David Zárate - Nnait Jatnil Soy Caballo Negro

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Estudios Fronterizos, Núm. 31-32, mayo-agosto/septiembre-diciembre de 1993, pp.

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NÑAIT JATÑIL, SOY CABALLO NEGRO

Por
David Andrés Zárate Loperena*

RESUMEN

La historia de un personaj e kumiai que sobresalió como líder de los indígenas


de las regiones ocupadas al norte y sur de la actual frontera entre Estados Unidos y
México es relatada en este artículo. De varias fuentes historiográficas y de descrip-
ciones que hace Ros Mishkwish, se reconstruye el escenario histórico-cultural de
este líder kumiai que vivió a fines del siglo xvmy principios de XIX, lapso durante
el cual terminaba el dominio de los misioneros dominicos e iniciaba la etapa de
México independiente. Jatñil fue un héroe para los kumiai.

ABSTRACT
This artiele tells tbe story of a Kumeyaay man tbat was notable as a leader of
tbe indians living in the occupied region to tbe north and south of tbe present border
between United S tates and Mexico.
From various historical sources and descriptions made by Ros Mishkwish the
autbor rebuilds a historical-cultural scenarium of this kumeyaay leader tbat Iived
during tbe lastyears of tbe 18m century and first years of tbe 19 m century, time
during which tbe supremacy of the missionaries was ending and the era of inde-
pendent Mexico was beginning. Jatnil was a hero for the Kumeyaay.

Este trabajo se centra en la actividad del jefe indígena Jatñil, quien


durante muchos años luchó al lado de los soldados mexicanos por la
pacificación de la región denominada como "La Frontera".1 Debido a ello,
fue el único nativo que adquirió alguna relevancia y quizá por ello el
subjefe político Clemente Rojo recogió sus testimonios, únicos en la
historia indígena de Baja California. Debemos señalar que toda la infor-
mación etnográfica del presente trabajo se debe a Ros Mishkwish y por
ello los vocablos aparecen en el kamiai de Nejí (ver figura 1).

* Finado. Investigador que estaba adscrito al Instituto de Investigaciones Históricas de la


UADC.
1 En el caso referido al término frontera significa la región comprendida entre la Misión de
San Fernando Velicatá y la Misión de San Diego. El topónimo comenzó a aplicarse poco
después de que los misioneros dominicos tomaron posesión del establecimiento de San
Fernando de Velicatá en 1773. En síntesis, Frontera es la región que ocuparon los Dominicos
después de la ocupación de la Alta California por la orden franciscana.

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/Io~Arr JATh1L. SOY CABALLO NEGRO

La siguiente es una breve descripción de cómo era nueslrO personaje,


según testimonios de sus descendientes. CalislTa T enjillo describe como
un hombre enonne y muy fuerte; Juan Cuñurr, bisnieto, dice que era un
hombre enonne y de fiero aspecto y, por último, Juan Mishkwish, nos dice
de su abuela ;
Jam;! comandaba a todos lo~ indios de Nejí. Campo. Descanso, San
Miguel. Tocate.Juárez. Guadalupe. Ensenada y más lejos, hasta donde
se encontraban los Cucapá. Jamil era un hombre muy sabio, él podía
entender todas las lenguas [... [ él vivió hasta los noventa años.

Peveril Meigs (1971), quien recogió estos lCstimonios, señaló que


" ... sin importar lo que los misioneros hayan pensado de Jatñil, para los
indios Mishkwisb era un héroe". No ha sido posible precisar la fecha del
fallecimiento de Jatñil, pero según testimonio de Juan Mishkwish. le tocó
asistir a un kerok (ceremonia fúnebre) organizado por su abuelo a fines de
los años ochenta del siglo pasado.
La primera referencia de Jatñil se obtuvo hace ya más de doce años,
estudiando los apuntes históricos de 1879 de Manuel C lemente Rojo. En
e Uos consignó un par de entrevistas a un jefe indígena, al que Uamaba
indistintamente Jatiñil o JanilÍn, quien por mucbos años auxilió, tanto a
militares como a misioneros, a pacificar la frontera de las luchas indigenas.
De inmediato se pretendió conocer más sobre el personaje pero, desafor-
tunadamente, pronto descubrimos que las fu entes bibliográficas lo men-
cionan poco. La siguiente opción fue visitar las comunidades indígenas
kamiai de la región pero nunca habían oído hablar de esa persona. Habla
una explicación para esto, cuando un indigena fallecía su nombre no volvfa
a mencionarse jamás debido a la creencia de que, si lo hacían, su espíritu
al no encontrar reposo, regresaría a importunar a sus familiares. Aún en la
actualidad esta condición es de estricta observancia. Los indígenas, inad-
vertidamente, interrumpen asf su tradición oral y por ello difícilmente
recuerdan a un ser que haya fallecido cuando menos cien años atrás. No
obstante, el gcógrafo P. Meigs pudo obtener algunos datos sueltos sobre
Jamil, cuando a fines de la década de los treinta entrevistó a Calistra Tenjil
y Juan Mishkwish, ambos kamiai de la banda Mishkwish ; este último le
comentó que era bisnieto de Jatñil (Meigs, 197 1). Posteriormente se pudo
establecer que era nieto, según lo dijo Ros, hija de Juan. En esa época sólo
se logró poner en claro que Jatñil significaba en español perro negro.
E l primer trabajo sobre Jatñil, se basó en las notas e Ulográficas que la
historiadora norteamericana Florence Sbipeck obtuvo de la indígena
kamiai Delfina Cuero y los testimonios de Jatñil recogidos por Clemente
Rojo; entonces se le introdujo como Perro Negro, pero al correr del tiempo

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Figura 1. Asentamientos indígenas kumia del sur de California y norte de Baja California.
NÑ'AIT JATÑIL. SOY CABALLO NEGRO

e investigando más sobre la etnohistoria de los kamiai, se localizó en 1985


a Rosa Mata Calles o más propiamente Ros Mishkwish Cuijas. Con
mucbas dificultades, debido a que ella no bablaba propiamente el español,
se inicio el aprendizaje sobre esta cultura. La visitábamos cuando menos
dos veces por mes en Jakimulj, conocido abora como Plateros (ver figura
1), en donde lentamente fue adentrándose en su antigua cultura.
Durante esa época se obtuvo una copia en inglés del reporte que bizo
el mayor del ejército norteamericano Samuel P. Heintzelman de sus
observaciones de los años de 1850-1855, sobre las condiciones de los
indígenas del Río Colorado. Este documento, publicado por el gobierno
de Estados Unidos en 1857 dice, entre otras tantas cosas, cómo los kamiai
del desierto, al mando de su jefe Cbarague, o Fuego Ardiente, habían
derrotado a los kamiai de la montaña comandados por Huta Neal (tal vez
Jati'íil) o "Indigo Horse" que traducido al español significa Caballo Negro
(Heintzelman, 1857).
Con esta nueva pista, poco después nos encontramos con que la banda
2
Kamiai Jilmiap de Jacumé, aliados de los kamiai del desierto, siempre
babían sido enemigos de los Misbkwisb y que ambos babían participado,
precisamente en Jacumé, en la derrota de las fuerzas del teniente Mace-
3
donio González en el mes de febrero de 1837, quien por cierto, gracias al
arribo de Jatñil y sus bombres, pudo salvar su vida y la de 25 soldados más.
Después de lo anterior no bubo duda de que Perro Negro y Caballo Negro
era la misma persona. Posteriormente encontramos en el periódico San
Diego Union una nota fecbada el 3 de marzo de 1870 donde decía que el
jefe Huta Neel continuaba auxiliando a las autoridades de La Frontera en
la captura de malecbores. Seguros que el Huta Neal de Heintzelman y el
Huta Neel del periódico de San Diego eran la misma persona, se realiza
una nueva visita a Ros Mishkwisb para ver qué explicación podía obtener
al respecto. Nos informó que el vocablo jat antiguamente babía significado
coyote, como el caso de jatipá, el bombre que de acuerdo con las viejas
leyendas se convirtió en coyote. También mencionó a un jefe indígena que
babía vivido en Ilkicbup, La Zorra, cercano al actual San José de la Zorra,

Kamiai es el nombre que se les da a los indígenas hablantes de una lengua de la familia
lingüística yumana que habitaban lo que ahora son los municipios de Tecate, lijuana,
porciones del norte del municipio de Ensenada y del Condado de San Diego, California. Se
~es denomina también kumiai, diegueño y tipai.
El teniente Macedonio Goozález. estaba al frente de los 25 hombres que formaban la
guarnición de San Vioente cuando se sucitó en 1836 un alzamiento indígena en Jacumé, a 80
km al noroeste del Valle de Guadalupe. Los rebeldes a quienes se unieron también algunos
yumas atacaron también San Diego, lugar al que acudió en auxilio el mencionado teniente,
logrando incorporar en el camino a Jatñil.

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DAVID ANDRÉs ZÁRATE LOPER~A

cuyo nombre había sido Jatñur, es decir, Coyote Pinto. Cuando se le


preguntó si cabía la posibilidad de que Jatñil significara Coyote Negro, su
rcspuesta fue mao (¡no!). Después se le preguntó si el nombre podría
significar perro negro, señaló a su perro de color negro y nuevamente su
rcspuesta fue, mao. Con dificultad seguimos la explicación de Ros quien
Icnninó diciendo: Jatñil, kuatai, es decir, grande, no como perro. Al día
siguiente se aclaró que antiguamente los indígenas le llamaban nñajat al
atballo, vocablo que posteriormente sustituyeron por el de "cabay", así
pues, no quedó IÚnguna duda, nñajatñil antiguamente y Jatñil en la
actualidad, significan lo mismo, Caballo Negro. También vale comentar
que el nombre de estos indígenas debería de pronunciarse k'miai pero, ya
que el castellano no utiliza el apóstrofe para facilitar su pronunciación se
optó por la castellaIÚzación del vocablo y lo dejamos simplemente en
kamiai. Quizá sea la misma razón para que en Estados Unidos se les llame
kumiai, es decir, optaron por la americanización del fonema, aún cuando
atbe advertir que en los trabajos del antropólogo Kroeber (1996) sobre los
indígenas de CalifOrIÚa, y en los del etnólogo Drucker, se consigna que los
nativos de la sierra se identifican a sí mismos como kamiai.

LOSKAMlAI

La cultura de los kamiai, por ciertas características que la distinguen


del resto de los grupos étnicos de Baja California, presenta varias facetas
para su investigación etnohistórica. Sobresale, primeramente, la gran
extensión territorial que ocuparon. Su límite septentrional, un poco al norte
del río San Dieguito, se localizaba a unos cien kilómetros al norte de la
actual línea fronteriza entre México y Estados UIÚdos y, hacia el sur,
bajando por la costa del océano Pacífico, se adentraba en territorio mexi-
cano unos 150 kilómetros, hasta la ex misión de San Vicente Ferrer,
quedando así establecido su límite occidental. Hacía el este, por el norte,
llegaba a la margen oeste del río Colorado y por el sur partiendo del
Pacífico, trazamos una línea imaginaria que pasaría un poco por debajo de
la ex misión de Santa Catarina, para ir a caer a la Laguna Salada o Macuata,
de mamJcuaty (cerro grande), haciendo referencia naturalmente a La
Rumorosa, calculamos toda esta área en un poco más de diez mil
kilómetros cuadrados. Es decir, comparando con todo el espacio ocupado
por el resto de las etnias norpeninsulares, los kamiai ocupaban un territorio
seis veces mayor.
Resulta de interés que los kamiai, por su posición geográfica, estaban
constituidos en la frontera lingüística entre la familia yumana, a la cual
pertenecían, y los hablantes shoshones del tronco uto azteca, particulannente

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NYil'AIT JA~ SOY CABALLO NEGRO

con los cahuilla, cupeños y luiseños. Otro de sus rasgos es el hecho de que
habitaron los tres ecosistemas norpeninsulares, es decir, la costa, montaña
y desierto y esto, aunado a lo anterior, les posibilitó la población más
numerosa, probablemente entre ocho mil y diez mil individuos (Shipeck,
1982). En cOnsecuencia, tuvieron un mayor número de bandas y quizá por
ello, de variantes dialectales (Zárate, 198Th).
En la época histórica aparecen otras variables. Fue en territorio kamiai
donde se establecieron el mayornúmero de misiones: San Diego de Alcalá
y su visita Santa Isabel,4 San Vicente Ferrer, San Miguel Arcángel, Santo
Tomás de Aquino, Santa Catarina, El Descanso y Nuestra Señora de
Guadalupe. Debemos incluir aquí el poblado Misión de San Pedro y San
Pablo Bicuñer fundado en 1781, que aunque en tierras de los kwitsan tuvo
influencia en las bandas kamiai del desierto (Zárate, 1987b). Otro dato
importante es que en-sus dominios operaron simultáneamente dos órdenes
religiosas, franciscanos en la Alta California y dominicos en Baja Califor-
nia; por último, fueron los kamiai quienes más muertes violentas causaron
a los religiosos: dos misioneros en Santo Tomás, uno en San Diego y cuatro
más en la región del Colorado, cuando las bandas kamiai del desierto
apoyaron a los kwitsan, durante el ataque a los poblados de la Concepción
y Bicuñer. Los kamiai a diferencia del resto de los indígenas, lucharon por
más años en contra de la ocupación novobispana y mexicana, desde la
fundación de San Diego en 1769, hasta la destrucción de Santa Catalina
en 1840. Además, ~omo consecuencia de la guerra entre Estados Unidos
y México, su territorio quedó entre ambas naciones, particularidad que
comparten con los cucapá.

MATUM NÑAKUR TAIÑWA. HACE MUCHOS AÑos QUE


ESTAMOS AQUÍ

Las primeras noticias sobre los kamiai de la costa nos llegan de la


expedición peninsular de Rivera y Moneada bacia el puerto de San Diego
en 1769. Su diarista, el franciscano Crespí consignó en los primeros días
de mayo, a su paso por Ensenada, interesantes datos sobre su vestimenta
y habilidad para navegar en sus pequeñas balsas. También notó cierta
belicosidad de los nativos, al tratar de entablar relaciones con ellos. Tres
semanas después, al paso de la segunda expedición, el Padre Sena tuvo
una impresión completamente distinta, al anotar en su diario que los

4 Visita es una estancia temporal construida de adobe y ubicada entre un centro religioso
misional y otro para servir de parador y de punto de referencia para exploradores y viajes de
misión en misión.

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DAVID ANDRÉS ZÁRATE LOPERENA

Indígcnas de la bahía le habían robado el corazón (Gómez, 1969). Aparen-


lemcnte, Serra fue el único novohispano gratamente impresionado por los
nulivos porque el gobernador Pedro Fages y el dominico Luis Sales se
('xprcsaron en otros términos, señalándolos como agitados, broncos, Of-
¡¡ullosos y aguerridos (Fages, 1787) o bién, de recio genio, altivos de
Nohrcmanera, valientes y guerreros (Sales, 1960), comentarios que se
<Ichen a que los nativos costeños establecidos entre Ensenada y la recién
fundada misión de San Miguel, convocaron en Ensenada, en 1787, a
'incuenta rancherlas para atacar a los novohispanos. Aun cuando les fue
posible a los soldados sofocar la rebelión, tras aprehender a varios jefes y
'nviarlos al presidio de San Diego, esto les costó muchos problemas y
peligros; todavía años después, los indígenas hostigaban constantemente
a los soldados, quienes temían más a los ataques con hondas. De acuerdo
con los documentos de la época, queda la impresión que las bandas de la
hahía ejercían el control ideológico sobre las otras rancherías Kamiai. Al
iniciar el siglo XIX , las misiones, salvo el caso de Santa Catarina, por
cncontrarse propiamente en la costa, no ejercían influencia alguna sobre
los indígenas de la sierra, razón muy probable para que el liderazgo fuera
tomado por los indígenas serranos, particularmente por los Mishkwish de
Nejí.

SA.U. NACIMIENTO

Matuam nñakur, lamil sin 'tu 'wa. Hace tiempo, aquí vivió Jatñil, fue
el comentario de su bisnieta, Ros Mishkwish. Nuestro personaje debió
nacer hacia finales del siglo dieciocho en Chip Chip, conocido hoy como
La Ciénega (comunicación personal con Ros Mishkwish, 1983-1986).
Los kamiai no tomaban la educación de sus hijos a la ligera, por el
contrario, eran bastante estrictos en cuanto a la conducta infantil. Cuestio-
nes como el obtener un "buen corazón" eran tratadas por los padres
indistintamente del sexo de sus hijos, aun cuando existía cierta enseñanza
de padre a hijo y, también de madre a hija (Zárate, 1986). Había muchas
reglas para el comportamiento infantil, por ejemplo: Si una persona adulta
estaba de visita, les quedaba prohibido correr frente a su casa y para poder
entrar a ella, tenían que solicitar autorización. El respeto a los ancianos o
el no burlarse de personas con defectos físicos era de absoluta observancia.
También los padres ponían mucho énfasis para que los jumí o pchai, niños
o niñas, no fuesen a molestar a sus vecinos (Shipeck, 1970). Los adultos
aprovechaban cualquier situación para dar un ejemplo correcto a sus hijos
y los exhortaban a ofrecer comida a los visitantes, o bien, les señalaban
que si querían crecer y ser buenos cazadores deberían de ser aseados. Para

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~AIT JA~, SOY CABALLO NEGRO

los castigos, que por lo común quedaban en reprimendas, los padres


ocasionalmente usaban varitas de sauce con las que golpeaban a sus hijos
en las piernas,
Jatñil quizá participó en una gran variedad de juegos y pasatiempos,
algunos consistían en lo que podríamos llamar "guerritas" en donde los
niños se arrojabanjamcha (calabazas silvestres) a la cabeza De acuerdo
con Delfina Cuero, de vez en cuando éstas terminaban en pequeñas
trifulcas para quedar olvidadas al siguiente día (Shipeck, 1970), El res-
balarse por laderas (tjipor) estaba entre sus juegos preferidos, igualmente
las carreras por el campo (yuñap) y nadar en los represos (jau 'pa) (Zárate,
1986). Otro juego era el otorr (patear la pelota a una meta) y sin duda
alguna palitos o cañuela. Ya un poco más grande Jatñil tal vez aprendió a
elaborar atim (arco) y a'pa (flecha), wí kuá (enderezador de flechas)
japerwí (palo de cacena), ta-lis (honda) y tlajuay (mazo de guerra) con los
cuales participaría en competencias de destreza (Mishkwish, comunica-
ción personal, 1983-1986).

MAATU UMULJIT, BAUTIZO

De acuerdo con la tradición kamiai, los jamai o jachain recibían su


nombre entre los siete y ocho años de edad, tras haber asimilado el
aprendizaje inicial sobre los usos y costumbres familiares, lo que ya había
definido su carácter y temperamento. La ceremonia del bautizo, conocida
como matium, estaba asignada al orador, kulpai tium, personaje encargado
de comunicarle a la comunidad los eventos o ceremonias. Para este caso,
se aseguraba que la instrucción de los niños, iniciada dos semanas antes
del evento, fuera la adecuada (Mishkwish, comunicación personal, 1983-
1986). La ceremonia comenzaba al encenderse una fogata, señal para que
iniciaran las danzas y juegos, En un momento determinado se invitaba al
jefe y al hechicero para que se hicieran presentes y señalaran a cada niño
el nombre que les habían escogido. Después algunos ancianos les advertían
que ya eran seres humanos, por lo que debenan Uevar una vida recta y
honrada. Concluida la amonestación a cada quien se le preguntaba por su
nombre chma mishi, a lo que nuestro personaje debió responder: nñait
Jatñil, soy Caballo Negro (Mishkwish, comunicación personal, 1983-
1986). Después de su bautizo, los niños --entre ellos Jatñil- se adentra-
ban en las actividades de recolección y preparación de alimentos, ya que todos
los niños pasaban la mayor parte del tiempo al lado de las mujeres.
Posteriormente, entre los nueve y diez años de edad, inieiaban su adies-
tramiento en la cacería y la guerra, lo que los preparaba para los ritos
iniciativos de la adolescencia.

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DA VID ANDRÉS ZÁRATE LOPERfNA

WIK ÑISPlTSCH, INICIACIÓN

Los kamiai pensaban que el ser humano pasaba por dos etapas pecu-
IInres de receptividad, por lo que las experiencias en la pubertad y adoles-
. ncia dejarlan efectos permanentes en el cuerpo y el espíritu (Waterman,
1910). Si el maJium le daba al indígena su identidad como ser humano, el
wik nispitsh lo prepararla como guerrero destinado a grandes eventos
heroicos. El ritual comenzaba semanas antes de la ceremonia, cuando el
cusiay cuatay se retiraba a localizar el kursha (Datura inoxia) (Cortés,
1988). De regreso a la aldea, el gran hechicero ponía a secar la raíz de
loloache, para luego colocarla con el resto de los objetos ceremoniales
(Mishk:wish, comunicación personal, 1983-1986). Cuando llegaba el día
señalado para la iniciación, ya se había seleccionado una casa para el
ceremonial en donde el cusiay cuatai depositaba los parafernales de la
siguiente manera: primeramente instalaba el mortero (jmu) decorado con
líneas rojas y negras (Waterman, 1910) y a continuación las tablas cere-
moniales (kotat) y las plumas de tecolote. Luego trazaba un círculo en el suelo
(mai), que representaba el Universo y dentro de éste dibujaba el Sol, las
Lunas nueva y llena, algunas constelaciones como Orión y las Pléyades;
también se cuidaba de incluir animales como el cuervo, el lobo o el león
y el coyote; en la parte media dibujaba el espinazo del diablo (maikurr),
la Vía Láctea, flanqueada horizontalmente por dos serpientes. Por fuera
del círculo, el Este era representado con dos montañas: Wikami, lugar de
origen de los kamiai, y la segunda, Mat cusiai o cerro encantado, localizado
particularmente de acuerdo al punto geográfico en donde se celebraba la
ceremonia. Al oeste del círculo dos islas, primeramente la de Santa
Catalina, de donde provenía el culto al wik ñispitsh y la segunda, repre-
sentando al Mat cusiay de las islas Coronado o Todos Santos, nuevamente
de acuerdo al sitio del ceremonial (Waterman, 1910). El jefe (kulpm)
procedía a colocar el jmu (mortero) que contenía la raíz de kursha al
oeste de la Vía Lactea y dos jmukey (manos de molienda) al norte y sur
del mortero, quedando frente a las cabezas de las serpientes.
De esta manera, todo quedaba listo para la ceremonia en la que sólo
participarían los iniciados en el wik ñispitsh y de quienes se afIrmaba que
los poderes mágicos que habían adquirido les permitían caminar sobre el
fuego o matar un águila con sólo hechizarla (Waterman, 1910).
Cuando los jóvenes eran introducidos a la uja wachiyeu (casa en donde
se baila) algún anciano comenzaba a machacar la raíz en el mortero,
mientras que otro entonaba cantos alusivos. El recipiente pasaba luego de
mano en mano por todos los ancianos, quienes simbólicamente molían la
datura, mejor conocida como toloache. Al fInalizar, se vertía un poco de

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N"Ñ'AIT JATI'ill.. SOY CABALLO NEGRO

agua tibia en el mortero y cada adolescente era invitado a beber del


utensilio hasta que algún hechicero le indicaba que era suficiente (Water-
man, 1910). Antes de que el narcótico causara su efecto se les instruía en
sus futuras obligaciones, bajo las más severas amenazas, si su compor-
tamiento era indebido. Se les explicaba el orden cósmico y de cómo su
conducta ayudaría a conservarlo. Mientras tanto, en el centro del sitio
destinado para las danzas, las bandas participantes tenían lista una gran
fogata. Cuando los iniciados salían se les designaba un "padrino", que sería
su instructor en los dos meses que duraría el ceremonial. Pasada la acción
del kursha al adolescente se le explicaban sus visiones o sueños.
Proseguían con ayunos, competencias y pruebas para fortalecer el cuerpo
y el espíritu. El último día, después de dos meses de agotadora competen-
cia, casi al amanecer, cuando las llamas ya habían desaparecido, los
iniciados se colocaban en fila frente a las brasas y caminaban sobre ellas
sin gestos ni llanto. Al final de la prueba recibían su kotat o palo ceremonial
adornado con plumas de tecolote, lo que significaba que podrlan participar
como hombres en los futuros eventos. De esa manera Jatñil recibió la
distinción de ser considerado joa kamiai (guerrero) . El hechiw del oeste
le había dado sper e shmap uwiu (fortaleza y sabiduría) (Zárate, 1987a).
El culto al toloache y su introducción a la ceremonia de los adolescentes
es históricamente reciente. Se originó en las islas de Santa Catalina y San
Clemente y llegó a las costas de California al tiempo que los franciscanos
fundaban las primeras misiones (Waterman, 1910). Dada la escasa infor-
mación, no ha sido posible determinar si el culto y el movimiento
mesiánico que se originó posteriormente (Du Bois, 1905) se dio con la
intención de evitar la introducción de una cultura extraña o, más bien, ~ólo
fue una coincidencia histórica. Lo cierto es que los seguidores del culto
reclutaron adeptos en las misiones de San Gabriel Arcángel, San Juan
Capistrano, San Luis Rey y San Diego de Alcalá, para fortalecer el
movimiento revitalizador de sus costumbres y evitar la desintegración
cultural (Van Camp, 1979). El wik ñispitsh (iniciación) fue adquiriendo
popularidad en la medida que el cristianismo iba desarticulando la fuerza
de las creencias más antiguas.
Nña apa Jamil niche; Me llamo Jatñil y soy el capitán de esta tribu,
desde el año en que se fue para el Sur el tenienteRuíz (1822); mi padre
fue capitán antes de mí y, primero que mi padre, lo fue mi abuelo, de
manera que el mando de nuestra tribu estuvo siempre a cargo de mi
familia ... (Rojo, 1987).

Caballo Negro fue capacitado para el liderazgo. Tuvo que aprender los
lIislintos dialectos kamiai (Meigs, 1971) y algunas lenguas vecinas, como

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DA VID ANDRÉs ZÁRATE LOPERENA

parte necesaria para la concertación de alianzas en las guerras intertribales


y naturalmente, todo lo concerniente a las distintas ceremonias, puesto que
como jefe, sería el guía de ellas (Shipek, 1982). Entre los 1camiai era un
requisito ser diestro en la guerra y hábil diplomático; de tal manera que
cuando Jatñil heredó el cargo de jefe, tuvo que esperar el término de la
ceremonia funeraria dedicada a su padre, para refrendarlo ante el consejo
de ancianos de las bandas pertenecientes al shimul linaje Mishkwish,
quienes en última instancia estaban facultados para desaprobar su desig-
nación en caso de no considerarlo apto para el puesto (Meigs, 1971).
Después que Jatñil fue confirmado en su cargo de kulpai, debió de esperar
un año, porque a los tipai (seres humanos), no se les permitía participar en
ninguna ceremonia durante el luto.
Cuando asumió el liderazgo, existían dos tipos de guerras, las indígenas
propiamente y la de éstos en contra de las fuerzas novohispanas. Jatñil
heredó la guerra de sus abuelos en el primer caso, no obstante, trabó alianza
con los soldados y misioneros. He aquí su explicación: "Mi padre me decía
que esta tierra sería de las gentes de razón y que no fuese yo contra ella,
así como no fueron él, ni mi abuelo; todos fuimos siempre amigos de los
blancos ..." (Rojo, 1987). Los comandantes de la frontera como Macedonio
González, Antonio Garraleta y Estanislao Armenta, ante la insuficiencia
de las fuerzas militares siempre solicitaron la alianza de Caballo Negro
(Forbes, 1975), lo mismo que Fray Félix Caballero (Rojo, 1987). En cuanto
a su apoyo a los dominicos, Jatñil lo dice de la siguiente manera:
... yo, le ayudé al padre Caballero, a levantar la misión del Descanso,
desde sus cimientos hasta el fin ... [y] vine a ayudarle al padre Félix a
levantar la misión de Guadalupe [.. .] también le ayudaba a sembrar
todos los años ya levantar sus cosechas ... (Rojo, 1987).

Jatñil mantuvo su compromiso de lealtad desde 1822 hasta 1839


(Forbes, 1975).

lOA KAPKAU ÑUP, INICIAR LA GUERRA

Poco sabemos de los preparativos 1camiai para la guerra o de aspectos


tácticos o estratégicos, sin embargo las fuentes bibliográficas y la tradición
oral nos dan alguna idea. De acuerdo con la informante Ros Mishkwish,
la noche anterior a la kapkau uiñup (lucha contra el enemigo), los 1camiai
acostumbraban a danzar durante la noche (jatup imá). Poco antes de entrar
en batalla se pintaban la cara (kuasim tiñur) con polvo recogido del interior
de algún encino en descomposición. Para las batallas formales, es decir,
ataques frontales bien organizados, se formaban tres grupos, pongamos

91
Nlil'AIT JATJiUL, SOY CABALLO NEGRO

por caso, de cien guerreros cada uno. El primero estaba formado por
arqueros, quienes mientras avanzaban comenzaban a disparar sus flechas
a cierta distancia, ocasionalmente envenenadas con chamiw caliente,
hacia el enemigo. Una sección del mismo grupo atacaba con tal(s Oa
honda), quizás el arma más temida por los soldados; de hecho, todos los
guerreros iban provistos de ellas. Detrás de éstos venía un segundo grupo
provistos de i-imjoay, especie de bastones que terminaban en punta o bien,
lanza corta; otros, con macanas planas (pperwí o jampu) otros más con
miltcis (palos curvos o sables de madera dentada) que arrojaban a corta
distancia o bien, golpeaban con ellos al cuerpo. Por último, venían los
garroteros, provistos del tIajuay o macana de mezquite, dedicados a
rematar a los caídos. En el caso de que los kamiai fueran atacados en su
propia ranchería, entonces las mujeres y niños se encargaban de esta
acción. Si la guerra terminaba con un triunfo (niu man uiya) nuevamente
se celebraría conjatup imá. Esta información debe verse con cierta reserva
debido a que la informante era mujer y las "cuestiones de la guerra"
pertenecían al sexo masculino, salvo lo señalado anteriormente. También
porque las guerras indígenas habían terminado alrededor de 120 años atrás;
aunque, en el caso de Ros, su padre Juan luchó en contra de los mexicanos
en diferentes ocasiones a fmes del siglo pasado y a principios de éste, tal
vez durante los movimientos floresmagonistas y quizá ello le permitió
tener fresco el conocimiento.

lOA T'IPEIIIKU, LA GUERRA DE LOS INDIOS MEXICANOS

Durante la primera déeada de 1800, la resistencia indígena se estableció


en las montañas de Santa Catalina. El comandante de La Frontera, Alférez
Ruiz Carrillo, frecuentemente realizó expediciones punitivas. En 1803,
con motivo de los asesinatos de los dominicos de la misión de Santo
Tomás, Miguel López, en el mes de enero, y el de Eduardo Surroca en
mayo (Zárate, 1991a), los catecúmenos huyeron a las montañas y después
se refugiaron en el desierto. Ruiz, pensando que se trataba de una suble-
vación, ocupó lo que restaba del año en salir con su tropa en busca de los
indígenas de la misión de Santo Tomás, corriendo con poca fortuna. En el
mes de abril de 1804, el cabo Estanislao Salgado envió a San Vicente a
cinco prófugos capturados, bajo la custodia de los soldados José Cruz
Higuera y Juan Domingo Camacho. Cuando transitaban por el paraje de
Agua Blanea los nativos lograron desatarse las manos y acometieron a los
soldados con piedras, matándolos en el acto. Ruiz partió el 16 de septiem-
bre con rumbo a la misión de Santa Catalina, en donde atacó a la ranchería.
(Arrillaga, 1804). Nuevamente, en el mes de octubre, Ruiz acudió a Santa

92
DA VID ANDRÉS ZÁRA TE LOPERENA

( 'lIlalina debido a que algunos indígenas habían herido de flecha a una


mujer de la misión. Tras localizarlos Ruiz los acometió durante la madru-
Hcwa. Fueron sorprendidos y poco pudieron hacer para evitar que la tropa
mutara a su Hder. Dos días después el cabo Salgado, con diez hombres más,
/lII.IIÓ en su persecución, logrando matar a uno y herir a tres más.
Sobre los siguientes años aún no se dispone de información pero sí
IllIbemos que durante el periodo de lucha por la independencia de México,
los sueldos dejaron de llegar a la península, trayendo como consecuencia
la penuria de La Frontera. Los soldados tampoco recibieron las vituallas y
nnnas necesarias para continuar con la pacificación indígena Al sucederse
los primeros años de la lucha independentista, las tribus del desierto
hicieron más frecuentes sus ataques a los ranchos de la costa
La década de los veinte sería un preludio de los próximos treinta años.
En enero de 1824 la tropa al mando de José Maria Estudillo perdió, a manos
de los indígenas, 75 caballos y 35 mulas. Ese mismo año, las relaciones
entre indígenas y mexicanos comenzaron a deteriorarse debido a que los
kamiai de San Diego, San Miguel y San Vicente, aliados con algunos
gentiles de esas mismas misiones, empezaron a matar ganado y robarse
caballos. El 21 de junio del mismo año hubo un enfrentamiento en San
Miguel en donde murieron 15 kamiai cristianos incluyendo el jefe Fidelis.
Como respuesta, los kamiai contraatacaron en el rancho Nacional, aledaño
a San Diego, incendiándolo y matando a un sirviente, continuaron con el
Rancho del Valle, dando muerte a un pastor y'a un niño (Bean y Mason,
1962). Días después, en un golpe de verdadera audacia, sustrajeron 140
animales de la caballada del presidio de San Diego y posteriormente
hicieron lo mismo en la misión de San Miguel, a cargo del Padre Caballero
(Forbes, 1975). Los caballos quedaron como propiedad de los Kwitsán de
Yuma, después de las ventas de los kamiai. Los dominicos, alarmados del
cauce que iban tomando los ataques indígenas y temiendo una insurrección
general proveniente del Colorado, fortificaron aún más la misión de Santa
Catalina.
El5 de abril de 1825 se desató la represión de los soldados, cuando las
fuerzas del Alférez !barra dieron muerte a 28 kamiai en San Felipe y dos
días después a 43 más (Forbes, 1975). En la primavera de 1834 se alzaron
los indígenas koal de la Misión de Santa Catalina y amenazaron con atacar
San Vicente, sin embargo, el Alférez González los atacó a punta de sable,
obligándolos a remontarse a la Sierra (Rojo 1987). Transcurrió poco más
del año para que se pacificara toda la zona
El padre Félix Caballero, auxiliado por Jatñil, fundó en junio de 1834
la misión de Guada1upe y, dos meses después, tras el ataque koal a Santa
Catalina, se trajo a Guadalupe todo el ganado que tenía en los ranchos

93
~AIT JATÑIL. SOY CABALLO NEGRO

aledaños a las misiones de Santa Catalina, Santo Tomás y del valle de San
Rafael. Aún así, los indígenas de J' cum (Jacumé) aliados con nativos
cristianos de Tijuana y San Diego, atacaron varios ranchos, causando
destrucción y muertes (Rojo, 1987). De ello da cuenta Jatñil:
Pocos días después salí en campaña con Macedonio González contra
los indios de Santa Catalina, los kiliwas y los cucapá, entonces eran
muchos; a mí me obedecían mil hombres de guerra; me mataron parte
de mis mejores guerreros, nosotros también les matamos muchísimos
(Rojo 1987).

Debido a la inestabilidad que las ambiciones políticas crearon en


California en su lucha por el poder, algunos gobernantes como Alvarado,
con el propósito de amedrentar a los habitantes del sur, prometieron a los
indígenas reintegrarles sus tierras. Quizá no se establecieron alianzas
formales, pero los jefes de J'cum, (Jacumé), Pedro Pablo, Martín y Car-
tucho, estaban decididos a recuperar sus tierras, tal como se lo hicieron
sabei' a Antonio Coronel, en el rancho de Otay, durante el mes de julio de
1836. Fue en ese año cuando los indígenas de J'cwn, en alianza con los
kamiai del desierto, iniciaron sus ataques, resultando con más daños el
rancho Tecate de Juan Bandini que fue completamente devastado.
En el mes de febrero de 1837, los mismos jefes al frente de 200
guerreros atacaron el rancho de los Argüello, debido a que le tenían un
profundo odio a Francisco Argüello como consecuencia del maltrato que
siempre les daba y, al no encontrarlo, prendieron fuego a las cosechas,
dejando todo en ruinas. El Sargento González salió a perseguirlos y los
alcanzó en Tecate, en donde ocurrió una matanza horrible. Los nativos
lograron huir hacia J' cum, en donde González de nuevo les causó muchas
bajas. Sin embargo, las tribus del Colorado al mando de Charague llegaron
en auxilio de los alzados, lo que dio nuevos bríos a Cartucho y a Pedro
Pablo. Los soldados, 25 en total, se vieron sorprendidos dentro de una
cañada, donde hubieran perecido de no arribar Jatñil con sus fuerzas, quien
logró rescatarlos. Sin embargo, las mulas y el parque fueron capturndos
por los insurrectos. Los soldados regresaron a pie a la misión de Guadalupe
(Rojo 1987).
Los rancheros de la Alta y Baja California culpaban al gobierno de los
alzamientos indígenas, señalando que a partir de la secularización de las
misiones, los nativos, ya sin el control de los padres, querían a toda costa
depredar la zona y recuperar sus tierras. Muchos ranchos fueron aban-
donados ante el temor de nuevos ataques. Además, las fuerzas presidiales
se encontraban propiamente sin cabalgaduras. A esto habrá que agregar
que la revuelta de la gente de razón en California, en su lucha por el poder

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DA VID ANDRÉs ZÁRATE LOPERENA

hICuJ, no contribuía a la pacificación de la zona Jatñil se vio en la necesidad


d replegar a sus gentes hacia la costa; su testimonio es el siguiente:
...Después de que salvé a la escolta que se metió con Macedonio
González, en la Sierra de Jacumé, cuando se alzaron Pedro Pablo,
Martín y Cartucho, me retiré de la sierra a la costa, porque eran
muchísimos los enemigos que allí podían atacarme y vine a hacerme
fuerte a un aguaje que hay en la mesa del Descanso, muy a propósito
para defendemos ... (Rojo 1987).

Tras de un año de lucha, Pedro Pablo y Cartucho, fueron pasados por


las armas en la misión de Guadalupe, a cargo del Sargento Narciso Franco;
unos cuantos días después arribaron indígenas provenientes del Colorado
con intenciones de atacarla, pero fueron sorprendidos por los soldados. De
acuerdo al testimonio de don Juan Machado, " ...Fue tal la masacre de
indios, que resultaba horrible ver tantos cadáveres; así pasó el tiempo hasta
que sólo veíamos sus huesos ..." (Rojo 1987).
Los catecúmenos comenzaron a abandonar las misiones debido a la
escasez de alimentos. El Padre Caballero inició la práctica de la leva y los
azotes, cuestión que le resultaría contraproducente. Recogemos las im-
presiones de Clemente Rojo al respecto:
Los indios de las reducciones misionales de la frontera, vivían sin
libertad, privados de todos los goces de la vida y oQligados a trabajar
por la fuerza sin recompensa alguna (... ] el que no concluía su tarea
que le había dado en la mañana el caporal o mayordomo sufría un
castigo desde doce a veinticinco azotes, amarrado a un palo, que con
ese objeto había en cada misión [... ] después de los castigos, que rara
vez faltaban, iban a la iglesia a rezar oraciones de la noche y el rosario
de costumbre (Rojas, 1987).

AHORA TE LLAMAS JESÚS

Jatñil y dos parientes suyos llegaron a la costa de Rosarito en busca de


almejas, cuando fueron sorprendidos por hombres a caballo. Jatñil fue
apresado y llevado a la misión de San Miguel. He aquí su testimonio:
... Al momento que me alcanzaron, me lazaron y arrastraron un largo
trecho, estropeandome mucho con las ramas, jalándome lazado como
estaba a carrera de sus caballos ; después de esto, me amarraron los
brazos para atrás y me llevaron por delante a la misión de San Miguel,
haciéndome andar casi a la carrera para igualar el trote de sus caballos
y cuando paraba un poco para tomar aliento, me azotaban con las
reatas (Rojas, 1987).

95
~AIT JATRIT.. SOY CABALLO NEGRO

Jatñil fue encerrado en un cuartucho durante siete días. El padre lo hacía


llevar a su aposento con el fm de convencerlo de que aceptara el cristia
nismo. El jefe kamiai relata de la siguiente manera su experiencia:
Un día me echaron agua en la cabeza y me dieron a comer sal, y con
esto me dijo el intérprete que ya era cristiano y que me llamaba Jesús.
Al día siguiente de mi bautizo, me sacaron a trabajar con los demás
indios y me pusieron a limpiar una milpa de maíz; como no sabía
manejar el azadón que me dieron [...] me corté el pie y no quise seguir
trabajando con él, sino que me puse a arrancar las yerbas con la mano
y de este modo no acabé la tarea que me dieron. En la tarde me azotaron
porque no acabé con mi tequio, al día siguiente me sucedió lo mismo;
todos los días me azotaba injustamente porque no cumplía lo que no
sabía hacer (Rojas, 1987).

Días después Jatñil huyó, tomando rumbo a II kichup (La Zorra)


habitada por algunos Mishkwish; sin embargo, poco antes de llegar, fue
capturado por los soldados, quienes lo devolvi,eron a la misión a golpes de
reatas. El padre ordenó que lo azotaran, Jatñil perdió el conocimiento y
pasó varios días en el cuartucho sin poder moverse. No sabemos cuándo
decidió escapar, pero pocos meses después se encontraba en la montaña
fraguando un plan para atacar la misión de Guadalupe y deshacerse de una
vez por todas del misionero. He aquí su justificación:
.. , El p, Félix pensó seguramente, que yo no podría volver a la sierra,
de miedo, y que me hallaba muy débil para hacer de mí y de mi gente
lo que él quisiera; entonces, sin acordarse de mis servicios y de todos
nuestros trabajos [...] comenzó a bautizar por la fuerza a la gente de
mi tribu que iba a visitarlo, como acostumbrábamos hacerlo. Esto me
dio mucho coraje y por eso fui a buscarlo a Guadalupe con la intención
de matarlo (Rojas, 1987).

FIN DE LAS MISIONES. l/KV WAMAT A WAT

En nuestro primer trabajo sobre Jatñil, ubicamos su ataque a la misión


de Guadalupe en febrero de 1840, pero nuevas investigaciones, como el
testimonio de Juan Bautista Esparza, soldado presidial, nos llevó ha pensar
que se efectuó en los primeros días de octubre de 1839. Otro dato que sirve
para corroborarlo es la carta fechada en abril de 1840, que el Sargento
Gastelum envió a Loreto para el Padre Caballero, notificándole que ya
habían terminado el conteo de su ganado, iniciado naturalmente varios
meses antes, pues se trataban de 5,269 cabezas (Zárate, 1991b) dispersas
por los valles de Guadalupe, San Marcos y San Rafael. Aclarado esto,

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DA VID ANDRÉs ZÁRATE LOPERENA

vayamos a los bechos. Jatñilllegó al Valle de Guadalupe acompañado de


un buen número de gente armada. A su paso se topó con el teniente
Garraleta quien se dirigía a un pequeño llano para hacer sus prácticas;
después de saludarse de mano, Jatñil siguió con rumbo a la misión. Sus
hombres de inmediato le dieron muerte al Cabo Orantes y a los
catecúmenos Francisco y José Antonio que lo acompañaban. Caballo
Negro entró a la iglesia pregWltando por el Padre Caballero, y éste, al
percatarse de lo que sucedía, solicitó el auxilio de la indígena María Gracia,
a fin de que lo salvara. Este es el testimonio de María Gracia:
...Estaba sentada sobre el Padre Caballero, habiéndolo ocultado bien
entre mi túnica cuando entró Jatñil y me dijo así ...busco al padre
porque está bautizando a fuerza a la gente de mi tribu para esclavizarla
en la misión, así como estás tú sin gozar de tu libertad y viviendo como
animales; dicho esto, el jefe kamiai se retiró y se regresó a la sierra
(Rojo, 1987).

Otro testimonio de sumo interés es el de don Juan Machado, quien al


respecto nos dice:
...Mucho extrañé que nadie me hubiera mandado avisar tal cosa y
mucho más todavía que el teniente Garraleta no hubiera salido en
persecución de Jatñil, teniendo gente lista y caballos para alcanzarlos
[ ...] siempre he creído que Jatñil y Garraleta estaban de acuerdo en el
hecho (Rojo, 1987).

En el mismo octubre, de acuerdo con testimonios indígenas,los kamiai,


koal, cucapá paipai y kolew atacaron la misión de Santa Catalina, mataron
a 16 neófitos y quemaron todo el edificio; sin embargo, bace un par de
años se localizaron WlOS documentos que dan Wla versión diferente a los
becbos. En ellos se consigna que el ataque se debió a que los indígenas de
Santa Catalina dieron muerte a Wl koal de la rancbería de La Huerta, por
baberlos acusado falsamente del robo de unos ganados; en represalia, los
buerteños acabaron con la misión (Zarate, 1991b). Como quiera que fuere,
la insurrección era general y el Padre Caballero optó por retirarse de La
Frontera encontrandO' refugio en la misión de San Ignacio, en donde
falleció el 30 de agosto (Zarate, 1991b) envenenado con cbocolate servido
por Wl catecúmeno. Así llegó a su fm la época misional en el norte de Baja
California, pero no la violencia, pues se desataron nuevamente las guerras
intertribales. Jatñil asumió el cargo de kulpay cuatay, es decir, jefe de
guerra, y su poderío creció al grado que el resto de los indígenas de La
Frontera desistieron por completo de las acciones bélicas, salvo el caso del
jefe Nicuarr, que ocasionalmente se resistía al dominio ejercido por Jatñil;

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NÑAIT JAnill., SOY CABALLO NEGRO

sin embargo, nunca fue una amenaza para el jefe kamiai. En las siguientes
décadas Jatñil continuó auxiliando al Ejército Mexicano en la persecución
de alzados y transgresores de la ley (San Diego Unión, 3 de marzo de
1870).

JATÑIL MISHKWISH

Para finalizar, incluiremos aquí dos reflexiones, primeramente de


Manuel Clemente Rojo (1987):

Los indígenas que vivían en las misiones de la frontera no tenían


ninguna libertad, privados de todos los placeres de la vida y obligados
por la fuerza a trabajar sin ninguna recompensa. Una hora antes del
amanecer eran levantados, fuera verano o invierno, y los llevaban a la
iglesia a cantar estrofas y a decir algunas devotas plegarias; palabras
que habían aprendido a fuerza de repetirlas pero sin poder comprender
lo que decían.

En la última reflexión cedemos el espacio a Jatñil Mishkwish: "Todos


los días era azotado porque no hacía lo que no sabía hacer".

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lOO

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