Derecho Romano Prueba - Rapida-9 Fce
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PRUEBA RÁPIDA 9
MATRICULA: 1918592
GRUPO: 016
La posesión se constituye por la reunión de dos elementos. El primero, de carácter objetivo, se llama corpus y es
precisamente el control o poder físico que la persona ejerce sobre la cosa. El segundo elemento tiene carácter subjetivo,
se denomina animus possidendi o simplemente animus, y consiste en la intención o voluntad del sujeto de poseer la
cosa, reteniéndola para sí, con exclusión de los demás. Para adquirir la posesión es necesaria la reunión de ambos
elementos. Puesto que el corpus implica un poder material o una relación física entre el poseedor y la cosa, en principio,
la posesión sólo podía referirse a cosas corporales. Sin embargo, más adelante se admitió la posesión de cosas
incorporales; es decir, la posesión de derechos, y para ella se creó la figura de la quasi possessio o iuris possessio. Se
podía adquirir el corpus a través de otra persona, como un hijo o un esclavo, o bien, por un representante. En cuanto a
la adquisición de la posesión de un inmueble, no hacía falta recorrer todo el fundo, era suficiente con introducirse en él;
tratándose de cosas muebles, bastaba con que quedaran puestas a disposición del poseedor. En lo concerniente al
animus o intención de poseer, era necesaria la capacidad jurídica para poder adquirir la posesión. No tenían el animus
possidendi aquellas personas que estuvieran autorizadas a actuar sobre las cosas en virtud de otro derecho —real o
personal—, que excluyera la posibilidad de que se convirtieran en propietarios. Se decía que sólo tenían una posesión
natural sobre la cosa en cuestión; esto es, una mera detentación. La posesión se perdía por la pérdida de cualquiera de
sus elementos —el corpus o el animus—, y forzosamente por la pérdida de ambos.
Los romanos distinguieron varias clases de posesión: la posesión justa e injusta, y la posesión de buena fe y de mala fe.
La posesión es justa cuando se adquiere sin perjudicar a un anterior poseedor, esto es, que se adquiere sin vicios. Por
eso también se le llama posesión no viciosa. La posesión injusta implica lo contrario: al adquirirla se dañó a otro
poseedor; esta posesión también se conoce como posesión viciosa, y aparecía cuando se adquiría violentamente (vi),
clandestinamente (clam); o en virtud de un precario, cuando el que tiene una cosa que se le había concedido en uso se
negaba a devolverla. La posesión también puede ser de buena o de mala fe. Es de buena fe cuando el poseedor cree
tener derecho a la posesión, y es de mala fe cuando sabe que no lo tiene, como es el caso del ladrón. El poseedor de
buena fe con el transcurso del tiempo puede convertirse en propietario, por usucapión; además, se hace dueño de los
frutos hasta el momento en que el verdadero dueño le reclame la cosa poseída, tiene derecho a los gastos necesarios y
útiles que hubiera hecho para la conservación del objeto y puede retenerlo hasta que le sean pagados. El poseedor de
mala fe jamás se convierte en propietario; además, debe devolver todos los frutos y sólo tiene derecho a recuperar los
gastos necesarios. Cualquier poseedor podía pedir la protección posesoria por medio de los interdictos, tanto el de
buena como el de mala fe, siempre que no lo hiciera en relación con la persona de quien hubiera obtenido la posesión
de forma viciosa, esto es, con violencia, clandestinamente o en precario.
3.- Define INTERDICTA RETINENDAE POSSESSIONIS, INTERDICTO UTI POSSIDETIS, INTERDICTO UTRUBI
En este grupo de interdictos que se utilizaban para retener la posesión, encontramos uno referente a la posesión de
bienes inmuebles, que se llama interdicto uti possidetis, y otro que se utiliza para la conservación de bienes muebles y se
llama interdicto utrubi.
Interdicta retinendae possessionis; Entre los interdictos que sirven para recuperar la posesión, existen tres, que son: el
interdicto unde vi, el interdicto de precario y el interdicto de clandestina possessione.
Interdicto uti possidetis; servía para conservar o retener la posesión de bienes inmuebles. Se otorgaba al que estuviera
poseyendo, vale decir, al poseedor actual del inmueble, para que se defendiera de cualquier perturbación. De este
modo, el poseedor lograba mantener la posesión actual, siempre y cuando ésta no fuera viciosa, pues si la había
obtenido con violencia, de forma clandestina o en razón de un precario, en relación con el adversario, el pretor le
ordenaría devolver el inmueble. De ahí que aunque este interdicto se considera de carácter prohibitorio, pudiera fungir,
en este último caso, como un interdicto para recuperar la posesión, y tuviera también carácter restitutorio. Por otro
lado, el interdicto uti possidetis es un interdicto duplex, porque cualquiera de los litigantes podía tener el papel de
demandante o de demandado, por ello el magistrado lo dirigía a ambos, en los mismos términos, ordenándoles no
perturbar la posesión actual
Interdicto utrubi; se usaba para conservar la posesión de bienes muebles. Se otorgaba al litigante que hubiera poseído el
objeto en cuestión por más tiempo durante el último año. Por lo tanto, era también un interdicto duplex, y al igual que
en el caso anterior, aunque su carácter fuera esencialmente prohibitorio, también podía servir para recuperar la
posesión.
4.- Define INTERDICTO UNDE VI, INTERDICTO DE PRECARIO y INTERDICTO DE CLANDESTINA POSSESSIONE
Interdicto unde vi; servía en los casos en que se era desposeído por la fuerza, esto es, violentamente, de un inmueble.
Aparecía en dos formas distintas: de vi y de vi armata; esta última se utilizaba para defenderse cuando la desposesión se
había realizado con la ayuda de hombres armados.
Interdicto de precario; lo otorgaba el magistrado para pedir la restitución de una cosa mueble o inmueble —que se
había dado a título de precario— cuando el precarista se negaba a devolverla.
Interdicto de clandestina possessione; se daba contra la desposesión oculta y maliciosa de un inmueble. Los tres
interdictos que acabamos de analizar servían para recuperar la posesión y, por lo tanto, son interdictos restitutorios. Los
tenía cualquier poseedor para defenderse en esos tres supuestos; su ejercicio por regla general sólo se excluía en
relación con la persona de quien se hubiera obtenido la posesión de forma viciosa, esto es, con violencia,
clandestinamente o en precario.
En el reglamento de propiedad privada se encuentran estas limitaciones: prohibición de enterrar o quemar cadáveres
dentro de la ciudad, obligación de los vecinos de permitir el paso por el fundo propio cuando se estropeara la vía
pública; asimismo, los propietarios de fundos ribereños debían permitir el uso público del río y sus riberas, para fines de
la navegación. El propietario de un fundo en donde se encontrará una mina debía permitir las excavaciones hechas por
un tercero, siempre que éste pagará una cantidad al propietario y otra al fisco. Otras obligaciones derivadas de las
relaciones de vecindad nos dicen que el dueño de un fundo que hubiera hecho obras que desviaran las aguas de un río,
podía ser obligado a destruirlas, que era obligatorio dejar entrar al vecino para recoger los frutos caídos de sus plantas.
Asimismo, la construcción del vecino no debía oscurecer la casa del otro; para ello, las nuevas construcciones deberían
salvar una distancia de cuando menos doce pies, y no debían exceder de los cien de altura. También era necesario dejar
espacios libres entre los edificios, para permitir la circulación. En cuanto a la expropiación por causa de utilidad pública,
no se conocen disposiciones expresas que la reglamenten, pero dadas las grandes construcciones que a lo largo de su
territorio nos dejaron los romanos, es congruente pensar que sí se hubiera conocido.