Orac Guiada 7palabras Cruz 3sem Eduard

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Vol. 90 (2018) MANRESA pp.

299-302

Ayudas para la Tercera Semana


y la Cruz de Cristo
Eduard López Hortelano

«Al principio Dios le había mimado largo tiempo con consolaciones celestes
[...]; pero cuando debía meditar sobre la pasión de Nuestro Señor y decidirse a imi-
tarlo en esto, le resultaba penoso y amargo»1.

L
a Tercera Semana de los Ejercicios y la cruz de Cristo siempre
resultan difíciles de contemplar y de meditar. Como Heinrich Seuse
(1295-1366), el ejercitante quizá encuentre resistencias y bloqueos
por la pena y amargura de la Pasión de Cristo y por estar ante su cruz. Qui-
siera, pues, ofrecer algunas ayudas: una hora dialogada, una contemplativa
y “una tercera hora”. Según la edad, disposición y carácter del ejercitante
[cf. Ej 206], se distribuirán cinco tiempos de oración: dos misterios de la
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vida de Cristo, dos repeticiones y la aplicación de sentidos. Para quienes
realicen 8 días en silencio, se tiene un tiempo con la hora dialogada –esce-
nas narrativas (Mc, Mt, Lc) hasta la cruz– y una repetición; y otro tiempo
de oración con la hora contemplativa (en la cruz siguiendo el Evangelio de
Juan)2 y una repetición. Finalmente, se invita a traer los sentidos sobre toda
la Pasión, la soledad de María y de sus discípulos.

1. La hora dialogada

Con la cruz de Cristo, el ejercitante se introduce a la finalidad de la


misión: «Les lavó los pies y dio su santísimo cuerpo y preciosa sangre a sus
discípulos» [Ej 191]. En la Cena y en la Pasión del Señor cobra fuerza la
revelación de la misión salvífica del Hijo de Dios, “los amó hasta el extre-
mo”. Y este amor se expresa y se institucionaliza en «el sacratísimo sacri-

1
Seuse, Heinrich. Vida. Editado por Blanca Garí. Madrid: Siruela, 2013, 62.
2
«De la cena al huerto (Mt 26, Mc 14) [Ej 290]; «del huerto hasta la casa de Anás (Mt 26, Lc
22, Mc 15) [Ej 291]; «de la casa de Anás a la casa de Caifás» [Ej 292]; «de la casa de Caifás hasta
la de Pilato (Mt 27, Lc 23, Mc 15) [Ej 293]; «de la casa de Pilato hasta la de Herodes» [Ej 294].
A partir de aquí se introduce el Cuarto Evangelio: «De la casa de Herodes hasta la de Pilato» (Mt
26, Lc 23, Mc 15, Jn 19) [Ej 295]; «de Pilato hasta la cruz» (Jn 19,13-22) [Ej 296]; «En la cruz»
(Jn 19,23-27) [Ej 297]; «De la cruz al sepulcro» (Jn 19,38-42) [Ej 298].
Eduard López Hortelano

ficio de la Eucaristía, en grandísima señal de su amor» [Ej 289]. Por eso, la


disposición del ejercitante no puede ser otra que la de recibir ese mismo
amor. A Jesús, el sufrimiento no le desintegra. En el fondo, del sufrimiento
se entreteje vida, aunque aparentemente haya muerte (cf. Heb 2,14-15). La
esencia de todo el ser y el hacer del Hijo de Dios
Ser contemplativo en la reside en la Última Cena. Ahí se contempla hasta
Pasión conlleva dónde puede llegar el amor y sus márgenes insos-
pechados y al cual se pide la gracia del «dolor, sen-
plantearse las timiento y confusión, porque por mis pecados va el
implicaciones personales Señor a su pasión» [Ej 193].
de la cruz de Dios, La entrega del gesto del amor (lavatorio de pies)
y del acto de la Eucaristía es la mejor arma de Cris-
porque la cruz es de to, quien desarmándose y “tomando la condición de
manufactura humana. siervo” (Flp 2,7) inaugura el paso (pascua) de la
muerte a la vida. Se trata de pensar a lo grande, de
ensanchar la mirada y el corazón. Aquí, de gran ayuda pueden resultar las
reglas en el ministerio de distribuir limosnas [Ej 337-344]. Por “limosna”
podemos entender hoy en día cualquier servicio y ministerio que el ejerci-
tante realice para bien del Pueblo de Dios (en su familia, en su vocación
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religiosa y/o sacerdotal, en su trabajo, apostolado o comunidad): «Que
aquel amor que me mueve y me hace dar “la limosna”, descienda de arri-
ba, del amor de Dios, y que en la causa porque más las amo reluzca Dios»
[Ej 338].
En Getsemaní, se asiste al difícil amén de Jesús en soledad, en humil-
dad y en oración: hacer que la luz de Dios descienda a la tierra, a las cosas,
a la historia para descubrir su sentido escondido. Por esto, «la divinidad se
esconde» [Ej 196]. Ser contemplativos en la Pasión conlleva plantearse las
implicaciones personales de la cruz de Cristo, porque la cruz es de manu-
factura humana; y de ahí que, a lo largo del día, el ejercitante se esfuerce
«en entristecerme y dolerme de tanto dolor y de tanto padecer de Cristo
nuestro Señor» [Ej 206].
En esta hora dialogada ayudarán más al ejercitante las escenas narrati-
vas de la Pasión bajo cuatro focos de atención que indicamos a continua-
ción:

a) Los de cerca: un amor que va degradándose

Pedro debe olvidar que es roca para ser más barro. Salen a la luz los
impedimentos que pueblan el seguimiento de Cristo: la presuntuosidad
(“aunque todos fallen, yo no”, Mc 14,29), la incoherencia (“dormirse en
Ayudas para la Tercera Semana y la Cruz de Cristo

Getsemaní”, Mc 14,37), la imprudencia o creerse incombustible frente a los


enemigos de Jesús (cf. Lc 22,55). Es el caldo de cultivo de su negación.
Precisamente, por su cercanía, la responsabilidad en el seguimiento es aún
mayor. Pero el Señor le echa una mirada y deberá vivir su “Getsemaní” per-
sonal, es decir, la toma de conciencia de la propia debilidad.

b) Los de arriba: autoridades civiles y religiosas

Otro foco de contemplación emerge de la prepotencia y de la conve-


niencia de poderes, aunque deseen bajo apariencia de bien la paz y la obe-
diencia.

c) Los del camino: hombres y mujeres que llevan la cruz con Jesús

Son hombres y mujeres del tercer binario3. La mujer de Pilato se ensal-


za como abogada defensora (cf. Mt 27,19). Simón de Cirene habilita la
ayuda material y efectiva (cf. Lc 23,36). María, su madre, trae a la memo-
ria quién es Dios para Jesús (cf. Jn 19,25-27). Las mujeres entre lágrimas y
sollozos ayudan a pensar compasivamente (cf. Lc 23,28). El centurión se
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rinde ante el poder de la debilidad (cf. Mc 15,39). Nicodemo y José de Ari-
matea son los viñadores del atardecer, se la juegan por Jesús apostando por
el aparente perdedor (cf. Mc 15,43; Jn 19,39). Así, los del camino se des-
viven por Cristo y adoptan la única manera de morir que es redentora.

d) Los de abajo: María y el discípulo amado

Aquí comienza la hora contemplativa.

2. La hora contemplativa

«Desde que es alzado en cruz hasta que expiró» [Ej 208 y 298] invita a
estar con los de abajo. Aquí sugerimos las siete palabras de Jesús en la cruz,
en virtud de las cuales su contenido desvela un canto a la vida; su vivencia,
los siete gestos salvíficos que proclaman la Nueva Creación; y su testimo-
nio, las bienaventuranzas hechas ahora vida. Se trata de padecer con él y
por él porque, «siguiéndome en la pena, también me siga en la gloria» [Ej
95]. La vocación cristiana se acrisola en la cruz –signo de verificación y de

3
«El deseo de mejor poder servir a Dios nuestro Señor le mueva a tomar la cosa o dejarla»
[Ej 155].
Eduard López Hortelano

autenticidad– y confirma la elección o la reforma de vida. Por lo tanto, será


bueno insistir en los coloquios, “según la materia”, si “me hallo tentado o
consolado”, si deseo “haber una virtud u otra”, “según quiero disponer de
mí a una parte o a otra”. O bien, en los tres coloquios a la Madre, al Hijo y
al Padre [cf. Ej 199].
En Tercera Semana y ante la cruz de Cristo, quien da los Ejercicios
deberá tener en cuenta que «es propio del enemigo, del mal espíritu, turbar
el ánima del ejercitante», por lo que se procederá contrariamente a lo que
dicte ese pensamiento tentador [Ej 350]. En este marco, la hora contempla-
tiva se desarrolla mediante estas siete palabras:

a) “Padre, perdónales” (Lc 23,34). Es la bienaventuranza de la miseri-


cordia, que desentraña la petición del padrenuestro “perdona nuestras ofen-
sas”.
b) “Hoy estarás conmigo” (Lc 23,43). La promesa se cumple y se pro-
clama la bienaventuranza a los bondadosos bajo el canto “venga a nosotros
tu reino”.
c) “Estos son tus hijos” (Jn 19,26). Aquí resuena la bienaventuranza a
los limpios de corazón y confirma que “sea santificado tu nombre”.
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d) “¿Por qué me has abandonado?” (Mt 27,46). Es el grito y el testi-
monio de Jesús para quienes lloran y son bienaventurados al no “caer en
tentación”.
e) “Tengo sed” (Jn 19,28). Se cumple la Escritura. Cristo es el primer
bienaventurado de entre quienes “tienen hambre y sed de justicia” y piden
“danos el pan de cada día”.
f) “Todo está cumplido” (Jn 19,30) es el último respiro que trae a la
memoria la bienaventuranza de los perseguidos que piden “hágase tu
voluntad en la tierra y el cielo”.
g) “Te encomiendo mi espíritu” (Lc 23,46). Con esta última palabra se
ofrece la herencia a los pobres en el espíritu; ellos son bienaventurados y
cantan unísonamente “líbranos de todo mal”.

Por último, con una “tercera hora” se induce a la experiencia del sábado
santo: «Cómo el cuerpo sacratísimo de Cristo nuestro Señor quedó desatado
y apartado del ánima, y dónde y cómo sepultado. Asimismo, considerando la
soledad de Nuestra Señora con tanto dolor y fatiga; después, por otra parte,
la de los discípulos» [Ej 208]. Aquí se considerará la herencia de la cruz, el
ver a los de arriba, a los de cerca, a los del camino y a los de abajo. Cada uno
tendrá que reconocer su disposición prevalente ante la cruz para no quedarse
en el “viernes santo” y poder ser alcanzados por la Pascua.

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