Macón, Mary Wollstonecraft
Macón, Mary Wollstonecraft
Macón, Mary Wollstonecraft
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Cecilia Macón
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edicar cierta cantidad de páginas a los inicios del femi-
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nismo de la mano de una pensadora claramente fuera
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del foco de las modas académicas parece merecer una
explicación. Y es entonces con un excusa como debe
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clara distinción entre dos instancias que muchos de los crí�ticos
del giro afectivo parecen (querer) no comprender: por un lado,
A
las emociones entendidas como legitimadoras de un statu quo
B
al que ciertamente es necesario derribar; por el otro, en tanto
A
motores de la acción polí�tica misma y hasta de la caracterización
R
del horizonte emancipado al que se aspira. No se trata, entiendo,
de instancias que se contradigan entre sí�, sino de una diferencia
T
sistemática que es necesario discutir en el marco de las cuestio-
E
nes que convocan este volumen. Es entonces esa distinción con
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sus innumerables efectos sobre el pensar lo polí�tico para/con las
mujeres del siglo XVIII la que formará parte del corazón de este
O
trabajo. También lo es la indagación de un momento germinal y,
N
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estructura alternativa solo parece posible mediante la puesta en
funcionamiento de la esfera afectiva expresada en términos, como
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veremos, más que particulares.
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I
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El cliché
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E s un lugar común afirmar que la tercera ola del feminismo
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nos encuentra finalmente atentos al papel de los afectos en
D
la constitución de la subjetividad. Es otro lugar común asegurar
que la primera y la segunda olas del feminismo así� como sus ins-
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tancias germinales se sostuvieron en argumentar la necesidad de
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CeCilia MaCón 33
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nos. En todo caso, y tal como veremos más adelante, la referen-
cia ciertamente paradójica a ciertas mujeres como “frí�volas“ o
A
“débiles“ tiene por objeto señalar la construcción de la opresión
B
masculina –legitimada por el accionar de ciertas mujeres–, más
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que las caracterí�sticas entendidas como femeninas.
R
Y es allí� entonces donde la dimensión emocional cumple un
rol clave: las supuestas debilidades femeninas son el resultado
T
de mecanismos opresivos desplegados por los hombres a través
E
de la imposición de cierta emocionalidad definida como feme-
D
nina dedicada a debilitarlas alejándolas así� del acceso al pensa-
miento racional.
O
Se vislumbran ciertamente en estos señalamientos ya clási-
N
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elementos que obligan a complejizar el rol de las emociones en
este “feminismo antes del feminismo” a través de los dos sentidos
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señalados más arriba: como encarnación de un statu quo a demo-
B
ler pero también como motor de la acción polí�tica y la definición
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del horizonte emancipatorio.
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II
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Mary
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ollstonecraft redactó sus escritos bajo la marca de una
serie de eventos bastante conocidos –su trabajo como ins-
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titutriz y traductora, la disputa con Edmund Burke que la llevó
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tal modo por lo que allí� sucedí�a que decidió emigrar desde Gran
Bretaña hacia Parí�s donde escribió An Historical and Moral View
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7. En términos de Joan Wallach Scott “una historia feminista que toma por segu-
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los términos del discurso ideológico dentro del cual ha operado”. Scott, Joan
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vislumbrar la posibilidad de ser autoras de sí� mismas.12
Antes entonces de establecer el rol que cumplen las emocio-
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nes/afectos en los argumentos de Wollstonecraft –como perturba-
B
ción de la racionalidad, pero también como motor de la acción– es
A
importante marcar ciertos rasgos especí�ficos de su pensamiento.
R
El objetivo central de La vindicación de los derechos de las
mujeres, escrito en 1792, es insistir sobre la necesidad de que las
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mujeres se integren a la educación formal para que así� salga a la
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luz su irrefutable pero invisibilizada racionalidad. Este fue, por
D
cierto, el reclamo inicial de la primera ola del feminismo antes de
centrarse en derechos cí�vicos como el voto. La obediencia exigida
O
a las mujeres se fundaba en la imposición de su ignorancia legiti-
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agrandándola y es así� como se consigue el fin de su obediencia
ciega a quienes las quieren esclavas”.16 Es solo de este modo que
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será superada la debilidad de las mujeres:
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Si las mujeres son en general débiles en cuerpo y mente esto
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surge menos de la naturaleza que de la educación. Estimu-
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lamos una indolencia y una inactividad viciosas falsamente
T
llamadas delicadeza; en lugar de fortalecer sus mentes por
medio de principios de la razón y la filosofí�a, las condena-
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mos a artes inútiles que terminan en la vanidad.17
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De hecho, el orden moral establecido por los hombres hacia
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las mujeres atenta contra su inteligencia generando para ellas
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turas racionales, en lugar de alabar sus gracias y verlas en
un estado de infancia permanente (…). Deseo persuadir a
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las mujeres de esforzarse para adquirir fortaleza tanto de
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cuerpo como de mente y convencerse de que las frases sua-
A
ves, la susceptibilidad del corazón, la delicadeza del senti-
miento y el refinamiento del gusto son casi sinónimos con
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epí�tetos de debilidad19 (…). Mostraré así� que la elegancia es
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inferior a la virtud20 (…).
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Fueron enseñadas a agradar. Y eso es lo que hacen.21
O
Es por eso que lamentablemente las mujeres adquieren
modales antes que moral.22
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sus análisis del señalamiento de la belleza femenina un eje sus-
tancial de la matriz emocional patriarcal. Hay aquí� entonces una
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suerte de encarnación de aquella debilidad sostenida a través de
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la adjudicación de la armoní�a de las superficies del cuerpo feme-
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nino. Es justamente allí�, en aquella impugnación a la frivolidad
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de cierta clase, pero también en diferencias tenidas como natu-
rales cuando son en realidad construidas artificialmente donde
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se desarrolla su crí�tica al carácter opresivo de los estereotipos
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de belleza adjudicados a las mujeres.25
D
Otro elemento de alguna manera asociado a la categorí�a de
“belleza” que resulta sistemáticamente señalado a lo largo del
O
argumento central de Wollstonecraft es el papel que cumple aquí�
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necraft:
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24. Moreno Figueroa, Mónica. “Displaced Looks: The Lived Experience of Beauty
and Racism in Mexico”. Feminist Theory, 2013, 14(2): 137-151, p. 137.
25. Fuster, op. cit., p. 10.
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como Madame de Staël aseguraba que las mujeres no pertenecí�an
ni al orden natural ni al social,27 la tensión entre estos dos órde-
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nes reaparece en los argumentos de Wollstonecraft enmarcada
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en los desafí�os opresores que implicaba para las mujeres la civi-
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lidad moderna. Si bien en investigaciones de los últimos años se
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ha develado el modo en que durante el siglo XVIII los lí�mites de
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género no eran tan estrictos como se creí�a –al menos en ciertos
espacios públicos–,28 lo cierto es que aquella tensión pervive como
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argumento central a la hora de desvincular a las mujeres de la
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esfera pública. Este “limbo” del orden femenino tiene como obje-
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tivo central despojarlas de su humanidad, pero también puede
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efectivo de los derechos que reclama. La centralidad que otorga
al placer y al deseo sexuales en tanto dimensiones involuntarias
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muestra incluso cuán lejos está de excluir la cuestión afectiva de la
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polí�tica.29 Su interés por la sexualidad donde la pasión no debe ser
A
separada de la reproducción30 implica debatir en un contexto polí�-
R
tico el rol del deseo sexual femenino. Tal como ha señalado Jones
“aunque en general asociada a la reapropiación de las mujeres de
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la razón, en el proyecto humanista de Wollstonecraft se recupera
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el deseo y las luchas para traer a ambos a asociar lo reproductivo
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y el placer”.31 La opresión de la mujer en el orden privado deja
acá de ser algo meramente individual para transformarse en el
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punto de partida para la emancipación colectiva:32 la dimensión
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29. Jones, Vivien. “Advice and Enlightenment: Mary Wollstonecraft and Sex Edud
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cation”. En Knott, Sarah y Taylor, Barbara. Women, Gender and Enlightment.
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III
Indignación, depresión, ansiedad
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as palabras con las que se abre La vindicación de los derechos
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de las mujeres condensan dramáticamente gran parte de los
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elementos que me interesa desarrollar en esta sección:
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Después de considerar la página histórica, y viendo el mundo
actual con solicitud ansiosa, las emociones más melancóli-
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cas de indignación afligida han deprimido mi espí�ritu, y he
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suspirado cuando obligada a confesar, que o la naturaleza
ha hecho una gran diferencia entre hombres y mujeres, o
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que la civilización, que ha tenido lugar hasta el momento
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polí�tica. El párrafo pone en cuestión estos prejuicios y despliega
una superposición de afectos en su mayorí�a entendidos como
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negativos donde la ansiedad y la melancolí�a parecen ser centrales.
B
No se trata meramente de subrayar aquello que explicita-
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mente señala Wollstonecraft en esas palabras como sus senti-
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mientos germinales, sino que la ansiedad –entendida como “un
caos suave de tensiones no articuladas”35– permea cada racimo
T
de palabras lanzado a lo largo del libro. Una ansiedad que, en los
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términos de Ngai, “no es una emoción llena, sino una emoción
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expectante que apunta menos a un objetivo especí�fico del deseo
que a la configuración en general o a las disposiciones futuras
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del yo”.36 Sostenida entonces en una futuridad en un punto difusa
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35. Ngai, Siane. Ugly Feelings. Cambridge: Harvard University Press, 2007, p. 246.
36. Ngai, Ibí�d., p. 209.
37. Flatley, Jonathan. Affective Mapping. Cambridge: Harvard University Press,
2008, p. 6. Este tópico es extensamente analizado en el artí�culo de Natalia
Taccetta incluido en este volumen: “Izquierda y melancolí�a. O de cómo pen-
sar la acción estético-polí�tica”.
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res. Aquella distinción ente emoción y razón que es resultado de
un sentido común al que a la vez alimenta debe ser derribada a
A
través del uso de la razón,39 pero también refigurando la expe-
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riencia afectiva en términos polí�ticos.40
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Hay claramente en las reflexiones de Wollstonecraft una ten-
R
sión permanente entre cierta mirada ilustrada hacia las emociones
y otra de carácter romántico. Se trata por cierto de una tensión
T
que atraviesa de manera desafiante gran parte de los momentos
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fundacionales del feminismo. Así� es como por un lado señala
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Wollstonecraft: “Deja que el corazón honesto se muestre, y que
la razón enseñe a las pasiones a someterse a la necesidad”.41 O,
O
más adelante: “La verdadera felicidad (…) debe surgir de regular
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En sus palabras: “Las mujeres, tal como los hombres, han adqui-
IN
38. Duman, Fatih. “The Roots of Modern Feminism: Mary Wollstonecraft and the
French Revolution”. En International Journal of Humanities and Social Science,
C
40. Sobre el papel de los afectos en la constitución del sentido común, véase:
Rosenfeld, Sophia. Common Sense. A Political History. Cambridge: Harvard
University Press, 2011, pp. 189 y ss.
41. Wollstonecraft, op. cit., p. 40.
42. Wollstonecraft, op. cit., pp. 173-174.
43. Wollstonecraft, op. cit., p. 74.
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a pesar de la melancolí�a y la ansiedad, sino gracias a ellas.
En la propuesta de Wollstonecraft es ciertamente necesa-
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rio encarar un entramado de caracterí�sticas revolucionarias
B
para demoler la estructura patriarcal,46 un proceso que necesita
A
primordialmente de la naturaleza revulsiva de los afectos. Este
R
modo de dar cuenta de la radicalidad del proceso revolucionario
que se impulsa aquí� está ciertamente legitimado por su orienta-
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ción a la realización de la felicidad, un topos ilustrado –el progreso
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impulsado por la revolución para instaurar la felicidad colectiva–,
D
que en Wollstonecraft adquiere caracterí�sticas particulares: la feli-
cidad pública solo será posible en un contexto de igualdad y justi-
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cia, pero lejos de referirse aquí� a la extirpación racional de ciertos
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los apetitos –como, insiste otra vez, pretenden los hombres–, sino
IN
44. Taylor, Barbara. Mary Wollstonecraft and the Feminist Imagination. Cambridge:
Cambridge University Press, 2003, p. 58.
45. Taylor, Ibí�d., p. 59.
46. Duman, op. cit., p. 86.
CeCilia MaCón 45
IV
“When I follow the lead of my heart…”
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–con cierta complicidad de las mujeres de la aristocracia y la
alta burguesí�a, por cierto– que la dimensión afectiva en sí�. Hay
A
allí�, seguramente, un arco de cuestiones asociadas a la lógica del
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romanticismo a la hora de pensar los modos de intervenir polí�-
A
ticamente en tanto pasionales que pueden ser motivo de otro
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debate puntual.
Sin embargo, lo que me interesa desarrollar en estos últimos
T
párrafos es el modo en que la perspectiva de Wollstonecraft sobre
E
la cuestión impone consecuencias sustantivas sobre la interpreta-
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ción disruptiva del feminismo desde sus inicios: no se trató de una
mera inversión especular impuesta sobre la lógica patriarcal, sino
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de la demolición de su estructura de sentimientos imponiendo
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JO
las discusiones de las feministas anarquistas, la Declaration of
Sentiments de Seneca Falls (1848), o el grito guerrero de Olympe
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de Gouges en las lí�neas que componen su Declaración de los dere-
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chos de la mujer y la ciudadana (1791).
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Y es allí�, en la manera en que Wollstonecraft saca a la luz la
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naturaleza conflictiva de la dimensión afectiva incluyendo afec-
tos no considerados polí�ticos –melancolí�a, ansiedad, depresión–
T
que se permite delinear el modo en que lo visceral –más que lo
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estrictamente emocional tal vez– forma parte de estos inicios de
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los reclamos de género y no meramente de los desarrollos des-
plegados en los últimos años.
O
La vindicación de los derechos de las mujeres es, como se ha
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47. Teresa Brennan ha analizado el modo en que las emociones de los individuos
se transmiten a otros creando incluso cambios corporales capaces de carac-
C
48. Taylor, Barbara. Mary Wollstonecraft and the Feminist Imagination. Cambridge:
Cambridge University Press, 2003, p. 4.
49. Taylor, op. cit., 2003, p. II.
50. Taylor, op. cit., 2003, p. I.
51. Taylor, op. cit., 2003, p. 17.
52. Taylor, op. cit., 2003, p. 121.
CeCilia MaCón 47
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De hecho, la propia Revolución Francesa resulta valorada
por Wollstonecraft en su dimensión emocional:56 no hay solo
A
entusiasmo a la manera de la advertida por Kant, sino también
B
rabia, indignación, resentimiento. Si la débil mujer civilizada es
A
generada por la cultura patriarcal,57 la que ella vislumbra como
R
sujeto revolucionario en un futuro desplegado gracias al progreso
deviene feliz por haber hecho de sus desafí�os al orden emocional
T
patriarcal un punto de partida esencial. Se ha señalado con saga-
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cidad que Wollstonecraft fue más una utopista jacobina, que una
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ilustrada.58 Tal vez esta insistencia en demoler una determinada
estructura de sentimientos mostrando a la vez el modo en que
O
la dimensión afectiva y revulsiva de lo visceral son necesarias
N
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gerible del mundo, está estrechamente unido al deseo, al apego,
a los apetitos. Es la experiencia carnal, casi sanguí�nea, la que tiñe
A
la reacción al orden patriarcal. En términos de Ngai “es algo sen-
B
tido por dentro, en tanto dentro de los órganos del cuerpo”60 lo
A
que obliga a lidiar con emociones crudas o elementales a la hora
R
de enfrentarse a un orden. En los expresados por Wollstonecraft
en una de sus cartas más conocidas:
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I am well, and have no apprehension that I shall find the
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journey too fatiguing, when I follow the lead of my heart.—
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With my face turned to H— my spirits will not sink—and
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my mind has always hitherto enabled my body to do what-
ever I wished.61
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59. Wilson, Elizabeth. Gut Feminism. Durham: Duke University Press, 2015, p. 3.
60. Ngai, Siane. “Visceral Abstractions”. En GLQ: A Journal of Lesbian and Gay
Studies, Vol. 21, N° 1, Enero 2015, pp. 33-63.
61. Wollstonecraft, Mary. “Letters Written During a Short Residence in Sweden,
Norway and Denmark”. En The Complete Works of Mary Wollstonecraft. Del-
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CeCilia MaCón 49
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