Para ver un objeto, nuestros ojos deben acomodarse de manera adecuada, y si no lo hacen no veremos el objeto claramente o lo veremos mal. Del mismo modo, para apreciar una obra de arte, no debemos verla solo como una representación de personas o historias reales, sino que debemos verla como una creación artística en sí misma. Ya sea un jardín a través de una ventana o el retrato de una persona, para ver el objeto artístico debemos enfocarnos en él como tal y no en lo que representa.
Para ver un objeto, nuestros ojos deben acomodarse de manera adecuada, y si no lo hacen no veremos el objeto claramente o lo veremos mal. Del mismo modo, para apreciar una obra de arte, no debemos verla solo como una representación de personas o historias reales, sino que debemos verla como una creación artística en sí misma. Ya sea un jardín a través de una ventana o el retrato de una persona, para ver el objeto artístico debemos enfocarnos en él como tal y no en lo que representa.
Para ver un objeto, nuestros ojos deben acomodarse de manera adecuada, y si no lo hacen no veremos el objeto claramente o lo veremos mal. Del mismo modo, para apreciar una obra de arte, no debemos verla solo como una representación de personas o historias reales, sino que debemos verla como una creación artística en sí misma. Ya sea un jardín a través de una ventana o el retrato de una persona, para ver el objeto artístico debemos enfocarnos en él como tal y no en lo que representa.
Para ver un objeto, nuestros ojos deben acomodarse de manera adecuada, y si no lo hacen no veremos el objeto claramente o lo veremos mal. Del mismo modo, para apreciar una obra de arte, no debemos verla solo como una representación de personas o historias reales, sino que debemos verla como una creación artística en sí misma. Ya sea un jardín a través de una ventana o el retrato de una persona, para ver el objeto artístico debemos enfocarnos en él como tal y no en lo que representa.
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Para ver un objeto tenemos que acomodar de una cierta
manera nuestro aparato ocular. Si nuestra acomodación visual es
inadecuada, no veremos el objeto o lo veremos mal. Imagínese el lector que estamos mirando un jardín a través del vidrio de una ventana. Nuestros ojos se acomodarán de suerte que el rayo de la visión penetre el vidrio, sin detenerse en él, y vaya a prenderse en las flores y frondas. Como la meta de la visión es el jardín y hasta él va lanzado el rayo visual, no veremos el vidrio, pasará nuestra mirada a su través, sin percibirlo. Pero luego, haciendo un esfuerzo, podemos desentendernos del jardín y, retrayendo el rayo ocular, detenerlo en el vidrio. Entonces el jardín desaparece a nuestros ojos y de él sólo vemos unas masas de color confusas que parecen pegadas al cristal. Por tanto, ver el jardín y ver el vidrio de la ventana son dos operaciones incompatibles: la una excluye la otra y requieren acomodaciones oculares diferentes.
Del mismo modo, quien en la obra de arte busca el
conmoverse con los destinos de Juan y María o de Tristán e Iseo y a ellos acomoda su percepción espiritual, no verá la obra de arte. Para poder gozar del retrato ecuestre de Carlos V, por Tiziano, es condición ineludible que no veamos allí a Carlos V en persona auténtico y viviente, sino que, en su lugar, hemos de ver sólo un retrato, una imagen irreal, una ficción. El retratado y el retrato son dos objetos artísticos distintos: o nos interesamos por el uno o por el otro. En el primer caso, “convivimos” con Carlos V; en el segundo, “contemplamos” un objeto artístico como tal.