Etnohistoria de Los Grupos Indígenas

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Boletín Antropológico. Año 31, Nº 86, Julio-Diciembre, 2013. ISSN:1325-2610.

Universidad de Los Andes. Museo Arqueológico / Centro de Investigaciones.

ETNOHISTORIA DE LOS GRUPOS INDÍGENAS ANTES


DEL CONTACTO EUROPEO EN BARINAS Y SUS
POSIBLES RUTAS DE MOVILIDAD

Annel del Mar Mejías Guiza

Magíster en Etnología, mención Etnohistoria


Universidad de Los Andes
Correo electrónico: [email protected]

Resumen

Por ser un territorio surcado por ríos y que une la Cordillera Andina de Mérida
con los Llanos bajos, el estado Barinas fue y es una zona de asentamiento y
movilidad, antiguamente de grupos indígenas y ahora de poblaciones actuales.
Las investigaciones arqueológicas revelan el asentamiento de grupos originarios
desde el 1.050 a.C hasta la fecha del contacto europeo, con una movilidad en
distintas épocas desde la cuenca del Orinoco que causó la introducción del cultivo
de la yuca. También hay evidencias materiales de intercambios entre los grupos
indígenas de los Andes de Mérida con los de Barinas y los trabajos etnológicos de
Ann Osborn igualmente plantean movilidades por razones cosmogónicas desde
Mérida y Barinas, en Venezuela, hacia el norte de Santander de Colombia, cuyo
territorio era considerado uno solo para celebraciones de equinoccios y solsticios.
Finalmente, se presenta en la última parte el análisis de un material superficial
hallado en la zona de Suripá, en el sector La Barinesa, de Barinitas en Barinas.

Palabras clave: movilidad, grupos originarios, intercambio.

Ethnic history of indigenous groups prior to


European contact in Barinas and their
probable routes of travel

Abstract

The area drained by the rivers of the Sierra Nevada in Merida, as they flow into the
plains in the State of Barinas, was to the indigenous (and currently remains for the
current population) a zone in which there is a constant fluctuation in availability

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of cultivatable land. Archeological investigation reveals that indigenous peoples


from 1050 A.D. until the arrival of the European had maintained plantations of
manioc root or yucca beside the rivers as far as the mouth of the Orinoco. There is
also evidence accumulated by the ethnologist Ann Osborn that there was cultural
exchange between highland and lowland tribes as far as Santander, Colombia,
which was apparently the sole communal site for celebrations at the solstices and
equinoxes. Included is an analysis of artefacts found in the area of Suripá in the
neighborhood La Barinesa in Barinitas, a town in the State of Barinas, Venezuela.

Key words: cultural exchange, indigenous peoples, fluctuation

Introducción

Como las características geográficas del estado Barinas contribuyeron a un


intercambio entre grupos indígenas de distintas zonas antes de la época del contacto
(por enlazar el área de montaña con el Llano), en este artículo interpretaremos las
investigaciones arqueológica hechas en la zona con las cuales se pueda determinar
movilidades antiguas e intercambios entre grupos de montaña, de selva y de los
llanos en este territorio.

Para esto, describiremos e interpretaremos las investigaciones arqueológicas


realizadas en el estado y las rutas de movilidad antigua planteadas a partir de
esta información. Asimismo, se describirán los grupos indígenas que encontraron
los invasores europeos durante la época del contacto, así como los resultados del
análisis de un material superficial hallado durante una prospección arqueológica
realizada en el sector Suripá, la Barinesa, en Barinitas, municipio Bolívar de
Barinas.

1. Trabajos arqueológicos realizados en la zona

Los inicios

El estado Barinas se ubica entre los llanos altos y la base oriental de los Andes
venezolanos y por ello posee una zona boscosa de piedemonte al oeste, cuyas
alturas alcanzan entre 200 y 500 metros, y tierras llanas hacia el este, que oscilan
entre 100 y 200 metros sobre el nivel del mar.

La gran cantidad de ríos navegables en la región debió constituir importantes vías


de comunicación en la época de los moradores originarios y sus desbordes en
época de lluvias de seguro provocaban serias y extensas inundaciones (Cruxent

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y Rouse, 1982: 325 y 326), como se reflejan en las crónicas del comerciante
italiano Galeotto Cey (1994) desde 1539 a 1553, quien en su primera expedición
fuera de El Tocuyo describe los estragos de las inundaciones en el llano, lo cual
puede dar una idea del porqué se conquistó tan tarde esta zona del país (27 años
antes del inicio de la crisis de la época colonial), ya que “parecen formar un
grandísimo mar (…), con las grandes lluvias que caen allí 6 meses al año, desde
abril a octubre, se inundan todos o la mayor parte” (1994: 76).

Según Nelson Montiel (1), Barinas es un estado atravesado por un conjunto de


ríos caudalosos, como el Caparo, Sarare, que se une con el Uribante y constituyen
juntos el Apure; también al Apure le cae en la Boca de la Tigra el Anaro, que es un
río barinés que nace en la Cordillera Andina de Mérida. “Eso era un mar para la
época, los desplazamientos se hacían por vía fluvial. Arauca y Sarare son ríos de
contorno que se vienen por Colombia. El Sarare entra, se conecta con el Uribante,
que es un río que va para arriba, y tenemos el Caparo, que divide Táchira y
Barinas, en Punta de Piedra. Son ríos aún navegables, ahora imagínenlos hace
mil o dos mil años”.

Montiel explica que hay en este estado llanero tres pisos altitudinales: el alto, el
medio y el bajo, que sería el llano inundable. Por este último, agrega, bajan aún
38 ríos caudalosos, sin incluir quebradas y caños, que en época de invierno se
inundan y “se hace un mar de agua dulce”.

Por lo tanto, su teoría, sustentada en los trabajos arqueológicos, es que la


población se concentró en el piso medio de Barinas y “empezaron a construir las
calzadas, primero, para controlar el agua de estos ríos (dirigirla hacia un sitio),
ya que paralelas a los ríos van las calzadas” (2); y, segundo, con un fin simbólico,
religioso y quizá funerario, porque “viene una calzada y se encuentra con un
centro ceremonial, donde hay cinco cerrillos, entierros principales y una plaza
ceremonial, y arranca esta calzada otra vez”.

La calzada “no es un sistema original nuestro, sino que fue muy difundido desde
el punto de vista ceremonial”, concluye Montiel, quien sostiene que como las
calzadas se extienden desde Barinas y Apure, por la parte venezolana, hasta los
Llanos colombianos, se trataría posiblemente de un mismo territorio: “Ese trabajo
de las calzadas no tiene menos de 3 mil años de acumulación cultural, es difícil
lograr la infraestructura de esa naturaleza en menos de 3 mil años”, planteó.

Refirió que hay un pueblo en la costa peruana de calzadas y centros ceremoniales,


“idéntico a Barinas, porque es un pueblo hecho de puro barro”. El centro ceremonial

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del Gaván, descrito por los arqueólogos Charles Redmon y Elsa Spencer (del cual
se hablará más adelante), “es puro barro, igual que Titihuacán, pero de barro.
Eran ceremoniales con entierros, que no podían ser de piedra”, analizó Montiel,
quien no ha logrado conseguir sociedades jerarquizadas en Barinas: “No creo en
esas tesis de cacicazgos”, planteada por Redmon y Spencer, opinó.

Otra visión sobre las calzadas

De acuerdo con Cruxent y Rouse, los europeos consiguieron la presencia de


montículos artificiales y caminos altos o calzadas que, para 1927, se contabilizaban
17 en esta región del país, pero actualmente se han registrado más. Charles Spencer
y Elsa Redmon concluyen que “la configuración de las calzadas fue determinada
en mayor parte por un complejo de factores económicos, militares y religiosos,
todos relacionados con la dinámica política de la organización cacical durante la
fase Gaván Tardía”, de la cual se leerá más adelante (1998: 95).

Estimaron que entre los 500 y 600 d.C. había en los llanos occidentales venezolanos
una “sociedad cacical, cuyas manifestaciones fueron la aparición de una jerarquía
de tres niveles en los asentamientos, el crecimiento demográfico, la construcción
de montículos piramidales y otras estructuras de tierra, la diferenciación de status
en las viviendas y en los entierros, y las amplias relaciones de intercambio y de
guerra” (Zucchi, 1999: 69).

Primeros estilos cerámicos

Hasta la década de 1960, de acuerdo con el sistema clasificatorio de Cruxent y


Rouse, se habían establecido los siguientes estilos cerámicos en el estado Barinas:
• Agua Blanca: Era una cueva que funcionaba como lugar de enterramiento,
en la que se hallaron 287 tiestos, fechados entre 1050 años a.C. y 350 años d.C.
• Caño del Oso: Era un lugar de habitación asociado con calzadas y
montículos, que data entre 1150 y 1500 años d.C.

En las décadas de 1960 y 1970, la arqueóloga Alberta Zucchi excavó en unos


montículos de un yacimiento bautizado La Betania, ubicado en San Silvestre, así
como en Caño Caroní, ubicado en las Sabanas de Mata de Palma (al sureste de la
ciudad de Barinas), y en los campos drenados del área de Caño Ventosidad, así
como en un montículo principal de La Calzada.

Estas excavaciones le permitieron definir la serie Osoide en varias fases, refinando

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aún más la cronología propuesta por Cruxent y Rouse, y además, estableciendo


otros complejos cerámicos, de los cuales entre los más significativos para
establecer movilidad antigua son:

• Fase Caño del Oso (230 a.C. y 650 años d.C.): Fue un grupo sedentario,
orientado hacia la sabana, cuya subsistencia se basó en la explotación de recursos
proporcionados por el medio y el cultivo del maíz (Zucchi, 1975: 12).

• Complejo La Betania (650-1200 años d.C.): Se reflejan cambios


importantes, como la aparición de nuevas formas cerámicas, la construcción de
montículos y calzadas de tierra, y la adopción del cultivo de la yuca, representando
probablemente “influencias del área del Orinoco y, específicamente, de los
grupos Arauquinoides que la ocuparon a partir de los 500 d.C.” (Ibidem), lo
que le permite inferir a esta autora la probable expansión de los grupos de selva
tropical, específicamente de la cuenca amazónica del Orinoco, hacia esta parte de
los llanos, tesis corroborada en su estudio de Caño Caroní.

La Betania permitió subdividir el estilo Caño del Oso “en dos complejos
relacionados que se suceden en el tiempo”, para establecer una nueva serie,
denominada Osoide, y “fijar la fecha de introducción de la técnica para
construir estructuras artificiales de tierra alrededor de los 500 d.C.” (Ibidem).
En su excavación en La Calzada, Zucchi extendió la posición cronológica de la
ocupación de Caño del Oso-La Betania desde los 920 a.C. hasta los 1.200 d.C
(Zucchi, 1999: 67).

• Caño Caroní: Durante 1.200 y 1.400 d.C. los llanos occidentales fueron
ocupados por un nuevo grupo que escogió los sectores boscosos para sus
asentamientos. Zucchi estableció que por sus similitudes con otros materiales
del área amazónica, “el cultivo de la yuca y la preferencia por los ambientes
selváticos de las sabanas”, pudiese tratarse de un grupo de origen del sur de
Venezuela, lanzando la hipótesis que la entrada de este grupo étnico a los Llanos
pudiese ser “una consecuencia de la expansión arauquinoide”, y el hallazgo de
material de La Betania en este lugar de excavación “fue indicativo de los contactos
que mantuvieron ambos grupos (…). Esta expansión de los Arauquinoides y su
interacción con los Osoides fue probablemente la responsable de la introducción
del cultivo de la yuca y de la técnica de monticulación en La Betania y de la
adopción del cultivo de maíz por parte de los Arauquinoides (Zucchi, 1999: 70).
Adam Garson, quien excavó en el Hato La Calzada de Páez en un estudio
regional que abarcó 120 kms² y encontró 22 sitios habitacionales de la serie
Osoide, “concluyó que la producción de alimentos en los llanos variaba espacial

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y estacionalmente”, es decir, en la temporada de lluvia “la agricultura constituyó


el componente más importante tanto para la gente osoide como para la de Caño
Caroní” y en la estación de verano “la cacería, la recolección, la pesca y la
preparación de los conucos, fueron las actividades más importantes” (Zucchi,
1999: 68).

Cacicazgos de la serie Osoide

Para Spencer y Redmon, quienes realizaron investigaciones en el piedemonte


y llanos altos de Barinas entre 1983 y 1988, es posible que haya habido dos
cacicazgos de la serie Osoide:

• Un asentamiento regional jerárquico centrado en el sitio La Calzada, y


• Otro más en La Betania (Spencer y Redmon, 1992: 138).

En 1983 estos dos autores iniciaron un proyecto de excavación en Ciudad Bolivia,


municipio Pedraza, en Barinas, identificando dos complejos: Curbatí (ubicado en
el piedemonte, relacionado con petroglifos en cuatro lugares y que carecían de
construcciones artificiales) y Gaván (Llanos altos, sin reporte de petroglifos).

El complejo Curbatí se subdivide a su vez en Curbatí Temprano (350 d.C.) y


Curbatí Tardío (de 500-600 a 1000-1100 años d.C.). En el primero había un
sitio habitacional con un tamaño de 2 a 3 hectáreas, su cerámica es delicada,
bien cocida y de paredes delgadas, presenta similitudes con la de Lagunillas en
la cuenca del Lago de Maracaibo, la de Santa Ana en la región andina y la de
Agua Blanca en el piedemonte de Portuguesa” (Ibidem). En Curbatí Tardío se
encontraron 6 sitios habitacionales y su cerámica no mostró afinidades estilísticas
con los llanos, pero sí con cerámica contemporánea de los Andes y el norte de la
cuenca del Lago de Maracaibo.

El complejo Gaván también tiene dos subdivisiones: Gaván Temprano (del 300
al 500-600 años d.C.) y Gaván Tardío (de 500-600 a 1000-1100 años d.C.). En el
primero se ubicaron tres sitios habitacionales de más o menos 3 hectáreas cada
uno. El material cerámico de esta fase se asemeja a la de Caño del Oso investigado
por Zucchi (1989: 17, y 1992: 140) y carece de construcciones artificiales. En la
segunda subdivisión se excavaron cuatro sitios con 32 lugares habitacionales (más
que Curbatí Tardío, que le es contemporáneo), reflejando un gran incremento de
la complejidad en la organización regional.

Este último, Gaván Tardío, es considerado por Spencer y Redmon un asentamiento

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regional jerárquico de tres niveles y asociado con arquitectura monticular:


un centro regional de primer orden de donde emanaba el poder político y se
organizaban actividades defensivas u ofensivas, una villa de 3 hectáreas (centro
de segundo orden) relacionada con un campo de drenaje de 35 hectáreas, cultivado
para mantener parte de la política económica del primer centro regional.

Todos estos centros estaban conectados con calzadas, lo que significaba que esta
red de relaciones no sólo le permitía a la elite regional movilizar los excedentes,
sino también reforzar las relaciones entre ella y las villas subordinadas (Spencer y
Redmon, 1992: 144 y 153). La cerámica de esta fase tiene similitudes estilísticas
con el complejo La Betania.

La guerra, a juicio de estos autores, “fue un elemento endémico y que muy


probablemente influyó en el desarrollo de la complejidad social” para el
surgimiento y legitimación de la autoridad cacical. Esto lo concluyeron basados
en la presencia de estructuras con fines defensivos, como las empalizadas, y
las usadas para la movilización “con eventuales fines bélicos”, como serían las
calzadas (Redmon y Spencer citados por Gasson, 1999: 80).

En las evidencias de intercambio comercial, estos autores hablan de una red de


relaciones con los Andes venezolanos, sur de los Andes de Colombia o Ecuador,
área de Caracas, penínsulas de Paraguaná (Falcón) y la Guajira, el Golfo
de Venezuela y la cuenca del Lago de Maracaibo (Spencer y Redmon, 1992:
153-154). Había desde alianzas militares, la guerra, interacción y permuta de
productos; de los Andes obtenían sal, pedernal, cherts y piedras semipreciosas.

En estas zonas excavadas por Redmon y Spencer se hallaron artefactos de


serpentinita (roca metamórfica), piedra con la cual se hacían las placas aladas
en la zona del páramo de Mucuchíes. Se debe aclarar en este punto que hubo
en la actual Mérida talleres de serpentina en Mocao Alto, El Bolo y Escagüey.
También Gladys Gordones y Lino Meneses (2005) reportaron en el sitio Los
Aranguren, entre la laguna de Santo Cristo y el Pico Humboldt, en la naciente del
río Síniguis, en Mérida, un corredor natural que comunica Tabay y Mucuchíes
con Ciudad Bolivia, en Barinas, donde justamente quedan los lugares excavados
por Redmon y Spencer.

Trabajos en la zona de piedemonte

Es de destacar que también ha habido planteamientos de poblamiento antiguo


en la zona de piedemonte barinés, considerada una zona de interacción. Según

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Rafael Gasson, en esta área se hallaron figuras polícromas de diferentes formas


y tamaños, algunas con personajes sentados en dúhos y otras de mujeres adultas
(este tipo de figuras aparece en la tradición Osoide y se encontraron fragmentos
en Caño Caroní, lo cual podría indicar que fueron compartidas con otros grupos
étnicos, reiterando la tesis de intercambios interétnicos) (1999: 80 y 81).

Es de resaltar que se han hallado en la zona de piedemonte placas líticas aladas


de diferentes tamaños y formas, que “gozaron de amplia distribución en el área
andina y a todo lo largo de la zona del piedemonte” (Gasson, 1999: 82). Como
dijimos en el punto anterior, en los Andes hubo talleres de placas líticas, como las
de El Mocao Alto, El Bolo y Escagüey, estos últimos reportados y estudiados por
Antonio Niño y Jacqueline Clarac de Briceño.

Es importante destacar que en la Cordillera Andina de Mérida se hallan figuras


de personajes sentados sobre dúhos, al igual que placas aladas líticas, lo que
evidencia una relación quizá étnica entre la zona de piedemonte andino con la
Cordillera Andina de Mérida: o bajaron grupos indígenas de Mérida hacia el
piedemonte (lo cual podría ser probable, según la información que reportaron
los cronistas de Indias), o hubo intercambios de objetos simbólicos entre grupos
de ambas zonas, o era un mismo territorio para un grupo étnico o varios grupos
étnicos.

Evidencias de contacto entre


el Amazonas, Barinas y Mérida

Estos trabajos antes explicados revelan que en la actual zona de Barinas hubo:

1. Una ocupación temprana desde el 1050 años a.C. de un grupo (serie Agua
Blanca).

2. Luego llegó el grupo Caño del Oso u Osoides temprano (a partir de 230
años a.C.), que eran sedentarios, orientados hacia la sabana y cuya subsistencia
se basó en el cultivo del maíz y la explotación de recursos del ambiente. Las
evidencias arqueológicas de los Osoides más tardíos, ubicados entre 650-1200
años d.C., revelan la expansión de grupos de selva tropical (Arauquinoides) hacia
el Llano (desde el Orinoco), que se inició a partir de los 500 años d.C. y que
escogieron zonas de ambientes selváticos en las sabanas.

3. El piedemonte pudo ser una zona de contacto entre poblaciones indígenas


de la Cordillera Andina de Mérida con las zonas del Llano. Las evidencias

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materiales revelan que hubo intercambio comercial entre las comunidades de la


Cordillera con las del Llano barinés, como el hallazgo de conchas de tortuga en
excavaciones de Mérida y de piedras trabajadas en las zonas excavadas por los
arqueólogos Redmon y Spencer en Ciudad Bolivia, Barinas, así como la presencia
de personajes sobre dúhos en la tradición Osoides y Caño Caroní, de Barinas, que
son característicos de los Andes.

Movilidad de los arawakos

Alberta Zucchi determinó en sus trabajos arqueológicos hechos en Barinas la


movilidad en diferentes épocas de grupos de selva desde la cuenca amazónica del
Orinoco hacia la actual Barinas, donde se asentaron en zonas boscosas.

Silvia Vidal (1987) concluye, luego de hacer un análisis etnohistórico,


etnolingüístico y etnográfico, que la cuenca del Río Negro, donde se ubicaban
los descendientes de los Proto-Arawakos (Proto-Maipures), se vinculó en la
época del contacto europeo “con otras áreas a través de una inmensa red de
caminos fluviales y terrestres, utilizada tanto por grupos Arawako como no
Arawako” (1987: 43). En los Llanos, los europeos consiguieron una extensa red
de intercambio comercial hacia el Orinoco, la Costa Atlántica, la Isla de Trinidad,
las Guayanas y los Andes.

Y, a través de los ríos, se usaron rutas de comercio intertribal que “estuvieron


estrechamente vinculadas a las expansiones Arawakas desde el Río Negro hacia
otras regiones de las Tierras Bajas de Suramérica” (1987: 99). Se puede inferir
que esas rutas de conexión e intercambio comercial permitieron para la época
antes del contacto europeo una expansión territorial, como dice Vidal, de los
Arakawos hacia la zona actual de Barinas (que sería la serie cerámica Osoide).
José Oliver (1989) infiere que los Osoides ancestrales estuvieron en la zona del
Arauca o entre la desembocadura del río Apure y la boca del Cojedes, y de esta
área migraron, subiendo al Apure y luego colonizando Barinas y las sabanas a
la izquierda de los ríos, caños y quebradas tributarias del río Apure en su parte
media (1989: 410), como se ve en el siguiente mapa:

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Tomado de: Oliver, José (1989).

Oliver plantea también un modelo de expansión de los arakawos a través de


una ruta alternativa, ya que la presencia en yacimientos arqueológicos de la
subtradición cerámica Dabajuroide, en la depresión del Táchira (Capacho), puede
sugerir que el ancestral grupo habría salido de El Meta, en Apure, subió hacia los
Llanos altos y giró al noreste, siguiendo el piedemonte hasta que llegaron hasta
la cuenca del Portuguesa-Cojedes, y bajó al Táchira por el piedemonte barinés.

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La movilidad de grupos chibchas en un mismo


territorio, según Ann Osborn

En el libro El vuelo de las tijeretas, Ann Osborn (1985) transcribe y analiza


la parte IV del mito Aya (traducido como el Mandamiento) de los indígenas
Tunebos, autodenominados Uwa, que están localizados en la parte norte de la
Cordillera Oriental de Colombia, cerca de la frontera colombo-venezolana y en
el extremo suroccidental de la misma cordillera venezolana. Este grupo étnico es
de lengua chibcha. Esta parte del mito está bautizada como el mismo nombre del
libro y refiere las nominaciones geográficas por donde migraron los antepasados
de los Uwa, “los primeros habitantes” que volaron en forma de zigzag, “cruzando
del lado a lado el río principal del grupo” (1985: SN). Ella resalta que cada mito
completo, que son cantados y repetitivos, tiene una extensión de 12.000 líneas, lo
que equivaldría a la extensión de la Ilíada o la Odisea.

Las tijeretas son aves que “representan shamanes vestidos de pájaros (…) toman
una forma que les permite cubrir grandes distancias para documentar su universo,
el conocido y el imaginado. El vehículo que hace el vuelo posible, es el yopo”
(Ibidem).

En los cantos, se distinguen grupos centrales y grupos relacionados: “en términos


generales existía una continuidad geográfica desde la Sierra de Mérida y los
Llanos hasta el río Casanare aproximadamente” (Ibidem, SN), ya que ambas
sierras están conectadas: la Cordillera Oriental de Colombia y la Cordillera
Andina de Venezuela, que inicia en Táchira (palabra que traduce en Uwa “puente
o conexión entre dos lados”) y continúa hacia la Cordillera de Mérida, la cual se
ve desde Bogotá en los días muy claros por la mañana temprano, cuando sale el
sol.

En el segundo vuelo, en la agrupación A aparece Pedraza, el lugar donde residía el


primer grupo, el cual se llamaba Karouwa (nombre ceremonial de una montaña:
Barinao y/o Mucubaji en español), ubicado en el piedemonte de la Sierra de
Mérida. El nombre ya está extinguido (actualmente el grupo se ubica en la zona
fronteriza entre Táchira, de Venezuela, y Colombia, y llevan por nombre tunebos),
y se supone que su sede principal se ubicaba en Barinitas para celebrar el solsticio
de Junio, zona habitada por la mujer joven del sol (la Cordillera de Mérida).

El segundo (B), denominado Bethuwa, término que en español significa Pedraza,


tenía su área geográfica que se extendía por unos 200 kilómetros hasta El Sarare,
en Venezuela; también el nombre fue extinguido hace unos 50 años desde la

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publicación de este libro, es decir, en 1935. “Mantengo la hipótesis de que los


grupos que habitaban en esta área estaban relacionados con los Uwa y que el
grupo B era un grupo intermediario en esta dirección (…) Creo que este grupo es
el conocido en la literatura como Bedoya, Betoy, etc” (Ibidem). Su sede principal
se ubicaba en tierras medias, posiblemente al pie de la montaña principal de los
Pedrazas.

Luego en el tercer vuelo se nombran los ríos (que serían para los Uwa rutas
hacia unas lagunas grandes, simbolizando el mar). En esta parte aparecen tres
referencias geográficas de Barinas: la propia Barinas como primer punto (río
Barima), Bata como quinto punto geográfico, que la autora se pregunta si es
Battuy o Batatuwi (Batatuy), y Thuruna como sexto punto, que la investigadora
señala como río Surapa (Suripá).

Así, Osborn presenta el siguiente mapa migratorio (nótese que es de norte a sur, es
decir, el vuelo partió desde Barinas, que sería tierra baja o al pie de las montañas,
siguiendo el curso de los ríos, y llega hasta el río Arauca, por el lado colombiano,
lo que hace pensar que los primeros habitantes partieron de la Cordillera Andina
de Mérida y siguieron ese recorrido):

Tomado de: Osborn, A (1985).

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Osborn sostiene que había movilidad de estos grupos chibchas para celebrar
equinoccios y solsticios, ya que “el este/noreste se relaciona con el solsticio
de Junio; el centro, con los dos equinoccios y el oeste/suroeste con el solsticio
de Diciembre (…) en el mundo conceptual de los Uwa, el solsticio de Junio
ocurre cosmo-geográficamente en el área de tierras bajas en la región de Barinas
(Venezuela) y el de Diciembre en el altiplano de Santander del Sur (Colombia)
(…) era un grupo residencial y ceremonial que se movía conjuntamente entre las
diferentes zonas residenciales, durante el ciclo anual” (Osborn, 1985: 26).

Estos grupos Uwa no eran nómadas, sino que se movían entre tierras bajas y altas
por razones ceremoniales y “cada cuarto año cada grupo se encontraba en una zona
específica” para hacer sus rituales (1985: SN). Es de notar que los grupos tenían
acceso a sitios ceremoniales de otros grupos, lo que traduce que estos lugares
eran considerados de encuentro entre grupos “y estos sitios fueron señalados con
menhires”, donde intercambiaban bienes, ceremonias y ritos (Ibidem).

Me detengo en esta parte, porque Osborn sostiene en este libro que cuando los
indígenas pasaban el páramo o quebradas de división de sus territorios, “dejaban
piedras (pequeñas y labradas) como ‘pago’” (Ibidem).

Esta afirmación me permite adentrarme en el tema de los petroglifos en Barinas,


donde se contabilizan complejos de arte rupestre en Bum Bum, El Anime, Caño
Grande, Las Lajitas, La Pedregosa, Santa Bárbara de Barinas, Curbatí, Capitanejo
y El Yaure. Algunos de estos pueblos se encuentran cerca de Táchira, fronterizo
con Colombia, y miran de frente a la Cordillera Andina de Mérida (Montiel,
2008). Otros trabajos arqueológicos revelan hallazgos de figuras rupestres con
formas de placas aladas, como el llamado “Piedra de los Indios” en el área El
Anime, que suma 32 figuras zoomorfas en escena de vuelo (orientadas hacia el
este), y la piedra Cerrito 2, que se encuentra en el mismo caño donde se ubica
la anterior piedra y cuenta con una escena glifada de 15 figuras aladas (no se
especifica la orientación) (Montiel, 2008).

Según Antonio Niño (2007: 888), cuatro de los cinco complejos estudiados en
Barinas presentan glifos alados: El Anime, Las Lajitas, Bum Bum y Curbatí.
Estas evidencias pueden develar que las poblaciones del piedemonte barinés
fueron constituidas por “inmigrantes del oriente colombiano y Andes venezolanos”
(Albarrán, 2007: 124)

Nelson Montiel sostiene que en el pueblo de Pedraza, nombrado en el mito de


El vuelo de las tijeretas, es un epicentro importante, porque allí se celebra el

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solsticio del 24 de junio, “que es el solsticio de entrada de agua, del invierno acá”,
y el de verano en el norte. Todos los caminos de petroglifos y sitios arqueológicos
conducen a la actual Pedraza y Bum Bum, según su experiencia de campo. “Los
Uwa celebraban en junio el solsticio en Pedraza, que creemos es en el sitio
llamado Las Lajitas”, donde está el petroglifo de “El General”, que asemeja una
charretera, pero es una casa solar, según Montiel. En la cúpula de esa piedra
glifada se esculpió el registro del equinoccio: “Está el sol en el centro con las
casas solares”, describe.

Los indígenas de los grupos Uwa hacían el recorrido bien sea caminando o bien
sea por vía fluvial, ya que los ríos actuales que unen esa zona de Colombia con
Táchira y Barinas, en Venezuela, son ríos aún navegables, en esta época.

De acuerdo con Montiel, los petroglifos (que coinciden con el recorrido del
vuelo migratorio descrito y analizado por Osborn) serían zonas que contienen
información topográfica, geográfica y de cosmovisión. Así, probablemente los
indígenas de Mérida bajaban hasta Barinas, como todavía siguen bajando por
toda esa ruta: “Si Barinas está poblada es por la ruta que viene de Mucuchíes,
Apartaderos, los Nevados y Aricagua. Es un movimiento migratorio que no ha
terminado. Este desplazamiento de la población para allá y para acá está vivo”.

Cuando Montiel empezó a analizar hacia dónde se dirigían los petroglifos,


“entendí que el centro ceremonial no era la Sierra Nevada, sino Peña Viva, en
Bum Bum, que es una montaña sagrada, un sitio ceremonial para encuentros más
grandes”, refirió. Actualmente en el imaginario de las y los habitantes de Bum Bum
se cree que nadie puede entrar a Peña Viva, también conocida como “Montaña
encantada”, porque se pierde o la montaña se mueve; de hecho, ruge. Se dice que
los antiguos pobladores, al sentir la avanzada del conquistador español, subieron
hacia esta montaña y lanzaron un hechizo para que nadie pudiera subirla.

Se debe aclarar que hay teorías que, basadas en el análisis de formas, sugieren
que los petroglifos fueron realizados por grupos de lengua arawaka (3).

Las etnias que existían cuando


llegaron los conquistadores

Basado en documentos históricos, Virgilio Tosta detalla que Barinas era el nombre
de una de las tantas etnias indígenas que, antes de la llegada de los conquistadores,
moraba en las llanuras próximas a la Sierra Nevada, en las actuales poblaciones
de Barinitas, Quebrada Seca y Altamira, entre los ríos Santo Domingo y Pagüey.

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Compartían estas tierras junto a los torunos (4), los canaguaes y los suripaes, y
vagaban por las regiones cercanas a las actuales ciudades de Barinas y Pedraza.
“Vivían principalmente de la recolección de frutos. Eran algunos de temperamento
apacible. Otros de extremada bravura y muy belicosos, por lo cual es posible que
perteneciesen a la aguerrida nación de los Jirajaras” (Tosta, 1986: 9).

En la zona de las tribus andinas estudiadas por Julio César Salas (citado por
Tosta), donde incluye “las llanuras contiguas a las últimas estribaciones de
(la) cordillera hacia las pampas de los estados Portuguesa, Zamora (Barinas) y
Apure”, distingue dos grandes grupos: “todas las tribus de suave natural, que
tienen por características el ejercicio de la agricultura y la vida sedentaria (y)
todas las tribus esencialmente belicosas, nómadas, que derivan su subsistencia
principalmente del ejercicio de la caza y de la pesca y de frutas silvestres”. El
territorio de Suripá y Canaguá, explicaba Tosta, “estaba dominado para la época
de la conquista española por los indios Giros, diversas tribus belicosas y nómades
en su mayor parte de tipo etnológico distinto de los indios de los valles interiores”
(Tosta, 1970: 504).

Fernando Benet explicaba que los mucuchíes, formados por los mocaos,
mixteques, misintaes, mosnachoes, misiqueas y mucuchaches, “lindaban con los
Mucubajíes y Aracayes, o sean los indios de las márgenes del río Santo Domingo,
vecinos ya de los Barinas”, además de colindar también “con los Pagüeyes y
Curbatíes de la jurisdicción de Pedraza” (1929, Tomo 1: 128).

Asimismo, detallaba que en Los Nevados de Mérida “habría multitud de tribus,


comprendiendo en ellas las de Mucutuy y Mucuchachí, y toda la comarca
vecina, llamada en lo antiguo por extensión, valle de Aricagua, a saber: (…) Los
Pajones, Camisetas, Puruyes, Lanzarotes, Estimacaes y Tucupíes, a espaldas de
los Aricaguas hacia los Llanos, todos los cuales eran de la nación Jirajaras, y se
coaligaron con estos en 1617 para la destrucción de Pedraza (…) Por la parte de
los Llanos, entraban también en la jurisdicción de Mérida los Ticoporos, Barinaos,
Curayes, Michayes, Apures, Guaraguarares, Orúes, Guaracaponoes, Guaneros y
otros de la antigua provincia de Barinas” (Benet, 1929, Tomo 1: 129).

En Portuguesa -estado fronterizo con Barinas- se ubicaban los indígenas


caquetíos, cuibas, coyones y guaicaríes o guaqueríes. Citando a Pedro Manuel
Arcaya, Benet afirmaba que los caquetíos “eran la nación indígena más numerosa
entre los que poblaban las tierras llamadas del Occidente de Venezuela” y, desde
Coro hasta el río Meta, “hablaban la misma lengua y eran del mismo aspecto
físico y moral” (1933, Tomo 2: 6), considerados muy hermosos.

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Asimismo, Benet continúa su descripción de los indígenas que poblaban el


hoy estado Portuguesa y concluía que los cuibas vivían entremezclados con los
caquetíos, formando “numerosas poblaciones llaneras, siendo las más importantes
las de Boraure y Acarigua; además poseían villorrios en las serranías vecinas a
los llanos”. Sobre esta aspecto citó a Jahn: “La marcada afinidad que se nota en
los dialectos jirajara, ayomán, gayón (¿y cuiba?), al menos en los vocabularios
que nos han suministrado sus supervivientes, hace presumir que fuesen todos
derivados de una misma lengua matriz, presunción que parece corroborada por las
noticias de los antiguos cronistas, que, como hemos dicho, refieren que algunos
pueblos del estado Lara vivían en comunidad jirajaras y ayamanes, y entre otros,
gayones y cuibas” (Ibidem).

También citando a Pedro Manuel Arcaya, Tosta refiere que el área que ocupaban
los caquetíos abarcaba desde las islas de Curazao, Aruba y Bonaire, hasta las
comarcas corianas, “corríanse al occidente hasta las costas del Lago de Maracaibo,
y hacia el oriente hasta algo más allá de la boca del Yaracuy; penetraban luego
al interior de los valles que cruza ese mismo río, cuyas márgenes habitaban,
especialmente la tierra llana comprendida entre la del Oeste de la serranía, esto es,
las fertilísimas comarcas donde después fundaron los españoles las poblaciones
de San Felipe, Guama, Urachiche y Yaritagua”.

Continuaban hasta Lara, descendían al sur “y en concurrencia con otras tribus


entraban a los Llanos. En estos, y en las faldas orientales de la Cordillera andina,
se les encontraba en toda la gran faja de tierra que forman los estados Cojedes,
Portuguesa y Barinas (…) Por donde está ahora Pedraza subían algunas de sus
tribus hasta las serranías del estado Mérida. Dispersábanse en los Llanos de Apure,
y unos se internaban por ellos hasta las sabanas del Meta y Casanare, por donde
subían hasta los Andes de la presente República de Colombia, y otros se dirigían
a las selvas de las márgenes del Orinoco en la región de Barraguán” (1986: 11
y 12). Los aborígenes de esta etnia eran “apacibles y cordiales” y “frente a los
conquistadores siempre adoptaron una actitud amistosa, a pesar del daño que les
ocasionaron” (Ibidem).

A diferencia de los caquetíos, los jirajaras eran “feroces y valientes” guerreros,


como los llama Juan de Castellanos, pero “eran excelentes labradores, locuaces y
alegres”. Vivían en los actuales estados Falcón, Lara, Trujillo, Barinas y Pedraza
(Ibidem).

También existían los indígenas ajaguas o achaguas en Barinas y Apure,


considerados “dóciles, agradables y blandos” (Tosta, 1986: 13). Citando a Julio

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César Salas, Tosta refiere que los indígenas toreros o torunos de Barinas, a
semejanza de los guamos y guaneros, pertenecían a la nación ajagua (Ibidem).
Para el año 1831, refiere Tosta, “había pocos indios porque preferían ‘vivir
sepultados en las grandes montañas’ de aquel vasto distrito de Pedraza” (1970:
56 y 57), lo cual puede indicar que los grupos indígenas que quedaron o sus
descendientes se replegaron hacia las zonas montañosas, quizá del piedemonte
compartido con Mérida, Trujillo o Táchira.

Según Montiel, aún hay rutas llamadas de indios que son activas, como la de
Aricagua, la de Santa Catalina (por Acequias), la que lleva a Los Nevados (por
San Juan Bautista, pueblo que fue abandonado), por el río Curbatí (entre el
Canaguá y el Pagüey) y por Altos de la Aguada, que va a dar a Mucuchíes. “Son
caminos de recua, antiguos, que todavía están activos para la población de los
Andes, como están activos los que van hacia Boconó desde Calderas”, dijo.

2.5. Descripción de material superficial hallado en el


sector Suripá-La Barinesa, en la parroquia Barinitas,
del municipio Bolívar, en el estado Barinas

El sitio

En el año 2008 se me notificó que abriendo unos huecos para hacer las bases con
el fin de instalar un tanque de agua, una familia consiguió material de cerámica,
unas cuentas de collar líticas y un dije lítico en el sector Suripá-La Barinesa,
parroquia Barinitas, del municipio Bolívar, Barinas.

Se me mostró unas cuentas y luego, yendo hasta la zona, pude ver un dije de figura
lítica antropomorfa de una piedra sedimentaria grisácea con una placa alada en el
pecho (ver imágenes de anexo), y una pequeña piedra de forma ovoide, de color
marrón, con la imagen grabada de una rana, pero el señor que se posesionó de
estas piezas sólo les dejó tomar fotos.

En el lugar donde se hicieron los huecos para levantar el tanque queda la casa de
Rafael La Cruz, quien habitaba en esa zona. Pude constatar que se trataba de una
pequeña parcela donde se sembraba tabaco y al día siguiente, cuando regresé,
los hijos de la señora abrieron un hueco de medio metro de profundidad, más o
menos, de donde extrajeron estos restos cerámicos y líticos, considerado material
superficial, que a continuación caracterizamos.

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Este material lo doné al Museo Arqueológico Gonzalo Rincón Gutiérrez, de La


Universidad de Los Andes, donde realicé esta caracterización con la asesoría de
la arqueóloga Gladys Gordones. Entraron al laboratorio con el código 2964 las
siguientes piezas: 79 fragmentos de panzas de cerámica, 9 piezas líticas, una
asa, 17 bordes de vasijas, una posible pata de vasija trípode, una asa tubular, tres
fragmentos líticos (uno de ellos un círculo, trabajado) y tres trozos de carbón.

Es de resaltar que cuando se traslada Barinas desde Altamira de Cáceres hasta la


actual Barinitas (antes llamada la mesa del Moromoy), en 1628, en esta zona de
La Barinesa, antes llamada Nuestra Señora de El Curay (pueblo de indios creado
en 1619) (Ruiz Tirado, 2000), era una zona tabacalera para el siglo XVII. Incluso,
el tabaco Varyna fue considerado en esa época uno de los mejores del mundo,
exportado incluso para Europa.

Allí, en El Curay, se trasladaron en el año 1619 las 11 encomiendas que existían


en Barinas y, luego, en el año 1657 se volvieron a reagrupar y se incorporaron 10
nuevas encomiendas otra vez al pueblo de El Curay para congregar en esa zona
18 encomiendas en total. Había en este lugar indígenas de las etnias timotes,
caquetíos, jiraharas, apón, motilones (así le decían para la época tanto a los yupka,
de lengua caribe, como a los barí, de lengua chibcha), achaguas e intuimos que
otros grupos que no se especifican en los documentos históricos.

Este pueblo de El Curay se extinguió antes de 1787 (Ruiz Tirado, 2000). Es


probable que estos restos cerámicos correspondan a los grupos de población
originaria que se asentaron en esta meseta para esa época; sin embargo, será un
trabajo arqueológico más exhaustivo y sistemático el que determine la fecha de
este posible asentamiento.

Caracterización general

En el sector Suripá-La Barinesa, se hallaron en una recolección superficial 110


fragmentos entre cerámica y líticos, distribuidos así: 96 fragmentos de cerámica
y 14 líticos.

De los 96 restos de cerámica, 64 son de panza y 18 bordes. Presentan desgrasantes,


como arena y mica, cuarzo y arena sola. El grosor promedio varía entre 4
milímetros y 1,4 centímetro. De estos, 39 fragmentos tienen rastros de hollín
tanto en la parte interna como externamente, y 25 no los tienen. Se distinguen:

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• 11 fragmentos de cerámica, muy erosionados, entre ellos 4 bordes, 5 de


panza, 1 pata y 1 asa. El color de este grupo varía entre grisáceo (5YR 6/1) y
anaranjado (5YR 6/8). El grosor oscila entre 0,6 centímetro y 1,3 centímetro.

• 23 fragmentos de cerámica, entre ellos 2 bordes (1 decorado) y 21


fragmentos de panza (2 presentan un engobe muy diluido, color 5YR 4/4). El
color va desde anaranjado más claro (5YR 7/8) hasta anaranjado más intenso
(5YR 5/8). El grosor está entre 0,4 centímetro y 1,4 centímetro. Es de resaltar que
7 fragmentos presentan marcas de hollín tanto en la parte interna como externa de
las piezas.

• 41 fragmentos de cerámica, entre ellos 9 bordes (2 decorados). El resto


es de panza. El grosor varía entre 0,4 centímetro y 1 centímetro. De este grupo, 1
borde y 1 fragmento presentan engobe anaranjado (5YR 5/6) y el resto varía entre
un color más claro (5YR 7/6) hasta más oscuro (5YR 5/4). 8 fragmentos tienen
marcas de hollín, tanto interna como externamente.

• 1 fragmento de cerámica de panza, de un grosor de 0,7 centímetro. La


parte interna es de color anaranjado (5YR 5/8) y presenta trazas de fuego por la
parte externa.

• 1 fragmento de cerámica de panza, el grosor es de 0,8 centímetro. Se


encuentra muy deteriorado.

• 19 fragmentos de cerámica, entre ellos 3 bordes y 1 asa tubular; el resto


es de panza, que presentan marcas de hollín, tanto interna como externamente,
por lo tanto, son de color oscuro, entre marrón oscuro y casi negro (entre 5YR
2.5/1 a 3/4). El grosor está entre 0,5 centímetro y 1 centímetro.

Como dijimos, hay 14 fragmentos líticos, entre ellos 1 de forma circular, color
negro (de 3,6 centímetros de diámetro y 1 centímetro de grosor), y 13 fragmentos
de roca, también negros.

De los bordes analizados, se reconstruyeron las siguientes formas, casi todas


correspondientes a vasijas pequeñas, a excepción de una:

• Una vasija de paredes y bases rectas (figura Nº 1 de la parte fotográfica).

• Vasijas semiglobulares de boca ancha con labios salientes o relativamente


salientes (figura Nº 2).

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• Una vasija de boca restringida con cuello alto, y profunda (figura Nº 3).

• Vasijas de paredes entrantes, labios salientes y poco profundas (figura Nº


4).

• Vasijas rectas con paredes ligeramente entrantes con labios salientes o


relativamente salientes, y profundas (figura Nº 5).

Referenciación con la cerámica de la zona

De acuerdo con las investigaciones arqueológicas realizadas en Barinas, ninguna


fase cerámica se relaciona con los fragmentos hallados por mí en el sector Suripá-
La Barinesa, ya que la fase Agua Blanca (Cruxent y Rouse, 1982: 327-328) es
más bien una cerámica fina y suave, y una gran parte de los tiestos presenta
engobe blanco y algunos pintura negra sobre blanca y negra sobre roja con
algunos dibujos. La cerámica de Suripá-La Barinesa tiene marcas de hollín, que
pudiese ser una evidencia de que pudieron ser usadas para labores de cocción, es
decir, que pudieron ser vasijas utilitarias. No concuerda esta cerámica con la fase
Agua Blanca en la técnica de decoración ni en las formas. Estas piezas que trabajé
no tienen pintura, sólo un engobe muy diluido de color anaranjado y algunos
fragmentos superan el grosor de esta fase.

Suripá-La Barinesa sólo se relaciona con la cerámica de la fase Caño del Oso
en algunos fragmentos que son arenosos y ásperos, pero más por la acción de la
erosión; no obstante, las formas, uso de pintura y decoración no se asemejan, a
excepción de un asa de tipo horizontal tubular encontrada en este contexto.
El complejo La Betania no se relaciona con el material hallado en Barinitas,
aunque pudiese haber relación con la forma de vasijas globulares, ya que en
Suripá-La Barinesa se encontró una semiglobular; sin embargo, no coinciden en
la decoración y pintura.

Caño Caroní presenta similitudes con el área amazónica y no se relaciona con


Suripá-La Barinesa ni en las formas, el uso de pintura y decoraciones; sólo
coinciden en el uso del engobe anaranjado. La alfarería de El Choque pudiese
tener alguna similitud con Suripá-La Barinesa, ya que presenta poca decoración
con pintura y uno de los engobes usados también fue el anaranjado. Además, el
primer tipo presenta decoración plástica con incisiones e impresiones digitales,
como se presenta en algunos bordes analizados en Suripá-La Barinesa; no obstante,
la cerámica de El Choque tiene también incisiones digitales ocasionalmente en
las panzas, lo que no se ve en Suripá-La Barinesa (debe hacerse un estudio más

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sistemático para conseguir más material en esta zona). No coinciden totalmente


los desgrasantes usados ni las formas.

La cerámica de Punto Fijo, otra zona de excavación de Barinas, en nada se


relaciona con la cerámica Suripá-La Barinesa, a excepción del uso de partículas
de cuarzo como desgrasante. La cerámica de Copa de Oro, otro de los complejos
del estado llanero, tampoco se relaciona con Suripá-La Barinesa, a excepción de
la forma globular de algunas vasijas.

El sitio Curbatí Temprano (piedemonte barinés) presenta una cerámica delicada,


bien cocida y de paredes delgadas, y no se asemeja con la cerámica hallada en
Suripá-La Barinesa.

Gasson explica que el complejo Caño Seco, en Barinas, que ha sido poco estudiado,
“se encuentra relacionado con la fase San Nicolás, del área de Boconó” y la
cerámica es más sencilla y tosca; con Suripá-La Barinesa se relaciona quizá la
sencillez de la cerámica (por no tener decoración de pintura y la falta de apliques
en otro estilo), así como las formas de ollas globulares, pero no presentan ni la
misma decoración ni engobe.

Tampoco hay relación entre Suripá-La Barinesa y el área de la región del Orinoco
Medio (ni en formas, desgrasantes y decoraciones), según la división realizada
por Cruxent y Rousse.

Podemos concluir que por ahora el material hallado en Suripá-La Barinesa no se


relaciona totalmente con ningún complejo cerámico excavado hasta la fecha en
Barinas, Apure, piedemonte de Portuguesa y Trujillo. Sin embargo, aclaro que la
muestra es superficial y muy poca para establecer una comparación definitiva.
Serán trabajos arqueológicos más exhaustivos y sistemáticos los que permitan
hacer una mejor referenciación en la zona.

Las placas aladas y las formas de rana

La placa alada es un objeto hallado en las excavaciones arqueológicas del país


“en grandes cantidades en la región andina, especialmente en la Cordillera de
Mérida” (Clarac de Briceño, 1991: 21). En su mayoría están talladas en roca
metamórfica, entre serpentina, pizarra y jadeíta, y algunas en concha. “Los
campesinos merideños, quienes conocen generalmente el objeto bajo el nombre
de ‘águilas’, dicen que los ‘los indios las hacían también de oro y se echaban a las
lagunas como ofrendas” (Clarac de Briceño, 1991: 23).

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Analizando una estatuilla de piedra tallada, encontrada en el área de los Andes,


Jacqueline Clarac de Briceño concluye que tiene forma humana, “es muy probable
que ella represente el personaje del ‘moján’ (chamán andino) o el dios del páramo
(de su antiguo nombre ‘Ches’)” (Ibidem).

Relaciona la parte superior (brazos y cabeza) y la inferior (brazos y vientre) de


dicha estatuilla con las placas aladas: “Es una estilización que da mayor énfasis
a los brazos convertidos en alas”. Explica que los campesinos merideños decían
que “el moján ‘vuela como águila cuando va al mundo de los espíritus”, así como
“vuela como zamuro cuando va al mundo (laguna) de los muertos” (Ibidem),
esto con el fin de “buscar las almas de las personas que se han enfermado”, ya
que estas salen fuera del cuerpo a volar o son más propensas a ser robadas por
espíritus o espantos. Las figuras antropomorfas líticas con estas formas de placa
alada se han hallado sólo en el páramo de Mucuchíes, en Mérida (5).

El dije de una figura lítica antropomorfa de una piedra sedimentaria grisácea con
una placa alada en el pecho, encontrado en mi investigación en el sector Suripá-
La Barinesa, pudiera indicar que la cerámica hallada en esta región fue tal vez
hecha por un grupo indígena relacionado con la zona de Mucuchíes que bajó
hacia la meseta del Curay.

Así, se pueden plantear varias hipótesis:

A) Fue un grupo que se movió de su zona de origen (posiblemente del


páramo de Mucuchíes, como ya dijimos) hasta la mesa del Moromoy con las
encomiendas, que, como explicamos, se congregaron allí, en la mesa del Curay,
en 1619, porque no coincide con el material arqueológico de la zona antes del
contacto europeo.

B) Posiblemente se trate de una cerámica utilitaria colonial, hecha por la


población originaria, que etnológicamente estaba vinculada con las comunidades
indígenas del páramo de Mucuchíes. Quizás se trate de un grupo posterior al
contacto europeo.

Las figuras de ranas, como la labrada en una piedra encontrada junto con el
dije lítico descrito anteriormente, se han ubicado en contextos arqueológicos de
Mérida, Portuguesa, Quibor y Trujillo. En Venezuela se han hallado estas figuras
en los Andes de los países de América del Sur. Según las interpretaciones hechas,
son muestra de fertilidad (6).

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Boletín Antropológico. Año 31, Nº 86, Julio-Diciembre, 2013. ISSN:1325-2610.
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(Artículo entregado para su publicación en octubre 2013 y aprobado para la


publicación en noviembre 2013)

Notas:

(1) Al profesor Nelson Montiel lo entrevisté el 31 de enero del 2012 en la


Universidad Nacional Experimental de los Llanos Ezequiel Zamora (UNELLEZ),
en Barinas.

(2) No pude conseguir un mapa de Barinas que señalara la ruta de las calzadas,
que van paralelas a los ríos.

(3) Según conversación con la arqueóloga Gladys Gordones, del Museo


Arqueológico Gonzalo Rincón Gutiérrez, de la Universidad de Los Andes.

(4) “Torumos es nombre indígena, posiblemente de procedencia caribe. Los


indios torumos se cuentan entre las tribus que existían en los límites del estado
Mérida, como los canaguás, torondoyes, suripaes y otros. Con el radical Ton o
Tor encontramos los toreros y tononoes en el Táchira. En cumanagoto Torono es
‘pájaro’. Son apenas deducciones derivadas de la presencia de caribes y aruacos
en esas tierras” (Chiossone, 1992: 462).

(5) En conversaciones con la profesora Jacqueline Clarac de Briceño.

(6) En conversaciones con la arqueóloga Gladys Gordones.

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ANEXOS

Mapa de ubicación del hallazgo de Suripá, La Barinesa, parroquia Barinitas,


municipio Bolívar de Barinas.

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Universidad de Los Andes. Museo Arqueológico / Centro de Investigaciones.

Cuentas líticas halladas en ese lugar y la gente de la zona se las apropió.

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Dije lítico de mujer con una placa alada en el pecho. También hallado en el lugar.

Formas de vasijas, reconstruidas en el laboratorio del


Museo Arqueológico Gonzalo Rincón Gutiérrez

Figura Nº 1.

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Universidad de Los Andes. Museo Arqueológico / Centro de Investigaciones.

Figura Nº 2.

Figura Nº 3.

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Universidad de Los Andes. Annel Mejías. Etnohistoria de los grupos... pp. 96-125.

Figura Nº 4.

Figura Nº 5.

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