La Historia Del Heavy Metal - Andrew O'Neill

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Esta es la historia de una red mundial de rabiosos fans que escapan

de la vulgaridad cotidiana a través de la música, de estrellas épicas


que viven en planetas lejanos con dioses de otras épocas, de
villanos corporativos que rompen el corazón de esos fans y estafan
a las leyendas musicales para llenarse los bolsillos.
El Olimpo del heavy metal incluye yonquis, satanistas y asesinos,
cristianos renacidos y abstemios, trotamundos millonarios que
encadenan conciertos multitudinarios durante toda su vida y
jornaleros que se dejan la piel en salas donde se escucha hasta la
cisterna del baño. Con un saber enciclopédico y una pasión
inquebrantable, el humorista y erudito del metal Andrew O’Neill
repasa la gran historia (jamás contada o muchas veces
malinterpretada) del heavy metal. Son historias de exceso sobre
nombres cruciales, de Ozzy Osbourne a Metallica pasando por
Lemmy, y escenas milagrosas, desde la nueva ola del heavy metal
británico hasta la escena underground del black metal noruego.
Si estás asintiendo con la cabeza, o directamente haciendo
headbanging en la librería, este es tu libro. Si estás diciendo que no,
también deberías leerlo para entender por fin esta música, este
modo de ver el mundo.
La perrita Blackie hacía headbanging cuando sonaba su canción favorita de
Megadeth. Pero como no tenía melena, solo se le movían las orejas.
ANDREW O’NEILL es un humorista anarquista y vegano, con tatuajes
de Dr. Who y melenas heavy metal, que a veces se trasviste en
escena. No engaña a nadie, porque desde pequeño lo tuvo claro.
Nació en Portsmouth en septiembre de 1979, creció en un suburbio
londinense y a los diez años ya ofreció su primera actuación cómica.
Debutó en el circuito de stand-up en el Laughing Horse, en Candem.
Desde entonces ha disfrutado del circuito de clubes de comedia,
teatros y festivales musicales en todo el mundo. También es
guitarrista de la banda steampunk The Men That Will Not Be Blamed
For Nothing. Y escribe libros definitivos, aplaudidos por grandes
gurús como Alan Moore, que recogen su visión enciclopédica y
apasionada del heavy metal. Como el que el lector sostiene ahora
en sus manos.
Andrew O’Neill

La historia del heavy metal

Traducción de Laura Ibáñez


Título original: A History of Heavy Metal
Diseño de colección: Setanta
de la fotografía del autor: Steve Brown
de la ilustración de cubierta: Cristóbal Fortúnez
del texto: Andrew O’Neill, 2017
Edición original publicada por Headline Publishing Group, 2017
de la traducción: Laura Ibáñez, 2018
de la edición: Blackie Books S.L.U.
Maquetación: David Anglés
Impresión: Rodesa Rotativas S.L.
Para Charlie, John y Dave
Y en honor de Mercurio.
Agradecimientos
Quiero dar las gracias a quienes me han ayudado a escribir esto y
también a aquellos que me ayudan en mi odisea cotidiana: gracias a
mi querida esposa Stephanie, a mi editor Richard Roper, a Nina
Keen, a Pete Dee, a las mentes interconectadas y telepáticas de
Alistair Fruish y John Higgs, a Alastair Riddel por acribillarlo a
preguntas y responderme siempre, a Andy Heintz, a Marc Burrows y
a Jez Miller de The Men That Will Not Be Blamed for Nothing, a
Frank Turner por sembrar la simiente y a Simon Price por ayudarme
con la investigación. Y a Job Briley, Vivienne Clore y Bex Majors por
hacer que haya llegado hasta aquí.

Se lo dedico también a todos los grupos a los que he querido y a


todos a los que he odiado alguna vez.

Y, sobre todo, a Mercurio-Hermes-Tot. Espero que estés orgulloso


de mí.

………………
PARA ACOMPAÑAR LA LECTURA
CON UNA LISTA DE REPRODUCCIÓN,
VE A ANDREWONEILL.CO.UK
Introducción
¿Qué es el heavy metal?

En los albores de la humanidad, antes de que naciera el Sol, antes de que


existiera el universo, todo era negro.
Negro. Negro. Negro. Y llegó el Big Bang, el riff más atronador que jamás se
[1]
había oído…
Y después del Big Bang, el tiempo de Planck, las partículas y calor, mucho
calor.
El universo se expande y empieza el tiempo. Encendida la gravedad,
estrellas y planetas confluyen.

En el mundo hay dos tipos de personas: los fans del heavy metal y
los gilipollas. No te preocupes si estás en la segunda categoría: soy
muy persuasivo.
El heavy metal es el más duradero de los géneros musicales
modernos. A lo largo de casi cincuenta años, el sonido distorsionado
de las guitarras de unos melenudos[2] ha conseguido que la gente
sacuda la cabeza, expanda la mente y fragüe amistades de por vida
con personas afines. Mientras otros estilos musicales inferiores van
y vienen al capricho de las modas, el heavy metal resiste. Es una
constante.[3]
A pesar de ser un fenómeno global que hace las delicias de
millones de personas, parece que el heavy metal no se acaba de
entender del todo.[4] Desde un principio, el heavy metal se posicionó
como un estilo artístico que iba por libre y fue ninguneado y
ridiculizado por mezquinos críticos musicales y los guardianes de la
cultura popular «aceptable». Lester Bangs, de Rolling Stone, dijo
que el revolucionario álbum de debut de Black Sabbath sonaba
«como Cream, pero en malo». Para muchos profanos, el heavy
metal es simple, insolente, primitivo, chabacano e incluso violento.
Pero no pasa nada. No necesitamos que les mole a los rancios
adalides de la cultura mainstream. Nos lo pasamos demasiado bien
para que nos importe una mierda lo que piensen. Porque sabemos
lo que se pierden: la subcultura más extensa, efervescente, creativa,
inteligente, extrema, desternillante y hedonista del mundo.
Como Fenrir cuando devora al Sol, el heavy se extiende por toda
la cultura, engullendo y cagando influencias a su paso. Y sí, a veces
es torpe y chabacano, como Venom o Carnivore. Pero también
puede manifestar un increíble virtuosismo y refinamiento musical,
como pasa con el grupo favorito de todos los profesores de guitarra:
Dream Theater.[5] El heavy puede ser hilarante, tanto
intencionadamente —pienso en la comedia gonzo de Devin
Townsend— como cuando intenta dárselas de solemne y no lo
consigue.[6]
El heavy puede elevar el espíritu y ser un canto a la vida, como
lo son Judas Priest y Manowar, o ser deprimente como Warning y
opresivo como Teitanblood. Cuando alcanza su máximo esplendor,
el heavy metal emplea varios de estos elementos a la vez: el
increíble éxito de Pantera se debe en gran parte a la unión de la
rudeza testosterónica de Philip Anselmo con los guitarreos
desbocados y majestuosos de Dimebag Darrell.
Una vez hecha esta defensa, hay que decir que el heavy metal
vive en este momento una suerte de reconocimiento tardío en estos
medios de comunicación «posposmodernistas» que tenemos. Y si
bien, después de años de mofa, el heavy goza ahora de cierta
respetabilidad entre la prensa seria —con críticas y reseñas en el
Guardian o tesis académicas dedicadas al género—, sigue
manteniendo intacta su capacidad de sorprender y confundir.
La historia del heavy metal transcurre en paralelo a la de la
propia cultura occidental, como si fuera un microcosmos del mundo.
Es una historia fascinante de personajes descomunales dados a los
excesos, desde los conocidísimos Ozzy Osbourne o Lemmy a la
brutal mala fama de la escena black metal noruega. Es la historia de
una red mundial de seguidores fanáticos que escapan de su vida
cotidiana a través de la música, y de unos capullos despiadados que
estafan desde sus sellos a estos fans y a los grupos a los que
veneran para llenarse los bolsillos. El extenso panteón de músicos
de heavy metal incluye a yonquis, satanistas, asesinos, cristianos
renacidos, abstemios, multimillonarios que actúan en estadios y
machacas que tocan en cualquier antro. Desde su incubación en las
plantas siderúrgicas y fábricas de las Midlands británicas hasta su
llegada a los escenarios de festivales de todo el mundo, pasando
por su presencia en las habitaciones de adolescentes o en las
cenizas de iglesias noruegas carbonizadas, el heavy metal ha
dejado huella en todos los rincones del mundo.
El heavy metal puede parecer intimidante para los no iniciados[7]
y, si bien es el hábitat natural de maleantes e inadaptados, gente
que vive al margen de la sociedad, también consigue ser una
subcultura democrática que tiene los pies en el suelo y recibe con
los brazos abiertos a todo el mundo. El amplio paraguas del término
heavy metal engloba a bandas de gran éxito que actúan en
estadios, como Iron Maiden, pero también a habitantes de los
suburbios más extremos del metal como Deiphago o Revenge,
nihilistas y underground de verdad.
En su vertiente más populista, el heavy llega a todo el mundo.
Uno de mis recuerdos preferidos de los veinte años que llevo como
jeviata fue presenciar cómo Metallica[8] convertía a la causa del
heavy metal a miles de festivaleros en Glastonbury. Era la primera
vez que asistía: hasta entonces me había resistido al influjo de ese
festival sin apenas esfuerzo, ya que tenía entendido que solo era
una sombra comercial de su antiguo yo contracultural. Me divertía la
idea de que un grupo de thrash metal[9] fuera cabeza de cartel en
vez del típico grupo de indie pop desustanciado. Y Metallica fue la
puta caña. Bueno, a las personas que tenía a mi alrededor les
incomodó un poco que me desgañitara gritando «¡MUERE, MUERE,
MUERE!» y también les desconcertó mi continuo headbanging, pero
después de su frenética actuación, se creó un ambiente increíble,
una especie de comunión colectiva. Pijipis con rastas y garrulos
puestos de eme, codo a codo con novatos con los ojos como platos
e indies que iban de superiores: todos disfrutaban de modo visceral
del PUTO HEAVY METAL. Un grupo que —incluso ahora— abandera la
escena alternativa del heavy metal extremo se había metido en el
bolsillo al público más mainstream de todos. No hay duda de que el
metal es para las masas.[10]
En los últimos tres años he representado mi espectáculo de
humor La historia del heavy metal por Andrew O'Neill ante una gran
variedad de públicos: desde metaleros adolescentes del Download
Festival a sesudos espectadores de teatro del festival Fringe de
Edimburgo, pasando por auditorios escandinavos especializados en
«comedia y heavy metal».
Esta es una historia para todos, y este libro me ha brindado la
oportunidad de añadirle más sustancia y profundizar aún más en la
historia de la música, la subcultura y los personajes que le dieron
forma.

Antes de que nos zambullamos de cabeza en el negro reino del


caos que es la historia del heavy metal, probablemente debería
definir qué es (y, aún más importante, qué no lo es). Las fronteras
del heavy llevan las cicatrices de ese tipo de guerra interminable
que aparece en la historia «Genesis of the Daleks» de Doctor Who.
Día y noche se libran batallas por todo el mundo para defender si tal
o cual grupo es heavy o no: en conciertos, garitos de rock y, con
mayor vehemencia, en ese devastado erial que es la sección de
comentarios de cualquier página de Internet.
Tomemos, por ejemplo, las sabias palabras de «Blackadder367»,
aparecidas bajo el vídeo oficial de «Ace of Spades»:
A las discográficas no les importas tú, ni Motörhead ni nadie. Solo quieren
sacar probecho (sic). Dejar que te coman el coco sobre los tipos de
músicas (sic) o lo que sea es un desastre. Lo hacen por propaganda, para
vender más y controlar el mercado, [sic. Evidentemente. El énfasis es
mío.]

Para ser justos con Blackadder367 (y con sus 366 antepasados),


Lemmy repudió la etiqueta heavy metal hasta el final de sus días y
afirmaba que Motörhead era «un grupo de rock’n’roll, como los
Beatles» (menuda gilipollez). Sin embargo, es cierto que cuando se
empezó a usar el término heavy metal, este tenía connotaciones
peyorativas. Se utilizaba a modo de crítica, y esas asociaciones
negativas hicieron mella en los grupos clásicos.[11] Incluso Lars
Ulrich de Metallica pasó por una fase en la que decía hard rock en
vez de heavy metal en las entrevistas. «No hay adultos en el hard
rock», le dijo una vez a Jools Holland. Colega, que llevas la palabra
metal EN EL NOMBRE DE TU GRUPO. Tenía el ojo puesto en las
ganancias: no quería dejar al margen a un público potencial de
pago[12] por las connotaciones toscas que pudiera tener el heavy
metal. Juntarse con Guns N’ Roses y U2 en vez de con Slayer o
Exodus le estaba friendo claramente las putas neuronas.[13]
Esta necesidad de escapar de las supuestas limitaciones del
heavy metal se describe con maestría en la soberbia comedia
televisiva Bad News:
VIM: Creo que estás enfocando las cosas mal desde el principio, porque
básicamente… no somos un grupo heavy. Esto… somos más sutiles. ¿A
que sí, Colin?
COLIN: ¿Qué?
VIM: Que nosotros somos más sutiles.
COLIN: Sí, somos sutiles, pero… básicamente somos heavies, ¿no?
SPIDER: Sí, Colin tiene razón, Den. ¡Si grabáramos un disco sería tan heavy
que petaríamos el tocadiscos!
VIM: Ya, ya, pero lo que yo digo es que… no somos un simple grupo de
heavy.
DEN (indignado): ¡Y yo que pensaba que éramos un grupo de heavy metal!
VIM: A ver, ya sé que tenemos raíces heavies y tal… pero lo que quiero decir
es que intentamos progresar y romper barreras.
DEN: ¿Ah, sí?
VIM: Sí.
[Una hora y media después.]
VIM: ¡Oye, que no somos el típico grupo heavy de mierda!
[Den aparca la furgoneta.]
DEN: No pienso moverme de aquí hasta que Alan diga que somos un grupo
de heavy metal.

Por supuesto, esta triple negación del heavy metal antes de que
cante el gallo es un anatema[14] para sus seguidores. No solo nos
enorgullecemos de que nos guste el heavy, sino de ser heavies. El
metal no solo es un género musical: es una subcultura, una manera
de entender la vida. Una forma de ser. El heavy metal tiene su
propio código de vestimenta; seleccionado cuidadosamente de la
cultura motera, del punk, del fetichismo, de los excedentes de ropa
militar o de los vikingos, resume todo aquello en lo que se ha
inspirado.
Pero no todos los seguidores del heavy tienen esta actitud. Se
puede amar el heavy metal y vestir como —dilo bajito— una
persona «normal». ¿Pero por qué coño querrías hacer eso? Si a mí
me dan la opción de vestir como un tío de un anuncio de Topman o
como Erik de Watain, me quedo con el segundo, gracias. Desde que
Judas Priest se animó con el rollo motero gay, la vestimenta ha sido
una parte esencial de la subcultura heavy.
Llegamos en este punto a una extraña paradoja: mientras
algunos grupos siguen rehuyendo esta etiqueta y parte de los
seguidores del género piensa que el tema de la ropa es un poco
patético, la cultura hetero ha robado una y otra vez los tropos de la
indumentaria heavy y ha intentado ponerlos de moda.
Cada dos años, alguna estrella del pop o presentador idiota de
televisión comete una atrocidad; ya sea David Beckham poniéndose
una camiseta de Exodus, Kanye West llevando una de Megadeth o
el gilipuertas ese de los Jonas Brothers calzándose una chupa de
cuero y tocando el peor solo de guitarra imaginable en los premios
de la música country.
Es una sutil apropiación cultural. Un intento de aprovecharse del
rollo alternativo del heavy. Una gilipollez, vaya.
Hace años trabajé en la tienda de una asociación de estudiantes.
Uno de mis clientes habituales solía llevar una camiseta con la
imagen de Ozzy Osbourne y la palabra METAL en una fuente
germánica. Me di cuenta de que no hacía «el saludo»,[15] a pesar de
que yo siempre estaba escuchando heavy en la radio, tenía el pelo
largo (como ahora, obviamente) y llevaba una camiseta enorme de
Marduk día sí y día también. Así que le pregunté en plan colega:
«Eh, tío, ¿qué grupos de heavy te molan?». «Ah, no —me contestó
—, no me gusta el heavy.» Después de aquella respuesta se me
empezó a nublar la vista y oí una vocecilla apenas audible que me
decía: «Me gusta la camiseta y ya está» antes de que todo se
fundiera a negro y perdiera el conocimiento con una especie de
zumbido en los oídos.
Nos parece muy raro que «ellos» se apropien de algo que no nos
ha dado credibilidad ni relevancia cultural y que a veces nos cuesta
alguna que otra paliza. El heavy se protege frente a lo no heavy
porque siempre hemos sido nosotros los rechazados. Rara vez es
nuestra elección. El heavy disfruta de su condición de ser el caballo
perdedor. Y por eso nos divierte (y a veces, nos ofende) que el
poder cultural dominante intente apropiárselo. Porque —y esto es
clave— no nos vestimos así para ser distintos a los demás. Lo
hacemos para ser iguales que nuestros héroes y amigos heavies.
Es tanto un símbolo de pertenencia como un acto de rechazo. Es
una expresión de lo que somos, más que una afirmación de lo que
no somos.
Los idiotas suelen confundir la clasificación de algo como heavy
con una especie de validación. Hay muchos grupos de heavy
malísimos y otros muchos grupos geniales que no lo son. Pasa lo
mismo cuando alguien dice que si algo no le hace reír, no es una
comedia. En vez de decir «esta comedia es una mierda», dicen que
no es una comedia. Sucede igual con el arte. O con el sexo. ¿Qué?
En el heavy se ha ido produciendo un aumento de la intensidad
del sonido que afecta a estas categorías. Si echamos la vista atrás,
quizá nos demos cuenta de que el uso que se les daba al principio a
los términos heavy metal o death metal no encaja con el sonido de
los pioneros del género, después de que haya habido grupos que
conscientemente han elegido este género y lo han desarrollado.
Musicalmente hablando, un grupo como Aborted tiene muy poco en
común con otro como Possessed, pero ambos son death metal. Si
no se tiene en cuenta la evolución que ha experimentado el género
entre uno y otro es difícil reconocer que, sin la influencia del primero,
el segundo probablemente no habría existido.
Por este motivo, los requisitos de pertenencia al género del
heavy metal han cambiado considerablemente con el paso del
tiempo. En su momento, Led Zeppelin era visto como un grupo
heavy metal. Pero después de que Judas Priest y la nueva ola del
heavy metal británico desarrollaran el género y le dieran su
personalidad característica, Led Zeppelin ya no encajaba tan
fácilmente en él. Para mí, son un grupo con una fuerte predilección
por el blues, y no son heavies.
A principios de los setenta, el término se utilizaba a diestro y
siniestro.[16] Aerosmith, Alice Cooper, AC/DC, Queen e incluso Grand
Funk Railroad eran considerados grupos de heavy metal.[17]
Y la razón de todo esto es muy sencilla. En sus inicios, el heavy
metal no existía como género. Los grupos de heavy iban por libre.
Eran pioneros en un Salvaje Oeste musical.
Hoy en día tenemos la suerte de contar con un amplísimo
abanico de revistas heavies especializadas como Kerrang!, Metal
Hammer, Terrorizer, Zero Tolerance o Decibel, además de sitios web
como Blabbermouth o Metal Sucks, por lo que es fácil olvidar que,
hasta finales de los ochenta, los grupos de heavy metal competían
con los de pop y rock por aparecer en la prensa musical generalista.
El periódico musical británico Sounds desempeñó un papel
importantísimo en la consolidación de una escena musical propia
para el heavy. Su cobertura de la nueva ola del heavy metal
británico o NWOBHM[18] afianzó el movimiento, y su suplemento
heavy Kerrang! se independizó y sigue en plena forma en la
actualidad, mientras que Rolling Stone, NME e incluso Smash Hits
dedicaban espacio a grupos de heavy durante los primeros años de
existencia del género. Así que, cuando se decía que un grupo era
heavy, se hacía desde la ignorancia, desde FUERA, no desde una
posición de reivindicación del género. Del mismo modo que hay
periodistas ignorantes que creen que Slayer son un grupo de death
metal y merluzos que opinan que Iron Maiden son thrash, casi todo
el mundo decía que Aerosmith era un grupo heavy, y de heavy no
tiene nada. Pero nada de nada.
Esto me recuerda a un monólogo humorístico de Liam Mullone
en el que contaba que la comunidad LGTB de su zona no se creía
que su sobrino fuera gay.
La comunidad gay de Melton Mowbray dijo que no era gay de verdad
porque no estaba comprometido con la causa. Caramba, qué estrictos se
habían vuelto…
Cuando yo iba al colegio, llevar una fiambrera de color azul cielo era
prueba más que suficiente para ganarse ese título y mantenerlo durante
los siguientes dieciocho años…

No fue hasta mediados de los setenta cuando Judas Priest empezó


a aceptar la etiqueta de heavy metal y a abandonar la influencia del
blues que unía con un cordón umbilical a los grupos pioneros del
género con el sonido del rock and roll de los sesenta.
Echando la vista atrás, parece que hay una marcada división
entre aquellos grupos que son indudablemente heavy metal, como
Black Sabbath, Judas Priest, Slayer o Cannibal Corpse, y las
bandas más suaves y melódicas, menos lúgubres o agresivas como
UFO, Alice Cooper y me atrevería a decir que Deep Purple o Led
Zeppelin. Con esto no niego la increíble influencia que tuvieron. Y si
bien el término protoheavy resulta útil para definir a grupos como
Cream, precursores que influyeron en el género, creo que
necesitamos otra etiqueta para aquellos grupos considerados como
heavy metal entonces, pero no ahora. ¿Hard rock de segunda?
¿Submetal? ¿Light heavy?
A principios de los ochenta, el heavy metal se subdividió como
una ameba en diversos subgéneros. Los friquis del heavy ya pueden
ponerse a discutir a gusto sobre aspectos todavía más específicos.
Vale, puede que un grupo sea heavy metal, ¿pero es black metal?
¿Thrash metal? ¿Death metal? ¿Doom? ¿Crossover? ¿Power
metal? ¿Grindcore? ¿El grindcore es también heavy metal? ¿Quién
eres tú y por qué estás haciéndome todas estas preguntas?
A su vez, todos esos subgéneros se volvieron a dividir. Sí, el
grupo es heavy metal; sí, también es death metal pero, ¿es brutal
death metal? ¿Death metal técnico? ¿Death metal melódico?
¿Death metal sueco? ¿Blackened death metal? ¿Death-thrash? El
nivel de detalle es prácticamente fractal.
En el fondo, las etiquetas no son importantes. El mapa no es el
territorio. Existen a modo de guía descriptiva, pero los límites entre
los géneros siempre son porosos. El acento nacional no existe, cada
país tiene dialectos que van cambiando según la zona. Los dialectos
fronterizos suenan como una mezcla de los acentos de ambos
países. Eso se debe a que las fronteras nacionales son una
creación artificial del hombre. El acento de Liverpool es una mezcla
entre el del norte de Gales y el de Mánchester. El dialecto alsaciano
es medio francés, medio alemán.[19]
Un sencillo modo de definir el límite es aclarar lo que NO ES
heavy.
Aquí tienes una práctica lista recortable. Llévala en la cartera y
utilízala cuando necesites argumentos en una discusión.

COSAS QUE NO SON HEAVY METAL

(a) Cualquier álbum que salió antes


de Black Sabbath de Black Sabbath
(b) Lo gótico*
(c) Guns N’ Roses
(d) El espectáculo Stomp[20]
(e) Some Kind of Monster
(f) Prodigy a finales de los noventa
(g) El punk
(h) Nickelback
(i) Tu grupo

Por el contrario, aquí tienes una lista de cosas que sí son heavy
metal y que ni siquiera son música:
(a) Los tanques
(b) Satán
(c) El headbanging
(d) El vaquero
(e) El cuero
(f) Las armas de asedio
(g) Las cabras
(h) Las calaveras
(i) Birmingham
(j) Tu madre

*Aunque hay cosas que son góticas y también heavies:


Este relato sobre el heavy metal es muy personal y dogmático. Es
un tema amplísimo y podrían escribirse libros enteros sobre cada
uno de los grupos mencionados en este libro. De modo que trazar
una cronología histórica no es ni más ni menos que editar. Cualquier
grupo clave podría sustituirse por otro. Este libro no tiene intención
de ser exhaustivo; es mi historia del heavy metal. Y espero que os
mole.
Nuestro gusto musical suele sustentarse en decisiones
arbitrarias que tomamos durante la adolescencia, basadas
normalmente en aquello que escuchan nuestros amigos y hermanos
mayores. Y a partir de aquí surge una especie de sesgo
confirmatorio. En este libro he intentado mirar con algo de
objetividad cosas que me parecen una mierda pero, aun así, seguro
que voy a ofenderte. Por favor, no acabes cayendo en que soy yo el
que se equivoca. No pierdas de vista que las opiniones son
subjetivas.
Y que quien se equivoca eres tú.
1
Roots, Bloody Roots

AÑO 40 000 A. E. C. - 1969

El ansia por generar ruidos rítmicos es parte fundamental de la


naturaleza humana. De modo innato, a los humanos les resulta
placentero hacer mucho ruido. Y si acaso tienes dudas sobre ello,
dale a un niño una batería. Siéntate y contempla la alegría que se
dibuja en el rostro de sus padres al saber que el jaleo non-stop está
garantizado. Hacer ruido de modo organizado es una constante en
el ser humano —desde los tambores tribales a los cánticos
futboleros, pasando por los restos arqueológicos de instrumentos de
percusión prehistóricos o por el desconcertante éxito internacional
de Stomp—, una necesidad y un rasgo definitorio de las personas.
La historia del heavy metal empieza mucho antes de la invención
de la guitarra eléctrica o del pantalón de licra, cuando los primeros
humanos se pusieron a aporrear rocas con palos, y avanza cada
vez que las sinapsis de un adolescente se disparan al oír por
primera vez el rugido primario del heavy metal. El heavy metal
expresa una parte esencial de la humanidad. Por eso sigue siendo
tremendamente popular a pesar de la total falta de apoyo por parte
de la radio y la televisión.
Hace algunos años, una cueva del sur de Alemania reveló sus
antiguos secretos a los arqueólogos. Dos flautas pequeñas, talladas
en hueso de pájaro y marfil hace aproximadamente 42000 años,
resultaron ser los instrumentos más antiguos jamás hallados. Solo
hacía unos 200000 años que había aparecido el Homo sapiens, así
que sabemos que por lo menos durante el último quinto de la
existencia de nuestra especie hemos fabricado instrumentos
musicales. Y, con toda probabilidad, los humanos llevábamos ya
miles de años haciendo música. Estudios etnográficos de
sociedades cazadoras-recolectoras actuales sugieren que los
humanos del Paleolítico muy posiblemente crearan música con la
voz o con instrumentos de percusión «fabricados con materiales
orgánicos, por lo que era muy improbable que dejaran restos
arqueológicos», según afirma Iain Morley, de la Universidad de
Cambridge, en «The Evolutionary Origins and Archaeology of
Music» (Los orígenes evolutivos y la arqueología de la música). Y se
daban palmadas, manotadas y golpes con los pies. Piensa en
Bobby McFerrin.[21] Se cree que nuestros ancestros de la Edad de
Piedra cantaban, golpeaban cosas con palos y armaban un buen
jaleo en el entorno acústicamente satisfactorio de la cueva desde
que llegaron al mundo. Cuanto más pienso en cavernícolas
greñudos y monosilábicos que rompen cosas para crear un alboroto
agradable, más convencido estoy de que no hay más que añadir:
esto define a la perfección lo que es el heavy metal.
La mayor parte de las explicaciones parecen sugerir que la
música es innata, como el lenguaje. Es algo propio de los humanos,
un comportamiento que surge de nuestras conexiones cerebrales.
Como enamorarnos. O mentir. O romperle el corazón a alguien.[22]
La música tiene efectos medibles y predecibles en el cerebro.
Los ritmos fuertes generan patrones sincronizados en la actividad
cerebral. La ciencia más convencional sugiere que la música puede
ayudar a recuperar la memoria, a restaurar daños cerebrales y a
superar adicciones. Otras corrientes, digamos que menos
científicas, de Internet son mucho más osadas: dicen que los ritmos
«binaurales» son capaces de abrir el tercer ojo, liberar la energía del
kundalini, alinear los chakras o conseguir que recuperes el importe
de una cláusula suelo.
Se dice que la música clásica «mejora el coeficiente intelectual y
la percepción espacial». ¿Y qué pasa con el heavy? Bueno, pues
basándome en la observación, yo argumentaría que el heavy metal:
(1) Mejora tu tolerancia al alcohol.
(2) Te hace más sexi.
(3) Te hace creer que cualquier pasado fue mejor.

El heavy metal es capaz de una gran complejidad y sofisticación.


Opera parcialmente en un nivel intelectual: sus ideas, los temas de
las letras y el impresionante virtuosismo estimulan las zonas más
elevadas del cerebro. Pero seamos francos: el heavy metal también
opera en un nivel muy primitivo. Bueno, vale, casi siempre opera en
un nivel muy primitivo. Es ruidoso, tiene un ritmo muy potente.
Transmite emociones fuertes, a menudo agresividad. El heavy metal
es visceral.
La música hace feliz a la gente y estimula los sistemas de
recompensa del cerebro. Los sabelotodos dicen que:
La música conlleva sutiles alteraciones del ritmo y, como sabemos por
experiencia que la música no es algo amenazador, los lóbulos frontales
acaban identificando estas alteraciones como una fuente de placer. Se
crea una expectativa que, al cumplirse, produce la reacción de
recompensa. (Malini Mohana, «Music and How It Impacts Your Brain,
Emotions» [La música y el impacto que tiene en tu cerebro, las
emociones]. Disponible en: www. psychcentral.com)

De acuerdo con el mismo artículo, cuando nacemos no sabemos


distinguir los sentidos: experimentamos una forma de sinestesia
total. Rápidamente aprendemos a diferenciar vista, oído, olfato,
tacto… De forma parecida, el metal extremo puede parecerle un
muro sónico incomprensible al principiante. A medida que
aprendemos a escucharlo, vamos descubriendo sus diversos
elementos. La música extrema es un gusto adquirido: los legos
pueden pensar que es desagradable, puro ruido. Pero quienes lo
pillan y captan sus sutiles variaciones disfrutan de un placer más
visceral que el que le provoca la música normal a la gente normal.
Básicamente, un seguidor de Morbid Angel saca más provecho de
uno de sus conciertos que uno de Coldplay del suyo; los metaleros
son mejores que el resto de la gente. Y eso está demostrado
CIENTÍFICAMENTE.
El heavy metal no es como cualquier otra música popular.
Cumple funciones distintas, a pesar de compartir otras, y funciona
de un modo distinto. Si nos proporciona felicidad no es porque hable
de cosas felices, sino porque la estimula mediante el contacto con
su extremo.
Una amiga me dijo que su primera experiencia en directo con el
grindcore fue «estimulante, como si estuviera debajo de una
cascada». El heavy se parece más a la experiencia masoquista de
ver una película de terror o un thriller que a la experiencia relajante
de escuchar soul o «Música melódica para relajar las mentes
estresadas» en una emisora de clásica. El heavy metal tiene algo
que conecta con los circuitos primarios del cerebro. Toda música es
una experiencia emocional que sortea nuestra parte consciente.
Se ha demostrado que hacer ruido resulta increíblemente
terapéutico. La terapia del grito primitivo es muy eficaz y goza de
gran popularidad.
El paciente evoca y recrea una experiencia anterior especialmente
traumática ocurrida en una etapa temprana de la vida, y expresa una ira y
una frustración que suelen estar reprimidas, especialmente con gritos
espontáneos y desaforados, histeria o violencia. (Diccionario Merriam-
Webster, la cursiva es mía).

Su creador, Arthur Janov, sugiere que las terapias conversacionales


son limitadas porque se centran en la corteza cerebral y en las
zonas de razonamiento superior del cerebro, sin llegar a acceder a
las partes más básicas del sistema nervioso central, la auténtica raíz
del dolor. ¡Por Slayer, que esa debe de ser la razón de que me
sienta tan bien cuando escucho heavy! Hay estudios que
demuestran que chillar, gritar e incluso soltar alguna palabrota
resulta muy eficaz para aumentar la capacidad de resistencia al
dolor del cuerpo.[23]
El heavy hace que la gente se sienta realmente bien. Hay dos
claros paralelismos con las drogas: (1) el heavy metal es adictivo y
(2) propicia la intensificación a medida que la sensibilidad va
disminuyendo debido al contacto.
El heavy es adictivo porque al ser algo extremo genera una
respuesta fisiológica también extrema. Un concierto de heavy es
una experiencia visceral. En un espectáculo en directo, los
seguidores disfrutan al sentir el repiqueteo sordo de la batería en el
pecho, el resplandor de las luces que atraviesan el humo, el sudor y
el calor de otros cuerpos. Los conciertos de heavy metal a veces
son un deporte de contacto, con gente lanzándose desde el
escenario a modo de bomba arrojadiza y sudada u otros trepando
para surfear por encima de la multitud; eso por no hablar de la
frenética pseudoviolencia del mosh pit. No es de extrañar que la
imaginería heavy se retrotraiga con tanta frecuencia a la época de
los saqueadores vikingos o a las batallas medievales. El heavy es
tan físico como sonoro. Vivirlo es sentir una magia chamánica que
sobrecarga los sentidos.[24] Dispara la adrenalina, las endorfinas y la
serotonina, elementos bioquímicos que resultan agradables y
adictivos. De hecho, el heavy es tan adictivo que, en 2015, al sueco
Roger Tullgren se le consideró apto para recibir una prestación por
discapacidad porque su adicción a los conciertos de heavy metal le
impedía conservar ningún empleo.
Las pruebas de que el heavy siempre ha ido a más están por
todas partes. La historia de este género es una búsqueda
interminable de un sonido más potente. La mayoría de los jeviatas
sentirá una necesidad creciente de experimentar algo más intenso
que les dé el mismo subidón de su primer «ay, mi madre, esto sí que
es heavy».
(Definir con precisión lo que es heavy en términos musicales
resulta difícil. La expresión proviene del argot hippy, y significa
«profundo» o «intenso». Musicalmente puede referirse a un sonido
áspero, al volumen o a la distorsión, pero suele tratarse de algo más
metafórico y alude al efecto de «bajón» que genera en el oyente.
Trataré esto con mayor profundidad cuando lleguemos al death
metal. Eso sí que es HEAVY de verdad.)
Así pues, ¿cómo pasamos de tener humanos melenudos por
civilizar que aporrean cosas con palos y arman un agradable barullo
en sus cuevas a tener humanos melenudos a medio civilizar que
aporrean cosas con palos y arman un agradable barullo en salas de
conciertos?
Realizar un seguimiento del desarrollo de cualquier estilo musical
es un proceso lleno de inexactitudes. Los estilos se fusionan entre
sí, avanzan dos pasos y retroceden uno. En absoluto tienen una
evolución constante o lineal. Tenemos que rastrear tendencias más
que conexiones directas. Determinar en qué momento el rhythm and
blues se convirtió en rock and roll o cuándo la nueva ola del heavy
metal británico pasó a ser thrash metal es como buscar el momento
exacto en que la noche se convierte en día. Se ve de modo distinto
según el extremo desde el que lo mires. A menudo es necesario
usar prefijos como proto- o post- para ubicar a un grupo en relación
con un género. No faltan razones de peso para afirmar que el heavy
metal es la suma de todo lo surgido anteriormente a él. Tiene
percusión tribal, el registro vocal en octavas múltiples de la ópera, el
elemento narrativo del folclore y la tradición de los bardos, la paleta
musical del blues y la dinámica de la música orquestal rusa. El
heavy metal es una categoría tan vasta y diversa que, literalmente,
no hay ningún aspecto de la música que no se haya llevado a su
terreno. Sin embargo, puede seguirse un hilo conductor en su tronco
principal.

Antes de que sigamos avanzando, me gustaría lanzar una


advertencia.
Como norma general, no vuelvas a mudarte a casa de tus
padres. Como otra norma general, desconfía de cualquiera que
suelte alguna afirmación tajante sobre el origen o la procedencia de
un género musical. Hace poco un amigo me habló de una charla
que dieron dos «expertos» que «habían estado allí» cuando nació el
punk. Ambos afirmaban que Malcolm McLaren y Vivienne Westwood
eran los únicos artífices de la creación del punk. Esta afirmación,
como no puede ser de otra manera, es una solemne soplapollez.
Pero, ay, mi amiguete sucumbió a la idealización nostálgica del punk
rock y dijo sin asomo de ironía: «Al parecer, todo el mundo quería
ponerse la medalla, pero el mérito fue solo de esos dos». Y resulta
que los ponentes no habían sido punkis en su momento, sino gente
que estaba allí de pegote y, oh, sorpresa, coleguillas de «esos dos».
El faranduleo de McLaren y Westwood los había cegado «al
parecer» a la realidad del nacimiento del punk en el Detroit de
finales de los sesenta y la Nueva York de principios de los setenta.
Como para fiarse de los entendidos en el tema.

Las raíces del heavy metal se encuentran en la percusión y en las


vocalizaciones de los primeros humanos. La percusión tribal es el
antecedente más antiguo del sonido heavy metal. (La banda
metálica brasileña Sepultura incluyó la percusión tribal en dos de
sus álbumes de mediados de los noventa con un brillante resultado.)
Los humanos siempre han sido percusionistas. Eso es obvio no solo
por las evidencias arqueológicas o etnográficas que tenemos, sino
también porque hasta los baterías son capaces de tocar
instrumentos de percusión. Así que imaginaos. Un batería. El
organismo vivo más simple. Alguien que solo está contento de
verdad cuando se pone a aporrear cosas con palos. O, en el caso
de Keith Moon, cuando hace saltar retretes por los aires.
El ritmo es innato al ser humano y, aunque pudiera parecer que
la percusión es la parte del heavy metal que menos ha cambiado, lo
cierto es que la batería moderna es una invención relativamente
reciente. Tal y como la conocemos en la actualidad (compuesta de
varios tambores y bombos), es fruto de los lentos cambios
fraguados a lo largo del siglo XIX y principios del XX. Entre la
Prehistoria y la Edad Media, la percusión evolucionó y pasó de tener
un uso tribal, con objetos locales y naturales, a otro militar y
organizado, con tambores más complejos. Esta función ya se
encuentra documentada en los tiempos de Gengis Kan.[25] En el
siglo XIX, las bandas militares eran una fuente muy popular de
entretenimiento musical. A su vez, la percusión se hacía un hueco
en las orquestas. En ambos casos, los percusionistas se
especializaban: cada uno utilizaba solo un tambor a la vez. Allá por
1870, los percusionistas militares empezaron a combinar el sonido
contrapuesto de dos tambores, una técnica conocida como doble
bombo.[26] Poco a poco se le fueron añadiendo más artilugios y la
percusión se volvió más compleja y expresiva. Se crearon los
pedales y se inventaron las cajas. Un platillo volante estrellado sirvió
de inspiración para diseñar el hi hat. Sin prisa pero sin pausa, los
percusionistas fueron convirtiéndose en baterías. Y empezaron a
aflorar esas peculiaridades tan suyas, como ser los dueños de la
furgo, tener un puntito sarcástico o un humor de mil demonios. Tan
pronto como el batería evolucionó a partir del caldo primitivo,
empezaron los chistes a su costa…[27]
Al tiempo que la figura del batería moderno evolucionaba, las
guitarras fueron adquiriendo un papel cada vez más prominente en
la música popular. Si los cimientos del heavy metal son la percusión,
las paredes son las guitarras.[28]
Antes de la segunda guerra mundial, la guitarra era
principalmente un instrumento de acompañamiento; una pieza más
en los grupos, orquestas y big bands de jazz. La belleza expresiva
de la guitarra y su inmensa versatilidad quedaban eclipsadas por su
eterno rival: el piano.[29]
Fue la música afroamericana la que colocó la guitarra en primer
plano como instrumento principal, especialmente en el blues, que es
el primer antecesor reconocible del heavy metal. El blues es
originario de América, el producto de una cultura de esclavitud que
desarraigaba a la fuerza los ritmos africanos y los adaptaba a los
instrumentos de folk americanos.
La música tribal de África suele ponerse como ejemplo simplista
y algo prejuicioso de música primitiva. En realidad, de primitiva no
tiene nada, especialmente si la comparamos con la música pop de
mierda que escuchas tú, puto racista. Las culturas tribales
igualitarias del África Occidental precolonial tenían unas
manifestaciones musicales propias, particulares y complejas. Es un
error establecer un vínculo demasiado estrecho entre algunas
culturas tribales relativamente recientes y otras del Paleolítico, o con
aquellas que siguen siendo cazadoras-recolectoras en el mundo
moderno.
La música tribal africana evolucionó hasta convertirse en la
música del África Occidental, más avanzada, que viajó a través del
Atlántico con la trata de esclavos. Con el paso del tiempo, estos
sonidos africanos fueron transformándose en sonidos
afroamericanos reconocibles por medio de las canciones de trabajo
y los espirituales que fusionaron los ritmos africanos con la música
cristiana de influencia europea.
Este viaje de un estilo musical por el Atlántico será un motivo
recurrente en el desarrollo del heavy metal. El blues se originó como
una forma musical puramente vocal. Una manifestación sencilla
pero de una expresividad increíble que reflejaba la situación de la
población rural negra de América, que seguía viviendo bajo el yugo
de la esclavitud y la opresión racial, trabajando por un salario
bajísimo en los mismos empleos agotadores que había tenido
durante la esclavitud, con la diferencia de que ahora se le pagaba lo
justo para sobrevivir y abonar el alquiler a unos caseros blancos que
antes habían sido propietarios de esclavos. Hay una amarga ironía
en el hecho de que en el blues actual predominen los blancos de
clase media. No hay nada intrínsecamente malo en ello; por lo
menos se le rinde homenaje a esta forma musical. Pero es un poco
paradójico, y esto se plasma de maravilla en la película Ghost
World, cuando una leyenda ficticia del blues del Delta hace de
telonero de un grupo espantoso de machitos alfa que toca blues-
rock llamado Blues Hammer.
Claro que sin tíos blancos tocando blues no habría heavy metal,
así que tampoco voy a pasarme con la crítica.
El blues dio lugar a una gran variedad de estilos que cambian en
función de la geografía. Los estilos rurales eran distintos de aquellos
que emergieron en los entornos urbanos de Chicago, Detroit y
Memphis. Los primeros cantantes de blues eran casi
exclusivamente mujeres (los intérpretes negros masculinos
quedaban relegados de manera forzosa al papel de «inofensivos»
payasos). Bessie Smith fue la primera superestrella del blues: en los
años veinte y treinta podía llegar a cobrar hasta mil dólares por
actuación.
Las primeras grabaciones de los artistas del blues son
embrujadoras e impactantes. Grabada en los años veinte, la aguda
y sobrecogedora voz de Blind Lemon Jefferson[30] influyó en el
histrionismo de Robert Plant, de Led Zeppelin, y, por ende, en el de
todas las bandas de heavy metal que siguieron a este.
El músico de blues primitivo más célebre fue Robert Johnson, un
genio de quien se decía que le había vendido el alma al diablo a
cambio de unas habilidades sobrenaturales para tocar; un mito que
perpetuó él mismo con las canciones Hellhound on My Trail, Me and
the Devil Blues y Crossroad Blues. Su voz es evocadora y te
transporta a otra época y lugar. Es una figura misteriosa de la que
se sabe poco.[31] Grabó en 1936 y 1937 y falleció al año siguiente, a
los veintisiete años, probablemente envenenado. Si bien este
cantante y guitarrista tiene una reputación diabólica, lo cierto es que
a cualquier música secular se la llamaba coloquialmente «música
del diablo» en la cultura en la que creció Johnson.
Howlin’Wolf fue quien más influyó en el estilo vocal del heavy
metal. Su voz no se parece a ninguna otra. Es profunda, fuerte,
cavernosa y estentórea, y rezuma ingenio e inteligencia. Su
personalidad brilla en todas sus grabaciones. En 1970, un grupo de
músicos entre los que figuraban Eric Clapton y Charlie Watts llevó a
Howlin’ Wolf a Londres para que colaborara con ellos en una
grabación. Resultó ser un gilipollas: era arrogante, tenía un genio de
mil demonios y era imposible trabajar con él. Perfecto. El resultado
fue genial: la voz consumida y demacrada de Wolf le añadía
aspereza y visceralidad al sonido blues sesentero blanco.
Lo de Howlin Wolf es muy fuerte. Su canción Killing Floor ha sido
versionada por Hendrix, Led Zeppelin y muchísimos más. Es el
vínculo más directo entre el antiguo blues y el surgimiento del heavy
metal.
El blues, combinado con otras manifestaciones musicales de la
América negra como el góspel o el jazz, dio lugar al rhythm and
blues. Acuñado originalmente para reemplazar el ofensivo término
race music («música racial»), el rhythm and blues es una categoría
amorfa que se expande para dar cabida a cualquier música de
origen afroamericano que se quisiera encajar allí. Los primeros
artistas de R&B, como Sister Rosetta Tharpe, entonaban serias e
intensas canciones cristianas y transformaron el género hacia el
cada vez más reconocible rock and roll, un estilo musical no
precisamente conocido por sus connotaciones cristianas:
Cantaba para que la gente se acercara a ver al Doctor Nubilo, un profeta
y espiritista local, que llevaba turbante, una colorida capa y un bastón
negro, y exhibía algo a lo que llamaba «el vástago del diablo»: el cuerpo
seco de un bebé que tenía garras de pájaro y cuernos en la cabeza.

…Y por motivos como este, amigos, nunca molaréis tanto como


Little Richard. Ese toque suyo mágico del vudú y del folclore,
combinado con una rareza marciana, hacía que Little Richard,
leyenda del rock and roll, fuera único de verdad. Su estilo vocal
tomaba la agresividad de Howlin’ Wolf y le añadía un increíble
subidón de energía. Su modo de tocar el piano y sus gorgoritos
vocales eran los propios de un hombre poseído. Era el espectáculo
personificado. Es imposible escuchar Long Tall Sally o Tutti Frutti y
quedarse quieto. Otro pianista que derrochaba energía (y sudor en
grandes cantidades) era Jerry Lee Lewis. Cuando ves secuencias
filmadas de Jerry Lee Lewis tocando en los años cincuenta, te
sorprende que ese estilo energético y canalla de tocar el piano no
acabara cuajando. Era la hostia (si obviamos el asunto de que su
mujer tenía trece años). Pero finalmente fue la guitarra la que se
convirtió en el instrumento por antonomasia del rock and roll.
Fue Chuck Berry quien trasladó el modo de tocar el piano del
rock and roll a la nueva guitarra electrificada: era una manera por
completo distinta de entender el instrumento. Prácticamente todas
las bandas de rock and roll, desde los Beatles hasta Status Quo (en
especial Status Quo) copiaron tal cual el estilo de Berry. Mientras
tanto, Bo Diddley seguía un camino distinto y desarrollaba su propio
estilo de rock and roll, increíblemente primario y rítmico. Pero en la
América de la segregación racial era casi imposible que un artista
negro consiguiera por méritos propios la aceptación del público.
Mientras tanto, la América blanca rural documentaba su propia
mitología con la música country y western. Combinada con el
incipiente R&B, daría lugar al rock and roll tal y como lo conocemos.
Básicamente la gente mezcló la música negra y la música racista
para que los blancos que eran dueños de las discográficas ganaran
millones de dólares. Sam Phillips, el productor que grabó por
primera vez a Elvis Presley, dijo sin rodeos que su intención era
copiar la música negra y vendérsela a un mercado blanco. Marion
Keisker, recepcionista en Sun Records, afirma que:
Recuerdo que Sam decía una y otra vez: «Si encuentro a un blanco que
suene como un negro y transmita el mismo sentimiento, seguro que me
hago multimillonario». (James Miller, Flowers in the Dustbin: The Rise of
Rock and Roll, 1947-1977).

Elvis fue el catalizador que le dio al rock and roll una dimensión
global. Tomó el sonido rockabilly de los Maddox Brothers y de Carl
Perkins y le añadió una sexualidad meliflua y una voz increíble. Sus
primeras apariciones en la televisión fueron objeto de una gran
controversia. El lenguaje corporal de Elvis se consideraba tan
sexualmente explícito que la tercera vez que fue al Ed Sullivan
Show (el programa más visto de Estados Unidos, con un share del
86 %) lo grabaron de cintura para arriba. A pesar de la censura,
estas apariciones lo convirtieron en una megaestrella. Chuck Berry y
Bo Diddley habían tenido algunos éxitos, pero Elvis consiguió que el
rock and roll llegara a las masas. Su interpretación comercial del
rock and roll llegó a todo el mundo y expuso al público británico a la
música de raigambre americana. Todo el mundo quería ser como
Elvis. Solo superado por los Beatles en influencia directa sobre los
arquitectos del heavy metal, «Elvis was a hero to most».[32]
Siguiendo el camino que él había abierto, el blues y el R&B cruzaron
también el Atlántico y llegaron a las manos de obsesos por la
música como John Lennon o Keith Richards.

El rock and roll se caracteriza por atacar con fuerza los tiempos
débiles —se da un golpe en la caja en cada tiempo par—: UN, DOS,
TRES, CUATRO. Piensa en la letra de Rock Around the Clock. O en
cualquier sencillo de Status Quo. Es un ritmo lleno de energía que te
despierta de manera innata las ganas de bailar. El rock and roll bien
podría ser fruto de la alquimia. Es una música perfecta. Y era
también el modo de expresión perfecto de una generación que
empezaba a encontrar su identidad propia.
Los adolescentes no existían antes de los años cincuenta: el
término todavía no se había acuñado. Los niños se convertían en
adultos sin pasar por una etapa intermedia. En los años cincuenta
cambiaron las circunstancias económicas: los adolescentes tenían
dinero para poder gastarlo en ropa y ocio. Y qué mejor que hacerlo
en un sencillo de vinilo de siete pulgadas: un artículo que resumía a
la perfección su nuevo poder adquisitivo.
Esta identidad adolescente suponía una amenaza para el orden
existente. Iba muy ligada a la idea de rebelión, y el rock and roll
aportaba la banda sonora para ello. Era música popular pero con un
indicio latente de amenaza. Les gustaba tanto a los macarras o a los
moteros como a las pandillas de adolescentes y a los rebeldes. Tan
subversivo le parecía el rock and roll al establishment que el tema
instrumental Rumble, de Link Wray se prohibió en las emisoras de
radio estadounidenses por incitar a la delincuencia juvenil.
Por muy ridículo que suene en el siglo XXI, existía un precedente
del rock and roll como germen de violencia. Me refiero a la reacción
a la película estadounidense de 1955 Semilla de maldad. Fue un
film importante porque retrataba de manera revolucionaria para la
época la violencia y el descontento en los barrios desfavorecidos de
las ciudades. Rock Around the Clock, de Bill Haley and the Comets,
aparecía tres veces en el transcurso de la película, aunque se
censuró su aparición en los créditos de apertura. La canción,
escuchada con una claridad y un volumen inauditos a través de los
altavoces de última generación de las salas de cine, causó
disturbios. Los chavales destrozaban y rajaban las butacas, se
enzarzaban en peleas. En aquella posguerra encorsetada y
conservadora, el rock and roll representaba el sonido de la libertad.
Era el símbolo de la rebelión, de la existencia de un mundo más
vasto que el de sus padres. De repente, todo parecía posible. La
música era un motor de la transformación.
Por desgracia, en vez de derrocar los sistemas existentes y
levantar una utopía de sus ruinas, los adolescentes de los años
cincuenta se lo fundieron todo en ropa y se convirtieron en los
primeros (y voraces) consumidores de la historia. El capitalismo, con
su clásica velocidad de relámpago, se adueñó de su rebelión y
después se la vendió.
Pasarían otros quince años hasta que los adolescentes
intentaran llevar a cabo de verdad la rebelión insinuada por el rock
and roll, pero ya hablamos de otra época y muchas cosas
cambiarían antes de eso. El rock and roll se suavizó y, gracias a su
paso por motores comerciales, dejó de ser peligroso. Las
compañías discográficas lo despojaron de su aire amenazante y de
su componente sexual y produjeron en masa ídolos adolescentes
que contaban con la aprobación paterna como, por ejemplo, Bobby
Rydell. Parecía que la llama se había consumido.
Sin embargo, en la otra orilla del Atlántico, algunos jóvenes
estaban preparados, cual bolsas de cultivo humanas, para recoger
las semillas lanzadas por el rock and roll estadounidense y nutrirlas
a fin de convertirlas en algo todavía más potente e intenso. En la
deprimente Gran Bretaña de la posguerra, los envíos desempeñaron
un papel clave en la explosión del rock. Jóvenes fans obsesivos
como Paul McCartney y John Lennon en Liverpool o Mick Jagger y
Keith Richards en Londres iban a comprar discos directamente a los
trasatlánticos que atracaban en los puertos de sus ciudades.
Pero mientras los gigantes del rock de los sesenta todavía
estaban en el colegio, Reino Unido había desarrollado a toda
velocidad su propio rock and roll. Estos grupos de finales de los
cincuenta carecían de la urgencia primigenia del sonido americano
primitivo. Aunque hay que decir que Cliff Richard era
sorprendentemente bueno en sus inicios, con ese aire genuino de
peligrosidad a lo Elvis, su posterior conversión al cristianismo lo
despojó de su crudeza, y su obra posterior con los Shadows está
exenta de riesgos: es una música que te llevarías a casa para
presentársela a tu madre. Se unieron estrellas juveniles salidas de
Tin Pan Alley como Tommy Steele, Marty Wilde y Billy Fury, que
suenan un tanto escuchimizadas si se comparan con purasangres
del rock and roll como Little Richard o Bo Diddley. Hubo
excepciones: la canción de Johnny Kidd and the Pirates Shaking All
Over no tiene parangón.
Pero habría otro elemento crucial que se añadiría a este caldo de
cultivo británico y que lo cambiaría todo: el skiffle. Puede que ahora
no lo parezca, pero el sonido de la austera posguerra, con su
imagen de integridad, cárdigans y ausencia de rebeldía, fue el punk
rock de la época. Casi sin ayuda e inspirándose en Lonnie Donegan
y en su versión de Rock Island Line, de Lead Belly, esta corriente de
base popular utilizaba instrumentos improvisados, como la tabla de
lavar (que se tocaba con unos dedales) o el bajo con caja de té
incorporada. Infundió ánimos a los adolescentes de una deprimente
Gran Bretaña en la que todavía no existía el tecnicolor y los motivó a
que se atrevieran a hacer cosas por sí mismos: a juntar dos acordes
y montar un grupo. Y llevó a una explosión de creatividad. Los
Beatles, los Rolling Stones, los Who, los Kinks, los Troggs, los
Animals, los Yardbirds… todos ellos retomaron lo que habían
empezado los estadounidenses y lo hicieron suyo. Todo el mundo
tenía un grupo. La invasión británica estaba a punto de empezar.

Con la electrificación de la guitarra, las raíces del heavy metal


empezaron a parecerse a lo que conocemos hoy en día. Las
guitarras acústicas son un instrumento relativamente silencioso
comparado con el volumen que generan los instrumentos de viento
o los pianos. Se intentó utilizar micrófonos para captar el sonido que
salía de la boca de la guitarra y emitirlo por la megafonía de los
locales, pero este tendía a acoplarse, pues la guitarra recogía el
sonido de los altavoces, y la señal se amplificaba una y otra vez en
un ciclo de retroalimentación que creaba un molesto pitido agudo.
Una vez electrificadas, las guitarras podían competir para ser oídas
en los grupos, al tiempo que se evitaban los problemas de
acoplamiento que surgían con el uso de micrófonos. Las pastillas de
la guitarra generan corriente cuando la vibración de una cuerda de
acero interactúa con su campo magnético. Gibson lanzó la primera
guitarra eléctrica reconocible como tal, la ES-150 (nombre que viene
de Electric Spanish y de los 150 dólares que costaba el lote).[33]
Las guitarras acústicas con pastillas también tenían problemas
de acoplamiento, pero el funcionamiento de estas últimas permitía
que las guitarras tuvieran un cuerpo macizo: el sonido se producía
principalmente por la interacción entre la cuerda y la pastilla, de
modo que no era necesaria la amplificación acústica.
Leo Fender inventó en 1950 la primera guitarra de cuerpo
macizo, la Broadcaster (que más tarde se rebautizó como
«Telecaster»), Gibson siguió sus pasos en 1952 con la Les Paul,
que recibe su nombre de uno de los guitarristas más populares del
momento, quien colaboró en su desarrollo. El siguiente modelo de
Fender, la Stratocaster (1954) es una delicia por su ergonomía (a
menos que tengas tetas, claro).
El diseño macizo del cuerpo de la guitarra hacía posible darle la
forma que se quisiera. ¡Por eso las dos siguientes de Gibson fueron
PUNTIAGUDAS! La Explorer (que era una especie de rombo alargado)
y la Flying V (con forma de uve, conocida al principio como «la
flecha voladora» y encargada para un «dúo de pieles rojas», en una
época en la que decir algo así era aceptable) aparecieron en 1958 y
siguen siendo un clásico para grupos heavies que buscan un punto
de agresividad; la Flying V en concreto se ha convertido en el
símbolo por antonomasia del heavy metal. Esta idea se llevó un
paso más allá con la Randy Rhoads de Jackson, la primera guitarra
que podría usarse perfectamente como arma blanca para apuñalar a
alguien. Desde que la empresa BC Rich monopoliza el mercado de
las guitarras, pasar por el control de seguridad de los aeropuertos es
cada vez más complicado. En mi opinión, el siguiente modelo
importante de Gibson, la SG (una guitarra maciza, es decir, solid
guitar) de 1961 es la mejor de todas, y la han tocado figuras como
Sister Rosetta Tharpe, Angus Young o… servidor.
Es curioso lo poco que ha cambiado el diseño de la guitarra
eléctrica desde que se crearon los primeros modelos. Son
verdaderos clásicos del rock and roll.
Las guitarras eléctricas necesitan amplificación. Los primeros
amplificadores de guitarra eran poca cosa. Los modelos iniciales de
Fender eran muy respetuosos y tampoco cabía esperar más de los
modelos británicos originales, como el Watkins Westminster (¡con
sus escasos 10 vatios de potencia!), o de los diversos amplis
creados por Elpico (que más tarde desempeñaría un papel clave en
el desarrollo de la distorsión, no sin la inestimable ayuda del clásico
vandalismo de toda la vida), que alcanzaban el mismo volumen que
un portátil. Podían despertar de su siesta a alguien con el sueño
ligero, sí, pero no se oían por encima del barullo de un pub
abarrotado ni mucho menos servían para tocar ante un auditorio.
La empresa británica Vox diseñó el AC15 de 15 vatios en 1958 y
el AC30 el año siguiente, con el doble de potencia, tras la petición de
los Shadows, el grupo que acompañaba a Cliff Richard. Con esos
amplificadores ya se podía tocar en un teatro… pero se necesitaban
unos cuantos. Los Beatles utilizaron los amplis Vox y, aunque la
empresa les dio toda la potencia que pudo, los Beatles dejaron de
tocar en directo porque los gritos del público se oían más que su
sistema de sonido. El Vox AC30 se convirtió en el amplificador
estándar de los grupos de la «invasión británica» como los Kinks,
los Stones y (en un primer momento) los Who. Los amplis Vox
aportaron la potencia que transformó el rock and roll en música rock,
pero fue Jim Marshall, un batería metido a profesor de percusión y
propietario de una tienda de instrumentos de percusión, quien
desarrolló la amplificación necesaria para impulsar la transición del
rock británico hacia el heavy metal. La relación tan cercana que
tenía con sus estudiantes y clientes hizo posible que él y su equipo
de ingenieros diseñaran el tipo de amplificador que ansiaban los
chavales: uno que tuviera más potencia que aquellos con los que
iban tirando, además de una distorsión mucho más gratificante.
Marshall y el ingeniero Ken Bran destriparon un Fender Bassman
y tomaron nota de su circuito eléctrico. No podían disponer de
algunas piezas yanquis del Bassman, así que sustituyeron válvulas
y componentes por otros «parecidos», lo que llevó a un sonido
nuevo. Pero aquello no era lo bastante ruidoso. Tras algunas
modificaciones, el JTM45 de 45 vatios emergió de su jaula en 1963
(o en 1964, los historiadores no se ponen de acuerdo). Amarrado a
una caja de altavoz independiente, emitía un sonido mucho más
potente que el Fender Bassman y era más barato que los
amplificadores de importación. Los acuerdos de promoción con los
Who y Jimi Hendrix (y, más tarde, con Led Zeppelin) hicieron que el
ampli Marshall fuera sinónimo de la potencia del rock de estadio y
del protoheavy. Es una pena que los Beatles no se hicieran con
ellos: quizá seguirían tocando en directo.

Los Beatles son el grupo más exitoso e influyente de la historia. En


parte, su influencia se debe estrictamente a la escala de su éxito y a
su omnipresencia en los años sesenta, pero su infatigable pasión
por la experimentación y su competitividad interna, avivada por la
testosterona, los colocó a la vanguardia de la música durante una
carrera sorprendentemente corta.
Sus conciertos maratonianos en Hamburgo les aportaron
experiencia y garra en directo, y una producción acertada dulcificó
sus aristas (en Hamburgo, antes de que Brian Epstein hiciera de
ellos un grupo muy comercializable, les iban los trajes de cuero, las
anfetaminas y las prostitutas). Pero lo que de verdad los catapultó a
la fama fueron sus canciones: unas armonías compactas
emparejadas con unos acordes de una originalidad pasmosa
(competían para ver quién era el primero en aprender acordes
nuevos).
¿Sabes qué? A veces nos recorremos todo Liverpool para ir a ver a
alguien que sepa un acorde que no conocemos. Recuerdo que nos
hablaron de un tío que tocaba el sí séptima. Bueno, pues nosotros
conocíamos el sí y también el la, eran bastante fáciles, pero no teníamos
ni idea del sí séptima, era la pieza que nos faltaba, una especie de
eslabón, de acorde perdido. Así que nos subimos al bus para cruzar
Liverpool. Cambiamos un par de veces de línea, encontramos al tipo y
nos enseñó a tocarlo: dum, dum, dum, dum, dum, dum y ya teníamos el sí
séptima. Volvimos a montarnos en el bus, nos fuimos a casa con los
colegas y ¡tachán! ¡Ya lo teníamos! (Paul McCartney).

Los Beatles triunfaron en Estados Unidos y allanaron el camino a los


demás grupos de rock británicos. Si la cosa se hubiera quedado ahí,
seguirían siendo una pieza esencial en este relato. Pero es que, no
contentos con eso, siguieron adelante, empapándose de lo que se
cocía en el animado ambiente artístico vanguardista londinense y
vomitándolo en forma de una música pop increíblemente
experimental, que incorporaba innovadores arreglos técnicos y
sonaba mejor que nada de lo que se hubiera oído antes. Y, lo que es
más importante, esta música llegó a todo el mundo. Menos mal que
eran buenos, joder.
El único rival de verdad que tuvieron los Beatles en la lucha por
ocupar la plaza de mejor grupo del mundo en los años sesenta
llevaba un traje muy distinto. Los Rolling Stones empezaron siendo
un grupo de blues. Contrariamente a la perenne inquietud artística
de los Beatles, los Stones fueron bastante tradicionales durante
gran parte de su carrera. Pero si bien los Beatles eran unos
«adorables picaruelos»[34] a ojos de la gente, los Stones cultivaron
una imagen mucho más siniestra y rebelde. Mientras los Beatles
cantaban I Wanna Hold Your Hand (Quiero que me des la mano),
los Stones exigían Let’s Spend the Night Together (Pasemos la
noche juntos). Estos últimos tenían un punto más adulto y eran
menos explícitamente pop. También triunfaron en Estados Unidos.
Esta «invasión británica» le abrió las puertas al heavy metal que
vendría después.
Pero, si bien estos dos titanes tuvieron un gran éxito en Estados
Unidos y exportaron y comercializaron lo inglés como producto, que
me aspen si el grupo más británico de toda la invasión británica no
fue uno que jamás logró hacer las Américas en los sesenta: los
Kinks.
Mientras los Beatles cantaban de infinitas maneras «Oye, creo
que es buena idea que tú y yo salgamos juntos» y los Stones hacían
lo mismo con «Oye, creo que es buena idea que tú y yo tengamos
relaciones carnales», los Kinks pintaban vivas estampas de la vida
de provincias inglesa. Tienen en su haber el hito de escribir la mejor
canción pop de todos los tiempos: Waterloo Sunset. Y muy
probablemente la primera canción de heavy metal de la historia.
Dave Davies era un joven airado. Tenía una relación violenta con
su hermano Ray, cantante y líder de los Kinks. Ray tenía pinta de
abusón, de genio ególatra, de poeta canalla. Pero Dave también
tenía su carácter. Era tranquilo y sensible, sí, pero le movía una
competitividad fraterna más orgánica y real que la de Lennon y
McCartney. Dave tenía muy claro en su cabeza el sonido que
quería. Y estaba muy descontento con el sonido respetuoso, limpio
y reluciente, al estilo de los Shadows, que surgía de los
amplificadores ingleses. Quería que su guitarra rugiera.
Así que cogió una cuchilla de afeitar y rasgó el cono de papel de
su pequeño ampli Elpico. El resultado es el extraordinario gruñido
que se oye en You Really Got Me.

¡BA-DÁ-DÁ BA-DÁ!
¡BA-DÁ-DÁ BA-DÁ!

El riff desgarra la canción como la cuchilla de afeitar de Dave. Si la


escuchas con los auriculares, oirás el restallido del altavoz roto. La
guitarra fuerza a Ray a adoptar un estilo vocal más agresivo. Y el
cambio de tonalidad crea una sensación de euforia en el oyente,
dispara la segregación de hormonas de la felicidad y, cuando llega
el solo, Ray grita en plan orgásmico «OH, NO, NO!» Y ya está. El
heavy metal tiene un antecedente. El dial por fin ha llegado a once.
Pero, ay, los Kinks no congeniaron demasiado con Estados
Unidos. Su primera gira por el país quedó deslucida por las peleas
sobre el escenario, las broncas con los sindicalistas y por acabar
finalmente en la lista negra de la Federación Estadounidense de
Artistas de Radio y Televisión. Aquella prohibición hizo que se
perdieran el momento álgido del interés por el rock and roll británico
y, según Ray Davies, Estados Unidos se perdió al grupo en su mejor
momento. Pero no todo fue malo. Al descolgarse del mercado
yanqui, se centraron en obtener un sonido inglés único. Su
maravilloso álbum The Village Green Preservation Society se alejó
de la aspereza del rock and roll en favor de un estilo narrativo
costumbrista mucho más interesante. Pero sus iniciales ráfagas
roqueras de power chords (acordes de potencia o de quinta) habían
fijado un listón al que los demás grupos intentarían llegar.
La verdadera intensidad heavy del rock and roll —la transición al
rock y después al hard rock— surgió en Londres. Los Kinks
influyeron directamente en los Who, el grupo que hacía gala con
más consistencia de su peso sonoro a mediados de los sesenta.
Los Who eran una extraña combinación de la sensibilidad de una
formación artística (Townshend) y el matonismo callejero (los
demás). Este modelo se repite a lo largo de todo el desarrollo del
heavy metal y del punk rock, y probablemente tenga su mejor
ejemplo en el deseo expreso de Henry Rollins, de Black Flag, de ser
visto como un «poeta guerrero».
El riff de My Generation se merece un libro entero. Es increíble.
Colosal. Y ha llegado mucho más lejos de lo que cabía imaginar. Por
no hablar del solo de bajo. Las guitarras que se oyen por encima
todavía suenan como los Beatles. Pero es el estilo vocal
increíblemente agresivo y burlón de Roger Daltrey lo que sube en
realidad la intensidad heavy de la canción. Es una rabia que no
volvería a oírse en la música mainstream hasta el estallido del punk
en 1977.
Pero detrás de los inicios de los Who estaban las anfetaminas.
Se dice que el tartajeo de My Generation imita el modo de hablar de
un mod que ha tomado demasiado speed. Según Pete Townshend, I
Can't Explain es:
una canción escrita por un chaval de dieciocho años que no puede decirle
a su novia que la quiere porque se ha tomado demasiadas
dextroanfetaminas… No me gustaba trabajar con el grupo, la verdad. Lo
que producíamos no era algo que me interesara especialmente. Los Who
no hacían el tipo de música que yo quería hacer ni eran el tipo de grupo
en el que yo quería estar; fue uno de esos momentos en los que estás en
un sitio por casualidad y te acabas juntando y yendo en una dirección
concreta. Si me hubieran dicho que nos pusiéramos a robar bancos,
habría tenido el mismo control sobre la situación; es decir, ninguno.
Siempre estaba intranquilo, incómodo. ¡A mi mujer, por ejemplo, la volvía
loca! Cuando volvía de una gira, ella me preguntaba: «¿Cómo ha ido?» y
yo le decía: «Ha sido infernal» y entonces ella contestaba: «¿Y por qué
vas?» y yo le respondía: «Porque no tengo elección» y entonces ella
añadía: «Pues claro que tienes elección» y yo le respondía: «¡No tengo
elección! ¡NO TENGO ELECCIÓN!». Me sentía atrapado. Encarcelado.
Pero también sentía que como grupo desempeñábamos una función. En
otras palabras, tenía un encargo. Era la parte interesante. Compuse la
primera canción de los Who, I Can't Explain, que tuvo mucho éxito aquí. Y
sentí que había conectado con el público. Y también que el grupo, el sello
discográfico, los productores y el público me decían: «Nos encanta esta
canción que has compuesto. Escribe más». Y yo pensaba: «¡Ah, soy un
artista, tengo un encargo!» y eso me ha sustentado toda la vida.
Fue horrible ver que se acercaba el momento de dejar las clases de
arte y de marcharme con aquella panda de maleantes. Gente con la que
no tenía absolutamente nada en común. Nada. Cuando quise darme
cuenta, me vi rompiendo guitarras en giras y diciendo: «Voy a destruir el
instrumento que anhelaba durante mi infancia burguesa. ¡No es teatro!
¡Es arte autodestructivo!». Y así sigo.

En los Who, Pete Townshend era una especie de delicado panel de


control de una aeronave, conectado a la enorme potencia explosiva
de sus cohetes. Los Who estaban forzando los límites en busca de
un sonido más intenso, más heavy, lo que provocó una reacción
inesperada que cerró el círculo:
Mientras estaba en Escocia, leí en Melody Maker que Pete Townshend
había dicho: «Acabamos de grabar el álbum de rock’n’roll más sucio,
ruidoso y excesivo de la historia» —dice Paul McCartney—. Nunca supe
qué canción habían compuesto los Who, pero aquellas palabras me
picaron la curiosidad. Así que les dije a los demás: «Creo que deberíamos
sacar una canción como esa, que sea una locura salvaje». Y compuse
Helter Skelter. Nos desgañifamos; la tocamos tanto rato y tantas veces
que al final se le oye decir a Ringo: «I’ve got blisters on my fingers (tengo
ampollas en los dedos)». Intentamos subir a tope el volumen: «¿No
podemos hacer que la batería suene más fuerte?». Aquello era lo que de
verdad quería hacer: un disco de rock’n’roll con los Beatles que sonara
sucio y muy potente. Y me parece que no quedó nada mal.

Mientras I Can See for Miles no tiene la intensidad heavy


acostumbrada de los Who (My Generation es mucho más
contundente), Helter Skelter es brutal, una puta pasada. La guitarra
es áspera y estridente. El bajo es machacón y está bien definido.
Ringo le pega a la batería más fuerte que nunca[35] y su ritmo
cañero hace que la canción avance hacia algo que se parece al
doom metal. El tema apenas tiene melodía y el uso del bending para
estirar la nota presagia la llegada de los solos de heavy. Es una
pieza increíble y demoledora de garage metal. Y la escribió el
mismo tío que compuso The Frog Chorus[36] Sin comerlo ni beberlo,
los Beatles habían creado la canción más heavy de la historia hasta
el momento.
No obstante, aunque todas las bandas de la invasión británica —
los Beatles, los Who, los Kinks, los Troggs, los Animals— escribían
alguna que otra canción cañera, heavy, había un grupo que buscaba
esa potencia e intensidad heavy de forma tan consistente que acabó
convirtiéndose en el punto de referencia con el que se compararían
todos los grupos de heavy metal que surgirían más tarde. Y ese
grupo era Cream.
Eric Clapton[37] se había hecho famoso con los Yardbirds[38] y
John Mayall and the Bluesbreakers. Tocaba blues tradicional con
una pizca de rock inglés. Se asoció con Ginger Baker (genio de la
batería y con fama de capullo) y Jack Bruce (bajista y bastante buen
tío, al parecer). Cream hacía un blues-rock bastante más heavy y
duro que el que se estilaba por entonces, con elementos
psicodélicos que pronto se volverían omnipresentes en todos los
grupos de rock británicos.
Además, Cream tocaba a todo volumen gracias a los nuevos
amplificadores Marshall diseñados para satisfacer las demandas de
los músicos, que pedían una potencia que llenara teatros. Ginger
Baker se queja de que su oído quedó dañado para siempre por el
volumen al que tocaba Cream.
Solo duraron cuatro años, pero dejaron una huella indeleble en el
panorama musical gracias a temas increíbles como Sunshine of
Your Love o Tales of Brave Ulysses. Su legado lo retomó la primera
generación de bandas que se ganaría el entonces risible calificativo
de heavy metal.
Entretanto, los avances tecnológicos contribuyeron a desarrollar
todavía más el sonido.
Al principio, la distorsión del ampfificador —que más tarde se
convertiría en un elemento clave del sonido de la guitarra en el
heavy— era algo que debía eliminarse de estos primitivos aparatos.
Pero —como hemos visto antes— hubo artistas, como Dave Davies,
que cayeron en la cuenta de que la distorsión podía añadirle más
potencia a su directo. Conscientes de ese nuevo deseo de los
músicos, los ingenieros modificaron sus diseños para conseguir una
distorsión controlada.
El volumen alto y la distorsión del sonido pedían a gritos un
nuevo modo de entender la guitarra. Los acordes abiertos de estilo
jangle se perdían en aquella maraña sónica, así que se
compusieron riffs que pudieran abrirse paso en aquel barullo. Los de
My Generation de los Who, Day Tripper de los Beatles o Sunshine of
Your Love de Cream fueron el motor que llevó a un sonido más
heavy.
Por muy cañeros que fueran Cream, la competición de las
grandes bandas británicas por lograr el sonido más heavy quedó
eclipsada por la llegada a Londres de una figura a la que nadie
hacía sombra.
Jimi Hendrix nació en Seattle en 1943 y, después de prestar
servicio en la fuerza aérea de Estados Unidos (se rompió la pierna
saltando en paracaídas), se pasó unos cuantos años
perfeccionando su técnica con la guitarra en el «Chitlin Circuit», el
mayor circuito de música negra en directo. Tocaba cada día durante
horas, y tenía que aprenderse canciones nuevas constantemente e
interpretarlas sin fallos. Aquella era una existencia bastante ingrata
que lo llevaba a soñar con triunfar como artista en solitario.

I know you’d probably call him a tramp


but I know it goes a little deeper than that,
he’s a —
BIWN! Bi-bi-bi-biwn…
Highway Chile[39]

Jimi acabó montando su propio grupo —Jimmy James and the Blue
Flames— y fue músico titular en el Café Wha? de Nueva York. Allí
fue donde Chas Chandler, bajista de los Animals, lo vio tocar y le
ofreció ir a Londres para convertirlo en una estrella. Fue necesario
que Hendrix irrumpiera en la escena musical del Swinging London
para que se apreciara de verdad su talento. En el frío invierno de
1966 conoció a la élite musical británica. Su primera actuación en
Reino Unido fue ante Eric Clapton y Paul McCartney. Pronto se
convertiría en una estrella por méritos propios.
Hendrix entendía el blues de una manera incendiaria: acoplaba
la guitarra, usaba todos los trucos que había aprendido
acompañando (y eclipsando) a figuras como Little Richard y tenía
una soltura expresiva jamás vista en un guitarrista: dejaba entrever
su alma al tocar.
Pete Townshend afirma que Eric Clapton y él entablaron amistad
gracias a la fascinación que ambos sentían por Jimi Hendrix.[40]
Jack Bruce compuso la canción de Cream Sunshine of Your Love
tras ver a Hendrix por primera vez: «Después del concierto se fue a
casa y sacó el riff. Era un homenaje a Jimi. Y después nosotros
escribimos la canción encima», dijo Clapton en Rolling Stone en
1988. Hendrix le devolvió el cumplido cuando se enteró de que
Cream se separaba tocando la canción en el programa de televisión
Happening for Lulu y dedicándosela al grupo.
Townshend estaba molesto porque pensaba que Hendrix le
había copiado lo de ponerse a destrozar guitarras en el escenario.
Townshend había adoptado esta violenta maniobra en una
plasmación genial de lo que Brian Eno, en uno de sus naipes de
Oblique Strategies (Estrategias oblicuas), sugiere como «Acepta el
error como una intención oculta». En septiembre de 1964, los Who
estaban tocando en Railway Tavern, en Harrow. La presencia
escénica de Townshend ya destacaba por su frenesí y, sin querer,
estampó el clavijero de la guitarra contra el techo del local, que era
bajo:
Esperaba que todo el mundo reaccionara en plan: «Atiza, se ha cargado
la guitarra», pero nadie hizo nada. Supongo que me enfadé y decidí que
aquel magnífico acontecimiento no podía pasarle desapercibido al
público, así que monté un buen numerito rompiendo la guitarra. Me lie a
dar brincos con ella y a tirar los pedazos en el escenario. Y después cogí
mi guitarra de repuesto y continué tocando, como si estuviera todo
preparado. (Entrevista con Jann Wenner, Rolling Stone, 1968).

Achacable o no a su irritabilidad, este ardid no le salió barato en una


época en la que todavía no había ganado dinero de verdad. Lo
repitió a lo largo de toda su carrera, así que cuando vio que Hendrix
también lo hacía… tuvo que subir la apuesta y cargarse todos los
instrumentos del escenario. Esta rivalidad llegaría a un punto crítico
en el festival de Monterrey de 1967. Contrariamente a la costumbre
actual de que el grupo más prestigioso toque el último, Townshend y
Hendrix discutieron por no ocupar ese lugar para no tocar después
del otro. Townshend lo cuenta mejor en el documental de 1973 Jimi
Hendrix:
Le dije a Jimi que qué coño, que no íbamos a tocar después de él. Y me
contestó: «Bueno, pues yo tampoco», así que le dije: «Oye, que no
vamos a salir a continuación de ti y punto. Ya estamos aquí, listos para
tocar, y tenemos todas las cosas en el escenario. No se hable más». Y…
nos miró de un modo raro, se sentó y se puso a tocar la guitarra como los
ángeles, ahí, en mitad del camerino… Janis Joplin estaba allí, y… Brian
Jones, Eric, yo y algunos más. Y entonces se levantó y dijo… Se volvió
hacia mí y me dijo: «Si salgo después de vosotros, lo pienso dar TODO».

Y después, en septiembre de 1970, Hendrix cometió el acto de


autodestrucción definitivo: morirse. Que la amonestación que se
llevó Townshend por descargar pornografía infantil fuera un intento
tardío por ver quién reía el último está todavía por ver…[41]
Hendrix era tan heavy, que inspiró a todos los que lo vieron a
buscar un sonido aún más potente. Hendrix formó parte de una
tendencia dentro del rock and roll británico que apostaba por revisar
los orígenes del blues, en busca del influjo de una forma más pura,
anterior a su transformación en rock and roll. Los Rolling Stones, por
ejemplo, empezaron como un grupo de versiones de blues. Los
Yardbirds destacaron por ser la mayor banda de blues británica.
(Más tarde se convertirían en Led Zeppelin.)
Hay cierta ironía en que los grupos ingleses blancos regresaran
a Estados Unidos para poner de moda un estilo musical negro y
estadounidense que, por aquel entonces, había perdido el favor del
público. Dice la leyenda que cuando los Stones conocieron a Howlin’
Wolf, este pasaba por tan mala racha que se veía obligado a pintar
el techo de su discográfica para compensar el agujero económico
creado por el parón en su carrera.
Así pues, quedamos en que a finales de los sesenta había un
número importante de grupos que tocaban un rock heavy, con riffs
sombríos y guitarras distorsionadas. Cream, Led Zeppelin, Blue
Cheer, Iron Butterfly, Steppenwolf… Una música a la que ahora
llamamos protoheavy, una categoría creada a posteriori y que
incluye a grupos tan variopintos como Vanilla Fudge, The Crazy
World of Arthur Brown, Jethro Tull, King Crimson o Grand Funk
Railroad. Yo incluso añadiría a Led Zeppelin y a Deep Purple.
Muchos tienen bastante en común con Black Sabbath y algunos les
sirvieron de inspiración e influyeron en ellos, pero fueron
precursores. Eslabones perdidos. Humanos de grandes cráneos
preservados durante años en ciénagas. El protoheavy de finales de
los sesenta fue el caldo primitivo del que surgiría el heavy metal.
Contenía los aminoácidos y las cadenas moleculares largas
perfectas, elementos constitutivos básicos del heavy metal, pero
todavía sería necesario infundirle la demoníaca chispa de la vida
que despertara a la bestia que conocemos como heavy metal.
Con el paso de la década de los sesenta a la de los setenta, el
panorama contracultural sufrió cambios. Los Beatles se separaron.
La rivalidad entre Lennon y McCartney, que había sido el motor de
su creatividad, finalmente los distanció del todo. Los Stones
coquetearon con el ocultismo a través del genial cineasta
vanguardista Kenneth Anger y todo empezó a torcerse.
Desconcertados por fenómenos como encontrar la puerta cerrada
de un dormitorio misteriosamente pintada de color dorado por dentro
y en plena racha de mala suerte, incluida una redada por drogas, el
grupo se distanció de Anger y Jagger «quemó todos los libros que
tenía sobre ocultismo». Pero su mala suerte no había hecho sino
empezar. En mayo de 1969, su guitarrista Brian Jones se enganchó
a las drogas y dejó el grupo para acabar ahogado en su piscina solo
unas semanas más tarde. El grupo quiso recordar a Brian en un
concierto gratuito en Hyde Park lanzando mariposas al vuelo. Al
abrir las cajas vieron que casi todas estaban muertas. En diciembre
de 1969, un festival celebrado en el circuito de Altamont, en
California, marcó el nefasto despertar del sueño de los sesenta. Se
le había encargado la seguridad del festival a un grupo de Ángeles
del Infierno. Fue la peor idea posible. Totalmente contrarios al
sentimiento de paz y amor de los asistentes, empezaron a pegar a
la gente con postes de acero y un fan, Meredith Hunter, recibió una
paliza y fue apuñalado hasta la muerte.
Aquello empezaba a ser un mal viaje. Y un grupo en particular
estaba listo para documentar esa sensación. Black Sabbath era el
rayo que faltaba en el caldo primitivo. La chispa vital que infundió la
vida a Frankenstein. El ladrillo que desató los disturbios.
Los hippies lo intentaron con el pacifismo y el amor. Y no funcionó. Ahora
tenemos que contar la verdad… y no es agradable. (Max Cavalera,
Sepultura)
2
Black Sabbath

En 2011 circuló el rumor de que podías entrar en el censo de Reino


Unido y alterarlo para echarte unas risas. Si un número
(indeterminado) de ciudadanos indicaba, por ejemplo, su religión, se
decía que el gobierno se vería obligado a reconocerla como oficial.
Por supuesto, aquello era una trola como un piano. Sin embargo, el
resultado fue que 6242 personas dijeron que su religión era el heavy
metal. Aunque el rumor fuera falso,[42] esta idea había llegado para
quedarse.
Cada religión tiene su propio mito de la creación, y la del heavy
metal tiene a Black Sabbath.
Y sucedió que, de entre los inhóspitos hornos de las tierras veteadas por
el hollín, tres sabios y un bendito necio entrelazaron sus caminos.
En el principio era el Verbo y el Verbo era el Blues. Y la Tierra estaba
desordenada y vacía. Y lo cierto es que les costó lo suyo encontrar
nombre, pero pronto consiguieron algunos bolos en pubs…

Si eras adolescente en los años setenta y tenías algo de dinero en


el bolsillo, podías, si querías, comprarte el álbum Elton John, de
Elton John. O si tenías mejor gusto y te iban las carátulas lúgubres,
podías elegir Black Sabbath de Black Sabbath.[43] Si hubieras
comprado el de Elton John, te habrías equivocado, por supuesto.
Black Sabbath fue el primer grupo heavy metal. No fue Led
Zeppelin, ni Deep Purple ni mucho menos Grand Funk Railroad.[44]
El heavy metal nació el viernes 13 de febrero de 1970: el día que
Black Sabbath publicó su disco homónimo. Todo lo anterior era
protoheavy. Black Sabbath era Heavy Metal, con mayúsculas.
¿Por qué destacó Black Sabbath en aquella amalgama de rock
duro y siniestro que se componía y se grababa a principios de la
nueva década? ¿Qué hizo que su álbum fuera heavy metal? Bueno,
hay que decir que estos cuatro personajes, incluso antes de crear el
grupo, ya eran bastante heavy metal. Para empezar, crecieron en
Birmingham. Y Birmingham es puro metal. Si esta ciudad hubiera
engendrado únicamente a Black Sabbath, ya podría atribuirse el
mérito de ser la cuna del heavy metal. Pero es que la cosa no acaba
aquí: Sabbath solo es la punta del iceberg.
Una cantidad increíble de grupos de heavy y hard rock
verdaderamente influyentes vienen de Brum (un diminutivo de
Birmingham) y de sus ciudades y pueblos aledaños: Black Sabbath,
Judas Priest, Robert Plant y John Bonham de Led Zeppelin, Deep
Purple, Diamond Head, Napalm Death, Jethro Tull, Slade, Wizzard,
Godflesh, Anaal Nathrakh, Doom, Sacrilege, Benediction, Mistress,
Funeral Throne. Es la zona cero del heavy metal. El segundo indicio
que prueba mi teoría es que en cualquier festival nacional
importante del género y en las principales giras heavies del mundo
SIEMPRE te toparás por lo menos con un brummie o un tío del Black
Country que está a cargo de las luces, del sonido o de lo que se
tercie. Fíjate en el acento. Allí les hemos dado clase a todos. Es
como el Top Gun del heavy.[45]
Antes de crear Black Sabbath, sus cuatro integrantes tuvieron
varios trabajos bastante metaleros. El guitarrista Tony Iommi trabajó
en una fábrica de láminas de metal. El batería Bill Ward, en una
fundición de hierro. El vocalista Ozzy Osbourne, después de su
breve estancia en chirona por robo, trabajó en un matadero. Y el
bajista Geezer Butler era… bueno… contable. No se puede tener
todo (¡aunque, oye, fue contable en una metalúrgica!).[46]
Los cuatro crecieron cerca unos de otros en Aston, una zona
obrera atroz de una ciudad obrera también atroz. La pobreza y la
violencia eran endémicas. A estos cuatro chavales la vida les
deparaba un futuro de duro trabajo en fábricas, borracheras
importantes en pubs locales y poco más. La música era su válvula
de escape. Una huida de la rutina. Un atisbo de algo distinto, tal vez
de una vida lejos de la cadena de producción (precisamente el
heavy metal se ha convertido en una forma maravillosa de
escapismo: la diversión musical perfecta para evadirse de ese tipo
de vida).
Los cuatro miembros de Black Sabbath nacieron entre febrero de
1948 (Tony) y julio de 1949 (Geezer). El país de su infancia estaba
totalmente dominado por la sombra de la segunda guerra mundial.
Esa guerra es el eje sobre el que debe girar cualquier historia del
siglo XX. En la historia del heavy metal es un elemento recurrente.
Para los jóvenes que inventaron y desarrollaron el género, la
segunda guerra mundial moldeó la economía, la sociedad y la
topografía física de su infancia, además del panorama musical de la
contracultura en el que un día prosperarían. Es un tema que sigue
fascinando a muchos de los nacidos bastante tiempo después de
que acabara.[47] Lemmy coleccionaba objetos de la segunda guerra
mundial. Grupos como Hail of Bullets, Eastern Front o Marduk han
basado su carrera en ella.
Para Gran Bretaña, la segunda guerra mundial fue una guerra
total. Se consumieron todos los recursos disponibles en pos de la
victoria, desde los cuerpos de los reclutas forzosos hasta las verjas
de hierro de los camposantos, arrancadas y convertidas en armas.
Desde un punto de vista político, Gran Bretaña se había convertido
en una especie de totalitarismo benévolo. El control y la vigilancia
estrechos de la población se aceptaron como males necesarios para
la defensa del país. El Estado nacionalizó la industria para contribuir
al esfuerzo bélico.
Una parte importante de la identidad británica actual, desde el
nacionalismo hasta el socialismo, se retrotrae con nostalgia a esa
época en la que la sociedad y el Estado se entrelazaron para lograr
un objetivo —en opinión de muchos— noble. Ello respalda el mito
de un país unido que aúna esfuerzos, un mito que va más allá de lo
que sucedió en realidad. Los robos, los allanamientos de morada y
las violaciones eran frecuentes durante los apagones. El mercado
negro era enorme. La derecha cree que Gran Bretaña estaba mejor
antes, la izquierda cree que el Estado puede solucionar los
problemas. Se dice que el giro a la izquierda de la posguerra se
debe a la gente que empezó a hablar entre sí en barracones y
refugios antiaéreos, así como a los obreros que le pedían una
recompensa a aquel Estado por el que habían sacrificado tanto.
Otro factor que suele pasarse por alto a menudo es la idea de que el
Estado, revestido de un poder suficiente, puede reestructurar la
sociedad para lograr un bien común.
Hasta la década de los setenta, el gobierno y la sociedad
británica estaban bajo el dominio de personas que habían
combatido en la guerra. Muchas figuras de autoridad habían estado
en las fuerzas armadas. Como resultado, Gran Bretaña era
conservadora en lo social y seguía siendo una sociedad
esencialmente militarizada. Quince años después de que acabara la
guerra, todo hombre sano de edad comprendida entre los diecisiete
y los veintiún años debía prestar servicio militar durante dieciocho
meses. La homosexualidad era ilegal y continuó persiguiéndose
hasta 1967. La pena de muerte estuvo vigente en las cárceles
británicas hasta 1964.
Un marcado contrapunto con el conservadurismo creciente de la
sociedad británica y estadounidense, consecuencia de la
militarización de su población, fue el nacimiento de los Ángeles del
Infierno, un club de moteros rebeldes formado por antiguos soldados
de la segunda guerra mundial a los que les aburría la vida de
posguerra en su patria y que añoraban la aventura y la camaradería
vividas durante la guerra. Los Ángeles del Infierno y otros clubes de
moteros, orgullosos de vivir al margen de la ley, encarnan muchos
de los ideales de la cultura del heavy metal. Si bien no son lo
mismo, los moteros y los metaleros comparten estética y
mentalidad. Los Ángeles del Infierno y la cultura motera en general
tienen una relación estrecha con el heavy metal. El grupo sueco de
black metal Watain se viste como una pandilla de motociclistas. Los
Rolling Stones recurrieron a los Ángeles del Infierno para que se
encargaran de la seguridad en el fatídico concierto de Altamont, en
el que mataron a un hombre a puñaladas. Esta actuación suele
verse como el doloroso fin del idealismo de los sesenta y el
nacimiento de una época marcada por el cinismo, en la que surgiría
el heavy metal. Poco después, Black Sabbath iría de gira por
Estados Unidos y recibiría la visita del presidente de los Ángeles del
Infierno. Geezer recuerda que: «Nos dijo quién era, que venía de no
sé qué capítulo de los Ángeles del Infierno y que nos daba su visto
bueno». Peter Grant, mánager de Led Zeppelin, recurrió a ellos en
el festival de Bath de 1970: «Los Ángeles del Infierno nos ayudaron
a llevar al grupo hasta allí. Como ya había contactado con los
Ángeles del Infierno de Cleveland cuando estaba con los Yardbirds,
no nos dieron ningún dolor de cabeza».
Dejando el conservadurismo a un lado, el principal legado que la
guerra dejó en Reino Unido fue la sensación de pesadumbre. Entre
1945 y 1963, Gran Bretaña fue un sitio bastante deprimente donde
vivir. Su economía había resultado seriamente dañada por el coste
de una guerra total. Y durante los primeros dos años había luchado
sola,[48] mientras Estados Unidos permanecía en una posición
neutral y sacaba tajada de ambos bandos: vendiéndole armamento
y herramientas a Reino Unido y coches, refrescos y sistemas
informáticos a los alemanes. Es un poco como si vieras que alguien
ataca a uno de tus colegas y tú vas y le vendes un cuchillo a este y
a su atacante. Hace muy poco que Gran Bretaña ha saldado su
deuda bélica con Estados Unidos. Para que luego se diga que
tenemos una relación muy especial.
Los recursos del país estaban seriamente mermados. Durante
los primeros años de vida de los componentes de Black Sabbath
todavía se racionaba la comida, medida que llegó a su fin en 1954.
La ciudad estaba físicamente rota. Birmingham, una importante
ciudad industrial, había sido uno de los blancos preferidos de los
ataques aéreos alemanes y no había dinero para reparar los daños.
Los niños jugaban en edificios destruidos por bombas y en cráteres.
En la deprimente Gran Bretaña de la posguerra, la cultura
estadounidense era un rayo de esperanza. A pesar del
conservadurismo social de Estados Unidos y la paranoia de la
amenaza roja, el boom económico que produjeron las inmensas
ventajas comerciales de una guerra mundial en la que solo
participaron en los años finales significó que era posible una
revolución en las formas de vida.
En Gran Bretaña, esta revolución tardó un poco más en llegar.
Suele decirse que se pasó del blanco y negro al color en los
sesenta.
Ahora parece que los Beatles marcan el punto de la historia británica en
que el mundo pasó del blanco y negro al color, y después al fosforito; ese
momento decisivo en que se deja atrás la austeridad de la posguerra y se
llega al «nunca se ha vivido tan bien como ahora». Su aire provinciano,
proletario y burlón, unido a su increíble don para la música, cambió de un
plumazo lo que se consideraba social y culturalmente aceptable.
Revolucionaron de manera explícita las barreras de la edad, la clase y la
alta y la baja cultura; eran una fuerza que nadie podía permitirse ignorar.
(Mick Brown, Daily Telegraph)

Los Beatles fueron un reto de la cultura pop para la moral y las


buenas costumbres de la Gran Bretaña de la posguerra. Hasta su
media melena parecía subversiva. El conformista reservado optaba
por el corte de pelo de estilo militar, mientras que el pelo largo era
sinónimo de rebelión contra la sociedad establecida. Y más
concretamente quería decir: «No estoy en el ejército».[49] El
surgimiento posterior de la oposición a la participación de Estados
Unidos (y al apoyo británico) en la guerra de Vietnam convertía esta
toma de posición en algo mucho más relevante.
Los Beatles lo cambiaron todo. No es una exageración sugerir
que, sin ellos, el heavy metal probablemente no habría llegado a
existir. Todos los músicos que participaron en la primera década del
heavy metal recibieron la influencia directa de los Beatles: musical y
visualmente, además de por querer componer sus propias
canciones originales. Más tarde, el compromiso de los Beatles con
la innovación y la experimentación, junto con su promoción y
aceptación del arte de vanguardia generó una segunda ola de
influencia. Los Beatles revolucionaron la industria musical.
Mostraron que el rock and roll podía ser una vía de escape a la dura
vida proletaria, que con la música se podían obtener una fama y una
riqueza increíbles. Normalizaron muchos comportamientos que
hasta entonces se atribuían solo a la contracultura, desde el
consumo de drogas hasta el esoterismo.
Esta contracultura derivó en el movimiento hippy, una subcultura
que preconizaba la paz y el amor libre como solución a los males del
mundo. El LSD y las setas dan un subidón de empatía que mueven a
la gente a la búsqueda de la comunidad y del amor. Pero el LSD
tiene un inconveniente: te puede dar un mal viaje. Una pesadilla
paranoide aterradora, un horrible periplo descontrolado imposible de
parar. Los viajes lisérgicos llegan a durar hasta ocho horas y puede
parecerte que un mal viaje dura semanas porque el ácido te jode la
capacidad de medir el tiempo. Un mal viaje puede marcarte para
siempre. La vida de los Sabbath en la deprimente Aston industrial de
la posguerra era el mal viaje de ácido del movimiento hippy.
Geezer, Tony y Bill eran unos obsesos del blues. Como muchos
de los más importantes músicos de los sesenta, eran unos friquis de
la música y rebuscaban rarezas en tiendas de discos de callejuelas
perdidas mientras soñaban con tener un día su propio grupo. Cada
uno formaba parte de varias bandas; Tony llegó a tocar con Jethro
Tull en una breve aparición televisiva.
La influencia artística definitoria de finales de los sesenta fue la
psicodelia. Dio lugar al Verano del Amor y también a la obra maestra
de los Beatles, Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band. Fue
impulsada por la experimentación con las drogas alucinógenas, en
especial con el LSD, una droga semisintética que producía
alucinaciones, patrones visuales y una reducción de la actividad
cerebral en la «red neuronal por defecto, responsable principal de
nuestro ego y de la noción de uno mismo —según afirma Daniel
Miller en el Washington Post—. Con el ego fuera de servicio, el
límite entre el yo y el mundo, entre el sujeto y el objeto, se
disuelve». ¿Y cuál es el resultado? Las experiencias místicas, las
alucinaciones, la sensación de que se expanden los horizontes y
aumenta la empatía. Paz y amor, vaya. El LSD tuvo muchos
defensores a finales de los sesenta, y parecía que todos los músicos
experimentaban con él. El movimiento hippy combinó esas epifanías
farmacológicas con el misticismo oriental para crear un movimiento
contracultural positivo, optimista y orientado a los jóvenes. Los
músicos se alimentaron de esa corriente para crear una música que
reflejara sus experiencias psicodélicas y la cultura que los rodeaba.
Todo parecía muy positivo.
Pero la psicodelia también tenía un lado oscuro. El optimismo
que se veía en la superficie del flower power de finales de los
sesenta tenía una cara oculta: Vietnam, la pobreza, la
desobediencia civil, la violencia por parte del Estado, la amenaza de
una guerra nuclear que podía suponer la aniquilación total del
planeta… A los habitantes de Aston, lo del Verano del Amor les
sonaba a cachondeo.
El ácido tiene dos caras y los malos viajes eran parte del asunto.
Black Sabbath eran la personalización del mal viaje. La cara oculta.
Desde sus inicios, los Black Sabbath entendían su música como un
arte que iba por libre. No eran explícitamente políticos (ni satánicos)
porque carecían de la seguridad necesaria en sí mismos, pero, aun
así, dieron voz a ideas que necesitaban expresarse de manera
desesperada. Eran el imán de un sueño que se había vuelto
amargo. Con el paso de los sesenta a los setenta, la fiesta se acabó
y el suelo acabó lleno de globos deshinchados, condones usados y
vómitos. Sabbath era el sonido de la resaca de los sesenta. El
ambiente ya no era nada molón, sino más bien oscuro, deprimente
y, en ocasiones, aterrador.
Ozzy y Tony habían ido juntos al colegio. El guitarrista era mayor
y ejercía el papel de abusón sobre el diminuto Ozzy, una dinámica
de poder que se mantendría durante toda su carrera. De
adolescentes, todos habían tocado en grupos; Ozzy se las había
apañado para cantar en un grupo llamado Approach y había tomado
la insólita decisión de comprarse su propio sistema de megafonía.
La posesión de algo tan codiciado y poco común le resultó muy útil
cuando quiso salir de Approach y puso un anuncio en un escaparate
para buscar un nuevo grupo. Las mágicas palabras «sistema de
megafonía propio» llamaron la atención de Geezer, que buscaba un
nuevo cantante para su ecléctico grupo, The Rare Breed. Tocaban
versiones de canciones de soul y rock and roll y llevaban unas
pintas bastante estrambóticas.
Mientras tanto, Tony Iommi llevaba tiempo tocando en varios
grupos de la zona y estaba a punto de dar su primer paso para
dedicarse en exclusiva a la música. A los diecisiete estaba a punto
de salir de Aston. Había conseguido trabajo con un grupo, The Birds
& the Bees, que iba a salir de gira por la República Federal de
Alemania. «Justo el día que me marchaba para convertirme en
profesional…» su madre lo convenció para que acabara su jornada
en la metalúrgica en la que trabajaba de soldador. Ese día tuvo que
usar una máquina que nunca había utilizado y que cortaba la lámina
de metal que después él debía soldar. La persona que operaba la
máquina no estaba y a Tony no le dieron ninguna formación previa.
Los eurofascistas que nos imponen absurdas normativas de salud y
seguridad en el trabajo todavía no se estilaban (qué obsesión con la
corrección política, de verdad).[50] «Estaba prensando una pieza de
metal cuando la prensa se me cayó encima; naturalmente, quité la
mano de allí y me arranqué las puntas de los dedos.» Los dedos en
concreto eran el corazón y el anular de la mano derecha y, como era
zurdo, se trataba de los que más usaba en la guitarra. En la víspera
de su primera gira profesional, aquello era un desastre. Su carrera
de músico estaba acabada. Cayó en una profunda depresión. Pero
recibió la visita de un amigo, quien le puso temas de Django
Reinhardt, el virtuoso guitarrista de jazz que solo tocaba con dos
dedos porque los demás se le habían quedado paralizados tras un
incendio. Aquello le inspiró: a fin de cuentas ¡solo le faltaban las
puntas! Se hizo unas prótesis con plástico fundido de una botella de
lavavajillas y les pegó cuero para conseguir un mejor agarre. Bajó la
afinación de la guitarra para aflojar la tensión en las cuerdas y
desarrolló un estilo de digitación único. «Tenía que descubrir la
fuerza con la que debía pisar las cuerdas, porque yo no sentía nada;
bueno, solo dolor.»
Tras su recuperación, Tony tocó en varios grupos hasta acabar
en uno (The Rest) con el batería Bill Ward. Los dos grupos se vieron
compartiendo cartel, tocando versiones parecidas de canciones pero
sin sentir ningún entusiasmo especial por el otro. Tony cambió de
barco y se fue a Mythology y Bill le siguió. Trincaron a este grupo
por posesión de marihuana y se separaron. En paralelo, The Rare
Breed se disolvió por un desánimo generalizado después de unos
bolos desastrosos. Ozzy volvió a colgar su anuncio y, casi
inevitablemente, los cuatro acabaron tocando juntos. Atraídos por
una gravedad ajena a este mundo. O por una casualidad de lo más
corriente. Como prefieras verlo, vaya.
Al principio se llamaron The Polka Tulk Blues Band que
cambiaron después a Earth. Tocaban un rock heavy y sombrío con
una base blues. Tony dejó el grupo por la oportunidad de tocar en
Jethro Tull, que por entonces ya era un grupo con éxito, pero sintió
que aquello no estaba bien y volvió al redil. Su experiencia con los
Tull le dio el arrojo que necesitaba. Empezaron a ensayar con
regularidad y a tener más bolos. Grabaron varias maquetas y
ficharon a un mánager.
Como en cualquier texto religioso que se precie, en el relato de
la génesis de Black Sabbath hay contradicciones. Existen varias
versiones sobre el origen de su nombre.[51]
Una de ellas sugiere que Earth estaba ensayando enfrente de un
teatro y que, un día, Geezer vio que había mucha cola para ver una
peli de terror que se llamaba Black Sabbath. Le llamaron la atención
dos cosas: la primera, que las pelis de miedo tenían mucho éxito a
finales de los sesenta. Durante una década, el cine británico dominó
el panorama del terror: Hammer Films convirtió sus sangrientas
películas de terror en Eastmancolor en un fenómeno mundial.
Escribir canciones sobre estos temas podía depararles el mismo
éxito: muerte, depresión, posesión, Satán, asesinatos… Y la
segunda fue que Black Sabbath era mucho mejor nombre que Earth.
Además, había muchos grupos con ese nombre. ¡Cambiemos el
nombre a Black Sabbath!
Una versión ligeramente distinta ofrecida por Geezer en
entrevistas recientes es que llevaban años dándole vueltas a ese
nombre, desde que su hermano viera la película. Y Tony se atribuye
el mérito de la idea de la temática del miedo en una entrevista para
la BBC: «Nos encantaban las películas de terror —afirma—, esa
sensación de que te asusten. Pensé que estaría bien poder hacer
eso mismo con la música».
Fuera idea de quien fuese, se notaba en la atmósfera que se
avecinaban cambios. Ya habían tocado un blues psicodélico
«heavy», pero el nuevo nombre del grupo evidenció el cambio de
enfoque. Escribieron su primera canción original basándose en un
trítono para un riff «que habían tomado prestado» de Los Planetas
de Holst. La letra era fruto de un aterrador suceso vivido
recientemente por Geezer, quien estaba muy interesado por el
ocultismo[52] (era contable, podía permitirse los libros). Después de
una noche de intensa lectura de libros de ocultismo, se despertó y
vio una malévola figura negra a los pies de la cama. De repente,
todo cobró sentido. Los planetas se alinearon (valga la
redundancia). El tono de guitarra de Tony, la voz quejumbrosa y
perturbadora de Ozzy. La posesión demoníaca y el ocultismo eran
los temas perfectos para un sonido tan hosco.
Los Sabbath habían tenido una gran idea: escribir canciones
sobre el lado oscuro de la vida. Y no como se hacía en el blues;
aquello iba mucho más allá del típico «My baby left me». Por una
parte era una respuesta directa al movimiento hippy de paz y amor
que los alienaba y, por otra, la expresión natural de su modo de ser,
sus circunstancias y sus mentes depresivas. Sus letras trataban
todos aquellos temas que los hippies se empeñaban en ignorar en
un intento vano y pueril de que el mundo se diera las manos y que
viva el flower power, tío. Los Sabbath hablaban de la guerra. De la
muerte que llueve del cielo y del futuro de campos de batalla y
tumbas que les espera a tus hijos. Del aislamiento, de la depresión.
De los gobiernos corruptos y de la contaminación. De la amenaza
de la aniquilación nuclear. Por ESO eran heavy metal. Bueno, por
eso y porque hablaban de Satán (aunque no tanto como se dice, por
cierto).
Parte del gran atractivo de los Sabbath residía en que
expresaban lo oculto. A lo largo de los años han intentado
confundirnos sobre el grado exacto de implicación en el asunto. Bill
Ward dice ahora que pasaron cosas turbias, que se les fue de las
manos. Geezer ha dejado entrever a veces que practicaron el
ocultismo de verdad, pero insiste en que «aquello fue una
chorrada». Quizá lo dice porque es católico.
El hecho de que todos se fueran por la pata abajo al poco de
sacar su primer álbum y que de repente empezaran a llevar
crucifijos en el escenario sugiere que algo chungo debió de
pasarles. Nadie cree tanto en Satán como un cristiano.[53] Por
supuesto, el cristianismo ha inspirado algunas de las mayores obras
de arte que ha creado la humanidad, desde los techos de la Capilla
Sixtina hasta la música de Bach, pasando por las pinturas de El
Bosco o la canción Mistletoe and Wine de sir Cliff Richard. La
creencia popular dice que todo lo bueno de la vida tiene algo de
demoníaco: los Sabbath dan fe de ello cuando intentan hablar del
cristianismo. Se suponía que la canción After Forever arrojaría algo
de claridad sobre su posicionamiento religioso. Musicalmente está
muy bien, tiene un punto de rock progresivo y un ritmo pegadizo.
Ahora bien, la letra es una mierda. Las rimas son muy forzadas y
parece un poema escrito por un chaval de diecisiete años.
Por lo menos, su tema fundamental, Black Sabbath, se basa en
una experiencia vivida por Geezer Butler tras una noche en la que,
según él, DE NINGUNA MANERA había estado experimentando con lo
oculto. Por mucho que reniegue de la magia negra estos últimos
años, si no fuera por el «interés» que le despertó ese tema a finales
de los sesenta, Black Sabbath nunca habría alcanzado el mismo
nivel de éxito.
Sacaron su primer disco y tuvieron un notable éxito de ventas y
el inmediato desdén por parte de la crítica. Desde sus comienzos, el
heavy metal fue un arte que iba por libre. Lester Bangs, de Rolling
Stone, dijo que el grupo sonaba «como Cream, pero en malo». Pero
no importaba. El caballo ya se había desbocado. El heavy metal ya
tenía su punto de partida. Todo lo anterior al viernes 13 de febrero
de 1970 era protoheavy. Este era el primer disco de heavy metal.
La carátula es perfecta. Una joven con aspecto de bruja está de
pie frente a un molino abandonado: un paisaje que evoca la época
en que la caza de brujas y la Revolución Industrial dividieron a la
sociedad inglesa en dos extremos en conflicto. En el libreto
desplegable hay una cruz invertida: parece que fue idea de la
discográfica y que molestó mucho al grupo pero, joder, se trató de
una genialidad.
Con la primera canción ya se amortiza el precio del disco. Tras
oír el atmosférico tañido de una campana en mitad de una tormenta,
ese riff de apertura, tomado prestado de Los Planetas de Holst, es
un arreglo de tres notas engañosamente simple. Lúgubre, profundo,
grave, atmosférico y estremecedor. Y la voz prístina y trémula de
Ozzy se eleva por encima. Es una historia de terror que parece
salida de la mano de Dennis Wheatley, pero sin el toque cursi. Es
una canción perfecta.
The Wizard es una fantasía al estilo de Tolkien o una metáfora
para referirse a un camello. La armónica que suena al principio
recuerda las raíces blues de Earth, pero el golpeteo de la batería de
Bill Ward aporta una gravedad insólita hasta el momento en una
pieza de ese tipo. Behind the Wall of Sleep completa la trilogía de
referencias literarias. Se inspira en H. P. Lovecraft y es un ejercicio
de psicodelia experimental. El siguiente tema se centra en el
componente satánico y metalero de Black Sabbath y construye un
relato más personal. Satán narra en primera persona cómo intenta
seducir a un alma descarriada. La segunda mitad del álbum se
cierra con una pieza instrumental y dos versiones que hacen
totalmente suyas. ¡La versión original de tres minutos de Warning
pasa a durar diez después de pasar por las manos de los Sabbath!
El álbum tuvo un éxito increíble. Los Sabbath estuvieron de gira
por todas partes. En Estados Unidos se montó un gran lanzamiento
con un estrafalario desfile en el que figuraba Anton LaVey, fundador
de la Iglesia de Satán.
Es fácil magnificar lo que pasó con el primer álbum de Black
Sabbath y, de hecho, con su primera canción, como el alfa y el
omega de la creación del heavy metal como género, pero fue su
segundo álbum el que les permitió desarrollar lo que habían creado
y fijar las reglas del juego para todos los demás.
El álbum Paranoid se concibió y editó con gran rapidez: salió a la
venta solo siete meses más tarde. Con ese disco se adentraron aún
más en la oscuridad. Puede que «War Pigs» sea la canción más
heavy de Black Sabbath. A Geezer le había afectado profundamente
conocer a veteranos de Vietnam en sus conciertos en Estados
Unidos y escribió una aterradora canción de protesta, una que
miraba el problema directamente a los ojos.[54] Además, se atrevió a
rimar «masses» con «masses», una maniobra arriesgadísima (no).
El resto del disco se edifica sobre estos sólidos cimientos. «Planet
Caravan» es pura psicodelia. «Iron Man» es otro relato horripilante.
«Electric Funeral» y «Hand of Doom» tratan ambas sobre la realidad
del conflicto; la primera sobre la guerra nuclear y la segunda sobre
la drogadicción en los veteranos de Vietnam. El álbum se cierra con
«Fairies Wear Boots», la historia de una pelea de Ozzy con unos
skinheads.
Con estos dos discos, Black Sabbath inventó el heavy metal.
Eran contundentes, heavies, pesimistas y REALES de cagarse. No
había nadie como ellos.
Llegaron dos álbumes perfectos más, Master of Reality y Volume
4, que seguían la estela de los anteriores. Los Sabbath salieron de
gira por todo el mundo y sus detractores iniciales empezaron a
reconsiderar su opinión. Hasta Lester Bangs se entusiasmó con
ellos.
El resto de la década de los setenta fue testigo de un bajón en la
calidad de Black Sabbath, un empeoramiento de las relaciones
personales entre sus miembros y su caída en las drogas.
Bill Ward bebía. Tony tomaba cantidades ingentes de cocaína.
Ozzy se tomaba lo que le echaran. Geezer era vegano.
Al final llegaron a un punto en el que echaron a Ozzy «por tomar
más drogas que nadie» y se reclutó a Ronnie James Dio para que lo
reemplazara. Dos discos increíbles, Heaven and Hell (1980) y Mob
rules (1981), revitalizaron artísticamente a Black Sabbath, pero los
caracteres no acabaron de congeniar y la cosa duró poco.
Ozzy Osbourne tuvo una carrera en solitario bastante exitosa,
mientras que la suerte de Black Sabbath se fue desvaneciendo.
Nunca volvieron a hacer un álbum que fuera realmente genial. Tony
Iommi permaneció como el único integrante original del grupo,
mientras que los vocalistas iban entrando y saliendo; entre ellos, Ian
Gillan de Deep Purple y el segundo cantante que más duró, Tony
Martin.
Una reunión puntual con Ozzy, en el concierto Live Aid de 1985,
fue decepcionante, y Tony siguió sacando álbumes de calidad
variopinta. Otra colaboración esporádica con Ozzy, en 1992, sembró
la semilla de la reunificación. En 1997, Ozzy, Geezer y Tony se
juntaron para ser cabeza de cartel del festival que lleva el nombre
de Ozzy, el Ozzfest. Y fue una maravilla. El álbum grabado en
directo en el NEC de Birmingham fue un éxito de ventas e incluso
grabaron dos canciones nuevas.
Extrañamente, Ozzy se convirtió en una estrella de la
telerrealidad a principios de la década del 2000 con el programa The
Osbournes. Tony y Geezer se reunieron con Dio y formaron (por
requisitos contractuales) el grupo Heaven and Hell, salieron de gira
mundial y sacaron un nuevo disco. Sus conciertos dejaron al pobre
Ozzy en evidencia: Dio era uno de los vocalistas más potentes y
enigmáticos de todos los tiempos.
Ronnie James Dio murió de cáncer de estómago en 2010. Dos
años después, a Iommi le diagnosticaron un linfoma y se sometió a
tratamiento con éxito. Teniendo en cuenta el abuso de sustancias de
la formación original de Black Sabbath, es increíble que los cuatro
sigan vivos; y mucho más que sigan saliendo de gira.
En junio de 2013, Black Sabbath sacó el álbum 13, con la
participación de Tony, Geezer, Ozzy y el batería de Rage Against the
Machine, Brad Wilk. Se sucedieron las apariciones en festivales y,
mientras escribo esto, los Sabbath acaban de finalizar una gira de
despedida llamada «The End», lamentablemente sin Bill Ward a la
batería. A pesar de la ausencia del batería que tanto contribuyó al
sonido que engendró el heavy metal, es satisfactorio ver que, al final
de su carrera, Black Sabbath sigue en plena forma y llenando
estadios. El heavy metal nunca ha gozado de mejor salud y sus
creadores disfrutan ahora del fruto de su trabajo.
Son tan ricos que probablemente Geezer[55] tenga mayordomo.
3
La edad de oro del heavy metal

Black Sabbath fue el primer grupo de heavy metal. Led Zeppelin


había allanado el camino. Deep Purple le dio más intensidad al
sonido y Grand Funk Railroad… Esto… hizo algo de música.[56]
Pero el término heavy metal se utilizaba alegremente y sin mucha
precisión a finales de los sesenta y principios de los setenta, y se
aplicó a muchos grupos que, para el oído moderno, son claramente
otra cosa. Y que no es exactamente heavy. El significado del
término ha cambiado desde entonces.
El grupo que cambió las reglas del juego sobre lo que se
consideraba heavy metal «de verdad» y lo que era sencillamente
hard rock, protoheavy o blues eléctrico fue Judas Priest. En su
segundo álbum, Sad Wings of Destiny, de 1976, Judas Priest
redefinió el significado del término. Recogieron todo aquello que
distinguía a los Sabbath de sus coetáneos del hard rock y le dieron
un vuelco. Simplificaron el sonido y lo aceleraron. El sonido de Black
Sabbath tenía sus raíces en su pasado como grupo de blues, pero
Judas Priest creó algo que era independiente. El heavy metal ya era
un género propio por sus méritos.
Antes de Sad Wings of Destiny, intentar clasificar el hard rock
era como meterse en el Salvaje Oeste. Cualquiera que tuviese una
pistola[57] podía disparar[58] a otro[59] sin previo aviso.[60] La
explosión de hard rock que tuvo lugar a finales de los sesenta y
principios de los setenta fue una maraña amorfa, inclasificable y vital
de sonidos y estilos producidos por un gran número de grupos. Los
periodistas musicales que surgieron a la vez que esa nueva música
alcanzaron un estatus jamás visto entre los críticos de pop. De
resultas de ello, eran increíblemente vanidosos. Su cometido era
asegurarse de que el rock se tomara en serio para ratificar sus
gilipolleces pseudointelectuales. Ellos actuaban como custodios de
la música y desdeñaban todo lo que les pareciera inferior. Blandido
por ellos, el término heavy metal era un insulto y, en su guerra
particular contra la música que mancillaba la noción de lo que esta
debía ser, utilizaron a diestro y siniestro el término peyorativo heavy
metal como un padrastro que intenta hacerse el enrollado.[61]
El término apareció por primera vez en la literatura en 1962. Lo
usó William Burroughs en su novela La máquina blanda, en la que
aparece un personaje conocido como «Uranian Willy, the heavy
metal kid». Y en su novela de 1964 Expreso Nova describe a la
gente como «heavy metal». En 1968, Steppenwolf fue el primer
grupo en usarlo en una canción; Born to be Wild habla del «trueno
heavy metal» de las motos.
Sin embargo, el hecho de que no encajen exactamente en la
noción moderna de heavy metal no les resta importancia a estas
bandas setenteras de hard rock que no exactamente heavies. Sin
ellas, el heavy metal no sería lo que es hoy; además, en su
momento ayudaron a levantar el edificio del género, que tan ricos
frutos daría más tarde. Vale, ya sé que me he liado con la metáfora.
Denúnciame si te atreves.
Después de las ventas masivas de los Beatles y de la fama
global de los otros grupos de la invasión británica, llegó una nueva
época, la de los conciertos multitudinarios. Es famosa la anéCDota
del ejecutivo de Decca que rechazó a los Beatles a principios de los
sesenta diciendo: «Los grupos de guitarras ya no están de moda».
No podía equivocarse más.[62] Los grupos de guitarras estaban en
auge y, a principios de los setenta, los grupos de heavy rock
guitarrero se habían convertido en mastodontes que llenaban
estadios por todo el mundo. Un grupo en particular destacó entre los
demás, pulverizando todos los récords de asistencia y sentando las
bases del estilo de vida del rock and roll para siempre.
No hubo otro grupo que representara mejor esta nueva época
del rock llenaestadios como Led Zeppelin. Son distintos, intocables y
totalmente míticos. Mientras el legado de los Sabbath se ha
descafeinado un poco por la publicación de álbumes mediocres y la
gradual transformación de Ozzy en un payaso de los realities, Led
Zeppelin ha conseguido mantener un aura distante e inaccesible y
retener la imagen de verdaderos dioses del rock. Vendieron más
discos, llenaron más estadios y con mayor capacidad y por lo menos
uno de ellos se trajinó a chicas mucho más jóvenes que cualquier
miembro de otro grupo.
Los orígenes de Led Zeppelin se remontan a la cadena de
producción que fue la escena musical pop del Swinging London.
Jimmy Page era un guitarrista de sesión muy prolífico y había
colaborado en una ecléctica variedad de grabaciones como: The
Last Time, de los Rolling Stones; With a Little Help from My Friends,
de Joe Cocker; Downtown, de Petula Clark; It’s not Unusual, de Tom
Jones, y Hi Ho Silver Lining, de Jeff Beck. Page quería tener un
grupo propio. Se unió a los Yardbirds, una banda de blues que en un
momento dado había contado con la presencia del dios de la
guitarra y racista a tiempo parcial Eric Clapton. Los Yardbirds ya
habían tenido éxito en Estados Unidos y Page se subió a bordo
justo antes de empezar una gira mastodóntica por EE. UU. Cuando
los Yardbirds se separaron, montó un grupo, los New Yardbirds, en
parte por razones comerciales (los Yardbirds tenían bastantes
seguidores) y en parte por obligaciones contractuales.[63]
Page montó un grupo con John Paul Jones, un bajista al que
conocía de la escena londinense de sesiones, un cantante de las
Midlands llamado Robert Plant, que le había recomendado Terry
Reid, y un batería llamado John Bonham, a su vez recomendado por
Plant.
El primer ensayo de los cuatro fue increíble. Encajaron
musicalmente como nunca lo habían hecho con nadie. Salieron a la
carretera de inmediato, primero como los New Yardbirds y después
como Led Zeppelin, un nombre acuñado por John Entwistle, de los
Who, para una colaboración anterior suya con Keith Moon y Jimmy
Page que no llegó a cuajar. Apenas unas semanas después de
juntarse, ya estaban en el estudio grabando su primer álbum.
Led Zeppelin triunfó primero en Estados Unidos. Firmaron un
contrato muy importante con Atlantic Records y tocaron por todo el
país antes de llamar la atención de verdad en su país natal. El
impulso inicial por el pasado de los Yardbirds obviamente había
ayudado, al igual que la perspicacia musical que Page había
adquirido en sus años de guitarrista de sesión.
Otro factor muy importante en su temprano éxito fue su mánager,
Peter Grant. Grant era un tipo que intimidaba bastante. Un mulo.[64]
Había sido segurata y luchador profesional, y tenía fama de recurrir
a la fuerza cuando la maña no funcionaba. Grant y el mánager de
gira, Richard Cole, tenían una relación muy estrecha con el grupo:
ambos eran fans, cosa muy inusual en la industria musical.
Establecieron un cordón protector en torno al grupo para mantener a
raya a los seguidores más pesados (rompiéndoles la mandíbula si
era necesario) y se dedicaban a entretenerlos y mantenerlos
ocupados cuando viajaban de un lugar a otro.
Grant cambió el panorama de la música en directo. En vez de
aceptar que el local se quedara con la mitad de la venta de las
entradas, como era habitual, Grant empezó a pedir el noventa por
ciento. Tenía un talento natural para el arte del chanchullo y más de
una vez encontró resguardos de talonarios de entradas escondidos
porque las salas habían vendido más de las que habían declarado.
Evitó que se grabaran copias piratas destruyendo equipos de
grabación y entraba en las tiendas de discos para confiscar las
ediciones no autorizadas.
Al firmar el contrato de renovación de Led Zeppelin con Atlantic,
el ejecutivo del sello le dijo: «¡Me has arruinado!».
Led Zeppelin llegó a ser el grupo más importante del mundo,
sobrepasando en ventas de vinilos y entradas de conciertos a los
Rolling Stones, que eran sus compañeros de sello, aunque durante
la mayor parte de su carrera sufrieron el ninguneo o el rechazo de la
prensa musical. Una vez más, el heavy metal (a ojos de la prensa)
era un arte que iba por libre. Ni la industria musical ni la prensa
musical dominantes, custodios de la modernidad, lo pillaban. El
biógrafo del grupo, Stephen Davis, lo atribuye a la juventud de su
público.
«Led Zeppelin tenía un problema porque eran los más jóvenes,
los hermanos pequeños de la grandiosa generación de los sesenta,
quienes los adoraban. Por eso el establishment del rock nunca los
perdonó.»
Y ese establishment del rock sigue manejando el cotarro: el
número de la revista Rolling Stone dedicado a «Los cien mejores
artistas de todos los tiempos» no incluye el metal extremo.[65]
Tampoco sale Queen y coloca a los Beatles, los Rolling Stones y
Bob Dylan en un inexpugnable podio, como si el canon que se fijó
en 1969 no pudiera modificarse jamás.[66]
La música de Led Zeppelin era sublime. No es heavy metal, pero
sí era su precursora directa. Y además, el uso generalizado y
extendido del término debe agradecérseles en gran parte a ellos.[67]
Su sonido era una especie de mezcla de blues y folk pasada por el
turbocompresor.
Si bien son claros pioneros en lo referente al sonido y al estilo
del heavy, muestran sus influencias de manera tan explícita que se
ha llegado a decir que practicaban una forma de mas-hup: tomaban
prestados riffs y los sampleaban; a veces incluso versionaban
canciones enteras añadiendo únicamente pequeños cambios como,
por ejemplo, el título (es el caso de The Lemon Song, que es,
básicamente, Killing Floor de Howlin’ Wolf), y en otras ocasiones
versionaban la canción sin poner en los créditos la fuente original,
como con Dazed and Confused, que es una versión muy muy
parecida de una canción de Jake Holmes llamada… Dazed and
Confused. Hay quienes celebran este uso creativo de las
influencias, mientras otros lo llaman plagio. E incluso algunas
personas van más allá y dicen que son un grupo de versiones de
alto copete.
Es cierto que Led Zeppelin tenía una actitud ambigua sobre el
uso de sus influencias, pero también pasaba lo mismo con la escena
musical de la que provenían. Era muy raro que, incluso en una fecha
tan avanzada como 1969, los grupos de rock and roll crearan
material por completo original. Elvis no escribió ni una sola canción.
Los Beatles cambiaron esa práctica e inventaron, según Rolling
Stone, «la idea del grupo de rock autosuficiente», excluyendo así a
compositores externos o músicos de sesión. Pero es que hasta los
Beatles tardaron lo suyo en crear álbumes totalmente originales: el
primero, Please Please Me, incluía seis versiones, igual que With
the Beatles. Solo a partir de A Hard Day’s Night todos los temas
empezaron a ser de ellos. Los Stones esperaron hasta su cuarto
álbum para dejar de confiar prácticamente solo en las versiones.
Hasta Hendrix empezó su carrera en solitario con una versión, Hey
Joe.
Si echamos la vista atrás y vamos más allá de la época del rock
and roll, veremos que los grupos de blues confiaban en temas
clásicos para completar su repertorio. Los Yardbirds —el grupo del
que surgió Led Zeppelin— eran básicamente un grupo de temas
clásicos de blues. Así que no es de extrañar que Led Zeppelin se
inclinara por incorporar sus canciones favoritas en sus propios
discos. El problema llega cuando no se menciona la autoría. Pero,
para ser justos con Led Zeppelin, parece que se debe sobre todo a
una actitud general bastante laxa hacia el tema, más que a una
intención de cometer una ilegalidad. Sin embargo, después de que
Led Zeppelin se forrara, los compositores originales pensaron que
se les debía ese reconocimiento, y se emprendieron acciones
legales. Led Zeppelin solía llegar a un acuerdo antes de ir a juicio y,
a lo largo de su carrera, las reediciones de sus discos han
empezado a incluir los nombres de la gente que «influyó» en la
composición de las canciones.
Un caso muy notorio se resolvió apenas unos meses antes de
que me pusiera a escribir este libro. Desde un punto de vista
puramente legal, se le dio la razón a Led Zeppelin en una denuncia
por plagio. En junio de 2016, un jurado invalidó la denuncia que
alegaba que el emblemático inicio de Stairway to Heaven se había
copiado de la canción Taurus, del grupo estadounidense Spirit. Al
escuchar el tema, es muy difícil no ver el parecido. Los riffs son tan
similares que, de hecho, no se consideraron admisibles como
prueba en el juicio. La postura legal no ponía en tela de juicio que
fueran o no parecidos, sino si el tema era fruto del plagio o de la
coincidencia. Se dio por sentado que el jurado aceptaría esa
similitud como una prueba. Sin embargo, según la página web de
noticias de la BBC:
Los abogados demandantes alegaron que Led Zeppelin conoció la
canción de Spirit después de que los dos grupos compartieran cartel en
un club de Birmingham, ciudad natal de Plant, en 1970, un año antes de
la publicación de Stairway to Heaven, en 1971.

Increíblemente, Page afirma que tuvo un accidente de coche la


noche del concierto que «podría» haber afectado a su memoria.[68]
Claro que sí, colega. Y a mí se me ha comido los deberes el perro.
Oye, que esto no es lo que parece: ya estaba así cuando llegué.
Dejando al margen el asunto de las menciones a los autores
originales, lo que Led Zeppelin hizo con sus influencias y
«préstamos» fue un acto de transformación, de alquimia. Su primer
álbum —Led Zeppelin—[69] se abre con un riff colosal y potente. La
batería de Bonzo es descomunal. Y de repente: ¡oh, maravilla! La
combinación de luz y oscuridad hace que el sonido quede
controlado. La luz aviva la parte más heavy de la música: el final de
«Babe, I’m Gonna Leave You» es un pasote. «You Shook Me» es
puro blues británico.
A lo largo de su carrera fueron recuperando todo aquello que les
había influido y lo intensificaron. Aumentaron el contraste entre lo
heavy y lo folk. El batería John Bonham se convertiría en una de las
mayores influencias en la percusión del heavy.
Su sonido era excepcional y su ataque, brutal. Influido por
Carmine Appice, de Vanilla Fudge, fue uno de los primeros en usar
una batería más completa. A diferencia de Keith Moon, cuyo estilo
extravagante carecía de precisión, Bonzo funcionaba como un reloj
de precisión y, además, arriesgaba. Igual que Keith Moon, era un
borrachuzo de mucho cuidado con un entusiasmo por la vida que
rayaba en la psicosis cuando empinaba el codo. Moon y Bonzo eran
tal para cual.
Los excesos de Led Zeppelin eran míticos. Reservar plantas
enteras de hoteles se había convertido en la norma desde que
grupos como los Rolling Stones sentaran precedente. Reservaban
toda la planta superior del Regency Hyatt de Sunset Boulevard,
cogían televisores de un ala para tirarlos por el balcón de la otra y
así hacerse los suecos cuando el horrorizado personal del hotel se
presentaba para llamarles la atención.[70]
Tenían su propio avión, que era tan grande que tenía una puta
CHIMENEA dentro.
Sus hazañas sexuales eran igual de excesivas. A Page le ponía
dar azotes a las chicas. Una anéCDota que «salpica» a la banda no
se quedó en un «mero» juego. Se dice que se follaron a una chica
con un pescado. Concretamente, que la «complacieron» con un
pargo colorado. O quizá era un tiburón. O quizá no fueron ellos y lo
hicieron los de Vanilla Fudge mientras ellos miraban. Qué más da.
Sigue siendo igual de horripilante.
¿Surgió esta obsesión de combinar sexo y comida de las
privaciones de crecer en Reino Unido cuando todavía había
racionamiento? Se dice que Robert Plant había dejado muy claro lo
que quería de cena y que se enfadó cuando le dijeron que no podría
rellenar a una señorita con determinado plato porque ninguna de las
tiendas que abría hasta tarde tenía tartas de nata.
Jimmy Page era un gran fan del ocultista eduardiano Aleister
Crowley. Tanto, que llegó a comprar Boleskine, la casa a orillas del
lago Ness en la que Crowley había realizado un ritual fallido de
Abramelín. Al estilo típico de los sesenta y de los setenta, Page
había adoptado el mantra de Crowley «Haz tu voluntad: será toda la
ley» al pie de la letra y se había entregado a una vida sexual que en
un sistema un poco más vigilante habría acabado llamando la
atención de la policía. Es de dominio público que mantuvo una
relación sexual con una groupie de catorce años, Lori Maddox.
Incluso la «compartió» con David Bowie. Si bien Maddox habla en
términos afectuosos de sus escarceos con la élite del rock, si te
apetece que le suba el ritmo cardíaco a Page solo tienes que
mencionarle la operación Yewtree.
Después de once años, nueve álbumes de estudio, miles de
mujeres y un pescado, Led Zeppelin llegó a un abrupto final con la
muerte de John Bonham en septiembre de 1980. Había estado
bebiendo mucho y se ahogó en su propio vómito. Desde entonces
se han reunido esporádicamente, pero la muerte de Bonzo supuso
el final del grupo.
Aunque ejerció una influencia innegable sobre todo el heavy
metal, Led Zeppelin se rebeló contra el uso de esa etiqueta. «Nos
parece una palabra bastarda. No la relacionamos con lo que
hacemos porque lo que te imaginas cuando alguien habla de heavy
metal es un riff tras otro y nosotros no nos dedicamos a eso en
ningún momento. Lo que buscábamos era la dinámica interna, la luz
y la oscuridad, el dramatismo y la versatilidad.» Lo que tú digas,
Jimmy. Que te jodan.
Para ser justos con Page, aunque Led Zeppelin tiene un sonido
contundente y heavy, y además estaban interesados en la magia
negra, no es un grupo de heavy metal. No tiene ese punto tétrico a
lo Black Sabbath. Sus letras hablan demasiado del amor y de la
huida y otra vez del amor, y no lo suficiente de la muerte, del
Armagedón, de la paranoia o de ser un hombre de hierro. Hay
demasiada dulzura, delicadeza y folk en Led Zeppelin.
Especialmente folk. Algo que no tiene nada de malo, entendedme,
pero no es heavy metal.[71] Tener canciones heavies no hace que tu
grupo lo sea. Del mismo modo que contar chistes no te convierte en
humorista.
Así pues, ¿por qué se dice que Led Zeppelin es un grupo heavy?
A decir verdad, los Led Zeppelin no eran más heavies que
Cream o Jimi Hendrix; simplemente estuvieron en activo en una
época en la que el término heavy metal se utilizaba para describir el
hard rock, y fueron el grupo más importante de su clase. Fue el
momento en que tocaron y no su música lo que hizo de ellos uno de
los «tres grandes iniciadores» del heavy metal. Igual que Jesucristo
no fue cristiano.
El tercero de estos «tres grandes iniciadores» es Deep Purple.
Desprovisto de los ornamentos ocultistas de Led Zeppelin, la
angustia existencial y la paranoia de Black Sabbath o de la
intensidad de ambos, Deep Purple podría parecer una elección
peculiar para este papel de germen del género.
Su primer álbum, Shades of Deep Purple, es rock psicodélico
muy del estilo de mediados de los sesenta. Algunos temas
encajarían a la perfección en la banda sonora de alguna peli de
Austin Powers porque el teclado está muy presente y el sonido es
puro pop psicodélico inglés. Si cierras los ojos, hasta podrías ver a
las gogós. El sencillo «Hush» fue un exitazo en Estados Unidos,
aunque el álbum naufragó en Reino Unido (¿se puede saber por
qué los yanquis tenían información privilegiada sobre los grupos
heavies de finales de los sesenta y nosotros no?). El siguiente disco,
The Book of Taliesyn, recurre demasiado al teclado para ser heavy.
Sigue siendo muy groovy, baby. Su tercer disco (homónimo) tiene
hasta un puto clavecín.[72] La canción «Bird Has Flown» tiene un
ritmo marcado genial, pero lo que buscamos sigue sin estar ahí. No.
Hasta que sacaron su cuarto disco, In Rock, en junio de 1970, no
empezaron a acrecentar la parte heavy y a convertirse en dignos
aspirantes a ser un grupo heavy metal de verdad, aunque, igual que
Jimmy Page, el organista Jon Lord[73] rechazó ese término. Lo que
no deja de ser curiosamente apropiado, porque en mi opinión es la
contribución de John Lord lo que en gran parte los excluye de la
categoría.[74] Y, además, no tenía el aire tenebroso de Black
Sabbath, que había salido cuatro meses antes. La influencia de Led
Zeppelin en el guitarrista Richie Blackmore fue el catalizador que
impulsó el cambio. Durante la carrera de Deep Purple, a Blackmore
le costó encaminar al grupo hacia la oscuridad que él buscaba, por
lo que acabó pirándoselas y montando su propio grupo heavy,
Rainbow, con Ronnie James Dio, que más tarde abanderaría una
nueva versión de Black Sabbath y se convertiría en una figura
icónica del heavy metal.
Deep Purple In Rock tiene una carátula muy literal. Representa
al grupo como si ellos fueran el Monte Rushmore.[75] El disco
empieza con una declaración de intenciones: una ráfaga de guitarra
a lo Hendrix que establece con firmeza la voluntad de Blackmore:
esto va a ser sólido como una roca. El sonido sigue anclado en los
sesenta y las letras se remontan a los días de gloria del rock and
roll, con sus menciones a Little Richard, pero la canción tiene una
velocidad y una energía nuevas para Deep Purple. «Bloodsucker»
se inspira en Led Zeppelin. «Child in Time» apuesta por lo épico de
manera consciente y tiene un comienzo que se parece a lo que
haría Judas Priest cinco años más tarde. El órgano enlaza el tema
con el rock progresivo y, justo cuando la cosa empieza a animarse,
se lían a improvisar con la guitarra. 2/5. Necesita mejorar. «Flight of
the Rat» va solo de solos. Guitarra, teclado, guitarra y teclado.
¡Ánimo, muchachos, que vosotros podéis! «Living Wreck» tiene un
aire garage. Y, para rematar el álbum del mismo modo en que
empezó, «Hard Lovin’ Man» es la mejor imitación de Hendrix por
parte de Blackmore.
El éxito de este nuevo rumbo hizo que Deep Purple se
convirtiera en sinónimo de hard rock y se ganara que los periodistas
de turno le dedicaran la insultante expresión heavy metal. Junto con
Black Sabbath y Led Zeppelin, pasaron a ser uno de los grupos con
un sonido más heavy. Pero hasta 1972 no lanzaron el álbum
Machine Head, su contribución más importante al heavy metal. El
disco no iguala la intensidad heavy de Black Sabbath, pero es el
sonido de un grupo que empieza a hacerse valer por sí mismo. La
primera canción, «Highway Star», es rápida y tiene ritmo e intención.
Pero luego «Maybe I’m a Leo» se decanta por el electrofunk… Me
recuerda bastante a la melodía de la serie Grange Hill… «Pictures of
Home» es menos heavy que media discografía de Hendrix… Me
está costando bastante ver por qué se alude constantemente a este
grupo como uno de los iniciadores del heavy metal… Que sí, que
está bien, ¡pero no es heavy!
En cualquier caso, todo lo anterior palidece al compararlo con el
riff de apertura de «Smoke on the Water»:
¡TAN, TAN, TAAAAN!
¡TAN, TAN, TA-RAAAAA!
¡TAN, TAN, TAN, TAN-TAAAAN!

¡Madre mía! ¡Con un arranque así, el resto de la canción debe de


ser un pasote![76]
La relación entre los miembros de Deep Purple era terrible.
Richie Blackmore dejó el grupo, luego volvió y después empezó a
echar a gente. Tuvieron más vocalistas que abogados tiene Trump
para arreglar sus problemillas sin pasar por los tribunales.
Como Led Zeppelin, Deep Purple desempeña el papel de
antecesor; no es protoheavy, pero tampoco heavy para el oído
moderno. Siguen siendo fundamentales e importantes. Son una de
las piedras angulares del sonido heavy.
En contraste con lo que hicieron Deep Purple y Led Zeppelin al
rechazar el calificativo heavy metal, los setenta fueron testigos de la
aparición de un grupo tan metalero que adoptó este término con
orgullo.
Judas Priest también surgió de la floreciente escena musical de
las Midlands que vio nacer a Black Sabbath y a la mitad de Led
Zeppelin. Ambas bandas tuvieron mucho que ver con el rumbo que
siguió este joven grupo en busca de un sonido más heavy. La
formación original de los Priest era totalmente diferente de la que
grabaría su primer álbum, Rocha Rolla. El bajista Bruno Staplehill
acuñó el nombre siguiendo las instrucciones del vocalista Alan John
Atkins,[77] que le pidió que pensara en «un nombre parecido a Black
Sabbath».
Después de varios inicios en falso y de bastantes cambios en el
grupo, a la clásica formación de Rob Halford, Alan Hill y las dos
guitarras de K. K. Downing y Glenn Tipton se le unió el primero de
una serie de baterías. Naturales del Black Country (atención, no hay
que confundirlo con Birmingham: resulta que son sitios distintos y
que es importante aclararlo), no lejos del lugar donde crecieron los
Sabbath, Judas Priest se fraguaron en los mismos hornos
industriales que sus paisanos, quienes ejercieron una gran
influencia sobre ellos.
La interpretación que los Priest hicieron del heavy metal los
distinguió de la primera ola de grupos por ir un paso más allá.
Despojaron el sonido del claro influjo del blues típico de los Sabbath
y (especialmente) de Led Zeppelin, en favor de una música mucho
más reconocible como heavy metal para el oído moderno. Las
guitarras de Glenn y de K. K. se entrecruzan y bailan entre sí,
mientras que la voz de Rob Halford, bien dirigida y con un registro
vocal de cuatro octavas, las sobrevuela a veces como si fuera una
sirena antiaérea. Un complemento perfecto para las guitarras.
Judas Priest aumentó los tempos, dotó de un virtuosismo
increíble a las guitarras y en general le añadió técnica al mejunje.
Sad Wings of Destiny cambia las reglas del juego. Es un álbum
bien definido, que deja patente la importancia de la moderación y el
equilibrio de la épica, y que, además, transmite una sensación de
poder que sube el listón del heavy metal. Por su temática —
asesinato, opresión, genocidio— fueron los primeros sucesores
dignos de Black Sabbath. Musicalmente, Judas Priest cortó de raíz
el blues que estaba presente en el heavy metal y revistió el género
de una personalidad propia. Además, a los Priest no les
avergonzaba adoptar esa etiqueta. Y no se detuvieron ahí: siguieron
experimentando y volviéndose más heavies a lo largo de su carrera,
hasta llegar a su apogeo con el extraordinario thrash metal de
Painkiller. Hicieron que el heavy metal avanzara e inspiraron a una
nueva generación que revitalizó el género con la enorme explosión
de creatividad que fue la nueva ola del heavy metal británico.
Además, le dieron al género una imagen característica que lo
apartaría de sus raíces hippies.
Una consecuencia interesante de la increíble carrera metalera de
Judas Priest es el hecho de que Rob Halford estuviera al frente del
grupo durante la mayor parte de la trayectoria del grupo y fuera
vestido como una caricatura de un hombre gay mientras mantenía
su homosexualidad en secreto. Él solito introdujo el imaginario gay
más underground en la cultura del heavy metal, que aceptó
entusiasmada el estilismo de dominador sadomasoquista embutido
en cuero y pinchos pensando que era el look más masculino del
mundo. Algo que, en cierto modo, es. Nadie captó el inmenso
significado homoerótico oculto de ese uniforme. Es un ejemplo
magistral de esconderse a la vista de todos. Cuando Halford salió
del armario en 1998, hubo una gran conmoción en la comunidad
metalera,[78] y los jeviatas homófobos se dieron cuenta de que se
habían vestido con un estilo bastante gay durante todo ese tiempo.
¡Menudo crack!
La concepción más básica y energética, pero indiscutiblemente
proletaria, que tenían los Priest del heavy metal fue lo que los
distinguió de los excesos del rock progresivo que lastran casi todo el
resto del rock de los setenta. Se dedicaron a componer canciones
pop muy potentes con estribillos, riffs y ganchos. En una etapa
posterior de su carrera optarían por el formato estadio con himnos
como United que son prácticamente cánticos futboleros.
Judas Priest cambió el significado del término heavy metal. En
ese momento, el género todavía estaba en pañales. Mientras
Sabbath potenciaba la intensidad heavy de su sonido y Judas Priest
elevaba el heavy a un nuevo nivel, el hard rock seguía progresando
en paralelo y se nutría del acervo genético del heavy para sembrar
una simiente que más tarde germinaría en una docena de
subgéneros distintos en los ochenta, todos ellos siempre mal
etiquetados (para el oído moderno) como heavy metal.
¿CÓMO? ¿MAL ETIQUETADOS?
Pues sí. Si bien en una fecha tan reciente como 1989 la revista
Kerrang! incluía a Queen, Bad Company, The Jimi Hendrix
Experience y a los Sex Pistols en su lista de «Los cien mejores
álbumes de heavy metal de la historia», confundiendo al parecer la
categoría «heavy metal» con la «se usa la guitarra», ahora ya se
ven las cosas de otro modo. En los setenta y en los ochenta al hard
rock se le llamaba heavy metal, sin excepción. No había distinción
alguna entre los dos términos. Y, desde entonces, nosotros,
taxónomos y friquis del heavy, hemos debatido sobre este tema
hasta la saciedad. El infierno son los otros. El purgatorio es una sala
llena de metaleros a los que se les ha dicho que no pueden salir de
allí hasta que se pongan de acuerdo en qué grupos de una lista
infinita son heavies o no. Vale la pena reiterar que el hecho de que
un grupo sea heavy metal no implica que sea mejor que otro. En mi
opinión, Booker T. & the M. G.'s son mejores que Megadeth, pero
estos últimos son claramente un grupo heavy, mientras que Booker
T. & the M. G. s son claramente un grupo de R&B | funk. Vamos,
creo yo.
Así pues…
Simultáneamente, el mundo del hard rock se iba llenando de
grupos que presentaban un sonido más depurado, potente y
moderno. Los británicos UFO y los alemanes Scorpions se formaron
en los sesenta. UFO inició su andadura en el norte de Londres,
apostando por un rock de finales de los sesenta con un toque
espacial que pasó bastante desapercibido y tuvo un éxito modesto.
Después de una gira con los Scorpions, les robaron a su guitarrista,
Michael Schenker, y empezaron a sacar unos temas de hard rock
espectaculares. Los Scorpions encontraron sustituto y también
compusieron unos temas de hard rock espectaculares. Y todos
contentos.
Aunque los Scorpions se volvieron horribles y muy glam, además
de componer Rock You Like a Hurricane y, lo que es mucho peor,
Wind of Change, lo que sacaron en los setenta no está nada mal.
Especialmente la canción Robot man, muy divertida porque parece
que en realidad el cantante diga «Robert man». Menos graciosa es
la carátula de Virgin Killer. Puf. Si os contara lo que sale, no me
creeríais. Y no lo busquéis en Google a menos que queráis que os
prohíban acercaros a un colegio.
Ambas bandas anduvieron a caballo entre el hard rock y el heavy
metal, e incorporaron virtuosismo sin ser pomposos ni perder su aire
proletario.
Tras su agitado paso por Deep Purple, el guitarrista Richie
Blackmore creó el grupo Rainbow, para lo que básicamente
secuestró a la banda Elf, de Ronnie James Dio, y grabó el álbum
Ritchie Blackmore’s Rainbow —un título nada egocéntrico— en
1975. Blackmore despidió a todo el grupo antes de salir de gira y
empezó a desarrollar un sonido que, según mi prejuiciosa opinión,
cumple con todos los requisitos de lo que es el heavy metal. El disco
que sacó en 1976, Rising, es un puto clásico: suelta este libro ya
mismo, métete en Internet y escúchalo.
Blackmore, cual caníbal alemán, fagocitó a una larga retahíla de
músicos. Se separó de Dio, y Rainbow descendió a la mediocridad
del pop rock con temas como All Night Long o Since You’ve been
Gone, dignos de un CD recopilatorio para el Día del Padre.
Puede que AC/DC sea el grupo que más veces se ha tildado
incorrectamente como heavy metal. Es uno de los mejores grupos
del mundo y su estilo de hard rock es excepcionalmente accesible.
[79] Su sonido tan depurado parece hecho a medida para que los

profesores de guitarra lo usen como ejemplo. Surgieron de la


escena pub-rock australiana, que produjo pocos grupos que tuvieran
repercusión internacional, y reflejaban la vida obrera con un
realismo que habría puesto verde de envidia a Bruce Springsteen. El
nombre del grupo viene de la etiqueta de una aspiradora. Como
advertiréis por las canciones She’s Got Balls, Ballbreaker o Big
Balls, claramente inspirada en Oscar Wilde, el grupo está
obsesionado con cierta parte del cuerpo. Es interesante mencionar
en este punto la entrada de la Wikipedia que alaba «el ingenio de
Bonn Scott, cantante original del grupo y hábil letrista que, aunque
no lo parezca, recurre al doble sentido para referirse a sus
testículos». Estudiemos las letras, que hablan de sus «big balls»,
«dirty big balls» y «biggest balls of them all».
Anda, pues sí. Qué ingenioso, no se me habría ocurrido nunca.
Hedonista declarado, Bonn Scott murió por complicaciones
derivadas del consumo de alcohol en 1980 y fue reemplazado por el
orgulloso portador de boinas Brian Johnson (cabe destacar que
Noddy Holder, de Slade, fue el primero al que le ofrecieron el
puesto, pero rechazó la oferta). El primer álbum que sacaron con
Johnson, Back in Black, tuvo un gran éxito, aunque sus seguidores
siguen divididos desde entonces según su preferencia por una
época u otra.
En otro orden de cosas, llama la atención que el diminuto
guitarrista de AC/DC, Angus Young, vaya vestido como un escolar y
literalmente nadie sepa por qué.[80] Hace unos años que Brian
Johnson padece de problemas auditivos, por lo que Axl Rose de
Guns N’ Roses lo reemplazó en una gira. AC/DC, droga de iniciación
para cientos de entusiastas metaleros, es un grupo la mar de
divertido… pero no es heavy.
Los Aerosmith, originarios de Boston, tienen dos fases muy
diferenciadas. Una buena y otra que es una puta mierda. Hubo un
tiempo en el que dominaron el panorama del hard rock y ocupaban
una posición inexpugnable, cuando tocaban un blues rock muy del
estilo de los Rolling Stones. Esta primera época influyó en los
Nirvana de Kurt Cobain y en los Metallica de James Hetfield.
Después, la drogadicción y las peleas se cargaron el grupo.
Perdieron al guitarrista y compositor Joe Perry y su popularidad se
desvaneció… Hasta que colaboraron con Run-D.M.C. y renacieron
de su cuchara llena de heroína como si fueran el ave fénix. Pero, ay,
todo lo que compusieron durante este renacimiento fue pop-rock del
malo como I Don’t Want to Miss a Thing o Love in an Elevator.
Thin Lizzy no es heavy pero es un grupo muy, muy, muy bueno
que influyó en todas las bandas que tocan con dos guitarras. Y
Cowboy Song puede que sea una de las cinco mejores canciones
jamás escritas, creo yo. Sip.
La influencia de Alice Cooper en la estética del heavy metal no
debe tomarse como algo menor. Su estética preludia el maquillaje
cadavérico que adoptarían los chavales del black metal; aunque su
espectáculo de terror sobre el escenario parece una versión Fisher
Price de lo que muchas bandas de black metal y death metal harían
más adelante con sangre DE VERDAD y no con salsa de tomate. Sus
himnos de estadio sobre la rebelión y el lado oscuro de la vida
llevaron a muchos a una senda tenebrosa y muchas chaquetas
heavies lucen orgullosas su logo junto al de los grandes del
género… Pero no es heavy.
Sin KISS no existiría Pantera, la escena del black metal noruego,
el maquillaje cadavérico ni probablemente la pirotecnia en los
grandes espectáculos. Fueron auténticos dioses del rock y le dieron
al heavy gran parte de su rollito fanfarrón. Incluso superaron a los
grupos de metal más repugnantes y gore cuando se atrevieron a
quitarse el maquillaje para mostrar sus verdaderos rostros: unas
caras aterradoras, deformadas e inhumanas. Pero no son un grupo
heavy.
Los Whitesnake se pueden ir a la mierda.
Uno de los grupos de rock más experimentales y atrevidos de los
setenta fueron los celebérrimos Queen. En la increíble y ecléctica
mezcla de estilos producida por Queen a lo largo de los años,
algunas canciones destacan como auténticos clásicos del heavy
metal. De hecho, es posible crear una recopilación de temas que
sea casi tan heavy como un disco de finales de los setenta de los
Sabbath. Canciones como Stone Cold Crazy (versionada más tarde
por Metallica e interpretada por Tony Iommi y James Hetfield en el
concierto de homenaje a Freddy Mercury en 1992), Keep Yourself
Alive, Liar o Brighton Rock son hard rock. Pero no heavy.
Y los Whitesnake pueden irse a la mierda. Otra vez.
Tanto si son heavies como si no, todos estos grupos ejercieron
una gran influencia en el género tal como es en la actualidad. El
heavy metal moderno no se limita a ser un mero descendiente
inmaculado de los Sabbath, sino que es una mezcla de influencias
recibidas por el camino que incluyen el punk, el hardcore y el hard
rock de los setenta. Yo incluso me arriesgaría a decir que el heavy
habría acabado surgiendo como fruto de lo que hicieron estos
grupos, incluso sin la presencia de Black Sabbath. La necesidad
innata de heavy que tiene el ser humano es una fuerza irresistible.

El otro grupo que desplegaba toda su potencia heavy en el sonido a


mediados de los setenta era Motörhead. Al combinar la arrogancia,
la agresividad y la velocidad del punk con el volumen y la fluidez
musical del heavy, Motörhead conseguía un sonido todavía más
directo y depurado que el de Judas Priest, pero igual de heavy.
Motörhead se formó después de que echaran a Lemmy de
Hawkwind por pasarse con las drogas.[81] Hacía años que Lemmy
estaba presente en la escena musical; le había llevado el equipo a
Hendrix y había cantado en Silver Machine, de Hawkwind, por lo
que decidió formar un grupo que combinara sus dos cosas favoritas:
el rock and roll y el sonido de la guerra. Al principio se llamaron
Bastard, pero los mánagers vetaron este nombre y Lemmy optó
entonces por Motörhead. En una de sus primeras entrevistas para
Sounds, dejó entrever el malévolo poder del grupo diciendo que «si
Motörhead se mudara a la casa de al lado, tu jardín se pudriría».
Lemmy siempre negó que Motörhead fuera un grupo heavy y
afirmaba en cambio que «somos un grupo de rock’n’roll, igual que
los Beatles». No te flipes, Lemmy. Que tu grupo favorito sean los
Beatles no quiere decir que tú hagas la misma música que ellos.
Hay una gran diferencia entre Orgasmatron y Roll Over Beethoven.
Si Motörhead es un grupo de rock’n’roll y ya está,[82] entonces es el
grupo de rock’n’roll más heavy de la historia.
La voz ronca y cazallera de Lemmy, curtida por el bourbon, era
muy distinta al quejido siniestro de Ozzy y al histrionismo de sirena
antiaérea de Rob Halford e Ian Gillan. Combinada con una imagen
poco pretenciosa (o, mejor dicho, con una falta de ella), el grupo
consiguió atraer tanto a gente del movimiento punk, que estaba en
plena ebullición, como a los metaleros. De hecho, varios temas de
su álbum de debut, inspirados en MC5, son tan punkis como
heavies. Desafiaron las fronteras entre géneros y contribuyeron a
derrumbar las barreras existentes entre el heavy y el punk. Como en
una ocasión me dijo Jamey Jasta, de Hatebreed: «No existiríamos
sin Motörhead. Ellos lo hicieron primero».
La gran atracción que despertaba Motörhead y su notable
presencia en la televisión y en la radio hicieron que el grupo
trascendiera las subculturas del heavy, del punk y del hard rock, y
que durante un breve espacio de tiempo fuera la banda de éxito más
heavy que existía. Lemmy se estaba convirtiendo en un icono del
rock y acabaría adquiriendo más notoriedad que Motörhead.
Cuando murió, fluyó un torrente de condolencias proveniente de
todos los ámbitos. Gente que nunca se había comprado un disco de
Motörhead experimentó una sensación de pérdida real. Al principio
fui muy escéptico con toda esta movida, pero luego me di cuenta de
que tenían razón. Lemmy no era solo nuestro. Era un icono para
todos.
Su canción más famosa es una de las más reconocibles en la
historia del hard rock. A resultas de ello, hay millones de personas
que pueden cantar Ace of Spades pero que son incapaces de
nombrar otra canción de Motörhead. Una de sus apariciones más
estelares tuvo lugar en la revolucionaria serie televisiva británica Los
jóvenes. El programa era perfecto para que hiciera su aparición una
cruda banda heavy. Los jóvenes era anárquica, grosera, violenta y
surrealista, y supuso un cambio radical en la comedia británica,
plasmado a la perfección en la mítica escena en la que el violento
punki-jeviata Vyvyan[83] se carga una pantalla en la que se proyecta
la amable comedia familiar The Good. Life:
¡No, no, no y no! ¡No vamos a ver The Good Life! ¡La odio! ¡Es tan
agradable, joder! ¡Felicity Kendall y Richard Briars, vaya par de
empalagosos! ¿Y a qué se dedican ahora? ¡A hacer anuncios de
chocolatinas, es el colmo! ¡No son más que estereotipos reaccionarios
que confirman el mito de que en Gran Bretaña todo el mundo es de clase
media y tiene un punto excéntrico adorable! ¡ES QUE LOS ODIO!

En Los jóvenes salía un grupo distinto cada semana porque los


productores se dieron cuenta de que recibirían más financiación
para el programa por una peculiaridad de las finanzas de la BBC.
Motörhead también aparecía en otra «comedia alternativa»: Eat the
Rich, creada por el grupo de cómicos The Comic Strip.
Motörhead tuvo un impacto tremendo en la parafernalia y en la
imagen del heavy metal. Lemmy puso de moda los cinturones de
balas: se pirraba por los accesorios militares, en especial por los de
la segunda guerra mundial. La actitud de Lemmy, al que no le iban
para nada las mamonadas, es el espejo en el que se mirarán todos
los ídolos del heavy metal. Te descojonabas con lo directo que era.
Cuando le preguntaron en un documental de la BBC sobre el porqué
de su fidelidad por una marca de amplificadores, respondió: «Me
gustan los Marshall y por eso los uso». Su devoción por el estilo de
vida del rock and roll era casi monástica. La fórmula era sencilla:
sacar discos y salir de gira para poder tocar las canciones nuevas.
Beber Jack Daniels, fumar y tomar tantas anfetaminas que el
médico llegó a decirle que si paraba, su corazón también lo haría.
El modo de tocar de Motörhead revitalizó el género por completo.
El batería Phil «Philty Animal» Taylor incorporó dos técnicas
características. La canción Overkill implantó el doble bombo en el
heavy metal y cambió para siempre el sonido de la batería en el
género. También tuvo gran repercusión lo que acabaría
conociéndose como «estilo d-beat», que adoptarían los grupos punk
de los ochenta. Recibió ese nombre porque acabó definiendo al
influyente grupo Discharge y después lo utilizarían cientos de
bandas cuyo nombre empezaba por la letra D.
Sin embargo, sorprende que Motörhead solo vendiera en total
quince millones de discos. Su influencia fue mucho más allá y,
cuando Lemmy murió a finales de 2015, gente de toda condición y
lugar mostró su pena por la pérdida de una figura tan emblemática.
Era irreemplazable.
El éxito de Judas Priest y de Motörhead contribuyó a revitalizar el
heavy metal, y una nueva escena musical siguió su estela.
La nueva ola del heavy metal británico.
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La nueva ola
del heavy metal británico

La nueva ola del heavy metal británico (o NWOBHM, qué fácil de


pronunciar, ¿verdad?) es el movimiento más importante de la
historia del género. Lo que existía antes de él era algo amorfo,
incoherente y solo difícilmente definible como heavy metal «de
verdad». No había una escena musical: los grupos flotaban a la
deriva en el ancho océano de la música pop. Lo que vino después
fue el nacimiento del heavy metal como subcultura. La gran mayoría
de las bandas de la NWOBHM nunca disfrutó de nada parecido al
éxito masivo. La suya es la historia de una pasión de base popular
que influye en el heavy hasta nuestros días.
En 1977, el panorama de la música popular cambió de manera
radical, lo que incidió directamente en el heavy metal. La
controversia creada por los Sex Pistols y el posterior lanzamiento de
su álbum Never Mind the Bollocks… Here’s the Sex Pistols desató la
explosión del movimiento punk rock. A él se unieron grupos como
The Damned, The Adverts o The Clash, que contribuyeron a
despojar el rock de todo lo accesorio para reducirlo a sus
componentes esenciales, además de añadirle un cariz político y un
genuino aire de rebeldía. Además, emergió una ética del «háztelo tú
mismo»: los grupos ya no necesitaban el visto bueno de una gran
discográfica para sacar un disco: iban directamente a los fabricantes
y lo hacían ellos. Durante un corto periodo de tiempo, el punk tuvo
un éxito inmenso.
El grado de exhibición de esas cualidades punk rock variaba
enormemente en función del grupo y del artista. Los Damned
trataban más bien poco la crítica social y, lejos de ser
autosuficientes, los Sex Pistols eran una especie de producto
manufacturado y corporativo. Sin embargo, el punk como
movimiento de idea era mucho más importante que cualquiera de
sus grupos por separado (por mucho que la industria de la nostalgia
punk se empeñe en lo contrario).
El punk fue el producto de su tiempo y de su entorno. Un embate
de desafección y de ira juvenil que sintetizaba a la perfección los
sentimientos de una época de un modo en que la mayor parte de los
grupos de hard rock y heavy metal no eran capaces de hacer.
Asimismo, el punk fue una reacción musical contra el virtuosismo y
el estatus de endiosados ídolos del rock de estadio como Led
Zeppelin. El punk se hacía para la calle. Tenía inmediatez y parecía
ser el modo más obvio de expresarse a través del formato de
guitarra, bajo, batería y voz del rock and roll. Se remontaba a
algunos de los padres del heavy y, en cierto modo, encarnaba sus
virtudes mucho mejor que el propio heavy metal.
El punk rock nació más como una actitud que como un estilo
musical definido. Sus raíces llegan hasta el garage rock de los
sesenta, pasando por el Detroit de los MC5 y los Stooges hasta
llegar a Nueva York, donde grupos como Suicide o Television tenían
un sonido muy distinto pero compartían el compromiso por un arte
directo y que no fuera comercial. Fueron los New York Dolls y los
Ramones quienes inspiraron al emprendedor y vendemotos
patológico Malcolm McLaren para regresar a Inglaterra y copiar
aquel movimiento de gran potencial. Creó los Sex Pistols, el primer
grupo punk manufacturado; cuya mala fama los convirtió en
catalizadores de todo el punk que vendría después. Hay quienes
creen que los Pistols son la cumbre del punk, mientras otros piensan
que lo fastidiaron todo.
Los Pistols protagonizaron un tremendo escándalo a nivel
nacional. Una aparición televisiva plagada de tacos generó titulares
de impacto en primera plana de los tabloides. El 4 de junio de 1976
tocaron en el Free Trade Hall de Mánchester ante cuatro millones y
medio de personas.[84] En el público estaban los Smiths, Mick
Hucknall de Simply Red, Oasis, toda la alineación titular del
Manchester United en 1994 y Russell Brand.
El 22 de octubre de 1976, The Damned sacó su primer sencillo,
New Rose, oficialmente el primer disco punk británico de siete
pulgadas. Rápidamente surgieron grupos de punk por todo el país.
La actitud predominante en el género era que «todo el mundo es
capaz de hacerlo». La revista Sniffin’ Glue… and other rock’n’roll
habits popularizó una imagen que había aparecido antes en la
revista Sideburns y mostraba tres acordes con la leyenda AQUÍ
TIENES UN ACORDE, AQUÍ TIENES OTRO, Y UN TERCERO, AHORA YA
PUEDES MONTAR UN GRUPO. La brecha entre el público y los que
estaban en el escenario se estaba estrechando, hasta el punto de
que miles de aspirantes a punk rockers sintieron que ellos también
eran capaces de hacerlo. No era necesario ser un virtuoso:
cualquiera podía tener un grupo.
Esta celebración del amateurismo en el punk[85] es un tema que
ha levantado ampollas en el heavy metal. El hecho de que no fuese
necesario ser un músico de talento para tocar en un grupo supuso
una revelación —«Es imposible que toque la guitarra como Jimmy
Page, pero sí que podría tocarla como ellos»—, pero a los metaleros
que sí sabían tocar les tocó bastante las pelotas que los eclipsara
gente que no tenía ni idea; especialmente a los Iron Maiden, que en
1977 se las veían y se las deseaban para firmar con un sello y a
quienes se les dijo que mejor que adoptaran el rollo punk. Siguen
bastante resentidos con este tema desde entonces.
Pero, a decir verdad, el heavy metal necesitaba que le dieran
una buena patada en el culo para que se pusiera las pilas. Los
lanzamientos de The Damned, The Clash, los Sex Pistols y The
Adverts hicieron que casi todos los grupos de hard rock parecieran
dinosaurios: unas canciones perfectas para que tu padre se echara
unos bailoteos. La juventud del movimiento punk provocó que la
mayoría de las bandas cuyas raíces se remontaban a los sesenta
parecieran anticuadas[86] y más viejas que Matusalén.[87] El punk
era antisistema y el rock se había convertido en la música del
establishment los iniciadores del género se compraban mansiones y
vivían en el extranjero para no pagar impuestos mientras Gran
Bretaña sufría una debacle económica.
El punk tuvo dos efectos inmediatos sobre el heavy metal.
Primero, desplazó el interés por el virtuosismo y la complejidad, por
los inalcanzables dioses del rock como Led Zeppelin o los
pretenciosos grupos de rock progresivo como Yes o Emerson, Lake
& Palmer, y lo trasladó hacia bandas más accesibles y corrientes.
Grupos nuevos como Judas Priest sobrevivieron adaptándose y
adoptando rasgos de otras bandas. Motörhead tuvo un gran éxito
entre los jóvenes punkis porque su sonido era bastante punk y
porque, a diferencia del resto de los grupos metaleros, sus
miembros parecían bastante normales. Motörhead en particular
derribó las barreras existentes entre los géneros. Aun así, los
periodistas enteradillos que jamás habían escrito nada sobre
Sabbath o Led Zeppelin se corrían de gusto con el punk y su
rebelión artística. Ridiculizaron la evolución que seguía el heavy;
seguro que deseaban que desapareciera, los muy cabritos.
Pero eso no sucedió… porque el segundo efecto que tuvo el
punk sobre el heavy metal fue mucho más positivo.
El punk prosperó gracias a la filosofía del «háztelo tú mismo». Y,
entonces, multitud de discográficas independientes florecieron
cuando la gente empezó a darse cuenta de que los grandes sellos
ya no eran el alfa y el omega y que, de hecho, cualquiera podía
ponerse a grabar y a sacar discos. La producción artesana de
discos es una idea de una sencillez pasmosa. En vez de intentar
cerrar un contrato discográfico con un sello que, básicamente, se
dedica a prestarte el dinero para sacar un álbum, lo que haces es
grabar el álbum y luego ponerte en contacto con las plantas de
fabricación de discos y te lo prensas tú mismo. Y así el intermediario
ni pincha ni corta. En la era de los MP3, del streaming, de
Bandcamp[88] y de todo lo demás, es un método totalmente
normalizado. Mi grupo, por ejemplo, tiene su propio sello.
Fabricamos nuestros discos nosotros mismos y así no nos
endeudamos con nadie. Podemos hacer exactamente la música que
nos gusta y todo el beneficio que sacamos lo reinvertimos en el
grupo. Esta parte imperecedera de la historia del punk —y que
retomó el hardcore estadounidense, el UK-82, el anarcopunk y sus
ramificaciones— se encuentra extrañamente ausente de la Gran
Narrativa del Punk. El impacto de los Pistols y los Clash tuvo una
vida muy breve y de todos modos fue rápidamente absorbido por el
capitalismo.[89] A este punk mainstream le quitaron la agresividad y
lo convirtieron en new wave y en una revitalización de la música pop
británica, pero la noción comúnmente aceptada de que el punk se
acabó cuando los Sex Pistols se separaron es una patraña y una
idea elitista que va totalmente en contra de la ética del punk rock. El
punk nunca ha desaparecido, y su enfoque autosuficiente y
antisistema de la música sigue vivito y coleando en una rica
variedad de manifestaciones por todo el mundo.

Paralelamente al desarrollo del punk, un nuevo movimiento


empezaba a despertar en Reino Unido. Venía de algunos sellos
independientes: Neat en Newcastle, Guardian Records en Durham,
Ebony en Hull y Heavy Metal Records en los ambientes tropicales
del sur de Wolverhampton. Algunos grupos que siguieron la filosofía
del «háztelo tú mismo» montaron sus propios sellos para publicar
sus propios discos. Otro punto de referencia de este nuevo
movimiento fue un fenómeno peculiar que tuvo lugar al norte de
Londres: el nacimiento de la discoteca de heavy rock. Desde 1975
hasta 1980, el carismático disc jockey Neal Kaye[90] montó «The
Bandwagon Heavy Metal Soundhouse»,[91] una sesión nocturna
periódica dedicada al heavy que atrajo a muchísimos seguidores. En
su titánico equipo de sonido no solo sonaba su extensa colección de
discos de rock y heavy metal, sino también maquetas de grupos
amigos de la sesión de Bandwagon, como Iron Maiden. El fenómeno
del air guitar o arrancarse a tocar una guitarra imaginaria —bueno,
de cartón, para ser exactos— se puso de moda aquí. En un
documental genial de la BBC, narrado por Danny Baker (que luego
parodiaría el incomparable Bob Mills en In Bed with MeDinner), Rob
Loonhouse explica que, como no tiene tiempo para convertirse en
un buen guitarrista, se las apaña fingiendo que lo es.[92] Si eso no
plasma a la perfección la máxima del punk de que «cualquiera
puede hacerlo», que baje Satán y lo vea.
Un concierto en el Bandwagon de Samson, Iron Maiden y Angel
Witch llamó la atención de Geoff Barton, periodista del Sounds, cuya
crónica a doble página sobre el evento fue el momento clave de lo
que el redactor jefe, Alan Lewis, describiría en el subtítulo como «La
nueva ola del heavy metal británico». Sounds empezó a incluir un
ranking de temas heavy metal, basado en lo que Kaye pinchaba y la
gente le pedía en el Soundhouse.[93]
Esta notoriedad de las nuevas bandas heavies en un periódico
musical de tirada nacional le dio un gran impulso al resurgimiento
del heavy metal. La nueva ola del heavy metal británico fue poco
menos que un renacimiento. Supuso un increíble estallido de
actividad y creatividad que llevó al nacimiento de (literalmente)
cientos de grupos por todo Reino Unido y el extranjero. Por fin había
un movimiento que se enorgullecía de su vínculo con el nombre
heavy metal. La actitud del «yo también puedo hacerlo»,
proveniente del punk, llevó al surgimiento de algunos de los mejores
y más influyentes grupos de todos los tiempos, cuya repercusión
directa sobre el heavy alcanza hasta la actualidad.
Los nombres asociados al NWOBHM nos dan una pista sobre la
imaginación y la energía creativa que abundaba en el momento:
Dumpy’s Rusty Nuts, Bashful Alley, Ethel the Frog (de inspiración
montypythonesca), los Tygers of Pan Tang (una alusión a la obra del
escritor del género fantástico Michael Moorcock), Def Leppard,
Tysondog, Praying Mantis, Quartz, Virtue y grupos con más gusto
por el ocultismo como Angel Witch, Witchfynde, Witchfinder General,
Cloven Hoof, Satanic Rites, Satan…
Los grupos de mayor éxito firmaron con sellos importantes: Iron
Maiden con EMI (como también haría Saxon más adelante), Def
Leppard con Vertigo… Pero sería una discográfica independiente la
que definiría de verdad la nueva ola del heavy metal británico. Neat
Records, con una gestión siempre un tanto caótica, surgió de un
estudio de grabación. Propiedad de David Wood, un doble de Benny
Hill, Impulse Studio se había montado en la sala de descanso para
los actores de un antiguo teatro de Wallsend, ciudad del Noreste
célebre por parir al defensor de la selva tropical y gurú del sexo
Sting. Financiándose en su mayor parte con los ingresos
provenientes de una disco-móvil, Wood empezó a publicar discos de
grupos que grababan en Impulse. El jazz iba a un sello que bautizó
como Wudwink (con algunas excepciones reseñables que no eran
jazz como los punkis locales Angelic Upstarts) y el folk, a un sello
llamado Rubber Records. También sacó grabaciones en directo de
cómicos. Los primeros grupos de Sting, Last Exit y Newcastle Big
Band, sacaron respectivos discos en los sellos de Wood, igual que A
Tribe of Toffs, cuya canción humorística John Kettley is a
Weatherman —publicada por el sello Completely Different Records
de Wood— llegó al número 21 en las listas de éxitos de Reino Unido
en 1988.
Volviendo a 1979, el grupo de Whitley Tygers of Pan Tang grabó
dos maquetas en Impulse Studio, una de las cuales llegó a manos
de Geoff Barton en Sounds. Le encantó, y la reacción positiva que
recibió la cinta en ese y en otros periódicos musicales hizo que
Wood les ofreciera el lanzamiento de un sencillo en el sello recién
creado Neat Records. Pero el heavy era algo nuevo para David
Wood y, según lo que contó en la entrevista que le hicieron para el
minuciosísimo libro Neat Sc Tidy: The Story of Neat Records, «envié
a alguien a la tienda de discos para que preguntara cosas sobre el
rock y el heavy metal».
Don’t Touch Me There tuvo un éxito discreto y Neat siguió
lanzando discos del mismo estilo heavy como Name, Rank and
Serial Number | You'll Never Get Me Up (In One of Those), de Fist y
Back to the Grind | Cheetah de White Spirit. Wood cerró más tarde
un trato con una de las mayores discográficas, la MCA, relativo a
estos tres grupos, acuerdo que al final quedaría en nada para
desgracia de todos.
Después llegaron Raven y Venom. Ambos sacaron disco con
Neat y cada uno floreció a su modo. Los Raven se fueron de gira
por Estados Unidos varias veces, incluso se mudaron allí una
temporada. Y Venom… bueno, eso es harina de otro costal.[94]
Hay un cierto tufillo a perdedor en la mayoría de los grupos
NWOBHM. Quedaron atrapados entre dos concepciones muy
distintas de lo que era ser una banda heavy. Hasta principios de los
ochenta, todos los grupos seguían el modelo de la industria musical.
Incluso con la influencia del «háztelo tú mismo» del punk rock, los
grupos seguían aspirando a firmar por un sello, hacerse famosos,
vender mogollón de discos y salir en «Top of the Pops». El EP que
Def Leppard autoeditó era un medio para lograr un fin, no un fin en
sí mismo. No luchaban por abanderar una nueva manera de hacer
las cosas, sino que querían entrar en el sistema. Todavía no existía
una escena alternativa en la que los grupos tocaran dándolo todo
sin ganarse la vida necesariamente con ello. Hoy en día, incluso los
miembros de grupos tan influyentes como Neurosis conservan sus
trabajos aparte de la música para llegar a fin de mes; especialmente
en una época en que se venden menos discos que antes. Pero a
inicios de los ochenta o tenías éxito comercial o te sumergías en la
oscuridad. Y a la mayoría de los grupos NWOBHM les sucedió lo
último…
Parecía repetirse la vieja historia del éxito inicial, la interferencia
de un sello importante y el paso a una oscuridad relativa. Pero tres
grupos alcanzaron la velocidad de escape y se volvieron
estratosféricos.
Saxon disfrutó de un éxito increíble a principios de los ochenta.
Componían más himnos aun que Judas Priest, pero sus letras
tenían una base mucho más popular: puede que fuera el primer
grupo heavy que cantó sobre lo que significaba formar parte de un
grupo heavy. Saxon ES UNO DE LOS NUESTROS. «Heavy Metal
Thunder», de su segundo álbum, Strong Arm of the Law, habla de
forma velada sobre la escena heavy, pero la canción «Denim and
Leather» marca el momento en que el heavy metal adquirió
conciencia de sí mismo. Nunca antes un grupo había hecho algo
así: nadie había hablado sobre lo que de verdad significaba ser fan
del heavy metal, de lo que costaba encontrar la música que te
encantaba. Saxon es totalmente lo contrario a los grupos fardones
que llenan estadios. En ningún momento se tuvieron por unos
cracks, y ese espíritu humilde y auténtico no se veía desde los
inicios de Black Sabbath.
Def Leppard empezó sonando como la mayoría de los grupos de
la NWOBHM y entonces derivó hacia lo comercial. Y les fue de perlas.
A ellos, me refiero: la música era un espanto pero vendieron
muchísimos discos, hicieron las Américas y llenaron estadios por
todo el mundo. El EP autopublicado con el que debutaron es
bastante bueno. Pero lo que hicieron después es una bazofia.
En 1984, el batería de Def Leppard, Rick Allen, perdió su brazo
izquierdo en un accidente de coche. En un acto de increíble lealtad
que muestra lo buena gente que son, el grupo lo mantuvo como
batería. Desarrolló una técnica única para tocar con varios pedales y
sigue siendo un batería impresionante. El descomunal éxito que
tuvo Def Leppard en Estados Unidos es lo que buscaba el resto de
los grupos de la NWOBHM, aunque ninguno de ellos lo intentó con la
misma garra, amén de que tal vez carecieran del despiadado
instinto comercial y del talento necesario para componer el tipo de
canciones que millones de personas ansían escuchar. Ten en
cuenta que la mayoría de los seres humanos son horribles, y que si
millones de ellos quieren comprar tu obra… es que seguramente no
es demasiado buena.
Muy destacable por su éxito y su habilidad musical —pero
especialmente conocida por su ausencia total de penes— es la
banda de Londres Girlschool, formada íntegramente por mujeres.
Gozó de un gran éxito en los días de gloria de la NWOBHM, una
época en la que los grupos femeninos de heavy eran poco más que
una rareza. Demostrando su habilidad en sus propios términos,
fueron cabeza de cartel en el festival de Reading de 1981.
Asociadas para siempre con Motörhead, salieron de gira con Lemmy
y compañía en varias ocasiones y sacaron un EP juntos con el
nombre de Headgirl, en el que versionaban Please Don’t Touch de
Johnny Kidd and the Pirates, además de varias canciones de cada
grupo. Girlschool siguen tocando juntas y saliendo de gira.
Iron Maiden se formó el día de Navidad de 1975, el mismo año
que Motörhead, pero, como Judas Priest, tuvo que pasar media
década para que publicaran un álbum oficial. Su maqueta —The
Roundhouse Tapes— les dio la fama antes incluso de que tuvieran
un sello. Su frustración con las discográficas, que les pedían que se
cortaran el pelo y optaran por una estética punk, fue a más, y
explica la actitud hostil que han manifestado hacia el punk desde
entonces (a pesar de su antipatía hacia este movimiento, en sus
primeros temas se aprecia la huella del punk e incluso del glitter
rock).
Tras reemplazar a su cantante original, Paul Di’Anno, por Bruce
Dickinson, un vocalista más preparado y de estilo más operístico,
tuvieron un éxito a nivel internacional solo igualado anteriormente
por Led Zeppelin. Tan extraordinario fue ese éxito temprano que
Dickinson se sumió en una depresión al acabar su primera gira
mundial. Había alcanzado todas sus ambiciones, como Alejandro
Magno cuando, al contemplar la extensión de sus dominios, «lloró
porque ya no había nada más que conquistar».[95] La única opción
que les quedaba era empezar de nuevo, pero haciéndolo mejor y a
lo grande. Puede que esa sensación de haberlo conseguido todo
fuera lo que lo motivó a hacerse piloto de aviones comerciales y a
convertirse en el piloto oficial de Iron Maiden, que es algo parecido a
tener un batería con furgoneta…
En lo referente al sonido, Iron Maiden sigue bastante la línea de
Judas Priest: depuran el sonido y rompen con el blues para que el
resultado sea puro heavy que te cagas. Los temas de sus primeras
canciones eran bastante oscuros: hablaban de la depresión, el
deterioro urbano y el aislamiento. Más tarde ampliarían el espectro a
temas más épicos, míticos e históricos.[96]
En la actualidad, los Maiden siguen tocando en estadios de todo
el mundo. Como Motörhead, tienen seguidores acérrimos, y no
todos son metaleros. Son una marca que vende más camisetas que
Topman y hasta tienen su propia cerveza, Trooper, que no está nada
mal y además es vegana.
A pesar de su éxito arrollador, los Maiden siguen sin ser un
grupo «que mole». Lo que me reconforta bastante, la verdad. El sitio
web de noticias de humor The Daily Mash dio en el clavo con su
artículo «Se demuestra que los fans de Iron Maiden son inmunes a
la epidemia de obsesión por el aspecto físico»:
Les gustan las cosas por lo que son: no quieren demostrar nada al
enseñar sus espaldas peludas y, cuando combinan tela vaquera con
vaquero y riñonera no lo hacen como un guiño irónico. Los demás nunca
conseguiremos disfrutar de nada al mismo nivel que ellos, porque
nuestras estúpidas aspiraciones nos han convertido en auténticos
memos.

La prensa musical ningunea una y otra vez a los Maiden. Por


nosotros, vale. Que hablen todo lo que quieran del concierto de
Coldplay en Glastonbury: nosotros leeremos lo que se dice de los
Maiden en Metal Hammer… Siempre serán una especie de grupo
marginal con un éxito masivo. El tema tabú de la industria musical.
Jamás molarán de verdad. Pero siempre serán nuestros.
Y mientras los Maiden triunfan y mantienen vivo el sonido de la
NWOBHM en los ochenta, la nueva ola del heavy metal británico
evolucionaría una vez más hacia distintos subgéneros como el
speed metal o el thrash. Como movimiento, la NWOBHM acabó de un
modo un poco patético. Los gustos cambiantes hicieron que el
público se sintiera atraído por las bandas thrash que empezaban a
aparecer en Estados Unidos. La NWOBHM había cumplido con su
misión y ahora podía desaparecer.
En el momento en que escribo esto, parece haber un despertar
del interés por los grupos de la NWOBHM. Por una parte, es una
reacción contra el sonido cutre del metal comercial y, por la otra
(especialmente), la obra de la superestrella involuntaria del black
metal Fenriz de Darkthrone, cuyo blog con el grupo de la semana
tiene una influencia bestial en la escena alternativa del metal, y que
además ha abanderado un movimiento contra los grupos
sobreproducidos con triggers para batería en favor de un sonido
más orgánico, propio de principios de los ochenta. Aunque
principalmente se debe a la moda post-postmodernista del siglo XXI
de la juventud, que recurre a cosas pasadas de moda y nada
molonas para reivindicar algo como cool.
La verdadera influencia de estos grupos, limitada
geográficamente sobre todo a Gran Bretaña e históricamente
comprendida entre 1979 y 1985, fue dual. Primero, vio cómo el
heavy metal adquiría una entidad propia. Si bien el final de los años
sesenta fue el caldo primitivo necesario del que surgiría el heavy
metal, la última parte de la década de los setenta fue testigo de
cómo los vástagos nacidos de ese caldo se valían por sí mismos.
Por último, el heavy metal no era una mera descripción de un tipo de
música rock: era un modo de vida, una comunidad. El heavy metal
se escindió de la música comercial y empezó a funcionar en un
mundo propio, en su propio ecosistema. Y segundo, la NWOBHM
actuó de catalizador y dividió el heavy en nuevos subgéneros.
Siguiendo la estela de la NWOBHM apareció el black metal, el thrash
metal, el speed metal, el death metal, el doom metal y los millones
de subcategorías que les siguieron.
Un grupo en particular fue el prisma que dividió el haz de luz.
Venom.
5
La primera ola del black metal

Puedes rastrear cualquier suceso hasta llegar al cúmulo de factores


que lo desencadenaron y diseccionar las causas hasta el absurdo.
Si Hitler hubiera sido un pintor de éxito, quizá jamás habría estallado
la segunda guerra mundial. Si John Lennon y Paul McCartney no se
hubieran conocido, la música basada en las guitarras no habría
resurgido en los sesenta y Black Sabbath y, por ende, el heavy
metal, no existirían. Y si no fuera por un campamento de verano en
Benidorm y un plan de formación juvenil del gobierno británico,
puede que no hubiéramos tenido black metal.
Entre 1979 y 1981, un adolescente llamado Conrad Lant
trabajaba para Impulse Studio como parte del programa de
oportunidades para jóvenes del gobierno conservador, según el cual
el gobierno pagaba a los jóvenes de entre dieciséis y dieciocho años
para que aprendieran un oficio en vez de darles un subsidio. El YOP
(por sus siglas en inglés, Youth Opportunities Programme), como
era conocido, y el YTS (Youth Training Scheme), su sucesor, fueron
blanco de mofas durante todos los ochenta porque se decía que
beneficiaba a lerdos que no valían para nada y obligaba a las
empresas a tragar con ellos. Pero el programa sí tuvo resultados
positivos, pues gente como Conrad —pronto conocido como Cronos
— consiguió trabajo en empleos a los que de otro modo no habría
podido acceder.[97] Básicamente, Lant preparaba el té, hacía
recados y hasta llegó a tirar por las escaleras un cubo de basura
lleno de chatarra y con micrófono incorporado para el final del primer
sencillo de los Tygers of Pan Tang, situándose así en pleno meollo
de la nueva ola del heavy metal británico.
La NWOBHM había supuesto un gran estímulo para una escena
cada vez más debilitada. Reavivó el interés por el heavy metal y le
dio una inyección de vitalidad juvenil muy necesaria. El grupo que
Conrad Lant acabó liderando dejaría una huella más significativa
que ninguna de las otras bandas de la NWOBHM en el heavy metal.
Iron Maiden y Def Leppard conquistaron los estadios y las listas de
ventas de todo el mundo pero, desde un punto de vista estilístico, lo
que hacían no era nuevo. Los Venom eran más contundentes,
rápidos, heavies y satánicos que ninguno de sus predecesores.
La historia de Venom está repleta de medias verdades, cambios
de opinión, reescritura de episodios, discusiones y mierdas varias.
La versión oficial dice que Venom surgió de tres grupos distintos:
Guillotine, Oberon y Dwarf Star. El guitarrista Jeffrey Dunn dice que
ninguno de los tres era una banda de verdad. Ni siquiera el grupo en
el que se suponía que había tocado él… «Sobre los otros grupos…
No tengo prueba alguna que demuestre que existieron», dice en el
maravilloso libro Neat & Tidy.
El hecho es que tres geordies[98] llamados Conrad Lant, Jeffrey
Dunn y Anthony Bray se rebautizaron como Cronos[99], Mantas y
Abaddon, se echaron más cuero y pinchos encima que Judas Priest
el día del orgullo gay e inventaron el metal extremo.
«Decidimos muy pronto que usaríamos nombres artísticos. Me
parecía bastante patético que le cantáramos a Satán, a los
demonios y a las fuerzas malignas y que luego tuviéramos unos
nombres corrientes y molientes. No me convencía: necesitábamos
unos nombres que encajaran con nuestras personalidades pero que,
a la vez, impusieran y fueran demoníacos», dijo Cronos, tal como se
cita en su sitio web «oficial».
Los Venom eran una nota totalmente discordante en la NWOBHM.
No se parecían a nadie. Mientras que la mayor parte de los grupos
entendía el heavy igual que la vieja guardia de bandas llenaestadios
(aunque a una escala menor: fijaos en la cantidad de vocalistas que
se inspiraron en la puesta en escena de Robert Plant), Venom
optaba por una estética rompedora y sin concesiones. Todo era
extremo. Su primer sencillo, In League with Satan[100]| Live Like an
Angel (Die Like a Devil), tuvo el mismo impacto que si alguien tira un
cóctel molotov en una fiesta. Eran abiertamente satánicos. La
perspectiva sobre lo infernal de los Sabbath, lastrada por un
cristianismo asustadizo y compungido, se veía reemplazada por el
regocijo de tener a Satán como aliado. Para Venom, Ozzy era una
decepción, porque cada vez que hablaba de Satán soltaba un «¡OH,
NOOOOOOOOOOOOO!».

Ese era siempre mi problema con Ozzy. Empezaba a hablar de figuras


oscuras y de repente lo estropeaba todo con un: «¡Dios, ayúdame!».
¡Vaya cagada! Se quedaban a un pasito de donde yo quería llegar con
este grupo. Estábamos preparados para ir más allá del horror de tres al
cuarto de Black Sabbath. (Cronos, www. venomslegions.com)

Por primera vez, un grupo de metal se presentaba como «el malo».


Puede que tuviera algo que ver su pasión por la lucha libre y la
imitación del comportamiento de los villanos de este espectáculo;
los malos. No le tenían miedo a Satán, sino que eran sus aliados,
¡estaban «in league with Satan»! Ozzy te alerta contra lo que vio,
mientras que Venom te avisa: ¡ten cuidado con nosotros! «LOOK
OUT! BEWARE! When the moon is high and bright!»![101] Le cantaron a
la violación, a la masturbación, a las enfermedades venéreas, a la
prostitución… El satanismo ya es de por sí blasfemo. ¡Pero es que
ellos, además, grabaron mensajes satánicos al revés![102]
Neat publicó el primer álbum de Venom, Welcome to Hell, en
diciembre de 1981. Compuesto por temas que al principio solo iban
a ser una maqueta, tenía una ferocidad tan salvaje que dividió a los
críticos, aunque Geoff Barton le dio cinco estrellas en Sounds y lo
describió como «muy probablemente el disco más heavy que jamás
se haya puesto a la venta para el consumo del público».
Su sonido era lo más extremo oído hasta el momento: crudo,
potente, pasado de vueltas… HEAVY. Su música quedaba
apuntalada por un bajo que sonaba como una apisonadora, un
efecto conseguido de modo fortuito cuando Cronos tuvo que
hacerse cargo del bajo con poca antelación y lo tocó con el equipo
de su guitarra. La distorsión de las guitarras es dura y la voz de
Cronos suena como un Lemmy muy cabreado: la agresividad que le
da a su ejecución jamás se había visto en ningún otro cantante de
metal, y a lo que más se parece es al furioso gruñido de Cal, de
Discharge. Si bien otros grupos de Neat creían que el estudio los
limitaba, para Venom funcionó a la perfección. Ya desde su primer
sencillo habían creado una atmósfera envolvente. Los grupos de
black metal han buscado desde entonces un sonido lo-fi, que encaja
a la perfección con el de este subgénero, donde la atmósfera supera
a la perfección del sonido.
Su siguiente álbum, Black Metal, engendró el siguiente
subgénero del metal. Muchos de estos micronichos del metal han
sido bautizados por periodistas y han recibido su nombre algún
tiempo después de su concepción. El caso del black metal, en
cambio, es más claro: El 1 de noviembre de 1982, el álbum Black
Metal marcó el inicio del black metal. Y ya está. Venom acuñó el
término para diferenciarse del resto del heavy metal, que para ellos
era una especie de pop flojete.
Al contrario de lo que suele ser normal, los Venom se hicieron
famosos por NO dar conciertos. Decían que los locales corrientes
eran demasiado pequeños para su espectáculo y rechazaban la
mayoría de las ofertas. No obstante, se fueron de gira por América y
Europa, y afirmaban que eran el mejor grupo de heavy metal
independiente del mundo, lo que es un poco como afirmar que eres
el mejor escritor de libros de humor sobre la historia del heavy metal
del mundo… Bueno, sea como fuere, se fueron de gira con
teloneros tan convincentes como Metallica o Slayer.[103]
En esa época, nadie se tomaba en serio a los Venom. Pero, y
eso es todavía más importante, tampoco lo hacían ellos mismos.
Tenían una actitud hedonista: animaban al oyente a que pactara con
el diablo para que se uniera a la fiesta. La canción Teacher’s Pet
acaba con la bonita tonadilla tradicional «Get your tits out for the
lads» (sácate las tetas y enséñanoslas), que hace las delicias de
sacerdotes y tías solteras por igual. No todo el mundo captó que a
ellos les daba igual lo que pensaran los demás. El grupo hardcore
punk Black Flag fue telonero de Venom en Nueva Jersey. Henry
Rollins, líder de la banda, los puso a caldo en su diario de la gira,
Get in the Van:
Venom es un grupo flojo. En todos los sentidos. Es que ni saben tocar.
Tienen a unos cuantos pipas, que son los que se lo hacen todo. Son muy
poca cosa. Ojalá pudiera tocar más a menudo con estos grupos
«heavies» de mierda. Nos mola aplastarlos. Si les quitas el maquillaje y
las luces se quedan en nada. Vaya mamonada. Venom es una porquería.
No se los cree nadie; son una broma. No sudan y seguro que tampoco
follan.

Incluso hacía referencia a Spinal Tap diciendo que «esperaba que


se pusieran a cantar Sex Farm Woman en cualquier momento».
Pero, ay, con esta comparación el joven Henry se hace un flaco
favor a sí mismo, porque demuestra que no ha entendido nada: A
los Venom les iba la ironía. Mejor dicho: se pirraban por la ironía.
Vaya, que prácticamente inventaron ellos la palabra. Aunque esa
despreocupación por el qué dirán encaja a la perfección con los
Venom, no se verá reflejada en el black metal que inspirarán. Lo que
está bastante bien, porque la ausencia de humor de la segunda ola
del black metal es lo que le da su atractivo único.[104]
Venom son importantes por varios motivos. Su sonido extremo
llevó a la división del heavy metal en subgéneros. Después de ellos
llegó el speed metal, el thrash metal, el death metal y, más
directamente, el subgénero al que dieron nombre, el black metal.
La primera ola del black metal es, en gran medida, una
clasificación retroactiva. Venom acuñó el término para distinguirse
de los demás grupos heavies y ofrecer algo único pero, igual que
pasó con la expresión heavy metal, el término no fue recibido con
entusiasmo por los iniciadores de este sonido. Estas categorías no
quedarían bien definidas hasta bastante más tarde.
Es posible remontarse a Venom como influencia directa y
explícita sobre cualquiera que hiciera un heavy metal oscuro y
extremo a principios de los ochenta: Metallica, Slayer, Possessed,
Voivod… y luego le pasarían el testigo del black metal a un grupo
que desarrollaría este género hasta volverlo irreconocible: Bathory.

Venom fueron los primeros, pero quienes de verdad influyeron en el


estilo y en la puesta en escena en general del black metal actual
eran vecinos de Noruega, su hogar espiritual. Los suecos Bathory
eran principalmente el proyecto de un hombre, el vocalista y
guitarrista Quorthon (Tomas Forsberg para los amigos). Aparecieron
por primera vez en un álbum recopilatorio, Scandinavian Metal
Attack, en 1984, y sus dos temas, increíblemente extremos, tuvieron
un impacto enorme. Recibieron toneladas de cartas de sus
seguidores. Volvieron a grabarlos para incluirlos en su primer álbum
homónimo, pero dándoles todavía más intensidad y rapidez: el disco
entero es un primer esbozo de lo que sería el sonido del black metal
moderno. En los dos álbumes siguientes, The Return…, de 1985, y
Under the Sign of the Black Mark, de 1987, perfeccionaron ese
sonido hasta el punto de que el segundo de ellos es el mejor álbum
de black metal de todos los tiempos.[105]
La imagen de Quorthon es increíble: sale en fotos echando fuego
por la boca, vestido con harapos o luciendo un collar hecho con
huesos de pollo. Lo copiarán hasta el infinito.
Bathory legitimó el concepto del grupo de black metal entendido
como hombre-orquesta.[106] Aunque recurrió a otros músicos (en
especial a Jonas Åkerlund, que tocó la batería en el recopilatorio
Scandinavian Metal Attack antes de dejarlo para abrirse camino
como un exitoso director de cine)[107], las notas que había en el
interior de los primeros discos de Bathory solo mencionan a
Quorthon y por eso caló la idea de que el grupo solo estaba formado
por él.
Era la gente a la que no le gustábamos la que decía eso. Nuestros
seguidores también difundían rumores, pero de otro tipo. Todo empezó
porque cuando se hablaba de BATHORY aparecían mis fotos y mi
nombre… pero la primera formación estuvo junta un año, principalmente
porque éramos buenos amigos y porque ellos siempre encontraban sitios
gratis para ensayar. Cuando la cosa se puso seria, después de grabar los
dos temas para el recopilatorio Scandinavian Metal Attack, en enero de
1984, ya no pude seguir con ellos. ¿Qué sentido tenía estar con un bajista
que solo sabía darle a la primera cuerda y con un batería que no sabía
qué tocar? Y encontrar a dos tíos en el frío clima sueco que tuvieran
buena pinta, captaran el rollo y supieran componer era prácticamente
imposible. En Suecia, todo el mundo ha tenido acceso a una buena
educación y no hay nada por lo que luchar en el rock. La gente preferiría
cortarse el pelo para no perder su puesto de trabajo o quedarse en casa
para cuidar a su novia enferma antes que ensayar. No tenía sentido que
continuaran en el grupo, por eso acabábamos echándolos. Siempre hay
nombres nuevos. No queremos confundir a los fans ni que piensen que
esto durará poco. Por eso nunca publicamos fotos. Y como parece que
este halo de misterio hace que la gente se interese más por el grupo,
nosotros seguimos el juego.

Esta hipocresía es el sello distintivo de Bathory:


—¡No me puedo creer que todo el mundo diga que somos un proyecto de
un solo hombre! ¡Lo dicen porque nos odian!
—¡No, lo dicen porque en los créditos de los discos solo sales tú!
—¡QUE NO! NOS ODIAN Y PUNTO.

En realidad, Quorthon no se deshizo de los demás músicos hasta su


sexto disco, Twilight of the Gods. Sin embargo, es innegable que él
era la fuerza creativa que había detrás del grupo. El que manejaba
el cotarro. El pez gordo. El mandamás.[108] Al tiempo que se hacía el
sueco y daba por buena la creencia de que él era el que lo hacía
todo, Quorthon también negaba la (clarísima) influencia de grupos
como Venom, Slayer y, más tarde, Manowar.[109] Sin embargo,
Jonas Åkerlund contradice esto y afirma que sobre todo recibieron la
influencia de Venom.
—Es increíble que todo el mundo diga que Venom influyó en nuestro
grupo.
—Bueno, es que suena casi igual. Y las canciones tienen los mismos
títulos. Y algunas letras hasta se repiten. Y son la única banda que sigue
el mismo estilo que vosotros.
—NO. TODO EL MUNDO NOS ODIA.

Posiblemente para eludir cualquier acusación de trato preferente,


Quorthon también negó la existencia de algún vínculo entre él y el
dueño de Typhon Records, que le dio a Bathory su primera
oportunidad en el recopilatorio Scandinavian Metal Attack y después
creó un subsello especializado, Black Mark Productions.[110] El
vínculo era que el dueño del sello —Börje Forsberg— era su padre.
—No me puedo creer que todo el mundo diga que tengo algo que ver con
el sello discográfico.
—Pero ¿el dueño no es tu padre?
—CÁLLATE, TODO EL MUNDO ME ODIA, ME VOY AL JARDÍN A COMER
GUSANOS.

Aunque la influencia de Venom es obvia, Quorthon desarrolló el


sonido de Bathory y, en los primeros tres discos, lo acercó
considerablemente a lo que sería el black metal moderno. El sonido
es crudo, pero mucho menos rock and roll que Venom y bastante
más atmosférico. Y luego está la voz… A diferencia de los bramidos
roncos y guturales de Cronos, la voz de Quorthon es un grito de
dolor. En 1984 era sin duda el sonido vocal más extremo jamás oído
en una banda de metal. Prácticamente todos los grupos de black
metal que vinieron después de Bathory adoptarían este enfoque.
Al llegar a su tercer disco, Bathory había dado un paso más allá
del terreno conocido por sus influencias y se había convertido en
algo mucho más sombrío e incluso aterrador. Con Under the Sign of
the Black Mark, Bathory probablemente fuera el primer grupo que de
verdad consiguió lo que quería Black Sabbath: hacer un disco que
diera tanto miedo como una película de terror.
Como los demás pioneros de verdad del heavy metal, la
inquietud artística de Quorthon era insaciable y se alejó del sonido
primitivo del black metal para llegar a algo bastante diferente.
Estaba disconforme con la etiqueta black metal y con cualquier otra
en general. En una entrevista con Metal Forces, en 1987, afirmó lo
siguiente:
Creo que es un grave error ponerle etiquetas a la música de un grupo
porque debería permitirse a la música que hablara por sí misma. Qué más
da que lleves huesos de pollo, cuero con tachuelas, pinchos o cruces
invertidas: tu modo de vestir no tiene nada que ver con la música. Lo que
quiero decir es que no tocas mejor por llevar cuero y tachuelas, ¿a que
no?

Su cuarto álbum, Blood Fire Death, es más melódico, épico y


heroico, y sus letras tratan temas como el paganismo o los vikingos.
Después, con Hammerheart se inventa de verdad el viking metal.
Volveremos a ello más adelante.
Quorthon murió de una insuficiencia cardíaca en 2004. Dejó tras
de sí un legado en el metal extremo que muy pocos han podido
igualar.[111]
Uno de los que sí pudo hacerlo fue Tom Gabriel Fischer, un
hombre único y fascinante. Conocido por los metaleros como Tom
G. Warrior, Fischer tuvo una infancia horrenda. Con un padre
ausente, fue criado solo por su madre, y a los siete años se
quedaba solo en casa durante largos periodos mientras ella
introducía diamantes y relojes de contrabando en «países del tercer
mundo». Tuvo que cuidar solo de los gatos de su madre —llegó a
tener noventa—, cuyas heces hacían que su hogar fuese
prácticamente inhabitable. Como siempre iba sucio y apestaba, sus
compañeros de clase, sus vecinos y hasta sus profesores se metían
con él, lo maltrataban y le hacían la vida imposible.
Debido a esto, se volvió misántropo hasta la médula y quedó
marcado para siempre como alguien que vive al margen de la
sociedad. Hay muchos en el heavy metal que adoptan esta actitud
como una pose, pero en el caso de Fischer es cien por cien real. Se
sintió atraído hacia la música más oscura que supo encontrar, como
válvula de escape y evasión, y sintió el profundo deseo de crear su
propio sonido heavy metal: el más lúgubre y heavy que fuera capaz
de conseguir. Su infancia, además, lo dotó de una determinación tal
que no solo lo ayudaría a superar sus severas limitaciones
geográficas y económicas, sino que también le permitió producir
música con una visión increíble.
Fischer vivía en un pueblecito de las afueras de Zúrich, y los
primeros grupos que fue capaz de formar en esta escena musical un
tanto asfixiante no satisficieron sus necesidades. Estaba tan
adelantado a su tiempo que solo halló una persona que compartiera
su idea de tener el grupo más oscuro y heavy de todos: Urs
Sprenger. Se rebautizaron como Tom G. Warrior y Steve Warrior,
fingiendo ser hermanos, y empezaron a crear música bajo la
influencia de Venom, Motörhead, Discharge y la NWOBHM.
Con el tiempo encontró al grupo de locos por el metal que
necesitaba y nació la primera formación de Hellhammer. Y si la
brutal infancia de Fischer te parecía poco heavy, ¡que sepas que
ensayaban en un puto búnker nuclear! ¡Que encima se llamaba
Grave Hill¡[112]Y que estaba bajo una guardería! Bueno, dos de tres
no está mal…
Cuando consiguieron dar con un batería que les gustara,
grabaron una maqueta. Dos maquetas, de hecho. En la primera,
Death Fiend, aparecían sus primeros temas, mientras que en la
segunda, Triumph of Death, salían los últimos. Descartaron la
primera y lanzaron la segunda.
El sonido de estas grabaciones es extraordinario. Se grabaron
en un ocho pistas portátil en su sala de ensayo barra búnker. El
resultado es tosco y a ratos poco profesional, y el estilo es primitivo,
con un tempo comedido y la energía adolescente de un grupo
desesperado por derribar a lo bestia cualquier barrera. A pesar de
todas esas limitaciones, los temas están preñados de sentimiento.
El ingeniero de sonido, un amigo del padre de Fischer, se burló
de ellos durante la grabación (y al parecer también después y por
siempre jamás). Más significativamente —y del mismo modo que
sucedió con Black Sabbath solo trece años antes—, a Hellhammer
los hizo trizas la prensa musical. Las críticas de la cinta fueron
atroces. Hasta la Metal Forces de Bernard Doe, revista que apoyaba
con vehemencia la causa del metal extremo inicial de grupos como
Exciter o Slayer, vilipendió la maqueta.
A mí me gusta el metal muy potente —y que no os quepa duda:
Hellhammer son MUY potentes, ¡consiguen que Venom parezcan los Bee
Gees!—, pero en algún lugar hay que poner el límite, ¿no?

¿De verdad, Bernard? ¿Tú crees?[113] Este varapalo por escrito


molestó tanto al grupo que prometieron no tocar jamás en Reino
Unido. Por suerte cambiaron de opinión años después.
Se sucedieron más cambios en la formación: echaron a Steve
Warrior sencillamente por no saber tocar bien su instrumento. Lo
reemplazó Martin Eric Ain.
Mientras tanto, empezaba a correrse la voz… Las críticas
negativas consiguieron llamar la atención de chiflados con ideas
parecidas y pronto Hellhammer recibió un aluvión de
correspondencia. La red de grabaciones piratas los dio a conocer
todavía más. Al poco, el interés generado bastó para despertar la
atención de un nuevo sello discográfico: Noise. Les ofrecían un
contrato a cambio de producir una maqueta mejor. Satanic Rites fue
un avance respecto de las grabaciones anteriores, pero sigue
destacando por su inconfundible crudeza. Pero consiguieron el
contrato y grabaron el EP Apocalyptic Raids.
La prensa seguía odiándolos. Como les fastidiaba que tuvieran
tan buena acogida, decidieron cargárselos…
Pero Hellhammer no se moría. Porque el grupo tiene dos
historias. La primera es bastante sombría. Lastrado por problemas
personales, limitado por objeciones familiares y laborales y al final
destripado por la prensa musical de la que tanto había dependido, el
grupo parecía estar sumido en el fracaso más absoluto… pero la
influencia y la fama de Hellhammer no hicieron sino crecer. Cuando
estalló la segunda ola del black metal, ellos ya eran parte
incontestable de la historia del metal extremo.
No fue solo la música lo que hizo que Hellhammer se convirtiera
en un grupo de culto, sino su compromiso incondicional. Eran unos
fanáticos: ¡sacaban boletines antes de haber grabado una sola nota
e incluso le tiraron a Venom una cinta con su maqueta en plena
conferencia de prensa! Preparaban sesiones de fotos en un
esfuerzo por ofrecer el lote completo. Lo vivían: se embutían en
cuero y pinchos en los ensayos y pintaban con espray las guitarras y
los amplificadores para darles un toque más siniestro. Tenían una
base local de seguidores muy leales. No es difícil entender por qué
las bandas de la segunda ola sentían tanta debilidad por ellos, en
contraposición al rechazo que manifestaban por el death metal de
alta fidelidad. La crudeza de las grabaciones de Hellhammer supuso
una gran inspiración para ellos. Y la falta de formación musical en
sus principios acabó derivando en que crearon un estilo propio: le
dieron muchas vueltas al tipo de música que querían producir y
optaron por la innovación en vez de por la imitación. Ese estilo tan
extraño y parco es inconfundiblemente propio.
Pero Fischer y Ain querían más. Después de dar por finiquitado
el proyecto Hellhammer, pasaron una agitada noche en vela
planeando cómo sería su próximo grupo, además de ideas para
TRES álbumes elaboradas hasta el más mínimo detalle: material
gráfico, letras, música… Ese grupo sería Celtic Frost.
Lanzaron un comunicado de prensa para anunciar la muerte de
Hellhammer y otro para presentar su ambicioso nuevo proyecto, en
el que se incluían títulos de canciones que todavía no habían
escrito. Por suerte, su sello les siguió el rollo y les garantizó la
continuación del contrato que tenían con Hellhammer.
Celtic Frost retomó el hilo que el proyecto anterior había dejado,
a pesar de sus esfuerzos por distanciarse de Hellhammer.[114]
Morbid Tales es básicamente Hellhammer pero con más nivel.
Fischer afirma que: «Nuestra meta principal era escapar de las
restricciones que nos imponía el black metal. Los temas de nuestras
letras iban mucho más allá».
En el transcurso de sus tres álbumes, Celtic Frost se transformó
radicalmente. Cada uno de los discos tenía algo nuevo.
Experimentaban sin cesar, totalmente reticentes a quedarse
dormidos en los laureles. En To Mega Therion, el dominio musical y
la producción alcanza nuevos niveles, y su tercer álbum, Into the
Pandemonium, es una obra de arte revolucionaria, magnífica, difícil
y de gran alcance.
Aunque el legado de Hellhammer siempre los persiguiera y
tardaran años en quitarse de encima la mala fama, Celtic Frost
acabaría teniendo una influencia determinante en el metal extremo.
Y eso a pesar de que lo siguiente que hicieron fue malísimo.
Pésimo.
Algo pasa con Escandinavia y el heavy metal. Finlandia tiene el
mayor número de grupos de metal del mundo per cápita. Suecia no
le va a la zaga y produce el mejor death metal de largo. Noruega es
sinónimo de black metal. La excepción a la norma es Dinamarca,
que no ha hecho una mierda por sacar un grupo decente. Bueno,
una cuarta parte de Metallica y los Mercyful Fate.
Mercyful Fate, algo así como un miembro honorario de «los
cuatro grandes» del black metal, tiene un sonido más elaborado y
melódico que Venom, Bathory o Hellhammer. Lo que los distinguió
de cualquier otra banda heavy de principios de los ochenta fue su
compromiso serio y sin complejos con el satanismo. Mientras que
Venom lo decía de boquilla, King Diamond, el líder de Mercyful Fate,
era miembro numerario de la Iglesia de Satán de Anton LaVey,
además de amigo personal de este. Su satanismo era sincero,
comparado con el enfoque más intrascendente que le daban los
Venom o con la noción de satanismo como metáfora de Bathory y
Hellhammer. Su interés por el ocultismo era auténtico.
Musicalmente, los Mercyful Fate le deben mucho a Judas Priest:
tocan con dos guitarras y cantan con falsete, aunque, si bien Rob
Halford utiliza ambos extremos de su espectacular registro vocal,
King Diamond siempre se queda en el registro agudo, lo que les da
un estilo característico y polémico a la vez. (Atención, alerta: a mí no
me gusta. Ya, ya lo sé: se me empieza a ver el plumero.)
En cualquier caso, los Mercyful Fate tienen una gran influencia
sobre la escena noruega y siguen siendo relevantes y enormemente
populares.

Los cuatro grandes de la primera ola del black metal ya no son lo


que eran. Venom se ha dividido en dos frentes rivales: Venom,
capitaneado por Cronos, y Venom Inc., que agrupa al resto de la
formación clásica, abanderada por Tony Dolan, alias «Demolition
Man» (que grabó cuatro álbumes con una versión de Venom en la
que no estaban ni Cronos ni Mantas, entre 1989 y 1992, además de
ser líder de la genial banda Atomkraft). Venom no ha desaparecido
como tal, pero son una fuerza dividida.
Bathory apostó por el viking metal y Quorthon —mostrando un
gran egoísmo por su parte— se murió. Hellhammer pasó a ser Celtic
Frost y se alejó de la crudeza del sonido black metal para
adentrarse en terrenos más experimentales. Se volvieron glam y se
separaron: Tom crearía el grupo de metal industrial Apollyon Sun.
En 2001 volverían a juntarse y sacarían un disco de puta madre.
Después se separarían otra vez y Warrior formaría Triptykon, un
grupo cojonudísimo al que tienes que escuchar ya mismo. Los
Mercyful Fate también se separaron y King Diamond siguió en
solitario con un estilo bastante parecido.
Pero este puñado de grupos no eran ni de lejos los únicos que
hicieron black metal antes de que llegaran los noruegos. La llama
negra ardía con fuerza prácticamente en todo el mundo.
En mayo de 1984, el grupo alemán Sodom lanzó un pepinazo
bestial llamado In the Sign of Evil. La voz extrema, el sonido como
una sierra eléctrica de las guitarras y el ritmo frenético les hacen
más heavies que Venom y más dentados que la mayoría de los
grupos de black metal. Su siguiente álbum, Obsessed by Cruelty,
mantiene el mismo estilo. Después tomaron otro rumbo y en sus
últimos años fueron un referente del movimiento thrash metal
alemán, ¡pero sus primeros trabajos siguen siendo muy influyentes!
Su oscura reputación recibió un valioso espaldarazo del primer
cantante de Mayhem, Per Ohlin, alias «Dead», que llevaba una
camiseta de Sodom en casi todas sus fotografías. El capo del black
metal noruego, Euronymous, bautizó su sello como «Deathlike
Silence» por la canción de Sodom.
Los trabajos que tenían los miembros de Sodom eran todavía
más heavy metal que los de Black Sabbath. Montaron un grupo para
no tener que seguir TRABAJANDO EN UNA MINA DE CARBÓN. ¡Ellos se
llevan el gato al agua en esta competición de trabajos que parecen
sacados de la Revolución Industrial!
A menudo, los grupos más ingeniosos y originales del heavy
metal vienen de escenas musicales aisladas geográficamente.
Como no experimentan la homogenización de las escenas más
grandes —los grupos no pasan por ahí en sus giras ni influyen en
todo el mundo por igual—, los músicos de lugares más remotos
tienen que apañárselas para divertirse a su manera, al igual que
hicieron los británicos durante la guerra. Brasil es un ejemplo
perfecto. En 1985, Belo Horizonte tenía una escena black | thrash
metal muy fértil de la que había surgido Sepultura, Sarcófago,
Vulcano y Mutilator. Como en el caso de Sodom, las primeras
grabaciones de Sepultura son thrash crudo y tenebroso. Bestial
Devastation es genial, primitivo y muy heavy. Su siguiente álbum,
Morbid Visions (el título le debe bastante a Morbid Tales, de
Hellhammer), tiene una producción más ligera, pero igual de
efectiva. El vocalista original de Sepultura, Wagner Lamounier (alias
«Antichrist») se las piró | lo echaron[115] antes de que pudiera grabar
con ellos, pero después creó Sarcófago, un referente
importantísimo. Las letras hablaban de blasfemia (en un tosco
inglés) y se enmarcaban en un sonido thrash metal tocado de
manera primitiva, grabado con crudeza y más oscuro que los
retretes del averno. La carátula de su primer disco, I.N.R.I., tuvo una
gran influencia en la estética de la escena black metal noruega,
especialmente en el uso de un maquillaje siniestro que acabaría
evolucionando al maquillaje cadavérico en blanco y negro que
definiría el género. El inglés rudimentario de sus letras les da un
punto fascinante de tosquedad y nos regalará la frase de culto más
imperecedera del black metal: «IF YOU ARE A FALSE DONT ENTRY!».
[116]
A principios de los ochenta, los pioneros del black metal hicieron
que saltaran chispas… Unas chispas que más tarde provocarían
una gran llamarada.
A blaze…
… in the Northern…
… sky.[117]
6
El ascenso del thrash metal: 1981-1989

Adrenaline starts to flow! You're thrashing all around!


Acting like a maniac! WHIPLASH!
METALLICA, Whiplash[118]

El thrash metal es el hermano pequeño adolescente del heavy


metal. Está en plena pubertad, tiene la cara marcada por el acné y
es hiperactivo; además, acaba de zamparse un montón de
caramelos, se ha puesto hasta el culo de refrescos, ha visto una
película sobre la guerra nuclear y está acribillando a preguntas a la
novia de su hermano mayor: «¿Alguna vez has visto un muerto?
¿Has visto lo que les pasa a los cadáveres en una guerra nuclear?
Una vez me tiré un pedo, eructé y estornudé a la vez y Colin
Beverley de mi colegio dice que si haces eso la puedes palmar. ¿Te
vas a dar el lote con mi hermano?».
Hacia 1981, el heavy metal seguía buscando incesantemente lo
extremo. Y esta búsqueda tomó un desvío muy fértil. A raíz de la
movida satánica de Venom, surgió de las sombras de la nueva ola
del heavy metal británico un puñado de grupos que, embriagados
por la velocidad y radicalidad de aquel sonido, quisieron llevarlo a su
extremo.[119] Estos adolescentes entusiastas y creativos estaban
desperdigados por todo el planeta. Adictos a lo extremo, sus
colecciones crecían con cada disco heavy que cayera en sus
manos: Motörhead, Judas Priest, Iron Maiden, Diamond Head, Tank,
Tygers of Pan Tang… acompañados de punk cañero británico y
hardcore estadounidense: Black Flag, Dead Kennedys, GBH, D.R.I.,
The Exploited y Discharge, los más influyentes de todos. De esta
suma de influencias surgió el thrash metal. Un movimiento heavy
arrogante, rápido como un relámpago, agresivo e inequívocamente
adolescente. Dominado por Metallica, Slayer, Megadeth y Anthrax o
«los cuatro grandes del thrash metal», como son conocidos (aunque
en realidad hay cientos de grupos más que también son dignos de
elogio), se convertiría en el subgénero más prolífico y exitoso del
heavy metal; dominaría la escena durante casi toda la década y
pariría al mejor grupo heavy. Y, por primera vez en la historia del
género, el centro de este nuevo movimiento no estaba en Reino
Unido, sino en Estados Unidos, una mudanza que lo alejaría para
siempre de la cuna del heavy metal.
La influencia de la NWOBHM en el heavy metal estadounidense
llegó a través de canales indirectos. Antes de la irrupción de Iron
Maiden en 1982, la NWOBHM había tenido una resonancia
relativamente pequeña en la escena musical estadounidense.
Aunque los Maiden y Venom eran muy populares en Europa (no
olvidemos que Mantas dijo que Venom era «el mejor grupo de heavy
metal independiente del mundo»), nadie los distribuía en Estados
Unidos. Dependían de friquis obsesivos como Lars Ulrich,[120] de
Metallica, y Scott Ian, de Anthrax, que rebuscaban discos de
importación en las tiendas o los pedían por correo (igual que cuando
John Lennon y Keith Richards les compraban oscuros discos de
blues estadounidense a los marineros que atracaban en los muelles
de su zona, veinte años atrás). Vérselas y deseárselas para
encontrar música parece ser el rasgo distintivo de muchos pioneros.
[121]
Los orígenes del thrash ya están presentes en algunos de los
primeros temas heavies, como estas dos canciones de Black
Sabbath: Children of the Grave tiene un patrón que no está nada
mal y Symptom of the Universe tiene un riff con palm-mute que es
un precursor directo del sonido característico del thrash:
¡PAM PAM PAM PAM PAM PAAAAAM!
¡PAM PAM PAM PAM
PAM PAM PAM PAAAM PAAAAAAAM!

Judas Priest fue el primer grupo heavy en tocar realmente rápido,


alcanzando una velocidad endiablada en canciones como Exciter,
Hell Bent for Leather y Rapid Fire. Introducen el palm-muting en
Victim of Changes; una técnica de guitarra que es la piedra angular
del thrash metal. La influencia que tendría posteriormente el thrash
en Judas Priest es muy evidente en su tema de 1990 Painkiller,[122]
Pero fue el álbum que sacó Motörhead en 1979, Overkill, y en
especial la primera canción que da nombre al disco, con la entrada
del doble bombo, lo que creó el patrón inicial de lo que sería el
thrash metal. Los baterías de jazz ya usaban el doble bombo desde
principios de los sesenta, pero fue el batería de Motörhead «Philty
Animal» Taylor quien lo incorporaría al heavy y le daría ese sonido
tan inconfundible a la batería en el género.[123]
Motörhead tuvo una influencia directa en todos los grupos
iniciales de thrash, pero es que además propició la creación de dos
bandas intermedias que, a su vez, serían decisivas para darle forma
al subgénero.
La primera era Discharge. Después de Venom y de Motörhead,
este es el grupo que más veces aparece cuando los precursores del
metal extremo hablan de sus influencias.[124] Discharge, un grupo
creado en 1977 en Stoke-on-Trent, cantaba como una almeja entre
sus coetáneos punkis. Su primer disco, Hear Nothing See Nothing
Say Nothing, de 1982, es un durísimo muro sónico, mucho más
agresivo que cualquier cosa grabada por grupos del estilo de los
Clash o los Sex Pistols. En torno a ellos y a otros dos grupos, The
Exploited y Charged GBH, se forjó una escena musical a la que se
llamó «UK82» para distinguirla de la del punk del 77, de sonido más
comercial. Dicha escena, junto con la presencia de grupos más
experimentales como Amebix, tuvo un efecto sísmico en la noción
de lo que se convertiría en el thrash metal.
Los temas sociales y políticos de las letras de Discharge también
serían copiados por sus vástagos thrash. Su interés por la guerra
nuclear, en especial (con su emblemático sample del desgarrador
documental The War Game de la BBC), tuvo una gran influencia en
ellos. Probablemente, la paranoia nuclear sea la principal
preocupación que se refleja en los temas de thrash metal.
Los Discharge incluso parieron un género propio: el d-beat,
llamado así por su característico aporreo a lo Motörhead de la
batería.[125] Un montón de grupos empezó a imitar el sonido de
Discharge, y casi todos se las apañaron para ponerse de nombre dis
seguido de algo más. La gran escena d-beat en Suecia fue una
parte importante de lo que acabaría siendo el death metal sueco,
con grupos como Anti Cimex y Mob 47. Mientras el punk del 77
influyó a la NWOBHM a la hora de escribir temas más sencillos y de
autoeditar sus discos, la influencia de la segunda ola del punk
británico en el heavy conllevó un increíble aumento de la velocidad,
la agresividad y la conciencia política.
El segundo precursor del thrash influido por Motörhead fue
Venom. Hay quien dice que Venom es el primer grupo de thrash.
Para no liarnos, vamos a dejar a Venom en su casilla de género
creada por ellos mismos y vamos a llamarlo black metal. Los
candidatos que tienen más puntos para ser el primer grupo de
thrash metal vienen de Canadá. Se juntaron en 1978 con el nombre
de Hell Razor. Más adelante se pusieron el nombre de la canción
homónima de Judas Priest y se convirtieron en Exciter. En 1980
grabaron una maqueta y, en agosto de 1982, su primer disco, que
saldría a la venta en enero de 1983. Así pues, un claro ganador…
Pero, ah, esperad. Todo esto se complicaría con la aparición de un
nuevo término para definir el género, porque un puñado de gente
cree que Exciter no es thrash, sino SPEED METAL.
¿Y ahora qué pasa?
Bueno, pues eso: que hay una gente muy chunga por ahí que
dice que el speed metal y el thrash metal son lo mismo. ¿Se puede
ser más tonto? El speed metal y el thrash metal se parecen como un
huevo a una castaña. No tienen nada que ver. El speed metal es
muy rápido y más agresivo que la NWOBHM. Su clave es la
velocidad. El thrash metal, en claro contraste, es muy rápido y
ligeramente más agresivo que el speed metal. Su clave es la
«velocidad». ¿A que está claro?
Casi todos los que intentan justificar que el speed metal es una
categoría independiente ponen como ejemplo a grupos que para mí
son claramente thrash. Hay quien dice que el speed metal es más
melódico. Pero el thrash también usa la melodía, aunque quizá no
tanto. Tal vez tiene algo que ver con que el grupo sea de Canadá. A
decir verdad, nadie lo sabe a ciencia cierta y quien diga que lo sabe
miente como un bellaco. Y, además, seguro que es racista.
Así pues, con Exciter como primer grupo thrash, por lo menos en
lo relativo a la publicación de discos, ¿quién vino después? Exodus
se formó en 1979, pero los cambios en la formación y los problemas
con el material gráfico (¿?) impidieron que sacaran un álbum
completo hasta 1985. Lo siento, chavales, os habéis quedado fuera.
Y luego llega un pequeño grupo de L. A. que responde al esotérico
nombre de Leather Charm y que más tarde se convertirá en
Metallica, un grupo tan conocido que le suena hasta a tu abuela.
La historia de Metallica está muy bien documentada. Lars Ulrich
era un chaval danés rico con un futuro muy prometedor como
jugador de tenis profesional, siguiendo la estela de su padre.
Después de mudarse a Estados Unidos, Lars se obsesionó con la
nueva ola del heavy metal británico y aprendió a tocar la batería.
Conoció a Lemmy y se hizo colega de los Motörhead después de
seguirlos durante su gira por California. Viajó a Reino Unido, siguió
la gira de los Diamond Head (incluso llegó a dormir en el suelo de la
habitación de Sean Harris) y regresó a L. A. decidido a montar su
propia banda.
Metallica debe agradecerle en gran medida su existencia a un
amigo de Lars, Brian Slagel, que hacía fanzines y era un loco del
heavy. Como una extensión de su actividad, decidió sacar un álbum
recopilatorio que representara el sonido de la escena heavy
alternativa californiana. Lars preguntó si podía meter un tema en el
disco. El único problemilla de era que todavía no tenía grupo…
Por aquel entonces, el vocalista y guitarra rítmico James Hetfield
había tocado en varios grupos: en Obsession, que versionaba temas
de Sabbath, Led Zeppelin y Deep Purlple, y en Syrinx, que
versionaba a Rush. Después llegó Phantom Lord (¡vaya nombre
molón!), que se convertiría en Leather Charm (¡vaya nombre de
eme!) y escribiría algunas canciones originales, como Hit The Lights,
que sería la semilla de la que nacería Metallica. En 1981, Lars hizo
una prueba para entrar en Leather Charm, pero le dijeron que no
porque lo hacía de pena. Sin embargo, después de regresar de su
año sabático con la nueva ola del heavy metal británico y
habiéndose asegurado un tema en el álbum recopilatorio que
preparaba Slagel, Lars volvió a llamar a Hetfield, ahora con el
aliciente del disco. Los Leather Charm se habían dado un respiro al
quedarse sin batería. James y Lars lo probaron de nuevo,
cambiaron el nombre a Metallica y grabaron una versión primitiva de
Hit the Lights para el recopilatorio en un cuatro pistas Tascam: Lars
a la batería, James a cargo de voz, bajo y guitarra rítmica. Un
guitarrista llamado Lloyd Grant les hizo un solo y le pasaron la cinta
a Brian Slagel justo a tiempo para que la incluyera en el disco.
Metal Massacre #1 apareció en junio de 1982. Se vendió una
cantidad sin precedentes de discos y consagró a Metallica (o
«Mettallica», como aparece en su primera edición) como el grupo
más rápido jamás oído. El tema se volvió a grabar para la segunda
edición; esta vez con un nuevo guitarrista principal, Dave Mustaine,
y con Ron McGovney al bajo. Esta versión es más rápida que la
primera y tiene más garra.
Después llegaron los directos, al principio con Hetfield solo al
micro. Su segundo bolo, conseguido gracias al contacto que tenía
Ron McGovney con los Mötley Crüe, fue en el Whiskey A Go-Go
como teloneros de los míticos Saxon de la NWOBHM. Grabaron
varias maquetas y una de ellas —No Life ‘Til Leather— despertó el
interés de quienes se intercambiaban cintas a escala internacional, y
Metallica empezó a tocar ante un público más numeroso en la zona
de Los Ángeles y especialmente en San Francisco.
Si el núcleo geográfico del heavy metal está en las West
Midlands, el núcleo geográfico del thrash metal está, sin duda, en el
puñado de pueblos y ciudades que conforman el área metropolitana
de la Bahía de San Francisco.
La decimonovena actuación de Metallica tuvo lugar en el Stone
de San Francisco. Les sorprendió enormemente la cantidad de
gente que se congregó y su entusiasmo. Era la primera vez que el
público se sabía sus letras; nada que ver con la chusma de Los
Ángeles, que prefería el pop glam de mierda de grupos como Mötley
Crüe al sonido extremo sin adulterar de Metallica. La Bahía de San
Francisco ya era el hogar de algunos inadaptados de mentalidad
afín que formaban parte de una floreciente escena de metal
extremo.
Cuando Ron McGovney, su bajista, se marchó (o lo echaron,
según la versión que te creas), su candidato favorito para
reemplazarlo, Cliff Burton (del grupo Trauma, del área de la Bahía),
accedió a sustituirlo a condición de que el grupo se mudara a San
Francisco. Fue una decisión muy fácil. Cliff era el mejor bajista que
habían visto jamás y la escena del área de la Bahía era su hábitat
natural. De modo que lo empaquetaron todo en la furgo y se
marcharon al norte.
La escena thrash del área de la Bahía estaba hecha por y para
los chavales, y puede que fuera la primera de este tipo en el heavy.
Siguiendo el ejemplo de la escena hardcore punk, no había
distinción entre el grupo y el público. Todo el mundo se conocía y
todo el mundo era un pirado del heavy. El grupo thrash más
destacado de la zona era Exodus. La banda había iniciado su
andadura en 1979 —con Kirk Hammett, más tarde guitarrista de
Metallica— pero no consiguió lanzar un álbum hasta 1985, viéndose
privado del estatus de «grupo influyente» que recibirían otros grupos
que sacaron disco entre el 83 y el 84 (aunque la influencia de sus
conciertos y sus maquetas en otros grupos thrash más importantes
es innegable, nunca alcanzaron la popularidad de «los cuatro
grandes»).
La escena musical guitarrera en California a principios de los
ochenta era muy variopinta. El panorama radiofónico estaba
dominado por los grupos de rock para adultos excesivamente
producido, como Boston o REO Speedwagon.
El grupo más importante que saldría de California a finales de los
setenta sería The Eagles. Que no está nada mal, es verdad, pero no
vendría a ser la banda sonora de tu rebelión juvenil. En el otro
extremo estaba el movimiento alternativo hardcore punk de la Costa
Oeste, marcado por el predominio de los incomparables Black Flag
y la ira politizada de los Dead Kennedys, que infundieron juventud,
energía, velocidad, agresividad y, lo que es más importante, una
filosofía underground del «háztelo tú mismo» que evitaba pasar por
un sello normal y conseguir un agente para poder triunfar. Black
Flag se pasaba semanas pegando flyers con cola casera para hacer
autopromoción de sus bolos en unas maratonianas jornadas de diez
horas, sustentadas por la montaña de comida con la que llenaban la
bandeja (no el plato) en los bufés autoservicio. Su compromiso con
la música era total: hacían las cosas a su manera y tan bien como
sabían. Es sabido que incluso ensayaban el día de Navidad. Hacer
música era un fin en sí mismo: no buscaban la fama ni el dinero.
Renegaban de la autoridad, eran subversivos de verdad y, sobre
todo, tenían los pies en la tierra. Además, su guitarrista, Greg Ginn,
solo rasgaba las cuerdas de la guitarra con la púa hacia abajo y
tocaba a una velocidad de la hostia.
Todo esto tendría una influencia increíble en el thrash, debido a
su estética callejera, sus letras comprometidas, su limitada ambición
(por lo menos al principio) y su firme compromiso por tocar a una
velocidad endiablada con la mano derecha.
Igual de importante para el thrash era lo que rechazaba;
especialmente todo el rollo narcisista del glam metal, Sunset Strip,
etc. que tenía lugar en Los Ángeles.
En 1980, Los Ángeles fue testigo del nacimiento de una escena
que recuperó los excesos del hard rock de los setenta y multiplicó su
sordidez. El glam metal, el hair metal, el poseur metal… aquello era
un despropósito y no molaba nada. Se le daba más importancia a la
imagen que a la música, se buscaba el éxito y no la integridad,
había una obsesión por el sexo y las drogas que prevalecía por
encima del amor al rock‘n’roll… El glam metal representaba todo lo
que odiaba el thrash metal. Su influencia era negativa. Metallica la
rechazó. Slayer adoptó algunos elementos pero después cambió de
idea. Exodus reaccionó contra él con la misma virulencia que
Damien en La profecía cuando lo llevan a la catedral de Guilford.
En diciembre de 1982, Metallica metió a un tío en el grupo que
no podía estar más en las antípodas de toda aquella mierda glam.
Cliff Burton llevaba hasta pantalones de campana… Le dio un
dinamismo nuevo al sonido del grupo: tocaba el bajo como si fuera
un instrumento principal, tenía un modo de agitar la cabeza de lo
más peculiar, a medio tiempo, e irradiaba un gran magnetismo
escénico. Metallica grabó otra maqueta que le aseguró un contrato
con un sello emergente, Megaforce. Querían ponerle de título a su
primer disco Metal Up Your Ass, pero desistieron cuando les
convencieron de que podía repercutir negativamente en la
distribución. Se fueron a grabarlo a Nueva York, pero todavía les
quedaba una cosa por solucionar.
Poco antes de meterse en el estudio, echaron al guitarrista Dave
Mustaine del grupo por beber demasiado (teniendo en cuenta que la
banda no tardaría en ganarse el apodo de «Alcohólica» es una
hazaña a la que no hay que quitar mérito).[126] Mustaine no ha vuelto
a sacar el tema demasiado y parece que no les guarda ningún
rencor.[127] James y Lars metieron en el grupo al guitarrista de
Exodus, Kirk Hammett, un personaje pausado, casi sumiso, que era
todo lo contrario al caótico y conflictivo Dave. Su primer álbum, Kill
'em All, salió el 25 de julio de 1983 y constituyó un momento clave
en la música extrema. Tuvo una gran repercusión en la escena
alternativa: les salieron imitadores y, además, fue un acicate para
que grupos de otros géneros buscaran un sonido más rápido y
heavy. Y fue la zona cero del thrash metal.[128] La revista Metal
Forces dijo en su impresionante crítica:
Es uno de los discos más geniales, rápidos y heavies que jamás he
escuchado. Le pido a todo fan del heavy metal que se precie que se haga
con una copia de este álbum. Si no te gusta Kill’em All, olvídate: no eres
heavy. No entiendes de qué va el tema.

Kill’em All es mucho más heavy que sus maquetas. La voz de


Hetfield no se limita a ser una copia barata de la de Sean Harris, de
Diamond Head. Influido por la agresividad punkarra de Venom, grita,
berrea y gruñe. El disco suena mucho mejor, es más rápido y tiene
una producción —teniendo en cuenta las limitaciones de
presupuesto y de tiempo— fresca y extrema.[129] La exhibición
instrumental de Cliff Burton en «(Anaesthesia) Pulling Teeth»
constituye una pieza única y experimental que le da categoría al
disco: ya no pueden decir que no tienen luces (y eso no tiene por
qué ser necesariamente un problema. Venom ha vivido de ello,
aunque no ha tenido la misma carrera que Metallica, claro…).
Después vino la gira con los vástagos predilectos de Neat
Records, Raven, que estaban en plena promoción de su álbum All
for One. La bautizaron como la gira Kill’em All for One.[130]
Mientras tanto en L. A. empezaba a percibirse un rumor satánico
en la escena alternativa…
Los Slayer no eran tan de la «calle» como Metallica o Exodus:
les iban bastante el cuero, los pinchos y el maquillaje escénicos.
Originarios de L. A., en sus inicios tenían un tufillo glam que, no
obstante, no les quitaba un ápice de fiereza ni el punto malote que
los convertía en el grupo más heavy de toda la zona de la Bahía.[131]
Slayer surgió de grupos de la zona que tocaban versiones y empezó
copiando a Judas Priest y a Iron Maiden. La pasión de Jeff
Hanneman por el hardcore los motivó a componer riffs más rápidos
y agresivos. La puesta en escena de Slayer los distinguía de la
escena glam de Los Ángeles que brotaba a su alrededor. Adoptaron
el cuero y los pinchos de Judas Priest[132] y se hicieron una sesión
de fotos chorreando sangre e higadillos. Siguiendo el ejemplo de
Venom, incluyeron pentagramas y cruces invertidas; una iconografía
que está un poco demodé y trillada en la actualidad, sí, pero que en
1982 —y en un país que sigue siendo muy fundamentalista en lo
religioso— era bastante atrevida.
Como Metallica, los Slayer consiguieron darse a conocer gracias
a uno de los álbumes recopilatorios Metal Massacre compilados por
Brian Slagel —en concreto, el tercero—. La influencia de los dos
discos previos se nota en su afán por buscar un sonido aun más
duro y heavy. La canción «Aggressive Perfector» se grabó para ese
recopilatorio y volvió a subir el listón de lo extremo una vez más.
Gracias a ese único tema, Slagel les ofreció un contrato, pero sin
ningún anticipo, lo que hizo que el grupo tuviera que financiarse la
grabación de su primer álbum con los ahorros de Tom Araya y con el
Real Banco Paterno de Kerry King. El disco se grabó de modo muy
poco ortodoxo: por ejemplo, el ingeniero de sonido le dijo al batería,
Dave Lombardo, que los platillos tenían que grabarse por separado
del resto de la batería.
Aunque se esforzaban por poner a prueba los límites,[133] el
álbum de debut de Slayer, Show No Mercy, es básicamente un
resumen de sus influencias: Iron Maiden, Judas Priest, una pizca de
Venom. La voz de Tom Araya combina gruñidos agresivos y un
inconfundible estilo vocal heavy clásico con quejidos a lo Rob
Halford. Los riffs son muy pegadizos, pero el disco también
transmite una gran oscuridad. Es bastante más atmosférico que el
debut de Metallica. Igual que otros muchos grupos de éxito y con
una larga trayectoria, Slayer desdeña la producción de sus primeros
discos, si bien luego resurgirá el interés por álbumes como Show No
Mercy, en el que ya se reconoce el sonido familiar con el que se
asociará al grupo. Los partidarios de un sonido más tosco y crudo
han reevaluado Morbid Visions y Bestial Devastation, de Sepultura,
e In the Sign of Evil y Obsessed by Cruelty, de Sodom. Show No
Mercy tuvo un gran éxito dentro del panorama alternativo heavy y, al
año, Slayer sacó un álbum «en directo»,[134] Live Undead, y un EP,
Haunting the Chapel. La canción que marca el momento en que
Slayer pasa de ser un grupo que toca una versión aceleradísima de
la NWOBHM a convertirse en el titán del thrash metal fue la
incendiaria Chemical Warfare. Su velocidad y su agresividad marcan
un punto de inflexión.
El primer álbum thrash de 1984 fue Fistful of Metal, de Anthrax.
Tres años antes y a unos 8000 kilómetros del área de la Bahía de
San Francisco, nacía este grupo neoyorquino. Herederos tanto de la
dinámica escena hardcore punk de Nueva York como del heavy
metal, Anthrax era la única banda importante de thrash de la Costa
Este. Dos de sus miembros originales —Dan Lilker y John Connelly
— crearían Nuclear Assault, un grupo con un sonido más heavy y
con mayores influencias del hardcore. El uso del término thrash se
lo debemos en parte a Anthrax…
¿Y de dónde sale este nombre? Bueno, muy posiblemente el
nombre no naciera de Venom ni de Exciter ni de Metallica ni de
Exodus ni de Slayer. En el principio fue la palabra. Y la palabra era
thrash. Y el hombre que acuñó el término thrash metal estaba muy
lejos de California. Malcolm Dome no es lo que te viene a la cabeza
cuando proyectas el heavy metal en una forma humana: se parece
más a una persona pegada a unas gafas. La palabra thrash ya
flotaba en el ambiente antes de que Dome la cazara al vuelo y le
clavara un alfiler para clasificarla como un subgénero concreto. La
revista Thrasher se publicó por primera vez en 1981 y, en 1982, se
lanzó un recopilatorio de hardcore punk llamado New York Thrash.
Es muy probable que el letrista Scott Ian, un loco del hardcore,
tuviera este álbum, porque, en enero de 1984, Anthrax sacó el disco
Fistful of Metal, en el que aparecía la canción «Metal Thrashing
Mad». Y en su reseña de ese álbum, en el número del 23 de febrero
de la revista Kerrang![135] Dome acuñó la expresión thrash metal. Y
este término fue el responsable de la formación del thrash metal. No
tanto de su nacimiento como de su barrido y colocación en un
montoncito ordenado. Igual que sucedió cuando Alan Lewis acuñó la
expresión la nueva ola del heavy metal británico, el término se
convirtió en un punto de referencia para otros grupos. De repente
teníamos un nombre para describir lo que diferenciaba a Metallica
de Iron Maiden: ¡Metallica tenía el poder del thrash! Y así empezó
un patrón que se repetiría hasta el infinito en el heavy metal. El
término que define el género ayuda a comprender qué sonido tiene
dicho género. Cuando un chaval usa la palabra thrash en un
anuncio para encontrar músicos para su grupo, estos saben de
inmediato qué sonido busca esa banda. Y, como le pasa a Vim en la
comedia Bad News, ya discutirán más tarde sobre si quieren o no
salir de esa categoría,[136] pero las etiquetas de los subgéneros nos
permiten saber qué límites rodean este espacio. Ahora tenemos un
punto de referencia. Antes, lo que teníamos era el género de
Schrödinger. El bajista original de Metallica, Ron McGovney, dijo que
eran power metal. Show No Mercy se describió como «heavy metal
punk» en la revista Rock Hard y como speed metal y hardcore metal
en Metal Forces.
Yo diría que el término thrash es una especie de cajón de sastre
que se usa para definir un amplio abanico de subgéneros como el
death metal, el black metal, etc. Por lo que se refiere a la taxonomía
moderna del metal, su uso sería parecido al que se hace del término
heavy metal para describir el género como un todo pero también el
sonido de los grupos clásicos de principios de los setenta o el de
quienes lo imitan. ¿Lo pilláis?

Cuando llegó esta clasificación «oficial», había tantas bandas de


thrash en el área de la Bahía de San Francisco que casi no podías
moverte. Los Testament aparecieron en esa escena un poco más
tarde, pero ocupan un lugar parecido en el panteón del thrash:
quedan fuera del grupo de «los cuatro grandes» solo por los pelos.
Por cierto —abro paréntesis—, a la peña de esos grupos le jode
bastante el temita de que sean cuatro y ya está… Eric Peterson dijo
en Hard Rock Magazine: «Podríamos ir añadiendo números: los
diez grandes, los cinco grandes, los cuatro grandes… qué más da.
Además, casi todo el mundo lleva diciendo los últimos cuatro años
que hay cinco grupos y no cuatro; y tiene sentido, porque así tiene
forma de pentagrama —cierro paréntesis—. También del área de la
Bahía eran Possessed —volveremos más adelante a ellos—, Death
Angel, Forbidden, Hexx, Lääz Rockit y Vio-lence. Muchos de estos
grupos compartían integrantes. Por Testament han pasado por lo
menos catorce baterías.
Mientras tanto, los pioneros del género seguían pisando el
acelerador. En 1984, Metallica continuó Kill’em All con el impecable
Ride the Lightning. Aunque la producción sea más profesional; los
riffs, más rápidos, y la voz de Hetfield, considerablemente más
agresiva, ya se nota que empiezan a potenciar la profundidad en
paralelo al desarrollo de un furioso thrash mediante la incorporación
de toques melódicos e incluso una balada. Bueno, es una balada
para los que esperaban encontrarse con otro arranque furibundo de
thrash, claro. «Fade to Black» es en realidad un angustioso lamento
a la depresión.[137] Pero vaya, que no es Chris de Burgh,
precisamente. En vez de eso, toda la potencia de un grupo de heavy
metal se pone al servicio del oscuro lamento para darle empaque.
Esto llevó a que surgieran voces que decían que se habían vendido.
[138] Los demás temas son más rápidos y heavies: algunos son
arquetipos perfectos de lo que es el thrash metal. «Trapped Under
Ice» es una de las canciones más tontas, geniales y divertidas de
todo el thrash metal. Habla, literalmente, de quedarse atrapado bajo
el hielo. ¡Alucinante!
En abril de 1985, Exodus consiguió grabar finalmente su álbum
de debut, Bonded by Blood. Los problemas con el diseño de la
carátula retrasaron su lanzamiento, y entonces optaron por un dibujo
propio de preescolar de unos gemelos siameses. Ah, y uno de ellos
es malo. Vale. Lo captamos. Bueno, pues valió la pena esperar para
eso, ¿no? Ejem. El tema que da título al disco es un himno que
habla de la violencia desatada en los conciertos de Exodus en su
ciudad natal, en concreto de lo que pasó en Ruthies Inn cuando un
vaso se hizo añicos en la primera fila y el escenario acabó bañado
en sangre. ¡Todo muy metal!
El álbum de 1985 de Slayer muestra una evolución hacia algo
nuevo. Después de sacar un EP y un disco en directo para ir
trampeando, el lanzamiento de Hell Awaits supone un increíble salto
adelante. La canción que da título al disco es potentísima y
espectacular. Las escalofriantes primeras notas nos llaman
—«únete a nosotros»— y luego el tema estalla como un cohete. La
voz de Tom va a velocidad ultrasónica y el efecto vocal en Hell
Awaits parece salido de El exorcista o de Posesión infernal.
En 1985, el thrash ya estaba extendido por todo el mundo.
Empezaron a aparecer discos de grupos rápidos y cañeros por
doquier: en Reino Unido, Power from Hell, de Onslaught, en Brasil,
Bestial Devastation, de Sepultura; en Suiza, To Mega Therion, de
Celtic Frost… Se formaron muchísimas bandas: Xentrix y Carcass
en Reino Unido, Sarcófago y Mutilator en Brasil… Possessed sacó
Seven Churches, que era tan extremo que se merecía una nueva
categoría.
1986, no obstante, fue el año del máximo esplendor del thrash
metal. Tres de «los cuatro grandes» sacaron posiblemente sus
mejores discos: Master of Puppets de Metallica, Reign in Blood de
Slayer y Peace Sells… But Who’s Buying? de Megadeth. Y junto a
ellos, una sucesión de álbumes thrash cojonudos como Carnivore
de Carnivore, Convicted de Cryptic Slaughter, Darkness Descends
de Dark Angel, Eternal Devastation de Destruction, Pleasure to Kill
de Kreator, Mayhemic Destruction de Mortal Sin, Game Over de
Nuclear Assault, The Force de Onslaught, Beyond the Gates de
Possessed, Malicious Intent de Razor, Morbid Visions de Sepultura,
Obsessed by Cruelty de Sodom y Rrröööaaarrr de Voivod.
Cuando en 1986 salió el tercer álbum de Metallica, Master of
Puppets, eran tan populares que habían trascendido el metal
alternativo y teloneaban a Ozzy Osbourne en estadios.[139] Y
musicalmente seguían sin dar su brazo a torcer. Puppets es todavía
más rápido y brutal. Desde el primer tema, el cañero «Battery»,
hasta el último, el también cañero «Damage Inc.», pasando por el
pantanoso y aciago «The Thing That Should Not Be», sigue
subiendo de intensidad al tiempo que consigue ensanchar
horizontes y ser todavía más musical. Canciones como «Welcome
Home (Sanitarium)» son atmosféricas y tienen melodía. La luz y la
sombra añaden dinamismo y también potencian la intensidad heavy.
Y la —ahora clásica— pieza instrumental «Orion» no va falta de
épica. Un magnífico ejemplo de lo que puede conseguir el thrash
metal en todos los aspectos: maestría musical, velocidad, potencia y
envergadura.
A estas alturas, Metallica (y en particular, Lars)[140] empezaba a
mostrar cierta incomodidad por las limitaciones asociadas al término
thrash metal. Y aquí se está pasando por alto algo muy importante:
más que verse limitados por el thrash, ¡lo que estaban haciendo
estos cuatro tipos era ampliar el alcance del término! El thrash
evolucionaba y avanzaba con las innovaciones de Metallica. Sus
tres álbumes se vendían bien y en los conciertos superaban a Ozzy
noche tras noche. Las cosas marchaban viento en popa y Metallica
disfrutaba de un nivel de éxito nunca visto en un grupo que hacía
una música tan heavy.
Ese mismo año Slayer sacó su tercer álbum, Reign in Blood.
Para mí es el mejor disco de todos los tiempos. Dura veintiocho
minutos y es sencillamente perfecto (en los ensayos duraba más de
treinta y cinco minutos, pero los Slayer son muy competitivos). No
solo es un disco de thrash sublime, sino que también posiblemente
sea el más intenso y heavy de todos. Es tela de siniestro.
Possessed ya había sacado el primer álbum de death metal, y Reign
in Blood NO encaja en esta categoría, pero es brutal. Perturbador.
Inquietante. Se abre con un ataque de púa con la palanca de
trémolo cogida, un grito inhumano y, a continuación, la palabra
«AUSCHWITZ». Bien hecho, chavales. Qué mejor modo de empezar
vuestro ÁLBUM que con la palabra que resume la mayor atrocidad
cometida en la historia de la humanidad. En un momento en que la
mayoría de los grupos de thrash incorporaba alguna que otra
observación política un tanto inocentona en sus canciones —la
guerra es mala; los políticos, unos corruptos; el sistema sanitario,
una mierda—, vais vosotros y os sumergís en los confines más
siniestros de la humanidad. En una época en que la mayor parte de
los grupos thrash buscaba aspectos más melódicos, un tono más
ligero e incluso un toque de humor, Slayer buscaba el sonido más
brutal que pudiera encontrar.
Es un hito importante para la percepción histórica que se tendrá
del género. De 1986 en adelante, Reign in Blood en particular y
Slayer en general se convertirán en los referentes del heavy metal.
Tomarán el centro de gravedad del heavy y lo alejarán todavía más
del estilo de Led Zeppelin o Deep Purple. El metal extremo se
convertirá en la opción por defecto que definirá el heavy metal. Las
expresiones más tradicionales del género tendrán una subcategoría
propia que las definirá en oposición a la norma, que será el metal
extremo.
Todavía hoy hay cierta controversia en torno a Reign in Blood.
Hay lerdos que creen que su método narrativo —según el cual
adoptan el punto de vista de alguien que hace las cosas horribles
que se describen— implica que dan su aprobación a lo que se dice.
Slayer trata a su público como adultos que son capaces de llegar a
sus propias conclusiones, y parece que eso es demasiado para
algunos. Si te fijas en la letra de «Angel of Death», verás que la
opinión del grupo está bastante clara. Las atrocidades cometidas
por Joseph Mengele son obviamente terribles. Es una canción de
terror. En las películas de miedo no existe la necesidad de subrayar
que matar a gente está mal. Como público, se supone que tenemos
algo de sentido común y que sabemos pensar por nosotros mismos.
La pregunta que hay que hacerse es otra: ¿por quién toma partido el
oyente? Cuando yo escuché, con catorce años, «Angel of Death»
mientras repartía periódicos durante mi ronda, obviamente me
horroricé por la descripción de los crímenes de Mengele, joder. Me
identifiqué con las víctimas. Slayer presupone que su público no
está compuesto por psicópatas que apoyan el genocidio…
No obstante, los acusaron de ser nazis. Y no ayudó en absoluto
que adoptaran una iconografía pseudonazi ni que su club de fans se
llamara Slaytanic Wehrmacht… Sin embargo, Tom Araya es chileno
y la obsesión por la segunda guerra mundial de Jeff Hanneman no
nace de una tendencia filonazi, sino del respeto hacia su padre, que
luchó en esa guerra.[141] Además, en el mismo álbum está la
canción «Altar of Sacrifice», que habla de rituales satánicos y
sacrificios humanos. Tom Araya canta ese tema y es católico. Lo
hace adoptando un punto de vista opuesto al suyo.
Esta teoría quedó reforzada con la canción «Jihad», aparecida
en el álbum Christ Illusion, de 2006. En ella narraban lo sucedido el
11-S desde el punto de vista de uno de los terroristas. Se esperaba
que la canción generara una aburrida y esperable polémica, aunque
lo que acabó pasando al final es que el álbum se retiró de la venta
en la India, y eso se debió principalmente a que incluía canciones
anticristianas. Hoy en día, escandalizar a la gente es mucho más
difícil de lo que parece.
El primer concierto de Slayer al que fui me causó daños auditivos
permanentes. Fue el 7 de julio de 1996 en el Brixton Academy,
cuando estaban de gira con Undisputed Attitude, su polémico álbum
de versiones de temas punk. En esa época yo tenía un equipo de
música que emitía un pitido apenas audible cuando lo dejabas en
modo stand-by. Bueno, pues después de pasarme todo el concierto
en primera fila, nunca más volví a oír ese sonido. Jamás en la vida
había oído nada tan fuerte.[142]
Slayer ocupa un puesto único en el heavy metal. Durante gran
parte de su carrera ha sido el grupo más extremo en alcanzar un
nivel de popularidad tan alto.[143] Son un punto de encuentro entre el
metal comercial y el alternativo. A resultas de eso, tienen un aura
mítica y legendaria (aunque son muy cercanos, amables y nada
altivos).[144] El genial humorista metalero Brian Posehn resume la
magia de Slayer en un chistecillo: «Si un tío te la está chupando,
todo lo que tenga de gay ese momento desaparece si gritas
“Slayer”». Slayer es el primer grupo que te viene a la mente cuando
hablas de heavy puro y duro.
Slayer, Metallica y Anthrax son tres cuartos de lo que se conoce
como «los cuatro grandes del thrash metal». Es una expresión
polémica, ya que se basa en los cuatro primeros grupos que
consiguieron un contrato discográfico con uno de los grandes sellos,
y no en la influencia real que tuvieron. Omitir a Exodus es algo
imperdonable, y Testament, Kreator, Destruction y Sodom también
merecen engrosar esta lista.[145]
El último de los cuatro grandes grupos de thrash se formó igual
que cuando se corta un esqueje de un rosal.
Después de que lo expulsaran de Metallica por tener un ego
bastante desmedido,[146] Dave Mustaine creó Megadeth. En un
primer momento eran musicalmente muy parecidos a Metallica, lo
que es lógico, pues Dave compuso bastantes de sus primeros
temas. Tuvieron un gran éxito con su álbum de debut, Killing is My
Business… And Business is Good! y también con el siguiente,
Peace Sells… But Who’s Buying?, uno de los álbumes de thrash
más importantes de la historia. Pero, ay, han tenido muchos
problemas con sus miembros, en parte debidos a la
drogodependencia de Mustaine.[147]

Aunque el thrash metal sea una subcategoría del heavy metal, un


género más amplio, sigue representando a una variedad bastante
amplia de estilos. ¿Qué elementos definen el thrash metal? ¿Cuáles
son sus características?
Si la fuerza de Black Sabbath venía de la lenta intensificación de
un sentimiento de fatalidad acuciante, como si te estuviera
aplastando un camión de diez toneladas, el thrash era el equivalente
sonoro a que te atropellara un tren bala. Tenía una energía juvenil.
Sabbath era como combinar sedantes con vino y el thrash como
tomar anfetaminas y cerveza barata. Un elemento que se suele
pasar por alto cuando se habla del thrash es su profesionalidad. De
modo radicalmente opuesto a lo que pasaba con Venom (y con los
primeros grupos de black metal en general; Hellhammer, ya te
puedes dar por aludido), las bandas de thrash metal eran
increíblemente ambiciosas musicalmente. El thrash es rápido y
agresivo, pero también muy preciso. La inclusión de elementos
clásicos y de músicos con formación en el campo amplió los límites
del género. La educación musical de Cliff Burton tuvo una gran
repercusión en el (entonces) espléndido y característico sonido de
Metallica; como dijo James Hetfield, «Cliff incorporó melodías a
nuestros temas gracias a sus conocimientos de música clásica.
Conocía la armonía y sabía qué sonidos funcionaban».
La incorporación de Kirk Hammett —discípulo de Joe Satriani—
y de sus solos a Metallica le dio al grupo un toque europeo clásico.
Abro paréntesis: Sepultura también se desviaría radicalmente de su
primitivo sonido black thrash en busca de algo más depurado con la
incorporación de Andreas Kisser, que había recibido una formación
clásica e idolatraba a Metallica…
La base del sonido thrash es el palm-muting. Al silenciar las
cuerdas con la base de la mano, el guitarrista obtiene un sonido más
compacto y percusivo. Con la distorsión, el resultado es un
agradable sonido «CHUG». Un ataque de púa con la palanca de
trémolo cogida —o, lo que es lo mismo, un ataque rápido de púa—
combinado con el palm-muting resulta en el característico sonido
«CHUGA-CHUGA-CHUGA» típico del género. Tocar las cuerdas hacia
abajo en vez de hacerlo púa contra púa crea un sonido todavía más
heavy y pone a prueba la velocidad con la que el guitarrista mueve
la mano derecha.[148] En el thrash, las letras abarcan una mayor
variedad de temas, entre ellos —como en la NWOBHM— la propia
vivencia del heavy metal. Metallica habla en sus canciones de
«habitaciones de hotel y autopistas» y afirma que nunca dejarán de
tocar ni abandonarán «¡porque somos Metallica!». ¿Qué grupo
heavy se había incluido en sus letras antes? Sabbath no, eso
seguro.
Uno de los elementos más interesantes del thrash metal es su
experimentación con los estilos vocales. Hasta que Venom desafió
las normas y lo cambió todo, prácticamente todos los grupos
heavies cantaban con claridad y nitidez, lo que daba a entender que
detrás había una cierta formación vocal. Black Sabbath estableció la
norma con el registro agudo y gélido de Ozzy por encima de unas
guitarras graves con la afinación bajada. Pero después de que
Cronos, de Venom, empleara un tono cavernoso, hostil y tosco, los
vocalistas del heavy probaron de todo para trasmitir una mayor
agresividad. Como consecuencia, el thrash es heterogéneo y hay
muchas bandas del género a las que no soporto simplemente por su
estilo vocal.
En mi tierna e inocente adolescencia me tenía por un fan
acérrimo del thrash metal. Mientras me documentaba para preparar
el espectáculo de humor que ha acabado dando forma a este libro,
me puse a escuchar a muchos grupos a los que no les había
prestado demasiada atención. Bueno, pues resulta que, a pesar de
que entre mis diez grupos heavies favoritos[149] estén Metallica,
Slayer y Sepultura, me gustan muy pocos grupos thrash
«esenciales». Disculparse es muy poco metal, así que no pienso
hacerlo: no me gustan Anthrax, Megadeth, Exodus ni Testament…
[150] Resulta que soy muy quisquilloso en lo que se refiere a la voz

del thrash. Para mí, un estilo vocálico «malo» suena muy preparado.
Me desconcierta enormemente que alguien escuche Megadeth y no
oiga la voz de un adolescente insoportable. Me recuerda al niño
pesado que repite lo que le han dicho sus padres pero con el típico
sonsonete del «na, na, na, na, na, na». Los riffs son tan buenos que
lo compensan, pero me parece que eso es lo único que puede hacer
que le gusten a alguien; a pesar de la voz, y no debido a ella. Pero
oye, para gustos los colores, ¿no?
Fuera de Estados Unidos, el thrash cuajó con más fuerza que la
NWOBHM. La escena thrash floreció por todo el mundo. Alemania dio
a tres de las mejores bandas; Sodom y Kreator empezaron con un
sonido más parecido al black metal, como ya vimos en el capítulo
dedicado a este subgénero, a ellas se les unió Destruction y se
convertirían en «los tres grandes del thrash metal alemán».
En Canadá, a Exciter se le unió el vanguardista grupo Voivod, los
sublimes Slaughter y también Razor y Annihilator, que tuvieron
cierto éxito. El efecto de esta explosión thrash en el heavy británico
fue brutal. La NWOBHM parecía desfasada y los grupos locales,
demasiado provincianos y pasados de moda. Algunas bandas
siguieron el ejemplo estadounidense. El segundo disco de
Onslaught, Metal Forces, es una puta maravilla. El enfoque británico
del thrash destacó por su sentido del humor guasón. A los grupos
británicos les suele limitar su incapacidad de tomarse a sí mismos
en serio. Pongamos por ejemplo el caso de Lawnmower Deth (fíjate
en que han escrito «deth» igual que en Megadeth) y su álbum Ooh
Crikey It’s… Lawnmower Deth. Ahí se percibe un distanciamiento,
como si comprometerse con la intensa seriedad de Slayer, por
ejemplo, pudiera hacerlos susceptibles al ridículo. «Ya, bueno, no lo
decimos en serio.» Empezó a percibirse una división, que sigue
existiendo en la actualidad, entre el fun-core y el «vamos a echarnos
unas risillas» de Lawnmower Deth, Acid Reign y grupos de su ralea
y el planteamiento más serio del extremo satánico del thrash.
Venom vendría a ser como el test de Rorschach: que te los tomes
en plan irónico o no te indica dónde estás.[151] Esta brecha en el
thrash acabaría convirtiéndose en una falla. La ropa playera y el
sentido del humor de muchos grupos death metal acabaría
generando una reacción de rechazo que se materializaría en la
segunda ola del black metal.
A finales de los ochenta surgió el crossover thrash: grupos de
hardcore punk que se inspiraron en el thrash metal y combinaron
ambos géneros. Los DRI —básicamente el grupo más rápido que
existía— eran de Texas, pero sintieron de inmediato la atracción del
área de la Bahía de San Francisco. En 1983 sacaron Dirty Rotten
EP, que inspiró a Dave Lombardo, el batería de Slayer, a acelerar la
velocidad y, a su vez, hizo que el grupo evolucionara hacia un
sonido más thrash metal a finales de los ochenta. Los Cryptic
Slaughter, de Santa Mónica, compartían con DRI el planteamiento
antiautoritario de sus letras, además de su velocidad y su
pertenencia al mismo sello. Metal Blade también contrató a
Corrosion of Conformity, que más tarde cambiaría de sonido y
viraría hacia un heavy metal más marcado por el blues y el rock
sureño, pero que empezó en el crossover. Otros grupos como
Suicidal Tendencies o Cro-Mags le añadieron un toque
testosterónico y rudo como consecuencia de sus humildes orígenes
pandilleros, lo que contrasta bastante con la onda adolescente de
barrio de clase media que caracteriza a casi todo el thrash.

Y, mientras tanto, en la cima… el 27 de septiembre de 1986 se


produjo un terrible giro argumental. Como parte de su gira europea,
Metallica cruzaba Suecia en autobús. A eso de las siete de la
mañana, el vehículo patinó y volcó. El bajista, Cliff Burton, salió
despedido por una ventana y el autobús lo aplastó, matándolo al
instante.
Igual que les pasa a muchos fans de Metallica, y aunque no
había oído hablar del grupo cuando Cliff murió (tenía siete años), en
cierto modo sigo echándolo de menos. Su papel había sido
fundamental para que Metallica fuese tan increíble: las innovaciones
melódicas eran suyas. Fue James quien pisó el acelerador, pero
Cliff añadió la profundidad y la atmósfera que harían de Master of
Puppets, en concreto, un álbum tan sensacional y único. Los
miembros supervivientes de Metallica honran su formación musical
como el motor que los impulsó en nuevas direcciones musicales
más interesantes y complejas. Su sustituto, Jason Newsted, dijo en
la revista Guitar World que «Lars es el líder logístico de Metallica,
pero Cliff era su líder musical y espiritual». Tras su muerte se
convirtieron en un grupo más simple, sin menospreciar los
complicadísimos arreglos de …And Justice for All.
La muerte de Cliff sería un punto de inflexión en el devenir
artístico y comercial de Metallica. El grupo no bajó el ritmo, enterró
su pena y fichó a Jason Newsted, de Flotsam and Jetsam. Al pobre
novato le hicieron todas las perrerías del mundo: le dejaban la
cuenta en los restaurantes, le decían que el wasabi era helado de
menta, que iba muy bien para refrescarse la boca y que por eso
tenía que comérselo a puñados… pero siguieron con la gira,
grabaron un EP de versiones y acabaron sacando un disco nuevo.
The $5,98 EP: Garage Days Re-Revisited, que costó en su
momento el precio que le daba título, es una joya, una de las
mejores grabaciones de Metallica. Suena mucho mejor que el álbum
que lo siguió. Versionando a grupos de la NWOBHM y de hardcore, y
mostrando así las influencias que dieron forma al grupo, Metallica
suena mejor y más rápido que nunca. Lars nunca ha tocado mejor
que en ese disco (Jason aparece en los créditos como Master J.
Newkid).
Y, sin embargo, después de alcanzar alturas vertiginosas, su
cuarto disco de estudio, …And Justice for All, es imperfecto. Las
canciones son demasiado largas y los arreglos, autocomplacientes.
Querían mostrar su habilidad musical y así justificar su enorme
éxito, pero el público se aburría considerablemente con sus épicas y
desmedidas canciones de diez minutos. La producción es extraña:
el bajo está por completo ausente. Aunque Jason diga que se trata
de un problema causado por el choque de las frecuencias de
sonido, James admite que básicamente lo bajó al hacer la mezcla.
Un modo curioso de manifestar su duelo por la muerte de Cliff…[152]
El álbum no es para nada malo: es un rotundo 8/10, un disco
brillante se mire por donde se mire, pero no olvidemos que se trata
de la continuación de tres discos sencillamente perfectos. Carece de
la coherencia y la elegancia de Master of Puppets, y de la
inmediatez de Kill y de Ride. Un tema destaca en particular: la
canción «One», basada en la novela Johnny cogió su fusil, que
cuenta la desgarradora historia de un hombre destrozado por una
mina en las trincheras de la primera guerra mundial y condenado a
vivir sin brazos ni piernas y sin la capacidad de hablar, ver u oír. La
introducción es engañosamente tranquila, en tono menor, mientras
describe su situación. La canción acaba con el thrash a tope: el grito
de Hetfield se acaba fundiendo con un solo de guitarra atronador.
«One» fue otro momento decisivo en la carrera de Metallica,
pues les inspiró la decisión de hacer su primer videoclip. Hasta ese
momento, Metallica se había negado a sacar ningún vídeo de sus
primeros tres álbumes. En el contexto de la industria musical de
mediados de los ochenta, era algo totalmente insólito. Conseguir tal
nivel de éxito solo a través de la radio, los conciertos y corriéndose
la voz fue algo verdaderamente extraordinario, y más teniendo en
cuenta que los demás grupos se gastaban miles de dólares en
videoclips para la MTV.
Metallica hizo finalmente un videoclip. Pero según sus propias
condiciones. Se rodó en blanco y negro, era sobrio y muy
deprimente. Ilustraba la letra de la canción con metraje de la
adaptación cinematográfica de la novela. El vídeo acaba con el
desesperado monólogo interior del protagonista, que pide
inútilmente que lo maten. Teniendo en cuenta que la MTV ponía todo
el rato esa aberración llamada Girls, Girls, Girls…, de Mötley Crüe,
es una jugada bastante valiente. Incluso consiguieron pactar que si
el resultado no les gustaba, las cintas se borrarían.
El vídeo tuvo reacciones encontradas. Era muy bueno e hizo que
creciera la popularidad de Metallica. Pero, ay, algunos pensaron —
de nuevo— que Metallica se había vendido. Pues bien, a esa gente
le esperaba una buena sorpresa. Aquello no era nada. La frecuente
aparición de «One» en la televisión les proporcionó tal éxito
comercial que decidieron ir más allá de sus ambiciones, al ver lo
grandes que podían llegar a ser. El siguiente álbum sería
descaradamente comercial. Cuando el thrash entró en los noventa,
estaban a punto de producirse grandes cambios.
El thrash estaba evolucionando. Ya no era el principal foco de
interés del movimiento alternativo: el death metal dominaba el
panorama y algo todavía más oscuro y negro se estaba gestando en
Noruega. Se puede argumentar que, si bien el death metal y el black
metal se desarrollaron en paralelo al thrash metal, los dos primeros
pueden verse como subcategorías del último. En el libro de Malcolm
Dome dedicado al thrash metal, publicado en 1990, sale Cronos, de
Venom, en la portada y en él aparecen Napalm Death, Carcass y
Morbid Angel, además de los cuatro grupos de referencia. El death
metal le hizo al thrash lo mismo que el thrash le había hecho a la
NWOBHM: desfasarlo y quitarle el cetro en el reino del metal extremo.
Pero, a diferencia del desmoronamiento que sufrieron la mayoría de
los grupos de la NWOBHM a mediados de los ochenta, la mayoría de
las bandas de thrash siguió tocando con el indicador luminoso
encendido; un indicador que más adelante prendería y daría lugar a
un movimiento thrash totalmente distinto, como veremos más
adelante en el capítulo que trata sobre los movimientos de revival
del heavy metal.
Como dijo con gran elocuencia la banda crossover de neo thrash
Kremated:
THRASH AINT DEAD!
THRASH AIN’T DEAD!
THRASH AINT DEAD!
BANG YOUR HEAD![153]
7
Puto glam, puto metal[154]

La culpa es de Marc Bolan.


En la extraña época que siguió al declive del idealismo de los
sesenta, Gran Bretaña volvió a convertirse una vez más en un lugar
gris y deprimente. Casi parecía que los coloridos y psicodélicos
años sesenta habían sido un sueño, y que la sombría realidad de la
triste posguerra en blanco y negro se había hecho visible otra vez
de un mazazo. Esta sensación deprimente y de bajón explica el
nacimiento del heavy metal y de grupos como Black Sabbath, que
reaccionaban contra el idealismo de los sesenta plantando cara al
desolador panorama que se avecinaba. Pero no todo el mundo
quería que le recordasen la verdad. Y en el Reino Unido de los años
setenta, la verdad era muy amarga. Hendrix había muerto. La
violencia de Altamont había acabado con el sueño hippy. Una crisis
energética provocaba cortes de luz en todo el país y el deterioro de
las relaciones laborales resultaba en problemáticas huelgas cada
tanto. Y entonces, en 1971, Marc Bolan salió en Top of the Pops con
purpurina en la cara y al país entero se le fue la puta olla.
Mark Feld llevaba tiempo intentando labrarse una carrera
musical antes de conseguirlo, tocando canciones en las que
predominaba la guitarra acústica y consiguiendo un par de éxitos
menores en un estilo muy distinto al que le daría la fama. Tuvo una
fase mod y se cambió el nombre por el de Marc Bolan porque Mark
Feld le parecía demasiado normalito. Sus amigos comentan que
siempre quiso ser famoso. Dice la leyenda que llamó a la puerta del
mánager Simon Napier-Bell y «declaró que iba a ser una gran
estrella y que necesitaba que alguien se ocupara de todo». Ahora
compara esto con la actitud más pragmática de «monta un grupo y
luego ya te las irás apañando» de los Sabbath, prácticamente sus
contemporáneos. El deseo de alcanzar la fama por encima de
conseguir el mérito artístico o la expresión musical es una constante
en el glam. El estrellato importa mucho más que el arte, y la fama
puede resultar muy engañosa. Se ha hablado mucho del aspecto de
Bolan. Bueno, pues en realidad era un tío del montón. Carecía de la
rareza alienígena de Bowie y de la mirada azul penetrante de
alguien como Kurt Cobain, quien consiguió que las camisas de
leñador fueran lo más veinte años más tarde. Hablaba con el mismo
tonillo aburrido que un vendedor de electrodomésticos. Pero
embrujó al público. Sus apariciones en 1971 en Top of the Pops con
purpurina en los pómulos —una decisión improvisada— cantando
Hot Love y más tarde con sombra de ojos de purpurina en Get it On
se convirtieron en la comidilla del país. Se habían desafiado las
normas del género y había nacido el glam rock. Y en ese momento
se instauró la tradición de los padres desconcertados que preguntan
incrédulos si es un chico o una chica. Bolan ofrecía glamur, en el
sentido mágico de la palabra. Su arte era puro escapismo; ni
siquiera era idealismo, sino mera fantasía. «Es imposible ser real —
dijo en una entrevista aparecida en uno de sus DVD recopilatorios—,
en el escenario estoy en un reino de fantasía.» Sin embargo, la
fama de Marc Bolan no solo se basaba en el glamur, sino también
en un sólido talento para la composición. Había trabajado mucho su
técnica musical y su firme ética de trabajo fue un ejemplo para la
mayor parte de los grupos de glam rock que vinieron después de él.
Slade, Wizzard, The Sweet… todos sabían componer canciones (o
comprarlas). La estética de Bolan puso en marcha un movimiento en
Reino Unido. Y a la gente le gustaba ver a ese tipo que parecía una
muñeca en sus televisores.
Y entonces, al año siguiente, David Bowie salió en Top of the
Pops con un mono y al país entero se le fue la puta olla.
David Jones llevaba tiempo intentando labrarse una carrera
musical antes de conseguirlo, tocando canciones en las que
predominaba la guitarra acústica y consiguiendo un par de éxitos
menores en un estilo muy distinto al que le daría la fama. Tuvo una
fase mod y se cambió el nombre por el de David Bowie porque
David Jones le parecía demasiado normalito. Eligió «Bowie» porque
era su cuchillo favorito.[155]
Bolan y Bowie, motores gemelos, impulsaron con su androginia y
su glamur extraterrestre un movimiento que dominaría la escena
pop de principios de los setenta. Todos los grupos empezaron a
echarse purpurina y a ponerse la ropa de sus novias. El ritmo
marcado y rápido de Hot Love sirvió como patrón musical y una
docena de grupos británicos se unieron de inmediato al movimiento,
echando mano de sus adornos navideños para sus actuaciones
televisadas. Wizzard, The Sweet, Mott the Hoople, Alvin Stardust. La
música era divertida, pegadiza, no era del todo seria y tenía un gran
atractivo.
Los grupos de glam rock tenían la rara habilidad de componer
unas canciones navideñas cojonudas. I Wish It Could be Christmas
Every Day[156] de Wizzard y Merry Christmas Everybody de Slade
competían en diciembre de 1973.[157] Ambas canciones han
perdurado hasta hoy y tuvieron multitud de imitadores. Los Mud
liberaron al Elvis que llevaban dentro con su Lonely This Christmas
y sacaron un vídeo de lo más desconcertante con un muñeco
ventrílocuo y gente que les tiraba nieve desde lo alto de unas
escaleras.[158]
Queen le siguió un poco el juego al glam rock y le añadió una
bisexualidad auténtica a una escena en la que abundaban los
peones de albañil disfrazados. Black Sabbath compartía mánager —
Don Arden— con Wizzard y no fue inmune a la osada estética que
promovía el glam rock.
Slade tuvo una serie de sencillos fallidos —y unos cuantos
cambios de imagen— antes de conseguir el éxito. En 1969 les
animaron a que se vistieran como skinheads. Se dieron cuenta
enseguida de que eso implicaría meterse en alguna pelea con gente
que lo era de verdad, así que pasaron del tema y optaron por ese
rollo glam que tanto se llevaba.
Slade es el grupo glam rock con el que más a gusto podrás darle
al headbanging. Son originarios del Black Country, la cuna del
heavy, y la combinación de su sonido rock and roll clásico con la voz
áspera de Noddy funciona a la perfección. En 1980 reemplazaron a
última hora a Ozzy Osbourne en el festival Monsters of Rock de
Donington. A resultas de ello, su popularidad se disparó y desde
entonces se convirtió en uno de nuestros grupos más queridos.
En el otro extremo del arco del glam rock estaban los grupos con
formación artística, como Roxy Music. A pesar de los
desafortunados comentarios de Bryan Ferry sobre los nazis, cuyo
imaginario calificó de «espectacular» (una afirmación que,
evidentemente, comparten muchos grupos heavies), quedan fuera
del alcance de este libro.
La estética del glam rock es extrañamente inorgánica. Tiene un
punto vulgar. En los vídeos de los setenta que recogen las
actuaciones más destacadas de este género abunda el plástico, el
nailon y el aluminio de aspecto baratuno. Además, a excepción de
Bowie y de Bolan, la imagen resulta falsa, impuesta. Casi parece
que incluso a los Spiders from Mars, el grupo que acompañaba a
Bowie, les hubieran obligado a vestirse así. Prácticamente en todos
los grupos glam se veía por lo menos a un integrante que no se
sentía nada cómodo yendo embutido en aluminio y llevando botas
de plataforma: eran de esos tíos que esperabas encontrarte en un
bar hartándose de cerveza y no comprando maquillaje en unos
grandes almacenes.
El gran tema tabú del glam rock es, por supuesto, la presencia
del prolífico pedófilo Gary Glitter.[159] El país no tenía ni idea en ese
momento de que cuando cantaba «Do you wanna to be in my
gang?» (¿Quieres entrar en mi pandilla?) tenía un sórdido trasfondo.
No, Gary, paso de tu pandilla. «Do you want to touch me there?»
(¿Quieres que te toque ahí?). No, Gary. Ya te he dicho que no.[160]
A medida que la década avanzaba, el glam empezaba a perder
fuelle. Bowie cultivó otros estilos, la popularidad de Bolan decayó y
Slade estaba de capa caída. La música disco iba ganando fuerza. Y
entonces, durante un breve paréntesis, el punk tomó el control de la
situación y cambió el modo de hacer las cosas de todos los grupos
con guitarras. Parecía que el glam había muerto.[161]
Y entonces algo espantoso ocurrió en L. A.

Al tiempo que el thrash empezaba a escapar de la influencia de la


NWOBHM y buscaba autenticidad y una imagen cercana a la gente
de la calle, en el Sunset Strip de L. A. empezaba a emerger una
escena que tenía todo lo que odiaban los precursores del thrash.
«El heavy metal empezó en Sunset Boulevard», dice Vince Neil
de Mötley Crüe en el documental de la VH1 que me he obligado a
ver a fin de documentarme para este capítulo. Para que veáis que
no tiene ni pajolera idea. No empezó ahí ni de broma, Neil. Léete los
tres primeros capítulos de este libro.
En cualquier caso, el Sunset Strip de L. A. llevaba un tiempo
siendo el núcleo de la actividad musical de la Costa Oeste. En 1980
predominaban los grupos punk y new wave, el sonido del desafío a
la autoridad y la rebelión. En los siguientes años, el péndulo político
osciló hacia la derecha. En Reino Unido ya estaba al mando el
gobierno conservador de Margaret Thatcher y, en Estados Unidos,
Ronald Reagan promulgaba lo que se conoció como la
Reaganomía: rebajas fiscales para los ricos para que, según él, la
economía floreciese y los beneficios «fueran descendiendo» hasta
las clases más bajas. En resumen: una soplapollez inmensa. Si bien
esta coyuntura política proporcionó una gran inspiración a la escena
punk rock, en el panorama general se tradujo por un culto al
consumo y un afán de riqueza, ejemplificado en el eslogan «Greed,
is Good» (La avaricia es buena) de la película Wall Street y en el
fenómeno yuppie. Esa repugnante filosofía se reflejaba en la
ambición y el hedonismo del glam metal.
El glam metal tenía predilección por una sexualidad escandalosa
y por el consumo de absolutamente todo: drogas, chicas, laca de
pelo. La misoginia estaba a la orden del día: el Strip estaba lleno de
clubes de estriptis y tenía una especie de obsesión por las luchas en
el barro. Todo esto no estaría tan mal si por lo menos la música
fuera buena. Pero, ay, nada de eso. En absoluto.
El glam metal apenas es digno tener la palabra metal en su
nombre. Es lo último a lo que la asociaría yo, pero sé que hay quien
no lo ve así y, como ya no soy responsable del uso que se hace del
lenguaje,[162] supongo que tendremos que aceptar que se llame así.
El primer grupo en triunfar en esa escena fue Mötley Crüe. Sus
andanzas han quedado documentadas en dos libros muy
interesantes, The Dirt y The Heroin Diaries, de Nikki Sixx.
Básicamente eran una peña horrible y además muy puerca. Hale, ya
está. Dos libros menos que os tenéis que leer.
Según su diario publicado, los Crüe se unieron para dar forma al
proyecto del bajista Nikki Sixx, quien quería montar «la banda de
rock and roll definitiva», algo que para él tenía que ver con el
aspecto, la actitud y el estilo de vida. Mientras que grupos como The
Who o Led Zeppelin recurrían al sexo, las drogas y el vandalismo
como válvula de escape a la presión de una fama conseguida
gracias a su extraordinario talento, los Mötley Crüe existían por y
para el sexo, las drogas y el vandalismo. El talento musical era
secundario. Utilizaron la imagen del glam rock pero ignoraron
totalmente su excelente habilidad para componer canciones.
En los documentales —de una factura impecable— que
describen esa escena, la gente de su círculo habla de su aspecto,
de su actitud, de sus travesuras, de sus numeritos pirotécnicos… de
todo menos de la música.
Su primer álbum salió en 1981. Too Fast for Love tiene un inicio
prometedor: el riff de apertura del tema «Live Wire» está bastante
bien… pero el resto del disco es un puto horror. Una voz de mierda
canta unas letras de mierda que compiten en mediocridad con unos
interludios de batería que parecen una broma y unos solos de
guitarra que de tan malos que son te hacen gracia. Al prestarme el
libro de Nikki Sixx para que me documentara, el excelente periodista
musical Marc Burrows me dijo: «Te engañará y hará que creas que
te gusta Mötley Crüe hasta que te acuerdes de que tienes que
escucharlos». Vale la pena recordarlo, es cierto. Escúchalos pero
intenta al menos no pagar por ello.
Contra todo pronóstico (a menos que, como yo, sientas un
profundo desdén por el gran público), el álbum tuvo unas ventas
espectaculares. Pero aquello no era nada comparado con lo que
estaba por venir.
En septiembre de 1983 tocaron en el US Festival de San
Bernardino, California. En el «día del heavy metal» compartieron
cartel con gente como Ozzy Osbourne, Judas Priest o Van Halen…
Y lo hicieron de putísima pena.
«Les salió como el culo. Dieron vergüenza ajena. Tocaron fatal»,
dice alguien de su equipo en el documental de la VH1. Lo hicieron
tan mal que cuando su batería, Tommy Lee, se enteró de que la
actuación se había grabado, se puso a llorar.
Que fueran tan malos no era ninguna sorpresa. El cantante
Vince Neil se había ganado el puesto, según afirma el pipa John
Crouch en el mismo documental, porque «tenía el aspecto que
buscaban, aunque la voz era un poco sospechosa, así que
decidieron apostar por lo primero e ir trabajando en lo segundo».
Veámoslo con un poco más de detenimiento:
COMO CANTANTE ERA UNA MIERDA PERO ERA GUAPETÓN, ASÍ QUE LE
DIERON EL PUESTO.

Pues vale. Sigamos con lo nuestro. El productor de su segundo


álbum se quejó de que Nikki Sixx no sabía tocar el bajo. «No jodas
—le contestó su mánager—, pero si nunca ha sabido. Es una
especie de animador.» Qué más daba. Al público del US Festival le
encantaron. Porque la gente es idiota. Su actuación tuvo un gran
éxito y acabaron sonando mucho en la radio y vendiendo un montón
de discos.
La razón más obvia de su éxito era su aspecto físico. Llevaron la
ambigüedad sexual del glam de los setenta a su conclusión natural.
Se travestían de pies a cabeza, llevaban maquillaje y tacones y casi
podían pasar por mujeres. Y se peinaban que parecía que llevaran
un PELUCÓN. Todo aquello causó un gran revuelo y podía haber sido
subversivo de la hostia en los conservadores inicios de los años
ochenta. Pero la cagaron dedicándose a hacer vídeos propios de
misóginos del copón y renegando de cualquier trasfondo queer.
Y esto tiene que quedar bien clarito. No eran gais. Segurísimo,
vamos. No señor, no. CERO gais. Te das cuenta enseguida por la
cantidad de chicas que revolotean a su alrededor. Un montón. Y, por
si te quedara alguna duda, tienen una canción que se llama Girls,
Girls, Girls.[163] ¿Lo ves? Te multiplican la palabra por tres.
Matemática pura. Hasta casi parece que se esfuerzan demasiado en
demostrar que les van las chicas.
Como lo suyo era la imagen por encima del contenido, los Crüe
eran perfectos para la MTV. Con su segundo álbum, que lleva el
hilarante título de Shout at the Devil (Grítale al diablo), sacaron su
primer videoclip, «Looks That Kill». Menudo despropósito. Salen
ellos con antorchas y meten a unas mujeres en una jaula. Vale.
Luego aparece de repente una mujer gigantesca que las libera y el
pentagrama de la batería sale volando por ahí hasta que aterriza en
el escudo de ella y luego salen unos pinchos y, madre mía, cómo se
les ocurre andar trasteando con fuegos artificiales con las toneladas
de laca que me llevan en el pelo.
Si hay algo positivo que pueda decirse de Mötley Crüe es que lo
dieron todo. Apostaron por el estilo de vida rock and roll y quisieron
ser el grupo definitivo del género. «Yo sabía que iba a estar en
Mötley Crüe —dice Nikki Sixx—. Sabía qué aspecto tendríamos,
cómo sonaríamos y cómo nos comportaríamos (lo peor que
pudiéramos, claro está).»
Se drogaron muchísimo, montaron unas fiestas del copón, se
estamparon con el coche (y mataron a gente),[164] dispararon armas
de fuego, se casaron con estrellas del porno y strippers, se forraron,
se lo gastaron en drogas, luego las tiraron por el retrete. Tommy Lee
soñó que tocaba la batería cabeza abajo y se las apañó para que le
hicieran una que se diera la vuelta mientras tocaba. Llevaron al
límite la máxima de «sexo, drogas y rock and roll».
Es una lástima que sonaran como una mierda pinchada en un
palo.

A raíz del éxito de Mötley Crüe, pasó lo peor. Muchos grupos


parecidos triunfaron.
Lo malo es que todas estas bandas que van apareciendo son malas
copias de los Crüe. Las discográficas quieren forrarse y, como no le
pongan freno al asunto, acabarán con nosotros… (Nikki Sixx, The Heroin
Diaries)

Ellos allanaron el camino a sus compañeros del Sunset Strip,


inspiraron a multitud de imitadores y… Virgencita, que se acabe esto
ya. Solo me veo capaz de nombrar algunos grupos para deciros lo
rematadamente malos que eran, ¿vale? Venga pues. Quiet Riot
versionó Cum on Feel the Noize de Slade y el resultado fue una
mierda. Skid Row, Cinderella, Warrant… mierda que te crio.
¿Twisted Sister? Otro truño. Los WASP eran bastante escabrosos y
querían sorprender. Copiaron a Alice Cooper y subieron de nivel. En
sus espectáculos le tiraban carne a la gente, un truco que repetiría
más adelante el grupo redneck de death metal Deicide y las
estrellas del black metal satánico Watain. Blackie Lawless inventó
un cacharro para que le salieran chispas de la entrepierna.
Volvemos a lo de antes: la música era una mierda.
Todo lo que necesitas saber de Bon Jovi[165] se resume
perfectamente en el hecho sencillo y revelador de que el tipo tenga
un tatuaje de Superman. Si hasta a Nikki Sixx le parecían patéticos.
Dice en The Heroin Diaries: «Jon siempre me cayó bien… Lo que no
me gustaba nada era la música que hacía su grupo. Era lo opuesto
a todo lo que me gustaba y en lo que creía».
Los Poison eran incluso menos heavies que los Crüe y podría
decirse que inventaron la balada glam con su pésima Every Rose
Has a Thorn (Toda rosa tiene una espina).[166] Qué PROFUNDO,
chavales. Qué gran verdad. Qué gran mojón.
Lo peor del glam era su omnipresencia. Incluso empezó a hacer
mella en grupos impecables hasta el momento como Discharge o
Celtic Frost: ambos sacaron unos discos horribles de glam metal, se
peinaron como caniches y soltaron unos cuantos gorgoritos. El
poder de la balada glam hundió a los Scorpions. Y no es cosa
menor teniendo en cuenta que prácticamente habían recurrido a la
pornografía infantil para la portada de su disco. Ah, y luego llegamos
a la época en que Lars[167] se juntó con los Guns N’ Roses y
Sebastian Bach y empezó a lucir una chupa blanca…
Intenté no dejarme llevar por los prejuicios al documentarme
para escribir sobre este movimiento. Empecé aborreciéndolo
totalmente, y salgo de él sintiendo cierta debilidad por algunos de
los personajes pero odiando hasta el tuétano su música, su imagen,
su misoginia y egoísmo descarados.
Pero algo que me ha llamado la atención ha sido el respeto que
le he acabado teniendo (muy a mi pesar) a un grupo al que antes
odiaba: Guns N’ Roses.[168]
No es de extrañar que los GN’R lo petaran tanto: muchos grupos
de ese panorama musical se habían hecho famosos poco más que
por su imagen de roqueros hedonistas. Estos tíos tenían una ventaja
sobre los demás: sabían escribir canciones. Su primer disco,
Appetite for Destruction, es, muy de lejos, la mejor música[169] que
salió del Sunset Strip. Más arraigada en el punk y el heavy que en el
glam, tenía una agresividad mucho más pronunciada que cualquier
tema de Mötley Crüe o de Poison, además de unos ganchos de
verdad y —vale, lo admito— unos riffs bastante geniales.
No explotaban demasiado el rollo glam. Eran bastante normalitos
y lo mejor de todo era que sabían tocar. Pero, ay, les restaba
bastantes puntos la imbecilidad supina de su líder, Axl Rose.[170] En
el diario de Nikki Sixx se dice: «Ese nuevo grupo mola mucho pero
el cantante es un capullo integral».
Axl se mostraba cada vez más irascible y solía llegar tarde a los
conciertos. Su falta de respeto por el público es mítica: ha llegado a
retrasar horas enteras los conciertos. Cuando GN’R se fue de gira
con Metallica, el choque entre ellos fue brutal. Se fraguó una
rivalidad de medio pelo entre los dos grupos (bueno, para ser más
exactos, entre sus dos líderes).
Guns N’ Roses desapareció inevitablemente tras caerse por el
gigantesco orificio de su ombligo. Dejaron de parecerse a gente con
la que te podías identificar y se gastaron millones de dólares en
pretenciosos videoclips. Las drogas hicieron de las suyas y su
música se resintió. Y acabaron yéndose al garete.
A principios de los noventa, el glam seguía pareciendo algo
intocable. Estaba en todas partes. Todos los sellos se habían
abonado al género y en la MTV no hacías más que ver cardados y
ropa hortera. El término heavy metal había quedado
inextricablemente asociado con la escena más insustancial que
había creado.
Por suerte, en paralelo a toda esta mierda, un movimiento
radicalmente opuesto —el death metal— empezaba a cobrar fuerza.
Y en el lluvioso estado de Washington ganaba peso una escena que
tenía debilidad por las camisas de cuadros. Y tanto peso ganó que
acabó creando una avalancha. Y el glam estaba al final de la
pendiente. Esquiando. O haciendo algo, no sé. Esta metáfora se me
ha ido de las manos. Pasa página y lee lo que te explico sobre el
death metal. Vamos.
8
El death metal

Something inside me, it’s - it’s coming out


I feel like killing… YOU[171]

Dice mucho de la percepción popular que se tiene de mi música


favorita que el heavy metal se haya usado como método de tortura
en Guantánamo.[172] A mí me parece que se equivocan. El heavy
metal es tonificante, como una ducha bien fría. Se soporta
perfectamente y te puedes acostumbrar a él. Las cancioncillas
tontas y pegadizas, en cambio, son un arma mucho más letal. Las
de Barrio Sésamo, sin ir más lejos, se usan mucho más.
Personalmente, yo elegiría Pajaritos a bailar[173] o alguna canción
del verano repetida en un bucle infinito. Eso sí que es pesadillesco
de verdad. En cualquier caso, el uso de la música heavy como
instrumento de tortura plantea unas cuestiones muy interesantes:
¿qué hace que algo suene de verdad heavy? ¿Es heavy sinónimo
de desagradable o molesto? ¿Cuáles son los grupos más heavies?
¿ES EL MONSTRUO DE LAS GALLETAS HEAVY? Los metaleros —para
variar— no se ponen de acuerdo. Para los puristas, el heavy tiene
que ver con el SENTIMIENTO, tronco. A su entender, comprende
desde la explícita sensación de fatalidad que transmiten los Sabbath
o Trouble a la potencia de los riffs de Diamond Head o de Judas
Priest. Para ellos, la clave no está en buscar lo extremo a nivel
sonoro, sino ese profundo peso emocional que te comunica la
música. Es algo más abstracto que se siente en el alma. Hay quien
piensa, en cambio, que ese peso, lo heavy, debe sentirse en los
oídos. Según ese principio, el death metal y el grindcore son dos
expresiones máximas de lo heavy. A lo largo de los años se ha ido
diciendo que Obituary, Agoraphobic Nosebleed, Napalm Death,
Deicide y Cattle Decapitation eran «el grupo más heavy de la
historia».[174] Los seguidores de los grupos de noise electrónico
dirán que Whitehouse o Merzbow son muchísimo más heavies que
cualquier grupo metalero. Y luego está Swans… Todo depende del
cristal con el que se mire. Sea cual sea tu opinión sobre el tema, lo
que sí está claro es que con el death metal se alcanza una de las
cimas en el mapa del heavy metal en la geografía sonora del
género. Aquí encontraremos muchos de los ejemplos más extremos.
Con el death metal, el heavy sube la potencia a chorrocientos mil.
Los pioneros del death metal y la nueva cosecha de músicos que
siguen sus pasos tienen en común un ansia irrefrenable por lograr
un sonido extremo. El death metal responde a la pregunta: ¿cómo
podemos hacer que esto sea todavía más heavy? Bueno, pues
pillas lo más heavy que haya hecho nadie jamás y partes de ahí.
¿Que los Sabbath bajan la afinación? Pues tú la bajas todavía más.
¿Que los Sabbath tocan despacio? Pues tú también bajas el ritmo.
¿Que Anthrax toca rápido? Pues tú aceleras. ¡O haces las dos
cosas EN LA MISMA CANCIÓN! Te buscas unos pedales y unos amplis
que distorsionen las guitarras hasta el punto de que no sean ni
remotamente reconocibles. ¿Cómo nos las apañamos para que las
letras sean más extremas? Bueno, pues en vez de contagiar una
sensación de fatalidad acechante o de entonar un lamento solitario
de aislamiento, describes con todo lujo de detalles la tortura o el
asesinato más horripilante que se te pueda ocurrir. Después, coges
esas letras y las profieres de manera que parezca que salgan de la
boca de un monstruo de verdad. Como el de las galletas de Barrio
Sésamo…

Cuando los Black Sabbath decidieron en 1969 trasladar a la música


la sensación que transmitía una película de terror, inventaron el
heavy metal. A mediados de los ochenta, la influencia de este
género cinematográfico en el heavy era muy distinta, porque el
propio horror había evolucionado en ese intervalo. Las películas de
terror que influyeron en Black Sabbath eran bastante amables: los
primeros filmes de la Hammer eran ingeniosos, elegantes y
contenidos. En su mejor versión, son obras de arte atmosféricas que
plasman a la perfección una creciente y angustiosa sensación de
pavor. En gran parte esto se debe a que los directores tenían que
sortear los límites de la censura y de la clasificación y, a medida que
estas se relajaban, las películas perdieron sutileza y finura y
apostaron por la exageración. (Las películas clásicas de terror en
blanco y negro de la Universal con las que crecieron los creadores
de la Hammer eran todavía más comedidas). En el transcurso de los
setenta, el género se volvió más sangriento y extremo, y después
del punto de inflexión marcado por La semilla del diablo, de Roman
Polanski, un nuevo «realismo» ocultista empezó a abrirse paso
sigilosamente. El summum se alcanzaría con El exorcista, cuya
maléfica influencia sigue presente en el cine actual y en la
menguante fortuna del sector del puré de guisantes.
La llegada del reproductor de vídeo a los hogares revolucionó la
industria cinematográfica. De repente, las películas se consumían
en un entorno distinto y los filmes de bajo presupuesto podían
recuperar el dinero invertido sorteando los canales de distribución
cinematográfica y, por ende, también la censura. A consecuencia de
ello, se acentuó la tendencia por el cine de explotación y las
películas perdieron finura y buen gusto. Era la época del video
nasty.[175] Estas películas underground extremas eran devoradas
(casi siempre) por los mismos jóvenes varones que consumían la
música también extrema y underground de Hellhammer y Bathory,
Discharge y GBH. Mientras los Sabbath se esforzaban por crear el
equivalente musical a la adaptación cinematográfica de una novela
de Dennis Wheatley, estos chavales querían crear el equivalente
musical a Nueva York bajo el terror de los zombies. Eso era el death
metal.
Vale la pena recordar que, a principios de los años ochenta, los
subgéneros extremos estaban amalgamados[176] y no entendían de
distinciones ni de categorizaciones como las que usamos ahora. Lo
que acabó convirtiéndose en thrash metal, black metal, death metal
y grindcore formaba parte de un conglomerado definido
provisionalmente por términos como hardcore metal, speed metal o
música para sacudir la cabeza hasta descoyuntarse a gusto
(perdonad, me he dejado llevar por el locutor radiofónico que llevo
dentro). Los cinco años comprendidos entre 1982 y 1987 son el
periodo más fértil y creativo de toda la historia del heavy metal. En
ese lustro tenemos black metal, thrash metal, death metal, grindcore
y doom. Los géneros del heavy metal experimentan una
diversificación y una estratificación explosivas.
En la maraña de subgéneros existentes a principios de los
ochenta, no había distinción alguna entre el death metal, la vertiente
más sucia del thrash o la primera ola del black metal. Todo
desembocaba en el mismo lugar y las influencias se mezclaban e
interactuaban por doquier.
Cuando se habla de la evolución del death metal, se dice por lo
general que es el paso siguiente al thrash metal. Pero esto puede
llevar a confusión. El death metal tiene las mismas raíces que el
thrash, se desarrolló en paralelo e influyó en su progreso. El thrash
avanzó en una dirección distinta a la determinada por la inevitable e
inexorable senda que va de Venom al apogeo del death metal.[177]
En cierto modo, el thrash puede verse como proto-death metal.
Fijémonos en la cronología de su desarrollo:
1982 - Venom publica Black Metal.
1983 - Metallica publica Kill'em All.
Slayer publica Show No Mercy.
Exciter publica Heavy Metal Maniac.

Aunque son hitos en el avance del thrash, siguen bañados en el


líquido amniótico de la NWOBHM. El thrash todavía no es un género
viable. Y, paralelamente, van surgiendo otros grupos en busca de
más oscuridad…
1984 - Por fin ha llegado el death metal, aunque no tiene forma de
lanzamiento oficial, sino de maqueta. En este año, Mantas | Death,
Repulsion | Genocide, Slaughter y Possessed sacarán una maqueta de
proto-death metal. Y todas serán mucho más heavies que cualquiera de
los temas jamás compuestos por Exodus o Slayer, aunque sigue
diciéndose que todos forman parte del mismo estilo hardcore metal. Nadie
usa el término thrash metal, aunque Possessed llama «Death Metal» a
uno de los temas de su maqueta. Mientras tanto, los grupos de thrash
siguen unidos por un cordón umbilical a la NWOBHM.
1985 - Possessed lanza su álbum de debut, Seven Churches, el primer
disco oficial de death metal.

El thrash metal no maduró plenamente hasta 1986, con el


lanzamiento de Reign in Blood, de Slayer, y de Master of Puppets,
de Metallica. Así pues, el punto cumbre del thrash (especialmente
en lo relativo a su sonido extremo) se alcanza en 1986. Es curioso
entonces que Possessed pariera el death metal con un álbum
publicado el año anterior…
Todo empezó con el intercambio de cintas.
Una de las mejores maneras de descubrir nuevos grupos era a través del
elaborado circuito internacional de intercambio de cintas, que distribuía
maquetas y fanzines de heavy metal alternativo. El proceso solía ser
tedioso: las cintas eran grabaciones caseras que se enviaban por —lento
— correo postal utilizando sellos de respuesta internacional. (Thomas
Gabriel Fischer, Only Death is Real)

Ese circuito internacional de intercambio de casetes, tan crucial para


el desarrollo del thrash metal, también dio a luz a una escena
incluso más alternativa y heavy. En casi todos los temas de proto-
thrash y de continuación de la NWOBHM que circulaban, los grupos
intentaban imitar el sonido de los primeros discos de Metallica y de
Slayer, pero algunos inconformistas, que deseaban producir algo
mucho más extremo, empezaron a conectar entre sí para llegar a un
nuevo nivel de intensidad.
Esta ambición llevó, por ejemplo, al tosco y crudo black metal
europeo de grupos como Hellhammer o Bathory, como esbozamos
en uno de los capítulos anteriores. En Estados Unidos, sin embargo,
estalló una escena muy distinta y bastante más cruenta.
Possessed fueron los primeros en crear intencionadamente el «Death
Metal», una especie de epifanía que los metaleros de verdad no podían
ignorar. Por aquel entonces no se había hecho nada ni remotamente
parecido a lo que hicimos nosotros con Seven Churches, y creo que
hicimos que muchos se dieran cuenta de que era posible hacer un metal
muchísimo más heavy. (Jeff Becerra, líder de Possessed, entrevista en
MetalSucks.com)
Possessed nació en la fértil área thrash de la Bahía de San
Francisco, pero compartía el mismo apetito por lo extremo que
había impulsado a Venom y a Hellhammer a buscar una mayor
contundencia heavy en el sonido. Su primer álbum, Seven
Churches, suele tomarse como el primer disco de death metal
«puro», algo impresionante teniendo en cuenta que es un disco
aparecido en una fecha tan temprana como 1985. Aunque tuvo una
inmensa influencia en el death metal, es el único disco de ese
género que sacaron (el siguiente, Beyond the Gates, está más en la
onda thrash). Previamente ninguneados como meros clones de
Slayer, los Possessed se estrenaron con un primer disco que tenía
todas las características propias del death metal y se apartaba del
sonido del que eran herederos. Seven Churches empieza con la
música de El exorcista antes de dejarse caer en un torbellino de
puro sonido death. El ambiente es oscuro, desagradable y aterrador.
La voz de Becerra es LO más extremo que se había grabado hasta
entonces en un vinilo. El estilo todavía es reconocible como una
variedad de thrash metal, pero las guitarras son más heavies y las
canciones influyen detalles adicionales como demoníacas letras
grabadas al revés.
En cada etapa del desarrollo del heavy metal hay grupos que
destacan por su compromiso a la hora de ensanchar los límites del
género. Es un noble linaje que va de Sabbath a Priest y Motörhead,
y de Venom a Slayer, Hellhammer y después Possessed. La
búsqueda de un sonido más heavy es un testigo que pasa de un
grupo al siguiente.
La trayectoria del grupo fue bastante efímera. Después de su
segundo disco se separaron en 1988. El guitarrista Larry LaLonde
siguió con su carrera musical, creó el grupo de funk metal Primus
con Les Claypool y ha participado en varios discos de Tom Waits.
En 1989, Becerra recibió un disparo en un robo que lo dejó
paralítico de cintura para abajo. El pistolero le apuntó a la cabeza,
pero se le atascó el arma y Jeff logró sobrevivir al ataque. Confinado
ahora en una silla de ruedas, su silueta resulta imponente y
característica al frente de unos Possessed otra vez en activo. ESO sí
que es heavy. ¡Menudo ídolo!
Puede que Possessed acuñara el término death metal, pero es
que los Death[178] se llamaban así, death. Sutileza cero. Tenemos a
un grupo que hace death metal, se llama Death, tiene una maqueta
titulada Death by Metal y cuya carrera se vio truncada por la
inesperada muerte de su líder. Os juro que no me lo invento. ESO sí
que es compromiso con una idea.
Possessed fue un grupo muy influyente, pero la obra de Death
sentó unos cimientos mucho más sólidos para el importantísimo
movimiento death metal que seguiría su estela. El grupo constaba
de una formación rotatoria de músicos que orbitaba alrededor del
genio creativo del guitarrista, cantante y compositor Chuck
Schuldiner. Además de la repercusión inicial que tuvo en el aumento
de la popularidad de lo que ahora llamaríamos el death metal clásico
(el movimiento original), su afán de experimentación musical y los
avances obtenidos en sus siete álbumes de estudio allanaron el
camino a subsubgéneros del death metal como el gore metal, el
death metal técnico o el death metal melódico.[179] Schuldiner fue
uno de los iniciadores del género y después fue una pieza clave en
su desarrollo más allá de sus raíces. Death inició su andadura de un
modo un tanto primitivo, con unas letras cruentas y nada sutiles,
inspiradas en el cine de terror, pero a lo largo de los años progresó
hasta convertirse en un grupo más hábil técnicamente que trataba
problemas reales y tenía una visión del mundo mucho más meditada
y profunda. Schuldiner, al igual que los mejores pioneros de los
diferentes géneros, nunca quiso dormirse en los laureles. Buscó
constantemente la innovación y la invención. Para él Death era la
expresión personal de su ser.
Schuldiner creció como un chaval de clase media de un barrio
residencial. Nació en Long Island, Nueva York, y creció en Tampa,
Florida. Sus padres le apoyaban tanto moral como económicamente
y financiaron sus iniciativas musicales. Le permitían que ensayara
en casa e incluso ofrecían comida y bebida —«sin alcohol»— al
grupo. Esta puntualización de la madre posiblemente sea mi cita
favorita sobre el death metal. Como dice ella misma en el libro
Choosing Death. «Cuando [Chuck] nos llamó a las dos semanas
para informarnos del cambio de planes, le ingresamos dinero para
que se subiera en un avión y volviera a casa. Su padre y yo
respetábamos sus decisiones y le dimos libertad económica para
que fuera allá donde lo llevara su carrera». ¡KVLT!
Este apoyo de los padres también forma parte de la historia del
grupo de Florida Obituary, quienes dan las gracias en la primera
línea de su lista de agradecimientos de su primer disco «a nuestros
padres, por soportar las movidas de estos melenudos». Nada que
ver con los orígenes de Hellhammer…
Totalmente opuesta a la vida de pobreza, aislamiento y
abandono sufrida por Tom G. Warrior en su pueblo suizo era la
realidad de Chuck, que lo tenía todo. No tenía estrecheces
económicas, sus padres lo apoyaban de una manera increíble y él
quería hacer algo en la vida. Inspirándose en el sonido de Venom,
decidió que necesitaba hacer la música más extrema jamás creada,
y en 1983 creó Mantas y lanzó una maqueta llamada Death by
Metal.
Hoy en día es fácil encontrar a gente para un grupo de death
metal. Pero cuando solo unos pocos avanzados a su tiempo
cultivaban este estilo, la cosa resultaba bastante más ardua. A
Schuldiner le costó lo suyo encontrar a la formación adecuada: tocó
primero con Kam Lee y con Rick Rozz (con quien más adelante
volvería a tocar en algunos discos de Death), y después Con Matt
Olivo y Scott Carlson de Repulsion, quienes se mudaron a Florida
un par de semanas para ver si la cosa funcionaba y se volvieron de
inmediato al ver que no…
Repulsion inició su andadura como un grupo de versiones thrash
metal llamado Tempter, ubicado en Michigan. Matt Olivo y Scott
Carlson incorporaron más tarde al batería Phil Hines,[180] que tenía
un estilo hardcore punk, y compusieron temas originales con una
notoria influencia de Slayer. A heavies no les ganaba nadie, estaban
muy adelantados a su tiempo.
Como nos gustaba la música extrema, queríamos forzar sus límites al
máximo; hacer algo de lo que pudiéramos ser fans nosotros mismos.
Intentamos llevarla al extremo. (Scott Carlson)

Su estilo fusionaba el death metal con la sensibilidad y la estética


hardcore: sus conciertos eran muy punk y destrozaban los oídos de
la gente. Aunque su primera formación duró muy poco, fueron muy
prolíficos grabando maquetas, que tendrían una gran influencia en el
futuro grindcore, hasta tal punto que Carcass montó su propio sello
para lanzar las maquetas, así como el álbum Horrified.
Después de su brevísimo devaneo con Repulsion, la siguiente
jugada de Chuck fue ir a San Francisco, hervidero del thrash, para
tocar con Eric Brecht, batería del grupo de crossover DRI. Como una
fatalidad inevitable, la colaboración fue muy breve y regresó a su
hogar cual yoyó galáctico. Después se marchó a Canadá para tocar
con los increíbles Slaughter. Como aquello tampoco salió bien,[181]
se volvió una temporada a Florida y después se fue a San Francisco
para tocar con el batería Chris Reifert (que más tarde crearía el
grupo Autopsy, muy parecido a Death). Finalmente, con estos
integrantes, Death grabó su primer álbum, Scream Bloody Gore.
Lanzado en 1987, es mucho más heavy que Seven Churches, de
Possessed: la producción le da mucho más empaque y la voz es
más extrema y agresiva. En ese sentido rivaliza con Seven
Churches por el puesto de primer álbum de death metal.
¿Por qué Florida tuvo una escena de death metal tan influyente?
¿Qué tenía de particular esa zona? Quizá fue el legado de Chuck
Schuldiner, o los efectos sobre el cerebro de ese calor tan pegajoso
que tienen allí. O el rollo racista, derechón, proarmas y proinvasión
cubana que me llevan. O quizá la culpa sea de Las chicas de oro.
Ya lo tengo: seguramente sea la influencia maligna y sobrenatural
de Walt Disney y la NASA.
El grupo con sede en Florida Obituary proclamó muchas veces
que era el grupo más heavy del mundo. Su álbum de debut, Slowly
We Rot, muestra a la perfección qué se entendía tradicionalmente
como death metal. Los ritmos son más lentos, y qué decir de esas
voces…
Hay dos cosas destacables del cantante de Obituary, John Tardy.
Una es que tiene el pelo largo rubio y rizado, lo que le da un aire a la
Sarah Jessica Parker de los noventa en Sexo en Nueva York.[182] La
segunda es que su voz era la cosa más extrema jamás oída en un
disco en aquella época. No cantaba gritando ni berreando, sino que
directamente VOMITABA las palabras. ¡Como casi no se entiende
nada, ni siquiera se molestó en escribir letras para algunas de las
canciones de su álbum de debut! Se limitó a soltar un
«¡BLEEEEEEEEEEEEEEERRG!».[183]
Se apartaba bastante de los gritos punzantes de Scream Bloody
Gore.
Ese estilo vocal gutural es la característica definitoria por
excelencia del death metal.[184] Se le llama gruñido de la muerte,
dethvox, vokills o «voz del Monstruo de las Galletas»…
No me gustó la primera ola de lo que se conoció como death metal. La
voz como del Monstruo de las Galletas era demasiado para mí. Si no me
gusta un cantante, es muy difícil que me guste la música. Y ahora mismo
hay cincuenta grupos que suenan igual (Kerry King, Slayer)

Es muy gracioso que el rey de lo extremo crea que este estilo es


demasiado para el body. Aunque, para ser justos con él, el estilo
vocal es precisamente lo que más puede chocarle al profano.
Supongo que todos tenemos nuestros límites.
Ahí empezó entonces una especie de carrera armamentística en
la que los cantantes se esforzaban en parecer cada vez menos
humanos y en buscar un sonido más y más profundo. Tanto si les
influyó directa o indirectamente la voz de los zombis o de los seres
poseídos de las películas de terror —la de Regan en El exorcista,
por ejemplo— fueron mucho más allá de lo que nadie había ido
antes en la música. Chris Barnes, vocalista en los primeros discos
de Cannibal Corpse, forzó tanto la voz en su cuarto álbum, The
Bleeding, que casi no parece humana.
Que un cantante lleve su voz al límite es algo que ha sucedido
desde que existen los discos. En la música pop, por ejemplo, el
tema de los Beatles Twist and Shout es un ejemplo perfecto de
garganta desgañitándose. Screamin’Jay Hawkins, Little Richard y
Howlin’ Wolf también lo habían hecho antes. Y luego, por supuesto,
está Tom Waits, que debe de tener las cuerdas vocales más tiesas
que la mojama.
En la evolución de la voz en el heavy metal hay una genealogía
bastante clara que empieza con el rugido seco de Lemmy, pasa por:
Cronos, de Venom; Tom Araya, de Slayer, Tom G. Warrior, de
Hellhammer | Celtic Frost, y llega a Jeff Becerra de Possessed.
Aunque al principio esta técnica vocal estaba dominada por los
hombres, ahora es igual de posible encontrarse con mujeres
cantantes de death metal. Angela Gossow, la excantante de Arch
Enemy, fue la primera mujer conocida en usar una voz gutural (lo
que le valió muchos comentarios machistas y condescendientes).
Cientos —quizá miles— de mujeres siguieron su ejemplo y
demostraron que tener pene no te da ventaja alguna para sonar
como un monstruo. Me vienen a la mente Grace Perry, de Landmine
Marathon, y Makiko, del genial grupo japonés Flagitious
Idiosyncrasy in the Dilapidation. Abro paréntesis: el nombre no hay
por donde cogerlo. Quizá se perdió algo en la traducción. O tal vez
les gusta mucho Carcass. Cierro paréntesis.
No todos los vocalistas de death o de grind son capaces de
producir sonidos inhumanos por sí mismos, como sugiere el grupo
de grindcore de nombre harto explícito Anal Cunt en su canción
Benchpressing Effects on Kevin Sharp's Vocals. Morbid Angel utiliza
moduladores de anillo y phasers para conseguir un sonido
monstruoso en Where the Slime Live.
Si bien los primeros grupos de death metal se centraban mucho
en zombis y asesinatos, la banda de Florida Deicide decidió seguir
un camino mucho más agresivo y optó por un satanismo a medida
de tintes cristianos.
Deicide empezó su andadura como Amon. Grabaron un álbum,
Feasting the Beast, que nunca llegó a ver la luz del día. Se
cambiaron de nombre y se pusieron Deicide —literalmente,
«deicidio, asesinato de Dios»— y optaron por un estilo beligerante y
abiertamente blasfemo que provocó la ira del extremismo religioso
tan en boga (incluso en la actualidad) en Florida.
El sonido intimidatorio de Deicide es obra de los hermanos
Hoffman, a la guitarra, y de Steve Asheim, a la batería, pero su
notoriedad se debe casi por completo a su pintoresco líder, Glen
Benton.
Benton se grabó en la frente una cruz invertida, probablemente
para que pasar por los controles de seguridad del aeropuerto fuese
menos aburrido. Asheim dijo en una entrevista que seguramente lo
hizo para ser más que Brian Hoffman, que despertó el interés de los
medios al grabarse una cruz en el brazo con un cigarrillo. Benton
dijo que apenas le dolió, «porque esa parte de la cabeza no tiene
demasiados nervios». Se creó su propio personaje satánico, realizó
declaraciones impactantes de las que ha ido renegando con el paso
de los años, mostrando así que ese personaje era un artificio,
especialmente si se compara con el estilo de vida y el
comportamiento auténticamente extremos de la escena black metal
noruega. No está claro que el comportamiento de Benton tuviera
una incidencia directa en esa escena, pero parece bastante lógico
que el hecho de que un personaje tan conocido en el death metal
soltara según qué barbaridades a la prensa animara a los noruegos
a competir y superar a sus rivales de Florida.
Existía el riesgo de que las excentricidades de Benton acabaran
eclipsando su música. Una ex mía me dijo en una ocasión que eran
de ese tipo de grupos «que vende más camisetas que discos». Esto
era en los noventa, cuando todavía se vendían discos, claro está.
Ahora la venta de camisetas es lo único que mantiene a flote a los
grupos… Así que a rascarse el bolsillo en la zona de merchandising
de los conciertos, gente.
Deicide fue el primer grupo satánico que escuché. Si bien su
compromiso con lo blasfemo es innegable, la teología de su
satanismo confeso es un poco confusa, cuando menos. El suyo es
un Satán de telepredicador, de Cinturón Bíblico. Ese Satán que
sería la peor pesadilla de tu abuelita católica. Una rebelión de
extrarradio, útil en sí misma (en mi caso me llevó a cuestionarme mi
educación católica), pero teológicamente vacía.
Una teología más interesante y ponderada es la de otro grupo de
Florida, Morbid Angel. Menos agresivo que Deicide, pero con una
oscuridad sobrenatural mucho más atmosférica, el grupo exploró los
relatos de Cthulhu, de H. P. Lovecraft, y su Necromicón para darle
mayor apariencia de autenticidad y esoterismo a su mitología
ocultista. Y, según parece, también a su racismo: a principios de los
noventa era vox populi que David Vincent, su líder, era muy racista,
cosa que les hizo perder muchos seguidores. Él alega que «la gente
malinterpreta las cosas» y que lo que él pretendía era «ilustrar cómo
se pueden desafiar ciertos patrones de pensamiento». Es sin duda
uno de los grupos más interesantes y creativos en el nivel superior
del death metal y su último disco —que tiene mucho industrial dance
de mierda— consiguió cabrear pero bien a todo el mundo.
Los grupos de Florida cuentan con una extraña ventaja: la
existencia de un productor que entendió a la perfección los sonidos
extremos que buscaban. Scott Burns, de Morrisounds Studios, era
muy fan del death metal. Suponía un soplo de aire fresco que nada
tenía que ver con los productores que no ocultaban su sorpresa ni
su fastidio al escuchar aquel sonido tan radical que buscaban los
grupos de death metal. Burns fue una pieza clave en la evolución
del sonido death metal, que pasó de ser tosco y primitivo a tener
claridad, dinamismo y una producción pulcra. Da la impresión de
que produjo casi todos los discos importantes de death metal entre
1988 y 1996. Grabó a Death, Obituary, Cannibal Corpse, Master,
Pestilence, Sepulture, Deicide, Suffocation… Cuando Napalm Death
decidió que quería un sonido más propio del death metal, acudió a
Scott Burns.
Así pues, el death metal encontró su hábitat natural en Florida.
Un lugar cálido, cenagoso y muy de derechas. Extrañamente, el
género también prosperó en un ambiente totalmente opuesto: en la
fría y socialdemócrata Suecia.
El metal extremo empezó en Suecia con Bathory, pero la música
extrema ya había calado antes con el crust punk. El sonido d-beat
de Discharge arraigó con fuerza en Suecia y tuvo muchísimos
seguidores: podría decirse que a prácticamente toda la población de
ese pequeño país le gusta el d-beat. Pero la escena d-beat no es
nada comparado con el descomunal número de grupos de death
metal per cápita que hay en Suecia, muchos de los cuales surgieron
de esa fértil escena punk.
Las estrellas de ese panorama son Entombed, un grupo cuyo
álbum de debut —Left Hand Path— es tan perfecto que la única
cosa razonable que podían hacer era encaminarse en otra dirección:
su tercer disco, Wolverine Blues, combina la distorsión de su pedal
HM-2 con un ritmo rock and roll que sigue resultando increíblemente
heavy. Los problemas en la formación lastraron muchísimo su
carrera y, al igual que Venom, en la actualidad hay dos versiones del
grupo: Entombed y Entombed AD.
La piedra angular del sonido de Entombed (y de prácticamente
cualquier otro grupo de DM sueco) es el pedal de distorsión para
guitarra Boss HM-2. Fabricado en Japón a mediados de los ochenta,
el HM-2 no suena una mierda si se usa de modo convencional, pero
si lo subes todo a diez y bajas la afinación de la guitarra a un Do…
¡Tachán! Ya suenas como un grupo sueco de death metal.
Dismember, una banda que se parece tanto a Entombed que
bien podría ser su hermana, es la creadora del tema más increíble
de death metal de todos los tiempos: Dreaming in Red.
No contenta con tener un solo estilo de death metal, Suecia dio
con otro a raíz del éxito de At the Gates and In Flames, un grupo
con un enfoque característicamente más melodioso que sería
conocido como «el sonido Gotemburgo» o «death metal melódico».

Mientras el death metal hallaba su sonido característico en Florida y


Suecia, en Reino Unido se engendraba una bestia parecida pero de
muy distinto pelaje: ¡el GRINDCORE! A los profanos les parece que el
grindcore y el death metal tienen un sonido muy parecido. Los
entendidos sabemos que tienen un sonido… muy parecido. Sí, vale,
de acuerdo.
El punk empezó en Detroit a finales de los sesenta con MC5 y
The Stooges. Nueva York tomó el relevo a principios de los setenta
con los Ramones, Television, Suicide y los New York Dolls. Y
después empezó el partido de tenis transatlántico del punk: nosotros
teníamos a los Sex Pistols, The Clash, The Adverts, The Damned…
Y ellos contraatacaron con el hardcore punk: Bad Brains, Black Flag,
Dead Kennedys, Minor Threat, Deep Wound. Entonces apareció en
nuestras filas el anarcopunk: Crass, Discharge, Conflict, Amebix. La
pelota fue a parar al equipo estadounidense y no pasó gran cosa
más. Ah, sí, que nos llegó una bola en la que ponía «Green Day» y
la tiramos a la basura.
Después del anarcopunk, ¡llegó el GRINDCORE a Reino Unido!
Los creadores del género son de Birmingham y se llaman
Napalm Death. Si es cierto que lo bueno, si breve, dos veces bueno,
entonces los Napalm Death se llevan la palma. A breves no les gana
nadie. Empezaron su andadura como un grupo punk de contenido
político y fueron adquiriendo intensidad heavy y rapidez a medida
que grababan maquetas y cambiaban de miembros. La velocidad
aumentó notablemente con la incorporación del hiperactivo batería
Mick Harris, inventor del término blast beat para definir su forma
increíblemente rápida de tocar la batería, la cual será desde
entonces una característica omnipresente en el metal extremo. Los
Napalm inventaron el concepto de microcanción, que tuvo su
culmen en la épica You Suffer, de un segundo de duración.
La rápida rotación de personal al inicio de su trayectoria se
plasma a la perfección en el hecho de que en su álbum de debut,
Scum, de 1987, aparezcan dos formaciones distintas. En la cara A,
Nick Bullen está a cargo de la voz y el bajo y Justin Broadrick de la
guitarra, mientras que, en la cara B, Lee Dorrian se ocupa de la voz,
Jim Whiteley del bajo y Bill Steer de la guitarra. En ambas caras se
desboca la energía desmedida de Mick Harris a la batería. John
Peel pinchó muchísimo el álbum en la Radio 1 de la BBC y el disco
tuvo un enorme e inesperado éxito. Napalm Death se convirtió
rápidamente en el referente a seguir para conseguir un sonido
brutal.
La salida de Bill Steer en 1989 fue consecuencia de su
compromiso con un grupo igual de vertiginoso y brutal: Carcass.
Empezaron con un ruidoso estilo grindcore y optaron por el
contenido extremadamente sangriento tanto de sus letras como de
sus piezas de collage, extraídas de libros de texto médicos para que
la crudeza fuera más verosímil.[185] Sacaron su primer disco en
1988. Reek of Putrefaction es todavía menos coherente que Scum
para el oído del profano. Carcass fue refinando su sonido a lo largo
de varios álbumes y se convirtió en una banda más melódica y
menos obsesionada por la sanguinolencia. Influyó tanto en el
subgénero del goregrind como en el movimiento del death metal
melódico que florecería más tarde en Suecia. Con su álbum
Necrotism: Descanting the Insalubrious también influyeron en todos
los grupos que se pirran por unos títulos más largos que un día sin
pan.
Otro grupo que evolucionaría del punk al metal es el imponente
Bolt Thrower, de Coventry. Sus canciones versan casi
exclusivamente sobre la guerra y su nombre se debe a un arma del
universo megafriqui de Warhammer. Hasta fichan a los artistas de
Warhammer para que les hagan las carátulas de los álbumes.
Les da tan igual lo que piensen de ellos que acaban siendo los
más molones de todos.
Ya de vuelta en Estados Unidos, el grupo de death metal más
importante de la historia empezaba a cobrar forma. Para mí,
Cannibal Corpse es el arquetipo perfecto de lo que es el death
metal. Es un ejemplo fantástico y, además, el primer grupo de death
metal que escuché. Son famosos por sus carátulas obscenas y
horripilantes, además de por títulos de canciones tan extremos
como Entrails Rippedfrom a Virgins Cunt, I Cum Blood o
Necropedophile. Y, a pesar de ser conocidos por su radicalidad, son
también unos músicos excelentes. Sus composiciones son
complejas, técnicas e increíblemente rápidas. Recurrir a la maestría
musical de las bandas extremas para defender este tipo de sonido
quizá sea un argumento un poco torpe, pero también vale la pena
aclarar que mientras estos grupos forzaban los límites del sonido
heavy y del horror, también innovaban y abrían nuevos caminos.
El death metal se expandió como la plaga sobre la que versaban
sus letras. Australia parió a Slaughter Lord y Sadistik Exekution (su
sello los intentó clasificar como un grupo de black metal porque
quedaba más moderno, a lo que ellos contestaron con un sonoro
«WE ARE DEATH… FUKK YOU!»,[186] y la discográfica creyó
erróneamente que ese era el título del álbum). Brotaron escenas en
todos los países imaginables (excepto Noruega).
Y luego pasó algo raro. El death metal se volvió increíblemente
popular. No tenía que suceder, pero así fue. Durante un breve
espacio de tiempo y junto a su género hermano, el grindcore, el
death metal sonó continuamente por la tele y por la radio.
Todo empezó con John Peel. Su programa en la emisora Radio
1, de la BBC, era una amalgama única y ecléctica de estilos. Entre el
dub, el tecno alemán y el oscuro bluegrass de 78 rpm, el entusiasmo
de Peel por hallar nueva música lo llevó a recibir con los brazos
abiertos aquella nueva escena floreciente del death metal británico,
y grupos como Extreme Noise Terror, Carcass o Napalm Death
sonaron día sí y día también y fueron invitados a tocar en directo en
el programa. Tal repercusión tuvo el espacio de Peel que pronto se
les dio cobertura televisiva y aquello acabó convirtiéndose en el
típico circo mediático que se monta cuando aparecen los grupos pop
más importantes. En cualquier caso, parecía que a los medios les
interesaba (y les gustaba) sinceramente el death metal.
En 1989 Napalm Death salió en el programa para niños de la
BBC What’s that noise?, con Craig Charles. Es muy fácil encontrar el
vídeo en Internet, y es sencillamente adorable. Lee Dorrian y los
demás se quedan pasmados no solo porque la gente se toma en
serio el ruido que hacen, sino porque además lo utilizan para abrir
las mentes de los niños y enseñarles que hay distintos tipos de
expresiones musicales. Y eso pasó el mismo año que Bill Steer, de
Napalm Death, apareció en la tele junto a Craig Charles en una
situación televisiva distinta, esta vez con su compañero en Carcass
Jeff Walker. En un episodio de la serie Enano Rojo interpretan al
grupo de Dave Lister, Smeg and the Heads. ¡Una banda
experimental, prácticamente ambient, que poco tiene que ver con el
sonido goregrind de Carcass![187] La BBC perdió un poco la cabeza
por el heavy metal en 1989. La serie documental Arena produjo una
película un tanto peculiar sobre el heavy metal en general, en la que
salía otra vez Bill Steer, esta vez en un dormitorio con el bajista
Shane Embury, y hablaban como dos entrañables adolescentes
sabelotodo sobre los grupos más rápidos del panorama.
El seguimiento que los medios de comunicación hicieron del
death metal y del grindcore no solo fue algo inédito, sino que no ha
vuelto a repetirse desde entonces. El death metal se volvió
mainstream, los principales sellos metieron baza y se les dio una
cobertura general. Y, para ponerle la guinda al pastel, en 1994
Cannibal Corpse apareció en la película de Jim Carrey Ace Ventura,
un detective diferente. Carrey era muy fan del death metal y su
aparición en la película fue una petición personal. El death metal
empezaba a salirse de madre.
En la actualidad, el death metal es tan conocido que parece que
todo el mundo sepa algo del subgénero más heavy del heavy metal;
[188] de esa música de indescifrable voz gutural e imaginario de

película de terror extremo. Sí, la que tiene esos logos ilegibles y el


brutal blast-beat de la batería. Ha pasado a formar parte de la
conciencia colectiva de la cultura popular. Como término, el death
metal resulta ahora tan familiar que se usa por doquier sin contexto
y para referirse a otros subgéneros erróneos. Su radicalidad bien
definida y contenida se ha convertido en un meme, en una etiqueta
comodín para la música heavy. Cuando quiero hablar de música
extrema en el escenario con fines humorísticos, no hablo de
grindcore ni de black metal, sino que recurro a un término que sé
que mi público, predominantemente «civil», reconocerá. Si quiero
hablarle de mi antiguo grupo, SunStarvedDay, a una gente que ha
venido a ver mi monólogo de humor, no le digo que es un grupo de
«metalcore caótico parecido a KISS It Goodbye, a la primera época
de Cave In o a Botch»… sino que digo que hacíamos death metal y
punto. Casi es una marca. Una abreviatura lingüística. Si hasta hay
un grupo que se llama Eagles of Death Metal que no hace death
metal. Es para cagarse. El posmodernismo ha despojado de
significado a nuestra cultura. La serpiente se muerde la cola.[189]
El death metal empezó como un intento de hacer la música más
extrema posible. Prometía llevar lo extremo del heavy metal al
extremo. Ser el summum del HEAVY. Y ahora es tan reconocible que
resulta agradablemente familiar. Ha perdido casi por completo su
capacidad de sorprender y conmocionar, ya que la óptica
posmoderna, que lo concibe todo como arte, y la asimilación hípster
de toda la música marginal como algo cool lo ha transformado en un
género seguro y cuantificable. Lo han neutralizado, debilitado y
desactivado.
Igual que los millenials conocen por encima pero entienden las
razones políticas que en los noventa llevaron a mi generación a
protestar por el comercio de pieles, los talleres clandestinos o las
grandes corporaciones y son capaces de regurgitar
contraargumentos prefabricados, el death metal es una parte de
nuestro tejido cultural que nunca volverá a contemplarse como algo
nuevo, único o verdaderamente radical.
Se dice con cinismo y hastío que no hay nada nuevo bajo el sol;
que ya está todo inventado. El fantástico sitio web TV Tropes lo
llama «el tópico de que Seinfeld no es gracioso»:
«No sé por qué todo el mundo habla tanto de Hamlet. Si no es más que
un dicho conocido detrás de otro, unidos por una trama antediluviana».
Chiste popular

Podemos decir sin miedo a equivocarnos que hay programas que casi
todo el mundo ha visto. Cuando se emitieron por primera vez, nos
parecieron fantásticos. Ahora, sin embargo, despiertan una reacción
negativa, contraria al entusiasmo inicial. Al verlos, se nos escapa un «esto
es más viejo que Matusalén» o un «esto está más visto que el tebeo».
¿Cuál es la triste paradoja? Que esos recursos no estaban tan pasados
de moda ni tan vistos cuando se hizo el programa. Pero su legado fue tan
increíble y popular que quedaron asociados para siempre con ese género.
Se dieron por sentado, se copiaron y se repitieron hasta el infinito.
Aunque empezaron siendo algo nuevo, se acabaron convirtiendo en el
statu quo.

Esta omnipresencia, esta sensación de familiaridad (que no surge


de un conocimiento REAL, porque la mayoría de la gente no tiene
discos de death metal y muy pocos han ido a algún concierto) se
debe a la increíble e inusitada cobertura que los medios mainstream
le dieron a este subgénero a finales de los ochenta y a principios de
los noventa. Si hablas con aficionados a la música, y en particular
con gente de cuarenta o de cincuenta años, verás que existe la
sensación de que, como el death metal ya «se ha hecho», no hay
ninguna necesidad de que siga siendo relevante. Como si la
radicalidad del death metal fuera un medio con el que obtener una
meta —¿rebelarse? ¿sorprender?— y no un fin en sí mismo. Esta
sensación de que todo está ya hecho repercute negativamente en el
arte alternativo: «¿Cómo puede ser relevante, impactante o lo que
sea si hasta yo lo conozco?».
Pero esta actitud, esta extraña aceptación del death metal, tuvo
una consecuencia en el metal extremo: su sobreexposición hizo que
dejara de ser algo alternativo y que lo interpretaran y lo consumieran
personas que de metaleras tenían bien poco. El contragolpe era
inevitable. Y llegó de un lugar inesperado en forma de la segunda
ola del black metal.
Pero, entretanto, el death metal seguía evolucionando…
La historia del death metal es la de un género en constante
fragmentación, que se fecunda por polinización cruzada y origina
nuevas cepas de sí mismo.
Una de las características que mejor definen a los creadores de
los subgéneros del heavy metal es el ansia de experimentación y la
negativa a fosilizarse en categorías fácilmente identificables. Los
primeros integrantes de Napalm Death se aburrieron rápidamente
de las limitaciones que les imponía el grindcore una vez que
llevaban cierto tiempo con este género, por lo que algunos se
decantaron por el doom metal (Lee Dorrian con Cathedral) y el metal
industrial (Justin Broadrick con Godflesh). Los pioneros de un sonido
son por lo general inquietos y buscan nuevos retos. Además, suelen
horrorizar a los fans más acérrimos de ciertas partes de sus carreras
al optar por direcciones muy divergentes. Darkthrone, por ejemplo,
ha pasado al menos por cuatro etapas diferentes: una breve fase
death metal; el black metal minimalista, atmosférico y lo-fi de sus
tres siguientes discos; un momento crust punk crossover y ahora es
puro NWOBHM y thrash. A Bathory se le fue la olla. Lo que hace
ahora el de Emperor es una mierda, pero sigue creando. Chuck
Schuldiner pasó de un thrash primario y brutal a hacer movidas
técnicas impolutas.
Y el death metal siguió evolucionando más allá del modelo
forjado a finales de los ochenta. Con el nacimiento de un death
metal más melódico llegó también la división en un nuevo
subgénero: el brutal death metal (o BDM). Como consecuencia
tenemos un ecosistema floreciente de subgéneros de death metal:
el DM melódico, el brutal DM, el DM técnico (igual que el DM, pero
más difícil de tocar), el blackened DM (death metal combinado con
black metal), el death thrash (death metal con estilo thrash), el
deathcore (una versión mucho mucho peor del death metal, con
hardcore del malo y tatuajes en el cuello aunque lleves los brazos
sin tatuar), el deathgrind (dos cosas que suenan bastante parecidas,
mezcladas), el death | doom (un death metal al que le da cosa tanta
muerte).
El death metal nunca volverá a tener la misma popularidad de la
que gozó a principios de los noventa, pero el panorama está en
plena forma: los nuevos grupos añaden constantemente elementos
experimentales y novedosos a la mezcla. Lo que hace que suene
todo fatal. Pero así es como debe ser, amigos. Sería horrible
hacerme viejo y no odiar la música que hacen los jóvenes.
Y me da igual la cantidad de tatuajes que lleven en el cuello y en
las manos: los grupos deathcore no son tan cañeros como Obituary.
¡BLEEEEEEEEEEEEEEERRG!
9
La segunda ola del black metal

Los grupos que se aíslan pueden acabar como el rosario de la


aurora. Solo hay que fijarse en el Partido Conservador británico. O
en las Spice Girls.[190] La teoría psicológica de la «polarización
grupal» sugiere que en los grupos suelen germinar ideas y planes
mucho más extremos de los que surgen de manera espontánea en
el individuo.[191] Las personas exageran sus opiniones y sugerencias
con tal de conseguir la aceptación del grupo. Expresan opiniones
mucho más radicales a las que de verdad mantienen, por una parte
para poner a prueba los límites del grupo y, por la otra, para hacerse
con el favor de los miembros más extremos. De este modo se
distorsiona el consenso percibido, pues los demás integrantes
tenderán también a radicalizar sus ideas. Como consecuencia de
este fenómeno, los grupos suelen asumir más riesgos. Se ha
recurrido a esta teoría para explicar los actos de terrorismo, la
violencia pandillera e incluso el Holocausto.
El grupo de adolescentes que formaba el núcleo —conocidos
como el Inner circle— de la escena black metal noruega cortó todo
vínculo con la sociedad convencional y compitió entre sí por ver
quién era más malvado y siniestro o estaba peor de lo suyo. Lo que
ellos entendían por black metal era algo que ni por asomo se
parecía al divertido hedonismo de Venom. La mejor expresión de
esta actitud era el lema del sello discográfico de Euronymous, Death
Like Silence: «No mosh, no fun, no core». El grupo de blackened
thrash[192] Nifelheim echó a un guitarrista por tener novia.[193]
A principios de los noventa, la polarización grupal en la escena
del black metal causó incendios provocados y asesinatos. Empezó
como un rechazo a la estética y a la actitud del death metal,[194] una
escena que ya no resultaba atractiva porque tenía éxito entre los
chulitos del instituto y había perdido severidad. Para los grupos de
death metal, la temática era una especie de disfraz que podían
quitarse en cualquier momento, mientras que los adustos noruegos
estaban obsesionados de verdad con la muerte. «No entiendo por
qué los grupos de death metal no quieren matar a nadie», soltó Varg
Vikernes, alguien de quien no se puede decir que no fuera
coherente con sus palabras. Aquello se convirtió en una competición
casi cómica por ver quién la liaba más gorda para representar una
idea del mal.
Paradójicamente, todo esto sucedió después de que un tipo de
heavy mucho más inocente e inocuo fuera objeto de una ridícula
reacción de violencia e ira. El imaginario de baratillo de Ozzy
Osbourne y los temas de fantasía de Judas Priest se investigaron,
prohibieron, combatieron y llevaron ante los tribunales.
Puede ser que la exageración de las maldades del heavy metal
llevada a cabo por los tabloides hiciera que la gente se esforzara
más que nunca por hacerlas realidad.
El death metal había sondeado las profundidades en busca de
imágenes horripilantes. Pero los grupos solían estar integrados por
chavales limpios y aseados de los barrios residenciales. Había un
desajuste entre los temas de sus canciones y el estilo de vida que
llevaban los músicos. Y el black metal noruego dio respuesta a ello.
Pedía un compromiso total.
El descenso noruego a la oscuridad empezó con un grupo
llamado Mayhem, el proyecto personal del guitarrista Øystein
Aarseth, conocido más tarde como «Euronymous». Iniciaron su
andadura como un grupo de metal extremo primitivo, versionando a
Venom y a Celtic Frost. A través de boletines y fanzines, pronto se
ganaron la fama de revolucionarios y extremos incluso antes de
grabar nada. Su primera maqueta, Pure Fucking Armageddon —que
salió el mismo año que el Reign in Blood de Slayer pero en un
planeta distinto— es inescuchable, incluso para los estándares del
black metal. El siguiente disco, Deathcrush, es más atrevido y
característico. En la carátula aparecen las manos cercenadas de un
ladrón de Costa de Marfil; una imagen sorprendentemente cruda
para la época y más propia de un lanzamiento de crust punk.
Después de una extraña pieza electrónica con tambor (creada por
un músico distinto, Conrad Schnitzler),[195] las canciones son
heavies, pegadizas y demoledoras. Los temas, ya sin la precaria
producción de nivel «sub-Hellhammer» que había lastrado su
primera maqueta, son el modelo del sonido de la segunda ola del
black metal, si bien mantienen influencias más eclécticas
procedentes del punk, del thrash y del proto-death metal.
La incorporación de Per Yngve Ohlin, «Dead» para los amigos,
como cantante marcó un punto de inflexión para Mayhem y para
toda la escena alternativa del black metal noruego. Grabó dos temas
de estudio y tocó en el increíble Live in Leipzig, que vendría a ser el
equivalente del Live at Leeds de los Who en el black metal.
Obsesionado con la muerte y muy dado a prácticas extrañas como
coleccionar animales muertos y oler sus cadáveres en
descomposición entre pista y pista,[196] Dead culminó su oscura
trayectoria suicidándose. Se voló la tapa de los sesos con una
escopeta después de haberse rajado las venas y el cuello (por si
acaso). Dejó una nota:
Perdón por la sangre, pero me he rajado las venas y el cuello. Quería
morirme en el bosque y que pasaran algunos días antes de que me
encontraran. Pertenezco al bosque, siempre ha sido así. De todos modos
nadie entenderá por qué lo hago. Diré a modo de explicación que no soy
humano, que esto es solo un sueño y que pronto me despertaré. Hace
demasiado frío y la sangre no deja de coagularse, y mi cuchillo nuevo no
está afilado. Si no consigo matarme con el cuchillo, me pegaré un tiro en
la cabeza y sacaré toda la mierda que llevo dentro. No sé. He dejado
todas mis letras cerca de «Let the good times roll», con el resto del
dinero. Quien lo encuentre que se lo quede. Como despedida dejo la letra
de Life Eternal. Haced lo que os dé la gana con ella. / Pelle.

Euronymous encontró el cuerpo. Había sangre de Ohlin por todas


partes y el cerebro se le había salido del cráneo. Antes de llamar a
la policía, Euronymous fue a una droguería, compró una cámara
desechable, reorganizó la escena para que resultara más fotogénica
y tomó varias fotografías. Una de ellas acabó en la portada de un
disco en directo semioficial de Mayhem, Dawn of the Black Hearts.
Recogió varios trozos del cráneo hecho añicos de Dead e hizo
varios collares, que distribuyó entre los más íntimos.
Euronymous tenía un talento increíble para la autopromoción y la
construcción de mitos. Se aprovechó de la muerte de Dead y lanzó
un comunicado en el que afirmaba que este se había suicidado
porque el death metal se había vuelto comercial y convertido en una
moda. Sus compañeros del grupo, lejos de aceptar su
comportamiento, quedaron estupefactos por su frialdad.
Necrobutcher dijo a The Guardian: «Øystein me llamó al día
siguiente… y me dijo: “¡Dead ha hecho algo genial! ¡Se ha
suicidado!”. Yo pensé que se le había ido la olla. “¿Cómo que algo
genial?”, y me contestó: “Tranqui, tengo fotos de todo”. Yo estaba
conmocionado y apenado, y él solo pensaba en cómo sacarle rédito.
De modo que le solté: “Ni se te ocurra volver a llamarme en tu puta
vida hasta que destruyas esas fotos”».
Euronymous usó el suicidio de Dead para potenciar la imagen
«maligna» de Mayhem. Pero cuando la estrategia dio resultado y
Mayhem por fin alcanzaba el éxito con un disco, Euronymous ya
estaba muerto. Había puesto en marcha una serie de
acontecimientos que desembocarían en su propio asesinato.

Los metaleros son gente contradictoria. Por una parte, el heavy


metal es una manifestación musical totalmente democrática, abierta
y popular que en ocasiones ha llegado a operar al nivel de la música
pop. Iron Maiden, Motörhead y Diamond Head solían aparecer en la
revista pop juvenil Smash hits. Ve a cualquier bolo importante de
heavy y te encontrarás con seguidores melenudos con chaqueta
tejana y parches (como yo) y también con fans de pelo corto que
llevan ropa aburrida y solo viven el heavy los fines de semana
(como tú, pringado). Para ser jeviata no tienes que ir vestido así de
pies a cabeza. Solo tiene que gustarte la música y ya eres uno más.
Ahora compara esto con la música gótica, en la que solo importa el
uniforme que lleves.
La otra cara de la política democrática de puertas abiertas del
heavy metal es nuestra oposición acérrima a lo que ahora se conoce
como apropiación cultural. Lo resumo: si no te gusta el heavy, por
favor, no te vistas como si te gustara. ¿A que parece obvio? A mí no
me gusta el reggae, así que sería raro que me pusiera una camiseta
de Bob Marley. Creo que Coldplay son lo peor, de modo que no me
compraré un parche para cosérmelo en la chupa. No me gustan los
programas de cocina de la tele, así que sería bastante raro que
escribiera MASTERCHEF con tachuelas en el dorso de mi chaqueta.
[197]
Y, sin embargo, una y otra vez vemos ejemplos de gente que se
pone camisetas de grupos heavies a los que ni conoce demasiado
ni tampoco escucha. Somos testigos de cómo la moda se adueña
de las señas del heavy metal —la ropa, los diseños—. TopShop
vende camisetas de Slayer y no solo las compran los metaleros.
Ahora bien, parece que no a todo el mundo le disgusta. Rob
Halford, de Judas Priest, dice que le alegra ver a gente que no es
seguidora del grupo con camisetas de los Priest porque demuestra
que la iconografía del heavy mola un montón y supera fronteras. Se
equivoca. Lo que dice es una gilipollez y ahora os explicaré por qué.
Número uno: bastantes metaleros se identifican con esta filosofía
de vida precisamente porque se aleja de lo mainstream y ellos
siempre han sentido que vivían al margen de la sociedad
convencional. Para ellos, el heavy metal es un lugar en el que
refugiarse del mundo de mierda en el que vivimos.
Número dos: ser jeviata puede marginarte bastante. Me han
intentado pegar, me han gritado, se han reído de mí y me han dicho
de todo por ser metalero. Me importa un carajo y no me quejo. Sé
que el heavy es lo mejor del mundo y soy inmune. Da lo mismo.
Pero cuando la sociedad convencional se apropia de lo nuestro
porque «mola» me toca muchísimo los cojones.
Otra cosa que me molesta hasta el infinito es esa peña que
adopta los rasgos de una cultura marginal, como el pelo teñido de
colorines, los piercings y los tatuajes, y que luego se queja de que la
traten de manera diferente precisamente por eso. «Qué lástima,
tengo tatuada una calavera en el cuello y no consigo trabajo en una
oficina». ¡BIEN, JODER! ¡Es que si llevas tatuada una calavera en el
cuello no deberías querer trabajar en una oficina! No puedes
adoptar señas talegueras y luego querer formar parte de la sociedad
convencional.
El heavy metal tiene una relevancia cultural precisamente porque
rechaza lo convencional. Y por eso mismo la sociedad convencional
lo adopta. Yo nunca he creído que el heavy «molara»; lo que sentí
es que me hablaba. Me atraía. No soy metalero porque quiera ser
un marginado. Lo soy porque quiero formar parte de algo, y siento
que mi lugar no está en la sociedad convencional.
Número tres: la gente a la que no le gusta el heavy tiene el resto
de la cultura a su disposición. Y básicamente, los jevis solo tenemos
el heavy. Es como si el propietario de un hotel gigantesco te
preguntara si puede dormir en tu cama. «¡Oye, que es mía! ¡Tú
tienes todo lo demás!»
La escena del black metal noruego dio voz a esta sensación. El
death metal era supuestamente un arte que iba por libre, un
movimiento contracultural y no solo una subcultura. Pero el
mainstream se adueñó de él y pasó a ser propiedad de cualquier
idiota borrachuzo que lo quisiera. Ya no era nuestro. Era de ellos.
La segunda ola del black metal fue una reacción. Una reacción
que creó algunos de los mejores temas de la historia.

Provenientes de Oslo, los Darkthrone sacaron su primer álbum en


1991. Soulside Journey es un logrado disco de death metal técnico
al estilo del DM sueco. El siguiente álbum constituye uno de los
cambios de registro más brutales jamás visto.[198] A Blaze in the
Northern Sky es el primer lanzamiento de un álbum de black metal
noruego.[199] Es un discazo. En la carátula, en sombrío blanco y
negro, aparece su guitarrista, Zephyrous, con la cara oscurecida por
el maquillaje cadavérico, como si fuera una bruja volando en mitad
de la noche. Era totalmente lo contrario a lo que hacían los grupos
de death metal, con sus coloristas carátulas. El sonido es tan parco
que casi parece que vaya a desaparecer.
El primer tema, «Kathaarian Life Code», tiene un inicio
atmosférico y alienante. Se oye un zumbido grave, un cántico casi
monacal en plena reverberación y una segunda voz áspera y
regurgitante… Las palabras resultan incomprensibles hasta que se
oye: «We are… a blaze… in the Northern… sky». Y entonces la
canción se encabrita y se pone en marcha: se oye el incansable
blast beat de la batería y las ásperas guitarras lo-fi suenan como
una desbrozadora que pasa por encima de una alambrada, retumba
una risotada demoníaca… y un riff reconocible toma tierra antes de
que arranque un solo demencial a lo Slayer.
Luego el ritmo se frena y te golpea dentro… La influencia de
Hellhammer y de Bathory es obvia. El dinamismo es una pasada.
Joder, cómo me gusta esta canción.
La voz de Nocturno Culto suele ser profunda, pero no se parece
a los gruñidos guturales del death metal. Son alaridos que te
traspasan. Es abrasiva. El efecto resulta increíblemente crudo y frío.
Es casi hostil para el oyente. Es un sonido totalmente opuesto al
death metal que estaba de moda y que lanzaban todos los sellos.
Mientras que los grupos de este género se pasaban semanas
perfeccionando un sonido elaborado, rotundo, bien definido y
matizado, A Blaze in the Northern Sky carece de profundidad y
matices. Hasta tal punto que el sello se negó inicialmente a sacarlo,
diciendo que era «flojo». Es de todo menos eso. El disco supuso el
principio de una nueva redefinición del heavy. El lenguaje del metal
extremo se estaba reescribiendo.
Fue el primero de los tres discos clásicos indiscutibles de black
metal que hizo Darkthrone. El siguiente, Under a Funeral Moon, es
todavía mejor; más atmosférico, más black y menos death metal. Y
luego está Transylvanian Hunger, que ya lo acaba de petar del todo
de lo brutal que es. Fue Fenriz, el batería, quien grabó todas las
guitarras y baterías de esta tercera obra maestra y después se las
envió al guitarrista y vocalista habitual, Nocturno Culto, para que
grabara la voz. El sonido es un zumbido constante, casi ambient, en
el que escasean los riffs.
Aunque no se vieron implicados en los sucesos violentos de
1992, no están exentos de polémica. La nota de prensa de
Transylvanian Hunger iba acompañada del siguiente comentario
estúpido y cerril: «Nos gustaría declarar que Transylvanian Hunger
está por encima de cualquier crítica. Si alguien intenta decir algo
malo de este elepé, será tratado con condescendencia por
reaccionar como un judío». Intentaron arreglarlo de modo muy poco
convincente —y sin disculparse— diciendo que en el argot noruego,
judío significa «idiota». Ajá. Vale. Pero la frase NORWEGIAN ARYAN
BLACK METAL[200] en la contraportada del disco fue como echar
gasolina a una iglesia en llamas. El lanzamiento del siguiente álbum
fue acompañado de un comunicado donde se afirmaba que
Darkthrone NO era un grupo nazi.
Como los excelentes pioneros musicales que eran, los
Darkthrone tenían interés por trascender el marco musical del black
metal que ellos mismos habían creado, y en sus discos posteriores
se aprecia la influencia del crust punk, de la NWOBHM o del épico
power metal. Con la posible excepción de su maqueta Goatlord,
creo humildemente que Darkthrone no ha dado ningún paso en falso
—en el plano musical— y que es el mejor grupo de black metal de
toda la historia.
El año 1992 fue testigo del lanzamiento del álbum homónimo del
polémico grupo Burzum. Si pensabas que ser fan de Metallica era
complicado, permíteme que te presente el embrollo moral que
supone «disfrutar de música hecha por un asesino de verdad». La
cantidad de contradicciones que despierta el proyecto en solitario de
Count Grishnakh —Varg Vikernes para los amigos— es un movidón
de la hostia.
Después de grabar cuatro álbumes impecables, crudos y
atmosféricos de black metal a principios de los noventa, Varg se
falló a sí mismo y al mundo en general siendo un racista de mierda y
asesinando a Euronymous. Y es una verdadera lástima, porque su
música era UNA PASADA.
La competitividad de la escena del black metal noruego que
acentuó la radicalidad de su comportamiento extremo también
propició que estallara su creatividad. Obsesionado por el rol en vivo
y por la obra de J. R. R. Tolkien, Vikernes ansiaba sentirse
aceptado, aunque se esforzara por conseguirlo con un
comportamiento inadmisible. Su producción anterior a la entrada en
prisión es de escucha obligada para cualquier fan del black metal;
es increíblemente atmosférica, inventiva y original. Creó una
cantidad impresionante de material de altísima calidad en un
espacio de tiempo asombrosamente corto. Aprovechando su
condición de artista en solitario, grabó cuatro álbumes en quince
meses. En ellos se evocan paisajes helados y un medievo mítico, y
el estilo va del black metal más furibundo y demoledor a los temas
atmosféricos y ambient. Vendría a ser como Juego de tronos pero
sin todo el rollo sexista.
En 1992, una serie de iglesias noruegas fueron incendiadas. El
Inner circle del black metal noruego no tardó demasiado en revelar
su implicación en estos sucesos. Los ataques eran parte de una
competición por ver quién era más y quién la liaba más gorda. Por
eso era necesario atribuirse el mérito.
El principal motivo que se alegó para justificar la quema de
iglesias fue que estas se erigían sobre antiguos emplazamientos
paganos. En realidad esto es muy habitual: se cree que la catedral
de San Pablo de Londres se erige sobre un templo romano
dedicado a Diana porque san Pablo simbolizaba la oposición al culto
a Diana por sus protestas recogidas en la Biblia.[201] El cristianismo
floreció en Europa porque absorbió las religiones locales, como si
fuera un Borg de Star Trek. El violento derrocamiento de las
creencias y prácticas indígenas era mucho menos efectivo que
decir: «Vale, aceptamos vuestro festín de invierno si vosotros fingís
que es la fiesta de cumpleaños de “Jesús”. ¿Os hace?».
El segundo factor importante que propició estos incendios fue
que las iglesias noruegas están hechas de madera.[202] Pero ¿esto
qué coño es: un cuento de hadas?[203] Ni que lo estuvieran
deseando.
La consecuencia de aquellos incendios intencionados fue que
todos los cristianos noruegos se dieron cuenta de que se habían
equivocado de cabo a rabo y abandonaron sus creencias influidos
por las opiniones de unos adolescentes solitarios. Empaquetaron
sus iglesias y sus Biblias y las guardaron para siempre. Y nunca
más nadie fue cristiano.
Es una broma, claro. Las iglesias salieron fortalecidas. Se
recaudaron fondos para reconstruirlas, la asistencia a misa se
disparó y el cristianismo renació. Pero también lo hizo el black
metal. La quema de las iglesias se convirtió en un acto simbólico:
era una antorcha que guiaba el sentimiento anticristiano del mundo.
Erik Danielsson, de Watain, la banda sueca satanista teísta[204] de
black metal, tiene una impresión espiritual más sombría sobre la
quema de iglesias: «No acabaron con el cristianismo, sino con lo
poco de él que les quedaba en su interior». La quema de iglesias se
ha convertido en el símbolo más emblemático del black metal
noruego —mucho más que los asesinatos— y de la segunda ola del
movimiento.
Varg alardeaba hasta tal punto de su implicación en el asunto
que incluso sacó un (excelente) EP llamado Aske («cenizas» en
noruego), en cuya carátula aparecía una iglesia quemada y que iba
acompañado de un mechero promocional.
El 10 de agosto de 1993, Varg mató a Euronymous de veintisiete
puñaladas y tiró su ropa empapada de sangre en un lago cercano.
Lo detuvieron poco después y cumplió trece de los veintiún años de
la condena. No ha manifestado remordimiento alguno por matar a
un hombre al que consideraba su enemigo. La cárcel, no obstante,
ha hecho mella en su talento musical. No ha sacado ni un disco que
valga la pena desde que entró.
Como si ser un asesino no fuera ya lo bastante malo, Varg
propugna un ideario ultraderechista y abiertamente racista. Por
suerte, esa ideología no ha infectado su música. Podría decirse que
pasa lo mismo con el escritor de ciencia ficción H. P. Lovecraft o con
el humorista Jim Davidson. Con la diferencia de que Jim Davidson lo
hace de puta pena.
Si Vikernes fuera un líder inteligente y carismático, podría
convertirse en una amenaza. Nada más lejos de la realidad. La
policía francesa lo ha detenido una y otra vez amparándose en la ley
antiterrorista, y se ha convertido en un hazmerreír sin talento que
elucubra ridículas teorías conspiranoicas. Ha escrito un libro sobre
su «saber» sobre la mitología escandinava y es tan ridículo que te
partes de la risa.
Como racista, Varg no está solo en el black metal. La extrema
derecha siempre ha buscado vínculos con la música; antes ya había
tanteado a las subculturas skinhead, punk y folk. El black metal
parece una elección bastante obvia: es elitista, misántropa,
beligerante, ofensiva y no podría alejarse más de la diplomacia ni de
la amabilidad innecesarias.
Esta misantropía ha permitido que prosperen las ideologías
ultraderechistas y racistas. Es un estrato que atraviesa todo el
movimiento y se inicia con el coqueteo de Emperor en sus inicios
con la iconografía nazi. Su uso en sus primeros y crudos collages
fotográficos parece inspirado en los primeros punkis, que usaban
esta iconografía como un simple acto de rebeldía para tocarle las
pelotas a la gente. Siouxie Sioux, de Siouxie and the Banshees, se
ponía brazaletes con esvásticas y Johnny Rotten de los Sex Pistols
llevaba una camiseta con una esvástica, una cruz invertida y la
palabra DESTROY. Era un acto de rebeldía contra el poder
establecido, especialmente contra la generación de la segunda
guerra mundial, que eran los que seguían detentando el poder en
aquel momento. El black metal quería explorar la oscuridad del ser
humano y, sin duda, el nazismo es un excelente lugar en el que
encontrarla. Como grupo, Emperor dejó de buscar rápidamente el
escándalo fácil de esta manera, aunque el guitarrista Samoth
formaría más tarde la banda de death metal Zyklon, cuyo nombre
viene del gas utilizado en los campos de exterminio nazis.
Muchos grupos de black metal han abrazado las ideas de la
ultraderecha, desde los comentarios abiertamente antifeministas y
homófobos de Phil McSorley, de Cobalt, sobre otros grupos
abiertamente de izquierdas y mentalidad progresista (lo echaron del
grupo por ello), a la organización de reuniones explícitamente
fascistas por parte de grupos como los franceses Peste Noire. Y me
jode muchísimo lo de Peste Noire porque me encantaba su música y
la imagen incómoda que cultivaban ha acabado mutando en algo
que odio a muerte.
Y luego está el movimiento ultraderechista radical NSBM o
National Socialist Black Metal.[205] Resulta bastante tranquilizador
que lo hagan de puta pena. Parece que la ultraderecha y el talento
musical nulo suelen ir de la mano.
Gran parte del NSBM viene de la Europa del Este. De hecho, se
suele utilizar la expresión música de Europa del Este para describir
a estas bandas. Si bien corren rumores sobre algunas de ellas,
como el grupo polaco Drukh, otros, como Graveland, son
abiertamente supremacistas. La gente aparece con parches de
white power hasta en sus bolos londinenses.
Una desafortunada reacción a esta tendencia del black metal es
la campaña bastante fanática y a menudo imbécil por parte de
algunos grupos antifascistas para que se cancelen conciertos de
grupos que, a su entender, tienen inclinaciones fascistas, a menudo
no investigadas ni verificadas. Esto ha llevado a algunos errores de
bulto como la cancelación de un concierto de Marduk en Estados
Unidos. Sí, los nazis aparecen en sus letras pero ideológicamente
tienen tanto de fascistas como mi abuela (huy, probablemente este
no sea un buen ejemplo). En resumen, el caso es que no son más
fascistas que los creadores del documental Los nazis, un aviso de la
historia.
Por suerte, la otra cara de esta moneda mola bastante: la
existencia de grupos como Iskra y Panopticon, que beben del
anarquismo y del crust punk para hacer una música muchísimo
mejor que la inmensa mayoría del NSBM. Panopticon, en concreto,
habla de temas como los sindicatos mineros y la ecología y te saca
unas canciones cojonudas.
Dejando a un lado la ideología nazi, lo peor de Varg es algo que
nunca ha aparecido en letra impresa. Es un asesino, sí. Es un
supremacista blanco, también verdad. Pero hay algo que es mucho
peor. Lleva camisetas de grupos a los que no escucha.
No me importa acusar a alguien de racismo sin tener ninguna
prueba, pero decir de alguien que lleva camisetas de grupos a los
que no escucha no es algo que se haga a la ligera. Es lo peor que
puede hacer un metalero.
Varg aparece en muchas, muchísimas fotos con una camiseta en
la que sale la carátula de Black Metal, de Venom. Búscalo en
Google. Ya verás qué rápido lo encuentras. Pues va y dice en su
página web:
Igual que nunca he escuchado a Venom, tampoco he leído La Biblia
satánica ni ningún otro libro de La Vey.

Y sigue…
Hablé de los Venom y dije que nunca había oído nada de ellos. De hecho,
el único que los escuchaba en la escena del black metal noruego era
Aarseth [Euronymous]. Los demás los odiaban o no sabían ni quiénes
eran […]. Que yo llevara una camiseta de Venom no cambia nada de
esto. Lo hacía porque ponía BLACK METAL, no por nada más. (Extraído de
la página web de Varg)

Será gilipollas.
Así pues, la pregunta, Andrew, es: ¿cómo puedes justificar que
escuchas los temas de un supremacista blanco que además es un
asesino? A lo que respondo en pocas palabras: «Con una
incomodidad cada vez mayor». No suelo darles demasiada
importancia a las ideas políticas de los músicos que me gustan. No
hay casi ningún grupo bueno que represente las mías. Si solo
escuchara a aquellas bandas con cuyas ideas comulgara, solo
podría ponerme a Panopticon, a Catharsis y a todos los grupos
anarco-crust. La cosa se reduciría bastante para mí. Muchos
músicos metaleros tienen ideas conservadoras. Bruce Dickinson
vota tory. A James Hetfield le chiflan las armas. Si hacemos caso de
lo que dice la canción Dittohead, al parecer los Slayer creen que
necesitamos un gobierno fuerte con mano de hierro. Si Burzum se
metiera en temas políticos, entonces la cosa cambiaría. Por suerte,
su música es apolítica. Lo que yo te aconsejaría es que escucharas
los temas, pero sin pagar ni un céntimo. No te estoy proponiendo
que hagas nada ilegal, por supuesto (aunque sería lo más sencillo).
En Noruega surgieron muchas bandas geniales más: Gorgoroth,
Satyricon, Enslaved, Thorns e Immortal, que son ideales para sacar
memes.
Los Immortal se han convertido en el grupo noruego de black
metal más emblemático de todos. Llevan un maquillaje cadavérico
que les hace parecer tejones y tienen un paso cangrejil la mar de
curioso. El videoclip de Call of the Wintermoon es sencillamente
tronchante —aunque esa no era su intención—: grabado a plena luz
del día, muestra al grupo ataviado con capas y sombreros
puntiagudos de brujo, pajareando por un bosque y poniendo caretos
raros. Aunque es imposible tomárselo en serio, ilustra a la
perfección la perspectiva de los noruegos. No quieren «molar». Por
eso no tienen nada que ver con el estilo del death metal a lo MTV,
plagado de riffs y pantalones de surfista. Los Immortal han sacado
ocho álbumes increíbles de gélido y mítico black metal, además del
proyecto en solitario Abbath.
En febrero de 1994 publicaron su primer álbum dos de los
grupos de black metal que más éxito tendrían. The Principle of Evil
Made Flesh, de Cradle of Filth, e In the Nightside Eclipse, de
Emperor, están mucho mejor producidos que el crudo black metal de
Darkthrone, Burzum e Immortal. En ambos discos hay teclados y
samples. Su estilo, más tarde descrito como «black metal
sinfónico», es bastante menos alienante y tiene tintes góticos.
Hay algo que caracteriza en especial la concepción del black
metal que tienen los británicos Cradle of Filth y que hizo que fueran
por libre: su rechazo por la violencia sectaria en favor de un estilo
más romántico y gótico, imbuido de la misma conciencia del propio
ridículo que caracterizaba a Venom. Al final acabaron convirtiéndose
en una especie de drag queen de la escena black metal pero, pese
a todo, vendieron una burrada de discos y consiguieron que muchos
se interesaran por la música extrema.
Hoy en día son el blanco de muchas burlas porque han perdido
en cierto modo el oremus musical, pero The Principle of Evil Made
Flesh es fantástico. Además de teclados, samples e increíbles riffs
de guitarra, crudos y apabullantes, hay voces femeninas. Fuerzan
los límites de lo que puede ser el black metal sin destruirlos.
Probablemente por lo que más se conozca a los Cradle es por su
camiseta Vestal Masturbation, en la que aparece una monja
masturbándose en la parte frontal y, detrás, la mítica frase JESUS IS
A CUNT. Han detenido a varias personas solo por llevarla. Es un
clásico.
En el momento de publicación de estos álbumes, la segunda ola
del black metal ya no era un movimiento secreto ni clandestino. La
conocida revista heavy metal Kerrang! había sacado un artículo
sobre Burzum en marzo de 1993, y las quemas de iglesias, los
asesinatos y sus consiguientes arrestos y detenciones le dieron una
repercusión internacional. La escena ya no era un secreto, para
fastidio de los noruegos. Se corrió la voz rápidamente y surgieron
grupos de black metal de la segunda ola por todo el mundo.
Grupos muy dispares de otros países empezaron a converger en
una escena mundial. Marduk y Dissection de Suecia, Beherit de
Finlandia, Rotting Christ de Grecia, Sigh de Japón y Samael de
Suiza competían en brutalidad, atmósfera y originalidad con los
noruegos. A ellos se les unió un maremoto de grupos nuevos que
trabajaban a partir del modelo noruego. Algunos de manera original
y otros sin ella. Muy pronto, el black metal superó al death metal
como el movimiento de metal extremo más importante del mundo. Y
eso no tenía que haber sucedido. Como dice Gaahl, de Gorgoroth |
Trelldom | Wardruna:
«El black metal no tenía que llegar al público.
Lo hacíamos por nuestro puro disfrute».
10
La inflación del género
(muchos cocineros hacen salada la sopa)

El heavy metal se expandió durante los años ochenta y noventa, un


hecho que se notó en su aceptación popular o en su presencia en la
MTV. Se iban incorporando más grupos al sistema provenientes de
la escena alternativa y bandas cada vez más heavies aparecían en
los medios de comunicación convencionales. La revolución del
«háztelo tú mismo» iniciada con el punk tuvo un efecto explosivo
sobre el número de grupos de heavy metal. Al no existir la
necesidad de encontrar sello discográfico para despegar, la escena
metalera alternativa floreció, respaldada por la red de intercambio de
cintas y los conciertos organizados sin intermediarios. Este caudal
de grupos llegó más tarde a sellos especializados en heavy metal
como Earache, Roadrunner, Relapse, Nuclear Blast y Metal Blade,
así como a pequeños sellos que tenían un nicho de mercado
todavía más concreto dentro del género.
Mientras tanto se sucedían una serie de cambios sociales y
económicos que alentaron la creación de nuevos grupos. Después
de la crisis económica de los setenta, que siguió incidiendo en el día
a día de la gente durante la primera mitad de los ochenta (la que iba
a ser la primera gira británica de Metallica con Exciter, en 1984, se
canceló porque no se vendieron suficientes entradas: la gente no
tenía dinero para gastárselo en conciertos), por fin muchos hogares
notaron que sus rentas mejoraban. Esa tendencia continuó hasta la
crisis bancaria de 2008, que nos jodió a todos pero bien menos a los
banqueros causantes de todo, que además le sacaron rédito al
asunto. Por eso las tiendas de música pequeñas e independientes
tienen que cerrar mientras que salen rascacielos y grandes cadenas
comerciales de debajo de las piedras. Dinero, haylo, pero los
metaleros sencillamente no lo ven.
Esta combinación de factores llevó a la creación de un
mogollonazo de grupos y a una gran diversificación que complica
bastante la explicación a partir de ahora. La inflación del género
iniciada a mediados de los ochenta y que pobló el panorama heavy
de subclases como el thrash, el death metal, el black metal o el
grindcore no se ha detenido en ningún momento. En los últimos
años, Internet ha contribuido al debate con servidores enteros
dedicados a discutir si tal o cual grupo pertenece a un estilo o a otro;
grescas semejantes a las que tenían los teólogos medievales para
determinar cuántos ángeles podían bailar en la cabeza de un alfiler.
Sin embargo, los estilos característicos del heavy metal que existen
en la actualidad son lo suficientemente distintos como para que las
categorías resulten útiles.
Hay algunos géneros que no encajan tan claramente en la
cronología black-thrash-death-segunda ola del black metal, cuya
progresión de uno a otro es bastante holgada. Así pues, este es un
capítulo en el que indagaré en otras áreas del heavy para que no te
me pongas nerviosito y me digas que no he hablado de ellas. Ah, y
porque son importantes. Sí, por eso también.

Así como no hay solo una forma de despellejar a un gato, también


hay muchas maneras de ser heavy dentro del heavy metal. El thrash
y el grindcore apuestan por la velocidad. El death metal y el black
metal, por una voz extrema y agresiva. El doom es el ALMA del
heavy. Abro paréntesis: no confundir el género doom con el grupo
crust punk Doom, el videojuego Doom o la canción Doom de los
dibujos animados Invasor Zim).[206] El doom suena como Black
Sabbath puestos de ketamina (cosa que a buen seguro hubiera
pasado si esta hubiera sido más popular en los setenta). Enlaza
directamente con Black Sabbath: utiliza como punto de partida los
riffs lentos y pausados de Tony Iommi y la voz aguda y quejumbrosa
de Ozzy. Se puede decir de manera indiscutible que el grupo
británico Witchfinder Funeral fue el primero en retomar el sonido de
los Sabbath y añadirle un elemento doom con su álbum Death
Penalty, que vio la luz en 1982. Los grupos estadounidenses
siguieron su ejemplo. La banda Trouble, de Aurora (Illinois),[207] se
basó en la influencia católica de Geezer Butler, hasta el punto de
que en cierto momento la tacharon de «white metal», lo que es una
chorrada como una catedral. Su primer álbum, Psalm 9, salió en
1984 y es una preciosidad. La influencia de Black Sabbath es
evidente, pero el sonido de Trouble es más delicado y conmovedor.
Saint Vitus lanzó al mercado su debut homónimo el mismo año y
Pentagram siguió poco después con Relentless, dando forma así a
la santísima trinidad yanqui del doom.
Más tarde, en Estados Unidos, la mezcla del doom con el
hardcore punk dio lugar al «sludge», especialmente en Luisiana:
Eyehategod, Crowbar y el supergrupo Down tuvieron bastante éxito
en los noventa gracias a sus voces ásperas y sus guitarras entre
doom y blues. Además, hubo una retahíla de grupos menos
metaleros que se agruparon bajo la etiqueta de desert rock, como
Kyuss.
Volviendo a los ochenta pero centrándonos ahora en Suecia, los
exitosísimos Candlemass influyeron no solo en los grupos que se
inspiraban directamente en su estilo doom, sino también en la
explosión de death metal sueco. Refiriéndose a su debut en el
conocido programa de radio Rockbox, Daniel Ekeroth afirma en el
magnífico libro Swedish Death Metal:
En ese preciso momento muchos de nosotros decidimos montar un
grupo. Por lo menos, yo lo hice. El legado del metal extremo debía
preservarse. Por eso echamos mano de las guitarras y nos pusimos a
mezclar la velocidad y la energía de Metallica con la gravedad heavy de
Candlemass.

Una gravedad heavy que resulta muy característica. Ese álbum de


debut, Epicas Doomicus Metallicus, de 1986, probablemente tenga
el título más obvio de toda la historia del heavy metal. Es épico,
efectivamente; también es doom y muy metal. Y, además, parece
que el grupo domine el latín, cosa que siempre le da a uno más
empaque. Candlemass disfrutó de un gran éxito y sigue en activo,
aunque ha tenido algún que otro parón y muchos cambios en la
formación. Su segundo cantante, Messiah Marcolin, forma parte de
la sagrada trinidad heavy del pelo encrespado junto con Buzz
Osbourne, de Melvins, y Shane Embury, de Napalm Death.
El revival del doom surgió de una fuente inesperada. La
implacable velocidad y determinación del grindcore parecía
intranquilizar a sus fundadores. Después de Carcass, Bill Steer le
dio la espalda al heavy metal y montó el grupo de blues rock
Firebird. Tras haber compuesto básicamente la mitad del primer
disco de Napalm Death, Scum, Justin Broadrick abandonó el grupo
y se decantó por el esoterismo y la electrónica con Godflesh. Más
pertinente en esta parte del relato es el primer cantante de Napalm
Death, Lee Dorrian, una de las figuras principales a la hora de avivar
el interés por el doom. Se marchó del grupo en 1989 después de
haber tenido sus más y sus menos sobre la dirección que debía
tomar Napalm Death y formó el grupo de doom metal Cathedral,
cuyo álbum The Forces of Equilibrium tuvo un gran éxito de crítica,
para el casi seguro desconcierto de sus seguidores de Napalm
Death. Cathedral apostó por un tiempo por los grandes sellos
discográficos y desde entonces ha tenido una carrera muy variada
que ha durado veinticuatro años. Dorrian también es el fundador del
sello Rise Above Records, que en 1991 lanzó un recopilatorio de
doom metal llamado Dark Passages que relanzó el interés por este
estilo, especialmente en Reino Unido.[208] Cathedral se separó en
2013 y sus integrantes crearon el efímero y acojonantemente
increíble Septic Tank, grupo inspirado en Celtic Frost.
En mi opinión, Warning, de Essex, es el mejor grupo doom de
todos. Su álbum de 2006, Watching from a Distance, incluye la que
probablemente sea la canción más emotiva de todo el heavy metal,
la incomparable «Bridges».
Del norte de Inglaterra surgieron tres bandas muy influyentes
que pasaron del death metal al doom para experimentar más tarde
con un sonido de influencias góticas.
Los «Peaceville Three» (llamados así porque los tres estaban en
el sello Peaceville), Paradise Lost (de Halifax), My Dying Bride (de
Bradford) y Anathema (de Liverpool) empezaron con un sonido muy
heavy que acabó descafeinándose un poco. Anathema está formada
por tres hermanos, dos hermanos más y otro tipo. ¡Qué fraternal
todo! Estos grupos sin duda añoran sus raíces death metal, pues
Nick Holmes, de Paradise Lost, abandera en la actualidad el
supergrupo de death metal Bloodbath y el guitarrista Gregor
Mackintosh hace lo propio con el supergrupo de death metal
Vallenfyre, junto con Hamish Glencross de My Dying Bride.
Si, con fines humorísticos,[209] dividiéramos el mundo en dos
categorías, gótico frente a heavy metal, el género del metal gótico
nos daría bastantes quebraderos de cabeza. Sin embargo, Cradle of
Filth, Type O Negative, los Peaceville Three de los cuales acabamos
de hablar y un millón de grupos finlandeses más siguen siendo una
verdad incómoda. Type O Negative inició su andadura en 1989,
después de la disolución del grupo de crossover thrash de Peter
Steele, Carnivore. Muy conscientes de lo que hacían y más irónicos
que nadie, los Type O lograron el éxito haciendo las cosas a su
manera, cachondeándose de la cultura gótica y, al tiempo,
convirtiéndose en uno de sus mayores exponentes. Su gran éxito
Black No. 1 (Little Miss Scare All) va de un tinte para el pelo y se ha
convertido en un himno gótico.
Cabe destacar llegados a este punto a Marilyn Manson, cuyo
revolucionario álbum Antichrist Superstar mezclaba el gótico con un
género aceptable para muchos metaleros, y a Nine Inch Nails, cuyo
sonido gótico industrial, muy bailable, es un clásico imperecedero en
las discotecas de metal. Y todavía más fronterizo que estos dos es
el grupo teutón por excelencia: Rammstein, cuyos espectáculos
sobre el escenario son de lo mejorcito que he visto jamás.
Todos los géneros del heavy metal se impregnaron de
tendencias góticas. En los noventa surgió la moda de los grupos de
metal gótico con una vocalista femenina guapa de formación clásica,
acompañada de un grupo de tíos con pinta de profes de música y un
vello facial muy pulcro. Este género del heavy metal fue apodado
como la bella y la bestia y suele describirse como metal sinfónico.
Su mayor exponente es el grupo finlandés Nightwish, cuya
otrora[210] vocalista Tarja Turunen era cantante de ópera. Pero, ay, la
acabaron echando. Y se lo dijeron mediante una nota que le
pasaron en medio de uno de sus bolos. Vaya panda de gilipuertas.
El grupo holandés Within Temptation también sigue este patrón, al
igual que los italianos Lacuna Coil o los alemanes Xandria, un grupo
que ha tenido más vocalistas que baterías Spinal Tap. Toda esta
peña son básicamente grupos para gente que se pirra por cuadros
aerografiados de dragones y ángeles. Si alguna vez te has
preguntado quién narices compra esos candelabros góticos que ves
en las tiendas hippies, ahora ya lo sabes.
El power metal empezó con el sonido de Judas Priest y de Iron
Maiden, combinado con el estilo lírico de Ronnie James Dio. Y más
adelante, potenció el elemento hortera A TOPE. Resultado: tuvo un
gran éxito en Alemania, donde no le ponen pegas a eso. Entre los
grupos alemanes de power metal está Helloween, Blind Guardian,
influido por Queen, y Edguy, al que no hay que confundir con
Deadguy, el brutal grupo de hardcore estadounidense. De Suecia
han salido HammerFall y Dragonland,[211] que no deben confundirse
con los británicos DragonForce, a los que entrevisté una vez para la
tele sin tener ni pajolera idea de lo que hacían. Los he visto tres
veces desde entonces y sigo sin tener ni pajolera idea de lo que
hacen. De Estados Unidos son Iced Earth, los fantásticos Manilla
Road y Manowar, que tienen el dudoso honor de ser el grupo heavy
que más en serio se toma a sí mismo. Firmaron con sangre su
contrato discográfico, enseñan pezón siempre que pueden… Son lo
más involuntariamente homoerótico que he visto en toda mi vida. Su
mantra «Death to false metal» (muerte al falso heavy metal) está en
el olimpo de frases gloriosas del género, al lado del «If you are a
false, don’t entry» de Sarcófago. A veces le da a uno la sensación
de que los Manowar no se han dado cuenta de que NO viven en
Conan el Bárbaro.
Hablar de horteradas varias me lleva al folk metal, el subgénero
heavy al que menos le importa el qué dirán (a excepción del metal
pirata, que no necesita definición). A muchos de mis amigos les
gusta de verdad el folk metal. Claro está que a muchos de ellos
también les encantan las películas de El hobbit. Y una cosa guarda
relación con la otra. Como bien adivinas, el folk metal combina los
instrumentos tradicionales con el heavy metal (normalmente, power
metal) con variopinto resultado. Desde un punto de vista técnico, los
incomparables Panopticon, debido a su uso del bluegrass, son un
grupo de folk metal, pero están muy alejados de la idea de ese
género que tiene casi todo el mundo: normalmente nos
imaginaríamos a alguien vestido con pieles y tocando violines y
zanfoñas… Este subgénero nació en Reino Unido con los Skyclad y
fue adoptado después por miles de grupos finlandeses. Amorphis,
Finntroll, Korkpiklaani, Moonsorrow, Ensiferum, Turisas… Hay más
grupos heavies per cápita en Finlandia que en ningún otro país.
Quizá se deba a las importantes subvenciones que el gobierno da a
la música y seguramente a alguna ley secreta que estipula que de
cada hogar debe salir por lo menos un grupo de folk metal o bien
lanzarán a todos sus vástagos al mar. Es todo muy animado y tal,
pero no es de mi estilo. Y —lo admito— me pasa lo mismo que
cuando quedo con amigos gais con mucha pluma: casi me molesta
no seguirles el rollo porque siempre parece que SE LO ESTÉN
PASANDO PIPA.
11
El grunge y el groove metal:
llegan los noventa

La tradición dice que el punk fue el único responsable de la muerte


del rock progresivo a finales de los setenta. Es una opinión muy
extendida. En realidad, el punk fue un fenómeno demasiado efímero
como para poder reemplazar nada, y la mayoría de los grupos
progresivos de los setenta ya estaba en proceso de extinción
cuando el punk se convirtió en un movimiento de escala nacional.
Quince años más tarde, a principios de los noventa, hubo algo que
sí tuvo un impacto mucho mayor en el rock. Y fue un cambio mucho
más positivo.
En 1990, a punto de entrar en la década final del siglo XX, el
glam metal parecía intocable. Dominaban la MTV desde el Shout at
the Devil de Mötley Crüe y nuevos grupos como Guns N’ Roses
hacían que siguiera en primera posición. Y entonces una nueva
escena surgió en Seattle y, de la noche a la mañana, el maquillaje
se desvaneció y los Warrant se quedaron sin mercado.
El grunge supuso un punto de inflexión. Casi de inmediato se
produjo un cambio en la música popular. Este nuevo movimiento era
tan natural y auténtico que hizo que el glam les pareciera ridículo
incluso a sus propios seguidores, a los cuales se les cayó la venda
de los ojos. El emperador iba desnudo. El glam era una puta mierda.
«Oye, pues ahora que lo dices, tienes toda la razón. Qué idiotas
hemos sido.»
Aunque el grunge se hizo rápidamente omnipresente, no
apareció de la nada. Lejos de ser una mera reacción contra la
bazofia que era el glam, surgió de manera espontánea. En una
época en que el panorama musical general estaba dominado por un
consumo desaforado y exhibicionista muy en la onda de la política
de Reagan, con videoclips que parecían anuncios, hombreras,
peinados imposibles y canciones espantosas y vacías sobre el
consumo de cocaína, existía un universo paralelo en el que estos
valores eran totalmente opuestos.
Se puede trazar una línea directa que va de la explosión del
grunge a la escena hardcore punk alternativa de principios de los
ochenta. Grupos como Nirvana, Soundgarden, Pearl Jam o
Smashing Pumpkins surgieron de una escena musical basada en el
«háztelo tú mismo» y creada previamente por Black Flag y sus
colegas. Esta era una escena alternativa que gozaba de muy buena
salud y retomaba la idea de que no pasaba nada por no ser
comercial o no tener éxito, propia de la escena punk de principios de
los ochenta (que a mediados de esa década se había vuelto violenta
y corta de miras).
Como pasa con casi todos los géneros, la mayoría de los
pioneros e inventores del hardcore dejaron atrás el influyente sonido
que habían creado en busca de algo completamente nuevo y
distinto.[212] Tras de sí dejaron imitadores que controlaban una
escena que seguía exactamente las mismas reglas que antes se
criticaban. El panorama se llenó de grupos idénticos y el público se
nutría cada vez más de gente que se sentía atraída por la
reputación agresiva del punk.
Como una especie de reacción a esa situación, los grupos
empezaron a rechazar ciertos elementos homogeneizadores del
aspecto y del sonido punk. Rites of Spring es uno de los primeros
ejemplos: surgidos de la escena hardcore de Washington DC,
tomaron la ira y la fuerza del género y la convirtieron en una música
introspectiva, sensible y frágil, todo ello sin perder su contundencia.
Poco a poco, esta rama del hardcore evolucionó hasta convertirse
en «rock alternativo» con ayuda de grupos como Hüsker Dü y los
Minutemen, que reventaron los corsés del punk y experimentaron
con sonidos más melódicos y experimentales, así como con música
anterior que el punk rechazaba. Grant Hart, de Hüsker Dü, resumía
esta actitud en el libro Our Band Could be Your Life, diciendo:
«¿Sabes eso típico que se dice de que hay que destruir lo viejo para
dejarle sitio a lo nuevo? Bueno, pues la música no es igual que la
planificación urbanística».
Fue esta floreciente escena de rock alternativo, que seguía
operando fuera del radar del mainstream, la que se ramificó en el
movimiento grunge y dio lugar a un conglomerado de grupos en
Seattle, Washington (el estado, no la ciudad. Son sitios distintos y
están como a 8000 km de distancia. Pero eres inteligente y ya lo
sabías, ¿a que sí?).
Dos recopilatorios le dieron coherencia a un conjunto de bandas
bastante dispar. El primero, Deep Six, de 1985, contaba con Green
River (algunos de cuyos miembros acabarían montando Pearl Jam),
Melvins y Soundgarden. El año siguiente llegó Sub Pop 100, del
sello Sub Pop. Esta discográfica contrató a grupos tan importantes
en el grunge como Mudhoney, Nirvana o Soundgarden y creó una
escena localizada. Del mismo modo que Metal Blade de Brian
Slagel, que le dio a Metallica la oportunidad de grabar por primera
vez, este otro recopilatorio surgió de un fanzine y llevó a la creación
de un sello en toda regla. El segundo recopilatorio de Sub Pop, Sub
Pop 200, de 1988, es un microcosmos de la escena inicial del
grunge: Nirvana, Soundgarden, Mudhoney, Screaming Trees y
Green River.
Geográficamente aislados de los circuitos típicos de las giras, los
grupos de Seattle entendían la música como algo con lo que
pasárselo bien y desarrollaron un sonido característico en el que
fusionaban influencias del punk, el heavy metal y el rock clásico de
los setenta. Por lo que se refiere a su aspecto, el grunge apostaba
por la simplicidad y pasaba totalmente de la imagen[213] y de los
adornos. Tras la artificialidad del glam, el grunge parecía algo
«real». La ropa de segunda mano y las guitarras compradas en
casas de empeños reemplazaron el maquillaje, las «chaquetas de
triunfador»[214] y los grandes escenarios. Mientras que el glam
valoraba el artificio y el exhibicionismo, el grunge valoraba la
autenticidad por encima de todo lo demás.[215]
El grunge pasó de ser un movimiento local con un éxito relativo y
algunos grupos de renombre a un fenómeno de escala mundial en
1991 gracias al lanzamiento del celebérrimo álbum de Nirvana,
Nevermind, y a su sencillo «Smells Like Teen Spirit», prácticamente
omnipresente en los medios durante el año siguiente a la
publicación del disco. Este hecho, combinado con la constante
emisión en antena de los sencillos del Black Album de Metallica,
hizo que la música basada en guitarras potentes alcanzara una
popularidad jamás vista.
Nirvana era la vanguardia y, siguiendo su estela, llegó un
maremoto de grupos de rock alternativo que barrió completamente
el panorama musical: Soundgarden, Smashing Pumpkins, Pearl
Jam, Jane’s Addiction, Red Hot Chili Peppers, Mudhoney…
El contraste entre el modo de entender la música de esta nueva
ola de grupos de rock alternativo y el de los gilipollas del glam no
podía ser más evidente. La arrogancia y el orgullo fueron
reemplazados por la introspección y la vulnerabilidad.
El ejemplo definitivo del derrocamiento del machismo del glam
metal fue el movimiento Riot Grrrl. Muy vinculado con el grunge,
pero con los pies bien plantados en una base explícitamente punk,
fue una reacción feminista contra un panorama predominantemente
masculino y una oportuna toma de conciencia del rol de la mujer en
la escena musical alternativa. El movimiento empezó con la unión
de una serie de autoras de fanzines, entre las que figuraban Alison
Wolf y Molly Neuman, quienes escribieron Girl Germs y más tarde
crearon el grupo Bratmobile, y Kathleen Hanna, Tobi Vail y Kathi
Wilcox, quienes escribieron Bikini Kill y formaron una banda de
nombre homónimo. Juntas, estas mujeres crearon el fanzine Riot
Grrrl, que fue un catalizador para la creciente corriente feminista
existente en el punk alternativo americano. Muchos otros grupos se
unieron a ellas y la influencia de este movimiento se notó en todo el
mundo, lo que llevó a una mayor visibilidad de la mujer en los
grupos de punk y de rock y a una mayor toma de conciencia
masculina de los asuntos feministas.
Kurt Cobain puso punto final al grunge al suicidarse con una
escopeta, casi tres años después de que Dead, de Mayhem, hiciera
lo mismo. Y se rumorea que, como Euronymous, Courtney Love
conservó un trozo de su cráneo. También se dice que Dave Grohl
hizo fotografías del cuerpo de Cobain, pero eso es totalmente falso.
[216]
El predominio del rock alternativo quedó plasmado en el
Lollapalooza, un festival creado por Perry Farrell, de Jane’s
Addiction. El festival era un exponente tan claro del rock alternativo
que el hecho de que Metallica fuera cabeza de cartel acabó
asestándoles el golpe de gracia: era la prueba de que se habían
vendido a la moda del rock alternativo.

Me gustó mucho Nirvana durante un tiempo. Este grupo fue un


catalizador importante para que me gustara la música cada vez más
potente y, finalmente, el heavy metal. Pero, como adulto, no me
quito de encima la sensación de que quiero que me guste el grunge
más de lo que en realidad lo hace. Estos grupos —Soundgarden,
Stone Temple Pilots, Alice in Chains, Pearl Jam, incluso Nirvana—
tienen un sonido que me atrae, pero me saben a poco. Les pasa lo
mismo, por lo que atañe al género, que al protoheavy: que NO son
grupos de heavy metal.
Todos a excepción de un grupo. En plena escena grunge, como
una perla escondida dentro de una ostra, están los Melvins. Un
grupo que ha influido como ninguna otra banda de Seattle en el
heavy metal y que supo marcar las distancias con el grunge
combinando el punk con Black Sabbath y dotando a la escena
estadounidense de una gravedad heavy sin precedentes. No solo
desempeñaron un papel clave en la explosión grunge, sino que su
influencia en el doom, el hardcore, el post-metal y el stoner rock fue
decisiva. Olé por vosotros, chavales.
El grunge le dio la puntilla al glam metal y, una vez más, surgió
una escena bastante efímera que volvió a colocar el heavy como
música comercial. Y aquí, querido lector, es donde entro yo.

Si volvemos la vista atrás, nos daremos cuenta de la existencia de


unos patrones. Todos los caminos llevaban al heavy metal. Yo crecí
con dos influencias musicales: los Beatles y Radio 2, de la BBC. Y a
veces los Beatles en Radio 2. Mi padre es un fan incondicional de
los Beatles. Si no he escuchado mil veces el Sgt. Pepper’s, no lo he
escuchado ninguna. Uno de los primeros recuerdos que tengo del
poder extremo de la música es que mi padre tomó prestado en la
biblioteca de Wallington un elepé de los Beatles y que lo puso a tal
volumen en casa que los adornos de la estantería donde
descansaban los altavoces se cayeron al suelo.
En mi casa siempre se oía de fondo Radio 2, así que tengo
vastos conocimientos sobre el rock and roll de los años cincuenta, el
rock de los sesenta, el glam de los setenta, la Motown, el sello
Stax… Ponme a prueba, seguro que lo he oído.
Y entonces mi hermano mayor David se agenció en un
campamento scout una cinta grabada de Greatest Hits de Queen y
mi vida cambió para mejor. Tengo un recuerdo clarísimo de los dos
cantando de madrugada «Bohemian Rapsody» en la cocina de
casa; yo me encargaba del trozo de «let him go!». Me grabé Queen
Live at Wembley de la tele y me lo puse millones de veces: copiaba
los gestos de Freddie, tocaba una guitarra imaginaria como si fuera
Brian May y soñaba con tener mi propio grupo. Los momentos más
heavies me daban la vida. Llevaba el rock con base de guitarras
grabado en el alma a fuego.
Y entonces mi hermano más mayor Steve se hizo fan de Public
Enemy y yo lo imité. A los nueve años combinaba la ropa que mi
madre me había comprado en Marks & Spencer con una gorra
ladeada de los Public Enemy. Parecía gilipollas. Como ahora, nada
ha cambiado. El videoclip de Bring the Noise, con Anthrax, era lo
que más me gustaba en el mundo.
Y entonces salió Wayne’s World y descubrí a Jimi Hendrix, que
sigue siendo mi artista favorito de todos los tiempos. Nadie me llega
de la misma manera que lo hace Jimi. El segundo efecto que tuvo
Wayne’s World en mí fue mucho más directo: hizo que quisiera ser
heavy. Quería tener el pelo largo, ir al Gasworks, tocar la guitarra y
agitar la cabeza como un loco.
Y entonces empezó mi descenso a las profundidades: primero,
con Nirvana, durante más o menos un mes. Luego vino Slayer,
después Deicide y Cannibal Corpse, Sepultura, Machine Head,
Pantera… y Fear Factory, mi primer concierto. Era diciembre de
1995. Ya era un jeviata incurable.
Los primeros años de los noventa fueron una buena época para
aficionarse al metal extremo. En ese momento había muchos puntos
de entrada para llegar a él. En la órbita alternativa, el heavy metal
estaba llegando a su época post-thrash. El death metal empezaba a
perder su dominio y el black metal estaba en pleno auge. Este
periodo fue testigo de cómo los grupos retomaron las influencias del
metal extremo y las amalgamaron para obtener un sonido post-
thrash sorprendentemente comercializable. En aquel momento nos
referíamos a él simplemente como «metal extremo». Y justo
entonces me uní a la diversión. Y nunca más he sido el mismo. En
parte por culpa de todas las lesiones que he sufrido…

Salir a hacer el cafre en el mosh pit es una idiotez. Y, al mismo


tiempo, es genial. Los locales han intentado eliminarlos. Los
principales festivales obligan a los grupos a firmar contratos en los
que se comprometen a no iniciarlos (ni tampoco cualquier otra cosa
que pueda causar heridos). Pero, a pesar de los morados, dientes
rotos y teléfonos destrozados, siguen siendo una pieza esencial en
la cultura del heavy metal; el modo más directo de corresponder a la
energía que un grupo emana desde el escenario.
Recuerdo claramente la vez en que mi colega Charlie me
explicó, con mucha paciencia, lo que era un mosh pit. Estaba en
clase de Arte, y tendría yo unos catorce años. Él había ido ya a
algunos conciertos heavies, mientras que yo era todavía virgen.[217]
Me fascinaban las historias que circulaban sobre lo que pasaba en
los conciertos y su clase magistral vino acompañada de un
diagrama ilustrativo.
—Allí está el escenario, donde toca el grupo —me iba diciendo
mientras dibujaba un rectángulo—, ahí está la gente… y aquí y aquí
están los mosh pits. —Dibujó dos grandes círculos.
—¿Mosh pits? ¿Y eso qué es?
—Bueno… —Se quedó pensativo unos instantes—. Es como
pegarse.
Cuando estás en el mosh pit no te pegas con los demás, aunque
eso es exactamente lo que puede parecer a ojos inexpertos. Saltar y
darse empujones delante del escenario es una válvula de escape
para la agresividad y la energía. Todo el rock es, al fin y al cabo,
música para bailar. El primitivo rock and roll era perfecto para mover
el esqueleto: el baile se parecía al swing ese que vuelve a ser tan
popular entre los hípsters y las chicas que hacen burlesque.
Los chillidos de las mujeres que veían a los Beatles en concierto
son un buen ejemplo de liberación de energía. No sabían cómo
reaccionar a la música, así que lo que hacían era gritar.[218]
A finales de la década de los sesenta, cuando la gente dejó de
gritar a los Beatles, las reacciones al rock en directo parecieron
volverse más introspectivas. Seguramente por las drogas. La gente
bailaba en su microcosmos particular, casi aislada en su propia
ensoñación.
Con la llegada del metal extremo a principios de los ochenta fue
necesario hallar una nueva respuesta física a la música. El aumento
de la velocidad y de la violencia que caracterizaba al thrash metal y
al death metal pedían a gritos pogos o el contacto total.
El mosh pit es algo que la cultura heavy metal de los ochenta le
robó al punk, al igual que muchas otras cosas. La escena hardcore
punk se había inventado el slam-dancing:[219] Peter Dee, del grupo
de crossover thrash Kremated, me comenta que «el folklore
hardcore cuenta que la palabra mosh fue acuñada de manera
casual por HR, de Bad Brains, cuando alguien le oyó decir con su
inglés jamaicano algo como “crowd dem mash it up”[220] en uno de
sus conciertos o bien “they look like they mashin' grapes”[221] y la
palabra mosh acabó cuajando».
Los estilos de moshing varían y van del pit circular, que consiste
en un movimiento circular en masa (todo el mundo va en sentido
contrario al de las agujas del reloj, como si alguien le hubiera
quitado el tapón al desagüe, aunque tengo entendido que en
Australia giran en el sentido contrario), al slam-dancing más típico
del punk-rock, en el que unos arremeten contra otros como si fueran
autos de choque, pasando por los «toma golpetazo y adiós, dientes»
típicos de cuando la peña no tiene ni idea de lo que hace.
Los mosh pits pueden ser intimidatorios y a la vez desternillantes
exhibiciones del machismo más cafre. Hay un código no escrito que
dicta que hay que ayudar a los que se caen, que no hay que hacerle
daño a nadie intencionadamente y que siempre tiene que haber un
tío mazas sin camiseta. Por lo que sea. Claro que a veces estas
reglas se ignoran y la gente no se ayuda o se pone demasiado
agresiva; pero eso sí, el tío mazas sin camiseta nunca falla.
Y luego están los pits tipo kung-fu que se montan en los
conciertos de hardcore, que es una de las cosas más disparatadas
de toda la música heavy metal.
La pared de la muerte o wall of death es una variante de mosh
pit. Muchos grupos dicen que la inventaron ellos, pero el más firme
candidato es Sick of It All, el veterano grupo de hardcore punk
neoyorquino. Esta variante requiere, más que ninguna otra, que el
grupo la dirija desde el escenario. El público se divide en dos
equipos contrarios, que se colocan frente a frente, dejando un
espacio entre ellos que divide la sala. Cuando el grupo da la señal,
los equipos corren los unos hacia los otros y empiezan a saltar y a
darse empujones. Es como Braveheart pero con camisetas de
tirantes y cortes de pelo militar.
Yo mismo tengo secuelas físicas por haberme metido en mosh
pits a lo largo de todos estos años. Me partí por la mitad las dos
paletas al salir de un mosh pit que empezaba a ser demasiado para
mí. Di un paso atrás y, de inmediato, recibí un golpetazo en la cara.
Solté un grito al quedarme sin medio diente y con la mitad del otro
colgando del nervio. Abro paréntesis: esto pasó en un concierto de
Sub-Zero y me quedé a ver a Rykers, el grupo que era cabeza de
cartel.
El stage-diving consiste literalmente en lanzarse al público desde
el escenario. Como si te tiraras a una piscina de bolas, vaya. Más de
una vez he acabado de cabeza en el suelo y, en el espectáculo
previo a los conciertos de Fear Factory y Biohazard en Donington,
mi colega John se lanzó desde el escenario, la gente se separó
como las aguas del Mar Rojo, él acabó cayendo de espaldas y, al
ponerse de pie, no veía nada. ¡Qué pasote!
Una imprudencia al realizar un stage-diving hizo que los locales
endurecieran sus normas de seguridad: en 2013, el poeta del slam y
«rapero» George Watsky se tiró desde la torre de focos, a una altura
de diez metros, sobre los cuerpos frágiles y rompibles del público
que tenía a sus pies. Resultado: le rompió el brazo a una mujer y —
lamentablemente— el muy capullo no se acabó partiendo la crisma.
Gracias a su numerito, los grupos (y los humoristas, aunque te
parezca mentira) tenemos que rellenar unos formularios antes de
salir a actuar en los que decimos que no nos comportaremos como
idiotas integrales ni le haremos daño a nuestro público.
Es verdad que le robamos el moshing y el stage-diving a nuestro
hermano pequeño, el punk, pero el headbanging es algo totalmente
nuestro. No hay otro movimiento de baile que exprese tan bien el
ritmo del heavy metal como el headbanging. Sale solo. Es el modo
más orgánico y natural de seguir una música con un ritmo tan
machacón.
Los principiantes suelen acabar con dolor de cabeza y
desorientados. Inspirándome en el trozo de Bohemian Rhapsody
que sale en Wayne's World, hice mi primer intento en el dormitorio,
el laboratorio en el que llevé a cabo la mayoría de mis primeros
experimentos como metalero. Esto fue durante la breve fase en que
me gustaba Nirvana, circa 1992.[222] Me puse Nevermind y empecé
a sacudir la cabeza sin ningún tipo de gracia, habilidad ni
preocupación por mi integridad personal… ¿Qué podía salir mal?
Media hora más tarde tenía un dolor de cabeza terrible y el cuello
jodidísimo. Todavía recuerdo el cachondeo de mi familia al ver que
tenía que cenar usando solo una mano mientras me aguantaba la
cabeza con la otra, que hacía las veces de cuello. Ah, y mi hermano
me pidió que le devolviera el CD. Pero no cejé en mi empeño y el
legado de más de veinte años de headbanging es un cuello tan
desproporcionadamente grueso que no encuentro camisas de vestir
que me abrochen.[223] Sigo practicando en casa para hacerme el
chuleta encima del escenario cuando toco con mi grupo. Es
importante entrenar, como un atleta. Las consecuencias de no haber
practicado me atormentarán para siempre. Cuando le hacía la
corte[224] a mi mujer[225] la llevé a una disco heavy, Camdem
Underworld. Sonó Painkiller, de Judas Priest, y yo empecé a sacudir
la cabeza como un poseso. Cualquiera que lo haya intentado antes
sabrá dos cosas. La primera: es una canción genial para darle al
headbanging, tiene un tempo perfecto para hacerlo. La segunda: es
la hostia de larga. DURA MOGOLLÓN DE RATO. Como llevaba tiempo
sin practicar, empecé a notar que me costaba seguir el ritmo, pero
no quería que el pedazo de pibón metalero con el que estaba viera
que me rajaba. Pero mi cerebro tenía otros planes. De tanto
menearse dentro de mi cráneo, hizo que todo empezara a darme
vueltas como si estuviera en una atracción de feria. Tenía la
sensación de que seguía de pie y de que era el suelo el que se
levantaba y chocaba conmigo. Me pegué un buen leñazo y tuve que
sentarme un rato. Pero me acabé casando con ella de todos modos.
¡Así que GANÉ!
El riesgo de acabar estampándote contra el suelo
completamente desorientado es uno de los efectos secundarios
menos publicitados del headbanging. Tanto los médicos como las
preocupadas madres llevan bastante tiempo pronunciándose en
contra de esta práctica. Ahora empiezan a salir a la luz los efectos
secundarios a largo plazo. El músico heavy profesional que sacude
con violencia la cabeza noche tras noche durante años puede
acabar sufriendo graves problemas de columna. Tom Araya, de
Slayer, solía hacerlo entre frase y frase de una canción durante todo
el concierto. Tenía un modo característico de mover la cabeza hacia
la izquierda, luego hacia la derecha y otra vez a la izquierda, a la
vez que agitaba la melena (que le llegaba al trasero) con un estilazo
que te cagas. Bueno, pues en 2010 lo operaron para cambiarle un
disco de la columna porque se lo había machacado a base de bien
después de hacer eso durante tantos años. Resulta bastante raro
verlo ahora tan quieto durante un concierto. Para Philip Anselmo, de
Pantera, los problemas de columna causados por su headbanging
acabaron causando finalmente la separación del grupo. Hacia 1994
empezó a notar un dolor fortísimo en la espalda. Le dijeron que
necesitaba operarse y que tendría que guardar reposo algunos
meses. Como va de machote por la vida y es un poco capullo, pasó
de la operación y decidió automedicarse y llevar una faja lumbar.
Cuando los calmantes dejaron de hacerle efecto y volvió a sentir
mucho dolor, recurrió a la heroína. Y en un giro inesperado de los
acontecimientos se dio cuenta de que la heroína era bastante
adictiva, acabó enganchadísimo y tuvo una sobredosis en 1996 que
lo llevó a estar cinco minutos clínicamente muerto.[226] Su adicción
hizo mella en su personalidad y Pantera se acabó separando. Volvió
a las andadas muchas veces y su declive es una de las historias
más decepcionantes del heavy metal. Y todo por culpa del
headbanging.
En su momento álgido, Pantera era un grupo sencillamente
perfecto. Pero no era así cuando empezó. Pantera hizo una jugada
maestra. Cuando el grupo consiguió un contrato con un sello grande
fingió que empezaba de cero y se desvinculó de su catálogo
anterior. Básicamente consiguió que todo el mundo pensara que era
su primer disco. Casi todos los que los seguíamos cuando estaban
en su apogeo desconocíamos su pasado. Y fue una decisión muy
inteligente, porque los Pantera que estaban en un sello grande y
hacían un post-thrash testosterónico, agresivo y potente eran
imparables. Pero antes habían tenido un pasado glam metal
sencillamente estremecedor.
El grupo lo formaban dos hermanos, Vinnie Paul y Darrell Abbott
(a Darrell se le conoció primero como «Diamond» Darrell y luego
como «Dimebag»), a quienes se unió para el primer disco el bajista
Rex Brown («Rex Rocker») y el vocalista Terry Glaze. Aunque lo
que grabaron era mil veces mejor que lo que hacían Mötley Crüe o
Poison, los tres discos que sacó Pantera en esa época entran en la
categoría de «mierda total». El primero, Metal Magic, tiene la
portada más ridícula que he visto en toda mi vida. Es una pintura
hecha con aerógrafo de una especie de hombre-león (¿o es una
pantera?) rarísimo blandiendo una espada. Bueno, es algo parecido
a una espada, cuesta bastante describirlo. Estoy seguro de que el
artista que lo pintó no había visto una espada en su vida. El álbum
fue producido por su padre y salió en su propio sello, Metal Magic.
Teniendo en cuenta que se trata de un disco de producción propia
que lanzaron ellos mismos, el sonido no está tan mal, aunque los
platillos parecen salidos de una batería para niños. A pesar de sus
limitaciones, el álbum está bien trabajado y es ambicioso
musicalmente. Pero sigue siendo una mierda.
Con los siguientes dos álbumes el grupo se iría acercando poco
a poco al sonido que lo hizo famoso. Grabaron un videoclip para el
tema «All Over Tonight» en el que se ven sus preciosas cabelleras
en todo su esplendor. La portada del disco Projects in the Jungle
consigue el dudoso mérito de ser todavía peor que la anterior.
Parece algo que podría haber dibujado yo en el instituto.
En el cuarto álbum recurrieron al vocalista Philip Anselmo como
parte de su búsqueda de un sonido más heavy. Su voz está mucho
más en la línea de Rob Halford y el disco marca la transición del
glam a algo que, en mi opinión, es puro heavy.
Y entonces firmaron con uno de los grandes sellos, renovaron su
imagen y se hicieron famosísimos. En Cowboys From Hell todavía
se nota la influencia de Judas Priest, pero tiene un estilo mucho más
potente y unos riffs sencillos con mucho groove. Y así se creó un
género, el groove metal, que nunca acabó de cuajar del todo en
Reino Unido. El término me incomoda un poco, seguramente por las
connotaciones un poco puretillas de la palabra groovy. Me da un
poco de grima (aunque todavía me parece peor el término aggro-
metal —que desconocía por completo antes de ponerme a escribir
este libro— o sports metal, que directamente me produce arcadas).
Pantera hizo entonces algo que ninguna otra banda heavy
mainstream había hecho antes: volverse más heavies con cada
nuevo álbum.
En la carátula de A Vulgar Display of Power sale un hombre al
que le dan un puñetazo en la cara. Y eso es precisamente lo que
hace este disco. Far Beyond Driven es un disco con un propósito
muy claro. Como dice Phil en su vídeo casero, «Queremos que el
siguiente disco sea… extremo. No el grupo, sino el disco. Que digan
“¿pero qué narices les pasa?”». Por aquel entonces, Phil escuchaba
mucho death metal y black metal, y esa furia empezaba a notarse
en sus letras.
Cuando salió The Great Southern Trendkill, los problemas
internos empezaron a hacer mella en el grupo. Aun así, me sigue
pareciendo el mejor de todos. Es muy ambicioso, desbordante,
maravilloso y tiene garra. Es Pantera en su mejor momento. Por
desgracia Phil ya se había distanciado del grupo y había empezado
a tomar heroína para controlar su dolor de espalda. Grabó la pista
de voz en Nueva Orleans, por separado del resto de la banda, que
realizó la grabación en Dallas (Texas). Su adicción a la heroína le
provocaba extraños arrebatos en el escenario y hacía que se
comportara con agresividad. El 13 de julio de 1996 tuvo una
sobredosis después de un concierto en Texas y pasó lo de los
famosos cinco minutos que comentábamos antes.
El siguiente álbum fue un verdadero mojón. Reinventing the
Steel es una extraña regresión a unas raíces menos ambiciosas y
marca un declive que finalmente acabaría en una ruptura. Los
proyectos paralelos de Phil se pusieron como ejemplo de su falta de
compromiso con el grupo. Todos los miembros empezaron a airear
sus trapos sucios en la prensa heavy. Fue una época oscura.
Los hermanos Abbot crearon Damageplan y sacaron su primer
disco en febrero de 2004. En diciembre de ese año mataron de un
disparo a Dimebag mientras tocaba en un concierto con
Damageplan. Al parecer, su asesino, Nathan Gale, de veinticinco
años, era esquizofrénico. Mató a tres personas más e hirió a otras
dos antes de ser abatido por la policía.
Entre los muchos héroes que hemos perdido a lo largo de los
años (Cliff Burton, Ronnie James Dio, Jeff Hanneman), Dimebag era
quizá el más cercano, el más parecido a nosotros. Un amigo, casi.
Dime era la monda. Es paradójico que se suela decir de alguien que
acaba de palmarla que «estaba lleno de vida», pero en este caso
era realmente así. Era genio y figura. Parecía amable y generoso y
tengo la sensación de que nos habríamos llevado bien. Parte del
legado de Pantera es una serie de vídeos caseros que mis colegas
y yo vimos miles de veces de adolescentes. Era nuestro modo de
relacionarnos con el grupo y una de las principales razones por las
que nos despertaban tanta simpatía.
Antes de seguir, quiero aclarar que soy megafan de Pantera y de
muchas otras cosas que ha hecho Philip Anselmo. Para mí fue un
ídolo musical durante mi adolescencia y prácticamente un modelo a
imitar. Cuando vi lo que hizo en un concierto de homenaje a
Dimebag, en enero de 2016, me entraron ganas de que se me
tragara la tierra por el impacto y la inmensa decepción que sentí.
El vídeo es desolador. Un Phil muy borracho y con la cabeza
rapada le hace el saludo nazi al público mientras grita «White
power». A ver, soy humorista y tengo un sentido del humor bastante
negruzco e hijoputesco: me encantan las bromas de mal gusto.
Cualquier cosa que ponga a prueba mi sensibilidad izquierdosa y
liberal con inteligencia y sentido del humor hace que se me escape
una carcajada. Pero en este caso parece que lo que veo no viene a
cuento. Robb Flynn, de Machine Head, dice en uno de sus
videoblogs que Phil siempre ha sido un racista y un abusón. Una
fuente muy cercana en la que confío plenamente me dice que Phil
no es en absoluto racista. Y quiero creérmelo. Quiero pensar que
hacía el gilipollas para demostrar que pasa de la corrección política
y que estaba tan pedo que era incapaz de valorar las consecuencias
que tendría su acción, especialmente en la gente que no es blanca,
pero también en su carrera y en la de los músicos que tocan con él.
La verdad es que no sé qué pensar. Lo complicado en este caso es
que, a diferencia de lo que, por ejemplo, pasa con Burzum, la
personalidad de Philip Anselmo juega un papel clave en el hecho de
que me gusten sus bandas. Sus letras son muy personales. Siento
una conexión íntima con él. Y por eso ahora me cuesta mucho más
disfrutar de su música.
Mi grupo favorito de mediados de los noventa es, muy de lejos,
Sepultura.[227] En este periodo experimentaron con influencias
ajenas al heavy y el resultado fue espectacular. Chaos AD se inspira
en el metal industrial, en el crust punk y en el hardcore, así como en
los riffs más sencillos de grupos como Pantera.
Como resultado parieron unos álbumes complejos y repletos de
matices que abrazaban el thrash, el death, el doom, el hardcore y el
metal industrial con gran maestría. Los solos discordantes y
flamígeros de Andreas Kisser son incluso más demenciales que los
de Slayer. Los temas de sus letras y su imagen los apartaban del
territorio fantasioso del death metal y los acercaban a problemas
cotidianos: la política, los disturbios, el caos en el que están sumidos
los países del tercer mundo. Era una declaración de intenciones y
un anuncio de quién era Sepultura y de dónde venía. En el libreto
del disco, por ejemplo, se publicita a una organización benéfica que
combate la tortura ilegal en Brasil. La voz de Max Cavalera es
agresiva, iracunda; totalmente demoledora. Llama en particular la
atención el tema instrumental Kaiowas, con guitarra acústica y base
de tambor. Consigue ser heavy sin recurrir a la distorsión. Es una
canción sencillamente asombrosa.
El disco siguiente también sigue unos derroteros poco
previsibles. En Roots, el grupo aparca el tema de las favelas de
Brasil y pone el foco de atención en su selva tropical. Es palpable la
influencia del incipiente movimiento nu-metal, e incluso recurren al
productor de Korn, Ross Robinson. El resultado es que Roots es un
álbum con un sonido bastante más orgánico. Utilizaron un equipo
analógico y cambios bruscos en la afinación. Es más lento y te
atrapa.
Como continuación del tema instrumental «Kaiowas» llega
«Jasco», un sencillo interludio de guitarra, y la increíble «Itsari», una
grabación de campo en la que Sepultura acompaña los cantos de
una tribu amazónica con guitarras acústicas y batería. La canción
«Rattamahatta» llegó al puesto diecisiete en la lista de sencillos de
Reino Unido, una hazaña increíble dada su naturaleza experimental
y el hecho de que la letra sea en portugués.
El 16 de diciembre de 1996, Sepultura tocó en el Brixton
Academy, Londres. Y yo estuve allí. Fue uno de los mejores
conciertos de mi vida. El repertorio de canciones fue impecable. No
me puse abrigo y me fui quitando las seis camisetas de Sepultura
que llevaba puestas, una a una, a medida que el ambiente se
caldeaba.
Hay algo que hace especial tu primer coche, tu primer beso, tu
primer polvo. En las películas estadounidenses, por cierto, se suelen
combinar los tres. Yo sigo sin saber conducir, la persona que me dio
mi primer beso acabó haciéndome añicos el corazón el día en que
cumplí dieciocho años y mi primer polvo creo que vive en el este de
Londres.
En mi primer concierto, sin embargo, fui a ver a Fear Factory.
Fue en diciembre de 1995, en el London Astoria. No lo busques, ya
no existe. Me puse mi camiseta de Jimi Hendrix porque todavía no
tenía ninguna camiseta heavy. Me bebí una cerveza, me metí en el
mosh pit y acabé vomitando.
Fear Factory combinaba el death metal con un toque industrial, y
sus canciones hablaban de un futuro distópico claramente influido
por Terminator 2. Su primer disco de éxito, Demanufacture, es un
álbum muy conseguido y bien acabado con una producción
fantástica. Casi parece HECHO POR TERMINATORS.
Y no podían ser más noventeros ni proponiéndoselo. El cantante,
Burton C. Bell, incluso llevaba tatuajes tribales y las muñecas llenas
de pulseritas de la amistad. Bell fue un exponente temprano de un
estilo vocal bipolar que combinaba los gruñidos del death metal con
una voz hiperclara a la hora de cantar: la cosa funcionaba muy bien
en sus discos, pero digamos que acabaría siendo una plaga en el
panorama metalero de toda aquella década.
En los siguientes álbumes se quedaron un poco encasillados en
su propia idea y no consiguieron construir nada a partir del
componente progresivo de Demanufacture. Hubo un momento en el
que parecía que iban a tener un éxito arrollador, pero nunca lo
lograron del todo. En diciembre de 2015 tocaron Demanufacture
para conmemorar su vigésimo aniversario y, como a mí me gusta
verlo, mis veinte años yendo a conciertos de heavy. Gracias, tíos.
Se agradece.
Los periodistas musicales siempre están buscando el siguiente
gran grupo. En el heavy lo llamamos «los nuevos Metallica». Y
parecía que la banda de post-thrash Machine «Fucking» Head, de la
zona de la Bahía de San Francisco, iba a dar la campanada y a
colarse en el mainstream. Pero por desgracia cambiaron
inesperadamente de rumbo y eso no llegó a pasar nunca.
Con un pasado puramente thrash metal, los Machine Head, de
Oakland (California), tuvieron un gran impacto en la escena
metalera europea con su álbum de debut, Burn My Eyes. Parecía
que se iniciaba una nueva época con Machine Head. La revista
Guitarist afirmaba que: «Se acabó lo de ponerse pachuli y peinarse
con la raya en medio. Ahora se llevan unas trenzas increíbles y los
tatuajes. Los Machine Head son auténticos». El ascenso de la
banda fue vertiginoso. Después de una aplaudida gira con Slayer,
tocaron en todos los festivales europeos, tras lo cual se fueron de
gira propia. Era el momento perfecto. MH tenía un éxito arrollador.
Parecía que iba a ser el siguiente grupo heavy llenaestadios.
El ascenso de grupos como Machine Head, Pantera y Sepultura
anunció un periodo en que el heavy metal formaría parte de la
corriente musical mainstream después de la caída del glam y antes
del torrente fecal que fue el nu-metal. Los grupos de metal extremo
alternativo empezaban a conquistar el mundo. Pero, ay, llegó el
cambio de milenio y todo empezó a torcerse…
12
Todos los grupos que me gustaban dieron
pena a finales de los noventa

Cualquiera que hubiera acusado a Metallica de venderse por


componer canciones más variadas para Ride the Lightning se
estaba adelantando muchísimo a los acontecimientos. Metallica
cambió tanto en los noventa que se volvió irreconocible. Y eso pasó
justo cuando yo acababa de hacerme fan.
Ser seguidor de Metallica es como ser hincha de un equipo de
medio pelo de tercera división[228] que se ha quedado sin su
delantero estrella, ha bajado de división y se ha visto involucrado en
un escándalo racista.[229]
No me avergüenzo: me encanta Metallica desde 1994, tres años
después de que sacaran su último gran disco. Los vi por primera vez
en directo en 1996 y les he sido fiel desde entonces en los buenos
momentos y también en los malos (y han tenido unos cuantos en los
dos últimos tercios de su carrera). Es difícil defender al grupo ante
alguien no convertido. En parte, es síntoma de su éxito. Cualquier
artista que tenga la fama de Metallica atraerá a una horda numerosa
y vociferante de detractores. Pero hay algo más que despierta esta
antipatía hacia ellos y que se debe en parte a la naturaleza de la
propia cultura heavy y en parte a las personalidades implicadas. Y a
su batería.[230]
Los metaleros tenemos una especie de sentimiento de posesión
con respecto a los grupos a los que seguimos. Solemos definirnos
en contraposición al mainstream, así que, cuando uno de «nuestros
grupos» cruza la frontera del auténtico éxito comercial sentimos que
hemos perdido algo que un día nos perteneció.[231] Parte de la
gracia del heavy metal es que te gusten cosas que nadie más
conoce. Quizá peco de inmaduro, pero el placer que te proporciona
la sensación de superioridad derivada de escuchar a grupos
desconocidos es bastante agradable. El elitismo mola, chavales.
Metallica surge de la escena alternativa del metal extremo. Su
temprano éxito, incluso anterior a que saliera su primer disco, se
debió a quienes intercambiaban incansablemente cintas: estos
copiaban la maqueta y la enviaban a su red de entusiastas
metaleros. Su estilo musical era atrevido, nuevo y en apariencia
nada comercial. Se hizo muy popular por su radicalidad: era
totalmente opuesto al pop pulido que se producía para el consumo
de masas, y todo lo contrario a la falsedad y a la ostentación del
glam metal. Era música thrash para el puro disfrute de los fans del
headbanging.
Tras seguir en esta tónica un tiempo y después de darle nuevos
matices al thrash y de convertirlo en algo más complejo e
interesante desde el punto de vista musical durante la década de los
ochenta, tomaron una decisión arriesgada.
Abandonaron el thrash, contrataron al productor de Mötley Crüe
y sacaron un disco de hard rock apto para la radio. El homónimo
Metallica acabó conociéndose como The Black Album por su
carátula totalmente negra, al estilo de Spinal Tap. Fue un cambio
radical con respecto a la velocidad endiablada de su producción
anterior. Sin embargo, aunque las canciones se simplificaran, el
proceso de grabación requirió mayor implicación. Tardaron ocho
meses en grabar The Black Album y les costó un millón de dólares.
«Habían franqueado un nivel, pero todavía no sonaban en la
radio más convencional —dice el productor Bob Rock a Music Radar
—. Cuando vinieron a verme, ya estaban preparados para dar el
salto a las grandes ligas. Mucha gente dice que fui yo el que cambió
al grupo, pero no es verdad. Ellos ya lo habían hecho cuando los
conocí.»
El videoclip del tema One los había expuesto a un público mayor
y pronto empezaron a llenar estadios. Pero cuando salieron de gira
con …And Justice for All, el grupo se dio cuenta de que los
complejos arreglos y las larguísimas canciones hacían que el
público desconectara. Así que tomaron la decisión de simplificar los
temas en su siguiente disco y de que fueran más directos. Optarían
por la sencillez al componer las canciones. Más o menos.
«Sabíamos que queríamos hacer algo en particular: sentarnos e
intentar componer canciones que fueran… sencillas», afirma Lars en
el documental Classic Albums sobre Metallica.
La primera canción y principal sencillo del álbum, «Enter
Sandman», es un tema directo de rock. Sus nítidos compases
iniciales y sus pegadizos riffs la convirtieron en un éxito
internacional. Es una canción bastante heavy en comparación con lo
que suele escucharse en la radio, pero su hábil producción supo
limarle las asperezas. El rastro de su potencia heavy anterior está
presente en el álbum: «Through the Never» es casi thrash —aunque
tuviera la peor letra de todas sus canciones hasta la fecha—[232] y
«Sad But True» es heavy de verdad,[233] pero con un estilo lento y
un groove potente…
Y luego está «Nothing Else Matters», que es una balada. Una
puta CANCIÓN DE AMOR. Hetfield la había compuesto sin la intención
de que los demás la escucharan. Pero una vez que se aceptó como
una variación interesante que se alejaba de las influencias
habituales del grupo, a James le pareció bien que apareciera en el
disco. Cualquier fan acérrimo de Led Zeppelin o incluso de Judas
Priest acepta que en el heavy metal haya sitio para las baladas,
pero esta cita de Bob Rock parece insinuar que la banda no
pensaba en los predecesores del género cuando decidió incluirla en
el álbum: «A James le flipaba muchísimo la canción Wicked Game,
de Chris Isaak».
Ajá. Conque Chris Isaak. Nada de Venom, pues.
La apuesta les salió bien. Vendieron dieciséis millones de copias
de The Black Album solo en Estados Unidos.[234] Se hicieron
millonarios. Y se quedaron sin muchos de sus seguidores originales,
cabreados por aquel cambio de rumbo tan brusco. Muchos dijeron
que esto se debía a la ausencia de Cliff Burton, otros culparon a Bob
Rock (hasta el punto de que recibió amenazas de muerte por parte
de gente que llevaba su amor por Metallica un poco demasiado
lejos).
Pero ese álbum también les valió una legión de nuevos
seguidores. Por cada «Metallifan» gruñón de la vieja ola que
perdían, ganaban mil nuevos.[235] Quizá se habían vendido, pero
haciéndolo habían ayudado a miles de personas a recorrer el
camino inverso y a pasar de ser fans de la música comercial a fieles
defensores de lo alternativo.
Además, para ser justos con ellos, ya eran muy ambiciosos
desde el principio. En sus primeras entrevistas hablaban de
negocios, de sellos y de contratos. De cómo tener mucho éxito y
seguir haciendo la música que les gustaba.
Y en cierta manera se les sigue viendo como los adalides del
underground. A pesar de que lo que realmente les motivaba era el
éxito comercial, sus seguidores siguen proyectando sus propios
valores en el grupo. El pasado deportista de Lars podría explicar de
alguna forma su apetito insaciable por el triunfo y el reconocimiento.
De ahí que repudiara primero el thrash y luego el heavy metal.
Quiere que sus iguales lo reconozcan, pero como artista y no como
un mero integrante de un grupo heavy metal.
Lo que hicieron después fue todavía más polémico. Todos se
cortaron el pelo. Y eso sencillamente no es aceptable. El grupo
sueco de blackened thrash Nifelheim está capitaneado por los
gemelos Eric y Peter Gustavsson. Los dos son fanáticos de Iron
Maiden y están quedándose calvos, pero siguen llevando con
orgullo el uniforme capilar jeviata. El humorista y metalero Steve
Hughes afirma que le dijeron: «Steve. Los Nifelheim nos estamos
quedando calvos. Pero aunque solo nos quedara un pelo en la
cabeza… te aseguro que sería muy largo». La visita de Metallica al
barbero fue la puntilla para muchos seguidores, convencidos de que
le habían dado la espalda para siempre al heavy metal.
Y los álbumes que sacaron en 1996 y 1997 no contribuyeron a
mitigar esa sensación.
Load y Reload solo pueden considerarse discos de heavy metal
si nos atenemos al uso erróneo del término que hace la gente para
referirse al hard rock (como explicamos en un capítulo anterior). No
son especialmente heavies ni tienen un ritmo rápido. Se nota la
influencia del country rock y del blues, y también de grupos como
Corrosion of Conformity, teloneros en la gira de Load, o Down, un
supergrupo formado por miembros de Pantera, Crowbar y CoC.
Encajan bastante bien en el movimiento del rock alternativo de
mediados de los noventa.
En mi opinión, Load está muy infravalorado y Reload no es tan
malo como lo pintan. La escucha repetida juega a su favor. Son
complejos, interesantes y tienen muchos matices: es el sonido
maduro de un grupo que hace lo que le apetece de verdad y que
ensancha sus horizontes musicales. Aun así, no tienen la misma
calidad de sus obras anteriores. Era difícil ocultar la decepción.
Hasta su biógrafo oficioso y fan apasionado Joel McIver sentencia lo
siguiente: «El hecho fundamental es que estos dos álbumes no son
demasiado buenos. Tienen sus momentos, pero por lo general son
aburridos y tienen algunas partes malísimas».
La polémica desatada en torno a Load y a Reload muestra que
los fans de Metallica los sienten como algo suyo. Podría compararse
en la actualidad, por ejemplo, con la caña que le dieron a la nueva
versión de Cazafantasmas. Una cosa es pensar que algo es una
mierda, y otra muy distinta es tomárselo a pecho y enrabietarse.
Pero la gente se siente parte de sus grupos heavies favoritos.
Cuando los discos que sacaba Metallica empezaron a parecerme
malos, yo ya había ampliado tanto mi horizonte musical que ningún
grupo ejercía ya esa influencia sobre mí.
Y de repente se les fue la olla.
Lars[236] dañó la imagen del grupo pero bien al tomar medidas
legales contra Napster y un grupo de seguidores de Metallica por
compartir archivos. No le faltaba razón, cierto es, pero su actitud
beligerante hizo que pareciera un avaro alejado de la realidad y un
abusón. Después se separaron. Jason se fue por varias razones,
entre ellas que a James no le gustaba que tuviera proyectos
paralelos y le hacía la vida imposible por ello. Y luego James entró
en rehabilitación para seguir una terapia contra el alcohol y «otras
adicciones».[237]
Y más tarde hicieron una peli para contar que habían ido al
psicólogo. ¿EN SERIO, COLEGAS? Cada vez me lo ponéis más difícil
para seguir justificando que continúe siendo fan vuestro. Qué poco
heavy es todo esto. Venom nunca lo haría.
—Lay down your soul to the Gods Rock and Roll!
—Muy interesante, Cronos. ¿Y cómo te sientes cuando dices
eso?
—Triste.
La película se llama Some Kind of Monster y da muchísima
vergüenza ajena, aunque no puedes apartar la vista de la pantalla.
En ella, mis antiguos ídolos[238] se cabrean por tonterías, se
comportan como unos egoístas y se ve que a veces se les da
realmente mal hacer música. Cuando Hetfield salió de rehabilitación
sacaron un disco malísimo: St. Anger. El título es penoso, la
producción es un espanto (por algún motivo que desconozco Lars
decidió que su caja sonaría mejor sin la bordonera) y las letras, un
horror. Ya no tocan nada de este disco.
¿Y ahora qué, os preguntaréis?
Pues que hubo quien dijo que con su penúltimo disco, Death
Magnetic, volvían a estar en forma. Pusieron punto y final a su larga
relación con Bob Rock y, en su lugar, recurrieron a Rick Rubin, que
no solo tiene una reputación tremenda por conseguir que artistas
«clásicos» vuelvan a ponerse en plena forma, sino que también
produjo Reign in Blood, la obra maestra que sacó Slayer en 1986. El
éxito de crítica fue apabullante y este álbum fue el quinto suyo en
llegar directo al número uno en las listas. Por lo menos parecía que
Metallica volvía a hacer lo que mejor se le daba.
Pero lo cierto es que no está ni remotamente al nivel de sus
mejores discos. Aunque entre los autoindulgentes arreglos y riffs
(por cierto, este álbum tiene demasiados) se entrevean destellos de
su genio. Es un sonido hecho por millonarios que ya no escuchan
heavy y que intentan hacer un álbum del género. El sonido de unos
pioneros siguiendo una fórmula. Como si Isambard Kingdom Brunei
montara una maqueta de un puente con piezas de Lego.
No hacen la música que escuchan. Y lo mismo les ha pasado a
casi todos mis grupos favoritos.
Pero qué más da lo que haga ahora Metallica. Siempre serán
unos dioses del metal. Kill’em All por sí solo ya merecería una
mención de peso en este libro, y Ride the Lightning y Master of
Puppets son dos de los mejores discos de la historia. The Black
Album hizo que la llama del heavy no se apagara en un periodo de
sequía para el género. La verdad, Metallica podría grabarse
cagando, publicar un disco recogiéndolo y no variaría un ápice la
opinión que tengo del grupo.[239]
El segundo motivo por el que da lo mismo lo que haga Metallica
es que… todavía tenemos a Slayer.
El disco que siguió a Reign in Blood, South of Heaven, de 1988,
tiene un planteamiento totalmente distinto. Al darse cuenta de que
ya habían hecho un disco «rápido», decidieron bajar el ritmo y
ampliar su paleta musical. El álbum sigue siendo brutal, pero de un
modo distinto. Seasons in the Abyss está en la misma línea.
Divine Intervention, publicado en 1994, vuelve a apostar por la
velocidad. Kerry King dijo en una ocasión que parecía que cada tres
discos volvían a la rapidez. En el álbum se nota especialmente la
influencia del hardcore, y las letras son más explícitas que nunca,
por lo que se adentra mucho en el terreno del death metal. Además,
presenta una foto de un fan que se grabó SLAYER en el brazo con un
bisturí. Este gesto tuvo un gran impacto en mi grupo de amigos
obsesionados con el heavy: acabamos apareciendo en el colegio
con varias y discretas laceraciones en los brazos con nombres de
grupos. Divine Intervention señala el momento en que la gente
empieza a tener opiniones encontradas sobre Slayer. Para algunos
—entre los que me incluyo— es un clásico infravalorado, mientras
que otros piensan que es un disco que los mantiene a flote y poco
más. Lo que sea. Como dijo Robin Williams, los juicios de valor son
como los ojetes: todo el mundo tiene uno.[240] La opinión del grupo
al respecto está bastante clara si nos basamos en los temas que
tocan en directo. La página web setlist.fm, orgásmica para cualquier
friqui que se precie, almacena miles de sets de canciones de
grupos, así como estadísticas sobre las veces que han tocado tal o
cual canción de cada álbum en concierto. Slayer se decanta
claramente por Seasons.
Después de su polémico y a la vez infravalorado álbum de
versiones punk, Undisputed Attitude, Slayer hizo lo mismo que todos
los grupos que me gustan: dar pena. Sacaron un mojón inspirado en
el nu-metal que ya nadie escucha. Diabolus in Musica es aburrido y
poco original. Hay algunos temas que no están mal, pero casi todas
las canciones son puro relleno: una afirmación probada porque
nunca tocan ninguna de ellas en directo.
A pesar de la perspectiva de que su mejor momento ya pasó, en
el crítico mundo del heavy hay que decir en favor de Slayer que han
conservado su popularidad sin llamar la atención negativamente
como han hecho muchos otros grupos de éxito. Siguen siendo muy
respetados. Y muchas veces se dice que «no dan su brazo a
torcer». Al contrario que sus contemporáneos, Slayer se ha
mantenido firme y no se ha dado por vencido ni una vez. Como
resultado, la última parte de su discografía es bastante menos
interesante. Es una situación paradójica. La coherencia produce
resultados muy distintos a la experimentación. Es un problema al
que se enfrentan muchos grupos heavies que se quedan
encasillados y crean el mismo sonido una y otra vez. Las bandas
más extremas perfeccionan su sonido al llegar más o menos al
tercer álbum y luego se pasan el resto de su carrera haciendo
música para que sus fans estén contentos. El grupo de death metal
neoyorquino Mortician ha dicho en varias entrevistas que mantiene
el mismo sonido intencionadamente y que odia a los grupos que
cambian. «Tendrían que cambiarse de nombre», dijo el cantante Will
Rahmer en una entrevista para la revista Terrorizer.
Fear Factory es el ejemplo más extremo de lo anterior. Se
quedaron encasillados en su concepto de futuro distópico. Cannibal
Corpse, por el contrario, tiene un sonido muy característico pero
sigue conservando la capacidad de producir discos con muy buena
respuesta de la crítica: su álbum de 2006, Kill, está entre sus
mejores obras.
En directo, Slayer sigue siendo impecable. Sus discos en directo
son sensacionales: Live Evil,[241] Decade of Agression, el video
casero Live Intrusion y el álbum especial conmemorativo de Reign in
Blood, Still Reigning, son una pasada. Pero, por lo que se refiere a
discos nuevos, sus días de gloria ya pasaron.
Lo único que me sorprende de Slayer en la actualidad es que
parece que nunca les ha entusiasmado demasiado estar en un
grupo. Llevan años y años insinuando en las entrevistas que puede
que pronto se separen. Y parece que no se han llevado bien durante
casi toda su carrera.
Un aspecto extraño de su trayectoria es el rechazo del death
metal que inspiraron. Recordad que Kerry King criticó con
vehemencia la «voz de Monstruo de las Galletas» y lo extremo que
era el sonido de los grupos a los que Slayer pasó el testigo. Me
parece raro, la verdad. Casi hasta sospechoso. ¿Acaso el grupo que
en cierto momento sacó el disco de death metal más extremo de
todos los tiempos está molesto porque enseguida se vio destronado
por grupos mucho más heavies que siguieron su estela? Parece que
en cierto modo se han aislado. Son demasiado heavies para los
metaleros más tradicionales pero, al mismo tiempo, han
desconectado de lo que es el metal extremo en la actualidad.
La historia de Slayer tiene un giro trágico. En mayo de 2013, el
guitarrista Jeff Hanneman murió de «complicaciones derivadas» de
una picadura de araña. En 2011 le picó una araña en el jacuzzi de
un amigo, en L. A. Esta herida hizo que contrajera fascitis
necrotizante, una enfermedad que devora la piel. El nombre de la
enfermedad mola bastante y hay un grupo californiano que decidió
llamarse así (Necrotizing Fasciitis). La enfermedad le gangrenó el
brazo y tuvo que dejar de tocar la guitarra. Después de someterse a
un tratamiento durísimo que incluía injertos de piel, pudo volver a
tocar una vez más y salió al escenario con Slayer en el concierto
que los cuatro grandes del thrash metal dieron en Indio (California)
el 23 de abril de 2011. Pero era demasiado tarde. Las secuelas
psicológicas que padecía por no haber sido capaz de tocar, de hacer
aquello que le daba sentido a su vida, fueron devastadoras… Como
mucho, podía decirse que Slayer era un grupo disfuncional, en el
que sus integrantes nunca acabaron de congeniar del todo. En las
entrevistas, los demás miembros del grupo afirman que apenas
supieron nada de Jeff durante su tratamiento. Siempre le había
gustado bastante empinar el codo —incluso tenía una guitarra
personalizada con el logo de Heineken alterado para que se leyera
HANNEMAN—. Aislado del grupo y con la perspectiva de no poder
volver a tocar nunca más, Jeff acabó muriendo de una cirrosis
derivada de su alcoholismo. Deprimido por no poder tocar con su
grupo, lo único que había conocido desde que tenía diecisiete años,
decidió beber hasta morirse.
Se echa mucho de menos a Hanneman. Ver a Slayer sin él es
una experiencia extraña y vacía. Pero QUE ME ASPEN si no murió con
las botas del heavy puestas. El grupo ha conseguido seguir adelante
de manera admirable sin él; Dave Holt, de Exodus, ha tomado el
relevo a la guitarra y han sacado un disco que no está nada mal sin
Jeff. Nunca será lo mismo, pero el espíritu de Jeff seguirá siempre
presente.
Los Slayer han tenido mucho éxito, pero han conseguido
mantener la lealtad de sus fans, que los siguen considerando como
algo suyo.
Claro que, a lo largo de su trayectoria, han dado algún paso en
falso que otro. Diabolus in Musica tiene un rollo nu-metal que no
mola nada. Pero su compromiso con el heavy siempre ha sido firme.
Podría decirse que han puesto a prueba a Metallica. Como ellos, en
comparación, se sentían una especie de segundones, rechazaron
cualquier concesión a lo comercial y se mantuvieron firmes en su
defensa de la rama del metal extremo. Sin dar su brazo a torcer. Así
es Slayer.
El coqueteo de la banda con el nu-metal fue poca cosa si lo
comparamos con lo que le pasó a los otrora geniales Machine Head.
Su segundo disco, The More Things Change, es mucho más groove
que su álbum de debut. La agresividad de Burn My Eyes se
reemplaza por una sonoridad heavy que brota del estudio de
grabación y no de sus intenciones. El álbum es demasiado
artificioso, un intento por llenar discotecas y vender discos. No está
mal del todo, pero es un poco decepcionante.
Y entonces se volvieron malísimos de cagarse. En The Burning
Red rapean, imitan los riffs de Coal Chamber… Un desastre, vamos.
Cuesta ver si es un intento cínico por sacarle réditos económicos al
rollito nu-metal o si realmente experimentan porque les apetece
hacerlo. En cualquier caso, es una mierda como un piano.
Sin embargo, cual fénix que renace de sus cenizas, los Machine
Head se han redimido con sus últimos discos. Me hizo tantísima
ilusión que volvieran a estar en plena forma con la canción Imperium
que subí las escaleras de casa a toda prisa para despertar a mi
novia y decirle: «¡LOS MACHINE HEAD VUELVEN A SER BUENOS!». No lo
pilló. Ya no estamos juntos.
En la actualidad ocupan un lugar irreemplazable en los
corazones de los metaleros de cierta edad. Les hemos perdonado
sus transgresiones. Como dije antes, todos mis grupos favoritos de
mediados de los noventa de repente dieron pena. Y me lo tomo
como una lección de vida. Igual que los padres les regalan a sus
hijos hámsteres, cobayas y animalillos en general con una corta
esperanza de vida para enseñarles lo que es la muerte, los grupos
que hicieron que me enamorara del heavy metal perdieron el
oremus para que yo aprendiera que el talento es efímero; la
inspiración, finita, y que los grupos heavies tienen cinco años
buenos antes de que empiecen a decepcionarte. Hay excepciones,
por supuesto, pero en general todos la acaban cagando. Por lo
menos durante un tiempo. En algunos círculos se conoce como el
teorema Cold Lake. O la ley de Roadrunner.
La noche del triunfo de Sepultura en el Brixton Academy,
mientras yo me ponía de camino a casa las seis camisetas que me
había quitado durante el concierto para protegerme del frío de
diciembre, una bronca estallaba en el backstage sobre la mánager
del grupo, Gloria Cavalera, la esposa de Max. Los demás miembros
del grupo la acusaban de favorecerle a él y ningunear al resto de la
banda. Y, la verdad, si te fijas en la cobertura que se les daba en la
prensa en aquella época, era una queja bastante legítima.
Decidieron despedirla. Max, molesto, dejó la banda y Sepultura, tal y
como la conocemos, se acabó para siempre. El heavy metal nunca
ha vuelto a ser el mismo.
Sepultura siguió con un nuevo vocalista, Derrick Greene, y Max
creó el grupo de horroroso nombre Soulfly.[242] Los dos álbumes
generaron muchísima expectación. Pero ninguno de ellos estuvo a
la altura. La esperanza de que Sepultura volviera a un estilo más
thrash se desvaneció cuando se vio que el álbum era una
continuación de Roots. Nada de lo que producirían más tarde sería
comparable a las maravillas que sacaron a mediados de los
noventa.
El debut de Soulfly está plagado de estrellas invitadas del nu-
metal, quizá porque no se confiaba en que Max pudiera vender un
disco en solitario. Había suficiente ADN de Sepultura en el álbum
como para que me siguiera gustando pero, como le ha pasado a la
mayoría de los seguidores de Sepultura, hace años que no me
pongo un disco de Soulfly.
Pues nada.
Todos mis grupos favoritos sacaron unos discos de mierda,
algunos antes que otros. Todos se alejaron de sus raíces y se
volvieron perezosos, comerciales o perdieron la inspiración.
Machine Head, Fear Factory, Pantera, Metallica, Slayer, Deicide,
Sepultura. Lo único que podíamos hacer era fijarnos en la escena
alternativa. Y eso fue lo que me salvó. Más allá de lo que pasaba en
la superficie del heavy metal, lejos de los grandes sellos y los
publicistas que forzaban a los grupos a hacer cosas que no querían,
estaban las bandas que no vivían de su música. Grupos cuyo
compromiso con la expresión artística es inalterable y no cede ante
las presiones comerciales. Esa escena tiene una salud de hierro y
está en su mejor momento gracias a las oportunidades que ofrece
Internet.
Es un tópico en el heavy metal decir que los primeros discos son
los mejores. Si quieres dártelas de entendido en el underground,
tienes que conocer las maquetas o bien el nombre que tenía el
grupo antes de cambiárselo. Es una obviedad decir que la gente que
va a un concierto no tiene especial interés en escuchar los temas
nuevos. De ahí la reciente moda de los conciertos en los que un
grupo toca un disco entero. Metallica lo ha hecho con The Black
Album y Master of Puppets, Slayer astutamente hizo lo propio con
Reign in Blood e incluso Public Enemy se subió al carro. La
nostalgia da mucho dinero y agrada a los fans.[243]
Por muy triste que fuera ver cómo mis grupos se hundían en la
mediocridad, el heavy metal estaba a punto de adentrarse en
territorios muchísimo peores.
13
Una reevaluación imparcial y sincera
del nu-metal y del rap metal

La época de mediados y finales de los noventa fue un momento


extraño para el heavy metal. Las manifestaciones tradicionales y
puras del género habían pasado de moda. Metallica se había
cortado el pelo, parecía haber abandonado el heavy en favor del
rock alternativo y había sido cabeza de cartel en Lollapalooza. Los
Carcass se habían separado, Napalm Death sacaba unos discos
rarísimos y los grandes sellos empezaban a pasar del death metal.
Entombed tocaba rock’n’roll. Sepultura se volvió experimental y al
poco Max abandonó el grupo: ninguno de ellos volvería a sacar un
disco realmente bueno. Pantera estaba sumida en un gran conflicto
interno y Phil Anselmo se había vuelto heroinómano. Las grandes
esperanzas que albergábamos con Machine Head y Fear Factory se
quedaron en nada. Los Maiden y los Priest tocaban para públicos
cada vez menos numerosos con vocalistas provisionales y a Saxon
no le hacían caso ni por esas.
Y, por muy mala que fuera la situación, algo todavía peor estaba
a punto de pasar en el mundillo heavy.
El nu-metal es el subgénero más maligno de todos. Y por
razones de peso. En resumidas cuentas: es una puta mierda. Nada
más empezar ya parecía pasado de moda. Era superficial, apolítico,
artificioso… Es el algodón de azúcar del heavy, una compra
impulsiva y cutre en un centro comercial. Tiene el mismo interés
artístico que ir a ver el museo de los M&Ms.[244] Es un género
atrofiado. La banda sonora de una adolescencia que no tiene encaje
en el mundo adulto.
La nueva generación no ha recuperado este subgénero ni ha
hecho un revival ni le ha dedicado un segundo análisis. Es un lugar
al que nadie vuelve. Una reliquia abandonada del pasado, como
Chernóbil. O como tu padre.

La combinación del hip hop y del heavy metal prometía mucho. En


sus comienzos, el principal artífice de esta mezcla de géneros fue el
legendario —y ahora caído en desgracia— Rick Rubin.[245]
Proveniente del ámbito hardcore punk, a Rubin le fascinaba la
escena hip hop que empezaba a florecer en Nueva York. Creó Def
Jam records con un amigo de la universidad, Russell Simmons, y
sacó varios sencillos de hip hop, como Rock Hard, de los Beastie
Boys, grupo hardcoreta reconvertido al hip hop.
En 1986 Rubin sugirió una colaboración entre Aerosmith,
veteranos del rock en horas bajas, y Run-D.M.C., emergentes
estrellas del hip hop, para versionar el tema de los primeros Walk
This Way. La canción empieza con el sonido depurado tan
característico del primer hip hop: percusión en loop, scratching y
luego el riff de la guitarra. Es una combinación tan conocida que
cuesta asimilar lo rompedora que fue en su momento. El
experimento tuvo un éxito comercial increíble. Expuso a un público
nuevo (mayoritariamente blanco) a Run-D.M.C. y al hip hop y, de
paso, resucitó las fortunas de Aerosmith. El videoclip ilustra
perfectamente cuál era el objetivo de esta grabación: romper
metafóricamente la pared que separaba los géneros. Los dos
grupos empiezan compitiendo en dos salas de ensayo contiguas
para acabar colaborando sobre el escenario.
Ese mismo año Slayer firmó con Def Jam y Rubin produjo el
mejor álbum de la historia. Reign in Blood destaca por su velocidad,
pero lo que realmente consiguió Rubin fue simplificar el sonido del
que Slayer había hecho gala en los discos anteriores: le quitó la
reverberación y le dio contundencia e inmediatez.
El contrato con Slayer resultó en otra colaboración entre el heavy
y el hip hop auspiciada por Rick Rubin. El guitarrista de Slayer, Kerry
King, tocó la guitarra en la canción de los Beastie Boys No Sleep Till
Brooklyn. El título de la canción es un guiño al clásico álbum en
directo de Motörhead No Sleep ‘til Hammersmith. Su esperpéntico
videoclip-cajón de sastre combina la parodia y el homenaje al hard
rock y al heavy metal. Los Beastie Boys se presentan en un local
para tocar y cuando les preguntan: «¿Dónde están vuestros
instrumentos?», ellos enseñan un disco (un dj también puede ser un
grupo, que no te enteras, tío). El furioso promotor los echa sin
rodeos, no sin antes estamparles el vinilo en la cabeza. Los grupos
de verdad tocan instrumentos, ¿lo veis? Así que nuestros héroes
traman un ardid: se disfrazarán y llevarán pelucones glam y
guitarras para que los dejen actuar. Así se cachondean de todos los
clichés del glam rock y, de paso, hasta se lían a pegarle balazos a
las torres de amplis Marshall. Vale, hasta aquí es un videoclip contra
el heavy. Pero luego APARECE KERRY KING Y TOCA UN SOLO. Esto…
¿en qué quedamos, chavales? ¡Aclaraos! ¡O estáis con nosotros o
contra nosotros! ¿Y esos son los amplis de Kerry? ¡DEJAD DE
DISPARAR YA CONTRA LOS AMPLIS DE KERRY! ¡LOS NECESITA PARA SUS
CONCIERTOS!
Otro grupo que firmó con Def Jam fue el politizado y agresivo
Public Enemy, con diferencia el grupo de hip hop que mejor relación
tenía con el heavy. Public Enemy había surgido de la escena
radiofónica universitaria de Long Island (Nueva York). Su primer
álbum, Yo! Bum Rush the Shoz[246] es un disco con un sonido
depuradísimo y brutal. Crudo y cañero, da voz a los desfavorecidos
que viven en la ciudad.
En su segundo álbum, los Public Enemy ya experimentaban con
el sonido y recurrían cada vez más al sampling. It Takes a Nation of
Millions to Hold Us Back empieza (después de la muy británica
introducción de Dave Pearce, de Radio 1) con una sirena antiaérea
y las austeras declaraciones de Professor Griff. Es un sonido
increíble que hace que todos sus coetáneos parezcan pasados de
moda al compararlos con ellos (por cierto, es increíble lo lineal y
pobre que resulta el hip hop de la primera hornada al compararlo no
solo con el sonido actual, sino también con lo que P. E. hacía por
aquel entonces). Y es muy HEAVY. Especialmente si lo comparamos
con las patéticas baladas glam metal que la MTV vomitaba a todas
horas. Los Public Enemy eran agresivos, estaban comprometidos
políticamente y desafiaban a la autoridad. Hacían con el hip hop
exactamente lo mismo que los mejores grupos de punk rock y de
heavy con sus respectivos géneros.
La segunda canción de ese álbum es «Bring the Noise».[247] En
la canción hay unas cuantas alusiones inesperadas. Se menciona,
por ejemplo, a Sonny Bono y (atención, rima) a Yoko Ono. También
se habla de Anthrax, uno de los cuatro grandes del thrash. Public
Enemy tuvo un gran impacto en Anthrax, que en 1987 sacaron una
canción horrible llamada I’m the Man en la que rapeaban. De pena.
A Chuck D le impresionó ver que su guitarrista, Scott Ian, llevaba
una camiseta de Public Enemy en el videoclip. Esto acabaría
produciendo unos resultados geniales más adelante. En el mismo
disco, el tema She Watch Channel Zero?! samplea el riff de Angel of
Death, de Slayer; enlazado con otros sonidos complementa a la
perfección la dureza de Public Enemy.
Un precursor del movimiento rap metal|nu-metal que suele
pasarse por alto es el grupo Beastie Boys, otro producto de Rick
Rubin. Empezaron como un grupo de hardcore punk y llegaron a
aparecer en el recopilatorio New York Thrash. Fueron un elemento
clave de la estrecha relación que mantuvieron el hardcore y el hip
hop en sus inicios.
Al igual que le pasó a Nirvana, los Beastie Boys acabaron
teniendo, de manera accidental y no intencionada, un público
compuesto por gente a la que detestaban. La canción (You’ve Got
to) Fight for Your Right (to Party) era una sátira del típico rollo de las
hermandades universitarias pero, paradójicamente, acabaron
atrayendo exactamente a ese tipo de gente a la que querían
ridiculizar. Debe de ser una mierda currártelo para mejorar como
artista en la escena alternativa y ver que de repente llegas a ser
comercial y que en tu nuevo público abundan los capullos. Uno de
esos gilipollas apareció en el tema de Public Enemy Incident at 66.6
FM en forma de un extracto de un programa de radio en el que el
muy idiota se quejaba de la politización agresiva y militarizada de los
conciertos de Public Enemy.
He visto a esos tíos en concierto. Fueron teloneros de los Beastie Boys el
año pasado. ¿Que cómo estuvieron? Pues mira, es de lo peor que he
visto jamás. Había dos tipos dentro de jaulas a cada lado del escenario,
con dos subfusiles de pega. Aquello era de locos. Y la gente que se pone
sus camisetas es chusma, igual que ellos.

Las jaulas en cuestión eran para las bailarinas que los Beastie Boys
exhibían «irónicamente» sobre el escenario. Supongo que a ese
oyente no le pareció tan mal ese espectáculo misógino…
Al adoptar los personajes de universitarios capullos como parte
de su burla, acabaron convirtiéndose en aquello que odiaban. Como
un presagio de lo que pasaría con el nu-metal, los Beastie Boys
acabaron llevando al vasto público blanco y suburbano de clase
media el hip hop, que acabó pareciendo a esta audiencia algo
inofensivo y fácil de consumir. Acabaron teniendo una carrera
exitosísima. Ah, y las pocas veces que los he ido a ver me he fijado
en que su público es mayoritariamente blanco…
En 1991, Anthrax y Public Enemy colaboraron en una nueva
versión de Bring the Noise. El riff traqueteante de Anthrax le da
potencia al tema y se intercala entre los ritmos y samples
electrónicos originales. La mezcla recuerda al concepto de Wall of
sound o «muro de sonido» que P. E. llevó a la práctica en sus tres
primeros discos, y tanto Chuck D como Scott Ian rapean. Para mí
esta canción marcó un antes y un después. Ya era fan de Public
Enemy, pero me grabé el vídeo de la tele y lo vi cientos de veces.
Me aprendí la letra y copié el headbanging que aparece en el clip.
[248]
Esta canción inició mi inevitable descenso a las profundidades
del heavy metal y también parecía anunciar la posibilidad de una
nueva era de crossover entre el heavy y el hip hop. Pero eso no
acabó pasando del todo.
Tras este periodo de colaboración entre el heavy y el hip hop,
algunos grupos empezaron a combinar estas dos influencias para
convertirlo en algo más coherente.

Los Faith No More allanaron el camino, y surgió una tendencia de


crossover entre el hardcore punk y el hip hop, con grupos como
Biohazard, Dog Eat Dog, Downset o Thumb for Germany (un grupo
bastante cañero, por cierto).
El uso recurrente y denso del sampling por parte de los White
Zombie se inspiraba en el innovador trabajo del equipo de
producción The Bomb Squad en los mejores discos de Public
Enemy. El estilo vocal de Rob Zombie deriva a veces a algo más
parecido al rapeo. En sus trabajos posteriores en solitario
combinaría los ritmos electrónicos con un estilo bailable muy
característico.
Rage Against the Machine están muy por encima de los demás
en este terreno. Musicalmente se remontan a los riffs clásicos del
rock de los setenta de grupos como Led Zeppelin. Su innovador
guitarrista, Tom Morello, recurre a una serie de originales recursos
para extraer ruidos extraños provenientes de su instrumento en un
intento de sonar como Terminator X de Public Enemy. Deslizaba la
palma por las cuerdas con una llave Allen y, acto seguido, le daba a
la palanca del interruptor para que la guitarra sonara como un
helicóptero, una sirena antiaérea y, a veces, incluso como una
guitarra. Para cerrar el círculo, tres cuartas partes de RATM
colaboran en la actualidad con Chuck D de Public Enemy y B-Real
de Cypress Hill en un proyecto llamado Prophets of Rage.
Combinar el rap y el rock acabó convirtiéndose en un lugar
común. Y después llegó Korn.
Cuando salió el primer álbum de Korn, en 1994, mis amigos
metaleros y yo pensamos que era un soplo de aire fresco. Incluía
muchos de los elementos que nos encantaban del heavy, como la
afinación más grave de las guitarras del death metal que tanto nos
gustaba, unas letras auténticas y una voz que nos hablaba
directamente a nosotros, adolescentes alienados de barrios
residenciales (y, por extensión, a cualquier adolescente de barrio
residencial que se sintiera alienado).
El núcleo temático de los primeros discos de Korn versaba sobre
los traumas de la niñez. A diferencia de la tendencia general del
heavy de proyectar una imagen exterior de dureza, Jonathan Davis
mostraba su debilidad. Hablaba del chaval maltratado que había
dicho basta y empezaba a arremeter contra todos. En la canción
Faget se adueña del insulto homófobo que escuchó durante toda su
adolescencia y lo convierte en una expresión desesperada de rabia.
Al final de la canción Daddy acaba llorando desconsoladamente.
Fue un punto de inflexión en el rock. Más adelante este
fenómeno daría un paso más y se acabaría convirtiendo en el
movimiento emo, obsesionado por la alienación, las lesiones auto-
infligidas, el trastorno por estrés postraumático, la depresión y la
ansiedad. La música gótica y la industrial también seguirían esta
tónica, pero en un contexto más adulto que hablaba de las
adicciones, la heroína o las cagadas varias cometidas en la edad
adulta.
Musicalmente, Korn consigue amalgamar sus influencias en un
todo muy coherente. Los elementos del hip hop aparecen en la
sección rítmica, al estilo de los Beastie Boys, y no superpuestos por
encima de la música, como los mash-ups de Anthrax y Public
Enemy o Aerosmith y Run-D.M.C. Más adelante el nu-metal
intentaría mezclar el agua con el aceite y produciría un sonido
forzado. Se baja la afinación de las guitarras y del bajo, que encajan
con la batería y consiguen un groove muy potente. Y aunque se
nota la influencia del rap, la voz de Davis es agresiva, expresiva y
rara de la hostia. Tiene un estilo scat rabioso de lo más peculiar.
Mi coqueteo con Korn solo me duró hasta el final de la pubertad.
Sigo teniendo cierta debilidad por ellos, porque admiro a cualquiera
que se mantenga fiel a sí mismo. Y, además, siempre habrá un
mercado de adolescentes de barrios residenciales que se sientan
marginados y necesiten música.
Tras el éxito de Korn, el productor del álbum, Ross Robinson,
pasó a ser el productor más buscado de metal comercial
prácticamente durante toda esa década. Empezó la fiebre del oro en
el sello, que contrató a cientos de grupos parecidos. Y resultó que
nos habíamos equivocado. El álbum no fue un soplo de aire fresco.
Resultó ser una bolsa de aire que iba bajando por el colon de la
música, precediendo a un montón de mierda.[249] Se contrató a
cualquiera que tuviera un dj, llevara un peinado extravagante o las
típicas pintas raras de adolescente que se pasea por un centro
comercial en sábado. Roadrunner —antes un sello respetado en el
mundo del heavy que había dado a conocer a Sepultura, Machine
Head y Fear Factory— empezó a perseguir las modas y acabó
contratando a cualquier gilipuertas que tuviera unos platos y un pelo
de chiflado. Como los putos Coal Chamber, un grupo totalmente
prescindible y caricaturesco que se queda con los elementos más
infantiles de Korn y desecha su emoción y agresividad reales.
Intenta encontrar alguna foto de Coal Chamber en la que no salga
alguno de ellos haciendo una pose como de muñeca rota, en plan
«uh, estoy piradísimo». Ya verás como no encuentras ninguna. Si
hasta se llevaban una furgoneta de los helados de gira y repartían
helados gratis. Pardiez, no puede haber nada menos heavy.
Limp Bizkit,[250] un grupo donde reinaba la testosterona, añadió
mucho más hip hop y pose fanfarrona a la mezcla. Los contrataron
después de ir de gira con Korn y, básicamente, son una mierda,[251]
pero tuvieron un EXITAZO que te cagas. Si crees que es un nombre
cutre, no te equivocas. Fred Durst dice que quería un nombre que
creara aversión en la gente.[252]
Y entonces llegó el aluvión. Puddle of Mudd, Mudvayne, Papa
Roach, Creed… El nu-metal está claramente influido por el
nacimiento de Internet. A los grupos cuyos nombres eran apodos de
usuarios (Sum 41, Primer 55, Linea 77, Factory 81, Project 86) se
les unen aquellas bandas cuyos nombres recuerdan a lo que escribe
mi gato cuando pasa por encima de mi teclado: (Hed) PE, P. O.D.,
AqME, Switched, 4 Lyn. Tanta tontería me pone de los nervios.
El nu-metal empezó a infectar a grupos buenos anteriores.
Sepultura contrató al productor de Korn, Ross Robinson, para su
álbum Roots, de estilo entre tribal y death metal. El disco tuvo un
éxito increíble, pero quienes los seguían desde sus inicios no
ocultaron su inquietud ante un cambio de rumbo que los alejaba
precisamente de sus raíces[253] —valga la redundancia— extremas.
Lo peor que hizo el nu-metal fue cargarse a Machine Head.
Tanto si fue consecuencia de la presión que les metió el sello como
si sencillamente se les fue la puta pinza, después de sacar un
primer disco impecable de post-thrash, Burn My Eyes, los Machine
Head sacaron una retahíla de discos que recurrían cada vez más al
traqueteo hiphopero del nu-metal y que acabaron arruinando todo lo
que tenían de bueno. The Burning Red es el Cold Lake de Machine
Head. Se han redimido en los últimos años gracias a una inyección
de heavy metal clásico, con sus dos guitarras a lo Judas Priest, pero
no han recuperado la genialidad de su primer disco.
Y entonces en el año 2000 llegó Linkin Park. Circulaban rumores
que decían que eran una boy band prefabricada para sacar tajada
del tirón del pop metal comercial. La verdad es que no me extrañaría
que fuera así: suenan igual que una. También se dice que el
horroroso nombre fue una sugerencia de la discográfica para que
estuvieran al lado de Limp Bizkit en los estantes de CD. Su música
no tiene alma y parece obra de un comité directivo. Todo lo
relacionado con ellos está diseñado para ser comercializable.
Siguen la norma de no soltar tacos. Que les den. A Jerry Seinfield
se lo consiento, pero no a un grupo heavy. Como era de esperar,
vendieron decenas de millones de discos. El líder del grupo tenía su
propia línea de ropa, en colaboración con Porsche. Saca tus propias
conclusiones…

Pero no todo fue malo. A diferencia de lo que pasaba en el glam


metal, estos grupos sabían tocar sus instrumentos y tenían cierta
ambición musical. Y en esa charca fétida había algún diamante que
otro.[254]
Se metió a los Deftones en el saco del nu-metal, pero yo diría
que son más bien un grupo de new-wave que acaba de descubrir
los discos thrash de su hermano. Su interpretación del post-metal es
hipnótica, elevada, y se nota por igual la presencia del pop de los
ochenta que del hip hop. Es una mezcla perfecta de influencias, con
una madurez que está a años luz de lo que hacían sus
contemporáneos con pintas raras y acompañados del rapero de
turno.
Los System of Down son unos músicos geniales y componen
temas muy interesantes (además de ser el único grupo mainstream
que intenta concienciar al mundo sobre el genocidio armenio).
Y… bueno, ya está. No se me ocurre ninguna otra banda nu-
metal que no sea una mierda.
Ah, y nos queda Slipknot.
Soy de la opinión de que, como metalero, llegas a una edad en
que hay un grupo que te hace sentir viejo. Y como las tendencias
del heavy metal cambian muy rápidamente, eso sucede muy pronto.
Para mí, ese grupo fue Slipknot. Yo tenía unos veinte años cuando
se hicieron famosos. En ese momento yo escuchaba a grupos
hardcore como Converge, Cave In o KISS It Goodbye, y me
adentraba rápidamente en mi adorado black metal a través de
bandas como Emperor, Darkthrone o Marduk. La naturaleza austera
y auténtica del hardcore y el ambiente sobrenatural del black metal
hacían que Slipknot parecieran ridículos. Artificiosos. Un producto
afinado para resultar atractivo al consumidor y no como una
expresión auténtica de la personalidad. Con esas máscaras y
monos que me llevaban, y el rollo del anonimato, me parecían un
reclamo, una especie de «mi primer grupo heavy Fisher-Price».
En sus primeras entrevistas hablan por hablar y dejan entrever
su supuesta rabia y odio. Presumen de estar tramando posibles
asesinatos de modo que no los pillen. Casi resultan convincentes.
Pero esa fanfarronería de «BUF, TÍO, NO VEAS LO INTENSO QUE ES
ESTAR EN ESTE GRUPO» oculta el hecho de que detrás de ellos hay
un gigante discográfico que destina un gran presupuesto a
publicidad. Y la complicidad de la prensa musical en preservar su
imagen y seguirles el juego con el rollo del anonimato y los apodos
me recuerda exactamente a cuando se inventaron los apodos de las
Spice Girls para vender más: la deportista, la baby, la salvaje, la
patriotera… y Skeletor.
La actitud simbiótica y aduladora que suele tener la prensa
metalera hacia los grupos a los que halagan hace que añore los
días en que NME no dejaba títere con cabeza. El mundillo del heavy
es relativamente pequeño y las revistas han aprendido a lo largo de
los años que los grupos importantes son los que les dan de comer.
Metal Hammer necesita muchísimo más a Slipknot que viceversa.
Y, oye, no pasa nada. El heavy para principiantes, destinado a
chavales de catorce años, también tiene cabida en el género. Es
más beneficioso para ellos escuchar a Slipknot, Bring Me the
Horizon o Motionless in White que a Ed Sheeran, Justin Bieber o la
Nicki Minaj esa de los cojones.
Slipknot sigue siendo un grupo importante para toda una
generación. Puede que sea la banda heavy que mayor nivel de éxito
haya obtenido, llenando estadios y siendo cabeza de cartel en
festivales. Y no es una gesta menor. Al conseguir que el heavy
cobrase una dimensión comercial les allanó el camino a miles de
grupos que querían tener éxito sin renunciar a un sonido realmente
extremo como parte del lote.

Pero el nu-metal tenía los días contados. Como su público fue


abandonando la pubertad y la llegada del milenio hizo que su
imagen tan exageradamente noventera pasara de moda, se
marchitó y pasó a mejor vida. El nu-metal solo tenía atractivo para
los adolescentes blancos que vivían en barrios residenciales. Eran
canciones destinadas a garabatearlas en las mochilas escolares.
Una música que se te acababa quedando pequeña.
Pero quién sabe, quizá me equivoco. Quizá la autenticidad o el
ocultismo que tanto me gustan de mis grupos favoritos sean igual de
artificiosos que la angustia existencial de adolescente con pintas
raras que se pasea por el centro comercial del nu-metal. El black
metal le da mucha importancia a la imagen, eso es verdad, y
muchos de sus artistas todavía viven con sus padres. Por muy
rebeldes que parezcan Bathory, Death y Obituary, todos ellos
contaron con un apoyo total de sus progenitores. Y en mi escuela
les habrían dado alguna que otra paliza por ese motivo.
Sin embargo, lo fundamental que hay que recordar es que el nu-
metal nunca fue una evolución del heavy metal, sino un alejamiento.
Un desvío hacia un callejón sin salida. Y no pasa nada. Todos los
géneros musicales tienen sus límites, y el nu-metal es uno de ellos.
Y no para bien.
El nu-metal, como no podía ser de otra manera, también se vio
reemplazado en el afecto de los adolescentes que llevan medias a
rayas y se congregan cerca de fuentes por una subcultura todavía
más superficial: la emo. Pero ¿sabéis qué? Que no pienso dignificar
esa basura con una entrada en el libro. Que les folle un pez. Tengo
más cosas de las que hablar y una fecha de entrega.
14
El metalcore y el regreso
de la buena música

El declive del metal comercial y su evolución hacia el nu-metal y la


cutrez generalizada no duró demasiado. El cambio de milenio dio
nuevas fuerzas al heavy, a pesar de que Fear Factory consiguió que
todos los grupos metaleros se ocultaran en búnkeres subterráneos
por si acaso el virus del milenio hacía que los ordenadores
dominaran el mundo y acabáramos siendo sus esclavos cíborg.[255]
Y este subidón de energía vino del hardcore punk.
Desde Discharge, la frontera entre el heavy metal y el punk ha
sido muy porosa. Un género influía en el otro, tanto si se admitía
como si no. Después de que el punk hiciera que el heavy metal
volviera a acercarse a la calle con su imagen y los temas de sus
canciones, el heavy metal, a su vez, empezó a mostrar su influencia
en el punk. Black Flag nunca negó su deuda con Black Sabbath. El
movimiento crossover, que combinaba el hardcore y el thrash,
nunca desapareció del todo, y el estrecho puente que unía ambos
movimientos se ensanchó y acabó convirtiéndose en una autopista.
Grupos como Agnostic Front, Cro-Mags, Suicidal Tendencies,
Carnivore, Cryptic Slaughter, D.R.I., etc. utilizaron recursos del heavy
metal durante todos los ochenta.
A principios de los noventa, los grupos de hardcore se iban
decantando cada vez más por un sonido metal. Quien usó los
elementos heavies con mayor audacia fue el movimiento vegano del
Straight edge, una corriente que a buen seguro le parecerá
desconcertante al metalero de cerveza y bocata de beicon.[256]
El Straight edge empezó con la influyente banda de hardcore
Minor Threat. Al principio era sencillamente el modo que tenía Ian
MacKaye de expresar que no encajaba en el mundo que lo rodeaba,
en especial en la escena punk, en la que solo importaba beber,
drogarse y tirarse a todo lo que se movía. La letra de la canción Out
of Step habla del desapego que siente («I don’t drink | I don’t fuck»),
[257] y en el tema Straightedge deja entrever una cierta superioridad

al justificar sus decisiones contra la presión y la burla de los demás


diciendo que tiene «cosas mejores que hacer» que drogarse.
El símbolo del Straight edge era una cruz dibujada con un
rotulador grueso en el dorso de la mano. Provenía del grupo anterior
de MacKaye, los Teen Idles, que se dibujaban cruces en la mano
para que la gente supiera que eran menores de edad durante la gira
y no podían beber.[258] Ese símbolo llegó a la escena de Washington
DC como un modo de facilitar los conciertos para todos los públicos
y llegó a convertirse en una medalla de honor. El reloj Swatch YCS
1006, que lleva una gruesa cruz en la esfera, se convirtió en el
accesorio predilecto de los Straight edge.
Teniendo en cuenta que el resto del grupo no compartía la
abstinencia de MacKaye, la cosa se quedaba en una declaración de
intenciones y poco más, pero, aun así, el concepto Straight edge
sobrevivió a este primer momento introspectivo y frágil y acabó
convirtiéndose en un movimiento proselitista y colérico. Grupos
como Youth of Today o Cro-Mags incitaban a pelearse y los SSD
directamente iban por ahí tirándole a la gente las cervezas al suelo.
Aunque el Straight edge ofrezca una alternativa positiva y útil al
hábito social de emborracharse, también atrae a tarados. Ajá. Y en
un momento dado se criticó a Ian MacKaye por beber Coca-Cola
porque, claro, la cafeína es una droga. Y nosotros no tomamos
drogas. ¿Lo pillas, Ian?
Empezando por Youth of Today en la segunda mitad de los
ochenta, las bandas Straight edge empezaron a defender los
derechos de los animales, el vegetarianismo y el veganismo. Cosa
que está muy bien.[259] Bien hecho. Pero luego llegó la línea dura
del movimiento y se volvió un poco nazi. Hasta hay un grupo que se
llama Vegan Reich. No solo eran veganos militantes, sino que
también arremetían contra las «perversiones sexuales» y eran
antiabortistas. Por suerte les dieron para el pelo por tener esas
opiniones y duraron muy poco.
Una interpretación un poco más equilibrada del veganismo
Straight edge vino de un grupo que buscaba un sonido más duro y
metalcore: Earth Crisis. Aunque hay que decir que la letra de su
canción de 1993, Firestorm, es bastante intensa: defiende que se
castigue con violencia a los camellos.
Reversal of a Man, un grupo de powerviolence | screamo (que,
por cierto, es uno de mis favoritos), tiene una canción que se llama
Get the Kid with the Sideburns en la que se burla de Firestorm y
habla de la vez en que los dos grupos se pelearon.
El tema principal de Earth Crisis, no obstante, eran los derechos
de los animales. Son el único grupo al que le he escuchado decir
«REJECT THE ANTHROPOCENTRIC FALSEHOOD»![260] Y es un gesto que
les honra. Su segundo álbum, Gomorrah's Season Ends, es un
disco brutal, denso y asfixiante que transmite la sensación
deprimente de estar en un matadero. Por desgracia, contrajeron el
virus del nu-metal y se volvieron nefastos.
Earth Crisis inspiró un sonido más heavy metal en el hardcore y
muy pronto la distinción entre ambos géneros empezó a
desmoronarse.
En Boston, en paralelo al inicio de la andadura de Earth Crisis,
Converge empezó a tocar versiones de canciones hardcore y riffs
«sobrantes» de Slayer. Estos humildes inicios propiciarían que se
convirtiera en el grupo más creativo de todo el hardcore. No se
parecen a nadie: son la banda más sensacional, emotiva, brutal y
compleja que he visto en directo. Y he ido a muchos de sus
conciertos. Solo Jimi Hendrix me provoca la misma reacción
emocional que ellos.
Sus primeros sencillos son una interpretación novedosa del
metalcore, y su tono desgarrado y, en cierto modo, inquietante te
deja fuera de juego. Su primer álbum tuvo una tirada muy limitada y
fue seguido de un EP que más tarde se reeditó con algunos temas
extras, por lo que prácticamente era un álbum. Su segundo disco
oficial, When Forever Comes Crashing, de 1998, es mi favorito.
Tiene una fiereza y una emoción extraordinarias. Está coproducido
por Steve Austin, de Today is the Day, y tiene el sello de la banda:
un sonido denso, voces en varios niveles y fragmentos noise
experimentales. Como muchos de mis discos favoritos, es una pieza
que documenta a un grupo en transición, que lucha contra sus
limitaciones y busca nuevos sonidos.
El auténtico hito llegó más tarde, en 2001, con Jane Doe.
Grabado por el guitarrista Kurt Ballou en su propio estudio GodCity,
es más potente, más denso y menos raro que WFCC. El cambio
principal fue la incorporación de Ben Koller a la batería: dejaron
atrás las limitaciones del hardcore y apostaron por un estilo
metalcore extremo, con golpes de caja que parecen disparos de
ametralladora y fills curradísimos. Cuando tuve la oportunidad de
entrevistarlos, en 2012, Jacob Bannon y Kurt Ballou me dijeron que
este era el primer álbum en el que habían encontrado su propia voz.
Desde entonces han sido aclamados universalmente por la crítica y
han logrado el éxito comercial sin renunciar ni por asomo a su
sonido ni a su filosofía del «háztelo tú mismo».
La historia de Converge va estrechamente ligada a la de otra
banda de Massachussets,[261] Cave In. Empezó con un estilo
parecido al de Converge, y ambas han intercambiado miembros y
colaborado muchísimo. Después de su increíble Until Your Heart
Stops, Cave In cambió de estilo y se decantó por el space-rock para
crear Jupiter, un disco con un sonido teatral y grave, con más
resonancias del OK Computer de Radiohead que de Slayer o Black
Flag. Por desgracia, en una descarada maniobra para lograr el éxito
comercial, firmaron con RCA, una aventura que no terminó bien
porque básicamente implicaba renunciar a todo lo bueno que tenían.
En el breve periodo comprendido entre 1996 y 2001 surgió una
cantidad sorprendente de grupos de hardcore creativos y
musicalmente ambiciosos. La mayoría de ellos tocaba y grababa en
la órbita alternativa, a pequeña escala, mientras conservaba sus
trabajos de día o estudiaba en la universidad. Una cantidad
desproporcionada de esos nuevos grupos de metalcore tenía un
nombre que empezaba por c: Catharsis (de quienes nació un nuevo
movimiento anarquista entero), CrimethInc., los Culture, de Florida,
y sus homólogos británicos Canvas, de Leeds.
Bélgica también era un hervidero de grupos: de allí salieron
Arkangel, Congress y los magníficos Liar.
Morning Again y Culture se inspiraron en el sonido del metalcore
belga e intercambiaron a algunos de sus miembros. Culture, en
particular, consiguió un equilibrio perfecto entre unos buenos
estribillos y unas letras muy floridas. Su principal influencia era
Sepultura.[262] Su último disco, el EP Heteronome, es el mejor
ejemplo de la rabia del veganismo Straight edge.
Hubo algunos indicios de un posible paso al mainstream. Vision
of Disorder salían mucho en la prensa metalera, al igual que Will
Haven. Ambos grupos llegaron a formar parte del metal comercial
durante un breve tiempo aunque, como les pasó a la mayoría de los
grupos alternativos, acabaron fracasando por la presión de la
industria musical. Resulta bastante útil ver a estos grupos como
animales de los inicios del Devónico que intentan sobrevivir en tierra
firme, después de haber evolucionado en el mar. Llegan a la orilla
esperanzados, pero la mayoría acaba moviendo las aletas
desesperadamente y asfixiándose. Hatebreed fue uno de los pocos
grupos que desarrolló pulmones y consiguió salir adelante. Al
principio era una banda muy hardcore, pero después evolucionó a
un sonido metalero más comercial y ahora es cabeza de cartel en
festivales.
Mientras tanto, muchos de los grupos de esta escena en
expansión seguían sin mostrar ningún atisbo de interés por la
comercialidad. KISS It Goodbye sonaban mucho más heavies que
cualquiera de los demás. Su sonido denso, emotivo y crudo
recuerda a Black Flag. Pero más cabreados.
San Diego parió a los influyentes pero efímeros Swing Kids,
cuyos integrantes se embutirían más tarde en disfraces de insecto,
usarían unos teclados rarísimos y harían un grindcore esquizoide
bajo el nombre de The Locust. Un caso parecido es el de Melt-
Banana, que fusionaba el grindcore con la música pop japonesa. El
caos controlado estaba a la orden del día, con We are the Romans,
de Botch,[263] y los sensacionales Dillinger Escape Plan, cuyo EP
Under the Running Board mostraba un potencial que en el álbum
Calculating Infinity llegó a su expresión máxima. Los Dillinger son
conocidos por sus feroces actuaciones en directo, que a mí siempre
me han parecido un poco impostadas y ensayadas con tanto salto y
tanta mandanga. Por muy increíble que sea que puedas tocar
música muy técnica mientras saltas repetidamente de tu ampli, a mí
me deja un poco frío y hace que eche en falta un poco de conexión
emocional y autenticidad. En el festival de Reading de 2002
presencié cómo su nuevo cantante, Greg Puciato, se ponía a cagar
en el escenario y luego le lanzaba el zurullo al público.
El complejo estilo de Dillinger Escape Plan les valió la etiqueta
de mathcore. Y eso fue precisamente lo que me devolvió a la senda
del heavy metal auténtico: el componente «matemático» era lo que
le quitaba encanto al asunto. Le faltaba la magia que sentí la
primera vez que escuché a Deicide y a Slayer. La sensación
fantasmagórica que evoca la presencia de algo que no es humano.
Y en los conciertos de Dillinger solo veías saltar a universitarios.
Puede que Dillinger sea uno de los grupos más creativos que existe.
Pero, para mí, ese concierto fue una revelación: lo que yo buscaba
en la música era un portal que me llevara a otro mundo. Y solo el
heavy metal era capaz de conseguirlo.
Con el tiempo, este sonido novedoso, fiero y extremo llegó a la
órbita comercial, y surgieron muchos grupos descafeinados que
tenían la vista puesta en la portada de Kerrang! En la década de
2000, el metalcore fue el sonido predominante en el heavy metal,
con grupos como Killswitch Engage, Hatebreed o Trivium. Bring Me
the Horizon tuvieron un enorme éxito, lo que puso de moda el
sintagma «verbo más nombre» para bautizar a tu grupo: Behold…
the Arctopus, Beneath the Sky, Betraying the Martyrs, Bleed the Sky,
Capture the Crown, Come the Dawn, Crown the Empire, Design the
Skyline, Desire the Fire, Destroy the Runner, Embrace the End,
Escape the Fate, Haste the Day, Horse the Band y Poison the Well.
¡Guau!
Como no podía ser de otra manera, suavizaron el sonido y lo
pulieron de modo que fuera apto para el consumo de masas. El
estándar del metal comercial hoy en día es una evolución del
metalcore. Un horror. El sonido de la batería está tan producido que
se ha perdido por completo la sensación de directo. Las guitarras
son densas y las voces varían, incansables, entre lo cavernoso y lo
transparente.
El grupo que ejemplifica a la perfección este nuevo enfoque es
Trivium, a quienes odio (sí, lo confieso). Lo siento si te gustan. No es
agradable que de repente critiquen algo que tienes en gran estima.
Así que voy a intentar ser justo y explicar objetivamente por qué le
tengo tirria a este grupo. Y bastante, además.
Motivo número uno: la música. Le falta pasión. La brutalidad
auténtica es consecuencia de haber tenido una vida de mierda. Para
mí, Trivium suena a burguesito que intenta buscar un motivo para
enfadarse. No hay oscuridad, garra ni arrogancia. Motivo número
dos: la producción. El estilo moderno de producción metalera hace
que todo el mundo suene igual. Motivo número tres: el postureo que
me llevan. Matt Heafy no hace más que hablar de lo mucho que le
gusta el black metal. En uno de sus videoclips sale con una
camiseta de Emperor y se llenó la chupa vaquera de parches de
grupos de metal extremo. Todo chorradas.
Querer que te reconozcan como alternativo cuando la música
que haces es todo lo contrario es bastante paradójico. Trivium ha
sido desde el principio un grupo de rock corporativo que ha buscado
el dólar fácil. Es una banda que de black metal no tiene nada.
Recuerdo que lo mismo pasó con Slipknot. Tocaban un nu-metal
mierdoso con unos blast beats que me parecían odiosos, y todo el
mundo pesadísimo con que tenían que gustarme porque «todos
venían de grupos de death metal». Por desgracia, esa justificación
todavía lo empeora más. Es como si un carnívoro intentara
apaciguar la rectitud de un vegano diciéndole «oye, que yo antes
era vegetariano». Que es como decir «yo sé más que tú».
El auge de los grupos metalcore comerciales coincidió con un
aumento general de la cantidad de metal proveniente de Estados
Unidos. Este fenómeno recibió el nombre de nueva ola del heavy
metal americano, una expresión bastante difícil de definir, ya que
incluye a un gran número de grupos que vienen de lugares muy
distintos dentro del mundo metalero. Los Lamb of God seguramente
sean los más conocidos de todos. Musicalmente su estilo se parece
al post-thrash traqueteante popularizado por bandas como Machine
Head o Pantera.
Mastodon es un grupo que nació de los experimentales Today is
the Day, cuyo álbum de 1999, In The Eyes of God es fruto de la
misma mezcla de la que surgió Jane Doe, de Converge, y
Calculating Infinity, de Dillinger Escape Plan. Today is the Day es
básicamente el proyecto en solitario del guitarrista y vocalista Steve
Austin (no confundir con el luchador), el genio que produjo el
sublime When Forever Comes Crashing, de Converge. Cambió de
grupo de acompañamiento entre un disco y otro: en In the Eyes of
God incorporó al batería Brann Dailor y al bajista Bill Kelliher.
Cuando Steve recurrió a otros músicos, estos dos se juntaron con
Troy Sanders y con Brent Hinds para montar Mastodon, un grupo
que crecería exponencialmente y vendería, valga la redundancia,
cantidades mastodónticas de discos, además de ser cabeza de
cartel en muchos festivales con su genial mash-up de todos los
grupos de rock conocidos.
El siguiente género en aparecer fue el deathcore o, como yo lo
llamo, el «core de tatus». Combina lo peor del hardcore y lo peor del
death metal. El resultado es un mash-up malo, hiperlimpio y falso
que abusa de los triggers para batería y al que solo le importa la
imagen. La gente lleva el pelo corto y se tatúa el cuello y las manos
antes que los brazos. En resumen: es una puta mierda y mejor
ponte a escuchar a Dismember.
En casi todas las bandas de metal comercial actuales se nota
esta mezcla de heavy metal y de hardcore. El metal moderno (MM)
es una extraño batiburrillo de elementos cuidadosamente elegidos:
voces cavernosas | transparentes, riffs de inspiración hardcoreta,
melodías basadas en Judas Priest. El metalcore es la nueva norma
y, a pesar de que Killswitch Engage o Bring Me the Horizon no son
de mi estilo, no está mal ver que, en lo alto del árbol del heavy
metal, a los grupos no les van los numeritos y son relativamente
auténticos, además de heavies.[264]
Sin embargo, bajo esta superficie fluye un heavy metal más puro,
destilado. Y la gente joven con Internet intenta copiar o utilizar como
base a partir de la que progresar esos subgéneros metálicos del
pasado. No hay nada nuevo bajo el sol.
15
En ocasiones veo post
por todas partes

A la gente le flipan que te cagas las etiquetas. Especialmente a los


metaleros. La mayoría somos bastante friquis y nos encanta
desmenuzar al detalle los géneros musicales.[265] Claro que esto
tiene una parte negativa: nuestra tendencia al mansplaining, esto es,
a hacer gala de nuestros conocimientos con bastante
condescendencia. Y de ahí el peligro de que te pillen cuando vas de
listillo y no tienes ni idea.
Una vez me tiré una hora entera discutiendo con alguien que
decía que Napalm Death era grind y que el grindcore había
aparecido más tarde como resultado de la mezcla de lo que hacía
Napalm Death y del hardcore. El memo en cuestión alegaba con
vehemencia que el grindcore era un género bastardo, muy distinto al
primer grind. Sin la posibilidad actual de recurrir a la Wikipedia para
zanjar el asunto, la cosa quedó en empate porque se negó a creer
que: (a) siempre se llamó grindcore y grind era simplemente una
abreviación, (b) fueron los propios Napalm Death quienes acuñaron
el término y (c) era un capullo integral que estaría mejor calladito.
En los noventa, el metal experimentó una increíble inflación. Lo
que había empezado como heavy metal pasó a ser thrash, speed,
death, black, power, doom… Y cada uno de estos géneros se
multiplicó para complicarnos todavía más la vida y darnos un
verdadero panteón de géneros que no era de demasiada ayuda.
Además de la explosión del death metal en un millón de
subgéneros, como hemos visto antes, el black metal tuvo su primera
y su segunda ola, fue sinfónico, bestial (también conocido como war
metal), nacionalsocialista, anarquista y comunista, viking,
blackgaze…
Por lo que respecta a la cronología del heavy metal, la cosa se
complica cada vez más en los noventa.[266] No solo vemos que los
subgéneros se multiplican, sino que también lo hacen los grupos.
Como las bacterias. A medida que aumenta la cantidad de gente
que hace heavy metal, también crece la complejidad de la historia.
Los movimientos, las tendencias y las subculturas se parecen cada
vez más y las influencias de cada subcategoría se fusionan e
interactúan.
Los grupos que influyeron en las manifestaciones más
experimentales del heavy metal de los noventa vienen de todas
partes. Nuestra narrativa ya no es lineal. El hip hop, el metal
industrial, el folk, el noise, el jazz… Todos estos géneros
contaminaron y fortalecieron el sonido heavy. El inicio de esta nueva
tendencia se nota en los grupos que tuvieron éxito entre 1992 y
1996 —Sepultura, Machine Head, Pantera—, los cuales retomaban
elementos de muchos lugares distintos y los fusionaban en un todo
satisfactorio. El principal agente contaminante fue el hardcore punk.
Y de ahí salió el metalcore.
Y luego llegaron los «post». Había miles de ellos. Por todas
partes. Y todo el mundo salió en pos de los post. Pon un post
delante del nombre de un género y ya está. Solucionado. La cosa
empezó con el post-punk y luego llegó el post-rock. Pantera y
Machine Head eran post-thrash. Y luego llegó el post-metal.
El problema con los géneros post es que no son capaces de
superar la influencia del género del que supuestamente son una
apostilla. Este prefijo suele añadirse con bastante alegría, sin
demasiada precisión ni miramiento. Post-metal podía haber sido el
nombre de cualquier evolución del género surgida después de Black
Sabbath. Hasta Judas Priest podría haber reclamado esa etiqueta si
hubiera querido. Pero eran demasiado metaleros para ser post-
metal. De todos los géneros que abarca este libro, sin duda el post-
metal es el más complejo de definir.
¿Y cómo narices suena el post-metal, te preguntarás? Bueno,
pues un poco como el post-rock.[267] Depende muchísimo de los
pedales de efectos (véase «Shoegaze») y tiene unas estructuras
largas, épicas y crecientes que se parecen más a la música clásica
que a nada de lo que hizo Tank o Praying Mantis. Pero el término es
muy vago y suele aplicarse a cualquier cosa que sea un poco heavy
metal pero también experimental.
El post-metal surge de la fusión de las formas tradicionales
heavies con la vertiente más experimental de géneros ajenos al
metal.
Los Melvins, de Seattle, son anteriores al grunge e influyeron en
este movimiento, así como en todos los demás géneros, desde el
doom al grindcore. Su estilo fusiona a Black Sabbath con el punk y
una serie de elementos experimentales. Además, su líder, Buzz
Osbourne, tiene un pelo increíble, como Shane Embury de Napalm
Death. Han sacado veinticuatro discos en treinta años, y su
influencia es palpable en toda la música extrema.
No obstante, prácticamente todos los grupos post-metal se
inspiraron en una banda: Neurosis. Su influencia en el heavy metal
es tan extraordinaria como su música. Como Venom a principios de
los ochenta, derribaron las barreras de lo que se creía posible.
Cambiaron las reglas del juego. Marcaron un punto de inflexión. Un
hito. Un momento crucial. Su obra maestra Through Silver in Blood
tuvo un efecto galvanizador en todos aquellos que la escucharon. Si
bien el punk hizo que el rock progresivo pareciera demasiado
solemne, Neurosis consiguió que todos los grupos heavies pecaran
de ser poco serios. ¿Qué sentido tiene hablar de gobiernos
corruptos y de desigualdad social si EL UNIVERSO SE ESTÁ
DESGARRANDO Y LAS ESTRELLAS EMPIEZAN A CAERSE DEL CIELO?[268]
Neurosis era un grupo oblicuo y complejo, pero también muy
accesible. Consiguieron llegar a algo primario. Los he escuchado
estando de acampada, haciendo senderismo por peñascos baldíos y
subido a un telesilla, ascendiendo inhóspitas montañas. Y tengo que
decir que combinan a la perfección con los paisajes naturales. Como
alguien que sufre disforia de género puedo decir que el vídeo en el
que tocan Locust Star en el Ozzfest es una de las pocas cosas por
las que me alegra ser hombre. La suya es una masculinidad que
puedo admirar. Canalizan toda su testosterona y su rabia con tal
ferocidad que resulta bello, como una tormenta. O como una
camiseta con un lobo.
Neurosis recurrió a un artista visual como complemento a sus
conciertos: se dedicaba a proyectar grandes montajes en pantallas
gigantescas. La banda también allanó el camino para que volviera a
ponerse de moda la barba entera, algo que no se les ha reconocido
lo suficiente. El heavy llevaba muchos años bajo la tiranía doble de
la cuchilla y de la perilla. Por desgracia, la aparición de la figura del
hípster lo ha echado todo a perder. Siguiendo el ejemplo de
Neurosis, un millón de grupos recurriría a los pedales de efectos, las
proyecciones y unos quebrados del compás lentos y épicos. Una de
estas bandas es Isis[269] (a los que se tachaba de clones de
Neurosis hasta que estos los contrataron en su sello Tribes of
Neurot). Aaron Turner, el vocalista y líder de Isis, también creó la
compañía discográfica Hydra Head Records, que lanzó los discos
de la mayoría de los grupos influyentes de carácter experimental del
metalcore de los noventa y la primera década del milenio: Botch,
Cave In, Coalesce, Neurosis, etc. Por desgracia, ya no existe en la
actualidad, aunque sigue vendiendo álbumes antiguos (tendrías que
apoyar a sellos como este, por cierto). Paradójicamente, Isis
empezó a vender muchas más camisetas cuando el grupo islamista
empezó a salir por la tele. Seguramente aquello hacía que la gente
se acordara de que le gustaba el grupo. «Ostras, Isis, ya no me
acordaba de ellos. A ver si me compro una camiseta.»
En esta escena hay otros grupos como los efímeros Battle of
Mice, que sacaron un disco demoledor que narraba la ruptura
sentimental de dos integrantes de la banda. ¡Igualitos que Abba![270]
Muchos grupos post-metal renunciaron a la voz en favor de
complejos temas instrumentales, como Pelican, Russian Circles y
Red Sparrows. Un buen modo de saber si un grupo es postalgo o no
es fijarse en si les gusta a los hípsters. O a mi colega Al.[271]
Otros grupos post provienen de escenas muy distintas. TOOL,
que se asocia con el rock alternativo e incluso el nu-metal, es de
otro planeta. Les benefició sobremanera que su guitarrista, Adam
Jones, fuese también técnico de efectos especiales para películas y
que hubiese trabajado para Stan Winston, cosa que les permitía
sacar unos videoclips de la hostia. Los mejores. En sus directos
reina la psicodelia y se viven experiencias casi místicas. El grupo,
además, tiene una gran inclinación por el ocultismo. Son
complicados, mordaces y se ríen de todo.
Godflesh demuestran el principio de que las figuras
fundacionales de los movimientos musicales rara vez permanecen
en ellos demasiado tiempo. Justin Broadrick estuvo en la primera
formación de Napalm Death, pero se aburrió rápido del grind-core y
siguió su propio —y brutal— camino, que lo llevaba hacia la
electrónica y el noise.
Y después están los Godspeed You! Black Emperor. No son
metaleros, pero sí un grupo que marca a todo aquel que lo escucha
(entre ellos a quienes eligieron la música de la peli 28 días después,
que contribuyó a popularizarlos). Nacieron de la misma escena
anarcokupa que los potentes Catharsis y por ellos fluye la misma
sensibilidad, igual que sucede con el proyecto de black metal
anarquista en solitario Panopticon.
Por último, el post-metal es una categoría muy amplia que
comprende a un número relativamente escaso de bandas. Si bien el
término sugiere que abarca todo aquello que surge después del
heavy metal, lo cierto es que este nunca morirá y, por lo tanto, es
imposible que haya un «después». Y lejos de fijar la vista en el
futuro, el heavy metal sigue nutriéndose de su pasado.
16
Final de trayecto: el retro metal
y el movimiento revival

A mi parecer, no hay nada más misericordioso en el mundo que la


incapacidad del cerebro humano de correlacionar todos sus contenidos.
Vivimos en una plácida isla de ignorancia en medio de mares negros e
infinitos, pero no fue concebido que debiéramos llegar muy lejos.
Hasta el momento las ciencias, cada una orientada en su propia dirección,
nos han causado poco daño; pero, algún día, la reconstrucción de
conocimientos dispersos nos dará a conocer tan terribles panorámicas de la
realidad, y lo terrorífico del lugar que ocupamos en ella, que solo podremos
enloquecer como consecuencia de tal revelación, o huir de la mortífera luz hacia
la paz y seguridad de una nueva era de tinieblas.
H. P. LOVECRAFT, La llamada de Cthulhu

En los inicios de la primera década del siglo XXI, el heavy metal


apostó muy fuerte por lo retro. De repente dejó de perseguir lo
nuevo y revisó antiguos movimientos. El thrash, el doom, el power
metal, el heavy metal tradicional, el rock ocultista… fueron
desenterrados y reanimados. Y, al hacerlo, estos movimientos
proyectaron sobre cada uno de los géneros una coherencia que
antes había estado ausente. El heavy metal, como un simpatizante
del UKIP,[272] comenzó a hallar la inspiración en un pasado que
nunca existió del todo.
¿A qué se debió ese repentino giro hacia el pasado? Hasta los
noventa, el heavy metal avanzaba imparable hacia delante. Siempre
ansioso por lo nuevo, experimentaba y progresaba en busca de un
sonido más heavy, más melódico, más potente, más rápido, más
rico en texturas… Se expandía en todas direcciones en busca de
nuevos sonidos. Anhelaba lo extremo y, cuando lo conseguía, lo
pulía y empaquetaba para el consumo de las masas. Era un género
inquieto y con la vista siempre puesta en el futuro. Como ya hemos
visto, tras sentar las bases del heavy metal básico, después buscó
los cimientos del thrash, el speed, el black, el death, el doom, el
grind, el industrial, el gótico… Siempre evolucionando hacia el
futuro.
Cada movimiento era una reacción al anterior; a veces había
algún afluente que se separaba del caudal principal y se convertía
en un meandro abandonado, con su propio microclima metalero,
como pasó con el thrash cuando se bajó de la escalera que lo
llevaba inevitablemente a un lóbrego destino, el death metal, o como
cuando el doom alcanzó la categoría de género por méritos propios
al buscar conscientemente la huella de Black Sabbath tras el
subidón del thrash y del grindcore.
Pero después llegó el nu-metal y parecía que el género
emprendía la retirada, agitando los brazos y gritando «¡CORRED!»,
como en Los caballeros de la mesa cuadrada de Monty Python.[273]
Aterrorizado por el descubrimiento, como un estudioso de Lovecraft,
se retiró a la apacible y tranquilizadora nostalgia del pasado. Había
nacido el movimiento retro.
Aunque, a decir verdad, el heavy nunca había pasado por alto su
historia. Al igual que cualquier otro movimiento, tenemos presentes
a nuestros antecesores, respetamos a los ancianos, no nos
cansamos de decir que «su primer álbum era mucho mejor»… Todo
es mejor cuando sabes lo que viene después. En los noventa, me
moría por haber vivido en los ochenta. Y al escribir esto, en 2017,
los noventa me parecen una arcadia feliz, aunque ahora haya
muchos más grupos —y mejores— que cuando yo era adolescente.
Hay una teoría que afirma que cada movimiento musical trazará
en algún momento sus propios límites. Es decir, que si alejas al
heavy metal de su núcleo, llegará un momento en que se convertirá
en otra cosa. Es muy posible que el repentino interés por revisar el
pasado se debiera a que el heavy metal había explorado por
completo su territorio y ya no era necesario innovar más. Sucede lo
mismo que cuando una piedra cae en mitad de un lago. Las ondas
que emanan del centro hallan nuevos territorios hasta que rebotan
contra la orilla y regresan, pero de un modo nuevo: se combinan,
crecen, decrecen y crean infinitos patrones nuevos. Si buscas algo
totalmente nuevo, no lo encontrarás en el heavy más reciente. En
vez de eso, hallarás refinamiento, polinización cruzada.
Combinaciones nuevas de sonidos antiguos.
Y no es algo negativo. En absoluto. Tampoco una limitación. El
alfabeto no se creó de golpe. Las nuevas letras se añadían una por
una. Y ahora ya no tenemos la necesidad de añadir ninguna más.
Esas veintisiete letras nos dan todo lo que necesitamos: desde
Moby Dick hasta el informe Chilcot, pasando por todas las letras de
Ooh Crikey, It's… Lawnmower Deth. De igual modo, los elementos
del heavy metal creados entre 1970 y 1996 nos dan la materia prima
necesaria para desarrollar infinitas permutaciones y combinaciones.
De ahí el auge de géneros como el blackened thrash o el death |
doom.
El segundo factor que propició este revival fue Internet. A finales
de los noventa, casi todos los hogares tenían conexión a la red. De
repente, era mucho más fácil acceder a información sobre los
grupos.[274] Los grupos de noticias y los sitios web permitían que los
adictos al headbanging se comunicaran como nunca antes: eran
una versión mejorada del antiguo circuito de intercambio de cintas.
Si bien antes teníamos que escarbar en las revistas para saber qué
influencias tenía tal o cual grupo, de repente teníamos al alcance de
la mano una enciclopedia entera. El conocimiento exhaustivo de la
historia del heavy metal ya no era patrimonio de unos pocos friquis y
coleccionistas de discos, sino que estaba a disposición de todo el
mundo. Y esos grupos antiguos eran buenísimos. Una puta pasada.
La atención empezó a desplazarse hacia el pasado: Bathory,
Venom, Diamond Head, Discharge, Von… Todas aquellas bandas
cuyos nombres conocíamos y a las que habíamos oído citar pero de
las que no podíamos disfrutar a nuestro antojo estaban al alcance
de todos. El hermetismo y la oscuridad habían desaparecido.
Eso explica los movimientos de revival del thrash | old-school y
del death | doom, además del creciente número de grupos que se
reunieron de nuevo. Refused y Carcass tienen más éxito ahora que
cuando estaban en su mejor momento creativo.
Y luego está el revival de la imagen. Internet también da acceso
a fotos y a productos, y es mucho más fácil vestirse ahora como un
jeviata de 1981. Y oye, que la gente lo hace. Es como el cosplay o
una mierda parecida. Si hasta llevan bigotes.
Hay una línea muy fina que separa la música de los grupos que
rinden culto al pasado y el pastiche. The Darkness fue uno de los
primeros ejemplos que tuvo éxito comercial. La única vez que me
han gritado algo por la calle y han dado en el clavo fue cuando un
grupo de gente se puso a cantar I Believe in a Thing Called Love al
ver la melena de color rojo que llevaba entonces. Yo me limité a
contestar: «Sip. Me gusta esa canción». The Darkness eran
bastante ridículos, pero no más que los grupos a los que veneraban.
Creo que su homenaje era auténtico. Y es más de lo que se puede
decir de Steel Panther, un grupo que, con su numerito glam, lo que
hace es cachondearse del género. Puede que el black metal me
haya agriado el humor, quién sabe.
El primer grupo que me llamó la atención por su planteamiento
retro fue Municipal Waste, un grupo de neo-thrash de Richmond
(Virginia). Al leer sobre ellos en la revista Terrorizer, allá por 2005,
me parecieron un poco de pega y su imagen anacrónica, bastante
impostada. Pero luego los vi en directo, teloneando a los geniales
hardcoretas neoyorquinos Sick of It All y me fliparon muchísimo.
Eran capaces de retomar todas sus influencias y aglomerarlas en
una música muy satisfactoria. Es más fácil conseguirlo cuando te
inspiras en grupos geniales, de acuerdo, pero eso no les quita nada
de mérito. Y además tienen de batería a Dave Witte, de Discordance
Axis, un tipo que es una puta leyenda.[275] Más adelante fui a ver a
Municipal Waste ya como cabeza de cartel y entonces me
impresionaron todavía más los teloneros, Toxic Holocaust, que
hacen un revival del thrash mucho más alternativo. A este
movimiento se sumaron muchas bandas, bastantes de ellas
británicas: Evile, SSS, Kremated y los magníficos Send More
Paramedics. Esta corriente nunca alcanzó la misma envergadura
que el thrash en los ochenta, pero los grupos continúan en activo y
su influencia persiste.
Después del revival del thrash llegó una oleada de grupos con la
vista puesta en el pasado.[276] Los nostálgicos roqueros ocultistas
Ghost han logrado un éxito que nadie esperaba. Al principio
generaron cierto entusiasmo en ambientes alternativos, en parte por
ser el grupo de la semana en el MySpace de Fenriz, y su estilo a lo
Blue Oyster Cult ocultista los catapultó a la fama. Lo hacen muy
bien. Por lo menos en su primer disco, que es excelente. Pero me
he cansado un poco de ellos. Tienen ese rollo del anonimato que te
hace gracia un tiempo. La verdad es que está muy bien ver triunfar a
un grupo que no confía solo en el aspecto y en la sobreproducción.
Les deseo lo mejor. Por motivos que no explicaré aquí, tengo el
premio Golden God que les dio Metal Hammer en mi piso. Les invito
a que vengan a recogerlo, pero SOLO si me prometen que
Repugnant sacará otro álbum…
El rock ocultista en general ha experimentado un gran auge (en
paralelo a un resurgimiento general del interés por el ocultismo), con
grupos como The Devil’s Blood, In Solitude y Blood Ceremony. La
nueva escena ha eclipsado con creces la efímera popularidad de la
que gozó esta corriente en los años setenta.
El black metal siempre ha tenido la vista puesta en sus raíces,
pero la década de 2010 ha sido testigo de una increíble explosión de
bandas que rememoran los días de gloria de principios de los
ochenta, cuando los subgéneros extremos del heavy metal no eran
más que una gran amalgama sónica. Mi grupo retro favorito de black
| thrash | speed metal son los londinenses Dungeon. Una parte de
mí anhela que haya otro grupo con el mismo nombre en otra parte
del mundo, para que se vean obligados a llamarse Dungeon
(London). Ja, ja, ja. Sería la monda.[277]
Nada de lo dicho anteriormente implica que no puedan
encontrarse nuevos sonidos. Hay grupos que siguen haciendo una
música increíble, fresca y original, como por ejemplo el black metal
con dulcémele de The Botanist o el dronescape experimental de
Sunn O))), ¡pero la vieja escuela sigue dominando el panorama y
para mis seniles oídos es una buena noticia!
17
El heavy metal hoy

¿Era el heavy metal mejor antes? ¿Han pasado ya sus días de


gloria? Con la muerte de Lemmy, la jubilación de Black Sabbath y
las dos versiones de Entombed que rondan por el mundo, bien
podría parecer que el panorama es bastante deprimente.
Y no cabe duda de que gran parte del heavy metal comercial que
se estila en la actualidad es una mierda pinchada en un palo. Pero
es que, en realidad, cualquier cosa comercial es una mierda
pinchada en un palo. Los grupos que son cabeza de cartel en los
grandes festivales de heavy son generalmente bandas antiguas que
sacaron sus mejores discos hace veinte o treinta años. Acabo de
escuchar una lista de reproducción que se llama «Las mejores
canciones heavies de 2017» y me he deprimido hasta el tuétano. La
industria musical metalera tiene una mentalidad tan empresarial y
capitalista que saca la mierda más sobreproducida imaginable a la
venta. Apuesta por grupos que durarán menos que los artistas de un
solo hit que vemos en las reposiciones de «Top of the Pops». Es
deprimente ver que las bandas le siguen el juego a una industria
musical agonizante y que quiere seguir apostando aunque la carrera
haya acabado hace tiempo. El heavy prefabricado ha muerto. El
único que vale la pena tocar sale del alma, y no de un grupo focal.
Conclusión: que les den a todos.
Sin embargo, si rascas un poco la superficie, verás que el
panorama es muchísimo más alentador. En el heavy metal, la
nostalgia siempre hace que nos remontemos a lo que percibimos
como una edad de oro; ya sean los noventa para el black metal,
mediados de los ochenta para el thrash o los setenta para el heavy
metal tradicional. Pero lo cierto es que nunca ha habido un mejor
momento para ser fan del heavy metal que ahora. Un sondeo rápido
del heavy metal más popular en los ochenta sugiere que las cosas
no eran tan idílicas en esa época como las pintamos. Fue la escena
alternativa del género la que hizo que los ochenta fueran una
maravilla. Y esa escena alternativa es hoy en día mucho mayor,
mejor, más potente, vibrante y heavy que nunca.
El factor individual que mayor efecto ha tenido en el heavy metal
desde su nacimiento ha sido Internet. El modo de consumir música
grabada ha cambiado tan radicalmente en tan poco tiempo que ha
hecho que la gente de mi generación se sienta muy vieja antes de
tiempo. Hace unos años, actué en un centro cultural que estaba al
lado de Newcastle. Pues bien, me llamó la atención una camiseta de
Iron Maiden de una adolescente sentada en la primera fila. Tuvimos
una agradable conversación sobre heavy metal y le pregunté cuáles
eran sus otras bandas preferidas. Me dijo que su grupo favorito era
Sepultura. ¡Qué pasada! «¡También eran mi grupo favorito a los
dieciséis, tengo un tatu de Sepultura!» Después de decirle: «¿Dónde
estabas tú cuando yo tenía tu edad?»,[278] le pregunté cuál era su
álbum favorito de Sepultura.
Y me dijo: «No tengo un disco favorito. Los escucho en
YouTube».
Tengo recuerdos vagos de lo que sucedió después. Me
zumbaron los oídos y me desperté tres días después en el hospital.
Mientras me recuperaba de la conmoción en una clínica para
jeviatas noventeros, empecé a reflexionar sobre la manera en que la
gente consume música. Para empezar, antes era algo que se
compraba. Cuando en 1996 salió Roots, de Sepultura, fue la
culminación de meses de expectación. El día del lanzamiento, mis
colegas del instituto y yo cogimos el autobús para ir a la tienda de
discos independiente de nuestra zona[279] y comprarlo en CD.[280] Me
lo llevé a casa y no escuché otra cosa en todo el mes. Me leí cada
palabra del cuadernillo.
Pero mi obsesión por Sepultura no llegaba al extremo de
escuchar absolutamente todo lo que grabaron. Para empezar, mi
colega Alex me dijo que su primer EP y álbum eran una bazofia
inescuchable («parece que lo hayan grabado en una bañera de
hojalata») y tampoco sabía dónde podía comprarlos.
El fan moderno de Sepultura, si bien tiene que aceptar que no
hayan vuelto a sacar un disco bueno de verdad desde Roots, tiene
acceso a absolutamente todo lo que grabaron, incluidas rarezas y
maquetas, con solo hacer un clic.
Las copias físicas, aun así, se siguen vendiendo. Ayer mismo me
llegó mi última adquisición de Bandcamp: el álbum de black metal
de estilo doom Moving Monoliths, de Wilt. Lo recomendó Austin
Lunn, de Panopticon, en una columna de la página web No Clean
Singing. Escuché sus recomendaciones mediante enlaces a las
pistas en streaming, me compré el álbum en Bandcamp, me
descargué la versión digital para llevarla en el teléfono y después
recibí la copia física por correo, acompañada de un parche. La gente
se lamenta del bajón en la venta de discos, y tiene razón. Es muy
importante apoyar a los grupos gastándose el dinero en sus
álbumes y en sus productos. El consumidor de música es ahora un
pequeño mecenas que debe ayudar a sus grupos favoritos a salir
adelante.
La red de intercambio de cintas que asentó las bases del death
metal y del black metal es ahora algo accesible a todo el mundo. Y a
veces la tarea resulta abrumadora: las recomendaciones de final de
año de Lunn comprenden más discos de los que una persona
compra de media en un año.
Pero no solo la distribución es ahora más fácil gracias a la
tecnología. El acceso a un equipo de grabación asequible y lo
sencilla que es la grabación digital permite que un grupo con un
presupuesto muy ajustado pueda grabar discos invirtiendo muy
poco, subirlos a Internet y compartirlos con amigos que, a su vez,
podrán hacer lo mismo en sus redes sociales. Es muy fácil sacar
una canción. Antes parecía que todos los grupos de la escena del
metal extremo se conocían, pero ahora hay tantos que es imposible
estar al corriente: hoy en día salen más discos de thrash metal al
año que en toda la década de los ochenta.
Es la difusión en estado puro. Ya no hay que pasar por la
discográfica, la promoción, las emisoras de radio ni las tiendas de
discos comerciales: la industria musical se ha democratizado. Es
una expansión del modelo alternativo, casi una meritocracia. La
gente se deja influir menos por los creadores de tendencias y de
gustos porque pueden encontrar música mejor. Puede que a un
lector joven le cueste comprenderlo, pero antes teníamos que
comprar un disco para saber si era bueno o no. Y eso no mola nada
cuando el disco te costaba unos veinte euros de entonces.
¿Y qué consecuencias tiene todo esto? Pues que si hay más
grandes grupos que escuchar, estas bandas ya no tendrán tantísimo
éxito como las de antes. Teóricamente es posible que los nuevos
grupos alcancen un éxito espectacular si su música lo vale pero, en
la práctica, nunca volveremos a tener otros Metallica. Hay quien lo
ve como un problema y se lamenta de la falta de futuros cabezas de
cartel en festivales. Yo creo que es genial. El heavy metal no está
hecho para los estadios: se disfruta más en los locales. Los grandes
festivales de fin de semana deberían replantearse su modelo:
contratar a un gran grupo como cabeza de cartel, por ejemplo, y
después invertir en otros más pequeños que aporten mayor
variedad. El Download, por ejemplo, podría permitirse tener un
escenario de black metal y de death metal por lo que cuesta un
cabeza de cartel.
La industria musical ha lidiado con los cambios con una lentitud
pasmosa, cual patético dinosaurio que observa el meteorito que cae
sobre la tierra sin comprender lo que pasa. Una vez más, COMO
SIEMPRE, la autenticidad está en la escena heavy metal alternativa.
Durante años, lo alternativo ha aceptado las posibilidades que le
ofrecía el formato digital, desde la aparición de MySpace (¿te
acuerdas de MySpace? ¿Y de los módems que hacían ruiditos
raros? ¿Y qué será de Coal Chamber?) a la de Bandcamp,
Soundcloud o Spotify.
Otra consecuencia de tener música gratuita a tu disposición es la
disminución del intervalo de concentración. Una de las mayores
ventajas de las cintas de casete era que empezaba donde la habías
dejado; no podías acceder a tu antojo a lo que querías. Como
resultado, escuchabas casi por igual álbumes y cintas grabadas. Los
discos y los CD favorecen la escucha de las primeras canciones, y
los MP3 hicieron que la gente que se animaba a pinchar en las
fiestas pudiera cambiar de canción a mitad de tema. Al tener
tantísima elección, la gente empezó a darles menos oportunidades a
los álbumes, a escucharlos menos en general. Aunque
personalmente creo que un buen disco seguirá escuchándose hasta
la saciedad.
Se dice que todo era mejor antes, pero nunca ha habido mejor
momento para ser metalero. ¡Si todos los géneros han tenido su
renacimiento! Sea cual sea tu tipo de heavy metal favorito, hay
grupos increíbles ahí fuera que hacen cosas que son una puta
pasada. Gracias a Internet hay mucho entre lo que elegir. Y puedes
escucharlo gratis. Cualquiera que dude de la calidad de la nueva
música que se hace en la actualidad solo tiene que fijarse en las
listas de mejores discos del año que aparecen en las decenas de
publicaciones metaleras que hay en Internet. ¡Anda, fíjate, hay
cientos de álbumes que no he escuchado que son una puta
maravilla!
La cultura metalera es relativamente joven. Todavía está en
pleno desarrollo. La mayoría de los grupos antiguos sigue tocando
en directo, y más bandas que nunca componen temas de altísimo
nivel. Sí, es cierto, no volveremos a ver a Motörhead y Black
Sabbath ha colgado los hábitos, pero todavía tenemos sus discos en
las estanterías, como cápsulas temporales de momentos en los que
el heavy fue perfecto. Y aunque nuevos descubrimientos aguarden
al curioso explorador,

en tu colección de discos,
todo está pasando ahora.
Epílogo
El futuro del heavy metal

La historia del heavy metal es un rico caleidoscopio de escenas y


años dorados. Es fácil echar la vista atrás y sentir añoranza por lo
que ya pasó. La nostalgia es también un negocio y muchos grandes
grupos alcanzaron su cénit hace muchos años. Pero la escena
metalera actual está en su mejor momento: cada vez hay más
grupos, más conciertos, y la tecnología digital permite la grabación y
la distribución directa en formas que eran inconcebibles durante
gran parte de la historia del heavy. La mayoría de los grupos que
aparecen en este libro siguen juntos y en activo, y también hay
nuevas bandas que se decantan por estilos antiguos y los tocan tan
bien como sus iniciadores. La llama del heavy metal nunca se
apagará.
Así pues ¿qué nos depara el futuro?
Basarse en el pasado para explicar lo que sucederá en el futuro
es una tarea compleja. Es necesario analizar los patrones en
profundidad, conocer a fondo la historia, y aceptar que causa y
efecto rara vez son lineales.
En 1970, los Black Sabbath no sabían que estaban iniciando un
nuevo género ni que llenarían estadios casi cincuenta años
después. En 1982 era imposible predecir el nacimiento del nu-metal
o que los grupos llevarían chándal y usarían platos en sus directos.
Pero, felizmente para ti, ínclito lector, no solo soy historiador, sino
que también practico la magia negra. Así que, para tener una idea
precisa de los caminos que seguirá el heavy metal en el futuro,
utilicé la herramienta más sencilla posible: una güija hecha con
letras recortadas de un número de la revista Kerrang! Pero, ay de
mí, los espíritus con los que hablé pertenecían a espectrales
quinceañeros ya muertos con un gusto musical deplorable.
«¿Cómo dices, espíritu? ¿Que Green Day es tu grupo favorito y
que crees que Asking Alexandria son lo más? Esto… ¿Hay alguien
más ahí arriba con quien pueda hablar? ¿Tu madre o tu padre,
quizá?»
No me quedaba otra que recurrir al sacrificio. Mi colección de
discos. Contemplé las primeras ediciones, las cubiertas
desplegables de los setenta. Las cajas de coleccionista. La
discografía entera de Darkthrone. Y luego pensé que mejor me
hacía un bocata y luego lo tiraba sin comérmelo. Sacrificio realizado.
Ya solo me quedaba el ritual de adivinación. Intenté tirar las cartas,
pero el rollo hippy new age no era suficientemente metalero. Una
amiga me sugirió que leyera los posos del té y yo le sugerí que se
fuera a freír espárragos. Pero luego caí en el método de adivinación
por antonomasia del heavy metal: las runas escandinavas.
Tiré las runas mientras escuchaba Runestone to My Memory, de
Amon Amarth. Pero me distraje cambiando sin darme cuenta la letra
por Rhinestone to my mammary[281] y me imaginé a su vocalista,
Johan Hegg, con un escotazo como el de Dolly Parton. Y créeme:
una vez que tienes metida esa imagen en la cabeza no te la quita ni
Dios.
Me estaba saliendo todo fatal. Así que me plimplé una botella de
Jack Daniel’s, me comí un puñado de maría y esperé a que se me
apareciera el espíritu de Lemmy, de Dio o del tío ese de Slipknot.
A continuación reproduzco lo que me dictaron esos espíritus. Y
todo es verdad.

2018 - Sale la segunda edición de este libro, cuyo éxito galopante


sorprende a todo el mundo. Lo leen metaleros, académicos y
personajes populares. Fotografían a Kim Kardashian con un
ejemplar en las manos y, como resultado, todos sus fans se lo
compran. Una historia del heavy metal se convierte en el accesorio
imprescindible que todo el mundo debe tener en las redes sociales.
De repente, una legión de clones con la cabeza hueca que sigue las
tendencias comerciales del pop empieza a escuchar de verdad a los
grupos cuyas camisetas llevan por orden de sus estilistas. La venta
de los discos heavies se dispara y el heavy metal vuelve a ser
popular en todo el mundo como no se veía desde la edad de oro de
los ochenta. Saxon, Lamb of God y Exodus se convierten en grupos
llenaestadios.

2019 - Fenriz elige como grupo de la semana a Creme Brulee,


banda ficticia de la serie The League of Gentlemen. Debido a la
increíble presión de la fortalecida escena metalera mundial, los
actores que encarnan a los músicos de Creme Brulee se ven
obligados a montar un grupo de verdad. Sus bolos dan la
campanada, se convierten en la noticia sorpresa del año, y baten
todos los récords de ventas y de asistencia a conciertos. Se
convierten en el grupo con mayores ventas de la historia, y llegan a
vender más entradas que Led Zeppelin en la cima de su carrera,
quienes, a regañadientes, les piden ser los teloneros de sus
conciertos. Mötley Crüe se vuelve a juntar por millonésima vez y el
batería Tommy Lee hace lo nunca visto: en vez de tocar la batería
boca abajo o subido a una montaña rusa, tiene una batería-
tuneladora que lo lleva al centro de la tierra. Se dice que la burbuja
del heavy metal puede explotar en cualquier momento pero no pasa
nada. Beyoncé y sus semejantes desaparecen de las listas de
ventas internacionales en favor de Nile, Cradle of Filth y —
tristemente— Trivium. El increíble auge de los grupos llenaestadios
metaleros de gira ejerce una gran presión sobre el sector hotelero y,
para dar solución al problema, se crean hoteles a prueba de bandas.
Se instalan drones en los televisores para que regresen
automáticamente volando a las habitaciones. Axl Rose anuncia un
nuevo disco de Guns N’ Roses, previsto para 2020.

2020 - Ni rastro del álbum de Guns N’ Roses. Bruce Dickinson se


forma como astronauta para que Iron Maiden sea el primer grupo
que toque en la luna: su éxito es tan grande que el público ya no
cabe en ningún recinto normal. El concierto en la luna dura
veinticuatro horas y lo repiten seis veces para que el espectáculo
pueda verse desde cualquier rincón del mundo con telescopios
especiales, además de usar unos altavoces del tamaño de Bélgica
para oírlo. El 99% de la población mundial ve el concierto y los
Maiden se vuelven más famosos que el mismísimo sol.
En un mensaje televisado, el presidente de Estados Unidos,
Donald Trump, se divide en dos entes independientes pero
idénticos: uno de ellos siempre dice la verdad, mientras que el otro
solo suelta mentiras. Se emiten dos comunicados contradictorios: el
primero dice que no hay de qué preocuparse y el segundo siembra
el pánico y la paranoia diciendo que ha sido abducido por
alienígenas belicosos. «Tengo la firme intención de seguir sirviendo
al país del mejor modo posible. —Y luego añade—: Que os jodan,
yo solo quiero sacar tajada de esta situación. Voy a hacerme con
todo el poder y todo el dinero que pueda. A la mierda América y a la
mierda la raza humana.»
Se crean unas leyes de emergencia para dar cabida a esta
presidencia «dual». Durante un acto en favor | en contra de los
niños con discapacidad, cinco semanas después, los dos Donalds
se vuelven a dividir y revelan un interior formado por lagartos
extremadamente inteligentes que se expresan con una extrañísima
variedad dialectal. La lagarta portavoz del Trump gestáltico exclama:
«¡Encended un candil! ¡Soy todo lagartos!».
Se reforma la Constitución estadounidense. Aprovechando la
coyuntura política, Manowar lanza una campaña para convertirse en
los futuros presidentes de América con el eslogan: «Make America
Metal Again».

2021 - Seguimos sin tener noticias del álbum de los Guns N’ Roses.
A pesar de que al Trump reptil gestáltico no le iba nada mal en las
encuestas, Manowar gana de calle. Lo primero que hacen es
declararle la guerra al falso heavy metal. Los recursos destinados a
la lucha contra el terrorismo global se utilizan ahora para combatir
este fenómeno, declaro ahora ilegal y antiestadounidense. Linkin
Park son arrestados de inmediato y enviados a Guantánamo.
Despunta un nuevo macarthismo y el país se vuelve paranoico: todo
el mundo cree ver falsos jeviatas por todas partes. Las «patrullas de
justificación de camisetas» acosan a quienes no saben responder a
preguntas sobre álbumes poco conocidos y cunde el pánico entre la
población. «Di el nombre del productor» se convierte en el eslogan
de la guerra civil.
El poeta del siglo XXI Gerhard Heintz escribe lo siguiente:

Primero vinieron a buscar a los grupos de hair metal, y yo no


dije nada,
porque yo no era un grupo de hair metal.
Luego vinieron a buscar a los grupos de nu-metal, y yo no dije
nada,
porque nunca me ha gustado el nu-metal (bueno, solo el primer
álbum de Korn, aunque tiene mogollón de temas de relleno).
Luego vinieron a buscar a los grupos que llevaban el pelo corto
o tocaban el teclado,
y yo no dije nada porque tengo melena, y no me gusta nada la
música con teclados.
Bueno, quizá Emperor sí.
Luego vinieron a buscarme y no quedó nadie para hablar por
mí.

Para sacarle el máximo provecho a la economía de escala, Steel


Panther compra Colombia.
Se obliga a varios grupos a punta de pistola a cambiar a sus
integrantes. Sepultura son los primeros. Un renqueante Bill Ward
toca con los demás miembros de Black Sabbath, también muy
maltrechos. Se obliga a Darkthrone a tocar en directo.
Meshuggah graba un disco con un quebrado del compás tan
complejo que se quedan atrapados en la música. El álbum nunca
sale a la venta por miedo a abrir un agujero negro. Guns N’ Roses
anuncia que su nuevo disco ya está casi listo.

2022 - Varg Vikernes ataca una mezquita. Su rifle se queda


atascado y muere azotado por miles de zapatos musulmanes. El
vídeo se vuelve viral. Estados Unidos anexiona a Finlandia y la
declara su quincuagésimo primer estado.

2023 - Dream Theater publica un álbum en notación musical y sus


miembros desaparecen por el agujero de su trasero. Los Guns N’
Roses dicen que han desechado todo lo que habían compuesto
hasta la fecha y han empezado de nuevo, que suena genial y que lo
sacarán el año que viene.

2024 - Seguimos sin tener disco de Guns N’ Roses. Después de


cuatro años de reinado totalitario del heavy metal, este empieza a
sufrir un inevitable revés. El heavy se ve como algo muy poco cool:
es la música de la élite. En Noruega, grupos cristianos rebeldes
empiezan a quemar salas de conciertos y de ensayo heavies.
Manowar gana unas segundas elecciones, pero tiene que dar
explicaciones después de que aparezcan unas fotos del grupo con
los pezones tapados.

2025 - Se prohíbe el heavy metal en Europa. Rob Halford es


encarcelado, igual que los Europe. Guns N’ Roses dice que ya está,
que ya tiene el disco hecho, pero que la situación política es tan
inestable que resulta peligroso sacarlo este año. Pero el que viene
no falla, palabrita.

2026 - Llega la Primera Guerra del Metal. Manowar aumenta el


alcance de su ofensiva y declara la guerra a la ironía. Las fuerzas
antimetaleras se agrupan e inician el contraataque. La banda
nacionalista francesa Peste Noire se rinde de inmediato.
Las fuerzas antimetaleras desarrollan una bomba con un
componente secreto, la ironía, y la lanzan contra el heavy metal; así,
en general.
El grupo Cancer la palma el primero. De cáncer. Flotsam and
Jetsam[282] se ahogan en la costa de Nueva York, y sus cadáveres
aparecen tres días más tarde. Los pocos supervivientes
exintegrantes de Rainbow son troceados y convertidos en gominolas
de colores. Cuanto menos hablemos de cómo murió Sodom,
mejor…
Pero los antimetaleros de dieron cuenta pronto de que estas
muertes encajaban a la perfección con el heavy metal, y que de
irónicas tenían más bien poco. Las primeras reflexiones apuntan a
que las fuerzas antimetaleras en realidad no entendían la ironía. Al
fin y al cabo, se equivocaban totalmente luchando contra el heavy
metal, las cosas como son. Sin embargo, pronto se hace público
que las Fuerzas del Metal habían atacado el software de la bomba
irónica y lo habían reprogramado, de modo que el chisme ese en
realidad no captaba en qué consistía la ironía. Fue apodado como
«el virus de Alanis Morrisette». Una vez eliminado el virus de la
bomba, la vuelven a lanzar, y esta vez las bajas son cuantiosas en
el lado metalero. La extinción de Life of Agony es rápida e indolora.
Los Dark Funeral acaban enterrados en el desierto del Sahara bajo
un sol de justicia. Los Overkill reciben un solo balazo en la cabeza.
Nuclear Assault muere por causas naturales.
Las fuerzas antimetaleras se parecen cada vez más al fascismo,
lo que pone en un aprieto a todos los grupos NSBM. Pronto los
acorralan y los ejecutan por ser «una mala copia» del fascismo.

2027 - La guerra se vuelve nuclear, cosa que hace las delicias de


los grupos thrash y crust (en secreto). La tasa de supervivencia de
los metaleros supera con creces la de la población normal por una
serie de motivos: el primero, que casi todos ellos tienen por lo
menos un amigo apocalíptico que ha hecho acopio de máscaras de
gas. Además, la administración Manowar ha construido búnkeres
nucleares en todos los bares y locales de ensayo heavies. Por todo
el mundo.

2036 - En una tierra postnuclear totalmente devastada, los


metaleros empiezan a salir de sus escondrijos y contemplan,
pestañeantes, el apagado sol. Es un mundo poblado enteramente
por amantes del heavy metal. Los Guns N’ Roses dicen que lo
sienten mucho pero que el álbum fue destruido durante la guerra.

2044 - El vocalista de Cannibal Corpse, George Fischer


—«Corpsegrinder» para los amigos—, que a sus noventa años
parecía estar en plena forma, sufre la indignidad de quedarse sin
cabeza en pleno headbanging. El personal de seguridad la recupera
(estaba en el foso que separa escenario y público), la mete en hielo
y se la remienda una hora más tarde. Fischer se pone a escribir una
letra de inmediato, basándose por primera vez en una experiencia
real. Seguimos sin saber nada del álbum de los Guns.

2047 - Se clona a Black Sabbath y se programa una gira


conmemorativa para 2070.

2078 - Los Black Sabbath clonados andan todo el día a la greña y


se vuelven adictos a las drogas futuristas. Se clona rápidamente a
Sharon Osbourne para que le consiga una carrera exitosa en
solitario a Ozzy.

2081 - Metallica (con un aspecto horroroso) inicia una gira por su


centésimo aniversario, que durará quince años. Les piden a los
Guns N’ Roses que se unan a ellos, pero están demasiado
ocupados trabajando en su nuevo álbum.

2130 - Se lanza la última copia física de música grabada que existe,


principalmente como artículo para coleccionistas.

5078 - Cada vez más gente vive en simulaciones creadas por


ordenador, y es posible conectarse a Internet en dimensiones
alternativas. Un mundo en el que Lars, y no Cliff, muere en el
accidente de autobús muestra que Metallica acaba tomando
prácticamente las mismas decisiones artísticas pero sin el éxito que
su motivadísimo batería les proporcionó. La cantidad casi infinita de
música disponible llega al infinito. Aunque casi todo es una mierda y
lo único que se salva suelen ser los primeros discos de los grupos…
Dentro de millones de años, el universo se expandirá tanto que
sufrirá una muerte térmica. Ya no habrá unión entre partículas, y
tanto la luz como el calor o el tiempo dejarán de existir. Y solo
quedará el silencio.
Pero, antes de que desaparezca la última estrella, antes de que
el universo titile por última vez, mientras el tiempo muere y todo lo
que es, fue y será se despeña hacia una nada infinita… Guns N’
Roses por fin saca su disco.
Y un Big Bang hace que todo empiece de nuevo.
Los humanos evolucionan en una nueva Tierra, golpean rocas
con palos y… bueno.
Puedes volver al inicio del libro y leerlo otra vez…
NOTAS
[1] Aunque en realidad el Big Bang apenas hizo ruido. Siento
romper la magia nada más empezar el libro, pero es importante no
inventarse las cosas. De lo contrario no os creeréis nada de lo que
os digo y así no hay puta manera de llevarse bien con el lector.
[2] Y una cantidad menor pero nada desdeñable de mujeres.
[3] Como las patatas fritas. O las almorranas.
[4] Como un profe suplente ruso con un grave defecto del habla.
[5] Si pudieras teletransportar cualquier concierto de Dream

Theater con su público a Sirio, te cargarías a tres cuartas partes de


los profesores de guitarra de la zona. Eso es así. Dream Theater es
un grupo que suena como si escribiera la música en papel antes de
echar mano de las guitarras. Está compuesto por antiguos alumnos
del Berklee College of Music de Boston.
[6] Busca el vídeo Call of the Wintermoon de Immortal.
[7] Cosa que a nosotros nos hace mucha gracia. Para mí no hay

nada más tranquilizador que una pandilla de heavies melenudos.


[8] Mi grupo de heavy metal favorito, lo admito sin ningún reparo.

Bueno, quizá con alguno. Échale un vistazo al capítulo 6.


[9] Una definición polémica quizá, pero siguen tocando sus temas

thrash en los conciertos.


[10] Just like witches at black masses…
[11] Ed Tudor-Pole, de Tenpole Tudor, nos llamó la atención una

vez a mi grupo, The Men That Will Not be Blamed for Nothing, por
decir que hacíamos punk. «No sois un grupo de punk: ¡sonáis
mucho mejor!» ¿Cómo? ¿Mejor que Black Flag o Crass? Y una
mierda.
[12] P. P. P.
[13] Nunca debemos olvidar su chupa blanca de cuero.
[14] No confundir con el grupo Anathema, para quien esta
negación también sería un anatema. **
**Si repites anatema muchas veces, empieza a sonar raro.
Anatema. Anatema. Va, anímate. Dilo en voz alta. Anatema.
[15] El saludo, gesto sutil pero importante, reconoce que estamos

en presencia de otro heavy. Lo mismo hacen los moteros y los


conductores de una Volkswagen Camper. Es nuestro equivalente al
saludo masónico. La ausencia del mismo (en Londres o en
ambientes de postureo, por ejemplo) indica que alguien VA DE
FAROL.
[16] Buen nombre para un grupo.
[17] Grand Funk Railroad no es un grupo heavy.
[18] Siglas de New Wave of British Heavy Metal.
[19] Y esta conjunción de sensibilidad francesa y rigor alemán

hace que el alsaciano o pastor alemán sea un excelente perro


guardián.
[20] Un error cometido por mi abuela. Estábamos viendo la tele y

echaban Stomp. Mi abuela me preguntó: «Andrew, ¿esto es heavy


metal?». Tenía su lógica: aporreaban tapas de metal, y mi abuela se
tomaba las cosas muy al pie de la letra. Con decir que dejó de llevar
prendas de lana virgen después de casarse…
[21] En caso de duda, piensa SIEMPRE en Bobby McFerrin.
[22] O el genocidio. O tener celos de la gente más joven que tú y

echarles veneno en la bebida cuando vienen a casa a ver


reposiciones de capítulos de Doctor Who; con disimulo, eso sí, para
que no se den cuenta.
[23] Esto lo sé porque una vez vi un programa en el que Stephen

Fry y Brian Blessed metían las manos en agua congelada y soltaban


una buena ristra de tacos. Fue genial.
[24] El heavy metal ha hecho mella en mi cuerpo. Tengo

acúfenos, dos paletas rotas en la dentadura y un cuello tan


desproporcionadamente grueso para mi cuerpo delgaducho que no
encuentro ninguna camisa que me vaya bien.
[25] Gengis es un nombre que ya no se estila nada, ¿verdad?
[26] Qué ingenioso, ¿a que sí? No se estrujaron nada la sesera.
[27] Hay cantidad de chistes buenísimos sobre los baterías:
«¿Quién es un mierda? ¡El BATERÍA!», «¿Con quién se mete siempre
el grupo? ¡Con el BATERÍA!», «¿Qué integrante del grupo siente que
es un inadaptado social pero se hace el valiente aunque en su
interior se desaten recuerdos horribles de una infancia difícil? ¡El
BATERÍA!». ¡Ja, ja, ja! Me mondo.
[28] O, cuando menos, las pilas de amplis Marshall…
[29] Lo mismo pasó con el talento de Geri Halliwell: solo pudo

apreciarse en todo su esplendor tras la separación de las Spice


Girls, cuando fue por libre y mostró un talento musical comparable
en su asombrosa complejidad al de Bach o Rachmáninov.
[30] Esto fue lo que más me hizo reír cuando me documentaba

para escribir este libro. Pensé: «¿Cuál será el nombre real de Blind
Lemon Jefferson? Ah, Lemon Jefferson. Vale».
[31] Aparte de que le vendió el alma al diablo. Eso segurísimo.
[32] But he never meant shit to me, he's straight up racist the

sucker was, simple and plain-motherfuck him and John Wayne! —


Chuck D, Public Enemy. (Elvis era un héroe para casi todo el mundo
| pero para mí no significaba una mierda, | el muy mamón era un
racista, así de claro: ¡Que le jodan a él y a John Wayne!).
[33] Di «lote» muchas veces seguidas. ¿A que suena raro?
[34] Para disgusto manifiesto de John Lennon.
[35] ¡Como para no tener ampollas en los dedos!
[36] En realidad, la canción se llama We All Stand Together pero,

oye, ni que importara una mierda saberlo…


[37] Genio de la guitarra contrario a la inmigración.
[38] … que más tarde se convertirían básicamente en Led

Zeppelin, ea.
[39] Puede que digas que es un vagabundo | pero detrás de eso

hay mucho más | es un… | chaval que vive en la carretera.


[40] Antes de que apareciera Jimi, eran rivales. «¡Que te den!»,

«¡No, que te den a ti!». Y entonces llegó Jimi… «¡Que le den a él!».
Un poco como el final de Watchmen.
[41] La explicación —muy poco divulgada por los medios— que
dio Townshend sobre el asunto de la pornografía infantil es que todo
formaba parte de una gran estafa con tarjetas de crédito y que él no
miró ni mucho menos descargó ninguna imagen. ¡Por fin un ídolo
del rock cuya mala reputación resulta ser falsa! ¡El mundo vuelve a
girar sobre su eje!
[42] ¡A la hoguera con los rumores falsos sobre el heavy! También

se dice que si comes patatas fritas corres más rápido.


[43] 1970 no fue un año que destacara por la brillantez de los

títulos de sus discos. «¿Cómo vamos a llamar al álbum?» «Igual


que el artista y ya está.» Otros títulos nada imaginativos de discos
de 1970 fueron John B. Sebastian de John Sebastian, Hello, I'm
Johnny Cash de Johnny Cash y The Great Songs of Roy Orbison de
—ajá, lo has acertado— Martha and the Vandellas. El álbum The
Great Songs of Roy Orbison vendió mucho más que el disco del año
anterior, The Mediocre Songs of Roy Orbison.
[44] Grand Funk Railroad no es un grupo heavy.
[45] Dato curioso: en un primer momento se eligió a Judas Priest

para que compusieran la banda sonora de Top Gun, pero lo


rechazaron.
[46] Fue un obrero de una fábrica de las Midlands quien me habló

de Black Sabbath por primera vez. Es como si se pasaran el testigo


los unos a los otros…
[47] Servidor trabajó en las Cabinet War Rooms y en el Museo

Churchill…
[48] Sola del todo. Bueno, sin contar con la ayuda de Canadá,

Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica, la India…


[49] Y recuerda que, a principios de los sesenta, todo hombre

adulto había estado en el ejército. Igual que todo hombre adulto de


nuestro tiempo ha tenido una copia del (Whats the Story) Morning
Glory de Oasis. (No hay un argumento contracultural parecido que
explique la tendencia actual de los hípsters de llevar moño).
[50] No es casual que desde que Reino Unido se unió al Mercado

Común hayamos dejado de ser el lugar de referencia del heavy


metal en el mundo. Gracias al Brexit, los dueños de las fábricas
podrán volver a ignorar el bienestar de sus trabajadores y Gran
Bretaña producirá de nuevo más grupos innovadores gracias a ese
maravilloso regalo que son los horribles accidentes laborales.
[51] Uno de los motivos por los que no he leído entrevistas

actuales para preparar este libro es que las historias de los orígenes
de los grupos se vuelven míticas al repetirlas tantas veces a lo largo
de los años. Apenas recuerdo nada de cuando grabamos nuestro
primer disco como grupo, y eso que hace menos de una década. Es
muy poco probable que los Sabbath se acuerden de lo que pasó en
1969 porque: (a) hace un porrón de tiempo de aquello, (b) los
recuerdos se reescriben y cambian cada vez que accedes a ellos, y
(c) han consumido cantidades industriales de drogas desde
entonces.
[52] Aunque ahora niegue que realizara rituales, a mí me parece

que miente como un bellaco. Como cuando dices que fumabas


hierba pero que no te tragabas el humo. En mi opinión, Geezer
rechaza radicalmente el ocultismo por miedo a lo que le pasó, y no
por un repentino racionalismo.
[53] Excepto, quizá, un musulmán.
[54] «No me extraña que no ligáramos con las chatis en los

conciertos», se lamentaba Ozzy en su autobiografía.


[55] Geezer se apellida Butler, que significa «mayordomo» en

inglés. (N. de lat.)


[56] Grand Funk Railroad no es un grupo heavy metal. Los

americanos creen que Grand Funk Railroad file el primer grupo


heavy. Y no era un grupo heavy. Se equivocan. Mogollón. De cabo a
rabo. Ni siquiera son importantes en este relato. Olvídate de una
vez.
[57] boli
[58] calificar
[59] grupo
[60] de heavy
[61] «¡Eh, chavales! Me encanta el heavy metal este que tenéis

puesto. Es muy pegadizo.» «Oye, Brian, que esto es grunge. Me


estás avergonzando delante de mis amigos.»
[62] Fue la predicción menos acertada de la historia desde que
Enrique VIII declarara: «Estaré con esta esposa toda la vida». Un
error solo superado en la industria de la música por el del mánager
de Ozzy cuando dijo: «No me importa que no haya desayunado, le
das esa paloma y lo llevas a la rueda de prensa». Fue la metedura
de pata más garrafal en la música pop hasta que un colega de Pete
Towshend le dijo: «Oye, ¿y si te pones Internet en casa?».
[63] Además, las variaciones de los nombres de grupos todavía

no sonaban ridiculas porque aún no existía This is Spinal Tap.


[64] No era un mulo de verdad.
[65] Y si crees que U2 es mejor que Metallica, estás leyendo el

libro equivocado. Tendrías que estar leyendo Tus opiniones son una
basura y tus amigos creen que eres un soplapollas, de Antón
Tolaba.
[66] Aunque sí cambiaron de idea con Led Zeppelin.
[67] ¡Su propio nombre lo dice! ¡Led Zeppelin! Lead es «plomo»

en inglés, y el plomo es un metal pesado.


[68] Las acusaciones de plagio son muy frecuentes en el mundo

de los monólogos de humor. En mi primer bolo incluí un chiste sobre


por qué las cebras no pueden trabajar en un supermercado (porque
cada vez que pasan un precio por caja se escanean a sí mismas).
En el segundo, el cómico que me precedía soltó de repente:
«Tendrían que vender cebras en los supermercados. No haría falta
ponerles código de barras». El chiste es MUCHÍSIMO peor que el mío,
pero la consecuencia fue que no pude contarlo porque ya no tenía el
factor sorpresa, claro. Era imposible que aquel tío hubiera oído el
chiste en la primera y única actuación de mi vida y que después
hubiera tenido la desfachatez de contar una versión de mierda
estando yo ahí delante. Algo muy distinto pasó hace unos años,
cuando un fan me dijo que un conocido suyo estaba repitiendo uno
de mis monólogos entero y haciéndolo pasar por suyo. Hasta llegó a
colgar un vídeo en YouTube. Le envié a mi jauría de perros y pasó a
mejor vida. Por el contrario, hace poco dejé de usar uno de los
mejores chistes que he inventado jamás porque otra persona lo
tenía en su actuación. Como dice el viejo proverbio vegano: «Ajo y
agua». Aunque creo que se me ocurrió a mí, no tengo modo de
saber si lo que sucedió fue que asistí como público a su monólogo y
luego lo recordé, en vez de inventármelo. Así que lo dejé estar. Y
por eso soy mejor que Led Zeppelin. Como dice Vim Fuego en la
genial parodia heavy Bad News: «Yo ya tocaba Stairway to Heaven
a los doce años. Y Jimmy Page no la escribió hasta los veintidós.
Con eso está todo dicho».
[69] Otro increíble arranque imaginativo del comité de creación de

títulos de álbumes. Harían añicos todas las convenciones existentes


con el insólito Led Zeppelin II, el originalísimo Led Zeppelin III y,
exactamente lo que el enemigo no esperaría que hiciéramos y por
esa misma razón debemos evitar, Led Zeppelin IV, que carece
incluso de título oficial, pero ya se sabe que a la gente le gustan los
patrones y esas cosas.
[70] A menudo me he preguntado si la tendencia actual de que las

ventanas de las habitaciones de hotel apenas se puedan abrir por


motivos «de seguridad» es lo que llevó a la creación de televisiones
de pantalla plana… Ojo, no estoy diciendo que haya una
conspiración de los fabricantes de televisores con los grupos de
rock, pero TAMPOCO PUEDES NEGAR LA EVIDENCIA. Yo mismo no soy
del todo inocente por lo que se refiere a los destrozos en hoteles…
Una vez cociné unos fideos instantáneos en el hervidor de la
habitación y solo lo lavé por encima.
[71] Claro que ahora existe el folk metal, pero su contenido heavy

es mucho más explícito del que jamás tuvo Led Zeppelin.


[72] ¿Pero dónde coño estamos, en la época de los Tudor? ¿Nos

mola el rollo de Enrique VIII? ¿Un hombre para la eternidad? ¿Es


una broma? Yo pensaba que eran un grupo heavy y no actores de
una película de época. Hay que joderse.
[73] «Lord Órgano» es un buen apodo para ligar en Internet.
[74] Además, no es por llamar pretencioso a Jon Lord, pero tenía

un busto de Beethoven encima del piano. Parece una broma sacada


de una parodia. «Sí, tengo un busto de Beethoven. O sea porque
era músico y tal, ¿no?».
[75] ¿Lo pilláis? Lo de rock viene del inglés, por la ROCA en la que

están esculpidos. Ingenioso, ¿verdad?


[76] Pues tampoco es para morirse. Tiene un inicio espectacular,
pero luego se va apagando. Vendría a ser como el Salvar al soldado
Ryan de las canciones clásicas de rock.
[77] No hay que confundirlo con John Atkins, mi amigo de toda la

vida, que además es miembro fundador de la mítica banda de


sludge noise Palehorse. Seguramente no lo conozcas, pero como es
muy buen chaval, me apetecía mencionarlo.
[78] Otras revelaciones que también han conmocionado a la

comunidad metalera es saber a qué religión pertenece el papa o


cuántos días tiene un año bisiesto.
[79] Si no cuentas a Airbourne o a cualquiera de sus miles de

clones.
[80] Pero literalmente, ¿eh? Nadie tiene ni idea.
[81]¿En serio? Bueno, en realidad lo que pasó es que lo trincaron

en Canadá por posesión de cocaína (que resultó ser speed), un tipo


de droga que no contaba con el favor del grupo, al que le iban más
los alucinógenos.
[82] Que no. Que es un grupo heavy.
[83] Interpretado por Adrian Edmonson, el creador de Bad News,

una parodia genial sobre un grupo heavy en forma de documental.


Alguien a quien hinché bastante las pelotas dándole la matraca
(borracho) sobre lo injusto que era el poco éxito que había tenido su
serie La pareja basura. ¿Os suena la frase «es mejor no conocer a
tus ídolos»? Bueno, pues en mi caso fue algo más parecido a «es
mejor que tus ídolos no te conozcan».
[84] Si haces caso de lo que dice la gente. En realidad no había

casi nadie pero, como dice la leyenda, todos los que asistieron
acabaron montando un grupo. Ese concierto hizo que se crearan los
Smiths, los Buzzcocks, Joy Division y —flipad— Simply Red.
[85] Algo que no siempre era cierto: los Pistols eran buenos

músicos, por ejemplo. Bueno, hasta que se les unió Sid Vicious…
[86] Literalmente.
[87] Metafóricamente.
[88] Hola, te doy la bienvenida a la parte del libro que se quedará
desfasada enseguida. «¿Qué es Bandcamp? —exclaman los
lectores del futuro—. No sé, creo que es algo que existió durante la
guerra.»
[89] Johnny Rotten, eterno icono de la rebeldía, vive ahora de

invertir en propiedades. ¿Cómo te quedas? En cambio, el heavy


metal nunca rechazó la cultura capitalista y, sin embargo, la prensa
lo sigue retratando como algo que está al margen de la ley.
[90] Te partes con su página de la Wikipedia, una autobiografía

hilarante: «Genial disc jockey gamberrete con un gran sentido del


deber y compromiso con su cruzada, que contribuyó a que la música
heavy metal se convirtiera en una fuerza mayor en el panorama de
la música internacional. Al pinchar mostraba gran profesionalidad y
combinaba su extenso conocimiento de la música que tanto amaba
con un gran sentido de la diversión y el puro desvarío. Contribuyó a
forjar la leyenda del Soundhouse y contó con el apoyo incondicional
de sus leales fans del Wagon adondequiera que fuera a pinchar,
tanto si era un local pequeño como uno grande». Me pregunto quién
escribiría esto, ejem.
[91] … o TBHMS, como nadie lo llamó nunca.
[92] Rob Loonhouse: «Suelo practicar en casa, me gusta saber

cuándo cambian los acordes y cuándo entran los solos. Hago que
parezca que estoy tocando: en realidad sé lo que hago». Bob Mills:
«Sí, no quieres que parezca que haces el gilipollas, ¿verdad?».
[93] Barton montaría más tarde la revista Kerrang!
[94] Véase el capítulo sobre el black metal.
[95] La cita no está nada mal hasta que recuerdo que la he

sacado de La jungla de cristal (ventajas de tener una educación


clásica).
[96] Todavía no he podido confirmar mi teoría de que una posible

amistad infantil con Sugg les sirviese de inspiración para la canción


Can I Play with Madness (Puedo jugar con Madness).
[97] El dúo cómico Reeves and Mortimer también se benefició de

un programa parecido. Vic Reeves (cuyo nombre real es Jim Moir)


también le sacó partido al sistema de prestación empresarial para
financiar su actuación semanal en New Cross, Vic Reeves’ Big Night
Out, que llamó la atención de Channel 4 y los hizo famosos. El
mismo sistema le permitió a Lee Dorrian, vocalista de Napalm Death
| Cathedral, crear el sello Rise Above Records.
[98] ¿No conoces la palabra «geordies» (de Newcastle)? Tranqui.

Te la explico en un momento: un geordie es lo que sale cuando los


escoceses chingan con los vikingos.
[99] El dios romano de los relojes.
[100] En la impresión original hubo un error genial: apareció como

«In League with Satin» (es decir, satén), lo que parecía un


eufemismo.
[101] ¡Cuidado! | ¡Alerta! | ¡Cuando la luna esté alta y brille!
[102] El conjuro grabado al revés en In League With Satan dice,

en realidad: «Satan! Priest in Hell! I’m gonna burn your soul, crush
your bones! I’m gonna make you bleed! You’re gonna bleedfor me!»
(¡Satán! | ¡Sacerdote del infierno! | ¡Haré que te arda el alma, te
romperé los huesos! | ¡Haré que sangres! | ¡Sangrarás por mí!).
[103] Una vez, Tom Araya de Slayer se meó en la cabeza de

Cronos. La revista Decibel informa del incidente de este modo: Dave


Lombardo: «Recuerdo que Cronos [VENOM] le dio un puñetazo a
Tom. Estábamos en la parte de atrás del autobús, bebiendo, y
llevábamos una papa descomunal… En esto que aparece Tom, con
un buen pedo, diciendo: “¡Tengo que mear! ¿En qué parte de este
trasto está el lavabo?”, y Cronos va y le dice: “Aquí, justo en mi
boca”. Y Tom se lo tomó al pie de la letra. Se bajó los pantalones, se
sacó la chorra y se meó en el pelo de Cronos, que se puso de pie,
cogió a Tom por banda y le arreó un buen puñetazo. Se pasaron el
resto de la noche echándose la culpa mutuamente y Tom se pasó el
resto de la gira con un ojo morado». Kerry King: «Todavía no me
creo que Tom se le meara en la cabeza».
O, si lo prefieres, puedes leer lo que pasó en la mejor página de
todos los tiempos: www.blabbermouth.net/news/slayer-recount-
venom-pissing-incident/
[104] Véase el capítulo sobre la segunda ola del black metal para

saber cuál fue la mejor respuesta escandinava a una pregunta sobre


Venom…
[105] ¡ALERTA: OPINIÓN!
[106] Me refiero a la parte de grabación en solitario en el estudio.
No a que se atara un bombo a la espalda, se echara una guitarra al
hombro y se colocara una armónica en un soporte raro de esos.
Aunque me encantaría escuchar a uno de esos tipos tocar Woman
of Dark Desires.
[107] Åkerlund está dirigiendo en la actualidad una película sobre

la escena black metal noruega, ¡se cierra el círculo!


[108] El jefazo. El cabecilla de la trama.
[109] La negación de verdades como puños sigue siendo algo

habitual en el black metal actual, del mismo modo que la existencia


de muchas bandas que niegan ser racistas.
[110] La Historia no nos aclara quién era el tal «Black Mark» ni

tampoco el papel que tuvo en el asunto.


[111] Y además se parecía un poco a Bob Mortimer.
[112] Colina de las tumbas. (N. de la t.)
[113] Parece que todos los partidarios de la música extrema más

rompedora tuvieran una especie de obsesión por trazar esa raya


divisoria. Según Pete Dee, de Kremated | Acid Reign, hasta Neal
Kaye, del Bandwagon Heavy Metal Soundhouse —uno de los
primeros seguidores de la NWOBHM (y gran fan de Judy Garland y Al
Jolson)—, no quiso poner Metallica la misma semana de la muerte
de Cliff Burton porque no le iba «esa mierda tan ruidosa». Y esto es
UN PURITO COTILLEO.
[114] Tampoco ayudó que su sello insistiera en colocar una

pegatina en el primer disco de Celtic Frost que anunciara «De los


excomponentes de Hellhammer»… Vaya tela. Qué majos.
[115] Tachar según convenga.
[116] ¡Si eres falso, no entres! La frase en inglés es incorrecta. (N.

de la t.)
[117] Una llamarada | en el cielo | del norte. Es el segundo álbum

del grupo Darkthrone. (N. de la t.)


[118] ¡La adrenalina empieza a fluir! | ¡Te mueves con violencia! |

¡Actúas como un loco! | ¡LATIGAZO! (N. de la t.)


[119] Darle tralla. Meterle caña. Irse de la olla. Tocar como un
poseso hijo de puta.
[120] SIÉNTATE LARS.
[121] Yo atribuyo no ser pionero de nada a la presencia en Sutton

de la tienda de discos Hot Rocks. Ya os hablaré más adelante de la


tienda y de su dueño, «Fat Matt». Os gustará la historia.
[122] Una canción genial para darle al headbanging. Pero daos

por advertidos: dura mucho más de lo que parece y, cuando crees


que ya se acaba y puedes dejar de agitar la cabeza como un
poseso, va y le meten otro solo… Muchos camaradas han fenecido
de esta manera. Es una pérdida que todavía nos atormenta.
[123] Si no estáis familiarizados con el sonido del doble bombo de

Philty, permitidme que os haga una demostración utilizando el


nombre de una cadena de noodles. Tienes que decir los siguientes
ejemplos en voz alta. Un bombo solo suena así: DA-LE AL-BOM-BO,
DA-LE AL BOM-BO. Y el doble bombo suena así: WAGAMAMA-
WAGAMAMA-WAGAMAMA-WAGAMAMA. ¿A que está chupado?
[124] Igual que para los cómicos surrealistas y experimentales

como servidor los referentes son Bobby Davro, Joe Pasquale y


Jimmy Tarbuck.
[125] He intentado encontrar un ejemplo distinto basado en el

nombre de otro restaurante de ramen para enseñaros en qué


consiste el d-beat, pero no se me ha ocurrido nada. No os guardaré
rencor si pasáis de leer lo que viene a continuación. Vale, pues
básicamente suena así: PUM-PAM PUUM PUM-PAM o PUM-PAM PUM-
PUM-PAM. ¿Lo pilláis?
[126] Es un poco como que te echen del partido conservador

inglés por ser un pervertido sexual.


[127] JUAS.
[128] Kill 'em All no es un disco que puedas poner en cualquier

ocasión. Una ex mía estaba en plena faena con un tío con Kill 'em
All de fondo. Cuando sonó la segunda canción, «The Four
Horsemen», el tipo empezó a follar siguiendo el ritmo galopante de
la canción. Hay que joderse… Ella dice que se rio tanto que
seguramente lo traumatizó para el resto de su vida…
[129] Para su tiempo, claro. Es una advertencia que debes tener

en cuenta a partir de ahora: todo sonido extremo se verá


desbancado en algún momento y todo grupo se verá superado.
[130] Mátalos a todos por el precio de uno. (N. de la t.)
[131] Aunque se dice que solo llevaron maquillaje en un bolo en

esa zona por la reacción del público. Esto no es L. A., chavalotes…


[132] Pero sin ser conscientes de las connotaciones
homoeróticas. Para ser alguien que empezó su carrera embutido en
cuero y pinchos al estilo de Rob Halford, Kerry King ha hecho gala
de una homofobia bastante patética en sus entrevistas. Una vez dijo
en una entrevista que lo peor que podría pasarle sería quedarse
encerrado en un ascensor con «un maricón». Si habla tanto del
tema, por algo será…
[133] Y no olvides que, como dice su canción, Evil has no

boundaries (el mal no tiene límites)…


[134] Si es un disco en vivo de verdad o uno grabado como un

directo delante de un puñado de personas es objeto de cierta


controversia.
[135] En la portada de ese número sale Phil Collins. No estoy de

coña.
[136] «No pienso subirme a la furgoneta hasta que Alan diga que

somos un grupo de blackened thrash.»


[137] Parece ser que inspirado en una ocasión en que les robaron

casi todo el equipo.


[138] En serio, chavales, no deis la voz de alarma tan pronto.

Tendréis multitud de oportunidades de acusarles de haberse


vendido más adelante… si hasta acabarán haciendo un tema para
una peli de Tom Cruise, joder.
[139] Ozzy demostró que podía triunfar en solitario y que, además,

era incapaz de pronunciar bien la palabra moon («luna»). Pero Bark


at the Moan (ladra al quejido) sigue siendo una canción genial.
[140] ¡SIÉNTATE, LARS!
[141]En el lado estadounidense, por si lo dudabas.
[142] Desde entonces, he oído cosas más fuertes. Como los
pedos que me tiro en la cama y que despiertan al gato.
[143] Podría decirse que, en los últimos años, Slipknot los ha

superado. Son más conocidos, es verdad, pero que sean más


heavies que Slayer es debatible. Yo diría que no, pero no soy
imparcial y tengo una edad; no entiendo las modernidades que le
gustan a los jóvenes. Además, se visten tan raro que ya no sabes si
son chicos o chicas, y antes no tenías que cerrar la puerta de casa
con llave ni las ventanas y sí, teníamos cartillas de racionamiento y
raquitismo y sopas de ajo pero al final estabas tranquilo en tu casa y
no como ahora que vienen aquí y nos quitan los trabajos y viven de
subsidios y esto parece Afganistán, que hasta quieren prohibir la
Navidad y Bruselas se empeña en que todos tengamos derechos
humanos: la corrección política acabará con nosotros.
[144] Las dos veces que he estado con ellos me ha llamado la

atención lo agradables que son. A Tom le hace mucha ilusión que le


digas que te gusta su grupo. La segunda vez que los vi fue en una
firma después de un concierto en el Rock City de Nottingham. Casi
todo el público se había marchado, por lo que se podía hablar con
ellos tranquilamente. Le hice un par de preguntas a Kerry King
porque tocaba el riff inicial en Sex, Murder; Art y yo lo estaba
aprendiendo. Hizo como que tocaba esa parte para recordar si se
atacaban las cuerdas hacia abajo o si se tocaba púa contra púa.
Vale. Era púa contra púa. Cuando los conocí, me volví majareta y,
en un arrebato, les berreé: «QUÉ BIEN TOCÁIS TODOS EN SLAYER». Ya
veis, no siempre he sido el tipo imperturbable que tenéis ante
vosotros.
[145] Va, joder, seamos un poco millennials y metámoslos a todos

en el grupo. ¡Que viva la inclusión!


[146] Que es lo mismo que si te echan de los Stone Roses por ser

un gilipollas.
[147] Su voz también fue una maldición para el grupo: suena

como la de alguien a quien no se le da demasiado bien cantar y


finge que está enfadado.
[148] No seáis malpensados que os conozco.
[149] Metallica, Slayer, Black Sabbath, Sepultura, Darkthrone,
Cannibal Corpse, Dismember, Watain, Death, Emperor.
[150] Grupos de thrash que sí me molan mucho: Kreator, Sodom,

Onslaught, Cryptic Slaugther, DRI, Nuclear Assault, Exciter, Toxic


Holocaust, Municipal Waste, Kremated, Witchmaster, Aura Noir,
Dungeon, Coroner, Destroyer 666.
[151] Personalmente, odio a muerte a los que consumen arte en

plan irónico. La vida es muy corta y hay muchos grupos cojonudos


como para perder el tiempo con cosas que, de tan malas que son, te
hacen gracia.
[152] En Internet puede encontrarse una mezcla alternativa que se

llama …
And Justice for Jason.
[153] ¡EL THRASH NO HA MUERTO! | ¡EL THRASH NO HA MUERTO! | ¡EL

THRASH NO HA MUERTO! | ¡MUEVE LA CABEZA! (N. de la t.)


[154] Dejaré claro para que conste en acta que odio esta puta

mierda de música. La aborrezco desde el punto de vista musical,


estético, político y moral. Representa la corrupción de algo que amo,
y sería feliz de la hostia si pudiera aniquilar este engendro con un
cuchillo bien afilado. En la versión en vivo de este libro solo tengo
noventa minutos para hablar de todo, así que puedo permitirme
decir que es una mierda y quedarme tan ancho. Lamentablemente
para ti y para mí, amado lector, este libro tiene que ser más
exhaustivo, así que esforcémonos por sacar algo positivo de hablar
sobre un movimiento musical que solo puede describirse como un
pozo infecto rebosante de pus.
[155] «David Bowie» era su tercera opción como pseudónimo,

después de «David Butter» (por el cuchillo de la mantequilla) y


«David Hunting» (por el cuchillo de caza).
[156] Si te paras a pensarlo, sería una pesadilla de la hostia.

Nadie recogería la basura, las tiendas estarían cerradas y no


pasaría el cartero.
[157] Una vez oí una entrevista que le hicieron a Noddy Holder en

la radio local de Wolverhampton unos días antes de Navidad. Habló


largo rato de la grabación y la popularidad de la canción. Le pidieron
que les hiciera una cuña con su famoso «IT’S CHRIIIIIISTMAS!» y él se
disculpó diciendo que había grabado un anuncio ese año y que por
contrato no podía gritar «IT’S CHRIIIIIISTMAS!» en ningún otro medio
durante el tiempo que se emitiera ese anuncio.
[158] El otro éxito de los Mud, Tiger Feet, era una aterradora

advertencia sobre los peligros de la experimentación genética. Me


estoy quedando con vosotros, por si no lo habéis pillado.
[159] El grupo que acompañaba a Glitter, The Glitter Band, se

desvinculó de él en su página de Wikipedia con una declaración


mordaz.
[160] Varios de sus temas aluden abiertamente a sus terribles

prácticas: «Do You Wanna Touch Me» (¿Quieres tocarme?), «Alone


in the Night» (Solo en plena noche), «Remember Me This Way»
(Recuérdame así), así como los menos conocidos «Please Let Me
Fiddle with Your Genitals» (Déjame que te toque los genitales, porfa)
o «I Like to Have Sex (With Children)» (Me gusta acostarme con
niños).
[161] La influencia de esta época del pop perduraría, y su

presencia resonaría en el heavy metal más adelante. El típico patrón


de la batería glam, muy marcado, aparece en Running Free, de Iron
Maiden, y en The Beautiful People, de Marilyn Manson.
[162] Al menos desde el Brexit…
[163] Girls, Girls, Girls sonaría muchísimo mejor si en vez de decir

«girls» dijeran «gerls» con acento irlandés, como hace el padre Jack
en la serie Father Ted.
[164] Para que veas lo hijo de puta que es Vince Neil: describe el

día en que mató a su mejor amigo yendo borracho al volante como


«uno de los peores días de mi vida». ¿Cómo que «uno de los
peores»?
[165] Una vez presenté a un grupo tributo a Bon Jovi diciendo: «Si

sois seguidores de Bon Jovi, no como yo…». Más tarde se me


acercó un tipo en los lavabos y me soltó: «Oye, ¿no crees que te
has pasado un poco? Has meado fuera del tiesto». Tío, en serio. Si
supieras lo que decía yo antes de los Jonas Brothers.
[166] Aunque Sebastian Bach, de Skid Row, cree que fueron los
Crüe quienes la pusieron de moda: «Después de que saliera Home
Sweet Home prácticamente era de rigor meter una balada larga».
[167] QUE TE SIENTES, LARS.
[168] Los odiaba de verdad, pero mi postura se ha suavizado a lo

largo de los años. Esto, jóvenes lectores, es algo que también os


acabará pasando a vosotros. Un colega mío que por lo general tiene
muy buen gusto musical volvió a escuchar a Take That y dijo que le
gustaron. La nostalgia es un arma poderosa. Cuidado con sus
nocivos efectos.
[169] | la menos mala.
[170] Anagrama de «Oral Sex» (sexo oral). ¡Rápido, llamad al

enterrador que me he muerto de un ataque de risa!


[171] Hay algo dentro de mí | que va a salir | tengo ganas de

matarte… A TI. De Hammer Smashed Face, de Cannibal Corpse.


(N. de la t.)
[172] The Guardian señaló en 2008 que Enter Sandman se

utilizaba en Guantánamo y Fuck You God, de Deicide, en Irak.


[173] Imagínate el baile de los pajaritos pero encima de un cuerpo

humano. Repitiéndose hasta el infinito.


[174] Hice una rápida encuesta en Twitter y te partías con algunas

respuestas. «¿La última época de Pantera?» Sí, me gustan, pero en


serio: ponte a Teitanblood.
[175] Películas cuya distribución fue prohibida por las autoridades

censoras del Reino Unido. (N. de la t.)


[176] Algo que exploran ahora las nuevas bandas de retro metal.
[177] El thrash vendría a ser esa gente más débil que se para a

media montaña cuando va de expedición y se separa del grupo que


va de avanzadilla.
[178] No confundir con el grupo homónimo punk de Michigan: vale

mucho la pena escucharlo, pero no tiene nada que ver con lo que se
explica aquí…
[179] Sí, lo has oído bien. El death metal melódico existe de

verdad. «¿Sabes qué le faltaría al death metal?» «¿Mujeres?»


«Pues no. Melodías.»
[180] No confundir con Phil Hine, precursor de Chaos Magic. A
menos que me esté ocultando algo.
[181] A veces tengo la sensación de que el problema era el propio

Chuck. Le pasa lo mismo que al típico amigo al que le pasa de


todo… y luego te das cuenta de que quizá los problemas tienen que
ver sobre todo con él.
[182] Nunca se les ha visto juntos en la misma habitación…
[183] —¿De qué va esta canción, John?

—De la muerte y tal.


—Mola.
—¡BLEEEEEEEEEEEEEEERRG!
[184] Rasgo característico que —igual que pasa con cualquier

tropo que define un género— no todos los grupos de DM adoptan.


[185]Su primer cantante, un tipo bastante esquivo llamado

Sanjeev, solía escribirse «Siege» o «Deep Wound» en la mano,


alternativamente. Qué gran tipo. Lo de ponerse parches en la
chaqueta tejana no iba con él. Un rotulador y el reverso de la mano
era todo lo que necesitaba para rendirle tributo a sus bandas de
hardcore favoritas.
[186] SOMOS DEATH METAL… ¡QUE OS DEN! (N. de la t.)
[187] Este episodio tiene una de mis frases favoritas de toda la

serie. Cuando Lister se hace con el maletín de Adolf Hitler, se queda


mirando el relleno de los sándwiches que hay dentro y dice, con ese
tono tan suyo: «¿Les ha metido plátano y patatas fritas de bolsa?».
Ya sé que este comentario no tiene nada que ver con el death metal,
pero me parece la mar de gracioso.
[188] Uno de mis pasatiempos favoritos en Internet es buscar a

gente que utiliza la expresión «death metal noruego». Ellos mismos


se pillan los dedos. Intentan ir de listos por la vida al hablar de
Noruega para referirse al death metal, pero no se empanan de que,
aunque la escena del metal extremo noruego sea probablemente la
más conocida del mundo, lo que se toca es BLACK METAL y no death
metal. En Noruega hay menos grupos de DM que en casi cualquier
otro país del mundo. Suecia, en cambio, tiene toneladas. Serán
MEMOS. Ya verás, hazlo. Es muy divertido.
[189] Parece que el nombre viene de una conversación en la que

Josh Homme, el líder de ese grupo, dijo que los reyes del death
metal polaco, los brutales Vader, eran los Eagles (el grupo
californiano) del death metal. Casi parece una ironía que este grupo
bastante inofensivo, cuyas letras hablan de chicas, de desnudarse y
de fingir ser una especie de roquero sureño canalla, tuviera que ser
testigo de las escenas más horribles jamás presenciadas en un
concierto de rock and roll cuando unos terroristas del ISIS dispararon
contra el público y causaron una matanza en uno de sus bolos, en
París. Ahora sufren de estrés postraumático. Si tocaran un tipo de
música que les permitiera expresar una situación tan extrema…
[190] O Bon Jovi. O los grupos de teatro de improvisación.
[191] Y si no te lo crees, escucha Two Become One.
[192] Una mezcla entre el thrash y el black metal, como Sodom o

Sepultura en sus primeros tiempos.


[193] Lo que me llevó a acuñar el insulto «no te preocupes, que a

ti no te van a echar nunca de Nifelheim».


[194] Según Alistair Ridell, de Age of Taurus, el «rechazo» de

Mayhem al death metal y su preferencia por el black metal se debe


básicamente a que no habían tenido demasiado éxito y por eso
buscaron otra estrategia para vender más discos.
[195] ¿A que suena como un plato alemán de carne picante?
[196] El grupo de metal caricaturesco Slipknot se apropió de esta

anécdota y la hizo suya para cultivar su imagen; algo que tiene


mucha importancia en una banda que lleva máscaras y números y
movidas de esas.
[197] El cómico Vic Reeves llevaba DEBUSSY escrito con tachuelas

en la chaqueta en su época punk. ¡Qué pasada de tío!


[198] Grabaron una maqueta de un álbum intermedio, Goatlord,

pero no llegó a publicarse hasta 1997. Aquí sí que se ve un cambio


más progresivo. Pero eso no es tan interesante, ¿no?
[199] A estas alturas, Immortal había sacado un EP homónimo y

los suecos Marduk habían presentado su EP Fuck Me Jesus. Yo


tenía una camiseta de ese disco. Sospecho que mi madre la tiró.
[200] BLACK METAL ARIO NORUEGO. (N. de la t.)
[201]Es un tema que puede rebatirse, por supuesto, pero qué más

dará. Si yo no soy historiador, hice cine. Y encima en una


universidad que ni siquiera existe.
[202] Los intentos de imitar en Reino Unido la quema de iglesias

noruegas tuvieron bastante menos éxito. Es lo que tiene que las


nuestras estén hechas de piedra. Lo máximo que consiguieron fue
chamuscar alguna piedra y algún misal, que quedó como un mapa
del tesoro pirata hecho por un niño
[203] «Y entonces el lobo feroz intentó quemar la iglesia. Y no le

costó nada, porque en un acto de bendita inocencia, se había


construido con madera, una de las cosas más fáciles de quemar.
Pero todavía le había costado menos quemar la iglesia de antes,
construida con yesca y encendedores. Por no hablar de la iglesia
anterior a la anterior, hecha de cerillas y de las tiras esas que llevan
las cajas a un lado para que prendan.»
[204] Satanistas que creen en Dios, que en este caso es el malo.
[205] Black metal nacionalsocialista. (N de la t.)
[206] «Doom doom doo doom doom|doom doom do DOOM |DOOOM

doom do doom | DOOM do doom doom dooooom (tres meses más


tarde) | Doom doom doo doom doom | DOOMY-DOOMY-DOOM | doom
do do DOOM | Doom doom doom FIN».
[207] ¡Excelente!
[208] Además, ha sido muy paciente conmigo cuando le he dado

el coñazo padre —borracho— sobre grupos que no le interesan en


absoluto.
[209] Para un monólogo sobre la historia del heavy metal, por

ejemplo, ejem.
[210] Qué ganas tenía de usar esta palabra. Sabía que al final la

acabaría colando en algún sitio. ¡Viva yo!


[211] Quienes te imploran: «mira al cielo | donde vuelan los

dragones». Te lo juro.
[212] Ian Mackaye, de Minor Threat, creó Fugazi, uno de los
primeros grupos en ganarse la etiqueta de post-hardcore. Era un
grupo bastante más artístico y menos agresivo.
[213] Cosa que queda clara por su imagen característica… En

esta historia, muchos grupos que afirman no tener imagen alguna


acaban preocupándose mucho más por ella que aquellas bandas
que SI la tienen. Por lo menos la imagen es algo que puede
descartarse y cambiarse por completo.
[214] El genial periodista musical Simon Price acuñó este término

para referirse a las chaquetas largas que llevan los guitarristas de


las grandes bandas justo después de haber conseguido la fama.
Ahora que has oído esta expresión las verás por todas partes.
[215] Y si sabes fingir que eres auténtico, tendrás el éxito

asegurado (parafraseando al productor Sam Goldwyn).


[216] De hecho, ese rumor me lo inventé yo.
[217] Bueno, técnicamente los dos éramos vírgenes. Y, como

íbamos a un colegio solo de chicos, la cosa seguiría así durante


bastante tiempo. Pero ahora los dos ya lo hemos hecho. Con otra
gente, quiero decir. No uno con el otro (a pesar de mis intentos).
[218] Y parece que también se hacían pipí encima.
[219] Baile que surge del pogo y en el que se mueven brazos y

piernas vigorosamente. (N. de la t.)


[220] La gente empieza a apelotonarse. (N. de la t.)
[221] Parece que estén machacando uvas. (N. de la t.)
[222] No te preocupes, en cuanto conocí a Slayer se me pasó lo

de Nirvana. Todavía no se me ha pasado lo de Slayer.


[223] Tengo el cuello grueso pero soy flacucho. Qué más da, de

todos modos las camisas de vestir no son lo más heavy metal del
mundo. A menos que estén hechas de metal. Y entonces serían una
armadura. Y eso ya se compra en otro tipo de tienda.
[224] Sí, utilizo esa expresión. Y también «disco», «garito» y

«tronco».
[225] Ajá. Has oído bien, estoy casado. Conseguí engañar a una

mujer para que me encontrara atractivo y legalicé la situación antes


de que cambiara de idea. Aunque follamos con otra gente, porque
idiotas no somos.
[226] Si estuvo solo o no esos cinco minutos es algo que no sé.
[227] Mi primer tatuaje es una ilustración sacada de su disco de

1993, Chaos AD. Sus líneas densas y serpenteantes pusieron a


prueba la vista del tatuador. En mi siguiente visita ya llevaba gafas…
[228] Sin tener la sensación de que apuestas por el equipo

perdedor. Ah, y sin la ventaja de que las entradas sean baratas.


Cuantas más vueltas le doy, más cuenta me doy de lo poco
acertada que es esta analogía.
[229] Y se ha quedado sin campo porque ha sido pasto de las

llamas. Y después se ha descubierto que se había construido con


huesos de niños. Y amianto. Y que la mano de obra eran esclavos.
[230] ¡SIÉNTATE, LARS!
[231] Un ejemplo personal reciente es el grupo de powerviolence

californiano Nails. Me compré su primer disco poco después de que


saliera y me flipó su potencia. Me recordaban a un grupo alemán
llamado Acme al que solía escuchar en los noventa. Me las apañé
para verlos en su primer concierto londinense: solo dos personas
disfrutamos a tope del concierto, lo que me hizo sentir que había
descubierto algo, un secreto que nadie más conocía. La semana
pasada (mientras escribo esto) salieron en el puto The Guardian
promocionando su tercer álbum. Se acabó lo que se daba.
[232] La letra de Through the Never parece una conversación

entre fumetas adolescentes: «Eh, tío… ¿Alguna vez has pensado en


lo grande que es el Universo?». Por desgracia, serían capaces de
superarse a sí mismos más adelante… La letra de Frantic es
todavía peor. Mala de verdad.
[233] «¿Os gusta el heavy? ¡Pues ‘Tallica os da todo el heavy que

queráis y más, peña!» Así suele presentar Hetfield esta canción


cuando la tocan en directo. Ojalá que no lo hiciera.
[234] Por contextualizar la cifra: Motörhead vendió en toda su

carrera quince millones de discos. EN TOTAL.


[235] Como este autor. Me flipan. Fueron la droga iniciática que

me llevó al heavy metal. Gracias a ellos descubrí sonidos hasta


entonces desconocidos e inicié mi descenso a las profundidades de
la música extrema. Al principio, los temas eran demasiado potentes
para mis desacostumbrados oídos. Pero insistí.
[236] SIÉNTATE, LARS.
[237] Digo yo que será por adicción al sexo, ¿no? Que yo sepa

nunca se ha drogado. Estoy especulando, ya lo sé, pero mi teoría


mola bastante, ¿no?
[238]… antes de que decidiera que elevar a los músicos que me

gustaban a la categoría de ídolos era un modo bastante patético de


determinar quién era un ídolo y quién no. Ahora me decanto más
por los anarquistas revolucionarios o por cualquiera que tenga más
aguante que yo bebiendo. Y ya os digo que hay muy poca gente que
pueda beber más que yo. O sea que yo tendría que ser vuestro
ídolo. ¿A QUE SÍ? ¡BEBED CONMIGO, MALDITOS! ¡DADME ESE GUSTO!
[239] Anda, pero si se me olvidaba que eso ya lo han hecho. Y el

disco se llama Lulu.


[240] Seguro que Robin Williams tenía un ojete superpeludo.
[241] No confundir con el de Miles Davis.
[242] Soulfly es un nombre feísimo. Paradójicamente, en esa

época Max se metía bastante con el nombre de «Sepultura» porque


se ve que conocieron a Pelé y este les dijo que era una chorrada de
nombre. Qué típico hacer eso. Es un nombre heavy metal. Me
recuerda a cuando Lars repudió el thrash y se negaba incluso a
utilizar la palabra heavy en favor de hard rock.
[243] Bueno, si eres Faith No More o Satyricon, olvida lo que

acabo de decir y toca solo tus grandes éxitos, gracias.


[244] Vaya mierda de sitio. Si has estado alguna vez en uno, eres

un puto gilipollas. Y si has llevado a tus hijos, mereces que los


servicios sociales te quiten la custodia.
[245] ¿Cómo que «caído en desgracia»? Bueno, sí, Slipknot se

metió con él, Slayer se enfadó porque los abandonó para marcharse
con Metallica y Metallica dice que se curró poquísimo la producción
de Death Magnetic, que como mucho es su sexto mejor álbum.
[246] Algo imposible de decir en inglés sin perder la dignidad.
[247] Casi escribo «Bring the Noize». Es lo que pasa cuando
llevas todo el día documentándote sobre Slade y su influencia en el
heavy metal… De hecho estoy convencido de que un mash-up de
Bring the Noise y Cum Feel the Noize sería lo más.
[248]Curiosidad: Chuck D me firmó un autógrafo en la chupa

tejana en un bolo de 2012. Y también escribió «BRING THE NOISE!»,


lo que me hizo muy feliz. Por desgracia se fue borrando con el paso
del tiempo y tuve que dibujar el logo de Minor Threat encima.
[249] Un pedo, vaya.
[250] Korn, con ese nombre mal escrito y absurdo, había abierto la

veda de los nombres raros de grupos. Todo muy KERAZY.


[251] Todavía me sigue desconcertando una conversación que

tuve con un fan de Limp Bizkit en el festival de Reading. «¿Vas a ver


a Limp Bizkit?» «Pues no, no me gustan.» «Bueno, eso es que no
los has escuchado.» «Sí que los he escuchado. Todo el álbum, de
hecho.» «No, entonces es que no los has escuchado.»
[252] «¿Y entonces para qué sirve su música?», me preguntó Jez,

el bajista de mi grupo.
[253] Roots significa «raíces». (N. de la t.)
[254] Diamantes en una charca. Qué metáfora más curiosa se me

acaba de ocurrir. ¿Qué pasa, que no te gusta? Pues te aguantas. Es


mi metáfora y hago con ella lo que me da la gana.
[255] Y a pesar también de que la música de Linkin Park pareciera

creada por ordenadores que quisieran convertirnos en sus esclavos


cíborg.
[256] Me dijeron una vez que pedir una pizza vegetariana no era

nada rock and roll. Le pregunté al soplapollas en cuestión si le


sonaba de algo Black Sabbath y su bajista y letrista Geezer Butler,
vegano desde los años sesenta (resultó que sí).
[257] Ni bebo | ni follo. (N. de la t.)
[258] Por cierto, América, a ver si nos relajamos un poquito con

las restricciones con el alcohol. Que es más fácil comprar un puto


lanzamisiles que pedir una birra en algunos sitios.
[259] Como soy humorista, vegano y el black metal es mi género
favorito, mucha gente ha dado por sentado que yo estoy detrás de
los gags de la parodia Vegan Black Metal Chef. Que conste en acta
que no solo el personaje de Vegan Black Metal Chef no soy yo, sino
que me tomo el black metal muy, pero que muy en serio y nunca
haría nada tan deprimente que mancillara su sagrado nombre. En
serio, que le den al tío ese.
[260] «RECHAZA LA FALSEDAD ANTROPOCÉNTRICA.» (N. de la t.)
[261] He tenido que buscar cómo se deletrea Massachussets.

Fíjate en la palabra. ¿A que es tope de rara?


[262] ¡Guay! ¡La mía también! ¡Normal que me gustéis tanto!
[263] Mi antiguo grupo de hardcore, SunStarvedDay, teloneó a

Botch en Londres. Hay un vídeo del concierto en Internet: tengo la


melena a medio crecer después de haberme rapado el pelo. Fue
muy mala idea: tengo la cara muy afilada y con el pelo rapado
parezco un nazi. El concierto estuvo bastante bien, teniendo en
cuenta que había habido muchos cambios en la formación del grupo
y que teníamos un batería con problemas de control de la ira y un
sentido del ritmo inexistente. Una combinación explosiva.
[264] Bueno, un poquito heavies.
[265] Como si fuéramos zoólogos o algo así.
[266] Como en Matrix. O como en una suma muy complicada.
[267] Espero que eso te ayude.
[268] Es una de sus letras. Y puede que también una metáfora.
[269] Que tenía tanto éxito en el círculo metalero alternativo que

hasta el grupo yihadista se puso ese nombre por ellos.


[270] A los metaleros les encanta Abba, por cierto.
[271] No digo que sea hípster, pero lleva barba, vive en Brooklyn y

da clases sobre Magick.


[272] Partido de la Independencia del Reino Unido, contrario al

Tratado de Maastricht y a la adopción del euro. (N. de la t.)


[273] El heavy metal y los Monty Python van de la mano. Más de

una vez la gente se ha arrancado a cantar la canción de los filósofos


en la cola de un concierto.
[274] Aunque las fotografías tardaban LA PUTA VIDA en
descargarse. Iban línea por línea y estaban en blanco y negro. Y
luego tenías que irlas a buscar a la tienda. Qué tiempos aquellos.
[275] Vendría a ser el equivalente metalero a tener a Leonardo da

Vinci haciendo tiras cómicas para el periódico.


[276] Que conste que no es una crítica. Soy igual de nostálgico

que tú, créeme.


[277] Especialmente si tocaran una versión de London Dungeon

de los Misfits. En Londres.


[278] Y de darme cuenta de que sería poco más que un bebé

(para nada mi tipo).


[279] Hot Rocks, en Sutton. Era genial. Una especie de cueva de

Alí Babá del heavy metal y del rock alternativo. El tipo que trabajaba
allí, Fat Matt, era muy peculiar (se parecía al personaje de la tienda
de cómics de Los Simpson, para entendernos). Siempre me
desconcertaba que le encantara Sepultura pero no Pantera. Para mi
yo de dieciséis años eran el yin y el yang del metal extremo, y si te
gustaba uno, por fuerza tenía que encantarte el otro. Muchos años
después demostró ser mucho más metal de lo que yo pensaba:
murió aplastado por un helicóptero.
[280] Aunque, mientras escribo esto, estoy escuchando ese álbum

en Spotify, porque es muy temprano, llevo auriculares y es más fácil


escuchar música en el portátil.
[281] Bisutería en mis mamas. (N. de la t.)
[282] El nombre del grupo significa «restos de un naufragio». (N.

de la t.)

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