Penal Magdalena. Anulación Veredicto Absolutorio

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Causa N° 92058

PROVINCIA DE BUENOS AIRES


TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

ACUERDO
La Sala I del Tribunal de Casación Penal de
la Provincia de Buenos Aires, integrada por los señores jueces doctores
Daniel Carral y Ricardo Maidana (art. 451 del Código Procesal Penal), con la
presidencia del primero de los nombrados, de conformidad con lo
establecido en la Ac. 3975/2020 de la SCBA, procede al dictado de
sentencia en el marco de la Causa N° 92058 caratulada “TEJEDA DANIEL
S/ REC DE CASA INTERP POR DEF OFICIAL /ROMA MARIA DEL
ROSARIO S/ REC DE CASAC INTERP POR PART DAMNIF / FERNANDEZ
REIMUNDO S/ REC DE CASAC INTERP POR DEF PART / MONTES DE
OCA RUBEN S/ REC DE CASAC INTERP POR DEF PART / TEJEDA
DANIEL Y OTROS S/ REC DE CASAC INTERP POR PART DAMNIF /
ROMA MARIA DEL ROSARIO Y OTROS S/REC. DE CASA INTERP POR
PART DAMNIF/MARTI Y OTROS S/REC CASA POR FISCAL”, conforme al
siguiente orden de votación: MAIDANA - CARRAL.

ANTECEDENTES

El 9 de febrero del año 2018, el Tribunal en lo


Criminal n° 5 del Departamento Judicial La Plata, luego de la celebración del
juicio oral, dictó veredicto absolutorio a favor de Cristian Alberto Nuñez –
imputado por su rol de Jefe de Seguridad Externa de la Unidad Carcelaria n°
28 de Magdalena en relación al hecho n° 1, calificado por la acusación como
homicidio imprudente, según art. 84 in fine CP, y por el Tribunal como
incendio culposo agravado, conf. art. 189 segundo párrafo CP-, y a favor de
los Agentes Penitenciarios de la misma Unidad: Carlos Augusto Busto,
Mauricio Alejandro Giannobile, Jorge Luis Marti, Gualberto Darío
Molina, Maximiliano Morcella, Gonzalo Rafael Perez, María Del Rosario
Roma, Juan César Romano, Marcos David Sánchez, Juan Emiliano
Santamaría, Marcelo Fabricio Valdiviezo, Eduardo Gabriel Villarreal, y
Juan Eduardo Zaccheo respecto al hecho n° 2 -calificado por la acusación
como abandono de persona seguido de muerte y lesiones en los términos

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del art. 106 in fine CP y por el Tribunal como homicidio simple con dolo
eventual en concurso ideal con tentativa de homicidio simple con dolo
eventual, en los términos de los arts. 42, 54 y 79 del CP. En la misma
decisión, dictó veredicto condenatorio imponiendo a Daniel Oscar Tejeda
-como Director de la Unidad Carcelaria 28 de Magdalena- a la pena de
cinco (5) años de prisión e inhabilitación especial por el término de diez
(10) años para ocupar cargos públicos, accesorias legales y costas, por
juzgarlo autor responsable del delito de incendio culposo agravado (hecho 1,
arts. 45 y 189 segundo párrafo del C.P.), a Reimundo Héctor Fernández -
como Jefe de Turno de la mencionada Unidad- a las penas de veinticinco
(25) años de prisión e inhabilitación especial por diez (10) años para
ocupar cargos públicos, accesorias legales y costas, y a Rubén Alejandro
Montes de Oca -como Guardia de la Seguridad Exterior de la Unidad 28- a
las penas de diez (10) años de prisión e inhabilitación especial por siete
(7) años para ocupar cargo públicos, accesorias legales y costas,
respectivamente, por hallarlos coautores responsables del hecho n° 2
constitutivo del delito de homicidio simple (treinta y tres víctimas) en
concurso ideal con tentativa de homicidio simple (dos víctimas), en los
términos de los arts. 42, 45, 54 y 79 del C.P.
Contra la sentencia fueron interpuestos siete
recursos de casación: 1) por el Defensor Oficial Dr. Ernesto Julián Ferreira, a
favor de Daniel Oscar Tejeda; 2) por el Dr. Darío Saldaño, en representación
de Rubén Alejandro Montes de Oca; 3) por el Dr. Julio Ricardo Beley, en
beneficio de Reimundo Héctor Fernández. A su vez, el veredicto absolutorio
fue impugnado por: 4) las representantes del Ministerio Público Fiscal, Dras.
María Florencia Budiño y María Victoria Huergo, en relación a María del
Rosario Roma, Jorge Luis Marti, Gualberto Darío Molina, Gonzalo Pérez,
Carlos Augusto Busto, Juan Emiliano Santamarina, Marcelo Fabricio
Valdiviezo, Juan César Romano, Eduardo Gabriel Villarreal y Mauricio
Alejandro Giannobile – todos intimados por el hecho individualizado como
número 2 según el fallo-; 5) la Dra. Carla Victoria Ocampo Pilla, el Dr. Javier
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Marcelo Percow, el Dr. Fernando Quiroga y la Dra. Margarita Jaque –


abogados del Programa Litigio Estratégico de la Comisión de la Memoria de
la Provincia de Buenos Aires, en representación de Carolina Delegado y
Analía Ortigoza; 6) las Dras. Sofía Helena Caravelos y Analía Inés Carrillo,
abogadas del Colectivo de Investigación y Acción Jurídica, en
representación de Paola Anabela Monserrat, Leila Ludmila Campos, Rosana
María Pereyra, Jorge Daniel Pereyra, Gisela Ana Pereyra, Guillermo Daniel
Pereyra y Francisco Pereyra; y 7) la Dra. Agustina LLoret y el Dr. Mariano
Nicolás Lanziano, abogados del Centro de Estudios Legales y Sociales, en
representación de Rufina Verón.
La causa ingresó a la Sala el 2 de noviembre del año
2018, se celebró audiencia en los términos del art. 458 del CPP con fecha 7
de noviembre de 2019, se presentaron notas complementarias, se encuentra
en estado de dictar sentencia, por lo que se dispone plantear y revolver las
siguientes:
CUESTIONES
Primera: ¿Son admisibles los recursos interpuestos?
Segunda: ¿Qué pronunciamiento corresponde dictar?

A la primera cuestión planteada el señor Juez, doctor


MAIDANA, dijo:

Los recursos fueron interpuestos por quienes se


encuentran legitimados, en debido tiempo, contra un pronunciamiento
definitivo de juicio oral en material criminal, se encuentran reunidos los
recaudos formales y satisfechos los requisitos de admisibilidad previstos
legalmente (arts. 18 y 75 inc. 22 CN; 8.2.h CADH; 14.5 PIDCP; 20 inc. 1,
450, primer párrafo, 451, y 454 CPP).

VOTO POR LA AFIRMATIVA.

A la misma primera cuestión planteada el señor Juez,


doctor CARRAL, dijo:

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Adhiero al voto del doctor Maidana en igual sentido y


por los mismos fundamentos.

VOTO POR LA AFIRMATIVA.

A la segunda cuestión planteada el señor Juez, doctor


MAIDANA, dijo
1) Las representantes del Ministerio Público Fiscal
interpusieron recurso de casación contra el fallo (fs. 1350/1369). Cuestionan
la absolución de Roma, Marti, Molina, Perez, Busto, Santamaría, Valdiviezo,
Romano, Villarreal, y Gionnobile; no mediando agravio en relación a la
situación de Cristián Alberto Nuñez, también absuelto por el hecho nro. 1 –
siguiendo el orden propuesto por el fallo-. Las Fiscales consideran que
corresponde condenar a los nombrados como coautores del delito de
abandono de persona seguido de muerte (art. 106 in fine del C.P.), en tanto
se acreditó la posibilidad de realizar las conductas debidas. Que el
pronunciamiento recortó tramos esenciales de la acusación y juzgó
irrelevante el operativo armado con resultado fatal, que se tornó abusivo
cuando el personal del Servicio Penitenciario llegó a la mitad del módulo. Al
omitir tal circunstancia, el Tribunal interrumpió el curso causal iniciado con la
represión, que fue precisamente lo que determinó que los internos
replegados en el fondo del pabellón no pudieran salir. Consideran que el A-
Quo valoró de manera errónea la prueba al circunscribir como hecho
determinante del resultado, el cierre y la no apertura de dos puertas. Afirman
que, sin prueba que lo avale, atribuyeron el evento sólo a dos acusados,
quienes –siguiendo el criterio del Tribunal- podían abrirlas. Así, descartó la
responsabilidad del resto de los imputados que, al participar en el
procedimiento, también son garantes. Indican que quienes intervinieron en
el operativo en el pabellón 16 estaban en real situación de conocer el
alcance del peligro y actuar. Señalan que los Jueces se desentendieron de
los testimonios de quienes estaban detenidos. Asimismo, omitieron tratar la
razón por la cual la convocatoria tardía a los Bomberos no resultó atribuible

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a los acusados. Que el razonamiento del Tribunal fue sesgado al concluir


que fue escaso el tiempo para llevar adelante conductas tendientes a
asegurar el nexo de evitación. Afirman que hubo tiempo para realizar tareas
tendientes a menguar el peligro –más allá de la eficiencia-, que en función
de sus roles de garantes estaban obligados a cumplir, tales como: corroborar
la modalidad de cierre de las puertas delanteras e intentar abrirlas, convocar
inmediatamente a los Bomberos, colaborar con las tareas de rescate, etc.
Dictaminan que el Tribunal erróneamente asignó relevancia penal –
exclusivamente- al resultado muerte. Entienden que el fallo carece de
fundamentación, por lo que solicitan se case el mismo, se condene a los
nombrados y se fije a los agentes del servicio penitenciario la pena requerida
en la discusión final. En subsidio, reclaman que se reenvíen las actuaciones
a la instancia de origen a los efectos que se dosifiquen las sanciones.
2) Por su parte, las Particulares Damnificadas, Carolina
Delgado y Analía Ortigoza, representadas por la Dra. Carla Victoria Ocampo
Pilla, el Dr. Javier Marcelo Percow, el Dr. Fernando Quiroga y la Dra.
Margarita Jaque –abogados del Programa Litigio Estratégico de la Comisión
de la Memoria de la Provincia de Buenos Aires-, interpusieron recurso contra
el fallo (fs. 978/989). Alegan arbitraria valoración de la prueba para justificar
los veredictos absolutorios. Enfatizan en el tenor de las declaraciones de los
internos. Discrepan con el alcance dado al mantenimiento de las puertas
cerradas, desde que no sólo Fernández y Montes de Oca tenían
conocimiento de que las identificadas como 2 y 3 fueron cerradas. Se
acreditó que el repliegue de los agentes penitenciarios del módulo 16 se
debió a la propagación del humo; también que los imputados absueltos
ingresaron al pabellón y observaron que no salieron todos los detenidos.
Afirman que el personal del Servicio Penitenciario se dirigió al sector trasero
del módulo para proceder a la apertura de la puerta de emergencia, cuando
sabían que el foco allí se había iniciado. Consideran que el pronunciamiento
es contradictorio al negar el conocimiento de la presencia de internos dentro
del módulo (debido al estado de las puertas) por parte de los imputados
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absueltos, lo que también se vio reflejado en las ineficaces conductas


alternativas de salvamento. Alegan que sólo debían abrir las puertas,
tratándose de un hecho de gravedad institucional. Citan fallos de la CIDH y
normativa constitucional. Solicitan se requiera copia de la grabación del
debate. Reclaman que se case el fallo, y se condene en orden a la
acusación formulada. Hicieron reserva del caso federal.
3) Las Particulares Damnificadas Leila Ludmila Campos,
Rosana María Pereyra, Jorge Daniel Pereyra, Gisela Ana Pereyra, Guillermo
Daniel Pereyra, y Francisco Pereyra; representadas por las Dras. Sofía
Helena Caravelos y Analía Inés Carrillo, abogadas del Colectivo de
Investigación y Acción Jurídica, dedujeron el recurso de casación que luce a
fs. 992/1006 y vta. Se agravian de los veredictos absolutorios y argumentan
sobre la posible responsabilidad del Estado y la gravedad institucional del
hecho. Entienden que el pronunciamiento es arbitrario por mediar
contradicción, en tanto solamente se consideró acreditada la acción de
mantener cerradas dos puertas. Aseveran que el Tribunal descartó
relevancia jurídica al repliegue de los agentes del pabellón sin brindar ayuda
y, tratándose de un punto neurálgico, omitió dar fundamento. Consideraron
que el fallo presenta una fundamentación aparente, a través de afirmaciones
de carácter dogmático y apartándose de las constancias de la causa. Sólo
se encontró probada la coautoría responsable de dos agentes, por la
estructura del Servicio Penitenciario, en tal coyuntura, tenían la posibilidad
de abrir las puertas, pero los Jueces condenaron a Montes de Oca y no a
sus superiores. Señalan la posible responsabilidad internacional del Estado
e invocan cuestión federal.
4) Rufina Verón Particular Damnificada, representada
por la Dra. Agustina LLoret y el Dr. Mariano Nicolás Lanziano -abogados del
Centro de Estudios Legales y Sociales- interpusieron recurso de casación
que luce a fs. 1054/1063 y vta. Cuestionan la absolución dispuesta de María
del Rosario Roma. Indican la existencia de prueba sólida para dictar
veredicto condenatorio. El fallo no explica cómo Roma quedó comprendida
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dentro del grupo de personas que desarrollaron conductas vinculadas al


rescate de las víctimas. La acusada revestía rol jerárquico operativo, se
trataba de una oficial de servicio, a quien apodaban ‘la jefa’. Solicita se
revoque el veredicto y se condene a María del Rosario Roma a la pena de
quince años de prisión e inhabilitación especial por el término de diez años
por el delito de abandono de personas seguido de muerte y, en subsidio, el
tipo previsto en el art. 106 primer párrafo. Efectuaron reserva del caso
federal.
5) El Defensor Oficial Dr. Ernesto Julián Ferreira,
interpuso recurso de casación en favor de Daniel Oscar Tejeda (fs.
1065/1172). Señala, como cuestión previa, la prescripción de la acción penal
respecto del delito por el que fue condenado –art. 189 segundo párrafo del
C.P.-. Refiere que introduce ante esta Sede el reclamo porque “…recién
ahora –precisamente- se encuentra estabilizado lo referido a la significación
jurídica del hecho, al menos lo relativo a la escala penal a considerar…” ;
afirma que el último acto interruptivo tuvo lugar el 29/8/11 con la radicación y
citación a juicio en el Juzgado Correccional n° 3; explica que Tejeda dejó de
ser funcionario público con fecha 29/9/09 (resolución interna), por lo que
desde entonces perdió posibilidad de injerencia desde el ámbito de lo
funcional, a la par que no está alcanzado por las reglas de la participación.
Propone se requieran los informes de revista y reincidencia. Distingue los
siguientes motivos de agravio: a) Acusación inválida, que se afectó el
principio de congruencia y defensa en juicio. Afirma que el Tribunal omitió
pronunciarse sobre la contradicción del bloque acusador, desde que las
imputaciones son incompatibles entre sí. Señala que determinados aspectos
fundamentales del hecho ( el nro. 1), aparece negado en el hecho 2; en
síntesis, el cierre de las puertas y los comportamientos de determinados
agentes, fueron la causa del fallecimiento de los 33 internos y heridas en dos
de ellos, indicó que si se los evacuaba a tiempo podrían haberse salvado; y
en el segmento relativo al evento 2, “…se refutó a sí mismo y postuló que la
causa del fallecimiento de todos los privados de la libertad se debió a las
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infracciones al deber de cuidado que se le imputaron a Tejeda (…) es


inaceptable en términos lógicos que el curso causal que provoca las muertes
sea y no sea –al mismo tiempo- las transgresiones a las prohibiciones de no
desamparar y no abandonar, y a los mandatos de actuar en tareas de
salvamento…” (fs. 1075 vta./ 1076). B) Cambio de encuadre legal; califica de
brusco, en tanto provocó indefensión por transgresión al inc. 1 art. 375 del
C.P.P. y reclama que se declare la nulidad del mismo. El tipo previsto en el
art. 189 del C.P. quedó fuera del ámbito de discusión, esto es, del
contradictorio (tanto el concepto jurídico, como el vínculo entre el hecho u
omisión que provoca el incendio y la puesta en peligro o causación de la
muerte). C) Inobservancia de los arts. 210, 367, 371 y 373 del CPP al fijar la
materialidad ilícita; también se omitió el tratamiento de cuestiones
esenciales, tal como lo relativo a que la obra no estaba habilitada y que las
obligaciones de fiscalización –el art. 2 del decreto 1300/80 deroga las
obligaciones previstas en la RRSC6 (resolución ministerial)- estaban en
cabeza de la jefatura y la empresa “C y G”. En extenso da cuenta de las
inspecciones y deposiciones de los expertos; y subraya lo manifestado por
Bronzi: pudieron haberse empleado las mangueras, de tener presión, de
modo contraproducente. Considera que a su asistido se le asignó una
responsabilidad objetiva; que no estaba presente y, a criterio del Tribunal, es
el máximo responsable jerárquico por la supresión de imputación a otros
funcionarios de rango superior con competencias específicas. D)
Inobservancia y errónea aplicación de los artículos 45 y 189 del C.P.
Encuentra que existió falta de acierto en la equivalencia que efectuó el A-
Quo entre la omisión atribuida y la comisión activa, además de resultar
inconciliable con los hechos, vulnera el principio de legalidad. La generación
del incendio se imputó a un interno con motivo de la represión; por lo que en
el caso, la comisión por omisión como construcción dogmática es incorrecta.
Por lo demás, el carácter peligroso se asoció a la decisión de cerrar las
salidas idóneas para el escape que, según el Tribunal, adoptaron Fernández
y Montes de Oca. No se verificó una relación directa entre la violación del
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deber de cuidado y el resultado de incendio de tal manera que, si


objetivamente el resultado es producto de otro curso causal o de riesgo
producido por un tercero, no se puede imputar ese resultado al autor. Según
la propia construcción del hecho que encontró acreditada el Tribunal, el
fuego peligroso se configuró cuando Fernández y Montes de Oca tomaron la
decisión de cerrar las puertas y, luego, no abrirlas, ello excluye de relevancia
jurídica a los comportamientos atribuidos a Tejeda. En subsidio, el hecho
debe limitarse a la hipótesis que prevé el primer párrafo del art. 189 del C.P.
El A-Quo no establece de qué modo podría postularse que, si el nombrado
hubiera desplegado las múltiples conductas alternativas conforme a derecho
que se le imputan, el incendio peligroso y el peligro de muerte no se hubiera
configurado. E) Se descartaron de manera arbitraria y superficial criterios de
la imputación objetiva: principio de confianza, ámbito de protección de la
norma y autopuesta en peligro. F) Reedita los planteos no tratados por el
Tribunal, para el caso de que se considere que la significación jurídica
correcta es la constitutiva de homicidio culposo. G) El cómputo de las pautas
severizantes de la sanción valoradas por el Tribunal, y propone la
consideración de un baremo atenuante; critica la elección del máximo de la
escala penal. H) La imposición de la medida de coerción, plantea la
inconstitucionalidad del art. 371 del C.P.P. y da cuenta sobre la ausencia de
peligros procesales. Estima indispensable que esta Sede requiera la
remisión del expediente principal y del soporte de la filmación del debate.
Reclama la casación de sentencia condenatoria. Hizo reserva del caso
federal.
6) El Dr. Darío Saldaño en representación de Rubén
Alejandro Montes de Oca, dedujo recurso de casación contra la condena que
luce a fs. 1008/1011). Señala que el Tribunal arribó a conclusiones sin
respaldo probatorio, que no se comprobó cómo se desarrollaron los hechos
en el pabellón 16 y se tuvo en cuenta la cantidad de vainas que fueron
colectadas sin que mediara cadena de custodia. Afirma que existen
versiones que se contraponen con la prueba pericial y, en lo que respecta al
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traspaso de las llaves del pabellón, el A Quo detuvo su análisis en su


asistido y de manera arbitraria estableció que fue el anteúltimo o último en
salir del pabellón. Considera que se vulneró el principio de la duda y el
principio de congruencia, en tanto se modificó de manera arbitraria la
calificación y la pena, más allá de lo efectivamente requerido. Cuestiona la
decisión del Tribunal en cuanto rechazó el pedido de nulidad del alegato
fiscal y de los particulares damnificados en cuanto adhirieron al mismo.
Critica la valoración como atenuante de la escasa antigüedad que tenía su
defendido, cuando debió valorarse como parte sustancial de la
representación del dolo eventual. Asevera que el Tribunal erró en el análisis,
dado que no respondió ¿cuál sería el propósito de proceder como se
afirmó?. No se evaluó el riesgo de la propia víctima. En subsidio, requiere
que el hecho se califique como homicidio culposo, y se readecúe la pena.
Hizo reserva del caso federal.
7) Por último, el Dr. Julio Ricardo Beley dedujo recurso
de casación en favor de Reimundo Héctor Fernández (fs. 1012/1053).
Denuncia violación del principio de congruencia, puesto que se dejó de lado
la calificación propuesta por la Fiscalía, para adoptar una distinta;
afectándose el derecho de defensa, no habiendo mediado ampliación
(procedimiento previsto en el art. 359 del CPP). Agregó que la Fiscalía y los
particulares damnificados omitieron introducir una calificación subsidiaria. En
lo que respecta al dolo eventual, señala que para que la red contra incendios
funcionara, resultaba indispensable su presurización para así obtener caudal
necesario, a tal deficiencia se sumó el desvío clandestino del flujo de agua a
las instalaciones sanitarias. Se aceptó una obra sin tener las bombas
conectadas. Los agentes del Servicio Penitenciarios perdieron tiempo
conectando la manguera, no fueron instruidos sobre cómo usar matafuegos
–específicamente- respecto de las medidas de seguridad. Analiza la
conducta de los internos del módulo 16, distingue entre quienes acataron la
orden de deponer la actitud, salvaron sus vidas y quienes agredieron al
personal de la unidad, se agruparon en el fondo, uno o varios internos
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prendieron fuego un colchón, lo que importó un riesgo jurídicamente


desaprobado y no permitido, esto es: autopuesta en peligro. Afirma que
Fernández da la orden de replegarse, que se abriera la puerta de rejas por la
que ingresaron –nunca fue cerrada- y la puerta de emergencia; que –según
el perito Gardes- se trataba de la mejor vía de escape. Considera que la
conducta de su asistido estuvo dirigida a salvaguardar vidas, no se probó el
dolo requerido en el homicidio. Asevera que los candados –perdidos- no
pueden ser tomados como indicios de que estuvieran cerrados; sólo se pudo
determinar que el único candado colocado era el de la puerta número 4.
Señala que, aun partiendo de la hipótesis que tuvo acreditada el Tribunal: las
puertas estaban cerradas (2 y 3), tampoco surge que haya dolo. Señala que
su asistido dio la orden de que se abrieran las puertas, se dirigió al módulo
16 para proceder a la apertura de la salida de emergencias del pabellón 15,
no pudo corroborar si la orden fue cumplida, debido a que técnicamente
desaparecieron las jerarquías; en definitiva, hizo todo lo que estuvo a su
alcance. En subsidio, pretende se califique el hecho como constitutivo del
delito de homicidio culposo. Formuló reserva del caso federal.
Conforme da cuenta el acta que obra a fs. 1346/1347 y
vta., con fecha 7 de noviembre de 2019 se celebró la audiencia a tenor de lo
dispuesto en el art. 458 del CPP –con registro audiovisual-; ocasión en la
que se informó a las partes sobre la posibilidad de presentar “breves notas
aclaratorias.
El Dr. Carlos Arturo Altuve, Fiscal ante el Tribunal de
Casación acompañó notas a fs. 1350/1369. Sintéticamente, criticó el planteo
de prescripción pretendido por la Defensa de Daniel Tejeda, en base a dos
cuestiones: la existencia de actos interruptivos del curso de la prescripción,
distintos al indicado por la defensa, y las características de los hechos que
permiten considerarlos una grave violación a los derechos humanos –con
cita del fallo “Espósito” de la CSJN. Entiende que no medió afectación al
principio de congruencia que denuncian las defensas. Asimismo, considera
que las partes no demostraron la existencia del vicio de arbitrariedad, sino
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que del fallo se desprende una derivación razonada del derecho vigente, con
aplicación a las circunstancias comprobadas por la causa. Mantiene los
fundamentos planteados en el recurso interpuesto por las Fiscales, a la par
que comparte y adhiere a los agravios deducidos por los representantes de
los Particulares Damnificados.
Los Dres. Agustina LLoret y Mariano Nicolás Lanziano,
abogados del Centro de Estudio Legales y Sociales, apoderados de Rufina
Verón, formularon una extensa presentación (fs. 1370/1402) a través de la
cual efectuaron una reseña de los antecedentes del caso y contestaron los
planteos defensistas.
A fs. 1404/1406 lucen las notas que acompañaron los
Dres. Carlos Victoria Ocampo Pilla, Javier Marcelo Percow y Margarita
Jarque, letrados del Programa de Lititio Estratégico de la Comisión por la
Memoria de la Provincia de Buenos Aires, en representación de Carolina
Delgado y Analía Ortigoza. Basaron su presentación en dos cuestiones: la
autoría y/o participación y el planteo de prescripción. Entienden que atento al
tipo de autoría establecido –concomitante o paralela-, no resulta necesario
enunciar cuál fue la conducta adoptada por los agentes absueltos. El
reproche radica en la omisión de prestar auxilio. En lo que respecta a la
pretendida prescripción, expone que ya fue planteada y resuelta de manera
adversa, por lo que no corresponde su atención en esta instancia.
El Dr. José María Hernández, Defensor Adjunto de éste
Tribunal, en representación de Tejeda y Morcella, presentó notas que figuran
a fs. 1413/1414. Entiende que las presentaciones de las acusaciones
contienen desarrollos sobre cuestiones no debatidas en la audiencia, a
excepción del planteo de prescripción; resultan así tardías y exceden lo
previsto en el art. 458 del CPP, por lo que pretende su inadmisibilidad.
Afirma que, en relación a la situación de Morcella, no se individualizó
conducta alguna que sea constitutiva del otro hacer, “…constitutiva de la
conducta prohibida en cualquier omisión (…) Una imputación así, además de
ser nula en sí, implica una pretensión de condena en infracción al principio
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de culpabilidad”.

La extensión que, por vía de una interpretación


compatible con las exigencias de los artículos 8.2.h de la CADH y el 14, n 5
del PIDCP, se acordó al recurso de casación (CSJN in re “Casal”), no se
refiere al caso en que el Ministerio Público impugna un pronunciamiento
final. Ello así en la medida en que el recurso es para el imputado una
garantía constitucional que ha sido reconocida por las normas de jerarquía
constitucional indicadas, mientras que el recurso fiscal se erige en una
simple prerrogativa que concede la ley procesal al Estado (cfr. CSJN, Fallos:
320:2145).

En el caso en los que el Estado ejerza dicha potestad


legal –salvo cuando recurra en favor del imputado–, no corresponde
apartarse de los motivos enunciados por el art. 448, inc. 1º, del CPP,
justamente porque es la ley la que lo ordena (“El recurso de casación podrá
ser interpuesto por los siguientes motivos...”; art. cit.); de forma sólo pueden
tratarse cuestiones probatorias por medio del planteo de absurdo o
arbitrariedad. Con relación a la facultad de recurrir del particular damnificado,
no se encuentra alcanzada por la garantía del artículo 8.2 h de la CADH -
prevista sólo a favor del imputado-, sino por los artículos 8.1 y 25 de la
CADH de conformidad con lo indicado por la Corte Suprema de Justicia en
"Juri" (sentencia del 21/12/2006), su derecho a recurrir surge de los artículos
8.1 y 25 de la CADH, de manera que no pueden prescindirse de las
limitaciones establecidas por los artículos 452 inciso 2° y 453 del Código
Procesal Penal.

Limitados de tal modo los motivos de agravio consignados


por los impugnantes, el conocimiento del proceso se circunscribirá a los que
fueran expuestos (art. 434 y ccs., CPP; v. Sala I, c. 77.217, “Sosa, Leandro
Ezequiel s/ Recurso de Casación”, sent. del 06 de julio de 2016, reg. 558/16;
c. 79.219. “Amarilla Bruno Ezequiel s/ Recurso de Casación”, sent. del 15 de
noviembre de 2016, reg. 973/16; c. 79.427, “Díaz Nuñez, Jonathan Gonzalo

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s/ Recurso de Casación”, sent. del 15 de noviembre de 2016, reg. 979/16,


entre muchas otras).

Con respecto a la remisión del expediente principal y el


soporte de la filmación del debate – sólo requeridos por el Dr. Ernesto
Ferreira, pues los Dres. Carlos Victoria Ocampo Pilla, Javier Marcelo Percow
y Margarita Jarque, solicitaron únicamente la grabación del juicio-; en caso
de considerarlo pertinente y útil para el abordaje de las cuestiones sometidas
a revisión, serán oportunamente compulsados.

Con relación a la solicitud formulada por el Defensor


Adjunto ante esta Sede, Dr. José María Hernández, en representación de
Tejeda y Morcella –el desglose de las presentaciones que lucen a fs.
1350/1369 y 1360/1402-; es improcedente. Sin perjuicio del tratamiento que
pudieran darse a las cuestiones planteadas en las notas complementarias de
la audiencia, no encuentro obstáculo alguno para su incorporación; tampoco
el Defensor explica el perjuicio que le provoca (art. 458 del CPP).

Atento los lineamientos desarrollados por los


impugnantes, para una mejor exposición, abordaré de manera conjunta los
motivos de agravios que, por resultar semejantes, comparten el objeto
central de reclamo. Inicialmente, trataré las críticas deducidas por la
acusación - conformado por el Ministerio Público Fiscal y los representantes
de los Particulares Damnificados-, ocasión en la que he de procurar precisar
determinados puntos planteados en exclusiva por los recurrentes. La
Defensa de Daniel Tejeda introduce como cuestión previa la prescripción de
la acción penal y pretende la nulidad de las acusaciones por considerarlas
contradictorias e incompatibles. Luego, también los impugnantes que
representan los intereses de Raimundo Héctor Fernández, y Rubén Montes
de Oca –con distintos matices- estructuran la fundamentación de sus
motivos de agravio, a partir de denunciar vulneradas garantías de orden
constitucional; consideran que el Tribunal de mérito omitió tratar cuestiones
de carácter esencial y valoró de manera errónea el plexo probatorio para así

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Causa N° 92058
PROVINCIA DE BUENOS AIRES
TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

arribar a una condena. Critican la significación jurídica atribuida a los


hechos.

II. El Ministerio Público Fiscal, conforme se desprende


del acta de debate, desde los lineamientos iniciales, escindió los sucesos en
los siguientes términos: “…entre las últimas horas de la noche del día 15 de
octubre y la madrugada del día 16 de octubre del año 2005 en el interior del
Pabellón 16 o módulo B emplazado en la Unidad 28 de Magdalena
perteneciente al Servicio Penitenciario de la Provincia de Buenos Aires se
inició una pelea entre los internos Fabíán Eduardo Quintana Correa y
Nicolás Pereyra, que alertado de dicha circunstancia el Secretario de la
Unidad, Encargado del turno, la Segunda Jefa de la Guardia de Seguridad
Exterior, todos con agentes a su cargo y personal de la División Canes, se
dirigieron hacia el mencionado pabellón, portando algunos de ellos
escopetas calibre 12/70 con munición anti tumulto, que una vez en el lugar
dada la voz de alto y efectuar al menos un disparo intimidatorio desde la reja
que separa el sector de alojamiento de internos con vigilancia, el encargado
de turno dio la orden de ingreso al pabellón, distribuyéndose el personal
antes mencionado en dos grupos los que fueron avanzando uno por el
sector de las camas y el restante por el corredor principal a la vez que
quienes iban armados fueron efectuando reiterados disparos. Ante esa
situación algunos internos acataron la orden impartida tirándose al piso en
forma inmediata, oportunidad en la que comenzaron a ser llevados hacia el
exterior del pabellón mientras que otros se dirigieron al fondo de aquel y
frente al avance del personal interviniente –que había llegado prácticamente
a pocos metros de la parte posterior del módulo y continuaba efectuando
disparos- iniciaron un foco ígneo en el sector de las últimas camas
emplazadas en el lugar, el que se propagó rápidamente en su interior, del
pabellón, produciendo tres nuevos focos. Ante ello, los agentes
penitenciarios se replegaron y cerraron al menos la puerta que divide el
sector de la Oficina de vigilancia –coloquialmente llamado matera- y el
pasillo que conduce al patio de recreo. Frente a la existencia del excesivo
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Causa N° 92058
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

calor y humo que invadió el interior del pabellón, la mayoría de los internos
se vio obligado a dirigirse hacia el frente de aquél con la finalidad de salir por
allí, y ante la imposibilidad de hacerlo, comenzaron a pedir auxilio a viva voz
sin que ninguno de los agentes presentes procediera a prestar ayuda
solicitada pues no procedieron a la apertura –al menos- de la puerta de
acceso ya referenciada. Que los internos que fueron retirados por el
personal penitenciario quedaron custodiados por parte de ellos, en el frente
del pabellón, para luego ser trasladados al sector del césped circundante y
finalmente, al patio de visitas, conocido como picnic. Que transcurridos
algunos minutos, otra parte del personal interviniente, se dirigió hacia el
sector trasero, del pabellón, procedieron a abrir las puertas de emergencia,
por donde sólo logró salir con vida y mucho después Ángel Eduardo
Quintana Ramírez, ello debido a que el resto de los internos se había
trasladado en forma inmediata a la parte frontal del pabellón y por el intenso
humo y calor no pudieron regresar al sector antes referenciado, es decir, al
trasero. Que tras pasar aproximadamente diez minutos de la apertura de la
puerta trasera del Pabellón 16 y en virtud de la presencia de humo en el
pabellón lindante nro. 15, algunos funcionarios del Servicio Penitenciario
abrieron las puertas de emergencia de éste último módulo, procediendo a
desalojarlo de sus ocupantes, a quienes intentaron reducir, propósito que no
lograron puesto que, ante la pasividad demostrada por los funcionarios y los
reiterados pedidos de auxilio que provenían del pabellón 16, algunos de los
internos fueron hacia el mismo a los fines de iniciar las tareas de rescate,
mientras que otro grupo de internos se dirigió hacia los pabellones 17 y 18 a
fin de que otros detenidos que estaban allí alojados ayudaran en las tareas
de rescate de los alojados en el pabellón 16, realizando entre todos acciones
tendientes a socorrer a las víctimas, y cuando dice todos se refiere a los
internos, en esta tarea solo colaboraron por el Servicio Penitenciario el Jefe
de Guardia de Seguridad Exterior y el Subprefecto Miguel Horacio Montoya.
Que los internos lograron rescatar con vida a Juan Domingo Blanco Recalde
y a Cristián Rey González, éste último falleció unos días después. Que el
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Causa N° 92058
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SALA I

proceso de combustión que se originó en el interior del pabellón 16 se


caracterizó por haber alcanzado altas temperaturas en escaso tiempo que
oscilaron entre 500 grados. La inoperancia de la red hidráulica contra
incendios no permitió paliar la situación, pese a los ingentes esfuerzos
únicos de los internos, y remarca únicos, que emprendieron dichas tareas de
salvamento con la salvedad que hizo de los dos agentes penitenciarios. Por
su parte la dotación de los Bomberos Voluntarios de Magdalena arribó al
penal a las 00:10 horas aproximadamente del día 16 de octubre del año
2005. No obstante la situación de peligro cierto que corría la vida de los
internos y la obligación legalmente impuesta a los agentes penitenciarios de
salvaguardar la integridad física de los mismos, no abrieron la puerta
delantera a fin de permitir la salida de las personas que estaban en el interior
y que se habían replegado hacia dicha zona, no obstante su obligación de
hacerlo, desinteresándose de su deber, privando a aquellos, por ende, del
auxilio que era necesario para sobrevivir, abandonándolos de este modo a
su suerte, a consecuencia de lo cual se produjo el fallecimiento de Ariel
Cayetano Daniel Mola Silva, Eduardo Ignacio Díaz, Jorge Javier Martín Vera
Melgarejo, Pablo Ezequiel Farías Carabajal, Diego Martín del Valle
González, Víctor Enrique Franco Rojas, Néstor Javier López Demuth,
Cristian Leonardo Rey González, Omar Abel Pereyra Allión, Rubén Gerardo
Merlo Sergués, Jorge Rubén Mendoza Abdala, Rubén Darío Ayala Feijo,
Agustín Sebastián Avila Portillo, Abraham Eber Moquera Lecler, Roberto
Alejandro Cohelo Fernández, Juan Ariel Campos Barretto, Marcos Elio
Granados Baldovino, Lucas Hernán Granados Baldovino, Luis Pablo
Medrano Rocha, Cristian Adrián Articaglia Cejas, Juan Carlos Tubio
Sagratella, Dario Bernabé Puccio Camaño, Lucas Daniel Vallejos, José
Ángel Gamarra Mujica, Eduardo Guillermo Maglioni Farías, Cesar Javier
Magallanes Verón, David Ángel Perosa González, Andrés Gonzalo Gorris
Martínez, Cristián Julio Javier Cáceres Fernández, Luis Alberto Torres
Pacheco, Ariel Gustavo Cuevas Martínez, Nicolás Augusto Ferreyra
Rodríguez y Carlos Alberto Oliveira Torres, la mayoría de ellos por
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Causa N° 92058
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

intoxicación por ácido cianhídrico y monóxido de carbono y los restantes por


depleción de oxígeno y stress por calor, mientras que Juan Domingo Blanco
Recalde y Ángel Eduardo Quintana Ramírez, resultaron con lesiones en sus
cuerpos. Asimismo, y con la prueba de mención, intentaremos demostrar
desde este mismo Ministerio Público Fiscal que resultan autores penalmente
responsables de los hechos descriptos los siguientes Agentes Penitenciaros
Reimundo Héctor Fernández, Jorge Luis Marti, María del Rosario Roma,
Marcelo Fabricio Valdiviezo, Juan Eduardo Zaccheo, Gualberto Darío
Molina, Juan Emiliano Santamaría, Juan César Romano, Carlos Augusto
Bustos, Marcos David Sánchez, Rubén Alejandro Montes de Oca, Eduardo
Gabriel Villarreal, Mauricio Alejandro Giannobile, Maximiliano Morcella y
Gonzalo Pérez, todos ellos como se dijo empleados del Servicio
Penitenciario de esta provincia de Buenos Aires “(…)” que el Pabellón 16 de
la Unidad 28, el día 15 de octubre de 2005 contaba con una red contra
incendio que resultaba necesario presurizar para obtener el caudal y presión
de agua suficiente para hacer frente a la extensión de focos ígneos que
pudieran originarse en aquel, a pesar de lo cual, no sólo las bombas para
presurizar los hidrantes no se hallaban conectadas sino que el flujo de agua
había sido derivado a las instalaciones sanitarias, en virtud de lo cual, no
circulaba por dichos hidrantes agua o al menos no en la cantidad necesaria
para cumplir su finalidad. Que de conformidad con lo establecido por las
normas IRAM, y con pleno conocimiento de esta situación, el entonces
Director de la Unidad, Daniel Oscar Tejeda, quien tenía los deberes a su
cargo de supervisión y fiscalización y de informar a la superioridad,
comunicaba trimestralmente a la Jefatura del Servicio Penitenciario
Provincial, concretamente a la Dirección General de Seguridad –
Departamentos de Materiales División Armamento – que la red de incendios
de los pabellones de autodisciplina funcionaba correctamente, a pesar de
tener conocimiento de la situación real y continuaba con el alojamiento de
los internos en dicho pabellón. Por su parte, el Jefe de Seguridad Exterior de
la Unidad 28 de Magdalena, Cristián Alberto Rubén Nuñez, al momento de
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Causa N° 92058
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

asumir su cargo, aproximadamente 11 días previos al incendio, no constató


fehacientemente que todos los dispositivos de seguridad se encontraran en
estado normal de funcionamiento, suscribiendo un informe trimestral sobre el
estado de la red contra incendio correspondiente a la gestión anterior del
que no verificó si lo allí informado se correspondía con la realidad de las
cosas como así tampoco lo documentado en el acta de posesión de su
cargo. Que tanto la conducta de Daniel Tejeda como la de Cristián Nuñez,
cada uno en el rol de garante que sus respectivos cargos les imponían,
incrementaron de manera intolerable el riesgo en la integridad física de las
personas cuyo cuidado habían asumido, que de haber cumplido con los
deberes que tenían se hubiesen dotado de herramientas eficaces, en el caso
concreto, a los internos quienes utilizaron este mecanismo de salvamento
para hacer frente al incendio, lo que a la postre derivó en el fallecimiento de
las personas alojadas en el pabellón 16 de la Unidad de Magdalena entre la
noche del 15 de octubre y la madrugada del 16 de octubre del 2005. Por lo
expuesto entiende que los mismos resultan autores responsables de los
hechos referenciados, no garantizándoles de este modo la evitación de
riesgos para su vida. Que de haber cumplido con el deber de cuidado que
les era exigido y consecuentemente de haber implementado las medidas
debidas, el hecho por cierto previsible, podría haberse evitado (…)” – el
destacado me pertenece- (fs. 7/10 del acta de debate).
A su turno, la Dra. Agustina Lloret, consideró que
la Fiscal (en referencia a la dra. Budiño) describió de manera detallada y
circunstanciada los hechos, que condice con el objeto intimado a los
imputados y el requerimiento de elevación a juicio; y en lo sustancial adhirió
a tal acusación (fs. 10/11). La Dra. Carla Ocampo Pilla, también adhirió “…a
la materialidad ilícita y a la responsabilidad de los imputados ya
mencionados y que fuera esbozada por la Señora Agente Fiscal, los cuales
hace propios pero sin dejar de individualizar determinados lineamientos de la
acusación que formula a continuación…” (fs. 11/vta.) Se expide respecto a la
posición de garantes de los funcionarios penitenciarios, tanto en lo que
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Causa N° 92058
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

respecta a la protección de sus bienes, como del control de la fuente de


peligro. Cita normativa y el fallo “Verbitsky”. Refiere que el suceso juzgado
“…es parte de una cadena de muertes, torturas, apremios y tratos
degradantes, propios de la violencia que ejercen este tipo de
instituciones…”; refiere al ejercicio de la violencia institucional. (fs. 12/vta.).
La Dra. Sofía Caravelos, adhiere a las líneas de acusación que planteó el
Ministerio Público Fiscal, entiende que está comprometida la política
penitenciaria.
Cualquier suceso histórico sometido a juicio, requiere un
recorte conceptual, esto es, la indefectible selección que determine el objeto
de la imputación. Se trata de un único acontecimiento histórico, en el cual,
para su concreta configuración, contribuyeron una infinidad de factores,
donde además aparecen varios sujetos interactuando en distintos niveles de
la realidad comprobada.
Del extenso discurso documentado en el acta de debate,
observo que en el alegato la Fiscal formuló una suerte de extensión del
lapso con relevancia en lo que respecta al inicio de la situación generadora
de peligro, que atribuyó a los agentes del Servicio Penitenciario. No estoy
diciendo que ello haya aparejado –per se- un menoscabo a los intereses de
las personas condenadas, empero ante la queja formulada en el recurso,
corresponder dar cabal abordaje a la cuestión sometida a revisión.
Con el propósito de evitar transcripciones, he de
destacar que la ampliación a la que me refiero, que generó réplicas de las
partes, se trata del procedimiento armado llevado a cabo por parte del
personal penitenciario. En las conclusiones finales se erigió en una de las
cuestiones centrales constitutivas del delito por el que se formuló acusación.
Nótese que, cuanto menos desde los alegatos preliminares el sustrato
intimado se circunscribió a: no haber abierto la puerta del módulo –
incluyendo el cierre de dicha puerta-. Entonces, de acuerdo a la acusación
del Ministerio Público Fiscal, las conductas típicas serían: el procedimiento

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Causa N° 92058
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

abusivo que llevó a un interno a iniciar un foco ígneo, cerrar las puertas, no
abrirlas a tiempo.
En los discursos finales de los representantes de los
Particulares Damnificados, también se vislumbra una suerte de extensión del
período comprometido en la materialidad infraccionaria descripta en el inicio
del debate. La Dra. LLoret sostuvo que el abandono se inició durante el
operativo armado y, conociendo el foco ígneo, el personal permaneció sin
realizar ninguna conducta que evite el curso causal generador del riesgo;
entre las acciones debidas: evacuar el pabellón y extinguir el fuego.
Recordemos que el Centro de Estudios Legales y Sociales sólo se agravió
de la absolución dictada respecto de María del Rosario Roma. En lo que
respecta al alegato formulado por la Dra. Pilla, el personal del servicio
penitenciario, creó el peligro concreto en dos ocasiones: al disparar a corta
distancia –menos de diez metros- dentro del pabellón, salir y cerrar las
puertas, luego de iniciado el fuego. A su turno, la Dra. Caravellos, mantuvo
su alegato acerca de que la creación del peligro se circunscribió a las
acciones de cerrar las puertas y así mantenerlas.
Con el objeto de delinear las conductas atribuidas
por la acusación, considero de interés reseñar que luego de un prolijo
examen de la prueba, la Fiscal calificó el hecho como constitutivo de los
delitos de abandono de personas seguido de muertes y lesiones en los
términos del artículo 106 incisos 2° y 3° del Código Penal. Entendió probada
su hipótesis, esto es: la situación generadora del deber de actuar; la posición
de garante; el incumplimiento del auxilio debido; la capacidad de actuar; y la
posibilidad de que se produzcan los resultados acaecidos. “…no solo se
procedió a cerrar cuanto menos la puerta de rejas y la chapa contigua del
módulo B sino que se las mantuvo cerradas durante el desarrollo del
incendio, omitiendo de este modo brindar los auxilios inmediatos que la
situación exigía y que por cierto estaban obligados a prestar, no obstante no
desconocer la situación de desamparo creada y de peligro para la vida y la
integridad física de los internos que habían quedado atrapados dentro del
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Causa N° 92058
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

pabellón…” (fs. 509). “…se presenta la acción típica tanto de hacer nacer la
amenaza por desamparo como de abandonar a su suerte, ello toda vez que
atento a la cantidad de disparos que se produjeron en el pabellón y la
distancia en que efectuaron los mismos, los internos se replegaron en el
fondo y uno de ellos dijo ‘voy a prender fuego para que no tiren más’ (…) y
asimismo en un segundo tramo se genera el abandono de los internos a su
suerte cuando ellos se van y cierran las puertas, se refiere a los agentes
penitenciarios. En el primer caso los autores generan el peligro y en el
segundo se desentienden del resguardo hacia las víctimas. Estos dos casos
son formas comisivas pues violan normas prohibitivas que son ‘no
desamparar y no abandonar’… (fs. 510).
Con respecto a las conductas atribuidas, la Fiscal
encontró acreditado que: Raimundo Fernández era la máxima autoridad
operativa en el penal y, una vez que sonó el timbre de la alarma, salió
munido con una escopeta al pabellón 16. Fundó su tesis –esencialmente- en
la declaración de Giannobile y la suya propia como imputado. María del
Rosario Roma, “se encontraba en el lugar de los hechos previo a originarse
el conflicto, es decir el peligro…”. Citó los dichos de Keegan, Amarilla, Carlos
Juan Gómez, Ballina, Rigo, Luis y Daniel Gamarra, Campos, y Villarreal.
Dieron cuenta del rol que desempeñó la nombrada, en concreto, daba
órdenes. Campos refirió que Roma estaba junto con Fernández como
máximas autoridades dirigiendo el operativo armado. La imputada se ubicó
en el escenario de los hechos –de acuerdo a su declaración- cuyo tenor
entendió reñido con otras constancias de prueba. (fs. 512/515). En lo que
respecta a la situación de Jorge Luis Marti, el Ministerio Público Fiscal
“…también entiende que quedó probado que Marti era el encargado de turno
esa noche…” sobre el punto, dio cuenta de las versiones prestadas por:
Nelson Castro, Cristian Keegan, Barragán, Cabeza, Salto, Melgarejo, Rigo,
Roma, Fernández, Santamaría, Molina, Perez, Villarreal, Busto y Romano. El
imputado fue visto cuando ingresó junto a los primeros agentes, por el sector
de las camas al módulo, munido con una escopeta. Juan Emiliano
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Causa N° 92058
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

Santamaría, “…se probó en este juicio que el mismo se encontraba


encargado del pabellón 16 la noche de los hechos y que hizo abandono de
su puesto de trabajo, privándolos de auxilio…” (fs. 516) Según los
testimonios, quien está a cargo del pabellón custodia la llave de la puerta de
rejas. Ponderó las declaraciones de: Pérez, Rolón, Chaparro, Isaías,
Mansilla, Campos, Melgarejo, Roma, Bustos, y los dichos del acusado.
Rubén Montes de Oca, “quedó acreditado que Montes de Oca se encontraba
en el lugar en el momento inicial…” (fs. 517). En base a los dichos de
Capelleti, Rigo y Roma, el acusado tuvo posibilidad de hacer algo para hacer
cesar el peligro, estaba en el lugar antes de que éste se desatara. Según
Bustos, las llaves que antes le había dado Santamaría se las entregó al
imputado, quien le dijo que se quede en la puerta de reja así podía ingresar
al pabellón. “…en pleno desarrollo del incendio (23:33 de la cámara de la
armería) se dirigió a reforzar el muro dejando librados a su suerte a los
internos del 16 priorizando la seguridad de las fugas y sin saber a quién le
había entregado la llave de la reja”, también consideró la declaración del
imputado (fs. 518). Carlos Busto, “…entiende probado que Busto estaba al
momento inicial de sucedidos los hechos en el lugar…” (fs. 517vta.) Basó su
hipótesis en las versiones de Barragán, Roma, Santamaría, Montes de Oca,
y los propios dichos del acusado. Gualberto Molina, “…está probado que el
imputado Molina se encontraba inicialmente en el lugar del hecho…” (fs. 519
vta.). De ello, dieron cuenta: Lamas, Ballina, Roma, Fernández, Santamaría,
Pérez, Villarreal, Romano y la versión del propio acusado. “…yo fui uno de
los últimos en salir. A cargo de la puerta no había nadie cuando yo salí´.
Reflexiona que claramente él sale con la situación de peligro desatada y se
desinteresa de la suerte de los que quedan adentro. Eduardo Villarreal,
“…está acreditado para esta parte también que Villarreal se encontraba en el
lugar de los hechos en los momentos iniciales según dichos del testigo
Gómez Juan Carlos…” (fs. 520 vta.). Contempló también las
manifestaciones de Rigo, Roma, Giannobile y la versión que rindió el
imputado. “…Él reconoce su ingreso al pabellón cuando se generó el peligro”
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Causa N° 92058
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

(fs. 521 vta.). Juan Eduardo Zaccheo, “…se probó que Juan Eduardo
Zaccheo se encontraba en el lugar de los hechos inicialmente así lo declaró
Roma (…) La Fiscal reflexiona que el peligro ya estaba desatado y Zaccheo
lo conocía” (fs. cit.), asimismo valoró la declaración de Molina Gualberto.
Gonzalo Pérez, “…está probado que Pérez se encontraba en el pabellón
siniestrado en los momentos iniciales de la creación del peligro según
declaración de testigo Rigo…” (fs. 521vta. y 522), Capelli, Gondenbleau,
Villarreal, y Giannobile; además contempló la versión que rindió el acusado.
Mauricio Alejandro Giannobile, “…está probado que Giannobile se
encontraba en el lugar de los hechos al momento de desatarse el peligro…”
(fs. 522 vta.) Basó su hipótesis en las declaraciones brindas por: Gomes,
Rigo, Roma, y el propio acusado. Marcelo Fabricio Valdiviezo, “…tengo por
acreditado que Valdiviezo se hallaba presente en el lugar de los hechos
cuando aún era posible hacer algo…” (fs. 523 vta.). Fundó su acusación en
la versión de Salto, Molina y Busto. Marcos David Sánchez, “…el imputado
Sánchez es ubicado en el lugar de los hechos en los momentos iniciales por
la imputada Roma (…) Es decir que, si ingresó al pabellón esto es anterior a
la creación del peligro y dejó en situación de desamparo y librados a su
suerte, una vez desatado el peligro a los que estaban dentro y él conocía
perfectamente la situación” (fs. 524). Juan César Romano, “Romano fue
hacia los módulos según lo declaró el testigo Barragán cuando dijo que
Romano fue a colaborar junto a Busto, es decir, en el momento inicial…” (fs.
cit.). Fundó su tesis en los dichos del imputado y Roma. Maximiliano
Morcella, “entiende que quedó probado que Morcella Maximiliano estuvo en
el lugar de los hechos apenas iniciado el conflicto en el módulo 16 según los
dichos del testigo Mansilla Walter Ulises…” (fs. 525). La Fiscal agregó como
elementos de cargo la declaración de Melgarejo y Molina; también dio
cuenta de la versión que prestó el imputado. Finalmente, la Fiscal responde
cómo impactaron las omisiones de los imputados en el resultado y “…tiene
en cuenta datos objetivos: de haber abierto puertas, de no haberlas cerrado,
de no haberla abierto inmediatamente. Entiende que se hubiera evitado el
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Causa N° 92058
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

resultado o se hubiese disminuido un quantum más que considerable porque


los primeros 23 que sacaron cuando ya había humo ninguno falleció y
porque los propios penitenciarios que salieron con el humo invadiendo el
pabellón tampoco fallecieron por lo cual entiende que estas conductas que
se les endilgan tienen una relación vinculante con el resultado…” (fs. 525
vta.).
De lo expuesto surge como denominador común que, el
15 de octubre de 2005 en el turno noche, los citados agentes del Servicio
Penitenciario, que se encontraban prestando servicios en distintos
pabellones o reunidos en la guardia de la Unidad nro. 28, intervinieron en el
procedimiento armado, llevado a cabo en el módulo B o, en su caso,
estuvieron cerca de la fuente de riesgo.
Las declaraciones rendidas por los acusados en la IPP y,
en algunos casos, en el curso del debate sirvieron de sustento a la hipótesis
de la acusación.
Aún cuando el ingreso por lectura -y la eventual
utilización- por el Tribunal de la declaración del coimputado para
fundamentar el fallo, se encuentra autorizada por el texto del artículo 366 del
CPP, el valor convictivo está supeditado a la observancia de diversos
extremos.
El Juez se enfrenta a dos vallas infranqueables: al
juramento o promesa formal de decir verdad y la protección penal respecto
de la posible falsedad de los asertos. De allí, la limitada convicción que
puedan suscitar en el ánimo del juez.
Por otra parte, también es posible establecer otros
límites respecto de la eficacia probatoria de la declaración del coimputado
como prueba de cargo. La versión sólo de una forma restringida puede
someterse a contradicción habida cuenta de que le asiste derecho a no
prestar declaración contra sí mismo y a no confesarse culpable, lo que
constituye una garantía instrumental del derecho de defensa.

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Causa N° 92058
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

Distinto sería el posible valor incriminante de una


declaración prestada en el marco del debate, etapa en la que –claramente-
juega un rol preponderante el principio de contradicción, en la que tiene la
posibilidad de ser interrogado por las otras partes, si a ello no se opone. En
suma, a resistir y/o confrontar la prueba de cargo. (Causa n° 101.635
“Zacarías Nicolás y otros s/ Recurso de Casación”, Sala 1, sent. 18/08/20,
e/o).
No paso por alto, como he adelantado, las dificultades
que presentó el caso, prueba de ello fueron las extensas jornadas de
debates, en las que fueron convocados a prestar declaración testimonial
más de ciento sesenta y cuatro personas, entre ellos quienes padecieron el
hecho de manera directa, por encontrarse alojados en la Unidad e intervenir
activamente en tareas de salvataje y los agentes del Servicio Penitenciario –
en apariencia- abocados a funciones sin relevancia en el suceso,
pertenecientes a la coyuntura jerárquica que caracteriza a la institución.
En distintos pasajes de la sentencia, los Jueces
explicaron los motivos por los cuales fueron seleccionados determinados
testimonios, como también las dificultades adjudicables a tal medio de
prueba para formar convicción sobre aspectos significantes del evento y la
autoría responsable de los acusados.
En líneas generales, el Tribunal dio cuenta del caos que
se suscitó en la Unidad prácticamente desde el inicio del foco ígneo en el
fondo del módulo B, hasta que se logró controlar la protesta llevada a cabo
por parte de la población carcelaria. No puede dejar de señalarse la
reticencia que demostraron agentes del servicio penitenciario al declarar en
el juicio, que atribuyeron a la situación de desorden y confusión, como
también al tiempo transcurrido (más de 12 años) –lo expuesto en sintonía
con lo documentado en el acta de debate-.
En este sentido, en lo que respecta a cuándo se produjo
la desocupación del pabellón contiguo – el 15 -, el Tribunal expuso “…De los
testimonios producidos en el debate tanto por internos como por personal
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Causa N° 92058
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

penitenciario surgen contradicciones acerca del momento en que se produce


la evacuación de los internos del módulo 15 en relación a la apertura de la
puerta de emergencia del pabellón 16, como así también acerca de quien
procedió a la apertura de ésta”. (fs. 906 vta.).
De igual modo, los integrantes del Tribunal encontraron
contradictorias a las declaraciones de los agentes Campos y Lemos y los
testimonios de los internos alojados en el pabellón 15. De allí que, a los
efectos de tener por acreditada la cronología sobre la apertura de la puerta
del citado pabellón 15 y la puerta de emergencia del módulo B, se
ponderaron los datos obtenidos de video filmaciones, “….Tomando entonces
como referencia los tiempos que objetivamente indica la cámara de
seguridad del muro antes referida, es probable que se haya abierto primero
la puerta de emergencia del módulo 16 y luego la del 15, o ambas casi en
simultáneo, lo cual deja abierta la posibilidad de que hayan intervenido en la
apertura de las primeras sólo personal penitenciario o éstos junto a internos “
(fs. 908 vta.).
Los reclamos de la acusación, en semejantes términos,
se centraron en que los agentes absueltos -portadores del rol de garante-,
tuvieron tiempo suficiente para desplegar conductas tendientes a menguar el
peligro, entre ellas individualizan: corroborar la modalidad de cierre de las
puertas delanteras –sea el candado o pasador- e intentar abrirlas; la
inmediata convocatoria a bomberos y colaboración en tareas de rescate. Sin
embargo, limitaron su labor a cuestiones de seguridad. Recordemos que los
impugnantes enfatizan que no se asignó importancia al referido
procedimiento caracterizado de abusivo, como hito generador de la situación
de peligro atribuible al personal del servicio penitenciario imputado.
En el peculiar contexto en el que tuvieron lugar los
hechos, advierto que en la selección de la plataforma fáctica que encontró
acreditada el Tribunal y, en concreto, la ausencia de consideración del
procedimiento armado en los términos pretendidos por la acusación, carece
del interés pretendido.
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Causa N° 92058
PROVINCIA DE BUENOS AIRES
TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

El Tribunal tuvo por probado el ingreso de los agentes


del modo descripto por la acusación. Poco importa si la situación generadora
del deber específico de actuar se inició como consecuencia del irregular
despliegue de la fuerza. Lo cierto es que una vez que se produjo el ingreso
al módulo B con el objetivo de desarticular la reyerta entre los internos allí
alojados, comenzó el incendio en la zona del fondo del pabellón y, desde
entonces, como hipótesis de mínima, comenzó la ejecución.
Partiendo de tal premisa, el asunto transita por
establecer la posibilidad de cumplir con tal deber de auxilio y/o actuación del
personal penitenciario, en consonancia con su respectiva capacidad de
evitación.
Los agentes poseen la posición de garante de la
protección frente a las personas sometidas a su custodia, tienen una
competencia de fomento en la que el deber surge porque el Estado ha
fundamentado un poder jurídico especial sobre las personas alojadas, se
trata de actividades en el marco de una organización estatal, por lo que debe
ocuparse que esas personas gocen de la medida de protección y custodia
propias de la concreta relación especial.
Sin embargo no se puede pasar por alto que, en el
marco de los rangos o categorías que existen en la institución,
necesariamente la aludida capacidad merece ser atendida.
Entre los agentes de servicio durante la noche –
madrugada del día 15 de octubre de 2005-, se distinguen quienes estaban al
mando de la Unidad y, en consecuencia, impartieron precisas directivas,
quienes cumplieron las órdenes y los que escogieron un nexo de evitación
del resultado siguiendo su apreciación personal o –inclusive- intuitivamente.
Ahora bien, los Jueces del Tribunal tuvieron por probado
que “…la no apertura de la puerta de reja del módulo 16 –individualizada
como Nro. 3-, fue determinante, para impedir la evacuación del pabellón por
parte de los internos que se encontraban expuestos a los gases tóxicos,
intenso calor y un denso humo negro. En el mismo sentido la no apertura de
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Causa N° 92058
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

la puerta de chapa anterior a la reja –individualizada como Nro. 2- al menos,


durante los primeros momentos en que se desarrolló el incendio, conforme
quedara determinado por prueba pericial. Dichas circunstancias impidieron
que los detenidos utilizaran esa única vía de escape idónea en la coyuntura
para salvar sus vidas. ¿Pero a quiénes les constaba el cierre de esas
puertas? Sana crítica mediante, a las dos últimas personas en salir del
pabellón: quien se hallaba a cargo del operativo desde su inicio y hasta su
repliegue y quien se encontraba –en la ocasión- a cargo de la custodia de
dichas puertas. Ambos deben responder en carácter de coautores…” (fs.
923). Sobre tal extremo volveré al analizar la situación de Fernández y
Montes de Oca.
Continuó el Tribunal y, esencialmente, fundó su
conclusión en la estructura del Servicio Penitenciario en tanto determina una
clara asignación de jerarquías y funciones, el expreso reconocimiento de los
imputados de encontrarse en el lugar al momento del hecho y la
comprobación de dicha presencia a través de los testimonios producidos en
el debate. Por ello estableció que sólo dos agentes penitenciarios tenían en
esa coyuntura la posibilidad de la apertura de las puertas individualizadas.
Realizaré un sucinto examen de la prueba objetiva,
informes y dictámenes, a la par que las declaraciones de los profesionales
que los suscribieron; en especial aspectos sobre los cuales no mediaron
objeciones de los impugnantes. Propongo un orden expositivo distinto al
empleado por los Jueces, en función de su entidad objetiva y el radical
interés que reviste como elemento de convicción para fundamentar las
absoluciones.
Adelanto que, excepto respecto de María del
Rosario Roma, no habrán de acogerse los recursos presentados por las
acusaciones.
Con relación al tiempo en que se circunscribió el hecho,
los magistrados de la instancia anterior ponderaron la grabación de la sala
de armas de la Guardia de Seguridad Exterior, “…a través de la cual es
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Causa N° 92058
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SALA I

posible advertir que a las 23.23.45 horas del día 15 de octubre de 2005,
Gonzalo Pérez, quien aquella noche desempañaba la función de cabo
cuarto, se hizo presente en dicha sala, tomó una escopeta y salió presuroso
desapareciendo del ángulo que toma la cámara. Idéntica conducta por parte
de otro efectivo penitenciario muestra la cámara a las 23.23.54 hs., quien
retira tres escopetas. En razón de ello es posible inferir que apenas instantes
previos a la hora indicada (23.23.45 hs.) sonó la alarma en la guardia dando
aviso de incidentes en el sector módulos a raíz de una pelea de internos,
acerca de cuyas proporciones no fueron contestes los internos entre sí, entre
éstos y el personal penitenciario.” (fs. 880).
El acta de procedimiento y los dictámenes de inspección
ocular balística, como también las declaraciones prestadas por los expertos
Claudia Silva y Roberto Gómez de Saravia, concluyeron que el personal del
servicio efectuó, al menos, veintiún disparos con escopetas calibre 12/70 con
munición antitumulto. Se especificó que dos disparos fueron realizados
desde la reja y los restantes en el sector de la celda. Asimismo, se
estableció que se emplearon siete escopetas.
Continuó el Tribunal y, con acierto, consideró que el
procedimiento armado dentro del pabellón 16 –desde que ingresó el
personal penitenciario hasta que éste se replegó-, tuvo una duración de
menos de diez minutos. Basó su postura en lo documentado por la cámara
de seguridad; en tanto a las 23.31.27 hs. captó la salida de humo por el
frente del pabellón, “…habiéndose producido ya a esa altura el repliegue del
personal penitenciario del pabellón…” (fs. 882 vta.).
Conforme las imágenes de las cámaras, el humo
comenzó a salir por el frente del módulo a las 23.31.40 hs.; y el arribo de los
bomberos fue a las 00.10 hs –según el registro del libro de guardia exterior-
cuando el incendio estaba en la fase de auto-extinción. Los expertos
Fernandez Guillermo Llanes y Marcelo Fabián Acosta Alonso inspeccionaron
el pabellón y concluyeron que el incendio se generó por un aporte de

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Causa N° 92058
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

energía ajena, luego, al visualizar cómo salió el humo, entendieron que


indica que el primer foco se produjo en el fondo del módulo.
Los peritos Ricardo Abel Carrizo y Daniel Alejandro
Converso se expidieron acerca de un cálculo estimado de duración del
incendio “… a partir de la cantidad de la superficie del pabellón, ventilación y
material combustible, llegando a la conclusión de que desde su inicio hasta
la auto extinción transcurrieron 50 minutos (…) el humo y el calor en un
incendio no se producen de manera simultánea ni homogénea en todos sus
espacios (…) es probable que haya una diferencia en la velocidad de
producción del incendio si se tiene en cuenta la diversidad de materiales que
había dentro del pabellón. Allí dentro había ropas, pertenencias, mantas,
colchones de estopa y de poliuretano. Así, explicaron que el incendio
generalizado recién se da cuando dentro de la totalidad del recinto se
superan los 500° o 600°. Este proceso lleva minutos. Además del calor, este
incendio generó la emanación de humo y gases tóxicos entre los que se
encontraban el ácido cianhídrico y el monóxido de carbono. Estos gases
tóxicos se liberan a medida en el que ocurre el incendio, se propaga, y se
distribuyen en distintas concentraciones por el espacio, de acuerdo a la
ubicación de los focos ígneos, y otras variables como posibles corrientes de
aire y aberturas. La variación en las concentraciones de gases tóxicos a
partir de dichos factores, impacta en los efectos que genera sobre las
personas de acuerdo a su nivel de exposición. Así, no se afectará del mismo
modo a una persona que esté al lado del foco ígneo que genera la
emanación de gases, que a una que se encuentre en el otro lado del salón
incendiado” (fs. 885vta./886).
El Tribunal analizó en detalle el estado de las puertas
durante el desarrollo del siniestro en el pabellón 16 (fs. 886/893) y concluyó
que la puerta de reja sindicada con el número 3 y 2 constituían la vía de
escape más idónea para salir del módulo en el curso del incendio. Sostuvo
que “…incluso en un primer momento, de haber mantenido las mismas
abiertas, contener la salida de los internos por razones de seguridad en el
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Causa N° 92058
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SALA I

patio del frente de los pabellones, tal como se hiciera con los otros internos
que antes habían sido sacados por el personal penitenciario y que luego
fueron trasladados. Es más, si se hubiese ordenado la apertura de la puerta
del patio del pabellón antes de ingresar los penitenciarios al sector
alojamiento, los internos podrían haber accedido al patio a respirar aire no
contaminado”.
La señalada puerta dos –de estructura metálica- de
acceso al pasillo desde la oficina de vigilancia, de acuerdo a los citados
peritos Carrizo y Converso, estuvo cerrada en un primer momento “…exhibió
el mismo patrón de humo negro que las paredes y luego fue abierta en forma
perpendicular a 90 grados…”. Así, el A-Quo consideró que para que el humo
negro no se adhiera a la cara interna del canto de la puerta, ésta debió haber
sido cerrada antes de que dicho humo la alcanzara y, según el registro,
ocurrió a las 23.31.40 hs., encontrándose abierta cuando arribaron los
bomberos.
Respecto a la puerta tres, a través del cual se accedía al
sector de alojamiento y se abría hacia afuera; los referidos especialistas no
pudieron determinar si estuvo abierta o cerrada durante el incendio.
Sobre la cuestión, el Tribunal consideró que puede
responder a la estructura de reja. Agregó que, testimonios de los internos,
dieron cuenta de que la misma estaba cerrada al momento de realizar el
rescate de sus compañeros (vgr. Brandán Valez, Chaparro Cabral, Gamarra
Aristiqui, González, Lasarte Palacios, Martínez, Minio, Flores Luján, Carrizo
y Avila).
Además, ponderó las versiones de Amadeo, Fernández
Cuello, Lucero, Olea Pérez, y Rolon –internos del pabellón 15- en tanto, con
distintos matices, afirmaron haber escuchado y/o visto a las víctimas pedir
auxilio en las rejas de las ventanas. Lo último, permitió al Tribunal inferir la
imposibilidad de salir por el frente del módulo, aun encontrándose abierta la
puerta de emergencia, en función del hallazgo de varios cadáveres junto a la

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SALA I

puerta de reja, en los piletones, baños y duchas (ubicados en el sector de


alojamiento, próximo a la reja).
Los Jueces detallaron aspectos relativos a las víctimas
fallecidas y lesionadas. Participaron de las operaciones de autopsia los Dres.
David Costi, Silvina Cabrera, Carlos Simondi, Nelba Liliana Curuchet,
Fernando Palladino, Juan Luis Alsina y Marcela Lolito, pertenecientes a la
Dirección de Policía Científica de La Plata; los Dres. Manuel De Souza e Sa
y Emma Creimer practicaron reconocimientos médicos (cuestiones en
extenso abordadas por los sentenciantes a fs. 897/906).
Para evitar repeticiones, sólo destacaré aspectos
vinculados a la capacidad tóxica de los gases y el tiempo estimado de
sobrevida. La Dra. Malabud, expuso que la intoxicación por ácido
cianhídrico, puede existir una forma sobreaguda o fulminante; el cuadro
clínico completo puede extenderse entre 30 a 50 minutos. De sobrevivir, el
coma se prolonga por horas, pudiendo quedar secuelas permanentes.
La especialista sostuvo que no tiene forma de determinar
con certeza el tiempo promedio en que se produjo la muerte, sin embargo,
avalándose en su experiencia, dijo que fallecieron en momentos diferentes,
ya que no todos tuvieron el mismo tiempo evolutivo, teniendo en cuenta
factores tales como la proximidad con el foco ígneo. “Por las condiciones en
que ocurrieron los hechos, se estima que mucho más de media hora, como
excepción, no pueden haber sobrevivido”.
A su turno, Ferrari y Nieto señalaron que: “…aunque
existen incertidumbres propias del episodio, de acuerdo a experimentos y
modelos institucionales, resultaría lógico pensar que las víctimas podrían
haber quedado incapacitadas para trasladarse en un breve lapso (desde 30
segundos a 10 minutos).
Tuvieron acreditado que, frente a la existencia de la
situación de peligro, se privilegió que no se produzca la fuga de los internos
y, entonces, no se procedió a la apertura de la única vía de escape viable.
Los magistrados entendieron que Fernández, y Montes de Oca tenían la
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

capacidad de hacerlo. Por dicho motivo fue descartado cualquier otro


incumplimiento del mandato de auxilio.
En el particular contexto contemplado desde el veredicto,
como hiciera referencia párrafos antes, observo que, entre los agentes del
servicio penitenciario, se distinguieron los que cumplían órdenes directas de
las máximas autoridades de la Unidad Carcelaria y también quienes se
abocaron a efectuar cursos de salvamento, distintos a la apertura de las
puertas que, con independencia del resultado, en algún caso –ex ante-
resultó apropiada.
II a. Bajo la perspectiva de evaluación que propongo,
analizaré la situación de María del Rosario Roma, cuestionada por la
acusación, que constituyó el agravio exclusivo del recurso interpuesto por los
abogados del Centro de Estudios Legales y Sociales.
De la prueba disponible, en particular de la que se
produjo en el contradictorio, cuyo tenor no mereció objeciones de las partes,
se desprende que María del Rosario Roma era jefa en seguridad exterior y,
en su específico rol, dio órdenes al personal a su cargo (en lo atingente al
ingreso armado al módulo B, a las funciones que tenían que ocupar una vez
desatado el incendio, a la búsqueda de elementos de seguridad, entre
otras), mandatos que difieren de los que corresponden a cualquier tarea de
salvamento.
El Tribunal dio cuenta que la nombrada, en resguardo
del derecho constitucional que le asiste, manifestó que era “…oficial de
servicio a cargo de la guardia de seguridad exterior (…) que encontrándose
en la oficina del Jefe de Guardia con el Jefe de Turno, Reimundo Fernández,
escucharon el timbre de alarma que tiene en la oficina de control ante
cualquier anormalidad, generalmente por algún hecho de violencia entre
internos. En forma inmediata con el Jefe de Turno tomaron el armamento,
que son escopetas 12/70 cargadas con munición anti tumulto, y se dirigieron
al sector penal. Al llegar a la oficina de control les indican que fueran al
sector módulos, al Pabellón 16. Al llegar ahí ya se encontraba Marti,
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Causa N° 92058
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SALA I

encargado de turno. Pudo observar una reyerta entre prácticamente 20


internos, como si se estuvieran peleando dos ranchadas, lo que
comúnmente se llama así en la jerga carcelaria”. (ver fs. 879/vta).
En lo que interesa reseñar, de acuerdo a lo constatado
en el acta de debate, la nombrada también expuso que: “…después cuando
ya se produce la columna de humo (…) uno actuaba a propio criterio (…)
tengo que actuar yo o quien sea, quien me de una mano. Fue todo muy
caótico realmente. Las cadenas de mando yo creo que acá no existieron.
Todos aportamos desde el guardia raso hasta la mayor jerarquía para que
esto saliera bien (…) Nuñez fue a abrir el patio porque para nosotros era la
única puerta que quedaba sin abrir (…) a pedido de la Fiscal Budiño y Lloret:
‘Concretamente como Oficial de Servicio esa noche ¿era la persona que le
daba órdenes a la gente de la Guardia? - Al personal que estaba de servicio,
sí, de la Guardia, …si’ (…) ¿Cómo fue la orden?: - Fuego a evacuar. Fueron
gritos. No hubo una orden específica…” (fs. 303/312).
Entre los testimonios que sirvieron de sustento a la
hipótesis de la acusación, destaco la versión que brindó Carlos Juan Gómez
que, según surge del acta de debate, explicó que en la guardia del Penal se
encontraban Roma, Perez y Villarreal, que una vez anoticiados sobre la
existencia de un conflicto –por la activación de la alarma-, Roma munida con
una escopeta se dirigió a la zona en cuestión. Dijo que, tanto de acuerdo a la
jerarquía, como desde el plano fáctico, la nombrada era quien daba las
órdenes (fs. 234/236).
Asimismo, según surge de la sentencia Gastón Alberto
Rigo –efectivo perteneciente a la División Canes, de la Guardia Exterior-
sostuvo que, en ocasión en que se encontraba en la guardia junto con
Gonzalo Pérez, Eduardo Gabriel Villarreal, Mauricio Alejandro Giannobile y
Rubén Montes de Oca sonó la alarma, se dirigieron a la oficina de control,
para tomar conocimiento del sitio donde tenía lugar el disturbio, y fueron al
módulo de las armas (vid fs. 879 vta.).

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Causa N° 92058
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

Manifestó en el juicio que “la jefa” en relación a la


imputada, le refirió que se quede en la puerta del módulo con el perro, con el
propósito de que nadie ingrese o salga del pabellón. Indicó que ingresaron
sus compañeros y percibió disparos, hasta que en un momento escuchó
‘ingresen al perro’, por lo que lo hizo, mientras los detenidos los agredían,
“…a la altura de la séptima cama, estaba todo cerrado, atrincherado. Gritan
sus compañeros ‘terminó, vamos, salgan´ y los que no tenían nada que ver,
que estaban adelante, se iban tirando al piso y los sacaban para afuera,
dejándolos en el patio de ingreso (…) Después de que prenden fuego
tuvieron que salir porque el humo les llegaba y se empezaban a marear. Fue
uno de los primeros en salir del pabellón con el perro para que no muerda a
nadie…” (fs. 881 y vta.). También fue Roma quien le dio la orden que vaya
en busca de cartuchos.
En semejante sentido, Matías Martín Ballina –efectivo
perteneciente a la Guardia Armada-, en lo que aquí interesa destacar, dijo
que recibió la orden de parte de Roma de que espere afuera sobre la calle;
ello puesto que iban a empezar a sacar internos, había que ir poniéndolos
boca abajo en el patio y colocarles esposas. Sostuvo que cumplió la
directiva.
No escapa a mi análisis que alguno de los testimonios
valorados dieron cuenta sobre la situación caótica que ocurriera en la
Unidad, una vez que comenzó el incendio en el pabellón 16, y señalaron que
cada agente del servicio penitenciario se manejaba con autonomía; sin
embargo, en su gran mayoría, reconocieron que María del Rosario Roma
estaba al mando y particularmente le atribuyeron órdenes específicas: quién
quedaba al cuidado de la puerta, cuándo ingresaba determinado agente,
quién y en qué ocasión se buscaran municiones o elementos de seguridad,
quiénes debían quedar al cuidado de los internos que retiraron del módulo,
entre otras; órdenes compatibles en razón del rango que detentaba en la
institución.

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Causa N° 92058
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

En definitiva, de las declaraciones ponderadas, sin


hesitaciones, se desprende que Roma junto a Reimundo Fernández eran las
máximas autoridades en el Penal, dirigieron el operativo armado, y tomaron
decisiones tendientes a privilegiar la seguridad de la Unidad, en desmedro
de la protección de la integridad física de los internos.
De lo hasta aquí expuesto, atento la jerarquía que tenía
la acusada, en correspondencia con el rol asumido en el suceso, encuentro
que colocó en peligro la integridad física de quienes tenía la obligación de
cuidar, frente a la conocida situación de peligro existente en el interior del
pabellón 16, realizó y ordenó comportamientos distintos a los debidos,
teniendo la efectiva posibilidad de realizar conductas de salvataje.
El Tribunal se inclinó por un estado de duda en favor de
la acusada, sin embargo en el razonamiento la valoración hecha es
insuficiente, pues soslaya importantes elementos de prueba disponibles, tal
como reclama, en los motivos de agravio, la acusación.
Es posible observar que la resolución presenta los
elementos probatorios, sobre los que se erige la estructura de la acusación,
en forma parcial, pues priva de entidad a los testimonios ya examinados.
En consecuencia, el razonamiento probatorio de los
Jueces del Tribunal para absolver a María del Rosario Roma no puede
convalidarse, desde que no encuentra sustento en la prueba producida.
Según he adelantado, la capacidad de revisión -en el
caso particular- se vio robustecida, lo que permite asumir competencia
positiva; ello debido a la peculiar relación que se ha tenido con la prueba, -
cuyo contenido no fue controvertido por las partes- y el acceso al soporte de
la grabación del debate, lo que permitió una evaluación distinta a la que
ordinariamente ofrecen otros procesos.
Atento las consideraciones expuestas, encuentro que
asiste razón a la acusación, por lo que corresponde casar el veredicto
absolutorio dictado respecto a María del Rosario Roma.

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Causa N° 92058
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SALA I

Adelanto que la nombrada será condenada en los


términos requeridos por la acusación, esto es: como autora responsable del
delito de abandono de personas seguido de muertes y lesiones (art. 106
apartados 2° y 3° del CP).
Asimismo, al no haber existido resolución respecto de
las pautas que permiten individualizar la pena, en los términos del art. 372
del C.P.P., corresponde reenviar los autos para que se realice la cesura de
juicio.
II b. Con relación a los motivos de agravio expuesto por
la acusación sobre las situaciones de: Jorge Luis Marti, Juan Emiliano
Santamaría, Carlos Busto, Gualberto Molina, Eduardo Villarreal, Juan
Eduardo Zaccheo, Gonzalo Pérez, Mauricio Giannobile, Marcelo Valdiviezo,
Marcos Sánchez, Juan César Romano, y Maxilimiliano Morcella; no habrán
de ser acogidos.
De acuerdo a las intimaciones – excepto los nombrados
Marti y Santamaría que tenían a su cargo funciones específicas: encargado
de turno y encargado de pabellón, respectivamente-; encuentro que la
circunstancia de sólo haberse comprobado la presencia de los imputados en
el lugar, en los momentos iniciales –es decir cuando se tomó conocimiento
de la pelea en el módulo B-, resulta insuficiente para tener por comprobadas
sus coautorías responsables.
Aclaro que, en lo estrictamente probatorio, la Fiscal en
su recurso expuso como motivo que el Tribunal omitió valorar –en sustancia-
los testimonios de los internos alojados en la Unidad 28; no obstante lo cual,
para un mejor abordaje de la cuestión, párrafos antes he transcripto el
alegato de la Dra. Budiño, oportunidad en la que luce detallada la prueba
que sirvió de sustento a su pretensión.
La situación de Juan Emiliano Santamaría.
En concreto, al nombrado se le cuestionó abandonar su
puesto de trabajo.

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Causa N° 92058
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SALA I

Según surge de la sentencia, Santamaría era el


encargado de los módulos 15 y 16 “…escucha ruidos en el 16 y va hacia
allá, observando una pelea entre internos, participando unos 15 o 20
aproximadamente. Que ve a uno herido bajo la axila sin saber quién era
puesto que nunca se hacía cargo de ese pabellón. Llamó por teléfono desde
la matera del 15 a la oficina de control y lo atendió una persona de sexo
masculino. Hasta ahí estaba sólo, luego acuden Jorge Luis Marti y
Gualdaberto Darío Molina y otro más, entre los que estaban el perro con su
dueño” (fs. 879).
Siguiendo los lineamientos de la acusación, sirvieron de
sustento las declaraciones de: Chaparro Cabral, Claudio Alfredo Rolon
Aguilar, Emanuel Isaías Rodriguez, Mansilla Ulises, y Luis Julio Melgarejo.
Sin embargo de la lectura del pronunciamiento y del acta de debate, no
surge que las versiones de los testigos aporten algún dato vinculado al
desempeño de Santamaría. Ello asi, excepción hecha de los solitarios dichos
de Rolon Aguilar, quien aunque sin dar el nombre dijo que “…el encargado
entró cuando empezamos a hacer quilombo nosotros para que vengan y
abran la puerta; entró, agarró su mochila y salió corriendo, desapareció…”;
los que están desprovistos de correlato con ninguna otra constancia reunida
(vid. fs. 36, 42, 73/vta., 224/225 vta. y 887).
En definitiva, Juan Emiliano Santamaría se limitó a
cumplir órdenes impartidas por sus superiores jerárquicos y, tal como surge
del pronunciamiento, junto a la mayoría de los agentes del servicio e
internos, recurrió al uso de matafuegos frente al siniestro, a pesar de su falta
de idoneidad.
La pretensión de la acusación no tiene sustento en la
prueba individualizada.
La situación de Jorge Luis Marti.
El Tribunal valoró la versión que prestara: “…se
recepciona un llamado desde el sector denominado módulos A y B o
pabellón 15 y 16, donde el encargado Santamaría le refiere que en el
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Causa N° 92058
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

módulo B, habría una reyerta entre varios reclusos, por lo que seguidamente
se hace presente en el lugar juntamente con personal de la guardia, los que
se encuentran en la unidad como grupo de apoyo” (fs. 879 vta.).
Advierto como dato de relevancia en su comportamiento
-según el relato de Gastón Alberto Rigo- que, junto a dos personas que no
pudo identificar, abrió el portón del fondo del pabellón 16.
La señalada, constituye el despliegue de una conducta
tendiente a evitar el resultado, es decir, un comportamiento de salvataje de
los internos que aún estaban en el interior.
Del acta de debate se desprende que el nombrado Rigo
expuso: “…había gente que iba y venía con matafuegos (…) de los que iban
y venían con matafuegos ¿puede identificar a alguien?: - estaban todos en
ese momento. Lo que querían era tratar de ayudar en algo. Tratar de abrir
los candados del fondo porque cuando fue a llevar la cartuchería a mis
compañeros que les faltaba también vi a gente por el fondo que ahí sí lo vi a
Marti en el fondo./// ¿En qué momento va al fondo y qué es lo que ve?-
Cuando estaba recorriendo el fondo y qué es lo que ve? – Cuando estaba
recorriendo el muro por el puesto 11, que sería casi enfrente de los
pabellones del fondo, vendría a ser de la parte de atrás donde están las
jaulitas esas, veo gente que abrieron las puertas de atrás del pabellón de
aquél. /// ¿Gente del Servicio?: sí. (…) Dijo que vio en la puerta a Marti ¿a
alguien más vio que pueda reconocer?- no recuerdo /// ¿sabe con cuántas
personas estaba Marti? : había dos o tres (…) primero se abre la del 16 y
después la del 15 (…) al rato, una vez que se abre la del 16 van para este
lado para abrir la otra porque ya el humo era demasiado /// ¿y en esa escena
estaba Marti con dos o tres?: sí…” (fs. 248 vta./253) .
Atento las contradicciones que existieron entre los
testimonios de los internos y las versiones del personal penitenciario, el A-
Quo tuvo en consideración datos objetivos obtenidos de las grabaciones de
las cámaras de seguridad e indicó que: “…es probable que se haya abierto
primero la puerta de emergencia del módulo 16 y luego la del 15, o ambas
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Causa N° 92058
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SALA I

casi en simultáneo, lo cual deja abierta la posibilidad de que hayan


intervenido en la apertura de las primeras sólo personal penitenciario o éstos
junto a internos…” (fs. 908vta.).
Recordemos que Quintana Ramírez logró salir con vida
por la puerta del fondo del pabellón.
El testigo Ramiro Gastón Barragán –encargado de los
pabellones 3 y 4- según dio cuenta el Tribunal dijo que un sujeto, a quien no
pudo identificar, fue a buscar matafuegos al sector donde el deponente se
encontraba (fs. 909/vta.). En el acta de debate, se dejó constancia que
Barragán, sin individualizar a ningún personal penitenciario, sostuvo que
colaboraban, retiraban internos. Quedó a cargo de los módulos que vigilaban
Busto y Romano (fs. 220/223).
Asimismo Leandro Saúl Cabezas (fs. 223/224), refirió
que fueron a buscar matafuegos y armas, sin nombrar a ninguna persona;
Manuel Adrián Salto no hizo ninguna referencia a los agentes imputados, a
excepción de Roma, en oportunidad de ser interrogado respecto de quien
estaba por encima de su cargo (fs. 313vta./317vta.); Luis Julio Melgarejo
refirió que vigiló a los internos y trató de que permanezcan en el piso (fs.
224/225vta.).
Como consecuencia de lo expuesto, la prueba en la que
la acusación pretende sustentar su reclamo carece de entidad para alterar la
decisión del Tribunal.
Con respecto a la situación de Carlos Busto, la versión
rendida por Ramiro Gastón Barragán, a partir de la que la acusación
construye su intimación, en ninguna ocasión lo menciona –testimonio que ya
he analizado-. El resto de las declaraciones señaladas por la Fiscalía se
tratan de los dichos de los coimputados (Roma, Santamaría, y Montes de
Oca) aspecto sobre el cual me he expedido.
De igual modo, la imputación dirigida a Guadalberto
Molina, carece de respaldo probatorio. Además del citado Ballina, Cristian
Martín Llamas solo aportó datos sobre el comportamiento de Nuñez. El resto
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Causa N° 92058
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

de las declaraciones también corresponden a coimputados (Roma,


Fernández, Santamaría, Pérez, Villarreal y Romano).
Con relación a la situación de Eduardo Villarreal, el
testigo Juan Carlos Gomez –evaluado en oportunidad de analizar la
situación de María del Rosario Roma-, manifestó que en la guardia estaba -
Villarreal- junto a Roma y Pérez (fs. 234). El testimonio de Rigo nada aporta
sobre la intimación dirigida contra el nombrado Villarreal.
En lo atingente a la acusación formulada respecto a
Gonzalo Pérez, se destacaron las versiones de Gastón Alberto Rigo –ya
expuesta-; José Alberto Capelli, quien ninguna circunstancia dio sobre la
situación del nombrado Pérez -fs. 255- y Alejandro Oscar Gondolbeu,
encargado de la reja, quien de manera genérica expresó que pasaban en
busca de matafuegos y, luego, elementos de sujeción (fs. 319 y
909vta./910).
Según los dichos Walter Ulises Mansilla, Maximiliano
Morcella salió a ayudar, por lo que mal pueden ser invocados para fundar el
reclamo de la acusación.
Respecto de Marcos David Sánchez, Juan César
Romano y Juan Eduardo Zaccheo la imputación sólo se basa en las
declaraciones de los coimputados: Roma y Molina.
Sobre los testimonios que respaldaron la imputación de
Mauricio Alejandro Giannobile, las versiones de Rigo y Gómez -ya
examinadas- ninguna referencia hicieron a su respecto.
Del mismo modo, el hecho atribuído a Marcelo Fabricio
Valdeviezo, circunscripto a que aún podía hacer algo, carece de sustento
probatorio, desde que el testimonio de Manuel Adrián Salto no respalda la
pretensión.
Atento a las consideraciones expuestas, a mi modo de
ver, en a contra de lo que sostienen las acusaciones -pública y privadas-, no
se advierte defecto alguno en el razonamiento del Tribunal.

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Causa N° 92058
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

Del fallo cuestionado se desprende que los


sentenciantes sustentaron en forma unánime las absoluciones en una de las
repercusiones de la garantía de inocencia: el in dubio pro reo (arts. 1, párrafo
3°, CPP y 18, CN).
No hubo infracción a ninguna regla de la sana crítica en
la aplicación del in dubio pro reo (arts. 106, 209, 210 y 373, CPP), sin que
los argumentos utilizados en los recursos logren conmoverlos (cfr. TCP, Sala
VI, c. 55.295, “El Bueno, Humberto Gabino ó Del Bueno, Humberto Gabino
s/ Recurso de Casación”, reg. 186 del 30 de mayo de 2013, entre muchas
otros).
III. Con relación al motivo de agravio común
desarrollado por los Dres. Julio Ricardo Beley, en favor de Reimundo Héctor
Fernández, y el Dr. Darío Saldaño, en representación de Rubén Alejandro
Montes de Oca, en el que señalan que los integrantes del Tribunal Oral en lo
Criminal vulneraron el principio de congruencia, al modificar en forma
arbitraria la calificación, habrá de ser receptado.
Los Jueces entendieron que los nombrados Reimundo
Fernández y Alejandro Montes de Oca resultaron coautores del hecho
calificado como homicidio simple en concurso ideal con homicidio en grado
de tentativa (arts. 42, 45, 54 y 79 del CP.). Al respecto, en la sentencia
expusieron que no compartían la calificación jurídica hecha por la Fiscal ni
por los representantes de los Particulares Damnificados.
La transgresión, según postulan las defensas, radica en
que la acusación, en las sucesivas etapas procesales de relevancia, calificó
los hechos respecto de los acusados como abandono de personas seguido
de muertes y lesiones, el Tribunal se apartó de aquel encuadre y condenó
por homicidio simple y homicidio simple en grado de tentativa.
Para fundar su decisión, el Tribunal oral en la sentencia
dijo que “[…] El delito de abandono de personas es un delito de peligro
concreto pues exige para su configuración la puesta en peligro de la vida o la
salud de otro por medio de la modalidad de exposición o abandono. Debido
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Causa N° 92058
PROVINCIA DE BUENOS AIRES
TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

a que protegen el mismo bien jurídico, se relaciona con los delitos de lesión,
tal es el caso del homicidio y lesiones (…) En el caso de autos, desde el
punto de vista objetivo, al momento de quedar las víctimas encerradas en el
pabellón con un incendio declarado, existía una situación de peligro
concreto, un riesgo definido de muerte. La omisión de prestar el auxilio
necesario (apertura de las puertas delanteras del pabellón), para evitar la
muerte en dichas circunstancias desplaza la figura del abandono de
personas, al homicidio simple, en este caso, con dolo eventual. Esta
variación del encuadre legal es respetuosa del principio de congruencia y de
la garantía constitucional de la defensa en juicio…” (fs. 941/vta.).
Corresponde evaluar si se encuentra afectada la
garantía de defensa, tal como lo reclaman los Defensores.
La cuestión radica en si hubo correlación
entre la imputación y el fallo, por lo que deben realizarse algunas
consideraciones preliminares.
Tal como lo expuse junto a mi colega de
Sala, Dr. Daniel Carral, en la causa "Cardozo" 86955 del 9/5/2019: "La
enfática consagración en el artículo 18 de la Constitución Nacional de la
fórmula: "Es inviolable la defensa en juicio, de la persona y de los derechos",
se ha definido en material procesal penal que comprende la facultad de
intervenir en el procedimiento penal abierto para decidir acerca de una
posible reacción penal contra el imputado y la de llevar a cabo todas las
actividades necesarias para poner en evidencia la falta de fundamento de la
potestad penal del Estado o cualquier circunstancia que la excluya o atenúe.
imputación: una hipótesis fáctica, que consista en la afirmación clara, precisa
y circunstanciada de un hecho concreto, singular, de la vida de una persona,
cuyo paso fundamental consiste en garantizar al imputado el derecho a ser
oído, lo que se conoce como intimación.
La descripción material de la conducta imputada
contiene los datos fácticos recogidos en la acusación que constituyen la
referencia indispensable para el ejercicio de la defensa del imputado y la
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Causa N° 92058
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

consecuente consideración del juzgador. De ahí que el imputado tenga


derecho a conocer, a través de una descripción clara, detallada y precisa, los
hechos que se le imputan (v. Corte IDH, caso Fermín Ramírez vs.
Guatemala, Sentencia de 20 de junio de 2005 (Fondo, Reparaciones y
Costas), párr. 67).
La calificación jurídica puede ser modificada durante el
proceso por el órgano acusador o por el juzgador, sin que ello atente contra
el derecho de defensa, cuando se mantengan sin variación los mismos
hechos y se observen las garantías procesales previstas en la ley para llevar
a cabo la nueva calificación. Es decir que el llamado "principio de coherencia
o de correlación entre acusación y sentencia" implica que ésta última puede
versar únicamente sobre hechos o circunstancias contemplados en la
acusación (Corte IDH, Íd.).
En sentido similar, la Corte Europea de Derechos
Humanos ha sostenido que "Las particularidades del delito juegan un rol
crucial en el proceso penal, desde […] la comunicación de aquéllas es
cuando el sospechoso es formalmente puesto en conocimiento de la base
fáctica y legal de los cargos formulados en su contra […]. El artículo 6.3.a)
de la Convención reconoce al imputado el derecho a ser informado no sólo
de la causa de la acusación, es decir, de los actos que supuestamente ha
cometido y sobre los que se basa la acusación, sino también de la
calificación legal dada a esos actos […]" (Cfr. Pelissier and Sassi v. France
25444/94, [1999] ECHR, párrs. 51, citado por Corte IDH, cit.)
Este principio, en consecuencia, se ve lesionado por
todo aquello que en la sentencia signifique una sorpresa para quien se
defiende, es decir, todo aquello sobre lo cual el imputado y su defensor no
hayan podido expedirse y esta pauta hermenéutica decide en los casos
concretos, toda vez que la infinita riqueza de elementos que cada uno de
ellos contiene impide una definición a priori en términos abstractos (cf. Maier,
Julio, B. J., Derecho Procesal Penal. Fundamentos, t. I, Del Puerto, Buenos
Aires, 2004, 2da. ed., p. 568).
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Causa N° 92058
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

En términos generales, si bien en principio esta regla no


se extiende a la subsunción legal de los hechos bajo conceptos jurídicos,
dado que lo que interesa es el acontecimiento histórico imputado, como
situación de vida ya sucedida (acción u omisión), que se pone a cargo de
alguien como protagonista, del cual la sentencia no se puede apartar porque
su misión es, precisamente, decidir sobre él (cf. Maier, op. cit., p. 569); debe
reconocerse que un viraje brusco en el significado legal atribuido al accionar
desplegado puede provocar situaciones de indefensión, dado que se trata de
un parámetro orientador de la actividad probatoria...".
En el caso de autos, los imputados fueron intimados
como autores del delito de abandono de personas seguido de muertes y
lesiones y condenados por el delito de homicidio simple y tentativa de
homicidio.
No es posible afirmar que se trate de los mismos
hechos.
No se trata de una simple alteración de la calificación
legal sino de una modificación sustancial del suceso imputado.
Más allá de la identidad espacial, temporal y de los
intervinientes, la conducta atribuida contiene una variación esencial que se
desprende del simple cotejo de los tipos. El relato del hecho efectuado por
las acusaciones, no sufrió variaciones. La modificación de la significación
jurídica, implican estructuras típicas disímiles- circunstancia que, pese a la
afirmación hecha por los integrantes del Tribunal, provocó estado de
indefensión.

En esencia, la cuestión medular se presenta en la


consideración del riesgo creado al momento de la acción, si se mantiene aún
con determinada indefinición, o está por completo definido como probable
vía hacia el resultado.

El desplazamiento del abandono (por acción o por


omisión) radica en que retira su protección cuando el peligro configurado (de

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Causa N° 92058
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

muerte) ya es completamente concreto, directo, característico (arrollamiento


por un tren a una persona que está en una vía), se está en la creación de un
riesgo reprobado propio del delito de homicidio. En cambio cuando el autor
expone a una persona o la abandona al momento en que los riesgos que
pesaban sobre ésta, por la exposición o el abandono, se hallan aún
indefinidos o en un grado más general o remoto, se estará en el ámbito del
(mero) abandono de persona”. Asimismo, incluso si se interpreta que el
peligro que exige el tipo legal del art. 106 del CP es concreto, para que
exista delito de abandono, el peligro a sufrir por la víctima no puede estar
concretado ya en forma inmediata al momento de la acción de abandonar,
porque si sucede, se trata del riesgo propio del delito de homicidio o
lesiones, abarcado con el dolo eventual en tanto el autor sea consciente de
él, mientras que el riesgo del abandono tiene que ser abstracto, al menos al
momento de la acción –sea colocándolo en una situación de desamparo, sea
abandonándolo a su suerte-.

La sentencia, para no provocar indefensión, debe


respetar el marco de las circunstancias fácticas efectivamente descriptas por
la acusación, que constituye el hecho objeto del proceso en el debate.

En Sircovich (31/10/06), S. 1798.XXXIX, la Corte


Suprema de Justicia de la Nación afirmó que "… esta diferencia teleológica,
modifica necesariamente la significación jurídica penal de la acción, puesto
que -cualquiera sea la posición que se tenga ante la teoría del dolo- todo
acto humano, para ser punible, debe ser considerado también en su faz
subjetiva. Al ser ambos aspectos, el objetivo y el valorativo, inseparables en
una conducta típica, cualquier cambio significativo de uno de ellos arrastra al
otro, distorsionando así la naturaleza de la imputación". "El cambio de
calificación adoptado por el tribunal será conforme al art. 18 de la
Constitución Nacional, a condición de que dicho cambio no haya
desbaratado la estrategia defensiva del acusado, impidiéndole formular sus

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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

descargos" (Conf. "Zurita" 23/4/91 CSJN, fallos 314:333; "Acuña" CSJN


10/12/96, fallos 319:2959; "Martínez" CSJN 17/3/98 fallos 321:469).
En definitiva, la garantía en cuestión se afecta cuando –
como en el caso- el pronunciamiento judicial modifica la calificación de la
acusación y el sustrato fáctico delimitado por el órgano acusador no contiene
la descripción de elementos objetivos y/o subjetivos singulares del novedoso
encuadre legal, circunstancia que descalifica la decisión.
Sin perjuicio de ello, corresponde analizar si los
elementos probatorios reunidos en el proceso permiten tener por
acreditadas la existencia del hecho en su exteriorización y la autoría
penalmente responsable de Reimundo Fernández y Alejandro Montes de
Oca, de acuerdo a los términos de la acusación

Ello así pues, reitero, el objeto del


proceso no sufrió alteración que genere perjuicio a los acusados, sino que el
Tribunal decidió limitar los acontecimientos con relevancia jurídica –aspecto
antes tratado, al analizar los recurso

III a. El Tribunal de la audiencia tras sustanciarse la vista


oral tuvo por acreditado que “Mediante la prueba producida en este debate,
más la incorporada por su lectura por acuerdo de partes, se ha podido
acreditar que siendo aproximadamente las 22:30 hs. del día 15 de octubre
de 2005, se inició una pelea en el interior del pabellón 16 ó modulo B de
Autodisciplina, emplazado en la Unidad Carcelaria N° 28 de la localidad de
Magdalena, perteneciente al Servicio Penitenciario Provincial.

A raíz de dicha pelea, el encargado del pabellón dio


aviso a la oficina de control y se hicieron presentes en el lugar el encargado
de turno, e instantes después el jefe de turno y la oficial de servicio con
funciones de jefa de la guardia de seguridad exterior durante esa noche,
ambos con personal a su cargo y de la División Canes, portando alguno de
ellos, escopetas calibre 12/70, con munición antitumulto.

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Causa N° 92058
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

Previo a dar la voz de alto y a efectuar varios disparos


de advertencia desde la puerta de reja que separa el sector de alojamiento
de internos de la oficina de vigilancia –matera-, el jefe de turno –máxima
autoridad en ese momento en la Unidad- dio la orden de ingreso al pabellón,
distribuyéndose el personal antes mencionado en dos grupos, los que fueron
avanzando uno por el sector de las camas y el restante por el corredor
principal, a la vez que, quienes iban armados, fueron efectuando reiterados
disparos. En esas circunstancias, algunos internos se tiraron al piso en
forma inmediata, oportunidad en la que comenzaron a ser llevados hacia el
exterior del módulo por el personal penitenciario, mientras que otros se
dirigieron hacia el fondo del pabellón y frente al avance del personal
interviniente que había llegado a la mitad del módulo y continuaban
efectuando disparos, un interno inició un foco ígneo en el sector de la última
cama emplazada en el lugar como respuesta al accionar de los agentes
penitenciarios, el que se propagó rápidamente en su interior, produciendo -
cuanto menos- dos nuevos focos.

Ante ello, los agentes penitenciarios se replegaron,


llevando consigo a otros internos que se habían tirado al piso, salieron del
pabellón y cerraron la puerta de rejas y la que divide éste sector de la oficina
de vigilancia (matera).

Frente a la existencia del excesivo calor y humo


reinantes, que rápidamente invadió el interior del pabellón, hubo internos que
se vieron obligados a dirigirse hacia el frente de aquél, con la finalidad de
salir por allí en razón de ser ésta la única vía de escape disponible en ese
momento y ante la imposibilidad de hacerlo, comenzaron a pedir auxilio a
viva voz, sin que el jefe de turno ni el encargado de la custodia de las
puertas –últimos en salir del pabellón- procedieran a prestar la ayuda
solicitada, pues mantuvieron cerradas las puertas de acceso arriba
referenciadas, es decir, la de chapa y la de reja.

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Causa N° 92058
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

Que los internos que fueron retirados por el personal


penitenciario quedaron bajo su custodia en el frente del pabellón, para luego
ser trasladados al sector del césped circundante y finalmente, al patio de
visitas, conocido como “pic nic”.

Que transcurridos algunos instantes, parte del personal


penitenciario se dirigió hacia el sector trasero de los módulos 15 y 16,
procediendo a abrir las puerta de emergencia de los mismos, desalojando a
los ocupantes del pabellón 15. Por la puerta de emergencia del 16, sólo
logró salir con vida Ángel Eduardo Quintana Ramirez, debido a que los
internos que se habían trasladado a la parte frontal del pabellón debido al
intenso humo y calor no pudieron regresar al sector trasero.

Ante los pedidos de auxilio que provenían del pabellón


16, algunos de los internos del 15 se dirigieron hacia el patio de recreo del
16 a fin de iniciar las tareas de rescate, mientras que otro grupo de internos
se dirigió hacia los pabellones del 17 y 18 para que otros detenidos que
estaban allí alojados ayudaran en las tareas de rescate de los internos del
pabellón 16 que habían sido retirados por los agentes penitenciarios
inicialmente (…)

No obstante la situación de peligro cierto y actual que


corría la vida de las personas privadas de la libertad bajo su guarda y la
obligación legalmente impuesta a los agentes penitenciarios de salvaguardar
la integridad física de los mismos, éstos no abrieron cuanto menos la puerta
delantera de chapa y reja –única vía idónea de salvataje- utilizada.
Conforme surge de la materialidad ilícita descripta, la no apertura de la
puerta de reja del módulo 16 –individualizada como Nro. 3-, fue determinante
ellos para salir del lugar- teniendo la capacidad de hacerlo, conociendo los
efectos tóxicos de los gases y elevado calor, causando de este modo, con su
actuar omisivo el fallecimiento de...” (fs. 871/877).

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Causa N° 92058
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

Más adelante, se lee “…de todas las conductas


descriptas e imputadas por la acusación, el Tribunal (…) en virtud del
principio “iura novit curia” (“el juez conoce el derecho”), ha ponderado que
sólo una de ellas, me refiero concretamente a mantener cerradas las puertas
de reja y la que divide el sector de la oficina de vigilancia (matera) es la que
se encuentra acreditada y resulta determinante del resultado…” (fs. 877vta.).
Sentado el desarrollo del factum de imputación que se
tuvo por probado, es dable destacar que las Defensas, en líneas generales,
comparten y centran su objeción en la valoración probatoria efectuada por el
Tribunal para comprobar la materialidad ilícita. Con distintos matices
aseveran que el evento no sucedió del modo descripto en el veredicto.

De la lectura de las impugnaciones traídas, surge que


los planteos efectuados son –en su mayoría- una reedición de aquellos
realizados en la instancia pero desechados con acabados fundamentos, sin
que ahora logren contrarrestar con su crítica lo afirmado al respecto por el A
Quo.

De todo lo dicho, surge que la mayor parte de las


cuestiones plantedas por las defensas ya fueron objeto de tratamiento por el
A Quo, quien evaluó sus pretensiones y las contestó (cfr. fs. fs. 45vta./56),
por lo que insisten ante esta sede sin lograr alterar la decisión (v. Sala VI, c.
N° 56.386, caratulada “BUSTAMANTE, Sergio Gustavo s/ Recurso de
Casación”, sent. del 11 de octubre de 2013, reg. 453/13; c. N° 56.644,
“GONZÁLEZ, Pamela Elizabeth y SAAVEDRA, Sebastián Ezequiel s/
Recurso de Casación” y su acum., c. N° 56.647, “GONZÁLEZ, Pamela
Elizabeth y SAAVEDRA, Sebastián Ezequiel s/ Recurso de Casación
interpuesto por part. damnif.”, sent. del 30 de diciembre de 2013, reg.
680/13, c. 58.518 “REQUITO, Alfredo Enrique s/Recurso de Casación, reg.
227/14).

La motivación o expresión de agravios es el


razonamiento de censura que el impugnante formula contra la resolución
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Causa N° 92058
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

cuestionada, sea para destruir sus premisas y conclusiones o para


demostrar su ilegalidad y, por lo tanto, debe ser clara, precisa y específica
(cfr. CLARIÁ OLMEDO, Jorge A., Tratado de Derecho Procesal Penal, t. V:
La Actividad Procesal, Bs. As., EDIAR, 1966, ps. 468/469); de este modo, si
la defensa prescindió de formular una crítica concreta y eficaz contra los
argumentos desarrollados en la sentencia que cuestiona, el recurso resulta
inidóneo para alterar la decisión.

Sentado lo anterior, examinaré la prueba que sirvió de


sustento a los veredictos de condena.

III. b Situación de Reimundo Fernández.

Con base en el decreto ley 9578/80 normativa que


regula el régimen del personal del Servicio Penitenciario, en armonía con las
disposiciones internacionales que tratan la temática, el Tribunal aseveró que
Fernández en su calidad de jefe de turno, se encontraba sujeto al deber de
proteger la vida de los internos bajo su custodia.

El acusado ostentaba, al momento del suceso juzgado,


la máxima autoridad a cargo de la Unidad, extremo respecto del cual
depusieron Lemos, Campos, Montoya, y Rigo, como así también fue
reconocido por el imputado en ocasión de prestar declaración; y en definitiva
ello no fue controvertido por la parte.

Continuó el Tribunal y sostuvo que “Como tal, tomó


intervención en el conflicto que se suscitó dentro del pabellón 16. En esa
intervención fue uno de los tantos agentes penitenciaros en ingresar
armados con escopeta calibre 12/70 al módulo, extremo que se encuentra
acreditado mediante el listado obrante a fs. 271, fue reconocido por el
imputado” y también por el citado testigo Rigo. (fs. 928/vta.).

Tampoco fue controvertida la injerencia que tuvo el


acusado en el operativo llevado a cabo en el pabellón 16, desde su inicio
hasta el repliegue; se trataba de quien daba las órdenes. Tal situación

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Causa N° 92058
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

también fue expuesta por Fernández, como el hecho de haber sido el último
agente que salió del módulo “…por razones que el propio imputado invoca:
porque había entrado primero al sector de alojamiento y era el que estaba
más al fondo del pabellón. Se replegó caminando hacia atrás por razones de
seguridad quedando ante su vista el sector de alojamiento del pabellón y al
salir, la puerta de reja Nro. 3…”. (fs. cit.).

El Tribunal Oral transcribió en extenso la declaración


que rindió el imputado tanto en el marco de la IPP como en el contradictorio
(fs. 223vta. y 228). Ahora bien, en lo que interesa reseñar, puso especial
atención en el conocimiento que tenía Fernández de la situación de peligro.
En efecto, con acierto, sostuvo que en ocasión en que tomó la decisión de
retirarse, el incendio estaba en plena producción, en rigor, lo peligroso era el
asfixiante humo.

El Tribunal dio cuenta de dos cuestiones que


merecieron especial reparo: la relativa al mecanismo de apertura y
cerramiento de las puertas –lo que incluye las llaves- y el estado de las
mismas informado por especialistas. Tuvo en cuenta que la puerta Nro. 2,
fue cerrada antes de que el humo llegara a la parte delantera del módulo, en
virtud del patrón de hollín que fue revelado; concluyó que el imputado al
momento de trasponer dicha puerta, después de haber dejado atrás la reja,
no lo hizo envuelto en una nube negra como afirmó. Lo relativo al sistema de
la custodia de las puertas y llaves, lo analizaré al tratar la situación de
Montes de Oca.

He evaluado la evidencia objetiva ponderada por los


sentenciantes al abordar los reclamos de la acusación; por lo que me remito
a lo allí expuesto.

Por lo demás, consideraron que la coartada del acusado,


en sustancia, que ordenó la apertura de todas las puertas, no fue
corroborada por ninguno de los agentes penitenciarios que, de alguna
manera, tuvieron intervención en el suceso.
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Causa N° 92058
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

En definitiva, el Tribunal concluyó que Reimundo


Fernández tuvo efectiva posibilidad tanto de ordenar, al inicio del foco ígneo,
como en su retirada la apertura de las puertas delanteras (n° 2 y 3); sin
embargo no actuó. “…cuando se percató de que el peligro había tenido
comienzo de concreción se encontraba en posición de garante y
consecuentemente estaba obligado a actuar para impedir el resultado. Tuvo
capacidad de acción necesaria para dar cumplimiento al deber emergente de
su posición de garante. Es innegable el dolo del omitente cuando éste ha
tenido conocimiento de las circunstancias que generan el peligro de
producción del resultado y de su propia capacidad de acción…” (fs.
929vta./930).

La omisión de abrir la puerta de reja del módulo 16 –


individualizada como Nro. 3- impidió la evacuación del pabellón. Lo propio
ocurrió con la falta de apertura de la puerta de chapa anterior a la reja-
individualizada como Nro. 2-, al menos durante los primeros momentos en
que se desarrolló el incendio. Dichas circunstancias impidieron que los
detenidos utilizaran las únicas vías de escape idóneas para salvar sus vidas.

Los Jueces atribuyeron el hecho a “…las dos últimas


personas en salir del pabellón, quien se hallaba a cargo del operativo desde
su inicio hasta su repliegue- y quien se encontraba –en la ocasión- a cargo
de la custodia de dichas puertas. Ambos deben responder en carácter de
coautores…” (fs. 922/vta. y 923).

Tal como he adelantado, los planteos efectuados por el


Dr. Beley en el recurso, fueron desechados por el Tribunal, sin que sus
argumentos tengan aptitud para desvirtuar los fundamentos de la sentencia.

En lo atinente a los reclamos relativos al estado de la


red contra incendios, el desvío clandestino de agua, y la ausencia de
formación sobre tareas de índole rescatistas; el Tribunal, con acierto,
sostuvo que si bien las circunstancias apuntadas por el recurrente tuvieron

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Causa N° 92058
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

impacto en las menores chances de llevar adelante tareas de salvataje de


las personas alojadas en el módulo, no impidió a los agentes penitenciarios
replegarse y salir exitosamente del recinto; mientras que, por el contrario, los
internos ya no tenían disponibles vías de escape. En otras palabras,
atendiendo al hecho atribuido, el acusado abandonó a su suerte a los
internos –incapaces de valerse por sus propios medios- cuando tenía la
obligación de proteger su integridad física.

De otro lado, aun careciendo el imputado de


conocimientos específicos sobre cómo organizar tareas de salvataje ante
siniestros de tal magnitud, no puede soslayarse que la generación de focos
ígneos constituye una usual modalidad de reclamo en las Unidades
Carcelarias, por lo que se trata de una cuestión de sentido común.

Con relación a la crítica sobre la valoración de los


candados, el Defensor pasó por alto que el A-Quo explicó las razones por
las cuales prescindió de valorar lo relativo a dicho elemento de seguridad
(vid. fs. 890/vta.). Sólo efectuó como consideración que, en el contexto en
que tuvo lugar el hecho, el cierre de la puerta de rejas resultaba suficiente
para impedir la entrada y salida del pabellón.

Sobre el aspecto subjetivo, el Tribunal explicó que


Fernández tuvo capacidad de acción para cumplir el deber que concierne a
su posición de garante. Conoció las circunstancias que generaron el peligro,
y las posibilidades de acción “…Ese dolo se pone de manifiesto cuando éste
deja transcurrir los hechos sin actuar conociendo las circunstancias que
fundamentan el peligro de la producción de la muerte y su posibilidad de
evitarlo” (fs. 930).

Conforme he reseñado en los antecedentes de la


presente sentencia, la Defensa distingue el comportamiento asumido por los
internos que fueron retirados del módulo, por haber acatado la orden
impartida por los agentes del Servicio Penitenciario, de aquéllos que
decidieron agruparse en el fondo del recinto y prendieron fuego un colchón.
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Causa N° 92058
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

Quedó comprobado que, algunos de los internos, a


modo de protesta, iniciaron un foco ígneo, lo que fue el comienzo de la
situación de peligro. Aun siendo ello así, y atento la existencia del hecho en
su exteriorización atribuida, el incendio se erigió en la situación –externa-
generadora del deber de actuar. Frente a ello, se acreditó la posibilidad de
cumplir con el mandato de auxilio definido por una relación específica que
toma en cuenta al personal penitenciario como sujeto particular, a quien le
incumbe el deber de conjurar, reducir o controlar el riesgo.

En función de lo hasta aquí dicho, la acreditada


circunstancia de que el foco ígneo originado en el fondo del pabellón 16,
haya sido producido por factores externos, y según los testimonios rendidos,
adjudicable a uno o más de los internos, no explica –como pretende el
Defensor- el resultado producido.

La autopuesta en peligro, importa un elemento negativo


de la tipicidad, desde que se trata de la imputación a la víctima, sea por
asunción del riesgo, dominio del mismo y/o por la capacidad explicativa de la
impudencia.

Sin embargo el reclamo desatiende que la injerencia de


las víctimas, bajo ningún punto de vista, releva del deber de actuar de las
personas que estaban obligadas institucionalmente a velar por su integridad,
conforme a la competencia de fomento que tienen, en la que, según lo
anticipara, el deber surge porque el Estado ha fundamentado un poder
jurídico especial sobre las personas alojadas, se trata de actividades en el
marco de una organización estatal, por lo que debe ocuparse que esas
personas gocen de la medida de protección y custodia propias de la
concreta relación especial.

En suma, encuentro que los elementos probatorios


valorados por los Jueces, permite comprobar los extremos cuestionados en
el recurso, sin que los argumentos desarrollados por los impugnantes logren
desvirtuar su entidad convictiva.
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Causa N° 92058
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

Concluyo que el Tribunal contó con prueba de signo


cargoso sobre el hecho y la participación en él del acusado, para dictar un
fallo de condena que, según lo fundara y tuviera por acreditado, fue obtenida
sin violar derechos o libertades fundamentales.

También es posible establecer que en la motivación de


la sentencia se ha expresado el razonamiento, en sus aspectos
fundamentales, que ha llevado a partir de las premisas que expusiera a la
conclusión lógica, sin infringir en ellos los criterios de la lógica y de la
experiencia ni advertirse arbitrariedad o absurdo.

La valoración de la prueba reconoce como límite a la


arbitrariedad, en la exigencia de las libres convicciones, que reclama la
ponderación de los distintos medios probatorios, con el desarrollo escrito de
las razones que llevaron a dicha convicción sincera sobre la verdad, al
examinar con sentido crítico aquéllos. En rigor de verdad, el fallo examinado
constituye una unidad lógico.-jurídica, razonado y autosuficiente.

III c. La situación de Rubén Alejandro Montes de Oca.

En lo que interesa destacar, el Tribunal ponderó la


relevancia del manejo de las puertas en toda Unidad Carcelaria. Aspecto
clave desde que –siguiendo su postura- existen procedimientos específicos
que indefectiblemente deben prestarse con suma diligencia por parte de los
agentes del Servicio Penitenciario, desde que obedecen a la seguridad con
un doble objetivo, evitar la fuga de internos, y la personal de los agentes.
un penitenciario que custodia la reja o puerta y es el encargado de su
apertura o cierre…” (fs. 931).

En primer lugar, en consonancia con la documentación


ingresada al juicio, el Tribunal consideró comprobado que el acusado se
desempeñaba como guardia –con funciones ejecutivas y subordinadas-,
prestaba servicio como centinela del muro de ronda, y pertenecía a la
Guardia de la Seguridad Exterior de la Unidad 28. La noche en que tuvo

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Causa N° 92058
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

lugar el hecho, acudió al pabellón 16 una vez anoticiado sobre la existencia


de un conflicto.

Con base en los testimonios prestados por Lemos,


Montoya, Aquino, Gondolbeu, y Gonzalez, entre otros, los Jueces
entendieron que Montes de Oca asumió la responsabilidad de la custodia de
la reja que separa la zona de alojamiento de la matera del módulo B.

De acuerdo a las versiones rendidas en el juicio, el


imputado estaba a cargo –en la ocasión- de la puerta, precisamente de la
que habilitó la salida de veintitrés internos y agentes del servicio que
intervinieron en el procedimiento armado, cuando se suscitó el conflicto entre
los internos.

En otras palabras, asumió un específico rol y, con su


intervención, incrementó el peligro como también obstaculizó posibilidades
de salvamento eficaces, incluso de personas que, sin estar obligadas, se
mostraron dispuestas a prestar auxilio.

Considero que, con acierto luego de analizar la prueba


disponible, el Tribunal concluyó que en el desempeño de tal tarea, Montes
de Oca tenía conocimiento del estado de la puerta una vez que emprendiera
su retiro del pabellón 16 junto a Fernández.

Conforme señalara, los citados testigos explicitaron el


modo en que se custodiaban las puertas frente a una situación de conflicto.
En semejantes términos, dieron cuenta que: la puerta debe ser abierta por el
encargado que tiene la llave del pabellón, resultando responsable del
ingreso y egreso de los internos y de los agentes penitenciarios; el citado
Gondolbeu dio mayores precisiones “…cada vez que hay un ingreso yo doy
el paso y cuando pasaba la persona se cierra la reja. Cuando vuelve alguien
a pasar se abre y así sucesivamente… la llave la conserva en mi mano. Es
normal esa mecánica…” (fs. 931/vta.). Agregó la versión de uno de los
internos del pabellón 16, González, en tanto dijo que recordó que cuando lo

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Causa N° 92058
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

sacaron, advirtió la presencia de un agente encargado de la puerta, y según


su percepción, fue el último que cerró la misma (fs. cit).

Observo que, en contra del reclamo del Defensor, las


conclusiones arribadas por el Tribunal tienen sobrado sustento probatorio, a
la par que se presentan razonables. Hasta aquí, distinto de lo argumentado
por el impugnante, observo válidos los fundamentos expuestos por el
Tribunal para justificar la decisión.

Tampoco considero que el reclamo sobre el


procedimiento de incautación de las vainas, tenga incidencia en el hecho
atribuído al acusado, ni en la autoría atribuida en el mismo. En rigor, se trata
de una circunstancia con impacto en las características que tuvo el ingreso
del personal penitenciario al módulo, donde se produjo inicialmente una
reyerta entre los internos.

Por último, en lo que respecta al cuestionamiento sobre


la decisión que tomó el Tribunal acerca del pedido de nulidad del alegato
Fiscal; advierto –en primer lugar- que el recurrente se limita a esbozar su
disconformidad, sin contrarrestar los argumentos expuestos al respecto;
luego, conforme surge del pronunciamiento, los Jueces abordaron el pedido
de nulidad como cuestión previa, de manera clara explicitaron que la queja
vinculada a la lectura del alegato, en consonancia con la disposiciones del
art. 368 del CPP, no determina la sanción la nulidad, además de no haber
invocado el Defensor el perjuicio que le genera la irregularidad que señala
(arts. 3, 201 –a contrario- ss y cc del CPP).

En definitiva, la conclusión del fallo, en cuanto afirma


el extremo de la imputación aquí discutido, constituye la derivación razonada
del derecho vigente y de las pruebas recolectadas en el proceso; no hubo,
pues, infracción a ninguna regla de la sana crítica ni desconocimiento del in
dubio pro reo (arts. 106, 209, 210 y 373, CPP), desde que la duda, en tanto
repercusión de la garantía de inocencia como posición del juez respecto de

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Causa N° 92058
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SALA I

la verdad –frustrada–, no sólo no surge de los fundamentos que el A Quo


expuso sino tampoco de los argumentos utilizados en el recurso.
Asimismo, el Defensor cuestiona la valoración de la
escasa antigüedad en la institución de su asistido, como parámetro
atenuante de la sanción; por entender que dicha situación tiene relevancia
en la constitución del dolo eventual.
En la cuestión cuarta el Tribunal computó la
circunstancia señalada por la defensa como circunstancia atemperante de la
pena, en rigor – siete meses de antigüedad en el Servicio Penitenciario-.
En primer lugar, el reclamo se circunscribe a que tal
extremo debió valorarse como parte sustancial de la representación del dolo
eventual; y precisó que el Tribunal no respondió cuál sería el propósito de
proceder del modo que se le reprochó a Montes de Oca. Interpreto que el
impugnante relaciona su queja con el planteo subsidiario de cambio de
calificación por homicidio imprudente.
En rigor, la poca antigüedad del acusado en la
institución, que puede suponer defectos en la instrucción recibida, en todo
caso se vincularía con un error de prohibición –más específicamente con el
aspecto relativo a la conciencia potencial de la antijuricidad-, y no con la
configuración del tipo subjetivo de la infracción.
La sentencia pone de manifiesto de manera explícita el
razonamiento para fundamentar los motivos por los cuales entiende que la
conducta realiza el tipo doloso. Luego, visto el panorama de los hechos “ex
post” es probable que nadie pueda pensar en la “mala intención” de causar
el resultado finalmente acaecido. Esto es así, probablemente aún en los
casos de las peores intenciones, dado que el análisis debe objetivarse “ex
ante” y poco ha de importar “las malas o buenas intenciones” si el riesgo que
entraña la conducta emprendida alcanza la magnitud para –también “ex
ante”- pensar en una probabilidad de producción del resultado sin que el
autor haya impulsado contra-factores para enervar ese riesgo.

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Causa N° 92058
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SALA I

Montes de Oca tenía bajo su órbita de competencia la


vigilancia de la puerta –vía de escape por antonomasia idónea para salir del
pabellón- y, cuando el incendio se tornó en peligroso, situación fáctica que el
acusado conocía dado el lugar, y –entre otras cuestiones, las características
del humo, como también la masiva retirada de todos los agentes
penitenciarios- al egresar del recinto cerró dicha puerta.
Ese cuadro de circunstancias, que no tienen por qué
ceñirse al momento mismo del incendio peligroso, y que puede extenderse a
instantes previos, permite verificar la consciencia sobre extremos fácticos
reconocibles y reconocidos en el caso concreto.
Conforme he analizado en el punto III de la presente
sentencia - al abordar el principio de la congruencia-, sin entrar a considerar
el acierto o desacierto de la hipótesis intimada por la acusación, el suceso
fue definido como constitutivo del delito de abandono de personas seguida
de muertes y lesiones. El riesgo cognoscible del tipo penal es más abstracto;
de modo tal que el conocimiento de ese riesgo puede ser imputado con
suficiencia, si se tiene en cuenta las proposiciones fácticas corroboradas,
sobre las que se ha abundado en detalle en párrafos precedentes.
El análisis del aspecto subjetivo de la figura penal, abarca
un riesgo más lejano; la cuestión –entonces- transita por corroborar si se
encuentra comprobado el conocimiento sobre la situación de abandono –
respecto a la exposición a ese riesgo-. De acuerdo a lo señalado, e insisto,
en consonancia con lo decidido en punto a la congruencia, el dolo no se
vincula con el resultado. El dolo se refiere al abandono de las víctimas, y al
peligro que corren en la situación en concreto.
El dolo de puesta en peligro significa, en su faz intelectual,
la representación de la posibilidad de que se producirá un peligro de lesión al
bien jurídico, y ello significa, a su vez, representación de la posibilidad de
que se producirá una lesión. El dolo abarca el conocimiento de la acción
típica, sea ésta como desamparo o como abandono, la relación de
causalidad que existe entre la acción y la creación del peligro, y las
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Causa N° 92058
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SALA I

circunstancias que fundamentan el peligro para la vida o la salud de las


víctimas. En el caso de abandono propiamente dicho el autor debe conocer,
además, la posición de garante que ocupa frente al bien jurídico -que tiene el
deber especial de cuidado- y las características exigidas en el sujeto pasivo.
Si el sujeto desconoce o tiene una falsa representación de dichos elementos,
estaremos ante un error de tipo (Edgardo Donna. Parte Especial. Tomo 1, 4°
Edición. Ed. Rubinzal –Culzoni, pág. 422 y ss).
Estimo que dado los factores que concurrieron de manera
concomitante a su conducta, Montes de Oca pudo aprehender la situación
imperante, esto es, contaba con la información necesaria y conocía el riesgo
generado.
III d. En consecuencia, y por las consideraciones
expuestas, el agravio dirigido a reclamar la figura penal prevista en el
homicidio culposo tampoco puede prosperar.
De acuerdo he evaluado en ocasión de abordar el
agravio relativo a la vulneración del principio de congruencia, el Tribunal,
apartándose de la significación jurídica propuesta por la acusación, en forma
sorpresiva, consideró que la calificación que correspondía asignarle al hecho
intimado a Fernández y Montes de Oca es la constitutiva del delito de
homicidio simple (treinta y tres víctimas) en concurso ideal con tentativa de
homicidio simple (dos víctimas), en el marco de los arts. 42, 45, 54 y 79 del
CP.
Reitero aquí que la intimación efectuada tanto por la
acusación estatal, como particular –el objeto procesal materia del juicio- no
resiste el encuadre legal decidido por el Tribunal. Insisto también que el
recorte que efectuó el Tribunal respecto de la materialidad infraccionaria
pretendida por la Fiscal, fue consecuente con el plexo de prueba reunido en
el proceso y, desde allí, luce razonable la parcela que sobre el
acontecimiento histórico tuvo por acreditado.
En función de las consideraciones expuestas, considero
que Reimundo Fernández y Alejandro Rubén Montes de Oca, resultan
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Causa N° 92058
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

autores responsables del delito de abandono de personas seguido de


muerte y lesiones, en los términos que fuera pretendido por el bloque
acusador (art. 106 in fine).
III e. Sentado lo anterior, corresponde abordar la
cuestión atingente al monto de penas fijadas por el Tribunal.
Inicialmente, conforme surge del acta de debate, la
Fiscal –con adhesión de los acusadores particulares- solicitó se le imponga a
Reimundo Fernández la pena de quince (15) años de prisión e inhabilitación
por diez (10) años para ocupar cargos públicos, y demás declaraciones de la
sentencia; mientras que respecto a Alejandro Rubén Montes de Oca la
sanción de diez (10) años de prisión, e inhabilitación para ocupar cargos
públicos por el términos de siete (7) años, accesorias, legales y costas del
proceso (fs. 527).
El Tribunal, tal como se señalara en los antecedentes,
en lo que interesa, condenó a los nombrados a las penas de veinticinco (25)
años de prisión, e inhabilitación especial por diez (10) para ocupar cargos
públicos, accesorias legales y costas; y mantuvo la sanción requerida por el
bloque acusador de diez (10) años de prisión y siete (7) años de
inhabilitación especial para ocupar cargos públicos, y demás declaraciones
de la sentencia, respectivamente.
No puede soslayarse que si el órgano acusador estimó
adecuada la imposición de una determinada pena, la potestad de juzgar
conferida por el Estado a los Tribunales de Justicia debe ejercerse de
acuerdo con el alcance que fija la acusación, y dado que la pretensión
punitiva constituye una parte esencial de ella, cualquier intento por superar
aquella pretensión incurre en un ejercicio jurisdiccional extra o ultra petita.
Tuve oportunidad de expedirme sobre el punto, entre
otras en causa nro. 76.781, caratulada “Pérez, Matías Martín s/Recurso de
Casación” (sentencia del 3/11/16), y 94.435 caratulada “Miño Adriel
Leonardo y Gomez Rodrigo Leonel s/Recurso de Casación” (sentencia del
9/5/19), donde expresé que, con independencia de la clase de procedimiento
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Causa N° 92058
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

de que se trate, al momento de fijar pena la jurisdicción tiene un doble límite,


ya no sólo el derivado del principio de legalidad, sino a la vez el impuesto por
quien esgrime la acusación.
La Constitución Nacional establece un programa liberal
que reconoce la autonomía de las personas (art. 19, CN), consagrando un
sistema de garantías protectorio de las injerencias estatales arbitrarias (arts.
14, 14 bis, 15, 16, 17, 18, 19 y 24, CN; sobre la noción del jurado como
garantía del imputado, v. TCPBA, SALA VI, c. 71.912, López, Mauro Gabriel
s/ Recurso de queja (art. 433 CPP) interpuesto por Agente Fiscal, reg. 37 del
04/02/2016). Esta idea es nuestro punto de partida.
El modelo acusatorio de enjuiciamiento es el que mejor
se compagina con ese ideario constitucional ya que el acusado no
representa, como sucede en el procedimiento de corte inquisitivo, un objeto
de persecución, sino un sujeto de derechos colocado en una posición de
igualdad con el acusador (cfr. MAIER, DPP, t. I cit., ps. 447 y 445).
En efecto, la Constitución Nacional optó por un proceso
penal abiertamente acusatorio (CSJN, in re Casal, considerando 15°) porque
ella establece una tajante separación entre las funciones estatales de acusar
y juzgar en los juicios de contenido político (cfr. entre sí los arts. 53 y 59, por
un lado, y 114 inc. 5° y 115, por el otro), y porque prevé el juicio por jurados
para causas criminales (24, 75, inc. 12, y 118), institución dicho sea de paso-
incompatible con un modelo inquisitorial ya que implica un juicio
necesariamente oral y público (para su comprensión de acuerdo a la
ideología histórico-política de la constitución, cfr. MAIER, DPP, t. I cit., p.
777).
A mi modo de ver, resulta evidente que la Constitución
supedita la realización del poder penal del Estado al desarrollo de un juicio
previo en el cual las funciones de acusar y juzgar se hallan asignadas a
distintos órganos estatales: ya dijimos que el diseño de los juicios de
contenido político es una muestra cabal de ello, como también que resulta

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Causa N° 92058
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

consustancial al juicio por jurados en el cual los ciudadanos, mediante su


veredicto, deciden acoger o rechazar una acusación específica.
De hecho, la propia Constitución ha instaurado un
órgano extra-poder con el cometido de promover la actuación de la justicia
(art. 120, CN), persiguiendo y requiriendo la aplicación de la ley penal, y en
aras de lograr que el proceso albergue un genuino diálogo, en el que las
partes tengan amplia posibilidad de justificar sus pretensiones,
percibiéndose a la decisión final como la conclusión que refleja el balance de
las razones ofrecidas, de suerte que el juez deba mantener una posición
equidistante entre aquellos intereses controvertidos (cfr. NINO,
Fundamentos de derecho constitucional, 2002, p. 450).
Por lo demás, la Corte Federal intérprete final de la CN-,
al precisar qué debe entenderse por procedimientos judiciales a los efectos
del art. 18 de la Constitución Nacional, ha dicho que esa norma exige
observancia de las formas sustanciales del juicio relativas a la acusación,
defensa, prueba y sentencia dictada por los jueces naturales (CSJN, Fallos:
125:10; 127:36; 189:34; 308:1557; entre otros), dotando así de contenido
constitucional al principio de bilateralidad sobre cuya base, en consecuencia,
el legislador está sujeto a reglamentar el proceso criminal (CSJN, Fallos:
234:270).
Entonces, si se afirma un modelo acusatorio formal en el
sentido que la función investigativa y persecutoria representa una función
pública aunque no atribuida al juzgador (v. ARMENTA DEU, Principio
Acusatorio y Derecho Penal, 1995, p. 22), que por lo menos- la etapa de
debate es oral y contradictoria, y si resulta una exigencia constitucional el
reconocimiento del principio de bilateralidad, es elemental que el juez no
procede de oficio”(ne procedat iudex ex oficio) y que, por tanto, allí donde
no existe actor no existe juez (nemo iudex sine actore).
Es cierto que Tribunal y Fiscalía son escasamente
distinguibles porque ambos representan al Estado en su función de control
social, no obstante se diferencian formalmente: a uno se le encomienda la
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Causa N° 92058
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

función de decidir, al otro en cambio la requirente (cfr. MAIER, DPP, t. II,


2003, p. 58), de tal forma se busca impedir que un mismo órgano absorba
ambas funciones y ello implica que quien ejerce la acción mediante
pretensiones concretas habilita la jurisdicción y al mismo tiempo la limita en
cuanto no puede fallar ultra o extra petita, con lo cual queda claro que los
jueces no pueden imponer una pena más grave que la requerida por la
acusación porque su medida también puede ser objeto de confronte
discutiéndose la incidencia y el alcance cuantitativo que cada factor
ponderable tenga a la hora de individualizar el quantum punitivo.
No puede perderse de vista que tanto al seleccionar la
especie de sanción a imponer como en su extensión, en un sistema de
penas relativas divisibles en razón del tiempo, en el que para determinar la
pena dentro del marco penal se deben tomar en cuenta las circunstancias
atenuantes o agravantes particulares de casa caso (art. 40, CP), trasmutar la
cuantía concreta que cabe imponer como respuesta punitiva es una tarea
difícil y que conlleva suma responsabilidad, porque si opera aquí la
discrecionalidad todo el edifico que supone la teoría de la imputación,
construido por la dogmática a efectos de lograr una aplicación lo más
racional e igualitaria de la ley penal, se derrumba por completo; en el fondo,
poco sirve un sistema de estructuras complejas de atribución si el efecto de
plasmación carece de reglas.
En efecto, la denominada individualización judicial de la
pena es –nada más ni nada menos- aplicación del Derecho sustantivo
(realización del poder penal estatal) y, por esa razón, está limitado de
antemano por las reglas garantistas del procedimiento. Dicho a modo de
ejemplo: así como resulta necesaria la intimación previa por parte de quien
desempeña el rol de acusador–Ministerio Público Fiscal y/o Particular
Damnificado- para que una sentencia fije la responsabilidad penal de un
sujeto en relación a un determinado hecho ilícito comprendido en aquélla,
también la Magistratura se encuentra habilitada para valorar una
circunstancia agravante a condición de que haya sido discutida en el juicio
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Causa N° 92058
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

(art. 371 antepenúltimo párrafo, CPP; ídem juicio abreviado, art. 399, último
párrafo, CPP), de allí que lógicamente debe existir una pretensión acusadora
en tal sentido.
A partir de lo expuesto en último término, me pregunto
qué sentido tiene que el legislador haya limitado a la jurisdicción al momento
de ponderar agravantes, si cuando individualiza rompe con el esquema
acusatorio de separación de funciones (exigido constitucionalmente y
reconocido por la ley ritual bonaerense), arrogándose la potestad –siempre
dentro del límite legal- de imponer una pena más elevada que la requerida
por el Ministerio Público Fiscal o en su caso- por el particular ofendido. Si se
lo analiza desde esta perspectiva, es evidente que ninguno pues, de lo
contrario, la discusión o el debate previo–conforme lo estipulan los arts. 371
antepenúltimo párrafo, y 372 primer párrafo, CPP- constituirían un vano y
trivial formalismo si la parte puede ser sorprendida por aquel juez que no se
mantiene equidistante de la discusión que tercia.
El quantum punitivo forma parte de la pretensión
acusadora, de suerte que puede ser objeto de discusión por parte de la
defensa y cuya contradicción debe resolver el Tribunal sin posibilidad de
extralimitarse más allá de los límites de lo solicitado por quien ejerce la
función requirente (doctr. arts. 116 y 120, CN).
Por lo tanto, amén del respeto que cabe al principio de
legalidad, por vía de una interpretación sistemática de la Constitución
Nacional, los Instrumentos con igual jerarquía y del sistema de
enjuiciamiento establecido por el legislador provincial, se impone otro límite a
la Magistratura a la hora de fijar la pena en concreto, cual es la imposibilidad
de aplicar una especie de pena más gravosa o un monto mayor a lo
requerido.
Tal forma de proceder asegura, por un lado, la
imparcialidad del Tribunal al estar limitado a decidir en los términos del
contradictorio (CSJN, in re Amodio, considerando 12 del voto concurrente de
los ministros Lorenzetti y Zaffaroni), de modo que–conforme la máxima
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Causa N° 92058
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SALA I

fundamental del principio acusatorio, expresada en los aforismos latinos


citados- la imputación no debe comprometer al tribunal que juzga, es decir,
no debe partir de él, para conservar su imparcialidad y evitar toda sospecha
de parcialidad, todo compromiso con la hipótesis acusatoria que conforma el
objeto del procedimiento (cfr. MAIER, DPP, t. I, 2004, p. 554).
Resguarda, por el otro, el derecho de defensa del
justiciable que impone que la facultad de juzgar debe ejercerse con el
alcance que fija la acusación, siendo que la pretensión punitiva constituye
una parte esencial de ella (CJSN, in re Amodio, considerando 16 del voto
concurrente de los ministros Lorenzetti y Zaffaroni), y cuya base esencial
reposa en la posibilidad de expresarse libremente sobre cada uno de los
extremos de la imputación, lo que aclama la observancia del principio de
contradicción (cfr. MAIER, DPP, t. I, 2004, p. 552), pues nadie puede ejercer
una defensa eficaz si es sorprendido con una sentencia ultra o extra petita.
Por último, se muestra fiel al sistema Republicano al
magnificar el equilibrio de poderes (art. 1, CN), evitando que un mismo
órgano del Estado concentre ambas funciones.
Llegados a este punto deviene necesario aclarar que
respecto a Reimundo Fernández el Tribunal agravó la sanción excediendo lo
requerido por el acusador.
De modo entonces, atento lo expuesto hasta aquí, en el
pronunciamiento se aplicó una pena de mayor gravedad que la solicitada por
el Fiscal. Tal como fuera expresado, al momento de fijar pena la jurisdicción
tiene un doble límite, y en el caso en trato se apartó del impuesto por quien
esgrime la acusación.
Nuestro ordenamiento positivo estipuló un sistema
relativo, por oposición a uno de penas fijas, donde a cada tipo legal le
corresponde un marco que refleja el valor proporcional de la norma dentro
del conjunto y en el cual el Juez debe fijar cuál es la sanción adecuada al
caso que se le presenta.
Este cuadro configura una escala de gravedad continua
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Causa N° 92058
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

y de crecimiento paulatino, en la que el legislador establece todos los


supuestos posibles, desde el más leve hasta el más grave que se pueda
concebir, y el Juez debe ubicar cada una de las controversias sometidas a
su conocimiento, procurando hacerlo en el segmento correcto (ZIFFER,
Patricia, Lineamientos de la determinación de la pena, Ad-Hoc, Buenos
Aires, 1999, p. 37; y cit., c. N° 55.151, “ORQUERA, Hugo Darío s/Recurso
de Casación”, sent. del 28 de mayo de 2013, reg. 171/13, entre muchas
otras).
Dicha operación intelectual, por supuesto, no se
encuentra exenta de dificultades y aunque estrecha considerablemente el
espacio para la discrecionalidad, a través de la evaluación conjunta de los
ilícitos, el grado de culpabilidad de los imputados con el correctivo de la
peligrosidad y las reglas de los arts. 40 y 41 CP, no nos permite arribar a un
monto con precisión matemática.
Además, cabe mencionar que el principio de
proporcionalidad es un elemento distintivo de todo ordenamiento jurídico
sometido a los principios del Estado de derecho, compuesto por criterios de
idoneidad (para la consecución de su objetivo), necesidad (atendiendo al
derecho penal como ultima ratio o in dubio pro libertate) y exigibilidad, que
se establece con el fin último de lograr un trato justo y de gravamen
adecuado para el ciudadano (HASSEMER, Winfried, “El principio de
proporcionalidad como límite de las intervenciones jurídico-penales”, en El
principio de proporcionalidad penal, Editorial Ad-Hoc, 2014).
Frente a todo lo expuesto, partiendo de la gravedad del
hecho y su calificación legal (abandono de personas seguida de muertes y
lesiones, art. 106 segundo párrafo del CP), el grado de participación de los
encausado (coautores), la consideración de la falta de antecedentes, el buen
concepto, y el excesivo tiempo de tramitación del proceso, como pautas
atemperantes de la sanción, respecto de ambos acusados; y sólo en relación
a Montes de Oca, el cargo que ocupaba y la escasa antigüedad que tenía en
el Servicio Penitenciario; el cómputo como circunstancias agravantes de la
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Causa N° 92058
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

pena: de la pluralidad de víctimas, la modalidad en que se produjeron las


muertes y lesiones de los damnificados, la peculiar situación de
vulnerabilidad de las víctimas, y la extensión del daño causado (ver fs.
934/935); estimo que por razones de economía y celeridad procesal
corresponde asumir competencia positiva. Siendo ello así, considero que las
penas requeridas por la acusación –a excepción de la pena de inhabilitación
solicitada para Montes de Oca, a saber: la sanción de quince (15) años de
prisión, e inhabilitación especial por el término de diez (10) años para ejercer
cargos públicos, en relación a Reimundo Héctor Fernández, y respecto de
Rubén Alejandro Montes de Oca la sanción de diez (10) años de prisión,
más inhabilitación por el término de siete (7) para ejercer cargos públicos; se
ajusta a la necesidad, idoneidad y exigibilidad como criterios propios del
principio de proporcionalidad y constituyen la medida1 de la culpabilidad del
acto atribuido (arts. 40 y 41, CP).
Aclaro que, como dijera, en lo que concierne al tiempo
de inhabilitación fijado respecto de Montes de Oca, el Tribunal fijó un monto
menor al que solicitara la acusación. Sobre el punto no medió objeción de la
acusación, la prohibición de la reformatio en pejus cuando no media recurso
acusatorio tiene jerarquía constitucional y el dictado de una nueva condena
no puede colocar al imputado en una situación peor que la que ya tenía con
la anterior. Es decir, en los casos en que el acusado provoca por medio de
su recurso la revisión del caso, la sentencia que de él resulte tiene el límite
de la reformatio en pejus.
IV. Situación de Daniel Oscar Tejeda
IV a. La defensa plantea como cuestión previa la
prescripción de la acción penal. En ese sentido, propone determinados actos
que –siguiendo su postura- tienen entidad interruptora (art. 67 del CP).
Con acierto el Fiscal ante este Tribunal, Dr. Carlos A.
Altuve, citó la causa en la que me he pronunciado respecto a la capacidad
interruptora del auto de fijación de la audiencia de debate (causa n° 79870
de la Sala III), a cuyos argumentos me remito.
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Causa N° 92058
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

No obstante tal doctrina, en una postura consensuada


con mi colega de Sala, hemos considerado que en el caso se impone otro
argumento.

La Corte Interamericana de Derechos Humanos


considera que las obligaciones generales consagradas en los artículos 1.1 y
2 de la Convención Americana requieren de los Estados Partes la pronta
adopción de providencias de toda índole para que nadie sea sustraído del
derecho a la protección judicial, consagrada en el artículo 25 de la
Convención Americana.
El derecho a la tutela judicial efectiva exige evitar que
dilaciones y entorpecimientos indebidos, conduzcan a la impunidad,
frustrando así la debida protección judicial de los derechos humanos.
Por ello, son inadmisibles las disposiciones de
prescripción o cualquier obstáculo de derecho interno mediante el cual se
pretenda impedir la investigación y sanción de los responsables de las
violaciones de derechos humanos

De acuerdo con las obligaciones convencionales


asumidas por los Estados, ninguna disposición o instituto de derecho interno,
entre ellos la prescripción, podría oponerse al cumplimiento de las
decisiones de la Corte en cuanto a la investigación y sanción de los
responsables de las violaciones de los derechos humanos.

Si así no fuera, los derechos consagrados en la


Convención Americana estarían desprovistos de una protección efectiva
(Caso Juan Humberto Sánchez, supra nota 4, párr. 144; Caso Bámaca
Velásquez, supra nota 30, párr. 212; y Caso de los “Niños de la Calle”
(Villagrán Morales y otros), supra nota 69, párr. 226. 72 Cfr., Caso Hilaire,
Constantine y Benjamin y otros, supra nota 5, párrs. 142 a 144; Caso Suárez
Rosero. Sentencia de 12 de noviembre de 1997. Serie C No. 35, párrs. 71 y
72; y Caso Genie Lacayo. Sentencia del 29 de enero de 1997. Serie C No.
30, párr. 77. 73 Cfr., Caso Trujillo Oroza, Reparaciones, supra nota 30, párr.

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SALA I

106; Caso Barrios Altos, supra nota 3, párr. 41; y Caso Barrios Altos.
Interpretación de la Sentencia de Fondo. (art. 67 Convención Americana
sobre Derechos Humanos). Sentencia de 3 de septiembre de 2001. Serie C
No. 83, párr. 15. 74 Cfr., Caso Barrios Altos, supra nota 3, párr. 43. El pacta
sunt servanda requiere que a las disposiciones de un tratado le sea
asegurado el efecto útil en el plano del derecho interno de los Estados
Partes 75 (infra 142).

Con ello, con base a la apreciación convencional de las


disposiciones sobre derechos humanos –art. 5 de la CADH-, corresponde el
rechazo del reclamo.

Semejante tesitura expuso, sintéticamente, el Dr.


Altuve en el marco de la audiencia celebrada en los términos del art. 458 del
CPP.

De acuerdo se ha delineado en la revisión hasta ahora


efectuada, del pronunciamiento dictado por el Tribunal n° 5 del
Departamento Judicial La Plata, el caso tiene aristas de inusitada gravedad,
que trascienden el hecho objeto del presente proceso – el fallecimiento de
treinta y tres personas alojadas en el módulo B de la Unidad Carcelaria de
Magdalena-.

En otras palabras, las víctimas se encontraban bajo la


custodia de una dependencia estatal, más precisamente del Servicio
Penitenciario, que- en esencia- debía velar por la integridad física de los
internos. Además, de ninguna manera puede soslayarse que existen
investigaciones –todavía- en curso que involucran a personas con funciones
en la Jefatura del Servicio Penitenciario.

Tampoco resulta posible escindir la responsabilidad del


estado, puesto que el delito por los que fueron condenados los acusados se
encuentra indefectiblemente vinculado en principio, y como hipótesis de

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Causa N° 92058
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SALA I

mínima, a la falta de competencia de quienes debían proteger la integridad


física de las personas detenidas.

Se ha señalado el deficitario estado edilicio de la UC,


empero aquí merece especial reparo las condiciones de detención que
padecían los internos, en especial, la cantidad de personas alojadas en el
módulo B, como así también el inapropiado material de los colchones
proveídos por el estado provincial. En este sentido, en el expediente fueron
agregados informes confeccionados por la Comisión Provincial por la
Memoria “sobrepoblación, hacinamiento y torturas en la UP 28 de
Magdalena”.

El sustrato objeto de revisión de esta Sala, comprendió


el acontecimiento que tuvo lugar durante la madrugada del día 15 de octubre
de 2005, y –a un lado la autoría responsable atribuida a quien en ese
entonces se despeñaba como director de la UC-, fueron sometidos a juicio,
determinados agentes del Servicio Penitenciario.

De allí que, existen investigaciones abiertas, y –


eventualmente- con impacto en ello, circunstancias que evidenciaron la
vulneración y/o menoscabo de derechos vinculados con el respecto de la
dignidad de los presos de la Unidad de Magdalena.

Conforme hiciera referencia, el art. 5 de la CADH se


refiere al Derecho a la Integridad Personal, y en su inciso 2°se lee “Nadie
debe ser sometido a torturas ni penas o tratos crueles, inhumanos o
degradantes. Toda persona privada de libertad será tratada con respeto
debido a la dignidad inherente al ser humano”.

La Corte Suprema de la Justicia de la Nación, en las


causas “Espósito, Miguel Angel, stcia. 23/12/04” y en “Pérez Galindo” stcia.
29/11/11, cumplió con lo ordenado en tal sentido por la CIDH.

Dicha interpretación se impone, con relación a la


determinación de la vigencia de la acción penal respecto de hechos que

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Causa N° 92058
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SALA I

constituyen graves violaciones a los derechos humanos, en tanto vulneran la


Convención Americana de DH ( art. 5 del CADH –derecho a la integridad
personal-).

Las particulares características del hecho, importa


considerar de manera determinante la obligación del estado de extremar la
investigación sobre asuntos y personas no sometidas al presente proceso, y
que se erigieron en violaciones a los derechos humanos protegidos por la
CADH.

En sintonía con lo dicho, el máximo Tribunal de la


Provincia de Buenos Aires, en causa P. 109447, stcia. 8/5/13 descartó que
los hechos investigados configuren un delito de lesa humanidad, empero
dejó sin efecto la decisión que había declarado prescripta la acción penal. La
Corte entendió que los derechos humanos protegidos por la citada CADH
exige un alto estándar que “…no se cumpliría a cabalidad de asumirse
posturas hermenéuticas que conlleven al cierre de la investigación, como se
ha resuelto en el caso”.

En el contexto, establecida la grave vulneración de


derechos humanos, entonces se impone extremar la diligencia judicial en
procura de la prosecución de la investigación, y eventual sanción de los
agentes estatales involucrados.

La acción penal no habrá de ser declarada prescripta, de


acuerdo al análisis efectuado, en esencia, habida cuenta la obligación del
estado de agotar la investigación respecto de hechos que constituyen graves
violaciones a los derechos humanos.

IV b. En los antecedentes de la presente sentencia,


fueron desarrollados los agravios invocados por la defensa. Sintéticamente,
el Dr. Ferreira entiende que la acusación es contradictoria, y en
consecuencia vulnera el principio de congruencia y defensa en juicio; afirma
que el encuadre legal decidido por el Tribunal provocó indefensión, por lo

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Causa N° 92058
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

que brega por su nulidad. En un segundo orden expositivo, afirma


inobservados los arts. 210, 367, 371 y 373 del CPP en lo que respecta a la
materialidad ilícita que se tuvo por comprobada, y la omisión de cuestiones
relativas a la habilitación de la obra; también asevera que se aplicaron de
manera errónea los arts. 45 y 189 del CP. En subsidio entiende que
corresponde calificar el hecho en los términos del primer párrafo del art. 189
del CP. De otro lado, considera que se descartaron, sin fundamento,
principios de la imputación objetiva. Critica los baremos severizantes de la
sanción contemplados y pretende se compute una circunstancia aminorante.
Finalmente, cuestiona la medida de coerción impuesta y plantea la
inconstitucionalidad del art. 371 del CPP.

En primer término, adelanto que no advierto


contradicción en las hipótesis postuladas por la acusación. De las
discusiones finales surge que fueron dos los hechos sometidos a debate; por
un lado, el caracterizado por las transgresiones a las prohibiciones de no
desamparar y no abandonar –de allí, la calificación propuesta por todos los
acusadores: abandono de personas seguido de muertes y lesiones; mientras
que, por otro lado, la violación al deber de cuidado –en cabeza de Tejeda-,
en donde fueron indicadas con detalle la graves infracciones reglamentarias
a cargo del nombrado.
El Defensor, siguiendo la línea que expusiera en su
alegato y también en la réplica, afirma que la hipótesis que prevé segmentos
omisivos y un nexo de evitación, impide de manera razonable la posibilidad
de imputar objetivamente el hecho atribuido a su defendido.
Adelanto que el alegato de la acusación no presenta el
déficit que señala el esmerado Defensor. Ciertamente, se tratan de dos
tramos, que coadyuvan a la concreción del resultado y tienen distinta
incidencia. El segundo hecho descripto se caracteriza desde el plano de lo
fáctico por la inmediatez con el siniestro y así se circunscribió a los agentes
del servicio penitenciario que prestaron servicio durante el turno noche del
16/10/05; mientras que el primero, se vincula con el incumplimiento de
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Causa N° 92058
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SALA I

deberes a cargo del director de la Unidad (normativos) –relativos al estado y


funcionamiento de dispositivos de seguridad-, que colocaron en un riesgo no
tolerable a las víctimas. En suma, en el particular, se estableció la
concurrencia de distintos riesgos.
Repárese en la estructura del organismo al que
pertenecían los funcionarios públicos, y la normativa que rige la actividad. En
el pronunciamiento se destacaron el Decreto Ley 9578/80 –Régimen del
Personal del Servicio Penitenciario-, y el Reglamento Interno –RRSC6).
Daniel Oscar Tejeda, revestía en la planta del Servicio Penitenciario
Provincial la Jerarquía de Inspector Mayor, y la función de Director de la
Unidad N° 28 de Magdalena –conforme resolución 2404/2005 del jefe del
Servicio Penitenciario Dr. Fernando Díaz.
Respecto a las atribuciones del punto 13 de la citada
resolución se lee “El Jefe debe dirigir, señalar los objetivos o el fin,
proporcionar los medios y encausar la acción adoptando previsiones,
impartiendo órdenes precisas, controlando y juzgando los resultados” (…)
“20). Hará cumplir las leyes, reglamentos y órdenes y en casos
excepcionales de tener que dejar de hacerlo, lo hará, asumiendo esa
responsabilidad e informado a la superioridad las causas que tuvo para
hacerlo”. Luego, sobre el modo de practicar el control, se establece “59)
ejercerá su fiscalización mediante: Acción personal diaria, informes y partes
de sus colaboradores e inspecciones y comprobaciones”.
Asimismo, los Jueces ponderaron la citada normativa en
consonancia con las disposiciones internacionales, a saber: Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Política, Los principios Básicos para el
Tratamiento de los Reclusos, y la sentencia de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos del 23 de noviembre de 2011, en particular el
considerando 84 “Fleury y otros vs. Haití".
De otro lado, en lo atinente a la competencia y eventual
responsabilidad de las autoridades de la Jefatura del Servicio Penitenciario,
encuentro que, con acierto, los Jueces consideraron que con meridiana
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Causa N° 92058
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

claridad surge que conocían el deficitario funcionamiento de la red contra


incendio que alimentaban los hidrantes instalados en los módulos por medio
de las inspecciones que, por orden y con personal de la Secretaria de
Higiene y Seguridad Laboral y la Dirección de Construcciones de la Jefatura
del Servicio Penitenciario, llevaron a cabo en el lugar.
Sin embargo, el tratamiento de la cuestión excedió el
objeto del juicio, a la par que se formalizó una investigación independiente.
El control y fiscalización de la obra correspondía a la
Jefatura del Servicio Penitenciario. El director de la Unidad, ejercía el control
y fiscalización de las medidas de seguridad que afectan a los internos
alojados, como también al personal penitenciario a su cargo.
El Defensor efectúa una minuciosa evaluación de las
resoluciones ministeriales vinculadas con el procedimiento de adjudicación,
ejecución, y fiscalización de las obras, de cuyo contenido se deprende la
exclusiva responsabilidad de los funcionarios que la impulsaran.
En el mismo sentido que he expuesto, compartiendo el
temperamento del Tribunal, más allá de lo establecido por las resoluciones
invocadas por el recurrente, lo cierto es que a Tejeda se le atribuye la
inobservancia del deber de cuidado que rige en el ámbito de la relación
donde se desempeña y, en consecuencia, la concurrencia de una serie de
graves irregularidades, entre ellas: la información suministrada a la Jefatura,
la conexión clandestina, falta de agua en los hidrantes, y las condiciones de
alojamiento de los internos alojados en el pabellón.
Sentado lo anterior los intergrantes del Tribunal
consideraron que “…en orden a la función y las obligaciones inherentes al
cargo que detentaba, se encuentra absolutamente probado que Daniel
Tejeda en su calidad de Jefe de la Unidad Carcelaria Nro. 28 de Magdalena
se encontraba sujeto al deber de garantizar la evitación o neutralizar el
riesgo de que ocurriera el incendio peligroso para la vida de los internos,
definido típicamente por el art. 189 2do párrafo del CP, el que ocurrió el 15
de octubre de 2005. El cuidado de los internos residentes en la unidad –y
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Causa N° 92058
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SALA I

con ello me refiero a su integridad física y seguridad personal- estaba bajo


su inmediata y entera responsabilidad de Daniel Tejeda como Director de la
misma; y en este sentido la evitación de que se produjera un incendio
normativamente peligroso o en su caso la posibilidad de que declarado se
pudiera controlar o extinguir, le estaba legalmente impuesto por su rol. De
moto tal que la situación de riesgo para estos bienes jurídicos, creada por la
conducta omisiva del imputado, excedió claramente los niveles de riesgo
tolerables en materia de alojamiento y cuidado de internos que estaban a su
cargo” (fs. 920vta./921).
IV c. Dado el tenor de los motivos de agravio, continuaré
con el que procura la nulidad del encuadre legal asignado por el Tribunal. El
Defensor, señala que vulneró el derecho de defensa.
El A Quo, adoptó el siguiente orden expositivo:
inicialmente transcribió la plataforma fáctica imputada por las acusaciones,
tanto pública como privadas; respondió el planteo sobre la afectación al
principio de congruencia deducido por la defensa; distinguió temáticas, a
saber: ubicación y situación del módulo, descripción y estado de la red
contra incendio, conexión clandestina, falta de agua la noche del 15 de
octubre de 2005 en los hidrantes de la red contra incendio del módulo 16, y
condiciones de alojamiento de los internos del citado módulo; y entendió
comprobado que “…los internos alojados en dichas condiciones se
encontraban expuestos de manera intolerable al riesgo de un previsible
incendio peligroso que ponía en juego la integridad física y la propia vida de
cada uno de los residentes del módulo 16 de Unidad Nro. 28 de Magdalena,
pese a lo cual las autoridades del Servicio Penitenciario que conocían esta
grave situación omitieron adoptar medidas para evitar ese riesgo típico y de
este modo organizar el cuidado y seguridad de los internos a su exclusivo
cuidado; peligro que se concretó en el incendio que lamentablemente ocurrió
la noche del 15 de octubre de 2005” (fs. 871/vta.).
En la cuestión primera de la sentencia, el Tribunal
explicó que el evento atribuido a Daniel Oscar Tejeda constituye el delito de
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

incendio culposo agravado, en los términos del art. 189, segundo párrafo del
CP, apartándose de la significación jurídica propuesta por la acusación.
Sobre el punto sostuvo que dada la función y las
obligaciones inherentes al cargo que ostentaba el nombrado, jefe de la
Unidad, “…se encontraba sujeto al deber de garantizar la evitación o
neutralizar el riesgo de que ocurriera el incendio normativamente peligroso
para la vida de los alojados en el módulo 16 –altamente previsible-
permaneciendo no obstante indiferente a esta situación de peligro concreto;
conducta esta receptada y sancionada por lo dispuesto en el art. 189 párrafo
segundo del Código Penal…” (fs. 939/vta.).
Los Jueces, tras anunciar que no se vulneró la garantía
de defensa -congruencia-, consideraron que la omisión en cabeza de Tejeda
de realizar la conducta debida –en resumidas cuentas- no haber controlado
el riesgo teniendo el deber de hacerlo por su específica posición de garante
“…valorándolo normativamente equivale a la causación del incendio
típicamente definido por el art. 189 del Código Penal que puso en peligro de
vida de los internos, ocasionó la destrucción material de los elementos que
había dentro del módulo como así también produjo la grave afectación de la
estructura edilicia del lugar…” (fs. 940).
Ciertamente, la defensa formuló reparos de diversa
índole respecto al juicio de subsunción efectuado.
Con respecto al reclamo vinculado con la afectación al
principio de legalidad, deviene inoficioso, desde que la estructura típica
intimada por la acusación acusador –tipo imprudente- se condice con la del
delito por el que fue condenado: la figura penal prevista en el art. 189
apartado 2° del CP, que es un delito imprudente.
En efecto, Tejeda fue acusado por homicidio imprudente
y sobre la misma plataforma fáctica, el Tribunal condenó al nombrado por el
delito de incendio agravado por el resultado muerte. Ambas estructuras
típicas no ofrecen diferencias –ni siquiera en el marco punitivo aplicable-.

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Causa N° 92058
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

En rigor, con base en la misma estructura típica, los


Jueces encontraron la conducta de un sujeto incompetente para la función y
una relación de determinación o conexión casual con el resultado, que crea
un riesgo distinto, pero que de ninguna manera se excluye con el generado
por otros sujetos, obligados a una actividad de salvamento.
Con ello no puede receptarse el reclamo sobre
afectación de la congruencia.
A partir de lo dicho, deviene inatendible el planteo de
inconstitucionalidad; mucho más si se tiene en cuenta que no existe el tipo
imprudente en los delitos de comisión por omisión (salvo supuesto de error
invencible).
IV d. Sentado lo anterior, abordaré de manera conjunta
el plexo probatorio y el juicio de subsunción efectuado por el Tribunal.
El A Quo juzgó acreditado que “…para el día 15 de
octubre de 2005 el sector “Módulos de Autodisciplina” de la Unidad 28 de
Magdalena, puntualmente el Pabellón 16- contaba con una red contra
incendios que resultaba indispensable presurizar para obtener el caudal y
presión necesaria para hacer frente a la extinción de los focos ígneos que
pudieran originarse en aquél, deficiencia a la que se sumó el desvío
clandestino del flujo de agua a las instalaciones sanitarias, en virtud de lo
cual, no circulaba por dichos hidrantes agua o al menos en la cantidad
suficiente para cumplir su finalidad. No obstante estas irregularidades y
frente a las obligaciones legales y estatutarias impuestas en razón del cargo
que ocupaba, la máxima autoridad de la unidad omitió emprender acciones
ante un sistema de seguridad siniestral inoperante manteniendo a los
internos alojados en dicha condición, por cuanto en el rol de garante que su
función imponía, incrementó de manera intolerable el riesgo en la integridad
física de las personas cuyo cuidado tenía a cargo” (fs. 857/vta. y 858).
preponderante con tal violación de cuidado. Entonces, la acción típica del
delito imprudente está dada por la inobservancia del deber de cuidado que
rige en el ámbito de la relación donde el agente se desempeña. En el tipo lo
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Causa N° 92058
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

relevante es que el resultado distinto al final presupone un peligro prohibido


previsible y evitable.
Más allá del abordaje efectuado, el Tribunal sostuvo que
el hecho se corresponde con las previsiones del art. 189, 2° párrafo del C.P.
Ciertamente, la situación típica estuvo dada por la
constatación de una pluralidad de irregularidades en las que se encontraba
estructuralmente la Unidad Carcelaria, que conjuntamente consideradas
entrañaron el riesgo típico, consistente en la determinación de una
probabilidad por encima de lo tolerado –riesgo no permitido- de no tener la
capacidad exigida para conjurar o reducir los riesgos propios de un incendio.
Ello importa un juicio normativo, con independencia del
rol de otros actores, que infringieron su deber de aportar una prestación
positiva.
Desde un enfoque netamente naturalista el incendio lo
causó por lo menos un interno del módulo B y la atribución a Tejeda
responde a criterios normativos, esto es, a un juicio normativo de imputación.
Ello, claro está, sin considerar la intervención de otros agentes con injerencia
en la toma de decisiones y/o supervisión, en principio debido a la coyuntura
verticalista de la institución; cuestión sobre la que no corresponde que me
expida.
Conforme señalara, el Tribunal analizó de manera
exhaustiva cuestiones edilicias, poblacionales, y esencialmente el estado del
sistema contra incendios (fs. 858/871). En lo que aquí interesa destacar, se
comprobó que el módulo B era utilizado para el alojamiento colectivo de
internos –sector denominado de autodisciplina- en el predio de la Unidad
Penal N° 28. La obra fue adjudicada por contratación directa (Decreto N°
2688) a la empresa “G y C” construcciones S.A; el control de la ejecución de
la misma fue llevado a cabo por personal de la Dirección de Construcciones
y Mantenimiento de la Jefatura del Servicio Penitenciario. Con fecha 6 de
enero de 2004 se recepcionó provisoriamente la totalidad de los módulos.

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Causa N° 92058
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

En el correspondiente pliego de bases y condiciones,


surge especificada la red contra incendio, las pautas de índole constructivas
y cuestiones atingentes a la aprobación. Así, en función de las exigencias
estipuladas en el pliego, al efectuase la entrega provisoria, se dejó
constancia como obra faltante y/u observada –la aceptación de la red de
incendio por autoridades de bomberos. El 8 de agosto de 2003 el ingeniero
Noberto Martins Mogo, dejó asentado que la presión de los hidrantes era
insuficiente para afrontar una emergencia de incendio. Entre los meses de
noviembre y diciembre de 2003 se colocó una bomba centrífuga. Además,
prestaron testimonio: Claudio Olivero, Miguel Moviglia, Rubén Julio Punte,
José Ricardo Jacod, Leonardo Soulard, Gustavo Ivaldi, Gustavo Vallefín.
Declaraciones que fueron ponderadas en extenso por el Tribunal, sin
perjuicio de ello, considero de interés destacar que el 18 de junio de 2004, el
nombrado Soulard inspeccionó los módulos y comunico al jefe del
Departamento de Obras que se indicara a la empresa “G y C” se reiterara el
reclamo del certificado de aprobación de la instalación contra incendios.
El Tribunal concluyó que “…se encuentra debidamente
acreditado que para el 15 de octubre de 2005 la red contra incendios
destinada a los módulos de la Unidad 28 de Magdalena –más precisamente
al módulo 16 o B- se encontraba sin la presión de la única bomba
presurizadora que fuera colocada para el año 2004, y tres bombas
instaladas para su reemplazo desconectadas, es decir la red solo abastecida
con la presión de agua resultante de la caída del tanque general de la
unidad” (fs. 866).
Como adelantara, los Jueces ponderaron la existencia
de una conexión clandestina. A la falta de elementos de presurización para
lograr la presión que exigía el pliego de construcción, se sumó una
derivación clandestina para el uso de los sanitarios. “…el magro caudal de
agua que alimentaba por caída del tanque de agua general de la unidad se
encontraba significativamente disminuido por esta derivación” (fs. 466/vta.).

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Causa N° 92058
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

En la resolución se valoraron los testimonios de los


citados Moviglia, Tedesco, Olivero, Vallefín y LLanes. Advierto que no medió
objeción sobre la cuestión, por lo que sólo daré cuenta de los dichos de
Olivero “…la última parte del tanque nunca se debe utilizar. Ese es el
reservorio de incendio que es exclusivamente para la red de incendio. Si lo
utilizo para otra cosa corro el riesgo que justamente cuando lo estoy
utilizando y se me acabe no tenga agua para extinguir un foco ígneo” (fs.
867vta.).
En definitiva, se comprobó que el adecuado caudal, y la
suficiente presión de agua en los hidrantes de la red contra incendios, era el
mecanismo idóneo para combatir el fuego dentro del pabellón.
La falta de agua, previsible según lo analizado, ante el
fuego declarado en el módulo, se trató de una circunstancia expuesta de
manera contundente por la mayoría de los testigos que tuvieron algún grado
de intervención en el suceso (Víctor Flores Luján, Julio Cesar Brandan
Valdez, Pablo Eduardo Lasarte Palacio, Edgardo Daniel Chaparro Cabral,
Sergio Gabriel Fernández Cuello, Roberto Luis Ferreyra, Fabián Fernando
Salomón, Daniel Anibal Alaniz González, Oscar Darío Martínez Quiroga,
Néstor Facundo Lemos, Sebastián Hugo Adrián Kornuta, entre otros) , en
tanto describieron que, al intentar usar los hidrantes, advirtieron la escasa o
nula existencia de agua en la red.
El Tribunal agregó, a las gravosas deficiencias
señaladas, las condiciones de alojamiento de los internos del pabellón 16.
Al respecto, tuvo en consideración el informe
confeccionado por la Comisión de la Memoria de la Provincia de Buenos
Aires –ingresado por su lectura al juicio sin mediar objeciones de las partes-,
como también los relatos rendidos por Carlos Castrovinci, Néstor Fernando
Lemos, Gustavo Gabriel Campos, José Ricardo Jacob, Rubén Julio Puente,
Luis Alberto Aquino, y Juan Santo Gamarra Aristiqui; en tanto respaldan y,
en algún caso, brindan precisiones sobre el punto.

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Causa N° 92058
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SALA I

A partir de la prueba señalada, encuentro de interés


destacar determinados aspectos que estableció el A Quo:
- sobrepoblación carcelaria (al momento del hecho la Unidad alojaba a 1046
detenidos pese a que tenía capacidad aproximada para 800);
- los incendios de colchones como forma de protesta;
- deficiencias edilicias constatadas por una delegación del comité contra la
tortura, el 13 de octubre de 2005 en el pabellón 6;
- no fueron tomadas medidas alternativas frente a la falta de agua, mientras
se gerenciaban las obras requeridas.
Con acierto el Tribunal afirmó que las condiciones de
riesgo de incendio se potenciaban en razón de elementos existentes en el
módulo, esencialmente, colchones de poliuretano, prendas de vestir de los
internos, frazadas y el elevado número de personas que alojaba.
Los Jueces encontraron comprobado que el acusado, no
obstante las irregularidades constatadas (esencialmente: deficitaria red de
incendios cuya presurización era indispensable y el desvío clandestino del
flujo de agua a instalaciones sanitarias), frente a las obligaciones inherentes
al cargo que ocupaba, comunicaba trimestralmente a la Dirección de
Seguridad, Departamentos de Materiales, División de Armamento de la
Jefatura del Servicio Penitenciario Provincial, que la red contra incendios de
los pabellones de autodisciplina funcionaba correctamente, es decir, en su
rol de garante, incrementó de manera intolerable el riesgo de lesión a la
integridad física de las personas cuyo cuidado tenía a su cargo. (ver fs. 916).
En lo que respecta al conocimiento de la situación típica,
el juicio de subsunción está estrechamente vinculado a la determinación de
la violación de un deber de cuidado, implícito en el reproche de un delito
imprudente como el que determinó la acusación, el patrón común que se
desprende revela la ausencia de toda actividad por parte de los órganos
competentes de control estatal (objeto de una investigación distinta).
La situación que imperaba en la Unidad resultaba
plenamente cognoscible para el funcionario acusado. Parte de su deber de
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Causa N° 92058
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

obrar diligentemente en el ejercicio de su cargo era, justamente, arbitrar los


medios necesarios para informase al respecto. Alcanza que el conocimiento
sea potencialmente accesible, tal como lo exige el cuidado debido.
Entonces, resulta suficiente para el reproche el haber estado al tanto de la
problemática, esto es, del nivel del riesgo absolutamente inaceptable en el
que funcionaba y, a pesar de eso, no haber obrado diligentemente en el
marco de sus atribuciones, responsabilidades y posibilidades.
El próximo paso analítico es analizar si el director de la
Unidad se encuentra sujeto al deber de garantizar la evitación o
neutralización del riesgo de ocurrencia del resultado típico, por encima de lo
tolerado socialmente. Tejeda conforme quedó acreditado ostentaba tal
posición, esencialmente sobre la base de los deberes impuestos en virtud de
la normativa orgánica.
La discusión sobre las posibilidades materiales de las
que disponía para desarrollar sus tareas y cumplir con sus obligaciones,
carecen de relevancia en la determinación de una posición de garante,
cuyos fundamentos la defensa no ha logrado rebatir. No se afirma que no
realizara ninguna actividad incumpliendo deliberadamente alguna norma,
sino que lo que determinó el Tribunal es que en su accionar fue negligente
puesto que, a pesar de resultar un tema sensible y prioritario, no le dio el
tratamiento que merecía, según parámetros de importancia reconocidos.
Ya definidos los deberes infringidos, crearon un riesgo
jurídicamente desaprobado. El riesgo al cual estaba sometido el bien
jurídico, hubiera podido ser conjurado mediante una conducta realizada con
observancia de los reglamentos y deberes a su cargo. El riesgo que surge
de los incumplimientos en los que incurrió el imputado, cuyos deberes
estaban previstos normativamente como garante institucional, son aquéllos
que se materializaron en el resultado.
En definitiva, los fundamentos del Tribunal –que han
permanecidos enhiestos-, lucen razonables y adecuados a las constancias
de la causa, para tener por acreditado que Tejeda contaba con capacidad
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Causa N° 92058
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

individual en la coyuntura para llevar adelante la conducta debida y, aun así,


omitió hacerlo, en infracción a los deberes a su cargo.
Por lo demás, en relación a la capacidad de funcionario
para ajustar su comportamiento a derecho, más allá de no contar con todos
los insumos y la cantidad de personal ideales, los recursos a su disposición -
humanos y materiales- eran suficientes para afrontar las tareas y en
concreto la conducta debida.
Los argumentos utilizados por la defensa, en forma
sintética: la premisa sobre la cuestión de competencia, con reducción de la
infracción al deber de cuidado al desempeño del acusado como director de
la Unidad, encuentro que no se hacen cargo que los sentenciantes dieron
cuenta que se contó con respaldo probatorio, con fundamento en la violación
de los deberes que sujetaban a Tejeda en virtud de su designación como
director.
De acuerdo he analizado párrafos antes, el Tribunal
consideró que la omisión de realizar la conducta debida por el acusado,
importó la creación de un riesgo no permitido de incendio (típicamente
relevante en los términos del art. 189 del CP).
El punto de partida de esa conclusión se basó en que los
casos de creación de un riesgo jurídico penalmente relevante, como
consecuencia de no haberlo controlado, existiendo el deber de hacerlo,
equivale normativamente a su creación. Esto es, se trata de quien debió
controlar y comunicar el estado y funcionamiento de la red contra incendio,
no observó el cuidado debido en su ámbito de competencia y, en términos
normativos significó una creación de riesgo penalmente relevante que, a su
vez, fue el riesgo que se realizó en el resultado típico –incendio peligroso-.
El Tribunal entendió que la incriminación a Tejeda no se
fundó únicamente en su deber de control de que la institución cumpla las
exigencias reglamentarias de habilitación, incluyendo la certificación
habilitante de la situación estructural del predio. Su deber en el ejercicio de
la dirección de la Unidad en el ámbito aquí relevante, se extendía a la
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

fiscalización de las condiciones edilicias en que funcionaba cotidianamente y


que, como correctamente se destacó en el fallo, condujo a verificar la
pluralidad de infracciones en las que éste incurría de manera sistemática y
sostenida.
Esas infracciones –sobreocupación del lugar, colchones,
material tóxico, estado de los matafuegos, falta de caudal de agua, bomba
presurizadora, conexión clandestina-, confluyeron en la situación típica
prevista en el art. 189, 2° párr. del CP. Todas las graves infracciones
reglamentarias, están vinculadas con la elevación del riesgo de incendio
peligroso para la vida por encima de lo permitido. Era competencia del
funcionario público fiscalizar de modo apropiado las mismas.
Los deberes a su cargo fueron incumplidos y dicha
circunstancia es, precisamente, aquello que explica – al menos en parte,
pero de manera adecuada a las exigencias del tipo – la producción del
resultado.
La institución supone un abanico de riegos. Las
disposiciones legales tienen por objeto mantener esos riesgos dentro de los
márgenes tolerables. Las normas que determinan esos deberes de cuidado
tienen por fin evitar la realización de un peligro como el que finalmente
ocurrió; su cumplimiento hubiera evitado el incendio y los consecuentes
resultados. Las condiciones sobre las que me he referido párrafos antes,
fueron determinantes en la concreción de ese riesgo, no existen dudas
acerca del nexo de imputación entre la violación al deber de cuidado y el
resultado finalmente ocurrido.
Con independencia de las diferentes clases de
responsabilidad que puedan haberse producido en el ámbito administrativo,
su evaluación en términos penales requiere establecer la competencia que
expresamente tiene atribuida cada funcionario. Pero, además, es el principio
administrativo de especialidad de la competencia el que confirma ello, pues
establece cuál es la función primaria de cada órgano y se vincula con los
objetivos y facultades inherentes que fundamentan la creación específica del
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

mismo (Cassagne, Juan Carlos, Derecho Administrativo, 7 ed. Buenos Aires,


Abeledo Perrot, 2002, p 279).
Entonces, la responsabilidad de Tejada se analizó a la
luz de las atribuciones que tenía en función de su jerarquía. Ciertamente, la
organización administrativa se integra generalmente en base a una
estructura piramidal, en cuya cúspide se ubica el órgano superior,
constituyéndose, además por un conjunto de escalones jerárquicos cuyo
rango decrece a medida que se alejan del órgano superior.
Critica el impugnante el modo en que el Tribunal abordó
y descartó los planteos vinculados a los principios de la imputación objetiva,
en tanto consideró que la omisión de neutralizar, o reducir el riesgo inherente
a la situación típica a cargo de Tejeda, no está alcanzada por los principios
de confianza, ni prohibición de regreso. Fundó su postura en que la posición
de garante en la órbita del deber específico, no admite aplicación de los
criterios propuestos por la parte.
No corresponde la aplicación de los criterios en los
términos pretendidos por el impugnante. Dichos criterios –entre otros-
permiten establecer si a la acción u omisión definida como relevante, puede
atribuírsele el resultado.
Con relación al principio de confianza, el impugnante
insiste en centrar de manera exclusiva responsabilidad a la Jefatura –en
tareas correspondientes a la obra-, en tanto sostiene que Tejeda era ajeno a
ese ámbito de organización.
La defensa parte de una premisa errónea, desde que no
le fue atribuido al acusado la fiscalización de las obras, sino lo que informara
a la Jefatura (el correcto funcionamiento), la ausencia de caudal y presión de
agua, y su desvío clandestino; controles que sin hesitaciones se
encontraban bajo su órbita de competencia.
De otro lado considero que, en contra de la afirmación
hecha por el Defensor, las normas cuya infracción se imputan a Tejeda,

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Causa N° 92058
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

protegen sustancialmente la integridad física de los internos alojados bajo su


custodia, como también del personal penitenciario a su cargo.
En el caso, sin perjuicio de la generalidad de la
normativa, no puede desconocerse –de acuerdo ya he hecho referencia- al
incendio como modalidad corriente de reclamo por parte de los internos. La
normativa que vela por la protección de las personas privadas de su libertad,
en el caso en particular, encuentra vínculo con la evitación de incendios.
Subrayo aquí que no puede ampararse en el principio de confianza quien
tiene funciones de controlar el correcto funcionamiento del establecimiento –
justamente lo que se le imputa-.
Por último, en lo que respecta a la autopuesta en peligro,
advierto que en la coyuntura, el dominio que tuvieron el o los internos que
iniciaron el foco ígneo -con motivo del reclamo ante el procedimiento
desplegado por parte del personal penitenciario-, de ningún modo tiene
capacidad explicativa del resultado como pretende la defensa. Ni siquiera se
percibe la existencia de un conflicto respecto a la explicación del resultado,
en el que compitan el director del Servicio Penitenciario y los detenidos en el
pabellón 16.
En consecuencia, desde mi visión los reclamos de la
defensa no prosperan.
IV e. Con relación al cuestionamiento de las agravantes
computadas por los sentenciantes y la falta de consideración de una pauta
atenuante: la conducta asumida por Tejeda al arribar a la Unidad, debe
inicialmente establecerse que el Tribunal valoró las siguientes circunstancias
agravantes de la sanción:
“…la pluralidad de víctimas cuyas vidas fueran puestas
en riesgo”.
“…la peculiar situación de vulnerabilidad de las víctimas.
La condición de encierro corporal las torna particularmente vulnerables y ese
concepto está plasmado en las 100 Reglas de Brasilia sobre acceso a la
justicia de personas en situación de vulnerabilidad…”
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Causa N° 92058
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

“…la extensión del daño causado, pues cabe recordar


que varios de los internos que declararon como testigos en el debate
recordaron los hechos con una gran carga emotiva, evidenciando las
secuelas psicológicas que al día de hoy aún persisten.”
Asimismo, los Jueces decidieron no ponderar como
baremos severizantes: al cargo que ocupaba Daniel Oscar Tejeda y la
modalidad de muerte sufridas por los damnificados.
En contra de las críticas efectuadas, es ajustada a
derecho la decisión del Tribunal, que fundamenta adecuadamente la
contemplación de las pautas agravantes de la sanción, de acuerdo a lo
establecido en los arts. 40 y 41 del C.P.
En el caso, la cantidad de personas puestas en riesgo
(particularmente las alojadas en el pabellón 16), se erige en un factor que,
con independencia de la significación jurídica del hecho, impacta en la
dosificación de la sanción. El número de internos alojados constituye un
tema de injerencia del director del establecimiento.
Tampoco asiste razón a la defensa, en cuanto plantea la
vulnerabilidad de los damnificados pues carece de vinculación con las
pautas previstas en los incs. 1 y 2 del art. 41 del CP. Además de lo
expuesto, no puede soslayarse que se relaciona con la diligencia que se
reclama a los funcionarios públicos en la custodia de las personas privadas
de la libertad, justamente por encontrarse ostensiblemente disminuidas sus
propias posibilidades de protección.
Con respecto a la denunciada falta de prueba en torno a
la extensión del daño causado; considero que las declaraciones de las
personas alojadas en el Unidad de Magdalena, esto es, de quienes de
alguna manera intervinieron y/o percibieron el siniestro; satisface los
recaudos probatorios para contemplar la extensión del daño y, en suma,
acertada su consideración como circunstancia agravante de la sanción.

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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

Por último, corresponde confirmar la decisión que adoptó


el Tribunal de desechar la pauta atenuante de la pena propuesta por la
defensa.
Tuvo por acreditado que Tejeda, al arribar a la Unidad,
impartió expresas órdenes de que cesaran los disparos desde el muro
perimetral y efectuó gestiones tendientes a culminar con el estado de
alteración generalizado. Ahora bien, la conducta asumida por Tejeda era
propia de su función como director del establecimiento; además, encuentro
que ninguna de ellas se relaciona con el hecho concreto que se le atribuyó.
Corresponde evaluar la crítica del impugnante sobre el
monto de pena impuesto a Daniel Oscar Tejada, por tratarse del máximo
legal.
El sistema general de determinación de la pena
adoptado por el Derecho Penal Argentino -de penas relativas-, en el que se
mencionan pautas de orientación ejemplificadoras, sin determinar no sólo el
sentido sino tampoco el valor de cada una de las circunstancias, sólo
permite evaluar si las reglas seguidas cumplen con el deber de
fundamentación explícita que posibilite el control critico–racional del proceso
de decisión (Conf. Sala I TCPBA, causa "Valant" del 14/8/2018; "Carleo" del
21/2/2018; “Manzo” del 5/5/20).
No existe norma que establezca determinado método
de dosificación de la pena.
En tal sentido la Suprema Corte de Justicia de la
Provincia de Buenos Aires ha dicho que: “...Si lo que la defensa pretendía
era que además de ello, la decisión hubiera asignado un valor numérico a
cada pauta, sumando y restando cada una de ellas sobre algún punto de
ingreso a la escala penal, corresponde señalar que esta Corte ha declarado
invariablemente que ese método no resulta impuesto por norma alguna...”
(SCBA P. 125.464, del 22/12/15, entre otras).
La evaluación conjunta de los ilícitos, el grado de
culpabilidad del imputado con el correctivo de la peligrosidad y las reglas de
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los arts. 40 y 41 del Código Penal, no permiten arriba a un monto con


exactitud matemática.
Además, cabe mencionar que el principio de
proporcionalidad es un elemento distintivo de todo ordenamiento jurídico
sometido a los principios del Estado de derecho, compuesto por criterios de
idoneidad (para la consecución de su objetivo), necesidad (atendiendo al
derecho penal como ultima ratio o in dubio pro libertate) y exigibilidad, que
se establece con el fin último de lograr un trato justo y de gravamen
adecuado para el ciudadano (HASSEMER, Winfried, “El principio de
proporcionalidad como límite de las intervenciones jurídico-penales”, en El
principio de proporcionalidad penal, Editorial Ad-Hoc, 2014).
Con lo señalado, la pena de cinco (5) años de prisión, e
inhabilitación especial por el término de (10) diez años para ocupar cargos
públicos, accesorias legales y costas del proceso, por encontrarlo autor
responsable hecho constitutivo del delito de incendio culposo agravado (art.
189 segundo párrafo del C.P) impuesta a Daniel Oscar, no se advierte que
sea desproporcional ni carente de fundamentación.
Frente a todo lo expuesto, el monto de la pena debe
mantenerse como fuera establecido en la instancia, pues partiendo del
hecho y su calificación, así como el grado de participación que le cupo al
imputado, el quantum impuesto se ajusta a la necesidad, idoneidad y
exigibilidad como criterios propios del principio de proporcionalidad,
constituyendo la medida de la culpabilidad de los actos atribuidos (arts. 40 y
41, CP).
IV f. El Defensor cuestiona la medida de coerción
impuesta a Daniel Oscar Tejeda en los términos del art. 371 del CPP.
Plantea la inconstitucionalidad del citado artículo. Asimismo, entiende que la
decisión es arbitraria, y asevera acerca de la ausencia de peligros
procesales.
En primer término, es dable destacar que el dictado de la
detención fue requerida por la acusación (fs. 577/vta.) y, a su turno, el Dr.
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
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Ferreira se opuso a la procedencia de tal medida de coerción; y no medió


denuncia sobre la inconstitucionalidad de la norma procesal (fs. 771 y vta.).
Resulta un presupuesto de procedencia del recurso de
casación que habiendo el interesado advertido antes de su aplicación que el
art. 371 del CPP era –a su entender– inconstitucional, haya solicitado a los
órganos jurisdiccionales de instancia que así lo declaren y se abstengan de
ponerla en práctica en el caso en concreto, fundando el gravamen que su
observancia le irrogaría (v. Sala I, causa 83665 "Illegas Jonathan Emmanuel
s/ Recurso de Casación" sent. 14/02/18 reg. 48/18).
De igual forma, el análisis de la validez de una norma
de jerarquía legal constituye la más delicada de las funciones susceptibles
de encomendarse a un tribunal de justicia y la declaración de
inconstitucionalidad debe estimarse como última ratio del orden jurídico, por
lo que no debe recurrirse a ella sino en casos de estricta necesidad (CSJN,
Fallos: 260:153, 286:76; 288:325; 300:241, entre otros). Se trata de un
remedio extremo, que sólo puede operar cuando resulte imposible
compatibilizar la ley con la CN y los tratados internacionales que la integran
(CSJN, Fallos: 328:1491), por lo que no cabe formularla sino cuando un
acabado examen del precepto conduce a la convicción cierta de que su
aplicación conculca el derecho o la garantía constitucional invocada (v.
CSJN, Fallos 315:923; 321:441; SCBA, P. 70498, Ac. 29-XII-2004).
Para ello se requiere que el interesado realice un
análisis inequívoco y exhaustivo del problema, que demuestre el alcance de
sus derechos y las razones por las que cree que lo actuado por el legislador
es incorrecto (CSJN, Fallos 306:1597), lo que no ha ocurrido en el caso.
En tal sentido, la ventaja o acierto de las medidas
legislativas escapa de este contralor pues la conveniencia del criterio elegido
no está sujeta a revisión judicial, salvo que sea arbitrario o irrazonable
(CJSN, Fallos: 224:810; 300:642 y 306:655), desde que resulta propio del
Poder Legislativo declarar la criminalidad de los actos, desincriminar otros e
imponer penas (CSJN, Fallos: 11:405; 191:245; 275:89) y asimismo
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
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aumentar o disminuir la escala penal, de tal suerte que los tribunales no se


pueden inmiscuir en el examen de la conveniencia, oportunidad, acierto o
eficacia del criterio adoptado por el legislador (CSJN, Fallos 257:127;
293:163; 300:642; 301:341).
Sentado ello, el recurrente no ha conseguido acreditar
que dicha incompatibilidad exista, y tampoco ha demostrado que la
aplicación del art. 371 del CPP resulte particularmente problemática en el
caso.
La sola afirmación que la norma atenta contra lo
establecido en el artículo 18 de la CN y en los Pactos Internacionales
introducidos en el art. 75 inc. 22 de la Carta Magna (7.1 y 8.2 de la CADH y
14.2 y 14.2 del PIDCP), no evidencia la concreta transgresión o
contradicción de las normas aludidas. No se advierte que la disposición del
art. 371 del CPP, en cuanto establece que cuando el veredicto fuera
condenatorio y correspondiere la imposición de una pena privativa de
libertad de efectivo cumplimiento, el Tribunal podrá disponer una medida de
coerción, vulnere los artículos mencionados por el impugnante.
En definitiva, no se observa la violación al bloque de
constitucionalidad conformado por la Carta Magna y los Tratados
Internacionales sobre Derechos Humanos incorporados.
Ahora bien, de la cuestión segunda de la sentencia, el
Tribunal adoptó una decisión que reúne las condiciones mínimas de
razonabilidad exigidas en el caso; sobre el punto, y en consonancia con lo
requerido por la Fiscalía, valoró que “…el aumento verificado del peligro
cierto de frustración del proceso en atención al monto de las penas
impuestas y siendo que los encartados registran un escaso encierro cautelar
en detención que no incidirá significativamente en el cómputo de
cumplimiento de la pena a cumplir…” (fs. 943). Ciertamente, encuentro que
no puede dejar de estimarse la mayor verosimilitud del derecho en función
del pronunciamiento arribado.

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PROVINCIA DE BUENOS AIRES
TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

En función de las consideraciones expuestas, los


agravios deducidos por el Dr. Ferreira no progresan.
V. Por lo expresado, propongo al Acuerdo: a) hacer
lugar al recurso interpuesto por la Dra. Agustina LLoret y el Dr. Mariano
Nicolás Lanziano –abogados del Centro de Estudios Legales y Sociales, en
representación de Rufina Verón; b) hacer parcialmente lugar a los
recursos de casación deducidos por la Fiscalía, por las Dras. Sofía Helena
Caravelos y Analía Inés Carrillo –abogadas del Colectivo de Investigación y
Acción Jurídica-; y por la Dra. Carla Victoria Ocampo Pilla, el Dr. Javier
Marcelo Percow, el Dr. Fernando Quiroga y la Dra. Margarita Jaque –
abogados del Programa de Litigio Estratégico de la Comisión de la memoria
de la Provincia de Buenos Aires; sin costas; c) casar el veredicto
absolutorio respecto de María del Rosario Roma, y comprobada que fue
la materialidad ilícita, la autoría responsable de la nombrada, y establecida la
significación jurídica como abandono de persona seguido de muerte y
lesiones (arts. 106 ap. 2° y 3° CP), reenviar a la instancia de juicio para su
cesura –en consonancia con el art. 372, 461 c.c. y s.s. del CPP; d) hacer
lugar parcialmente, sin costas, a los recursos de casación interpuestos
por los Defensores Dr. Darío Saldaño, en representación de Rubén
Alejandro Montes de Oca; por el Dr. Julio Ricardo Beley, a favor de
Reimundo Héctor Fernández y casar parcialmente la sentencia
condenatoria del Tribunal en lo Criminal n° 5 de La Plata, recalificando los
hechos en sintonía con la tesis acusatoria, como abandono de persona
seguido de muerte y lesiones (hecho II), y fijando en esta Sede respecto a
Fernández las penas de: quince (15 años de prisión e inhabiilitación
especial por el término de diez (10) años para ejercer cargos públicos y
manteniendo las impuestas respecto de Montes de Oca; e) rechazar el
recurso de casación deducido por el Dr. Ernesto Ferreira, en beneficio de
Daniel Oscar Tejeda, con costas; f) regular los honorarios profesionales
de la Dra. Agustina LLoret, el Dr. Mariano Nicolás Lanziano, las Dra. Sofía
Helena Caravelos, la Dra. Analía Inés Carrillo, la Dra. Carla Victoria Ocampo
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Causa N° 92058
PROVINCIA DE BUENOS AIRES
TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

Pilla, el Dr. Javier Marcelo Percow, el Dr. Fernando Quiroga, la Dra.


Margarita Jaque, el Dr. Darío Saldaño, y el Dr. Julio Ricardo Beley, en treinta
(30) jus –para cada uno- por la labor desempeñada en esta Sede (artículos
5, 12, 40, 41, 45, 55, 106 in fine y 189 segundo párrafo del CP; 210, 371,
448, 450, 451, 454, 458, 460, 465, 530 y 531 del Código Procesal Penal y 31
y cctes. de la Ley 14.967).
Así lo voto.
A la misma segunda cuestión el señor juez doctor
Carral dijo:
Adhiero al voto de mi colega preopinante en igual
sentido y por los mismos fundamentos.
Así lo voto.
Con lo que terminó el Acuerdo dictándose la siguiente:
Por lo expuesto en el Acuerdo que antecede, el
Tribunal resuelve:
I. Declarar admisibles las impugnaciones efectuadas
por la Fiscalía, representantes de los Particulares Damnificados, y
Defensores.
II. Hacer lugar al recurso interpuesto por la Dra.
Agustina LLoret y el Dr. Mariano Nicolás Lanziano –abogados del Centro de
Estudios Legales y Sociales, en representación de Rufina Verón, sin costas.
III. Hacer lugar parcialmente a los recursos de
casación deducidos por la Fiscalía, por las Dras. Sofía Helena Caravelos y
Analía Inés Carrillo –abogadas del Colectivo de Investigación y Acción
Jurídica-; y por la Dra. Carla Victoria Ocampo Pilla, el Dr. Javier Marcelo
Percow, el Dr. Fernando Quiroga y la Dra. Margarita Jaque –abogados del
Programa de Litigio Estratégico de la Comisión de la memoria de la
Provincia de Buenos Aires; sin costas.
IV. Casar el veredicto absolutorio respecto de María
del Rosario Roma, y comprobada que fue la materialidad ilícita, la autoría
responsable de la nombrada, y establecida la significación jurídica como
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Causa N° 92058
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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
SALA I

abandono de persona seguido de muerte y lesiones (arts. 106 ap. 2° y 3°


CP) y reenviar a la instancia de juicio para su cesura -en consonancia con el
art. 372 del CPP-.
V. Recalificar los hechos, de acuerdo a la pretensión
de la acusación, como abandono de persona seguido de muerte y
lesiones (hecho II), asumir competencia positiva, y fijar en esta Sede
respecto a Fernández las penas de quince (15) años de prisión e
inhabiilitación especial por el término de diez (10) años para ejercer
cargos públicos y manteniendo las impuestas a Montes de Oca, por lo que
se hacer lugar parcialmente, sin costas, a los recursos de casación
interpuestos por los defensores Dr. Darío Saldaño, en representación de
Rubén Alejandro Montes de Oca; por el Dr. Julio Ricardo Beley, a favor de
Reimundo Héctor Fernández y casar parcialmente la sentencia
condenatoria del Tribunal en lo Criminal n° 5 de La Plata, .
VI. Rechazar el recurso de casación deducido por el
Dr. Ernesto Ferreira, en beneficio de Daniel Oscar Tejeda, con costas.
VII. Regular los honorarios profesionales de la Dra.
Agustina LLoret, el Dr. Mariano Nicolás Lanziano, las Dra. Sofía Helena
Caravelos, la Dra. Analía Inés Carrillo, la Dra. Carla Victoria Ocampo Pilla, el
Dr. Javier Marcelo Percow, el Dr. Fernando Quiroga, la Dra. Margarita
Jaque, el Dr. Dr. Darío Saldaño, y el Dr. Julio Ricardo Beley, en treinta (30)
jus -para cada uno- por la labor desempeñada en esta Sede.
VIII. Tener presente las reservas del caso federal.
Rigen los artículos 14.4 del Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos, 8.2.h de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, 18 y 75 inciso 22º de la Constitución Nacional, 168 y
171 de la Constitución de la Provincia de Buenos Aires, 5, 12, 40, 41, 45, 55,
106 in fine y 189 segundo párrafo del CP; 210, 371, 448, 450, 451, 452, 454,
458, 460, 465, 530 y 531 del Código Procesal Penal y 31 y cctes. de la Ley
14.967.

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TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL
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Regístrese, notifíquese y remítase a la Mesa Única


General de Entradas para su devolución a origen.

Suscripto y Registrado en la Ciudad de La Plata, en la fecha indicada en la


constancia de la firma digital del Actuario (Ac. 3975/20), bajo el N° 662

REFERENCIAS:
Funcionario Firmante: 22/06/2021 09:09:39 - CARRAL Daniel Alfredo
Funcionario Firmante: 22/06/2021 10:08:44 - MAIDANA Ricardo Ramón -
JUEZ
Funcionario Firmante: 22/06/2021 10:32:24 - ALVAREZ Jorge Andrés -
SECRETARIO DEL TRIBUNAL DE CASACIÓN PENAL

237601115002717761

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