Victoria-Sendon. Feminismo y Generismo
Victoria-Sendon. Feminismo y Generismo
Victoria-Sendon. Feminismo y Generismo
Es una buena noticia que el Feminismo se encuentre en la cresta de la ola del debate,
porque toda polémica nos obliga a esclarecer y conceptualizar muchas de las contradicciones
ocultas tras postulados aparentemente lógicos, pero que no lo son, lo cual nos obliga a poner al
descubierto sus falacias. Es curioso que un fenómeno reciente, que se ha incrustado en el
movimiento feminista como si fuera algo propio, está a punto de conseguir que IU expulse al
Partido Feminista de España de su coalición, un referente para el movimiento feminista desde
los años 80. Me refiero a la plataforma “trans” dentro de las siglas LGTBIQ+ (de momento) Y no
digo que el transformismo sea reciente, pero sí como movimiento reivindicativo. Me parece muy
justo que se hayan organizado y luchen por sus derechos, tanto como por salir a la luz con
dignidad y sin tener que esconderse en las cloacas de una sociedad bienpensante.
Dicho esto, aclaro que si el concepto de género nos sirvió para analizar los roles que
mujeres y hombres adoptamos según el tipo de sociedad que nos culturiza, ha terminado por
retorcerse hasta constituir el concepto central en la teoría feminista de la pasada “tercera ola”.
Usurpó un lugar que no le correspondía, desplazando al sexo, que pasó a formar una
entelequia performativa sin existencia alguna fuera del lenguaje. Si el sexo no existe, tampoco
existen hombres ni mujeres, sólo género, géneros infinitos según los deseos de cada quien.
Identificarse con un tipo de personalidad o con otro ya lo definió Jung como resultado
de la influencia de los arquetipos, aunque se trataba de una identificación psicológica hasta
llegar al self, el sí-mismo más profundo. Ya lo dijo Nietzsche: “Sé quien eres”, y escribió todo un
libro, Ecce homo, para explicar cómo se llega a ser quien uno es. Es un camino largo y arduo,
lleno de laberintos, recovecos, noches oscuras y fastuosos amaneceres. Pero díganme si una
criaturita de ocho años, a la que no se le han desarrollado ni de lejos los lóbulos frontales, que
dan un cariz de racionalidad a nuestros juicios y constituyen el centro ejecutivo de la
personalidad, y que no llegarán a su cenit hasta los 25 años, puede tomar ya una decisión a
futuro tan definitiva que le llevará a tener que hormonarse de por vida e inhibir su sexo de niño
para ser algo que ni siquiera sabe qué es y nunca lo sabrá. Y esto sin asesoramiento
psicológico, y esto con el beneplácito de los padres, y esto aplaudido por un Parlamento como
si fuera la revelación de un mundo nuevo. Y esto como ejemplo y soporte para una ley “trans”,
que preparan partidos que se creen muy progres y que mezclan churras con merinas -como
feminismo y LGTBIQ- sin darse cuenta de que con la “proliferación de los géneros” se despeja
a corner el sexo mujer, se afianzan los estereotipos que nos hemos empeñado en desterrar
(los trans suelen ser más femeninos que cualquier fémina) y se invade el campo propio del
feminismo despojándolo de sentido.
Cada persona es única e irrepetible y, por tanto, no hay que coaccionarla en un sentido
u otro. No haría falta ser “trans” para sentirse bien en la propia piel. Es lo que afirmaba Miquel
Missé (una mujer trans hacia hombre) que si no hubiéramos tenido ausencia de referentes de
mujeres masculinas, tal vez ella no hubiera tenido que transformarse en él. Memoria histórica
feminista es lo que hace falta. Hubo cantidad de mujeres guerreras, filósofas, exploradoras,
científicas o escritoras enterradas en un olvido culpable. Y para los niños igual. Muchos artistas
han sido homosexuales o se vestían de mujer sin tener que renunciar a su sexo. Hay que
conseguir que las niñas más masculinas y los niños más femeninos puedan encontrar
referentes valiosos en su historia y en su cultura y puedan ser ellas y ellos mismos sin que
tengan que sufrir bullying en el colegio, pudiendo además ser llamados como gusten. De todos
modos, hablar de niñas masculinas y niños femeninos es un equívoco, pues son simplemente
modos diversos de ser niño y modos diversos de ser niña sin tener que cambiar de sexo. En
esos modos radica la diversidad.
Lo que está sucediendo en torno a este tema es todo un despropósito que sólo se
explica cuando intereses muy poderosos están detrás mientras hacen caja, claro. Lo que no me
acaba de cuadrar es que partidos de izquierda y algunas feministas estén tan desorientados.
Se olvidan de que el género es lo que deseamos desterrar definitivamente y conseguir así la
libertad de las mujeres en su propia realización. Y, sin embargo, el o la “trans” inciden tanto
en reproducir un “género”, que están dispuestos a cambiar de sexo incluso. Las
feministas liberándonos del género y los trans empeñados tanto en él que pueden pasar su
vida hormonándose. ¿Cómo van a converger estos dos movimientos? Ambos muy respetables,
pero cada uno debe ir por su camino. Incluso es posible que nos tengamos que enfrentar si se
da la opción de ser designadas como “progenitor gestante” o “cuerpo menstruante”, negando
de nuevo el sexo mujer y la realidad de que todos y todas nacemos de mujer, de una mujer que
es madre.