Apuntes
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Apuntes
El conocernos, saber quienes somos realmente más allá de los rótulos o etiquetas que
nos ponen o que nos ponemos es una tarea larga y difícil, pero no imposible, ya que
sabemos que el amor de Dios nos facilita la tarea.
Sea cual sea la respuesta, Dios nos llama desde lo que somos realmente, por lo tanto
nuestra respuesta, nuestra decisión, para que sea verdadera tiene que estar basada desde
lo que somos realmente. Esto quiere decir, que para discernir cuál es el llamado de Dios
debemos conocernos a nosotros mismos.
A la luz de estas pistas podemos enunciar una serie de errores en los que caemos, ya
sea por defecto o por exceso.
(a) Errores por defecto de subjetividad: No reflexionar nunca sobre sí, no examinarse
nunca, no aprender de los errores que cometemos, negar las críticas. Echar la culpa
de cualquier situación a los demás o al ambiente, a las estructuras, a la sociedad. No
escuchar a los demás cuando nos dicen algo de nosotros. Como consecuencia de
todo esto nos convertimos en personas incapaces de autocrítica y acabamos por vivir
de resentimientos, de celos y tirando la bronca todo el día. Puede suceder también
que nos encerremos dentro de nosotros mismos, que nos defendamos, que no
aceptemos conocernos, echando siempre a otros la culpa de todo aquello que no
funciona.
(b) Errores por exceso de subjetividad: Reflexionar demasiado minuciosamente sobre
nosotros mismos, debilitando la fuerza de la acción y permaneciendo siempre
indecisos, titubeantes ante el futuro, enredados en el pasado inmediato e incluso en
el hoy. Fantasear sobre sí continuamente, construyendo teorías que no tienen fin.
Depender excesivamente de aquello que sentimos de nosotros mismos, un sentir
quizás elaborados a través de exámenes y análisis que pesan mucho, por ejemplo
pienso que soy un cobarde.
La percepción valorativa de mi ser, de mi manera de ser, de quien soy yo, del conjunto de
rasgos corporales, mentales y espirituales que configuran mi personalidad. La autoestima se
aprende, fluctúa y la podemos mejorar. Es a partir de los 5-6 años cuando empezamos a
formarnos un concepto de como nos ven nuestros padres, maestros, compañeros y las
experiencias que vamos adquiriendo.
Si el concepto personal y social son fuertes no nos interesa tanto el Yo Material y Corporal (los
adornos). En la actual cultura, hay un culto a la belleza, el yo Corporal esta Hipertrofiado. El yo
material es muy importante en la sociedad industrial. ej. el auto es un signo de poder.
Deseo innecesario de complacer, por el que no se atreve a decir NO, por miedo a
desagradar y a perder la benevolencia o buena opinión del peticionario.
Hostilidad flotante, irritibilidad a flor de piel, siempre a punto de estallar aún por cosas
de poca monta, propia del supercrítico a quién todo le sienta mal, todo le disgusta,
todo le decepciona, nada le satisface.
1. Cree firmemente en ciertos valores y principios, está dispuesto a defenderlos aún cuando
encuentre fuerte oposición colectiva, y se siente lo suficientemente segura como para modificar
esos valores y principios si nuevas experiencias indican que estaba equivocada.
2. Es capaz de obrar según crea más acertado, confiando en su propio juicio, y sin sentirse
culpable cuando a otros le parece mal lo que haya hecho.
3. No emplea demasiado tiempo preocupándose por lo que haya ocurrido en el pasado, ni por
lo que pueda ocurrir en el futuro.
4. Tiene confianza en su capacidad para resolver sus propios problemas, sin dejarse acobardar
por los fracasos y dificultades que experimente.
5. Se considera y realmente se siente igual, como persona, a cualquier otra persona aunque
reconoce diferencias en talentos específicos, prestigio profesional o posición económica.
6. Da por supuesto que es una persona interesante y valiosa para otros, por lo menos para
aquellos con quienes se asocia.
7. No se deja manipular por los demás, aunque está dispuesta a colaborar si le parece
apropiado y conveniente.
9. Es capaz de disfrutar diversas actividades como trabajar, jugar, holgazanear, caminar, estar
con amigos, etc.
10. Es sensible a las necesidades de los otros, respeta las normas de convivencia
generalmente aceptadas, reconoce sinceramente que no tiene derecho a medrar o divertirse a
costa de los demás.
Sobre la necesidad del autoconocimiento les ofrezco mis motivos, el resto lo
descubrirán ustedes por sí mismos. La experiencia enseña que es imposible corregir un
defecto que se ignora o potenciar una capacidad que se conoce vagamente. Además,
quien se desconoce puede fácilmente caer en un presuntuoso optimismo, en un
idealismo irrisorio o en un pesimismo infundado. ¿Por qué es necesario conocerse?
Porque sin autoconocimiento no se puede crecer cimentado en la propia verdad. No es
fácil conocerse a sí mismo. Quienes se hayan ejercitado en la introspección y procurado
observar simultáneamente o retrospectivamente sus propias vivencias pueden decirlo:
¡es difícil autoconocerse!
Cada uno de nosotros tiene una visión particular y propia de sí mismo y de la realidad
circundante. La primera pregunta que nos hicimos siendo niños puede formularse así:
¿quién soy? Las múltiples percepciones relacionadas con las respuestas a este
interrogante comenzaron a configurar una autoimagen o imagen de mí mismo; si las
respuestas percibidas me comunicaban un mensaje de amor mi autoimagen pudo
establecerse sobre unas bases positivas. Siguieron luego otras preguntas: ¿quiénes son
los otros? ¿qué es la vida? ¿qué es la naturaleza? ¿quién es Dios? Y de esta manera se
fue configurando mi propia cosmovisión de la realidad.