Competencia Art. 36 LDC - TSJ - Junio 2020

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SALA CIVIL Y COMERCIAL - TRIBUNAL

SUPERIOR
Protocolo de Autos
Nº Resolución: 108
Año: 2020 Tomo: 2 Folio: 466-474

EXPEDIENTE: 8288190 - - FH S.H. C/ CHAVEZ, GERMÁN LEONARDO - PRESENTACIÓN MÚLTIPLE

- EJECUTIVOS PARTICULARES - RECURSO DIRECTO

AUTO INTERLOCUTORIO NÚMERO: CIENTO OCHO


Córdoba, veinticinco de junio de dos mil veinte.
VISTO:
El recurso directo deducido por la Sra. Fiscal de las Cámaras de Apelaciones en lo
Civil, Comercial y Laboral, Dra. Ana Elisa Kuznitzky, en autos:"FH S.H. C/
CHAVEZ, GERMÁN LEONARDO – PRESENTACIÓN MÚLTIPLE –
EJECUTIVOS PARTICULARES - RECURSO DIRECTO - EXPTE. N°
8288190", en razón que la Cámara de Apelaciones en lo Civil y Comercial de
Tercera Nominación de esta Ciudad le denegó (mediante Auto n.° 53 de fecha 01
de abril de 2019) el recurso de casación, oportunamente interpuesto en contra del
Auto n.° 191 del 30 de julio de 2018, al amparo de la causal prevista por el inciso
3º del art. 383 del CPCC.
En esta Sede, se dio intervención al Señor Fiscal Adjunto, Dr. Pablo Bustos Fierro,
quien emitió el dictamen nº C-245 glosado a fs. 46/59. Queda así la causa en
condiciones de ser resuelta.
Y CONSIDERANDO:
I. Según se desprende de las copias acompañadas en el presente recurso directo,

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mediante la resolución atacada, el Tribunal de Alzada hizo lugar a la apelación
planteada en forma subsidiaria por el actor, y revocó el decreto de la Jueza de
Primera Instancia y Sexta Nominación de esta Ciudad, por el que dicha Magistrada
se declaraba incompetente y ordenaba remitir la causa al Juzgado en lo Civil y
Comercial en turno de la ciudad de Deán Funes.
La cuestión se suscitó en el marco de la ejecución de un pagaré, en la que luego de
certificada la rebeldía de la accionada, y ante la eventualidad de que se tratarse de
una relación de consumo, se dio intervención al Ministerio Público; quien emitió
dictamen. Cumplido ese acto, la Magistrada declinó su competencia por encontrar
reunidos los presupuestos mencionados por la Corte Suprema en el precedente
“Productos Financieros”. Contra ese decreto, el ejecutante articuló reposición, con
apelación subsidiaria. Denegada la primera, la causa fue elevada al Tribunal de
Alzada; corrido traslado a la contraria y al Ministerio Público, la Cámara revocó el
mencionado decreto y, en su lugar, declaró competente a la Jueza que se encontraba
entendiendo en la causa.
Esa resolución fue recurrida por la Fiscal de Cámaras mediante recurso de casación
por el motivo sustancial (inc. 3º art. 383, CPCC), pero la impugnación
extraordinaria fue repelida por la Cámara de Apelaciones; lo que provocó su
alzamiento en queja ante esta Sede extraordinaria.
Con esos antecedentes, la presentación directa efectuada por la Sra. Fiscal de
Cámaras admite el siguiente compendio:
Luego de mencionar el cumplimiento de los requisitos formales de admisibilidad,
la Funcionaria expone que la legitimación del Ministerio Público para recurrir
deriva no sólo de la defensa del interés público y social en el plano del
consumidor, sino también en su calidad de custodio de la competencia de los
Tribunales de la Provincia de Córdoba, en aras de cumplir con el rol impuesto por

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el constituyente y el legislador. Cita en su apoyo el art. 172 de la Const. Provincial,
y las normas pertinentes de la Ley Orgánica del Ministerio Público y de la Ley de
Defensa del Consumidor.
Agrega que denegar el recurso directo con sustento en la ausencia de legitimación
del Ministerio Público, cuando precisamente es eso lo que se discute, torna al
pronunciamiento incurso en una falacia de petición de principio.
Desarrolla diversos argumentos destinados a criticar la interpretación restrictiva
propuesta por la Cámara de Apelaciones en torno al rol institucional del Ministerio
Público en las relaciones de consumo y en el juzgamiento de las reglas de
competencia.
En cuanto a la procedencia del recurso de casación, esgrime que el auto
denegatorio no efectuó ninguna referencia respecto de la causal invocada (inc. 3 del
art. 383 del CPCC) ni analizó la analogía fáctica y diversidad hermenéutica que
presenta la resolución. Sostiene, en base a ello, que la resolución carece de
fundamentación.
II. Relacionadas así las críticas, corresponde ingresar a su análisis, a cuyo fin se
anticipa que la casación ha sido incorrectamente denegada. Contrariamente a lo
sostenido en la repulsa, consideramos que la legitimación para recurrir que esgrime
la Sra. Fiscal de Cámaras encuentra suficiente y adecuada justificación. Damos
razones.
Ante todo estimamos necesario recordar un antiguo precedente de la Sala Civil y
Comercial (Auto nº. 282 del 16/02/02) en el que, con claridad, se explicó que la
razón que determina la intervención del Ministerio Público se encuentra en el
interés público que se encuentre involucrado en el proceso. El presupuesto
“ontológico” de su intervención, es decir, la justificación de su accionar, consiste,
entonces, en la defensa de los intereses vinculados al orden público y social.

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También se señaló allí que a este presupuesto debe sumarse otro indispensable: el
denominado “presupuesto procesal” que requiere que tal intervención se encuentre
habilitada expresamente por la ley. De modo que, si no existe un precepto adjetivo
que especialmente autorice al Ministerio Público Fiscal a intervenir en juicio civil,
su participación devendrá inadmisible, aún cuando se encuentre involucrado un
interés público.
Trasladados esos presupuestos al caso advertimos, para empezar, que el Ministerio
Público ha tenido participación desde la Primera Instancia, y ha invocando su
legitimación desde dos perspectivas: por un lado, porque se dirime una cuestión de
competencia y, por el otro, porque su intervención está prevista en el Estatuto del
Consumidor. En ejercicio de esas calidades emitió dictamen ante la Jueza Inferior y
ante la Cámara de Apelaciones, donde sostuvo un criterio jurídico en torno a la
competencia que resultó desestimado por la Alzada.
Si tenemos en cuenta que la discusión nuclear planteada en esta oportunidad radica
en una cuestión de competencia generada por la declinatoria dispuesta por la Jueza
de Primer Grado, la intervención del Ministerio Público surge de la propia
Constitución de la Provincia de Córdoba, que establece que dicho Órgano de Poder
está a cargo del fiscal general y de los fiscales que de él dependan, a quienes
instruye sobre el cumplimiento de sus funciones, de acuerdo a las leyes (art. 171,
CP). Esta norma se complementa con en el inciso 2 del art. 172 que fija –entre
otras- la función de custodiar la jurisdicción y competencia de los tribunales. En el
mismo sentido, la Ley Orgánica del Ministerio Público Fiscal (n° 7826 y modif.)
que reglamenta las genéricas atribuciones otorgadas por la Ley Suprema, le asigna
en el art. 9 la función y atribución de custodiar la jurisdicción y competencia de los
tribunales provinciales. Asimismo, el art. 33 legitima a los fiscales en lo civil y
comercial para deducir toda acción fiscal que interese al orden público, e intervenir

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en los conflictos de competencia y en las demás causas que la ley determine; y el
art. 23 (por remisión al art. 21) le encarga al fiscal de cámara civil la tarea de
continuar la intervención de los fiscales jerárquicamente inferiores e intervenir en
los juicios conforme lo determinen las leyes de procedimientos y las leyes
especiales.
Coincido, en base a ello, con lo dictaminado por el Sr. Fiscal Adjunto ante esta
Sede pues, independientemente de la oportunidad procesal en la cual se suscitó la
cuestión, lo cierto es que al encontrarse en discusión un problema vinculado a la
competencia queda justificada la intervención del Ministerio Público.
Asimismo, en la causa ha sido puesta en tela de juicio la interpretación y/o
aplicación del art. 36 del Estatuto del Consumidor. Si bien la Ley Orgánica del
Ministerio Público no menciona su participación en esta clase de causas, está
contemplada genéricamente al aludir a las demás funciones que las leyes le
acuerden; tal como sucede –en lo que interesa al presente caso- con el art. 52 de la
LDC que en términos inequívocos contempla su intervención como parte
accionante, como continuador, o como fiscal de la ley. Con mayor razón así debe
entenderse en este caso, toda vez que –como se explicó- el Ministerio Público fue
convocado por el Juez de Primera Instancia y el ejecutante no atacó el proveído
pertinente.
Por último, no podemos pasar por alto que la decisión adoptada por la Cámara de
Apelaciones resultó ser adversa al interés esgrimido por la Sra. Fiscal.
En ese sentido, siguiendo las enseñanzas de Couture, así como el interés es la
medida de la acción, en el caso del recurso, el agravio es la medida de la apelación;
puede apelar, entonces, aquel que ha sufrido agravio en la sentencia, lo que puede
ocurrir siendo parte en el juicio o siendo ajeno a él. Y si bien el Maestro sienta
luego la regla según la cual, en principio, los terceros que no tienen intervención en

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el litigio carecen de legitimación para apelar, reflexiona después que si el tercero
pertenece a aquellos a quienes la sentencia afecta, aun cuando no haya litigado, la
vía de la apelación queda abierta a su respecto (confr. Couture, Eduardo J.
“Fundamentos del Derecho Procesal Civil”, Ed. Euros, año 2007, 4ta. ed., pág. 294
y 296).
Con similar criterio, Loutayf Ranea explica que quien pretende intervenir en un
proceso como parte puede apelar la resolución que le niega tal carácter; y añade
que si ya fue admitido como parte, adquirió así un estado procesal que tiene
derecho a defender en todas las instancias, y por ello es claro que tiene calidad para
apelar el auto que, revocando uno anterior, lo excluye del proceso (Confr. Loutayf
Ranea, Roberto G. “El recurso ordinario de apelación en el proceso civil”, Ed.
Astrea, Año 2009, Tomo 1, pág. 234). El prestigioso doctrinario agrega, luego, que
los funcionarios del Ministerio Público también pueden apelar en el ejercicio de sus
funciones, ya sea que actúen como representantes legales de determinadas personas
(incapaces, ausentes, Estado) o como defensores del interés social. Pero, agrega,
lógicamente, debe existir también el requisito del interés que justifique la
apelación. (Confr. Loutayf Ranea, R., ob. cit., pág. 245).
Estos conceptos, bien que vinculados al interés para recurrir en general o la
apelación en particular, resultan aplicables también a la casación; ciertamente, en
los límites que surgen de su naturaleza impugnativa y de las posibilidades para
intervenir y dictaminar que les confieren las leyes sustanciales o procesales que
fijan la competencia del Ministerio Público Fiscal.
A todo ello se suma que en los precedentes de esta Sala encontramos diversas
oportunidades en las que se ha admitido la legitimación del Ministerio Público para
recurrir en casos asimilables al presente. Entre ellas, por su analogía con la que
ahora nos convoca, corresponde citar la causa “TMF” donde se debatía su

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intervención en un proceso al que resultaba eventualmente aplicable el Estatuto del
Consumidor. En esa oportunidad se habilitó el recurso de casación articulado por la
vía del inciso 3° del art. 383 del CPCC por el Ministerio Público Fiscal;
reconociendo, naturalmente, su legitimación recursiva con arreglo a lo dispuesto
por el art. 52 de la LDC (Auto nº. 190 del 13/09/2018 en autos “TMF Trust
Company S.A. c/ Oroda Luis Alberto – Recurso Directo).
Lo expuesto no implica desconocer la doctrina sentada por este Alto Cuerpo en la
causa “Boccolini Gustavo Luis c/ Dirección del Registro General de la Provincia”
(Auto nº. 377/11), que fue mencionado por el Tribunal de Apelaciones en la
denegatoria. Ello así, pues en esa ocasión se ponderó de manera singular la
ausencia de una normativa específica que habilitara al Ministerio Público a
intervenir como parte en el procedimiento frente al Registro de la Propiedad;
situación que, de acuerdo a lo hasta aquí señalado, difiere del presente caso.
En definitiva, contrariamente a lo sostenido en la denegatoria, es indudable que el
Ministerio Público Fiscal se encuentra legitimado para recurrir en los presentes.
III. Zanjada esta discusión previa, consideramos que concurren las condiciones
formales en cuya virtud la ley habilita esta fase extraordinaria.
Efectivamente, el Ministerio Público alega que la solución adoptada por la Cámara
de Apelaciones en el caso bajo análisis resulta contraria a la propiciada por la
Cámara de Apelaciones en lo Civil y Comercial de Quinta Nominación de esta
Ciudad en la causa “Credisur S.A. c/ Silvera Adriana Maricel – Presentación
Múltiple – Ejecutivos Particulares - Recurso de Apelación” Expte. nº 2533603/36
(Auto nº 449 del 09/12/14); cuya copia acompaña. Manifiesta que las hipótesis
fácticas que subyacen en ambos pleitos resultan idénticas; postulando como
correcta la decisión propuesta en la resolución antagónica.
La lectura de ambos pronunciamientos ilustra la analogía fáctica que presentan los

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casos puestos a consideración de los distintos órganos jurisdiccionales. Nótese que
se trata de juicios ejecutivos incoados por sociedades, en los que se persigue la
ejecución de pagarés. Las decisiones jurisdiccionales versaron sobre la posibilidad
de aplicar de oficio de regla de competencia contenida en el art. 36 de la Ley
24.240 ante una presumible relación de consumo, siendo que el domicilio del
demandado podría provocar la intervención un tribunal de otra jurisdicción.
También se vislumbra el requisito de la disímil solución legal, pues en el
interlocutorio bajo recurso la Cámara interviniente resolvió que no corresponde
aplicar de oficio el art. 36 in fine de la Ley 24.240, manteniendo la competencia del
juez ante el que se presentó la demanda; en cambio, en el fallo traído como
antagónico se decidió lo contrario, por haber propiciado una diferente hermenéutica
del mismo precepto.
No se nos escapa que, en el presente litigio, la declinación de competencia no fue
dispuesta en la primera oportunidad, sino luego de vencido el plazo de citación de
remate. Esta circunstancia fue también ponderada por el Tribunal de Alzada, quien
interpretó que no correspondía declarar la incompetencia de oficio luego de
conferido trámite a la demanda. Sin embargo, la eventual diferencia fáctica que
podría generar este aspecto del decisorio (diversa fase del proceso en la que se
introdujo la cuestión) no impide la pretensión unificadora, ya que antes de
examinar la viabilidad del principio de consolidación de la jurisdicción que preside
el argumento, es forzoso definir si el juez interviniente puede (y debe) o no,
declarar de oficio su incompetencia con arreglo a lo dispuesto en el art. 36 de la
Ley de Defensa del Consumidor y al carácter de orden público que se predica en
torno a la materia discutida.
IV. A mérito de las razones señaladas, corresponde hacer lugar a la queja impetrada
por el Ministerio Público Fiscal y declarar mal denegado el recurso de casación

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articulado por la causal del inciso 3º del art. 383 del CPCC; el que se concede por
esta vía.
V. El asunto sujeto a unificación consiste en determinar si corresponde –o no-
aplicar de oficio la regla contenida en el art. 36 in fine de la Ley 24.240 (to ley nº
26.361) en las ejecuciones de pagaré que han sido librados por una persona que
tiene domicilio en extraña jurisdicción; siempre que pueda resultar presumible la
existencia de una relación de consumo en virtud de las circunstancias particulares
del caso.
La norma bajo análisis establece lo siguiente: “…Será competente para entender
en el conocimiento de los litigios relativos a contratos regulados por el presente
artículo, en los casos en que las acciones sean iniciadas por el consumidor o
usuario, a elección de éste, el juez del lugar del consumo o uso, el del lugar de
celebración del contrato, el del domicilio del consumidor o usuario, el del
domicilio del demandado, o el de la citada en garantía. En los casos en que las
acciones sean iniciadas por el proveedor o prestador, será competente el tribunal
correspondiente al domicilio real del consumidor, siendo nulo cualquier pacto en
contrario” (el resaltado nos pertenece).
Esta disposición entra en pugna con la ley procesal local (CPCC), que en su
artículo 6° inc. 8 establece que cuando se ejerciten acciones cartulares, el tribunal
competente en razón del territorio es el del lugar en que la obligación debe ser
cumplida. Regla que, además, armoniza con lo dispuesto por el decreto ley
5965/63, en sus artículos 1° inc. 5, 4°, 41°, 101°, 102° y 103°. Asimismo, el art. 1°
del CPCC establece que la competencia territorial es prorrogable y que la
incompetencia en razón del territorio no puede ser declarada de oficio.
VI. En cuanto al fondo de la cuestión debatida, es oportuno recordar que este
Tribunal Superior de Justicia en pleno, a través de la Sala Electoral y de

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Competencia Originaria, ha tenido oportunidad de pronunciarse resolviendo este
mismo conflicto a favor de la competencia del juez del domicilio del demandado
(Confr. Auto n.º 94 del 5/11/18 dictado en la causa “Cetrogar S.A. c/ Zárate, Daniel
Alberto - Cuestión de Competencia”); doctrina que fue reiterada en el Auto nº 112
del 3/12/18 (“Bazar Avenida S.A. c/ Roja, José Ricardo - Abreviado - Cuestión de
Competencia”).
En ambos precedentes, que en esta oportunidad naturalmente ratificamos,
decidimos adoptar el criterio sentado por la Corte Suprema de Justicia de la Nación
en autos: “Productos Financieros S.A. c/ Ahumada, Ana Laura s/ cobro ejecutivo”
(sentencia del 10/12/2013), mantenido luego en: “Credil S.R.L. c/ Márquez, Rubén
Benjamín s/ ejecutivo” (CSJN, 06/11/2018, entre otros). El Máximo Tribunal de la
Nación, haciendo suyo el dictamen de la Sra. Procuradora Fiscal, ponderó
especialmente la actividad financiera de la accionante, el monto de la obligación
pecuniaria y la circunstancia de que la deudora era una persona física. A partir de
tales elementos juzgó aplicable el nombrado artículo 36, en cuanto prevé la
competencia de los jueces del domicilio del demandado en las operaciones
vinculadas a un crédito de consumo.
Es preciso señalar que si bien las decisiones de la Corte Suprema de Justicia de la
Nación se circunscriben a los procesos concretos sometidos a su conocimiento, no
cabe desentenderse de la fuerza moral que emana de su carácter de supremo
intérprete de la Constitución Nacional y de las leyes inferiores. Razones de
economía procesal y seguridad jurídica refuerzan, además, la conveniencia de
adherir a la doctrina sentada por el Máximo Tribunal Nacional sobre el asunto.
Siguiendo estos lineamientos, y parafraseando las consideraciones desarrolladas en
la causa “Cetrogar..”, se interpretó –siguiendo a calificada doctrina- que el Derecho
de Consumo es un microsistema legal de protección que gira dentro del sistema de

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Derecho Privado, con base en el Derecho Constitucional. Por lo tanto, las
soluciones deben buscarse, en primer lugar, dentro del propio sistema y no por
recurrencia a la analogía (Confr. Lorenzetti, Ricardo L.; Consumidores, 2.º ed.
Rubinzal Culzoni, Santa Fe, 2009, p. 50).
En ese sistema, el legislador ha previsto la guía hermenéutica a seguir frente a la
posibilidad de que existan dudas en la aplicación o interpretación de esas normas,
consagrando el denominado principio in dubio pro consumidor; en cuyo mérito
debe entenderse que cuando el ordenamiento jurídico disponga más de una
solución para un supuesto reglado por la legislación consumeril, corresponde
aplicar o interpretar las normas del modo que resulte más favorable al consumidor.
Esta máxima, que constituye una derivación del principio favor debilis, encuentra
sentido y justificación en la diferencia estructural que presenta la relación entre
consumidor y proveedor, y especialmente en la presumible debilidad del primero.
A la luz de estas pautas, ante la contradicción normativa constatada en autos,
corresponde tener por operativa la regla de competencia prevista por el artículo 36
in fine de la Ley de Defensa del Consumidor. Ello es así, en tanto dispone que en
los casos en que las acciones sean iniciadas por el proveedor o prestador, será
competente el tribunal correspondiente al domicilio real del consumidor, siendo
nulo cualquier pacto en contrario; solución que tiende a proteger al débil de la
relación para garantizarle en mejor medida el derecho de defensa en juicio al poder
litigar ante un juez de su jurisdicción. Se trata, además, de una norma de orden
público (arg. art. 65, LDC).
En consecuencia, debe prevalecer la solución consagrada por la normativa nacional
especial (art. 36 de la LDC) sobre la adjetiva local (art. 1 del CPCC).
Cabe recordar que este Tribunal Superior se expidió hace algunos años, también en
pleno, al resolver una cuestión de competencia en el marco de una ejecución

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hipotecaria donde se había establecido en una cláusula contractual una prórroga de
competencia a un domicilio diferente. Si bien se trató de un supuesto fáctico
diverso porque no se trataba de un pagaré, cabe reparar que allí también se destacó
el carácter de orden público de la regla de competencia impuesta por la Ley de
Defensa del Consumidor, en cuanto tiende a limitar la autonomía de voluntad de las
partes. Por ese sendero, y en la inteligencia de que se trataba de un contrato de
adhesión y que la cláusula de prórroga de competencia había sido dispuesta en
beneficio exclusivo del Banco Hipotecario sin atender los intereses de la parte
adherente, se resolvió atribuir competencia al tribunal correspondiente al domicilio
de la demandada (TSJ – Sala Electoral y de Compet. Orig. - Auto n.° 41 del
31/05/2010).
La doctrina fue posteriormente reiterada por esta Sala; oportunidad en la que se
remarcó que litigar en extraña jurisdicción puede significarle al consumidor, por
razones económicas, de distancia o de desconocimiento del medio, una limitación
al ejercicio de su derecho de defensa en juicio y de acceso a la justicia (TSJ – Sala
Civil y Comercial - Sent. 155 del 23/10/12)
El carácter abusivo de un pacto que obligue al consumidor a litigar fuera de su
domicilio es presumida por la ley porque las partes no se encuentran en un plano de
igualdad, ni menos aún existe una verdadera voluntad negociada, sino que más bien
se impone el contenido contractual como un todo cerrado por parte de quien, la ley
presume, detenta superioridad económica y técnica.
En suma, en consonancia con los lineamientos fijados por la Corte Suprema de
Justicia de la Nación y por este Alto Cuerpo, se concluye que cuando ante la
ejecución de un pagaré librado por una persona que tiene domicilio en extraña
jurisdicción, las particulares circunstancias del caso (tales como la actividad
financiera de la accionante, que la deudora sea una persona física y el monto de la

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obligación en cuestión) permitan inferir que la relación subyacente pueda ser
calificada como de consumo, resulta procedente la aplicación del artículo 36 in fine
de la ley n.° 24.240 (t.o. ley nº 26.361); debiéndose en tal supuesto declarar de
oficio la competencia de los jueces del domicilio del demandado, por estar
interesado el orden público.
VII. Dado que la resolución objeto de casación discrepa en lo sustancial con la
doctrina que esta Sala estima correcta, corresponde, sin más, acoger el recurso de
casación y en consecuencia anular la resolución recurrida, cuestión que así se
decide.
Atento la naturaleza del asunto, y la existencia de jurisprudencia contradictoria
sobre la materia objeto de unificación, no se imponen costas en esta Sede (arg.
art. 130 in fine, CPCC).
VIII. A los fines de evitar un inútil desgaste jurisdiccional debe decidirse la causa
sin reenvío (art. 390 del CPCC).
Debemos pronunciarnos acerca del recurso de apelación planteado -en subsidio de
la reposición- por la ejecutante, en contra del proveído de fecha 13 de agosto de
2015 mediante el cual el Magistrado interviniente se declaró incompetente para
entender en el caso y dispuso la remisión del expediente al juez que corresponda al
domicilio del demandado.
De acuerdo a las constancias acompañadas a la presente queja y a las obrantes en
los autos principales que fueron requeridos ad efectum videndi, los agravios
planteados por el ejecutante se escinden en dos capítulos. Mediante el primero
procura derribar la declaración oficiosa de incompetencia que había sido sustentada
por el Juez Inferior en la doctrina de la Corte Suprema, argumentando que la
presunción de la existencia de una relación de consumo no se justifica por tratarse
de la ejecución de un pagaré al que se aplica la legislación cambiaria y las reglas de

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competencia previstas por el Código de Procedimientos. Añade que el Juez Inferior
no debió convocar al Ministerio Público Fiscal, dado que no se encontraba
acreditada la existencia de una relación de consumo. El segundo agravio se
encamina a cuestionar que el apartamiento se haya dispuesto luego de haber
impreso trámite a la demanda, en un estado avanzado del proceso ejecutivo, y pese
a la incomparecencia del demandado. Alega que no existió afectación al derecho de
defensa en juicio del ejecutado.
Conviene comenzar el análisis sobre el supuesto error en la citación al Ministerio
Público. Además de las razones expresadas en las consideraciones precedentes en
orden a su legitimación para intervenir, debemos advertir que el decreto de la Jueza
que ordenaba su convocatoria no fue atacado por el interesado en esa oportunidad,
motivo por el cual debe reputárselo consentido.
En cuanto al fondo del asunto, es preciso relacionar los antecedentes que ilustran la
causa. Así, la sociedad actora FH S.H. promovió ejecución en contra del Sr.
Germán Leonardo Chávez con domicilio en calle Rivadavia nº. 261 de la localidad
de San Francisco del Chañar, Provincia de Córdoba, reclamando el cobro de un
pagaré. Éste fue librado por la demandada con cláusula sin protesto a favor de la
actora por un monto bajo. La ejecución se promovió ante el Juzgado de primera
instancia y 6° nominación de esta Ciudad; tribunal que en función de la constancia
que surgía del mismo expediente se declaró incompetente y decidió remitir los
autos al Juez del domicilio real del consumidor.
Vale decir, se trata de la ejecución de un pagaré promovida ante un juez distinto del
que corresponde según el domicilio del demandado, iniciada por una sociedad de
crédito, contra una persona física por un monto bajo; circunstancias que tornan
aplicable la doctrina sentada por la Corte Suprema de Justicia de la Nación y por
este Alto Cuerpo a la que hemos referido precedentemente, que habilita a presumir

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a los fines de determinar la competencia, la existencia de una relación de consumo.
Las circunstancias apuntadas conducen a la aplicación de oficio de la regla de
competencia establecida en el art. 36 in fine de la ley 24.240, debiendo la presente
causa remitirse al juez en turno que corresponda al domicilio del deudor.
La solución propuesta no varía por la pretensión de juzgar consolidada la
jurisdicción en cabeza del magistrado que intervino desde la recepción de la
demanda y hasta la certificación de rebeldía –perpetuatio jurisdictionis-. Las
consideraciones desarrolladas en torno al carácter de orden público que califica la
regla de competencia instituida por el art. 36 de la Ley de Defensa del Consumidor
(arg. art. 65 LDC), así como la operatividad de la presunción favorable al
consumidor desarrollados supra, son trasladables a esta parte del razonamiento para
justificar su prevalencia sobre la directiva procesal local invocada.
Para mayor abundamiento, cabe traer a colación el Dictamen de la Sra. Procuradora
de la Nación en el precedente “Credil c/ Márquez”, pues en dicho caso el proceso
había comenzado a desarrollarse, el juez había prevenido dictando decretos que
fueron notificados al consumidor, y sin embargo se sostuvo: “En tales condiciones,
es necesario agregar que no obsta a la solución propuesta el estado procesal de la
causa -se libró mandamiento de ejecución y embargo y cédula ley 22.172 (fs. 27,
29 Y 66)- ni que haya mediado notificación al consumidor demandado de las
decisiones judiciales adoptadas (fs. 69 y 70), ya que su conducta procesal se
vincula estrechamente con la efectiva aplicación del artículo 36 mencionado, que
posee una finalidad tuitiva de su derecho de defensa en juicio”. Así también lo ha
interpretado la Corte Suprema en diversos precedentes (Confr. causas “Confina
Santa Fe SA c/ Trinidades Alfredo s. ejecutivo” de fecha 21/11/19, y
“Administración Marymar SA c/ Marchan, Roberto Orlando s/ ejecución” de fecha
01/10/19).

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En virtud de ello, la declaración de incompetencia dispuesta por el Magistrado
luego de haber certificado la rebeldía del demandado o la falta de oposición de
excepciones resulta correcta pues la norma procesal que lo impide ha quedado, en
el caso, relegada.
IX. Las razones expresadas determinan el fracaso del recurso de apelación
deducido –en forma subsidiaria- por la ejecutante en contra del decreto de fecha 13
de agosto de 2015, debiendo confirmarse la decisión de remitir las actuaciones al
Juez Civil y Comercial que por turno corresponda a la circunscripción
correspondiente al domicilio de la demandada (Deán Funes).
Atento la naturaleza de la cuestión debatida no se imponen costas (art. 130, 1°
párrafo in fine) y, consecuentemente, no se regulan honorarios a los letrados
intervinientes.
Por todo ello, y oído el Sr. Fiscal General Adjunto.
SE RESUELVE:
I. Declarar mal denegado el recurso de casación articulado por la Sra. Fiscal de
Cámaras de Apelación por la vía del inciso 3º del art. 383 del CPCC, el cual queda
formalmente habilitado.
II. Acoger en lo sustancial el recurso planteado y anular el Auto n.° 191 del 30 de
julio de 2018 dictado por la Cámara de Apelaciones en lo Civil y Comercial de
Tercera Nominación, sin costas.
III. Rechazar el recurso de apelación interpuesto y en consecuencia confirmar la
resolución recurrida, sin costas.
Protocolícese e incorpórese copia.

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CACERES de BOLLATI, María Marta

VOCAL TRIBUNAL SUPERIOR DE JUSTICIA

SESIN, Domingo Juan ANGULO MARTIN, Luis Eugenio

VOCAL TRIBUNAL SUPERIOR DE JUSTICIA VOCAL TRIBUNAL SUPERIOR DE JUSTICIA

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