Arquitectura en Silencio

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UNIVERSUM • Vol.

33 • Nº 1 • 2018 • Universidad de Talca


Arquitectura en silencio, el valor de la ruina industrial
Claudia Torres Gilles – Laura Gallardo Frías – Sandro Maino Ansaldo – Ricardo Labra Mocarquer –Valentina Soto Ilanes
Pp. 281 a 301

ARQUITECTURA EN SILENCIO, EL VALOR DE LA RUINA


INDUSTRIAL1

Architecture in silence. The value of the industrial ruin

Claudia Torres Gilles*


Laura Gallardo Frías**
Sandro Maino Ansaldo***
Ricardo Labra Mocarquer****
Valentina Soto Illanes*****

RESUMEN

El artículo presenta los avances de una investigación realizada con el objeto de


valorar conjuntos industriales abandonados en zonas rurales, desde una mirada
multidisciplinar entre la arquitectura, arqueología y el arte. De este modo, podemos

FONDART 2016, “Del ruido al silencio. Valoración de ruinas industriales en zonas rurales”.

* Departamento de Arquitectura, Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Universidad de Chile. Santiago,


Chile. Correo electrónico: [email protected]

** Departamento de Arquitectura, Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Universidad de Chile. Santiago,


Chile. Correo electrónico: [email protected]

*** Departamento de Arquitectura, Universidad Técnica Federico Santa María. Valparaíso, Chile. Correo
electrónico: [email protected]

**** Estudiante del Programa de Magíster en Antropología Sociocultural, Universidad de Chile. Santiago,
Chile. Correo electrónico: [email protected]

***** Magister en Artes visuales, Universidad de Chile. Correo electrónico: [email protected]


Artículo recibido el 20 de septiembre de 2017. Aceptado el 16 de enero de 2018.

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posible valoración como patrimonio cultural; pero también, nos permite su valoración
en las condiciones en que se encuentran actualmente, de fragmentos y de abandono,
como espacio arqueológico y espacio estético, abiertos a variadas interpretaciones. El
estudio presenta como casos de exploración, la excentral hidroeléctrica El Sauce, la
exmina y Fundición Naltahua, y el ex conjunto ferroviario y central eléctrica Juncal.

Palabras clave: Arqueología industrial, territorio, valoración multidisciplinar,


patrimonio.

ABSTRACT

The article present the advances of a research carried out with the aim of valuing
abandoned industrial complexes in rural areas, from a multidisciplinary perspective
between architecture, archeology and art. In this way, we can recognize the historical
importance of these industrial buildings, against a possible valuation as cultural
heritage; but also allows us to evaluate them in the conditions they are currently in,
fragments and abandonment, as archaeological space and aesthetic space, open to
varied interpretations. The study includes as examples of exploration, the former El
Sauce hydroelectric power station, the former mine and Naltahua smelter, and the
former Juncal railway and power plant complex.

Keywords: Industrial archeology, territory, multidisciplinary assessment, heritage.

TRASPASO DE VALOR: de lo cuantitativo a lo cualitativo

La cultura capitalista y consumista de la postmodernidad nos ha dejado

industrial y el inicio de una era donde los servicios y la hiper-conectividad


dirigen las actividades productivas.

primas en su producción –tanto en faenas extractivas como de manufactura– se


encuentran emplazadas en paisajes rurales de Chile, aprovechando condiciones
particulares de su geografía y recursos naturales. Estos conjuntos industriales,

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que forman parte de la historia socioeconómica y de desarrollo cultural de cada


región, fueron creados para generar procesos productivos y espacios de trabajo,
cobrando importancia en la medida que las empresas que las originaron fueron
capaces de generar y comercializar productos o servicios, valorándose según
parámetros de rentabilidad económica.
Estas antiguas factorías perdieron su función y valor económico
abruptamente por los cambios tecnológicos, las relaciones de la economía
internacional y las variaciones de los recursos naturales o malos manejos,
convirtiéndose así, bajo una mirada mercantilista, en “desechos arquitectónicos”,
maquinarias y elementos olvidados de otros ciclos productivos, transformándose
en “ruinas industriales”.
Así, estos espacios industriales transforman su antiguo valor económico
en un valor esencialmente “cualitativo”, es decir, son valorables por sus

personas o comunidades. La condición patrimonial de los conjuntos industriales


abandonados, expuestos a la naturaleza, explorables e insinuantes, abre su
comprensión e interpretación a tres condiciones humanas: la historicidad, la
emoción y la memoria (Vergara y Barraza, 2015).
Estos vestigios olvidados en bellos paisajes rurales, que no cuentan con
ningún tipo de protección, desaparecerán en silencio y lentamente por acción
de la naturaleza y el tiempo, que descompone la obra construida en fragmentos.
Mediante este proceso, la obra arquitectónica que albergaba faenas productivas
y sociales, paulatinamente se va desmoronando, dejando de ser un espacio
habitable y funcional. Paradójicamente, este proceso de descomposición
arquitectónica es el que constituye un “nuevo paisaje” que no es propiamente
humano ni propiamente natural, sino de acción conjunta, un paisaje onírico,
escultórico y arqueológico, entendiendo que los fragmentos que lo componen
son capaces de interpretar una creación humana/natural que otorga belleza a lo
elemental y a su vez es posible reconstruir una historia incompleta, develando

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un sentido de existencia humana.


Surge así, el desafío de encontrar “valor”2 a obras en “ruinas”3, es decir,
a los restos abandonados y silenciados de una actividad productiva. Para abrir
el horizonte de valores de las ruinas industriales presentamos tres casos, donde
revisaremos su valor histórico territorial y también sus valores presentes, desde
el ámbito de la arquitectura, la arqueología industrial y de interpretación estética
y artística.

Casos de estudio y su valor histórico territorial

El valor histórico de los vestigios productivos-industriales emplazados


en zonas rurales, tiene una relación íntima con los recursos del territorio. Así,
los tres casos de estudio presentan diferentes condiciones de emplazamiento: la
fundición minera Naltahua en la comuna de Talagante; la central hidroeléctrica
El Sauce ubicada en las cercanías de Laguna Verde en Valparaíso; y el conjunto
ferroviario y subestación de transformación eléctrica Juncal, del ferrocarril
Trasandino.
Con el estudio de antecedentes históricos de estos casos, emerge el valor
del territorio dominado, mediante la transformación, adaptación, trasgresión o

donde ingenieros y empresarios pioneros crearon sistemas de redes para generar


una actividad extractiva-productiva.
El primer caso es la fundición de Naltahua y la serie de piques mineros
explotado por la Societé des mines de Cuivre entre 1908-1945. La producción
fue viable gracias al sistema de transporte que comunicaba la fundición con el

3
De donde deriva “arruinar, ruinoso, echado a perder” (Corominas, 1987: 516).

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pueblo de San Antonio de Naltahua mediante un tren de trocha angosta y luego al


pueblo con la estación de El Monte cruzando el río Maipo y Mapocho mediante
un andarivel (Figura 1) que transportaba mineral, población, mercancías y a los

La central hidroeléctrica El Sauce (Figura 2), construida en 1905 por la


Compañía Alemana Transatlántica de Electricidad, se realiza para suministrar
electricidad a los tranvías de Valparaíso. El proyecto y las obras fueron dirigidas
por el ingeniero hidráulico alemán José Lindacker, quien también proyectó el

El Sauce. Para conectar la central con las zonas pobladas se tuvo que construir
cerca de 13 puentes de piedra y ladrillo, fundamentales para el desarrollo de
Valparaíso, transformando el territorio mediante un sistema de abastecimiento
de agua y redes de suministro eléctrico (Sucesos, 1906; Villalobos, 1990;
Fuentes, 2014).
El tercer caso, la estación del ferrocarril Trasandino de Juncal, también
da cuenta, no solo de una extensa gestión político-empresarial entre naciones

mantener el funcionamiento de un transporte público cruzando la cordillera de


los Andes. La concesión se otorga a los hermanos Clark en 1874, iniciándose
las obras en 1889. El conjunto se componía de: la estación, una tornamesa, una
carbonera, viviendas para los funcionarios, la casa de máquinas con su taller,
el estanque de agua y una casa de camineros (Figura 3). En 1927 se instaló la
subestación de transformación eléctrica para abastecer de electricidad al tramo
del ferrocarril entre Río Blanco y Las Cuevas (Fifer, 1924; Villalobos, 1990).
Estos complejos productivos necesitaron complementarse con
asentamientos cercanos a la industria, dando cuenta del vínculo existente
entre los trabajadores, sus familias y las empresas, entre el lugar de trabajo
y el de vivienda, conformando un valor socio-cultural-productivo. El caso
más destacable por su magnitud es el campamento minero de Naltahua, una

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verdadera ciudad que alojaba entre 2.500 y 3.500 personas donde había pulpería,
capilla católica y evangélica, policlínico, club deportivo, carabineros, cancha
de carreras y de futbol, corrales de chanchos, peluquería, carnicería, escuela,
botica, panadería, biógrafo, puestos de frutas, correos y telégrafo, club social,
cantinas y electricidad (Millán, 2006).
Más allá de los cambios en las necesidades de una sociedad o las

causa común la baja rentabilidad de los procesos productivos. El complejo

de los 80, asociada a los altos costos de operación, los frecuentes derrumbes

1995, cuando la Inmobiliaria propietaria de los terrenos la cierra por razones


económicas. Naltahua cesa sus actividades en 1945, también por los altos costos
de producción (Millán, 2006) y la baja ley del mineral (Hernández, 1933).
El estudio histórico da cuenta de los largos periodos de gestación, diseño
y ejecución de estos proyectos, igualmente las tecnologías (desarrolladas e

Figura 1. Imágenes históricas Fundición Naltahua y Andarivel entre Naltahua y El


Monte. Fuente: Archivo Histórico Museo El Monte.

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Figura 2. Imágenes históricas Central Hidroeléctrica El Sauce. Casa de turbinas


y viviendas. Fuente: Revista Sucesos 1906 (izq.), Colección Chilectra (centro),
Fotografía de Einar Altschwager, Colección Museo Histórico Nacional.

Figura 3. Planimetría Estación y Casa de Máquinas Juncal. Fuente: Memoria Chilena,


Biblioteca Nacional.

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Valor arquitectónico

arquitectura cuando hay emoción poética” (Le Corbusier, 1998: 9), y que esta
emoción surge de la “concordancia de las cosas con el lugar”. Si bien podemos
cuestionar la existencia de arquitectura en las ruinas, pues se han despojado de
su habitabilidad, lo que no cabe duda es la concordancia que establecen en la
fusión de su pasado funcional-productivo y la naturaleza de su territorio.
Como uno de los parámetros de valoración arquitectónica, la emoción,
presente en los fragmentos de nuestros casos de estudio, está dada por su “poder
evocador y simbólico”, tal como plantea Kevin Lynch (2005: 36), ya que estos
vestigios contienen la memoria histórica del lugar. En ellos percibimos la
suspensión del paso del tiempo, contemplando el vínculo existente entre todas
las partes, más allá de sus límites físicos, su vínculo con el lugar (Gallardo,
2017).
Estos fragmentos industriales presentan, además, un valor semántico en

tanto nos permiten, por una parte, estructurar una percepción de totalidad de los
conjuntos, por ejemplo, en El Sauce y Juncal (Figuras 4, 6 y 7), los fragmentos
aun contienen el todo, “las ruinas hacen referencia a lo que ya no existe, pero se
percibe por su ausencia” (Siza y Santos, 2007: 22). En Naltahua en cambio, los

sin embargo, se vislumbra su esencia minera (túneles, estanque de agua,


espacios de vertido del mineral) (Figura 5). Por otra parte, en los fragmentos
se puede leer, caracterizar y diferenciar los espacios arquitectónicos, mediante
las dimensiones, las condiciones materiales y la relación entre las partes.
Aunque mayoritariamente los casos no presentan elementos horizontales de

simpleza arquitectónica, el umbral es llevado a su máxima expresión, jugando

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a la vez con el límite entre el interior y el exterior, “al mismo tiempo afuera y
adentro […] donde el sonido y el sentido se mezclan y resuenan uno en otro”
(Nancy, 2007:19-33).

productiva. Así, por ejemplo, la central hidroeléctrica El Sauce, presenta


similitudes formales, estéticas, constructivas y de tamaño con la central
Chivilingo en Lota, primera hidroeléctrica del país. Del mismo modo, los
fragmentos de Naltahua tienen características de emplazamiento en el terreno,
construcciones aterrazadas de mampostería de piedra, muros de contención
y seccionamiento transversal, similares a las de Huanchaca en Antofagasta.
El complejo ferroviario de Juncal, replica a menor escala cualquiera de las
estaciones y maestranzas dispersas a lo largo del país, con salas de máquinas,
tornamesa o estanque de agua (Torres, 2013) (Figura 7).
En la misma categoría, hay aspectos que determinan un valor de
singularidad basado en los sistemas de redes que fundamentan y permiten su
funcionamiento dominando el territorio, en una contextualización material y

tradicional en su morfología, contiene un sentido de escala acorde a las montañas


(Figura 6), pero contrastado con la escala humana queda absolutamente
sobredimensionado, entendiéndose como espacio de máquinas y no humano.
Desde el punto de vista del valor constructivo y tecnológico, se da
cuenta de las técnicas, métodos y materiales usuales de la época. La mayoría
de los elementos que permanecen son muros construidos de modo tradicional,
mamposterías de piedra, albañilerías de ladrillo. En todos los casos hay
elementos de hormigón, algunos armados y otros en masa. En Naltahua,
encontramos elementos de hormigón, armados con gruesos cables de acero y

metálicas (en un precario equilibrio), un estanque de acero oxidado, y gruesas

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de Chillida.
Las viviendas han sido construidas acorde a los recursos materiales de
cada sector. En El Sauce, encontramos albañilerías simples de ladrillo (zona de
buenas arcillas) y en Juncal mayoritariamente mampostería de piedras (único

interiores de menor sección, construidos como tabiques de madera rellenos de


hormigón. En las viviendas de ambos casos quedan huellas del uso de maderas,
estas piezas son las primeras en ser desmanteladas.
Si entendemos que estos conjuntos industriales-residenciales, fueron
llevados a cabo por empresas extranjeras, se puede concluir que la materialidad
da cuenta de los procesos de industrialización de la construcción, nacional e
internacional, donde los métodos artesanales se combinaban con elementos
industrializados o importados.

Figura 4. Condiciones actuales Central Hidroeléctrica El Sauce. Fuente: Autores.

Figura 5. Condiciones actuales Exfundición Naltahua. Fuente: Autores.

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Figura 6. Condiciones actuales Central Eléctrica y conjunto ferroviario Juncal. Fuente:


Autores

Figura 7. Tornamesa y estanque de agua en conjunto ferroviario Juncal. Fuente:


Autores.

Valor arqueológico

En el estudio de antiguos conjuntos industriales y cómo estos han


albergado actividades humanas, la arqueología presenta una noción de
valor diferente a la propiamente arquitectónica. Entendida como el estudio
material de los restos dejados por cualquier actividad humana (Vicenti, 2007),
permitiéndonos estudiar el lugar de los objetos en el entramado social, sin
límites temporales (Hamilakis, 2011), desde el estudio de puntas de proyectil
del holoceno a la basura de computadores en el antropoceno.
Desde la academia inglesa, a mediados de 1950 y ya con gran fuerza a
mediados de 1980, nace la “arqueología industrial”, valorando la forma en que

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las industrias del capitalismo tardío le han dado forma al mundo, entendiendo
sus repercusiones en los patrones de distribución, uso, consumo y descarte de
las mercancías con las que interactuamos.
Para estos casos de estudio, la arqueología industrial trabaja con los
productos humanos de la “industrialización”, entendiéndola como “un sistema
de producción que involucra a especialistas de tiempo completo que trabajan
en factorías diseñadas para producir la mayor cantidad de ganancias para las
personas que controlan los medios de producción” (Matthews, 2003: 52).

quedando la producción, como fenómeno secundario frente al consumo de


bienes y servicios producidos por otros. Incluso, se ha visto cómo las diversas
formas de consumo de objetos formarían parte integral de la identidad de los
grupos humanos que consumen (Miller, 1987, 2013).
En esta investigación, la arqueología industrial establece el valor de
estos lugares, en tanto los elementos existentes en ellos permiten relacionarnos
con el mundo consumido, enfocándonos en los restos materiales utilizados

en relación a la vida cotidiana y rescatando así el valor social al recomponer


la historia de los trabajadores y la memoria de las familias que vivieron y
trabajaron inmersos en los complejos paisajes industriales.
Así, podemos apreciar las tensiones materiales al interior de, por ejemplo,
una central hidroeléctrica y su imagen de lugar altamente especializado, visión
que no siempre calza con el registro arqueológico, ilustrado en una variedad de

a algunos objetos de construcción artesanal y que remiten al ingenio de los


trabajadores para realizar distintas tareas, como tarros confeccionados con
distintas pieza metálicas (Figura 8).

arquitectónicos con los restos arqueológicos para determinar si ellos poseían

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funcionalidad laboral productiva, de almacenamiento o habitacional; sin


embargo, en nuestro estudio de casos, observamos la multifuncionalidad al
encontrar al interior de un recinto restos sanitarios, contenedores de pintura o
pegamento y objetos de niños, así, vemos que las categorías recién mencionadas
pueden conjugarse en un mismo espacio (Figura 9).
Al enfocarnos en el estudio de los restos materiales en contextos de
ruinas industriales surge otra arista para evaluar el valor del material industrial
contemporáneo. Actualmente, la humanidad posee una capacidad nunca vista

ruinas, muchas de las cuales son precisamente industriales. De este modo, en los
casos estudiados observamos un palimpsesto, provocado por superposiciones
temporales y materiales.
Dicho proceso, que desde un paradigma conservacionista se presenta
como un pandemónium, introduce el segundo desafío en la estimación
arqueológica del valor de la ruina moderna al considerar al palimpsesto como
fuente de valor. La materialidad es caótica, por ello es necesario tomar en cuenta
la multi-temporalidad como posible elemento constitutivo de esta.
Esto es evidente en las ruinas de la subestación de transformación
eléctrica Juncal, la cual al estar asociada espacialmente a una quebrada como
espacio intercordillerano, de fronteras y movilidad, ha albergado a distintos
agentes durante el tiempo, siendo estos constitutivos de su espacio y de su
valor. En principio, el río Juncal, se asocia a un espacio de tránsito de distintas
poblaciones, desde indígenas hasta arrieros, quienes han construido refugios
o parapetos rocosos; posteriormente, el emplazamiento derechamente

utilizado los antiguos espacios productivos como lugar de alimentación y


pernocte. Finalmente, la cercanía con el Regimiento de Montaña, determinado
por la proximidad con la frontera y los pasos cordilleranos creados por los ríos,
han dotado a las ruinas con restos arqueológicos de carácter militar (Figura 10).

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En consecuencia, una ruina que no puede ser encapsulada en su historia


de vida productiva y como objeto de un pasado, sino como contenedora de
distintos tiempos, algunos vivos hasta al presente.

Figura 8. 3 tipos de guantes diferentes y contenedor artesanal confeccionado con base


de botella plástica y asa de alambre adicionado. Central hidroeléctrica Placilla. Fuente:
Autores.

Figura 9. Restos en recinto habitacional, incluyendo inodoro, restos alimenticios y


de trabajo; contenedor de tarro de pintura; botella de mamadera para lactante. Central
hidroeléctrica El Sauce. Fuente: Autores.

Figura 10. Parapeto rocoso emplazado en cerro contiguo a conjunto ferroviario; lata
de conserva en espacio productivo; pala artesanal con asa de alambre; granada de
humo fabricada en 2009. Central Eléctrica Juncal. Fuente: Autores.

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Valor estético-artístico

“ruina moderna”, nos somete a un sinfín de estímulos, que van desde las texturas
que ha dejado el paso del tiempo, a indicios de la vida anterior al abandono,
así como a los actuales rayados sobre sus muros o instalaciones espontáneas
(Figuras 11, 12 y 13). Estos vestigios se convierten así, bajo una visión estética,
en escenarios del valor del tiempo.

“la ciencia del conocimiento sensible”, surge el planteamiento de que es en el

del objeto”, por lo que la estética entendida como una dialéctica entre el sujeto
y objeto se hace latente en las ruinas al abrirse desde lo esencial, la “belleza
como el esplendor de lo verdadero”, como indica San Agustín (Safran, 2001).
“Lo estético, que alcanza su culminación en la experiencia de lo bello,

lo sensible, que permite el acceso a realidades que, de otro modo no podríamos


alcanzar” (Ivelic, 992-93: 57).

expresión de arte, parecen ser la derivación más clara de las pinturas rupestres,
pues no solo responden al deseo humano de dejar una huella, sino también
develan anhelos y aspiraciones de la época (Figura 11). Así, encontrarse frente
a una ruina nos abre un universo de posibilidades estéticas, que eventualmente
devienen hacia otros cuestionamientos sociales e históricos.
Al considerar el valor estético de la ruina rural, es inevitable referirse
a la idea de entropía de Robert Smithson, donde “el balance entre naturaleza y

1958: 379). El desgaste propio del abandono y la irrupción del entorno hace que,

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como una obra escultórica, esculpida por la naturaleza. La idea de la entropía


y de las fuerzas de la naturaleza (no una naturaleza tranquila y pastoral, sino
violenta y transformadora) se evidencia en las grietas con moho, los fragmentos
de acero corroído, la roca deslizada y las paredes que han cedido a los eventos
naturales. Para Smithson, la naturaleza nunca está acabada, que es lo mismo
que sucede en el proceso de decaimiento de la ruina.
Los fragmentos de las ruinas, además, “invocan lo sublime” (Beasley-
Murray, 2010: 215), para describir elementos de la naturaleza que inspiran
admiración, asombro y grandeza. Dicha categoría se genera no solo en las
mismas paredes carcomidas por vegetación, sino en los parajes donde se

en medio de la nevada cordillera de Los Andes (Figura 6).


En este sentido, en Naltahua, El Sauce y Juncal, yacen olvidados los
vestigios de lo que alguna vez cobijó una actividad productiva. En su actual
condición, comparten características con las artes visuales, ya que aparecen

de ruina, no hay un valor productivo o mercantil detrás de él, más allá del
valor inmaterial de la memoria. Lo mismo sucede en el plano de las artes
visuales, donde las obras se entienden en un valor inmaterial o poético más
que productivo. Se valoran en estos casos las posibilidades que surgen de
exploración artística, como intentar reordenar fragmentos o reconstrucciones
temporales en ruinas industriales rurales, una performance que parece

durará un tiempo acotado y con ningún espectador), pero que aporta un valor
poético en su acción (Figura 13). Estas mínimas operaciones pueden manifestar

través de operaciones visuales, develando aspectos intrínsecamente chilenos, o

Aparece también el valor profético de la ruina industrial, de cómo

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la decadencia resulta irresistible por este mismo valor de “catástrofe única”


(Benjamin, 2008). La mayor tragedia encontrada en estas ruinas es la de ciclos
económicos e industriales obsoletos, de la sustitución de materias primas
energéticas. Ciclos que podrían resultar proféticos en cuanto al estado de
producción actual chileno y su posibilidad de llegar a convertirse en ruina.
Las ruinas invocan distintas narrativas que surgen para armar sentido
en torno a ellas, o para “ventriloquizarlas” (Beasley-Murray, 2010: 215).
Las diferentes expresiones artísticas surgen como disciplinas para esto, que
reinterpretan o refuerzan el valor de dichas narrativas, siendo posible aprovechar
las poéticas de estos escenarios del tiempo tanto desde la literatura, el cine, las
artes escénicas y visuales.

Figura 11.

Figura 12. Artefactos industriales e instalaciones espontáneas. Fuente: Autores.

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Figura 13. Reconstrucción temporal de azulejos en Hidroeléctrica El Sauce y Central


Eléctrica Juncal. Fuente: Autores.

Constelaciones de valores

La incorporación de otras disciplinas, además de la arquitectura, con

con diferentes escalas y dimensiones. La arqueología sumó el análisis de “los


desechos” a la valoración, objetos que por momentos parecen inabordables
por su cantidad y de difícil catalogación en cuanto a su temporalidad, pero
que complementan la visión de la cultura material de los procesos productivos.
Asimismo, el arte plástico y visual nos enfrenta a las escalas espaciales, los
pequeños componentes y la diversidad material, ya no desde un punto de vista
técnico constructivo, sino simbólico.
Por otra parte, en arquitectos y arqueólogos se reconocen procedimientos
y metodologías para un trabajo de observación en terreno, no así para una
disciplina como las artes visuales, donde un artista puede enfrentarse a un
trabajo de campo mediante métodos distintos, la multiplicidad de métodos
coincide con la multiplicidad de artistas.
Los fragmentos de las ruinas pueden analizarse desde muchos de
puntos de vista, abriéndose una multiplicidad de valores, distintas relaciones
o constelaciones (Benjamin, 2008), que permiten generar sentidos de unión
de aquello que estaba aparentemente muy alejado, y de separación, como un

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modo de conjurar la presencia de una distancia irreductible (Cappannini, 2013).

fragmentos desde sus posibles percepciones e interpretaciones, emergiendo de


la mirada conjunta de diversas disciplinas.

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