Coaccion y Mercado Tandeter

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Coacción y mercado

Tandeter

1) El relanzamiento de la producción de plata

La producción de plata en Potosí

El cerro Rico de Potosí ha sido sinónimo de riqueza desde su mismo descubrimiento en 1545
hasta hoy. Durante el periodo colonial supero en la producción total a sus dos competidores
Zacatecas y Guanajuato. La peculiar geología determinó una rapidísima y barata explotación
inicial.
La estructura potosina había sido tempranamente definida, en la década de 1570, por acción
del Estado y del mercado, y se mantenía sin mayores cambios dos siglos más tarde cuando se
produce su segundo auge.
A los largo de la década de 1570, a través de sucesivas disposiciones, el virrey Toledo organizo
la mita y también se introdujo la refinación por amalgama con mercurio. Para aplicar esa
innovación tecnológica fue necesaria una fuerte inversión por parte de los empresarios
privados para construir ingenios. La minería potosina se caracterizó por combinar el trabajo
forzoso en las minas y el reclutado en el mercado de la ciudad para los ingenios.
Poco cambio en el siglo XVIII, subsistían menos empresas y los procesos de trabajo sin mayores
innovaciones. El mineral sacado de la pared estaba a cargo de trabajadores libres (con bajo
grado de especialización), mientras que el mitayo era quien lo cargaba. El transporte a los
ingenios estaba a cargo de pequeños empresarios. Había mitayos en el ingenio que
alimentaban las maquinas.
Los empresarios mineros potosinos parecen haber reducido progresivamente su giro durante
la segunda mitad del siglo XVII. La explicación debe buscarse cuando el virrey Toledo distribuyo
entre ellos en las década de 1570 las cuotas de mitayos, los hizo beneficiarios de una renta de
trabajo. Pero desde los mismos inicios de la mita, se hizo evidente la posibilidad, de que el
mitayo conmutara su obligación laboral mediante un pago al empresario. Durante la segunda
mitad del siglo XVII la mita era la ocasión de una crecidísima renta en dinero que beneficiaba a
los empresarios que no necesitaban arriesgarse en la explotación minera efectiva, con la
consiguiente baja de la producción total.
Pero el abandono absoluto del giro minero no era la norma, entre otras razones porque podía
ser sancionado por el Estado con la perdida de asignación de mitayos. Aun sin trabajar en el
cerro, un azoguero podía seguir refinando minerales comprados a los pallaqueros, pequeños
empresarios que dirigían grupos de trabajadores entre los desmontes de las minas
abandonadas que habían pasado a ser de dominio público. Más aun, el empresario podía
aceptar la conmutación en dinero por parte de un grupo de sus mitayos mientras exigía de
otros la prestación laboral efectiva.
La combinación entre la flexible disponibilidad de la mita en trabajo o conmutada en dinero y
la existencia de la masa de desmontes y sueltos en el cerro, posibilitaba tomar la decisión de
incrementar la producción a corto plazo sin mayores inversiones.
La exploración resultara particularmente exitosa y Europa experimentara durante este periodo
una verdadera “edad de oro”. El incremento de la oferta se deberá a un mayor comercio con
las zonas proveedoras de África, a la reaparición masiva del oro de Nueva Granada y, sobre
todo, a la llegada de Europa desde 1699 de la fabulosa producción del Brasil.
La plata será afectada, a la vez, por el aumento de demanda de metales preciosos, y por un
alza relativa de su valor respecto del oro a causa de la abundancia del metal amarillo en las
plazas europeas.
Fue durante el primer cuarto del siglo que Potosí sintió la presión de una mayor demanda de
plata, corporizada en barcos y mercaderes franceses. Estos irrumpieron en las costas del

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pacifico sur con sus manufacturas deseosos de obtener a cambio acceso a los metales
americanos. La guerra de sucesión española dio el marco político para la intrusión masiva de
navíos de Francia frente a las costas de Chile y Perú.
La presencia de los mercaderes y mercaderías francesas implico un aumento considerable en
la demanda de plata y una elevación de su valor de mercado. Esto se manifestó tanto en la
baja de los precios de las mercancías europeas, como en el incremento del monto de dinero
pagado por unidad física del metal. Si bien la corona regulaba el “precio” de la plata fijándolo
como equivalencia monetaria uniforme en todas las casas de moneda americanas, los
productores recibían un precio inferior de manos de los aviadores o mercaderes de plata.
Interesados en participar del negocio de las mercaderías francesas, los mercaderes de plata
aumentaron el precio del metal pagado a los productores para disponer de más medios de
pago.
Podemos suponer, entonces, que la llegada de los navíos franceses en las primeras décadas del
siglo XVII, proveyó el incentivo necesario para relanzar la producción de plata potosina, lo que
pudo implementarse con rapidez gracias a la existencia de grandes masas acumuladas de
sueltos y desmontes y a la posibilidad de exigir la prestación laboral efectiva por parte de
migrantes que hasta ese momento conmutaban su tanda por un pago dinero.

La década de 1730

Además de la demanda Europea, se conjugan en Potosí varios otros factores que permiten
explicar el incremento de la producción registrado durante la década de 1730. A comienzos de
la misma, la Real Cedula había encargado al virrey ocuparse del fomento de la minería
potosina: consultados los azogueros, manifestaron que sus necesidades principales se referían
a la reducción de la tasa del impuesto a la producción del 20 al 10 % a la provisión de mitayos y
al abasto de mercurio. Tres cuestiones preocupaban a los azogueros.
Los productores mineros venían reclamando la reducción del quinto real al mero diezmo.
Finalmente, la tasa del diezmo fue concedida por real cedula y la cobranza se ajustó a ella en
Potosí desde 20 de julio de 1736.
La segunda cuestión es el de la provisión de trabajadores forzados para la minería potosina.
Los empresarios vivían con el constante temor de perder sus cuotas de trabajadores forzados.
La amenaza más fuerte provino de una campaña iniciada en 1727 por caciques de Porco, la
provincia que rodea la jurisdicción de Potosí, contra los abusos dela mita.
El tercer elemento que preocupaba hacia 1731, el abasto de mercurio (elemento fundamental
para la refinación por amalgama). El proveedor monopólico era la Real Hacienda, cuyos
funcionarios consideraban peligroso darlo a crédito. Hacia 1722-23 la venta a crédito quedo
suspendida, pero ante los reclamos del gremio de azogueros se reestableció en 1725

2) La mita potosina

Trabajo forzado y migración estacional

En la minería potosina de fines del siglo XVIII coexistían números muy similares de
trabajadores migrantes, forzados o mitayos y trabajadores libres o mingas.
Los africanistas distinguen tres elementos en el valor de la fuerza de trabajo: primero, la
manutención del trabajador durante su periodo de empleo, es decir, la reconstitución de la
fuerza de trabajo inmediata; segundo, la manutención del trabajador durante periodos de no
empleo (enfermedad, desempleo, etc.); y, tercero, la reproducción del trabajador mediante la
manutención de su primogenitura. En un mercado de trabajo libre el salario ha de ser
equivalente al valor de la fuerza de trabajo. Por el contrario, en los casos de trabajo migratorio
forzado, el empresario que se beneficia de éste relega el costo de la manutención y de la
reproducción a la esfera de las comunidades indígenas, mientras que el salario que paga solo

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cubre la reconstitución de la fuerza de trabajo inmediata. Por lo tanto, el trabajo migratorio
forzado es un medio por el cual las comunidades transfieren valor a la esfera de producción en
la que aquel se aplica. El empresario se beneficia de una renta en trabajo.
La mita es un ejemplo extremo de ese tipo de mecanismo. No solo imponía la manutención y
la reproducción del migrante indio a su comunidad de origen, sino que aun la reconstitución de
la fuerza de trabajo inmediata era cubierta muy insuficientemente por los salarios.

La mita en el sistema colonial

Los mitayos no dejan de señalar que la migración forzada era una tarea penosa. Por parte de
las autoridades coloniales sorprende no solo la indulgencia sino también la indiferencia
absoluta ante las referencias de los mitayos al rey y su justicia.
No abunda la documentación colonial que pueda ayudarnos a dilucidar en qué medida la mita
era efectivamente percibida por los indígenas como parte de un “pacto colonial”.
El conocimiento de cómo se implementó la mita en la década de 1570 se nos escapa en
muchos aspectos fundamentales. Durante esos años Toledo recorrió buena parte del
virreinato supervisando su triple programa de reducciones, tributo y mita. Las reducciones
consistan en el reagrupamiento de la población indígena en pueblos a los que se confirmaba
en la posesión de tierras o se les concedían otras nuevas, de modo que contaran con los
recursos adecuados para su subsistencia y reproducción. La concentración de la población
facilitaría tanto la evangelización como la tributación.
La indicación más clara de la necesidad de Toledo de contar con las estructuras tradicionales
de liderazgo indígena para el reclutamiento de la mita se encuentra en el nombramiento de
seis capitanes generales indígenas, luego aumentados a once, como responsables de la
migración anual. Toledo consigue sumar así para el reclutamiento de la mita una jerarquía de
autoridades indígenas, desde los capitanes generales hasta los curacas locales. Estos ven
reforzada su legitimidad por sus posesiones al servicio de las necesidades del sistema colonial.

Los números de la mita

El número de mitayos fue establecido como resultado de la prolongada visita que el mismo
Toledo efectuó en todo el virreinato. La cantidad de obligados a mitar por año era un
porcentaje, la séptima parte de la población tributaria enumerada en cada pueblo, lo que
aseguraba la rotación y el descanso de seis años que debía existir entre dos tandas de mita.
La rigidez del sistema toledano implicaba que si un individuo abandonaba su pueblo perdía sus
tierras pero en su nuevo lugar de residencia estaba libre de la obligación de tributar y de
concurrir a la mita. Los indígenas huían a las ciudades o las haciendes españolas.
En el siglo XVII, las comunidades sujetas a la mita bajo el control de sus líderes étnicos, habrían
implementado estrategias originales en respuesta a las cargas y oportunidades que surgían del
sistema colonial. El trabajo asalariado en los centros mineros, la participación en los mercados
a través del comercio y el transporte habrían sido algunas de esas respuestas mediante las
cuales los curacas organizaban a los miembros de sus pueblos para obtener recursos que
permitían hacer frente en las mejores condiciones posibles a las demandas coloniales.

El entable de la mita

Podemos ahora dirigir nuestra atención hacia el entable de la mita durante la segunda mitas
del siglo XVIII. Según las ordenanzas de Toledo, la estancia de los migrantes en Potosí era
organizada mediante la alternancia entre una semana de obligación de mita y dos semanas de
“descanso”, durante las cuales el mitayo era libre de disponer de su tiempo libre. La protección
de los mitayos radicaba en que, aunque los salarios percibidos durante la semana obligatoria

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eran inferiores a los del mercado libre, se les permitía compensarlo en alguna medida con
otras actividades durante las dos semanas de descanso siguiente.
El estado colonial movilizaba todos sus recursos para garantizar que la migración mitaya
llegara a Potosí.
La mita no favorecía limitación alguna en la intensidad de la explotación por parte del
empresario minero. En tanto el reclutamiento del mitayo era forzado, no era necesario
preocuparse de que las condiciones de producción alejaran a potenciales trabajadores. Si el
mitayo optaba por la huida podía sufrir cárcel y llegar a perder sus derechos en la comunidad
de origen. En cambio, para el empresario siempre existía la posibilidad de obtener una
compensación monetaria por el trabajador huido.
Por otra parte, tampoco actuaban mecanismos de protección propios de la esclavitud, ya que
la superexplotacion no ponía en riesgo una valiosa inversión empresarial.
La única preocupación empresarial era la rentabilidad inmediata. La tares serian el
instrumento idóneo para vencer las resistencia de los indígenas al trabajo. Lo real es que las
tareas crean para el empresario una situación de gran flexibilidad que elimina los mayores
problemas de toda forma de trabajo forzado (ejemplo: que los trabajadores esquiven las
cargas)
La idea de una jornada de trabajo definida por su duración horaria y la alternancia de semanas
apareció como algo engorroso para os empresarios ya que impedía la imposición de tares cuyo
cumplimiento se extendiera más allá de la semana, y, más aun implicaba el pago de salarios
más altos al mismo hombre por el desempeño de la misma función por el hecho de estar en
una semana de descanso. Aunque la fijación de las tares permitieron a Potosí duplicar la
producción. La prohibición de las mismas, fue uno de los reclamos centrales hacia 1727 en una
ofensiva de autoridades indígenas en pro de las mejoras en la mita que solo fracaso ante la
fuerte resistencia de los azogueros expresada en la medida extrema de un lockout patronal. El
resultado fue la implantación del jornal fijo. En resumen el mitayo potosino trabajaba, en
promedio, más de 46 semanas por año, es decir 167 % más que lo estipulado por las
ordenanzas.

Renta mitaya y rentabilidad

En la realidad mita potosina de fines de siglo XVIII los salarios mitayos insumían 11,4 % de los
ingresos del azoguero. La renta mitaya, permitió la supervivencia de Potosí a pesar de la
pobreza de sus minerales.

El peso de la explotación

La fuerza de trabajo mitaya estaba disponible en forma compulsiva para las más variadas
funciones requeridas por sectores diversos de la ciudad. La familia del migrante, además de
ayudar en el cumplimiento de las tareas del mitayo, satisfacía otras demandas de los
azogueros.
El progreso de trabajo tenía implicancias distintas para los migrantes según fueran asignados a
las minas del Cerro o a la molienda de los ingenios. Los mitayos de los ingenios enfrentaban un
trabajo menos esforzado y tenían mayor posibilidad de semanas de descanso. Sin embargo su
salud corría mayores riesgos.
Más allá del trabajo y de la salud de las familias migrantes, la renta mitaya pone en cuestión la
reproducción de la comunidad indígena toda, ya que el migrante debía ser sostenido por su
comunidad.
La presencia de la iglesia en Potosí representaba también una carga monetaria que drenaba el
salario del mitayo. Igualmente la mayor parte de los salarios estaban comprometidos por
anticipado para el pago de efectos provistos por la pulpería o chichería del mismo ingenio.

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Exenciones y conmutaciones

Para aludir la mita existieron alternativas menos radicales que el abandono de la comunidad.
La exención de la mita podía obtenerse, por ejemplo, mediante un pago en moneda al cacique
encargado de establecer la lista de los futuros migrantes. El fenómeno de la conmutación del
servicio de mita se daba mediante el pago en moneda al azoguero, en clara contradicción con
las disposiciones legales vigentes. Estas conmutaciones estaban ampliamente difundidas desde
el siglo XVII.

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