El JA Burgoa Antecedentes Historicos

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CAPiTULO PRIMERO

ANTECEDENTES HISTORICOS GENERALES


DEL JUICIO DE AMPARO E INSTITUCIONES SIMILARES EXTRANJERAS'

Sl'MARIO: l.-Los tiempos primitivos. Il.c.-Los Estados orientales. III.-Gr~it:l_.


IV.-Roma. V.-Edad Media. VI.-España. VII.-Inglaterra. VIII....,....-J"rancia.
IX.-Colonias inglesas en América. X.-Estados Unidos. XI.-Atgentina. XII.-Bra-
sil. XIII.-Nicaragua. XIV.-Advertencia final.

Al imponemos la tarea de tratar de descubrir en el decurso de la historia hum."


. na alguna institución o 'medio jurídico que ofrezca cierta analogía o semejanza con
nuestro juicio de amparo desde diversos aspectos, en nuestro afán de encontrar sus ante-
cedentes históricos generales.w necesaria y lógicamente debemos enfocar el problema
en el sentido de referirnos a la existencia de regímenes de derecho en los males se
hayan reconocido o creado las prerrogativas fundamentales del hombre, dentro de las
cuales descuella la libertad. En otras palabras, para saber si en los diversos sistemas
sociales y políticos, históricamente dados, podemos hallar alguna institución que pu-
diera constituir un índice preexistente de nuestro juicio de amparo) debemos primero
inquirir sobre la situación jurídica y social en que se encontraba el individuo en cuanto
a sus derechos fundamentales y principalmente por lo que concierne a su libertad, cuya
posición histórica) por ende, es la que nos interesa sobremanera. Evidentemente, la crea-
ción de cualquier medio de defensa o preservación, debe ser siempre a posteriori del
elemento tutelado. Así, la existencia jurídica de las garantías individuales, en cualquier
régimen o sistema histórico estatal de que se trate, forzosamente tiene que preceder al
establecimiento del conducto protector correspondiente.
Por tanto) la cuestión que acabamos de plantear, consistente en inquirir sobre las
instituciones jurídicas que en los principales regímenes estatales o sociales históricamen-
te dados) pudieren presentar alguna similitud o parentesco con nuestro juicio de am-
paro, no puede apartarse de la indagación acerca de la posición queel individuo como
gobernado haya guardado en dichos regímenes. Consiguientemente) pues, nos VemQs
obligados a eotrar al. estudio de la situación que durante el desarrollo histórico ha ocu-
pado el hombre como gobernado frente a los gobernantes o autoridades, desde el punto
de vista de los derechos que derivan de la naturaleza de la personalidad humana, ha-
ciendo referencia especial a la libertad, que es el primordial, como ya advertimos.

28 Por "antecedente histórico" no pretendemos significar "modelo" o "fuente de Inspira-


ción" en que se haya basado nuestro amparo, sino simple "pre-existencia cronológica" de algu-
na institución extranjera que tienda o haya tendido a su misma finalidad genérica, pudiendo o
no haber entre uno y otra alguna relación de causalidad.
38 EL JUICIO DE AMPARO

A pesar de que este tema lo abordamos en nuestro libro intitulado "Las GarantíaJ
Individuales"," y aunque incurramos en repeticiones que, por lo demás, son absoluta-
mente necesarias, reproduciremos las consideraciones que en él se exponen, para no
afectar Jawiidad del tema, ni divorciar, por ende, las dos ya menciooadas básicas cues-
tiones que lo constituyen.
La libertad jurídica, entendiendo por tal toda posibilidad de actuaci6n social del
hombre, reconocida por el orden jurídico estatal, propiamente es una conquista recien-
te, producto de constantes y cruentas luchas. El momento histórico en que surge la
libertad humana, como derecho fundamental del individuo, incorporada aun régimen
normativo a titulo de garantia contra los excesos del poder público, es muy difícil de pre·
cisar. Bien es verdad que la famosa "Declaraci6n de los Derechos del Hombre", <le la
que ya hablaremos, implica el comienzo de una era en la que el respeto a la libertad del
individuo y a sus derivaciones especificas es el objeto de consagración de la mayor parte
delos regímenes constitucionales; pero también es cierto que con mucha anterioridad en
Inglaterra, a través de una larga e incesante evolución social, fruto de circunstancias
y factores de arraigo en el pueblo inglés; se fue imponiendo a las autoridades, y en par·
ticular al rey, el reconocimiento de la libertad humana, acerca de lo cual tendremos
oportunidad de disertar. Por consiguiente, hecha abstracci6n del pueblo español e inglés,
el afianzamiento de la libertad del hombre, como principal derecho de éste, y su inte-
, graci6n como contenido de las disposiciones legales de un orden -jurídico determinado,
son fenómenos relativamente recientes. .

I. TIEMPOS PRIMITIVOS

Es inconcuso que en los tiempos primitivos no es posible hablar no sólo de la exis-


tencia de los derechos del hombre considerados éstos como un conjunto de prerroga-
tivas del gobernado de observancia jurídica obligatoria e imperativa para los gobernan-
,té'., sino ni siquiera de potestades o facultades de hecho de que pudiera gozar el indi-
eviduo dentro de la comunidad a que pertenecia y que constituyesen una esfera de 'acción
o actividad propia frente al poder público. En los regímenes matriarcales y patriar-
cales, en efecto, la autoridad de la madre y del padre, respectivamente, era omnímoda,
sin que encontrara un dique, ya no jurídico, sino fáctico a su desarrollo imperativo.
La madre, y posteriormente el padre, como jefes de la sociedad familiar cuyo conjunto
componía la tribu, disfrutaban de absoluto respeto por parte de sus subalternos, sobre
los cuales, en muchos casos, tenían derecho de vida o muerte. Además, como fenómeno
consubstancial a los regímenes sociales primitivos, se observa invariablemente la exís-
tencía de la esclavitud, la cual presupone, al menos en orden a la libertad e igualdad
humanas, una negación de los derechos del hombre o garantías individuales, como se
denominan éstos entre nosotros. La sanción de la rebeldía justa o injusta. contra los
mandatos supremos e inapelables de los patriarcas y jefes de tribu, consistía en el destie-
rro de la comunidad, sin que el afectado por este acto tuviere ningún derecho que hacer
valer frente a tal decisión.so •
.
Capitulo P r i m e r o . ,
119
.
,.' .
- so Las anteriores apreciaciones' Son corroboradas por el maestro Antonio Caso al afirmar que>"
"El patriarca rige la vida social, familiar y polftica Y. al desaparecer, lejos de que se mengüe su
ANTECEDENTES HISTÓRICOS GENERALES DEL JUICIO DE AMPARO 39

JI. Los ESTADOS ORIENTALES

En Jos regímenes sociales orientales, los derechos del hombre o garantías indivi-
duales no solamente no existieron romo fenómenos de hecho, producto de una especie
de tolerancia por parte del poder público, sin obligatoriedad rec0l!!!oscitiva o de respeto
para éste, sino que la libertad del hombre, del individuo eJmo gobernado, fue desco-
nocida o, al menos, menospreciada, a tal grado que reinaba en aquéllos el despotismo
más acabado. El individuo, el particular miembro de la comunidad o de la sociedad,
tenía como consigna en algunos Estados orientales obedecer y callar, máxime que los
mandamientos que recibía eran conceptuados como provenientes del representante de
Dios sobre la Tierra,~decir, del gobernante ungLd.o romo tal P.Qr la voluntad divina
de la cual derivaba_SIl.investidura._Eor...este_moJiyQ, las arbitrariedades autoritarias del
---peaer en los pueblos orieill'!Íes de Ia.antigüedad, eran acatadas_p_or...los.súbditos.confor-
- me a la conciencia ql!e éstos abrigab,,!!, en el sentido de ser aquéllas emanaciones O
desigllil5Scfe la voluntad de Dios expresada por el gobernante. Esta creencia acerca del
origen del poder y de la autoridad reales estaba generalizada de tal manera, que podemos
- afirmar que casi todos IOSEgímenes de gobierno ~dichos_pueblos_~r'!!1--!eocráticos,
como el egipcio, el hebreo, etc., máxime si se toma- en cuenta que el derecho y la
religión se confundían en un conjunto de prácticas sociales indiferenciadas .
."La forma general"del Estado en el mundo oriental, afirma Cettel, fue la de una autocra-
cía o monarquía despótica, teniendo 1>Or sanción de su autoridad la religión o la conquista.
Los monarcas fueron venesados romo dioses. tal es el caso de, Egipto, o considerados como
agentes de los dioses, según ocurría en Peraia y Asiria." 81

Bien es verdad que en algunos de dichos pueblos, cerno el hebreo, la actividad del
gobernante se hallaba restringida por normas religiosas o teológicas, en las que impli-
citarncnte se reconocían ciertos derechos a los súbditos, pues se suponia que dichas nor-
mas, como las de Jehová, eran producto de un pacto entre Dios y el pueblo, cuyas dis-
posiciones debían ser inviolables; mas también es cierto que, en primer lugar, esas
restricciones eran muy débiles y la apreciaci6n--de su extralimitación quedaba al arbitrio
del propio gobernante que era su intérprete y, en segundo término, no existia ninguna
sanción para sus posibles contravenciones.
Por ende, los regímenes gubernamentales, basados en tales principios o creencias,
evidentemente pugnaban con toda idea de libertad humana, y más aún, con su recono-
cimiento, por lo que no es posible aseverar que en los pueblos orientales de la antigüe-
dad existiera tal derecho y mucho menos un medio de preservarlo, pues como ya dijimos,
el individuo estaba relegado a un plano infimo, si no es que había incidido en la
esclavitud.
Sin embargo, como una notable excepción al régimen politico y social oriental, nos
encontramos con la circunstancia de que la India no estaba dotada de un gobierno teocrá-
tico. El Estado temporal era independiente de la religión y los sacerdotes no debian
tener injerencia en la vida política, sino consagrarse exclusivamente a su cometido re-
acción. preside la vida moral de su pueblo. O es jefe o es dios. Todo se le subordina. Inevitable-
mente, en el pasado, el presente y el porvenir de la comunidad:' Sotiologla, cuarta edición, Pág. 301.
81 Raymond G. GetteJ. Historia de /tU Idear Políticas, tomo l. pág. 63.
I
40 ~L JUICO DE AMPARO

ligioso. Descartado el principió teocrático del poder público, e! pensamiento hindú se re-
veló marcadamente democrático y liberal; los pensadores de la India no reputaban al
régimen estatal coino la realización de! ideal humano de convivencia ante el cual las
personalidades individuales se desvanecían; antes bien, afirmaban que en un principio e!
hombre vivía en un estado de naturaleza, tal como lo consideró Rousseau, y que, para
evitar las injusticias que en su desenfrenado libertinaje cometían los fuertes en detrimen-
to de los débiles, fue necesario constituir el Estado, no como una forma de perfeccio-
namiento humano, sino como una urgencia de protecci6n mutua. Para hacer prevalecer
el orden dentro de la sociedad, producto de dicha necesidad, debería existir una auto-
ridad o poder social, superior a las .voluntades individuales, encargado de .implantar e!
equilibrío entre las conductas desiguales de los hombres. Dicho poder debería ejercerse
por el monarca, a quien DO era lícito actuar arbitrariamente, esto es, sin sujeción a una
norma establecida, sino que estaba obligado a obrar de acuerdo con un sentido de justicia
y equidad, asesorado por las personas más cultas. Ya en lo tocante a los derechos del
'hombre o garantías individuales, el 'pensamiento hindú abrigaba la tendencia a respetar
la personalidad humana, principalmente por lo que ve al derecho específico de libertad
Las corrientes políticas doctrinales en China asumen caracteres análogos a los de
aquellas que se desarrollaron en la India. Los más destacados filósofos chinos, tales como
Confurio y Lao-Tse, predicaron la igualdad entre los hombres, sostuvieron la democracia
Como forma de gobierno y abogaron por e! derecho legítimo de! gobernado para re-
belarse 'contra los mandatos despóticos y arbitrarios del gobernante, circunstancia ésta
que ya barrunta una idea, aunque vaga, de los derechos de! hombre o garantías indivi-
duales, tal como jurídica y filosóficamente se conciben.

111. GRECA

En Grecia, e! individuo tampoco gozaba de sus derechos fundamentales Como per_


sona reconocidos por la polis y oponibles a las autoridades, es decir, no tenía derechos
públicos individuales. Su esfera jurídica estaba integrada casi exclusivamente por dere-
chos políticos y civiles, en cuanto que intervenía directamente en la constitución y fun-
cionamiento de los órganos del Estado y en cuanto que tenía una situación protegida
por e! derecho en las relaciones con sus semejantes, mas no gozaba de ninguna prem>-
gativa frente al poder público.
Más aún, en Esparta había una verdadera desigualdad social, estando dividida la po-
blación en tres capas, que eran: los ilotas o siervos, que se dedicaban a los trabajos
agrícolas; los perieros o clase media, quienes desempeñaban la industria y e! comercio;
Y. por último, los espartanos propiamente dichos que constituían la clase aristocrática y
privilegiada. Ante esta jerarquía social, es inútil hablar de la existencia de derechos del'
hombre o garantías individuales como conjunto de potestades jurídicas oponibles coerci-
tivamente al poder público, puesto que era evidente la falta de situación igualitaria, que
presupone todo derecho público individual. Siendo el Estado en Esparta una estructura
superhumana a la cual todo miembro de la comunidad debía una natural sumisión, el
gobernado COmo tal no tenía ningún derecho frente al poder público, frente a las autori-
dades. Su esfera jurídica se integraba exclusivamente por derechos políticos y civiles,
COmo ya dijimos. esto es, por potestades que lo hacían participar activa o pasivamente en
ANTECEDENTES HISiÓRlCOS76~ERALES DEL JUICIO DE AMPARO 41

los destinos sociales corno elector o funcionario, y por factores jurídicos en las relaciones
de coordinación con sus semejantes.
En Atenas la situación social era diferente de la que prevalecía en Esparta. No
existía esa diferenciación jerárquica entre tres clases sociales diversamente colocadas
ante el derecho y en la realidad; había, es verdad, cierta desigualdad entre los hombres,
aunque no tan marcada como en el régimen espartano. El ateniense gozaba de una li-
bertad fáctica frente al poder público; podía libremente actuar ante éste y aun impugnar
o criticar su proceder en las asambleas cuando fuere contrario a su criterio; mas esa
libertad sólo tenía una existencia de hecho, sin que significara, por tanto, una obliga.
ción para la autoridad estatal su respeto; en una palabra, la libertad del ateniense, ma-
nifestada en diversos actos concretos, no implicaba un derecho público individual, esto
es, una exigencia jurídica frente al Estado con obligación ineludible de parte de sus
autoridades en el sentido de acatarla.

Sin embargo, en Atenas podemos encontrar la existencia de una especie de garantía de


legalidad, implicada en la circunstancia de que todo acto público y toda ley deberían estar
de acuerdo con la costumbre jurídica, de tal suerte que una de 'las atribuciones de las asam-
bleas de ciudadanos estribaba en hacer el pamngón entre la ley o el acto y la práctica consuetu-
dinaria, con el fin de apreciar si se infringía O no ésta. Fuera de ese controlo equilibrio ejercido
por la asamblea ateniense, que era el órgano supremo del Estado, no encontramos ninguna
prerrogativa en favor del gobernado frente al gobernante, lo cual no es sino la consecuencia
de la concepci6n política dominante, en el sentido de que sólo a través de la organización es-
tatal el individuo encontraba su verdadera perfección, por 10 que la actividad del Estado no
.tenía limites.
No obstante esta aseveración, no debe creerse que en la polis ateniense los actos de sus
autoridades ejecutivas, cuales eran los arcontes, según las leyes de Salón, no hayan estado suje-
tos a una especie de control. En efecto, aparte de la asamblea de ciudadanos, cuyas principales \
funciones hemos brevemente reseñado, el Senado, compuesto por cuatrocientos miembros, quie-
nes tenían que someterse a un severo examen de parte de los heliaslaJ, era el órgano de con-
sulta de los arcontes y en él se discutían primeramente los proyectos de ley que eran puestos
con posterioridad a la consideración de dicha asamblea. Además, existía en Atenas el célebre
TriblmaJ del Areópago, que velaba por la pureza de las costumbres, revisaba y podía anular
las decisiones de las autoridades de la polis y era el órgano judicial supremo que juzgaba de-
finitivamente sobre los negocios importantes que se sometían a su conocimiento.
Bajo el gobierno de Pericles se crearon los "nomoretes" o "guardianes de las leyes", cuya
misión consistía en impugnar ante la asamblea las normas legales inadecuadas o impertinentes.
Merced a la gestión impugnativa de los "nomotetes", las asambleas de ciudadanos revisaban
sus propias leyes con el objeto de constatar lo que suele llamarse su "causa final", es decir, su .
idoneidad desde el punto de vista social, económico o político en aras de los intereses de Atenas.
Sin embargo, fuera de ese control o equilibrio ejercido por la asamblea ateniense, que era
el órgano supremo del Estado, no existía dentro del régimen jurídico de la luminosa polis griega
ninguna institución que hubiese establecido derechos en favor del gobernado frente al gober-
nante ni, por ende, que le brindase una protección frente al poder público, circunstancias que
no fueron sino la consecuencia de la concepción política dominante de la época; "en el sentido
de que- sólo a través de Ia organización estatal el individuo encontraba su verdadera perfección.
de su razón con preferencia a las leyes positivas estatales injustas e irracionales, pretendiendo
detalles más nimios de la vida privada.
Los safislas reaccionaron contra esta situación. Afirmando, que "el hombre es la me-
dida de todas las cosas" y que, por ende, ninguna verdad o supuesta verdad tiene validez uni-
versal, puesto que su sentido depende de cada sujeto, llegaron a presuponer. a la anarquía. como
la situación natural del individuo . Por tal motivo, no se ocuparon de la cuestión relativa a los
derechos del hombre o garantías individuales corno prerrogativas jurídicas de éste frente a la
autoridad estatal, ya que para ellos ésta no deberla existir, aun cuando, ante la realidad que
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42 EL jUlOO--DE AMPARO

vrvran, explicaban al Estado como el fruto de un pacto social, sin que esta explicación signífi-
cara la justificación de su existencia, de lo que concluía LiGo!,¿nl en .puntual congruencia
lógica con esta concepción, que: "La ley no es más que una garantía de los derechos individua-
les, sin poder alguno sobre la moralidad y la justicia personales de los ciudadanos." 82
Para apoyar su tesis anarquista. los sofistas, a través de las ideas de Hippias y A/ddamasJ
sostenían la existencia de 105 derechos del hombre, pero no a titulo de prerrogativas que el
gobernado dentro del Estado o Polis debiera tener frente a la autoridad, como ya se dijo, sino
reputándolos como elementos inseparables de la persona humana en un estado de naturaleza,
en que nadie está supeditado a nadie y en que todos son libres e iguales, situación que sig-
nificaba para los discípulos de Heráclito el ideal de la humanidad que se alcanzaría al suprimir
la organización estatal. BB
S6traJes impugnó las ideas sofistas, aun cuando su pensamiento coincidía en muchos as-
peetos con el contenido de éstas. Estimaba que el hombre habia nacido en un plano de igualdad
con sus semejantes; proclamó el principio de la racionalidad en todos los actos de la vida
individual y pública, llegando hasta sostener que el gobernado debía obedecer los imperativos
de su razón con preferencia a las leyes positivas estatales Injustas e irracionales, pretendiendo
que toda la actuación humana, social o particular, se sujetase a un.a norma ética de validez
universal. Para Sócrates, la razón era el factor omni-determínante de la vida" por 10 que es
dable presumir, de acuerdo con su pensamiento, que el gobernado debería tener todas aquellas
prerrogativas que estuvieren fundadas racionalmente frente a las arbitraridades y despotismos
de la autoridad del Estado. Sostenía, además, que la organización estatal no es un -fin en sI
misma, sino un medio para que los ciudadanos logren el objetivo supremo de su vida que
es la consecución de su felicidad a través de la virtud. Por consiguiente. para Sócrates el
Estado debe subordinarse a 'los individuos que. lo componen, sin que su poder sea absoluto,
toda vez que 'debe estar limitado por el derecho del ser humano. inherente a su naturaleza e
imprescriptible.
Si bien es verdad que P1aI6n siguió en términos generales los lineamientos de la doctrina
de su maestro Sécretes, en muchos puntos las ideas de ambos discrepan profundamente, en
especial por lo que concierne a la situación del individuo como gobernado frente a las autori-
'dades. En efecto. Platón justificaba la desigualdad social. propugnando la sumisión de los me-
diocres respecto de los mejores. a quienes debía encomendarse la dirección del Estado. En estas
condiciones. se puede fácilmente concluir que en la doctrina platónica estaban proscritas las
ideas de derechos del individuo frente al poder público. puesto que éste se suponía desempe-
ñado por personas capacitadas intelectual y culruralmente, a las cuales el gobernado debía su-
misión. Platón llegaba hasta el extremo, en su concepción ideal del Estado. de considerar a
éste como la realidad non plus ultra que debia absorber toda la actividad individual. Fue por
esto por 10 que la teoría platónica en materia política proponia la abolición de la propiedad
privada y de los lazos familiares para asegurar la unidad orgánica del Estado. Dividía la so-
ciedad en tres clases constituidas respectivamente por lo que denominaba la "raza de oro",
integrada por los gobernantes o "guardianes" del Estado, por la "raza de pltlJa"J compuesta
por los guerreros o "defensores" de la polis, y por la "raza de bronce", formada por los arte-
sanos y labradores.
No concibió Platón la idea de ningún medio heterónomo para controlar la actividad de los
gobernantes. sino que consideraba. que la sabiduría de éstos y sus virtudes cívicas y morales
eran un freno que les impedía ejercer despótica y tirénicamente sus funciones, Estimaba que el
filósofo u hombre sabio no podía gobernar contrariamente a los intereses públicos ni obrar
COD injusticia, ya que su sapiencia, al intuir el valor supremo de "Bien", le impedía desplegar
cualquier conducta contraria a este valor, que subsumía todos los demás. incluyendo el de
justicia. lH
A,isldleles, discípulo del anterior, no obstante que en lineamientos generales adopta la
teoría política de su maestro. se muestra liberal. por así decirlo. en cuanto a la cuestión de
la situación del individuo frente al poder público. Según el estagirita. para que el hombre

aa Citado por Aristóteles en "/..4 Politied'. Lib. IlJ, Cap. V, párrafo II.
B8 Enrique Rommen, Derecho Nmural, ed. 19'0, pág. 18.
S4 aro Antonio Gómez Robledo.-Mea'ital"idn so~re., la !ulli(ia.-Págs. 3' y 36.
ANTECEDENTES HISTÓRICOS GENERALES DEL JUICIO DE AMPARO 43

pueda alcanzar un grado de perfección. que no se lograba fuera de la convivencia social, era
menester gozar de cierto radio de libertad, el cual implicaba, correlativamente. ciertas limita-
ciones al poder estatal. Sin embargo, a esa esfera de libertad individual, Aristóteles no la ro-
Iocaba en el rango de derecho público del gobernado, oponible obligatoriamente al Estado;
según la tesis aristotélica sobre el particular, las autoridades deberían .asumir un papel de
tolerancia o consenso frente a una determinada actividad libre del ciudadano, pero nunca se
deberían ver obligadas a respetarla como si se tratara de un verdadero derecho. Por lo que atañe
a la igualdad, Aristóteles la proscribía al justificar la esclavitud y la existencia de clases sociales
completamente diversas, en vista de 10 cual es inconcuso que en la doctrina política del ilustre
estagirita no podemos vislumbrar ninguna concepción respecto a los derechos públicos Indivi-
duales ni, consiguientemente, por lo que concierne a ningún medio jurídico de protección a
los mismos.
No obstante. ello no implica que para Aristóteles DO existiera una ley natural anterior a
las leyes positivas de la polls, ya que para él éstas deberían corresponder a la "justicia ma-
terial" que debería integrar su contenido. De ahí que, cuando no existiese esa correspondencia,
incumbía al juzgador, mediante la equidad, resolver en justicia cualquier caso concreto que se
presentase. Sin embargo, las ideas de Aristóteles sobre la supervalencia de una ley natural sobre
las leyes positivas, deben sólo considerarse como un pensamiento tímido que cede a la con-
cepción vigorosa de la polis, considerada por el estagirita. siguiendo a su maestro Platón. como
el estado en que el individuo encuentra su perfección, de lo que concluye Rommen que. contra
la polis, según las ideas aristotélicas, "no podía prevalecer, propiamente hablando, ningún
derecho natural subjetivo del ciudadano".8lI Para el insigne estagirita, el Estado existe por
naturaleza y es anterior al individuo, y siendo el hambre un "zoon po/iti!um1J , no puede vivir
fuera de la entidad estatal. "El hombre que pudiera vivir aislado, incapaz de poder participar
de los beneficios de la asociación política o que no tiene necesidad de participar en ella porque
se basta a sí mismo. no forma parte del Estado: es un bruto o es un dios", agregando "No
debemos considerar al ciudadano como perteneciéndose a 51 mismo; debemos considerar más
bien a todo ciudadano como perteneciéndose al Estado. Cada ciudadano es parte del Estado:' 86
Es bien conocida, por otra parte, la clasificación aristotélica de la justicia, mediante la
cual ésta puede ser dislribuliva, ~onmJllaJiva y políli~a. La juslicia dislribuliva se realiza al apli-
carse "en la repartición del honor, de la riqueza y de otros bienes divisibles entre los miembros
de la comunidad política".37 expresándose en el conocido principio igualitario que establece un
tratamiento igual para los iguales y ¿,sigua1 para los desiguales. La illstieia ~onmulaJiva es. por
así decirlo, la que se realiza en cada caso concreto, pudiendo estimarse como una "justicia
proporcional" entre el derecho y las obligaciones de cada quien frente a la ley y a las con-
venciones particulares. Por último, Aristóteles denomina "iusti~ia po/i¡¡(eI' a la que se aplica
en la vida de la po/is y se manifiesta precisamente en la observancia del principio mismo de
igualdad ya enunciado. La "justicia política", por ende. s610 puede registrarse entre sujetos
colocados en el mismo nivelo rango social, de tal manera que las leyes de la polis la cumplan
en el tratamiento igual para los iguales y desigual para los desiguales. De ahí que política.
mente no pueda hablarse de "justicia" entre sujetos pertenecientes a diferentes clases en que,
según el estagirita, se divide la sociedad, ya que la justicia siempre reconoce como base la
igualdad.
Debemos recordar que para el ilustre discípulo de Platón la' libertad e igualdad. como
ingredientes de la justicia, deben acogerse por la ley positiva, que a su vez debe ser la expre-
sión de la razón que impida al gobernante actuar conforme a su arbitrio o despotismo. ~~':,
Pese a tan humanitarias ideas, sin embargo, Aristóteles no concibe ningún medio para

f
controlar los actos de los gobernantes distinto de la- razón, sustentada en la sabiduría, punto
éste en que sigue el pensamiento de su mae:~ (

a'
"
at
Rommen, op, cit., pág. 27.

Eli,a Nieomaquea, 1130 b 30.,,2)


t1)'1j~
"Polilicd'. Lib. l. Cap. 11. Núms. 13 ~4; ~. VIII, Cap. 1, Núm. 3.
ez. Robledo.-Op. cit. Pág. ~O.
IV. ROMA

En Roma, la situación del individuo y, por ende, de Su lii:>er\ad corno derecho exi-
gible y oponible al poder público, era parecida a la 'lu~ privaba en Grecia. Bien es
verdad que el ciois rom41JIIJ tenía. como elemento de su personalidad jurídica ~1
JlaluJ libertatis, pero esta libertad se refería a sus relaciones civiles y políticas, ya que,
repetimos, no se concebía corno un derecho intocable y reconocible por el orden jurí-
dico. El JlalUJ libertais, más bien se reputaba corno una cualidad "en oposición a la
condición del servas, o sea, como una facultad de actuar y comportarse por propia volun-
tad y determinación. Además, puede afirmarse que la libertad en el régimen romano
estaba reservada a cierta categoría de personas, como el paler-familiaJ, quien gozaba de
amplio poder sobre los miembros de su familia y sobre los esclavos.
En las relaciones de derecho privado, el ciudadano romano estaba plenamente ga.
rantizado como individuo, al grado que el Derecho Civil en Roma alcanzó tal perfec-
ción, que aun hoy en día constituye la base jurídica de gran parte de las legislaciones,
principalmente en los pueblos de extracción latina. Análogamente a lo que sucedía en
Grecia, el romano, el hamo liber, disfrutaba también del derecho de votar y ser votado,
de la facultad de intervenir en la. vida pública, integrando los órganos de autoridad y
teniendo injerencia en su funcionamiento. Por esto, en el Derecho Romano tanto la
libertad civil como la libertad política alcanzaron gran incremento, mas en el campo
de las relaciones entre el poder público y el ciudadano romano, no como depositado de
una cierta actividad política, sino como mero particular, como simple individuo, la liber-
tad humana como derecho público era desconocida.
En síntesis, la libertad del hombre como tal, conceptuada como un derecho público
individual inherente a la personalidad humana, oponible al Estado en sus diversas ma-
nifestaciones y derivaciones no existía en Roma, pues se disfrutaba como un hecho,
sin consagración jurídica alguna, respetable y respetada sólo en las relaciones de derecho
privado y como facultad de índole política.
La única garantía del pueblo frente a las arbitrariedades posibles de la autoridad,
radicaba en la acusación del funcionado cuando expiraba el término de su =go, lo
cual de ninguna manera implicaba un derecho público individual, pues éste es un obs-
táculo jurídico, cuyo titular es el individuo,· frente al poder público, el cual siempre
tiene que respetarlo, mientras que la mencionada acusación era el acto inicial de una es-
pecie de juicio de responsabilidad incoado en contra de la persona [isica que encarnaba
a la autoridad y nunca un dique a la actividad de ésta, la cual, en dicha hipótesis, se pre-
swnla ya desplegada. Además, el juicio de responsabilidad tiene como-finalidad esen-
cial sancionar al funcionario público y nunca implica una verdadera protección del go-
bernado frente al gobernante, como es la garantía individual.

En Cicerón, y COn él en SétJeca, Marco Aure/io y Bpicteto, encontramos la adopción de la


tesis estoica sobre la existencia de una ley universal aplicable por igual a todos los hombres,
a quienes el pensador romano conceptuaba colocados en un plano de igualdad. Afirmaba el
autor de "Las Leyes" que existen normas naturales que rigen la vida del hombre y de la socie-
dad, basadas en los principios del Derecho y de la Justicia y que, por el hecho de estar in-
vestidas con un carácter supremo. debían prevalecer sobre las leyes positivas que se les contra-
pusiesen. De esta manero, Cicerón reconoció, aunque tácitamente, la existencia de derechos
ANUéEO)¡NTEs lliS'tÓliléOS GENEilALES DEL JÚICIO DE AMPARO

propios de la persoña hüitiahít superiores ai crdénámiento estatal, el cual cárecjá d.e vaiid.ez en
cuánto vulnerare las noiIDas relatívás a. la. náturalesa del hombre:
Para el célebre órador romanó, el Derecho están fundado en la fiatüCiiieza ~el hombre y no
sóio se le eñC\1entlil en la ¡cripta, Jéx, sino ei'l Ja #iflti lex. De ahí que todo oCdetiamIentD jurí-
diro positivo que vi.liñehita esá "iey natural", 'afectando los "derechos;' que~ñfortneá ella
tieñe toda persona, serta a tódas luces injusto, de lo que concluye Clteroñ: "Si todo ~oque
ha _eldo instituido ~ virtud de una decisión de los pu~los. de decreto de los príncipes
úñ

y de una sentencia de los jueces, fuese el derecho, en tal caso el robó, el divorcio, los testa-
mentos falsos. con tal de que estén firmados serján derecho, desde el .rnoroéhtó eñ qué hablá
sid.o admitido por el tonsdltimientó y la decisión de la multitucÍ..;' 38 Agrega el Ilustre atador
y JUt1scijñSuito que "Ccmc uo hay nada que sea mejor que la razón, y COmo ésta existe cñ ti
hombre y eh la divinidad, hay entre ambos una primera sccleded fundada en la taz6n {prima
hominJ (11m deo ¡tiJionls societasl, Peco entre qulenes es común la fatultad rle la rezón, lo es
también la recta tazón, y corno ésta es ti ley; hemos de consideramos los hombres esccladcs
con los dioses por Ia ley (quae tlim Slt íex, Jege ,qiJoi¡ile consociatio bominés (11m di¡ pi#aiuii
lÑmiis)-. Mas,entre quienes hay comunidad de ley, hay también comunidad de derecho; t
aquéllos; eñ Iin, entre quienes estas cosas -e-ley y derecho- son ccmuñes, han de considerarse
cómO de la misma ciudad (civiJáíis eiusdem haherrdi slintr. 89
Miliath miliandis, Cicerón proclama una especie de ii¡uInaJuraJismoH al estimar que, sobre
el derecho positivo se encuentra el derecho apoyado en el análisis ñloséñco del hombre. "No es
del edicto del pretor, como lo piensa hoy la mayoría, ni de la Ley _de las XII Tablas; cerno
creían los antiguos, sino del ccrázón mismo de la filosofía de donde hay que extraer el conocí-
miento del derecho.. ,.f.O afirmaba.

Como es bien sabido, la historia romana comprende tres etapas; que son: la maná,..
'{uica o real, la republicana y la de los empertNloreJ. La organización política de Roma
en cada una de dichas etapas o petíodos era diversa y disimiles también las relaciones
entre los diferentes poderes en que se. desarroliaba l~ función O actividad del Estado.

En 1~ época monárquica (J real, el pueblo (populus), dividido en dos clases, los patricios
y los plebeyos, tenía cierta injerencia en la vida estatal , pues elegía a sus reyes, daba, su con"
sentimiento o externaba su disentimiento a las declaraciones de guerra o paz y decidía, en
algunos casos, sobre si las leyes deberían 'ponerse en vigor o dercgarse. Asü vez, el Senado
romano; que era el órgano aristocrático por excelencia" integrado por cien patricios; tenía en-
comendada la consulta sobre asuntos importantes de la administración pública) así como la facul-
tad de aprobar o desaprobar los proyectos de ley sobre la paz y la guerra, antes. de que éstos
se sometiesen a la consideración del pueblo. Las decisiones de los comicios (asambleas popula-
tes) deberían estar respaldadas por la aprobación del Senado, en cuyo caso, para que aquéllas
tuviesen fuerza ejecutiva y observancia. obligatoria, dicho euerpo colegiado expedía los respec-
tivos decretos, Ilamados senatus consultas. '
Como se ve, en la mencionada época la función legislativa era compartida por 'el rey, a
quien Incumbía la iniciativa de leyes, el senado y el pueblo; según los términos brevemente
apuntados. Al monarca correspondían los poderes ejecutivo y judicial, estando aquél controlado
en cierta forma por el senado en negocios administrativos de especial importancia. La función
judicial podía ser desempeñada por el rey en lo personal O por patricios que éste designaba,
pudiendo el pueblo intervenir en ella tratándose de casos penales. .,
Por tanto, en la primera etapa de la historia de Roma, existía un verdadera equilibrio entre
los principales órganos de' autoridad del Estado y por lo que concierne a las tres actividades
o poderes estatales. Tal equilibrio seconsolid6 durante la segunda época, o sea, la de la re-
públi(a. La función legislativa era ejercida por el pueblo, integrado por patricios, el senado
y los plebeyos. quienes ya no estaban excluidos del goce de derechos políticos. Las leyes eran

38 Citado por Rommen. Op, cir., pág. 30.


39 De Legibes, J, 23.
<lO Idem, 1, 17,
46 EL JUICIO DE AMPARO

votadas por el pueblo y su iniciativa incumbía al senado; pero si afectaban o podían afectar a
la plebe, se sometían a la consideración de los llamados plebiscitos, esto es, a las asambleas
o conciliábulos plebeyos. El poder ejecutivo correspondía al senado, el cual designaba a di-
versos magistrados para que en su nombre lo desempeñasen, destacándose entre dichos funcio-
narios los dos eón/u/el, que en realidad sustituyeron a los antiguos reyes; y por lo que atañe
a la función judicial, ésta se ejercía por el pueblo, los plebeyos y el pretor, en sus respectivos
casos, cuyo tratamiento excederla del tema que abordamos..

Lo más interesante que presenta la república romana en lo que se refiere al equili-


brio entre los poderes del Estado, es la creación de los tribunos de la plebe, quienes, a
pesar de no haber tenido facultades de gobierno administrativo ni de jurisdicción (im-
perium, [urisdictio ], fueron funcionarios de significaci6n muy importante. Su actividad
consistía, primordialmente, en oponerse, mediante el veto, a los actos de los cónsules
y demás magistrados, e incluso a los del Senado, cuando estimaban que eran lesivos o
contrarios a los intereses y derechos de la plebe. La intercessio, como se llamaba el medio
por virtud del cual los tribunos desplegaban sus facultades vetatorias, no tenía como
finalidad anular o invalidar el acto o la decisión atacada, sino simplemente impedir o
paralizar sus efectos o su ejecución. El poder de los tribunos radicaba en los plebiscitos,
a los que podían convocar, 'para, enjuiciar las leyes y demás actos de autoridad, inclu-
yendo las resoluciones judiciales, que perjudicaran o pudieren perjudicar los derechos
e intereses de la clase plebeya.
¿Puede considerarse a la iruercessio como un medio que haya presentada alguna
semejanza con nuestro juicio de amparo? Este, según lo veremos más adelante, tiene
como finalidad esencial la invalidación del acto de autoridad impugnado, en el caso
de que sea contrario a la Constitución, y, principalmente, por violar alguna garantía
del gobernado. La intercessio, como se ha dicho, carecía de eficacia anulatoria del
acto o de la decisión atacados, reduciéndose simplemente a evitar su ejecución o la
producción de sus efectos, sin proteger, por otra parte, un orden normativo superior,
es decir, un conjunto de normas jurídicas dotadas de supremacía, ya que el Derecho
Romano desconocía la jerarquía o gradación de leyes. Propiamente hablando, la in-
tercessio se significó comó un recurso de motivación y finalidad políticas, pues no ha-
biendo tenido efectividad invalidatoria de los actos o de6siones impugnadas, su interpo-
sición traía COmo consecuencia que los tribunos de la plebe presionaran a las autoridades,
de las que tales actos o decisiones hubieran emanado, para obtener de parte de ellas la
revocación consiguiente, valiéndose, sobre todo, de los plebiscitos, merced a los que
dichos funcionarios lograron conquistar manifiesta hegemonía en la vida pública de
Roma durante la época republicana. '
Por tanto, la fisonomía de la intercessio, que. someramente hemos apuntado, revela
peculiaridades que en esencia no coinciden COn las características que distinguen a los
medios jurídicos de que el gobernado puede disponer para defenderse contra los actos
del poder público. En estas condiciones, no es dable sostener que haya constituido una
institución familiar a nuestro juicio de amparo, sino un medio de honda implicación
política para tutelar, no al individuo en particular, sino a una clase social, la plebe, contra
la actuación de las autoridades del Estado romano, encarnadas principalmente en pa-
tricios, que revelase tendencias hostiles a-sus intereses y a la situación que en la vida
pública de Roma llegó a conquistar no sin innúmeras vicisitudes.
ANTECEDENTES HISTÓRICOS GENERALES DEL JUICIO DE AMPARO 47

Pese a esta opinión, hay autores. distinguidos romanistas. como MaJTIl y Mommsen, que
consideran a la intercessio como un medio protector del ciudadano frente al poder público.
El primero de dichos autores sostiene que: "Es verdad que en el origen la intercesión no era
apenas entre sus manos (de los tribunos) sino un alma defensiva a ~e(IO de proteger a 10J
pdrticu/areJ lI1climaJ de medidaJ arbitrarias, pero ellos (los tribunos) no tardarán en usarla
con la más grande latitud. oponiendo su veto a todo acto de un magistrado cualquiera, as¡
como también los del Senado, que les parecía contrarios a los intereses del pueblo, sin retro-
ceder ante la potencia de los cónsules, de los censores, del dictador. empleando por Igual contra
estos altos magistrados los medios de coerción más' violentos. la intercesión tribunicia, eonside-
rada como la salvaguarda de la liberlad romana, constituía. por 10 demás, tanto un deber como
un derecho, a tal punto que no era permitido a un tribuno pasar la noche fuera de Roma"·;4t
A su vez, Mommsen afirma que: "Sobre todo en la intercesión tribunicia. se ve bien marcada
la tendencia de prevenir por este medio los abusos de poder de los funcionarios públicos,
supuesto que al ciudadano oprimido o perjudicado por un mandato de los magistrados se le
concedía el derecho a reclamar (appelatio) auxilio (auxilium)." 42
En la época de los empnadores. el equilibrio entre los poderes del Estado romano desapa-
recló, para dar nacimiento a una verdadera autocracia. El emperador (caesar) 10 era todo y su
voluntad no tenía límites ni contrapesos, pues aunque el senado subsistió, fue relegado por
la hegcmonfa imperial a una posición de repugnante servilismo. Las leyes emanaban del césar
y no reflejaban sino las decisiones caprichosas del príncipe (qlJod pril1tipii placuif, legis habet
vigor",). La función judicial se concentró en las manos exclusivas del emperador, quien, en su
carácter de supremo magistrado, resolvía por sí mismo los casos de justicia o por conducto de
funcionarios (pretores) que él designaba y deponía a su arbitrio.

Se ha pretendido descubrir, en una institución jurídica romana pretoriana, un ante-


cedente de nuestro juicio de amparo y, en general, de cualquier medio de preservación
de los derechos del hombre frente al poder del Estado. Nos referimos al famoso inter-
dicto de homine libero exbibendo, del cual hablaremos a continuación brevemente, con el
fin de constatar si efectivamente puede estimarse como un antecedente de nuestra insti-
tución de control, haciendo respecto de él algunas consideraciones generales y anticipando
algunas ideas acerca del juicio de amparo para tal efecto.

La. institución "de homine libero exhibendo" era un interdicto establecido por un edicto
del pretor, esto es, por una resolución que contenía las bases conforme a las cuales dicho fun-
cionario dictaba sus decisiones en los casos concretos que se sometían a su conocimiento, Ile-
nando así las lagunas u omisiones de la legislación, resoluciones que constituían una fuente
sui géneris del derecho. junto con la ley, la costumbre, etc. Los edictos de los pretores podían
ser perpetuos o temporales, es decir, o integraban normas generales que se aplicaban indistin-
tamente a los diversos casos que se fueren presentando, o solamente formaban reglas cuya
aplicabilidad tenía lugar respecto del negocio concreto que ocurría. la Lex Cornella atribuyó
a los edictos perpetuos cierta obligatoriedad en su observancia, aun por 10 que concernía a
los mismos funcionarios que los habían dictado, cuando menos por el término de un año,
al finalizar el cual el nuevo pretor podía modificarlos, debiendo conservar, sin embargo. una
gran parte dispositiva de los anteriores y los principios que en éstos se consagraban. De esta ma-
nera muchos edictos no fueron ya simples ordenanzas del funcionario público romano revestidas
de un carácter meramente transitorio, aplicable sólo a un caso particular (prout res incidil)
o a varios indistintamente que fueran surgiendo durante el término de un año (perpetuos),
sino verdaderos conjuntos dispositivos que con el tiempo fueron adquiriendo fuerza de derecho
consuetudinario, merced a la presencia constante de determinados principios que se transmi-

41 01. Mayns. CONrs de Droit Romain. Tomo 1. Págs. 123 y 124.


.(2 Tecdoro Mommsen. Compendio del Derecho Público Romano, pág. 173. Citado por Ro-
daifa Batiza B. en su artículo "Un Preterido Antecedente Remolo del Amparo", publicado en el
número 4 de la Revista Mexicana de Derecho Público.
48 El JUICIO DE AMPARO

Han. obhgátoriamente .ii,e un edicto ji los sucesivos (edicla JraildiiJia).4iJ Desde luego, el
edicto en virtud del cual se estableció el interdicto "de homine libero exblbeado" era de carác-
ter perpetúo, de acuerdo C6.::i el comentario que sobre el particular hace U/piano, 'quien asienta:
"boc ínte,dícJum perpetuUin ejrJ.~ y 4.:1
·La acción que se derivaba del interdicto mencionado, que culminaba Con una. resolución
interina particiifar que uo pretendía decidir definitivamente la cuestión debatida, ya que, según
afirma Val!a.tta,u "se. protegía y amparaba la libertad del detenido desde luego ,Y se seguía
por cuerda 'separada el procedimiento criminal conforme a la Ley Favia", se daba 'a favor del
particular eilCUYO perjuicio .se. verificaba un acto, privativo de _$U libertad, _tdrllra el ¡rzdividuo
que lo e;ecuJaba, quien en esta. forma se constitulá ,en demandado. El objeto de dicha. acción
interdictal (permitiéndose la expresión), 'era la restitución provisional de la libertad al ofee-
dido, ordenade-por el pretor.

Ahora bien, la circunstancia subrayada, o sea la de que la acción derivada del in-
terdicto de bomine libero exbibendo se intentaba COntra actos de un particular, COlocado
juiiclicamei1teen la misma esfera que su titular, es suficiente por sí misma pata concluir
que la mencionada, institución romana no puede ser un antecedente de nuestro juicio
de amparo. En efecto, mientras que éste tiene como causa final de su existencia la pro-
tección de los derechos del hombre contra los ataques de que puedan ser objeto de
parte de las autoridades del Estado, en el interdicto aludido dicho factor no consiste
en tutelar los mencionados derechos que se vean amenazados y afectados por el poder
público, sino en 'evitar que una persona [lsic», un particular, pueda, sin sanción o res-
ponsabilidad alguna, privar de la libertad a un hombre libre, único titular en Roma de
la acción correspondiente.
Más "que un procedimiento para salvaguardar la libertad humana frente a las 'auto-
ridades del Estado, que es lo 'que caracteriza a un medio de 'control, como el amparo, es
el interdicto de bomme libero exbibendo una mera acción civil establecida por el pretor,
análoga a los demás interdictos que se dirigen también en contra de paniculares y que
no constituyen, por ende, diques u obstáculos a la actividad arbitraria o abusiva del
poder público." Esta sola diferencia entre el amparo y la mencionada institución romana,

.., Mayns, Cours de Droit Romain .---:T. I.


'" Digesto.-Libro 43.-Tít. 29.
~5 Las principales disposiciones sobre las que se sustentaba el interdicto '''de bomine libero
exhibendo",rontenidas en el Título XXIX del Libro XliII del Digesto del emperador justiniano,
eran: "Dice el pretor: Exhibe al hombre libre que retienes con dolo malo.-Esteinterdicto se
propone por causa de defender la libertad: esto 'es, para que ninguno relenga hombres libreJ.-Este
interdicto no impidió la ejecución de la ley Baoia (es decir, de la que instituía 'el procedimiento
penal propiamente dicho}; Dice el pretorc-cjixhibas. Exhibir es sacar al público, y permitir que 'se
vea y se toque el hombre. Exhibir es propiamente manifestar lo que está ocuíto.c-Bsee interdicto
compete a todos, porque a. 'ninguno se le ha de impedir que favorezca la Iibertad-c-Bste ínter-
dicto esperpetuo.-Si alguno retuviese al hombre libre .ignorandc su 'estado, si Jo retiene con dolo
malo, se le precisará a que lo exhiba." ,
ole Vallerta, El juicio de amparo y el WriJ of Habeas 'Corpus.
-4.7 El interdicto, dice Guillermo Bloris MargadanJ, "no era una sentencia, sino una orden
condicional y administrativa, dirigida a ,1In ciudadano por -eJ magistrado, a peliáón de otro
ciudadano, a base de una investigación que DO pasaba de ser rápida y superficial", añadiendo
'que "El interdicto ordenaba a la persona a quien se dirigía, observar determinada conducta,
siempre que la hipótesis mencionada al comienzo del interdicto correspondiese a la realidad."
(Derecho Romano, Pág. 499.) Como se ve, el interdicto "de homine libero exhibendo" era una
institución procesal romana que no pertenecía al Derecho Público, no en si misma considerada,
sino en cuanto que procedía para obtener del pretor una orden contra el ,parJiru/ar que iadebi-
demente había privado de la libertad a un semejante, sin que su finalidad estribara. según dijimos,
en preservarla contra actos de las autoridades del Estado.
ANTECEDENTES HISTÓRICOS GENERALES DEL JUICIO DE AMPARO 49

basta para concluir, como ya dijimos, que el interdicto de homine libero exhibendo no
puede ser un precedente histórico del juicio de garantías, habiéndolo estimado asl
también don Emilio Rabasa, quien afirma, al referirse al antecedente del habeas corpus:
"Es muy probable que el edicto romano de bomine libero exbiaendo haya dado origen al
procedimiento de que se sirvió el habeas corpus; pero no al derecho de reclamarlo
ni a la autoridad del juez contra las órdenes del rey o sus agentes, que los romanos
desconocieron. El procedimiento romano sólo .se empleaba contra el secuestro de pero
sana hecho por particulareJ, pertenecía al Derecho Civil y- nada tiene que ver con la
institución de Derecho Público que estableció el pueblo inglés."·8

V. EoAD MEDIA

Al tratar de la situación del individuo en la Edad Media y, por ende, de su libertad


como derecho público subjetivo, excluiremos de las consideraciones que hagamos en
el presente apartado, aquellas que conciernen a los regímenes jurldicos medievales
de España e Inglaterra, en virtud de que dedicamos un estudio especial a ellos. En
consecuencia, nos referiremos de manera general a la Edad Media, en relación con
el tema propuesto.
A este propósito, don Mariano Azuela Jr., distingue tres perlados que compren-
de la Edad Media, a saber: el de las invasiones, el feudal y el municipal, en cada uno
de los cuales encontramos diversa situación del individuo en cuanto a sus derechos
fundamentales, principalmente el de la libertad.
La época de las invasiones, en la que los pueblos llamados bárbaros no estaban
aún delineados perfectamente en su formación, pues por lo general estaban constitui-
dos por tribus dispersas y aisladas, se caracterizó por el predominio de la arbitra-
riedad y el despotismo sobre la libertad humana, que ni siquiera estaba reglamentada
jurídicamente en sus relaciones privadas como sucedía en Grecia y Roma, pues' exis-
tía lo que se conoce con el nombre de "uindicta privaJd', en la que cada quien podía
hacerse justicia por su propia mano. En estas condiciones, es inútil hablar de la
existencia de la libertad del individuo como derecho público subjetivo y mucho menos
del medio de protección correspondiente.
La época feudal se caracteriza por el dominio del poseedor de la tierra, dueño de
ella, respecto de aquellos que la cultivaban, cuyas relaciones dieron origen a la insti-
tución medieval de la servidumbre. La propiedad territorial conferla a su titular un
poder no sólo de hecho, sino de derecho, sobre los que la trabajaban, quienes rendían
homenaje y juraban obediencia al terrateniente o señor feudal. El régimen de la ser-
vidumbre otorgaba a éste un poder soberano sobre los llamados siervos o vasallos, pudien-
do disponer de su persona casi ilimitadamente. En esta virtud, no fue posible concebir
siquiera un orden de derecho que garantizara la libertad del hombre como elemento
inherente a la personalidad humana frente a los actos arbitrarios y muchas veces des-
póticos del señor feudal, quien no encontraba otro límite a su actividad que su propia
conciencia en relación con sus servidores y un vasallaje, nada más simbólico la mayoria
de las veces, por 10 que vera al monarca o emperador,

48 El iuicio conJliJ1Idonal.-Págs. 98 y 99.


50 EL JUICIO DE AMPARO

Cuando las ciudades libres en la Edad Media fueron desarrollándose, cuando los
intereses económicos de las mismas fueron adquiriendo importancia, los citadinos supie-
ron imponerse a la autoridad del señor feudal, exigiéndole salvoconductos o cartas de
seguridad, y en general el reconocimiento de ciertos derechos que integraron una legis-
lación especial (derecho cartulario}, Se croo en esta forma, durante este tercer período
medieval, o sea, el municipal, un régimen de legalidad que limitaba y sometía la
autoridad del señor feudal en beneficio de los habitantes de las ciudades. El incre-
mento económico y político que fueron paulatinamente adquiriendo las poblaciones
medievales, fue la causa de que los gobernantes respetaran los compromisos que habían
contraído COn sus moradores) mas la posibilidad de su contravención y sus violaciones
mismas no tuvieron ninguna sanción jurídica en favor de los afectados. Por este motivo
no es posible encontrar en esta época un precedente histórico del juicio de amparo, no
obstante la implantación de un régimen de legalidad.
Tal era la situación que guardaba el individuo a título de gobernado frente al Es-
tado y a los detentadores del poder público. Como corriente moral y humanitaria, a
principios de la Edad Media y ál finalizar la época antigua, el Cristianismo pretendió
suavizar las ásperas condiciones de desigualdad que prevalecían en el mundo pagano.
Declaraba que los hombres eran iguales al menos ante Dios; que todos estaban regidos
por una ley universal basada en los principias de piedad y caridad. Aun cuando Cristo
concretó su doctrina al terreno religioso propiamente dicho, esto es, a las relaciones en-
tre el Creador y las criaturas, su insuperable e insuperada tesis moral insinuó a los
gobernantes un trato humanitario hacia ~ gobernados, propugnando que la actuación
pública de aquéllos se ajustase a las normas de la justicia universal. Partiendo de la
idea incontrovertible de que todo hombre es igual a sus semejantes, y considerando
a todos los sujetos humanos hijos de Dios, independientemente de su condición social o
religiosa, de la doctrina de Jesús se desprende la tolerancia de credos, siempre y cuando
los diversos profesantes los sustentasen de buena fe. El Cristianismo, por consiguiente,
dulcificó y trató de atenuar el despotismo que se observaba por los gobernantes respecto
de los gobernados. Sin embargo, cuando Constantino declaró como religión oficial del
Estado la doctrina cristiana, las peculiaridades de ésta, en cuanto a sus preceptos fun-
damentales, fueron subvertidas y hasta contradichas por las ideas que se adoptaron por
la Iglesia. Esta asumió una actitud de intolerancia respecto de los demás credos reli-
giosos} dogmatizando el Cristianismo e imponiendo una serie de prácticas culturales,
cuya inobservancia se sancionaba con el anatema de la perdici6n eterna. Estas amena-
zas Con que la Iglesia acostumbraba revestir sus prédicas, constituyen la negación evidente
del principio de tolerancia que permanece imbíbito en el espíritu del auténtico y genuino
Cristianismo emanado de los inmaculados labios del Divino Maestro. Esta situaci6n
de intolerancia, que hacía nugatoria la libertad humana, cuando menos en el aspecto
religioso, perdura en los Estados católicos europeos a través de la época medieval
hasta la Revolución Francesa, en cuya Declaración de 1789 se instituyó la profesión
de cualquier credo religioso como un derecho inherente e inalienable de la persona
humana, intocable por el orden jurídico estatal y por el poder público.
La situación real, positiva, que guardaba el individuo como gobernado en la Edad
Media que se traducía en una plena supeditación de la persona al poder público,
pese al derecho cartulario de las ciudades libres alemanas e italianas, no excluyó la
ANTECEDENTES HISTÓRICOS GENERALES DEL JUICIO DE AMPARO' 51

circunstancia de que en la patrística y, sobre todo, en la escolástica, principalmente


con Santo Tomás de Aquino, se pretendiese proclamar la existencia de un "derecho
natural" fincado en la índole misma del ser humano. Así) el aquinatense, partiendo
de la idea de que el hombre está hecho a semejanza de Dios y propendiendo su razón
práctica a la obtención' del bien, al desarrollo cabal de su propia esencia, es' decir, a
la plenitud de su ser, proclama la existencia de una ley natural que debe regir precisa-
mente la conducta de la criatura racional hacia la obtención de sus fines vitales fun-
damentales. reputando contra naturam toda norma positiva que no .respetase ese desi-
deratum del hombre, ideas que, desafortunadamente, no "cristalizaron en ninguna insti-
tución jurídica medieval.

Para tan egregio filósofo, en efecto. sobre toda ley humana positiva se encuentra la ley
natural, la cual concede una especie de valor formal a la primera. Afirma que Omnis lex hu·
menitus posiJa in lal1ltlm habel de ranone legis, in qtl411ttlm a /ege nattlrali derivater. Si vero
in aJíqúo a lege naJtlraJi diubrdel, Mm non erit lex, sed I/egis COfTtlptio.4.9
Por otra parte, es muy importante enfatizar que en el pensamiento jus-filosófico de la
Edad Media el derecho natural era superior al derecho positivo y a él no sólo estaban some-
tidos los gobernantes temporales sino también el Sumo Pontífice. Contra lo que vulgar e
ignorantemente se supone, la Edad Media, especialmente durante los' últimos siglos inme-
diatos anteriores al Renacimiento, fue una etapa en la historia de la humanidad en qu~ la
justicia, la "ley natural", y el "derecho de gentes", .constitulen los valores supremos que
debían condicionar a toda norma jurídica escrita y consuetudinaria. Seña tema' para toda
una obra de investigación aludir, comentar y analizar las ideas juddicas, filosóficas y políticas
de los más grandes exponentes del pensamiento medieval, entre ellos, destacadamente, el
Doctor Angélico, quien sostiene que toda ley humana debe ir dirigida hacia la preservación
del bien común y que, en el supuesto contrario, los' súbditos tienen el "derecho natural" de
desacatar cualquier mandamiento del soberano que no propenda. a la anterior finalidad, pu-
diendo, incluso, derrccarlo.ec

VI. EsPAÑA

La nación española, antes de su formación social y política definitiva, vivió una


larga etapa de su historia en períodos de acomodamiento y adaptación entre los dife-
rentes pueblos que habitaron su territorio, tanto" durante la dominación romana como

4.9 "Toda ley humana positiva tiene razón de ley, en cuanto deriva de la ley natural;' si de
algún modo no concuerda con la ley natural, no será ley. sino corrupción de la ley." (Sum. Theol.
la. Ilae. q- 95. arto 2. Citada por Gómez Robledo en su magnifica obra "ya Invocada.a-Pég. 122.)
50 Séanos permitido reproducir las palabras de Gierke sobre los 'anteriores comentarios,
transcribiéndolas de la importante obra de investigación realizada por el distinguido jurisfi1ósofo
mexicano Antonio Gómez Robledo. "En contraposición al derecho positivo, el derecho natural
era, en la opinión unánime de la Edad Media, anterior, exterior y superior al Estado. En sentido
objetivo, y por mucho que en lo demás se disintiera en cuanto a sus fuentes y fundamentos, el
derecho natural fue concebido invariablemente, de una parte como irradiación de un principio
trascendente al Estado, y de la otra como verdadero y perfecto derecho vinculatorio ..'. De acuerdo
con esta concepción, las normas del derecho natural estaban fuera del .arbitric aun de los más
altos poderes terrestres, sobre el papa y el emperador, sobre el gobernante y el pueblo soberano,
sobre el conjunto, en fin, de los mortales; y no podían transgredir sus límites ninguna ley o aeta
de gobierno. ni el plebiscito popular ni la costumbre; y todo aquello que estuviera en conrradic-
ción con los principios eternos e inmutables del derecho natural, era perfectamente nulo y no
podía obligar a nadie" (op. cit. p. 272). (Medil(#ión sobre la /lIstkia, pág. 125.)
52 EL JUICIO DE AMPARO

después del desmembramiento del imperio romano de occidente en el siglo V de la


era cristiana. A los celtas y latinos asentados en la península ibérica, antigua pro-
vincia llamada Hispania, se sumaron con la invasión de los bárbaros, los vándalos,
suevos, alanos y godos, de raza germánica, que conservaron sus respectivas costumbres
y entre los cuales no existía ninguna unidad jurídica o política. De los diversos po-
bladores de España antes de la integración de los distintos reinos que al andar del
tiempo debían constituida, los más importantes desde el punto de vista de la historia
jurídica de aquel país fueron sin duda los visigodos, es decir, los godos de occi-
dente, pues de ellos surgieron las primeras instituciones de derecho escrito o codificado
que sustituyeron a las viejas costumbres jurídicas, considerándose a Eurico como el
primer legislador de aquel pueblo y de quien se afirma fue una especie de compilador
de antiguos' hábitos y usos. Las llamadas "leyes de Eurico", que sólo regían. a los godos
Con exclusión de cualquier otro pueblo, fueron perfeccionadas y ampliadas a los galos
y españoles por el Breviario de Animo, en el que se adoptaron algunas leyes y princi-
pios del Derecho Romano. Posteriormente, no faltaron intentos de algunos soberanos
godos, como Recuedo, Chindasvinto y Recesvinto, para establecer una legislación uni-
ficada; pero el ordenamiento que mayor significación tiene en la historia jurídica de
España durante la época visigótica fue indudablemente el famoso Fuero Juzgo, también
denominado Lib,ro de los Jueces O Código de los "Visigodos, originariamente redactado
en latin y algunos siglos después traducido al antiguo castellano. Acerca de la época en
que dicho estatuto legal haya sido elaborado existen entre los historiadores del Dere-
cho Español profundas aiscrepancias, pues mientras unos sostienen que fue expedido
en el año de 681 por el Cuarto Concilio de Toledo ante la presencia del rey Sisenando,
otros afirman que se formó en los Concilios Séptimo y Octavo convocados respectiva.
mente por Chindasvinto y Recesvinto, no faltando quien asevere que fue creado bajo
los reinados de Egica y W itiza."
El Fuero Juzgo fue, pudiéramos decir, un ordenamiento normativo que compren~
día disposiciones relativas a múltiples materias jurídicas, tanto de derecho público como
de derecho privado. Así, en el libro primero de los doce de que se componía, se con-
tienen diversos preceptos concernientes al autor (fazedor) de las leyes y a la naturaleza
de éstas, consagrándose en el título preliminar del mencionado ordenamiento un nota-
ble principio que traduce la limitación natural que desde el punto de vista ético-poli-
tico debía tener la autoridad real en la función legislativa y de justicia, así como un
Indice de legitimidad del monarca, en el sentido de que "Sólo será rey, si hiciere dere-
cho, y si no Jo hiciere, no ¡erá rey:" Esta limitación al poder real, por otra parte, se
habla registrado antes de que la consignase el Fuero Juzgo, pues "la monarquía goda
en su primer perlado hasta Teodoredo y en su segundo perlado hasta Leovigildo, fue
completamente ilimitada y absoluta", pero "desde Recaredo en adelante los concilios y
el poder episcopal, si no de derecho, de hech<;> la limitaron"." El libro segundo del

61 C6digQS Bspagoles. Introducción al tomo I por D. joaquln, Francisco Pacheco, 1847. Para
mayor Iaformación sobre estos tópicos, consúltese la obra de don Ramón Corñnea y Andrade, deno-
minada "Década Legal", publicada en el año de 1786 (Imprenta ReaJ.-Madrid).
6i Op. tit: Introducción al tomo 1, pág. XXIX. Los citados "concilios" fueron desde sus
albores reuniones de eclesiásticos de diferentes jerarquías e categorías, '1ue se celebraban en diver-
sas ciudades españolas, siendo las más connotadas por dicho motivo as de Sevilla, Zaragoza y
Toledo. Los asuntos que en tales reuniones se trataban eran primeramente de carácter religioso,
pero más tarde se abOrdaban y. resolvían cuestiones de tipo político y jurídico laico; y prueba
ANTECEDENTES HISTÓRICOS GENERALES DEL JUICIO DE AMPARO

Fuero Juzgo regula los "juicios y causas", ordenándose en los demás, cuestiones de dere-
cho civil (casamientos, filiación, contratos, patronazgos y clientela), de derecho pena!
(delitos diversos, penas, tormentos, etc.), y de dececho rural y militar (división de tierras
entre godos y romanos, arrendamiento de tierras, peculio de los siervos, divisi6n de
heredades, servicio militar obligatorio y penas por eludirlo O por encubrir su evasión).58
Otro muy importante estatuto que integraba el derecho escrito español era el Fuero
V ie;o de Castilla, el cual, como ordenamiento compilador de diversos fueros y dispo-
siciones anteriores, fue publicado en 1356, componiéndose de cinco libros. El primero
de éstos trata de cuestiones de derecho público, tales como las relativas a losderechos
y deberes. de los fijosdalgo de Castilla, a las cosas que pertenecen al señorío del rey, a
la facultad real para desterrar a los nobles y a los derechos de los desterrados, a los
quebrantamientos de las heredades de los fijosdalgo. En el segundo se regulan tópicos
de derecho penal; en el tercero, los procedimientos judiciales en el orden civil, y en el
cuarto y quinto, instituciones de derecho civil.
En cuanto a las Leyes de Estilo, también conocidas con el nombre de Declttradón
de las Leyes del Fuero, no constituyeron una legislación propiamente dicha, sino un
conjunto de reglas establecidas por los tribunales a manera de jurisprudencia que vinie-
ron a definir y aclarar, mediante la interpretación adecuada, disposiciones contenidas en
diversos ordenamientos anteriores sobre diferentes materias jurídicas.
Una de las legislaciones que en forma singularmente marcada contribuyó a la unidad
del derecho español y antecedente inmediato de las famosas Siete Partidas del rey
don Alfonso X, el Sabio, fue el Fuero Real de España debido a! "noble rey" don Al·
fonso IX. Este Fuero se compone de cuatro libros en los que se norman diferentes
cuestiones de derecho, principalmente en el civil y en el penal.
Por otra parte, el Ordenamiento de Alcalá expedido por don Alfonso XI en el
año de 1348 en ~calá de Henares, en los treinta y dos títulos que comprende, regula,
como los otros cuerpos legales, diferentes cuestiones atañederas a diversas ramas jurí-
dicas, principalmente en lo que concierne al Derecho civil, penal y procesal.

de ello es que de algunos concilios, principalmente de los de Toledo, convocados y presididos


en general por los mismos reyes visigodos, emanaron no sólo restricciones al poder real, sino
verdaderas normas de organización del reino, así como disposiciones de derecho de diferente
índole, sobre todo en materia civil y penal. Fue así como, según tesis generalmente aceptada,
de los concilios de Toledo surgió el Fuero Juzgo como la legislación més completa e importante
que se expidió en España en la época visigótica. Además, Jos citados "concilios" fueron el origen
de las Cortes españolas y medievales. "La primera vez que asistió el Reyno a la Asamblea Legis-
lativa, dice Cortínez y Andrade, fue el año de 653. En él se celebró el VII Concilio de Toledo,
en que el Rey Recesvinto hizo Leyes con los Obispos, con los Grandes de su Corte, y con otor-
gamientc del Pueblo". (Op. <it., págs. 25 Y 26.)
113 Conviene observar que el derecho hispano visigótico, expuesto en los documentos Iegis-
Iatlvos mencionados con antelación, no perdió su vigencia con motivo de la conquista musulmana
iniciada en el año de 714. El reino visigodo quedó confinado en el territorio septentrional de
la península ibérica, habiéndose desmembrado, sin embargo, en diferentes estados monárquicos,
como los de Arag6n, Navarra, Cataluña, Valencia, León y Castilla. La legislación goda no perdió
su fuerza por la irrupción de los moros, pues según afirma Ccrtínez y Andrade, lo que éstos
hicieron "fue ocupar el centro de España: pero el Cielo no les permitió que nos desposesionasen
(a los españoles) del País", agregando que "Introducidos los usurpadores, se retiraron los Espa-
ñoles a los parajes y despoblados y montuosos por la parte Septentrional; y desde aIlí continuaron
defendiéndose hasta conseguir la evacuación del enemigo. Permaneciendo la. Nación Española en su
propio País, y conservando la. independencia y Soberanía, no puede decirse que caducase la Le-
gislación, porque la independencia y Soberanía sostiene las Leyes" (Op. á/., págs. }} Y '6).
54 EL JUICO DE AMPARO

La unificación del derecho' estatutario de los reinos de Castilla y León se realiza


con la expedición de Las Siete Partidas, elaboradas bajo el gobierno del rey don Al-
fonso X, llamado COn justicia el Sabio por el gran acervo cultural que poseía. Puede
afirmarse, sin hipérbole,' que dicho monumental ordenamiento constituye una de las
obras más geniales que el pensamiento humano haya producido en pleno medioevo por
lo que respecta al derecho positivo, habiéndose no sólo codificado en él bajo un sistema
normativo unitario múltiples disposiciones contenidas en .cuerpos legales anteriores,
incluyendo a las de los diversos fueros municipales, sino adoptando principios preva-
lentes de la filosofía de la época y del Derecho Romano que parecía haberse olvidado
en legislaciones precedentes.s-
Así, en la Primera Partida se explica lo que debe entenderse por "derecho na-
tural", por el de gentes (¡liS gentium ), por leyes, usos, costumbres y fueros, pres-
cribiéndose el carácter realista que debe tener toda legislación, en el sentido de que
ésta debe amoldarse a las necesidades que vayan surgiendo en la vida de los pueblos
y experimentar todos los cambios y modificaciones que imponga la realidad social.
En la Segunda Partida se comprende el derecho político, cuyo principio de sus-
tentación lo constituyen las ideas que 'en la Edad Media imperaban sobre la radi-
cación de la soberanía, o sea, que ésta residía en la persona del monarca por "derecho
divino", reputándose al rey como "vicario de Dios" con poder sobre sus súbditos "para
mantenerlos en verdad y en justicia cuanto en lo temporal" (Ley quinta), En otras
disposiciones de dicha Partida se consigna el régimen monárquico absoluto, pues siendo
el' rey representante de Dios sobre la tierra en lo concerniente a los asuntos no espi-
rituales, entre aquél y sus gobernados no debía existir ningún línlite que restringiera
la actividad real que no fuese la propia conciencia del monarca encauzada por reglas
de -tipo religioso y moral que preconizaran un tratamiento humanitario, piadoso y cari-
tativo para los súbditos. Es por ello por lo que la mencionada Partida, aunque haya
instituido un régimen monárquico absoluto, condenaba la tiranía en "sus aspectos bruta-
les y totalmente despóticos, al atemperar con máximas morales el poder irrestricto
del rey.
Las demás Partidas regulan cuestiones de derecho procesal, civil y penal, cuya
referencia rebasa los limites propios de! presente libro, por lo que omitimos su
tratamiento.
A pesar del designio real para que las Siete Partidas implicasen un cuerpo dís-
positivo unificador del derecho estatutario español derramado en diferentes ordena-
mientos, lo cierto fue que subsistió la diversidad de cuerpos legales multiplicada por
infinidad de [ueros generales, provinciales y municipales. En el decurso de la vida
jurídica de España y bajo la idea de establecer una unidad legislativa, en diferentes
épocas se expidieron diversos ordenamientos, tales COmo el Bspéculo (considerado por
e! mismo rey don Alfonso el Sabio como e! "espejo de todos los derechos"), y las
Ordenanzas Reales de Castilla, que fue una especie de compilación de varias leyes dís-

lH Por no corresponder al tema del presente libro, no está en nuestro ánimo formular UDa
crítica exhaustiva de las Siete Partidas, pues la labor correspondiente incumbe a los historiadores
del Derecho Universal, sin que dejemos de recomendar el importante estudio que sobre dicho
ordenamiento ha elaborado el 'ilustre jurisconsulto español don Pedro G6mez de la, Serna, y que
se contiene a guisa de introducción en el tomo 11 de la compilación llamada C6digos Españoles;
edición 1849.
ANTECEDENTES HISTÓRICOS GENERALES DEL JUICIO DE AMPARO ss
persas contenidas en los antiguos códigos, como el Fuero Real, las Leyes de Estilo y el
Ordenamiento de Alcalá, formulada por el jurisconsulto Alfonso Día> de Montalvo y
que en realidad no formó parte del Derecho Positivo Español por no haber obtenido
la sanción real.
En el año de 1SOS el Rey don Fernando el Católico, después del fallecimiento
de su consorte la Reina Isabel, ordenó la publicación de las llamadas Ley" de Toro,
denominadas así porque se expidieron por las Cortes celebradas en la Villa de ese
nombre. Sin embargo, no se logró la unificación de la legislación española, habién-
dose urgido en el año de 1523 al Emperador Carlos V para que procediese a la expedi-
ción de un ordenamiento que se aplicase indistintamente en todo el reino y que con-
cluyese la anarquía que en el orden legal existía. Años más tarde, y después de reiteradas
reclamaciones formuladas por las Cortes, se nombró a varios jurisconsultos para que
emprendiesen la tarea unificadora mediante la expedición de un ordenamiento que vi-
niese a resumir los múltiples y variados cuerpos legales dispersos, y fue así como en el
año de 1567, bajo el reinado de Felipe 11, se publicó un importante código que se
conoce con el nombre de Recopiladon de las Leyes de España, dividido en nueve
libros. Dicha Recopilación, según 10 afirma Díaz y Mendoza.w era incongruente, con-
tradictoria y poco práctica, pues su aplicación en la realidad ofrecía muchas dificulta-
des. Fue preciso que la autoridad real, a través de las consultas despachadas por su
Consejo, aclarase múltiples dudas y limase muchos inconvenientes que la mencionada
Recopilación presentaba al ser aplicada en la práctica; y el conjunto de todas esas con-
sultas, a las que se dio el nombre de Amos Acordados, propiamente constituyó una
especie de jurisprudencia explicativa de diferentes disposiciones contenidas en el citado
código.
Esta situación subsistió en España hasta 1805 en que fue promulgado el ordenamiento
denominado Novísima Recopilacián de Ley" de España bajo el reinado de Carlos IV,
implicando una regulación minuciosa y detallada de diferentes materias jurídicas, por
lo que no se la puede considerar exclusivamente como un código procesal, ni civil, ni
penal, ni de comercio, sino que "es todo ello a la vez".~
En efecto, el ordenamiento a que acabamos de aludir, a través de sus cinco tomos
o partes, trata sobre la Santa Iglesia y sus derechos (Tomo Primero); sobre el Rey y
su casa y corte, su jurisdicción por conducto del Supremo Consejo de Castilla, Chan-
cillerías y Audiencias (Tomo Segundo); sobre los vasallos y los pueblos (Tomo
Tercero); sobre las Ciencias, Artes y Oficios, comercio, moneda y minas (Tomo Cuar-
to); y sobre contratos, obliga...:iones, testamentos, herencias, juicios civiles, delitos y
juicios criminales (Tomo Quinto).
la somera reseña que acerca de los principales ordenamientos que integraron el
derecho positivo español hemos brevemente delineado, nos conduce a la conclusión
de que en éste, hasta antes de la Constitución de Cádiz de marzo de 1812, no se
consagraron, a título de derechos subjetivos públicos, las fundamentales potestades liber-
tarias del gobernado frente al poder público radicado en la persona del rey y emanado
de su autoridad. En otras palabras, si el súbdito carecia de un verdadero derecho opo-
nible a la actividad de las autoridades y si éstas, por tanto, no tenían a su cargo obliga-

¡;á Códigos Españoles, t. VII. Introducción, por F. de P. Díaz y Mendoza.


51'1 Códigos Españoles, t. VlJ. Introducción, por F. de P. Díaz y Mendoza.
56 EL JUICO DE AMPARO

cienes propiamente jurídicas en favor -de los gobernados que les haya impuesto ninguno
de los estatutos sucintamente comentados, es lógico inferir que en los diferentes reinos
que en el decurso del íiempo formaron el Estado español, no descubrimos antecedentes
o -preeedentes históricos de nuestras garantías individuales.
Sin embargo, no debe creerse que, por no haberse consagrado derechos individuales
públicos en beneficio del gobernado en los distintos ordenamientos que hemos men-
cionado, el poder del monarca debiese ser tiránico o despótico, pues, según afirmamos
anteriormente, a pesar de que en ellos se registra la institución de un régimen absoluto,
el derecho natural, concebido con un contenido ideológico cristiano, no dejaba de ser la
norma suprema que regla la actuación real. Tan es así, que en la Ley 31 del Título 18
de la Tercera Partida de don Alfonso el Sabio se disponía que "Contra derecho natural
non debe valer privillejo, nin carta de Emperador, rey nin otro señor. E si la diere non
debe valer", además de que, como se decía en el Fuero Juzgo, sólo legitimaba al mo-
narca su conducta conforme a derecho.
Pero independientemente de los códigos que hemos reseñado, el derecho positi-
vo español se localizaba en múltiples [ueros o estatutos particulares que en los dis-
tintos reinos de la península ibérica y en diferentes épocas expedían los reyes, tanto
en favor de los nobles o "fijosdalgo" (flleros nobiliarios} como en beneficio de los
moradores de las villas o ciudades (flleroI mllnicipales). El otorgamiento de estos
últimos obedecía a diversos motivos, bien de carácter militar o bien de índole políti-
ca, pues para recompensar las hazañas de los habitantes citadínos en las campañas de
reconquista contra los moros principalmente, o para menguar el poderío que los señores
feudales ejercían sobre los pobladores de sus dominios, el rey concedía a unos o a
otros determinados privilegiosque solemnemente juraba cumplir y hacer cumplir. En-
tre -otras prerrogativas, en el derecho foral se descubren las que atañían a la seguridad
personal de los villanos o ciudadanos frente a posibles desmanes de los poderes, así
como a cierta especie de autonomía gubernativa de la comunidad municipal." La tutela
de los fueros, por otra parte, estaba encomendada a un alto funcionario judicial, deno-
minado [ustici« Mayor, tanto en Castilla como en Aragón especialmente, quien debía
velar por su observancia en favor de las personas que denunciasen alguna contravención
a las disposiciones forales.

Parece que la institución .del /urlida Mayqr de A,agón data del siglo XII, mencionando
los historiadores como primer funcionario con tan importante investidura a don Pedro Jiménez:.
quien murió en el año de 1123. La finalidad funciona! del Jwtid. Mayor, que implicó al
mismo tiempo la causa de su creaciéo, se precisó en el famoso Parlo de Sobrarbe, en cuyo
punto V se disponía: Para que nllesJras JiberJades no padeuan deJrimenJo ni daño, habrá:
¡un medio sobre el Rey y lUJ sébditos, olZ quien Jea licito apelar el que redbiere agravio, o
de 10J que resibiese la República o sus leyeJ, para Sil remedio. 58
57 La vigencia y observancia de los diversos fueros se ratificaron por las LeyeJ de Toro, ex-
pedidas en el año de 1S0S por Feroando el Católico. Así, ea la primera de dichas Leyes se dispuso
que "... mandamos que se guarden las leyes de los fueros ensí del fuero de las leyes como las
de los fueros municipales que cada Ciudad, Villa o Lugar tuviere en lo que son. o fueren usadas
o guardadas- en los dichos lugares.. :J. Sin embargo, dicho monarca se reservó la potestad de
modificar O enmendar los fueros mediante ordenamientos y pragmáticas que él y sus sucesores
expidiesen, fundándose en la concepción dominante de la época de que "al Rey pertenece y ha
poder de hacer fueros y leyes; y de las interpretar y declarar, y enmendar donde viere que
cumple". .
68 Cita del Lic. Manuel Cervantes en su conferencia intitulada "Nuestro Derecho Mexi(attr.l',
ANTECEDENTES HISTÓRICOS GENERALES DEL JUIOO DE AMPARO 57

"El Justicia fue siempre el amparo y defensa contra toda violencia y fuerza, dice Zurita.
para que se fuese a la mano a los que quisiesen quebrantar sus libertades y fueros y fue DO
sólo recurso de los súbditos pero muchas veces se valieron dél los reyes contra sus ricos
hombres, y en el augnmento del Reyno fue amparo y principal defensa para que los reyes y
sus ministros no procediesen contra lo que disponían sus fueros y leyes y contra lo Que les era
permitido por sus privilegios y costumbres..... 119
En términos parecidos se expresan destacados historiadores del Derecho Español, tales
como La Ripa, lópez de Haro, Morato y oeeos.ec

El Justicia Mayor de Aragón encarnaba a un funcionario judicial encargado de


velar por la observancia de los fueros contra los actos y disposiciones de las autorida-
des, incluyendo al rey mismo, que los violasen en detrimento de cualquier súbdito. Por
ende, el Justicia era un verdadero órgano de control del derecho foral aragonés y
su existencia, según dijimos, se hace remontar hasta el siglo XII de nuestra era. Es
satisfactorio observar que el reino de Aragón se adelantó con mucho a la implanta.-
ción de sistemas de control similares en otros países del medioevo europeo, sin excluir
a la misma Inglaterra, pudiendo afirmarse que la institución aragonesa, originada en
los famosos Pactos de Sobrarbe, entraña un verdadero antecedente hispánico de nuestro
juicio de amparo.

Asi. López de Haro asevera que: ..... si el Rey violaba un derecho. es decir, si atacaba
en alguien una de las libertades del Reino, el justicia lo atajaba en el correspondiente presidio
foral. que es, como ahora diríamos respecto al poder ejecutivo. en pleito contencioso que
anulase una disposición ministerial dada contra Iey; y si el Rey ordenaba con carácter general
algo contra fuero. el Justicia podía inhibir el contrafuero, dejando sin efecto la disposición
de la realeza, a la manera que en los Estados Unidos la Corte Suprema declara la inccnstitu-
cionalidad de las leyes". Por su parte. el distinguido jurista mexicano Alfonso Nonega C.
formula un justificado paaeglrico del Justicia Mayor afirmando que "En su calidad de
máximo representante del Poder Judicial en Arag6n, podía el Justicia avocar toda clase de
expedientes y de procesos, independientemente del estado en que se hallase su tramitación,
para examinar si ésta se ajustaba con lo preceptuado en los fueros y leyes, siendo precisa-
mente en sus amplias atribuciones jurídicas donde mejor se apreciaba el carácter cuasi soberano
del Justiciazgo, que por propia autoridad y sin que ni las Cortes ni el Rey pudieran impe-
dirlo. podía castigar el incumplimiento de sus mandatos, convocar y reunir las fuerzas del
reino, ser en suma firme sostén de los fueros y constituciones del mismo. que en materia de
procedimiento jurídico tenía su expresión en los cuatro procesos forales de firma, aprehensión,
inventario y manifestación de las personas. al resolver los cuales el Justicia amparaba a los
peticionarios, puesto que tal era la palabra que se usaba en las resoluciones y cuya tramita-
ción era una de las preeminencias del Justicia de Aragón y de sus Oficiales, sin que la
autoridad de la Corona pudiera inmiscuirse. ya que en la realidad. el pensamiento directriz
que presidió en la institución de los referidos procesos forales fue la defensa de los derechos
individuales frente a los abusos y extorsiones del Poder. ya estuviese éste encamado por los
jueces ordinarios. ya, lo representase la potestad señorial." 01 .

dietada en la Facultad de Derecho de la Universidad Michoacana el 25 de abril de 1958. La


mencionada cita fue tomada de la obra de don Carlos López de Haro "La Constitución y Liber-
Jades de Aragón", Pág. 192.
119 Zurita. "Anales de la Corona de Aragón", Tomo 11. Pág. 385, citado por el licenciado
Cervantes en su mencionada conferencia, publicada por "Poro de Méxiul', Núm. LXN. julio
de 19'8.
60 En la misma conferencia. su autor hace las referencias respectivas, mismas que. en obvio
de prolijidad, nos abstenemos de transcribir. .
61 Cit. respectivamente, ConsJilución 1 Libertades de Aragón (págs. ~33 Y ~34) y_ Prólogo
a la obra de Andrés Lima "EI Amparo Colonial 1 el [eicia de Amparo MexictZ7lo" (Fondo de
Cultura Eccnémlca-c-Edicién 1971.-Pág. XVII).
58 EL JUIOO DE AMPARO

Uno de los fueros que más significación tiene para la antecedencia hispánica. de
algunas de nuestras garantías individuales, es sin duda el llamado Privilegio General
que en el reino de Aragón expidió don Pedro III en el año de 1348, estatuto que ya
consagraba derechos fundamentales en favor del gobernado oponibles a las arbitrarie-
dades del poder público en lo que concierne a la libertad personal. Las garantías de
seguridad jurídica que dicho fuero general contenía en beneficio de dicha libertad,
se hacían respetar a través de distintos medios procesales que él mismo instituía y Jos
cuales se conocen con el nombre de "procesos forales", constituyendo algunos de ellos
verdaderos antecedentes o precedentes hispánicos de nuestro juicio de amparo.
En efecto, el "Privilegio General" que, como acabamos de decir, establecía ciertas
prerrogativas de los súbditos frente a la autoridad del rey o de sus órganos delegados,
independientemente de la condición particular de aquéllos (por eso se le denominó
"general"), fue un verdadero fuero en el sentido que tenía este concepto en la Edad
Media, es decir, el otorgamiento o concesión de derechos hecha por el gobernante en
favor de sus gobernados, o como afirma Escriche.es "Los fueros eran las cartas de
privilegios, o instrumentos de exenciones de gabelas, concesiones de gracia, mercedes,
franquezas y libertades, r, ". Así, pues, en el reino de Aragón encontramos ya un
ruerpo dispositivo o fuero que consignaba ciertos derechos para el individuo frente
a la autoridad, teniendo éstos una análoga concepción a la de las garantías individuales:
limitación del poder público en favor del gobernado.

Pero el "Privilegio General" no solamente contenía la enunciación de los derechos otorga.


dos en beneficio de los súbditos por el monarca, sino que en él se instituyeron 1.05 famosos
procesos [orales, que eran verdaderos medios de protección de aquéllos, procesos a los que
se refiere Vallarta en los siguientes términos: "El Privilegio General otorgado por el rey
don Pedro III y elevado a la categoría de fuero en 1348, ha' sido, y con razón, comparado
ron la Charra Magna inglesa; en él se consignó el respeto a las garantías individuales, y,
después, en posteriores leyes, esa institución se fue perfeccionando hasta el extremo de superar
en este punto a la misma constitución inglesa. En esas leyes se estableció el famoso proceso
foral llamado de la "manifestación de las personas", por el cual, "si alguno' había sido preso
sin hallarse en flagrante delito, o sin instancia de parte legítima, o contra ley o fuero, o si
a los tres días de la prisión no se le comunicaba la demanda, por más que pesase sobre
él acusación o sentencia capital, debía ser puesto en libertad por espacio de veinticuatro horas,
en virtud de lo que se llamaba la vía privilegiada". Además de ese proceso de la manifesta-
ción, había el de "jurisfirma", el de "aprehensión" y el de "inventario", En virtud del pri-
mero, "podía el Justicia evocarse el conocimiento de cualquier causa incoada ante otro tribunal,
garantizando de los efectos de la condena impuesta por éste, de los que recurrían a asisten-
cia", "El de la aprehensión estaba destinado a asegurar los bienes inmuebles de todo acto de
violencia, ínterin Se ventilaba el derecho entre las partes; y el de inventario servía para asegurar
Jos bienes muebles y papeles, De manera que en virtud de estos cuatro procesos, las personas
y los bienes de los aragoneses estaban garantizados contra toda suerte de violencia," 63
Por su parte, Lápez de Haro sostiene que "el pensamiento común que presidió los pro-
cesas forales fue la defensa del ciudadano frente al poder, ya radicase éste en la autoridad
oficial, ya en la potestad de los señores, y por eso, si bien eran atribución, en todo caso, del
Justicia, no era privativa y excluyente, pues. los jueces ordinarios en su territorio tenían,
a prevención, la facultad de proveer aprehensiones, inventarios y manifestaciones, aunque
s6lo de poder de particulares, Este detalle es de importancia, porque califica de libertades los
derechos protegidos, a semejanza del precepto de no poder ser persona alguna condenada

ea Diccionario de Legislación )' Jurisprudenda.-P5.~. 714.


63 El juicio de Ampa,·o y el 1171"il of Habeas Corpus. Págs. 25·26.
ANTECEDENTES HISTÓRICOS GENERALES DEL JUICIO DE AMPARO 59

sin ser oída y vencida en juicio. De modo que así cama nuestras instituciones de libertad
provisional, fianzas y embargos preventivos, se dan de forma que garanticen, en su día, la
ejecución de lo juzgado, en los procesos forales se atendía con preferencia evitar el vejamen
en la persona y en los bienes. Por eso, aunque sin hacer el distingo precedente, el cronista
Blancas y el jurisconsulto Franco de ViIlalba, con gran acierto, vienen, en sin tesis, a. decir
que la firma ¡u,is era medio foral para preservar de infracción los fueros y evitar los COntra-
fueros, liberando de toda violencia al oprimido al moderar, conforme a derecho, los injustos
arrebatos, 10 mismo de los Reyes y sus jueces, que de los regnícolas con potestad, pero bajo
la promesa legal de estar a derecho". o.
En términos semejantes se expresa Vícto, Fairén Guillén al sostener que la ;urisfirma
"era una orden de inhibición que se obtenía de la Corte de Justicia, basándose en justas
excepciones -alegaciones defensivas in genere y con prestación de fianza que asegurase la
asistencia al juicio, y el cumplimiento de las sentencias-e- el ;udi~ate solvendo -c-otorgándose,
en general. contra jueces, oficiales y aun particulares a fin de que no perturbasen a las personas
y a los bienes contrafuero y derecho; existiendo tanto en materia civil como criminal (como
politice, hay que añadir):' 65

Nosotros no creemos que los cuatro procesos mencionados eran pura y típica-
mente un medio de proteger y hacer efectivos los derechos consignados en el fuero
del "Privilegio General", pues el de la aprehensión y el del inventario propiamente
eran medidas de aseguramiento en juicio civil, como claramente se infiere de la
siguiente idea ya transcrita: "ínterin se ventilaba el derecho entre las partes". En
cambio, por lo que concierne a los dos primeros, es decir, al de la manifestación de las
personas y al de jltrúfirma, estos procesos sí constituyen verdaderos medios de protec-
ción o preservación de los derechos estatuidos en el "Privilegio General", puesto que
el primero de ellos tutelaba la libertad personal contra actos de autoridades, como fácil-
mente se infiere de la transcripción hecha, y el segundo porque constituye un verda-
dero control de la legalidad de los actos de los tribunales inferiores. En esta virtud,
puede decirse que estos dos procesos implican un antecedente histórico del juicio de
amparo, ya que su analogía es notoria, cuando menos por ]0 que atañe a sus caracte-
rísticas extrínsecas y objetivas: ser un medio de control de los derechos. públicos
individuales frente a los actos de las autoridades.

El proceso de la manifestación de las personas consistía, en efecto. "en apartar a la auto-


ridad de su acción contra la persona previniendo toda arbitrariedad o tiranía en favor de
los aragoneses y de quienes habitasen Aragón, aunque no fuesen naturales del Reino. Se deman-
daba por quien, preso o detenido sin proceso o por juez incompetente, recurría al Justicia COntra
la fuerza de que era víctima, y en su virtud. en ciertos casos quedaba libre un día, aunque en
lugar seguro, y si, examinado el proceso, debía seguirse. el presunto reo era custodiado en la
cárcel de los manifestados, donde, al amparo del Justicia, esperaba, sin sufrir violencias, el fallo
que recayera. Ese procedimiento garantizaba a las personas en su integridad y en su libertad" .66
A su vez, Pairén Guil/én estima que el proceso de la manifestación de las personas "consistía
en la potestad del Justicia y de sus Lugartenientes de emitir una orden o mandato -Letfas-
dirigido a cualquier juez o persona que tuviere a otra detenida o presa, pendiente o no de
. proceso, de que se la entregase, a fin de que no se hiciere violencia alguna contra ella antes
de que se dictase sentencia; y examinando dicho proceso o acto, si no era ccntrafuero, se de.
volvía el preso a la citada autoridad, para que 10 juzgase o ejecutase su sentencia; mas :si el

G~ Op, cit. Pág. :H8.


65 Antecedentes Aragoneses de los. /uiGior de Amparo.-Publicadón del Instituto de Inves-
tigaciones Jurídicas de la. UNAM. Pág. 65.-1971.
~ 66 Lópea de Haro.-Op. cit., págs. 342 Y 343.
60 EL JUICIO DE AMPARO

acto O proceso eran desaforados, no se devolvía al preso, sino que se le ponía en Jibertad".67
Como puede fácilmente observarse de las anteriores semblanzas, la similitud entre dicho pro-
ceso aragonés y .el juicio de amparo en 10 que respecta a la tutela de la persona humana
y de su libertad, es incuestionable.

Además, ya hemos dicho que, independientemente de los mencionados procesos


forales. en el reino de Arag6n, así como en el de Castilla, existía un alto funcionario
judicial, que era el [usticia Mayor, siendo una de sus atribuciones cuidar de la obser-
vancia de los fueros.

"El Justicia de Aragón. dice Escrirhe, era el magistrado supremo d~ aquel reino (el de
Aragón), que COn el consejo de cinco lugartenientes togados hacía justicia entre el rey y los
súbditos y entre Jos eclesiásticos y seculares. "Hacia en nombre del rey sus provisiones e
inhibiciones, cuidaba de que se observaran los [ueros y quitaba las [uerzas", Al respecto,
el doctor Juan Francisco La Ripa, en su obra intitulada "Segunda Ilustración a los Quatro
procesos forales de Aragón", producida en el año de 1772. se expresaba: "Quando los
aragoneses se eligieron en rey. le dieron ya las leyes baxo las cuales les había de gobernar:
y por si sucediese venir contra ellas. de forma que resultasen agravios a sus vasallos, o para
cuando entre éstos se originaren algunas discordias, eligieron un Juez medio entre ellos, y
su rey, a quien después distinguieron con el nombre de Justicia de Aragón para que oyese
las quexas de los que se decían oprimidos por la transgresión de sus leyes, y quitar las
violencias que se les irrogasen contra sus derechos." 88

Es de sumo interés, para establecer la antecedencia del juicio de amparo en el


derecho del reino de Aragón, el estudio del [usticia Mayor, instituci6n que investiga
profusamente Víctor Fairén Guillen en la monografía que ya hemos citado. Ya dijimos
que los procesos denominados trjllrisfirma" y "manifestación de las personas" presenta-
ban claras afinidades teleológicas con nuestro amparo, descubriéndose en ellos uno de
los elementos esenciales de la procedencia de la acción constitucional, COmo es el
agravio que el gobernado sufre por algún acto de autoridad y que en la terminología
jurídica aragonesa se llamaba "greuge". Cuando el agravio era "temido o fazedero"
(futuro inminente) el Justicia Mayor, dentro del proceso de jurisfirrna, podía impedir
su causación al través de la J"lJspensión del acto de autoridad que lo tendiese a provocar,
o como dice Fairén Guillén "La Firma de derecho por grellges facederos -temidos-
era un proceso cautelar, que surtía efectos inmediatos y s6lo dejaba de tener fuerza, por
su revocación o cuando se dictase sentencia por el Justicia declarando no haber lugar
a ella, tras un período contradictorio entre el firmante y la autoridad agraviante", que
incluso podía ser el rey mísmo.w
Por otra parte, en Aragón no solamente el Justicia estaba encargado de hacer res-
pelar los fueros, sino también las Cortes, que "tenían el derecho de velar en todos
los ramos de la administración pública, de reformar todos los abusos, y de deponer
al-rey si faltaba al juramento que hacia de conservar las libertades de la nación"."?
Coincidiendo con esta idea, el jurista español Enrique de Tapia Ozcariz asevera que las
Cortes limitaban las atribuciones reales y proveían a la defensa de los fueros y libertades
públicas y privilegios de ciudades; y refiriéndose a las de león, sostiene que "ofrecían

61 op. cit., pág. 77.


68 Op. cit., páS. 1132. .
es Cfr. AnruedenJes Aragoneses de los [sitios de Amparo (Págs. 51 Y siguientes).
10 Escriche.~p. cit.
ANTECEDENTES HISTÓRICOS GENERALES DEL JUIOO DE AMPARO 61

garantías a las personas y propiedades, reconocían la inviolabilidad del domicilio y pro-


clamaban que cada uno acudiese al juez de su fuero y castigaban al que denegara la
justicia o sentencia dolosamente contra derecho". A su vez, Lápez de Raro sostiene
que a las Cortes "se debían llevar los agravios (greuges) que el Rey o sus oficiales
hicieran a toda persona o entidad, y los que al Rey y sus oficiales por éstas se infirie-
sen; los que se hicieran los brazos del Reino uno a otro; los de las Universidades a los
nobles, o eje éstos a aquéllas; los que hubiera causado el justiciazgo; todo agravio, en
suma, que afectase a las libertades y a los derechos de carácter público"."
De las consideraciones que acabamos de hacer, se infiere, contrariamente a la
opinión general que al respecto se sustenta, que en España el absolutismo monárquico
no existía, cuando menos en la época a que nos referimos, ya que la actuación del
rey como autoridad tenía múltiples limitaciones según indicamos, y cuyo conjunto
constituye un verdadero control jurídico de la legalidad y del derecho en beneficio
de los gobernados, es decir, un auténtico precedente hispánico de nuestro juicio de
~paro.

Sin embargo, una. vez que España realizó su unidad política, el poder del rey se orientó
hacia el absolutismo, que culminó con marcada prepotencia en los reinados de Carlos V (1 de
España) y Felipe JI, con cuya muerte comienza la decadencia del pueblo español, que durante
poco menos de tres siglos vivió al margen de la evolución ideológica que se experimentaba
en otros países, sustrayéndose la Madre Patria al influjo de las nuevas ideas filosóficas y
políticas, hecho éste que de manera primordial se debió a la acción inquisitorial sobre la exrer-
nación del pensamiento humano, tratando de controlarla a pretexto de la defensa de la fe
católica.

La limitación de las funciones reales encontró en España su consagraclOn definitiva


en la Constitución de 1812, que contiene ya declaraciones terminantes que involucran
sendas garantías individuales tales como las relativas a la de audiencia (art. 287),
a la de inviolabilidad del domicilio (art, 306), a la de protección a la propiedad
privada (art, 4), a la libertad "de emisión del pensamiento (art. 371), proscribien-
do, en cambio, la religiosa al disponerse en su artículo 12 que la religión oficial de
España será la católica, apostólica y romana, y que el ejercicio de cualquier otra debería
prohibirse por las leyes. Sin embargo, dicha Constitución omitió implantar un medio
jurídico para preservar tales garantías frente a los actos de autoridad que las violasen.
Los lineamientos generales de la Constitución de 1812 se conservaron en la que
se expidió en 1837, por lo que toca a la consagración de los derechos individuales de
todo español frente al poder público, así como en el estatuto constitucional de 1845,
cuya vigencia se vio suspendida por los sucesos militares de 1854 a propósito de los
pronunciamientos de los generales Dulce y O'Donnell. En 1869 se promulgó una
nueva Constitución, en cuyo preámbulo se declara que el deseo de las constituyentes
consiste en afianzar la justicia, libertad, seguridad y propiedad de cuantas vivan en
España, conteniendo en su articulado un verdadero catálogo de derechos.
Al surgir el movimiento republicano en España en 1873, se elaboró un proyecto
de constitución que sustituía el régimen monárquico implantado y estructurado en los
estatutos constitucionales anteriores p<'r un sistema político federal en el cual el Estado
11 dr., respectivamente, Las Cortes de Castilla, Madrid, 1964, Págs. 6 Y 54, Y La Constite-
ción y Libertades de Aragón, Pág. 76.
62 EL JUICIO DE AMPARO

español asumía la forma de república. Además de reiterarse en dicho proyecto la


declaración de derechos individuales implicada en la Constitución monárquica de 1869,
se pretendió proclamar la libertad religiosa y la separación de la Iglesia y el Es-
tado. El mencionado proyecto, que nunca llegó a cristalizar en Constitución, fue con-
denado por las tendencias monárquicas que lograron restaurar la dinastía borbónica
con Alfonso XII, habiendo expedido las Cortes en 1876 la última Constitución monár-
quica española, en la que, al" igual que en las anteriores, se contiene una declaración
de los derechos fundamentales de los españoles. En lo que respecta a la libertad reli-
giosa, el Código político de 1876 prescribía que "nadie sería molestado en territorio
español por sus opiniones religiosas ni por el ejercicio de su respectivo culto, salvo el
respeto debido a la moral cristiana" (art. 11).
Por último, en abril de 1931 se implanta el régimen .republicano en España me-
diante la Constitución de ese año, y en la que además de contenerse un catálogo de
garantías individuales, se instituyen medios para su protección. En efecto, su artículo
121 dispone que "Se establece Con jurisdicción en todo el territorio de la República un
Tribunal de Garantías Constitucionales, que tendrá competencia para conocer: a).-
del recurso de inconstitucionalidad de las leyes; b).-del recurso de amparo (segura-
mente copiada la denominación de la de nuestra institución de control) de garantías
individuales, cuando hubiere sido ineficaz la reclamación ante otras autoridades" (control
por vía de excepción).
La actual Constitución española, aprobada por un referéndum popular en diciembre de
1978. después de la prolongada dictadura franquista, establece un sistema diversificado de coa-
teol constitucional. Así, consagra el habeas corpur para preservar la libertad personal en
contra de detenciones ilegales (art. 16); crea un tribunal constitucional para conocer del
recurso de inconstitutionalidad de leyes ordinarias (art. 156), estando legitimados para inter-
ponerlo el presidente del congreso de los diputados, del senado, del gobierno, los presidentes
de las asambleas de los territorios autónomos, el defensor del pueblo y un número de dipu-
tados y senadores (art. D6); también consigna una especie de control [urisdiaional de carác-
ter di/uso. en el sentido de que cualquier juez o tribunal ante el que se ventile algún proceso,
puede considerar de oficio alguna ley contraria a la Constitución, debiendo en este caso
excitar al tribunal constitucional para que se avoque al estudio del problema (an. 157), por
último, según el artículo 48 de dicho ordenamiento, todo ciudadano podrá promover el recurso
de amparo ante el mencionado tribunal constitucional para tutelar sus libertades y derechos
reconocidos en la misma Constitución.

VII. INGLATERRA

Es en Inglaterra donde la proclamación de la libertad humana y su protección ju-


rídica alcanzaron admirable grado de desarrollo, a tal extremo que su sistema es uno
de los antecedentes más nítidos del régimen de protección al supradicho derecho funda-
mental del individuo.
El régimen jurídico inglés fue evolucionando lentamente desde los más oscuros
, orígenes de los pueblos que habitaron la Gran Bretaña y es fruto de sus costumbres
y de su vida misma. El derecho inglés es la consecuencia de largos años de gestación
social, de la sucesión incesante de fenómenos y hechos que fueron surgiendo dentro
del pueblo, basados en el espíritu y temperamento anglo-sajones, que siempre se dis-
tinguieron por ser amantes y defensores tenaces de la libertad dentro de la comunidad
británica.
ANTECEDENTES HISTÓRICOS GENERALES DEL JUICO DE AMPARO 63

Como efecto paulatino de la costumbre social, de la práctica constante de la li-


bertad, de los acontecimientos históricos en los cuales se revelaron los intentos de defen-
sa de los derechos fundamentales del inglés, surgió la constitución inglesa, no cómo un
cuerpo conciso, unitario y escrito de preceptos y disposiciones legales, sino como un con-
junto normativo consuetudinario, implicado en diversas legislaciones aisladas y en la
práctica jurídica realizada por los tribunales. Por esto podemos decir que es Inglaterra
el Estado típico dotado de una constitución en el sentido real del concepto, o sea,
como agrupación preceptiva creada y consolidada por la costumbre social, fundamen-
tada en la idiosincrasia popular y que no tiene como antecedente ninguna norma legal,
sino que se produce espontáneamente. Por eso, don Emilio Rabasa ha dicho que la
constitución inglesa es el prototipo de la constitución espontánea, a diferencia. de la im-
puesta que no surge espontáneamente de la costumbre jurídico-social, sino que su obli-
gatoriedad depende de un acto legislativo.
Pues bien, la consagración y protección jurídicas en Inglaterra de la libertad, no
aparecieron en forma súbita, repentina, como producto de un estudio teórico previo,
como efecto de un proceso de imitación, sino que a través de varios acontecimientos
históricos se fueron gestando y reafirmando. Como sucedía por lo general en las pri-
meras épocas de la Edad Media, prevalecía el régimen de la "vindícta priva/d' en los
comienzos de la sociedad inglesa. Sin embargo, COn posterioridad se introdujeron Iimi-
taciones a esa práctica social, considerándose que .en determinados períodos no podía-
ejercerse violencia alguna, en aras del rey, quien paulatinamente fue instituyendo nuevas
prohibiciones a su ejercicio. El conjunto de estas restricciones recibía el nombre de "la
paz del Rey", que, como dice Rabasa, "comenzó por limitarse al respeto de su resi-
dencia o su presencia y fue extendiéndose poco a poco a las cosas reales' como los ca-
minos públicos, a la ciudad, a distritos señalados, etcétera". En esta forma el régimen
de la venganza privada fue extinguiéndose paulatinamente y las violencias en que se
traducía fueron desapareciendo con el tiempo. ASÍ, se crearon los primeros tribunales
que eran el "Wilar" o consejo de nobles, el tribunal del Condado y el Consejo de los
Cien, que se concretaban a vigilar el desarrollo de las ordalias o juicios de Dios. Con
posterioridad, y en vista de la imposibilidad material del monarca de impartir justicia
en todos los lugares del reino, se estableció lo que se llamó la "Curia Regis" o Corte
del Rey, con atribuciones varias, que éste le había delegado. En esta forma, los diversos
tribunales de los distintos pueblos que habitaban Inglaterra fueron sometiéndose a la
autoridad judicial central, quien respetó siempre sus costumbres y tradiciones jurídicas,
aunque después éstas tuvieron que ceder. Así, en toda Inglaterra se fue extendiendo lo
que se llamó el common law que fue y es un conjunto normativo consuetudinario,
1

enriquecido y complementado por las resoluciones judiciales de los tribunales ingleses,


y en particular por la Corte del Rey, las cuales constituyeron, a su vez, precedentes
obligatorios no escritos para casos sucesivos.
Al decir. de Rebasa, el common law o derecho común en Inglaterra, "se formó
y desenvolvió sobre dos principios capitales: la seguridad personal y la propiedad". Sus
normas se extendieron y se impusieron a la autoridad real, quien debía acatarlas, por lo
que de esta guisa la libertad y propiedad en Inglaterra se erigieron ya en derechos indio
vidua1es públicos, oponibles al poder de las autoridades, o como asienta Rabasa, "el
comrnon law se impuso en la conducta de la vida pública, marcando un limite a la auto-
64 EL JUIOO DE AMpARO

ridad real que no podía traspasarlo sin provocar rebeldía y hostilidad". En conclusión,
podemos decir que en Inglaterra- existía, a virtud del (aroman law, una supremacía
consuetudinaria respecto del poder del monarca y en general de cualquiera autoridad
inferior, cuyo contenido eran la seguridad personal r la propiedad.
Sin embargo, la costumbre jurídica, el common law, en varias ocasiones se vieron
contravenidos por el rey. quien confiado en su autoridad, se creyó lo. suficientemente
poderoso para sustraerse a sus imperativos. La resistencia real a los mandatos del de-
recho consuetudinario y la consiguiente oposición a las resoluciones judiciales, provo-
caron en Inglaterra no pocas conmociones, que sirvieron para que el pueblo obtuviera
nuevos triunfos sobre el monarca, consolidando así sus conquistas libertarias mediante
"bills" o "cartas", que eran documentos públicos obtenidos del rey, en los que se
hacia constar los derechos fundamentales del individuo.
Así, a principios del siglo XIII los barones ingleses obligaron al rey Juan Sin Tierra
a firmar el documento político base de los derechos y libertades en Inglaterra y origen
de varias garantías constitucionales de diversos países, principalmente en América,
Nos referimos a la famosa Magna Charla, "en cuyos setenta y nueve capítulos hay una
abundante enumeraci6n de garantías prometidas a la Iglesia, a los barones, a los
'freemen' y a la comunidad, todos con el valor jurídico para el presente que corres-
ponde a fórmulas que se han transmutado en las libertades modernas; pero de las
cuales algunas sólo han modificado las palabras y viven en los principios de las cons-
tiruciones actuales",">
El precepto más importante de la Charra Magna inglesa es el marcado con el nú-
mero 46, que constituye un antecedente evidente de nuestros artículos 14 y 16 consti-
tucionales y del artículo 59 de las reformas y adiciones a la Constitución americana.
Dicho artículo estaba redactado en latín y decía textualmente: "Nullus liber homo
capiatur vel imprisionetur, aut disseisietur . ,. de libertatibus ve! de liberis consuetidíní-
bus suis, aut ultragetur aut aliquo modo destruatur; nec super eum ibimus, nec super
eum rnittemus, nisi per lega1em judicium parium suorum vel legem terrae. Nulli ven-
dernus, nulli negabimus aut differemus rectum aut justitiarn.' En síntesis, esta dispo-
sición contenía una verdadera garantía de legalidad, pues establecía que ningún hombre
libre podía ser arrestado, expulsado, o privado'de sus propiedades, sino mediante juicio
de sus pares y por la ley de la tierra. En efecto, el concepto de "ley de la tierra"
equivalía al conjunto dispositivo consuetudinario imperante en Inglaterra, es decir, el
common laur, que, como ya dijimos, estaba fundamentado en una tendencia jurídica
de protección a la libertad y a la propiedad. La expresión, pues, de que ningún hombre
libre podría ser privado de su libertad y propiedades, sino de acuerdo con la ley de la
tierra implicaba una garantía de legalidad en el sentido de que dicha privación sólo
podría efectuarse mediante una causa jurídica suficiente permitida por el derecho consue-
tudinario. Pero, además, la Charta Magna requería que la afectación a los derechos de
libertad y propiedad individuales se realizara no sólo de conformidad Con la lex terree,
sino mediante juicio de los pares. Con esta idea, no sólo se otorgaba al hombre la
garantía de audiencia por la que pudiera ser oído en defensa, sino que se aseguraba
también la legitimidad del tribunal que había de encargarse del proceso, pues se esta-
bleció que no cualquier cuerpo judicial podría tener tal incumbencia, sino precisamente

72 Rebasa: El Juicio ConstiJu(ional.-Pág. 86.


ANTECEDENT~S HISTÓRICOS GENERALES DEL JUICIO DE AMPARO 65

los pares del interesado, es decir, órganos jurisdiccionales instalados con anterioridad
al hecho de que se tratase. Fue así como el artículo 46 de la Magna Charra ínglesa re-
conoció al hombre libre, el "[reeman", la garantía de legalidad, de audiencia y de legi-
timidad de los funcionarios o cuerpos judiciales, constituyendo un claro antecedente
de nuestros artículos 14 y 16, en especial del primero, cuyo segundo párrafo expresa más
pormenorizadamente las garantías insertas en el precepto anglosajón, que inspiró asi-
mismo la enmienda quinta a la Constitución americana, la que englobó los términos
legales de las mencionadas garantías en la expresión "debido proceso legal" --Jt¡e
process 01 /aw-, cuya generalidad, amplitud y vaguedad hacen a dicha disposición
inferior a la norma correspondiente de nuestro artículo 14 constitucional.
Con el tiempo, la autoridad del monarca inglés fue decreciendo, porque, en pri-
mer lugar, el parlamento ya se había formado.t- y en segundo término, porque este
organismo fue absorbiendo paulatinamente la potestad legislativa real, mediante pro-
posiciones de ley que formulaba. Fue así como el parlamento impuso al rey otro
estatuto legal que vino a consolidar y corroborar las garantías estipuladas en la Charta
Magna: la Petitlon of Rigbts, expedida.por Carlos 1.
Por otra parte, el wril of haheas corpus, que "era el procedimiento consuetudinario
que permitía someter a los jueces el examen de las órdenes de aprehensión ejecutada
y la calificación de la legalidad de sus causas",.. fue elevado a la categoría de ley en 'el
año de 1679, en virtud de un suceso ocurrido: Hampden y otros fueron reducidos a
prisión por expresa orden del rey, pues se habían mostrado reacios a; pagar un prés-
tamo forzoso que el parlamento no había decretado, acudiendo al mencionado recurso
en defensa de su libertad; se estimó que la orden real era la causa legal suficiente
para determinar la aprehensión de que se quejaban y entonces el parlamento hizo una
declaratoria en la que asentaba que "el writ of habeas corpus no puede' ser negado,
sino que ,debe ser concedido a todo hombre que sea arrestado o detenido en prisión
o de otra manera atacado en su libertad personal, por orden del rey, de su consejo
privado o de cualquier otra autoridad". 'C' '.
Podemos decir que, a diferencia de la Charla Magna y demás estatutos legales
que se fueron expidiendo en Inglaterra, que contienen meros derechosc·derlarados; el
writ of habeas corpus implica ya un derecho garantizado, puesto que no se 'concreta a
enunciar las garantías individuales, sino que se traduce en un procedimiento para
hacerlas efectivas, en relación con la libertad personal, contra las autoridades que la
vulneren. Por consiguiente, si hemos estimado que los distintos cuerpos legales ingle-
ses, relativos al reconocimiento y consagración de los derechos del hombre,' son un.·
antecedente histórico de nuestras principales garantí.;s individuales, corno derechos
simplemente declarados, hemos también de concluir que el habeas corpus es ya .un
precedente directo del juicio de amparo, pues ambos son medíos jurídicos de tutela,
es decir, se revelan en derechos garantizados o de garantía. Es en el habeas corpus,
pues, donde en realidad descubrimos el antecedente inglés de nuestra institución de
amparo en cuanto al mencionado bien jurídico, como sistema de ·garantía en el estricto
sentido de la palabra, y no en los diversos estatutos legales ya citados que contienen
meros derechos declarados, como dijimos.
13 Sobre el origen de este organismo véase nuestra obra Devecbo Constitucional Mexicano!
páginas 591 y siguientes (Edición 1973).
'T4 Rebasa: El Juicio Constinuíonal.
66 EL JUICO DE AMPARO,

El w,;/ of habeaJ COrpUS tenia como objeto proteger la libertad personal contra
toda detención y prisión arbitraria, independientemente de la categoría de la auto-
ridad que las hubiera ordenado, teniendo sin embargo, su ejercicio las siguientes limi-
taciones: no era procedente en los casos de felonía y traición, cuando estos delitos
estaban expresados en la orden de prisión.
El wril of habeaJ COf'PUS existió como recurso consuetudinario con mucha anteriori-
dad a la ley de 1679, creado por el common law y definido por la jurisprudencia de los
tribunales ingleses durante largo tiempo. El wril of habeaJ corpus, decía Lord Bir-
kenhead, "es un recurso anterior a todo estatuto, que prolonga sus raíces muy atrás en el
genio de nuestro eommon law. Es de una antigüedad inmemorial, 11I! precedente que
se encuentra en el año trigesimotercero del reinado de Eduardo 1"." Con antelación a
dicho recurso, el derecho COmún inglés desde la Edad Media estableció 'Ciertos medios
para proteger la libertad personal y que cayeron en desuso con el advenimiento del ba-
beas corpus. Así, existía el wril de Odio el Aria, que tenía como finalidad restituir la
libertad a una persona que hubiese sido encarcelada "por odio 'o falacia", así como
, el eorit de homine repigliando, que se remontaba al siglo X1lI, y que tenía como objeto
~onstreñir a un "sheriff" a poner libre provisionalmente a un sujeto. TO
Según hemos dicho, el writ de habeas corpus propendía y propende a tutelar la
libertad personal contra todo acto arbitrario que la afecte. Sin embargo, no sólo se
ostenta como un "recurso de derecho público". es decir, no únicamente procede frente
a la actuación del poder público, sino que también presenta la naturaleza de un re-
curso de "derecho civil", para proteger la libertad personal de la mujer casada frente
al marido y de los menores frente a los que ejercen la patria potestad."
Aunque la competencia para librar un wril (orden, mandamiento), de habeas COr-
pus corresponde, según la ley de 1679, a lodo [ue: de Su Majeslad, disposiciones
legales posteriores han considerado al tribunal llamado King' s Bentb Como 5'to para
expedirlo. La demanda respectiva debe basarse en un "motivo razonable" y acompa-
ñarse de pruebas suficientes (af/idavils) para obtener el libramiento de la orden.ts
Dentro de la institución de habeas corpus existía un elemento análogo al informe
justificado que rinden las autoridades responsables en nuestro juicio de amparo. Alu·
dimos al llamado "return"; que la jurisprudencia inglesa lo define de esta manera: "el
return es el informe o ~espuesta por escrito que, debe dar la persona a quien el writ
se dirige, manifestando el tiempo y la Causa del arresto O de la detención del preso
y la presentaeipn del cuerpo de éste ante la corte o juez que conoce del recurso con la
manifestación de los motivos que haya para no ser presentado cuando esto no pueda
hacerse".'" El writ de habeas corpus era, por tanto, un recurso que, protegería la segu-
ridad personal, pues obligaba a la autoridad que llevaba a cabo una detención arbitraria
a presentar el cuerpo del detenido al .juez ante quien se interponía, mientras se averí-
guaba la legalidad del acto aprehensivo o de la orden de la cual emanaba.

La. ley del habeas corpus contenía, además diversas prevenciones que estatuían severas
sanciones para las autoridades aprehensoras que rindiesen Informes falsos sobre el aprehen-

'U Halsworth, W. Hillary 01 English Law.-Citado por Bemal Dellgniéres en su obra


LA Writ ¿'Habeas Corpuf'ad IlIb¡iriendllm, pág. 33. •
te Obra citada en' segundo lugar, págs. 32 Y 33.
1'1 Y 18 Op. ril., 'págs. 147 a 164, 78 Y 79. .
TU Cita inserta en El ¡Ilirio de amparo 1 el Wr~1 of Habeas CorplII, de Vallarta.
ANTECEDENTES HISTÓRICOS GENERALES DEL JUICIO DE AMPARO 67

dido o no acatasen los mandamientos judiciales de presentación de la persona que hubiese


sido capturada. Tales sanciones alcanzaban hasta a los carceleros, jefes de cárcel, "guardián
de la persona. y cualquier otro individuo en cuya custodia se halle el preso", incurriendo "por
primera vez que falten en una multa de cien libras; y por la segunda vez que falten en la
multa de doscientas libras" siendo "por esta razón incapaces de tener o ejercer dicho empleo,
teniendo el preso o la parte agraviada, sus albaceas y fideiccmisarios ab-intestato, derecho para
cobrar del culpable o de sus albaceas y fideicomiso ab-Intestato, el valor de tales multas por
cualquier acción de deuda, demanda, billete, queja o acusación, ante cualquiera de los tribuna.
les del rey en Westminster ...... so

Cuando fueron exaltados al trono el príncipe Guillermo de Orange y la princesa


María, después del movimiento revolucionario que derrocó a jacobo 11, el parlamento
impuso a los nuevos monarcas un estatuto que ampliaba las garantías individuales
que ya se habían reconocido en las legislaciones anteriores, insertando nuevas cómo
la libertad de tribuna, de portación de armas, etc., y que puede considerarse como el
más completo de todos. El mencionado estatuto fue el célebre Bi/J 01 Righls, que en
"expresiones breves y vigorosas, declarando la ilegalidad de muchas prácticas de la coro-
na, prohíbe la suspensión y la dispensa de las leyes, los juicios por comisión, las .rnultas
o fianzas excesivas, así como el mantenimiento de ejércitos en tiempo de paz y la
imposición de contribuciones sin permiso del parlamento; se reconoce, además, el dere-
cho de petici6n al rey, el de portaci6n de armas, la libertad de tribuna en el parla-
1nento Y la 1' 1·'0 errau _~_ ~
\..u ..... ~ ~_a_...
,_.1 ........ 10:1 plP1'"",.;ón rlp lnc: rnmnnpc:." 81, 82 Y 85
.... ...... __ ..............

Hemos, pues, examinado a grandes .rasgos el régimen jurídico de Inglaterra en


relación con los precedentes históricos de nuestro juicio de amparo, haciendo hincapié
en la circunstancia de que en dicho país no hay una constitución unitaria, compacta, tal
como sucede en la mayor parte de los países del mundo, sino que se resuelve en los
cuatro estatutos legales a que nos hemos referido y en el common law o derecho común
inglés, complementado por la jurisprudencia de los tribunales en las diversas aplicaciones
concretas.w Pues bien, dentro del sistema constitucional inglés, caracterizado en la forma

80 AcI o/ Habeas Corpus de 2 de mayo de 1676; Cap. v.


81 El Juicio ConstitucionaJ.-Pág. 87.
82 Por otra parte, no hay que pasar inadvertidas las ideas de Olioerio Cromwe/l acerca de
10 que debía reputarse como gobierno constitucional y que cristalizó en su célebre lnstrxment of
Gooemmens, del año de 1653, en cuyo documento se instituyó una especie de' separación o divi-
sión de poderes para proscribir la arbitrariedad del poder público en beneficio fundamentalmente
de los gobernados. El pensamiento de Cromwell expresado 00 sólo a través de dicho instrumento
político, sino en sus fogosos discursos parlamentarios, deja entrever Claramente el principio de
supremacía constitucional, coincidiendo en este punto con las ideas del famoso juez inglés Sir
Edward Coke, a quien debe considerarse como un precursor del chief justice John Marshall en
10 tocante a la proclamación de dicho principio. -
83 Debemos hacer ):1. advertencia de que la indagación de los antecedentes o precedentes
históricos de nuestro juicio de amparo no puede cmprenderse sin hacer referencia a la situación
jurídica del gobernado en los regímenes en que se pretende descubrir algún medio. recurso o
institución que presente similitud con el citado juicio. Ahora bien, en nuestro libro "Las GtIoo
rantías Individuales" (capítulo primero) aludimos a los diferentes "estatutos" o cuerpos lega-
les que en Inglaterra reconocieron y convalidaron los derechos fundamentales del hombre, por'
lo que, en obvio de repeticiones, nos remitimos a las consideraciones que en la citada obra
formulamos.
8' En Inglaterra. efectivamente, los jueces son los "depositarios" de la ley común. a la que
están ligados por medio de un solemne juramento. Como el derecho común (coinmon law) no
está escrito en ningún código, sino que, según dijimos, se integra con la costumbre social, su ce-
nocimiento por parte de los tribunales deriva directamente de su experiencia, de sus estudios y,
principalmente. de los "precedentes ;udieiaJes" que tienen, dentro del sistema jurídico anglosajón.
68 EL JUIClO DE AMPARO

en que lo acabamos de hacer, ¿cuál es la institución que verdadera y efectivamente


puede implicar un antecedente de nuestro juicio de control? Evidentemente que con
exclusividad sólo el habeas corpus, por ser éste, como el amparo, un medio directo,
autónomo, de impugnación de los actos autoritarios ilegales, que en suma contiene un
derecho garantizado. Por el contrario, los demás estatutos ingleses sólo engloban dere-
chos declarados, sin brindar concomitantemente un medio jurídico para su protección.
Bien es verdad que, como afirma Rabasa, en Inglaterra se practicó y se pretendió rea-
lizar siempre en los diversos casos concretos la supremacía de la constitución inglesa,
traducida en dichos estatutos y en el common law, mas nunca, fuera del habeas corpus,
existió un medio directo, independiente, sui géneris, de tutela de los derechos que
aquéllos declaraban. Por esta razón el conocimiento que los tribunales tenlan respecto
de los. distintos casos concretos que se l~~ sometían y en los cuales aplicaban preferen-
temente las normas constitucionales inglesas, integraba lo que Rabasa denomina "juicio
constitucional" J que "se caracterizaba por el hecho de que un tribunal, siguiendo
procedimientos meramente jurldicos sobre el derecho privado de un querellante, pueda,
por' a¡¡¡¡cación de las leyes constitucionales, impedir o suspender la ejecución del
mandamiento de los funcionarios públicos o sus agentes". En conclusión, si en In-
glaterra fue privando paulatinamente y merced a la noble y desinteresada labor desarro-
llada por jueces probos y patriotas, como lord Coke, la supremacla constitucional
eiercida obr vía de excepción. no por esto debemos deducir que 91 drC'..w.5tancia im-
pílq.ie u~ intecedente directo'" del 'juicio de';"'paro, cuyo precedente legítimo inglés
es el habeas corpus, como ya aseveramos anteriormente.
El distinguido profesor de nuestra Facultad, doctor Guillermo Floris MargaJaflJ, consi-
dera a Cake como impulsor del hdbeaJ ,"orPUI, en Inglaterra, y propugnador de la abolición
de Jos llamados tribunales "ad boc", o sea, los "especiales" o "por comisión". Agrega dicho
tratadista ..que para Cake "el derecho marcial" (suspensión de garantías) sólo es admisible
en tiempos de crisis nacional; que el individuo sólo puede ser acusado por un "Grdfld luri'
(el jurado acusatorio) y condenado con 'base en una declaración pronunciada por un jurado
declaratorio; que los cateas deben obedecer a ciertos requisitos; y que el hogar es inviolable" .8Ci

Por otra parte, la ausencia de un sistema directo de control constitucion~1 dentro


del régimen jurídico inglés se debe a lo que se llama la "omnipotencia del parlamento",
en el que se ha considerado radica la soberanía popular, y en especial, desde 1892, en
la Cámara de los Comunes.

"El poder y la jurisdicción del Parlamento, afirma Alejandro Laya, son de tal manera
absolutos, que no pueden encerrarse dentro de ningún límite. Está investido ron la autoridad
soberana y sin control, para elaborar, sancionar, ampliar, restringir, ..abrogar, poner en vigor

respetabilidad compulsoria en casos análogos a los que Jos hubiesen provocado.. Esos "preceden-
tes", que en esencia constituyen la jurisprudencia inglesa, se registran y archivan cuidadosamente
como verdaderos tesoros históricos (récords). Los funcionarios judiciales en Inglaterra, indepen-
dientemente de su jerarquía, están indisolublemente encadenados a las decisiones dictadas por sus
antecesores para que la. impartición de justicia nó pierda su continuidad, ya que en ellas se .cou-
signa el derecho común o la "ley del pafs o de la tierra", mediante la interpretación correcta,
sensata, racional y justa de las costumbres que desde tiempos inmemoriales configuran la vida
misma 'del pueble británico. Sólo ~tá permitido al juez apartarse de un precedente cuando éste
involucre una aberración manifiesta o una notoriainequidad, en cuyo caso se supone que tal
precedente no esexf,re§ivo del "vcommen Iew", o sea, no es "ley". , .
,85 bl/roduuidn a la Historia Universal del Dererho.-Tomo 1, págs. 273 y 274.-Ed. 1974.
ANTECEDENTES HISTÓRICOS GENERALES DEL JUICIO DE AMPARO 69

y calificar las leyes relativas a toda materia eclesiástica, temporal, civil, militar, marítima o
criminal; ro una palabra, ese poder absoluto, despótico, que debe residir en parte en todos-
los gobiernos bien organizados, se imputa al Parlamento por la. constitución de este reino,.... " 88
Por su parte, el jurista venezolano Humberto J. La Rache sostiene que "Inglaterra solamente
admitía el principio de que las leyes provenientes del Parlamento no podían estar subordi-
nadas a ninguna otra norma y que los- actos de las autoridades ejecutivas debían estar sujetos
a las reglas emanadas de su propio Poder Legislativo. Más concretamente, se puede sostener
que en Inglaterra no es posible el control de la constitucionalidad en el sentido propuesto por
Coke. Está demostrado el hecho de que en ese país la soberanía del pueblo se encuentra
esencialmente representada por el Parlamento. En consecuencia, la imposibilidad del control
de la constitucionalidad de las leyes (provenientes del Parlamento). es debida a la regla
legislativa existente allí, que impide toda influencia del Gobierno por cualquier sistema de
supremacía judicial." 81

VIII. FRANCIA

No obstante que ya se perfilaba el jusnaturalismo como corriente política para fijar


las relaciones entre el poder público y los gobernados, en el sentido de que aquél debe
siempre respetar y consagrar en el orden jurídico las prerrogativas inherentes a la per.
sona humana, como la libertad, la propiedad, la seguridad jurídica, etc., la realidad
política presentó una notable oposición al pensamiento teórico. El despotismo y la auto-
cracia siguieron imperando principalmente en Francia, cuyo régimen gubernamental se
cimentaba en un sistema teocrático, puesto que se, consideraba que la autoridad monár-
quica tenía su origen y fundamento en la voluntad divina, por lo que se reputaba a
aquélla como ab¡oIIlJa, esto es, sin ninguna limitación ~n su ejercicio. Los reyes Come-
tieron, bajo estas condiciones, arbitrariedades sin fin, gravando inicuamente al pueblo
con impuestos elevadísimos para poder mantener el boato y subvenir a los gastos exor-
bitantes de la corte real y de la podrida y degenerada nobleza que contribuía a la
extorsión popular.
Ante esta triste realidad,. surgen en Francia importantísimas corrientes políticas en
el siglo XVIn, las cuales pretendían proponer medidas y reformas para acabar con el
régimen absolutista, pugnando por el establecimiento de sistemas o formas de gobierno
más pertinentes y adecuados para conjurar el mal público. Así aparecen en el pensa-
míento político los fisi6cratas, quienes abogaban por un marcado abstencionismo del
Estado en lo concerniente a las relaciones sociales, las cuales deberían entablarse y des-
arrollarse libremente, sin la injerencia oficial, obedeciendo al ejercicio de los derechos
naturales del gobernado (principio de "laissez faire, laissez passer"). Por su parte,
Voltaire, propugnando una monarquía ilustrada y tolerante, proclama la igualdad de
todos los hombres respecto a los derechos naturales de. libertad, propiedad y protección
legal. Los enciclopedistas, principalmente con Diderot \ y D' Alambert, pretendieron re-
construir teóricamente el mundo, saneándolo de sus deficiencias, errores y miserias, pre-
tensión en la que pugnaban vehementemente por la consagración definitiva de los
derechos naturales del hombre. Esta última cuestión apenas se vislumbra en la teoría
de Momesqtdeu, cuya finalidad especulativa fundamentalmente tiende a 'elaborar un
sistema de gobierno que garantizara la legalidad y descartara la arbitrariedad o despo-
88 Droit AnglaiJ. Tomo J, Pág. 158.
87 El Control jUf'hdiccional de la Constitucionalidad en Venezuela y Estados UnidoJ.-Pág. 15.
70 EL JUIOO DE AMPARO

tismo de las autoridades, habiendo formulado para ello su famosa teoría de la división
de poderes, dotando a cada uno de éstos de atribuciones especificas y distintas de las
que correspondiesen a los otros, para el efécto de que imperase un régimen de frenos
y contrapesos recíprocos. s,
Pero el pensador que sin duda alguna ejerció mayor influencia en las tesis jurl-
dico-polítícas llevadas a la práctica por la Revolución Francesa, fue Rousseau con su fa·
mosa teoría del Contrato social, que ya antes había sido formulada por varios teóricos.
Afirmaba Rousseau que el hombre en un principio vivía en estado de naturaleza, es
decir, que su actividad no estaba limitada por ninguna norma, que desplegaba su libero
tad sin obstáculo alguno; en una palabra, que disfrutaba de una completa felicidad
para cuya consecución, según dicho pensador, no operaba la razón, sino el sentimiento
de piedad. Con el progreso natural, se fueron marcando diferencias entre los individuos,
antes colocados en una posición de verdadera igualdad, y es entonces cuando suceden
choques y pugnas entre ellos, Para evitar esto, los hombres, según Rousseau, concerta-
ron un pacto de convivencia, estableciendo de esta manera la sociedad civil, limitándose
ellos mismos su propia actividad particular y restringiendo en esta forma sus derechos
naturales. Al crearse la sociedad civil, en oposición al estado de naturaleza, se estableció
un poder o una autoridad supremos, cuyo titular fue y es la comunidad, capaz de
imponerse a los iñdividuos. A este poder o autoridad la llama Rousseau vo/unlM general,
a la cual considera soberanamente omnímoda, esto es, sin limitación alguna. Sin em-
bargo, y contradiciéndose con esta consideración, dicho pensador asienta que los indivi-
duos, al formar la sociedad civil, recuperan sus derechos naturales con las consiguientes
restricciones, los cuales deben ser respetados por el poder o autoridad públicos. Consí-
guientemente, en la teoría rousseauniana tenemos, por un lado, la "volonté générale",
como suprema, como soberana, y de otro, a los derechos fundamentales del hombre
respetables necesariamente. Entonces, si se acepta esta última consideración, la "volonté
générale" no es omnímoda, como lo sostiene Rousseau, sino que está limitada por los
derechos naturaJes del hombre; por el contrario, si se admite que dicha voluntad general
es omnímoda y absolutamente soberana, entonces no deben existir los derechos natu-
rales del individuo frente a ella. Esta contradicción entre el jusnaturalismo y la concep·
ción soberana del poder estatal se soluciona en las modernas teorías sobre la soberanía
a través del concepto de aUlolimilaáón, por virtud del cual, siendo el poder del Estado
soberano, esto es, no existiendo sobre él ningún otro, se impone a JI mismo, en el orden
jurídico, limitaciones de derecho, es decir, obligatorias, siendo parte de esas limitaciones
las garantías individuales o derechos fundamentales del individuo o gobernado que
reconoce (como en la Constitución de 1857) o crea (como en la Constitución vigente).
En las teorías actuales de la soberanía, los derechos del hombre ya no existen Como
superestatales, sino que, o bien sn validez depende de su reconocimiento por parte del
orden jurídico del Estado (como sucedía en la Constitución de 57, que, sin embargo,
adoptó la tesis jusnaturalista), o bien se crean o establecen por dicho orden (como
acontece en nuestra Constitución vigente, lo cual es más lógico y racional).
A diferencia de Inglaterra, en donde el constitucionalismo surge paulatina y suce-
sivamente merced a distintos hechos históricos, en Francia de manera súbita y re-

es La critica a la teoría de Montesquieu la formulamos someramente en nuestro libro "Dere-


cho CCJJJJlilll&ional Mexüano", Capítulo IV, parágrafo I/F". -
ANTECEDENTES HISTÓRICOS GENERALES DEL JUIOO DE AMPARO 71

pentina se destruyó el régimen monárquico absolutista y se implantó uno nuevo, démo-


cráJiro, liberal, individualista y republicano. Si las garantías individuales, si el respeto
a la libertad surgieron en Inglaterra por impulsos propios del pueblo, sentidos y expe-
rimentados por su misma idiosincrasia, en Francia, en cambio, fueron producto de ela-
boraciones doctrinarias, de corrientes teóricas, propias y ajenas, que encontraron en el
pueblo francés un amplio y propicio campo de desarrollo y realización, y cuya precaria
.situación contribuyó no poco a ello. Fue así como el pueblo, enardecido por la desgracia
de la opresión, del favoritismo y de la iniquidad ejercidos por el gobierno, rompió los
moldes jurídicos y políticos de la Francia absolutista, negativa de libertades, en com-
pleta incompatibilidad con los anhelos populares de liberación.
Tras cruentos sucesos, después de sangrientos episodios, se formula y proclama la
famosa Der/aración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en 1789, que es uno
de los más importantes documentos jurldrco-polltícos del mundo, Acerca de sus orí-
genes, respecto de la fuente de inspiración y de procedencia de la Declaración francesa,
mucho se ha escrito, habiendo en la actualidad opiniones. encontradas que atribuyen
su causa a distintos documentos y fenómenos históricos, así como a diversas ideo-
logías políticas.

Se ha afirmado que la Declaración de Derechos del Hombre de 1789 tuvo su fuente de


inspiración en la doctrina del Contrato Social de Juan jaccbo Rousseau.w Jellinek, por su
parte, refutando esa consideración, asegura que el origen de dicha Declaración se encuentra
en las constituciones coloniales norteamericanas, y principalmente la Federal, o sea, la que
croo la federación de los Estados Unidos del Norte, ya que, según dicho autor, los forjadores
del C6digo Fundamental francés tuvieron como modelo los mencionados ordenamientos, lo
cual se desprende de la notable similitud que entre éstos y aquél existe. Nosotros estimamos
que no es debido atribuir a la Declaración francesa un origen- exclusivo, ya que más bien ésta
surgió predeterminada por una variedad de factores de diversa índole, a saber, político-doc.
trinales, sociales, históricos, etc. Respecto a esta cuestión, o sea la consistente en establecer
cuál fue el origen o fuente de inspiración de la Declaración francesa de 1789. el licenciado
Fernando Solfa Cámara formula interesantes consideraciones a las cuales nos. adherimos y que
nos permitimos transcribir.w "Jellinek en su estudio sobre la Declaración francesa de los De.
rechos del hombre traza perfectamente los orígenes de la historia de este memorable docu-
mento. Comienza por negar la opinión vulgarmente admitida como cierta... según la cual
la Declaración. se. basa en los principios -de Juan J. Rousseau. Su argumentación puede conden-
sarse en los siguientes términos: 'El contrato soetal se reduce a una sola cláusula, a saber:
la alienación completa de todos los derechos del individuo a la comunidad. El individuo no
conserva para sí un solo átomo de derechos a partir del momento en que entra en el Estado.
Todos los derechos que el individuo de hecho tiene, los recibe de la voluntad general que
determina sus límites pero no debe ni puede ser restringida por ningún poder¡ ni la propiedad
pertenece al individuo si no es por virtud de una concesión del Estado, el contrato social hace
al Estado señor de todos los bienes de sus miembros que co-ntinúan poseyéndolos solamente como
depositarios del bien público: La libertad cívica consiste simplemente en lo que queda al in-
dividuo después de la determinación de sus deberes cívicos. Sólo la ley puede dictar estos
deberes¡ según el contrato social, las leyes deben ser iguales pata todos los ciudadanos; éste
es para el poder soberano, que Ileva en si mismo sus garantías, el único límite que brota

89 Boutmy, entre otros, asegura que el origen de tan célebre documento "Hay que buscarlo
en el espíritu filosófico de la Francia del siglo XVIU, y en Rousseau muy particularmente. ~n su
forma, y más aún en su espíritu, la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano es una
emanación directa del genio de Francia." (Cita contenida en el opúsculo de Jellinek intitulado "La
90
1.
Declaración de ]01 Derecbos de] Hombre del Ciudadano", Pág. 146, Editorial Nueva España.)
Origen y Evolución en América e la¡ Instituciones Política¡ Anglosajona¡, págs. 83·92.
72 EL JUICIO DE AMPARO

de su propia naturaleza. La concepción de un estado original que el hombre transportara a la


sociedad y que se presentara como uná limitación jurídica del soberano es expresamente recha-
zada por Rousseau: '11 u'a pas de 10i fondamentaJi: qui puisse Iier la communauré, pas méme
le centrar social.' Ahora bien, como la Declaración de Derechos pretende trazar entre el
Estado y los individuos la línea de demarcación eterna que el legislador debe tener siempre
ante los ojos como, límite que, una vez por todas, le es impuesto por los derechos naturales.
inalienables y sagrados del hombre, es evidente que las teorías de Rousseau, lejos de ser la
base, son contrarias a la Declaración de los Derechos del Hombre. Esta ergumenteríén es perfec-
tamente exacta. I.p idea de Rousseau es la misma que la de Napoleón y la de Luix XIV:
la omnipotencia del Estado; en tanto que la Declaración de Derechos no es otra casa que la
consagración del más absoluto individualismo. En ella el Estado apenas se deja ver. Rousseau
prestó a la Declaración ciertas fórmulas de dicción, ejerció alguna influencia sobre el estilo
del documento; pero los orígenes de éste, según ]ellinek, hay que irlos a buscar en la revolu-
ción americana. Sin duda el documento francés no es más que la traducción de las declaraciones
de los varios Estados que forman la Uni60. Americana, y particularmente del Estado de Vir-
ginia. Basa su ergumentacién el distinguido publicista alemán en la similitud de las declara-
ciones americanas y francesas, en la circunstancia. de haber sido el general Lafayette quien, en
la Asamblea Constituyente, propuso la. anexión de tal documento a la Constitución francesa.
Pero. el ilustre profesor parece no tener en cuenta que antes de la proposición de Lafayette
existía ya un proyecto de Constitución y un dictamen de, Mounier sobre él. En este dictamen
.se decía: 'Para 105 derechos del hombre y que los proteja evidentemente.' La verdad es que
entre las dos grandes revoluciones existió una considerable conexión, un cambio constante y
reciproco de ideas y de principios. De la misma manera que la proyección de luz sobre un
mismo cuerpo en lugares opuestos produce inmediatamente por el cruzamiento de los rayos
luminosos dos siluetas, cada una de las cuales se encuentra colocada del lado opuesto al foco
de que depende. así la corriente filosófica europea y el admirable adelanto político del pueblo
americano pudieron crear recíprocamente la Revolución americana y la Revolución francesa:
las dos grandes revoluciones no vinieron a ser otra cosa que siluetas magníficas del alma hu-
mana que. se producían bajo la reflexión de la luz vivlsima que el pensamiento europeo y el
progreso político del pueblo americano arrojaban a torrentes sobre los derechos y libertades
de la humanidad. Las dos revoluciones deben la vida a la luz, y sólo desaparecerán y se bo-
rrarán de la Historia .cuando se haya ofuscado para siempre la inteligencia humana. la. seme-
janza de las declaraciones de derechos promulgados en Europa y en América no reconoce por
causa propiamente el que aquéllas hayan sido traducidas de éstas. Las francesas no se hubieran
apropiado de las declaraciones americanas si éstas no hubiesen estado de acuerdo con las ideas,
los principios y los fines de la naciente Revolución francesa. Detrás de la razón aparente está
la verdadera causa: la comunidad de las ideas se tradujo en la similitud de las leyes. Por
tanto, es necesario reconocer que ambos acontecimientos obraron poderosamente el WlO sobre
el otro. La Revolución americana sobre la francesa por su éxito y por la aplicación práctica
de las teorías, la francesa sobre la Revolución americana por sus antecedentes, es decir, por las
doctrinas de los filósofos y moralistas, en su mayor parte franceses, que la hicieron nacer:'

La Declaración de 1789 instituyó, según dijimos, la democracia como sistema


de gobierno, afirmando que el-origen del poder' público y su fundamental sustrato es el
pueblo o, para emplear su propio.lenguaje, la nación; en la que se depositó la soberanía.
Así, el artículo 3 establecía: "El principio de toda soberanía reside esencialmente en la
nación. Ningún individuo o corporación puede ejercitar autoridad que no emane expre·
samente de ella", precepto que posteriormente inspiró sobre este punto a la mayor
parte de las constituciones universales. La democracia siempre supone la igualdad ju-
rídica y política de los gobernados, por lo que el artículo 6 se refería a dicho elemento
alelisponer: "La ley es la expresión de la voluntad general. Todos los ciudadanos tienen
derecho a concurrir a su fonnación personalmente o por representantes. Debe ser la
misma para todos, sea que proteja o sea que castigue. Todos los ciudadanos siendo
ANTECEDENTES HISTÓRICOS GENERALES DEL JUICIO DE AMPARO 73

iguales a sus ojos, son igualmente admisibles a todas las dignidades, cargos o empleos
públicos, según su capacidad, sin otra distinción que la de su virtud o su talento."
Además. Ia'Declaración francesa de 1789 contenía.un principio netamente individua-
lista y liberal. Individualista, porque consideraba al individuo como e! objeto esencial y
único de la protección del Estado y de sus instituciones jurídicas. a tal grado de no permi-
tir la existencia de entidades sociales intermedias entre él y los gobernados particulares.
A este propósito. establecía el artículo 2 lo siguiente. que revela una concepción nota-
blemente jusnaturalista: "El objeto de toda asociación política es la conservación de los
derechos naturales e imprescriptibles del hombre. Estos deberes son la libertad, la pro-
piedad, la seguridad y la resistencia a la opresión", que es semejante, en cuanto al
principio en él involucrado, al primer precepto de nuestra Constitución de 1857, que
dice: "El pueblo mexicano reconoce que los derechos de! hombre son la base y el objeto
de las instituciones sociales."
Consagraba también la Declaración francesa el principio liberal, porque vedaba al
Estado toda injerencia en las relaciones entre particulares que no tuviese por objeto
evitar que el libre desarrollo de la actividad individual perjudicara o dañara los intereses
de otro u otros individuos, concibiendo a aquél como un mero policía, acerca de cuyo
régimen ha hecho Duguit severas y justificadas críticas. A este respecto decía e!
artículo 4 de la Declaración: "La libertad consiste en poder hacer todo aquello que no
dañe a otro; por lo tanto, el ejercicio de los derechos naturales de cada hombre no tiene
más límites que aquellos que aseguren a los demás miembros de la sociedad el goce
de los mismos derechos. Estos límites no pueden ser consignados más que por la
ley." En síntesis, desde el punto de vista estrictamente jurídico.politico, la Declara-
ción francesa- de 1789 contenía en sus diversos preceptos los siguientes principios:
democrático, individualista y liberal, basados estos dos últimos en una concepción ne-
tamente jusnaturalista,
La doctrina de la existencia de los derechos naturales imprescriptibles e inalienables
del ser humano encontró acogida en la tesis de Kant y Picbte, quienes, aunque contra-
yendo su pensamiento fundamental a cuestiones meramente filosóficas, en el aspecto
de la ciencia politica afirmaban que e! Estado deberla respetar los derechos subs-
tanciales del sujeto, otorgando a éste su protección en el caso de que se viesen vulne-
rados y absteniéndose de intervenir en todas aquellas relaciones de los gobernados
que no importasen esa vulneración, consideración que corresponde a una postura ne-
tamente individualista y liberal.
El sistema de mención y definición legal y escrita de los derechos del hombre ins-
tituido en la Declaración francesa de 1789, fue adoptado por casi la totalidad de los
países civilizados, principalmente por México desde que nació a la vida jurídica como
Estado independiente. al través de los diversos cuerpos constitucionales que rigieron en
nuestro país. Asimismo, la posición individualista y liberal que asumió el Estado Me-
xicano en algunos ordenamientos fundamentales, principalmente en la Constitución de
1857, tiene su origen en dicha Declaración, posición que implicaba que el fin del Estado
estribaba en proteger al individuo en el goce y disfrute de los derechos connaturales a
su personalidad y en abstenerse de tener injerencia en las relaciones entre los gober.
nadas en caso de no impedir o remediar un conflicto de intereses particulares.
74 EL JUlOO DE AMPARO

Por lo que concierne a las garantías o derechos fundamentales del individuo, la Declara-
ción f.rancesa ·instituia como principales los siguientes: la libertad, la propiedad, la seguridad
y la resistencia a la opresión (Art. 2) Y como derivados aquellos que se refieren a la materia
penal y que son análogos a los contenidos en los artículos 19. 20 Y 21 de nuestra Constitu-
ción, consignados en Jos preceptos 7. 8 Y 9 que decían. "Ningún hombre puede ser acusado,
detenido o preso, más que en Jos casos determinados por la ley y según las formas prescritas
en ella. los que soliciten, expidan, ejecuten o hagan ejecutar órdenes arbitrarias, deben ser
castigados, pero todo ciudadano llamado o detenido en virtud de la ley, debe obedecer al instan.
te, haciéndose culpable por su resistencia." (Art. 7).-"La ley no debe establecer sino penas
estrictas y evidentemente necesarias y nadie puede ser castigado. sino en virtud de una ley
establecida y promulgada anteriormente al hecho (garantía de la no retroactividad de las leyes)
y legalmente aplicada." (Art. 8) ,-"Siendo todo hombre presunto inocente, hasta que sea
declarado culpable, si se juzga indispensable su detención, la ley debe reprimir severamente
todo rigor que no sea necesario pata asegurar su persona." (Art. ·9.)
Aparte de esas garantías en materia penal, la Declaración francesa consignaba otras, en
sendos artículos, proclamando la procedencia de la expropiación, siempre y cuando me-
diara previa y justa índemnízacién que se pagara al afectado. Además, las disposiciones
conducentes del citado Código indicaban que "Nadie debe ser molestado por sus opiniones,
aun religiosas. con tal que su manifestación no trastorne el orden público establecido por la
ley:' (Art. lO).-"La libre comunicación de los pensamientos y de las opiniones es uno
de los derechos más preciosos del hombre: todo ciudadano puede hablar, escribir o imprimir
libremente. pero debe responder del abuso de esa libertad en los casos determinados por la
ley," (Art. ll).-"Siendo la propiedad un derecho inviolable y sagrado, nadie puede ser
privado de ella. sino cuando la necesidad pública, legalmente comprobada, lo exija evidente.
mente y bajo la condición de una justa y previa indemnización," (Art. 12.)

La célebre Declaración propiamente no fue un ordenamiento de tipo constitució-


nal, puesto que no organizó al Estado francés mediante la creación de órganos de go-
bierno y la distribución de su competencia, sino que representa un documento de sin-
gular importancia que sirvió de modelo irrebasable a los diferentes códigos políticos
que rigieron la vida institucional de Francia a partir del año de 1791, en que se ex-
pide la primera Constitución que en realidad instituyó una dictadura popular aten-
diendo a los poderes omnímodos con que se invistió a la asamblea nacional como ór-
gano representativo del pueblo. Contiene el mencionado estatuto constitucional un
catálogo de los derechos fundamentales del hombre y del ciudadano, capítulo que se re-
frenda en los siguientes ordenamientos políticos que se fueron poniendo en vigor a partir
de 1793, en que se promulga una nueva ley fundamental sustitutiva de la anterior.
No obstante, la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano era el
código fundamental en Francia, producto de la Revolución. Las autoridades estatales
debían respeto y sumisión a sus normas, constituyendo éstas una garantía para los go-
bernados, quienes en ellas encontraban un dique, un valladar, a los abusos y excesos
del poder público. Sin embargo, si tal era la situación teórica, pudiéramos decir, de los
nexos entre autoridades e individuos, en la práctica las disposiciones del Código Funda-
mental francés se vieron contravenidas en múltiples ocasiones, sin que las violaciones
respectivas tuvieran un remedio o un medio de prevenirlas. Los primeros revoluciona-
rios franceses creían que con la sola inserción de los derechos del hombre en un cuerpo
legal sancionado y votado por el pueblo, y con erigirlo a la categoría de norma supre-
ma, la actividad de las autoridades estatales se veda supeditada a sus mandamientos,
por la sola solemnidad de su carácter, mas a pesar de ello, se siguieron cometiendo
atropellos y violaciones.
ANTECEDENTES HiSTÓRICOS GENERALES DEL JUICIO DE AMPARO 75

En vista de circunstancias prácticas, atendiendo a la situación de hecho provocada


por las contravenciones a la ley, un político y jurista francés, Sieyes, concibió la idea
de crear un organismo, cuyas atribuciones constituyeran una garantía jurídica y política
a los meros derechos contenidos en la Declaración de 1789 y, en general, del régimen
constitucional. Así, en un discurso pronunciado en el año 111 Thermidor, Sieyes abogó
porque su idea, es decir,"la creación de un organismo político de control, que denominó
Jurado Constitucional, se estableciera en la Constitución francesa del año III, organismo
que estaría encargado de conocer de todas las quejas que se presentasen por atentados
al orden establecido por dicha norma fundamental. Más tarde, insistiendo Sieyés en la
realización de sus ideas, enteró a Napoleón I sobre ellas, y éste las aprovech6, más con
la intención de crearse arraigo popular que con el propósito de establecer un medio de
garantizar el régimen instituido por la Constitución en beneficio de los gobernados,
implantando en la Constitución del' año VIII (13 de diciembre de 1799) el llamado
Senado Conservador, a ejemplo del Jurado Constitucional.
Según su autor, el Jurado mencionado debía estar integrado por cien miembros,
reclutados de' entre las notabilidades nacionales, distinguidos en todos los órdenes de
la cultura. los miembros del Jurado Constitucional deberían ser inamovibles en sus
cargos, para que de esta manera pudieran sentirse siempre independientes y ajenos a
cualquier influencia extraña que viniera a presionar su cometido. Deberían estar, ade-
más, espléndidamente retribuidos para que no se dedicaran a otra ocupación y atendie-
can solamente a su importante función. la atribución primordial del Jurado Constitu-
cional de Sieyes consistía en controlar el orden constitucional, procurando que todos Jos
poderes del Estado se sometieran a sus disposiciones, para lo cual podía anular cualquier
acto que implicase su violación. Se trataba, pues, de un verdadero control constitucional
por órgano político, cuyas características ya tendremos oportunidad de estudiar.
En el sistema de control ideado por Sieyés encontramos un verdadero antecedente
de nuestro juicio de amparo, aun cuando específicamente ambos pertenezcan a regí-
menes de control distintos, coincidiendo, sin embargo, en la finalidad genérica, a saber:
proteger un orden superior de derecho contra actos de las autoridades estatales que lo
violen o pretendan violarlo. "
El Senado Conservador, que, como ya afirmamos, se creó en la Constitución del
año VIII, estaba compuesto de ochenta miembros inamovibles, figurando entre los pri-
meramente designados el propio Sieyés. Dicho cuerpo tenía como función primordial, a
semejanza del Jurado Constitucional, estudiar y decidir todas las cuestiones que sobre
inconstitucionalidad de leyes y otros actos de autoridad se sometiesen a su consideración,
Cuando Napoleón Bonaparte fue nombrado primer cónsul vitalicio, las atribuciones del
Senado Conservador fueron ampliadas, a tal extremo, que podía anular todas las senten-
cias de los tribunales que estimara atentatorias para la seguridad del Estado, disolver el
cuerpo legislativo y designar a los cónsules. Al erigirse el célebre corso en emperador
de los franceses, adquirió palmaria hegemonía sobre el Senado, pues al modificarse el
sistema de su integración, la mayoría de sus componentes debía ser designada por
él, incluyendo a su presidente, quien, por orden imperial, debía convocar a: sesiones,
principalmente.
Dentro del Senado Conservador funcionaban dos comisiones, que tenían el encargo
de tutelar la libertad personal y la de imprenta. En los casos en que un sujeto era
76 EL JUlOO DE AMPARO

encarcelado sin _ponérsele a disposici6n del tribunal que debiera juzgarlo,' transcurrido
el término de diez días de su reclusi6n, podía acudir a la "comisi6n senatorial de la
libertad individual", por conducto de sus familiares o representantes, a efecto de que
dicha comisión si 10 consideraba procedente, ordenase a la autoridad aprehensora la
cesación de la aprehensión. Sil después de tres requerimientos consecutivos no se lograba
la libertad del detenido o su consignación al tribunal competente, la mencionada co-
misión podía convocar al Senado, para que éste, una vez declarada la arbitrariedad de la
detenci6n, sometiese el caso a la consideración de la Alta Corte de Justicia.
En análogos términos procedía la llamada "comisi6n senatorial de la libertad de
imprenta", ante la que podían acudir los impresores en queja contra cualquier acto
de autoridad que hubiese significado prohibici6n para imprimir y hacer circular públi-
camente una obra.
A la caída del imperio, el Senado Conservador, que de hecho actuaba bajo la enorme
influencia de Napole6n I, dejóde ser un 6rgano político de tutela constitucional, pues
la Constituci6n de 1814 s6lo lo invistió con facultades de formación legislativa, muy
restringidas por cierto, funcionando bajo la denominación de "Cámara de los Pares",
a la que, además, competía el conocimiento de los delitos de alta traición y de los aten-
tados contra la- seguridad estatal.
El control de la constitucionalidad por órgano político vuelve a ensayarse en Francia
en la Constitución del año de 18.52, en la que el Senado asumía las funciones de
tutela y preservación, las cuales Se ejercitaban a instancias del gobierno y de los ciu-
dadanos. El papel del Senado francés en la mencionada constitución, consistía en exami-
nar las leyes que se dictaran antes de que entrasen en vigor, con el fin de constatar ,si
adolecían del vicio de inconstirucionalidad. Ninguna ley podía promulgarse sin la venia
del Senado. Este sistema fracasó al poco tiempo, pues la dictadura de Napoleón IU
hizo nugatorias sus funciones, ya que los senadores se doblegaron a su voluntad, debido
a que políticamente dependían de él, toda vez que los designaba.
Durante el siglo XIX Francia contó con diversos códigos políticos con efímera vi-
gencia, circunstancia que revela la inestabilidad \de las .ideas que sucesivamente se fue-
ron sustentando y que sirvieron de motivo de expedici6n a tales estatutos. Así, durante
el término de escasos setenta y cinco años rigieron a dicho país no menos de siete
ordenamientos constitucionales, es decir, las constituciones del año III; del año VIII,
que instituyó el Consulado, así como un medio de protecci6n del orden por ella esta-
blecido confiado al llamado "Senado Conservador" a que ya aludimos, la Carta de
1814, que suprimió la libertad religiosa declarando a la religión católica, apostólica y
romana como profesión de fe oficial; la Ley Constitucional de 1815 patrocinada por
Napole6n I a su regreso de la Isla de Elba; el Estatuto de 1830, que organiza a Francia
en nna monarquía; la Constituci6n de 1848, en que se vuelve a instituir la República; e)
ordenamiento constitucional de 1852, en que al Senado se le atribuyen funciones de guaro
dián de sus disposiciones, según dijimos, y las Leyes Constitucionales de 1875, que eo
realidad no formaron un estatuto unitario, sino que estructuraron a Francia mediante
la regulación de diferentes -materias políticas.
En octubre de .1946, y aprobada por un referéndum popular, se expidió la Consti-
tución de la República Francesa que la organizó a raíz de la terminación de la última
guerra mundial, conteniéndose en dicho documento jurídico-político un preámbulo en
ANTECEDENTES HISTÓRICOS GENEltAlES DEL JUICIO DE AMPARO 77

que se reitera la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789,
la cual hemos comentado anteriormente.
En dicha Constitución se establece un sistema muy curioso de control O preserva.
ción constitucional. Si una ley votada por la Asamblea Nacional se consideraba
contraria a la Constitución, y si a juicio del Comité Constitucional, compuesto por el
Presidente de la República, el Presidente de la Asamblea Nacional, el Presidente del
Consejo de la República y por siete miembros de dicha Asamblea, aquélla amerita la
revisión del pacto fundamental, tal ley secundaria no entraba en vigor hasta en tanto
no se hubiere reformado la Constitución en el precepto o preceptos contravenidos, si el'
taso lo requería. Como se ve, -la Constitución aludida de Francia hizo nugatorio el prin-
cipio de supremacía, al admitir la posibilidad de que se ajuste una disposición de índole
constitucional a una ley secundaria, mediante la reforma de la primera. Este sistema
no nos causa en México ninguna extrañeza, pues desgraciadamente en nuestro país acon-
tece lo mismo, ya que cuando se pretende expedir y poner en vigor una ley ordinaria
que se contraponga a la Constitución Federal, se reforma ésta con una facilidad pasmosa
y esa manía reformadora ha alcanzado en la actualidad tales proporciones, que no pocos
constituyentes han llegado hasta a desconocer su propia obra, entregada a constantes
cambios desde 1917._
La actual Constitución de la República francesa, adoptada en el referéndum de 28
de septiembre de 1958 y promulgada el 4 de octubre siguiente, encomienda su preser-
vación a un organismo creado por ella, denominado Consejo Constit!lcionaJ. Sus facul-
tades consisten en velar por la "regularidad" de las elecciones del presidente de la Re-
pública, de los diputados y senadores (función política), así como en mantener la
supremacía de la Ley fundamental frente a ordenamientos secundarios que la pudieren
contravenir (función jurídica). Estos son susceptibles de examinarse por dicho Consejo
antes de Sil promulgacián, con el objeto de determinar si se oponen o no a la Constitu-
ción.. En el supuesto afirmativo, ninguna ley ordinaria puede entrar en vigor. Como
se ve, el sistema de control constitucional imperante en Francia es de índole jurídico-
política, no jurisdiccional como nuestro amparo, pues aparte de que la tutela de la
Constitución -nc se confía a los tribunales, sino al mencionado Consejo, la actividad
de éste, en el desempeño de sus funciones protectoras, se excita por otros órganos esta-
tales, o sea, por el Presidente de la República, el Primer Ministro o por los presidentes
de la Asamblea Nacional (que corresponde a nuestra Cámara de Diputados) o del
Senado' (arls. 61 y 62). Además, el "pre-control" constitucional que ejerce dicho Con-
sejo no se despliega en interés de los ciudadanos, sino en el de los poderes públicos
"para mantener entre ellos la separación de funciones establecidas por la Constitución",
según lo afirma Maurice Duverger, agregando que el mencionado órgano.. interviene
ante! de que las leyes ordinarias entren en vigor para suspender su aplicación hasta que
se constate su constitucionalidad. "Si el Consejo, añade el citado 'tratadista, declara el
texto (de la ley) inconstitucional, no puede ser aplicado ni promulgado, sino después
de la revisión de la Constitución", facultad que corresponde al Senado y a la Asamblea
Nacional conjuntamente (arl. 89).01

91 lnstitutíons Politíques el Droit Constimtionnel. Colección "Themis". Edición 1968. Perls,


página 653.
78 EL jUlOO DE AMPARO

Independientemente del pre-control constitucional a que someramente acabamos de


aludir, existe en Francia un control de legalidad sobre Jos actos de la administración
pública que se ejercita. mediante el recurso denominado "de eXCl'JO de poder' por un
órgano contencioso-administrativo IIamado Consejo de Estado, cuya creación se remonta
a la Constitución del año VIII expedida en 1800 durante el consulado de Napoleón I.
El citado recurso se .califica por Duverger como "el medio más eficaz puesto a dispo-
sición de los ciudadanos para oponerse a la arbitrariedad de la administración", permi-
tiendo "por un procedimiento simple y sin gastos, obtener la anulación de todos los
actos administrativos ilegales, incluso los decretos".D2 El recurso de exceso de poder
francés guarda estrechas semejanzas con nuestro amparo administrativo, coincidiendo
en sus respectivas finalidades en cuanto a que ambos son medios jurídicos de control
de la legalidad respecto de los actos de los órganos de la administración del Estado.
.Debemos, no obstante, destacar una de las diferencias principales entre ellos, o sea, la
consistente en que las decisiones que pronuncia el Consejo de Estado al fallar el men-
cionado recurso -y que son jurídicamente inimpugnables-, tienen efectos crga omnes,
en tanto que las sentencias que se dictan en el amparo tienen una eficacia exclu-
sivamente vinculada al caso concreto en relación al cual se hubiese ejercitado la
acción respectiva, de conformidad COn el principio de relatividad que estudiamos en
la presente obra."
No podemos dejar de hacer referencia al recurso de casacián que es un medio para
atacar la ilegalidad de las sentencias definitivas de último grado que se pronuncian en
juicios civiles y penales. De dicho recurso conoce la Carie de Casación, que es el 6r-
gano judicial supremo de Francia, colocado en el mismo rango jerárquico que el Con-
sejo de Estado, en sus respectivos casos. La casación tiene como finalidad anular los
fallos definitivos civiles o penales por errores in j"dical1do e in procedendo, por lo ge-
neral en torno a puntos estrictos de derecho. De ahí que la Corte de Casación no sea
un 6rgano de revisión total de dichos fallos, pues no aborda las cuestiones de hecho
que éstos hayan decidido. Al anularse la sentencia impugnada, tales cuestiones vuelven
a someterse, por re-envio, al tribunal que determine la Corte, debiendo estudiarse nue-
vamente de "conformidad con los puntos jurídicos resueltos en la decisión casacíonal. De
esta brevísima semblanza se desprende la indudable similitud que existe entre el men-
cionado recurso y nuestro amparo directo o uni-instancial en materia civil y penal, el
cual, no sin razón, suele denominarse "amparo casacional", según veremos.
En síntesis, en Francia existe un verdadero control de legalidad de los actos ad-
ministrativos, o mejor dicho) de las autoridades administrativas, conferido al Consejo
de Estado, el cual al examinar si ha habido o no de parte de aquéllas una "extrali-
mitaci6n de poderes", analiza y protege la legislación de que se trate, mediante el
recurso denominado "exceso de poder". Además, como ya dijimos, en materia penal
y civil también en Francia existe un control de legalidad, desplegado por la Corte de
Casación, al conocer del recurso correspondiente, que también encontramos en nues-
tro régimen jurídico, como ya tendremos oportunidad de censtatar.
No quisiéramos terminar este tema sin antes referirnos a los proyectos de dos dipu-
tados franceses,' Benoíst y Ruche, de 1903. En el primero se propugnaba el establecí-

92. Droit Pub/ir. Colección "Them"is". Edición 1968. París. Pág. 275_
98 Véase- Capítulo Séptimo, parágrafo IV.
ANTECEDENTES HISTÓRICOS GENERALES DEL JUICIO DE AMPARO 79

miento de una Alta Corte que velara por el respeto del régimen constitucional y por la
protección de los derechos del hombre, que deberían incorporarse al texto constitucional,
ya que se habían excluido de las leyes constitucionales de 1875. Dicho cuerpo jurisdic-
cional estaría integrado por miembros designados entre veintisiete candidatos pro-
puestos Por el Ministro, el Parlamento y por la Corte de Casación. El segundo proyec-
to era parecido al de Benoist y tendía a convertir a la Corte de Casación francesa en
una Alta Corte de Justicia, que velara por la constitucionalidad de los actos del poder
ejecutivo y del legislativo. Estos dos proyectos nunca se realizaron por haberse conside-
rado, en primer término, inadaptables al medio francés y; en segundo, por no haber
sido lo suficientemente rt explicitos",

IX. COLONIAS INGLESAS EN AMÉRICA

Al fundarse las colonias inglesas en América, los emigrantes llevaron consigo toda la
tradición jurídica de Inglaterra, gestada y desenvuelta dentro del espíritu de libertad.
La opresión reinante en la metrópoli hizo que los colonos vieran en tierras americanas el
lugar propicio para el desarrollo de la libertad humana. Sin embargo, no todos los emi-
grantes eran perseguidos políticos; había quienes acudían a América en busca de fortuna
y con el propósito de fundar empresas explotadoras de los recursos naturales del nuevo
continente. Así, una compañía obtuvo de la corona inglesa la autorización para fundar
una colonia en Virginia, habiéndose establecido posterior y sucesivamente otras en la
misma forma. Poco a poco, la colonización en Norteamérica se fue extendiendo, y de
esta manera surgieron las colonias de Massachusetts, Rhode Island y Connecticut, y otras
que se fueron creando después.
Las autorizaciones que otorgaba el rey para fundar y organizar colonias en América,
recibían el nombre de cartas, que eran documentos que fijaban ciertas reglas de gobierno
para las entidades por formarse, concediéndoles amplia autoridad y autonomía en cuan-
to a su régimen interior. Dichas "cartas" reconocían la supremacía 'de las leyes de
Inglaterra y de su constitución consuetudinaria, teniendo, sin embargo, el carácter de ley
fundamental en cada colonia, de tal suerte, que sus autoridades no podían actuar sino
ciñéndose estrictamente a sus disposiciones. En esta forma, el constítucionalismo de In-
glaterra se trasplantó a sus colonias en América, organizadas ya políticamente por sUS
cartas de fundación, otorgadas por la corona. . .
Una de las prerrogativas que se hablan tomado las colonias consistía en que los
impuestos que debían pagar sus habitantes sólo podian ser decretados por sus propias
asambleas legislativas. Se desconoció así la facultad del parlamento inglés para,esta-
blecer tributos con =go a los colonos, argumentándose que éstos no tenían represen-
tación política en él.

" .. .EI derecho de imponer contribuciones corresponde al pueblo mismo o a sus repre-
sentantes --decía Patricio Henry, miembro de la asamblea de Virginia-. que son los únicos
que pueden saber qué clase de impuestos deben crearse y la manera de hacerlo, siendo este- el
carácter distintivo de la libertad británica, sin la cual no puede subsistir la antigua constitu-
ción", agregando que "los súbditos de S. M. habitantes de esta antigua colonia han disfrutado
siempre del privilegio de ser gobernados por. su propia asamblea, sobre todo en 10 concerniente
a la creación de impuestos y a su politica interior. sin que hasta ahora se les haya despojado
80 EL JUIOO DE AMPARO

de este derecho, puesto que siempre se ha reconocido por el rey y el pueblo de la Gran
Bretaña." 94

Ahora bien. eñ contravención de los anteriores principios jurídico-políticos, el par~


lamento inglés aprobó una ley que estableció el "impuesto del sello" para las colonias;
. y aunque fue derogada por la oposición cruenta que observaron los colonos contra su
aplicación y mediante una hábil y brillante intervención parlamentaria de Pitt, dicho
órgano reiteró su facultad en el sentido de que tenía el poder para decretar tributos a
cargo de los colonos y en cuyo ejercicio creó impuestos sobre el té, las pinturas, el papel,
el cristal y el plomo, mercaderías que se importaban en América como productos de la
Gran Bretaña. Esta nueva invasión de la metrópoli a la autonomía interior de las colonias
provoc6, como se sabe, las luchas de independencia. .
Aun antes de emanciparse totalmente de Inglaterra, ya
diversas colonias habían
erigido sus respectivas cartas en constituciones, en las que se destacaba claramente su
autonomía gubernativa basada ya en conceptos científicos, de derecho, que en' la madre
patria aun se traducían en vida jurídica práctica. En dichas constituciones particulares se
implantó el sistema de la división de poderes como garantía para el gobernado, confi-
riendo el ejecutivo al gobernador, el legislativo a una asamblea y el judicial a los tribunales.
La primera constitución colonial expedida fue la de New Hampshire en 1775, y
posteriormente se crearon las de Carolina del Sur y Virginia en 1776, descollando
después la de Massachusetts por su orden y sistema, habiendo sido la fuente de inspira-
ción y antecedente de la federal. En dicho documento político, además de contenerse la .
división de las funciones estatales, se consignó una expresa limitación y-separación de
competencia, verbigracia, la de que las leyes sobre impuestos deberían siempre iniciarse
por la asamblea.
En dichas constituciones, principalmente en la de Virginia, encontramos disposi-'
Clanes que consagran algunos derechos fundamentales del individuo, colocando a ésn
en. un plano de igualdad con s~s semejantes. Aparte de estos derechos declarados, las
colonias inglesas, conservando las instituciones jurídicas de la metrópoli, trasplantaron
el wril of habeas corpus, cuya existencia y práctica fueron respetadas por el pacto
federal norteamericano. Por ello, dicho recurso anglosajón ha quedado regulado diver-
samente en los distintos Estados de la Unión, variando su procedencia y alcance tutelar
en cada una de tales entidades, cuyas legislaturas tienen facultad soberana para normarlo.

X. EsTADOS UNIDOS

Podemos decir que los Estados Unidos surgieron como nación unitaria, con vida
jurídica independiente, organizados en una confederación, con la promulgación de un
documento importante: los Artículos de Confederación y Unión Perpetua. En su lucha
'por la independencia, las colonias inglesas, tuvieron que reunir sus pocos _recursos y
combinar sus esfuerzos" en una acción conjunta en contra de Inglaterra. Consumada
la ruptura del vínculo de dependencia entre la metrópoli y las colonias, éstas no se
sintieron lo suficientemente fuertes, por sí solas, aisladas unas de otras, pata defender
su autonomía recién conquistada en caso de' un intento de nueva sojuzgación. Per-

IH Véase J. A. Spencer. "Historia de los Bstados Unidos", Tomo 1; Págs. 261 y siguientes.
ANTECEDENTES HlSTÓRlCOS GENERALES DEL JUIOO DE AMPARO 81

rnanecieron, pues, unidas, atendiendo a los dictados de la prudencia. Para que esa unión
fuese más estable, se expidieron los mencionados Artículos, cuyas signatarias eran trece
colonias, que más tarde fueron entidades federatiyas de la Unión Americana.
El aludido cuerpo normativo no establecía aún la federación como entidad jurídica
y política distinta de los miembros componentes, aunque ya consignaba una liga entre
ellos, inspirada en la mutua defensa de sus propios intereses, para lo cual cada Estado
se despojó de ciertas facultades inherentes a su soberanía, cuyo ejercicio depositó en
un organismo que se Uamó "Congreso de los Estados Unidos", siendo su autoridad
meramente consultiva, pues como dice Rabasa, "no había un poder ejecutivo central
investido de fuerza para hacer cumplir los mandatos supremos't.w
Como este sistema de unión entre los Estados norteamericanos fracas6, se propuso una
revisión de los "artículos", para cuyo efecto se verificó una convención en Filadelfia,
encargada de reformarlos. Después de prolongados debates y de la tenaz reticencia de
los Estados a formar parte de una federación, es decir, de una entidad política superior,
con facultades y órganos gubernativos propios, se formuló el proyecto de Constímcién
Federal, que fue sometido a la consideración de los Estados particulares en convencio-
nes locales, a las que concurrieron los delegados nombrados por ellos. Por fin se logró
que la Constitución federal fuese aceptada por las entidades particulares, que en número
de trece fueron las que originariamente integraron la unión norteamericana, no sin que
durante algún tiempo después surgieran intentos separatistas, a los que el' célebre "chief
justice" Marshall dio el golpe mortal, contribuyendo así a consolidar y robustecer el
régimen federal.
La Constitución americana fue sufriendo posteriormente enmienddJ, dos de 1",_<;Ba-
les, las más importantes er~. el estudio_y-fies'!t-f-Q1I.o del tem_a~que. ~íll'llºs•..contien~
sendos dereé!i.2!.. pú6nCOs "individuales, ..?p~I~_'l.L~la<lO ..Nos referim9,s.a )~._núme·
10S-Y. v: -!¡:IY~
La primera de dichas enmiendas encierra la garantía_de la le~da<l_ta de audien-
cia previa y la de que el jüiOo por el que se prive a la persona de su libertad, propíe-
dad, etc., se' siga ante jueces o tribunales previamente establecidos, análogamente a los
derechos contenidos en el segundo párrafo de nuestro artículo 14 constitucional. Dice
la citada enmienda: "Nadie será privado de la vida, de la libertad o de la propiedad,
sin el debido./!.roreso leg"J~DiSiñterpretaciones que se lian diído acerca é1eesr,(ülfiñia
expresión sostienen que implica las mismas garantías consagradas por el artículo. 46
de la Magna Charta inglesa de donde procede el precepto que comentamos, o sean,
las que para llevar a cabo dicha privación se requiere un juicio formulado por los
pares del individuo a quien se pretenda afectar, conforme a las leyes de la tierra, con-
ceptos que ya anteriormente dejamos explicados,"

95 Op. cit.
50 "Si bien esta disposición de la enmienda es nueva en la Constitución de los Estados
Unidos como limitación a los poderes de los Estados, es antigua como principio de gobierno ci-
vilizado". dice la Suprema Corte norteamericana, y agrega: "Se la encuentra en la Magna Carta
y -en la substancia si no en la forma- en aproximadamente todas o casi todas las Constituciones
que periódicamente han sido adoptadas por los dive-rsos Estados de la Unión. Mediante la quinta
enmienda, ella fue introducida en la Constitución devlos Estados Unidos como limitación a los
poderes del Gobierno Nacional y por la decimocuarta, como garantía contca la interferencia con un
derecho reconocido de ciudadanía por parte de las legislaturas .de .los Estados." "En Inglaterra,
sigue diciendo la Corte, la exigencia del debido procedimiento legal, en los casos en que la vida,

6
82 EL JUICO DE AMPARO

Por lo que concierne a la enmienda XIV, ésta contiene las mismas garantías que la
quinta, pero referidas como dique u obstáculo al poder de los Estados federados, pues
se estim6 que esta última s6lo atañla a las autoridades federales.
En esta forma opera en los Estadós Unidos un régimen constitucional de derechos
declarados, que si bien no tan legalmente explícitos como en nuestro orden jurídico fun-
damental, sí ya consolidados por las diversas interpretaciones jurisprudenciales y doctri-
narias ,<¡ue han precisado su alcance y amplitud, como ya esbozamos anteriormente.
Pues bien, el sistema de derechos fundamentales del individuo, declarados en la
Constítuá6n federal de los Estados Unidos, y en general el orden jurídico positivo que
ella misma contiene, encuentran su preservaci6n en diversos medios de derecho ejercita-
bies contra actos de autoridades.
En primer lugar, desde la fundaci6n de las colonias inglesas, que fueron las formas
políticas que precedieron a las entidades federativas, funáonaba el common law tras-
plantado de Inglaterra, siendo una de las instituciones más importantes ac1imatadas en
suelo americano el habeas corpus, como medio protector de la libertad humana contra
prisiones arbitrarias. Pues bien, el habeas corpus se practicó en las distintas colonias
inglesas de América, que, al independizarse de su metr6poli, conservaron su tradici6n
jurídica. Por eso fue que al aceptarse la Constituci6n federal por los distintos Estados
libres norteamericanos, ésta se encontró con una instituci6n de hondo raigambre en su
vida jurídica, el habeas corpus, cuya existencia respet6, considerando su ejercicio y Iegis-
laci6n dentro de la esfera de competencia de las distintas entidades federativas. Así pues,
en Estados Unidos el habeas corpus no es un medio federal de controlo protecci6n de la
libertad humana, sino una institución local, de cuyo conocimiento son titulares los órga-:
nos jurisdiccionales del Estado óÍiembro. 5610 cuando la autoridad que ordena o ejecuta
la prisi6n arbitraria es federal, la competencia para conocer del recurso del habeas corpus
corresponde a los jueces federales."
Desde sus orígenes el habeas~ ha sido en los Estados Unidos un recurso. (writ)
ante la autoxidad_judiciaLp.ara p.reservar la libertad p~sonal contra-ªprehens¡oD~
detenciones arbitrarias 'o no justificadas Rrov~~~~--ª!l~orida_des administrativas
Y~p'ecíficament,-J><1.lítiSl!S-.Sin embargo, como afirma J. A. C. Granl, su procedencia se
ha hecho extensiva contra actos de los 6rganos judiciales mediante los que se afecta
la mencionada libertad, inclusive dentro de procedimientos judiciales.

"Hasta hace pocos años, sostiene el citado jurista norteamericano. este auto (el de habeas
corpus) era un recurso efectivo s610 para afirmar derechos {rente a las autoridades administra.
nvas. Era de muy poca utilidad si una detención había sido efectuada a consecuencia de un

la libertad y la propiedad estaban afectadas, fue originariamente destinado a garantizar al individuo


contra la acción arbitraria de la Corona, o a colocarlo bajo la protección de la ley." Se consideró
que las palabras equivalían a la "ley suprema del país" (LA ConslillJ&í&n de JOI 'EJJttdol Unidos
de América. Editorial G. Kraft. Ltda. Buenos Aires. Pág. 205 del Tomo 1I).
'9'J "El auto de habeas corpus, dice la Corte Federal de los Estados Unidos, tal como se halla
autorizado por la Constitución (Sección 9), es el auto privilegiado conocido en el derecho común
para obtener la liberación de quien puede estar detenido sin causa suficiente. y reviste la naturaleaa
de un auto de error para examinar la legalidad de la orden de prisión. Es un auto de derechos
(writ of rigbt) y no un auto de .procedimiento, desde que la causa debe ser demostrada para que
sea expedido. El objeto del auto es determinar si UD prisionero puede ser legalmente detenido y
proteger contra injustos avances contra la libertad personal (igualmente tanto los actos DO autoriza-
dos de los tribunales y jueces romo de los individuos)." (Op. cit. Tomo l.-Pág. 306.)
ANTECEDBNTES HISTÓRICOS GENERALES DEL JUICIO DE AMPARO 83

fallo de algún tribunal, aun cuando se hubiera privado al acusado de sus derechos básicos
en la tramitación de la causa", añadiendo que "... el babeas corpus se ha convertido en un
recurso más efectivo que la apelaci6n, puesto que la Corte puede ir más allá. del expediente
del tribunal de primera instancia, y puede considerar puntos y pruebas no presentadas a este
último. AsI puede emplearse para obtener un nuevo juicio cuando el primer juicio fue llevado
a cabo bajo la amenaza de violencia física por parte de una multitud para. poner en duda la .
admisibilidad de pruebas presentadas para el logro de una condena judicial; para invalidar:
una confesión de culpabilidad obtenida por presión ejercida por la polida; y en el que resulta
ser el caso más frecuente, para hacer valer el derecho de una persona pobre o necesitada a
que el gobierno le provea de abogado que le ayude en la defensa de su causa", concluyen-
do que "En suma" el habeas ~OfPUS se ~()1Ifler/;Jo virtualmente m 11" ¡uicro de amparo en
materia penar_aunque aún en ese caso, no puede emplearse cuanCfoliay diSponi61e cüálquier
otro recurso adecuado. tal como la apelación." 98
"El propósito histórico de este recurso, asevera Hennan Prilche1J, ha sido oponer la deten-
ción por autoridades ejecutivas, si~ proceso ;udidaJ, y hasta 1867 no podía disponerse contra
sentencias impuestas por tribunales de jurisdicción competente. Pero en dicho año el Congreso
acordó a los tribunales federales una amplia autorización para emitir mandamientos de hlSbeas
corPSIJ, en favor de prisioneros bajo custodia 'en violación de la Constitución o cualquier tra-
tado o ley de los Estados Unidos'... 89

Al lado del habeas corpus, como medio de garantía del derecho declarado de la
libertad humana y, en general, de los demás consagrados por la Constitución, en Estados
Unidos funciona lo que Rabasa ha denominado el ,r juicio constitucional", análogo al que
as! consideró dentro del régimen jurídico inglés, Para dicho autor, "el juicio constitu-
cional americano se forma de todos los procedimientos mediante los cuales se puede
llevar al conocimiento de la Suprema Corte un caso en que la Constitución se aplica" ,100

Por lo que se ve) el régimen de control que opera en los EstadoS Unidos no es unitario
como nuestro juicio de amparo, pues se traduce o revela en los diferentes medios de proteger
la Constitución. como objetivo primordial de tutela, contra las violaciones cometidas por aquellas
autoridades, generalmente judiciales, que han aplicado preferentemente una disposición legal
que contraviene el texto constitucional o que han omitido tomar en cuenta los mandatos de éste.
Sin embargo, no solamente la Constitución en general es protegida por el juicio constitucional
en el sistema americano. sino también las leyes federales que de ella. emanen y los preceptos de
los tratados internacionales para cuyo control es competente la Suprema Corte. El fundamento
de esta protección extensiva a cuerpos legales no constitucionales, estriba en la supremacía' ju-
rídica con que se les invistió respecto de 105 ordenamientos de carácter local, consagrada en 105
siguientes términos, muy parecidos a los que integran el texto de nuestro artículo 133 constitu-
ciona!: "Esta Constitución y las leyes de Jos Estados Unidos que se hagan en su prosecución y
los tratados hechos o que se hagan con la autoridad de los Estados, serán la ley suprema del
país, los jueces de cada Estado se someterán a ellos, a pesar de lo que en contrario haya en'
las constituciones o leyes de los Estados." De acuerdo con la anterior disposición. la jerarquía
normativa queda en la siguiente forma en el orden jurídico estadounidense: a).--Constitución
federal, leyes federales y tratados internacionales. b).-Constitucione:s locales, y ej.-Leyes loca-
les no constitucionales.

Pues bien, dada la supremacía de los ordenamientos integrantes del primer grupo,
resulta que cuando en un procedimiento determinado se aplica con preferencia una dis-
9S "El Control ]lIrisditcional de la ConsliJllcioniZlidaJ de 14s Leyes", Págs. 92 Y 93. (Confe-
rencias publicadas por la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México,
1962.)
99 La ConSJilllción ¿J,mericana. -Tipográfica Editora Argentina. Edición 1965.
100 El [sicio C()fl'stilllcionaJ.-Pág. 206.
84 EL ]UIOO DE AMPARO

posición jurídicamente inferior, el afectado puede interponer el recurso correspondiente,


'por lo genera! el llamado writ of certiorsri (que sustituyó desde 1928 al wriJ of error)
ante el superior jerárquico del juez que cometió la violación. Por consiguiente, e! control
del orden constitucional y legal federal en los Estados Unidos funciona como excepcián
o en vía defensiva, es decir, Como una mera defensa procesal del agraviado hecha
valer en un juicio previo, en el que por alguna resolución se hubiese desconocido la
supremacía jurídica a que hemos aludido, no implicando, por tanto, como entre nos-
otros, un proceso autónomo, distinto y sui-géneris (juicio de amparo).
En cuanto a la competencia jurisdiccional para conocer de dicho medio de control
en el sistema americano, incumbe su decisión a los tribunales jerárquicamente superiores
del juez que no haya aplicado preferentemente las disposiciones supremas; y agotada la
jurisdicción común, el caso puede pasar a la Corte Suprema federal, la cual tiene la facul-
tad de aceptar o rechazar su conocimiento, cuando en su concepto ya hubiese quedado
o no definitivamente resuelto por los tribunales locales o federales, según corresponda.
Los recursos específicos en que principalmente se traduce el sistema de control
norteamericano son el wriJ of error (subsistente hasta 1928, según dijimos), e! de
il1j/lIZetiol1, el llamado mal1damllJ y el que recibe el nombre de certiorari.
El primero era una especie de apelación que se interponía contra la sentencia
definitiva de hu juez que no hubiese aplicado preferentemente las leyes supremas
del país frente a una disposición legal que se les contraponga. En esta forma, el
superior jerárquico del juez a quo, era a quien incumbía e! conocimiento y la trami-
tación del writ oí error, que venía a ser definitivamente resuelto por la Suprema
Corte, por lo que ésta siempre ejercía el control en competencia derivada. El writ
of mandamus es una especie de orden dirigida por la Suprema Corte a las autorí-
. dades para obligarlas a ejecutar sus propias decisiones pudiendo decirse que en este
caso dicho organismo judicial sí tiene competencia originaria, "pues la Ley Orgánica
del poder judicial de la federación facultaba a la Corte para expedir 'mandamus'
contra cualquier autoridad o funcionario".101 El writ 01 certiorari es un recurso que
tiene por objeto revisar los actos de un órgano judicial inferior o de un organismo
que actúe en forma quasi-judicial, de tal manera que la parte interesada pueda
obtener justicia más rápidamente y para que se corrijan las irregularidades y los
errores que hubiere en él procedimiento. Se da en favor de aquel que no reciba
pronta y expedita [usticía o cuando en el negocio en el que sea interesado no se
proceda con Imparcialidad.
En otras palabras, "las funciones de writ of certiorari en la common law y en la
equidad se reduce~ simplemente a cerciorarse de la validez de los procedimientos
seguidos ante un tribunal de justicia, o sobre la imputación de su validez porque
no se hayan. cumplido las formas esenciales de las leyes del procedimiento, o en caso
de que se alegue falta de jurisdicción del tribunal correspondiente. Se limita a exa-
minar la validezexteroa de los procedimientos admitidos por el tribunal inferior.
Por tal motivo, el writ of certiorari corresponde al Juicio de Amparo y Recurso de
Casación en la parte que se relaciona con la violación de las leyes de procedimientos" .'02

101 El [uício Consli/uáonal.-Pág. 113.


102 Maurice Minchen.-Comparad6n General de las Constituciones de MéxÍfo y Estados
UnidoJ.-Págs. 160 y 1~1.
Al"ffECEDENTES HISTÓRICOS GENERALES DEL JUiCIO DE AMPARO 85

Más explícito es Pritchett cuando afirma que el recurso de certioren procede


ante la Corte "cuando existan razones especiales e importantes para ello", figurando
entre ellas las consistentes en que "exista contradicción en la decisión de dos cortes
de apelación; cuando una corte estadual (estatal), o una corte federal de apelaciones,
hayan resuelto una cuestión importante de derecho federal, sobre la cual nunca se ha
pronunciado la Suprema Corte, o en tal forma que sea contradictoria con la juris-
prudencia vigente de la Corte; o cuando una corte federal se ha apartado tanto de los
cánones aceptados en los procedimientos judiciales, que justifique el ejercicio del
poder de supervisión de la Suprema Corte".'"
El wril of injrmction "es el mandamiento que el actor solicita del juez a efecto
de que éste impida y suspenda la ejecución de cualquier acto ilícito por un particular
o una autoridad, indistintamente; y en los juicios que versan sobre la materia cons-
titucional es el medio usual, por tanto, para que los tribunales, a instancia de parte
agraviada, examinen la constitucionalidad de leyes o actos de la autoridad y suspendan
e impidan su ejecución. En otras palabras, desempeñan la misma función que el
incidente de suspensión y el juicio de amparo, en el sistema mexicano, pero no en
materia penal, sino civil exclusivamente",104i
El fundamento jurldico del sistema de control 'en los Estados Unidos, que opera
a! través de los diversos recursos que se han reseñado, se encuentra en el principio
mismo de la supremacía constitucional consagrado en el artículo VI, párrafo segundo,
de la Ley fundamental de aquel país, precepto que, como hemos afirmado, lo ex-
tiende a las "leyes federales" y a los "tratados internacionales". Conforme a tal prin-
cipio y según la disposición invocada, los jueces de cada Estado están obligados a
ceñir sus fallos a la Constitución federal, a las leyes federales y a los mencionados
tratados, "a pesar de cualquier cosa en contrario que se encuentre en la constitución
o las leyes de cualquier Estado". De esta manera, la preservación ,del consabido prin-
cipio y de los ordenamientos por él tutelados funciona, como dijimos, en cualquier
procedimiento judicial, mediante el writ of certiorari principalmente, asumiendo todos
los tribunales el papel de "órganos de control" con independencia de su naturaleza
y categoría.

lOS op, cit. Págs. 1'2 y lB. .


104. El Derecho Anglo-Americano, por el Lic. Osear Rebasa, págs, 640-641, obra en la cual
su autor trata ampliamente el sistema jurídico de los Estados Unidos, 'encontrándose en ella minu-
cioso desarrollo explicativo de los recursos constitucionales americanos, así como en la obra que
indicamos en la nota anterior. .
"El wril 01 mandamus, ordenamiento judicial, dice este tratadista, es el procedimiento que
desempeña la misma funci6n que el writ of injunction, con la sola distinción de que en tanto
que este último sirve para impedir, en forma prohibitiva, la ejecución del acto o ley reclamados,
el primero tiene por objeto la e;ecuci6n, de un modo activo, de un acto u obligación por la
autoridad demandada cuando la violación consiste en la negativa de ésta a. ejecutar 10 que legal.
mente está obligada a llevar a cabo," Sostiene Osear Rabasa que el "mandamus" reconoce un
origen muy remoto, "pues estaba ya en uso en Inglaterra desde el siglo XIV, y pasó a formar
parte del derecho procesal ordinario de los Estados Unidos desde antes de la independencia de
este país (Jic), de donde se extendió .3. los procedimientos de los tribunales federales, en. la materia
de que éstos conocen, incluso en la orden constitucional"; y al referirse posteriormente al wril 01
certiorari y a la certifica/ion 01 questions, como recursos de apelación, asienta que por virtud de
éstos "todas las controversias que versen sobre la aplicación e interpretación de Ja Constitución, leyes
federales y tratados internacionales celebrados por los Estados Unidos, que se inicien en los tribuna-
86 EL JUICO DE AMPARO

Aunque dentro del sistema estadounidense no existen tribunales especiales de


control sobre leyes inconstitucionales, frente a éstas se protegen los ordenamientos
supremos y primordialmente la Constitución federal a través de la invalidación de los
actos en que aquéllas se hubiereo aplicado. Esta invalidación no entraña la declara·
cién de inconstitucionalidad de una ley, sino simplemente su ineficacia, que importa,
a su vez, el deber negativo para ¡¿¡a autoridad judicial de aplicarla. Cualquier juez,
dice Grant, "tiene el poder y el deber de aplicar las leyes constitucionales por encima
de cualquier otra regla, y por 10 tanto de considerar nula y de ningún valor cual-
quier ley, decreto, regiamento o hecho que sea contrario a la ley fundamental", y
agrega" ... la invalidez de una ley no data desde la fecha en que la Corte así la de-
claró. Las cortes no invalidan laS leyes; se niegan a ponerlas en vigor (sic), porque
no son válidas",105
En síntesis, en Estados Unidos existe como procedimiento tutelador de la libertad
humana el habeas corpus, cuyo conocimiento y tramitación son el resorte exclusivo
de las autoridades judiciales de las distintas entidades federativas, habiéndolo here-
dado del sistema juridico tradicional inglés. Solamente en los OISOs ya indicados con
antelación, dicho recurso es de la competencia de los órganos jurisdiccionales fede-
rales, esto es, cuando la autoridad. que ordena o ejecuta la prisión arbitraria tiene tal
carácter. Además del habeas corpus, en el sistema jurídico norteamericano funciona
10 que Rabasa denomina "juicio constitucional", cuyo objetivo estriba en proteger la
Constitución y demás cuerpos legislativos investidos de supremacía, como son las leyes
federales y los tratados internarionales, juicio que, como ya advertimos, no es unitario
como nuestra institución de amparo, sino que se fracciona o divide en los diversos
recursos procesales ya apuntados, dentro de los que ocupa singular importancia el
- writ of certiorari, que es un medio de impuguar las 'resoluciones judiciales en que
no se haya respetado la supremacía normativa. I
En el juicio constitucional americano se ha pretendido hacer consistir un antece-
dente histórico inmediato de nuestro juicio de amparo. Sin tratar de desmentir tal
'concepción, que mucho tiene de verdadera por la similitud de ambas instituciones
jurídicas, solamente queremos advertir, en contra de lo que varias opiniones han
afirmado, que nuestro medio de control de constitucionalidad es en muchos aspectos
superior al estadounidense, como se podrá fácilmente colegir del análisis de la natu-
raleza o índole de ambos juicios, y que si el mexicano se inspiró en el americano,
no por eso es semejante únicamente, sino superior. Estas aseveraciones van irnplí-
citas en el estudio que emprendemos acerca de nuestro juicio de amparo, por 10 que
con ellas cerramos el presente titulo. .

XI. ARGENTINA

En este país se ha adoptado el habeas corpus del derecho anglo-norteamericano


como medio Juridico que protege exclusivamente la libertad personal o Física (ambtila-

les federales o estatales. pasan en revisión a la Suprema Corte de la nación. a efecto de que este
alto tribunal, como intérprete supremo de la Constitución . federal, dicte en cada caso la resolución
definitiva sobre la cuestión constitucional que se hubiere planteado" (Op. -cit: Págs. 641 y 649).
105 Op. cit., págs. 39 Y 20.
ANTECEDENTES HISTÓRICOS GENERALES DEL JUICIO DE AMi'Al\O 87

torla) contra las detenciones arbitrarias o ilegales, sin que su tutela se extienda a otros
derechos del gobernado consagrados constitucionalmente. Según sostiene Linares Qtlin-
tana,'oo la jurisprudencia de la Suprema Corte argentina reiteró que "aparte de dicho
instituto procesal (el habeas corpus), no existe ningún otro que ampare, en la forma
rápida y expeditiva de aquél, el goce y el ejercicio de los demás derechos constitucio-
nales fuera de la libertad física garantizada por el habeas corpus".
Aote tan menguada protección del gobernado, dicho alto tribunal, mediante sen-
tencia de 27 de diciembre de 1957, dictada en el caso "Angel Siri" creó el "amparo",
como acción distinta del habeas corpus, para tutelar "todos Jos aspectos de la Jiberta4
constitucional" no preservados por éste.'·'

El apoyo toral que encontró la Corte argentina para establecer o "reconocer" el amparo
se expresa en los siguientes términos: ..... en consideración al carácter y [erarqula de los prin-
cipios de la Carta fundamental relacionados con los derechos individuales, esta Corte Suprema,
en su actual composición y en la primera oportunidad en que debe pronunciarse sobre el
punto, se aparta así de la doctrina tradicionalmente declarada por el tribunal, en cuanto
relegaba al tnimite de Jos procedimientos ordinarios, administrativos o judiciales. la protección
de las garantías DO comprendidas estrictamente en el habeas corpus. Los preceptos constitu-
cionales, tanto como la experiencia institucional del país, reclaman de consuno el goce y ejer-
cicio pleno de las garantías individuales para la efectiva vigencia del Estado de Derecho, e
imponen a los jueces el deber de asegurarlas" .10a

Como se ve, el "amparo argentino" es de origen jua;(iaJ, o sea, su institución


no es constitucional ni legal, circunstancia que genera notoriamente su inestabilidad,
pues basta el cambio de criterio de la Suprema Corte para que su procedencia se
restrinja o desaparezca.
Por otra parte, dicho tribunal, en otros fallos, ha extendido el "amparo" .contra
actos de par/iculares y de los llamados "grupos de presi6n" cuando ataquen la
libertad individual.

Asi, en el caso Sttmuel KOI, S. de R. L., fallado el 5 de septiembre de 1958, la Corte argen-
tina afirmó que "si bien en el precedente citado (caso Angel Siri} la restricción ilegítima
provenía de la autoridad pública y no de actos de particulares, lal dÍJlin~i6n no el elential a
101 fines de la prole~d6n tonstitucionsl, Admitido que existe una garantía tácita o implícita
que protege los diversos aspectos de la libertad individual (art. 33 de la 'Constitución nacional},
ninguna reserva cabe establecer de modo que excluya en absoluto ya-priori toda restricción
que emane de personas privadas", agregando: "nada hay, tampoco. que autorice la afirmación
de que el ataque ilegítimo, grave y manifiesto. contra cualquiera de los derechos que integran la
libertad, lato sensu, carezca de la protección constitucional adecuada --que es. desde luego.
la del habeas corpus y la del recurso de amparo, no la de los juicios ordinarios o la de los
interdictos, con traslados, vistas. ofrecimientos de pruebas, etc.-, por la sola circunstancia
de que ese ataque emane de otros particulares a de grllPOS organizados de individual'.10$

Linares Quintana señala las condiciones generales de procedencia del amparo


argentino, indicando que éste se puede ejercitar cuando "aparezca, de modo claro y

100 "Aui6n de Amparo", Pág. 13.


101 lbid. Pág. 21.
lOS lbid. Pág. 23.
roe lbid. Págs. 27 Y 29.
88 EL JUIOO DE AMPARO

manifiesto, la ilegitimidad de una restricción cualquiera a alguno de los d;rechos '
esenciales de la personalidad humana" y siempre que el daño que esta restricción •
causara ,al. afectado no sea fácil y rápidamente reparable por los procedimientos ordi-
narios, administrativos o judiciales.11 0 1 1 '11 El mencionado autor enseña que son los
jueces quienes "deben restablecer de inmediato y en su plenitud el derecho restringido
ilegítimamente", y para justificar el amparo contra actos de "grupos de presi6n" con-
sidera que "El propósito que orienta al instituto es lograr la protecci6n integral de la
plenitud del goce de la libertad constitucional, al margen de quien sea el autor de
la turbaci6n o supresi6n de ella. En la dinámica política contemporánea ya no apa-
rece el Estado como único agente que puede hacer peligrar los derechos constitucio-
nales del hombre, sino que los llamados 'grupos de presión' actúan no pocas veces
contra la libertad humana con fuerza superior a la de los 6rganos estatales mismos."
Fácilmente se advierte de los breves comentarios que anteceden que el pomposa-
mente l1amado "amparo argentino" adolece de muchas deficiencias que lo colocan
en una situaci6n de notoria inferioridad respecto del nuestro. En primer lugar, el am-
paro mexicano es una inssitucién procesal constitucional, es decir, establecida por la
Constituci6n federal expresamente, a diferencia del "amparo argentino" que es de
origen judicial o jurisprudencial al haber sido implantado en una resoluci6n dictada
por el tribunal supremo de aquel pals en el caso Angel Siri que ya señalamos. En
segundo término, no es verdad que el amparo argentino pudiese ostentar una finali-
dad protectora más extensa que el nuestro al proceder contra los "grupos de presión"
y no únicamente contra artos de autoridad propiamente dichos, por la sencilla razón
de que es técnica y prácticamente imposible que 'la, acción constitucional se entable
contra tales "grupos", pues dado el carácter amorfo e, impersonalizado de éstos, en el
proceso correspondiente no podría haber un sujeto demandado que defendiera su ac-
tuaci6n ante la jurisdicción de control. La supuesta y pretendida procedencia del ampa-
ro contra los actos de los grupos de presi6n plantea interrogantes sin solución jurí-
dico-procesal, ya q'ile ¿a quién emplazaría el juzgador constitucional; quién contestaría
la demanda de garantlas; quién ofrecería pruebas y quién interpondría los recursos
pertinentes? En la hipótesis no admitida de que estos problemas no existieran, la
inoperancia del amparo contra tales grupos sería evidente, puesto que sería franca.
mente ingenuo y pueril pensar que las decisiones judiciales que en él se dietaran
pudieran remediar por 51 solas, sin la intervención de la fuerza pública, las situado-
DeS de hecho que la conducta de los mencionados grupos amorfos y sin represen-
taci6n legal, y ni siquiera visible, haya provocado, pues los hechos antijurldicos y
antisociales en que tal conducta se manifiestan 5610 pueden ser prevenidos o reprimi-
dos por las autoridades policiacas o militares, en su caso, y sin perjuicio de que se
sancione por la autoridad judicial a sus autores o instigadores una vez identificados
y en el supuesto de que éstos hayan cometido algún delito.

Debemos observar, por otra parte, que en el caso Samllel KOJ, S. de R. L., según la
versión de Linares Quintana. no se trató. en puridad jurídlcosprocesal, de ninguna "impugna-
ción constitucional" al comportamiento del "grupo de presión" relacionado con él. Los antece-
dentes judiciales de ese caso desmienten las aserciones de dicho autor, pues lo que en el
"amparo" respectivo se atacó fue la decisión de la "Cámara de apelaciones" que desechó la

. 110., n1 ¡bid. Págs. 68, 69 Y 70.


ANTECEDENTES HISTÓRICOS GENERALES DBL JUiCIO DE AMPARO 89
petición de la referida empresa para que ordenara la desocupaci6n de su fábrica detentada por
la coalicién de obreros que la había ocupado después de que el paro que decretó fue estimado
ilegal. Por ende, lo que realmente constituyó el "acto reclamado" en ese '.'famoso" caso fue la
citada decisión, o sea, un acto de autoridad y no la conducta de los trabajadores huelguistas o
"peristas", es decir, de "grupo de presión" que se dijo formaron. Por, lo demás, el caso Samuel
Kot, S. de R. L DO es 'para nosotros ninguna novedad, pues a través del amparo laboral se ha
logrado en México desde hace muchos años lo que Linares Quintana destaca como muy signi-
ficativo del "amparo argentino", a saber, obligar a las autoridades del trabajo que en cumplí-
miento de una sentencia constitucional ordenen, inclusive:' con. el auxilio de la fuerza pública,
el desalojamiento de una fábrica por parte del grupo o grupos de trabajadores que ilegalmente la
ocupen, cuando la resolución atacada en vía de amparo importe la negativa para decretar dicho
desalojamiento.

XII~ BRASIL

Para proteger la libertad Física y "cualquier derecho firme y cierto" de las per-
SODas contra actos del poder público, la Constitución brasileña vigente, de 18 de
septiembre de 1946, instituye respectivamente dos medios. jurídicos, a saber, el babeas
corpus y el mandamiento de seguridrJd. "

Así. su artículo 141 en sus apartados 23 y 24, establece: "Se concederá babeas corpus
siempre que alguien sufra o se encuentre amenazado de sufrir violencia o coacción en su
lihertad Js locomoción, por ilegalidad o abuso de poder"; y. "para proteger derecho firme
y cierto DO amparado por habeas corpus, se concederé mandamiemo de uguridad, sea cual
fuere la autoridad responsable de la ilegalidad o abuso del poder".

La procedencia del habeas corpus brasileño no dejó lugar a dudas, pues este recurso
es ejercitable para tutelar "frente a cualquier acto de autoridad legalmente injustifi-
cado la libertad personal del gobernado, finalidad en que se percibe claramente la
influencia directa del derecho anglo-norteamericano en la adopción de dicha insti-
tución procesal.
En cuanto al mandamiento de seguridad, su procedencia se supedita a la definición
de lo que deba entenderse por "derecho fitme y cierto", pues sin estos atributos no
cualquier derecho del gobernado está preservado por el citado rcurso. La doctrina
jurídica del Brasil, integrada por múltiples y diversas opiniones de los más destacados
juristas de este país, no ha brindado un criterio uniforme sobre lo que deba concep-
tuarse, por "derecho firme y cierto", calificación que suele quedar bajo la discrecio-
nalidad de los tribunales.v-

].12 No está en nuestro ánimo hacer un estudio del mandamiento de seguridad y ru SIquiera
referencia alguna a la nutrida doctrina que' sobre él se ha elaborado, pues el propósito que perse-
guimos estriba simplemente en presentar una semblanza" muy somera" acerca del sistema implantado
en el Brasil para la protección del gobernado frente a actos del poder público. El análisis exhaus-
tivo del citado recurso desde su gestación y al través de sus distintas modalidades jurídicas, tanto
legales como doctrinales y jurisprudenciales, ha sido realizado por. Aleiandro Ríos Espinosa en
su monografía intitulada "Mandamiento de Seguridad", publicada en el número 53, Tomo XIV,
enero-marzo 1964, de la Revista de la Facultad de Derecho de México, sin dejar de recomendar
el estudio que sobre dicha institución formula Segundo V. Linares Quintana en la obra que hemos
citado en nota, anteriores.
90 EL JUIOO DE AMPARO

Atendiendo a su objeto de protección, no puede afirmarse que el mandamiento de


seguridad sea un medio exclusivo de tutela constitucional en favor del gobernado, ya
que solamente se le puede adscribir este carácter si el "derecho cierto y firme" se en-
cuentra consagrado O reconocido en la Constitución, pues si se instituye en alguna
ley secundaria o en un contrato o convenio, tal recurso será de índole ordinaria pese
a su definitividad.
Independientemente del habeas corpus y del mandamiento de seguridad que tu-
telan al gobernado en particular en sus respectivos ámbitos de procedencia, en Brasil
existe un medio directo de control constitucional de contenido politico frente a las
entidades federativas para asegurar diversos principios sobre los que éstas deben
estructurarse. El mencionado control se ejerce por la "intervención del Gobierno
Federal" en los casos previstos por el articulo 7 de la Constitución brasileña y para
cuyo efecto el Procurador General de la República debe someter el acto atacado de
inconstitucionalidad al examen del Supremo Tribunal Federal para que éste la decla-
re, procediendo entonces la intervenci6n.u a

XIII. NICARAGUA

Es en este pais centroamericano donde nuestro JUICiO de amparo ha tenido una


determinante influencia en la estructuración del sistema jurídico de protección 'a
los derechos del goberoado y de control constitucional. Nicaragua, en efectu, adoptó
nuestra institución en sus principios y lineamientos generales, sin haber suprimido,
empero, el habeas corpus, no obstante que dentro de la teleología del amparo este
recurso pudiese haber quedado subsumido. Tan es así, que la Ley de Amparo nica-
ragüense regula a ambos medios de preservación.

En efecto, el artículo 1 de este ordenamiento dispone que "La presente ley establece los
medios legales de ejercer el derecho de amparo, a fin de mantener y restablecer la supremacía
de la Constitución Política y Leyes Constitucionales. Conforme a ella se resolverá toda. la cuestión
que se suscite: l.-Por violación de la Constitución o de las Leyes constitucionales, mediante
leyes, decretos, resoluciones, órdenes, mandatos o actos de cualquier funcionario. autoridad,
corporecién pública o agente de los mismos; 2.-Por inconstitucionaliclad de una ley o de-
creto que se refiera a asuntos no ventilables ante los tribunales de justicia, al ser aplicados
en caso concreto, a cualquier persona, en perjuicio de sus derechos; 3.-Por detención o ame-
naza de ella en virtud de orden de cualquier funcionario o autoridad; 4.-Por actos restrictivos
de la libertad personal de cualquier habitante de la República realizados por particulares;
5.-Por auto de prisión dictado contra quien. no estando detenido, pretenda librarse de sus
efectos."

1.18 Así, los artículos 7, fracción VII, y 8 de la Constitución del Brasil disponen: "EI Gobierno
Federal DO intervendrá en los Estados, salvo para: VIL-Asegurar la observancia de los siguientes
principios: a).-forma republicana. representativa; b).-Independencia y armonía de los poderes;
e).-Temporalidad de las funciones electoras, limitada la duración de éstas a las funciones .fede-
rales correspondientes; d).-Pcohibidón de reelección de gobernadores y prefectos para el período
correspondiente; e).-La autonomía municipal; !J.-Presentación de cuentas de la administración;
g).-Garantías de poder judicial" (art. 7). "La intervención será decretada por ley federal en los
casos números VI y VII del articulo anterior, Parágrafo único: en el caso del Núm. VII. el acto
atacado de incoustitucionalidad será sometido por el Procurador General de la República al examen
del Supremo Tribunal Federal y si éste la declarase. será. decretada la intervención" (art. 8).
ANTECEDENTES HISTÓRICOS GENERALES DEL JUICiO DE AMPARO 91

Claramente se advierte del precepto transcrito el objeto tan dilatado que tiene el
amparo en Nicaragua, que abarca inclusive al habeas corpus. De ahí que la distinción
entre "amparo" y "habeas corpus" no se justifica lógica ni jurídiCamente con vista
a la amplitud que presenta la mencionada disposición legal.

A pesar de ello, el jurista nicaragüense ArJstides Somarriba afirma la citada distinción al,
sostener que "A este respecto, es pertinente distinguir entre la acción de amparo propiamente
dicha a que se refieren los incisos 1 y 2 del artkulo 1 de la Ley de Amparo y el recurso de
habeas corpus comprendido en los incisos 3, 4 Y , del citado artículo, pues en el amparo
propiamente dicho el demandado sólo puede serlo la autoridad, mientras que en el habeas
corpus es pertinente asimismo por actos restrictivos de la libertad personal de cualquier ha-
bitante de la República realizada po, parlkuitnel." u~
El amparo en Nicaragua es un verdadero medio de control constitucional, puesto que a
través de él "El Poder Judicial y especialmente la Corte Suprema de Justicia DO s610 protegen
los derechos constitucionales del hombre frente a los abusos del poder. sino que tutelan el
régimen constitucional íntegro manteniendo a los tres poderes dentro del ámbito de sus fun-
ciones. impidiendo que se extralimiten y de esta manera Invadan la esfera de los derechos
individuales." 115 Funciona, además, conforme a los principios que caracterizan al amparo me-
xicano y que en el capítulo respectivo estudiamos en esta obra, contándose entre ellos los de
iniciativa o instancia de la parte agraviada, de la existencia del agravio personal y directo,
de definitividad, etc.; y en cuanto a la suspensión. del acto reclamado hay puntuales seme-
janzas con nuestra institución.

Es altamente satisfactorio y nos colma de legítimo orgullo constatar que en un


. país, como Nicaragua, se haya adoptado nuestro juicio de amparo que se proyecta ya
internacionalmente, pues como dice Somarriba "Insisto y repito que México ilumina
al mundo en la búsqueda de los medios más rápidos y eficaces para la protección de
los derechos del hombre y para el mantenimiento de la constitucionalidad." ...

XIV. ADVERTENCIA FINAL

La somera inquisición que hemos realizado acerca de las instituciones extranjeras


que pudieren ofrecer similitud con nuestro juicio de amparo, sólo ha comprendido
algunas de las que se han estimado primordiales. Es tarea un tanto cuanto difícil
precisar con perfiles dogmáticos sí dichas instituciones realmente significan antece-
dentes históricos del juicio constitucional mexicano, o si simplemente guardan una
relación de equivalencia COn él, en los diferentes regímenes a que hemos aludido.
No ha estado en nuestro ánimo emprender un estudio comparativo entre el juicio
de amparo y los medios de control o protección constitucional que se han implan-
tado en otros países distintos de los reseñados, ya que este tema, además de exigir
un tratamiento prolijo, excedería del contenido de la presente obra, por incidir en el
campo de investigación del Derecho Constitucional Comparado.'"
1.14 Trabajo presentado al "Seminario sobre Amparo, Habeas Corpus yo/toS Recursos Similo-
res" efectuado en la ciudad de México en agosto de 1961.
115 lbid.
116 lbid.
117 Esta ingente tarea la ha emprendido el jurista mexicano Héaor Fix Zamudio en su obra
."Veinticinro Años de Evo/Jlci6n de la Justicia Constimcionaí", 1940~196' (impresa en 1968 bajo
el patrocinio del Instituto de ~nvestigaciones Jurídicas de la UNAM). El mismo autor, en la GlKtta
92 EL JUICO DE AMPARO

Sin duda alguna, además de los regímenes extranjeros a que brevemente nos he-
mos referido, existen Estados en Europa y América cuyo orden constitucional brinda
a! gobernado medios jurídicos para defender sus 'derechos frente a los actos del poder
público o implanta sistemas procesales para su propia conservación, Tal sucede, vet-
bigracía, Con Suiza, Austri« y la República Federal Alemana, cuyas instituciones de
preservación constitucional estudia documentadarnente el jurista italiano Mattro Cap·
pelletti, quien, dicho sea de paso, es un admirador del amparo mexicano.ua y U$l

InlormaJilJa de! citado Instituto, presenta un estudio muy interesante sobre la Institución deno-
r
minada Ombudmlan~ característica del Derecho Público Sueco, y que tiene como función esencial
la vigilancia fiscalización de la actividad de las autoridades administrativas, como una especie de
"defensor de pueblo", funcionario que también opera en la ConsliJud6n Monárquüa EJpalio/a
aprobada por referéndum en diciembre de 1978 (Or. Op. dt., número correspondiente a septiem-
bre-diciembre de 1981).
118 En la República Popular China operaba un control respecto de las "disposiciones y
órdenes" del Consejo de Estado que contradijeren "la Constitución, las leyes y los decretos"
(art. 31, inciso 6, de la ley fundamental de ese país). Dicho control era constitucional y legal
habiendo sido ejercíteble sobre actos del citado Coase¡o, que era el órgano administrativo su-
premo del Estado (art. 47), por el Comité Permanente de la Asamblea Popular Nacional. Estas
referencias se contraen a la Constitución auna expedida en 1954, la ~uaJ fue JUJJiJuida por la
que entró en vigor en enero de 197J y en la que se suprimió el cargo de Presidente de la Repú-
blica para erigir al Partido Comunista de ese .pals en el órgano supremo y omnímodo rector de
la ·viéla del pueblo y del Estado.
119 Consúltese la monografía de dicho autor intitulada "La Giuridizzione C01JJtiJudoíza/c delle
Liberhf' (1955). publicada por el Instituto de Derecho Comparado de la U.N.A.M. (hoy de
Investigaciones Jurídicas).

/
CAPÍTULO SEGUNDO

A~CEDENTES HISTORICOS MEXICANOS DEL JUICO


DE AMPARO

SUMARIO: l.-Epoca pre-hispánica. Il.c--Réglmen Colonial. I11.-Méxko Indepen-


diente (Generalidades). IV.-Constitución de Apatzingán. V.-Constitudón Federal
de 1824. VI.~...- Qmstitud6n Central de 1936. VIL-Voto de Fernando Ramirea.
VlII.-Constitud6n Yucateca de 1840. IX.-Proyecto de la Minada de 1842.
X.-Bases Orgánicas de 1843. XI."":""Acta de Reformas de. 1847. XII.-Constituci6n
Federal de 1857. XIII.-Constituci6n vigente. XN.-La Creación del Amparo.
XV.-Leyes Reglamentarias del juicio de Amparo.

I. EpOCA PRE-HISPÁNICA

No es dable descubrir en la época precolombina y en Jos pueblos que habitaron


el territorio qtu: comprende actualmente la República Mexicana ninguna institución,
consuetudinaria o de derecho escrito, qu~ 30Jse una antecedencia de las garantías
individuales que se consagraron, con diversas modalidades, en casi todas las Consti,
tuciones que nos rigieron a partir de la consumación de la independencia. En· efecto,
los regímenes sociales en que estaban estructurados los principales pueblos prehispá-
nicos se vaciaron en formas primitivas y rudimentarias, y conforme a las cuales la
autoridad suprema. con faculta4es omnímodas, era el,rey o emperador, nombre que,
por una especie de proyección conceptual política, se ha 'estilado adscribir a los jefes
máximos de tales pueblos. El derecho público, entendiendo' por tal el conjunto de
normas que organizan a un Estado y que definen y regulan las relaciones entre las
diversas autoridades estatales y entre éstas y los gobernados, en los regímenes preco.
loniales se traduda 'en un cúmulo de reglas consuetudinarias que establecían la manera
de designar al jefe supremo (designación que se llevaba a cabo generalmente por
elección indirecta, _siendo los electores los mismos jefes secundarios o los ancianos),
así como en una especie de conciencia jurídica que, atendiendo sobre todo a factores
religiosos, consideraba al soberano investido de un poder ilimitado. Bien es· Cierto
que en algunos pueblos existían consejos de ancianos y sacerdotes qtu: aconsejaban al
jefe supremo en las cuestiones trascendentales para la vida pública; peco también
es verdad que éste no estaba constreñido u obligado coactivamente a acatar las opi-
niones en que dicha función consultiva se manifestaba. Tales circunstancias nos indu-
cen a creer que en los regímenes políticos y sociales primitivos el gobernado no era
titular de ningún derecho frente al gobernante, resultando aventurado tratar de des-
cubrir en ellos algún precedente de nuestras actuales garantías individuales. Esta
afirmación, desde luego, no implica que en los pueblos que vivieron en el territorio
94 EL jtncro DE AMPARO

nacional antes de la conquista no haya habido ningún derecho consuetudinario, pues,


por el contrario, existía en ellos un conjunto de prácticas que regulaban las rela-
ciones propiamente civiles entre los miembros de la comunidad y fijaban cierta pe-
nalidad para hechos considerados como delictuosos, quedando la observancia de tales
prácticas, en e! terreno contencioso, al criterio o arbitrio del jefe supremo, a quien
en la administración de justicia ayudaban diversos funcionarios,
Tomando en consideradón esta situación, resulta aventurado tratar de descubrir
en el régimen social mexicano prehispánico un precedente de nuestra institución tu-
teladora por razones obvias, en e! que "la autoridad del rey era absoluta, como lo
era la de los señores en sus respectivas provincias"."· Además, podemos decir que
entre los aztecas la administración de justicia era arbitraria, tomando este vocablo
en su debida acepción, esto es, como implicación a-jurídica, pues como afirma e!
licenciado Toribio Esquivel Obregón, "la justicia no se administraba conforme a nor-
mas legales o consuetudinarias pre-establecidas, sino según el criterio del funcionario
respectivo" .llll
Si, pues, tales eran las condiciones que privaban en el régimen azteca, el más ade-
lantado culturalmente hablando de todos los autóctonos pre-europeos, por mayoría de
razón debemos concluir que en el suelo de México, antes de la colonización española,
nunca podremos hallar un precedente de nuestro juicio de amparo, ni siquiera con
una semejanza muy relativa, pues como afirma Mendieta y NJÍñez, "como cuerpo de
leyes, la historia de! derecho patrio empieza con la primera cédula real dictada para
el gobierno de las Indias", es decir, con e! advenimiento del derecho colonial.'''
Sin embargo. no falta quien asegure, como don Prancisco PimenJeJI 12 3 que el poder del
monarca entre los antiguos "mexicanos no era absoluto, sino que estaba limitado por 10 que
dicho autor denomina el "poder judicial", a cuyo frente había un magistrado supremo con
jurisdicción definitiva, esto es, inapelable hasta ante el rey mismo.
En apoyo de la opinión de Pimente1 existen los valiosos testimonios de ilustres historia-
dores, tales como Alfredo Chavero, Vicente Ri1l4 Pala&io, José M4ria VigiJ y otros, en el
sentido de que el poder del r~ o señor entre los aztecas (tecuhtli) estaba controlado por
una especie de aristocracia que componía un consejo real llamado "Tlatocen", que tenía como
misión aconsejar al monarca" en todos los asuntos importantes del pueblo, quien suponía a su
jefe supremo ungido por la voluntad de los dioses. atribuyéndose a dicho organismo consultivo.
además, ciertas funciones judiciales. Por otra parte, los habitantes de los "calpulli" o barrios
de la ciudad, tenían un representante en los negocios judiciales, es decir, una especie de
tribuno que defendía sus derechos ante los jueces y que recibía el nombre de "chinancallí",
aseveréndose que sus principales atribuciones consistían en "amparar a los habitantes del
calpulll, hablando por ellos ante los jueces y otras dignidades". Además, entre los aztecas
existía otro importante funcionario que se denominaba "cihuacoatl", cuyo principal papel
consistía en sustituir al "tecuhtli" cuando éste salla de campaña en lo tocante a las funciones
administrativas en general y específicamente hacendarías, reputándosele, por otra parte, como
algo parecido al Justicia Mayor de Castilla o Arag6n desde el punto de vista de sus facultades
judiciales, las cuales estaban encomendadas, en grado inferior, a cuatro jueces con competencia
territorial en la Gran Tenochtitlan, y que se llamaban "tecoyahuácatl.., "eahuahuécatl", "acaya-
capanécatl" y "tequixquinahécatl" .ni

120 Toribio Esquive! Ohregón.-Apuntes para la Historia del Derecho en Méxiro.-T. 1.-
Página 336.
~1 ldem. Pág. 384.
122 El Derecho Pro-Colonial. Edición 1961. Pág. 25.
1.28 Obrar rompletar.-Pág. 19.
U6 México a travh de Jos Siglos.-T. VIII.-Págs. 248 a 250 y. 302 a 306 y siguientes.
ANTECEDENTES HISTÓRICOS MEXICANOS DEL JUICIO DE AMPARO 95

Lo cierto es que, sin perjuicio de que varios historiadores afinnen que dentro del
sistema social azteca existía un derecho consuetudinario, traducido en un COnjunto de
práctieu que regulaban las relaciones propiamente civiles entre los miembros de la
sociedad y fijaban cierta penalidad para hechos considerados comn delictuosos, es de
presumiese que la aplicación de tales costumbres a los diversos casos concretos que
se presentaran quedaba a la discreción del monarca, a quien estaba encomendada la
función de administrar justicia en fonna originaria. En estas condiciones, si bien
se puede afinnar que entre los aztecas y demás pueblos que habitaron el territorio
nacional en la época pre-hispánica existía un incipiente derecho civil y penal con-
suetudinario, no es posible formular igual aseveración por lo que toca 'a la existencia
de un reconocimiento jurídico de los derechos fundamentales del gobernado frente
a las autoridades, ya que, en primer lugar, éstas aplicaban arbitrariamente las reglas
consuetudinarias y, en segundo término, las posibles contravenciones a la costumbre
carecían de sanción jurídica.

Las anteriores aseveraciones las formulamos, sin embargo. con las reservas inherentes a
la índole misma' del presente libro. que no es, ni pretende ser, una obra de investigación
histérico-jurídica. Quizá la indagación minuciosa sobre la organización política, administrativa
y judicial de los pueblos prehispánicos que habitaron nuestro territorio, conduzca al conoci-
miento exhaustivo y auténtico de sus instituciones jurídicas, rectificando posibles errores, di-
sipando dudas 'l aclarando situaciones en que hubieren podido incurrir los historiadores.
Reconocemos que dicha labor Investigatoria es ardua, complicada y difícil, pues 13: falta de
derecho estatutario o escrito, indica que necesariamente los estudios que sobre tan importante
cuestión se emprendan, deben basarse en Interpretaciones de códices y de usos sociales ya desapa-
recidos, 00 exentas muchas veces del influjo de factores sentimentales, es decir, de simpatía o
antipatía hacia alguno de los elementos étnicos que integran nuestra nacionalidad: el español
y el indígena. Así, y en relación con nuestro juicio constitucional, Ignaeio RomerOfJargas lmr-
biJe, cree haber descubierto en la organización jurídico-política de los pueblos del Anáhuac
un antecedente del amparo a través del funcionamiento de un tribunal llamado "de princi-
pales" o sea, de "tecuhtlis y gobernantes", al afirmar que éste "tenía asiento en la sala de
Tecpan denominada tecpicalli, casa de señor y de los pillis, donde el altépetl, asistido de los
principales guerreros de los pillis (Consejo de guerra), recibía quejas e impartía justicia sobre
guerreros y gobernantes, de los pillis, juzgando con extrema severidad y de acuerdo con las
normas y costumbres de la nación, verdadero tribunal de amparo contra actos de los funcio-
narios. de real eficacia entre los indígenas".12l1

lI. RÉGIMEN COLONIAL

En la Nueva España el derecho colonial se integró con el derecho español propia-


mente dicho en sus formas legal y consuetudinaria, y por las costumbres indígenas,
principalmente. Al consumarse la conquista de México y al iniciarse la colonización
de las tierras recién dominadas, la penetración jurídica española se encontr6 con un
conjunto de hechos y prácticas sociales autóctonas, las cuales, lejos de desaparecer
y quedar eliminadas por el derecho peninsular, fueron consolidadas por diversas dis-
posiciones reales y posteriormente por la Recopilación de Leyes de Indias de 1681,
cuyo articulo cuarto autorizaba su validez en todo aquello que no fuesen incompatibles
con los principios morales y religiosos que informaban al derecho español. Así, pues,
"125 OrganiZltú6n Política de 10J pNeblo$ de A"ti~lIar. Ed. 1957. Pág. 306.
EL JUIOO DE AMPARO

"9 Íá Nueva España estuvo vigente en primer término la legislación dictada exclusi-
vamente para las colonias de América, dentro de la que ocupan un lugar prominente
las célebres Leyes de Indias, verdadera síntesis del derecho hispánico y las costum-
bres jurídicas aborígenes. Por otra parte, las Leyes de Castilla tenían también apli-
cación en la Nueva España con un carácter supletorio, pues la Recopilación de 1681
dispuso que "en todo lo que no estuviese ordenado en 'particular para las Indias, se
aplicarán las Leyes de CastiJIa". -
En el orden político, la autoridad suprema en las colonias españolas de América
era el mismo rey de España, quien estaba representado por los virreyes o capitanes
generales, según la importancia de la colonia de que se tratase. El monarca español,
como sucede en todos los regímenes absolutos, concentraba en su persona las tres
funciones en que se desarrolla la actividad integral del Estado, pues además de ser el
supremo administrador público, era legislador y juez. Todos los actos ejecutivos, todas
las leyes y los fallos se desempeñaban, expedian y pronunciaban en nombre del rey
de España, quien, en el ámbito judicial, delegaba sus atribuciones propias, inhe-
rentes a su soberanía, en tribunales que él mismo nombraba.ws .
El derecho español positivo y, sobre todo el colonial, tenia la pretensión de ser
eminentemente realista. Ninguna ordenanza debía expedir el monarca sin estar debi-
damente enterado acerca de su conveniencia objetiva, de tal suerte que lo que debía
determinar la promulgación de cualquier ley, o inclusive su abrogación, era una mo-
tivación integrada por elementos y factores propios de la realidad social para la que
estaba destinada o que fuesen incompatibles con ella. Bajo estos auspicios, y con el
fin primordial de garantizar el realismo jurídico, se creó el llamado Consejo de Indias,
organismo que, aparte de las funciones propias que se le adscribieron en lo tocante
a todos los asuntos de las colonias españolas en América, actuaba como consultor del
rey en las cuestiones que a éstas interesaran.
Persiguiendo el objeto de unificar todas las disposiciones que bajo distintas for-
mas perceptivas se dictaron para los dominios españoles en América, el rey. Carlos ll,
'en 1681 y por sugestión de dicho Consejo, 'ordenó la conjunción de ellas en un
código que se conoce con el nombre de Recopilacién de Leyes de Indias, cuyo conte-
-nido normativo versa sobre múltiples y variadas materias que sería prolijo mencionar.
A. través de las diversas ordenanzas, cédulas, pragmáticas, etc., que en tal Recopilación
se involucraron, se observa la tendencia permanente 'de proteger a la población indí-
gena contra abusos y arbitrariedades de los españoles, criollos y mestizos principal-
mente, así como el designio invariable de evangelizarla, refrendéndose a este respecto
el testamento de la reina Isabel la Católica. La legislación de Indias Fue, por tanto,
eminentemente protectora del indio, y este afán tutelar llegó al extremo de considerar
al elemento indígena sujeto a un verdadero régimen de "capitis derninutio", restrictor

1.26 Así, en la Nueva España la [unción jurisdiccional, que correspondía originariamente al


rey, se desempeñaba por diferentes funcionarios judiciales que, según la competencia que se les
asignaba en diversas disposiciones reales. conocían en primera instancia de los asuntos contencio-
sos que se sometían a su decisión, tales como los corregidores, los alcaldes ordinarios, los jueces
de la Casa de Contratación de Sevilla, etc. Las sentencias dictadas en dicha instancia, tanto en
asuntos civiles como criminales, eran conocidas en alzada por las Audiencias, COntra cuyos fallos,
en algunos casos. procedía el recurso de slIplirarióll ante el rey, así corno por el Consejo de Indias
cuando el órgano judicial a quo hubiere sido la Casa de Contratación de Sevilla.
ANTECE~ENTES HISTÓRICOS MEXICANOS DEL JUICIO DE AMPARO 97

de su capacidad.jurldica en muchos aspectos, según lo podemos constatar ~I examinar


la antecedencia histórica de nuestras actualeS garantías individuales en la época colonial.
En un régimen jurídíco-político, como el español y, por extensión, como ~I de
Nueva España, en el que la autoridad suprema del rey_descansaba sobre el principio
del origen divino de la investidura soberana de los monarcas, serla inútil descubrir en el
sistema de derecho que lo estructuraba alguna institución que proclamase las prerro-
gativas inherentes al gobernado como contenido de una potestad jurídica. Sin embar-
go, el absolutismo de los reyes de España, en cuanto al ejercicio de 'sus funciones
gubernativas en las Indias, y a pesar de que su propia naturaleza poIltico-jurldica
traduce ausencia de barreras legales que detuvieran la actuación del soberano frente
a sus súbditos, siempre se vio suavizado por los principios morales y religiosos deri-
vados de los postulados cristianos, pues bajo el designio de cumplir con las enseñanzas
evangélicas, los monarcas españoles generalmente se inspiraron en móviles humaní-
tarios y piadosos para desempeñar su función legislativa, y prueba de ello es que en
múltiples prescripciones de las Leyes de Indias se encuentra esa tendencia en bene-
ficio del aborigen, y la cual, al adoptar formas preceptivas en un sistema legal,
produjo_como resultado, a través del tiempo, una especie de psicosis de inferioridad
en la población indígena que, a pesar de haber estado jurldicamente protegida, en la
realidad era vejada de diferentes maneras por españoles, criollos y mestizos.
Es en las Leyes de Indias donde podemos encontrar la fuente primordial del de-
recho neo-español, pues en ellas están recopiladas las disposiciones reales que bajo
distintas fonnas rigieron múltiples aspectos de la vida colonial hasta 1681. Siguiendo
la usanza de la generalidad de los ordenamientos españoles, a dichas Leyes, compi-
ladas por orden del rey Carlos II, según afirmamos, se las debe reputar como un
código omnicomprensivo, o sea, como un cuerpo legal regulador de variadas mate-
rias jurídicas, tanto de derecho público como de derecho privado, tales como las
concernientes a la Santa Fe Católica, al patrimonio real, a los tribunales del santo
oficio, a los colegios y seminarios, al Consejo de Indias, a las Audiencias, a los
virreyes, al comercio, a los juicios, etc. En el cúmulo de disposiciones sobre tan diver-
sas cuestiones se pueden descubrir prevenciones reales que revelan la situación de los
gobernados durante el régimen neo-español.'"
Se ha criticado con cierta frecuencia al régimen español, en el sentido de que im-
plicaba un sistema de marcado absolutismo, en el que la autoridad del monarca
absorbía a cualquier otro poder,. imposibilitando el nacimiento y desarrollo de los de-
rechosfundamentales del individuo. Nada más injusto que estas criticas, pues si ana-
lízamos el Derecho Español, en su aspecto legal y consuetudinario, encontraremos que
existla una verdadera garantla juridica para los gobernados en la jerarqula normativa.

En efecto, a este propósito, el licenciado EsquÑlel OIHegón afirma 128 "la ley 238 de Estilo
establece el orden y prelación del derecho como debfan aplicarlo los jueces: en primer' lugar,
debían acatarse los principios del Derecho Natural,129 luego las costumbres razonables, es
decir, no contrarias a aquel derecho y, finalmente, las leyes positivas", y añade: "el Derecho
Natural era, pires, como las modernas constituciones, y las leyes no debían cumplirse cuando
eran contraria, o se oponian a las costumbres".

1.'21 Consúltese nuestra obra !.Al Garanlias l11dividuaJes.


128 op. tis. '
129 La idea del Derecho Natural en el antiguo derecho.... español implicaba, conforme al pen-

7
98 EL ]U1aO DE ,uIPARO

Consiguientemente, en el Derecho Español existía una auténtica jerarquía jurídica


en la que la norma suprema era el Derecho Natural, cuyos mandatos debían preva-
lecer sobre las costumbres y las leyes.

Esta supremacia juridica del Derecho Natural fue posteriormente corroborada por la ley
:U del titulo 18 de la Partida tres, que decía textualmente: "Contra derecho natural non debe.
valer previle]o, nin carta de Emperador, rey nin otro señor. E si la diere, DOD debe valer", así
como por la Novisima Recopilación de Leyes de España, que en el precepto conducente disponía:
"Establecemos que si en nuestras cartas mandáremos algunas cosas en perjuicio de partes, que
sean contra ley o fuero o derecho, que tal cosa sea obededda y 110 tumplida. no embargante
que en eUa se haga mención general o especial de la ley o fuero u ordenamiento contra quien
se diere, contra las leyes y ordenanzas por DOS fechas en Cortes por los procuradores y villas de
nuestros reinos."

Así, pues, cuando existía una oposición con el Derecho Natural, las leyes no
debían ser cumplidas, esto es, no debían ser acatadas SUS disposiciones ni ejecutadas,
sino que solamente debían escucharse, asumiendo una actitud pasiva (obedecer) ..
¿Qué sucedía cuando se pretendía aplicar una ley, una ordenanza, etc., contraviniendo
la prelación jurídica con que· estaba investido el Derecho Natural en el sistema es-
pañol? Que el afectado o agraviado por tal pretendida ~plicación podía acudir al rey,
solicitando su protección contra actos de su directa autoridad o de sus inferiores, o,
como dice Esquivel Obregón uo "se apelaba al rey ante el rey mismo o se pedía
amparo al rey, a quien ~. ilustraba sobre los hechos, contra el rey que había mandado
algo por obrepción (mala información) o por fubreprión(ocultación de los hechos
inspiradores del mandato real)". Este ri.:urso tutelaba, por ende, la supremada ju-
rídica del Derecho Natural en primer lugar, y en segundo término, las costumbres,
que DO podían ser CODtra\-enidas por disposición autoritaria alguna, y dentro de esta
teleología protectora, también encontraban su preservación lós derechos fundamen-
tales del hombre, consagrados por el Derecho Natural y contenidos en las prácticas
sociales. Por tal motivo, es pertinente afirmar que en el recurso de obedézcase pero
no se cumpla de que hemos hablado, hallamos un precedente histórico español de
nuestro juido de amparo, aunque técnicamente consideradas ambas instituciones ofrez-
can profundas diferencias por su diversa estructura jurídica, que nos hace inclinar
a creer que específicamente el mencionado recurso hispánico, en su funcionamiento,
es el origen de la reconsideración administrativa, aunque genéricamente, en su as-
pecto teleológico, puede serlo del amparo.

Además, según el licenciado Esquível Obregón, existe desde la legislación visigoda un


antecedente que podría .qcrrobcrar la anterior 'apreciación, pues dicho autor, al hablar sobre
el particular, dice: "también extendía el rey su jurisdicción en favor de aquellos que volun-
tariamente se ponían bajo su protección, 'emperamentum', tan antigua es en nuestras tradi-
ciones jurídicas la expresión 'amparo' para buscar" en la alta jurisdicción la enmienda de los
errores o dafios causados por otros inferiores".Ul

samiento filosófico y teológico de la época, un conjunto de principios establecidos de acuerdo con


la naturaleza del hombre a titulo de criatura o hijo de Dios, matizados con un espíritu cristiano
de piedad y caridad.
1.80 Op. cit.
U1 Op. riI.
ANTECEDENTES HISTÓRICOS MEXICANOS DEL JUICIO DE AMPARO 99

El recurso de "obedézcase y no se cumpla" no se consignó expresamente, por


medio de una regulación sistemática, en niognno de los estatutos que integraron el
Derecho Español, sino que fue producto de la costumbre jurldica, traducida en prác-
ticas inveteradas que comenzaron a observarse desde la época en que nació el Derecho
Foral en pleno medioevo.'" Este derecho se formó al través de los llamados "fueros",
que eran convenios que se concertaban entre el rey, por una parte, y la nobleza o los
habitantes de determinadagvillas o ciudades, porela otra, principalmente, ea los que el
monarca contraía el compromiso de respetar ciertos derechos, privilegios o prerroga-
tivas en favor de los "fijosdalgo" o de los "villanos". Cuando algún soherano, me-
diante actos inherentes a sus funciones legislativas o administrativas, osaba atentar
contra los citados derechos, privilegios o prerrogativas, se acostumbró que los afecta-
dos "obedecieran" las disposiciones reales respectivas, pero sin "cumplirlas".
Aparentemente, tal situación ofrecía una notoria contradicción, pues podría supo-
nerse que no es posible obedecer una orden de autoridad sin cumplirla. No obstante,
dentro de la terminología jurídica española, y aun etimológicamente hablando, la
acepción de los vocablos "obedecer" y "cumplir" es diferente. Obedecer significa
reconocer autoridad legítima en quien da una orden, en quien manda, o sea, asumir
., una actitud pasiva de respeto hacia el gobernante, considerándolo investido con la
facultad de gnbernar. Por tanto, se obedece a quien por propias funciones tenga
la potestad de ordenar, de mandar o gobernar, sin que la obediencia se refiera a los
actos del usurpador, es decir, de la autoridad que no tenga, por su propia índole o
jerarquía, las atribuciones de mando.
.Roque Barcia, citado por Salvaáo.- Cbávez Hayboe,m asienta que. "Obediencia
viene de obédire, verbo latino que equivale a ob-audire. Supone la idea de una per-
sona que signe a otra, que anda a su alrededor para ofr lo que dice y poder servirla.
Obedecer en los primeros tiempos, no significaba otra cosa que la sumisión o el
acatamiento que el criado debe a su amo."
Por el contrario, cumplir entraña la asunción de una actitud positiva frente al
mandamiento u orden, es decir, la ejecución de los actos tendientes a obsequiar lo que
se manda u ordena o, como dice el mismo autor citado, "cumplir implica la idea
de realización, quiere decir ejecutar, llevar a efecto".134
Como se ve, atendiendo a la diversa implicación de los conceptos de "obedecer"
y de "cumplir", en el recurso consuetudinario del Derecho Español no existía ninguna
contradicción, sino que, en cambio, su mecanismo y procedencia se basaban en las
182 En corroboración a este aserto, séanos permitido citar las palabras de Lópn de Haro,
quien aduce: "Tenían, además, los reyes un veto de carácter constitucional que les impedía obrar
contra fuero e contra derecho, debiendo no ser obedecidos sus mandatos hasta ratificación, desechan-
do el reparto que se les hiciera" -Partida ya., titulo XVIII, leyes 29, 30 Y 31-. Y en las Cortes de
Toro de 1369 se estableció de forma terminante que las disposiciones reales "contra derecho, o
contra ley o fuero usado, no valen ni sean cumplidas", disposición repetida multitud de veces, cual
puede verse. en las leyes del titulo IV del libro 111 de la Novísima RecopiJa&i¿n." Dicho autor
agrega que "Para cohonestar el incumplimiento de las órdenes reales con la obediencia debida a los
mandatos. se daba la fórmula de ser obedecida, pero no cumplida la orden ilegal, y Felipe IV
también autorizaba a su consejo para que replicara sus resoluciones" (La Constitución y libett4lies
de Aragón. Pág. 2l0). l
133 Roque Barcia, Sinónimos castellanos. Pág. 340.-Salvador Cltávez Hayhoe, Obedézcase
y no se cumpla.-Articulo publicado en el número 3, t. IX de Memorias de la Academia Mexicana
de la Historia. Julio y septiembre de 19~O.-Pág. 326.
1.M Idem.
EL JUIaO DE AMPARO

acepciones l6gicas de ambos vocablos. Así, cuando el rey expedía alguna orden que
se estimara contraria a los derechos, prerrogativas o privilegios del gobernado, éste
obedecía pero no aunplía esa orden, es decir, asumía una actitud pasiva de respeto,
de !"",tamiento a lo que se mandaba en ella, en señal de que provenía de una auto-
ridad legítimamente encargada del gobierno, pero se abstenía de ejecutar o realizar
los aetos positivos que tal orden entrañase, o sea, no la cumplía, mientras se con-
venda al propio monarca de que esiaba afectada por los picios de obrt!/Jción o de
Jubrepri6n, para el efecto de que, en su caso, la revocara.1.85 '1186

1.$6 La obreprid1'l equivale al "fraude que se comete en la obtención de alguna grada. tes-
cripta. empleo o dignidad callando en la narración hecha al superior alguna verdad que era ne-
cesario manifestar para la valides del eco". La .rubrepri6n consistía en "el fraude que se cometía
en la obtención de dichas cosas avanzando hechos contrarios a la verdad. Obreptitio fit verítete
tacita; subreptitio autem fit subjecta falsitate" [Bscriche, Diccionario de lurisp,-udenda y Legis-
lMión). Según este autor, tanto la obrepción como la subrepción "anulan por derecho la gracia
o título en que se encuentra, con especialidad si procede de dolo del impetrante, pues no vale la
carta ganada con mentira. o encubriendo la verdad. Los títulos, cartas, concesiones o privilegios
que se han logrado por obrepción o subrepción, se Uaman obrepcios o subrepcios, respectivamente¡
Ley 56, tít. 18, partida 5, capítulo super Iiteris, 20, de rescriptis".
1M El recurso de "obedézcase pero no se cumpla", según se ha dicho, tomó carta de natu-
ralización en la costumbre jurídica española a principios del siglo XVI y constantemente se daban
casos de su aplicación concreta. En la misma Nueva España, según referencia de Bemal DJaz del
Cestillo, aconteció un suceso en que se acudió al expediente de "obedecer y no cumplir" una preví-
si6n real, tendiente a entregar el gobierno de la naciente Colonia a Cristóbal de Tapia de parte
de Hemán Cortés. Nos permitiremos exponer dicho suceso en los términos en que lo relata el
aludido cronista, de lo que se deduce que en la conciencia de los conquistadores figuró la idea del
citado recurso ,con verdaderos perfiles prácticos. .
"Pues como Cortés hubo despachado los capitanes y soldados por mí .ya dichos a pacificar
y poblar provincias, en aquella razón vino un Cristóbal de Tapia, veedor de la isla de Santo
Domingo. con provisiones de Su Ma;eslad, guiadas y encaminadas por don Juan. Rodríguez de
Fonseca, obispo de Burgos, para que le admitiesen a la gobernación de la Nueva España.
'Tapia presentó sus provisiones en la Villa Rica delante de Gonzalo de Alvarado, hermano
de don Pedro de Alvarado, que estaba en aquella razón por teniente de Cortés, porque Rodrigo
Rengel, que solía estar por alcalde mayor, no sé qué desatinos e injusticias había hecho cuando
allí estaba por teniente y de Alvarado, las obededó y puso sobre su (abeza (amo provisiones y
mandara de nuestro rey J sellar. En (uanlo al (ump/imienlo di;o que se ¡umarJan los akaldes
, regidores de aquella villa, y que plali(arian y verían cémo y de qué manera eran habidas IY[udldJ
provisiones, y que lodos ;untos lal obede(erútn, porque él sólo era una sola persona, y también
verían si Su Ma;eSIa4 era sabedor que laJes provisiones enviasen.
"Esta respuesta no le cuadró bien a Tapia, y aconsejáronle personas que estaban bien con
Cortés que se fuese luego a México, donde estaba él con todos los más capitanes y soldados, y
que allá las obedecerían. Además de presentar las provisiones, escribió Tapia a Cortés de la manera
que venía por gobernador; y COmo Cortés era muy avisado, si muy buenas cartas le escribió Tapia,
r vio las ofertas y ofrecimiento del obispo de Burgos, y por otra parte las amenazas, si muchas
buenas palabras venían en ellas, muy mejores respuestas y más halagüefias y llenas de cumplimiento
le envió Cortés.
"Luego rogó y mand6 a ciertos de nuestros capitanes que se fuesen a ver con Tapia, los
cuales fueron Pedro de Alvarado, Gonzalo de Sandcval, Diego de Soto, Valdenebro y Andrés de
Tapia, a los cuales envió Cortés luego a llamar en posta que dejasen de poblar entonces las provin-
cías en que estaban y que fuesen a la Villa Rica, donde estaba Tapia, y aun con ellos mandó que
fuese un fraile que se decía fray Pedro Melgerejo de Urrea, que tenía buena expresión.
"Ya que Tapia iba camino de México a verse con Cortés. encontróse con los capitanes y
ron el fraile, y con palabras y ofrecimientos que le hicieron; volvió del camino para un pueblo
que se dice Cempoal. Allí le dem411daron que mostrase otra vez sus provisiones, y verían (ómo
y de qué manera lo mandaba Su Ma;eslaJ, y si venía en ellas su retiJ firma o era sabedor de ello, y
que los pechos por tierra las obedecerían loda! ellas en nombre de Remando C()fléJ y de
10Ja la Nueva España, porque IraJa poder para ello. Tapia tomó a mostrar las provisiones, y lodos
aquellos rapitanes a una las besaron y pusieron sobre sus (abezaJ como provisiones de su. rey y
señor, y que en (uanto al (umplimienIO, que Jupli(abtttt de ellas partt ante el emperador nues-
ANTECED:Ertr~ HISTÓP.1COS MEXICANOS DEL JUICIO DE AMPARO 101

Tales son, pues, los datos que nos proporciona el derecho español acerca de los
antecedentes posibles, hist6ricamente hablando, de nuestro juicio de amparo, derecho
que, corno ya dijimos, estuvo vigente en las colonias americanas y específicamente
en la Nueva España, euyo régimen jurldico en gran parte estuvo integrado por la
legislación castellana, como lo corrobor6 la Recopilaci6n de Leyes de Indias. En esta
virtud, podemos afirmar, 16gicamente, que en la Nueva España jurídicamente existi6
el recurso de "obedézcase pero no se cumpla", en los términos que hemos dejado
apuntados con antelación, consideración confirmada por la ley 22, libro primero, de la
mencionada Recopilación, que ordenaba a las autoridades coloniales suspender la eje-
alción de las leyes de Indias, mando hubiere obrepci6n '0 subrepción. Decía la dispo-
sición relativa: "Los ministros y jueces obedezcan y no cumplan nuestras cédulas y
despachos, en que intervengan los vicios de subrepción y obrepción."
Independientemente de la existencia de dicho medio tutelador de los postulados
del Derecho Natural, derivada por inferencia 16gico-jurídica, don Toribio Esquivel
Obregón aduce otras instituciones neo-españolas que considera como antecedentes de
nuestro juicio de amparo. El citado autor se refiere a una especie de recurso de lo que
hoy I1amaríamos "de incompetencia constitucional", pues dice, "se daba el caso con
frecuencia de que una persona, que se creía agraviada con una resolución del virrey,
apelaba de ella para ante la Audiencia, por juzRar que aquél se extralimitaba en el uso
de su jurisdicción, y que el hecho era el conocñníento de la justicia... , suspendién-
dose el curso de los autos en tanto que aquel tribunal decidía si el negocio era de
justicia O de gobierno" .1.31
Por nuestra parte, si en lo tocante al recurso de' "obedézcase peco no se cumpla"
estamos de acuerdo en que genéricamente puede estimarse como un precedente his-
pánico del juicio de amparo, en atenci6n al objeto mismo' de tutela de ambas institu-
ciones, no participamos, en cambio, del mismo parecer del licenciado Esquivel Obregón
por lo que atañe al medio jurídico que enuncia anteriormente, "Creemos que éste, más
que un elemento jurldico de protección o tutela de un orden de derecho superior
contra disposiciones legales inferiores o actos de autoridad, era un verdadero medio
de suscitar la incompetencia del virrey, en el sentido de estar éste impedido para co-
nocer de un determinado negocio en razón de la naturaleza del mismo. En la hipótesis
que provocaba la interposici6n del medio de que. habla el citado autor, pudo o no
haber un agravio individual en estado potencial o actual o una contravención a un
orden jurídico superior, suposiciones negativas que son inadmisibles tratándose de un
medio de control o preservación de los derechos del hombre o de un cuerpo legal
supremo.
En su afán de descubrir dentro del régimen jurídico colonial antecedentes de
nuestras instituciones de derecho actuales, y por lo que concierne en especial al juicio
de amparo, el multicitado escritor afirma que en el llamado recurso de fuerza se

"0 señor, y di;t1ron que no e'4 sabqdor de el/di ni de ~OIa ninguna. Que Tapia no era suficiente
para gobernador y que el obispo de Burgos era contra todos los conquistadores que servimos a Su
Majestad y andaba ordenando aquellas cosas sin dar verdadera relación a Su Majestad y por favo-
recer a Diego Velázquez y a Tapia, por casarle con una Fulana de Fonsece, sobrina o hija del
mismo obispo." (Berna! Díaa del Castillo: Historia Verdadera de La Conquista de La Nut'I:'l Es.
p.na, Cap. CXXXVUI.)
'" O". <;,. Pág. ~3S.-T. 11.
102 EL JUICO DE AMPARO

encuentra otro antecedente de aquél. Dice a este propósito: "Por esta ley (la de 12
de febrero de 1589 dada por Felipe 11), aparece que el 'recurso de fuerza' podla
interponerse por protesta ante el tribunal eclesiástico (cuando había conocido de un
caso de naturaleza temporal); pero también podía interponerse ante la Audiencia,
en royo caso ésta libraba la provisión ordinaria para que el juez eclesiástico otor-
gara la apelación y repusiera y absolviera llanamente",''' agregando más adelante:
"Las audiencias en tales casos se limitaban a resolver si había habido fuerza o no; es
decir, si el asunto era de la jurisdicción civil o de la eclesiástica, cualquiera otro punto
debería ser materia de juicio aparte:' ".
Por 10 que respecta a esta institución procesal que el mencionado autor mexicano
señala como un antecedente del juicio de amparo, emitiremos la misma opinión que
sustentamos en lo que concierne al caso anteriorJ esto es, que más que ser dicho recurso
un precedente de nuestro medio tutelar, es una especie de incidente judicial para
suscitar la incompetencia entre las· autoridades coloniales, ya no por razón de la
naturaleza intrínseca del negocio (jurísdiccional o administrativa), sino en vista
del fuero a que pertenecía (civil o eclesiástico).
Sin embargo, el recurso de fuerza DO sólo era un medio para suscitar cuestiones
de incompetencia, sino que implicaba, además, un recurso de protección. Bajo este
. segundo aspecto, guardaba estrechas semejanzas con el juicio de amparo, a tal punto,
que puede considerarse como un antecedente hispánico de nuestra institución.

En efecto. 'según afirma José de Cooarrubias, "Fuerza, dice el Señor Don Alfonso el Sabio,
es cosa, que es fecha a otro torticeramente de que non se puede amparar el que la recibe.
Tales son Jos atentados que cometen los Jueces, quando aJrope/latldo las leyes despojan al
ciudadano ele su libertad, hacienda, y honor sin oírle, ni admitir sus defensas o apelaciones,
o mand411 algllna cosa eonJra ley; en cuyo copflictc no tiene otro recurso el vasallo más que
acudir a su Rey. su Señor Natural, y Protector, o a sus Tribunales supremos. para qlle le libren
y 'defiendan de la op,.esión." 140

Conforme a esta concepción, claramente se infiere que el recurso de fuerza, desde


el punto de vista de su carácter tutelar, significó un medio de control de la legalidad
y del derecho de audiencia, ejercitable contra las autoridades judiciales euyos actos
lesionaran en sus bienes jurídicos a alguna persona, entre ellos la posesión."'"
Por otra parte, el acucioso investigador Andrés lira habla de un "amparo coso-
nial", el que, según este autor, era el "sistema por el cual' la autoridad máxima de
entonces, el virrey, otorgaba protección a una persona frente a autoridades inferiores
y también frente a otras personas, que sin tener ese carácter de autoridad, se halla-
ban en una sítuación ventajosa en las relaciones con el protegido, debido a su posi-
ción social y a su poder real dentro de la sociedad colonial".
Adoptando el método inductivo, es decir, examinando diversos casos concretos que registra
la historia jurldica de la Nueva. España, Lira aduce que el amparo colonial se integraba con
188 -Op, cit:
1.89 op., cit, El "recurso de fuerza' fue reconocido en la ConsliJIIÚÓn de Apalzingán, al otor-
gar competencia para conocer de él al Supremo Tribunal de Justicia, según se advierte de su
articulo 197.
1-60 Máximas sobre Recllrsos de Fuerza 1 PrOleuión, Edición 1786. Pág. 92.
14,1. Véase la obra "ObseNJt#iones prácticdS sobre los Recursos de Fuerza" del Conde de la
Cañada.-Edición 1793.-Págs. 136 Y 137.
ANTECEDBNTES HISTÓRICOS MEXICANOS DBL JUlOO DB AMPARO 103

los siguientes elementos: a).--atlttJridaJ prot'cl()r~ el virrey por si mismo o al través de


autoridades subordinadas como eran los alcaldes mayores y corregidores. entre otras; b).-
tUltoriJaJt/s agrtZflian/61 (responsables), "diversas personas fisicas y morales. con poder de
hecho -no necesariamente investidas y autoridad política- paca realizar esos actos"; c).-pe.
lid6n o Jemtlt1dd de ampdro "en la que se hace (hada) relación de los actos reclamados,
los perjuicios o alteración de un derecho y se designa a la persona o personas responsables.
pidiendo la protección"; d).--disposi&i6n o "matld4mimlo de ampt#d' apedido por el
vir.rey como autoridad protectora. "actuando independientemente o como presidente -de la Real
Audiencia, en su carácter de representante del rey, y como principal protector de SU5 'súbditos
e vasallos' ": e) ...........:iIdos rtlc1am4Jos "que se estiman en la relación de la demanda, Y. en su
caso. en la solución positiva de ella, como violatorios de derechos", y 8).-;"1,,11 ill,JJi~D
del quejoso, es decir, sus derechos, "que se alteran injustamente por los agraviantes en sus
actos conforme al orden jurldico positivo" .1.42

La investigación emprendida por don Andrés Lira es desde cualquier punto de


vista plausible, ya que, independientemente de que haya existido lo que denomina
"amparo colonial", revela, al través del interesante estudio en que se desarrolla, que
en el sistema jurldico novohispánico imperaba el principio de legalidad como ele-
mento. de seguridad para los bienes y derechos de los gobernados y el cual, sin duda
alguna, propici6 el ambiente sociopolltico para que fructificara durante la segunda
mitad del siglo XIX el juicio de amparo mexicano.

No quisiéramos terminar el estudio somero que acabamos de abordar respecto al régimen


colonial de México, en 10 que se concierne a la posible antecedencia de nuestro juicio de amparo,
sin referimos a un curioso caso que relata don Antonio de Robles en su "Diario de los Sucesos
Notables" comprendidos entre los años de 166' a 1703. El día 9 de septiembre de 166',
asienta el mencionado cronista. tomaron posesión de unos oficios eclesiásticos los doctores
Simón Estevan y Eugenio de Olmos, habiéndose presentado ante la Real Audiencia ptw 91.
de funza, am{Jillro 1 pf'oueci6n (sic) los doctores Nicolás del Puerto y Juan Cano, "alegando-
que el cabildo los había despojado violentamente del ejercicio de sus oficios (mlsmos que se
entregaron a los dos primeros personajes nombrados)". "Por esta relación despaché la audiencia
provisión de ruego y encargo para que se fuere a hacer relación, y se amparase en ínterin
a dicho Puerto (¿suspensión del acto impugnado?) y para. que el doctor Simón Estevan no
actuase (¿idem?)." La Real Audiencia, después de estudiar el caso, oyendo las alegaciones del
cabildo (¿autoridad responsable?) y encontrando el nombramiento impugnado por los expre-
sados Nicolás del Puerto y Juan Cano indebidamente hecho con vista a un cúmulo de ante-
cedentes de los puestos respectivos, no obstante la petición del cabildo de que "amparase
la. audiencia los nuevamente nombrados" (sü). "la audiencia amparó a los otros con penas de
temporalidades y otras" (sie), Según sostiene el propio Antonio de Robles, el pleito no con-
duy6 sino hasta el mes de agosto del año de 1667, en que la Real Audiencia, "para remediar
estos inconvenientes, resolvió fijar edicto público, como se hizo, declarando en él que el Iegiti-
mo provisor y vicario' (puestos disputados), era dicho canónigo, Dr. Antonio de Cárdenas y
Salaaer, y no Puerto, y que asl no reconociesen a éste por tal, pena de excomunión, con lo
cual se sosegó el rumor, y certificó la jurisdicción, y feneció la cisma".14,8
El caso concreto apuntado suscita las siguientes interrogaciones que pudieran despejarse
si se localiza en el Archivo General de la Nación, y se consulta, el legajo que se hubiere for-
mado en relación a tan sonado asunto: ¿ la impugnación al consabido nombramiento asumi6
la forma de un recurso autorizado juridicamente? ¿La Real Audiencia tenía facultades con-
sagradas por el derecho neo-español para suspender órdenes de autoridad, suponiendo que tal
fuese el cabildo demandado? ¿ A dicho organismo incumbia por modo general "amparar y
proteger" a una persona contra tales órdenes? De la respuesta que los investigadores acuciosos

'1"2 Or. El Amparo ColonitJ 1 al [eicio de Amptlf'o M",üano. Pip. 7 Y 22.


'14-8 Diario de los SU(el0S NOlables. 166' a 1703. Tomo 1. Págs. 8 a 11 y 41 a 43.
104 EL JUIOO DE AMPARO

puedan dar, documentadamente, a dichas interrogaciones. dependerá el descubrimiento de un


verdadero antecedente hispánico de nuestro juicio de amparo.

~
JI!. MtxIco INDEPENDIENTE (GENERALIDADES)

El Derecho del México independiente. al menos en materia político-constitucional,


rompe con la tradición jurídica española, influenciado por las doctrinas derivadas
de la Revolución francesa e inspirado por el sistema norteamericano. La organiza-
ción y el funcionamiento del gobierno estatal constituyen para los primeros legisla-
dores mexicanos la preocupación más importante. a la que había que darle pronta y
efectiva resolución. Habiendo roto la continuidad jurídica tradicional de! régimen
colonial. se encontraron sólo con modelos y antecedentes extranjeros para estructurar
al Estado recién nacido a la vida independiente y propia. De ahí los constantes des-
atinos políticos y constitucionales que a fuerza de los años y de una práctica impuesta
al pueblo, fueron paulatinamente desapareciendo para ceder e! paso a instituciones
. jurídicas que, en principio materia de experimentación, gozaron posteriormente y
disfrutan en la actualidad de legítimo arraigo popular.
La desorientación que reinaba en el México independiente. sobre cuál sería el
régimen constitucional y político conveniente de implantar. originó la oscilación du-
rante más de ocho lustros entre el centralismo y el federalismo. Parecía que centra-
listas y federalistas mutuamente se daban la alternativa, forjando regímenes consti-
tucionales que estructuraban artificialmente a la Nación, en detrimento mismo del
progreso jurídico, político y social. Creyéndose que la siempre creciente prosperidad
de los Estados Unidos se debía a la adopción del sistema federal. de formación tan
natural y espontánea en aquel país, los constituyentes de 1824 expidieron una cons-
titución de ese tipo. cuya vigencia fue relativamente efímera, pues en e! año de 1836
se diet6 otra de carácter centralista, por asuellos a q~i~. se con~epfiiiiia romo los
"reaccionarios" de aquella época, entre los cuales sobresalía-el-tristemente célebre
don Antonio López de Santa Anna, Por último, no sin dificultades y trastornos. se
establece definitivamente en México e! régimen constitucional federal en la Constitu-
ción de 1857, emanada del famoso Plan de Ayutla, y sucesora del Acta de Reformas
de 1847, que había reimplantado la abrogada Constitución Política de 1824.
La gran trascendencia que tuvo la famosa Declaración francesa de los derechos
del hombre y del ciudadano en el mundo civilizado. no pudo dejar de repercutir no-
tablemente en el México recién emancipado. Fue por eso que la principal preocupa-
ción reinante. anexa a la de organizar políticamente al Estado. consistió en otorgar
O consagrar las garantías individuales. Estas, por tanto. llegaron a formar parte del
articulado constitucional, al cual en varias ocasiones, como ya veremos, se le coloc6
en el rango de conjunto dispositivo sJpremo. Una vez más, en e! caso de la forma
legal de consideración de los derechos del hombre, se aparta el sistema jurídico
mexicano de su antecedente paternal, por así decirlo, O sea el español. En éste. como
ya dijimos, el conjunto normativo supremo era el Derecho Natural y, por ende, los
derechos naturales de! hombre debían ser respetados por e! derecho positivo consue-
tudinario y escrito, el que, a su vez. debía plegarse al primero en su contenido dispo-
sitivo. Sin embargo. en el sistema español, y por consiguiente. en el régimen jurídico
ANTECEDENTES HISTÓRiCOS MEXICANOS DEL JUICO DE AMPARO 105

de la Nueva España, el Derecho Natural no estaba escrito en ningún. código, en nin-


guna ordenanza, en ninguna real cédula. Era simplemente, podríamos decir, un ele-
mento de existencia ideal con fuerte y marcada raigambre en las conciencias de
gobernantes y gobernados," cuya actuación debía regular. El México independiente
no se conformó con la condición jurídica que guardaban los derechos del hombre en el
régimen colonial, sino que quiso, siguiendo el modelo francés, plasmarlos en un
cuerpo legal, al que se consideró corno la ley suprema del país, inspirándose poste-
riorrnente -no copiando como muchos pretenden-, en el sistema inglés y en el
norteamericano, con el fin de dotarlos de un medio de preservación que definitiva-
mente fue el juicio de amparo, gloria y prez de nuestro régimen constitucional, y
que en muchísimos aspectos, si no es que en todos, superó a sus modelos extranjeros,
a nuestro parecer, no obstante que hay autores, como Rabasa.: que opinan lo con-
trario. Concluyendo pues, esta última consideración, -que podría suponerse suscitada
por un espíritu nacionalista, aunque, como ya tendremos oportunidad de ver, es mo-
tivada por evidentes razones extraídas del análisis de nuestra .institución y de sus
fuentes extranjeras de inspiración, toca ahora enfocar nuestro estudio, en relación
con el tema que forma el rubro del presente capítulo, bacia los diversos regímenes
constitucionales y legales de México.

IV. CoNSTITUCIÓN DE ApATZrNGÁN

El primer documento político constitucional que descubrimos en el decurso de la


historia del México independiente, o mejor dicho, en la época de las luchas de emano
cipación, fue el que se forrnuló con el título de "Decreto Constitucional para la IJ·
bertaJ de la América Mexicana" de octubre de 1814, que también se conoce con el
nombre de "Constitución de Apatzingán", por ser este el lugar donde se expidió.
La Constitución de Apatzingán, que no estuvo en vigor, pero que es el mejor
índice de demostración del pensamiento político de los insurgentes que colaboraron
en su redacción, principalmente Morelos, y que según opinión de Gamboa es supe-
rior a la Constitución Española de 1812, contiene un capítulo especial dedicado a las
garantías individuales. En el artículo 24, que es el precepto que encabeza el capítulo
de referencia, se hace una declaraci6n general acerca de la relación entre los dere-
chos del hombre, clasificados a modo de la Declaración francesa, y el gobierno. De la
forma de concepción de dicho artículo, podemos inferir que la Constitución de Apat-
zingán reputaba a los derechos del hombre o garantías individuales como elementos
insuperables por el poder público, que siempre debla respetarlos en toda su integri-
dad. Por ende, el documento constitucional que comentamos, en relación con el tema
concreto que ha suscitado nuestra atención, influenciado por los principios jurídicos
de la Revolución Francesa y por el pensamiento de [uan [acobo Rorm-eall, estima
que los derechos del hombre son superiores a toda organización social, cuyo gobierno,
en ejercido "del poder público, debe reputados intangibles, pues su protección no es
sino la única finalidad del Estado y que la soberanía reside originalmente en el pue-
blo, siendo imprescriptible, inenajenable e indivisible.

En tal sentido, que revela la. esencia misma del individualismo, está concebido el mencionado
artículo 24 de la Constitución de Apatlingán, que textualmente dice: "la felicidad del pueblo
106 EL JUICIO DE MoIPARO

y de cada uno de los ciudadanos, consiste en el goce de la Igualdad, seguridad, propiedad y


libertad. La íntegra conservación de estos derechos es el objeto de la institución de los gobier-
nos y el único fin de las asociaciones políticas". disponiendo sus artículos 2, , Y 5 que "La
facultad de dictar leyes y establecer la forma de gobierno que más convenga a los intereses
de la sociedad. constituye la soberanía," "Esta es por su naturaleza imprescriptible, Ioeoelenable
e indivisible" y "Por consiguiente, la~·soberanfa reside originariamente en el pueblo y su ejer-
cicio en la representación nacional compuesta de diputados elegidos por los ciudadanos bajo la
forma que prescriba la constitución."
En otros preceptos, dicho documento constitucional consagra varias garantías individuales
específicas. siguiendo la clasificación general Contenida en el transcrito anteriormente. la que,
como ya dijimos, es de procedencia francesa. Dentro de dichas garantías, que por lo demás se
encuentran en el capitulo respectivo combinadas indebidamente con disposiciones de otra índole
a que seria prolijo aludir, figuran varias, como la contenida en el articulo 31, que son, desde el
punto de vista del pasado jurídico, derivaciones históricas de análogos antecedentes implantados
en Inglaterra y Franela, y que, Bor lo que concierne al futuro, precedentes de las que después
fueron consagrando nuestros Códigos políticos. Tal es, efectivamente, la "garantía de audien-
da", que, junto con otras, se involucran en nuestro artículo 14 constitucional, a cuya historia e
'importancia nos referimos en nuestra obra '1AJ GaranJías IndifliJllaJes'.l," El precepto en cues-
tión de la Constitución de Apatzingán, dice: "Ninguno debe ser juzgado ni sentenciado, sino
después de haber sido oído legalmente", expresión que equivale a las dicciones "debido proceso
legal" y "ley de la tierra y juicio de los pares". de la enmienda V de la Constitudón americana
de 1787 y del artículo 46 de la Magna Charta inglesa. respectivamente.

Pues bien, no obstante que la Constitución de Apatzingán contiene los derechos


del hombre declarados en algunos de sus preceptos integrantes de un capítulo des-
tinado a su consagración, no brinda, por el contrario. al individuo. ningún medio
jurídico de hacerlos respetar, evitando sus posibles violaciones o reparando las mismas
en caso de que ya hubiesen ocurrido. En tal virtud, no podemos encontrar en este
cuerpo de leyes un antecedente histórico de nuestro juicio de amparo, el cual, como
veremos oportunamente, tiene como principal finalidad la protección, en forma pre·
ventiva o de reparación, de las garantías individuales. La omisión del medio de
control de éstas en que incurrieron los autores de la Constitución de Apatzingán
tal vez se haya debido a dos causas, principalmente, a saber: al desconocimiento de las
instituciones jurídicas semejantes y sobre todo a la creencia que sustentaban todos
O casi todos los jurisconsultos y hombres de Estado de aquella época, en el sentido de
estimar que la sola inserción de los derechos del hombre en cuerpos legales dotados
de supremada, era suficiente para provocar su respeto por parte de las autoridades,
concepción que la realidad se encargó de desmentir palpableinente.'"
l*, Capítulo Octavo.
as Acerca de esta Constitución, el licenciado Hilario Medina, que fue ministro de la Suprema
Corte de Justicia de la Nación, constituyente en el Congreso de 1916--17 y profesor de Derecho
Constitucional, ha emitido un certero juicio concebido en 105 términos que en seguida transcribimos:
"No busquemos en la Constitución de Apatzingán el cuadro completo de una organización política
perfecta, porque no era éste su objeto primario: era ante todo un instrumento de lucha, la oposición
armada, la antítesis política. Contra la monarquía, la república; contra el despotismo, la libertad;
contra la sujeción, la independencia; contra la conquista, la reivindicación; contra el derecho divino,
la soberanía; contra la sucesión de la corona por nacimiento, la elección democrática. En una pe-
labra, la condenación más enérgica de la conquista y del régimen virreinal, un nuevo tipo de crgani-
zaci6n provisional destinada a preparar las instituciones definitivas. Muchos de los artículos no son
mandamientos, sino postulados de derecho natural y político que tienden a combatir los principios
básicos del régimen virreinal. No importa que haya tenido poca o ninguna aplicación. si debemos
juzgarla como es. es decir, como el documento más completo de lLP-Q.lémica entablada sobre la
independencia, en un terreno meramente político, o instrumento de lucha. Es, pues, inútil, hacer
ANTECEDENTES IUSTÓRICOS MEXICANOS DEL. JUiOO DE AMPARO 107

Sin embargo, Héaor Fix Zamlldio considera que "La Constitución de Apatzingán no sola-
mente establecía sistemas de naturaleza preventiva destinados a. lograr la marcha equilibrada de
las instituciones políticas, sino que collsagcó 'en forma rudimentaria', instrumentos procesales
para reparar las violaciones que las autoridades pudieran realizar en perjuicio de la Ley Fun-
damental. .," y agrega: "En la parte final del articulo 237. " se encontraba situada la siguiente
disposición: Cualquier ciudadano tendrá derecho de reclamar las infracciones que notare." "Esto
no significa, continúa dicho autor, que los constituyentes tuviesen el propósito definitivo de
establecer un procedimiento destinado a la tutela de los derechos fundamentales, consagrados
en su capítulo V", concluyendo que "pero de cualquier manera, aunque sea inconscientemente y
todavía en germen, se encuentra en dicha Ley Fundamental el principio relativo a la reclama-
ción de los ciudadanos contra las violaciones constitucionales, por 10 que de haber tenido
eficacia, hubiera podido conducir a una tutela procesal de la amplia gama de los derechos del
hombre que dicha carta consagro en su parte dogmática".UG

Estimamos que las observaciones de Fix Zamudio no desvirtúan la afirmación que


hicimos en el sentido de que el mencionado documento polltico-constitucional no ins-
tituyó ningún medio de preservación de los derechos del gobernado que proclamó o
reconoció preceptivamente. El distinguido comentarista aludido no interpreta, en efec-
to, en su integridad el artículo 237 que cita como apoyo a sus consideraciones. Esta
disposición preconizó la inviolabilidad de dicho documento, en cuanto que no podía
"proponerse alteración, adición ni supresión de ninguno de sus artículos en 'lile con-
siste esencialmente la forma de gobierno 'lile prescribe". Como se ve, la prohibición
que en estos términos se contiene versaba únicamente sobre este último punto, o sea,
sobre la forma de gobierno y no respecto de otros aspectos de la Constitución de
Apatzingán, entre e1los el referente a las garantías individuales o a los derechos bási-
cos del gobernado, por lo que la potestad jurídica de "reclamar las infracciones"
previstas en la parte final de tal precepto en favor de "cualquier ciudadano" sólo era
ejercitable cuando tales infracciones concerniesen a la estructura gubernativa.

v. CONSTITUaÓN FEDERAL DE 1824

No creemos pertinente, para el cabal desarrollo del tema que estamos tratando,
referirnos al Plan de Iguala y al Tratado de Córdoba, por carecer éstos de la carac-
terística de todo ordenamiento constitucional, o sea, la de ser organizadores, primor-
dialmente, del régimen gubernamental del Estado. Dichos documentos, aunque ais-
ladamente, como mera fórmula del proceder político de sus autores, contienen algunas
bases fundatorias del sistema de gobierno, propiamente constituyen un conjunto de
reglas transitorias a las cuales se sujetó una actuación determinada y perentoria, o
bien, un convenio para finalizar una etapa de luchas y contiendas. Por consiguiente,
aun cuando el Plan de Iguala y el Tratado de Córdoba del año de 1821 son elemen-
tos de inestimable valor para conocer la ideología política de sus protagonistas y
partes, no deben figurar, en cambio, entre los ordenamientos constitucionales mexi-
un análisis efe ella, pero basta decir que es una constitución republicana, democrática, central, re-
presentativa y congresional que estaba destinada a desaparecer tan pronto como terminara Ja lucha
para dar lugar a la reun ión de un congreso constituyente que dietara la Constitución definitiva."
(Fragmento de un articulo publicado en "EI Universal" el 27 de octubre de 1948.)
141) "La Defetua de la ConJlillldón en el Decreto COnJlilUfionaJ para la libertad de la Amé.
rifa Mex;fana." Estudio citado por Felipe Remolina Roqucñí en su monografia "u Constitución
de AptllZingán"J Pág. 8'.
lOS EL JUICIO DE AMPARO

canos por la razón básica ya apuntada y por la circunstancia de que, formalmente,


no tienen carácter legislativo, pues son, o un proyecto de lucha y gobierno, o un
pacto de transacción entre dos bandos ideológica y políticamente opuestos.
Como consecuencia de todo lo que expusimos con antelación, debemos concluir que
el segundo código político mexicano, cuya vigencia se prolongó por espacio de doce
años, fue la Constitución Federativa de 1824, que tuvo el mérito de ser el primer
ordenamiento que estructuró al México que acababa de consumar su independencia.

Tanto dicha Constitución, como la anterior a que DOS acabamos de referir, es decir, la de
Apatzingán, estuvieron precedidas por importantes documentos jurídico-políticos, cuyo estudio
deliberadamente DO abordamos, ya que la finalidad primordial que perseguimos en esta somera
indagación histórica, consiste en determinar si en los ordenamientos constitucionales a que hemos
aludido y en los que posteriormente mencionaremos, Se consigna o no algún recurso, medio o
institución que haya sido antecedente de nuestro juicio de amparo. En nuestro libro H U S Garan-
lías Individua/el', hacemos una sucinta narración de la historia político-jurldica del México
independiente, por 10 que, en obvio de repeticiones. nos remitimos a las ideas que sobre dicho
tópico y en nuestra citada obra exponemos.wt 7 1418

Siendo la pcincipal preocupación de los autores de la Constitución de 1824 organi-


zar políticamente a México y establecer las bases del funcionamiento de los órganos
gubernamentales, fue natural que colocaran en plano secundario Jos derechos del
hombre, comúnmente llamados garantías individuales. Sólo en preceptos aislados, cuyo
contenido dispositivo no concuerda con el rubro del capítulo en el que están inserta-
dos, podemos encontrar algunos derechos del individuo frente al Estado, que general-
mente se refieren a la materia penal, aunque el artículo 152 encierra una garantía de
HT ÚIJ Garantía.¡ Individua/es.-Gipítulo Primero. parágrafo XIII.
148 En el Congreso Constituyente de 1823-24. se perfilaron dos corrientes de estructuración
político-jurídica bien demarcadas y opuestas: el centralismo, cuyo principal sostenedor fue Fray Ser-
vando T eresa de Míer, y el federalismo, por el que, entre otros muchos, pugnaba el joven diputado
yucateco, que después se convertida en el creador del juicio de Amparo. dOD Manuel Crescencio
Rejón. El argumento básico que esgrimían los centralistas para que México adoptara la forma de una
república central, se apoyaba en la tradición política de nuestro país que. según ellos, acusaba
un régimen de centralización, arguyendo, por tanto, que la implantación del federalismo vendría a
dividir lo que antes estaba unido, mediante la creación artificial de Estados federados, con mengua
para la potencialidad y progreso de la Patria. Sin embargo, podemos afirmar que la tan decantada
unidad política de la Nueva España era un tanto cuanto figurada, pues si Se toma en cuenta el
hecho de que había vastísimas regiones abandonadas y sin limites precisos, resultaba que la acci6n
del gobierno en ellas nunca se dejó sentir, quedando a merced de pueblos y tribus aut6ctonos
refractarios a la sumisión; por otra parte, aunque parezca paradójico, en la Nueva España existía una
verdadera descentralización administrativa en lo que atañe al sistema municipal. ya que los municipios
de población española y los indígenas, gozaban de autonomía en lo que toca a su régimen interno, tal
como acontecía en la Metrópoli. Ahora bien. si se toma en cuenta la enorme extensión que el territo-
rio nacional tenía al consumarse la independencia de México, las muy variadas regiones desde el
punto de vista mesológlco que lo componían, las necesidades notoriamente divergentes de los pobla-
dores de las mismas, etc., etc., es obvio que esos tan disímiles elementos o factores no eran suscepti-
bles de gobernarse desde el centro por autoridades que. como sucedió en el virreinato. muchas veces
ignoraban las distintas realidades en las que, a través de funciones diferentes, iban a desarrollar su
acción gubernativa. Atendiendo, pues. a la falta de compenetración entre el medio y el gobierno,
determinada por, hasta entonces. insuperadas dificultades geográficas, estimamos que la implantación
del régimen federal en la Constitución de 1824 00 fue del todo desacertada, siempre que se la
considere como una medida de distribución competencia! en orden a las tres funciones de la acti-
vidad del Estado para, el mejor gobierno de un extensísimo territorio y de poblaciones tan distantes
unas de otras, distribución de competencias que en México sólo podía establecerse mediante la
creación artificial de "Estados federados", pues únicamente se contaba. como ya se dijo, con regio-
nes enormes y desarticuladas carentes de sustantividad política y jurídica.
ANTECEDENTES HISTÓRICOS MEXICANOS DEL ]UIOO DE AMPARO 109

legalidad. Fuera de esta escasa enunciación de derechos del gobernado frente al Esta-
do, la Constitución de 1824 no establece, como la de Apatzingán, la consagración
exhaustiva de los derechos del hombre, por lo que bajo este aspecto es inferior a ésta.
Si en cuanto a la declaración de las garantías individuales es deficiente, por ma-
yoría de razón debemos concluir que la Constitución de 1824 tampoco consigna el
medio jurídico de tuteladas. Sin embargo, en la última parte del inciso sexto de la
fracción V del artículo 137, se descubre una facultad con la que se invistió a la Corte
Suprema de Justicia, consistente en "conocer de las infracciones de la Constitución
y leyes generales, según se prevenga por ley", atribución que, podría suponerse, pu-
diera implicar un verdadero control de constitucionalidad y de legalidad, según el
caso, ejercitado por dicho alto cuerpo jurisdiccional.
Bien es cierto que esta disposición, juzgada teóricamente) encierra un principio de
control constitucional y legal que debiera haber sido reglamentado por una ley espe-
cial, mas su utilidad práctica fue nula, pues nunca se expidió la citada ley bajo la
vigencia de la Constitución de 1824, de tal manera que se organizara el ejercicio
de la facultad, en forma análoga a la regulación instituida por las distintas leyes
reglamentarias de amparo que posteriormente se expidieron y a las cuales nos habre-
mos de referir. Por eso nos es dable afirmar que si la disposición que comentamos
contiene un principio de control constitucional y legal ejercido por la Corte Suprema,
éste nunca existió ni práctica ni positivamente, ya que nunca se promulgó la ley
reglamentaria respectiva, que propiamente viniera a implantarlo.w"

El antecedente inmediato y directo de la prevención constitucional que comentamos, se en-


cuentra en los artículos 23 y 18 del Proyecto del Acta Constitutiva de la Pederáción Mexicana
y de la propia Acla, sancionada el 31 de enero de 182lf, respectivamente. Dichos preceptos esta-
blecen lo siguiente: "Todo hombre que habite en la Federación mexicana, tiene derecho a que
se le administre pronta, fácil, completa e imparcialmente justicia en orden a las injurias o perjui-
cios que se le infieran contra su vida, su persona, su honor. su libertad y propiedad, y con
este objeto, la Federación deposita para su ejercicio el Poder Judicial, en una Corte Suprema de
Justicia, y en los tribunales y juzgados que se estableccrén en cada Estado" (Art. 23 del Pro-
yecto). "Todo hombre que habite en el territorio de la Federación tiene derecho a que se le
administre pronta, completa e imparcialmente justicia; y COn este objeto la Federación deposita
el ejercicio del Poder Judicial en una Corte Suprema de Justicia, y en los tribunales que se esta-
blecetán en cada Estado, reservándose de marcar en la Constitución las facultades de esa Suprema
Corte" (Art. 18 del Aeta).
Es curioso observar, por otra parte, que la legislatura del Estado de Vetacrut. presentó con
fecha 2 de diciembre de 1830 una iniciativa al Congreso general, proponiendo diversas modlfi-
cacionee a la. Constitución de 1824, y entre ellas la consistente en quc se suprimiese la facultad
meramente declarada con que el articulo 131, fracción V, inciso sexto, investía a la Suprema
Corte de Justicia en los términos que ya quedaron anotados. Dicha iniciati.. . a. en 10 que a la
modificación específica mencionada se refiere, fue rechazada por el Congreso Federal. argu-

1"1) En los diferentes ordenamientos que respecto de la organización de la Suprema Corte se


expidieron durante la vigencia de la Constitución Federal de 1824. no se encuentra disposición
alguna referente a la facultad apuntada. Dichos ordenamientos fueron los siguientes: Decreto de 4
de diciembre de 1824; B1Ses para el Reglamento de la Suprema Corte de 14 de febrero de 1826;
Reglamento de la Suprema Corte de 13 de mayo de 1826; Ley de 21 de mayo de 1827; Ley de
l' de abril de 1830; Ley de 16 de mayo de 1831¡ Ley de 22 de mayo de 1834; y Ley de 25 de mayo
de 1835. Su consulta puede hacerse en la importante obra "EI [aicio de Amparo y el Poder
Judicial de la Federación" (Recopilación de Antecedentes), elaborada por el mismo don Manu'eJ
Yáñez Ruiz y coa prólogo del licenciado Agapito Pozo, presidente de _dicho alto tribunal (1965),
asf como en la "Colección de Leyes" de don Manuel Dub/á11 y JOJé Maria Lozano.
110 EL ]U100 DE AMPARO

yéndose que la Federación estaba interesada "en que Su Tribunal Supremo de Justicia conozca
de las infracciones del Código Y de las Leyes en que aquélla se sostiene". Como se ve, la con-
sabida facultad fue expresamente reiterada por el Poder Legislativo de la Unión, al rechazar
terminantemente su pretendida abolición, sin que, no obstante, y como ya hemos dicho. se
hubiese expedido la ley secundaria para organizar procesalmente la atribución de control
constitucional y legal a que hemos aludido.1.fiO

Por otra parte, e independientemente de la anterior facultad en' favor de la Corte


Suprema de JUS1icia, el Consejo de Gobierno, que funcionaba durante el receso del
Congreso general en los términos del artículo 113 de la Constitución Federal de 1824,
tenía, entre otras atribuciones, la de "Velar sobre la observancia de la Constitución,
de la acta constitutiva y leyes generales, formando expediente sobre cualquier inci-
dente relasioo ': estos bbjelos" (art. 116, frac. 1). Esta potestad implicaba un inci-
piente control constitucional de carácter político, sin que haya significado ningún
antecedente directo de nuestro juicio de amparo. Además, tal control era ejercitable
intermitentemente, es decir, por un órgano, como era el Consejo de Gobierno, que
sólo funcionaba durante los recesos del Congreso general y que estaba compuesto de
la mitad de los individuos del Senado.
.'
VI. CONSTITUCIÓN CENTRALISTA DE 1836

Las Siete Leyes Constitucionales del año de 1836 cambian el régimen federativo
por el centralista, manteniendo la separación de poderes. La característica de este
ruerpo normativo, que tuvo una vigencia efímera, es la creación de un superpoder,
verdaderamente desorbitado llamado el "Supremo Poder Conservador", fruto proba-
blemente, de la .imitación del Senado Constitucional de Sieyes,''' habiendo sido su
160 aro Derecho Público Mexicano.-Isidro Montiel y Duarte-e-T. Il. Págs. 300 Y 304.
101 Como antecedente doctrinario mexicano de dicho Poder Conservador, en que se alude con
espíritu critico a los sistemas de control constitucional por vía política, puede citarse la obra del
licenciado Barquera, aparecida en el año de 1822, intitulada "Lecciones de Política y Derecbo
Público para instraccíán del pueblo mexicano", misma que comenta concienzudamente el licenciado
Hilado MeJina en un artículo periodístico publicado en "El Universal" con fecha 13 de octubre
de 1948. Nos permitiremos insertar algunas ideas que se contienen en la citada obra acerca del
poder conservador: "Publicistas modernos (entre ellos, posiblemente, Sieyes}, deseosos de asegurar
el equilibrio de los poderes, para evitar la tiranía de muchos, más temible que la de uno solo.
quieren que se adopte un tribunal conservador, que vendría a ser como la clave de la bóveda en el
edificio social. Como el poder ejecutivo propende al despotismo por un vicio de la naturaleza
humana y el legislativo a la democracia, lo que se desea es un gobierno libre de estas propensiones
tan perjudiciales a la sociedad, lo que se consigue con un poder intermedio que contenga Jos
extremos y los conserve en feliz contacto. Este poder conservador podría ser un monarca moderado
conduciendo un cuerpo de ministros que bajo su responsabilidad ejerce el poder ejecutivo, siendo
el monarca una -especie de divinidad reguladora que al mismo tiempo influye en la acción tem-
pIada de los otros poderes; pero si aun se quisieren multiplicar los resortes de firmeza y de -seguri-
dad, puede este tribunal conservador componerse de un número proporcional con los representantes
de la Nación, escogidos entre los de más probidad, sabiduría y buen nombre, de edad "madura, y que
hayan dado pruebas de un decidido amor a la patria en el sentido riguroso de la palabra:'
Dentro de las facultades de control constitucional que Barquera asignaba a dicho poder conser-
vador, se encuentran las siguientes: "declarar la infracción de la Constitución en los actos Iegislati-
vos o ejecutivos o si alguno de esos podeces se excede de los límites constituidos, ya sea que Jos
advierta o que se denuncien por la imprenta o por insinuaciones verbales (sic) previa justificación
legal. y poi último, declarar suficientes los procedimientos judiciales o formales establecidos por la
ley cuando ha lugar a la revisión del Aeta Constitucional, pudiendo convocar a una asamblea ad hoc".
ANTECEDENTES HISTÓRICOS MEXICANOS DEL JUICIO DE AMPARO ! 11

más ferviente propugnador don Francisco Manue/ Séncbez de Tagle. Estaba este orga-
nismo integrado por cinco miembros, cuyas facultades eran desmedidas, hasta tal punto
de constituir una verdadera oligarquía. 1 6 'Z Bien es cierto que, como se lee en las frac-
ciones 1, 11 Y III del artículo 12 de la segnnda Ley, su primordial funci6n consistía
en velar por la conservación del régimen constitucional, mas su ejercicio dista mucho
de asemejarse al desplegado por el Poder Judicial Federal en las Constituciones de
1857 y vigente.'"
En efecto, el control constitucional ejercido por el denominado "Poder Supremo
Conservador", no era, como 10 es el que ejercen los Tribunales de la Federación, de
índole jurisdiccional, sino meramente político, y cuyas resoluciones tenían validez
"erga omnes". Se ha querido descubrir en esta facultad controladora con que se invis-
ti6 al Supremo Poder Conservador, un fundamento hist6rico del actual juicio de
amparo, consideraci6n que es pertinente en atenci6n a la teleología genérica de éste
y de la aludida facultad, O sea, la consistente en ser ambos, en sus. respectivos casos de

.162 Don Isidro Montiel y Duarle, al referirse al Supremo Poder Conservador, que califica de
"monstruoso", se expresa en los siguientes términos: "Un lugar oscurísimo veremos siempre en el
derecho constitucional que estableció entre nosotros el 'Supremo Poder Conservador', con una supe-
rioridad inconcebible respecto del Poder Judicial, del Ejecutivo y aun del Legislativo, pues autorizado
estaba para suspender a la Alta Corte de Justicia, para declarar la incapacidad física y moral' del
Presidente de la República y hasta para suspender por dos meses las sesiones del Congreso General.
Un poder tan monstruoso, fue creado COD el fin de sostener el equilibrio constitucional entre Jos
poderes y el de mantener o restablecer el orden constitucional en los casos en que fuere turbado;
y aunque no pudo ser más plausible el propósito, de seguro que el medio fue completamente
inadecuado, porque la eficacia de la acción de un poder tan exorbitante, no pudo derivarse sino de
un profundo y religioso respeto al principio de autoridad; y este respeto qued6 completamente rela-
jado desde el momento en que se vio levantada una entidad enteramente desconocida, cuyas plantas
podían hollar impunemente la supremacía de nuestros altos Poderes aun en su existencia colectiva.
De otra manera, si se hubiera conseguido, habría sido crear, DO el poder moderador autorizado en el
Imperio del Brasil, sino un poder desp6tico que nos hubiera oprimido con toda la fuerza del viento
de las pasiones políticas que hubieran agitado a los hombres en cuyas manos se ponía una arma tan
formidable." (Derecho Público Mexicano. Tomo 111, Pág. 4.)
Para don Aljonso Ntl1'iega el Supremo Poder Conservador fue "la creación más importante de
la Constitución de 1836 y el complemento natural de la Declaración de Derechos del Mexicano"
y su implantación "la cuestión .más debatida" en el Congreso que elabor6 dicho ordenamiento.
habiendo dado motivo "a las más apasionantes controversias, no tan s610 jurídicas, sino fundamen-
talmente políticas, ya que Santa Anna, que luchaba por la conquista del poder absoluto, siempre
vio con malos ojos la posibilidad de que existiera en la ley fundamental una institución que podría,
por su propia naturaleza, tanto más si llegaba a tener eficacia, ser usada en contra de sus aspi-
raciones" {Pensamiento Conservador y Conservadurismo Mexicano, obra en cuyo capítulo V el
citado autor realiza un estudio exhaustivo sobre el mencionado Poder desde diferentes puntos de
vista, tales como el doctrinal, el histórico, el genético parlamentario y el pragmático, remitiéndonos.
por nuestra parte, a las consideraciones que lo informan).
168 Conforme a las disposiciones apuntadas, el Supremo Poder COnservador podía: "I.-Ded~
rar la nulidad de una ley o decreto dentro de dos meses después de su sanci6n, cuando sean
contrarios ti arl1culo expreso de la Constitución, y le exijan dicha declaración o el Supremo Poder
Ejecutivo o a la Corte de Justicia, o parte de los miembros del Poder Legislativo en representación
que firmen dieciocho por lo menos.-II.-Declarar, excitado por el Poder Legislativo o por la
Suprema Corte de Justicia la nulidad de 10.1 «10.1 del Poder Ejecutivo, cllando sean contrarios
a Lt Con.1titución o a la.r leyes (control de constitucionalidad y de legalidad), haciendo esta decla-
raci6n dentro de cuatro meses contados desde que se comuniquen esos actos a las autoridades
respectivas.-IJI.-Declarar en el mismo término la nulidad de 10.1 «tos de la Suprema eme de
Justicia, excitado por alguno de los otros dos Poderes, y sólo en el caro de u.1urptUión de facultade.1."
Las demás dilatadísimas atribuciones del Supremo Poder Conservador, que en obvio de trans-
cripciones no las reproducimos, pueden consultarse en las obras "Derecho Público Mexicantl' y
"Leyes PundiZfl1ntt¡z}es de Méxicú', respectivamente de don Isidro Montiel y Duarte y de don Felipe
Tena Ramirez. -
112 EL JUlCJO DE AMPARO

procedencia particulares, medios de protección de un orden jurídico superior, no obs-


tante que específicamente sean distintos. Efectivamente, el juicio constitucional o de
amparo es un verdadero procedimiento sui géneris en el que concurren los elementos
esenciales de todo proceso, siendo en él el actor la persona (física o moral) victima
de las violaciones constitucionales previstas por los artículos 101 y 103 de las Cons-
tituciones de 57 y 17 respectivamente, el demandado las autoridades responsables
de las infracciones y el juez el órgano encargado de declarar la reparación de las
mismas. Si se analiza, por otra parte, el derecho que tiene el agraviado de ocurrir
a la autoridad judicial federal en demanda de protección por las violaciones de
que ha sido víctima, se verá, por lo demás, que tiene todos los elementos de una
acción, cuyo ejercicio provoca la formación de la relación procesal, sobre la que recae
una sentencia con efectos de cosa juzgada relativa e individual.
No se encuentran, por el contrario, estos rasgos generales del juicio de amparo
en el control político ejercido por el Supremo Poder Conservador, ya que en este
control es patente la ausencia del agraviado, la carencia absoluta de relación procesal
y la falta de efectos relativos de sus decisiones, porque éstas, como dijimos antes,
eran "ga omnes, .esto es, con validez absoluta y universal El funcionamiento del'
Supremo Poder Conservador no tenia, pues, todas aquellas virtudes que se descubren
en el juicio de amparo, principalmente las que conciernen a los efectos relativos de la
cosa juzgada, dando sus resoluciones motivo a que se crearan, dentro del propio régi-
men constitucional, ruptura, tensión y desequilibrio entre las diversas autoridades,
máxime que eran estas mismas las que Se atacaban mutuamente, al ejercer la "exci-
tación" ante el mencionado órgano de control, cuyas demás atribuciones, aparte de ser
desmedidas y contener un principio de tiranía, eran ilógicas y absurdas, en especial
la relativa a "restablecer constitucionalmente, a cualquiera de los tres poderes, o a los
tres, cuando hayan sido disueltos revolucionariamente", y la que declaraba que "el
Supremo Poder Conservador no es responsable de sus operaciones más que a Dios
y a la opinión pública, y sus individuos en ningún caso podrán ser juzgados ni recon-
venidos por sus opiniones",1G'

15io Dentro del ejercicio concreto de sus exorbitantes funciones, el Supremo Poder Conservador'
hizo una declaración que revelaba su situación real: la de ser un órgano incondicional del general
Antonio Lépea de Santa Anna, a cuyos designios en no pocas ocasiones estaba supeditado. En
efecto. por declaración de 23 de enero de 1839. interpretando la "voluntad" de la Nación. expresé
dicho Poder que su Alteza Serenísima se encargase del gobierno de la República, por ausencia del
Jefe del Ejecutivo y por estar "físicamente impedido" el Presidente del Congreso que deberla
sustituir a éste.
Sin embargo, el Supremo Poder Conservador asumió un gesto de dignidad y valor civil. desem-
peñando con entereza sus funciones controladoras del orden constitucional establecido en la Ley
Fundamental de 1836, al declarar contrario a sus principios preceptivos un decreto expedido por el
Congreso General en el que se dispuso que. fuesen juzgados militarmente los ladrones y sus cóm-
plices. En el caso específico mencionado, la impugnación a dicho decreto correspondió a la Corte
Suprema de Justicia y de tal suceso da una interesante versión el licenciado Pran~i¡(o Parada Gil',
cuyos términos nos permitimos transcribir:
"El Congreso General lanzó un decreto por el cual se dispuso que fuesen juzgados militar-
mente en consejo ordinario de guerra los ladrones de cualquiera clase y todos sus cómplices, ya
fuesen aprehendidos por la jurisdicción militar, por la fuerza armada, por la policía o por cualquie-
ra persona privada" a no ser que obrasen en auxilio los jueces ordinarios, La Corte: Suprema estimó
'atentatoria, abusiva e injuriosa para las autoridades judiciales dicha ley, y en tal virtud excitó al
Poder Conservador para que declarase su nulidad', y así se hizo. Pero como el Gobierno, por
virtud de ciertas circunstancias, se negara a acatar lo dispuesto por el Poder Conservador, llevó el
asunto a la Cámara de Diputados, que sostuvo la opinión gubernamental. El Poder Conservador,
ANTECEDENTES HIS1'ÓRlCOS MEXICANOS DEL jurero D~ .o\!!PARO 113

• En lo que concierne a! Poder judicial, la Constitución centralista de 1836 le asignaba,


dentro de' las atribuciones por lo .'demás nugatorias e inútiles en vista del poderlo
del Supremo Poder Conservador, .Ia facultad de. conocer de los "rulamos" que el
agraviado por una errónea "calificación" de las causas de utilidad públiai en los
casos de expropiación podla intentar directamente ante la Suprema Corte o' ante
los tribunales superiores de los' Departamentos en sus respectivos casos. (Ley Quin-
ta.-Art; 12. Frac. XXII.) "
. Era este tal '''reclamo'' Una especie de "amparoide" circunscrito a la protección del
derecho de propiedad, no respecto de todos los atentados de que pudiera ser éste
objeto, sino sólo por lo que atañla a uoa equivocada calificación de utilidad pública
en .casos de expropiación. Este recurso, como se ve, no puede ser equiparado a!
juicio de amparo, dado Jo reducido del objeto de protección del primero, por lo que
00 puede reputársele corno medio de conservar el régimen constitucional, no digamos
ya en lo que concierne a la integridad de sus preceptos, sino aun de las garantías indi-
viduales, circunstancias todas que no pueden colocar a! Poder Judicia! en una situación
de órgano controlador del sistema creado por la Constitución de 36.""

VII. VOTO DE JosÉ F. RAMlREZ

En la historia del Derecho Público Mexicano no debe pasar inadvertido el voto


particular emitido en junio de 1840 por don losé Fern4t1do Ramí'ez, en ocasión a -Ia
reforma de la Constitución centralista de 1836, principalmente por lo que ve a
la extensión de las facultades y a la dignificación de la Corte Suprema de Justicia.
El mencionado jurisconsulto se declaraba partidario decidido de la división o sepa-
ración de poderes, para -ruya conservaci6n proponla una serie de medidas tendientes
todas ellas a hacer más efectivos, dentro de la realidad, los principios y postulados
de la teoría de Montesquieu. Sin embargo, a! tratar en su estudio acerca de la Corte
Suprema, admitía expresamente, en contradicción con sus anteriores declaraciones
sobre la separaci6n e independencia funciona! de los tres poderes, que dicho organis-
mo tuviese' la facultad de iniciar leyes y decretos relativos a su ramo, ~tribuci6n que
implicaba una invasión de funciones en la esfera de actividad del Poder .Legislativo,
dentro del estricto pensamiento del famoso Barón de la B~e.

en uso de sus derechos. tuyo por nula la declaración de la Cámara; el Gobierno expidió una
circular a las autoridades militares para que cumpliesen con el decreto relativo a la forma de juzgar
a' los ladrones y sus cómplices; y la Corte Suprema de Justicia ordenó a 10$ jueces que resistieran Jo
dispuesto por el Gobierno y acataran la decisión del Poder Conservador que babía declarado nulo
el mencionado decreto." (Breve Reseña Hist6rit" de /" Suprem4 Corte de JUJticia de /a NIKi6n.
1929.-Págs. 24 Y 25.)
Por otra parte, en ejercicio de la facultad de "interpretar" la "voluntad de la Nación" y violando
por servilismo político. la misma Constitución cuyo mantenimiento implicaba su primordial función,
el Supremo Poder Conservador, mediante decreto de 17 de diciembre de 1838. declaró que "Que-
riendo la nación. el que en las actuales y extraordinarias circunstancias, todos los mexicanos Ie
presten los servicios de que cada uno sea capa.z, es su voluntad que el gobierno pueda emplear
libremente a todos los individuos que crea íÍtiles, en las comisiones que tuviere a bien. c¡¡a}ql/ierl1
que sean las restricciones constitucionales que /0 impidan ... JI
1~5 La expedición de este ordenamiento ostenta un marcado carácter ilegítimo. según se ad-
vierte en su gestación política, a Ia . que brevemente aludimos en nuestras obras "Las G4f'd11tÚlS
Indif/idll41es" y "Derecho Constitucional Mexüano".


114 EL JUICIO DE AMPARO

.Comecoasecueacía de la teoría de la división de poderes, Ramirez abogaba porque


la Suprema Corte, para, desempeñar mejor su cometido, estuviere dotada de absoluta
autonoaúa e independencia frente al' Ejecutivo y. Legislativo. .habiéndose decl....do al
propio tiempo' enemigo. e .impugnador de la existencia del. Supremo. Poder Conserva-
doro Es en don JoséFernando,Rami= en-quien podemos advertir. la influencia del
sistema de control constitucional imperante en, la Constitución americana, al apuntar
en su "voto" la conveniencia de que en México existiera un medio de mantener el
régimen censtitucional. Proponía, por ende, que fuese' la Suprema Corte la que cono-
ciera de la constitucionalidad de las leyes o actos de las autoridades, asignando el
derecho de pedir tal declaración a cierto número de diputados, senadores O juntas
departamentales 'COntra alguna ley o acto del Ejecutivo, petición que el propio Ra-
mírez Ilamaba "reclamo", cuya tramitación adoptaba un carácter contencioso. Si tal
idea se hubiese llevado a la práctica, encontraríamos en el régimen legal que la hubie-
se contenido un antecedente del juicio de amparo; mas desgraciadamente la im-
plantación del recurso concebido por Ramírez en su célebre "voto" no pasó de ser
un mero deseo, que, no, obstante, demuestra ya la tendencia, cada vez más marcada,
de establecer un medio de control de la constitucionalidad.
Expresaba Ramimz, al efecto. que " ... desde la primera conferencia (sobre las reformas que
debieran introducirse a la Constitución de 1836), manifesté paladinamente mi opinión en contra
de la existencia de un Poder tan privilegiado como el Conservador: monstruoso y exótico en un
sistema representativo POpular, en que toda la garantía que tienen los ciudadanos respecto de sus
funcionarios, es Ja responsabilidad que contraen éstos con sus desaciertos, y que esa responsabili-
dad sea efectiva y no nominal: por lo que siempre he ju:r.gado que un funcionario sin esa
responsabilidad que pueda realizarse de algún modo. es un funcionario peligroso y que no presta
ninguna garantía", agregando que ..... ese Poder (el Conservador) puede dar motivo a que se
pongan en contradicción la voluntad presunta de la Nación con la verdadera y realmente ma-
nifestada... ".
A propósito de la facultad de tutelar el orden constitucional con que, según Ramirez, debía
estar investida la Suprema Corte. éste 'aseverabar "Yo pretendo añadirle (a la Corte) otra fa-
cultad dentro de su órbita: la idea parecerá a primera vista extraña; pero ni es enteramente
nueva, ni carece de sólidos fundamentos, antes se encontrará apoyada en la razón y en la expe-
rieacía. Una obra moderna, que hizo mucho ruido en Francia (probablemente se refirió a "La
DemONana en Amki~'" de AIexis de Tocqueville}, casi se ocupa toda en demostrar que la
paz y la tranquilidad de la República del Norte no se debe a otra cosa que a la influencia que
ejerce en ella su Corte de Justicia. Además de que esta experiencia es una prueba de bulto,
sobran razones en qué apoyarla. Esas corporaciones, como he dicho, están por su naturaleza
aisladas, y como excéntricas respecto de los negocios públicos: este aislamiento les da necesaria-
mente un carácter de imparcialidad muy importante, o por mejor decir, indispensable para
resolver en la calma de las pasiones. escuchando solamente la VQZ de la justicia, las grandes
cuestiones cuya resolución muchas veces, equívoca o desarreglada, es la causa de grandes tras-
tomos politicos... ", añadiendo más adelante: "Yo, como he dicho antes, no estoy por la
existeDcia del Supremo Poder Conservador; ninguna otra medida podía, en mi concepto, reem-
plazar su falta, que conceder a la Suprema Coetecde Justicia una nueva atribución por la que
cuando cierto número de Diputados, de Senadores, de Juntas Departamentales reclamaran alguna
ley O acto del Ejecutivo, como opuesto a la Constituci6n, se diese a ese reclamo el carácter de
contencioso y se sometiese al fallo de la Corte de Justicia." U6

.1li6 "Voto" inserto en el "Derecbo Público Mexicano" de don Isidro Montiel y Duarte, Tomo
In, págs. 139, 145 Y 146. Sin embargo, Ramírez. 11 pesar de que invoca aparentemente la 'Íamoslo.
obra de Tocqueville, surgida a la luz pública en el año de 183'J propuso un sistema político de
control constitucional, según .podrá advertirse, distinto del jurisdiccional imperante en Jos Estados
Unidos y que es el que precisamente estudia el célebre jurista y político francés.
11'
r~."'~ ;
VIII. Coxsrrrtrcróx
t ~ +."

YUCATECA DE, 1840, (PROYEcTO) -, . .,¡. .. ..


A pesar de que, como acabamos de decir, se descubre ya una tendencia jurídica
para crear un medio protector del régimen constitucional en México, aquél no adopta
aún la forma clara y sistemática con que ya. se le revistió en el proyecto de Constite-
d6n YncaJeta de diciembre de 1840,1GG blS~cuyO autor principal, si no único, fue el
insigne jurisconsulto y político don Manrle/ Crescencio Re;ón. La obra de este eminente
jurista yucateco, cristalizada en su ConstituCión de 1840, implica, podría decirse, uno
de los más grandes adelantos que en materia de Derecho Constitucional ha experi-
mentado el régimen jurídico mexicano.
, Rejón jU%gó conveniente y hasta indispensable la inserción en su Carta Polltica de
varios preceptos que instituyeran diversas garantfas individuales, consignando por
primera vez en México como tal la libertad religiosa, y reglamentando los derechos
y prerrogativas que el aprehendido debe tener, en forma análoga a lo que precep-
túan las disposiciones de los artlculos 16, 19 Y 20 de la Constitución vigente.
Mas lo que verdaderamente constituyó un progreso en el Derecho público mexi-
cano, fue la creación del medio controlador o conservador del régimen constitucional
o amparo, como él mismo lo llamó, ejercido o desempeñado por el Poder Judicial,
con la ventaja de que dicho control se hada extensivo a todo acto (lato sensu) anti-
constitucioual.

Para expresar sintéticamente la magnitud de la obra de don Manuel Crescencio Rejóo.,


bastan las siguientes palabras del historiador ]1IIIJ'I P,41uilCO Mo1índ So/J¡o' "Se ha alabado a
los constituyentes de 1840 de haber introducido en YucatAn la libertad de imprenta y la de
cultos. la abolición de fueros, el juicio por jurados; pero se ha guardado silencio acerca de otras
reformas trascendentales. cual fue la implantación por primera vez en México del juicio de
amparo tal cual mucho después lo creó la Constitución Nacional de 1857. En este punto
los constituyentes yucatecos fueron videntes que previeron muy anticipadamente la columna que
mejor pedía .mantener el edificio de la república democrática.' .. Se puede decir que al legislar
fueron más generosos en su amplitud que la Constitución americana y más que la mexicana.
de 1857, pues no limitaron el amparo, como la primera, al goce de la libertad individual; ni,
como la segecda, al de las garantIas individuales o usurpación de atribuciones entre el Estado
y la Federación. Su mira fue más extendida, sus horizontes más espaciosos. en cuanto que
eoecedre el derecho de amparo contra lodo eao inconstiluciontl1."

Los lineamientos generales esenciales del juicio de amparo establecidos por las
Gonstituciooes de '7 y de 17 se encuentran en la obra de Rej6n, con la circunstancia
ventajosa, como ya dijimos, de que lo hada procedente contra cualquier violación a
cualquier precepto constitucional, que se tradujera en un agravio personal y en los
términos que exponemos a continuación: Daba Rejón competencia a la Suprema Corte
para conocer de lodo juicio de amparo contra actos del gobernador del Estado (Poder
Ejecutivo) o leyes de la Legislatura (Poder Legislativo) que entrañaran una violación
al Código Fundamental. A los jueces de primera instancia también Rejón los repu-

'100 bis Este Proyecto fue discutido durar.~e tres meses y "la Constitución que emanó de él,
y al que se ciñó con ligerísimas modificaciones:, estuvo vigente desde el 16 de mayo de 1841"
según 'afirma Carlos A. Ecbánove Trojillo (Ch. 1.4 OlHa ¡_ríJica de Manuel C. Rej6n, publicación
del Sindicato de Abogados del D. F., 1937).
116 > > EL 'JUICIO DE AMPARO

taba como órganos de control, pero sólo por actos de autoridades distintas del gober-
nador y de la legislatura que violaran las garantías individuales, siendo los superiores
jerárquicos de los propios jueces quienes conocían de los amparos interpuestos contra
sus actos> por análogas >violaci~nes constitucionales. , >
.',"' I

Así, en el articulo '3 de la Constitución de Rejón se establecíer t'Ccrresponde a este tribunal


reunido (la Suprema Corte de Justicia del Estado): ,.1.-Amparar.~ el goce de sus derecbcs
1 a los que le pidan su protección. COntra ~ leyes y decretos de la Legislatura que sean _C9n~·
. nos a la Constitución: C? contra las providencias del Gobernador o Ejecutivo. reunido, ,cuando,~
ellas se hubiese infringido el Código fundamental o las 'leyes, limitándose en ambos casoS
a reparar el agravio en la parte- en que éstas '018 Constitución; hubiesen sido violadas." .ó.,;.

Por su parte. los artículos 63 y 64 de dicha Constitución, disponían: "Art. 63: Los jueces
de primera' Instancia ampararán, en el goce de los derechos garantizados por el articulo anterior
a Jos que les pidan su prot~d6n contra cualesquiera funcionarios que no correspondan al orden
judicial, decidiendo breve y sumariamente las cuestiones que se susciten sobre los asuntos' indi-
cedes," ..Art. 64: De los. atentados cometidos por los jueces contra los citados derechos, conoce-
rán sus respectivos superiores con la misma preferencia de que se ha hablado en el articule
precedente, remediando desde luego el mal que se les reclame, y enjuiciando inmediatamente
al conculcador de las mencionadas garantías."
El sistema de amparo propuesto por Rejón perseguía las finalidades siguientes, según se
advierte de los preceptos; transcritos:

a).-Cónlro/ar la conslÍJll(ionaJidaJ de los actos de la. Legislatura (leyes o decretos), así


como los del Gobemador (providencias);
b) .-Contro/ar la legalidad de los actos del Ejecutivo. y
c).~Pl'olege' laJ "garanlíasindividua/er" o los derechos constitucionales del gobernado
contra actos de cualquier autoridad, incluyendo a, las judiciales.

En los dos primeros Casos. el amparo procedía ante la Suprema Corte de Justicia de Yuca-
tán (art. '3). y, en el último ante los jueces de primera instancia o ante sus superiores
jerárquicos (erts. 63 Y 64).
Conforme a este sistema; el amparo tutelaba, ea favor de cualquier gobernado, loda la
ConIIÍlUti6n, pero s610 contra actos de la legislatura y del gobernador o "Ejecutivo reunido",
así como toda la /egiswián s(I(unJaria respecto de actos de éste. Sin embargo, frente a actos
de autoridades distintas de la legislatura. o del ejecutivo. el amparo únicamente propend1a a
preservar las garanlías individuales. es decir, nada más las disposiciones constitucionales que
las contenían (art. 62). Sin embargo, ello no implica que la violación de tales garantías por el
Ejecutivo o el Legislativo no hiciese procedente el .amparo COntra los actos respectivos. ya que
cualquier ley, decreto o providencia de dichos 6rgano~que las infringiesen, serian concomitante
e inescindiblemente contraventores de la Constitución, surtiéndose la hip6tesis de procedencia
prevista en el articulo '3. Debemos reconocer, no obstante. que el amparo ideado por don
Manuel Crescendo Rejón no configuraba un medio completo o integral de control constitucio-
nal, pues las violaciones a la Constitución que cometieran autoridades diversas de la legislatura
o del gobernador contra preceptos diferentes de los que consagraban las garantías individuales.
no lo hacían procedente. .. .
Con la creación del juicio de amparo R~jÓD prácticamente vine a establecer la SUpr6matÍlZ
del Poder ludkiaJ, lo que se encuentra corroborado por las siguientes palabras del insigne ju-
rista yucateco, vertidas en la exposición de motivos de su Constitución: "Pasando ahora de un.
" Poder (el Ejecutivo). que hace siempre uso .de la violencia para conseguir los fines que se
propone. la Comisión entrará a otro, el más apacible y tranquilo de los tres... y que apoyado
en la fuerza moral que debe darle .la justicia de ses fallos, necesita. poco de la materia para
obtener la consideración que merece. Lafiranía procura mantenerlo en la abyección y nulidad
a que le hemos visto reducido en el régimen colonial; pero es de la primera importanda y se
le abastece de grandes facultades en los gobiernos libres .. ; De ahí es que, en -Ios Estados
ANTECEDENTES HISTÓRICOS MEXICANOS DEL JUICIO DE AMPARO " ...,
,; ~

Unidos éJe-Norteamética, la Suprema Corte -está encargada de ejercer no s610 atribuciones


judiciales; sino también otras que son casi enteramente políticas. .. Su poder es inmenso, pero
siendo de puta opinión y 'no descansando en la fuerza brutal de las armas, busca siempre la
equidad y la justicia, pata no perder el prestigio en que se apoya la sumisi6n que se le debe .
•J Siguiendo la Comisión las mismas- huellas, ha preferido el engrandecímiento de este poder a
los medios violentos de que se valen regularmente -Jos gobiernos para vencer las resistencias
,.que les oponen los gobernados ... Por eso os propone se revista a la Suprema COrte de Justicia
de un poder suficiente para oponerse a las providencias anticonstitucionales del Congreso y a
las ilegales del Poder Ejecutivo, en las ofensas que hagan a los derechos políticos y civiles
. de los habitantes del Estado; y que los jueces se arreglen en sus fallos a lo prevenido en el
Código Fundamental.. prescindiendo de las leyes y decretos posteriores que de cualquier manera
la contraríen."

El principio básico sobre el que descansa la procedencia del juicio de amparo


en las Constituciones de 1857 y de 1917, O sea, el relativo a la instancia de la parte
agravitJáa (gobernado en particular), así como el de relativ.'dad de las sentencias que
en dicho juicio se dietan, se encuentran no sólo consagrados en los preceptos del pro·
yecto de Ley Fundamental del Estado de Yucatán que hemos transcrito, sino formu-
lados nítidamente en la exposición de motivos correspondiente.

En efecto, al aludirse en ésta al Poder Judicial, se asienta: "Así (es decir, mediante la su-
jeciórr de los fallos judiciales a la Constitución y la invalidación de los actos del Poder Legislativo
y del Poder Ejecutivo cuando fuesen contrarios a ella por la Suprema Corte yucateca), se pondrá
un dique a los excesos y demasías de las Cámaras; y los (iuJadatiol contarán COn un arbitrio,
para reparar las injusticias del Ejecutivo del Estado, sin verse en la precisión de exigir responsa-
bilidades contra funcionarios, que tendrán siempre mil medios -de eludirlas, y que aun cuando
se exigiesen, s610 darían por resultado la aplicación de una pena a los transgresores de la ley, y
jamás la reparación completa del agravio a la persona ofendida. Se hará también innecesaria
la creación de un poder conservador monstruoso, que' destruya las instituciones fundamentales á
pretexto de conservarlas, y que revestido de una omnipotencia política sea. el árbitro de los des-
tinos del Estado, sin que haya autoridad que modere sus abusos.
"Por otra parte, dotado así el Poder Judicial de las facultades indicadas con más las de
proteger en el" goce de las, garantías individuales al oprimido por los empleados del orden político,
que abusan casi siempre de la fuerza, por el apoyo que les presta. el gobierno de que inmedia-
tamente dependen, no queda desnaturalizado sacíndosele de su esfera. Tampoco se hace de él
un poder temible, cual 10 sería si se le encargase de impugnar las leyes de un modo teórko
y general,. pues que entonces al erigirse en censor del legislativo, entrada abiertamente en la
escena política, dando apoyo al partido que le contrariase; y llamando todas las pasiones que pu-
diesen interesarse en la contienda. con peligro de la tranquilidad del Estado;
"Así es, que aunque según el proyecto; se da al Poder Judicial el derecho de censurar la
legislación, también se le obliga a ejercerlo de una manera oscura Y' en casos pankularél, ocultan-
do la importancia del ataque a las miras apasionadas de las facciones. Sus sentencias, pues, como
dice muy bien Tccqueville, no tendrán por objeto más que el descargar el golpe sobre un imerél
personal, y la ley s610 se encontrará ofendida, por casualidad. De todos modos la, ley así cen-
surada no quedará destruida: se disminuirá sí su fuerza moral, pero no se suspenderá su efecto
material. Sólo perecerá por fin poco a poco y con los golpes redoblados de la ;uriJpruJen(ia,
siendo además fácil de comprender, que encargado al interés particular promover la (enlllra de
fa¡ leyes, se enlazará el proceso hecho a éstas con el que se siga a un hombre, y habrá de consi-
guiente seguridad de que la legislación no sufrirá el más leve detrimento, cuando se le deja
expuesta por este sistema a las agresiones diarias de los partidos; En fin, multiplicándose por el
medio referido los fallos contra las leyes inconstitucionales, se harán éstas ineficaces, teniendo
las Cámaras por lo mismo que derogarías, y sacándose de consiguiente la ventaja de COnservar el
Código fundamental intacto, por un antemural el más fuerte que se ha levantado contra la tiranía
de las asambleas legislativas. .

/
118 EL JUICO DE AMPARO

"En resumen, $elio,es. la comisién al engrandecer el Poder Judicial. debilitando la nnmi.


potencia del Legislativo. y poniendo diques a la arbitrariedad del Gobierno y sus agentes subalter-
nos, ha querido colocar las garantlas individuales, objeto esencial y único de toda institución
poIJtica, bajo la salvaguardia de oqu~~ que responsable de sus actos, .abní custodiar el sagrado
depósito que se confla 11 su fidelidad '1 vigilancia. Por eso no sólo consulta que se le conceda la
censura de las leyes en los términos ya. indicados, sino también que se le revista una aUtoridad
suñdeate, PM4 prolOg" ,,) oprimido COQtra la domaslas de los empleados poIJticos del Ejecutivo
del Estado. Un ciudadano privado de su libertad y reduádo a la mayor incomunicación por fUD-
cíoearíos que no tengan el encargo de administrar la jwticia. ¿ DO ha de tener derecho para que se
le ilmpar6 desde luego en el goce de su seguridad personal, cuando es tan común protegerlo
en la posesión de bienes, que no merecen acaso el mismo cuidado ni la misma consideraci6n? Y
¿ao seria una notoria injusticia dejarlo permanecer por mucho tiempo en aquella penosa 'situa-
ci6n, otdrgándole solamente el costoso y dilatado recurso de intentar una acusad6n solemne contra
sus opresores. y enredarse en Jos trámites de un proceso, que no le remediarla el menoscabo de Su
fortuna, el trastomo de su famili~ ni otros males irreparables?" 151

El control constitucional ejercido mediante el amparo dentro del sistema conce-


bido por Rejón en el proyecto de Constitución yueateca de 1840, operaba sobre dos
de los principios que caracteriun a nuestra actual institución, a saber. el de itricidJi"a
o inslancia tle la parte agraviada y el de reldJiviáaá tle las decisiones respectivas,
seg(in hemos dicho. Ese control. además, era de rarácler ;u'¡stlirciona!. Es indiscutible
que en la estructuración del mencionado sistema influyó notablemente el análisis que
hace Tor'luevi//e del régimen constitucional norteamericano sobre el consabido tópico,
sin que esta circunstancia signifique que el ilustre yucateen haya imitado puntual y
servilmente dicho régimen. pues en tanto que en los Estados Unidos el control juris.
. diccional de la Constitución se ha ejercido por vi4 tle exrepción O tlefenú"", en la
Ley suprema de Yucatán se estableció por "ia activa, que es en la que se promueve
y desarrolla nuestro juicio de amparo.

El influjo eidética a que nos acabamos de referir se comprueba can la simple consulta de la
obra de Tccqueville, quien afirma: "Cuando un juez con motivo de un proceso ataca una ley
.relativa a este proceso. extiende el circulo de sus atribuciones. pero no se sale de él, puesto
que le ha sido necesario, digAmoslo asl, juzgar la ley para llegar a juzgar el proceso. Cuando
pronuncia sobre una ley sin partir de un proceso sale completamente de su esfera y se interna
en la del poder legislativo" (principio de relatividad).' "El juez americano no puede fallar
sino cuando hay litigio; nunca se ocupa más que de un caso particular; y para obrar, siempre
debe aguardar a conocer de él" (el mismo principio y el de iniciativa o instancia de parte).
"Si el juez pudiese atacar las leyes de una maneta teórica y general; si pudiese tomar la iniciativa
.para censurar al-legislador, entraña en la escena política; y siendo defensor o adversario de algún
"partido, atraerla las pasiones que dividen el país pata tomar parte en la lucha. Pero cuando
el juez contrarresta una ley en un debate oscuro y acerca de una aplicación particular, oculta eI1;
parte el embate a las miradas del público. Su sentencia no tiene más objeto que descargar el gol.
pe sobre UD interés individual y la ley no se lesiona sino por casualidad. De esta manera, la'
ley así censurada no queda destruida; se disminuye, si, su fuerza moral, pero su efecto material
no se suspende. Poco. a POCO. y bai() los golpes f'eJobllJllos de la ;urúprudencia, a la postre
sllfllmbeJJ (principio de relatividad).l68

El control constitucional de las leyes por vía de excepción o defensiva imperante en los
Estados Unidos queda patentizado por Tocqueville con las siguientes expresiones: "Cuando
se invoca, ante los tribunales de los Estados Unidos, una ley que el juez estima contraria a la
u, Es::posici6n inserta en la obra citada en la nota anterior, págs. 158 y 159 del tomo 111.
1G8 fiLa Démoualie en Ammt¡ue",.. 12a. edición, 1848, tomo 1, Págs. 160. 163 Y 164.
ANTBCEDBNTESHlST6R1COS MEXICANOS DEL JUICO DE AMPARO 119

constitución, puede rebasarse a aplicarla. Esta potestad es exdusiva del magistrado americano,
. teniendo la gran influencia poUtica que de ella se. deriva", agregando "Jos americanos' han'con-
ferido. pues, a sus tribunales un inmenso poder político; pero obligándose a no atacar las leyes
s~o por medios judiciales:' 159 . .

íx.' PROYECTOS DE LA MINORlA' Y MAYORIA DE 1842 r J ;. ~'I"

¡.( ,- .' . ..~ . I/}' • : ,." ., ,.., ...., o', . , .-- r. ~, I

, En el' año de '1842 se designa una comisión, integrada. por siete miembros, cuyo
cometido consistla en elaborar un' proyecto_ constitucional para someteí:lo' posterior-
mente a la consideración del Congreso.'·· Figuraba en dicha 'éomisión don Mttriano
Otero, quien, en unión de Bspinos« de lo! Montero! y de Mufíqz Ledo; disintió del
parecer de las personas restantes que constitulan' la mayorla. El proyecto de la mino-
na de 42 era de carácter eminentemente individualista y liberal, a tal punto que
declaraba que los derechos del individuo deblan ser el objeto principal de protecáón
de las instituciones constitucionales, consagrando una especie de medio de control del
régimen establecido por la Constitución jurisdiccional y polltico, combinación de ca-
racteres que engendraba un sistema híbrido, con las consiguientes desventajas, que
distaba mucho de emular siquiera al implantado por Rejón en Yucatán.
Daba el proyecto de Otero competencia a la Suprema Corte para conocer de los
"reclamos" intentados por los particulares contra actos de los poderes ejecutivo y
legislativo de los Estados, violatorios de las garantías individuales. Como se puede
observar, el sistema creado por Otero era inferior, jurídicamente hablando, al instituido
por Rejón, pues, además de que en este caso las autoridades responsables sólo podlan
ser el ejecutivo y legislativo locales, quedando por ende fuera del control jurisdic-
cional el poder judicial local y los tres poderes federales, sólo se contraia el "reclamo"
a las violaciones a las garantías individuales, a diferencia del sistema de Rejón que 10
hacia extensivo a toda infracción constitucional con las modalidades que ya se expu-
sieron. En cuanto a la suspensión del acto reclamado, ésta estaha encomendada a los
tribunales superiores de los Estados.
Pero, como ya dijimos, el sistema de Otero no solamente consagraba un medio
de control jurisdiccional, sino que en él se conservó el polltico de la Constitución de
1836, ya no ejercido por el oligárquico "Poder Conservador", sino por las legisla.
turas de los Estados, a las cuales incumbía hacer de la declaración de inconstitucionali-

'" tu«, pág. 163.


160 Este Congreso emanó del tristemente célebre Plan de T«ubaya, proclamado por Santa
Anna el 28 de septiembre de 1841. En el mencionado Plan, se declaro la cesación de todos Jos
poderes existentes en virtud de la Constitución de 18~6. con excepción del Judicial y se previno
que se nombrara por el "Jefe de la Revolución" una Junta que debiera designar "con entera Iiber-
tad" a la persona que se hiciese cargo del Poder Ejecutivo, entretanto un "Congreso Constituyente"
organizara a la nación. Este "Congreso". cuya ilegitimidad era notoria, debió quedar instalado el
primero de junio de 1842. Del seno de dicho Congreso se designó a la Comisión citada, sin que
los respectivos proyectos de los grupos mayoritario y minoritario hubiesen podido ser discutidos. en
virtud de que por Decreto de 19 de diciembre de 1842, expedido por don Nicolás Bravo, a la sazón
Presidente de la República. merced a la "designación" que en su favor hizo Santa Anna, se nombró
una Junta de Notables compuesta de ciudadanos distinguidos por su "ciencia y patriotismo", encar-
gada de formar las bases para organizar a la República. Entre los ochenta miembros que componían
la expresada Junta se encontraba el general Valentín Canalizo, don Manuel Dublán, los licenciados
José Urbano Fonseca, Fernando Ramirez., Andrés Quintana Roo y el general Mariano Paredes
Arrillaga. ~
120 1 ,~., . ~ •' 1, ,~ .. "'. ,,'EL JUICO DE AMPARO

dad de las leyes del Congreso General, a peticiOO no ya del particular afectado, sino
"del Presidente de acuerdo con su Consejo, de diez y, ocho diputados; seis senadores
o tres Legislaturas", fungiendo la Suprema Corte como mero 6rgano de escrutinio, es
decir, su injerencia en el control político se reducía a compntar los vOtos' emitidos
por los diversos poderes legislativos en los Estados.
El sistema hlbrido de Otero, además. de engendrar las desventajas que un régimen
de control por 6rgano polltico ocasiona, es muy inferior al de Rejón por las razones ya
aducidas. Sin'embargo, el gran mérito de Otero consisti6 en que fue el autor de la
f9muiIá 'jurídica que en~erra los efectos dé la sentencia recaída en un juicio de ampa-
ro, y que implica al mismo tiempo la característica de un régimen de control jurisdic-
cional, como ya veremos, f6rmula que se contiene tanto' en la Coastitución de 57 como
que
ei\' la' vigente y" 'dice: "Lasenteiicia: será siempre tal, que sólo se oórpede indí:
a en
vjduos particulares,'limitándOse' ampararlos, y protegerlos, ,el caso especial sobre
el que verse la. queja, siri hÚer una declaración general respecto de la' ley o acto,que '13
motivare" (fracci6n I(del articulo' ~07 ·COf1stitucional). ' ., "
: El proyecto elaborado por el grupo mayoritario, en el 'que figuraba don fosé F. Ra-
mlrez, también consigné un sistema de preservación constitucional, dentro del que se
atribuyó a! Senado la' facultad de declarar nulos los actos del Poder 'Ejecutivo que
fuesen contrarios a la Constitución General, a las particulares de. Jos Departamentos
a
o' las leyes genitaIes, teniendo dicbas declaraciones efectos' "erga omoes"."'.
,Los gt!Jpos minoritarios y mayoritarios, ante la presión ejercida por el Congreso
Extraordinario' Constituyente de 1842, elaboraron un proyecto transaccional de Cons-
tituci60 que fue leido en sesi6n de 3 de noviembre 'dedicbo' año. Además de censa-
grarse, en su título tercero, las garantías individuales, .a manera de "Derechos Natu-
rales del Hombre", se estableci6 en él un sistema de tutela, constitucional de carácter
polltico, atnbuyendo a la amara de Diputados la facultad dedeclarar la nulidad de
los actos de la Suprema'Corte de Justicia o de sus Salas, en el caso de usurpaci6n de las
atnbuciones de los otros poderes o de invasi6n a la 6rbita competencia! de los tribu-
nales departamentales o de otras autoridades; considerando a! Senado como 6rgano de
control para anular los actos del Poder Ejecutivo cuando fuesen contrarios a la Consti-
tucl6li General, a las particulares de los Departamentos o a las leyes generales. A la
Suprema Corte de Justicia el citado proyecto la facult6 para suspender las 6rdenes del
¡¡<>biemo contrarias a la Con~tituci60 o Ieyés generales. ' ,,,Jo

X, BASES ORGÁNICAS DE 1843

~, El proyecto constitucional elaborado por vía de transacci6n entre los grupos mi-
noritario y mayoritario de la Comísién del Congreso Extraordinario Constituyente de
1842, no obstante haberse comenzado a discutir, no llegó a convertirse en Constitu-
ción, merced a que por decreto de 19 dé diciembre de dicbo año, expedido por don
Antonio L6pez de Santa Anoa, se declar6 disuelto, nombrándose en su sustituci6n a
una Junta de Notables.

181 En relaci6n con la "forma de


Estado" propuesta en dichos dos proyectos. el de la "mino-
na" proclamé el federalismo y el de la '''mayoría'' el centralismo. El tema respectivo 10 abordamos
ea nuestra obra "Derecbo COrlJIÍlSI(ionJ MexÍ(dtlo", Capítulo Quinto.
ANTBCEDENTES HISTÓRICOS MEXICANQS DEL JUICIO DE .\MP.\RO 121

Esta Juntá"cuyo carácter espurio es innegable, integrada por personas 'incondicio-


nales designadas por el "Benemérito de la' Patria", se encargó' de elaborar, un. nuevo
proyecto. constitucional, que se convirtió en las Bases de Org411;zación Política de la
República Mexicana/expedidas el 12 de junio de 1843.'" , " , ' ;'
En estas Bases se suprimió el desorbitado "Poder Conservador" de la Constitución
de i836,. sin que se colocara al Poder Judicial en el rango de órgano tutelar del ré-
gimen constitucional, ya que propiamente sus funciones se reducían a revisar las
sentencias que en
los asuntos del orden civil y criminal pronunciaban los jueces.infe-
riores. Dicho documento constitucional adoptó abiertamente el régimen central, sin
implantar ningún sistema de preservación constitucional por órgano político, aunque
en preceptos aislados, como en el 66, fracción XVII, permaneció latente un resabio
del control por órgano político que ejercía en forma omnipotente el "Supremo Poder
. Conservador", al establecerse en la disposición invocada que eran facultades del Con-
greso· reprobar los decretos dados por las asambleas departamentales que fuesen con-
traríos a la Constitución O las leyes.

XI. ACTA DE REFORMAS DE 1847

El 18 de mayo de 1847 Se promulgó el Acta d. Reformas que vino a restaurar


la vigencia de la Constitución Federal de 1824. Su expedición tuvo como origen el
Plan d. la Ciudad.la de 4 de agosto de 1846, en que se desconoció el régimen central
dentro del que se habia teóricamente organizado al país desde 1836, propugnando
el restablecimiento del sistema federal y la formación de un nuevo congreso consti-
tuyente, el cual quedó instalado el 6 de diciembre del mismo año.
La reimplantación del federalismo en la mencionada Acta se inspiré en la amarga
experiencia que durante el régimen. centralista había sufrido la República y al cual
se achacaban los graves trastornos que de manera continuada había padecido durante
él~ no sin ínvocarse, además, al carácter espurio de los documentos constitucionales
que lo establecieron.

EL artículo S del Acta de. Reformas ya esbozó la idea de crear un medio de control consti-
tucional a través de un sistema jurídico que hiciera efectivas las garantías individuales al
disponer que "Para asegurar los derechos del hombre que la. Constitución reconoce. una ley fijará
las garantías de libertad, seguridad, propiedad e igualdad de que gozan todos los habitantes de la
República, .y establecerá los medios de hacerlas efectivas,"
Por su parte, el artículo2' del ordenamiento a que nos estamos refiriendo. cristaliza las
ideas de don _Mariano Otero acerca del amparo, Otorgando competencia a los tribunales de la
Federación pata proteger a "cualquier habitante de la República, en el ejercido y conservación
de los derechos que le conceden esta Constitución. y las leyes constitucionales, contra todo
ataque de los poderes legislativo y ejecutivo, ya de la Federación, ya de los Estados. limitándose
dichos tribunales a, impartir su protección en el taso particular sobre el que verse el proceso,
sin hacer ninguna declaración general respecto de la ley o acto que la motivare".

Esta disposición encierra el sistema de control jurisdiccional ideado por Otero,


cuyo juicio critico dimos brevemente eh otra. ocasión, insistiendo aquí sucintamente

181 Véase Ja nOt.li lS5.


122 EL jurero DE AMPARO

acerca de lo, incompleto que se presenta en, comparadón con el instituido por Rejón,
lo que, no obstante, constituye ya un .progreso en nuestro Derecho Público. ."
( :-,
Al trabU del proyecto de la minoría de 42. dijimos que Otero combinó el régimen -de eco- .
ecl poUtico con el jurisdiccional a que acabamos de aludir. encontrándose el primero ~ en
los artículo 22. 23 Y 24 del Acta de' Reformas de 47, y que dicen respectivamente: Art. 22:
·"Toda ley de, los Estados. que ataque la CotÍstinición o las leyes generales. será declarada nula
por el Congreso, pero ~ta declaración s610 p~ci ser ~iciada en 'la Cám~'!'de-'SenadO~';;
.Art. 23: "Si dentro de un mes de publicada una ley del Congreso General, fuera 'reclamada romo
anticonstitucional, o por el Presidente, de acuerdo con su Ministerio, o por diez diputados o seis
senadores, o tres legislaturas, la Suprema Corte. ante 1& que se haré el. reclamo, someterá-la
le)' al examen- de las Legislaturas, las que dentro de tres meses, y precisamente en un mismo día,
darán su voto. Las declaraciones se remitirán a la Suprema Corte, y ésta publicará el resultado,
quedando anulada la ley, si así 10 resolviere la mayoría de-las Legislaturas"; Art. 24: "En el.
ceso de los dos artículos anteriores, el Congreso General y las Legislaturas. a su vez, se con-
traerén a decidir únicamente si la ley de cuya invalidez se trata, es o no anticonstitucional. y en
toda declaración afirmativa, se insertarán a la letra la ley anulada y el texto de la Constitución .
o ley general a que Se oponga."

Las ideas de Mariano Otero, que, como ya dijimos, fueron acogidas en sus perfiles
cardinales en el Acta de Refonnas de 1847, se contienen en su célebre "voto partictllar'
de 5 de.abril del propio año. Dicho "voto", además de entrañar un valiosísimo documen-
to en la historia del Derecho Constitucional de nuestro país, encierra muy importantes
enseñanzas en esta rama jurídica, implicando un estudio penetrante de sus diversos
aspectos, que legitima a su autor como uno de los más brillantes juristas mexicanos.

En el citado "voto particular.... Otero expone las razones que, en su concepto, fundan el
sistema mixto de protección constitucional establecido en el Acta de Reformas. argumentando
al respecto que: ..... es indispensable dar al Congreso de la Uni6n el' derecho de declarar
nulas las leyes de los Estados que importen una violación del Pacto federal, o sean contrarias
a las leyes generales; porque de otra manera el poder de un Estado seda superior al de la
Unión, y el de ésta se convertiría en una mera irrisi6n. Pero, para evitar que Se hagan declara-
ciones imprudentes, ya se consulta que estas leyes 5610 puedan iniciarse en la Cámara de Sena-
dores. la cual representa el principio federativo en toda su fuerza, y da las mejores garantías
de calma y circunspección; y además se establece que la mayoría de las Legislaturas de los
Estados tenga el derecho de decidir en todo caso si las resoluciones del Congreso general
son o no anticonstitucionales. De esta manera cada Estado en particular está sometido a la
Uni6n y el conjunto de todos será el árbitro supremo de nuestras diferencias y el verdadero
poder conservador. de las instituciones. Si hay todavía otro medio más eficaz de robustecer el
principio federativo, si se conoce otra mejor garantía de las libertades de los cuerpos confedera-
dos, yo no la propongo. porque no la conozco. .
"Los ataques dados por los poderes de los Estados y por los mismos de la Federación a los
particulares, cuentan entre nosotros por desgracia numerosos ejemplares, para que no sea sobre-
manera urgente acompañar el restablecimiento de la Federación con una garantía suficiente
para asegurar que no se repetirán más. Esta garantía sólo puede encontrarse en el poder judiáaJ,
protector nato de los derechos de los particulares, y' por esta razón es s610 conveniente. Aun
en las monarquías absolutas, refugiada la libertad en el recinto de los tribunales. ha hecho
que la justicia encuentre allí un .apoyo cuando han faltado todas las garantías políticas. Un
escritor profundo ha observado que la amplitud y responsabilidad del Poder Judicial era el .más
seguro signo de la libertad de un pueblo, y por esto yo no he vacilado en proponer al Congreso
que eleve a grande altura el Poder Judicial de la Federación, dándole el derecho de proteger a
todos los habitantes de la República en el goce de los derechos que les aseguren la Constitución
y las leyes constitucionales. contra todos los atentados del Ejecutivo o del Legislativo. ya de los
ANTECEDENTES HISTÓRICOS MEXICANOS DEL JUICIO DE AMPARO 123

Estados o de la Unión. En Ncrteamérica este poder salvador provino de la Constitucl60, y ha


producldo los mejores efectos. AlU el juez tiene que- sujetar sus fallos antes que todo a la Cons-
tituciónj y de aqui resulta que cuando la encuentra en pugna con una ley secundaria. aplica
aquélla y DO ésta, de modo que sin hacer superior a la ley ni ponerse en posición contra el
Podér Legislativo, ni derogar sus disposiciones, en cada caso particular en que ella debía herir,
la hace impotente. Una institución semejante es del todo necesaria entre D050tr'05j y cerno" ella
exige que los tribunales federales se organicen de un modo correspondiente. las reformas propues-
tas deien a las leyes constitucionales la detemlinaciÓtl de este punto. Sobre él, en fin, mani-
festaré que a mi juicio también se necesita extender un poco más la acci6n del Poder Federal
de la Unión, muy imperfectamente organizado en la Constitución federal; r sobre todo, elevar la
condición r asegurar la independencia de un tribunal llamado a representar en el cuerpo político
un papel tan importante como el del Supremo Poder judicial."

En el Congreso Nacional Extraordinario que, iniciado a fines de 1846, expidió el


Acta de Reformas, además de Otero figuraba don Manllel Cresceneio Rej6n como
diputado por el Distrito Federal. Relata Carlos A. Erhánov. Trlljillo'" que presentó
el ilustre yucateco, el 29 de noviembre de 1846, un documento dirigido a la Nación
"con el nombre 'de Programa de la mayorla de los diputados del Distrito Federal", en
el que, además de proclamar el sistema federal como el único conveniente a México,
propuso la implantación del juicio de amparo, aunque "no con la amplitud con que lo
hizo adoptar en Yucatán, sino restringido a la sola protección de las garantías Indivi-
duales" ,'lM sugiriendo que fuesen los jueces de primera instancia a los que incumbiese
el conocimiento de dicho juicio y a sus superiores jerárquicos cuando los actos impug-
nados proviniesen de tales jueces.

A pesar de que Rejón formó parte del citado Congreso, no aparece signando el Aeta de
Reformas que éste expidió el 18 de mayo de 1847. Su mencionado biógrafo y jwto panegirista,
E~hánof/~ Tru¡iUo, explica la ausencia de don Crescencio por un incidente, que resultó ser ca-
lumnioso, a través del cual se le lanzó la imputación de haber estado en connivencia con un señor
Benton, comisionado por el gobierno de los Estados Unidos, para entablar negociaciones que se
consideraron ruinosas para México a propósito de la guerra empeñada entre ambos países; De
tal imputación Rejón quedó reivindicado; mas a. pesar de ello, optó por no volver al Congreso,
pretextando enfermedad. "Si don Crescencio hubiera estado presente en las discusiones {del
"voto" de don Mariano Otero al que acabamos de hacer referencia), concluye Echánove, segura.
mente hubiese evitado que, por una falta de penetración de Otero, se hubiera excluido al poder
judicial de entre las autoridades capaces de infringir la Constitución y establecido, frente por
frente del nuevo procedimiento indirecto y puramente jurisdiccional, el directo y peligroso de
oposición de poderes" (el político a que antes se aludi6).1.ell

XII. CoNSTITUCIÓN . FEDERAL DE 1857

La Comtituci6n d. 1857, emanada del Plan de AYlltla, que fue la bandera política
del partido liberal en las Guerras de Reforma, implanta el liberalismo e individua-
lismo puros, como regímenes de relaciones entre el Estado y el individuo. Puede afir-
marse, pues, que dicha Constitución fue el reflejo auténtico de las doctrinas imperantes
en la época de su promulgación, principalmente en Francia, para las que el individuo

163 "La vida pasional fI inquieJa de Cresrencio Rei,,6tr", Págs. 409 Y 410.
1(J~ Op. cit., pág. 411.
iee Idem, pág. 420.
124 '. .. EL '-JUICIO' DE . AM-PARO

. y SUS derechos' eran el primordial, si no el único, objeto. de las instituciones sociales,


qúe siempre debían respetarlos como elementos superestatales. " . .
. Más que regímenes de gobierno propiamente, dichos;" más. que sistemas de organi-
zación política y jurídica, el individualismo y el liberalismo implican las posturas que
el Estado, como entidad superior, puede adoptar frente a sus miembros en-Ias cons-
tantes relaciones entre ambos.' Dichos. regímenes 'traducen, pues, como todos 'Ios demás
que· l son' adversos o diversos (socialismo,'intervencionismo estatal, 'etc.) , ~ la esfera de'
actividad, de competencia del Estado en 'sus relaciones' con los gobernados; demar-
cando la injerencia de sus órganos en el ámbito de, conducta de aquéllos.
Si bien en, un orden' jurídico estatal determinado, el individualismo y el liberalismo
coexisten. complementándose el uno al otro, ámbos presentan. no obstante, marcadas
'-diferenciasen su concepción política y' fiíosófiéa.En efecto, puede decirse que el indi-
vidualismo constituye un contenido posible de los fines del Estado, o sea, que éste
opta por la realización de un objetivo; que-estriba ,precisamente en la protección y
conservación de la personalidad individual, en
aras' de la: cual precisada sacrificar cual-
quier.otro interés, naturalmente. Con las consiguientes salvedades. Por el contrario, el
liberalismo implica la actitud que.el Estado adopta o asume por conducto de sus órganos
a
frente la actividad particular, en el sentido de garantizar a ésta un amplio desarrollo
mientras no provoque el desorden dentro del medio sorial. Por eso es por.Io que 'el
régimen .liberal puro, tal como surgió de los. postulados fundamentales de la Revolución
Francesa, conceptúa al Estado, o para hablar 'con más propiedad, al gobierna del Estado,
como un mero vigilante de las relaciones entre los particulares, en las cuajes solamente
tiene intervención ruando pued.an pro~ocar manifiestos desórdenes en la vida social.

Pues bien, ambas posturas estatales, individualista-y liberal, derivan claramente del articu.
. lado de la Declaración de los Derechos del' Hombre de 1789 y se encuentran plasmados en
nuestra Constitución Federal de .18~7, euyo artículo primero dice a la letra: "EI pueblo mexi-
cano reconoce que Jos derechos del hombre son la base y el ob;efode las instituciones sociales.
En consecuencia, declara que todas "les leyes y todas Ias autoridades del pa1s deben respetar y
: sostener las garantías-que otorga 'la presente Constitución." Efectivamente, de la simple lectura
del precepto que acabamos de transcribir se desprende que el Código Político de 18~7 consideró,
fiel a la tesis individualista, que los derechos del hombre no sólo son el objeto de las instituciones
jurídicas, sino su base mis-ma...Los autores de dicha Constitución, además, implícitamente se
declararon partidarios del jusnaturalísmo en materia de derechos del hombre, tal como puede
colegirse de la exposición de motivos respectiva, que en su parte conducente. dice: ','Persuadido
el Congreso de que la sociedad para ser justa, "sin 10 que no puede ser duradera, debe respetar
los derechos concedidos al hombre por su Creador, convencido de que las más brillantes y
deslumbradoras teorías políticas SOn torpe engaño, amarga irrisión, cuando no se aseguran.
aquellos derechos, cuando no se goza de libertad civil, ha definido clara y precisamente las
garantías individuales, poniéndolas a cubierto de todo ataque arbitrario. El aeta de derechos
que va al frente de la Constitución, es un homenaje tributado en vuestro nombre; por vuestros
legisladores a los derechos imprescriptibles de la humanidad. Os quedan, pues, libres, expeditas,
todas las facultades3}J.Ie del Supremo recibisteis para el desarrollo de vuestra inteligencia, para
el logro de, vuestro bienestar:' ' - .

Pero, además, la 'Constitución de 185i no sólo adopta 'una posición francamente


individualista en los términos ya apuntados, sino que implanta también el liberalismo
como régimen de relaciones entre el Estado y los gobernados..
ANTECEDENTES HISTÓRICOS MEXICANOS DEL JUJCIO DE AMPARO

~ En"efecto. de la segunda parte del artículo primero se desprende que toda 'autoridad debe
respetar y sostener las garantías individuales y en" la exposición de motivos "relativa se expresa:
"El Congreso estimó como base de toda prosperidad, de todo" engrandecimiento. la unidad na-
cional, y por tanto, se ha empeñado en que las instituciones sean un vinculo de fraternidad,
fin medio seguro de lJeglW a establefer armonías, y ha profundo tzl,¡ar (llanto producir pudiera
(hoques y resistencias, colisiones y (oflf/i(/OF'" lo cual viene a indicar, sin .dejer lugar ti. dudas,
que al Estado se reputó romo un mero vigilante de", las relaciones entre' particulares, cuya
injerencia surge"cuando el desenfrenado desarrollo de la- libertad individual acarrea disturbios
en la convivencia social.

Hemos hecho las anteriores digresiones alrededor del 'artículo primero de la Cons-
titución de 57, para comparar a este precepto con el relativo de nuestra Constitución
vigente y poder así constatar la diferente ideología politica que en materia de garan-
tías individuales se contiene en ambos ordenamientos fundamentales.
Pasando ahora a los derechos individuales públicos específicos contenidos en la
Constitución de 57, cuyo estudio o análisis extralimitaría el tema que desde un principio
hemos seleccionado, y que abordamos en nuestro libro intitulado "Las Garantías Indi-
viduales", diremos que encierra los mismos que la Constitución. vigente, dentro de los
cuales destacan por su singular importancia los contenidos en sus artículos 14 y 16 a
los cuales nos referiremos menos someramente al tratar el control de legalidad. •
Contrariamente a lo que acontecía con otros ordenamientos jurídicos mexicanos y
extranjeros, que consagraban los derechos del hombre en forma meramente declara-
tiva, sin brindar un medio para su protección, la Constitución de 57 inJtitl'Ye el juicio
de amparo, reglamentado por las distintas. leyes orgánicas que bajo su vigencia se
fueron expidiendo, tal como genérica y básicamente subsiste en nuestra Constitución
vigente, cuyos artículos (de ambas Leyes Fundamentales) 101 y 103, respectivamente,
son iguales con toda exactitud.
En la Constitución de 57 desaparece el sistema de control por órgano político que
estableció el Acta de Reformas de 1847, documento que, según hemos afirmado, lo
combinó con el sistema jurisdiccional. En el proyecto respectivo, la Comisión del Con-
greso Constituyente de 1856-57 que lo elaboró y de la que formó parte don Ponciano
Arriaga, _enfoca una justificada y severa crítica contra el régimen político de tutela
constitucional implantado en la citada Acta, pugnando, en cambio, porque fuese la
autoridad judicial la que proveyese a la protección de la Ley Fundamental en los casos
concretos en que se denunciase por- cualquier particular alguna violación a sus manda-
mientos y mediante la instauración de un verdadero juicio, en que los fallos no tu-
.,vieran efectos declarativos generales. Por revestir singular interés el pensamiento de la
Comisión Redactora del Proyecto de Constitución de 57 sobre la manera como debía
operar la preservación constitucional, no podemos resistimos a transcribir :la parte
conducente de. la exposición de motivos correspondiente.

"Era nuestro sistema poner en' público y serió combate la potestad soberana de la Federa-
ción con la soberanía de un Estado, O a la inversa: abrir una lucha solemne para declarar la
pendencia. por el ejercido de otro poder también soberano," que gira y se mueve en órbita dife-
rente: confundir así los atributos de los poderes federales con los de los Estados, haciendo a
éstos agentes de la Federación unas veces. y otras convirtiendo a los de la Federación en tutores
o en agentes de los Estados. La ley de un Estado, cuando ataca la constitución o leyes gene-
rales, se declaraba nula por el Congreso; y la ley de éste, reclamada como anticonstitucional, se
sometía al juicio de la mayoría de las legislaturas. En cu.a1quier caso era una declaración de
126 EL JUICIO DE AMPARO

guerra de potencia a potencia, y esta guerra venía con todas sus resultas. con sus más funestas
consecuencias'. Los gobernadores tenían obligación de promulgar y ejecutar las leyes del Con.
greso federal. como si fuesen empleados de esta administración, y el poder de la Unión bada
sucumbir al del Estado: en uno y otro extremo quedaba siempre desairada y envilecida. una
de las dos autoridades. sancionada la discordia y hasta decretada inevitablemente la guerra
civil. No es éste el sistema federal, pues si éste fuera. sería necesario proscribido y execrado.
Si nos fuera posible resumir en, breves y concisas palabras toda la teoría, todo el mecanismo
del sistema federal, lo haríamos en esa sencilla fórmula: "para todo lo concerniente al 'poder
de la Federación desaparecen, deben desaparecer los Estados; para todo lo que pertenece a
éstos, desaparece. debe desaparecer el poder de la Federacién; . ," Pero nacen dudas, se
suscitan controversias: ¿quién califica? ¿Quién las decide? Repiten los que quieren el soña-
do equilibrio de un poder conservador. las dudas Y controversias entre la Federación y los
Estados, y entre ésta y aquéllos, se resuelven y califican, naturalmente. por los mismos medios
legales de que usan los individuos cuando litigan sus derechos. No invocan su exclusiva
autoridad. ni cada uno delibera como parte y como árbitro, ni se retan y se tiran guantes.
ni apelan a las armas: van ante un tribunal, y ahí, en un juicio 'con todas sus formas, se
decide la contienda, con la diferencia' de que. en el litigio de un individuo con otro, la sen-
tenda es directa. universal. positiva, comprende todo el círculo de 10:5 derechos discutidos.
mienlras que en la contienda contra un soberano, la sen/entia es indiretlll, particflLu, nega·
/iva, no iutu detLutUiones generales, ampara, declara libres a los parlkuJaus quejosos tk Id
obJigtUi6n de cumplir la ley o el eao de qlle se quejan: pero d~a imana, ton todo\ru vigor
y prenigio, no aldea de frente, a la tUltoridad de qlle eman6 la ley o el acto qlJe dio
motivo al iuicio." 16&

Fiel a dicho orden de ideas, el proyecto de Constitución de 57, en su articulo 102,


estableció el sistema de protección constitucional por vla y por órgano jurisdiccional
considerando competentes para conocer de los casos por infracción a la Ley Funda-
mental, tanto a los tribunales federales corno a los de los Estados, ¡'previa la garantía
de un jurado compuesto de vecinos del distrito respectivo", cuyo jurado calificarla el
hecho (acto vio1atorio) de la manera que dispusiese la ley orgánica.
El citado artículo 102 fue vehementemente impugnado por el constituyente 1gt14cio
Ramírez, para quien ningún sistema de tutela constitucional frente a las leyes secunda-
rias era adecuado ni eficaz, llegando a la conclusión de que los únicos remedios para
que se respetara la Constitución, serían el repudio de la opinión pública a los actos
legislativos que la infringiesen y su derogación por parte del poder encargado de ela-
borarlos. Creía Ramírez que si un juez declaraba inconstitucional una ley, invadía la
esfera de competencia de los órganos legislativos, sobreponiéndose a éstos a través
de la derogación que dicha declaración entrañaba. Afortunadamente, el pensamiento
del Nigromante no sólo no tuvo eco en los debates desencadenados en el seno del
Congreso Constituyente de 56-57, sino que fue severa y justificadamente objetado
por otros diputados, entre los que descollaron MaJa y Arriaga, quienes defendieron la
idea de implantar en la Ley Fundamental el sistema de control por órgano y por vla
jurisdiccional contra las leyes secundarias que la violasen, sistema que con el tiempo
se llegó a conocer con el nombre de luido de Amparo.'"

El artlcuIo 102 original del proyecto constitucional, después de discutido, se dividió


definitivamente en tres preceptos, los que, a SU vez, se refundieron en dos que bu-
bieren llegado a ser los articulos 103 y 104 de la Constitución Federal de 1857. Con-

1.66 Isidro Montiel y Duarte.-Deret'ho Públko Mexit'IIRD.-T. IV, pág. 72.


101 or. "it., págs. 840. 841) 842, 843, 844 Y siguientes.
ANTECEDENTES HISTÓRICOS MEXICANOS DEL JUIOO DE AMI' ARO 127

forme a $U. texto se conservé la Intervención del. jurado. popular para calificar el hecho
infractor de la Ley Fundamental. SiJ1 embargo, al expedirse ésta se suprimió dicbo
¡",aJo, para atribuir la competencia exclusiva de conocer de todas las controversias
que se suscitaren por leyes O actos de cualquier autoridad que violaran las garantías
individuales o que vulnerasen el régimen federal, a los tribunales de la Federacián
(art. 101), eliminándose así la injerencia en dicha materia de los tribunales de los
Estados y consignándose en el artículo 102 los principios cardinales que informan
al, sistema de protección constitucional por órgano y por vía jurisdiccionales, como
ion los de iniciativa de la parte agraviada, la substanciación judicial del procedi-
miento y la relatividad de los fallos correspondientes.

No debemos dejar inadvertido Un curioso e importante incidente, que suele calificarse


como "fraude parlamentario", y que se atribuyó al diputado constituyente don León Guzmán.
Ese incidente, al que brevemente nos vamos' a referir, tuvo la enorme trascendencia de salvar
al juicio de amparo, consolidándolo dentro de la vida jurídica de México y evitando su
estruendoso fracaso. .
. Hemos dicho que el Congreso, al aprobat el artículo 102 del Proyecto constitucional.
dio intervención a "un jurado compuesto de vecinos del distrito en que se promueva el
juicio" (el amparo), para "calificar el hecho (acto reclamado) de la manera que disponga
la ley orgánica", antes de que los tribunales de la Federación. resolvieran la controversia
que se suscitare "por leyes o actos de cualquier autoridad que violaren las garantías Indivi-
duales, por leyes o actos de la autoridad federal que vulneren o restrinjan la soberania de los
Estados, y por leyes o actos de la autoridad de éstos que invadan la autoridad federal"
(arts. loo, 101 Y 102 del Proyecto).
En los debates en tomo al citado artículo 102 tomaron parte Ocampo, Lazo, Estrada,
Jaques, Arriaga y Guzmán. sin que ninguno de ellos objetara la injerencia de un jurado en la
substanciación del juicio de amparo, toda vez que la discusión que sostuvieron versó únicamente
sobre la índole de dicho cuerpo, habiéndose aprobado tal precepto por 56 votos contra 14.16 8
Ahora bien, concluidas las jornadas parlamentarias" el Congreso constituyente nombró
una comisión de estilo integrada por los diputados Me/~ho, Ocampo, Joaquín Ruiz y LeÓlI
Guzmán, habiendo sido este último el 'Único que cumplió su cometido, ya que los dos prime-
ros renunciaron al cargo que les fue conferido. La "minuta" elaborada por Guzmán, que ya
contenía la versión definitiva de la Constitución de 57, suprimió el jurado como órgano
-que, de acuerdo con los designios de la asamblea, debía intervenir en el juicio de amparo,
otorgando la competencia respectiva s610 a los tribunales de la Federación.
La alteración del texto del artículo 102 del Proyecto constitucional en cuanto a la supre-
si6n del jurado popular para injerirse en los juicios de amparo se planteó en el aiio de 1868,
cuando el diputado don JOJé Maria MaJa, que había sido constituyente en 56-57, propuso el
nombramiento de una comisi6n especial "que se encargara de hacer el estado. comparativo
del texto de la Constitución, según las aetas del Congreso constituyente, y el texto de la
minuta aprobada por él". Se argumentaba, por otra parte, que la Ley de Amparo vigente
a la sazón (de 1861) era "nula según el texto de la Constitución", en virtud de que el
lO • • •

Congreso constituyente quiso y orden6 que en estos juicios (los de amparo) se procediera con
la garantIa de un jurado compuesto de vecinos del distrito a que corresponda Ia parte aetora,
el cual calificaría el hecho", agrei,indose que ..... esta conquista del Congreso constituyente,
este gran principio de la Constituci6n, 10 eché- por tierra el encargado de la minuta (León
Guzmán), que suprimió el artículo 102 del proyecto, cuya discusión se verificó en los días
28, 29 Y 'O de octubre de 1856, declarándose en este suficientemente discutido por 70 votos
contra 13, y aprobado en votación nominal por 56 contra 27", concluyéndose que "El punto
es gravísimo, pues habiendo necesidad de reformar la ley orgánica sobre juicios de amparo,

1118 Isidro Montiel y Duarte.-Dt'1'erho Ptí.blÍ(o Mexi(ano.-Tomo ¡V.-Págs. 846 a 849.


128 ".A." -' EL 'JUIOO DE AMPARO

('1 ésta (es decir;' 13 que sustituyó a Ja de \1861 y_ se 'expiwó en enero <k: 1869). ten.drá':que
basarse en el a.rt1culo·supruwdo,.y DO ~ .el 101 de la Constitución" (SiC).169 ,
La importante revista juríc;lica "El Derecho", en el número correspondiente _al.!? de oc-
.tubre de- 1868. se oCupó -de "tan trascendental cuestión, espccíecdo lo 'siguiente: "Parece que
- la Constitución de' 18:;7 no está: del todo conforme con laS diversas resoluciones acordadas
por' el Congreso constituyente al discutirle. En días. pasados se promovió en el' Congreso;' a
, moción del Sr. diputado Mata, que' se nombrase una comisión especial que -ccmparara el texto
con "aquellos acuerdos. Después se dijo que en !"J artículo 29 que habla de .la. suspensión de
garantías se suprimió 'la palabra inaiv!duaJeJ.. UJt~mainen~e El Globo .del día s del corri;;ore:
fundéndcse en .Ias . actas ofidales. de "las sesiones "de ~ asa.mblea_~ 18'6: asegura" .que fue
sup~ido un artí.culo íntegro, el que e5t.1!-hJeda. el' jurad.o para ~~ jui90s· de amparo: Es~
supresión parece indudable, porque tanto en las actas 'citadas oficiales, como 'en la historia
de ese Congreso escrita por el Sr. Zarco, consta. la aprobación del artículo omitido.
"En nuestra opinión,. sean cuales fueren las resolcdcaes de aquel Congreso, que aparea-
can. suprimidas en eljexto publicado, tal omisi~n .no puede importar la nulidad de ninguna
ley posterior, COmo .pretende el autor del artículo de El Globo. Si la comisión encargada de
formar la minuta de la Constitución de 8n hizo modificaciones u omisiones; si los secre-
tarios aseguraron al darse lectura a esa minuta que estaba conforme con los acuerdos; y si el
Congreso la aprop6. más. bien que suscitar aquella duda que puede ser origen de 'estériles
y peligrosas disputas, pudiera decirse que el Congreso mismo habla consentido con aquellos
actos, en las modificaciones o supresiones que se han notado., '
"Por otra. parte, los .acuerdos omitidos no pueden tener fueraa alguna obligatoria. 'Pofque
.las leyes únicamente la tienen por la promlllg4fión: y México sólo ha tenido y tendrá. por
texto oficial de.Ia Constitución de 57, al que fue publicado por .el gobierno con la firma de
los diputados de la nación. Si hubo o no falta en haber hecho ~as omisiones ó reformas.
ya es otra cuestión muy diversa; pero no hay raz6n fundada para querer que' formen parte
de la ley ccnstirucional, ni mucho menos para suponer la nulidad de actos posteriores que
tienen su origen en el texto oficial, que únicamente tiene el carácter de ley por haber sido
debidamente promulgado. .
.. ¿ Puede el actual Congreso, que no es constituyente, declarar que esos acuerdos son
parte de la Constituciénf ¿No -importarla esto una verdadera adici6n? ¿Quién podrá asegu•
. rar que la asamblea de 856 al aprobar la" 'minuta no consinti6 en las omisiones citadas, revc-
cando de este modo sus anteriores acuerdos?" 110

La alteración substancial que sufrió el artículo 102 del Proyecto mediante la su-
presión mencionada, a pesar. de que este precepto había sido aprobado en sus términos
originales por el Congreso, no dejó de achacarse exclusiva y personalmente a don
León Guzmán, habiéndosele imputado el grave cargo de modificar la voluntad deñ-
nida del Constituyente.:

Don León Guzmán. al contestar la imputación que en este sentido le lanzó el periódico
"La Libertad" en el año de 1879,. explicó pormenorizadamentc el proceso que se observó den-
tro. del mismo Congreso para examinar la minuta de Constitución por él elaborada, haciendo
notar que las alteraciones que introdujo al mencionado artículo 102, tal como fue aprobado
por la asamblea, fueron sancionadas por ésta en la sesión sotemoe . que se celebré el mismo
día en que se. juró la Constituci6n, es decir, el 5 de febrero de, 1857.
En desagravio de .tan destacado diputado constituyente, séanos permitido transcribir la
versión que él mismo dio acerca de la manera como se consintieron expresamente por el Con.
greso las modificaciones que aquél hizo al mencionado precepto: "La. sesi6n del día 5. dice.
ha sido extraordinariamente solemne y. ha comenzado por el a~~ importantísimo que vemos

169 Datos y transcripciones tomados del periódico "El Globo"· ( número correspondiente al 8
de octubre de 1868). citados en la obra "EJ Juicio de Amparo y el Po.k-¡NJieial de la Feder«iónJl•
RecopilaCIón elaborada por don Manuel Yáliez Ruiz (196'), Tomo. 11; Libro 1, Págs. 176 y 181.
110 "El Derecho", Tomo l. Págs. 121 y 122;. ." ,
ANTECEDENTES HISTÓRICOS MEXICANOS DEL ]mCIO DE "AMP_ARO 129

a describir. El señor Mata se colocó en una tribuna, teniendo en la mano el que ahora es
autógrafo de la Constitución; un Secretario colocado en la otra tribuna, tenía los artículos
originales; dos secretarios colocados en la mesa, tenían la minuta aprobada. Abriendo todos
sus respectivos documentos, el señor Mata leía en voz alta y los secretarios comparaban el
texto del autógrafo con el de los originales y el de la minuta. Después de esta operación
minuciosa, la Secretaría certificó que el texto del autógrafo estaba exactamente conforme con
los artículos aprobados y con la' minuta también aprobada. Entonces se procedió a firmar el
autógrafo y después 3 jurarlo. Esto ha pasado en presencia de más de cinco mil personas."
"Séanos lícito estampar aquí una observación. Si antes de- poner a discusión la minuta o
dentro de esa discusión misma, se hubiera acusado a Le6n GU7JDán de infidelidad en el des.
empefio de su cometido. su obligación de contestar' al cargo era notoria; pero ¿puede decirse
lo mismo cuando el Congreso se dio por satisfecho de la exactitud del trabajo, y cuando asumió
la responsabilidad, con el mismo hecho de aprobar la minuta, y cuando todos los diputados
firmaron el autógrafo? ¿ De cuándo acá las comisiones consultoras son personalmente. res-
ponsables de los acuerdos del Congreso? Por más que Seamos apasionados, tenemos la obliga-
cién de ser justos; y para ser esto último, tenemos necesidad de confesar que aun en el caso
de que León Guzmán, al extender la minuta, hubiera alterado algunos O muchos artículos de
la Constitución, su responsabilidad personal ha cesado, desde el momento en que el Con.
greso aprobó la minuta. A partir desde ese momento, León Guzmán no reporta más que la
parte que le corresponda en la responsabilidad colectiva.",111

Lo cierto es que León Guzmán, con o sin la conformidad del Constituyente, al


haber suprimido del texto definitivo del artículo 102 la injerencia de un jurado en el
conocimiento del amparo, aseguró la supervivencia de esta institución en la vida jurl-
dica de México, pues de haberse' conservado a dicho cuerpo, independientemente de
su composición, dentro de su .mecanismc procesal, se habría cometido una grave abe.
rración que con el tiempo pudo originar el fracaso del citado juicio. No es admisible,
en efecto, que cuestiones ne~amente jurídicas, como las que se relacionan COn la inoons-
titucionalidad de una ley.ó de un acto de autoridad, sean susceptibles de estudiarse
y decidirse por un jurado, integrado por personas desconocedoras del Derecho y que
en la mayoría de las veces canalizan sus decisiones por cauces de un subjetivismo senti-
mental o emocional. Sólo la euforia exageradamente admirativa por el jurado popular
que se apoderó de la mente colectiva del Congreso, puede explicar, pero nunca justi-
ficar, su intromisión en un campo, como el jurídico-constitudonal, que le está por
esencia vedado. Jamás han sido los sentimientos de un pueblo los medios adecuados
para resolver puntos de derecho. Posiblemente esta idea impelió a León Guzmán a
alterar un precepto que, de haber, permanecido sin la substancial modificación que
introdujo a su texto original aprobado, habría significado la tumba prefabricada
de nuestro juicio de amparo.
'" Según hemos dicho, el artículo 101 de la Constitución de 57 corresponde exacta-
mente al artículo 103 de nuestra Constitución vigente. Por consiguiente, siendo el
tema integra! del presente libro el estudio de nuestra institución de amparo en todos
sus'aspectos, y siendo ésta genérica y fundamentalmente igual en ambas Constituciones,
concluiremos este capítulo abordando a continuación el estudio de la Ley Suprema
actual en 10 tocante a los puntos que hemos tratado, para establecer una compara-
ción, respecto de ellos, entre los dos ordenamientos constitucionales.

la Publicación inserta en el periódico "La Verdad DeJnudd'. correspondiente al , de abril


de 1879.

9'
130 EL JUlOO DE AMPARO

XIII. CONSnTUQÓN FEDERAL DE 1917

La Constitución vigente se aparta ya de la doctrina individualista, pues, a dife-


rencia de la de 57, no considera a los derechos del hombre como la base y objeto de
las instituciones sociales, sino que los reputa como un conjunto de garantías indivi-
duales que el Estado concede u otorga a los habitantes de su territorio.

El individualismo, plasmado en ordenamiento constitucional próximo anterior, establece


que los derechos del hombre, inherentes e inseparables de su personalidad, son supreestareles,
es decir, que están por encima de todo orden creado por el Estado, el que, por ende. debe
siempre respetarlos y convertirlos en el objeto y fin de sus instituciones. Contrariamente a la
tesis individualista, nuestra Constitución de 1917 ya no hace figurar a los derechos del hombre
como el exclusivo contenido de los fines estatales, sino que, considerando que el pueblo cons-
tituido políticamente en Estado, es el único depositario del poder soberano, ha expresado en su
artículo primero, que las garantías individuales son instituidas o creadas mediante el otorga-
miento respectivo hecho por el orden jurídico constitucional. Dice textualmente el mencionado
precepto: "En los Estados Unidos Mexicanos todo individuo gozará de las garantías que
otorga esta Constituci6n, las cuales no podrán restringirse ni suspenderse sino en los casos
y con las condiciones que ella misma establece." Por consiguiente. nuestra Constituci6n de 17
resuelve la manifiesta contradicc;ioo 'que te6ricamente surge entre la concepción superesta-
tal e irreductible de Ios derechos del hombre y la soberanía. como poder máximo. sobre el
cual nada existe humanamente.

Lejos de sustentar nuestra actual Ley Fundamental la tesis individualista, se in-


clína más bien hacia la teoría rousseauniana, que asevera que las garantías de que
pueden gozar los individuos frente al poder público son otorgadas a éstos por la propia
sociedad, única titular, de la soberanía, en virtud de la renuncia que, al formarla,
hacen sus miembros acerca de sus prerrogativas, las cuales son posteriormente resti-
tuídas al sujeto, pero no como una necesidad derivada de una imprescindible obliga-
toriedad, sino como una gracia o concesión. La voluntad de la nación es, pues, 'para
Rousseau, el elemento supremo en que consiste la soberanía, sobre la cual ningún
poder existe y a la cual todos deben sumisión.

Los constituyentes de 17 no dan razón alguna, expresamente. que los haya inducido a cam-
biar radicalmente no s610 el texto, sino el espíritu mismo de la Constitución de 57 en 10
tocante a las garantías individuales. Nosotros. sin embargo, creemos que existe una cazón de
lógica fundamental, que seguramente tuvieron en cuenta los autores de nuestro actual ordena-
miento constitucional, a saber, la consistente en que, al introducirse garantías de carácter so-
cial, al no ser ya el individuo el objeto de protección preferente de las instituciones sociales...
al darle al Estado mayor intervención en la vida social, la declaración individualista resultaba
incongruente con, el contenido del articulado constitucional. Al transformar, pues, los ccesrt-
reyentes de 1916-17 la actividad del Estado, atribuyéndole mayor radio de acción, forzosamente
tuvieron que adoptar otro principio general respecto a las garantías individuales. que son,
como repetimos. producto de una concesión por parte del orden jurídico constitucional, y
no elementos intangjbles, como las reputaba la Constitución de 1857. 11 2

A diferencia de ésta, que únicamente consagraba garantlas individuales, la .c0ns-


tituciÓ!! vig¡:nte, ade¡;nás,-'º!lligna las llamadas gard11JfIU sociales, o sS!. un conjunto
de ~ derechos otorgados a determinadas clases sociales, !lue tienden a mejorar y cooso-
112 Sobre esta cuestión. véase nuestra obra "Lar Garantía! IndividuaJeJ". Capítulo Segundo.

ANTECEDENTES HiSTÓRICOS MEXICANOS DEL JUI00 DE AMPARO

!idar SU situación econ6mic;l, conten~,_E!i.nfipalmente,3n.los,_artícn1os 12L~27


'OnsfifUcíonaIes, los cuales, podría decirse, cristalizan las aspiraciones revolucionarias
fundamentales, consistentes en resolver, en beneficio de las masas desvalidas, los pro-
blemas obrero y agrario. ,
Por otra parte, y sobre todo en materia de propiedad privada, parece ser que
nuestra actual Ley Suprema, junto a los derechos fundamentales de! gobernado o
garantías individuales, adopta e! coocepto correlativo, o sea, e! de obligiUiones indivi-
duales públicas, que tiene la implicación opuesta a la idea de "derechos públicos in-
dividuales". La obligación pública individual, desconocida en la Constituci6n de 57, con
exclusión de las fiscales y militares, es aquella que el Estado impone al individuo, al
sujeto, constriñéndolo a obrar o a hacer uso de sus bienes en beneficio de la sociedad.
Ea este sentido, podemos decir que la obligaci6n pública individual es el reverso del
derecho correlativo, en términos abstractos, y que si el Estado, por medio de orden
constitucional, ha concedido en favor del individuo determinadas garantías, ruyo ejer-
cicio y respeto son indispensables para el desenvolvimiento de la personalidad hu-
mana, también le ha impuesto e! deber, en algunos casos, de utilizar esas garantías
en beoeficio de la colectividad a que pertenece. '

~ idea de obligación pública 'individual, concebida por Duguit, se ha plasmado, en efecto.


, La
en el artículo 27 constitucional, que considera a la propiedad privada, a la vez que como un
derecho público individual para su titular, como una funrión social, con el correspondiente
deber de utilizarla y emplearla para el bien general.

Pues bien, es en la conservaci6n y efectividad de las garantías sociales a que hace


poco nos 'referíamos, y que respecto de cada sujeto se traducen en sendas garantías
particularizadas, por razones obvias, donde se puede palpar con mayor evidencia el
régimen de intervencionismo de Esldáo que establece nuestra Constituci6n vigente,
al menos en los aspectos que vamos a indicar. Se ha estimado a dichas garantías so-
ciales 'como un conjunto de derechos inalienables e irrenunciables en favor de las clases
sociales económicamente débiles frente a las poderosas.

Así, verbigracia, el artículo 123 constitucional instituye las bases mínimas generales. con-
forme a las cuales se debe formar la relación de trabajo y determinar sus consecuencias juri-
dices, bases que no pueden ser materia de modificación desfavorable para el trabajador.
Pues bien. para hacer efectivas en la realidad esas bases constitucionales. Interviene pficiosa-
mente el Estado en beneficio de la clase débil. con el fin de hacerlas respetar en la relación
jurídica entre trabajador y patrón, sancionando los casos que las contravengan con la nulidad
o bien con medidas más severas, según el caso.
En la solución de.! problema agrario también se manifiesta con claridad la intervención
que al Estado da la Constitución en las relaciones sociales. Asi, por ejemplo, el texto del
artículo 27 constitucional que se refiere a las dotaciones y restituciones de tierras yaguas,
particularmente, erige al Estado, por conducto de sus órganos autoritarios respectivos, en
verdadero agente no s6lo en los procedimientos correspondientes, sino en la organización y
formación del nuevo régimen de propiedad agraria. hip6tesis en las que la oficiosidad
de la actuación del poder público es manifiesta. hasta tal punto de oponerse a la voluntad de
los mismos beneficiados como acaece en un sinnúmero de casos prácticos, que sería prolijo
mencionar.

Bastan, pues, las ligeras y breves digresiones que acabamos de hacer, para demos-
trar que en el régimen jurídico instituido por la Constituci6n de 17, opera con noto-
132 EL JUICIO DE AMPMO

riedad el-sistema de intervencionismo de Estado, alternando con otros regímenes, como


son el IiberaJ-ináiviáuaJista en cuanto a varias de las garantías individuales, y el nado-
nalista por lo que respecta al articulo tercero constitucional. Se ha criticado acremente
a nuestra actual Ley Fundamental, porque se asemeja, según sus impugnadores, a un
mosaico híbrido de tendencias contrarias y, en ciertas hipótesis, contradictorias. .Nos-
otros no estarnos de acuerdo con esa crítica que se ha enfocado en contra de nuestra
Constitución vigente, pues un ordenamiento básico que regula y controla la vida misma
de un Estado, de aspectos tan múltiples y diversos, debe de atender a la realidad
íntegramente y normar diferentemente sus distintos sectores, aun cuando en esa nor-
mación global se impliquen principios pertenecientes a regímenes sociales y políticos
contrarios, como sucede en nuestro caso concreto.
Los fracasos que en la realidad han experimentado los ordenamientos legales se
han debido primordialmente al deseo de querer aplicar un solo principio político-
social a un ambiente compuesto de factores y circunstancias tan disímiles unos de otros,
que reclaman diversa consideración jurídica. ¿Qué sucedería, en efecto, si se implan-
tara en nuestro medio únicamente el socialismo, o el liberalismo puro cabalmente? La
respuesta no se haría esperar: o se mataría definitivamente la in,iciativa privada, que es
la base del progreso de un pueblo, o se degeneraría en la explotación más inicua de la
parte débil, como sucedi6 en diversos países a raíz de la Revoluci6n francesa.
En síntesis, mientras. que la Constitución de 1857 reputa a los derechos del hom-
bre corno elementos superestatales, la Constituci6n vigente los considera como fruto
de una concesión por parle del orden jurídico del Estado. Además, en ambos orde-
namientos constitucionales el Estado adopta distinta postura frente a los gobernados,
ya que en la Constitución de 57 son los principios liberales los que regulan las rela-
ciones respectivas, y en la vigente los postulados pertenecientes a diversas tendencias
político-jurídicas y sociales.
Si la forma de concepción de las garantías individuales varía en ambas Leyes Fun-
damentales, así como la situación de relaciones entre el Estado y sus miembros, no acon-
tece lo mismo en lo tocante al medio de control o protección de los derechos del
hombre principalmente, pues su procedencia general es exactamente igual en ambos
regímenes constitucionales con la sola diferencia de que, mientras la Constitución de 57
es muy sucinta por 10 que se refiere a la norrnación del juicio de amparo, la vigente,
en su artículo 107, es mucho más explícita y contiene, como lo veremos oportuna-
mente, una completa regulación de su ejercicio, detallado por la Ley Reglamentaria
correspondiente.

XIV. LA CREACIÓN DEL AMPARO

Por la exposición de antecedentes de nuestro juicio de amparo que hemos hecho


en los apartados que preceden, nos sentimos en condiciones de tratar de elucidar una
importante cuestión concerniente a la determinación de la paternidad de dicha insti-
tución jurídica mexicana. En otras palabras, no quisiéramos pasar inadvertida la polé-
mica, que en varias ocasiones ha asumido matices apasionados, suscitada entre quienes
consideran como autor del juicio de garantías a don Manuel Crescencio Rei~n, y quie-
nes reputan a don Mariano Otero como su verdadero creador. Las consideraciones que
ANTECEDENTES HiSTÓRICOS MEXICANOS DEL JUICIO DE AMPARO

a continuación formularemos, tendientes' al esclarecimiento de tal cuestión, están


exentas de todo partidarismo, en cuyo desarrollo hemos procurado sustentar un cri-
terio absolutamente imparcial, abrigando sólo el afán de constatar, .sin apasionamiento
alguno, la paternidad real y efectiva de nuestro glorioso juicio de amparo.
Cuando la investigación histórica se enfoca hacia un tópico de derecho con el ob-
jeto de descubrir en el decurso de los tiempos un antecedente de alguna institución
jurídica de estructura formal legislativa, existe la tendencia generalizada de imputar
la creación,Epética- y normativa de ésta a una sola personalidad. Tal predisposición a
individualizar la causación institucional se agudiza en la indagación de los precedentes
legislativos de nuestro juicio de amparo, al grado de que en la actualidad se descubren
dos corrientes excluyentes que atribuyen la paternidad de dicho medio constitucional
de defensa a alguno de estos egregios juristas y políticos mexicanos: don Manuel
Crescencio Rejón y don Mariano Otero.

Las dos primeras tendencias han culminado en dos importantes obras dentro de la lite.
ratura jurídica sobre nuestro juicio constitucional y que consisten en interesantes biografías
de los mencionados hombres públicos respectivamente elaboradas por los licenciados Carlos
A. Ecbénove Truji/Jo y F. Jorge Gaxiola. En tales obras, sus autores" achacan a sus sendos
biografiados el galardón de ser cada uno, con exclusión del otro, el forjador de la institución,
y es curioso observar que a" Rejón lo denomina su panegirista el "padre del amparo", en
tanto que a Otero su biógrafo le asigna el calificativo honroso de "creador" del dicho juicio.

Parece ser que la inclinación histórico- jurídica a considerar como autor del juicio./
de amparo a don Mariano Otero prevalece sobre la contraria, es decir, sobre la que
arroja la paternidad respectiva al insigne yucateco, quien es conceptuado por don Ma·
nuel Herrera y Lasso como mero "precursor" de nuestra institución.
. .La disputa sobre la paternidad del juicio de amparo, en el sentido de estimar a·
ésta como el mero acto creador de nuestra institución, nos parece no sólo infundada,
sino absurda. En efecto) el fenómeno creativo no se resuelve en un simple hecho, sino
que se traduce en una serie de actos concatenados entre sí producidos por una especie
de sinergia eidética, o sea, en .un proceso de elaboración que comienza con' la mera
concepción de la institución de que se trate hasta su implantación definitiva y perfec-
cionada. Es más, una institución jurídica no nace, en un sistema estatal determinado,
aislada y desvinculada en forma completa de algún precedente nacional o extranjero,
esto-es, nunca surge a la vida normativa por modo íntegro y absolutamente Original,
ya que su aparición es en la mayoría de los casos la consecuencia de un proceso evo-
lutivo previo que afecta o debe afectar a todos los órdenes de derecho que tengan
un origen cultural común.
Es por ello por 10 que, salvo rarísimas excepciones, una institución jurídica" en
cuanto a su creación, es decir, desde su mera concepción, sugerida muchas veces
por la realidad y por precedentes especulativos, hasta su implantación positiva y
vigente, nunca obedece a un solo y simple acto, sino a un conjunto de hechos te1eol6-
gicamente encadenados, o sea, a un proceso de elaboración o formación, atendiendo
a lo cual no es ni lógica ni realmente posible imputar la paternidad institucional a
~na. pe~sona sol~cnte~, c?m~ er;óneamente" lo hacen, a nuestro :ntender, t~to los
partidarios del ongen rejoniano" del amparo, como los que sostienen que el autor'
de éste lo fue el ilustre jalisciense Otero.
134 EL JUICIO DE AMPARO

Nuestro JUICIO de amparo, qué en sus aspectos de procedencia y mecanismo pro-


cesal asume perfiles típicamente nacionales que le atribuyen superioridad indiscutible
sobre medios similares de defensa constitucional imperantes en otros países, no es el
froto de un solo acto ni la obra de una sola persona., No puede afirmarse que, aten-
diendo al' concepto lógico y al fenómeno real que implica el proceso de creación, Rejón
haya sido su "precursor" u Otero su "creador". Tanto el yucateco como el jalisciense
contribuyeron a crear nuestra institución, habiendo desempeñado, dentro de la forma-
ción paulatina respectiva, diversos y distintos actos, los cuales, a su vez, reconocen ante-
cedentes teóricos y prácticos nacionales y extranjeros. Pretenderemos. pues, esbozar la
participaci6n que dichos ilustres Juristas mexicanos tuvieron en la obra ingente y ex-
celsa de nuestra historia jurídica: la creación del juicio de amparo.
Inspirado en los sistemas de preservación constitucional y de tutela del gobernado
ideados e implantados .en diversos regímenes extranjeros,m y posiblemente teniendo
también en cuenta los medios de impugnación a los actos arbitrarios e injustos de las
autoridades que existían en el orden jurídico de la Colonia, don Manuel Crescencio
Rejón, al estructurar jurídicamente a su Estado natal, Yucatán, cuando éste se separó
de la República Mexicana, estableció, dentro de las facultades del poder judicial, la
consistente en "amparar en el goce de sus derechos a los que le pidan (a dicho Poder)
su protección contra las leyes y decretos de la Legislatura. que "sean contrarios a la
Constitución (local), o contra las providencias del Gobernador o Ejecutivo reunido;
cuando en' ellas se hubiese infringido el Código Fundamental o las leyes, limitándose
en ambos casos a reparar el agravio en la parte en que éstas o la Constitución hubie-
sen sido violadas" (art. H de la Constitución Yueateea de 23 de diciembre de 1840).
Por otra parte, a los jueces de primera instancia, según ya dijimos, Rejón también los
reputaba como órganos de control, en los términos que indicamos en el apartado VIII
de este mismo capítulo.
De las ideas expuestas con antelación, cuya adopción propugnó Rejón en el Pro-
y~o de la Mayoda de 1842, se desprende que su aportación a la estructuración jurídica
del amparo se reveló en los siguientes aspectos: a) procedencia de dicho juicio ante la
Corte Suprema (local) para preservar la Constitución (ídem) contra cualquier acto
que se tradujese en un agravio.Individual imputable a los poderes ejecutivo o legisla-
tivo (locales); b) procedencia del amparo ante los jueces de primera instancia contra
actos de autoridades distintas del gobernador o de la legislatura, que vulnerasen las
garantías individuales; t) consignación constitucional del principio de la' instancia de
parte en la procedencia del amparo y del de la relatividad de las sentencias respectivas.
Como se ve, ya en la concepción que don Manuel Crescencio Rejón abrigó acerca
del amparo, COncurren las fundamentales notas esenciales y distintivas de nuestra ins-
titución actual, o sea, su teleología de tutela constitucional, su conocimiento por órgano
jurisdiccional y mediante un proceso judicial propiamente dicho y la relatividad de las
sentencias correspondientes, elementos todos ellos que, en su conjunción, peculiarizao
a nuestro juicio constitucional y lo diferencian de cualquier' otro medio de preserva-
ción imperante ell regímenes extranjeros.

11'8 Es de. suponerse fundadamente que Rej6n conoció el régimen constitucional norteameri-
cano al través de la maravillosa obra de Alexis de Tocqueville, La Demorracia en Aml,ita, en la
. que su autor presenta un estudio completo del sistema normativo federal de los Estados Unidos.
ANTECEDENTES HISTÓRICOS MEXICANOS DEL jUlOO DE AMPARO

En cuanto a la adopción del término "amparo" como denotativo del objeto mismo
de las sentencias que en el juicio constitucional se pronuncian, no nos atrevemos a
sostener '1"" Rejón haya sido su novedoso y original implantador, pues dentro del
vocabulario jurídico español no era desconocida la expresión "amparar y proteger"
a alguna persona contra actos arbitrarios de alguna autoridad, según se asienta en la
narración a que aludimos con antelación, inserta en el "Diario de los Sucesos Nota-
bles" de don Antonio de Robles.'"
La intervención de don Mariano Otero eri lo que' atañe a la formación del juicio
de amparo Se cristalizó tanto en el Proyecto de la Minoría de 1842, como en el Acta de
Reformas de 1847, cuyo articulo 25 otorgaba competencia a los tribunales de la Fede- .
ración para proteger a "cualquier habitante de la República en el ejercicio y COnserva-
ción de los derechos que le conceden esta Constitución y las leyes constitucionales;
contra todo ataque de los poderes legislativo y ejecutivo, ya de la Federación, ya de los
Estados, limitándose dichos tribunales a impartir su protección en el caso particular
sobre el que verse el proceso, sin hacer ninguna declaración general respecto de la ley
o acto que la motivare". Pero, aparte de este sistema de control constitucional por
órgano jurisdiccional, Otero introdujo en el Acta de Refotmas de 1847, según ya afir-
marnos, un régimen de preservación de la Constitución en el que el Congreso Federal
fungía como entidad de tutela, al estar investido con la facultad de declarar "nula"
una ley local que pugnare con disposiciones del ordenamiento fundamental o de las
"leyes generales" (federales). Tal anomalía, consistente en combinar dentro del mismo
orden constitucional dos sistemas de protección notablemente diferentes, como lo son
el jurisdiccional y el político, posiblemente haya obedecido, por un lado, a que Otero
no se percató de la extensión tutelar completa y de la naturaleza unitaria del amparo, lo
que sí aconteció con Rejón y, por otra parte, a la influencia que sobre el preclaro jalis-
ciense ejerclan aún los regímenes políticos de preservación constitucional que imperaron
en algunos países extranjeros, como Francia, y que dieron su fruto positivo, entre nos-
otros, con el famoso Supremo Poder Conservador de la Constitución centralista de 1836.
Independientemente de que, conforme a nuestra opinión, la estructuración jurídica
del amparo en el sistema de la Constitución Yucateca de 1840 es, bajo algunos primor-
diales aspectos, superior a la que se estableció en el Acta de Reformas de 1847, po-
demos afirmar que el pensamiento de Rejón y de Otero es, en términos generales, clara-
mente coincidente, circunstancia, que nos induce a suponer que no es posible señalar
ninguna primada lógica de las ideas de uno sobre las del otro o viceversa. Sin embargo,
desde un punto de vista estrictamente cronológico, ¿a cuál de los dos juristas cupo la
honra de externar primero la idea del amparo y de su forma funcional, en términos
análogns a los que caracterizan a dicha institución en nuestro Derecho Constitucional?
Estimamos que a don Manuel Crescencio Rejón, quien, con anterioridad a don Mariano
Otero, implantó en su Estado natal un medio de preservación constitucional que presenta
las mismas y fundamentales características de nuestro artual juicio de amparo, hege-
monía cronológica que no está desvirtuada por ningún dato histórico que condu=

------ .
Véase el apartado 11, in fin"
1.14 de este mismo capítulo. Además, consúltese la interesante
obra de don Andds Lira González que ya hemos invocado Intitulada "El Amparo Colonial 1 ,1
Juicia de Amparo M",i(ano".
136 EL JUIOO DE AMPARO

a la, conclusión contraria. 11" bis Debemos advertir que no por ello escatimamos la gloria
legítima que incumbe al insigne jurista jalisciense en la formación de nuestro juicio
constitucional, pues gracias a él esta noble institución jurldica se erigió, de local, en
federal, y, por ende, en nacional, al establecerse en el Acta de Reformas de 1847.
En consecuencia, nuestro _juicio de amparo, perfeccionado ya en la Constitución
Federal de 1857, adquirió vida jurídica positiva a través de la integración sucesiva
de sus elementos peculiares en la obra conjunta de Rejón y de Otero; al primero
incwnbe el galard6n de haberlo' concebido e implantado con sus notas esenciales, como
institución local, correspondiendo al segundo el honor de haberlo convertido en .fe-
deral en el Acta anteriormente aludida.

XV. LEYES REGLAMENTARIAS DE AMPARO

Las leyes reglamentarias del juicio de amparo, es decir, aquellas que establecen el
procedimiento con todas sus derivaciones y _aspectos, mediante el cual los órganos
constitucionalmente competentes ejercen el control de los actos de las autoridades
estatales lesivos de las garantías individuales y del orden constitucional en sus. diver-
sas hipótesis, pueden clasificarse -cronológicamente en tres grupos, a saber: aquellas
que corresponden a una época anterior a la Constitución de 57; aquellas que regla.
mentan el juicio de amparo durante la vigencia de ésta y las que Se expidieron bajo
el imperio de la Constitución de 1917.'''

A.-Con anterioridad a la Constitución de 57, únicamente encontramos un proy~cto, obra


de don Joré Urbano Fonseca, formulado durante el gobierno de den MariatlO Arista; relativo
al ejercicio deljuicio de amparo, instituido por el Acta de Reformas de 1847. Dicho proyecto
estableció una reglamentación del artículo 25 del mencionado documento' constitucional, pre-
cepto que. como ya' dijimos, consignaba la procedencia del juicio de garantías contra actos de
los poderes ejecutivo y legislativo, federales o locales, que lesionaran Jos derechos del indi-
viduo preconizados en la mencionada Acta.
El proyecto de Fonsece, como se designó a la reglamentación legal del juicio de amparo
a que ces estamos refiriendo, comenzaba por enunciar la procedencia de dicho medio de
control, Se decir, contra actos de los poderes ejecutivo y legislativo locales o federales, que
vulnerasen las garantías del individuo, tal Cama lo preceptuaba el artículo 25 del Acta de
Reformas. Posteriormente; el aludido proyecto planteaba el problema de la personería o perso-
nalidad en materia de amparo, estableciendo que el padre podía interponerlo por el hijo, el
marido por la mujer, etc., sin sujetarse para ello a las reglas estrictas que sobre el particular
contenía el Derecho Común. También existía en la reglamentación que comentamos una clasi-
[icadón de los amparos contra actos violatorios de las garantías individuales, por cuanto a
las autoridades que los ejecutaban, de donde se derivaba la __diversa' competencia ,.d:e "los

11" bi6 El maestro Alfonso Nori4g4 sostiene que nuestro juicio de amparo naci6 en el Acta
de Reformas de 1847. aludiendo con cierto desdén a la obra de don Manuel Crescencio Rejón., al
afirmar que "en Yucatán apareció un proyecte que debe considerarse como un antecedente de par-
ticular impcrtaacía, desde el año de 1840". (Cír. "Lecciones d4 Amparon, edición 1975. pág. 84.)'
No compartimos Ja idea de dicho traradísta.. pues según hemos demostrado, el insigne yueatcco
implantó por primera vez en un Estado de la República Mexicana dicha institución de control
constitucional, adscribiéndole la tónica esencial con que ha funcionado por más de un siglo. y
opera en' la actualidad.
. 116 Para el estudio de las citadas leyes reglamentarias 'del juicio de amparo recomendamos
la interesante monografía de Ni/iJa ROla Muñoz Vázqile: (1963); que presentó como tesis profe-
sional en la Facultad de Derecho de la ·U.N.A.M.

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