Concepto ROUSSEAUNIANO
Concepto ROUSSEAUNIANO
Concepto ROUSSEAUNIANO
Buenas tardes!
Una vez expuestos los caracteres de la educación del siglo XVIII queda poco por
decir en general respecto a sus ideas pedagógicas. En ellas se observan, corno se
indicó, varias etapas y direcciones. En su primera parte predominan las ideas
intelectualistas y sensorialistas representadas por la ilustración; en la segunda parte
lo hacen las ideas naturalistas de Rousseau, y en su último tercio, el idealismo de
Pestalozzi. A estas direcciones hay que añadir el movimiento filantrópico
representado por Basedow y la pedagogía política desarrollada por La Chalotais y
Condorcet principalmente
Con este cuadro sintético tenemos una ligera idea del rico contenido pedagógico en
este siglo, el siglo pedagógico por excelencia, como se ha dicho. Nunca en la
historia, hasta nuestro tiempo, ha alcanzado la pedagogía un desarrollo tan
considerable. No es posible encerrar en una fórmula o reducir a una unidad las
diversas ideas pedagógicas del siglo XVIII. Podríamos decir, sin embargo, que se
reducen a las siguientes:
5» El despertar del espíritu social, de ayuda y cooperación, que produce una nueva
concepción de la educación.
Juan Jacobo Rousseau, es, como se ha dicho, una de las personalidades más
salientes de la historia de la pedagogía. A diferencia de Comenio, Pestalozzi o
Froebel, no fue propiamente un educador, pero sus ideas pedagógicas han influido
decisivamente sobre la educación moderna. Nació en 1712, en Ginebra (Suiza), de
una familia calvinista; su madre, hija de un pastor protestante, murió al nacer él; su
padre era relojero y educó a su hijo de una forma bastante irregular, saturándole de
lecturas, entre ellas los clásicos de Grecia y Roma, especialmente Plutarco, y
muchas historias y novelas. Esto acentuó quizá su carácter sentimental y el
temperamento exaltado que mostró toda su vida.
Obligado su padre a abandonar Ginebra, quedó a los 10 años a cargo de unos tíos,
que encomendaron su educación a un pastor protestante, M. Lambercier, que vivía
en el campo, y que le enseñó algo de latín y otras materias.
Cansado de esta vida difícil, a los dieciseis años se escapa de su ciudad natal y
comienza una vida de vagabundo que dura varios años. En esa Época conoció a
madame de Warrens, que le convirtió al catolicismo y que ejerció una influencia
decisiva en toda su vida.
En París publicó en 1750 un Discurso sobre las ciencias y las artes, que le hizo
famoso, y más tarde, en 1775, otro Discurso sobre la desigualdad de los hombres,
que tuvo también una gran resonancia. Después de muchas vicisitudes, entre las
que se cuenta su abjuración del catolicismo, se estableció en Montmorency, en el
lago Leman, y allí escribió su célebre novela La Nueva Eloísa. Allí también escribió
sus dos obras más famosas, aparecidas en el mismo año de 1762: El contrato
social, que sirvió de inspiración a la Revolución francesa, y el Emilio o de la
educación, que ha inspirado a la pedagogía moderna. El Emilio fue condenado por el
arzobispo de París, a causa del capítulo sobre el Vicario Sabovano, de tendencia
deísta, y lo mismo le ocurrió con los adictos calvinistas.Vuelto a su vida errante. se
dirige, en 1765, a Inglaterra, donde el filósofo David Hume le ofrece asilo y con quien
acaba riñendo. En 1770 retorna a París, enfermo, y continúa su vida solitaria y
miserable hasta que en 1777 acepta la hospitalidad del marqués de Girandín en
Ermenonville, en cuya casa muere el 2 de julio de 1778 a los 66 años. Sus
Confesiones, obra autobiográfica también famosa, no se publicaron hasta después
de su muerte entre 1781 y 1788. Rousseau había contraído matrimonio con su
sirvienta, de la que tuvo cinco hijos, todos los cuales fueron enviados a un asilo.
una potencia, en fin, de emoción, de una capacidad de sufrimiento que han sido
dadas muy raramente a un hombre"
.Pero sea cual fuere el juicio que nos merezca la personalidad de Rousseau, lo que
nos interesa son sus ideas, su concepción pedagógica, que ha subsistido a través
del tiempo con una gran vitalidad Y frescura, como pocas veces ha ocurrido en la
historia.
Queda aún mucho que señalar en la educación rousseauniana; pero nos ocuparía un
espacio excesivo. Si se quiere resumir sus ideas pedagógicas en pocas
palabras, habría que decir que para Rousseau la educación constituye un
desarrollo natural que procede de dentro a fuera, en, vez de ser una construcción
de fuera a dentro como querían Locke y los sensorialistas. Que la educación
comienza con la vida y que en ella se debe proceder gradualmente acomodándola a
las diversas etapas del desarrollo: infancia, adolescencia, juventud. Que la
educación ha de enseñar a vivir que ha de ser activa y realizarse en un ambiente de
libertad. Que aunque lo decisivo es el desarrollo del individuo, éste ha de tener un
espíritu social. Que la educación ha de atender tanto al aspecto físico, como al
intelectual y moral, y que en ella el sentimiento, la vida afectiva tiene que ocupar un
lugar importante, como la razón. En suma, que la educación debe ser integral, total
y humana.
Como en todas las teorías, en la de Rousseau hay tambien sus puntos débiles. Entre
ellos se cuenta su idea de la educación de la mujer, que la reduce a ser la
compañera del hombre y que subordina todo a esto, asimismo falta en Rousseau la
idea de la educación popular, de la educación de la masa, aunque en otro trabajo se
haya ocupado someramente, como se dijo antes, de la educación nacional. También
es excesiva su concepción optimista de la acción de la naturaleza, del
desenvolvimiento espontaneo sin la acción directa de la educación. Finalmente, no
es admisible el papel que asigna al educador de mero acompañante del educando,
limitado a un solo alumno.
Pero con todas sus deficiencias y desigualdades, Rousseau sigue siendo uno de los
pedagogos más grandes de la historia. Ya en su tiempo ejerció una influencia
considerable en el aspecto político y social cambiando las costumbres e
instituciones.
Su acción pedagógica mayor no fue tan directa, sino a través de los pensadores y
educadores de la época, entre los cuales hay que contar a Kant, a Basedow, a
Pestalozzi, a Schiller y Goethe. Como dice Spranger: "Así llegó a ser el profeta de
una época que reunía nuevas energías ahondando progresivamente en sí misma,
no ciertamente para volver al estado salvaje, sino hacia un trabajo nuevo y más serio
en las grandes obras de la cultura, en la que creemos”.