Coplas Mexicanas A La Muerte
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copla en México
BEATRIZ MARISCAL
El Colegio de México
Juan Rufo (1547-1620), escritor de gran ingenio pero escaso talento literario, consideraba que
los poetas debían estar locos porque "se confesaban a gritos". 1
No a gritos, pero sí cantando, el hombre ha tenido siempre necesidad de expresar en voz
alta sus sentimientos. Cecil M. Bowra señalaba que el canto proporcionaba al hombre primiti-
vo fuerzas para afrontar la incertidumbre y peligros de la vida, mientras que, en tanto creación,
en tanto arte, el canto le permite colmar una necesidad que no satisface por completo ni la
acción, ni el pensamiento, a la vez que fortalece su capacidad de vivir. 2
El Cancionero folklórico de México, cuyo cumpleaños número 30 estamos celebrando, cons-
tituye una extraordinaria muestra de esas creaciones poéticas populares con las que los mexica-
nos cantan sus sentimientos, lo mismo si son de amor feliz que de amor desdichado, si son de
sufrimiento o de regocijo, si responden a la amistad o a traiciones, o si se enfrentan a la muerte.
Esa recopilación de materiales, metódicamente ordenados y editados, es el resultado de
un esfuerzo de numerosas personas, quienes, bajo la dirección de Margit Frenk, desarrollaron
un gran trabajo científico en torno a una rama de la literatura que, a pesar de publicaciones de
ese calibre, continúa siendo considerada como literatura de segunda, propia de gente con poca
o nula "cultura''. Una postura no muy lejana de la que expresara en el siglo xv el Marqués de
Santillana, quien consideraba que la poesía tradicional era digna solamente de "gentes de baxa
y servil condición", ya que era compuesta "sin ningund orden, regla, nin cuento". 3
No es este el espacio para discutir sobre lo que es o no es la literatura popular, el término
mismo es materia de fuertes discusiones; quiero apuntar, sin embargo, que, a pesar de los nu-
merosos, profundos y a menudo apasionados estudios sobre este tema, ni siquiera se ha llegado
a un consenso sobre el término a utilizar al tratar sobre este tipo de producción literaria. 4 La
misma Margit Frenk aclara en su Prólogo al Cancionero folklórico que utiliza indistintamente
los términos "popular", "tradicional" y "folklórico", sin que por ello se obvien los límites entre
lo que debía o no debía ser incluido en el Cancionero. 5
1 Además de su poema en honor de Juan de Austria, La Austriada (1548), Rufo publicó una obra llena de
3 ÍÑIGO LóPEZ DE MENDOZA, MARQUÉS DE SANTlLLANA, Poesía Lírica, ed. de Miguel Ángel Pérez Priego,
Al igual que esos términos, otros como "oral", "vulgar" o "marginal", son utilizados para
caracterizar los productos literarios que se excluyen, por su origen, estilo, ámbito de difusión o
simple vocación cultural, de la "cultura" oficial.
Entre los estudiosos de la literatura popular hay quienes consideran que, de hecho, esos
términos no sólo no son equivalentes, sino que son incompatibles entre sí. Dada esta falta de
consenso, la mayoría de las definiciones de "literatura popular" suelen privilegiar uno de esos
términos, dependiendo de si el enfoque es estilístico, historicista o sociológico, por lo que, las
más de las veces, lo que tenemos es una gran confusión terminológica, o clasificatoria.
En mi opinión, para las coplas que conforman el Cancionero folklórico de México, esos
términos no son necesariamente excluyentes entre sí, puesto que, en tanto literatura popular
(un término que en la opinión de Zumthor no abarca lo que debiera 6 ) son a la vez producto de
la tradición oral y de la escrita, pertenecen lo mismo al campo tradicional que al popular, a la
cultura letrada y a la iletrada. Ya que, si bien la transmisión oral -sobre todo en su modalidad
de oralidad mediatizada o tecnificada- juega un papel importante en su elaboración y desarro-
llo, la gramática creativa que la rige no es ajena a la estilística culta de la que se nutre y de la
que adopta numerosos elementos.
Las coplas publicadas en el Cancionero folklórico de México nos muestran claramente que
en la literatura popular participan, en mayor o menor medida, diferentes códigos culturales. Lo
mismo puede decirse, claro está, de la literatura culta, sobre todo en ciertos períodos de pro-
ducción literaria como es el caso de los Siglos de Oro, en los que la gran popularidad de la li-
teratura culta española tuvo mucho que ver con su proximidad a la literatura popular.
Los poetas cultos de fines del siglo XVI, señalaba Margit Frenk en un estudio sobre la líri-
ca popular en el Siglo de Oro, además de una literatura dirigida a los más selectos paladares,
crean para el pueblo una nueva poesía popular, distinta, que hace mella en la literatura anti-
gua.7 Esa literatura llega al Nuevo Mundo, junto con todas las otras modas literarias, y se na-
turaliza al ser adoptada lo mismo por los "ingenios" de nuestras tierras que por el pueblo inte-
resado en expresar su sentir.
De los copiosos materiales del Cancionero, he seleccionado para este breve trabajo las co-
plas sobre la muerte, un tema que los mexicanos solemnizamos y trivializamos, una realidad que
celebramos, en la medida de lo posible, en compañía de otros, rezando, comiendo y cantando.
Al tratar de coplas sobre la muerte en lengua española, parecería necesario cuando menos
hacer referencia a las Coplas por la muerte de su padre, de Jorge Manrique, una de las obras de
mayor éxito editorial en la España del siglo xvr. Pero, al no ser el objeto de este trabajo la lite-
ratura culta, sólo apunto que, si bien algunos de los conceptos sobre la muerte que se desarro-
llan en esas coplas cultas, tales como la acción igualadora de la muerte del rico con el pobre, del
poderoso con el humilde, o la necesaria resignación ante los designios divinos, 8 que aparecen
también en las coplas de factura popular, la poética que rige a unas y otras las coloca en regis-
tante de las cuarenta coplas que conforman esta obra mencionan la muerte: la muerte es silenciosa, inesperada y
llega muy pronto, nadie la puede detener, iguala a ricos y pobres, proporciona descanso, pasa velozmente, a pesar
de ser un descanso al hombre es un enemigo, una trampa en la que caemos si bien hay que resignarse ante la vo-
luntad divina.
tros culturales diferentes, de tal manera que, mientras que las primeras se consideran una de las
expresiones más refinadas y trascendentes de los sentimientos ante la muerte en lengua españo-
la, ("poesía a la vida'' las llamó paradójicamente Pedro Salinas 9), obra de un poeta con una
biografía y trayectoria literaria particular, las segundas, las coplas populares, constituyen mues-
tras de sentimientos que, independientemente de quién las haya compuesto, quienes las escu-
chamos, recordamos y repetimos, nos sentimos identificados de alguna manera con lo que di-
cen, por lo que son no sólo populares, sino propias. Y es que, a pesar de no pertenecer a las
clases populares, cuando se trata de las coplas populares mexicanas, todos somos "pueblo", ya
que, como propone Luis Díaz, "Ser 'pueblo' no es otra cosa que sentirse como los otros, sentir-
se de un lugar más que de una clase, de una 'gente' más que de una 'nación"'. 10
En las coplas del Cancionero folklórico de México que hablan de la muerte, sobresale por
su frecuencia la concepción de la muerte como igualadora que, como ya señalaba, es tópico de
la poesía culta.
La muerte nos iguala, antes que nada, porque es destino de todos, lo queramos o no:
Una copla que nos muestra esa tendencia de la literatura popular a utilizar términos cul-
tos tales como: engreimiento, altivez y altanería, que se suman a: cimiento y arquería, propios de
la Arquitectura, con los que se elabora una metáfora de destrucción que sirve para indicar la
llegada de la muerte.
9 PEDRO SALINAS, jorge Manrique o tradición y originalidad, Sudamericana, Buenos Aires, 1962, p. 160.
'º Lms DÍAz, "Concepto de la literatura popular y conceptos conexos", Anthropos, 166/i67 (mayo-agosto,
1995), p. 18.
" Todas las coplas están tomadas de MARGIT FRENK (dir.), Cancionero folklórico de México, 5 vols., El Colegio
de México, México, 1975-1985. En adelante solamente se indica entre paréntesis el tomo (en romanos), el número
de copla (arábigos) y la canción a la que pertenece o si es una estrofa suelta, así como el lugar de proveniencia.
Ese uso de términos cultos contrasta con la siguiente copla suelta, de estructura muy si-
milar:
Aquí se acaba el orgullo
también la infernal malicia
aquí se pela la pava
con la Divina Justicia.
(IV-9022, estrofa suelta, Tabasco)
Como agente y causa directa de la muerte las coplas mexicanas señalan, en primer térmi-
no, al amor:
Hay dolores que se alivian, (Llorona)
pero yo de éste me muero,
y si volviera a nacer, (¡ay Llorona!)
moriría por ti de nuevo.
(l-281, La Llorona!, Oaxaca)
Si yo llego a conseguir
lo que he intentado contigo,
ni la muerte he de sentir
aunque me sepulten vivo.
(I-581, El gusto/, Distrito Federal)
Es inclusive algo que se busca, 13 como lo establecen estas coplas que muestran, la prime-
ra de ellas con rima un poco forzada, esa temeridad tan característica de nuestras coplas po-
pulares:
13 Una concepción similar de la muerte como algo deseado está en santa Teresa: "muero porque no mue-
ro'', SANTA TERESA DE ]Esús, Obras Completas, ed. de Olger Steggink, Biblioteca de Autores Católicos, Madrid,
1962.
Y quién no recuerda la copla tantas veces cantada y repetida en México casi como mantra:
La muerte tiene, en nuestra cultura popular, una corporeidad que nos permite tratarla
como a una mujer atractiva, capaz de seducir al hombre:
Es evidente que, en general, las coplas nos transmiten una visión profundamente machis-
ta, pero no falta la visión femenina:
De sepulcro en sepulcro
voy preguntando
que si no han visto un hombre
que murió amando.
Respondió uno:
mujeres a millares, Cielito lindo,
y hombres, ninguno.
(II-4729, Cielito lindo, Distrito Federal, Veracruz;
La primavera, Zacatecas)
Mi marido se murió,
el diablo se lo llevó;
allá debe estar pagando
las mondas que aquí me dio.
Y están también los oficios peligrosos, que resultan en una muerte mucho más digna:
Dignidad que qe alguna manera se hace extensiva a la muerte de los reos, por aquello, tal
vez, de la injµsticia de la justicia:
A esta gama de actitudes ante la muerte que nos muestran las coplas del Cancionero folkló-
rico de México que venimos comentando, mezcla de fatalismo y balandronada, de serenidad y
humor frente a lo inevitable, se suman las despedidas de los seres amados, generalmente series
14 La primera copla se canta suelta o en La viuda y Mi comadre. La versión que transcribimos corresponde
a La viuda, recogida en Zacatecas en 1948 y publicada por VICENTE T. MENDOZA y VIRGINIA R. DE MENDOZA,
Folklore de San Pedro Piedra Gorda, Instituto Nacional de Bellas Artes, México, 1952, p. 103.
de coplas que pueden incluir a los padres, hermanos, hijos, esposa, compañeros y hasta los
suegros, sin dejar de lado a los patrones, y que tienen tonos más formales, llenos de patetismo
y resignación; algunas de ellas parecen inclusive estar en boca del mismito difunto:' 5
Otra modalidad de coplas mexicanas referentes a la muerte son las que se formulan como
epitafios, esas inscripciones en memoria del difunto que se ponen en materiales preferiblemen-
te no corruptibles y que se colocan sobre la tumba, última morada del cadáver corruptible. Esta
antiquísima práctica de colocar sobre la tumba una inscripción que dé noticia del nombre y
señas del difunto y de los ideales que pudieron inspirar su vida surge, evidentemente, de la
necesidad del hombre de trascender a la muerte. 16 La verdadera vida de los muertos, sentencia-
ba Cicerón, está en la memoria de los vivos.
Las coplas mexicanas sobre la muerte que constituyen epitafios parecen ser herederas de
la tradición romancística española, una tradición que Diego Catalán remonta al siglo xv, a los
poetas de tiempos de los Reyes Católicos, creadores de romances trovadorescos. Se trata de
motivos formularios que aparecen en romances de temas y origen diversos, tales como La
Muerte del Príncipe de Portugal La bella en misa, El hijo póstumo, o El Conde Niño, así como en
romances muy difundidos en América como el de Mina el desesperado y el de Don gato.'7
15 En el caso de estas canciones que incluyen un número variable de coplas, no existe un orden establecido
de aparición, como señala )As REuTER en su estudio "Un nuevo sistema de descripción analítica de la lírica popular
mexicana", en DIEGO CATALÁN, J. ANTONIO Cm, BEATRIZ MARISCAL, FLOR SALAZAR y ANA VALENCIANO, (eds.),
De Balada y Lírica, 2. Tercer Coloquio Internacional sobre el Romancero, Universidad Complutense-Seminario Me-
néndez Pida!, Madrid, I99º• pp. 233-245.
16 Cicerón decía que la verdadera vida de los muertos estaba en la memoria de los vivos. Los epitafios toman
auge en el mundo occidental con la necesidad de sublimar la muerte del guerrero, de dejar huella de los ideales por
los que el hombre muere. Véase Euuuo FERRER, El lenguaje de la inmortalidad. Pompas fúnebres, Fondo de Cul-
tura Económica, México, 2003.
17 DIEGO CATALÁN incluye numerosos ejemplos de la difusión del motivo en "Romances trovadorescos in-
La fórmula suele combinar un epitafio con el motivo del entierro fuera de tierra consagra-
da, una pena infligida a quienes morían en pecado mortal, como era el caso de los suicidas y,
de acuerdo con la primitiva legislación española, de los toreros y de los cómicos, a los que se
asimilaban poéticamente quienes morían de amor.
Utilizo como ejemplo mexicano las coplas del Casamiento del cuitlacoche:
Vale aclarar que el futuro difunto no es el novio, sino un coyote que ha asistido a la boda
del cuitlacoche.
Aunque este motivo aparece de manera frecuente en Don gato, no siempre, claro está, los
epitafios son paródicos; hay coplas en las que el epitafio se refiere a una persona:
Y en mi cabecera pones
Un letrero colorado,
y en el letrero que diga:
"Y aquí murió el desgraciado".
(IV-9052, El caballito, Puebla)
Es imposible hablar aquí de todas las formas de tratar el tema de la muerte que se dan
en las coplas del Cancionero folklórico de México; he querido hacer una cala del riquísimo
material, a fin de constatar ciertas constantes que, si bien individualmente no son necesaria-
mente privativas de nuestra tradición, sí podemos identificarlas en conjunto como parte de la
cultura folclórica de México. Cito a Margit Frenk: "La poesía folklórica es un modo de
poetizar, o más exactamente, un conjunto de modos de poetizar, que pertenece al 'saber' de
una comunidad y se transmite por el espacio y por el tiempo, a veces a lo largo de muchos
siglos" .18
corporados al Romancero tradicional moderno", Arte poética del Romancero oral, Parte rª. Los textos abiertos de
creación colectiva, Siglo XXI España, Madrid, 1997, pp. 291-324.
18 Cancionero folklórico de México, op. cit., t. I, p. xxii.
Para la heterogénea comunidad que conformamos los mexicanos, las coplas recogidas en
el Cancionero folklórico de México que hacen referencia a la muerte, son expresión de nuestra
forma peculiar de sentir la muerte, son muestras, algunas más loables que otras, de nuestra
idiosincrasia. En esas coplas entran en acción diversos códigos culturales que hacen patente esa
manera lúdica de enfrentarnos a la muerte; en ellas captamos espontaneidad y desmesura fren-
te a la fatalidad, emotividad lacrimosa y sensibilidad, patetismo y capacidad de burla y hasta de
gozo, sin que por ello se deje de lado el temor a ser olvidados después de la muerte, el deseo de
ser recordados.
Las coplas populares a la muerte son, sobre todo, manifestaciones de sentimientos sin
tapujos. Ya que todos vamos a morir, a la huesuda no la excluimos de nuestra conciencia, la
enfrentamos con humor: lo que podemos hacer con ella es celebrar, comer, beber, bailar y, des-
de luego, cantar.
Después de todo, si me han de matar mañana, que me maten de una vez.