Carlos Garcia Gual Historia Del Rey Arturo
Carlos Garcia Gual Historia Del Rey Arturo
Carlos Garcia Gual Historia Del Rey Arturo
ePub r1.0
Arnaut 12.10.13
Carlos García Gual, 1983
Retoque de portada: Redna G.
«Para los nobles barones que tuvo / —de los que cada uno se
pretendía el mejor/ y nadie sabía el peor—/ hizo Arturo la Tabla
Redonda / sobre la que los Bretones dicen muchas historias. / Allí
se sentaban sus vasallos / todos caballerescamente y todos igual; /
a la mesa por igual se sentaban / y por igual servidos estaban; /
ninguno de ellos se pudo jactar / de sentarse más alto que su par,/
todos estaban sentados alrededor, / y ninguno quedaba
apartado./ No era tenido por cortés/ Escocés, Bretón o Francés, /
Normando, Angevino ni Flamenco, / ni Borgoñón ni Lotaringio, /
cualquiera que fuera su señor feudal, / desde Occidente hasta San
Bernardo,/ que no acudiera a la corte de Arturo / y que en ella no
sé demorara; / y que no tuviera vestimenta/ y escudo pintado y
arnés / de la guisa de los que tenían/ los que en la corte de Arturo
servían. / De muy varias tierras venían / los que prez y honor pre-
tendían, / tanto para oír sus cortesías / como para ver sus domin-
ios, / tanto para conocer a sus barones, / como para recibir sus ri-
cos dones. / Era amado por los pobres,/ y muy honrado por los ri-
cos. / Los reyes de otras tierras lo observaban,/ pues mucho re-
celaban y temían/ que el mundo entero conquistase / y su misma
dignidad les arrebatase».
También insiste, más de lo que había hecho Geoffrey, en el
esplendor de la corte en Carleon, en sus torneos, fiestas y juegos.
Damas, músicos, juglares, ociosos cortesanos componen un mun-
dillo inquieto y brillante:
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una evolución interior y una serie de aventuras cada vez más pe-
ligrosas, hacia la reintegración cuya terminación hace de la novela
en dos partes una totalidad coherente. La bipartición resulta pues
necesariamente del contenido: la reintegración del individuo pre-
supone su aislamiento anterior y la descripción de ese aislami-
ento. Ahora bien, la unidad de la problemática incluida en este
proceso es el tema fundamental de la novela artúrica… En Percev-
al, sin embargo, la segunda parte no tiene ya por objetivo la rein-
tegración del individuo en la comunidad (que había aún tenido
éxito exteriormente en el Yvain); aquí el individuo está colocado
por encima de la comunidad, que él sobrepasa y libera. Así en la
novela del Grial la forma es la prueba de la situación desesperada
en la que se encontraba la antigua comunidad y de la imposibilid-
[91]
ad de superar la disyunción» .
El Cuento del Graal es la historia novelesca de una educación:
la del joven Perceval, que sale de su adolescencia ingenua y selvát-
ica para formarse en el mundo de la caballería. Es una novela
centrada sobre la evolución espiritual de su protagonista, el
primer Bildungsroman de la literatura europea. Pero la educación
caballeresca del joven se revela como una iniciación en un mundo
mucho más hondo que el de la cortesía. Perceval aprende por ex-
periencia que la obediencia formal de los consejos, mal tomados
al pie de la letra, es dañina; advierte que la piedad y el amor tien-
en un valor más profundo que las normas corteses; conoce, a
través de la conciencia de sus pecados, de su desesperación y su
arrepentimiento, que la verdadera aventura está más allá de sus
éxitos caballerescos, en un destino personal que trasciende el pla-
no de las hazañas y los amoríos (en los que se mantiene un
paladín cortés como Galván). Perceval no tiene ataduras firmes,
tras de abandonar a su madre, tras de aplazar la dicha junto a la
113/353
les lleva hasta Sarras. Allí entierran a esta santa doncella, y allí
muere también, tras alcanzar en un éxtasis supremo la más alta
Visión del Grial, Galaad. Al final de la visión, una misteriosa mano
celeste arrebata el Santo Vaso y lo remonta al cielo. Desde
entonces nadie conseguirá volverlo a ver en la tierra.
Perceval muere también, santamente, en ese lejano confín, un
año después; y Bohort regresa, solo, a Camelot para llevar a la
corte la noticia de tan maravillosos sucesos, que significan el fin
de la Búsqueda, empresa celestial en la que lo mejor de la
caballería artúrica se ha consumido.
«Novela de la gracia y novela del éxtasis», como la calificó E.
[99]
Gilson , la Queste es un producto extraño y singular en la histor-
ia de la ficción romántica. Se inserta en el ámbito de las aventuras
caballerescas, para reinventar un sentido nuevo a este mundo, un
sentido místico y ascético, que aniquila la gloria de la caballería
artúrica, al postular una evasión hacia la trascendencia, que eso es
en definitiva el encuentro con el Grial. A los héroes de la
Búsqueda, después de la visión suprema, revelado el misterio, les
aguarda como premio la muerte. A los demás, menos perfectos, la
amargura del fracaso y la resignación. Este es un libro religioso,
donde se predica el ascetismo, y en el que el comentario teológico
desvela tras las maravillas y los prodigios el sentido real de las
pruebas con que se enfrentan los caballeros. Todo es fant-
asmagoría que encierra una doctrina moral. En la novela abundan
los ermitaños para glosar el sentido literal y aclarar a los héroes (y
a los lectores) la naturaleza de las falsas apariencias. E. Gilson ha
analizado cómo una teología de la gracia, muy precisa y conforme
a las enseñanzas de San Bernardo de Claraval subyace, como una
sólida armazón doctrinal, a toda su estructura novelesca. Los tres
héroes de la Búsqueda están rigurosamente encasillados en un
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corte; pero vienen del bosque y la soledad y van hacia otro ámbito
lejano, donde rige un nuevo principio, sacro y sobrenatural.
Para el elegido la aventura es también una aventura interior.
Espiritual es también el fulgor del Grial, y el premio hay que
merecerlo. El primer fracaso del héroe es la doliente advertencia,
y el reconocimiento de las propias faltas el comienzo del buen
camino. (Eso falta en el caso de Galaad, puro desde un principio).
No son los éxitos en el torneo ni la proeza bélica lo que abre el ac-
ceso al prodigio, sino la fe y la pureza de corazón, por lo que el
Grial fulge también dentro de su héroe.
El ceremonial que rodea la aparición del Grial es también ex-
traño. Ante los ojos del atónito Perceval cruza, rodeado de un lu-
minoso y mistérico cortejo, llevado por una doncella, seguido de
la lanza sangrienta. Tal vez la hipótesis que da una explicación
más completa a este ceremonial es la que lo refiere a un reflejo de
un rito de la iglesia bizantina. Allí en la liturgia de ciertas misas se
celebra una procesión en la que un sacerdote porta el cáliz, otro
un diskos (un plato amplio), y otros acólitos llevan diversos obje-
tos que aluden al martirio de Cristo. En tal ceremonia solía ll-
evarse una espada, en recuerdo del arma de Longinos, entre las
luces de antorchas y candelabros. Este paralelo, que resaltó K.
Burdach, señalando que por algún relato de cruzados pudo llegar
hasta Chrétien, deja sin embargo dos puntos por aclarar: el nov-
elista no reconoce carácter sacerdotal a ninguno de los miembros
del cortejo y, muy sorprendentemente (de aceptar tal hipótesis),
es una doncella quien lleva el Grial. Esta presencia femenina ha
sido luego escamoteada por los autores del Perceval Didot, la
Queste y L'Estoire del Saint Graal, que han suplantado a la joven
por un muchacho o un sacerdote. Pero no cabe duda que es un
elemento originario. M. Roques ha querido darle un valor
alegórico a esta figura de mujer: sería una alegoría de la Iglesia.
161/353
Desde luego que en ese final del siglo XII y los comienzos del
XIII la búsqueda del Grial se ha cargado de nuevos acentos y con-
notaciones espirituales que nada tienen que ver con su trasfondo
mitológico, y mucho con las preocupaciones cristianas del mo-
mento. Recordemos que el patrono de Chrétien, Felipe de Alsacia,
era, además de un político maquiavélico y poderoso, un carácter
devoto y un valiente cruzado. Quienes escuchaban los relatos de
las aventuras en Tierra Santa, la difícil reconquista de Jerusalén,
¿cómo iban a dejar de ver en el primer fracaso de Perceval y su
empeño por encontrar el camino al castillo maravilloso un
trasunto de la difícil reconquista del Santo Sepulcro? Y quienes
habían oído de cómo la lanza que hirió el costado de Cristo había
sido recuperada y era adorada en Antioquía, ¿no verían un halo
sagrado flotando en torno a la «lanza saogrante» llevada en pro-
cesión? Y esa preocupación por la perfección espiritual del
caballero, por la pureza de corazón y la castidad, ¿no era uno de
los grandes temas de la época? ¿No lo era también la presencia de
Cristo en la Eucaristía? ¿Y el tema de la predestinación y la culpa
y la gracia?
La fascinación que la leyenda del Grial ejerce procede; a mi
parecer, de los temas que en ella se entrevetan. Porque aunque los
textos proponen explicaciones a sus enigmas, y nos cuentan la
historia del santo objeto, siempre queda un halo de misterio,
siempre subsiste algo de la intriga. Porque lo que nos fascina es,
tanto o más que el Grial, el arduo camino hacia él, la búsqueda. A
diferencia de otras aventuras o viajes en pos de un objeto mágico,
p.e. el del Vellocino de Oro, tras el que van Jasón y sus Argo-
nautas en el mito clásico, esa búsqueda es una evasión hacia lo
trascendente, un partir desaforado más allá del horizonte aven-
turero. Sólo al elegido le es posible la visión del Grial, sólo el
167/353
Con La muerte del rey Arturo (La mort le roi Artu) concluye el
ciclo novelesco de la Vulgata artúrica. Después del Lanzarote y de
La búsqueda del Grial, esta tercera novela cierra el relato de las
aventuras de Lanzarote y los famosos caballeros de la Tabla Re-
donda, y cuenta el fin del reinado de Arturo. En la primera frase
de la novela se nos dice que aquí continúa maese Gautier Map el
relato de las aventuras del Santo Grial, enlazando así esta narra-
ción con la precedente en el Ciclo. En el último párrafo se dice que
ya se calla definitivamente, «pues ha rematado todo según ocurrió
y acaba así su libro, de manera que después de esto no se podrá
contar nada más sin mentir». Los largos avatares concluyen aquí.
169/353
Y para que quede claro que éste es el fin el autor deja muertos a
todos los personajes.
Todo queda, pues, rematado: los paladines de la Tabla Re-
donda perecen en cruentos y fratricidas combates. Tras la car-
nicería bélica de Salisbury los ejércitos de Arturo y de Mordred, el
traidor, quedan aniquilados, y caen sus señores heridos de
muerte. El padre ha matado al hijo y Mordred ha dejado también
moribundo a Arturo. De un misterioso más allá acude en un navío
fantasmal Morgana, la hermana maga del rey, para llevárselo al
feérico Avalon. (Aunque, con un añadido ambiguo, el texto apunta
luego que Arturo yace enterrado en una tumba próxima). Ginebra
se retira a vivir una vida de penitencia en un convento de monjas,
y Lanzarote se va a la soledad de una ermita. Y ambos mueren
pronto, afirma el novelista, que no quiere dejar ningún cabo
suelto. Ya nadie podrá seguir contando sus aventuras. Todo acaba
[106]
piadosamente .
La rueda de la fortuna, como el rey vio en sueños, ha dado una
vuelta, y su destino encumbrado ha tenido un catastrófico final. El
destino ha cumplido fatídicamente su obra. Quienes se ensalzaron
por las glorias de la lanza y la espada, los caballeros mundanos y
arrogantes, encuentran su muerte bajo los feroces tajos de las
armas, o, como Lanzarote, orando perdón por sus pecados en una
celda solitaria. El loco amor de Lanzarote y Ginebra ha precipit-
ado, junto al orgullo y la sed de venganza, a todos los nobles guer-
reros a tan desastroso fin. La catástrofe tiene, sin embargo, una
trágica grandeza. Arturo, el viejo monarca, que ha visto morir uno
tras otro a sus mejores hombres, mata a su hijo Mordred con sus
propias manos, y, sintiéndose desfallecer, mortalmente herido,
ordena a Girflet que arroje su espada, la ilustre Escalibor, a un
lago cercano. Con pesar cumple el fiel caballero su mandato. Y
170/353
sternest knight to thy mortal foe that ever put spear in the rest».
Then there was weeping and dolour out of measure… (l. XXI,
[122]
capítulo 13) .
Es un final espléndido para una larga historia, contada de cabo
a rabo. Una misteriosa mano ha recobrado, surgiendo del fondo
del lagó, la espada Excalibur que el rey extrajo de la roca. Como el
brillo de la espada, también la caballería se sumerge en la memor-
ia, y queda sólo la esperanza de un cierto retorno del héroe.
Capítulo VI
[1]
Son exclusivamente los textos ingleses los que F. Mellizo
comenta en su libro Arturo, Madrid 1976, bajo una óptica y en es-
tilo muy distintos de los que aquí he adoptado. <<
212/353
[2]
He preterido también aquí las referencias a las excavaciones
arqueológicas del Camelot Research Committee en busca de rui-
nas de los castillos donde pudo vivir Arturo y mantener su corte.
Aunque algunas de esas pesquisas han explorado lugares históri-
cos interesantes, y han aportado datos sobre la Inglaterra del siglo
V —en el marco geográfico e histórico en que pudo vivir un cau-
dillo militar celta famoso—, dudo mucho que esos rastros tengan
algo que ver con nuestro héroe. Camelot no estaba en Cadbury ni
en sus alrededores. Está en las novelas de Chrétien, y con otros
nombres se dibuja en la Historia de los Reyes de Bretaña de Geof-
frey de Monmouth. Buscar el emplazamiento de la corte artúrica
en la geografía de Inglaterra es como pretender encontrar el es-
queleto de algún unicornio entre los restos de animales del medi-
evo. Con todo, las aportaciones arqueológicas sobre la Gran
Bretaña del siglo V son de interés y hay datos atractivos en esos
intentos arqueológicos. Véase, especialmente, el volumen editado
por Geoffrey Ashe, The Quest for Arthur's Britain, Londres 1968
(con reediciones posteriores).
El ambiente en que se desarrollan las novelas es, evidentemente,
el de la época de los novelistas, es decir, el siglo XII y el siglo XIII.
A esta época se refiere un libro como el de M. Pasteureau, La vie
quotidienne en France et en Angleterre au temps des chevaliers
de la Table Ronde, París 1976. Los novelistas medievales no
tenían la menor intención arqueológica.
Por otro lado, me hubiera gustado añadir a este libro un capítulo
sobre los temas artúricos y las novelas y libros de caballerías
213/353
[3]
La fuente que en la actualidad puede admirarse en la plaza es,
en realidad, una minuciosa reconstrucción de la original. De
aquella se conservan algunas estatuas —y entre ellas la del rey Ar-
turo— en el Germanisches Nationalmuseum en la misma ciudad.
Entre las espléndidas esculturas góticas de ese museo de Nurem-
berg, es la de Arturo una de las más clásicas. Exhibida como pieza
suelta puede contemplarse allí con toda comodidad. <<
215/353
[4]
Esta famosa arquivolta está reproducida en multitud de libros.
Cf. p.c. en Arthurian Literature in the Middle Ages, Oxford 1959,
entre páginas 60 y 61. <<
216/353
[5]
Otra curiosa representación temprana del rey Arturo está en el
pavimento de mosaico de la catedral de Otranto, junto a Bari, en
el sur de Italia. Allí está figurado un personaje con corona y cetro
cabalgando sobre una especie de cabra o ciervo, con un letrero:
«Arturus Rex». Esta enigmática figura —el mosaico es de hacia
1165— está enmarcada por otras: monstruos y figuras bíblicas
como Adán y Abel. (Una reproducción parcial puede verse en el
libro de R. Barber, King Arthur in Legend and History, 1961,
figura 6). Como señala R. S. Loomis: «Ningún pasaje en la liter-
atura asigna al rey una montura tan extraña y humilde. La única
explicación plausible se encuentra en el hecho de que el inmortal
Arturo era identificado con varios potentados sobrenaturales,
como el rey de un reino subterráneo, y que Walter Map hacia 1190
cuenta un cuento en el que el rey de un dominio subterráneo
cabalga sobre una enorme cabra». (En el capítulo The oral diffu-
sion of the Arthurian Legend», pág. 61, del vol. col. Arthurian Lit-
erature of the Middle Ages, que desde ahora citaré abreviada-
mente como ALMA). <<
217/353
[6]
Sobre la creación y difusión de esta literatura cortés, con espe-
cial atención a los primeros romanz, escribí hace arios un libro de
síntesis, que pienso que sigue siendo válido como enfoque gener-
al: Primeras novelas europeas, Madrid, 1974; con su bibliografía.
<<
218/353
[7]
Con una frase parecida lo mismo dice K. Wais en su introduc-
ción al volumen recopilado por él sobre las novelas artúricas. Cf.
Der arthurische Roman, Darmstadt 1970, pág. 16. <<
219/353
[8]
Utilizo por igual las expresiones de Tabla y de Mesa Redonda.
La traducción por «Tabla» no es una mala versión, sino una
forma hoy anticuada, pero que conviene guardar por su resonan-
cia arcaica y poética. Por descontado la Mesa Redonda era de tab-
las de madera, y no de cristal o de plástico (?), como la que
aparece en algún film reciente. <<
220/353
[9]
El espejo de príncipes y caballeros. El Caballero del Febo, el úl-
timo de los libros de caballería españoles con amplio éxito comer-
cial, es de 1555. (Véase la excelente edición de D. Eisenberg, con
su admirable prólogo, Madrid 1975). El más tardío espécimen del
género en España es el mediocre Policisne de Boecia, que se pub-
licó en 1602, es decir, tres años antes de la Primera Parte del Qui-
jote. <<
221/353
[10]
Sobre el volumen de toda esa literatura y su público en la épo-
ca de Cervantes, cf. mi artículo «Cervantes y el lector de novelas
del siglo XVI» en Mélanges de la Bibliothéque Espagnole de Paris,
1976-7, Madrid 1978, págs. 13-38. <<
222/353
[11]
A mi ver, hay dos libros fundamentales para entender ese con-
texto histórico y la ideología que se expresa en esta literatura: el
de R.R. Bezzola, Les origines et la formation de la littérature cour-
toise en Occident, 5 vols., París 1960-67, y el de E. Köhler, Ideal
und Wirklichkeit in des höfichen Epik, Tubinga 1956 (2.a ed.
1970). Es también muy interesante el estudio de E. Auerbach,
Lenguaje literario y público en la Baja Latinidad y en la Edad Me-
dia, trad. esp, Barcelona 1969 (en especial el capítulo IV). <<
223/353
[12]
Más tarde volveremos sobre este episodio del descubrimiento
de las tumbas de Arturo y Ginebra en los terrenos de la abadía de
Glastonbury. Cf. pág. 46-7. <<
224/353
[13]
Esta extraña anécdota la cuenta Julián del Castillo en su His-
toria de los Reyes Godos, Madrid 1624, pág. 365. (Tomo la cita de
R. S. Loomis «The Legend of Arthur's Survival» en ALMA, pág.
65.) La anécdota se cuenta como un rasgo irónico, evidentemente,
pero alude a la pervivencia de las tradiciones sobre Arturo, de
quien también se contaba que se había convertido en un cuervo.
(Tal vez en uno de esos cuervos tan bien alimentados de la Torre
de Londres, cuya desaparición, según la tradición, sólo acaecerá
antes de que Inglaterra sea invadida de nuevo). <<
225/353
[14]
J. Campbell, The Masks of God., Creative Mytbology, Nueva
York 1968, págs. 516 y ss. <<
226/353
[15]
O.c., pág. 523. <<
227/353
[16]
Es muy curioso notar el variable aprecio que los grandes es-
critores renacentistas sentían hacia el mundo de los libros de
caballerías. Mientras que para Rabelais y E. Spenser el mundo
artúrico es una fuente de inspiración y una referencia importante
en sus obras, W. Shakespeare parece haber sentido un notorio
desdén hacia esas lecturas. Sólo hay dos referencias a Arturo en
toda su obra: una insignificante en La segunda parte de Enrique
IV, 111, 2, y otra en Enrique V, II, 3, cuando la mesonera dice que
Sir John Falstaff «está en el seno de Arturo, si es que alguien ha
llegado a ir al seno de Arturo». Como señala G. Highet, «la frase
bíblica consagrada es «en el seno de Abraham», pero la mesonera
inconscientemente encuentra más fácil pensar que Sir John ha
ido a reunirse con el viejo símbolo de la inmortal caballería
británica que no con un patriarca hebreo». (La tradición clásica,
tomo I, trad. esp. México 1954, pág. 308; sobre Rabelais, id. pág.
290, y sobre Spenser, id., pág. 231). <<
228/353
[17]
«The Arthur of History» en ALMA, pág. 1. <<
229/353
[18]
Nennius escribe su libro con un propósito apologético: «para
refutar la estupidez de que muchos acusan a la raza bretona», ya
que sus hombres de letras no han puesto por escrito sus hechos
pasados. Es probable que resuma en su latín los datos de algún
poema galés o bien diversos relatos orales de la tradición galesa.
En el capítulo 56, cuenta Nennius cómo los sajones eran cada vez
más numeroso en Inglaterra, y que, a la muerte de Hengist, su
hijo Ochta los dirigió hacia el sur, hacia el reino de Kenu Y relata:
«Entonces luchaba contra ellos Arturo, en aquellos días, al lado
de los reyes de los bretones, pero él era el caudillo de las batallas.
La primera batalla fue en la desembocadura de un río llamado
Glein. La segunda y tercera y cuarta y quinta en otro río que lla-
man Dubglas y está en la región de Linnuis. La sexta batalla fue
junto al río llamado Bassas. La séptima batalla fue en el bosque de
Celidon, esto es en Cat Coit Celidon. La octava batalla fue en el
fuerte de Guinnion, en la que Arturo llevó sobre sus hombros la
imagen de Santa María, siempre Virgen y los paganos fueron
puestos en fuga y hubo una gran matanza de ellos por la gracia de
nuestro Señor Jesucristo y por la gracia de la bienaventurada Vir-
gen María, su madre. La novena batalla se libró en la ciudad de la
Legión. Peleó la décima batalla en las orillas de un río llamado
Tribruit. La onceava batalla fue en un monte llamado Agned. La
duodécima batalla fue en el monte Badon, donde novecientos ses-
enta hombres perecieron en una carga de Arturo y ninguno otro
los mató sino él en persona. Y fue el vencedor en todos los com-
bates. Pero ellos, cuando fueron derrotados en todas las batallas,
pidieron socorros a Alemania, y sus tropas fueron aumentando
230/353
[19]
Jackson, o.c., pág. 3. J. Markale, Le roi Arthur et la société
celtique, París 1976, pág. 193. Sobre la obra de Gildas, puede verse
el libro de Th. D. Sullivan The «De Excidio» of Gildás. Its an-
thenticity and date, Leiden 1978. <<
232/353
[20]
Los Annales Cambriae dan la primera mención en el año 516,
y la segunda en el año 537. («Gueith Camlann, in qua Arthur et
Medraut corruerunt, et mortalitas in Brittania et in Hibernia
fuit». Cf. E. Fatal, La légende arthurienne. Etudes et documents,
París 1929, t. III, pág. 4 5). <<
233/353
[21]
K.H. Jackson, o.c., en ALMA, págs. 3 y 10-11. <<
234/353
[22]
K.H. Jackson, id., pág. 3. <<
235/353
[23]
Los dos recuerdos están consignados en los Mirabilia Britan-
niae, un añadido a la Historia de Nennius en un manuscrito (Har-
leianus 3850). <<
236/353
[24]
R.S. Loomis, Arthurian Tradition and Chrétien de Troyes, pág.
128. <<
237/353
[25]
C.F. K.H. Jackson, «Arthur in early ivelsh verse» en ALMA,
págs. 12-19. <<
238/353
[26]
Cf. I. Ll. Foster en ALMA, págs. 31-43. Una excelente y acces-
ible traducción de los Mabinogion al inglés por G. Jones y Th.
Jones (1949), puede encontrarse en la edición de «Everyman's
Library», Londres-N. York 1974. «Culwch and Olwen», ocupa las
páginas 95 a 136. <<
239/353
[27]
J. Frappier, en ALMA, pág. 178. Sobre el tema, cf. la introduc-
ción de C. García Gual — L.A. de Cuenca a Chrétien de Troyes.
Lanzarote del Lago o el Caballero de la Carreta, Barcelona 1976,
págs. XVIII y ss., y C. García Gual «Sir Orfeo: en la confluencia de
dos mitologías» en Mitos, viajes, héroes, Madrid 1981, págs.
180-200. <<
240/353
[28]
Los textos están en el citado libro de E. Fatal, que es funda-
mental para su estudio, y también en el citado libro de R. R.
Bezzola, Les origines et la formation de la littérature courtoise en
Occident, París 1960, 2.ª parte, tomo II, págs. 533 y ss. <<
241/353
[29]
Fatal, o.c., págs. 226 (t. I), y Bezzola, o.c., págs. 535-536. <<
242/353
[30]
Fatal, c. 1, pág. 244 y ss., Bezzola, o.c., pág. 535. <<
243/353
[31]
Los nombres de Arturo y algunos de sus compañeros más
famosos aparecen también en las «tríadas galesas», concisas y en-
igmáticas. Sobre ellas cf. R. Bromwich en ALMA, págs. 44-51. <<
244/353
[32]
J. Markale, Le roí Arthur et la société celtique; París 1976,
págs. 219 y ss., y especialmente 305 y ss., donde Markale se in-
venta «la saga primitiva de Arturo», según un esquema mítico
céltico. Ya en sus libros anteriores, L'épopée celtique d'Irlande,
París 1971 y L'épopée celtique en Bretagne, París 1971, Markale
había resumido muchos temas de esta literatura artúrica en con-
exión con la tradición literaria y mitológica céltica. <<
245/353
[33]
O.c., págs. 193-218. En la misma línea está el libro bastante
anterior de G. Ashe, From Caesar to Arthur, Londres 1960. <<
246/353
[34]
Hay tres ediciones del texto latino de la Historia Regum Brit-
anniae: las de A. Griscom, Londres 1929, la de E. Fatal, en La lé-
gende arthurienne, t. III, págs. 64-303, París, 1929, y la de J.
Hammer en Cambridge — Massachusetts 1951. La traducción
inglesa más asequible, y una excelente versión, es la de L. Thorpe
en los «Penguin Classics», Harmondsworth 1966 (reed. 1973). En
castellano va a aparecer la espléndida versión de L. A. de Cuenca
(en prensa en la Editora Nacional). <<
247/353
[35]
Encuentro muy interesante el paralelo que J. Campbell traza
entre la obra de Geoffrey de Monmouth y la famosa mistificación
de J. Macpherson, que tanto influyó en el romanticismo del siglo
XVIII. Cito sus líneas (o.c., pág. 522):
«It became á la mude immediately and supplied for a time the
fashionable talk of Europe —as, centuries lates, James
Macpherson's Poems of Ossian (1760-1762), which enspelled che
mirad even of Goethe. Geoffrey, like Macpherson, pretended to
have taken his text from ara ancient Celtic book; in Macpherson's
case, of the Gaelic tongue, in Geoffrey's, of the British. The two
were scorned equally as liars by the soberheads of therr centuries:
Macpherson by Samuel Johnson, Geoffrey by Giraldus Cambren-
sis and many more. However, if che opening through a single
book of the freshets of a grandiose river of tradición that is run-
ning in forte to this day counts for anything of all, then Geoffrey,
like Macpherson, merits laurel. Por in the Latín of his pages there
appear, for the first time in literature, not only the figure of Ar-
thur as a king and the whole story of his birth, the names of his fa-
vorite knights, Gatuain, Bedivere, and Kay, the treachery of
Mordred (here as Arthur's nephew, not his son), the faithlessness
of Guinevere (in adultery with Mordred), the last battle of Arthur
with Mordred and the mortal wounding of the king, his queen
Ginuevere's refuge in a convent, and the passage of himself to
Avalora in the year of Our Lord 542; but alto che legend of King
Lear and his daughters, Goneril, Regan, and Cordelia, the name of
King Cymbeline, and the entire legend of Merlin's life, including
248/353
[36]
El pasaje donde aparecen, por primera vez, mencionadas las
armas famosas de Arturo es el capítulo 147 de la Historia, con es-
tas palabras: Ipse vero Arturus, lorica tanto rege digna indutus,
auream galeam simulacro draconis insculptam tapio adaptat, hu-
meris quoque suis clypeum vocabulo Pridwen, in quo imago
Sanctae Mariae Dei genitricis impicta ipsam in memoriam ipsius
saepissime revocabat. Accinctus etiam Caliburno, gladio optimo
et in ínsula Avallonis fabricato, lancea dexteram suam decorat,
quae nomine Ron vocabatur: haec erat ardua lataque lancea,
cladibus apta. <<
250/353
[37]
Este gigante era de origen español. Anoto este detalle que le
parece importantísimo a F. Mellizo, cf. Arturo rey, Madrid 1976,
página 45-6, que encuentra en esto «la oportunidad de honrar a
un compatriota». <<
251/353
[38]
R.R. Bezzola, o.c., págs. 537 y ss. (Ses origine…, 2. parte, tomo
I). <<
252/353
[39]
Empleo el adjetivo de «bretones» tanto para los habitantes
celtas de la Gran Bretaña (Inglaterra antes de la llegada de los
anglos), como para los bretones de la Armórica o Bretaña
francesa. Alguna vez utilizo el adjetivo «britanos» o «británicos»
para distinguir a los primeros. En cuanto a la contribución de un-
os y otros a la leyenda artúrica es difícil trazar una precisa delim-
itación. Sobre este importante tema, remito al artículo de J. Marx,
«Monde brittonique et matiére de Bretagne», recogido en
Nouvelles recherches sur la littérature arthurienne, París 1965,
págs. 77-84. <<
253/353
[40]
Sobre estos detalles biográficos cf. la introducción de L.
Thorpe a su ya citada traducción, y el artículo de J. J. Parry y T. A.
Caldwell en ALMA, págs. 72-93. <<
254/353
[41]
J.J. Parry y R.A. Caldwell, o.c., pág. 93. Hay varios estudios
sobre la pervivencia y la influencia de Geoffrey de Monmouth en
tiempos muy posteriores. También la dinastía de los Tudor enlaz-
ará su genealogía con la descendencia de los soberanos bretones y
la remontará hasta el mítico Bruto. Cf. R. F. Brinkley, Artburian
Legend in che Seventeenth Century, Baltimore 1932, y E. Jones,
Geoffrey of Monmouth, 1640-1800, Berkeley-Los Angeles 1944.
<<
255/353
[42]
Según atestigua Layamon, ya que se nos ha perdido la dedicat-
oria. <<
256/353
[43]
Sobre Wace, cf. el cap. de Ch. Foulon en ALMA, págs. 94-103 y
las págs. de Bezzola en su obra ya cit., p. III, t. 1, págs. 150-190. La
importancia del traducir un texto del latín al francés, romanceán-
dolo, debe ser comprendida en el marco de la época, de mediados
de ese siglo XII, el del primer renacimiento, al alba de la novela,
etc. La importancia de un público cortesano para el desarrollo de
esta nueva literatura, y los condicionamientos del mismo, son
muy significativos y decisivos para la cultura de la época, como ya
señalaron Auerbach, Bezzola, etc. Sobre esto he de remitir a mi
libro Primeras novelas europeas, Madrid 1974, págs. 25-153. <<
257/353
[44]
R.R. Bezzola, Les origines…, Parte III, t. I, págs. 160-161. <<
258/353
[45]
R.R. Bezzola, id., págs. 3-20. La cita en págs. 4-5. <<
259/353
[46]
Sobre este ambiente cortesano, en el que se crea un «romanti-
cismo» cortés, remito a los primeros capítulos del ya citado
Primeras novelar europeas, especialmente al capítulo III, dedic-
ado al amor cortés y sus orígenes, con la bibliografia allí citada.
<<
260/353
[47]
Para el lector interesado en este período histórico, dos libros
de bolsillo claros y asequibles puede encontrarlos en los de Ch.
Brooke, The Saxon and Norman Kings, Londres 1963 (8.a edición
1973) y J. Harvey, The Plantagenets, Londres 1958 (9. edición
1973).
261/353
[48]
No sólo Carlomagno sino también Alejandro Magno son los
modelos con los que se pretende comparar, con ventaja, la figura
de Arturo. Cf. Bezzola, o.c., «De Charlemagne, Alexandre et Ar-
thur», págs. 517-548. <<
262/353
[49]
La superioridad de la corte del rey Arruro en cuanto a cortesía
fue una nota bien destacada por esta literatura. Todavía Boiardo,
en su Orlando Innamorato, Parte II, canto XVIII, así lo destaca:
[50]
Cf. Bezzola, o.c., parte IIl, t. 1, págs. 127-139. <<
264/353
[51]
Cf. R. Barbes, King Arthur in Legend and History, (1961) págs.
57-67 de la edición de 1973 (Londres, Cardinal). Sobre las rela-
ciones de las leyendas artúricas y Glastonbury, cf. el libro de G.
Ashe, King Arthur's Avalon. The Story of Glastonbury; Londres
1957, reed. 1973. <<
265/353
[52]
J. Le Goff en su prólogo a la traducción francesa del libro de E.
Kóhler, L'aventure chevleresque. ldéal et réalité dans le roman
courtois, París 1974, pág. XV. El libro de E. Kóhler, que he citado
ya, es el estudio fundamental para advertir todo el trasfondo ideo-
lógico de esta literatura novelesca. Como Le Goff señala en su ex-
celente y lúcido proemio, en muchos puntos pueden concertarse
ese enfoque y los estudios de G. Duby sobre la mentalidad de esta
época. <<
266/353
[53]
Excede mucho de mis propósitos y del carácter de estos breves
apuntes informar adecuadamente sobre la ideología y hábitos de
la caballería y los caballeros como clase o grupo social. La biblio-
grafía sobre el tema es amplísima. Cf. el ágil libro de R. Barber,
The Knight and the Chivalry, Londres 1970 (reed. 1974), y el rol.
col. edil. por G. Eifler, Ritterliches Tugendsystem, Darmstadt
1970. Los textos españoles —de Alfonso X, D. Juan Manuel,
Raimundo Lulio— más interesantes sobre el tema están recogidos
por L. Á. de Cuenca en su Floresta Española de Varia Caballería,
Madrid 1915. <<
267/353
[54]
En su poema La Chanson de Saisnes, compuesto hacia 1200,
escribe Jean Bodel estos versos, frecuentemente citados:
[55]
En la corte cada fiesta de Pentecostés se espera la aparición de
un prodigio antes de la comida de gala. Este motivo resulta un
tópico en la trama de las novelas. Que puede incluso ser tomado
como tema un tanto cómico, como sucede en el principio de
Jaufre (novela en occitano de hacia 1225), cuando la aventura no
se presenta a tiempo y, tras descartar las pretensiones de Cay, ya
hambriento, el rey y sus más fieles caballeros salen en ayunas en
pos de algún prodigio. El novelista trata esta peripecia con ágil
tono humorístico. <<
269/353
[56]
Algunos estudiosos (St. Hofer, M. Delbouille, E. Kbhler) con-
sideran una interpolación posterior a las novelas de Chrétien los
pasajes de Wace, antes citados, en que se habla de la Tabla Re-
donda, y ven en ésta un motivo inventado por el novelista cortés.
Los celtistas, como R. S. Loomis o J. Markale, ven en ella un ele-
mento tomado del folktale céltico, bien de la mesa del mítico
Bran, o del círculo de guerreros que se reúnen en la tienda circu-
lar del jefe del clan celta. E. Köhler (en L'aventure chevaleresque,
págs. 22-25) subraya el significado ideológico de esa mesa nobili-
aria, donde el rey es sólo un primus inter pares. Que el motivo se
haya recargado de nuevos significados en las novelas no me
parece obstáculo para admitir su procedencia céltica, que es la
más probable. <<
270/353
[57]
E. Kóhler, o.c., págs. 12 y ss. Sobre las alianzas históricas de
esta época, cf. el clásico estudio de M. Bloch La société féodale,
París 1939 (con numerosas reediciones), especialmente en los
capítulos referidos a lo que llama «la segunda época feudal», y
Ch. Petit-Dutallis La monarchie féodale en France et en Angle-
terre, París 1971 (2.a edición). <<
271/353
[58]
La importancia del concepto de «generosidad» (largesce) en el
marco de la novela ha sido destacada por E. Köhler (págs. 27 y ss.
39 y ss.) con mucha claridad. En una época en que los reyes ya no
pueden obsequiar a sus vasallos con grandes donaciones de
feudos o tierras, porque ya están todas repartidas, el motivo del
don se idealiza. La generosidad regia es un vínculo importante,
sobre el que tanto poetas como cortesanos quieren insistir como
tema de interés. Con la piedad y la justicia la largueza en el dar es
una virtud muy preciada en reyes y en grandes señores. En el
Cligés de Chrétien (vs. 192-217) es recomendada como la virtud
superior, que sostiene a todas las demás. También en el repertorio
trovadoresco encontramos repetidos elogios de esa virtud. Cf. el
artículo de E. Kóhler, «Reichtum und Freigebigkeit in des
Trobadordichtung», recogido en Trobadorlyrik und höfischer Ro-
man, (págs. 45-72), Berlín 1962. <<
272/353
[59]
Cf. págs. y la introducción a Chrétien de Troyes, Lanzarote o el
caballero de la Carreta, trad. e introd. de C. García Gual y L.A. de
Cuenca, Barcelona 1975. <<
273/353
[60]
Véase el comienzo de La demanda del Santo Graal, trad. esp.
de C. Alvar, Madrid 1980, y más adelante, en las páginas dedica-
das al tema del Grial. <<
274/353
[61]
E. Kóhler, o.c., pág. 26. <<
275/353
[62]
En el libro de G. Duby, Hombres y estructuras de la Edad Me-
dia, trad. esp, Madrid 1977, se recogen varios estudios muy in-
teresantes sobre la mentalidad y la situación social de diversos
grupos, pero especialmente agudo es el artículo dedicado a «Los
jóvenes» en la sociedad aristocrática de la Francia del Noroeste en
el siglo XII» (págs. 132-147). El contraste entre la sociedad real y la
idealizada en los textos novelescos acentúa el valor poético de los
mismos, que embellecen una sórdida realidad, especialmente
opresiva para ciertos jóvenes.
En la novela moderna de tema histórico ha sido, a mi parecer, Zoé
Oldenburg (en sus novelas La piedra angular, Barro y cenizas, y
La alegría de los pobres) quien mejor, documentada y realística-
mente a la par que con una gran fuerza imaginativa, ha reflejado
el mundo de esa época, tan patética y tan asendereada. <<
276/353
[63]
Sobre este público del roman courtois, que es definitivo para
entender las tendencias de esta literatura, remito a mi libro
Primeras novelas europeas y al prólogo a Lanzarote o el Caballero
de la Carreta, ya citados. <<
277/353
[64]
Cf. E. Kóhler, o.c., pág. 42-3. No me resisto a la tentación de
citar, una vez más, unas líneas de este autor: «Los esfuerzos de
centralización nacional de la monarquía francesa, tan desin-
teresada de la gloria como de las cargas de una misión universal
(como la misión imperial por ejemplo), debían incitar a las poten-
cias feudales a dar a su existencia unos fundamentos universales.
La consecuencia de esto fue que, al despertar a la conciencia de
una nueva civilización y de una dimensión histórica nueva, se
apegan a la idea supranacional del «estado», cuya realización par-
cial está en curso un poco por doquier, pero en ninguna parte de
modo completo. Por eso el mundo artúrico no puede ser localiz-
ado sino en la topografía de su materia legendaria y no en un
lugar cualquiera de la realidad. El centro de la vida cortés, que los
teóricos de la feudalidad sitúan en la dimensión literaria y que
tiene por función representar a todas las cortes feudales y simbol-
izar los fundamentos jurídicos universales de sus aspiraciones, no
puede encontrarse sino en un personaje como el que es el rey Ar-
turo. No es sino después de haber descubierto la complejidad de
los datos históricos cuando comprenderemos a Arturo como la
«personificación de un principio» (W. Kellermann) en el sentido
más completo del término. Sólo la corte de Arturo ofrece al
caballero el punto de partida de su búsqueda hacia la purificación
ejemplar. Sólo el principio que se encarna aquí en una figura
permite la realización total de las más altas posibilidades de la ex-
istencia humana». <<
278/353
[65]
Sobre ese ímpetu hacia la aventura, véase el capítulo sexto del
libro de E. Auerbach, Mímesis (trad. esp, México, 1951) en el que
se analizan los rasgos característicos de un episodio típico de las
novelas de caballerías («La partida del caballero»), tomando
como texto básico un pasaje del Yvain. En el capítulo anterior del
mismo libro hay otro estudio muy sugerente sobre un pasaje de la
Chanson de Roland, que puede servir para subrayar el contraste
entre el guerrero de la épica y el caballero andante. <<
279/353
[66]
W. P. Ker, From Epic to Romance, Londres 1896. Véase en
mis Primeras novelas europeas el capítulo II: «De la épica a la
novela de aventuras». <<
280/353
[67]
Sobre Roldán, cf. R.R. Bezzola, Les origines et la formation de
la Littérature courtoise en Occident, París 1960, 2.a parte, t. II,
págs. 495 y ss. Sobre Galván como personaje ejemplar volveremos
más adelante. <<
281/353
[68]
Son excelentes y variados los prólogos de Chrétien, pero este
comienzo del Yvain tiene una gracia especial, como corresponde
al tono de ese relato que es, como decía Frappier, su «obra maes-
tra». <<
282/353
[69]
La leyenda de Tristán e Isolda no es la historia de un amor
cortés ni tiene, en principio, nada que ver con el ambiente
caballeresco. Los esfuerzos de los novelistas por integrar el tema
en la summa novelesca artúrica son sintomáticos de la presión y
atracción —literaria e ideológica— de todo el corpus novelesco
tomó un sistema de interpretación. <<
283/353
[70]
G. Cohen, La vida literaria en la Edad Media. La Literatura
francesa del siglo IX al XIV, trad. esp., reimp., México 1977, págs.
64 y ss. <<
284/353
[71]
A: Viscardi, La letterature d'Oc e d'Oil, Milán 1967, 2. ed.,
págs. 180-227. <<
285/353
[72]
Cf. C. García Gual, Primeras novelas europeas, ya cit., págs. 32
y ss., con los libros de H. Haskins, E. Panofsky, M. de Gandillac, y
Ch. Brooke, allí citados. <<
286/353
[73]
Sobre la personalidad y la obra de Chrétien hay una vasta bib-
liografía. Me sigue pareciendo un estudio magistral el clásico libro
de E. Frappier: Chrétien de Troyes, París 1968, que puede com-
plementarse con sus otros trabajos: Etude sur Yvain ou Le Cheva-
lier au Lion, París 1969, y Chrétien de Troya et le mythe du Graal,
París 1972. El último libro de conjunto sobre el novelista que
conozco es el de L. S. Topsfield Chrétien of Troyes, Cambridge
1981. <<
287/353
[74]
Al castellano se han traducido, que yo sepa, Perceval o el
Cuento del Grial —por Martín de Riquer (Madrid 1961) y por
Agustín Cerezales (Madrid 1979)—, Lanzarote del Lago o el
Caballero de la Carreta —por C. García Gual y L. A. de Cuenca,
(Barcelona 1976)— y Erec y Enide —por C. Alvar, V. Cirlot, y A.
Rossell (Madrid 1982)—. <<
288/353
[75]
G. Cohen, o.c., pág. 71. <<
289/353
[76]
G. Macchia, La literatura francese del medioevo, Turín 1973,
pág. 87. Desde G. Cohen a E. Köhler, y J. Frappier, éste es uno de
los pasajes más comentados de nuestro autor. Casi siempre se in-
siste en el fondo realista del mismo, en esa descripción de la
miseria «proletaria». No menos interesante es cómo Chrétien lo
introduce con estupenda soltura en el marco fantástico del
«cuento de aventura». <<
290/353
[77]
La estructura de las novelas de Chrétien fue analizada por W.
Kellermann, Aufbaustil und Weltbild Chrestiens von Troyes in
Perceval roman, Halle 1938, y más tarde por E. Köhler, ob. citada.
<<
291/353
[78]
La Literatura como provocación, trad. esp.ª, Barcelona 1976,
pág. 133 y ss. <<
292/353
[79]
A. Viscardi ha acentuado muy bien este punto, en su citado
libro sobre la literatura medieval francesa. Cuando se estudia la
temática bretona o artúrica se percibe a nuestro novelista como
un eslabón en la trasmisión de los relatos de muy lejano abolengo,
pero Chrétien es ante todo un maestro de la novela, con una
propia concepción del mundo y de la sociedad. <<
293/353
[80]
Sobre la creación de la novela y la posición de estos primeros
textos, hay interesantes observaciones en E. Vinaver, The rice of
romance, Oxford 1971, y en J. Stevens, Medieval Romance, Lon-
dres 1973. En cuanto a la expresión poética de tales relatos hay al-
gunas páginas muy sugerentes en el libro de P. Zumthor, Essai de
poétique médiévale, París 1972. <<
294/353
[81]
R. R. Bezzola. Le sens de Paventure et de Pamour (Chrétien de
Troyes), París 1947. Hay una versión algo abreviada de este ex-
celente estudio en alemán: Liebe und Abenteuer im höfischen Ro-
man, Hamburgo 1961. <<
295/353
[82]
Sobre esto remito al prólogo a la traducción castellana de esta
obra, citada poco antes. <<
296/353
[83]
Este resumen de la trama de Erec, así como el siguiente sobre
Perceval, no tienen otro interés que el de recordar las líneas maes-
tras de la narración. De ningún modo puede pretender suplir la
lectura de las obras, ni trata de conservar su gracia poética. En
ambos casos el lector español cuenta con excelentes traducciones
de esos textos. <<
297/353
[84]
E. Auerbach analiza en un capítulo de su Mímeis. El realismo
en la literatura occidental, trad. esp. ya cit., una parte del relato de
Calogrenant, con el título de «la partida del caballero cortés»,
apuntando los trazos más significativos del sentido cortés de la
aventura. Pero no comenta este pasaje, tan importante, que bien
ha destacado E. Köhler, en el capítulo III de su libro. «Aventura.
Reintegración y búsqueda de la identidad», titula E. Köhler, el an-
álisis interpretativo de la pregunta por el sentido del errar del
caballero en pos de aventuras y maravillas. La etimología nos ay-
uda a ver lo que tiene de deportivo ese caminar ad ventura («a lo
que venga»), en un mundo donde se producen mirabilia, hechos
prodigiosos que suscitan el asombro y la admiración.
Más tarde, en el Tristán en prosa, encontramos el tremendo caso
de la erranza sin motivo de Dinadan, que va tras aventuras y
maravillas en vano, porque el mundo ya no se las ofrece. «Je suis
un chevalier errant qui chascun jor voiz aventures querant et le
sens du monde; mes point n'en puis trouver», dice el chasqueado
paladín, que, en un mundo donde ya se ha planteado el empeño
del Graal, no acierta a descubrir aventuras, esas «que va buscando
todos los días», y, por lo tanto, tampoco encuentra «el sentido del
mundo». Terriblemente moderno es este Dinadan, nacido tarde,
aunque no tanto como Don Quijote, que se construirá desde sus
libros y su desvarío el sentido de su mundo de aventuras. <<
298/353
[85]
E. Köhler, L'aventure chevaleresque, pág. 78. En nuestro an-
álisis de la ideología novelesca seguimos y resumimos las tesis y
análisis de E. Köhler, al que podríamos citar aún más repetida-
mente de lo que lo hacemos, pues nuestra deuda con su obra es
muy grande. <<
299/353
[86]
J. Marx, Nouvelles recherches sur la littérature arthurienne,
París 1966. Cf. también P.Y. Badel, Introduction á la vie littéraire
du moyen áge, París-Montreal, 1979, pág. 133. Sobre las variantes
de lo maravilloso, cf. el librillo de D. Poirion, Le merveilleux dans
la littérature française du moyen áge, París 1982. <<
300/353
[87]
Aquí sólo tocamos este tema del amor cortés marginalmente.
En Primeras novelas europeas resumí las principales teorías sobre
el mismo y anoté los hitos más interesantes de la larga biblio-
grafía moderna en la que hay estudios tan brillantes como los de
La alegoría del amor de C.S. Lewis, o El amor y el occidente de D.
de Rougemont. <<
301/353
[88]
En esto han insistido J. Maní, La legende arthurienne et le
Graal, París 1952, pág. 211, y E. Köhler, o.c., pág. 214. El apresur-
amiento y la ingenuidad del joven Perceval le definen como un
muchacho esforzado, pero es luego la soledad de su búsqueda lo
que le marca como héroe trágico. Su castidad no es aún un rasgo
pertinente. <<
302/353
[89]
A. Viscardi, o.c., págs. 225-226. <<
303/353
[90]
E. Köhler, hace un admirable estudio del personaje de Galván
en Chrétien, o.c., pág. 128 y ss. Pero Galván es aquí un personaje
un tanto degradado de su antiguo esplendor en la leyenda céltica.
Por otra parte, el interés de las aventuras de Galván, y el aprecio
en que el novelista tiene a su personaje es algo que Paule le Rider
ha señalado muy bien en su fino análisis de la trama, corrigiendo
algunas afirmaciones de Frappier y de Köhler, con mucho tino. Le
chevalier dans le conte du Graal de Chrétien de Troyes, París
1978, es un excelente estudio de matices y de intenciones. Es
cierto que nosotros leemos el poema con una óptica harto influida
por la tradición novelesca posterior, y que consideramos demasi-
ado marginalmente la figura de Galván, por quien tanto Chrétien
como su público han sentido un especial interés. Y el mundo
maravilloso en que este héroe se mueve está lleno de misteriosas
sugerencias, aunque desviado del camino que lleva a Perceval
hacia su objetivo. <<
304/353
[91]
E. Köhler, o.c., pág. 277. <<
305/353
[92]
Prologando La Quete du Graal, A. Béguin destaca la «profan-
idad» del novelista que introduce el tema: «La premiére fois que
la légende du Graal nous apparalt sous une forme lirtéraire, c'est
chez Chrétien de Troyes, qui fur l'un des esprits les plus profanes
du moyen áge. II aimait les contes pour ce qu'ils offraient á son
imagination de divertissantes féeries, d'aventures romanesques et
de matiére á narration. S'il se posait quelques questions plus
graves, elles concernaient la société humaine, ses lois, son équi-
libre, sa morale. Il manie les images les plus redoutables du pat-
rimoine mythique sans avoir l'air de se douter qu'elles sont
lourdes de terreurs ataviques et de périls. Images de sang qui en
lui n' éveillent ni le souvenir des peures et des crimes, ni
l'espérance chrétienne de la Croix, mais le seul plaisir de la
couleur vermeille, éclatante sur l'armure d'un chevalier au fort du
tournoi, ou l'amusement des analogies qu'un symbolisme subtil
découvre entre le sang et la rose.» (Cito por la edición de 1965,
pero el prólogo es de 1945).
Es cierto que Chrétien no va hasta el fondo del comentario sim-
bólico de los episodios, que sugiere siempre, y que es mejor psicó-
logo que teólogo. Ahí está su grandeza y su atractivo mayor. <<
306/353
[93]
Hay una larga lista de libros y artículos sobre el Grial y su sig-
nificado simbólico. Entre ellos no escasean los que apuntan a un
esoterismo pintoresco, que prefiero olvidar. En cuanto a su reflejo
literario, además del ya citado libro de J. Frappier, que contiene
algunas precisas páginas de fina crítica sobre los últimos estudios
anteriores, quisiera citar los de R.S. Loomis, The Graal, from Celt-
ic Myth to Christian Symbol, Cardiff-Nueva York, 1963; J. Marx,
La legende arthurienne et le Graal, París 1952, y los vols. colect-
ivos, Lumiire du Graal. Etudes et textes présentés Bous la direc-
tion de R. Nelli, París 1951, y Les Romans du Graal dans la lit-
térature des XII et XIII siécles (Colloques int. du C.N.R.S.) París
1956. Más divulgador es el librillo de J. Matthews: The graal.
Quest for the eternal, Londres 1981.
Para una interpretación psicológica de todo el simbolismo del Gri-
al, puede verse el libro de Emma Jung y M.L. von Franz The Graal
Legend, tr. ingl. Londres 1971.
En castellano lo más sugerente y bien documentado son los dos
estudios de Martín de Riquer, recogidos ahora en La leyenda del
graal y temas épicos medievales, Madrid 1968. Con gran destreza
y su habitual saber filológico, M. de Riquer expone los puntos
centrales de la problemática y apunta una nueva hipótesis explic-
ativa del ceremonial de la procesión del grial, como una influencia
de cierto ritual judío, a la vez que se muestra muy escéptico re-
specto a los orígenes célticos de la leyenda. <<
307/353
[94]
La edición de la traducción al francés moderno de Perceval en
la col. de bolsillo «Folio», París, 1974, hecha por J.P. Foucher y A.
Ortais, presenta un breve resumen de los episodios más significat-
ivos de esas continuaciones (pp. 221-357). <<
308/353
[95]
En la reciente traducción de Mª Victoria Cirlot Mabinogion.
Relatos galeses, Madrid 1982, ocupa las páginas 281-328. En este
volumen puede encontrar el lector la bibliografía oportuna. El
libro de G. W. Goetink, Peredur: a Study of Welsh Tradition in the
Graal Legends, Cardiff 1965, es especialmente interesante. En el
citado vol. ALMA trata del texto I. L. 1. Foster, págs. 192-205, con
claridad. <<
309/353
[96]
Sobre Glastonbury-Avalon, remito al libro de G. Ashe, King
Arthur's Avalon 1957 (reed. 1973). <<
310/353
[97]
Sobre el personaje de Merlín y sus apariciones en la literatura,
cf. el libro de P. Zumthor, Merlin le Prophéte. Un théme de la lit-
térature polémique de l'historiographie et des romans, Laussanne
1943.
Merlín, el profeta, semidiabólico, mago, anciano educador del
joven Arturo, es una figura especialmente atractiva de esta histor-
ia. Se trata de una figura con antecedentes en la tradición celta, es
un viejo bardo, con rasgos del vate primitivo, que se presenta en
la Historia Regum Britanniae con fuerte prestigio, y que en cam-
bio no es evocado jamás por Chrétien, a quien no le parecería tal
vez muy propio de su mundo cortés. En todo caso ahora vuelve a
surgir con su profundo halo misterioso. <<
311/353
[98]
Las dos últimas obras del Ciclo han sido traducidas reciente-
mente al castellano por Carlos Alvar: Demanda del Santo Graal en
1980 y La muerte del rey Arturo en 1981. Prefiero traducir el
título de la Quete por La búsqueda, porque me parece más sug-
estiva y apropiada esta palabra. La «demanda» tiene a su favor un
cierto sabor tradicional, y es por ello, pienso, por lo que C. Alvar la
prefiere. <<
312/353
[99]
El excelente estudio de Gilson «La mystique de la Grace dans
la Quite» está recogido en su libro Les idées et les lettres (1932),
reed. París 1955, págs. 59-91. Sobre el mismo tema es clásico el
libro más antiguo de A. Pauphilet, Etudes sur la Queste del Saint
Graal, París 1921. <<
313/353
[100]
J. Frappier en ALMA, págs. 306-7. Las págs. que en este vol.
dedica J. Frappier a sintetizar sus ideas y a resumir «The Vulgate
Cycle» son un modelo de claridad y precisión. <<
314/353
[101]
En su Poétique de la prose (1972), dedica un capítulo al an-
álisis de este texto; «La quête du récit: le Graal» me parece uno de
los ensayos más inteligentes de ese brillante libro. Cito por la
reed. de 1978. Los párrafos que traduzco corresponden a las págs.
78-79. <<
315/353
[102]
Para bibliografía cf. J. Bumke, Wolfram von Eschenbach, 3a
ed., Stuttgart 1970. Además de este libro, me han sido muy útiles
el artículo de O. Springer «Wolfram's Parzival» en ALMA, págs.
218-250, y las páginas que le dedica K.O. Brogsitter (77-88) en
Artusepik, Stuttgart 1965. <<
316/353
[103]
A. Béguin, o.c., pág. 41-42. <<
317/353
[104]
Cf. un resumen de la trama en M. Schneider Wagner, trad.
esp Barcelona 1980, págs. 124-139. <<
318/353
[105]
En su ya citado Nouvelles recherches, pág. 30. <<
319/353
[106]
Hay dos recientes y fieles traducciones castellanas de La
muerte del rey Arturo, aparecidas casi simultáneamente en Mad-
rid, la de Mathilde de Néve y Jacobo F. J. Stuart; Madrid 1980, y
la de C. Alvar, ya citada. <<
320/353
[107]
F. Lot Etude surte Lancelot en prose, París 1918; J. Frappier,
Etude sur La Morte le roi Artu, París 1936 (hay reed.), que es un
libro espléndido sobre nuestro texto. La edición del mismo, a
cargo de J. Frappier, La mort de roi Artu, París, 3.a ed. 1964, con-
tiene también un breve y admirable prólogo. <<
321/353
[108]
Los dos amantes que, incitados por la lectura del Lanzarote,
se entregan a una pasión semejante a la de Lanzarote y Ginebra,
pero con un final aún más trágico. Dante, Divina Comedia, V, vs.
88 y ss., los cita, en un hermoso coloquio con sus pecadoras almas
en el Infierno, en un pasaje muy famoso. <<
322/353
[109]
Cf. J. Huizinga, El otoño de la Edad Media, trad. esp Madrid
1929, 7.a ed. 1967, y «Significado político y militar de las ideas
caballerescas en el período final de la Edad Media», en Hombre e
ideas, trad. esp. Bs. Aires 1960, págs. 173-182. <<
323/353
[110]
En España el tema ha sido muy bien estudiado por Martín de
Riquer en varios trabajos: Vida caballeresca en la España del siglo
XV, Madrid 1965, Caballeros andantes españoles; Madrid 1967, y
en el prólogo a su edición del Tirante el Blanco, Madrid 1974. Para
Inglaterra, pueden verse el libro de A. B. Ferguson, The Indian
Summer of the English Chivalry. Studies in the Decline and
Transformation of Chivalric Idealism, Harvard Un. Press, 1977,
págs. 137-201. <<
324/353
[111]
Véase el recién cit. libro de Benson, esp. el cap. 11. <<
325/353
[112]
En España aparece por esos años la primera edición catalana
de Tirant lo Blanc, en Valencia 1490 (una segunda edición en Bar-
celona 1497, y la trad. al castellano en Valladolid 1511). Cf. el pró-
logo de M. de Riquer a su edición de la versión castellana, ya cit.
El autor de esa novela caballeresca (no ligada al mundo artúrico)
era él mismo un personaje singular en su imitación de algunas
gestas caballerescas. Cf. M. de Riquer y M. Vargas Llosa, El com-
bate imaginario. Las cartas de batalla de Joanot Martorell, Bar-
celona 1972. <<
326/353
[113]
Algunos de estos rasgos pueden encontrarse en el relato del
Tirante, «novela moderna», según calificación de Dámaso Alonso.
<<
327/353
[114]
Doy la grafía modernizada de la ed. actual más asequible, en
los «Penguin Books», ed. J. Cowen 1969, 2 tomos. <<
328/353
[115]
En su art. «Who was Sir Thomas Malory?» en Studies and
Notes in Philology and Literature, V, 1896, págs. 85-106. En
apoyo de tal identificación, cf. E. E. Hicks, Sir Thomas Malory:
Hit turbulent careen, Cambridge, Mass. 1928, y la introd. De E.
Vinaver a The Works of Sir Thomas Malory, Oxford 1947 (reed.
1967). <<
329/353
[116]
Cf. el art. de D. S. Brewer «The present study of Malory» en
Arthurian Romance, ed. por D. D. R. Owen, Edimburgo-Londres
1973, págs. 85 y ss. Brewer señala que hay algunas dificultades
cronológicas para aceptar la identificación, pero que tampoco la
propuesta de un Thomas Malory de Yorkshire es plenamente sat-
isfactoria. Preferimos, en la duda, quedarnos con ese caballero de
vida airada, una existencia que, como dice Brewer, habría en-
vidiado el mismo Hemingway. <<
330/353
[117]
Véase el libro de E. Pochada, Arthurian Propaganda: «Le
morte Darthur» as an Historical Ideal of Life, Chapel Hill, N. C.,
1971, con buena bibliografía. <<
331/353
[118]
El mejor estudio al respecto es el de Benson, quien sitúa la
obra de Malory en relación a las novelas inglesas del siglo XV y en
dependencia, más temática que formal, con los relatos franceses
que traduce. Sus observaciones sobre la estructura de las novelas
de Malory avanzan sobre los canónicos estudios de E. Vinaver. Me
ha sido de la mayor utilidad su libro para la redacción de las págs.
siguientes. <<
332/353
[119]
L. D. Benson, o.c., pág. 4. <<
333/353
[120]
La primera edición impresa del Amadis de Gaula es de Zar-
agoza 1508. Garci Rodríguez de Montalvo logró una hábil
reelaboración de un texto anterior, probablemente de origen por-
tugués, del siglo XIV. El Amadis y sus continuaciones (once) tuvi-
eron un inmenso éxito, no sólo en España, sino en Francia e
Inglaterra. Cf. M. Chevalier, «Sobre el público de los libros de
caballería» (1968), recogido ahora en Lectura y lectores en la
España del siglo XVI y XVII, Madrid 1976. La mayoría de los libros
de caballería en el siglo XVI fueron auténticos «best sellers». En el
siglo XVI hubo en España más de 267 ediciones de libros de
caballerías, sobre unos 46 títulos originales. Y tanto en Inglaterra
como en Francia su repercusión fue enorme. En Francia hubo
nada menos que 117 ediciones de los libros traducidos de la famil-
ia del Amadís. En Inglaterra sirvió de inspiración cortesana y lit-
eraria a muchos, como ha estudiado J. O. Connor (Amadis de
Gaula and Its Influence on Elizabethian Literature, New Brun-
swick 1970).
Durante todo el siglo XVI se mantuvo ese éxito de lectores. Como
ha señalado M. Chevalier, «el éxito de la novela de caballerías es
éxito de una producción de masas; no puede explicarse por el val-
or literario de algún representante del género». La decadencia del
mismo fue, sintomáticamente, muy rápida, a comienzos del XVII.
El último representante de esos paladines protagonistas de nov-
elas fue el muy mediocre Policisne de Boecia, en 1602, cuatro
años antes de la publicación de la Primera Parte del Quijote. El úl-
timo novelón de buen estilo y calidad fue el Espejo de Príncipes y
Caballeros o Caballero del Febo de Diego Ortúñez de Calahorra
334/353
(La parte en 1562, 2.a en 1581, 3.a y 4.ª en 1589) (De él hay una
excelente edición en seis tomos, con un admirable prólogo, de D.
Eisenberg, en «Clásicos castellanos», Madrid 1976). En la decad-
encia del género en España no pesó mucho la sátira y parodia cer-
vantina; fue el cansancio y la desilusión del público lo que acabó
con la boga de tales libros, y los nostálgicos ideales conectados a
tales lecturas. Como señala R. O. Jones, «el ideal caballeresco fue
evidentemente un ideal que se mantuvo hasta los últimos años del
siglo XVI. La decepción española tras la derrota de la Armada en
1588 supuso la muerte del libro de caballerías (aunque sus temas
subsistieran en el drama y en otras formas) y el reconocimiento
implícito del fin de una ensoñación nacional» (R. O. Jones, Siglo
de Oro, Prosa y Poesía. Trad. esp a Barcelona 1974, pág. 96).
Sobre los libros de caballerías españoles me parece muy útil el
breve estudio de J. Amezcua, Libros de caballerías hispánicos,
Madrid 1973, que presenta una cuida síntesis, una cronología y
una buena bibliografía. En cuanto a los rastros de las leyendas
artúricas en la literatura peninsular, sigue siendo muy estimable
el art. de Mª Rosa Lida, «Arthurian Literature in Spain and Por-
tugal» en ALMA, págs. 406-418. Acerca de la significación de esa
literatura en la novelística del siglo XVI español, remito a mi art.:
«Cervantes y el lector de novelas del siglo XVI» en Mélanges de la
Bibliothéque espagnole, París 1976-7, Madrid, 1978, págs. 13-38.
<<
335/353
[121]
La sobriedad del estilo de Malory queda aún más destacada si
comparamos esta narración con la recreación que un magnífico
escritor, T. H. White, hace de la misma escena. White incluye en
su descripción de la misma comentarios y trazos que no están en
Malory, pero que la rápida prosa de Malory parece sugerir. No me
resisto aquí a copiar una página de la trad. española que E. He-
genwicz ha hecho de El libro de Merlín (ed. Bruguera, Barcelona
1981, págs. 226-8:
«Arturo se adelantó a la tierra de nadie que había entre los dos
ejércitos acompañado de su estado mayor, y Mordred, seguido
por sus principales generales —todos de negro—, avanzó hacia él.
Se encontraron, y el viejo rey pudo ver el rostro de su hijo. Estaba
tenso y ojeroso. También, pobre hombre, había errado más allá
del Dolor y la Soledad hasta el País de la Desesperación. Pero
Mordred se había adentrado allí sin guía, y se había perdido.
Todos quedaron allí sorprendidos al comprobar que llegar a un
acuerdo no era nada difícil. El rey podía conservar la mitad de su
reino. Por un momento hubo paz y alegría.
Pero bastó un instante, tan corto como delgada es una hoja de
cuchillo bien afilada, para que el viejo Adán de siempre reapareci-
era en una nueva forma. La guerra feudal, la opresión de los
grandes señores, la fuerza individual y hasta la rebelión ideológica
eran problemas que habían podido ser solucionados de una u otra
forma. Pero sólo para que el equilibrio se rompiese en el último
momento debido a que el hombre es un asesino por instinto.
Una serpiente culebreó entre la hierba, a los pies de los líderes
militares, cerca de un oficial del estado mayor de Mordred. El
336/353
[122]
En este caso la versión de T. H. White (o.c., pág. 233) se
aproxima mucho más a una fiel traducción:
«Héctor se encargó de pronunciar la oración fúnebre por su
hermano: una de las prosas más conmovedoras de la historia lit-
eraria del idioma: (Este comentario es una muestra de la ironía
distanciadora de White) «¡Ah Lanzarote! —dijo—. Eras el primero
de cuantos caballeros cristianos hayan existido. Y, ahora, que
yaces aquí, puedo atreverme a decir que nunca hubo hombre
capaz de vencerte en combate. Jamás usó lanza y escudo caballero
más cortés que tú. Y nunca hubo jinete más amante que tú de su
amada. Y de todos los pecadores, ninguno estuvo tan enamorado
como tú de la mujer a la que amaste. Y de cuantos hombres hayan
empuñado una espada no hay ninguno que pueda decirse que fue
más religioso de lo que tú fuiste. Y tu docilidad no puede com-
pararse con la de ninguno de los grandes señores que hayan al-
guna vez compartido una cena con un grupo de damas. Y nunca
logró la muerte dar descanso a ningún caballero que persiguiera
con más empeño que tú a sus enemigos». <<
338/353
[123]
Cf. C. S. Lewis, The Allegory of Love, Oxford 1936, cap. VII
(págs. 297 y ss. de la reed. de 1967). <<
339/353
[124]
En 1804 W. Scott había editado una versión inglesa del
Tristán: Sir Tristram, de Thomas de Erceldoune. <<
340/353
[125]
«Es seguramente algo más que una coincidencia que en los
años de las guerras con Francia hubiera una erupción de traduc-
ciones y ediciones de novelas, baladas y crónicas medievales.
Bordee Minstrelsy del propio Scort apareció en 1802-3, y su edi-
ción del Sir Tristram de Thomas de Erceldoune en 1804. Speci-
mens of Earty English Metrical Romance de su amigo Ellis se
publicó en 1805. Thomas Jones pasó de traducir la vida de Frois-
sart de Sainte-Palaye, en 1804, a traducir las Crónicas de Frois-
sart; los tres bellos volúmenes en cuarto en los que aparecieron
entre 1803 y 1805 tuvieron tal éxito que fueron inmediatamente
republicadas en una edición de bolsillo. Johnes tradujo también
las crónicas de Joinville (1807), de la Brocquiére (1807) y de Mon-
strelet (1809). Las traducciones de Southey de las tres grandes
«novelas» (romances) españolas Amadís de Gaula, Palmerín de
Inglaterra, y Crónicas del Cid, aparecieron en 1803, 1807 y 1808.
Aparecieron ediciones de Malory en 1816 y 1817, la última hecha
por Southey. Charles Mills publicó su History of the Crusades en
1820 (cuarta edición en 1828), y su History of the Chivalry en
1825 (segunda edición en 1826). Mills era un admirador
entusiasta de la caballería en todos sus aspectos; su obra fue con-
tinuada en 1830 por el no menos entusiasta History of Chivalry
del novelista histórico G.P.R. James, y por la History of the Chiv-
alry and the Crusadu de H. Stebbing. En adición de tales obras
históricas, o ediciones de literatura caballeresca, una masa de
prosa y poesía moderna trabajaba sobre temas caballerescos que
van desde la obra de Southey, Roderick, the Last of the Goths
(1814) o el «besr seller» de 'L.E.L.', The Troubadour (1825) a las
341/353
[126]
Ese ideal recibirá algún retoque moralista posterior, al
añadirse la castidad y la fidelidad a la esposa propia, en la versión
de Tennyson. Citemos los versos en que el rey Arturo recuerda el
juramento que prestaban los caballeros de la Tabla Redonda,
[127]
Hay una excelente traducción del poema por L.A. de Cuenca
en su libro Museo, Barcelona 1978, págs. 215-21. La historia triste
de la desesperada enamorada de Lanzarote inspiró, a partir del
poema de Tennyson, dos bellísimos cuadros: el de W.H. Hunt (la
dama ante el espejo mágico) y el de J.W. Waterhouse (la dama en
la barca fatídica). <<
345/353
[128]
El ya citado libro de R. Barber, King Arrhur in legend and
history, capítulo IX (.An enduring Jame»), págs. 134-169, señala
las obras más importantes de tema artúrico de cada época. En su
lista cronológica señala unos cuarenta títulos en el siglo XIX, y diez
más en el XX. Entre los de nuestro siglo destaca el interesante
poema de Ch. Williams, Taliessin through Logres (1938). En su
lista faltan otros títulos, como la novela de Mark Twain, de que
hablaré luego, y la pieza teatral de J. Cocteau, Los caballeros de la
mesa redonda (1937; trad. esp. en J. Cocteau, Teatro, II, Buenos
Aires, 1957). Los citados poemas de M. Arnold, W. Morris, A.
Swinburne y Ch. Williams, están recogidos en la antología pub-
licada por R. Barber, The arthurian legends. An illustrated antho-
logy, Woodbridge 1979. <<
346/353
[129]
En los libros recién citados de A. Barber y M. Girouard hay
una abundante muestra de tales ilustraciones. <<
347/353
[130]
The return to Camelot. Chivalry and the english gentleman
de M. Girouard (1981) es un libro magnífico por su tratamiento de
todos los aspectos en que se deja sentir tal influencia. Me ha sido
muy útil para estas anotaciones, pero no pretendo resumir aquí
todos los reflejos de ese complejo fenómeno histórico. <<
348/353
[131]
Hay, entre esos lectores ingleses que tuvieron La muerte de
Arturo como uno de sus libros predilectos, un gran aventurero, el
último de los grandes personajes épicos de nuestro siglo, que no
debemos olvidar: T.E. Lawrence. El intrépido liberador de Arabia,
el escritor refinado de Los siete pilares de la sabiduría, el traduct-
or de la Odisea, era un devoto lector de Malory. Allá en la remota
fortaleza de Azrak, en medio del asolado desierto, en las pausas de
las algaras y los conciliábulos, Lawrence releía los episodios de
aventuras y prodigios artúricos. Admiraba también las hazañas de
los Cruzados y visitaba los castillos ligados a sus recuerdos, y
probablemente en su fantasía se enlazaban las hazañas de éstos y
las de los quiméricos caballeros de la Tabla Redonda. También él
era un caballero errante, a su manera. <<
349/353
[132]
Cito por la trad. castellana de A. Lázaro Ros, 4.a ed. Madrid,
1964. <<
350/353
[133]
Estas líneas y los siguientes párrafos son de De Lancey Fer-
guson en Mark Twain. Hombre y leyenda, trad. esp. Buenos Aires
— Barcelona 1944, págs. 223-4. <<
351/353
[134]
A Mark Twain le debió de quedar una cierta afición por los
héroes medievales, ya qué pocos años después volvió a tratar una
historia medieval en los Recuerdos personales de Juana de Arco
(1896). <<
352/353
[135]
Podemos recordar alguna reaparición del personaje de Mer-
lín en novelas de nuestro siglo. Así en Esa horrible fortaleza de C.
S. Lewis (1945), trad. espa. Buenos Aires, 1980, Merlín aparece
surgiendo de un secular reposo, para rechazar a las fuerzas malig-
nas de un progreso tecnológico y socialista que amenaza el
corazón de Inglaterra. Este Merlín al servicio de la tradición, un
tanto reaccionario, buen defensor ecologista de la campiña frente
a los abusos destructores de la devastación técnica, está, como el
de M. Twain, en contra del progreso. C.S. Lewis, que está de su
lado, le concede una fácil victoria.
También Gandalf, el mago que aparece como consejero de Bilbo y
Frodo en El hobbit y El señor de los anillos de R.R. Tolkien, es
una figura muy similar a Merlín, y está inspirado en él. Tolkien
era un entusiasta lector de la Muerte de Arturo, además de un
erudito profesor de Literatura Medieval Inglesa. <<
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