José Mejía Lequerica

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José Mejía Lequerica, Diputado a las Cortes de Cádiz

Mexía Lequerica
(1777-1813)

"Diputado de las
"Nadie me disputará el amor
Cortes de Cádiz por el
 a la América"
virreinato de Nueva
 
Granada, Recordado
 
por ser un gran  
orador, tuvo a su  
cargo la redacción de
los artículos dedicados
a la libertad de
imprenta." 
www.cadiznet.com 

Don José Mejía, nació en Quito, fue una personalidad  valiosa


de las muchas que posee el Ecuador,  colocado  por las
circunstancias sociales y políticas, se encontraba en la Metrópoli,
donde peleó en las filas españolas contra José Bonaparte, 

Recordemos que estas luchas de los españoles con los adictos


al régimen Bonapartista, fue inmortalizado por Goya en la obra
maestra  denominada: Los fusilamientos del 2 de Mayo".

   Los Fusilamientos del 2 de Mayo. Goya


Don Mejía Lequerica  en las Cortes de Cádiz,  fructificó, 
estaba  dotado de la información y de las luces de su siglo,
poseyó la elocuencia, sagacidad e  inteligencia que  le permitió
comunicar todos los sentimientos  y deseos  acumulados por
años de absolutismo y colonialismo. Apoyó a los reformistas,  
aprovechó los momentos para llevar la discusión al campo
americano.  José  Joaquín de Olmedo  supo en pocas palabras
describir  en su epitafio su valía como ser humano, al   defender
los derechos del hombre español y americano, porque para él
eran sinónimos . Sus contemporáneos  españoles y americanos 
reconocieron sus méritos.  Representante por Santa Fe de
Bogotá a las Cortes de Cádiz, expuso sus tesis sobre el hombre,
su dignidad   y la necesidad de reformas  no  entendidas por el
absolutismo español,  dejando la única  la alternativa al
continente:  la adhesión a la más justa de las causas
proclamadas por los precursores de la independencia: La
Libertad.

" Todo lo que nace muere; todo se disipa y desaparece: sólo subsiste la
verdad, que es eterna; y de la verdad se derivan los derechos del hombre,
las obligaciones  de los monarcas  y la responsabilidad de los jueces que se
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sientan a decidir del destino de estos y aquellos."

" La Justicia señor, no es más que la exacta proporción entre el deber y su


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desempeño"

"Pero, no basta que sean imparciales las leyes si no se aplican 


imparcialmente,..." 5

"Pero el violentarse para tomar una determinación, no supone que la


Mejía Lequerica.
Retrato anónimo  determinación sea injusta" 8
Museo Histórico.
Madrid
" A los legisladores toca dar leyes prudentes y justas, y a los
ejecutores les toca la aplicación, que esta es la parte más difícil; por
lo mismo, deben estar animados de tanta prudencia como desinterés
para aplicar la ley a quien corresponda"

" El Congreso se desvela en dar leyes sabias y justas, y los ejecutores


las vuelven  abominables, y echan la odiosidad sobre el Congreso"
Discurso de Don José Mejía, en las Cortes de Cádiz
  La Igualdad ante la Ley y la Preservación de la Libertad Individual.
Sesión de 18 de febrero de 1811.

" Congratúlame, señor, con V.M.., al ver que los representantes del
respetable pueblo español se llenan de entusiasmo y peroran con
tanta  elocuencia cuando se habla de los desordenes que el
despotismo ha introducido en la administración de justicia.  No he oído
en esta memorable discusión una sola palabra que no lleve el
memorable carácter de la verdad, ni un solo dictamen que no adelante
algún paso en el camino de la reforma de los más desastrosos males 
que  tanto ha sufren con demasiada paciencia los españoles.  He aquí
una prueba experimental de que, mientras no nos salgamos de la
esfera de nuestras atribuciones (quiero decir, mientras las discusiones
del congreso no rueden sino sobre objetos generales, grandes,
necesarios y verdaderamente legislativos), no habrá diputado que no
se exprese con energía y acierto, ni decisión que desdiga de la
majestad nacional.  Queriendo, pues, concurrir por mi parte con algo a
promover su decoro y a restablecer su dignidad primitiva, diré dos
palabras en el asunto de que se trate, porque no parezca que rehúso
contribuir con mi pequeña prorrata (permítaseme la expresión) a este
convite magnifico que presentan las cortes a toda la monarquía.

Si no hubiésemos de resucitar para vivir inmortalmente gloriosos,


¡cuán necios seríamos los cristianos! decía el apóstol San Pablo y,
siguiendo yo el espíritu de esta sublime sentencia, no tengo embarazo
en preguntar; si no han de triunfar por fin la libertad y seguridad de
los españoles bajo la égida de la justicia, ¿para qué tantos y tan
ímprobos sacrificios? ¡Ah! Si la arbitrariedad, que hasta ahora ha
dominado anchamente por la inmensidad de la monarquía española,
no hubiera de caer en tierra y sepultar para siempre su memoria, nos
hacemos merecedores de perder la independencia nacional y arrastrar
las pesadas cadenas del tirano que detestamos, pasando, pasando
sucesivamente de la elevación  de hombres libres a la abyección de
esclavos, y poco después a la brutal clase de bestias, y bestias
precisamente de carga, o salvajes y feroces.  Porque, si la
arbitrariedad hubiese de decidir de las propiedades de la vida y del
honor del hombre, o no existiera nación alguna en el mundo, disueltos
por todas partes los vínculos de la sociedad y reducidos los miserables
mortales a ese imaginario estado de guerra de todos contra cada uno,
que algunos se figuran procedió a la fundación de los pueblos, o no
serían éstos más que recuas de jumentos destinados  a servir a un
señor de naturaleza superior a la de ellos, y a sufrir en silencio los
palos que un furioso capricho les repartiese.  El deseo de la felicidad
es, señor, quien  fundó los reinos; la justicia quien los conserva, y la
precursora inmediata de su ruina la impunidad de los magistrados
inicuos.  Considere, pues, V. M. si puede oírse con indiferencia ese
patético dictamen e la comisión, consiguiente al informe del consejo
real. El es un retablo de los desastres del despotismo, y solo el brazo
de V.M. puede convertirlo en risueño cuadro de la libertad civil, de esa
libertad preciosa que consiste en la fiel observancia de las leyes. 
Muchas tenemos, y muy juiciosas, que precaven los abusos
destructores del bien general: una sola nos falta, y (aunque ya está
grabada en todos los corazones) nada valdrán sin ella las otras, ni ella
misma subsistirá si V.M. no la promulga cuanto antes y la sostiene a
todo trance.  Hablo de aquel sublime principio que la política y la
justicia proclaman a porfía.  "Delante de la  ley, todos somos iguales". 
cuando al grande le aguarda la misma pena que al chico,  pocos serán
injustos; pero si se ha de rescatar el castigo con el dinero, si las
virtudes de los abuelos han de ser la salvaguardia de los delitos de sus
nietos, entonces las leyes, frágil hechura de una tímida y venal
parcialidad, se parecerán a las telas de araña, en que sólo se enredan
los insectillos débiles y que rompen sin resistencia los más nocivos
animales.

Pero, no basta que sean imparciales las leyes sino se aplican


imparcialmente, ¿y qué imparcialidad puede haber en su aplicación  a
los casos que ocurran, esto es,  en la administración d la justicia, si se
envuelven los juicios en un impenetrable misterio, y si para cada reo
se ha de erigir un tribunal o juez peculiar? Así es que,  examinando el
venenoso origen e tantas iniquidades, le hallaremos reducido a dos
fuentes inagotables de impunidad, la tenebroso formación de los
autos, y la multitud de juzgados.

La verdad ama la luz, y la unidad es la base del orden: que se


popularice, que se simplifique la administración de justicia, y cuando
de este modo no se eviten los crímenes, sabrá a lo menos el público
quienes son verdaderamente criminales; y aun los que lo fueren,
recibirán el alivio de no sufrir doblados castigos, teniendo que salir al
suplicio de haber padecido años enteros  de horrorosas prisiones.  De
lo contrario, cada ejecución será una alarma pública, cada absolución
una  sentina de sospechas y cada día que dure una causa, un
hormiguero de quejas, odios y peligrosas inquietudes.

Para demostrarlo, no hay más que reducir a un plan la numerosa


nomenclatura de desdichados que acaban de experimentar el consuelo
de la visita.  Porque los hallaremos como formados en dos grandes e
igualmente lastimeras filas: los unos lamentándose  en los calabozos
de que, por lo mismo  que todos desean juzgarlos, no hay quien les
haga justicia; y los otros que ( a causa de la oscuridad y alevosía  con
que se pueden ejecutar las prisiones), cuando debían andar en palmas,
estaban  avasallados a los pies de los alguaciles y alcaides.  ¿Qué
ejemplo más concluyente que el del benemérito Padilla,  que a no
llevar  casualmente en su cartera tan expresivas recomendaciones del
general Copons habría perecido en la infamia y la desesperación de
una mazmorra en premio de su patriotismo, de su valor y de sus
servicios?

A cuyo propósito ruego a V.M. observe la conducta  de este oficial,


luego que se le puso en libertad, Convidósele a reclamar su derecho y
querellase contra quien le hubiese ocasionado sus perjuicios y
padecimientos; en una palabra, parecía ponérsele en las manos la
compensación y el desagravio.  ¿Pero qué hace Padilla? Lejos de
tomarlo judicialmente, huye de este país de opresión y mirando con
horror un suelo manchado por todas partes con las sangrientas huellas
del despotismo, no se cree seguro hasta verse refugiado en Gibraltar.
Conducta prudente y propia  de un hombre desengañado, que sin duda
diría: "Si no habiendo  incomodado a nadie y llevando conmigo las
credenciales de mi honradez me persiguieron así, ¿cuál será mi suerte
cuando  para acreditar mi justicia he de patentizar la iniquidad de mis
jueces? ¡Ah!  ¡ No irritemos a unos malvados que tienen en su mano la
facultad de hacer infelices aun a los que no pueden volver criminales!"
Así . que ya ve V.M. que los medios comunes no bastan contra
tantos desórdenes.  Por lo cual, apoyo  con todas mis fuerzas cuantos
arbitrios extraordinarios han propuesto los señores preopinantes, y
por mi parte pido a V. M. que ínterin la comisión encargada de la
mejora de nuestra legislación criminal se ocupa de tan largo como útil
trabajo, recomiende V.M. a otra comisión especial o a la justicia el
arreglo de un más sencillo y auténtico método de enjuiciar,
disminuyendo en todo lo posible la ruidosa multitud de fueros, y dando
al seguimiento, sentencia  y conclusión de las causas, suficiente
publicidad.  Si esperamos a la reforma completa de nuestros
voluminosos código, la arbitrariedad hollará, entretanto, los más
preciosos derechos.  Y nosotros, ¿ qué haremos? ¿Seremos testigos
indolentes de sus estragos; cerraremos los oídos a los clamores del
pueblo; nos constituiremos cómplices de los tiranos, y aceleraremos la
explosión de la monarquía, siempre consiguiente a los extremos del
despotismo? Es cierto que los  consejos se develarán por evitarlos;
pero (como dijo muy bien el señor Luján) si la raíz está intacta bajo 
de tierra, ¿de qué sirve cortar las ramas, que luego han de retoñar
más pomposas?

Insisto, pues, en que se nombre una omisión que, teniendo


presente el dictamen que diere el consejo sobre las causas de
infidencia, simplifique y mejore el método de enjuiciar, y desde ahora
para entonces recomiendo a V.M. la bella máxima que acaba de
proponer el  señor Ric, y era uno de los pensamientos que se me
ocurrieron desde el principio  la discusión, a saber: que a nadie se
ponga preso sin orden por escrito del respectivo juez, en donde se
expresen los motivos de la prisión, bajo apercibimiento a los alcaides
que si alguna vez se halla alguno en las cárceles de su cargo sin esta
diligencia previa, serán tratados como reos de lesa nación, y sufrirán
por lo menos los castigos y penas a que hubiere estado expuesto 
aquel preso.  Esta ley no será más que una consecuencia de lo que V-
M. tiene acordado en el reglamento el poder ejecutivo, donde V. M.
previene que mirará como un atentado contra la libertad del ciudadano
español, cualquier prisión arbitraria, y aun el que , a pretexto de
detenido, se mantenga arrestado a un hombre más de cuarenta y
ocho  horas, sin entregarle a su juez para que le forme la causa.

Acaso parecerá pequeño y de poca influencia este remedio de


precaución.  La experiencia hará ver lo contrario; y mientras sus
infalibles lecciones nos desengañan, quisiera  que se me dijese si
podrá nadie estar preso contra la volunta0d del carcelero, si éste
admitirá en su causa un proceso vivo  que ha de perderle.  Y 
finalmente, si habrá quien se atreva a expresar bajo su firma  motivos
de arresto que no se puedan justificar ante el tribunal superior, que se
los ha de exigir, so pena de verse expuesto a la indignación soberana
de la inflexible representación nacional".

 Epitafio: 
A Dios Glorificador
Aquí espera la resurrección de la carne
el polvo de Don José Mexía
Diputado  en  Cortes por Santa Fe de Bogotá.
Poseyó todos los talentos,
Amó y cultivó todas las ciencias,
Pero sobre todo amó a su Patria  y
Defendió los derechos del pueblo español
 
.....   con la firmeza y la virtud,    
  con las armas del ingenio y de la elocuencia
y con toda la libertad
de un Representante  el Pueblo.
Nació en Quito,
Murió en Cádiz en Octubre de 1813
a los 36 años de su edad.
Sus paisanos y amigos
escribían llorando
estas letras a la posteridad. 
                                                ......1813
           
(El Colombiano, n. 141, Abril 26 de 1832)
DISCURSO.- Pronunciado en representación  del Instituto
Nacional Mejía, con motivo de la colocación de una placa
recordatoria en la Casa que nació José Mejía.- 1907 

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