Ifea 5038
Ifea 5038
Ifea 5038
DOI: 10.4000/books.ifea.5038
Editor: Institut français d’études andines, Plural editores
Lugar de edición: La PAz
Año de edición: 2005
Publicación en OpenEdition Books: 3 junio 2015
Colección: Travaux de l'IFEA
ISBN electrónico: 9782821845503
http://books.openedition.org
Edición impresa
ISBN: 9789905624740
Número de páginas: 307
Referencia electrónica
ESCOBARI DE QUEREJAZU, Laura. Caciques, yanaconas y extravagantes: La Sociedad Colonial en
Charcas s. XVI-XVIII. Nueva edición [en línea]. La PAz: Institut français d’études andines, 2005
(generado el 30 mars 2020). Disponible en Internet: <http://books.openedition.org/ifea/5038>. ISBN:
9782821845503. DOI: https://doi.org/10.4000/books.ifea.5038.
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digitalización por un reconocimiento óptico de caracteres.
Las teselas del mosaico sobre la sociedad colonial que Laura Escobari de Querejazu ha compuesto
a lo largo de varios años, figuran reunidas en este libro poco común. El altiplano emerge aquí en
efigie de cuerpo entero dibujada con trazos continuos suavemente degradados, sino en piezas
breves contrapuestas, que adosadas, otorgan sin embargo relieve a una faceta capital de la
historia de Charcas.
El libro centra su desarrollo en cuatro aspectos indispensables para la comprensión de la historia
colonial de esta región andina. Estos cuatro puntos son: la coincidencia entre pobladores
americanos y europeos en las ciudades, el liderazgo sobre todo indígena y en la cuestión de la
mano de obra en las actividades agrarias y en las mineras del sedor colonial, más algunas
adiciones referente a rebeliones indígenas o tecnología. Cada sección —ciudades, élites,
explotación agraria y minería—, va precedida por una introducción que sitúa el tema en su
contexto.
Nicolás Sánchez-Albornoz
ÍNDICE
Presentación
Manuel Viturro de la Torre
Agradecimiento
Laura Escobari de Querejazu
Prólogo
Nicolás Sánchez-Albornoz
Introducción
La Sociedad Colonial de Charcas
Capítulo 2. La lucha interna por los cacicazgos: el caso de los caciques Cusicanqui y Canqui
de Pacajes, s. XVI-XVIII
Bibliografía y fuentes
Presentación
Manuel Viturro de la Torre
y que son poco conocidos hasta ahora, y contribuir así a una mayor difusión de la
historiografía colonial que todavía sigue siendo escasa en Bolivia.
6 La Paz, 24 de Enero de 2001
AUTOR
MANUEL VITURRO DE LA TORRE
Embajador de España
7
Agradecimiento
Laura Escobari de Querejazu
1 Aquí se reúnen varios trabajos de Historia Colonial realizados desde 1985. Algunos de
ellos fueron publicados como adelanto de investigación, otros son inéditos. Sin
embargo, a la hora de recopilarlos se ha realizado una introducción de la sociedad
colonial señalando el lugar que cada capítulo ocupa en ella. Cuatro son los temas en
torno a los cuales se puede resumir el libro y son: la convivencia urbana y étnica en
algunas ciudades, los caciques de elite, la resistencia indígena en el agro y en las minas
y la mano de obra y la tecnología minera.
2 Al emprender la tarea me han venido a la memoria muchas personas a las que quiero
recordar y agradecer. A Teresa Gisbert le debo el aliento de realizar la obra. A Roberto
Choque Canqui el haber puesto en mis manos el expediente de la pugna cacical entre
los caciques Canqui y Cusicanqui de Pacajes, que dio lugar a tres capítulos del presente
libro. Al recordado Gunnar Mendoza, que en todos los años de vacaciones escolares de
mis hijas, que pasé en Sucre investigando en el Archivo Nacional de Bolivia, me orientó
generosamente. A mis suegros que con comentarios y tertulias me ayudaron a
ambientar mis investigaciones sobre Potosí. En los quince años en que fui escribiendo
los capítulos que conforman este libro, mi interlocutor permanente fue mi esposo
Pedro, quien además tomó parte activa en el estudio heráldico y atribución del escudo
de los Cusicanqui. Junto a él visité las Misiones de Chiquitos, donde Hans Roth,
arquitecto restaurador de las Misiones, me proporcionó fotocopias de las Misiones. A él
mi recuerdo agradecido.
3 Quiero agradecer a mis alumnos y ex alumnos de la Carrera de Historia de la
Universidad Mayor de San Andrés, que me escuchan y se interesan siempre por mis
investigaciones. A mis hijas que crecieron al lado de los yanaconas, caciques y
extravagantes, y más de una vez los detestaron por invadir el espacio familiar, aunque
ahora, ya mayores, Lucía se ha ocupado de los dibujos y María Inés de transcribir y
ordenar la Bibliografía.
4 A diferencia de mi primer libro sobre Producción y Comercio en el siglo XVII, que
también fue con consulta de siete archivos pero que lo escribí sin que nadie, excepto
Teresa Gisbert, lo leyera, éste ha viajado mucho y ha sido debatido, ya que desde 1985
mis investigaciones fueron presentadas a Congresos de Historia Económica, de
8
Prólogo
Nicolás Sánchez-Albornoz
1 Las teselas del mosaico sobre la sociedad colonial que Laura Escobari de Querejazu ha
compuesto a lo largo de varios años, figuran reunidas en este libro poco común. El
altiplano emerge aquí en efigie de cuerpo entero dibujada con trazos continuos
suavemente degradados, sino en piezas breves contrapuestas, que adosadas, otorgan
sin embargo relieve a una faceta capital de la historia de Charcas. Unidad no falta en
estas páginas, pero ella procede no de la hechura de la obra, sino de la mente que guía
la investigación y de la pluma que ensambla sus partes. El libro centra su desarrollo en
cuatro aspectos indispensables para la comprensión de la historia colonial de esta
región andina. Estos cuatro puntos son: la coincidencia entre pobladores americanos y
europeos en las ciudades, el liderazgo sobre todo indígena y en la cuestión de la mano
de obra en las actividades agrarias y en las mineras del sector colonial, más algunas
adiciones referente a rebeliones indígenas o tecnología. Cada sección -ciudades, élites,
explotación agraria y mineríava precedida por una introducción que sitúa el tema en su
contexto.
2 El urbanismo americano, fascinado por la racionalidad y homogeneidad de la traza de
las ciudades y, por otra parte, por la posible jerar-quización por tamaño y funciones de
una red continental, ha tendido a ver a las ciudades del Nuevo Mundo como unitarias y
españolas con olvido de su necesario componente indígena y de su lado espontáneo.
Sumándose a una reacción reciente en contra de esta visión parcial que en Bolivia ha
capitaneado Teresa Gisbert, Laura Escobari reintroduce a los indios de manera eficaz en
el espacio y en la actividad iniciales de La Paz, Oruro y Potosí y, de modo menos
contundente, en Santa Cruz de la Sierra. La ciudad colonial, aún la de nueva planta,
tuvo desde su fundación una nueva fisonomía doble. Nada me complace más que
suscribir la tesis que sostiene Escobari en esta sección, al haber tenido la suerte de
defenderla hace años en relación con la cercana Arequipa.
3 La labor de restitución de actores a la sociedad colonial prosigue en la segunda parte.
Sus capítulos estudian la pugna por la sucesión en el altiplano de los cacicazgos, la
reivindicación del estatuto y linaje de caciques, con argumentos por cierto de la
sociedad colonizadora, y finalmente, a la enseñanza para hijos de caciques,
ejemplificada en el colegio de San Francisco de Borja del Cuzco.
10
AUTOR
NICOLÁS SÁNCHEZ-ALBORNOZ
Madrid, enero de 2001
12
Introducción
8 A fines del siglo XVIII las medidas toledanas de la mita y la encomienda estaban
severamente desgastadas y no rendían réditos a la corona. La descomposición fue
paulatina de tal modo que se vio envuelta en una serie de levantamientos y revueltas
desde fines del siglo XVII. La idea generalizada de los levantamientos indígenas en el
tercer tercio del siglo XVIII, ha quedado reformulada con los estudios de Scarlet O’
Phelan y Jürgen Golte, que han demostrado que hubo por lo menos 66 revueltas y
tumultos desde fines del siglo XVII hasta fines del siglo XVIII. Las de 1781 fueron la
culminación del descontento general de más de un siglo contra los abusos de los
corregidores en el reparto de mercancías innecesarias a los indios, obligándolos a
pagarlas con mayores tributos. También han mostrado la participación coercitiva y
corrupta del clero como factor contribuyente al descontento general. Leon Campbell ha
sugerido establecer al respecto, las profundas diferencias entre las rebeliones ″neo-
incas″ del Cuzco y las ″radicales populistas″ de los Catari en Charcas. Para Steve Stern y
en la línea de Jan Szeminski, es preciso tener en cuenta que los indígenas podrían haber
desarrollado una ideología cohesiva mesiánica. Ha vuelto a insistir, asimismo, en que
los levantamientos de Tupac Amaru en el Perú tuvieron un carácter elitista, mientras
que los levantamientos de Tupac Catari fueron populistas.
9 Las Reformas Borbónicas de mediados del siglo XVIII llegaron tarde, cuando ya era
imposible componer la sociedad colonial en su conjunto. Como consecuencia de una
maduración paulatina de ideas, las Reformas quisieron implantar un nuevo sistema de
gobierno en base a la creación de Intendencias. En el agro tendieron al
reempadronamiento general de forasteros y agregados, que como tales evadían el
tributo. Solamente el Intendente Viedma en Cochabamba pudo llegar a reempadronar
algunos distritos, sin embargo, las rebeliones y luego las querellas independistas
impidieron su efectivización. Brooke Larson ha estudiado el tema detenidamente.
10 En las minas, las Reformas vinieron con importación de una nueva tecnología y
creación del Banco de San Carlos en Potosí, –tema estudiado por Enrique Tandeter– que
daría crédito a los dueños de minas e ingenios. Sin embargo, la corrupción junto con la
aparición del sistema de apropiación ilegal de los minerales por parte de los kajchas o
ladrones de mineral, pudo más. A pesar de que la administración española hacía de la
vista gorda y compraba el mineral extraído ilegalmente, la producción de plata en
Potosí fue decayendo notablemente.
11 En el ámbito del comercio la corona española ejerció un acendrado monopolio –fruto
del mercantilismo imperante en la época– con sus colonias americanas. El control
estricto a través de Casas de Moneda, el control del tributo del quinto real, de las flotas
mercantes semestrales, registradas en la Casa de Contratación, las aduanas, los
impuestos, y los navíos de registro, convirtieron a España en la primera potencia
mundial. En el siglo XVIII el liberalismo debilitó el monopolio por presiones externas
como la invasión de productos ingleses a los puertos hispanoamericanos, la creación de
compañías internacionales de comercio, y por presiones internas de los comerciantes
que, so pretexto de precautelar a la corona del creciente contrabando, comenzaron a
especular con nuevos productos. En Buenos Aires la presión dio lugar a la creación del
Virreinato del Río de La Plata (1776). De ese modo, España a fines del siglo XVIII había
perdido fuerza y poder en el mercado mundial.
12 La creación del Virreinato del Río de La Plata en 1776, la declaración del libre comercio
de 1778, la creación de la Compañía Filipina de Comercio en 1785 y la libertad del
tráfico de esclavos en 1794, como parte de las Reformas borbónicas, acabaron con el
16
monopolio comercial limeño, no así con la oligarquía que supo adaptarse al nuevo
sistema de libre comercio. La Hacienda, el Cabildo y el Consulado en Lima se
mantuvieron a flote con nuevos impuestos, y la situación estratégica de la ciudad de
Lima por la que siguió desfilando la exportación de plata de Potosí, que no provenía
exclusivamente del quinto real, sino de comerciantes privados, y de la Iglesia, con la
apropiación de todas las rentas municipales. En realidad, en Lima la aristocracia fue
adaptárse al nuevo sistema de libre comercio, su apariencia de prosperidad siguió en
aumento, abriendo sus puertas hacia el nuevo comercio librecambista que atentaba
contra su propia hacienda.
13 La Iglesia Católica llegó al Perú junto con los conquistadores. En 1548 se estableció en
Lima el Arzobispado, como cabeza de la jerarquía eclesiástica del Virreinato. De este
Arzobispado dependían los obispados de Cuzco, Quito, Popayán, Panamá, Nicaragua,
Charcas, Paraguay y otros que después se fueron independizando. Posteriormente se
crearon los obispados de Arequipa, Trujillo y Huamanga. En cada Iglesia Catedral había
un Cabildo Eclesiástico del que dependían todas las autoridades de la Iglesia del lugar.
Por el derecho del Regio Patronato, el Rey de España intervenía en el nombramiento de
Obispos y Arzobispos, proponiendo al Papa el nombre de los candidatos. También era
quien autorizaba la construcción de catedrales, templos y monasterios, que
constituyeron verdaderos monumentos arquitectónicos. El clero estuvo organizado en
dos sectores, el clero secular, la mayor parte con curas nativos, y el clero regular con las
órdenes de jesuitas, dominicos, franciscanos y agustinos, como ordenes activas.
Existieron ordenes religiosas femeninas de carácter contemplativo, como las
concepcionistas, carmelitas descalzas y franciscanas. También hubo ordenes
hospitalarias, como los juandedianos y betlemitas, que se encargaron de los hospitales
de españoles y de indios en las diferentes ciudades. El Obispado de Charcas, fue creado
en 1565 y fue elevado a Arzobispado en 1605.
14 Quizá una de las labores más importantes realizadas por los religiosos en el Virreinato
del Perú fue la creación de colegios y seminarios, destinados al cultivo de nuevas
vocaciones religiosas. De acuerdo a lo ordenado por Trento, se fundó en 1591 el
seminario de Lima. Posteriormente en Cuzco, los jesuitas fundaron el Colegio San Borja
destinado a la educación y evangelización de hijos de caciques –objeto de un capítulo de
este libro–, quienes a su vez transmitirían lo aprendido al regresar a sus pueblos.
15 Junto con los conquistadores llegaron los misioneros, que desde un primer momento se
dedicaron a cristianizar a los indígenas. Esta tarea fue realizada con programas
preparados en Concilios Regionales reunidos periódicamente, normalmente en Lima,
donde se instruían pragmáticas para la extirpación de la idolatría. Para realizar su tarea
los misioneros no solamente aprendieron lenguas vernaculares, sino que se sirvieron de
diferentes métodos pedagógicos audiovisuales como la práctica de la música, con
utilización de instrumentos musicales indígenas hacia los cuales tenían acostumbrado
su oído, o, con el aprendizaje de patrones e instrumentos musicales occidentales.
16 El trabajo misional fue mucho más eficaz en el control del territorio que el militar y
civil español. Primero se adoctrinaron las tierras altas densamente pobladas, luego, en
los siglos XVII y XVIII, se misionaron los valles y llanos selváticos del norte y el oriente.
Quienes más se distinguieron en la primitiva predicación fueron los dominicos y
agustinos. A fines del siglo XVI llegaron jesuitas y franciscanos, haciéndose cargo de las
misiones. Ambas ordenes empezaron con misiones en la región étnica lupaca del lago
Titicaca, y luego en el oriente fundando las misiones jesuíticas chiquitanas. Los
17
20 La cultura occidental, en contacto con la cultura americana dio como resultado una
cultura de mutuas influencias y transculturación, conocida como cultura barroco-
mestiza. El barroco apareció desde 1630, sobre moldes europeos. Hacia finales del siglo
surgió como un estilo propio el barroco mestizo en el Alto Perú, abarcando la zona del
altiplano boliviano y las tierras altas. En arquitectura y en escultura se manifestó sobre
todo en la decoración, donde se utilizaron elementos de flora y fauna tropical y
elementos nativos de decoración, mostrando hoy un estilo arcaizante y planiforme,
probablemente de un gusto estético más indígena que hispano. Las plantas de las
iglesias mantuvieron la cruz latina con bóveda de cañón y media naranja.
21 Las iglesias de las misiones de Moxos y Chiquitos fueron una expresión distinta que la
arquitectura andina; su planta proviene de las de las misiones guaraníticas de tres
naves, con cubierta a dos aguas.
22 Desde la segunda mitad del siglo XVII y durante el siglo XVIII surgieron en Charcas dos
escuelas de pintura, la del Titicaca y la de Potosí, destacables por su calidad técnica y
conceptual. La pintura potosina caracterizada por su tenebrismo, y la del Titicaca por el
colorido intenso, el gusto por lo decorativo y anecdótico. La escultura barroca en
Charcas fue muy importante, siguiendo dos líneas: los talleres indígenas y la
producción de artistas europeos.
23 El gran esplendor del barroco en la música fue acogido ampliamente en América, sobre
todo en los nuevos principios italianos de música coral e instrumental. Durante el siglo
XVII la ciudad de La Plata, sede del Obispado y luego Arzobispado fue el centro más
importante para el desarrollo de la música. Uno de los músicos más representativos del
siglo XVII fue Juan de Araujo, que ocupó la jefatura de la Capilla Musical de aquella
ciudad. Compuso más de 600 obras que por su calidad de composición, le dieron fama y
respeto en la Audiencia de Charcas. Araujo colocó a la música de Charcas a la altura de
la música europea de esos tiempos. Su música fue tocada a lo largo y ancho de la
Audiencia. Compuso también música popular, ejemplificada con el villancico ″Los
negritos″, en base a cantos de esclavos negros, que existían en la ciudad. Araujo tuvo
muchos seguidores, ninguno de su talla. La música de Pleyel, Haydn, Davaux, comenzó a
circular entre los músicos charquenses, quienes se dedicaron a interpretarlos, dejando
a un lado la propia composición. En el siglo XVII, época del barroco mestizo en la zona
andina, se dio mucho énfasis a la práctica musical en las misiones jesuíticas de Moxos y
Chiquitos. Como práctica para evangelizar a los naturales, estos recibieron
adiestramiento en la lectura de la música y en la interpretación de instrumentos de
cuerda, tales como el violin, la mandolina y el chelo, e instrumentos de percusión.
24 La sociedad barroca no podía concebir celebración civil o religiosa sin la participación
de la música y el teatro. Aunque en el campo de las letras destacó el género de la
historia, la poesía y el teatro gozaban de más aceptación y extensión popular. Dentro
del género de la historia, aparece la descripción geográfica, el discurso religioso, la
crónica. Esta última tiene grandes exponentes en las crónicas peruanas de Betanzos,
Garcilaso de la Vega, Sarmiento de Gamboa, Guamán Poma de Ayala, y en las bolivianas
como la Crónica Moralizada del agustino Antonio de la Calancha, y la Historia de la Villa
Imperial de Potosí, de Bartolomé Arsanz de Orsúa y Vela.
25 Las ciencias especulativas tuvieron en Charcas a representantes como José de Aguilar y
el Arzobispo Antonio de San Alberto. El primero escribió en Chuquisaca un Discurso
sobre Filosofìa, que lo impartía desde su cátedra en la tomística Universidad de San
19
Francisco Xavier de Chuquisaca. El Arzobispo de San Alberto vislumbró y atacó las ideas
revolucionarias que se dejaban sentir. El tratadista Gaspar de Escalona y Aguero dejó
una obra sobre el régimen jurídico de las Indias, así como el peruano Antonio de León
Pinelo, autor de los Comentarios a las Leyes de Indias. En cuanto a los científicos,
destacaron el padre José de Acosta y el jesuita Bernabé Cobo con su Historia Natural y
Moral de las Indias, el primero y su Historia del Nuevo Mundo el segundo.
26 La vida cotidiana colonial estuvo amenizada con festejos de toda índole y, por lo
general callejeros. En éstos se destacaba el teatro, acompañado de música, danza y
coplas, además de la complicada escenografía. Las descripciones de la opulenta ciudad
de Potosí sobrepasan cualquier imaginación. Arsanz de Orsúa y Vela, narra la Mascara, o
desfile nocturno que azogueros. También hubieron representaciones teatrales puestas
en escena en ″Corrales de Comedias″ o ″Coliseos″ Estas representaciones a veces
duraban varios días, como la que se hizo cuando ascendió al trono Felipe III. Las
actuaciones en corrales o coliseos estaban destinadas a fines benéficos, perteneciendo a
algún hospital. Se llevaron a escena no solamente obras españolas sino también en
aymara y quechua.
27 El gran centro intelectual de la colonia fue la Universidad de San Francisco Xavier de
Chuquisaca, en la que en pleno siglo XVII se desarrollaron estudios astronómicos en
torno a Galileo, se realizaron estudios de metalurgia y de física. La Universidad de San
Francisco Xavier fue fundada en 1624 y regentada por los jesuitas hasta el año de su
expulsión en 1767. A través de su Academia Carolina y por intermedio de los propios
jesuitas, ingresaron a la Audiencia las ideas de la Ilustración, que condujeron a la
Independencia de Bolivia. En ella se formaron Mariano Moreno y Bernardo
Monteagudo.
20
1 La cabecera del valle donde sería fundada la ciudad de La Paz estaba situada dentro de
un territorio que perteneció al señorío aymara de Pacajes. Hacia 1470 la zona fue
conquistada por los Incas bajo el mando de Tupac Inca Yupanqui. Su sucesor Huayna
Capac instaló allí mitimas2 procedentes de diferentes partes del altiplano, para explotar
las minas de oro del río ″Chuquiapo″, que atravesaba la ciudad.
2 Según la crónica de Sancho de la Hoz, la ciudad de Nuestra Señora de La Paz fue
fundada en el valle de Chuquiapo, conocido por sus minas de oro. La crónica refiere que
habitaban el valle aproximadamente quinientos indios entre hombres y mujeres. De
ellos, veinte obedecían al cacique Quirquincho, y cincuenta al cacique Otorongo,
quienes controlaban de manera efectiva que no hubiera robos de oro. Refiere que la
gente era muy doméstica y acostumbrada a servir al señor principal ([1535]
1917:197-198)3.
22
Plano de la ciudad de La Paz s. XVII en los que se distinguen barrios de indios y barrios de
españoles
3 La fundación de La Paz en 1548 se hizo en un valle habitado por varios grupos étnicos
que mantuvieron su identidad y modo de vida, incluso después de la fundación y
reducción en barrios y parroquias de indios. El presente capítulo contribuye a la
reconstrucción de las redes urbanas y étnicas que dieron lugar a una dinámica social
original y única en Hispanoamérica, por cuanto supone una interacción de culturas en
continua evolución y superposición. Este tema fue iniciado por Mesa y Gisbert en 1975,
enfatizando el análisis urbano; lo más destacable de su trabajo es haber establecido que
la ciudad no fue fundada en San Sebastián sino en lo que sería luego la plaza Murillo,
quedando la población española separada, como en una ″isla″, de la indígena, por los
ríos Choqueyapu y Mejahuira. Establecieron también los tres barrios de indios fundados
en torno a tres parroquias que quedaron, según ellos, ″extramuros″ de la ciudad.
Thierry Saignes (1982) descubrió después el gobierno dual de los pueblos de indios de la
ciudad, estableciendo la doble fundación de La Paz, la española en 1548 por Alonso de
Mendoza, en lo que hoy es la ladera del centro antiguo de la ciudad, y la indígena en
1572, con la fundación de la reducción de indios de San Pedro y Santiago. En 1990, en
base a documentos encontrados en el Archivo de La Paz, contribuí en la ubicación de
viviendas y barrios de la ciudad. Luego Gisbert en 1991, describió el desarrollo urbano,
político y social de la ciudad, apoyándose también en los aportes de Saignes (1985)
sobre la fundación dual y los barrios de extramuros. Los ayllus prehispánicos de
Chuquiapo que pervivieron dentro de la ciudad, los gremios artesanales y la
composiciones de tierras españolas sobre las de los indios, han sido estudiados por
Silvia Arze4. Según esta autora, la historiografía europea hizo una división tajante entre
la producción del campo y la de la ciudad, haciendo que se asocie la producción agrícola
23
ciudad. Los Yungas surtían también de frutas como ser plátanos, naranjas, limas y
limones y frutas de la tierra como paltas, piñas y ají. Por lo tanto, la ciudad quedaba
abastecida de productos de panllevar.
23 Como todas las ciudades del Virreinato del Perú, La Paz encontró su especialidad
productiva de exportación integrando así la red de complementariedad que caracterizó
el mercado interregional de la economía regional. Esos productos fueron las telas de
obraje, los sombreros, las frutas secas, y los encajes de oro y plata. (Escobari: 1985).
24 Conformando la red interregional, Cuzco exportaba a La Paz azúcar aunque la demanda
fue disminuyendo en el siglo XVIII debido a un incremento de producción de las
haciendas yungueñas. Exportaba también cera para fabricar velas para el culto
religioso, telas de obraje, como bayetas, sayales, cordellates, frazadas, chumbes y
pabellones (pequeñas y grandes alfombras y tapices). Esta exportación venía a
complementar la propia producción de telas de obraje a fines del siglo XVII y declinó en
el siglo XVII cuando los jesuitas de La Paz comenzaron a producir una inmensa cantidad
de telas en los obrajes de su propiedad ubicados en el actual barrio de Obrajes. De ese
modo las telas no solamente cubrieron la demanda local sino que compitieron con las
exportaciones de los obrajes del Cuzco y Guamanga en la demanda que tenían las minas
de Potosí. Cuzco también exportaba ″ropa de la tierra″, que era la que tejían las indias
en telares en el suelo y tenían demanda en el mercado de La Paz. La ″ropa de la tierra″
era recogida por los corregidores de las comunidades de indios en el campo en forma de
tributo dos veces al año.
25 Los obrajes de la ciudad se crearon en el siglo XVI. Los primeros fueron de los españoles
Juan de Rivas y Hernando Chirinos. En el siglo XVII el obraje de Juan de Rivas fue
heredado por Juan de Salazar y su esposa Isabel Carrillo y en 1686 fue vendido a la
Compañía de Jesús. El de Hernando Chirinos fue heredado por Sebastián Chirinos, y
quedó en la familia hasta fines del siglo XVII. Cuando los jesuitas compraron el obraje
que fuera de Juan Rivas, lo encontraron casi en ruinas con siete telares de los cuales no
funcionaban dos. Un siglo más tarde el obraje estaba en su apogeo con 80 telares
funcionando, y el consecuente aumento de mano de obra e incremento en la
producción de jerguetas, frazadas, sayales finos, estameñas, todo tipo de bayetas y
cordellates. Las telas no iban solamente a cubrir las necesidades de los indios, sino
también la de los españoles que utilizaban las bayetas y estameñas para forrar capas y
trajes confeccionados con telas importadas de Castilla. Los sombreros, que también
eran objeto de exportación, sobre todo a Potosí, eran fabricados en los obrajes, con lana
de oveja y lana de vicuña. Los había de un solo tipo de lana o ″mezclados″, el color
preferente era el negro. Los sombreros de La Paz competían con los de Cuzco en el
mercado potosino.
26 A principios del siglo XVIII se comenzaron a producir en La Paz hilados de oro y plata,
cuando doña Isabel Salazar de Figueroa estableció una fábrica, para la cual hizo traer
artesanos ″tiradores de oro″ desde Cuzco. Los hilados de oro y plata eran encajes que se
utilizaban en ropa de españoles y mestizos y también en la confección de ropa de iglesia
y de vestir santos.
27 La producción de coca de los Yungas fue otro rubro importante de exportación. En el
siglo XVII pasó a competir con la de Cuzco. En Potosí iba a abastecer la demanda de
miles de mitayos que trabajaban en las minas y necesitaban de la coca para soportar el
frío y el hambre. Las haciendas coqueras de los Yungas estaban localizadas cerca de
30
NOTAS
1. Uno de los primeros corregidores, don Diego Cabeza de Vaca, decía que ″Chuquiapo″ quería
decir oro, y ″apo″ heredad. Crónica de Don Diego Cabeza de Vaca en el legajo No. 18 titulado
Descripciones y Poblaciones de América. Remesa del Ministerio de Ultramar. Existe una copia en la Real
Academia de la Historia de Madrid, España. La Descripción se publicó también en la Revista
Municipal Khana, Año VII. Vol I. No. 33-34. Julio 1959. La Paz.
2. Indios de diferentes etnias que cumplían trabajos temporales obligatorios en distintos pisos
ecológicos.
3. La residencia del cacique Quirquincho estaría en el actual sector de Churubamba y la de
Otorongo al este del río Choqueyapu, aunque datos posteriores sitúan al ″barrio de Hurutunco″
entre la calle Graneros y parte de la calle Santa Cruz (Arze, 1994: 37).
4. Arze, Silvia, Artesanos de barrios de indios en al s. XVIII, el caso de San Sebastián en la ciudad de La Paz,
Tesis para optar al título de Licenciatura en Historia, UMSA, 1994, inédita.
5. ALP/EC 1600-1610. Esc. Antonio de Quiroga, papeles sueltos, s/f.
6. ″...que se hace del maíz que lo mascan y muelen y echando en vasos de agua lo cuecen hasta
darle su punto, queda hecho como un brevaje″. Descripciones y Poblaciones de América. Hay una
copia moderna, bastante incorrecta en la Real Academia de la Historia de Madrid, España. Está
publicada por la Revista Municipal Khana, y es a su vez una copia de Juan Gutiérrez de Escobar.
Año VII. Vol I. No. 33-31. Julio de 1959. La Paz, pág. 122-131.
7. ALP/RE Caja 64, Leg. 96. Carta de venta. Esc. Gregorio Pacheco. Año 1710. Carta de venta.
33
8. ALP/PR Ms 28-29.
9. Carta de venta. Juan Maidana vende a Bernardo Juan Flores...″ el sitio que está en la parroquia
de San Pedro y en los altos de Capacani de esta ciudad...que linda por un lado con las casas del
licenciado Juan Pinto del Balle... y por el otro lado con la ladera de Capacani...″ ALP/EC C.7
1600-1629 Esc. P. Manzaneda.
10. ALP/EC 1620-29. Expediente seguido por Francisco Poma para obtener reconocimiento como
cacique del pueblo de Santiago. S/f.
11. ALP/RE 1650, Esc. Nicolás Ruis.
12. ″Felipe de la Cruz, natural de la parroquia de Santa Bárbara del aillo Inga...vende un solar de
tres aposentos, un buhío, patio y corral que tiene y posee en el barrio de Capacanavi″, hoy San
Pedro. ALP/RE Leg. 96,1710 Esc. Pacheco, ff. 45. (Escobari, 1990).
13. Testamento de Francisco Valcasar Achujra. ALP/RE. Caja 64. Leg. 96. Esc. G. Pacheco, ff. 144.
14. ALP EC 1673-75. Documento citado también por Saignes, ob. cit. pág. 311.
15. Sobre yanaconas urbanos ver en este libro el Capítulo 2 de la Cuarta Parte, que trata de
yanaconas urbanos, artesanos en Potosí.
16. ANB. Minas 1110, ff. 27.
17. Proveniente de las Reformas Borbónicas.
34
3 En 1612 los indios en Oruro fueron reducidos a barrios de indios, tenían casa, mujer e
hijos. Los documentos dicen que éstos iban en aumento y multiplicación, por el buen
tratamiento y salud que tenían debido a ″tanta abundancia de comida″ 6. Por la Visita de
Godoy de 1607 y el trabajo de Zulawski (1987) sabemos de la estrecha relación que
mantuvieron los indios ″extravagantes″ con sus casas y pueblos y que de ellos traían
alimentos periódicamente. En cambio, aquellos que llegaban de Potosí venían con alto
grado de calamidad y pobreza.
4 En 1616 la vida de las mujeres de los indios en Oruro, se veía agraviada a menudo por
excesos coactivos de los fiscales, quienes rondando por las noches entre las rancherías,
las sacaban para hacerlas trabajar o para venderlas en panaderías o casas, donde
trabajaban amasando pan día y noche, o lavando y cocinando. Los fiscales recibían por
ellas 6 a 10 pesos. A otras se las obligaba a trabajar en las minas, exigiéndoles minerales
ricos de plata. Cuando éstas oponían resistencia, se les quitaban sus topos o pesos de
plata, y si trataban de defenderse eran maltratadas. Era común que para acallar a sus
parejas se les encarcelara, debiendo pagar éstos 10 o más pesos para ser puestos en
libertad7. Solamente en 1619 se dio una Provisión para que no se entregaran indias para
el trabajo en las casas de curas doctrineros, corregidores solteros, y a quienes carecían
de mujeres, y solamente podrían proporcionar indias para el trabajo doméstico, los
caciques y alcaldes. Pero la coacción no cesó habiendo denuncias desgarradoras de
indias encarceladas por jueces de comisión de la mita, indias que daban a luz a sus hijos
en la cárcel y la muerte de éstos por frío8. En los barrios de indios estaban prohibidas
las pulperías, solamente se admitía en los de españoles, y debían ser permanentemente
visitadas. En 1646 se prohibió la venta de vino a los indios, porque al tiempo de la paga
se veían obligados a vender sus ″pobres alhajas, caballos y carneros″, y además por
36
pagar el vino desatendían la principal obligación que tenían que era la de pagar su tasa.
Se establecía pena para los españoles que les vendieran, en 6 años de servicio en el
presidio de Valdivia, y para negros, mulatos y mestizos, 200 azotes y 6 años de galeras.
A los indios que recibieran el vino se les daría la pena de 100 azotes en la plaza y corte
de pelo9. En 1619 una epidemia diezmó gran parte de la población, dando lugar a mayor
aprecio por la mano de obra.
5 Hacia 1620, la ciudad mejoró calles y suministro de agua, recurriendo para ello a los
fondos provenientes del impuesto de sisa10 sobre el vino. Antes de ello, la gente que
podía se hacía traer agua desde Las Sepulturas a dos leguas de allí 11. Luego los fondos
provenientes de la sisa fueron empleados en la construcción de una cárcel, la compra de
una casa para el Cabildo y el empedrado de algunas calles, que en tiempo de lluvias eran
intransitables por el excesivo caudal de las vertientes de los cerros de las minas, dando
lugar a un anegamiento permanente12.
6 En 1647 algunos vecinos de la villa de Oruro abandonaron la ciudad llevando indios a
los ingenios del recién descubierto asiento de Carangas. Este hecho alarmó a los
azogueros de Oruro, por cuanto se sacó indios que ″de su voluntad estaban avecinados
en la Villa de Oruro″, ya que el despoblamiento de la Villa significaba menos mano de
obra para las minas13. Para evitar la ausencia de mano de obra, se dispuso la prohibición
de trasladar los ingenios de las riberas a nuevos lugares. El hecho se consideró un delito
y se castigó con una multa de 2.000 pesos corrientes, y por sacar indios de la Villa para
llevarlos a Carangas, una multa de 200 pesos, además de 2 años de servicio en el
presidio de Valdivia14. Para evitar el desbande de los ingenios se instruyó también,
como otra medida, prohibir al barquero del río Desaguadero el paso de la madera de los
ingenios de Sepulturas y de otros15.
7 Como consecuencia del descubrimiento de estas nuevas minas, se pararon 10 a 12
cabezas de ingenio en las tres riberas de la villa de Oruro y hubo mucho menos oferta
de mano de obra para las minas16.
8 Al estar la villa al paso del camino a Potosí y muy cerca del valle de Cochabamba, tenía
productos agropecuarios surtidos, como el trigo, maíz, uvas, higos, melones, granadas,
membrillos, peras, pepinos, paltas, plátanos, guayabas, provenientes de Cochabamba;
azúcar y coca del Cuzco y La Paz, y más tarde del Chapare. El abastecimiento era
realizado tanto por mercaderes españoles como por los mismos indios extravagantes y
mingados que abandonaban sus lugares de trabajo para acudir a sus lugares de origen
en diferentes ″pisos ecológicos″. El fenómeno de ausencia temporal de los mitayos
estuvo protegido intencio-nalmente por los curacas o caciques, que se desempeñaron
subterfugia-mente como grandes mercaderes17. Oruro también estuvo provisto del
ganado mular, caballar y bovino proveniente desde las remotas tierras argentinas, que
en grandes peregrinajes arribaban a Potosí y, a través de Oruro, hasta el Cuzco. Por otro
lado, según referencias de Condarco (1975) hacia 1620 los jesuitas tenían en Oruro dos
grandes estancias: ″El Obraje″, frente a Paria y ″Kañuhuma″ al norte de Caracollo, que
surtían de telas de bayeta a la ciudad. En ″El Obraje″ tenían 16.000 cabezas de ganado
ovino, gran número de telares para la fabricación de bayeta, mientras que el de
″Kañuhuma″ tenia 14.360 cabezas de ganado ovino. Ganado y telas que seguramente
tendían a saturar el mercado de la ciudad y la zona. A este abastecimiento hay que
añadir aquellos suministros de ají, maíz y otros traídos por los indios en sus continuas
″huidas″.
37
NOTAS
4. Hay estudios inéditos muy importantes sobre Oruro y sobre Paria, entre ellos Ramiro Condarco
Morales; Alberto Crespo, sobre historia política de la fundación de Oruro; las tesis doctorales de
etnohistoria de Mercedes del Río y sobre las Sublevaciones indígenas de Oruro del siglo XVIII, de
Fernando Cajías, así como el libro La Confederación Charca, también inédito, de Tristan Platt, Olivia
Harris, Thierry Saignes y Therese Bouysse. Son importantes también los trabajos publicados de
Liliana Lewinski y Ann Zulawski.
5. Término del Visitador Felipe de Godoy para referirse a ciertos indios mingados. Ver el capítulo
Los Extravagantes de este libro.
6. Memorial presentado por el Protector de Naturales al Corregidor de la Villa el 26 de Enero de
1612. Libro de Provisiones y Cédulas Reales. Doc. Cit.
7. En este caso fue un mestizo llamado Juan Pérez, que se hacía pasar por Fiscal Eclesiástico. Libro
de Provisiones... op. cit. ff. 100-104.
38
8. Memorial del Protector del naturales a la Audiencia de Charcas. Villa de Don Felipe de Austria
29 de Diciembre de 1655. Libro de Provisiones... doc. cit. ff. 298.
9. Provisión del Virrey Marqués de Mancera dada en Los Reyes el 28 de Julio de 1646. Libro de
Provisiones... doc. cit.
10. Impuesto creado por el cabildo sobre ciertos productos determinados por él y que servían
para trabajos de mejoramiento en la ciudad.
11. Godoy, doc. cit. ff. 20 v
12. Provisión dada por el Virrey Francisco de Borja el 2 de Diciembre de 1619 en la ciudad de Los
Reyes. Libro de Provisiones... doc. cit. ff. 142.
13. Cabildo del 29 de Marzo de 1647. Libro de Actas de Cabildo. Colección particular. La Paz.
14. Se establece que los 2.000 pesos estarían destinados, la mitad para la cámara del Rey y la otra
para la fortificación del Callao. Provisión del Marqués de Mancera dada en Los Reyes el 29 de
Marzo de 1647. Libro de Provisiones... doc. cit.
15. Cabildo del 11 de Abril de 1647. Libro de Actas de Cabildo... doc. cit.
16. Ibid.
17. Ver Roberto Choque y Silvia Rivera en Avances No. 1, La Paz, 1977.
18. O' Phelan, Scarlet Un siglo de rebeliones anticoloniales, Cuzco, Ed. Bartolomé de Las Casas, 1988.
39
1 Siempre hay algo nuevo que decir sobre Potosí, aunque para ambientar lo nuevo se
tenga que retejer algunas tramas conocidas1. El interés de este capítulo está en el
material referido a la vida cotidiana de los indios en Potosí, su vivienda, alimentación,
salud y convivencia con el mundo hispano. El nuevo material procede de los Libros de
Actas de Cabildo de Potosí, de escrituras públicas y expedientes judiciales de la
Audiencia de Charcas cuidadosamente catalogadas por Gunnar Mendoza en su Catálogo
de Minas del Archivo Nacional de Bolivia. También de algunos documentos del Archivo
Histórico de la Casa de la Moneda, que se citan oportunamente.
2 Los españoles que recorrieron el territorio de lo que hoy es Bolivia en 1535 con la
expedición del conquistador Diego de Almagro, no encontraron minas de las plata que
dieron luego tanto que hablar dejando solamente una fundación española en Paria, al
encontrar allí la capital de la Confederación de los reinos Charcas, que conformaban la
inmensa masa poblacional del altiplano andino. El territorio quedó repartido en
encomiendas de tierras y de minas, quedando cerca de Potosí la mina de Porco
perteneciente a Lorenzo Estopiñán, que era administrada por Juan de Villarroel.
(Crespo 1969:18-19). Recién diez años después, en 1545 se descubrieron las minas de
plata de Potosí, fundándose rápidamente un campamento minero con vecinos de Porco,
Chuquisaca y otros lugares. En los alrededores del Cerro Rico de Potosí existían tres
asentamientos con cerca de 2.500 indios repartidos en tres poblaciones. La más cercana
de donde después se fundó la villa fue la de Ccantumarca 2, otra se situaba ″al pie de la
cuesta cansada o de Jesús Valle, donde según Arzans, tendrían buenos edificios, según
mostraban sus ruinas. Sus pobladores tenían la costumbre de ir a los valles a traer maíz
para hacer su estimado brebaje que llaman chicha″ y comercializarlo entre los
pobladores de Ccantumarca junto con otros alimentos. Existía además una tercera
población de menor número de habitantes entre Caricari y Uiñayrumi. Los tres pueblos
fueron hospitalarios con los españoles hasta que éstos les obligaron a construir sus
casas. Edificaron al principio 94 casas en los lugares más secos, alrededor de una
laguna. Pero como cada día la población crecía más y más, drenaron el agua y la
cubrieron de tierra, quedando ese espacio como la mejor parte de la villa. Luego, cada
cual hizo su casa, con tanta prisa que las calles quedaron torcidas y desordenadas.
40
(-1705-1965 T. I: 40-42) Los vecinos de Potosí tuvieron que solicitar varias veces al
Virrey de Lima la fundación oficial de la ciudad, pero ello ocasionó serios desacuerdos
con la Audiencia de La Plata, que se creía con autoridad suficiente para hacer que aquel
asiento se mantuviera bajo su jurisdicción. En 1561 el vecindario comisionó a Francisco
de la Serna a Lima para obtener del Virrey conde de Nieva la exención del Asiento de la
jurisprudencia de La Plata, ofreciendo a cambio la entrega de una cantidad de dinero a
la Hacienda. Así, entregando setenta y nueve mil pesos de plata ensayados anuales a la
Hacienda Real, se obtuvo la autorización de lo que en adelante se llamaría Villa
Imperial de Potosí (Crespo, 1969: 27). El Virrey Conde de Nieva celebró el acuerdo con la
Audiencia de que a partir de entonces se llamaría Villa Imperial de Potosí y estaría
gobernada por dos alcaldes ordinarios y seis regidores, elegidos cada año.
Jurisdiccional-mente la Villa de Potosí dependía de la Audiencia de Charcas y del
Virreinato del Perú. Sin embargo, la explotación de plata en las minas de Potosí no
solamente incidió económicamente en el mundo occidental, la presencia colonial
española en la desolada altitud andina de las minas de plata del rico cerro de Potosí dio
lugar a una ciudad rara, ubicada en inhóspito lugar, que hoy muestra un ambiente de
grandeza ausente y extraño, que el cronista del siglo XVIII, Bartolomé Arsanz de Orsúa y
Vela; se ha encargado de describir en muchas páginas, contando las historias más
fascinantes e increíbles ocurridas en la Villa Imperial. Ellas muestran que la gran
riqueza generó fiestas, crimen, piedad, auge y turbulencia, todo al mismo tiempo y en
grandes proporciones.
3 El Virrey Toledo, en su visita a la Villa en 1572, mandó a hacer el trazo urbano de la
ciudad, y a pedido de los mineros que residían allí, ordenó construir una Ribera
artificial, a lo largo de la ciudad, para la labor de todos los ingenios de la ciudad. La
ciudad quedó así dividida en dos, los barrios de españoles quedaron al oeste y los de
indios al este. El primer censo realizado por el Virrey Toledo dio 120.000 habitantes y
hacia 1650 ya eran 160.000. (Hanke, 1959: 9). Por el número de habitantes Potosí estaba
entre las ciudades más pobladas del mundo. Sin embargo, el asentamiento y Villa de
Potosí, se caracterizaron por ser totalmente desordenados e improvisados. Las leyes
que normaban su conformación ordenada se aplicaron después. La legislación indiana
contemplaba básicamente una separación residencial entre españoles, criollos, negros,
mestizos e indios. Sobre el tema existen más de nueve disposiciones ratificando esta
política que se expresa en las ordenanzas que dicen que en pueblos de indios no debían
vivir españoles, negros, mestizos y mulatos, así como en los de indios no debían vivir
españoles, mestizos, ni mulatos aunque hubieran comprado tierras en esos sitios.
(Mesa-Gisbert, 1985:163). Sin embargo, según la apreciación de Cañete (1705:2-8), el
pueblo se edificó tumultuosamente″ por los que vinieron arrastrados por la codicia de
la plata...cada uno se situó donde quiso de manera que fueron formando unas calles
demasiado angostas y largas para asegurar el tráfico y abrigarse de los vientos de la
sierra...″. Las disposiciones de Toledo pretendieron reformar el desorden, mandando
abrir calles, ″pero con desigualdad y sin arte″, de tal modo que había, según Cañete,
tanto indio en la Villa que no tenían más habitación que las calles y plazas y ″son
puerquísimos estos lugares y tanto que una calle traviesa muy angosta y larga llamada
de las siete vueltas cuatro cuadras de la plaza es intransitable por gentes decentes por
estar siempre inundadas de inmundicia″. (-1705-2-8). La fundación y ubicación de las
parroquias muestra el intento de separar las viviendas indígenas de las españolas,
41
situando las primeras en la periferia de las segundas. Sin embargo desde principios del
siglo XVII se advierte superposición de viviendas de indios en barrios de españoles 3.
Fuente: Teresa Gisbert Historia de la Vivienda y de los Conjuntos Urbanos en Bolivia. (La Paz. 1991)
4 Así las parroquias, junto con otras disposiciones del Virrey Toledo, estaban destinadas a
agrupar en torno a ellas los barrios de indios con el fin de que recibieran doctrina y no
pasaran a habitar en los barrios destinados a los españoles. Se fundaron trece
parroquias ubicadas a lo largo de la Ribera, allí donde se encontraban instalados los
ingenios En el siglo XVI, la mayoría de los mitayos vivía en las rancherías, que quedaban
entre la Ribera y el cerro. Las rancherías que rodearon luego la ciudad por el norte
aparecieron a principios del siglo XVII. De acuerdo al plano de Potosí publicado por
Mesa y Gisbert (1985), correspondiente al siglo XVIII, las rancherías que rodearon la
ciudad eran San Sebastián, Santiago, San Pedro, Copacabana, Santa Bárbara, San Benito,
San Lorenzo, San Bernardo, San Martín, San Juan Bautista, La Concepción, San Pablo, y
San Cristóbal. Por otra parte, en cada parroquia estaba empadronados alrededor de 300
mitayos y más de 60 yanaconas especializados. Encabezaba la lista de mitayos y
yanaconas empadronados el cacique encargado de ellos, a quien se le reconocía el título
de don y la prerrogativa de gobernar sobre los demás indios, a fin de que éstos acudan a
la mita asignada. Los caciques recibían por su trabajo 60 pesos que provenían de los
tributos cobrados a los mitayos, a ellos se les encargaba que mantengan a los indios
trabajando, y que tuvieran qué comer, alejados del ocio y de las borracheras. (ACM. CR.
18).
5 Las rancherías eran galpones sin divisiones, de 6 metros de ancho por 100 de largo. Allí
vivían con toda promiscuidad, según el cronista Lizárraga, pues compartían el espacio
padres, madres, gallinas, cochinillos, perros, gatos y ratas. (1928:276). La descripción
que hace Arsanz, sin embargo, hace suponer que en estos galpones habría existido
cierto tipo de compartimiento por familia, y que en aquellas pequeñas habitaciones
tenían un fogón, una cama y entre 8 y 10 cántaros de chicha. (-1705-1965: TI: 42-43). La
42
propiedad de estas rancherías, era común a todos hasta fines del siglo XVI. Otras
viviendas eran redondas.
6 Hasta hace poco se creyó que los mitayos se agruparon, desde el siglo XVI, por etnias en
las parroquias y rancherías. Sin embargo, estudios recientes 4 han demostrado que la
política administrativa del cabildo de la ciudad evitaba agrupar lo menos posible a
indios de una misma etnia en la misma parroquia. Es así que los indios hasta los
primeros años del siglo XVII, estaban totalmente diseminados en las rancherías. Este
hecho determinó en definitiva que los indios no pudieran establecer raigambre ni
propiedad individual o colectiva de sus viviendas. Recién a mediados del siglo XVII, las
rancherías se fueron poblando por etnias y dieron lugar a barrios determinados por
parroquias. Con el tiempo éstas fueron conocidas por la etnia mayoritaria que las
habitaba, así tenemos a San Lorenzo de los carangas, San Martín de los lupacas y San
Sebastián de los quillacas. (ACM. CR. 18; Escobari, 1990: 53). Según Bakewell (1992) hubo
en Potosí anualmente tres remesas de 3.500 indios cada una, quienes durante los
primeros años de desarrollo de las minas, llenaron las espectativas de mano de obra de
los dueños de minas, pero conforme pasaba el tiempo las minas aumentaban en número
y se hacían más profundas en la tierra, de modo que la población nativa declinó
rápidamente.
7 La dieta alimenticia de los indios, antes de la llegada de los españoles, consistía en papa,
quinua, charque, (carne de llama seca), maíz, ají y legumbres. Con el primer contacto
habitacional con los españoles en la Villa Imperial de Potosí en el siglo XVI, los mitayos
incorporaron a su alimentación carne fresca y pan de trigo, alimentos propios de la
dieta occidental. Fue imposible limitar la alimentación de los indios a la que tenían
antes de la llegada de los españoles, por el contrario, uno de los primeros alimentos en
ser incorporados a su dieta fue el pan de trigo. En el mercado de Potosí también
encontraron productos prehis-pánicos propios tales como variedades de papas, ají y
maíz, pero incorporados al mercado monetario. Por otro lado en vista de la
imposibilidad de acceder a sus productos tradicionales, procedentes de sus cosechas y
pisos ecológicos, y de lo caros que les resultaban los productos de la ciudad, tuvieron
que echar mano de las llamas que llevaron consigo para alimentarse, con la
consecuente queja del cabildo municipal de la ciudad porque se restaban animales de
carga para transportar el mineral de plata del cerro. (ANB. CPPR. Años 1596-1605 ff. 41.)
(Escobari, 1987).
8 Los frecuentes períodos de sequía originaron escasez de comida. A fines del siglo XVI, el
Cabildo acordó un empréstito de 150.000 a 200.000 pesos de las cajas reales con
autorización del virrey para despachar comisiones a los valles de Cochabamba, Tomina,
Mizque y otros para comprar trigo, maíz, papa en todas sus variedades, y toda la
comida que pudieran, para acumularla en la Villa, a fin de que ella esté abastecida,
tanto la población española, como para la indígena. El daño más temido era que los
indios huyesen por la escasez. El acarreo de víveres era efectuado con los 100 indios de
mita que el Cabildo destinaba a ello (ANB. CPLA. T. 6, ff. 64, 70 v, 71 v, 73, 76; CPLA T. 8:
75; Cañete-1787-). De todas maneras, Potosí se convirtió, -según Sempat Assadourian
(1982)-, en un polo integrador del espacio económico peruano, donde las ganancias de
los trajines para abastecerlo en comidas e insumos mineros eran considerables y
reportaban réditos a los propios indios de las comunidades. Con esta ganancia las
comunidades pagaban el propio tributo en su lugar de origen y en muchos casos daban
un subsidio en alimentos a los miembros de su familia que se encontraban mitando en
43
Potosí. Thierry Saignes (1984), que se dedicó a estudiar el fenómeno de las migraciones
indígenas del siglo XVI en el territorio de lo que hoy es Bolivia, afirma que según su
situación geográfica con respecto a las rutas comerciales y a los centros mineros y
según su acceso a los recursos de zonas ecológicas distintas, los ayllus, nombre que se
daba a las comunidades indígenas del sur andino, repartían su fuerza de trabajo entre
las actividades agrícolas, mercantiles y mineras, de tal modo que combinaban sus
desplazamientos de una manera por demás eficiente. Esta práctica que es de origen
prehispánico, y es llamada por los especialistas como control vertical de pisos ecológicos,
prevaleció durante la época de la colonia en varios lugares, sin que jamás la estructura
colonial española se diera cuenta de ello. Muchas veces los caciques encargados de
reclutar mano de obra de las provincias obligadas para la mita de Potosí, renunciaban a
hacerlo a cambio de maíz o algún otro producto.
9 La tendencia general del gobierno de Potosí fue de que en las rancherías de indios no
hubieran pulperías porque servían para que los indios se aprovisionaran de chicha y
muchas veces de vino de desecho y vinagre, que les acarreaban enfermedades y morían;
sobre todo para evitar que los indios compraran chicha y vino, ya que para hacerlo
robaban azogue y mineral de plata. (ANB. CPLA Afros 1596-1605, ff. 181).
10 En 1555 se fundó el Hospital de Potosí en la calle de San Francisco, trasladándose un
año más tarde a unas casas a un lado de la plaza Mayor que costaron 600 pesos de plata.
La compra se hizo con los propios fondos del hospital de indios. Este mismo hospital,
destinado a indios y españoles, es el que Cañete5 describe como Hospital de Belén que,
al estar ubicado en la Plaza Mayor, (-1705-: 2-8) hacía que todos los moradores
tropezasen con un espectáculo asqueroso y melancólico como era el de ver a los
enfermos tomar sol en plena plaza. El Hospital betlemita era mantenido por los propios
mitayos, quienes pagaban un tomín, o medio peso al año para su sustento. A principios
del siglo XVII se fundó el Hospital de San Juan de Dios para españoles. El primer médico
de este Hospital fue el licenciado Francisco de Lerma. El título de Médico del Hospital
era conferido por el Virrey en Lima, y era de gran honor y reconocimiento público.
Recibía, fuera de su salario, 14 indios de mita para que los hiciera trabajar en sus
propias minas. El título de Barbero, que era el nombre que se les daba también a los
cirujanos, era igualmente conferido por el Virrey. Los barberos y los cirujanos eran los
médicos destinados a atender parroquias y rancherías de indios, pero a un solo barbero
se le encomendaban parroquias enteras. (ANB. ep 1557: ff 27). Por ello, no era de
extrañar que a fines del siglo XVI hubiera denuncias de los protectores de naturales ante
el Cabildo en contra de los barberos, a quienes se les morían indios que venían heridos
del cerro diariamente. La alta mortandad de indios en la Villa no solamente se debía a
las enfermedades contraídas por el trabajo forzado de la mita, sino por las epidemias de
viruela, sarampión, color de costado, bubillas y tabardillo6, estas últimas afecciones al
hígado, probablemente hepatitis. En época de epidemias, todos los españoles que tenían
indios en las minas, ingenios, beneficios, trajines, salinas y otros, debían dar una
limosna de un peso corriente por cada indio que tuvieran internado en el hospital.
También había colectas de pasa de uva y azúcar para dar a los indios en las rancherías,
para ello el Cabildo nombraba diputados para distribuir azúcar, carneros, pasas, pan,
chuño y papas a los enfermos de viruela. En esas ocasiones se congregaba a los indios
enfermos en determinadas parroquias para evitar el contagio. Las rogativas a San
Ignacio de Loyola, patrón de la Villa para las enfermedades, eran frecuentes,
44
NOTAS
1. En el Capítulo 1 de la Cuarta parte se hace una evaluación de la Bibliografía que se ha utilizado
en este libro para el estudio de Potosí.
2. Ccantumarca significa ″tierra vuestra o vuestra patria″, Arsanz Historia de la Villa Imperial de
Potosí. Ed. Brown University Press, Providence, Rhode Island. 1965 T. I, pág. 40.
3. Por ejemplo una carta de venta efectuada en Potosí el año 1640, muestra que Felipe Chimbo,
indio vendió a su hermano Juan unas casas de vivienda y morada que ambos hermanos poseían
″questá en esta villa en la calle que va del convento de Señor San Agustín assia el Tiopampa que
lindan por una parte con casas de Gregorio Poma yndio = y por la otra con casas de Juan Alvarez,
español = las cuales dichas casas les pertenece por herencia de Juan Chinbo, su padre...″ (ACM. E N
. 106,10 julio 1640. Esc. Diego Pacheco de Chávez).
4. Ver Capítulo 2, Cuarta Parte.
5. La edición de la crónica que se ha consultado para este capítulo es un facsímil de la original,
que guarda la Biblioteca Central de la Universidad Mayor de San Andrés.
6. Bubillas o inflamaciones a los ganglios linfáticos. Tabardillo o erupción de manchas por estado
tífico.
45
1 Los grupos indígenas que habitaban la extensa región del Oriente boliviano pueden ser
incluidos dentro del grupo de los llamados agricultores de las aldeas de los bosques
tropicales. Desde el punto de vista lingüístico son tres las principales familias
lingüísticas: arawaka, caribe y tupí-guaraní. En el caso de la Chiquitania, el grupo
aborigen más conocido y al mismo tiempo más importante es el chiquitano, y dentro de
ellos los chiquitanos propiamente dichos, los arawaka y los chapacura 2.
2 Es difícil establecer la fundación de la ciudad de Santa Cruz, porque se fundaron varios
asentamientos en poco tiempo y en diferentes lugares, destinados a ser la capital
española de la Chiquitania. Es el historiador Humberto Vázquez Machicado quien
sintetiza sistemáticamente las fundaciones y traslados de Santa Cruz.
3 Dos expediciones salieron casi simultáneamente hacia el oriente boliviano. Andrés
Manso desde las tierras altas en 1557, quien habiendo llegado antes que Ñuflo de
Chávez fundó la Barranca; Andrés Manso era yerno del Virrey del Perú, Andrés Hurtado
de Mendoza, Marqués de Cañete y traía poderes otorgados por él para establecer una
nueva Gobernación. Ñuflo de Chávez llegó en 1558, después de remontar el río Paraguay
y se encontró con que la Chiquitania ya había sido ocupada por Manso. Como la
jurisdicción del lugar estaba en contradicción de hegemonía, Chávez partió hacia Lima
donde el Virrey le distinguió por estar casado a su vez con doña Elvira de Mendoza, su
pariente, otorgándole una Cédula fechada el 15 de febrero de 1560, por la que creaba la
Gobernación de Moxos, que comprendía el Mato Groso, Chiquitos y Moxos. Se otorgó la
nueva gobernación a García Hurtado de Mendoza, hijo del Virrey, la tenencia de la
gobernación a Chávez y el alguacilazgo mayor a Salazar, mientras que el Chaco le
correspondía a Manso. Así se resolvió el conflicto jurisdiccional 3.
4 Aunque el primer Gobernador fue el hijo del Virrey, quien realmente ostentó el cargo
fue Ñuflo de Chávez. La región chiquitana estaba habitada por aproximadamente 20.000
indios, cuando decidió fundar Santa Cruz de la Sierra el 26 de febrero de 1561, al pie de
las colinas de Rquió y Turubó. Los primeros pobladores de Santa Cruz de la Sierra
fueron 90, una parte procedía de Asunción y otra de la Audiencia de Charcas.
46
16 La estructura social en esa época estaba conformada por una población blanca, que
tenía a sus órdenes a la cambada obediente y sumisa. La poca población mestiza estaba
dedicada al artesanado.
17 Hacia 1612, los jesuitas fundaron en Santa Cruz una congregación de seglares, quienes
fundaron además un primer hospital para pobres y menesterosos, que tuvo su primera
gran misión acudir a los que sufrieron la peste de 1620. Seguramente fue una expansión
de la epidemia de sarampión que arrasó con los mitayos de Potosí en 1618. Los jesuitas
evangelizaron, pero también enseñaron a leer y escribir. Por su parte, el Cabildo
presidido por el Maese de Campo Antonio Suárez nombró a Mateo de Vargas el primer
maestro de la primera escuela pública. En 1646 fue fundado en Santa Cruz el primer
Seminario para la formación de sacerdotes. Este seminario, fundado por Juan de
Arguinao, funcionó hasta 1666 en que un seguidor Gabriel Gonzáles de la Torre, se
ausentó de Santa Cruz. Desaparecido el Seminario, la enseñanza volvió a reducirse a las
primeras letras a cargo de los padres de la Compañía.
18 A mediados del siglo XVIII se trató de restablecer el antiguo Seminario con el empuje del
Obispo Herboso. Sin embargo la contribución solamente era en materiales y trabajo, ya
que para la adquisición de bisagras y cerraduras se requería dinero que era imposible
conseguir. El historiador Humberto Vázquez Machicado refiere que la pobreza era
paradójica, pues los hijos de los más acaudalados, concurrían a clases descalzos y
algunos en camisa, aunque en sus casas usaban vajilla de plata y los vestidos femeninos
eran bordados con oro y perlas.
19 En 1767, se expulsó a los jesuitas, y la educación decayó notablemente. El 25 de octubre
de 1768, el Conde de Aranda envió una orden expresa para la fundación del Seminario.
Se destinó 3.803 pesos para adquirir la estancia de Guayabas, que había sido de los
jesuitas, para el nuevo Seminario. Este Colegio Seminario instruía en gramática,
teología moral. Más tarde fue llamado Colegio Nacional, y ocupaba un lado de la plaza
principal, donde actualmente es la Alcaldía Municipal. Funcionó hasta comenzado el
siglo XX, en que fue trasladado a otro lugar. La única habitación que estaba en regular
estado fue hasta 1915 el Rectorado de la Universidad. En el lugar de la capilla del
Colegio se alza hoy el edificio de la Universidad Gabriel René Moreno.
20 Y por lo que respecta al andar descalzos obedecía más al clima que a la pobreza. A fines
del siglo XVIII las mujeres en general, usaban unas enaguas blancas largas hasta los pies,
bordados de colores o listas de encajes; la blusa con mangas, cerradas por el cuello, muy
bordadas. El cabello en dos trenzas, unidas por una cinta. Las mujeres del pueblo
andaban descalzas, mientras que las de mejores recursos, en ocasiones especiales
usaban unos ″guarda-pies″ de terciopelo azul o verde. El zapato menos elegante era de
cordobán, y lo usaban sólo para salir de casa. Las naturales usaban una camisa larga
hasta los pies, de tela de algodón, llamado desde entonces tipoy. Hablaban castellano.
21 Como en el resto de las ciudades coloniales del país, la educación, en el siglo XVIII no
llegaba a las mujeres quienes apenas sabían leer y escribir.
49
NOTAS
1. Este ensayo fue escrito en base a la bibliografía siguiente: Finot Enrique, Historia de la Conquista
del Oriente boliviano. Buenos Aires, 1939. Molina Plácido, Historia de la Gobernación e Intendencia de
Santa Cruz de la Sierra. Imprenta y Litografía Urania. La Paz, 1936. Moreno Gabriel René,
Chiquitos". En: Monografía de Bolivia, Oruro y Santa Cruz. T. III, págs. 400-432. Biblioteca del
Sesquicentenario de la República. La Paz, 1976. Vázquez Machicado Humberto, "Santa Cruz de la
Sierra en los siglos XVI y XVII" En: Obras Completas. T. II. "Obispo y Canónigos Tahures. Crónicas del
Santa Cruz Colonial", "La Efervescencia Libertaria en el Alto Perú de 1809", “Espíritu de la
Revolución Emancipadora en Santa Cruz de la Sierra", "Orígenes de la Instrucción Pública en
Santa Cruz de la Sierra". En: Vázquez Machicado, Humberto, Vázquez Machicado José, Obras
Completas. Tomo III. Ed. Don Bosco. La Paz, 1987.
2. Parejas, Alcides "Chiquitos, Historia de una Utopía". En: Chiquitos, Comp. Pedro Querejazu. Ed.
Fundación BHN, La Paz, 1995.
3. Parejas, Alcides, en Chiquitos, ob. cit. pág. 269.
4. Ibidem, pág. 271.
5. Impuesto que se pagaba por toda compra y venta.
50
1 Es natural preguntarse ¿qué fue de la labor misionera instaurada por los jesuitas
después de su expulsión? El presente capítulo trata del gobierno espiritual impartido a
los pueblos misionales a partir de esa expulsión. Los datos están tomados en su
totalidad del Libro Disposiciones Canónicas para las Misiones de Chiquitos, que guarda el
Archivo de Concepción.
2 Por disposición del Virrey Gobernador General de las Provincias del río de la Plata y
presidente de aquella Audiencia, vigente desde el 2 de enero de 1766, se dispuso ″se
saque de semejante opresión″ a los pueblos de Indias de Mojos y Chiquitos″. Se les
devuelva la libertad y propiedad individual de que se hallaban privados. Se otorgó
libertad a los indios para que se manejasen libremente como lo hacían los demás indios
del reino del Perú conforme a las leyes de la Real cédula del 17 de mayo de 1783. Se les
exhortó, en cambio, al pago de tributo en la cuota establecida, se les repartió tierra y
ganados para su subsistencia y la de sus familias para que fomenten la agricultura e
industria señalan do claramente las propias de aquellas de la comunidad. Asimismo, se
instruyó que a todos los pueblos se les siguiera enseñando el idioma castellano, y se
estableciera escuela allí donde no hubiera, ya que la instrucción de los indios desde su
tierna edad era de conciencia cristiana civil y política. Ordenó también el Virrey
disponer de un escribano con autorizaciones propias de su oficio bajo las ordenes del
Gobernador de Chiquitos.
3 La nueva Intendencia de Cochabamba quedó a cargo del Intendente Francisco de
Viedma y fue desmembraba su jurisdicción de las Misiones de Chiquitos y de las de
Apolobamba. Asimismo, el Virrey de las Provincias del Río de La Plata ordenó en 1799,
para que se asista al Colegio Seminario de Santa Cruz con 1.296 pesos para la dotación
de sus canteras, ordenando que lo sigan haciendo en el futuro los Ministros de la Real
hacienda de Cochabamba, abonando lo convenido.
4 La vida en las Misiones de Chiquitos, luego de la expulsión de los jesuitas (1767) cambió
notablemente, sobre todo en el gobierno temporal. La apertura al mundo exterior, -
todavía colonial-, si bien no supuso el cambio político y económico que sobrevendría en
el siglo XIX, mostró al indígena chiquitano una realidad más amplia. El aspecto más
51
siguientes aranceles por servicios religiosos: por entierro de cuerpo de español, con
misa cantada con dos responsos, 40 pesos, si hubiese más posas se pagaba 4 pesos por
cada una, diciéndose en ella su responso cantado; si el entierro era en otra iglesia se
debería añadir 13 pesos y 6 reales y medio. Por el derecho de cruz y campanas, 6 pesos.
De los mestizos y mulatos, 2 pesos. Por un entierro de cuerpo mayor de españoles con
cruz baja en la iglesia propia, 18 pesos en la propia iglesia y 24 en otra 3. Sobre los
derechos de los indios, se tenía en cuenta que eran sumamente pobres por lo que por
entierro se les cobraba 4 pesos, 4 reales y siendo menor de 12 años, 2 pesos; siendo
forastero 12 a 16 pesos. Los cobros por otros sacramentos iban en proporción al tipo de
entierro que se quería dar. Por su parte los sacerdotes seculares -a partir de 1787-
recibían 200 pesos al mes por distribuir auxilios religiosos a los pueblos 4.
11 Por otro lado, se realizaban celebraciones rituales como procesiones con diferentes
motivos, como ser la Fiesta de los patronos de los distintos pueblos de Chiquitos, la
Fiesta de Corpus Christi, Semana Santa y los primeros domingos de cada mes, dentro de
la iglesia, para la adoración del Santísimo Sacramento.
12 Para las haciendas y pequeñas poblaciones que estaban alejadas del pueblo principal,
los sacerdotes, debían enviar fiscales asalariados que los domingos y días de fiesta
enseñaran la doctrina cristiana. Los misioneros debían poner especial cuidado en el
cumplimiento estricto de sus funciones, espirituales y eclesiásticas. En caso de que
faltaran a sus obligaciones, incurrían en pecado mortal, además de esto, se les imponían
multas pecuniarias.
13 Algo que quedó muy claro en la nueva administración, fue que los misioneros no debían
inmiscuirse en los asuntos ″temporales″ de los pueblos, la administración y economía
de las misiones quedaba a cargo de los administradores y de los comisarios. Además
debían guardar distancia con el resto de la población, dando una muestra palpable con
la vestimenta que utilizaban a pesar del calor. Su relación con las milicias también
debía ser distante evitando mezclarse en asuntos de mujeres.
14 En cuanto a la educación en las escuelas de los pueblos de las Misiones de Chiquitos, los
sacerdotes debían enseñar también a hablar, leer, y escribir el castellano, Las personas
que desempeñaran esta función debían ser maestros capaces, aprobados por el
Gobernador. Los administradores vigilaban el puntual cumplimiento de esta obligación.
El castellano se enseñaba a los niños a través de oraciones y de la doctrina. Aparte de
las escuelas existían talleres artesanales donde se enseñaba a niños y niñas, por
separado, distintos oficios, así por ejemplo las niñas aprendían a ″hilar muy delgado″
siendo su maestra, la chiquitana más hábil de todo el pueblo. A los niños se les
enseñaban otras actividades artesanales, como la de hacer medias, gorros y guantes.
Existían también escuelas especiales para enseñar música, que estaban al cargo directo
de los sacerdotes, y éstos tenían jurisdicción sobre los naturales sólo y mientras éstos
servían en las iglesias.
15 Para los misioneros, la vida y costumbres de los chiquitanos resultaban inmorales, es
por eso que se emitían ordenanzas para imponer nuevas reglas de comportamiento, a
las que se tenían que someter los indígenas, bajo pena de ser castigados. Es preciso
mencionar que la evangelización de los sacerdotes seculares tuvo un enfoque diferente
a la de los jesuitas. Estos habían visto al indio, no como personas adultas, sino como
niños, con una visión paternalista, en cambio los seculares se metieron entre los
naturales para predicar la Palabra de Dios. Los indígenas andaban desnudos o con
taparrabos y vivían en grandes grupos lo que daba lugar a un contacto exagerado entre
54
personas de distinto sexo; esto, a vista de los sacerdotes, traía peligros de prostitución y
relajación de costumbres, por lo que debían ″remediar esos graves males y desórdenes″.
De esta manera implantaron la vestimenta oficial, que todos los naturales debían
respetar. Los chiquitanos estaban acostumbrados, por ejemplo a dormir con sus hijos
en una misma hamaca, los sacerdotes veían en esto una posibilidad de intromisión del
diablo, puesto que podía dar lugar al incesto. Por otro lado, las mujeres tenían por
costumbre el ingresar a los cuartos de los hombres sin el menor reparo, habían sido
criadas de esa manera, pero los curas establecieron fuertes castigos para que esta
costumbre desapareciera. Estas disposiciones ya existían en tiempo de los jesuitas, pero
por lo visto había que reiterar permanentemente a los ″convertidos″.
16 Por otro lado, los naturales estaban acostumbrados a trabajar, como les habían
enseñado los jesuitas, pero en algunos casos, reclamaban ante las autoridades por los
excesos que se cometían en los trabajos que debían realizar.
Gobierno temporal
17 La administración político-económica de las misiones corría a cargo de dos tipos de
autoridades, la superior sin duda alguna era el Gobernador de Santa Cruz, que debía
estar enterado de todos los asuntos que acontecían en los diferentes pueblos, pero él
personalmente se encargaba de los problemas civiles, de la administración de justicia y
de realizar todos los nombramientos para ocupar los distintos cargos dentro de las
misiones. Como los Gobernadores viajaban de pueblo en pueblo, tenían comisionados -
colaborados por los caciques- en cada uno de ellos, que se encargaban de informarle de
todos los sucesos. Los Gobernadores daban cuenta en informes periódicos de lo
ocurrido en la Provincia de Chiquitos en primer lugar a la Real Audiencia y luego al
Virreinato del Río de la Plata. Cada que ingresaba un nuevo cura secular a un pueblo se
debía formar un inventario específico de todos los bienes, alhajas, vasos sagrados,
paramentos y demás cosas pertenecientes a la iglesia y sacristía, en razón de las
pérdidas que habían continuamente. Otro tipo de autoridad sumamente importante en
la administración de las misiones, eran -valga la redundancia- los administradores,
quienes estaban a cargo de las funciones económicas. Las ordenanzas establecían que
en cada pueblo de las misiones de Chiquitos existiera un administrador, quien debía ser
secular, con un salario de 400 pesos anuales, que salían de los fondos de la Provincia.
18 Las principales ocupaciones de los administradores eran: el repartimiento de las
labores de los indios, cuidado del trabajo y la recaudación de los productos, la
distribución de los alimentos, vestimenta y casas de los naturales, pero lo más
importante era el cobro del tributo indígena. También tenían a su cargo el pago de
salarios a los empleados de las misiones, y la organización de las escuelas. Además
debían ″inspirar a los indios en el respeto y subordinación que se debe así a los jueces
superiores como también a sus curatos como padres espirituales...″. Debían alejar a los
chiquitanos de la ociosidad e incentivarlos a que trabajaran en la agricultura,
ganadería, e industria y además perfeccionarlos en la artesanía y en los oficios, para
ello se mantuvo el trabajo en talleres artesanales para formar a los niños desde
pequeños en oficios específicos. Los naturales que trabajaban con ahínco y obtenían
buenos resultados en sus actividades, o realizaban alguna acción meritoria, eran
premiados de diferente manera, de acuerdo a su acción, en caso contrario, eran
castigados.
55
19 Los administradores llevaban el control de todo cuanto ingresaba y salía de las misiones
y sólo ellos y el cacique gobernador de cada pueblo tenían las llaves de los almacenes
donde se guardaba la producción de la misión. Además tenían la obligación de realizar
un inventario detallado de todos los bienes pertenecientes a la Iglesia y la Sacristía y
cada año se debía dar cuenta de las pérdidas, daños o incrementos ocurridos en la
misión, siempre con la intervención de los dos curas de cada pueblo, el Gobernador, si
estuviera presente, o su comisionado en su defecto y el cacique del pueblo. Los
administradores debían además llevar cuatro libros, en el primero debían
sentar″...todos los efectos y productos de la industria y trabajo de los indios que se
deberían guardar en los almacenes. El segundo para sentar todos los efectos que se
recibían en los pueblos de la Recepturía General para auxilio de los indios. El tercero,
para anotar todos los negocios temporales que se realizaban en los pueblos. El cuarto
estaba enteramente a cargo del Cacique Gobernador y alcaldes de cada pueblo, para que
ellos por su parte, llevaran una razón prolija de todas las obras y productos industriales
de los indios.
20 Hacia fines del siglo XVIII, los pueblos de las misiones de Chiquitos comenzaron a
comerciar entre ellos y con Santa Cruz y para evitar especulaciones y contrabando en el
que estuvieran mezclados los indios se establecieron precios fijos que se debían
respetar. Esta definición de precios estaba a cargo del administrador. Estaba prohibido
que los indígenas comerciaran directamente con los españoles, todo comercio debía
llevarse a cabo a través del administrador, porque se habían encontrado fallas en el
control del comercio de españoles forasteros trajinantes.
21 Pese a ello, las denuncias de la presencia de contrabando con portugueses iban en
aumento5. Los administradores sólo rendían cuentas a sus superiores, quedando claro
que debían vigilar que los indios cumplieran primero con sus obligaciones religiosas y
espirituales, para recién dedicarse al trabajo. Sin embargo, en 1787, hubo una denuncia
del Gobernador Antonio López Carvajal en la Real Audiencia de Charcas, debido a que
los sacerdotes Simón Beru y Gaco y otro, realizaban trajín con españoles, cobrando
40.000 pesos, sin descontar el 5% destinado al fomento de las Misiones. Los productos
que se exportaban eran cera, macanas, paños de manos, manteles con servilletas,
gorros, medias, guantes, ponchos, sobremesas, vainilla, palillo, achote o tricu,
tamarinos6. El 4 de noviembre de 1790 entraron ″los individuos de la tercera dirección
de Lima y subsistir con los frutos del lugar″7, y pagaron los productos de la siguiente
manera: por una gallina, cuatro hilos de chaquir; por un pollo, dos; por un capón, seis;
por un pato, seis; por dos cabezas de plátanos, dos; por dos de yuca, dos y por un
pescado, dos.
22 Por otro lado, las ordenanzas obligaban a los sacerdotes a llevar un control demográfico
estricto, a través del control de entrada y salida de los indígenas de los diferentes
pueblos y a través de libros parroquiales que debían seguir un modelo determinado y
ser realizados con el mayor cuidado. Los libros eran tan importantes que se les debía
dar especial cuidado ″custodiarlos con diligencia, tenerlos bien encuadernados,
enteramente foliados, con limpieza de buen papel y escritas las partidas con buena
tinta y letra, expresando en todas ellas el día, el mes y el año, procurando evitar toda
confusión. Puede asegurarse mi verdad que los libros parroquiales son una gran parte
de la fe pública en que tanto interés tiene la religión y el estado del común″ 8. Los libros
contemplaban partidas de bautizo con fecha muy clara, se anotaba el día de nacimiento
de la criatura, los nombres completos de los padres, su origen, los nombres completos
56
de los padrinos, y el nombre del cura que los bautizó y si era cura primero o segundo.
Se debía especificar si el recién nacido era hijo legítimo o ilegítimo.
23 Las partidas de matrimonio debían mostrar de manera clara la fecha, haciendo constar
que se había cumplido el requisitos de las proclamas. Debían especificar los nombres de
los contrayentes, nombres de los padres, nombres de los testigos, origen, establecer que
no existía ningún impedimento para realizar dicho matrimonio y por supuesto debía
constar la firma del sacerdote celebrante. Las partidas de defunción como las
anteriores, debía llevar claramente la fecha de fallecimiento del difunto, nombre
completo, la edad, la calidad de hijo legítimo o ilegítimo, nombre de los padres, lugar
donde falleció y el origen. Se debía aclarar su estado civil, y en caso de ser casado, el
nombre de la esposa, y el lugar donde era sepultado, además había que especificar si el
difunto había recurrido a la Extrema Unción antes de fallecer, la partida debía llevar la
firma del sacerdote. Además de este control a través de partidas, los sacerdotes de cada
pueblo debían tener un ″padrón general exacto de toda la feligresía″ y debían enviar
una copia de este padrón ″de buena letra″ para el Gobernador, para ser enviada a la
Real Audiencia y ésta a su vez a su Majestad el rey. Este padrón debía establecer
puntualmente el número de habitantes, ″con distinción de calidad, edad y sexo″.
NOTAS
1. Este trabajo fue escrito en colaboración con Beatriz von Borries y Cecilia Blanco, en base a
datos de fotocopias del Libro de Disposiciones Canónicas para las Misiones de Chiquitos, que Hans Roth,
arquitecto restaurador de las iglesias de dichas Misiones, tuvo la gentileza de entregarme en
Concepción de Chiquitos, el año 1991.
2. Sínodo era el pago que hacía el Obispado a los sacerdotes.
3. Por una criatura de menor de 7 años se decía misa cantada y se pagaba 8 pesos, por sólo la misa
rezada 2 pesos. Por el entierro de un mestizo, si la misa era cantada con solemnidad y pompa
costaba lo mismo que por una de español. Sin solemnidad ni pompa 16 cantada y 13 sin cantar.
Por entierro de menor de mestizo de 12 años para abajo, rezado 8 pesos, y sin rezar 7. Por
entierro de un cuerpo de mulato o esclavo 12 pesos. Por entierros de cuerpos de mayores y menos
mulatos y negros libres, la mitad de lo que se cobraba a los españoles. Por honras y cabo de año
de español con vísperas, vigilia, misa cantada con diñácono y subdiácono y reponso cantado del
fin, 36 pesos, sin vísperas, 26 y sin diáconos 24 pesos. Por un novenario de misas cantadas, con
diácono y subdiácono y repsonso cantado 58 pesos 4 reales y si fuere vigiliada 66 pesos. A los
pobres, huérfanos y viudas que quedaban en desamparo se les rebajaba la tercera parte. Libro de
Disposiciones Canónicas, doc. cit. ff. 69 y ss.
4. Libro de Disposiciones Canónicas y Cédulas de la Real Audiencia, ob. cit. ff. 31.
5. Libro de Disposiciones, doc. cit. ff. 36.
6. Libro de Disposiciones Canónicas y Cédulas expedidas por la Real Audiencia. Disposiciones para
San Javier, doc. dit. ff. 60.
7. Ibidem. En esa fecha la Audiencia de Charcas dispuso que se suprimiese a los curas doctrineros
encargados de la administración temporal de las Misiones. Alcides Parejas Chiquitos. Historia de
una Utopía. Creemos que se trata de milicias enviadas para el efecto.
57
mestizas e indias con dotes importantes, que permitieron a su familia establecer lazos
que les daba reconocimiento social.
3 La capa alta de la sociedad iba lujosamente vestida, dentro de lo que se podía ostentar a
miles de kilómetros de distancia de donde procedía su ropaje y menaje de casa. Las
crónicas refieren que las mujeres podían competir en elegancia con todas las del reino.
Vestían polleras de riquísimas telas de terciopelos, brocatos, damascos. Llevaban jubón,
-especie de chaquetilla ajustada al cuerpo-, con mangas abullonadas y lucían collares y
brazaletes de piedras preciosas. (Money 1983).
4 Según James Lockhardt (1982), hubo pocos nobles españoles con título, entre ellos
estaban los propios Virreyes, representantes directos del Rey, y por lo general
parientes o personas muy allegados a él. Sin embargo, como los españoles eran muy
apegados a la distinción social por más sutil que ésta fuera, a principios de la conquista,
todo el segmento superior de la sociedad española asentada en el Virreinato, y por lo
tanto también en la Audiencia de Charcas, se consideraba ″hidalga″ y se los llamaba
″don″. Con el tiempo, y dentro de la misma época colonial, el uso indiscriminado de este
título hizo que se perdiera el significado original, aunque constituía de todas maneras,
una distinción de los altos cargos gubernamentales, eclesiásticos y de gente acaudalada.
5 El prestigio profesional situaba en la elite social a quienes tenían algún grado de
instrucción académica. Entre ellos hay que ubicar en un primer nivel a los sacerdotes,
los abogados y los médicos graduados. En un segundo nivel los abogados sin título, los
escribanos y los cirujanos. Los cirujanos prácticos, que ejercían también el oficio de
barberos estaban ligados a los artesanos. Las personas que ejercían el Derecho y la
Medicina, tenían tres grados, bachillerato, licenciatura y doctorado, y al igual que el
″don″ o el ″doña″, el grado o título se volvía un elemento inseparable del nombre. La
gran mayoría de los abogados eran Licenciados, el bachillerato tenía poco prestigio y el
doctorado era un grado poco común y elevado. Los médicos no contaban con una base
económica institucional como los abogados, quienes podían encontrar puestos
importantes en cualquier ciudad. Había muy pocos médicos y únicamente quienes
tenían nombramiento del Virrey podían ejercer la profesión en los hospitales de las
ciudades. En Potosí en el siglo XVI, había sólo un médico por cada 800 indios. (Escobari,
1990).
6 Los sacerdotes estaban insertos también en la elite de la sociedad colonial porque eran
hombres educados y con múltiples potencialidades. Recibieron sueldos considerables al
principio de la colonización, sobre todo si adoctrinaban indios en una encomienda. Los
curas doctrineros procuraban permanecer en la encomienda hasta conseguir un mejor
lugar de trabajo, por lo general buscaban vicarías u otro empleo urbano estable.
Después, con el ingreso de las órdenes religiosas, la labor evangelizadora quedó en
manos de los respectivos superiores, aunque también hubo clero secular. A la Audiencia
de Charcas llegaron órdenes de dominicos, franciscanos, mercedarios, agustinos y
jesuitas, quienes fundaron misiones, colegios y conventos en las ciudades de La Paz,
Oruro, Potosí, Chuquisaca, Cochabamba y Santa Cruz. De esta manera la educación
quedó en manos de los religiosos. Entre todos ellos se distinguieron los jesuitas, pues
fundaron colegios en La Paz y Chuquisaca, y además la famosa Universidad de San
Francisco Xavier de Chuquisaca.
7 Los encomenderos, quienes posteriormente se convertirían en hacendados, fueron los
españoles que más se afincaron en el territorio de la Audiencia. Ellos daban el marco
general para todas las actividades sociales y económicas españolas. Para sostener su
61
vida señorial los encomenderos contaban con la fuente primordial de ingresos, que era
la de la riqueza de la explotación agrícola y ganadera trabajada gratuitamente por
mano de obra indígena. Su vida ostentosa era importante fuente de negocios para
artesanos y comerciantes, pero a su vez, los encomenderos también hacían negocios
invirtiendo dinero en empresas de mercaderes. Este grupo tenía derechos tales como la
posesión de caballos y armas para la defensa del ″reino″ contra los indígenas. Por lo
general residían en las ciudades cercanas a su encomienda o hacienda quedando esta
última en manos de los mayordomos. Era característico del encomendero tener casa
grande, de varios patios, que albergara mucha gente, parientes y allegados que vivían
permanentemente allí o eran invitados temporales. Muchos tenían esposa española o
criolla, nacida en Charcas, mesa puesta con las mejores viandas, servicio doméstico
constituido por negros esclavos o indígenas que prestaban servicio obligatorio en sus
casas. Había también criados españoles o mestizos y esclavos negros para el servicio
doméstico. (Lockhardt 1982).
8 Los hombres dedicados a las minas y a los ingenios de minas, eran llamados azogueros.
Gozaban de gran reconocimiento de la administración colonial, ya que proporcionaban
a la corona, el quinto de su producción. Las redes familiares de poder en torno a los
azogueros o dueños de minas e ingenios en Potosí, cubrieron la totalidad de la
explotación minera. La mayor parte ellos vivían en Potosí y Oruro aunque otros
preferían tener residencia en la ciudad de La Plata por ser de clima menos frío.
9 Toda la elite tenía tratamiento legal especial, por ejemplo ninguno de ellos podía ser
encarcelado por deudas, es el caso del cronista Luis Capoche (1585), rico dueño de
minas, quien se vio envuelto en una venta fraudulenta, pero fue absuelto en pocos
meses. (ANB. Catálogo G. Mendoza) Enrique Tandeter4 ha estudiado la escandalosa
corrupción a la que llegaron las familias Navarro, Prudencio y Rodríguez, -
emparentadas entre sí en Potosí en el siglo XVIII-, quienes además de ser propietarios de
minas e ingenios ostentaban cargos públicos, como oficiales de Cajas reales, de la Casa
de la Moneda, alcaldes de cabildo, arrenderos de alcabalas o maestres de campo.
Obviamente desde ambas perspectivas defraudaban al fisco.
10 En rango social, los mercaderes estaban por debajo de los hidalgos y por encima de los
artesanos. Como personas instruidas -sobre todo en contabilidad- y bastante
acaudaladas, los mercaderes sacaban provecho de cualquier oportunidad económica.
Los pagos ordinarios de todo tipo se efectuaban en lingotes de plata o en plata menuda,
o también en vajilla o enseres labrados, podían ser azucareros, platos, cucharillas
(Escobari, 1985). Los mercaderes, como el resto de la sociedad colonial guardaban ellos
mismos sus existencias de plata en arcones al pie de su cama. Hubo mercaderes de
mucho prestigio social como el potosino Antonio López de Quiroga que tenía una red
importantísima de comercio en todo el mercado surandino5, aunque la base de su
riqueza fueron las minas que tenían en Potosí y su distrito. López de Quiroga llegó a las
más altas esferas de riqueza, al punto que lo único que le faltaba eran honores y títulos
de nobleza y en tal empresa se embarcó cuando supo que en 1672 se enviaron al Virrey
del Perú cuatro títulos de nobleza para la venta6.
11 El saber leer y escribir durante la Colonia no era algo común. La profesión de escribano
era practicada por abogados sin título llamados secretarios o por los oficiales del tesoro
de menor rango. Hubo, sin embargo, escribanos de mucho reconocimiento social. Eran
criollos, que asociaron cargos municipales con hidalguía. Sus madres y hermanas eran
llamadas ″doñas″. Muchos provenían de familias de mercaderes mestizos o criollos, o
62
aymara. El cargo fue hereditario y tradicional. En la época colonial, era reconocido por
su pueblo y preferido a aquellos nombrados por las autoridades españolas, aunque
muchas veces fuera en detrimento de ellos mismos. Los españoles encontraron que el
cacique era una pieza fundamental para llegar a manejar a los indios, ya que eran la
autoridad natural entre ellos. Muchas pugnas entre caciques se suscitaron al haber dos
hijos aspirantes al mismo cargo. A fines del siglo XVII las Ordenanzas del Perú dieron a
los caciques atribuciones de caciques gobernadores, y después de la Rebelión de Tupac
Catari, a fines del siglo XVIII, fueron reconocidos como Alcaldes. Las familias de caciques
también procuraban unirse en matrimonios para preservar su status social. Así, en el
siglo XVII el cacique de Laja casó en La Paz a sus hijas con los caciques de Tiahuanacu, de
Jesús de Machaca, y de Pucarani, mientras que su propio hijo era cacique de la
parroquia de San Sebastián de la ciudad de La Paz.
16 Como uno de los derechos que tenían los caciques estaba el de poder dar educación a
sus hijos. No se conoce hasta ahora si hubo colegios para hijos de Caciques en alguna
ciudad de la Audiencia de Charcas, los más probable es que fueran a educarse en el
Colegio San Borja del Cuzco, donde se les impartía educación igual a la de los hijos de
criollos y evangelización, con miras a que ellos lo hicieran una vez regresaran a sus
pueblos. Los niños de cuatro a ocho años recibían instrucción en oraciones, catecismos
y se les enseñaba los primeros rudimentos de leer, escribir, sumar, rezar y cantar. La
enseñanza de Gramática y Latinidad era un paso más avanzado y se impartía en la
escuela secundaria.
17 Fruto de la labor de educación de los hijos de caciques fue la participación junto con
criollos en asuntos públicos y de gobierno.
18 De esta manera los caciques fueron los primeros en adscribirse al mundo colonial
criollo, adoptando su vestimenta y comportamiento social. Sin embargo, el mestizaje
racial y cultural del mundo conquistado fue paulatino y generalizado, e interactuó a lo
largo de tres siglos coloniales y dos de República en una dinámica permanente basada
en tradiciones vernaculares, coloniales y del mundo exterior.
NOTAS
1. Algunos autores han considerado que la venta de cargos públicos fue una de las causas de la
llamada "Crisis del siglo XVII", uno de ellos Luis Miguel Glave en Trajinantes. Ed. IEP. Lima, 1989.
2. Presta, Ana María Juan Ortiz de Zarate, an enterpreneur in sixteenth-century La Plata, Charcas
(Modern Bolivia). A Thesis presented in partial Fulfillment of the requirements for the Degree of
Master of Arts in the Graduate School of the Ohio State University. The Ohio State University.
1992. Inédita.
Condarco Morales, Ramiro Lorenzo de Aldana, encomendero de Paria. Inédito.
3. Las dotes en la ciudad de La Paz 1585-1650. Tesis de Licenciatura en Historia. Universidad Mayor de
San Andrés. La Paz, agosto 2000. Inédita.
4. Coacción y mercado. La minería de la plata en el Potosí colonial, 1692,1826. Ed. Centro Bartolomé
de las Casas. Cusco, 1992, pág. 155.
64
5. Antonio López de Quiroga fue el mercader que más viajes realizó entre Potosí y Cuzco, llevando
telas de obraje, azúcar y "cajetas de conservas" entre 1650 y 1700. Escobari de Querejazu Laura,
Producción y Comercio en el espacio surandino s. XVII. Ed. Embajada de España en Bolivia. La Paz, 1985.
6. Bakewell Peter, El mercader Antonio López de Quiroga. Ed. Alianza Editorial. Barcelona.
7. Especie de escudo o broche de aproximadamente 20 cm de diámetro, que llevaban pegado al
pecho. Ver dibujo No. 3.
8. Ver Capítulo 2, Segunda parte "Los Cusicanqui, caciques de Pacajes".
9. Ver Capítulo 1, Primera parte "Chuquiapo-Nuestra Señora de La Paz".
10. Vasos ceremoniales prehispánicos.
11. Pedro Ramírez del Aguila Noticias Políticas de Indias y Relación Descriptiva de la Ciudad de La Plata.
(1639) Sucre 1978, p. 130.
12. El caso ha sido identificado en Cuzco por Francisco Stastny. En : El arte de la nobleza inca y la
identidad andina. Ed. Centro de Estudios Regionales Andinos "Bartolomé de Las Casas" Cusco. 1993.
13. Ver Capítulo cuatro, Segunda parte.
65
1 Las dificultades que tuvieron los caciques para mantener su cargo como intermediarios
entre la administración española y las poblaciones indígenas fueron muchas y se
refirieron principalmente a rencillas entre indios principales que, ya sea por
descendencia o por nombramiento de autoridades españolas, se creían con derecho a
conservar el cargo. Un importante expediente proveniente del Corregimiento de La
Paz, trata precisamente del pleito suscitado entre los caciques Canqui y Cusicanqui por
la titularidad del cargo de cacique del pueblo de Calacoto, provincia Pacajes del
departamento de La Paz, durante los siglos XVI, XVII y XVIII. El estudio del expediente
proporciona además de la genealogía de ambas familias, el papel que jugaron los
caciques nobles en la colonia como agentes intermediarios entre los indios de sus
comunidades y los corregidores españoles. Las tareas propiamente administrativas del
cacicazgo del pueblo de Calacoto, se manifiestan a través de una serie de rencillas
ocasionadas por varios factores, entre ellos la falta de autoridad en el desempeño de
cacique interino, de cacique gobernador; la arbitrariedad en el trato a los indios, dada
por quienes fueron caciques interinos de Calacoto y también por su desempeño como
alcalde entre los caciques.
2 El expediente es un Memorial fechado en 17831, que reúne varios documentos que
prueban la limpieza de sangre de los Cusicanqui y los Canqui, estableciéndose que
ambos troncos familiares descienden de Tupac Inca Yupanqui, conquistador de los
reinos Charcas, 80 años antes de la llegada de los españoles. Si bien los tres siglos que
dura el pleito son una muestra de cuánto podían durar las rencillas familiares por el
poder local, nos sirven para establecer datos concretos y valiosos sobre la genealogía de
ambas familias y su entronque común. Dado el complejo panorama en cuanto a
nombres, épocas de desempeño y finalidad de cada una de las provisiones exhibidas, se
ha elaborado un árbol genealógico de cada familia que va al final del capítulo.
66
3 De acuerdo a lo estudiado por Díaz Rementería2, las funciones que cumplían los
caciques pueden diferenciarse en obligaciones, facultades y derechos en ocasión de que
por su cualidad de cacique o por llevar anexa la titularidad del gobierno, era sujeto
activo de una conducta que se le impone por la política hispana, y por otra parte, le
correspondían derechos para el mejor cumplimiento de los deberes fiscales de la
comunidad. Entre sus principales obligaciones estaban la de colaborar en la
recaudación de tributos y, entre facultades, las de otorgar partidas de fe pública, o
sancionar en determinados casos, a los indígenas que no cumplirán la mita. También
tenían la facultad -compartida con otras autoridades- de la reducción poblacional, o
agrupamiento de indios en pueblos, y la de cristianización y castellanización de los
indios. Dentro del buen gobierno español se concedía a los caciques prerrogativas tales
como estar exentos del tributo, el uso de armas, que normalmente estaba prohibido al
común de los indígenas, vestir a la usanza española y montar a caballo, también podían
utilizar andas y hamacas, y poder dar una mejor educación a sus hijos 3. Los caciques
aprovechaban el reconocimiento social que les daba su propia comunidad, pues en la
medida en que eran reconocidos, su autoridad era mayor para cumplir mejor con las
autoridades españolas en el cobro del tributo y en el enrolamiento de indios para la
mita de Potosí. Los cad ques se mantuvieron fieles a los españoles, ya sea porque vieron
que era la única forma de sobrevivir o de sacar provecho material y social de su
situación4. Con este propósito, como se dijo en el capítulo anterior, alteraban los datos
demográficos para su propio provecho, en otras ocasiones dieron notas de ser
importantes comerciantes, beneficiándose también de las facultades que tenían en
cuanto a la movilización de indios5.
4 La sucesión a la dignidad cacical era distinta a la sucesión en la titularidad del gobierno.
Podían coexistir el cacique noble reconocido por tradición y el cacique-gobernador,
designado por el corregidor. Sin embargo el cacique noble de antigua tradición, en la
mayoría de los casos la recibió automáticamente dicha posesión civil. El cacicazgo de
raigambre noble era hereditario, pero como no todos los caciques se adaptaron a las
nuevas necesidades estructurales de la colonia, ocurrió muchas veces que los caciques
nobles y reconocidos por su pueblo no lo fueron por la administración española. De ese
modo se produjo la coexistencia de dos caciques, unos reconocidos por su pueblo, y
otros nombrados por el corregidor. La misma descendencia noble se fue haciendo cada
vez más compleja, de manera que en determinados momentos fue difícil saber a quién
le correspondía el título. A esto se sumaba la propia acción de los corregidores, quienes
nombraban caciques a primos o parientes cercanos igualmente nobles de los caciques
en ejercicio, pero que les eran fieles. Así la sucesión al cargo se convirtió en un pleito
permanente, ya que el mismo debía ajustarse básicamente a los fines del gobierno
español.
5 Tal como se extrae de la genealogía, quien primero ostentó el título de cacique del
pueblo de Calacoto fue Felipe Inga Yupanqui (1545), constituyéndose en el antepasado
más antiguo de los Cusicanqui y de los Canqui. En su tiempo obtuvo las reales
provisiones directamente del rey de España juntamente con un escudo de armas que se
describe detalladamente en el documento6.
6 En 1613 Juan Francisco Cusicanqui; obtuvo el título de Cacique por ser descendiente de
Felipe Inga Yupanqui y obtuvo el privilegio de estar exento del pago del tributarios
incluyendo a sus hijos legítimos y naturales. Hasta los últimos años del siglo XVII no se
67
revela una pugna por el desempeño del cargo de cacique, seguramente porque la
sucesión hereditaria era clara.
7 Según Diaz Rementería7, el cacique interino fue la figura que presentó un mayor
número de situaciones anómalas dentro de la organización socio-política de la
comunidad indígena, ya que, basándose en haber gozado de tal cargo o en ser
descendiente de quien lo hubiera ostentado, pretendió en determinadas circunstancias
beneficiarse de los privilegios y exenciones de que gozaban los caciques de sangre. Y ya
sea para el cumplimiento de los diferentes tipos de mita, u obligaciones con la
administración española, los caciques se ausentaban de sus pueblos dejando en su lugar
a un cacique interino que era una persona allegada nombrada por él mismo o por el
corregidor. De hecho el primer pleito familiar entre los caciques del pueblo de Calacoto
data de 1680 y se originó con la designación de un cacique interino. José Cusicanqui,
cacique titular de Calacoto, se ausentó a cumplir la mita dejando a su hermano Miguel
interinamente en el cargo. Al regresar se encontró con que Sebastián Canqui, que
también había ido a cumplir con el servicio de la mita, reclamaba el derecho de cacique.
En 1680 ambos caciques elevaron memorial al Virrey Melchor de Navarra y Rocaful
pidiendo su nominación. La provisión otorgada por el virrey reconoce como
descendiente de los incas nobles a Miguel, Juan y José Cusicanqui, así como a Alejo y
Sebastián Canqui, provocando confusión. A fin de acreditar su legitimidad, ambos
caciques, Sebastián Canqui y José Cusicanqui apelaron a testigos veteranos, indios
principales de Calacoto y de pueblos vecinos quienes atestiguaron conocer a los
antepasados de los caciques en litigio. En el caso de José Cusicanqui y sus hermanos
Miguel y Juan, los testigos declararon conocer su ascendencia hasta Juan Francisco
Cusicanqui (1613), lo cual que acreditaba su origen. En cuanto a la ascendencia de
Sebastián y Alejo Canqui, si bien fue testificada como procedente de incas nobles, no
estableció relación clara con Juan Francisco Cusicanqui, perdiendo su origen en Diego
Canqui Apasa (1630). De modo que lado, la nominación de cacique entre Miguel
Cusicanqui y Sebastián no se aclaró, pues las ordenanzas de los virreyes Navarra y
Rocaful (1680) y Conde de la Monclova (1683) no resolvieron la situación, creciendo la
pugna familiar.
8 Según Díaz Rementería8, las leyes indianas favorecieron el derecho de la sucesión, pero
para ello tuvieron muy en cuenta el grado de autoridad que tenía el cacique, ya que era
determinante el obedecimiento que tenían los indios. La designación de miembros de
un mismo linaje por espacio de tres siglos, si bien fue complicada, comprueba que en
todo tiempo se trató de preservar la costumbre sucesora, ya que de no ser así, éstos
podían haberse extinguido en el tiempo. En ese sentido, la autoridad del cacique
Sebastián Canqui en 1680, estaba claramente manifiesta debido al poder que tenía de
movilizar indios semanalmente para la mita, pues es conocido el hecho de que a estos
no les faltaba recursos para escaparse del servicio. El documento establece que
Sebastián Canqui proporcionó indios de los doce pueblos de la provincia de Pacajes para
el cumplimiento de la mita minera en Potosí y la mita de encomienda en Pacajes,
además el año 1689 proporcionó a las haciendas del español Juan de Urdinsu treinta y
tres indios semanalmente, llevados de los pueblos de Curaguara y Ulloma; el año 1690
entregó a las haciendas de otro terrateniente Don Antonio Guzmán Maldonado, cinco
indios cada semana. En cambio, según declaraciones de los viejos del pueblo en la pugna
suscitada en 1680, dio muestras de que Miguel Cusicanqui carecía de autoridad con los
68
indios. La acusación declaró a Miguel Cusicanqui incluso no apto para ser cacique del
pueblo.
9 En 1719, Juan Eusebio Canqui fue reconocido como cacique gobernador con las horas
concedidas a su padre Juan Bautista Canqui por el Virrey Duque de La Palata, al ser
presentadas las reales cédulas. Las honras y privilegios fueron extensivas a sus hijos y
descendientes por proceder de los incas nobles. Juan Eusebio Canqui gobernó hasta el
año 1734, cuando el corregidor de la provincia Pacajes propuso al Virrey Príncipe del
Santo Bono la conveniencia de que hubiera simultáneamente dos caciques, ya que el
pueblo tenía las viviendas de los indios muy distantes unas de otras, dificultando las
obligaciones cristianas de ir a misa y doctrina además de la atención del cobro de
tributos y otras atribuciones.
10 De este modo se nominó a Juan Eusebio Canqui para la parcialidad de Anansaya del
pueblo de Calacoto y a Ignacio Canqui para la de Urinsaya. La filiación genealógica de
estos dos caciques ubicaba a Juan Eusebio Canqui como hijo de Juan Bautista Canqui,
habiendo sido este contemporáneo de José Cusicanqui y Sebastián Canqui. Juan Eusebio
Canqui e Ignacio Canqui, dieron lugar por primera vez, a la existencia legal de dos
caciques en forma simultánea.
11 Durante la última administración de Juan Eusebio Canqui (1735), hubieron varias quejas
de los indios, relativas al mal trato y abuso que les daba, lo que dio lugar a que se
iniciara una causa criminal en su contra con orden de aprensión. La acusación llegó
hasta España y la sentencia emitida por el Rey Felipe V favoreció ampliamente al
cacique, ordenando que se le devolvía la libertad y ordenaba el desembargo de todos
sus bienes, pues que gozaba de excepciones. Incluso el corregidor debió devolverle 200
pesos que había retenido, procedentes de los fondos de la caja general de censos y que
estaban destinados a ser distribuidos entre los indios interesados en ese socorro. Las
instrucciones dadas al corregidor contemplaban también la prohibición de asignar más
de los indios del pueblo y de pueblos vecinos, al servicio de los gobernadores y caciques,
más que los previstos en la última retasa. Sin embargo, las instrucciones establecían un
trato más justo con los indios, instruyendo que los indios que se les asignaba no debían
contribuir en cosa alguna a los gobernadores y caciques, bajo pena de 2.000 pesos para
los caciques. Tampoco se les permitió servirles en ninguna otra diligencia. Por su parte
se ordenaba a los indios retractarse en sus querellas bajo pena de castigos severos, con
el fin de escarmentarlos. Probablemente la acusación contra Juan Eusebio Canqui la
haría el propio cacique para realizar los abusos mencionados.
12 En 1746 Agustín Cusicanqui fue nombrado cacique interino de ambas parcialidades. Las
circunstancias de su nombramiento son desconocidas así como su procedencia familiar.
Su gobierno duró hasta 1774, año en que, según algunas declaraciones, fue despojado
del cargo y según otras, fue sucedido por Juan José Cusicanqui. El hecho es que el año
1774, como consecuencia ya de las Reformas Borbónicas, Juan José Cusicanqui ejerció
las funciones de alcalde mayor por título conseguido por el corregidor de la Provincia
Pacajes, como consecuencia de las Reformas Borbónicas. La pugna se suscitó en esa
ocasión por una provisión real de 1779, la cual declaraba a Agustín Cusicanqui o Canqui
(aparece con los dos apellidos) despojado de sus funciones de cacique. Esta acusación
estuvo acompañada de un reclamo fechado en 1783, de los jilacatas o principales del
pueblo, quienes apoyaron a Agustín Cusicanqui, las denuncias acusaban a Juan José
Cusicanqui de ser un Canqui de Mena y no un Cusicanqui. Ante la gravedad del
problema Juan José Cusicanqui, se dirigió a la Real Audiencia de Charcas, a fin de que
69
Nota: Se advierte entrecruzamiento de Cusicanquis y Canquis. Los Cusicanqui darían lugar en 1613 a
los Canqui.
Un estudio patronímico de los nombres aclararía el panorama genealógico. Se establece, sin
embargo, que tanto los Cusicanqui como los Canqui pertenecen a un mismo árbol genealógico.
NOTAS
1. ALP/DE-01 1783. Pleito iniciado por Juan Francisco Cusicanqui por la titularidad de cacique en
el pueblo de Calacoto. Escribano Juan Manuel de Cáceres. Sección Documentos Especiales No. 01.
58 ff. Agradezco a Roberto Choque Canqui, el haber puesto en mis manos el expediente.
2. Díaz Rementería, Carlos J. El cacique en el Virreinato del Perú. Estudio histórico-jurí-dico. Ed.
Publicaciones de Antropología Americana. Universidad de Sevilla 1977, pág. 60.
3. Díaz Rementería, ob. cit., págs. 102-103.
71
4. Arze René "El caciazgo en las postrimerías coloniales". En: Avances No. 1-1977, pág. 47.
5. El trabajo de Silvia Rivera muestra a Gabriel Fernández Guarache en grandes transacciones
comerciales. John Murra en "La correspondencia entre un capitán de la mita y su apoderado en
Potosí", Historia y Cultura No. 3, 1977, da a conocer los trajines comerciales del cacique de
Pomata, Diego Chambilla, quien siendo propietario de estancias de ganado desde su tierra hasta
Locumba aprovechaba el servicio de la mita para mandar ají y vino a Potosí. Roberto Choque en
"Pedro Chipana, cacique comerciante de Calamarca", Avances No. 1-1977 refiere las actividades
comerciales de este cacique.
6. Ver capítulo Tocapus y heráldica hispana.
7. Ob. Cit. pág. 117.
8. Ibidem, pág. 117.
9. Doc. cit.
10. Ibidem.
72
uncu del inca que tiene el dibujo y los colores muy precisos, el escudo que él mismo
porta en la mano izquierda y por otro, sobre el costado derecho del pergamino, la parte
heráldica del escudo.
4 La precisión en la pintura del uncu y de la heráldica hace pensar que el pintor ha estado
en contacto directo con gente que conocía esos detalles, lo cual sugiere también que el
pergamino pudo haber sido pintado, o en Cuzco, donde se tenía un preciso
conocimiento del uncu de Tupac Yupanqui, o en La Paz, en cuyas cercanías tenían su
asiento los Cusicanqui, descendientes directos del Inca Tupac Yupanqui.
5 El uncu del Inca es de color azul liso; la parte superior está adornada por rombos
dispuestos verticalmente en colores rojo, blanco y verde; en la parte inferior se observa
una faja doble de cuadrados rojos y blancos dispuestos en damero. El inca lleva una
llakota (capa) roja. Está escoltado por dos indios que no son nobles, no llevan llakota y
sus uncus están tejidos en fajas de dos colores verticales, que evidencian una calidad
distinta del que lleva el inca.
6 En la parte inferior de este lado del pergamino se lee: ″El Gran Topa Inga Yupanqui″,
con grafía de principios del siglo XVII.
entre los que destacaba precisamente como pieza heráldica una mascaypacha con los
citados tocapus de idéntica graficación singular, como la que aparecía en las
particulares vestimentas.
17 Es evidente la simbiosis heráldica en el tratamiento nobiliario de los hijosdalgo
incaicos, ya que efectivamente en el escudo de los Cusicanqui que damos a conocer se
incluye la mascaypacha propia del inca a los demás elementos heráldicos del escudo.
AGI. MP Escudos y Arboles Genealógicos, 78. Escudo de armas concedido por el emperador Carlos a
Gonzalo Uchu Guallpa y Felipe Tupa Inga Yupanqui ″hijos legítimos de Guaina Capac y nietos
principales del Gran Tupa Inga Yupanqui, Reyes y Señores Naturales que fueron de esos dilatados
Reynos y Provincias del Perú″ para que sean considerados como ″personas Reales que representan
las nuestras″.
NOTAS
1. Este artículo fue publicado en la Revista Arte y Arqueología No. 8 y 9. Ed. Instituto de Estudios
Bolivianos, Universidad Mayor de San Andrés, Facultad de Humanidades y Museo Nacional de
Arte. La Paz. 1982-83. El análisis artístico y heráldico y la atribución del escudo a los Caciques
Cusicanqui se hizo con la cooperación de Pedro Querejazu.
2. Archivo de La Paz, ALP DE 01. Escribano Manuel de Cáceres.
3. Archivo General de Indias. MP Escudos y Arboles Genealógicos. Pergamino 343 x 432 mm. Este
escudo se utilizó 13 años después de esta atribución como carátula del libro Archivo General de
Indias cuyo coordinador general es Pedro Gonzalez García, Director del Archivo. Ed. Ministerio de
Cultura. Dirección General de Archivos y Bibliotecas. Madrid 1995. El libro, que es una Guía
76
General del Archivo de Indias no hace mayor estudio del documento del que el escudo fue
desguasado y sobre el cual hacemos el estudio en el capítulo ″Cuatro linajes y un escudo″ de este
libro.
4. Cadenas y Vicent, Vicente de, Diccionario Heráldico. Ed. Hidalguía. Madrid, 1976, pág. 274, fig.
1238.
5. Díaz Rementería Carlos, El Cacique en el Virreinato del Perú. Ed. Publicaciones del Seminario de
Antropología Americana. Universidad de Sevilla, 1977.
6. De Rojas Silva, David ″Los tocapus: un problema de interpretación″. En: Arte y Arqueología No. 7.
Instituto de Estudios Bolivianos, Universidad Mayor de San Andrés. La Paz 1981.
77
1 Hace algunos años atribuimos1 a los caciques Cusicanqui el Escudo de Armas que se
encuentra en el Archivo de Indias, acompañando una probanza de nobleza de los
descendientes de los Incas del Perú, iniciado en México en 1779 2. La atribución se hizo
tomando en cuenta la descripción del escudo inserta en un pleito iniciado entre los
caciques Juan Francisco Cusicanqui y Agustín Canqui, descendientes de Felipe Tupa Inca
Yupanqui, -primer cacique reconocido en su nobleza por Cédula Real expedida por el
rey Carlos V en 1545- por la titularidad del cargo de cacique del pueblo de Calacoto,
provincia Pacajes del departamento de La Paz. En el expediente del Archivo de La Paz,
se insertan probanzas de nobleza de los Canqui y Cusicanqui incluyendo la descripción
del escudo de armas3, que coincide exactamente con el escudo encontrado en el Archivo
de Indias. En ese entonces no dudamos que se trataba del escudo que buscaba y dejé el
estudio del expediente de Sevilla para más adelante.
2 En este capítulo se retoma el expediente del Archivo de Indias, que fue desguasado del
pergamino, comparándolo con el existente en el Archivo de La Paz. El expediente de
Sevilla, es al igual que el de los Canqui y Cusicanqui, una Probanza de nobleza entre
descendientes de Gonzalo Uchu Guallpa y Felipe Tupa Inca Yupanqui en Perú y México
para conseguir el tratamiento de hijosdalgo, en sus respectivos territorios y áreas de
influencia como hijos de Reyes del Perú, que originalmente fueron Gonzalo Uchu
Guallpa y Felipe Tupa Inca Yupanqui y sus descendientes. Ambos expedientes son
copias del siglo XVIII, de pugnas de descendientes por acceder al cargo de caciques sus
pueblos respectivos. En el caso del de Sevilla entre las ramas Uchu, descendientes de
Gonzalo Uchu Guallpa, -que dan lugar a su vez a dos ramas, los Uchu de Lambayeque y
los Uchu de México-; y los Quispe Uscamaita de Cuzco, descendientes de Felipe Tupac
Inca Yupanqui, todos ellos en pos de prerrogativas y privilegios especiales. El
expediente del Archivo de La Paz, hace referencia de manera tangencial a Gonzalo Uchu
Guallpa, mencionándolo como ″Gonzalo Picho Gualpa″. Como en el expediente no
78
menciona nada más sobre Gonzalo Picho Gualpa, mis trabajos anteriores no
profundizaron su descendencia4.
3 Todos los documentos de solicitud de reconocimiento de nobleza del expediente de
Sevilla, hacen referencia a la naturaleza de ″hombres nobles, caballeros, hijosdalgo,
descendientes de reyes″. (AGI. 2346 pp. 3,15,19,50,63). Los descendientes de incas debían
llevar daga y espada ceñida para adorno y ″guarda de su persona″. No debían pagar
tributo, ni prestar servicio personal.
4 Entre las prerrogativas calificadas de exhorbitantes por el propio Consejo de Indias
hacia finales del siglo XVIII, pero que por lo menos corrieron en los testimonios de
cédulas reales otorgadas a los incas nobles, estaban: escudo de armas, toyson de oro,
solios, facultad para hacer acuerdos en sus casas, reconvenir a los Virreyes, librar
contra las Reales Cajas. Si bien el Consejo de Indias se mostraba cauto en el
otorgamiento de prerrogativas y favores, recomendaba no desatender a los verdaderos
descendientes de los emperadores Incas del Perú. (AGI. México 2346 s/ f Art. 23)
5 Para Carlos Díaz Rementería los españoles aplicaron los estamentos de la sociedad
peninsular ya que observaron relaciones semejantes. Por ello se consideró al cacique no
como un individuo común sino como partícipe del status nobiliario de la hidalguía. Por
la Cédula Real del 22 de marzo de 1697, reproducida también en el expediente de
Sevilla, se equiparaba a los hijos y mestizos descendientes de caciques con los nobles
hijosdalgos de Castilla. (1977:97)
guardia de alabarderos, llevar carroza con seis caballos y otras semejantes...″. (AGI.
México 2346 ff. 104 v).
15 Un año después, en 1789, doña Joaquina arguía su ″miserable estado y el de su familia″
solicitando se le diera una cantidad de dinero justa para ″redimir sus angustias″; se
colocara en algún cargo de importanda administrativa a su segundo marido Don
Agustín Estrada, español y a su hermano Don Manuel Inca en una Capitanía, dada su
inclinación a la carrera militar; a su hijo menor, Don Sabas Carlos, en una beca real
como la que tenía su hijo mayor; y para este último se diera alguna capellanía vacante
de las de temporalidades con que pudiera ascender al sacerdocio al que aspiraba. Todo
ello en mérito a su noble linaje. Antes había pretendido para su primer marido D. Juan
Sánchez de Roxas una plaza como Contador de Cuentas de las Cajas Reales de México, la
Castellanía de Acapulco, el gobierno de Tabasco, la Contaduría de tributos, la
administración de tabacos de Zacatecas pero sin acceder a ninguno siendo simplemente
″escribiente de notario de secuestros del Santo Oficio″, cargo en el que ganaba 13 pesos
y 7 reales al mes. Doña Joaquina había soportado todo esto estoicamente porque por lo
menos no le habían quitado las excepciones de la nobleza.
16 Finalmente la corona le concedió una pensión de 200 a 300 pesos anuales y otra igual a
su hermano don Manuel. La suma provendría del ramo de tributos, y el socorro se iba a
dar hasta que se acomodaran en empleos correspondientes su marido, hermano e hijos.
Finalmente se confirió a una ″tenencia veterana″ en uno de los regimientos de milicias
provinciales, a su marido don Agustín de Estrada, la subdelegación del partido de
Zempoala. A sus hijos becas de merced en el Colegio de San Juan de Letrán y si se
inclinaban a la Iglesia se les daría algunas capellanías libres de temporalidades, si por el
contrario, decidían dedicarse a otra carrera, se les colocaría en oficinas o en destinos
compatibles con sus circunstancias. (AGI. México 2346. s/f Art. 24).
18 Los Uchu II de esta rama eran D. Baltasar Leire, Tupa, D. Cristóbal Inca Roca, D. Agustín
Inquiltupa, D. Mateo Uchu Tupa, D. Ignacio Leire Tupa, D. Juan Quispi Uchu, D. Pedro
Gabriel Uchu Cuyo Yupanqui, D. Silvestre Tupa Muro, D. Diego de Monserrat, D. Juan
Cumaneo, D. Rodrigo Guaynamalqui, D. Juan Ramírez, D. Francisco, D. Juan Cusipau-car,
y D. Lorenzo Gobernador. Todos ellos descendientes de Tupac Inca y Guaynacapac. (AGI.
México 2346 F. 64) La filiación con Alonso Uchu Inca o Alonso Atauchi es nuestra.
indios para la mita, ya que en 1689, por ejemplo, proporcionó a las haciendas del
español Juan de Urdinsu 33 indios semanalmente, llevados de los pueblos de Curaguara
y Ulloma y en el año 1690 entregó 5 indios cada semana a las haciendas de don Antonio
de Guzmán Maldonado. En cambio se acusa a Miguel Cusicanqui de carecer de autoridad
con los indios.
26 En 1719 el Virrey Duque de la Palata reconoció a Juan Eusebio Canqui como cacique
gobernador con las honras concedidas a su padre Juan Bautista Canqui como inca noble.
Juan Eusebio Canqui fue cacique hasta 1734, año en que se establece la modalidad
prehispánica de tener dos caciques simultáneos siendo Juan Eusebio Canqui curaca de
la parcialidad Anansaya e Ignacio Canqui para la de Urinsaya. Para aspectos legales de
la administración colonial simplemente existían dos caciques. Pero la administración
simultánea solamente duró un año ya que en 1735 Juan Eusebio Canqui debió renunciar
al cargo por las muchas denuncias de agravio que había en su contra por parte de los
indios quienes le iniciaron causa criminal y le tomaron preso. Sin embargo, haciendo
uso de las prerrogativas de inca noble, Juan Eusebio Canqui consiguió una provisión
real de Felipe V, en la que se establecía su libertad y desembargo de todos sus bienes. La
provisión instruía al corregidor que también cuidara de todos bienes de Canqui pero
que bajo ningún pretexto se le asignara más indios del pueblo ni de los vecinos a su
servicio ni el de otros gobernadores y caciques y menos aún que les entregaran alguna
contribución, ya que la tasa estaba bien establecida. La provisión también instruía una
pena de 2.000 pesos para el cacique que contraviniera la orden y a los indios que
continuaran las querellas contra los indios principales, se les amenazó con graves
escarmientos. (ALP. DE 1: 53)
27 En 1746 don Agustín Cusicanqui fue nombrado cacique interino de ambas parcialidades.
El expediente no da referencias sobre las circunstancias que lo llevaron al cargo de
cacique, pero dados los antecedentes de malestar en la comunidad es posible que se
recurriera a él como la persona más idónea entre los pobladores de Calacoto.
28 Agustín Cusicanqui fue cacique hasta 1779 cuando, según algunas versiones, fue
despojado del cargo y, según otras fue sucedido por Juan José Cusicanqui, hijo de Juan
Eusebio Canqui y hasta entonces alcalde del pueblo por orden de una Provisión Real.
Los comunarios de Calacoto se opusieron tenazmente al despojo del cargo de cacique de
Agustín Cusicanqui, argumentando que Juan José Cusicanqui era un Canqui de Mena y
no un Cusicanqui. Ante la gravedad del problema Juan José Cusicanqui se presentó en la
Audiencia de Charcas quien ordenó al corregidor de la provincia admitir las oposiciones
y justificaciones que exhibiesen los interesados por derecho de sangre, dentro del
término de los edictos y de no presentarse estos, proponer tres indios de los más aptos
e idóneos para que fueran caciques.
29 Entre las justificaciones que presentó Juan José Cusicanqui, estaban las provisiones
otorgadas a su padre Juan Eusebio Canqui -referidas líneas arriba- y la lealtad con la
corona española de parte del propio Juan José Cusicanqui en ocasión de los
levantamientos indígenas de 1781, cuando Juan José Cusicanqui había practicado
expediciones a la Provincia de Pacajes concretamente al pueblo de Collana y otros
lugares del Río Abajo en compañía de sus hijos Manuel, Gervasio y Agustín que servían
como soldados. Declaró que ni ″el miedo, ni la muerte ni el desamparo que padecía lo
pudieron reducir al bando de los traidores (los indios rebeldes) por lo que estuvo más
de tres veces con el garrote encima, con el cuchillo a la garganta y que a puro dar
dinero se rescataba cada vez que lo ponían al último trance″. En el momento más álgido
85
fue llevado preso ante el rebelde del Alto de La Paz, Julián Apasa, quien lo retuvo varios
días, logrando huir hacia Tacna, donde vivió hasta que se tranquilizó la provincia. (ALP.
D.E.N. 1: 47).
30 Debido a esta actuación la Real Audiencia le ratificó en el cargo de cacique gobernador
y alcalde del pueblo de Calacoto en diciembre de 1783, cargo de mucho prestigio y
reconocido especialmente por la administración colonial. (Díaz Rementería 1977:60) De
este modo, Juan José Cusicanqui fue el primero de su linaje en asumir las funciones de
alcalde.
descendientes de Felipe Tupa Inca Yupanqui se dice que en el follaje azul debían ir
engarzadas 42 coronas imperiales, correspondientes a las 42 provincias del Perú y junto
con ellas otras 42 coronas reales, detalle que no presenta el escudo 13.
34 El pergamino pintado del Archivo de Indias se encuentra en la sala de exposiciones del
Archivo de Indias e ilustra la tapa del libro publicado por la Dirección General del Libro,
Archivos y Bibliotecas de España en 1995. Titula ″Archivo General de Indias″ de varios
autores. Se trata de una edición de lujo que forma parte de la colección Archivos
Europeos14. En la página correspondiente al escudo en cuestión los autores declaran que
se trata del escudo de armas concedido por Carlos V a Gonzalo Uchu Hualpa y Felipe
Tupa Inga Yupanqui ″hijos legítimos de Huayna Capac y nietos principales del Gran
Inga Yupanqui, Reyes y Señores Naturales que fueron de esos dilatados reynos y
provincias del Perú″ para que sean considerados como ″personas reales que
representan las Nuestras″. Los autores suponen que se trata de los hermanos de
Atahualpa y Huascar, de Tupa Inca y de Manco Inca, pero no es así. Tupac Inca
Yupanqui fue abuelo de Atahualpa y Huáscar y los titulares del escudo de armas Felipe
Tupa Inca Yupanqui y Gonzalo Uchu Gualpa vendrían a ser nietos de un hermano o
primo hermano de Atahualpa y Huáscar llamado Alonso Tito Uchu Inca, del linaje de
Tupac Inca Yupanqui y no de Huayna Capac.
35 El escudo está pintado al óleo en colores sobre un pergamino de 343 mm x 432 mm El
pergamino esta dividido en dos partes a lado izquierdo está pintado el inca Tupac Inca
Yupanqui en actitud elegante de estilo manierista y al lado derecho el escudo
propiamente dicho. El estudio el pergamino va descrito en el capítulo anterior.
pergamino existente en el Archivo de Indias, que el descrito en los papeles de los Uchu
de Lambayeque y México.
37 Por otro lado, la poca fiabilidad de las probanzas fueron advertidas en el propio Consejo
de Indias durante la Colonia. En las últimas páginas del expediente iniciado por doña
Maria Joaquina Uchu Inca, que presentamos, se muestran oficios intercambiados entre
las Secretarías de Nueva España (México) y Perú, en los cuales el Consejo de Indias se
preguntaba sobre la certeza de la descendencia de los interesados de los Incas
emperadores del Perú, y advertía que sus propuestas de auxilios y colocaciones debían
ser tratadas con detenimiento y circunspección, puesto que en unos ″dominios tan
distantes del trono se podía alegar servicios y entronques de familias no bien
justificados para solicitar premios y mercedes desproporcionadas″. (AGI. México 2346
s/f Art. 16) Consideraba también el Consejo de Indias −a propósito de la solicitud del
rebelde José Gabriel Tupac Amaru, que decía ser descendiente legítimo de los Incas en
la Audiencia de Lima−15, que todo ello daba lugar a ″mil supercherías y suplantaciones″
y era susceptible a gravísimos inconvenientes ya que se sabía que Atahuallpa había
hecho matar a toda la nobleza. Las consultas incluían a la Secretaría del Perú, sobre
Cédulas Reales otorgadas a los descendientes de los incas.
38 Consultada la Real Audiencia de Lima el 6 de marzo de 1798 sobre la validez de las
Cédulas de los años 1545 y 1546 por las que se concedía a los descendientes de los
emperadores Incas del Perú las gracias y privilegios, y esta no haber contestado ni
favorablemente ni en contra, el fiscal del Consejo de Indias ″dudó″ de la legitimidad de
aquellas, y por lo tanto, en el caso de doña Joaquina instruyó se la socorriese con
″limitadas y particulares gracias″, lo suficiente para poner remedio a su estrechez,
pobreza y abatimiento.
39 El expediente finaliza sin haber recibido informe de la Audiencia de Lima suponiendo
que las instrucciones originales se habrían perdido en el traslado del Archivo de
Simancas al de Indias en Sevilla. El archivero de Sevilla en 1800 informó que allí
solamente se encontraba una Cédula Real con otorgamiento de escudo de armas a don
Cristóbal Topa Inga, en 9 de mayo de 1545.
de oro y por timble un yelmo cerrado e por divisa una aguila negra rampante con sus trascobas y
dependencias de foleages de azul y oro...″.
Dibujo 1: Escudo descrito en el expediente de los Uchu y Quispe Uscamaita. Obsérvese que el escudo
ostenta cuarenta y dos coronas imperiales.
Fuente: AGI, México 2346.
89
Dibujo 2: Escudo descrito en el expediende de los Canqui y Cusicanqui. El escudo carece de coronas
imperiales asemejándose al escudo existente en el Archivo de Indias MP, 78.
Fuente: ALP. DE. N°01.
NOTAS
1. ″La heráldica incaica y los caciques Cusicanqui de Pacajes″ En Revista Arte y Arqueología No. 8
y 9. Ed. Instituto de Estudios Bolivianos. Universidad Mayor de San Andrés y Academia de
Ciencias. La Paz 1984. Posteriormente el escudo fue reproducido varias veces manteniendo la
atribución en los libros s Arte Textil y Mundo Andino de Teresa Gisbert, Marta Cajías y Silvia Arze.
Ed. Gisbert 1987. La Paz. En Imágenes y Presagios de Ximena Medinaceli y Silvia Arze. Ed. Hisbol La
Paz 1991. En Los Bolivianos en el Tiempo Ed. 1993 La Paz. Historia del Perú 3. Ed. Santillana, Lima
1997.
2. El expediente que acompaña el Escudo de Armas de Sevilla se halla en AGI. Mexico 2346, bajo el
título ″Testimonio de la Executoria y Reales Cédulas a favor de los descendientes del Gran Tupa
Inca Yupanqui, último Emperador de los Reinos del Perú″. Documentos procedentes de la
Audiencia de México que se enviaron con carta del Virrey e 30 de enero de 1796 y se remitió al
Consejo con Real Orden de 2 de Octubre del propio año″.
3. Testimonio (incompleto) del Expediente seguido por Juan Francisco Cusicanqui a su hermano
Agustín por el cacicazgo del pueblo de Calacoto. ALP/ DE (Documentos Especiales No. 1). En este
expediente Juan Francisco Cusicanqui alega tener los méritos de nobleza necesarios para ser
cacique, mostrando documentos que datan de 1545.
4. Capítulos anteriores a éste.
5. Ella Dunbar ″Los descendientes de Huayna Capac″ pp.
6. Mitma era el indio que trabajaba por temporadas en otro sitio distinto al de su lugar de origen.
7. ″A razón de 18 reales 3 cuartillos de cada indio cada tercio en los dos que corrieron dicho año,
480 pesos a 4 reales y rebajados de ellos 236 pesos 6 reales y medio, con las generales de la tasa
restan por líquido 242 pesos 5 reales y medio″. (AGI. 2346: 20).
8. Ver mapa No. 5.
9. El certificado de bautizo de Miguel Uchu Inca se halla inserto en el expediente. (AGI. 2346 ff. 15
10. En adelante Maria Joaquina Uchu Inca.
11. Ver Dibujo No. 3.
12. ALP/DE 01 1783.
13. Ver Dibujos 1 y 2.
14. Gonzales García Pedro, (Coord.) Romero Tallafigo Manuel, Morales Alfredo J., Colomar Albajar
Ma. Antonia, Galbis Diez Ma. del Carmen, Medina Encina Purificación, López Guriérrez Antonio. El
Archivo General de Indias. Ed. Ministerio de Cultura.
Dirección General de Archivos y Bibliotecas. Lunwerg Editores, S.A. Barcelona, Madrid 1995.
15. También se menciona salvando distancias de tiempo, que en 15 de Julio de 1604, Dn. Melchor
Carlos Inca, bisnieto de Huayna Capac había solicitado título de Duque o Conde con renta
competente para mantenerse uy un hábito de Santiago, sin ningún mérito... AGI. México 2346 s/f
Art. 21.
93
los colegiales. Los padres de La Merced llevaron en persona a hijos de caciques de todas
sus doctrinas y el Rector los recibió escogiendo a los más nobles, es decir, los
descendientes más directos de los Incas, estando entre ellos el nieto del Inca.
9 El primer Colegio se fundó en la calle de las Sierpes. Para el edificio se compraron en
1621 las casas que habían sido de García Pérez de Salinas, detrás de la Catedral, en la
calle que sube a la plazuela de Santa Clara la Vieja. Se pagaron por ella 13.500 pesos de a
ocho reales. Más tarde, en 1644, siendo rector el padre Juan de Oré, se compraron otras
casas a Sebastiana Maldonado y a don Fernando de Cartagena Santa Cruz no muy
distantes de la misma plazuela. Estas estaban ubicadas en la esquina de la callejuela que
iba al Huatanay de San Blas. Más tarde el Colegio se trasladó a unas casas que habían
servido de Palacio Episcopal, comprándola a Juan Lazo de la Vega por el monto de la
venta de la casa anterior. La nueva casa quedaba frente a la Casa de los Marqueses de la
Laguna, conocida como Casa del Almirante, solamente las dividía una calle al medio.
Desde esta nueva casa se dominaba la plaza del Cuzco, sólo tenía un defecto, carecía de
agua. El vendedor instaló una cañería desde su propia casa, que quedaba delante del
Colegio, creando servidumbre a la casa de los Marqueses. Este hecho hizo que en 1703
los Marqueses y el Colegio tuvieran un pleito8.
10 Dada la distribución de las habitaciones de ésta última casa, se sabe que era como un
palacio ″digno sólo de un príncipe″. El maderaje era todo de cedro con muy primorosas
labores. Tenía salas, jardines, fuentes, galerías, y murallas de piedra. Las salas, galerías
y aposentos estaban adornados de valiosísimas y hermosísimas pinturas 9. La capilla era
suntuosa. Tenía altar mayor de cedro de ″valiente realce″ todo dorado y, alrededor de la
capilla en lienzos grandes y marcos dorados estaba pintada la vida de su patrón San
Francisco de Borja. En la capilla se mantenía todo el año una lámpara de plata con llama
ardiente en honor del Santísimo Sacramento. La Sacristía tenía todos los ornamentos y
″alvas de riquísimas telas, cálices de plata, candeleros, incensarios y cortinas bordadas
de oro″10.
11 El régimen del Colegio era el siguiente: se levantaban alrededor de las 6 y media de la
mañana, iban a la capilla a hacer oración. Esto duraba más o menos un cuarto de hora.
Enseguida tomaban de memoria la doctrina cristiana, en ayuda a la misa y otras cosas
de devoción por espacio de una hora. Después se les decía misa y luego iban a almorzar.
Inmediatamente hacían dos horas y media de escuela, donde un Hermano les enseñaba
a leer y escribir, y también les daba doctrina. Cuando faltaba maestro de la Compañía
por alguna circunstancia, el Rector contrataba un maestro secular al que le pagaban 60
pesos mensuales, además de darle casa y comida. A las once comían. En el refectorio se
servían unos a otros, encargándose uno de ellos de leer la vida del Santo del día.
Descansaban hasta las dos de la tarde, cuando recibían la explicación de la doctrina o
plática que se les daba dos veces por semana11.
12 Una Relación de 1724 dice que a las ocho de la noche iba el Padre Rector con ellos a
rezar el rosario y otras devociones en cruz. Comulgaban de su mano y confesaban con
sacerdotes seculares. Todos los viernes practicaban la Vía Sacra, todo con mucha
disciplina. Los sábados tenían su Letanía con instrumentos musicales, y misa solemne.
El Colegio parecía más un convento de observantísimos religiosos que casa de indios
caciques, según opinión de la época. Acerca de la alimentación que recibían, la Relación
citada cuenta que los "caciquitos" comían por la mañana platos de carne, otros dos
platos en la noche más medio real de pan, relata también que todos estaban gordos en
el Colegio incluyendo dos cocineros, el portero, el despensero y el cobrador 12.
96
13 En 1628, el Colegio tenía 20 alumnos, en 1723 50, entre caciques y externos y en 1735 los
hijos de caciques eran 3913. Todos vestían de verde con sus bandas coloradas y sus
armas reales de plata. En los Libros de Recibos de Colegiales aparecía cada uno de ellos
con sus nombres y provincias. Asistían además cuatro niños pobres españoles, y
muchos otros hijos de españoles14. Los hijos de españoles abonaban cien pesos al año y
se hizo para ellos una sala aparte en la cual se colocaban las cujas de madera donde
dormían. El Colegio proveía a los alumnos de papel, tinta y plumas. Los alumnos
externos se retiraban a sus casas tan sólo para comer y dormir.
14 Por otro, lado el Colegio servía también, en algunas ocasiones para dar ejercicios
espirituales a personas de respeto, como el Maestre de Escuela de la Iglesia del Cuzco, o
el Tesorero de la Iglesia.
15 Los niños de 4 a 8 años de edad, recibían instrucción en oraciones, catecismo, y los
primeros rudimentos de leer, escribir y cantar. Un sacerdote o Hermano se ocupaba de
la enseñanza. Gramática y Latinidad materias más avanzadas en la formación
intelectual de los jóvenes, que se impartía en la escuela Secundaria del mismo Colegio.
Estas materias se estudiaban en un ciclo de tres años, agrupándose a los niños en
mínimos, medianos y mayores. Seguían luego las Humanidades y la Retórica. Muchos se
contentaban con el primer ciclo, pues con un conocimiento más que regular del latín
podían ser admitidos en una facultad. El estudio del latín y de la antigüedad clásica
servía para que los alumnos tuvieran un mayor conocimiento del castellano y
consiguieran un sentido estético. Habiendo pasado este ciclo, los jóvenes estaban
habilitados para seguir estudios en el Colegio Mayor de San Bernardo, con Teología o
Artes, también estaban habilitados para seguir estudios en la Universidad de San
Marcos o San Ignacio de Lima o en la de San Francisco Xavier de la ciudad de La Plata 15.
16 El Colegio Seminario de San Francisco de Borja fue pensado como forma de combatir la
idolatría, así como lo fue el fundado en el Cercado de Lima. El Virrey Toledo y su
ejecutor el Virrey Príncipe de Esquilache pensaron que el mejor modo de extirpar la
idolatría era dar a los indios una sólida moral, y a los caciques en especial, ya que
constituían la autoridad natural entre los indios. Los hijos de Caciques que salían del
Colegio Seminario de San Francisco de Borja iban luego a sus pueblos adoctrinados en el
cristianismo, contando entonces la Iglesia con verdaderos soldados contra el demonio,
ya que ellos enseñarían después a sus propios padres y parientes convenciéndoles en
razones y verdades16.
17 Sin embargo se planteó siempre la duda sobre si convenía o no instruir a los indios,
pues se temía que pudieran abusar de los conocimientos adquiridos. Una carta de 1637,
escrita al Conde de Chinchón sobre si convendría o no mantener los Colegios de
caciques, consideraba que los indios salían muy ladinos, no aprendían buenas
costumbres ni cristiandad sino todo lo contrario, volviéndose muy perniciosos 17.
servicio a las ″majestades″ divina y humana. En ese sentido envió una carta al
Presidente de la Audiencia de Lima, quien se pronunció emitiendo un Decreto por el
que en nombre del Rey, se dejaba sin efecto la suspensión del Colegio 18. Los
encomenderos pidieron al corregidor en 1622 la suspensión del Colegio de hijos de
caciques, porque se mantenía a costo de censos19 impuestos a las comunidades de todo el
distrito del Cuzco, que no tenían suficientes ingresos para mantenerlo ya que además
del mantenimiento del colegio, debían cumplir con el pago del tributo, y aquello no
sería todo, sino que debían pagar también el tributo de los indios que se encontraban
ausentes, cumpliendo la mita de Potosí. Las comunidades, según los encomenderos
tenían de ese modo tres responsabilidades: el pago del censo para el mantenimiento del
Colegio, el tributo propio y el de los indios ausentes en Potosí. Finalmente los
encomenderos aceptaron que el censo subsistiera, pero en la cantidad que había
señalado el Virrey Francisco de Toledo en 1572, que eran 800 pesos anuales, cantidad
que consideraban suficiente para el trato y educación de los indios y no los 5.000 pesos
como lo establecía la provisión del Príncipe de Esquilache (1620). Sin embargo, la
realidad era que ni los 5.000 pesos anuales eran suficientes para mantener a los 50
indios que estudiaban el Colegio, provenientes de los obispados de Guamanga, Cuzco y
Arequipa, cuyo mantenimiento costaba 114 pesos cada año por persona, sin contar los
gastos de vestidos, médico, botica y los ordinarios de los religiosos maestros que
asistían al Seminario20.
19 Los censos de toda la Doctrina del Cuzco estaban destinados a mantener estos gastos,
por eso la petición concreta de los encomenderos fue que se suspendiese la Fundación
del Colegio, o si se juzgaba conveniente, se instruyera para que éste funcionase con la
hacienda de sus propios indios, aunque, proviniendo ésta de la misma comunidad
resultaba ser el mismo daño. Para los encomenderos del Colegio del Cuzco, que
albergaba a caciques de Guamanga y Arequipa resultaba excesivo existiendo el Colegio
del Cercado de Lima, ya que no se justificaba el gasto no existiendo -según ellos-
idolatría en el Perú.
20 El incumplimiento de la caja de censos para el sostenimiento del colegio fue
permanente, incluso desde que Toledo en 1571 dictaminó un monto mínimo necesario
anual de 800 pesos. Para regularizar los pagos el Virrey Conde de Alba de Liste
(1655-1660) dio una Provisión al Corregidor del Cuzco, para que el pago al Colegio se
hiciera con los fondos de toda la gruesa de la renta de la Caja de Censos, ello significaba
que se debían pagar según esta última disposición 2.000 ducados 21 por el pago de
devengados del Colegio y por el expediente de pesos no entregados por el
administrador. En 1674, el Padre Gabriel de España, Procurador General de Cortes de la
Compañía de Jesús, en nombre del padre Baltasar de Aspectía, Rector del Colegio San
Borja, emitió un Decreto para el pago de los censos al Colegio de acuerdo al número de
colegiales inscritos en el Colegio. De todas maneras, los Jueces de la Caja Real de Censos,
encargados de pagar el censo para el mantenimiento del Colegio a los jesuitas, estaban
en permanente conflicto para conseguir el dinero.
21 En 1719 otro Rector del Colegio, el padre Diego de Toledo, llegó a hacer retener el
sueldo del Juez, don Josep de Escobar, quién se negaba ante el Protector General y Juez
de Censos de Lima deber más que un tercio de los cuatro destinados a los jesuitas para
el mantenimiento del Colegio. Por su parte el padre Diego de Toledo, manteniendo
firme su demanda y afirmando que de ello dependía el alimento diario de los colegiales,
no dudó en acudir al Teniente de Capitán General Corregidor y Justicia Mayor Don Juan
98
de Armasa y Arregui, quien a su vez ordenó a los señores jueces oficiales reales, el
Contador de las Cajas Don Leonardo Josep Bravo y al Tesorero Don Juan Enriques, la
retención del sueldo de don Josep de Escobar.
22 A los pocos años, en 1723 hubo otro reclamo del padre Sebastián Villa, catedrático de
prima de la Universidad de San Ignacio de Loyola y Rector del Colegio de San Francisco
de Borja, pidiendo a la Audiencia de Lima que el Juez de la Real Caja de Censos del
Cuzco, Don Miguel de la Torre, pagara los censos. En ese entonces se debían pagar
anualmente cuatro tercios, cada tercio de 904 pesos más cinco y medio 2 reales. Don
Miguel de la Torre justificaba el atraso del pago de censos al Colegio con la epidemia de
peste de sarampión que había diezmado la población en los campos sin haber quién
pagase la tasa, sin embargo, el padre Villa le acusaba de haber utilizado para sí incluso
los cobros de tasas hechos por su antecesor. Obligado a pronunciarse sobre este
problema, el Abogado Fiscal sentenció a Don Miguel de la Torre a abonar por lo menos
668 pesos 4 reales, aunque fuera en especies, ya que existía en poder del padre Villa un
recibo por esa suma hecho por el mismo de la Torre, a quien se le dieron 24 horas de
plazo para abonar la deuda. El año 1723 la deuda a los jesuitas era de 8 tercios,
acumulada desde la Navidad de 1719 hasta San Juan de 1723 22.
23 Para abonar la deuda el padre Sebastián Villa, consiguió que se le diera todo el salario
que se le debía al juez anterior, don Josep Escóbar. Ese mismo año el Rector del Colegio
San Borja padre Sebastián de Villa, pedía vehementemente a la Audiencia se ejecutara
una indagatoria consistente en dar respuesta a diecisiete preguntas sobre el manejo de
fondos que hacían los jesuitas en el Colegio San Borja. Esta protesta iba en sentido de
que el Juez de Censos Miguel de Torres, por intermedio de su cuñado, Juan de Toledo
habían calumniado e injuriado a la Compañía de Jesús por malos manejos de los censos
destinados al Colegio. El padre Villa demostró en una indagatoria, cómo la Compañía de
Jesús en el Cuzco, había hecho tanta labor con sólo dos reales de pensión mensual por
alumno. Y por el contrario, acusaba al Juez de censos de tener la hacienda de su casa,
llamada ″Guarquina″ opulenta y con grandes gastos23.
24 De todas maneras la existencia del Colegio en el Cuzco, fue un problema permanente.
Después de la expulsión de los jesuitas, el Colegio sobrevivió, haciéndose cargo de él
sacerdotes seculares como el Dean Felipe Umeres y en el año 1783, con el título de
Vicerector el Licenciado Buenaventura Tapia Esquivel.
25 En 1786 los caciques escribieron un Memorial de queja al Gobierno por el lamentable
estado en el que se hallaba el Colegio, como resultado de la expulsión. Más adelante,
después de la Declaración de la Independencia del Perú, el Colegio San Borja, llamado El
Sol, quedó fundido con el Colegio San Bernardo por Decreto del Libertador Simón
Bolívar, dado en Cuzco el 8 de Junio de 1825 con el nombre de Colegio del Cuzco,
conocido más tarde como Colegio de Ciencias y Artes. Para su establecimiento se
adjudicó la casa y el magnífico templo de los expatriados jesuitas que se ubicaba al sur
de la Plaza Mayor. Mientras se ponía en corriente este local, se mantuvo el nuevo
colegio en el antiguo de San Bernardo hasta el 28 de octubre de 1826 en que se trasladó
al local designado.
26 Resumiendo, el Colegio San Francisco de Borja fue fundado como una manera de
extirpar la idolatría entre los indios del Perú. Como en todos los sectores de la sociedad
dominante, los eclesiásticos, -en este caso los jesuitas- vieron en la labor de ordenación
y racionalización de la administración colonial llevada a cabo por Toledo y los Virreyes
sucesivos, una manera de mantener y ser mantenidos a cambio de su labor ideológica-
99
evangelizadora. El Colegio fue sostenido con recursos propios de los jesuitas ya que
solamente con los censos de la Caja Real del Cuzco no abastecían para mantener el
palacio y los "caciquitos". El lujo del Palacio, la buena alimentación, el suministro de
material de estudio, el vestido que recibían en el Colegio, no era una muestra de las
fuertes sumas que les adeudaba constantemente la Caja Real. El desahogo económico
vino de las haciendas que tenían los jesuitas en el valle del Cuzco. En el siglo XVII los
jesuitas tenían más de 15 haciendas, cuya renta fue invertida en la construcción de
iglesias, y muebles para sus casas, en bibliotecas. Como dice Pablo Macera, lo material y
económico era considerado subalterno frente a lo espiritual, pero indispensable para
realizar su obra24.
27 Los jesuitas se distinguieron de otras ordenes en que mientras otras disponían de sus
bienes para subsistir y mantener su acción misional, ellos emprendieron acciones
tendientes a hacerlas redituar para crecer y proyectarse multiplicando sus frentes de
acción, como ejemplo estuvo el caso de la hacienda Guayrapata (Quispicanchis) con
importante producción triguera que comercializaban y vendían haciendo crecer su
hacienda. También es conocido el papel netamente comercial que tuvieron durante este
siglo, estableciendo lazos importantes con mercaderes de Potosí. Así como la fama que
tuvieron sus obrajes de producción de sayales en la ciudad de La Paz 25.
28 Los caciques que se educaron en el Colegio regresaron a sus pueblos y evangelizaron
como fue la espectativa de sus educadores. Aunque también es probable que en muchos
casos mantuvieran doble práctica religiosa como el caso del cacique Caxamalqui, –
estudiado por Acosta–, que habiendo estudiado con los jesuitas en El Cercado de Lima,
ganó un juicio en el que se le acusó de idolatría. En este caso concreto, se supo además,
que las acusaciones de idolatría tampoco eran fundadas, el mismo autor ha probado que
estas encubrían problemas económicos26. De todas maneras el fruto de la labor de los
jesuitas se vio pronto. Los indios ladinos aumentaron cada vez más. Una buena parte de
los caciques comenzó a alternar con los españoles y a intervenir en asuntos públicos.
Los indios eran ya todos muy católicos cristianos y bien adoctrinados. Las idolatrías del
Arzobispado de Lima no habían tocado a las del Cuzco, porque los curas eran más
expertos en adoctrinarlos. Les enseñaron la lengua desde niños, entonces hablaban el
castellano ″elegantemente″27.
29 Hacia 1628 entre los encomenderos del Cuzco existía el convencimiento de que no había
idolatría, ni rastro, ni noticia de ella en todas las provincias. Por ello no había necesidad
del Colegio para caciques. Mantener el colegio era por esta razón superfluo y no
pertinente.
30 Si se habla de la labor evangelizadora que llevaron a cabo los jesuitas, no se puede dejar
de señalar cuán fuerte debió ser su deseo de convertir a los caciques a su religión,
cuando a fines del s. XVI casaron a un hijo del hermano de San Ignacio de Loyola con
Beatriz Ñusta, heredera de la Casa real incaica, y a Lorenza Ñusta, hija de García de
Loyola y Beatriz con Juan, hijo de Francisco de Borja. Su finalidad, como firma Teresa
Gisbert, no podía ser otra que la de prestigiar la orden a los ojos de los nativos. Ambos
matrimonios están pintados en lienzo, y existen como seis copias del mismo, con la
finalidad de concientizar al pueblo la indisolubilidad de la religión con la dinastía
incaica.
100
NOTAS
1. VILLANUEVA URTEAGA, Horacio ″Fundación de la Universidad Nacional de San Antonio Abad del
Cuzco, Publicación en Homenaje al Tricentenario de la Fundación de la Universidad Nacional de
San Antonio Abad del Cuzco. 1692-1992. Cuzco 1987. "El Seminario de San Antonio Abad del
Cuzco″ y ″El Colegio San Bernardo del Cuzco″ en Revista Peruana de Historia Eclesiástica.
Instituto Peruano de Historia Eclesiástica. Cuzco 1989. En este primer número de la Revista se
incluyen pequeños artículos de diferentes historiadores sobre los Seminarios de Santo Toribio de
Lima, San Jerónimo de Arequipa, San Carlos y San Marcelo de Trujillo, San Cristóbal de
Huamanga, y Colegios de San Pablo y de San Martín, San Ildefonso, San Buenaventura, Santo
Tomás de Aquino, San Pedro Nolasco, Real Convictorio de San Carlos, y Colegio de Propaganda
Fide de Ocopa.
2. VARGAS UGARTE, Rubén S.J. ″Historia de la Compañia de Jesús en el Perú″ 4 Tomos. Ed. Burgos.
1963.
3. VARGAS UGARTE, Rubén ob. cit. pág. 209-239.
4. PACHECO, Fernando ″Noticias Cronóligas del Cuco″ (1887) Ed. Lima 1902.
5. COBO, Bernabé ob. cit. La ubicación está tomada de la relación que hace el Rector del Colegio en
1724 padre Sebastián Villa. A.H.N.S.A.A.C. Segunda Sala. Estante No. 1 Top 12. E. 8 págs. 34-39.
6. Revista Histórica del Cuzco. No. 8 Año 1957. págs. 173-187.
7. A.H. UNSAAC Seg. Sala. Estante No. 1. Top. 12. E. 8. fs. 34-39.
8. El Colegio se quejaba de que la Marquesa de La Laguna había ordenado romper y desbaratar la
cañería que pasaba por su casa. VARGAS LIGARTE, ob. cit. pág. 226. REVISTA DEL ARCHIVO HISTÓRICO DEL
CUZCO. No. 8 pág. 188.
9. A.H. UNSAAC. Seg. Sala Estante No. 1 Top. 12. E. 8 fs. 34-39.
10. Ibidem.
11. Anónimo. ″Breve relación de lo sucedido en el Colegio del Cuzco desde el año de 1600 hasta el
presente de 1653 que se había de haber puesto en este libro por diarios de años y meses, según los
sucesos notables que ha habido y en los Rectorados de los PR Rectores y por la incuria de los
tiempos no se han escrito ni había memoria de ellas en alguna otra parte siendo tan dignas de
ella″. Historia del Colegio y Universidad del Cuzco. Biblioteca Histórica Peruana. Publicación del
Instituto de Investigaciones Históricas. T. IV págs. 129 t 150. Lima 1948.
12. A.H. UNSAAC. Seg. Sala Estante No. 1 Top 12 E. 8 pág. 34-39.
13. En una nota de su libro Vargas Ugarte señala que en el expediente seguido por los indios
Comisarios de Nobles y Caciques de la ciudad del Cuzco sobre el lamentable estado en que se
hallaba el Colegio de S. Borja, en el fol. 67, dice, se da la nómina de los caciques colegiales que en
la fecha, 27 de Octubre de 1735, vivían en el Colegio siendo Rector el P Tomás de Figueroa. Eran
39 en total y procedían de las diversas provincias del Cuzco. Al principio se dice que el primer
colegial cacique fue D. Felipe Huáscar, hijo legítimo del Inca Huáscar y que los nombres de los
demás no constan en libro alguno. Ob. cit. pág. 226.
14. A.H. UNSAAC. Doc. cit. Top. 12. E. 8 fs. cits.
15. VARGAS LIGARTE, Rubén ob. cit. pág. 212.
16. Ibidem.
17. VARGAS UGARTE, ob. cit. pág. 332.
18. A.H. UNSAAC. Seg. Sala Estante No. 1. Top 45. fs. 1-3. El Colegio llevaba los registros de pago
de los censos en unos libros encuadernados en badana colorada donde se guarda la además todas
las Provisiones que se habían hecho al Colegio. El Libro Primero tenía pintadas las Armas Reales
en la tapa.
101
19. El censo era una imposición pecuniaria a una comunidad de indios o a alguna hacienda de
españoles. En el caso del censo a comunidades indígenas, éstos eran impuestos por Cédula
Virreinal, en el caso de censos a las haciendas éstos eran impuestos por voluntad de los
propietarios de las haciendas y estaban destinados a algún monasterio, convento u orden
religiosa, como una limosna a la Iglesia.
20. Ib. El documento de 1622 establece claramente que el monto que instituyó Toledo era de
50.000 pesos y no 5.000 y que los indios eran 500 y no 50. Nos parecen exageradas las cifras de
modo que las hemos tenido un cero en ambos casos.
21. 2.000 ducados equivalían entonces a 2.750 pesos de a 8 reales.
22. Archivo Histórico de la UNSAAC Segunda Sala. Estante ñ. 1. Top 12. Años 1600-1687. E. 7.
23. Petición de Testimonio sobre 17 preguntas. A.H.U.N.A.A.C. Seg. Sala. Estante No. 1 Top 12 E. 8
Top. 12 págs. 34-39. Es a través de este documento que tenemos muchos detalles sobre el
funcionamiento, acomodo y adorno que tenía el Colegio.
24. MACERA, Pablo: Instrucciones para el manejo de las haciendas jesuíticas del Perú″ s. XVII-XVIII.
UNMSM, Lima. 1966, citado por GUTIÉRREZ y otros en ″Notas sobre las haciendas del Cuzco″ pág.
30. Ed. Fundación para la Educación, la Ciencia y la Cultura. Buenos Aires, 1984.
25. ESCÓBAR DE QUEREJAZU, Laura ″Producción y Comercio en el Espacio Sur Andino″ Col. Arsanz y
Vela. Publicación de la Embajada de España en Bolivia″. La Paz 1985.
26. ACOSTA, Antonio ″La extirpación de las idolatrías en el Perú. Origen y desarrollo de las
campañas. A propósito de "Cultura Andina y represión″ de Pierre Duviols. Revista Andina No. 9).
págs. 171-195. Julio 1989. Centro Bartolomé de Las Casas. Cuzco.
27. Archivo Histórico Universidad de San Antonio Abad del Cuzco. Documentos relativos a los
Colegios S. Bernardo y S. Francisco de Borja y fundación de estos Colegios. Top. 45. ff. 1-2-3. Seg.
Sala. Estante No. 1.
102
1 Sin duda la mayor riqueza que encontraron los españoles al llegar al Alto Perú fue la
mano de obra, mayor incluso que los metales preciosos. Las regiones de mayor
densidad demográfica estaban situadas a orillas del Lago, en la zona del sur del Perú y
en el altiplano boliviano. Por ello el Virrey Toledo determinó en 1572 que dentro de
esta población estarían las 16 provincias obligadas a cumplir el servicio de mita en las
minas de Potosí y de azogue en Huancavelica.
2 Los primeros conquistadores fueron premiados con encomiendas compuestas por
inmensas cantidades de población adscritas a determinados territorios. De ese modo los
encomenderos, como se llamó a quienes eran titulares de una encomienda, utilizaron
mano de obra gratuita en territorios aptos para la agricultura y la ganadería. En la
Audiencia de Charcas los encomenderos más ricos fueron Gonzalo Pizarro y el
Gobernador Vaca de Castro, quienes repartieron la población en 38 encomiendas. La de
Gonzalo Pizarra abarcaba todo el sur hasta Tarija y por el oeste hasta el Lago Poopó. La
renta que daban equivalía al 60% de la de todo el Perú.
3 Las disposiciones indianas determinaron que la encomienda solamente podía ser
heredada por tres generaciones, al cabo de las cuales la tierra pasaba nuevamente a
manos de la Real Hacienda. Así ésta fue haciéndose cada vez de más tierras llamadas
″realengas″, que procedían también de tierras declaradas por ellos ″baldías″, aunque
fueran propiedad de alguna comunidad indígena libre de encomienda y que muchas
veces eran abandonadas por declararlas en barbecho temporal.
4 El sistema de encomienda, que dependía de la economía tradicional, se fue debilitando
por la desorganización administrativa del nuevo régimen y la rápida baja demográfica o
movilidad de la población originaria. Por otra parte, la Real Hacienda se vio en la
necesidad de tomar posesión de las encomiendas por la gran cantidad de españoles que
iban llegando al Perú y a quienes había que otorgar tierras.
5 Cabe destacar el impacto que tuvieron los nuevos repartos territoriales y demográficos
en la concepción prehispánica del territorio. Para los aymaras la tierra pertenecía a la
comunidad y su fruto era redistribuido entre los habitantes, quienes trabajaban muchas
veces en reciprocidad con su propio ayllu o con otros a los cuales estaba ligado por
104
parentesco. Del mismo modo, un ayllu podía hacer uso de varios pisos ecológicos, o
sembradíos en diferentes zonas climáticas, e ir rotando temporalmente su cultivo. Esta
forma de organización territorial nunca fue comprendida por el conquistador español,
ni por el criollo de la Colonia o incluso en la República, porque, al ver abandonadas
temporalmente algunas tierras, las declaraban ″baldías″ y a sus pobladores ″huidos″
(Escobari, 1991). Son los nuevos estudios de la Etnohistoria los que han revelado dichas
prácticas llevadas a cabo durante el período colonial.
6 La hacienda se formó básicamente con la llegada de una segunda migración española.
Los españoles, por el sólo hecho de llegar, se hacían merecedores a tierras que les eran
otorgadas como merced por la Real Hacienda. Aquel reparto de tierras se llamó
″composición de tierras″, en las que las autoridades virreinales vendían tierras al mejor
postor o las repartían en compensación a algún favor recibido o por recibir. La
hacienda se formó, por consiguiente y como expresó Keith, en oposición a la
encomienda y no como consecuencia de ella.
7 Otro factor determinante para la formación de la hacienda en Charcas fue la imposición
del tributo y de la mita minera. El tributo era la contribución obligatoria en dinero o en
especie al erario español que debía ser pagado por todos los hombres entre los 18 y 50
años. La mita era el trabajo rotativo forzoso en las minas al que estaban obligados los
hombres también entre los 18 y 50 años, cada 7 años. Ambas medidas ocasionaron la
huida de los indios en busca de protección contra el corregidor, el cacique y el fisco. De
ese modo, el hacendado, ávido de mano de obra, reclutaba ″yanaconas″ o indios
adscritos al trabajo de la tierra, sin importar de dónde venían o si tenían obligaciones
pendientes. El hacendado liberaba al indio del tributo y de la mita a cambio de su
trabajo; pero, no por ello dejaba de relacionarse y tener ventajas con el corregidor y el
cacique, pues muchas veces el hacendado tenía intereses económicos, comerciales y
políticos comunes con esas autoridades.
8 Por su parte, las comunidades libres que debían pagar tributo a la Real hacienda se
vieron obligadas con frecuencia a alquilar sus propias tierras a los hacendados vecinos
porque no tenían la capacidad de entregar la tasa del tributo al corregidor o cacique. No
se debe olvidar que las comunidades debían responder por el tributo no sólo de los
presentes, sino también de los ausentes, que muchas veces ya se encontraban
trabajando como yanaconas en alguna hacienda, o se encontraba practicando el cultivo
de otros pisos ecológicos precisamente para el tributo de su comunidad.
9 Ahora bien, los yanaconas en las haciendas tampoco eran mano de obra segura para el
hacendado. Una vez contratados desaparecían por temporadas, sin aparente
explicación. Hoy sabemos que fue una práctica frecuente acudir a sus tierras para la
siembra o cosecha, e ir a otros pisos ecológicos en diferentes temporadas agrícolas. Esta
práctica ha sido llamada por los estudios modernos etnohistóricos: estratégica o de
resistencia al sistema de opresión español. Ya sea que fuera una práctica de estrategia o
de resistencia, los indios simplemente practicaban sistemas ancestrales de
supervivencia.
10 La legislación española empadronó desde los primeros años de colonización a todos los
indios de las comunidades, encomiendas, chacras y haciendas a través de las llamadas
Visitas a todo el territorio virreinal. En dichos padrones los indios que trabajaban la
tierra fueron catalogados como originarios, forasteros, agregados o yanaconas. Los
originarios pertenecían al lugar, los forasteros y agregados eran los que se habían
inscrito en una comunidad no perteneciendo a ella, con la diferencia de que el agregado
105
no pagaba tributo. Los yanaconas eran básicamente los que trabajaban en las haciendas
y mantuvieron los vínculos con sus ayllus de origen. Hay que distinguir a los yanaconas
rurales, quienes trabajaban en las haciendas para los hacendados españoles y para las
comunidades libres, de aquellos otros que designan con la misma palabra otras
categorías de mano de obra en la época colonial2.
11 El Virrey Toledo dictó varias ordenanzas, recopiladas por Juan de Matienzo
([1567]-1967), con respecto a los yanaconas rurales. Debían contar con instrucción
religiosa, les estaba prohibido ingerir bebidas alcohólicas, además se debía proteger a
las mujeres indígenas de los amos solteros; los hacendados tenían que distribuir tierras
a cada familia yanacona para sus necesidades de subsistencia, asimismo distribuirles un
arado y bestias de tiro durante la época de siembra y concederles tiempo para cultivar
sus propias parcelas. El hacendado también estaba obligado a dar a sus yanaconas tela
de lana, cuidar a sus enfermos y darles un día de descanso por semana. Los yanaconas, a
cambio, debían trabajar de sol a sol para el hacendado.
12 La constitución y desarrollo de la hacienda en Charcas no fue igual en todas sus
regiones. Se detectan por lo menos cuatro diferentes tipos de desarrollo por región
geográfica, en el altiplano, en los Yungas de La Paz, en Cochabamba y en Chuquisaca.
13 En el siglo XVII en Chuquisaca proliferaron las ″chácaras″, o haciendas pequeñas de
hasta 30 yanaconas. Se caracterizaron por tener población yanacona estacional y en
continua movilidad. Como las disposiciones indianas respecto a la mano de obra
yanacona establecían que éstos debían permanecer trabajando en un solo sitio, los
dueños de chacras y algunos dueños de hacienda se pasaban gran parte del año
reclutando y persiguiendo a sus yanaconas ″huidos″, teniendo por lo tanto poca
rentabilidad en sus haciendas. En Chuquisaca las chacras y haciendas eran
administradas más por mayordomos mestizos que por propietarios españoles. Aunque
su producción no fue abundante, ésta fue absorbida por Potosí, que para entonces llegó
a ser una de las ciudades más pobladas del mundo.
14 El último estudio de Klein3, ha dado a luz resultados reveladores en cuanto a tenencia
de la tierra en el altiplano a fines del siglo XVIII. Comparando haciendas entre la
provincia de Pacajes y la de Yungas encontró que en las primeras la población española
era muy pequeña, en cambio solamente en la localidad de Chulumani había 20.000
aymaras en las haciendas y un número casi igual de españoles. En lo que toca a la
existencia de ayllus o comunidades libres en Pacajes y los Yungas, en el primero estaban
más densamente poblados que en los Yungas, donde la población era migratoria y
estacional, consecuentemente en Yungas había más forasteros que en Pacajes. En
Pacajes los derechos que tenían tanto originarios como forasteros eran muy marcados,
trabajando estos últimos simplemente a cambio de alimentación sin poder participar en
el gobierno del ayllu. Por otro lado, comparativamente en Yungas habían más
haciendas que en Pacajes aunque de dimensiones más reducidas. Los latifundios de
Chulumani tenían unos 56 trabajadores, mientras que en Pacajes las haciendas llegaron
a tener hasta 589 yanaconas. Klein (1995) encontró doce haciendas cercanas a La Paz, de
las cuales diez eran de propiedad comunal indígena.
15 El desarrollo de la hacienda en Cochabamba dio como resultado la aparición de los
yanaconas ″arrenderos″, minifundistas y miniproductores de grano, que trabajaban en
tierras de propiedad de españoles o criollos. Los hacendados de fines del siglo XVII, no
pudiendo mantener la población originaria en sus tierras y viendo por otro lado la
migración constante de forasteros provenientes de las decadentes minas de Potosí,
106
NOTAS
1. Este capítulo, sirve de introducción a los capítulos siguientes.
2. Por ejemplo existían los yanaconas urbanos de la ciudad de Potosí y La Plata estudiados por
Catherine Jullien. Ver Cap. 2 de la Parte IV. Los yanaconas urbanos de Potosí y La Plata,
arrenderos de Cochabamba, yanaconas superintendentes de La Paz.
3. Haciendas y ayllus, s. XVIII-XIX. Ed. IEP, Lima, 1995.
107
1 Los indios que terminaban la mita en Potosí, pocas veces volvían a sus lugares de
origen, por lo general buscaban trabajar como yanaconas en las haciendas de
Chuquisaca y Cochabamba. El presente capítulo trata del comportamiento que tuvieron
en las chacras de Chuquisaca.
2 Básicamente se trata de un estudio sobre la movilidad de los yanaconas del
Corregimiento de Yamparáez, Audiencia de Charcas, en dos momentos del siglo XVII,
marcados arbitrariamente con dos Visitas a las chacras de aquél Corregimiento, una el
año 1613, y otra en 1651. Tanto estos documentos como los demás que se citan en este
trabajo proceden del Archivo Nacional de Bolivia1.
3 Se trata de establecer las causas del abandono de tierras por parte de los yanaconas,
quienes en 1613 habían abandonado las chacras de sus amos en un 3.5%, y en 1651 lo
habían hecho en un 54%. Ya Sanchez Albornoz (1978:25,28,32) estimaba que desde 1575
hasta 1685 la población general de Yamparáez había disminuido en un 76%. La
comparación de las dos Visitas, mencionadas una en 1613 y otra en 1651 a las chacras
de Yamparáez, así como el análisis de documentos sueltos sobre chacras, prueban
también el despoblamiento de la zona de Yamparáez tal como señalara Sánchez
Albornoz. Por otro lado el sugerente trabajo de Saignes (1989) sobre movimientos
poblacionales, nos ha incitado a hacer averiguaciones sobre el origen de los yanaconas
de Yamparáez y las causas de sus migraciones o huidas, para establecer posibles lugares
de ubicación posterior, y sobre todo, para tratar de explicar sus estrategias de
resistencia, si es que su movimiento era estrategia o simplemente costumbre.
4 Los grupos étnicos que poblaban el lugar, fueron descritos por Ana María Presta y
Mercedes del Río (1984) (1993). En base a esos datos se ha tratado de rastrear la
posterior adscripción de estos grupos de indios a encomenderos y dueños de chacras
como trabajadores de la tierra o yanaconas. Las condiciones de trabajo de los
yanaconas, se analizan en base a Leyes, disposiciones y pareceres jurídicos de la
Legislación Indiana, así como a documentos inéditos, encontrados en el Archivo
Nacional de Bolivia, que dan luz sobre algunos aspectos no conocidos hasta ahora, sobre
108
todo con referencia al tiempo que debían permanecer los yanaconas en las chacras de
Yamparáez y sobre las causas de la huida de los yanaconas de las chacras de sus amos.
5 Este tema está íntimamente relacionado con el de estructura agraria de los siglos XVI y
XVII,que en la Audiencia de Charcas, ha sido muy poco estudiado. Existen, estudios
generales como el de Klein (1982) y Barnadas (1973), y los trabajos regionales de
Rossana Barragán (1986) (1993) para dos zonas de La Paz y una de Cochabamba, esta
última relacionada con cobro de diezmos en la Audiencia de Charcas; Ana María Presta
(1989b) hizo un estudio en la región de Tarija y Brooke Larson, uno en profundidad,
para Cochabamba. (1992)2.
6 Si bien el análisis de Padrones de indios, es imprescindible para establecer cualquier
parámetro sobre el movimiento poblacional del Corregimiento, el aporte de este trabajo
es, dar una visión respecto a la movilidad sistemática de los yanaconas, como algo
inherente a su idiosincrasia, sin dejar de considerar paralelamente la paralogización
que ésta produjo en sus amos españoles que introdujeron disposiciones tendentes a
regular su adscripción a la tierra. Un segundo aporte, es el tratamiento de un caso: el de
la movilidad de los grupos yampara y Gualparoca.
Territorio y Producción
7 En el siglo XVII, el Corregimiento de Yamparáez ocupaba las actuales provincias de
Yamparáez, Zudáñez, y Oropeza. El territorio ocupado por las chacras del
Corregimiento que se estudian en este trabajo está ubicado en la Provincia del mismo
nombre en los alrededores de la ciudad de La Plata. La ciudad fue fundada en 1540,
como residencia de los primeros encomenderos, a 18 leguas de distancia de Potosí
(Ocaña 1609-1969), fue desde 1559 sede de la Audiencia de Charcas. En el siglo XVII, el
camino era áspero y sinuoso, dificultado además por la travesía de dos ríos muy
caudalosos el Cachimayo y el Pilcomayo3. El cronista Lizárraga comenta que en los
valles que había alrededor de la ciudad de La Plata, se daba mucho maíz, y en los altos
trigo, que las chacras eran muy expandidas de mucha tierra y habían enriquecido a
muchas personas; que también llovía poco, de diciembre a abril, y estaba poco poblada
de indios, (-c. 1602-1987: 212).
8 En un trabajo anterior había establecido que en el siglo XVII, Chuquisaca, se
autoabastecía de productos como trigo, maíz, hortalizas, azúcar, frutas, propias de su
zona. (Escobari 1985:125) Sin embargo, ahora sería más cauta, para seguir afirmando
aquéllo, pues por un lado son elocuentes los resultados de Sánchez Albornoz sobre la
caída demográfica en la Provincia de Yamparáez, y por otro, la devastadora "huida" de
yanaconas que nos hace pensar que ese autoabastecimiento se habría debilitado en
forma notable.
109
que los indios viviesen en ellas sin que se pudiesen ausentar, ni pasar a otras, y que los
dueños de ellas les diesen vestido, doctrina y lo demás necesario, y tierras para sus
sementeras y pagasen por ellos sus tasas y tributos, y a estos indios llamaron
yanaconas″. (Citada por Zavala 1979 II: 24).
17 Pero los yanaconas que trabajaron las chacras no eran los que se encontraron allí,
procedentes de diferentes grupos étnicos, también lo constituyeron yanaconas
procedentes de la mita, o yanaconas que regresaban a sus comunidades de origen, y se
quedaban las chacras. Por lo tanto los yanaconas de las chacras que se estudian en este
trabajo, podían ser originarios, forasteros, o agregados a aquellas tierras. (Sánchez
Albornoz 1978: 60-61)10.
18 Si bien la legislación indiana consideraba que los indios, una vez cumplida su mita en
Potosí, debía regresar a sus comunidades de origen11, existía también el parecer de que
si volvían a ellas se hacían maliciosos y volvían a idolatrar ″y se destruiría la tierra″ 12.
Por lo tanto una vez que trabajaban en las chacras se trataba de retenerlos, y ello estaba
ampliamente respaldado por las leyes. En el caso de las chacras de Yamparáez, se
evidencia que indios de sitios tan lejanos como Santa Cruz, el año 1613, llevaban 20
años trabajando alguna chacra13. La misma Visita consigna el dato de que los indios de
esa zona, solamente estaban obligados a trabajar en ella 10 años, después podían volver
a sus pueblos14. Sin embargo, los dueños de aquéllas chacras, –como dijimos– hacían
todo por retenerlos. A principios del siglo XVII lo consiguieron, a mediados de siglo ya
no.
una prenda de ropa, que era el pago que recibían al año, aunque la mayoría declaró
debérsele entre dos y tres piezas de ropa. Las viudas19 reclamaban seis y hasta siete
piezas de ropa adeudadas a sus maridos20. La presencia de un número significativo de
viudas tanto en esta Visita como en la de 1651, hace que nos formulemos algunas
preguntas como: ¿Dónde murieron, y por qué sus maridos? ¿O se encontrarían huidos?
¿Sería el adeudamiento de pago un modo de retener a los indios en las chacras?
¿Quiénes mantenían a estas viudas? ¿Trabajaban ellas y las demás mujeres las
sementeras asignadas a sus maridos, como aquéllas de la chacra Poroma en la Visita de
Guañoma de 1613? Por otro lado se tiene la evidencia de que los dueños de chacras
declararon ″huidos″ a algunos indios que consideraban peligrosos al haberles detectado
intenciones de abandonar la chacra. Existen varias explicaciones acerca de la huida de
los indios. Desde el punto de vista del dueño de chacra, pueden haber existido dos o
más reacciones. Las más evidentes son primero el que hubieran declarado ″huidos″ a los
yanaconas por conveniencia, es decir para pagar por ellos menos tasa. Así, cuando se
acercaba la Visita, los dueños de chacra enviaban fuera de la chacra a sus yanaconas,
con alguna diligencia. En algún caso se ha podido establecer, que estos indios querían
ser visitados, para quejarse de la opresión a que estaban sujetos al habérseles impedido
regresar a su pueblo de origen, con sus mujeres e hijos ya que se les habían cumplido
los 10 años que la ley prescribía trabajar en una chacra. El amo intervino entonces,
queriendo registrar al indio que quería emanciparse, como originario, hijo de otro indio
originario, para de esa manera, obligarle a quedarse en la chacra, pero el asunto llegó
hasta la Audiencia, que dictaminó libertad al yanacona 21.
24 En esta misma Visita, en otra chacra, aunque con el mismo nombre de la anterior,
Pomanasa, de propiedad de un Juan de Aguilar, aparecen otros diez yanaconas, que
estaban siendo declarados ″huidos″ por el dueño. En este caso, se trataba de yanaconas
adscritos como yanaconas forasteros en la chacra, naturales del Corregimiento. Ellos
eran naturales de Carabuco, Santa Cruz de la Sierra, Yungas y Mizque. Con ellos el
dueño de chacra optó por enviarlos a realizar un acarreo de cargas de trigo para no
estar presentes en la Visita. Sin embargo, estos yanaconas llegaron a acceder a la
Audiencia, haciendo conocer su deseo de obtener permiso para regresar a sus pueblos 22.
Por otro lado, y como evidencia de la coacción a que eran sometidos, dos de las mujeres
registradas en la Visita de esta chacra, declararon que sus maridos habían ″huido″ y no
conocían ellas dónde estarían, así como tampoco de dónde eran originarios. Esta última
declaración seguramente obedecían a evitar la ″caza″ de sus maridos, pues obviamente
ellas debieron saber de dónde eran originarias sus parejas así como también hacia
dónde habrían ″huido″.
25 Cuarenta años más tarde, en la Visita de 1651, las chacras del Corregimiento de
Yamparáez muestran un panorama mucho más desolador en cuanto a la población. De
veinticuatro chacras analizadas, diecisiete de ellas están consignadas en una Visita
realizada por Juan Alfonsín Castilla, realizada en 1651 23. Las diecisiete chacras, tenían
registrados un promedio 11.3 yanaconas cada una, lo que muestra que la mano de obra
disponible es casi la misma de principios de siglo, habiendo un incremento solamente
de dos yanaconas. Los dueños en estos años ya no eran como a principios del siglo,
todos parientes, aunque en tres casos dicen ser dueños de las chacras desde la ″época de
sus antepasados″. Y como dijimos líneas arriba, en esta época las chacras ya no eran
administradas por los dueños sino por mayordomos o arrenderos 24. Sin embargo por
114
otros documentos sabemos que la coacción hacia los yanaconas, respecto al trabajo,
había aumentado notoriamente, al haber escasez de ellos 25.
26 En esta Visita no se dan datos de los días laborables. No hay indagación directa a los
indios como en la anterior. El mismo Visitador Juan de Alfonsín Castilla declara que se
les hizo ″buen tratamiento″, dándoseles lo dispuesto por las Reales Ordenanzas, y que
no se les debía nada, que estaban ″pagados y satisfechos″. En todas las chacras el
Visitador recogió la tasa de tres pesos por cada yanacona presente 26. En esta Visita
recogió el comisionado, las tasas de años anteriores consistentes entre 16 y 20 pesos. En
cada chacra anotó el Visitador el total de la tasa recogida, haciendo notar la
disminución de la misma respecto a años anteriores debido a la ausencia de yanaconas.
27 La ausencia de mano de obra yanacona en las chacras, hizo que se recurriese a esclavos,
pero no en la producción sino en el acarreo de trigo, por ejemplo en el acarreo de
cargas de trigo procedentes de la chacra de Tipabuco para ser llevadas a La Plata, en
cuyo caso llevaron 400 cargas de trigo a la ciudad de la Plata tres esclavos, junto con dos
o tres indios (A.N.B.T.I. E 1671 No. 22).
28 Los esclavos solamente podían trabajar en viñas e ingenios de azúcar. Ello se demuestra
por la presencia de mano de obra esclava en mucho mayor proporción, en valles más
profundos ubicados al sur de Chuquisaca, como Pilaya, y en la frontera de Tomina,
donde se trabajaba hasta con 20 esclavos27.
Movimiento Poblacional
29 Sánchez Albornoz28 basándose en la Información mandada a hacer por el Virrey Toledo
en 1573, y por el Virrey Duque de La Palata en 168329, estudia el caso del
despoblamiento de 10 provincias de Charcas, entre ellas del corregimiento de
Yamparáez. Para Yamparáez él estableció que de una población total de 6.956 personas
en 1573, 1.861 eran tributarios, originarios. (Ver Cuadro 3). Mientras que en 1683, de
una población total de 4.327 solamente 455 eran originarios, a pesar de que un tercio de
la población total era adulta, la cifra que da para esta última población es de 1.224.
Sánchez Albornoz (1978) anota que Toledo no consignó a los forasteros "por suponer
que después de las congregaciones todos los indios habían quedado adscritos a un
pueblo. Lo mismo, hizo el duque de la Palata en 1683 30.
30 Sánchez Albornoz estableció que "las caídas (demográficas) 31 más fuertes sobrevinieron
en las provincias de Carangas y Paria (altiplano), así como en Yamparáez, Cochabamba
y Mizque (valles). (1978: 32) Detectó al mismo tiempo, que en esta época en Chichas,
Chayanta y Porco los adultos aumentaron por la llegada de forasteros, (1978: 32-33) Sin
embargo él mismo señala que los forasteros que fueron atraídos por las minas de esos
sitios eran mineros, lo cual no nos ayuda en formular una posible conjetura de que los
indios que habían huido de las chacras de Yamparáez se podían haber ido a esos
lugares. También las provincias de Chichas, Sacaca, Tinquipaya o Chaqui tienen un
crecimiento de población, aunque en ese caso se muestra cauto en la previsión de que
Toledo hubiera incurrido en un subregistro32.
31 Según lo estudiado por Larson, (1984: 62) la mano de obra de Chuquisaca, se podría
haber empleado como colona de los arrendatarios libres cochabambinos, o como
arrendatarios en otras regiones de Chuquisaca. Los datos que presentamos ahora son
buen indicio para pensar que existían arrenderos en el Corregimiento de Yamparáez en
115
una fecha tan temprana como 1613, aunque al parecer, en muy poca escala y lejos de
parecerse al fenómeno cochabambino de arrendatarios libres, que supuestamente
ocupaba mano de obra de campesina chuquisaqueña. De todas maneras Yamparáez fue
cada vez menos poblada, llegando a ser en el siglo XIX, la quinta zona, de 28, en tener
menos originarios con tierras. (Sánchez Albornoz 1978: 40).
32 La migración indígena fue un fenómeno común en el mundo colonial andino. Obedece
al ideal andino del acceso a una variedad de pisos ecológicos, lo que estimulaba un
patrón diferente de tenencia de la tierra. (Spalding: 1974:233) Pero dentro de la
estructura colonial la huida de yanaconas, de unas chacras a otras, como se evidencia
en algunos casos, no obedece al ideal original, sino a estrategias de sobrevivencia y
resistencia. En 1613, los indios se van de la chacra Pomanasa en busca de comidas 33.
Para los dueños de chacras la huida de yanaconas era un fenómeno incontrolable, y
combatían yendo en persona a la caza de ellos. En algunos casos los documentos nos
relatan que constituyeron un peligro en los caminos, ya que más de un hacendado debía
transitar acompañado por ″indios con lanzas″, para evitar cualquier ataque contra su
vida. (ANB 1658. No. 27, Zavala 1978 I: 212). El abandono de las chacras de Yamparáez a
mediados del siglo XVII, pudo haberse debido también a una política de ocultamiento de
los propios dueños de chacras, como lo hemos podido comprobar en el caso de la chacra
de Pomanasa en Guañoma, en 1613, cuando los dueños de chacra declaran que están
″consiguiendo sus comidas″ o arrendando tierras en otras chacras 34.
33 De las diecisiete Chacras de Yamparáez en 1651, estudiadas en este capítulo, se da el
nombre del total, podría decirse que del cien por ciento de los existentes en ellas. De
aquéllos, el cuarenta y ocho por ciento se encontraba huido, el momento de la Visita.
Sin dejar de considerar que muchos fueran ocultos por sus propios amos a fin de no
tener que pagar por ellos la tasa, no deja de llamar la atención el porcentaje de indios
huidos que significa un despoblamiento notable de las chacras. Es por tanto muy
factible pensar que las chacras fueran cultivadas por yanaconas alquilados por la
estación. O quizá huyeran después de la siembra, ya que la Visita es del mes de Octubre,
y la siembra suele hacerse en esa región en septiembre. Sería entonces una razón
suficiente para buscar otro trabajo luego de terminar en la chacra en la que estaban
empadronados. No hay que dejar de considerar tampoco que si bien hay yanaconas
huidos, la mayoría, también hay un 2.% de forasteros, lo que indica que si bien salen
también algunos entran a las chacras35.
34 El éxito de la cosecha de las chacras dependió, en última instancia, de la mano de obra
estacional, en base a gente que buscaba horizontes más propicios.
35 Cuando fueron dadas las Ordenanzas redactadas por Matienzo, a fines del siglo XVI, se
creía que los yanaconas a veces huían a otras chácaras para andar holgazanes, trocando
lo poco que tenían para emborracharse y dejaban sus mujeres irse con otros, que con
esto los españoles los sonsacaban y los cebaban. Para evitar esos males no les
consentían mudar de chacra, ni quitar la pequeña tierra asignada. (-1567-1967: 96).
36 Sin embargo, desde fines del siglo XVI, existía el parecer oficial sobre cómo actuar
frente a los indios huidos. Se pensaba que no se los debía volver a reducir porque si
huían estaban en pueblos donde se ocupaban de sus oficios o bien se hallaban en
chacras donde no les faltaba doctrina, y además se les podía cobrar tributo.
(Matienzo-1567-1967: 96). Pero también se pensaba con preocupación, que los indios
″huidos″ volvían a la idolatría. ″En los pueblos la mujer preñada iba a parir al monte
donde nacía su hijo, y lo entregaba a parientes ″huídos″ donde era criado sin bautismo″.
116
(Zavala, 1978 I: 220). Hay testimonios de que los yanaconas hombres y mujeres, huían a
otros sitios, algunas veces a chacras vecinas, ya que allí se encontraban sus parejas, con
las que incluso tenían hijos. (ANB E. 1656 No. 1). El proceso de inmovilizar al indio en
las haciendas, se produjo cuando éstos últimos fueron despojados de sus tierras a las
cuales solían acudir, aunque por otro lado la falta de tierras propias les obligó también
a moverse de un lado a otro. (Santamaría 1977: 253-271). De una u otra manera, la
movilidad no dejó de practicarse. A principios del siglo XVII, en los Informes del Virrey
Luis de Velasco, se lee que hubo una legislación en que trató de sustituir el servicio
personal forzoso por el ″alquiler voluntario″. En la misma legislación se establecía la
labor de ″reducir por medio de los corregidores a los indios huidos″. De aquélla
situación sacaban partido los corregidores pues tomaban las cajas de comunidad, al no
tener tributos, y no les devolvían, y si es que lo hacían, sólo con la mitad de ellas. Se
establecía que los indios huidos de Potosí, se refugiaban en las chacras de la Provincia
de Chuquisaca, donde los dueños los ocultaban y retenían para su propio provecho.
(Zavala 1978 I: 212). Pero a mediados del s. XVII, los yanaconas en Yamparáez eran
difíciles de reducir. En 1657, Ana Ruis, viuda de Juan de Robles residente en La Plata,
denunció que yanaconas de su chacra nombrada Maica, eran obligados a salir a la
estancia de Leybato donde desde hacía tres años ocultaban a sus yanaconas obligados a
salir con armas. (ANB E. 1657 No. 20). La viuda, salió en persona al rescate de sus
yanaconas con la ordenanza de reducción en mano. Le salieron al encuentro unos
indios, quienes amedrentando a la viuda cortaron la mano al indio que la acompañaba
amenazándola con quitarle la vida. Un testigo de los atacantes declaró que la
Ordenanza que prohibía el robo de yanaconas era de hacía 100 años, y que ya no tenía
validez alguna. La estancia Leybato quedaba en Mizque, corregimiento de Cochabamba,
donde, al parecer los yanaconas encontraban mejor situación. Este hecho seguramente
debido a ello la Real Audiencia ya en 1604, por voz del Juez Francisco de Alfaro ordenó
que hubiera toda libertad en contraer matrimonio entre los indios. Que podían casarse
con quien quisieren, ″así de los pueblos y casas de otras partes o personas, sin que
ninguna les amenace ni aterrorice, ni persuada para que se dejen de casar″. Añadía que
esta era una Ordenanza adecuada porque entre los indios, gente tan temerosa,
cualquier mediana persuasión de su amo era fuerza y mando, y era interés de los amos
tener a ambos cónyugues o convivientes en un mismo pueblo. Según la Ordenanza se
podían casar quedándose cada uno de ellos en la encomienda en que antes estaban y sus
amos los dejarían comunicarse libremente siempre que quisiesen, mientras no faltaran
a sus obligaciones, dejándoles juntarse en la semana por lo menos dos noches. Los hijos
debían quedarse en el pueblo de la madre. Exhortaba a los curas y vicarios y Jueces
Reales cumplieran con la determinación y especialmente a los encomenderos sopena de
pérdida de la encomienda y derecho sobre los indios. (ANB E. 1657 No. 17). Pese a esto
algunos documentos denuncian la resistencia indígena a las disposiciones oficiales,
porque más de que éstas parecieran favorecerles, se daba el caso de que los dueños de
chacras, o arrenderos de ellas tomaban como propios a los hijos de indígenas
forasteras, y residentes en chacras de sus segundos maridos. (ANB E. 1656 No. 1).
Entonces no había ley que las favoreciera.
37 En este sentido existía el criterio de que los dueños de chacra dejaban que sus
yanaconas se alquilasen 10 días cada año para ganar el peso que debían pagar por su
tributo, pudiendo el mismo dueño de chacra, ocuparlo en esos días pagándoles el jornal
que habría de pagar a otros indios. (Zavala 1978, I: 125).
117
″con sus vertientes e altos de las tierras de Tilmay y Calpacocha″. Estas tierras estaban
ubicadas en las alturas de Tarabuco, en el corregimiento de Potosí. En siglo XVII (1660),
declaron ir de vez en cuando a aquellas tierras altas donde tenían desde el tiempo de
los Incas, los capitanes de indios Diego Cayo, Diego Tocoro y Melchor Moya,
descendientes de ellos, decían tener allí desde 1582, ″parientes″. Iban allí donde tenían
sus ″mancebas″ sirviendo en las chacaras y ganado para pagar el tributo. También
tenían ″muchas comidas″ en el valle de Esquiri y en Chusamarca, desde el tiempo en
que llegaron los primeros conquistadores. (ANB E. 1660 No. 5).
46 Por su parte, en 1660 los y amparas tenían indios carangas trabajando para ellos. Según
las declaraciones de los testigos, desde 1600 los indios yamparas don Diego Cayo, don
Diego Tocoro y don Melchor Mola, poseyeron las tierras llamadas Charca y El Callo, y
tuvieron dos indios llamados Guaracha41 que trabajaban para ellos. Declararon también
que cogieron ″muchas comidas en el valle de Isquiri (Esquiri) y en Chusamarca, después
que los españoles conquistaron esta tierra de 60 años a esta parte, sin impedimento de
los indios de Tarabuco, ni de persona alguna″42.
47 Don Juan Yuru, cacique principal del pueblo de Tarabuco, declaró cuando fue requerido
como testigo, que ″como es notorio, las dichas tierras son mías y de los demás
principales deste nuestro pueblo desde el tiempo de los Incas, porque un capitán del
Inca llamado Cacire Capal hizo merced a nuestros ganados y sementeras. Nuestros
antepasados hicieron sus chacras en las dichas tierras de Isquiri y demás pueblos que
están en los altos. Tenían casas y estancias para ganado...nos pertenecen dichas tierras.
Los pueblos viejos en los altos de Isquiri tienen yeguas y acuden ahí de ordinario (ojo que
la declaración es en 1660) donde siempre han tenido muchas mancebas sirviendo en lo
suso dicho a Dios nuestro Señor y en hacer otros vicios y pecados públicos en esos
lugares, por todo lo cual a Vuestra Merced pido y suplico hacerlos de mandar poner lo
suso dicho según del de manera que nos hizo merced el capitán que fue del Inga por
cuyo título poseen las tierras todos los naturales de este repartimiento...poseí título y
como tales les vendimos...poniéndose perpétuo silencio″43.
48 Estamos ante la forma prehispánica de control vertical de tierras, en la que además dos
grupos hacen usufructo de las mismas tierras. Cabe hacer aquí la consideración, de que
si bien el documento es un ″pleito″ por establecer, a la manera occidental ″de quién
eran″ las tierras en cuestión, los grupos yampara y gualparocas, habían compartido las
mismas tierras, hasta ese año (1660) en que las autoridades españolas los enfrentan
para definir la adjudicación a uno u a otro grupo. Se trata, como bien señalara Karen
Spalding de la introducción de las comunidades indígenas a la propiedad privada y el
rompimiento del equilibrio tradicional entre la tierra y el trabajo, cuando los españoles
aprovecharon de las disputas entre las comunidades indias y los españoles procedieron
a las ″igualaciones″ (1974: 118-120).
49 A lo largo de las declaraciones el único argumento a favor de que las tierras en cuestión
hubieran pertenecido a los gualparocas a la cabeza del cacique Juan Yuru, es la propia
declaración de él. En la aclaración de una pregunta de la encuesta, se hizo conocer que
en las tierras de Esquiri los tarabucos ″tuvieron algún derecho, por unos indios
ganaderos″, pero que ″las perdieron y dejaron yermas y montañas″.
50 En 161044 los indios yamparas de Yotala, ″le hicieron sus chacaras″ de maíz allí a un
español llamado Diego Rojas, en Esquiri. ″Cogían para él mil cargas de maíz″. En esta
época los indios yamparas trabajaron como indios yanaconas para Diego Rojas. Ellos
119
mismos declaran ″por ser como era nuestro encomendero″. Es interesante advertir que los
indios llamaron a Diego de Rojas su encomendero en una época en la que
supuestamente ya no existía la encomienda. A ellos les daba lo mismo. Pero más
interesante aún es advertir en la declaración que ″así″, o sea trabajando para Diego de
Rojas, ellos tenían las dichas tierras ″para el dicho efecto de donde cojíamos dicha
comida″45. O sea que si bien en un momento dado las tierras de Esquiri ″pertenecieron a
Diego de Rojas″ ellos también la poseían, haciendo trabajar a indios chichas para ellos.
51 En 1620, los yamparas hicieron en Esquiri ″chacra a Pablo de Mene-ses″ 46, entregándole
también mil cargas de maíz, porque era ″su encomendero″, y los indios de Tarabuco no
hicieron problema alguno puesto que ″dichas tierras eran nuestras y las teníamos y
poseíamos para sembrar para nosotros″. En 1630 los indios yamparas de Yotala,
pusieron indios collas en Esquiri en las tierras de Churumarca (Charcamarca?) que los
indios collas llamaron Soroche. En 1640 los caciques Pedro Cayo, Diego Tocoro y
Melchor Mola o Moya (nombre que aparece de las dos formas) de los yamparas tuvieron
indios carangas trabajando en tierras de Galpacorcha (Calpacocha?) a la cabeza de su
cacique principal (caranga) don Juan Pacha Aquira. Esas tierras que eran de Melchor
Moya, quien había ″hecho mucho dinero allí″47. A propósito otro testigo declaró que
unos parientes de Melchor Mola o Moya ″arrendaron″ las tierras de Esquiri a los
carangas. Tenemos aquí otro caso de arrendamiento de tierras de originarios a un grupo
de otra etnia. Es otro indicio de que hubo tierras en arrendamiento en el Corregimiento
de Yamparáez en el siglo XVII.
52 Si bien la motivación inicial de esta investigación fue establecer causas y lugares donde
podrían moverse los yanaconas que huían de las chacras, el hallazgo del documento que
trata sobre derechos de posesión de unas tierras, que conformaban la verticalidad del
grupo yampara y del gualparoca, han dado al trabajo un alcance mucho mayor.
53 Habiendo analizado en base a dos Visitas realizadas en dos momentos del siglo XVII, y
otros documentos relativos a chacras, las causas y lugares de las migraciones de los
yanaconas yamparáez o yam-paras, y teniendo la evidencia de tierras accesibles a los
yamparas como control vertical, tenemos un nuevo panorama acerca del mundo
sumergido que tuvieron los indios dentro de la estructura agraria colonial.
54 El ejemplo del control que tenían los yamparas sobre otras tierras accesibles a ellos
para conseguir alimentos y sustento en general, es un indicio para pensar en que la
huida "a quebradas y huaicos" como comunmente nombraban los españoles a los sitios
hacia los cuales se dirigían los yanaconas, serían sus propias tierras de control vertical.
55 La baja demográfica registrada en Yamparáez a mediados del siglo desde el siglo XVI al
XVIIpuede también haber sido consecuencia de la declinación de la producción como
efecto a su vez de la demanda de productos de Potosí. Hace falta para ello un estudio
comparativo de la producción en las chacras en el siglo XVI y el XVII.
56 Otra consideración importante es pensar que la ″huida″ sin dejar de ser una respuesta a
formas de coacción de los dueños de chacra, es más bien una forma natural inherente a
los propios indios para obtener recursos, con el fin de pagar el tributo.
57 Un último análisis en base a los planteamientos de Chevalier, sobre un ″vínculo
vertical″ existente entre patrones e indios, en base a la costumbre, que habría de haber
tenido una incidencia en que el dueño de chacra cuente con mano de obra estable, no se
observa en absoluto en Yamparáez. Sin embargo este vínculo vertical se aplicaría más a
la propia idiosincracia del indio que practicó la movilidad en la época prehispánica y la
120
* 3 ausentes en comisión
** Trabajan en la cosecha y deshierbe
*** 2 de ellos en ″Tapalco″ cogiendo sus comidas. Otros 2 de ellos en las chacras de J. Molina y
Melchor de Rojas arrendando tierras como forasteros
**** Forasteros arrenderos de tierras
Población tributaria 92
Población tributaria huida 3
Fuente: Visita a las chacras de Guañoma realizado por Antonio de Alfaro en 1613. A.N.B. T.I.E. 1613 N.
13.
121
Cuadro 3
NOTAS
1. Los documentos consultados del A.N.B. (Archivo Nacional de Bolivia), se citan en Fuentes.
2. La mayor parte de los estudios de Estructura Agraria se refieren a siglos posteriores. Para el
siglo XVIII los trabajos de Brooke Larson (1982) (1992), Ana María Lema (Tesis inédita), Santamaría
(1979); para el siglo XIX Grieshaber (1977) Inédito, Langer (1989), Medinaceli (Tesis inédita), Klein
(1992), Soux (1992).
122
3. El cronista Reginaldo de Lizárraga en su ″Un Viaje fascinante por la América Hispana siglo XVI″
(c. 1602-1987) Ed. Studium, Madrid, cuenta que legua y media antes de llegar a Potosí, había que
disminuir el ritmo de viaje ya que los caballos mostraban signos de cansancio y se morían con
facilidad, (pág. 216).
4. También en la Tasa de la Visita General de Toledo. Publicada por Noble David Cook.
Universidad Nacional Mayor de San Marcos, pág. 29. Lima 1975.
5. Visita de Guañoma. T.I. EC. 1613 No. 13. Es preciso advertir que esta Visita no es muy rica en
cuanto a datos relevantes de población, pues ni siquiera se declara toda la población existente en
cada chacra, sin embargo, como se verá más adelante en este trabajo, la Visita da para nosotros
información importante respecto a la movilidad de los indios yanaconas.
6. Visita a las Chacras de Yamparáez por Juan de Alfonsín Castilla, Octubre de 1651. ANB TI E.
1651 No. 30.
7. Ley de Fernando V en Valladolid a 14 de Agosto y 12 de Noviembre de 1509. D. Felipe II en
Guadalupe a 1 de Abril de 1580. Y en la Ordenanza 145 de Poblaciones. En: Recopilación de Leyes de
los Reynos de las Indias. Título Ocho. De los Repartimientos, Encomiendas y Pensiones de Indios, y
calidades de los títulos. T. II pág. 249, 250. Consejo de la Hispanidad. Madrid 1943.
8. Cédulas de 1540,1545, 1552, 1559, 1566, 1574, ç 582, 1618, 1628. Ibidem pág. 253. ″Hay en este
Reino del Pirú otra manera de indios, que se llaman yanaconas: estos son indios que ellos, o sus
padres, salieron del repartimiento o provincia donde eran naturales, y han vivido con españoles
sirviéndoles en sus casas, o en chácaras y heredades, o en minas″. Juan de Matienzo, Gobierno del
Perú, Primera Parte. Cap VIII. pág. 25. Ed. Institut Francais D Etudes Andines. Lima 1967.
Los yamparas, como grupo, a la cabeza de su cacique inca Aymoro acogieron a los españoles en su
primera entrada a Chuquisaca, como retribución a esta acogida no entraron como Provincia
tributaria al servicio de la mita minera potosina, (comunicación verbal de Teresa Gisbert) y como
se advierte en este trabajo, también mantuvieron control de tierras de Esquiri.
9. Ronald Escobedo en el Debate posterior a la ponencia de F. Chevalier ″Balance de la
Historiografía sobre Iberoamérica 1945-1988″ En: Actas de las IV Conversaciones Internacionales de
Historia. Ed. a cargo de Ignacio Olabarri. Pamplona. Ed. Universidad de Navarra, pp. 221-290. 1989.
10. ″Hanse metido después acá muchos más indios en las dichas chácaras de su voluntad o
atraídos de los dueños dellas nombrándolos yanaconas, por huir de las mitas de las minas y de
otras a que estaban repartidos en sus pueblos, de que se han huido teniendo por mejor vida y
menos trabajo la que tienen en las chácaras... ″ Cédula de 1601 de Luis de Velasco. En: Zavala 1979
II: 24).
11. Matienzo, ob. cit. pág. 31.
12. Ibidem pág. 30.
13. Visita de Guañoma, doc. cit. Chacra Pomanasa en Copavilque, de propiedad de Juan de
Aguilar.
14. Según la Visita de Guañoma en 1613, los yanaconas debían permanecer obligadamente en las
chacras por tiempo de 10 años, después podían pedir permiso para irse a otras chacras. Doc. cit.
15. ″Todas estas tierras ha de dexar el visitador amoxonadas, y no se ha de permitir que ninguna
tierra de los indios, que tuvieren propias o en comunidad, se puedan vender a españoles″.
Matienzo, ob. cit. pág. 57.
16. ANB T.I. E. 1660. No. 5. Luis de Aguirre y sus hermanas con Ignacio Lazo de la Vega sobre
derecho a las tierras de Tirma y Asnapucyo en Mataca. 268 fs. En este expediente se halla inserto
un pleito entre los indios de Tarabuco y los de Yotala sobre derechos de las tierras de Esquiri,
Tirma y Charcamarca.
17. Hay muchos documentos en los que se encuentra que las chacras han sido arrendadas. La
chacra de Cachimayo de Tomasa de Liaño en 1668 estaba arrendada a Bernardo de Riva y Martín
Guzmán. (ANB TI E. 1671 No. 11)
123
18. Crónica de Pedro Ramírez del Aguila ″Noticias Políticas de Indias″, citada en Escoban de
Querejazu, Laura ″Producción y Comercio en el espacio surandino, siglo XVII″ pág. 125. Ed.
Embajada de España en Bolivia, La Paz 1985.
19. Se ha encontrado 6 en la chacra de Guañoma, siendo que en los demás no se declaran, salvo
en la otra Guañoma de Francisco de Garmea, en la que hay una dos veces viuda.
20. Las Ordenanzas no dicen que el encomendero les debiera pagar algo, pero sí una Cédula Real
de Carlos V dada en Valladolid en 1541 dice ″bien permitimos que pueda comprar a los indios
cosas de comer, y beber, y otros mantenimientos necesarios, pagando su justo precio, como les
los pagaría otro español extraño. Recopilación de Leyes...ob. cit. pág. 238.
21. Lorenzo Mamanillo de 17 años, yanacona de la chacra de Pomanasa de Miguel Eyzaguirre.
ANB T.I. Visita de Guañoma. 1613.
22. En la Visita de Guañoma. 1613. Doc. cit.
23. En la Visita a las Chacras del centro de la Provincia Yamparáez, en los alrededores de la
ciudad de la Plata, el año 1651 se registraron 17 chacras, estas son De la Limpia Concepción, Asari,
Mollescapa de Juan Serrudo, Mollescapa de Luis Serrudo, Mollescapa de los herederos de Pedro
Serrudo, Sipaca, Pilcomayo de don Nicolás Quintela, Sinayo, Mayca, Alcantari, Cachimayo,
Chimayo, Pilcomayo de don Alonso Ortiz de Cabrera, Pulqui, Aripacha, Pilcomayo de don Juan de
la Hava (ANB TI. Visita de las chacras de Yamparáez 1651).
Las otras chacras son Mojopoco, camino a Potosí (ANB TI E. 1656 No. 32), hacienda San Isidro
(ANB TI E. 1657 No. 3) chacra Molle Molle (ANB TI E. 1660 No. 3), chacra de Mollescapa (ANB TI
1654 No. 30), chacra Cachimayo (ANB TI 1671 No. 1), chacra Tipabuco (ANB TI 1671 No. 22), otra
en el valle de Tipabuco de los franciscanos de La Plata (ANB TI E. 1660 No. 2.
24. En la Visita de Guañoma 1613, tampoco se da el lugar de origen de los yanaconas, salvo en los
casos que hemos señalado, era una forma subyacente de los dueños de chacras de retenerlos.
25. El Fiscal protector de naturales denunció ante la Audiencia de Charcas que Pedro Guamanga,
indio del pueblo de Copabilque había salido del servicio de Francisco Serrudo en la chacra de
Mollescapa, pero que mantenía como rehén a su hijo, para que Guamanga volviera a servirle
aduciendo que. El Protector recordaba a la Audiencia que ″los indios de pueblo podían servir a
quien quisieren″. ANB. T.I E. 1654 No. 30.
26. La Ley de Felipe II a 30 de Diciembre de 1571 establecía que ″los yanaconas contribuyesen
como los demás indios ″lo que buenamente pareciese″. Recopilación... ob. cit. pág. 226. El mismo
Felipe II, por Ley del 15 de Febrero de 1575, decía que los indios que trabajaren en minas, huertas,
y otras haciendas ″podrán tributar por lo menos a dos pesos al año″. Recopilación... ob. cit. pág.
227.
27. La Ley de Felipe II de 23 de Diciembre de 1595, prohibía el trabajo de indios en viñas e
ingenios de azúcar. Recopilación... ob. cit. pág. 301. En Pilaya había una Viña administrada por el
mayordomo Joseph Alvarado, de propiedad de Diego de la Pressa donde trabajaban 8 esclavos en
la producción de vino, sacando cada vez 6 cubas de vino por cosecha. (A.N.B. T.I. E. 1660 No. 11).
También en la hacienda de Cusillo, en el valle de Cusillo en la villa de San Juan de Rodas, en la
frontera de Tomina, se producía azúcar y miel con 20 esclavos negros, produciendo 1.000 arrobas
de azúcar al año. (A.N.B. T.I. E. 1671. E. 1)
28. Indios y Tributos en el Alto Perú. IEP. Lima 1978.
29. Ob. cit. pág. 24.
30. Nota No. 9. Sánchez Albornoz, pág. 26.
31. El paréntesis es mío.
32. Ob. cit. pág. 33.
33. Visita a Guañoma. Doc. cit.
34. Ibidem.
35. Visita de 1651, doc. cit.
36. ANB TI. E. 1660 No. 5.
124
11 Era frecuente que en años secos, de mediados de septiembre hasta fines de noviembre,
o principios de diciembre, en que llegaba a escasear el agua, sólo conseguían moler dos
piedras de maíz o tres. Los meses de molienda eran de mayo a noviembre. Y aunque en
los cinco meses restantes había agua suficiente para que pudieran continuar moliendo
las cuatro piedras de maíz, no lo hacían porque en esos meses cargaban los ríos, y no se
conseguía que pueda haber moledores, escasamente se recogía agua clara, para que
lleven los trigos, porque no concurrían marchantes por la abundancia de los ríos″.
Solamente cuando lograban tener agua clara para lavar el trigo, molían una a dos
″piedras″ de los piqueros del rancho, y de las estancias contiguas. En 1786 el dueño de la
hacienda pidió los servicios de un Juez comisionado de la Causa de Cuentas 7, para
controlar las que le presentó el administrador Joseph Senteno. Tanto las haciendas de
Cochabamba como las de Chuquisaca fueron dejadas poco a poco en manos de
mayordomos españoles o mestizos, quienes usufructuaron las mismas perjudicando las
ganancias de los propietarios. En el caso de Sicaya el Juez comisionado hizo las pruebas
respectivas8. El detalle de funcionamiento de los molinos, dio el Alcalde Mayor de
Sicaya Fulgencio Castelo, cuando fue llamado a declarar acerca sobre la hacienda. En
ese entonces, la primera parada se molía en veinticuatro horas nueve fanegas de maíz,
la segunda once y la tercera nueve fanegas. La harina era entregada encostalada en
fanegas de ocho arrobas y veinte libras cada una. A la cantidad de cereal molido que no
alcanzaba el peso de una fanega se le llamaba crece, y servía para compensar o regalar a
los marchantes o peones que cargaban los costales de harina. Por ejemplo un marchante
que hacía moler nueve fanegas, recibía cuatro arrobas de crece ; mientras que otro que
hacía moler cuatro, recibía una arroba de crece.
12 Las tres paradas de maíz estaban en un mismo galpón, mientras que dos de las de trigo
compartían otro y la tercera estaba en un galpón antiguo independiente. En el
momento de hacer el reconocimiento de la capacidad de molienda se encontró una
cuarta piedra de maíz en la ″bóveda″ en mal estado, pero se calculó que podía moler
nueve fanegas en veinticuatro horas.
13 Por los datos que se tiene, los pesos y medidas, tanto de la harina de trigo, como de la
de maíz eran diferentes, incluso en el caso del mismo cereal. Así se tiene que una fanega
de maíz pesaba ocho arrobas veinte libras, mientras que la de trigo se la calculaba en
siete arrobas y quince libras.
14 El mantenimiento de los molinos era realizado casi diariamente por el herrero que
ganaba sesenta pesos al mes y por el carpintero. El molinero era ayudado por peones y
por los propios marchantes o campesinos que llevaban su carga de grano. Con el pago a
los peones el total del gasto en mano de obra en el molino era de aproximadamente
doscientos pesos. En los cuadernos de gastos de la hacienda llevados por el
administrador Joseph Senteno, se puede conocer que los daños más frecuentes de los
molinos eran los de herrería. El daño más común era la rotura del palafierro de la piedra
y de las picaderas. Por ello, el costo de mantenimiento del molino anualmente era
alrededor de setenta, excepto el año 1782, que se gastaron 288 pesos, por el daño que
causaron los indios rebeldes de la Gran Rebelión de Tupac Catari en Charcas –
entroncada con la Rebelión de Tupac Amaru en el Perú– cuando la hacienda fue
arrasada por los indios.
15 El arreglo de la acequia o su mantenimiento, era una trabajo usual en la hacienda, en la
que se ocupaban muchos peones. Se recurría a peones de la misma hacienda, quienes
trabajaban por dos reales de ración diaria. Lo mismo recibían cuando limpiaban
129
propios de ella como fueron los censos y capellanías o préstamos de dinero intereses
sumamente elevados.
19 Algunas haciendas, como en el presente caso, tenían una pulpería, por medio de la cual
el dueño o el administrador negociaban con los propios arrenderos, peones y pongos,
vendiéndoles una serie de productos de primera necesidad. En Sicaya, la pulpería
estaba administrada por una vendedora, bajo la vigilancia de la esposa del mayordomo.
En ella se vendía harina, pan, –que podía dar una utilidad de 24 pesos al año–, velas
jabón, tabaco, papel y aguardiente. A este último le llamaban ″cunchu″, se vendía una
cuartilla a la semana aproximadamente, y valía tres pesos y dos reales. También
vendían fanegas de pan, a trece pesos. Las vendedoras podían vender chicha para su
propio beneficio10.
NOTAS
1. La hacienda Sicaya, era propiedad de don Josheph Frontanilla, en la segunda mitad del s. XVIII,
Fue administrada por Joseph Senteno entre los años 1780 y 1785, estaba ubicada en el camino real
en el pueblo de Sicaya, entre las poblaciones de Arque y Capinota, actual provincia de Capinota.
La hacienda de Sicaya entre los años 1780 y 1785 fue ″nombre de mucho comercio″, aún antes de
que fuese dueño de ella Joseph Frontanilla, ″por ser tránsito de entrada de granos con mucha
gente marchante... ″ AHM Prot. 1786. Poseía tierras arrendadas que le daban de alquilar
anualmente 162 pesos, además de ″cuatro piedras″ de moler maíz, y ″tres piedras″ de moler trigo.
La hacienda también producía árboles frutales, aunque solamente en pequeña escala. Tenía una
pulpería donde expendía harina de trigo, pan, tabaco, coca, chica y velas a la gente que acudía a
los molinos.
2. Ver Brooke Larson Transformación Agraria y Colonialismo. Ed. Ceres. 1992. Cochabamba.
3. Declaración de J. Senteno mayordomo o administrador de la Hacienda Sicaya, ante requisitoria
hecha por el dueño de la hacienda J. Frontanilla a tiempo de hacer la entrega de la propiedad.
4. Comunicación verbal en el Congreso de Historia Económica Peruana, julio de 1985.
5. En el capítulo 2 de la segunda parte de este libro, ″Control vertical en tierras de Chuquisaca″, se
establece la existencia de arrendatarios ya desde principios del siglo XVII en Chuquisaca.
6. Ver Larson, ob. cit.
7. Entiéndase un Visitador de las Cajas Reales de Cochabamba.
8. El juez hizo ″echar a la tolba de dicha parada con reloj en la mano una carga de maíz, medida a
las once y cincuenta y cinco minutos de dicho día, previniendo al molinero y a los estados
veedores que estén de pie fixo, hasta las veinte y cuatro horas y que assimesmo, no se descuiden
de ver, que no falten de dicha tolba de estar haciendo echar con el marchante que tiene la vez,
que lo es Joseph Alma, indio del peublo de San Agustín de Toledo, que mostró tener nueve
fanegas y se lo midieron, para que cuando faltasen inmediatamente recogiendo éste sus harinas,
para pesarlas después entrase el próximo que lo es Antonio Mamani y dijo que era de esta
hacienda de Sicaya, que tenía cuatro fanegas de maíz que se midieron y habiéndose completado
los referidos veinte y cuatro horas por el mismo relox, que lo tenía en mi poder yo dicho Juez, de
que certifico, mandé que dicha parada sesasse, mientras se recogía toda la harina que estaba en el
cajón, y toda ella junto con la que se había recogido las oras antecedentes de que se dieron cuenta
131
los dos veedores puestas en sus respectivos costales se pasaron por la misma romana de la dicha
Hacienda ante mí el dicho Juez a ocho arrobas y veinte libras según la costumbre que hace una
fanega en este dicho lugar, y se pesaron tres fanegas de arina, entendiéndose que las nueve
fanegas dieron tres arrobas...″ Sicaya, doc. cit. AHM.
9. En: Colonialismo y Transformación Agraria en Cochabamba.
10. Todos los gastos eran anotados en los cuadernos que se guardan todavía en el expediente del
Archivo Municipal de Cochabamba. AHM. 1783.
132
Capítulo 4. Levantamientos
indígenas en Cochabamba, 1781
Alférez Real Juan José Uzieda, el del teniente coronel Bernabé Antonio Valdivia y
Melchor Rocha, además de otros con los que sumaron treinta.
7 En cuanto supo esta noticia el Corregidor de la Villa de Oropeza, Félix José de Villalobos
dispuso una expedición al mando de José Ayanza, quien partió al pueblo de Caraza. Allí
integró su tropa con doscientos tres hombres de la población, pagados por orden del
Corregidor, pero también con muchos otros voluntarios. En total llegaron a formar una
expedición de setecientos hombres, puesto que también se enrolaron a ésta tropa otros
indios y mestizos de Arpita.
8 La expedición de Ayanza entró en el pueblo de Chacamoco y castigó fuertemente a sus
pobladores. El declarante dijo que allí murieron cerca de cuarenta indios y que se
mandó quemar y destruir sus ranchos. También entró al pueblo de Tacopaya donde
sofocó otra sublevación. Luego se introdujo la expedición al pueblo de Arque, e hizo su
fuerte en Vinto, donde combatieron con una partida de indios procedentes de Colcha.
Al respecto declaró Juan Ventura Ferrufino que sabía que hubo bastante mortandad de
indios, siendo que de los realistas solamente murió don Miguel Samurati, húngaro y dos
mozos del pueblo de Tarata, Blas Prado y otro.
9 Ayanza pidió entonces auxilio al Corregidor de la Villa de Oropeza que se encontraba en
Cochabamba, quién ordenó el envío de dos partidas de 200 hombres de Tarata, a los que
se agregaron muchos voluntarios. Avanza y su expedición se mantuvieron sofocando
sublevaciones producidas en las regiones de Vinto, Arque y Colcha desde principios de
Cuaresma hasta el 26 de Marzo de 1781.
10 Tomaron graves represalias contra los indios que se habían dedicado a la profanación
de los templos y ejecución de sacerdotes. Manifestaciones tan rebeldes de los indios se
dieron en las serranías y anexos de Arque y Colcha, tales como Quiriquiabe, Tacopaya,
Tangatanga, Totora y Sayari.
11 La expedición de Ayanza se internó hasta Oruro porque se sabía que aquella Villa se
hallaba cercada por miles de indios de la doctrina de Tapacarí, mientras tanto algunos
de los indios de los pueblos de Arque y de Colcha y principalmente del de Capinota, se
mantuvieron pacíficamente debido a la influencia apaciguadora del cura de la doctrina
de Capinota, doctor Manuel Tapia y Arze.
Palca
14 En Ayopaya, doctrina de Palca, los indios cometieron iguales muertes y excesos, pues
dentro de la misma iglesia mataron a mucha gente, sin haber dejado criatura viva.
Dieron muerte allí al cura doctor Arnás y a todos los españoles que encontraron.
15 Para auxiliar este pueblo, el Corregidor remitió distintas expediciones cada una con
más de 400 hombres al mando de Ignacio Castillo, del teniente de Quillacollo Marcos
Mercado y de Marcelo Pérez quienes castigaron a los indios rebeldes y liberaron al
doctor Atanasio Bolaños y al doctor Marcelo Carrasco ambos curas de Cavari y
Machaca, quienes se hallaban cautivos desde hacía más de un mes.
La sublevación de Tarata
16 En la noche del día 28 de Febrero, en la hacienda de Clisa, a dos leguas de Tarata, un
grupo de indios del lugar, de Surichupampa y Chulpas y algunos de Liquina se
sublevaron dando muerte a todos los españoles que se encontraban allí. Declaró
Francisco de Heredia, que supo de la noticia casualmente, habiéndose enterado que el
canchero de dicha hacienda, al sentir la aglomeración de gente y el tumulto, salió
desnudo, dio voces, y juntó alguna gente a las once de la noche. Pero los indios actuaron
rápidamente y le dieron muerte junto con el mayordomo.
17 En aquella ocasión la hacienda se hallaba con poca gente por haberse alistado la mayor
parte de ella en la expedición de Arque. Los atacados se mantuvieron a la defensiva
desde la media noche hasta el amanecer, cuando el Alcalde Provincial, Antonio Luján, y
el Alcalde de la Sanata Hermandad, Manuel Villarroel, acudieron en su ayuda con
hombres de Toco y Punata por disposición del teniente declarante Juan Ventura
Ferrufino, quien partió con ellos a Clisa. A su llegada encontraron que los soldados de
Clisa, Chulpas y sus contornos ya habían derrotado a los sublevados. El Alcalde de la
Hermandad mandó ahorcar a treinta de los apresados en Clisa. A poco llegó Francisco
Heredia capitaneando una brigada de auxilio compuesta por cincuenta soldados,
mientras otros veintitrés indios eran ejecutados por los españoles en Sunchupampa. Al
día siguiente, cuando el teniente Ferrufino fue a juntar soldados en Siches y Toco para
auxiliar la expedición de Arque, encontró a varios mozos de Toco muertos en el camino,
logrando ver cómo huían siete indios después de éste atentado.
18 Los españoles muertos en la tragedia de Clisa llegaron a sesenta y cinco. En
consecuencia, la Audiencia destacó como comandante y Corregidor de cochabamba al
licenciado Miguel Pinto, -abogado de la Real Audiencia de La Plata y Auditor de reales
milicias de la Provincia de Cochabamba-, recientemente a la hacienda de Clisa, para
averiguar los nombres de los culpables, poco después logró capturar a la principal
cabeza del motín: Marcos Churata y Manuel Colque y otros, a quienes condujo
personalmente a Tarata, donde se les dio muerte en la horca.
135
Sacaba y El Paredón
19 Casi simultáneamente, una tropa de cien soldados, al mando del capitán Manuel
Angulo, junto con otra del Alcalde Pronvincial Antonio Luján, que constaba de
quinientos hombres, sofocaron a los indios amotinados en Sacabamba junto a los de
Clisa y Sunchupampa y que habían sido convocados por los rebeldes de Chapadrón,
general de toda la feligresía. Se ordenó levantar Padrón general ″de buena letra″ y
enviar una copia para el Gobernador a la Real Audiencia y para su Majestad el rey. Este
padrón debía establecer puntualmente el número de habitantes, ″con distinción de
calidad, edad y sexo″.
20 Así de sangrientos fueron los levantamientos rebeldes de 1781 en Cochabamba.
NOTAS
1. AH BC-UMSA. Archivo de la Biblioteca Central de la Universidad Mayor de San Andrés.
Colección José Rosendo Gutierrez. Año 1783.
136
1 Los especialistas en la Historia de Potosí se han dado cuenta hace tiempo que no es
posible condensar en una sola obra, todo cuanto se puede escribir e investigar sobre
ella. Las crónicas de Capoche, Lizárraga, Ocaña, dan cuenta desde el remoto siglo XVI, de
la infinidad de sucesos importantes que iban ocurriendo en Potosí. El cronista-
historiador Bartolomé Arsanz de Orzúa y Vela en el siglo XVIII, exclamaba cuánto había
que contar y decir sobre la turbulenta ciudad de Potosí, donde diariamente habían retos
a duelo por el hallazgo de nuevas vetas de plata, o se jugaban éstas a los dados en una
noche. Una ciudad donde contrastaba la miserable vida de los indios que trabajaban en
las minas con los ricos trajes parisinos que lucían las mujeres de los encomenderos. Las
fuentes primarias que guardan la relación de estos hechos y de otros de orden
económico se encuentran en los Archivos de la Casa de la Moneda de Potosí, Nacional
de Bolivia en Sucre, General de la Nación de Buenos Aires y Archivo de Indias de Sevilla.
2 La historiografía moderna iniciada con Lewis Hanke, Alberto Crespo, Marie Helmer y
Gunnar Mendoza entre los años 1959 y 1965 ha realizado importantes aportes a la
Historia de Potosí en el siglo XVI: Hanke y Mendoza en sus estudios introductorios a la
edición de la Historía de la Villa Imperial de Potosí, de Arsanz-XVI, y anteriormente el
mismo Hanke en su introducción a la crónica de Capoche (1959). El estudio sobre tipo
social del ″minero″ en Potosí, estudiado por Marie Helmer o su estudio sobre la
encomienda de indios, que revelan datos interesantes sobre la asignación de indios a los
diferentes encomenderos de la ciudad, han sido el inicio de la Nueva Historia de Potosí,
alejada finalmente de la consecutiva repetición de cuentos y hazañas que se quedaban
en fuentes orales de segunda importancia, sobre todo porque en Potosí, la gente ha sido
siempre aficionada a engrandecer y abultar sus relatos para dar más importancia a su
ciudad y a ellos mismos. Gunnar Mendoza publicó también dos importantes estudios
sobre Vicente Cañete y su Historia Física y Política de Potosí y otro sobre la Guerra entre
Vicuñas y Vascongados, ambos publicados en Sucre en 1954. También es importante la
labor de Alberto Crespo y sus trabajos sobre la mita y las guerras entre vicuñas y
vascongados, que han recogido los primeros datos sobre la fundación y asentamiento
minero en la ciudad. El trabajo de Gwendolyn Cobb, realizado en base a bibliografía
secundaria existente en los Estados Unidos y que da un cuadro general de los primeros
138
noventa y cinco años mostrando el funcionamiento de las principales minas del Perú:
Potosí y Huancavelica, se mantuvo inédito hasta que Muñoz Reyes lo publicó en 1977.
Sánchez-Albornoz y Thierry Saignes estudiaron las migraciones y la mano de obra en
Potosí en la década de los 80 en varios artículos sueltos. Para el siglo XVIII Rose Marie
Buechler publicó recién en 1989 la versión en español de su libro Gobierno, Minería y
Sociedad. Potosí y el Renacimiento Borbonico. 1776-1810, que analiza los intentos de
reforma y su posterior fracaso y muestra al gremio de azogueros y sus relaciones con el
gobierno. También para el siglo XVIII Enrique Tandeter publicó en 1980 su libro Trabajo
forzado y trabajo libre en el Potosí Colonial Tardío. En 1992, el mismo autor publicó Coacción
y Mercado, trabajo que centra su interés en el rescate libre de minerales y la corrupción
de los administradores reales en el siglo XVIII. Ese mismo año Peter Bakewell publicó en
español, aunque se consultaba ya la versión en inglés de Mineros de la Montaña Roja, que
estudia el trabajo forzado y el trabajo libre en el siglo entre el último tercio del siglo XVI
y los primeros cuarenta del XVII. El libro The Potosí Mita de Jeffrey Cole, se aboca
directamente al siglo XVII estudiando la mita y su administración. Los mitayos de
Potosí(1988) de Valentín Abecia, estudia el fenómeno desde una perspectiva económica.
3 A partir de la década de los 60 aparecieron los trabajos de José de Mesa y Teresa Gisbert
destacando Holguín y la Pintura Virreinal (1956) y La escultura Virreinal (1973) y de Mario
Chacón Torres El Arte Virreinal en Potosí (1972). Todos ellos dedicados a la Historia del
Arte de Potosí.
La producción de plata
4 La mayoría de los historiadores que se ocuparon de Potosí, han hecho referencia a la
cantidad de plata que se extrajo de sus minas, excluyendo lógicamente aquélla que fue
sacada por el contrabando. El cronista Bartolomé Arsanz de Orsúa y Vela dice que hasta
el año 1575 Toledo encontró que se habían enviado a España setenta y seis millones de
pesos. En 1632 el cronista José de Acosta decía que se habían sacado tres millones diez
mil pesos de plata y según Arsanz de 1665 a 1705 se sacaron otros cuarenta millones de
pesos. Citando referencias de oficiales reales, el historiador Lewis Hanke (1959), dice
que la Corona recibió entre enero de 1556 y diciembre de 1738, 151, 722. 647 pesos de
plata y los mineros 820,513.893 pesos. Son cifras que han quedado asentadas en los
libros de las Cajas reales, y son por tanto una referencia válida.
5 Todos los dueños de minas e ingenios -llamados comúnmente azogueros en Potosí-
debían pagar el quinto de su producción a la corona española por el uso de una
propiedad real. Dado que en Potosí la mayor parte de las vetas de plata se encontraran
en un mismo cerro, Toledo reglamentó también su explotación, ya que la mayor parte
se encontraban superpuestas.
6 La producción de plata fue fuertemente respaldada con dos medidas dadas por Toledo,
ellas eran la reglamentación de la estructura legal minera y el servicio de la mita, -
obligatorio y rotativo entre los indios para la extracción de plata- con lo que la
producción de plata se elevó a fines del siglo XVI de una manera notable. El famoso auge
de Potosí alcanzó niveles relevantes hasta 1650. Entre 1570 y 1650 solamente Potosí
produjo más de la mitad de la plata del mundo en una bonanza que duraría por lo
menos dos siglos, durante los cuales Potosí sostuvo la economía española frente a los
139
demás países europeos, incluso, mediante la plata potosina, pudo importar productos
asiáticos sin desequilibrar la balanza comercial.
7 La plata era beneficiada o refinada en los ingenios instalados en la Ribera artificial que
corría en medio de la ciudad y dividía los barrios de indios de los de españoles. Un
ingenio comprendía todas las instalaciones de moler y refinar el mineral de plata. Los
primeros ingenios fueron de manos, de pies y los movidos por caballos. Junto con los
primeros ingenios de Potosí, comenzaron a funcionar los de agua en el valle de
Tarapaya. Arsanz y Vela (s. XVIII), en su Historia de la Villa Imperial de Potosí, decía que
Toledo ordenó la edificación de cuatro ingenios dentro de la Villa, porque le pareció
ideal la tendida ladera de Potosí. Los ingenios fueron construidos por oficiales y
maestros de ingenios. Para la fabricación de los mismos se precisaba de mucho hierro y
madera, elementos costosos y difíciles de conseguir. Se llevaba madera desde 25 y 30
leguas, transportada en bueyes y en hombros de indios, pues había piezas que
requerían de 60 hombres para su traslado. Un tronco de 21 pies de largo y dos de ancho
valía 500 pesos. Con maderas gruesas se construían los castillos o armazones de vigas
gruesas de la maquinaria y los camones o piezas hidráulicas de las piezas curvas que
componían los dos anillos o cercos de las ruedas hidráulicas de un ingenio de moler
mineral. Estas al igual que las demás maderas eran traídas desde Guañona en
Chuquisaca. El hierro era traído desde Almadén, España, y constituía uno de los
elementos más caros y cotizados en la colonia, a tal punto que la corona ordenó que
ningún navio pudiera salir de la península sin traer siquiera 1.000 quintales de hierro.
8 Un trapiche constaba de varias partes, una rueda de alrededor de dieciocho pies; los
mazos, que variaban en número y eran levantados por el llamado árbol. Otras partes del
trapiche eran los morteros, las tinas de lavar metales, llamadas también lavaderos con
una cavidad de 1,26 metros.
9 Era común el traslado de ingenios, para lo cual se desataban todas las maderas y se las
transportaba a nuevos lugares. Su buena calidad era determinada por los visitadores
que hacían su recorrido por orden de los virreyes. La calidad e importancia era medida
por el número de mazos, de los cajones de buitrones, de tinas, de cochas o lavaderos y
140
Potosí, tomaba en cuenta también el grado de especialidad o calificación que tenían los
indios para ser llevados a Potosí, de tal suerte que de determinados lugares, conocidos
por su especialidad en alguna labor artesanal, se reclutaban indios con especial interés.
Ha quedado establecido, por ejemplo, que de entre los lupacas se reclutaba a los
llamados yanaconas, o mano de obra calificada en la elaboración de ollas, tejidos y
carpintería en general. De entre los indios del Cuzco, supuestamente no obligados a la
mita, se reclutaba la mayor parte de yanaconas huayradores o indios entendidos en
utilizar hornos de viento, llamados huayras, para purificar la plata, ya que si bien en
1573 quedó establecido el beneficio de la plata por azogue, el sistema de huayras se
utilizó hasta entrado el siglo XVII. Algunos grupos étnicos rebelaron su especialidad de
trabajo una vez asentados en Potosí, es el caso de los grupos pacasas, lupacas y collas de
la cuenca del Lago Titicaca, que eran conocidos en Potosí por su capacidad como
barreteros, -extractores de mineral con barretas- y apires, -recogedores de mineral-,
mientras que los quillacas -provenientes de la zona sur del lago Poopó y aullagas eran
conocidos, al igual que los lupacas-, de la zona del lago Titicaca-, por la hechura y venta
de ollas y moldes de barro cocido. Los uruquillas-provenientes del sureste del lago
Poopó, eran conocidos porque hacían el trabajo de pallar o escoger mineral bueno entre
los escombros del cerro. Los caracaras, del norte de Potosí, eran conocidos como
leñadores o especialistas en conseguir material fungible para los hornos.
14 Algunas provincias no obligadas a la mita consiguieron su rango precisamente por ser
especialistas en cultivar algún insumo en particular. Es el caso de los indios asentados
en los valles orientales del departamento de lo que hoy es La Paz, que según Thierry
Saignes contribuían a sus caciques con maíz.
15 Las disposiciones de Toledo establecían el reclutamiento de tres contingentes de
mitayos al año, cada uno de aproximadamente 3.500 indios, que debían trabajar en las
minas por espacio de cuatro meses cada uno. El resto de los meses estaban en huelga,
tiempo en el cual debían prestar otros servicios como trajinantes, en construcción de
caminos o reparo de lagunas. En 1692 el Virrey Conde de Monclova, estableció que se
trabajara una semana por dos de descanso.
16 Los indios que llegaban de las provincias destinadas al trabajo de la mita o relevo o turno,
eran distribuidos en las parroquias de manera que estuvieran lo más separados posible
de sus congéneres étnicos, y de antemano ya estaban destinados a algún repartimiento
o encomienda de español. Virreyes y legisladores hicieron repartimientos periódicos
siguiendo el procedimiento iniciado por Toledo con el objeto de que la mano de obra
fuera en directo beneficio de las refinerías productoras de plata y no a otro lugar. De
entre ellos eran repartidos a los españoles, -llamados encomenderos de indios, por el
hecho de serles encomendados, indios para el trabajo de sus minas y/o ingenios-, un
número de mitayos comunes y otro número menor de yanaconas especializados. Por lo
general, de una cantidad total de yanaconas especializados existentes en la Villa, -que
en 1785 fueron 860- correspondía a cada encomendero solamente 2 de ellos.
Consecuentemente, era mano de obra muy cotizada. A los yanaconas especializados se
los llamó luego mingas, o trabajadores especializados y voluntarios. Según Bakewell,
ganaban entre cinco y nueve pesos semanales de salario, o sea 32 reales, mientras que
un mitayo común ganaba 2,75 reales. El oficio más cotizado en el siglo XVI fue el de
huayrador, oficio prehispánico que era el que sabía utilizar un fogón llamado huayra que
servía para purificar la plata utilizando el viento para avivar el fuego en las alturas de
los cerros. Con el tiempo, algunos mitayos que trabajaban en las minas, se fueron
143
mantenimiento de la seguridad en las minas era subvencionado por los propios mitayos
pagando un grano de plata diario, que equivalía a 0.09 reales. Este pago era exclusivo de
parte de los mitayos, y no así de los yanaconas o mingas. Con el recaudo conseguido se
pagaba también a los veedores u oficiales reales destinados a vigilar la seguridad. El
veedor ganaba aproximadamente 1.560 pesos anuales.
22 Por otro lado los indios eran objeto de castigos en forma de golpes, patadas y malos
tratos en general, cuando ocurrían derrumbes o caídas. Por su parte, los españoles que
mataban a indios por castigos o exceso de trabajo eran a su vez multados con 200 pesos
por cada muerte, además de pagar sus misas. La multa por heridas causadas a los indios
era de 120 pesos. Parece ser que de las condiciones de trabajo al interior de la mina no
morían tanto los indios, como de la sobrecarga de horarios asignada a ellos. En tal
sentido el trabajo debía comenzar media hora después del amanecer y cesar con la
puesta del sol, teniendo solamente una hora al mediodía para descanso y comida. En
invierno, y por el frío, los indios del lavado del mineral que trabajaban en los ingenios,
debían trabajar sólo desde las 10 de la mañana hasta las cuatro de la tarde, dado que en
la mañana hasta esa hora el agua se encontraba congelada a-15°C, con que amanecía la
ciudad. En época de lluvias, correspondiente al verano, el trabajo no paraba porque
había que aprovechar las lluvias. En ese tiempo había turnos diurnos y nocturnos.
23 Acerca de lo que ganaban y gastaban los indios mitayos que trabajaban en las minas,
Bakewell dice que los mitayos tenían que comprar sus propias velas, gastando para ello
100 pesos al año a razón de 4 reales, o medio peso a la semana.
24 Los gastos en bolsos teñidos o mantas de lana, no se conocen.
forzados se iban a sus ranchos, entonces los kajchas o ladrones de mineral invadían el
cerro para extraer para sí los minerales que pudieran encontrar. Estos minerales eran
luego refinados en los trapiches rudimentarios de molienda manual que empezaron a
proliferar en la ciudad. Un tal Agustín Quespi se hizo famoso por haber acumulado
cierta riqueza en este negocio. Se conocía a los kajchas también como ladrones o cuerpo
respetable de bandoleros. Sin embargo, ha persistido una doble significación atribuible a
los kajchas, por un lado, hubo aquellos que como Quespi llegaron a enriquecerse hasta
ser propietarios de minas en el cerro y propietarios de trapiches de minerales, y por
otro hubo personas pobres que tenían que recurrir al robo para poder sobrevivir en la
ciudad. Había entre los kajchas gente de todas las clases sociales, que por cualquier
motivo habían quedado en la ruina. Andaban en bandas de cuatro o cinco personas
siempre con un cabecilla barretero. Naturalmente la presencia de los kajchas puso en
alerta a los dueños de minas e ingenios que seguían trabajando normalmente en Potosí.
Ellos comenzaron a poner puertas de rejas en las bocas de mina, pusieron guardias
llamados pongos, y era contra ellos que los kajchas de debatían a pedradas cuando
ingresaban a robar. De ahí la palabra kajcha, que en realidad equivale a decir el que
arroja piedras. Acudían a robar mineral también las mujeres que subían al cerro los
miércoles para alimentar a sus maridos. Así los kajchas llegaron a constituir un
verdadero sector independiente en la minería potosina. Se ha estimado que en 1782
existían dos a tres mil kajchas en la ciudad.
″La decadencia de ley en los metales, u otras causas, redujo este número (de indios)
a 3.500, que concurren actualmente, la mayor parte con sus mujeres e hijos, que se
puede contar sobre un número de más de 12.000 almas, con los que se quedan
voluntariamente y se emplean en el honrado ejercicio de chalcas, que son unos
ladrones de metales que acometen de noche las minas, y como prácticos en ellas,
sacan los más preciosos, que benefician y llevan al banco que el Rey tiene de
rescate, siendo cierto que estos permitidos piratas sacan más plata que los
propietarios mineros″. Concolorcorvo. Lazarillo de Ciegos Caminantes.
31 El lugar donde se los encontraba era cuando se apersonaban a vender lo robado a los
trapiches rudimentarios, ubicados en los barrios de indios. Como muchos de estos
trapiches eran manejados por kajchas, ellos se las arreglaban para conseguir mercurio
pagando un alquiler semanal por libra utilizada. Al tener el mercurio la propiedad de
poder ser recuperado una vez efectuada la amalgamación de la plata, éste debía ser
devuelto después de su utilización. Los trapicheros vendían la plata al Banco de
Rescates de San Carlos, creado en Potosí para eliminar a los rescateros y compradores
privados, y dar crédito a los azogueros para la compra de materiales de explotación
minera. El Banco de Rescates cotizaba la plata producida por los trapicheros a menor
precio que el producido por los azogueros. Si a los azogueros les pagaba siete pesos
cuatro reales por marco de plata, a los kajchas les pagaba 6 pesos 4 reales.
32 Según Tandeter, en el siglo XVIII la administración colonial hizo de la vista gorda con la
producción de plata proporcionada por los trapicheros o dueños de trapiches de
molienda de mineral, que recibían pella de los kajchas para ser refinada. En este trabajo
ellos cometían doble infracción, por un lado trabajaban con mineral robado y por otro
se apropiaban de restos de mineral y de azogue de los propios kajchas, que luego era
vendida a los mercaderes de plata. Hacia 1725 existían en Potosí 20 trapiches y cinco
años después ya habían 69. Los trapiches producían aproximadamente 20 cajones de
cincuenta quintales, mientras que los ingenios producían 580 cajones. Como su
situación era semiclandestina en Potosí, eran ellos quienes hacían transacciones con los
147
42 Esta situación se mostró álgida en el siglo XVII en que hubo luchas entre los poderosos
de la ciudad debido a denuncias de parte de unos por la evasión del pago a la Real
Hacienda de los otros. Desde fines del siglo anterior se habían conformado en Potosí dos
bandos de españoles y criollos claramente definibles por la importancia económica y
social que habían logrado. Los vicuñas, -llamados así por el sombrero de lana de vicuña
que vestían-, querían destruir el poder de los vascos, que ocupaban los puestos de
mando de la ciudad. Los encuentros sangrientos (entre 1622 y 1641) terminando con la
intervención del Virrey y la marcha al patíbulo de seis jefes de ambos bandos.
Abastecimiento y comercio
43 Potosí y Lima fueron los dos polos importantes del comercio colonial, el primero por su
gran riqueza y el segundo por ser sede administrativa y de gobierno. Potosí, era la
ciudad mejor abastecida del Virreinato, ya que cualquiera que haya sido su producción
de plata, ésta fue siempre suficiente y de la más grande importancia, comprometiendo
la participación de mercaderes españoles, mestizos e indios. Los productos alimenticios
de primera necesidad provenían de tambos a cuatro y ocho leguas de distancia e incluso
de zonas más alejadas como Chuquisaca, que suministraban buena cantidad de madera
y cereales. Las demás ciudades de lo que hoy es Bolivia enviaban diferentes productos,
según su especialidad, así mientras que Cochabamba hacía importantes envíos de trigo
y maíz, La Paz enviaba telas de obrajes, coca y plátanos secos. De Santa Cruz, la parte
oriental de Bolivia, de clima cálido, se enviaba azúcar y de la zona del lago Titicaca,
pescado fresco.
44 La red de intercambio y abastecimiento interno de productos destinados a Potosí y a las
demás ciudades del Virreinato ha sido estudiada en los últimos años demostrando, que
el grado de especialización productiva de las regiones hizo que la red comercial interna
se mantuviera al margen del comercio externo. Los productos provenientes de Castilla
llegaban a Callao, puerto de Lima y de allí partían en navios al puerto de Arica.
45 Desde Arica viajaban a Potosí remontando la cordillera con recuas de muías en fila
trayendo todo aquello que la plata podía comprar: tafetanes, brocados, terciopelos, y
todo género de sedas y tejidos de Granada, Priego y Jaén, medias de seda y espadas de
Toledo, paños de Segovia, abanicos, estuches y mil juguetes y curiosidades de Madrid,
medias, mantos y todo género de lencería de Francia, tapicería, espejos, láminas,
cambrayes, puntas de encajes y todo género de mercerías de Flandes, lienzos y paños de
Holanda, de Alemania espadas y todo género de acero y mantelería. De los principados
italianos papel, sedas, paños, preciosos bordados, puntas de oro y plata y telas, de
Inglaterra sombreros y todo tipo de tejidos de lana, de Chipre y las costas de Africa
traían cera blanca, de la India Oriental grana, cristales, carey, marfiles y piedras
preciosas. Diamantes de Ceylán, aromas de Arabia, alfombras persas, todo género de
especiería, almizcle y algalia. Loza blanca y azul de la China, de México cochinilla, añil,
vainilla, cacao y maderas, del Brasil palo, de la India y de la isla Margarita, Panamá,
Cubagua, Puerto Viejo traían perlas, cadenilla, pedrería. De Quito venían los paños,
bayetas, jerguetas.
46 La opulencia de Potosí durante la colonia se debió a que, como vimos, no le hacía falta
nada de lo que la gente acaudalada podía desear. La gran urbe de Potosí dio mucho que
decir y que hacer en el ámbito comercial. Arsanz de Orsúa y Vela dice que en el siglo
XVIII, incluso cuando ya la producción de plata había decaído considerablemente,
150
todavía se traían a Potosí mercancías por un valor anual de 7’800.000 pesos en una
infinita suma de navios, prácticamente de todos los países del mundo. Los datos que da el
Correo Mercantil de España a sus Indias de la ciudad de Buenos Aires, refieren que el año
1797, Potosí consumía anualmente de Lima 4.000 libras de añil, 6.000 libras de chocolate
y 2.000 varas de paños de Quito, de La Paz 10.500 cestos de coca, de Cochabamba 200.000
varas de lienzo de algodón que llamaban tocuyos. En todo tiempo Potosí fue centro
importador de primera importancia. No interesaba que los precios en Europa
estuvieran subidos, no interesaba que España estuviera viviendo una crisis económica
muy seria, con cierres de industrias y poca producción agrícola. La crisis de la
metrópoli no influyó en el comercio resplandeciente del Virreinato del Perú. En cuanto
a la exportación de la plata, debido al monopolio comercial establecido en el Virreinato,
y hasta que se creó el Virreinato del Río de La Plata en 1776, ésta debía ser llevada a
España a través del puerto del Callao. Con la creación del Virreinato del Río de la Plata,
Buenos Aires pasó a conformar otro foco de crecimiento comercial de las colonias
españolas en América.
47 Las rutas comerciales autorizadas que unían a Potosí con el mundo, hasta la creación
del Virreinato del Río de la Plata eran dos, una por Arica y otra por Cuzco. La primera la
llamada ruta de la plata, hacía Potosí-Arica, y de allí por vía marítima se conectaba con
Callao. De regreso, la ruta de la mercadería de Castilla, así llamada toda la mercadería
proveniente de Europa, tomaba la ruta marítima desde Callao hasta Arica y de allí a
Potosí por tierra remontando la cordillera de los Andes. La ruta del azogue, elemento
indispensable para la amalgamación de la plata, iba desde las minas de Huancavelica
por tierra hasta Chincha, -más tarde será Pisco-, luego vía marítima hasta Arica, y de
allí remontando la cordillera por tierra hasta Potosí. El medio de transporte era la mula
y la llama, en territorio hoy peruano ambos por igual, pero en las tierras altas de
Bolivia la llama. Si bien la llama carga solamente 20 libras, aguantaba mejor el viaje
desde Arica hasta Potosí, es decir la subida desde el nivel del mar hasta 4.100 metros
sobre el nivel del mar. Las recuas estaban constituidas por piaras de 9 llamas y eran
conducidas por arrieros bajo la dirección de un dueño de recua.
48 También existía la ruta que iba de Potosí a Lima. Se hacía vía Oruro-La Paz-Cuzco-
Ayacucho-Huancavelica-Jauja, para llegar finalmente a Lima. Haciendo esta ruta se
llevaba plata, pero no destinada a los reinos de España, sino para pagar productos
encargados desde a Potosí. Era la ruta utilizada también para exportar productos
interregionales como el ganado proveniente de las provincias del Río de la Plata.
49 Hasta 1776 en que se declara puerto autorizado a Buenos Aires, toda la plata que salía
por allí era contrabando. La ruta que seguía este era Potosí-Jujuy-Salta-Tucumán-
Córdoba-Buenos Aires, y era la ruta que tomaba el ganado en general para llegar a
venderse a precios muy altos en Potosí, tanto es así, que una mula que en Buenos Aires
valía cinco pesos, en Potosí se la vendía en 40.
ciudad estaba encabezado por el Cabildo encabezado por dos alcaldes, un alférez, un
regidor y un fiel ejecutor.
51 La administración financiera de la ciudad se hacía como en cada provincia del
Virreinato. Existían dos oficiales reales que recogían el quinto real en Potosí, cargo que
era de mucha estimación. Por debajo de ellos estaban el contador, el tesorero, el factor,
el proveedor y el pagador. El contador llevaba en el Libro de Cuentas todos los asientos
financieros. Se llevaban además los libros de Asiento de Cédulas, libros de cartas del
Rey, el de tasas de los repartimientos, el libro de Deudas, el libro de Salarios, el de
Libranzas, el de Fundiciones, el de Minas, el libro de Licencias, Libro de Alcabalas.
52 Como la primera fuente de ingresos eran las regalías, Potosí era la abanderada entre las
ciudades coloniales del Virreinato del Perú. La abundancia de plata y la necesidad de
moneda, indujeron al Virrey Toledo en 1572 a mandar a construir una Casa de Moneda.
La ceca fue instalada en la parte sur de la plaza del Regocijo, frente a la catedral, en un
amplio local destinado a las Cajas Reales. En el local se establecieron tres hornazas para
la fundición de metales y corte de las monedas, asignándose a cada una un capataz y
cuatro esclavos. La plata se comenzó a amonedar obligatoriamente con objeto de que
no falta para acuñación y se satisfaga la necesidad de moneda en el Perú.
53 La época de mayor grandeza de Potosí puede ubicarse la última década del siglo XVI y
primeras cuatro décadas del siglo XVII. Es la época en que se produjo mayor y mejor
calidad de plata. Coincide con la mayor población concentrada. En 1620 Potosí era
cuarta ciudad más grande del mundo, con 120 mil habitantes, después de Londres,
Sevilla, Paris y Madrid, de los cuales como dijimos, cerca de 66 mil eran indios, 35 mil
eran criollos de América, 3 mil españoles, el resto negros y extranjeros. Potosí ha
estado en la boca de todos, pues su gran riqueza dio mucho que hablar. Sin duda ha sido
una ciudad llena de contrastes. Para empezar un lugar de clima duro, (7,5 grados C de
promedio), frío y ventoso. Ubicada a 4.100 metros sobre el nivel del mar, ha ocasionado
en muchos mineros afecciones al corazón. De hecho las mujeres españolas, se iban a la
capital de la Audiencia, la ciudad de La Plata, hoy Sucre, a dar a luz a sus hijos, siendo
esta ciudad, la ciudad donde muchas familias de mineros se quedaron a vivir. Con la
suntuosidad de las fiestas religiosas y paganas, llevadas a cabo en Potosí, donde
desfilaban carros alegóricos con personajes suntuosamente ataviados con trajes de la
mitología griega y odaliscas persas, contrastaban las interminables borracheras de los
indios metidos en sus míseras rancherías donde se veían obligados a convivir hasta
cerca de 50 familias. Su opulenta riqueza hizo que en épocas de sequía se pagara hasta 6
pesos por un jarro o vaso de agua, y en otras, se trajeran en hombros de indios troncos
hasta de 40 metros de largo para poner en pie un ingenio de moler mineral de plata.
54 Según Luis Peñaloza en abril de 1575 se remataron por asiento público el derecho de
rescatar de plata para acuñación. El rescatista estaba obligado con las Cajas Reales a
introducir anualmente 60.000 marcos de plata ensayada y marcada, de ley de 11 dineros
4 gramos. Cada cuatro meses debían salir reales a razón de 20.000 marcos, de todas
maneras la provisión de moneda era escasa y no alcanzaba para todas las necesidades
del Virreinato. En los tres siglos de colonia hubo varias falsificaciones de moneda. La
más conocida fue la de Francisco de Rocha, en el siglo XVII, quien actuando con la
complicidad de tres ensayadores, acuñó la moneda rebajando la ley entre medio y dos
reales. Esta falsificación de moneda hizo que la administración colonial fundara las
Casas de Moneda en Cuzco y en Los Reyes (Lima).
152
El valor de la moneda3
55 La moneda base era el maravedí, moneda introducida a España por los árabes en el siglo
XI. Servía para comparar el valor del oro y de la plata, ya que cada moneda tenía su
equivalente en maravedís. La falta de moneda sellada era un mal crónico de tal suerte
que las transacciones se hacían pesando el oro y la plata por onzas y marcos.
Monedas de plata
• Pesos de 8 reales, que podía ser fuerte o macuquino (con menos peso), tomaba diferentes
denominaciones tales como real de a ocho, o peso de 8 reales.
• Medio peso o cuatro llamado tostón = 136 maravedís, peso 14.25 gr. Doble real = 68 maravedís,
peso 7.12 gr.
• Real = 34 maravedís, peso 3.56 gr.
• Medio real. La mitad de un real.
• Cuartillo. La cuarta parte de un real.
• Peso de 9 reales = 306 maravedís
• Ducado de 11 reales = 375 maravedís Peso de 12 reales y medio = 425 maravedís
• Peso de minas o ensayado de 12 reales = 416 maravedís
• El castellano de 14 reales = 476 maravedís
• El marco de plata = 2.278 maravedís
Monedas de oro
• Escudo = 3.383 gr. de oro
• Doblón de a dos = 2 escudos
• Doblón de a cuatro = 4 escudos
• Onza de oro = 8 escudos
Valor en maravedís
• Castellano = 544 maravedís
• Escudo = 400 maravedís
• Marco = 27.200 maravedís
• Tomín = 56.025 maravedís
• Grano = 4.687 maravedís
• Ducado = 450 maravedís
NOTAS
1. Este es un ensayo libre escrito con la bibliografía que se cita al inicio.
153
2. Migración multiétnica y mano de obra calificada, Potosí siglo XVI″ (1993) En: Etnicidad
Economía y Simbolismo en Los Andes. Ed. SBH, ASUR, Hisbol 1993.
3. Escobari de Querejazu, Laura. Producción y Comercio en el Sur Andino. Ed. Embajada de España en
Bolivia. La Paz, 1985.
154
respecto a los yanaconas, pues coincide con este planteamiento, aunque él separa la
categoría de yanacona de la de huayrador (Bakewell, 1984: 138), en cambio, en 1575, es
una condición indispensable para mantener su status de privilegio, es decir el de tener
un oficio de mediana a altamente calificado. Queremos establecer aquí que el 80% de los
yanaconas que habitaban la Villa de Potosí en 1575, eran huayradores, obviamente por la
necesidad que tenían los españoles de mano de obra especializada en fundición de
mineral.
11 Matienzo señalaba que desde que los primeros españoles comenzaron con la
explotación de la plata utilizaron la tecnología indígena de la huayra y la mano de obra
de indios huayradores que había en el lugar para fundir y refinar la plata, pues a pesar
de que los peninsulares trajeron maestros en refinamiento de plata por fuelles,
encontraron que con el método de las huayras se obtenían mejores resultados. En 1567
se contaron en los cerros cinco mil huayras (1567-1967: 70) y la asignación de yanaconas
a españoles no estaba establecida claramente, porque si bien es cierto que algunos de
los habitantes cercanos al cerro conocían y practicaban el oficio, las primeras
disposiciones reales, por dar ventaja a los españoles, no permitieron a los indios
participar en la frenética búsqueda de las minas. Sin embargo, al poco tiempo ″las
urgencias crecientes’ de la corona cambiaron el cuadro y el Virrey Toledo tuvo que
lanzar también a los indios a participar en la búsqueda de vetas de plata pero sobre
todo al refinamiento con huayras. Los indios también comenzaron a descubrir minas,
aunque parece ser que con el tiempo fueron perdiéndolas de una u otra manera (Hanke
cita a Levilier, 1959: 63-64).
12 Analizando las disposiciones escritas por Matienzo se establece que, hacia 1575, el trato
privilegiado que recibían los yanaconas en Potosí con respecto a los demás mitayos se
manifestaba en que labraban las minas de sus amos 9, huayraban y sacaban plata, pero
como recompensa especial solamente a ellos les estaban concedidos los ″llampos″, o
metal reducido a polvo en las minas a consecuencia de la humedad. Lo que extraían
equivalía diez veces más de lo que conseguían sus amos de la caja y veta. Por ello, sus
amos no les daban otro salario que este beneficio. Para el trabajo los yanaconas
alquilaban a su vez indios comunes, a quienes les pagaban por su ocupación (Matienzo,
(1567) 1967: 28; A.C.M.C.R. 18: ff 10 v-12). En importancia social, el yanacona en Potosí
llegó a ser considerado incluso un ″vecino″ de la ciudad, pues muchos ya habían nacido
en la Villa. Por su parte, el gobierno de la corona también trataba de retenerlos en
Potosí. Matienzo recomendaba que no se los llevara a otra parte. Es por ello que se
presume que el Padrón de Yanaconas de 1575, reclutó preferentemente a indios que
conocían el beneficio de mineral por huayras (Matienzo, (1567) 1967: 29).
13 Hay noticia de que algunos de estos yanaconas huayradores se hicieron ricos en Potosí a
causa del aprovechamiento de la mano obra de indios pobres, (Guarnan Poma, (1613)
1966:108), como en el caso del indio Mondragón que vestía como español y no comía de
cuclillas como el resto de sus compañeros sino en una mesa muy baja con banquilla.
Tenía su sala llena de plata, en una parte las barras, en otra las piñas y en otra parte, en
botijas, los reales. Había allí trecientos mil pesos de plata ensayada (Ocaña, (1613)
1969:198-199). Además, a los huayradores empadronados en 1575 se les concedió no
trabajar más tiempo ″del acostumbrado en forma y orden″, supuestamente porque iba
en beneficio de sus amos españoles (A.C.M.C.R. 18. ff. 11). Josep Barnadas (citado por
Bakewell 1989: 49) considera que la libertad y el estar cerca de los españoles fueron los
rasgos distintivos de los yanaconas en los primeros años de la colonia. Por otro lado los
158
yanaconas podían volver a sus sementeras cuando quisiesen. Esto ya era un privilegio y
un inicio de su capacitación en oficios nuevos. Otro de los tratos especiales que recibían
los yanaconas era el de no pagar ningún tributo a su encomendero sino una tasa anual 10
directamente a las Cajas Reales. Esta tasa estaba destinada a cubrir el sueldo de los
caciques, que recibían sesenta pesos, de los caciques generales de todas las parroquias,
que ganaban doscientos pesos, y para pagar a los doctrineros por parroquias (el
equivalente a dos casas en el centro de la Villa). Los yanaconas que vivían en Potosí
pagaban doce pesos de tasa anual, mientras que los que vivían en Porco pagaban ocho
pesos. Por su parte, los caciques debían cuidar de que los yanaconas no se
emborracharan ni tuvieran otros vicios, pues podían ser sustituidos por el Corregidor
de la Villa si se descuidaban en sus funciones (A.C.M.C.R. 18, ff. 10 v).
quedaron en Potosí. Sin embargo, poco a poco fueron perdiendo sus privilegios, ya que
la introducción del azogue les privó de su participación productiva, quedando
subordinados al sistema de salario por jornal.
sufrido menor consideración en esas nuevas formas de trabajo. Ann Zulawski sugiere
mano de obra asalariada al referirse a los trabajadores mineros de Oruro 20.
26 Por otro lado no se puede pensar que los yanaconas huayradores, por el hecho de no
figurar en las listas de pago de Tasa, hubieran dejado Potosí; es posible que habiendo
pasado a practicar los oficios que acabamos de mencionar, se hubieran quedado
simplemente como mingas21. De todas maneras, tal como lo enunciaba Murra para el
período prehispánico (1983: 230), los yanaconas, al no constituir un grupo estable en la
estructura social, fueron los anunciadores de futuros cambios. Uno de ellos es el de
dejar de ser huayradores para mimetizarse como mano de obra calificada en Oruro, o
como mingas en la misma ciudad de Potosí llegando con el tiempo a constituir la clase
social de los artesanos mestizos.
27 Finalmente, se puede resumir que el yanacona siempre tuvo un trato especial, tanto en
la época prehispánica como en el siglo XVI en Potosí, porque era mano de obra
altamente calificada. Sólo así se explica el que hubieran yanaconas ricos, considerados
incluso vecinos. Ante la conquista, sin embargo, los yanaconas tuvieron que renunciar a
algunos de sus privilegios como el de la bigamia y someterse como todos los indios al
adoctrinamiento cristiano.
28 Por otro lado, el trato diferente y con frecuencia halagador y favorable dado a los
yanaconas durante el siglo XVI por parte de los españoles, fue cambiando. Y así como al
principio los propios indios eran dueños de las vetas que descubrían, apenas diez ó doce
años después de las Ordenanzas de Toledo fueron considerados hatunrunas -es decir
tributarios- como todos, con la única diferencia de que seguían fundiendo en sus
huayras para pagar su tasa.
29 Ya al finalizar el siglo XVI, los yanaconas fueron objeto de una minusvaloración de su
trabajo. El azoguero, español o mestizo, le sustituyó en el trabajo clave del beneficio de
la plata por el azogue. Esto produjo una subvaloración del trabajo del yanacona
huayrador, quedando relegado en su participación económica. Sin embargo, desde el
punto de vista español la sustitución de la huayra por la amalgamación por azogue
supuso un enorme empuje a la producción de la plata en Potosí (Assadourian, 1982:178).
30 Este capítulo constituye un aporte al estudio de la mano de obra minera en Potosí, que
ha pretendido dejar establecidos dos aspectos fundamentales, y hasta ahora no
conocidos: primero, el origen multiétnico de los yanaconas, especificando
individualmente el lugar de origen de cada uno de los ochocientos sesenta yanaconas
empadronados; y segundo, el oficio específico de cada uno de ellos y tercero, que los
yanaconas, o mano de obra especializada constituyeron el ″eslabón perdido″ que enlaza
el paso del yanacona al artesano minero. Queda todavía por estudiar, a partir de las
mismas fuentes, la organización familiar y demográfica de cerca de 800 familias de
yanaconas que vivieron en Potosí.
ANEXOS
162
ANEXO
Resumen de lugares de procedencia (en su caso, sólo etnia) y número de yanaconas
empadronados en 1575
La relación del total de los yanaconas del Padrón de 1575 da las siguientes
especializaciones en mano de obra:
NOTAS
1. El presente capítulo es una versión corregida del discurso ″Migración multiétnica y mano de
obra calificada en Potosí, siglo XVI″, leído con ocasión del ingreso a la Academia Boliviana de la
Historia, el 5 de diciembre de 1991.
2. A.C.M. Archivo de la Casa de la Moneda de Potosí. Cajas Reales 18 ″Padrón de todos los
Yanaconas que se hallaron en las parroquias desta Villa de Potosí con sus mujeres e hijos″ ff. 1-84.
Año 1575, y Cajas Reales 26 ″Asiento de Tasa de los Yanaconas″ ff. 280-355. Año 1586.
3. En sí el pastoreo no es un trabajo calificado, pero el pastoreo de 2.000 animales, lo era, según
nuestras fuentes.
163
4. Garcilaso refiere que los pastores eran ″mayores″ y ″menores″ a los cuales se les entregaba
todo el ganado real y común. Comentarios Reales de los Incas Colección de Autores Peruanos. T. II.
Ed. Universo. Lima, s/f. págs. 75-76.
5. En la época prehispánica los mitmaqunas eran indios enviados a trabajar obligatoria y
relativamente a minas y a trabajos agrícolas u otros.
6. Según Murra entre los lupaca hubo carpinteros, que se dedicaban a hacer queros o copas de
madera para beber, ya que no usaban ni puertas ni ventanas (1983:219). Garcilaso dice que los
carpinteros cortaban la madera para casas reales o edificios públicos (1550) s/f: 75-76). Teresa
Gisbert, en su estudio sobre la vivienda, establece que las casas prehispánicas desde tiempos de
Tiahuanacu utilizaban madera para conformar sus techos a dos aguas (1988: 22).
7. En la época hispana se llamaba huayrador al artesano fundidor de mineral de plata que utilizaba
el horno llamado huayra. Era un horno en forma de cono invertido, tenía de altura
aproximadamente dos metros y el diámetro en la parte superior unos 75 cm. Algunos eran de
piedra adherida sin mucha rigidez, así el viento atravesaba los huecos y aireaba el combustible.
Otros se construyeron con piedras y arcilla (Bakewell, 1992: 30).
8. Murra, John, The Economic Organization of the Inca State, 1956. Tesis inédita citada por Theresse
Bouysse-Cassagne en ″Pertenencia Etnica, Status Económico y Lenguas en Charcas a fines del
siglo XVI″ Estudio publicado en la Tasa de la Visita General de Francisco de Toledo. Universidad Mayor
de San Marcos, Lima, Perú, 1975: 312- 327. Es evidente, dada la temprana fecha de esta opinión de
Murra, la evolución de su pensamiento, pues en sus libros siguientes ampliará su concepto sobre
el carácter servil del yanacona.
9. Matienzo dice que se hacían libres de sus caciques, pero el Padrón muestra que los caciques
vigilaban a los yanaconas en sus parroquias y los yanaconas a su vez pagaban la Tasa que estaba
destinada a pagar al cacique y al doctrinero.
10. Estaba establecida una pena de 300 pesos de ″buen oro″ aplicada por tercias partes: cámara,
juez y denunciador, si se cobraba tributo. (A.C.M.C.R. 18, ff. 11).
11. Por ejemplo el huayrador lupaca que aparece empadronado en la parroquia de Santa Bárbara,
es probable que haya ejercido el oficio desde su lugar de origen.
12. Archivo Nacional de Bolivia. Catálogo Minas de Gunnar Mendoza. B.N.B Ruck No. 2 ff. 168-169.
13. El cacique principal de todas las parroquias era don Hernando Guancatopa; luego por
parroquias, el de Nuestra Señora de los Carangas fue Pedro Caro; de San Bernardo, Juan Guallpa;
de San Benito, Francisco Pumi; de Santa Bárbara, Alonso Yupanqui; de Santiago, Alonso Limache;
de San Agustín, Gaspar Luna Guamán; de San Pedro, Baltasar Tacori; de San Pablo, Aton Vilca; de
San Sebastián, Juan Quiso Yupanqui; de San Francisco, don Juan Marachavi; de San Cristóbal, don
Alonso Topa; de Nuestra Señora de la Anunciación, Pedro Callo; y de San Juan, Pedro Condori.
14. María Rostworowski dice que en la época de Huayna Capac y Tupac Yupanqui éstos
confirieron el cargo de curacas a yenas de su servicio, tal el caso de los curacas de Leimabamba y
Cochabamba. Estos nombramientos les dio cierto ″status″ a los yanas (1988: 196).
15. Ver Anexo. Se puede tener cierta certeza de que los yanaconas estuvieran empadronados en
su totalidad ya que 1) en el mismo Padrón aparece la Ordenanza por la cual se advierte con multa
a los corregidores que ocultasen algunos y 2) porque la evasión de los yanaconas vendrá recién
años después.
16. José Luis Martínez llamaría ″interetnicidad y complementariedad″ a la táctica de pervivencia
de los indios yanaconas en Potosí en el siglo XVI (1991: 27-62).
17. Comunicación verbal de Ann Zulawski.
18. Lo más probable es que existan otros libros de Tasas de yanaconas. Por lo pronto no hemos
encontrado más en la Sección de Cajas Reales del Archivo de la Casa de la Moneda, porque
Assadourian, citando a Capoche, dice que en 1582 se empadronaron 980 yanaconas, y que era
notable su disminución con respecto al empadronamiento pasado. Como se puede observar las
cifras son muy distintas aunque la disminución es coincidente (Assadourian, 1979: 132).
164
19. El Padrón estudiado por Ann Zulawski es de 1683, pero es válida para apoyar la hipótesis de
que la huida de los yanaconas de Potosí hubiera sido hacia Oruro.
20. Conferencia de Ann Zulawski en el Archivo de La Paz en noviembre de 1991.
21. Herbert Klein (1982: 94) estableció que los mitayos fueron dejando Potosí para acudir al
trabajo del campo. Enrique Tandeter en una comunicación verbal reciente, afirma que,
estudiados los libros parroquiales de Potosí, en el siglo XVII, se llega a establecer que la población
en Potosí, lejos de disminuir creció notablemente.
165
1 La plata de Potosí, -descubierta en 1545- fue la mayor atracción de riqueza para los
españoles que llegaban al las tierras altas del Virreinato del Perú en el siglo XVI. El cerro
de Potosí, a 4.100 m.s.n.m, ubicado en tierra fría e inhóspita, con una temperatura
promedio aproximada de 10°C, con vientos y lluvias, atrajo a cada vez mayor cantidad
de gente, que llegaba a caballo tras largo viaje de 40 días desde La Paz, una vez fundada
ésta en 1548. Antes solamente se había fundado Paria a pocos kilómetros de Potosí, pero
aquel sitio no se llegó a habitar, siendo solamente encomienda de Lorenzo de Aldana. El
cerro de Potosí prodigó tal cantidad de riqueza, que la gente se acostumbró a vivir allí.
2 Al principio los españoles utilizaron la técnica de la huayra pre-hispánica consistente en
la utilización de hornos de barro ubicados en las alturas de los cerros que eran
activados por el viento1. La amalgamación por azogue se transformó en la tecnología
dominante a partir de la Visita del Virrey Toledo en 1573, coincidiendo con la
organización de la extracción de mercurio de las minas de Huancavelica en el Perú.
3 La historiografía sobre Potosí no es tan vasta como se cree, de ella la mayor parte está
dedicada a la Historia Social, del Arte y urbana. Hay algunos trabajos sobre tecnología
minera como el Diccionario de Carmen Salazar Soler y Frederique Langue y el Tratado
del siglo XVII de Alonso Barba y que se citan en este trabajo, que han servido para
aclarar algunos conceptos, pero no hay más. El trabajo de Josep Barnadas sobre la vida
y obra del científico Alvaro Alonso Barba trata de la tecnología empleada en el siglo XVII
en Potosí, el de Tristan Platt, presentado al Congreso sobre Historia del siglo XIX en
Sucre en 1994 y el de Rose Marie Buechler, publicado en 1989 2, tratan de la tecnología
utilizada en el siglo XVIII. El presente capítulo pretende dar a conocer nuevos datos
sobre de la construcción de los ingenios de molienda de mineral de plata y algunos
inventos presentados por diferentes personas en el siglo XVI para mejorar el
refinamiento del mineral al menor costo. Los datos -no conocidos hasta ahora-
proceden del Archivo Nacional de Bolivia, ubicados a través del Catálogo Minas de
Gunnar Mendoza y ambientados en la historiografía conocida.
166
Ribera, que conducían el agua de un eje a otro y que corrían a través del ingenio. Los
grandes cedazos de alambre para cernir el mineral antes de pasar al proceso de
amalgamación, se ubicaban al lado de los ejes y morteros. Al centro las tinas o cochas 4,
que eran lugares donde se lavaban los cajones de metal y se retiraba la pella. Lugar
donde se ubicaba el ″beneficiador″, o empleado perito en la dosificación de elementos
minerales para la purificación del mineral y encargado de vigilar el proceso de
amalgamación. Junto con los hornos donde según palabras de la época se ″quemaban″
los minerales y los minerales negrillos, o sometidos a un segundo refinamiento, se
ubicaban al centro del ingenio. Los buitrones o receptáculos de madera divididos en
compartimientos llamados cajones, en ellos los indios repasaban la amalgamación con los
pies o con animales. Se ubicaban también en lugares específicos. Otro sitio para hacer
secar los metales húmedos. En alguno de los muros laterales del ingenio habían
depósitos donde de guardaban el cobre, la sal, cal y otros materiales necesarios para el
refinamiento del mineral y otros almacenes de plata y azogue. Dentro del ingenio
también había una capilla y una vivienda principal para el azoguero o dueño del
ingenio. (Arzans 1965: T.1, 168; Lanque y Salazar-Soler 1993: 124, 73, 91, 530).
8 La buena calidad de los ingenios se determinaba por los visitadores según el número de
mazos, de los cajones, de buitrones, de tinas, de cochas y cedazos o tamices. Tomaban
en cuenta también a cuánto ascendía la inversión de capital que los dueños habían
hecho. (Capoche: 122).
9 Junto a los primeros ingenios de Potosí, comenzaron a funcionar los de agua en el valle
de Tarapaya en la rivera del río de Cayara, ubicada en la quebrada que se encontraba en
el Cerro Rico y los ingenios de Cari-Cari, al mismo tiempo se instalaron otros en la
rivera del río Cachimayo, a 17 leguas de la Villa. (Arsanz-1705-1965: 146;
Cañete-1754-1939: 47). Estos ingenios quedaban lejos de las minas, y el acarreo del
mineral elevaba los costos. Luego de la visita de esta autoridad, los ingenios
proliferaron en la Villa debido a que el Virrey ordenó la construcción de la Rivera, río
artificial que recogía agua de las lagunas que estaban entre los cerros de Cari-Cari y
otros arroyuelos que había en las quebradas cercanas a la Villa. Este trabajo se hizo
paralelo a la construcción de las lagunas (Escobari 1983: 177). Arsanz dice que Toledo
ordenó la edificación de cuatro ingenios dentro de la Villa, porque le pareció ideal la
tendida ladera. Así los ingenios quedaron dentro del radio urbano de la Villa, teniendo
el Cabildo que intermediar muchas veces, a través de sus diputados, para la adecuada y
justa utilización de solares colindantes con la Ribera y sobre todo para que los solares
otorgados a particulares en sitios de parroquias no interfiriesen en la vida de los indios.
(ANB. Minas 3, 126)
10 Sobre la construcción de ingenios en la Villa Imperial, hay mucha documentación en los
Registros de Escrituras de dicha ciudad. Los construían los ″oficiales y maestros de
hacer ingenios″, que por lo general, trabajaban dos o tres ingenios simultáneamente,
aunque en los contratos se especificaba la dedicación exclusiva a uno sólo. El oficial y
maestro daba su persona y herramientas y el dueño del ingenio debía poner el material,
los indios y negros para ejecutar la obra. Para construir un ingenio se necesitaban unos
veintiocho indios (Capoche-1585-1949: 120). En 1572 los oficiales y maestros de ingenios
cobraban alrededor de setecientos cincuenta pesos por edificar un ingenio. El oficial era
asistido además por dos carpinteros, el azoguero les debía dar una botija de vino de
Castilla al mes y comida durante el tiempo que durara la construcción del ingenio. Para
la fábrica de ingenios se precisaba de mucho hierro y madera, elementos costosos y
168
con sólo dos indios y sin peligro para ellos. El documento no da mayores detalles. (ANB.
Minas 3, 207). También en 1594 un tal Felixberto Daza, ofreció al Cabildo mejorar el
rendimiento de los morteros de los ingenios de moler metales. Con tal invención, que el
documento no describe, se iba a ahorrar la mitad de los indios que entonces se
empleaban. (ANB. Minas 5, 358a).
13 Como por la ladera que bajaba del cerro no corría ningún río, el Virrey Toledo ordenó
construir lagunas artificiales (Escobari 1983) en las alturas de Potosí, para traer el agua
reunida en ellas, por medio de acequias a la Ribera, también construida artificialmente
y destinada a hacer mover los ingenios hidráulicos, que se fueron instalando a lo largo
de ella. Se construyeron en total 18 lagunas entre 1570 y 1620. En los primeros años de
existencia de las lagunas el agua debía correr por la Ribera hasta las 10 de la noche,
cerrándose entonces la compuerta. (ANB. Minas 5, 372a).
14 Pero la construcción de lagunas, no fue la solución perfecta, se necesitaba lógicamente
que lloviera. Años de sequía fueron frecuentes en Potosí, entonces la población se
volcaba a las iglesias a hacer rogativas para que lloviera. Las rogativas eran organizadas
por el Cabildo en procesiones dedicadas sobre todo a la imagen de la Limpia
Concepción, que era llevada en andas de la Iglesia Mayor a la Compañía. Se le dedicaba
también un novenario. También se sacaba en procesión a San Agustín, por ser éste
patrón de la Villa, para quien los azogueros daban limosna para cirios y convocaban a
las diferentes cofradías. (ANB. CPLA T. 12 F. 94 V, 98, 102).
15 Entre los años 1604 y 1609, hubo muchas sequías en Potosí. Sin embargo la de 1609 fue
la peor. En los meses de enero, febrero y marzo, no cayó ni una sola gota de agua. El
sustento de agua faltó totalmente. Esclavos negros, criados, indios y gente de menos
suerte andaban 6 a 10 leguas en busca de agua. La escasez de agua en la ciudad llegó a
situaciones dramáticas, como la de una mujer que muerta de sed que caminando por la
calle tuvo que comprar un jarro de agua para beber en 6 pesos. Obviamente no faltaron
los especuladores, especialmente gente rica, que hacía traer agua con yanaconas o
esclavos y la vendía. (Escobari 1983). En 1609 el Cabildo de Potosí escribió a la Real
Audiencia de Charcas que los ingresos de la Real Hacienda estaban quebrantados por la
falta de agua y azogue con que hacían funcionar los ingenios y beneficiaban los metales.
(ANB. Minas 6 538). Para remediar la escasez de agua del año 1609, el Cabildo gestionó
intensamente autorización de la Audiencia para traer las aguas de la laguna
Tavacoñuño, trabajo que costó 21 mil pesos, que fueron pagados por 300 de las personas
interesadas, es decir por los dueños de ingenios. (ANB. Minas 6 549, 541 k).
170
Forma de los ingenios en que se muelen los metales de plata en la Ribera de Potosí, el uno de dos
cabezas y el otro de una
Fuente: Historia de la Villa Imperial de Potosí. Bartolomé Arzánj de Orsúa y Vela. (1965 T.I.: 168) Rhode
Island University. Providence
16 Las lagunas eran cuidadas por el lagunero, que recibía un salario del cabildo cobrado a
los dueños de ingenios que pagaban una cuota para ello. También se les cobraba por los
arreglos y gastos de las lagunas y Ribera. El Cabildo designaba también periódicamente
a diputados, generalmente veinticuatros, a que vigilaran las lagunas. (ANB. Minas 4, 289
y 245b). Las lagunas debían ser cuidadas permanentemente, pues con frecuencia se
congelaban con el frío haciendo que el agua bajara después con demasiada fuerza,
llegando muchas veces a inundar los ingenios. En el Cabildo de Potosí, trataban también
con frecuencia acerca de abusos sobre la utilización del agua por parte de los dueños de
ingenios, quienes haciendo entrar el agua a su Ingenio, no se preocupaban de mantener
en buenas condiciones sus acequias, originando pérdida de agua, y consecuentemente
la fuerza motriz para los ingenios siguientes. (ANB. Minas 6, 513a).
17 Los ingenios eran de propiedad particular. El ser dueño de ingenio no significaba
también ser dueño de mina6. En las escrituras del siglo XVI, aparecen como dueños de
minas e ingenios, o señores de minas e ingenios, pero no necesariamente eran dueños de
ambos bienes. Era común que tanto mineros como dueños de ingenios concertaran un
″fletamento″, con una tercera persona encargada de beneficiar el mineral. Su
compromiso era moler, cerner y beneficiar hasta poner en piñas de plata
″desazogadas″, además de poner los indios, el fuego y el ″repaso″. En este caso el dueño
del ingenio recibía 6 tomines y medio por quintal de plata. Durante el tiempo que
tardaba la molienda el dueño supervisaba el trabajo, daba al fletero una habitación con
llave para vivir en el mismo Ingenio. (Mendoza 1965: 146). Según la relación de
Capoche, de 48 ingenios, 17 eran de propiedad ″en compañía″ de tres o cuatro personas.
171
26 Los indios de los ingenios estaban supervisados por un mayordomo de ingenio, quien
ganaba mil pesos de plata ensayada al año. (ANB. Minas 3, 1). Como parte de las
personas que se dedicaban al cuidado de los ingenios también estaban los veedores, o
encargados de la seguridad en las minas, que eran nombrados por el Virrey. Desde 1587,
los veedores eran tres, y debían turnarse para residir dos de ellos en el cerro e ingenios
de Potosí y el otro en Tarapaya. (ANB. Minas 4, 244) Peter Bakewell, da noticia detallada
y precisa sobre las funciones de los veedores. (1991: 174) Según la relación de Capoche,
algunos ingenios tenían iglesia con sacerdote, que daba misa para los españoles e
impartía la doctrina a los indios que vivían en las rancherías. (-1585-1949: 120).
entonces las lamas y los relaves para ser reutilizados. Las lamas eran sometidas a fuego
en hornos y los relaves eran lavados en bateas. Una vez limpios la plata y el azogue, que
llamaban pella eran exprimidos con un lienzo y quedaban en él una cantidad de plata y
azogue que llamaban de la cual sólo era de pura plata la sexta parte. De esa pella se
hacían las piñas que tenían la forma de panes de azúcar, sin punta, huecas y no tan
grandes. Estas eran colocadas al fuego cubriéndolas con carbón ardiendo para
desazogarlas. En esta etapa permanecían ocho a diez horas 11.
30 Volviendo a la refinación de mineral de plata, el paso más delicado era el de la ″quema″
o fundición de los metales, ya que de él resultaban los mayores daños cuando no se
conocía bien la fórmula. Alvaro Alonso Barba advertía que el calor aplicado a los
metales en lugar de separar la maleza de ellos podía provocar lo contrario que era
cuando aparecía la caparrosa (varios sulfatos hidratados) única enemiga del azogue.
Para quitar el hierro que aparecía junto a la plata, Alonso Barba aconsejaba levantarlo
con una piedra imán al pasar sobre el metal muy bien ″quemado″. Según su Tratado, el
hierro también se podía quitar mezclándolo con azufre contenido en metales como el
antimonio, ya que al ″batallar″ al calor del fuego el hierro y el azufre, dejaban libre a la
plata.
31 En resumen, Barba recomendaba solamente el uso de sal y azogue para la obtención de
plata refinada y para limpiar el azogue separado de la plata, el uso del hierro deshecho,
plomo o estaño, cal viva y ceniza. También recomendaba metales como ″soroches y
margajitas″, o piedras duras sin ley. Estas margajitas deben ser las ″margasitas″
presentadas en uno de los inventos que presentamos a continuación.
principio el Cabildo había ofrecido ciento cincuenta mil pesos de premio. (ANB. Minas
4, 267). También se presentó también al Cabildo un invento con aditamento de piedra
Lípez. (ANB. Minas 4,247). A su vez, Carlos Corzo y Juan Andrea, descubrieron el secreto
de sacar agua de hierro que fue de gran utilidad y que alentó mucho la labor de las
minas. El invento consistía en dar en el punto al metal con la cantidad de agua que
necesitaba para su beneficio. De ese modo se sacaba la plata de una vez y se perdía
menos azogue. Por este descubrimiento recibieron cuarenta mil ducados. También en
1593, Diego López de Medina declaró al Cabildo otro procedimiento para aplicación a
metales pacos y negrillos. La principal diferencia con el procedimiento en uso era que
antes de incorporarlos con la sal y el hierro, se echaba la harina cernida y molida en
″hornillas de a veinticuatro ollas″12 cada una con su tapadera, hasta que se quemara, ″de
manera que con el mucho fuego se acaloraran mucho las ollas″. (ANB. Minas 4, 334c, En
1594 apareció nuevamente Juan Agustín Rojo ante el Cabildo dando detalles de su
invento. La particularidad más notable de éste consistía en emplear la piedra de amolar
que había en los campos y cerros por todo el camino de la Angostura y toda Tarapaya
alta y baja. (ANB. Minas 4, 345a), la para la construcción de las tinas y el moliente de las
mismas y para sustituir la sal y el hierro como ingredientes en la mezcla del mineral de
plata con azogue. No sabemos la suerte que siguió a Juan Agustín Rojo.
34 En 1595 fray Horacio Genari, de la Orden del Carmen descubrió un beneficio para
metales pacos y negrillos. El procedimiento consistía en hacer barro con la harina del
metal y agua. A esta mezcla se añadía la cantidad que pareciera conveniente de basura
de caballos. Con ese barro se hacían ladrillos de tamaño adecuado, los cuales, una vez
secos, se ponían en montón a manera de calera. Se daba fuego lento y largo hasta que se
consumían las malezas del metal. En este procedimiento podía prescindirse del hierro.
(ANB. Minas 4, 375).
35 El 30 de Marzo de 1596 el Cabildo aceptó una proposición de Juan Fernández Montaño,
vecino de Potosí, para demostrar un nuevo método de beneficio de metales de plata,
cobrando un premio de 50.000 pesos ensayados en caso de ser aceptado. El material
básico era una margasita blanca13 y negra que había en abundancia en los cerros de los
alrededores de la Villa. Se decidió que las experiencias se hicieran en el ingenio del
mestizo Hernán Carrillo, al que alude Capoche en la forma en que indicaba Fernández
Montaño. (ANB. Minas 5, 375c). Las piedras de los cerros de los alrededores fueron
utilizadas por varios inventores.
36 Para terminar, diremos que el presente capítulo contribuye al conocimiento de tres
aspectos básicos de la tecnología minera: la metalúrgica, con la implementación de la
″margasita blanca y negra″ en la fundición; en la tecnología empleada para la
construcción de trapiches de molienda de mineral, uno de ellos, el de la ″margasita″
blanca y negra, que fue premiado por el Cabildo con cincueta mil pesos y aparece que
luego en el Tratado de Alvaro Alonso Barba. Así también los inventos de fray Horacio
Genari de utilizar basura o estiércol de caballos para hacer un barro, destinado a la
fabricación de hornos que resistieran mucho calor, y el de la utilización de la piedra de
Lípez molida para incorporar al azogue y hacer pella, aparecen en los capítulos VI y XIV
del Libro Tercero de Barba.
37 En lo que se refiere a aspectos tecnológicos referentes a la construcción de ingenios,
esta investigación, da a conocer detalles no conocidos hasta ahora respecto a la
construcción de los ingenios, como que el llamado ″castillo″, fabricado muchas veces de
176
NOTAS
1. Ver nota No. 7 Cap 2 , IV Parte de este libro.
2. Gobierno, Minería y Sociedad. Potosí y el Renacimiento Borbónico. 1776-1810. Biblioteca Minera No. 5.
La Paz.
3. Minas o C P L A . Libro de Acuerdos de Cabildo de Potosí.
4. Cocha, significa pequeña laguna o ciénega en quechua.
5. En 1585, año en que Capoche escribe su crónica, había 108 ingenios construidos de los cuales 17
estaban dentro de la Villa, 3 camino a Tarapaya, 23 3n Tarapaya y el resto en otros sitios. Relación
de la Villa Imperial de Potosí. Ed. Lewis Hanke. BAE. Madrid-1585-1959.
6. Recién en el siglo XVII se designó al dueño de minas e ingenios con la palabra genérica de
azoguero. Mendoza Gunnar en Introducción a Historia de la Villa Imperial de Potosí de Bartolomé
Arsanz de Orsúa y Vela. Rhode Island University, Providence, 1965.
7. Créditos.
8. Minga es el trabajador que se contrata libremente y está especializado en un oficio.
9. Sulfuro natural de mercurio que se usa para la fabricación del mercurio
10. Cieno pegajoso que se halla en el fondo de agua estancada.
11. La descripción del sistema de amalgamación que citamos corresponde a Capoche (1585), y es
la misma que da a conocer Thierry Saignes como inédita correspondiente a Juan Suárez de
Cepeda en 1603 y que se encuentra en el Archivo de Indias de Sevilla. Dada la fecha anterior de
Capoche, se entiende que el segundo debió haber copiado del primero. Saignes ″Las Técnicas
mineras de Potosí según una relación inédita″ En: Arte y Arqueología No. 8 y 9. Universidad Mayor
de San Andrés, La Paz, 1982-83.
12. Seguramente quería decir 24 hornillas para 24 ollas.
13. La margasita era una maleza que acompañaba el mineral de plata. ″Hace bisos y resplandece
casi como oro volador, a los que no lo entienden parece algo y engaña″. Lange-Salazar Soler, ob.
Cit. pág. 339.
177
4. Grupo Sud en que entran las aguas de la quebrada de Lobato con las lagunas de Lobato,
Ulistia y Piscococha y la quebrada de Chalviri con las lagunas de Illimani y Tavacoñuño.
Sequías e inundaciones
9 Potosí sufrió reiteradas sequías desde el siglo XVI. La de mayor magnitud, fue quizá la
del año 1606, anticipando -como señala Gunnar Mendoza- y la de 1609 cuando la
escasez de agua para los ingenios fue absoluta. En los meses de enero, febrero y marzo
de 1606, no cayó en Potosí ni una sola gota de agua. El sustento de agua faltó
totalmente. Esclavos, criados, indios y gente de menos suerte andaban 6 a 10 leguas en
busca de agua. La consecuencia de esta escasez de agua se dejó ver incluso en la
comercialización que se hizo de ésta, cuando por ejemplo un dueño de seis esclavos
hizo traer botijas de agua de una distancia de tres leguas, vendiéndolas a 10 pesos. Así
llegó a ganar en cinco meses 18.000 pesos. Relata el cronista Arsanz que era lamentable
180
Laguna de Tarapaya
Fuente: Historia de la Villa Imperial de Potosí. Bartolomé Arzánj de Orsúa y Vela. (1965 T.I.: 23) Rhode
Island University. Providence.
13 En 1750, el Corregidor Ventura Santelices, -quien entró a gobernar Potosí desde 1750-,
hizo subir la recaudación hasta 10.000 y 11.000 pesos. De éste dinero se mantenía
también un lagunero, con ochocientos pesos de sueldo anual y era nombrado por el
Gobernador de Potosí como superintendente de la mita. Su ayudante era contratado
con quinientos pesos. Completando la información de Cañete respecto a la laguna ″El
Estanquillo″ mandada a construir por el Corregidor Santelices entre 1750 y 1760, se
obtienen nuevos datos a través del Juicio de residencia interpuesto al Corregidor
Santelices al finalizar su trabajo19. Así, ante la acusación de que las lagunas no fueron de
provecho y sólo causaron gastos inútiles, Juan Antonio Santelices, -sobrino y heredero
de don Ventura Santelices y Venero-, declaró en 1754, que los testigos que mantenían
que acusaban a su tío Ventura, no conocían la importancia del reparo de dichas
lagunas, ni los verdaderos principios que tuvieron en su establecimiento siendo digno
de admiración su construcción en las ásperas quebradas de las muy altas cordilleras de
los Andes. Tampoco supieron del inmenso tesoro de cinco millones de pesos que se
gastaron en su fábrica, y que la injuria de los tiempos y el poco o ningún cuidado de los
anteriores ministros y corregidores en repararlas fueron la causa para que se sequen la
mayor parte de los vasos, socabones, conductos y desagües que las componían, de modo
que cuando el señor Ventura llegó a la villa halló sólo cuatro lagunas, la mayor parte
del año. Ventura Santelices, conocedor de que los inconvenientes podían ser aún
mayores, y a fin de precaver que una mediana sequía no fuese motivo para desamparar
y despoblar la villa y, sobre todo para que no sufriesen los ingenios de la Ribera lo cual
perjudicaría los quintos reales, se esforzó en trabajar en el mantenimiento de las
lagunas. Con gasto moderado, y bien distribuido y fiscalizado, según los declarantes,
183
NOTAS
1. Gioda, Alain y Serrano Carlos ″L'eau et l'argent à Potosi″, en La Houille Blanche, Revue
Internationale de l'eau. 1998.
2. Archivo Histórico Nacional de Madrid. Juicio de Residencia al Corregidor de Potosí Ventura de
Santelices. 1767-68. 24 ffs. Las relativas a las lagunas son las ff. 14 v a 17.
3. Citado por Teresa Gisbert y José de Mesa en ″Potosí y su sistema hidráulico minero. Obras
hidráulicas en América Colonial, pp. 151-164. Ministerio de Obras Públicas y urbanismo
(CEHOPU). Tabapress, Madrid. 1993.
4. Arsanz de Orsúa y Vela, Bartolomé Historia de la Villa Imperial de Potosí. Ed. de Lewis Hanke y
Gunnar Mendoza. Brown University Press, Imprenta Nuevo Mundo S.A., México 1965. Tomo I,
Cap. 1, pág. 147.
5. Mendoza, Gunnar. Documento de minas No. 27. Además, nota marginal en Historia de la Villa
Imperial de Potosí, del autor citado. Tomo I, Libro V, Cap. 4, pág. 157.
6. ″Las lagunas de Potosi en tiempo de don Pedro de Lodeña; Documentos del Archivo de Indias″.
En: Historia y Cultura. Revista de la Sociedad Boliviana de Historia No. 24. La Paz 1997. pp 13-53.
7. Cañete y Domínguez, Pedro Vicente Guía de la Provincia de Potosí. 1787. Colección Cultura
Boliviana. Ed. Potosí. Potosí 1952. Cap V. Noticia Tercera, pág. 20
8. Arsanz, ob. cit. Libro I, pág. 163.
9. Gioda Alain, ob. cit. pág. 68.
10. Nombre que se dio a los dueños de minas e ingenios de mineral de plata en Potosí.
11. Arsanz, ob. cit, Tomo I, Libro V. Cap. 6 pág. 161.
12. Mendoza Gunnar, Documento de minas No. 281. Nota marginal en Historia de la Villa Imperial de
Potosí del autor citado. Tomo I, Libro VI, Cap 7, pág. 263.
13. Arsanz, ob. cit, Tomo I, Libro VI, Cap 7, págs. 263-264.
14. Arzans, ob. cit. T. II, Libro VIII, Cap 1, págs. 2,9,13 y 14.
15. Arsanz, ob. cit. Tomo II Libro VIII, Cap 1 págs, 2,9,13 y 14.
16. Cañete y Domínguez, ob. cit. Cap V. Noticia Séptima. pág. 91. Cita al cronista fray Diego de
Mendoza y a Antonio de la Calancha.
17. Cañete, ob. cit. Cap. V. Noticia Octava, pág. 92.
18. Arsanz, ob. cit. Tomo III, Libro Ii, Cap 1, pág. 177.
19. Archivo Histórico Nacional, (Madrid). Consejo de Indias No. 20370. 1767-1768.
20. Cañete, ob. cit. Cap, Noticia cuarta, pág. 90.
21. Cañete, ob. cit. Cap V, pág. 97.
185
1 Se ha sustentado hasta ahora que la diferencia existente entre la mano de obra en las
minas de Potosí y las de Oruro en el siglo XVII, era que mientras que en Potosí
trabajaban mitayos, es decir, indios de trabajo forzado rotativo y mal pagado, el trabajo
en Oruro era libre y asalariado2. Con este trabajo se pretende dar a conocer algunas
connotaciones especiales tanto del trabajo libre como del forzado en las minas de
Oruro, demostrando con ello, que el trabajo en las minas de Oruro para la mayoría de
los trabajadores, no fue libre, ya que el permanente control fiscal, muestra un tipo de
mano de obra tan coartada en su libertad que estaba, como en ningún otro lugar,
confundida incluso en algún caso con la propia esclavitud.
2 Al mismo tiempo establecer para esa supuesta mano de obra libre, la connotación del
indio extravagante, que aparentemente era libre pero que para resistir la coacción al
trabajo tenía que ausentarse y huir por temporadas, a vista y paciencia del azoguero de
Oruro.
3 Respecto al trabajo forzado o mita se quiere demostrar, que pese a que las autoridades
coloniales nunca aceptaron abiertamente que Oruro contara con mitayos o indios
obligados a trabajar en forma rotativa provenientes de las provincias obligadas, en
Oruro existió el trabajo de mita, aunque no de manera permanente, ni autorizada
abiertamente.
4 Las fuentes inéditas empleadas para este trabajo, que nos han llevado a las afirmaciones
anteriores son dos libros manuscritos, uno que contiene las Provisiones y Cédulas
Reales dadas a la Villa de San Felipe de Austria, minas de Oruro, y el primer Libro de
Actas de la misma Villa. Ambos libros abarcan los primeros cuarenta años de vida de
Oruro, fundada en 1606. También se ha utilizado la ″Descripción de la villa de Oruro de
Felipe de Godoy″ de 16073.
5 La bibliografía existente sobre de la mano de obra en la zona andina es amplia, y va
referida también a identificación de grupos étnicos, ausentismo y migraciones. El
interés por el ayllu como unidad de parentesco desestructurada con la presencia
186
española fue iniciado según Murra por Heinrich Cunow alrededor de 1890 4. Pero fue a
partir de la década de los años 60 en que se publicaron algunas Visitas y estudios de
población cuando se dio inicio a los estudios sobre migraciones 5. En 1965 Alberto Crespo
escribía que sólo por la magnitud de grupos humanos que había movilizado y
desarraigado la mita, su estudio merecía un serio y profundo examen documental 6.
Murra en 1975 reinició el debate a partir de la nueva premisa de examinar las unidades
prehispánicas a la luz de los últimos planteamientos de la antropología. Sánchez
Albornoz en su obra Indios y Tributos en el Alto Perú (1978), sugiere directamente en el
análisis de saldos poblacionales, algunas causas del abandono de los pueblos de indios.
Luego aparecieron trabajos sistemáticos que utilizaban de visitas, padrones,
repartimientos de indios y otros documentos judiciales, que coincidieron casi siempre
en que los ″saldos acumulados″7 de poblaciones eran consecuencia del abandono de
pueblos y territorios étnicos ocasionados a su vez por la intensa explotación que
imponía el sistema mercantil colonial8.
6 En 1978 Thèrése Bouysse9 trazó el primer mapa étnico aymara cuando se confundían
todavía los grupos étnicos con los idiomas hablados10. Los trabajos de Thierry Saignes
utilizando las primeras cédulas de encomienda otorgadas por los gobernantes del Perú
y las reducciones de Toledo dieron una lista importante de unidades étnicas del
altiplano boliviano, ofreciendo además importantes sugerencias sobre la causa y el
destino de las migraciones11.
7 En lo que toca a teoría sobre mano de obra están los trabajos de Sánchez Albornoz sobre
el trabajo indígena en los Andes y Sempat Assadourian en algunas páginas de sus libros
sobre El sistema de la economía colonial y Transiciones hacia el sistema colonial andino 12.
8 Sobre mano de obra son fundamentales los trabajos de Crespo (1970), Cole y Bakewell,
que aunque están referidos a Potosí, son referencia válida para la mano de obra de
Oruro.
9 No hay ningún estudio que se refiera específicamente a migraciones de indios y mano
de obra en las minas de Oruro, a principios del siglo XVII. El trabajo que da los datos más
antiguos de Oruro es el de Ramiro Condarco, quien remonta sus orígenes a la
prehistoria dando luego noticia de su descubrimiento y fundación 13. En ″Fundación de
la Villa de San Felipe de Austria″14, de Alberto Crespo se encuentran los antecedentes de
la ocupación del territorio, el descubrimiento de sus minas y su fundación. Se leen allí
algunos datos sobre la categoría laboral de los primeros indios que acudieron a trabajar
a Oruro, que van citados en este artículo. El trabajo ″Oruro. Origen de una Villa minera″
de T. Gisbert y José de Mesa15, incide también en el descubrimiento y fundación
enfatizando el aspecto urbanístico.
Los trabajos tuvieron que ser detenidos debido a la falta de mano de obra, entonces
Márquez y otros tres españoles se presentaron al Alcalde Mayor del asiento de minas de
Berenguela a pedirle concesión de indios, ya que el Virrey Toledo había adjudicado a
Berenguela 500 indios y las minas no resultaron rendidoras. El 20 de marzo de 1605, un
grupo de pobladores de las minas de Oruro nombró a Diego de Medrano principal
descubridor para que en calidad de procurador solicitara al virrey del Perú o al
Presidente de la Audiencia de Charcas la concesión de indios de ″cédula″ o mita para
esas minas. Pero se sabe que la solicitud no fue concedida. Sin embargo, según datos de
A. Crespo (1967) había en 1605 mil indios en el asiento minero. Seguramente entre
mitayos y ″libres″ o voluntarios.
11 La fundación de la Villa de San Felipe de Austria se hizo el 10 de julio de 1606 y para
1607 los indios habían llegado a la suma de 6 mil 16.
indio ″debía operar según modalidades y ritmos no siempre practicados antes″ 22. Ello
produjo diferentes respuestas, que son objeto de las páginas siguientes.
17 El descubrimiento de las minas de Oruro y la necesidad de contar con mano de obra
para explotarlas suscitó una fuerte controversia entre autoridades potosinas y orureñas
en torno a la necesidad de mano de obra en sus respectivas minas. Esa controversia es
la tónica común en los dos libros manuscritos consultados. Por un lado Potosí quería
que la fuerza de trabajo no se quedara en Oruro23, por otro las autoridades orureñas
pedían constantemente mano de obra obligada, o por lo menos la legitimación de la
mano de obra libre en Oruro, de modo que no fueran molestados por los comisionados
que se presentaban en Oruro para capturarlos.
18 Los primeros indios contratados ″libremente″, llamados también mingas 24, o contratados
″libres″ con un salario para trabajar en las minas, fueron aquéllos que contrataron los
hermanos Medrano, descubridores de las minas alrededor del año 1605 y fueron ″los
indios más cercanos, y de los que por allí pasaban″, y les pagaron cada día 4 reales. A
estos indios se les llamó también indios de ruego 25, porque se les suplicaba para que
trabajaran allí. También, según Godoy se les llamó indios extravagantes 26, porque tenían
la peculiaridad de vivir cerca de sus casas y pueblos de donde ″cada día″ llevaban
productos agrícolas27.
19 En 1606 llegó Alonso Alvarez de Nava con un caudal de 4.000 pesos, asociado por 7
meses con Juan de Medrano, quien contaba a su vez con 17.000 pesos. Para contratar
mano de obra, Alvarez de Nava se fue a Pacajes, y contrató indios por un peso diario, y
como hasta entonces se les pagaba 4 reales, consiguió 36 indios. Según Godoy, de ahí en
adelante, los indios ya no quisieron ganar menos de un peso diario, y Nava les debía dar
además pan, vino y coca ″para agasajarlos y acariciarlos″. Poco después, este minero les
aumentó jornal y por 5 días a la semana les pagó 8 pesos a los barreteros 28 y 5 a los
apires29, además de dejarles llevar el mineral que pudieran. Por todas estas ventajas
acudieron más de 5.000 indios a las minas de Oruro, quienes fueron considerados
″libres″ y ″voluntarios ″y ″no compelidos″ a trabajar, así como también aquéllos indios
descritos en muchos documentos como los huidos ″por quebradas y huaycos″, y
procedentes ″de partes incógnitas″30.
20 Según Ann Zulawski (1987), el sistema colonial usó el trabajo asalariado y libre para
preservar la explotación de minerales, frente al cada vez más evadido sistema de la
mita, y respaldado desde el principio por la corona31. Nuestras fuentes añaden rasgos
muy fuertes de coacción y falta de libertad hacia los indios asalariados en Oruro.
Supuestamente en Oruro los mingados32 trabajaban ″excentos de coacción″ 33, y recibían
su pago diariamente, sólo por el hecho de trabajar y no por tarea cumplida como
recibían los mitayos de Potosí. Zulawski desecha la idea de coacción al trabajo libre
(1987: 406), sin embargo la coacción estuvo ligada desde el inicio del reclutamiento de
la mano de obra ″libre″ a las minas de Oruro. Sánchez-Albornoz (1983) sostiene que el
problema que debieron plantearse los colonizadores desde el principio, es que nunca
podrían contar con la cantidad suficiente de trabajadores voluntarios para cubrir sus
necesidades económicas34. Los indios en Oruro no trabajaron como los españoles
esperaban, motivados por el salario, su indolencia frente al trabajo compelido fue
entendida como ociosidad por juristas como Matienzo y Juan de Solórzano y Pereyra 35.
En verdad el indio no trabajaba para el español, por su propia voluntad, pero tampoco
para sí y fue compelido y forzado a servir porque no podían entender, ni admitir los
objetivos para los que se les proponía trabajar, ni estaban acostumbrados a las prácticas
189
que se les requería adoptar, ni tampoco respondían a los estímulos, como el salario, con
los que se quería inducirlos″36.
21 En 1612, aparecieron en Oruro, muchas personas particulares y azogueros de los Lípez y
Berenguela, de Fuentecillas, Paucarcolla y otros asientos tratando de mingar indios con
pago adelantado. Aparentemente esos eran ″contratos libres″, sin embargo, parece ser
que no lo eran porque por salir de Oruro debían pagar tasa a las Cajas Reales. Para
evadirla los españoles hacían contratos de noche, sacando a los indios a escondidas.
¿Puede hablarse entonces de trabajo libre?
22 La coacción a que estuvieron sujetos los indios que se contrataban en Oruro se enmarca
sobre todo dentro de la pugna por la mano de obra entre los encomenderos y
autoridades de Potosí y las de Oruro. Los corregidores de Potosí, fueron notando cada
vez más el ausentismo en sus minas, dando lugar a que fueran muchas veces ellos
mismos, o sus comisionados a Oruro, y cédula en mano proceder a la captura de
aquellos indios, que teniendo que cumplir mita en Potosí, se encontraban trabajando en
Oruro. Para este cometido los captores preferían hacer inspección los días de fiesta,
donde era más fácil encontrarlos en sus rancherías.
23 La controversia entre autoridades potosinas y orureñas en torno al derecho a la mano
de obra es larga y abarca por lo menos toda la primera mitad del siglo XVII.
Frecuentemente, los Virreyes instruían para que se respetara tanto el trabajo de la mita
en Potosí, como el trabajo asalariado en Oruro37, pero la primera reacción, tanto del
Virreinato como de la Audiencia de Charcas, fue ordenar que los indios no fueran
admitidos por los españoles en Oruro, so pena al indio mitayo de 50 azotes y corte de
cabello y a los españoles que los recibieran, 100 pesos ensayados y 6 meses de destierro
a 5 leguas alrededor del asiento de donde sucediese. Ningún minero que se atrevía a
contratar indios de cédula por los castigos que se daban por ello 38. Solamente podían ir a
Oruro los indios que habían cumplido la mita de Potosí, y solamente se les autorizaba
permanecer 4 meses en Oruro para ″reparar su pobreza″, antes de volver a sus
pueblos39.
24 Las autoridades potosinas no se conformaron nunca con las disposiciones y Cédulas
Reales emitidas a favor de las nuevas minas, lo que motivó una continua apelación al
Virreinato, quejándose además de que también españoles ″diestros y de experiencia en
descubrir nuevas minas″, abandonaban igualmente Potosí para irse a Oruro, junto con
los más experimentados indios barreteros, que eran muy apreciados porque tenían el
″antiguo conocimiento de las labores del cerro de Potosí″40. De las quejas y continuas
apelaciones surgieron diversas disposiciones tendentes a controlar la mano de obra, así
tenemos que en favor de las autoridades potosinas se dispuso que los comisionados
debían hacer volver a su mita a quienes hubiesen huido de ella.
25 Debían enviar de vuelta a sus pueblos de origen a los indios que habían cumplido su
mita en Potosí y los 4 meses de trabajo libre en Oruro. Solamente podían sacar indios de
Oruro, las personas autorizadas para ello. Para evitar la falta de indios en Oruro, el
Corregidor, debía levantar Padrón con nombres y ″naturaleza″ de los indios, (lugar de
origen y a veces oficio) cada cuatro meses, so pena de una multa de 1.000 pesos de oro.
Por último los comisionados debían hacer volver a los indios que hubiesen cumplido su
mita a sus pueblos para ser empadronados, con objeto de conservar las reducciones, y
mantener el pago del tributo, pues la administración colonial veía con desesperación la
190
de Oruro, el precio que daba por él. Cuando no cumplían este cometido, eran
″martirizados″48.
30 ¿Pero cuál era la reacción de los indios ante aquel trato tan duro? La respuesta es que
huían constantemente aunque oficialmente declaraban por voz del protector de
naturales que se sentían agraviados ante la coacción y captura indiscriminada, pero que
estaban bien pagados ya que todos ganaban para su sustento y para el pago de sus
tasas49.
31 La denominación de indios extravagantes, aparece en la Relación de Godoy para los
primeros años en los que se contrataron indios en Oruro. Los extravagantes eran los
indios que se ocupaban en otras tareas50, sobre todo relacionadas con el comercio con
su comunidad de origen. En los documentos consultados, tales como las Cédulas y
Provisiones Reales dadas a la villa de San Felipe de Austria y los Libros de Actas de la
villa, no se menciona a los indios con ese nombre. Sin embargo la palabra extravagante
es muy sugestiva para designar aquélla mano de obra extra, o sea, fuera de cédulas y
repartimientos, y además vaga, aparentemente fácil de convencer para trabajar, pero
que dada su idiosincracia aparecía y desaparecía cuando consideraba oportuno.
32 Los indios extravagantes vendrían a ser aquellos coaccionados que como resistencia al
acecho español huían por ″quebradas y huaycos″, cuando llegaba la Visita de los
comisionados de Potosí, o cuando así consideraban que debían hacerlo. Los indios
extravagantes mantuvieron en Oruro lazos de parentesco con sus lugares de origen51. La
relación de los indios con sus pueblos de origen, estuvo unida, como lo manifestó
también Ann Zulawski, a una red doméstica de abastecimiento de comestibles e incluso
hasta de intercambio mercantil. En los Memoriales que acompañan a las Provisiones en
favor de Oruro, queda establecido que no solamente dependían de las redes comerciales
los indios extravagantes que trabajaban en Oruro sino también muchos mercaderes,
quienes sustentaban que el trajín atraía indios antes que ahuyentarlos, pues cuando se
lo hacía estos se iban a lugares ″remotos″, perdiéndose definitivamente 52, en
″quebradas y huaycos″ o yéndose a Mojos, donde no se los hallaba más 53.
33 Según la documentación consultada en esta investigación, los indios que habitaban en
Oruro, mantuvieron estrecha relación con sus pueblos y ayllus de origen, de manera
imperceptible a las autoridades españolas. Ellos actuaban de acuerdo a esos lazos, tan es
así que por ejemplo cuando en 1610 se planteó la necesidad de echar a todos los indios
que debían ir a la mita potosina, el protector de naturales de la Villa expresó que
aquéllo era improcedente porque cuando se echaba a uno, se les unían todos los
mingados, o trabajadores libres, que eran hermanos, deudos o parientes de sus ayllus,
que eran forasteros y eran quienes sustentaban la labor de las minas 54.
34 La mano de obra asalariada atrajo a más indios al trabajo en Oruro, no sólo por ser
mejor retribuida sino porque podía captar redes de parentesco, de trabajo compartido y
mancomunado, tal como se practicaba en la cultura andina, y que fue cortado con la
mita ya que esta no tomaba en cuenta los lazos familiares al enviar gente a Potosí.
NOTAS
1. Agradezco a Nicolás Sánchez-Albornoz sus sugerencias y comentarios.
2. ZULAWSKI, Ann, ″Mano de obra y migración en un centro minero de los Andes: Oruro, 1683″ En:
Población y Mano de obra en América Latina. Comp. Nicolás Sánchez-Albornoz. Ed. Alianza América,
Madrid 1985; y de la misma autora ″Wages, Ore Sharing and Peasant Agriculture: Labor in Oruro's
Silver Mines, 1607-1720″ En: Hispanic American Historical Review. Durham 1987.
3. Los libros pertenecen a una colección particular de la ciudad de La Paz, la ″Descripción de la
Villa de San Felipe de Austria, Asiento y minas de Oruro″ se encuentra en el Archivo de Indias,
Charcas 32. Agradezco a Mercedes del Río el haberme proporcionado una fotocopia de ella. Esta
Relación fue publicada -parcialmente- en 1912 en La Paz por el Boletín de la Oficina Nacional de
Estadísticas No. 7. Está citada por José de Mesa y Teresa Gisbert en ″Oruro. Origen de una Villa
minera″ en Ponencias del VI Congreso Internacional de Minería Vol. I, pp. 489-590. León. Cátedra de San
Isidoro, y también en Zulawski Ann ″Wages, Ore, Sharing, and Peasant Agriculture: Labor in Oruro
s Silver Mines″. (1987) Durhan, HAHR.
4. Citado por Sempat Assadourian (1994: 151).
5. Visita de San Miguel (1964) Lima, Casa de la Cultura del Perú; Cook D.N ″La población indígena en
el Perú colonial″ (1965) Rosario, Anuario del Instituto de Investigaciones Históricas; La Tasa de
Toledo, publicada por D.N. Cook, (1975), Lima. Universidad Nacional Mayor de San Marcos; La
Visita General de don Francisco de Toledo, (1975) publicada por D.N. Cook con estudios de Málaga
Medina y Bouysse Cassagne, Lima, San Marcos.
6. ALBERTO, Crespo ″El reclutamiento y los viajes en la ″mita″ del Cerro de Potosí″, en: Ponencias del
Coloqui Internacional sobre Historia de la Minería, Vol 1, pp. 468-482. León. Cátedra de San Isidoro.
7. La acepción pertenece a Sánchez-Albornoz.
194
8. Aquí estarían los trabajos de T. Saignes, citados en la Bibliografía de este artículo, Thérèse
Bouysse-Cassagne La identidad aymara, aproximación histórica (siglo XV, siglo XVI) (1987) La Paz, Ed.
Hisbol; Mercedes del Río y José Gordillo La Visita de Tiquipaya, (1993) Cochabamba, Ed. Ceres.
9. ″L espace aymara″, en Annales, 330 anné. Nos. 5-6, París.
10. En el trazado de grupos étnicos en el centro y sur del territorio de la Audiencia de Charcas,
hoy Bolivia, tenemos ahora importantes trabajos como los Teresa Gisbert, Silvia Arze y Marta
Cajías Arte Textil y mundo andino, 1987, que a partir del estudio de estilos en los textiles dan un
panorama muy importante de grupos étnicos; Rossana Barragán ¿Indios de arco y flecha? 1994,
Sucre Ed. Asur y Ana María Presta, Mercedes del Río, Raymund Schramm, José Luis Martínez,
Catherine Julien en Espacio, Etnías, Frontera Ed. y Comp. de Ana María Presta, 1995 Sucre, Ed. Asur,
reconstruyen los grupos étnicos del surandino. En el caso de del Río dando cuenta de la
federación étnica qharaqhara (Oruro-Cochabamba) y de sus estrategias de supervivencia en la
época temprana colonial, en el de Presta ubicando los asentamientos vallunos procedentes del
altiplano en los siglos XVI XVIII, (Chuquisaca); Julien intenta un análisis de grupos yamparas en
Oroncota en el siglo XVI, (río Pilcomayo) Schramm estudia los asentamientos étnicos de Ayopaya
y Mizque (actual Cochabamba) y sus amenazas al colonizador español.
11. 1987 En ″Ayllus, mercado y coacción colonial: el reto de las migraciones internas en Charcas
(siglo XVII)″. En La participación indígena en los mercados surandinos. Estrategias y reproducción social.
Cochabamba. Ed. Ceres.
12. Sanchez-Albornoz (1983) ″El trabajo indígena en los Andes: teorías del siglo XVI″, en: Historia
económica y pensamiento social. Madrid. Ed. Alianza-Banco de España. Sempat Assadourian El
sistema de la Economía Colonial 1982. Lima, Ed. IEP, pp. 307-311 y en Transiciones hacia el Sistema
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14. En: Revista Histórica (1967) Tomo XXIX, Lima. Academia Nacional de la Historia.
15. En: Ponencias del VI Congreso Internacional de Minería, (1970) León. Cátedra de San Isidoro.
16. A. Crespo, ob. cit.
17. Godoy, doc. cit.
18. Citada por A. Crespo (1970: 21).
19. Los indios provenientes de ″Oruro″, lo eran del distrito del Collao, de Santa Cruz de Oruro,
actual Orurillo. (Comunicación de No. Sánchez Albornoz). Provisión Real y Decreto de la Real
Audiencia de Charcas. 1 de Septiembre de 1610 y 1 de Julio de 1610. Libro de Provisiones. Doc.
cit...
20. Provisión del Virrey Juan de Mendoza. Los Reyes 30 de Octubre de 1611. En: Libro de
Provisiones... doc. c. cit.
21. Citados por Sánchez-Albornoz, 1983, ob. cit. págs. 32-34.
22. ″El trabajo indígena en los Andes: Teorías del siglo XVI″ En: Historia Económica y pensamiento
Social. Estudios en homenaje a Diego Mateo del Peral. Ed. Gonzalo Anes, Luis Angel Rojo y Pedro
Tedde. Ed. Alianza, Banco de España, Madrid 1983.
23. Aunque existía la provisión citada en cita No. 20.
24. El minga era el indio que había adquirido una especialidad en la mita y que era contratado
con salario cuando quedaba libre.
25. Godoy, Felipe de ″Descripción de la Villa de San Felipe de Austria, Asiento y minas de Oruro″ f.
11 v, Charcas 32. Archivo de Indias.
26. Sánchez Albornoz encontró indios llamados extravagantes en Nueva Granada, y eran los indios
que habían huido de sus comunidades y de los que aparentemente se nutría la categoría de
forasteros. (1978: 51).
27. Visita de Godoy, doc. cit. ff. 12 v, Zulawski 1987: 407.
28. El barretero era el trabajador que cortaba el mineral dentro de la mina con barras y martillos.
195
29. El Apire era el indio que acarreaba el mineral en bolsas tejidas artesanalmente.
30. Godoy refiere que muchas veces los caciques enviados a estos ″sitios incógnitos″ a traer
indios, recibieron de ellos hasta 9.000 pesos porque los dejasen allí.
31. Existen documentos que ayudan a formular tal aseveración, por ejemplo Agia en Servidumbres
personales de indios (1603), -citado por Sánchez-Albornoz, ob. cit pág. 37-, cita la Cédula de 1601,
por la que los indios podían concertar e ir a trabajar con quienes ellos quisieren y por el tiempo
que les pareciere ″de su voluntad sin que nadie pueda detener contra ella″.
32. O trabajadores contratados libres que sabían un oficio.
33. Zulawski 1987, ob. cit.
34. ″El trabajo indígena...″ ob. cit., pág. 35.
35. Matienzo Gobierno del Perú (1567) y Solórzano Política Indiana (1648), citados por Sánchez-Albornoz
en ″El trabajo indígena...″, ob. cit. pág. 36.
36. Sánchez-Albornoz (1983), págs. 36, 41, 43 y Agia Servidumbres personales de indios (1603), citado
por Sánchez-Albornoz.
37. Cédula Real de don Pedro de Toledo y Leyba, Marqués de Mancera. Los Reyes 21 de Mayo de
1644. Libro de Provisiones y Cédulas... doc. cit.
38. Provisión del Virrey Conde de Chinchón del 8 de Julio de 1632. Libro de Provisiones, doc. cit.
39. Cédula Real de Felipe III de 30 de Septiembre de 1606, y Provisión del Virrey del 30 de Julio de
1610, Libro de Cédulas y Provisiones... doc. cit.
40. Godoy, doc. cit. f. 21 v.
41. Poder y Comisión otorgado por el Corregidor de Potosí el 9 de Noviembre de 1610, a los
comisionados a las minas de Oruro. Libro de Provisiones, doc. cit.
42. Tal como sucedió con Diego Flores Alcayde de la cárcel pública de la villa de Oruro que tenía
presos a los indios Baltasar, Guacoto, Mateo Nina, Jacinto Placio, y Juan Gualpa, indios de
Chucuito que no estaban en los padrones, o lista de contribuyentes, ni en la Memoria de la mita
de Potosí. Libro de Provisiones y Cédulas Reales, doc. cit, f. 285-257.
43. Diego Flores Alcayde de la cárcel pública de la villa de Oruro tenía presos a los indios Baltasar,
Guacoto, Mateo Nina, Jacinto Placio y Juan Gualpa. Libro de Provisiones, doc. cit.
44. Provisión Reaal, Los Reyes 1 de Septiembre de 1610, Doc. cit.
45. Juicio y declaración de testigos por venta de indios. Libro de Provisiones... doc. cit. f. 288-298.
Peter Bakewell Mineros de la Montaña Roja Ed. Alianza América, Madrid 1989, pág. 136.
46. Provisión del Virrey Conde de Chinchón dada en los Reyes el 8 de Julio de 1632, Libro de
Provisiones, doc. cit.
47. La palabra mingar significaba que los indios se podían contratar libremente, después de
cumplir la mita obligada.
48. Godoy, doc. cit. f. 12 v.
49. Memorial presentado por el protector de naturales de la ciudad de Oruro, el 26 de enero de
1612. Libro de Provisiones... f. 46-47.
50. Godoy doc. cit. f. 12 v.
51. Característica sugerida anteriormente por Zulawski (1987: 407) y Tandeter (1992: 104),
aunque ellos no los llamaron extravagantes.
52. Provisión Real del 2 de Febrero de 1612. Libro de Provisiones, doc, cit, f. 47-50.
53. Documento citado en cita No. 35.
54. Provisión dada en 1610. Libro de Provisiones y Cédulas Reales, doc cit, f. 47-50.
55. Godoy, doc. cit f. 11.
56. De la etnia ″conde″.
57. De la etnia uru.
58. De la etnia collagua.
59. Libro de Provisiones, doc. cit. f. 133-134.
60. O mitayos o indios de cédula.
196
61. Un barretero costaba entre 12 y 13 pesos a la semana. Provisión del 8 de Julio de 1632. Libro
de Provisiones, doc. cit.
197
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