Articulo La Pulsion Respiratoria en Psicoanalisis 2004

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LA PULSIÓN EN PSICOANÁLISIS Y LA PULSIÓN RESPIRATORIA

“La expresión, hablada o no hablada, es tan


íntima del pulso del ser del hombre, es un
contexto tan vital de la existencia humana
normal, como es el aliento. Ningún hombre
puede reproducir perfectamente el aliento de
otro hombre o sustituirlo. Tal vez por eso
 y , “el aliento que inspira, que
nos insufla vida” y “la palabra” están tan
estrechamente ligados en las especulaciones
teológicas y metafísicas sobre la esencia de la
persona humana.”1

Ningún caso justifica por sí mismo la existencia de un concepto nuevo, ninguno se


resuelve mediante el uso exclusivo del mismo; pero quizá lo más particular de muchos casos
nunca pueda ser esclarecido si se pretende circunscribir las modalidades y tipos de pulsiones
y objetos a los de la serie: oral, anal, escópico e invocante. Si bien esta serie no debe estar
abierta, sí, creo, debe ser ampliada para incluir la pulsión respiratoria.

Introducción
Al menos en dos oportunidades Jacques Lacan sostiene que existe cierto desinterés
por el estudio de la erogeneidad respiratoria, la que, consecuentemente, es muy poco
conocida. En una lo afirma respecto a la importancia dada a lo respiratorio por el sujeto
humano hablante (cabe aclarar, aunque él no lo haga, que se refiere al sujeto de la cultura
europea occidental), en comparación, por ejemplo, con los excrementos.2 En otra indica que
la erogeneidad asociada a la respiración está mal estudiada, en este caso, por los
especialistas.3
Intentaré hacer progresar la comprensión de la erogeneidad respiratoria en torno a la
pregunta por si ella puede adquirir el estatuto de lo que en psicoanálisis lacaniano se entiende
por pulsión; en este caso, una pulsión pnuemática o, como prefiero expresarlo por el
momento, una pulsión respiratoria.
En variadas ocasiones, un número importante de psicoanalistas propuso aumentar la
lista de las pulsiones reconocidas en psicoanálisis. Ello favorecido por el hecho de que no
existe un conjunto (tanto en lo que hace a número, como a tipo) de pulsiones aceptado por la
totalidad de los autores, ni siquiera por la mayoría, ni aún en el seno de cada obra personal.
Entonces, se pueden plantear las siguientes preguntas: ¿cuántas pulsiones hay?, ¿cuáles son
las verdaderas pulsiones?
¿Son las pulsiones de dos tipos? Tal el caso de las pulsiones de vida y de muerte.
Sigmund Freud propone, a lo largo de su extensa obra, una dualidad fundamental de las
pulsiones. Pero el número de dos se aplica según él a grupos, tipos o variedades de pulsiones.
De tal forma que los conjuntos pulsionales incluyen variadas pulsiones, como, por ejemplo,
las pulsiones de autoconservación, de apoderamiento, de comunicar, de investigar, de saber,
de poder, sociales, etc. Complica el panorama de sus concepciones, la postulación de las
organizaciones orales, anales y genitales de la libido, que lleva a muchos autores a considerar
a tales organizaciones como pulsiones; oral, anal y genital respectivamente.
1
Steiner, George, Antígonas. La travesía de un mito universal por la historia de Occidente, Gedisa, pág. 243,
Barcelona, 2000.
2
Seminario 10, La angustia, inédito, clase n° 23 del 19 de junio de 1963.
3
La subversión del sujeto..., Escritos 2, Pág. 797, Bs. As., 1992.
2

¿Son las pulsiones en número de cuatro? Lacan sostiene que su número es limitado
(igual que para el objeto) y que él es cuatro (un número de gran importancia en relación a la
estructura tal como él la postula). Así serían exclusivamente reconocidas como tales la
pulsión oral, la anal, la escópica y la invocante; aunque él mismo sostuvo en varios textos
otros tipos de pulsiones, como, por ejemplo, la pulsión sado-masoquista. A su vez,
considerando a las pulsiones en número de cuatro, ellas se ordenan en dos pares (las primeras
asociadas íntimamente a la demanda y las segundas al deseo), que no se adecuan a la
oposición fundamental entre las de vida y las de muerte propuesta por Freud.
¿Opera en general, para Lacan, la oposición freudiana de pulsiones de vida y de
muerte? ¿Es para él la pulsión de muerte una pulsión, o más bien se trata de la compulsión a
la repetición derivada de la propiedad del orden significante? ¿O es otra la forma de articular
la pulsión en general con la muerte? Respecto de las pulsiones de vida y en especial del Eros
unificante, su rechazo es indiscutible, por más esfuerzo que pongan muchos autores
lacanianos en borrar las diferencias entre Freud y Lacan; más aún, para Lacan la pulsión de
vida es lo que se encuentra fundamentalmente perdido para el sujeto humano hablante.
Otros autores han propuesto la existencia de las más variadas pulsiones. Por ejemplo,
Gerard Haddad propone la pulsión de caminar; Pierre Legendre la pulsión de asesinar, etc.
No me parecen propuestas serias. No por el hecho de que ni Freud ni Lacan, ni ningún otro
gran maestro las haya propuesto, sino porque no se hace, al proponerlas, una utilización seria
y rigurosa de la noción de pulsión, ni se debate qué propiedades o condiciones debe poseer
algo para ser concebido como pulsional. Para colmo, tales supuestas pulsiones carecen de las
principales propiedades de lo que se denomina pulsión y los autores hacen caso omiso de
ello.
Para evitar caer en las mismas maniobras que critico, en la propuesta de la existencia
de una pulsión respiratoria realizaré un recorrido, que aunque parcial, intente contextuar
teórica y clínicamente la hipótesis.
En el caso que los argumentos no resulten convincentes4 como para sostener la
existencia de una pulsión respiratoria, al menos intentaré favorecer el estudio y la discusión
en torno de la importantísima y muy desatendida cuestión de la respiración en el mundo
humano.
Para tal fin, propongo avanzar siguiendo el siguiente recorrido:
1. Replanteo de la pregunta ¿qué se designa mediante el concepto de pulsión en
psicoanálisis? Haciendo pie en las enseñanzas de Lacan, especialmente utilizando los
desarrollos de: a) Subversión del sujeto..., b) Posición del inconsciente, Del trieb de
Freud y del deseo del psicoanalista, el Seminario 11 sobre los cuatro conceptos
fundamentales del psicoanálisis y c) el Seminario 16 “De otro al Otro”5; estableceré
importantes distingos con lo sostenido por S. Freud y grandes diferencias con lo que
suele entenderse en general por pulsión en la comunidad psicoanalítica (con menos
diferencias entre escuelas de lo que se supone) y sobre aquello en que se sostiene la
opinión más difundida en la sociedad occidental en general.
2. Estudio de lo elaborado por S. Freud en torno a la respiración y cuestiones afines.
3. Análisis de la relación entre la angustia y la respiración.

4
Los mismos ya han sido presentados y discutidos previamente en varios ámbitos distintos: en un curso de
posgrado anual en la Facultad de Psicología de la U.B.A. durante el año 1999; en el curso por Internet en el sitio
Psiconet durante el 2000; en un Coloquio Abierto de Apertura, Sociedad Psicoanalítica de La Plata en el 2001 y
en el trabajo de investigación con un grupo de psicoanalistas que trabajó durante dos años el tema de la pulsión
respiratoria.
5
Dejo para la sección donde propongo la pulsión respiratoria el análisis de lo sostenido por Lacan sobre la
pulsión en los Seminarios 9 y 10.

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4. Estudio de los motivos posibles del olvido y del desinterés del lego y del especialista
por la erogeneidad respiratoria.
5. Planteo del núcleo del argumento: la postulación de la pulsión respiratoria.
6. Articulación de: la fórmula de la pulsión (S  D), el Otro (A) en la pulsión
respiratoria, la atmósfera, el objeto a y la realidad.
7. Puesta a prueba de los argumentos en la clínica psicoanalítica.

1. ¿Qué es una pulsión para el psicoanálisis?


Para tratar de ser lo más claro posible, comenzaré a responder esta pregunta mediante
una serie de frases que indican qué no es una pulsión y posteriormente plantearé lo que sí
entiendo por ella, siguiendo en esto a Lacan, no por lacaniano sino porque es el autor que
posee la concepción más específicamente psicoanalítica de ella (sin hacer uso del recurso de
lo natural, lo biológico o las necesidades). Tal concepción es, además, la más pertinente en la
clínica psicoanalítica de las neurosis que yo mismo practico.
No considero la pulsión como la exigencia de trabajo que proviene del cuerpo al
aparato psíquico. Sí, mediante la pulsión se logra una forma de entender cómo se articulan la
subjetividad y el cuerpo real. No niego la exigencia de trabajo que el cuerpo plantea, pero no
es respecto de ello sobre lo que considero que el psicoanálisis tiene algo que aportar
mediante la noción de pulsión.
La pulsión no es orgánica, ni natural. Menos que menos implica la búsqueda del
retorno a lo inanimado. Nada de la índole de lo biológico está en el origen ni en las
características de la pulsión. Nada pulsional existe, consecuentemente, en ningún animal, en
ellos, en todo caso, se trata de instinto y/o de la misteriosa fuerza de la vida. No es que la
sustancia viva no busque seguir viviendo o que su horizonte, para los seres sexuados, no sea
la muerte; sino que trato de circunscribir lo pulsional a lo exclusivamente humano del ser
humano a la luz del inconsciente y que, en este caso, requiere de la experiencia analítica para
manifestarse como tal.
Las pulsiones no son un dato originario, primigenio, arcaico o primordial. Hacen a lo
subjetivo más allá de toda consideración de un tiempo original o primordial de la especie.
Mediante la noción de pulsión y quizá más aún con la idea de una pulsión respiratoria se
puede dar cuenta de las condiciones de inicio de cada vida humana, lo que la antecede y sus
consecuencias. Todo ello en el contexto necesario de la sociedad humana, constituida por
sujetos humanos hablantes y sus discursos sostenidos en cadenas significantes.
No son las pulsiones lo que explica y justifica la clínica de las impulsiones, es
justamente todo lo contrario. La clínica de las impulsiones se caracteriza porque allí no
operan las pulsiones. Las pulsiones no son la forma de entender y concebir la existencia de
una fuerza irrefrenable que “proviene del cuerpo”. Tampoco las perversiones implican las
pulsiones a flor de piel o la falla en la represión de las pulsiones.
La libido no es un fluido, ni una energía en general (tal como se la entiende
comúnmente en física), o una energía sexual. La noción de pulsión, más bien, sirve para dar
cuenta del hecho sorprendente al ojo desprevenido, de las animaciones y mortificaciones
provenientes de las relaciones del sujeto al Otro y la libido, en este contexto, puede
entenderse de otra forma dentro del marco de la sexualidad humana, tal como más adelante
desarrollaré.
Finalmente, para concluir esta serie de negaciones, cabe afirmar, lo que podría
funcionar como hilo conductor de todas las anteriores: la pulsión no es el nombre que en
psicoanálisis se le da a lo misterioso. Se suele encontrar a los autores echar mano del
concepto de pulsión cuando la clínica se complica, cuando el caso no progresa, cuando los
síntomas son sorprendentes, desmesurados o, solamente, no muy comunes, como en el caso

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de “las neurosis tóxicas y traumáticas”.6 Especialmente rechazo el uso de pulsión para dar
cuenta de los casos que no progresan o de reacción terapéutica negativa.
Propongo designar a todos los desarrollos que hacen de la pulsión una noción
derivada de la biología, o del cuerpo real, que explica lo desmesurado, como una maniobra
psicologizante. Plantearé, justamente, todo lo contrario: la noción de pulsión es específica al
psicoanálisis y a la práctica psicoanalítica en la medida en que ella designa la posición que
supone en el origen de todo lo pulsional al sujeto del inconsciente.
En su actitud de apertura inusitada, S. Freud descubrió algo absolutamente nuevo y
operó sobre eso desde una perspectiva inédita. En la crítica que propongo en relación a la
pulsión (el concepto más fundamental pero el más oscuro del psicoanálisis), no rechazo ni su
hallazgo, ni, menos aún, su posición ética frente a ello. Retomo la dirección de su búsqueda
tal como la encuentro en mi lectura de Jacques Lacan, en especial cuando: a) evita derivar lo
pulsional de un efecto de una energía o tendencia biológica que emana del cuerpo, b) la
postula como el efecto sobre lo humano causado por el orden significante y la demanda, y c)
que determinan coordenadas estructuradas de la relación de la así creada subjetividad, con el
Otro, A. Se trata del inconsciente y su relación con el cuerpo real, la sexualidad y el
problema de la satisfacción.
Para comenzar a establecer aquello que sí entiendo por pulsión, siguiendo como ya
dije las enseñanzas de Lacan, propongo como dato inicial recordar que la noción de pulsión
propuesta por S. Freud responde a lo más específico de los problemas hallados en la práctica
clínica psicoanalítica de las neurosis de transferencia, especialmente, en relación a los
obstáculos en la dirección de la cura y el fin del análisis. Luego, la pérdida del sistema de
diferencias y especificidades causada por el sentido común y la ideología imperante sobre lo
humano, hizo que se utilice a la pulsión para dar cuenta de lo que, justamente, no es esa
clínica psicoanalítica.
¿Qué sí es pulsión? O, mejor planteado: ¿a qué conviene designar mediante el término
pulsión, para conservarlo por fuera de la maniobra psicologizante? Elegí la siguiente
modalidad de plantearlo: tomaré los tres segmentos seleccionados de la enseñanza de Lacan,
que se encuentran entre los lugares más específicos e importantes para poder establecer su
concepción de la pulsión, uno a uno, e iré estableciendo las propiedades y características
fundamentales por él establecidas conjuntamente con el análisis de sus definiciones. Aunque
he seleccionado las citas que estimo de máxima importancia, obviamente no cubren la
totalidad de lo sostenido por Lacan sobre la pulsión, ni siquiera voy a poder recoger todo lo
que él enseña en esos textos; pero no existe otra forma de proceder. Consideraciones y
rectificaciones importantes realizadas por Lacan sobre, por ejemplo, la energía y otros temas
quedarán necesariamente por fuera de mi exposición en relación a su teoría sobre la pulsión.
La noción de pulsión que sostengo, ya lo afirmé, es la que leo en las enseñanzas de J.
Lacan. Para dar una versión precisa y sucinta voy a limitarme a utilizar los textos arriba
indicados, tal selección de textos está justificada por las siguientes razones:
a) Comienza por Subversión del sujeto... debido a que: 1) es allí donde aparece la indicación
referida a la falta de investigación de la erogeneidad respiratoria, causa de este texto; 2) es en
Subversión donde Lacan presenta formalmente a la pulsión como (S  D) y como tal toma un
lugar en el grafo del deseo. Esta localización es la primera realización por parte de un
psicoanalista de la modalidad de presentar y concebir a las nociones del psicoanálisis sólo en
función de la articulación entre ellas, lo que implica un intento de erradicar toda
sustancialización de las mismas; 3) ya a la altura de este escrito, Lacan rompió con los
tiempos del Edipo, lo que significa: dejar caer la función de la maduración en la perspectiva
6
Como lo propone David Maldavsky en Pesadillas en vigilia, (quien entre otros, ha explorado el tema motivo
de esta comunicación, pero que designa como “investidura respiratoria”).

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evolutiva; operar plenamente con la metáfora paterna y el objeto a, dejando atrás los
argumentos de los Seminarios 4, 5 y 6 (¡tan dispares en lo sostenido por Lacan en relación a
Freud en los escritos de los mismos años!); esto le permite una teoría novedosa sobre la
pulsión, que si bien prosigue el hilo planteado por Freud, se distingue de lo que él sostuvo en
forma precisa.
b) Exploro, a continuación, en detalle los argumentos sobre la pulsión presentes en Posición
de inconsciente, Del Trieb de Freud y del Deseo del Psicoanalista y del Seminario 11. Este
conjunto de textos de la misma época, es fundamental y el más importante para el
establecimiento de la concepción lacaniana de la pulsión. Ello es así, debido a que: 1) a esta
altura de los acontecimientos, Lacan, no sólo se ha desprendido totalmente de la teoría del
padre sostenida por Freud, sino que también ha cortado con la I.P.A. a consecuencia de su
“excomunión”, lo que le permite una disposición de la palabra o un cambio de estrategia
enunciativa, que se manifiesta en la exposición de una concepción distinta a la de Freud
explícitamente presentada; tal como en el caso de “El inconsciente freudiano y el nuestro”; 2)
en este período se produce, a mi entender, un punto de arribo en las elaboraciones de Lacan
sobre la pulsión, que permite afirmar la existencia de una teoría acabada sobre la misma (lo
que no impide que él prosiga su trabajo ni que nosotros continuemos la investigación, sino
que Lacan ya logró dar dos vueltas completas en torno a lo que quería decir al respecto).
c) Concluyo con el Seminario 16, debido a que allí Lacan retoma y articula casi todos los
argumentos por él elaborados mediante la noción de pulsión, articulándolos de una forma que
vale la pena aprovechar como cierre provisional del recorrido. A partir de esta época la
concepción de la pulsión se mantiene, en términos generales, estable.
Para la presentación de mi lectura de estos textos no procederé a la cita, sino que
comentaré, analizaré y, en muchos casos, recurriré a la paráfrasis.

a) Comienzo, entonces, a elaborar, siguiendo a Lacan, la noción de pulsión, a partir de


Subversión del sujeto..., escrito del cual destaco las siguientes consideraciones:
 La pulsión debe distinguirse del instinto en la medida en que la primera se caracteriza
por ser un saber que no comporta el menor conocimiento, mientras que el instinto es
todo lo contrario: un conocimiento imposibilitado de convertirse en saber.
Si la pulsión es un saber, aún antes de encarar el problema del estatuto de ese saber,
desde ya, se trata de la articulación de significantes, ya que en eso consiste un saber
para Lacan. Y como significantes articulados no pueden dejar de ser considerados con
relación a la demanda.
Esta definición de pulsión como una demanda se especifica, además, como
imposibilitada de transformarse en conocimiento; así la noción de pulsión queda
totalmente desprendida del imaginario de la especie, y hasta (lo que aclararé más
adelante), de lo imaginario de cada sujeto. Así se distingue de toda función vinculada
al funcionamiento del cuerpo como capturado por la propia imagen, y en el ámbito
sexual, entonces, tampoco por la imagen del objeto partenaire sexual. En el origen
opera una cadena significante, no reclamos o necesidades del cuerpo como cuerpo
animal.
A esta altura de Subversión Lacan propone para hacer más contundentes estos
argumentos la metáfora del esclavo mensajero que porta, sin saberlo, escrito en su
cuero cabelludo un mensaje que lo condena a muerte; mensaje que le convendría
interpretar, para así no confundir con destino lo que allí se dice sin saber que lo dice,
un dicho que ni siquiera sabe que es un mensaje, pero que lo lleva pegado en la
medida de estar escrito en su propio cuerpo. A tal mensaje Lacan lo equipara a un
“codicilo” (codicille en francés); tal término es muy elocuente de lo que se trata: su

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significado proviene de “código” y designa una tablilla que sirve para modificar un
testamento. Así el término y el ejemplo remiten a la muerte real y a la muerte en su
valor simbólico. Cabe recordar que Lacan articula de una forma notablemente
novedosa en psicoanálisis a la pulsión con cierta función o característica del Otro, A,
que viene a reemplazar en sus concepciones a la noción de código en la teoría de la
comunicación y que va a proporcionar una de sus principales concepciones de la
pulsión.
 Definición de pulsión. A partir de la pregunta por el estatuto subjetivo de la cadena
significante en el inconsciente, es decir, planteada la pregunta (necesariamente en
análisis) por lo que sostiene, soporta, lleva (supporter en francés) al sujeto en el
inconsciente; que no puede ser él mismo en tanto que habla, ya que allí no sabe que
habla, ni lo que dice, ni siquiera que allí se dice; en análisis la respuesta la provee el
concepto de pulsión. La pulsión es allí donde se designa, en este caso donde se
localiza al sujeto del inconsciente a través de una ubicación “orgánica”, oral, anal,
etc.; aunque con una condición esencial: esa localización orgánica para ser habitada
por el sujeto del inconsciente, debe “estar tanto más lejos del hablar cuanto más
habla”. O sea, que si bien el sujeto no sabe que eso-ello habla, lo hace y en una
relación inversamente proporcional con lo que el sujeto de la experiencia sabe. En
este sentido la pulsión es lo más oscuro para el propio sujeto, que no debe confundirse
con operar con oscurantismo en la teoría psicoanalítica.
 Articulación de la pulsión con la función del Otro. Lacan es el primero en articular a
la pulsión con la función del Otro, A. Primera consecuencia: se trata entonces de
significantes, ya que el A es definido y articulado en Subversión... como “tesoro del
significante”. Un tesoro es: un lugar (por ejemplo, el tesoro de un banco), que
contiene un gran valor, pero que ese valor no puede ser total (piénsese en cualquier
objeto de valor, por ejemplo, el oro, si se pudiese concentrar todo el oro del mundo en
un único lugar, el oro así acumulado perdería todo valor de intercambio). Por otra
parte, un significante es un elemento imposible de pertenecer a un código, ya que en
cuanto tal no significa nada. Así el valor queda concebido como no total y
dependiente de la articulación al lugar de los significantes. El A es, entonces el tesoro
del significante, pero así es definido su lugar en el piso inferior del grafo. En el piso
superior y del mismo lado, el tesoro del significante se escribe (S  D). Lacan
distingue las dos modalidades del tesoro del significante, indicando que la del piso
inferior es sincrónica (el A posee una estructura sincrónica, no evoluciona, está todo
él junto desde el principio, lo que es difícil de concebir pero que es un axioma
fundamental de la teoría de Lacan), mientras que en el piso superior, en el lugar
donde se localiza la pulsión, es diacrónica. Si se trata del sujeto del inconsciente en el
inconsciente, el sujeto está desvanecido y la demanda también, por lo tanto, resta la
gramática: el sujeto, el objeto y el verbo (la acción) en la diacronía de la cadena
significante.
 La localización corporal indicada no es la que habitualmente se postula como una
exigencia de trabajo que proviene de lo corporal biológico, una energía cinética
proveniente de la sustancia viva. En realidad Lacan invierte los términos al proponer
que la pulsión habita una función orgánica. Esta última, como tal, es un real del
cuerpo biológico y la pulsión (la localización en el inconsciente del sujeto
inconsciente) se aloja, ¿o habría que decir invade?, en alguna función de aquél; pero
se distingue netamente, dado que lo que caracteriza a la pulsión, a diferencia de la
función orgánica, es el artificio gramatical. Así los ciclos biológicos, por ejemplo, del
hambre o de la sed, deben ser reemplazados plenamente por algo absolutamente

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artificial: las reversiones gramaticales (chupar, chuparse, ser chupado; mirar, mirarse,
ser mirado; etc.).
Además, la pulsión aísla del metabolismo de la función una zona parcial que como tal
no puede ya responder a ninguna necesidad y, por otra parte, se introduce un corte no
natural en el cuerpo: es la delimitación de la zona erógena que aprovecha y
transforma un agujero real ofertado por el cuerpo biológico.7 Todos los bordes
anatómicos pueden cumplir la función de sede de la pulsión. Es al confeccionar su
lista que Lacan propone estudiar la erogeneidad respiratoria, debido a que es un hecho
la existencia de los agujeros de la nariz, la boca y la garganta.
 El corte. El aislamiento introducido por la pulsión, que más adelante articularé a la
condición del sujeto del inconsciente, implica el funcionamiento de un corte. El corte
opera tanto en el aislamiento de una zona corporal, que circunscribiendo como línea
cerrada de Jordan, un agujero lo convierte en zona erógena, como a nivel del objeto.
El objeto de la pulsión se caracteriza por ser producto también del corte: pezón,
escíbalo, etc., se caracterizan por la cisura.
 El objeto. Respecto del objeto, en Subversión... Lacan enseña además, que el mismo
carece de imagen especular. O sea, ambas propiedades del objeto se articulan a la
topología; tanto el corte recién descripto como la no especularidad son propiedades
topológicas. La especularidad se refiere a todos aquellos objetos que colocados frente
a un espejo producen una imagen que puede ser el producto de una transformación
topológica (esto es: bicontinua y biunívoca) de ellos. La banda de Moebius, por
ejemplo, es no especularizable, ya que una banda con torsión izquierda produce frente
al espejo una con torsión derecha, la que no es posible de producir mediante una
transformación topológica de la anterior. El objeto de la pulsión se caracteriza por no
ser especularizable, esto es, no puede ser en sí ningún objeto natural. Entonces, todo
objeto tridimensional que pueda ser utilizado para producir cualquier efecto en un
agujero corporal no es, específicamente hablando, un objeto pulsional. Por otra parte,
el no poseer imagen especular asocia al objeto con el sujeto del inconsciente, para el
cual el objeto pulsional funciona como una estopa muy peculiar. Por otra parte, se
entiende así la trascendencia en el mundo humano de la imagen especular: da
vestimenta a aquello que es no especularizable. ¿Qué sucede, con relación a la
especularidad, con el pezón o el escíbalo? Faltan aún los argumentos para
establecerlo, es necesario el recorrido en torno a los argumentos del Seminario 11.
 Las dos dimensiones del corte caracterizan a la pulsión como necesariamente parcial.
Parcial respecto de la función orgánica: no satisface, por ejemplo, al hambre; parcial
respecto del conjunto de órganos asociados para satisfacer una necesidad: el aparato
digestivo será sustituido por la zona erógena que sólo será un corte establecido en
torno a un agujero, no más que ello y, finalmente, el objeto también inscribe en sí esta
función de ser una parte, como el pezón del pecho. El imaginario de la castración se
sostiene en la medida en que ciertos órganos favorecen la imagen de su sección y,
consecuentemente, su condición de seccionables.

b) Paso ahora al análisis del segundo conjunto de textos, que considero el


fundamental. Tales textos, como ya anticipé, no serán citados y, aclaro, los elaboraré en su
conjunto; esto es, no distinguiré cuando se trata del Seminario 11, de Posición del
inconsciente o de Del Trieb de Freud... El análisis será parcial, me limitaré a las

7
Cuando la localización y el aislamiento introducido no respeta la oferta de los agujeros reales del cuerpo, se
trata de una respuesta psicosomática.

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consideraciones más importantes y a todo lo que luego permita la discusión en torno a la


propuesta pulsión respiratoria.
Dividiré el análisis y comentario en dos apartados (lo que no fue necesario respecto
de Subversión...): el primero consiste en todas las críticas explícitas que Lacan se ve llevado
a hacer respecto de la concepción de la pulsión: en esta sección sostiene que lo que, según él,
no es la pulsión; en el segundo se trata de todas las propiedades establecidas por Lacan como
propias de la pulsión; aquí se verá cómo, retomando el filo más subversivo de las propuestas
de Freud, Lacan las elabora desde su base conceptual (orden del significante, objeto a, el
Otro (A)) y les da una racionalidad absolutamente novedosa y sumamente clínica, que en
muchos aspectos se distingue de las formulaciones freudianas.
Localizándose por fuera de la iglesia que es la I.P.A. como organización, de donde se
lo expulsa, Lacan explicita lo que rechaza como concepción de lo pulsional: la pulsión no es
orgánica, ni natural y no responde en absoluto a la necesidad (ningún objeto de ninguna
necesidad puede satisfacer a la pulsión). Aunque parezca increíble, le fue necesario afirmar
en los mediados de la década del ‘60 que la pulsión no tiene nada que ver con el instinto; su
concepto prohíbe el recurso a cualquier concepción instintivista en la concepción del sujeto
del inconsciente.8 No se trata, en la lógica de lo pulsional, del organismo en su conjunto, ni
siquiera del conjunto de órganos de un sistema. Sus cuatro términos, tal como los propuso
Freud, operan sólo como disjuntos, así ellos constituyen lo más antinatural que pueda
concebirse, tal como un collage o un montaje surrealista. Yendo más lejos, afirma que en la
pulsión no se trata de una función vital, ni de los ritmos de una función biológica cualquiera.
Además, se distingue netamente del autoerotismo, por todas las propiedades de aquélla y
dado que el mismo es practicable, sin lugar a dudas, por muchos animales; en el hombre
también, pero no es a eso a lo que el psicoanálisis designa como pulsión. También sostiene
que la libido no es el instinto sexual, ni que se pueda conceptualizar como energía cinética.
Finalmente sostiene que la pulsión genital no existe.
Las propiedades positivas de la pulsión, según este segundo conjunto de textos
elegidos, fundamentales para el desarrollo del tema, son:
 Circuito circular. A partir de las tan precisas y sutiles indicaciones de S. Freud,
respecto al funcionamiento de la pulsión, como: una boca que se besa a sí misma;
Lacan elabora, contando con su teoría del significante y las dos operaciones de
alienación y separación con base topológica, lo que podría ser considerado su aporte
fundamental sobre la concepción de la pulsión en psicoanálisis: la estructura y
funcionamiento del circuito o recorrido pulsional circular. Tal desarrollo no le fue
posible a S. Freud dada su concepción arborificada del sistema de asociaciones de las
representaciones psíquicas, que él mismo representó así:

8
A pesar de lo cual, mediante el recurso actual a las necesidades corporales, al trabajo exigido por el cuerpo, a
la energía psíquica, etc., una gran cantidad de psicoanalistas retornan a una concepción instintivista, muchos de
ellos sin saberlo.

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Además, la concepción freudiana respecto de la subjetividad como un “individuo”


con una estructura homologable a la de un huevo, tal como se desarrolla en la segunda
tópica; cuyo esquema (propuesto por Freud mismo) es:

dificulta o, más aun, impide el desarrollo de una lógica en la cual pueda inscribirse el
objeto a como la parte perdida de sí mismo, que el sujeto, esencialmente agujereado,
va a buscar en el campo del Otro.
A partir de aquí, voy a presentar las elaboraciones de Lacan respecto al circuito
pulsional, mediante una serie de pasos:
1) Concepción del significante y del sujeto. Un significante sólo existe en la medida en
que se articula con otro, y un sujeto es lo que un significante representa frente a otro.
Como se observa con claridad, ambas definiciones se reclaman mutuamente.
2) Entre los dos elementos se establece un recorrido circular, constituido, para el par de
significantes, por anticipación y retroacción; y para el sujeto, por alienación y
separación. Tal recorrido circular crea un intervalo, que puede ser considerado como
lo más específico, tanto de la articulación significante como del sujeto.
Topológicamente hablando el recorrido circular posee la estructura de una línea
cerrada de Jordan y el intervalo es la superficie circunscripta por ella.
3) Los agujeros reales ofertados por el cuerpo real se articulan con el intervalo creado
por el circuito circular de los significantes y del sujeto. Por tal motivo son elevados a
cumplir una función de la que carecen totalmente en el mundo animal. En la pulsión,
el sujeto del inconsciente se localiza en tales agujeros corporales, los que se
convierten, sólo por este motivo, en zonas erógenas, quedando el sujeto mismo
equiparado a un aparejo agujereado. Así se establece una comunidad topológica entre
los agujeros corporales y el sujeto del inconsciente, planteados por Lacan en el seno
de la estructura fundamental de las relaciones de los campos del sujeto y del Otro.
4) El recorrido pulsional consiste en un trayecto circular. Tal trayecto es la forma en la
que Lacan elabora las reversiones pulsionales propuestas por Freud. El vaivén
pulsional circular se apoya en un agujero del cuerpo.9 En tal recorrido cabe distinguir
entre lo que Lacan designa aim, el trayecto, del goal, consistente en la vuelta sobre sí
mismo o el cierre del circuito circular. Tal cierre entorna al objeto a, saliendo desde el
campo del sujeto hacia el campo del Otro y retornando en forma invertida desde éste
hacia al sujeto.
Se podría decir que el recorrido pulsional se apoya en su borde “externo” en la zona
erógena y en el “interno” en el objeto. Tal como se intenta mostrar en el siguiente
esquema:

9
Lacan propone concebir esta función de apoyo mediante el Teorema de Stokes.

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10

En el esquema no es necesario representar al recorrido pulsional saliendo hacia fuera,


ya que si se piensa en el agujero corporal, es evidente que el “interior” del mismo es
“exterior”. Si el cuerpo humano es concebido como un tubo por donde ello entra y
por donde ello sale, el interior del tubo está en continuidad con el exterior, esto es,
con el campo del Otro, ya que, aunque no lo parezca, coinciden.
Estos cuatro pasos están representados por las siguientes cuatro representaciones de
Lacan y con el mismo orden:

S1 S2

1 2 3 4

El esquema 4 (que presento en forma apaisada) no es más que el agregado del


recorrido pulsional al esquema 3. Quizá convenga agregar un esquema más, para dar
cuenta con mayor claridad que se trata de una línea cerrada de Jordan sobre otra línea
cerrada de Jordan (una duplicación de una estructura cerrada). Tal esquema (que
responde a lo que Lacan plantea, por ejemplo, en el Seminario 11, pág. 201) es el
siguiente:

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11

 Parcialidad. Todos los elementos en el campo de la pulsión se caracterizan por el


corte, lo que indica con claridad que lo pulsional proviene de condiciones dadas por
el significante y no por el cuerpo biológico. El sujeto, localizado en un agujero
corporal, es el sujeto del intervalo significante, intervalo producido por una línea
cerrada. El objeto, para operar en la lógica pulsional, debe proceder de un corte
(pezón en lugar de mama, o mama en lugar del cuerpo de la madre, en todo caso
pezón o mama y nunca leche; escíbalos y no materia fecal, etc.), condición necesaria
para poder ser entornado por el circuito pulsional. La zona erógena consiste, no sólo
en el necesario aprovechamiento de un corte ofrecido por lo real del cuerpo biológico,
sino en el establecimiento de un corte que aprovecha un agujero real, pero que
connota de artificial a la zona respecto de la necesidad. Así, nunca se trata del aparato
digestivo, todo él posible de ser considerado un tubo, o sea, un cilindro, sino que debe
agregarse, para que se trate de la pulsión, un corte en el tubo (labios, “cercado de los
dientes", garganta, margen del ano, etc.). Finalmente, la pulsión es parcial respecto de
la necesidad a la que se vincula, ya que no cumple con sus fines, ni el alimenticio, ni
el sexual, ni ningún otro, y menos aún el de conservar la vida misma.
 Subjetividad acéfala. Lacan establece que el estatuto de la subjetividad en la pulsión
puede ser descripto metafóricamente como el de una subjetividad acéfala. Tal
designación, si bien no es muy desarrollada ni explicada, puede ser comprendida de la
siguiente forma: si se parte de la definición de pulsión de Subversión..., donde eso
habla sin que el sujeto sepa qué dice ni siquiera que eso es un decir, siendo que es allí
donde él debe advenir; la subjetividad acéfala indica que si el sujeto arranca como
aparejo agujereado, entonces: Wo es war, sol Ich werden. En la ética del bien decir, la
dirección de la cura lleva a que el sujeto advenga en eso donde no está aún, pero
donde el psicoanálisis lo supone: la pulsión tal como opera en la experiencia analítica.
La posición analítica, frente a lo que se manifiesta como una fijación pulsional, radica
en suponer un sujeto allí, lo que no significa que se pueda aplicar por parte del
analista “Ud. está fijado a eso”, “Lo que sucede es que a Ud. le gusta/satisface...”,
etc.; sino que un sujeto puede y debe advenir allí, donde sólo es supuesto. Si lo hace,
se trata de un sujeto nuevo.

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12

 Libido, objeto y laminilla. En el contexto de los años de referencia, Lacan desarrolla


un mito: el de la laminilla. El mismo es un aporte notablemente creativo para dar
cuenta de intrincadas articulaciones entre su teoría y las enseñanzas de S. Freud.
En el mito de la laminilla entra a jugar una dimensión de la especie: la reproducción
sexuada, que tiene por consecuencia la muerte de cada uno de los miembros de la
misma. Esta dimensión de la muerte real es mitificada de la siguiente forma: para que
nazca un hombre (al igual que como dice para hacer una tortilla hace falta romper los
huevos, lo que implica: “o huevos o tortilla”) debe perder la vida. Para vivir requiere
perder la vida, la vida le impone pasar a ser mortal. Así la vida misma se pierde, tal
como la placenta, órgano fundamental para la vida intrauterina que debe perderse para
poder vivir y que deja como huella la cicatriz del ombligo. La vida como perdida a
causa de la sexualidad, adquiere en el mundo del sujeto humano hablante, el estatuto
de “el” objeto perdido y todas las modalidades del objeto a son sus representantes. La
libido como órgano debe entenderse, no en el sentido anatómico, a pesar del último
ejemplo; sino como aparato o instrumento, tal como es utilizado en El organon de
Aristóteles, que es un tratado de lógica.10 Así, el instinto de vida de S. Freud es lo que
J. Lacan establece como objeto perdido. Pero ello sólo es así debido a que la
sexualidad queda atrapada en las redes del significante que introduce la dimensión de
pérdida, que le aportan a la condición de mortal la de la vida perdida. La libido es
equiparada a una laminilla infinitamente plana, bidimensional, por lo tanto imposible
de ser encontrada en la realidad, e inmortal, (ya que ¿cómo matarla?). Su borde se
inserta en la zona erógena que funciona como hueco o vacío; tal es la dimensión del
objeto a causa del deseo en la pulsión. A su vez, dado que la pulsión habita un
agujero real del cuerpo, se establece la posibilidad de la puesta en funcionamiento de
objetos tridimensionales (pezón, escíbalo, pene y sus posibles sustitutos), que aportan
la otra cara del objeto en la pulsión. Por lo tanto, el objeto de la pulsión es, por un
lado, un puro vacío o hueco que es entornado por el recorrido pulsional; pero por el
otro, el objeto tridimensional, que como el huevo de madera para zurcir medias, da la
extrema consistencia que caracteriza a la satisfacción pulsional. La adhesión libidinal,
la fijación, se explica justamente por la posibilidad de la puesta en funcionamiento del
objeto como perdido y como reencontrado en una misma vuelta apoyada en el cuerpo.
En la dialéctica del deseo, no opera tal fijación, ya que el fantasma funcionando como
soporte del deseo aporta una dimensión del objeto a, pero sólo dentro de una escena,
cuya poca consistencia se debe a la mera materialidad de un libreto.11
La voz y la mirada, a diferencia de los objetos orales y anales, se articulan al deseo
justamente por quedar entre una condición bidimensional y una tridimensional.
El ejercicio de la pulsión, entonces, radica en la búsqueda de la parte perdida de sí
mismo en el Otro, tripa que en tanto la vida misma, articula una vertiente real, de la
vida perdida por la reproducción sexuada, con la segunda muerte causada por el
significante en la lógica de la alienación, que sólo existe en su relación con la
separación: puesta en relación de la falta en ser del sujeto con la falta del Otro. Así,

10
La articulación de la libido como la laminilla y el objeto a lleva a Lacan a proponer como paradigma de este
último al ludion, en este caso, ludion lógico.
11
Justamente la diferenciación entre perversión y neurosis, radica en la consistencia del objeto en la escena. El
perverso hace del significante del libreto un objeto tridimensional bien al alcance de la mano, mientras que el
neurótico, especialmente el fóbico, hace del objeto un significante.

Alfredo Eidelsztein La pulsión en psicoanálisis y la pulsión respiratoria


13

para Lacan, la pulsión se distingue netamente de la búsqueda del macho por la


hembra, o viceversa.
 Satisfacción y sublimación. El concepto de pulsión, según Lacan, tiene por función
indicar cómo la satisfacción en el mundo humano es esencialmente paradójica. Con
pulsión, no se trata de la indicación de una satisfacción a la cual el sujeto se encuentra
fijado, ni en el caso en que “se satisface mucho con ello” (lo que se suele expresar
mediante: “Es un goce”), sino todo lo contrario. Tampoco indica la causa de una
satisfacción rara o excesiva. El concepto de pulsión en su relación con la satisfacción
que el psicoanálisis propone, tiene la estructura de una banda de Moebius; esto
significa que si se parte de una satisfacción y se sigue su camino, se encuentra
insatisfacción y que si se parte de insatisfacción y se sigue por ella, se llega a la
satisfacción, todo ello sin atravesar ningún límite. Lo más destacado por parte de
Lacan sobre las consideraciones freudianas de la satisfacción pulsional, además de lo
recién afirmado, radica en la satisfacción sublimatoria, considerada fundamental.
Según Lacan, en última instancia, la pulsión no se identifica a la satisfacción misma,
más bien, ella es la que organiza el menú y el ejemplo que brinda al respecto es,
justamente, uno respiratorio: el del aroma.12 El que en la fórmula de la pulsión Lacan
inscriba la demanda, y recordando que toda demanda es demanda de amor, establece
la relación entre los objetos de la pulsión y los objetos de amor, ambos participando
del menú fundamental y, en muchos casos, íntimamente asociados, como en el del
objeto de la pulsión que es parte del cuerpo de la persona amada. ¿El objeto de la
pulsión es parte del cuerpo propio (perdida, pero del propio cuerpo) o del cuerpo del
otro? A Freud no se le escapó que si el pecho es obviamente de la madre, para el niño
es propio en la lógica del yo purificado de placer; ¿y las heces?; ¿y la voz y la
mirada? El problema posee las siguientes soluciones: para Freud el sujeto humano
posee un interior y está entornado por el exterior, pero el objeto (la parte del cuerpo
del Otro, como el pecho) es propio y, además, estableció a este respecto el
funcionamiento de la introyección y la proyección; con M. Klein se progresa, vía su
noción de fantasía, en la interrelación entre interior y exterior, llegándose a un mundo
de fantasía interno y externo prácticamente indistinguibles; el paso mayor, en este
sentido, lo da Winnicott quien descubre que con dos categorías no alcanza, se trata
para él de un interior, un exterior y una zona transicional, donde se localizan el objeto
y los fenómenos transicionales, esta zona no es ni interna ni externa; Lacan, a partir
de estas consideraciones de Winnicott y con el apoyo en la topología, eleva a
fundamental tal zona transicional, concibiendo al sujeto y al Otro como dos toros
interpenetrados de tal forma que el objeto a se localiza en la zona que, no siendo
interna tampoco es externa, ella es una exterioridad íntima. A la Cosa que allí se
localiza la denomina “extimidad”. Es en función de esta concepción del objeto a,
como no perteneciente ni al sujeto ni al Otro; sino ubicándose en la relación entre
ellos, que le corresponde una de las fórmulas de la división subjetiva del Seminario
sobre la angustia:

12
Lo que obliga a plantear la diferencia con el fantasma. Éste último tiene por función, en la concepción de
Lacan, organizar la escena (casi dicho como en el mundo del teatro: tramoya, decorado, practicables, etc.) en la
realidad en la cual está indicado el objeto “del deseo”; como tal es que funciona como soporte del deseo y opera
como velo, que sirve como superficie de proyección y como velo de ocultamiento, del objeto a causa del deseo.

Alfredo Eidelsztein La pulsión en psicoanálisis y la pulsión respiratoria


14

donde el objeto a es el resto de la operación de la puesta en relación del sujeto en


función del Otro. A pesar de estos argumentos, se suele considerar que el objeto a es
para Lacan, sólo la parte perdida de sí mismo. Finalmente, para él, es la sublimación
la que establece con claridad la diferencia entre el mundo de la satisfacción pulsional
(sujeto del inconsciente) y en el autoerotismo (del animal); se trata del advenimiento
de un sujeto nuevo, ya que la sublimación es para Lacan, la entrada de la creación ex-
nihilo. Para S. Freud la sublimación estaba atrapada en las redes del reconocimiento
social y de las economías de satisfacciones compartidas y ahorradas; para Lacan,
totalmente por fuera del reconocimiento, la sublimación emparienta a la pulsión con
el sujeto del inconsciente mediante el Wo es war, soll Ich werden, el advenimiento de
algo radicalmente nuevo a nivel del sujeto, propio del fin del análisis.
 Pulsión, campo del Otro e inconsciente. La pulsión es la actividad implicada en la
búsqueda de la parte perdida de cada uno, que consiste fundamentalmente en la
perdida de la vida misma. Búsqueda, que para completar su recorrido debe pasar por
el campo del Otro (nuevo argumento para distinguir entre autoerotismo y pulsión).
Como dije anteriormente, si el cuerpo es, desde la perspectiva del sujeto del
inconsciente, un aparejo agujereado, y si desde tal concepción, es posible asociarlo a
un tubo cilíndrico, entonces el recorrido pulsional, sin lugar a dudas, se hace en el
campo del Otro. En los siguientes esquemas, se hace evidente que ambos recorridos
son idénticos:

Así, cuando el recorrido pulsional se cumple, entorna al objeto a y alcanza la


dimensión del Otro. El sujeto es representado o, se podría decir, soportado por el
objeto a en el lugar del Otro. De esta forma se explica que el funcionamiento de las
pulsiones se organice en torno a una dialéctica entre el hacer desde el sujeto y desde
el Otro, como en los casos del hacerse ver y del hacerse oír, donde la actividad de la
pulsión es desde el Otro y hacia el Otro. Lo mismo puede sostenerse respecto del
chupar y del mirar. Consecuentemente, si la sexualidad ejerce su actividad propia por
intermedio de las pulsiones (lo que desarrollaré en el próximo punto), la puesta en
acto de la realidad del inconsciente en la experiencia psicoanalítica en tanto es
sexualidad, debe serlo a través de la transferencia. De la misma forma, respecto del

Alfredo Eidelsztein La pulsión en psicoanálisis y la pulsión respiratoria


15

par pulsión-transferencia, es siempre primera la transferencia, lo que equivale a


sostener que dada la transferencia se habilita la posibilidad de lo pulsional.
 Genitalidad y complejo de Edipo. Según Lacan la pulsión genital no existe. Tal como
sostuvo Freud, no hay nada en el inconsciente que nos haga machos o hembras;
además, las pulsiones, en la medida en que son esencialmente parciales, no pueden
sostener la reproducción en su totalidad. ¿Cómo se sostiene la actividad reproductiva
de la especie? La respuesta es: la estructura del complejo de Edipo, que particulariza
las estructuras elementales del parentesco en nuestra cultura, brinda el escenario
mediante el cual se produce el engaño, en el que cae el sujeto, que cree que en el Otro
como tesoro encontrará aquello que se encuentra perdido en cada uno. En los
términos de cada cultura, “macho” y “hembra” serán figuras ofertadas dentro de un
mito individual, para que en su asunción cada uno salga a la búsqueda de lo que le
falta pasando por el cuerpo del otro, en la misma medida en que el escenario es del
Otro.
 Representación, sexualidad y muerte. Finalmente, en todos estos textos, Lacan
sostiene que la pulsión representa a la sexualidad en el inconsciente. Cabe destacar
que se trata de representación, o sea, de significantes (nada más humano que el
menú), y la sexualidad sólo consiste en el engaño mediante el cual el objeto
tridimensional que supuestamente satisface, tomado del cuerpo del otro, viene cada
vez al lugar de la vida perdida a causa de la reproducción sexuada y con el valor que
ello adquiere a consecuencia sólo de la alienación significante y del consecuente
fading del sujeto. Si en Subversión... la pulsión indicaba la localización del sujeto del
inconsciente en el inconsciente, ahora, dado que para Lacan es la relación sexual
aquello que inscribe de forma más radical la falta en el mundo humano, la pulsión
pasa a representar a la sexualidad en el inconsciente, teniendo en el horizonte el “no
hay relación sexual”.

c) Para concluir este recorrido, paso ahora a presentar lo que Lacan desarrolla sobre la
pulsión en el Seminario 16, especialmente en el curso del 5 de marzo de 1969, que me parece
de especial importancia para el tema y, por otra parte, permite articular las dos escansiones
anteriores.
 Dentro del esquema de relaciones entre saber y verdad, Lacan sostiene la posición
que afirma que el psicoanálisis implica un saber, un descubrimiento, y tal
descubrimiento son las pulsiones. Ellas son consideradas por él como el medio de
producir satisfacción mediante montajes articulados y articulables. Justamente, las
propiedades de tal satisfacción, son interrogadas mediante la noción de pulsión.
 Denunciar el funcionamiento de una pulsión implica sostener que algo se satisface en
eso; ese algo no puede designarse de otro modo que como sujeto ,13 o
sea, como un sujeto supuesto. El término ypokeimenon, significa: yacer, estar debajo,
servir de base, servir de cimientos; estar subordinado, sumiso, sujeto; estar de visita,
estar presente; ser sugerido, etc. Para Lacan, el establecer una pulsión implica
suponer que un sujeto se realiza en ella. La satisfacción pulsional sugiere al sujeto del
inconsciente “por debajo”.14 El suponerlo es la posición del psicoanalista, no del
sujeto que está en análisis; pero si adviene su pregunta por el estatuto del sujeto del

13
M. Heidegger sostiene, a este respecto, que el sujeto, en tanto que sub-iectum, es la traducción e
interpretación latina del  griego (Cf. Por ejemplo, El nihilismo europeo, Cap. 15, Ed. Destino,
Barcelona, 2000.)
14
Zugrunde gehen o untergang.

Alfredo Eidelsztein La pulsión en psicoanálisis y la pulsión respiratoria


16

inconsciente en el inconsciente, entonces donde eso (ello) se satisfacía el sujeto debe


advenir.
 La pulsión es el lugarteniente de lo sexual en el inconsciente y las pulsiones,
consecuentemente, se fijan debido al horizonte que impone lo sexual: no hay relación
sexual. En lugar de la relación que no existe, el sujeto se fija a una práctica
satisfactoria-insatisfactoria, mediante un objeto vinculado a un agujero de su cuerpo,
que, en el mejor de los casos, se localiza en el cuerpo de otro.
 Los órganos limítrofes del cuerpo operan en la medida en que funcionan como
soporte instrumental. El órgano implica la lógica del significante. El hombre nace en
un baño de significantes y las pulsiones sólo se justifican por el primitivismo de esos
aparatos significantes, no tienen nada que ver con un naturalismo primero o con una
lógica que postula como primero al cuerpo biológico. Lacan no acepta que, para la
consideración del sujeto humano hablante, se parta del cuerpo biológico, ni para el
caso de la sociedad, ni para cada caso particular. En el comienzo se postula la
existencia del significante y de otros sujetos humanos hablantes, tal es el hábitat que
funciona como condición necesaria primera del sujeto.
 La sublimación es en tanto que tal, el modo de satisfacción de la pulsión y ella es en
función de una estructura social que se organiza alrededor de la función sexual en el
horizonte de lo que no cesa de no escribirse: no hay relación sexual.
 En la actividad pulsional se puede ser allí sin saberlo. Las pulsiones comportan un
saber y el psicoanálisis está hecho para que un sujeto pueda advenir en relación a ese
saber.
Concluido este recorrido, contamos ya con los elementos necesarios, no para hacer
una síntesis sobre lo afirmado por Lacan sobre la pulsión, imposible de realizar, sino para
contar con una red de relaciones fundamentales que permitan elaborar y someter a un análisis
racional la propuesta sobre una posible pulsión respiratoria.

2. Freud y la respiración
Son muchísimos los lugares donde S. Freud se aboca al estudio de los problemas
respiratorios, de los síntomas vinculados a la respiración y cuestiones afines. Pero en esta
sección, sólo presentaré sus argumentos referidos a desarrollos muy puntuales sobre la
respiración y poco tenidas en cuenta por quienes lo continuaron. Para que la presentación sea
lo más acotada posible, la haré considerando su obra en conjunto (sin distinguir textos ni
épocas) y limitada a cuatro rubros. Las cuestiones vinculadas a la respiración que destaco,
son las siguientes:15
 Freud articuló las pulsiones a las grandes necesidades corporales, que originan
estímulos endógenos prontos a la descarga. Pero cabe tener presente que para él las
grandes necesidades son: hambre, respiración y sexualidad. Freud no cae en el olvido
de la función de la respiración y la pone en el mismo nivel que el hambre y la
sexualidad, lo que en términos generales, y salvo contadas excepciones, no hace casi
ningún otro psicoanalista ni nadie en general en occidente, si no siente que le falta el
oxígeno o teme que le suceda.
 Freud destaca permanentemente la íntima relación entre la angustia y la respiración,
en realidad también a la actividad cardiaca, especialmente en el momento del
nacimiento, que es el evento que deja tras de sí esa huella, que él denomina “angustia
tóxica”. Este vínculo es así fundamentalmente fisiológico.
15
Dejo de lado la sorprendente historia de su relación con Fliess y el tratamiento y concepción que este último
dio a la nariz, el moco y cuestiones afines con la sexualidad humana, su ritmo de 28 días y su relación con la
neurosis.

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17

En torno a esta relación entre angustia y trauma del nacimiento, considerado éste
último como cambio en la modalidad de oxigenación de la sangre, existe una
polémica, planteada por el mismo Freud. Además de la represión orgánica de lo
olfativo, Freud acepta la íntima relación existente entre la angustia (tanto sensaciones
como inervaciones) y el trauma del nacimiento, entendido este último como
arquetipo; sin embargo, en oposición a Rank y su teoría sobre la relación entre el
trauma del nacimiento y la neurosis, Freud establece las siguientes salvedades: a) no
alcanza con el trauma del nacimiento para dar cuenta de la angustia; b) esa es una
explicación exclusivamente biológica insuficiente para dar cuenta de lo psicológico y,
finalmente, c) Freud pone en tela de juicio que el niño recién nacido recuerde como
tal al trauma. Según Freud, no se puede explicar la angustia si no se aplica la noción
de la pérdida de objeto. Él sostiene como fundamental la angustia de castración (que
implica: la sexualidad, la etapa fálica, la amenaza de castración y el superyó, más la
retroacción de este conjunto de elementos articulados sobre el trauma del nacimiento)
y la pérdida del objeto amado. Como se ve, nuevamente se plantea la relación entre la
pérdida del objeto propio (falo) y la pérdida del objeto como otro (la madre).
 En torno al problema del malestar en la cultura, Freud desarrolla un concepto, que
quedó bastante desconocido para la posteridad: la represión orgánica. Dado el
alzamiento del ser humano del suelo, por el logro de la bipedestación, se produce por
consecuencia una profunda subversión de valores. El ser humano se “distanció” de los
estímulos olfatorios, sentido rector respecto de la alimentación y la sexualidad para
los mamíferos en general. Tal proceso fue acompañado y consolidado por una
represión (cultural) de la atracción ejercida por los olores, en especial, los olores de
los excrementos de los otros, sentidos como profundamente desagradables. Así la
represión contribuye con el proceso de evolución de la especie. El avance cultural que
acompaña este proceso evolutivo, trajo como consecuencia una desvalorización del
sentido del olfato en general y una imposición muy fuerte de sublimaciones (en el
sentido que S. Freud le da a este término), conformando una estética propia a lo
humano.16 Entiendo que esta función de la “represión orgánica” es un intento
indirecto de Freud de responder a la pregunta (arriba citada) por la causa del olvido de
la función de la respiración. Además, Freud postula que los estímulos visuales
reemplazan a los olfatorios y así en el estado de cultura, lo visual ganaría una máxima
valencia a consecuencia de la represión de lo olfativo.
 Otro lugar destacable del estudio freudiano de la respiración, es la íntima vinculación
que él plantea entre las primeras emergencias de las excitaciones sexuales y el espiar
con las orejas el coito de los padres. Sin lugar a dudas, lo que establece
retroactivamente tal investigación es una íntima relación entre la sexualidad y la
respiración, a través de lo que de ella es pasible de ser escuchado: el jadeo. Freud
llega a darle el estatuto de fantasía primordial al deseo de espiar con las orejas la
actividad sexual de progenitores; cabe reconocer que en muchos lugares de nuestra

16
Freud nunca cedió la prioridad de esta conjetura, de lo que estaba muy orgulloso.

Alfredo Eidelsztein La pulsión en psicoanálisis y la pulsión respiratoria


18

cultura, el jadeo efectivamente funciona como uno de los “símbolos” de la actividad y


la satisfacción sexual.

3. Angustia y respiración
Como recién planteé, Freud estableció desde el comienzo la íntima relación entre angustia
y respiración. Le daré una vuelta más al tema, considerando lo que Lacan sostuvo al respecto,
conjuntamente con otras articulaciones.
Para comenzar, se debe tener presente que ambos autores han desarrollado gran parte de
lo que sostuvieron sobre la respiración en íntima relación con la angustia, en los textos o
seminarios especialmente dedicados a ella.17
Freud destacó el valor angustiante del ahogo producido en el nacimiento, aunque, como
ya dije, no sólo por eso; Lacan considera a la asfixia del nacimiento como el único y
verdadero trauma del nacimiento,18 rechazando todos los desarrollos que postulan, por
ejemplo, una función a la pérdida del medio acuoso intrauterino; pero en especial
estableciendo que lo traumático no es la separación del cuerpo de la madre. En todo caso el
niño se separa de la placenta, “su” órgano vital que se enraíza en la madre. A partir de esto
último, concluye que si la angustia es una señal que no engaña, es, justamente, señal del
trauma del nacimiento. Pueden ser considerados recordatorios de esto último: la palmada
innecesaria que practicaba el obstetra frente a la espera angustiosa de la primer inspiración
del neonato; la imagen consolidada del padre angustiado que fumando deambula por la sala
de espera y el desahogo de todos frente al primer llanto. La dimensión más real de vivencia
de la muerte se produce en el nacimiento, y su manifestación, asociada a la angustia, es el
grito.
La angustia posee una propiedad que la diferencia de los otros afectos y aún de todos los
penosos: su relación al cuerpo; la angustia se encarna y esto no es una metáfora. La angustia
se localiza en el cuerpo, motivo que justifica la siguiente afirmación de Lacan: un sueño es
de angustia cuando el cuerpo del soñante es tomado, tironeado en la escena del sueño. ¿Por
qué la angustia se caracteriza por localizarse? La respuesta se obtiene si se plantea otra
pregunta: ¿dónde se localiza la angustia? Ella se localiza, todos la localizamos -se podría
decir también, la sentimos- en el “plexo solar”. Como se observa, a partir del trauma del
nacimiento, previo a toda demanda, el sujeto humano localiza una primera angustia en la
zona pectoral-ventral, asociado a lo pulmonar. Con la puesta en funcionamiento del
significante, la angustia ya de castración, sigue localizándose en torno al diafragma, asociada
a la respiración y al ahogo. La angustia es sentida así como una “opresión en el pecho”.
El término mismo de angustia inscribe lo esencial de estos argumentos. Basta recordar la
etimología latina para arribar a las mismas cuestiones. “Angustia” proviene del latín
«angustia», derivado a su vez de «angustus». “Angustus” significa: estrecho, apretado,

17
En el comienzo mismo de la primer clase del seminario sobre la angustia Lacan plantea su sorpresa en
relación a que ninguno de sus alumnos haya articulado la forma del grafo del deseo con “la pera de la angustia”
y “el plexo solar”. Como dice Miguel Cané en Juvenilia, en relación a la “pera de la angustia”: “... rojiza la faz,
a causa de la dificultad para respirar a través de un aparato, rigurosamente aplicado sobre la boca, y cuya
construcción, bajo el nombre de Pera de angustia, nos había enseñado Alejandro Dumas en sus Veinte años
después, al narrar la evasión del duque de Beaufort del castillo de Vincennes.” Tal aparato, muy utilizado en el
medioevo, consistía en una pera de hierro que se introducía en la boca del prisionero para impedirle hablar y
gritar y que pasó a ser un elemento de tortura; Dumas habla de él en los capítulos XXI y XXV. “Plexo solar” es
la red nerviosa que rodea a la arteria aorta ventral, que procede especialmente del gran simpático y del nervio
vago. Los elementos así relacionados son: angustia, cuerpo (pecho-estómago), y respiración.
18
Lo que se asocia al hecho de que la muerte se designe: “expiración”, que proviene de respirar, inspirar y
espirar.

Alfredo Eidelsztein La pulsión en psicoanálisis y la pulsión respiratoria


19

oprimido, especialmente el cuello o la garganta. La relación entre la angustia y la respiración


es muy “evidente” para el genio de la lengua.
Finalmente, y anticipándome a lo que será su lugar específico de análisis, conviene
recordar la enorme cantidad y variedad de inhibiciones, miedos, fobias y angustias asociados
íntimamente a problemas de respiración y/o de falta de aire; como a cuestiones de la índole
del atravesamiento de canales estrechos, lugares pequeños o con poca posibilidad de
movimientos libres. Tales fenómenos también se manifiestan “en el agua”, un contundente
“mundo” tridimensional, opuesto a la atmósfera.

4. Motivos de un olvido
Desde lo que acabo de sostener, sorprende aún más, el olvido al que está sometido lo
respiratorio en el campo psicoanalítico y en occidente en general. ¿Cuáles serán sus motivos?
A partir de los desarrollos freudianos, contamos con su hipótesis sobre la represión
orgánica de los estímulos olfatorios acompañada por la represión cultural del período
evolutivo superado; si bien implica un uso muy laxo de la noción de represión, es innegable
que la potencia de los estímulos olfatorios está muy sometida por las pautas culturales. Basta
con disfrutar El perfume de Patrick Süskind,19 para comprobar que con sólo leer un buen
libro, nuestro mundo es capaz de llenarse sorpresivamente de todo tipo de olores y,
consecuentemente, cambiarse todo el sistema de orientadores de la realidad y vínculos con
los objetos más cotidianos.
Entre los principales motivos de la ausencia de estudio de lo respiratorio como pulsional,
destaco los siguientes: en el seminario sobre el deseo y su interpretación, Lacan sostiene que
no hay corte, salvo excepciones, en lo respiratorio (afirmación que al poco tiempo de
producida él mismo corregirá). Efectivamente, no es fácil concebir una operatoria pulsional
respiratoria, en la medida en que el aire se nos manifiesta como continuo en las tres
direcciones espaciales, o sea, es muy difícil concebir al aire como objeto. El aire, en
apariencia, no es buen tapón del agujero, ya que siendo un “fluido”, complica la concepción
de su entornado por el circuito pulsional. Su condición de invisible, contribuye en la misma
dirección. Tales propiedades lo asocian con la voz y la mirada.
Otra cuestión más debe ser considerada. Tal como afirma Lacan, existe una sinergia20
entre la voz y la respiración. Así la voz tiende a cautivar más al sujeto como objeto y queda
velada a la función de la respiración y la posible localización de cierta función del aire como
objeto. Pero cualquiera que quiere cantar y haya dedicado a esa actividad cierta atención, o
para aquellos muchos sujetos que padecen dificultades, dolores o síntomas en la emisión de
voz, conoce la función fundamental de la respiración, oculta a primera vista por lo
impactante de la sonoridad de la voz y el valor de la palabra.
En lo que respecta a los agujeros corporales sucede lo mismo. La nariz y la boca o, para
ser más específico, las cavidades nasal y bucal, se encuentran en continuidad, lo que permite
que algunas de sus funciones sean confundidas por el hombre común. Así, lo respiratorio
queda olvidado, no sólo tras la voz, sino también, tras lo oral. Ni siquiera esto es todo. Lo
respiratorio también queda oculto tras el sentido del olfato. Al convergir tantos elementos
significativos en una misma zona del cuerpo y una misma actividad, depende mucho de la
valorización social, y de cada uno dentro del consenso cultural.
Otro motivo del olvido y el retraso en la concepción de una posible pulsión respiratoria,
consiste en que la cavidad nasal es un órgano totalmente inmóvil, lo que impide reconocer

19
No es casual que este autor alemán, ambiente en Francia de S. XVIII su novela, cuyos habitantes tienen
ganada una fama en torno a los olores y los perfumes.
20
Sinergia significa: la acción de dos o más causas cuyo efecto es superior a la suma de los efectos individuales
y, en fisiología, el concurso activo y concentrado de varios órganos para realizar una función.

Alfredo Eidelsztein La pulsión en psicoanálisis y la pulsión respiratoria


20

allí el hacer pulsional; aunque justamente a causa de ellos, está más ofertado para alojar al
sujeto acéfalo.
Finalmente, el último motivo que señalo como explicativo del olvido de la trascendencia
de lo respiratorio en el mundo pulsional humano, es que la respiración es una función
involuntaria. En la medida en que respiramos, por ejemplo, mientras dormimos o en estado
inconsciente, a diferencia de las funciones orgánicas sometidas al control, disciplina y
educación, como lo oral o lo anal, y por lo tanto “voluntarias”, se produce una supuesta
diferencia, según la cual las segundas pueden albergar con más facilidad al sujeto del
inconsciente. Justamente sostengo todo lo contrario. Lo respiratorio es más apto para
localizar al sujeto del inconsciente en el inconsciente, debido al sistema múltiple de
ocultamiento que lo caracteriza. En la clínica con sujetos que padecen de síntomas
respiratorios, síntomas en el uso psicoanalítico del término, es frecuente encontrar asociadas
al padecer, las siguientes preguntas, sorprendentemente idénticas en muchos sujetos: ¿Por
qué hay que respirar?21 ¿Podría dejar de respirar? ¿Qué sucedería si dejo de respirar? En
todas estos interrogantes se verifica la existencia, en torno a lo respiratorio, de una trama apta
para presentar al sujeto en la misma medida en que se lo oculta.

5. La pulsión respiratoria22
Luego de esta larga preparación, llegó la hora de presentar el núcleo de la propuesta.
Como ya dije, la misma partió, para mí, de las indicaciones de Lacan, aunque ya me había
encontrado con el problema y no sólo como psicoanalista. A partir de ellas y en función de
mi clínica y del estudio sistemático del problema, he concluido en la validez de la propuesta,
su coherencia con los principales postulados del psicoanálisis y su potencia en la clínica.
Todo conduce a aceptar la posibilidad del funcionamiento pulsional en torno a la
respiración. Partiendo de su alta significación como necesidad, que permite dar cuenta de su
trascendencia para la subjetividad que es atraída por esta función vital, (el que se la olvide se
articula perfectamente con su condición de inconsciente); que se caracteriza por una íntima
relación con la muerte, siempre actualizada en lo respiratorio, y el trauma del nacimiento; la
posibilidad de una precisa localización de un agujero corporal (en este caso dos: boca y
nariz) que funciona como zona erógena, con la siguiente característica a destacar: uno de
ellos, la nariz, al igual que el oído, no se cierra;23 un hacer específico, el respirar, que permite
articular con lo pulsional, donde el ida y vuelta pulsional están notablemente favorecidos por
el hecho de la escansión entre inspiración y espiración. A nivel de la pulsión respiratoria, las
inversiones están doblemente facilitadas, no sólo por lo recién dicho, sino además por el
hecho de que lo normal es inspirar por la nariz y espirar por la boca, lo que puede invertirse.
Piense el lector en sí mismo o consulte con sus allegados y se sorprenderá del número de
sujetos que han invertido su respiración sin siquiera darse cuenta. Además de esto, la
respiración habilita una gama notablemente extensa y extendida de fenómenos, que
presentaré oportunamente. La lista de posibilidades de síntomas brindada por lo respiratorio,
como se verá, es llamativamente amplia en comparación, por ejemplo con lo oral o anal;

21
S. Freud también conoció un caso, al menos, en el que se manifestó esta pregunta. Lo publicó como
observación 7 en Obsesiones y fobias.
22
Luis Delgado y Graciela García hicieron en 1992 una propuesta en apariencia muy similar a la que hago
mediante la expresión “pulsión respiratoria”, pero las diferencias son sustanciales. Ellos, en su libro La etapa
nasal, proponen la existencia de una fase o etapa nasal preoral. Su planteo de corte psicoanalítico gira, a pesar
de ello, en torno a la idea de instinto. La respiración sólo vale en su planteo como base de la sobrevida y la
etapa o fase nasal que ellos proponen, opera sobre la base del objeto “olor” que sería la primer fuente de goce y
placer.
23
Esto lo sostengo a pesar de que Lacan afirme en el Seminario n° 11 que el único agujero que no se cierra a
nivel del inconsciente es el oído.

Alfredo Eidelsztein La pulsión en psicoanálisis y la pulsión respiratoria


21

además de las manipulaciones que posibilita la nariz, como el tan frecuente “escarbarse la
nariz”.
Existen también problemas para aceptar la propuesta de una pulsión respiratoria. ¿Cuál
sería su objeto, si se reclama de él que implique un corte equivalente al que manifiestan el
pezón o el escíbalo? ¿Dónde o en qué localizar la función del Otro, A, que destaqué como
fundamental en la pulsión y requerido para diferenciarla de las meras prácticas autoeróticas?
Más aún, como ya afirmé, el propio Lacan se opone indirectamente, en su Seminario 6, a la
posibilidad de la existencia de una pulsión respiratoria.
Voy a tomar aquí sus salvedades para proseguir analizando mi propuesta. Para Lacan, en
ese seminario, lo que caracteriza al objeto pregenital es que el sujeto se corta de él. El estadio
sádico-oral indica que el sujeto “se muerde y corta una parte de él” El destete para Lacan, a
diferencia de lo que se entendió y aceptó en el movimiento psicoanalítico, no consiste en que
el niño sea destetado, sino en que el niño se desteta, lo que implica un deseo del destete que
está en la base de la teoría de la anorexia mental de Lacan. Los objetos orales y anales
manifiestan en su estructura la factibilidad de ser cortados, separados24 del sujeto, en la lógica
de lo cesible. Tal factibilidad del corte es lo que hace que estos objetos sean elegidos para
inscribir el corte del propio sujeto y explica su alta significatividad en el mundo humano.
Aquí es donde aparece el problema. Llegado a este punto, en la clase del 20 de mayo de
1959, Lacan rechaza que en la elección del objeto se trate de una función vital; si así fuese,
enseña que la primera a ser considerada debería ser la respiración. Pero Lacan rechaza la
posibilidad que la respiración se convierta en algo pulsional y que, consecuentemente, aporte
una modalidad del objeto a. Ello debido a que la respiración no conoce según sus
elaboraciones de ese momento en ninguna parte, la posibilidad de introducir el elemento de
corte. Salvo excepciones, para Lacan la respiración se caracteriza por el ritmo, la pulsación y
la alternancia vital. Lo neumático no se escande y así no inscribe el intervalo, el corte,
fundamento de lo pulsional.
Sin embargo, en poco tiempo, Lacan se rectifica en este punto. En septiembre de 1960, o
sea, en sólo un poco más de un año, Lacan se corrige y, fundamentalmente, encuentra la
solución a un problema mucho más basto. Sosteniéndose en que el rasgo del corte prevalece
como propiedad del objeto, lo que lo convierte en parcial, en Subversión del sujeto...,
construye una lista de objetos pulsionales, donde se evidencia que Lacan incorpora lo que en
su apariencia es un flujo; tal lista es la siguiente: pezón, escíbalos, falo (como objeto
imaginario), flujo urinario. La lista se completa con: fonema, mirada, voz y nada (le rien).
Evidentemente, Lacan abandonó el requisito de la presencia de un surco en el propio objeto
tridimensional. Pasa por la maniobra del sujeto supuesto la existencia del corte entendido
como línea cerrada de Jordan. El flujo urinario, la voz y la mirada, para hacer de ellos un uno
contorneable, requieren de un corte, pero éste es función del significante y no requiere de
propiedades intrínsecas de aquellos como objetos reales. En ese escrito y en torno a este
problema Lacan propone estudiar la erogeneidad respiratoria,25 y la solución que él aporta a
la aparente ausencia de corte provisto por lo respiratorio, consiste en la consideración del
“espasmo”.
El espasmo, la contracción brusca, violenta e involuntaria de uno o varios músculos, se
asocia, en especial, aunque no exclusivamente, a lo respiratorio.26 El bostezo, el estornudo, la
agitación, el sollozo, son los tipos más comunes de espasmos y participan de la clínica aquí
24
Para Lacan la separación, en la dialéctica de la alienación y la separación, no significa, como todo el mundo
cree, la separación del Otro, sino la separación del objeto; tal como lo propuso Freud en La escisión del yo...
25
Debo reconocer que en la lista de zonas erógenas, Lacan no incluye el agujero de la nariz o cualquier otro que
se pueda establecer en la “bomba respiratoria”.
26
En el Diccionario de Autoridades figuran dos acepciones de espasmo, una de ellas es: “Sirve al dolor de
costado, de pecho.”

Alfredo Eidelsztein La pulsión en psicoanálisis y la pulsión respiratoria


22

considerada. El término “espasmo”, proviene del latín vulgar «pasmus», del clásico
«spasmus», que a su vez es un derivado del griego «spasmós», que de «»27, significa:
arrancar, tirar de; en su etimología, este término griego, valía también por “tejidos
desgarrados”.28 En medicina significaba: tirar de, sacar y sorprendentemente para el
desconocimiento reinante sobre este tema: arrancarse algo propio. Esta acepción es
notablemente próxima a lo que se pretende sostener con la noción de objeto pulsional como
cortado del sujeto en su cuerpo.
La selección de los términos por parte de Lacan siempre sorprende por la profunda
riqueza que su estudio depara. En este caso, hay aún más para aprovechar de espasmo,
debido a que pertenece a la misma familia de palabras que “pasmado”, que se utiliza como:
dejar, quedarse, estar atontado (por ejemplo: “Me dejó pasmado su atrevimiento”, “Estoy
pasmado de ver tus progresos”, “No te quedes ahí pasmado y ayúdanos”); sin comprender o
sin saber qué hacer; asombro; admiración o extrañeza tan grandes que dejan sin saber qué
hacer o qué decir. En francés (spasme) es también utilizado como “desfallecer”. Así lo
respiratorio, a través del espasmo que lleva al pasmado, provee una dimensión específica del
fading, afánisis o desvanecimiento del sujeto, que es justamente la modalidad requerida para
la “presencia” del sujeto en la pulsión.
No sólo el espasmo resuelve el problema de la falta de corte aparente a nivel de lo
respiratorio, sino que además indica al sujeto del inconsciente en el inconsciente de una
forma sumamente contundente, al dar cuenta del sujeto “en su inefable y estúpida
existencia”. Estúpida existencia, que equivale al sujeto “béante”, que en castellano se expresa
“boquiabierto”, el sujeto localizado en la hiancia; que aquí es expresado al nivel más
íntimamente pulsional como pasmado.
Además, el objeto en la pulsión respiratoria quedaría también comprendido a través del
espasmo como corte o “escansión” del cuerpo en relación al aire, lo que crea la “bocanada”.
Un capítulo completo que debe ser analizado en torno a la propuesta de una pulsión
respiratoria y su relación con el objeto voz, consiste en una de las dimensiones esenciales de
la estructura de las lenguas humanas. El habla en general se apoya necesariamente en lo
respiratorio, ya que la emisión de la voz lleva por soporte la función respiratoria. Aquí se
arriba a un tema que se supone radica en la oposición entre vocales y consonantes. Pero tal
oposición pertenece al ámbito de la lengua escrita, es una oposición de letras. Su historia es
específica, en ella se destacan tres períodos cronológicos fundamentales: 1) el principio
sumerio de fonetización, 2) la escritura silábica semítica occidental y 3) el alfabeto griego,
base de todos los actuales. La innovación aportada por este último, consistió en agregar
signos para las vocales, convirtiéndose éstas en los últimos signos adquiridos por la
escritura.29 En la lengua hablada la oposición está dada por otros elementos llamados abiertos
o cerrados u oclusivas. Las oclusivas son una propiedad universal de las lenguas humanas y
representan el corte, dado que las abiertas no tienen propiamente límite alguno y es por esto
que son las que se utiliza, por ejemplo, para las escalas continuas de vocalización musical.
Así en el uso, acentuación y balance en la utilización o pronunciación de sonantes y
consonantes que se basa en el cierre del canal bucal, se habilita un andarivel para una
dimensión de la manifestación de lo pulsional respiratorio.

27
La raíz latina “spiro” (tan similar al término griego), presente en los términos que significan: soplar, insuflar,
respirar, exhalar un olor, es independiente, según los diccionarios consultados, de este término griego, y
muestra relación con las onomatopeyas de las acciones referidas.
28
Término que comprende casi el mismo campo semántico que “”, que conviene que sea considerado ya
que aporta los siguientes sentidos: arrastrar, sacar, alzar, arrastrar con violencia, maltratar y, el que
especialmente interesa, lacerar.
29
Cf. Historia de la escritura, Ignace J. Gelb, Alianza Universidad, 1993.

Alfredo Eidelsztein La pulsión en psicoanálisis y la pulsión respiratoria


23

Si el espasmo propuesto por Lacan resultó tan pertinente para la consideración de lo


respiratorio como pulsional, creo que conviene también considerar el significado y el sentido
de los siguientes términos específicos del campo de lo respiratorio, que comentaré tan sólo
desde la perspectiva de lo que pueden brindar de aire y luz al tema. No se trata de establecer
nada de la índole de "fantasías especificas" para los órganos. El tesoro del lenguaje o el genio
de la lengua inscriben de una forma notable cómo la función respiratoria es apta para
establecer en ella un decir inconsciente. Los casos que encontré en mis lecturas de los
últimos años, que siendo de la lengua no dejan de posibilitar los de la clínica que propongo
estudiar, y en los cuales destaco las acepciones que no dejan de sorprender a quien se abre al
tema son los siguientes:
Aliento:30 significa respiración, pero también alentar a alguien, dar o infundir ánimo,
capacidad para emprender un esfuerzo.
Anhelar: del latín «anhelare», respirar con dificultad; significa ansiar, desear mucho,
particularmente un bien no material: “Anhela vivir independiente”. “Lo que más anhelo es la
tranquilidad”.
Aspirar: en lenguaje corriente equivale a respirar, pero también significa: desear cierta
situación o cierto bien y poner los medios para conseguirlos. Apuntar, echar el ojo, pensar
en, picar alto, pretender, tender, trabajar por.
Aspiración: fin, fin último, finalidad, ideal, intención, objetivo, pretensión, proyecto, sueño
dorado. Afán. Ambición. Anhelo. Ansia. Deseo. Empeño. Finalidad. Voluntad.
Aura: significa viento suave y apacible, hálito, aliento y soplo, y se utiliza también como la
principal característica moral de una persona, o fama que le precede, en especial positivas.
Aventar: a partir del significado ‘echar al viento una cosa para que se la lleve o disperse’,
vale por: “Resoplar por las narices” y de allí: Echar o ahuyentar a alguien de un sitio.
Bocanada: que mencioné más arriba como prototipo del objeto pulsional respiratorio, indica
la porción de aire, la salida o entrada de aire por una abertura y significa, además: salir a
negar con violencia y discontinuidad.
Boqueada: acción de abrir la boca repetidamente los agonizantes, estar muriéndose.
Bostezar: uno de los fenómenos más sorprendentes de la relación entre respiración, pulsión y
deseo, cuya causa es por sueño o por aburrimiento. ¡No es increíble el hecho que se haga una
profunda incorporación de aire cuando se está aburrido!
Bufar: resoplar, mostrar alguien enfado o indignación.
Expirar: del latín: «exspirare», de «spirare»; de donde proviene “espirar”que significa:
respirar. Con referencia al momento en que ocurre la muerte. Fallecer. Fenecer. Morir.
Fatiga: cansancio. Sensación que se experimenta después de un esfuerzo intenso o sostenido,
físico, intelectual o moral, de falta de fuerzas para continuar con el esfuerzo o trabajo, a
veces acompañada de malestar físico consistente, especialmente en dificultad para respirar.
“Ha pasado muchas fatigas para criar a sus hijos”.
Hálito: aliento de una persona. “Un hálito de vida” “El hálito de inspiración”.
Inspirar:31 del latín «inspirare», derivado de «spirare», soplar; aspirar. Introducir aire en los
pulmones, ensanchando la cavidad pulmonar. Hacer, con palabras o de otra manera, que
alguien conciba cierta idea o cierto propósito: “Yo le inspiré la idea de venir a visitarte”.
30
Cotardo Calligaris propone darle al aliento el estatuto de objeto de la pulsión, en el mismo sentido de la
propuesta pulsión respiratoria, pero sin concretarlo. Cf. Hipótesis sobre el fantasma en la cura psicoanalítica,
pág. 33, Nueva Visión, Bs. As., 1987.
31
En la más antigua tradición cultural occidental, la respiración ocupa un lugar de importancia sin par en la
medida en que la vida es incorporada vía la insuflación, de donde la inspiración cobra un valor fundamental en
nuestro contexto cultural, asociando esencialmente la creación ex nihilo y la respiración. El espíritu en
occidente es el ruah hebreo, pneuma de los textos griegos y el espíritu de los latinos; todos ellos significan:
soplo.

Alfredo Eidelsztein La pulsión en psicoanálisis y la pulsión respiratoria


24

Hacer surgir en alguien ideas creadoras: “Dice que aquel ambiente le inspira”. Causar una
persona en otra o en la gente en general cierto sentimiento hacia ella: “Esa familia inspira
compasión”. Hacer concebir, despertar, dictar, espirar, imbuir, inculcar, infiltrar, infundir,
instilar, llevar, mover, soplar la musa, soplar, sugerir, transmitir. Concitar, conquistar,
cosechar, despertar, hacerse con, provocar, recoger, suscitar entusiasmo, instinto,
inspiración.
Jadear: respirar trabajosamente, por cansancio, por calor, por dificultad o por otros motivos.
Resollar: respirar haciendo ruido, por ejemplo, de cansancio. Dar la noticias de sí o señales
de existencia una persona de la que hacía tiempo que no se sabía nada.
Resoplar: respirar muy fuerte y haciendo ruido, para aliviar cansancio o para mostrar
enfado.
Silbar: realizado al expulsar el aire a través de los labios colocados en cierta forma, a veces
produciendo una melodía. Manifestar desagrado contra alguien o algo silbando. “Le
silbaron en distintas partes del discurso”. “Han silbado la obra estrenada esta tarde”.
Desaprobar, protestar.
Soplar: apuntar un texto, inspirar o sugerir. “Hoy no te sopla la musa”.
Suspirar: desear mucho algo, estar enamorado.
Susurrar: suspirar por padecimientos.

En este mismo sentido se debe considerar aquí al grito, que sin oclusivas, como
vociferación o clamor, que se sostiene sobre el telón de fondo del silencio, sobre la base de
una emisión del aire sin barrera, puede entrar en variadas configuraciones, tales como: dar,
emitir, lanzar, proferir, prorrumpir, soltar y arrancar un grito; significando, a su vez: insultar,
amenazar, quejarse, avisar, etc. Cualquiera que habla gritando, al gritar puede decir sin
saberlo, que se queja, que está enfadado, indignado, herido, dolorido moralmente, o tan solo
que él grita.
Existen muchos ejemplos más y tantos como ellos son los casos del decir pulsional
respiratorio, pero que sólo son verificables en la práctica cotidiana del psicoanalista si el
concepto se lo habilita en su quehacer y si la transferencia específicamente analítica ha
operado.
En cuanto al ida y vuelta pulsional, que implica en su recorrido un pasaje hacia y desde el
campo del Otro (el ya destacado “circuito pulsional”), cabe establecer un conjunto de
distingos en la serie de las pulsiones establecidas por Lacan: oral, anal, escópica e invocante.
Es necesario revisar con precisión en qué consiste en cada una de ellas el hacer y el hacerse,
como el padecer pulsional, desde el sujeto y desde el Otro. La formulación más clara se
produce, indudablemente, a nivel de la pulsión escópica: mirar, mirarse y ser mirado, estos
son sus términos y sus acciones, desde el sujeto los dos primeros y desde el Otro el tercero. A
nivel de la pulsión invocante ya se producen notables diferencias. “Hacerse oír” es una
inversión, ya que va desde el sujeto hacia el Otro. En lo anal, si se descarta el “hacerse cagar”
como metáfora, resta la dialéctica del dar y recibir el objeto-regalo-dinero, que manifiesta un
desplazamiento del objeto anal que, por ejemplo, a nivel de la voz y la mirada, no se
producen. Respecto de la pulsión oral, también existen importantes distinciones a considerar;
imprescindibles en este estudio sobre la pulsión respiratoria. La mejor versión del hacer oral,
creo que, la aporta J. Lacan mediante la figura del vampiro. El hacer pulsional oral, la
succión vampírica es igual como ida y como vuelta pulsional: succionar – ser succionado;
pero la succión oral, y esto no es metáfora, opera fundamentalmente a través de la aspiración.
La lactancia implica la función de un vacío operante a través de la respiración,32 de una
32
La asociación entre lactancia y respiración posee otro componente: el olor. Es muy evidente a la observación
y se encuentra muy estudiado por la medicina el gran valor que posee el estímulo olfativo (el olor de la madre)

Alfredo Eidelsztein La pulsión en psicoanálisis y la pulsión respiratoria


25

verdadera bomba o, en términos respiratorios, una ventosa.33 El hacer pulsional oral es


indistinguible del hacer pulsional respiratorio. “Vampirizar”- “ser vampirizado” no es oral, es
oral-respiratorio. Una inversión más es todavía autorizada por lo respiratorio, sobre la base
del aspirar: ahogar, ahogarse, hacerse ahogar.
En resumidas cuentas: a) si toda pulsión es pulsión de muerte, lo respiratorio, en virtud del
trauma de nacimiento y su asociación con la angustia, brinda como ningún otro elemento una
posibilidad pulsional; b) lo respiratorio también se asocia íntimamente a la vida, no sólo por
la perentoria necesidad, sino también por la presencia notable de la respiración en el acto
sexual y en el acto de nacimiento, lo que lo vincula profundamente con la sexualidad, a la
que representa parcialmente; c) lo real del cuerpo del ser humano hablante está provisto de
un sistema de agujeros para recibir, expulsar o procesar el aire, que, junto con la voz y el
olfato, favorecen su habitabilidad por el "eso" (Ello) del sujeto del inconsciente en el
inconsciente y que, además, en su multiplicidad dan múltiples formas y relaciones del
despliegue y la inversión de la actividad pulsional; d) a nivel del objeto, la laminilla de dos
dimensiones es perfectamente concebible como "cosible" a los agujeros practicables en lo
respiratorio y en toda su angustiante manifestación. El aire, por otra parte, posee la virtud de
manifestarse muy confusamente para el imaginario colectivo. ¿Es un objeto tridimensional?
¿Algo que es invisible, puede ser considerado un objeto? Lo que es claramente manifestado
como pregunta infantil ¿el aire pesa?; e) el espasmo como corte específico del sujeto
inconsciente es indudable y, finalmente f) el vaivén pulsional está perfectamente dado por
chupar - ser chupado. Todos estas cuestiones en su conjunto conducen a la aceptación de la
pulsión respiratoria.
Lo último dicho articula al Otro con lo respiratorio, condición necesaria para poder
aceptarlo en su condición pulsional. Pero la función del Otro en lo respiratorio requiere de
mayor estudio, dado que implica dimensiones que no se manifiestan en otros registros
pulsionales. Para hacerlo propongo analizar la fórmula de la pulsión propuesta por J. Lacan:
(S  D).

6. La fórmula de la pulsión y el Otro en la pulsión respiratoria.


Toda fórmula algebraica, a pesar de su exacta formalización, por su uso de letras, permite
muchas lecturas. Al menos en el campo de la utilización de fórmulas en psicoanálisis, estas
lecturas posibles deben: a) limitarse por la consideración del sistema de las articulaciones con
las otras fórmulas del mismo rango, lo que tiende a evitar que se diga “cualquier cosa”; b)
sostenerse en conceptos fundamentales del psicoanálisis y, c) deben autorizar su uso en la
clínica del caso por caso, la clínica de lo particular. Entonces, la interpretación de una
fórmula como la de la pulsión o del fantasma, sin convertirse en metalenguaje, debe
conservar su relación con la estructura y lo particular, dentro del conjunto de elementos
donde co-varía.
En la fórmula (S  D), “S” representa al sujeto del inconsciente; “” llamado losange, se
lee: “corte de”34; la “D” es incluida como término fundamental de la pulsión, en lugar (lo que
sorprende a muchos) del objeto a, debido a: 1) la intención de producir una distinción
absoluta y definitiva en la doctrina psicoanalítica (lo que no ha sido logrado) con la
necesidad, o cualquier nombre que reciba la exigencia proveniente del cuerpo biológico; 2)
para establecer la esencial relación entre el campo pulsional y el orden significante, lo que se
vería empañado si Lacan hubiese escrito, como algunos pretenden, para la pulsión la fórmula

en el amamantamiento del lactante.


33
Además de una función secundaria de la lengua que opera presionando sobre el pezón.
34
Corte que establece entre el S y el objeto de la pulsión relaciones de envolvimiento, desenvolvimiento,
conjunción y disyunción recíprocas.

Alfredo Eidelsztein La pulsión en psicoanálisis y la pulsión respiratoria


26

del fantasma y, 3) la demanda (que puede ser muda o que especialmente lo es en la pulsión,
lo que establece, conjuntamente con el silenciamiento del sujeto, el requerimiento del Wo es
war ...), cuando Lacan, luego de concluido el Seminario 11, posee una concepción acabada
del corte como línea cerrada de Jordan35, es propuesta poseyendo una estructura de círculo
repetido, lo que puede ser representado de la siguiente forma:

donde cada círculo está compuesto por las relaciones entre S1 y S2, y es aquello en lo cual el
discurso se inscribe en el lugar del Otro, en la medida en que eso que se dice en el lugar del
Otro es una demanda. Entonces, esta se define, a la altura, por ejemplo, del Seminario 12,
como el discurso que viene a inscribirse en el lugar del Otro. Así, mediante la “D” de la
fórmula de la pulsión, Lacan inscribe la relación al Otro en lo esencia de la pulsión, lo que es
necesario debido a que el sujeto se identifica por la ausencia de identidad en el campo del
Otro al resto como objeto causa.
En el análisis de lo respiratorio como pulsional resta por ser establecido esto mismo, o
sea, la función del A, sin la cual lo pulsional como tal no existe. Voy a plantear un primer
análisis de la cuestión aprovechando una pregunta que Lacan plantea y responde con el
recurso de la topología. Ella es la siguiente: si Umwelt designa en filosofía y, a través de ella,
para el imaginario de todos nosotros, al mundo circundante, e Innenwelt al mundo interno,
entonces: ¿Qué hace el Welt (el mundo) allí adentro?36
Esta metáfora de la filosofía: ‘el mundo está dentro de cada uno’, se apoya en la
concepción del sujeto como individuo indiviso entendido como una esfera.37 Lacan propone
como modelo alternativo una esfera agujereada con dos suturas, o sea, un toro:

35
Es la forma más conveniente de entender la apertura y cierre del inconsciente, en lugar de la versión que
propone un primer tiempo de apertura y luego uno segundo de cierre, ya que el tiempo en psicoanálisis debe
articular la anticipación y la retroacción en lugar de sostenerse en la flecha del tiempo.
36
Lo que también puede ser designado de la siguiente forma: el Umwelt como realidad y el Innenwelt como
alma.
37
Todo el seminario sobre la identificación, el número 9, tiene por leit-motiv la crítica de esta concepción, tan
generalizada en occidente y entre los psicoanalistas.

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27

El Welt no está dentro de cada uno, sino que el sujeto humano hablante posee una relación
con el Otro que puede entenderse como la relación de interpenetración entre dos toros, donde
el objeto es evidentemente “transicional”.

Esta concepción de la relación entre sujeto y Otro, lleva a Lacan a proponer, en lugar del
‘Um-welt’, el hombre-vuelta (homme-volte), dado que cada toro es concebido como
constituido por un conjunto de demandas repetidas infinitamente próximas unas a la otras y
que llega a su cierre.
La respiración debe ser considerada aquí. Lo que articula a la respiración con lo pulsional
y el Otro, tal como acabo de articularlo siguiendo estos planteos de Lacan, es que el
nacimiento con su ahogo inevitable y la angustia consecuente, hace que la respiración
produzca la primera aspiración dentro de sí de un medio radicalmente extraño, o sea,
absolutamente “Otro”, que si bien es anterior a toda demanda, la prefigura realmente.
Lacan caracteriza en el seminario dedicado al tema de la angustia, no sólo al aire como la
primera incorporación de lo Otro, sino que llega a proponer lo siguiente: la aparición y el
desarrollo del aparato respiratorio en la historia de la humanidad implica una verdadera
intrusión en el cuerpo. El “cosmos”38 como algo alrededor de sí, como medio, pasa, vía lo
respiratorio, a insertarse dentro de sí, acompañado por tan extraño órgano al que el resto del
cuerpo y, en especial, el sistema nervioso tardó en acomodarse.
Aún existe otra cuestión que debe ser articulada con estas últimas; también elaborada
entre los Seminarios 9 a 12. Para Lacan, el sujeto, subject o sujet, el sujeto como asunto,
trama o material discursivo es bidimensional. Él lo designa: “el sujeto infinitamente plano”.
Pero al relacionarse íntimamente al cuerpo biológico, se precipita la pregunta: ¿dos
dimensiones o tres? Esta ambivalencia, permite que el objeto a cabalgue entre una condición
bidimensional (la laminilla) y una tridimensional (el tapón del agujero del cuerpo). La tercera
dimensión, el volumen, el complemento del espacio, como lo llama Lacan, es presentificado
de la forma más contundente, justamente, por la necesidad de respirar. La realidad
imaginariamente se hace fuerte en la tercera dimensión, en la medida en que estamos
envueltos, no por el mundo (el planeta), sino por el aire (la atmósfera), lo que lleva a Lacan a
interesarse e investigar la figura del cosmonauta. Aquí extiendo la consideración, del lado del
astronauta, hacia el satélite y del lado del buzo, al submarino, como modalidades de
envolverse con el propio pulmón o con uno hecho con materiales artificiales, pero que está en
continuidad con el órgano natural.
En su incesante investigación, Lacan arriba a este mismo problema con nuevas
herramientas, ellas son: la aletósfera y el objeto a como acósmico. Su concepción del objeto
a, tanto como causa del deseo y como objeto bidimensional de la pulsión, representa una
38
Cf. El Seminario, Libro 12, Problemas cruciales para el psicoanálisis, inédito, clase del 16/12/64.

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función acósmica reductible a un punto “fuera de línea”.39 El objeto a, como punto imposible
en el cosmos como orden completo, implica que el mundo no puede poseer, para el sujeto
hablante, la estructura de una esfera. El objeto parcial representa este punto imposible en la
realidad humana, que por ello mismo, tiende a no querer ser visto en la medida de la angustia
que representa y por ser profundamente anti-intuitivo. Propongo que la realización o
representación más consistente del objeto a como acósmico está dada por la función
respiratoria, por lo angustiante del primer vínculo del sujeto con tal función, por lo extraño
absoluto que representa el aire, por el hecho de que el aire es incorporado como parte de la
realidad no-yo dentro del cuerpo y, finalmente, debido a que el aire presenta a la realidad
humana como tridimensional, velando su bidimensionalidad.
Para concluir, cabe destacar que para Lacan la atmósfera en la que el sujeto humano
hablante habita no es, como la intuición lo indica, la masa de aire en la que parecemos estar
sumergidos;40 sino una que está constituida, y su ley fundamental está dada, por la estructura
de ficción de la verdad, que propone él designar mediante el neologismo “aletósfera”.
Incorporando la indicación a la aletheia -la verdad como “a ser develada”-, advierte sobre la
estructura de la realidad y en qué consisten los “surcos del cielo”, pero no olvida, lo que
intento destacar, lo crucial de lo atmosférico.

7. Lo respiratorio en la clínica.
Este ítem, aunque ello resulte sorprendente, es el más complicado. ¿Por qué sorprendería
que fuese el más complicado? Debido a que podría suponerse que una propuesta como ésta
sobre la pulsión respiratoria, debería estar avalada por una extensa serie de casos que
manifestaron tal pulsión, por una profusión de observaciones de fenómenos pulsionales
respiratorios y que, a partir de ellos, se haría la propuesta. Sin embargo las cosas no son así.
Lo primero que cabe establecer es qué se entiende por clínica de la pulsión. Como ya dije,
rechazo que tal clínica consista en los casos donde se manifiesta una excesiva manipulación
de una zona corporal (el autoerotismo), o una exagerada manifestación de una necesidad
corporal (como, por ejemplo, la alimenticia), o una sorprendente tendencia a centrar las
escenas en torno a la mirada o la voz, o a realizar actos perniciosos para el sujeto u otros,
como pulsión de muerte. La clínica de la pulsión no coincide con la clínica de las
impulsiones. Existe una clínica de las impulsiones, pero en este trabajo sostengo a la noción
de pulsión para los casos de neurosis de transferencia en el seno de tratamientos
psicoanalíticos.
Tampoco se trata de síntomas (en el sentido psicoanalítico de síntoma) respiratorios. La
existencia de síntomas respiratorios en casos tratados por analistas, no es la novedad que
intento proponer; aunque es notable la poca atención dada por los analistas a la sorprendente
cantidad de sujetos que presentan síntomas respiratorios, y hasta se podría decir que tal
manifestación va en aumento.
Los síntomas respiratorios son de múltiple apariencia y de una gran presencia en la clínica
cotidiana, aunque olvidados o no tomados en debida cuenta porque no participan de las
grandes clasificaciones divulgadas. Se le presta una notable atención a todo aquello que se
acompañe del término “mirada” o “voz”, ninguna a lo respiratorio. Sin embargo, y para
comenzar: el tan famoso y moderno ataque de pánico se caracteriza por la presencia central
de trastornos respiratorios, lo que no sorprende ya que siendo ataques de angustia, el nexo
entre angustia y respiración no podía faltar. Sujetos que sufren de síntomas de ahogos,
agitación, asma, fatiga, tos nerviosa, fobia al agua, fobia a lugares estrechos, o niños con
espasmos de sollozos o espasmos respiratorios de diversa índole, son muchos. Las fijaciones
39
En topología, este punto es considerado doble en la estructura del cross-cap.
40
La etimología de atmósfera es: el vapor () que rodea a la esfera (). ¡Siempre la esfera!

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sexuales caracterizadas por la práctica del ahogo propio o del partenaire en el acto sexual,
que llega, en su extremo, a la muerte de algunos de ellos, también son frecuentes.41 Muchos
adictos también practican el ahogo, ya sea como acompañante de la ingesta de droga o como
paliativo o sustituto en caso de abstinencia, “hay adictos al ahogo”.
Tampoco la clínica de la pulsión debe confundirse con la manifestación de una escena
fantasmática, teñida de cuestiones respiratorias, aunque sean muy frecuentes. Si bien la
pulsión no deja de estar articulada al marco y al libreto de la escena, tal como los establece el
fantasma inconsciente, implica una diferencia que no debe perderse y que intenté establecer
en las páginas anteriores.
El problema pasa por establecer qué se entiende por clínica de la pulsión. La misma
implica el derrotero de un análisis y la dirección de la cura. Dada la entrada en análisis, que
no coincide con la demanda de análisis hecha a un analista, sino con las rectificaciones de las
relaciones del sujeto con lo real de su sufrimiento; no con la cura del síntoma, sino el
necesario cambio en la política que el sujeto lleva para enfrentar lo que insiste de su
padecimiento; el consecuente establecimiento de la transferencia analítica, que no coincide
con el pasaje del analista de otro semejante (a) a Otro radical (A), que si bien es
imprescindible, no da cuenta de transferencia en lo que tiene de específico en psicoanálisis,
sino en que el analista pase de Otro radical (A) a la posición de objeto a causa del deseo; y lo
que necesariamente es la otra cara de la misma moneda, el pasaje del sujeto de paciente a
analizante, lo que implica el abandono de la queja y la toma de la posición del deseo de
saber. Todos estos pasos en la dirección de la cura son necesarios para arribar a lo
específicamente analítico en ella, que es aquello que no puede saltear el análisis de alguien
que pretende sostener la posición de analista. No tenerlo presente y no conducir el análisis de
forma tal que los tiempos del mismo sean posibles, es lo que hace que tantos análisis se
prolonguen indefinidamente, sin arribar a su fin y que exista tan poca “clínica de la pulsión”.
Dadas estas consideraciones que permiten sostener la existencia de una clínica bajo
transferencia, que implica todos los elementos recién listados, es que se puede plantear la
pregunta por la localización del sujeto del inconsciente en el inconsciente, pregunta que da
cuenta de la posición de analizante; y, a partir de allí, es que comienza en análisis la clínica
de la pulsión. A partir de la pregunta y la transferencia, se puede establecer su localización en
un agujero y un hacer del cuerpo, que si bien, dada su fenomenología, aparentaba ser mudo, a
partir de la pregunta y la transferencia, puede suceder que: donde eso era, el sujeto pueda
advenir. Por motivos estructurales ya planteados, la última localización del sujeto del
inconsciente en el inconsciente es en un agujero real del cuerpo. Su advenimiento será
correlativo al del objeto a en juego para tal sujeto.
Poca clínica existe en general como experiencia articulada de esto que acabo de afirmar.
No son muchos los análisis en los que el sujeto desea llegar tan lejos, pocos son los analistas
que dirigen la cura en general y menos los que, consecuentemente, la dirigen de esta forma.
En su mayoría sostienen que el analista no debe dirigir la cura, lo que confunden con dirigir
la vida, la conciencia o el alma, y dejan tal tarea a las asociaciones del sujeto, al inconsciente
del mismo. Ellos practican la comunicación inconsciente – inconsciente. Yo, siguiendo en
esto a Lacan, creo que en la experiencia psicoanalítica un solo inconsciente debe estar
operando. Tal inconsciente se dirige al analista, no al inconsciente del Otro. Esto puede y
debe sorprender al manifestarse, no sólo al sujeto de la experiencia, sino también al analista.
Pero esta sorpresa no establece que se haya producido un corte a nivel de su posición
inconsciente.
Con esto no afirmo que un analista prevenido no establezca, desde el comienzo de las
entrevistas preliminares, un funcionamiento muy significativo de algo vinculado, por
41
Como en el film La clase gobernante.

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ejemplo, a una localización y una función pulsional; pero ella no entra en el trabajo del
análisis, hasta que la transferencia sea establecida y la pregunta por el sujeto esté en acción.
De mi clínica, paso ahora a comunicar algunos casos en los que supongo que se trató de
estas cuestiones. Son aquellos en los que “síntoma”, “fantasma”, “las cuatro pulsiones” o el
mero “goce”, no bastaron para dar cuenta de algo más que operó en ellos y en las respectivas
curas; creo valioso que eso en más sea tomado consideración, ya que su inclusión y análisis
puede ser necesario en otros muchos casos. Sin embargo no propongo que sean casos de
clínica de la pulsión, sino que en ellos lo respiratorio reclamó una consideración especial, a la
que la pulsión respiratoria intentó ser una respuesta.
El primero se trata de un varón de mediana edad, con esposa e hijos, empleado. Padecía
de una gran cantidad de malestares obsesivos, que habían tenido un desarrollo tan amplio que
casi le impedían realizar cualquier tarea independientemente de rituales, mandamientos,
compulsiones. Luego de varios años de análisis, apareció por primera vez la cuestión de una
“H” que había desaparecido de su apellido. El sujeto pertenecía a la tercer generación nacida
en el país y en los documentos de inmigración de la primera figuraba en el apellido una “H”,
que en el de su padre y en el suyo había desaparecido. A partir de este hallazgo, cobró
significación un hecho que había estado presente desde la primer entrevista, pero del cual no
se había hablado hasta ese momento: cada vez que le abría la puerta el sujeto producía un
fuerte sonido muy extraño, que al comienzo, dada la gran rivalidad y agresividad que
planteaba en las relaciones interpersonales, parecía que “bufaba” en mi cara. Luego, y a
partir de la investigación sobre la letra muda y perdida, se pudo establecer que se trataba de
lo inverso, el resoplido venía en el lugar de una inspiración muda, relacionada a la letra
hache. Tal falta en su apellido se enlazaba con su típico posicionamiento en las escenas de
alto calibre subjetivo: su sensación de ser “trucho”, no tener títulos que lo habilitasen a
participar en ellas. Su padre no había sido “nada importante” para su abuelo, y para él la letra
ausente en su “nombre”, antes del análisis, tampoco lo era.
El segundo caso que voy a referir es el de una mujer joven. Ella no respiraba fluidamente
y no sólo en las entrevistas. A su rostro tenso y enojado (que nunca miraba en el espejo) se
acompañaba una respiración llamativamente entrecortada. Luego de cada sección de lo que
decía (a veces frases, otras veces palabras), ella resoplaba, o, suspiraba. Muchas noches se
despertaba con el “pecho cerrado” y una angustiante sensación de ahogo. Para ella misma
estos fenómenos eran el cortejo de su estado de infelicidad, la que había comenzado a partir
de un hecho desgraciado ocurrido aproximadamente en la mitad de lo que llevaba de vida: la
muerte de uno de sus progenitores. Su existencia se dividía en dos: antes de la desgracia
había sido feliz, luego de ella inmensamente infeliz. Cuando se estableció el distingo entre
éxito socioeconómico de la pareja de sus padres y felicidad familiar, ella comenzó a llorar. El
largo período de llanto en análisis y de gritos fuera de él, sustituyó a los suspiros. El fumar,
que era su único placer, dejó de acaparar los tiempos libres de su existencia. Queda, a partir
de allí, planteada la pregunta por la confusión entre éxito y felicidad y la sustitución de la
rigidez de su rostro y el espasmo respiratorio por el llanto y la queja. Es claro que la teoría de
la felicidad fue construida a su pesar y a su entero costo y que impedía lógicamente cualquier
protesta. Luego de realizar una serie de actos muy demorados en su vida y hechos posibles
por el trabajo de análisis, refiriéndose a su abandono del “vicio” de fumar, afirmó en sesión:
“Estoy todo el día respirando y no puedo creer la felicidad de que no me duela el pecho.”.
Esta mujer reconocía así –sin saberlo- que, hasta ese momento, sólo respiraba “a veces”.
El tercer caso es el de una mujer joven a la que siempre le llamó la atención por ilógico su
temor a dejar de respirar o, como solía presentársele el asunto, “a que se le cierre la
garganta”, lo que narró al pasar en el transcurso de las primeras entrevistas. Este tratamiento
estuvo frenado mucho tiempo. El trabajo analítico no aportaba cambios que incidiesen sobre

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el sufrimiento de la sujeto. Todo se modificó cuando se estableció que su padre era la única
persona confiable para ella, lo que impedía toda relación de pareja y su vínculo con el
analista. La contracara de este notable apego a la persona del padre, era el profundo
desinterés del mismo por toda su familia, en especial por la sujeto y su madre. La angustia
por el cierre de la garganta se convirtió primero en el mandamiento “no abrirás la boca a
cualquiera”, luego como modalidad de inscribir su falta total de relaciones sexuales, que
implicaban su rechazo al hombre, para que no le sucediese lo mismo que a su madre. Se
encontraba “cerrada” por sostener el rechazo que había padecido el representante amado del
A.
El siguiente caso es el de una mujer, profundamente hipocondríaca “desde siempre”, que
se interesaba únicamente por lo anómalo del funcionamiento de su cuerpo, interés expresado
en términos médicos que implicaban un profundo conocimiento de la medicina que ella no
había estudiado. Padecía permanentemente de “ataques al corazón” acompañados siempre
por notables alteraciones de la respiración. Éstas eran expresadas por la sujeto mediante un
gesto realizado con su mano que recorría la parte delantera de su garganta como si fuese un
tubo entornable, afirmando que algo se cerraba en esa zona de su cuerpo. Enfrentada al tema
de una de las más tristes coordenadas de su vida (la estructura de su pareja, sostenida durante
muchos años) planteó sin vacilar: “No quiero salir del ahogo”, frase dicha cuando asoció su
tristeza al hecho de encerrarse sola en el baño por largas horas y el no salir casi nunca de su
casa. Ella estaba doblemente encerrada y cerrada, por fuera y por dentro.
El último caso de esta serie es el de un hombre mayor, que fumaba incesantemente, lo que
había producido un deterioro importante en su salud. Nunca había podido dejar de fumar,
aunque se lo había propuesto numerosas veces, aún en anteriores curas analíticas. Había
realizado muchos tratamientos para dejar de fumar, de la más diversa índole, ninguno le
había resultado. Se le propuso un trabajo analítico que no tuviese por meta que él dejase de
fumar, sino el tratar de establecer la causa por la cual no podía dejar de hacerlo. Luego de
haber establecido una larga serie de identificaciones con fumadores de su familia, lo que no
le aportó novedad alguna, se estableció que en su infancia había sufrido de trastornos
respiratorios de los que no se pudo establecer ninguna característica precisa, por falta de
recuerdos, pero sí su íntima relación con estados de profunda angustia vinculados a la
relación de contacto corporal con su madre o en su defecto con la hermana mayor. A partir de
pesquisar la angustia actual, se pudo establecer que lo que él buscaba en el fumar, entre otros
motivos, era aspirar bocanadas de aire, pero más consistentes por el sabor de la nicotina y el
alquitrán y el humo del cigarrillo. Para él la inspiración nasal proveía una cantidad
insuficiente de aire, por lo cual respiraba en forma invertida: inspiraba por la boca y expiraba
por la nariz, sin que nunca se halla dado cuenta de ello.

Para concluir, considero oportuno considerar una única cita. Ella es del Seminario 23 de
Lacan, Le sinthome, clase del 18/11/75, dice así: “Es preciso que haya algo en el significante
que resuene. Uno se sorprende de que eso no se les haya aparecido para nada a los filósofos
ingleses. Yo los llamo filósofos porque no son psicoanalistas -ellos creen férreamente que la
palabra no tiene efecto. Ellos se imaginan que hay pulsiones, [...], pues no saben que las
pulsiones son el eco en el cuerpo del hecho que hay un decir, pero que este decir, para que
resuene, para que consuene, [...] , es preciso que el cuerpo sea allí sensible. Que lo es, es un
hecho.” Propongo concluir la propuesta con este texto de Lacan debido a que es una precisa y
bella formulación de la pulsión: el eco en el cuerpo del hecho del decir; eco que se propaga,
agrego, en la aletósfera.
Las líneas de investigación están planteada, la cuestión es si de eso-ello hemos sido
capaces de hacer advenir un sujeto.

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