Muerte

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MUERTE

De entre los muchos interrogantes que han aquejado al hombre de


todos los tiempos, uno de los más importantes es el relacionado con
la muerte.

A diario estamos acostumbrados a oír y ver noticias relacionadas con


la muerte. Sin embargo, son más los que no quieren ni oír hablar de
ella.

Se ven a sí mismos como protagonistas de ciertas “películas” en los


que ellos como personajes centrales nunca mueren, y por muy difícil
que lo tengan, al final, siempre creen que encontrarán una salida. Sin
embargo, la vida no es una película.

Cuando realmente, por alguna circunstancia, en la vida real, se ven


venir la muerte, o creen estar cerca de ella, temen hasta angustiarse.
Y oímos frases tales como: ¡Tengo un dolor en el pecho que me
preocupa!. ¡Me ha salido un bultito que no me deja conciliar el
sueño!. ¡Tengo la tensión muy alta, debería ir al médico!.

Todas estas expresiones demuestran un alto grado de temor y


ansiedad. Muchos en este punto se vuelven hipocondríacos.

¿Han oído alguna vez: ¡Todo tiene solución menos la muerte!?.

Esta es otra postura también errónea. Esto lleva a muchos a


resignarse ante la muerte y acaban adhiriéndose a la antigua filosofía
que cita el apóstol Pablo en una de sus cartas: “Comamos y bebamos
que mañana moriremos”. (1ªCor. 15:32).

O aquella famosa frase que se utiliza para justificar toda clase de


mal: ¡De algo hay que morir!

Desde la muerte de Abel, todo ser humano sabe que le ronda la


muerte y que puede morir en cualquier momento. Y este
conocimiento ha angustiado a muchas gentes sin distinción de razas,
credos, o nivel social.

¿Por qué? ¿Por qué ese temor generalizado a la muerte?

Este es el tema que trataremos a continuación.


Hablaremos de la muerte:

¿Qué es la muerte? Pudiera parecer una pregunta muy simplona,


pero, de la respuesta a esta y otras preguntas que haremos, dependerá
nuestra actitud ante éste hecho. Inevitable.

Desde el pecado de Adán y Eva, la muerte física forma parte de la


condición humana y toda persona debe pasar por esta experiencia.
Aunque ha habido y habrá excepciones: La Biblia nos habla de dos
con nombres propios, que son: Enoc (He. 11:5); y Elías (2Re. 2:1-
11) que fueron trasladados al cielo sin sufrir la muerte física, y en los
últimos días, habrá otra excepción, esta vez colectiva, porque cuando
el Señor arrebate a su Iglesia, todos los creyentes que aún vivan en
aquel día serán trasladados directamente al cielo:

“Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que


duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen
esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así
también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en El. Por lo
cual os decimos esto en palabra del Señor: Que nosotros que
vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no
precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo con voz
de mando, con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos
en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los
que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en
las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre
con el Señor.” (1ªTs. 4:13-17).

Por eso Pablo dice:

“No todos dormiremos; pero todos seremos transformados”. (1ªCo.


15:51).

Esto es motivo de gran esperanza y consolación para el pueblo de


Dios:

“Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras”. (1ªTs.
4:18).

¿Qué es la muerte? y ¿De cuántos tipos de muerte podemos hablar?

En la Biblia, la muerte tiene tres significados:


En primer lugar, la separación del cuerpo y del alma:

“Y aconteció que al salírsele el alma (pues murió), llamó su nombre


benoni, mas su padre lo llamó Benjamín”. (Gé. 25:11).

En segundo lugar, el acto de alejarse de Dios y exponerse a su


ira:
“Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que
amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece
en muerte”. (1ª Jn. 3:14).

En tercer y último lugar, la muerte segunda, que es la eterna


condenación.

“La paga del pecado es muerte”. (Ro. 6:23).

En un sentido figurado, la palabra muerte, se emplea también para


declarar la disposición de los cristianos de vivir de espaldas a las
tentaciones del mundo pecador.

“Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en


Dios”. (Col. 3:3).

¿Por qué existe la muerte? ¿Porqué nos morimos?

Por el desgaste producido a causa del pecado.

¿Tanta perfección en nuestro universo y organismo, para terminar


podridos y desechos en la muerte? ¿Tiene esto sentido? ¿Se
equivocó Dios? O ¿actúa por crueldad?

¿Donde está el origen de la muerte?

En el principio, la muerte no existía.

La Biblia, tras la creación, dice que:

“Vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí, que era bueno en
gran manera”. (Gé. 1:31)

La Biblia nos enseña que en los tres primeros casos, la muerte es la


pena por el pecado de Adán y toda su descendencia.
“Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por
el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por
cuanto todos pecaron”. (Ro. 5:12).

Es decir, la actitud de rechazo voluntario hacia Dios, su Palabra. O


lo que es lo mismo, rebeldía.

“Porque el día que comas de él, ciertamente morirás”. (Gé. 2:17).

“Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste la voz de tu mujer, y


comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él;
maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos
los días de tu vida... (Gé. 3:17-23).

“Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es


vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”. (Ro. 6:23).

¿Porqué teme el ser humano, la muerte?

Las gentes que no conocen a Dios, ni su Palabra, sólo ven la muerte


en el primer sentido. Es decir, la separación del cuerpo y del alma, y
por consiguiente, como dice el Diccionario Ilustrado de la Lengua
Española, la muerte es la cesación de la vida. El aniquilamiento. El
dejar de existir.

Pero si realmente conocieran lo que Dios dice de la muerte, temerían


mucho más.

Sin embargo, ¿Porqué hay personas que llegan a desear la muerte


física?

Porque al vivir sin Dios, e ignorando las Sagradas escrituras, el


manual del Creador para aprovechar bien nuestros días sobre la
tierra, se angustian ante los problemas que no saben resolver, y
llegan a desear la muerte. De hecho, muchas son las personas que
cada año se quitan la vida, pensando que de esta manera dejarán de
sufrir. Lo cual es una enorme mentira que Satanás está encargándose
de hacer creer a muchos.

Y ¿no es así?

De ninguna manera.
¿Qué hay después de la muerte?

¿Ha dónde van nuestros difuntos?

¿Volveremos a verlos, dónde, en qué condición?

La Biblia, nos enseña que tras la muerte, viene la resurrección. Esta


doctrina cristiana, enseña que la separación del cuerpo y del alma no
es un estado permanente, ni normal.

A su debido tiempo los cuerpos, tanto de los creyentes como de los


inconversos, serán resucitados y unidos nuevamente con sus almas.

“Unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión


perpetua”. (Dn. 12:2).

“No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los


que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno,
saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a
resurrección de condenación”. (Jn. 5:28-29).

Y ¿Qué hay de la reencarnación?

Según las Sagradas Escrituras, no existe nada relacionado con ése


término. Mucho menos, cuando está claramente escrito:

“Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran


una sola vez, y después de esto el juicio,...”. (He. 9:27).

¿Pueden influir nuestros familiares difuntos en nuestras vidas?

¿Debemos esperar ayuda o debemos temer los fantasmas de los


difuntos?

Ya hemos visto que “después de esto (la muerte) el juicio”.


(Hebreos 9:27) Y también: “Así que vivimos confiados siempre, y
sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes
del Señor (por fe andamos, no por vista); pero confiamos, y más
quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor” (2ª
Corintios 5:6-8). Así que de ninguna manera le es permitido a los
difuntos vagar por el espacio para ayudarnos, ni molestarnos. Los
espíritus que hacen esto no son los de nuestros difuntos, sino los
ángeles y los demonios. Quienes sí tienen permitido influir en
nuestras vidas.

¿Es la muerte algo así como el nirvana, donde no existe el dolor ni el


deseo?

Jesús nos habla del cielo y del infierno. Y de éste último dice: “Si
alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe la marca en su
frente o en su mano, también beberá del vino de la ira de Dios, que
ha sido vaciado puro en el cáliz de su ira; y será atormentado con
fuego y azufre delante de los santos ángeles y del Cordero; y el
humo de su tormento sube por los siglos de los siglos. Y no tienen
reposo de día ni de noche los que adoran a la bestia y a su imagen,
ni nadie que reciba la marca de su nombre.” (Apocalipsis 14:9-11).

¿Qué hay después de la muerte? ¿Adónde van nuestros difuntos?


¿Volveremos a verlos, dónde, en qué condición? La Biblia, nos
enseña que tras la muerte, viene la resurrección. Esta doctrina
cristiana, enseña que la separación del cuerpo y del alma no es un
estado permanente, ni normal. A su debido tiempo los cuerpos, tanto
de los creyentes como de los inconversos, serán resucitados y unidos
nuevamente con sus almas.

“Unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión


perpetua”. (Daniel 12:2). “No os maravilléis de esto; porque vendrá
hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los
que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que
hicieron lo malo, a resurrección de condenación”. (Juan 5:28-29).

“¡Pero la muerte no debiera existir!”.

“¡Si Dios fuera bueno, no nos llevaría hasta ella!”.

Efectivamente; La muerte no debería a existir. Efectivamente; La


muerte no debería a existir. Pero, si existe, no es porque Dios no sea
bueno, sino porque no lo somos nosotros.

De todas formas es el hombre quién decide dónde pasará la


eternidad.

“Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí,


aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no
morirá eternamente”. (Juan 11:25-26).
“La paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida
eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”. (Romanos 6:23)

¿Qué de la predestinación? ¿Están nuestros destinos escritos y


nosotros condenados a cumplirlo?

¿Quién decide dónde pasamos la eternidad?

“He aquí que todas las almas son mías; como el alma del padre, así
el alma del hijo es mía; el alma que pecare, esa morirá. El alma que
pecare, esa morirá; el hijo no llevará el pecado del padre, ni el
padre llevará el pecado del hijo; la justicia del justo será sobre él, y
la impiedad del impío será sobre él. Por tanto yo os juzgaré a cada
uno según sus caminos, oh casa de Israel, dice Jehová el Señor”.
(Ezq. 18:4,20,30-32).

“De la mano del Seol los redimiré, los libraré de la muerte. Oh


muerte, yo seré tu muerte”. (Ose. 13:14).

“Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí,


aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no
morirá eternamente”. (Jn. 11:25-26).

“La paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida


eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”. (Ro. 6:23)

“Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el


cielo, dado a los hombres, en quien podamos ser salvos”. (Hch.
4:12).

“Porque Cristo también padeció una vez para siempre por los
pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la
verdad muerto en la carne, pero vivificado en el espíritu”. (1ªPd.
3:18).

Así, pues, la verdadera razón de nuestro temor a la muerte es que


conocemos y amamos muy poco a Dios. El remedio es
compenetrarnos con las verdades bíblicas, las cuales nos permitirán
decir como el apóstol Pablo:

“...teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo


mejor”. (Filipenses 1:23).
Donde hay fe, no queda lugar para el temor.

Pr. Nicolás García

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