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Caciques, yanaconas y extravagantes

La Sociedad Colonial en Charcas s. XVI-XVIII

Laura Escobari de Querejazu

DOI: 10.4000/books.ifea.5038
Editor: Institut français d’études andines, Plural editores
Lugar de edición: La PAz
Año de edición: 2005
Publicación en OpenEdition Books: 3 junio 2015
Colección: Travaux de l'IFEA
ISBN electrónico: 9782821845503

http://books.openedition.org

Edición impresa
ISBN: 9789905624740
Número de páginas: 307
 

Referencia electrónica
ESCOBARI DE QUEREJAZU, Laura. Caciques, yanaconas y extravagantes: La Sociedad Colonial en
Charcas s. XVI-XVIII. Nueva edición [en línea]. La PAz: Institut français d’études andines, 2005
(generado el 30 mars 2020). Disponible en Internet: <http://books.openedition.org/ifea/5038>. ISBN:
9782821845503. DOI: https://doi.org/10.4000/books.ifea.5038.

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© Institut français d’études andines, 2005


Condiciones de uso:
http://www.openedition.org/6540
1

Las teselas del mosaico sobre la sociedad colonial que Laura Escobari de Querejazu ha compuesto
a lo largo de varios años, figuran reunidas en este libro poco común. El altiplano emerge aquí en
efigie de cuerpo entero dibujada con trazos continuos suavemente degradados, sino en piezas
breves contrapuestas, que adosadas, otorgan sin embargo relieve a una faceta capital de la
historia de Charcas.
El libro centra su desarrollo en cuatro aspectos indispensables para la comprensión de la historia
colonial de esta región andina. Estos cuatro puntos son: la coincidencia entre pobladores
americanos y europeos en las ciudades, el liderazgo sobre todo indígena y en la cuestión de la
mano de obra en las actividades agrarias y en las mineras del sedor colonial, más algunas
adiciones referente a rebeliones indígenas o tecnología. Cada sección —ciudades, élites,
explotación agraria y minería—, va precedida por una introducción que sitúa el tema en su
contexto.
Nicolás Sánchez-Albornoz

LAURA ESCOBARI DE QUEREJAZU


Laura Escobari de Querejazu, boliviana. Es Licenciada en Historia por la Universidad
Mayor de San Andrés y candidata al Doctorado por la UNED de Madrid. Catedrática
Titular de Historia de Bolivia Colonial en la Universidad Mayor de San Andrés. Fue seis
años Directora del Archivo Histórico Departamental de La Paz. Miembro de Número de
la Academia Boliviana de Historia, y correspondiente de España, Argentina, Colombia,
República Dominicana y Puerto Rico. Miembro Fundadora de la Sociedad Boliviana de
Genealogía.
Actualmente Presidenta de la Sociedad Boliviana de Historia.
2

ÍNDICE

Presentación
Manuel Viturro de la Torre

Agradecimiento
Laura Escobari de Querejazu

Prólogo
Nicolás Sánchez-Albornoz

Introducción
La Sociedad Colonial de Charcas

Primera parte. Convivencia y fundación de ciudades sobre pueblos de indios

Capítulo 1. Chuquiapo. Nuestra Señora de La Paz


Casas de indios y relación de parentesco
Caciques yanaconas y caciques gobernadores superintendentes
Abastecimiento y actividad comercial

Capítulo 2. Uru-Uru. La Villa de San Felipe de Austria

Capítulo 3. Cantumarca. La Villa Imperial de Potosí

Capítulo 4. Chiquitos. Santa Cruz de la Sierra

Capítulo 5. Las Misiones después de la expulsión de los jesuitas


Gobierno temporal

Segunda parte. Élites y caciques

Capítulo 1. Élites y Caciques

Capítulo 2. La lucha interna por los cacicazgos: el caso de los caciques Cusicanqui y Canqui
de Pacajes, s. XVI-XVIII

Capítulo 3. Tocapus y heráldica hispana


Relación entre el hallazgo y el documento del Archivo de La Paz
La heráldica de los tocapus y el escudo
3

Capítulo 4. Cuatro linajes y un escudo. La descendencia de Tupac Inca Yupanqui en la


sociedad colonial
La descendencia de Gonzalo Uchu Guallpa en Lambayeque, Perú
Los Uchu I de México
Los Uchu II de Cuzco
La descendencia de Felipe Tupa Yupanqui
Cusicanqui y Canqui, descendientes de Felipe Tupac Inca Yupanqui en Pacajes, La Paz
Descripciones del escudo de armas
¿Cuál el afán de las probanzas de nobleza entre los caciques?
Escudo dado a Cristóbal Topa Inca

Capítulo 5. Educación de hijos de caciques, s. XVII-XVIII


Colegios fundados en el Cuzco
El Colegio de San Francisco de Borja
Oposición de los encomenderos a la Fundación del Colegio

Tercera parte. Encomiendas, chacras y haciendas

Capítulo 1. Encomiendas, chacras y haciendas

Capítulo 2. Control vertical en tierras de Chuquisaca, s. XVII


Territorio y Producción
Yamparáez: espacio de conformación multiétnica a la llegada de los españoles
Yanaconas: mano de obra en las chacras de Chuquisaca
Tierras de indios de comunidad en Yamparáez
Chacras en Yamparáez en el siglo XVII
Movimiento Poblacional
Indios Propietarios de tierras en Yamparáez

Capítulo 3. El sistema de arriendo de tierras en la hacienda Sicaya, Cochabamba, s. XVIII

Capítulo 4. Levantamientos indígenas en Cochabamba, 1781


Sublevación en Arque y Colcha
Lo que sucedió en Tapacarí
Palca
La sublevación de Tarata
Sacaba y El Paredón

Cuarta parte. Mano de obra y tecnologia minera

Capítulo 1. Potosí. Dinámica social, trabajo y tecnología minera

Capítulo 2. De yanaconas urbanos a artesanos mineros. Potosí, siglo XVI


Del yana prehispánico al yanacona colonial del siglo XVI como mano de obra calificada
Mano de obra calificada en Potosí
Oficios de los yanaconas urbanos en Potosí
Migración multiétnica de yanaconas y ocupación de barrios y parroquias
Disminución de yanaconas o mano de obra calificada a fines del siglo XVI
4

Capítulo 3. Ingenios e inventos


Construcción de ingenios y trapiches
Mano de obra en los ingenios
Amalgamación por azogue e inventos para mejorar el refinamiento
Inventos presentados al Cabildo en el siglo XVI

Capítulo 4. Sequías y construcción de lagunas artificiales en Potosí


Construcción de las lagunas
Sequías e inundaciones

Capítulo 5. Los extravagantes. Mano de obra en las minas de Oruro, s. XVII


Descubrimiento y fundación de Oruro
Migraciones hacia Oruro en el siglo XVII
Mano de obra libre en Oruro
Mitayos, o mano de obra forzada en Oruro

Bibliografía y fuentes

Fuentes de los mapas


Nicanor Domínguez
5

Presentación
Manuel Viturro de la Torre

1 Agradezco a Da Laura Escobari de Querejazu, actual Presidenta de la Sociedad Boliviana


de la Historia, miembro de número de la Academia Boliviana de la Historia y
correspondiente en varios países incluyendo la Real Academia Española de la Historia,
el que me haya hecho el honor de presentar este libro ″Caciques, yanaconas y
extravagantes″ que describe la sociedad colonial en Charcas en los siglos XVI, XVII y XVIII.
2 De la autora, cuyo amplio curriculum de investigadora en historia colonial incluye
quince años de Cátedra de la materia impartida en la carrera de Historia de la
Universidad Mayor de San Andrés se podía esperar un excelente trabajo, y en este caso,
animo a los lectores a disfrutar estos veintidós trabajos sobre historia colonial que
aunque fueron escritos en los últimos quince años y algunos de ellos han aparecido en
revistas como avances de investigación y han sido presentados en congresos
internacionales, aparecen ahora reunidos en un sólo volumen tras haber sido
repensados, madurados y reescritos hasta llegar a la forma que ahora se presenta.
3 Bolivia ha sido pródiga en historiadores pero la mayoría de ellos han preferido escribir
sobre la historia de los siglos XIX y XX quizás porque la lectura de documentos de la
colonia requiere de cierta experiencia paleogràfica, que en el caso de D a Laura Escobari
le viene dada por la experiencia de largos años de trabajo de investigación en archivos
de Bolivia, sus países vecinos y de España. En su currriculum hay que incluir cursos de
formación de archivos en España y el haber llegado a ser Directora del Archivo
Histórico Departamental de La Paz, puesto que ha ocupado durante los últimos 6 años.
4 El libro se estructura en torno a cuatro aspectos fundamentales, la convivencia étnica
en las ciudades coloniales, los caciques como partícipes de la elite colonial, el trabajo y
movilidad de indios en diferentes zonas agrícolas de la Audiencia de Charcas y
finalmente la mano de obra y tecnología minera en Potosí y Oruro que fueron
determinantes en la economía de extracción de plata, aporte fundamental en la
economía colonial española de los siglos XVI a XVIII.
5 Para la Embajada de España en Bolivia ha sido muy grato el poder participar, dentro de
su programa de actividades culturales, en la publicación de esta obra, que profundiza y
esclarece muchos aspectos del pasado colonial de la Audiencia de Charcas, hoy Bolivia,
6

y que son poco conocidos hasta ahora, y contribuir así a una mayor difusión de la
historiografía colonial que todavía sigue siendo escasa en Bolivia.
6 La Paz, 24 de Enero de 2001

AUTOR
MANUEL VITURRO DE LA TORRE
Embajador de España
7

Agradecimiento
Laura Escobari de Querejazu

1 Aquí se reúnen varios trabajos de Historia Colonial realizados desde 1985. Algunos de
ellos fueron publicados como adelanto de investigación, otros son inéditos. Sin
embargo, a la hora de recopilarlos se ha realizado una introducción de la sociedad
colonial señalando el lugar que cada capítulo ocupa en ella. Cuatro son los temas en
torno a los cuales se puede resumir el libro y son: la convivencia urbana y étnica en
algunas ciudades, los caciques de elite, la resistencia indígena en el agro y en las minas
y la mano de obra y la tecnología minera.
2 Al emprender la tarea me han venido a la memoria muchas personas a las que quiero
recordar y agradecer. A Teresa Gisbert le debo el aliento de realizar la obra. A Roberto
Choque Canqui el haber puesto en mis manos el expediente de la pugna cacical entre
los caciques Canqui y Cusicanqui de Pacajes, que dio lugar a tres capítulos del presente
libro. Al recordado Gunnar Mendoza, que en todos los años de vacaciones escolares de
mis hijas, que pasé en Sucre investigando en el Archivo Nacional de Bolivia, me orientó
generosamente. A mis suegros que con comentarios y tertulias me ayudaron a
ambientar mis investigaciones sobre Potosí. En los quince años en que fui escribiendo
los capítulos que conforman este libro, mi interlocutor permanente fue mi esposo
Pedro, quien además tomó parte activa en el estudio heráldico y atribución del escudo
de los Cusicanqui. Junto a él visité las Misiones de Chiquitos, donde Hans Roth,
arquitecto restaurador de las Misiones, me proporcionó fotocopias de las Misiones. A él
mi recuerdo agradecido.
3 Quiero agradecer a mis alumnos y ex alumnos de la Carrera de Historia de la
Universidad Mayor de San Andrés, que me escuchan y se interesan siempre por mis
investigaciones. A mis hijas que crecieron al lado de los yanaconas, caciques y
extravagantes, y más de una vez los detestaron por invadir el espacio familiar, aunque
ahora, ya mayores, Lucía se ha ocupado de los dibujos y María Inés de transcribir y
ordenar la Bibliografía.
4 A diferencia de mi primer libro sobre Producción y Comercio en el siglo XVII, que
también fue con consulta de siete archivos pero que lo escribí sin que nadie, excepto
Teresa Gisbert, lo leyera, éste ha viajado mucho y ha sido debatido, ya que desde 1985
mis investigaciones fueron presentadas a Congresos de Historia Económica, de
8

Etnohistoria, de Americanistas, de Demografía, de Historia Colonial, donde fueron


expuestas y discutidas. Pude conocer así a amigos que me incentivaron y motivaron y a
quienes quiero recordar y agradecer. A Ramón Gutiérrez por iniciar en mí el interés por
las fundaciones españolas sobre poblados de indios. A Franklin Pease, recientemente
fallecido, que primero fue mi maestro en la Universidad Católica de Lima, y luego amigo
e interlocutor, y que se quedó muy interesado en publicar en la Revista Histórica de la
Universidad Católica el estudio de los linajes de Lambayeque, México y Cuzco,
entroncados con los de Pacajes, que se publican en este libro. Agradecer a Magnus
Mörner, que me llevó a Estocolmo a organizar una mesa en el 48° Congreso de
Americanistas, y a profundizar el trabajo de Yamparáez; al Embajador de España en
Estocolmo, Dn. Antonio Serrano de Haro, que me dio hospitalidad y participó en el
Simposio que organicé. A Luis Miguel Glave, con quien compartimos el interés por el
comercio colonial y algunas mesas de Historia Económica en Lima. A Miriam Salas, por
amiga y cómplice. A colegas y amigos bolivianistas como el recordado Thierry Saignes,
agudo y perspicaz en sus apreciaciones a algunos de mis trabajos, a Enrique Tandeter,
por sugerirme un día en Veracruz, que los yanaconas urbanos de Potosí eran el
″eslabón perdido″ entre el yanacona prehispánico y el artesano colonial. A Catherine
Jullien quien me ha ″endilgado″ el haber iniciado el estudio de los yanaconas urbanos. A
Ana María Presta y Mercedes del Río, que generosamente me facilitaron las Visitas de
Guañoma y de Oruro, respectivamente. A Ann Zulawski y Gastón Doucet, por su interés
en mis trabajos y sus sugerencias. A Ana María Lorandi, con quien compartimos en el
Archivo de Indias y en Sevilla, a Margarita Suárez por hacer eco al pedido de varios
amigos de las últimas Jornadas sobre pensamiento, cultura y sociedad coloniales
llevado a cabo en Ocucaje, para la reedición de este libro. A Carmen Salazar-Soler y Jean
Vacher por su valiosa ayuda en la reedición. A Brooke Larson, a quien debo un proyecto
archivistico importante. Agradecer a mi maestro y amigo Alberto Crespo Rodas, quien
me enseñó paleografía y a sentir emoción con los documentos coloniales. A Florencia
Ballivian por apoyar desde la Dirección de la Carrera de Historia toda mi labor
profesional en estos años. También a Nicanor Domínguez por la diligencia con que
elaboró los mapas que ilustran este libro. A Ana María García, Patricia Jiménez y
Claudia Jerez, que me colaboraron con la lectura, correcciones y transcripción finales.
Finalmente y muy especialmente a Nicolás Sánchez Albornoz quien se interesó hace
varios años en mis trabajos publicando el de Los Extravagantes de Oruro en una Revista
en España y ahora escribe el Prólogo de este libro. A Henri Godard del Instituto Francés
de Estudios Andinos, y a José Antonio Quiroga de Plural Editores, el coauspicio en la
reedición de este trabajo.
5 No quiero terminar, sin dejar constancia que este libro estaba dedicado a mi esposo
Pedro por siempre y por todo; a la memoria de mi queridísima amiga y maestra María
Eugenia de Siles, de quien recibí hermosas clases de Historia de América y de la vida; a
mis queridas amigas Maria Luisa Soux, Ximena Medinaceli y Patricia Fernández, cuya
cariñosa retroalimentación siempre me ha impulsado a seguir adelante; pero ante el
inesperado fallecimiento de mi padre, el libro va dedicado a su memoria.
9

Prólogo
Nicolás Sánchez-Albornoz

1 Las teselas del mosaico sobre la sociedad colonial que Laura Escobari de Querejazu ha
compuesto a lo largo de varios años, figuran reunidas en este libro poco común. El
altiplano emerge aquí en efigie de cuerpo entero dibujada con trazos continuos
suavemente degradados, sino en piezas breves contrapuestas, que adosadas, otorgan
sin embargo relieve a una faceta capital de la historia de Charcas. Unidad no falta en
estas páginas, pero ella procede no de la hechura de la obra, sino de la mente que guía
la investigación y de la pluma que ensambla sus partes. El libro centra su desarrollo en
cuatro aspectos indispensables para la comprensión de la historia colonial de esta
región andina. Estos cuatro puntos son: la coincidencia entre pobladores americanos y
europeos en las ciudades, el liderazgo sobre todo indígena y en la cuestión de la mano
de obra en las actividades agrarias y en las mineras del sector colonial, más algunas
adiciones referente a rebeliones indígenas o tecnología. Cada sección -ciudades, élites,
explotación agraria y mineríava precedida por una introducción que sitúa el tema en su
contexto.
2 El urbanismo americano, fascinado por la racionalidad y homogeneidad de la traza de
las ciudades y, por otra parte, por la posible jerar-quización por tamaño y funciones de
una red continental, ha tendido a ver a las ciudades del Nuevo Mundo como unitarias y
españolas con olvido de su necesario componente indígena y de su lado espontáneo.
Sumándose a una reacción reciente en contra de esta visión parcial que en Bolivia ha
capitaneado Teresa Gisbert, Laura Escobari reintroduce a los indios de manera eficaz en
el espacio y en la actividad iniciales de La Paz, Oruro y Potosí y, de modo menos
contundente, en Santa Cruz de la Sierra. La ciudad colonial, aún la de nueva planta,
tuvo desde su fundación una nueva fisonomía doble. Nada me complace más que
suscribir la tesis que sostiene Escobari en esta sección, al haber tenido la suerte de
defenderla hace años en relación con la cercana Arequipa.
3 La labor de restitución de actores a la sociedad colonial prosigue en la segunda parte.
Sus capítulos estudian la pugna por la sucesión en el altiplano de los cacicazgos, la
reivindicación del estatuto y linaje de caciques, con argumentos por cierto de la
sociedad colonizadora, y finalmente, a la enseñanza para hijos de caciques,
ejemplificada en el colegio de San Francisco de Borja del Cuzco.
10

4 Laura Escobari participa asimismo en la muy activa investigación de la calidad en que


interviene la fuerza laboral indígena en las actividades productivas dirigidas por los
españoles. Primer factor productivo de la economía colonial, por delante de la tierra y
del capital, el trabajo reviste una gran variedad de modalidades compulsivas o
consentidas, que oscilan según lugar y época. El descubrimiento constante de los
padrones de indios de los siglos XVI y XVII, sumado a otra documentación de archivo, ha
contribuido a tipificar y cuantificar los tipos de mano de obra empleada en el campo y
en la minería.
5 Laura Escobari agrega casos notables a esa diversidad. Estudia en particular los
yanaconas rurales de Yamparáez y urbanos de Potosí, los extravagantes de Oruro y
también los arrendires de la hacienda de Sicaya en Cochabamba. Habiendo sido uno de
los preconizadores de estos estudios, no puedo menos que felicitarme de la
incorporación a ellos de la autora.
6 El libro, basado en gran parte en fuentes archivísticas originales y en una bibliografía
actualizada, se suma a la renovación en curso de la historia social andina a la que hace
aportes sustanciales. Esa historia se halla a punto de alcanzar la madurez y ganará ya
emprendiendo comparaciones entre los comportamientos sociales de Charcas con los
de otras partes de los Andes o, por ejemplo, con los de Nueva España. La contraposición
-comentario final- resaltará la insólita singularidad del altiplano.
11

AUTOR
NICOLÁS SÁNCHEZ-ALBORNOZ
Madrid, enero de 2001
12

Introducción

La Sociedad Colonial de Charcas


1 Los españoles llegaron al Perú en 1531. En pocas décadas recorrieron el territorio,
concentrándose en la ocupación de las tierras altas, pobladas por los indios de las
antiguas culturas prehispánicas, por la disponibilidad de mano de obra encontrada y
por la riqueza minera de Porco y Potosí. La consigna de tomar el Cuzco, fue dejando tras
de sí una serie de fundaciones españolas como Piura, Trujillo, Jauja, Lima entre los años
1529 y 1535. En 1532 después de conquistar Cuzco, Diego de Almagro ingresó hasta Salta
y Atacama fundando Paria en territorio de los Charcas el año 1535. Luego Francisco
Pizarro envió a su hermano Gonzalo a la conquista de los Charcas o Collao. La
expedición de Gonzalo Pizarro y Pedro de Anzúrez fundó la ciudad de Chuquisaca en
1538 e incursionó en el oriente, aunque Santa Cruz de la Sierra se fundó recién en 1560.
2 Luego siguieron las fundaciones de Huamanga (1539), Arequipa (1540), Cochabamba
(1571), La Paz (1548) y Tarija (1574), fundándose oficialmente Potosí en 1564, cuando los
mineros establecidos en ese asiento desde 1542 consiguieron autorización de la
Audiencia de Charcas. Oruro (1606) se fundó tras el descubrimiento de minas de plata
en su territorio. Las tierras bajas tropicales y selváticas fueron mucho más difíciles de
dominar, colonizándose recién en los siglos XVII y XVIII a través de las misiones jesuíticas
y franciscanas, destacando las jesuitas de Moxos y Chiquitos. La zona misional sirvió
también para delimitar la frontera oriental de los dominios españoles, separándolas de
las tierras de dominio portugués. Santa Cruz se fundó en 1560, pero se colonizó a partir
del tercer tercio del siglo XVII, cuando entraron los misioneros. Trinidad se fundó en
1686, a la sombra de las Misiones de Moxos. La primera parte de este libro estudia las
fundaciones españolas de las ciudades de La Paz, Potosí, Santa Cruz y Oruro, desde el
punto de vista de su inserción en poblados de indios ya existentes, enfatizando la
organización habitacional que separó los barrios de indios de los de españoles. En el
desarrollo urbano y social se da a conocer en algunos casos, aspectos nuevos, no
conocidos hasta ahora sobre la mano de obra y la vida cotidiana de los siglos XVI y XVII.
3 Las dimensiones que fueron tomando las relaciones político-económicas de España con
las Indias hicieron que la primera tomase medidas jurisdiccionales precisas a poco de
realizada la conquista. Así se crearon dos altos organismos administrativos, uno
13

jurídico y el otro económico. El Consejo de Indias se constituyó el máximo organismo


jurídico para las Indias y la Casa de Contratación el organismo encargado de
precautelar el monopolio económico con las colonias recién creadas. El Virreinato del
Perú (1542) fue por ese tiempo más extenso que el de México. Abarcaba todo el
continente sudamericano, excepto el Brasil. Comprendía las presidencias de Panamá,
Nueva Granada, (hasta que en tiempos de Felipe II fue elevada a Capitanía General),
Chile, Charcas, y el territorio del Río de La Plata. En 1544 se creó la Audiencia de Lima, y
toda la América española fue puesta bajo su jurisdicción, excepto Nueva Granada la cual
se anexó a Santo Domingo hasta 1549, año en que se erigió el tribunal de Santa Fe de
Bogotá. Quito y Charcas fueron erigidas en Audiencias separadas de la de Lima en 1563
la primera y 1559 la segunda. En 1661, se creó una Audiencia en Buenos Aires con
jurisdicción sobre las provincias de Paraguay y Tucumán. La última Audiencia creada
fue la de Cuzco en 1787.
4 En los siglos XVI y XVII hubo sólo un Virreinato en Sudamérica, el del Perú. Sin embargo,
en el siglo XVIII el enorme territorio se dividió en tres: Lima (1542), Nueva Granada
(1717) y Buenos Aires (1776).
5 El Virreinato, encabezado por el Virrey -directo representante del Rey-, tenía
atribuciones legislativas, gubernativas, fiscales, económicas, judiciales, militares y
eclesiásticas. Las Audiencias que fueron órganos de administración de justicia,
estuvieron sujetos a la autoridad de los virreyes, pero al mismo tiempo compartían
algunas funciones de gobierno y de fiscalización al Virrey. La Audiencia de Charcas,
compuesta por un presidente y cinco o más oidores, gozaba de gran preeminencia en el
Virreinato por su cercanía a Potosí, Porco y Oruro que constituyeron el sustento de la
corona española por casi tres siglos.
6 Las ciudades eran gobernadas por un cabildo mediante normas y reglamentos
gobernaban a la comunidad. Elegían sus propios miembros con excepción del
Corregidor y el Alcalde Mayor, los cuales eran elegidos desde España o desde Lima. El
territorio de la Audiencia de Charcas quedó dividido en Corregimientos que suponían la
ciudad y su distrito. A fines del siglo XVIII, los Corregimientos fueron sustituidos por las
Intendencias de La Paz, Potosí, La Plata, y Santa Cruz. Los corregidores, y
posteriormente los intendentes, fueron autoridades superiores a los alcaldes y a los
Cabildos. Dentro de la jurisdicción de los Corregimientos quedaban las encomiendas y
las haciendas repartidas a los españoles, así como también las comunidades libres de
encomienda pero sujetas al tributo. Éstas fueron obligadas a ″reducirse″ en pueblos.
Esta medida, unida a la mita, o servicio obligatorio rotativo en las minas, fueron dadas
por el Virrey Francisco de Toledo, en 1572 y fueron imprescindibles para el gobierno de
la corona española. Las reducciones obligaron a los indios a reunirse en pueblos a lo
largo y ancho del territorio, contrariamente a la forma de vida prehispánica que no era
la de habitar en pueblos, sino de acudir ocasionalmente a ellos para intercambiar
alimentos u otros bienes. Las reducciones estuvieron dirigidas a tener un mejor control
de los indios que vivían en el campo y que no pertenecían a ninguna encomienda. Se
tenían Padrones Generales donde se anotaban los indios que residían en ellos, y en
todas las comunidades para controlar el tributo que debían pagar a la corona, el cual
era cobrado por los corregidores, llamados ″justicias mayores″ quienes incluso eran
superiores a los alcaldes, y que más adelante constituyeron una lacra del dominio
español pues cometieron infinidad de abusos con los indios. El primer capítulo de la
primera parte de este libro, relativo a la fundación de la ciudad de La Paz, da cuenta de
14

algunos abusos de los corregidores y caciques en el Corregimiento de La Paz. En la


tercera parte de este libro se trata sobre el papel que jugaron los caciques de raíces
nobles incaicas, en sus pugnas internas y su afán de asenso social, dentro del mismo
Corregimiento.
7 Dos medidas de hondo costo social aseguraron el éxito de la explotación de las minas: la
mita y la encomienda. La mita –que era de origen prehispánico y consistía en un trabajo
forzado rotativo para todos los indios comprendidos entre los 18 y 50 años– fue
adoptada inmediatamente por la corona para la explotación de las minas de Potosí,
decretándose el trabajo obligatorio de los indios en las minas. Éstos eran enviados de
sus pueblos de origen por los corregidores y llevados por los caciques a Potosí. Para
llegar recorrían a pie hasta 500 kilómetros. Se ha encontrado que algunos llegaron
incluso desde Quito, Bogotá y México. La migración multiétnica, capítulo aparte de este
libro, estuvo conformada muchas veces por indios que conocían algún oficio y como
tales fueron insertos en las ciudades; especialmente los que conocían técnicas
metalúrgicas fueron llevados a Potosí. La primera mano de obra netamente asalariada
apareció en Oruro en la primera década del siglo XVII, tema tratado en el capítulo 6 de
este libro. La encomienda –concedida a los primeros conquistadores en atención a sus
servicios y méritos en el descubrimiento y conquista– consistía en la otorgación de una
gran área territorial, que incluía a los indios adscritos a ella. Los indios, llamados
yanaconas, debían trabajar para el encomendero en tareas de agricultura, ganadería,
servicio doméstico y personal, a cambio de su evangelización y protección. La
encomienda dio lugar a muchos abusos por parte de los españoles y junto con la mita
han simbolizado la opresión española en América, ya que del primero se extraía el
tributo y del segundo procedía el ″quinto″ de la producción de plata que era para la
corona. Los abusos a que dieron lugar estas medidas, hicieron que la población indígena
huyera de sus pueblos de origen y de su encomienda, pues durante su ausencia, los
mismos corregidores y encomenderos disponían de sus tierras y sus mujeres, en
situación precaria, se juntaban con otros hombres. El tema del ausentismo de los indios
ha sido estudiado por Thierry Saignes, quien ha demostrado que la baja demográfica de
encomiendas, haciendas y minas se debió sobre todo a la práctica de la movilidad de los
indios quienes huían a otros sitios o pisos ecológicos para no regresar a sus lugares de
origen donde eran compelidos a la mita y al tributo. Lo cierto es que una gran mayoría
de indios, luego de cumplir la mita en Potosí fueron a vivir a los valles de Cochabamba y
Chuquisaca, donde desde el siglo XVII encontraron trabajo como ″yanaconas agregados″,
en chacras y haciendas de españoles y mestizos. Una vez allí continuaron la práctica de
las ″huidas″ o desapariciones esporádicas a nuevos sitios en cada ocasión. En el siglo
XVIII en Cochabamba se trabajó el agro a través del sistema de arriendo, es decir que los
yanaconas recibían tierras de los hacendados a cambio de un alquiler. La segunda parte
de este libro contribuye en dos capítulos al estudio agrario colonial en Cochabamba; en
uno se da a conocer el trabajo con el sistema de arriendo de tierras en una hacienda
triguera del siglo XVIII, y en el otro, los levantamientos indígenas que se dieron como
repercusión del gran movimiento de Tupac Catari en Cochabamba, que arrasaron con
las tierras de cultivo de muchos lugares. El capítulo relativo al control vertical en
tierras de Yamparáez proporciona elementos muy valiosos al conocimiento de las
estrategias de ocultamiento temporal que tenían los indios como mecanismo de
resistencia pacífica al trabajo, sobre todo al tributo obligatorio.
15

8 A fines del siglo XVIII las medidas toledanas de la mita y la encomienda estaban
severamente desgastadas y no rendían réditos a la corona. La descomposición fue
paulatina de tal modo que se vio envuelta en una serie de levantamientos y revueltas
desde fines del siglo XVII. La idea generalizada de los levantamientos indígenas en el
tercer tercio del siglo XVIII, ha quedado reformulada con los estudios de Scarlet O’
Phelan y Jürgen Golte, que han demostrado que hubo por lo menos 66 revueltas y
tumultos desde fines del siglo XVII hasta fines del siglo XVIII. Las de 1781 fueron la
culminación del descontento general de más de un siglo contra los abusos de los
corregidores en el reparto de mercancías innecesarias a los indios, obligándolos a
pagarlas con mayores tributos. También han mostrado la participación coercitiva y
corrupta del clero como factor contribuyente al descontento general. Leon Campbell ha
sugerido establecer al respecto, las profundas diferencias entre las rebeliones ″neo-
incas″ del Cuzco y las ″radicales populistas″ de los Catari en Charcas. Para Steve Stern y
en la línea de Jan Szeminski, es preciso tener en cuenta que los indígenas podrían haber
desarrollado una ideología cohesiva mesiánica. Ha vuelto a insistir, asimismo, en que
los levantamientos de Tupac Amaru en el Perú tuvieron un carácter elitista, mientras
que los levantamientos de Tupac Catari fueron populistas.
9 Las Reformas Borbónicas de mediados del siglo XVIII llegaron tarde, cuando ya era
imposible componer la sociedad colonial en su conjunto. Como consecuencia de una
maduración paulatina de ideas, las Reformas quisieron implantar un nuevo sistema de
gobierno en base a la creación de Intendencias. En el agro tendieron al
reempadronamiento general de forasteros y agregados, que como tales evadían el
tributo. Solamente el Intendente Viedma en Cochabamba pudo llegar a reempadronar
algunos distritos, sin embargo, las rebeliones y luego las querellas independistas
impidieron su efectivización. Brooke Larson ha estudiado el tema detenidamente.
10 En las minas, las Reformas vinieron con importación de una nueva tecnología y
creación del Banco de San Carlos en Potosí, –tema estudiado por Enrique Tandeter– que
daría crédito a los dueños de minas e ingenios. Sin embargo, la corrupción junto con la
aparición del sistema de apropiación ilegal de los minerales por parte de los kajchas o
ladrones de mineral, pudo más. A pesar de que la administración española hacía de la
vista gorda y compraba el mineral extraído ilegalmente, la producción de plata en
Potosí fue decayendo notablemente.
11 En el ámbito del comercio la corona española ejerció un acendrado monopolio –fruto
del mercantilismo imperante en la época– con sus colonias americanas. El control
estricto a través de Casas de Moneda, el control del tributo del quinto real, de las flotas
mercantes semestrales, registradas en la Casa de Contratación, las aduanas, los
impuestos, y los navíos de registro, convirtieron a España en la primera potencia
mundial. En el siglo XVIII el liberalismo debilitó el monopolio por presiones externas
como la invasión de productos ingleses a los puertos hispanoamericanos, la creación de
compañías internacionales de comercio, y por presiones internas de los comerciantes
que, so pretexto de precautelar a la corona del creciente contrabando, comenzaron a
especular con nuevos productos. En Buenos Aires la presión dio lugar a la creación del
Virreinato del Río de La Plata (1776). De ese modo, España a fines del siglo XVIII había
perdido fuerza y poder en el mercado mundial.
12 La creación del Virreinato del Río de La Plata en 1776, la declaración del libre comercio
de 1778, la creación de la Compañía Filipina de Comercio en 1785 y la libertad del
tráfico de esclavos en 1794, como parte de las Reformas borbónicas, acabaron con el
16

monopolio comercial limeño, no así con la oligarquía que supo adaptarse al nuevo
sistema de libre comercio. La Hacienda, el Cabildo y el Consulado en Lima se
mantuvieron a flote con nuevos impuestos, y la situación estratégica de la ciudad de
Lima por la que siguió desfilando la exportación de plata de Potosí, que no provenía
exclusivamente del quinto real, sino de comerciantes privados, y de la Iglesia, con la
apropiación de todas las rentas municipales. En realidad, en Lima la aristocracia fue
adaptárse al nuevo sistema de libre comercio, su apariencia de prosperidad siguió en
aumento, abriendo sus puertas hacia el nuevo comercio librecambista que atentaba
contra su propia hacienda.
13 La Iglesia Católica llegó al Perú junto con los conquistadores. En 1548 se estableció en
Lima el Arzobispado, como cabeza de la jerarquía eclesiástica del Virreinato. De este
Arzobispado dependían los obispados de Cuzco, Quito, Popayán, Panamá, Nicaragua,
Charcas, Paraguay y otros que después se fueron independizando. Posteriormente se
crearon los obispados de Arequipa, Trujillo y Huamanga. En cada Iglesia Catedral había
un Cabildo Eclesiástico del que dependían todas las autoridades de la Iglesia del lugar.
Por el derecho del Regio Patronato, el Rey de España intervenía en el nombramiento de
Obispos y Arzobispos, proponiendo al Papa el nombre de los candidatos. También era
quien autorizaba la construcción de catedrales, templos y monasterios, que
constituyeron verdaderos monumentos arquitectónicos. El clero estuvo organizado en
dos sectores, el clero secular, la mayor parte con curas nativos, y el clero regular con las
órdenes de jesuitas, dominicos, franciscanos y agustinos, como ordenes activas.
Existieron ordenes religiosas femeninas de carácter contemplativo, como las
concepcionistas, carmelitas descalzas y franciscanas. También hubo ordenes
hospitalarias, como los juandedianos y betlemitas, que se encargaron de los hospitales
de españoles y de indios en las diferentes ciudades. El Obispado de Charcas, fue creado
en 1565 y fue elevado a Arzobispado en 1605.
14 Quizá una de las labores más importantes realizadas por los religiosos en el Virreinato
del Perú fue la creación de colegios y seminarios, destinados al cultivo de nuevas
vocaciones religiosas. De acuerdo a lo ordenado por Trento, se fundó en 1591 el
seminario de Lima. Posteriormente en Cuzco, los jesuitas fundaron el Colegio San Borja
destinado a la educación y evangelización de hijos de caciques –objeto de un capítulo de
este libro–, quienes a su vez transmitirían lo aprendido al regresar a sus pueblos.
15 Junto con los conquistadores llegaron los misioneros, que desde un primer momento se
dedicaron a cristianizar a los indígenas. Esta tarea fue realizada con programas
preparados en Concilios Regionales reunidos periódicamente, normalmente en Lima,
donde se instruían pragmáticas para la extirpación de la idolatría. Para realizar su tarea
los misioneros no solamente aprendieron lenguas vernaculares, sino que se sirvieron de
diferentes métodos pedagógicos audiovisuales como la práctica de la música, con
utilización de instrumentos musicales indígenas hacia los cuales tenían acostumbrado
su oído, o, con el aprendizaje de patrones e instrumentos musicales occidentales.
16 El trabajo misional fue mucho más eficaz en el control del territorio que el militar y
civil español. Primero se adoctrinaron las tierras altas densamente pobladas, luego, en
los siglos XVII y XVIII, se misionaron los valles y llanos selváticos del norte y el oriente.
Quienes más se distinguieron en la primitiva predicación fueron los dominicos y
agustinos. A fines del siglo XVI llegaron jesuitas y franciscanos, haciéndose cargo de las
misiones. Ambas ordenes empezaron con misiones en la región étnica lupaca del lago
Titicaca, y luego en el oriente fundando las misiones jesuíticas chiquitanas. Los
17

franciscanos fundaron misiones en la zona suroriental del Chaco. Después de la


expulsión de los jesuitas del trabajo misional en el oriente boliviano, vino una etapa
especial que es objeto de estudio en este libro. Luego, a lo largo de todo el siglo XIX la
evangelización siguió en manos de los franciscanos en tierras de los indios guarayos.
Los jesuitas mantuvieron en estas misiones cierta independencia del poder civil. Para
efectos de la enseñanza de la fe cristiana se recurrió al sincretismo de símbolos
religiosos y culturales, lo que explica la pervivencia de expresiones religiosas sui
generis muy enraizadas en los pueblos peruano y boliviano. En lo que es actualmente el
territorio del Perú, las principales misiones se establecieron en la región de la selva;
fueron importantes la de Maynas, actual Provincia Loreto, con su centro en San
Francisco de Borja en el Río Marañón. Los franciscanos colonizaron la región de
Chanchamayo, el Gran Pajonal y las hoyas de los ríos Perené, Paucartambo y Ucayali.
17 Desde la llegada de los conquistadores a Bolivia, los blancos, españoles o criollos,
constituyeron la clase social alta. Eran ellos los azogueros, dedicados a la explotación de
las minas, o dueños de ingenios de mineral; encomenderos de indios con tierras y luego
hacendados; o grandes comerciantes, dedicados al tráfico entre ciudades; o quienes
desempeñaban cargos públicos o, finalmente constituían el clero. Los mestizos, o sea los
hijos de español e india o viceversa, constituyeron una clase social intermedia, llena de
complejidades en sus características y comportamiento social, al punto que estudios
modernos relativizan la estratificación simplista tradicional, ya que ha sido en la
movilidad social de este estrato que se han dado las principales características de la
sociedad mestiza. Desde ese punto de vista el mestizaje debe ser visto como un
resultado de interacción continua entre el mundo indígena y el español y sólo en ese
sentido es producto de esa relación, incluso se ha demostrado que esta interacción en
las ciudades, ha ido borrando, si se quiere, ciertas diferencias entre los grupos
involucrados. En las ciudades altoperuanas del territorio hoy boliviano, las categorías
de mestizos blancos e indios eran móviles (Barragán, 1990), y estaban dadas también
por el oficio: si un indio vivía en la ciudad era artesano y pasaba a formar parte de los
mestizos, al mismo tiempo que algunos mestizos podían ser llamados blancos. Este
fenómeno ha sido interpretado como que los indios pasaban a ser más civilizados. Sin
embargo no se trata de características que se añaden una a otra, la fusión de ambas dio
lugar a una nueva identidad mestiza con profundas innovaciones. Una identidad de
límites fluidos, de influencias permanentes y móviles. Los indios pertenecieron a la
clase social baja y explotada, la que sostuvo con su trabajo a la sociedad virreinal; si no
pertenecían a alguna encomienda o cumplían el servicio de la mita, estaban prestando
servicio doméstico en las ciudades, o eran yanaconas en haciendas, minas, o ingenios.
18 Los esclavos, de raza negra, ingresaron al Perú desde los primeros años de colonización.
Destinados a las haciendas de la costa peruana cumplieron las típicas labores de su
condición. En el actual territorio boliviano hubo poca concentración de mano de obra
esclava por lo frío del clima, sin embargo hubo un repliegue natural de los mismos en la
zona yunga, de clima más templado del departamento de La Paz.
19 La lengua fue el gran vehículo de la transculturización, aunque los misioneros
aprendieron rápidamente las lenguas vernáculas para efectivizar su evangelización.
Ellos fueron los primeros maestros. Con la llegada de Toledo la enseñanza pasó a ser
responsabilidad del Estado. La enseñanza elemental o primaria la impartían los
religiosos. Por lo general en cada convento había una escuela llamada de primeras
letras en la que se enseñaba lectura, escritura, recitación y doctrina cristiana.
18

20 La cultura occidental, en contacto con la cultura americana dio como resultado una
cultura de mutuas influencias y transculturación, conocida como cultura barroco-
mestiza. El barroco apareció desde 1630, sobre moldes europeos. Hacia finales del siglo
surgió como un estilo propio el barroco mestizo en el Alto Perú, abarcando la zona del
altiplano boliviano y las tierras altas. En arquitectura y en escultura se manifestó sobre
todo en la decoración, donde se utilizaron elementos de flora y fauna tropical y
elementos nativos de decoración, mostrando hoy un estilo arcaizante y planiforme,
probablemente de un gusto estético más indígena que hispano. Las plantas de las
iglesias mantuvieron la cruz latina con bóveda de cañón y media naranja.
21 Las iglesias de las misiones de Moxos y Chiquitos fueron una expresión distinta que la
arquitectura andina; su planta proviene de las de las misiones guaraníticas de tres
naves, con cubierta a dos aguas.
22 Desde la segunda mitad del siglo XVII y durante el siglo XVIII surgieron en Charcas dos
escuelas de pintura, la del Titicaca y la de Potosí, destacables por su calidad técnica y
conceptual. La pintura potosina caracterizada por su tenebrismo, y la del Titicaca por el
colorido intenso, el gusto por lo decorativo y anecdótico. La escultura barroca en
Charcas fue muy importante, siguiendo dos líneas: los talleres indígenas y la
producción de artistas europeos.
23 El gran esplendor del barroco en la música fue acogido ampliamente en América, sobre
todo en los nuevos principios italianos de música coral e instrumental. Durante el siglo
XVII la ciudad de La Plata, sede del Obispado y luego Arzobispado fue el centro más
importante para el desarrollo de la música. Uno de los músicos más representativos del
siglo XVII fue Juan de Araujo, que ocupó la jefatura de la Capilla Musical de aquella
ciudad. Compuso más de 600 obras que por su calidad de composición, le dieron fama y
respeto en la Audiencia de Charcas. Araujo colocó a la música de Charcas a la altura de
la música europea de esos tiempos. Su música fue tocada a lo largo y ancho de la
Audiencia. Compuso también música popular, ejemplificada con el villancico ″Los
negritos″, en base a cantos de esclavos negros, que existían en la ciudad. Araujo tuvo
muchos seguidores, ninguno de su talla. La música de Pleyel, Haydn, Davaux, comenzó a
circular entre los músicos charquenses, quienes se dedicaron a interpretarlos, dejando
a un lado la propia composición. En el siglo XVII, época del barroco mestizo en la zona
andina, se dio mucho énfasis a la práctica musical en las misiones jesuíticas de Moxos y
Chiquitos. Como práctica para evangelizar a los naturales, estos recibieron
adiestramiento en la lectura de la música y en la interpretación de instrumentos de
cuerda, tales como el violin, la mandolina y el chelo, e instrumentos de percusión.
24 La sociedad barroca no podía concebir celebración civil o religiosa sin la participación
de la música y el teatro. Aunque en el campo de las letras destacó el género de la
historia, la poesía y el teatro gozaban de más aceptación y extensión popular. Dentro
del género de la historia, aparece la descripción geográfica, el discurso religioso, la
crónica. Esta última tiene grandes exponentes en las crónicas peruanas de Betanzos,
Garcilaso de la Vega, Sarmiento de Gamboa, Guamán Poma de Ayala, y en las bolivianas
como la Crónica Moralizada del agustino Antonio de la Calancha, y la Historia de la Villa
Imperial de Potosí, de Bartolomé Arsanz de Orsúa y Vela.
25 Las ciencias especulativas tuvieron en Charcas a representantes como José de Aguilar y
el Arzobispo Antonio de San Alberto. El primero escribió en Chuquisaca un Discurso
sobre Filosofìa, que lo impartía desde su cátedra en la tomística Universidad de San
19

Francisco Xavier de Chuquisaca. El Arzobispo de San Alberto vislumbró y atacó las ideas
revolucionarias que se dejaban sentir. El tratadista Gaspar de Escalona y Aguero dejó
una obra sobre el régimen jurídico de las Indias, así como el peruano Antonio de León
Pinelo, autor de los Comentarios a las Leyes de Indias. En cuanto a los científicos,
destacaron el padre José de Acosta y el jesuita Bernabé Cobo con su Historia Natural y
Moral de las Indias, el primero y su Historia del Nuevo Mundo el segundo.
26 La vida cotidiana colonial estuvo amenizada con festejos de toda índole y, por lo
general callejeros. En éstos se destacaba el teatro, acompañado de música, danza y
coplas, además de la complicada escenografía. Las descripciones de la opulenta ciudad
de Potosí sobrepasan cualquier imaginación. Arsanz de Orsúa y Vela, narra la Mascara, o
desfile nocturno que azogueros. También hubieron representaciones teatrales puestas
en escena en ″Corrales de Comedias″ o ″Coliseos″ Estas representaciones a veces
duraban varios días, como la que se hizo cuando ascendió al trono Felipe III. Las
actuaciones en corrales o coliseos estaban destinadas a fines benéficos, perteneciendo a
algún hospital. Se llevaron a escena no solamente obras españolas sino también en
aymara y quechua.
27 El gran centro intelectual de la colonia fue la Universidad de San Francisco Xavier de
Chuquisaca, en la que en pleno siglo XVII se desarrollaron estudios astronómicos en
torno a Galileo, se realizaron estudios de metalurgia y de física. La Universidad de San
Francisco Xavier fue fundada en 1624 y regentada por los jesuitas hasta el año de su
expulsión en 1767. A través de su Academia Carolina y por intermedio de los propios
jesuitas, ingresaron a la Audiencia las ideas de la Ilustración, que condujeron a la
Independencia de Bolivia. En ella se formaron Mariano Moreno y Bernardo
Monteagudo.
20

Primera parte. Convivencia y


fundación de ciudades sobre
pueblos de indios
21

Capítulo 1. Chuquiapo1. Nuestra


Señora de La Paz

1 La cabecera del valle donde sería fundada la ciudad de La Paz estaba situada dentro de
un territorio que perteneció al señorío aymara de Pacajes. Hacia 1470 la zona fue
conquistada por los Incas bajo el mando de Tupac Inca Yupanqui. Su sucesor Huayna
Capac instaló allí mitimas2 procedentes de diferentes partes del altiplano, para explotar
las minas de oro del río ″Chuquiapo″, que atravesaba la ciudad.
2 Según la crónica de Sancho de la Hoz, la ciudad de Nuestra Señora de La Paz fue
fundada en el valle de Chuquiapo, conocido por sus minas de oro. La crónica refiere que
habitaban el valle aproximadamente quinientos indios entre hombres y mujeres. De
ellos, veinte obedecían al cacique Quirquincho, y cincuenta al cacique Otorongo,
quienes controlaban de manera efectiva que no hubiera robos de oro. Refiere que la
gente era muy doméstica y acostumbrada a servir al señor principal ([1535]
1917:197-198)3.
22

Plano de la ciudad de La Paz s. XVII en los que se distinguen barrios de indios y barrios de
españoles

LA PAZ SIGLO XVI

3 La fundación de La Paz en 1548 se hizo en un valle habitado por varios grupos étnicos
que mantuvieron su identidad y modo de vida, incluso después de la fundación y
reducción en barrios y parroquias de indios. El presente capítulo contribuye a la
reconstrucción de las redes urbanas y étnicas que dieron lugar a una dinámica social
original y única en Hispanoamérica, por cuanto supone una interacción de culturas en
continua evolución y superposición. Este tema fue iniciado por Mesa y Gisbert en 1975,
enfatizando el análisis urbano; lo más destacable de su trabajo es haber establecido que
la ciudad no fue fundada en San Sebastián sino en lo que sería luego la plaza Murillo,
quedando la población española separada, como en una ″isla″, de la indígena, por los
ríos Choqueyapu y Mejahuira. Establecieron también los tres barrios de indios fundados
en torno a tres parroquias que quedaron, según ellos, ″extramuros″ de la ciudad.
Thierry Saignes (1982) descubrió después el gobierno dual de los pueblos de indios de la
ciudad, estableciendo la doble fundación de La Paz, la española en 1548 por Alonso de
Mendoza, en lo que hoy es la ladera del centro antiguo de la ciudad, y la indígena en
1572, con la fundación de la reducción de indios de San Pedro y Santiago. En 1990, en
base a documentos encontrados en el Archivo de La Paz, contribuí en la ubicación de
viviendas y barrios de la ciudad. Luego Gisbert en 1991, describió el desarrollo urbano,
político y social de la ciudad, apoyándose también en los aportes de Saignes (1985)
sobre la fundación dual y los barrios de extramuros. Los ayllus prehispánicos de
Chuquiapo que pervivieron dentro de la ciudad, los gremios artesanales y la
composiciones de tierras españolas sobre las de los indios, han sido estudiados por
Silvia Arze4. Según esta autora, la historiografía europea hizo una división tajante entre
la producción del campo y la de la ciudad, haciendo que se asocie la producción agrícola
23

con el sector rural y dándole a la ciudad la producción manufacturera. Sin embargo, en


el caso de los barrios de indios de La Paz, se sabe que las tierras de los ayllus fueron
utilizadas como pastos para ganado. Por tanto, la mayoría de los artesanos de ayllus se
dedicaron a actividades relacionadas con la materia prima que disponían, que era la
lana con la que producían telas y más tarde sombreros.
4 Gonzalo Pizarro, hermano de Francisco Pizarro fue el primer encomendero de La Paz,
hizo extraer todo el oro que pudo, haciendo a un lado a los mitimaes que trabajaban
desde tiempos remotos para diferentes grupos étnicos. El cronista Lizárraga que pasó
por la ciudad de La Paz hacia 1600 habla de un pequeño poblezuelo que era importante
en producción de maíz en ″unas quebradillas junto al pueblo″. Según Saignes los
primeros pobladores eran mitimaes lupacas, pacajes, canchis, canas y chinchaysuyos
(1985: 289-290). Otro estudio habla de asentamientos humanos de origen quirua en las
zonas aledañas a la recién fundada ciudad, afirmando que la ″fundación de la ciudad de
La Paz se realizó en una frontera multiétnica pacajes-quirua″ (Loza 1984: 599). Según
Cabeza de Vaca los indios que habitaban Chuquiapo adoraban una guaca llamada
Choque-Gunca, que quiere decir ″Señor del oro que no mengua″, porque al pie de dicho
cerro había muchas minas de oro que se labraron antes y después de la llegada de los
españoles. Adoraban también otra guaca que era llamada Hillemana, que quiere decir
″cosa para siempre″ y que era un cerro muy alto cubierto de nieve perpetuamente.
5 Según Saignes no se trató de un pueblo con barrios extramuros sino de una doble
fundación que se concreta en 1573, cuando las aldeas indígenas esparcidas por la
cuenca del Choqueyapu se reagruparon en la reducción del ″pueblo de indios″ de San
Pedro y Santiago de Chuquiapo, en el actual barrio de San Pedro, en la ladera del frente
de la fundación española. Así, ambas fundaciones quedaron frente a frente en una y
otra orilla del río Choqueyapu (1985: 288). Sin embargo, la reducción de San Pedro y
Santiago no fue tan efectiva, no se agruparon, o tardaron en agruparse los grupos
humanos manteniéndose en los valles aledaños, incluso hasta el siglo XVIII. La creación
de parroquias de indios tuvo por finalidad agrupar a indios yanaconas, mitimaes o
simplemente indios vacos que vivían miserablemente en simples bohíos, rancherías y
arrabales en los alrededores, y era necesario organizarlos para conformar el poblado
(Málaga, 1974: 64).
6 Así como se observaba la presencia de indios miserables también hay noticia de indios
bien establecidos, que en el momento de conformarse la ciudad hicieron valer la
prerrogativa de originarios y mantuvieron sus solares. Por ejemplo el indio Pedro
Yanaguanca poseía tierras en la parroquia que luego sería Santa Bárbara, y las tenía
″desde tiempo del Inga″ y cuando el fundador Alonso de Mendoza repartió sitios y
solares, respetó su solar, que mantuvo por cincuenta años más, cuando fue heredado
por Isabel Carva, su hija5.
7 Era costumbre de los indios de Chuquiapo, como los de las demás provincias de Charcas,
(Cabeza de Vaca, 1586), que se emborracharan frecuentemente con chicha 6. Refiere la
crónica que los indios hacían fiestas en sus casas particulares, danzando con tambores e
instrumentos "torpes", y la costumbre era que nunca bebían solos, sino todos,
obligadamente. La apreciación del Corregidor Cabeza de Vaca era que los indios no
miraban el mañana, que para ellos sólo existía el diario vivir. Todo lo que hacían era
para vivir el día, no existía división del trabajo, cada indio y familia se proveía de su
propio vestido, calzado y tocado. Sus casas eran todas muy pequeñas, cubiertas de paja,
el patio y corral era todo uno y muy pequeño. En una misma habitación tenían sus
24

camas, guisaban y tenían toda su ″hacendilla″, incluyendo gallinas y conejos llamados


cuis.
8 Según Thierry Saignes, independientemente de la fundación española de parroquias y
barrios de indios, los ″pueblos de indios″ de la ciudad siguieron manteniendo una
organización espacial prehispánica dual, conformada por una ″parcialidad superior″ y
una ″parcialidad inferior″. La ″parcialidad superior″ podía comprender ayllus de ″incas de
privilegio″ y cubría la vertiente superior de la cabecera. Y la ″parcialidad inferior″
comprendía el valle de Poto Poto, (hoy Miraflores) de ayllus Ingas, aymaraparlantes
(1985: 299).
9 Los indios que poblaban el valle de Chuquiapo prehispánico, conformaban ayllus que se
mantuvieron durante los siglos XVI al XVIII, algunos incluso conservando los nombres
originales de sus etnias. Las parroquias de indios fundadas en torno a las iglesias
comprendían diferentes ayllus. En el caso de la parroquia de San Pedro, si bien el
binomio ciudad-reducción quedó claramente establecido con la fundación de la
reducción de San Pedro y Santiago, el barrio en torno a la parroquia se conformó recién
a fines del siglo XVIII, cuando las unidades domésticas llegaron a congregarse. La
parroquia de San Sebastián ubicada en Churubamba, congregó a la mayor parte de los
caciques al igual que el barrio de indios ubicado detrás de la iglesia de San Francisco,
aunque esta última iglesia era de españoles7.
10 Según el padrón de las parroquias de la ciudad de La Paz de 1792 8, a San Pedro
pertenecían el ayllu Collana, las haciendas Villadrán, Ychusinca, Poma, Amaya,
Tacachira, Ocomisto, S. Roque, Cututo, Alpacoma, Cayo, ayllu Segundo Collana,
hacienda Cohoyo, hacienda Chicana, ayllu Maacollana, ayllus Cupi, Chamoco,
Luquichapi, Callapa, Achumani, Pucarani, Pacasa, Cupilupaca, Chinchaysuyo, Canche,
Checalupa, haciendas Cupini, Seqqe, del Común de la Merced, y barrio Capacanavi. A
San Sebastián pertenecían los ayllus Primero Inga, Segundo Ynga, Chinchaya,
Condesuyo, Purapura, Chacaltaya, Milluni, Canaris Chachapoyas, collas y de Cañaris,
Nuestra Señora de La Paz, Tejar Chico y del rancho San Francisco, también la estancia
Achachicala y la hacienda Paritisirca. A Santa Bárbara los ayllus Inga de nobles sin
tributo, Chuquiaguillo, vecinos de Poto Poto, del Rosario, estancia Mallasa primera,
Anata, Tocobamba, Sirvicuma, Mallasa segunda, Cayconi, Chucara y hacienda Pongo.
Sobre la base de estos ayllus originarios que eran un mosaico de mitimas se
compusieron los barrios de indios de la ciudad; la reducción de San Pedro y Santiago y
las haciendas de españoles aledañas a la ciudad. Durante toda la época colonial la
ciudad mantuvo la estructura de los ayllus con sus propios caciques.
11 Existían más de nueve disposiciones que controlaban la separación residencial entre
españoles, criollos, negros, mestizos e indios, entre ellas: ″Que en pueblos de indios no
vivan españoles, negros, mestizos y mulatos... Que entre indios no vivan españoles,
mestizos, ni mulatos, aunque hayan comprado tierras en sus pueblos... Que ningún
encomendero tenga casa en su pueblo de indios ni esté en él más de una noche″ (Mesa-
Gisbert, 1985: 163). Como en el caso de otras ciudades coloniales, pese a existir las
disposiciones legales mencionadas que determinaban separación habitacional entre
españoles e indios, en La Paz tampoco se cumplieron, existiendo en algunos casos
superposición de unos y otros. A principios del s. XVII hubo casos como el de Carcantía,
donde vivía una india llamada María Esperanza viuda de Sebastián Chura, (hoy zona de
Santo Domingo), a dos cuadras de la plaza Murillo que era barrio de españoles por otro
lado, hubo muchos españoles que tenían casas en los barrios de indios 9.
25

12 La organización dual no suponía necesariamente preeminencia de la parcialidad


superior sobre la inferior, así como tampoco una correlación espacial determinada, sin
embargo, en algunos casos podía determinar cierta prerrogativa de los indios de la
parcialidad superior sobre los de la ″parcialidad inferior″, como en el caso que Francisco
Poma, cacique del pueblo de San Pedro y Santiago en 1625, solicitaba mantener el rango
de cacique cobrador de tributos heredado de su padre Juan Guamán, para así contar con
el servicio de los ayllus de su jurisdicción que eran ″...los siete ayllus que en ellay...y los
indios (que) acudirán con los salarios y servicio y tributos que a los tales caciques
principales se les suele y acostumbra dar...so pena de cien pesos corrientes″. Aunque el
documento no especifica si el cacique residía en la parcialidad superior y los siete ayllus
que tributan en la parcialidad inferior, tratándose de un indio de privilegio, –que tenía
el tributo y servicio de indios de nada menos que siete ayllus de la ciudad como cargo
heredado–, cabe suponer que así fue10.

Casas de indios y relación de parentesco


13 En el siglo XVII las casas de indios eran pequeñas, la mayor parte de planta circular y
cubiertas con paja (Mesa-Gisbert, 1975: 33). En un solo ambiente tenían cama y cocina
junto con todos sus bienes, entre los cuales estaban las gallinas y los conejos de la tierra
llamados cuis. Tenían patio y corral en un solo espacio abierto (Lizárraga, 1607, 1987:
244), (Bakewell, 1990:107). Los indios mitayos de Achacache habitaron por lo menos
desde 1603 unas viviendas llamadas ″rancherías″ ubicadas al final de la calle de Santo
Domingo (barrio de españoles), que fueron abandonadas alrededor de 1650 cuando se
suprimió la mita obligada de indios de La Paz a Potosí 11. Este tipo de vivienda es el que
hubo en todas las ciudades para albergar a indios mitayos que vivían temporalmente.
Lizarraga y Arzans describen las rancherías de Potosí como galpones de hasta seis
metros de largo por treinta de ancho con compartimientos internos donde habitaban
entre 20 a 30 indios, posiblemente con sus familias.
14 En la primera mitad del siglo XVII, algunos caciques se agruparon en el barrio de San
Francisco y estaban relacionados familiarmente entre sí creando una elite de poder. Así
se sabe que en 1629 don Francisco Valcasar Achujra, cacique principal y gobernador del
pueblo de Laja, parcialidad de Hanansaya, dejó establecido en su testamento que dejaba
en herencia a su hija Sisilia –casada con Asensio Torres, cacique de Tiahuanaco– ″la
mitad de unas casas que están por techar en el barrio de Larcapata...″ (San Francisco); a
su hija Mariana –casada con don Agustín Condori, cacique principal del pueblo de
Pucarani–, ″la casa de Larcapata que heredó de sus padres″...; y a su hijo Joseph, cacique
de la parroquia de San Sebastián, "unas casas que están en la esquina de San Francisco...
″ Cincuenta años después se nota que los caciques tenían casas de espacios importantes
como la que tuvo Agustín Gutiérrez Cayllante, cacique de la parroquia de San Sebastián
del ayllu yunga, que tenía tres manzanas ″del medio hasta la acequia grande con una
casa redonda...″, entendiendo por ″casa redonda″ el total de una casa. Las casas de
indios de privilegio en el siglo XVIII eran de planta rectangular y de tres ambientes 12. En
1711 otros caciques vivían en el barrio de Larcapata, colindante con San Francisco, que
era parroquia de españoles, aunque estaba del lado del río de los barrios de indios.
Todos ellos emparentados entre sí13.
26

Caciques yanaconas y caciques gobernadores


superintendentes
15 Los caciques que cobraban el tributo de los indios de la ciudad y del campo en todo el
ámbito del Corregimiento, tenían la categoría de caciques yanaconas de las Cajas Reales.
El monto que recaudaban era entregado al cacique gobernador supertintendente de las
Cajas Reales del distrito de la ciudad de La Paz, quien luego de recibirlo de los caciques
yanaconas de la ciudad, salía al campo a cobrar el tributo de los pueblos acompañado
por un general de milicias. En 1673 el cacique gobernador superintendente de las Cajas
Reales de La Paz fue don Antonio Gonzáles Mayta Yupanqui, –aparentemente
reconocido por su procedencia noble–, recaudado el tributo acompañado por Antonio
Barrasa Cárdenas, general de milicias. Los pueblos a los que se dirigieron fueron:
Achacache, Hilavaya, Sorata, Carvaya, Patapatani, Las Peñas, Achocalla, Ambaná,
Hilataqui, Chuma, Copacabana y ciudad de La Paz. En su recorrido el cacique
gobernador se enteró del ″fraude y engaño″ que se hacía a las Cajas Reales porque los
indios no pagaban el tributo. Para tomar mejor conocimiento del problema, los
visitadores enumeraron a los indios tributarios, verificando que en realidad los
caciques entregaban un tercio de lo que cobraban. La causa principal del
incumplimiento de la entrega de los tributos, según el cacique visitador, era que los
caciques no podían completar la tasa tributaria de los indios que estaban ausentes
cumpliendo la mita de Potosí. Se constató asimismo, que había siete caciques yanaconas
que debían entregar el monto recaudado de los tributarios empadronados en la
parroquia de San Sebastián; en la Parroquia de Santa Bárbara otros siete y en la Iglesia
Mayor de San Francisco dos. El estado de entrega y fraude de tributos era el siguiente:
27

16 El pago del tributo causaba total malestar en la población. El cacique superintendente


recaudador se quejaba de que los caciques bajo su responsabilidad le hadan malas
pasadas, enemistándole con los jueces oficiales, con el corregidor, con los comisarios e
incluso atentando contra su vida. ″No dejaban de hacerme diligencias en mi daño,
malquistándome con los jueces oficiales, ya con el corregidor, ya con los comisarios, ya
queriéndome matar y apedreándome en la noche y otras beces cintarcándome (sic) sin
saver quién y otras beces poniéndome carteles en la puerta de mi casa diciendo que me
han de matar″. Pese a sus quejas, los corregidores no pusieron ningún remedio a su
situación, por el contrario, sus enemigos llegaron a quemar su casa, atentado del cual
apenas pudieron escapar con vida él y su familia14.
17 El cacique gobernador superintendente, recaudador de tributos de los otros caciques, era
una categoría de caciques que se ubicaba por encima de los caciques yanacona urbanos,
que eran quienes recaudaban el tributo de la ciudad y el campo. El cacique yanacona fue
otra categoría del yanacona urbano. Se trata de un yanacona de mayor status social, no
artesano, como los que conocíamos hasta ahora15, empleado de la corona para el
recaudo tributario.
18 Los indios de la ciudad de La Paz estuvieron obligados a acudir a la mita de Potosí en un
número de 60 cada año, medida que estuvo vigente hasta 1692, cuando el Virrey del
Perú, Conde de Monclova, en una ordenanza dada el 27 de abril de ese año la suprimió
por haber encontrado gran confusión en lo que se refiere a cobranza de tributos 16. La
movilidad migratoria de los pueblos de indios en la ciudad de La Paz está estudiada
detenidamente por Saignes (1985: 308), en la revisión que hizo de los documentos de
Revisitas y Padrones de 1575, 1618, 1645, 1684, 1770, 1785 y 1792, del Archivo de La Paz.
Saignes estableció que migraron y se asimilaron a la ciudad indios de todas las
provincias de la Audiencia, ubicándose en las rancherías de los barrios de indios, donde
eran registrados como forasteros sin tierras.
19 La revisita a los indios en el año 1792 muestra que los indios forasteros se asimilaron a
la población de la ciudad y fueron empadronados como originarios (Saignes, 1985: 314).
Fue una medida reformista17; es decir que los ayllus que fueron a agruparse en
″reducciones″ o barrios, al cabo de casi tres siglos, a fines del XVIII, se encontraban
totalmente asimilados a la ciudad conformando ″barrios de indios″ bien unificados. Los
barrios además, mostraban agrupaciones de artesanos calificados, empadronados como
forasteros sin tierras. Este hecho constituye el paso de unidades étnicas, anteriormente
de indios comunes, a categorías sociales superiores en la ciudad, categorías que van a
dar lugar al mestizo como estamento social, estableciendo el paso del yanacona a
artesano mestizo. Los grupos de artesanos en las parroquias de la ciudad de La Paz el
año 1792 eran:
28

Fuente: (Escobari, 1990: 48-49).

20 La revisita de 1792 no registra artesanos en la parroquia de Santa Bárbara, porque en


esta parroquia estaban empadronados los indios nobles que prestaban servicios a la
iglesia, que estaban empadronados como forasteros sin tierras, pagando 5 pesos al año.
Pertenecían a esta parroquia 15 indios nobles, pertenecientes al ayllo Inga. Según el
padrón los antepasados de estas familias fueron reducidos por Francisco Pizarro a la
parroquia de Santa Bárbara con el distintivo de ″nobles″, que estaban exentos de
tributos y demás servicios personales. Esta disposición venía de la ″Retasa de Lima″ que
les conservaba todos sus derechos como descendientes de los Incas.

Abastecimiento y actividad comercial


21 Uno de los motivos que tuvo La Gasca para encomendar a Alonso de Mendoza la
fundación de la ciudad de La Paz, fue la necesidad de enlazar la ciudad del Cuzco con
Charcas. Es por eso que, entre las disposiciones de las Actas de Fundación, estaba la de
obligar a pasar por la ciudad a todos los viajeros y comerciantes que se dirigían desde
Lima hacia Potosí, así como también establecer un lugar de residencia para los
encomenderos españoles en una región densamente poblada.
22 Cabeza de Vaca, Corregidor de la ciudad en 1586, dijo que la ciudad quedó fundada en
un valle hondo a media legua de las alturas del altiplano, quedando resguardada del frío
y del aire que en invierno había mucho. El valle de Chuquiapo era fértil y sano y con
agua abundante. Se cumplía así la disposición indiana de buscar un lugar habitable para
fundar ciudades. Por las laderas de la nueva ciudad corrían muchos riachuelos y
brotaban muchas fuentes de agua haciendo del lugar un sitio de buen pasto para la cría
de ganado y el cultivo del maíz. Refiere la crónica que en él se encontraron llamas y que
hubo muy buen pasto para ovejas y carneros de España, existiendo mucho ganado. A
fines del siglo XVI, en los valles aledaños como Caracato y Mecapaca, habían árboles
frutales traídos de España, como ser membrillos, duraznos, peras, ciruelas y manzanas;
en estos valles ya se hacía vino. En la provincia de Larecaja se cosechaba trigo y maíz y
el altiplano surtía de gran variedad de papas, ocas y demás tubérculos, así como
también granos originarios como la quinua y la cañahua. En la zona de los Yungas se
producía coca para el consumo de los indios y caña de azúcar para el consumo en la
29

ciudad. Los Yungas surtían también de frutas como ser plátanos, naranjas, limas y
limones y frutas de la tierra como paltas, piñas y ají. Por lo tanto, la ciudad quedaba
abastecida de productos de panllevar.
23 Como todas las ciudades del Virreinato del Perú, La Paz encontró su especialidad
productiva de exportación integrando así la red de complementariedad que caracterizó
el mercado interregional de la economía regional. Esos productos fueron las telas de
obraje, los sombreros, las frutas secas, y los encajes de oro y plata. (Escobari: 1985).
24 Conformando la red interregional, Cuzco exportaba a La Paz azúcar aunque la demanda
fue disminuyendo en el siglo XVIII debido a un incremento de producción de las
haciendas yungueñas. Exportaba también cera para fabricar velas para el culto
religioso, telas de obraje, como bayetas, sayales, cordellates, frazadas, chumbes y
pabellones (pequeñas y grandes alfombras y tapices). Esta exportación venía a
complementar la propia producción de telas de obraje a fines del siglo XVII y declinó en
el siglo XVII cuando los jesuitas de La Paz comenzaron a producir una inmensa cantidad
de telas en los obrajes de su propiedad ubicados en el actual barrio de Obrajes. De ese
modo las telas no solamente cubrieron la demanda local sino que compitieron con las
exportaciones de los obrajes del Cuzco y Guamanga en la demanda que tenían las minas
de Potosí. Cuzco también exportaba ″ropa de la tierra″, que era la que tejían las indias
en telares en el suelo y tenían demanda en el mercado de La Paz. La ″ropa de la tierra″
era recogida por los corregidores de las comunidades de indios en el campo en forma de
tributo dos veces al año.
25 Los obrajes de la ciudad se crearon en el siglo XVI. Los primeros fueron de los españoles
Juan de Rivas y Hernando Chirinos. En el siglo XVII el obraje de Juan de Rivas fue
heredado por Juan de Salazar y su esposa Isabel Carrillo y en 1686 fue vendido a la
Compañía de Jesús. El de Hernando Chirinos fue heredado por Sebastián Chirinos, y
quedó en la familia hasta fines del siglo XVII. Cuando los jesuitas compraron el obraje
que fuera de Juan Rivas, lo encontraron casi en ruinas con siete telares de los cuales no
funcionaban dos. Un siglo más tarde el obraje estaba en su apogeo con 80 telares
funcionando, y el consecuente aumento de mano de obra e incremento en la
producción de jerguetas, frazadas, sayales finos, estameñas, todo tipo de bayetas y
cordellates. Las telas no iban solamente a cubrir las necesidades de los indios, sino
también la de los españoles que utilizaban las bayetas y estameñas para forrar capas y
trajes confeccionados con telas importadas de Castilla. Los sombreros, que también
eran objeto de exportación, sobre todo a Potosí, eran fabricados en los obrajes, con lana
de oveja y lana de vicuña. Los había de un solo tipo de lana o ″mezclados″, el color
preferente era el negro. Los sombreros de La Paz competían con los de Cuzco en el
mercado potosino.
26 A principios del siglo XVIII se comenzaron a producir en La Paz hilados de oro y plata,
cuando doña Isabel Salazar de Figueroa estableció una fábrica, para la cual hizo traer
artesanos ″tiradores de oro″ desde Cuzco. Los hilados de oro y plata eran encajes que se
utilizaban en ropa de españoles y mestizos y también en la confección de ropa de iglesia
y de vestir santos.
27 La producción de coca de los Yungas fue otro rubro importante de exportación. En el
siglo XVII pasó a competir con la de Cuzco. En Potosí iba a abastecer la demanda de
miles de mitayos que trabajaban en las minas y necesitaban de la coca para soportar el
frío y el hambre. Las haciendas coqueras de los Yungas estaban localizadas cerca de
30

Chulumani: Tinquipaya, Sienegani y Machacamarca. También se producía en


Yanacachi, Laja, Suri y en Coroico; pero la mayor cantidad de coca no provenía de las
haciendas, sino de las comunidades de indios que pagaban su tributo en coca. Tanto los
corregidores como los caciques extorsionaban duramente a los indios para cobrarles el
tributo, tanto es así que en el siglo XVII hubo dos levantamientos en Zongo, debido a la
exacción que provocaba el cobro del tributo en coca. Los indios que trabajaban
cultivando coca en haciendas y en comunidades eran mitimaes de las comunidades
altiplánicas de Jatuncolla, Arapalla, Lampa y de Larecaja, que realizaban trabajos por
temporadas, siguiendo la costumbre prehispánica de turnos en zonas ecológicas
complementarias. (Escobari: 1985).
28 El azúcar producido en los Yungas, alcanzaba solamente para parte de la demanda
paceña, pues una parte era importado de Cuzco. En el siglo XVII era especialmente
conocida la hacienda Peri, en el valle de Coroico, que producía más de 1.000 arrobas al
año. También era conocida la exportación de plátanos secos de Yungas con destino a
Potosí.
29 Fuera de la importación de productos de origen cuzqueño, la ciudad de La Paz
importaba todo género de productos de Castilla que llegaban a través del Cuzco y de
Arica, como ser telas de bramante, ruan, estameñas, lanillas de colores, rasos,
terciopelos, brocatos, cotenses, cintas, telas de algodón, botones, cuchillos, dedales,
sortijas y alfileres de Alemania, encajes e hilos de Flandes, también cuchillos de Toledo,
papel de Génova, medias de Bruselas, porcelanas de Sevres en Francia. De Lima se traía
vidrio, hojalata y cerámica vidriada; de las provincias del Río de la Plata, ganado vacuno
y caballar; de Potosí plata labrada como ser platos, azucareros, floreros, cucharas,
jarras, vasos; de Cochabamba en el siglo XVIII venían telas de algodón.
30 La comercialización de productos se hacía por medio de arrieros o dueños de recua que
tenían ″piaras″ o recuas de ocho a nueve mulas o llamas, que eran arreadas por peones.
Los mercaderes hacían las transacciones con los arrieros ante notario, detallando
perfectamente todos los productos que enviaban. Los mercaderes crearon redes
importantes de comercio entre ciudades por medio de contratos llamados ″de
compañía″, que eran asentados también ante los notarios de la ciudad. Los mercaderes
más importantes tenían sus tiendas en la calle Comercio. Los encomenderos, y luego los
hacendados, trataron siempre de invertir en mercadería. Los mercaderes eran expertos
contadores, hacían tratos con los arrieros, ya sea para el transporte solamente o
también por vía de ″fatoraje″, que consistía en que los arrieros podían ir vendiendo los
productos en el camino y anotando todas las ventas en un libro. La mayor parte de los
mercaderes eran españoles criollos y estaban relacionados familiarmente con los
encomenderos. En el siglo XVI no se establecían definitivamente en las ciudades ni
invertían grandes sumas en bienes raíces, procuraban más bien escalar mejores
situaciones hasta poder regresar a España. (Escobari: 1985).
31 Pero no solamente comerciaban los civiles, los jesuitas también destacaron por su
capacidad empresarial, creando lazos mercantiles entre conventos. Comercializaban
coca y azúcar desde el Cuzco hacia La Paz y Potosí y más tarde telas de los obrajes de La
Paz, que eran de su propiedad.
32 Los dueños de recua o arrieros llegaron a tener una posición social importante. Eran en
su mayor parte mestizos, algunos llegaron a tener casa conocida, por lo tanto eran
31

considerados ″vecinos″ de la ciudad. Tenían esclavos y también objetos de arte como


cuadros y platería.
33 Estos dueños de recua contrataban por sumas bajísimas a los peones llamados también
arrieros, a quienes les daban 10 pesos de a ocho reales de pago al mes, más dos reales
diarios para su sustento; como no les alcanzaba para vivir, los arrieros tenían que
arreglárselas para comerciar por su cuenta, aprovechando los viajes que hacían con los
dueños de recua. Además de dicho pago, los arrieros recibían del dueño de recua un par
de abarcas y cordellate para amarrar la carga a las llamas, de las cuales se hacían
responsables al igual que de la carga, a tal punto que debían pagar con ″su persona y
bienes″ si alguna se perdía o despeñaba, y si alguna moría, estaban obligados a mostrar
los herrajes al dueño.
34 Los dueños de recua también llevaban personas en sus viajes. Se juntaban varias
personas para viajar con mayor seguridad. Cuando el camino lo permitía usaban
carretas entoldadas, llevando en ellas todo género de víveres y ″cama″ para el viaje. En
los caminos más difíciles el transporte se hacía en mulas de caballería, fletando mulas
corrientes para el transporte de sus enseres. Las mulas de caballería costaban 25 pesos
mientras que las de carga 10. También había la posibilidad de aparejar mulas de dos en
dos y colocar entre ellas literas. De ese modo llegaron a La Paz las religiosas fundadoras
del Monasterio de la Concepción doña María Arce de la Vega y doña Maria Catalina de
Mesa y Ayala abadesa y vicaria que vinieron desde Lima en 1675. Al venir pidieron al
dueño de recua que las hiciera pasar por el santuario de Copacabana, por lo que les
cobró 10 pesos extra por el desvío. (Escobari: 1985).
35 Los esclavos eran enviados como cualquier otra mercadería a través de los dueños de
recua, y éstos se comprometían a dar a los esclavos un capote para pasar la noche y un
sombrero para el viaje de día.
36 Los fletes que se pagaban dependían de la carga; por carga de 10 arrobas hasta el Cuzco
se cobraba 12 pesos, a Chayanta 17 pesos, a Potosí 15 pesos, a Tucumán 16 pesos. El
tiempo de viaje desde La Paz a Potosí era de 40 días. Los fletes generalmente iban
pagados. Cuando la distancia era hasta Lima iban preferentemente por Arica, entonces
se pagaba el equivalente al flete ″por mar y tierra″. Cuando el envío era de plata se
pagaba dos pesos por cada cien pesos de a ocho reales. En ese caso la mercadería iba en
surrones, o bolsas de cuero aparejadas y colgadas en las mulas. En el registro del
notario se especificaba la embarcación que llevaría la plata desde Arica, que podía ser la
″armada″ que llevaría el tesoro real al puerto del Callao, o bien la ″capitana″ o la
″almiranta″. Si en el camino había que pasar ríos o malos pasos, el contrato especificaba
que el arriero haría pasar la mercadería por esos trechos en hombros de personas.
Como garantía el arriero ofrecía pagar daños y perjuicios con ″todos sus bienes habidos
y por haber″ y su propia persona.
37 Los impuestos que se pagaban eran el de alcabala y el de registro de la escritura. El pago
de alcabala se hacía por toda compra y venta y el monto equivalía entre el 2 y el 4% del
valor de la mercadería, según la época. Por papel sellado y registro de la escritura ante
notario se pagaba tres pesos.
32

NOTAS
1. Uno de los primeros corregidores, don Diego Cabeza de Vaca, decía que ″Chuquiapo″ quería
decir oro, y ″apo″ heredad. Crónica de Don Diego Cabeza de Vaca en el legajo No. 18 titulado
Descripciones y Poblaciones de América. Remesa del Ministerio de Ultramar. Existe una copia en la Real
Academia de la Historia de Madrid, España. La Descripción se publicó también en la Revista
Municipal Khana, Año VII. Vol I. No. 33-34. Julio 1959. La Paz.
2. Indios de diferentes etnias que cumplían trabajos temporales obligatorios en distintos pisos
ecológicos.
3. La residencia del cacique Quirquincho estaría en el actual sector de Churubamba y la de
Otorongo al este del río Choqueyapu, aunque datos posteriores sitúan al ″barrio de Hurutunco″
entre la calle Graneros y parte de la calle Santa Cruz (Arze, 1994: 37).
4. Arze, Silvia, Artesanos de barrios de indios en al s. XVIII, el caso de San Sebastián en la ciudad de La Paz,
Tesis para optar al título de Licenciatura en Historia, UMSA, 1994, inédita.
5. ALP/EC 1600-1610. Esc. Antonio de Quiroga, papeles sueltos, s/f.
6. ″...que se hace del maíz que lo mascan y muelen y echando en vasos de agua lo cuecen hasta
darle su punto, queda hecho como un brevaje″. Descripciones y Poblaciones de América. Hay una
copia moderna, bastante incorrecta en la Real Academia de la Historia de Madrid, España. Está
publicada por la Revista Municipal Khana, y es a su vez una copia de Juan Gutiérrez de Escobar.
Año VII. Vol I. No. 33-31. Julio de 1959. La Paz, pág. 122-131.
7. ALP/RE Caja 64, Leg. 96. Carta de venta. Esc. Gregorio Pacheco. Año 1710. Carta de venta.
33

8. ALP/PR Ms 28-29.
9. Carta de venta. Juan Maidana vende a Bernardo Juan Flores...″ el sitio que está en la parroquia
de San Pedro y en los altos de Capacani de esta ciudad...que linda por un lado con las casas del
licenciado Juan Pinto del Balle... y por el otro lado con la ladera de Capacani...″ ALP/EC C.7
1600-1629 Esc. P. Manzaneda.
10. ALP/EC 1620-29. Expediente seguido por Francisco Poma para obtener reconocimiento como
cacique del pueblo de Santiago. S/f.
11. ALP/RE 1650, Esc. Nicolás Ruis.
12. ″Felipe de la Cruz, natural de la parroquia de Santa Bárbara del aillo Inga...vende un solar de
tres aposentos, un buhío, patio y corral que tiene y posee en el barrio de Capacanavi″, hoy San
Pedro. ALP/RE Leg. 96,1710 Esc. Pacheco, ff. 45. (Escobari, 1990).
13. Testamento de Francisco Valcasar Achujra. ALP/RE. Caja 64. Leg. 96. Esc. G. Pacheco, ff. 144.
14. ALP EC 1673-75. Documento citado también por Saignes, ob. cit. pág. 311.
15. Sobre yanaconas urbanos ver en este libro el Capítulo 2 de la Cuarta Parte, que trata de
yanaconas urbanos, artesanos en Potosí.
16. ANB. Minas 1110, ff. 27.
17. Proveniente de las Reformas Borbónicas.
34

Capítulo 2. Uru-Uru. La Villa de San


Felipe de Austria

1 Paria, a pocos kilómetros de Oruro, fue la primera fundación española en el territorio


de Charcas en 1535. No se sabe aún si los soras eran originarios de la zona de Paria o
eran mitimaes del lugar, en todo caso en la época prehispánica, Paria fue su capital,
constituyendo un verdadero centro de acopio de productos que entraban y salían de
Cocha-bamba4. Por este motivo, y por ser un sitio densamente poblado, fue elegido
como primer sitio de fundación española.
2 La ciudad de San Felipe de Austria fue fundada recién después de 71 años a pocos
kilómetros de Paria, en un sitio ocupado originalmente por indios carangas, de origen
similar a los pueblos del lago Titicaca. El origen de la ciudad se remonta a los últimos
años del siglo XVI, cuando los hermanos Diego, Juan y Francisco Medrano descubrieron
y comenzaron a explotar mineral de plata a pocas leguas del pueblo de Paria, en el
camino de La Paz a Potosí. Al ofrecer mejor jornal a los mitayos que iban a Potosí,
consiguieron mano de obra con la que comenzaron a explotar las minas. Los indios que
fueron llegando a poblar el nuevo asentamiento minero procedían de Paria, Carangas,
Pacajes, Sicasica, Chucuito, Cochabamba, Omasuyos, Canas y Canches, Chayanta, Lampa,
Azángaro, Yamparáez, Larecaja, Condesuyos, Porco, Paucarcolla y otros sitios. Estos
indios llamados ″extravagantes″5 huían a sus pueblos de origen por temporadas para
traer alimentos y vituallas necesarios para pasar temporadas largas de trabajo en
Oruro.
35

Plano de la ciudad de Oruro

Fuente: ″Oruro. Origen de una Villa Minera″ Mesa y Gisbert (1970).

3 En 1612 los indios en Oruro fueron reducidos a barrios de indios, tenían casa, mujer e
hijos. Los documentos dicen que éstos iban en aumento y multiplicación, por el buen
tratamiento y salud que tenían debido a ″tanta abundancia de comida″ 6. Por la Visita de
Godoy de 1607 y el trabajo de Zulawski (1987) sabemos de la estrecha relación que
mantuvieron los indios ″extravagantes″ con sus casas y pueblos y que de ellos traían
alimentos periódicamente. En cambio, aquellos que llegaban de Potosí venían con alto
grado de calamidad y pobreza.
4 En 1616 la vida de las mujeres de los indios en Oruro, se veía agraviada a menudo por
excesos coactivos de los fiscales, quienes rondando por las noches entre las rancherías,
las sacaban para hacerlas trabajar o para venderlas en panaderías o casas, donde
trabajaban amasando pan día y noche, o lavando y cocinando. Los fiscales recibían por
ellas 6 a 10 pesos. A otras se las obligaba a trabajar en las minas, exigiéndoles minerales
ricos de plata. Cuando éstas oponían resistencia, se les quitaban sus topos o pesos de
plata, y si trataban de defenderse eran maltratadas. Era común que para acallar a sus
parejas se les encarcelara, debiendo pagar éstos 10 o más pesos para ser puestos en
libertad7. Solamente en 1619 se dio una Provisión para que no se entregaran indias para
el trabajo en las casas de curas doctrineros, corregidores solteros, y a quienes carecían
de mujeres, y solamente podrían proporcionar indias para el trabajo doméstico, los
caciques y alcaldes. Pero la coacción no cesó habiendo denuncias desgarradoras de
indias encarceladas por jueces de comisión de la mita, indias que daban a luz a sus hijos
en la cárcel y la muerte de éstos por frío8. En los barrios de indios estaban prohibidas
las pulperías, solamente se admitía en los de españoles, y debían ser permanentemente
visitadas. En 1646 se prohibió la venta de vino a los indios, porque al tiempo de la paga
se veían obligados a vender sus ″pobres alhajas, caballos y carneros″, y además por
36

pagar el vino desatendían la principal obligación que tenían que era la de pagar su tasa.
Se establecía pena para los españoles que les vendieran, en 6 años de servicio en el
presidio de Valdivia, y para negros, mulatos y mestizos, 200 azotes y 6 años de galeras.
A los indios que recibieran el vino se les daría la pena de 100 azotes en la plaza y corte
de pelo9. En 1619 una epidemia diezmó gran parte de la población, dando lugar a mayor
aprecio por la mano de obra.
5 Hacia 1620, la ciudad mejoró calles y suministro de agua, recurriendo para ello a los
fondos provenientes del impuesto de sisa10 sobre el vino. Antes de ello, la gente que
podía se hacía traer agua desde Las Sepulturas a dos leguas de allí 11. Luego los fondos
provenientes de la sisa fueron empleados en la construcción de una cárcel, la compra de
una casa para el Cabildo y el empedrado de algunas calles, que en tiempo de lluvias eran
intransitables por el excesivo caudal de las vertientes de los cerros de las minas, dando
lugar a un anegamiento permanente12.
6 En 1647 algunos vecinos de la villa de Oruro abandonaron la ciudad llevando indios a
los ingenios del recién descubierto asiento de Carangas. Este hecho alarmó a los
azogueros de Oruro, por cuanto se sacó indios que ″de su voluntad estaban avecinados
en la Villa de Oruro″, ya que el despoblamiento de la Villa significaba menos mano de
obra para las minas13. Para evitar la ausencia de mano de obra, se dispuso la prohibición
de trasladar los ingenios de las riberas a nuevos lugares. El hecho se consideró un delito
y se castigó con una multa de 2.000 pesos corrientes, y por sacar indios de la Villa para
llevarlos a Carangas, una multa de 200 pesos, además de 2 años de servicio en el
presidio de Valdivia14. Para evitar el desbande de los ingenios se instruyó también,
como otra medida, prohibir al barquero del río Desaguadero el paso de la madera de los
ingenios de Sepulturas y de otros15.
7 Como consecuencia del descubrimiento de estas nuevas minas, se pararon 10 a 12
cabezas de ingenio en las tres riberas de la villa de Oruro y hubo mucho menos oferta
de mano de obra para las minas16.
8 Al estar la villa al paso del camino a Potosí y muy cerca del valle de Cochabamba, tenía
productos agropecuarios surtidos, como el trigo, maíz, uvas, higos, melones, granadas,
membrillos, peras, pepinos, paltas, plátanos, guayabas, provenientes de Cochabamba;
azúcar y coca del Cuzco y La Paz, y más tarde del Chapare. El abastecimiento era
realizado tanto por mercaderes españoles como por los mismos indios extravagantes y
mingados que abandonaban sus lugares de trabajo para acudir a sus lugares de origen
en diferentes ″pisos ecológicos″. El fenómeno de ausencia temporal de los mitayos
estuvo protegido intencio-nalmente por los curacas o caciques, que se desempeñaron
subterfugia-mente como grandes mercaderes17. Oruro también estuvo provisto del
ganado mular, caballar y bovino proveniente desde las remotas tierras argentinas, que
en grandes peregrinajes arribaban a Potosí y, a través de Oruro, hasta el Cuzco. Por otro
lado, según referencias de Condarco (1975) hacia 1620 los jesuitas tenían en Oruro dos
grandes estancias: ″El Obraje″, frente a Paria y ″Kañuhuma″ al norte de Caracollo, que
surtían de telas de bayeta a la ciudad. En ″El Obraje″ tenían 16.000 cabezas de ganado
ovino, gran número de telares para la fabricación de bayeta, mientras que el de
″Kañuhuma″ tenia 14.360 cabezas de ganado ovino. Ganado y telas que seguramente
tendían a saturar el mercado de la ciudad y la zona. A este abastecimiento hay que
añadir aquellos suministros de ají, maíz y otros traídos por los indios en sus continuas
″huidas″.
37

9 La riqueza minera-determinante para la vida de la ciudad-, comenzó a decaer a partir


de 1650 y no dio muestras de resurgir hasta después de 1700. Consecuentemente, los
mineros comenzaron a perder la fuente de su riqueza, excepto aquellos que vendían el
mineral individualmente a otros ingenios, que comenzaban a aplicar un nuevo sistema
de refinamiento. Hubo un resurgimiento de las minas de plata recién en la segunda
mitad del siglo XVIII cuando los minerales de Oruro se constituyeron en los más
sobresalientes del Virreinato, por encima de Huancavelica, Jauja, Pasco, Trujillo, Cuzco,
Chucuito, La Paz, Cayllo-ma, Carangas y Potosí. Esto dio lugar a que las barras y tejos de
plata sellada fueran examinadas en Oruro, en lugar de ser conducidas hasta Lima. Pero
como la riqueza minera no deparaba ningún bienestar a la villa, criollos, mestizos e
indios orureños se unieron a los levantamientos indígenas de 1781 encabezados por
Tupac Amaru, para abatir al gobierno hispano.
10 Desde el punto de vista de la consolidación étnico-social, en Oruro se dieron rasgos
diferentes. En primer lugar, al haber sido poblada por mano de obra básicamente
asalariada fue gente menos sumisa que la mitaya de Potosí. En segundo lugar, las
migraciones permanentes o huidas que hacían los indios a sus lugares de origen
durante toda la época colonial dejaron frecuentemente sin mano de obra a los dueños
de minas. Esto dio lugar a un imaginario laboral mestizo asalariado con algún grado de
independencia y libertad consciente que los llevaría más tarde a liderizar sublevaciones
locales muy importantes como la de 1739, donde por primera vez se pudo ver el intento
de establecer alianzas entre criollos, indios y mestizos, para dar la impresión de
igualdad entre los diferentes grupos étnicos18.
11 Esta singular unión, según Condarco Morales, es uno de los rasgos sobresalientes y
característicos de las insurrecciones orureñas, y es un acontecimiento sin par e
importante en la historia de la sublevación. Condarco atribuye el fenómeno a que en
Oruro no hubo nunca una aristocracia impenetrable como en Sucre, o un grupo de
altivos azogueros como en Potosí.

NOTAS
4. Hay estudios inéditos muy importantes sobre Oruro y sobre Paria, entre ellos Ramiro Condarco
Morales; Alberto Crespo, sobre historia política de la fundación de Oruro; las tesis doctorales de
etnohistoria de Mercedes del Río y sobre las Sublevaciones indígenas de Oruro del siglo XVIII, de
Fernando Cajías, así como el libro La Confederación Charca, también inédito, de Tristan Platt, Olivia
Harris, Thierry Saignes y Therese Bouysse. Son importantes también los trabajos publicados de
Liliana Lewinski y Ann Zulawski.
5. Término del Visitador Felipe de Godoy para referirse a ciertos indios mingados. Ver el capítulo
Los Extravagantes de este libro.
6. Memorial presentado por el Protector de Naturales al Corregidor de la Villa el 26 de Enero de
1612. Libro de Provisiones y Cédulas Reales. Doc. Cit.
7. En este caso fue un mestizo llamado Juan Pérez, que se hacía pasar por Fiscal Eclesiástico. Libro
de Provisiones... op. cit. ff. 100-104.
38

8. Memorial del Protector del naturales a la Audiencia de Charcas. Villa de Don Felipe de Austria
29 de Diciembre de 1655. Libro de Provisiones... doc. cit. ff. 298.
9. Provisión del Virrey Marqués de Mancera dada en Los Reyes el 28 de Julio de 1646. Libro de
Provisiones... doc. cit.
10. Impuesto creado por el cabildo sobre ciertos productos determinados por él y que servían
para trabajos de mejoramiento en la ciudad.
11. Godoy, doc. cit. ff. 20 v
12. Provisión dada por el Virrey Francisco de Borja el 2 de Diciembre de 1619 en la ciudad de Los
Reyes. Libro de Provisiones... doc. cit. ff. 142.
13. Cabildo del 29 de Marzo de 1647. Libro de Actas de Cabildo. Colección particular. La Paz.
14. Se establece que los 2.000 pesos estarían destinados, la mitad para la cámara del Rey y la otra
para la fortificación del Callao. Provisión del Marqués de Mancera dada en Los Reyes el 29 de
Marzo de 1647. Libro de Provisiones... doc. cit.
15. Cabildo del 11 de Abril de 1647. Libro de Actas de Cabildo... doc. cit.
16. Ibid.
17. Ver Roberto Choque y Silvia Rivera en Avances No. 1, La Paz, 1977.
18. O' Phelan, Scarlet Un siglo de rebeliones anticoloniales, Cuzco, Ed. Bartolomé de Las Casas, 1988.
39

Capítulo 3. Cantumarca. La Villa


Imperial de Potosí

1 Siempre hay algo nuevo que decir sobre Potosí, aunque para ambientar lo nuevo se
tenga que retejer algunas tramas conocidas1. El interés de este capítulo está en el
material referido a la vida cotidiana de los indios en Potosí, su vivienda, alimentación,
salud y convivencia con el mundo hispano. El nuevo material procede de los Libros de
Actas de Cabildo de Potosí, de escrituras públicas y expedientes judiciales de la
Audiencia de Charcas cuidadosamente catalogadas por Gunnar Mendoza en su Catálogo
de Minas del Archivo Nacional de Bolivia. También de algunos documentos del Archivo
Histórico de la Casa de la Moneda, que se citan oportunamente.
2 Los españoles que recorrieron el territorio de lo que hoy es Bolivia en 1535 con la
expedición del conquistador Diego de Almagro, no encontraron minas de las plata que
dieron luego tanto que hablar dejando solamente una fundación española en Paria, al
encontrar allí la capital de la Confederación de los reinos Charcas, que conformaban la
inmensa masa poblacional del altiplano andino. El territorio quedó repartido en
encomiendas de tierras y de minas, quedando cerca de Potosí la mina de Porco
perteneciente a Lorenzo Estopiñán, que era administrada por Juan de Villarroel.
(Crespo 1969:18-19). Recién diez años después, en 1545 se descubrieron las minas de
plata de Potosí, fundándose rápidamente un campamento minero con vecinos de Porco,
Chuquisaca y otros lugares. En los alrededores del Cerro Rico de Potosí existían tres
asentamientos con cerca de 2.500 indios repartidos en tres poblaciones. La más cercana
de donde después se fundó la villa fue la de Ccantumarca 2, otra se situaba ″al pie de la
cuesta cansada o de Jesús Valle, donde según Arzans, tendrían buenos edificios, según
mostraban sus ruinas. Sus pobladores tenían la costumbre de ir a los valles a traer maíz
para hacer su estimado brebaje que llaman chicha″ y comercializarlo entre los
pobladores de Ccantumarca junto con otros alimentos. Existía además una tercera
población de menor número de habitantes entre Caricari y Uiñayrumi. Los tres pueblos
fueron hospitalarios con los españoles hasta que éstos les obligaron a construir sus
casas. Edificaron al principio 94 casas en los lugares más secos, alrededor de una
laguna. Pero como cada día la población crecía más y más, drenaron el agua y la
cubrieron de tierra, quedando ese espacio como la mejor parte de la villa. Luego, cada
cual hizo su casa, con tanta prisa que las calles quedaron torcidas y desordenadas.
40

(-1705-1965 T. I: 40-42) Los vecinos de Potosí tuvieron que solicitar varias veces al
Virrey de Lima la fundación oficial de la ciudad, pero ello ocasionó serios desacuerdos
con la Audiencia de La Plata, que se creía con autoridad suficiente para hacer que aquel
asiento se mantuviera bajo su jurisdicción. En 1561 el vecindario comisionó a Francisco
de la Serna a Lima para obtener del Virrey conde de Nieva la exención del Asiento de la
jurisprudencia de La Plata, ofreciendo a cambio la entrega de una cantidad de dinero a
la Hacienda. Así, entregando setenta y nueve mil pesos de plata ensayados anuales a la
Hacienda Real, se obtuvo la autorización de lo que en adelante se llamaría Villa
Imperial de Potosí (Crespo, 1969: 27). El Virrey Conde de Nieva celebró el acuerdo con la
Audiencia de que a partir de entonces se llamaría Villa Imperial de Potosí y estaría
gobernada por dos alcaldes ordinarios y seis regidores, elegidos cada año.
Jurisdiccional-mente la Villa de Potosí dependía de la Audiencia de Charcas y del
Virreinato del Perú. Sin embargo, la explotación de plata en las minas de Potosí no
solamente incidió económicamente en el mundo occidental, la presencia colonial
española en la desolada altitud andina de las minas de plata del rico cerro de Potosí dio
lugar a una ciudad rara, ubicada en inhóspito lugar, que hoy muestra un ambiente de
grandeza ausente y extraño, que el cronista del siglo XVIII, Bartolomé Arsanz de Orsúa y
Vela; se ha encargado de describir en muchas páginas, contando las historias más
fascinantes e increíbles ocurridas en la Villa Imperial. Ellas muestran que la gran
riqueza generó fiestas, crimen, piedad, auge y turbulencia, todo al mismo tiempo y en
grandes proporciones.
3 El Virrey Toledo, en su visita a la Villa en 1572, mandó a hacer el trazo urbano de la
ciudad, y a pedido de los mineros que residían allí, ordenó construir una Ribera
artificial, a lo largo de la ciudad, para la labor de todos los ingenios de la ciudad. La
ciudad quedó así dividida en dos, los barrios de españoles quedaron al oeste y los de
indios al este. El primer censo realizado por el Virrey Toledo dio 120.000 habitantes y
hacia 1650 ya eran 160.000. (Hanke, 1959: 9). Por el número de habitantes Potosí estaba
entre las ciudades más pobladas del mundo. Sin embargo, el asentamiento y Villa de
Potosí, se caracterizaron por ser totalmente desordenados e improvisados. Las leyes
que normaban su conformación ordenada se aplicaron después. La legislación indiana
contemplaba básicamente una separación residencial entre españoles, criollos, negros,
mestizos e indios. Sobre el tema existen más de nueve disposiciones ratificando esta
política que se expresa en las ordenanzas que dicen que en pueblos de indios no debían
vivir españoles, negros, mestizos y mulatos, así como en los de indios no debían vivir
españoles, mestizos, ni mulatos aunque hubieran comprado tierras en esos sitios.
(Mesa-Gisbert, 1985:163). Sin embargo, según la apreciación de Cañete (1705:2-8), el
pueblo se edificó tumultuosamente″ por los que vinieron arrastrados por la codicia de
la plata...cada uno se situó donde quiso de manera que fueron formando unas calles
demasiado angostas y largas para asegurar el tráfico y abrigarse de los vientos de la
sierra...″. Las disposiciones de Toledo pretendieron reformar el desorden, mandando
abrir calles, ″pero con desigualdad y sin arte″, de tal modo que había, según Cañete,
tanto indio en la Villa que no tenían más habitación que las calles y plazas y ″son
puerquísimos estos lugares y tanto que una calle traviesa muy angosta y larga llamada
de las siete vueltas cuatro cuadras de la plaza es intransitable por gentes decentes por
estar siempre inundadas de inmundicia″. (-1705-2-8). La fundación y ubicación de las
parroquias muestra el intento de separar las viviendas indígenas de las españolas,
41

situando las primeras en la periferia de las segundas. Sin embargo desde principios del
siglo XVII se advierte superposición de viviendas de indios en barrios de españoles 3.

Fuente: Teresa Gisbert Historia de la Vivienda y de los Conjuntos Urbanos en Bolivia. (La Paz. 1991)

4 Así las parroquias, junto con otras disposiciones del Virrey Toledo, estaban destinadas a
agrupar en torno a ellas los barrios de indios con el fin de que recibieran doctrina y no
pasaran a habitar en los barrios destinados a los españoles. Se fundaron trece
parroquias ubicadas a lo largo de la Ribera, allí donde se encontraban instalados los
ingenios En el siglo XVI, la mayoría de los mitayos vivía en las rancherías, que quedaban
entre la Ribera y el cerro. Las rancherías que rodearon luego la ciudad por el norte
aparecieron a principios del siglo XVII. De acuerdo al plano de Potosí publicado por
Mesa y Gisbert (1985), correspondiente al siglo XVIII, las rancherías que rodearon la
ciudad eran San Sebastián, Santiago, San Pedro, Copacabana, Santa Bárbara, San Benito,
San Lorenzo, San Bernardo, San Martín, San Juan Bautista, La Concepción, San Pablo, y
San Cristóbal. Por otra parte, en cada parroquia estaba empadronados alrededor de 300
mitayos y más de 60 yanaconas especializados. Encabezaba la lista de mitayos y
yanaconas empadronados el cacique encargado de ellos, a quien se le reconocía el título
de don y la prerrogativa de gobernar sobre los demás indios, a fin de que éstos acudan a
la mita asignada. Los caciques recibían por su trabajo 60 pesos que provenían de los
tributos cobrados a los mitayos, a ellos se les encargaba que mantengan a los indios
trabajando, y que tuvieran qué comer, alejados del ocio y de las borracheras. (ACM. CR.
18).
5 Las rancherías eran galpones sin divisiones, de 6 metros de ancho por 100 de largo. Allí
vivían con toda promiscuidad, según el cronista Lizárraga, pues compartían el espacio
padres, madres, gallinas, cochinillos, perros, gatos y ratas. (1928:276). La descripción
que hace Arsanz, sin embargo, hace suponer que en estos galpones habría existido
cierto tipo de compartimiento por familia, y que en aquellas pequeñas habitaciones
tenían un fogón, una cama y entre 8 y 10 cántaros de chicha. (-1705-1965: TI: 42-43). La
42

propiedad de estas rancherías, era común a todos hasta fines del siglo XVI. Otras
viviendas eran redondas.
6 Hasta hace poco se creyó que los mitayos se agruparon, desde el siglo XVI, por etnias en
las parroquias y rancherías. Sin embargo, estudios recientes 4 han demostrado que la
política administrativa del cabildo de la ciudad evitaba agrupar lo menos posible a
indios de una misma etnia en la misma parroquia. Es así que los indios hasta los
primeros años del siglo XVII, estaban totalmente diseminados en las rancherías. Este
hecho determinó en definitiva que los indios no pudieran establecer raigambre ni
propiedad individual o colectiva de sus viviendas. Recién a mediados del siglo XVII, las
rancherías se fueron poblando por etnias y dieron lugar a barrios determinados por
parroquias. Con el tiempo éstas fueron conocidas por la etnia mayoritaria que las
habitaba, así tenemos a San Lorenzo de los carangas, San Martín de los lupacas y San
Sebastián de los quillacas. (ACM. CR. 18; Escobari, 1990: 53). Según Bakewell (1992) hubo
en Potosí anualmente tres remesas de 3.500 indios cada una, quienes durante los
primeros años de desarrollo de las minas, llenaron las espectativas de mano de obra de
los dueños de minas, pero conforme pasaba el tiempo las minas aumentaban en número
y se hacían más profundas en la tierra, de modo que la población nativa declinó
rápidamente.
7 La dieta alimenticia de los indios, antes de la llegada de los españoles, consistía en papa,
quinua, charque, (carne de llama seca), maíz, ají y legumbres. Con el primer contacto
habitacional con los españoles en la Villa Imperial de Potosí en el siglo XVI, los mitayos
incorporaron a su alimentación carne fresca y pan de trigo, alimentos propios de la
dieta occidental. Fue imposible limitar la alimentación de los indios a la que tenían
antes de la llegada de los españoles, por el contrario, uno de los primeros alimentos en
ser incorporados a su dieta fue el pan de trigo. En el mercado de Potosí también
encontraron productos prehis-pánicos propios tales como variedades de papas, ají y
maíz, pero incorporados al mercado monetario. Por otro lado en vista de la
imposibilidad de acceder a sus productos tradicionales, procedentes de sus cosechas y
pisos ecológicos, y de lo caros que les resultaban los productos de la ciudad, tuvieron
que echar mano de las llamas que llevaron consigo para alimentarse, con la
consecuente queja del cabildo municipal de la ciudad porque se restaban animales de
carga para transportar el mineral de plata del cerro. (ANB. CPPR. Años 1596-1605 ff. 41.)
(Escobari, 1987).
8 Los frecuentes períodos de sequía originaron escasez de comida. A fines del siglo XVI, el
Cabildo acordó un empréstito de 150.000 a 200.000 pesos de las cajas reales con
autorización del virrey para despachar comisiones a los valles de Cochabamba, Tomina,
Mizque y otros para comprar trigo, maíz, papa en todas sus variedades, y toda la
comida que pudieran, para acumularla en la Villa, a fin de que ella esté abastecida,
tanto la población española, como para la indígena. El daño más temido era que los
indios huyesen por la escasez. El acarreo de víveres era efectuado con los 100 indios de
mita que el Cabildo destinaba a ello (ANB. CPLA. T. 6, ff. 64, 70 v, 71 v, 73, 76; CPLA T. 8:
75; Cañete-1787-). De todas maneras, Potosí se convirtió, -según Sempat Assadourian
(1982)-, en un polo integrador del espacio económico peruano, donde las ganancias de
los trajines para abastecerlo en comidas e insumos mineros eran considerables y
reportaban réditos a los propios indios de las comunidades. Con esta ganancia las
comunidades pagaban el propio tributo en su lugar de origen y en muchos casos daban
un subsidio en alimentos a los miembros de su familia que se encontraban mitando en
43

Potosí. Thierry Saignes (1984), que se dedicó a estudiar el fenómeno de las migraciones
indígenas del siglo XVI en el territorio de lo que hoy es Bolivia, afirma que según su
situación geográfica con respecto a las rutas comerciales y a los centros mineros y
según su acceso a los recursos de zonas ecológicas distintas, los ayllus, nombre que se
daba a las comunidades indígenas del sur andino, repartían su fuerza de trabajo entre
las actividades agrícolas, mercantiles y mineras, de tal modo que combinaban sus
desplazamientos de una manera por demás eficiente. Esta práctica que es de origen
prehispánico, y es llamada por los especialistas como control vertical de pisos ecológicos,
prevaleció durante la época de la colonia en varios lugares, sin que jamás la estructura
colonial española se diera cuenta de ello. Muchas veces los caciques encargados de
reclutar mano de obra de las provincias obligadas para la mita de Potosí, renunciaban a
hacerlo a cambio de maíz o algún otro producto.
9 La tendencia general del gobierno de Potosí fue de que en las rancherías de indios no
hubieran pulperías porque servían para que los indios se aprovisionaran de chicha y
muchas veces de vino de desecho y vinagre, que les acarreaban enfermedades y morían;
sobre todo para evitar que los indios compraran chicha y vino, ya que para hacerlo
robaban azogue y mineral de plata. (ANB. CPLA Afros 1596-1605, ff. 181).
10 En 1555 se fundó el Hospital de Potosí en la calle de San Francisco, trasladándose un
año más tarde a unas casas a un lado de la plaza Mayor que costaron 600 pesos de plata.
La compra se hizo con los propios fondos del hospital de indios. Este mismo hospital,
destinado a indios y españoles, es el que Cañete5 describe como Hospital de Belén que,
al estar ubicado en la Plaza Mayor, (-1705-: 2-8) hacía que todos los moradores
tropezasen con un espectáculo asqueroso y melancólico como era el de ver a los
enfermos tomar sol en plena plaza. El Hospital betlemita era mantenido por los propios
mitayos, quienes pagaban un tomín, o medio peso al año para su sustento. A principios
del siglo XVII se fundó el Hospital de San Juan de Dios para españoles. El primer médico
de este Hospital fue el licenciado Francisco de Lerma. El título de Médico del Hospital
era conferido por el Virrey en Lima, y era de gran honor y reconocimiento público.
Recibía, fuera de su salario, 14 indios de mita para que los hiciera trabajar en sus
propias minas. El título de Barbero, que era el nombre que se les daba también a los
cirujanos, era igualmente conferido por el Virrey. Los barberos y los cirujanos eran los
médicos destinados a atender parroquias y rancherías de indios, pero a un solo barbero
se le encomendaban parroquias enteras. (ANB. ep 1557: ff 27). Por ello, no era de
extrañar que a fines del siglo XVI hubiera denuncias de los protectores de naturales ante
el Cabildo en contra de los barberos, a quienes se les morían indios que venían heridos
del cerro diariamente. La alta mortandad de indios en la Villa no solamente se debía a
las enfermedades contraídas por el trabajo forzado de la mita, sino por las epidemias de
viruela, sarampión, color de costado, bubillas y tabardillo6, estas últimas afecciones al
hígado, probablemente hepatitis. En época de epidemias, todos los españoles que tenían
indios en las minas, ingenios, beneficios, trajines, salinas y otros, debían dar una
limosna de un peso corriente por cada indio que tuvieran internado en el hospital.
También había colectas de pasa de uva y azúcar para dar a los indios en las rancherías,
para ello el Cabildo nombraba diputados para distribuir azúcar, carneros, pasas, pan,
chuño y papas a los enfermos de viruela. En esas ocasiones se congregaba a los indios
enfermos en determinadas parroquias para evitar el contagio. Las rogativas a San
Ignacio de Loyola, patrón de la Villa para las enfermedades, eran frecuentes,
44

encabezadas por procesiones del santo desde su parroquia a la catedral y viceversa.


(ANB. CPLA. T 5 FF: 410).

NOTAS
1. En el Capítulo 1 de la Cuarta parte se hace una evaluación de la Bibliografía que se ha utilizado
en este libro para el estudio de Potosí.
2. Ccantumarca significa ″tierra vuestra o vuestra patria″, Arsanz Historia de la Villa Imperial de
Potosí. Ed. Brown University Press, Providence, Rhode Island. 1965 T. I, pág. 40.
3. Por ejemplo una carta de venta efectuada en Potosí el año 1640, muestra que Felipe Chimbo,
indio vendió a su hermano Juan unas casas de vivienda y morada que ambos hermanos poseían
″questá en esta villa en la calle que va del convento de Señor San Agustín assia el Tiopampa que
lindan por una parte con casas de Gregorio Poma yndio = y por la otra con casas de Juan Alvarez,
español = las cuales dichas casas les pertenece por herencia de Juan Chinbo, su padre...″ (ACM. E N
. 106,10 julio 1640. Esc. Diego Pacheco de Chávez).
4. Ver Capítulo 2, Cuarta Parte.
5. La edición de la crónica que se ha consultado para este capítulo es un facsímil de la original,
que guarda la Biblioteca Central de la Universidad Mayor de San Andrés.
6. Bubillas o inflamaciones a los ganglios linfáticos. Tabardillo o erupción de manchas por estado
tífico.
45

Capítulo 4. Chiquitos. Santa Cruz de


la Sierra1

1 Los grupos indígenas que habitaban la extensa región del Oriente boliviano pueden ser
incluidos dentro del grupo de los llamados agricultores de las aldeas de los bosques
tropicales. Desde el punto de vista lingüístico son tres las principales familias
lingüísticas: arawaka, caribe y tupí-guaraní. En el caso de la Chiquitania, el grupo
aborigen más conocido y al mismo tiempo más importante es el chiquitano, y dentro de
ellos los chiquitanos propiamente dichos, los arawaka y los chapacura 2.
2 Es difícil establecer la fundación de la ciudad de Santa Cruz, porque se fundaron varios
asentamientos en poco tiempo y en diferentes lugares, destinados a ser la capital
española de la Chiquitania. Es el historiador Humberto Vázquez Machicado quien
sintetiza sistemáticamente las fundaciones y traslados de Santa Cruz.
3 Dos expediciones salieron casi simultáneamente hacia el oriente boliviano. Andrés
Manso desde las tierras altas en 1557, quien habiendo llegado antes que Ñuflo de
Chávez fundó la Barranca; Andrés Manso era yerno del Virrey del Perú, Andrés Hurtado
de Mendoza, Marqués de Cañete y traía poderes otorgados por él para establecer una
nueva Gobernación. Ñuflo de Chávez llegó en 1558, después de remontar el río Paraguay
y se encontró con que la Chiquitania ya había sido ocupada por Manso. Como la
jurisdicción del lugar estaba en contradicción de hegemonía, Chávez partió hacia Lima
donde el Virrey le distinguió por estar casado a su vez con doña Elvira de Mendoza, su
pariente, otorgándole una Cédula fechada el 15 de febrero de 1560, por la que creaba la
Gobernación de Moxos, que comprendía el Mato Groso, Chiquitos y Moxos. Se otorgó la
nueva gobernación a García Hurtado de Mendoza, hijo del Virrey, la tenencia de la
gobernación a Chávez y el alguacilazgo mayor a Salazar, mientras que el Chaco le
correspondía a Manso. Así se resolvió el conflicto jurisdiccional 3.
4 Aunque el primer Gobernador fue el hijo del Virrey, quien realmente ostentó el cargo
fue Ñuflo de Chávez. La región chiquitana estaba habitada por aproximadamente 20.000
indios, cuando decidió fundar Santa Cruz de la Sierra el 26 de febrero de 1561, al pie de
las colinas de Rquió y Turubó. Los primeros pobladores de Santa Cruz de la Sierra
fueron 90, una parte procedía de Asunción y otra de la Audiencia de Charcas.
46

5 La ubicación original planteó serios problemas porque resultaba lejos de cualquier


parte y los nativos asechaban constantemente. Se planteó fundar una nueva ciudad
entre La Plata y Santa Cruz de la Sierra, eligiéndose la margen derecha del río Grande o
Guapay el 13 de septiembre de 1590, fundándose San Lorenzo el Real, también llamada
San Lorenzo de la Frontera y San Lorenzo de la Barranca. Poco tiempo después se hizo
el primer traslado de esta ciudad a la margen izquierda del río Grande, en las
inmediaciones de Cotoca. Finalmente el 21 de mayo de 1595, fue nuevamente trasladada
a la llanura de Grigotá, a cinco kilómetros al este del río Piraí en la denominada punta
de San Bartolomé.
6 Al principio los vecinos de Santa Cruz tuvieron que armarse y defenderse de los
naturales, que invadían las granjas aledañas a la ciudad, para robar machetes, azadones
y palas, cuyo uso -después del primer contacto con los blancos- ya eran codiciados por
ellos por la utilidad que les representaba. Estos enfrentamientos fueron frecuentes
durante el siglo XVII, siendo que en repetidas oportunidades, algunos valientes
ingresaron a Chiquitos para dar escarmiento a los naturales. Los vecinos de Santa Cruz
llevaron una vida muy precaria. En 1619 tenían una iglesia parroquial sin sustento
alguno, no tenían hospital, había veinticuatro rasos y 450 indios tributarios con sus
familias trabajando las chacras de los españoles en los ingenios de azúcar.
7 La ciudad fue nueva y finalmente refundada en 1621, cuando el Gobernador Ñuño de la
Cueva trasladó Santa Cruz de la Sierra a San Lorenzo para formar una sola ciudad. Pero
Santa Cruz de la Sierra no desapareció sino que absorbió a San Lorenzo. Durante el siglo
XVII las cosas no cambiaron mucho, las fuentes describen una ciudad pequeña trazada
en damero con una gran plaza alrededor de la cual estaban los principales edificios, el
resto de las viviendas estaba repartido en once calles principales 4.
8 Esa era la situación cuando hicieron su entrada los jesuitas a fundar las Misiones, sin
embargo la ciudad no contaba con autoridades eclesiásticas. Los canónigos, no
aviniéndose al clima de la ciudad de Santa Cruz, preferían residir en la villa de Mizque,
del Alto Perú. Pretextaban que Santa Cruz tenía un clima enfermizo. Sin embargo, el
Virrey conde de Castelar, los obligó a pasar a residir en Santa Cruz. El primero en fijar
su residencia fue el Obispo Herboso y Figueroa recién en 1771.
9 La ciudad de Santa Cruz de la Sierra vivió siempre un aislamiento del resto de la
Audiencia debido a la dificultad de acceso. Apenas 30 familias fueron el núcleo
fundador.
10 Los levantamientos indígenas a fines del siglo XVIII, que tuvieron intensas
connotaciones en toda la Audiencia, no tuvieron repercusión en Santa Cruz. La índole
de la explotación agrícola y el régimen de servidumbre existente no habían provocado
ese resentimiento de origen económico ya que en Santa Cruz ni blancos ni indios
pagaban alcabala5 ni tributo.
11 Sin embargo, en 1809 hubo en Santa Cruz un levantamiento de esclavos. Según los
informes pasados por el Cabildo Secular a la Audiencia de Charcas, el plan consistía en
asaltar la ciudad el día 20 de agosto antes del amanecer, ″pasando a degüello a toda
persona de cara blanca″. Dicho plan vino dado a causa de haberse recibido una Real
Orden para que los esclavos fueran libres de servidumbre y los tributarios libres del
tributo y que aquella disposición les había sido ocultada. En esta revuelta se ve que el
fermento de las ideas libertarias había llegado y había hecho crisis en los 150 esclavos
negros que entonces existían. Descubierta la conjura muchos fueron muertos, otros
47

remitidos a La Plata para seguirles proceso, y otros quedaron libres. Finalmente, la


Audiencia de La Plata resolvió declarar nula la insurrección, dejando libres a los
responsables. Como en toda la Audiencia la Guerra de la Independencia duró varios
años, destacándose quizás en Santa Cruz la batalla del Pari, por la cantidad de víctimas
que cobró, sobreviviendo solamente la décima parte de los 3.000 soldados que
participaron. Sin embargo, más que en ninguna parte, el realismo se sostuvo en Santa
Cruz, apoyando a las clases pudientes, incluso una vez declarada la República con los
adeptos del General Aguilera. Esto se explica porque el cruceño criollo no tenía el
resentimiento del criollo de las demás provincias, en cuanto al reparto de honores. El
régimen económico patriarcal en Santa Cruz, donde no habían cargas de impuestos,
hacía que los cruceños no se sintieran inferiores a los peninsulares. Es más, les parecía
que las palabras de ″patria″ y ″libertad″ solamente insurreccionaban a las clases bajas
que trabajaban para ellos.
12 En cuanto a los indios, el sistema misional implantado por los jesuitas y proseguido,
aunque de mala manera por el clero secular, libraba a los indios de la carga de la mita y
repartimientos. Los indios, al no tributar, supuestamente no sentían mayor
resentimiento contra sus autoridades.
13 Para llegar a Santa Cruz de la Sierra en el siglo XVII había que atravezar 40 leguas de
despoblado, por donde merodeaban indios de guerra que hacían muy difícil su acceso.
Era, por lo tanto, muy difícil el transporte del vino y la harina, que se pudría con la
humedad. El cultivo de la tierra y la explotación ganadera fueron las únicas fuentes de
riqueza. De ahí que desde su fundación tuvo que autoabastecerse. El historiador
Enrique Finot (1936) dice que después del desamparo de Santa Cruz la Vieja, San
Lorenzo arrastró una existencia lánguida durante el período colonial mientras que las
otras ciudades altoperuanas, sus hermanas, alcanzaban envidiable desarrollo, al
conjuro deslumbrador de la riqueza minera. Sin embargo, desde el siglo XVIII, pese a los
caminos difíciles, Santa Cruz comenzó a exportar sus productos a las zonas mineras,
especialmente a Potosí. Así comenzaron a llegar productos como algodón, azúcar,
cecina, y artesanías de las Misiones, como bargueños y baúles, con taraceado e
incrustaciones de conchas. La vida republicana no cambió el movimiento comercial.
14 En Santa Cruz no había piedra para construir cimientos, todas las construcciones eran
de madera. Se hacían tapiales de arena, teniendo que hacerse mantenimiento de los
edificios cada seis meses. El Cabildo en el siglo XVII informó que durante 27 años no
hubo allí obispo, ni deán, por cuanto la iglesia estaba caída. La reedificación fue hecha
por el Arcediano Francisco Alvarez de Toledo, gobernador del obispado en sede
vacante. En el siglo XVIII, la catedral era pobre y pequeña. Sin duda la descripción que
hace Viedma de la ciudad de Santa Cruz en 1793 es muy ilustrativa. Refiere que las
calles principales eran once, sin forma, ni orden. Las casas principales en el centro de la
ciudad eran de adobe, algunas cubiertas con teja. La plaza, de mucha extensión, era
cuadrada, en uno de cuyos lados se hallaba la catedral, muy venida a menos. Había
también una ermita que llamaban de la Misericordia, donde enterraban a la gente
pobre.
15 A principios del siglo XIX, eran pocas las casas con techo de teja, la mayoría eran de
tronco de palma. Debido al clima tenían habitaciones amplias y estaban separadas unas
de otras por grandes solares. Las aceras de las calles estaban bajo aleros para proteger
del sol y de la lluvia a los transeúntes. En las casas acomodadas se practicaba mucho el
juego que era muy criticado por las autoridades, pero igualmente practicado.
48

16 La estructura social en esa época estaba conformada por una población blanca, que
tenía a sus órdenes a la cambada obediente y sumisa. La poca población mestiza estaba
dedicada al artesanado.
17 Hacia 1612, los jesuitas fundaron en Santa Cruz una congregación de seglares, quienes
fundaron además un primer hospital para pobres y menesterosos, que tuvo su primera
gran misión acudir a los que sufrieron la peste de 1620. Seguramente fue una expansión
de la epidemia de sarampión que arrasó con los mitayos de Potosí en 1618. Los jesuitas
evangelizaron, pero también enseñaron a leer y escribir. Por su parte, el Cabildo
presidido por el Maese de Campo Antonio Suárez nombró a Mateo de Vargas el primer
maestro de la primera escuela pública. En 1646 fue fundado en Santa Cruz el primer
Seminario para la formación de sacerdotes. Este seminario, fundado por Juan de
Arguinao, funcionó hasta 1666 en que un seguidor Gabriel Gonzáles de la Torre, se
ausentó de Santa Cruz. Desaparecido el Seminario, la enseñanza volvió a reducirse a las
primeras letras a cargo de los padres de la Compañía.
18 A mediados del siglo XVIII se trató de restablecer el antiguo Seminario con el empuje del
Obispo Herboso. Sin embargo la contribución solamente era en materiales y trabajo, ya
que para la adquisición de bisagras y cerraduras se requería dinero que era imposible
conseguir. El historiador Humberto Vázquez Machicado refiere que la pobreza era
paradójica, pues los hijos de los más acaudalados, concurrían a clases descalzos y
algunos en camisa, aunque en sus casas usaban vajilla de plata y los vestidos femeninos
eran bordados con oro y perlas.
19 En 1767, se expulsó a los jesuitas, y la educación decayó notablemente. El 25 de octubre
de 1768, el Conde de Aranda envió una orden expresa para la fundación del Seminario.
Se destinó 3.803 pesos para adquirir la estancia de Guayabas, que había sido de los
jesuitas, para el nuevo Seminario. Este Colegio Seminario instruía en gramática,
teología moral. Más tarde fue llamado Colegio Nacional, y ocupaba un lado de la plaza
principal, donde actualmente es la Alcaldía Municipal. Funcionó hasta comenzado el
siglo XX, en que fue trasladado a otro lugar. La única habitación que estaba en regular
estado fue hasta 1915 el Rectorado de la Universidad. En el lugar de la capilla del
Colegio se alza hoy el edificio de la Universidad Gabriel René Moreno.
20 Y por lo que respecta al andar descalzos obedecía más al clima que a la pobreza. A fines
del siglo XVIII las mujeres en general, usaban unas enaguas blancas largas hasta los pies,
bordados de colores o listas de encajes; la blusa con mangas, cerradas por el cuello, muy
bordadas. El cabello en dos trenzas, unidas por una cinta. Las mujeres del pueblo
andaban descalzas, mientras que las de mejores recursos, en ocasiones especiales
usaban unos ″guarda-pies″ de terciopelo azul o verde. El zapato menos elegante era de
cordobán, y lo usaban sólo para salir de casa. Las naturales usaban una camisa larga
hasta los pies, de tela de algodón, llamado desde entonces tipoy. Hablaban castellano.
21 Como en el resto de las ciudades coloniales del país, la educación, en el siglo XVIII no
llegaba a las mujeres quienes apenas sabían leer y escribir.
49

NOTAS
1. Este ensayo fue escrito en base a la bibliografía siguiente: Finot Enrique, Historia de la Conquista
del Oriente boliviano. Buenos Aires, 1939. Molina Plácido, Historia de la Gobernación e Intendencia de
Santa Cruz de la Sierra. Imprenta y Litografía Urania. La Paz, 1936. Moreno Gabriel René,
Chiquitos". En: Monografía de Bolivia, Oruro y Santa Cruz. T. III, págs. 400-432. Biblioteca del
Sesquicentenario de la República. La Paz, 1976. Vázquez Machicado Humberto, "Santa Cruz de la
Sierra en los siglos XVI y XVII" En: Obras Completas. T. II. "Obispo y Canónigos Tahures. Crónicas del
Santa Cruz Colonial", "La Efervescencia Libertaria en el Alto Perú de 1809", “Espíritu de la
Revolución Emancipadora en Santa Cruz de la Sierra", "Orígenes de la Instrucción Pública en
Santa Cruz de la Sierra". En: Vázquez Machicado, Humberto, Vázquez Machicado José, Obras
Completas. Tomo III. Ed. Don Bosco. La Paz, 1987.
2. Parejas, Alcides "Chiquitos, Historia de una Utopía". En: Chiquitos, Comp. Pedro Querejazu. Ed.
Fundación BHN, La Paz, 1995.
3. Parejas, Alcides, en Chiquitos, ob. cit. pág. 269.
4. Ibidem, pág. 271.
5. Impuesto que se pagaba por toda compra y venta.
50

Capítulo 5. Las Misiones después de


la expulsión de los jesuitas1

1 Es natural preguntarse ¿qué fue de la labor misionera instaurada por los jesuitas
después de su expulsión? El presente capítulo trata del gobierno espiritual impartido a
los pueblos misionales a partir de esa expulsión. Los datos están tomados en su
totalidad del Libro Disposiciones Canónicas para las Misiones de Chiquitos, que guarda el
Archivo de Concepción.
2 Por disposición del Virrey Gobernador General de las Provincias del río de la Plata y
presidente de aquella Audiencia, vigente desde el 2 de enero de 1766, se dispuso ″se
saque de semejante opresión″ a los pueblos de Indias de Mojos y Chiquitos″. Se les
devuelva la libertad y propiedad individual de que se hallaban privados. Se otorgó
libertad a los indios para que se manejasen libremente como lo hacían los demás indios
del reino del Perú conforme a las leyes de la Real cédula del 17 de mayo de 1783. Se les
exhortó, en cambio, al pago de tributo en la cuota establecida, se les repartió tierra y
ganados para su subsistencia y la de sus familias para que fomenten la agricultura e
industria señalan do claramente las propias de aquellas de la comunidad. Asimismo, se
instruyó que a todos los pueblos se les siguiera enseñando el idioma castellano, y se
estableciera escuela allí donde no hubiera, ya que la instrucción de los indios desde su
tierna edad era de conciencia cristiana civil y política. Ordenó también el Virrey
disponer de un escribano con autorizaciones propias de su oficio bajo las ordenes del
Gobernador de Chiquitos.
3 La nueva Intendencia de Cochabamba quedó a cargo del Intendente Francisco de
Viedma y fue desmembraba su jurisdicción de las Misiones de Chiquitos y de las de
Apolobamba. Asimismo, el Virrey de las Provincias del Río de La Plata ordenó en 1799,
para que se asista al Colegio Seminario de Santa Cruz con 1.296 pesos para la dotación
de sus canteras, ordenando que lo sigan haciendo en el futuro los Ministros de la Real
hacienda de Cochabamba, abonando lo convenido.
4 La vida en las Misiones de Chiquitos, luego de la expulsión de los jesuitas (1767) cambió
notablemente, sobre todo en el gobierno temporal. La apertura al mundo exterior, -
todavía colonial-, si bien no supuso el cambio político y económico que sobrevendría en
el siglo XIX, mostró al indígena chiquitano una realidad más amplia. El aspecto más
51

relevante es que se les obligó a aprender el castellano, y a los nuevos sacerdotes


seculares a predicar en este idioma, sin dejar de aprender también el idioma
chiquitano. Esta situación permitió al indígena ofrecer por su cuenta los productos de
su trabajo. En lo tocante al gobierno espiritual y temporal, el gobierno de las Misiones
mantuvo la forma de la época jesuítica. Las disposiciones emanadas del Obispado de
Santa Cruz, muestran continuidad en la mentalidad del cura doctrinero y del
administrador civil encargados de las Misiones.
5 Los sacerdotes seculares, quienes desde 1780 se encontraban en plena actividad
evangelizadora eran enviados desde el Obispado de Santa Cruz, y debían ser personas
instruidas e idóneas para el cargo. Al llegar debían presentar las licencias del Prelado,
para justificar su presencia en el pueblo. Tenían una jerarquía que debían respetar
estrictamente, existiendo dos sacerdotes en cada pueblo, el cura primero y el cura
segundo. Cada uno tenía funciones específicas, el cura segundo estaba subordinado al
primero en todo lo referido a la dirección de la misión, distribución de misas, doctrinas
y sermones, además de la imposición de los sacramentos. El cura segundo estaba
supeditado al primero o al Vicario de Provincia para poder ausentarse del pueblo. En
caso de muerte o enfermedad del cura primero, el cura segundo era preferido para
reemplazarlo. En la organización de la misión, colaboraban los sacristanes mayores, y
los maestros de capilla, quienes debían preparar ritos, fiestas, y sacramentos. También
se ocupaban de los funerales. Los sacerdotes debían guardar buenas relaciones entre
ellos, conduciéndose con armonía y rectitud para dar ejemplo a los naturales. Si bien la
jerarquía debía ser respetada, la función de los sacerdotes, fueran éstos primeros o
segundos, era la de evangelizar. Las ordenanzas eran claras y debían cumplir fielmente
sus obligaciones tanto espirituales como eclesiásticas, debiendo respetar la pureza de
las costumbres. Además de guardar buenas relaciones entre ellos los misioneros debían
proceder con honestidad. Como su principal ocupación era ″edificarlos e instruirlos″,
los misioneros aprendían el idioma de los chiquitanos. Los confesaban a menudo, sobre
todo a los enfermos, echándoles agua bendita para exorcisarlos ″...por ser más, recia la
batería que da el diablo...″, debían abandonar la torpeza en el trato con los indígenas y
más bien atraerlos a la fe con bondad y dulzura. El obispado era muy estricto con los
sacerdotes, ya que en casos de incumplimiento eran sancionados con el retiro de sus
sínodos2.
6 En la evangelización estaba dispuesto seguir algunas pautas, por ejemplo: durante la
misa se debía enseñar la doctrina cristiana y el catecismo, en castellano y en
chiquitano. Por las tardes, en las puertas de las iglesias se debía predicar la doctrina, y
el encargado de esta labor debía ser el propio párroco o un doctrinero instruido y de
buenas costumbres y por lo menos dos veces por semana, debían llamar especialmente
a los niños y muchachos con campanadas para recibir doctrina especial.
7 A los servicios religiosos como la misa, debían asistir todos los feligreses. En caso de
encontrarse el Señor Gobernador en el pueblo, se llamaba a misa a las ocho de la
mañana con repique de las campanas, siendo éste más largo los domingos y días
festivos. No comenzaba la celebración hasta que todos estuvieran presentes, haciéndose
énfasis sobre todo en la presencia del administrador. Los fieles debían asistir a la iglesia
devotamente, en silencio y con el respeto en la veneración y conciencia de que se
trataba de la Casa de Dios. La celebración de la misa era sagrada, debía celebrarse más
de una vez al día, todos los días de la semana, especialmente, los domingos, días de
fiesta, lunes, jueves y sábado ″por estar acos tumbrados estos naturales, desde el
52

principio de la conquista a esta santa práctica″ y preferiblemente por la mañana


temprano, evitando celebrarse en las noches ″para evitar los desórdenes y ofensas a
Dios que se experimentan al abrigo de la oscuridad y tinieblas...″. Por otro lado, desde el
Concilio de Trento, se obligó a los misioneros a administrar puntualmente y sin
demoras de ningún motivo los sacramentos, que según las disposiciones debían serles
explicados antes de impartírseles. Los sacramentos más administrados fueron el
Bautismo, la Confesión, el Matrimonio, la Extrema Unción. Todos ellos de acuerdo a las
ceremonias del Ritual Romano.
8 La Confesión era uno de los sacramentos más requeridos por la gran cantidad de
feligresía que había en los pueblos de Chiquitos, por lo tanto los misioneros estaban
obligados a poner más sacerdotes ″idóneos y aprobados por los ordinarios″ para
administrarlo, sobre todo en tiempo de Cuaresma. En caso de que aún así faltaran
confesores eclesiásticos, podían desempeñar esa función personas de probada
integridad. Los sacerdotes no debían recibir regalos o presentes de los indios, cuando
éstos acudían a confesarse. Por otro lado, los sacerdotes debían formar un padrón
general anual con los datos de los naturales que acudieran a confesarse, para así
compararlos, y castigar con rigor a los que no cumplían con dicho sacramento. Con el
sacramento de la Extrema Unción se debía tener especial cuidado, ya que los alcaldes o
fiscales de los distintos pueblos tenían la obligación de avisar, lo más prontamente
posible, de la existencia de algún enfermo grave en su pueblo, con el fin de lograr la
salvación de su alma.
9 Los matrimonios debían ser celebrados por el propio párroco o por un sacerdote
autorizado por éste, y antes de celebrarlo, debía informarse si existía algún
impedimento en alguno de los contrayentes, como ser un anterior matrimonio además,
debía lanzar las proclamas con determinado tiempo de anticipación, para que en caso
de existir algún obstáculo, se pudiera denunciar. Los misioneros no podían casar a dos
naturales de distinto pueblo o de distinta doctrina, con excepción de aquellos que
consiguieran permiso especial del Gobernador de Santa Cruz. Los matrimonios, de
acuerdo a la raza de los contrayentes, tenían costos diferentes, así por ejemplo los
españoles y mestizos pagaban la suma de cuatro pesos, dos, si eran de otras castas y los
naturales que no debían pagar nada. En lo que se refiere a la costumbre del ayuno,
variaba de los españoles a los naturales, teniendo los primeros que cumplir quince días
de ayuno, riguroso durante el año, siendo éstos, miércoles de ceniza, siete viernes de
cuaresma, miércoles, jueves y sábado santo, la vigilia de Pentecostés, la de Navidad, y la
de los Apóstoles San Pedro y San Pablo, en los cuales no se podía comer carne. En caso
de que en los días de abstinencia, los españoles comieran carne, debían rezar un Padre
Nuestro y un Ave María para pedir perdón. Los naturales, en cambio tenían la
obligación de ayunar sólo nueve días al año, los siete viernes de cuaresma.
10 Los entierros se realizaban, en las iglesias o en los cementerios, aunque éstos distaran
mucho del pueblo y ya sea en un lugar u otro, los sepulcros debían ser bendecidos. El
entierro tenía un costo, dependiendo de la pompa con que se llevase y de la raza que
fuera el difunto, así los españoles pagaban una suma mayor que los mestizos o los
naturales. Sin embargo, los sacerdotes no debían obligar a los indígenas que sus
entierros fueran pomposos o muy solemnes, dejando que ellos tomaran la última
decisión. En caso de que los indígenas fueran muy pobres, los curas debían rebajar la
mitad o la tercera parte de los costos de entierro, de acuerdo a la solicitud de la viuda o
huérfanos. En 1785 el Obispo don Francisco Ramón de Herboso y Figueroa mandó los
53

siguientes aranceles por servicios religiosos: por entierro de cuerpo de español, con
misa cantada con dos responsos, 40 pesos, si hubiese más posas se pagaba 4 pesos por
cada una, diciéndose en ella su responso cantado; si el entierro era en otra iglesia se
debería añadir 13 pesos y 6 reales y medio. Por el derecho de cruz y campanas, 6 pesos.
De los mestizos y mulatos, 2 pesos. Por un entierro de cuerpo mayor de españoles con
cruz baja en la iglesia propia, 18 pesos en la propia iglesia y 24 en otra 3. Sobre los
derechos de los indios, se tenía en cuenta que eran sumamente pobres por lo que por
entierro se les cobraba 4 pesos, 4 reales y siendo menor de 12 años, 2 pesos; siendo
forastero 12 a 16 pesos. Los cobros por otros sacramentos iban en proporción al tipo de
entierro que se quería dar. Por su parte los sacerdotes seculares -a partir de 1787-
recibían 200 pesos al mes por distribuir auxilios religiosos a los pueblos 4.
11 Por otro lado, se realizaban celebraciones rituales como procesiones con diferentes
motivos, como ser la Fiesta de los patronos de los distintos pueblos de Chiquitos, la
Fiesta de Corpus Christi, Semana Santa y los primeros domingos de cada mes, dentro de
la iglesia, para la adoración del Santísimo Sacramento.
12 Para las haciendas y pequeñas poblaciones que estaban alejadas del pueblo principal,
los sacerdotes, debían enviar fiscales asalariados que los domingos y días de fiesta
enseñaran la doctrina cristiana. Los misioneros debían poner especial cuidado en el
cumplimiento estricto de sus funciones, espirituales y eclesiásticas. En caso de que
faltaran a sus obligaciones, incurrían en pecado mortal, además de esto, se les imponían
multas pecuniarias.
13 Algo que quedó muy claro en la nueva administración, fue que los misioneros no debían
inmiscuirse en los asuntos ″temporales″ de los pueblos, la administración y economía
de las misiones quedaba a cargo de los administradores y de los comisarios. Además
debían guardar distancia con el resto de la población, dando una muestra palpable con
la vestimenta que utilizaban a pesar del calor. Su relación con las milicias también
debía ser distante evitando mezclarse en asuntos de mujeres.
14 En cuanto a la educación en las escuelas de los pueblos de las Misiones de Chiquitos, los
sacerdotes debían enseñar también a hablar, leer, y escribir el castellano, Las personas
que desempeñaran esta función debían ser maestros capaces, aprobados por el
Gobernador. Los administradores vigilaban el puntual cumplimiento de esta obligación.
El castellano se enseñaba a los niños a través de oraciones y de la doctrina. Aparte de
las escuelas existían talleres artesanales donde se enseñaba a niños y niñas, por
separado, distintos oficios, así por ejemplo las niñas aprendían a ″hilar muy delgado″
siendo su maestra, la chiquitana más hábil de todo el pueblo. A los niños se les
enseñaban otras actividades artesanales, como la de hacer medias, gorros y guantes.
Existían también escuelas especiales para enseñar música, que estaban al cargo directo
de los sacerdotes, y éstos tenían jurisdicción sobre los naturales sólo y mientras éstos
servían en las iglesias.
15 Para los misioneros, la vida y costumbres de los chiquitanos resultaban inmorales, es
por eso que se emitían ordenanzas para imponer nuevas reglas de comportamiento, a
las que se tenían que someter los indígenas, bajo pena de ser castigados. Es preciso
mencionar que la evangelización de los sacerdotes seculares tuvo un enfoque diferente
a la de los jesuitas. Estos habían visto al indio, no como personas adultas, sino como
niños, con una visión paternalista, en cambio los seculares se metieron entre los
naturales para predicar la Palabra de Dios. Los indígenas andaban desnudos o con
taparrabos y vivían en grandes grupos lo que daba lugar a un contacto exagerado entre
54

personas de distinto sexo; esto, a vista de los sacerdotes, traía peligros de prostitución y
relajación de costumbres, por lo que debían ″remediar esos graves males y desórdenes″.
De esta manera implantaron la vestimenta oficial, que todos los naturales debían
respetar. Los chiquitanos estaban acostumbrados, por ejemplo a dormir con sus hijos
en una misma hamaca, los sacerdotes veían en esto una posibilidad de intromisión del
diablo, puesto que podía dar lugar al incesto. Por otro lado, las mujeres tenían por
costumbre el ingresar a los cuartos de los hombres sin el menor reparo, habían sido
criadas de esa manera, pero los curas establecieron fuertes castigos para que esta
costumbre desapareciera. Estas disposiciones ya existían en tiempo de los jesuitas, pero
por lo visto había que reiterar permanentemente a los ″convertidos″.
16 Por otro lado, los naturales estaban acostumbrados a trabajar, como les habían
enseñado los jesuitas, pero en algunos casos, reclamaban ante las autoridades por los
excesos que se cometían en los trabajos que debían realizar.

Gobierno temporal
17 La administración político-económica de las misiones corría a cargo de dos tipos de
autoridades, la superior sin duda alguna era el Gobernador de Santa Cruz, que debía
estar enterado de todos los asuntos que acontecían en los diferentes pueblos, pero él
personalmente se encargaba de los problemas civiles, de la administración de justicia y
de realizar todos los nombramientos para ocupar los distintos cargos dentro de las
misiones. Como los Gobernadores viajaban de pueblo en pueblo, tenían comisionados -
colaborados por los caciques- en cada uno de ellos, que se encargaban de informarle de
todos los sucesos. Los Gobernadores daban cuenta en informes periódicos de lo
ocurrido en la Provincia de Chiquitos en primer lugar a la Real Audiencia y luego al
Virreinato del Río de la Plata. Cada que ingresaba un nuevo cura secular a un pueblo se
debía formar un inventario específico de todos los bienes, alhajas, vasos sagrados,
paramentos y demás cosas pertenecientes a la iglesia y sacristía, en razón de las
pérdidas que habían continuamente. Otro tipo de autoridad sumamente importante en
la administración de las misiones, eran -valga la redundancia- los administradores,
quienes estaban a cargo de las funciones económicas. Las ordenanzas establecían que
en cada pueblo de las misiones de Chiquitos existiera un administrador, quien debía ser
secular, con un salario de 400 pesos anuales, que salían de los fondos de la Provincia.
18 Las principales ocupaciones de los administradores eran: el repartimiento de las
labores de los indios, cuidado del trabajo y la recaudación de los productos, la
distribución de los alimentos, vestimenta y casas de los naturales, pero lo más
importante era el cobro del tributo indígena. También tenían a su cargo el pago de
salarios a los empleados de las misiones, y la organización de las escuelas. Además
debían ″inspirar a los indios en el respeto y subordinación que se debe así a los jueces
superiores como también a sus curatos como padres espirituales...″. Debían alejar a los
chiquitanos de la ociosidad e incentivarlos a que trabajaran en la agricultura,
ganadería, e industria y además perfeccionarlos en la artesanía y en los oficios, para
ello se mantuvo el trabajo en talleres artesanales para formar a los niños desde
pequeños en oficios específicos. Los naturales que trabajaban con ahínco y obtenían
buenos resultados en sus actividades, o realizaban alguna acción meritoria, eran
premiados de diferente manera, de acuerdo a su acción, en caso contrario, eran
castigados.
55

19 Los administradores llevaban el control de todo cuanto ingresaba y salía de las misiones
y sólo ellos y el cacique gobernador de cada pueblo tenían las llaves de los almacenes
donde se guardaba la producción de la misión. Además tenían la obligación de realizar
un inventario detallado de todos los bienes pertenecientes a la Iglesia y la Sacristía y
cada año se debía dar cuenta de las pérdidas, daños o incrementos ocurridos en la
misión, siempre con la intervención de los dos curas de cada pueblo, el Gobernador, si
estuviera presente, o su comisionado en su defecto y el cacique del pueblo. Los
administradores debían además llevar cuatro libros, en el primero debían
sentar″...todos los efectos y productos de la industria y trabajo de los indios que se
deberían guardar en los almacenes. El segundo para sentar todos los efectos que se
recibían en los pueblos de la Recepturía General para auxilio de los indios. El tercero,
para anotar todos los negocios temporales que se realizaban en los pueblos. El cuarto
estaba enteramente a cargo del Cacique Gobernador y alcaldes de cada pueblo, para que
ellos por su parte, llevaran una razón prolija de todas las obras y productos industriales
de los indios.
20 Hacia fines del siglo XVIII, los pueblos de las misiones de Chiquitos comenzaron a
comerciar entre ellos y con Santa Cruz y para evitar especulaciones y contrabando en el
que estuvieran mezclados los indios se establecieron precios fijos que se debían
respetar. Esta definición de precios estaba a cargo del administrador. Estaba prohibido
que los indígenas comerciaran directamente con los españoles, todo comercio debía
llevarse a cabo a través del administrador, porque se habían encontrado fallas en el
control del comercio de españoles forasteros trajinantes.
21 Pese a ello, las denuncias de la presencia de contrabando con portugueses iban en
aumento5. Los administradores sólo rendían cuentas a sus superiores, quedando claro
que debían vigilar que los indios cumplieran primero con sus obligaciones religiosas y
espirituales, para recién dedicarse al trabajo. Sin embargo, en 1787, hubo una denuncia
del Gobernador Antonio López Carvajal en la Real Audiencia de Charcas, debido a que
los sacerdotes Simón Beru y Gaco y otro, realizaban trajín con españoles, cobrando
40.000 pesos, sin descontar el 5% destinado al fomento de las Misiones. Los productos
que se exportaban eran cera, macanas, paños de manos, manteles con servilletas,
gorros, medias, guantes, ponchos, sobremesas, vainilla, palillo, achote o tricu,
tamarinos6. El 4 de noviembre de 1790 entraron ″los individuos de la tercera dirección
de Lima y subsistir con los frutos del lugar″7, y pagaron los productos de la siguiente
manera: por una gallina, cuatro hilos de chaquir; por un pollo, dos; por un capón, seis;
por un pato, seis; por dos cabezas de plátanos, dos; por dos de yuca, dos y por un
pescado, dos.
22 Por otro lado, las ordenanzas obligaban a los sacerdotes a llevar un control demográfico
estricto, a través del control de entrada y salida de los indígenas de los diferentes
pueblos y a través de libros parroquiales que debían seguir un modelo determinado y
ser realizados con el mayor cuidado. Los libros eran tan importantes que se les debía
dar especial cuidado ″custodiarlos con diligencia, tenerlos bien encuadernados,
enteramente foliados, con limpieza de buen papel y escritas las partidas con buena
tinta y letra, expresando en todas ellas el día, el mes y el año, procurando evitar toda
confusión. Puede asegurarse mi verdad que los libros parroquiales son una gran parte
de la fe pública en que tanto interés tiene la religión y el estado del común″ 8. Los libros
contemplaban partidas de bautizo con fecha muy clara, se anotaba el día de nacimiento
de la criatura, los nombres completos de los padres, su origen, los nombres completos
56

de los padrinos, y el nombre del cura que los bautizó y si era cura primero o segundo.
Se debía especificar si el recién nacido era hijo legítimo o ilegítimo.
23 Las partidas de matrimonio debían mostrar de manera clara la fecha, haciendo constar
que se había cumplido el requisitos de las proclamas. Debían especificar los nombres de
los contrayentes, nombres de los padres, nombres de los testigos, origen, establecer que
no existía ningún impedimento para realizar dicho matrimonio y por supuesto debía
constar la firma del sacerdote celebrante. Las partidas de defunción como las
anteriores, debía llevar claramente la fecha de fallecimiento del difunto, nombre
completo, la edad, la calidad de hijo legítimo o ilegítimo, nombre de los padres, lugar
donde falleció y el origen. Se debía aclarar su estado civil, y en caso de ser casado, el
nombre de la esposa, y el lugar donde era sepultado, además había que especificar si el
difunto había recurrido a la Extrema Unción antes de fallecer, la partida debía llevar la
firma del sacerdote. Además de este control a través de partidas, los sacerdotes de cada
pueblo debían tener un ″padrón general exacto de toda la feligresía″ y debían enviar
una copia de este padrón ″de buena letra″ para el Gobernador, para ser enviada a la
Real Audiencia y ésta a su vez a su Majestad el rey. Este padrón debía establecer
puntualmente el número de habitantes, ″con distinción de calidad, edad y sexo″.

NOTAS
1. Este trabajo fue escrito en colaboración con Beatriz von Borries y Cecilia Blanco, en base a
datos de fotocopias del Libro de Disposiciones Canónicas para las Misiones de Chiquitos, que Hans Roth,
arquitecto restaurador de las iglesias de dichas Misiones, tuvo la gentileza de entregarme en
Concepción de Chiquitos, el año 1991.
2. Sínodo era el pago que hacía el Obispado a los sacerdotes.
3. Por una criatura de menor de 7 años se decía misa cantada y se pagaba 8 pesos, por sólo la misa
rezada 2 pesos. Por el entierro de un mestizo, si la misa era cantada con solemnidad y pompa
costaba lo mismo que por una de español. Sin solemnidad ni pompa 16 cantada y 13 sin cantar.
Por entierro de menor de mestizo de 12 años para abajo, rezado 8 pesos, y sin rezar 7. Por
entierro de un cuerpo de mulato o esclavo 12 pesos. Por entierros de cuerpos de mayores y menos
mulatos y negros libres, la mitad de lo que se cobraba a los españoles. Por honras y cabo de año
de español con vísperas, vigilia, misa cantada con diñácono y subdiácono y reponso cantado del
fin, 36 pesos, sin vísperas, 26 y sin diáconos 24 pesos. Por un novenario de misas cantadas, con
diácono y subdiácono y repsonso cantado 58 pesos 4 reales y si fuere vigiliada 66 pesos. A los
pobres, huérfanos y viudas que quedaban en desamparo se les rebajaba la tercera parte. Libro de
Disposiciones Canónicas, doc. cit. ff. 69 y ss.
4. Libro de Disposiciones Canónicas y Cédulas de la Real Audiencia, ob. cit. ff. 31.
5. Libro de Disposiciones, doc. cit. ff. 36.
6. Libro de Disposiciones Canónicas y Cédulas expedidas por la Real Audiencia. Disposiciones para
San Javier, doc. dit. ff. 60.
7. Ibidem. En esa fecha la Audiencia de Charcas dispuso que se suprimiese a los curas doctrineros
encargados de la administración temporal de las Misiones. Alcides Parejas Chiquitos. Historia de
una Utopía. Creemos que se trata de milicias enviadas para el efecto.
57

8. Libro de Disposiciones Canónicas, ob. cit. ff. 38.


58

Segunda parte. Élites y caciques


59

Capítulo 1. Élites y Caciques

1 La elite de la sociedad colonial en Charcas estaba constituida por personas acaudaladas


y de poder político. Fueron parte de la elite todos los españoles peninsulares y criollos y
unos pocos indígenas. Los españoles, cuando eran de origen netamente español con
probanza de limpieza de sangre eran llamados hidalgos, pero en general todos los
españoles peninsulares y criollos por el solo hecho de serlo, recibieron en el siglo XVI
encomiendas, chacras, haciendas o minas de plata. Por la misma razón también fueron
distinguidos con nombramientos y cargos administrativos. De ese modo quienes
ostentaron los cargos de Presidente y Oidores de la Audiencia, los gobernadores de las
Misiones del Oriente, los corregidores, tenientes de corregidores, alcaldes los Cabildos
de las ciudades, los procuradores generales, los jueces de apelaciones, abogados,
médicos y sacerdotes, encomenderos y/o hacendados, azogueros o dueños de minas e
ingenios de mineral, comerciantes o mercaderes y algunos indios caciques con
probanza de antecedentes de nobleza, o simplemente caciques que se habían
enriquecido con el cargo. Con el pasar del tiempo la venta de cargos públicos fue una
práctica común, de modo que las personas que podían pagar compraban cargos de
corregidores, alcaldes, oficiales de la Real Hacienda y otros. El poder político y el
económico estaban así íntimamente ligados y fueron fuente de ingreso de la Real
Hacienda, ocasionando un sinfín de casos de corrupción 1.
2 En Charcas fueron parte de la elite colonial, primero los conquistadores y primeros
encomenderos. Los casos mejor estudiados son los de Lorenzo de Aldana y Juan Ortiz de
Zárate2. El primero recibió la encomienda más grande que hubo en el territorio de
Nueva Toledo otorgado a Diego de Almagro, y el segundo Juan Ortiz de Zárate fue un
hidalgo español y creó alrededor suyo una verdadera red de intereses políticos. En el
caso de la ciudad de La Paz, las alianzas familiares en pos de riqueza, poder y honor han
sido estudiadas por Clara López Beltrán y muestran lo difícil que resulta hacer una
delimitación social en la élite, siendo necesario flexibilizar las barreras de lo español y
lo indio, además de los matices de la conjunción ″chola″. (1998 : 20) Ana María García 3
retrocediendo casi un siglo en el tiempo estudiado por Clara López, muestra cómo en la
práctica de ″dotar″ a la hija para el matrimonio muchas veces tenían que aliar recursos
los tíos y sobrinos, con tal de conseguir alianzas favorables para la familia. Ambas
historiadoras dan ejemplos de cómo en los siglos XVI y XVII hubo también novias
60

mestizas e indias con dotes importantes, que permitieron a su familia establecer lazos
que les daba reconocimiento social.
3 La capa alta de la sociedad iba lujosamente vestida, dentro de lo que se podía ostentar a
miles de kilómetros de distancia de donde procedía su ropaje y menaje de casa. Las
crónicas refieren que las mujeres podían competir en elegancia con todas las del reino.
Vestían polleras de riquísimas telas de terciopelos, brocatos, damascos. Llevaban jubón,
-especie de chaquetilla ajustada al cuerpo-, con mangas abullonadas y lucían collares y
brazaletes de piedras preciosas. (Money 1983).
4 Según James Lockhardt (1982), hubo pocos nobles españoles con título, entre ellos
estaban los propios Virreyes, representantes directos del Rey, y por lo general
parientes o personas muy allegados a él. Sin embargo, como los españoles eran muy
apegados a la distinción social por más sutil que ésta fuera, a principios de la conquista,
todo el segmento superior de la sociedad española asentada en el Virreinato, y por lo
tanto también en la Audiencia de Charcas, se consideraba ″hidalga″ y se los llamaba
″don″. Con el tiempo, y dentro de la misma época colonial, el uso indiscriminado de este
título hizo que se perdiera el significado original, aunque constituía de todas maneras,
una distinción de los altos cargos gubernamentales, eclesiásticos y de gente acaudalada.
5 El prestigio profesional situaba en la elite social a quienes tenían algún grado de
instrucción académica. Entre ellos hay que ubicar en un primer nivel a los sacerdotes,
los abogados y los médicos graduados. En un segundo nivel los abogados sin título, los
escribanos y los cirujanos. Los cirujanos prácticos, que ejercían también el oficio de
barberos estaban ligados a los artesanos. Las personas que ejercían el Derecho y la
Medicina, tenían tres grados, bachillerato, licenciatura y doctorado, y al igual que el
″don″ o el ″doña″, el grado o título se volvía un elemento inseparable del nombre. La
gran mayoría de los abogados eran Licenciados, el bachillerato tenía poco prestigio y el
doctorado era un grado poco común y elevado. Los médicos no contaban con una base
económica institucional como los abogados, quienes podían encontrar puestos
importantes en cualquier ciudad. Había muy pocos médicos y únicamente quienes
tenían nombramiento del Virrey podían ejercer la profesión en los hospitales de las
ciudades. En Potosí en el siglo XVI, había sólo un médico por cada 800 indios. (Escobari,
1990).
6 Los sacerdotes estaban insertos también en la elite de la sociedad colonial porque eran
hombres educados y con múltiples potencialidades. Recibieron sueldos considerables al
principio de la colonización, sobre todo si adoctrinaban indios en una encomienda. Los
curas doctrineros procuraban permanecer en la encomienda hasta conseguir un mejor
lugar de trabajo, por lo general buscaban vicarías u otro empleo urbano estable.
Después, con el ingreso de las órdenes religiosas, la labor evangelizadora quedó en
manos de los respectivos superiores, aunque también hubo clero secular. A la Audiencia
de Charcas llegaron órdenes de dominicos, franciscanos, mercedarios, agustinos y
jesuitas, quienes fundaron misiones, colegios y conventos en las ciudades de La Paz,
Oruro, Potosí, Chuquisaca, Cochabamba y Santa Cruz. De esta manera la educación
quedó en manos de los religiosos. Entre todos ellos se distinguieron los jesuitas, pues
fundaron colegios en La Paz y Chuquisaca, y además la famosa Universidad de San
Francisco Xavier de Chuquisaca.
7 Los encomenderos, quienes posteriormente se convertirían en hacendados, fueron los
españoles que más se afincaron en el territorio de la Audiencia. Ellos daban el marco
general para todas las actividades sociales y económicas españolas. Para sostener su
61

vida señorial los encomenderos contaban con la fuente primordial de ingresos, que era
la de la riqueza de la explotación agrícola y ganadera trabajada gratuitamente por
mano de obra indígena. Su vida ostentosa era importante fuente de negocios para
artesanos y comerciantes, pero a su vez, los encomenderos también hacían negocios
invirtiendo dinero en empresas de mercaderes. Este grupo tenía derechos tales como la
posesión de caballos y armas para la defensa del ″reino″ contra los indígenas. Por lo
general residían en las ciudades cercanas a su encomienda o hacienda quedando esta
última en manos de los mayordomos. Era característico del encomendero tener casa
grande, de varios patios, que albergara mucha gente, parientes y allegados que vivían
permanentemente allí o eran invitados temporales. Muchos tenían esposa española o
criolla, nacida en Charcas, mesa puesta con las mejores viandas, servicio doméstico
constituido por negros esclavos o indígenas que prestaban servicio obligatorio en sus
casas. Había también criados españoles o mestizos y esclavos negros para el servicio
doméstico. (Lockhardt 1982).
8 Los hombres dedicados a las minas y a los ingenios de minas, eran llamados azogueros.
Gozaban de gran reconocimiento de la administración colonial, ya que proporcionaban
a la corona, el quinto de su producción. Las redes familiares de poder en torno a los
azogueros o dueños de minas e ingenios en Potosí, cubrieron la totalidad de la
explotación minera. La mayor parte ellos vivían en Potosí y Oruro aunque otros
preferían tener residencia en la ciudad de La Plata por ser de clima menos frío.
9 Toda la elite tenía tratamiento legal especial, por ejemplo ninguno de ellos podía ser
encarcelado por deudas, es el caso del cronista Luis Capoche (1585), rico dueño de
minas, quien se vio envuelto en una venta fraudulenta, pero fue absuelto en pocos
meses. (ANB. Catálogo G. Mendoza) Enrique Tandeter4 ha estudiado la escandalosa
corrupción a la que llegaron las familias Navarro, Prudencio y Rodríguez, -
emparentadas entre sí en Potosí en el siglo XVIII-, quienes además de ser propietarios de
minas e ingenios ostentaban cargos públicos, como oficiales de Cajas reales, de la Casa
de la Moneda, alcaldes de cabildo, arrenderos de alcabalas o maestres de campo.
Obviamente desde ambas perspectivas defraudaban al fisco.
10 En rango social, los mercaderes estaban por debajo de los hidalgos y por encima de los
artesanos. Como personas instruidas -sobre todo en contabilidad- y bastante
acaudaladas, los mercaderes sacaban provecho de cualquier oportunidad económica.
Los pagos ordinarios de todo tipo se efectuaban en lingotes de plata o en plata menuda,
o también en vajilla o enseres labrados, podían ser azucareros, platos, cucharillas
(Escobari, 1985). Los mercaderes, como el resto de la sociedad colonial guardaban ellos
mismos sus existencias de plata en arcones al pie de su cama. Hubo mercaderes de
mucho prestigio social como el potosino Antonio López de Quiroga que tenía una red
importantísima de comercio en todo el mercado surandino5, aunque la base de su
riqueza fueron las minas que tenían en Potosí y su distrito. López de Quiroga llegó a las
más altas esferas de riqueza, al punto que lo único que le faltaba eran honores y títulos
de nobleza y en tal empresa se embarcó cuando supo que en 1672 se enviaron al Virrey
del Perú cuatro títulos de nobleza para la venta6.
11 El saber leer y escribir durante la Colonia no era algo común. La profesión de escribano
era practicada por abogados sin título llamados secretarios o por los oficiales del tesoro
de menor rango. Hubo, sin embargo, escribanos de mucho reconocimiento social. Eran
criollos, que asociaron cargos municipales con hidalguía. Sus madres y hermanas eran
llamadas ″doñas″. Muchos provenían de familias de mercaderes mestizos o criollos, o
62

también de artesanos mestizos, como los hijos de carpinteros o zapateros. Vinculado al


escribano se hallaba el procurador, o abogado sin título, que se ocupaba de representar
gente civil ante la justicia ordinaria. Algunos consiguieron una situación reconocida
dentro de la sociedad, como curadores de patrimonios de menores, viudas y
propietarios ausentes.
12 Algunos caciques formaron parte de la elite colonial, aunque únicamente en lo
económico y administrativo, ya que en rango social fueron considerados por debajo de
los más pobres españoles. En el siglo XVI se les reconoció hidalguía, principalmente a
aquellos que probaron ser descendientes de los incas, tal el caso de los caciques
Guarachi, de Jesús de Machaca, Ayra de Arriutu de Pocoata y Cusicanqui y Canqui del
pueblo de Calacoto, los cuales incluso obtuvieron escudo de armas, según la heráldica
española, pero con elementos indígenas, como la mascaipacha o penacho de plumas con
que el Inca llevaba en la cabeza ajustado con una wincha, o ″toysón de oro″ 7 en forma
de cabezas de pumas o serpientes entrelazadas.
13 Como intermediarios entre la administración española y las poblaciones de indios, los
caciques pasaron por muchas dificultades, ya que por un lado debían cumplir con la
recaudación del tributo de las comunidades indígenas que les habían asignado, y por
otro, debían contemporizar con su propia gente, que se veía explotada por sus propias
autoridades. Los caciques tenían obligaciones, facultades y derechos. Entre sus
principales obligaciones, estaba la de recaudar el tributo y reclutar indios para la mita.
Dentro de las facultades, podían otorgar partidas de fe pública y sancionar a la gente de
su comunidad que así lo requería. Entre sus derechos estaban el de poder vestir a la
usanza española, portar armas, montar a caballo y estar exentos del tributo 8. Tenían
casas en las ciudades, al estilo de las de los españoles, ubicadas principalmente en los
barrios de San Sebastián y Santa Bárbara en el caso de la ciudad de La Paz 9. Las casas de
los caciques eran de dos pisos, con torre, jardín, fuente y plazuela delante. En el interior
servían con vajilla de plata labrada. Las residencias estaban acomodadas con muebles
taraceados, pinturas, retratos de familia como de la sucesión de los Incas, además de
alfombras, platería, mayólicas y queros10,11. En la vida pública los caciques escenificaban
representaciones en los actos festivos, sobre todo en honor a San Ignacio de Loyola,
″salieron once Ingas... con sus insignias reales. La costumbre fue aumentando con el
tiempo sobre todo después de la rebelión amarista″12.
14 Los caciques se mantuvieron fieles a los españoles porque vieron que era la única forma
de sobrevivir y de sacar provecho material y social de su situación. Con este propósito
alteraban a menudo la entrega del monto total de tributos que recaudaban, o falseaban
los datos de población para su propio provecho. En otras ocasiones dieron notas de ser
importantes comerciantes, sacando provecho del poder que tenían de movilizar indios.
(Choque 1971 ; Rivera 1977). Algunos caciques de ascendencia noble, como los Uchu de
Lambayeque, pasaron a formar parte de las milicias españolas como escuderos,
destacándose incluso en las armadas navales que persiguieron a los piratas que existían
todavía en el siglo XVIII en las costas del Perú. Los caciques nobles en el Perú fueron
tratados con especial deferencia, ocupando el sitio de los alcaldes españoles en el
Cabildo y el presbiterio en ceremonias religiosas especiales en las catedrales o iglesias
principales, ocupando solios especiales, vistiendo capa y espada y recibiendo
tratamiento de reyes del Perú13.
15 El cacique tenía autoridad en su pueblo desde siempre, ya que antes de la llegada de los
españoles el reconocimiento le venía del Inca o incluso anteriormente el rey del señorío
63

aymara. El cargo fue hereditario y tradicional. En la época colonial, era reconocido por
su pueblo y preferido a aquellos nombrados por las autoridades españolas, aunque
muchas veces fuera en detrimento de ellos mismos. Los españoles encontraron que el
cacique era una pieza fundamental para llegar a manejar a los indios, ya que eran la
autoridad natural entre ellos. Muchas pugnas entre caciques se suscitaron al haber dos
hijos aspirantes al mismo cargo. A fines del siglo XVII las Ordenanzas del Perú dieron a
los caciques atribuciones de caciques gobernadores, y después de la Rebelión de Tupac
Catari, a fines del siglo XVIII, fueron reconocidos como Alcaldes. Las familias de caciques
también procuraban unirse en matrimonios para preservar su status social. Así, en el
siglo XVII el cacique de Laja casó en La Paz a sus hijas con los caciques de Tiahuanacu, de
Jesús de Machaca, y de Pucarani, mientras que su propio hijo era cacique de la
parroquia de San Sebastián de la ciudad de La Paz.
16 Como uno de los derechos que tenían los caciques estaba el de poder dar educación a
sus hijos. No se conoce hasta ahora si hubo colegios para hijos de Caciques en alguna
ciudad de la Audiencia de Charcas, los más probable es que fueran a educarse en el
Colegio San Borja del Cuzco, donde se les impartía educación igual a la de los hijos de
criollos y evangelización, con miras a que ellos lo hicieran una vez regresaran a sus
pueblos. Los niños de cuatro a ocho años recibían instrucción en oraciones, catecismos
y se les enseñaba los primeros rudimentos de leer, escribir, sumar, rezar y cantar. La
enseñanza de Gramática y Latinidad era un paso más avanzado y se impartía en la
escuela secundaria.
17 Fruto de la labor de educación de los hijos de caciques fue la participación junto con
criollos en asuntos públicos y de gobierno.
18 De esta manera los caciques fueron los primeros en adscribirse al mundo colonial
criollo, adoptando su vestimenta y comportamiento social. Sin embargo, el mestizaje
racial y cultural del mundo conquistado fue paulatino y generalizado, e interactuó a lo
largo de tres siglos coloniales y dos de República en una dinámica permanente basada
en tradiciones vernaculares, coloniales y del mundo exterior.

NOTAS
1. Algunos autores han considerado que la venta de cargos públicos fue una de las causas de la
llamada "Crisis del siglo XVII", uno de ellos Luis Miguel Glave en Trajinantes. Ed. IEP. Lima, 1989.
2. Presta, Ana María Juan Ortiz de Zarate, an enterpreneur in sixteenth-century La Plata, Charcas
(Modern Bolivia). A Thesis presented in partial Fulfillment of the requirements for the Degree of
Master of Arts in the Graduate School of the Ohio State University. The Ohio State University.
1992. Inédita.
Condarco Morales, Ramiro Lorenzo de Aldana, encomendero de Paria. Inédito.
3. Las dotes en la ciudad de La Paz 1585-1650. Tesis de Licenciatura en Historia. Universidad Mayor de
San Andrés. La Paz, agosto 2000. Inédita.
4. Coacción y mercado. La minería de la plata en el Potosí colonial, 1692,1826. Ed. Centro Bartolomé
de las Casas. Cusco, 1992, pág. 155.
64

5. Antonio López de Quiroga fue el mercader que más viajes realizó entre Potosí y Cuzco, llevando
telas de obraje, azúcar y "cajetas de conservas" entre 1650 y 1700. Escobari de Querejazu Laura,
Producción y Comercio en el espacio surandino s. XVII. Ed. Embajada de España en Bolivia. La Paz, 1985.
6. Bakewell Peter, El mercader Antonio López de Quiroga. Ed. Alianza Editorial. Barcelona.
7. Especie de escudo o broche de aproximadamente 20 cm de diámetro, que llevaban pegado al
pecho. Ver dibujo No. 3.
8. Ver Capítulo 2, Segunda parte "Los Cusicanqui, caciques de Pacajes".
9. Ver Capítulo 1, Primera parte "Chuquiapo-Nuestra Señora de La Paz".
10. Vasos ceremoniales prehispánicos.
11. Pedro Ramírez del Aguila Noticias Políticas de Indias y Relación Descriptiva de la Ciudad de La Plata.
(1639) Sucre 1978, p. 130.
12. El caso ha sido identificado en Cuzco por Francisco Stastny. En : El arte de la nobleza inca y la
identidad andina. Ed. Centro de Estudios Regionales Andinos "Bartolomé de Las Casas" Cusco. 1993.
13. Ver Capítulo cuatro, Segunda parte.
65

Capítulo 2. La lucha interna por los


cacicazgos: el caso de los caciques
Cusicanqui y Canqui de Pacajes, s.
XVI-XVIII

1 Las dificultades que tuvieron los caciques para mantener su cargo como intermediarios
entre la administración española y las poblaciones indígenas fueron muchas y se
refirieron principalmente a rencillas entre indios principales que, ya sea por
descendencia o por nombramiento de autoridades españolas, se creían con derecho a
conservar el cargo. Un importante expediente proveniente del Corregimiento de La
Paz, trata precisamente del pleito suscitado entre los caciques Canqui y Cusicanqui por
la titularidad del cargo de cacique del pueblo de Calacoto, provincia Pacajes del
departamento de La Paz, durante los siglos XVI, XVII y XVIII. El estudio del expediente
proporciona además de la genealogía de ambas familias, el papel que jugaron los
caciques nobles en la colonia como agentes intermediarios entre los indios de sus
comunidades y los corregidores españoles. Las tareas propiamente administrativas del
cacicazgo del pueblo de Calacoto, se manifiestan a través de una serie de rencillas
ocasionadas por varios factores, entre ellos la falta de autoridad en el desempeño de
cacique interino, de cacique gobernador; la arbitrariedad en el trato a los indios, dada
por quienes fueron caciques interinos de Calacoto y también por su desempeño como
alcalde entre los caciques.
2 El expediente es un Memorial fechado en 17831, que reúne varios documentos que
prueban la limpieza de sangre de los Cusicanqui y los Canqui, estableciéndose que
ambos troncos familiares descienden de Tupac Inca Yupanqui, conquistador de los
reinos Charcas, 80 años antes de la llegada de los españoles. Si bien los tres siglos que
dura el pleito son una muestra de cuánto podían durar las rencillas familiares por el
poder local, nos sirven para establecer datos concretos y valiosos sobre la genealogía de
ambas familias y su entronque común. Dado el complejo panorama en cuanto a
nombres, épocas de desempeño y finalidad de cada una de las provisiones exhibidas, se
ha elaborado un árbol genealógico de cada familia que va al final del capítulo.
66

3 De acuerdo a lo estudiado por Díaz Rementería2, las funciones que cumplían los
caciques pueden diferenciarse en obligaciones, facultades y derechos en ocasión de que
por su cualidad de cacique o por llevar anexa la titularidad del gobierno, era sujeto
activo de una conducta que se le impone por la política hispana, y por otra parte, le
correspondían derechos para el mejor cumplimiento de los deberes fiscales de la
comunidad. Entre sus principales obligaciones estaban la de colaborar en la
recaudación de tributos y, entre facultades, las de otorgar partidas de fe pública, o
sancionar en determinados casos, a los indígenas que no cumplirán la mita. También
tenían la facultad -compartida con otras autoridades- de la reducción poblacional, o
agrupamiento de indios en pueblos, y la de cristianización y castellanización de los
indios. Dentro del buen gobierno español se concedía a los caciques prerrogativas tales
como estar exentos del tributo, el uso de armas, que normalmente estaba prohibido al
común de los indígenas, vestir a la usanza española y montar a caballo, también podían
utilizar andas y hamacas, y poder dar una mejor educación a sus hijos 3. Los caciques
aprovechaban el reconocimiento social que les daba su propia comunidad, pues en la
medida en que eran reconocidos, su autoridad era mayor para cumplir mejor con las
autoridades españolas en el cobro del tributo y en el enrolamiento de indios para la
mita de Potosí. Los cad ques se mantuvieron fieles a los españoles, ya sea porque vieron
que era la única forma de sobrevivir o de sacar provecho material y social de su
situación4. Con este propósito, como se dijo en el capítulo anterior, alteraban los datos
demográficos para su propio provecho, en otras ocasiones dieron notas de ser
importantes comerciantes, beneficiándose también de las facultades que tenían en
cuanto a la movilización de indios5.
4 La sucesión a la dignidad cacical era distinta a la sucesión en la titularidad del gobierno.
Podían coexistir el cacique noble reconocido por tradición y el cacique-gobernador,
designado por el corregidor. Sin embargo el cacique noble de antigua tradición, en la
mayoría de los casos la recibió automáticamente dicha posesión civil. El cacicazgo de
raigambre noble era hereditario, pero como no todos los caciques se adaptaron a las
nuevas necesidades estructurales de la colonia, ocurrió muchas veces que los caciques
nobles y reconocidos por su pueblo no lo fueron por la administración española. De ese
modo se produjo la coexistencia de dos caciques, unos reconocidos por su pueblo, y
otros nombrados por el corregidor. La misma descendencia noble se fue haciendo cada
vez más compleja, de manera que en determinados momentos fue difícil saber a quién
le correspondía el título. A esto se sumaba la propia acción de los corregidores, quienes
nombraban caciques a primos o parientes cercanos igualmente nobles de los caciques
en ejercicio, pero que les eran fieles. Así la sucesión al cargo se convirtió en un pleito
permanente, ya que el mismo debía ajustarse básicamente a los fines del gobierno
español.
5 Tal como se extrae de la genealogía, quien primero ostentó el título de cacique del
pueblo de Calacoto fue Felipe Inga Yupanqui (1545), constituyéndose en el antepasado
más antiguo de los Cusicanqui y de los Canqui. En su tiempo obtuvo las reales
provisiones directamente del rey de España juntamente con un escudo de armas que se
describe detalladamente en el documento6.
6 En 1613 Juan Francisco Cusicanqui; obtuvo el título de Cacique por ser descendiente de
Felipe Inga Yupanqui y obtuvo el privilegio de estar exento del pago del tributarios
incluyendo a sus hijos legítimos y naturales. Hasta los últimos años del siglo XVII no se
67

revela una pugna por el desempeño del cargo de cacique, seguramente porque la
sucesión hereditaria era clara.
7 Según Diaz Rementería7, el cacique interino fue la figura que presentó un mayor
número de situaciones anómalas dentro de la organización socio-política de la
comunidad indígena, ya que, basándose en haber gozado de tal cargo o en ser
descendiente de quien lo hubiera ostentado, pretendió en determinadas circunstancias
beneficiarse de los privilegios y exenciones de que gozaban los caciques de sangre. Y ya
sea para el cumplimiento de los diferentes tipos de mita, u obligaciones con la
administración española, los caciques se ausentaban de sus pueblos dejando en su lugar
a un cacique interino que era una persona allegada nombrada por él mismo o por el
corregidor. De hecho el primer pleito familiar entre los caciques del pueblo de Calacoto
data de 1680 y se originó con la designación de un cacique interino. José Cusicanqui,
cacique titular de Calacoto, se ausentó a cumplir la mita dejando a su hermano Miguel
interinamente en el cargo. Al regresar se encontró con que Sebastián Canqui, que
también había ido a cumplir con el servicio de la mita, reclamaba el derecho de cacique.
En 1680 ambos caciques elevaron memorial al Virrey Melchor de Navarra y Rocaful
pidiendo su nominación. La provisión otorgada por el virrey reconoce como
descendiente de los incas nobles a Miguel, Juan y José Cusicanqui, así como a Alejo y
Sebastián Canqui, provocando confusión. A fin de acreditar su legitimidad, ambos
caciques, Sebastián Canqui y José Cusicanqui apelaron a testigos veteranos, indios
principales de Calacoto y de pueblos vecinos quienes atestiguaron conocer a los
antepasados de los caciques en litigio. En el caso de José Cusicanqui y sus hermanos
Miguel y Juan, los testigos declararon conocer su ascendencia hasta Juan Francisco
Cusicanqui (1613), lo cual que acreditaba su origen. En cuanto a la ascendencia de
Sebastián y Alejo Canqui, si bien fue testificada como procedente de incas nobles, no
estableció relación clara con Juan Francisco Cusicanqui, perdiendo su origen en Diego
Canqui Apasa (1630). De modo que lado, la nominación de cacique entre Miguel
Cusicanqui y Sebastián no se aclaró, pues las ordenanzas de los virreyes Navarra y
Rocaful (1680) y Conde de la Monclova (1683) no resolvieron la situación, creciendo la
pugna familiar.
8 Según Díaz Rementería8, las leyes indianas favorecieron el derecho de la sucesión, pero
para ello tuvieron muy en cuenta el grado de autoridad que tenía el cacique, ya que era
determinante el obedecimiento que tenían los indios. La designación de miembros de
un mismo linaje por espacio de tres siglos, si bien fue complicada, comprueba que en
todo tiempo se trató de preservar la costumbre sucesora, ya que de no ser así, éstos
podían haberse extinguido en el tiempo. En ese sentido, la autoridad del cacique
Sebastián Canqui en 1680, estaba claramente manifiesta debido al poder que tenía de
movilizar indios semanalmente para la mita, pues es conocido el hecho de que a estos
no les faltaba recursos para escaparse del servicio. El documento establece que
Sebastián Canqui proporcionó indios de los doce pueblos de la provincia de Pacajes para
el cumplimiento de la mita minera en Potosí y la mita de encomienda en Pacajes,
además el año 1689 proporcionó a las haciendas del español Juan de Urdinsu treinta y
tres indios semanalmente, llevados de los pueblos de Curaguara y Ulloma; el año 1690
entregó a las haciendas de otro terrateniente Don Antonio Guzmán Maldonado, cinco
indios cada semana. En cambio, según declaraciones de los viejos del pueblo en la pugna
suscitada en 1680, dio muestras de que Miguel Cusicanqui carecía de autoridad con los
68

indios. La acusación declaró a Miguel Cusicanqui incluso no apto para ser cacique del
pueblo.
9 En 1719, Juan Eusebio Canqui fue reconocido como cacique gobernador con las horas
concedidas a su padre Juan Bautista Canqui por el Virrey Duque de La Palata, al ser
presentadas las reales cédulas. Las honras y privilegios fueron extensivas a sus hijos y
descendientes por proceder de los incas nobles. Juan Eusebio Canqui gobernó hasta el
año 1734, cuando el corregidor de la provincia Pacajes propuso al Virrey Príncipe del
Santo Bono la conveniencia de que hubiera simultáneamente dos caciques, ya que el
pueblo tenía las viviendas de los indios muy distantes unas de otras, dificultando las
obligaciones cristianas de ir a misa y doctrina además de la atención del cobro de
tributos y otras atribuciones.
10 De este modo se nominó a Juan Eusebio Canqui para la parcialidad de Anansaya del
pueblo de Calacoto y a Ignacio Canqui para la de Urinsaya. La filiación genealógica de
estos dos caciques ubicaba a Juan Eusebio Canqui como hijo de Juan Bautista Canqui,
habiendo sido este contemporáneo de José Cusicanqui y Sebastián Canqui. Juan Eusebio
Canqui e Ignacio Canqui, dieron lugar por primera vez, a la existencia legal de dos
caciques en forma simultánea.
11 Durante la última administración de Juan Eusebio Canqui (1735), hubieron varias quejas
de los indios, relativas al mal trato y abuso que les daba, lo que dio lugar a que se
iniciara una causa criminal en su contra con orden de aprensión. La acusación llegó
hasta España y la sentencia emitida por el Rey Felipe V favoreció ampliamente al
cacique, ordenando que se le devolvía la libertad y ordenaba el desembargo de todos
sus bienes, pues que gozaba de excepciones. Incluso el corregidor debió devolverle 200
pesos que había retenido, procedentes de los fondos de la caja general de censos y que
estaban destinados a ser distribuidos entre los indios interesados en ese socorro. Las
instrucciones dadas al corregidor contemplaban también la prohibición de asignar más
de los indios del pueblo y de pueblos vecinos, al servicio de los gobernadores y caciques,
más que los previstos en la última retasa. Sin embargo, las instrucciones establecían un
trato más justo con los indios, instruyendo que los indios que se les asignaba no debían
contribuir en cosa alguna a los gobernadores y caciques, bajo pena de 2.000 pesos para
los caciques. Tampoco se les permitió servirles en ninguna otra diligencia. Por su parte
se ordenaba a los indios retractarse en sus querellas bajo pena de castigos severos, con
el fin de escarmentarlos. Probablemente la acusación contra Juan Eusebio Canqui la
haría el propio cacique para realizar los abusos mencionados.
12 En 1746 Agustín Cusicanqui fue nombrado cacique interino de ambas parcialidades. Las
circunstancias de su nombramiento son desconocidas así como su procedencia familiar.
Su gobierno duró hasta 1774, año en que, según algunas declaraciones, fue despojado
del cargo y según otras, fue sucedido por Juan José Cusicanqui. El hecho es que el año
1774, como consecuencia ya de las Reformas Borbónicas, Juan José Cusicanqui ejerció
las funciones de alcalde mayor por título conseguido por el corregidor de la Provincia
Pacajes, como consecuencia de las Reformas Borbónicas. La pugna se suscitó en esa
ocasión por una provisión real de 1779, la cual declaraba a Agustín Cusicanqui o Canqui
(aparece con los dos apellidos) despojado de sus funciones de cacique. Esta acusación
estuvo acompañada de un reclamo fechado en 1783, de los jilacatas o principales del
pueblo, quienes apoyaron a Agustín Cusicanqui, las denuncias acusaban a Juan José
Cusicanqui de ser un Canqui de Mena y no un Cusicanqui. Ante la gravedad del
problema Juan José Cusicanqui, se dirigió a la Real Audiencia de Charcas, a fin de que
69

ésta aclarase la situación. La Audiencia ordenó al corregidor de la provincia admitir las


oposiciones y justificaciones que los interesados exhibiesen por derecho de sangre. En
caso de no presentarlos se debían proponer tres indios de los más aptos e idóneos para
servir el empleo.
13 Entre las justificaciones y varias certificaciones de su lealtad a la corona española,
demostradas en los levantamientos de 1781, presentadas por Juan José Cusicanqui
estaban las provisiones reales otorgadas a su padre Juan Eusebio Canqui, donde se
encontraban las declaraciones del cura y vicario de la provincia, el cual aseguraba que
Juan José Cusicanqui había practicado expediciones al pueblo de Collana en la Provincia
de Pacajes el año 1782, así como a otros lugares del Río Abajo en compañía de sus hijos
Manuel, Gervacio y Agustín que servían como soldados. Refirió que ni el miedo, ni la
muerte, ni el desamparo que padecieron en esas circunstancias pudieron reducirlos al
bando de los traidores, los indios rebeldes. Relató también que Juan José Cusicanqui
estuvo incluso más de tres veces con el garrote encima y el cuchillo a la garganta, y se
mantuvo vivo gracias a que llevaba dinero y que el cacique estuvo preso ante en el Alto
de la ciudad de La Paz, ante el rebelde Julián Apaza. Allí estuvo como reo algunos días
hasta que una noche huyó y ″andaba de cerro en cerro y de desierto en desierto″ 9. Otros
testigos declararon asimismo, que como fiel vasallo se retiró al pueblo de Tacna donde
se mantuvo hasta que se pacificó la Provincia de Pacajes.
14 Todo despliegue de actividad en favor de la corona realizado por Juan José Cusicanqui,
hizo que la Real Audiencia se inclinara en favor su otorgándole el 9 de diciembre de
1783 su ratificación como cacique gobernador y alcalde del pueblo de Calacoto además
de las específicas labores de alcalde las que había cumplido con exactitud y esmero,
como se señala en el documento. A consecuencia de ello y posteriormente y actuó
contra los ″delincuentes en causas de homicidios, latrocinios, cuatreros,
amancebamientos públicos y escandalosos, depravadas juntas y otros ritos
supersticiosos″10.
70

15 Aunque la recopilación de Indias de 1681 había dejado establecida la jurisdicción que


sobre los indios tendrían los alcaldes y caciques, dejó a éstos tan sólo lo concerniente al
repartimiento de las mitas, las ordenanzas del Perú y la doctrina indiana. Es a partir de
las Rebeliones y las Reformas Borbónicas que se les otorga mayores atribuciones,
valorándose su papel, de manera que el gobierno de los pueblos aún estando dentro de
las competencias de alcaldes y regidores españoles, podrían quedar -en algunos casos-
dentro de las atribuciones de los caciques gobernadores.

Genealogía de los Canqui y Cusicanqui

Nota: Se advierte entrecruzamiento de Cusicanquis y Canquis. Los Cusicanqui darían lugar en 1613 a
los Canqui.
Un estudio patronímico de los nombres aclararía el panorama genealógico. Se establece, sin
embargo, que tanto los Cusicanqui como los Canqui pertenecen a un mismo árbol genealógico.

NOTAS
1. ALP/DE-01 1783. Pleito iniciado por Juan Francisco Cusicanqui por la titularidad de cacique en
el pueblo de Calacoto. Escribano Juan Manuel de Cáceres. Sección Documentos Especiales No. 01.
58 ff. Agradezco a Roberto Choque Canqui, el haber puesto en mis manos el expediente.
2. Díaz Rementería, Carlos J. El cacique en el Virreinato del Perú. Estudio histórico-jurí-dico. Ed.
Publicaciones de Antropología Americana. Universidad de Sevilla 1977, pág. 60.
3. Díaz Rementería, ob. cit., págs. 102-103.
71

4. Arze René "El caciazgo en las postrimerías coloniales". En: Avances No. 1-1977, pág. 47.
5. El trabajo de Silvia Rivera muestra a Gabriel Fernández Guarache en grandes transacciones
comerciales. John Murra en "La correspondencia entre un capitán de la mita y su apoderado en
Potosí", Historia y Cultura No. 3, 1977, da a conocer los trajines comerciales del cacique de
Pomata, Diego Chambilla, quien siendo propietario de estancias de ganado desde su tierra hasta
Locumba aprovechaba el servicio de la mita para mandar ají y vino a Potosí. Roberto Choque en
"Pedro Chipana, cacique comerciante de Calamarca", Avances No. 1-1977 refiere las actividades
comerciales de este cacique.
6. Ver capítulo Tocapus y heráldica hispana.
7. Ob. Cit. pág. 117.
8. Ibidem, pág. 117.
9. Doc. cit.
10. Ibidem.
72

Capítulo 3. Tocapus y heráldica


hispana1

1 En el expediente del año 17832 guardado en el Archivo de La Paz, relativo a la probanza


presentada por los Cusicanqui, caciques de Pacajes, para probar su titularidad en el
cargo de caciques -intermediarios entre los indios y la administración española-, se
encuentra la descripción de un escfudo que, según el expediente, les fue conferido
como descendientes de Felipe Tupac Inca Yupanqui, primer cacique del pueblo de
Calacoto, provincia de Pacajes del Corregimiento de La Paz.
2 El presente capítulo realiza un estudio heráldico y atribuye el pergamino pintado que
se encuentra en la Sala de Exposiciones del Archivo de Indias de Sevilla 3, al escudo
descrito en la probanza de los Cusican qui, que se encuentra en el Archivo de La Paz.
Ese documento reza que el escudo fue conferido a Gonzalo Uchu Guallpa y Felipe Tupa
Inca Yupanqui en el año 1545. La descripción del expediente coincide con la descripción
del catálogo del pergamino del Archivo de Indias, correspondiente al Fondo Escudos y
Arboles Genealógicos, que dice que el escudo fue conferido por el Emperador Carlos V a
Gonzalo Uchu Guallpa y Felipe Tupac Inga Yupanqui ″hijos legítimos de Guayna Capac y
nietos principales del gran Tupac Inca Yupanqui, Reyes y señores naturales que fueron
de estos dilatados reynos y Provincias del Perú y a sus descendientes″.
3 El pergamino donde está pintado el escudo se encuentra expuesto permanentemente en
el Salón de Exposiciones del Archivo de Indias de Sevilla. Se trata de un pergamino de
color natural, dividido en dos partes: a la izquierda, la figura del Inca Tupac Yupanqui,
vestido con uncu y a la derecha el escudo propiamente dicho. El pergamino fue doblado
y cosido a algún empaste y desguasado posteriormente del libro. Se le expone abierto.
Está ejecutado en la técnica del óleo con colores suaves que en algunas partes se han
desprendido. Presenta también dorado en algunos detalles. Por ahora es difícil precisar
el autor y la época en que el escudo fue pintado. Sin embargo, por la elegancia de la
postura del inca, por los colores suaves, un tanto fríos del conjunto del pergamino y por
el uso de cartelas y grutescos en el escudo, pensamos que se trata de una obra ejecutada
durante el Renacimiento. Pudo ser ejecutado en la segunda mitad del siglo XVI, o el
primer tercio del siglo XVII. Es una pintura realizada con bastante rapidez, y en general
poca precisión. Sin embargo, el tratamiento de la anatomía y la cara del inca habla de
un buen pintor que ha puesto énfasis en dos aspectos de la pintura, por un lado en el
73

uncu del inca que tiene el dibujo y los colores muy precisos, el escudo que él mismo
porta en la mano izquierda y por otro, sobre el costado derecho del pergamino, la parte
heráldica del escudo.
4 La precisión en la pintura del uncu y de la heráldica hace pensar que el pintor ha estado
en contacto directo con gente que conocía esos detalles, lo cual sugiere también que el
pergamino pudo haber sido pintado, o en Cuzco, donde se tenía un preciso
conocimiento del uncu de Tupac Yupanqui, o en La Paz, en cuyas cercanías tenían su
asiento los Cusicanqui, descendientes directos del Inca Tupac Yupanqui.
5 El uncu del Inca es de color azul liso; la parte superior está adornada por rombos
dispuestos verticalmente en colores rojo, blanco y verde; en la parte inferior se observa
una faja doble de cuadrados rojos y blancos dispuestos en damero. El inca lleva una
llakota (capa) roja. Está escoltado por dos indios que no son nobles, no llevan llakota y
sus uncus están tejidos en fajas de dos colores verticales, que evidencian una calidad
distinta del que lleva el inca.
6 En la parte inferior de este lado del pergamino se lee: ″El Gran Topa Inga Yupanqui″,
con grafía de principios del siglo XVII.

Relación entre el hallazgo y el documento del Archivo


de La Paz
7 El escudo de armas pintado sobre el pergamino, así como el pequeño que se repite en la
alabarda que sostiene el inca, guardan estrechísima relación con el documento del
Archivo de La Paz. Este último se refiere al escudo en los siguientes términos: ″nuestra
merced y voluntad es de os dar por Armas: un escudo fecho en dos partes, que en la una
de ellas esté un Aguila en campo rosado, y en los lados dos tigres, que cojan arcos
ensima de una borla, unas letras que digan Ave María en el medio. Y en el otro lado un
castillo en campo amarillo, y por el Nivel Armo cerrado, y por divisa un Aguila Real con
seis trovalas, y dependientes de follaje azul, como la nuestra merced fuese por tener
por la presente, mandamos y queremos que podais tener por Vuestras Armas, las que
de suyo se hace mención en un escudo tal como este, según aquí va figurado y pintado,
los quales os mandamos, por vuestras armas conocidas, y queremos y es nuestra
merced y voluntad, que vos y vuestros hijos y dependientes que la de ellas debeis y
entregareis, y podais traer y poner en vuestros reposteros y casas, y en las de cada uno
de ellos vuestros hijos y decendientes de ellos...″
8 Un análisis comparativo entre la descripción de este escudo y el pintado en el
pergamino muestra que el documento escrito hace referencia a los cuarteles cuarto,
tercero y primero, en ese orden y no hace mención al segundo cuartel. En la pintura el
escudo se ve como sigue: en el primer cuartel, sobre campo rosado, el ″armo cerrado″,
que en realidad es un casco de hidalgo coronado por dos plumas azules y dos rojas; el
segundo cuartel (lado superior derecho) representa una mascaypacha cuyos colores son
rojo, blanco y verde dispuestos horizontalmente por una faja verde con letras doradas
en que se lee ″Ave María″. En el tercer cuartel se tiene un castillo con tres torres sobre
campo amarillo. En el cuarto cuartel, sobre campo rosado, un águila explayada con dos
tigres rampantes a los lados que cogen dos arcos azules.
9 El escudo está rodeado por una cartela en cuya parte superior se ve un águila real
bicéfala con seis trovalas y follaje azul. La corona que está sobre las cabezas del águila
74

corresponde, dentro de la heráldica española, a la de marqués 4, sin embargo, en el lado


derecho del pergamino, al lado del pie izquierdo del inca se encuentra una corona de
puntas que, dentro de la misma heráldica corresponde a hijodalgo y es semejante a las
que tienen las serpientes en sus cabezas.
10 Según Carlos Díaz Rementería, el carácter de hidalguía que tenían los incas era similar a
la española, debido sobre todo a la política de castellanización que se aplicó sobre las
comunidades indígenas. Por ello precisamente se consideró al cacique no como un
individuo común o del estado llano, sino como partícipe del status nobiliario de la
hidalguía. Ese status se refrendó por una real cédula de 22 de marzo de 1697. A través
de ella, el monarca equiparó, por un lado, los hijos y mestizos descendientes de
caciques a los ″nobles hijosdalgos″ de Castilla, mientras que por otra parte, igualó a los
indios del ″común″, los tributarios, cuyos ascendientes en opinión del monarca ya
habían estado sometidos a caciques, con los llamados en España del estado general 5.

La heráldica de los tocapus y el escudo


11 El segundo cuartel del escudo, que muestra una mascaypacha en rojo, blanco y verde,
corresponde exactamente a los colores de los rombos que se ven en la parte superior
del uncu del inca, así como a la mascaypacha que éste lleva en la frente. Esto evidencia
la superposición de elementos heráldicos típicamente incaicos sobre otros españoles.
En consecuencia, estamos en condiciones de demostrar que es correcta la tesis que
plantea David de Rojas y Silva acerca de la relación que tendrían los tocapus o
cuadrados pequeños ornamentales de la ropa y keros incaicos con normas genealógicas
y heráldicas auténticamente incaicas.
12 Según la tesis planteada por David de Rojas, los cuadrados pequeños que ornamentan
los vestidos, keros y otros elementos ceremoniales y cortesanos de los incas, lejos de
tener un significado de escritura, como se trató de mostrar, significan un heráldica
incaica. Según de Rojas los tocapus son sistemas de parentesco inca, que se constituyen
en los elementos característicos de cada grupo étnico e incluso en su composición, casi
individual, por el uso tan privativo con el que se revistió. Los tocapus identifican linajes
por la sucesión de posiciones que adoptan los pequeños cuadrados 6.
13 Los uncus de los incas no eran vestimentas de fabricación masiva, como anota el mismo
autor, ya que su confección fue dirigida hacia la calidad señorial y muy particular del
usuario. Es decir, que cada personaje se hacía confeccionar un vestido con carácter de
exclusividad, no olvidando que las indumentarias adornadas de tocapus, sólo podían ser
usadas por sus propietarios o quizá por los descendientes más cercanos.
14 No vamos a hacer acá un estudio profundo acerca del ayllu o panaca propio del Inca
Tupac Yupanqui, porque no estamos en condiciones para ello, simplemente queremos
señalar que los rombos van dispuestos en una forma muy particular siguiendo un orden
asimétrico:
15 C.B.A.B.B.B.C.B.A.B.B.C.B.A.B.B.C.
16 De Rojas señala por otra parte que la norma es que la graficación de los tocapus en las
mascaypachas son las mismas figuras o ″pequeños cuadrados″ centrales de los tocapus
de las vestimentas, sin embargo, por costumbre de aquella época, los personajes
célebres se retrataban acompañándose de escudos de armas dados por los peninsulares
en los que también se reflejaban los atributos de los antiguos gentiles precolombinos
75

entre los que destacaba precisamente como pieza heráldica una mascaypacha con los
citados tocapus de idéntica graficación singular, como la que aparecía en las
particulares vestimentas.
17 Es evidente la simbiosis heráldica en el tratamiento nobiliario de los hijosdalgo
incaicos, ya que efectivamente en el escudo de los Cusicanqui que damos a conocer se
incluye la mascaypacha propia del inca a los demás elementos heráldicos del escudo.

AGI. MP Escudos y Arboles Genealógicos, 78. Escudo de armas concedido por el emperador Carlos a
Gonzalo Uchu Guallpa y Felipe Tupa Inga Yupanqui ″hijos legítimos de Guaina Capac y nietos
principales del Gran Tupa Inga Yupanqui, Reyes y Señores Naturales que fueron de esos dilatados
Reynos y Provincias del Perú″ para que sean considerados como ″personas Reales que representan
las nuestras″.

NOTAS
1. Este artículo fue publicado en la Revista Arte y Arqueología No. 8 y 9. Ed. Instituto de Estudios
Bolivianos, Universidad Mayor de San Andrés, Facultad de Humanidades y Museo Nacional de
Arte. La Paz. 1982-83. El análisis artístico y heráldico y la atribución del escudo a los Caciques
Cusicanqui se hizo con la cooperación de Pedro Querejazu.
2. Archivo de La Paz, ALP DE 01. Escribano Manuel de Cáceres.
3. Archivo General de Indias. MP Escudos y Arboles Genealógicos. Pergamino 343 x 432 mm. Este
escudo se utilizó 13 años después de esta atribución como carátula del libro Archivo General de
Indias cuyo coordinador general es Pedro Gonzalez García, Director del Archivo. Ed. Ministerio de
Cultura. Dirección General de Archivos y Bibliotecas. Madrid 1995. El libro, que es una Guía
76

General del Archivo de Indias no hace mayor estudio del documento del que el escudo fue
desguasado y sobre el cual hacemos el estudio en el capítulo ″Cuatro linajes y un escudo″ de este
libro.
4. Cadenas y Vicent, Vicente de, Diccionario Heráldico. Ed. Hidalguía. Madrid, 1976, pág. 274, fig.
1238.
5. Díaz Rementería Carlos, El Cacique en el Virreinato del Perú. Ed. Publicaciones del Seminario de
Antropología Americana. Universidad de Sevilla, 1977.
6. De Rojas Silva, David ″Los tocapus: un problema de interpretación″. En: Arte y Arqueología No. 7.
Instituto de Estudios Bolivianos, Universidad Mayor de San Andrés. La Paz 1981.
77

Capítulo 4. Cuatro linajes y un


escudo. La descendencia de Tupac
Inca Yupanqui en la sociedad
colonial

1 Hace algunos años atribuimos1 a los caciques Cusicanqui el Escudo de Armas que se
encuentra en el Archivo de Indias, acompañando una probanza de nobleza de los
descendientes de los Incas del Perú, iniciado en México en 1779 2. La atribución se hizo
tomando en cuenta la descripción del escudo inserta en un pleito iniciado entre los
caciques Juan Francisco Cusicanqui y Agustín Canqui, descendientes de Felipe Tupa Inca
Yupanqui, -primer cacique reconocido en su nobleza por Cédula Real expedida por el
rey Carlos V en 1545- por la titularidad del cargo de cacique del pueblo de Calacoto,
provincia Pacajes del departamento de La Paz. En el expediente del Archivo de La Paz,
se insertan probanzas de nobleza de los Canqui y Cusicanqui incluyendo la descripción
del escudo de armas3, que coincide exactamente con el escudo encontrado en el Archivo
de Indias. En ese entonces no dudamos que se trataba del escudo que buscaba y dejé el
estudio del expediente de Sevilla para más adelante.
2 En este capítulo se retoma el expediente del Archivo de Indias, que fue desguasado del
pergamino, comparándolo con el existente en el Archivo de La Paz. El expediente de
Sevilla, es al igual que el de los Canqui y Cusicanqui, una Probanza de nobleza entre
descendientes de Gonzalo Uchu Guallpa y Felipe Tupa Inca Yupanqui en Perú y México
para conseguir el tratamiento de hijosdalgo, en sus respectivos territorios y áreas de
influencia como hijos de Reyes del Perú, que originalmente fueron Gonzalo Uchu
Guallpa y Felipe Tupa Inca Yupanqui y sus descendientes. Ambos expedientes son
copias del siglo XVIII, de pugnas de descendientes por acceder al cargo de caciques sus
pueblos respectivos. En el caso del de Sevilla entre las ramas Uchu, descendientes de
Gonzalo Uchu Guallpa, -que dan lugar a su vez a dos ramas, los Uchu de Lambayeque y
los Uchu de México-; y los Quispe Uscamaita de Cuzco, descendientes de Felipe Tupac
Inca Yupanqui, todos ellos en pos de prerrogativas y privilegios especiales. El
expediente del Archivo de La Paz, hace referencia de manera tangencial a Gonzalo Uchu
Guallpa, mencionándolo como ″Gonzalo Picho Gualpa″. Como en el expediente no
78

menciona nada más sobre Gonzalo Picho Gualpa, mis trabajos anteriores no
profundizaron su descendencia4.
3 Todos los documentos de solicitud de reconocimiento de nobleza del expediente de
Sevilla, hacen referencia a la naturaleza de ″hombres nobles, caballeros, hijosdalgo,
descendientes de reyes″. (AGI. 2346 pp. 3,15,19,50,63). Los descendientes de incas debían
llevar daga y espada ceñida para adorno y ″guarda de su persona″. No debían pagar
tributo, ni prestar servicio personal.
4 Entre las prerrogativas calificadas de exhorbitantes por el propio Consejo de Indias
hacia finales del siglo XVIII, pero que por lo menos corrieron en los testimonios de
cédulas reales otorgadas a los incas nobles, estaban: escudo de armas, toyson de oro,
solios, facultad para hacer acuerdos en sus casas, reconvenir a los Virreyes, librar
contra las Reales Cajas. Si bien el Consejo de Indias se mostraba cauto en el
otorgamiento de prerrogativas y favores, recomendaba no desatender a los verdaderos
descendientes de los emperadores Incas del Perú. (AGI. México 2346 s/ f Art. 23)
5 Para Carlos Díaz Rementería los españoles aplicaron los estamentos de la sociedad
peninsular ya que observaron relaciones semejantes. Por ello se consideró al cacique no
como un individuo común sino como partícipe del status nobiliario de la hidalguía. Por
la Cédula Real del 22 de marzo de 1697, reproducida también en el expediente de
Sevilla, se equiparaba a los hijos y mestizos descendientes de caciques con los nobles
hijosdalgos de Castilla. (1977:97)

La descendencia de Gonzalo Uchu Guallpa en


Lambayeque, Perú
6 La descendencia de Gonzalo Uchu Guallpa se expande en Cuzco y en Lambayeque y ésta
a su vez continúa en México.
7 La rama Uchu se inicia con Alonso Titu Uchu Inca, hijo de Guayar Inca (Huáscar) y nieto
principal de Huayna Capac. Alonso Titu Uchu consiguió una Cédula Real fechada en
Valladolid el 1 de octubre de 1544, en la que se le reconocía ser ″fiel vasallo y buen
cristiano″, y el haber tenido muchos hijos naturales en indias solteras no obligadas al
matrimonio ni a religión. La Cédula legitimaba a todos aquellos hijos para con ello
conseguir que ″fuesen más honrados, que no pudieran estar presos por deudas ni por
fianzas en cárcel pública, ni ser ajusticiados por los corregidores, ni alcaldes ordinarios,
y que si tuvieran algún delito su cárcel fuera su propia casa o el cabildo. No se les podía
hacer justicia sin dar parte a la Real Audiencia, por el contrario, a sus hijos se les debía
dar oficios reales consejiles y públicos, como si fuesen hijos de legítimo matrimonio, así
como que pudiesen ostentar en sus casas las reales armas y una cadena real en su
puerta. (AGI. No. 2346: 34 v-38 v).
8 Todos los datos inducen a pensar que Gonzalo Uchu Guallpa Inca sería hijo de Alonso
Titu Uchu Inca o Alonso Titu Atauchi, siendo uno de los muchos hijos naturales que
legitimó Alonso Titu Uchu5. Alonso Titu Uchu era natural de Cuzco, y muchos de sus
descendientes se quedaron allí. La rama Uchu se inicia con Gonzalo Uchu Guallpa Inca
que fue enviado ″embajador″ al pueblo de Lambayeque, corregimiento de Saña así como
Felipe Tupa Yupanqui fue enviado a Pacajes, provincia de La Paz hacia 1545. (ALP. DE.
No. 011783). Los descendientes de Gonzalo Uchu presentaron la Cédula Real conferida
por Carlos V el 9 de mayo de 1545, ésta incluye el escudo de armas, el mismo que se
79

menciona en la probanza de los descendientes de Felipe Tupa Yupanqui en Pacajes y en


Cuzco.
9 En 1655 el Virrey del Perú Don Diego Benavides y de la Cueva, Marques de Sonora,
reconoció por medio de una Real Provisión a Juan Uchu Quispe Tupa, mitma 6del pueblo
de Lambayeque, corregimiento de Saña y residente en la ciudad de los Reyes como
descendiente por línea directa de varón de Huayna Capac. Se declaraba en la Provisión
Real que Juan Uchu debía llevar daga y espada ceñida para adorno de su persona y de
sus hermanos ya que como descendientes de Inca se les había conferido también un
escudo de armas, hecho que fue pregonado en bando público. (AGI. 2346: 15 v) Los
hermanos de Juan Uchu Quispe Tupa, fueron Lucas Uchu Quispe Tupa Inca, Sebastián
Uchu Cusi Titu Yupanqui y Martín Uchu Quispi Tupa Yupanqui, todos mitimas de
Lambayeque.
10 En 1664 Juan Uchu Quispe Tupa Inca se distinguió por ser ″principal y noble del pueblo
de Lambayeque de cuyos privilegios, según el documento, pocos habían gozado en esa
ciudad. Juan Uchu Quispe Tupa Inca se había distinguido sirviendo como capitán de
infantería de los naturales de Guaylas y por ello también fue declarado ″reservado″ del
pago del tributo. Sus hijos fueron Juan de la Rosa y Casilda Uchu Inca, nacidos ambos en
Los Reyes (Lima) en 1668 y 1673 respectivamente, habiendo sido bautizados en la
parroquia de los Huérfanos. Fue padrino de Juan de la Rosa, don Alonso de Córdoba y de
Casilda, Juan Aldano. Al parecer en estos años Juan Uchu Quispe Tupa, padre de Juan de
la Rosa y Casilda se encontraría viviendo en Lima, por cuanto uno de los testigos
declaró que vivían en una casa en la calle que iba a la puerta falsa de la Compañía de
Jesús.
11 En 1701 Juan de la Rosa Uchu Quispe Tupa recibió de su padre por mandato del Virrey
Duque de la Monclova, una encomienda ″por dos vidas″ de 242 pesos y 5 reales, la que
posteriormente donó a su hermana Casilda. En ese entonces Juan de la Rosa consiguió
de la Audiencia de Lima ″otro tanto″ para él, llamándola ″una limosna″ para dejar a su
hija doncella. Como tal, recibió una encomienda declarada ″vaca″ que había
pertenecido a Da. Agustina de Tapia, ubicada en la provincia de Jaen de Bracamoros,
Cajamarca. Dicha encomienda abarcaba el espacio de cuatro pueblos que eran los
llamados Chamachi, Corocotillo, Quero-cotillo y Toroca, proporcionando en 1696 un
total de 696 pesos7 tres veces al año 8. Juan de la Rosa Uchu Quispe Tupa, al tiempo de
recibir la encomienda, estaba obligado como cualquier encomendero a cobrar el tributo
de los indios e impartirles doctrina, pero su obligación personal con la corona española
era la de escudero, debiendo acudir al servicio real de milicias con ″sus armas y caballo
y pelear contra todos los hombres del mundo en defensa de estos reinos″ cuando
hubiera ″guerras, bullicios o levantamientos″. El tenía la obligación de avisar a los
virreyes y gobernadores por palabra o por escrito so pena de ser castigado con las
penas que se daban a quienes ″prometen a su rey y señor″, entre las que estaban perder
la encomienda. Otra obligación era la de no poder salir de la encomienda sin permiso
expreso, debía tener la casa poblada y acudir a su hermana Da. Casilda y a su propio
padre don Juan Uchu Quispe Tupa con 121 pesos 2 reales, a cada uno todos los días de su
vida. (AGI. 2346: 22-33). Juan de la Rosa Uchu Quispe Tupa, tuvo como hijo legítimo a
Miguel Uchu Inca, quien por alguna razón fue a vivir a la ciudad de México, como se
verá más adelante9.
80

Los Uchu I de México


12 El expediente de Sevilla fue iniciado en 1798 en la ciudad de México por Da. María
Dolores Josefa Joaquina Paulina Uchu Inca Titu Yupanqui y Huayna Capac 10, vecina de
esa ciudad ″descendiente de los emperadores del Perú″, con el propósito de buscar
amparo y prerrogativas de la corona.
13 Al respecto surge una interrogante: ¿cómo fue a dar una rama de los Uchu a México?
Entre los papeles que presenta Joaquina Uchu Inca se encuentran certificados de
nacimiento, el suyo y los de sus hermanos, los de sus hijos, su certificado de
matrimonio y declaración de cinco testigos de la ciudad de México que conocieron el
linaje de su padre Miguel Uchu Inca Titu Yupanqui, hijo de Juan de la Rosa Uchu Inca
Yupanqui de Lambayeque quien había llegado a México hacia 1750. Contrajo
matrimonio con su madre doña María Teresa Dávila Ravidia natural de México. Según
las declaraciones de los testigos don Miguel Uchu Inca hizo asentar su nobleza en los
libros de Cabildo de la ciudad de México (AGI. México 2346: 96), donde eran conocidos
por tener un nacimiento ″nada vulgar″ como descendientes de los últimos reyes del
Perú del apellido Inca, y por tener casa propia ″cerca de Santo Domingo″.
14 La primera respuesta oficial dada a Maria Joaquina en 1788, fue un amparo por el cual
se mandaba obedecer dos Cédulas Reales por las cuales todos los gobernadores,
corregidores y alcaldes mayores ordinarios, alguaciles, tenientes y demás jueces, debían
preservar la posesión de nobleza que tenía con todas sus ″franquezas y privilegios″,
entre los que estaban ″escudo de armas, toysón de oro, solios, sitiales reales, facultad
para hacer acuerdos en sus casas y reconvenir a los Virreyes para entrar en los cabildos
y chancillerías en los mismos términos que lo ejecutarían los señores reyes, para
sentarse en el presbiterio debajo de solio, para librar contra las Cajas Reales, tener
81

guardia de alabarderos, llevar carroza con seis caballos y otras semejantes...″. (AGI.
México 2346 ff. 104 v).
15 Un año después, en 1789, doña Joaquina arguía su ″miserable estado y el de su familia″
solicitando se le diera una cantidad de dinero justa para ″redimir sus angustias″; se
colocara en algún cargo de importanda administrativa a su segundo marido Don
Agustín Estrada, español y a su hermano Don Manuel Inca en una Capitanía, dada su
inclinación a la carrera militar; a su hijo menor, Don Sabas Carlos, en una beca real
como la que tenía su hijo mayor; y para este último se diera alguna capellanía vacante
de las de temporalidades con que pudiera ascender al sacerdocio al que aspiraba. Todo
ello en mérito a su noble linaje. Antes había pretendido para su primer marido D. Juan
Sánchez de Roxas una plaza como Contador de Cuentas de las Cajas Reales de México, la
Castellanía de Acapulco, el gobierno de Tabasco, la Contaduría de tributos, la
administración de tabacos de Zacatecas pero sin acceder a ninguno siendo simplemente
″escribiente de notario de secuestros del Santo Oficio″, cargo en el que ganaba 13 pesos
y 7 reales al mes. Doña Joaquina había soportado todo esto estoicamente porque por lo
menos no le habían quitado las excepciones de la nobleza.
16 Finalmente la corona le concedió una pensión de 200 a 300 pesos anuales y otra igual a
su hermano don Manuel. La suma provendría del ramo de tributos, y el socorro se iba a
dar hasta que se acomodaran en empleos correspondientes su marido, hermano e hijos.
Finalmente se confirió a una ″tenencia veterana″ en uno de los regimientos de milicias
provinciales, a su marido don Agustín de Estrada, la subdelegación del partido de
Zempoala. A sus hijos becas de merced en el Colegio de San Juan de Letrán y si se
inclinaban a la Iglesia se les daría algunas capellanías libres de temporalidades, si por el
contrario, decidían dedicarse a otra carrera, se les colocaría en oficinas o en destinos
compatibles con sus circunstancias. (AGI. México 2346. s/f Art. 24).

Los Uchu II de Cuzco


17 Si bien la rama Uchu que dio lugar a la descendencia en México, es la más clara a través
del expediente de Sevilla, existe otra rama Uchu a la que hemos llamado Uchu II. Sin
embargo, en el expediente no hay más noticia que un memorial presentado en 1650 por
un grupo de personas a través del protector de naturales. Ellos se llaman entre sí
″consanguíneos″ y tenían como denominador común, −no todos −, de apellidar Uchu y
la residencia en Cuzco. Como en la Cédula Real otorgada a Alonso Uchu Inca o Alonso
Atauchi Inca se declaraba por nobles a todos los hijos naturales de éste, que fueron
muchos, creemos que los personajes que presentan el memorial son descendientes de
Alonso Uchu Inca o Alonso Atauchi, que era hermano de Huáscar y Atahualpa.
82

18 Los Uchu II de esta rama eran D. Baltasar Leire, Tupa, D. Cristóbal Inca Roca, D. Agustín
Inquiltupa, D. Mateo Uchu Tupa, D. Ignacio Leire Tupa, D. Juan Quispi Uchu, D. Pedro
Gabriel Uchu Cuyo Yupanqui, D. Silvestre Tupa Muro, D. Diego de Monserrat, D. Juan
Cumaneo, D. Rodrigo Guaynamalqui, D. Juan Ramírez, D. Francisco, D. Juan Cusipau-car,
y D. Lorenzo Gobernador. Todos ellos descendientes de Tupac Inca y Guaynacapac. (AGI.
México 2346 F. 64) La filiación con Alonso Uchu Inca o Alonso Atauchi es nuestra.

La descendencia de Felipe Tupa Yupanqui


19 La descendencia de Felipe Tupa Yupanqui se expande en Cuzco con los Quispe
Uscamaita y en Pacajes con los Cusicanqui.
20 La rama Quispe Uscamaita de Cuzco que presentó expedientes de nobleza en 1627 a
través de Andrés Huayna Cuyo Tupa, se inicia con Felipe Tupa Inca Yupanqui
descendiente de Tupac Inca Yupanqui. En esta rama no hay ninguna referencia a
Huayna Capac, por lo tanto viene directamente de la panaca de Tupac Inca Yupanqui, a
diferencia de la rama Uchu que también procede de la panaca de Huayna Capac.
21 El entroncamiento de la rama Quispe Uscamaita con Tupac Inca se inicia con Felipe
Tupa Inca Yupanqui el mismo que enlaza la rama Cusicanqui. Según el expediente de
Sevilla cuando Felipe Tupa Inca Yupanqui recibió el escudo de armas en 1545 estaba
casado con Luisa Cuispisica. Juan Cuyo Tupa Inca era nieto suyo, ya que en 1627 Andrés
Huayna Cuyo Tupa Inca se encuentra reclamando para sí y para varios ″consanguíneos″
las prerrogativas y tratamientos especiales conferidos a su antepasado Felipe Tupa Inca
Yupanqui. Según declaración del protector de naturales, Andrés Huayna era de ″buen
natural y loables costumbres como tal hijo del Gran Tupa Inca Yupanqui″ por lo que
podía llevar daga y espada. Además hablaba español perfectamente pues se había criado
entre españoles, y por esta causa ya había estado exento de pagar tributo y acudir a
mitas. El Virrey Marqués de Guadalcázar, ese mismo año de 1627, le había otorgado
83

además de traer espada y daga ceñida con honra y defensa de su persona, el


tratamiento especial del corregidor en todo lo que se le ofreciere.
22 El expediente iniciado por Andrés Huayna Cuyo Tupa para obtener las prerrogativas
que acabamos de señalar incluye la Provisión Real de 1545 en la que se otorga a Felipe
Inca Yupanqui el escudo de armas. Dicha provisión incluía además las distinciones de
poder llevar puesto en el pecho ″toysón de oro″11 compuesto por un mascarón de oro
que ″le cojan 12 pares de culebras″ coronadas y asidas unas a otras formando lazos y
eslabones, de igual modo la casa real de Carlos V otorgó merced de su ″ciencia y
poderío real″ cediéndoles toyson de oro. También les otorgó derecho a ocupar lugares
de honor en cualquier sitio en el que estuvieren, y poder entrar en los Concejos,
Cabildos y Cancillerías reales en la misma manera que si fuera el propio rey de España,
presidiendo y tomando el lugar del Rey, siendo que el lado derecho no lo podían dar a
ninguna persona que no fuera de condición de Virrey, presidentes u oidores. Se
especificaba que ningún ministro español podía poner impedimento ni embarazo
alguno a esta disposición. Se les dio también derecho a asistir a festividades religiosas
de la Iglesia católica ocupando sitio en el presbiterio debajo de solio real representando
al Inca y también al rey de España. Fuera de ello debían recibir de las Cajas Reales todos
los recursos que necesitaren para ″el descargo de su real conciencia″, la unión de las
dos coronas y el buen gobierno de los Reinos de Indias y demás Señoríos. Se establecía
también que nadie podía tomarles residencia so pena de 20.000 pesos. (AGI. México
2346:53-56).
23 Todo el seguimiento de expedientes de nobleza de Andrés Huayna Cuyo es presentado
por el protector de naturales que era nada menos que uno de los ″consanguíneos″ de
esta misma rama don Juan Quispi Uscamaita.

Cusicanqui y Canqui, descendientes de Felipe Tupac


Inca Yupanqui en Pacajes, La Paz12
24 La primera vez que aparecen los Cusicanqui y los Canqui iniciando probanza de su
nobleza es en 1613, coincidiendo con la época en que empiezan las probanzas de los
otros descendientes de las ramas de Cuzco y de Lambayeque. Juan Francisco Cusicanqui
en 1613 era cacique del pueblo de Calacoto y al parecer inicia la probanza para
demostrar que tenía la prerrogativa de ostentar el cargo que se veía amenazado por
pugnas internas de poder.
25 En 1680 Juan José Cusicanqui, cacique titular del pueblo de Calacoto regresó de la mita
de Potosí adonde había acudido llevando indios. Había dejado de cacique interino a su
hermano Miguel. A su regreso se encontró con que Sebastián Canqui reclamaba el
derecho de cacique. Ambos caciques solicitaron al Virrey una provisión. Ese mismo año
el virrey Melchor de Navarra y Rocaful reconoció como incas nobles descendientes de
Felipe Tupa Inca Yupanqui a Miguel, Juan y José Cusicanqui, así como a Alejo y
Sebastián Canqui. Lejos de apaciguar los ánimos, la provisión provocó mayor confusión.
Ambos caciques Sebastián Canqui y José Cusicanqui apelaron a testigos veteranos del
pueblo y de pueblos vecinos que al declarar que conocían a los litigantes dijeron que
José Cusicanqui y sus hermanos Miguel y Juan eran descendientes de Juan Francisco
Cusicanqui, por su parte, y Alejo y Sebastián Canqui eran nietos de Diego Canqui Apasa
que vivió hacia 1630. En la pugna resalta la capacidad de Sebastián Canqui en movilizar
84

indios para la mita, ya que en 1689, por ejemplo, proporcionó a las haciendas del
español Juan de Urdinsu 33 indios semanalmente, llevados de los pueblos de Curaguara
y Ulloma y en el año 1690 entregó 5 indios cada semana a las haciendas de don Antonio
de Guzmán Maldonado. En cambio se acusa a Miguel Cusicanqui de carecer de autoridad
con los indios.
26 En 1719 el Virrey Duque de la Palata reconoció a Juan Eusebio Canqui como cacique
gobernador con las honras concedidas a su padre Juan Bautista Canqui como inca noble.
Juan Eusebio Canqui fue cacique hasta 1734, año en que se establece la modalidad
prehispánica de tener dos caciques simultáneos siendo Juan Eusebio Canqui curaca de
la parcialidad Anansaya e Ignacio Canqui para la de Urinsaya. Para aspectos legales de
la administración colonial simplemente existían dos caciques. Pero la administración
simultánea solamente duró un año ya que en 1735 Juan Eusebio Canqui debió renunciar
al cargo por las muchas denuncias de agravio que había en su contra por parte de los
indios quienes le iniciaron causa criminal y le tomaron preso. Sin embargo, haciendo
uso de las prerrogativas de inca noble, Juan Eusebio Canqui consiguió una provisión
real de Felipe V, en la que se establecía su libertad y desembargo de todos sus bienes. La
provisión instruía al corregidor que también cuidara de todos bienes de Canqui pero
que bajo ningún pretexto se le asignara más indios del pueblo ni de los vecinos a su
servicio ni el de otros gobernadores y caciques y menos aún que les entregaran alguna
contribución, ya que la tasa estaba bien establecida. La provisión también instruía una
pena de 2.000 pesos para el cacique que contraviniera la orden y a los indios que
continuaran las querellas contra los indios principales, se les amenazó con graves
escarmientos. (ALP. DE 1: 53)
27 En 1746 don Agustín Cusicanqui fue nombrado cacique interino de ambas parcialidades.
El expediente no da referencias sobre las circunstancias que lo llevaron al cargo de
cacique, pero dados los antecedentes de malestar en la comunidad es posible que se
recurriera a él como la persona más idónea entre los pobladores de Calacoto.
28 Agustín Cusicanqui fue cacique hasta 1779 cuando, según algunas versiones, fue
despojado del cargo y, según otras fue sucedido por Juan José Cusicanqui, hijo de Juan
Eusebio Canqui y hasta entonces alcalde del pueblo por orden de una Provisión Real.
Los comunarios de Calacoto se opusieron tenazmente al despojo del cargo de cacique de
Agustín Cusicanqui, argumentando que Juan José Cusicanqui era un Canqui de Mena y
no un Cusicanqui. Ante la gravedad del problema Juan José Cusicanqui se presentó en la
Audiencia de Charcas quien ordenó al corregidor de la provincia admitir las oposiciones
y justificaciones que exhibiesen los interesados por derecho de sangre, dentro del
término de los edictos y de no presentarse estos, proponer tres indios de los más aptos
e idóneos para que fueran caciques.
29 Entre las justificaciones que presentó Juan José Cusicanqui, estaban las provisiones
otorgadas a su padre Juan Eusebio Canqui -referidas líneas arriba- y la lealtad con la
corona española de parte del propio Juan José Cusicanqui en ocasión de los
levantamientos indígenas de 1781, cuando Juan José Cusicanqui había practicado
expediciones a la Provincia de Pacajes concretamente al pueblo de Collana y otros
lugares del Río Abajo en compañía de sus hijos Manuel, Gervasio y Agustín que servían
como soldados. Declaró que ni ″el miedo, ni la muerte ni el desamparo que padecía lo
pudieron reducir al bando de los traidores (los indios rebeldes) por lo que estuvo más
de tres veces con el garrote encima, con el cuchillo a la garganta y que a puro dar
dinero se rescataba cada vez que lo ponían al último trance″. En el momento más álgido
85

fue llevado preso ante el rebelde del Alto de La Paz, Julián Apasa, quien lo retuvo varios
días, logrando huir hacia Tacna, donde vivió hasta que se tranquilizó la provincia. (ALP.
D.E.N. 1: 47).
30 Debido a esta actuación la Real Audiencia le ratificó en el cargo de cacique gobernador
y alcalde del pueblo de Calacoto en diciembre de 1783, cargo de mucho prestigio y
reconocido especialmente por la administración colonial. (Díaz Rementería 1977:60) De
este modo, Juan José Cusicanqui fue el primero de su linaje en asumir las funciones de
alcalde.

Descripciones del escudo de armas


31 Por Cédula Real de 9 de mayo de 1545 el Rey Carlos V confirió a Felipe Tupa Inca
Yupanqui y a Gonzalo Uchu Guallpa un escudo real que está descrito en la probanza de
los Uchu de los Quispe Uscamaita descendientes de Felipe Tupa Inca Yupanqui. ″...Por
cuanto nos somos informados de que vos Don Gonzalo Uchu Guallpa y D. Felipe Tupa Inca
Yupanqui Reyes y señores que fueron de esos dilatados Reynos y Provincias del Perú nos
habéis servido en todo lo que se ha ofrecido nos acatando a lo soso dicho y a que sois
fieles y leales amigos y hermanos y buenos católicos cristianos, por que vos y vuestros
hijos descendientes de ellos y de cada uno de ellos seais bien tratados, atendidos y
respetados como personas reales y que representan las nuestras es nuestra merced y
voluntad de os dar conceder y señalar por vuestras Armas Reales propias concedidas:
Un escudo fecho dos partes que la una de ella esté una Aguila Real en campo rosado y a los lados
Leones Reales que cojan Arco Iris, y encima una borla carmesí que solían tener por Armarita, y a
los lados culebras coronadas en campo rosado. Y por la una letra que dice, Ave María, en el
medio y en el otro lado un castillo en campo amarillo, y por divisa una Aguila Real con sus
trabales, dependencias o foliages de azul, engarzadas en ellas quarenta y dos coronas imperiales
al rededor con otras tantas Reales, que son la una parte de las coronas que dichos Señores Reyes
naturales de esos dichos Reynos y Provincias del Perú tuvieron sugetos a su dominio y corona y
asimismo vos señalamos y concedemos por toyson propio para que le traigais puesto a el pecho
un mascarón de oro que le cojan doce pares de culebras coronadas y estas asidas unas de otras
formando lazos y eslabones″.
32 El escudo descrito en el expediente de los Cusicanqui es el siguiente:
″Un escudo fecho en dos partes, que en la una de ellas esté un Aguila en campo rosado, y en
los lados dos tigres, que cojan arcos ensima de una borla, unas letras que digan Ave María en
el medio. Y en el otro lado un castillo en campo amarillo, y por el nivel armo cerrado, y por
divisa un aguila real con seis trovalas, y dependientes de follaje azul, como la nuestra merced
fuese por tener por la presente, mandamos y queremos que podais tener por vuestras armas,
las que de yuso se hace mención en un escudo tal como este, según aquí va figurado y
pintado, los quales os mandamos, por vuestras armas conocidas y queremos y es nuestra
merced y voluntad que vos y vuestros hijos y dependientes que la de ellas debeis y
entregueis, y podais traer y poner en vuestros reposteros y casas, y en las de cada uno de
ellos vuestros hijos y descendientes de ellos...″ (ALP. D.E. 01:).
33 Ambas descripciones coinciden en lo general. En la del Archivo de Indias se lee que a los
lados habrá dos leones que cojan arcoiris, en la del Archivo de La Paz dice dos tigres que
cojan dos arcos. Ambas descripciones coinciden hasta donde se habla del follaje azul. La
descripción del escudo de los Cusicanqui no dice nada sobre el segundo cuartel que es el
de la mascaipacha flanqueada por dos serpientes con coronas de hijosdalgo. (Escobari
1982:164) En la descripción inserta en la probanza de los Quispe Uscamaita
86

descendientes de Felipe Tupa Inca Yupanqui se dice que en el follaje azul debían ir
engarzadas 42 coronas imperiales, correspondientes a las 42 provincias del Perú y junto
con ellas otras 42 coronas reales, detalle que no presenta el escudo 13.
34 El pergamino pintado del Archivo de Indias se encuentra en la sala de exposiciones del
Archivo de Indias e ilustra la tapa del libro publicado por la Dirección General del Libro,
Archivos y Bibliotecas de España en 1995. Titula ″Archivo General de Indias″ de varios
autores. Se trata de una edición de lujo que forma parte de la colección Archivos
Europeos14. En la página correspondiente al escudo en cuestión los autores declaran que
se trata del escudo de armas concedido por Carlos V a Gonzalo Uchu Hualpa y Felipe
Tupa Inga Yupanqui ″hijos legítimos de Huayna Capac y nietos principales del Gran
Inga Yupanqui, Reyes y Señores Naturales que fueron de esos dilatados reynos y
provincias del Perú″ para que sean considerados como ″personas reales que
representan las Nuestras″. Los autores suponen que se trata de los hermanos de
Atahualpa y Huascar, de Tupa Inca y de Manco Inca, pero no es así. Tupac Inca
Yupanqui fue abuelo de Atahualpa y Huáscar y los titulares del escudo de armas Felipe
Tupa Inca Yupanqui y Gonzalo Uchu Gualpa vendrían a ser nietos de un hermano o
primo hermano de Atahualpa y Huáscar llamado Alonso Tito Uchu Inca, del linaje de
Tupac Inca Yupanqui y no de Huayna Capac.
35 El escudo está pintado al óleo en colores sobre un pergamino de 343 mm x 432 mm El
pergamino esta dividido en dos partes a lado izquierdo está pintado el inca Tupac Inca
Yupanqui en actitud elegante de estilo manierista y al lado derecho el escudo
propiamente dicho. El estudio el pergamino va descrito en el capítulo anterior.

¿Cuál el afán de las probanzas de nobleza entre los


caciques?
36 Franklin Pease (1992), y Scarlet O Phelan (1997), en estudios sobre caciques sostienen
que la necesidad de ser declarados ″indios nobles″ fue algo bastante común entre los
caciques ″nobles″ que fueron reconocidos por la corona española como ″señores
naturales″, con poder sobre las tierras y los indios de ellas en el siglo XVI. Sin embargo,
a lo largo del siglo XVII, ya sea por rencillas internas o por demasiados descendientes de
un mismo tronco, se presentaron problemas en el reconocimiento de prerrogativas
especiales. Ya que los cacicazgos debían ser heredados como los mayorazgos españoles
y en el Perú aparecían muchos hijos legítimos y naturales que querían tener todos los
mismos derechos. También existía el hecho de que los corregidores, en muchas
ocasiones, suplantaban a los caciques ″de sangre″ por otros de quienes recibirían
favores, por lo que proliferaron aquellos que buscaban papeles de nobleza y probanzas
de descendientes de incas nobles o supuestos descendientes de incas nobles que tenían
por característica general la de ser ″pedigüeños″. Según Franklin Pease (1992) las
probanzas resultaron ser instrumentos poco fiables porque generalmente se hacían
varias copias de las mismas y presentaban errores en los nombres, además de que los
testigos eran escogidos por los propios interesados. En el caso del expediente de los
Canqui y Cusicanqui de Pacajes, se advierte que el escudo fue conferido a Felipe Tupa
Inca Yupanqui y a Gonzalo ″Picho″ y no Uchu como consta en los papeles de los Uchu de
México, aunque la descripción del escudo que aparece en su expediente es más fiel al
87

pergamino existente en el Archivo de Indias, que el descrito en los papeles de los Uchu
de Lambayeque y México.
37 Por otro lado, la poca fiabilidad de las probanzas fueron advertidas en el propio Consejo
de Indias durante la Colonia. En las últimas páginas del expediente iniciado por doña
Maria Joaquina Uchu Inca, que presentamos, se muestran oficios intercambiados entre
las Secretarías de Nueva España (México) y Perú, en los cuales el Consejo de Indias se
preguntaba sobre la certeza de la descendencia de los interesados de los Incas
emperadores del Perú, y advertía que sus propuestas de auxilios y colocaciones debían
ser tratadas con detenimiento y circunspección, puesto que en unos ″dominios tan
distantes del trono se podía alegar servicios y entronques de familias no bien
justificados para solicitar premios y mercedes desproporcionadas″. (AGI. México 2346
s/f Art. 16) Consideraba también el Consejo de Indias −a propósito de la solicitud del
rebelde José Gabriel Tupac Amaru, que decía ser descendiente legítimo de los Incas en
la Audiencia de Lima−15, que todo ello daba lugar a ″mil supercherías y suplantaciones″
y era susceptible a gravísimos inconvenientes ya que se sabía que Atahuallpa había
hecho matar a toda la nobleza. Las consultas incluían a la Secretaría del Perú, sobre
Cédulas Reales otorgadas a los descendientes de los incas.
38 Consultada la Real Audiencia de Lima el 6 de marzo de 1798 sobre la validez de las
Cédulas de los años 1545 y 1546 por las que se concedía a los descendientes de los
emperadores Incas del Perú las gracias y privilegios, y esta no haber contestado ni
favorablemente ni en contra, el fiscal del Consejo de Indias ″dudó″ de la legitimidad de
aquellas, y por lo tanto, en el caso de doña Joaquina instruyó se la socorriese con
″limitadas y particulares gracias″, lo suficiente para poner remedio a su estrechez,
pobreza y abatimiento.
39 El expediente finaliza sin haber recibido informe de la Audiencia de Lima suponiendo
que las instrucciones originales se habrían perdido en el traslado del Archivo de
Simancas al de Indias en Sevilla. El archivero de Sevilla en 1800 informó que allí
solamente se encontraba una Cédula Real con otorgamiento de escudo de armas a don
Cristóbal Topa Inga, en 9 de mayo de 1545.

Escudo dado a Cristóbal Topa Inca


40 El archivero de Sevilla en contestación al oficio que se le pasó pidiendo se reconociese si
en los libros de Registro de la Secretaría del Perú de su cargo se hallaban copiadas las
Cédulas de 9 de mayo de 1545 y 10 de junio de 1546, manifestó en 17 de diciembre de
1799 que reconocidos prolijamente los registros no se había encontrado ninguna de
dichas Cédulas ni más razón que la que con la misma fecha de la primera, se expidió un
privilegio de Armas a D. Cristóbal Tupa Inga en los términos que siguen y que se
encuentra en el Libro de Oficio y Parte Perú No. 5. fol. 163 que dice: En Valladolid a 9 de
mayo de 1545 años se despachó un privilegio en que se daba por armas a D. Cristóbal Topo Inga
un escudo hecho en dos partes, que en una de ellas este un aguila negra rampante en campo de
oro y a los lados dos yelmos verdes, y en la otra parte de abaxo un tigre de su color y encima de él
una borla colorada que solía tener por corona Atabalipa su hermano, y a los lados del dicho tigre
dos culebras coronadas de oro y campo azul, y por orla unas letras que digan Ave Maria y
entremedias de las dichas letras ocho cruces de oro de blazón (sic) en campo colorado con perfiles
88

de oro y por timble un yelmo cerrado e por divisa una aguila negra rampante con sus trascobas y
dependencias de foleages de azul y oro...″.

Dibujo 1: Escudo descrito en el expediente de los Uchu y Quispe Uscamaita. Obsérvese que el escudo
ostenta cuarenta y dos coronas imperiales.
Fuente: AGI, México 2346.
89

Dibujo 2: Escudo descrito en el expediende de los Canqui y Cusicanqui. El escudo carece de coronas
imperiales asemejándose al escudo existente en el Archivo de Indias MP, 78.
Fuente: ALP. DE. N°01.

Dibujo 3: "Toysón de oro" conferido a los Quispe Uscamaita de Cuzco.


Fuente: AGI, México 2346.
90

GENEALOGIA TUPAC INCA YUPANQUI S. XV-XVIII. CUZCO LAMBAYEQUE-PACAJES MEXICO

Fuente: AGI, México 2346.

GENEALOGIA UCHU I. LAMBAYEQUE - MEXICO

Fuente: AGI, México 2346.


91

GENEALOGIA. UCHU II. Cuzco

Fuente: AGI, México 2346.

GENEALOGIA FELIPE TUPA INCA - YUPANQUI I. QUISPE-USCAMAITA CUZCO

Fuente: AGI, México 2346.


92

NOTAS
1. ″La heráldica incaica y los caciques Cusicanqui de Pacajes″ En Revista Arte y Arqueología No. 8
y 9. Ed. Instituto de Estudios Bolivianos. Universidad Mayor de San Andrés y Academia de
Ciencias. La Paz 1984. Posteriormente el escudo fue reproducido varias veces manteniendo la
atribución en los libros s Arte Textil y Mundo Andino de Teresa Gisbert, Marta Cajías y Silvia Arze.
Ed. Gisbert 1987. La Paz. En Imágenes y Presagios de Ximena Medinaceli y Silvia Arze. Ed. Hisbol La
Paz 1991. En Los Bolivianos en el Tiempo Ed. 1993 La Paz. Historia del Perú 3. Ed. Santillana, Lima
1997.
2. El expediente que acompaña el Escudo de Armas de Sevilla se halla en AGI. Mexico 2346, bajo el
título ″Testimonio de la Executoria y Reales Cédulas a favor de los descendientes del Gran Tupa
Inca Yupanqui, último Emperador de los Reinos del Perú″. Documentos procedentes de la
Audiencia de México que se enviaron con carta del Virrey e 30 de enero de 1796 y se remitió al
Consejo con Real Orden de 2 de Octubre del propio año″.
3. Testimonio (incompleto) del Expediente seguido por Juan Francisco Cusicanqui a su hermano
Agustín por el cacicazgo del pueblo de Calacoto. ALP/ DE (Documentos Especiales No. 1). En este
expediente Juan Francisco Cusicanqui alega tener los méritos de nobleza necesarios para ser
cacique, mostrando documentos que datan de 1545.
4. Capítulos anteriores a éste.
5. Ella Dunbar ″Los descendientes de Huayna Capac″ pp.
6. Mitma era el indio que trabajaba por temporadas en otro sitio distinto al de su lugar de origen.
7. ″A razón de 18 reales 3 cuartillos de cada indio cada tercio en los dos que corrieron dicho año,
480 pesos a 4 reales y rebajados de ellos 236 pesos 6 reales y medio, con las generales de la tasa
restan por líquido 242 pesos 5 reales y medio″. (AGI. 2346: 20).
8. Ver mapa No. 5.
9. El certificado de bautizo de Miguel Uchu Inca se halla inserto en el expediente. (AGI. 2346 ff. 15
10. En adelante Maria Joaquina Uchu Inca.
11. Ver Dibujo No. 3.
12. ALP/DE 01 1783.
13. Ver Dibujos 1 y 2.
14. Gonzales García Pedro, (Coord.) Romero Tallafigo Manuel, Morales Alfredo J., Colomar Albajar
Ma. Antonia, Galbis Diez Ma. del Carmen, Medina Encina Purificación, López Guriérrez Antonio. El
Archivo General de Indias. Ed. Ministerio de Cultura.
Dirección General de Archivos y Bibliotecas. Lunwerg Editores, S.A. Barcelona, Madrid 1995.
15. También se menciona salvando distancias de tiempo, que en 15 de Julio de 1604, Dn. Melchor
Carlos Inca, bisnieto de Huayna Capac había solicitado título de Duque o Conde con renta
competente para mantenerse uy un hábito de Santiago, sin ningún mérito... AGI. México 2346 s/f
Art. 21.
93

Capítulo 5. Educación de hijos de


caciques, s. XVII-XVIII

1 La educación de hijos de caciques estuvo ligada a la evangelización y extirpación de


idolatría. Estos aspectos, que ocuparon la atención de la Iglesia en los primeros años de
la colonia, pueden ser estudiados en base al desenvolvimiento y dificultades de llevar
adelante los colegios religiosos, que como el Colegio San Borja de Cuzco, estuvo
dedicado a la educación de hijos de caciques como medio evangelizador. Suponemos
que a este Colegio acudieron también hijos de caciques de la Audiencia de Charcas.
2 Algunos historiadores como Horacio Villanueva Urteaga y Rubén Vargas Ugarte se han
ocupado de la Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cuzco, y de los Colegios
San Bernardo, y Ciencias de la misma ciudad1. Rubén Vargas Ugarte destaca la labor
educativa en la mayor parte de los Colegios y Universidades más importantes del
Virreinato del Perú, y entre ellos el Colegio San Borja2. Sin embargo, ninguno de ellos
da a conocer el funcionamiento interno del Colegio de San Borja. Una serie de
documentos encontrados sobre el Colegio San Borja, en el Archivo Histórico
Departamental del Cuzco, dan a conocer aspectos concretos de la educación, detalles
sobre la casa o palacio donde funcionaba el colegio y su ubicación en la ciudad del
Cuzco. También sobre los problemas por los que pasaron los jesuitas por la
supervivencia de la institución, ya que tuvieron que enfrentarse con los intereses
económicos de los encomenderos, y el incumplimiento de la administración fiscal. Todo
para poder concretar una formación occidental y cristiana en los mandones de los
indios.

Colegios fundados en el Cuzco


3 La labor que los jesuitas realizaron en el campo de la Educación en el Perú fue notable.
Antes de su llegada, en el Virreinato se contaba con escuelas de Gramática, aunque
éstas debían cerrarse con frecuencia por falta de maestros3. De todas maneras las
escuelas de primeras letras eran bastante escasas, de manera que la juventud crecía sin
que nadie se ocupara de ella. La enseñanza superior estaba reducida a la que impartía la
Universidad, ubicada al lado de la iglesia de la Compañía en la misma plaza principal, en
94

el sitio que fue el palacio de Huaynacapac, nombrado Amarucancha, que en la


repartición de solares le había tocado a Hernando Pizarro.
4 El Colegio San Borja fue fundado en 1575, con autorización del Virrey Francisco de
Toledo que llegó al Cuzco un mes después que ellos. Fue ubicado en el sitio de la
Universidad, para los gastos contribuyeron el Cabildo Eclesiástico, varios caballeros y
varios vecinos contribuyeron con 200 pesos. Diego de Silva y Guzmán vecino del Cuzco,
natural de Ciudad Rodrigo y su esposa doña Teresa de Guzmán y Ordoñez donaron
30.000 pesos ensayados, gozando desde entonces del título de patrones. En mayo de
1571 se tomó posesión de la casa4.
5 Los jesuitas fundaron en el Cuzco dos Colegios, el de San Borja dedicado a los hijos de
caciques y el de San Bernardo para españoles. El Colegio San Bernardo era un Colegio
Mayor que se fundó el 31 de Julio de 1619, con autorización del Virrey Príncipe de
Esquilache. Fue su primer Rector el Padre Diego de Torrez Vásquez. En su
funcionamiento era similar al de San Martín de Lima, cursándose Teología,
Jurisprudencia y Artes luego de la escuela básica y la intermedia de Gramática y
Humanidades. Este Colegio y el Seminario de San Antonio Abad, -que fue fundado por el
Obispo La Reya en 1598-, tuvieron conflictos permanentes por la primacía, pues San
Antonio Abad era más antiguo y San Borja tenía título de Real.

El Colegio de San Francisco de Borja


6 El Virrey Francisco de Toledo emitió la Cédula que autorizaba la fundación de un
Colegio para Caciques en el Cuzco. (1575) Este primer colegio estaba ubicado en la calle
de las Sierpes, junto al Colegio de San Antonio Abad5. Otras fuentes señalan que el
Colegio se fundó por Cédula del Virrey Gerónimo Fernández de Cabrera, Conde de
Chinchón, hacia 1628, por mandato del Rey Felipe IV6. Se trata de una segunda Cédula
con el mismo fin que coincide con el cambio de casa del Colegio a una ″en mejor sitio y
más desahogo″. El padre Joan Frías Herrán, Provincial de la Compañía de Jesús en la
Provincia del Cuzco, puso en ejecución la Cédula por orden del Virrey Príncipe de
Esquilache.
7 El Colegio estaba destinado a la educación de los hijos mayores de los caciques desde
temprana edad con el fin de alejarlos de la idolatría de sus padres, y para que no
aprendieran sus costumbres, ritos y abusos, sino que estando a la sombra de la Santa
Compañía de Jesús salieran como debían ser, de modo que después en sus pueblos
vivieran como cristianos, propagando la fe católica y sirviendo de ejemplo a sus indios.
El colegio comenzó con veinte becas que eran de dos reales y medio diarios, para su
sustento. La pensión era tan corta que forjaba el temple de los colegiales que
″entregaban su corazón a la Compañía de Jesús″, al tiempo que era orgullo de los padres
jesuitas mantener el Colegio con ″tanta grandeza con pensiones tan pequeñas″ 7.
8 El Colegio comenzó a funcionar el día de Todos Santos en presencia del Corregidor,
Cabildo secular y gente común. Su primer Rector fue el Padre Joan Frías Herrán. El día
de su fundación hubo Misa y sermón en la casa para los sacerdotes y en la capilla mayor
para los colegiales. Estos estaban sentados en sus escaños donde el Corregidor los
honrró dándoles insignias de colegiales en nombre del Rey; éstas eran de plata, con las
armas reales y las llevaron en fuente de plata, adornadas con muchas flores y cada una
″con su adorno″. Las colocaron en tafetán colorado sobre el vestido verde que vestían
95

los colegiales. Los padres de La Merced llevaron en persona a hijos de caciques de todas
sus doctrinas y el Rector los recibió escogiendo a los más nobles, es decir, los
descendientes más directos de los Incas, estando entre ellos el nieto del Inca.
9 El primer Colegio se fundó en la calle de las Sierpes. Para el edificio se compraron en
1621 las casas que habían sido de García Pérez de Salinas, detrás de la Catedral, en la
calle que sube a la plazuela de Santa Clara la Vieja. Se pagaron por ella 13.500 pesos de a
ocho reales. Más tarde, en 1644, siendo rector el padre Juan de Oré, se compraron otras
casas a Sebastiana Maldonado y a don Fernando de Cartagena Santa Cruz no muy
distantes de la misma plazuela. Estas estaban ubicadas en la esquina de la callejuela que
iba al Huatanay de San Blas. Más tarde el Colegio se trasladó a unas casas que habían
servido de Palacio Episcopal, comprándola a Juan Lazo de la Vega por el monto de la
venta de la casa anterior. La nueva casa quedaba frente a la Casa de los Marqueses de la
Laguna, conocida como Casa del Almirante, solamente las dividía una calle al medio.
Desde esta nueva casa se dominaba la plaza del Cuzco, sólo tenía un defecto, carecía de
agua. El vendedor instaló una cañería desde su propia casa, que quedaba delante del
Colegio, creando servidumbre a la casa de los Marqueses. Este hecho hizo que en 1703
los Marqueses y el Colegio tuvieran un pleito8.
10 Dada la distribución de las habitaciones de ésta última casa, se sabe que era como un
palacio ″digno sólo de un príncipe″. El maderaje era todo de cedro con muy primorosas
labores. Tenía salas, jardines, fuentes, galerías, y murallas de piedra. Las salas, galerías
y aposentos estaban adornados de valiosísimas y hermosísimas pinturas 9. La capilla era
suntuosa. Tenía altar mayor de cedro de ″valiente realce″ todo dorado y, alrededor de la
capilla en lienzos grandes y marcos dorados estaba pintada la vida de su patrón San
Francisco de Borja. En la capilla se mantenía todo el año una lámpara de plata con llama
ardiente en honor del Santísimo Sacramento. La Sacristía tenía todos los ornamentos y
″alvas de riquísimas telas, cálices de plata, candeleros, incensarios y cortinas bordadas
de oro″10.
11 El régimen del Colegio era el siguiente: se levantaban alrededor de las 6 y media de la
mañana, iban a la capilla a hacer oración. Esto duraba más o menos un cuarto de hora.
Enseguida tomaban de memoria la doctrina cristiana, en ayuda a la misa y otras cosas
de devoción por espacio de una hora. Después se les decía misa y luego iban a almorzar.
Inmediatamente hacían dos horas y media de escuela, donde un Hermano les enseñaba
a leer y escribir, y también les daba doctrina. Cuando faltaba maestro de la Compañía
por alguna circunstancia, el Rector contrataba un maestro secular al que le pagaban 60
pesos mensuales, además de darle casa y comida. A las once comían. En el refectorio se
servían unos a otros, encargándose uno de ellos de leer la vida del Santo del día.
Descansaban hasta las dos de la tarde, cuando recibían la explicación de la doctrina o
plática que se les daba dos veces por semana11.
12 Una Relación de 1724 dice que a las ocho de la noche iba el Padre Rector con ellos a
rezar el rosario y otras devociones en cruz. Comulgaban de su mano y confesaban con
sacerdotes seculares. Todos los viernes practicaban la Vía Sacra, todo con mucha
disciplina. Los sábados tenían su Letanía con instrumentos musicales, y misa solemne.
El Colegio parecía más un convento de observantísimos religiosos que casa de indios
caciques, según opinión de la época. Acerca de la alimentación que recibían, la Relación
citada cuenta que los "caciquitos" comían por la mañana platos de carne, otros dos
platos en la noche más medio real de pan, relata también que todos estaban gordos en
el Colegio incluyendo dos cocineros, el portero, el despensero y el cobrador 12.
96

13 En 1628, el Colegio tenía 20 alumnos, en 1723 50, entre caciques y externos y en 1735 los
hijos de caciques eran 3913. Todos vestían de verde con sus bandas coloradas y sus
armas reales de plata. En los Libros de Recibos de Colegiales aparecía cada uno de ellos
con sus nombres y provincias. Asistían además cuatro niños pobres españoles, y
muchos otros hijos de españoles14. Los hijos de españoles abonaban cien pesos al año y
se hizo para ellos una sala aparte en la cual se colocaban las cujas de madera donde
dormían. El Colegio proveía a los alumnos de papel, tinta y plumas. Los alumnos
externos se retiraban a sus casas tan sólo para comer y dormir.
14 Por otro, lado el Colegio servía también, en algunas ocasiones para dar ejercicios
espirituales a personas de respeto, como el Maestre de Escuela de la Iglesia del Cuzco, o
el Tesorero de la Iglesia.
15 Los niños de 4 a 8 años de edad, recibían instrucción en oraciones, catecismo, y los
primeros rudimentos de leer, escribir y cantar. Un sacerdote o Hermano se ocupaba de
la enseñanza. Gramática y Latinidad materias más avanzadas en la formación
intelectual de los jóvenes, que se impartía en la escuela Secundaria del mismo Colegio.
Estas materias se estudiaban en un ciclo de tres años, agrupándose a los niños en
mínimos, medianos y mayores. Seguían luego las Humanidades y la Retórica. Muchos se
contentaban con el primer ciclo, pues con un conocimiento más que regular del latín
podían ser admitidos en una facultad. El estudio del latín y de la antigüedad clásica
servía para que los alumnos tuvieran un mayor conocimiento del castellano y
consiguieran un sentido estético. Habiendo pasado este ciclo, los jóvenes estaban
habilitados para seguir estudios en el Colegio Mayor de San Bernardo, con Teología o
Artes, también estaban habilitados para seguir estudios en la Universidad de San
Marcos o San Ignacio de Lima o en la de San Francisco Xavier de la ciudad de La Plata 15.
16 El Colegio Seminario de San Francisco de Borja fue pensado como forma de combatir la
idolatría, así como lo fue el fundado en el Cercado de Lima. El Virrey Toledo y su
ejecutor el Virrey Príncipe de Esquilache pensaron que el mejor modo de extirpar la
idolatría era dar a los indios una sólida moral, y a los caciques en especial, ya que
constituían la autoridad natural entre los indios. Los hijos de Caciques que salían del
Colegio Seminario de San Francisco de Borja iban luego a sus pueblos adoctrinados en el
cristianismo, contando entonces la Iglesia con verdaderos soldados contra el demonio,
ya que ellos enseñarían después a sus propios padres y parientes convenciéndoles en
razones y verdades16.
17 Sin embargo se planteó siempre la duda sobre si convenía o no instruir a los indios,
pues se temía que pudieran abusar de los conocimientos adquiridos. Una carta de 1637,
escrita al Conde de Chinchón sobre si convendría o no mantener los Colegios de
caciques, consideraba que los indios salían muy ladinos, no aprendían buenas
costumbres ni cristiandad sino todo lo contrario, volviéndose muy perniciosos 17.

Oposición de los encomenderos a la Fundación del


Colegio
18 El 29 de Abril de 1622, en una vacancia temporal de Virrey en Lima, se emitió un Auto
que mandaba suspender la Fundación del Colegio. Se ordenaba que los colegiales
caciques se fuesen a sus pueblos y se vendiese la casa del Colegio. La Companía de Jesús
alegó muchas razones para no suspender el Colegio, sobre todo porque se dejaba de dar
97

servicio a las ″majestades″ divina y humana. En ese sentido envió una carta al
Presidente de la Audiencia de Lima, quien se pronunció emitiendo un Decreto por el
que en nombre del Rey, se dejaba sin efecto la suspensión del Colegio 18. Los
encomenderos pidieron al corregidor en 1622 la suspensión del Colegio de hijos de
caciques, porque se mantenía a costo de censos19 impuestos a las comunidades de todo el
distrito del Cuzco, que no tenían suficientes ingresos para mantenerlo ya que además
del mantenimiento del colegio, debían cumplir con el pago del tributo, y aquello no
sería todo, sino que debían pagar también el tributo de los indios que se encontraban
ausentes, cumpliendo la mita de Potosí. Las comunidades, según los encomenderos
tenían de ese modo tres responsabilidades: el pago del censo para el mantenimiento del
Colegio, el tributo propio y el de los indios ausentes en Potosí. Finalmente los
encomenderos aceptaron que el censo subsistiera, pero en la cantidad que había
señalado el Virrey Francisco de Toledo en 1572, que eran 800 pesos anuales, cantidad
que consideraban suficiente para el trato y educación de los indios y no los 5.000 pesos
como lo establecía la provisión del Príncipe de Esquilache (1620). Sin embargo, la
realidad era que ni los 5.000 pesos anuales eran suficientes para mantener a los 50
indios que estudiaban el Colegio, provenientes de los obispados de Guamanga, Cuzco y
Arequipa, cuyo mantenimiento costaba 114 pesos cada año por persona, sin contar los
gastos de vestidos, médico, botica y los ordinarios de los religiosos maestros que
asistían al Seminario20.
19 Los censos de toda la Doctrina del Cuzco estaban destinados a mantener estos gastos,
por eso la petición concreta de los encomenderos fue que se suspendiese la Fundación
del Colegio, o si se juzgaba conveniente, se instruyera para que éste funcionase con la
hacienda de sus propios indios, aunque, proviniendo ésta de la misma comunidad
resultaba ser el mismo daño. Para los encomenderos del Colegio del Cuzco, que
albergaba a caciques de Guamanga y Arequipa resultaba excesivo existiendo el Colegio
del Cercado de Lima, ya que no se justificaba el gasto no existiendo -según ellos-
idolatría en el Perú.
20 El incumplimiento de la caja de censos para el sostenimiento del colegio fue
permanente, incluso desde que Toledo en 1571 dictaminó un monto mínimo necesario
anual de 800 pesos. Para regularizar los pagos el Virrey Conde de Alba de Liste
(1655-1660) dio una Provisión al Corregidor del Cuzco, para que el pago al Colegio se
hiciera con los fondos de toda la gruesa de la renta de la Caja de Censos, ello significaba
que se debían pagar según esta última disposición 2.000 ducados 21 por el pago de
devengados del Colegio y por el expediente de pesos no entregados por el
administrador. En 1674, el Padre Gabriel de España, Procurador General de Cortes de la
Compañía de Jesús, en nombre del padre Baltasar de Aspectía, Rector del Colegio San
Borja, emitió un Decreto para el pago de los censos al Colegio de acuerdo al número de
colegiales inscritos en el Colegio. De todas maneras, los Jueces de la Caja Real de Censos,
encargados de pagar el censo para el mantenimiento del Colegio a los jesuitas, estaban
en permanente conflicto para conseguir el dinero.
21 En 1719 otro Rector del Colegio, el padre Diego de Toledo, llegó a hacer retener el
sueldo del Juez, don Josep de Escobar, quién se negaba ante el Protector General y Juez
de Censos de Lima deber más que un tercio de los cuatro destinados a los jesuitas para
el mantenimiento del Colegio. Por su parte el padre Diego de Toledo, manteniendo
firme su demanda y afirmando que de ello dependía el alimento diario de los colegiales,
no dudó en acudir al Teniente de Capitán General Corregidor y Justicia Mayor Don Juan
98

de Armasa y Arregui, quien a su vez ordenó a los señores jueces oficiales reales, el
Contador de las Cajas Don Leonardo Josep Bravo y al Tesorero Don Juan Enriques, la
retención del sueldo de don Josep de Escobar.
22 A los pocos años, en 1723 hubo otro reclamo del padre Sebastián Villa, catedrático de
prima de la Universidad de San Ignacio de Loyola y Rector del Colegio de San Francisco
de Borja, pidiendo a la Audiencia de Lima que el Juez de la Real Caja de Censos del
Cuzco, Don Miguel de la Torre, pagara los censos. En ese entonces se debían pagar
anualmente cuatro tercios, cada tercio de 904 pesos más cinco y medio 2 reales. Don
Miguel de la Torre justificaba el atraso del pago de censos al Colegio con la epidemia de
peste de sarampión que había diezmado la población en los campos sin haber quién
pagase la tasa, sin embargo, el padre Villa le acusaba de haber utilizado para sí incluso
los cobros de tasas hechos por su antecesor. Obligado a pronunciarse sobre este
problema, el Abogado Fiscal sentenció a Don Miguel de la Torre a abonar por lo menos
668 pesos 4 reales, aunque fuera en especies, ya que existía en poder del padre Villa un
recibo por esa suma hecho por el mismo de la Torre, a quien se le dieron 24 horas de
plazo para abonar la deuda. El año 1723 la deuda a los jesuitas era de 8 tercios,
acumulada desde la Navidad de 1719 hasta San Juan de 1723 22.
23 Para abonar la deuda el padre Sebastián Villa, consiguió que se le diera todo el salario
que se le debía al juez anterior, don Josep Escóbar. Ese mismo año el Rector del Colegio
San Borja padre Sebastián de Villa, pedía vehementemente a la Audiencia se ejecutara
una indagatoria consistente en dar respuesta a diecisiete preguntas sobre el manejo de
fondos que hacían los jesuitas en el Colegio San Borja. Esta protesta iba en sentido de
que el Juez de Censos Miguel de Torres, por intermedio de su cuñado, Juan de Toledo
habían calumniado e injuriado a la Compañía de Jesús por malos manejos de los censos
destinados al Colegio. El padre Villa demostró en una indagatoria, cómo la Compañía de
Jesús en el Cuzco, había hecho tanta labor con sólo dos reales de pensión mensual por
alumno. Y por el contrario, acusaba al Juez de censos de tener la hacienda de su casa,
llamada ″Guarquina″ opulenta y con grandes gastos23.
24 De todas maneras la existencia del Colegio en el Cuzco, fue un problema permanente.
Después de la expulsión de los jesuitas, el Colegio sobrevivió, haciéndose cargo de él
sacerdotes seculares como el Dean Felipe Umeres y en el año 1783, con el título de
Vicerector el Licenciado Buenaventura Tapia Esquivel.
25 En 1786 los caciques escribieron un Memorial de queja al Gobierno por el lamentable
estado en el que se hallaba el Colegio, como resultado de la expulsión. Más adelante,
después de la Declaración de la Independencia del Perú, el Colegio San Borja, llamado El
Sol, quedó fundido con el Colegio San Bernardo por Decreto del Libertador Simón
Bolívar, dado en Cuzco el 8 de Junio de 1825 con el nombre de Colegio del Cuzco,
conocido más tarde como Colegio de Ciencias y Artes. Para su establecimiento se
adjudicó la casa y el magnífico templo de los expatriados jesuitas que se ubicaba al sur
de la Plaza Mayor. Mientras se ponía en corriente este local, se mantuvo el nuevo
colegio en el antiguo de San Bernardo hasta el 28 de octubre de 1826 en que se trasladó
al local designado.
26 Resumiendo, el Colegio San Francisco de Borja fue fundado como una manera de
extirpar la idolatría entre los indios del Perú. Como en todos los sectores de la sociedad
dominante, los eclesiásticos, -en este caso los jesuitas- vieron en la labor de ordenación
y racionalización de la administración colonial llevada a cabo por Toledo y los Virreyes
sucesivos, una manera de mantener y ser mantenidos a cambio de su labor ideológica-
99

evangelizadora. El Colegio fue sostenido con recursos propios de los jesuitas ya que
solamente con los censos de la Caja Real del Cuzco no abastecían para mantener el
palacio y los "caciquitos". El lujo del Palacio, la buena alimentación, el suministro de
material de estudio, el vestido que recibían en el Colegio, no era una muestra de las
fuertes sumas que les adeudaba constantemente la Caja Real. El desahogo económico
vino de las haciendas que tenían los jesuitas en el valle del Cuzco. En el siglo XVII los
jesuitas tenían más de 15 haciendas, cuya renta fue invertida en la construcción de
iglesias, y muebles para sus casas, en bibliotecas. Como dice Pablo Macera, lo material y
económico era considerado subalterno frente a lo espiritual, pero indispensable para
realizar su obra24.
27 Los jesuitas se distinguieron de otras ordenes en que mientras otras disponían de sus
bienes para subsistir y mantener su acción misional, ellos emprendieron acciones
tendientes a hacerlas redituar para crecer y proyectarse multiplicando sus frentes de
acción, como ejemplo estuvo el caso de la hacienda Guayrapata (Quispicanchis) con
importante producción triguera que comercializaban y vendían haciendo crecer su
hacienda. También es conocido el papel netamente comercial que tuvieron durante este
siglo, estableciendo lazos importantes con mercaderes de Potosí. Así como la fama que
tuvieron sus obrajes de producción de sayales en la ciudad de La Paz 25.
28 Los caciques que se educaron en el Colegio regresaron a sus pueblos y evangelizaron
como fue la espectativa de sus educadores. Aunque también es probable que en muchos
casos mantuvieran doble práctica religiosa como el caso del cacique Caxamalqui, –
estudiado por Acosta–, que habiendo estudiado con los jesuitas en El Cercado de Lima,
ganó un juicio en el que se le acusó de idolatría. En este caso concreto, se supo además,
que las acusaciones de idolatría tampoco eran fundadas, el mismo autor ha probado que
estas encubrían problemas económicos26. De todas maneras el fruto de la labor de los
jesuitas se vio pronto. Los indios ladinos aumentaron cada vez más. Una buena parte de
los caciques comenzó a alternar con los españoles y a intervenir en asuntos públicos.
Los indios eran ya todos muy católicos cristianos y bien adoctrinados. Las idolatrías del
Arzobispado de Lima no habían tocado a las del Cuzco, porque los curas eran más
expertos en adoctrinarlos. Les enseñaron la lengua desde niños, entonces hablaban el
castellano ″elegantemente″27.
29 Hacia 1628 entre los encomenderos del Cuzco existía el convencimiento de que no había
idolatría, ni rastro, ni noticia de ella en todas las provincias. Por ello no había necesidad
del Colegio para caciques. Mantener el colegio era por esta razón superfluo y no
pertinente.
30 Si se habla de la labor evangelizadora que llevaron a cabo los jesuitas, no se puede dejar
de señalar cuán fuerte debió ser su deseo de convertir a los caciques a su religión,
cuando a fines del s. XVI casaron a un hijo del hermano de San Ignacio de Loyola con
Beatriz Ñusta, heredera de la Casa real incaica, y a Lorenza Ñusta, hija de García de
Loyola y Beatriz con Juan, hijo de Francisco de Borja. Su finalidad, como firma Teresa
Gisbert, no podía ser otra que la de prestigiar la orden a los ojos de los nativos. Ambos
matrimonios están pintados en lienzo, y existen como seis copias del mismo, con la
finalidad de concientizar al pueblo la indisolubilidad de la religión con la dinastía
incaica.
100

NOTAS
1. VILLANUEVA URTEAGA, Horacio ″Fundación de la Universidad Nacional de San Antonio Abad del
Cuzco, Publicación en Homenaje al Tricentenario de la Fundación de la Universidad Nacional de
San Antonio Abad del Cuzco. 1692-1992. Cuzco 1987. "El Seminario de San Antonio Abad del
Cuzco″ y ″El Colegio San Bernardo del Cuzco″ en Revista Peruana de Historia Eclesiástica.
Instituto Peruano de Historia Eclesiástica. Cuzco 1989. En este primer número de la Revista se
incluyen pequeños artículos de diferentes historiadores sobre los Seminarios de Santo Toribio de
Lima, San Jerónimo de Arequipa, San Carlos y San Marcelo de Trujillo, San Cristóbal de
Huamanga, y Colegios de San Pablo y de San Martín, San Ildefonso, San Buenaventura, Santo
Tomás de Aquino, San Pedro Nolasco, Real Convictorio de San Carlos, y Colegio de Propaganda
Fide de Ocopa.
2. VARGAS UGARTE, Rubén S.J. ″Historia de la Compañia de Jesús en el Perú″ 4 Tomos. Ed. Burgos.
1963.
3. VARGAS UGARTE, Rubén ob. cit. pág. 209-239.
4. PACHECO, Fernando ″Noticias Cronóligas del Cuco″ (1887) Ed. Lima 1902.
5. COBO, Bernabé ob. cit. La ubicación está tomada de la relación que hace el Rector del Colegio en
1724 padre Sebastián Villa. A.H.N.S.A.A.C. Segunda Sala. Estante No. 1 Top 12. E. 8 págs. 34-39.
6. Revista Histórica del Cuzco. No. 8 Año 1957. págs. 173-187.
7. A.H. UNSAAC Seg. Sala. Estante No. 1. Top. 12. E. 8. fs. 34-39.
8. El Colegio se quejaba de que la Marquesa de La Laguna había ordenado romper y desbaratar la
cañería que pasaba por su casa. VARGAS LIGARTE, ob. cit. pág. 226. REVISTA DEL ARCHIVO HISTÓRICO DEL
CUZCO. No. 8 pág. 188.
9. A.H. UNSAAC. Seg. Sala Estante No. 1 Top. 12. E. 8 fs. 34-39.
10. Ibidem.
11. Anónimo. ″Breve relación de lo sucedido en el Colegio del Cuzco desde el año de 1600 hasta el
presente de 1653 que se había de haber puesto en este libro por diarios de años y meses, según los
sucesos notables que ha habido y en los Rectorados de los PR Rectores y por la incuria de los
tiempos no se han escrito ni había memoria de ellas en alguna otra parte siendo tan dignas de
ella″. Historia del Colegio y Universidad del Cuzco. Biblioteca Histórica Peruana. Publicación del
Instituto de Investigaciones Históricas. T. IV págs. 129 t 150. Lima 1948.
12. A.H. UNSAAC. Seg. Sala Estante No. 1 Top 12 E. 8 pág. 34-39.
13. En una nota de su libro Vargas Ugarte señala que en el expediente seguido por los indios
Comisarios de Nobles y Caciques de la ciudad del Cuzco sobre el lamentable estado en que se
hallaba el Colegio de S. Borja, en el fol. 67, dice, se da la nómina de los caciques colegiales que en
la fecha, 27 de Octubre de 1735, vivían en el Colegio siendo Rector el P Tomás de Figueroa. Eran
39 en total y procedían de las diversas provincias del Cuzco. Al principio se dice que el primer
colegial cacique fue D. Felipe Huáscar, hijo legítimo del Inca Huáscar y que los nombres de los
demás no constan en libro alguno. Ob. cit. pág. 226.
14. A.H. UNSAAC. Doc. cit. Top. 12. E. 8 fs. cits.
15. VARGAS LIGARTE, Rubén ob. cit. pág. 212.
16. Ibidem.
17. VARGAS UGARTE, ob. cit. pág. 332.
18. A.H. UNSAAC. Seg. Sala Estante No. 1. Top 45. fs. 1-3. El Colegio llevaba los registros de pago
de los censos en unos libros encuadernados en badana colorada donde se guarda la además todas
las Provisiones que se habían hecho al Colegio. El Libro Primero tenía pintadas las Armas Reales
en la tapa.
101

19. El censo era una imposición pecuniaria a una comunidad de indios o a alguna hacienda de
españoles. En el caso del censo a comunidades indígenas, éstos eran impuestos por Cédula
Virreinal, en el caso de censos a las haciendas éstos eran impuestos por voluntad de los
propietarios de las haciendas y estaban destinados a algún monasterio, convento u orden
religiosa, como una limosna a la Iglesia.
20. Ib. El documento de 1622 establece claramente que el monto que instituyó Toledo era de
50.000 pesos y no 5.000 y que los indios eran 500 y no 50. Nos parecen exageradas las cifras de
modo que las hemos tenido un cero en ambos casos.
21. 2.000 ducados equivalían entonces a 2.750 pesos de a 8 reales.
22. Archivo Histórico de la UNSAAC Segunda Sala. Estante ñ. 1. Top 12. Años 1600-1687. E. 7.
23. Petición de Testimonio sobre 17 preguntas. A.H.U.N.A.A.C. Seg. Sala. Estante No. 1 Top 12 E. 8
Top. 12 págs. 34-39. Es a través de este documento que tenemos muchos detalles sobre el
funcionamiento, acomodo y adorno que tenía el Colegio.
24. MACERA, Pablo: Instrucciones para el manejo de las haciendas jesuíticas del Perú″ s. XVII-XVIII.

UNMSM, Lima. 1966, citado por GUTIÉRREZ y otros en ″Notas sobre las haciendas del Cuzco″ pág.
30. Ed. Fundación para la Educación, la Ciencia y la Cultura. Buenos Aires, 1984.
25. ESCÓBAR DE QUEREJAZU, Laura ″Producción y Comercio en el Espacio Sur Andino″ Col. Arsanz y
Vela. Publicación de la Embajada de España en Bolivia″. La Paz 1985.
26. ACOSTA, Antonio ″La extirpación de las idolatrías en el Perú. Origen y desarrollo de las
campañas. A propósito de "Cultura Andina y represión″ de Pierre Duviols. Revista Andina No. 9).
págs. 171-195. Julio 1989. Centro Bartolomé de Las Casas. Cuzco.
27. Archivo Histórico Universidad de San Antonio Abad del Cuzco. Documentos relativos a los
Colegios S. Bernardo y S. Francisco de Borja y fundación de estos Colegios. Top. 45. ff. 1-2-3. Seg.
Sala. Estante No. 1.
102

Tercera parte. Encomiendas, chacras


y haciendas
103

Capítulo 1. Encomiendas, chacras y


haciendas1

1 Sin duda la mayor riqueza que encontraron los españoles al llegar al Alto Perú fue la
mano de obra, mayor incluso que los metales preciosos. Las regiones de mayor
densidad demográfica estaban situadas a orillas del Lago, en la zona del sur del Perú y
en el altiplano boliviano. Por ello el Virrey Toledo determinó en 1572 que dentro de
esta población estarían las 16 provincias obligadas a cumplir el servicio de mita en las
minas de Potosí y de azogue en Huancavelica.
2 Los primeros conquistadores fueron premiados con encomiendas compuestas por
inmensas cantidades de población adscritas a determinados territorios. De ese modo los
encomenderos, como se llamó a quienes eran titulares de una encomienda, utilizaron
mano de obra gratuita en territorios aptos para la agricultura y la ganadería. En la
Audiencia de Charcas los encomenderos más ricos fueron Gonzalo Pizarro y el
Gobernador Vaca de Castro, quienes repartieron la población en 38 encomiendas. La de
Gonzalo Pizarra abarcaba todo el sur hasta Tarija y por el oeste hasta el Lago Poopó. La
renta que daban equivalía al 60% de la de todo el Perú.
3 Las disposiciones indianas determinaron que la encomienda solamente podía ser
heredada por tres generaciones, al cabo de las cuales la tierra pasaba nuevamente a
manos de la Real Hacienda. Así ésta fue haciéndose cada vez de más tierras llamadas
″realengas″, que procedían también de tierras declaradas por ellos ″baldías″, aunque
fueran propiedad de alguna comunidad indígena libre de encomienda y que muchas
veces eran abandonadas por declararlas en barbecho temporal.
4 El sistema de encomienda, que dependía de la economía tradicional, se fue debilitando
por la desorganización administrativa del nuevo régimen y la rápida baja demográfica o
movilidad de la población originaria. Por otra parte, la Real Hacienda se vio en la
necesidad de tomar posesión de las encomiendas por la gran cantidad de españoles que
iban llegando al Perú y a quienes había que otorgar tierras.
5 Cabe destacar el impacto que tuvieron los nuevos repartos territoriales y demográficos
en la concepción prehispánica del territorio. Para los aymaras la tierra pertenecía a la
comunidad y su fruto era redistribuido entre los habitantes, quienes trabajaban muchas
veces en reciprocidad con su propio ayllu o con otros a los cuales estaba ligado por
104

parentesco. Del mismo modo, un ayllu podía hacer uso de varios pisos ecológicos, o
sembradíos en diferentes zonas climáticas, e ir rotando temporalmente su cultivo. Esta
forma de organización territorial nunca fue comprendida por el conquistador español,
ni por el criollo de la Colonia o incluso en la República, porque, al ver abandonadas
temporalmente algunas tierras, las declaraban ″baldías″ y a sus pobladores ″huidos″
(Escobari, 1991). Son los nuevos estudios de la Etnohistoria los que han revelado dichas
prácticas llevadas a cabo durante el período colonial.
6 La hacienda se formó básicamente con la llegada de una segunda migración española.
Los españoles, por el sólo hecho de llegar, se hacían merecedores a tierras que les eran
otorgadas como merced por la Real Hacienda. Aquel reparto de tierras se llamó
″composición de tierras″, en las que las autoridades virreinales vendían tierras al mejor
postor o las repartían en compensación a algún favor recibido o por recibir. La
hacienda se formó, por consiguiente y como expresó Keith, en oposición a la
encomienda y no como consecuencia de ella.
7 Otro factor determinante para la formación de la hacienda en Charcas fue la imposición
del tributo y de la mita minera. El tributo era la contribución obligatoria en dinero o en
especie al erario español que debía ser pagado por todos los hombres entre los 18 y 50
años. La mita era el trabajo rotativo forzoso en las minas al que estaban obligados los
hombres también entre los 18 y 50 años, cada 7 años. Ambas medidas ocasionaron la
huida de los indios en busca de protección contra el corregidor, el cacique y el fisco. De
ese modo, el hacendado, ávido de mano de obra, reclutaba ″yanaconas″ o indios
adscritos al trabajo de la tierra, sin importar de dónde venían o si tenían obligaciones
pendientes. El hacendado liberaba al indio del tributo y de la mita a cambio de su
trabajo; pero, no por ello dejaba de relacionarse y tener ventajas con el corregidor y el
cacique, pues muchas veces el hacendado tenía intereses económicos, comerciales y
políticos comunes con esas autoridades.
8 Por su parte, las comunidades libres que debían pagar tributo a la Real hacienda se
vieron obligadas con frecuencia a alquilar sus propias tierras a los hacendados vecinos
porque no tenían la capacidad de entregar la tasa del tributo al corregidor o cacique. No
se debe olvidar que las comunidades debían responder por el tributo no sólo de los
presentes, sino también de los ausentes, que muchas veces ya se encontraban
trabajando como yanaconas en alguna hacienda, o se encontraba practicando el cultivo
de otros pisos ecológicos precisamente para el tributo de su comunidad.
9 Ahora bien, los yanaconas en las haciendas tampoco eran mano de obra segura para el
hacendado. Una vez contratados desaparecían por temporadas, sin aparente
explicación. Hoy sabemos que fue una práctica frecuente acudir a sus tierras para la
siembra o cosecha, e ir a otros pisos ecológicos en diferentes temporadas agrícolas. Esta
práctica ha sido llamada por los estudios modernos etnohistóricos: estratégica o de
resistencia al sistema de opresión español. Ya sea que fuera una práctica de estrategia o
de resistencia, los indios simplemente practicaban sistemas ancestrales de
supervivencia.
10 La legislación española empadronó desde los primeros años de colonización a todos los
indios de las comunidades, encomiendas, chacras y haciendas a través de las llamadas
Visitas a todo el territorio virreinal. En dichos padrones los indios que trabajaban la
tierra fueron catalogados como originarios, forasteros, agregados o yanaconas. Los
originarios pertenecían al lugar, los forasteros y agregados eran los que se habían
inscrito en una comunidad no perteneciendo a ella, con la diferencia de que el agregado
105

no pagaba tributo. Los yanaconas eran básicamente los que trabajaban en las haciendas
y mantuvieron los vínculos con sus ayllus de origen. Hay que distinguir a los yanaconas
rurales, quienes trabajaban en las haciendas para los hacendados españoles y para las
comunidades libres, de aquellos otros que designan con la misma palabra otras
categorías de mano de obra en la época colonial2.
11 El Virrey Toledo dictó varias ordenanzas, recopiladas por Juan de Matienzo
([1567]-1967), con respecto a los yanaconas rurales. Debían contar con instrucción
religiosa, les estaba prohibido ingerir bebidas alcohólicas, además se debía proteger a
las mujeres indígenas de los amos solteros; los hacendados tenían que distribuir tierras
a cada familia yanacona para sus necesidades de subsistencia, asimismo distribuirles un
arado y bestias de tiro durante la época de siembra y concederles tiempo para cultivar
sus propias parcelas. El hacendado también estaba obligado a dar a sus yanaconas tela
de lana, cuidar a sus enfermos y darles un día de descanso por semana. Los yanaconas, a
cambio, debían trabajar de sol a sol para el hacendado.
12 La constitución y desarrollo de la hacienda en Charcas no fue igual en todas sus
regiones. Se detectan por lo menos cuatro diferentes tipos de desarrollo por región
geográfica, en el altiplano, en los Yungas de La Paz, en Cochabamba y en Chuquisaca.
13 En el siglo XVII en Chuquisaca proliferaron las ″chácaras″, o haciendas pequeñas de
hasta 30 yanaconas. Se caracterizaron por tener población yanacona estacional y en
continua movilidad. Como las disposiciones indianas respecto a la mano de obra
yanacona establecían que éstos debían permanecer trabajando en un solo sitio, los
dueños de chacras y algunos dueños de hacienda se pasaban gran parte del año
reclutando y persiguiendo a sus yanaconas ″huidos″, teniendo por lo tanto poca
rentabilidad en sus haciendas. En Chuquisaca las chacras y haciendas eran
administradas más por mayordomos mestizos que por propietarios españoles. Aunque
su producción no fue abundante, ésta fue absorbida por Potosí, que para entonces llegó
a ser una de las ciudades más pobladas del mundo.
14 El último estudio de Klein3, ha dado a luz resultados reveladores en cuanto a tenencia
de la tierra en el altiplano a fines del siglo XVIII. Comparando haciendas entre la
provincia de Pacajes y la de Yungas encontró que en las primeras la población española
era muy pequeña, en cambio solamente en la localidad de Chulumani había 20.000
aymaras en las haciendas y un número casi igual de españoles. En lo que toca a la
existencia de ayllus o comunidades libres en Pacajes y los Yungas, en el primero estaban
más densamente poblados que en los Yungas, donde la población era migratoria y
estacional, consecuentemente en Yungas había más forasteros que en Pacajes. En
Pacajes los derechos que tenían tanto originarios como forasteros eran muy marcados,
trabajando estos últimos simplemente a cambio de alimentación sin poder participar en
el gobierno del ayllu. Por otro lado, comparativamente en Yungas habían más
haciendas que en Pacajes aunque de dimensiones más reducidas. Los latifundios de
Chulumani tenían unos 56 trabajadores, mientras que en Pacajes las haciendas llegaron
a tener hasta 589 yanaconas. Klein (1995) encontró doce haciendas cercanas a La Paz, de
las cuales diez eran de propiedad comunal indígena.
15 El desarrollo de la hacienda en Cochabamba dio como resultado la aparición de los
yanaconas ″arrenderos″, minifundistas y miniproductores de grano, que trabajaban en
tierras de propiedad de españoles o criollos. Los hacendados de fines del siglo XVII, no
pudiendo mantener la población originaria en sus tierras y viendo por otro lado la
migración constante de forasteros provenientes de las decadentes minas de Potosí,
106

optaron por ″arrendar sus tierras″ a yanaconas forasteros. Dichos yanaconas o


arrenderos no lograron nunca acceder a la propiedad de la tierra, sin embargo coparon
el mercado minorista de ″hormiga″ en la región. Los hacendados buscaron otros medios
de enriquecerse como fue la apropiación del cargo de diezmero o cobrador del diezmo
de la iglesia, a través de cuya especulación consiguieron mantenerse a flote en poder y
riqueza. (Larson 1982). Los conventos de la iglesia, mantuvieron también inmensas
haciendas con medios propios como los censos y capellanías que eran préstamos de
dinero con intereses sumamente elevados.
16 El régimen de hacienda se mantuvo incluso hasta después de la Independencia, tiempo
en el cual fue el tributo indígena el que mantuvo por muchos años al incipiente erario
nacional.

NOTAS
1. Este capítulo, sirve de introducción a los capítulos siguientes.
2. Por ejemplo existían los yanaconas urbanos de la ciudad de Potosí y La Plata estudiados por
Catherine Jullien. Ver Cap. 2 de la Parte IV. Los yanaconas urbanos de Potosí y La Plata,
arrenderos de Cochabamba, yanaconas superintendentes de La Paz.
3. Haciendas y ayllus, s. XVIII-XIX. Ed. IEP, Lima, 1995.
107

Capítulo 2. Control vertical en


tierras de Chuquisaca, s. XVII

1 Los indios que terminaban la mita en Potosí, pocas veces volvían a sus lugares de
origen, por lo general buscaban trabajar como yanaconas en las haciendas de
Chuquisaca y Cochabamba. El presente capítulo trata del comportamiento que tuvieron
en las chacras de Chuquisaca.
2 Básicamente se trata de un estudio sobre la movilidad de los yanaconas del
Corregimiento de Yamparáez, Audiencia de Charcas, en dos momentos del siglo XVII,
marcados arbitrariamente con dos Visitas a las chacras de aquél Corregimiento, una el
año 1613, y otra en 1651. Tanto estos documentos como los demás que se citan en este
trabajo proceden del Archivo Nacional de Bolivia1.
3 Se trata de establecer las causas del abandono de tierras por parte de los yanaconas,
quienes en 1613 habían abandonado las chacras de sus amos en un 3.5%, y en 1651 lo
habían hecho en un 54%. Ya Sanchez Albornoz (1978:25,28,32) estimaba que desde 1575
hasta 1685 la población general de Yamparáez había disminuido en un 76%. La
comparación de las dos Visitas, mencionadas una en 1613 y otra en 1651 a las chacras
de Yamparáez, así como el análisis de documentos sueltos sobre chacras, prueban
también el despoblamiento de la zona de Yamparáez tal como señalara Sánchez
Albornoz. Por otro lado el sugerente trabajo de Saignes (1989) sobre movimientos
poblacionales, nos ha incitado a hacer averiguaciones sobre el origen de los yanaconas
de Yamparáez y las causas de sus migraciones o huidas, para establecer posibles lugares
de ubicación posterior, y sobre todo, para tratar de explicar sus estrategias de
resistencia, si es que su movimiento era estrategia o simplemente costumbre.
4 Los grupos étnicos que poblaban el lugar, fueron descritos por Ana María Presta y
Mercedes del Río (1984) (1993). En base a esos datos se ha tratado de rastrear la
posterior adscripción de estos grupos de indios a encomenderos y dueños de chacras
como trabajadores de la tierra o yanaconas. Las condiciones de trabajo de los
yanaconas, se analizan en base a Leyes, disposiciones y pareceres jurídicos de la
Legislación Indiana, así como a documentos inéditos, encontrados en el Archivo
Nacional de Bolivia, que dan luz sobre algunos aspectos no conocidos hasta ahora, sobre
108

todo con referencia al tiempo que debían permanecer los yanaconas en las chacras de
Yamparáez y sobre las causas de la huida de los yanaconas de las chacras de sus amos.
5 Este tema está íntimamente relacionado con el de estructura agraria de los siglos XVI y
XVII,que en la Audiencia de Charcas, ha sido muy poco estudiado. Existen, estudios
generales como el de Klein (1982) y Barnadas (1973), y los trabajos regionales de
Rossana Barragán (1986) (1993) para dos zonas de La Paz y una de Cochabamba, esta
última relacionada con cobro de diezmos en la Audiencia de Charcas; Ana María Presta
(1989b) hizo un estudio en la región de Tarija y Brooke Larson, uno en profundidad,
para Cochabamba. (1992)2.
6 Si bien el análisis de Padrones de indios, es imprescindible para establecer cualquier
parámetro sobre el movimiento poblacional del Corregimiento, el aporte de este trabajo
es, dar una visión respecto a la movilidad sistemática de los yanaconas, como algo
inherente a su idiosincrasia, sin dejar de considerar paralelamente la paralogización
que ésta produjo en sus amos españoles que introdujeron disposiciones tendentes a
regular su adscripción a la tierra. Un segundo aporte, es el tratamiento de un caso: el de
la movilidad de los grupos yampara y Gualparoca.

Territorio y Producción
7 En el siglo XVII, el Corregimiento de Yamparáez ocupaba las actuales provincias de
Yamparáez, Zudáñez, y Oropeza. El territorio ocupado por las chacras del
Corregimiento que se estudian en este trabajo está ubicado en la Provincia del mismo
nombre en los alrededores de la ciudad de La Plata. La ciudad fue fundada en 1540,
como residencia de los primeros encomenderos, a 18 leguas de distancia de Potosí
(Ocaña 1609-1969), fue desde 1559 sede de la Audiencia de Charcas. En el siglo XVII, el
camino era áspero y sinuoso, dificultado además por la travesía de dos ríos muy
caudalosos el Cachimayo y el Pilcomayo3. El cronista Lizárraga comenta que en los
valles que había alrededor de la ciudad de La Plata, se daba mucho maíz, y en los altos
trigo, que las chacras eran muy expandidas de mucha tierra y habían enriquecido a
muchas personas; que también llovía poco, de diciembre a abril, y estaba poco poblada
de indios, (-c. 1602-1987: 212).
8 En un trabajo anterior había establecido que en el siglo XVII, Chuquisaca, se
autoabastecía de productos como trigo, maíz, hortalizas, azúcar, frutas, propias de su
zona. (Escobari 1985:125) Sin embargo, ahora sería más cauta, para seguir afirmando
aquéllo, pues por un lado son elocuentes los resultados de Sánchez Albornoz sobre la
caída demográfica en la Provincia de Yamparáez, y por otro, la devastadora "huida" de
yanaconas que nos hace pensar que ese autoabastecimiento se habría debilitado en
forma notable.
109

Yamparáez: espacio de conformación multiétnica a la


llegada de los españoles
9 Saignes (1983:14), incorpora el grupo yampara al segundo ″gran bloque geoétnico de los
Andes meridionales″ aquellos señoríos asentados entre el altiplano y los valles internos
de las cuencas de los ríos Chunguri y Pilcomayo, llamado ″Confederación Charca″ por el
reordenamiento inca.
10 En la época Inca, el territorio de Yamparáez conformaba un espacio de ocupación
multiétnica. Uno de los grupos que lo habitaba era el yampara, estimándose que estaba
organizado en dos mitades, la superior cuya capital era Yotala y la inferior con su
capital Quila-quila. (Saignes 1986:20). Según los estudios de Presta y Del Río los yampara
habitaban también Tarabuco. Habitaban también la región indios guatas, condes en
Arabate y yanahuaras, incas, collas, chichas de Presto o Pillisto, canches, churumatas de
Oroncota (llamados churumatas condes), moyomoyos e Incas Gualparocas. (Presta, Del
Río 1984 y 1993).
11 Parece ser que los Incas Gualparocas fueron quienes habitaban Tarabuco, compartiendo
tierras de cultivo y ganado con los yamparas de Yotala durante los siglos XVI y XVII.
(ANB. TI E. 1660 No. 5). Ese control de tierras por parte de ambos grupos se analiza más
adelante.
12 Los españoles ingresaron a tierras de los yamparas en 1538, su cacique principal
Aymoro, salió a darles encuentro y les brindó hospitalidad en Chuquisaca declarando
por sometidos a todos los pueblos de su jurisdicción como Yotala, Tarabuco, Quilaquila,
Presto, Arabate, Pajcha, Guata y otros. (Querejazu: 1990)
110

13 La primera encomienda en Yamparáez perteneció a Pablo de Meneses, luego la heredó


su sobrino Bernardino de Meneses, quien se casó con su tía, la viuda de Pablo de
Meneses. En 1561 el Virrey Nieva otorgó a Juan Ortíz de Zárate una encomienda en los
valles de Chuquisaca que comprendía a los indios de yamparáez, Charcas, moyomoyos e
Incas Gualparocas. Esto ocasionó una serie de juicios entre Ortíz de Zárate y Bernardino
de Meneses. La encomienda de Meneses que comprendía a los indios ″Moro Moro, e
Ingas Gualpa Rocas″ constaba de 2.727 personas, de los cuales 573 eran tributarios
pagando 3.934 pesos de plata ensayada como tributo anual. Poseían huertas y
sembradíos de maíz y que tenían acceso a tierras de coca y zonas boscosas. (Barnadas
1973: 577)4. En 1613, el noroeste de la ciudad de La Plata, el valle de Guañoma, (parte del
Corregimiento de Yamparáez) fue visitado por el Oidor Antonio de Alfaro quien visitó
11 chacras, (Ver Cuadro 1) en las cuales encontró a 92 yanaconas tributarios 5. Esta
Visita, consigna, al parecer la población real de los yanaconas, sin embargo es muy
pobre en cuanto a otros datos. Los lugares de origen por ejemplo, son apenas algunos
sitios, como Santa Cruz de Carabuco, Santa Cruz de la Sierra, Mizque, ″natural chui″,
″natural suri″, pero no es una categoría que se establezca en la Visita. Cerca de 40 años
más tarde por la Visita de 16516, la inicial encomienda de Yamparáez, fue encontrada
dividida en 17 chacras con un total de 1.053 personas (Cuadro 2). De esas 1.053
personas, 350 eran yanaconas tributarios, y cosa alarmante, 180 de ellos se encontraban
″huidos″ el momento de la Visita. De ellos tampoco hay datos sobre su etnia originaria,
que nos puedan llevar a hacer conjeturas sobre posibles destinos al huir de sus chacras.

Yanaconas: mano de obra en las chacras de


Chuquisaca
14 En el siglo XVI, una vez consolidada la conquista, por leyes y disposiciones indianas se
repartieron encomiendas a ″pobladores de la comarca″ en todo el ámbito del Virreinato
del Perú, y los indios quedaron repartidos a ellos por dos generaciones en el siglo XVI7,
no pudiendo éstos ser traspasados sin autorización del Consejo de Indias. Los indios no
″encomendados″ a ningún español, quedaron ″reducidos″ en pueblos, a partir de la
legislación del Virrey Toledo, es decir, las disposiciones indianas, trataron de congregar
a los ayllus de indios en una comunidad o pueblo8.
15 En el siglo XVI, ″en el medio inseguro de guerras y bandos sobre todo en la década de los
años 1540-1550, se puede comprender que los yanaconas y los indios salidos de sus
comunidades, desamparados y errantes, se hubieran metido espontáneamente o ″por la
fuerza″, ″bajo la protección de quien los solicitaba, los acogía y les daba de comer,
aunque luego los sometiera a duras labores. Es probable que al principio los indios
cambiaran a menudo de chácara y de amo, aunque una parte importante de ellos
permaneció siempre bajo la misma presión″9.
16 Los indios que trabajaron primero en las encomiendas del siglo XVI y luego en las
chacras del siglo XVII procedían de diferentes grupos étnicos y por lo tanto de diferentes
lugares. Si bien después de las Guerras Civiles, con las Leyes Nuevas el Virrey Mendoza
aclaró el carácter no esclavo de los indios en las encomiendas, los indios quedaron
obligados a trabajarlas. El Virrey Luis de Velasco, en Cédula de 1601, decía que el Virrey
Toledo había ordenado ″cantidad de indios de las heredades del campo, que allí en la
provincia de los Charcas llaman chácaras, para que las labrasen y cultivasen y ordenó
111

que los indios viviesen en ellas sin que se pudiesen ausentar, ni pasar a otras, y que los
dueños de ellas les diesen vestido, doctrina y lo demás necesario, y tierras para sus
sementeras y pagasen por ellos sus tasas y tributos, y a estos indios llamaron
yanaconas″. (Citada por Zavala 1979 II: 24).
17 Pero los yanaconas que trabajaron las chacras no eran los que se encontraron allí,
procedentes de diferentes grupos étnicos, también lo constituyeron yanaconas
procedentes de la mita, o yanaconas que regresaban a sus comunidades de origen, y se
quedaban las chacras. Por lo tanto los yanaconas de las chacras que se estudian en este
trabajo, podían ser originarios, forasteros, o agregados a aquellas tierras. (Sánchez
Albornoz 1978: 60-61)10.
18 Si bien la legislación indiana consideraba que los indios, una vez cumplida su mita en
Potosí, debía regresar a sus comunidades de origen11, existía también el parecer de que
si volvían a ellas se hacían maliciosos y volvían a idolatrar ″y se destruiría la tierra″ 12.
Por lo tanto una vez que trabajaban en las chacras se trataba de retenerlos, y ello estaba
ampliamente respaldado por las leyes. En el caso de las chacras de Yamparáez, se
evidencia que indios de sitios tan lejanos como Santa Cruz, el año 1613, llevaban 20
años trabajando alguna chacra13. La misma Visita consigna el dato de que los indios de
esa zona, solamente estaban obligados a trabajar en ella 10 años, después podían volver
a sus pueblos14. Sin embargo, los dueños de aquéllas chacras, –como dijimos– hacían
todo por retenerlos. A principios del siglo XVII lo consiguieron, a mediados de siglo ya
no.

Tierras de indios de comunidad en Yamparáez


19 ″No es muy claro, pero es posible que la mayoría de las grandes haciendas se originaron
en la compra de tierras a indígenas. A partir de 1590, se iniciaron las compras de tierras
a las comunidades de indios. Las ″Composiciones de Tierras″ organizadas por el estado
español, hicieron también posible la consolidación de tierras en propiedad por los
españoles. Hubo tres Cédulas Reales en 1621, 1631 y 1641 que ordenaba la venta de
tierras baldías a españoles″. (Keith 1976: 84). Es posible que las chacras de Yamparáez se
originaran también como señala Keith, aunque también hubieron disposiciones
indianas de respeto hacia tierras ocupadas anteriormente por los indios 15, que en el
caso de Yamparáez parece que se respetaron aunque Klein, señala que en la mayoría de
los casos éstas no se acataron y las mercedes y repartimiento de tierras se hicieron sin
ningún miramiento. (1982: 78). Sin embargo, en la Provincia de Yamparáez, hubieron
tierras que se mantuvieron como propiedad de los indios originarios yamparas, –por lo
menos hasta 1660–, haciendo ellos usufructo, según sus antiguos patrones de
verticalidad16. ¿Cómo lograron los indios de esta zona en condiciones de expansión de la
hacienda, y nuevas composiciones de tierra, mantener su derecho "propietario"? En
esta ponencia se presentarán algunas relaciones de organización y producción
prehispánicas que tuvieron esos indios, para mantener antiguas prácticas de trabajo de
la tierra, en pleno auge de producción en chacras coloniales.
112

Chacras en Yamparáez en el siglo XVII


20 En pocos casos se habla de ″haciendas″ en el siglo XVII en Yamparáez, las tierras de
españoles trabajadas por yanaconas, se llamaron ″chácaras″. En este trabajo
utilizaremos la palabra moderna ″chacra″ para designar la ″chácara″ del siglo XVII. Se
analizan acá de una manera incipiente las chacras de dos épocas del siglo XVII, una en
1613 y otra a mediados del siglo, en 1651 y dos décadas siguientes a esta fecha. El
análisis los dueños de chacras en dos épocas bien definidas del siglo XVII en la Provincia
de Yamparáez, muestra varias diferencias remarcables en cuanto al trabajo llevado a
cabo en las chacras. Los encargados de hacer producir las chacras, por ejemplo, a
principios de siglo eran los mismos propietarios, por lo menos en el caso de las chacras
del valle de Guañoma (Visita de 1613), apellidaban casi todos Cabrera o eran
descendientes de esa familia. Ellos residían en sus chacras; mientras que desde
mediados de siglo, se aprecia que las chacras fueron trabajadas por mayordomos, o se
encontraban arrendadas a terceras personas17. ¿Sería esto atribuible a una falta de
interés en su producción? Según Silvio Zavala la distribución del trabajo agrícola, se
incrementó en gran escala hacia 1630, (1978, i: 291). Sin embargo, la gran ausencia de
yanaconas en las haciendas hacia mediados de siglo, nos haría pensar, que lejos de
incrementarse la producción habría bajado. Pero esto no es más que una suposición,
puesto que como dijimos al iniciar este trabajo, para tener mayores evidencias sobre la
baja demográfica de la población de Yamparáez, es necesario revisar los padrones del
lugar y mayores datos sobre la producción en las haciendas.
21 Para 1639 una crónica de la ciudad de La Plata decía que había en todo Chuquisaca en
sus distintos corregimientos, 800 chacras18. O sea que las 37 chacras de Yamparáez (que
pueden no ser todas), que hemos tomado en cuenta para este estudio, significan el 5%
del total de las que señala la crónica.
22 Las doce chacras, de la Visita de Guañoma a principios de siglo XVII, que se analizan en
este trabajo, estaban localizadas en el valle del mismo nombre, al noroeste de
Yamparáez. (Cuadro 1). Tenían un promedio de nueve yanaconas varones por chacra,
más sus mujeres e hijos que no declararon. Dentro de las chacras, todo se cumplía tal
como estaba contemplado en las Ordenanzas de Toledo del siglo XVI. Las mujeres
también trabajaban en la chacra, además de servir en el trabajo doméstico de la casa del
amo, cocinando o amasando. Las doce mujeres que trabajan en la chacra de Poroma,
declararon ser obligadas a trabajar en el deshierbe y en la cosecha. Los yanaconas
forasteros de la chacra Sacabamba, eran arrenderos, evidenciando este sistema de
trabajo en una época tan temprana como 1613, y finalmente de los ocho yanaconas
registrados en Pomanasa, se declara que dos de ellos se encontraban en un lugar
llamado Tapalco, ″cogiendo sus comidas″. Este es un ejemplo, de que también los
″huidos″ estaban cosechando en otros sitios sin haber dado parte al dueño de chacra, o,
como también sucedía, con conocimiento de éste. Se da el caso también de otros dos
yanaconas de la misma chacra Pomanasa, que estaban ausentes arrendando tierras
como forasteros en las chacras de J. Molina y Melchor de Rojas.
23 Los abusos hacia los yanaconas debieron ser cada vez mayores conforme avanzaba el
siglo. Si bien en la Visita de 1613, los yanaconas declaraban en general ser bien
tratados, recibir doctrina, aperos necesarios para sus sementeras personales y dos días
a la semana para trabajarlas, por otro lado, no recibían cuidados cuando enfermaban,
obligándolos a trabajar aún. De manera general, a todos se les adeudaba por lo menos
113

una prenda de ropa, que era el pago que recibían al año, aunque la mayoría declaró
debérsele entre dos y tres piezas de ropa. Las viudas19 reclamaban seis y hasta siete
piezas de ropa adeudadas a sus maridos20. La presencia de un número significativo de
viudas tanto en esta Visita como en la de 1651, hace que nos formulemos algunas
preguntas como: ¿Dónde murieron, y por qué sus maridos? ¿O se encontrarían huidos?
¿Sería el adeudamiento de pago un modo de retener a los indios en las chacras?
¿Quiénes mantenían a estas viudas? ¿Trabajaban ellas y las demás mujeres las
sementeras asignadas a sus maridos, como aquéllas de la chacra Poroma en la Visita de
Guañoma de 1613? Por otro lado se tiene la evidencia de que los dueños de chacras
declararon ″huidos″ a algunos indios que consideraban peligrosos al haberles detectado
intenciones de abandonar la chacra. Existen varias explicaciones acerca de la huida de
los indios. Desde el punto de vista del dueño de chacra, pueden haber existido dos o
más reacciones. Las más evidentes son primero el que hubieran declarado ″huidos″ a los
yanaconas por conveniencia, es decir para pagar por ellos menos tasa. Así, cuando se
acercaba la Visita, los dueños de chacra enviaban fuera de la chacra a sus yanaconas,
con alguna diligencia. En algún caso se ha podido establecer, que estos indios querían
ser visitados, para quejarse de la opresión a que estaban sujetos al habérseles impedido
regresar a su pueblo de origen, con sus mujeres e hijos ya que se les habían cumplido
los 10 años que la ley prescribía trabajar en una chacra. El amo intervino entonces,
queriendo registrar al indio que quería emanciparse, como originario, hijo de otro indio
originario, para de esa manera, obligarle a quedarse en la chacra, pero el asunto llegó
hasta la Audiencia, que dictaminó libertad al yanacona 21.
24 En esta misma Visita, en otra chacra, aunque con el mismo nombre de la anterior,
Pomanasa, de propiedad de un Juan de Aguilar, aparecen otros diez yanaconas, que
estaban siendo declarados ″huidos″ por el dueño. En este caso, se trataba de yanaconas
adscritos como yanaconas forasteros en la chacra, naturales del Corregimiento. Ellos
eran naturales de Carabuco, Santa Cruz de la Sierra, Yungas y Mizque. Con ellos el
dueño de chacra optó por enviarlos a realizar un acarreo de cargas de trigo para no
estar presentes en la Visita. Sin embargo, estos yanaconas llegaron a acceder a la
Audiencia, haciendo conocer su deseo de obtener permiso para regresar a sus pueblos 22.
Por otro lado, y como evidencia de la coacción a que eran sometidos, dos de las mujeres
registradas en la Visita de esta chacra, declararon que sus maridos habían ″huido″ y no
conocían ellas dónde estarían, así como tampoco de dónde eran originarios. Esta última
declaración seguramente obedecían a evitar la ″caza″ de sus maridos, pues obviamente
ellas debieron saber de dónde eran originarias sus parejas así como también hacia
dónde habrían ″huido″.
25 Cuarenta años más tarde, en la Visita de 1651, las chacras del Corregimiento de
Yamparáez muestran un panorama mucho más desolador en cuanto a la población. De
veinticuatro chacras analizadas, diecisiete de ellas están consignadas en una Visita
realizada por Juan Alfonsín Castilla, realizada en 1651 23. Las diecisiete chacras, tenían
registrados un promedio 11.3 yanaconas cada una, lo que muestra que la mano de obra
disponible es casi la misma de principios de siglo, habiendo un incremento solamente
de dos yanaconas. Los dueños en estos años ya no eran como a principios del siglo,
todos parientes, aunque en tres casos dicen ser dueños de las chacras desde la ″época de
sus antepasados″. Y como dijimos líneas arriba, en esta época las chacras ya no eran
administradas por los dueños sino por mayordomos o arrenderos 24. Sin embargo por
114

otros documentos sabemos que la coacción hacia los yanaconas, respecto al trabajo,
había aumentado notoriamente, al haber escasez de ellos 25.
26 En esta Visita no se dan datos de los días laborables. No hay indagación directa a los
indios como en la anterior. El mismo Visitador Juan de Alfonsín Castilla declara que se
les hizo ″buen tratamiento″, dándoseles lo dispuesto por las Reales Ordenanzas, y que
no se les debía nada, que estaban ″pagados y satisfechos″. En todas las chacras el
Visitador recogió la tasa de tres pesos por cada yanacona presente 26. En esta Visita
recogió el comisionado, las tasas de años anteriores consistentes entre 16 y 20 pesos. En
cada chacra anotó el Visitador el total de la tasa recogida, haciendo notar la
disminución de la misma respecto a años anteriores debido a la ausencia de yanaconas.
27 La ausencia de mano de obra yanacona en las chacras, hizo que se recurriese a esclavos,
pero no en la producción sino en el acarreo de trigo, por ejemplo en el acarreo de
cargas de trigo procedentes de la chacra de Tipabuco para ser llevadas a La Plata, en
cuyo caso llevaron 400 cargas de trigo a la ciudad de la Plata tres esclavos, junto con dos
o tres indios (A.N.B.T.I. E 1671 No. 22).
28 Los esclavos solamente podían trabajar en viñas e ingenios de azúcar. Ello se demuestra
por la presencia de mano de obra esclava en mucho mayor proporción, en valles más
profundos ubicados al sur de Chuquisaca, como Pilaya, y en la frontera de Tomina,
donde se trabajaba hasta con 20 esclavos27.

Movimiento Poblacional
29 Sánchez Albornoz28 basándose en la Información mandada a hacer por el Virrey Toledo
en 1573, y por el Virrey Duque de La Palata en 168329, estudia el caso del
despoblamiento de 10 provincias de Charcas, entre ellas del corregimiento de
Yamparáez. Para Yamparáez él estableció que de una población total de 6.956 personas
en 1573, 1.861 eran tributarios, originarios. (Ver Cuadro 3). Mientras que en 1683, de
una población total de 4.327 solamente 455 eran originarios, a pesar de que un tercio de
la población total era adulta, la cifra que da para esta última población es de 1.224.
Sánchez Albornoz (1978) anota que Toledo no consignó a los forasteros "por suponer
que después de las congregaciones todos los indios habían quedado adscritos a un
pueblo. Lo mismo, hizo el duque de la Palata en 1683 30.
30 Sánchez Albornoz estableció que "las caídas (demográficas) 31 más fuertes sobrevinieron
en las provincias de Carangas y Paria (altiplano), así como en Yamparáez, Cochabamba
y Mizque (valles). (1978: 32) Detectó al mismo tiempo, que en esta época en Chichas,
Chayanta y Porco los adultos aumentaron por la llegada de forasteros, (1978: 32-33) Sin
embargo él mismo señala que los forasteros que fueron atraídos por las minas de esos
sitios eran mineros, lo cual no nos ayuda en formular una posible conjetura de que los
indios que habían huido de las chacras de Yamparáez se podían haber ido a esos
lugares. También las provincias de Chichas, Sacaca, Tinquipaya o Chaqui tienen un
crecimiento de población, aunque en ese caso se muestra cauto en la previsión de que
Toledo hubiera incurrido en un subregistro32.
31 Según lo estudiado por Larson, (1984: 62) la mano de obra de Chuquisaca, se podría
haber empleado como colona de los arrendatarios libres cochabambinos, o como
arrendatarios en otras regiones de Chuquisaca. Los datos que presentamos ahora son
buen indicio para pensar que existían arrenderos en el Corregimiento de Yamparáez en
115

una fecha tan temprana como 1613, aunque al parecer, en muy poca escala y lejos de
parecerse al fenómeno cochabambino de arrendatarios libres, que supuestamente
ocupaba mano de obra de campesina chuquisaqueña. De todas maneras Yamparáez fue
cada vez menos poblada, llegando a ser en el siglo XIX, la quinta zona, de 28, en tener
menos originarios con tierras. (Sánchez Albornoz 1978: 40).
32 La migración indígena fue un fenómeno común en el mundo colonial andino. Obedece
al ideal andino del acceso a una variedad de pisos ecológicos, lo que estimulaba un
patrón diferente de tenencia de la tierra. (Spalding: 1974:233) Pero dentro de la
estructura colonial la huida de yanaconas, de unas chacras a otras, como se evidencia
en algunos casos, no obedece al ideal original, sino a estrategias de sobrevivencia y
resistencia. En 1613, los indios se van de la chacra Pomanasa en busca de comidas 33.
Para los dueños de chacras la huida de yanaconas era un fenómeno incontrolable, y
combatían yendo en persona a la caza de ellos. En algunos casos los documentos nos
relatan que constituyeron un peligro en los caminos, ya que más de un hacendado debía
transitar acompañado por ″indios con lanzas″, para evitar cualquier ataque contra su
vida. (ANB 1658. No. 27, Zavala 1978 I: 212). El abandono de las chacras de Yamparáez a
mediados del siglo XVII, pudo haberse debido también a una política de ocultamiento de
los propios dueños de chacras, como lo hemos podido comprobar en el caso de la chacra
de Pomanasa en Guañoma, en 1613, cuando los dueños de chacra declaran que están
″consiguiendo sus comidas″ o arrendando tierras en otras chacras 34.
33 De las diecisiete Chacras de Yamparáez en 1651, estudiadas en este capítulo, se da el
nombre del total, podría decirse que del cien por ciento de los existentes en ellas. De
aquéllos, el cuarenta y ocho por ciento se encontraba huido, el momento de la Visita.
Sin dejar de considerar que muchos fueran ocultos por sus propios amos a fin de no
tener que pagar por ellos la tasa, no deja de llamar la atención el porcentaje de indios
huidos que significa un despoblamiento notable de las chacras. Es por tanto muy
factible pensar que las chacras fueran cultivadas por yanaconas alquilados por la
estación. O quizá huyeran después de la siembra, ya que la Visita es del mes de Octubre,
y la siembra suele hacerse en esa región en septiembre. Sería entonces una razón
suficiente para buscar otro trabajo luego de terminar en la chacra en la que estaban
empadronados. No hay que dejar de considerar tampoco que si bien hay yanaconas
huidos, la mayoría, también hay un 2.% de forasteros, lo que indica que si bien salen
también algunos entran a las chacras35.
34 El éxito de la cosecha de las chacras dependió, en última instancia, de la mano de obra
estacional, en base a gente que buscaba horizontes más propicios.
35 Cuando fueron dadas las Ordenanzas redactadas por Matienzo, a fines del siglo XVI, se
creía que los yanaconas a veces huían a otras chácaras para andar holgazanes, trocando
lo poco que tenían para emborracharse y dejaban sus mujeres irse con otros, que con
esto los españoles los sonsacaban y los cebaban. Para evitar esos males no les
consentían mudar de chacra, ni quitar la pequeña tierra asignada. (-1567-1967: 96).
36 Sin embargo, desde fines del siglo XVI, existía el parecer oficial sobre cómo actuar
frente a los indios huidos. Se pensaba que no se los debía volver a reducir porque si
huían estaban en pueblos donde se ocupaban de sus oficios o bien se hallaban en
chacras donde no les faltaba doctrina, y además se les podía cobrar tributo.
(Matienzo-1567-1967: 96). Pero también se pensaba con preocupación, que los indios
″huidos″ volvían a la idolatría. ″En los pueblos la mujer preñada iba a parir al monte
donde nacía su hijo, y lo entregaba a parientes ″huídos″ donde era criado sin bautismo″.
116

(Zavala, 1978 I: 220). Hay testimonios de que los yanaconas hombres y mujeres, huían a
otros sitios, algunas veces a chacras vecinas, ya que allí se encontraban sus parejas, con
las que incluso tenían hijos. (ANB E. 1656 No. 1). El proceso de inmovilizar al indio en
las haciendas, se produjo cuando éstos últimos fueron despojados de sus tierras a las
cuales solían acudir, aunque por otro lado la falta de tierras propias les obligó también
a moverse de un lado a otro. (Santamaría 1977: 253-271). De una u otra manera, la
movilidad no dejó de practicarse. A principios del siglo XVII, en los Informes del Virrey
Luis de Velasco, se lee que hubo una legislación en que trató de sustituir el servicio
personal forzoso por el ″alquiler voluntario″. En la misma legislación se establecía la
labor de ″reducir por medio de los corregidores a los indios huidos″. De aquélla
situación sacaban partido los corregidores pues tomaban las cajas de comunidad, al no
tener tributos, y no les devolvían, y si es que lo hacían, sólo con la mitad de ellas. Se
establecía que los indios huidos de Potosí, se refugiaban en las chacras de la Provincia
de Chuquisaca, donde los dueños los ocultaban y retenían para su propio provecho.
(Zavala 1978 I: 212). Pero a mediados del s. XVII, los yanaconas en Yamparáez eran
difíciles de reducir. En 1657, Ana Ruis, viuda de Juan de Robles residente en La Plata,
denunció que yanaconas de su chacra nombrada Maica, eran obligados a salir a la
estancia de Leybato donde desde hacía tres años ocultaban a sus yanaconas obligados a
salir con armas. (ANB E. 1657 No. 20). La viuda, salió en persona al rescate de sus
yanaconas con la ordenanza de reducción en mano. Le salieron al encuentro unos
indios, quienes amedrentando a la viuda cortaron la mano al indio que la acompañaba
amenazándola con quitarle la vida. Un testigo de los atacantes declaró que la
Ordenanza que prohibía el robo de yanaconas era de hacía 100 años, y que ya no tenía
validez alguna. La estancia Leybato quedaba en Mizque, corregimiento de Cochabamba,
donde, al parecer los yanaconas encontraban mejor situación. Este hecho seguramente
debido a ello la Real Audiencia ya en 1604, por voz del Juez Francisco de Alfaro ordenó
que hubiera toda libertad en contraer matrimonio entre los indios. Que podían casarse
con quien quisieren, ″así de los pueblos y casas de otras partes o personas, sin que
ninguna les amenace ni aterrorice, ni persuada para que se dejen de casar″. Añadía que
esta era una Ordenanza adecuada porque entre los indios, gente tan temerosa,
cualquier mediana persuasión de su amo era fuerza y mando, y era interés de los amos
tener a ambos cónyugues o convivientes en un mismo pueblo. Según la Ordenanza se
podían casar quedándose cada uno de ellos en la encomienda en que antes estaban y sus
amos los dejarían comunicarse libremente siempre que quisiesen, mientras no faltaran
a sus obligaciones, dejándoles juntarse en la semana por lo menos dos noches. Los hijos
debían quedarse en el pueblo de la madre. Exhortaba a los curas y vicarios y Jueces
Reales cumplieran con la determinación y especialmente a los encomenderos sopena de
pérdida de la encomienda y derecho sobre los indios. (ANB E. 1657 No. 17). Pese a esto
algunos documentos denuncian la resistencia indígena a las disposiciones oficiales,
porque más de que éstas parecieran favorecerles, se daba el caso de que los dueños de
chacras, o arrenderos de ellas tomaban como propios a los hijos de indígenas
forasteras, y residentes en chacras de sus segundos maridos. (ANB E. 1656 No. 1).
Entonces no había ley que las favoreciera.
37 En este sentido existía el criterio de que los dueños de chacra dejaban que sus
yanaconas se alquilasen 10 días cada año para ganar el peso que debían pagar por su
tributo, pudiendo el mismo dueño de chacra, ocuparlo en esos días pagándoles el jornal
que habría de pagar a otros indios. (Zavala 1978, I: 125).
117

Indios Propietarios de tierras en Yamparáez


38 La movilidad de los grupos multiétnicos de Yamparáez no estuvo ligada en su totalidad
a huidas forzosas para evadir la presión de los dueños de chacras, o para cumplir con el
pago del tributo. Hubo también en Yamparáez, tierras que fueron de propiedad de
indios originarios y que se mantuvieron como tales por lo menos hasta 1660. Es el caso
de las tierras de Charcamarca, Tirma y Esquiri, que fueron de indios Gualparocas y
yamparas, propietarios de esas tierras desde tiempo del cacique Inca Aymoro, que fue
quien recibió amigablemente a los españoles36. Un documento importante encontrado
en el Archivo Nacional de Bolivia nos ha revelado datos muy interesantes sobre los
indios yamparas y los Gualparocas, ya que gozaron de sus tierras originarias y de las
que tenían en otros pisos ecológicos37.
39 Es sabido que el cacique Aymoro fue respetado en su investidura, y su gente habitó en
el extremo noreste de la plaza principal de la ciudad de La Plata, frente a la catedral
durante el siglo XVI, que su casa en la ciudad de La Plata, así como las de los curacas
eran buenas, en el barrio y ranchería de los Yamparáez. ″Su casa parecía casa de señor,
con altos y bajos, torre, jardín, fuente y plazuela delante y muy buenos cuartos″ 38. Al
parecer, los españoles no sólo mantuvieron sus casas y prestancia en la ciudad, sino que
también mantuvieron sus tierras originarias durante la colonia. Los yamparas estaban
absueltos de la mita de Potosí39.
40 El documento que prueba la tenencia de la tierra en manos de dos grupos originarios,
los yampara y los gualparoca, es una escritura civil por el derecho a la posesión de las
tierras de Tirma y Asnaypucyo Ilevado a ante los Oidores de la Audiencia por un tal Luis
de Aguirre y sus hermanas contra otro Ignacio Lazo de la Vega, españoles 40. Inserto a él
se halla un pleito anterior entre los incas gualparocas y los yamparas por el valle de
″Isquiritirma, tierras llamadas Charcamarca, Isapalcocha, con sus vertientes e altos de
las tierras de Tilmay y de Calpacocha″, que al parecer entraban en disputa entre los
españoles.
41 El expediente inserto, es decir, el que enfrenta a ambos grupos indígenas uno a la
cabeza de Melchor Mola, principal del pueblo de Yotala y el otro encabezado por Juan
Yuru principal del pueblo de Tarabuco, consta de un interrogatorio realizado a testigos
para que declaren lo que recuerdan sobre quiénes poseían tales tierras desde ″el tiempo
de los incas″.
42 De las respuestas dadas por los testigos se extraen noticias sumamente interesantes. Así
tenemos que desde el siglo XVI y durante el siglo XVII, por lo menos hasta 1660, –fecha
del pleito entre españoles–, las tierras en cuestión fueron trabajadas con mitimaes
collas, chichas, y carangas que ambos grupos mantuvieron trabajando en esas tierras.
43 El primero decía que las tierras de Esquiri les habían sido concedidas por Aymoro, inca
Gualparoca, mientras que Juan Yuru, Inca Gualparoca, afirmaba que las tierras de
Esquiri, le pertenecían, ya que un capitán del Inca, llamado Cacire Capal, les había
hecho merced para que tuvieran ganados y sementeras.
44 Este es un caso típico de dualidad en el cacicazgo, que dio origen en muchos lugares a
rencillas entre caciques por titularidad del cargo, o por la tenencia de tierras. En las
declaraciones se encuentra doble pertenencia.
45 Los indios de Yotala, que eran Gualparocas, y eran descendientes de los Incas,
recibieron del cacique Aymoro, tierras en Esquiri, llamadas Charcamarca e Isapalcocha,
118

″con sus vertientes e altos de las tierras de Tilmay y Calpacocha″. Estas tierras estaban
ubicadas en las alturas de Tarabuco, en el corregimiento de Potosí. En siglo XVII (1660),
declaron ir de vez en cuando a aquellas tierras altas donde tenían desde el tiempo de
los Incas, los capitanes de indios Diego Cayo, Diego Tocoro y Melchor Moya,
descendientes de ellos, decían tener allí desde 1582, ″parientes″. Iban allí donde tenían
sus ″mancebas″ sirviendo en las chacaras y ganado para pagar el tributo. También
tenían ″muchas comidas″ en el valle de Esquiri y en Chusamarca, desde el tiempo en
que llegaron los primeros conquistadores. (ANB E. 1660 No. 5).
46 Por su parte, en 1660 los y amparas tenían indios carangas trabajando para ellos. Según
las declaraciones de los testigos, desde 1600 los indios yamparas don Diego Cayo, don
Diego Tocoro y don Melchor Mola, poseyeron las tierras llamadas Charca y El Callo, y
tuvieron dos indios llamados Guaracha41 que trabajaban para ellos. Declararon también
que cogieron ″muchas comidas en el valle de Isquiri (Esquiri) y en Chusamarca, después
que los españoles conquistaron esta tierra de 60 años a esta parte, sin impedimento de
los indios de Tarabuco, ni de persona alguna″42.
47 Don Juan Yuru, cacique principal del pueblo de Tarabuco, declaró cuando fue requerido
como testigo, que ″como es notorio, las dichas tierras son mías y de los demás
principales deste nuestro pueblo desde el tiempo de los Incas, porque un capitán del
Inca llamado Cacire Capal hizo merced a nuestros ganados y sementeras. Nuestros
antepasados hicieron sus chacras en las dichas tierras de Isquiri y demás pueblos que
están en los altos. Tenían casas y estancias para ganado...nos pertenecen dichas tierras.
Los pueblos viejos en los altos de Isquiri tienen yeguas y acuden ahí de ordinario (ojo que
la declaración es en 1660) donde siempre han tenido muchas mancebas sirviendo en lo
suso dicho a Dios nuestro Señor y en hacer otros vicios y pecados públicos en esos
lugares, por todo lo cual a Vuestra Merced pido y suplico hacerlos de mandar poner lo
suso dicho según del de manera que nos hizo merced el capitán que fue del Inga por
cuyo título poseen las tierras todos los naturales de este repartimiento...poseí título y
como tales les vendimos...poniéndose perpétuo silencio″43.
48 Estamos ante la forma prehispánica de control vertical de tierras, en la que además dos
grupos hacen usufructo de las mismas tierras. Cabe hacer aquí la consideración, de que
si bien el documento es un ″pleito″ por establecer, a la manera occidental ″de quién
eran″ las tierras en cuestión, los grupos yampara y gualparocas, habían compartido las
mismas tierras, hasta ese año (1660) en que las autoridades españolas los enfrentan
para definir la adjudicación a uno u a otro grupo. Se trata, como bien señalara Karen
Spalding de la introducción de las comunidades indígenas a la propiedad privada y el
rompimiento del equilibrio tradicional entre la tierra y el trabajo, cuando los españoles
aprovecharon de las disputas entre las comunidades indias y los españoles procedieron
a las ″igualaciones″ (1974: 118-120).
49 A lo largo de las declaraciones el único argumento a favor de que las tierras en cuestión
hubieran pertenecido a los gualparocas a la cabeza del cacique Juan Yuru, es la propia
declaración de él. En la aclaración de una pregunta de la encuesta, se hizo conocer que
en las tierras de Esquiri los tarabucos ″tuvieron algún derecho, por unos indios
ganaderos″, pero que ″las perdieron y dejaron yermas y montañas″.
50 En 161044 los indios yamparas de Yotala, ″le hicieron sus chacaras″ de maíz allí a un
español llamado Diego Rojas, en Esquiri. ″Cogían para él mil cargas de maíz″. En esta
época los indios yamparas trabajaron como indios yanaconas para Diego Rojas. Ellos
119

mismos declaran ″por ser como era nuestro encomendero″. Es interesante advertir que los
indios llamaron a Diego de Rojas su encomendero en una época en la que
supuestamente ya no existía la encomienda. A ellos les daba lo mismo. Pero más
interesante aún es advertir en la declaración que ″así″, o sea trabajando para Diego de
Rojas, ellos tenían las dichas tierras ″para el dicho efecto de donde cojíamos dicha
comida″45. O sea que si bien en un momento dado las tierras de Esquiri ″pertenecieron a
Diego de Rojas″ ellos también la poseían, haciendo trabajar a indios chichas para ellos.
51 En 1620, los yamparas hicieron en Esquiri ″chacra a Pablo de Mene-ses″ 46, entregándole
también mil cargas de maíz, porque era ″su encomendero″, y los indios de Tarabuco no
hicieron problema alguno puesto que ″dichas tierras eran nuestras y las teníamos y
poseíamos para sembrar para nosotros″. En 1630 los indios yamparas de Yotala,
pusieron indios collas en Esquiri en las tierras de Churumarca (Charcamarca?) que los
indios collas llamaron Soroche. En 1640 los caciques Pedro Cayo, Diego Tocoro y
Melchor Mola o Moya (nombre que aparece de las dos formas) de los yamparas tuvieron
indios carangas trabajando en tierras de Galpacorcha (Calpacocha?) a la cabeza de su
cacique principal (caranga) don Juan Pacha Aquira. Esas tierras que eran de Melchor
Moya, quien había ″hecho mucho dinero allí″47. A propósito otro testigo declaró que
unos parientes de Melchor Mola o Moya ″arrendaron″ las tierras de Esquiri a los
carangas. Tenemos aquí otro caso de arrendamiento de tierras de originarios a un grupo
de otra etnia. Es otro indicio de que hubo tierras en arrendamiento en el Corregimiento
de Yamparáez en el siglo XVII.
52 Si bien la motivación inicial de esta investigación fue establecer causas y lugares donde
podrían moverse los yanaconas que huían de las chacras, el hallazgo del documento que
trata sobre derechos de posesión de unas tierras, que conformaban la verticalidad del
grupo yampara y del gualparoca, han dado al trabajo un alcance mucho mayor.
53 Habiendo analizado en base a dos Visitas realizadas en dos momentos del siglo XVII, y
otros documentos relativos a chacras, las causas y lugares de las migraciones de los
yanaconas yamparáez o yam-paras, y teniendo la evidencia de tierras accesibles a los
yamparas como control vertical, tenemos un nuevo panorama acerca del mundo
sumergido que tuvieron los indios dentro de la estructura agraria colonial.
54 El ejemplo del control que tenían los yamparas sobre otras tierras accesibles a ellos
para conseguir alimentos y sustento en general, es un indicio para pensar en que la
huida "a quebradas y huaicos" como comunmente nombraban los españoles a los sitios
hacia los cuales se dirigían los yanaconas, serían sus propias tierras de control vertical.
55 La baja demográfica registrada en Yamparáez a mediados del siglo desde el siglo XVI al
XVIIpuede también haber sido consecuencia de la declinación de la producción como
efecto a su vez de la demanda de productos de Potosí. Hace falta para ello un estudio
comparativo de la producción en las chacras en el siglo XVI y el XVII.
56 Otra consideración importante es pensar que la ″huida″ sin dejar de ser una respuesta a
formas de coacción de los dueños de chacra, es más bien una forma natural inherente a
los propios indios para obtener recursos, con el fin de pagar el tributo.
57 Un último análisis en base a los planteamientos de Chevalier, sobre un ″vínculo
vertical″ existente entre patrones e indios, en base a la costumbre, que habría de haber
tenido una incidencia en que el dueño de chacra cuente con mano de obra estable, no se
observa en absoluto en Yamparáez. Sin embargo este vínculo vertical se aplicaría más a
la propia idiosincracia del indio que practicó la movilidad en la época prehispánica y la
120

siguió practicando durante la época colonial. Aquí su postulado tendría un alcance


mayor. El ″vínculo vertical″ establecido por la "costumbre" queda arraigado en los
indios, al avanzar el período colonial.

Cuadro 1. Visita 1613. Chacras de Guañoma (Yamparáez)

* 3 ausentes en comisión
** Trabajan en la cosecha y deshierbe
*** 2 de ellos en ″Tapalco″ cogiendo sus comidas. Otros 2 de ellos en las chacras de J. Molina y
Melchor de Rojas arrendando tierras como forasteros
**** Forasteros arrenderos de tierras
Población tributaria 92
Población tributaria huida 3
Fuente: Visita a las chacras de Guañoma realizado por Antonio de Alfaro en 1613. A.N.B. T.I.E. 1613 N.
13.
121

Cuadro 2. Visita 1651. Chacras de Yamparáez

* 9 casadas con forasteros


** Llama la atención la cantidad de niños con relación a los adultos, sobre todo mujeres, que sólo hay
7
Población total 1053
Población tributaria 150
Población tributaria huida 180
Fuente: Visita de Juan Alfonsín Castilla a las Chacras de Yamparáez del 16 al 22 de octubre de 1651.
A.N.B. T.I. 1651 n. 30.

Cuadro 3

Variación en % 3-1 -38%


5-2 -76%
Fuente: Sánchez Albornoz 1978: 28.

NOTAS
1. Los documentos consultados del A.N.B. (Archivo Nacional de Bolivia), se citan en Fuentes.
2. La mayor parte de los estudios de Estructura Agraria se refieren a siglos posteriores. Para el
siglo XVIII los trabajos de Brooke Larson (1982) (1992), Ana María Lema (Tesis inédita), Santamaría
(1979); para el siglo XIX Grieshaber (1977) Inédito, Langer (1989), Medinaceli (Tesis inédita), Klein
(1992), Soux (1992).
122

3. El cronista Reginaldo de Lizárraga en su ″Un Viaje fascinante por la América Hispana siglo XVI″
(c. 1602-1987) Ed. Studium, Madrid, cuenta que legua y media antes de llegar a Potosí, había que
disminuir el ritmo de viaje ya que los caballos mostraban signos de cansancio y se morían con
facilidad, (pág. 216).
4. También en la Tasa de la Visita General de Toledo. Publicada por Noble David Cook.
Universidad Nacional Mayor de San Marcos, pág. 29. Lima 1975.
5. Visita de Guañoma. T.I. EC. 1613 No. 13. Es preciso advertir que esta Visita no es muy rica en
cuanto a datos relevantes de población, pues ni siquiera se declara toda la población existente en
cada chacra, sin embargo, como se verá más adelante en este trabajo, la Visita da para nosotros
información importante respecto a la movilidad de los indios yanaconas.
6. Visita a las Chacras de Yamparáez por Juan de Alfonsín Castilla, Octubre de 1651. ANB TI E.
1651 No. 30.
7. Ley de Fernando V en Valladolid a 14 de Agosto y 12 de Noviembre de 1509. D. Felipe II en
Guadalupe a 1 de Abril de 1580. Y en la Ordenanza 145 de Poblaciones. En: Recopilación de Leyes de
los Reynos de las Indias. Título Ocho. De los Repartimientos, Encomiendas y Pensiones de Indios, y
calidades de los títulos. T. II pág. 249, 250. Consejo de la Hispanidad. Madrid 1943.
8. Cédulas de 1540,1545, 1552, 1559, 1566, 1574, ç 582, 1618, 1628. Ibidem pág. 253. ″Hay en este
Reino del Pirú otra manera de indios, que se llaman yanaconas: estos son indios que ellos, o sus
padres, salieron del repartimiento o provincia donde eran naturales, y han vivido con españoles
sirviéndoles en sus casas, o en chácaras y heredades, o en minas″. Juan de Matienzo, Gobierno del
Perú, Primera Parte. Cap VIII. pág. 25. Ed. Institut Francais D Etudes Andines. Lima 1967.
Los yamparas, como grupo, a la cabeza de su cacique inca Aymoro acogieron a los españoles en su
primera entrada a Chuquisaca, como retribución a esta acogida no entraron como Provincia
tributaria al servicio de la mita minera potosina, (comunicación verbal de Teresa Gisbert) y como
se advierte en este trabajo, también mantuvieron control de tierras de Esquiri.
9. Ronald Escobedo en el Debate posterior a la ponencia de F. Chevalier ″Balance de la
Historiografía sobre Iberoamérica 1945-1988″ En: Actas de las IV Conversaciones Internacionales de
Historia. Ed. a cargo de Ignacio Olabarri. Pamplona. Ed. Universidad de Navarra, pp. 221-290. 1989.
10. ″Hanse metido después acá muchos más indios en las dichas chácaras de su voluntad o
atraídos de los dueños dellas nombrándolos yanaconas, por huir de las mitas de las minas y de
otras a que estaban repartidos en sus pueblos, de que se han huido teniendo por mejor vida y
menos trabajo la que tienen en las chácaras... ″ Cédula de 1601 de Luis de Velasco. En: Zavala 1979
II: 24).
11. Matienzo, ob. cit. pág. 31.
12. Ibidem pág. 30.
13. Visita de Guañoma, doc. cit. Chacra Pomanasa en Copavilque, de propiedad de Juan de
Aguilar.
14. Según la Visita de Guañoma en 1613, los yanaconas debían permanecer obligadamente en las
chacras por tiempo de 10 años, después podían pedir permiso para irse a otras chacras. Doc. cit.
15. ″Todas estas tierras ha de dexar el visitador amoxonadas, y no se ha de permitir que ninguna
tierra de los indios, que tuvieren propias o en comunidad, se puedan vender a españoles″.
Matienzo, ob. cit. pág. 57.
16. ANB T.I. E. 1660. No. 5. Luis de Aguirre y sus hermanas con Ignacio Lazo de la Vega sobre
derecho a las tierras de Tirma y Asnapucyo en Mataca. 268 fs. En este expediente se halla inserto
un pleito entre los indios de Tarabuco y los de Yotala sobre derechos de las tierras de Esquiri,
Tirma y Charcamarca.
17. Hay muchos documentos en los que se encuentra que las chacras han sido arrendadas. La
chacra de Cachimayo de Tomasa de Liaño en 1668 estaba arrendada a Bernardo de Riva y Martín
Guzmán. (ANB TI E. 1671 No. 11)
123

18. Crónica de Pedro Ramírez del Aguila ″Noticias Políticas de Indias″, citada en Escoban de
Querejazu, Laura ″Producción y Comercio en el espacio surandino, siglo XVII″ pág. 125. Ed.
Embajada de España en Bolivia, La Paz 1985.
19. Se ha encontrado 6 en la chacra de Guañoma, siendo que en los demás no se declaran, salvo
en la otra Guañoma de Francisco de Garmea, en la que hay una dos veces viuda.
20. Las Ordenanzas no dicen que el encomendero les debiera pagar algo, pero sí una Cédula Real
de Carlos V dada en Valladolid en 1541 dice ″bien permitimos que pueda comprar a los indios
cosas de comer, y beber, y otros mantenimientos necesarios, pagando su justo precio, como les
los pagaría otro español extraño. Recopilación de Leyes...ob. cit. pág. 238.
21. Lorenzo Mamanillo de 17 años, yanacona de la chacra de Pomanasa de Miguel Eyzaguirre.
ANB T.I. Visita de Guañoma. 1613.
22. En la Visita de Guañoma. 1613. Doc. cit.
23. En la Visita a las Chacras del centro de la Provincia Yamparáez, en los alrededores de la
ciudad de la Plata, el año 1651 se registraron 17 chacras, estas son De la Limpia Concepción, Asari,
Mollescapa de Juan Serrudo, Mollescapa de Luis Serrudo, Mollescapa de los herederos de Pedro
Serrudo, Sipaca, Pilcomayo de don Nicolás Quintela, Sinayo, Mayca, Alcantari, Cachimayo,
Chimayo, Pilcomayo de don Alonso Ortiz de Cabrera, Pulqui, Aripacha, Pilcomayo de don Juan de
la Hava (ANB TI. Visita de las chacras de Yamparáez 1651).
Las otras chacras son Mojopoco, camino a Potosí (ANB TI E. 1656 No. 32), hacienda San Isidro
(ANB TI E. 1657 No. 3) chacra Molle Molle (ANB TI E. 1660 No. 3), chacra de Mollescapa (ANB TI
1654 No. 30), chacra Cachimayo (ANB TI 1671 No. 1), chacra Tipabuco (ANB TI 1671 No. 22), otra
en el valle de Tipabuco de los franciscanos de La Plata (ANB TI E. 1660 No. 2.
24. En la Visita de Guañoma 1613, tampoco se da el lugar de origen de los yanaconas, salvo en los
casos que hemos señalado, era una forma subyacente de los dueños de chacras de retenerlos.
25. El Fiscal protector de naturales denunció ante la Audiencia de Charcas que Pedro Guamanga,
indio del pueblo de Copabilque había salido del servicio de Francisco Serrudo en la chacra de
Mollescapa, pero que mantenía como rehén a su hijo, para que Guamanga volviera a servirle
aduciendo que. El Protector recordaba a la Audiencia que ″los indios de pueblo podían servir a
quien quisieren″. ANB. T.I E. 1654 No. 30.
26. La Ley de Felipe II a 30 de Diciembre de 1571 establecía que ″los yanaconas contribuyesen
como los demás indios ″lo que buenamente pareciese″. Recopilación... ob. cit. pág. 226. El mismo
Felipe II, por Ley del 15 de Febrero de 1575, decía que los indios que trabajaren en minas, huertas,
y otras haciendas ″podrán tributar por lo menos a dos pesos al año″. Recopilación... ob. cit. pág.
227.
27. La Ley de Felipe II de 23 de Diciembre de 1595, prohibía el trabajo de indios en viñas e
ingenios de azúcar. Recopilación... ob. cit. pág. 301. En Pilaya había una Viña administrada por el
mayordomo Joseph Alvarado, de propiedad de Diego de la Pressa donde trabajaban 8 esclavos en
la producción de vino, sacando cada vez 6 cubas de vino por cosecha. (A.N.B. T.I. E. 1660 No. 11).
También en la hacienda de Cusillo, en el valle de Cusillo en la villa de San Juan de Rodas, en la
frontera de Tomina, se producía azúcar y miel con 20 esclavos negros, produciendo 1.000 arrobas
de azúcar al año. (A.N.B. T.I. E. 1671. E. 1)
28. Indios y Tributos en el Alto Perú. IEP. Lima 1978.
29. Ob. cit. pág. 24.
30. Nota No. 9. Sánchez Albornoz, pág. 26.
31. El paréntesis es mío.
32. Ob. cit. pág. 33.
33. Visita a Guañoma. Doc. cit.
34. Ibidem.
35. Visita de 1651, doc. cit.
36. ANB TI. E. 1660 No. 5.
124

37. Doc. cit. en cita 17.


38. Cita a Ramírez del Aguila por Teresa Gisbert, Urbanismo, Tipología y Asentamientos indígenas en
Chuquisaca. Instituto de Estudios Bolivianos. Facultad de Humanidades. Universidad Mayor de San
Andrés. La Paz 1982, pág. 11.
39. En la Tasa General de Toledo, ob. cit. no están los Yampara obligados a la mita de Potosí.
40. ANB TI. E. 1660 No. 5. Doc. cit.
41. ¿Serían Guarachi de la familia de indios nobles pacajes del pueblo de Jesús de Machaca?
42. ANB TI E. 1660 No. 5. Doc. cit.
43. Ibidem.
44. La cronología del usufructo de las tierras la he hecho arbitrariamente, en base a las preguntas
que se hacen: ″Digan si saben de hace 50 años... si saben de hace 40 años...″ etc., teniendo en
cuenta que las declaraciones se hacen el año 1660. Sin embargo se advierten errores en ella ya
que a la pregunta 7 por ejemplo de ″si saben que habrá tiempo de 40 años cuando le hicieron la
dicha chacra a Pablo de Meneses...″ se sabe que Pablo de Meneses fue el primer encomendero de
Yamparáez, por lo menos 110 años antes y no 40!
45. Ibidem. ff. 83.
46. Ver advertencia de cita 46.
47. Doc. cit.
125

Capítulo 3. El sistema de arriendo de


tierras en la hacienda Sicaya,
Cochabamba, s. XVIII

1 Sicaya, es el caso de una hacienda productora de trigo en el s. XVIII, que muestra en su


contexto histórico el sistema de producción por arriendo de tierras, utilizado por los
terratenientes para asimilar la mano de obra de los forasteros sin tierras, que eran cada
vez más en el valle de Cochabamba. Este sistema, en el caso de la producción de trigo
está íntimamente ligado al beneficio de la molienda del cual el terrateniente era el
único dueño, y los arrenderos no podían prescindir para moler su grano 1.
2 La producción cerealera de Cochabamba en el s. XVIII enriqueció a los propietarios, pues
pese al declive de la producción minera y sus consecuencias demográficas en Potosí,
que significó una disminución notable en sus exportaciones, los terratenientes de
Cochabamba resultaron siendo una élite económica muy poderosa. Este
enriquecimiento fue mayor en épocas de escasez de trigo debido a las sequías e
inundaciones que se producían frecuentemente y que daban lugar a la especulación y
ocultamiento del producto encareciendo su valor2.
3 La Hacienda Sicaya es un claro ejemplo del sistema de producción por arriendo, que se
desarrolló en Cochabamba a raíz de la migración de indios provenientes de Potosí, y
que no querían regresar a sus tierras de origen, donde eran explotados con el pago del
tributo. Los indios, en Cochabamba encontraron que fácilmente podían alquilar tierras
en haciendas, y así llevar una vida menos sometida y algo más libre. En el caso concreto
de la hacienda Sicaya, como en muchas otras, se utilizó un sistema de producción
mixto, es decir, hubo tierras sembradas en por el dueño, en un cincuenta por ciento y el
resto por indios ″del rancho″, peones del dueño de la hacienda, y arrendatarios libres.
4 Al igual que en Chuquisaca y el Altiplano, poco a poco los dueños de las haciendas
fueron dejando la supervisión de las haciendas en manos de sus mayordomos o
administradores, lo que dio lugar a una serie de abusos, de los cuales era el único
responsable fue el propio encargado.
5 Entre los abusos más comunes estaba el hacer la cosecha enteramente para sí,
desconociendo la propiedad de la hacienda. También cometía el abuso de dar a los
126

indios arrenderos las tierras de temporales, y no las de regadío, además ″perjudicando


y quitando a los indios tierras de regadío″. También había obligado a algunos indios
arrenderos a sembrar la tierra ″en su compañía″, o sea se adjudicaba la mitad del
producto de la siembra. Este hecho, en el caso de Sicaya se constata en las listas de
arrendatarios de tierras de la Hacienda, en la que aparece ″en compañía″ de algunos
arrenderos como Bonifacio Sorita en el terreno llamado Bocatoma, y de Gabriel Vargas,
el arrendero más próspero de la hacienda, usufructuando el terreno llamado Coaquira.
Es posible que el abuso hubiera sido un hecho, pese a que Senteno en sus declaraciones
deda que él pagaba a la gente que le hada el servido de sembrar trigo para él ″a su costa,
sin ayuda alguna o de obligadones″.
6 Las tierras de regadío eran dejadas en barbecho, por tiempo de un año, para ser
utilizadas el año siguiente. Aunque era frecuente que estas tierras barcechadas se
echaran a perder por causa de sequías e inundaciones. Los arrendeos de tierras, tenían
por obligación componer la acequia cuando ésta sufría daños por las lluvias y también
cuidar de los ″portillos″ de la huerta que necesitaron ser reparados, lo que sucedía con
frecuencia.
7 Las tierras de la Hacienda de Sicaya, estaban clasificadas en tierras de ″altos
temporales″, y tierras ″de regadío″. Las tierras3 de altos temporales estaban mejor
tasadas que las tierras de regadío, fluctuando su precio entre veinte y cinco pesos,
mientras que las de regadío estaban entre dis y seis pesos. Los datos de las tierras
arrendadas no señalan superficie, pero las tierras de regadío beneficiaban mejor a sus
arrendatarios, es el caso de Gabriel Vargas, que arrendaba las tierras de liopampa,
Coaquira y ″otras″ cuyo nombre no se menciona, pagando por la primera cinco pesos,
por la segunda dos pesos y por la tercera seis pesos. Anualmente llegaba a moler en los
molinos 236 fanegas de trigo, constituyéndose en el arrendero más próspero de la
Hacienda, sin embargo, el arrendero siguiente se benefició moliendo solamente 60
fanegas, en un terreno de temporal. En el cuadro siguiente se observa las tierras
arrendadas:

Arriendo de tierras de temporales y regadíos hacienda de Sicaya 1782-1783


127

8 El sistema de explotación de la tierra a través de indios, mestizos e incluso yanaconas


arrenderos estudiado por Larson (1984), dio lugar a la aparición de pequeños
productores que reemplazaron la producción de la antigua hacienda con mano de obra
yanacona que siguió existiendo en el altiplano y con altibajos y dificultades en
Chuquisaca. El sistema fue aplicado también en Sicaya. Según comunicación verbal de
François Chevalier4 este sistema de arriendo es único en el mundo alto-peruano y
mexicano ya que hasta el momento no se ha advertido en ningún otro lugar 5. A pesar de
estar coercionados por los propietarios de haciendas enriquecidos más por la
especulación del grano6 que por la riqueza obtenida de sus inquilinos, los arrenderos,
dieron lugar a una nueva clase rural mestiza que copó el mercado interno como el de
exportación interregional.
9 La producción cerealera de la hacienda Sicaya estuvo en manos de un administrador,
dos mayordomos que percibían cuatro reales de ración semanal, dos molineros, que
ganaban cincuenta y sesenta pesos anuales respectivamente y peones, cuyo gasto de
mantenimiento era de aproximadamente 174 pesos al año.
10 La hacienda poseía un molino al que estaban sujetos tanto los yanaconas que trabajaban
para la hacienda como los peones y los arrenderos. Tenía ″cuatro paradas″ o ″piedras″
que trabajaban regularmente cada año, desde principios del mes de mayo hasta fines
del mes de noviembre, al igual que las ″tres piedras″ de trigo. Las siete paradas
funcionaban con el agua del primer ″galpón″ de maíz, que pasaba luego a moler las tres
de trigo. Paralelamente, funcionaba un ″molino antiguo″ que molía con distinta agua,
″por escasear ésta la cosecha″. El molino antiguo originalmente tuvo dos paradas, pero
entonces sólo trabajaba una (1780), ya que la otra estaba siempre ″desbaratada″. Los
molinos trabajaban normalmente tres meses, de mayo hasta fines de julio, y en año
″escaso de aguas″ corría solamente dos meses. Cuando había trigo lavado y seco, se
molía desde el mes de agosto en adelante. El funcionamiento de los molinos dependía
de la abundancia del agua de lluvias.
128

11 Era frecuente que en años secos, de mediados de septiembre hasta fines de noviembre,
o principios de diciembre, en que llegaba a escasear el agua, sólo conseguían moler dos
piedras de maíz o tres. Los meses de molienda eran de mayo a noviembre. Y aunque en
los cinco meses restantes había agua suficiente para que pudieran continuar moliendo
las cuatro piedras de maíz, no lo hacían porque en esos meses cargaban los ríos, y no se
conseguía que pueda haber moledores, escasamente se recogía agua clara, para que
lleven los trigos, porque no concurrían marchantes por la abundancia de los ríos″.
Solamente cuando lograban tener agua clara para lavar el trigo, molían una a dos
″piedras″ de los piqueros del rancho, y de las estancias contiguas. En 1786 el dueño de la
hacienda pidió los servicios de un Juez comisionado de la Causa de Cuentas 7, para
controlar las que le presentó el administrador Joseph Senteno. Tanto las haciendas de
Cochabamba como las de Chuquisaca fueron dejadas poco a poco en manos de
mayordomos españoles o mestizos, quienes usufructuaron las mismas perjudicando las
ganancias de los propietarios. En el caso de Sicaya el Juez comisionado hizo las pruebas
respectivas8. El detalle de funcionamiento de los molinos, dio el Alcalde Mayor de
Sicaya Fulgencio Castelo, cuando fue llamado a declarar acerca sobre la hacienda. En
ese entonces, la primera parada se molía en veinticuatro horas nueve fanegas de maíz,
la segunda once y la tercera nueve fanegas. La harina era entregada encostalada en
fanegas de ocho arrobas y veinte libras cada una. A la cantidad de cereal molido que no
alcanzaba el peso de una fanega se le llamaba crece, y servía para compensar o regalar a
los marchantes o peones que cargaban los costales de harina. Por ejemplo un marchante
que hacía moler nueve fanegas, recibía cuatro arrobas de crece ; mientras que otro que
hacía moler cuatro, recibía una arroba de crece.
12 Las tres paradas de maíz estaban en un mismo galpón, mientras que dos de las de trigo
compartían otro y la tercera estaba en un galpón antiguo independiente. En el
momento de hacer el reconocimiento de la capacidad de molienda se encontró una
cuarta piedra de maíz en la ″bóveda″ en mal estado, pero se calculó que podía moler
nueve fanegas en veinticuatro horas.
13 Por los datos que se tiene, los pesos y medidas, tanto de la harina de trigo, como de la
de maíz eran diferentes, incluso en el caso del mismo cereal. Así se tiene que una fanega
de maíz pesaba ocho arrobas veinte libras, mientras que la de trigo se la calculaba en
siete arrobas y quince libras.
14 El mantenimiento de los molinos era realizado casi diariamente por el herrero que
ganaba sesenta pesos al mes y por el carpintero. El molinero era ayudado por peones y
por los propios marchantes o campesinos que llevaban su carga de grano. Con el pago a
los peones el total del gasto en mano de obra en el molino era de aproximadamente
doscientos pesos. En los cuadernos de gastos de la hacienda llevados por el
administrador Joseph Senteno, se puede conocer que los daños más frecuentes de los
molinos eran los de herrería. El daño más común era la rotura del palafierro de la piedra
y de las picaderas. Por ello, el costo de mantenimiento del molino anualmente era
alrededor de setenta, excepto el año 1782, que se gastaron 288 pesos, por el daño que
causaron los indios rebeldes de la Gran Rebelión de Tupac Catari en Charcas –
entroncada con la Rebelión de Tupac Amaru en el Perú– cuando la hacienda fue
arrasada por los indios.
15 El arreglo de la acequia o su mantenimiento, era una trabajo usual en la hacienda, en la
que se ocupaban muchos peones. Se recurría a peones de la misma hacienda, quienes
trabajaban por dos reales de ración diaria. Lo mismo recibían cuando limpiaban
129

alcantarillas o hacían ″fayna en el río″. Durante el tiempo de trabajo, el mayordomo les


daba coca y chicha. Muchas veces se llegó a gastar ocho tostones (cuatro pesos de plata)
diarios en chicha y coca. Otras veces no se les pagaba ración, ya que se consideraba que
era obligación del arrendero arreglar la acequia y los daños causados por el río. En
estos casos solamente se les daba coca y chicha. En los gastos de la hacienda de 1781, se
detalla varias veces el pago al pongo de ″su ración″ de dos reales diarios. Pero era abuso
conocido del administrador el servirse del pongueaje sin retribuirles los dos reales
semanales. Incluso, se le acusaba de que cuando el marido faltaba a cumplir la quincena
de pongueaje a la hacienda, entraba a reemplazarlo la mujer, siendo común también el
hecho de que los de turno pagaban a otros la suma de tres pesos para que los
reemplazara. Dentro de sus obligaciones, los pongos tenían a su cargo la vigilancia del
ganado; ovejas, mu-las, caballos y debían pagar al administrador por la muerte de algún
animal. Respecto a las mujeres que servían en la casa, éstas cumplían las faenas de
cocina y la casa, debían recibir también dos reales semanales ″mesa puesta″, y demás
cosas ″premias″ que se les daba.
16 Los pongos comerciaban la harina de propiedad de la hacienda y lo hacían fuera del
pueblo, llegando hasta lugares alejados como La Paz, Oruro, Potosí o Yungas. El
administrador les daba por este trabajo cuatro reales de ración y cuando el viaje era a
Oruro les daba un peso. Se prefería enviar a quienes tuvieran muías o burros, sin pago
adicional. El año que más harina produjo la hacienda fue el año 1781 con algo más de
17.038 fanegas de harina. Ese mismo año los marchantes o arrenderos y yanaconas
produjeron en total 543 fanegas de harina.
17 Si comparamos la productividad de la Hacienda Sicaya en el pequeño ciclo que va de
1781 a 1785, -según los datos que se tienen-, con los datos que da Brooke Larson 9 en
base a informes de los intendentes de Cochabamba en 1782, vemos que la baja
producción de harina en los molinos de Sicaya el año 1784 coincide con la ″cosecha
escasa y las inundaciones de ese año″. El desarrollo de la hacienda en Cochabamba dio
como resultado la aparición de los yanaconas ″arrenderos″, mini-fundistas y
miniproductores de grano, que trabajaban en tierras de propiedad de españoles o
criollos. Los hacendados de fines del siglo XVII, no pudiendo mantener la población
originaria en sus tierras y viendo, por otro lado, la migración constante de forasteros
provenientes de las decadentes minas de Potosí, optaron por ″arrendar sus tierras″ a
yanaconas forasteros. Dichos yanaconas o arrenderos no lograron nunca acceder a la
propiedad de la tierra, sin embargo coparon el mercado minorista de ″hormiga″ en la
región. Los hacendados buscaron otros medios de enriquecerse como fue la apropiación
del cargo de diezmero o cobrador del diezmo de la iglesia, a través de cuya especulación
consiguieron mantenerse a flote en poder y riqueza. Los conventos de la iglesia,
mantuvieron también inmensas haciendas con otros medios propios de ella como
fueron los censos y capellanías o préstamos de dinero con intereses sumamente
elevados.
18 En el siglo XVIII, los arrenderos en Cochabamba lograron desplazar al hacendado en
Cochabamba controlando la producción y el mercado del grano. El caso de la hacienda
Sicaya, es claro ejemplo de ello. Los hacendados buscaron otros medios de enriquecerse
como fue la apropiación del cargo de diezmero o cobrador del diezmo de la iglesia, a
través de cuya especulación consiguieron mantenerse a flote en poder y riqueza. Los
conventos de la iglesia, mantuvieron también inmensas haciendas con otros medios
130

propios de ella como fueron los censos y capellanías o préstamos de dinero intereses
sumamente elevados.
19 Algunas haciendas, como en el presente caso, tenían una pulpería, por medio de la cual
el dueño o el administrador negociaban con los propios arrenderos, peones y pongos,
vendiéndoles una serie de productos de primera necesidad. En Sicaya, la pulpería
estaba administrada por una vendedora, bajo la vigilancia de la esposa del mayordomo.
En ella se vendía harina, pan, –que podía dar una utilidad de 24 pesos al año–, velas
jabón, tabaco, papel y aguardiente. A este último le llamaban ″cunchu″, se vendía una
cuartilla a la semana aproximadamente, y valía tres pesos y dos reales. También
vendían fanegas de pan, a trece pesos. Las vendedoras podían vender chicha para su
propio beneficio10.

NOTAS
1. La hacienda Sicaya, era propiedad de don Josheph Frontanilla, en la segunda mitad del s. XVIII,
Fue administrada por Joseph Senteno entre los años 1780 y 1785, estaba ubicada en el camino real
en el pueblo de Sicaya, entre las poblaciones de Arque y Capinota, actual provincia de Capinota.
La hacienda de Sicaya entre los años 1780 y 1785 fue ″nombre de mucho comercio″, aún antes de
que fuese dueño de ella Joseph Frontanilla, ″por ser tránsito de entrada de granos con mucha
gente marchante... ″ AHM Prot. 1786. Poseía tierras arrendadas que le daban de alquilar
anualmente 162 pesos, además de ″cuatro piedras″ de moler maíz, y ″tres piedras″ de moler trigo.
La hacienda también producía árboles frutales, aunque solamente en pequeña escala. Tenía una
pulpería donde expendía harina de trigo, pan, tabaco, coca, chica y velas a la gente que acudía a
los molinos.
2. Ver Brooke Larson Transformación Agraria y Colonialismo. Ed. Ceres. 1992. Cochabamba.
3. Declaración de J. Senteno mayordomo o administrador de la Hacienda Sicaya, ante requisitoria
hecha por el dueño de la hacienda J. Frontanilla a tiempo de hacer la entrega de la propiedad.
4. Comunicación verbal en el Congreso de Historia Económica Peruana, julio de 1985.
5. En el capítulo 2 de la segunda parte de este libro, ″Control vertical en tierras de Chuquisaca″, se
establece la existencia de arrendatarios ya desde principios del siglo XVII en Chuquisaca.
6. Ver Larson, ob. cit.
7. Entiéndase un Visitador de las Cajas Reales de Cochabamba.
8. El juez hizo ″echar a la tolba de dicha parada con reloj en la mano una carga de maíz, medida a
las once y cincuenta y cinco minutos de dicho día, previniendo al molinero y a los estados
veedores que estén de pie fixo, hasta las veinte y cuatro horas y que assimesmo, no se descuiden
de ver, que no falten de dicha tolba de estar haciendo echar con el marchante que tiene la vez,
que lo es Joseph Alma, indio del peublo de San Agustín de Toledo, que mostró tener nueve
fanegas y se lo midieron, para que cuando faltasen inmediatamente recogiendo éste sus harinas,
para pesarlas después entrase el próximo que lo es Antonio Mamani y dijo que era de esta
hacienda de Sicaya, que tenía cuatro fanegas de maíz que se midieron y habiéndose completado
los referidos veinte y cuatro horas por el mismo relox, que lo tenía en mi poder yo dicho Juez, de
que certifico, mandé que dicha parada sesasse, mientras se recogía toda la harina que estaba en el
cajón, y toda ella junto con la que se había recogido las oras antecedentes de que se dieron cuenta
131

los dos veedores puestas en sus respectivos costales se pasaron por la misma romana de la dicha
Hacienda ante mí el dicho Juez a ocho arrobas y veinte libras según la costumbre que hace una
fanega en este dicho lugar, y se pesaron tres fanegas de arina, entendiéndose que las nueve
fanegas dieron tres arrobas...″ Sicaya, doc. cit. AHM.
9. En: Colonialismo y Transformación Agraria en Cochabamba.
10. Todos los gastos eran anotados en los cuadernos que se guardan todavía en el expediente del
Archivo Municipal de Cochabamba. AHM. 1783.
132

Capítulo 4. Levantamientos
indígenas en Cochabamba, 1781

1 Los levantamientos indígenas de 1781 que se originaron en Tinta a la cabeza de José


Gabriel Tupac Amaru, tuvieron ramificaciones en el Alto Perú acaudilladas por Julian
Apasa (Tupac Catari). Las ramificaciones comprendieron prácticamente todo el valle de
Cocha-bamba, en sus puntos extremos de Arque, Tapacarí, Ayopaya y Tarata, como
testifica un documento existente en la Biblioteca Central de la Universidad Mayor de
San Andrés, en La Paz. A pesar de la importancia de este levantamiento indígena, que
dejó una secuela impresionante de muerte y violencia, el hecho no ha sido estudiado 1.
2 El documento es un informe que hace el Corregidor y Justicia Mayor de Minas de la
Villa de Oropeza (Cochabamba) y su provincia al rey de España y consta de 31 folios. El
informe contiene varias declaraciones sobre las acciones ejecutadas por los indios en la
provincias de Tapacarí, Arque y Ayopaya.
3 Los declarantes son: Juan Ventura Ferrufino, comandante de armas del pueblo de
Tarata, capitán Francisco Heredia, Francisco Rodríguez Terceros y Manuel Angulo,
vecinos de Tarata y Clisa respectivamente, además de Tomás Arévalo, del pueblo de
Tarata.
4 Como base del presente relato se tomará la declaración más completa, la de Juan
Ventura Ferrufino, añadiendo algunos datos que no figuran en ésta pero que se señalan
en las otras.

Sublevación en Arque y Colcha


5 La sublevación de indios comenzó el día 21 de Febrero de 1781 con la participación de
indios de Colcha y Arque. Los indios de Quiriquiabe y Tacopaya, de la doctrina de
Colcha prendieron a los ayudantes Licenciados José Bustos y José Camperos que se
encontraban en la iglesia de Tacopaya y les dieron muerte degollándolos. Después
llegaron a Colcha y tomaron al cura, doctor Martín Tineo y mataron a otros tantos
españoles y mestizos.
6 Inmediatamente después se introdujeron a la doctrina y pueblo de Arque donde unidos
con los indios de éste lugar cometieron graves excesos y asesinatos, como los del
133

Alférez Real Juan José Uzieda, el del teniente coronel Bernabé Antonio Valdivia y
Melchor Rocha, además de otros con los que sumaron treinta.
7 En cuanto supo esta noticia el Corregidor de la Villa de Oropeza, Félix José de Villalobos
dispuso una expedición al mando de José Ayanza, quien partió al pueblo de Caraza. Allí
integró su tropa con doscientos tres hombres de la población, pagados por orden del
Corregidor, pero también con muchos otros voluntarios. En total llegaron a formar una
expedición de setecientos hombres, puesto que también se enrolaron a ésta tropa otros
indios y mestizos de Arpita.
8 La expedición de Ayanza entró en el pueblo de Chacamoco y castigó fuertemente a sus
pobladores. El declarante dijo que allí murieron cerca de cuarenta indios y que se
mandó quemar y destruir sus ranchos. También entró al pueblo de Tacopaya donde
sofocó otra sublevación. Luego se introdujo la expedición al pueblo de Arque, e hizo su
fuerte en Vinto, donde combatieron con una partida de indios procedentes de Colcha.
Al respecto declaró Juan Ventura Ferrufino que sabía que hubo bastante mortandad de
indios, siendo que de los realistas solamente murió don Miguel Samurati, húngaro y dos
mozos del pueblo de Tarata, Blas Prado y otro.
9 Ayanza pidió entonces auxilio al Corregidor de la Villa de Oropeza que se encontraba en
Cochabamba, quién ordenó el envío de dos partidas de 200 hombres de Tarata, a los que
se agregaron muchos voluntarios. Avanza y su expedición se mantuvieron sofocando
sublevaciones producidas en las regiones de Vinto, Arque y Colcha desde principios de
Cuaresma hasta el 26 de Marzo de 1781.
10 Tomaron graves represalias contra los indios que se habían dedicado a la profanación
de los templos y ejecución de sacerdotes. Manifestaciones tan rebeldes de los indios se
dieron en las serranías y anexos de Arque y Colcha, tales como Quiriquiabe, Tacopaya,
Tangatanga, Totora y Sayari.
11 La expedición de Ayanza se internó hasta Oruro porque se sabía que aquella Villa se
hallaba cercada por miles de indios de la doctrina de Tapacarí, mientras tanto algunos
de los indios de los pueblos de Arque y de Colcha y principalmente del de Capinota, se
mantuvieron pacíficamente debido a la influencia apaciguadora del cura de la doctrina
de Capinota, doctor Manuel Tapia y Arze.

Lo que sucedió en Tapacarí


12 El 25 de febrero de 1781, los indios de Tapacarí atacaron la iglesia mientras el sacerdote
celebraba la misa, dentro muchos españoles, mulatos y mestizos que fueron ejecutados
inmediatamente, ″sin perdonar hombre alguno,... aún recién nacidos, reservando sólo
algunas pocas mujeres que cautivaron″– como dice la declaración de Ferrufino.
Enterado el Corregidor de Cochabamba, mandó una expedición de setecientos o más
hombres bajo el mando de Pedro Cari, quien se internó por Calliri y Combuyo llegando
hasta Tapacari, donde castigó a los indios con muchos escarmientos y muertes.
Liberaron algunas mujeres cautivas para quienes los indios y disponían de fosos con el
propósito de sepultarlas vivas, según le habían contado las mismas cautivas a Ferrufino.
13 Supo ésto el Corregidor y dispuso que la expedición de Cari regresara a los altos de
Challa, jurisdicción de la provincia de Tapacarí, porque se había congregado allí gran
multitud de indios rebeldes. Cari escarmentó a muchos de ellos aunque el declarante
134

aseguraba que en ese lugar (Challa), se mantenían todavía sublevados y congregados


muchos indios de Tapacarí, Colcha, Arque y Paria.

Palca
14 En Ayopaya, doctrina de Palca, los indios cometieron iguales muertes y excesos, pues
dentro de la misma iglesia mataron a mucha gente, sin haber dejado criatura viva.
Dieron muerte allí al cura doctor Arnás y a todos los españoles que encontraron.
15 Para auxiliar este pueblo, el Corregidor remitió distintas expediciones cada una con
más de 400 hombres al mando de Ignacio Castillo, del teniente de Quillacollo Marcos
Mercado y de Marcelo Pérez quienes castigaron a los indios rebeldes y liberaron al
doctor Atanasio Bolaños y al doctor Marcelo Carrasco ambos curas de Cavari y
Machaca, quienes se hallaban cautivos desde hacía más de un mes.

La sublevación de Tarata
16 En la noche del día 28 de Febrero, en la hacienda de Clisa, a dos leguas de Tarata, un
grupo de indios del lugar, de Surichupampa y Chulpas y algunos de Liquina se
sublevaron dando muerte a todos los españoles que se encontraban allí. Declaró
Francisco de Heredia, que supo de la noticia casualmente, habiéndose enterado que el
canchero de dicha hacienda, al sentir la aglomeración de gente y el tumulto, salió
desnudo, dio voces, y juntó alguna gente a las once de la noche. Pero los indios actuaron
rápidamente y le dieron muerte junto con el mayordomo.
17 En aquella ocasión la hacienda se hallaba con poca gente por haberse alistado la mayor
parte de ella en la expedición de Arque. Los atacados se mantuvieron a la defensiva
desde la media noche hasta el amanecer, cuando el Alcalde Provincial, Antonio Luján, y
el Alcalde de la Sanata Hermandad, Manuel Villarroel, acudieron en su ayuda con
hombres de Toco y Punata por disposición del teniente declarante Juan Ventura
Ferrufino, quien partió con ellos a Clisa. A su llegada encontraron que los soldados de
Clisa, Chulpas y sus contornos ya habían derrotado a los sublevados. El Alcalde de la
Hermandad mandó ahorcar a treinta de los apresados en Clisa. A poco llegó Francisco
Heredia capitaneando una brigada de auxilio compuesta por cincuenta soldados,
mientras otros veintitrés indios eran ejecutados por los españoles en Sunchupampa. Al
día siguiente, cuando el teniente Ferrufino fue a juntar soldados en Siches y Toco para
auxiliar la expedición de Arque, encontró a varios mozos de Toco muertos en el camino,
logrando ver cómo huían siete indios después de éste atentado.
18 Los españoles muertos en la tragedia de Clisa llegaron a sesenta y cinco. En
consecuencia, la Audiencia destacó como comandante y Corregidor de cochabamba al
licenciado Miguel Pinto, -abogado de la Real Audiencia de La Plata y Auditor de reales
milicias de la Provincia de Cochabamba-, recientemente a la hacienda de Clisa, para
averiguar los nombres de los culpables, poco después logró capturar a la principal
cabeza del motín: Marcos Churata y Manuel Colque y otros, a quienes condujo
personalmente a Tarata, donde se les dio muerte en la horca.
135

Sacaba y El Paredón
19 Casi simultáneamente, una tropa de cien soldados, al mando del capitán Manuel
Angulo, junto con otra del Alcalde Pronvincial Antonio Luján, que constaba de
quinientos hombres, sofocaron a los indios amotinados en Sacabamba junto a los de
Clisa y Sunchupampa y que habían sido convocados por los rebeldes de Chapadrón,
general de toda la feligresía. Se ordenó levantar Padrón general ″de buena letra″ y
enviar una copia para el Gobernador a la Real Audiencia y para su Majestad el rey. Este
padrón debía establecer puntualmente el número de habitantes, ″con distinción de
calidad, edad y sexo″.
20 Así de sangrientos fueron los levantamientos rebeldes de 1781 en Cochabamba.

NOTAS
1. AH BC-UMSA. Archivo de la Biblioteca Central de la Universidad Mayor de San Andrés.
Colección José Rosendo Gutierrez. Año 1783.
136

Cuarta parte. Mano de obra y


tecnologia minera
137

Capítulo 1. Potosí. Dinámica social,


trabajo y tecnología minera1

1 Los especialistas en la Historia de Potosí se han dado cuenta hace tiempo que no es
posible condensar en una sola obra, todo cuanto se puede escribir e investigar sobre
ella. Las crónicas de Capoche, Lizárraga, Ocaña, dan cuenta desde el remoto siglo XVI, de
la infinidad de sucesos importantes que iban ocurriendo en Potosí. El cronista-
historiador Bartolomé Arsanz de Orzúa y Vela en el siglo XVIII, exclamaba cuánto había
que contar y decir sobre la turbulenta ciudad de Potosí, donde diariamente habían retos
a duelo por el hallazgo de nuevas vetas de plata, o se jugaban éstas a los dados en una
noche. Una ciudad donde contrastaba la miserable vida de los indios que trabajaban en
las minas con los ricos trajes parisinos que lucían las mujeres de los encomenderos. Las
fuentes primarias que guardan la relación de estos hechos y de otros de orden
económico se encuentran en los Archivos de la Casa de la Moneda de Potosí, Nacional
de Bolivia en Sucre, General de la Nación de Buenos Aires y Archivo de Indias de Sevilla.
2 La historiografía moderna iniciada con Lewis Hanke, Alberto Crespo, Marie Helmer y
Gunnar Mendoza entre los años 1959 y 1965 ha realizado importantes aportes a la
Historia de Potosí en el siglo XVI: Hanke y Mendoza en sus estudios introductorios a la
edición de la Historía de la Villa Imperial de Potosí, de Arsanz-XVI, y anteriormente el
mismo Hanke en su introducción a la crónica de Capoche (1959). El estudio sobre tipo
social del ″minero″ en Potosí, estudiado por Marie Helmer o su estudio sobre la
encomienda de indios, que revelan datos interesantes sobre la asignación de indios a los
diferentes encomenderos de la ciudad, han sido el inicio de la Nueva Historia de Potosí,
alejada finalmente de la consecutiva repetición de cuentos y hazañas que se quedaban
en fuentes orales de segunda importancia, sobre todo porque en Potosí, la gente ha sido
siempre aficionada a engrandecer y abultar sus relatos para dar más importancia a su
ciudad y a ellos mismos. Gunnar Mendoza publicó también dos importantes estudios
sobre Vicente Cañete y su Historia Física y Política de Potosí y otro sobre la Guerra entre
Vicuñas y Vascongados, ambos publicados en Sucre en 1954. También es importante la
labor de Alberto Crespo y sus trabajos sobre la mita y las guerras entre vicuñas y
vascongados, que han recogido los primeros datos sobre la fundación y asentamiento
minero en la ciudad. El trabajo de Gwendolyn Cobb, realizado en base a bibliografía
secundaria existente en los Estados Unidos y que da un cuadro general de los primeros
138

noventa y cinco años mostrando el funcionamiento de las principales minas del Perú:
Potosí y Huancavelica, se mantuvo inédito hasta que Muñoz Reyes lo publicó en 1977.
Sánchez-Albornoz y Thierry Saignes estudiaron las migraciones y la mano de obra en
Potosí en la década de los 80 en varios artículos sueltos. Para el siglo XVIII Rose Marie
Buechler publicó recién en 1989 la versión en español de su libro Gobierno, Minería y
Sociedad. Potosí y el Renacimiento Borbonico. 1776-1810, que analiza los intentos de
reforma y su posterior fracaso y muestra al gremio de azogueros y sus relaciones con el
gobierno. También para el siglo XVIII Enrique Tandeter publicó en 1980 su libro Trabajo
forzado y trabajo libre en el Potosí Colonial Tardío. En 1992, el mismo autor publicó Coacción
y Mercado, trabajo que centra su interés en el rescate libre de minerales y la corrupción
de los administradores reales en el siglo XVIII. Ese mismo año Peter Bakewell publicó en
español, aunque se consultaba ya la versión en inglés de Mineros de la Montaña Roja, que
estudia el trabajo forzado y el trabajo libre en el siglo entre el último tercio del siglo XVI
y los primeros cuarenta del XVII. El libro The Potosí Mita de Jeffrey Cole, se aboca
directamente al siglo XVII estudiando la mita y su administración. Los mitayos de
Potosí(1988) de Valentín Abecia, estudia el fenómeno desde una perspectiva económica.
3 A partir de la década de los 60 aparecieron los trabajos de José de Mesa y Teresa Gisbert
destacando Holguín y la Pintura Virreinal (1956) y La escultura Virreinal (1973) y de Mario
Chacón Torres El Arte Virreinal en Potosí (1972). Todos ellos dedicados a la Historia del
Arte de Potosí.

La producción de plata
4 La mayoría de los historiadores que se ocuparon de Potosí, han hecho referencia a la
cantidad de plata que se extrajo de sus minas, excluyendo lógicamente aquélla que fue
sacada por el contrabando. El cronista Bartolomé Arsanz de Orsúa y Vela dice que hasta
el año 1575 Toledo encontró que se habían enviado a España setenta y seis millones de
pesos. En 1632 el cronista José de Acosta decía que se habían sacado tres millones diez
mil pesos de plata y según Arsanz de 1665 a 1705 se sacaron otros cuarenta millones de
pesos. Citando referencias de oficiales reales, el historiador Lewis Hanke (1959), dice
que la Corona recibió entre enero de 1556 y diciembre de 1738, 151, 722. 647 pesos de
plata y los mineros 820,513.893 pesos. Son cifras que han quedado asentadas en los
libros de las Cajas reales, y son por tanto una referencia válida.
5 Todos los dueños de minas e ingenios -llamados comúnmente azogueros en Potosí-
debían pagar el quinto de su producción a la corona española por el uso de una
propiedad real. Dado que en Potosí la mayor parte de las vetas de plata se encontraran
en un mismo cerro, Toledo reglamentó también su explotación, ya que la mayor parte
se encontraban superpuestas.
6 La producción de plata fue fuertemente respaldada con dos medidas dadas por Toledo,
ellas eran la reglamentación de la estructura legal minera y el servicio de la mita, -
obligatorio y rotativo entre los indios para la extracción de plata- con lo que la
producción de plata se elevó a fines del siglo XVI de una manera notable. El famoso auge
de Potosí alcanzó niveles relevantes hasta 1650. Entre 1570 y 1650 solamente Potosí
produjo más de la mitad de la plata del mundo en una bonanza que duraría por lo
menos dos siglos, durante los cuales Potosí sostuvo la economía española frente a los
139

demás países europeos, incluso, mediante la plata potosina, pudo importar productos
asiáticos sin desequilibrar la balanza comercial.
7 La plata era beneficiada o refinada en los ingenios instalados en la Ribera artificial que
corría en medio de la ciudad y dividía los barrios de indios de los de españoles. Un
ingenio comprendía todas las instalaciones de moler y refinar el mineral de plata. Los
primeros ingenios fueron de manos, de pies y los movidos por caballos. Junto con los
primeros ingenios de Potosí, comenzaron a funcionar los de agua en el valle de
Tarapaya. Arsanz y Vela (s. XVIII), en su Historia de la Villa Imperial de Potosí, decía que
Toledo ordenó la edificación de cuatro ingenios dentro de la Villa, porque le pareció
ideal la tendida ladera de Potosí. Los ingenios fueron construidos por oficiales y
maestros de ingenios. Para la fabricación de los mismos se precisaba de mucho hierro y
madera, elementos costosos y difíciles de conseguir. Se llevaba madera desde 25 y 30
leguas, transportada en bueyes y en hombros de indios, pues había piezas que
requerían de 60 hombres para su traslado. Un tronco de 21 pies de largo y dos de ancho
valía 500 pesos. Con maderas gruesas se construían los castillos o armazones de vigas
gruesas de la maquinaria y los camones o piezas hidráulicas de las piezas curvas que
componían los dos anillos o cercos de las ruedas hidráulicas de un ingenio de moler
mineral. Estas al igual que las demás maderas eran traídas desde Guañona en
Chuquisaca. El hierro era traído desde Almadén, España, y constituía uno de los
elementos más caros y cotizados en la colonia, a tal punto que la corona ordenó que
ningún navio pudiera salir de la península sin traer siquiera 1.000 quintales de hierro.

8 Un trapiche constaba de varias partes, una rueda de alrededor de dieciocho pies; los
mazos, que variaban en número y eran levantados por el llamado árbol. Otras partes del
trapiche eran los morteros, las tinas de lavar metales, llamadas también lavaderos con
una cavidad de 1,26 metros.
9 Era común el traslado de ingenios, para lo cual se desataban todas las maderas y se las
transportaba a nuevos lugares. Su buena calidad era determinada por los visitadores
que hacían su recorrido por orden de los virreyes. La calidad e importancia era medida
por el número de mazos, de los cajones de buitrones, de tinas, de cochas o lavaderos y
140

cedazos o tamices. Tomaban en cuenta también a cuánto ascendía la inversión de


capital inicial. Los ingenios eran de propiedad particular. Era común que tanto dueños
de minas como de ingenios contrataran a una tercera persona para que se hiciera cargo
de la refinación del mineral. En ese caso, en el siglo XVI, el dueño de ingenio recibía seis
tomines y medio por quintal de plata, de alquiler.
10 El Cabildo o municipio, incentivaba continuamente a los pobladores de la villa a ensayar
inventos que contribuyesen a mejorar el refinamiento del mineral de plata. Entre los
inventos más curiosos estuvieron aquellos basados en el recalentamiento de piedras de
Tarapaya, o aquél de la utilización de hornillas de a veinticuatro ollas con tapas, a
diferencia de las comunes que eran de cuatro y sin tapa. También se presentaron
inventos en los que se utilizaba estiércol de caballos para alentar el fuego u otros
elementos como ser margasita blanca, que era una maleza que acompañaba el metal y
resplandecía con visos color oro al calor. Naturalmente no todos los inventos eran
aplicables y no todas las personas que presentaban inventos estaban libres de ser
llamados locos o charlatanes acusados de tales, ya que en la vida diaria no tenían dónde
dormir ni qué vestir.
11 La plata se purificaba utilizando la amalgamación por el azogue, metal descubierto en
las minas de Huancavelica en 1566, e introducido en 1573 por orden del Virrey Toledo,
el sistema prehispánico de huayra u hornos de fundición activados por el viento. Se
reemplazaron así las huayras por cientos de ingenios movidos con fuerza hidráulica. El
fundamental paso en el refinamiento de la plata por medio de la utilización de ese
metal líquido a altas temperaturas, fue introducido en Potosí por don Pedro Hernández
de Velasco, en forma similar al usado en México por el minero Bartolomé de Medina. En
el siglo XVII, el científico potosino Alvaro Alonso Barba escribía su tratado Arte de los
Metales, que describe todos los detalles utilizados en Potosí para refinar la plata.
″De la naturaleza del azogue...crió la naturaleza este cuerpo de sustancia tan
uniforme, y partes tan perfectamente unidas, que ni aun el fuego, su mayor
contrario, (a lo que vulgarmente se imagina) es poderoso, dividiéndolas a
corromperlo y destruirlo, como hace visiblemente a los metales y demás cuerpos
del mundo, fuera del oro y la plata. Con toda su sustancia persevera el azogue en el
fuego, si se llega a dar la disposición necesaria para ello...″ Arte de los Metales, pág.
79.

Trabajo en minas e ingenios


12 La necesidad de mano de obra en Potosí para explotar las minas y trabajar en los
ingenios de plata, se hizo cada vez más imperiosa. Durante los primeros años de
explotación de las minas de plata, los españoles utilizaron el sistema de la mita basada
en el concepto prehispánico de obligatoriedad del trabajo, del relevo y del turno. El
obtener indios trabajadores al principio no fue un problema serio, pero conforme pasó
el tiempo las minas aumentaron, y el paisaje demográfico decreció por la presencia de
enfermedades traídas por los españoles y por el trabajo infrahumano del interior de las
minas. Hasta 1573, se supuso que los trabajadores eran voluntarios, o por lo menos que
era a cambio de salarios justos; sin embargo, desde muy temprano como es el año 1544
en que el Virrey Núñez de Vela trae las Leyes Nuevas (1542) en las que se prohibía la
utilización gratuita de mano de obra, el acceso a ella se hizo muy difícil. Las Leyes
Nuevas no tuvieron ningún efecto respecto a los indios que trabajaban en las minas,
solamente sirvieron como catalizador político ante las Guerras Civiles desatadas entre
141

los dos primeros grupos de conquistadores pizarristas y almagristas. El Virrey Toledo


(1573) organizó el servicio de la mita. Por ella debían trabajar rotativa y
obligatoriamente -mitar-en Potosí todos los indios comprendidos entre los 18 a 50 años
que vivían en dieciseis provincias cias del Virreinato destinadas a la mita, que eran
Porco, Chayanta, Paria, Carangas, Sica-Sica, Pacajes, Omasuyos, Paucarcolla, Chucuito,
Cavana y Cavanilla, Quispicanches, Azángaro y Asillo. Los corregimientos de Cuzco, La
Paz, Potosí y Oruro fueron exonerados de ese servicio porque debían atender
obligaciones con los pobladores españoles de esas ciudades. Toledo visitó Potosí,
acompañado por juristas como Juan de Matienzo y Polo de Ondegardo quienes trataron
el tema sobre la utilización de mano de obra forzada, llegando a la conclusión de que
era justo y razonable el forzar a los indios para el trabajo en las minas, siempre que
fuera sólo un séptimo de la población total. Es así que quedó establecido un sistema
opresivo absolutamente inhumano para los indios que hasta ese entonces sólo conocían
la mita como un sistema de trabajo utilizado entre su propia comunidad, para beneficio
propio y de sus comunarios. La utilización del sistema en beneficio de otros, trajo
consigo el inicio de toda una red de problemas de convivencia cultural y social, que se
desarrollan a continuación.
13 Cuando los españoles llegaron al Alto Perú encontraron señoríos aymaras
estructurados por linajes y lazos políticos, los hoy llamados grupos étnicos. El cronista
Luis Capoche decía que los grupos estaban divididos en dos grandes regiones, los Urcus
(del lado oeste del lago Titicaca) y los Urnas (del lado este). Pertenecían a una mitad
oeste, los collas, pacajes lupaca, canas y canchis, carangas y quillacas y a la otra, los charcas,
caracaras, soras, chuis y chichas. A partir de 1572, con la reposición de la mita, o trabajo
forzado en las minas, -practicado con anterioridad en la época prehispánica en el Alto
Perú- acudió a Potosí un mosaico demográfico multiétnico impresionante
constituyendo uno de los hechos de movilidad social obligados más duros de la época.
Tan es así que los 860 yanaconas o mano de obra especializada diseminada en las
parroquias de Potosí en 1585, pertenecían a 60 pueblos grupos étnicos diferentes. Así
llegaron a Potosí de los sitios más alejados del Virreinato, pues más allá de lo
establecido, o sea más allá de las dieciséis Provincias obligadas a mitar y de las catorce
excentas de ello, también hubo migración de indios desde sitios tan alejados como
Trujillo, en la costa norte del Perú hasta Tucumán en territorio hoy argentino. Se ha
encontrado incluso indios que provenían desde Quito, Bogotá y México. El panorama
multiétnico de la procedencia de los mitayos se conoce por las listas de los padrones de
indios guardados en los archivos. El sistema de reclutamiento quedó establecido de la
siguiente manera: un cacique, o líder reconocido naturalmente entre los indios, era
utilizado como elemento intermediario con la organización colonial, para conducirlos
hasta Potosí. El traslado era lento y penoso, tanto es así que muchos indios
aprovechaban para huir en el camino. Por su parte las otras catorce provincias no
obligadas a la mita, que se encontraban cercanas a las obligadas estaban llenas de indios
que habían huido y se habían instalado para trabajar como forasteros, o indios no
originarios en ellas. A los indios se les pagó al principio cinco pesos para todo el viaje,
que duraba un promedio de un mes, pero el gasto que ellos hacían en su alimentación
era de nueve pesos. En disposiciones posteriores asignaron un salario diario de cinco
reales por día, el cual duró hasta 1630, en que los dueños de minas dejaron de pagar sus
gastos de viaje a los indios. Los estudios modernos de Thierry Saignes Ayllus, mercado y
coacción colonial: el reto de las migraciones internas en Charcas siglo XVII (1987) y
Escobari2han establecido, además, que el reclutamiento de indios hacia las minas de
142

Potosí, tomaba en cuenta también el grado de especialidad o calificación que tenían los
indios para ser llevados a Potosí, de tal suerte que de determinados lugares, conocidos
por su especialidad en alguna labor artesanal, se reclutaban indios con especial interés.
Ha quedado establecido, por ejemplo, que de entre los lupacas se reclutaba a los
llamados yanaconas, o mano de obra calificada en la elaboración de ollas, tejidos y
carpintería en general. De entre los indios del Cuzco, supuestamente no obligados a la
mita, se reclutaba la mayor parte de yanaconas huayradores o indios entendidos en
utilizar hornos de viento, llamados huayras, para purificar la plata, ya que si bien en
1573 quedó establecido el beneficio de la plata por azogue, el sistema de huayras se
utilizó hasta entrado el siglo XVII. Algunos grupos étnicos rebelaron su especialidad de
trabajo una vez asentados en Potosí, es el caso de los grupos pacasas, lupacas y collas de
la cuenca del Lago Titicaca, que eran conocidos en Potosí por su capacidad como
barreteros, -extractores de mineral con barretas- y apires, -recogedores de mineral-,
mientras que los quillacas -provenientes de la zona sur del lago Poopó y aullagas eran
conocidos, al igual que los lupacas-, de la zona del lago Titicaca-, por la hechura y venta
de ollas y moldes de barro cocido. Los uruquillas-provenientes del sureste del lago
Poopó, eran conocidos porque hacían el trabajo de pallar o escoger mineral bueno entre
los escombros del cerro. Los caracaras, del norte de Potosí, eran conocidos como
leñadores o especialistas en conseguir material fungible para los hornos.
14 Algunas provincias no obligadas a la mita consiguieron su rango precisamente por ser
especialistas en cultivar algún insumo en particular. Es el caso de los indios asentados
en los valles orientales del departamento de lo que hoy es La Paz, que según Thierry
Saignes contribuían a sus caciques con maíz.
15 Las disposiciones de Toledo establecían el reclutamiento de tres contingentes de
mitayos al año, cada uno de aproximadamente 3.500 indios, que debían trabajar en las
minas por espacio de cuatro meses cada uno. El resto de los meses estaban en huelga,
tiempo en el cual debían prestar otros servicios como trajinantes, en construcción de
caminos o reparo de lagunas. En 1692 el Virrey Conde de Monclova, estableció que se
trabajara una semana por dos de descanso.
16 Los indios que llegaban de las provincias destinadas al trabajo de la mita o relevo o turno,
eran distribuidos en las parroquias de manera que estuvieran lo más separados posible
de sus congéneres étnicos, y de antemano ya estaban destinados a algún repartimiento
o encomienda de español. Virreyes y legisladores hicieron repartimientos periódicos
siguiendo el procedimiento iniciado por Toledo con el objeto de que la mano de obra
fuera en directo beneficio de las refinerías productoras de plata y no a otro lugar. De
entre ellos eran repartidos a los españoles, -llamados encomenderos de indios, por el
hecho de serles encomendados, indios para el trabajo de sus minas y/o ingenios-, un
número de mitayos comunes y otro número menor de yanaconas especializados. Por lo
general, de una cantidad total de yanaconas especializados existentes en la Villa, -que
en 1785 fueron 860- correspondía a cada encomendero solamente 2 de ellos.
Consecuentemente, era mano de obra muy cotizada. A los yanaconas especializados se
los llamó luego mingas, o trabajadores especializados y voluntarios. Según Bakewell,
ganaban entre cinco y nueve pesos semanales de salario, o sea 32 reales, mientras que
un mitayo común ganaba 2,75 reales. El oficio más cotizado en el siglo XVI fue el de
huayrador, oficio prehispánico que era el que sabía utilizar un fogón llamado huayra que
servía para purificar la plata utilizando el viento para avivar el fuego en las alturas de
los cerros. Con el tiempo, algunos mitayos que trabajaban en las minas, se fueron
143

especializando en la huayra u otras especialidades y así, una vez que concluían su


trabajo forzado y debían volver a sus lugares de origen, eran comúnmente
recontratados por los mismos españoles para trabajar como especialistas junto a un
nuevo contingente de mitayos recién llegados. Bakewell también menciona la
existencia de un trabajador fantasma, que era el indio de bolsillo o de faltriquera.
Normalmente el cacique encargado de llevar indios de una determinada provincia o
parroquia recibía dinero de un mitayo, minga, o comunidad que no quería trabajar o
enviar mitayos, pero contaba con dinero suficiente como para cubrir la suma que
alcanzaba su presencia en Potosí.
17 Dentro de las especializaciones de trabajo en Potosí estaban los indios varas, o
especialistas en trabajar la mina con un contrato medido en esa medida española.
Dentro de la mina se encontraba diferentes oficios especializados como eran los
barreteros o cortadores de mineral, los apires, que eran los transportadores, los pallires,
que seleccionaban y juntaban el mineral y que podían ser mujeres, los siquepiques que
iban limpiando por detrás del paso de los apires. Los pirqueres que se ocupaban de
preparar maderas para soportes internos del socavón. Ya dentro de los ingenios
también había especialidades como el indio mortero que era quien echaba el mineral
para la trituración, los temiceros que trabajaban cirniendo el mineral triturado y
devolvían al mortero el mineral que no estaba suficientemente triturado.
18 Las condiciones de trabajo en el interior de las minas han sido descritas por Peter
Bakewell en Mineros de la Montaña Roja (1992), muestra la extrema dureza y peligrosidad
a que eran sometidos los indios, al punto que minería y castigo se confundían con
naturalidad, ya que inmediatamente se asociaba con oscuridad, humedad, falta de aire y
sensación de trampa y desolación, según las propias palabras del autor. En general hay
poca información sobre el trabajo forzado al interior de la mina. En 1635 se decía que el
trabajo forzado era por 23 semanas al año sin descanso, noche y día.
19 Capoche dice que los apires o transportadores de mineral, ascendían con sus cargas
desde el interior de la boca del túnel en largas escaleras hechas de tres sogas de cuero
trenzado con travesanos de madera. La longitud de estos podía ser hasta de 15 metros.
En la época de Capoche (1585), las minas medían 300 metros de profundidad y era
necesario una gran cantidad de estas escaleras. Los sacos para el acarreo del mineral
eran simples mantas de lana anudadas al pecho, de tal manera que la carga era llevada
en la espalda. Los apires trepaban la escalera en grupos de a tres. El de adelante llevaba
una vela, que podía estar sostenida en la frente o en el dedo meñique. Los túneles de
acceso tenían el ancho de un hombre, es decir 0.50 centímetros más o menos. Durante
el siglo XVII, la profundidad de las excavaciones dio lugar a que las minas fueran cada
vez más húmedas, pero dado que las rocas eran compactas, hubo pocos derrumbes.
20 La problemática sobre la mortalidad real que hubo en el interior de la mina, nunca será
resuelta definitivamente. Según Capoche, en el hospital morían por año unos 50 o más
indios por heridas, sin incluir los indios que morían directamente por derrumbes o
caídas dentro de la mina, calculados por el mismo cronista en un promedio de 25 al año.
A otra cifra ascendían los que morían por asfixia o intoxicación, o por silicosis, dolencia
al pulmón.
21 Las normas de seguridad en las minas eran escasas y, de hecho, casi no existían. En 1561
se dio una disposición para apuntalar con soportes de madera los socavones,
especificándose además que éstos no debían ser retirados bajo ninguna circunstancia.
Otra disposición señalaba que las escaleras deberían ser lo suficientemente fuertes. El
144

mantenimiento de la seguridad en las minas era subvencionado por los propios mitayos
pagando un grano de plata diario, que equivalía a 0.09 reales. Este pago era exclusivo de
parte de los mitayos, y no así de los yanaconas o mingas. Con el recaudo conseguido se
pagaba también a los veedores u oficiales reales destinados a vigilar la seguridad. El
veedor ganaba aproximadamente 1.560 pesos anuales.
22 Por otro lado los indios eran objeto de castigos en forma de golpes, patadas y malos
tratos en general, cuando ocurrían derrumbes o caídas. Por su parte, los españoles que
mataban a indios por castigos o exceso de trabajo eran a su vez multados con 200 pesos
por cada muerte, además de pagar sus misas. La multa por heridas causadas a los indios
era de 120 pesos. Parece ser que de las condiciones de trabajo al interior de la mina no
morían tanto los indios, como de la sobrecarga de horarios asignada a ellos. En tal
sentido el trabajo debía comenzar media hora después del amanecer y cesar con la
puesta del sol, teniendo solamente una hora al mediodía para descanso y comida. En
invierno, y por el frío, los indios del lavado del mineral que trabajaban en los ingenios,
debían trabajar sólo desde las 10 de la mañana hasta las cuatro de la tarde, dado que en
la mañana hasta esa hora el agua se encontraba congelada a-15°C, con que amanecía la
ciudad. En época de lluvias, correspondiente al verano, el trabajo no paraba porque
había que aprovechar las lluvias. En ese tiempo había turnos diurnos y nocturnos.
23 Acerca de lo que ganaban y gastaban los indios mitayos que trabajaban en las minas,
Bakewell dice que los mitayos tenían que comprar sus propias velas, gastando para ello
100 pesos al año a razón de 4 reales, o medio peso a la semana.
24 Los gastos en bolsos teñidos o mantas de lana, no se conocen.

Despoblamiento de Potosí en el siglo XVII


25 Alo largo del siglo XVII la población potosina disminuyó notablemente, debido a varios
factores, que constituyen en definitiva lo que algunos autores han llamado la crisis del siglo XVII.
En Potosí, se dieron situaciones de crisis en la producción, en la población y en la
administración pública. Un hecho definitivo es el declive de la producción de plata a
partir de 1640.
26 Por otro lado la evasión al servicio de la mita en todo el territorio obligado a ello fue
cada vez mayor. Los indios que vivían en las provincias obligadas a mitar, migraron a
otras donde se inscribían como forasteros. A su vez los indios que residían en Potosí,
afectados moral-mente por las frecuentes epidemias huyeron a poblaciones vallunas no
obligadas a la mita.
27 La administración pública en la ciudad de Potosí dio muestras de estar fuertemente
corrompida debido a varios factores, algunos de los cuales eran la presencia cada vez
mayor de indios de faltriquera o de bolsillo, que eran los indios fantasmas que eran
sustituidos en su trabajo por un monto de dinero presentado por el cacique o
mayordomo, pero que en los hechos no producía. A nivel de los mercaderes de plata, la
institución del avío o crédito a la producción, que existía desde fines del siglo XVII, fue
un acto de corrupción llevado al extremo, ya que los mercaderes de plata, que
ostentaban al mismo tiempo cargos públicos, como Tesoreros de Cajas Reales o
amonedadores en la Casa de la Moneda, dispusieron para sus negocios de las cajas
reales. Los grupos familiares crearon una fuerte red de relaciones económicas
145

fraudulentas para la corona ocupando también cargos claves de administración


económica en Potosí.

Mejoras productivas en el siglo XVIII


28 Mientras la población potosina disminuía desde fines del siglo XVII, la producción de
plata comenzó poco a poco a aumentar debido a varios factores, pero sobre todo a las
concesiones reales que se mostraban a través de varios aspectos. En primer lugar, pese
a que la mita minera se vio muy disminuida, ésta no se abolió proporcionando una
fuerza laboral permanente y segura a los azogueros. En segundo lugar, para explotar los
niveles más profundos de las minas se creó el Banco de San Carlos que proporcionaba
créditos para compra de material de minería, y además compraba la plata directamente
a los productores. Por otro lado, ante la dificultad de conseguir mercurio para
amalgamar la plata, una vez agotadas las minas de Huancavelica, éste comenzó a
importarse directamente desde Almadén, España, a un precio subvencionado. Por
último la corona accedió a enviar una misión técnica, que estudiara la mejor manera de
refinar la plata con el menor costo. Sin embargo según Tandeter, en su libro Coacción y
Mercado (1992), el auge que no puede atribuirse a tres cambios productivos ni a
innovaciones tecnológicos, así como tampoco a nuevos descubrimientos de mineral de
plata, por el contrario, mientras que a comienzos del siglo XVII se producía 50 marcos de
plata pura por cajón de 50 quintales, en el siglo XVIII se producía solamente 8 marcos de
plata por cada cajón. Los minerales que eran explotados en el siglo XVII eran los que
habían quedado sueltos en las bocas de las minas que se habían ido dejando desde el
siglo XVI. Por otra parte los refinadores de mineral ya no conseguían mineral de los
dueños de minas sino que compraban a los pequeños empresarios que dirigían grupos
de trabajadores entre los desmontes de las minas abandonadas y que habían pasado a
ser de dominio público. Si por un lado este era un incentivo hacia la masificación del
trabajo en las minas, ahora se tenía que trabajar mucho más arduamente en el
refinamiento del mineral. Fue por ello que se comenzó a gestionar ante la Audiencia de
La Plata y directamente ante el Consejo de Indias misiones europeas que condujeran a
una mejora tecnológica para conseguir la pureza de la plata alcanzada siglos atrás.
Influyeron además presiones europeas relacionadas con un alza en la demanda de
metales preciosos en Europa. En ese sentido durante el primer cuarto del siglo XVIII,
Potosí sintió la presión de mercaderes franceses anclados en las costas del Pacífico en
Atacama, que subían hasta las alturas potosinas en busca de mineral de plata sacándola
en forma de contrabando.
29 Hacia fines del siglo XVII la escasez de mano de obra se hizo álgida. Había cada vez
menos mingas empleados en las minas e ingenios y el cabildo tuvo que acceder a la
radicación definitiva de mitayos y sus familias en la ciudad. La mano de obra más
calificada y solicitada era la de los mingas barreteros que trabajaban picando dentro de
las minas. Pero ellos comenzaron a exigir pago anticipado por su trabajo, huyendo con
el pago, disminuyendo así la productividad del conjunto de los trabajadores. Además los
dueños de ingenios y minas trabajaban cada vez menos personalmente en sus negocios,
confiando el trabajo a apoderados y mayordomos que faltaban al trabajo al igual que los
mingas.
30 Los fines de semana eran momentos muy singulares en Potosí. Enrique Tandeter dice
que entre los sábados por la tarde y los lunes por la noche, los trabajadores libres y
146

forzados se iban a sus ranchos, entonces los kajchas o ladrones de mineral invadían el
cerro para extraer para sí los minerales que pudieran encontrar. Estos minerales eran
luego refinados en los trapiches rudimentarios de molienda manual que empezaron a
proliferar en la ciudad. Un tal Agustín Quespi se hizo famoso por haber acumulado
cierta riqueza en este negocio. Se conocía a los kajchas también como ladrones o cuerpo
respetable de bandoleros. Sin embargo, ha persistido una doble significación atribuible a
los kajchas, por un lado, hubo aquellos que como Quespi llegaron a enriquecerse hasta
ser propietarios de minas en el cerro y propietarios de trapiches de minerales, y por
otro hubo personas pobres que tenían que recurrir al robo para poder sobrevivir en la
ciudad. Había entre los kajchas gente de todas las clases sociales, que por cualquier
motivo habían quedado en la ruina. Andaban en bandas de cuatro o cinco personas
siempre con un cabecilla barretero. Naturalmente la presencia de los kajchas puso en
alerta a los dueños de minas e ingenios que seguían trabajando normalmente en Potosí.
Ellos comenzaron a poner puertas de rejas en las bocas de mina, pusieron guardias
llamados pongos, y era contra ellos que los kajchas de debatían a pedradas cuando
ingresaban a robar. De ahí la palabra kajcha, que en realidad equivale a decir el que
arroja piedras. Acudían a robar mineral también las mujeres que subían al cerro los
miércoles para alimentar a sus maridos. Así los kajchas llegaron a constituir un
verdadero sector independiente en la minería potosina. Se ha estimado que en 1782
existían dos a tres mil kajchas en la ciudad.
″La decadencia de ley en los metales, u otras causas, redujo este número (de indios)
a 3.500, que concurren actualmente, la mayor parte con sus mujeres e hijos, que se
puede contar sobre un número de más de 12.000 almas, con los que se quedan
voluntariamente y se emplean en el honrado ejercicio de chalcas, que son unos
ladrones de metales que acometen de noche las minas, y como prácticos en ellas,
sacan los más preciosos, que benefician y llevan al banco que el Rey tiene de
rescate, siendo cierto que estos permitidos piratas sacan más plata que los
propietarios mineros″. Concolorcorvo. Lazarillo de Ciegos Caminantes.
31 El lugar donde se los encontraba era cuando se apersonaban a vender lo robado a los
trapiches rudimentarios, ubicados en los barrios de indios. Como muchos de estos
trapiches eran manejados por kajchas, ellos se las arreglaban para conseguir mercurio
pagando un alquiler semanal por libra utilizada. Al tener el mercurio la propiedad de
poder ser recuperado una vez efectuada la amalgamación de la plata, éste debía ser
devuelto después de su utilización. Los trapicheros vendían la plata al Banco de
Rescates de San Carlos, creado en Potosí para eliminar a los rescateros y compradores
privados, y dar crédito a los azogueros para la compra de materiales de explotación
minera. El Banco de Rescates cotizaba la plata producida por los trapicheros a menor
precio que el producido por los azogueros. Si a los azogueros les pagaba siete pesos
cuatro reales por marco de plata, a los kajchas les pagaba 6 pesos 4 reales.
32 Según Tandeter, en el siglo XVIII la administración colonial hizo de la vista gorda con la
producción de plata proporcionada por los trapicheros o dueños de trapiches de
molienda de mineral, que recibían pella de los kajchas para ser refinada. En este trabajo
ellos cometían doble infracción, por un lado trabajaban con mineral robado y por otro
se apropiaban de restos de mineral y de azogue de los propios kajchas, que luego era
vendida a los mercaderes de plata. Hacia 1725 existían en Potosí 20 trapiches y cinco
años después ya habían 69. Los trapiches producían aproximadamente 20 cajones de
cincuenta quintales, mientras que los ingenios producían 580 cajones. Como su
situación era semiclandestina en Potosí, eran ellos quienes hacían transacciones con los
147

comerciantes franceses, que ejercían el contrabando de plata haciendo el recorrido


desde las costas chilenas hasta las alturas de Potosí hacia el puerto de Arica, y
viceversa. Hacia 1735 las autoridades de Potosí decidieron plantear la demolición de los
trapiches, intención que no se llegó a realizar ya que los empresarios mineros
observaron que aunque les robaban, aquellos trapiches mantenían en cantidad
considerable a las arcas de cajas reales. Su presencia en el mercado de la plata en Potosí
finalmente era un mal menor. El auge de los kajchas en Potosí fue en la década de los 50
del siglo XVIII, pues según datos de Tandeter había en 1762 cuatro mil kajchas y 235
trapiches, mientras que en 1794 el número había bajado aproximadamente a la mitad. Y
es que fueron los mismos kajchas que hacia finales de siglo se dieron cuenta de que
hacía falta cierta clase de milicia que normara y cuidara la extracción de mineral del
cerro, sobre todo en lo que se refiere a la mantenimiento de las obras de soporte en el
interior de las minas. Dentro de las reformas al sistema de la mita redactadas por Pedro
Vicente Cañete, en el marco de las Reformas Borbónicas, se establecía que los kajchas
serían empadronados y organizados en cuadrillas. Pero ésta, como muchas otras
medidas de las Reformas, no llegó a ejecutarse.

Tecnología importada para Potosí en el siglo XVIII


33 Como parte del apoyo que la corona decidió dar a la producción minera de Potosí envió
una misión técnica encargada de estudiar la mejor manera de refinar el mineral de
plata a menor costo. La misión, -que ha sido estudiada ampliamente por Tandeter y
Buechler- que llegó a Potosí en 1789, un mes después de la posesión del Intendente
Francisco de Paula Sanz, estuvo compuesta por el Barón von Born y el Barón de
Nordenflicht, ambos de origen germánico y entendidos en el tema. El método de Von
Born permitía obtener plata pura en 3 ó 4 días. Para ello se requerían además de las
maquinarias de molienda tradicionales, hornos para calcinar el mineral y recipientes
giratorios o barriles en los que se producía la incorporación del mercurio al mineral
acelerada por la aplicación de calor. La mayor ventaja era el aumento de la cantidad de
plata pura a obtenerse por unidad beneficiada. Nordenflicht Twenty-two points, plus
triple-word-score, plus fifty points for using all my letters. Game’s over. I’m outta here.
prometió un aumento de 200% en el rendimiento del mineral con una disminución del
50% de sal y una baja de 7/8 en el consumo de mercurio, además de que todo el proceso
se llevaría a cabo en cuatro días en lugar de cuatro semanas y se eliminarían los indios
que mezclaban la amalgama apisonando. Paradójicamente hubo un franco boicot por
parte de los azogueros quienes desprestigiaron el método.
34 En el siglo XVIII Potosí ocupaba un lugar secundario en las exportaciones de plata;
México la había adelantado. Aún en estas condiciones, la situación de Potosí siguió
siendo cotizada en el siglo XVIII, esta vez en función del eje vertebrador que significaba
en la ruta comercial entre Lima y Buenos Aires. A fines del siglo esta coyuntura dio
lugar a fuertes pugnas de poder entre el Virreinato del Perú y el del Río de la Plata,
creado en 1776. Esta medida dio lugar a que el flujo mercantil de la plata fuera hacia
Buenos Aires propiciando de esta manera el desarrollo de las ciudades del norte
argentino, provocando la decadencia del poder económico de Lima.
35 Dentro de las Reformas Borbónicas, o medidas tomadas por la corona para reorganizar
las colonias, en 1784 se crearon cuatro intendencias en Charcas, que abarcan las
regiones de La Paz, Cochabamba, Potosí y Chuqui-saca. Las medidas estaban destinadas
148

a reavivar el comercio y la agricultura. Destacadas personalidades se ocuparon de este


cometido. En Potosí Pedro Vicente Cañete, jurista e historiador, -el funcionario más
notable de Potosí, según Hanke- escribió un proyecto sobre la reorganización de la mita
minera que dio lugar a un interesante debate con Victoriano de Villava, oidor de la
Audiencia de Charcas sobre la obligatoriedad de la mita, que solamente teirninó con las
guerras intestinas de la Independencia.
36 Según la relación de Capoche sobre la vida social en la Villa Imperial de Potosí, en el
siglo XVI, ésta estuvo grandemente influida por la gran cantidad de plata que hubo. Los
mineros donaban sumas espectaculares para la construcción de iglesias y monasterios.
El trabajo manual nunca fue muy apreciado en la España del siglo XVI, más aún en el
Nuevo Mundo. El español en Potosí se hacía rico rápidamente en el comercio o en la
minería, y creían firmemente que una persona se enriquecía por la casualidad o por el
esfuerzo ajeno. El historiador Lewis Hanke dice:
″no muy entrado el siglo XVII había en la villa, más de setecientos tahúres
profesionales y ciento veinte célebres prostitutas, entre éstas la temible cortesana
doña Clara, cuya belleza y riqueza fueron impares. Mujer la más fastuosa de Potosí,
sabía adornar su mansión con el lujo de Oriente y de Europa, pues sus salones eran
frecuentados por los mineros más ricos, que competían ardorosamente por sus
favores. Pululaban los vagabundos y los oficiales reales informaban indignados que
esta gente perdida no hacía otra cosa que vestir con lujo y comer y beber con
exceso, sus pretensiones subieron tanto, que un Juan Fernández se atrevió, en 1588,
a tramar una conspiración por medio de la cual esperaba proclamarse rey de
Potosí″ Introducción a la ″Relación de la Villa Imperial de Potosí″ de Capoche.
37 El sentido lujoso de la vida fue transmitido también a los mestizos y a los negros. Las
españolas y las mujeres mestizas, en lugar de amamantar a sus hijos, se valían de
niñeras indias. Los sirvientes mestizos tenían sirvientes indios y si un negro iba al
mercado por cuenta de su amo, llevaba consigo un indio para que cargase los víveres.
38 El principal lujo de esta villa, como casi sucede en los demás pueblos grandes del reino, consiste
en los soberbios trajes, porque hay dama común que tiene más vestidos guarnecidos de plata y
oro que la princesa de Asturias. Concolorcorvo. El Lazarillo de Ciegos Caminantes.
39 Al decir de Gwendolyn Cobb, Potosí era tan rica y tan desprendida de sus funciones que,
cuando las noticias de la coronación de Felipe II llegaron a la ciudad en 1556, se realizó
un festival que duró veinticuatro días. Las calles de la ciudad estaban llenas de gente
vestida con ropa cara, con joyas y caballos. Los premios y gastos ascendieron a ocho
millones de pesos y algunas mujeres gastaron hasta catorce mil pesos en ropa y en joyas
para las fiestas.
40 La vida cotidiana colonial potosina estuvo amenizada con festejos de toda índole, y por
lo general callejeros. En estos se destacaba el teatro, acompañado de música, danza y
coplas, además de la complicada escenografía. Las descripciones de las ″Máscaras″ de
los azogueros que sobrepasaban cualquier imaginación. Teresa Gisbert ha estudiado las
representaciones teatrales puestas en escena en ″Corrales de Comedias″ o ″Coliseos″
que duraban a veces duraban varios días.
41 Pero la vida en Potosí, estaba lejos de ser pacífica. Las peleas eran tan frecuentes que se
producía un continuo estado de violencia y zozobra. El cabildo tuvo que dictar una ley
para sancionar las disputas callejeras, y ésta consistía en duelo en las afueras de la
ciudad.
149

42 Esta situación se mostró álgida en el siglo XVII en que hubo luchas entre los poderosos
de la ciudad debido a denuncias de parte de unos por la evasión del pago a la Real
Hacienda de los otros. Desde fines del siglo anterior se habían conformado en Potosí dos
bandos de españoles y criollos claramente definibles por la importancia económica y
social que habían logrado. Los vicuñas, -llamados así por el sombrero de lana de vicuña
que vestían-, querían destruir el poder de los vascos, que ocupaban los puestos de
mando de la ciudad. Los encuentros sangrientos (entre 1622 y 1641) terminando con la
intervención del Virrey y la marcha al patíbulo de seis jefes de ambos bandos.

Abastecimiento y comercio
43 Potosí y Lima fueron los dos polos importantes del comercio colonial, el primero por su
gran riqueza y el segundo por ser sede administrativa y de gobierno. Potosí, era la
ciudad mejor abastecida del Virreinato, ya que cualquiera que haya sido su producción
de plata, ésta fue siempre suficiente y de la más grande importancia, comprometiendo
la participación de mercaderes españoles, mestizos e indios. Los productos alimenticios
de primera necesidad provenían de tambos a cuatro y ocho leguas de distancia e incluso
de zonas más alejadas como Chuquisaca, que suministraban buena cantidad de madera
y cereales. Las demás ciudades de lo que hoy es Bolivia enviaban diferentes productos,
según su especialidad, así mientras que Cochabamba hacía importantes envíos de trigo
y maíz, La Paz enviaba telas de obrajes, coca y plátanos secos. De Santa Cruz, la parte
oriental de Bolivia, de clima cálido, se enviaba azúcar y de la zona del lago Titicaca,
pescado fresco.
44 La red de intercambio y abastecimiento interno de productos destinados a Potosí y a las
demás ciudades del Virreinato ha sido estudiada en los últimos años demostrando, que
el grado de especialización productiva de las regiones hizo que la red comercial interna
se mantuviera al margen del comercio externo. Los productos provenientes de Castilla
llegaban a Callao, puerto de Lima y de allí partían en navios al puerto de Arica.
45 Desde Arica viajaban a Potosí remontando la cordillera con recuas de muías en fila
trayendo todo aquello que la plata podía comprar: tafetanes, brocados, terciopelos, y
todo género de sedas y tejidos de Granada, Priego y Jaén, medias de seda y espadas de
Toledo, paños de Segovia, abanicos, estuches y mil juguetes y curiosidades de Madrid,
medias, mantos y todo género de lencería de Francia, tapicería, espejos, láminas,
cambrayes, puntas de encajes y todo género de mercerías de Flandes, lienzos y paños de
Holanda, de Alemania espadas y todo género de acero y mantelería. De los principados
italianos papel, sedas, paños, preciosos bordados, puntas de oro y plata y telas, de
Inglaterra sombreros y todo tipo de tejidos de lana, de Chipre y las costas de Africa
traían cera blanca, de la India Oriental grana, cristales, carey, marfiles y piedras
preciosas. Diamantes de Ceylán, aromas de Arabia, alfombras persas, todo género de
especiería, almizcle y algalia. Loza blanca y azul de la China, de México cochinilla, añil,
vainilla, cacao y maderas, del Brasil palo, de la India y de la isla Margarita, Panamá,
Cubagua, Puerto Viejo traían perlas, cadenilla, pedrería. De Quito venían los paños,
bayetas, jerguetas.
46 La opulencia de Potosí durante la colonia se debió a que, como vimos, no le hacía falta
nada de lo que la gente acaudalada podía desear. La gran urbe de Potosí dio mucho que
decir y que hacer en el ámbito comercial. Arsanz de Orsúa y Vela dice que en el siglo
XVIII, incluso cuando ya la producción de plata había decaído considerablemente,
150

todavía se traían a Potosí mercancías por un valor anual de 7’800.000 pesos en una
infinita suma de navios, prácticamente de todos los países del mundo. Los datos que da el
Correo Mercantil de España a sus Indias de la ciudad de Buenos Aires, refieren que el año
1797, Potosí consumía anualmente de Lima 4.000 libras de añil, 6.000 libras de chocolate
y 2.000 varas de paños de Quito, de La Paz 10.500 cestos de coca, de Cochabamba 200.000
varas de lienzo de algodón que llamaban tocuyos. En todo tiempo Potosí fue centro
importador de primera importancia. No interesaba que los precios en Europa
estuvieran subidos, no interesaba que España estuviera viviendo una crisis económica
muy seria, con cierres de industrias y poca producción agrícola. La crisis de la
metrópoli no influyó en el comercio resplandeciente del Virreinato del Perú. En cuanto
a la exportación de la plata, debido al monopolio comercial establecido en el Virreinato,
y hasta que se creó el Virreinato del Río de La Plata en 1776, ésta debía ser llevada a
España a través del puerto del Callao. Con la creación del Virreinato del Río de la Plata,
Buenos Aires pasó a conformar otro foco de crecimiento comercial de las colonias
españolas en América.
47 Las rutas comerciales autorizadas que unían a Potosí con el mundo, hasta la creación
del Virreinato del Río de la Plata eran dos, una por Arica y otra por Cuzco. La primera la
llamada ruta de la plata, hacía Potosí-Arica, y de allí por vía marítima se conectaba con
Callao. De regreso, la ruta de la mercadería de Castilla, así llamada toda la mercadería
proveniente de Europa, tomaba la ruta marítima desde Callao hasta Arica y de allí a
Potosí por tierra remontando la cordillera de los Andes. La ruta del azogue, elemento
indispensable para la amalgamación de la plata, iba desde las minas de Huancavelica
por tierra hasta Chincha, -más tarde será Pisco-, luego vía marítima hasta Arica, y de
allí remontando la cordillera por tierra hasta Potosí. El medio de transporte era la mula
y la llama, en territorio hoy peruano ambos por igual, pero en las tierras altas de
Bolivia la llama. Si bien la llama carga solamente 20 libras, aguantaba mejor el viaje
desde Arica hasta Potosí, es decir la subida desde el nivel del mar hasta 4.100 metros
sobre el nivel del mar. Las recuas estaban constituidas por piaras de 9 llamas y eran
conducidas por arrieros bajo la dirección de un dueño de recua.
48 También existía la ruta que iba de Potosí a Lima. Se hacía vía Oruro-La Paz-Cuzco-
Ayacucho-Huancavelica-Jauja, para llegar finalmente a Lima. Haciendo esta ruta se
llevaba plata, pero no destinada a los reinos de España, sino para pagar productos
encargados desde a Potosí. Era la ruta utilizada también para exportar productos
interregionales como el ganado proveniente de las provincias del Río de la Plata.
49 Hasta 1776 en que se declara puerto autorizado a Buenos Aires, toda la plata que salía
por allí era contrabando. La ruta que seguía este era Potosí-Jujuy-Salta-Tucumán-
Córdoba-Buenos Aires, y era la ruta que tomaba el ganado en general para llegar a
venderse a precios muy altos en Potosí, tanto es así, que una mula que en Buenos Aires
valía cinco pesos, en Potosí se la vendía en 40.

Organización administrativa y financiera


50 Hasta 1564 en que se funda la Villa Imperial de Potosí, Potosí existió como campamento
minero. En esa fecha, gracias a muchas gestiones de los mineros asentados en el centro
minero consiguieron que la Audiencia de Charcas, en la ciudad de La Plata, hoy Sucre,
enviara a fundar la Villa. Potosí fue un Corregimiento más que se administraba bajo el
gobierno político administrativo de la Audiencia de Charcas. El gobierno mismo de la
151

ciudad estaba encabezado por el Cabildo encabezado por dos alcaldes, un alférez, un
regidor y un fiel ejecutor.
51 La administración financiera de la ciudad se hacía como en cada provincia del
Virreinato. Existían dos oficiales reales que recogían el quinto real en Potosí, cargo que
era de mucha estimación. Por debajo de ellos estaban el contador, el tesorero, el factor,
el proveedor y el pagador. El contador llevaba en el Libro de Cuentas todos los asientos
financieros. Se llevaban además los libros de Asiento de Cédulas, libros de cartas del
Rey, el de tasas de los repartimientos, el libro de Deudas, el libro de Salarios, el de
Libranzas, el de Fundiciones, el de Minas, el libro de Licencias, Libro de Alcabalas.
52 Como la primera fuente de ingresos eran las regalías, Potosí era la abanderada entre las
ciudades coloniales del Virreinato del Perú. La abundancia de plata y la necesidad de
moneda, indujeron al Virrey Toledo en 1572 a mandar a construir una Casa de Moneda.
La ceca fue instalada en la parte sur de la plaza del Regocijo, frente a la catedral, en un
amplio local destinado a las Cajas Reales. En el local se establecieron tres hornazas para
la fundición de metales y corte de las monedas, asignándose a cada una un capataz y
cuatro esclavos. La plata se comenzó a amonedar obligatoriamente con objeto de que
no falta para acuñación y se satisfaga la necesidad de moneda en el Perú.
53 La época de mayor grandeza de Potosí puede ubicarse la última década del siglo XVI y
primeras cuatro décadas del siglo XVII. Es la época en que se produjo mayor y mejor
calidad de plata. Coincide con la mayor población concentrada. En 1620 Potosí era
cuarta ciudad más grande del mundo, con 120 mil habitantes, después de Londres,
Sevilla, Paris y Madrid, de los cuales como dijimos, cerca de 66 mil eran indios, 35 mil
eran criollos de América, 3 mil españoles, el resto negros y extranjeros. Potosí ha
estado en la boca de todos, pues su gran riqueza dio mucho que hablar. Sin duda ha sido
una ciudad llena de contrastes. Para empezar un lugar de clima duro, (7,5 grados C de
promedio), frío y ventoso. Ubicada a 4.100 metros sobre el nivel del mar, ha ocasionado
en muchos mineros afecciones al corazón. De hecho las mujeres españolas, se iban a la
capital de la Audiencia, la ciudad de La Plata, hoy Sucre, a dar a luz a sus hijos, siendo
esta ciudad, la ciudad donde muchas familias de mineros se quedaron a vivir. Con la
suntuosidad de las fiestas religiosas y paganas, llevadas a cabo en Potosí, donde
desfilaban carros alegóricos con personajes suntuosamente ataviados con trajes de la
mitología griega y odaliscas persas, contrastaban las interminables borracheras de los
indios metidos en sus míseras rancherías donde se veían obligados a convivir hasta
cerca de 50 familias. Su opulenta riqueza hizo que en épocas de sequía se pagara hasta 6
pesos por un jarro o vaso de agua, y en otras, se trajeran en hombros de indios troncos
hasta de 40 metros de largo para poner en pie un ingenio de moler mineral de plata.
54 Según Luis Peñaloza en abril de 1575 se remataron por asiento público el derecho de
rescatar de plata para acuñación. El rescatista estaba obligado con las Cajas Reales a
introducir anualmente 60.000 marcos de plata ensayada y marcada, de ley de 11 dineros
4 gramos. Cada cuatro meses debían salir reales a razón de 20.000 marcos, de todas
maneras la provisión de moneda era escasa y no alcanzaba para todas las necesidades
del Virreinato. En los tres siglos de colonia hubo varias falsificaciones de moneda. La
más conocida fue la de Francisco de Rocha, en el siglo XVII, quien actuando con la
complicidad de tres ensayadores, acuñó la moneda rebajando la ley entre medio y dos
reales. Esta falsificación de moneda hizo que la administración colonial fundara las
Casas de Moneda en Cuzco y en Los Reyes (Lima).
152

El valor de la moneda3
55 La moneda base era el maravedí, moneda introducida a España por los árabes en el siglo
XI. Servía para comparar el valor del oro y de la plata, ya que cada moneda tenía su
equivalente en maravedís. La falta de moneda sellada era un mal crónico de tal suerte
que las transacciones se hacían pesando el oro y la plata por onzas y marcos.

Monedas de plata
• Pesos de 8 reales, que podía ser fuerte o macuquino (con menos peso), tomaba diferentes
denominaciones tales como real de a ocho, o peso de 8 reales.
• Medio peso o cuatro llamado tostón = 136 maravedís, peso 14.25 gr. Doble real = 68 maravedís,
peso 7.12 gr.
• Real = 34 maravedís, peso 3.56 gr.
• Medio real. La mitad de un real.
• Cuartillo. La cuarta parte de un real.
• Peso de 9 reales = 306 maravedís
• Ducado de 11 reales = 375 maravedís Peso de 12 reales y medio = 425 maravedís
• Peso de minas o ensayado de 12 reales = 416 maravedís
• El castellano de 14 reales = 476 maravedís
• El marco de plata = 2.278 maravedís

Monedas de oro
• Escudo = 3.383 gr. de oro
• Doblón de a dos = 2 escudos
• Doblón de a cuatro = 4 escudos
• Onza de oro = 8 escudos

Valor en maravedís
• Castellano = 544 maravedís
• Escudo = 400 maravedís
• Marco = 27.200 maravedís
• Tomín = 56.025 maravedís
• Grano = 4.687 maravedís
• Ducado = 450 maravedís

NOTAS
1. Este es un ensayo libre escrito con la bibliografía que se cita al inicio.
153

2. Migración multiétnica y mano de obra calificada, Potosí siglo XVI″ (1993) En: Etnicidad
Economía y Simbolismo en Los Andes. Ed. SBH, ASUR, Hisbol 1993.
3. Escobari de Querejazu, Laura. Producción y Comercio en el Sur Andino. Ed. Embajada de España en
Bolivia. La Paz, 1985.
154

Capítulo 2. De yanaconas urbanos a


artesanos mineros. Potosí, siglo XVI1

1 La adaptación e inserción en el espacio urbano, en el modo de vida citadino de la Villa


Imperial de Potosí a fines del siglo XVI, y las estrategias de supervivencia de las
unidades étnicas, específicamente de yanaconas, en la dinámica multiétnica Potosí, es
el tema de este capítulo. El análisis se basa en el estudio de dos Padrones de Yanaconas
de Potosí, uno de 1575, y otro de 1586, que se encuentran en el Archivo de la Casa de la
Moneda de esa ciudad2.
2 El Padrón de 1575 es un documento valioso, por cuanto reúne a todos los yanaconas de
Potosí en ese año, especificando su lugar de origen o etnia, edad, el nombre y edad de
su mujer, así como los nombres y edades de los hijos. Estos datos han permitido
plantearnos por el momento dos preguntas en una época muy temprana: primero, si los
yanaconas fueron con el oficio calificado desde su lugar de origen, y segundo, si
permanecieron agrupados por etnías o lugares de origen en las parroquias y barrios de
indios en Potosí. El otro Padrón que contiene el pago de la tasa anual de los yanaconas
desde 1583 hasta 1598, exceptuando los años 1584 y 1585, permite establecer algunas
respuestas a las dos preguntas.
3 Siguiendo la primera pregunta sobre la mano de obra calificada, se ha tomado como
punto de partida las características de los yanas o yanaconas como mano de obra
especializada y de privilegio antes de la conquista, y la dinámica del yana de la
postconquista, tratando de establecer las permanencias y los cambios en su condición
de mano de obra calificada y de privilegio, en una estructura ocupacional nueva dada
por el orden colonial. Y por otro lado, en el análisis de la migración multiétnica, además
de establecer los lugares de origen de cada uno de ellos, se dan cifras exactas de
migración de unos lugares y otros, se hace una aproximación al estudio de la
agrupación por etnias en los barrios de indios como adaptación o resistencia al sistema
de trabajo de la mita.
155

Del yana prehispánico al yanacona colonial del siglo


XVI como mano de obra calificada

4 La categoría yana, persona de servicio doméstico, o yanacona, que es el plural de yana,


ha sido estudiada por muchos historiadores; la controversia sobre su papel es tan
antigua que viene de fines del siglo pasado, con Cunow (citado por Murra, 1975: 226) e
historiadores como Valcárcel, Baudin o Karsten han tocado el tema de las poblaciones
serviles. A mediados de nuestro siglo Núñez Avavitarte y Choy, encontraban que los
yana eran esclavos y que la sociedad inca era esclavista (Citados por Murra, 1975: 226).
También Murra (1983), Wachtel (1971), Rostworowski (1988), Pease (1991), en los
últimos años han tratado de aclarar el término yana, determinando la complejidad del
término al significar en la época prehispánica artesano, criado del rey, criado de baja
condición o criado de condición elevada (Murra 1983: 216-231); servidor perpetuo de
caciques, o gente importante (Wachtel 1971: 112); o simplemente trabajador de la
tierra, como se le designó desde el siglo XVI al trabajador personal no calificado del
español que cumplía trabajos sobre todo en encomiendas, haciendas, y minas.
5 Hoy en día se establece que la acepción de la palabra varía incluso de acuerdo a
diferentes regiones.
6 Se ha propuesto recientemente, sin embargo, que la categoría yana, o yanacona tiene
mayor relación con ″interdependencia, de opuestos complementarios, que con una
relación de dependencia similar a la esclavitud, dentro de esta línea, yana lleva a una
situación en la cual se ejerce una interdependencia bajo los patrones de reciprocidad’
(Pease, 1991: 128). En tal caso, señala el mismo autor que el término yana podría ser
considerado como parte de obligaciones temporales, pero no lo fue, ya que la mejor
información habla de yanas entregados a tareas diversas y de duración (Pease, 1991:
128). Es, en este último alcance de la acepción de la palabra, que se inserta el presente
capítulo: yanacona como mano de obra calificada, desde la época prehispánica, incluso
preinca, basándonos en los estudios de John Murra (1975: 236, 1983: 220) y Nathan
Wachtel (1971: 111), quienes vislumbraron que los yanaconas eran hombres que
prestaban servicio común o especializado a un señor o a un cacique de cierto rango, a
quienes el Inca les había adjudicado uno o varios yanas para servir a sus señores en lo
que éstos les ordenaran, siendo sobre todo tejedores o pastores. Estos oficios eran
considerados calificados ya que debían pastar hasta 2.000 animales 3 y los tejedores
trabajaban en el oficio para sus amos en cantidad4.
7 Los yana en el mundo andino tenían trato especial, no cumplían las funciones de los
mitmaqunas, de servir en los pisos ecológicos por tiempo determinado. Podían ir a
trabajar también en diferentes pisos ecológicos si su señor así lo requería, y quedarse
más tiempo que los mitmaqunas, no porque hubiera imposición para ello sino debido a la
especialización en el trabajo que iban adquiriendo. Respecto al desligamiento de sus
pueblos de origen y de su parentela y etnía, los yanaconas, supuestamente al no ser
contabilizados como los mitmaqunas5 podían haber perdido relación con ellos; sin
embargo, la Visita de García Diez, citada por Murra (1975: 239) muestra que el
excedente de yanaconas de un lugar, constituido por los hijos de éstos en edad de
servir, eran enviados de vuelta a sus ayllus de origen, quedando solamente uno con su
padre. Esto evidencia que no perdían su raigambre étnica ni familiar, y contrasta con la
opinión de María Rostworowski que dice que era ventajoso nombrar yernas como
156

curacas de distintas regiones porque éstos estaban desvinculados de su origen. (1988:


197).
8 Los yanaconas lupacas estudiados por Murra, recibían un trato especial: vivían en casas
propias separadas de las de su señor, tenían un pequeño terreno, un reducido número
de rebaño y tenían varias mujeres, en una zona donde la mayoría de los varones no
yanaconas eran monógamos. Algún yanacona estuvo exonerado de tributo a los
europeos al igual que su señor cacique, y a diferencia de éste no tenía la presión de
adoctrinarse en la religión cristiana (Murra, 1975: 241-237-238). Sin embargo, este es un
caso raro, porque se sabe que los yanaconas o yanas se adaptaron rápidamente al
español, como sirvientes, buscando así evadir el tributo y la mita a cambio de
adoctrinamiento (Wachtel, 1976: 207) aunque en este trabajo se ve cómo también los
yanaconas, precisamente por constituir mano de obra calificada, fueron obligados
igualmente a la mita de Potosí, en el siglo XVI, preservando algunos privilegios, como el
poder dedicarse al comercio, recibir un jornal, y no pagar tributo en Potosí, sino una
tasa, como se verá más adelante.
9 Por otro lado, los yanaconas prehispánicos, constituían un grupo análogo al de los
artesanos, consistiendo su tributo en el servicio prestado a su amo. El agrupamiento
por oficios se habría consolidado, según Murra, recién en los últimos años del Imperio.
En general los yanas y todos los indios sabían hacer sus zapatos y tejer su ropa, así como
todos sabían labrar. Pero se han establecido algunas funciones especializadas realizadas
por yanaconas, así los pueblos lupaqa se distinguían por su dedicación al pastoreo, al
tejido, a la ollería, a la carpintería6 y a la fundición de plata. Una de las
especializaciones más citadas por los europeos de la época es la de forjadores de metal,
en particular los que trabajaban con oro y plata; la mayor parte de ellos estaban
ubicados en Cuzco y Jauja (Murra, 1983: 219-221-220). El Padrón de Potosí de 1575
muestra que de Cuzco se registró la mayor cantidad de huayradores 7 o artesanos
fundidores de metal, establecidos en Potosí. Los primeros cronistas se quedaron
admirados por la habilidad de plateros y orfebres.

Mano de obra calificada en Potosí


10 Las afirmaciones de Lockhardt sobre el hecho de que todos los yanaconas que prestaban
servicio en Potosí constituían una clase especial de sirviente personal, quedan ahora
respaldadas con el análisis del Padrón de 1575, en el sentido de que todos los yanaconas
tenían un oficio específico y bien calificado, y por otra parte porque eran considerados
como algo verdaderamente distinto a la clase indígena sirviente general (Lockhardt
1982: 278). Esta constatación contrasta con una primera aseveración de John Murra que
decía que ″en las primeras décadas después de la invasión, los europeos esclavizaron a
muchos hombres llamados yana, que nunca habían sido sirvientes en tiempo de los
Incas’8, y la de Marie Helmer (1965, citada por Bakewell, 1989: 49) que afirma la
existencia de la esclavitud de indios. Hacia 1560 el concepto de yanacona parece haber
perdido todas sus connotaciones incaicas excepto la de servidumbre. Para Bakewell
(1989: 60), hacia 1578 el yanacona era considerado un sirviente doméstico. Bakewell va
más allá, complejizando el término ya que detecta un crecimiento del número de
yanaconas, al demostrar que cualquier indio podía acceder a aquel status aprendiendo
un oficio y quedándose en Potosí luego de cumplir su mita. Interesa sobremanera la
connotación de ″especialista visible″ que encuentra el autor en las primeras décadas,
157

respecto a los yanaconas, pues coincide con este planteamiento, aunque él separa la
categoría de yanacona de la de huayrador (Bakewell, 1984: 138), en cambio, en 1575, es
una condición indispensable para mantener su status de privilegio, es decir el de tener
un oficio de mediana a altamente calificado. Queremos establecer aquí que el 80% de los
yanaconas que habitaban la Villa de Potosí en 1575, eran huayradores, obviamente por la
necesidad que tenían los españoles de mano de obra especializada en fundición de
mineral.
11 Matienzo señalaba que desde que los primeros españoles comenzaron con la
explotación de la plata utilizaron la tecnología indígena de la huayra y la mano de obra
de indios huayradores que había en el lugar para fundir y refinar la plata, pues a pesar
de que los peninsulares trajeron maestros en refinamiento de plata por fuelles,
encontraron que con el método de las huayras se obtenían mejores resultados. En 1567
se contaron en los cerros cinco mil huayras (1567-1967: 70) y la asignación de yanaconas
a españoles no estaba establecida claramente, porque si bien es cierto que algunos de
los habitantes cercanos al cerro conocían y practicaban el oficio, las primeras
disposiciones reales, por dar ventaja a los españoles, no permitieron a los indios
participar en la frenética búsqueda de las minas. Sin embargo, al poco tiempo ″las
urgencias crecientes’ de la corona cambiaron el cuadro y el Virrey Toledo tuvo que
lanzar también a los indios a participar en la búsqueda de vetas de plata pero sobre
todo al refinamiento con huayras. Los indios también comenzaron a descubrir minas,
aunque parece ser que con el tiempo fueron perdiéndolas de una u otra manera (Hanke
cita a Levilier, 1959: 63-64).
12 Analizando las disposiciones escritas por Matienzo se establece que, hacia 1575, el trato
privilegiado que recibían los yanaconas en Potosí con respecto a los demás mitayos se
manifestaba en que labraban las minas de sus amos 9, huayraban y sacaban plata, pero
como recompensa especial solamente a ellos les estaban concedidos los ″llampos″, o
metal reducido a polvo en las minas a consecuencia de la humedad. Lo que extraían
equivalía diez veces más de lo que conseguían sus amos de la caja y veta. Por ello, sus
amos no les daban otro salario que este beneficio. Para el trabajo los yanaconas
alquilaban a su vez indios comunes, a quienes les pagaban por su ocupación (Matienzo,
(1567) 1967: 28; A.C.M.C.R. 18: ff 10 v-12). En importancia social, el yanacona en Potosí
llegó a ser considerado incluso un ″vecino″ de la ciudad, pues muchos ya habían nacido
en la Villa. Por su parte, el gobierno de la corona también trataba de retenerlos en
Potosí. Matienzo recomendaba que no se los llevara a otra parte. Es por ello que se
presume que el Padrón de Yanaconas de 1575, reclutó preferentemente a indios que
conocían el beneficio de mineral por huayras (Matienzo, (1567) 1967: 29).
13 Hay noticia de que algunos de estos yanaconas huayradores se hicieron ricos en Potosí a
causa del aprovechamiento de la mano obra de indios pobres, (Guarnan Poma, (1613)
1966:108), como en el caso del indio Mondragón que vestía como español y no comía de
cuclillas como el resto de sus compañeros sino en una mesa muy baja con banquilla.
Tenía su sala llena de plata, en una parte las barras, en otra las piñas y en otra parte, en
botijas, los reales. Había allí trecientos mil pesos de plata ensayada (Ocaña, (1613)
1969:198-199). Además, a los huayradores empadronados en 1575 se les concedió no
trabajar más tiempo ″del acostumbrado en forma y orden″, supuestamente porque iba
en beneficio de sus amos españoles (A.C.M.C.R. 18. ff. 11). Josep Barnadas (citado por
Bakewell 1989: 49) considera que la libertad y el estar cerca de los españoles fueron los
rasgos distintivos de los yanaconas en los primeros años de la colonia. Por otro lado los
158

yanaconas podían volver a sus sementeras cuando quisiesen. Esto ya era un privilegio y
un inicio de su capacitación en oficios nuevos. Otro de los tratos especiales que recibían
los yanaconas era el de no pagar ningún tributo a su encomendero sino una tasa anual 10
directamente a las Cajas Reales. Esta tasa estaba destinada a cubrir el sueldo de los
caciques, que recibían sesenta pesos, de los caciques generales de todas las parroquias,
que ganaban doscientos pesos, y para pagar a los doctrineros por parroquias (el
equivalente a dos casas en el centro de la Villa). Los yanaconas que vivían en Potosí
pagaban doce pesos de tasa anual, mientras que los que vivían en Porco pagaban ocho
pesos. Por su parte, los caciques debían cuidar de que los yanaconas no se
emborracharan ni tuvieran otros vicios, pues podían ser sustituidos por el Corregidor
de la Villa si se descuidaban en sus funciones (A.C.M.C.R. 18, ff. 10 v).

Oficios de los yanaconas urbanos en Potosí


14 Habíamos establecido que del Padrón de 1575, el ochenta por ciento de los yanaconas
tenían la ocupación de huayradores. El otro veinte por ciento de los yanaconas, lo
constituyeron mercaderes, sastres, zapateros, chacareros, plateros, carpinteros,
silleros, sederos, pastores, herbateros, carboneros, herreros, panaderos, pasteleros,
cazadores, a quienes les era extensivo el trato privilegiado que recibían los yanaconas
huayrado-res, estableciéndose específicamente que se les dejara tiempo adicional para
ejercer sus oficios (A.C.M.C.R. 18, ff. 11).
15 El alto porcentaje de los huayradores que constituyeron el ochenta por ciento del total
de yanaconas consignados en el Padrón, lleva a pensar que el oficio, si no era conocido
ya en sus pueblos de origen, lo aprendieron rápidamente en los centros mineros,
constituyendo la mano de obra mejor calificada y remunerada. Capoche afirma que la
fama del cerro hizo acudir a muchos indios yanaconas de todos los distritos de las
ciudades principales a la labor de sus minas y que los caciques de los pueblos iban
enviando indios mientras se necesitaban huayradores (Capoche, (1567) 1959: 135).
16 Es muy difícil establecer caso por caso si los oficios con los que aparecen los yanaconas
en el Padrón de 1575 corresponden al oficio que tenían en su lugar de origen; pero sí
puede ser un buen punto de partida nombrar las zonas conocidas por la especialización
en algún oficio, como los pastores, olleros y huayradores de la región lupaca y los
plateros y orfebres de la zona de Jauja, Huamanga y Cuzco 11, y hacer una aproximación
cercana a su desempeño especializado antes y después de la conquista.
17 La reglamentación del Virrey Luis de Velasco en 1603, sobre el número de yanaconas
calificados para la mita, especificaba que de cada pueblo de menos de doscientos indios,
estaban reservados de mita solamente un oficial sastre, otro zapatero, otro tintorero de
lana y otro sillero, que trabajaban con tiendas públicas en los pueblos de doscientos
indios para arriba, a dos de cada uno de los oficios mencionados 12.
18 Los yanaconas mercaderes, repartidos a sus amos, realizaban el trajín y venta de
artículos como coca, maíz, chuño, enriqueciendo a muchos españoles en Potosí.
Algunos yanaconas, una vez que cumplían su mita y decidían quedarse, lo hacían
contratándose como mano de obra calificada asalariada (Cieza, (1650) 1973: 242).
19 Es posible que los yanaconas no huayradores hubieran regresado después de la mita a
sus lugares de origen, pero los huayradores, que llegaron a constituir una mano de obra
muy cotizada, -incluso después de la introducción de la amalgamación por azogue-, se
159

quedaron en Potosí. Sin embargo, poco a poco fueron perdiendo sus privilegios, ya que
la introducción del azogue les privó de su participación productiva, quedando
subordinados al sistema de salario por jornal.

Migración multiétnica de yanaconas y ocupación de


barrios y parroquias
20 En el repartimiento de indios yanaconas de 1575, el Virrey Toledo dispuso la
distribución de los mismos en 13 parroquias ubicadas en barrios destinados a los indios,
alrededor de dichas parroquias. Estaba terminantemente prohibido que tanto indios
como españoles transgredieran los límites de los barrios determinados para cada uno
de ellos (Escoban, 1990: 50-51). Las 13 parroquias aparecen nombradas en el Padrón de
1575 y son: San Sebastián, San Pablo, San Francisco de los naturales, San Cristóbal, San
Juan, San Pedro, San Agustín, Santiago, Santa Bárbara, San Benito, Nuestra Señora de la
Concepción, San Bernardo y San Pedro. Las parroquias de la Anunciación y la
Candelaria aparecen recién en 1586.
21 Cada parroquia estaba vigilada por uno o dos curas doctrineros a los cuales se les asistía
con yanaconas o caciques principales, cuyos nombres aparecen encabezando las listas
de yanaconas por parroquias13. Se establece, por el análisis del Padrón de 1575, que los
apellidos de los caciques tales como Yupanqui, Limachi, Topa, Guallpa, pertenecían de
alguna manera a la nobleza incaica, y en otros casos por anteponerse el ″don″ a su
nombre14.
22 El movimiento demográfico multiétnico que trajo consigo el régimen de la mita, vino
dado por la gran cantidad de lugares de origen de los mitayos en general, incluidos los
yanaconas. Esta multietnicidad contribuyó al repartimiento estratégico de indios en las
parroquias por parte de Virreyes y legisladores, por cuanto en cada parroquia no iban
sino uno o dos yanaconas de una misma etnia o pueblo de origen 15. Se mantuvo así,
separados intencionalmente, a los yanaconas procedentes de un mismo pueblo. El
Padrón de 1575 contabiliza ochocientos sesenta yanaconas de más de ciento sesenta y
siete pueblos y etnias distintos, repartidos en trece parroquias diferentes. En cada
parroquia había por ejemplo uno de Asillo, uno de Asángaro, uno de Arequipa, uno de
Lima, uno de La Paz, uno de Chayanta, incluso hay uno de Quito, uno de Bogotá y otro
de México, la multietnicidad de yanaconas era absolutamente evidente. Y, aunque no se
conoce el porcentaje de indios mitayos comunes -no yanaconas- de un mismo origen o
etnia que estuvieran inscritos en las parroquias en las que estuvieran registrados los
yanaconas el repartimiento de indios mitayos, como el realizado por Matienzo (1567),
los ubicaba también entre extraños, pensando en el mejor rendimiento en el trabajo. El
Padrón de 1575, si bien significa sólo un porcentaje muy pequeño de la población
general de indios mitayos que se encontraban en Potosí, evidencia el hecho de la
multietni-cidad en las parroquias y más aún en las rancherías o galpones donde
habitaban todos, indios comunes y yanaconas. Este hecho descarta la posibilidad de que
el repartimiento de indios en las parroquias hubiera sido por etnías o lugares de origen,
por lo menos no hasta 1598. Las denominaciones de las parroquias como San Lorenzo
de los carangas, San Sebastián de los lupacas o San Martín de los lupacas, no significaba
que en esas parroquias se agruparan esas etnias, pues esas denominaciones convivieron
a fines del siglo XVII.
160

23 Las estrategias de supervivencia étnica entre yanaconas de un mismo origen son


desconocidas ya que en el Padrón de 1586, por ejemplo, aparecen yanaconas de diverso
origen pagando su tasa en la Parroquia de ″Nuestra Señora -supuestamente- de los
Carangas″. Habían en esta parroquia yanaconas de Quispicanchis, Chayanta, Vilcas,
Chinchayun-ga, por lo tanto no eran carangas, por lo menos hasta fines del siglo XVII.
Por otra parte hay que considerar que dada la convivencia que tenían los mitmaqunas
prehispánicos de diferentes etnias, en los mismos pisos ecológicos, es posible
comprender que la convivencia pacífica de yanaconas e indios mitayos de diferentes
etnias en la misma parroquia después de la conquista, no debió ser algo extraño para
ellos, teniendo en cuenta también que anteriormente hubieran existido ″sociedades″ o
pueblos multiétnicos en algunos lugares (Murra, 1975: 80). La importancia del Padrón
de 1575, que da cuenta de la multietnicidad, además numérica de cada uno de los
yanaconas, trasciende aún más cuando se comparan padrones de yanaconas de un siglo
después, en Oruro, donde éstos ″casi por definición no reivindican un origen en grupos
étnicos andinos originales″ (Zulawski, 1987a: 165). Por otro lado, en el análisis del otro
Padrón de 1586, que contiene el pago de la tasa de varios años, se evidencia que en
Potosí, en una época tan temprana como 1575, hubo ya una estrategia de resistencia 16 al
inscribir a sus descendientes con nombres y apellidos diferentes. Se les dejaba así cada
vez más libres de obligaciones. Se hace imperioso, por tanto, un estudio de los nombres
patronímicos, puesto que en otros padrones se constata el mismo hecho 17.

Disminución de yanaconas o mano de obra calificada


a fines del siglo XVI
24 La Tasa de Yanaconas del Padrón de 1586, once años después del citado de 1575,
muestra un empadronamiento de ciento siete yanaconas de sesenta y siete lugares
diferentes. La proporción porcentual de la disminución de yanaconas contribuyentes de
tasa, once años después, es de 98.7%. Este contraste notable es alarmantemente mayor
cada año. Así 20 años después, en 1595 sólo se empadronaron 16 yanaconas (A.C.M.C.R.
26)18. Entre los motivos de la disminución de yanaconas en Potosí se puede citar la
evasión del pago de la tasa, y también la huida de Potosí hacia otros centros de trabajo,
como las minas de Oruro descubiertas en 1607, donde el trabajo asalariado les dio
confianza necesaria para subsistir. Allí se empadronaron como yanaconas -lo que
significaba como mano de obra calificada-, o como artesanos, a diferencia de los
forasteros que no tenían especialización de trabajo (Zulawski, 1987a: 182-183; Bakewell,
1984: 114)19.
25 Assadourian citando a Capoche, Benino y Matienzo consideraba que la huida de los
yanaconas de Potosí se debía a la introducción del azogue, que sustituyó el sistema de la
huayra lo que hacía que el trabajo de los huayradores ya no fuera tan cotizado y que
habrían pasado a formar parte de verdaderos mineros profesionales con participación
en el beneficio de la plata (1979: 132). Esta sugerencia está apoyada por el estudio de los
mingas, mano de obra libre asalariada (Bakewell, 1984: 113) y con la aparición de otros
trabajadores calificados en Oruro, como plateros, barreteros, trabajadores de minas,
acarreadores de metal. Es evidente, sin embargo que no todos los huayradores se
constituyeron en verdaderos mineros profesionales, lo más probable es que hayan
161

sufrido menor consideración en esas nuevas formas de trabajo. Ann Zulawski sugiere
mano de obra asalariada al referirse a los trabajadores mineros de Oruro 20.
26 Por otro lado no se puede pensar que los yanaconas huayradores, por el hecho de no
figurar en las listas de pago de Tasa, hubieran dejado Potosí; es posible que habiendo
pasado a practicar los oficios que acabamos de mencionar, se hubieran quedado
simplemente como mingas21. De todas maneras, tal como lo enunciaba Murra para el
período prehispánico (1983: 230), los yanaconas, al no constituir un grupo estable en la
estructura social, fueron los anunciadores de futuros cambios. Uno de ellos es el de
dejar de ser huayradores para mimetizarse como mano de obra calificada en Oruro, o
como mingas en la misma ciudad de Potosí llegando con el tiempo a constituir la clase
social de los artesanos mestizos.
27 Finalmente, se puede resumir que el yanacona siempre tuvo un trato especial, tanto en
la época prehispánica como en el siglo XVI en Potosí, porque era mano de obra
altamente calificada. Sólo así se explica el que hubieran yanaconas ricos, considerados
incluso vecinos. Ante la conquista, sin embargo, los yanaconas tuvieron que renunciar a
algunos de sus privilegios como el de la bigamia y someterse como todos los indios al
adoctrinamiento cristiano.
28 Por otro lado, el trato diferente y con frecuencia halagador y favorable dado a los
yanaconas durante el siglo XVI por parte de los españoles, fue cambiando. Y así como al
principio los propios indios eran dueños de las vetas que descubrían, apenas diez ó doce
años después de las Ordenanzas de Toledo fueron considerados hatunrunas -es decir
tributarios- como todos, con la única diferencia de que seguían fundiendo en sus
huayras para pagar su tasa.
29 Ya al finalizar el siglo XVI, los yanaconas fueron objeto de una minusvaloración de su
trabajo. El azoguero, español o mestizo, le sustituyó en el trabajo clave del beneficio de
la plata por el azogue. Esto produjo una subvaloración del trabajo del yanacona
huayrador, quedando relegado en su participación económica. Sin embargo, desde el
punto de vista español la sustitución de la huayra por la amalgamación por azogue
supuso un enorme empuje a la producción de la plata en Potosí (Assadourian, 1982:178).
30 Este capítulo constituye un aporte al estudio de la mano de obra minera en Potosí, que
ha pretendido dejar establecidos dos aspectos fundamentales, y hasta ahora no
conocidos: primero, el origen multiétnico de los yanaconas, especificando
individualmente el lugar de origen de cada uno de los ochocientos sesenta yanaconas
empadronados; y segundo, el oficio específico de cada uno de ellos y tercero, que los
yanaconas, o mano de obra especializada constituyeron el ″eslabón perdido″ que enlaza
el paso del yanacona al artesano minero. Queda todavía por estudiar, a partir de las
mismas fuentes, la organización familiar y demográfica de cerca de 800 familias de
yanaconas que vivieron en Potosí.

ANEXOS
162

ANEXO
Resumen de lugares de procedencia (en su caso, sólo etnia) y número de yanaconas
empadronados en 1575

La relación del total de los yanaconas del Padrón de 1575 da las siguientes
especializaciones en mano de obra:

Fuente: Archivo de la Casa de la Moneda. A.C.M. Cajas Reales 18.

NOTAS
1. El presente capítulo es una versión corregida del discurso ″Migración multiétnica y mano de
obra calificada en Potosí, siglo XVI″, leído con ocasión del ingreso a la Academia Boliviana de la
Historia, el 5 de diciembre de 1991.
2. A.C.M. Archivo de la Casa de la Moneda de Potosí. Cajas Reales 18 ″Padrón de todos los
Yanaconas que se hallaron en las parroquias desta Villa de Potosí con sus mujeres e hijos″ ff. 1-84.
Año 1575, y Cajas Reales 26 ″Asiento de Tasa de los Yanaconas″ ff. 280-355. Año 1586.
3. En sí el pastoreo no es un trabajo calificado, pero el pastoreo de 2.000 animales, lo era, según
nuestras fuentes.
163

4. Garcilaso refiere que los pastores eran ″mayores″ y ″menores″ a los cuales se les entregaba
todo el ganado real y común. Comentarios Reales de los Incas Colección de Autores Peruanos. T. II.
Ed. Universo. Lima, s/f. págs. 75-76.
5. En la época prehispánica los mitmaqunas eran indios enviados a trabajar obligatoria y
relativamente a minas y a trabajos agrícolas u otros.
6. Según Murra entre los lupaca hubo carpinteros, que se dedicaban a hacer queros o copas de
madera para beber, ya que no usaban ni puertas ni ventanas (1983:219). Garcilaso dice que los
carpinteros cortaban la madera para casas reales o edificios públicos (1550) s/f: 75-76). Teresa
Gisbert, en su estudio sobre la vivienda, establece que las casas prehispánicas desde tiempos de
Tiahuanacu utilizaban madera para conformar sus techos a dos aguas (1988: 22).
7. En la época hispana se llamaba huayrador al artesano fundidor de mineral de plata que utilizaba
el horno llamado huayra. Era un horno en forma de cono invertido, tenía de altura
aproximadamente dos metros y el diámetro en la parte superior unos 75 cm. Algunos eran de
piedra adherida sin mucha rigidez, así el viento atravesaba los huecos y aireaba el combustible.
Otros se construyeron con piedras y arcilla (Bakewell, 1992: 30).
8. Murra, John, The Economic Organization of the Inca State, 1956. Tesis inédita citada por Theresse
Bouysse-Cassagne en ″Pertenencia Etnica, Status Económico y Lenguas en Charcas a fines del
siglo XVI″ Estudio publicado en la Tasa de la Visita General de Francisco de Toledo. Universidad Mayor
de San Marcos, Lima, Perú, 1975: 312- 327. Es evidente, dada la temprana fecha de esta opinión de
Murra, la evolución de su pensamiento, pues en sus libros siguientes ampliará su concepto sobre
el carácter servil del yanacona.
9. Matienzo dice que se hacían libres de sus caciques, pero el Padrón muestra que los caciques
vigilaban a los yanaconas en sus parroquias y los yanaconas a su vez pagaban la Tasa que estaba
destinada a pagar al cacique y al doctrinero.
10. Estaba establecida una pena de 300 pesos de ″buen oro″ aplicada por tercias partes: cámara,
juez y denunciador, si se cobraba tributo. (A.C.M.C.R. 18, ff. 11).
11. Por ejemplo el huayrador lupaca que aparece empadronado en la parroquia de Santa Bárbara,
es probable que haya ejercido el oficio desde su lugar de origen.
12. Archivo Nacional de Bolivia. Catálogo Minas de Gunnar Mendoza. B.N.B Ruck No. 2 ff. 168-169.
13. El cacique principal de todas las parroquias era don Hernando Guancatopa; luego por
parroquias, el de Nuestra Señora de los Carangas fue Pedro Caro; de San Bernardo, Juan Guallpa;
de San Benito, Francisco Pumi; de Santa Bárbara, Alonso Yupanqui; de Santiago, Alonso Limache;
de San Agustín, Gaspar Luna Guamán; de San Pedro, Baltasar Tacori; de San Pablo, Aton Vilca; de
San Sebastián, Juan Quiso Yupanqui; de San Francisco, don Juan Marachavi; de San Cristóbal, don
Alonso Topa; de Nuestra Señora de la Anunciación, Pedro Callo; y de San Juan, Pedro Condori.
14. María Rostworowski dice que en la época de Huayna Capac y Tupac Yupanqui éstos
confirieron el cargo de curacas a yenas de su servicio, tal el caso de los curacas de Leimabamba y
Cochabamba. Estos nombramientos les dio cierto ″status″ a los yanas (1988: 196).
15. Ver Anexo. Se puede tener cierta certeza de que los yanaconas estuvieran empadronados en
su totalidad ya que 1) en el mismo Padrón aparece la Ordenanza por la cual se advierte con multa
a los corregidores que ocultasen algunos y 2) porque la evasión de los yanaconas vendrá recién
años después.
16. José Luis Martínez llamaría ″interetnicidad y complementariedad″ a la táctica de pervivencia
de los indios yanaconas en Potosí en el siglo XVI (1991: 27-62).
17. Comunicación verbal de Ann Zulawski.
18. Lo más probable es que existan otros libros de Tasas de yanaconas. Por lo pronto no hemos
encontrado más en la Sección de Cajas Reales del Archivo de la Casa de la Moneda, porque
Assadourian, citando a Capoche, dice que en 1582 se empadronaron 980 yanaconas, y que era
notable su disminución con respecto al empadronamiento pasado. Como se puede observar las
cifras son muy distintas aunque la disminución es coincidente (Assadourian, 1979: 132).
164

19. El Padrón estudiado por Ann Zulawski es de 1683, pero es válida para apoyar la hipótesis de
que la huida de los yanaconas de Potosí hubiera sido hacia Oruro.
20. Conferencia de Ann Zulawski en el Archivo de La Paz en noviembre de 1991.
21. Herbert Klein (1982: 94) estableció que los mitayos fueron dejando Potosí para acudir al
trabajo del campo. Enrique Tandeter en una comunicación verbal reciente, afirma que,
estudiados los libros parroquiales de Potosí, en el siglo XVII, se llega a establecer que la población
en Potosí, lejos de disminuir creció notablemente.
165

Capítulo 3. Ingenios e inventos

1 La plata de Potosí, -descubierta en 1545- fue la mayor atracción de riqueza para los
españoles que llegaban al las tierras altas del Virreinato del Perú en el siglo XVI. El cerro
de Potosí, a 4.100 m.s.n.m, ubicado en tierra fría e inhóspita, con una temperatura
promedio aproximada de 10°C, con vientos y lluvias, atrajo a cada vez mayor cantidad
de gente, que llegaba a caballo tras largo viaje de 40 días desde La Paz, una vez fundada
ésta en 1548. Antes solamente se había fundado Paria a pocos kilómetros de Potosí, pero
aquel sitio no se llegó a habitar, siendo solamente encomienda de Lorenzo de Aldana. El
cerro de Potosí prodigó tal cantidad de riqueza, que la gente se acostumbró a vivir allí.
2 Al principio los españoles utilizaron la técnica de la huayra pre-hispánica consistente en
la utilización de hornos de barro ubicados en las alturas de los cerros que eran
activados por el viento1. La amalgamación por azogue se transformó en la tecnología
dominante a partir de la Visita del Virrey Toledo en 1573, coincidiendo con la
organización de la extracción de mercurio de las minas de Huancavelica en el Perú.
3 La historiografía sobre Potosí no es tan vasta como se cree, de ella la mayor parte está
dedicada a la Historia Social, del Arte y urbana. Hay algunos trabajos sobre tecnología
minera como el Diccionario de Carmen Salazar Soler y Frederique Langue y el Tratado
del siglo XVII de Alonso Barba y que se citan en este trabajo, que han servido para
aclarar algunos conceptos, pero no hay más. El trabajo de Josep Barnadas sobre la vida
y obra del científico Alvaro Alonso Barba trata de la tecnología empleada en el siglo XVII
en Potosí, el de Tristan Platt, presentado al Congreso sobre Historia del siglo XIX en
Sucre en 1994 y el de Rose Marie Buechler, publicado en 1989 2, tratan de la tecnología
utilizada en el siglo XVIII. El presente capítulo pretende dar a conocer nuevos datos
sobre de la construcción de los ingenios de molienda de mineral de plata y algunos
inventos presentados por diferentes personas en el siglo XVI para mejorar el
refinamiento del mineral al menor costo. Los datos -no conocidos hasta ahora-
proceden del Archivo Nacional de Bolivia, ubicados a través del Catálogo Minas de
Gunnar Mendoza y ambientados en la historiografía conocida.
166

Construcción de ingenios y trapiches


4 A los trapiches de moler minerales en Potosí, se les llamaba ingenios. Un ingenio
comprendía todas las instalaciones de moler y beneficiar la plata, es decir patios,
compartimientos para buitrones, compartimientos para cedazos, hornos, almacenes,
acueductos, vivienda para el mayordomo, y algunas veces capilla. Todo ello rodeado por
una muralla. Sin embargo, para fines de organización y claridad en este capítulo se
separa el concepto de ingenio, con la acepción de las líneas anteriores, del concepto de
trapiche, que va a constituir el armazón troncos y ruedas hidráulicas, que trituran el
mineral a través de los mazos movidos por el eje sobre el mortero. Los primeros
trapiches fueron de pies, pues su movimiento dependía de éstos; hubo otros movidos
por manos; que funcionaban por la tracción de caballos haciendo accionar ciertas
ruedas que levantaban los mazos; otros eran movidos con grúa, consistente en una
rueda de muelles; otros de agua con eje y rueda grande a manera de aceña o molino
harinero, era parecido al que funcionaba con rodezno de alavés, es decir con rueda
hidráulica con paletas curvas y eje vertical3 y herido (golpe) de agua para moler granzas,
que según Capoche (-1595-1959: 117) eran las ″resultas de los metales, que por ser
prolijas de moler no las molían de buena gana en los ingenios″. Langue y Soler las
definen como piedras molidas que no pasaban el cedazo. (1993: 537).
5 El trapiche de mayor difusión fue el de agua, descrito por el marqués de Montesclaros a
principios del siglo XVII, como ″unas máquinas de madera, cuyas ruedas llevadas del
golpe de agua, levantan unos mazos grandes, que por su orden vuelven a caer sobre el
metal y le muelen hasta hacerle polvo″. (Cañete 1791-1939: 47-48). Sin embargo, a
principios del siglo XVII todavía existían trapiches movidos por caballos. Acosta (1590)
menciona que en Potosí había treinta de estos. Los ingenios de caballos eran llamados
de ″molienda seca″ y constaban de ocho mazos como máximo, mientras que los
hidráulicos llegaban a contar con doce. En los documentos de ingenios con trapiches
movidos por caballos, se señala el número de caballos que eran necesarios para poder
realizar la molienda. Movían el eje como los de los molinos de viento, levantando los
mazos. Este sistema era muy costoso porque se gastaba un peso diario para sustentar
un caballo y esta inversión servía tan sólo para mantenerlo vivo. (Ocaña-1605-1969:
198).
6 El trapiche constaba de varias partes: una rueda de alrededor de 3, 80m., por lo general
de madera de cedro; los mazos, que variaban de número y eran levantados por el llamado
árbol que tenía llevas pasadizas en el eje. (ANB Minas 3,135). Capoche menciona como otras
partes del trapiche: los morteros, tinas de lavar metales, llamadas también lavaderos,
que tenían una rueda o molinete (1940-1590: 120), de 1,26 m de boza o cavidad. (ANB
Minas 3,135), y un repasadero para repasar los metales que se incorporaban por azogue,
buitrones, cochas y cedazos o tamices.
7 Un ingenio era un recinto de magnitud variada donde trabajaban alrededor de
cincuenta mitayos. Hoy quedan alrededor de 21 de los 132 que se construyeron en el
siglo XVI. Tenía dos puertas de ingreso, la principal y la trasera por donde llegaban las
llamas que conducían el mineral del cerro Rico. La distribución de sus dependencias
variaba pero por lo general había en un ingenio un espacio especial para varias cabezas
o ejes, los que a su vez constituían el llamado ″castillo″ o armazón de vigas gruesas de la
maquinaria. Las cabezas o ejes, muchas veces hasta de 7 metros de diámetro, no estaban
uno al lado del otro, de modo que se construyeron acequias de agua proveniente de la
167

Ribera, que conducían el agua de un eje a otro y que corrían a través del ingenio. Los
grandes cedazos de alambre para cernir el mineral antes de pasar al proceso de
amalgamación, se ubicaban al lado de los ejes y morteros. Al centro las tinas o cochas 4,
que eran lugares donde se lavaban los cajones de metal y se retiraba la pella. Lugar
donde se ubicaba el ″beneficiador″, o empleado perito en la dosificación de elementos
minerales para la purificación del mineral y encargado de vigilar el proceso de
amalgamación. Junto con los hornos donde según palabras de la época se ″quemaban″
los minerales y los minerales negrillos, o sometidos a un segundo refinamiento, se
ubicaban al centro del ingenio. Los buitrones o receptáculos de madera divididos en
compartimientos llamados cajones, en ellos los indios repasaban la amalgamación con los
pies o con animales. Se ubicaban también en lugares específicos. Otro sitio para hacer
secar los metales húmedos. En alguno de los muros laterales del ingenio habían
depósitos donde de guardaban el cobre, la sal, cal y otros materiales necesarios para el
refinamiento del mineral y otros almacenes de plata y azogue. Dentro del ingenio
también había una capilla y una vivienda principal para el azoguero o dueño del
ingenio. (Arzans 1965: T.1, 168; Lanque y Salazar-Soler 1993: 124, 73, 91, 530).
8 La buena calidad de los ingenios se determinaba por los visitadores según el número de
mazos, de los cajones, de buitrones, de tinas, de cochas y cedazos o tamices. Tomaban
en cuenta también a cuánto ascendía la inversión de capital que los dueños habían
hecho. (Capoche: 122).
9 Junto a los primeros ingenios de Potosí, comenzaron a funcionar los de agua en el valle
de Tarapaya en la rivera del río de Cayara, ubicada en la quebrada que se encontraba en
el Cerro Rico y los ingenios de Cari-Cari, al mismo tiempo se instalaron otros en la
rivera del río Cachimayo, a 17 leguas de la Villa. (Arsanz-1705-1965: 146;
Cañete-1754-1939: 47). Estos ingenios quedaban lejos de las minas, y el acarreo del
mineral elevaba los costos. Luego de la visita de esta autoridad, los ingenios
proliferaron en la Villa debido a que el Virrey ordenó la construcción de la Rivera, río
artificial que recogía agua de las lagunas que estaban entre los cerros de Cari-Cari y
otros arroyuelos que había en las quebradas cercanas a la Villa. Este trabajo se hizo
paralelo a la construcción de las lagunas (Escobari 1983: 177). Arsanz dice que Toledo
ordenó la edificación de cuatro ingenios dentro de la Villa, porque le pareció ideal la
tendida ladera. Así los ingenios quedaron dentro del radio urbano de la Villa, teniendo
el Cabildo que intermediar muchas veces, a través de sus diputados, para la adecuada y
justa utilización de solares colindantes con la Ribera y sobre todo para que los solares
otorgados a particulares en sitios de parroquias no interfiriesen en la vida de los indios.
(ANB. Minas 3, 126)
10 Sobre la construcción de ingenios en la Villa Imperial, hay mucha documentación en los
Registros de Escrituras de dicha ciudad. Los construían los ″oficiales y maestros de
hacer ingenios″, que por lo general, trabajaban dos o tres ingenios simultáneamente,
aunque en los contratos se especificaba la dedicación exclusiva a uno sólo. El oficial y
maestro daba su persona y herramientas y el dueño del ingenio debía poner el material,
los indios y negros para ejecutar la obra. Para construir un ingenio se necesitaban unos
veintiocho indios (Capoche-1585-1949: 120). En 1572 los oficiales y maestros de ingenios
cobraban alrededor de setecientos cincuenta pesos por edificar un ingenio. El oficial era
asistido además por dos carpinteros, el azoguero les debía dar una botija de vino de
Castilla al mes y comida durante el tiempo que durara la construcción del ingenio. Para
la fábrica de ingenios se precisaba de mucho hierro y madera, elementos costosos y
168

difíciles de conseguir. Se traía madera desde veinticinco y treinta leguas, transportada


en bueyes y en hombros de indios, habiendo existido piezas que requerían de sesenta
hombres para su traslado. Un tronco de ventiun pies de largo y dos de ancho para eje de
ingenio valía quinientos pesos (Capoche: 120). Las maderas gruesas estaban destinadas
para ejes, castillos, armazones de vigas gruesas de la maquinaria y los camones, o partes
curvas que componían los dos anillos o cercos de las ruedas hidráulicas. De un ingenio
de moler mineral. (Langue y Salazar-Soler: 104, 109 124). Por lo general las maderas
regulares eran traídas en hombros de quince indios, porque no las podían transportar
en caballos ni llamas. Utilizaban la ruta que iba por el río Pilcomayo, dos leguas arriba y
abajo desde el puente que va de Potosí a La Plata, hoy puente Sucre. Otras eran
transportadas de sitios más lejanos como desde los valles de Pitantora y Ancoma y se
demoraban en ir a traerlas desde Potosí catorce días, y 16 si iban a otros sitios. Los
indios que hacían este trajín ganaban 3 reales por día de trabajo. (Zavala 1978 I: 121)
Pero no solamente se construían y edificaban ingenios, también se los trasladaba, y era
algo muy común. Así Luis Hernández y Fernando López Ballesteros, a fines del siglo XVI,
cambiaron de lugar un ingenio de ocho mazos, desde dos leguas fuera de la Villa hasta
la Pibera de Potosí: lo desbarataron y trajeron la madera con la que volvieron a
edificarlo.
11 El hierro, elemento indispensable para la construcción de ingenios de molienda de
mineral era traído desde Almadén, España, por lo tanto su costo era muy elevado. Su
transporte hasta las altas tierras de Potosí, desde todas las latitudes del continente fue
permanente en los primeros siglos de la colonia. La fiebre de construcción de ingenios
entre las décadas de 1570 y 1590 que se originó en Potosí 5, hizo que el hierro escaseara,
al punto de que el Cabildo de la ciudad tuvo que enviar continuamente emisarios a Lima
para gestionar su importación. Uno de ellos fue Pedro de Grado, vecino y azoguero de
Potosí, quien una vez fue hasta Arica para despachar personalmente desde ese puerto
toda la mercadería de hierro que encontrase, ″menos de clavasón″, o clavos de
diferentes tamaños, los que no faltaban en la Villa (ANB. Minas 4, 303a). En 1593 otro
emisario viajó hasta España, y consiguió que todas las embarcaciones que vinieran
desde allí trajeran hierro. La disposición decía que ningún navio debía salir de Sevilla a
estos reinos sin traer siquiera 1.000 quintales de hierro. (ANB. Minas 4, 333). Por esos
años se imponían penas a quienes compraban más hierro del que necesitaban en sus
ingenios. Una de ellas era la pérdida de indios. Para no perjudicar la proliferación de
ingenios, necesarios para la purificación del mineral, el cabildo de Potosí en 1591,
estableció que el hierro labrado no valiera más de 6 tomines ensayados la libra, y el
hierro deshecho 8 tomines. Asimismo instruía que todo el hierro que hubiere o entrare
a la Villa se repartiera solamente para ingenios y minas, y a un precio moderado. (ANB.
Minas 4: 304a y 296). Después de la famosa inundación de la laguna Cari-Cari en 1626,
hubo también mucha necesidad de hierro. Entonces el Cabildo nuevamente se vio
forzado a ordenar que no encarecieran los precios del acero, hierro, madera, jornales y
otras cosas necesarias para la reparación de los ingenios arrebatados por la inundación
de la laguna. (ANB. Rück 7).
12 Las invenciones para mejorar la molienda intentaban ahorrar fuerza de trabajo.
Lamentablemente estos no dan muchos detalles, sin embargo conviene mencionar
como dato curioso cómo en 1584 el Cabildo de Potosí, concedió a un carpintero llamado
Pedro Ramírez, la exclusividad de un nuevo ingenio para moler minerales, ideado por
él. Este artilugio tenía la peculiaridad de funcionar sin muías, ni caballos, con
rendimiento superior al de tres ingenios de agua, y capaz de cernir por sí solo. Todo ello
169

con sólo dos indios y sin peligro para ellos. El documento no da mayores detalles. (ANB.
Minas 3, 207). También en 1594 un tal Felixberto Daza, ofreció al Cabildo mejorar el
rendimiento de los morteros de los ingenios de moler metales. Con tal invención, que el
documento no describe, se iba a ahorrar la mitad de los indios que entonces se
empleaban. (ANB. Minas 5, 358a).
13 Como por la ladera que bajaba del cerro no corría ningún río, el Virrey Toledo ordenó
construir lagunas artificiales (Escobari 1983) en las alturas de Potosí, para traer el agua
reunida en ellas, por medio de acequias a la Ribera, también construida artificialmente
y destinada a hacer mover los ingenios hidráulicos, que se fueron instalando a lo largo
de ella. Se construyeron en total 18 lagunas entre 1570 y 1620. En los primeros años de
existencia de las lagunas el agua debía correr por la Ribera hasta las 10 de la noche,
cerrándose entonces la compuerta. (ANB. Minas 5, 372a).
14 Pero la construcción de lagunas, no fue la solución perfecta, se necesitaba lógicamente
que lloviera. Años de sequía fueron frecuentes en Potosí, entonces la población se
volcaba a las iglesias a hacer rogativas para que lloviera. Las rogativas eran organizadas
por el Cabildo en procesiones dedicadas sobre todo a la imagen de la Limpia
Concepción, que era llevada en andas de la Iglesia Mayor a la Compañía. Se le dedicaba
también un novenario. También se sacaba en procesión a San Agustín, por ser éste
patrón de la Villa, para quien los azogueros daban limosna para cirios y convocaban a
las diferentes cofradías. (ANB. CPLA T. 12 F. 94 V, 98, 102).
15 Entre los años 1604 y 1609, hubo muchas sequías en Potosí. Sin embargo la de 1609 fue
la peor. En los meses de enero, febrero y marzo, no cayó ni una sola gota de agua. El
sustento de agua faltó totalmente. Esclavos negros, criados, indios y gente de menos
suerte andaban 6 a 10 leguas en busca de agua. La escasez de agua en la ciudad llegó a
situaciones dramáticas, como la de una mujer que muerta de sed que caminando por la
calle tuvo que comprar un jarro de agua para beber en 6 pesos. Obviamente no faltaron
los especuladores, especialmente gente rica, que hacía traer agua con yanaconas o
esclavos y la vendía. (Escobari 1983). En 1609 el Cabildo de Potosí escribió a la Real
Audiencia de Charcas que los ingresos de la Real Hacienda estaban quebrantados por la
falta de agua y azogue con que hacían funcionar los ingenios y beneficiaban los metales.
(ANB. Minas 6 538). Para remediar la escasez de agua del año 1609, el Cabildo gestionó
intensamente autorización de la Audiencia para traer las aguas de la laguna
Tavacoñuño, trabajo que costó 21 mil pesos, que fueron pagados por 300 de las personas
interesadas, es decir por los dueños de ingenios. (ANB. Minas 6 549, 541 k).
170

Forma de los ingenios en que se muelen los metales de plata en la Ribera de Potosí, el uno de dos
cabezas y el otro de una

Fuente: Historia de la Villa Imperial de Potosí. Bartolomé Arzánj de Orsúa y Vela. (1965 T.I.: 168) Rhode
Island University. Providence

16 Las lagunas eran cuidadas por el lagunero, que recibía un salario del cabildo cobrado a
los dueños de ingenios que pagaban una cuota para ello. También se les cobraba por los
arreglos y gastos de las lagunas y Ribera. El Cabildo designaba también periódicamente
a diputados, generalmente veinticuatros, a que vigilaran las lagunas. (ANB. Minas 4, 289
y 245b). Las lagunas debían ser cuidadas permanentemente, pues con frecuencia se
congelaban con el frío haciendo que el agua bajara después con demasiada fuerza,
llegando muchas veces a inundar los ingenios. En el Cabildo de Potosí, trataban también
con frecuencia acerca de abusos sobre la utilización del agua por parte de los dueños de
ingenios, quienes haciendo entrar el agua a su Ingenio, no se preocupaban de mantener
en buenas condiciones sus acequias, originando pérdida de agua, y consecuentemente
la fuerza motriz para los ingenios siguientes. (ANB. Minas 6, 513a).
17 Los ingenios eran de propiedad particular. El ser dueño de ingenio no significaba
también ser dueño de mina6. En las escrituras del siglo XVI, aparecen como dueños de
minas e ingenios, o señores de minas e ingenios, pero no necesariamente eran dueños de
ambos bienes. Era común que tanto mineros como dueños de ingenios concertaran un
″fletamento″, con una tercera persona encargada de beneficiar el mineral. Su
compromiso era moler, cerner y beneficiar hasta poner en piñas de plata
″desazogadas″, además de poner los indios, el fuego y el ″repaso″. En este caso el dueño
del ingenio recibía 6 tomines y medio por quintal de plata. Durante el tiempo que
tardaba la molienda el dueño supervisaba el trabajo, daba al fletero una habitación con
llave para vivir en el mismo Ingenio. (Mendoza 1965: 146). Según la relación de
Capoche, de 48 ingenios, 17 eran de propiedad ″en compañía″ de tres o cuatro personas.
171

La preferencia por formar ″compañías″ de ingenios, quizá se deba al excesivo costo de


ellos o al pago de ″avíos″7, como en el caso del propio cronista Capoche que era dueño
de ingenios y tuvo un pleito en la Audiencia de Charcas por deber 6.000 pesos
ensayados por dos de ellos, uno en Tarapaya y otro en Potosí. En este caso el alguacil de
Potosí confiscó a Capoche sus ″casas y peltrechos″, sin perjudicarle en el privilegio que
tenían los ingenios de no ser arrebatados ni vendidos, ni los dueños de ser
encarcelados. Esto último estaba determinado por Real Cédula. (ANB. Minas 3, 214 y
154). En la Relación de Capoche figura un ingenio de propiedad de los herederos de un
cacique llamado Juan Colque que fue indio capitán de los Quillacas.
18 El Virrey Toledo en 1575 dispuso la distribución de los repartimientos de indios en 13
parroquias, ubicadas en barrios destinados a indios que vivían en los alrededores de
esas parroquias. La Ribera dividía la ciudad de Potosí en dos: del lado del cerro rico, se
ubicaban los barrios de indios, y al frente los de españoles. La mayoría de las parroquias
de indios se ubicaron también al lado de los barrios de éstos, así como también los
ingenios. (Escobari 1992: 73). Ya en 1572, se había resuelto también en el Cabildo, que
habiendo pedido muchas personas sitios para ingenios de azogue y beneficio de plata,
se les concediera con concepto ″al bien público y reales quintos″.
19 Algo novedoso fue que las parroquias establecieron a su alrededor un área destinada a
vivienda de indios, que tenía acceso a la Ribera, y las Leyes permitían que los indios
beneficiaran mineral por sí mismos teniendo acceso al agua que pasaba por la Ribera.
En el capítulo siguiente se dan nombres de algunos dueños de ingenios indios a los que
el cabildo otorgó espacios. En los sitios colindantes a éstos se recomendaba a personas
particulares respetar la presencia de los indios a fin de no perjudicarlos en el
aprovechamiento del agua y en el ″beneficio del azogue″. (ANB. Minas 3, 126). En 1572,
se consideró necesario adjudicar a los indios de cada doctrina 200 pies cuadrados para
su colectividad. (Mendoza 1965: 145).
20 En los barrios de indios, y en general toda la jurisdicción de la parroquia estaba
prohibido que los españoles construyeran viviendas o ingenios. Sin embargo, estas
disposiciones no se cumplían, y era común que los ingenios estuvieran ubicados dentro
de solares pertenecientes a parroquias de indios, así el ingenio de Gonzalo Hurtado de
la Fuente, en 1593, estaba situado en la parroquia de Santiago, donde tenía sus casas de
vivienda con todos sus peltrechos, aunque este ingenio era de caballos, o sea de
molienda seca, y no necesitaba el agua de la Ribera. (ANB. Minas 3, VII).
21 Sin embargo no siempre se respetó la propiedad de solares de los indios. Muchas veces
el Cabildo establecía que el Procurador General hiciera devolver solares y corrales, que
se había quitado a los indios a través del corregidor, para repartirlos entre varias
personas que los habían pedido para ingenios de moler minerales. (ABB. Minas 3, 133).

Mano de obra en los ingenios


22 Los ingenios estaban ubicados a lo largo de la Ribera, que corría de este a oeste, al norte
quedaban las parroquias y los barrios de indios o zonas de ″ranchería″. Diez de las trece
parroquias de indios se ubicaban en la zona de la ranchería, una tras de otra y eran San
Cristóbal, La Concepción, San Pablo, San Sebastián, San Francisco (de los naturales), San
Pedro, Copacabana, Santiago, Santa Bárbara y San Benito. (Bakewell 1989: 104; Escobari
1985: 53 y 1993: 333). Los mitayos que llegaban a Potosí de múltiples lugares de las
172

Provincias obligados a mitar se ubicaban, en los barrios de manera indistinta, sin


mantener grupos por lugar de origen. Cada parroquia donde estaban inscritos los indios
estaba vigilada por uno o dos curas doctrineros, a los cuales se les asistía con yanaconas
o caciques principales, cuyos nombres aparecen encabezando listas de yanaconas por
parroquias. Los mitayos que llegaban a Potosí ya estaban destinados a un patrón de
mina o de Ingenio. Los virreyes hacían repartimientos periódicos de trabajadores, esto
es cada diez años, por lo menos a fines del siglo XVI y principios del XVII. Con el fin de
asegurar que los dueños de minas e ingenios recibieran la mano de obra necesaria.
(Bakewell 1989: 103).
23 Desde que se descubrió la plata en Potosí, y hasta que se introdujo la amalgamación por
azogue, hacia 1572, los yanaconas se encargaron de los trabajos metalúrgicos. Así, por
contrato, daban semanalmente a sus amos dos marcos de plata, y lo hacían tan
fácilmente que hubieron indios que juntaron dos y tres mil castellanos. (Barnadas 1973:
287). Si bien muchos indios perecían por las epidemias o por trabajo en el interior de la
mina, los yanaconas metalurgistas se quedaban en la Villa, como mano de obra
calificada, siendo expertos mineros. (Lockhardt 1965: 266, Escobari 1992: 72). Así llegó a
haber en Potosí indios muy ricos por ser mineros, por ejemplo el indio llamado
Mondragón, al que visitó el cronista Ocaña, que tenía 300.000 pesos de plata ensayada.
Otro mestizo llamado Hernán Carrillo, era ″hombre de mucha máquina″, de haciendas,
de ingenios, y solamente en sueldos a los indios gastaba seis mil y tantos pesos, sin
contar con el salario al mayordomo español que tenía la hacienda. Cuando después de
1572 se introdujo la amalgamación por azogue, el trabajo metalúrgico de los yanaconas
fue sustituido en parte por el trabajo de ellos mismos en ingenios.
24 Acerca de la cantidad de mano de obra requerida en los ingenios, tenemos que un
ingenio de dieciséis mazos, necesitaba el trabajo de cuatro indios que iban cebando la
molienda, turnándose de día y de noche. Otros cuatro indios cernían el mineral, doce
indios lo llevaban a los cajones para beneficiarlo y echarle azogue, dándole fuego hasta
que les parecía que el azogue había recogido toda la plata, sacaban aquello que quedaba
y lo echaban en unos cubos, como tinas redondas, donde otra rueda movía unos tornos
que iban lavando, siendo la tierra llevada por el agua y quedando asentados en el fondo
de la tina sólo la plata con el azogue, y luego con fuego de carbón se iba el azogue abajo,
quedando la piña de plata. (Ocaña-1605-1969: 198). En total para un ingenio de dieciséis
mazos se necesitaban veinte indios. Según Capoche, un ingenio de ocho mazos
necesitaba de veintiocho a treinta indios y uno de seis mazos, veinte a veintidos.
(-1585-1949: 120) Como se ve las cifras varían mucho. Una Relación de 1603, citada por
Bakewell, calcula que en las refinerías o ingenios habrían 5.220 indios trabajando. Este
cálculo, según anota el propio autor es aproximado, ya que se hizo multiplicando el
número promedio de trabajadores en un ingenio por el número de ingenios en
funcionamiento, estableciendo que cada uno de los ingenios utilizaba un promedio de
72 mingas. (Bakewell 1989:134)8.
25 Según Bakewell, en el siglo XVII, era costumbre de los encomenderos ir a las rancherías
el lunes en la mañana para sacar a sus yanaconas, aunque el mecanismo preciso de esta
recolección no se conoce. Tal vez hacían los curacas del pueblo o el principal de cada
ayllu. De todas maneras este sistema no duró mucho tiempo, pues debido a las tiranías
impuestas, los indios terminaron por congregarse en el Guaina Potosí, donde los
oficiales se distribuían la mano de obra. (1991: 108).
173

26 Los indios de los ingenios estaban supervisados por un mayordomo de ingenio, quien
ganaba mil pesos de plata ensayada al año. (ANB. Minas 3, 1). Como parte de las
personas que se dedicaban al cuidado de los ingenios también estaban los veedores, o
encargados de la seguridad en las minas, que eran nombrados por el Virrey. Desde 1587,
los veedores eran tres, y debían turnarse para residir dos de ellos en el cerro e ingenios
de Potosí y el otro en Tarapaya. (ANB. Minas 4, 244) Peter Bakewell, da noticia detallada
y precisa sobre las funciones de los veedores. (1991: 174) Según la relación de Capoche,
algunos ingenios tenían iglesia con sacerdote, que daba misa para los españoles e
impartía la doctrina a los indios que vivían en las rancherías. (-1585-1949: 120).

Amalgamación por azogue e inventos para mejorar el


refinamiento
27 Desde 1564 se conocían las minas de cinabrio9, de donde se extraía el mercurio en
Huancavelica. Pero no fue hasta 1572, que se utilizó para la amalgamación con la plata
en Potosí por orden del Virrey Toledo, que encargó a Pedro Hernández de Velasco,
enseñar el nuevo método, ya difundido en Nueva España, entre los mineros de Potosí.
(Cobb: 40).
28 El método tradicional de beneficio o purificación del mineral de plata está descrito por
el cronista Alvaro Alonso Barba en su Arte de los Metales, escrita con todos los
conocimientos que se tenía de la metalurgia en Potosí el año 1640 decía que ″...de la
naturaleza del azogue...crió la naturaleza este cuerpo de sustancia tan uniforme, y partes tan
perfectamente unidas, que ni aún el fuero, su mayor contrario, (a lo que vulgarmente se
imagina) es poderoso, dividiéndolas, a corromperlo y destruirlo, como hace visiblemente a los
metales y demás cuerpos del mundo, fuera del oro y la plata. Con toda su sustancia persevera el
azogue en el fuego, si se llega a dar la disposición necesaria para ello″. (-1640-1967)
29 En el siglo XVI, según la crónica de Capoche, la mejor manera de beneficiar la plata
dependía de las cantidades de azogue y otros elementos necesarios para la fundición,
teniendo en cuenta el mejor rendimiento al menor costo. Este autor menciona que
cernida la harina en los trapiches, era pasada por los indios a los cajones de los
buitrones donde le echaban salmuera para que se humedeciera y perdiera el polvo. Para
cada cincuenta quintales de harina se añadían cinco quintales de sal. Eso hacía que se
esponjara la harina y se desengrasara la lama10 estando así en las mejores condiciones
para recibir el azogue. Luego con un lienzo echaban el azogue y hacían repasar la
mezcla a los indios. La cantidad de azogue invertido en la amalgamación dependía de la
calidad de la plata, así el que era de tres pesos, recibía seis libras o siete por quintal, y el
de cuatro, ocho, y el de cinco o seis, diez. En el procedimiento de la amalgamación, se
utilizaban los buitrones, mencionados anteriormente. Capoche los describe como eran
recipientes fabricados con piedra o con tablas de madera y tenían de largo
aproximadamente 1,60 m. por 0,50 m. de ancho y lo mismo de profundidad y de alto
1,40 m., y unos huecos por debajo por donde pasaba el metal a los cajones de
aproximadamente 1,20 m. de ancho por 2 m. de largo. Los cajones, también
mencionados anteriormente, se echaba la cantidad necesaria de salmuera para hacer
barro que era repasado con los pies por dos indios, para ir incorporando de esa manera
el azogue a la plata. El metal tomaba ley en espacio de 5 o 6 días al cabo de los cuales
eran sacados para ser lavados en tinas para que les salga la lama excedente. De ahí era
sacado y lavado en unas cochas o tinas donde se relavaban. (-1585-1959:123) Quedaban
174

entonces las lamas y los relaves para ser reutilizados. Las lamas eran sometidas a fuego
en hornos y los relaves eran lavados en bateas. Una vez limpios la plata y el azogue, que
llamaban pella eran exprimidos con un lienzo y quedaban en él una cantidad de plata y
azogue que llamaban de la cual sólo era de pura plata la sexta parte. De esa pella se
hacían las piñas que tenían la forma de panes de azúcar, sin punta, huecas y no tan
grandes. Estas eran colocadas al fuego cubriéndolas con carbón ardiendo para
desazogarlas. En esta etapa permanecían ocho a diez horas 11.
30 Volviendo a la refinación de mineral de plata, el paso más delicado era el de la ″quema″
o fundición de los metales, ya que de él resultaban los mayores daños cuando no se
conocía bien la fórmula. Alvaro Alonso Barba advertía que el calor aplicado a los
metales en lugar de separar la maleza de ellos podía provocar lo contrario que era
cuando aparecía la caparrosa (varios sulfatos hidratados) única enemiga del azogue.
Para quitar el hierro que aparecía junto a la plata, Alonso Barba aconsejaba levantarlo
con una piedra imán al pasar sobre el metal muy bien ″quemado″. Según su Tratado, el
hierro también se podía quitar mezclándolo con azufre contenido en metales como el
antimonio, ya que al ″batallar″ al calor del fuego el hierro y el azufre, dejaban libre a la
plata.
31 En resumen, Barba recomendaba solamente el uso de sal y azogue para la obtención de
plata refinada y para limpiar el azogue separado de la plata, el uso del hierro deshecho,
plomo o estaño, cal viva y ceniza. También recomendaba metales como ″soroches y
margajitas″, o piedras duras sin ley. Estas margajitas deben ser las ″margasitas″
presentadas en uno de los inventos que presentamos a continuación.

Inventos presentados al Cabildo en el siglo XVI


32 El Cabildo de Potosí incentivaba a los pobladores a ensayar inventos que contribuyesen
a mejorar el beneficio de la plata, antes y después de la introducción del beneficio por
azogue. Un invento de beneficio de metales basado en piedras de Tarapaya fue
presentado al Cabildo por Juan Agustín Rojo. Entre octubre y diciembre de 1591, por
carta desde Lima, ofreció el invento al Cabildo de Potosí, antes de viajar a la Villa para
hacer demostraciones, exigió se le garantizase un premio de 500.000 pesos ensayados
para que ″no tuviese necesidad de andar en lo que los del beneficio del hierro
anduvieron″. Por su parte, el Virrey, en carta de diciembre del mismo año, decía que en
su manera de proceder, Rojo le había parecido ″loco o charlatán″ porque pedía por
descubrir la nueva invención tal cantidad de pesos, no teniendo ″qué se vestir ni cama
en qué dormir″. En aquél entonces el Cabildo resolvió tener a Rojo por ″charlatán y
embaucador″. (ANB. Minas 4, 345a).
33 En 1593 el Cabildo otorgó un premio a Juan Andrés Corzo, por un nuevo invento
ofrecido para los metales de plata, que haría que fuera necesario menos azogue. Corzo
proponía en lugar de utilizar hierro habrían de emplearse piedras de Tarapaya: ″una
piedra azul que tira a parda que abundaba en Tarapaya, arriba de su propio ingenio,
aplicable sobre todo a metales pacos y negrillos″. (ANB. Minas 4, 341a). El invento de
Corzo venía siendo utilizado desde 1588, fue estudiado detenidamente por la Audiencia,
ya que ese mismo año el Virrey de Lima, Conde del Villar escribió que la menor
demanda de azogue perjudicaba los ingresos del rey. Andrés Corzo recibió como premio
del Cabildo cincuenta mil pesos, más doscientos indios a perpetuidad, aunque al
175

principio el Cabildo había ofrecido ciento cincuenta mil pesos de premio. (ANB. Minas
4, 267). También se presentó también al Cabildo un invento con aditamento de piedra
Lípez. (ANB. Minas 4,247). A su vez, Carlos Corzo y Juan Andrea, descubrieron el secreto
de sacar agua de hierro que fue de gran utilidad y que alentó mucho la labor de las
minas. El invento consistía en dar en el punto al metal con la cantidad de agua que
necesitaba para su beneficio. De ese modo se sacaba la plata de una vez y se perdía
menos azogue. Por este descubrimiento recibieron cuarenta mil ducados. También en
1593, Diego López de Medina declaró al Cabildo otro procedimiento para aplicación a
metales pacos y negrillos. La principal diferencia con el procedimiento en uso era que
antes de incorporarlos con la sal y el hierro, se echaba la harina cernida y molida en
″hornillas de a veinticuatro ollas″12 cada una con su tapadera, hasta que se quemara, ″de
manera que con el mucho fuego se acaloraran mucho las ollas″. (ANB. Minas 4, 334c, En
1594 apareció nuevamente Juan Agustín Rojo ante el Cabildo dando detalles de su
invento. La particularidad más notable de éste consistía en emplear la piedra de amolar
que había en los campos y cerros por todo el camino de la Angostura y toda Tarapaya
alta y baja. (ANB. Minas 4, 345a), la para la construcción de las tinas y el moliente de las
mismas y para sustituir la sal y el hierro como ingredientes en la mezcla del mineral de
plata con azogue. No sabemos la suerte que siguió a Juan Agustín Rojo.
34 En 1595 fray Horacio Genari, de la Orden del Carmen descubrió un beneficio para
metales pacos y negrillos. El procedimiento consistía en hacer barro con la harina del
metal y agua. A esta mezcla se añadía la cantidad que pareciera conveniente de basura
de caballos. Con ese barro se hacían ladrillos de tamaño adecuado, los cuales, una vez
secos, se ponían en montón a manera de calera. Se daba fuego lento y largo hasta que se
consumían las malezas del metal. En este procedimiento podía prescindirse del hierro.
(ANB. Minas 4, 375).
35 El 30 de Marzo de 1596 el Cabildo aceptó una proposición de Juan Fernández Montaño,
vecino de Potosí, para demostrar un nuevo método de beneficio de metales de plata,
cobrando un premio de 50.000 pesos ensayados en caso de ser aceptado. El material
básico era una margasita blanca13 y negra que había en abundancia en los cerros de los
alrededores de la Villa. Se decidió que las experiencias se hicieran en el ingenio del
mestizo Hernán Carrillo, al que alude Capoche en la forma en que indicaba Fernández
Montaño. (ANB. Minas 5, 375c). Las piedras de los cerros de los alrededores fueron
utilizadas por varios inventores.
36 Para terminar, diremos que el presente capítulo contribuye al conocimiento de tres
aspectos básicos de la tecnología minera: la metalúrgica, con la implementación de la
″margasita blanca y negra″ en la fundición; en la tecnología empleada para la
construcción de trapiches de molienda de mineral, uno de ellos, el de la ″margasita″
blanca y negra, que fue premiado por el Cabildo con cincueta mil pesos y aparece que
luego en el Tratado de Alvaro Alonso Barba. Así también los inventos de fray Horacio
Genari de utilizar basura o estiércol de caballos para hacer un barro, destinado a la
fabricación de hornos que resistieran mucho calor, y el de la utilización de la piedra de
Lípez molida para incorporar al azogue y hacer pella, aparecen en los capítulos VI y XIV
del Libro Tercero de Barba.
37 En lo que se refiere a aspectos tecnológicos referentes a la construcción de ingenios,
esta investigación, da a conocer detalles no conocidos hasta ahora respecto a la
construcción de los ingenios, como que el llamado ″castillo″, fabricado muchas veces de
176

madera y no de piedra. Y por último da a conocer la participación indígena en el


proceso de fundición, mostrando que algunos llegaron a ser propietarios de ingenios.

NOTAS
1. Ver nota No. 7 Cap 2 , IV Parte de este libro.
2. Gobierno, Minería y Sociedad. Potosí y el Renacimiento Borbónico. 1776-1810. Biblioteca Minera No. 5.
La Paz.
3. Minas o C P L A . Libro de Acuerdos de Cabildo de Potosí.
4. Cocha, significa pequeña laguna o ciénega en quechua.
5. En 1585, año en que Capoche escribe su crónica, había 108 ingenios construidos de los cuales 17
estaban dentro de la Villa, 3 camino a Tarapaya, 23 3n Tarapaya y el resto en otros sitios. Relación
de la Villa Imperial de Potosí. Ed. Lewis Hanke. BAE. Madrid-1585-1959.
6. Recién en el siglo XVII se designó al dueño de minas e ingenios con la palabra genérica de
azoguero. Mendoza Gunnar en Introducción a Historia de la Villa Imperial de Potosí de Bartolomé
Arsanz de Orsúa y Vela. Rhode Island University, Providence, 1965.
7. Créditos.
8. Minga es el trabajador que se contrata libremente y está especializado en un oficio.
9. Sulfuro natural de mercurio que se usa para la fabricación del mercurio
10. Cieno pegajoso que se halla en el fondo de agua estancada.
11. La descripción del sistema de amalgamación que citamos corresponde a Capoche (1585), y es
la misma que da a conocer Thierry Saignes como inédita correspondiente a Juan Suárez de
Cepeda en 1603 y que se encuentra en el Archivo de Indias de Sevilla. Dada la fecha anterior de
Capoche, se entiende que el segundo debió haber copiado del primero. Saignes ″Las Técnicas
mineras de Potosí según una relación inédita″ En: Arte y Arqueología No. 8 y 9. Universidad Mayor
de San Andrés, La Paz, 1982-83.
12. Seguramente quería decir 24 hornillas para 24 ollas.
13. La margasita era una maleza que acompañaba el mineral de plata. ″Hace bisos y resplandece
casi como oro volador, a los que no lo entienden parece algo y engaña″. Lange-Salazar Soler, ob.
Cit. pág. 339.
177

Capítulo 4. Sequías y construcción


de lagunas artificiales en Potosí

1 El asentamiento y fundación de la Villa Imperial de Potosí, estuvieron motivados por el


descubrimiento de su rico cerro, sin tener en cuenta condiciones climáticas que
hicieran favorable la vida de una población. El agua, elemento indispensable para el
hombre, estuvo siempre en Potosí supeditada a las lluvias, y como allí no llueve más
que en diciembre, en enero y en febrero se recurrió en el siglo XVI a la construcción de
unas lagunas artificiales, que además de alimentar a la ciudad a través de 290 pilas,
debían servir de motor a más de 132 ingenios de molienda de mineral. Es así, que un
año de copiosas lluvias significaba no sólo la supervivencia de la población sino el
funcionamiento de la molienda por seis o siete meses y el consiguiente beneficio del
quinto real.
2 El presente capítulo hace referencia a la fábrica y conservación de las lagunas y a los
períodos de sequía y abundancia más connotados en los siglos XVII y XVIII. Las fuentes
corresponden a la ″Historia de la Villa Imperial de Potosí″ de Bartolomé Arsanz de
Orsúa y Vela (1676-1736); a documentos encontrados por el historiador Gunnar
Mendoza que se citan en la última edición de Arsanz; a la ″Guía de la Provincia de
Potosí, 1787″ de Pedro Vicente Cañete y Domínguez (1754-1816), un trabajo de Alain
Gioda1, un documento encontrado en el Archivo Histórico Nacional de Madrid, en el que
se hace referencia a las lagunas de Potosí en el siglo XVIII2, y el trabajo de Catherine
Jullien (1997).
3 Hasta ahora la mejor clasificación de las lagunas es la propuesta por Luis Soux
Dupleich3, quien agrupa las lagunas en cuatro sistemas:
1. Grupo de San Sebastián de la quebrada de San Sebastián, que comprende las lagunas de San
Sebastián, Planilla, San Lázaro, Muñiza, Cruciza y Mazuni.
2. Grupo de San Ildefonso (Caricari) en que entran: la quebrada de San Ildefonso, con las
lagunas de San Ildefonso (Caricari), San Pablo, y San Fernando y la quebrada de Soras, con la
laguna de Calderón.
3. Grupo del Norte en que entran: la quebrada de Huacani, con las lagunas Providencia,
Huacani, Llamamiku, Buenaventura y San José; y la quebrada de Patipati con las lagunas de
Atocha, Candelaria, Santa Lucía y Santa Lucía Chico.
178

4. Grupo Sud en que entran las aguas de la quebrada de Lobato con las lagunas de Lobato,
Ulistia y Piscococha y la quebrada de Chalviri con las lagunas de Illimani y Tavacoñuño.

Construcción de las lagunas


4 Con la visita del Virrey Toledo en 1572 a Potosí, nació la idea de recoger el agua de las
fuentes que estaban entre los cerros de Caricari y otros arroyuelos que había en las
quebradas cercanas a la Villa, para luego construir una Ribera que llevara las aguas a
las moliendas de mineral4. Hasta ese momento funcionaban algunos ingenios de
molienda de mineral en valle de Tarapaya y Cachimayo, con el grave inconveniente de
la distancia, ya que el primero quedaba entre tres y cuatro leguas y el segundo a
diecisiete.
5 En un lapso de treinta años, entre 1572 y 1608 se construyeron dieciocho lagunas
artificiales. Según el Procurador General de Potosí Juan de Ayala, las lagunas (de cuando
él actuó en el cargo), fueron construidas por Pedro Sandi y Aulestia y costaron ″gran
suma de ducados". Otras las hizo construir Pedro de Córdoba, Corregidor de la ciudad,
quien aportó cuarenta y cuatro mil pesos para ello. El Corregidor Pedro Lodeña invirtió
sesenta mil pesos en nuevas lagunas, y el Corregidor Rafael Ortiz de Sotomayor gastó
cincuenta mil pesos5. Catherine Jullien6, ha encontrado las Visitas que realizaron estos
tres Corregidores, dando mucha información sobre los segundos y no así del primero.
Ella determina que el corregidor Pedro de Córdova Mesía, en 1602 hizo el arreglo de dos
″viejas″ lagunas, probablemente en los sistemas de San Ildefonso y San Sebastián,
trayendo agua de la laguna de Calderón. Que fue Pedro Lodeña quien inició uno de los
sistemas que traían aguas de más de diez kilómetros a la ciudad de la zona norte,
trayendo el agua de las lagunas naturales de Providencia y Huacani, además de otras
nuevas que se hicieron en la quebrada de Patipati.. Lodeña tenía cierta urgencia para
traer más agua a la Ribera, haciendo referencia a la sequía de esos años. Fue en 1609, a
raíz del proyecto del corregidor Ortiz de Sotomayor, en que probablemente se hicieron
ingresar las aguas de Tavacoñuño a la Ribera. (1997: 14-22)
6 Hasta 1620 se construyeron veinte lagunas: San Buenaventura, San José, Santa Lucía,
San Joaquín, Providencia, Estanque y Atocha, ésta última distante tres leguas de la Villa
y todas hacia la parte del baño, con inclinación al norte; Chalviri muy celebrada por su
tamaño y capacidad distante tres leguas de Potosí, comunmente llamada Tabacoñuño;
la Redondilla, Lobatona, Olestía, Patos, San Ildefonso o Caricari, con un muro de
contención de 238 metros de longitud, una profundidad de 8 metros y un perímetro de
cuatro kilómetros; San Pablo, San Fernando, Mazos, San Juan de Muñiza, Santa Bárbara,
San Sebastián. Todas ellas se mantuvieron durante el siglo XVII. Para el siglo XVIII habían
dos más, Las Cruces y el Estanquillo nuevo, que era una especie de quebrada a manera
de estanque7. La laguna de San Ildefonso o Caricari, tenía los muros de contención tan
anchos que según Arzans, una carroza podía pasar sobre la muralla y servía de baranda
para ver con seguridad el agua8. La obra de Arsanz tiene un extenso capítulo relativo a
la terminación de las lagunas y de la construcción de la Ribera artificial que llevaba el
agua de las lagunas a los ingenios de mineral ubicados a sus orillas. Así se sabe que la
laguna de Chalviri movilizó veinte mil indios de mita. Las lagunas llegaron a reunir un
total de 6 000 000 de metros cúbicos de agua9.
179

7 Luego de emprender el trabajo de la construcción de las lagunas, los azogueros 10 y


dueños de minas a instancias de la Visita del Virrey Toledo iniciaron el financiamiento
de la construcción de una Ribera artificial destinada a llevar el agua desde las lagunas
hasta los ingenios de mineral. Contaron además con una cédula que despachó en 1574 el
Rey Felipe II asignando para la construcción veinte mil indios ″perpétuos″ 11.
8 En diciembre de 1574 se comenzó la construcción de la Ribera con sesenta y seis
maestros. Se iban a fabricar 100 cabezas de ingenio aunque luego se fabricaron otras
treinta y dos. Tomaron parte 200 oficiales españoles y cuatro mil indios peones 12. Según
Cañete el agua que corría por la Ribera iba de este a oeste por una acequia de más de
vara y tercia de ancho, construida de cal y canto y que a mediados del s. XVII corrió la
longitud de la Ribera cerca de cuatro leguas, y que en el s. XVII corrió la longitud de la
Ribera cerca de cuatro leguas, y que en el s. XVIII escasamente llegaba legua y media,
comenzando por el Ingenio de Agua de Castilla hasta Cantumarca y aún cinco ingenios
más abajo.

Sequías e inundaciones
9 Potosí sufrió reiteradas sequías desde el siglo XVI. La de mayor magnitud, fue quizá la
del año 1606, anticipando -como señala Gunnar Mendoza- y la de 1609 cuando la
escasez de agua para los ingenios fue absoluta. En los meses de enero, febrero y marzo
de 1606, no cayó en Potosí ni una sola gota de agua. El sustento de agua faltó
totalmente. Esclavos, criados, indios y gente de menos suerte andaban 6 a 10 leguas en
busca de agua. La consecuencia de esta escasez de agua se dejó ver incluso en la
comercialización que se hizo de ésta, cuando por ejemplo un dueño de seis esclavos
hizo traer botijas de agua de una distancia de tres leguas, vendiéndolas a 10 pesos. Así
llegó a ganar en cinco meses 18.000 pesos. Relata el cronista Arsanz que era lamentable
180

ver multitud de hombres, mujeres y niños en el paraje Samasa (a tres leguas) y


Cebadilla (camino a Porco) y a otros en el valle de Tarapaya, a pie con cántaros
pequeños en busca de agua13. Otra sequía muy comentada y citada por Arzans fue la de
1713 que fue aplacada con rogativas y novenas. Pero así como hubo sequías, también
hubo períodos de abundancia de lluvia, a tal punto que causaron inundaciones en la
ciudad. El mismo autor relata cómo el domingo 6 de marzo de 1626 se inundó la laguna
Caricari, causando estragos en la Villa y destruyendo totalmente la Ribera. Se había
abierto una parte de la laguna, la del tajamar, donde halló más flaqueza el agua por no
haberse abierto oportunamente el año 1599 por el mismo lugar para desaguarse, debido
a que esas eran las órdenes del oidor de la Real Audiencia de la Plata y Justicia Mayor de
Potosí doctor Arias de Ugarte14. El rebalse de dos tercios del agua de la laguna destruyó
125 cabezas de ingenios quedando sólo seis intactas. Cuenta Arsanz, que hombres y
mujeres andaban desalentados corriendo de unos lugares a otros porque el agua había
rebalsado la ribera en un ancho de cuatro cuadras en algunos sitios y en otros en seis,
causando más de dos mil muertos y la pérdida de trescientos sesenta casas de españoles
y ochocientos ranchos y casas de indios15.
10 Refiere Cañete que el responsable de la inundación de la laguna fue el corregidor
Bartolomé Astete porque no habiendo atendido las razones del lagunero de realizar
algún desagüe a la laguna, rebalsó debido a las abundantes lluvias de aquel año. Ello dio
lugar a que la laguna reventara con violento impulso, dado que las aguas no
encontraron barrera en los tajamares que eran como en todas las demás lagunas, unas
paredes de céspedes, barro y piedras. El agua rompió con tanta precipitación, que
arrastrando la tierra y piedras ″se sorbió todos los ingenios que caían sobre el pueblo,
haciendo pedazos las ruedas, volcando los mazos y ejes, derribando las paredes,
anegando las casas y arrebatando cuanto encontró en ellas, con imponderable
estruendo y confusión por espacio de dos horas″16.
11 En mayo de ese mismo año de 1626, el Presidente de la Audiencia, don Diego de
Portugal se ocupó personalmente de la reparación de las lagunas mandando hacer
cimientos de dos varas de grueso y compuertas fuertes y seguras, esto aquietó el recelo
de otra inundación. Con este motivo el Virrey Marquez de Guadalcázar, mandó
continuar el impuesto que se había cargado en el vino para reparar fuentes y caminos y
llevar agua a la Plaza. Al mismo tiempo estableció otros impuestos de un real en cada
carnero de castilla de los que se compraren o vendieren en la villa, cuatro reales por
cada vaca o buey, toro o novillo nuevo para el reparo y fortificación de las lagunas, sus
compuertas, marcos y para el canal principal. A los azogueros les fió el azogue por tres
años, y añadió el premio de mil pesos al primero que reedificase su ingenio, seiscientos
al segundo, y cuatrocientos al tercero, además de concederles el reparto de 160 indios
por año, de aquéllos señalados a las minas de Porco 17. En aquél mismo año, 1626, consta
haberse hecho un cálculo sobre el impuesto, este montaría la suma de veintiseis mil
pesos, pero los fraudes en la administración los hicieron bajar hasta cuatro mil. Las
providencias del Virrey Marqués de Guadalcázar en 1626 fueron tan oportunas que en
1633 volvieron a existir los ciento veintidos ingenios que habían en 1624.
12 Un siglo después, en enero de 1724, luego de padecer una sequía de tres años, hubo
nuevamente abundancia de lluvias. En estos tres años de sequía se registró epidemia de
cólera, de manera que la aparición de las lluvias produjo tal regocijo, que -según
Arsanz- se hicieron banquetes y fiestas en las lagunas y que toda población de la ciudad
subió a ver las lagunas, festejando de una y otra forma el verlas llenas. Llegaron incluso
181

al escándalo pues aquéllo se hizo en época de cuaresma y en los días en que se


cumplieron 98 años de la inundación de la laguna Caricari. En 1725 las lluvias no
cesaron, y fueron tan terribles que la laguna de San Sabastián rebalsó en enero, a pesar
de que lo normal era que las lagunas rebalsaran en marzo. Arzans relata que en
cincuenta años solamente había visto el hecho en dos ocasiones, y ésta vez había llovido
incluso desde octubre cuando lo normal era que empezara a llover en noviembre. Llovió
tanto que cayeron trescientos viviendas de españoles y doscientos setenta ranchos de
indios, enterrando a algunos de sus dueños18. En aquélla ocasión se vinieron abajo parte
de las iglesias de la Matriz, San Agustín y la de los betlemitas, de suerte que ya se
clamaba a Dios por piedad y que cesase el estrago, cuando dos años antes clamaba a
Dios para que lloviese. Para Arsanz tales eran las pasiones y miserias de la vida.

Fuente: Arzáns y Vela. Historia de la Villa Imperial de Potosí.


(1705-1965). Rhode Island University. Providence.
182

Laguna de Tarapaya

Fuente: Historia de la Villa Imperial de Potosí. Bartolomé Arzánj de Orsúa y Vela. (1965 T.I.: 23) Rhode
Island University. Providence.

13 En 1750, el Corregidor Ventura Santelices, -quien entró a gobernar Potosí desde 1750-,
hizo subir la recaudación hasta 10.000 y 11.000 pesos. De éste dinero se mantenía
también un lagunero, con ochocientos pesos de sueldo anual y era nombrado por el
Gobernador de Potosí como superintendente de la mita. Su ayudante era contratado
con quinientos pesos. Completando la información de Cañete respecto a la laguna ″El
Estanquillo″ mandada a construir por el Corregidor Santelices entre 1750 y 1760, se
obtienen nuevos datos a través del Juicio de residencia interpuesto al Corregidor
Santelices al finalizar su trabajo19. Así, ante la acusación de que las lagunas no fueron de
provecho y sólo causaron gastos inútiles, Juan Antonio Santelices, -sobrino y heredero
de don Ventura Santelices y Venero-, declaró en 1754, que los testigos que mantenían
que acusaban a su tío Ventura, no conocían la importancia del reparo de dichas
lagunas, ni los verdaderos principios que tuvieron en su establecimiento siendo digno
de admiración su construcción en las ásperas quebradas de las muy altas cordilleras de
los Andes. Tampoco supieron del inmenso tesoro de cinco millones de pesos que se
gastaron en su fábrica, y que la injuria de los tiempos y el poco o ningún cuidado de los
anteriores ministros y corregidores en repararlas fueron la causa para que se sequen la
mayor parte de los vasos, socabones, conductos y desagües que las componían, de modo
que cuando el señor Ventura llegó a la villa halló sólo cuatro lagunas, la mayor parte
del año. Ventura Santelices, conocedor de que los inconvenientes podían ser aún
mayores, y a fin de precaver que una mediana sequía no fuese motivo para desamparar
y despoblar la villa y, sobre todo para que no sufriesen los ingenios de la Ribera lo cual
perjudicaría los quintos reales, se esforzó en trabajar en el mantenimiento de las
lagunas. Con gasto moderado, y bien distribuido y fiscalizado, según los declarantes,
183

consiguió el descubrimiento de socabones perdidos, de los más antiguos de la villa. Se


repararon primero las ruinas de las lagunas más dañadas utilizando fuertes parapetos y
terraplenes para ensanchar de ése modo los vasos para que contuvieran las aguas, pues
podían romper las márgenes existentes con su gravedad y peso. Luego se aumentaron
largas acequias y murallas de cal y piedra. Santelices hizo construir asimismo otra
laguna al pie de las demás para recoger de ellas sus vertientes y desagües que antes se
perdían. Cañete señala que ésta laguna, fue formada junto al primer ingenio llamado
Agua de Castilla, distante un cuarto de legua de la población. Veintisiete años después,
cuando Cañete escribió su Guía... anotó que la laguna el Estanquillo estaba
descompuesta y necesitaba refacción20.
14 A juzgar por el documento de Juicio de Residencia al Corregidor Santelices, su
verdadero aporte estuvo referido al gran número de compuertas de suave manejo,
seguridad y fortaleza de sus llaves artificiales, que podían ser manejadas por un sólo
hombre de mediana fuerza. También hizo levantar un costoso parapeto de 15 varas con
terraplén proporcionado a su altura y longitud. El Corregidor Ventura Santelices
concluyó dieciocho vasos o lagunas de opulenta magnitud, que causaron gran
admiración por su profundidad, que eran incluso navegables. Se comunicaban unas a
otras precipitadamente por medio de sus desagües tal como lo hacían cuando recién se
construyeron. Los desagües funcionaron de esa manera durante seis años, hasta que el
corregidor Santelices salió de Potosí. Este hizo muchos viajes a las altas cumbres de las
cordilleras expuesto a las inclemencias del clima, con el único fin de animar el trabajo
con su presencia y fomentar el que se hacía con la mayor economía posible. Contó para
ello con una Cédula librada por el Rey, en la que constaba la particular atención que le
merecían las lagunas. Se instruía en ella echar mano de los caudales de la Real Hacienda
en caso de que el ramo otorgado para reparación y conservación de las lagunas no
alcanzase, con la sola obligación de rendir cuentas al propio soberano.
15 La Guía de Pedro Vicente Cañete señalaba que el cuidado prodigado a la conservación
de las lagunas se realizaba para economizar el consumo y repararlas regularmente.
Observó que aún en años estériles se desperdiciaba el agua que corría por la Ribera los
domingos, en que no había molienda, y por las pilas y cañerías de la villa, ya que
corrían día y noche todo el año. Recomendaba limpiar las lagunas de las muchas arenas
que arrastraban las aguas y tenían lleno inútilmente el lugar que debían ocupar éstas.
Que debían obligarse a todos los gremios junto con los indios de la mita y los de las
parroquias y yanaconas a trabajar por faenas o contribuyendo en dinero al arbitrio del
Gobierno cuando querían eximirse del trabajo. En 1748 un voto de la Real Audiencia de
Lima había mandado guardar la siguiente orden de trabajo: martes los descansos de
mita, miércoles mestizos, mulatos y oficiales de gremios, y jueves gente de curatos. Por
otro lado tenía en cuenta la opinión de peritos conocidos con el nombre de ″prácticos″
en el sentido de que no convenían las lagunas limpias porque aquélla arena fangosa que
servía como álveo o fondo de las lagunas, ya que criaba en la superficie una especie de
lama que impedía la trasminación del agua por infinitas cangrejeras abiertas en
distintos sitios, y porque las mismas arenas conglutinadas impedían la infiltración del
agua por las murallas dos o tres varas hacia arriba para aumentar la capacidad de los
vasos y evitar su desperdicio siendo necesario para este trabajo dos cosas: la primera,
dinero que costeara el trabajo, considerando un préstamo de la Real Hacienda, con
cargo de reintegro; la segunda que el director fuese un ″hidrostático hábil″, que supiera
graduar el espesor de las murallas y demás medidas que las mantuviesen sin riesgo 21.
184

NOTAS
1. Gioda, Alain y Serrano Carlos ″L'eau et l'argent à Potosi″, en La Houille Blanche, Revue
Internationale de l'eau. 1998.
2. Archivo Histórico Nacional de Madrid. Juicio de Residencia al Corregidor de Potosí Ventura de
Santelices. 1767-68. 24 ffs. Las relativas a las lagunas son las ff. 14 v a 17.
3. Citado por Teresa Gisbert y José de Mesa en ″Potosí y su sistema hidráulico minero. Obras
hidráulicas en América Colonial, pp. 151-164. Ministerio de Obras Públicas y urbanismo
(CEHOPU). Tabapress, Madrid. 1993.
4. Arsanz de Orsúa y Vela, Bartolomé Historia de la Villa Imperial de Potosí. Ed. de Lewis Hanke y
Gunnar Mendoza. Brown University Press, Imprenta Nuevo Mundo S.A., México 1965. Tomo I,
Cap. 1, pág. 147.
5. Mendoza, Gunnar. Documento de minas No. 27. Además, nota marginal en Historia de la Villa
Imperial de Potosí, del autor citado. Tomo I, Libro V, Cap. 4, pág. 157.
6. ″Las lagunas de Potosi en tiempo de don Pedro de Lodeña; Documentos del Archivo de Indias″.
En: Historia y Cultura. Revista de la Sociedad Boliviana de Historia No. 24. La Paz 1997. pp 13-53.
7. Cañete y Domínguez, Pedro Vicente Guía de la Provincia de Potosí. 1787. Colección Cultura
Boliviana. Ed. Potosí. Potosí 1952. Cap V. Noticia Tercera, pág. 20
8. Arsanz, ob. cit. Libro I, pág. 163.
9. Gioda Alain, ob. cit. pág. 68.
10. Nombre que se dio a los dueños de minas e ingenios de mineral de plata en Potosí.
11. Arsanz, ob. cit, Tomo I, Libro V. Cap. 6 pág. 161.
12. Mendoza Gunnar, Documento de minas No. 281. Nota marginal en Historia de la Villa Imperial de
Potosí del autor citado. Tomo I, Libro VI, Cap 7, pág. 263.
13. Arsanz, ob. cit, Tomo I, Libro VI, Cap 7, págs. 263-264.
14. Arzans, ob. cit. T. II, Libro VIII, Cap 1, págs. 2,9,13 y 14.
15. Arsanz, ob. cit. Tomo II Libro VIII, Cap 1 págs, 2,9,13 y 14.
16. Cañete y Domínguez, ob. cit. Cap V. Noticia Séptima. pág. 91. Cita al cronista fray Diego de
Mendoza y a Antonio de la Calancha.
17. Cañete, ob. cit. Cap. V. Noticia Octava, pág. 92.
18. Arsanz, ob. cit. Tomo III, Libro Ii, Cap 1, pág. 177.
19. Archivo Histórico Nacional, (Madrid). Consejo de Indias No. 20370. 1767-1768.
20. Cañete, ob. cit. Cap, Noticia cuarta, pág. 90.
21. Cañete, ob. cit. Cap V, pág. 97.
185

Capítulo 5. Los extravagantes. Mano


de obra en las minas de Oruro, s.
XVII1

1 Se ha sustentado hasta ahora que la diferencia existente entre la mano de obra en las
minas de Potosí y las de Oruro en el siglo XVII, era que mientras que en Potosí
trabajaban mitayos, es decir, indios de trabajo forzado rotativo y mal pagado, el trabajo
en Oruro era libre y asalariado2. Con este trabajo se pretende dar a conocer algunas
connotaciones especiales tanto del trabajo libre como del forzado en las minas de
Oruro, demostrando con ello, que el trabajo en las minas de Oruro para la mayoría de
los trabajadores, no fue libre, ya que el permanente control fiscal, muestra un tipo de
mano de obra tan coartada en su libertad que estaba, como en ningún otro lugar,
confundida incluso en algún caso con la propia esclavitud.
2 Al mismo tiempo establecer para esa supuesta mano de obra libre, la connotación del
indio extravagante, que aparentemente era libre pero que para resistir la coacción al
trabajo tenía que ausentarse y huir por temporadas, a vista y paciencia del azoguero de
Oruro.
3 Respecto al trabajo forzado o mita se quiere demostrar, que pese a que las autoridades
coloniales nunca aceptaron abiertamente que Oruro contara con mitayos o indios
obligados a trabajar en forma rotativa provenientes de las provincias obligadas, en
Oruro existió el trabajo de mita, aunque no de manera permanente, ni autorizada
abiertamente.
4 Las fuentes inéditas empleadas para este trabajo, que nos han llevado a las afirmaciones
anteriores son dos libros manuscritos, uno que contiene las Provisiones y Cédulas
Reales dadas a la Villa de San Felipe de Austria, minas de Oruro, y el primer Libro de
Actas de la misma Villa. Ambos libros abarcan los primeros cuarenta años de vida de
Oruro, fundada en 1606. También se ha utilizado la ″Descripción de la villa de Oruro de
Felipe de Godoy″ de 16073.
5 La bibliografía existente sobre de la mano de obra en la zona andina es amplia, y va
referida también a identificación de grupos étnicos, ausentismo y migraciones. El
interés por el ayllu como unidad de parentesco desestructurada con la presencia
186

española fue iniciado según Murra por Heinrich Cunow alrededor de 1890 4. Pero fue a
partir de la década de los años 60 en que se publicaron algunas Visitas y estudios de
población cuando se dio inicio a los estudios sobre migraciones 5. En 1965 Alberto Crespo
escribía que sólo por la magnitud de grupos humanos que había movilizado y
desarraigado la mita, su estudio merecía un serio y profundo examen documental 6.
Murra en 1975 reinició el debate a partir de la nueva premisa de examinar las unidades
prehispánicas a la luz de los últimos planteamientos de la antropología. Sánchez
Albornoz en su obra Indios y Tributos en el Alto Perú (1978), sugiere directamente en el
análisis de saldos poblacionales, algunas causas del abandono de los pueblos de indios.
Luego aparecieron trabajos sistemáticos que utilizaban de visitas, padrones,
repartimientos de indios y otros documentos judiciales, que coincidieron casi siempre
en que los ″saldos acumulados″7 de poblaciones eran consecuencia del abandono de
pueblos y territorios étnicos ocasionados a su vez por la intensa explotación que
imponía el sistema mercantil colonial8.
6 En 1978 Thèrése Bouysse9 trazó el primer mapa étnico aymara cuando se confundían
todavía los grupos étnicos con los idiomas hablados10. Los trabajos de Thierry Saignes
utilizando las primeras cédulas de encomienda otorgadas por los gobernantes del Perú
y las reducciones de Toledo dieron una lista importante de unidades étnicas del
altiplano boliviano, ofreciendo además importantes sugerencias sobre la causa y el
destino de las migraciones11.
7 En lo que toca a teoría sobre mano de obra están los trabajos de Sánchez Albornoz sobre
el trabajo indígena en los Andes y Sempat Assadourian en algunas páginas de sus libros
sobre El sistema de la economía colonial y Transiciones hacia el sistema colonial andino 12.
8 Sobre mano de obra son fundamentales los trabajos de Crespo (1970), Cole y Bakewell,
que aunque están referidos a Potosí, son referencia válida para la mano de obra de
Oruro.
9 No hay ningún estudio que se refiera específicamente a migraciones de indios y mano
de obra en las minas de Oruro, a principios del siglo XVII. El trabajo que da los datos más
antiguos de Oruro es el de Ramiro Condarco, quien remonta sus orígenes a la
prehistoria dando luego noticia de su descubrimiento y fundación 13. En ″Fundación de
la Villa de San Felipe de Austria″14, de Alberto Crespo se encuentran los antecedentes de
la ocupación del territorio, el descubrimiento de sus minas y su fundación. Se leen allí
algunos datos sobre la categoría laboral de los primeros indios que acudieron a trabajar
a Oruro, que van citados en este artículo. El trabajo ″Oruro. Origen de una Villa minera″
de T. Gisbert y José de Mesa15, incide también en el descubrimiento y fundación
enfatizando el aspecto urbanístico.

Descubrimiento y fundación de Oruro


10 Cuando Juan de Saavedra fundó Paria, a pocas leguas de Oruro, por orden de Diego de
Almagro en agosto de 1535 encontró una población de 1.500 indios. Luego Paria quedó
dentro de la encomienda otorgada a Lorenzo de Aldana junto con los territorios de
Toledo, Tapacarí y Capinota y daban una renta de 60 mil pesos. En 1557 los indios de
Paria descubrieron las vetas de plata de Oruro, pero fueron abandonadas hasta que en
1581, un tal Antonio Quijada en sociedad con Gonzalo Martín de Coca y Sebastián
Márquez explotaron las minas de plata sacando un total de 6.565 marcos de plata fina.
187

Los trabajos tuvieron que ser detenidos debido a la falta de mano de obra, entonces
Márquez y otros tres españoles se presentaron al Alcalde Mayor del asiento de minas de
Berenguela a pedirle concesión de indios, ya que el Virrey Toledo había adjudicado a
Berenguela 500 indios y las minas no resultaron rendidoras. El 20 de marzo de 1605, un
grupo de pobladores de las minas de Oruro nombró a Diego de Medrano principal
descubridor para que en calidad de procurador solicitara al virrey del Perú o al
Presidente de la Audiencia de Charcas la concesión de indios de ″cédula″ o mita para
esas minas. Pero se sabe que la solicitud no fue concedida. Sin embargo, según datos de
A. Crespo (1967) había en 1605 mil indios en el asiento minero. Seguramente entre
mitayos y ″libres″ o voluntarios.
11 La fundación de la Villa de San Felipe de Austria se hizo el 10 de julio de 1606 y para
1607 los indios habían llegado a la suma de 6 mil 16.

Migraciones hacia Oruro en el siglo XVII


12 En 1603 los 14 encomenderos del asiento de Salamanca, minas de Berenguela, se
quejaron de la ausencia de la casi totalidad de los 155 indios de encomienda que
supuestamente debían estar trabajando con ellos y que se habían ido a Oruro.
13 Entre 1605 y 1607 acudieron 5 mil indios a las minas de Oruro 17. Falta establecer su
procedencia, aunque en su mayor parte provendrían de Potosí, ya que una cédula de
1606 instruía a la Audiencia a echar de Potosí a la ″gente suelta y libre″ que había allí,
ya que después de cumplir su mita había muchos indios ″perdidos y destruidos″ 18.
14 En 1610 los indios que faltaban a la mita de Potosí y que habían ido a las minas de
Oruro, provenían de los repartimientos de Cabana y Cabanillas, Lampa, Nicasio,
Capachica, Pucarani, Caracollo, Cochabamba, Chayanta, Quillacas, Asanaques, Aullagas,
Uroquillas, Ñuñoa y Oruro19. Según una Provisión del Virrey Juan de Mendoza, dada en
1611, se sabe que muchos españoles abandonaron Berenguela y con ellos muchos indios
para dirigirse a Oruro. El informe dice que muchos españoles se habían pasado con
indios a Oruro y que allí los ″vendían y arrendaban″20. No se menciona aquéllos que
provenían de Potosí.
15 En 1611 otro documento señala que los indios que faltaban en Potosí y se encontraban
en las minas de Oruro procedían de Berenguela, Garcimendoza, Sicasica, Cochabamba,
Omasuyos y Paria. Hacia el año 1632 y 1644 se vuelve a mencionar los mismos sitios
para nombrar esta vez a indios de ″cédula″ o mitayos, que fueron a trabajar a las minas
de Oruro.

Mano de obra libre en Oruro


16 El incorporar la mano de obra indígena a la estructura colonial resultó una tarea muy
difícil, y a pesar de que en su momento Polo de Ondegardo y Toledo 21 trataron de
adecuar los requerimientos de mano de obra a las formas prehispánicas de trabajo, la
coacción a que estuvieron sujetos los indios no dio lugar a ningún consenso y estos
últimos sintieron en todo momento un rechazo natural hacia el nuevo sistema.
Sánchez-Albornoz (1983) analiza la nueva situación laboral como un acostumbramiento
a prácticas laborales extrañas, y la más extraña de ellas, la del trabajo asalariado. El
188

indio ″debía operar según modalidades y ritmos no siempre practicados antes″ 22. Ello
produjo diferentes respuestas, que son objeto de las páginas siguientes.
17 El descubrimiento de las minas de Oruro y la necesidad de contar con mano de obra
para explotarlas suscitó una fuerte controversia entre autoridades potosinas y orureñas
en torno a la necesidad de mano de obra en sus respectivas minas. Esa controversia es
la tónica común en los dos libros manuscritos consultados. Por un lado Potosí quería
que la fuerza de trabajo no se quedara en Oruro23, por otro las autoridades orureñas
pedían constantemente mano de obra obligada, o por lo menos la legitimación de la
mano de obra libre en Oruro, de modo que no fueran molestados por los comisionados
que se presentaban en Oruro para capturarlos.
18 Los primeros indios contratados ″libremente″, llamados también mingas 24, o contratados
″libres″ con un salario para trabajar en las minas, fueron aquéllos que contrataron los
hermanos Medrano, descubridores de las minas alrededor del año 1605 y fueron ″los
indios más cercanos, y de los que por allí pasaban″, y les pagaron cada día 4 reales. A
estos indios se les llamó también indios de ruego 25, porque se les suplicaba para que
trabajaran allí. También, según Godoy se les llamó indios extravagantes 26, porque tenían
la peculiaridad de vivir cerca de sus casas y pueblos de donde ″cada día″ llevaban
productos agrícolas27.
19 En 1606 llegó Alonso Alvarez de Nava con un caudal de 4.000 pesos, asociado por 7
meses con Juan de Medrano, quien contaba a su vez con 17.000 pesos. Para contratar
mano de obra, Alvarez de Nava se fue a Pacajes, y contrató indios por un peso diario, y
como hasta entonces se les pagaba 4 reales, consiguió 36 indios. Según Godoy, de ahí en
adelante, los indios ya no quisieron ganar menos de un peso diario, y Nava les debía dar
además pan, vino y coca ″para agasajarlos y acariciarlos″. Poco después, este minero les
aumentó jornal y por 5 días a la semana les pagó 8 pesos a los barreteros 28 y 5 a los
apires29, además de dejarles llevar el mineral que pudieran. Por todas estas ventajas
acudieron más de 5.000 indios a las minas de Oruro, quienes fueron considerados
″libres″ y ″voluntarios ″y ″no compelidos″ a trabajar, así como también aquéllos indios
descritos en muchos documentos como los huidos ″por quebradas y huaycos″, y
procedentes ″de partes incógnitas″30.
20 Según Ann Zulawski (1987), el sistema colonial usó el trabajo asalariado y libre para
preservar la explotación de minerales, frente al cada vez más evadido sistema de la
mita, y respaldado desde el principio por la corona31. Nuestras fuentes añaden rasgos
muy fuertes de coacción y falta de libertad hacia los indios asalariados en Oruro.
Supuestamente en Oruro los mingados32 trabajaban ″excentos de coacción″ 33, y recibían
su pago diariamente, sólo por el hecho de trabajar y no por tarea cumplida como
recibían los mitayos de Potosí. Zulawski desecha la idea de coacción al trabajo libre
(1987: 406), sin embargo la coacción estuvo ligada desde el inicio del reclutamiento de
la mano de obra ″libre″ a las minas de Oruro. Sánchez-Albornoz (1983) sostiene que el
problema que debieron plantearse los colonizadores desde el principio, es que nunca
podrían contar con la cantidad suficiente de trabajadores voluntarios para cubrir sus
necesidades económicas34. Los indios en Oruro no trabajaron como los españoles
esperaban, motivados por el salario, su indolencia frente al trabajo compelido fue
entendida como ociosidad por juristas como Matienzo y Juan de Solórzano y Pereyra 35.
En verdad el indio no trabajaba para el español, por su propia voluntad, pero tampoco
para sí y fue compelido y forzado a servir porque no podían entender, ni admitir los
objetivos para los que se les proponía trabajar, ni estaban acostumbrados a las prácticas
189

que se les requería adoptar, ni tampoco respondían a los estímulos, como el salario, con
los que se quería inducirlos″36.
21 En 1612, aparecieron en Oruro, muchas personas particulares y azogueros de los Lípez y
Berenguela, de Fuentecillas, Paucarcolla y otros asientos tratando de mingar indios con
pago adelantado. Aparentemente esos eran ″contratos libres″, sin embargo, parece ser
que no lo eran porque por salir de Oruro debían pagar tasa a las Cajas Reales. Para
evadirla los españoles hacían contratos de noche, sacando a los indios a escondidas.
¿Puede hablarse entonces de trabajo libre?
22 La coacción a que estuvieron sujetos los indios que se contrataban en Oruro se enmarca
sobre todo dentro de la pugna por la mano de obra entre los encomenderos y
autoridades de Potosí y las de Oruro. Los corregidores de Potosí, fueron notando cada
vez más el ausentismo en sus minas, dando lugar a que fueran muchas veces ellos
mismos, o sus comisionados a Oruro, y cédula en mano proceder a la captura de
aquellos indios, que teniendo que cumplir mita en Potosí, se encontraban trabajando en
Oruro. Para este cometido los captores preferían hacer inspección los días de fiesta,
donde era más fácil encontrarlos en sus rancherías.
23 La controversia entre autoridades potosinas y orureñas en torno al derecho a la mano
de obra es larga y abarca por lo menos toda la primera mitad del siglo XVII.
Frecuentemente, los Virreyes instruían para que se respetara tanto el trabajo de la mita
en Potosí, como el trabajo asalariado en Oruro37, pero la primera reacción, tanto del
Virreinato como de la Audiencia de Charcas, fue ordenar que los indios no fueran
admitidos por los españoles en Oruro, so pena al indio mitayo de 50 azotes y corte de
cabello y a los españoles que los recibieran, 100 pesos ensayados y 6 meses de destierro
a 5 leguas alrededor del asiento de donde sucediese. Ningún minero que se atrevía a
contratar indios de cédula por los castigos que se daban por ello 38. Solamente podían ir a
Oruro los indios que habían cumplido la mita de Potosí, y solamente se les autorizaba
permanecer 4 meses en Oruro para ″reparar su pobreza″, antes de volver a sus
pueblos39.
24 Las autoridades potosinas no se conformaron nunca con las disposiciones y Cédulas
Reales emitidas a favor de las nuevas minas, lo que motivó una continua apelación al
Virreinato, quejándose además de que también españoles ″diestros y de experiencia en
descubrir nuevas minas″, abandonaban igualmente Potosí para irse a Oruro, junto con
los más experimentados indios barreteros, que eran muy apreciados porque tenían el
″antiguo conocimiento de las labores del cerro de Potosí″40. De las quejas y continuas
apelaciones surgieron diversas disposiciones tendentes a controlar la mano de obra, así
tenemos que en favor de las autoridades potosinas se dispuso que los comisionados
debían hacer volver a su mita a quienes hubiesen huido de ella.
25 Debían enviar de vuelta a sus pueblos de origen a los indios que habían cumplido su
mita en Potosí y los 4 meses de trabajo libre en Oruro. Solamente podían sacar indios de
Oruro, las personas autorizadas para ello. Para evitar la falta de indios en Oruro, el
Corregidor, debía levantar Padrón con nombres y ″naturaleza″ de los indios, (lugar de
origen y a veces oficio) cada cuatro meses, so pena de una multa de 1.000 pesos de oro.
Por último los comisionados debían hacer volver a los indios que hubiesen cumplido su
mita a sus pueblos para ser empadronados, con objeto de conservar las reducciones, y
mantener el pago del tributo, pues la administración colonial veía con desesperación la
190

paulatina aunque aparente desestructuración de los pueblos con la evidente pérdida de


tributarios en sus lugares de origen.
26 El Corregidor de Oruro decía que los jueces comisionados para sacar indios de esa
ciudad, atemorizaban y ahuyentaban a los indios, dando lugar a que los funcionarios y
mineros de Oruro ocultaran indios. Los jueces en Potosí, que hacían el reconocimiento
de indios en las minas, acusaban a los corregidores de Oruro por ocultar y esconder
indios impidiendo el cumplimiento de los comisionados. Era tal la animadversión
contra los comisionados iban de Potosí a Oruro a capturar indios que en noviembre de
1610, consiguieron un amparo especial de la Audiencia de Charcas, para no ser
agraviados por los vecinos de Oruro. La provisión al mismo tiempo les pedía no
excederse en rigurosidad contra un castigo de 6 pesos ensayados por día de trabajo,
además de que no se daría comisión a los jueces residentes en Oruro, por el supuesto
temor de no obrar en favor de las minas de Potosí41. De alguna manera los comisionados
se las ingeniaron para capturar indios aunque no estuvieran empadronados en las
cédulas de Potosí, ya que no se explica de otra manera el que algunas autoridades
orureñas ocultaran a indios que incluso no aparecían en padrones 42. Esta práctica se la
continuó usando hasta 1655, año en que tenemos referencia de que se seguía
capturando indios de Oruro para Potosí. En la captura contaban muchas veces con la
ayuda de las propias autoridades orureñas43.
27 En 1610 el Virrey estableció por primera vez la legalidad de los indios contratados en
Oruro. Así don Juan de Mendoza y Luna, viendo la importancia de la labor de las minas
de Oruro, la estableció por ser beneficiosa para los quintos del Rey 44. De igual modo en
1612 dio una Provisión para que las disposiciones sobre ingenios de mineral en Oruro
fueran las mismas que para Potosí.
28 Si por un lado hay señas de que a los indios contratados ″libremente″ en Oruro, les iba a
mejor que en ningún otro asiento minero, la coacción de algunas autoridades orureñas,
en concomitancia con las de Potosí, llegó a extremos tales como la de cobrar dinero a
los indios por su libertad. La estrategia consistía en capturarlos, encarcelarlos y no
dejarlos salir mientras no pagaran entre 20 y 60 pesos, supuestamente ″a cuenta de su
mita″. Esta aseveración nos haría pensar que se trataba de los indios de faltriquera o
indios de bolsillo, practica utilizada por quienes podían pagar al cacique o a otro
intermediario por no ir a la mita. Pero la compra, a la que aquí se hace referencia no
tiene nada que ver con la que Bakewell describe como indios de faltriquera, ya que los
indios en Oruro no solamente no eran libres sino que en muchos casos, como en este,
tenían que comprar su libertad. Prácticamente estamos hablando de indios tratados
como esclavos45. Ahora bien para pagar 20 y hasta 60 pesos por su libertad era para los
indios de Oruro aparentemente posible ya que una Provisión dada para Oruro en 1632,
afirmaba que los indios ganaban ″mucha plata″ ya que aquella tierra era más barata y
tenían todo tipo de provisiones para su subsistencia46. Además, como vimos, los indios
ganaban mejor que los de Potosí. Sin embargo, por más de que esta fuera una situación
real, no dejaba de ser una coacción muy cercana a la práctica de la esclavitud, ya que
solamente con ″mucha plata″ podían pagar a los curacas y caciques para que no los
sacaran de allí.
29 Otra prueba de la existencia de indios con trato de esclavos fue la venta directa y
alquiler de indios por algunos encomenderos y azogueros. Así hubo azogueros
potosinos, que mingaron47 ellos mismos a sus indios en las minas de Oruro. A estos se los
llamó ″indios vendidos″, y debían producir para el ″comprador″, o sea el dueño de mina
191

de Oruro, el precio que daba por él. Cuando no cumplían este cometido, eran
″martirizados″48.
30 ¿Pero cuál era la reacción de los indios ante aquel trato tan duro? La respuesta es que
huían constantemente aunque oficialmente declaraban por voz del protector de
naturales que se sentían agraviados ante la coacción y captura indiscriminada, pero que
estaban bien pagados ya que todos ganaban para su sustento y para el pago de sus
tasas49.
31 La denominación de indios extravagantes, aparece en la Relación de Godoy para los
primeros años en los que se contrataron indios en Oruro. Los extravagantes eran los
indios que se ocupaban en otras tareas50, sobre todo relacionadas con el comercio con
su comunidad de origen. En los documentos consultados, tales como las Cédulas y
Provisiones Reales dadas a la villa de San Felipe de Austria y los Libros de Actas de la
villa, no se menciona a los indios con ese nombre. Sin embargo la palabra extravagante
es muy sugestiva para designar aquélla mano de obra extra, o sea, fuera de cédulas y
repartimientos, y además vaga, aparentemente fácil de convencer para trabajar, pero
que dada su idiosincracia aparecía y desaparecía cuando consideraba oportuno.
32 Los indios extravagantes vendrían a ser aquellos coaccionados que como resistencia al
acecho español huían por ″quebradas y huaycos″, cuando llegaba la Visita de los
comisionados de Potosí, o cuando así consideraban que debían hacerlo. Los indios
extravagantes mantuvieron en Oruro lazos de parentesco con sus lugares de origen51. La
relación de los indios con sus pueblos de origen, estuvo unida, como lo manifestó
también Ann Zulawski, a una red doméstica de abastecimiento de comestibles e incluso
hasta de intercambio mercantil. En los Memoriales que acompañan a las Provisiones en
favor de Oruro, queda establecido que no solamente dependían de las redes comerciales
los indios extravagantes que trabajaban en Oruro sino también muchos mercaderes,
quienes sustentaban que el trajín atraía indios antes que ahuyentarlos, pues cuando se
lo hacía estos se iban a lugares ″remotos″, perdiéndose definitivamente 52, en
″quebradas y huaycos″ o yéndose a Mojos, donde no se los hallaba más 53.
33 Según la documentación consultada en esta investigación, los indios que habitaban en
Oruro, mantuvieron estrecha relación con sus pueblos y ayllus de origen, de manera
imperceptible a las autoridades españolas. Ellos actuaban de acuerdo a esos lazos, tan es
así que por ejemplo cuando en 1610 se planteó la necesidad de echar a todos los indios
que debían ir a la mita potosina, el protector de naturales de la Villa expresó que
aquéllo era improcedente porque cuando se echaba a uno, se les unían todos los
mingados, o trabajadores libres, que eran hermanos, deudos o parientes de sus ayllus,
que eran forasteros y eran quienes sustentaban la labor de las minas 54.
34 La mano de obra asalariada atrajo a más indios al trabajo en Oruro, no sólo por ser
mejor retribuida sino porque podía captar redes de parentesco, de trabajo compartido y
mancomunado, tal como se practicaba en la cultura andina, y que fue cortado con la
mita ya que esta no tomaba en cuenta los lazos familiares al enviar gente a Potosí.

Mitayos, o mano de obra forzada en Oruro


35 Desde el descubrimiento de las minas de Oruro, las autoridades pidieron al Virrey la
adjudicación de indios de cédula para el trabajo en las minas. El Virrey, no queriendo
enemistarse con los azogueros potosinos, –quienes se quejaban de que sus indios se
192

iban a Oruro–, no aprobó nunca explícitamente la dotación de mitayos a Oruro, sin


embargo, en diferentes documentos se menciona su existencia.
36 En la Descripción de Godoy, por ejemplo, al hablar de la cantidad de mineral que los
indios sacaban de las minas entre los años 1606 y 1608, se menciona que los indios ″de
cédula″ o mitayos sacaban cada uno más de 2 quintales de mineral de las vetas de la
Trinidad, de Nuestra Señora de la Limpia Concepción, San Francisco, y otras 55.
37 Godoy, en su informe a la Audiencia de La Plata, recomendaba asimismo repartir indios
de cédula a Oruro, indicando los lugares de donde se debían enviar. Estos debían ganar 3
reales por día y su procedencia debería ser así:
• 400 indios que antes se daban a las minas de Garcimendoza
• 150 indios que antes eran de Berenguela, que se encontraban desiertas y desamparadas, por
ser los metales muy dañinos para los indios.
• 300 indios de los 480 que se repartían de la plaza de la ciudad de La Paz.
• 150 indios que se mandaron a la frontera de Tomina, y que eran de los 950 que repartió el
Virrey Toledo a las minas de Porco, y se encontraban ahora y ya no los necesitan porque
habían logrado incluso servicio de los indios chiriguanos de frontera.
• 150 de los 300 que repartió el Virrey Toledo para las minas de Cara-vaya, que habían
disminuido notablemente.
• 539 indios conde56 de Cuzco, que Toledo había determinado fuesen a Potosí, y nunca lo
hicieron.
• 434 indios urus57 que como estaba visto que huían de las minas de Potosí, aunque se les
pusiese los castigos más fuertes, proponía Godoy se los hiciera trabajar en los ingenios y no
en las minas.
• Indios collaguas58 que se quedaron en Arequipa con motivo del terremoto, y que entonces
podían ir a Oruro.
38 Todos estos sumaban 2.553.
39 Para argumentar en favor de la existencia de indios de mita u obligados a trabajar en
Oruro, tenemos además la existencia de la Caja de Granos.
40 La Caja de Granos era una un fondo que se recaudaba con el aporte de un grano diario
de plata por parte de indios mitayos. Con lo recaudado se pagaba a los veedores o
personas encargadas de velar por la seguridad interna de los socavones. El pago a esta
Caja, era una institución practicada en Potosí, desde el siglo XVI, y que se impuso en
Oruro. Su existencia es clara, y está refrendada por una Provisión del Virrey de Montes-
claros fechada el 22 de Junio de 161859. Si es que no hubiera habido mitayos o indios de
cédula también llamados indios de repartimiento hasta ese entonces en Oruro, habría que
suponer que los oficios de veedores fueron aparentemente sin salarios con el
consecuente descuido de la seguridad de los indios y de los socavones. Otra posibilidad
es que simplemente no hubo veedores. Lo cierto es que en 1618 hubo indios de
repartimiento60, que pagaron el grano diario a la Caja de Granos, aunque no se sabe
cuánto duró esta disposición, ya que hasta 1632, todavía no se había instituido
legalmente el pago de Granos61.
41 Para concluir, debemos decir que se ha venido sosteniendo hasta ahora que la fuerza de
trabajo en las minas de Oruro a principios del siglo XVII fue libre y que no hubo mitayos.
Analizados los matices de las dos formas de trabajo a la luz de nuevos documentos se
demuestra que por un lado el trabajo voluntario llamado libre, no excluía presiones y
coacción y que por otro lado, pese a que ni el Virrey ni la Audiencia autorizaron
193

abiertamente el envío de indios mitayos, éstos fueron enviados cuando se descubrieron


las minas por encomenderos de Berenguela, luego por los de Potosí, ya que hasta 1644
se registra su presencia intermitente en Oruro.
42 La libertad que tenían los indios al contratarse voluntariamente en Oruro, era una
libertad sumamente restringida, coartada permanentemente por tasas de ingreso y
salida de las minas y lo que es peor, por una inseguridad e intranquilidad permanentes,
al saber que en cualquier momento eran podían ser obligados a ir a la mita de Potosí o a
sus pueblos de origen, ya que su ausencia en los mismos preocupaba sobremanera a las
autoridades. En algunos casos la persecusión y coacción ejercida con los indios llegó
incluso a su venta.
43 A los indios contratados que aparecían en Oruro se les llamó extravagantes y
respondieron a la coacción con ausentismo y fuga temporal. Los azogueros no tuvieron
más remedio que aceptar esta situación al ser la única fuerza de trabajo que podían
disponer.
44 Este aporte introduce dos matices, primero, que voluntario no excluye presiones o
coacción y segundo que en Oruro hubo más mitayos que lo que se ha supuesto hasta
ahora.

NOTAS
1. Agradezco a Nicolás Sánchez-Albornoz sus sugerencias y comentarios.
2. ZULAWSKI, Ann, ″Mano de obra y migración en un centro minero de los Andes: Oruro, 1683″ En:
Población y Mano de obra en América Latina. Comp. Nicolás Sánchez-Albornoz. Ed. Alianza América,
Madrid 1985; y de la misma autora ″Wages, Ore Sharing and Peasant Agriculture: Labor in Oruro's
Silver Mines, 1607-1720″ En: Hispanic American Historical Review. Durham 1987.
3. Los libros pertenecen a una colección particular de la ciudad de La Paz, la ″Descripción de la
Villa de San Felipe de Austria, Asiento y minas de Oruro″ se encuentra en el Archivo de Indias,
Charcas 32. Agradezco a Mercedes del Río el haberme proporcionado una fotocopia de ella. Esta
Relación fue publicada -parcialmente- en 1912 en La Paz por el Boletín de la Oficina Nacional de
Estadísticas No. 7. Está citada por José de Mesa y Teresa Gisbert en ″Oruro. Origen de una Villa
minera″ en Ponencias del VI Congreso Internacional de Minería Vol. I, pp. 489-590. León. Cátedra de San
Isidoro, y también en Zulawski Ann ″Wages, Ore, Sharing, and Peasant Agriculture: Labor in Oruro
s Silver Mines″. (1987) Durhan, HAHR.
4. Citado por Sempat Assadourian (1994: 151).
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Coloqui Internacional sobre Historia de la Minería, Vol 1, pp. 468-482. León. Cátedra de San Isidoro.
7. La acepción pertenece a Sánchez-Albornoz.
194

8. Aquí estarían los trabajos de T. Saignes, citados en la Bibliografía de este artículo, Thérèse
Bouysse-Cassagne La identidad aymara, aproximación histórica (siglo XV, siglo XVI) (1987) La Paz, Ed.
Hisbol; Mercedes del Río y José Gordillo La Visita de Tiquipaya, (1993) Cochabamba, Ed. Ceres.
9. ″L espace aymara″, en Annales, 330 anné. Nos. 5-6, París.
10. En el trazado de grupos étnicos en el centro y sur del territorio de la Audiencia de Charcas,
hoy Bolivia, tenemos ahora importantes trabajos como los Teresa Gisbert, Silvia Arze y Marta
Cajías Arte Textil y mundo andino, 1987, que a partir del estudio de estilos en los textiles dan un
panorama muy importante de grupos étnicos; Rossana Barragán ¿Indios de arco y flecha? 1994,
Sucre Ed. Asur y Ana María Presta, Mercedes del Río, Raymund Schramm, José Luis Martínez,
Catherine Julien en Espacio, Etnías, Frontera Ed. y Comp. de Ana María Presta, 1995 Sucre, Ed. Asur,
reconstruyen los grupos étnicos del surandino. En el caso de del Río dando cuenta de la
federación étnica qharaqhara (Oruro-Cochabamba) y de sus estrategias de supervivencia en la
época temprana colonial, en el de Presta ubicando los asentamientos vallunos procedentes del
altiplano en los siglos XVI XVIII, (Chuquisaca); Julien intenta un análisis de grupos yamparas en
Oroncota en el siglo XVI, (río Pilcomayo) Schramm estudia los asentamientos étnicos de Ayopaya
y Mizque (actual Cochabamba) y sus amenazas al colonizador español.
11. 1987 En ″Ayllus, mercado y coacción colonial: el reto de las migraciones internas en Charcas
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15. En: Ponencias del VI Congreso Internacional de Minería, (1970) León. Cátedra de San Isidoro.
16. A. Crespo, ob. cit.
17. Godoy, doc. cit.
18. Citada por A. Crespo (1970: 21).
19. Los indios provenientes de ″Oruro″, lo eran del distrito del Collao, de Santa Cruz de Oruro,
actual Orurillo. (Comunicación de No. Sánchez Albornoz). Provisión Real y Decreto de la Real
Audiencia de Charcas. 1 de Septiembre de 1610 y 1 de Julio de 1610. Libro de Provisiones. Doc.
cit...
20. Provisión del Virrey Juan de Mendoza. Los Reyes 30 de Octubre de 1611. En: Libro de
Provisiones... doc. c. cit.
21. Citados por Sánchez-Albornoz, 1983, ob. cit. págs. 32-34.
22. ″El trabajo indígena en los Andes: Teorías del siglo XVI″ En: Historia Económica y pensamiento
Social. Estudios en homenaje a Diego Mateo del Peral. Ed. Gonzalo Anes, Luis Angel Rojo y Pedro
Tedde. Ed. Alianza, Banco de España, Madrid 1983.
23. Aunque existía la provisión citada en cita No. 20.
24. El minga era el indio que había adquirido una especialidad en la mita y que era contratado
con salario cuando quedaba libre.
25. Godoy, Felipe de ″Descripción de la Villa de San Felipe de Austria, Asiento y minas de Oruro″ f.
11 v, Charcas 32. Archivo de Indias.
26. Sánchez Albornoz encontró indios llamados extravagantes en Nueva Granada, y eran los indios
que habían huido de sus comunidades y de los que aparentemente se nutría la categoría de
forasteros. (1978: 51).
27. Visita de Godoy, doc. cit. ff. 12 v, Zulawski 1987: 407.
28. El barretero era el trabajador que cortaba el mineral dentro de la mina con barras y martillos.
195

29. El Apire era el indio que acarreaba el mineral en bolsas tejidas artesanalmente.
30. Godoy refiere que muchas veces los caciques enviados a estos ″sitios incógnitos″ a traer
indios, recibieron de ellos hasta 9.000 pesos porque los dejasen allí.
31. Existen documentos que ayudan a formular tal aseveración, por ejemplo Agia en Servidumbres
personales de indios (1603), -citado por Sánchez-Albornoz, ob. cit pág. 37-, cita la Cédula de 1601,
por la que los indios podían concertar e ir a trabajar con quienes ellos quisieren y por el tiempo
que les pareciere ″de su voluntad sin que nadie pueda detener contra ella″.
32. O trabajadores contratados libres que sabían un oficio.
33. Zulawski 1987, ob. cit.
34. ″El trabajo indígena...″ ob. cit., pág. 35.
35. Matienzo Gobierno del Perú (1567) y Solórzano Política Indiana (1648), citados por Sánchez-Albornoz
en ″El trabajo indígena...″, ob. cit. pág. 36.
36. Sánchez-Albornoz (1983), págs. 36, 41, 43 y Agia Servidumbres personales de indios (1603), citado
por Sánchez-Albornoz.
37. Cédula Real de don Pedro de Toledo y Leyba, Marqués de Mancera. Los Reyes 21 de Mayo de
1644. Libro de Provisiones y Cédulas... doc. cit.
38. Provisión del Virrey Conde de Chinchón del 8 de Julio de 1632. Libro de Provisiones, doc. cit.
39. Cédula Real de Felipe III de 30 de Septiembre de 1606, y Provisión del Virrey del 30 de Julio de
1610, Libro de Cédulas y Provisiones... doc. cit.
40. Godoy, doc. cit. f. 21 v.
41. Poder y Comisión otorgado por el Corregidor de Potosí el 9 de Noviembre de 1610, a los
comisionados a las minas de Oruro. Libro de Provisiones, doc. cit.
42. Tal como sucedió con Diego Flores Alcayde de la cárcel pública de la villa de Oruro que tenía
presos a los indios Baltasar, Guacoto, Mateo Nina, Jacinto Placio, y Juan Gualpa, indios de
Chucuito que no estaban en los padrones, o lista de contribuyentes, ni en la Memoria de la mita
de Potosí. Libro de Provisiones y Cédulas Reales, doc. cit, f. 285-257.
43. Diego Flores Alcayde de la cárcel pública de la villa de Oruro tenía presos a los indios Baltasar,
Guacoto, Mateo Nina, Jacinto Placio y Juan Gualpa. Libro de Provisiones, doc. cit.
44. Provisión Reaal, Los Reyes 1 de Septiembre de 1610, Doc. cit.
45. Juicio y declaración de testigos por venta de indios. Libro de Provisiones... doc. cit. f. 288-298.
Peter Bakewell Mineros de la Montaña Roja Ed. Alianza América, Madrid 1989, pág. 136.
46. Provisión del Virrey Conde de Chinchón dada en los Reyes el 8 de Julio de 1632, Libro de
Provisiones, doc. cit.
47. La palabra mingar significaba que los indios se podían contratar libremente, después de
cumplir la mita obligada.
48. Godoy, doc. cit. f. 12 v.
49. Memorial presentado por el protector de naturales de la ciudad de Oruro, el 26 de enero de
1612. Libro de Provisiones... f. 46-47.
50. Godoy doc. cit. f. 12 v.
51. Característica sugerida anteriormente por Zulawski (1987: 407) y Tandeter (1992: 104),
aunque ellos no los llamaron extravagantes.
52. Provisión Real del 2 de Febrero de 1612. Libro de Provisiones, doc, cit, f. 47-50.
53. Documento citado en cita No. 35.
54. Provisión dada en 1610. Libro de Provisiones y Cédulas Reales, doc cit, f. 47-50.
55. Godoy, doc. cit f. 11.
56. De la etnia ″conde″.
57. De la etnia uru.
58. De la etnia collagua.
59. Libro de Provisiones, doc. cit. f. 133-134.
60. O mitayos o indios de cédula.
196

61. Un barretero costaba entre 12 y 13 pesos a la semana. Provisión del 8 de Julio de 1632. Libro
de Provisiones, doc. cit.
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