La Oración (II)
La Oración (II)
La Oración (II)
1. Saludos. Bienvenida.
Todos: Adorémosle.
gracias; 3 orad al mismo tiempo también por nosotros para que Dios
nos abra la puerta a la palabra, y podamos anunciar el misterio de
Cristo.
1
2
P. César Corres Cadavieco
3. Para reflexionar
https://youtu.be/ThkkpYSdAW0
2
3
P. César Corres Cadavieco
(Para la realización de este ejercicio será necesario contar con una vela, de
preferencia gorda, de mecha lo más ancha posible).
1. Adopta una postura cómoda, aligerando todo aquello que pudiese ejercer presión
molesta sobre tu cuerpo (calzado, cinturones, anteojos, etc.).
2. Comienza, con los ojos cerrados, respirando lentamente, haciendo conciencia del
movimiento de tu respiración. Sólo en respirar pondrás por el momento toda tu
atención. Inhala profundamente, hasta que tus pulmones estén llenos al tope de su
capacidad. Mantén el aire por un instante y velo soltando muy poco a poco,
sintiendo cómo el aire pasa de los pulmones a la garganta y de ésta a la boca, para
terminar saliendo; y cómo vuelve a entrar por la nariz, para pasar por la garganta
y volver a llenar los pulmones. Así, reiterativamente, por 1 minuto.
3
4
P. César Corres Cadavieco
3. Ahora mira la vela. Observa con atención su flama, largamente y con amor: sé
“todo ojos”, ojos abiertos y perceptivos. No dejes que ningún pensamiento te
distraiga; cuando éstos se presenten, simplemente, aférrate a la llama de la vela.
Así por 1 minuto.
4. Ahora cierra los ojos (puedes incluso cubrirlos con las manos) e intenta ver la vela
con la mirada interior. No debe ser una de esas imágenes que permanecen en la
retina y que incluso distraen; busca, ante todo, recordar la flama, volver a verla
ardiendo, brillando, subiendo o danzando sobre el pabilo... Hazla arder en tu
recuerdo. Cuando ya no puedas hacerlo, reabre los ojos y mírala de nuevo. La
flama de la vela vive del mismo aire que tú respiras: respira junto con la vela.
Intenta hacerte más quieto delante de esta quieta llama.
5. Ahora, cuando vuelvas a cerrar los ojos, haz entrar la flama dentro de ti: hazla
subir poco a poco, al ritmo de tu respiración; después, abre los ojos y mírala de
nuevo.
6. Continúa, por unos 10 minutos, alternando la contemplación y el recuerdo de la
llama, hasta que hayas logrado la plena familiaridad con ella.
7. Ahora, con los ojos cerrados, imagina que tu familiaridad con la llama es tal que
ella te permite entrar en su interior. Ahora tú estás en ella. Piensa en alguna persona
que pudiese tener necesidad de tu presencia, silenciosa, incluso escondida,
presencia que es sólo amor. Imagina que esa persona enciende esta llama –que ya
eres tú, pues ella te ha permitido entrar y ser parte de su fuego- y de este modo te
permite arder a su lado. Sólo puedes iluminar su espacio, decirle sin palabras, pero
con la danza y movimiento que ahora te pertenecen, que no tema, que todo está
bien, que aquí está tú para iluminar su vida. Así por 5 minutos.
8. Abre de nuevo los ojos y vuelve a contemplar la vela, tratando de captar todos sus
movimientos, como queriendo aprender de ellos, hacerlos tuyos, para la próxima
vez que te conviertas en ella. Así por 1 minuto.
9. Ahora cierra los ojos de nuevo y vuelve a solicitar a la amable candela te permita
entrar en ella y convertirte en ella. Piensa ahora en una persona con la que hayas
tenido un problema, alguien que no sea de tu agrado o que te haya hecho algún
daño, o alguien de quien te hayas distanciado simplemente. Imagínala sola, en su
habitación, encendiendo su vela y permitiéndote, sin saberlo, hacerte presente a ti
que ahora eres llama pura. Imagina las zonas de su vida, de su persona, de su
realidad actual que necesitan ser iluminadas. Y ve tocando, poco a poco, con tu
luz cada una de esas zonas obscuras de la persona y de la vida de tu hermano.
Siente cómo se beneficia dulcemente de tu luz, que tú la regalas sin que él sepa
que eres tú quien llega a su vida a través de esa llama. Así por 5 minutos.
10. Abre los ojos y dedícate sólo a contemplar agradecido a la llama que te ha
permitido viajar con ella. Así por 1 minuto.
11. Cierra los ojos y vuelve a “meterte” en la llama que ahora ya te considera de algún
modo parte de ella misma. Imagina que ahora ardes en una pequeña fogata,
improvisada con periódicos y basura recolectada por aquí y por allá por un grupo
de niños de la calle. Míralos arremolinarse todos juntos alrededor de la llama (que
eres tú sin que ellos lo sepan), buscando amainar un poco el frío de la noche. Trata
de imaginar sus rostros. Detente en cada uno y mira cómo se ilumina cuando tú te
posas en él. Mírales sonreír ante tu fuego, y extender sus manos hacia ti para sentir
un poco de calor. Ve recorriendo con la dulzura de tu fuego cada uno de esos
4
5
P. César Corres Cadavieco