Berkhof, L. Teologia Del Pacto
Berkhof, L. Teologia Del Pacto
Berkhof, L. Teologia Del Pacto
A. El nombre
1. EN EL ANTIGUO TESTAMENTO. La palabra hebrea para pacto es siempre berith, una palabra de
derivación incierta. La opinión más general es que se deriva del verbo hebreo barah, cortar, y por
tanto contiene un recordatorio de la ceremonia mencionada en Génesis 15:17. Algunos, sin
embargo, prefieren pensar que esto se deriva de la palabra asiria beritu, que significa «atar». Esto
apuntaría de una vez al pacto como una obligación. La cuestión de la derivación no es de gran
importancia para la construcción de la doctrina. La palabra berith puede denotar un acuerdo muto
voluntario (dipleúrico), pero también una disposición o una cuerdo impuesto por una parte sobre
otra (monopleúrico). Su sentido exacto no depende de la etimología de la palabra ni tampoco del
desarrollo histórico del concepto, sino sencillamente de las partes concernientes. En la medida en
la que una de las partes esté subordinada y tenga menos que decir, el pacto adquiere el carácter
de una disposición o un acuerdo impuesto por una parte sobre la otra. Berith entonces se vuelve
sinónimo de choq (estatuto u ordenanza designados), Éxodo 34:10; Isaías 59:21; Jeremías 31:36;
33:20; 34:13. De ahí que también encontremos que karath berith (cortar un pacto) esté construido
no solo con las preposiciones ’am y ben (con), sino también con lamedh (para), Josué 9:6; Isaías
55:3; 61:8; Jeremías 32:40. Naturalmente, cuando Dios establece un pacto con el ser humano, este
carácter monopleúrico está en gran medida en evidencia, porque Dios y el ser humano no son
partes iguales. Dios es el Soberano que impone Sus ordenanzas sobre Sus criaturas.
expresado por el Nuevo Testamento. Ha habido una diferencia considerable de opiniones con
respecto a la traducción adecuada de la palabra. En casi la mitad de los pasajes en donde aparece
en las clásicas versiones de la Biblia en holandés y en inglés, se traduce la palabra como «pacto»,
mientras que en la otra mitad se traduce como «testamento». Otras versiones, no obstante, la
traducen siempre como «pacto», con excepción de Hebreos 9:16–17. Resulta natural, por
consiguiente, que se plantee la siguiente pregunta: «¿Cuál es el sentido de la palabra en el Nuevo
Testamento?». Algunos afirman que tiene el sentido clásico de disposición o testamento, en
donde sea que se encuentre en el Nuevo Testamento, mientras que otros sostienen que significa
testamento en algunos lugares pero que en la gran mayoría de pasajes la idea de pacto está
prominentemente en el primer plano. Indudablemente esta es la postura correcta. Esperaríamos a
priori que el uso del Nuevo Testamento estuviera en acuerdo general con el de la LXX; y un estudio
atento de los pasajes relevantes muestran que la versión Reina Valera 1960 está indudablemente
en el camino correcto cuando traduce diatheke como «testamento» solamente en Hebreos 9:16–
17. Con toda probabilidad no hay ningún otro pasaje donde esta traducción sería correcta, ni
siquiera 2 Corintios 3:6, 15. El hecho de que diversas traducciones del Nuevo Testamento
sustituyan «testamento» por «pacto» en tantos lugares se deba posiblemente a tres causas: (a) el
deseo de enfatizar la prioridad de Dios en la transacción; (b) la asunción de que la palabra tenía
que traducirse tanto como fuera posible en armonía con Hebreos 9:16–17; y (c) la influencia de la
traducción al latín, que traduce uniformemente diatheke como «testamentum».
B. El concepto
La idea de pacto se desarrolló en la historia antes de que Dios hiciera un uso forman del concepto
en la revelación de la redención. Los pactos entre los seres humanos ya existían antes de que Dios
estableciera Su pacto con Noé y con Abraham, y esto preparó a los seres humanos para entender
la importancia de un pacto en un mundo dividido por el pecado, y los ayudó a entender la
revelación divina, cuando presentó la relación del ser humano con Dios como una relación de
pacto. Esto no significa, sin embargo, que la idea de pacto se originara con el ser humano y fuera
luego tomada prestada por Dios como una forma apropiada para la descripción de la relación
mutua entre Él y el ser humano. Lo totalmente opuesto es cierto; el arquetipo de toda vida de
pacto se encuentra en el ser trinitario de Dios y lo que se evidencia entre los hombres no es sino
una copia tenue (ectipo) de esto. Dios ordenó de tal modo la vida humana del ser humano que la
idea del pacto se desarrollara como uno de los pilares de la vida social, y luego de que se
desarrollara, Él la introdujo formalmente como una expresión de la relación existente entre Él y el
ser humano. La relación de pacto entre Dios y el ser humano existía desde el mismo principio, y
por tanto mucho antes del establecimiento formal del pacto con Abraham.
Aunque la palabra berith suele usarse con respecto a los pactos entre los seres humanos, siempre
incluye una idea religiosa. Un pacto es un convenio o acuerdo entre dos o más partes. Puede ser, y
entre los seres humanos por lo general es, una cuerdo en el que las partes, que pueden
Berkhof, L. (2018). Teología Sistemática. (C. Franco, Trad.). Bellingham, WA: Editorial Tesoro
Bíblico.
Hay diferentes representaciones con respecto a las partes en el pacto de gracia. Algunos las
consideran como el Dios trino y el ser humano, ya sea sin calificación o calificados en cierto modo,
como «el pecador», «el elegido» o «hombre en Cristo»; otros, Dios el Padre, como representante
de la Trinidad, y Cristo en representación de los elegidos;1 y aun otros, desde los días de Cocceius,
distinguen dos pactos, a saber, el pacto de redención (pactum salutis) entre el Padre y el Hijo, y, en
base a esto, el pacto de gracia entre el Dios trino y los elegidos, o el pecador elegido. La segunda
de estas representaciones tiene cierta ventaja desde un punto de vista sistemático. Puede
reclamar el respaldo de pasajes tales como Romanos 5:12–21 y 1 Corintios 15:21, 22, 47–49, y
enfatiza la conexión inseparable entre el the pactum salutis y el pacto de gracia. Pone de
manifiesto la unidad del pacto en Cristo y es defendida entre otros por Boston, Gib, Dick, A.
Kuyper Sr., H. Kuyper y A. Kuyper, Jr. La tercera representación es más perspicaz, sin embargo,
resulta más fácil de entender y por lo tanto es más útil en una discusión práctica de la doctrina del
Berkhof, L. (2018). Teología Sistemática. (C. Franco, Trad.). Bellingham, WA: Editorial Tesoro
Bíblico.
pacto. En gran medida huye de la confusión que es incidental a la otra postura y es seguida por la
mayoría de los teólogos reformados, tales como Mastricht, à Marck, Turretin, Witsius, Heppe, los
Hodges, Shedd, Vos, Bavinck y Honig. No hay diferencia esencial entre estas dos representaciones.
Dice el Dr. Hodge: «No hay diferencia doctrinal entre aquellos que prefieren una declaración y
quienes prefieren la otra; entre aquellos que abarcan todos los hechos de la Escritura relacionados
con el sujeto bajo un pacto entre Dios y Cristo como representante de Su pueblo, y quienes los
distribuyen bajo dos».2 Siendo este el caso, el tercer modo de representar la cuestión completa
indudablemente merece preferencia. Pero al seguirla deberíamos tener en mente lo que dice
Shedd: «Pese a que esta distinción (entre el pacto de redención y el pacto de gracia) sea
favorecida por declaraciones de la Escritura, no se desprende que haya dos pactos separados e
independientes antitéticos con el pacto de las obras. El pacto de gracia y redención son dos modos
o fases de un pacto evangélico de misericordia».3
El nombre «consejo de paz» se deriva de Zacarías 6:13. Cocceius y otros encontraron en este
pasaje una referencia a un acuerdo entre el Padre y el Hijo. Esto fue claramente un error, porque
las palabras se refieren a la unión de los oficios de realeza y sacerdocio en el Mesías. El carácter
escritural del nombre no puede sostenerse, pero esto, desde luego, no resta valor a la realidad del
consejo de paz. La doctrina de este consejo eterno descansa en la siguiente base escritural:
b) Hay pasajes de la Escritura que no solo apuntan al hecho de que el plan de Dios para
salvación de los pecados era eterno, Efesios 1:4; 3:9, 11, sino también indican que fue de la
naturaleza de un pacto. Cristo habla de la promesa hecha para Él antes de su advenimiento y
reiteradamente se refiere a una comisión que recibió del Padre, Juan 5:30, 43; 6:38–40; 17:4–12. Y
en Romanos 5:12–21 y 1 Corintios 15:22 Él es claramente referido como una cabeza
representativa, esto es, como la cabeza de un pacto.
Berkhof, L. (2018). Teología Sistemática. (C. Franco, Trad.). Bellingham, WA: Editorial Tesoro
Bíblico.
c) En todo lugar donde tengamos los elementos esenciales de un pacto, es decir, partes
contractuales, una promesa o varias promesas, y una condición, entonces tenemos un pacto. En
Salmos 2:7–9 las partes son mencionadas y una promesa es indicada. El carácter mesiánico de este
pasaje está garantizado por Hechos 13:33; Hebreos 1:5; 5:5. De nuevo, en Salmos 40:7–9, también
atestiguado como mesiánico por el Nuevo Testamento (Hebreos 10:5–7), el Mesías expresa Su
disposición de hacer la voluntad del Padre en cuanto a convertirse en sacrificio por el pecado.
Cristo reiteradamente habla de una tarea que el Padre le encargó, Juan 6:38, 39; 10:18; 17:4. La
declaración en Lucas 22:29 es particularmente significativa: «Yo, pues, os asigno un reino, como mi
Padre me lo asignó a mí». El verbo usado aquí es diatithemi, la palabra de la cual se deriva
diatheke, que significa designar por voluntad, testamento o pacto. Más aún, en Juan 17:5 Cristo
reclama una promesa, y en Juan 17:6, 9, 24 (cf. también Filipenses 2:9–11) Él se refiere a Su pueblo
y Su gloria futura como una recompensa dada a Él por el Padre.
d) Hay dos pasajes en el Antiguo Testamento que conectan con la idea del pacto
inmediatamente con el Mesías, a saber, Salmo 89:3, que se basa en 2 Samuel 7:12–14, y está
probado en que se trata de un pasaje mesiánico por Hebreos 1:5; y en Isaías 42:6, donde la
persona referida es el Siervo del Señor. La conexión muestra claramente que este Siervo no es
meramente Israel. Más aún, hay pasajes en donde el Mesías habla de Dios como Su Dios, usando
así el lenguaje de pacto, a saber, Salmo 22:1, 2, y Salmo 40:8.
y que en consecuencia los creyentes del Antiguo Testamento no disfrutaron completo perdón de
pecados. De Romanos 3:25 infirieron que para aquellos santos solo hubo una paresis, un pasar por
alto el pecado, y no aphesis o perdón completo, hasta que Cristo realmente hizo expiación por el
pecado. Sus oponentes afirmaron, no obstante, que Cristo cargó sobre sí mismo
incondicionalmente rendir satisfacción por Su pueblo, y por tanto se volvió un fiador en el sentido
específico de un expromissor. Esta es la única postura sostenible, porque: (a) Los creyentes del
Antiguo Testamento recibieron total justificación o perdón, aunque el conocimiento de esto no fue
tan pleno y claro como lo es en la dispensación del Nuevo Testamento. No hubo diferencia
esencial entre el estatus de los creyentes del Antiguo y el de los del Nuevo Testamento, Salmo
32:1, 2, 5; 51:1–3, 9–11; 103:3, 12; Isaías 43:25; Romanos 3:3, 6–16; Gálatas 3:6–9. La posición de
Cocceius recuerda una de los católicos romanos con su Limbus Patrum. (b) La teoría de Cocceius
hace que la obra de Dios en cuanto a hacer provisión para la redención de los pecadores dependa
de la obediencia incierta del ser humano en una manera totalmente infundada. No hay sentido en
decir que Cristo se volvió un fiador condicional, como si aún fuera posible que el pecador debiera
pagar por sí mismo. La provisión de Dios para la redención de los pecadores es absoluta. Esto no es
lo mismo que decir que Él no trata ni se dirige al pecador como culpable en forma personal hasta
que sea justificado por la fe, porque esto es exactamente lo que Dios hace. (c) En Romanos 3:25, el
pasaje al cual apela Cocceius, el apóstol usa la palabra paresis (pasar por alto o pasar de largo), no
porque los creyentes individuales en el Antiguo Testamento no recibieran pleno perdón de
pecados, sino porque durante la antigua dispensación el perdón de pecados asumió la forma de
una paresis, mientras el pecado no haya sido adecuadamente castigado en Cristo, y la justicia
absoluta de Cristo no haya sido revelada en la cruz.
2. EL CARÁCTER DE ESTE PACTO ASUMIDO POR CRISTO. Aunque el pacto de redención es la base
eterna del pacto de gracia y, en lo que concierne a los pecadores, también su prototipo eterno, fue
para Cristo un pacto de las obras en lugar de un pacto de gracia. Para Él, la ley del pacto original se
aplicó, esto es, que la vida eterna solo podía obtenerse al satisfacer las demandas de la ley. Como
el último Adán, Cristo obtiene vida eterna para los pecadores en recompensa por la obediencia fiel
y para nada como un don inmerecido de la gracia. Y lo que Él ha hecho como Representante y
Fiador de todo Su pueblo, ya no están obligados a hacer nada. La obra ha sido hecha, la
recompensa es merecida y los creyentes son hechos participantes de los frutos de la obra que
Cristo logró por medio de la gracia.
4. CONEXIÓN CON EL PACTO DE LOS SACRAMENTOS EMPLEADOS POR CRISTO. Cristo usó los
sacramentos de tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento. Es evidente, sin embargo, que no
podían significar para Él lo que significan para los creyentes. En Su caso no podían ser símbolos ni
sellos de gracia salvífica; ni tampoco podían ser instrumentales en fortalecer la fe salvífica. Si
distinguimos, como estamos haciendo, entre el pacto de redención y el pacto de gracia, entonces
los sacramentos fueron para Cristo con toda probabilidad sacramentos de lo primero en lugar de
lo segundo. Cristo asumió en sí mismo en el pacto de redención para satisfacer las demandas de la
ley. Estas habían asumido una forma definida cuando Cristo estuvo en la tierra y también
incluyeron regulaciones religiosas positivas. Los sacramentos formaban una parte de esta ley, y
por lo tanto Cristo tenía que sujetarse a sí mismo a ellas, Mateo 3:15. Al mismo tiempo podían
servir como sellos de las promesas que el Padre había dado al Hijo. Puede plantearse la objeción
sobre esta representación en que los sacramentos fueran ciertamente símbolos y sellos adecuados
de la remoción del pecado y de la nutrición de la vida espiritual, pero dada la naturaleza del caso
no podría tener este sentido para Cristo, quien no tuvo pecado y no necesitaba sustento espiritual.
La objeción puede responderse, al menos en un grado determinado, llamando la atención al hecho
de que Cristo apareció en la tierra en una capacidad pública y oficial. Aunque Él no tenía ningún
pecado personal y ningún sacramento, por ello, podía significar ni sellar para Él su remoción, no
obstante fue hecho para ser pecado por Su pueblo, 2 Corintios 5:21, mediante ser cargado con la
culpa de ellos; y en consecuencia los sacramentos podían significar la remoción de esta carga,
según la promesa del Padre, luego de que Él hubiera completado Su obra expiatoria. De nuevo,
aunque no podemos hablar de Cristo como ejerciendo fe salvífica en el sentido en el que se
requiere de nosotros, aun así como Mediador Él tenía que ejercer la fe en un sentido amplio al
aceptar las promesas del Padre creyendo, y al confiar en el Padre para su cumplimiento. Y los
sacramentos podían servir como señales y sellos para fortalecer esta fe en lo referido a Su
naturaleza humana.
1. REQUISITOS. El padre requirió del Hijo, que apareció en este pacto como el Fiador y la Cabeza
de Su pueblo, y como el último Adán, que Él debía hacer enmienda por el pecado de Adán y de
aquellos que el Padre le había dado, y debía hacer lo que Adán falló en hacer mediante el
cumplimiento de la ley y así asegurar vida eterna a toda Su progenie espiritual. Este requisito
incluía los siguientes detalles:
Berkhof, L. (2018). Teología Sistemática. (C. Franco, Trad.). Bellingham, WA: Editorial Tesoro
Bíblico.
a) Que Él debía asumir la naturaleza humana siendo nacido de una mujer y así entrar en
relaciones temporales; y que Él debía asumir esta naturaleza con sus debilidades actuales, aunque
sin pecado, Gálatas 4:4, 5; Hebreos 2:10, 11, 14, 15; 4:15. Era absolutamente esencial que Él se
volviera parte de la raza humana.
b) Que Él, quien como Hijo de Dios era superior a la ley, debía situarse bajo la ley; que Él
debía entrar, no meramente en lo natural sino también en la relación penal y federal con la ley, a
fin de pagar la penalidad por el pecado y merecer la vida eterna para los elegidos, Salmo 40:8;
Mateo 5:17, 18; Juan 8:28, 29; Gálatas 4:4, 5; Filipenses 2:6–8.
c) Que Él, luego de haber merecido el perdón de pecados y la vida eterna para los Suyos,
debía aplicarles los frutos de Sus méritos: perdón completo y la renovación de sus vidas por medio
de la poderosa operación del Espíritu Santo. Al hacer esto Él haría absolutamente seguro que los
creyentes pudieran consagrar sus vidas a Dios, Juan 10:16; Juan 16:14, 15; 17:12, 19–22: Hebreos
2:10–13; 7:25.
2. PROMESAS. Las promesas del Padre estaban en consonancia con Sus requisitos. Prometió al Hijo
todo lo que se requería para la realización de Su obra grande y abarcadora, excluyendo así toda
incertidumbre con respecto a la operación de este pacto. Estas promesas incluyeron lo siguiente:
a) Que Él prepararía para el Hijo un cuerpo, que sería un tabernáculo adecuado para Él; un
cuerpo en parte preparado por la obra inmediata de Dios e incontaminada por el pecado, Lucas
1:35; Hebreos 10:5.
b) Que Él lo dotaría con los dones y la gracia necesaria para la realización de Su tarea, y
particularmente lo ungiría para los oficios mesiánicos al darle el Espíritu sin medida, una promesa
que fue cumplida especialmente en el momento de Su bautismo, Isaías 42:1, 2; 61:1; Juan 3:31.
d) Que Él lo habilitaría, como una recompensa por Su obra realizada, para enviar el Espíritu
Santo para la formación de Su cuerpo espiritual, y para la instrucción, la guía y la protección de la
Iglesia, Juan 14:26; 15:26; 16:13, 14; Hechos 2:33.
e) Que Él le daría una simiente numerosa en recompensa por Su obra realizada, una
simiente tan numerosa que sería una multitud que ningún ser humano podría contar, de modo
que en última instancia el reino del Mesías abrazaría a los pueblos de todas las naciones y lenguas,
Salmo 22:27; 72:17.
f) Que Él le concedería todo poder en el cielo y en la tierra para el gobierno del mundo y de
Su Iglesia, Mateo 28:18; Efesios 1:20–22; Filipenses 2:9–11; Hebreos 2:5–9; y finalmente lo
Berkhof, L. (2018). Teología Sistemática. (C. Franco, Trad.). Bellingham, WA: Editorial Tesoro
Bíblico.
recompensaría como Mediador con la gloria que Él como Hijo de Dios tenía con el Padre antes de
que existiera el mundo, Juan 17:5.
Los siguientes puntos indican la relación en la que este pacto se erige con respecto al pacto de
gracia.
a) El consejo de redención es el prototipo eterno del histórico pacto de gracia. Esto explica
el hecho de que muchos combinen los dos en un solo pacto. El primero es eterno, esto es, desde la
eternidad, y el segundo, temporal en el sentido de que se realiza en el tiempo. El primero es un
pacto entre el Padre y el Hijo como Fiador y Cabeza de los elegidos, mientras que el segundo es un
pacto entre el Dios trino y el pecador elegido en el Fiador.
El pacto de redención puede definirse como el acuerdo entre el Padre, ofreciendo al Hijo
como Cabeza y Redentor de los elegidos, y el Hijo, voluntariamente asumiendo el lugar de aquellos
que el Padre le ha concedido a Él.
En una discusión de la naturaleza del pacto de gracia surgen diversos puntos que merecen
consideración, tales como la distinción entre este y el pacto de las obras, las partes contractuales,
los contenidos, las características del pacto y el lugar de Cristo en el pacto.
Berkhof, L. (2018). Teología Sistemática. (C. Franco, Trad.). Bellingham, WA: Editorial Tesoro
Bíblico.
1. PUNTOS DE SIMILITUD. Los puntos de coincidencia son de naturaleza bastante general. Los dos
pactos coinciden en (a) el autor: Dios es el autor de ambos; sólo Él podía establecer tales pactos;
(b) las partes contractuales, que son en ambos casos Dios y el ser humano; (c) la forma externa,
esto es, condición y promesa; (d) los contenidos de la promesa que en ambos casos es vida eterna;
y (e) el propósito general, que es la gloria de Dios.
2. PUNTOS DE DIFERENCIA. (a) En el pacto de las obras Dios aparece como Creador y Señor; en el
pacto de gracia, como Redentor y Padre. El establecimiento del primer fue impulsado por el amor
y la benevolencia de Dios; el del segundo, por Su misericordia y gracia especial. (b) En el pacto de
las obras el ser humano aparece simplemente como criatura de Dios, relacionado adecuadamente
con su Dios; en el pacto de gracia aparece como pecador que ha pervertido sus caminos y solo
puede aparecer como parte en Cristo, el Fiador. En consecuencia, no hay mediador en el primero,
mientras que sí en el segundo. (c) El pacto de las obras era contingente sobre la obediencia
incierta de un ser humano cambiante, mientras que el pacto de gracia descansa sobre la
obediencia de Cristo como Mediador, que es absoluto y seguro. (d) En el pacto de las obras el
cumplimiento de la ley es la forma de vivir; en el pacto de gracia, es la fe en Jesucristo. Sea cual
fuere la fe que se requería en el pacto de las obras, era parte de la justicia de la ley; en el pacto de
gracia, no obstante, es meramente el órgano por el cual tomamos posesión de la gracia de Dios en
Jesucristo. (e) El pacto de las obras era parcialmente conocido mediante la naturaleza, en vistas de
que la ley de Dios estaba escrita en el corazón del ser humano; pero el pacto de gracia se conoce
exclusivamente por medio de una revelación especial positiva.
Así como en el pacto de las obras, de igual modo en el pacto de gracia Dios es la primera de las
partes contractuales, la parte que toma la iniciativa y misericordiosamente determina la relación
en la cual la otra parte se posicionará en cuanto a Él. Aparece en este pacto, no obstante, no
meramente como un Dios soberano y benevolente, sino también, y especialmente, como un Padre
misericordioso y perdonador, dispuesto a perdonar el pecado y restaurar a los pecadores a Su
bendecida comunión.
No es fácil determinar precisamente quién es la otra parte. En general puede decirse que Dios
estableció naturalmente el pacto de gracia con seres humanos caídos. Históricamente, no hay
indicación definida de limitación alguna hasta que llegamos al tiempo de Abraham. En el curso del
Berkhof, L. (2018). Teología Sistemática. (C. Franco, Trad.). Bellingham, WA: Editorial Tesoro
Bíblico.
tiempo resultó perfectamente evidente, sin embargo, que esta nueva relación de pacto no estaba
diseñada para incluir a todos los seres humanos. Cuando Dios estableció formalmente el pacto con
Abraham, Él lo limitó al patriarca y su simiente. En consecuencia, surge el interrogante sobre
cuáles son los límites exactos del pacto.
Los teólogos reformados no son unánimes en responder esta cuestión. Algunos simplemente dicen
que Dios hizo el pacto con el pecador, pero esto sugiere ninguna limitación en absoluto, y por lo
tanto no satisface. Otros afirman que Él lo estableció con Abraham y su simiente, esto es, sus
descendientes naturales, pero en especial sus descendientes espirituales; o, puesto en una forma
más general, con creyentes y su simiente. La gran mayoría de ellos, no obstante, sostiene que Él
entró en una relación de pacto con los elegidos o los pecadores elegidos en Cristo. Esta posición
fue asumida por representantes tempranos así como también tardíos de la teología federal.
Incluso Bullinger dice que «el pacto de Dios incluye la simiente completa de Abraham, esto es, los
creyentes». Considera que esto se encuentra en armonía con la interpretación de Pablo de «la
simiente» en Gálatas 3. Al mismo tiempo también sostiene que los hijos de los creyentes están en
cierto sentido incluidos en el pacto.1 Y Olevianus, co-autor con Ursinus del Catecismo de
Heidelberg, dice que Dios estableció el pacto con «todos aquellos a quienes Dios, de la masa de los
hombres perdidos, ha decretado adoptar como hijos por gracia y dotarlos con fe».2 Esta es
también la postura de Mastricht, Turretin, Owen, Gib, Boston, Witsius, à Marck, Francken, Brakel,
Comrie, Kuyper, Bavinck, Hodge, Vos y otros.
Pero ahora surgen preguntas: ¿Qué indujo a estos teólogos a hablar del pacto como efectuado con
los elegidos a pesar de todas las dificultades prácticas implicadas? ¿No eran conscientes de estas
dificultades? Según parece al ver sus escritos, eran plenamente conscientes de estas. Pero
sintieron que era necesario ante todo contemplar el pacto en su sentido más profundo, tal como
se concreta en la vida de los creyentes. Aunque entendían que otros tenían un lugar en el pacto en
cierto sentido de la palabra, no obstante sentían que era un lugar subordinado y que su relación
con este estaba calculada para que fuera subsirviente de la plena realización de este en una vida
de amistad con Dios. Y esto no resulta sorpresivo en vistas de las siguientes consideraciones:
b) Incluso en la historia del establecimiento del pacto con Abraham, interpretada a la luz
del resto de la Escritura, los teólogos reformados hallaron evidencia abundante en cuanto a que
fundamentalmente el pacto de gracia es un pacto establecido con aquellos que están en Cristo. La
Biblia distingue una simiente doble de Abraham. El comienzo de esto se encuentra distintivamente
Berkhof, L. (2018). Teología Sistemática. (C. Franco, Trad.). Bellingham, WA: Editorial Tesoro
Bíblico.
en Génesis 21:12, donde vemos a Dios diciéndole a Abraham: «… en Isaac te será llamada
descendencia», excluyendo así a Ismael. Pablo, al interpretar estas palabras habla de Isaac como
hijo de la promesa, y por «hijo de la promesa» no quiere decir simplemente un hijo prometido
sino un hijo que no fue nacido de forma común sino, en virtud de una promesa, por una operación
sobrenatural de Dios. También conecta con esto la idea de un hijo a quien pertenece la promesa.
Según él, la expresión «En Isaac te será llamada descendencia» indica que «No los que son hijos
según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados
como descendientes», Romanos 9:8. La misma idea está expresada en Gálatas 4:28: «Así que,
hermanos, nosotros, como Isaac, somos hijos de la promesa», y como tal también herederos de las
bendiciones prometidas, cf. v. 30. Esto se encuentra totalmente en armonía con lo que dice el
apóstol en Gálatas 3:16: «Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No
dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es
Cristo». Pero la simiente no se limita a Cristo, sino que incluye a todos los cristianos. «Y si vosotros
sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa», Gálatas 3:29.
W. Strong en su Discurso de los dos pactos [Discourse of the Two Covenants] llama la atención a la
siguiente subordinación en el establecimiento del pacto. Dice que fue hecho: «(1) primero e
inmediatamente con Cristo el segundo Adán: (2) en Él con todos los fieles: (3) en ellos con sus
simientes».3
c) Aun otro factor debería tomarse en consideración. Los teólogos reformados estaban
profundamente conscientes del contraste entre el pacto de las obras y el pacto de gracia. Sentían
que en el primero la recompensa del pacto dependía de una obediencia incierta del ser humano y
como resultado fallaba en materializarse, mientras que en el pacto de gracia la plena realización
de las promesas es absolutamente segura en virtud de la perfecta obediencia de Jesucristo. Su
realización es segura por medio de la operación de la gracia de Dios, pero, desde luego, segura
solo para quienes son participantes de aquella gracia. Se sintieron constreñidos a enfatizar este
aspecto del pacto en especial contra los arminianos y neonomianos, que virtualmente lo
cambiaron en un nuevo pacto de las obras e hicieron la salvación una vez más dependiente de la
obra del ser humano, esto es, sobre la fe y la obediencia evangélica. Por esta razón enfatizaron la
estrecha conexión entre el pacto de redención y el pacto de gracia, e incluso vacilaron en hablar
de fe como la condición del pacto de gracia. Walker nos dice que algunos de los teólogos
escoceses se opusieron a la distinción de dos pactos porque veían en este una «tendencia […] al
neonomianismo, o, como el pacto de reconciliación (es decir, el pacto de gracia en cuanto
distinguido del de redención) era externo en la Iglesia visible, incluso una suerte de impedimento
para el trato inmediato con el Salvador, y una entrada mediante una fe apropiada a la vida en
unión con Él».4
medio de la operación del Espíritu Santo en el corazón. Y en virtud de que en su estimación todo
esto fue incluido en la idea de pacto, y las bendiciones del pacto son realizadas solo en aquellos
que son realmente salvados, enfatizó el hecho de que el pacto de gracia fue establecido entre Dios
y los elegidos. Pero al hacerlo no se propuso negar que el pacto también tenga un aspecto más
amplio.
El Dr. Vos dice con referencia a esta postura: «Het behoeft nauwelijks herinnerd to worden,
hoe met dit alles geenszins bedoeld is, dat de verbondsbediening van de verkiezing uitgaat, noch
ook dat alle niet-uitverkorenen buiten iedere relatie tot deze verbonds-bediening staan. Het is
veelmeer zoo bedoeld, dat uit ’t gesterkt verbonds-bewustzijn de zekerheid aangaande de
verkiezing zich ontwikkelen moet; dat door heel de verbonds-bediening heen, ook de volstrekte,
alomvattende beloften Gods, zooals zij uit de verkiezing voortvloeien moeten worden in het oog
gehouden, bij Woord en Sacrament beide; dat eindelijk het wezen des verbonds, deszelfs volle
realiseering slechts bij de ware kinderen Gods wordt aangetroffen, en dus niet wijder is dan de
uitverkiezing. Vooral op het tweede punt dient gelet te worden. Behalve dat er overal, waar Gods
verbond bediend wordt, eene verzegeling is van dezen inhoud: In de vooronderstelling der
aanwezigheid van geloof, wordt u het recht op alle verbondsgoederen verzekerd—behalve dat,
zeggen wij, is er steeds een plechtige betuiging en verzegeling, dat God in alle uitverkorenen den
geheelen omvang des verbonds will verwerkelijken».5
La idea de que el pacto solamente es realizado de forma plena en los elegidos es una idea
perfectamente escritural, como aparece, por ejemplo, en Jeremías 31:31–34; Hebreos 8:8–12.
Más aún, está completamente en línea con la relación en la que se sitúa el pacto de gracia con
respecto al pacto de redención. Si en este último Cristo se vuelve Fiador solo para los elegidos,
entonces la sustancia real del primero debe limitarse también a ellos.
La Escritura enfatiza con firmeza el hecho de que el pacto de gracia, a diferencia del pacto de
las obras, es un pacto inviolable en el cual las promesas de Dios son siempre efectuadas, Isaías
54:10. Esto no puede ser propuesto condicionalmente, porque entonces no sería característica
especial del pacto de gracia sino que se aplicaría también al pacto de las obras. Y así, esta es
exactamente uno de los puntos importantes en los que el primero difiere del segundo, que no es
más dependiente de la obediencia incierta del ser humano sino solo de la absoluta fidelidad de
Dios. Las promesas del pacto ciertamente serán efectuadas, pero solamente en la vida de los
elegidos.
Pero ahora surge la cuestión sobre si según la estimación de estos teólogos reformados todos
los no elegidos están fuera del pacto de gracia en todo sentido de la palabra. Brakel virtualmente
asume esta postura, pero no está en línea con la mayoría. Comprendieron muy bien que un pacto
de gracia, que en ningún sentido de la palabra incluyera a otros aparte de los elegidos, sería
puramente individual, mientras que el pacto de gracia es representado en la Escritura como una
idea orgánica. Fueron plenamente conscientes del hecho de que, según la revelación especial de
Dios tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, el pacto como un fenómeno histórico es
perpetuado en generaciones sucesivas e incluye muchos en quienes la vida de pacto nunca se
efectúa. Y cuando fuera que desearan incluir este aspecto del pacto en su definición, dirían que
fue establecido con los creyentes y su simiente. Debe tenerse en cuenta, no obstante, que esta
Berkhof, L. (2018). Teología Sistemática. (C. Franco, Trad.). Bellingham, WA: Editorial Tesoro
Bíblico.
descripción de la otra parte en el pacto no implica que el pacto sea establecido con los seres
humanos en calidad de creyentes, porque la fe en sí es un fruto del pacto. El Dr. Bavinck dice
correctamente: «Maar het verbond der genade gaat aan het geloof vooraf. Het geloof is geen
voorwaarde tot het verbond, maar in het verbond; de weg, om al de andere goederen van dat
verbond deelachtig te worden en te genieten».6 La descripción «creyentes y su simiente» sirve
meramente como una designación de los límites del pacto. La cuestión de armonizar estos dos
aspectos del pacto surgirá más adelante. El pacto de gracia puede definirse como aquel acuerdo
misericordioso entre el Dios ofendido y el pecador ofensor pero elegido, en el cual Dios promete
salvación por medio de la fe en Cristo y el pecador acepta esto creyendo, prometiendo una vida de
fe y obediencia.
1. LAS PROMESAS DE DIOS. La principal promesa de Dios, que incluye todas las demás promesas,
está contenida en las palabras que se repiten a menudo: «… para ser tu Dios, y el de tu
descendencia después de ti», Génesis 17:7. Esta promesa se encuentra en varios pasajes del
Antiguo y del Nuevo Testamento que hablan de la introducción de una nueva fase de la vida del
pacto, o se refieren a una renovación del pacto, Jeremías 31:33; 32:38–40; Ezequiel 34:23–25, 30,
31; 36:25–28; 37:26, 27; 2 Corintios 6:16–18; Hebreos 8:10. La promesa es plenamente realizada
cuando al menos la nueva Jerusalén descienda del cielo de parte de Dios, y el tabernáculo de Dios
sea afirmado entre los seres humanos. En consecuencia escuchamos el último eco de esto en
Apocalipsis 21:3. Esta gran promesa resuena una y otra vez en la exaltación jubilosa de aquellos
que permanecen en una relación de pacto con Dios, «Jehová es mi Dios». Esta promesa realmente
incluye todas las demás promesas, tales como (a) la promesa de varias bendiciones temporales,
que a menudo sirven para simbolizar aquellas de una clase espiritual; (b) la promesa de
justificación, incluyendo la adopción como hijos y un reclamo de la vida eterna; (c) la promesa del
Espíritu de Dios para la aplicación, plena y gratuita, de la obra de redención y de todas las
bendiciones de salvación; y (d) la promesa de la glorificación final en una vida que nunca termine.
Cf. Job 19:25–27; Salmo 16:11; 73:24–26; Isaías 43:25; Jeremías 31:33, 34; Ezequiel 36:27; Daniel
12:2, 3; Gálatas 4:5, 6; Tito 3:7; Hebreos 11:7; Santiago 2:5.
2. LA RESPUESTA DEL SER HUMANO. El asentimiento o la respuesta del ser humano a estas
promesas de Dios aparecen naturalmente en diversas formas, estando la naturaleza de la
respuesta determinada por las promesas. (a) En general la relación entre el Dios de pacto y el
creyente individual o los creyentes de modo colectivo se representa como la estrecha relación
entre el hombre y su esposa, el novio y la novia, un padre y sus hijos. Esto implica que la respuesta
de aquellos que comparten las bendiciones del pacto será una de amor verdadero, fiel, confiable,
consagrado y devoto. (b) A la promesa general «Yo seré tu Dios» el ser humano responde diciendo
«Yo pertenecerá tu pueblo», y compartiendo su suerte con el pueblo de Dios. (c) Y a la promesa de
Berkhof, L. (2018). Teología Sistemática. (C. Franco, Trad.). Bellingham, WA: Editorial Tesoro
Bíblico.
justificación para el perdón de pecados, la adopción como hijos y la vida eterna, responde
mediante fe salvífica en Jesucristo, mediante la confianza en Él para el tiempo y la eternidad, y por
medio de una vida de obediencia y consagración a Dios.
1. ES UN PACTO DE GRACIA. Este pacto puede denominarse un pacto de gracia, (a) porque en este
Dios concede un Fiador para cumplir nuestras obligaciones; (b) porque Él mismo provee el Fiador
en la persona de Su Hijo, quien cumple las demandas de justicia; y (c) porque mediante Su gracia,
revelada en la operación del Espíritu Santo, Él capacita al ser humano para llevar a cabo Sus
responsabilidades del pacto. El pacto se origina en la gracia de Dios, se ejecuta en virtud de la
gracia de Dios y se concreta en la vida de los pecadores por medio de la gracia de Dios. Es gracia
para el pecador de principio a fin.
2. ES UN PACTO TRINITARIO. El Dios trino está operativo en el pacto de gracia. Este pacto tiene su
origen en el amor electivo y la gracia del Padre, encuentra su fundamento judicial en la caución del
Hijo y es plenamente realizado en la vida de los pecadores solamente por medio de la aplicación
efectiva del Espíritu Santo, Juan 1:16; Efesios 1:1–14; 2:8; 1 Pedro 1:2.
4. ES UN PACTO PARTICULAR Y NO UNIVERSAL. Esto significa (a) que este no se llevará a cabo en
todos los seres humanos, como afirman algunos universalistas, y también que Dios no se propuso
que deba llevarse a cabo en la vida de todos, como enseñan los pelagianos, los arminianos y los
luteranos; (b) que aun como una relación de pacto externa no se extiende a todos aquellos a
quienes se predica el evangelio, porque muchos de ellos no están dispuestos a ser incorporados en
el pacto; y (c) que el ofrecimiento del pacto no llega a todos, en vistas de que ha habido muchos
individuos e incluso naciones que nunca estuvieron familiarizados con el camino de salvación.
Algunos de los antiguos luteranos afirman que el pacto puede denominarse universal porque ha
Berkhof, L. (2018). Teología Sistemática. (C. Franco, Trad.). Bellingham, WA: Editorial Tesoro
Bíblico.
habido períodos en la historia cuando se ofreció a la raza humana en su conjunto como, por
ejemplo, en Adán, en Noé y su familia e incluso en los días de los apóstoles. Pero no hay
fundamento en hacer de Adán y Noé receptores representativos del ofrecimiento del pacto; y los
apóstoles ciertamente no evangelizaron el mundo entero. Algunos teólogos reformados como
Musculus, Polanus y Wollebius, y otros, hablaron de un foedus generale, a diferencia de la foedus
speciale ac sempiternum, pero al hacerlo tuvieron en mente el pacto general de Dios con todas las
criaturas, seres humanos y animales, establecido mediante Noé. La dispensación del pacto en el
Nuevo Testamento puede denominarse universal en el sentido de que en este el pacto se extiende
a todas las naciones y ya no está limitado a los judíos, como era en la antigua dispensación.
b) La Biblia enseña que no hay sino un solo evangelio por medio del que los seres humanos
puedan ser salvos. Y en virtud de que el evangelio no es sino la revelación del pacto de gracia, se
desprende de que también no hay sino un solo pacto. Este evangelio ya fue oído en la promesa
maternal, Génesis 3:15, fue predicado a Abraham, Gálatas 3:8; y no puede ser suplantado por
ningún evangelio judaizante, Gálatas 1:8, 9.
c) Pablo argumenta extensamente contra los judaizantes que la forma en que Abraham
obtuvo salvación es típica para los creyentes del Nuevo Testamento, sin importar si son judíos o
gentiles, Romanos 4:9–25; Gálatas 3:7–9, 17, 18. Habla de Abraham como el padre de los
creyentes y claramente prueba que el pacto con Abraham sigue en vigencia. Resulta
perfectamente claro a partir del argumento del apóstol en Romanos 4 y Gálatas 3 que la ley no
anuló ni alteró el pacto. Cf. también Hebreos 6:13–18.
Berkhof, L. (2018). Teología Sistemática. (C. Franco, Trad.). Bellingham, WA: Editorial Tesoro
Bíblico.
d) El Mediador del pacto es el mismo ayer, hoy y siempre, Hebreos 13:8. En ningún otro
hay salvación, Juan 14:6; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que
podamos ser salvos, Hechos 4:12. La simiente prometida a Abraham es Cristo, Gálatas 3:16, y
aquellos que están identificados con Cristo son los herederos reales del pacto, Gálatas 3:16–29.
Por un lado el pacto es incondicional. En el pacto de gracia no hay condición que pueda
considerarse como meritoria. El pecador es exhortado a arrepentirse y creer, pero su fe y su
arrepentimiento no ameritan en ningún modo las bendiciones del pacto. Esto debe sostenerse en
oposición a la postura católico romana y arminiana. Ni tampoco es condicional en el sentido de
esperar que el ser humano realice en sus propias fuerzas lo que el pacto requiere de él. Al situarlo
delante de las demandas del pacto, siempre debemos recordarle el hecho de que puede obtener
las fuerzas necesarias para el desempeño de su deber solamente de parte de Dios. En un sentido
puede decirse que Dios mismo cumple la condición en los elegidos. Aquello que puede ser
considerado como una condición en el pacto, es para aquellos que son escogidos para vida eterna
también una promesa, y por lo tanto un don de Dios. Finalmente, el pacto no es condicional en el
sentido de que la recepción de cada separada bendición del pacto sea dependiente de una
condición. Podemos decir que la fe es la conditio sine qua non de la justificación, pero la recepción
de la fe en sí en la regeneración no depende de ninguna condición sino solo de la operación de la
gracia de Dios en Cristo.
Por otro lado el pacto puede denominarse condicional. Hay un sentido en el que el pacto es
condicional. Si consideramos la base del pacto, es claramente condicional sobre la caución de
Jesucristo. A fin de introducir el pacto de gracia, Cristo tuvo que, y efectivamente lo hizo, cumplir
las condiciones originalmente establecidas en el pacto de las obras, por medio de Su obediencia
activa y pasiva. De nuevo, puede decirse que el pacto es condicional en la medida en que se refiera
al primer ingreso consciente en el pato como una verdadera comunión de vida. Este ingreso es
contingente sobre la fe, una fe, sin embargo, que es en sí un don de Dios. Cuando hablamos aquí
de la fe como una condición, naturalmente nos referimos a la fe como una actividad espiritual de
la mente. Es solo por medio de la fe que podemos obtener un disfrute consciente de las
bendiciones del pacto. Nuestro conocimiento empírico de la vida del pacto es totalmente
dependiente del ejercicio de la fe. Quien no lleva una vida de fe está, en lo que respecta a su
conciencia, prácticamente fuera del pacto. Si en nuestro alcance incluimos no solo en comienzo
sino también el despliegue y la completación graduales de la vida del pacto, podemos referirnos a
Berkhof, L. (2018). Teología Sistemática. (C. Franco, Trad.). Bellingham, WA: Editorial Tesoro
Bíblico.
la santificación como una condición en adición a la fe. Ambos son condiciones, no obstante, dentro
del pacto.
Las iglesias reformadas han objetado con frecuencia el uso de la palabra «condición» en
conexión con el pacto de gracia. Esto se debió en gran parte a la reacción contra el arminianismo,
que empleaba la palabra «condición» en un sentido antibíblico y por lo tanto una falla en cuanto a
diferenciar adecuadamente.7 Teniendo en cuenta lo que se dijo anteriormente, parecería
perfectamente adecuado hablar de una condición en conexión con el pacto de gracia, porque (1)
la Biblia indica con claridad que la entrada a la vida del pacto está condicionada por la fe, Juan
3:16, 36; Hechos 8:37 (no hallado en algunos manuscritos); Romanos 10:9; (2) la Escritura suele
advertir a los hijos del pacto, pero estas advertencias se aplican exactamente a quienes ignoran la
condición, esto es, quienes rehúsan transitar el camino del pacto; y (3) si no hubiera condición,
Dios solamente estaría obligado por el pacto y no habría «vínculo del pacto» para el ser humano
(pero cf. Ezequiel 20:37); y así el pacto de gracia perdería su carácter como pacto, porque en todos
los pactos hay dos partes.
herencia a todos aquellos que son Suyos. Pero aunque aquí hay indudablemente un costado
testamentario del pacto, no es sino uno de los costados de la cuestión y no excluye la idea de que
el pacto es realmente un pacto. Puede llamarse testamento porque (1) es en conjunto un don de
Dios; (2) la dispensación de este en el Nuevo Testamento fue posibilitada por la muerte de Cristo;
(3) es firme e inviolable; y (4) en este Dios mismo da lo que Él exige del ser humano. Aun así no
debería interpretarse como que implicara que no hay dos costados del pacto y que por lo tanto es
absolutamente monopleúrico. Más allá de lo desiguales que puedan ser en sí mismas las partes,
Dios condesciende de bajar al nivel del ser humano y por Su gracia lo capacita para obrar como la
otra parte en el pacto. Un pacto monopleúrico en el sentido absoluto de la palabra es realmente
una contradictio in adjecto. Al mismo tiempo aquellos teólogos que enfatizan el carácter
monopleúrico hicieron esto para subrayar una verdad importante, a saber, que Dios y el ser
humano no se encuentran uno con el otro a mitad de camino en el pacto, son que Dios desciende
hacia el ser humano y establece misericordiosamente Su pacto con él, ofreciendo gratuitamente
todo lo que Él exige, y que el ser humano es realmente el único que se beneficia por el pacto. No
obstante, es esencial que el carácter dipleúrico del pacto se sostenga, porque el ser humano
realmente aparece en este como satisfaciendo las demandas del pacto en fe y conversión, aunque
solo sea en cuanto a que Dios obra en él tanto el querer como el hacer, según Su buena voluntad.
Cristo es representado en la Escritura como el Mediador del pacto. La palabra griega mesites no se
encuentra en el griego clásico pero aparece en Filón y en autores griegos posteriores. En la
Septuaginta se encuentra solo una vez, Job 9:33. La palabra en español «Mediador» así como en
holandés «Middelaar» y en alemán «Mittler», podría llevarnos a pensar que esta (mesites) designa
simplemente uno que arbitra entre dos partes, un intermediario en el sentido general de la
palabra. Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que la idea escritural es mucho más profunda.
Cristo es Mediador en más de un sentido. Él interviene entre Dios y el ser humano no meramente
para exigir la paz y persuadir hacia ella, sino como armado con poder plenipotenciario par hacer
todo lo que sea necesario para establecer la paz. El uso de la palabra mesites en el Nuevo
Testamento justifica nuestro hablar de una doble acción mediadora de Cristo, a saber, la de
garantía y la de acceso (griego prosagoge, Romanos 5:2). En la mayoría de los pasajes en donde se
encuentra la palabra en el Nuevo Testamento, es igual a egguos, y por lo tanto apunta a Cristo
como uno que, al tomar sobre sí mismo la culpa de los pecadores, terminó su relación penal con la
ley y los restauró a la relación legal correcta con Dios. Este es el sentido de la palabra en Hebreos
8:6; 9:15, y 12:24. En Hebreos 7:22 el término egguos en sí se aplica a Cristo. Sin embargo, hay un
pasaje en donde la palabra mesites tiene un significado que está más de acuerdo con el sentido
común de la palabra «mediador» como uno que es llamado a arbitrar entre dos partes y
reconciliarlas, a saber, 1 Timoteo 2:5. Aquí Cristo es representado como Mediador en el sentido de
que, sobre la base de Su sacrificio, une a Dios y al ser humano. La obra de Cristo, según es indicada
por la palabra mesites, es doble. Él obra en cosas pertenecientes a Dios y en cosas pertenecientes
Berkhof, L. (2018). Teología Sistemática. (C. Franco, Trad.). Bellingham, WA: Editorial Tesoro
Bíblico.
al ser humano, en la esfera legal objetiva, y en la esfera moral subjetiva. En la primera Él propicia
el justo desagrado de Dios mediante la expiación de la culpa del pecado, hace intercesión por
aquellos que el Padre le ha concedido y efectivamente hace de sus personas y servicios aceptables
ante Dios. Y en lo segundo Él revela a los seres humanos la verdad concerniente a Dios y la
relación de ellos con Él junto con las condiciones de servicio aceptable, los persuade y capacita
para recibir la verdad, y los dirige y sustenta en todas las circunstancias de la vida, a fin de
perfeccionar su liberación. Al realizar esta obra Él emplea el ministerio de los seres humanos, 2
Corintios 5:20.
Al hablar de las partes contractuales en el pacto de gracia ya fue indicado que el pacto puede ser
considerado desde dos puntos de vista diferentes. Hay dos aspectos distintos del pacto, y ahora
surge la pregunta: ¿En qué relación estos dos se sitúan uno con respecto al otro? Esta pregunta ha
sido respondida de maneras diferentes.
Algunos han distinguido entre un pacto externo y uno interno. El pacto externo fue concebido
como uno en el que el estatus de una persona depende por entero del desempeño de ciertos
deberes religiosos externos. Su posición es totalmente correcta si hace lo que se exige de ella, de
algún modo en el sentido católico romano. En Israel este pacto asumió una forma nacional. Quizá
nadie haya desarrollado la doctrina de un pacto externo con mayor consistencia que Thomas
Blake. La línea divisoria entre el pacto externo e interno no fue siempre representado de la misma
forma. Algunos conectaron el bautismo con lo externo, y la confesión de fe y la Cena del Señor,
con el pacto interno; otros consideraron el bautismo y la confesión como pertenecientes al pacto
externo, y la Cena del Señor con el sacramento del pacto interno. Pero el problema es que esta
representación en su conjunto da como resultado un dualismo en la concepción del pacto que no
tiene respaldo en la Escritura; expresa un pacto externo que no está interpenetrado por lo interno.
La impresión que se genera es que existe un pacto en el que el ser humano puede asumir una
posición totalmente correcta sin fe salvífica; pero la Biblia no reconoce ningún pacto así. Hay,
ciertamente, privilegios y bendiciones externos del pacto, y hay personas que disfrutan solo esto;
pero tales casos son anormalidades que no pueden sistematizarse. La distinción entre un pacto
externo y uno interno no se sostiene.
Berkhof, L. (2018). Teología Sistemática. (C. Franco, Trad.). Bellingham, WA: Editorial Tesoro
Bíblico.
Esta postura no debe confundirse con otra postura relacionada, a saber, que hay un aspecto
externo y uno interno del pacto de gracia (Mastricht y otros). Según esto algunos aceptan sus
responsabilidades de pacto en una forma verdaderamente espiritual, de corazón, mientras que
otros las aceptan solo mediante una profesión externa con sus labios y por lo tanto están solo
aparentemente en el pacto. Mastricht se refiere a Judas Iscariote, Simón el hechicero, aquellos
que tienen una fe temporal y otros. Pero el problema es que, según esta postura, los no elegidos y
no regenerados son meramente apéndices externos del pacto y están simplemente referidos
como hijos del pacto por nosotros debido a nuestra cortedad de vista pero no son hijos del pacto
en absoluto ante los ojos de Dios. No están realmente en el pacto y por consiguiente tampoco
pueden realmente volverse quebrantadores del pacto. No ofrece solución al problema sobre en
qué sentido los no elegidos y no regenerados, que son miembros de la Iglesia visible, son hijos del
pacto también a los ojos de Dios, y pueden por lo tanto volverse quebrantadores del pacto.
Otros, como por ejemplo Olevianus y Turretin, distinguen entre la esencia y la administración del
pacto. De acuerdo a Turretin lo primero corresponde al llamamiento interno y la Iglesia invisible
formada por medio de este llamamiento; y lo segundo, al llamamiento externo y la Iglesia visible,
como formada por aquellos que son llamados externamente por la Palabra. La administración del
pacto solamente consiste en el ofrecimiento de salvación en la predicación de la Palabra y en los
demás privilegios externos en los cuales todos participan quienes tienen un lugar en la Iglesia,
incluyendo muchos no elegidos. La esencia del pacto, no obstante, también incluye la recepción
espiritual de todas las bendiciones del pacto, la vida en unión con Cristo y por lo tanto se extiende
solo a los elegidos. Esta distinción ciertamente contiene un elemento de verdad, pero no es
completamente lógica y clara. Aunque la esencia y la forma constituirían una antítesis, la esencia y
la administración no. Puede que se refieran a la Iglesia invisible y la Iglesia visible, como pareciera
señalar Turretin, o al objetivo final o la realización del anuncio del pacto, como entiende la
distinción Olevianus. Pero si se propusiera lo primero, sería mejor hablar de esencia y revelación; y
si se propusiera lo segundo, sería preferible hablar del propósito y los medios de su realización.
Aquí, también, sigue sin responder la cuestión si y en qué medida los no elegidos son hijos del
pacto también a los ojos de Dios.
Aun otros, como por ejemplo Koelman, hablan de un pacto condicional y un pacto absoluto.
Koelman enfatiza el hecho de que, cuando se distingue entre un pacto externo y un pacto interno,
Berkhof, L. (2018). Teología Sistemática. (C. Franco, Trad.). Bellingham, WA: Editorial Tesoro
Bíblico.
únicamente se quiere expresar un solo pacto, y los términos «externo» e «interno» simplemente
sirven para enfatizar el hecho de que todos no están en el pacto exactamente de la misma forma.
Algunos están allí meramente por una confesión externa, para el disfrute de privilegios externos, y
otros por una cordial aceptación de este, para el disfrute de las bendiciones de salvación. De igual
modo, desea que se entienda claramente que cuando dice que algunos están en el pacto de modo
externo y condicional, no se propone afirmar que no están realmente en el pacto sino solo que no
pueden obtener las bendiciones prometidas del pacto excepto mediante el cumplimiento de la
condición del pacto. Esta representación, también, contiene indudablemente un elemento de
verdad, pero en Koelman está relacionado de tal modo con la noción de un pacto externo y uno
interno que se aproxima peligrosamente al error de aceptar dos pactos, especialmente cuando
afirma que durante la dispensación del Nuevo Testamento Dios incorpora naciones y reinos
enteros en el pacto.
D. El pacto como una relación puramente legal y como una comunión de vida
Los teólogos reformados, tales como Kuyper, Bavinck y Honig, hablan de dos lados del pacto, uno
externo y otro interno. El Dr. Vos usa términos que son más específicos cuando distingue entre el
pacto como una relación puramente legal y el pacto como una comunión de vida. Claramente hay
un costado legal y un costado moral del pacto. El pacto puede ser referido como un acuerdo entre
dos partes, con condiciones y estipulaciones mutuas, por lo tanto como algo en la esfera legal. El
pacto en ese sentido puede existir incluso cuando no se haga nada para concretar su propósito, es
decir la condición a la cual apunta y por la que llama como el ideal real. Las partes que viven bajo
este acuerdo están en el pacto en vistas de que son sujetos de las estipulaciones mutuas que
acordaron. En la esfera legal todo es considerado y regulado en un sentido puramente objetivo. El
factor determinante en esa esfera es simplemente la relación que ha sido establecida y no la
actitud que uno asume hacia esa relación. La relación existe independientemente de la inclinación
o desinclinación de uno, los gustos y disgustos de uno, en conexión con esto. Pareciera ser a la luz
de esta distinción que debería responderse esta pregunta: ¿Quiénes están en el pacto de gracia? Si
se realiza la pregunta con la relación legal, y solo eso, en mente, y equivale realmente a este
interrogante: ¿Quiénes están obligados a vivir en el pacto, y de quién se puede esperar que hagan
esto? —la respuesta es, creyentes y sus hijos. Pero si se hace la pregunta con una mirada al pacto
como una comunión de vida, y asume la forma bastante distinta, ¿En quienes esta relación legal se
efectúa en una comunión viviente con Cristo? —la respuesta solo puede ser: únicamente en los
regenerados, que están dotados con el principio de la fe, esto es, en los elegidos.
Esta distinción está respaldada por la Escritura. Difícilmente sea necesario citar pasajes para
probar que el pacto es un convenio objetivo en la esfera legal, porque es perfectamente evidente
que tenemos tal convenio donde fuera que dos partes acuerdan en la presencia de Dios
desempeñar determinadas cosas afectando su relación mutua, o una parte promese conceder
ciertos beneficios a la otra, considerando que esta cumpla las condiciones que se establezcan. Que
Berkhof, L. (2018). Teología Sistemática. (C. Franco, Trad.). Bellingham, WA: Editorial Tesoro
Bíblico.
el pacto de gracia es tal convenio resulta abundantemente evidente a partir de la Escritura. Está la
condición de la fe, Génesis 15:6, compárese con Romanos 4:3 ss., 20 ss.; Habacuc 2:4; Gálatas
3:14–28; Hebreos 11; y está también la promesa de bendiciones espirituales y eternas, Génesis
17:7; 12:3; Isaías 43:25; Ezequiel 36:27; Romanos 4:5 ss.; Gálatas 3:14, 18. Pero es también claro
que el pacto en su plena realización es algo más que, por decirlo, una comunión de vida. Esto
puede estar ya expresado simbólicamente en el acto de pasar entre las partes de los animales
sacrificados en el establecimiento del pacto con Abraham, Génesis 15:9–17. Más aún, está
indicado en pasajes tales como Salmo 25:14; Salmo 89:33, 34; 103:17, 18; Jeremías 31:33, 34
(Hebreos 8:10–12); Ezequiel 36:25–28; 2 Corintios 6:16; Apocalipsis 21:2, 3.
Ahora bien, surge la cuestión en cuanto a la relación entre el ser pecador bajo el «vínculo del
pacto» en cuanto relación legal y su vivir en la comunión del pacto. Los dos no pueden concebirse
como existiendo junto al otro sin alguna conexión interna, pero deben considerarse como
relacionados más íntimamente entre sí a fin de evitar todo dualismo. Cuando uno toma la relación
del pacto sobre sí mismo de forma voluntaria, ambas cosas deben ir juntas naturalmente; si no lo
hacen, sobreviene una relación falsa. Pero en el caso de aquellos que son nacidos en el pacto la
cuestión es más difícil. ¿Es una cosa, entonces, posible sin la otra? ¿Es el pacto en tal caso una
relación puramente legal, en que lo que debería ser —pero no es— ocupa el lugar de las
realidades gloriosas por las cuales se erige el pacto? ¿Hay algún fundamento razonable para
esperar que la relación del pacto dé paso a una comunión viviente; que para el pecador, que en sí
mismo es incapaz de creer, el pacto ciertamente se volverá una realidad viviente? En respuesta a
esta cuestión puede decirse que Dios indudablemente desea que la relación de pacto dé paso a
una vida de pacto. Y Él mismo garantiza por medio de Sus promesas correspondientes a la
simiente de los creyentes que esto ocurrirá, no en el caso de cada individuo sino en la simiente del
pacto de forma colectiva. Sobre la base de la promesa de Dios podemos creer que, bajo una
administración fiel del pacto, la relación del pacto, como regula, será plenamente realizada en una
vida de pacto.
Al tratar la membresía en el pacto como una relación legal, debemos tener en cuenta que el pacto
en este sentido no es meramente un sistema de demandas y promesas, exigencias que deben ser
cumplidas y promesas que deben ser realizadas; sino que esto también incluye una expectación
razonable de que la relación legal externa traerá consigo la gloriosa realidad de una vida en íntima
comunión con el Dios de pacto. Esta es la única manera en que la idea del pacto se realiza de
forma plena.
1. ADULTOS EN EL PACTO. Los adultos solo pueden entrar en este pacto de manera voluntaria por
medio de la fe y la confesión. De esto se desprende que en su caso, a menos que su confesión sea
Berkhof, L. (2018). Teología Sistemática. (C. Franco, Trad.). Bellingham, WA: Editorial Tesoro
Bíblico.
falsa, la entrada al pacto como una relación legal y al pacto como una comunión de vida,
coinciden. No asumen sobre sí mismos meramente el desempeño de determinados deberes
externos; ni tampoco prometen meramente en adición a esto de que ejercitarán fe salvífica en el
futuro; sino que confiesan que aceptan el pacto con una fe viviente y que es su deseo e intención
continuar en esta fe. Por tanto, ingresan de una vez a la plena vida de pacto y esta es la única
forma en la que pueden entrar al pacto. Esta verdad es negada de modo implícito o explícito por
todos aquellos que conectan la confesión de fe con un pacto meramente externo.
2. HIJOS DE CREYENTES EN EL PACTO. Con respecto a los hijos de los creyentes, que ingresan al
pacto por nacimiento, la situación es, desde luego, de algún modo diferente. La experiencia
enseña que, aunque por medio del nacimiento entran al pacto como una relación legal, esto no
implica necesariamente que estén también de una vez en el pacto como una vida de comunión. Ni
aun implica que la relación de pacto llegue alguna vez a su realización plena en sus vidas. No
obstante incluso en el caso de ellos debe haber una razonable certeza de que el pacto no es o no
permanecerá en una relación meramente legal, con deberes y privilegios externos, señalando lo
que debería ser, sino que también es o se volverá en su momento una realidad viviente. Esta
certeza se basa en la promesa de Dios, que es absolutamente confiable, en cuanto a que Él obrará
en los corazones de la juventud del pacto con Su gracia salvífica y los transformará en miembros
vivientes del pacto. El pacto es más que una mera oferta de salvación, más incluso que el
ofrecimiento de salvación más la promesa de creer en el evangelio. También conlleva la seguridad,
en base a las promesas de Dios, que obra en los hijos del pacto, «cuándo, dónde y cómo Él
quiera», la fe salvífica será forjada en sus corazones. En la medida en que los hijos del pacto no
revelen lo contrario, tendremos que proceder sobre la asunción de que están en posesión de la
vida de pacto. Naturalmente, el curso de eventos puede que pruebe que esta vida aún no está
presente; incluso puede que pruebe que nunca se realice en sus vidas. Las promesas de Dios son
dadas a la simiente de creyentes colectivamente y no individualmente. La promesa de Dios de
continuar Su pacto y llevarlo a la plena realización en los hijos de los creyentes no significa que Él
dotará hasta el último de ellos con fe salvífica. Y si algunos de ellos continúan en incredulidad,
tendremos que tener en mente lo que dice Pablo en Romanos 9:6–8. No son todos Israel quienes
son de Israel; los hijos de los creyentes no son todos hijos de la promesa. Por ende es necesario
recordar incluso a los hijos del pacto constantemente sobre la necesidad de regeneración y
conversión. El mero hecho de que uno esté en el pacto no conlleva la seguridad de salvación.
Cuando los hijos de creyentes crecen y llegan a los años de discreción, resulta, desde luego, de su
incumbencia aceptar voluntariamente sus responsabilidades de pacto por medio de una verdadera
confesión de fe. La falla en hacer esto es, hablando estrictamente, una negación de su relación de
pacto. Puede decirse, por tanto, que la relación legal en la que se sitúan los hijos de los creyentes
precede el pacto como una comunión de vida y es un medio de su realización. Pero al enfatizar la
importancia del pacto como un medio para un fin, no deberíamos enfatizar exclusivamente, ni
siquiera principalmente, las exigencias de Dios y el deber resultante del ser humano, sino
especialmente la promesa de la operación eficaz de la gracia de Dios en el corazón de los hijos del
pacto. Si solamente o excesivamente enfatizamos las responsabilidades del pacto y fallamos en
dar debida prominencia al hecho de que en el pacto Dios ofrece lo que fuera que exige de
Berkhof, L. (2018). Teología Sistemática. (C. Franco, Trad.). Bellingham, WA: Editorial Tesoro
Bíblico.
nosotros, en otras palabras, que Sus promesas cubren todos Sus requerimientos, estamos en
peligro de caer en la trampa del arminianismo.
b) Están en el pacto en el sentido de que pueden reclamar las promesas que Dios otorgó
cuando estableció Su pacto con los creyentes y su simiente. Pablo incluso dice de sus malvados
compatriotas, «que son israelitas, de los cuales son la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación
de la ley, el culto y las promesas», Romanos 9:4. Como regla Dios reúne el número de Sus elegidos
entre aquellos que se sitúan en esta relación de pacto.
c) Están en el pacto en el sentido en que están sujetas a las ministraciones del pacto. Son
constantemente advertidas y exhortadas a vivir de acuerdo a los requerimientos del pacto. La
Iglesia las trata como hijos del pacto, ofreciéndoles los sellos del pacto y exhortándoles hacia un
uso adecuado de estos. Son como los invitados que son primeramente convocados a la cena, los
hijos del reino, a quienes la Palabra debe predicarse antes que a los demás, Mateo 8:12; Lucas
14:16–24; Hechos 13:46.
d) Están en el pacto también en lo referido a las bendiciones comunes del pacto. Aunque
no experimentan la influencia regeneradora del Espíritu Santo, aun así están sujetas a
determinadas operaciones e influencias especiales del Espíritu Santo. El Espíritu obra con ellas de
una manera especial, convenciéndolas de pecado, iluminándolas en una medida y
enriqueciéndolas con las bendiciones de la gracia común, Génesis 6:3; Mateo 13:18–22; Hebreos
6:4–6.
Debería señalarse que, aunque el pacto es un pacto eterno e inviolable, que Dios nunca
anula, es posible que aquellos que están en el pacto lo quebranten. Si uno que se sitúa en la
relación legal del pacto no entra a la vida del pacto, es no obstante considerado miembro del
pacto. Su fracaso en cumplir los requerimientos del pacto implica culpa y hace que se constituya
Berkhof, L. (2018). Teología Sistemática. (C. Franco, Trad.). Bellingham, WA: Editorial Tesoro
Bíblico.
en quebrantador del pacto, Jeremías 31:32; Ezequiel 44:7. Esto explica cómo puede haber, no
meramente un quebrantamiento temporal sino un quebrantamiento final del pacto, aunque no
haya alejamiento de los santos.
Surge la cuestión sobre si deberíamos distinguir dos o tres, o junto con los dispensacionalistas
modernos, siete o incluso más dispensaciones.
gobernar el mundo para Dios —de lo que no hay rastros— sino el mandamiento de llenar la tierra.
La cuarta se designa como la dispensación de la promesa y se supone que termina con la entrega
de la ley, pero Pablo dice que la ley no invalidó la promesa y que esta seguía en efecto en su
propia época, Romanos 4:13–17; Gálatas 3:15–29. La así llamada dispensación de la ley está
repleta de promesas gloriosas y la así llamada dispensación de la gracia no abrogó la ley como
regla de vida. La gracia ofrece escape de la ley solo como una condición de salvación —como es en
el pacto de las obras— de la maldición de la ley, y de la ley como un poder extraño. (c) Según la
representación habitual de esta teoría el ser humano está en prueba todo el tiempo. Falló en la
primera prueba y así perdió la recompensa de la vida eterna, pero Dios fue compasivo y en
misericordia le dio una nueva prueba. Repetidos fracasos llevaron a reiteradas manifestaciones de
la misericordia de Dios en la introducción de nuevas pruebas las cuales, no obstante, mantuvieron
al ser humano en prueba todo el tiempo. Esto no es equivalente a decir que Dios en justicia
mantiene al hombre natural en la condición del pacto de las obras —lo cual es perfectamente
cierto— sino que Dios en misericordia y compasión —y por tanto aparentemente para salvar—
ofrece al ser humano una oportunidad tras otra de cumplir las condiciones siempre variables, y así
obtener vida eterna al demostrar obediencia a Dios. Esta representación es contraria a la Escritura,
que no representa a los seres humanos caídos como si aún estuvieran en prueba sino como un
fracaso total, completamente incapaces de rendir obediencia a Dios y absolutamente
dependientes de la gracia de Dios para salvación. Bullinger, él mismo un dispensacionalista,
aunque de cierto modo diferente, está en lo cierto cuando dice: «El ser humano estaba entonces
(en la primera dispensación) lo que se llama “bajo prueba”. Esto marca esa Administración clara y
absolutamente; porque el ser humano no está ahora bajo prueba. Suponer que lo está es una
falacia popular que golpea la raíz de las doctrinas de la gracia. El ser humano ha sido probado y
examinado, y ha demostrado estar en ruinas».3 (d) Esta teoría también es divisiva en tendencia,
desmembrando el organismo de la Escritura con resultados desastrosos. Aquellas partes de la
Escritura que pertenecen a cualquiera de las dispensaciones son dirigidas a, y tienen importancia
normativa para, la gente de aquella dispensación y para nadie más. Esto significa en palabras de
Charles C. Cook «que en el Antiguo Testamento no hay una sola oración que se aplique al cristiano
como regla de fe y práctica, ni un solo mandamiento que sea vinculante para él, como no hay una
sola promesa que sea dada a él de primera mano, excepto la que esté incluida en el flujo amplio
del Plan de Redención en cuanto se enseñe como símbolo y profecía».4 Esto no significa que no
podamos derivar lección alguna del Antiguo Testamento. La Biblia está dividida en dos libros, el
Libro del Reino, que comprende el Antiguo Testamento y parte del Nuevo, dirigido a Israel; y el
Libro de la Iglesia, que consiste en lo restante del Nuevo Testamento y se dirige a nosotros. En
vistas de que las dispensaciones no se entremezclan, se desprende que en la dispensación de la ley
no hay revelación de la gracia de Dios y en la dispensación de la gracia no hay revelación de la ley
en cuanto vinculante sobre el pueblo de Dios del Nuevo Testamento. Si el espacio lo permitiera, no
sería difícil demostrar que se trata de una posición totalmente insostenible.
2. LA TEORÍA DE LAS TRES DISPENSACIONES. Ireneo habló de tres pactos, el primero caracterizado
por la ley escrita en el corazón, el segundo por la ley como un mandamiento externo dado en Sinaí
y el tercero por la ley restaurada en el corazón por medio de la operación del Espíritu Santo; y así
Berkhof, L. (2018). Teología Sistemática. (C. Franco, Trad.). Bellingham, WA: Editorial Tesoro
Bíblico.
sugiere la idea de tres dispensaciones. Cocceius distinguió tres dispensaciones del pacto de gracia,
la primera ante legem, la segunda sub lege y la tercera post legem. Estableció una clara distinción,
por tanto, entre la administración del pacto antes y después de Moisés. Ahora bien es
indudablemente cierto que hay considerables diferencias entre la administración del pacto antes y
después de la entrega de la ley, pero la similitud es mayor que la diferencia, por lo que no
tenemos justificación en coordinar la obra de Moisés con la de Cristo como una línea divisoria en
la administración del pacto. Pueden señalarse los siguientes puntos de diferencia:
c) En la comprensión del destino eterno del pacto. El destino universal del pacto fue más
claramente evidente en el período patriarcal. Se dijo de Abraham que en su simiente todas las
naciones del mundo serían bendecidas, Génesis 22:18; Romanos 4:13–17; Gálatas 3:8. Los judíos
perdieron gradualmente de vista este hecho importante y procedieron sobre la asunción de que
las bendiciones del pacto estaban restringidas a la nación judía. Los profetas posteriores, no
obstante, enfatizaron la universalidad de las promesas y así revivieron la conciencia de la
importancia mundial del pacto.
Pero aunque existían estas diferencias, hubo diversos puntos importantes en los cuales los
períodos pre- y post-mosaicos coincidieron, y en los cuales ambos difirieron de la dispensación
cristiana. Aunque su diferencia entre sí es simplemente una de grado, su diferencia común con la
dispensación del Nuevo Testamento es una de contraste. En contra de la dispensación cristiana,
los dos períodos del Antiguo Testamento coinciden:
Berkhof, L. (2018). Teología Sistemática. (C. Franco, Trad.). Bellingham, WA: Editorial Tesoro
Bíblico.
a) En la representación del Mediador como una semilla que era aún futuro. Todo el
Antiguo Testamento apunta hacia el Mesías venidero. Esta mirada hacia adelante caracteriza el
protoevangelio, la promesa dada a los patriarcas, el ritual mosaico en conjunto y los mensajes
centrales de los profetas.
Sobre la base de todo eso ha sido dicho que es preferible seguir los lineamientos tradicionales
mediante la distinción de solo dos dispensaciones o administraciones, a saber, la del Antiguo y la
del Nuevo Testamento; y subdividir el primero en diversos períodos o etapas en la revelación del
pacto de gracia.
a) Al poner enemistad entre la serpiente y la mujer Dios establece una relación, como
siempre lo hace al realizar un pacto. La caída llevó al hombre a estar ligado con Satanás, pero Dios
quiebra esa alianza recién formada al tornar la amistad del ser humano con Satanás en enemistad
y restablecer al ser humano en amistad con Él mismo; y esta es la idea del pacto. Eta rehabilitación
del ser humano incluyó la promesa de gracia santificadora, porque era solo por medio de tal gracia
Berkhof, L. (2018). Teología Sistemática. (C. Franco, Trad.). Bellingham, WA: Editorial Tesoro
Bíblico.
que la amistad del ser humano con Satanás podía tornarse en enemistad. Dios mismo tenía que
revertir la condición por gracia regeneradora. Con toda probabilidad Él de una vez forjó la gracia
del pacto en los corazones de nuestros primeros padres. Y cuando Dios por medio de Su poder
salvífico general enemistad con Satanás en el corazón del ser humano, esto implica que Él escoge
el lado del ser humano, que se vuelve confederado del ser humano en la lucha contra Satanás, y
así virtualmente establece un pacto ofensivo y defensivo.
b) Esta relación entre Dios y el ser humano por un lado y Satanás por el otro no se limita a
los individuos sino que se extiende a su simiente. El pacto es orgánico en su operación e incluye las
generaciones. Este es un elemento esencial en la idea de pacto. No habrá solo una simiente del ser
humano sino también una simiente de la serpiente, esto es, del diablo, y habrá una lucha
prolongada entre ambos, en la cual la simiente del ser humano será victoriosa.
2. EL PACTO CON NOÉ. El pacto con Noé es evidentemente de una naturaleza muy general: Dios
promete que no destruiría nuevamente toda carne por medio de las aguas de un diluvio y que la
sucesión regular del tiempo de siembra y de cosecha, de frío y calor, de invierno y verano, de día y
noche continuará. Las fuerzas de la naturaleza son reprimidas, los poderes del mal son puestos
bajo mayor restricción y el ser humano es protegido contra la violencia tanto del ser humano
como de los animales. Es un pacto que solo confiere bendiciones naturales y por lo tanto suele
llamarse pacto de la naturaleza o de gracia común. No hay objeción a esta terminología en vistas
de que no transmite la impresión de que este pacto está disociado totalmente del pacto de gracia.
Aunque los dos difieren, también están conectados más íntimamente.
a) Puntos de diferencia. Deben señalarse los siguientes puntos de diferencia: (1) Mientras
el pacto de gracia pertenece principalmente, aunque no de modo exclusivo, a las bendiciones
espirituales, el pacto de la naturaleza solamente asegura al ser humano bendiciones terrenales y
temporales. (2) Mientras el pacto de gracia en el sentido más amplio de la palabra solo incluye a
los creyentes y su simiente, y es plenamente realizado solamente en la vida de los elegidos, el
pacto con Noé no solo fue universal en su comienzo sino que también fue destinado a permanecer
inclusivo. Hasta los días de la transacción de pacto con Abraham no hubo selló del pacto de gracia,
pero el pacto con Noé fue confirmado por la señal del arco iris, un sello bastante distinto al de
aquellos que más adelante estuvieron conectados con el pacto de gracia.
Berkhof, L. (2018). Teología Sistemática. (C. Franco, Trad.). Bellingham, WA: Editorial Tesoro
Bíblico.
b) Puntos de conexión. Pese a las diferencias que acabamos de mencionar, hay una
conexión más íntima entre los dos pactos. (1) El pacto de la naturaleza también se originó en la
gracia de Dios. En este pacto, así como en el pacto de gracia, Dios concede sobre el ser humano no
solo favores inmerecidos sino también bendiciones que fueron perdidas por el pecado. Por
naturaleza el ser humano no tiene ningún derecho a las bendiciones naturales prometidas en este
pacto. (2) Este pacto también descansa sobre el pacto de gracia. Fue establecido más
particularmente con Noé y su simiente porque había evidencias claras de la realización del pacto
de gracia en esta familia, Génesis 6:9; 7:1; 9:9, 26, 27. (3) También es un apéndice necesario
(Witsius: «aanhangsel») del pacto de gracia. La revelación del pacto de gracia en Génesis 3:16–19
ya señalaba a las bendiciones terrenales y temporales. Estas eran absolutamente necesarias para
la concreción del pacto de gracia. En el pacto con Noé el carácter general de estas bendiciones es
claramente expresado y su continuidad es confirmada.
3. EL PACTO CON ABRAHAM. Con Abraham entramos en una nueva época en la revelación del
Antiguo Testamento del pacto de gracia. Aquí hay varios puntos que ameritan nuestra atención:
c) Las bendiciones espirituales del pacto de gracia se volvieron mucho más evidentes en el
pacto con Abraham de lo que fueron antes. La mejor exposición escritural del pacto abrahámico
está contenida en Romanos 3 y 4, y Gálatas 3. En conexión con la narrativa hallada en Génesis,
estos capítulos enseñan que en el pacto Abraham recibió justificación, incluyendo el perdón de
pecados y la adopción en la familia misma de Dios, y también los dones del Espíritu para
santificación y gloria eterna.
Berkhof, L. (2018). Teología Sistemática. (C. Franco, Trad.). Bellingham, WA: Editorial Tesoro
Bíblico.
d) El pacto con Abraham ya incluía un elemento simbólico. Por un lado hacía referencia a
bendiciones temporales, tales como la tierra de Canaán, una descendencia numerosa, protección
contra y victoria sobre los enemigos; y por otro, refería a bendiciones espirituales. Debería tenerse
en cuenta, sin embargo, que lo primero no estuvo coordinado con, sino subordinado a, lo
segundo. Estas bendiciones temporales no constituían un fin en sí mismas sino que servían para
simbolizar y tipificar cosas espirituales y celestiales. Las promesas espirituales no fueron realizadas
en los descendientes naturales de Abraham como tales, sino solo en aquellos que siguieron las
pisadas de Abraham.
4. EL PACTO SINAÍTICO. El pacto del Sinaí fue esencialmente el mismo que se estableció con
Abraham, aunque la forma difirió de algún modo. Esto no se reconoce siempre y no se reconoce
por los dispensacionalistas de la actualidad. Insisten en que fue un pacto diferente, no solo en
Berkhof, L. (2018). Teología Sistemática. (C. Franco, Trad.). Bellingham, WA: Editorial Tesoro
Bíblico.
forma sino también en esencia. Scofield habla de este como un pacto legal, un «condicional pacto
mesiánico de las obras»,5 bajo el cual el punto de prueba fue la obediencia legal como la condición
de salvación.6 Si aquel pacto fue un pacto de las obras, ciertamente no fue el pacto de gracia. La
razón por la que en ocasiones es considerado como un pacto totalmente nuevo es que Pablo se
refiere de modo reiterado a la ley y la promesa como una antítesis, Romanos 4:13 ss; Gálatas 3:17.
Pero debería señalarse que el apóstol no contrasta con el pacto de Abraham el pacto sinaítico
como un todo sino solo la ley en cuanto a cómo funcionaba en este pacto, y esta función solo en
cuanto fue malentendida por los judíos. La única excepción evidente a esta regla es Gálatas 4:21
ss, donde los dos pactos son ciertamente comparados. Pero estos no son el pacto abrahámico y el
pacto sinaítico. El pacto que procede del Sinaí y se centra en la Jerusalén terrenal, es posicionado
contra el pacto que procede del cielo y se centra en la Jerusalén que es de arriba, esto es, lo
natural y lo espiritual.
Hay claras indicaciones en la Escritura de que el pacto con Abraham no fue suplantado por el
pacto sinaítico sino que siguió en vigor. Incluso en Horeb el Señor le recordó al pueblo del pacto
con Abraham, Deuteronomio 1:8; y cuando el Señor amenazó con destruir al pueblo luego de que
hicieran el becerro de oro, Moisés basó su ruego por ellos en aquel pacto, Éxodo 32:13. También
les aseguró reiteradamente que, cuando ellos se arrepintieran de sus pecados y regresaran a Él, Él
sería consciente de Su pacto con Abraham, Levítico 26:42; Deuteronomio 4:31. Los dos pactos
están claramente representados en su unidad en el Salmo 105:8–10: «Se acordó para siempre de
su pacto; de la palabra que mandó para mil generaciones, la cual concertó con Abraham, y de su
juramento a Isaac. La estableció a Jacob por decreto, a Israel por pacto sempiterno». Esta unidad
también se desprende del argumento de Pablo en Gálatas 3, donde enfatiza el hecho de que un
Dios inmutable no altera arbitrariamente la naturaleza esencial de un pacto una vez confirmado; y
que la ley no fue pensada para suplantar sino para servir a los fines misericordiosos de la promesa,
Gálatas 3:15–22. Si el pacto sinaítico fue ciertamente un pacto de las obras, en donde la
obediencia legal era el modo de salvación, entonces ciertamente fue una maldición para Israel,
porque se impuso sobre un pueblo que no podía obtener salvación mediante las obras. Pero este
pacto es representado en la Escritura como una bendición concedida a Israel por un Padre
amoroso, Éxodo 19:5; Levítico 26:44, 45; Deuteronomio 4:8; Salmo 147:20. Pero pese a que el
pacto con Abraham y el pacto sinaítico fueron esencialmente lo mismo, aun así el pacto del Sinaí
tenía determinados rasgos característicos.
a) En Sinaí el pacto se volvió un pacto ciertamente nacional. La vida civil de Israel estaba
ligada con el pacto en tal modo que ambas cosas no podían separarse. En gran medida, la Iglesia y
el Estado se volvieron uno. Estar en la Iglesia era estar en la nación, y viceversa; y salir de la Iglesia
era dejar la nación. No había excomunión espiritual; la prohibición implicaba cortar mediante la
muerte.
se indica en la introducción a los diez mandamientos, Éxodo 20:2; Deuteronomio 5:6, y además en
Romanos 3:20; Gálatas 3:24. Es cierto que en Sinaí se añadió al pacto un elemento condicional,
pero no fue la salvación del israelita sino su posición teocrática en la nación, y el disfrute de
bendiciones externas se hizo dependiente del cumplimiento de la ley, Deuteronomio 28:1–14. La
ley desempeñaba un propósito doble en conexión con el pacto de gracia: (1) incrementar la
conciencia del pecado, Romanos 3:20; 4:15; Gálatas 3:19; y (2) ser un tutor hasta Cristo, Gálatas
3:24.
d) La ley en el pacto sinaítico también servía a Israel como una regla de vida, de modo que
la ley de Dios asumió tres aspectos diferentes, designados como la ley moral, la civil y la
ceremonial o religiosa. La ley civil es simplemente la aplicación de los principios de la ley moral a la
vida social y cívica del pueblo en todas sus ramificaciones. Incluso las relaciones sociales y civiles
en las que se posicionaba el pueblo entre sí tenía que reflejar la relación de pacto en la que se
situaban.
Ha habido varias opiniones divergentes con respecto al pacto sinaítico que ameritan nuestra
atención.
a) Cocceius vio en el decálogo una expresión sumaria del pacto de gracia, particularmente
aplicable a Israel. Cuando el pueblo, luego del establecimiento de este pacto de gracia nacional,
fue infiel e hizo un becerro de oro, el pacto legal del servicio ceremonial fue instituido como una
dispensación más estricta y severa del pacto de gracia. Así, la revelación de la gracia se encuentra
particularmente en el decálogo, y la de la servidumbre en la ley ceremonial. Antes del pacto del
Sinaí los padres vivían bajo la promesa. Había sacrificios, pero estos no eran obligatorios.
b) Otros consideraron la ley como una fórmula de un nuevo pacto de las obras establecido
con Israel. Dios no se propuso realmente que Israel mereciera la vida mediante el cumplimiento de
la ley, en vistas de que esto se había vuelto totalmente imposible. Él simplemente quería que ellos
probaran su fuerza y darles una conciencia de su propia incapacidad. Cuando dejaron Egipto, se
mantuvieron firmes en la convicción de que podían hacer todo lo que el Señor ordenaba; pero en
Sinaí pronto descubrieron que no podían. En vista de su conciencia de culpa el Señor restableció
ahora el pacto de gracia abrahámico, al cual también pertenecía la ley ceremonial. Esto revierte la
postura de Cocceius. El elemento de gracia se encuentra en la ley ceremonial. Esto de algún modo
Berkhof, L. (2018). Teología Sistemática. (C. Franco, Trad.). Bellingham, WA: Editorial Tesoro
Bíblico.
se encuentra en línea con la postura actual de los dispensacionalistas, que se refieren al pacto
sinaítico como un «condicional pacto mosaico de las obras» (Scofield), conteniendo en la ley
ceremonial, no obstante, ciertas adumbraciones de la redención venidera en Cristo.
c) Incluso otros son de la opinión que Dios estableció tres pactos en Sinaí, un pacto
nacional, un pacto de naturaleza o de las obras, y un pacto de gracia. El primero fue hecho con
todos los israelitas y fue la continuación del linaje particular que comenzó con Abraham. En este
Dios demanda obediencia externa y promete bendiciones temporales. El segundo fue una
repetición del pacto de las obras por medio de la entrega de un decálogo. Y el último una
renovación del pacto de gracia, como fue establecido con Abraham, en la entrega de la ley
ceremonial.
Estas posturas son todas objetables por más de un motivo: (1) Son contrarias a la Escritura en
su multiplicación de los pactos. Es antibíblico suponer que fue establecido más de un pacto en
Sinaí, aunque se trató de un pacto con varios aspectos. (2) Son erróneos en cuanto a que buscan
imponer limitaciones indebidas en el decálogo y en la ley ceremonial. Es evidente que la ley
ceremonial tiene un doble aspecto; y es claro también que el decálogo, aunque ubicando las
demandas de la ley claramente en el primer plano, se hace subsirviente del pacto de gracia.
Poco necesita decirse con respecto a la dispensación del pacto del Nuevo Testamento. Los
siguientes puntos deben señalarse:
d) Finalmente, la dispensación del Nuevo Testamento trae bendiciones más ricas que la
dispensación del Antiguo Testamento. La revelación de la gracia de Dios alcanzó su clímax cuando
la Palabra se volvió carne y habitó entre los hombres «lleno de gracia y verdad». El Espíritu Santo
es derramado sobre la Iglesia y de la plenitud de la gracia de Dios en Cristo se enriquece a los
creyentes con bendiciones espirituales y eternas. La dispensación actual del pacto de gracia
continuará hasta el regreso de Cristo, cuando la relación de pacto será concretada en el sentido
más pleno de la palabra en una vida de comunión íntima con Dios.
BIBLIOGRAFÍA: Bavinck, Geref. Dogm. III, pp. 199–244; Kuyper, Dict. Dogm., De Foedere, pp. 118–
154; ibíd., Uit het Woord, De Leer der Verbonden; Vos, Dogm. Ref. II, pp. 76–140; ibíd., De
Verbondsleer in de Geref. Theo.l; Hodge, Teol. Sist., II, pp. 354–377; Dabney, Syst. and Polem.
Theol., pp. 429–463; H. H. Kuyper, Hamabdil, van de Heiligheid van het Genadeverbond; A.
Kuyper, Jr., De Vastigheid des Verbonds; Van den Bergh, Calvijn over het Genadeverbond; Heppe,
Dogm. der Ev-Ref. Kirche, pp. 268–293; ibíd., Dogm. des Deutschen Protestantismus, II, pp. 215–
221; ibíd., Geschichte des Pietismus. pp. 205–240; Mastricht, Godgeleerdheit, II, pp. 363–412; a
Marck, Godgeleerdheid, pp. 463–482; Witsius, De Verbonden, pp. 255–299; Turretin, Opera, Locus
XII Q. 1–12; Brakel, Redelijke Godsdienst, I, pp. 351–382; Pictet, Theol., pp. 280–284; Strong,
Discourse on the Covenant, pp. 113–447; Owen, The Covenant of Grace; Gib, Sacred
Contemplations, pp. 171–389; Ball, A Treatise of the Covenant of Grace; Boston, The Covenant of
Berkhof, L. (2018). Teología Sistemática. (C. Franco, Trad.). Bellingham, WA: Editorial Tesoro
Bíblico.
Grace; Girardeau, The Federal Theology: Its Import and its Regulative Influence (en Memorial
Volume of the Semi-Centennial of Columbia Seminary); W. L. Newton, Notes on the Covenant, A
Study in the Theology of the Prophets (católico romano); Aalders, Het Verbond Gods.
Berkhof, L. (2018). Teología Sistemática. (C. Franco, Trad.). Bellingham, WA: Editorial Tesoro
Bíblico.