Botellas Desechables
Botellas Desechables
Botellas Desechables
Edith Escalón*
Vamos a la tienda, compramos agua o un refresco, cuando se acaba tiramos la botella ¡y listo!
Un envase desechable no es gran problema… ¿pero que tal cien millones? Cada año, coinciden
los estudios de consumo, cada mexicano tira a la basura más de 7 kilogramos de botellas
vacías, o sea que entre todos generamos más de 780 mil toneladas anuales.
Hubo un tiempo en que sólo se vendían refrescos en envases de cristal (y en dos tamaños, ¡no
en 14 como ahora!) pero eso pasó de moda. Hoy estamos en la era de lo desechable y las
bebidas embotelladas son el mejor ejemplo. México es el principal consumidor del mundo, y la
gran mayoría de esos envases que se usan en la industria son del material flexible y resistente,
casi siempre transparente, al que llaman PET por su nombre en inglés (Polietilen tereftalato).
Este plástico fue creado y patentado por científicos europeos en 1941; en nuestro país llegó en
los años ochenta y se arraigó rápidamente por las ventajas que le vio la industria: es barato,
irrompible, liviano, impermeable, indeformable ante el calor y reciclable, entre otras
cualidades.
Pero para la sociedad es prácticamente una plaga. Incontrolable porque nuestro consumo de
bebidas embotelladas sigue creciendo a pesar de las campañas en contra, y porque no se
recicla ni el 20 por ciento de lo que se genera, todo lo demás va a la basura: rellenos sanitarios,
calles, tiraderos a cielo abierto, playas, terrenos baldíos, ríos, el mar… de todos los residuos
sólidos que tiramos 30 por ciento es PET, un material que tarda de 100 a mil años en
degradarse.
Si el camión de la basura pasa por la cuadra aparentemente nos deshacemos del paquete de
manera individual, aunque sigue siendo un problema colectivo. Pero ¿qué pasa en donde no
hay servicio de recolección municipal? Se guarda, se entierra o se quema… en cualquier caso,
contamina y afecta de muchas formas a la gente, a los animales y a los ecosistemas.
Problemas de salud, en primer lugar
Pet-02El principal uso del PET en nuestro país es en botellas de refresco (más del 50 por ciento
del que se produce), seguido del agua embotellada (17 por ciento). Muchos años de
publicidad, combinados con la desinformación, contribuyeron a arraigar en México (y en el
mundo) el consumo de refrescos y bebidas en envases desechables como parte de nuestros
hábitos de consumo. Pero la publicidad es una estrategia para vender, las empresas que la
usan no se preocupan por los efectos secundarios que ese consumo provoque.
Estudios científicos de la Food and Drug Administration, en Estados Unidos, apuntan a que,
silenciosamente, éstos compuestos afectan la fertilidad de hombres y mujeres, además de
presentar riesgos para el desarrollo fetal. Por otra parte, la quema de PET libera toxinas más
dañinas al ambiente, como las dioxinas que pueden causar enfermedades respiratorias,
asociadas al cáncer.
Contaminación ambiental
Recordemos que buena parte de las zonas altas en biodiversidad se encuentran rodeadas por
poblaciones rurales, alejadas de las cabeceras municipales. En la gran mayoría no hay servicio
de recolección de basura, aunque eso sí, hasta en las más apartadas llegan los camiones
repartidores de las empresas que venden bebidas embotelladas (y muchos otros productos
enpaquetados) que desde luego, no se hacen responsables de los desechos que generan.
¿Qué hacen con el PET las comunidades? lo «guardan», lo entierran o lo queman. Como vimos,
cualquier opción es un problema.
El resto de los envases va a basureros al aire libre, o terminan enterrados, y sólo un mínimo
porcentaje se reusa. Los científicos notaron que aun cuando el 95 por ciento de las personas
saben los problemas que provoca el PET, en sus municipios no hay estrategias claras para
evitar la contaminación, en principio porque no pasa el camión de la basura, pero más aún,
porque nadie se hace responsable de las botellas.
Puesto que el PET tarda tanto en degradarse; y que habrá cada vez más envases, la
degradación de los mismos resulta cada vez más difícil. Estos amontonamientos afectarán de
manera directa la belleza de los espacios naturales, y desafortunadamente fortalecerá la
proliferación de plagas como mosquitos y cucarachas, concluyen los científicos.
Además aseguran que aquellos plásticos que sean acarreados por las corrientes de las lluvias
terminarán en ríos y algunos otros en el mar, en donde también liberarán sus componentes
(dioxinas y aftalatos), afectando la salud y estabilidad de especies más vulnerables.
Problema de todos
Para Paulo Quintana, investigador del Instituto de Neuroetología y coordinador del proyecto
de investigación,»La propuesta más sensata es que los consumidores tomen conciencia de lo
que significa comprar. Debemos darnos cuenta de que nuestros actos de consumo tienen
consecuencias muy importantes, no solo en nuestras vidas, sino también en la sociedad y en el
medio ambiente».
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