Guía Rápida Sobre La Educación Emocional
Guía Rápida Sobre La Educación Emocional
Guía Rápida Sobre La Educación Emocional
educación
emocional
Índice
Introducción 3
Objetivo de la guía 4
Competencia emocional 10
I. Conciencia emocional
II. Regulación emocional
III. Autonomía y autoestima
IV. Competencia social
V. Competencias para la vida y el bienestar
Bibliografía 20
1 Introducción
Por una parte, podría decirse que los pioneros en atisbar la importancia de la inteli-
gencia emocional fueron Simon y Binet en 1908. Ambos afirmaron que existían dos
tipos diferentes de inteligencia, una ideativa y otra instintiva.
Más adelante, en 1920, fue Thorndike quien introdujo otro término también cerca-
no: la inteligencia social. De esta manera afirmaba que para llevarse bien con los
demás se requería «la habilidad para comprender y dirigir a los hombres y mujeres,
muchachos y muchachas y actuar sabiamente en las relaciones humanas». Así,
destacó la importancia de poseer una cierta capacidad cognitiva para compren-
der y una cierta destreza social para dirigir.
Sin embargo, en los años siguientes, con el estudio y la consolidación del conduc-
tismo de la mano de investigadores como Piaget, se produjo un estancamiento del
interés en el ámbito de la inteligencia emocional. De hecho, Marina (1993), en su
libro Teoría de la Inteligencia Creadora, destaca el inmenso valor de las aportacio-
nes por parte de las ciencias cognitivas, pero dejando claro que su gran asignatura
pendiente era encontrar una inteligencia humana que no dependiera únicamen-
te de la lógica.
Emociones básicas
Muchos autores están de acuerdo en que las emociones básicas son aquellas
que están presentes en todas las épocas y culturas. Aunque no hay un con-
senso absoluto en cuanto a cuáles son las emociones básicas, la clasificación
del psicólogo Paul Ekman es la más extendida y aceptada. Este denomina
como emociones básicas el miedo, la ira, la tristeza, la alegría, la sorpresa y el
asco.
Además, se dice que algunas emociones son adaptativas, es decir, que nos
ayudan a actuar sin pensar y, en consecuencia, a sobrevivir. Pero, sin duda, lo
más importante de las emociones es la información que nos aportan acerca
de nosotros mismos. Podría decirse que son una especie de brújula para guiar-
nos en el camino hacia nuestra felicidad, si sabemos interpretar lo que nos
dicen. En otras palabras, las emociones que experimentamos pueden ayu-
darnos a crecer en autoconocimiento si sabemos entenderlas correctamente.
Por un lado, aseguran que sentir alegría no escapa totalmente a nuestro control,
sino que una persona puede tener predisposición a sentir alegría si así lo decide.
Un ejemplo sería el hecho de tener una actitud de agradecimiento hacia las cosas
buenas que nos suceden en la vida. Algunos autores afirman que la actitud de
agradecimiento predispone a la alegría (Watkins, 2018).
Por otro lado, al contrario que la alegría, la felicidad personal, según Carolina Mo-
reno, «es algo diferente a la ausencia de adversidades y malestar emocional; [...]
es más bien la consecuencia de cómo nos construimos como personas (identidad
positiva) y de cómo estamos en el mundo (vida positiva)».
El miedo
Según Rafael Bisquerra, «el miedo se siente ante un peligro real e inminente». Ade-
más, la ansiedad es consecuencia de percibir un peligro posible aunque poco
probable, mientras que el estrés aparece cuando se nos plantea una situación que
pensamos que excede a nuestras capacidades.
Estas tres emociones (miedo, ansiedad y estrés) son uno de los grandes problemas
actuales y de los que más malestar causan en la sociedad. Aprender a compren-
der las causas y las situaciones que nos producen estas emociones nos ayudará a
dirigirlas y regularlas de forma adecuada, y contribuirá a nuestro crecimiento per-
sonal.
La tristeza es parte de la vida, por lo que es necesario identificar las situaciones que
nos hacen sentirnos así, aceptarla, expresarla y, sobre todo, buscarle un sentido, en
lugar de buscar cobijo en las drogas o en la búsqueda de placer. A este respecto,
Seligman, famoso psicólogo y escritor, afirma que la búsqueda de sentido es mejor
predictor de satisfacción que la búsqueda de placer.
La ira
Se trata de «una emoción caracterizada por sentimientos subjetivos que varían
en intensidad desde una molestia o irritación hasta furia o rabia intensa». Sentimos
ira cuando presenciamos o experimentamos una situación injusta, inmoral o que
atenta contra nuestra libertad personal. Dentro de la familia de la ira encontramos
las emociones de la rabia, el enfado, la cólera, el rencor, el odio, la furia, la indigna-
ción, la exasperación, la tensión, la agitación, la irritabilidad, la violencia, el enojo,
los celos, la envidia y la impotencia.
Todas las emociones son valiosas y tienen sentido. Encontrar el equilibro es un arte.
Decía Aristóteles: «Enojarse es fácil. Enfadarse con la persona adecuada en el gra-
do exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto;
eso si que es difícil». Esto es aplicable a cualquier emoción.
Conciencia emocional
«Capacidad para tomar conciencia de las propias emociones y de las
emociones de los demás, incluyendo la habilidad para captar el clima
emocional de un contexto determinado». Esta dimensión incluye: toma
conciencia de las propias emociones, dar nombre a las emociones y
comprensión de las emociones ajenas.
Regulación emocional
Las emociones nos dan una información muy valiosa sobre nuestros ac-
tos, nuestro contexto, nuestras relaciones con los demás y sobre cómo in-
terpretamos toda esta realidad. Aprovechar esa información es el primer
paso para orientar nuestra acción.
Autonomía y autoestima
Esta competencia hace referencia al ámbito de la autogestión personal,
donde se encuentran la autoestima, el tener una actitud positiva ante la
vida, la responsabilidad, la capacidad para juzgar y analizar las normas
sociales, y para buscar ayuda y recursos, la autoeficacia emocional y la
resiliencia.
Competencia social
Como su nombre indica, es la competencia que nos permite desarrollar
buenas relaciones con otras personas. Incluye dominar las habilidades so-
ciales básicas, como el respeto por los demás, saber escuchar, practicar
la comunicación expresiva, compartir las emociones propias, manifestar
un comportamiento pro social y cooperativo, ser asertivo, prevenir y so-
lucionar conflictos, y ser capaces de gestionar situaciones emocionales.
Principio de acción: Entiende que los actos son causa de las emociones y, estas,
consecuencias de aquellos. Prioriza, por tanto, la acción como enfoque, aprove-
chando la gran información que nos dan las emociones para comprendernos y
conocernos a nosotros mismos y a los demás.
Estas visiones ayudan a convivir con el dolor y a aceptarlo, para que nos sea más
fácil sobrellevarlo. Aportan un enfoque más profundo de la persona y buscan un
sentido al dolor que experimentamos y un porqué o motivo por el cual merezca la
pena superarlo. Como decía Victor Frankl: «Quien tiene algo por que vivir es capaz
de soportar cualquier cómo».
Todo esto desemboca en los valores de la persona: aquello que tiene una significa-
ción profunda y personal para cada uno. La pregunta es: ¿qué es valioso para mí?
La respuesta es aquello que nos ayuda a seguir adelante y a vivir de manera única.
«La moralidad supone una causa de acción, una explicación para las
razones que llevan al sujeto a actuar así y no de otra manera. Se buscan
entonces las razones, los motivos y la intencionalidad del actor» (Bertussi,
G. T., 1998).
Entre las razones por las que una persona actúa de una determinada
manera se encuentran las emociones que siente en determinadas situa-
ciones de su vida. Es por ello por lo que la ética, la educación en valores
y la educación emocional convergen en la persona. Son puntos de vista
distintos para acceder a la misma realidad: el desarrollo pleno y la felici-
dad de la persona.
Son numerosos los estudios que se han publicado acerca de los beneficios de
la educación emocional en relación con la felicidad, el ámbito académico,
el éxito profesional e incluso con la prevención de la drogadicción desde
edades tempranas. A continuación exponemos algunas de las conclusiones
más relevantes:
Rendimiento académico
Tal y como afirma Rafael Bisquerra, «el 75 % de las investigaciones prueban
una relación positiva directa o indirecta entre inteligencia emocional y rendi-
miento académico» (Bisquerra, 2015).
Por otra parte, Fernández- Berrocal, Extremera y Ramos observaron que altas
puntuaciones en las pruebas de inteligencia emocional se relacionaban con
menores síntomas de ansiedad y depresión, y con menor tendencia a tener
pensamientos intrusivos. Además, aquellos alumnos que presentaban meno-
res síntomas de depresión obtuvieron mejor rendimiento académico.
Adaptación social
Marc Brackett, psicólogo fundador del primer centro de inteligencia emocio-
nal de la Universidad de Yale, trabajó en un estudio en el que se obtuvieron
conclusiones muy satisfactorias. Así, los estudiantes de las aulas que integraron
RULER (un programa teórico de aprendizaje social y emocional) obtuvieron
calificaciones más altas a final de año y calificaciones más altas en compe-
tencia social y emocional (por ejemplo, liderazgo, habilidades sociales y ha-
bilidades de estudio) en comparación con los estudiantes del grupo control.
Motivación
en el aprendizaje
En 2014 David Shernoff publicó un estudio en el que presentaba una con-
ceptualización de compromiso estudiantil basada en los datos finales
obtenidos sobre la concentración, el interés y el disfrute de los alumnos.
El estudio concluyó que los participantes experimentaron un mayor com-
promiso cuanto mayor y más proporcionado era el reto percibido sobre
la tarea que realizar y sobre sus propias habilidades; cuando la instruc-
ción era relevante y el ambiente de aprendizaje estaba bajo su control.
Adicciones
Son muy numerosos los estudios que muestran la relación inversa entre
la educación emocional y las conductas disruptivas. Un ejemplo es el
estudio realizado en 2006 por Ruiz Aranda, que concluye: «Los adoles-
centes con una mayor puntuación en IE muestran un menor consumo
de tabaco y alcohol. Los adolescentes con una menor puntuación en
IE recurren al consumo de estas sustancias como una forma externa de
autorregulación emocional».
En resumen, parece más que evidente que una buena educación emo-
cional desde edades tempranas reporta multitud de beneficios en diver-
sos ámbitos de la vida. Si desea profundizar en estos y otros estudios le
invitamos a que revise la siguiente bibliografía.