LABORDE, Miguel. Chile Geopoético

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| CHILE GEOPOETICO oo Miguel Laborde _ fe llustraciones de Alejandra Acosta Eons Miguel Laborde, de publicacién de su libro La selva fria y sagrada sobre la cos- movisién mapuche (1990), no ha dejado fo Cea cers fea eS CoS CPT te Chile desde una mirada que es artistica y cultural, geogréfica e histérica. Fundador de Ia filial chilena del Instituto Internacio- nal de Geopoética, creado en 1989 por el poeta-escritor-ensayista Kenneth White (titular de la cdtedra de poética del Siglo xx en Paris-Sorbona), desde el aito 2009 Laborde publica un texto mensual relacio- nado en la revista La Panera, material del Foye etn Cou Hey) Desde 1988 se ha desempefiado como profesor de historia de la arquitectura e nistoria de ciudades y territorios de Chile en diversas universidades (Diego Portales, Andrés Bello, Finis Terrae y Catdlica de Chile) Es presidente de Ja Fundacién Chile Pro- fundo, miembro del directorio de la Fun- dacién Imagen de Chile desde 2009 y miembro honorario del Colegio de Arqui 9). Desde 2007 dirige la Revista itaria de la Pontificia Universidad Catdlica de Chile Alejandra Acosta, disehadora e ilus- tradora chilena, autora de libros y profe- sora universitaria, Ha ganado la Medalla Ceralh nae ot) hr ea Nom CCS Urere Corn a Oe DD Ne meon ei eSm Cor TELCO MMMM ECC Om Cme Nonny Proyecto financiado por el Fondo Nacional de Fomento del Libro y Ja Lectura, Convocatoria 2019 EDICIONES UNIVERSIDAD CATOLICA DE CHILE Vicerrectoria de Comunicaciones Av, Libertador Bernardo O'Higgins 390, Santiago, Chile [email protected] www.ediciones.uc.cl CHILE GEOPOETICO Miguel Laborde Ilustraciones de Alejandra Acosta © Inscripcién N° 433 Derechos reservados Diciembre 2019 ISBN N° 978.956-14-2482-1 Disefio: Francisca Galilea Impresor: Imprenta Salesianos S.A. CIP-Pontificia Universidad Catélica de Chile Laborde, Miguel, autor. Chile geopoético / Miguel Laborde. 1, Poética 2. Poesia Chilena. 3. Geograffa en literatura. 4 I Naturaleza en la poesta. CHILE GEOPOETICO Miguel Laborde llustraciones de Alejandra Acosta Contenido eth White, poeta global ica Latina estd en otro lugar....... ‘viea, te estaban esperando. erreros y guerreras del alba EI “48" chileno y los patiperros . Este pais esta crudo Yo no soy como ttt "Sentir la armonfa del universo". EI planeta no es un globo (después de la globalizacién) La palabra ya no esté sola... Chilenos ¢ ingleses silenciosamente desesperados . El primer poeta chileno Pedro Prado y el llamado del albatros. Es la cultura, esttipido.. Tres ejes en el Chile de hoy. Prdlogo ‘Miguel Laborde, como pensador, ha seguido una trayectoria que, en los tiempos que se viven, constituye una poética del n natural necesaria para enriquecer la cultura imperante “1 un mundo amenazado por un probable colapso del ecosis- ema planetario. Hombre de cardcter apacible, no parece ser un liado entusiasta de los indignados que salen a la calle a marchar ‘on otros indignados gritando consignas contra la insensatez - de los poderosos. Miguel Laborde, desde otro frente —mucho nas elevado—, aporta una reflexién y un mensaje dirigido al pertar de nuestra conciencia en esta hora diffcil y amena- ante, sumandose asf a la larga lista de pensadores que se han tacado por su comprensién, en profundidad, de los proble- fi icamente econémico y tecnoldgico y que han aportado algo que ciencia y proyectos de politicas ambientales. Por e650, SU Besitido Bc lezice no tiende a ser eee En este libro que hoy nos entrega, se nota desde el princi- pio, y yacon el solo titulo de la obra, que el poeta que hay en él propone como posible una integracién de la visién poética del mundo con otras visiones laterales y paralelas. Por ese motivo, ensu primer capitulo rinde homenaje al poeta y pensador esco- cés Kenneth White, el creador de una geografia poética, o de una poesia geografica, justamente esa que en el libro se designa con el nombre de “Geopoética”. La aventura terrestre a la que nos invita Miguel Laborde no es menor. Se afinca en verdades muy profundas acerca de la psique humana en relacién con el entorno césmico. Deja en evidencia la peligrosa insuficiencia del pensamiento cientifico y la necesidad de integrarnos a un todo organico de naturaleza que no admite ser conocido tinicamente mediante la racionali- dad ni ser manipulado con el intelecto utilitario. Su actitud ante la naturaleza se asemeja a la del aborigen que se queda inmdvil, en un amoroso trance, ante el bosque, el rio o la montafia. Y antes que el pensar, que nos elabora una visién del mundo, él parece responder a aquel refran que dice: “Lo mas maravilloso del mundo es, por supuesto, el mundo mismo", citado por el cineasta Robert Zemeckis en su pelicula El néufrago, justamente para invitar a un hombre dominado por la obsesién del tiempo «til a que despierte de su desvario y admita, antes que nada, el esplendor natural de la isla desierta en que ha venido a parar su absurda existencia. “Nos gozamos en el encuentro de la naturaleza con nues- tro ser profundo" declara el autor de este libro, dejando en evi- dencia el hecho de que la verdadera experiencia humana de lo natural requiere de una psique sana, integrada, que no anula las aptitudes que hacen del hombre un ser para el goce y la belleza, para el misterio y la armonia. Sorprenden algunos pasajes de este libro por la sencillez y Nsparencia con que el autor se muestra en la plena desnudez salma frente a un lector que no dejara de recordar que nos Jlamos indefensos frente al avance arrollador de la maéquina los emprendimientos industriales. Asombra en ese sentido cierta sabia inocencia suya, pues estando él informado de s los horrores de la insensatez que genera el mito del pro- es, sigue proclamando sus verdades por la via de la fe y la eranza. Una fe que tiene el aval de todo el pensamiento ético que le antecede desde El Emilio de J.J. Rousseau, sando por Alexander von Humboldt para rematar en Juan oO. FJ trasfondo religioso, casi inconsciente, que desde lo pro- ado gufa su pensamiento, le hace decir cosas como estas: "No mos, como el humanismo europeo, que el ser humano sea tor principal”, “Incierto es todo cuanto nos importa”, “?Qué iabria hecho la comunidad sin esos seres que se retiraban, nmo aqui en las oquedades de la cordillera de Nahuelbuta, mejor entender el sentido del vivir?". Y todo esto para Heluir que el autor de este bello libro es un poeta mistico no lesional, un mistico natural (cun chamén?), y si el momento co en que vivimos no admite la mistica, la respuesta es © los que son como él son cada vez mas numerosos en el 9, y la fuerza que detentan es de otra naturaleza diferente ‘que hace y deshace en la ciudad humana. Desde el punto de vista literario, un libro como este, que ‘el riesgo de ser concebido por la via de la protesta en un je de pura comunicacién, es, por el contrario, un libro del rio y de la montajia fueron silenciadas en el “resonar vocin- glero de ciudad adentro, donde el agua esté capturada, el fuego prohibido, el aire contaminado, la tierra cubierta de cemento. Donde no existe el contacto con los elementos esenciales". Refiriéndose a Alexander von Humboldt y a su gran obra integradora titulada Cosmos, sostiene el autor que después de obras como aquella, de ese siglo xix en que los naturalistas aportaron su valioso conocimiento del mundo, “la ciencia se alejé de la experiencia del mundo como conjunto". Justamente el olvido de la intuicién fundamentalmente humana del gran todo, esa que han tenido los pueblos que han vivido integrados al orden natural En el desconcierto de la problematica del hombre contem- poraneo con su maltratada Tellus Mater (madre tierra), Miguel Laborde nos ensefia que la distante y discriminadora objetivi- dad con que miramos la naturaleza, calificéndola solo y sin mas de "recursos naturales" —el intelecto mecanico y utilitario—, nos ha matado el alma, cortando el lazo de amor que nos per- mitfa vivir con ella y morar en ella. La desafeccién que surge de una ciencia sin sabidurfa, de una mente unidimensional, aquella que ve todo a través de una ldgica de negocios. En ese sentido adquieren una significacién edificante afir- maciones del autor como esta: “El humano construye su sen- tido de vida en el didlogo con la Tierra”. Tal es lo que fue y lo que necesariamente tendrd que volver a ser. La sabidurfa dialéctica de todos los pueblos originarios, incluidos aquellos que lo fueron antes de crear grandes civi- lizaciones como los celtas de Europa o los chinos, poseyé la alavesbinatialdeliconocimtenteiprimordialiguernosslaneedso al misterio del movimiento universal y de su sentido, pues la més amplia clasificacién que se pueda ha log fendmenas resume todo acont y otro receptivo, y eso empezando por lo que tenemos mas cerca como son los 6rganos genitales masculino y femenino, los dos hemisferios cerebrales, las dos manos, el dfa y la noche, que para lo uno tenemos ojos, y para lo otro tenemos ofdos. Y asf se alinean todos los componentes de este inabarcable todo universal, en sus infinitos pares de opuestos complementarios, donde los pueblos originarios ven la ley no escrita del com- portamiento sensato de la vida, aquello que nos da la medida (mesura) y nos abre un espacio con fronteras, mas all de las cuales empieza el riesgo de la mortffera ciencia del bien y del mal que maté el alma del padre mitico Pero més alla de las cuestiones de conocimiento, Miguel Laborde como poeta crea su versién del historial humano y nos obliga, por la ley del amor y la belleza, a aceptar que, segtin él, "el medioambiente nos aclaré u oscurecié la piel, dilato o redujo los pulmones, alargé o acorté las extremidades, ensor- tij6 0 alisé el pelo, y asf nos fue labrando, como si fuésemos esculturas incorporadas al paisaje". Unas tres 0 cuatro décadas atras ningtin intelectual chileno se habria atrevido, al menos en un texto propositivo antropol6- gico, a formular afirmaciones tan cargadas de tensién poética, por temor a ser acusado de emocionalismo. Pero la sola expre- sién "incorporadas al paisaje” hoy nos hace vibrar en una sola cuerda los corazones de millones de seres humanos que estén despertando del mal suefio de esta modernidad de postrime- vias. Aunque por milenaria tradicién todos debiéramos saber que el divino alfarero nos modelé en la arcilla de la sabana ‘mesopotdmica y nos incorporé al paisaje de Edén como escul- Vivientes, inseparables de toda la familia césmica, enume- territorio y en su patrimonio por la banalidad de muchos que detentan altas cuotas de poder. Su autor, nuestro “observador urbano", es también, y por sobre todo, un observador césmico que puede ensefiar a los chilenos a ser nuevamente habitantes de la tierra y hallar en ella sabiduria, virtud y felicidad. Gast6n Soublette Kenneth White, poeta global En una época fragmentaria, en que pocos intentan abordar el todo, este poeta-pensador escocés ha extrafdo elementos del Japén, amerindios y dérabes, asi como entre alemanes —Hilderlin, Heidegger—, franceses —Rimbaud— y norteamericanos —Thoreau, Melville, Whitman—. Considerado por Le Nouvel Observateur como el principal poeta vivo de lengua inglesa, cumple ahora cinco décadas de trayectoria, cada vez con mas lectores repartidos, también, por el planeta todo. En los aftos setenta comenzo a hablar de la necesidad de tra- bajar una 'geopoética’, en un mundo donde ni la globaliza- cién del consumo, ni la defensa cerrada de las culturas locales, ofrecfan un futuro halagiiefio. Pero fueron sus alumnos de La Sorbona —por afios ocup6 ahf la cdtedra de Poesia del Siglo XX—, los que lo Ilevaron a publicar sus ideas y, en 1989, a fun- dar el International Institute of Geopoetics; donde los exalumnos se transformaron en compajieros de ruta. Al afio siguiente apare- cié el primer ntimero de la hoy prestigiosa revista de la entidad, Cahiers de Géopoctique. Es diffeil determinar qué lo llevé a pensar el mundo, y a We una sfntesis itil para aprender a vivir en este critico cam- Esta consciente de la magnitud de la empresa pero, con humor britanico, ha citado la frase de otro poeta de su tierra, William Wordsworth: "E] mundo es demasiado para nosotros". Pero, es lo que hay... Pensar el todo surgi como una necesidad. Efectivamente, ecomo se puede pretender establecer una relacién mas profunda con el mundo, si no lo reconocemos como un todo, organico e interconectado, completo y perfecto a su manera? No piensa que sea tarea exclusiva de poetas, el percibir, sentir, expresar todo; por el contrario, celebra que se vayan cayendo las fronteras, y que hoy existan cruces, particular- mente fecundos, entre ciencia y poesia, 0 filosofia y geograffa. Todo busca la unidad En sfntesis, no quiso quedarse encerrado en su casa, en la htimeda costa de Escocia, ni buscar refugio en una iglesia entre- gandose a una fe de carbonero, ni tampoco —cn su rincén natal se produce el Johnnie Walker— caerse al frasco. Prefirid soportar ‘el peso del mundo’. La mayoria de sus textos fundamentales han sido publica- dos en francés, y luego traducidos al inglés; pero, ninguno en castellano. Dos fueron pensados para dibujar el horizonte de la ‘geopostica’, Le plateau de [albatros para el ptblico galo (Grasset, Parts, 1994) y Geopoetics (Alba editions, Glasgow, 2003) en el que se presenté al mundo angloparlante. Aunque es central su libro La carte de Guido, en torno a un monje medieval que cruzé toda Europa en el siglo xi; White repitio su recorrido —es un viajero impenitente—, intentando responder una pregunta que lo acosa: ¢Europa, existe todavia? Nacié en la Glasgow industrial y ahi vivid sus afios urba- nos —el tema ciudad también lo apasiona—, pero su sensibili- orjé en las costas de Fscocia, de og lage , adolescente caminante De ahf par un afio a Alemania, completd sus estudios en Paris, se refugié a escribir en el sur de Francia y fue profesor en Bordeaux hasta que lo echaron por solidarizar con sus alumnos en mayo del ‘68. No ha dejado de moverse, por conferencias y recitales, y varios de sus libros son crénicas de sus viajes por el aie luego de un largo ciclo en Paris, volvié a una fria costa como iy de sus inicios, a una casa abierta a los ‘peregrinos’. Que conste: el viaje es un tema central de su vida y su obra; el poder habitar un mundo abierto, no codificado, donde las culturas se com- plementen, sin ninguna duefia del conjunto, como esperanza planetaria. El mismo se ha referido al origen romanico de la palabra mundo, en mundus, término fértil en resonancias y relaciones: “un mundo". Esa riqueza, incluso estética, se perdié y solo sobrevive su opuesto, hoy cargado de fealdad: inmundo. Incluso, la palabra ha perdido prestigio y respetabilidad al asociarse a lo frivolo: mundano. Ahj uno comienza a entender su interés en la palabra griega cosmos, que también alude a una totalidad bella y armoniosa, empobrecida por otra expresién mundana —la Canes aunque reivindicada por Humboldt y Einstein. Para White, todavia es tiempo de recuperar el cosmos como contexto; que seamos habitantes del cosmos aunque, desde la Tierra. Lo concreto es que ella es la que nos sittia en él: la Tierra nos da un lugar en el cosmos. Es la tinica alternativa, todavia, y estd en peligro. Piensa, y lo ha visto en multiples culturas, que el ser humano tiende a crear mundos; “Un mundo emerge del contacto entre el ser humano y el cosmos, representa Conti que la oética p Raiearlaclicra!, ede inspirar y orientar el ara humano glo- Hamar “local”, cuando en la costa pisamos piedras lejanas que hasta aqui arrastré un glaciar, y si levantamos la vista vemos el paso de las aves migratorias. Todo se mueve, relacionado Como decian los indigenas amerindios, somos ‘habitantes del cosmos’. Bien podrfa decirse que White aspira a una plataforma cultural. Sin embargo, en el mundo global —considera—, la cultura ya no tiene un propédsito profundo. Ha Ilegado a ser un negocio independiente, con una actividad casi frenética en torno al teatro, el cine, la literatura, el ballet y las artes visuales, como si su mayor produccién y consumo fuera sefial de una sociedad més evolucionada. Su btisqueda es diferente: “Para una cultura del refinamiento de la vida, de la expansién de la mente, en un sentido evolutivo, se necesitan otras definiciones y direcciones’. Para la Geopoética, plantea, la cultura es el modo en que los seres humanos se conciben a sf mismos, trabajan en sf mis- mos y se organizan y orientan a si mismos. Lo primero es lo primero. Concebirnos a nosotros mismos... Efectivamente, si seguimos los grandes momentos de la cul- tura, el hombre se ha concebido a sf mismo: esto que somos, no existfa hace solo 10 siglos; ni siquiera era posible imaginarnos. Comenta que el mundo es un lugar, un espacio.que uno cul- tiva. Y en orden a llevar adelante ese cultivo, “uno se tiene que cultivar a si mismo". Define al hombre, sencillamente, como “el habitante de la Tierra", y, mas precisamente, siguiendo en ello a Hélderlin y su “poéticamente habita el hombre en la Tierra", su definicion seria asi: El ser humano es el poético habitante del planeta Tierra. que implica una direccidn; necesita “algtin sentido de un hori- zonte posible”. También ha diferenciado la Ecologia, como estudio y pre- servacion del contexto general —lo que la Geopoética com- parte—, convencido de que la interconexién entre lo humano y lo no humano esté lejos de haberse explorado a cabalidad; la Geopoética se orienta al desarrollo de esa interconexién, y a su expresién. Contiene a la ecologia, pero también al hombre y a sus vinculos con la Tierra. Un critico cultural calificé al trabajo de White como “la primera expresién coherente de la posmodernidad", refirién- dose a que hay aquf una visién que no se satisface con la cos- movisién moderna, y que, més alla de ello, es capaz de empren- der la aventura de crear otra. Aunque el viaje sea muy largo. América Latina esta en otro lugar Cuando se habla de los fundadores de este continente, casi siempre aparecen José Enrique Rod6, José Ingenieros, Pablo Neruda, Juan Montalvo y Octavio Paz, entre otros. Ocupan el rol del Dante, Voltaire, Cervantes 0 Goethe, en Europa. Rara vez se incluye el nombre del visionario mexicano Juan Rulfo entre nuestros padres fundadores; y es un lugar que se merece. Aunque Juan Rulfo escribié pocos textos, y breves ademas, la huella que abrid es altamente sugerente, visionaria, de un ser sensible que caminé este continente como si fuera el primer ser humano que pisara estas tierras y se asombrara ante su poten- cia, a veces lujuriosa de naturaleza, en ocasiones violenta en su desolacién. Es un nombre que, al menos para mi, adquirié resonancia el dia en que lef una entrevista a Gabriel Garcia Marquez, donde decfa que el realismo magico se habia iniciado con dos perso- nas: Marfa Luisa Bombal y Juan Rulfo. Ella con La siltima Niebla, de 1934; él con Pedro Paramo, de 1955. Alguna vez recordaria que tras conocer alguno de sus libros pasé un afio sin leer a otro autor, hasta terminar recitando parrafos enteros de memoria de ese texto fundacional del mexicano, cuya atmésfera se harfa chileno, ha escrito escasos, pero también de raices comunes: perdieron a sus padres siendo nifios, fueron de familias terratenientes ya empobreci- das. Ambos, hijos del siglo xx, aprendieron a apurar los textos, a hacerlos mas veloces. Rulfo volvié a crecer en mi imaginario al leer este aiio la celebrada tesis doctoral Hispanoamérica en diez novelas, de Fidel Septilveda, que obtuvo, muy merecidamente, el Premio Internacional del Instituto de Cooperacién Iberoamericana. Este afio aparecié en Ediciones uc con apoyo de la DIBAM. Premio merecido, porque Rulfo, de puro mestizo, deja fluir lo indio y lo hispano al mismo tiempo, en entrafable sintonia. Lo suyo era necesario para adentrarnos en nuestra sangre. Encontrar el rojo flujo originario, fluyendo en nues- tras venas, algo que México ha sabido hacer mejor que otros; tal fue su sintonia con ese mundo, esencial, que en 1963 entr6 a trabajar al Instituto Nacional Indigenista y de ahi no se movi6 hasta morirse. De paso, en 1970 funds la revista México Indigena. William Ospina, el gran escritor colombiano, ha escrito que “es dificil ser hijo de dos razas que se odian”. Es cierto, pero en Rulfo encontramos la clave inversa, la btisqueda opuesta: lograr la fusion de dos culturas que, en sus libros, parecen nacidas para comprenderse. En ambas, razén y emo- cién andan enredadas, sin que una se sobreponga sobre la otra. De ahf venimos, sin saber a cual creerle mas. Es nuestra tragedia, pero también nuestra identidad. De pronto, es nues- tra mayor virtud. Rulfo no fue ensayista ni tedrico. El encuentro carnal de la raz6n con la emocién se da mejor en el arte que en la mente; en la novela antes que en el texto intelectual. Nos encontramos, echamos, los europeos, de intentar explicar toda la realidad. Admiramos el empefio, muy humano a su medida, pero ajeno. Para nosotros, las cosas son como son y asf hay que tomar- las. En lugar de intentar desentrafiar las fuerzas que mueven el mundo, con asombro y contemplacién nos quedamos, aténi- tos, observando el espectdculo del mundo siendo mundo. Al borde del éxtasis. Como los indios de nuestro origen. Nos gozamos en el encuentro gozoso de la Naturaleza con nuestro ser profundo; la erupcién volcanica la llevamos dentro, el huracdén del Caribe, la tormenta andina, el agua- cero amaz6nico. Como tanto se ha dicho, mas que historia aqui somos geografia. No nos satisface en plenitud el tratado reflexivo que toma distancia para entender mas; preferimos estar adentro, dejarnos avasallar por lo que existe, antes que, frfamente, pretender describirlo. Nos arrastra el ser, antes que el entender. Es lo que pasa con Rulfo. El lugar al que nos lleva, Comala, parece estar en otro espacio tiempo; como en la América pri- migenta He Mende dniune donde no edetéh el esteula. Te medicién de las horas, los relojes, todavia. Es un suceder que avanza sin avanzar, y a nadie importa en Comala si es martes 0 miércoles; cual es la diferencia? El europeo, con el programar y el planificar, logra establecer un humano y efectivo orden del tiempo; pero, nosotros no estamos seguros de querer ese trans- curso. Mas bien, desconfiamos de él. Como el que recuerda los momentos epifanicos de la infancia y la adolescencia, y no quiere renuneiar a seguir viviendo esos estados que le dan sen- tido al estar y vivir en este planeta, en esta dimensidn. Nos ocurre preguntarnos: ¢Acaso se media el al) S a planos diferentes de la realidad. Porque, después de todo, en el imaginario de América Latina, todo esta amalgamado, atra- vesado, entrelazado Y nos gusta que permanezca asi, complejo y misterioso. No creemos, como el Humanismo europeo, que el ser humano sea el actor principal. Sospechamos que no esta claro el ser del ser humano, y tal vez nuestra condicién nunca seré evidente. Aunque tengamos que vivir al borde del abismo, con vista directa hacia lo misterioso, sin que nadie venga a explicarnos nada. Navegantes de un océano sin rumbo, enfilamos en linea recta y directa hacia lo incierto. En lo incierto nos encontra- mos cémodos. Porque incierto es todo cuanto nos importa: el dia en que moriremos, el momento en que nace y muere el amor, el segundo en que alguien presionard el botén rojo de los misiles portadores de nticleos nucleares. ¢Para qué pre- tender esquivar esa regla, de que todo cuanto importa, esen- cial, esté sumido en un nivel de la realidad donde no exis- ten las certezas? En esto, estamos mas cerca de Oriente que de Occidente. En nuestra genética esta inscrito el hecho de que este continente estuvo sin seres humanos por millones de aftos. Aquf fueron libres la fauna y la flora, y fluyeron sin con- trol. Y se nota. Sabemos, como el indio, que giramos en una espiral donde la Naturaleza nos precede, por millones de afios; y ella nos heredard en el futuro. Si no sabemos convivir, el planeta entero sera un parque nacional, de categoria mundial, recuperandose del paso violento de los seres humanos. Es la vida en el mundo la que observamos, la que debiéramos custodiar, para que sea siempre el espacio donde otros humanos miren el misterio a la cara, en otros futuros, siempre inciertos de su destino. Somos” los mortales, y estamos en desventaja: ante el cielo y la tierra, y ante los dioses, Mas fragiles, al meno: precaria para vivirla en plenitud. No intentemos la seguridad, tan ajena al devenir humano. Como el indio, divaguemos en los mares aéreos, en los océanos infinitos, dejéndonos ir. Al menos, por unos dias, habremos sido parte del cosmos. Como el indio en lo alto de la piramide, nuestro antepasado, viendo sumirse el sol en medio de nubes enrojecidas. El, en su cosmovisi6n, recuerda que alguna vez hablamos eon los animales y nos alimentamos de los frutos de los Arboles. Sin hacer correr sangres... En todos los continentes aparece esa evocaci6n, esa nostalgia, la del habitar la tierra con los bra- 205 abiertos y los ojos atentos a las nubes. No es ensuefio narcético y pasivo, ni la melancélica afio- yanza de una Arcadia que ya no existe; es la conciencia que exige estar en el mundo mientras atin se cuenta con un cuerpo que la contenga. La modernidad ha sido avasalladora, ha devo- pido los espacios, pero el ser de América Latina no se con- forma. Mientras pueda El nifio tiene sus sentidos abiertos a lo inexplicable, y su prma de estar en el mundo nos asombra, placentera. Vive él un tiempo sin tiempo ni medida, en un presente que no ora ni espera, entregado al aqui y al ahora. El indigena supo nder a vivir de esa manera, la que hemos olvidado. Claro, a més facil estando inmerso en la Naturaleza, cuando se ofa | hablar de las voces del bosque, el de las voces del rio, el la montafia, Es mas dificil en el resonar vocinglero ciudad entro, donde el agua esta capturada, el fuego prohibido, el contaminado, la tierra cubierta de cemento. Donde no hay Hacto con los elementos esenciales y todo es pasajero. Sie América, te estaban esperando... Dejandonos, hasta ahora, en el desconcierto. Esa pregunta no. es individual; no se trata de dénde vengo yo, sino de donde eazadores que huelen su presa a cientos de kilémetros, venimos nosotros, la comunidad. Es la pregunta de una tribu, apenas la brisa mas leve los favorece: ¢Alguien puede la nuestra, porque tribales hemos sido siempre. Mi historia no z interesa. Es el nosotros el que puede salvarnos de la intrascen- sar que a la desnuda helada Siberia jamas llegd ninguna ancia de esta tierra que hoy llamamos América? ¢Qué , intuyé o adiviné estas masas continentales, dencia. La Modernidad nos capturé y nos sedujo, pero luego nos decepciond. Queremos escoger otro camino, pero ya no podemos desandar lo andado. Ya no es factible, estamos aqui, en el veloz devenir del siglo xx!. ¢Cémo ingresar a otro espacio tiempo? ¢Es posible, acaso? Es posible. El espacio tiempo de la tribu africana que recoge los frutos del cacao, es muy otro del que comparten quienes comen la tableta de chocolate, al final, en la plaza de Bruselas. Aunque el afio calendario sea el mismo. lie percibi ricas de rios y peces, arboles de follaje espeso y metros de fértil y fragante musgo? Lo que nos deja entrever Rulfo es que tenemos la libertad osible. No hay para mi un pensador mas inspirador en América , actual, que el colombiano tolimense William Ospina, lo en 1954. En un poema —si, también es poeta y exce- , un cazador asidtico exhausto avanza apenas por una rie de hielo, sigue a la presa ya sin fuerzas, mientras atras nilia espera, famélica, que la victoria sea suya. El frio los © en su poder, ya son su presa, casi, y él es la tinica espe- esa mindiscula comunidad. sigue, tal vez con lagrimas, ya no sabe si de dolor o de potente. Ln paso y otro, atento a las huellas de la presa de ir a Comala, o no ir. Buscar nuestro origen, 0 no hacerlo. Darle la espalda al origen, o ir en su busqueda. Podemos vivir como queramos, y esta libertad es la que nos abre, justamente, la posibilidad de encontrar otra dimensién, una que sea mas ‘real’ —para nosotros— que la que nos dejé la Modernidad. Podemos buscar Comala, donde las cosas sucedfan como Rulfo las inventa: “Y los gorriones refan; picoteaban las hojas que el aire hacia caer, y refan; dejaban sus plumas entre las espinas de las ramas y perseguian a las mariposas y reian. Era esa €poca" Un paraiso. Pero, como sabemos —asf es el mundo— por las acciones humanas puede transformarse en un infierno, Somos libres. De reconstruir el Paraiso, a retazos, por recuer- dos, o de no hacerlo; y, en vez, lanzar misiles que naveguen el " bi hielos de Behring los que cruza aire y se dejen caer en los océanos, endo —fuego no e s de la sangre del animal. Sin : , ( imer humano en dar El poema no es igual, han pasado afios desde que lo conoci, pero he sofiado con él y fue tomando esta forma que, al menos, es hija de la escrita por Ospina. Como sucede tantas veces en esta América Latina, cuesta mucho encontrar los libros de un latinoamericano. Por ejemplo, son muy pocos los suyos en Chile, ni un tercio de los que ha publicado Bueno, volvamos a nuestro cazador de Siberia. De haber querido encontrar la tierra desconocida, descubrirla o conquis- tarla, no habria podido. Tenia que ser alguien que diera con ella sin pensarla, en un acto libre, para que ella se diera. Asi sucede siempre, parece, con las mas deseadas. Y fue el caso de América. La literatura europea contiene visiones de misticos que adi- vinaron tierras cercanas al Polo Sur, porque el orden universal tiende a la geometria y al equilibrio; a ser un cosmos que man- tiene al caos dentro de sf, con un grado de control. Lo visible con lo visible, lo de arriba con lo de abajo, se equiparan Quien quiera conocer el rostro del invisible, basta con que contemple sus obras visibles. En Egipto ya lo sabéan, los mismos que con otdo fino se deleitaban con la mtisica de las esferas, de esas galaxias que, indiferentes, ruedan por el vacio universal. Debiéramos reconocer que fue en Egipto donde América fue, por primera vez, vislumbrada. En la esquina norte y este de Africa. Por equilibrio, se sofiaba con tierras al sur y al oeste. También los chinos, que declaran haber dado con la Patagonia hacia 1420, con testigos que dibujaron gigantescos milodones australes y feroces avestruces esteparias. Mitos y leyendas rela- tan sus incursiones en lo desconocido, de naves que dejaron de explorar cuando el imperio se encerré detras de su Muralla os acabaron, las explor feroz alegrfa de los descubrimientos por el cobarde temor las supersticiones; que no se puede avanzar hacia el oeste que los abismos devoran a las naves, monstruos del mar apoderan de los sobrevivientes, el Mar de la Oscuridad no navegable, es agua prohibida como las que bajan hacia el lo Sur. Ahora parece falso, pero fue cierto. Los mayores enemigos Hernando de Magallanes para dar con el paso al Mar del Sur fueron derivados de la navegacién misma, sino del miedo. 4 por eso que debié recurrir a un astrdlogo Ruy Faleiro, y iando este le dio augures negativos a otro, Andrés de San tin, En los momentos cruciales de la toma de decisiones, fue de Magallanes la voz sonante, sino la de su astrélogo desplegaba en la mesa las cartas astrales para explicar por de acceder a los espacios del futuro. Sin embargo, junto a los que sembraban el terror en el ey el este, no desmayaban los optimistas anunciando que, ‘navegar hacia el oeste o el sur, estaban las tierras herederas paraiso. O, de seguro, el propio Paraiso perdido. Siempre ha sido asf el ser humano, esté el que vaticina los vores del Apocalipsis junto al que anticipa el eterno retorno splendor del Génesis. El uno junto al otro, también en libri. Ellos fueron inventando esta tierra vasta y no baldfa. Le fon un aura a lo que nadie habia visto pero todos deseaban, celestial o infernal habfa que conocerla, porque asi es la widad humana y no hay que renegar de ella porque sin ella amos sobrevivido, como especie. es el sino de América, Nacié en la soledad, habits el deseada", y es por eso también que nos gustaria, a sus hijos, no haber sido tan mentados, pensados y sofiados. Habriamos preferido la libertad del anonimato, al menos hasta que Ilegara la hora en que alguien —gel cazador siberiano?— diera con esta tierra. Todo eso nos pesa, los suefios del Viejo Mundo se atravie- san y mezclan con los propios. La Amazonia seria diferente sin las sombras de las guerreras montadas, las de un solo pecho para facilitar el uso del arco y la flecha; la California serfa otra sin ese nombre que fue extrafdo de una novela. Si se Ilamara Trapananda y Taracataca, estarfa- mos en otra. Pero, no hay vuelta atrés. Especialmente no des- pués de los griegos que lo dejaron todo por escrito ¢ insuflaron a los romanos y tras ellos a toda una Europa hambrienta, final- mente, necesitada incluso, de un Nuevo Mundo que borrara los errores del Viejo. Como si tal cosa pudiera suceder El europeo cafa en ciclos de desprecio por sf mismo, de vergiienza honda ante sus horrores y errores, como en la Edad Media. Morian los guerreros de unos y otros a los pies de los muros de Tierra Santa, moros y cristianos, regéndola entera de sangre humana, pero los salvaba —creian ellos—, a sus hijos € hijas huérfanos y maldicientes, el pensar que en alguna parte, en una tierra pura todavia, podria la especie iniciar una historia menos indigna, mas cercana a las intuiciones de los misticos. Alla se podrian alzar al cielo los muros de la nueva Jerusalén y, con ello, recuperar el derecho a subir al cielo, dejando atras este doloroso y cruel valle de ldgrimas. De pronto parecié que ni por viajar a Roma y luego a Jerusalén podia uno salvarse. Y fue entonces que los peregrinos, en los muelles atlanticos, comensaiial a acumular sus enseres. Comenzara a rondar los & nombre, Bosc, sonoro y agudo hecho para Vi fialado por un destino utépico, todavia virginal y ya obligado. transformarse en el reino de la esperanza. Pobre América, ingen e inocente, tan asaetada por deseos de perfeccién impo« bles, al menos en este mundo. La pagaremos caro, muy caro. Es mas, todavia lo estamos pagando. América se sofocaré bajo tanto nuevo nombre impuesto, lueva Inglaterra, Nueva Espafia, Nueva Granada, Nuevo Txtremo... Nuevo Mundo... gPor qué Nuevo Mundo? Tenia lanta historia en el planeta como el resto, solo que diferente, mas floral y menos humana, pero su origen era el mismo. No, 1 se le permitira recordarlo, se le impondré la otredad, la alte- idad, el ser diferente. Como dijéramos alguna vez, fue el pri- mer caso de bullying a escala continental, mundial. No podra vivir en libertad. Como a tantos hijos mayores, 4 cual fuera su linaje o estirpe, a América la abrumaron por la necesidad de creer que, en algtin lugar del mundo, la especie humana era menos cruel que la conocida Recién estamos desnudandonos de los suefios lejanos para ejar espacio a los propios. Recién aceptando que, después todo, no éramos mejores que los demas. Ni peores, por si siulen se lo pregunta. Dan ganas de escribir la historia nuestra, toda de nuevo: Habfa una vez un cazador, en las lejanas y heladas tundras de iheria, que, cierto dfa, persiguiendo a una presa"... Guerreros y guerreras del alba Los seres misticos de la Araucania también fueron seres de la palabra. Es con el habla que se comunican con lo invisible, es con ella que seducen a su comunidad, y es con ella que, plastica y estética, comenzaron a dar su nombre a las cosas de este mundo, haciendo de su geograffa un territorio humano. cribid Goethe: “Quien no pueda rendirse cuentas sobre tres il afios/que permanezca en la oscuridad/de la inexperiencia y iva de un dia para otro’. ePodemos salvarnos de la prisién del eterno presente? que anunciaban la capacidad de hablar con los cualquiera, Ese don, trascendente, EI mago y la maga, en su danza, en su canto, con su miisica y en su don de la palabra, daban origen al arte y la cultura; los que tuvieron, asf, un nacimiento mistico. La ciencia, incluso, comienza con ellos. En su observaci6n de cada ser, en su estudio de las fuerzas de la naturaleza, en su intento por conjurar sus poderes, dominar el aire y el fuego, la vida y la muerte, 0 al comunicarse con los animales, iniciaron el anilisis de qué es qué y cémo es. El pueblo los observaba, silencioso. Con temor atdnito. Y ofa sus palabras, las que eran su herramienta para atraer o alejar —conjuros mediante—, las fuerzas que tiene cada ser, animal o piedra, viento o estrella. Todo tiene una energia precisa. El arquetipo del mago es el chaman siberiano; incluso el tér- mino tiene ese origen. Entre los pueblos de esa regién —los altai, oroch y nganasan, surgieron los ritos que, en su origen, habrian sido cultivados por mujeres. Es curioso que de ahi provenga, igualmente —de los altai, 0 altaicos, el de la Araucania. Aqui y alld el tronco sagrado con sus escalones, y el mismo tamboril con sus semillas sonoras rebotando prisioneras en el interior. Y la danza larga hasta llegar al trance, al éxtasis, ese que permite el didlogo con las fuerzas superiores. Es la experien- cia que borra el transcurso del tiempo y anula el espacio; el mago esta ahi y esta en otra parte, viajero de un tiempo que no es el nuestro porque en ese no hay pasado ni futuro; todo es presente. Ni espacio ni distancia; todo sucede aca, y en este instante. Es el ser humano, con ellos, el que intenta asomarse al mis- terio: Saber qué somos, de dénde vinimos y qué sucede con los cuerpos cuyos ojos ya no capturan la luz, El machi, la machi, eran primero” Meses y afios conociendo ) de la vida que les perten que es todavia ajena; de ahf el regreso, con sus ojos encendidos en otro fuego. éQué habria hecho la comunidad, sin esos seres que se retiraban —como aqui en las oquedadades de la cordillera de Nahuelbuta para mejor entender el sentido del vivir? Guerreros del Alba, portadores de yerbas de poder, de pie- dras de poder, con signos de poder tatuados, con pulseras de semillas propicias, iban armados para sobrevivir en una guerra de espiritus. Seres solitarios, estrella solitaria Uno mira la cordillera al atardecer, y los recuerda. Miles de aiios atras, sus ojos detenidos en la misma luz que muere en las laderas andinas, cada dia, dejando entrar las sombras y 4u peligro; pero ahi estaba la Estrella de la tarde, ya elevada, protectora del viaje del mago. Es bueno que Bernardo O'Higgins hiciera poner el signo del Lucero en la bandera, la roja estrella de Arauco con sus acho puntas, porque conect6 asi a la Reptiblica con los seres el territorio. Y es un error que se haya eliminado, dejando jlo la que vino de Occidente, y antes de Egipto; la blanca de Neo puntas. Algdn dia podran convivir las dos. EI pueblo observaba aténito al mago, pueblo ensimismado: taba ese machi fuera de sf? cY, de ser asf, estaba dentro de qué? Cuando volvian de su viaje, pocos se atrevian, 0 ninguno, inirarlos a los ojos, Habjan visto a la muerte, y la trafan en su da. Y entonces, tal vez podian leerte; tu tiempo restante. Prevenir desgracias, curar enfermedades, acompajiar al

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