El Desapego

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El desapego, la clave de una vida plena y sin sufrimiento

En esta ocasión tengo el gusto de publicar un excepcional post sobre el desapego de un invitado de excepción:
Ubay Serra del blog Viaje a la Esencia. Te recomiendo leerlo con atención porque es sin duda un
extraordinario viaje hacia tu propio autoconocimiento.

Todos buscamos la felicidad y tener una vida plena, libre de sufrimiento. Y todos empleamos cada uno de
nuestros recursos para lograrlo.

Esto es aplicable a cada una de las facetas de nuestra vida, desde la sentimental hasta la profesional. Todas ellas
son importantes para nuestra felicidad. Dime, si no, ¿cómo es posible ser feliz si estás sufriendo emocionalmente?
O ¿cómo es posible ser feliz si no te sientes pleno y realizado en tu trabajo?

Sin embargo, hasta que no comprendas y apliques en tu vida el desapego, nada va a cambiar.

De hecho, puede que la propia búsqueda de la felicidad te esté impidiendo llegar a ella.

“La felicidad es como una mariposa, si la persigues se aleja de ti, pero si te sientas y te relajas, se acaba posando
en tu hombro”. (Viktor Frankl)

Empecemos por el principio.

• 1 ¿Qué es el apego?
• 2 ¿A qué nos apegamos a lo largo de nuestras vidas?
• 3 ¿Hasta cuando vas a apegarte?
• 4 Cuando el desapego entra en acción
• 5 Los 5 principios espirituales del desapego
o 5.1 Tu ego o carácter no eres tú. Ni tampoco tu cuerpo.
o 5.2 Tu naturaleza es espiritual
o 5.3 Tu propósito también es espiritual
o 5.4 El mundo no es más que un juego
o 5.5 En el universo todo está en equilibrio
• 6 ¿Cómo empezar a vivir desde el desapego?
o 6.1 Dale menos importancia a lo material
o 6.2 Prioriza siempre lo espiritual y las nuevas experiencias
o 6.3 Comprométete a conectar y potenciar tu parte espiritual
o 6.4 Relativiza las cosas y aprende a verlas desde la distancia y desde el alma
• 7 Lo que ocurre cuando vives desde el desapego
• 8 Sobre el autor

¿Qué es el apego?
El apego ‒del verbo apegarse‒ es sinónimo de aferrarse, de atarse e incluso de establecer dependencia u
obsesión hacia algo o alguien.

Cuando te apegas a un objeto, idea, actividad o persona, acabas generando con ellos fuertes vínculos. Tan fuertes
que puedes volverte adicto a ellos.

Y, cuando eres adicto a algo, tu vida acaba por girar entorno a esa adicción. Estás dispuesto a todo para no dejar
ir ese objeto, actividad o persona. Haces todo lo que esté en tu mano para seguir a su lado y alimentar los vínculos
que os unen.
No tiene nada de malo tejer y alimentar vínculos con personas, ideas, actividades e incluso objetos. El problema
de las adicciones es que suelen acabar por limitar tu vida, e incluso por dominarla. Y toda limitación acaba
por causarte ciertos daños o, si lo prefieres, efectos colaterales.

Uno de estos efectos colaterales es la ansiedad, amiga íntima del estrés. Otro efecto colateral es el miedo, que
suele ser primo-hermano de la ira y la violencia. También podríamos añadir la frustración, la decepción o la
depresión. Y, finalmente, nos encontramos con la enfermedad, consecuencia última de todas las formas de
sufrimiento.

Lógicamente, todo ello te aparta de tu camino y hace que te sientas infeliz y perdido en la vida, ¿no es así?

¿A qué nos apegamos a lo largo de nuestras vidas?


A lo largo de nuestras vidas nos apegamos a muchísimas cosas, tantas que resulta fácil encontrar ejemplos con
los que, casi con toda seguridad, te sentirás identificado.

• Nos apegamos a ciertas amistades cuando somos niños. Tanto, que el miedo a separarnos de ellos puede
condicionar nuestras decisiones, desde nuestros estudios a nuestro futuro lugar de residencia.
• Nos apegamos a un amor platónico. Tanto, que pasamos horas pensando en ella (o él), en cómo la
conquistaremos y en cómo será una futura vida conjunta. Finalmente, si no somos correspondidos,
acabamos por sentirnos tristes, frustrados y decepcionados.
• Nos apegamos a un trabajo estable que nos permite sobrevivir haciendo algo que no nos gusta. Tanto,
que somos capaces de pasar una vida entera realizándolo mientras dejamos escapar nuestra felicidad,
nuestros sueños y nuestras aspiraciones.
• Nos apegamos a una pareja. Tanto, que a veces, incluso cuando sentimos que la relación es tóxica para
nosotros, seguimos con ella por miedo a la soledad y por temor a no encontrar nunca a alguien que nos
quiera.
• Nos apegamos a una idea o punto de vista. Tanto, que cuando alguien nos lleva la contraria, acabamos
montando en cólera. Y nos apegamos a nuestros planes. Tanto, que cuando las cosas no salen como
esperábamos, maldecimos al mundo entero y a cualquiera que se cruce en nuestro camino.
• Nos apegamos a nuestro smartphone o a nuestro ordenador. Tanto, que acabamos construyendo una
vida alrededor de estos objetos. Y un día, cuando no los tenemos, actuamos como drogadictos sin su dosis.
O peor, hemos olvidado lo que es salir a dar paseo o relacionarnos con personas de carne y hueso.
• Nos apegamos a nuestra familia. Tanto, que para no separarnos de ellos somos capaces de dejar pasar
una oportunidad laboral en el extranjero. O de ejercer un trabajo que les gusta más a ellos que a nosotros
mismos. O incluso de elegir a una pareja buscando su beneplácito.

¿Te suena de algo alguno de estos ejemplos?

¿Hasta cuando vas a apegarte?


Por suerte, un día, el desapego llama a tu puerta. De hecho, siempre está llamando, pero no siempre escuchas.

Pero entonces tu ego se resiste. Se resiste con todas sus fuerzas, porque no quiere cambiar, no quiere que cambies.
Y es que cambiar lo mataría, y el ego, como cualquier ser vivo, tiene su propio instinto de supervivencia.

El ego hace que te apegues a todo aquello que te mantiene dentro de tu zona de confort. Y, para lograrlo,
utiliza a todos sus secuaces: el miedo, la dependencia, la pereza, la inseguridad…

Pero, como bien sabes, la zona de confort es un lugar donde no hay progreso, crecimiento personal o evolución
de cualquier tipo (más bien involución). Es un lugar que ‒como la misma palabra indica‒ es cómodo. Y ese lugar
te va bien para descansar, para tomar una pausa o para digerir experiencias pasadas. Pero no para pasar la vida
entera ahí metido.

Por ello, cuando llevas demasiado tiempo en esa zona de confort, empiezas a sufrir, a degradarte y a sentir el daño
y los efectos colaterales de los que te he hablado al principio.

Por tanto, la pregunta es, ¿cuánto vas a esperar a salir de zona de confort? ¿Cuánto tiempo vas a desapegarte
de lo que te ata a ella?

¿Cuánto vas a tardar en renunciar a esa persona que no te hace caso para empezar a buscar a alguien que
realmente te ame? ¿Cuanta incertidumbre y frustración vas a aguantar?

¿Cuánto tiempo vas a tardar en dejar ese trabajo en el que te explotan y que apenas te da para vivir? ¿Cuántos
sueños e ilusiones eres capaz de enterrar?

¿Cuánto tiempo pretendes vivir con una pareja que no te ama y que hace que tu vida sea un suplicio? ¿Cuántos
días felices en los que podrías estar con tu amor verdadero vas a malgastar?

¿Cuánto tiempo vas a insistir en defender tu punto de vista sólo para tener razón (aun sabiendo que no la
tienes)? ¿Cuántas buenas ideas dejarás escapar por culpa de tu orgullo?

¿Cuántas decisiones eres capaz de tomar para contentar a tu familia en lugar de a ti mismo? ¿Cuántas veces
eres capaz de traicionar a tu persona?

Espero que no muchas…

Cuando el desapego entra en acción


El desapego es la antítesis del apego.

Es la capacidad de dejar ir. De rendirse. De dejar que la vida y el universo sigan su curso libremente. Es la
capacidad de fluir con la realidad en lugar de ir contracorriente. Es saber aceptar las cosas que no puedes cambiar
y dejarlas marchar.

No te estoy diciendo, ni mucho menos, que dejes de luchar. Al contrario, tienes que seguir dándolo todo, en todo
momento. Tienes que continuar persiguiendo tus objetivos y tus sueños. Tienes trabajar duro por lo que quieres,
y jamás debes renunciar a tus proyectos e ilusiones.

Pero debes poder hacerlo sin apegarte, sin aferrarte, sin obsesionarte, sin volverte adicto y, por supuesto, sin sufrir.

Porque, cuando logras desapegarte, dejas, automáticamente de sufrir. Y entonces te das cuenta de que tu cuerpo
recupera toda su energía, que tu mente elimina de un plumazo sus miedos y limitaciones, y que tu alma vuelve a
estar en armonía con tu Esencia.

Cuando logras desapegarte, dejas, automáticamente, de sufrir Clic para tuitear

En ese momento, dejas de sentir miedo, estrés, preocupación, ansiedad, frustración, tristeza…Y todo ello deja
paso a sensaciones de alegría, tranquilidad, armonía y plenitud.

¿Cómo es eso posible?

Porque te importa todo un carajo…

Sí, tal y como lo has leído, pues para entender y aplicar el desapego en tu vida tienes que llegar a un punto en el
que te importa todo un carajo.

Y cuando digo todo me refiero a todo lo que tiene relación con lo material y con el ego.

Sonará muy radical, pero así es, porque el desapego es un concepto espiritual, muy espiritual. Por tanto, para
comprenderlo y llevarlo a cabo, tienes que haber comprendido antes ciertas cosas.
Los 5 principios espirituales del desapego

Para comprender y aplicar el desapego en tu vida tienes que saber, tienes que sentir que:

Tu ego o carácter no eres tú. Ni tampoco tu cuerpo.

Tú no eres tu ego o tu carácter. Tu carácter es la manifestación mental (innata o adquirida) que utilizas por defecto
para interactuar con el mundo cuando estás desconectado de tu Esencia.

Tu cuerpo tampoco eres tú, es un medio material que usa tu alma para interactuar en un mundo físico
tridimensional.

Tu ego y tu cuerpo se preocupan por lo mental y por lo material. Es decir, por el trabajo, por comer, por no ser
humillado, por sobrevivir, por la búsqueda de placer, para evitar el conflicto (o provocarlo), para encontrar
soluciones racionales a problemas…

Tu naturaleza es espiritual

Tú, en Esencia, eres espíritu, eres alma.

Tu cuerpo y, especialmente, tu carácter se transforman cuando están conectados a tu alma o Esencia. Cuando
logramos esa conexión nos comportamos, nos movemos e incluso cambiamos físicamente al conectar con nuestros
propósitos más profundos.

Tu Esencia se preocupa por lo espiritual. Ello incluye las acciones altruistas, la mejora de tus habilidades y
capacidades, la colaboración, la cooperación, el hecho de mejorar el mundo y ayudar al prójimo…

Tu propósito también es espiritual

Si tu verdadera naturaleza es espiritual, es decir, si te identificas más con tu alma que con tu cuerpo o tu mente,
sabrás que tu propósito en la vida también es espiritual.
Has venido a este mundo a aprender, a evolucionar, a mejorar y a ayudar a los demás y al mundo que nos rodea.
Para ello, utilizarás, por supuesto, medios físicos, pues estás en un mundo físico y tienes un cuerpo físico. Pero tu
naturaleza y tu propósito siguen siendo espirituales.

El mundo no es más que un juego

El mundo o la realidad en la que vivimos no es más que un gran teatro. Una especie de realidad virtual en el que
nuestra alma viene a cumplir un propósito espiritual.

Pero existe mucho más que aquello que nuestros sentidos pueden ver, oír y tocar. Y, por supuesto, muchísimo
más que lo que nuestra mente racional es capaz de entender.

En el universo todo está en equilibrio

El universo es un sistema complejo que requiere una precisión inverosímil para estar en equilibrio. (Para más
información, te recomiendo el libro La fórmula de Dios)

Por tanto, aunque a veces no comprendamos el porqué de las cosas a nivel racional, debemos aceptar que son así
por algún motivo.

Y ese motivo permite que todo siga en equilibrio y, por tanto, es para nuestro bien. Y para el bien de todos, pues
todos somos parte de una misma familia, de un mismo todo. Por tanto, intentemos ver el lado positivo de las cosas,
y sigamos luchando sin desfallecer.

El tiempo suele mostrarnos los porqués.

¿Cómo empezar a vivir desde el desapego?


Si has llegado hasta aquí, te preguntarás qué más puedes hacer para empezar a vivir desde el desapego.

Ello es simple si has comprendido y estás de acuerdo con los principios espirituales del desapego que he explicado
anteriormente. Sólo se trata de ser coherente con ellos.

Para lograrlo debes intentar conectar con tu Esencia espiritual y empezar a actuar según sus dictados. Para ello
te puedo dar algunos consejos

Dale menos importancia a lo material

Prioriza siempre lo espiritual y las nuevas experiencias

Tu cuerpo y tu mente siempre buscan seguridad y supervivencia. Ello hará que tiendas a acumular dinero, a tener
una vida ordenada y rutinaria, a buscar un trabajo estable, un coche cómodo, una relación conveniente…

Tu alma, sin embargo, siempre busca evolución, aprendizaje y nuevas experiencias. Si la escuchas, siempre te
pedirá que hagas ese gran viaje, que corras el riesgo de cambiar de trabajo o crear tu propia empresa, que
comiences nuevos estudios, que vayas a vivir al extranjero, que cometas una locura por amor, que ayudes al
prójimo, que ames sin límites ni excusas…

Comprométete a conectar y potenciar tu parte espiritual

Aquí te dejo algunas formas para lograrlo:


• Aprende a cultivar la intuición y fíate de ella por encima de la razón
• Aprende a escuchar y entender tus emociones profundas, son el lenguaje del alma.
• Medita, es una gran forma de calmar la mente y conectar con tu alma.

Relativiza las cosas y aprende a verlas desde la distancia y desde el alma

Aprende a ver las cosas desde otro punto de vista.

Tu cuerpo reacciona mediante la ira, la rabia, la tristeza, la frustración, la alegría…en función de los estímulos
externos.

Tu mente, a través de un análisis racional, valora dichos estímulos externos, analiza datos y genera diferentes
conclusiones.

Pero esa forma de vivir es primitiva, limitada y grotesca. Y, además, produce, como ya dije, sufrimiento. Si
amplias tu visión y adoptas una postura más espiritual basado en los puntos del apartado anterior, tu visión del
mundo cambia.

¿De qué forma? Ahora te lo cuento.

Lo que ocurre cuando vives desde el desapego

Cuando vives desde el desapego, acabas gestionando y sintiendo tu vida de otra forma.

¿Quieres algún ejemplo? Recuerda los casos anteriores:

• Si la chica que te interesa no te hace caso, ya no te entristeces. Cuando has luchado lo suficiente, la
dejarás ir sin rencor. Puede que entiendas que no era la persona adecuada. Y, en lugar de sentirte frustrado
o deprimido, te lanzarás con entusiasmo a buscar a alguien más afín a ti.
• Si tu trabajo no te hace feliz (esté o no bien remunerado), en lugar de seguir en él indefinidamente y
quejarte, lo usas como una oportunidad para costearte tus formaciones. Y, cuando llega el momento
adecuado, darás el paso de dejar la empresa (o crear la tuya propia).
• Cuando has sufrido un accidente o percance, como cuando te fracturaste el fémur, o entraron a robar
en tu casa, no pierdes el tiempo en lamentarte y blasfemar contra el mundo o contra Dios. Simplemente,
te adaptas a la situación, luchas por salir adelante y aprendes las lecciones necesarias para que no vuelva
a ocurrir. Incluso, dedicas tu tiempo y energía en ayudar a otros a que no les pase lo mismo.
• Cuando te encuentras en una relación tóxica que no te hace ser feliz, no pasas demasiado tiempo en
ella, pues no sientes miedo a la soledad, sino ilusión por volver a estar solo y tener la posibilidad de
encontrar alguien más compatible. Y en lugar de mostrar agresividad, resentimiento o venganza hacia la
otra persona, te nace mostrar cariño, respeto y comprensión.
• Si tu familia no está de acuerdo con tu estilo de vida, tu trabajo o la pareja que tienes, eres
suficientemente fuerte para mantenerte fiel a tus principios. Sabes que, con el tiempo, acabarán
aceptándote y, en caso contrario, sabes que tu verdadera familia (las personas que verdaderamente te
entienden y te aceptan) está esperándote en algún lugar del mundo.

Como iba diciendo, cuando vives desde el desapego, tu visión del mundo cambia.

Cambian tus emociones, tus reacciones corporales y tus análisis racionales.

Cambia tu forma de percibir la realidad y tus prioridades en la vida.

Tal y como te comenté, es como si te importara todo un carajo. Es como si hubieras estado al borde de la muerte
y, al volver, muchas de las cosas que te parecían importantísimas, se vuelven secundarias para ti. Es como si
volvieras a nacer.

Cuando vives desde el desapego, tu visión del mundo cambia, es como si volvieras a nacer Clic para tuitear

Eres una persona diferente. Ya no sientes con el cuerpo ni piensas con la mente, lo haces desde el corazón y desde
tu alma. Y entonces nada es lo mismo.

Curiosamente, ese “pasotismo” no se traduce en apatía, tristeza, fatalismo o depresión. Al contrario, acaba
transformándose en liberación, libertad, optimismo, alegría, entusiasmo y plenitud.

Y, en ese momento, dejas de sufrir; te sientes libre, liberado. Ya no te sientes perdido o confuso. Te sientes
centrado y realizado. Y tienes la certeza de estar recorriendo el camino correcto. Tu camino.

¿Y tú? ¿Logras vivir desde el desapego?

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