Devoción de Los Sietes Lunes
Devoción de Los Sietes Lunes
Devoción de Los Sietes Lunes
ACTO DE CONTRICIÓN.
Aquí tienes un pecador que si mucho te ha ofendido, mucho Señor llora sus delitos
y mucho quisiera amarte y suplir con su dolor y sus lágrimas el grave mal que
cometió apartándose de Ti, Infinito bien. No deseches, Señor de las Misericordias
al pecador arrepentido y pruébale una vez más, que tus bondades son siemrpe del
Padre Clemente, que no lo recibes como juez enojado.
Cómo no cnsiderar Señor tan valiosos prsentes como te hago. Si son tesoros de un
Dios moribundo, de un Dios infinito. Consuela Señor, con tus clemencias las
muchas tristezas mías, oiga yo tu voz, como la oyó el afortunado Dimas y que tu
amor me diga: “Hoy te perdono y te concedo lo que me pides”. Amén.
GOZOS.
Rogad por el aislamiento del corazón tan leno de tristeza, de abatimiento y algunas
veces de terror.
Rogad por los que luchan contra las dificultades de la vida y a quienes falta poco
para legar al desaliento y quizás olvido de sus deberes.
Rogad por los que lo tienen tdo a la medida de sus deseos, pro los que el mundo
atrae y la desgracia no ha visitado aún.
Rogad por aquellos a quienes Dios ha dado más que a otros la ternura del corazón
y la delicadeza de los sentimientos.
Rogad por los que ya no nos aman y no los acuséis nunca por la pena que nos
causan. Rogad por los que se han retirado de la oración, da la Eucaristía y de la
paz del corazón y que lloran en silencio sin atreverse a volver a Dios.
Rogad por los que amamos, acedlos santos, Oh María, aunque los hagáis sufrir. Si
alguna vez se alejan de vos, Oh, tomad todos sus goces y parte de mi felicidad
para retenerlos cerca de Jesús.
Rogad por los que lloran, por los que oran y por los que no saben hacerse amar. A
todos, Oh María, dad la esperanza y la paz. AMÉN.
ORACIÓN A JESÚS CRUCIFICADO
(Para implorar una buena muerte)
PRIMER LUNES
PRIMERA PALABRA DEL SEÑOR EN LA CRUZ
“Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”
Esta forma de la caridad, amar a los enemigos, fue palabra nueva que el mundo
escuchó apenas de la boca de Jesús: Padre, perdónales.
Y nosotros que nos llamamos hijos de Dios; nosotros que seguimos al Divino
Crucificado, ¿cumplimos acaso esta doctrina del PERDÓN? El cristianismo es
amor; la caridad es la gran vritud cristiana, la tolerancia es una hermosa manera de
la Divina Caridad. Pero, ¿dónde está nuestro amor al prójimo, la verdadera
caridad, la tolerancia cristiana? ¿Vivimos nosotros como hermanos? ¿Nuestro
corazón ha sido sido capaz de perdonar todas las injurias?
Dos ladrones habían sido crucificados con Jesús; dos hombres que habían
recorrido todos los caminos del crimen.
Al principio estos hombres unieron sus gritos a los de la canalla que insultaba al
Nazareno; pero luego uno de ellos llamado Dimas, sintió el dolor del
arrepentimiento y lleno de fe y de amor dijo: “Señor, acuérdate de mí en tu Reino”
Y Jesús el respondió: “En verdad, en verdad te digo que hoy estarás conmigo en el
paraíso”.
TERCER LUNES
TERCERA PALABRA DEL SEÑOR EN LA CRUZ
“Mujer, he ahí a tu hijo; hijo eh ahí a tu Madre”
Nuestra Señora de Los Dolores; así la llamamos siempre que la encontramos al pie
de la Cruz. Al Calvario subió Nuestra Señora para escuchar el testamento de su
Hijo Divino: “Ahí tienes a tu hijo”
Pero el discípulo amado representa ahora a todos los discípulos, a todos los
cristianos. Según la palabra de Cristo, María es nuestra Madre y nosotros somos
sus hijos.
En esta noche de la Cruz, entre lágrimas y sangre, brotan a la vida los hijos del
pecado. Somos los seguidores del Divino Crucificado; somos los hijos de La
Dolorosa. Madre Nuestra: Míranos aquí, al pie de la misma Cruz, llenos de
lágrimas los ojos, llenos de espinas el corazón. “Muestra que eres nuestra Madre”
(Se medita y se pide)
CUARTO LUNES
CUARTA PALABRA DEL SEÑOR EN LA CRUZ
“Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado”
La voz de Jesús dice que Dios le ha desamparado. ¿Cómo puede ser que el
mismo que es Dios se sienta abandonado de Dios? Todo esto es para nuestro
ejemplo. Quiere decir el Divino Maestro, que El es también hombre y que como
hombre está padeciendo todos los suplicios. Pero el ser Hombre no le da siquiera
el consuelo de los hombres. ¡Qué solo está aquí el Señor a quien antes
estrechaban las multitudes.
Cuando nosotros nos sintamos también abandonados: abandono que nos dan los
de nuestra casa y familia muchas veces, abandono de aquellos por quienes hemos
llorado sangre en los afectos; cuando parezca que el mismo Dios se aleja de
nosotros, que se apaga la luz en nuestra vida, pensemos que entonces estamos
con Jesús en el Calvario y así digamos la queja de su alma: “Dios mío, Dios mío,
por qué me has abandonado”
(Se medita y se pide)
QUINTO LUNES
QUINTA PALABRA DEL SEÑOR EN LA CRUZ
“Tengo sed”
Del Divino Crucificado había escrito el profeta: “Secóse como el barro cocido; y el
vigor y la lengua se pegaron al paladar”.
De esta manera, ganándonos las almas para Dios, apagaremos la sed del Señor
Agonizante. Que no caiga sobre nosotros la queja dolorida del improperio del
viernes Santo: “Pueblo mío, pueblo mío: ¿qué te hice yo? Te di el agua saludable
de la roca del desierto y tú me das para beber hiel y vinagre”
(Se medita y se pide)
SEXTO LUNES
SEXTA PALABRA DEL SEÑOR EN LA CRUZ
“Todo está consumado”
También in día vamos a decir nosotros en el término de nuestra carrera: “Todo está
consumado”. Todo lo hemos hecho bien; cumplimos nuestro deber, escribimos el
libro de nuestra vida con el Espíritu del Señor.
Pero más voy a deciros Buen Maestro: Que se cumplan mis deseos, estos deseos
que con súplicas instantes ando repitiendo ante vuestra Cruz. Pero antes que todo,
que se cumpla en mí vuestra Santa Voluntad.
(Se medita y se pide)
SEPTIMO LUNES
SEPTIMA PALABRA DEL SEÑOR EN LA CRUZ
“Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”
Hemos llegado, almas devotas del Misericordioso. Caminando con Jesús hemos
ganado la altura del Calvario. Una voz todopoderosa llena los espacios: “Padre, en
tus manos encomiendo mi espíritu”, e inclinando la cabeza expiró.
La muerte ha triunfado sobre la vida. Divisamos ahora el cuerpo muerto del Señor.
La cabeza que se inclina para llamar, los brazos extendidos para abrazar, el
corazón abierto para encender.
Volvamos nuestros ojos y tras el velo de las lagrimas digamos la palabra del
arrepentimiento y del amor. Señor de las Misericordias: Durante siete lunes hemos
venido a vuestras plantas. Nuestras ofrendas han sido de lagrimas por nuestras
muchas penas de espinas que deshojamos de vuestro corazón martirizado. Os
hemos acompañado al pie de vuestra cruz y hemos escuchado vuestras
enseñanzas de perdón y de amor.
Llevamos e propósito de guardar todas vuestras leyes, de formar con ellas nuestra
manera de vivir con nosotros mismos y nuestro prójimo.