Violinista en El Tejado - 50 Años en La Gran Pantalla
Violinista en El Tejado - 50 Años en La Gran Pantalla
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Cuando llevaron la idea al dramaturgo Joseph Sugirió que el coreógrafo y director Jerome
Stein, el mismo opinó que tal vez la historia Robbins – nacido Jerome Rabinowitz en
fuera demasiado extensa y que involucrara a un Nueva York e hijo de inmigrantes ruso-judíos
elenco demasiado numeroso. Lejos de - se involucrara "para darle universalidad a la
desalentarlos, les propuso utilizar los cuentos propuesta, más allá de una audiencia
cortos de Tevye el Lechero del mismo autor, encapsulada”. En la comunidad artística,
con los que estaba bien familiarizado, ya que Robbins tenía una reputación de sólida
su padre se los había leído en idish cuando determinación e imaginación desinhibida que
Stein era niño. sobrepasaba los límites de las convenciones y
la ortodoxia, lo que sumado a su exigencia y
afán de perfeccionismo resultó en un
Los tres hombres relataron posteriormente que invalorable aporte al éxito del proyecto.
cuanto más leían las historias, más
emocionados se sentían. En marzo de 1961 La “tradición” no existía en los primeros
tuvieron la primera reunión formal para borradores, y cuando Robbins preguntó de que
discutir seriamente la posibilidad de adaptar se trataba la obra, recibió como respuesta que
las mismas al formato escénico. Seleccionaron giraba en torno a un lechero y sus cinco hijas.
tres monólogos aislados en los que Tevye “No, eso no le da atractivo ni poder a la
relata las aventuras románticas de sus hijas y historia”, replicó. Cuando Bock y Harnick
fijaron un primer objetivo: que fueran la base replicaron que todo giraba en torno a la
para una pieza teatral sobre los males de los búsqueda del balanceo entre la disolución de
prejuicios y la importancia de mantener una una forma de vida y la tradición, el argumento
vida comunitaria cálida y solidaria a pesar de convenció inmediatamente al equipo y
una opresión severa. Y que el relato dramático potenció el objetivo del proyecto.
conservara en lo posible el profundo
El Violinista, pintura de Jaime Kleist
1. El SHTETL
2. SHOLEM ALEIJEM
El SHTETL
Con este término se identifica comúnmente al pequeño pueblo de Europa del Este anterior a la
Segunda Guerra Mundial, con una importante población judía de habla idish. Fue básicamente un
tipo de asentamiento definido por una comunidad compacta, diferenciada de sus vecinos campesinos
- en su mayoría gentiles - por religión, ocupación, idioma y cultura.
Cada uno era parte de un sistema económico local y regional que abarcaba otros shtetlej y ciudades
provinciales, que a pesar de su diversidad eran muy diferentes de los tipos anteriores
de asentamientos de la diáspora judía en Babilonia, Francia, España o Italia. En esos otros países, los
judíos habían vivido dispersos entre la población general o, por el contrario, habitaban una sección
específica de la ciudad o una calle judía. Raramente formaban una mayoría. Sin embargo, en los
shtetlej - donde a veces constituían el 80% de la población que oscilaba entre varios cientos y algunos
miles de habitantes - los judíos ocuparon la mayor parte del pueblo, especialmente las calles
agrupadas alrededor del mercado central. Los menos privilegiados vivían alejados del centro y a
menudo se concentraban en las calles periféricas, para estar más cerca de la tierra que cultivaban.
Si bien sería un gran error ver al shtetl como un universo exclusivamente judío, la cultura idish reforzó
un profundo sentido de diferencia psicológica y religiosa de los no judíos. Repleto de alusiones a la
tradición y a los textos religiosos, acuñó un verdadero tesoro de expresiones idiomáticas y dichos que
reflejaban un fenómeno popular vibrante, inseparable de la fe que cultivaban.
El shtetl también estuvo marcado por una diversidad ocupacional, lo que contribuyó a su vitalidad
social y cultural, conduciendo también a no pocos conflictos de clase y divisiones a menudo
dolorosas.
El idioma idish distingue entre un shtetl (un pueblo), un shtetele (un pequeño pueblo), un shtot (una
ciudad), un dorf (aldea) y un yishuv (un pequeño asentamiento rural). Al definir un shtetl se recurría
a una regla elemental: debía ser capaz de soportar el funcionamiento de la red básica de instituciones
esenciales para la vida comunitaria judía: al menos una sinagoga, una casa de baños rituales,
cementerio, escuelas y un marco de asociaciones voluntarias que realizaran funciones religiosas y
laicas básicas.
Desde mediados del siglo XIX, el shtetl se convirtió también en una construcción cultural y
literaria. Este "shtetl imaginado", a diferencia del "shtetl real", era a menudo exclusivamente judío,
una comunidad de vecinos interconectados y conocidos entre sí que vivía en el espacio y el tiempo
comunitario y que conservaba la vida en un marco tradicional. En la literatura y en el discurso político
y cultural provocó muchas reacciones diferentes que iban desde la parodia y el menosprecio hasta los
elogios al supuesto bastión de idishkait puro, jaqueado permanentemente por los dilemas y traumas
de la modernidad, la revolución y la catástrofe.
Si bien los primeros shtetlej se originaron en Polonia en 1569, el gran pico de su desarrollo se produjo
después de la década de 1650, coincidiendo con un importante aumento demográfico de la judería
local. Con el colapso de la Mancomunidad Polaca a fines del siglo XVIII, la comunidad judía más
grande del mundo pasó a estar bajo el dominio ruso, prusiano y austríaco. La política rusa de la época
oscilaba entre absorber a los judíos a través de la asimilación o frenar sus contactos con la población
nativa. En 1791, Catalina II estableció la Zona de Residencia, que limitó la radicación de la
comunidad judía de Rusia exclusivamente en el territorio de las antiguas provincias polacas. En
vísperas de la Primera Guerra Mundial, cerca del 94 por ciento de los judíos rusos - unos 5 millones
de personas - seguía viviendo allí.
El shtetl se vio debilitado por la emigración de 2 millones de sus pobladores empobrecidos a finales
del siglo XIX y principios del XX, en el trascurso de la Primera Guerra Mundial y a causa de las olas
de pogroms que asolaron Ucrania en 1905 y en 1918-1921. Sin embargo, fue el Holocausto el que
finalmente lo destruyó, perpetuando sin embargo su imagen idílica en la conciencia comunitaria
contemporánea.
Para muchos judíos norteamericanos, la mayoría de los cuales son descendientes de ashkenazíes de
Europa del Este, el shtetl es el mojón que marca su mítico punto de origen: una cultura simple y
realista, guiada por una colorida combinación de religión, tradiciones y sabiduría popular.
SHOLEM ALEIJEM
Nació como Sholem Rabinowitz el 2 de marzo de 1859 en la ciudad ucraniana de Pereyaslav en una
familia de comerciantes de clase media. Pasó una infancia feliz en Voronkov, impregnada de
impresiones y experiencias que luego utilizaría artísticamente, fusionando los recuerdos de su
pequeña aldea en el arquetipo del shtetl literario.
La muerte de su madre y la pérdida del patrimonio familiar truncaron el idilio de la niñez, y tras una
breve estadía con sus abuelos volvió a vivir con su padre y su madrastra. Aunque la familia tenía
antecedentes jasídicos y Sholem recibió una educación tradicional, su padre Nójem – partidario de
la Haskalá – lo animó a aprender ruso y leer libros seculares.
Su carrera como escritor comenzó a principios de la década de 1880 cuando la palabra pogrom fue
acuñada para describir los ataques a los judíos de Rusia occidental. Éstos y las leyes restrictivas que
siguieron con posterioridad a los mismos provocaron la emigración de judíos desplazados de sus
pueblos y ciudades de residencia. A medida que esta dislocación destrozó vidas, también inspiró un
despertar cultural entre los judíos, así como el surgimiento de una corriente de literatura en idish.
Al igual que sus contemporáneos Mendele Mojer-Sforim e I.L.Peretz, Sholem Aleijem escribió
originalmente en hebreo, idioma que los maskilim – defensores de la ilustración judía – entendían
como apropiado para la alta y erudita sociedad judía, siendo más sofisticado y menos popular que
el idish. De hecho, cuando Sholem Rabinovitz publicó su primera historia en idish en 1883 utilizó
el seudónimo de Sholem Aleijem para despistar a su padre, ya que supuso estaría molesto por ello.
Fue el punto de partida de su enorme y valiosa producción literaria, publicando varias historias que
completaron 40 volúmenes, así como la serie de Die Yiddische Volksbibliothek (La Biblioteca
Popular Idish).
Sholem Aleijem fue elogiado por los críticos por su capacidad para crear "risas a través de las
lágrimas". El elemento más destacado de la visión cómica judía de Europa del Este fue su capacidad
para aplicar el humor a las situaciones dramáticas más diversas, posibilitando que una visión general
del tema trascendiera el paso del tiempo.
En su prosa combinó los tres enfoques principales del humor judío identificados por Elliott Oring:
el trascendental, el defensivo y el patológico. El trascendental busca definir el humor como una
respuesta a las condiciones a menudo desagradables de la vida judía en Europa del Este, ayudando
al pueblo a sobrellevar las cargas que se le imponen y consolarlo en su sufrimiento.El defensivo -
que hace foco en la autocrítica y la burla de sí mismos, prescindiendo muchas veces del entorno -
ve el humor como una estrategia social preventiva. El patológico se ajusta más a la hostilidad y la
agresión que Freud encuentra en la raíz de todo humor.
En 1890 sufrió grandes reveses económicos y emigró a París, luego a Viena y más tarde a
Czernowitz. En 1893 se estableció en Kiev, donde escribió las primeras historias de Tevye el
Lechero y Menajem Mendl.
En 1903, finalmente, pudo mantenerse exclusivamente de los ingresos provenientes de sus obras.
Sin embargo, la estabilidad no duró mucho. La propia Kiev fue azotada por un pogrom en 1905 y
ya le fue imposible residir y escribir allí. Él y su familia iniciaron el viaje que un millón de judíos
rusos ya habían hecho desde 1880. Partieron hacia América, dejando al resto de su familia en
Ginebra.
Sin embargo – y a pesar de ser calurosamente recibido por la comunidad neoyorquina - pronto
descubrió que no podía mantener a esta familia dividida con sus muy bajos ingresos. La mayoría
de sus obras habían sido pirateadas y muchos de sus lectores las leían en publicaciones que no le
reportaban regalías. Retornó a Europa en 1908, donde emprendió una extensa gira de conferencias
por pueblos y ciudades de Polonia y Rusia, durante la cual contrajo una importante enfermedad
pulmonar, no afectando sin embargo su voluntad de seguir escribiendo.
Sus seguidores, alarmados por su precario estado de salud, recaudaron fondos para ayudar a la
familia. Cuando se declaró la Primera Guerra Mundial, fueron desplazados a Copenhague, sin
ningún otro lugar al que acudir, excepto Estados Unidos. Zarparon rumbo a Estados Unidos en
noviembre de 1914, dejando atrás a su hijo Misha, que padecía un avanzado grado de tuberculosis.
Pasó los dos últimos años de su vida en Nueva York. Muchas de sus obras últimas obras ofrecen
una visión profunda de la generación de inmigrantes en suelo norteamericano. Siguió describiendo
la vida judía con gran afecto, siendo sus representaciones caracterizaciones muy definidas e
incisivas de gente sencilla plagada de problemas para ganarse el pan de cada día, comerciantes,
rabinos, maestros y cantores, todos animados por un humor nacido de la opresión. Durante este
período enfrentó una vez más nuevas dificultades económicas, mientras estaba pendiente por la
salud de su hijo, quien murió en el invierno de 1915.
Sholem Aleijem murió a los 57 años en su apartamento en el Bronx el 13 de mayo de 1916. Fue
honrado con una procesión fúnebre de más de 100.000 dolientes, en una demostración sin
precedentes del tamaño y cohesión de la población de habla idish de Nueva York, unida en su dolor
por la pérdida de un gran creador literario, que acuñó – entre tantísimas reflexiones – la frase que
constituye uno de los pilares de la existencia humana.
"La vida es un sueño para los sabios, un juego para los tontos, una
comedia para los ricos y una tragedia para los pobres"
Setiembre, 2021