La Historia Del Heavy Metal - Andrew O'Neill
La Historia Del Heavy Metal - Andrew O'Neill
La Historia Del Heavy Metal - Andrew O'Neill
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PARA ACOMPAÑAR LA LECTURA
CON UNA LISTA DE REPRODUCCIÓN,
VE A ANDREWONEILL.CO.UK
Introducción
¿Qué es el heavy metal?
En el mundo hay dos tipos de personas: los fans del heavy metal y
los gilipollas. No te preocupes si estás en la segunda categoría: soy
muy persuasivo.
El heavy metal es el más duradero de los géneros musicales
modernos. A lo largo de casi cincuenta años, el sonido distorsionado
de las guitarras de unos melenudos[2] ha conseguido que la gente
sacuda la cabeza, expanda la mente y fragüe amistades de por vida
con personas afines. Mientras otros estilos musicales inferiores van
y vienen al capricho de las modas, el heavy metal resiste. Es una
constante.[3]
A pesar de ser un fenómeno global que hace las delicias de
millones de personas, parece que el heavy metal no se acaba de
entender del todo.[4] Desde un principio, el heavy metal se posicionó
como un estilo artístico que iba por libre y fue ninguneado y
ridiculizado por mezquinos críticos musicales y los guardianes de la
cultura popular «aceptable». Lester Bangs, de Rolling Stone, dijo
que el revolucionario álbum de debut de Black Sabbath sonaba
«como Cream, pero en malo». Para muchos profanos, el heavy
metal es simple, insolente, primitivo, chabacano e incluso violento.
Pero no pasa nada. No necesitamos que les mole a los rancios
adalides de la cultura mainstream. Nos lo pasamos demasiado bien
para que nos importe una mierda lo que piensen. Porque sabemos
lo que se pierden: la subcultura más extensa, efervescente, creativa,
inteligente, extrema, desternillante y hedonista del mundo.
Como Fenrir cuando devora al Sol, el heavy se extiende por toda
la cultura, engullendo y cagando influencias a su paso. Y sí, a veces
es torpe y chabacano, como Venom o Carnivore. Pero también
puede manifestar un increíble virtuosismo y refinamiento musical,
como pasa con el grupo favorito de todos los profesores de guitarra:
Dream Theater.[5] El heavy puede ser hilarante, tanto
intencionadamente —pienso en la comedia gonzo de Devin
Townsend— como cuando intenta dárselas de solemne y no lo
consigue.[6]
El heavy puede elevar el espíritu y ser un canto a la vida, como
lo son Judas Priest y Manowar, o ser deprimente como Warning y
opresivo como Teitanblood. Cuando alcanza su máximo esplendor,
el heavy metal emplea varios de estos elementos a la vez: el
increíble éxito de Pantera se debe en gran parte a la unión de la
rudeza testosterónica de Philip Anselmo con los guitarreos
desbocados y majestuosos de Dimebag Darrell.
Una vez hecha esta defensa, hay que decir que el heavy metal
vive en este momento una suerte de reconocimiento tardío en estos
medios de comunicación «posposmodernistas» que tenemos. Y si
bien, después de años de mofa, el heavy goza ahora de cierta
respetabilidad entre la prensa seria —con críticas y reseñas en el
Guardian o tesis académicas dedicadas al género—, sigue
manteniendo intacta su capacidad de sorprender y confundir.
La historia del heavy metal transcurre en paralelo a la de la
propia cultura occidental, como si fuera un microcosmos del mundo.
Es una historia fascinante de personajes descomunales dados a los
excesos, desde los conocidísimos Ozzy Osbourne o Lemmy a la
brutal mala fama de la escena black metal noruega. Es la historia de
una red mundial de seguidores fanáticos que escapan de su vida
cotidiana a través de la música, y de unos capullos despiadados que
estafan desde sus sellos a estos fans y a los grupos a los que
veneran para llenarse los bolsillos. El extenso panteón de músicos
de heavy metal incluye a yonquis, satanistas, asesinos, cristianos
renacidos, abstemios, multimillonarios que actúan en estadios y
machacas que tocan en cualquier antro. Desde su incubación en las
plantas siderúrgicas y fábricas de las Midlands británicas hasta su
llegada a los escenarios de festivales de todo el mundo, pasando
por su presencia en las habitaciones de adolescentes o en las
cenizas de iglesias noruegas carbonizadas, el heavy metal ha
dejado huella en todos los rincones del mundo.
El heavy metal puede parecer intimidante para los no iniciados[7]
y, si bien es el hábitat natural de maleantes e inadaptados, gente
que vive al margen de la sociedad, también consigue ser una
subcultura democrática que tiene los pies en el suelo y recibe con
los brazos abiertos a todo el mundo. El amplio paraguas del término
heavy metal engloba a bandas de gran éxito que actúan en
estadios, como Iron Maiden, pero también a habitantes de los
suburbios más extremos del metal como Deiphago o Revenge,
nihilistas y underground de verdad.
En su vertiente más populista, el heavy llega a todo el mundo.
Uno de mis recuerdos preferidos de los veinte años que llevo como
jeviata fue presenciar cómo Metallica[8] convertía a la causa del
heavy metal a miles de festivaleros en Glastonbury. Era la primera
vez que asistía: hasta entonces me había resistido al influjo de ese
festival sin apenas esfuerzo, ya que tenía entendido que solo era
una sombra comercial de su antiguo yo contracultural. Me divertía la
idea de que un grupo de thrash metal[9] fuera cabeza de cartel en
vez del típico grupo de indie pop desustanciado. Y Metallica fue la
puta caña. Bueno, a las personas que tenía a mi alrededor les
incomodó un poco que me desgañitara gritando «¡MUERE, MUERE,
MUERE!» y también les desconcertó mi continuo headbanging, pero
después de su frenética actuación, se creó un ambiente increíble,
una especie de comunión colectiva. Pijipis con rastas y garrulos
puestos de eme, codo a codo con novatos con los ojos como platos
e indies que iban de superiores: todos disfrutaban de modo visceral
del PUTO HEAVY METAL. Un grupo que —incluso ahora— abandera la
escena alternativa del heavy metal extremo se había metido en el
bolsillo al público más mainstream de todos. No hay duda de que el
metal es para las masas.[10]
En los últimos tres años he representado mi espectáculo de
humor La historia del heavy metal por Andrew O'Neill ante una gran
variedad de públicos: desde metaleros adolescentes del Download
Festival a sesudos espectadores de teatro del festival Fringe de
Edimburgo, pasando por auditorios escandinavos especializados en
«comedia y heavy metal».
Esta es una historia para todos, y este libro me ha brindado la
oportunidad de añadirle más sustancia y profundizar aún más en la
historia de la música, la subcultura y los personajes que le dieron
forma.
Por supuesto, esta triple negación del heavy metal antes de que
cante el gallo es un anatema[14] para sus seguidores. No solo nos
enorgullecemos de que nos guste el heavy, sino de ser heavies. El
metal no solo es un género musical: es una subcultura, una manera
de entender la vida. Una forma de ser. El heavy metal tiene su
propio código de vestimenta; seleccionado cuidadosamente de la
cultura motera, del punk, del fetichismo, de los excedentes de ropa
militar o de los vikingos, resume todo aquello en lo que se ha
inspirado.
Pero no todos los seguidores del heavy tienen esta actitud. Se
puede amar el heavy metal y vestir como —dilo bajito— una
persona «normal». ¿Pero por qué coño querrías hacer eso? Si a mí
me dan la opción de vestir como un tío de un anuncio de Topman o
como Erik de Watain, me quedo con el segundo, gracias. Desde que
Judas Priest se animó con el rollo motero gay, la vestimenta ha sido
una parte esencial de la subcultura heavy.
Llegamos en este punto a una extraña paradoja: mientras
algunos grupos siguen rehuyendo esta etiqueta y parte de los
seguidores del género piensa que el tema de la ropa es un poco
patético, la cultura hetero ha robado una y otra vez los tropos de la
indumentaria heavy y ha intentado ponerlos de moda.
Cada dos años, alguna estrella del pop o presentador idiota de
televisión comete una atrocidad; ya sea David Beckham poniéndose
una camiseta de Exodus, Kanye West llevando una de Megadeth o
el gilipuertas ese de los Jonas Brothers calzándose una chupa de
cuero y tocando el peor solo de guitarra imaginable en los premios
de la música country.
Es una sutil apropiación cultural. Un intento de aprovecharse del
rollo alternativo del heavy. Una gilipollez, vaya.
Hace años trabajé en la tienda de una asociación de estudiantes.
Uno de mis clientes habituales solía llevar una camiseta con la
imagen de Ozzy Osbourne y la palabra METAL en una fuente
germánica. Me di cuenta de que no hacía «el saludo»,[15] a pesar de
que yo siempre estaba escuchando heavy en la radio, tenía el pelo
largo (como ahora, obviamente) y llevaba una camiseta enorme de
Marduk día sí y día también. Así que le pregunté en plan colega:
«Eh, tío, ¿qué grupos de heavy te molan?». «Ah, no —me contestó
—, no me gusta el heavy.» Después de aquella respuesta se me
empezó a nublar la vista y oí una vocecilla apenas audible que me
decía: «Me gusta la camiseta y ya está» antes de que todo se
fundiera a negro y perdiera el conocimiento con una especie de
zumbido en los oídos.
Nos parece muy raro que «ellos» se apropien de algo que no nos
ha dado credibilidad ni relevancia cultural y que a veces nos cuesta
alguna que otra paliza. El heavy se protege frente a lo no heavy
porque siempre hemos sido nosotros los rechazados. Rara vez es
nuestra elección. El heavy disfruta de su condición de ser el caballo
perdedor. Y por eso nos divierte (y a veces, nos ofende) que el
poder cultural dominante intente apropiárselo. Porque —y esto es
clave— no nos vestimos así para ser distintos a los demás. Lo
hacemos para ser iguales que nuestros héroes y amigos heavies.
Es tanto un símbolo de pertenencia como un acto de rechazo. Es
una expresión de lo que somos, más que una afirmación de lo que
no somos.
Los idiotas suelen confundir la clasificación de algo como heavy
con una especie de validación. Hay muchos grupos de heavy
malísimos y otros muchos grupos geniales que no lo son. Pasa lo
mismo cuando alguien dice que si algo no le hace reír, no es una
comedia. En vez de decir «esta comedia es una mierda», dicen que
no es una comedia. Sucede igual con el arte. O con el sexo. ¿Qué?
En el heavy se ha ido produciendo un aumento de la intensidad
del sonido que afecta a estas categorías. Si echamos la vista atrás,
quizá nos demos cuenta de que el uso que se les daba al principio a
los términos heavy metal o death metal no encaja con el sonido de
los pioneros del género, después de que haya habido grupos que
conscientemente han elegido este género y lo han desarrollado.
Musicalmente hablando, un grupo como Aborted tiene muy poco en
común con otro como Possessed, pero ambos son death metal. Si
no se tiene en cuenta la evolución que ha experimentado el género
entre uno y otro es difícil reconocer que, sin la influencia del primero,
el segundo probablemente no habría existido.
Por este motivo, los requisitos de pertenencia al género del
heavy metal han cambiado considerablemente con el paso del
tiempo. En su momento, Led Zeppelin era visto como un grupo
heavy metal. Pero después de que Judas Priest y la nueva ola del
heavy metal británico desarrollaran el género y le dieran su
personalidad característica, Led Zeppelin ya no encajaba tan
fácilmente en él. Para mí, son un grupo con una fuerte predilección
por el blues, y no son heavies.
A principios de los setenta, el término se utilizaba a diestro y
siniestro.[16] Aerosmith, Alice Cooper, AC/DC, Queen e incluso Grand
Funk Railroad eran considerados grupos de heavy metal.[17]
Y la razón de todo esto es muy sencilla. En sus inicios, el heavy
metal no existía como género. Los grupos de heavy iban por libre.
Eran pioneros en un Salvaje Oeste musical.
Hoy en día tenemos la suerte de contar con un amplísimo
abanico de revistas heavies especializadas como Kerrang!, Metal
Hammer, Terrorizer, Zero Tolerance o Decibel, además de sitios web
como Blabbermouth o Metal Sucks, por lo que es fácil olvidar que,
hasta finales de los ochenta, los grupos de heavy metal competían
con los de pop y rock por aparecer en la prensa musical generalista.
El periódico musical británico Sounds desempeñó un papel
importantísimo en la consolidación de una escena musical propia
para el heavy. Su cobertura de la nueva ola del heavy metal
británico o NWOBHM[18] afianzó el movimiento, y su suplemento
heavy Kerrang! se independizó y sigue en plena forma en la
actualidad, mientras que Rolling Stone, NME e incluso Smash Hits
dedicaban espacio a grupos de heavy durante los primeros años de
existencia del género. Así que, cuando se decía que un grupo era
heavy, se hacía desde la ignorancia, desde FUERA, no desde una
posición de reivindicación del género. Del mismo modo que hay
periodistas ignorantes que creen que Slayer son un grupo de death
metal y merluzos que opinan que Iron Maiden son thrash, casi todo
el mundo decía que Aerosmith era un grupo heavy, y de heavy no
tiene nada. Pero nada de nada.
Esto me recuerda a un monólogo humorístico de Liam Mullone
en el que contaba que la comunidad LGTB de su zona no se creía
que su sobrino fuera gay.
La comunidad gay de Melton Mowbray dijo que no era gay de verdad
porque no estaba comprometido con la causa. Caramba, qué estrictos se
habían vuelto…
Cuando yo iba al colegio, llevar una fiambrera de color azul cielo era
prueba más que suficiente para ganarse ese título y mantenerlo durante
los siguientes dieciocho años…
Por el contrario, aquí tienes una lista de cosas que sí son heavy
metal y que ni siquiera son música:
(a) Los tanques
(b) Satán
(c) El headbanging
(d) El vaquero
(e) El cuero
(f) Las armas de asedio
(g) Las cabras
(h) Las calaveras
(i) Birmingham
(j) Tu madre
Elvis fue el catalizador que le dio al rock and roll una dimensión
global. Tomó el sonido rockabilly de los Maddox Brothers y de Carl
Perkins y le añadió una sexualidad meliflua y una voz increíble. Sus
primeras apariciones en la televisión fueron objeto de una gran
controversia. El lenguaje corporal de Elvis se consideraba tan
sexualmente explícito que la tercera vez que fue al Ed Sullivan
Show (el programa más visto de Estados Unidos, con un share del
86 %) lo grabaron de cintura para arriba. A pesar de la censura,
estas apariciones lo convirtieron en una megaestrella. Chuck Berry y
Bo Diddley habían tenido algunos éxitos, pero Elvis consiguió que el
rock and roll llegara a las masas. Su interpretación comercial del
rock and roll llegó a todo el mundo y expuso al público británico a la
música de raigambre americana. Todo el mundo quería ser como
Elvis. Solo superado por los Beatles en influencia directa sobre los
arquitectos del heavy metal, «Elvis was a hero to most».[32]
Siguiendo el camino que él había abierto, el blues y el R&B cruzaron
también el Atlántico y llegaron a las manos de obsesos por la
música como John Lennon o Keith Richards.
El rock and roll se caracteriza por atacar con fuerza los tiempos
débiles —se da un golpe en la caja en cada tiempo par—: UN, DOS,
TRES, CUATRO. Piensa en la letra de Rock Around the Clock. O en
cualquier sencillo de Status Quo. Es un ritmo lleno de energía que te
despierta de manera innata las ganas de bailar. El rock and roll bien
podría ser fruto de la alquimia. Es una música perfecta. Y era
también el modo de expresión perfecto de una generación que
empezaba a encontrar su identidad propia.
Los adolescentes no existían antes de los años cincuenta: el
término todavía no se había acuñado. Los niños se convertían en
adultos sin pasar por una etapa intermedia. En los años cincuenta
cambiaron las circunstancias económicas: los adolescentes tenían
dinero para poder gastarlo en ropa y ocio. Y qué mejor que hacerlo
en un sencillo de vinilo de siete pulgadas: un artículo que resumía a
la perfección su nuevo poder adquisitivo.
Esta identidad adolescente suponía una amenaza para el orden
existente. Iba muy ligada a la idea de rebelión, y el rock and roll
aportaba la banda sonora para ello. Era música popular pero con un
indicio latente de amenaza. Les gustaba tanto a los macarras o a los
moteros como a las pandillas de adolescentes y a los rebeldes. Tan
subversivo le parecía el rock and roll al establishment que el tema
instrumental Rumble, de Link Wray se prohibió en las emisoras de
radio estadounidenses por incitar a la delincuencia juvenil.
Por muy ridículo que suene en el siglo XXI, existía un precedente
del rock and roll como germen de violencia. Me refiero a la reacción
a la película estadounidense de 1955 Semilla de maldad. Fue un
film importante porque retrataba de manera revolucionaria para la
época la violencia y el descontento en los barrios desfavorecidos de
las ciudades. Rock Around the Clock, de Bill Haley and the Comets,
aparecía tres veces en el transcurso de la película, aunque se
censuró su aparición en los créditos de apertura. La canción,
escuchada con una claridad y un volumen inauditos a través de los
altavoces de última generación de las salas de cine, causó
disturbios. Los chavales destrozaban y rajaban las butacas, se
enzarzaban en peleas. En aquella posguerra encorsetada y
conservadora, el rock and roll representaba el sonido de la libertad.
Era el símbolo de la rebelión, de la existencia de un mundo más
vasto que el de sus padres. De repente, todo parecía posible. La
música era un motor de la transformación.
Por desgracia, en vez de derrocar los sistemas existentes y
levantar una utopía de sus ruinas, los adolescentes de los años
cincuenta se lo fundieron todo en ropa y se convirtieron en los
primeros (y voraces) consumidores de la historia. El capitalismo, con
su clásica velocidad de relámpago, se adueñó de su rebelión y
después se la vendió.
Pasarían otros quince años hasta que los adolescentes
intentaran llevar a cabo de verdad la rebelión insinuada por el rock
and roll, pero ya hablamos de otra época y muchas cosas
cambiarían antes de eso. El rock and roll se suavizó y, gracias a su
paso por motores comerciales, dejó de ser peligroso. Las
compañías discográficas lo despojaron de su aire amenazante y de
su componente sexual y produjeron en masa ídolos adolescentes
que contaban con la aprobación paterna como, por ejemplo, Bobby
Rydell. Parecía que la llama se había consumido.
Sin embargo, en la otra orilla del Atlántico, algunos jóvenes
estaban preparados, cual bolsas de cultivo humanas, para recoger
las semillas lanzadas por el rock and roll estadounidense y nutrirlas
a fin de convertirlas en algo todavía más potente e intenso. En la
deprimente Gran Bretaña de la posguerra, los envíos desempeñaron
un papel clave en la explosión del rock. Jóvenes fans obsesivos
como Paul McCartney y John Lennon en Liverpool o Mick Jagger y
Keith Richards en Londres iban a comprar discos directamente a los
trasatlánticos que atracaban en los puertos de sus ciudades.
Pero mientras los gigantes del rock de los sesenta todavía
estaban en el colegio, Reino Unido había desarrollado a toda
velocidad su propio rock and roll. Estos grupos de finales de los
cincuenta carecían de la urgencia primigenia del sonido americano
primitivo. Aunque hay que decir que Cliff Richard era
sorprendentemente bueno en sus inicios, con ese aire genuino de
peligrosidad a lo Elvis, su posterior conversión al cristianismo lo
despojó de su crudeza, y su obra posterior con los Shadows está
exenta de riesgos: es una música que te llevarías a casa para
presentársela a tu madre. Se unieron estrellas juveniles salidas de
Tin Pan Alley como Tommy Steele, Marty Wilde y Billy Fury, que
suenan un tanto escuchimizadas si se comparan con purasangres
del rock and roll como Little Richard o Bo Diddley. Hubo
excepciones: la canción de Johnny Kidd and the Pirates Shaking All
Over no tiene parangón.
Pero habría otro elemento crucial que se añadiría a este caldo de
cultivo británico y que lo cambiaría todo: el skiffle. Puede que ahora
no lo parezca, pero el sonido de la austera posguerra, con su
imagen de integridad, cárdigans y ausencia de rebeldía, fue el punk
rock de la época. Casi sin ayuda e inspirándose en Lonnie Donegan
y en su versión de Rock Island Line, de Lead Belly, esta corriente de
base popular utilizaba instrumentos improvisados, como la tabla de
lavar (que se tocaba con unos dedales) o el bajo con caja de té
incorporada. Infundió ánimos a los adolescentes de una deprimente
Gran Bretaña en la que todavía no existía el tecnicolor y los motivó a
que se atrevieran a hacer cosas por sí mismos: a juntar dos acordes
y montar un grupo. Y llevó a una explosión de creatividad. Los
Beatles, los Rolling Stones, los Who, los Kinks, los Troggs, los
Animals, los Yardbirds… todos ellos retomaron lo que habían
empezado los estadounidenses y lo hicieron suyo. Todo el mundo
tenía un grupo. La invasión británica estaba a punto de empezar.
¡BA-DÁ-DÁ BA-DÁ!
¡BA-DÁ-DÁ BA-DÁ!
Jimi acabó montando su propio grupo —Jimmy James and the Blue
Flames— y fue músico titular en el Café Wha? de Nueva York. Allí
fue donde Chas Chandler, bajista de los Animals, lo vio tocar y le
ofreció ir a Londres para convertirlo en una estrella. Fue necesario
que Hendrix irrumpiera en la escena musical del Swinging London
para que se apreciara de verdad su talento. En el frío invierno de
1966 conoció a la élite musical británica. Su primera actuación en
Reino Unido fue ante Eric Clapton y Paul McCartney. Pronto se
convertiría en una estrella por méritos propios.
Hendrix entendía el blues de una manera incendiaria: acoplaba
la guitarra, usaba todos los trucos que había aprendido
acompañando (y eclipsando) a figuras como Little Richard y tenía
una soltura expresiva jamás vista en un guitarrista: dejaba entrever
su alma al tocar.
Pete Townshend afirma que Eric Clapton y él entablaron amistad
gracias a la fascinación que ambos sentían por Jimi Hendrix.[40]
Jack Bruce compuso la canción de Cream Sunshine of Your Love
tras ver a Hendrix por primera vez: «Después del concierto se fue a
casa y sacó el riff. Era un homenaje a Jimi. Y después nosotros
escribimos la canción encima», dijo Clapton en Rolling Stone en
1988. Hendrix le devolvió el cumplido cuando se enteró de que
Cream se separaba tocando la canción en el programa de televisión
Happening for Lulu y dedicándosela al grupo.
Townshend estaba molesto porque pensaba que Hendrix le
había copiado lo de ponerse a destrozar guitarras en el escenario.
Townshend había adoptado esta violenta maniobra en una
plasmación genial de lo que Brian Eno, en uno de sus naipes de
Oblique Strategies (Estrategias oblicuas), sugiere como «Acepta el
error como una intención oculta». En septiembre de 1964, los Who
estaban tocando en Railway Tavern, en Harrow. La presencia
escénica de Townshend ya destacaba por su frenesí y, sin querer,
estampó el clavijero de la guitarra contra el techo del local, que era
bajo:
Esperaba que todo el mundo reaccionara en plan: «Atiza, se ha cargado
la guitarra», pero nadie hizo nada. Supongo que me enfadé y decidí que
aquel magnífico acontecimiento no podía pasarle desapercibido al
público, así que monté un buen numerito rompiendo la guitarra. Me lie a
dar brincos con ella y a tirar los pedazos en el escenario. Y después cogí
mi guitarra de repuesto y continué tocando, como si estuviera todo
preparado. (Entrevista con Jann Wenner, Rolling Stone, 1968).
del thrash. Para mí, un estilo vocálico «malo» suena muy preparado.
Me desconcierta enormemente que alguien escuche Megadeth y no
oiga la voz de un adolescente insoportable. Me recuerda al niño
pesado que repite lo que le han dicho sus padres pero con el típico
sonsonete del «na, na, na, na, na, na». Los riffs son tan buenos que
lo compensan, pero me parece que eso es lo único que puede hacer
que le gusten a alguien; a pesar de la voz, y no debido a ella. Pero
oye, para gustos los colores, ¿no?
Fuera de Estados Unidos, el thrash cuajó con más fuerza que la
NWOBHM. La escena thrash floreció por todo el mundo. Alemania dio
a tres de las mejores bandas; Sodom y Kreator empezaron con un
sonido más parecido al black metal, como ya vimos en el capítulo
dedicado a este subgénero, a ellas se les unió Destruction y se
convertirían en «los tres grandes del thrash metal alemán».
En Canadá, a Exciter se le unió el vanguardista grupo Voivod, los
sublimes Slaughter y también Razor y Annihilator, que tuvieron
cierto éxito. El efecto de esta explosión thrash en el heavy británico
fue brutal. La NWOBHM parecía desfasada y los grupos locales,
demasiado provincianos y pasados de moda. Algunas bandas
siguieron el ejemplo estadounidense. El segundo disco de
Onslaught, Metal Forces, es una puta maravilla. El enfoque británico
del thrash destacó por su sentido del humor guasón. A los grupos
británicos les suele limitar su incapacidad de tomarse a sí mismos
en serio. Pongamos por ejemplo el caso de Lawnmower Deth (fíjate
en que han escrito «deth» igual que en Megadeth) y su álbum Ooh
Crikey It’s… Lawnmower Deth. Ahí se percibe un distanciamiento,
como si comprometerse con la intensa seriedad de Slayer, por
ejemplo, pudiera hacerlos susceptibles al ridículo. «Ya, bueno, no lo
decimos en serio.» Empezó a percibirse una división, que sigue
existiendo en la actualidad, entre el fun-core y el «vamos a echarnos
unas risillas» de Lawnmower Deth, Acid Reign y grupos de su ralea
y el planteamiento más serio del extremo satánico del thrash.
Venom vendría a ser como el test de Rorschach: que te los tomes
en plan irónico o no te indica dónde estás.[151] Esta brecha en el
thrash acabaría convirtiéndose en una falla. La ropa playera y el
sentido del humor de muchos grupos death metal acabaría
generando una reacción de rechazo que se materializaría en la
segunda ola del black metal.
A finales de los ochenta surgió el crossover thrash: grupos de
hardcore punk que se inspiraron en el thrash metal y combinaron
ambos géneros. Los DRI —básicamente el grupo más rápido que
existía— eran de Texas, pero sintieron de inmediato la atracción del
área de la Bahía de San Francisco. En 1983 sacaron Dirty Rotten
EP, que inspiró a Dave Lombardo, el batería de Slayer, a acelerar la
velocidad y, a su vez, hizo que el grupo evolucionara hacia un
sonido más thrash metal a finales de los ochenta. Los Cryptic
Slaughter, de Santa Mónica, compartían con DRI el planteamiento
antiautoritario de sus letras, además de su velocidad y su
pertenencia al mismo sello. Metal Blade también contrató a
Corrosion of Conformity, que más tarde cambiaría de sonido y
viraría hacia un heavy metal más marcado por el blues y el rock
sureño, pero que empezó en el crossover. Otros grupos como
Suicidal Tendencies o Cro-Mags le añadieron un toque
testosterónico y rudo como consecuencia de sus humildes orígenes
pandilleros, lo que contrasta bastante con la onda adolescente de
barrio de clase media que caracteriza a casi todo el thrash.
Podemos decir sin miedo a equivocarnos que hay programas que casi
todo el mundo ha visto. Cuando se emitieron por primera vez, nos
parecieron fantásticos. Ahora, sin embargo, despiertan una reacción
negativa, contraria al entusiasmo inicial. Al verlos, se nos escapa un «esto
es más viejo que Matusalén» o un «esto está más visto que el tebeo».
¿Cuál es la triste paradoja? Que esos recursos no estaban tan pasados
de moda ni tan vistos cuando se hizo el programa. Pero su legado fue tan
increíble y popular que quedaron asociados para siempre con ese género.
Se dieron por sentado, se copiaron y se repitieron hasta el infinito.
Aunque empezaron siendo algo nuevo, se acabaron convirtiendo en el
statu quo.
Y sigue…
Hablé de los Venom y dije que nunca había oído nada de ellos. De hecho,
el único que los escuchaba en la escena del black metal noruego era
Aarseth [Euronymous]. Los demás los odiaban o no sabían ni quiénes
eran […]. Que yo llevara una camiseta de Venom no cambia nada de
esto. Lo hacía porque ponía BLACK METAL, no por nada más. (Extraído de
la página web de Varg)
Será gilipollas.
Así pues, la pregunta, Andrew, es: ¿cómo puedes justificar que
escuchas los temas de un supremacista blanco que además es un
asesino? A lo que respondo en pocas palabras: «Con una
incomodidad cada vez mayor». No suelo darles demasiada
importancia a las ideas políticas de los músicos que me gustan. No
hay casi ningún grupo bueno que represente las mías. Si solo
escuchara a aquellas bandas con cuyas ideas comulgara, solo
podría ponerme a Panopticon, a Catharsis y a todos los grupos
anarco-crust. La cosa se reduciría bastante para mí. Muchos
músicos metaleros tienen ideas conservadoras. Bruce Dickinson
vota tory. A James Hetfield le chiflan las armas. Si hacemos caso de
lo que dice la canción Dittohead, al parecer los Slayer creen que
necesitamos un gobierno fuerte con mano de hierro. Si Burzum se
metiera en temas políticos, entonces la cosa cambiaría. Por suerte,
su música es apolítica. Lo que yo te aconsejaría es que escucharas
los temas, pero sin pagar ni un céntimo. No te estoy proponiendo
que hagas nada ilegal, por supuesto (aunque sería lo más sencillo).
En Noruega surgieron muchas bandas geniales más: Gorgoroth,
Satyricon, Enslaved, Thorns e Immortal, que son ideales para sacar
memes.
Los Immortal se han convertido en el grupo noruego de black
metal más emblemático de todos. Llevan un maquillaje cadavérico
que les hace parecer tejones y tienen un paso cangrejil la mar de
curioso. El videoclip de Call of the Wintermoon es sencillamente
tronchante —aunque esa no era su intención—: grabado a plena luz
del día, muestra al grupo ataviado con capas y sombreros
puntiagudos de brujo, pajareando por un bosque y poniendo caretos
raros. Aunque es imposible tomárselo en serio, ilustra a la
perfección la perspectiva de los noruegos. No quieren «molar». Por
eso no tienen nada que ver con el estilo del death metal a lo MTV,
plagado de riffs y pantalones de surfista. Los Immortal han sacado
ocho álbumes increíbles de gélido y mítico black metal, además del
proyecto en solitario Abbath.
En febrero de 1994 publicaron su primer álbum dos de los
grupos de black metal que más éxito tendrían. The Principle of Evil
Made Flesh, de Cradle of Filth, e In the Nightside Eclipse, de
Emperor, están mucho mejor producidos que el crudo black metal de
Darkthrone, Burzum e Immortal. En ambos discos hay teclados y
samples. Su estilo, más tarde descrito como «black metal
sinfónico», es bastante menos alienante y tiene tintes góticos.
Hay algo que caracteriza en especial la concepción del black
metal que tienen los británicos Cradle of Filth y que hizo que fueran
por libre: su rechazo por la violencia sectaria en favor de un estilo
más romántico y gótico, imbuido de la misma conciencia del propio
ridículo que caracterizaba a Venom. Al final acabaron convirtiéndose
en una especie de drag queen de la escena black metal pero, pese
a todo, vendieron una burrada de discos y consiguieron que muchos
se interesaran por la música extrema.
Hoy en día son el blanco de muchas burlas porque han perdido
en cierto modo el oremus musical, pero The Principle of Evil Made
Flesh es fantástico. Además de teclados, samples e increíbles riffs
de guitarra, crudos y apabullantes, hay voces femeninas. Fuerzan
los límites de lo que puede ser el black metal sin destruirlos.
Probablemente por lo que más se conozca a los Cradle es por su
camiseta Vestal Masturbation, en la que aparece una monja
masturbándose en la parte frontal y, detrás, la mítica frase JESUS IS
A CUNT. Han detenido a varias personas solo por llevarla. Es un
clásico.
En el momento de publicación de estos álbumes, la segunda ola
del black metal ya no era un movimiento secreto ni clandestino. La
conocida revista heavy metal Kerrang! había sacado un artículo
sobre Burzum en marzo de 1993, y las quemas de iglesias, los
asesinatos y sus consiguientes arrestos y detenciones le dieron una
repercusión internacional. La escena ya no era un secreto, para
fastidio de los noruegos. Se corrió la voz rápidamente y surgieron
grupos de black metal de la segunda ola por todo el mundo.
Grupos muy dispares de otros países empezaron a converger en
una escena mundial. Marduk y Dissection de Suecia, Beherit de
Finlandia, Rotting Christ de Grecia, Sigh de Japón y Samael de
Suiza competían en brutalidad, atmósfera y originalidad con los
noruegos. A ellos se les unió un maremoto de grupos nuevos que
trabajaban a partir del modelo noruego. Algunos de manera original
y otros sin ella. Muy pronto, el black metal superó al death metal
como el movimiento de metal extremo más importante del mundo. Y
eso no tenía que haber sucedido. Como dice Gaahl, de Gorgoroth |
Trelldom | Wardruna:
«El black metal no tenía que llegar al público.
Lo hacíamos por nuestro puro disfrute».
10
La inflación del género
(muchos cocineros hacen salada la sopa)
Las jaulas en cuestión eran para las bailarinas que los Beastie Boys
exhibían «irónicamente» sobre el escenario. Supongo que a ese
oyente no le pareció tan mal ese espectáculo misógino…
Al adoptar los personajes de universitarios capullos como parte
de su burla, acabaron convirtiéndose en aquello que odiaban. Como
un presagio de lo que pasaría con el nu-metal, los Beastie Boys
acabaron llevando al vasto público blanco y suburbano de clase
media el hip hop, que acabó pareciendo a esta audiencia algo
inofensivo y fácil de consumir. Acabaron teniendo una carrera
exitosísima. Ah, y las pocas veces que los he ido a ver me he fijado
en que su público es mayoritariamente blanco…
En 1991, Anthrax y Public Enemy colaboraron en una nueva
versión de Bring the Noise. El riff traqueteante de Anthrax le da
potencia al tema y se intercala entre los ritmos y samples
electrónicos originales. La mezcla recuerda al concepto de Wall of
sound o «muro de sonido» que P. E. llevó a la práctica en sus tres
primeros discos, y tanto Chuck D como Scott Ian rapean. Para mí
esta canción marcó un antes y un después. Ya era fan de Public
Enemy, pero me grabé el vídeo de la tele y lo vi cientos de veces.
Me aprendí la letra y copié el headbanging que aparece en el clip.
[248]
Esta canción inició mi inevitable descenso a las profundidades
del heavy metal y también parecía anunciar la posibilidad de una
nueva era de crossover entre el heavy y el hip hop. Pero eso no
acabó pasando del todo.
Tras este periodo de colaboración entre el heavy y el hip hop,
algunos grupos empezaron a combinar estas dos influencias para
convertirlo en algo más coherente.
en tu colección de discos,
todo está pasando ahora.
Epílogo
El futuro del heavy metal
2021 - Seguimos sin tener noticias del álbum de los Guns N’ Roses.
A pesar de que al Trump reptil gestáltico no le iba nada mal en las
encuestas, Manowar gana de calle. Lo primero que hacen es
declararle la guerra al falso heavy metal. Los recursos destinados a
la lucha contra el terrorismo global se utilizan ahora para combatir
este fenómeno, declaro ahora ilegal y antiestadounidense. Linkin
Park son arrestados de inmediato y enviados a Guantánamo.
Despunta un nuevo macarthismo y el país se vuelve paranoico: todo
el mundo cree ver falsos jeviatas por todas partes. Las «patrullas de
justificación de camisetas» acosan a quienes no saben responder a
preguntas sobre álbumes poco conocidos y cunde el pánico entre la
población. «Di el nombre del productor» se convierte en el eslogan
de la guerra civil.
El poeta del siglo XXI Gerhard Heintz escribe lo siguiente:
vez a mi grupo, The Men That Will Not be Blamed for Nothing, por
decir que hacíamos punk. «No sois un grupo de punk: ¡sonáis
mucho mejor!» ¿Cómo? ¿Mejor que Black Flag o Crass? Y una
mierda.
[12] P. P. P.
[13] Nunca debemos olvidar su chupa blanca de cuero.
[14] No confundir con el grupo Anathema, para quien esta
negación también sería un anatema. **
**Si repites anatema muchas veces, empieza a sonar raro.
Anatema. Anatema. Va, anímate. Dilo en voz alta. Anatema.
[15] El saludo, gesto sutil pero importante, reconoce que estamos
para escribir este libro. Pensé: «¿Cuál será el nombre real de Blind
Lemon Jefferson? Ah, Lemon Jefferson. Vale».
[31] Aparte de que le vendió el alma al diablo. Eso segurísimo.
[32] But he never meant shit to me, he's straight up racist the
Zeppelin, ea.
[39] Puede que digas que es un vagabundo | pero detrás de eso
«¡No, que te den a ti!». Y entonces llegó Jimi… «¡Que le den a él!».
Un poco como el final de Watchmen.
[41] La explicación —muy poco divulgada por los medios— que
dio Townshend sobre el asunto de la pornografía infantil es que todo
formaba parte de una gran estafa con tarjetas de crédito y que él no
miró ni mucho menos descargó ninguna imagen. ¡Por fin un ídolo
del rock cuya mala reputación resulta ser falsa! ¡El mundo vuelve a
girar sobre su eje!
[42] ¡A la hoguera con los rumores falsos sobre el heavy! También
Churchill…
[48] Sola del todo. Bueno, sin contar con la ayuda de Canadá,
actuales para preparar este libro es que las historias de los orígenes
de los grupos se vuelven míticas al repetirlas tantas veces a lo largo
de los años. Apenas recuerdo nada de cuando grabamos nuestro
primer disco como grupo, y eso que hace menos de una década. Es
muy poco probable que los Sabbath se acuerden de lo que pasó en
1969 porque: (a) hace un porrón de tiempo de aquello, (b) los
recuerdos se reescriben y cambian cada vez que accedes a ellos, y
(c) han consumido cantidades industriales de drogas desde
entonces.
[52] Aunque ahora niegue que realizara rituales, a mí me parece
libro equivocado. Tendrías que estar leyendo Tus opiniones son una
basura y tus amigos creen que eres un soplapollas, de Antón
Tolaba.
[66] Aunque sí cambiaron de idea con Led Zeppelin.
[67] ¡Su propio nombre lo dice! ¡Led Zeppelin! Lead es «plomo»
clones.
[80] Pero literalmente, ¿eh? Nadie tiene ni idea.
[81]¿En serio? Bueno, en realidad lo que pasó es que lo trincaron
casi nadie pero, como dice la leyenda, todos los que asistieron
acabaron montando un grupo. Ese concierto hizo que se crearan los
Smiths, los Buzzcocks, Joy Division y —flipad— Simply Red.
[85] Algo que no siempre era cierto: los Pistols eran buenos
músicos, por ejemplo. Bueno, hasta que se les unió Sid Vicious…
[86] Literalmente.
[87] Metafóricamente.
[88] Hola, te doy la bienvenida a la parte del libro que se quedará
desfasada enseguida. «¿Qué es Bandcamp? —exclaman los
lectores del futuro—. No sé, creo que es algo que existió durante la
guerra.»
[89] Johnny Rotten, eterno icono de la rebeldía, vive ahora de
cuándo cambian los acordes y cuándo entran los solos. Hago que
parezca que estoy tocando: en realidad sé lo que hago». Bob Mills:
«Sí, no quieres que parezca que haces el gilipollas, ¿verdad?».
[93] Barton montaría más tarde la revista Kerrang!
[94] Véase el capítulo sobre el black metal.
[95] La cita no está nada mal hasta que recuerdo que la he
en realidad: «Satan! Priest in Hell! I’m gonna burn your soul, crush
your bones! I’m gonna make you bleed! You’re gonna bleedfor me!»
(¡Satán! | ¡Sacerdote del infierno! | ¡Haré que te arda el alma, te
romperé los huesos! | ¡Haré que sangres! | ¡Sangrarás por mí!).
[103] Una vez, Tom Araya de Slayer se meó en la cabeza de
de la t.)
[117] Una llamarada | en el cielo | del norte. Es el segundo álbum
ocasión. Una ex mía estaba en plena faena con un tío con Kill 'em
All de fondo. Cuando sonó la segunda canción, «The Four
Horsemen», el tipo empezó a follar siguiendo el ritmo galopante de
la canción. Hay que joderse… Ella dice que se rio tanto que
seguramente lo traumatizó para el resto de su vida…
[129] Para su tiempo, claro. Es una advertencia que debes tener
coña.
[136] «No pienso subirme a la furgoneta hasta que Alan diga que
un gilipollas.
[147] Su voz también fue una maldición para el grupo: suena
llama …
And Justice for Jason.
[153] ¡EL THRASH NO HA MUERTO! | ¡EL THRASH NO HA MUERTO! | ¡EL
«girls» dijeran «gerls» con acento irlandés, como hace el padre Jack
en la serie Father Ted.
[164] Para que veas lo hijo de puta que es Vince Neil: describe el
mucho la pena escucharlo, pero no tiene nada que ver con lo que se
explica aquí…
[179] Sí, lo has oído bien. El death metal melódico existe de
Josh Homme, el líder de ese grupo, dijo que los reyes del death
metal polaco, los brutales Vader, eran los Eagles (el grupo
californiano) del death metal. Casi parece una ironía que este grupo
bastante inofensivo, cuyas letras hablan de chicas, de desnudarse y
de fingir ser una especie de roquero sureño canalla, tuviera que ser
testigo de las escenas más horribles jamás presenciadas en un
concierto de rock and roll cuando unos terroristas del ISIS dispararon
contra el público y causaron una matanza en uno de sus bolos, en
París. Ahora sufren de estrés postraumático. Si tocaran un tipo de
música que les permitiera expresar una situación tan extrema…
[190] O Bon Jovi. O los grupos de teatro de improvisación.
[191] Y si no te lo crees, escucha Two Become One.
[192] Una mezcla entre el thrash y el black metal, como Sodom o
ejemplo, ejem.
[210] Qué ganas tenía de usar esta palabra. Sabía que al final la
dragones». Te lo juro.
[212] Ian Mackaye, de Minor Threat, creó Fugazi, uno de los
primeros grupos en ganarse la etiqueta de post-hardcore. Era un
grupo bastante más artístico y menos agresivo.
[213] Cosa que queda clara por su imagen característica… En
todos modos las camisas de vestir no son lo más heavy metal del
mundo. A menos que estén hechas de metal. Y entonces serían una
armadura. Y eso ya se compra en otro tipo de tienda.
[224] Sí, utilizo esa expresión. Y también «disco», «garito» y
«tronco».
[225] Ajá. Has oído bien, estoy casado. Conseguí engañar a una
metió con él, Slayer se enfadó porque los abandonó para marcharse
con Metallica y Metallica dice que se curró poquísimo la producción
de Death Magnetic, que como mucho es su sexto mejor álbum.
[246] Algo imposible de decir en inglés sin perder la dignidad.
[247] Casi escribo «Bring the Noize». Es lo que pasa cuando
llevas todo el día documentándote sobre Slade y su influencia en el
heavy metal… De hecho estoy convencido de que un mash-up de
Bring the Noise y Cum Feel the Noize sería lo más.
[248]Curiosidad: Chuck D me firmó un autógrafo en la chupa
el bajista de mi grupo.
[253] Roots significa «raíces». (N. de la t.)
[254] Diamantes en una charca. Qué metáfora más curiosa se me
Alí Babá del heavy metal y del rock alternativo. El tipo que trabajaba
allí, Fat Matt, era muy peculiar (se parecía al personaje de la tienda
de cómics de Los Simpson, para entendernos). Siempre me
desconcertaba que le encantara Sepultura pero no Pantera. Para mi
yo de dieciséis años eran el yin y el yang del metal extremo, y si te
gustaba uno, por fuerza tenía que encantarte el otro. Muchos años
después demostró ser mucho más metal de lo que yo pensaba:
murió aplastado por un helicóptero.
[280] Aunque, mientras escribo esto, estoy escuchando ese álbum
de la t.)