Guía Rápida Sobre La Educación Emocional

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Guía de

educación
emocional
Índice

Introducción 3

Objetivo de la guía 4

¿Qué es la educación emocional?


Recorrido histórico 5

¿Qué son las emociones? 7

Competencia emocional 10
I. Conciencia emocional
II. Regulación emocional
III. Autonomía y autoestima
IV. Competencia social
V. Competencias para la vida y el bienestar

Herramientas: una metodología para poner en


práctica la educación emocional 13

Principios de la educación emocional 15

Educación emocional y ética 16

Consejos para educadores y familias 17

Beneficios de la educación emocional 18

Bibliografía 20
1 Introducción

La inteligencia emocional es una facultad de vital importancia en el ser


humano. Es un hecho demostrado que desarrollar las habilidades emo-
cionales y adquirir nuevas competencias resulta fundamental para el cre-
cimiento personal y la felicidad. Por ello, el desarrollo de la propia inteli-
gencia emocional debe comenzar en edades tempranas.

Como afirma el catedrático Rafael Bisquerra, la educación emocional


se inicia en la familia. Y es que ha sido el mismo núcleo familiar el que ha
hecho posible el desarrollo de la inteligencia emocional de las personas.
Realidades tan cotidianas como valorar las cualidades propias y las de
los demás miembros de la familia, expresar gratitud o consolar con em-
patía resultan prácticas habituales en el seno familiar. Y es más, estas se
pueden aprender y desarrollar desde edades tempranas.

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Objetivo de la guía
A pesar de que el universo de las emociones ha sido estu-
diado desde hace muchos años, el estudio de la inteligen-
cia emocional tal y como la conocemos ha despertado el
interés de la comunidad científica desde hace más bien
poco. No obstante, todavía queda mucho camino por re-
correr en la incorporación de esta ciencia a la vida escolar,
social y familiar.

Por este motivo, la presente guía busca ofrecer una ayuda


a profesores, familiares y demás educadores para favore-
cer el desarrollo tanto de su propia inteligencia emocional
y de su crecimiento integral como el de las personas que
tienen a su cargo, independientemente de su edad.

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3
¿Qué es la educación
emocional?
Recorrido histórico

«La Educación Emocional es un proceso educativo,


continuo y permanente, que pretende potenciar el
desarrollo emocional como complemento indispen-
sable del desarrollo cognitivo, constituyendo ambos
los elementos esenciales del desarrollo de la perso-
nalidad integral. Para ello se propone el desarrollo
de conocimientos y habilidades sobre las emociones
con el objetivo de capacitar al individuo para afron-
tar mejor los retos que se le plantean en su vida co-
tidiana. Todo ello tiene como finalidad aumentar el
bienestar personal y social»
(Bisquerra, 2000)

Por una parte, podría decirse que los pioneros en atisbar la importancia de la inteli-
gencia emocional fueron Simon y Binet en 1908. Ambos afirmaron que existían dos
tipos diferentes de inteligencia, una ideativa y otra instintiva.

Más adelante, en 1920, fue Thorndike quien introdujo otro término también cerca-
no: la inteligencia social. De esta manera afirmaba que para llevarse bien con los
demás se requería «la habilidad para comprender y dirigir a los hombres y mujeres,
muchachos y muchachas y actuar sabiamente en las relaciones humanas». Así,
destacó la importancia de poseer una cierta capacidad cognitiva para compren-
der y una cierta destreza social para dirigir.

Sin embargo, en los años siguientes, con el estudio y la consolidación del conduc-
tismo de la mano de investigadores como Piaget, se produjo un estancamiento del
interés en el ámbito de la inteligencia emocional. De hecho, Marina (1993), en su
libro Teoría de la Inteligencia Creadora, destaca el inmenso valor de las aportacio-
nes por parte de las ciencias cognitivas, pero dejando claro que su gran asignatura
pendiente era encontrar una inteligencia humana que no dependiera únicamen-
te de la lógica.

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No fue hasta 1985 cuando comenzó a utilizarse el término «inteligencia emocional»
con connotaciones muy cercanas a como lo usamos en la actualidad. Fue gracias
a Wayne Leon Payne, quien afirmó en su disertación Un estudio de la emoción: de-
sarrollando la inteligencia emocional; la autointegración, relacionando el miedo, el
dolor y el deseo, que hemos tenido una idea equivocada sobre la naturaleza de la
emoción y la importante función que cumple en nuestras vidas (Payne,1985).

Finalmente, en 1990 Mayer y Salovey, investigadores de las universidades de New


Hampshire y Yale respectivamente, propusieron de manera oficial la existencia de
una nueva inteligencia, a la que llamaron inteligencia emocional. En su artículo
publicado con este mismo nombre, recopilaron resultados de investigaciones de
diferentes áreas del conocimiento referentes a psicoterapia, cognición, inteligencia
y emoción. Así llegaron a la conclusión de que algunas personas eran emocional-
mente más inteligentes que otras. De esta manera buscaban destacar el papel que
tenían las emociones en la resolución de conflictos sociales. Factores como la iden-
tificación facial de emociones, el conocimiento y comprensión de un vocabulario
emocional universal y el manejo de los sentimientos son solo algunos de los aspectos
que tener en cuenta destacados por los autores (Salovey y Mayer, 1990: 189).

Finalmente, en 1996 Sternberg publicó un estudio titulado Inteligencia exitosa: cómo


la inteligencia práctica y creativa determina el éxito en la vida.

Asimismo, casi desde sus orígenes, la inteligencia emocional se ha relacionado en


cierta medida con la educación. De hecho, en 1996 Daniel Goleman publicó un
artículo titulado Inteligencia emocional: por qué podría importar más que el coefi-
ciente intelectual. En él afirma que el éxito escolar es predicho en gran medida por
factores sociales y emocionales.

En efecto, Goleman describe la inteligencia emocional y da una serie de pautas


y recursos sobre cómo enseñarla y potenciarla en los estudiantes. A partir de en-
tonces se han publicado numerosas investigaciones acerca de los beneficios de
la educación emocional que veremos más adelante (Kashani, Azimi, Vazirio, 2012;
Maizatul, Norhaslinda, Norhafizah, 2013; Extremera y Fernández-Berrocal, 2004).

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4 ¿Qué son las
emociones?
Las emociones siempre han estado presentes en la vida del ser humano. En
palabras de la docente Elvira Vague, «son productos de la selección natural y
funcionan como sistemas de procesamiento de información rápidos, diseña-
dos para ayudarnos a lidiar con el entorno y los acontecimientos». Gracias a
ellas somos capaces de defendernos ante un peligro, rechazar un alimento en
mal estado y, lo más importante: ¡ser felices!

Emociones básicas
Muchos autores están de acuerdo en que las emociones básicas son aquellas
que están presentes en todas las épocas y culturas. Aunque no hay un con-
senso absoluto en cuanto a cuáles son las emociones básicas, la clasificación
del psicólogo Paul Ekman es la más extendida y aceptada. Este denomina
como emociones básicas el miedo, la ira, la tristeza, la alegría, la sorpresa y el
asco.

Además, se dice que algunas emociones son adaptativas, es decir, que nos
ayudan a actuar sin pensar y, en consecuencia, a sobrevivir. Pero, sin duda, lo
más importante de las emociones es la información que nos aportan acerca
de nosotros mismos. Podría decirse que son una especie de brújula para guiar-
nos en el camino hacia nuestra felicidad, si sabemos interpretar lo que nos
dicen. En otras palabras, las emociones que experimentamos pueden ayu-
darnos a crecer en autoconocimiento si sabemos entenderlas correctamente.

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La alegría
Según muchos autores, la alegría ha sido una emoción poco estudiada hasta hace
pocos años. Parece ser que no despertó el interés de la comunidad científica por
considerarse un «afecto positivo no específico», confundido a menudo con la felici-
dad. Aunque la mayoría coincide en que la alegría es una emoción difícil de definir,
algunos afirman que es una respuesta ante un acontecimiento bueno.

Por un lado, aseguran que sentir alegría no escapa totalmente a nuestro control,
sino que una persona puede tener predisposición a sentir alegría si así lo decide.
Un ejemplo sería el hecho de tener una actitud de agradecimiento hacia las cosas
buenas que nos suceden en la vida. Algunos autores afirman que la actitud de
agradecimiento predispone a la alegría (Watkins, 2018).

Por otro lado, al contrario que la alegría, la felicidad personal, según Carolina Mo-
reno, «es algo diferente a la ausencia de adversidades y malestar emocional; [...]
es más bien la consecuencia de cómo nos construimos como personas (identidad
positiva) y de cómo estamos en el mundo (vida positiva)».

El miedo
Según Rafael Bisquerra, «el miedo se siente ante un peligro real e inminente». Ade-
más, la ansiedad es consecuencia de percibir un peligro posible aunque poco
probable, mientras que el estrés aparece cuando se nos plantea una situación que
pensamos que excede a nuestras capacidades.

Estas tres emociones (miedo, ansiedad y estrés) son uno de los grandes problemas
actuales y de los que más malestar causan en la sociedad. Aprender a compren-
der las causas y las situaciones que nos producen estas emociones nos ayudará a
dirigirlas y regularlas de forma adecuada, y contribuirá a nuestro crecimiento per-
sonal.

Dentro de la «familia» de emociones relacionadas con el miedo se encuentran las


emociones de temor, terror, pánico, pavor, horror, preocupación, susto, espanto,
nerviosismo, tensión, aprensión, recelo, fobia, ansiedad y estrés.

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La tristeza
Según Bisquerra, la tristeza «surge de la experiencia de la pérdida de algo o alguien
con quien hemos establecido un vínculo afectivo». Todos creamos vínculos afec-
tivos de manera instintiva. Desde nuestro nacimiento, el cerebro humano tiende a
formar un vínculo afectivo para asegurar la supervivencia de la persona, y la ruptu-
ra de este vínculo es el origen de la tristeza.

En efecto, conforme transcurre la vida, las personas vamos generando vínculos


afectivos con personas, lugares y objetos. Emocionalmente nos vinculamos con
aquello que estamos viviendo y surge el apego. Pero, cuando se produce un cam-
bio en alguno de estos apegos, aparece la pérdida y, en consecuencia, la emo-
ción de la tristeza.

Ante un acontecimiento de pérdida, cada persona reacciona de manera diferen-


te, pero algunos autores, entre ellos Lindemann y Rando, coinciden en establecer
cuatro etapas ante el duelo: conmoción, rabia y agresividad, desesperanza y, por
último, reorganización.

La tristeza es parte de la vida, por lo que es necesario identificar las situaciones que
nos hacen sentirnos así, aceptarla, expresarla y, sobre todo, buscarle un sentido, en
lugar de buscar cobijo en las drogas o en la búsqueda de placer. A este respecto,
Seligman, famoso psicólogo y escritor, afirma que la búsqueda de sentido es mejor
predictor de satisfacción que la búsqueda de placer.

La ira
Se trata de «una emoción caracterizada por sentimientos subjetivos que varían
en intensidad desde una molestia o irritación hasta furia o rabia intensa». Sentimos
ira cuando presenciamos o experimentamos una situación injusta, inmoral o que
atenta contra nuestra libertad personal. Dentro de la familia de la ira encontramos
las emociones de la rabia, el enfado, la cólera, el rencor, el odio, la furia, la indigna-
ción, la exasperación, la tensión, la agitación, la irritabilidad, la violencia, el enojo,
los celos, la envidia y la impotencia.

Todas las emociones son valiosas y tienen sentido. Encontrar el equilibro es un arte.
Decía Aristóteles: «Enojarse es fácil. Enfadarse con la persona adecuada en el gra-
do exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto;
eso si que es difícil». Esto es aplicable a cualquier emoción.

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5 Competencia
emocional
Según Rafael Bisquerra, la competencia emocional «es un constructo
amplio que incluye diversos procesos y provoca una variedad de conse-
cuencias». A pesar de que existen diversas propuestas a la hora de definir
este constructo, la más aceptada y extendida parece ser la de Salovey
y Sluyter (1997).

Estos autores definieron cinco dimensiones básicas en las competencias


emocionales: cooperación, asertividad, responsabilidad, empatía, auto-
control. Por otra parte, resulta interesante el hecho de que estas dimen-
siones se solapan con el concepto de inteligencia emocional propuesto
por Daniel Goleman en 1995. En su obra, la inteligencia emocional se divi-
día en cinco dimensiones: conciencia emocional, manejo de emociones,
automotivación, empatía y habilidades sociales.

Con base en diversas investigaciones como las de Salovey y Goleman y


el enfoque de organizaciones como CASEL, el GROP (Grupo de Investi-
gación en Orientación Psicopedagógica) divide las competencias emo-
cionales en estos cinco bloques temáticos:

Conciencia emocional
«Capacidad para tomar conciencia de las propias emociones y de las
emociones de los demás, incluyendo la habilidad para captar el clima
emocional de un contexto determinado». Esta dimensión incluye: toma
conciencia de las propias emociones, dar nombre a las emociones y
comprensión de las emociones ajenas.

Regulación emocional
Las emociones nos dan una información muy valiosa sobre nuestros ac-
tos, nuestro contexto, nuestras relaciones con los demás y sobre cómo in-
terpretamos toda esta realidad. Aprovechar esa información es el primer
paso para orientar nuestra acción.

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Podemos entender la regulación emocional como la «capacidad para
manejar las emociones de forma apropiada. Supone tomar conciencia
de la relación entre emoción, cognición y comportamiento; tener bue-
nas estrategias de afrontamiento; capacidad para autogenerarse emo-
ciones positivas, etc.». Incluye también la propia expresión emocional y
ser capaces de regular nuestras emociones.

Autonomía y autoestima
Esta competencia hace referencia al ámbito de la autogestión personal,
donde se encuentran la autoestima, el tener una actitud positiva ante la
vida, la responsabilidad, la capacidad para juzgar y analizar las normas
sociales, y para buscar ayuda y recursos, la autoeficacia emocional y la
resiliencia.

Competencia social
Como su nombre indica, es la competencia que nos permite desarrollar
buenas relaciones con otras personas. Incluye dominar las habilidades so-
ciales básicas, como el respeto por los demás, saber escuchar, practicar
la comunicación expresiva, compartir las emociones propias, manifestar
un comportamiento pro social y cooperativo, ser asertivo, prevenir y so-
lucionar conflictos, y ser capaces de gestionar situaciones emocionales.

Competencias para la vida y


el bienestar
Se trata de aquellas habilidades que nos ayudan a afrontar y superar
adecuadamente los retos que se nos van presentando en la vida. Hacen
referencia a todas las situaciones de nuestra vida privada, profesional y
social. «Nos permiten organizar nuestra vida de forma sana y equilibra-
da, facilitándonos experiencias de satisfacción o bienestar». Incluye fijar
objetivos adaptativos, tomar decisiones, buscar ayuda y recursos, una
actitud de ciudadanía activa y comprometida, bienestar subjetivo y el
conocido como flow o fluir.

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6
Herramientas:
una metodología para
poner en práctica la
educación emocional
Un programa de educación emocional debe seguir necesariamente una me-
todología en su mayoría, práctica que favorezca el desarrollo de las com-
petencias emocionales. Tal y como afirman diferentes autores, utilizar una
metodología basada en dinámicas prácticas, sin alejarse de la metodología
científica, es una buena forma de favorecer el desarrollo de la inteligencia
emocional en los niños.

«Toda propuesta práctica debe partir de los conoci-


mientos previos, intereses y necesidades de la per-
sona para que pueda construir significativamente los
nuevos conocimientos y favorezca un aprendizaje
significativo»
(Bisquerra, R. 2011)

Según diversas publicaciones, algunas dinámicas que giran en torno a


los intereses de los niños, que favorecen su crecimiento personal y que
ayudan a desarrollar sus competencias emocionales son las siguientes:

Dinámica de grupos y proyectos: Favorecen la interacción social, la


empatía y la apertura al mundo.

Reflexión: Favorece la introspección y el autoconocimiento.

Juegos: Todas las metodologías deben poseer carácter lúdico.

Ejercicios de relajación: Antes y después de cada sesión, favorecen el


correcto desarrollo de las dinámicas y la asimilación de lo aprendido.

Actividades manuales con fotografías: Ayudan a la identificación de ex-


presiones faciales y de emociones y, con ello, se favorece la empatía y
el diálogo.

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Mímica: Ayuda a la identificación, comunicación de emociones, al au-
toconocimiento y a la empatía.

Representación teatral y/o marionetas: Similar a la mímica. Los títeres


favorecen que los niños se identifiquen con los personajes que represen-
tan y con cómo se sienten.

Cuentos: Utiliza la terapia narrativa para comunicar e identificar fácilmen-


te situaciones y estados emocionales complejos.

Música: Favorece el desarrollo de las emociones estéticas.

Comentario de obras de arte: Ayuda a la profundización en el conoci-


miento de ciertas emociones generales y estéticas.

Dibujo y representaciones abstractas: Ayuda a la comunicación de es-


tados emocionales complejos.

Herramientas emocionales: Técnicas sencillas y prácticas que pueden


ayudar a los niños a conocer, comprender y gobernar adecuadamente
sus emociones.

A este respecto, el Programa de Educación Emocional de VOCA Edito-


rial contempla la mayoría de las dinámicas enumeradas anteriormente.
Quizás, uno de los aspectos más interesantes sería la enseñanza y puesta
en práctica de las herramientas emocionales. Los niños aprenden estas
técnicas en el aula y luego las llevan a la práctica en su vida diaria.

Entre algunas de las herramientas que aprenden se encuentran las que


ayudan a la identificación y expresión de emociones propias y ajenas,
a la diferenciación de niveles de intensidad según la emoción, al creci-
miento en conciencia emocional, a la regulación de emociones propias,
al desarrollo de la autoestima, la responsabilidad, la resiliencia, a apren-
der a valorar la amistad, la gratitud, el perdón, el arrepentimiento, y a la
búsqueda de sentido y de una vida plena.

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7 Principios de la
educación emocional
A la hora de abordar temáticamente las emociones, se utilizan distintos plantea-
mientos, ideas, metáforas o herramientas que giran alrededor de unos principios.
Estos principios tienen un orden, de tal manera que para aplicar uno se requiere
del anterior; es decir, cada uno de ellos posibilita los siguientes. Estos principios son:

Principio de reconocimiento o identificación de las emociones: Lógicamente, este


es el primer paso a la hora de hacer un abordaje educativo de las emociones. Si
no sabemos identificar, nombrar y expresar las emociones concretas que sentimos,
nos será difícil crecer en autoconocimiento. Este principio se sitúa en un nivel cog-
nitivo, ya que conceptualizamos cómo nos sentimos.

Principio de distanciamiento: Este segundo principio se encuentra también en el


plano cognitivo. Una vez que sabemos cómo somos o cómo nos sentimos, debe-
mos ser capaces de distanciarnos de la idea que tenemos de nosotros mismos
para distinguirla de lo que realmente somos.

Principio de acción: Entiende que los actos son causa de las emociones y, estas,
consecuencias de aquellos. Prioriza, por tanto, la acción como enfoque, aprove-
chando la gran información que nos dan las emociones para comprendernos y
conocernos a nosotros mismos y a los demás.

Principio de búsqueda de sentido y de valores: Este principio se sitúa en el nivel


superior y está inspirado en las terapias de psicología humanista y de tercera ge-
neración. Estas terapias se centran en un enfoque de aceptación y compromiso.

Estas visiones ayudan a convivir con el dolor y a aceptarlo, para que nos sea más
fácil sobrellevarlo. Aportan un enfoque más profundo de la persona y buscan un
sentido al dolor que experimentamos y un porqué o motivo por el cual merezca la
pena superarlo. Como decía Victor Frankl: «Quien tiene algo por que vivir es capaz
de soportar cualquier cómo».

Todo esto desemboca en los valores de la persona: aquello que tiene una significa-
ción profunda y personal para cada uno. La pregunta es: ¿qué es valioso para mí?
La respuesta es aquello que nos ayuda a seguir adelante y a vivir de manera única.

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8 Educación emocional
y ética

La educación integral de la persona debe tener en cuenta todas sus di-


mensiones, y no solo su desarrollo a nivel cognitivo. Los objetivos de esta
educación deben dirigirse hacia el crecimiento personal, la potencia-
ción de todos sus talentos y la construcción de la personalidad ética o
moral (Estrada, M. R. B., 2009).

«La moralidad supone una causa de acción, una explicación para las
razones que llevan al sujeto a actuar así y no de otra manera. Se buscan
entonces las razones, los motivos y la intencionalidad del actor» (Bertussi,
G. T., 1998).

Entre las razones por las que una persona actúa de una determinada
manera se encuentran las emociones que siente en determinadas situa-
ciones de su vida. Es por ello por lo que la ética, la educación en valores
y la educación emocional convergen en la persona. Son puntos de vista
distintos para acceder a la misma realidad: el desarrollo pleno y la felici-
dad de la persona.

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9
Consejos para
educadores y familias
A continuación proporcionamos una serie de consejos prácticos para
educadores y familias:

• La educación emocional requiere tiempo. Rafael Bisquerra afirma:


«Este es uno de los retos de la educación emocional: dedicarle la
dosis necesaria. En el estado actual de conocimiento, una buena
dosis podría ser sesiones semanales de 45-60 minutos durante todo el
curso y a lo largo de todos los cursos».

• Educar las emociones en todos los ámbitos de la vida, también en la


vida familiar. La educación emocional no puede quedar relegada
solamente a la escuela. Esta comienza de manera natural en la fami-
lia. Debemos prestar la importancia que se merece a las emociones
también en casa, aunque ello signifique alterar nuestra agenda en
alguna ocasión.

• La educación emocional debe orientarse, en última instancia, a la


felicidad, al crecimiento personal y, en consecuencia, a la búsqueda
de significado. Desde la psicología positiva el mismo Seligman afirma
que «el objetivo final de la psicología positiva es hacer que las perso-
nas sean más felices al comprender y promover emociones positivas,
gratitud y significado de vida».

• A veces escuchar es mejor que dar soluciones. Cuando un niño nos


cuenta cómo se siente, debemos escucharle y enseñarle a identificar
cada emoción y a llamarla por su nombre. Poco a poco el niño irá
asociando sus sentimientos a una serie de emociones y situaciones
concretas que le ayudarán a crecer en conciencia emocional.

• Recuerda que expresar las emociones siempre es bueno. Nunca hay


que burlarse de un niño por manifestar una emoción concreta.

• El mejor consejo: educa a los demás como te gustaría que te educa-


sen a ti. No grites, no seas brusco si no te obedecen o no te hacen
caso, avisa con tiempo si vas a hacer algo que sabes que les puede
disgustar. A los niños les molestan y les frustran las mismas cosas que
a los adultos; simplemente lo manifiestan de una forma más primaria.

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10 Beneficios de la
educación emocional

Son numerosos los estudios que se han publicado acerca de los beneficios de
la educación emocional en relación con la felicidad, el ámbito académico,
el éxito profesional e incluso con la prevención de la drogadicción desde
edades tempranas. A continuación exponemos algunas de las conclusiones
más relevantes:

Para ser feliz


La evidencia sugiere que el afecto positivo - el emblema del bienestar- pue-
de ser la causa de muchas de las características, recursos y éxitos deseables
relacionados con la felicidad (Sonja Lyubomirsky, 2005).
El afecto positivo es una dimensión de la afectividad que se entiende como
«el punto hasta el cual una persona se siente entusiasta, activa, alerta, con
energía y participación gratificante» (Sandín, B., 1999).

Rendimiento académico
Tal y como afirma Rafael Bisquerra, «el 75 % de las investigaciones prueban
una relación positiva directa o indirecta entre inteligencia emocional y rendi-
miento académico» (Bisquerra, 2015).
Por otra parte, Fernández- Berrocal, Extremera y Ramos observaron que altas
puntuaciones en las pruebas de inteligencia emocional se relacionaban con
menores síntomas de ansiedad y depresión, y con menor tendencia a tener
pensamientos intrusivos. Además, aquellos alumnos que presentaban meno-
res síntomas de depresión obtuvieron mejor rendimiento académico.

Adaptación social
Marc Brackett, psicólogo fundador del primer centro de inteligencia emocio-
nal de la Universidad de Yale, trabajó en un estudio en el que se obtuvieron
conclusiones muy satisfactorias. Así, los estudiantes de las aulas que integraron
RULER (un programa teórico de aprendizaje social y emocional) obtuvieron
calificaciones más altas a final de año y calificaciones más altas en compe-
tencia social y emocional (por ejemplo, liderazgo, habilidades sociales y ha-
bilidades de estudio) en comparación con los estudiantes del grupo control.

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Salud
En este ámbito, un estudio de 2010 realizado por Agustín Martínez y cola-
boradores afirmó: «Respecto a los estudios que han relacionado IE (Inteli-
gencia Emocional) y salud mental, podemos indicar que existe un número
creciente de investigaciones que concluyen que niveles altos de IE están
relacionados significativamente con el bienestar emocional y la salud
mental. Coherente con este hallazgo es el que indica que niveles bajos
de IE se relacionan con ciertos problemas emocionales, tales como de-
presión, dificultad para verbalizar sentimientos, escasa conciencia emo-
cional, ansiedad, problemas en la personalidad y conductas adictivas».

Motivación
en el aprendizaje
En 2014 David Shernoff publicó un estudio en el que presentaba una con-
ceptualización de compromiso estudiantil basada en los datos finales
obtenidos sobre la concentración, el interés y el disfrute de los alumnos.
El estudio concluyó que los participantes experimentaron un mayor com-
promiso cuanto mayor y más proporcionado era el reto percibido sobre
la tarea que realizar y sobre sus propias habilidades; cuando la instruc-
ción era relevante y el ambiente de aprendizaje estaba bajo su control.

Adicciones
Son muy numerosos los estudios que muestran la relación inversa entre
la educación emocional y las conductas disruptivas. Un ejemplo es el
estudio realizado en 2006 por Ruiz Aranda, que concluye: «Los adoles-
centes con una mayor puntuación en IE muestran un menor consumo
de tabaco y alcohol. Los adolescentes con una menor puntuación en
IE recurren al consumo de estas sustancias como una forma externa de
autorregulación emocional».

En resumen, parece más que evidente que una buena educación emo-
cional desde edades tempranas reporta multitud de beneficios en diver-
sos ámbitos de la vida. Si desea profundizar en estos y otros estudios le
invitamos a que revise la siguiente bibliografía.

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Bibliografía
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Autora: Ana Zapata

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