.

Recensión 04

Joan Prat:
El estigma del extraño. Un ensayo antropológico sobre sectas religiosas.
Barcelona, Ariel, 1997.

Por Rafael Briones Gómez

Hay libros que se esperan como a las nuevas criaturas, porque se han deseado, se ha seguido el
proceso de su gestación y se sabe de ellos de antemano; con una cierta impaciencia se desea tener
delante esa síntesis necesaria y madura sobre un tema frecuentemente tratado a la ligera,
panfletariamente o con posturas ideológicas partidistas. Esto es lo primero que quiero reseñar en este
libro con el que he disfrutado y he organizado ideas al leerlo. Desde hace años Joan Prat ha coordinado
una investigación colectiva muy seria sobre un problema que se había tratado hasta ahora desde la
perspectiva de los grupos hegemónicos y de poder --tanto en el ámbito religioso como civil-- y desde
unas claves de análisis utilizadas como estigmas para marginar, descalificar, satanizar y neutralizar a
ciertos grupos minoritarios. Los libros del periodista Pepe Rodríguez, ricos en información sobre las
sectas, están planteados en esta clave de grupos «destructivos» de la personalidad. Igualmente el libro
de Pilar Salarullana ha sido también un punto de referencia para informarse en este terreno. Estaba ya
haciendo falta en lengua castellana un estudio diferente sobre este hecho social, con pretensiones de
objetividad y sin militantismo. Desde la aproximación antropológica y tras varios años de investigación
personal y en grupo se nos ofrece una obra de riqueza etnográfica, teórica y metodológica para todos
los que estamos interesados en estudiar este tema o en comprenderlo y vivir con él.

Entre los valores del libro habría que resaltar en primer lugar la bibliografía utilizada. Sin duda es la más
completa que conozco sobre el tema. Esto supone una magnífica aportación a todos los que estamos en
el estudio de este tema. Es de sobra conocida la capacidad, esfuerzo y pericia del autor para estas
recopilaciones bibliográficas. Ya en el año 1977 publicó en la revista Ethnica (nº 13) una magnífica
«Aproximación a la bibliografía antropológica sobre España», que ha sido punto de referencia en la
disciplina en España. Es de alabar también la manera de utilizar dicha bibliografía. No sólo se citan las

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diferentes obras a lo largo del texto, remitiendo a la lista bibliográfica del anexo, sino que se introducen
los contenidos y aportaciones de los autores en el momento oportuno cuando se está intentando
clarificar alguna problemática. Como debe ser, Prat ha leído a sus autores y sus magníficas síntesis nos
benefician y acercan al lector a muchos autores que o no se conocían o no se ha tenido tiempo de leer.
Nos damos cuenta que el autor los ha leído pacientemente y los ha asimilado, sintetizado y anotado. Es
llamativo, no obstante, el predominio casi exclusivo de autores norteamericanos. ¿Es que en otros
países no se ha estudiado tanto el fenómeno? Podría ser. No obstante echo de menos entre la casi
inexistente bibliografía francesa, autores como, por citar algunos, Françoise Champion y Danièle
Hervieu-Léger, que desde hace una decena de años están investigando estos fenómenos y publicando,
con aportaciones complementarias a la literatura inglesa, que sería interesante incorporar a la obra (cito
dos de las publicaciones que han coordinado: De l'émotion en religion. Renouveaux et traditions. París,
Le Centurion, 1990. Sortée des religions, retour de religieux. Lille, L'Astragale, 1992). También en Italia
autores como Introvigne podrían haber sido trabajados, incorporados y discutidos.

Quiero resaltar también positivamente la riqueza de materiales etnográficos que incorpora la obra y
desde los que se intenta teorizar. Prat no se ha puesto a escribir el libro tras una ligera y rápida toma de
contacto con el fenómeno de las sectas religiosas. Han sido varios los años de contacto intenso directa y
personalmente sobre todo con tres sectas de matiz diverso y complementario: gnosis (de orientación
filosófico-humanista), Hare Krisna (de tradición oriental) y los Testigos de Jehová (de origen cristiano).
Se nos da en el libro, de manera minuciosa, estos contactos con la realidad estudiada. Además, de
modo indirecto, Prat ha dispuesto en los últimos años de un material etnográfico que le ha ido llegando y
que le ha ido planteando problemas teóricos a través de alumnos, que han ido haciendo investigaciones
parciales que han terminado en pequeñas etnografías sobre muy variados grupos y, sobre todo, de
algunos que han hecho sus tesis, dirigidas por Prat, sobre algunos de estos grupos (Testigos y Hare
Krisna). Estos le han ido hablando a lo largo de la elaboración de la tesis de sus experiencias de
observación participante y, además, le han permitido que tenga acceso y utilice estos materiales. De
ambos materiales etnográficos ajenos utilizados el autor da minuciosa y detallada cuenta en su libro.
También en este apartado habría que puntualizar que esta riqueza etnográfica, si la consideramos más
ampliamente, la vemos limitada a algunas sectas. En algún momento he echado de menos referencias
etnográficas a otros tipos de sectas, sobre todo aquellas que la opinión pública más ha señalado como
«destructivas», por haber ocasionado escándalos que se han aireado. Se podría decir que todo no se
puede tratar, que es una opción metodológica. Y justo aquí está la crítica: si desde el principio del libro
se presenta la imagen social o retrato robot de las sectas en su percepción social (muy buen capítulo) y
si se quiere desmontar esa imagen habría que haberlo hecho utilizando y analizando también materiales
de estos grupos considerados más como destructivos. También aquí yo vería una laguna del libro.

Me resulta especialmente rico también el capítulo IV, sobre el trabajo de campo en sectas religiosas. Se
hace un recorrido por diferentes autores, más sociólogos y menos antropólogos, que se han acercado a
estudiar a colectivos religiosos minoritarios. También aquí el autor demuestra rigor y trabajo serio. En su
estancia en Berkeley, en la Graduate Theological Union Library, según él «la biblioteca más completa
sobre religiones que uno pueda imaginar», tuvo acceso a muchas monografías sobre el tema y trabajó
sobre una muestra de 21 monografías, analizando la metodología empleada en ellas para abordar las
sectas como objeto de estudio. Se detiene en presentar la manera como han ido realizando en cada
caso la observación participante y otras técnicas de recogida de materiales, sobre todo la entrevista.
Resulta muy ilustrativo para los que no tienen posibilidad material ni tiempo de manejar toda esta
literatura las reseñas y síntesis tan cuidadas que tenemos en el libro. La otra fuente para hablar de la
metodología del trabajo de campo la encuentra Prat en su propia experiencia de investigador y de
director de investigadores. Cuando presenta otras metodologías las va cotejando con la experiencia
propia. Por eso transmite en todo momento la sensación de que el autor sabe de lo que habla por propia
experiencia y no repite lo que otros dicen que hay que hacer en las estrategias y relaciones que implica
el trabajo de campo. Valoro en el libro la sinceridad del autor para no ocultar los momentos de
perplejidad y las contradicciones y fragilidades de la investigación antropológica. Hablar con toda
modestia de una tarea que se ha experimentado lleva a que el autor haga afirmaciones muy personales
y equilibradas que impactan a los que estamos en situación parecida. Personalmente tengo que
confesar mi coincidencia con Prat en bastantes temas metodológicos, concretamente en la manera de
entender la importancia de la actitud empática, la tensión que hay que mantener entre estar dentro de
los sujetos-objeto de estudio («participando») y fuera («observando»).

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Los restantes capítulos del libro son aportaciones teóricas, sacadas de la vasta literatura manejada por
el autor y referidas constantemente a los materiales etnográficos. Estas aportaciones se estructuran en
torno a tres capítulos complementarios. En el capítulo segundo, se hace un recorrido histórico por las
minorías religiosas desde el punto de vista complementario de la ortodoxia y herejía, centrándose en las
herejías cristianas medievales y en las generadas tras la reforma protestante, sobre todo en
Norteamérica. A través de este capítulo se pone de manifiesto la dinámica de las imágenes lanzadas
recíprocamente, de la visceralidad en los enfrentamientos y de la controversia social y del conflicto de
intereses que las genera y explota. El repaso de estos datos históricos es ilustrativo para entender la
realidad actual del problema.

Otro elemento de comprensión del fenómeno nos lo da el capítulo III, al aportar los datos de los
movimientos antisectas, protagonizados por familias, iglesias hegemónicas y Estado. A través de estos
conflictos se plantea- y se relativiza el tema de la legitimidad, que se resuelve a veces desde las
situaciones de poder, haciendo coincidir a veces la verdad con la legitimación que concede el poder y
decretando condenas por no estar reconocido por este mismo poder.

El capítulo de los procesos de conversión es sumamente rico en aportaciones teóricas, presentando


diferentes modelos que algunos sociólogos han elaborado para comprender sus objetos de estudio. Tan
rico que yo diría que son demasiados modelos, hasta el punto que se hace un poco indigesto tanto autor
norteamericano. También aquí, Prat aporta elementos teóricos para matizar y sacar a los estudios sobre
sectas de los estereotipos simplificadores del «lavado de cerebro».

El último capítulo sobre iniciación y liminaridad me resulta muy sugerente. Se trata de incorporar estas
categorías de análisis a los procesos de entrada en las sectas. También aquí el autor recoge clara y
sintéticamente las aportaciones de Victor Turner sobre liminaridad, inspiradas en los ritos de paso de
van Gennep. Esta teoría, junto con los conceptos de instituciones totales y voraces, desarrolladas
respectivamente por Goffman y Coser, y bien presentadas por el autor, son, a mi entender, también
buenas herramientas para desmontar y comprender los entresijos sociales y culturales de las sectas.
Quizá este capítulo no está bien situado al final. Yo lo pondría más en conexión con el capítulo V, en que
también se habla de conversión. Y es que los diferentes capítulos, en mi opinión, no están del todo bien
articulados. Yo recomendaría al autor que en una próxima edición --que estoy seguro será necesaria--
pensara en una mejor sistematización de lo etnográfico con lo metodológico y lo teórico. Lo veo
demasiado revuelto.

Y para terminar quisiera decir que, al final del libro falta para mi gusto una síntesis-conclusión, que
respondiera a la pregunta ¿y tú qué piensas? El autor tiene elementos para hacerla. Quizá bastaría con
glosar el título acertado del libro y que me parece la gran aportación para una consideración no
estereotipada de las sectas: que lo extraño, minoritario, novedoso puede ser respuesta parcial a
búsquedas o necesidades individuales, sociales o culturales y que los poderes sociales hegemónicos lo
viven como amenaza o atentando y lo estigmatizan, descalificándolo o presentándolo como destructivo o
peligroso. Porque estos grupos religiosos, en su organización y funcionamiento interno y externo no
difieren demasiado de otros grupos que están incorporados y por tanto legitimados por la sociedad
hegemónica. Aquí estaría su diferencia.

Recensión 05

José Antonio González Alcantud y Salvador Rodríguez Becerra (coord.):


Creer y curar. La medicina popular.
Granada, Diputación Provincial, 1996.

Por Rafael Briones Gómez

El presente libro recoge las actas de las ponencias que se presentaron en un coloquio internacional,
que, bajo el mismo título, convocaron para febrero de 1994 el Centro de Investigaciones Etnológicas
Ángel Ganivet, de Granada, y la Fundación Machado, de Sevilla. La idea surgió a partir del grupo de

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investigación de la Universidad de Granada Laboratorio de Antropología Cultural, que desde hacía
varios años venía trabajando sobre cultura popular en Andalucía y que, tras haber tratado el tema de la
religión y la fiesta, como tema unido a los mismos, había iniciado una serie de trabajos de campo sobre
el tema del curanderismo. Se disponía ya de bastantes materiales que se habían empezado a analizar
teóricamente y se deseaba confrontarlos con algunos expertos españoles y extranjeros que, con
dedicación y autoridad, venían trabajando sobre antropología de la salud-enfermedad. Por eso se ofreció
a estas instituciones el proyecto que fue avalado y llevado adelante. El coloquio resultó de gran utilidad y
ofreció la posibilidad de conectar nuestro grupo de investigación con estos investigadores. Las
colaboraciones se han seguido posteriormente.

Es de lamentar el retraso en la publicación ya que estamos ante una obra sobre esta temática
innovadora en la antropología española. Se han hecho estudios sueltos pero no tan completos y
sistemáticos. A partir de ahora pienso que será un libro de obligada consulta.

Como puede verse se trata de una serie de artículos tanto etnográficos como teóricos. Se presentan
datos de diferentes áreas culturales (españoles y extranjeros), con un predominio claro de Granada, y
además se intentan distintas aproximaciones teóricas y metodológicas al fenómeno de la medicina
popular. Están presentes los puntos de vista de etnofarmacólogos, psicoanalistas, etnopsicólogos,
folcloristas, antropólogos sociales, historiadores medievalistas y modernos, sacerdotes y médicos.

Entre las temáticas tocadas sobresale el curanderismo, que estaba en el origen del proyecto, en su
confrontación con la medicina científica. Se habla del curanderismo en Alicante, en Italia, en Marruecos,
en Francia; se presenta a los usuarios de curanderos en el área hospitalaria norte de Granada, se pone
en conexión la enfermedad con la brujería en la zona extremeña, en un pueblo de Málaga (Cartaojal) se
presenta un estudio de caso de ir al médico o a la curandera y, por último, desde el material etnográfico
de Granada se presenta una tipología de curanderos desde el punto de vista de su formación (cómo se
convierte uno en curandero legítimo y auténtico).

Además de estas colaboraciones, más en la órbita de lo descriptivo-etnográfico, otros artículos ofrecen


claves de interpretación y mejor comprensión de las terapias populares, contrapuestas, alternativas o
complementarias de las que ofrece la biomedicina. Una serie de artículos están en la órbita de la
psiquiatría, psicología y psicoanálisis. Se analiza cómo la psiquiatría tradicional marroquí conecta con
los saberes populares, se presenta como importante la relación y la transferencia del enfermo con los
diferentes agentes de salud (curandero o médico). Varios artículos presentan la comparación entre
sistemas variados médicos (medicinas tradicionales y medicina oficial biomédica). Esta comparación es
sumamente ilustrativa. Otros artículos sitúan la enfermedad frente al universo de lo religioso-mágico al
que se acude con intención y estrategias terapéuticas (enfermedades humanas con tratamiento divino,
curación hagiográfica, las sanaciones entre los pentecostales de Guatemala, demonios y exorcismos,
depresión y religión). Hay que reseñar el interesante artículo sobre la evaluación desde la farmacología
de extractos de plantas utilizadas en medicina tradicional en Francia. Resaltaría, además, tres artículos
más teóricos y generales que presentan las teorías étnicas y etnológicas implícitas en las terapias
populares, una tipología de articulación entre la biomedicina y la medicina popular y el proceso de
sacralización de la práctica médica contemporánea.

Variedad de aportaciones. Omito en esta reseña los nombres de los autores aunque de casi todos ellos
habría que decir que son autoridades en su materia o están trabajando con rigor científico. El fallo de
este tipo de obra es la falta de síntesis. Hay peligro de perderse. No se tiene la oportunidad de
confrontar algunas perspectivas que pueden parecer contradictorias. En el coloquio sí que se realizó
este trabajo. Desgraciadamente el libro no lo recoge. Hubiera sido interesante el haber pensado en ello.
Algunos artículos sí que dan elementos para la elaboración de una síntesis. A ello está invitado el lector.
La edición ha sido bien cuidada y conseguida.

Recensión 06

Enrique Luque Baena:


Antropología política. Ensayos críticos.

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Barcelona, Ariel, 1996.

Por Rafael Briones Gómez

En este libro se recogen varios artículos del autor, algunos publicados en diferentes medios editoriales,
otros inéditos. Desde 1984, se empieza el autor a ocupar de publicar sus resultados de investigación. En
este año aparece ya, en la Revista Española de Investigaciones Sociológicas, un primer artículo de gran
valor teórico «Sobre antropología política». Dentro del marco de la antropología social y en el campo
español, la antropología política es una disciplina reciente y poco desarrollada.

Enrique Luque Baena, tras la publicación de su monografía sobre Güéjar Sierra y de su magnífico libro
teórico sobre el conocimiento antropológico, se ha venido preocupando del fenómeno político de las
sociedades complejas, superando así el tratamiento que los antropólogos empezaron haciendo sobre lo
político en las sociedades preindustriales.

Desde su experiencia etnográfica que reflejan algunos de los ensayos, aprovechando también
materiales empíricos recogidos por otros, con un conocimiento teórico de otros autores --para lo cual el
autor demuestra una vez más su habilidad sintética y crítica-- y con el atrevimiento de proponer también
hipótesis personales se han construido estos ensayos. En ellos se plantean temas pertinentes y
polémicos en relación a lo político: el Estado y la comunidad rural, el poder y los factores que lo
vertebran (lenguaje, liderazgo, dramaturgia), la igualdad, el caciquismo y la amistad o enemistad, así
como el estudio de las organizaciones como instrumentos y vehículos de poder en las sociedades
contemporáneas.

Hay que agradecer este libro, que no es un manual de clase, sistemáticamente construido, pero que
plantea un conjunto de temas que son categorías operativas a la hora de comprender y gestionar lo
político en nuestras sociedades. A pesar de ser artículos variados el libro no se hace tedioso ni
repetitivo. Se complementan bien los diferentes trabajos. Tras su lectura, con toda seguridad el lector
podrá comprender mejor la realidad.

Gazeta de Antropología

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