Antropología
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Antropología
hombre no está incitado a aumentar su interés por la muerte y por el hecho de morirse. En la
sociedad predomina la tendencia de la tabuización de la muerte, sin embargo no es un fenómeno
únicamente actual. Paradójicamente, a la vez nos encontramos con la tendencia de la llamada
(des)tabuización. En este caso, se trata de una tendencia ambivalente: por un lado, la hipertrofia
de la muerte y la violencia en los medios de comunicación, la comercialización, la
pornografización, la explotación de la muerte, respectivamente, de las muertes trágicas y del
sufrimiento como un artículo de venta con el fin de lucro en el ámbito del necromarketing y
necrotainment, que es objeto de una reflexión crítica; por otro lado, el esfuerzo por la
(des)tabuización de la muerte en la esfera científica y en la práctica clínica. En el contexto del
recado de Kierkegaard, la muerte es una especie de "co-creador" del hombre. El resultado debe
ser un equilibrio entre la reflexión sobre la muerte y su relación con la vida. La muerte no debe
interponerse a la vida.
Dalimír Hajko, destacado filósofo eslovaco, crítico literario, culturólogo, editor, profesor
universitario y reconocido investigador de la obra y el legado de S. Kierkegaard, en su obra
Cordialidad y acción. Las meditaciones kierkegaardianas (Vrúcnosť a čin. Kierkegaardovské
meditácie, 2011) habla de sus reflexiones acerca de la muerte: “Y con ironía juguetona, con una
sonrisa satírica y con perspectiva, pero, a la vez, con refinamiento intelectual, escribe incluso sobre
un tema tan depresivo, oscuro y triste como es la muerte de un hombre” (Hajko, 2011, p.48). En
las siguientes palabras podemos observar la tendencia kierkegaardiana a llevar sus observaciones
hasta el límite, ofreciendo así una visión peculiar de la muerte: “¡Qué vida tan vacía y sin sentido!
Muere un hombre, organizamos su funeral, le acompañamos en su último viaje y le echamos tres
paladas de tierra encima. Llegamos y salimos del cementerio montados en un carro y nos sirve de
consuelo que aún nos queda una larga vida por delante. ¿Cuánto tiempo duran realmente siete
por diez años? ¿Por qué no nos ponemos de acuerdo acerca de este tema de una vez por todas?;
¿Por qué no quedarnos directamente en el cementerio, bajar a la tumba y sortear al pobre que,
como el último superviviente, se ocupe de echar tres paladas de tierra encima del último difunto?"
(Kierkegaard, 1987, p. 29)
Kierkegaard establece su discurso en el breve escrito Sobre una tumba. El problema de la muerte
se relaciona con una situación donde la muerte, la realidad y la pérdida pueden llegar a ser difíciles
de ignorar: “¡Entonces todo terminará! – Y cuando un hombre se acerca a la tumba, en tanto que
primero de los descendientes, y cuando, después de un breve discurso, se queda el último ante la
tumba, sabiendo que, siendo por desgracia el siguiente, todo se acaba. Si se quedase allí, tampoco
podría aprendería lo que pasa con el muerto, porque el muerto es un hombre silencioso; si en su
dolor profiriese su nombre, aunque se sentara en su tumba escuchando, seguiría sin aprender
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nada, ya que en la tumba sólo hay silencio y el muerto es un hombre silente; y aunque se acordara
de visitar su tumba todos los días, el muerto no se acordaría de él. En la tumba no hay
reconocimiento, ni siquiera de Dios” (Kierkegaard, 1993, p. 71). Kierkegaard señala que la muerte
aísla y la compara con una confesión: “…estar completamente solo ante Dios” (Pap., X3 A 710)