Espiritu Santo

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VERDADES BIBLICAS EXPLICADAS SENCILLAMENTE

E PLICANDO
La unción y la llenura
del Espíritu Santo

MAESTRO DE LA BIBLIA
www.davidpawson.org
Este libro está basado en una charla. Al tener su origen en la palabra
hablada, muchos lectores encontrarán que su estilo es algo diferente
de mi estilo habitual de escritura. Se espera que esto no afecte la
sustancia de la enseñanza bíblica que se encuentra aquí.
Como siempre, pido al lector que compare todo lo que digo o escribo
con lo que está escrito en la Biblia y, si encuentra en cualquier punto
un conflicto, que siempre confíe en la clara enseñanza de las escrituras.
David Pawson

La unción y
la llenura
del Espíritu
Santo

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La unción y la llenura
del Espíritu Santo
DAVID PAWSON

ANCHOR RECORDINGS
Copyright © 2017 David Pawson

El derecho de David Pawson a ser identificado como el autor de esta obra ha


sido afirmado por él de acuerdo con la
Ley de Copyright, Diseños y Patentes de 1988.

Traducido por Alejandro Field

Esta traducción internacional español se publica por primera vez


en Gran Bretaña en 2017 por
Anchor Recordings Ltd
DPTT, Synegis House, 21 Crockhamwell Road,
Woodley, Reading RG5 3LE

Ninguna parte de esta publicación podrá ser reproducida o transmitida


de ninguna forma o por ningún medio, electrónico o mecánico,
incluyendo fotocopia, grabación o ningún sistema de almacenamiento
o recuperación de información, sin el permiso previo
por escrito del editor.

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La unción y la llenura
del Espíritu Santo
Veamos tres lecturas de la Palabra de Dios. Primero, de
Juan 1:

Al día siguiente Juan vio a Jesús que se acercaba a él, y


dijo: “¡Aquí tienen al Cordero de Dios, que quita el pecado
del mundo! De este hablaba yo cuando dije: ‘Después de
mí viene un hombre que es superior a mí, porque existía
antes que yo’. Yo ni siquiera lo conocía, pero, para que
él se revelara al pueblo de Israel, vine bautizando con
agua”. Juan declaró: “Vi al Espíritu descender del cielo
como una paloma y permanecer sobre él. Yo mismo no
lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me
dijo: ‘Aquel sobre quien veas que el Espíritu desciende y
permanece es el que bautiza con el Espíritu Santo’. Yo lo
he visto y por eso testifico que este es el Hijo de Dios”.
(Juan 1:29-34)

Usted necesita dos cosas: que sus pecados sean quitados


por el Cordero de Dios y ser bautizado en el Espíritu Santo.
Ambas son necesarias para ser un cristiano pleno. Vayamos
ahora a Hechos 19.

Mientras Apolos estaba en Corinto, Pablo recorrió


las regiones del interior y llegó a Éfeso. Allí encontró a

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algunos discípulos.
—¿Recibieron ustedes el Espíritu Santo cuando
creyeron? —les preguntó.
—No, ni siquiera hemos oído hablar del Espíritu
Santo—respondieron.
—Entonces, ¿qué bautismo recibieron?
—El bautismo de Juan.
Pablo les explicó:
—El bautismo de Juan no era más que un bautismo de
arrepentimiento. Él le decía al pueblo que creyera en el
que venía después de él, es decir, en Jesús. Al oír esto,
fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús. Cuando
Pablo les impuso las manos, el Espíritu Santo vino sobre
ellos, y empezaron a hablar en lenguas y a profetizar. Eran
en total unos doce hombres. (Hechos 19:1-7)

¿Notó que no alcanzaba con creer? Necesitaban recibir


al Espíritu Santo.
Finalmente, de la pequeña carta a Tito:

En otro tiempo también nosotros éramos necios y


desobedientes. Estábamos descarriados y éramos esclavos
de todo género de pasiones y placeres. Vivíamos en
la malicia y en la envidia. Éramos detestables y nos
odiábamos unos a otros. Pero, cuando se manifestaron
la bondad y el amor de Dios nuestro Salvador, él nos
salvó, no por nuestras propias obras de justicia, sino por
su misericordia. Nos salvó mediante el lavamiento de la
regeneración y de la renovación por el Espíritu Santo, el
cual fue derramado abundantemente sobre nosotros por
medio de Jesucristo nuestro Salvador. Así lo hizo para
que, justificados por su gracia, llegáramos a ser herederos
que abrigan la esperanza de recibir la vida eterna. Este
mensaje es digno de confianza, y quiero que lo recalques,

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para que los que han creído en Dios se empeñen en hacer
buenas obras. Esto es excelente y provechoso para todos.
(Tito 3:3-8)

Nuevamente, hay una combinación de dos cosas: perdón


y recepción del Espíritu Santo. Éste es mi tema.
No sé si sabrá que, en la Biblia, en el Nuevo Testamento,
hay dos bautistas. ¿Sabía que los bautistas ya aparecen en la
Biblia? Ha oído de uno, Juan el Bautista, pero me pregunto
si escuchó del otro. Era su primo, Jesús el bautista. Ambos
reciben el mismo título. Tanto Juan como su primo Jesús
son llamados “el bautista” en el Nuevo Testamento. Juan se
convirtió en bautista unos cuatro años antes que su primo
Jesús. En realidad, la palabra no es un sustantivo, sino
literalmente “Juan el bautizador” y “Jesús el bautizador”.
El Nuevo Testamento nunca habla acerca de el bautismo
del Espíritu, sino habla de ser bautizado, siempre en forma
verbal. El verbo es algo dinámico, algo en movimiento. Un
sustantivo es algo estático y fijo. De modo que Juan fue el
bautizador y Jesús también fue llamado bautizador. Era un
apodo, no un nombre. No era un apodo acerca de lo que era
cualquiera de ellos, sino acerca de lo que ambos hacían. Por
eso es un verbo.

¿Qué significa la palabra “bautizar”?


La primera cosa que quiero enseñarle es lo que significa la
palabra bautizar. Nunca se la traduce al inglés-español. La
Biblia simplemente tiene la palabra griega transliterada, lo
que significa que no está traducida, sino deletreada con letras
del inglés-español. ¿Sabía que el contrato de un editor de la
Biblia en Inglaterra no permitía traducir la palabra griega
“bautizar”? Solo se la podía escribir en su forma griega.
Es como la palabra francesa “chef”, que significa ‘jefe de
cocina’, y que usamos con las mismas letras en español.

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¿Qué significa, entonces, la palabra griega bautizar? En
términos muy sencillos, significa introducir un sólido en
un líquido, algo que hacemos todos los días. Cuando nos
bañamos, estamos introduciendo un sólido en un líquido.
En el idioma griego, usan esta palabra para varias cosas. Un
barco que se hunde en el mar se dice que ha sido bautizado;
un sólido ha sido puesto en un líquido. Cuando nosotros
escuchamos que se va a bautizar un barco, pensamos en
la reina rompiendo una botella de champán en la proa,
pronunciando la frase: “Dios bendiga a todos los que
navegan en este barco”. Pero los griegos solo usan la palabra
cuando el barco se hunde. ¿Recuerdo cuando el Coronia se
hundió en el golfo de Vizcaya unos años atrás? Los titulares
de los periódicos griegos decían: “Coronia bautizado”,
hundido. Usan la palabra cuando tiñen lana en una tintura
de color. Uno tiene que asegurarse de cada parte de la lana
se sumerja en la tintura. Uno bautiza la lana para que tenga
otro color. Se usa la palabra cuando hay una fiesta. Si hay un
gran tazón con ponche de frutas o algo más fuerte. Cuando
se le da a cada persona una taza, y la persona la mete en el
tazón y la saca llena, se dice que la persona bautiza la taza.
Si va a una iglesia ortodoxa griega, aún hoy, encontrará
que, donde bautizan a los bebés, lo meten tres veces
completamente bajo el agua. Tienen que tener una pila
bautismal del tamaño suficiente. Si va a algunas viejas
iglesias parroquiales en Inglaterra, verá una pila grande,
¡tan grande como para bautizar al bebé! Un sólido es metido
completamente en un líquido. Una iglesia griega jamás
podría mojar la frente y llamarlo bautismo, porque la palabra
significa ‘inmersión’. Significa estar ‘empapado’, saturado
de punta a punta. Es una palabra maravillosa. Por eso se lo
llamó a Juan “el bautizador”. Era un apodo, y significa Juan
el Bañador, Juan el Zambullidor, o Juan el Sumergidor. ¡Es
lo que significa la palabra! Era simplemente para defender

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la práctica de humedecer la frente que no se podía traducir la
palabra al inglés. En algunos idiomas la palabra es traducida
a algo como sumergir, zambullir, hundir, empapar o saturar
un sólido dentro de un líquido.
Ya hemos visto esa palabra. Se nos dice que Juan el
Bautista hacía esto en cierto lugar del río Jordán. Cuando
una va a ver el Jordán queda impresionado. Es lo que
llamaríamos un arroyo, un riacho, y un río sucio. Uno piensa,
¿de qué forma imaginable podría Juan el Bautista, Juan el
Sumergidor, usar esto? Pero en cierta parte del río hay una
especie de estanque. Como sabrá, los ríos a veces corren
más lentamente y forman estanques. Se nos dice en Juan 3
(usted conoce el versículo 16, pero me pregunto si conocerá
este versículo en el capítulo 3) que Juan estaba bautizando
en Enón, cerca de Salín, porque allí había mucha agua. Nada
podría ser más claro.
En Hechos 8, el eunuco etíope, cuando fue bautizado,
dijo a Felipe: “Mire usted, aquí hay agua. ¿Qué impide que
yo sea bautizado?”. Y dice que ambos bajaron al agua.
Está muy claro que bautizar significa una cosa, y una sola
cosa: meterse en un líquido, empapado, saturado, cubierto
completamente.
Juan sumergía en agua porque tenía que cumplir una
tarea especial. Se le había dicho que el rey venía, que el
reino estaba muy cerca. Los judíos habían estado esperando
cuatrocientos años y más para esto. Por cierto, mil años,
porque mil años antes se les había prometido a los judíos
un rey, el hijo de David, que traería el reino a Israel. Habían
esperado mil años, pero cuatrocientos años antes Dios había
dejado de hablarles, y cada generación decía a sus hijos
que un día vendría el rey, y que antes que viniera habría
un profeta que les diría que estaba en camino. Habiendo
esperado tanto, no es de extrañar que, cuando vino el profeta
Juan el Bautizador, toda la nación salió a verlo. Aquí había

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un hombre de Dios que decía que venía el rey, que venía el
reino. Tenían que poner sus cosas en orden.
Si uno supiera que su Majestad, la Reina de Inglaterra,
viniera a visitar su casa, ¿qué haría? Le garantizo que lo
primero que harían las esposas serían decir a sus esposos que
sacaran la aspiradora, para limpiar el lugar, ya que vendría la
realeza. Si la Reina viniera a un culto de su iglesia, tendría
todo de punta en blanco. Sacaría la alfombra roja, ¿no es
cierto? El mensaje de Juan era que venía el rey; había que
poner las cosas en orden. Pero no dijo que ordenaran sus
casas, sino que pusieran en orden el interior de ellos. El rey
venía, e iba a poner las cosas en orden cuando llegara. Era
mejor que las personas hicieran limpieza ahora y no que él
dijera: “Miren sus vidas sucias”.

El bautismo es un sacramento
Así que Juan bautizaba para limpiar a las personas, y las
bautizaba en ese río sucio. Uno piensa, cuando lo ve, ¿cómo
podrían las personas ser limpiadas en eso? Pero era lo que
llamamos un sacramento. La Biblia no lo llama así. Lo
llamo así porque un sacramento es un suceso físico con un
efecto espiritual. El bautismo es un sacramento. Hace algo
a la persona que no es físico. Como escribió Pedro en su
carta, somos bautizados no para limpiar nuestros cuerpos
sino para tener una conciencia limpia. Esto es lo que hace
el bautismo para usted. Le da una conciencia limpia, y uno
solo puede conseguir una conciencia limpia si ha tratado
con la suciedad primero. Por eso Juan el Bautista decía que
había condiciones para ser bautizados en agua. La primera
es que uno confiese que está sucio, que diga que necesita
ser limpiado, y que mencione por nombre las cosas que
han ensuciado su vida. La confesión nunca es general en
las escrituras. Nunca es: “Tengo que haber pecado porque
todos lo hacen”. Esa clase de confesión no sirve de nada.

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La confesión es: “He hecho esto . . . he pensado eso . . . he
sentido lo otro”. Es nombrar pecados. Juan enseñaba que la
primera cosa que debían hacer era confesar sus pecados antes
de que él bautizara a la persona. Uno debe reconocer que está
sucio. No tiene sentido bañarse hasta que lo haya admitido.
Segundo, dijo que debían arrepentirse, que significa
corregir lo que se pueda corregir. Podría significar poner
fin a relaciones erróneas. Los fariseos venían y querían
ser bautizados. Juan les dijo: “¡Ustedes! ¿Ustedes quieren
ser bautizado? Ni siquiera está confesando sus pecados”.
Dijo: “Produzcan frutos dignos de arrepentimiento”.
Cuando preguntaron qué significaba eso, les dijo: si tienen
demasiada ropa, regalen alguna; si están falsificando los
libros contables, arreglen sus finanzas. Es muy práctico el
arrepentimiento, ¿no es cierto? Es algo que uno hace, no
algo por lo que uno derrama lágrimas, que es pena o aun
remordimiento. El arrepentimiento es corregir lo que puede
corregirse.
Así que debían confesar lo que estaba mal, corregir lo
que podía corregirse, y entonces estaban listos para un
“baño”, para tener una conciencia limpia. Estaban listos
para el perdón de pecados. Uno no está listo para el perdón
de pecados hasta que se haya arrepentido y haya confesado.
Entonces, el agua funcionaba. El bautismo no siempre
funciona. Se necesitan ciertas condiciones para que sea
un sacramento. Juan prometía: “Ustedes se arrepienten,
confiesan, y cuando yo los sumerja en esta agua, Dios la
usará para limpiar el interior de ustedes, y saldrán de esa
agua con una conciencia limpia.

El bautismo trata los pecados pasados


He tenido muchas ocasiones en las que alguien que he
bautizado ha hecho precisamente eso, y sale del agua
limpio. De hecho, bauticé a Cliff Richard, y escribió en

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su autobiografía más tarde: “David Pawson me lavó, me
enjuagó y me puso a secar”. Dijo: “Nunca me sentí tan limpio
en toda mi vida”. Para eso es el bautismo. Es un baño para
personas sucias, y un entierro para personas muertas, para
personas cuya vida vieja ha terminado. Personas que se han
vuelto de un estilo de vida que habían estado viviendo, y
que ahora están dejando atrás. Un estilo de vida que está
muerto y ya no está más. Tenemos, entonces un entierro.
Cuando combinamos un baño con un entierro, tenemos un
bautismo. Ése era Juan. Pero él sabía perfectamente bien que
su bautismo no era una cura permanente. Él podía limpiar a
las personas, pero no podía mantenerlas limpias. Podía tratar
con el pasado de ellas, pero no con su futuro. El problema
es que, si uno tiene la conciencia limpia y ha limpiado su
estilo de vida, ¿cómo lo podrá mantener? ¿No se volverá
a ensuciar? La respuesta es: sí. El bautismo trata solo con
su pasado, y limpia su pasado. No limpia su futuro. Juan lo
reconoció. Él podía preparar a las personas para que viniera
el Rey de Justicia, limpiarlas de su pasado, pero ¿cómo uno
puede mantenerla limpias?

Uno tiene que ser bautizado en el Espíritu Santo para


mantenerse limpio
Juan dijo: “Necesitan otro bautismo, de otra persona”.
Decía constantemente a todos los que bautizaba en agua que
necesitarían dos bautismos, y que venía un hombre después
de él que podía darles el otro bautismo que necesitarían
para mantenerse limpios, que limpiaría su futuro, además
de su pasado. Uno necesita ser bautizado en Espíritu Santo.
O, si prefiere, Espíritu Limpio. Tal vez use un espíritu para
lavar en seco su ropa. Bueno, necesitará Espíritu Santo si
quiere mantenerse limpio, porque no lo logrará solo; de eso
puede estar seguro. Tratar con su pasado es solo la mitad
del camino, y por sí solo no le impedirá pecar.

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Recuerdo la primera vez que pequé después de ser
bautizado en agua. Estaba muy desilusionado. Pensé: “Iba
a vivir una vida limpia, y no funcionó”. No me daba cuenta
entonces de que el bautismo en agua trata solo con el pasado.
Es lo que limpia.
Comience la vida cristiana con un buen baño y siéntase
limpio. Es la razón por la que Jesús nos dice que lo hagamos.
No estaba pensando: “¿Qué puedo hacer como una prueba
para el discipulado? ¡Ya sé! Veré si están dispuestos a
empaparse frente a un montón de personas”. No se trata de
eso. Demasiadas personas piensan que es solo un testimonio
ante otras personas. No es nada de eso. Es comenzar la
vida limpios, y Dios usará esa agua. Por eso Ananías dijo a
Pablo: “¿Qué esperas? Levántate y sé bautizado, y haz que
tus pecados sean lavados”. Creo que el bautismo funciona.
Limpia el interior de las personas. Es para eso, para darles un
nuevo comienzo en la vida cristiana. Pero no las mantendrá
limpias. Uno necesita otro bautismo para esto. Juan dijo que
él no podría hacerlo por ellas, ¡pero que él lo hará!
La primera vez que lo dijo no sabía quién sería esa
persona. Fue un impacto para él cuando su primo Jesús le
dijo: “Bautízame”. Porque todos ya sabían que Jesús estaba
viviendo una vida completamente limpia. Juan dijo que
Jesús debía bautizarlo a él, lo cual mostró que Juan, aunque
había bautizado a cientos otros, no había sido bautizado él
mismo. Dijo que Jesús debía estar bautizándolo a él, pero
Jesús dijo: “No. Está bien hacer lo que está bien”. Y todo
cristiano que pone como excusa: “No necesito ser bautizado
en agua”, debe enfrentar el hecho de que a Jesús le pareció
necesario hacerlo para sí mismo, no para ser limpiado, sino
para obedecer a Dios. Eso deja a todas las demás personas
sin excusa, ¿no es cierto?
En el nacimiento cristiano normal, (como lo expliqué en
mi libro con ese mismo título), en el Nuevo Testamento, el

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bautismo en agua por lo general antecede el bautismo en
el Espíritu. Dios puede hacer excepciones, pero ésa es la
regla general.
Pero avancemos. Juan supo primero que el rey venía,
pero no creo que supiera quién era. Y sabía que otra persona
sería una bautizadora, aunque no en agua sino en Espíritu
Santo. Lo que sí sabía Juan era que Dios había dicho que,
cuando viera al Espíritu Santo bajar del cielo, reposar y
quedarse en alguien que él bautizara, ésa sería la persona
que traería el otro bautismo. Y dijo que lo había visto ocurrir.
No solo vio a la paloma que descendió, sino que escuchó
la voz que las personas pensaban que era como un trueno.
Cuando Dios habla fuerte, es muy fuerte, y suena como un
trueno. Pero Juan pudo escuchar las palabras. La multitud
dijo: “¡Que trueno!”. Pero Juan escuchó las palabras: “Este
es mi hijo amado, y estoy muy complacido”. Dios estaba
tan complacido que Jesús fue bautizado. ¿Cómo podemos
algunos no hacerlo y disgustar a Dios?
Por lo tanto, Juan dijo dos cosas de Jesús. Dijo: “Éste es el
Cordero de Dios que quitará los pecados del mundo” y “éste
es quien puede bautizarlos en el Espíritu Santo”. Lo segundo
está al principio de cada uno de los cuatro Evangelios. Sin
embargo, he escuchado a muchos predicadores hablar del
Cordero que quita el pecado del mundo, pero muy pocos
acerca de que él es quien bautiza en el Espíritu Santo. ¿No
es extraño? Aún más, solo en uno de los Evangelios dice:
“Él es el Cordero que quita el pecado del mundo”. Solo lo
dijo una vez, en una conversación privada, pero cuando
dijo: “Éste es el que bautiza en el Espíritu” lo dijo a todos.

Necesitamos dos cosas: perdón y santidad


Ahora, ¿cuál ha sido el error en la iglesia, que de alguna
forma tiene el equilibrio cambiado, siempre hablando del
Cordero de Dios que quita los pecados y la cruz, pero nunca

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de Jesús el bautista. Estoy intentando recuperar el equilibrio
ahora. Uno necesita dos cosas para ir al cielo: perdón y
santidad. “Sin santidad nadie verá al Señor”. Si no es santo
antes de ir al cielo, lo arruinaría muy rápidamente para usted
y para todos los demás, ya que es un lugar santo. En realidad,
no hablo mucho acerca del cielo, sino que hablo del nuevo
cielo y la nueva tierra, porque es ahí donde viviremos. Y no
se permitirá nada que contamine ese nuevo universo. Si usted
fuera al cielo como está —si yo fuera al cielo como estoy—,
lo arruinaríamos. Usted puede venir a adorar tal como está,
pero no puede ir al cielo tal como está. Si fuéramos tal como
estamos ahora, no sería el cielo para ninguno de nosotros.
Por lo tanto, necesitamos estas dos cosas: perdón y
santidad. La primera, es la obra de la segunda persona de
la Trinidad, Jesús. La otra, de la tercera persona, el Espíritu
Santo. Necesitamos a ambos, que significa, en términos
sencillos, que para vivir la vida cristiana necesitamos recibir
a dos personas, la segunda y la tercera persona de la Trinidad.
Necesitamos a Jesús y necesitamos al Espíritu Santo, y está
claro, a partir de las escrituras, que uno no puede tener a uno
sin el otro. Éste es un punto muy importante. Lea el capítulo
8 de Hechos si desea saber. Había algunas personas que se
habían arrepentido de sus pecados, habían creído en Jesús,
habían sido bautizadas en agua, estaban llenas de gozo, pero
dice que ninguna de ellas había recibido el Espíritu Santo.
Así que Pedro y Juan descendieron de Jerusalén para orar
por ellas. Era inaudito que alguien creyera en Jesús, pero
no hubiera recibido el Espíritu. Ellos debían corregir la
situación de inmediato.
Debo decir que hay miles de personas en nuestras iglesias
que han recibido a Jesús, pero no saben cómo recibir el
Espíritu Santo. Y eso significa solo la mitad de nuestra
salvación. Es solo la mitad de lo que se requiere para ser
un cristiano. Sí, usted ha invitado a Jesús a su vida, pero

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necesitará más. Hay una tercera persona. Y su obra es
completamente esencial para vivir la vida cristiana. Usted
necesita dos bautismos. Necesita dos personas que entonces
lo harán como Dios mismo, en cuya imagen usted fue creado.
Jesús hizo muchas cosas maravillosas durante su vida.
Sanó a los enfermos, echó fuera demonios, calmó la
tormenta, alimentó a cinco mil personas con unos pescados
y unos panes. Hizo cosas asombrosas, pero ni una sola vez
bautizó a alguien en el Espíritu. ¿Alguna vez notó esto?
Juan había dicho que los bautizaría en el Espíritu Santo.
“Yo no puedo hacerlo, pero él lo hará”. Pero no lo hizo
mientras estaba en la tierra. ¡Ni una sola vez! Me pregunto
si la gente lo notó, si se lo preguntaron. Lo que dice es que
estaba hablando constantemente acerca de ser bautizado en
el Espíritu. ¿Sabía eso? Siempre estaba hablando de eso, pero
nunca lo hizo . . . hasta la última noche de su vida, antes de
morir. Dijo: “Les hablaré ahora acerca del Espíritu Santo,
otro Consolador”. No es una palabra muy linda. Habla de
bolsas de agua caliente y de algodón, para mí. “Consolador”
en las escrituras es la palabra griega “paracletos”, que
significa simplemente “pararse al lado”, una palabra
hermosa. Voy a enviar a alguien que se parará al lado de
ustedes. Y luego dijo algo muy interesante. Ha estado con
ustedes, pero estará en ustedes. Ha estado al lado de ustedes
ya, pero quiere estar dentro de ustedes, ¡y significa un gran
paso! Ahora bien, el Espíritu Santo había estado al lado de
los doce apóstoles. Después de todo, habían salido y habían
sanado a los enfermos y habían echado fuera demonios, y
no lo habían podido hacer con su propio poder. El Espíritu
Santo estaba al lado de ellos, porque Jesús estaba al lado de
ellos, y el Espíritu Santo estaba en Jesús. Pero Jesús dijo, en
la última noche, que el Espíritu Santo quiere estar adentro
de usted, no solo al lado de usted, sino adentro de usted y
de mí. Cuando uno tiene a Cristo tiene al Espíritu Santo al

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lado, en Cristo. Pero uno necesita tenerlo adentro. Es un
gran cambio.

Jesús dio a los discípulos una señal y una orden


Los doce discípulos no lo tenían aún, así que se los
prometió la noche que murió. Luego, en el primer día de
su resurrección, cuando volvió a donde estaban ellos, les
habló nuevamente del Espíritu Santo, y les dio una señal
y una orden. Ahora quiero que sepa esto: nada ocurrió
en ese momento. Dijo: “Acá está la señal”, y sopló sobre
cada uno. Después que sopló, les dio una orden, una orden
imperativa: “¡Reciban el Espíritu Santo!”. Y no ocurrió
nada. No hay ningún registro de que hayan recibido y, de
hecho, de los once apóstoles, uno faltaba esa noche. Faltaba
Tomás. ¿Se perdió algo él? No. Los otros diez le dirían,
cuando volvió, que habían recibido una señal y una orden.
“Cuando Jesús sople sobre nosotros, debemos recibir”. Era
un ensayo de algo que ocurriría cincuenta días después. Eso
fue todo. No hay ningún registro de que algo ocurriera en
ese momento. Sopló sobre ellos y luego les ordenó: “Ahora
reciban”. Si hubieran recibido en ese momento, les habría
dicho que recibieran primero y luego habría soplado sobre
ellos. Pero no lo hizo: sopló y luego les dijo que recibieran,
y ellos sabían que la próxima vez que Jesús soplara sobre
ellos debían entregarse y recibir lo que les estuviera dando.
Seis semanas después, los dejó y volvió a su hogar en
el cielo. Les dijo que esperaran. “Serán bautizados en el
Espíritu Santo en unos pocos días”. Diez días después, a
las nueve de la mañana, estaban todos en el templo —no
en el aposento alto—, en la casa de Dios, orando, un lugar
público. Había ciento veinte, incluyendo a María, la madre
de Jesús. ¿Alguna vez escuchó a un predicador decir que
ella habló en lenguas? Bueno, lo hizo. Y sus hermanos, en
vez de burlarse de él por su “síndrome mesiánico”, estaban

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ahora ahí, orando. Estaban los diez, y estaba Tomás, y ahora
habían elegido a otro, Matías, para reemplazar a Judas.
Estaban todos ahí.
Y ahora, finalmente, fueron bautizados en el Espíritu
Santo por Jesús, que estaba en el cielo. Nunca lo hizo
mientras estaba en la tierra. Dijo: “Tengo que volver a donde
estaba antes que él pueda venir”. Jesús solo podía hacerlo
después de ir al cielo. Por eso dije que se convirtió en un
bautista unos cuatro años después que su primo Juan. Pero
Jesús estaba bautizando en el Espíritu Santo, y ahora ocurrió.
Por primera vez en la historia humana un grupo de personas
fue bautizado en el Espíritu Santo por Jesús desde el cielo.
Estoy seguro que conoce la historia lo suficientemente
bien como para que no tenga que repasarla, pero tiene una
parte exterior y una parte interior. La parte exterior fue el
viento que sopló y el fuego que se asentó sobre cada uno de
ellos. Esto no volvió a ocurrir en el Nuevo Testamento, hasta
donde sabemos. Ha ocurrido desde entonces. Estaba en una
reunión de unas ciento veinte personas en una universidad
cristiana en Inglaterra y, tontamente, cerré mis ojos mientras
oraba. Nos hemos acostumbrado a hacerlo. Nunca lo hacían
en la Biblia. Levantaban los ojos al cielo. Cerré mis ojos, y
más de una persona me dijo después que una lengua de fuego
se asentó sobre cada cabeza en esa reunión. Me mandaron
un aviso de una cocina de gas con un anillo de fuego que
decía: “Fue así”. ¡Y me lo perdí! Ahora, cuando oro, tiendo
a abrir los ojos para ver lo que está ocurriendo.
Billy Graham iba camino a Escocia para su primera
cruzada en Glasgow. Le habían dicho que los escoceses era
gente adusta, alimentada con crema de avena durante años,
y que no responderían a su llamado emotivo. Así que él y los
demás evangelistas entraron en el compartimento del vagón
de un tren, bajaron la cortina y se pusieron a orar de rodillas
por la cruzada de Glasgow. Billy Graham registra en su

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autobiografía que “el sonido de un viento recio y poderoso”
llenó el compartimento, y supieron que todo saldría bien.

Cuando estamos llenos, rebosamos


Esas son cosas especiales que no ocurren habitualmente.
Pero la parte interior —lo que les ocurrió adentro— es lo
que nos interesa. Nos preguntaremos, con relación a esta
parte interior: ¿Es para usted hoy? Bueno, ¿y qué ocurrió en
su interior? Fueron llenos hasta rebosar del Espíritu Santo.
Considerémoslo. Me detuve para cargar gasolina camino a
un evento porque se me estaba terminando el combustible.
¿Cómo sé que tanque de combustible está lleno? Bueno,
ahora tenemos una bomba automática que se apaga sola,
pero no era lo que teníamos tiempo atrás. ¿Cómo sabía
entonces que tenía el tanque lleno? Cuando rebosaba del
agujero en la parte atrás del coche. ¿Cómo sabe uno que
alguien está lleno de algo? Bueno, Dios le ha provisto de un
rebosadero. Hay un pequeño rebosadero en la bañadera de
mi casa. Tiendo a hacer mucha meditación en la bañadera.
¿Usted también? Realmente puedo hacerlo. Miro hacia el
lado correcto, me relajo, tengo una antena parabólica que
recibe mis mensajes de allá arriba, y puedo terminar un libro
completo en la bañera. Puedo quedarme hasta que el agua
está helada. (Es que debe ser mi teología: nunca he podido
meditar en una ducha, pero cuando estoy sumergido puedo
realmente meditar.) Eso es un aparte, pero hay un rebosadero
justo debajo de los grifos. Hay dos grifos, y luego está el
agujero, y si uno llena la bañera, hay un sonido horrible del
agua que sale por ese agujero.
Ahora bien, Dios dio a cada uno de nosotros un rebosadero.
Está a unos tres centímetros debajo de la nariz, así que si
pone el dedo en la nariz y empieza a bajar encontrará ese
rebosadero. Jesús dijo que de lo que esté lleno el corazón
saldrá por la boca. Es algo que nos hace pensar. Por esta

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razón más personas han pecado con la boca que con cualquier
otra parte del cuerpo. De hecho, una vez escuché a un pastor
decir a su congregación: “Ahora voy a mostrarles la parte
del cuerpo que me trae más tentaciones”, y se produjo un
silencio mortal. ¡Entonces sacó la lengua! “De lo que esté
lleno el corazón, saldrá por la boca”, dijo Jesús.
Si usted está lleno de temor, grita. Si está lleno de ira, ¿qué
sale? Si está lleno de diversión, ¿por dónde sale? ¡Usted se
ríe! Eso es porque está lleno de humor, lleno de diversión,
y eso sale.
Así que, cuando uno está lleno del Espíritu Santo, la señal
segura y cierta es que algo saldrá de su boca, y es exactamente
lo que ocurrió el día de Pentecostés. Todos fueron llenos.
Jesús había dicho: “todos serán bautizados en el Espíritu
Santo”. Todos fueron llenos —la misma idea— llenos hasta
rebosar, y comenzaron a alabar. ¡Estallaron en adoración y
el lugar explotó! Lo único distinto era que estaban usando
idiomas que no habían aprendido. Odio la palabra “lenguas”,
porque suena como un balbuceo descontrolado. La palabra
que se usa acá es “idiomas”. Alababan las obras poderosas
de Dios en idiomas que no habían aprendido. Pero, por
supuesto, Dios conoce todos los idiomas, ¿no es cierto? Y
alguien lleno de su Espíritu puede hablar cualquier idioma
del mundo, y aun cualquier idioma del cielo: lenguas de
hombres o de ángeles.
De modo que explotaron en alabanza a Dios en idiomas
desconocidos. Por supuesto, ciento veinte personas haciendo
esto hacen mucho ruido, y todos los demás en el templo lo
escucharon. Dijeron que debían estar borrachos. Uno no se
comporta de esta forma en un templo, así como hay gente
hoy que dice que uno no se comporta así en una iglesia.
Dijeron que estaban borrachos, y fue ahí cuando Pedro dijo:
“¿Borracho a las nueve de la mañana?” ¡Inaudito! Esto es lo
que Joel predijo”. Éste es el espíritu de profecía que introduce

20
la “profetidad” de todos los creyentes.1 Se trataba de esto, y
el espíritu de profecía estaba siendo derramado sobre toda
clase de personas, sin tener en cuenta la edad, el sexo o clase
social, como había dicho Joel. La edad, el sexo y la clase
social no importan aquí. El Espíritu Santo es derramado
sobre toda carne, sobre toda clase de carne.
Cada año desde entonces, las iglesias han celebrado
y recordado ese evento, porque fue fundacional para la
iglesia cristiana, para toda la vida cristiana. Así que ciento
veinte personas supieron lo que significaba ser bautizados
en el Espíritu Santo. Fue una experiencia, una experiencia
consciente. Sabían cuándo había ocurrido y podían fecharla.
Ocurrió en la fiesta judía de Pentecostés, la fiesta que
recordaba que Dios había enviado los mandamientos a
través de Moisés en Sinaí: no solo diez mandamientos sino
seiscientos trece. Dios había dado sus mandamientos, y
el resultado inmediato en Sinaí fue que tres mil personas
murieron por quebrantar esos mandamientos. Está en el
libro de Éxodo.

El Espíritu trae vida


Tres mil murieron cuando se dio la Ley pero, cuando se dio
el Espíritu, tres mil fueron salvados. Por eso Pablo dijo más
tarde: “La letra mata, pero el Espíritu da vida”. Cuando las
iglesias están bajo reglas y regulaciones, y bajo la letra, mata.
El legalismo ha matado a más iglesias que el libertinaje. Pero
cuando está el Espíritu y está la libertad del Espíritu, ¡hay
vida! Hay iglesias muertas, y hay iglesias vivas, y el Espíritu
es el que hace la diferencia. No solo ellos supieron cuándo
ocurrió, sino que todos los demás que estaban presentes
supieron cuándo ocurrió. Ésa es la marca de los bautismos
posteriores en el Espíritu: no solo lo saben las personas, sino
lo saben todos los que están cerca.
Estaba sentado en un parque público en la ciudad

21
de Brasilia, la nueva capital de Brasil, con un precioso
misionero, dedicado a su trabajo. Pero él confesó con tristeza
que nunca había experimentado el poder sobrenatural.
Habló melancólicamente acerca del Espíritu Santo, a quien
no conocía realmente. Me preguntó si podría orar por él, y
ahí en ese parque público, rodeado de familias en un día de
campo, simplemente puse una mano sobre él y dije: “Señor,
este querido hombre te ha servido fielmente, pero todo en
sus propias fuerzas. Por favor dale tu poder”. Entonces abrió
su boca y gritó: “¡Aleluya!” con todas sus fuerzas. Estaba
lleno hasta rebosar. Todas las familias se dieron vuelta
para mirarlo. Me alejé un poco de él, y entonces me miró
y preguntó: “¿Es esto?”. Le dije: “Bueno, me suena que sí.
Estoy seguro que nunca hizo eso en su vida, especialmente
en público. Usted es un inglés muy reservado”. Dije que
nunca había hecho algo así antes, pero la prueba de esto fue
que dentro de las próximas veinticuatro horas había sanado
a dos personas, algo que nunca había hecho antes. Fue una
explosión. Estaba lleno hasta rebosar. Fue todo lo que salió,
pero fue suficiente para mí, porque fue suficiente para Dios.
El hombre estaba lleno, hasta rebosar.
Años después, Pedro no decía: “fuimos bautizados en el
Espíritu Santo o fuimos llenos del Espíritu Santo”. Decía
simplemente: “fue cuando recibimos el Espíritu Santo”.
Quiero dejarlo muy claro. En su Biblia, como en la mía,
recibir el Espíritu Santo, ser bautizado en el Espíritu Santo
y ser lleno del Espíritu Santo son la misma cosa. Cuando
Pablo preguntó a los discípulos de Éfeso: “¿Recibieron
el Espíritu cuando creyeron en Jesús?”, quería decir esto.
Cuando escribió a Tito y dijo que hemos sido justificados
por fe, salvados por la justificación por fe y a través del
Espíritu derramado abundantemente sobre nosotros, quería
decir esto. ¡Los términos que usaban! Decían: “el Espíritu
caía sobre nosotros”, “fue derramado sobre nosotros”, “nos

22
ungió”, “nos llenó”. Agotaron el diccionario para tratar de
describir esta asombrosa experiencia. Pero todo se refiere a
lo mismo, con una excepción. Hubo ocasiones posteriores
cuando fueron llenados, pero no usaron otro idioma. Usaron
“ungidos” para el único derramamiento inicial. Usaron
“llenos” para experiencias repetidas de ser llenados hasta
rebosar. Ésa es la única palabra usada para experiencias
posteriores del Espíritu Santo, y creo que debemos atenernos
a la forma en que la Biblia usa las palabras.
Así que ahí estaba. Fue un suceso, pero un suceso con
efectos. Nunca volvieron a ser iguales. Hubo cinco áreas de
su vida que fueron cambiadas radicalmente después del día
de Pentecostés, después que fueron bautizados en el Espíritu.

Cinco efectos importantes de ser llenos del Espíritu Santo


En primer lugar, ahora tenían confianza. Vez tras vez dice
que fueron llenos del Espíritu Santo y hablaban la Palabra de
Dios con osadía, confianza. En primer lugar, tenían confianza
en ellos mismos. Tenían una seguridad. ¿Quiere estar seguro
de que Dios lo ha perdonado? ¿Quiere estar seguro de ser un
hijo de Dios? No obtendrá esa seguridad de las escrituras.
Hay demasiados evangélicos que lo intentan. Dicen: “Bueno,
la Biblia lo dice, yo lo creo, así que debe ser cierto”. Es
una especie de deducción mental. La seguridad de la que
habla el Nuevo Testamento no viene de las escrituras sino
del Espíritu. El Espíritu mismo da testimonio con nuestro
espíritu de que somos hijos de Dios. Juan dice: “Por esto
sabemos que somos hijos de Dios, porque nos ha dado su
Espíritu”. Es la tarea del Espíritu asegurarse de que usted
sea un hijo de Dios y es precisamente lo que ocurre.
Después que mi esposa fue llena del Espíritu, noté la
confianza que tenía, la osadía al hablar, y no es solo la
seguridad de que uno está en una buena relación con Dios,
sino una osadía al hablar a otros. Sin acobardarse, sino

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diciendo simplemente: “Ésta es la verdad”. ¡Lo sabemos!
Y les dio valentía, la valentía no solo para vivir para Cristo
sino para morir por él. Eso requiere confianza, ¿no es cierto?
Requiere valentía. Fue la primera área de su vida que cambió.
La segunda área fue que ahora tenían una guía. Eran
guiados por el Espíritu. El Espíritu les decía dónde ir, qué
hacer. El Espíritu tomó el control de sus vidas, y a veces les
prohibía ir al lugar donde iban. En otras ocasiones, les abría
una puerta. Es que la guía es uno de los mayores problemas
que algunos cristianos parecen tener: tratar de averiguar,
tratar de adivinar la mente de Dios. Pero el Espíritu trae guía.
“Los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son los
hijos de Dios”. Es la tarea del Espíritu ayudarlo a conocer
la mente de Cristo para su vida, y el Espíritu guiará.
Tercero, tenían poder. Podían hacer que nunca podrían
haber hecho sin esto: ¡poder sobrenatural! Son llamados los
dones del Espíritu, y ahora podían hacer las cosas que había
hecho Jesús. Él les había dicho en la última noche, antes
de morir: “las obras que hago, las harán también ustedes”.
Porque los milagros que hizo Jesús no fueron hechos porque
era el Hijo de Dios, sino porque era el Hijo del Hombre
trabajando con el Espíritu Santo. No hizo ningún milagro
hasta que tuvo treinta años. No podía. Nunca llegó a predicar
hasta que tuvo treinta años. No podía, porque era un ser
humano tan real como usted o yo, y por lo tanto dependía
del Espíritu Santo. Dijo: “Si por el Espíritu de Dios echo
fuera demonios, entonces el reino de Dios ha venido sobre
ustedes”.
Jesús nunca se atribuyó el crédito por sus milagros. Los
atribuyó al poder del Espíritu Santo, y por eso pudo decir:
“las cosas que he estado haciendo, las harán ustedes”.
¿Imposible? ¡No, no lo es! Por eso las personas que son
bautizadas en el Espíritu empiezan a ver que ocurren
milagros.

24
La cuarta cosa que tuvieron después de Pentecostés fue
unidad. Lo llamaban la comunión del Espíritu. La palabra
griega koinonia se acerca más a tomar una taza de té juntos.
Teníamos una secretaria en la iglesia que, cada domingo,
acostumbraba a decir: “Venga a tener comunión en una
taza de té con nosotros después”. ¡Y teníamos visiones
de todos los miembros de la iglesia metidos es una taza
gigante, teniendo comunión en una taza de té! Pero eso no
es comunión, sino solo amistad. Hay comunión cuando hay
algo los une de manera estrecha. La palabra era usada para
siameses que compartían el mismo torrente sanguíneo. He
encontrado que hay personas que hablan de la unidad en
la iglesia en todas partes, pero nunca se logrará la unidad
llevándonos todos a una denominación, una construcción,
una organización. Tampoco se logra estando de acuerdo en
la doctrina. Hay quienes piensan que, si cada uno presenta
al otro una lista de sus doctrinas, pueden decir: “Si está de
acuerdo con esto, podemos tener comunión”. No es así.
En la Biblia uno tiene koinonia con todos los que han
sido llenos del Espíritu Santo, el mismo Espíritu que tiene
usted. Y ése es el primer paso hacia la unidad doctrinal o la
unidad organizacional. Pablo, en Efesios 4, dice: “mantengan
la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz hasta que
todos logremos la unidad de la fe”. Fue un impacto para mí
cuando descubrí que había católicos romanos bautizados en
el Espíritu. Pensé: “Pero no puedo tener comunión con ellos.
Enseñan esto, aquello y lo otro”. Y dejo muy en claro que no
puedo estar de acuerdo con todas las enseñanzas católicas.
No estoy de acuerdo. Pero he encontrado que puedo tener
koinonia con católicos que han recibido el Espíritu. Pienso en
el querido Padre Ian Pettit. Amaba a Jesús más que ninguna
otra persona que conozco. Compartí una habitación con él en
una conferencia, y dije: “Ian, espero que mi habitación en el
cielo esté al lado de la tuya”. Nunca pensé que diría esto a un

25
católico romano. Pero la unidad del Espíritu viene primero.
Cuando uno se encuentra con alguien que ha sido
llenado con el mismo Espíritu, comparte el mismo torrente
sanguíneo, comparte el mismo aire que respiran, y pueden
tener comunión. Ésa es la respuesta a la unidad de la
iglesia, que todos seamos llenos del Espíritu. Podemos ver
la doctrina después.
Estaba predicando a unos sesenta sacerdotes en un
seminario católico romano, con un cardenal sentado en la
primera fila, y me dieron a elegir los títulos. Así que escogí:
“Lo que la Biblia no dice acerca de María”. Ahora bien, eso
es exponerme. Pero les dije lo que la Biblia sí dice acerca
de María, y dije: “Nosotros, los protestantes, tenemos
miedo de hablar de María, para evitar que alguien piense
que somos católicos”. Dije: “Ustedes dicen demasiado, y
nosotros decimos demasiado poco. Volvamos a lo que la
Biblia realmente dice. Una cosa que hizo María fue hablar
en lenguas”. Eso, nuevamente, causó cierto estupor, pero ahí
está. Dije: “Desde el día que habló en lenguas se convirtió
en un miembro común de la congregación; su tarea especial
había concluido”. Podía hablar así porque Ian Pettit mismo
vino y lloró sobre mi hombro después. “Por primera vez
entiendo por qué ustedes los protestantes tienen problemas
con nosotros los católicos”. Ahora podíamos mantener la
unidad del Espíritu hasta que alcancemos la unidad de la
fe. Y los primeros discípulos tenían una unidad. Tenían sus
desacuerdos, pero había una unidad ahí que ellos llamaban la
“comunión del Espíritu”: siameses que comparten la misma
fuente de vida.
Finalmente, en quinto lugar, tenían pureza. Ahora
descubrieron que podían vivir vidas puras. Podían ser
santos. Podían vivir como Dios. Podían ahora obedecer el
mandamiento del Antiguo y del Nuevo Testamento: “Sean
santos, porque yo soy santo, dice el Señor”. Encontraron

26
que podían hacerlo. Ahora, usted intente vivir la próxima
semana una vida santa con su propia fuerza, y puede venir
a confesarse después. ¿Alguna vez intentó vivir una vida
santa por su cuenta? Nunca lo logrará, y no sirve de nada
que le digan lo que puede hacer. Como el hombre que fue
enviado a la cárcel a los setenta años “de por vida”, y le dijo
al gobernador: “Nunca lo lograré”. El gobernador le dijo:
“No importa, solo haga lo que pueda”. Es asombroso cuántas
personas piensan que es eso lo que somos llamados a hacer
para ser santos: hacer lo que uno pueda y Dios perdonará
lo que no pueda hacer. Pero, a través del Espíritu Santo, los
discípulos encontraron que podían vivir vidas santas. Lo
llamaron el fruto del Espíritu. Encontraron que el Espíritu
podía reproducir el carácter de Cristo en ellos, que podían
ser como Jesús.

El fruto del Espíritu


El fruto del Espíritu es uno solo fruto con nueve sabores. No
se puede tener uno de los sabores sin los otros ocho. Hay
una fruta llamada Monstera deliciosa. Uno da un mordisco
y tiene el sabor de una naranja. Toma otro mordisco, y sabe
a pomelo. Tiene los diferentes sabores de las frutas en una
fruta. El fruto del Espíritu tiene nueve sabores: amor, alegría,
paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad
y dominio propio. Son todas descripciones de Jesús. El
Espíritu Santo, si usted camina en el Espíritu, reproducirá
esas nueve cosas. Puede encontrar algunas en no creyentes.
Nunca encontrará las nueve juntas en un no creyente, porque
solo el Espíritu Santo en un creyente puede producirlas
todas a la vez. Amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad,
bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. ¿Notó que
las primeras tres lo ponen bien con Dios, las siguientes tres
lo ponen bien con los demás, y las últimas tres lo ponen
bien a uno mismo? Así que uno tiene buenas relaciones

27
con Dios, con otras personas y con uno mismo a través del
Espíritu Santo.
Ahora es tiempo de pensar en nosotros, hoy. Le he estado
hablando de allí y entonces, ahora es aquí y ahora. Tenemos
que hacernos algunas preguntas importantes. ¿Acaso no
necesitamos estas mismas cinco cosas? ¿No estaría de
acuerdo en que son las mayores necesidades de la iglesia
hoy? Estos cinco efectos (hay muchos más que podría
haber mencionado) se necesitan urgentemente, pero ¿cómo
los lograremos? ¿Cómo podemos tener los efectos sin el
suceso? Ésa es la gran pregunta o, para decirlo de otra forma,
¿fue Pentecostés la primera y última vez que ocurrió, o ha
vuelto a ocurrir alguna vez? ¿Podría ocurrir ahora, o en cada
Pentecostés solo celebramos el nacimiento de la iglesia, que
ya ha pasado? ¿Simplemente estamos mirando hacia atrás a
algo, en vez compartir ese suceso?

Tres puntos de vista actuales de la iglesia sobre la


experiencia de Pentecostés
La mayoría de las iglesias miran atrás en Pentecostés. No
hablan de que ocurra ahora. Dicen: “¿No fue un suceso
maravilloso, algo que puso a la iglesia en marcha?”. Punto
y aparte. Ahora he ingresado en un área polémica. Seré
muy sincero con usted y compartiré tres puntos de vista
importantes con relación a la pregunta: “¿Volvió a ocurrir
Pentecostés?”. Hay diferentes opiniones, y hay muchas
iglesias entre los distintos puntos de vista. Los llamaré
sacramental, evangélico y pentecostal. Usted deberá
buscar las escrituras por su cuenta para llegar a uno de los
tres puntos de vista. No escuche solo a los predicadores y
maestros de la denominación donde se crio, o su trasfondo.
Debe ir a la Palabra de Dios y dilucidar por sí mismo cuál
de estos puntos de vista es el correcto.
El punto de vista sacramental es muy sencillo: Pentecostés

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nunca se repitió. Fue un suceso único y aislado, que puso
en marcha a la iglesia. El Espíritu fue dado en ese momento
a la iglesia para residir ella. Si alguien quiere beneficiarse
de ese suceso de mucho tiempo atrás, lo hace simplemente
uniéndose a la iglesia. Entonces uno “entra” en una
comunidad del Espíritu, y los cinco efectos aparecerán en
su vida. Esta idea de que el Espíritu Santo reside ahora en la
iglesia genera otra pregunta: “¿Cómo me lo apropio, como
individuo?”. La respuesta es: a través de los sacramentos de
la iglesia. El punto de vista católico del enfoque sacramental
es que uno recibe el Espíritu Santo al ser bautizado de bebé.
Éste es un bautismo doble: uno es bautizado en agua y en el
Espíritu al mismo tiempo. No recordará ninguno de ellos,
pero más adelante en la vida debe creer que fue lo que
ocurrió. Fue en ese momento que recibió el Espíritu.
La versión anglicana de esto es que ocurrió en la
confirmación. Si se fija atentamente en el Libro de Oración
Común, se dará cuenta de que los anglicanos deben creen
que, en el bautismo de bebés, o bautizo, uno nace del
Espíritu, y en la confirmación uno recibe el Espíritu Santo.
El obispo, de hecho, se dirá cuando pone las manos sobre
la persona: “Recibe el Espíritu Santo”. Es posible que nada
ocurra, probablemente no sienta nada, pero debe creer que
es en ese momento que lo recibe. Francamente, me resulta
imposible aceptarlo. Es como si no soy bautizado en el
Espíritu por Jesús, sino por algún sacerdote. Él es la persona
a la que debo acudir. Creo que es completamente contrario
a las escrituras. No hay nadie fuera de Jesús que pueda
bautizarlo en el Espíritu Santo, y él no podía hacerlo hasta
que hubiera vuelto al cielo. Pero ésa es la creencia.
Casi las dos terceras partes de la población británica ha
sido bautizada de bebés. ¿Diría usted que dos tercios del
pueblo británico ha recibido el Espíritu Santo? Alrededor de
un cuarto de la población ha sido confirmada de adolescentes.

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¿Diría usted que una cuarta parte de la población ha recibido
el Espíritu Santo? Simplemente encuentro que los hechos
dicen algo muy diferente. Mi mayor problema es que creo
que es Jesús quien lo hace, no un sacerdote. Pero ése es
un punto de vista, y probablemente a la mayoría de los
miembros de la iglesia en este país se les ha dicho que
recibieron el Espíritu cuando fueron bautizados de bebés o
en la confirmación y, aunque nada sucedió, deben creerlo. Sé
de un obispo que se pegó un gran susto cuando dijo: “Recibe
el Espíritu”, ¡y la persona lo recibió! Empezó a hablar en un
idioma desconocido, ¡y el obispo casi se salió de la sotana!
Nunca antes había visto que sucediera algo así. Ocurrió en
esa única ocasión (conozco al obispo personalmente). Pero,
por lo general, nada ocurre. Después de todo, si fue bautizado
de bebé no tendrá ningún recuerdo y probablemente no
signifique nada para usted, más allá de un certificado con su
nombre. Éste es un punto de vista, y lamento si parezco algo
sarcástico, pero no puedo alinearlo con el Nuevo Testamento.
El segundo punto de vista que tal vez le resulte conocido
es lo que llamo el punto de vista evangélico, y tomo un
maestro de la Biblia como John Stott como un representante
de este punto de vista. Dice que Pentecostés se repitió solo
tres veces más en el libro de Hechos. Ocurrió nuevamente
con un grupo de samaritanos, nuevamente con un grupo
de gentiles —Cornelio y su casa— y nuevamente con los
discípulos de Juan, en Hechos 19. Ha ocurrido solo cuatro
veces en la historia. Lo llaman “el Pentecostés de los judíos”,
“el Pentecostés de los samaritanos”, “el Pentecostés de
los gentiles” y “el Pentecostés de los discípulos de Juan”.
Por lo tanto, dicen, no espere que Pentecostés le ocurra
a usted. Entonces, ¿cómo puedo beneficiarme del suceso
de Pentecostés? Si el punto de vista sacramental dice que
debemos tomar los sacramentos de la iglesia, la visión
evangélica dice que debemos convertirnos: invitar a Jesús a

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nuestra vida y un montón de eufemismos más, como hacer
un compromiso, tomar una decisión, pedir que Jesús tome
el control. Ninguna de estas frases aparece en la Biblia,
pero las usamos a diestra y siniestra. La enseñanza es que,
cuando recibimos a Jesús como nuestro Salvador y Señor,
automáticamente y, por lo general, inconscientemente,
recibimos el Espíritu Santo.
Éste es el punto de vista más común entre los evangélicos.
Por lo tanto, uno no puede usar el lenguaje del Nuevo
Testamento acerca de su conversión. Muy pocos evangélicos
hablan de su conversión como ser bautizados en el Espíritu.
Ninguno de ellos usa la palabra lleno acerca de su conversión.
Ninguno habla del Espíritu “derramado sobre” o “cayendo
sobre” ellos. Pasa a ser un lenguaje irrelevante, porque
¿cómo puede alguien describir una experiencia inconsciente
con palabras tan poderosas? No puede. Así que todas esas
palabras usadas en el Nuevo Testamento, que hablan de ser
bautizados en el Espíritu, son descartadas en favor de estos
términos no escriturales, como invitar a Jesús a su vida, etc.
Y, sobre todo, ¡el Nuevo Testamento no habla de “recibir
a Jesús”! Habla de eso mientras Jesús estuvo en la tierra,
porque uno podía invitarlo a su casa. Dice que vino a los
suyos y los suyos no lo recibieron, pero todos los que lo
recibieron (tiempo pasado) a él (es decir, durante los tiempos
de su carne), a ellos les dio la autoridad para ser hijos de Dios,
nacidos de Dios y no de la voluntad o la carne del hombre.

Arrepentirse, creer, recibir


Pero todo eso está en tiempo pasado, cuando Jesús estaba
en la tierra. Y dijo, entonces: “Si me reciben a mí, reciben
al que me envió”. Pero después que ascendió y los cielos
lo recibieron, fuera de la vista de los apóstoles, nunca más
hablaron de recibir a Jesús. Uno no puede recibirlo, ya que
ya no está en la tierra. Está a la diestra del Padre. Lo que

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sí puede recibir ahora, y se le debe decir que reciba, es el
Espíritu Santo, que ha tomado su lugar en la tierra. Así que
nunca predicaron que debían recibir a Jesús como su Señor y
Salvador. Decían: crean en Jesús y reciban el Espíritu Santo,
y agregaban una cosa antes de ambas. Decían: arrepiéntase
hacia Dios, crean en Jesús (a su diestra) y reciban al Espíritu
Santo (ahora en la tierra). Así que hemos mezclado nuestro
lenguaje y, francamente, significa que muchos cristianos en
este país no saben si han recibido o no al Espíritu Santo. No
hay ningún suceso que puedan señalar, ningún Pentecostés
en su vida cuando el Espíritu fue derramado sobre ellos,
cuando el Espíritu cayó sobre ellos. Éste es el segundo punto
de vista, y era el segundo más común en Gran Bretaña.
Pero sigo adelante. La idea es que Pentecostés desapareció
después de los apóstoles, y este punto de vista a menudo está
en contra de la profecía y las lenguas hoy. Dice que estas
cosas pertenecen al pasado.
Llego ahora al tercer punto de vista importante que está
dominando a la iglesia mundial y se está convirtiendo en el
principal punto de vista en el siglo XXI, la visión pentecostal.
Comienza con una premisa muy sencilla: Jesús es el mismo
ayer, hoy y siempre. Por lo tanto, él está haciendo lo mismo
y de la misma forma. Es un argumento sencillo. En este
punto de vista se espera que cada creyente tenga su propio
Pentecostés, que aproveche el suceso histórico de una
forma existencial. Suena algo complicado, ¿no es cierto? En
palabras sencillas, es la misma forma en que los apóstoles
recibieron el Espíritu, y todas las demás personas de la iglesia
del Nuevo Testamento. Cuando uno lee las escrituras con
cuidado, encuentra que los apóstoles esperaban que cada
creyente en el Nuevo Testamento tuviera el mismo suceso
en su vida. Pedro lo dijo vez tras vez. Dijo: “No pude sino
aceptar a Cornelio y su casa, porque recibieron el Espíritu, tal
como nosotros recibimos el Espíritu”. La misma experiencia,

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el mismo suceso. Llenos hasta rebosar, a veces en idiomas
desconocidos, a veces en el idioma que conocían. Ambas
cosas ocurrieron en el Nuevo Testamento, explosiones a
través de la boca de palabras que venían de Dios. Era lo
que buscaban y esperaban en cada creyente. Por eso Pedro
y Juan fueron corriendo a Samaria, porque no lo habían
experimentado ahí. Se habían arrepentido, habían creído,
habían sido bautizados, estaban llenos de alegría, pero no lo
habían experimentado. Así que Pedro y Juan descendieron
rápidamente y oraron por ellos. Y dice: “mientras oraban
por cada uno, cada uno recibió su Pentecostés”. Era la forma
normal en que el Espíritu Santo era recibido entonces, y los
pentecostales piensan que es lo normal ahora. Pentecostés
fue solo la primera ocasión de este tipo.
Después de todo, Juan el Bautista lo había prometido
a todos los que bautizaba en agua. ¿Acaso agregó: “Por
supuesto, solo será para todos los que estén presentes el día
de Pentecostés”? Suena ridículo, ¿no? No, dijo que él los
bautizaba en agua, pero “Jesús los bautizará en el Espíritu
Santo”. Fue prometido a todos, y en el día de Pentecostés
Pedro dijo: “La promesa es para ustedes y a sus hijos, y a los
que están lejos, a todos los que el Señor llame”. La promesa
de ser bautizados en el Espíritu Santo es universal, a través
del tiempo y el espacio. Ya dedujeron que éste es mi punto
de vista. Fui llevado a él por un estudio de las escrituras.

El testimonio de David
Permítame darle mi testimonio. Conocí a Jesús cuando tenía
diecisiete años, a través de mi primo, que era un evangelista
llamado Tom Rees, en un lugar llamado Hildenburgh Hall.
No conocía el Espíritu Santo. A través de conocer a Jesús
llegué a conocer al Padre, y conocía al Hijo y al Padre,
pero si me hubiera preguntado si conocía al Espíritu Santo,

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no habría sabido qué decir. Sin duda no lo conocía como
para hablar con él, y así fue durante años. Cuando estuve
en Cambridge, hice un año de posgrado, en el cual pude
escoger mi tema de estudio, y elegí: “¿Qué ocurrió el día de
Pentecostés, en Hechos 2?”. Preparé un escrito sobre este
tema y mi conclusión era muy erudita. Después de citar a
estudiosos hebreos y griegos, dije: “nadie sabe”, y terminé
en completa ignorancia. Creía que era demasiado atrás en el
tiempo y en distancia como para que alguien hoy entendiera
lo que había ocurrido. Recibí una buena calificación. Había
citado los estudiosos correctos y agregué algunas cosas mías.
Luego entré en el ministerio y predicaba de manera
regular, pero había un día del año en el que no me gustaba
predicar, Pentecostés, porque ya no podía hablar del Padre y
del Hijo, y tenía que producir dos sermones sobre la tercera
persona de la Trinidad. Logré hacerlo usando libros, pero
cualquier persona con discernimiento se habría dado cuenta
de que solo estaba dando un conocimiento de libro. Como los
escribas. Las personas reconocían que Jesús sabía de lo que
hablaba, a diferencia de los escribas. Bueno, se convirtió en
una crisis. Decidí hacer lo que hacen muchos predicadores
(es una decisión malvada): resolver mi duda en el púlpito.
Una querida señora dijo a su pastor: “Por favor, deje de
compartir sus dudas con nosotros. Tengo suficientes mías”.
Pero esto es lo que los predicadores a veces hacemos. Así
que anuncié que predicaría una serie de veinte sermones
sobre el Espíritu Santo, y los llevaría por un recorrido de
cada referencia al Espíritu en la Biblia, de Generación a
Revolución (Génesis a Revelación), de punta a punta. Y
comencé la serie.
Anduve muy bien en el Antiguo Testamento. Estaba lo
suficientemente lejos. Hablé de los profetas que fueron
llenados con el Espíritu: Sansón y todos los demás. Y me
metí en los tres primeros Evangelios. No tenía problemas

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ahí. Luego me metí en Juan, los capítulos 14 a 16. Comencé
a sentirme en aguas demasiado profundas. Había arreglado
llegar a Hechos 2 el domingo de Pentecostés, algo que
empezaba a temer. Pensé que había comenzado y ahora
tenía que terminar. Me preguntaba qué diría el domingo de
Pentecostés sobre Hechos 2.
Alrededor de ese tiempo, teníamos un hombre en la iglesia
que era el autodesignado líder de la oposición. Creo que hay
uno en la mayoría de las iglesias. ¿Sabe a lo que me refiero?
El querido James, o Jimmy, como todos lo llamaban. En las
reuniones de iglesia, si yo sugería algo, decía: “Ya lo hemos
hecho antes, y no funcionó” o “No lo hemos hecho antes
y no cambiaremos”. Solía volver de una reunión de iglesia
diciendo: “Oh, Jimmy, Jimmy”. Y mi esposa decía: “No te
preocupes por Jimmy. Es el único que se opone a ti, y todos
los miembros están de tu lado. Olvídalo”. Dije que no podía
olvidarlo. Tenía alivio de él una vez al año. Jimmy tenía una
debilidad en los pulmones y desarrollaba una fiebre del heno
en cierto momento del año, que se convertía en congestión
pulmonar, y debía guardar cama hasta seis semanas. Debo
decir que me alegraba de no estar con Jimmy. En este año
específico, fue cuando estaba en medio de estos sermones
sobre el Espíritu Santo que se enfermó, y los médicos le
dijeron que guardara cama varias semanas.
Pensé que debía ir a verlo, ya que era el deber del pastor.
Así que fui a verlo. Estaba acostado ahí, y mientras me
acercaba a él escuchaba constantemente en el cerebro:
“Santiago2 5, Santiago 5, Santiago 5”. Pensé: “Bueno, se
llama James, pero ¿qué es el ‘5’?”. Entonces recordé que
Santiago 5 dice: “¿Está alguno de ustedes enfermo?”. Sigue
diciendo que la persona enferma debe ser ungida con aceite
y se debía orar por ella, y el enfermo sería sanado. Y pensé:
“Oh, no, Señor. No querrás que haga eso para Jimmy, ¿no?”.
Llegué a su casa y ahí estaba acostado, con la cara gris, de

35
espaldas, jadeando. Su primera pregunta fue: “¿Qué piensas
de Santiago 5?”.
Contesté: “Bueno, he estado pensando en el pasaje. ¿Por
qué?”.
Dijo: “Porque debo ir a Suiza el jueves para un negocio,
y el médico dice que no puedo ir. ¿Quisieras ungirme con
aceite?”. Dije que oraría por esto. Esto es una verdadera
escapatoria. ¡Suena tan bien! Fui a casa y pedí al Señor que
me dijera por qué no debería hacerlo, que me diera una buena
razón por la que no debía hacerlo.
Pero el miércoles su esposa llamó y me preguntó si iría
a ungir a su esposo. Acordé hacerlo esa noche, así que fui
a la farmacia Boots y compré una botella grande de aceite
de oliva. Luego fui a la iglesia solo y me arrodillé frente al
púlpito para orar por él. ¿Alguna vez intentó orar por alguien
por quien está contento de que esté enfermo? Es un verdadero
problema. Intenté orar, y de pronto estaba orando por Jimmy
con todo el corazón y el alma. Lo estaba haciendo, pero no
en inglés. Me sonaba a chino. Cuanto terminé, miré el reloj.
Había pasado una hora, así nomás. Me pregunté si podría
volver a hacerlo. Incliné la cabeza, pensé en él, y empecé a
orar en algo que parecía ruso. Pensé: “¡Vaya! ¡Esto fue lo
que pasó en Hechos 2! ¡Es esto! Ocurrirán cosas maravillosas
esta noche”.
Así que partí con algunos de los líderes, entramos en su
dormitorio, tomamos Santiago 5 y lo recorrimos como si
estuviésemos haciendo el servicio de un coche. Dijimos:
“Ahora, lo primero es confesarse los pecados unos a
otros”. Así que me volví a Jimmy y dije: “Jimmy, nunca
me agradaste”. Eso es confesar pecados, ¿sabe? Y él dijo:
“Bueno, es mutuo”. Lo recorrimos todo y entonces dije: “En
este momento te ungimos”, y saqué el corcho de la botella
y derramé todo el contenido sobre su cabello. Adivinen qué
pasó. ¡Absolutamente nada! Me incorporé y dije: “Bueno,

36
lo hemos hecho todo”. Y me volví para escaparme. Llegué
rápidamente a la puerta de la habitación y le dije: “¿Aún
tienes tu pasaje de avión para mañana?”. “Sí, por supuesto”,
contestó. Le dije que lo llevaría al aeropuerto, y luego salí
corriendo. Lo último que quería hacer la mañana siguiente
era comunicarme con él, así que no lo hice. Pero a las diez
sonó el teléfono. “¡Jimmy! ¿Estás bien?” (¡falta de fe!). Dijo:
“Estoy perfecto. ¿Puedes recogerme a las once?”. Le dije que
sí, y le pregunté si el médico le había dicho que podía ir. Dijo
que había ido a verlo y le había dicho que podía viajar. Le
pregunté qué había pasado. Me contó que en el medio de la
noche era como si dos manos gigantes le hubieran estrujado
el pecho, y eliminó dos recipientes de líquido. Podía respirar,
y había ido a cortarse el cabello, pero el peluquero dijo que
tendría que lavárselo primero, porque nunca había visto un
cabello tan grasoso en su vida.
Lo llevé al aeropuerto. Ahora, le diré tres cosas. Primero,
se convirtió en mi mejor amigo. Segundo, él y su esposa
fueron bautizados en el Espíritu. Tercero, nunca volvió a
tener ese problema. No es una obra del diablo, ¿no es cierto?
El domingo siguiente, volví a estar en el púlpito, con Juan
16 como mi texto. Di el mismo tipo de mensaje que había
estado dando durante semanas. Un joven carpintero vino a
verme después y preguntó: “¿Qué le ocurrió esta semana?”.
Le dije: “¿Por qué? ¿A qué te refieres?”. Contestó: “Usted
sabe de lo que está hablando ahora”. Ese joven es ahora un
pastor bautista en Bristol.
De ahí en adelante comencé a hacer cosas que nunca había
hecho antes en mi vida. Los dones estaban disponibles. Pero
mire, me alegro que fui bautizado en el Espíritu sin nadie
más ahí, porque entonces sabía que había sido Jesús. Las
personas piensan que deben encontrar a alguien lleno del
Espíritu y se contagiarán de esa persona. ¡No! Nadie más
puede bautizarlo en el Espíritu excepto Jesús. Él es la primera

37
persona a la que acudir si quiere recibir el Espíritu Santo.
Estuve en Jerusalén un tiempo atrás. También estuve en
Gaza, eludiendo misiles. Mientras estaba en Jerusalén, me
topé con pastor Yun, el “hombre celestial”, que escribió el
libro de ese título. Todo cristiano necesita leer ese libro.
Nunca volverá a quejarse después de leerlo. Este hombre
fue torturado, sufrió choques eléctricos, le quebraron las
piernas, pero salió caminando de la prisión al abrirse las
puertas frente a él. Un hombre que estuvo 74 días sin comer
ni beber nada, aún vivo y lleno del Señor. Pero no había
leído su libro. Me daba vergüenza confesárselo cuando nos
encontramos. Nos llevamos a las maravillas, pero no había
leído su libro. Después de eso lo leí. Él escribió:

No estaba seguro de quién era el Espíritu Santo. [Era


creyente, había leído la Biblia, la había memorizado.] Corrí
y le pregunté a mi madre. Ella no podía explicarlo. Dijo,
simplemente: “Ya te dije todo lo que puedo recordar. ¿Por
qué no oras y pides a Dios el Espíritu Santo, como oraste
por tu Biblia?”. Mi madre era analfabeta, así que tenía
un conocimiento superficial de la Biblia. Había aprendido
solo a recitar unos pocos versículos. Ése fue un momento
definidor en mi vida. Tenía un deseo de la presencia y el
poder de Dios, y ahora me daba cuenta de la importancia de
conocer la Palabra escrita de Dios. Oré al Señor: “Necesito
el poder del Espíritu Santo. Estoy dispuesto a ser tu testigo”.
Después de la oración, el Espíritu de gozo del Señor cayó
sobre mí. Una profunda revelación del amor y la presencia
de Dios inundó mi ser. Nunca había disfrutado de cantar
antes, pero muchas nuevas canciones de adoración fluyeron
de mis labios. Eran palabras que no había aprendido antes.
Más tarde, las puse por escrito, y estas canciones aún son
cantadas en las iglesias caseras chinas al día de hoy.3

38
Canciones que nunca había aprendido, palabras que no
había aprendido, salieron a raudales. Notará el lenguaje
líquido: “inundó mi ser”, “cayó sobre”, “fluyeron”. Ése fue
su Pentecostés. Inmediatamente comenzó a ser guiado por el
Espíritu Santo. Le decía dónde ir, con quién se encontraría
el día siguiente, sus nombres y aun la ropa que usarían, para
que pudiera reconocerlos. Estuvo viviendo en el Espíritu
desde ese momento. Usted debe leer su historia. Tenía que
hablar después que él habló a cinco mil cristianos de setenta
y cuatro países, en Jerusalén, y pensé: “¿Qué puedo decir?”.
Así que me puse de pie y dije: “Ahora escucharán de este
‘hombre terrenal’. Ése soy yo. Él es el hombre celestial”.
Ése fue el testimonio de ese hombre.

¿Cuáles son las condiciones para recibir


el Espíritu Santo?
Entonces, finalmente, ¿cuáles son las condiciones? ¿Qué
debe hacer para estar listo para recibir el Espíritu Santo y
ser bautizado en ese maravilloso Espíritu?
Primero, hay tres pasos básicos que creo que deben
tomarse. Uno, arrepentirse de todos los pecados conocidos
y arreglar lo que pueda arreglar. Dos, creer en el Señor
Jesús como su Salvador y Señor. Tres, ser bautizado en agua.
Ésas son tres cosas básicas. Luego, el paso siguiente es muy
sencillo. Jesús dijo que siguiéramos pidiendo hasta que
recibamos, que sigamos golpeando hasta que la puerta se
abra. Que sigamos. Que sigamos pidiendo. Hay personas que
me han dicho: “Una vez pedí recibir el Espíritu Santo, y no
ocurrió nada”. ¿Solo pidió una vez? ¿En serio? Cuando mis
hijos querían una bicicleta decían: “Papá, ¿puedo tener una
bicicleta? Papá, ahorrarás pasajes en el autobús. Papá, todos
los demás tienen bicicletas. Papá, Papá, Papá…” No pedían
una vez, sino que seguían pidiendo hasta que lo recibían.
Tuvimos unos estudiantes en Guildford que se encerraron

39
en un dormitorio, cerraron la puerta con llave y dijeron:
“Señor, no dejaremos esta habitación hasta que nos bautices
en el Espíritu Santo”. La mañana siguiente salieron,
cambiados. ¿Realmente usted quiere esto más que cualquier
otra cosa? Entonces seguirá pidiendo hasta recibirlo. El
contexto de la afirmación anterior está en Lucas capítulo 11,
de un hombre que siguió golpeando la puerta de un vecino
hasta que obtuvo pan para sus visitantes. Jesús dijo que así
debíamos orar. “Cuánto más el Padre celestial de ustedes
dará el Espíritu Santo a quienes siguen pidiéndole”. Pero
agregaré tres condiciones más que son necesarias, debido a
la situación de hoy.
Primero, usted necesita estudiar la Biblia y escudriñarla,
pidiendo al Espíritu Santo que lo guíe hasta que esté
completamente convencido, a partir de la Palabra de Dios, de
que esta promesa es para usted y que Jesús quiere bautizarlo
en el Espíritu Santo. No intente probar simplemente, sabiendo
que hay diferentes puntos de vista en la iglesia. Usted debe
tener su propia convicción, basada en la Palabra de Dios.
No me interesan las personas que buscan experiencias por
las experiencias mismas. ¿Quiere tener valentía, guía, poder,
pureza y unidad? Ésas son las razones para pedir el Espíritu
Santo, y no solo para tener una gran experiencia emocional.
Y espere que ocurra lo que la Biblia menciona. La Biblia no
habla de risas, bailes o caídas. Habla de explotar a través
de la boca en alabanza a Dios. Así que tiene que tener una
visión clara antes de pedir. Está reclamando una promesa
y, si no está seguro de lo que es la promesa, difícilmente
pueda reclamarla.
Segundo, estamos tan llenos de inhibiciones y temores
hoy que tenemos que enfrentarlos primero. He conocido
a personas que tiene miedo al ridículo, temerosas de lo
que podrían hacer cuando entreguen el control al Espíritu,
con temor de lo que dirá la gente si hablan en lenguas.

40
He conocido toda clase de inhibiciones y temores, y
especialmente la reserva británica. Es diez veces más fácil
hacer que alguien con un temperamento español sea lleno
del Espíritu que una persona británica reservada, que se ha
estado controlando tanto tiempo que se resiste a dejarse
llevar.
Finalmente, en nuestra situación, debemos estar
dispuestos a ser guiados por el Espíritu después, no importa
a dónde conduzca, no importa el costo o la consecuencia.
Un tiempo atrás vino un pastor y me pidió que orara para
que fuera lleno del Espíritu Santo. Acepté, con la condición
de que él, un pastor anglicano, estuviera dispuesto a ser
bautizado por inmersión como creyente, si el Espíritu Santo
se lo decía. Me preguntó por qué le había pedido eso. Dije
que solo estaba tratando de averiguar si estaba dispuesto a ser
guiado por el Espíritu después. Preguntó: “¿Me dirá eso el
Espíritu Santo?”. Le contesté: “Podría hacerlo o no. Creo que
es probable que lo haga, pero ¿qué hará usted si se lo pide?”.
Dijo: “¿Puedo ir y pensarlo?”. Volvió tres días después y dijo:
“David, lo he pensado seriamente. Haré lo que el Espíritu
me diga, no importa el costo”. Oré, fue lleno, y se fue. No
oí acerca de él durante doce años, y luego vi un titular en
un periódico nacional: “Pastor y toda una iglesia echada de
la Iglesia de Inglaterra por obispo”. Le costó su pensión,
su vicaría, su trabajo. Pero fue obediente al Espíritu Santo.
¿Desea usted solo la experiencia de ser bautizado en el
Espíritu, o quiere caminar en el Espíritu después, y ser guiado
por el Espíritu? Es una gran pregunta.
Bueno, he intentado enseñarle, de la Palabra de Dios. He
compartido mi testimonio. No será exactamente igual para
usted, pero la explosión de alabanza sí. Ahora debo dejárselo
a usted . . . y a nuestro Señor Jesucristo.

41
ACERCA DE
DAVID PAWSON
David es un orador y autor con una fidelidad intransigente a las
Sagradas Escrituras, que trae claridad y un mensaje de urgencia a los
cristianos para que descubran los tesoros ocultos en la Palabra de Dios.
Nació en Inglaterra en 1930, y comenzó su carrera con un título en
Agricultura de la Universidad de Durham. Cuando Dios intervino y
los llamó al ministerio, completó una maestría en Teología en la
Universidad de Cambridge y sirvió como capellán en la Real Fuerza
Aérea durante tres años. Pasó a pastorear varias iglesias, incluyendo
Millmead Centre, en Guildford, que se convirtió en modelo para
muchos líderes de iglesia del Reino Unido. En 1979 el Señor lo llevó
a un ministerio internacional. Su actual ministerio itinerante está
dirigido principalmente a líderes de iglesia. David y su esposa Enid
viven actualmente en el condado de Hampshire, Inglaterra.
A lo largo de los años ha escrito una gran cantidad de libros, folleto
y notas de lectura diarias. Sus extensas y muy accesibles reseñas de
los libros de la Biblia han sido publicadas y grabadas en “Unlocking
the Bible” (Abramos la Biblia). Se han distribuido millones de copias
de sus enseñanzas en más de 120 países, proveyendo un sólido
fundamento bíblico.
Es considerado como “el predicador occidental más influyente de
China” a través de la transmisión de su exitosa serie “Unlocking the
Bible” a cada provincia de China por Good TV. En el Reino Unido, las
enseñanzas de David se transmiten habitualmente por Revelation TV.
Incontables creyentes de todo el mundo se han beneficiado
también de su generosa decisión en 2011 de poner a disposición
sin cargo su extensa biblioteca audiovisual de enseñanza en
www.davidpawson.org. Hemos cargado también hace poco todos
los videos de David a un canal dedicado en www.youtube.com

VEA EN
YOUTUBE
ABRAMOS LA BIBLIA
Una reseña única del Antiguo y el Nuevo Testamento del
internacionalmente aclamado orador y autor evangélico David
Pawson. Abramos la Biblia abre la palabra de Dios de una forma
fresca y poderosa. Pasando por alto los pequeños detalles de los
estudios versículo por versículo, expone la historia épica de Dios y
su pueblo en Israel. La cultura, el trasfondo histórico y las personas
son presentados y aplicados al mundo moderno. Ocho volúmenes
han sido reunidos en una guía compacta y fácil de usar que cubren
el Antiguo y el Nuevo Testamento en una única edición gigante. El
Antiguo Testamento: Las instrucciones del fabricante (Los cinco libros
de la Ley), Una tierra y un reino (Josué, Jueces, Rut, 1-2 Samuel,
1-2 Reyes), Poesías de adoración y sabiduría (Salmos, Cantares,
Proverbios, Eclesiastés), Declinación y caída de un imperio (Isaías,
Jeremías y otros profetas), La lucha por sobrevivir (1-2 Crónicas y los
profetas del exilio) – El Nuevo Testamento: La bisagra de la historia
(Mateo, Marcos, Lucas, Juan y Hechos), El decimotercer apóstol
(Pablo y sus cartas), A la gloria por el sufrimiento (Apocalipsis,
Hebreos, las cartas de Santiago, Pedro y Judas).
JESÚS
LAS SIETE
MARAVILLAS
DE SU
HISTORIA

Este libro es el resultado de toda una vida de contar “la más grande
historia jamás contada” por todo el mundo. David la volvió a narrar
a varios cientos de jóvenes en Kansas City, EE.UU., que escucharon
con un entusiasmo desinhibido, “twiteando” por Internet acerca de
este “simpático caballero inglés” mientras hablaba.
Tomando la parte central del Credo de los Apóstoles como marco,
David explica los hechos fundamentales acerca de Jesús en los
que está basada la fe cristiana de una forma fresca y estimulante.
Tanto los cristianos viejos como nuevos de beneficiarán de este
llamado a “volver a los fundamentos”, y encontrarán que se vuelven
a enamorar de su Señor.

OTRAS ENSEÑANZAS
POR DAVID PAWSON

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Cómo estudiar un libro de la Biblia: Judas
Los pasos fundamentales para llegar a ser un cristiano
Lo que la Biblia dice sobre el dinero
Lo que la Biblia dice sobre el trabajo
Gracia: ¿Favor inmerecido, fuerza irresistible
o perdón incondicional?
¿Eternamente seguros?
Tres textos que suelen tomarse fuera de contexto:
Explicando la verdad y exponiendo el error
LaTrinidad
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En este libro, David Pawson enseña
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