Karl Polanyi - El Sustento Del Hombre

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Karl Polanyi

El sustento del hombre

Edición a cargo de Harry W. Pearson

Biblioteca Mondadori
Título original: The Livelihood of Man
Traducción de: Ester Gómez Parro de la edición de Academic Press, lnc.

© 1977. Academíc Press. lnc.


© 1994 de la traducción castellana para España y América:
MONDADOR! (Grijalbo Comercial, S.A.), Aragó. 385, Barcelona
ISBN: 84-397-1876-4
Depósito Legal: M-3.267-1994
Impreso y encuadernado en Artes Gráficas Huertas, S.A.
Fuenlabrada (Madrid)

Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del copyright. baJo las
sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier
medio o procedimiento, comprendidos la reprograffa y el tratamiento informático, así como la
. distribución de ejemplares de ella mediante alquíler o préstamo públicos.
Para Charlie, George y Rosemary.
con quienes todo empezó
,
Indice

,
PRESENTACION de Paz Moreno Feliú 13
K.arl Polanyi: Apuntes sobre su vida por l. D. Polanyi 27
Prefacio de Harry W. Pearson 37
Introducción de Harry W. Pearson 41
Prólogo de K. Polanyi 55
Introducción de K Polanyi 59

EL LUGAR DE LA ECONOMÍA EN LA SOCIEDAD 73

A. Conceptos y teoría 75
1. La falacia económica 77
l. La economía y el mercado 78
11. La transformación económica 82
111. El racionalismo económico 85
IV. El solipsismo económico 87

2. El doble signifjcodo del término económico 91


l. Las definiciones formal y substantiva 91
11. La distinción en la economía neoclásica 93
111. La falacia de la escasez y la elección relativa 96
IV. Escasez e insuficiencia 100
V. La economía substantiva: interacción e instítuciones 103

3. Formas de integración y estructuras de apoyo 109


l. Introducción 109
11. Reciprocidad y simetría 112
111. Redistribución y centralización 114
IV. Intercambio y mercados 116
V. Formas de integración y etapas de desarrollo 116

B. Instituciones
119
ORIGEN DE LAS TRANSACCIONES ECONÓMICAS: DE LA
SOCIEDAD TRIBAL A LA ARCAICA 119

4. La economía incrustada en la sociedad 121


l. Introducción 121
11. Status y contrato 122
111. La contribución de la antropología 123
5. Origen de las transacciones económicas l 33
l. De las sociedades tribales a las arcaicas 133
11. La solidaridad comunal en las sociedades arcaicas 135
6. Equivalencias en las sociedades arcaicas 13 9
l. Equivalencias sustitutivas 140
11. Raciones 142
111. Equivalencias de cambio 143
IV. La sociología de las equivalencias 146
V. Equivalencias y mercados 148
7. El papel económico de la justicia, la ley y la libertad 151

LA TRÍADA CATALÁCTICA: COMERCIO, DINERO Y MERCA-


DOS 153

Introducción 155
l. Orígenes independientes del comercio, el dinero y los mercados.
155
11. Desarrollo interno y externo independientes 156
111. La integración de las economías sin mercado 157
8. El comercio y los comerciantes 159
l. Definición técnica e institucional 159
11. Características institucionales del comercio 162
9. Objetos y usos del dinero 177
l. El dinero como sistema semántico 177
11. Análisis ínstitucional del dinero 180
Dinero de intercambio 184
111.
IV.Uso del dinero como medio de pago 185
V.Uso del dinero como depósito 187
VI.El dinero como patrón de valor o unidad de cuenta 188
VII.El tesoro y los productos básicos en los usos del dinero 189
Tesoro y poder en la antigua Grecia 190
VIII.
IX. Dinero y status 197
X. Resumen 200

IO. Elementos y or1genes del mercado 205


l. Introducción 205
11. Mercados locales 208
111. Comercio de mercado - Mercados externos 117
IV. Personal, equivalencias y transacciones 219

COMERCIO, MERCADOS Y DINERO EN LA ANTIGUA GRECIA 227


Introducción 229

11 La era de Hesíodo: el declive tribal y el sustento de los campesinos 231


l. El mundo de Los trabajos y los días 231
11. La llegada de la Edad de Hierro 133
111. La desaparición del orden tribal 234
IV. La decadencia de la reciprocidad 236
V. La economía doméstica 239
VI. El comercio y el mar 241

12. Mercados locales: lo economía política de fa polis y el ágora 243


l.Heródoto y la mentalidad helénica 244
11.El ágora y el sistema griego 247
111.La polis en la vida helénica 152
rv. La admrnistración pública 255
V. Regalos de sus propios fondos 159
VI. El kapélos 26 7

13. Mercados locales y comercio exterior 275


l. Kapéfos y emporos 275
11. Metecos y extranjeros 279
111. Vías y recursos 281
14. Las importaciones de grano 28 7
l. Producción y consumo de grano 288
11. La administración del comercio 292
111. El grano del norte y del este 194
IV La talasocracia ateniense 299
V Avances del siglo cuarto 302
VI. Egipto 306
VII. Síracusa 308

15. El crecimiento del comercio de mercado J 15


l. Comercio administrado 315
11. La introducción de los elementos de mercado 3 18
111. La aparición del mercado 328

16. Dinero, banca y f,nanzas 345


l. Dinero 345
11. Las monedas 350
111. Monedas locales y externas ]55

17. El <(capitalismo>> en la antigüedad 367


.,
Presentac1on

o es una novedad señalar que la publicación de


las obras de K. Polanyi en España ha seguido,
hasta ahora, los dictados del circuito intelectual
francés. En efecto, al interés despertado entre los
etnomarxistas galos por la llamada en antropolo-
gía <<posición substantivista>>, debemos la traduc-
ción castellana de Comercio y mercado en los
imperios antiguos. precedida por una introducción de M. Godelier; que
es también el recopilador de un libro de textos de antropología econó-
mica en el que se incluye de nuevo, aunque esta vez como parte de la
polémica entre formalistas y substantivistas, el artículo de K. Polanyi <<El
sistema económico como proceso institucionalizado>>. También corre
pareja a la edición de Gallimard ( 1983), la primera publicación española
de La gran transformación ( 1989) 1, que, sin embargo, no incluye el mag-
nífico prólogo de L. Dumont (al que inevitablemente nos hemos de
remitir en más de una ocasión), y que juega con el equívoco subtítulo
de <<crítica del liberalismo económico>>, cuando, como es bien sabido, la
crítica de Polanyi se dirige a una ideología más amplia cuyos fundamen-
tos están presentes tanto en el liberalismo como en el marxismo 2•
La lista de los libros de Polanyi traducidos al español se incrementa
con la presente edición de E/ sustento del hombre. obra póstuma, que
al tiempo que recoge sistemáticamente versiones nuevas de artículos
ya publicados por Polanyi, aporta un estudio monográfico sobre la
antigua Grecia. Por otra parte, la presentación de un nuevo texto de
Polanyi al público español nos brinda una buena oportunidad para
intentar desligar a Polanyi del vaivén de las modas desde las que varias
13
veces y por diversos motivos se han interpretado sus análisis. Para ello,
trazaremos en las breves notas que siguen un esbozo de biografía
intelectual con la intención de contextualizar cuáles fueron las princi-
pales aportaciones de Polanyi a ese grupo de disciplinas académicas
que, tal vez con cierta exageración, dicen ocuparse del estudio del
hombre.
Una de las consecue~cias de la producción casi en serie de figuras
académicas que caracteriza nuestra época es la paradoja existente
entre la pretensión de originalidad indívidual y la monotonía con la que
las biografías repiten los mismos pasos rituales. Los de Polanyi siguieron
la dirección opuesta a los de la mayoria de sus colegas: su carrera aca-
démica formal la inició casi a la edad de la jubilación. Contaba 58 años
al publicar La gran transformación, comenzó a impartir clases en
Columbia a los 61 años, la mayor parte de sus libros y la recopilación
de sus artículos vieron la luz después de su fallecimiento gracias a la
infatigable actividad de sus alumnos, una de cuyas muestras es este
mismo libro.
También va en la dirección opuesta a las normas de especializa-
ción académica vigentes el contenido de sus escritos: Polanyi siempre
se centra en el estudio de los problemas mismos, lo que hace que sus
análisis trasciendan casi heréticamente las fronteras de las distintas
sectas de especialistas, de tal forma que incluso existe una cierta vaci-
lación a la hora de asígnarle un lugar. bien como antropólogo, bien
como historiador de la economía. Señalaba ya hace años otro de sus
discípulos, G. Dalton, en la introducción a la más conocida colección
de los artículos de Polanyi recopilados póstumamente 3, cómo las
páginas de Polanyi nos llevan de la Alemania de Hitler a la Inglaterra
de Ricardo, de Aristóteles a las Trobriand, de la Babilonia de
Hammurabi al Dahomey del siglo xv111. Si bien no se le puede consi-
derar un erudito, también es cierto que utilizó las bibliografías y los
datos disponibles sobre cada período con el máximo rigor, como
prueban todas las controversias y nuevas investigaciones que sus tesis
centrales provocaron y provocan entre arqueólogos, clasicistas,
historiadores y antropólogos. especialistas en cada uno de esos cam-
pos. Pero ¿cuáles fueron los pasos que dio Polanyi en la dirección
opuesta a sus colegas? Podemos dividir su biografía en tres etapas
diferenciadas tanto geográficamente como por las investigaciones rea-
lizadas en cada una de ellas 4 :
14
1. Los últimos días de la humanidad: Hungria, Austria, 1886-1933

El más largo periodo de la vida de Polanyi, fundamental porque su


obra posterior no es repentina sino consecuencia de un esfuerzo conti-
nuado, transcurre en uno de los medios intelectuales más prodigiosos
que se hayan producido en Europa. Polanyi, uno de los muchos judíos
integrados centroeuropeos que habn'an de sufrir en propia carne el fra-
caso de los ideales de la Ilustración, realizó estudios de Derecho y de
Economía Política, al tiempo que configuraba el dinámico Círculo
Galilei, cuya importancia en la vida cultural húngara evoca su viuda en
otras páginas de este libro. Su activismo, más moral que político, según
analiza retrospectivamente el propio Polanyi, le obliga a exiliarse en
Viena. donde Polanyi fue testigo de muchos de los sucesos que más
tarde analizará en sus libros: las consecuencias políticas y económicas
de la Primera Guerra Mundial, la revolución rusa con el alto número de
exiliados y disputas sobre planificación económica que generó, las nue-
vas relaciones internacionales presididas por los debates sobre la acep-
tación o rechazo del patrón oro, el auge del antisemitismo, el surgi-
miento del nazismo, la política socialista de la municipalidad de Viena
durante la postguerra; en resumen, los primeros indicadores del
derrumbe del sistema liberal. Ninguno de estos acontecimientos fue
tratado por Polanyi con frivolidad, ni nunca olvidó las discusiones viene-
sas en el desarrollo de su obra posterior. Así, el propio Polanyi nos indi-
ca en uno de los capftulos centrales de La gran transformacíón que su
interés por el estudio de las Leyes de Pobres británicas, sobre todo por
la de Speenhamland de 1795 (ignorada por Marx y Engels) parte de las
polémicas suscitadas entre socialistas y liberales a raíz de las medidas
adoptadas desde 19 18 por las autoridades municipales vienesas, que
produjeron, según Polanyi (a diferencia de Speenhamland) un éxito cul-
tural de la clase obrera desconocido hasta entonces en las sociedades
industriales.
Tal vez resulte anecdótico, pero nos parece un fruto tan claro. del
clima de discusiones existentes en Viena como la obra de Popper; que
el año en que se imprimió La gran transformacíón, apareciese. también
en Londres, una defensa de tesis diametralmente opuestas a las de
Polanyi por parte de un representante del pensamiento liberal austria-
co. Nos referimos, claro está, a Hayek y su libro The Road to Serfdom.
Queda también de esta época vienesa la clara decantación de
15
Polanyi por un socialismo no dogmático que impregna muchas de las
páginas de sus libros, y un conocimiento profundo de los pensadores
sociales clásicos, Marx incluido. Quiere esto decir que su actitud inte-
lectual dista tanto de ser ingenua (como le habrían de achacar los
antropólogos formalistas), o producto de la ignorancia, que hace difícil
comprender muchos de los comentarios expuestos en la ya citada
introducción de M. Godelier a la edición francesa de Comercio y merca-
do en los imperjos antiguos, en los que este antropólogo parece presu-
poner no tanto un rechazo explícito del marxismo por parte de
Polanyi. rechazo generado en su critica radical a los presupuestos ideo-
lógicos de la utopía económica, como un desconocimiento de Marx.

2. La cuna del liberalismo: Inglaterra J 933-/ 947

Como consecuencia de los terribles acontecimientos que tenían


lugar en la Europa central, Polanyi, ya un maduro investigador de 47
años, abandona el continente y se establece en Inglaterra. Su tiempo lo
repartirá entre la docencia en cursos que hoy llaman'amos de <<matricula
abierta>> y la recogida de datos sobre la revolución industrial y el pensa-
miento liberal. El resultado de estas investigaciones quedará plasmado
en La gran trans(ormacjón, su obra clave, y de la que, a nuestro entender;
derivarán todas las posteriores. Para comprender el alcance de este
complejo libro debemos dejar claro que la transformación a la que
Polanyi llama <<gran>> no es otra que el surgimiento de una nueva situa-
ción como consecuencia del derrumbe de una civilización excepcional:
es decir; el objeto de estudio central no es el inicio, también analizado
retrospectivamente, síno el final de una época 5. Las señales que indica-
ban este final de época aparecieron repentinamente por doquier: el
abandono del patrón oro en Gran Bretaña, los planes quinquenales
soviéticos, el New Deal americano, el colapso de la Liga de las Naciones
Yi tal vez la más dramática y radical de las señales, el surgimiento de
Hitler en Alemania. Precisamente, mientras transcurría la Segunda
Guerra Mundial, Polanyi escribió este libro para explicar el porqué de
esta guerra (que él denomina de Hitler), mostrando cuál era la gran
transformación que se estaba viviendo, esto es, el fin de una época que
se había distinguido por una ideología única: la que estableció a la eco-
nomía como un sistema separado y autónomo del resto de las institu-
16
ciones sociales y que gravitaba sobre el mercado como mecanismo defi-
nido. Como señala Dumont no es que Hitler enterrase el liberalismo
económico, sino que fue uno de los que comprendió que se había ter-
minado.
Polanyi para explicar la gran transformación necesita analizar cómo
había surgido la utopía del liberalismo económico de establecer un
mercado autorregulador en la Inglaterra del siglo x1x, utopía que poste-
riormente se extenden'a por la Europa continental. (<<A fin de com-
prender el fascismo alemán debemos regresar a la Inglaterra de
Ricardo>>.) En este sentido, Polanyi es uno de los primeros estudiosos
que no sólo no consideró a Hitler un producto de lo <<irracional>> den-
tro de un sistema caracterizado por la <<racionalidad>>, sino que lo
encuadró plenamente en la raíz misma de la civilización moderna, que
se había caracterizado por el desarrollo de un sistema ausente en el
resto de las sociedades humanas. La economía, su modelo de hombre
-el individuo- y la idea de ganancia como norma explícita de actua-
ción, son el fruto innovador de una concepción utópica que se define
institucíonalmente mediante la existencia del mercado autorregulador
para el que todo se convíerte en mercancía, incluso aquello que no lo
había sido nunca en ninguna época ni en ninguna sociedad conocida: el
trabajo, la tierra y el dinero.
El análisis de cómo se produjo un proceso tan innovador, que aisló
por primera vez la esfera económica del resto de las instituciones
sociales, siempre estuvo sujeto a controversias, aunque todas ellas se
pueden resumir en la postura adoptada ante la tesis que Polanyi deno-
mina <<del doble movimiento>>: Según los liberales, el laissez (aire fue un
acontecimiento natural. y toda la legislación restrictiva posterior, el pro-
ducto de una resistencia planificada, de una <<conspiración antiliberal>>:
según Polanyi, el laissez faire se abrió camino merced a la intervención
estatal continua y planificada, mientras que la respuesta contra el mer-
cado autorregulador a partir de 1860, fue una autodefensa realista,
pragmática y espontánea de la sociedad. Es decir. Polanyi al estudiar la
pretensión del liberalismo sobre la <<naturalidad>> del proceso económi-
co encontró en el discurrir de los sucesos la paradoja de la interven-
ción estatal planificada, justamente lo contrario a lo pregonado por los
defensores del mercado autorregulador; del que podemos decir que, si
bien su <<naturalidad>> y <<autorregulación>> fue ideológica, como mues-
tra La gran transformación, sus efectos para la sociedad fueron devasta-
17
dores. La destrucción del tejido social como consecuencia del mecanis-
mo de mercado en la Inglaterra del x1x sólo se puede entender. según
Polanyi, comparándola con el vacío cultural producido por el colonialis-
mo en otras culturas.
Para mostrar la excepcionalidad del caprtalismo, Polanyi, y éste es
uno de sus grandes logros, se decanta por la comparación activa de
nuestra cultura con las otras, incluyendo en <<otras>> la propia occidental
antes de que hubiese surgido el liberalismo económico.
¿En qué consiste esta comparación? No en generalizar a partir de
oscuros ejemplos etnográficos e históricos agrupados en tipologías
(como se le interpretará a menudo), sino en haber incorporado previa-
mente al propio análisis la consideración de que la sociedad moderna
es un sistema peculiar y que la idea de economía misma es una nove-
dad propia de ella, pero desconocida en otras sociedades. Quiere ello
decir; como señala Dumont, que la originalidad de Polanyi consiste en
haber comparado la sociedad moderna con las no modernas tras esta-
blecer entre ambas una discontinuidad radical: los fenómenos económi-
cos que para nosotros están separados del resto de la sociedad, en las
otras, están incrustados en las instituciones. De esta discontinuidad que
teóricamente supone la ruptura con la linealidad evolutiva, es de donde
surgirán las comparaciones con otras culturas plasmadas en los céle-
bres capítulos cuarto y quinto de La gran transformación, que con el
tiempo darán lugar a la formulación explícita de las tipologías de las for-
mas de integración y sus correlaciones institucionales.

3. Polanyi revirado: América / 94 7- / 964

No hemos intentado en las páginas anteriores resumir La gran


transformación, sino entresacar los temas centrales que darán continui-
dad a toda la obra de Polanyi, con el fin de aclarar ciertas distorsiones
sufridas por sus tesis fundamentales, a veces con la ayuda del propio
Polanyi, en sus años americanos. Durante este periodo, su quehacer se
dividió entre las enseñanzas de historia económica que impartía en la
universidad de Columbia, donde contribuyó como un viejo maestro, a
la formación intelectual de un nutrido grupo de alumnos y colaborado-
res, entre los que se cuentan Pearson, Dalton, Bohannan, Sahlins, Nash,
Belshaw, Neale o Leeds, y la realización de varias investigaciones, tanto
18
teóricas como empíricas. pero siempre comparativas en el sentido
antes señalado. que tienen su origen en algunas de las tesis no plena-
mente desarrolladas de La gran transformación.
El impacto que produjo en el mundo académico la publicación de
la obra colectiva Comercio y mercado en /os imperios antiguos ( 1957) y la
inclusión de su artículo <<Anthropology and Economic Theory>> en la
recopilación de textos de M. Fried ( 1959) despertó el interés por las
posiciones de Polanyi en figuras tan dispares como los especialistas
Finley y Oppenheim, o en los etnomarxistas franceses Meillassoux y
Godelier. causantes indirectos, como ya hemos visto, de las primeras
publicaciones de sus obras en España.
Las ideas de Polanyi impulsaron la realización de estudios empíricos
en varias disciplinas, que comenzaron a contemplar su objeto de estu-
dio tradicional bajo una nueva óptica. Como no podía ser menos, la
difusión americana de la tesis de Polanyi generó también varias polémi-
cas académícas: por una parte la de la aplicabilidad universal de la teo-
ría económica (el estéril debate entre formalistas y substantivistas) y
por otra, la discusión del llamado principio de escasez. La postura de
Polanyi ante estos debates parte de que si la tesis central de La gran
transformación era la excepcionalidad del sistema de mercado, conse-
cuentemente, las elaboraciones teóricas para describir este utópico sis-
tema desligado de su sociedad son también excepcionales, frutos de
una nueva forma de pensar característica de una sociedad concreta, y.
por tanto, no se puede aplicar universalmente. No es ninguna casuali-
dad que uno de los antropólogos que ha recogido con mayor rigor las
conclusiones de Lo gran transformación, L. Dumont, sea muy critico con
la participación de Polanyi en el debate entre formalistas y substantivis-
tas, y sobre todo, con el giro innecesario de abordar el estudio de las
instituciones de otras sociedades partiendo de la definición substantiva
de economía: un <<lamentable paso atrás>> de Polanyi sólo subsanado,
según Dumont, por su fidelidad a la tesis de La gran transforma-
ción 6• Efectivamente, en la exposición que el lector encontrará en uno
de los capítulos de El sustento del hombre, sobre la pertinencia de una
definición substantiva de economía aflora cierta incongruencia al aislar
como objeto de estudio una esfera económica (supuestamente desliga-
da del concepto moderno) en un universo de relaciones sociales que el
propio Polanyi caracteriza (y de hecho, así las analiza), por estar incrus-
tadas en un complejo entramado de instituciones sociales.
19
No obstante, la diferencia básica entre Polanyi y sus cn'ticos, e inclu-
so, entre Polanyi y algunos de sus discípulos, no radica en la distinción
entre la definición formal y substantiva de la economía, sino en que
éste parte de las tesis centrales y explícitas de La gran transformación y
de la investigación de algunas de las hipótesis secundarias (de la ver-
tiente <<no moderna>> que din'a Dumont) sobre la excepcionalidad de la
sociedad contemporánea. Es decir, las obras americanas de Polanyi,
sobre todo sus estudios empíricos, no son sino el resultado de la com-
paración activa marcada por el planteamiento teórico de La gran trans-
formación, obra ignorada, y no discutida explícitamente en las polémi-
cas, a pesar de que Polanyi siempre se mantuvo conforme a sus
conclusiones. La distorsión que esto provocó es una de las causas de
que Polanyi aparezca en los manuales de antropología como el princi-
pal exponente del <<substantivismo>>, corriente teórica antropológica
asimilada a la institucionalista entre los economistas, cuando, a pesar de
que Polanyi coincidiese en muchos aspectos con éstos, sus on'genes
intelectuales, el tipo de comparaciones llevadas a cabo y sus plantea-
mientos teóricos son diferentes 7•

El sustento del hombre

Si la interpretación desarrollada en las páginas precedentes es


correcta, resultará evidente que el hilo conductor de El sustento del
hombre, nos lleva de nuevo a La gran transformación (como, por otra
parte, el propio Polanyi reconoce explícitamente en su Prólogo), y a la
tesis sobre la excepcionalidad de la sociedad moderna, a su compara-
ción con las no modernas partiendo de la discontinuidad radical ya
señalada entre ambas.
El sustento del hombre, obra inacabada, hecha de retazos unidos por
el celo de uno de sus discípulos, H. Pearson, está dividida en dos partes
diferenciadas: la primera se abre con una introducción en la que Polanyi
asienta la peculiaridad de Occidente en cuanto al desarrollo del con-
cepto de economía y a la entrada de trabajo, tierras y dinero en el cir-
cuito del mercado. El resto de esta primera parte lo componen varios
artículos, algunos ya publicados en los últimos años de vida de Polanyi,
cuyo objeto fundamental es el análisis comparativo de las relacíones
entre las diversas instituciones sociales en sociedades sin mercado, el
20

:-
funcionamiento de las tres formas de integración, y el comportamiento
institucional de las diversas clases de comercio, mercado y dinero cuan-
do no forman una tríada articulada por el sistema de mercado y, por
tanto, no pertenecen a un sistema autónomo desligado del resto de las
instituciones sociales.
Una vez más, la comparación deriva de la discontinuidad estableci-
da entre la sociedad moderna caracterizada por la existencia de una
esfera económica independiente y las otras sociedades, en las que
puede existir un tipo de elementos ~nconex~s (los v.a;ios tipo~ d~
comercio, dinero y mercado). que, debido a su 1ncrustac1on en las 1nst1-
tuciones sociales no son precedentes del sistema de mercado. Tal ~is-
continuidad, como ya hemos señalado, rompe la idea lineal de evolu-
ción al negar Polanyi la legitimidad de trazar un desarrollo continuo a
partir de elementos dispersos que sólo aparecerán conectados como
consecuencia del cambio radical ocurrido en la Inglaterra del XIX. La
denuncia expresa contra la teleología presente en las reconstruccíones
evolutivas aparece formulada en el apartado V del capítulo 3.
El núcleo fundamental de estos artículos es, pues, un desarrollo
de los temas tratados en los capítulos 4 y 5 de La gran transformación,
aunque también se incluye en esta parte de El sustento del hombre,
una última elaboración de la definición substantiva de lo económico,
característica de las polémicas de su época americana, que, el propio
Polanyi en su prólogo, parece considerar una interrupción del trabajo
emprendido en La gran transformación y que pretendía conti~ua~ ~~
el proyectado libro El sustento del hombre, que la muerte le 1mp1d10
concluir.
La segunda parte de esta obra es un estudio monográfico de la
antigua Grecia, algunas de cuyas instituciones ya habí~ abordado
Polanyi en otros artículos aunque nunca de forma exh~ust1va. Su ~pro-
ximación al mundo clásico es una vez más comparativa: despues de
haber establecido la ruptura entre modernos y antiguos, incorpora al
análisis lo que dicen en sus obras los autores griegos sobre sus propias
instituciones y su funcionamiento. Como hace notar Pearson, las tra-
ducciones de los textos, que forman la base principal de datos que
analiza Polanyi en esta parte del libro, son originales del propio Polanyi.
Muchas de ellas son heterodoxas con respecto al corpus académico
establecido de traducciones y comentarios, lo cual nos plantea de
inmediato una pregunta: ¿Por qué no recurrió Polanyi a las obras de
21

-.;.;·. ; ·. :- ·....... .
los eruditos? Creemos que la respuesta radica en que Polanyi necesita-
ba seguir su propio criterio para realizar la comparación. El mismo títu-
lo de este libro nos da una clave: el verso de Hesíodo, se puede tradu-
cir por <<medio de vida>>, o por <<subsistencia>>, es decir; por términos
con claras connotaciones <<económicas>>. Polanyi, para realizar el tipo
de comparación institucional que se propone, necesita seguir su crite-
rio, aunque esta postura tenga riesgos. Con una libertad mental que
no deja de recordamos a la actitud intelectual de Leo Strauss, Polanyi
se enfrenta a los textos no sólo como un observador procedente de
otra cultura, sino como un observador perspicaz que lleva implícita la
idea de que lo que digan los autores mismos (y el contexto) puede ser
más significativo que las interpretaciones que circulan en el mundo aca-
démico 8.
Un magnífico exponente del tipo de investigación que Polanyi lleva-
ba a cabo en sus últimos días es el capítulo dedicado a Cleómenes, esa
sombra, odiosa para sus coetáneos atenienses, que presencia la muerte
de Alejandro y que, a la luz de las páginas de Polanyi, va tomando
carne como si fuese el móvil oculto de una novela de intriga policíaca,
subgénero literario que, al decir de Borges y Bioy Casares dota a las
acciones de los hombres de explicaciones racionales en un mundo caó-
tico, y que, curiosamente, no aparece hasta que la utopía liberal descri-
ta en La gran transformación ha tenido lugar. El capítulo de Cleómenes
no es importante por la investigación casi detectivesca que Polanyi lleva
a cabo, sino porque introduce una discusión abierta sobre el que
Polanyi considera el primer mercado mundial de grano (sin duda en
cuanto a la distribución, no a la producción, puesto que tierra y trabajo
no son elementos del sistema, al no haberse producido la ruptura en
las relaciones entre riqueza inmobiliaria y poder sobre los hombres).
Así, el propío Polanyi rompe, una vez más, con la clásica frase <<en X
había mercado, a pesar de Polanyi>> que se lee muy a menudo en cierta
literatura antropológica, frase que, indudablemente se refiere a una
caricatura de Polanyi, quién sabe si fruto de la polémica entre formalis-
tas y substantivistas. porque, si bien es cierto que Polanyi rompió toda
idea de continuidad evolutiva unilineal entre los diferentes tipos y ele-
mentos de los mercados y el sistema de mercado, nunca había negado
la existencia empírica de los mercados.
Cleómenes, le sirve también a Polanyi de pórtico al capítulo que
cierra el libro, tal vez el más inacabado de toda la obra, y en el que
22
echamos de menos una discusión, latente en muchas de sus páginas, de
las tesis de Weber. discusión que tal vez nos ayudaría a comprender
cuáles son las confluencias entre la jaula de híerro y el molino satánico.

PAZ MORENO FELIÚ

Referencias citadas

I K. Polanyi, Comercio y mercado en los imperios antiguos, Barcelona, Labor. 1976:


M. Godelier. Antropología y Economía, Barcelona, Anagrama, 1976: L. Dumont,
<<Préface>>. en K. Polanyi, La Grande iransformation, Paris, Gallimard, 1983: K. Polanyi, La
Gran Transformación: Cn'tíca del liberalismo económico, Madrid. La Piqueta, 1989.
2 Nos estamos refiriendo a la difusión de Polanyi en nuestro país. porque La gran
transformación, ya se había traducido al castellano en Buenos Aires en 1947. y contaba
con una reimpresión en México, Juan Pablos editor. 1975.
3 G. Dalton. lntroduction a Primitive, archaic and modern economies. essays of

K Polanyi, 1968.
4 s. C. Humphreys. <<History, economícs and anthropology: the work of

K. Polanyi>>, History and Theo,y, 8, 1969. págs. 165-212. Incluye una bibliografía que ha
sido una de las fuentes en las que nos hemos basado para confeccionar la aquí presen-
tada Este artículo. constituye el capítulo segundo de su libro Anthropology and the
Greeks, Routledge and Kegan Paul, 1978, y es también la base de las notas bibliográficas
que traza M. Godelier en la ya citada introducción a Comercio y mercado en los imperios
antiguos. Una visión modíficada de esta última, se encuentra en el ca~~tulo 5 _de
M. Godelier, L'idéel et le matériel. París. Librairie Artheme Fayard. 1984. vers1on espano-
la lo ideal y lo material, Madrid, T aurus, 1989; G. Dalton y J. Kocke. «The worl< of the
Polanyi Group: Past, Present and Future>>. en Economic Anthropology, S. Ortiz (ed.),
University Press of America. 1983.
s En su ya citada introducción a la edición francesa de La gran transformación,
Dumont enfrenta las taJantes conclusiones de este estudio con las prácticas <<neolibera-
les>> actuales para mostrar la validez del análisis de Polanyi. Sin duda, uno de los aspec-
tos más desagradables de la confusión actual. en muchos aspectos análoga a la existen-
te en ta época estudíada por Polanyi, consiste en etiquetar fenómenos nuevos con
términos viejos que no dan cuenta de la novedad de la situación.
6 L Dumont, Horno AequaJís. Gallimard, 1977. trad. esp., T aurus, 1982: L. Dumont
Essais sur J'individuolisme, París. Ed. du Seuil, 1983: trad. española: Ensayos sobre el indivi-
dualismo, Madrid. 1987. Los textos fundamentales de la polémica entre formalistas
y substantivistas se encuentran recogidos en el ya citado libro compilado por
M. Godelier, Antropología y Economía.
7 Un artículo en el que queda patente la <<asimilación>> es el de W. Neale y A.
Mayhew, Polanyi, lnstitutional Economics, and Economic Anthropology, en S. Ortiz. ed.• op. cit
a Obsérvese el paralelismo de actitud en la crítica de Strauss a Havelock:
23
<<Havelock da por supuesto que es el sociólogo moderno y no Hesíodo, quien entíen-
de lo que sucede en Hesíodo o a Hesíodo>>. Igualmente Polanyi, prescinde de intérpre-
tes para leer a Hesíodo. La cita está tomada de A. Momigliano, Páginas hebraicas, pági-
na 247, Madrid. Mondadori, 1990.

Obras de Karl Polanyi


K. Polanyi ( 1922), <<Sozialistische Rechnungslegung>>. Archiv für Sozia!-
wissenschaft., 49, págs. 370-420.
K. Polanyi ( 1924), <<Die Funktionelle Theorie der Gesellschaft und das Problem
der sozialistischen Rechnungslegung>>, Archiv fur Sozialwíssenschaft., 49.
K. Polanyi ( 1927). Conceming the aíms of Hungarian Democracy (en húngaro), A
Láthatár, marzo-abril.
K. Polanyi (sin fecha), Ueber die Freiheit. sin publícar.
K. Polanyi ( 1932), <<Wirtsc~aft v. Demokratie>>. Ósterreich;sche Volkswirt. 24 de
diciembre, págs. 301-303.
K Polanyi ( l 934a), <<England für Budgetwahrheit>>, Ósterreichische Vo{kswirt, 28
de abril, págs. 669 ff.
K. Polanyi ( 1934b), <<lancashíre im Fegefeuer>>, Ósterreichische Volkswirt, 2 de
junio, págs. 781 f.
K Polanyi ( l 934c), <<Lancashíre als Menschheitsfrage>>, Ósterreichísche Volkswirt,
23 de junio, págs. 341 ff.
K. Polanyi, J. Lewis y D. Kitchin (eds.) ( 1935), Chrístianity ond The Social
Revo/utíon, Gollancz, Londres.
K. Polanyi ( 1937), Europe Today. T.U.C.• Londres.
K. Polanyi ( 1944), Orígins o( our Time: The Great Transformation, Rinehart,
Nueva York y Londres. (Versión española: La gran transformación, La
Piqueta, Madrid, 1989.)
K. Polanyi ( l 947a), Our obsolete market mentality, Commentary, 3, págs. 109-
117 (reimpreso en Polanyi, 1968, págs. 59-77).
K. Polanyi ( 1947b) <<On belief ín economic determinism>>. The Sociological
Review, vol. XXXIX, Section One.
K Polanyi ( 1953), Semantics of genera{ econamic history, Columbia University
Research Project on Origins of Economic lnstitutions, Nueva York
(v. Polanyi, 1959).
K. Polanyi, C. Arensberg y H. W. Pearson ( l 957a), Trade and Market in the
Earfy Empíres: Economies in Hísto,y and Theory, Free Press. Chícago.
(Versión española: Comercio y mercado en los imperios antiguos, Labor,
Barcelona, 1976.)
K. Polanyi ( l 957b), <<The semantics of money uses>>, Explorotions (Revista
publicada por la universidad de Toronto), 7. (Reimpreso en Polanyi, 1968,
págs. 175-203.)
24
K. Polanyi ( 1958), Towards a New West. sin publicar. .
K. Polanyi ( 1959), <<Anthropology and Econom,c Theory>>. en M. Fr1ed (ed.).
Readings in Anthropo{ogy, vol. 11, págs. 161-184, Cromwell. Nueva York.
(Versión revisada de Polanyi, 1953.) . . . . .
K. Polanyi ( 1960). <<On the comparative treatment of econom1c 1nstrt.ut1ons 1n
antiquity, wíth illustrations from Athens, Mycenae and Alala~h>>.. en C.
Kraeling y R. Adams (eds.), City invincible: a symp~s,um on urba~1zat1on and
cultural deveJopment in the ancient Near East, Un1vers1ty of Ch,cago Press,
Chicago. (Reimpreso en Polanyi. 1968, págs. 3~6-334.)
K. Polanyi ( 1962). <<11 pensiero sovietice in trans1z1one>>. Nuova Presenza, 5,
págs. 39-45, Milán. .
K. Polanyi ( 1963), <<Ports of t_rade in early soci.etíes>>, Jo,urnaf of Econom,c
History, 23, págs. 30-45. (Reimpreso en Polany1•. 1968. pags. 238-~60.)
K. Polanyi ( 1964), <<Sortíngs and "ounce trade" 1n the yvest Afr1can slav~
trade>>, Joumal of African History, 5, págs. 381-393. (Reimpreso en Polany1,
1968. págs. 261-279.) .
K. Polanyí y A. Rotstein ( 1966). Dahomey and the Siave Trade: an Analys,s of an
Archaic Economy, University of Washington Press, Seattle. . .
K. Polanyi ( 1968), Primitíve, Archaic and Modem Economies: Essa1s of Karl PoJany,.
ed. por G. Dalton, Doubleday, G~rden Cíty, Nueva ~ork.
K. Polanyi ( 1971 a), <<Primitive feudal1sm and the ~eudalism of decay>>, ~n G.
Dalton (ed.), Economic Development and Soc,al Change, Natural H1story
Press, Garden Cíty. Nueva York
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Dalton (ed.), Studies in Economic Anthropology, Amencan Anthropolog1cal
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K. Polanyi ( 1977), The iivehhood ofMan, Academ1c Press, Nueva York.

25
. . ·. .. :, : . ·:. .. . . .
.. . . . . . . . .. . . . . ............
. . ·. ,
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;.

KARL POLANYI:
APUNTES SOBRE SU VIDA

Si tuviera que evocar la imagen de Karl Polanyi con una sola palabra,
emplearía una que con frecuencia pasaba por su mente: el skandalon, la
piedra de escándalo, der Stein des Anstosses. Toda su vida estuvo en con-
tra de las ideas establecidas, provocando implacablemente a los demás
para que adquiriesen una nueva lucidez: primero, en su juventud, como
orador apasionado del Círculo Galilei 1, más tarde, en su temprana
madurez, con su aparente retirada, finalmente, ya en las últimas décadas
de su vida, aportando un nuevo enfoque a las ciencias sociales.
<<Toda su vida fue socialista escribe su hija en unas notas biográfi-
cas pero nunca militó en ningún partido, ni participó jamás en movi-
mientos polfticos. Como no era dogmático, a menudo, discrepaba del
curso que seguían los principales debates en los movimientos socialistas
europeos. No era marxista, pero tampoco socialdemócrata. Era un
humanista sumamente realista que, aunque consciente de la realidad
social y de las limitaciones que esta realidad impone a las acciones. a los
valores y a las ideas de todos los que inevitablemente vivimos en socie-
dad, hizo que su vida se guíase siempre por una necesidad interior de
ejercitarse en el derecho a la libertad de acción y de ideas y de no ren-
dirse nunca ante el determinismo o el fatalismo 2.>>
Conocí a Karl Polanyi en Austria, en noviembre de 1920, cuando
3
ambos estábamos exiliados. Lo que ya he escrito en otra ocasión
sobre su crónica familiar. sus recuerdos de infancia, el impacto moral
que la emigración de los revolucionarios rusos de comienzos de siglo
tuvo en su primera juventud a través de Samuel Klatschko, un amigo de
27
su padre, tenía como referencia los recuerdos que Polanyi sacó a la luz
una y otra vez durante los cuarenta años de nuestro matrimonio.
Yo no había conocido al Karl Polanyi del Círculo Galilei. Los diez
años de diferencia que nos llevábamos. hacían que nuestras vidas per-
teneciesen a épocas distintas. En la más reciente, en la mía, sólo había
lugar para la acción revolucionaria, por lo que entre el pequeño grupo
de activistas al que yo pertenecí entre 1917 y 1919 y el grupo de los
<<antiguos galileístas>> no había nada en común.
Sólo en nuestros últimos años, en 1963 en Budapest, entre los con-
temporáneos de Polanyi, vislumbré yo también el resplandor de aquel
Círculo Galilei, que volvía a resurgir en la segunda mitad del siglo. Más
penetrantes sí cabe, porque daban una ímagen del joven Polanyi que yo
tenía en mi mente, me parecieron las palabras que pronunciaron dos ami-
gos íntimos suyos y fieles galileístas, Zsigmond Kende y Maurice Kolrach:
<<Tenía madera de profeta, y él mismo se sentía anacrónico. Así era él en
191 1, pero no en los años venideros.>>. Ésa era la opinión de Kende.
<<Era un genio, un rapsoda de su universo mental, capaz de pene-
trar en el futuro. Se anticipó a problemas que más tarde se plantearian
la sociología y la teoría del conocimiento. Lo suyo no era ser un líder
político, sino que lo esencial en él era el impacto moral que tenía sobre
la juventud: la honestidad, la sinceridad y el candor. Los jóvenes lo sen-
tían. Era el manantial del cual brotaba el clima moral del Círculo Galilei.
Ni era frío ni se sentía superior; pero sus razonamientos eran afilados.
Era nuestro hombre, nuestros corazones estaban con él.>> Tales fueron
las palabras de Korach.
Frente a mí tengo unas cuantas hojas de papel amarillentas y arru-
gadas, escritas con el puño y letra de Polanyi, conservadas por un capri-
cho del azar, aunque falta el comienzo y el final del escrito. Una mues-
tra de la piedra de escándalo:

Hubo un tiempo, en el que a los sin Dios, a los ateos, se les lla-
maba librepensadores. Hace ya mucho que hemos superado esa
etapa. También entre los ateos hay muchos con estrechez de miras,
gente inútil, con mentalidad de pequeños burgueses, a los que se les
debería considerar cualquier cosa menos librepensadores, mientras
que la inclinación religiosa puede preparar al hombre para atreverse
a la más osada revolución del espíritu. Y entre aquellos que murie-
ron por la causa de la libertad de pensamiento, el lugar más destaca-
do estará siempre ocupado por j'~sús de Nazaret.
28
Por libertad de espíritu no debemos entender la negación de la
verdad, ni de la ética, la ley o la autoridad.
Al contrario. lo que queremos decir es que la libertad de espíri-
tu buscará incesantemente la verdad, ateniéndose a los dictados de
la ética, y actuando de acuerdo con la ley y con el respeto a la auto-
ridad. Incesante y coherentemente. Sin escapar a ningún tipo de
reflexión, y sacando a la naturaleza humana de su letargo para llevar-
la a una constante y alerta vigilia. Anteponiendo la búsqueda de la
verdad a cualquier verdad de clase o raza; siguiendo el dictado de
una moral pura, a pesar de los preceptos gastados y restrictivos de
los <<moralistas>>, y yendo más allá de éstos; basándose en los funda-
mentos de la justicia. incluso desafiando a la ley, e inclinándose tan
sólo ante la autoridad de la bondad y la verdad. y volviéndose en
contra de la falsa autoridad, que descansa en un éxito corrupto y en
el abuso de poder.
Buscar, por tanto, la verdad y donde los tabúes de la tradición
bloqueen el camino, actuar bajo los postulados de la ética, aunque
esto sea censurado por los conformistas y oportunistas y lo tachen
de <<superidealísmo>>, de exhibición infantil, de <<quijotismo>> o sim-
plemente de falta de madurez. Defender la justicia, aún en contra de
la ley, y erigir un altar a la autoridad del bien y la verdad sobre las
ruinas de la autoridad de las convenciones. del cinismo, de la igno-
4
rancia y de la apatía del alma •

Del Círculo Galilei no surgió un liderazgo político estable, que de


hecho no podía surgir. Cuatro décadas después, Polanyi escribió a su
íntimo amigo, Osear Jászi, una carta 5 que tal vez sea el documento más
revelador y sincero del curso de su vida:

En el campo de la ética, el Círculo Galilei fue un éxito creativo.


Probablemente por primera vez desde 1848 las masas de estudian-
tes llegaron a conocer lo que significaba el compromiso moral, y lo
pusieron en práctica en su vida personal. Pero políticamente, mi des-
cuido no tuvo perdón... debído al error del Círculo Galilei de pensar
que en 1918 no había una generación que se solidarizara con los
campesinos y se fundiera con las mínon'as nacionales en una batalla
seria y duradera... ¿De quién fue la responsabilidad? Mía. Yo había
conducido el Círculo en una dirección anti-política. No logré, ni
siquiera la busqué, una unión basada en la acción con los campesi-
nos. la clase trabajadora o las minorías nacionales... Nunca he sido un
político, no tenía talento para ello, ni siquiera interés.
29
La carta fue escrita en 1950, en uno de los mejores momentos de
Polanyi en el campo de la enseñanza y la investigación en ciencias socia-
les e historia económica. Desde una visión retrospectiva, ofrece un
amargo juicio sobre la falta de realismo que mostró en las anteriores
décadas de su vida, <<que tanto en la teoría como en la práctica me
condenaron a la futilidad. No logré nada de 1909 a 1935. Puse todo mi
poder y mis fuerzas en la dirección de un idealismo rígido, y sus altos
vuelos se han hundido en el vacío>>.
En esta dura autoacusación se ignoran las primeras muestras, dis-
persas pero fructíferas, del curso de sus trabajos posteriores.
Así, por ejemplo, el nuevo giro teórico hacia el socialismo en 1922
con el estudio <<Sozialistische Rechnungslegung>> (Contabilidad
Socialista) 6, en un momento en el que los economístas burgueses
intentaban demostrar la imposibilidad de la organización económica
socialista y su contabilidad, basándose en las experiencias del comunis-
mo de guerra en la Rusia Soviética. No es necesario decir que saltaron
chispas por ambas partes 7 ; sus implicaciones subyacentes son intere-
santes incluso en nuestros días, quizás más que nunca.
Fue significativa también, a finales de los años 20, su actitud com-
prensiva hacia el socialismo de la Unión Soviética en su búsqueda de
soluciones en el campo económico y teórico, así como su solidaridad
con el proletariado de Viena.
También hizo su aparición el realismo político, y así lo demuestra un
escrito que dirigió a los editores del Láthatár de Budapest 8:

Están en lo cierto al creer que se necesita sobre todo democra-


cia. Pero hoy en día esto no es suficiente. Tomen una página del
libro de los reaccionarios. que siempre van con los tiempos. Si la
democracia es auténtica -y lo es-. no se nieguen a la crítica.
Tienen la obligación de mostrar continuamente los errores cometi-
dos en el pasado. Y si su principal error fue que andaban por las
nubes, dejando de lado la realidad, entonces interésense por lo real...
Una idea abstracta de democracia que despreciaba con arrogancia la
realidad de la estructura de clases, de la religión, de la guerra de la
violencia merecía el destino de ser ignorada por las realidades exis-
tentes.

En el mismo periodo, a finales de los años 20, Polanyi formuló por


primera vez su critica filosófica de las religiones y del socialismo con-
30
temporáneos en un manuscrito, <<Ueber die Freiheit>> 9 , que cayó en el
olvido. En él formulaba la transcendencia de la moral individual cristia-
na, la realidad de la sociedad, la naturaleza última e inevitable de la
sociedad (<<die Unaufhebbarkeit der Gesellschaft>>) y la conciencia de
esta inevitabilidad ideas que se iban a convertir en las piedras angula-
res de los futuros trabajos de Polanyi y su filosofía de la vida.
La emigración a Inglaterra a mediados de los años treinta fue un
hecho crucial en la vida de Polanyi. Allí encontró un círculo de almas
gemelas y eruditos eminentes, que combinaban una visión cristiana con
una entusiasta simpatía, casi diríamos que acrítica hacía la Unión
Soviética. El resultado de sus esfuerzos conjuntos fue el coloquio
Chrístianity ond the Social Revolution 10•
Más decisiva que cualquier influencia intelectual fue el trauma que
supuso Inglaterra, el encuentro con un capitalismo totalmente desarro-
llado, del que creíamos que sabíamos todo lo que valía la pena saber.
Pero las casas que Engels había descrito aún seguían en pie, y la gente
vivía en ellas. La escoria negra se adueñaba del verde paisaje de Gales,
y desde las zonas más pobres emigraban a Londres unos jóvenes que
no habían visto nunca a sus padres tener un empleo.
La educación de adultos, organizada en Clases Tutoriales conjunta-
mente por la Workers' Educational Association y por las Delegaciones
Externas de las universidades de Oxford y Londres, llevaron a Polanyi a
entrar en contacto con todos los estratos de la clase trabajadora británi-
ca, con su vida y sus experiencias. Enseñaba y aprendía. Las clases que
impartía una vez por semana tenían lugar en pequeñas ciudades y aldeas
de Kent y Sussex. Había lugar para el conocimiento mutuo, sobre todo
porque se hacía demasiado tarde para volver por la noche y el tutor
recibía hospedaje en casa de alguno de sus alumnos.
Junto con el cariño por sus estudiantes le llegó a Polanyi el odio a
las especies clásicas de la sociedad de clases en su clásica tierra natal.
Enseñaba historia económica, la historia del origen del capitalismo en
Inglaterra, y recogía los valiosos recuerdos que los estudiantes habían
recibido gracias a la transmisión oral que sus familias habían hecho
generación tras generación. El recuerdo de <<los oscuros y diabólicos
molinos>> de Blake permanecía vivo y la clase trabajadora británica,
incluso después de su avance económico y a pesar de él, llevaba aún el
estigma del dolor que supusieron sus comienzos.
A veces hasta en el mejor de los hombres echa raíces un odio
31
. . .. :· . ...

sagrado como le ocurrió a Polanyi en Inglaterra. En etapas posteriores,


cuando vivía en Estados Unidos, este odio sólo creció en intensidad.
Era un odio contra la sociedad de mercado y sus efectos de desposeer
al hombre de su condición humana.
<<Tenía cincuenta años escribió a Jász- 11, cuando las circunstan-
cias me llevaron a estudiar historia económica en Inglaterra. Me ganaba
la vida como profesor, pues había nacido para serlo. Por aquel entonces
• , 1 • ,

no se me ocurr10 pensar que tuviese otra vocac1on y que yo mismo


me estuviese preparando para ella. Unos tres años después, también
bajo la presión de las circunstancias, escribí un libro 12, intentando dar
una interpretación de la historia reciente... pero esta vez fui capaz de
mantener el hilo de mis pensamientos bajo la perspectiva de la historia
, .
econom1ca.>>
La perspectiva de La gran transformación, su esquema, Yi sobre todo,
las experiencias de las que había partido, fueron todas anteriores a
1940. El libro se publicó en Nueva York en 1944, y en Londres en 1945.
Polanyi formuló sus tesis en un congreso de sociólogos celebrado
en Inglaterra en 1946 basándose en tres temas:
1. Que el determinismo económico era fundamentalmente un
fenómeno del siglo diecinueve que había dejado ya de funcionar en la
mayor parte del mundo y qu~ fue efectivo solamente bajo un sistema
de mercado que estaba desapareciendo rápidamente en Europa.
2. Que el sistema de mercado deformó violentamente nuestra
visión del hombre y de la sociedad.
. 3. Que esta visión deformada se ha convertido en uno de los prin-
cipales obstáculos para la solución de los problemas de nuestra civiliza-
ción 13•
A finales de 1946 Polanyi fue invitado como profesor visitante de
Economía en la universidad de Columbia para dar un curso de Hístoria
Económica General.
<<La verdadera sorpresa continuaba en su carta a Jász 14, me la
llevé durante los cuatro últimos años, que pasé trabajando febrilmente
• 1 1 ., -

y sin 1nterrupc1on de la manana a la noche. El resultado, tanto si conclu-


yo el libro como si no, será una interpretación de las economías de las
primeras civilizaciones, teniendo en cuenta de manera especial el
comercio, el dinero y los fenómenos de mercado, que pondrán las
bases para una historia económica comparada>>
Después de que Polanyi se jubilara en 1953, a la edad de 66 años,
32
su trabajo de investigación, con la participación activa de sus anteriores
alumnos y colegas, continuó sistemáticamente durante otros cinco años
en el Proyecto lnterdisciplinar sobre los aspectos económicos del creci-
miento institucional. El resultado de sus esfuerzos aparecíó publicado
15
en 1957 •
El estudio intensivo de Dahomey en el siglo dieciocho, comenzó en
una etapa anterior. cerca de 1949. Polanyí le dio su forma final en el
invierno de 1962 bajo el título Dahomey y el comercio de esclavos. El
libro apareció después de su muerte.
En los últimos años de su vida su tarea como erudito se fundió cada
vez más con un profundo sentimiento y una idea obsesiva por la difícil
situación de la humanidad. En un pequeño artículo titulado <<Notas mar-
ginales sobre el cambio de corriente hacia el socialismo>> (escrito en
húngaro para una publicacíón periódica occidental), que no se llegó a
publicar, nos brinda otro ejemplo de sus piedras de escándalo:

Los intelectuales de Europa occidental piensan, de manera un


tanto confusa, que el enfriamiento que se ha producido en el seno
del movimiento obrero es una muestra de la menguante actualidad
del socialismo y no comprenden que la medida de la nueva tenden-
cia mundial hacia el socialismo radica en el horror al veneno atómi-
co, en la rebelíón de la gente de color y en la anarquía de la econo-
mía mundial, es decir, no es en el ámbito de la polrtica interior, sino

en el de la exterior, donde el poder del socialismo se hace evidente
en nuestros días, ejerciendo su influencia en áreas de la existencia
ajenas a las preocupaciones de la política tradicional. Del ámbito de
la geograffa física. de la demografía, de la biología y de la astronomía
han surgido situaciones y límítes para los que debemos buscar solu-
ciones que provengan de una economía planificada, de una penetra-
ción de la democracia obrera en la producción y de una forma de
vida que conscientemente represente el deseo de supervivencia de
la humanidad 16.

Señalar las líneas principales de las investigaciones de Polanyi en el


campo de la historia y la sociología económica excede la intención de
estas deshilvanadas notas sobre su biografía. Pero no sería posible
esbozar el curso de su vida sin mencionar el hecho de que el trabajo
de sus últimos años y su obsesiva preocupación por el destino de la
humanidad tenían una misma y única raíz. Se opuso apasionadamente a
33
una sociología económica que intentara atribuir a las economías primiti-
vas y arcaicas los conceptos de una teoría económica que única y
exclusivamente era válida dentro de un sistema de mercado, y sostenía
que esto equivalía a obstaculizar el desarrollo autóctono de las socieda-
des sin mercado, siendo por tanto instrumentos en favor del neocolo-
nialismo
En las clases que dio en la universidad de Columbia, Polanyi hizo de
El Jugar cambíante de la economía en las sociedades el tema central de la
Historia Económica General, y con ello indicaba que, en vez de <<el
anticuado recuento cronológico de la historia económica>>, lo que
deseaba era situar el tema en el ámbito de la sociología económica.
En una conferencia dada en Budapest en 1963 Polanyi proclamó:
<<Si en el curso de la historia, la economía cambia de lugar dentro del
conjunto de la sociedad, entonces surge por necesidad la pregunta
desde dónde hasta dónde se ha desplazado>>. Una historia económica
que trate de investigar el lugar ocupado por la economía en la sociedad
dentro de una perspectiva realmente universal, no puede hacer uso de
una sociología económica de alcance limitado que esté basada entera-
mente en el concepto de <<intercambio>>, puesto que:

El fenómeno del intercambio es universal sólo en una sociedad


de mercado... El socialismo, por ejemplo, hoy en día, necesita preci-
samente ese tipo de amplitud de experiencias y perspectivas que
son tan importantes en aquellas zonas en las que se encuentran las
fronteras de la economía de mercado con las de la economía sin
mercado. Ahora bien, si el capitalismo se viera obligado a introducir
elementos de planificación en su supermercantilízado ámbito, el
socialismo también tendn'a que considerar el hecho de mejorar sus
logros en la planificación económica mediante la introducción de
ciertos elementos de mercado. En el mundo subdesarrollado, así
como en las naciones de reciente creación, los elementos de merca-
do y los que no son de mercado se oponen entre sí. El socialismo
deben'a desde el principio tener en cuenta las versiones más abiertas
y modernizadas sociológicamente de la historia económica 17•

Su regreso a Budapest en 1963, conociendo ya el giro mortal que


tomaba su enfer rnedad, fue la consumación de su vida: <<... en estos
años de crisis, que están poniendo en peligro a todo el género huma-
no, me he volcado completamente en el socialismo, que ya no es sola-
34
mente la causa de la clase trabajadora, sino una cuestión de vida o
muerte para toda la humanidad. En parte se debe a mi patria, Hungría.
Mi atención está totalmente centrada en mi país. al que alguien cuya
juventud estuvo conformada por el destino magiar; le debe todo>>,
escribió en su mensaje a la nueva Hungn'a de jóvenes escritores, poetas
y estudiosos 18•
La última década de su vida, su incansable trabajo de especialista
realizado en una pequeña cabaña canadiense en un bosque junto al río.
su sensación de que la vida ampliaba el mundo del hombre, quizás está
mejor reflejada en el fragmento de una extraña carta inconexa que
Polanyi escribió en 1958 al gran amor de su primera juventud, Bé de
Waard:
Mí vida fue una vida <<mundana>> porque viví la vida del mundo
humano. Pero parece que el mundo ha dejado de vivir desde hace
algunas décadas y espera atrapar un siglo dentro de unos pocos
años. Así es cómo ahora empiezo a penetrar en mí mísmo, en un
camino que perdí hace más de treinta años esperando a Godot-
hasta que las cosas vuelvan a estar a la par. El mundo y su curso me
habían dado alcance. Al mirar atrás todo me parece divertido: ese
martírio del aislamiento no era más que un espejismo. En verdad, yo
sólo me esperaba a mí mismo. Ahora los dados se vuelcan contra
nosotros (contra ti. contra mO. Una década más y me , pondna en
pie reivindicando mi vida. Mi obra es para Asia, para Afríca, para los
nuevos pueblos... La oposición que mis ideas han levantado por fin
es una buena señal. Me hubiera encantado durar más tiempo y estar
en la brecha, pero el hombre es algo mortal 19•

Karl Polanyi murió el 23 de abril de 1964. Estuvo trabajando hasta


la última noche de su vida. En su funeral se leyeron unas líneas de Attila
Jozsef, unas líneas escritas al recóndito Dios que tenía oculto en su
interior, alejado de todos sus asuntos.
.
Dios mío, cuánto te amo.
Sí fueras un muchacho vendedor de periódicos
Te ayudaría a vocear las noticias por fas calles.

ILONA 0UCZYNSKA POLANYI


Pickering, Ontario
1970
35

.
.':· ..
Notas
I El Círculo Galilei, fundado en 1908 con Polanyi como primer presidente. estaba
formado por estudiantes progresístas de la universidad de Budapest. llona Duczynska
describió en cierta ocasión sus fines en estos términos: «Ser libres de espíritu. mante-
nerse al margen de los partidos políticos, ser honrados, entregados. llegar a los estu-
diantes que viven a miles en la pobreza. Un movimiento para aprender y enseñar>>. Su
misión: «Movilizarse contra el clericalismo. la corrupción. contra los privilegiados, contra
la burocracia -contra ese laberinto siempre presente y enraizado en este país semi-
feudal >>.- Ed.
2 Karl Levitt: «Karl Polanyi y Co-Existence>>, Co-Existence. No. 2. 1964.
3 llena Duczynska: Karl Polanyi ( 1886-1964), Crónica familíar y un pequeño resu-

men de su vida (en húngaro).


4 Manuscrito en poder de llona Duczynska.

s Carta de Karl Polanyi a Osear Jászi. 27 de octubre de 1950, en poder de llona


Duczynska.
6 Karl Polany. <<Sozialistische Rechnungslegung>>. Archiv für Soziaiwíssenschaft und

Sozialpolitik, Band 49. Heft 2, 1922. .


7 L.von Mises, <<Neue Beitrage zum Problem der sozialístischen Wirtschafts rech-

nung>>, Archiv für Sozialwissenschaft und Soziaipolitik, Band 1. Heft 2, F. Weíl,


<<Gildeneozialistische Rechnungslegung>>, Archiv, op. cit, Band 52, Heft 1, 1924.
K Polanyi, <<Die Funktionelle Theorie der Gesellschaft und das Problem der sozialistis-
chen Rechnungslegung. Eine Erwiderung>>. Archiv, op. cit., Band 52. Heft I, 1924.
8 Karl Polanyí. <<Sobre los propósrtos de la democracia húngara>> (escrito en hún-

garo). A Láthatár, marzo-abril. 1927.


9
Manuscrito en poder de llona Duczynska.
10 Donald Kitchen y Karl Polanyi (eds.), Chrístíaníty and the Social Revolution,

(Londres, 1935: edición Left Book Club, 1937).


11
Op. cit.
12 Karl Po1anyi, La gran transfonnación, (Nueva York: Rinehart and Co., 1944).

13 Karl Polanyi. <<Ün belief in economic determin1sm>>, The Sociological Review,

vol. xxxiv, Section One, 1947.


1
"' Op. cit.
15 Karl Polanyi, C. M. Arensberg, y H. W. Pearson (eds.). Comercio y mercado en los

imperios antiguos, Barcelona, Labor. 1976. º(Glencoe, 111: Free Press and Falcon's Wing
Press, 1957.)
16
Manuscrito en poder de llena Duczynska
17 Karl Polanyi. «La Sociología Económica en Estados Unidos>>, conferencia dada

en el Instituto de Relaciones Culturales, Budapest 9 de octubre de 1963.


18 Karl Polanyi. <<Nuestros deberes para con la patria>> (en húngaro). Kortárs,

diciembre. 1963.
19 Carta de Karl Polanyi a Bé de Waard, 6 de enero de 1958. Fragmento mecano-

grafiado en poder de llena Duczynska.

36
PREFACIO DE HARRY W. PEARSON

Es presuntuoso atreverse a editar y publicar la obra inacabada de


alguien que ha fallecido y que no puede, por tanto, poner ninguna
objeción. Puede que el resultado sea erróneo, porque ¿cómo ordenar
indicaciones incompletas, o seleccionar otras tomadas de diferentes
versiones y decir con seguridad que era eso lo que el autor quería
decir? En el caso de los manuscritos de Karl Polanyi que publicamos las
dudas se multiplican porque de casi todos los escritos existían diferen-
tes versiones, pero algunos no eran más que fragmentos.
No obstante, a la muerte de Polanyi existía ya un claro esbozo de
un libro que se iba a titular El sustento de/ hombre. Contenía un índice,
varias versiones de un prólogo, una introducción, y los capítulos I y 4
prácticamente como aparecen en este libro. También había diferentes
versiones de los capítulos 2, 3 y 8, incluidos aquí con el fin de presentar
la más completa formulación sobre estos temas del puño y letra del
propio Polanyi. Además, existían varios capftulos sobre el comercio, el
dinero y los mercados en la Grecia Antigua (basados principalmente en
Atenas), de los que hemos seleccionado los más relevantes para las
tesis de Polanyi tal como él tenía pensado que aparecieran en su libro.
Los otros capítulos del libro que había proyectado o bien no habían
sido escritos todavía, o no existían más que como fragmentos de lo
que él esperaba completar algún día. A ello se sumaba un buen núme-
ro de notas de los cursos que dio en Columbia durante los años 1947-
1953, cuyo tema era casi el mismo que pretendía tratar en El sustento
del hombre. Por lo demás, había muchos artículos, algunos completos y
otros incompletos, la mayoría con diferentes versiones, pero todos
relacionados directamente con los temas que iba a abordar en el libro.
37
Algunos fragmentos estaban agrupados para publicarse cuando hubiera
ocasión, pero ninguna de estas publicaciones ni siquiera las que apa-
recían en Comercio y mercado en los imperios antiguos- presentaban el
alcance y la secuencia que surgía de los manuscritos.
La primera cuestión era sí valía la pena publicarlos. Sin duda alguna,
Polanyi no hubiera publicado El sustento del hombre aunque hubiera
vivido diez años más porque no habría sido capaz de completar la
enorme empresa que había planeado. Después de que varios de noso-
tros -antiguos alumnos que nos habíamos convertido en sus colabo-
radores más próximos repasamos todos los manuscritos con la
ayuda de esa mujer excepcional, llona Polanyi, que nos los prestó antes
de depositarlos en la sección de colecciones especiales de la biblioteca
de la universidad de Columbia, decidimos que sería una irresponsabili-
dad no ofrecer al mundo académico la versión más completa de los
fructíferos puntos de vista de Polanyi, aunque fuera una versión parcial
e imperfecta, como sabíamos que sen'a el resultado.
La señora Polanyi me encargó a mí la tarea de la publicación, y tomé
la decisión personal de ordenar los manuscritos siguiendo en lo posible el
esbozo de El sustento del hombre. Mi tarea ha consistido en cortar, pegar
y elegir entre varías alternativas. Por lo demás, solamente he cambiado
palabras o frases en aras de la claridad, la consistencia y la continuidad.
En la Parte I Polanyi no escribió notas a píe de página, aunque yo
he incluido algunas que encontré y que me parecieron esenciales para
la comprensión del texto. Las notas de la Parte 11 son casi todas de
Polanyi, pero necesitaban revisarse para indagar su fuente, editoriales
de los libros, etc. En las referencias a la antigua Grecia sólo hemos cita-
do los originales porque no está claro qué traducción había utilizado, ya
que Polanyi solía hacer sus propias traducciones.
Como él mismo admitía, Polanyí no era un <<erudito experto>> en
todos los campos que estudiaba, por lo tanto los especialistas en las
diferentes materias encontrarán mucho que cuestionar y debatir en
este libro. (No obstante. veintiún archivadores de tres por cinco llenos
de notas tomadas de cientos de fuentes son testimonio suficiente del
alcance y profundidad de su trabajo de investigación a lo largo de los
años.) Su finalidad principal, sin embargo, era abrir la mente a nuevas
concepciones. Espero que este libro tenga éxito en ese empeño. Es
Karl Polanyi, tan real como le conocí y como aparece en el material
con el que he trabajado durante varios años.
38
Deseo expresar mi gratitud por su ayuda en la preparación de este
manuscrito, en primer lugar a llona Polanyi. Su constante ánimo y
apoyo moral han sido fuente de sustento y energía en esta difícil tarea.
También deseo agradecer su colaboración a las personas que ofrecie-
ron su ayuda como secretarias y que literalmente han hecho posible
este libro: Isabel Sherwood, Margaret Michaelsen, y Laura Nowak.
Finalmente, quedo en deuda con este pequeño colegio situado en una
montaña al suroeste de Vermont. Aparte de los medios financieros, ha
ofrecido un lugar ideal para realizar este trabajo.

HARRY W PEARSON
Bennington College
1977

39
. .. '. .. ······-.......... . ....... .
,
INTRODUCCION
DE HARRY W. PEARSON

<<Vería mucho mejor el jardín>>, se díjo a sí misma Alicia, <<Si


pudiera llegar a la cima de aquella colina; aquí hay un sendero que
lleva recto hasta allí. Bueno. recto no es>> -pensó después de haber
andado unos cuantos metros y doblar varios recodos-. <<pero
supongo que al final llegará. ¡Qué curioso, lo retorcido que es!
¡Parece un sacacorchos!, Bueno, si tomo este desvío seguro que llego a
la cofina. No, tampoco. ¡Este va derecho de vuelta a la casa!>>.
<<No vale la pena insistir>>, dijo Alicia, mirando a la casa y fingien-
do que estaba discutiendo con ella. <<No voy a regresar todavía, por-
que sé que si lo hiciera, tendría que volver a traspasar el espejo,
entrar de nuevo en esa vieja habitación. ¡Y ése sería el fin de mis
aventuras!>>.

(Lewis Carroll, A través de{ espeyo.)

El problema de ubicar la economía y analizar su estructura institu-


cional en las diferentes sociedades no me parece diferente a los persis-
-tentes intentos de Alicia por llegar a la cima de la colina, el mejor lugar
para ver el <<Jardín de Flores Vivas>>. La colina es visible, pero todos los
senderos pertenecen a la Reina Roja, la pieza más poderosa del table-
ro. y todos ellos llevan a la casa familiar y al otro lado del espejo del
cual ha salido.
La Reina Roja es desde luego la teoría económica del liberalismo
clásico, y la casa familiar, la economía de mercado del Occidente
41
moderno, a partir de la cual se ha desarrollado esa teon'a. En general, a
los economistas tradicionales no les interesa hacerse la pregunta:
<<¿Qué es, o qué lugar ocupa la economía en las diferentes socieda-
des?>>. Probablemente la mayon'a estarían dispuestos a aceptar la visión
pragmática de la economía atribuida a Jacob Viner. Si <<la economía es
lo que hacen los economistas>> entonces la economía es simplemente
1
,

cualquier cosa que estudien los economistas. Una definición de este


tipo tiene sus ventajas: permite al economista seguir trabajando con
problemas que le son familiares como el de la eficiencia, la estabilidad
de los precios y el crecimiento del sistema, sin tener que estar definien-
do y redefiniendo continuamente su universo.
Pero hoy día un creciente grupo de científicos de todas las discipli-
nas se plantea de nuevo la fiabilidad de la teon'a económica ortodoxa al
analizar las economías del pasado y el presente. Inevitablemente surgen
preguntas acerca de la naturaleza del universo económico. La discusión
sobre la relevancia empírica de la teon'a económica viene de tiempo
atrás, desde luego, y la ortodoxia ha sufrido sus altas y bajas. Sin
embargo, hacia los años cincuenta -después de la <<síntesis>> postkey-
nesiana y de la rápida recuperación económica de la postguerra-
parecía evidente que había triunfado la teoría liberal. Su aparente éxito
en la polftica interior; su esperanza de contríbuír al desarrollo de los
países <<subdesarrollados>>, unido al peso de una brillante tradición y a
la belleza de su lógica formal, habían recuperado para la teon'a econó-
mica su regia posición entre las ciencias sociales. Todo el que quisiera
estudiar la economía de cualquier parte, pasada, presente o futura,
miraba primero a esa disciplina en busca de pistas.
Existían aún, por supuesto, las ortodoxias y heterodoxias de la
izquierda. Pero el mundo socialista sólo miraba hacia dentro, y el
ambiente general de la <<guerra fría>> no era el más apropiado para
pensar en los problemas fundamentales. Fue una época para construir
y asegurar el poder y la verdad de los sistemas y para reprimir a la
. .,
opos1c1on. -
A finales de los años setenta nos encontramos una situación radi-
calmente diferente. Surgen dudas y preguntas por todas partes. Las
dificultades crecientes que ha encontrado la teon'a económica con-
temporánea después de haber alcanzado su cenit de confianza en los
años cincuenta, nos hacen regresar a las cuestiones más básicas sobre
la economía y su relación funcional con la sociedad. Ya no es necesario
42
catalogar todos los problemas fundamentales que las polfticas basadas
en la teoría económica convencional no han podido resolver. ni siquie-
ra plantear. Es importante destacar que estos problemas no sbn sola-
mente los tradicionales del desempleo. el índice de precios y el creci·
miento de la economía, por enigmáticos y recalcitrantes que sean en
los años setenta, sino que se trata de dificultades mucho más impor·
tantes ya que atañen a la capacidad de la economía de mercado para
resolver las necesidades genéricas de la sociedad a la que se supone
que sirve. También están implicados los problemas básicos de la distri-
bución de recursos y del efecto final del sistema económico sobre el
hábitat y nuestra calidad de vida. La importancia que se da actualmen-
te a la relación funcional entre economía •
y sociedad, en la teoría y en
la práctica, en las sociedades del este y en las occidentales, en las eco-
nomías industriales y en las que no lo son, nos exige que reconsidere-
mos qué queremos decir y qué deseamos cuando nos referimos a la
economía y su papel en la sociedad.
Nada mejor para empezar esta reconsideración que la obra de Karl
Polanyí. La mayoría de los escritos de Polanyi que aparecen en este
volumen son de los años cincuenta, y van en contra de la opinión
dominante en la época. Profesor adjunto de Historia Económica
General en la universidad de Columbia ( 1947-1953), sus escritos esta-
ban relacionados con su clases, los proyectos de investigación que idea-
ba, y los estimulantes seminarios interdisciplinarios que dirigía. Estos
últimos continuaron a lo largo de los cincuenta y lograron reunir a estu-
diantes y eruditos de muchos lugares en los más emocionantes y
memorables intercambios intelectuales que podamos recordar:
Polanyi era sobre todo profesor, y sus ideas. radicalmente originales.
expuestas entusiásticamente despertaban una actitud receptiva en el
gran número de estudíantes indecisos y vagamente inquietos que tenía
en Columbia. La mayoría de nosotros habíamos vuelto de la guerra, y
en cierto modo seguíamos en la era de la depresión, desencantados
del dogmatismo vacío de la corriente marxista, aunque profundamente
escépticos ante la fachada de felicidad que la unión del Dinero y la
Ciencia parecía ofrecer en la <<nueva economía>> y en el <<fin de la ideo·
logía>>. La radical originalidad y la profundidad de las ideas de Polanyi
llevaron a muchos estudiantes a comprender la realidad social que se
escondía tras esa fachada.
Sin embargo, sólo tras la fermentación de los años setenta, sus
43

:'. .
puntos de vista sobre la economía y la sociedad han encontrado su
momento, provocando un interés mundial y debates entre los científi-
cos sociales que buscan una nueva comprensión de la transformación,
que está teniendo lugar en las dos últimas décadas, de la economía y la
política, de la economía y la sociedad. Tal es la razón de esta publica-
ción póstuma. que intenta ofrecer sus principales conceptos y puntos
de vista.
El problema del <<lugar cambiante de la economía en la sociedad>>
era el centro de las preocupaciones de Polanyi, que siguió con agudeza
las variedades de este tema en toda la historia del hombre. Su método
era propio de un especialista en historia general, y, aunque se conside-
raba un pintor de brocha gorda, ha llevado a las grandes autoridades
de la disciplina a replantearse algunas preguntas básicas sobre la natura-
leza y la organización de la economía en las sociedades primitivas, anti-
guas y modernas, y hacer que todos volvamos a reconsiderar algunas
cuestiones.
La primera preocupación teórica de Polanyi fue la del propio signifi-
cado del término economía, y la confusión resultante de la mezcla de la
definición <<formal>> que daban los economistas (a partir de la, lógica de
la acción económica racional) con la noción más antigua y de sentido
común del término relativa a la producción de medios materiales subs-
tantivos
,
en el ámbito de la sociedad.
Esta no fue simplemente una preocupación semántica, sino que
tocaba el fondo del problema con el que se encontraban todos los
estudiosos que pretendían analizar la economía en cualquier lugar y
momento de la historia. Si uno partía de la teoría económica del libera-
lismo occidental, la cuestión de cuáles eran y dónde estaban las institu-
ciones económicas el <<lugar>> de la economía en la sociedad ponía
al investigador ante un enigma. Era como si la economía estuviera en
todas partes y en ninguna. En esencia. la teon'a económica pura se
refiere al hecho de economizar. un aspecto de la acción humana. Por
tanto identifica y, lógicamente, formaliza un tipo de conducta delibera-
da, pero ese aspecto económico de la acción humana no tiene un lugar
institucional. Como señaló Frank K.night en 1958, cuando se le pidió
que escribiera algo sobre los problemas económicos más importantes
que afrontaba Estados Unidos: <<... la pregunta no tiene una respuesta
concreta. La mayor parte de los problemas involucran la utilización de
ciertos medios, y por tanto se exige que se economice, que se evite el
44
mal uso o desperdicio de ellos y la futilidad. Por consiguiente, los pro-
blemas económicos no forman una clase aparte, y cualquier lista que se
hiciera de ellos seria en gran medida arbitraria >>2•
El enigma se les resuelve a los economistas con la cruda coinciden-
cia entre la conducta economizadora y el verdadero lugar institucional
de la economía en el Occidente moderno. La realidad empírica, que es
la que estudian los economistas en la tradición liberal occidental, es el
sistema de mercados, dinero y precios, que tiende a hacernos a todos
economizadores. Pero aquí hay peligros evidentes que acechan a todos
los científicos sociales interesados en la economía. Si se parte de la rea-
lidad empírica que estudian los economistas de la tradición liberal para
identificar la economía en todas las sociedades. entonces toda la activi-
dad económica real de cualquier sociedad tenderá a ser vista bajo la
imagen de mercado, y aquí volvemos de nuevo a traspasar el espejo.
Polanyi se esforzaba en señalar que el complejo institucional regido
por el mercado no identifica de la misma manera la economía en todas
las sociedades. Tanto si observamos las pruebas aportadas por la
antropología como las históricas, es evidente que el complejo competi-
tivo mercado-dinero-precio, tal como funciona en su contexto legal de
propiedad privada y libre contrato y en su contexto cultural <<economi-
zante>>, o bien ha estado ausente. o bien ha adoptado un papel subor-
dinado durante la mayor parte de la historia del hombre.
La solución básica que proponía Polanyi era volver a la noción de
economía como la esfera material de producción de medios, así como
examinar las diferentes estructuras institucionales en las que esa esfera
operaba en las diferentes sociedades. Y aquí, ciertamente, no hay nin-
gún enigma Todas las sociedades deben encontrar los medios materia-
les para su supervivencia, y esa actividad es clara y evidente en todas
partes, ya que ofrece pruebas <<substantivas>>. El proceso completo
estará organizado de diferente modo según las sociedades, funcionará
por diferentes motivos y utilizará diversos materiales y tecnologías,
pero siempre existirá, será observable y se podrá analizar como un
conjunto de actividades identificables dotadas de forma, unidad y esta-
bilidad, aunque no necesariamente constituyan un sistema económico
diferenciado.
La polémica entre formalistas y substantivistas ha hecho correr ríos
de tinta, especialmente desde la publicación del capítulo de Polanyi <<La
economía como proceso institucionalizado>> incluido en el libro
45
Comercio y mercado en los imperios antiguos en 1957. (Ese ensayo apa-
rece en esta obra considerablemente ampliado en los capítulos 2 y 3.)
George Dalton mantuvo vivo durante mucho tiempo el punto de vista
substantivista publicando repetidamente algunos de los escritos más
destacados de Polanyi y haciendo importantes aportaciones personales.
No merece la pena revisar aquí toda la polémica, pero hay cuestiones
que todavía permanecen oscuras y que considero importante aclarar.
Aunque no tengo la esperanza de resolver la controversia de una vez
por todas: el tiempo se encargará de ello.
En primer lugar; tras la polémica yace la vieja cuestión de la rele-
vancia y universalidad de la teoría económica formal. El debate se
remonta a la declaración de <<cajas vacías>> hecha por la escuela histó-
rica alemana. y ha continuado con los institucionalistas americanos así
como con muchos sociólogos, antropólogos e historiadores cuyo inte-
rés radicaba en las instituciones económicas y en la estructura social y
cultural de la actividad económica substantiva. Sin embargo, muchas
veces en la larga historia de la controversia sobre la relevancia empíri-
ca del análisis económico, la cuestión de la valídez formal o lógica de.-
la economía y su universalidad como teoría de la racionalidad econó-
mica se ha confundido con la cuestión de si es relevante para aplicarla
al ámbito de los problemas substantivos a los que se enfrentan los
diversos científicos sociales en el análisis de las instituciones económi-
cas, de su historia y de su interacción funcional con la sociedad. El
tema central de este debate no es la consistencia lógica del análisis
económico, ni tampoco la universalidad de la racionalidad económica
como un aspecto de la conducta humana en todo tipo de situaciones,
desde hacer el amor a luchar en la guerra. La cuestión es si, y hasta
qué punto, la disciplina de la economía formal y la cohorte de su arse-
nal analítico, ofrece un modelo de actividad económica que identifique
sin ambigüedades la gama de variables que interesan a los científicos
sociales cuando dirigen su atención a la econcinía en las diferentes
sociedades. En este debate no basta con demostrar que la elección y
la economízación son aspectos universales de la vida, o que el hombre
demuestra ser previsor y actúa racionalmente al dirigir sus asuntos. Si
la economía formal pretende ofrecernos un concepto general de la
economía en la sociedad, es necesario que la definición operativa de
<<economizar>> (la máxima adaptación de medios escasos para lograr
fines escalonados) ofrezca los principios de organízacjón universal de
46
las relaciones de los hombres en la producción y distribución de las
cosas materiales. que todos reconocen como el papel primordíal de la
economía en todas las sociedades. La esencía del argumento de
Polanyi es simplemente que estas condiciones no están presentes uni-
versalmente en esa esfera específica de actividad en todas las socieda-
des. Y si lo que nos interesa en una sociedad dada es la esfera mate-
rial del esfuerzo humano, entonces la teon'a de la organización y del
desarrollo de la economía deberá ser independiente de la economía
formal.
Para Polanyi, la escasez de medios no es la causa de que el orden
social y las reglas de uso, adquisición y disposición sean exigencias ine-
vitables del proceso económico, sino que lo son porque las personas
que producen, hacen circular y pasan de unas manos a otras objetos
apreciados. deben conocer, independientemente de la relativa escasez
o abundancia, las reglas de la autoridad, los derechos y obligaciones
con respecto al uso productivo y distributivo de personas y cosas, las
cadencias del trabajo, las medidas de tiempo, peso y espacio sin las
'
cuales el resultado seria el caos. Estos son problemas de la economía
substantiva en su dimensión social, cultural y física, que no pueden
entenderse en términos de la abstracción: economizar al usar medíos
escasos, o <<evitar el despilfarro>>.
Polanyi demuestra claramente en este libro que, en las socíedades
primitivas y arcaicas, las tecnologías predominantes, los acuerdos socia-
les y los sistemas de comunicación que ordenan e integran la vida eco-
nómica. no plantean situaciones en las que los elementos humanos y
naturales del proceso económico puedan ser considerados por los par-
ticipantes en ese proceso como medios generalizados o elementos
adaptables a una variedad de fines. Las relaciones de dar y tomar entre
las personas en cuanto a las cosas materiales en estas sociedades están
generalmente embutidas en una amplia red de compromisos sociales y
políticos que no permiten al individuo sacar la máxima ventaja <<econó-
mica>> de dichas relaciones. Incluso cuando los mercados. el dinero y
los precios aparecen en estas sociedades, Polanyi aclara que el tejido
social, cultural y político no crea el tipo de situación en la que se com-
paren los insumos con los productos para determinar la posición eco-
nómicamente óptima que alcanzaría un individuo, y mucho menos. la
economía como un todo.
En su ataque contra el sesgo reinante, Polanyí centró fundamental-
47
-

mente su atención en el comercio, el dinero y los mercados, institucio-


nes cuya historia había sido malinterpretada por la visión miope que
de ellas tenía Occidente al considerarlas natural e inseparablemente
ligadas a una cadena de actividades destinadas a la obtención de bene-
ficios. En su ataque recurrió en muchas ocasiones a las obras de
Bücher, Toennies, Maine, Thurnwald, Malinowski, Weber y Durkheim.
Su logro más original fue ofrecer definiciones claras y operativas del
comercio, de los usos del dinero y de los mercados, los propósitos
que perseguían, y los diferentes tipos de situaciones sociales en que
funcionaron a lo largo de la historia del hombre, mucho antes de la
llegada del sistema de mercado en Occidente. Analizó en profundidad
cómo podían tener lugar <<intercambios>> entre personas con o sin
mercados, pero sin la supuestamente inevitable regla del mecanismo
oferta-demanda-precio.
Introdujo los nuevos conceptos de mecánismos técnicos y equiva-
lencias, para ilustrar cómo las economías primitivas y arcaicas lograban
cumplir la compleja tarea de medir y establecer las razones de cambio
sin los complicados sistemas conceptuales de pesos y medidas y sin la
misteriosa magia de los precios creados autónomamente por la presión
de la oferta y la demanda. Penetró en la significación del desarrollo,
tanto político como económico, de esas ubicuas instituciones culturales
de las sociedades antiguas: el tesoro y el prestigio: y trazó el progresivo
<<despegue>> de las transacciones económicas a partir de su contexto
social de status y poder.
Sin embargo. al pensar en el trabajo de Polanyi, uno debe volver
siempre al hecho de que su amplia investigación histórica del comercio,
el dinero y los mercados estaba incluida dentro de un propósito y una
concepción mucho mayores. Esa concepción superior era una teon'a
general sobre el lugar de la economía en la sociedad, libre de las trucu-
lentas tendencias de la <<mentalidad de mercado>> de nuestra época.
Así, la primera dificultad que encontró fue definir el significado, el alcan-
ce y el contenido de la esfera material de medios de producción carac-
terística de cada sociedad. Para ello, distinguió los movimientos de loca-
lización, es decir; los desplazamientos espaciales <<ñsicos>> esenciales en
la relación hombre-naturaleza del proceso productivo, de aquellos que
él llamaba <<movimientos de apropiación>>, que definen el ámbito funda-
mental que delimita la economía y la sociedad. Los movimientos de
apropiación ordenan las relaciones entre los hombres cuando adquie-
48

ren y disponen de los insumos y resultados regulares del proceso eco-


nómico. Los medios materiales, los agentes humanos, y los conocimien-
tos técnicos que contribuyen a la producción deben desplazarse de su
lugar en la sociedad. y los productos de esta actividad deben regresar a
'
los miembros de la sociedad. Esta es la esfera en la que se establecen
los poderes de apropiación los derechos y obligaciones-. que orde-
nan las relaciones entre los hombres en la adquisición y disposición de
mercancías y bienes de valor; y en la contratación de los agentes huma-
nos en el proceso económico. En general, se podía definir como la
esfera de las relaciones de <<propiedad>> en cuanto a los factores de
producción, uno de cuyos significados sería el mismo que dio Marx a
las <<relaciones de producción>>.
La organización social del poder de apropiación es la clave de todas
las consideraciones de la economía como sistema social, ya que esta-
blece la matriz institucional que ordena las relaciones económicas hom-
bre-hombre y define el lugar de la economía en la sociedad, puesto
que localiza el origen social de los derechos y obligaciones que sancio-
nan los movimientos de mercancías y personas dentro, a través de y
fuera del proceso económico.
Bajo el epíteto <<formas de integración>>, Polanyi distinguió tres tipos
básicos de la organización social de las actividades económicas, a saber:
<<reciprocidad, redistribución e intercambio>>. (Un cuarto subtipo,
<<hacienda>>, que conjugaba caracten'sticas de los tres tipos principales,
se acuñó para aplicarse a la economía doméstica campesina.) Aunque
Polanyi no lo dice explícitamente, estas formas de integración se refie-
ren a la esfera de apropiación de la organización social de la economía;
es decir, distinguen las pautas típicas en las relaciones entre los hom-
bres en tanto en cuanto éstos adquieren y disponen los recursos pro-
ductivos y los medios materiales que necesitan para su satisfacción.
Estos tipos también sirven para ubicar la economía en la sociedad, en el
sentido de que, en general, identifican los tipos de sanciones institucio-
nales (sociales, polfticas, económicas) que fijan los derechos y las obliga-
ciones entre personas en el proceso económico.
Una forma típica de organización de los movimientos de apropia-
ción es la llamada <<reciprocidad>>, aunque también podn'an usarse en
su lugar otros términos, como mutualidad o tradición. Cada uno de
estos términos es parcialmente correcto, aunque ninguno es entera-
mente adecuado. En cualquier caso, lo importante es describir clara-
49

mente la situación. El rasgo primordial de este tipo de organización es
que las sanciones, que dan validez a los desplazamientos de mercancías
y personas dentro y fuera de la economía, y los usos productivos de
los objetos materiales en el proceso económico substantivo, se
encuentran dentro de la estructura social, como en el sistema de
parentesco, que tiene una función y una base que va más allá de su
papel en la organización de las relaciones interpersonales en el proceso
económico. La familia, o el sistema de parentesco, es el prototipo de
esta situación de reciprocidad, pero también es típica de las relaciones
entre amigos, vecinos. míembros de asociaciones de voluntarios, gru-
pos de iguales, y similares. El objeto central aquí es que en situaciones
de reciprocídad los desplazamientos de personas y bienes y las sancio-
nes que regulan el uso productivo de los recursos materiales. derivan
de los requisitos o expectativas de conducta impuestos por un sistema
de parentesco en particular. una comunidad, un círculo de amistades o
una asociación. Las sanciones que contemplan cosas tales como el uso,
la herencia, la alienación de la tierra, o de otros medios materiales, y el
desplazamiento de personas y cosas dentro y fuera del proceso econó-
mico, están determinadas por las expectativas generales de una con-
ducta impuesta por una institución social previa o por la más influyente
existente en ese momento. En otras palabras, la pregunta universal de
quién debe hacer qué, qué medios deben ser utilizados, cuánto se va a
utilizar. cuándo, a quién irán los resultados productivos y en qué canti-
dad, son cuestiones que deciden las normas de conducta de la estruc-
tura social particular que rija en el caso dado.
El segundo término <<redistribución>>, se deriva del desplazamiento
físico real de bienes a un lugar central desde el que se redistribuyen.
Ejemplos de economía redistributiva son los vastos imperios burocráti-
cos de la antigua Mesopotamia, Egipto y los Incas de Perú. Pero es
esencial reconocer que, como tipo de organización, su rasgo distintivo
no es el modelo del desplazamiento físico de bienes, sino el modelo de
derechos y obligaciones que sanciona el movimiento de personas y bie-
nes <<entre manos>> dentro y fuera de la economía. La <<centralización>>
del modelo redistributivo se refiere al hecho de que el poder que
determina los derechos y obligaciones está situado en un centro identi-
ficable, a partir del cual éstos se distribuyen a través de una matriz de
reglas formales y de una autoridad que ordena el movimiento de cosas
entre personas. El surgimiento de la redistribución como una forma de
so
organización económica está, por tanto. íntimamente relacionado con
el surgimiento del orden político como sistema diferenciado dentro de
la sociedad.
La tercera pauta de organización es el modelo transaccional de
intercambio. Su fin característico es el auto-interés racional. Y su institu-
ción característica es el mercado, lo cual no quiere decir que todos los
mercados encajen en este modelo. El mercado autorregulador o <<for-
mador de precios>>, propio del Occidente moderno, es el prototipo del
sistema de intercambio. Aquí, como en el caso de los otros modelos
de organización, la característica esencial depende de cómo se deter-
minan los derechos y obligaciones de apropiación. El medio institucio-
nal de mercados, dinero y precios, ofrece un mecanismo autónomo a
través del cual se establecen los derechos, se representan los intereses
y se resuelven los conflictos. Los derechos de adquísíción y disposición.
aunque sancionados en último caso por el orden político mediante la
propiedad privada y el libre contrato. en realidad, se generan en las
actividades de compra y venta que acometen las personas en el merca-
do; los intereses se presentan en mercados abiertos a todos los que
estén en posesión de los medios necesarios; y los conflictos se resuel-
ven mediante el movimiento de precios. Un rasgo distintivo del modelo
de intercambio es que aísla el elemento económico (utilizado aquí en
el sentido de racionalidad económica), en las relaciones esenciales de
dar y tomar del proceso económico substantivo, representando el acto
de intercambio. en teoría, una ganancia calculada para cada individuo
que participe en él.
Al igual que las otras dos <<formas de integración>> de Polanyi, el
intercambio es un principio de organización social que puede, en las
debidas condiciones, ampliarse a esferas de la actividad humana que
no sean la economía tal y como se define aquí. En realidad. cada una
de las pautas identifica principios de orden social que pueden aplicarse
a áreas amplias o dispersas de actividad en cualquier sociedad dada.
Los principios se identifican fácilmente y son reconocidos como la
mutualidad inexplícita propia de la esfera social de las relaciones afecti-
vas cara a cara, el control racional hacia fines colectivos de las reglas
formales ·y de la autoridad central, y el autointerés económicamente
racional de intercambio. En este sentido, también se podrían conside-
rar como los principios sociales. políticos y económicos del orden en
la sociedad. Cada uno tiene su propio modo de organización, sus valo-
51

'
...
res y su lógica de funcionamiento. Nuestra sociedad. por ejemplo, es
un orden de intercambio porque el complejo mercado-precio-dinero
sigue siendo el modo primario que estructura las relaciones entre las
personas, y no sólo en la esfera económica substantiva, sino también
en la mayoría de las esferas particulares de actividad (tales como
deportes, ocio, arte, comunicaciones, transportes, finanzas, y servicios
personales) de esta sociedad. Y otras esferas (por ejemplo, educación,
religión, política, ejército) que en su mayoría no están directamente
estructuradas a partir de las relaciones de mercado, están profunda-
mente vinculadas e influidas por el modo de intercambio dominante
en el mercado.
La aspiración teórica máxima de Polanyi era crear una economía
substantiva sin mercado, que ofreciese una estructura conceptual gene-
ral <<para toda la gama de sociedades antiguas donde se ha descubierto
que prevalecen otros modelos de integración que no son el intercam-
a
bio>> 3. Nunca llegó lograr su aspiración, pero dejó una base firme-
mente sentada, y nos ofreció una estructura conceptual para ser desa-
rrollada que puede aplicarse a sociedades antiguas y modernas, como
evidentemente él pretendía.
Los objetivos académicos de Polanyi fueron serios y respetables, y
siguen motivando a los eruditos de muchos campos, pero el significado
profundo y el tema unificador de toda su obra está en la esfera de la
filosofía social y pol~ica. Diciéndolo de un modo más simple, su preo-
cupación fundamental era que el sistema de mercado occidental había
usurpado las funciones específicas y la integridad de la sociedad huma-
na, convirtiendo en supremos los valores económicos y haciendo del
hombre y la naturaleza meros utensilios forraje para el <<molino satá-
nico>> del mercado autor-regulador; como él mismo dijo en La gran
transformación. La fuerza motora que había detrás de su trabajo era la
convicción de que esto no había sido siempre así; que había sido posi-
ble producir y distribuir los medios de subsistencia del hombre mante-
niendo la integridad de la sociedad, y que- la historia anterior al merca-
do ofrecía muchas claves a la posibilidad de devolver el destino del
hombre a la variedad de instituciones sociales, pol~icas y culturales, de
la sociedad. Por ello desafió al axioma liberal de que la libertad y la jus-
ticia estaban ínextricablemente unidas al orden de mercado. Se enfren-
tó también al determinismo económico, uno de los axiomas básicos de
la otra ortodoxia del siglo x1x, el marxismo.
52
Aún queda mucho por hacer. La obra de Polanyi que se presenta aquí no es
más que un esbozo de la gran tarea que él emprendió. Espero que este libro
sirva para dar una visión más completa. amplia y consistente de su sistema con-
ceptual. y de su papel como historiador económico. Como él, espero también
que aporte algunas ideas importantes sobre los problemas de nuestro tiempo,
problemas que siguen siendo candentes y que aún no se han resuelto desde su
muerte en 1964.

Notas
I Ver Kenneth Boulding, Economic Analysis (Nueva York, Harper and Brothers.
1941 ). pág. 3: y Melville Herskovíts, The Economic LJ(e of Primitive Peoples (Nueva York.
Alfred Knopf. 1940), pág. 29.
2 Frank H. Knight, <<On the Most lmportant Economic Problem>>. Problems of
United Seores Economic Development (Nueva York. Committee for Economic
Development. 1958). vol. I, pág. 273.
3 Ver más adelante.

53
Y es que los dioses han ocultado el sustento del
hombre.
Hesíodo, Los trabajos y /os días

54
.. · · · - · · · ~ - - - , - - -

Prólogo

El propósito de esta obra es que la historia económica universal se


convierta en el punto de partida de un replanteamiento comprensivo
del problema del sustento del hombre 1•
Continuaremos la investigación emprendida hace más de un década
en La gran transformación, cuya conclusión implicaba que para obtener
una visión más realista del lugar ocupado por la economía en la socie-
dad humana, es necesario que la historia económica general se asiente
sobre bases conceptuales más amplias.
Se invirtieron más de cinco años de investigación sistemática en ese
esfuerzo ( 1948-1952) patrocinado por el Consejo de Investigación de
Ciencias Sociales de la Universidad de Columbia. El trabajo se inte-
rrumpió durante varios años mientras me dediqué, junto con los profe-
sores C. M. Arensberg y H. W Pearson, a la preparación del libro
Comercio y mercado en los imperios antiguos ( 1957), obra a la cual apor-
tamos también diversos artículos. El sustento del hombre representa una
vuelta al esfuerzo inicial.
Desde un punto de vista teórico, desarrollaremos conceptos sobre
el comercio, el dinero y las instituciones de mercado aplicables a todos
los tipos de sociedad. En el ámbito histórico, pretendemos que los
estudios de casos concretos ilustren nuestras generalizaciones median-
te la contrastación y el paralelismo. Políticamente, la historia deben'a
damos respuestas para resolver algunos de los problemas morales y
prácticos más candentes de nuestra época. '
f
¿Cuál es el mundo del pensamiento al cual invitamos a entrar al lec- .,J
·~.
tor? ¿Cómo se van a presentar los hechos, las discusiones y las perspec - .,.>·
'!

tivas?
55
l. Teoría, historia y política

El uso del término <<económico>> parece estar maldito por las ambi-
güedades que presenta. La teoría económica le ha investido de una
connotación temporal que resulta ínútil fuera de los estrechos límites
de nuestras sociedades dominadas por el mercado. Términos como
oferta, demanda, precios, deberían reemplazarse por otros más
amplios, tales como recursos, requisitos y equivalencias. El historiador
podría entonces comparar las instituciones económicas de los díferen-
tes períodos y regiones sin correr el peligro de atribuir a los hechos la
forma mercantil de las cosas.
Una vez liberados de nociones engañosas, podremos enfrentarnos
a las realidades. En nuestras economías de mercado, el comercio y el
dinero parecen meras funciones del mercado, cosa que, hasta cierto
punto, es verdad; pero tal apariencia, si se generaliza, falsifica los hechos
del pasado. El comercio exterior y algunos usos del dinero son tan anti-
guos como la humanidad misma, mientras que los mercados formado-
res de precios son una innovación comparativamente reciente.
Esta idea particular puede parecer de alcance limitado, aunque lógi-
camente implica un replanteamiento de la escala temporal de la civiliza-
ción euroasiática. Después del descubrimiento del Código de Leyes de
Hammurabi en 1902, grabado en una estela de obsidiana, se dio por
sentado el carácter eminentemente comercial de la sociedad babilóni-
ca. El alto índíce de actividades mercantiles y el abundante uso del dine-
ro, tanto en forma de pago como de patrón de valor, se tomaron
como prueba de comercio y del florecimiento de los mercados. Los
orígenes de nuestra civilización comercial parecían retrotraernos enton-
ces a los mismísimos comienzos de la historia escrita, aunque el comer-
cio y los usos del dinero, como vimos, no implican necesariamente la
existencia de mercados y, como revelan los recientes descubrimientos
arqueológicos, en realidad no había rastro de lugares de mercado en
toda la zona. No será Babilonia, sino Atenas, la ciudad a la que se le
atribuirá en el futuro el t~ulo de ser la primera urbe que contó con un
mercado importante. Parece ya evidente que la historiografía del mer-
cado empieza a desviarse al menos un milenio en el tiempo y varios
grados de longitud en el espacio.
El punto de vista crucial resulta familiar en cuanto pasamos a anali-
zar los problemas humanos de los primeros milenios. Lo que a nuestra
56
generación parecen únicas y fatales encrucijadas libertad contra
burocracia, planificación contra métodos de mercado-- se reconocen
como variantes tópicas de situaciones humanas recurrentes. La econo-
mía totalmente planificada del Egipto helenístico creó el primer merca-
do <<mundial>> de granos en el Mediterráneo oriental. Armonizar la ini-
ciativa personal del comerciante con las directrices comerciales del
gobierno fue un fin perseguido por los gobernantes asirios en una
época tan temprana como los comienzos del segundo milenio antes de
Cristo. Y parece que tuvieron bastante éxito, a juzgar por los ingenio-
sos mecanismos mediante los cuales sus métodos de comercio colonial
salvaguardaban la libertad del comerciante individual. La llamada colonia
comercial de Capadocia, que nos viene ahora a la memoria, carecía de
mercados de precios y practicaba un tipo de negocios sin riesgo
mediante precios fijos, en el que el beneficio del comerciante se basaba
en los porcentajes de comisiones. Asimismo era sorprendente la forma
en que se respetaban las leyes y la libertad personal del negociante. De
manera similar se encontraron sistemas que reconciliaban la planifica-
ción económica con ,
las necesidades de mercado en comunidades tan
distintas como la Atica democrática
,
del siglo v a.C. o el reino negro de
Dahomey en el oeste de Africa, donde, unos dos mil años después, el
comercio exterior era aún dirigido por la organización comercial del
palacio real, mientras que la vida económica de las aldeas y los grupos
familiares descansaban sobre los mercados locales y la autonomía de
cada pueblo.
Aunque en términos del sustento nuestro mundo moderno puede
ser aún más joven de lo que pensamos, los grandes problemas de la
raza humana -libertad y centralización, iniciativa y planificación cier-
tamente conllevan una serie de rasgos más duraderos de lo que se
creía posible.

Notas
I
Este prólogo parte de dos versiones diferentes, una escrita en 1954. y la otra sin ff.:
fecha. pero evidentemente escrita después de 1957. (Nota del Editor.) !,.,.
,.,.
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57
Introducción
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Esta obra es la contribución de un historiador económico a los '

asuntos mundiales en una época de peligrosa transformación. Su objeti-


vo es muy simple: ensanchar nuestra libertad de modificaciones creati-
vas, y por ende mejorar nuestras posibilidades de supervivencia. El pro- t•
·.,·
blema del sustento material del hombre debe ser reconsiderado en su '·
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totalidad. :,

En este libro no se puede hacer más que marcar el comienzo. Sin .;


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embargo, se intentará arrancar algunos conceptos erróneos, profunda- .,
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mente arraigados, que yacen en la filosofía social de nuestra época y ..r.
que se refieren al lugar ocupado por la economía en la sociedad. Este ...'·
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esfuerzo se centrará en el estudio del comercio, el dinero y las institu- ,.
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ciones de mercado, tan familiares en nuestra época y que, quizás por ¡


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esa misma razón, siguen siendo lamentablemente origen de una inade- ,.
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cuada comprensión de la naturaleza de la economía del hombre. l
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Si alguna observación personal interrumpe, de vez en cuando, el r,
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análisis frío de los hechos es porque el hístoriador no puede permane- ,.•·
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cer por más tiempo al margen de las necesidades de su tiempo. a pesar ..
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de que al responder a su llamada, puede que introduzca extrañas ten- .·..
siones en la estructura tradicional de una disciplina académica. Aun así, t•
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la perspectiva de esta empresa no surge de una visión mantenida indivi- .,,..


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dualmente. La naturaleza de los peligros mencionados puede calibrarse ';·


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objetivamente, y el más elemental examen del presente revela algunos ';:
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de los factores permanentes en el próximo período de la historia. No ·.·
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obstante. el enfoque que se le ha dado a esta labor puede ser tachado ·.
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de personal. Hay poderosas razones subjetivas para creer que, incluso ·.

una figura tan académica y periférica como el estudioso de historia .


.
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59
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..
·.
económica, debería ser capaz de descubrir una utilidad concreta en
este proceso secular. Así, por ejemplo. puede liberar nuestra mente
de nociones obsoletas, y, en tanto en cuanto pueda discernir correc-
tamente los males de la época, podría incluso aventurarse a ofrecer
una opinión sobre cómo juzgar los problemas de la polltica a largo
plazo.
Los hechos concretos de la situación en que nos encontramos son,
en realidad, vistos por muchas personas de la misma forma. Hace
aproximadamente una generación, se hizo evidente la caída del sistema
de la economía mundial. Después de la Primera Guerra Mundial, el
patrón oro internacional, los mercados mundiales de mercancías y
materias primas, y la distribución universal de los créditos e inversiones
se hundieron por los cambios, algunos repentinos, otros más graduales.
Al mismo tiempo, empezó a desintegrarse la organización polftica de
los pueblos del planeta. El equilíbrio de poderes que había evitado
guerras mayores durante un siglo dejó de funcionar. Surgieron y caye-
ron nuevas formas de gobierno díctatoriales. Se pusieron a prueba
nuevas formas de organización económica con un éxito variable. Tras
la Segunda Guerra Mundial. los continentes de Asia y África hicieron
más flexibles sus fronteras. Hubo un momento en que parecía inmi-
nente la Tercera Guerra Mundial. Sin embargo. a pesar de las diferen-
cias, las posibilidades de vida parece que superan a las de muerte.
Pero, cualquiera que sea el resultado final, se puede sacar con certeza
una conclusión: que es inevitable la necesidad de hacer más reajustes
en el marco institucional de la vida nacional e internacional. Esto puede
sonar a tópico, ya que la historia nunca permanece ínmóvil. En realidad,
dentro de este contexto significa preveer los cambios que afectan a los
aspectos vitales de nuestra existencia colectiva aunque, por muy posi-
ble que parezca ahora, no sucedan acontecimientos tan espectaculares
como los de la década que acabamos de pasar. La circunstancia crucial
que debe destacarse, y que se pasa por alto muy fácilmente, es preci-
samente que las fuerzas políticas e ideológicas en conflicto dentro de la
escena internacional, tendrán por necesidad que chocar destructiva-
mente, o armonizar constructivamente, o quizás ambas cosas. Pero es
tal la naturaleza institucional de estas fuerzas que, aunque no ocurra
nada dramático, tendrá que haber una importante adaptación hecha
paso a paso. De algo podemos estar seguros: que, sea lo que sea lo
que nos depara el futuro, es inevitable que haya un cambio creativo
60
mínimo en los rasgos permanentes de la esfera humana. La mera coe~
xistencia, si tiene que funcionar, necesita eso y más.
Más allá de los mecanismos institucionales que involucra la sola
coexistencia, es posible otro tipo de cambio no espectacular en el
mundo humano, pero más extenso que lo que la imaginación haya con-
cebido hasta ahora. La energía nuclear; una vez liberada, nunca dejará
de perseguimos. Esas preocupaciones constantes en las que tenemos
puesto nuestro ser pueden alterar su direccíón, cambiando desde su
eje económico actual a uno que, pudiéramos llamar, moral y político. El
progreso económico y el bienestar ya no serán los fines supremos del
hombre, sino que su lugar será ocupado por la paz y la libertad. El
temor. ese arquitecto del poder. está ya dando lugar a tendencias totali-
tarias de una magnitud hasta ahora desconocidas. Para mejor o para
peor. lo cierto es que la estructura misma del cambio está cambiando.

l. Cambio e historia económica

En cuanto a la esperanza de aportar su grano de arena, el historia-


dor económico puede alimentar, como debe ser; y como siempre fue,
lo esotérico. En realidad, escoger la eterna cuestión del sustento huma-
no e instar a su reconsideración a la luz de las necesidades prácticas,
debe parecer un objetivo bastante extraño. El lugar ocupado por las
diversas economías en diferentes sociedades es, en el mejor de los
casos, un tema amenazador. Aunque es esencial que cada sociedad
tenga un tipo u otro de economía, ésta puede relacionarse con el resto
de esa sociedad de muy diferentes maneras. Bajo la influencia de la
misma tecnología, los cambios a largo plazo en la organización econó-
mica pueden ser considerados como una transición del capitalismo al
socialismo. Asimismo, la propia organización económica parece compa-
tible con cambios bruscos en el sistema político. como por ejemplo,
cuando una sociedad de mercado pasa de una democracia liberal al fas-
cismo o viceversa. Este fenómeno es de lo más probable si el cambio
ha sido provocado por una fuerza extern'1t como puede ser una con-
quista, hecho bastante común en la historia del mundo. Bajo la presión
exterior; o al despertar a otro tipo de cultura impuesta, cualquier esfera
de la vida sea política, religiosa o cultural puede ganar supremacía
sobre las demás y mantenerla durante un intervalo de tiempo demasia-
61
do largo como para ser considerado meramente temporal. Sin embar-
go, aunque la economía pueda ocupar tan sólo un segundo o tercer
plano, nunca falla al complicar los resultados de manera imprevisible.
No obstante, sí he elegido aquí el difícil y enrevesado tema del sus-
tento del hombre, fue con la convicción de que no está más allá de la
esfera del esfuerzo intelectual eliminar algunos de los prejuicios más
incurables bajo los cuales se le presenta al hombre de nuestro siglo el
problema de la economía en sí misma.
Esta creencia, que llega a ser casi un compromiso personal, se deri-
va de un análisis profundo realizado a lo largo de muchos años. Estoy
convencido de que la debilidad inconsciente que arrastra de antaño la
civlización occidental tiene su origen precisamente en las particulares
condiciones bajo las cuales se configura su destino económico. Con
toda su singularidad, este argumento puede ser expuesto de la siguien-
te manera.
Nuestro pensamiento social, enfocado como está en la esfera de lo
, • , 1 ~

econom1co, esta por esa misma razon mal preparado para enfrentarse
a las necesidades económicas de esta época de cambios. Una sociedad
netamente de mercado como la nuestra, tiene que encontrar difícil, si
no imposible, apreciar equitativamente las limitaciones de la importan-
cia de lo económico. Debido a que las actividades diarias del hombre
han sido organizadas a través de mercados de varios tipos, basados en
motivos puramente de beneficio, determinados por actitudes competi-
tivas, y gobernados por una escala de valores utilitaria, la socíedad
humana se ha convertido en un organismo que está, en sus aspectos
esenciales, subordinado a los propósitos de lucro. Habiendo convertido
el hombre la ganancia económica en su fin absoluto, pierde la capaci-
dad de relativizarla mentalmente. Su imaginación queda encerrada en
los límites de la incapacidad. La misma palabra economía evoca en él, no
el cuadro de los medios de sustento del hombre y la tecnología que
ayuda a asegurarlos, sino una serie de fines concretos, de actitudes
peculiares y de propósitos totalmente específicos, a los que él está
acostumbrado a denominar económicos, aunque no sean más que
meros accesorios de la economía real, que deben su existencia a una
efímera interacción de características culturales. No son los rasgos
duraderos y permanentes de todas las economías las que le parecen
esenciales, sino los puramente contingentes y transitorios. Seguramente
verá dificultades que no existen si se miran de otro modo, y tropezará
62
con obstáculos fácilmente salvables, cuya misma existencia le resulta
desconocida. En su ignorancia, no puede entender ni las verdaderas
condiciones previas de supervivencia ni las formas menos evidentes de
conseguir lo posible. Esta obsoleta mentalidad de mercado es, a mi
parecer; el principal obstáculo para hacer un enfoque realista de los
problemas económicos de las futuras décadas.
Tal proposición tiene que parecer casi contradictoria. Puede dar la
impresión de que implica supervalorar la importancia de la economía
contra la cual desea advertir tan ostensiblemente. Sin embargo, de nin-
gún modo es así. Afirmar que los hábitos y costumbres de la sociedad
de mercado tienden a ir acompañados de un cierto tipo de razona-
miento económico, es enteramente compatible con el más absoluto
rechazo de la visión ilusoria del predominio eterno del factor económi-
co en los asuntos humanos. El siglo diecinueve, que universalizó el mer-
cado, experimentó el determinismo económico en su vida diaria y se
inclinó a presumir que tal determinismo era eterno y general. Su dog- ·.
'

matismo materialista con respecto a los hombres y la sociedad reflejaba


las instituciones que conformaron su entorno. Afirmar que tales nocio-
nes centradas obsesivamente en lo económico, reflejando unas condi-
ciones temporales, resultan un obstáculo para la solución de problemas
más amplios, incluyendo el ajuste de la economía a los nuevos ambien-
tes sociales, es, simplemente, mostrar lo evidente.
Por tanto, es precisamente por la desproporcionada influencia que

el sistema de mercado ha ejercido en la sociedad y en nuestra propia •

experiencia personal, por lo que encontramos difícil comprender el
carácter limitado y subordinado de la economía tal y como ésta se pre- .·'

senta fuera de dicho sistema. De aquí también la esperanza de que,
una vez reconocida nuestra tendencia interna como lo que es, debería-
mos ser capaces de desprendernos de sus efectos mortíferos. Un
mayor conocimiento de los hechos es el mejor correctivo para los pre·
juicios restrictivos. Para reducir a su verdadera dimensión las cuestiones
urgentes del cambio económico debemos aprender a ver con los ojos
del historiador:
Las versiones emblemáticas de la historia, sin embargo, han demos-
trado ser tan pe~udicíales para nuestra generación como un mapa falso
a un general en la víspera de una batalla. En primer lugar, la historia
mundial no es fundamentalmente historia económica. La existencia física
de un grupo, su seguridad física y mental, la totalidad de su forma de
63
1

vida, trasciende cualquier cosa que pueda presentarse razonablemente


como interés económico. Pero afirmar lo contrario también tiene sus
peligros. Quien pueda ofrecer soluciones económicas siempre tendrá
ventaja en el juego del poder sobre aquel que no pueda ofrecer nada.
Una vez más. las simples prácticas mercantiles. por muy queridas que
sean. no pueden presentarse a sí mismas como las únicas encarnacio-
nes de valores tan trascendentales como la personalidad y la libertad.
Esto sería sustituir crédito por credo, e infravalorar la fuerza de una reli-
gión secular que no ha depositado su fe en una cuenta bancaria.
Tampoco el progreso tecnológico debería ser convertido en ídolo al
que sacríficar ciegamente la moralidad y la felicidad humana. Pero, por
otra parte, elevar el primitivismo al rango de moralidad y huir de la
tecnología refugiándose en una caverna neolft:ica, es una forma de de-
sesperación que ignora la irreversibilidad del progreso.
Las generalizaciones discordantes como ésta no tienen por qué
hacernos agnósticos. Las vívidas y variadas experiencias del sustento
humano llevan consigo un falso empaque, empezando por su mismo
nombre. La postura más correcta es tener cuidado ante las generaliza-
ciones abstractas en cuestiones económicas, ya que tienden a oscure-
cer y simplificar la trama de situaciones reales, cuando son estas últimas
las únicas que deben importarnos. Nuestra tarea es distinguirlas de las
generalidades y entenderlas en su aspecto concreto. No es necesario
hacer una larga regresión en el tiempo para encontrar el origen históri-
co de nuestros actuales embrollos.
El siglo diecinueve vio nacer dos acontecimientos de diferente orden
y magnitud: la era de las máquinas, un desarrollo de origen milenario; y
el sistema de mercado, que fue una adaptación a ese desarrollo.
Con la era de las máquinas vemos el comienzo de una de esas
excepcionales mutaciones que marcan la vida de la raza humana de
una manera tan deterrninante que se puede dividir la historia del hom-
bre desde la Edad de Piedra en tres períodos: El primero fue el
Neolítico; el segundo período, en el cual tuvo lugar la mayor parte de
la historia, fue el desarrollo de la agricultura y el arado; el tercero es el
reciente nacimiento de la era de las máquinas. Los tres estuvieron mar-
cados por la tecnología. El hombre neolítico nunca fue mucho más allá
de la etapa de recolectar alimentos y cultivar con una azada. El creci-
miento del grano requería de un arado y una bestia que tirara de él, y
la introducción de estos elementos inició una nueva civilización hace
64
siete u ocho míl años aproximadamente. El uso de las máquinas que
funcionan mediante una fuerza distinta a la del hombre o los anímales
es bastante reciente. Nos lanzó a un nuevo mar; y es de esperar que
esta nueva civilización que ha conseguido ya doblar la población del
globo continúe por mucho tiempo.. ~a venido p.ara quedarse. Es ~u~s-
tro destino. Debemos aprender a v1v1r con ella, s1 es que vamos a v1v1r:

11. Lo economía y Jo era de los máquinas

El hecho fundamental es que la máquina creó una nueva civiliza-


ción. Sí consideramos que el arado dio origen a la primera civilización,
tenemos que admitir que la máquina dio origen a la segunda, la indus-
trial. Se extendió por todo el planeta creando la perspectiva de las eda-
des futuras. Tal acontecimiento va mucho más allá del campo económi-
co; sólo el tiempo dejará ver sus poderes y peligros y demostrará sus
implicaciones para la existencia del hombre. La civilización industrial ha
revestído la fragilidad del hombre con la efectividad del rayo y el terre-
moto; ha movido el centro de su ser de lo interno a lo externo; ha
conferido dimensiones desconocidas hasta ahora al alcance, estructura
y frecuencia de las comunicaciones; ha cambiado la sensación de nues-
tro contacto con la naturaleza; y, lo que es más importante, ha creado
nuevas relaciones interpersonales que reflejan fuerzas. físicas y menta-
les, capaces de autodestruir la raza humana.
Sus comienzos no fueron nada espectaculares: A finales del siglo
dieciocho nadie excepto unos espíritus raros podía sospechar que esta-
ba a punto de nacer una nueva civilización. Todavía no se habían inven-
tado muchas máquinas, y las que existían, como el telar mecáníco. aún
no estaban en uso. No obstante, unos cuantos privilegiados reconocie-
ron a símple vista los signos y anticiparon cambios de una magnitud,
sutileza y repercusión inimaginables hasta entonces. Algunas de sus
ideas provocaron risas. Una vez más comprobamos que no son los más
realistas, sino los profetas ingenuos, los que se aproximan más a la ver-
dad. En realidad. los mayores problemas de nuestra época, así como la
esperanza de los siglos venideros, son simples derivaciones de ese dís-
. ' .
creto comienzo mecan,co.
Robert Owen fue el primero en percibir que un nuevo mundo
estaba sepultando al viejo. La máquina exígía alteraciones en los detalles
65
de la vida diaria, como la existencia comunal. Síntíó no sólo la bendición
de un crecimiento explosivo de la capacidad de producir; sino también
su potencial para convertirse en un don odioso a menos que el impac-
to de una vida hecha para la máquina fuese absorbido por nuevos
modelos de asentamiento y hábitat, nuevos lugares de trabajo, nuevas
relaciones entre los sexos, nuevas formas de ocio, e incluso de indu-
mentaria, y a todo ello dedicó su atención personal. Abogó por una
reforma total del Cristianismo. Se refería a la economía como a una
idea tardía, recomendando la reforma de la moneda y de las formas
~ooperativas de vida económica ( no existía aún el concepto de capita-
lismo). En Francia, la imaginación grotesca de Fourier engendró proyec-
tos ~e falansterios donde se ajustarla la división industrial del trabajo,
mediante artilugios psicológicos, a la espontaneidad de hombres, muje-
res y niños. Saint-Simon proclamó que su Nuevo Catecismo llevaría la
salvación a la <<sociedad industrial>>. Lo mismo hicieron los socialistas
utópicos, anticipar la amenaza de un desarrollo cultural, que un siglo
después se hizo general en todo el mundo, como una fragmentación
del hombre, una normalización del esfuerzo, una supremacía del meca-
nismo sobre el organismo y de la organización sobre la espontaneidad.
Desde el principio estuvo presente la amenaza a la personalidad y la
libertad. Hacia finales de siglo, Henry Adams predijo la fecha misma de
la bomba atómica 1 •
Sin embargo. durante mucho tiempo permanecieron latentes esos
primeros temores de lo que podn'a seguir después de la mecanización.
Fueron eclipsados por los cambios manifiestos en la organización eco-
, .
nom1ca, urgentemente necesitados para dar juego a los milagros tecno-
lógicos de la época. Adam Smith había encontrado la respuesta en el
mercado. El sistema fabril, que al principio parecía necesitar poco más
que unos cuantos despachos comerciales más de los habituales en
ultramar, llevó pronto a un proceso de cambio institucional de una
magnitud muy diferente. El resultado fue el acercamiento a un sistema
autorregulador de mercados que revolucionó la sociedad occidental en
las primeras décadas del siglo diecinueve.
Como ya sabemos, esto fue sólo un primer intento enérgico de
reaj~~e. La iniciativa demostró tener éxito, a pesar de los amargos
sufr1m1entos que ocasionó a toda una generación, pero la adaptación a
la máquina no se completó ni acabó nunca. Cuanto más general se
hacía el sistema de mercado, más revelaba su incapacidad para satisfa-
66
cer las necesidades de una sociedad estable. Millones de personas
experimentaron una y otra vez la falta de empleo, y los que lo tenían
sufn'an constantemente la inseguridad de su puesto males desconoci-
dos para la sociedad anterior- mientras los continuos desajustes se
convertían en agobiante acompañamiento, todo lo cual hizo el proceso
de industrialización una carga demasiado pesada de soportar. Los movi-
mientos socialistas y el aumento mundial de las tarifas en las importa-
ciones fueron la manifestación de una tendencia social hacia la auto-
protección, puesta en movimiento por los destrozos ocasionados por
las fuerzas incontroladas del sistema de mercado.
También en nuestros días comenzó otra fase de cambio económi-
co. Lógicamente fue la continuación de la anterior; aunque apuntaba en
una dirección bastante diferente. La desintegración de la más ambiciosa
institución de mercado, el patrón oro internacional, sólo medio siglo
después de su establecimiento, acabó finalmente con la utopía del mer-
cado. Se introdujeron severas reformas económicas, análogas bajo regí-
menes políticos diferentes, en todos los países más avanzados de
Occidente. Los postulados fueron: empleo para todos, regulación del
comercio exterior y desarrollo planificado de los recursos nacionales.
Incluso en países donde continuó durante un tiempo el sistema de
mercado a la manera tradicional, hubo un giro significativo en los móvi-
les habituales de la vida económica. La Seguridad Social y un sistema de
impuestos más justo diluyeron los incentivos del beneficio para el pro-
pietario y el temor al despido del obrero, sustituyéndolos por otras
motivaciones como status, seguridad de ingresos, trabajo en equipo, y
un papel más creativo en la industria.
Los tiras y aflojas que acompañan a esta segunda adaptación de la
economía a la máquina, son diferentes del estrés tecnológico que puso
en peligro la vida civilizada durante el nacimiento de la Revolución
Industrial. Si hace un siglo la incansable tarea de los mercados interrela-
cionados de trabajo, tierra y capital, tenía que ser contrarrestada para
que pudiera continuar existiendo una forma de vida humana. los peli-
gros ahora vienen de un lugar desconocido, lo cual no implica que sean
menos formidables. Las nuevas amenazas son tan parte de la civiliza-
ción industrial como en su lugar de origen, la Inglaterra del siglo x1x. lo
eran la fábrica insalubre, los pueblos que crecían como hongos o la
crueldad científica de los asilos. Pero hoy en día la preocupación subya-
cente no es la igualdad, la justicia, la caridad y una vida más humana
67
para el obrero, sino la libertad y supervivencia de todos. La tecnología
industrial se está mostrando a sí misma capaz de generar tendencias
suicidas que atacan la raíz de la libertad y de la vida misma. Fuera de
Europa convive el temor a la dominación extranjera con una insistencia
en la independencia y la autarquía como medios de controlar un pro-
ceso de industrialización que universalmente es tan temido como
deseado. La aparente contradicción no debería sorprendernos. La
industrialización fue un compromiso. nada fácil, entre el hombre y la
máquina en el cual el hombre se perdió y la máquina encontró su cami-
no. A comienzos del siglo diecinueve, tal vez el sistema de mercado
fuese el único medía existente de emplear maquinaria cara y sofisticada
para los fines de producción. Cuando se inventaron las máquinas, ni la
disposicíón ni la capacidad de soportar riesgos, ni el conocímiento de
los productos y del consumidor; existía más que en la clase comercian-
te que durante generaciones había estado <<absorbiendo>> las materias
primas para que las elaborase la industria doméstica. La autoprotección
de la sociedad, en parte a través de leyes laborales, pero fundamental-
mente mediante el movimiento sindical, retrasó durante mucho tiempo
el impacto de la máquina. En la actual expansión de la industrialización
se ha invertido el orden. Asiáticos, latinoamericanos y africanos han
aprendido la lección. La nueva organización económica antepone la
segurídad de la sociedad a la necesidad del máximo rendimiento tecno-
lógico. Ahora se hace hincapié en el hombre y no en la máquina.

111. Economía y sociedad: comercio, dínero y mercados

Tal enorme cambio del lugar de la economía en la sociedad debe


despojarla de sus asociaciones tradicionales. Las ganancias, la compe-
tencia y las ventajas utilitarias, ya no son los puntos de referencia.
Cuanto más nos familiaricemos con el cuadro del mundo, tal como
éste se presentaba en el siglo diecinueve. menos preparados estaremos
para afrontar las realidades del veinte, ya que se necesita un mapa dife-
rente para orientarse en las nuevas condiciones que están surgiendo.
Necesitamos establecer un tema estratégico para tener un marco
de referencia actual. El contraste más agudo entre los mapas antiguos y
el moderno radica en la posición que se asigna en cada uno de ellos a
las instituciones del comercio, el dinero y el mercado. Bajo el dominio
68
del mercado, el comercio no es más que una función de aquél, y el
dinero un simple medio de facilitar el comercio, apareciendo ambos
unidos al mercado. En realidad. algunas f armas de comercio y varios
usos del dinero tienen gran importancia en la vida económica de forma
independiente e incluso son anteriores a los mercados; es más, cuando
están presentes los elementos de mercado, éstos no implican necesa-
riamente la existencia del mecanismo oferta-demanda-precio. Los pre-
cios, originariamente, los establece la tradición o la autoridad, y sus
variaciones, cuando tienen lugar; se realizan mediante métodos institu-
cionales; es el origen de los precios fluctuantes, no el de los fijos, el
problema que se le presenta al historiador de la antigüedad.
La idea de que la raíz de las instituciones del comercio, del dinero,
e incluso de las de mercado fueron actos individuales de intercambio,
es difícil de mantener: El comercio exterior. como regla, fue anterior al
comercio interno; el uso del dinero como intercambio se originó en la
esfera del comercio exterior. y los mercados organizados se desarrolla-
ron antes en el mercado exterior. En cualquiera de los tres casos, la
acción fue de tipo colectivo, no individual. A la luz de estos hechos,
surge la pregunta de cómo, en ausencia de mercados formadores de
precios. comercio, dinero y algunos elementos de mercado se integra-
ron en la economía.
Las investigaciones guiadas por las presuposiciones tradicionales
sobre la inseparable unidad de comercio, dinero y mercado han pres-
cindido de los problemas señalados. Donde veían comercio, daban por
sentada la existencia de un mercado: y donde era evidente que había
dinero, se suponía el comercio, y por lo tanto el mercado. Pero lo cier-
to es que en la historia económica, el comercio, los diversos usos del
dinero y los elementos de mercado, deberían tratarse como casos dis-
tintos. Pero ¿cómo funciona una economía a menos que el comercio se
convierta en comercio de mercado, y el dinero se convierta en medio
de cambio? ¿Cómo, por ejemplo, es posible que algunos objetos mone-
tizados se utilicen para el pago, y otros se utilicen como <<patrón de
valor>> cuando no se llevan a cabo un número considerable de inter-
cambios? Surgen aún más preguntas al investigar el funcionamiento a
gran escala del comercio y el dinero en las llamadas economías primiti-
vas sin mercado -preguntas que, desde luego, no se formularían si se
ignora la existencía de dichas condiciones, o se negaría su importancia,
en nombre de una noción dogmática del progreso. que nos lleva a eva-
69

...
. ·.
luar erróneamente el carácter general del desarrollo económico, tanto
la secuencia de los hechos, como los hechos en sí.

IV. Discontinuidades y cambio

No es más que un prejuicio presumir que en todo desarrollo el


espécimen más pequeño sea necesariamente anterior al de mayor
tamaño. Mantener tal secuencia histórica. no es más que una prolonga-
ción, una extensión acrftica de la ley de evolución orgánica. El comercio
a larga distancia precedió al local, al igual que las colonias más distantes
se fundaron antes que las más cercanas. o que los grandes imperios
surgieron históricamente antes que los pequeños reinos. Un error simi-
lar se comete al considerar fenómenos tales como el crédito o las
finanzas. desarrollos <<tardíos>>. sólo porque, ante la corta perspectiva
de los últimos siglos. dé la casualidad de que han logrado consolidarse
junto al moderno sistema de mercado. Esta falacia particular fue resu-
mida en una de las más populares teon'as de <<estadios>>, que insistía en
que la secuencia <<economía natural, economía monetaria, economía de
crédito>>, era una ley de desarrollo. Pero en realidad, las deudas y obli-
gaciones son fenómenos primitivos anteriores a la existencia de merca-
dos, y las antiguas economías basadas en el almacenamiento practica-
ban la planificación financiera y la contabilidad a gran escala mucho
antes de que ganara importancia la utilización del dinero como medio
de cambio.
La predilección de la historiografía decimonónica por la continui-
dad. a menudo nos hizo malinterpretar; no sólo la secuencia de los
hechos, sino los hechos mismos. la continuidad considerada implícita
en los procesos orgánicos, es solamente un modo de acontecer; junto
al cual corren las discontinuidades inherentes al desarrollo (siendo.
pues, el proceso total una combinación de ambas). Además del creci-
miento continuo a partir de lo pequeño, existe también un modelo
muy diferente, a saber: el del desarrollo discontinuo partiendo de ele-
mentos anteriormente ínconexos. El <<campo>> en el cual ocurre un
cambio tan súbito como el surgimiento de un todo nuevo y complejo,
es el grupo social bajo unas condiciones determinadas. Estas disconti-
nuidades determinan tanto qué ideas y conceptos ganan aceptación
general entre los miembros de un grupo como a qué ritmo ocurre.
70
Pero. una vez difundidas, estas ideas y conceptos permiten el cambio a
una velocidad increíblemente acelerada puesto que las pautas de con-
ducta individual pueden ahora conciliarse fácilmente con la nueva pauta
general ejecutada por esas ideas y conceptos. Elementos de c?nducta
antes inconexos se unen así directamente a un nuevo y compleJo todo,
sin ningún tipo de transición. Bajo esta perspectiva, los llamados plan-
teamientos idealista y materialista de la historia no aparecen opuestos,
sino más bien como el resultado de dos fases diferentes del proceso
total. El idealista. aunque de manera bastante m{tica, expresa el hecho
de que las ideas y pensamientos humanos juegan un papel decisivo en
el origen de las instituciones y en los giros de la historia. El materialista
recalca que los factores objetivos condicionan la expansión de esas
ideas y pensamientos, que por tanto, no nacen de una dialéctica abs-
tracta. como suponían los idealistas hegelianos.
La historia de la humanidad y el lugar que en ella ocupa la econo-
mía, no es, como pensaban los evolucionistas, una secuencia de creci-
miento inconsciente y de continuidad orgánica Dicho planteamiento
necesariamente oscurecería algunos aspectos del desarrollo económi-
co. tan vital para los hombres en la actual fase de transición. El dogma
de la continuidad orgánica. en último extremo, debilita el poder del
hombre para formar su propía historia. Ignorar el papel del cambio
deliberado en las instituciones humanas disminuye , .
la confianza del
.
hombre en las fuerzas de su mente y su esp1r1tu. como una creencia
mística en la sabiduría del crecimiento inconsciente mina su capacidad
de restablecer los ideales de la justicia, la ley y la libertad en sus cam-
biantes instituciones.
El empeño del erudito debe ser. primero, dar claridad y precisión a
nuestros conceptos de forma que estemos capacitados para formular
los problemas de la subsistencia en términos que reflejen lo más fiel-
mente posible los rasgos de la situación real en que nos movemos .Y. en
segundo lugar. ampliar la gama de principios y medidas a nuestra dispo-
sición mediante el estudio del lugar cambiante de la economía en la
sociedad humana y de los métodos con los que las grandes civilizacio-
nes del pasado realizaron con éxito sus grandes transiciones.
De acuerdo con esto, la tarea teórica consiste en establecer el
estudio del sustento del hombre a partir de amplios fundamentos his-
tóricos e institucionales. El método a utilizar viene dado por la interde-
pendencia entre la razón y la experiencia. Los conceptos y las definicio-
71
nes, construidos sin referencia a los datos, son vacíos y huecos, pero
una mera recopilación de hechos sin ajustar nuestra perspectiva, resulta
estéril. Rompiendo este círculo vicioso, la investigación conceptual y
empírica debe llevarse pari passu. Nuestros esfuerzos serán sostenidos
por la conciencia de que no hay atajos en este sendero de la investi-
.'
gac1on.
Contribuir a esa mejor aproximación al problema de la economía
humana es el objetivo de este libro.

Notas
I
Creo que aquí se refiere a una carta que Adams escribió a Henry Osborne
Taylor el 17 de enero de 1905. En ella decía: <<..• no hará falta otro siglo para dar la
vuelta al pensamiento... Los explosivos llegarían entonces a la violencia cósmica. La
desintegración se convertiría en integración>>. Ver Harold Dean Cater, ed.• Henry Adams
and Hís Fríends (Nueva York. Houghton Miffiin, 1947), págs. 558-559.

72
El lugar de la economía en la sociedad.

73
A. Conceptos y teoría

75
1
.'
.'

1. La fa~acia económica

Los esfuerzos para llegar a una visión más real del problema general
planteado a nuestra generación por el sustento del hombre, se encuen-
tran desde el principio frente a un tremendo obstáculo: un arraigado
hábito de pensamiento propio de las condiciones de vida de ese típo
de economía que creó el siglo diecinueve en todas las sociedades
industrializadas, personificado en la mentalidad de mercado.
Nuestra tarea en este capítulo es indicar. de manera preliminar; las
falacias a las que ha dado lugar dicha mentalidad de mercado y, de
paso, exponer algunas de las razones por las que estas falacias han
influido de manera tan pe~udícial en el pensamiento de la gente.
En primer lugar definiremos la naturaleza de este anacronismo con-
ceptual; luego describiremos el desarrollo institucional a partir del cual
se originó y extendió su influencia a nuestra visión moral y filosófica.
Seguiremos la influencia de esta actitud mental en los campos organiza-
dos del conocimiento. tales como la teoría económica, la historia eco-
nómica. la antropología, la sociología, la psicología y la epistemología,
que forman el conjunto de las ciencias sociales.
Dicho estudio no debe dejar lugar a dudas sobre el impacto del
pensamiento económico en casi todos los aspectos de los problemas
que afrontamos, especialmente en cuanto al carácter de las institucio-
nes económicas, su política y principios, tal y como éstos se revelan
en las formas de organización de los medios de subsistencia en el
pasado.
Casi nunca es pertinente resumir la ilusión general de una época en
términos de error lógico; aunque. conceptualmente, la falacia económi-
ca, no puede describirse de otra manera. El error lógico fue algo
77
común e inofensivo: un fenómeno específico se consideró idéntico a
otro ya familiar. Es decir; el error estuvo en igualar la economía humana
general con su forma de mercado (un error que puede haber sido faci-
litado por la ambigüedad básica del término económico, al que volvere-
mos después). La falacia es evidente en sí misma: el aspecto físico de las
nec.esidades del hombre forma parte de la condición humana; ninguna
sociedad puede existir si no posee algún tipo substantivo de economía.
Por otra parte, el mecanismo oferta-demanda-precio (al que popular-
mente se denomina mercado), es una institución relativamente moder-
na con una estructura específica, que no resulta fácil de establecer ni de
mantener. Reducir la esfera del género económico, específicamente, a
los fenómenos del mercado es borrar de la escena la mayor parte de la
historia del hombre. Por otro lado, ampliar el concepto de mercado a
todos los fenómenos económicos es atribuir artificialmente a todas las
cuestiones económicas las caracten'sticas peculiares que acompañan al
fenómeno del mercado. Inevitablemente, esto pe~udica la claridad de
ideas.
Los pensadores realistas definieron en vano la diferencia entre eco-
nomía general y sus formas de mercado; el Zeitgeist económico no
tuvo en cuenta ni el tiempo ni las diferencias. Estos pensadores subra-
yaron el significado substantivo del término económico. Identificaron la
economía con la industria más que con los negocios; con la tecnología
más que con el ceremonialísmo; con los medios de producción más
que con los títulos de propiedad; con el capital productivo más que
con las finanzas; con los bienes de equipo más que con el capital; en
resumen, con la substancia económica más que con la terminología y la
forma de mercado. Pero las circunstancias pesaban más que la lógica, y
la poderosa fuerza de la historia actuó para fundir dos conceptos dispa-
res en uno solo.

l. La economía y el mercado

El concepto de economía nació con los fisiócratas franceses simul-


táneamente a la institución del mercado como mecanismo de oferta-
demanda-precio. El fenómeno, desconocido hasta entonces, de una
interdependencia de precios fluctuantes afectó a multitud de hombres.
El naciente mundo de los precios fue resultado de la expansión del
78
comercio una institución mucho más antigua e independiente de los
mercados dentro de la articulación de la vida diaria.
Los precios existían antes, desde luego, pero de ningún modo
constituían un sistema propio, dado que su esfera estaba restringida al
comercio y las finanzas, ya que sólo los banqueros y comerciantes utili-
zaban el dinero regularmente, al ser la mayor parte de la economía,
rural y prácticamente sin ningún tipo de comercio, una diminuta cadena
de bienes dentro de la vasta e inerte masa de la vida vecinal en el
señorío o en las casas. Cierto que los mercados urbanos conocían el
dinero y los precios, pero la base para controlar estos precios era man-
tenerlos estables. No fue su ocasional fluctuación. sino su predominan-
te estabilidad lo que les convirtió en un factor cada vez más importan-
te a la hora de determinar los beneficios del comerciante, ya que estos
beneficios se derivaban más de las pequeñas fluctuaciones de precios
estables entre puntos distantes que de las anómalas fluctuaciones en
los mercados locales.
Pero la simple infiltración del comercio en la vida diaria no ha crea-
do por sí misma una economía (en su sentido nuevo y específico), sino
sólo un buen número de desarrollos institucionales posteriores. El pri-
mero de ellos fue la penetración del comercio exterior en los merca-
dos, transformándolos gradualmente, de mercados locales estrictamen-
te controlados, en mercados formadores de precios con una
fluctuación de precios más o menos libre. En el curso del tiempo. esto
fue seguido por la revolucionaria ínnovacíón de mercados con precios
fluctuantes para los factores de producción. trabajo y tierras. Este cam-
bio fue el más radical de todos, por su naturaleza y consecuencias. Sin
embargo. no pasó mucho tiempo antes de que los diferentes precios.
que incluían ahora salarios, alimentos y renta, empezaran a mostrar una
interdependencia poco notable, producíendo así las condiciones que
hicieron al hombre aceptar la presencia de una realidad sustantiva des-
conocida hasta entonces. Este nuevo campo de experiencia era la eco-
nomía, y su descubrimiento -una de las experiencias emocionales e
intelectuales que formaron nuestro mundo moderno llegó a los fisió-
cratas como una iluminación y les constituyó en un secta filosófica.
Adam Smith conoció a través de ellos la <<mano oculta>>, pero no siguió
el camino místico de Quesnay. Mientras su maestro francés apenas vis-
lumbró la interdependencia de algunas fuentes de ingresos, su aventaja-
do alumno, que vivía en la menos feudal y más monetarizada economía
79

.···

t;>.·
inglesa, fue capaz de incluir salarios y renta en el grupo de <<precios>>,
atisbando por primera vez la visión de la riqueza de las naciones como
una integración de las diversas manifestaciones de un sistema subyacen-
te de mercado. Adam Smith se convirtió en el fundador de la econo-
mi'a política porque reconoció, aunque débilmente, la tendencia hacía la
interdependencia de estos diferentes tipos de precios en la medida en
que eran el resultado de mercados competitivos.
Aunque explicar la economía en términos de mercado fue original-
mente una forma de sentido común de relacionar nuevos conceptos
con nuevos hechos, puede que nos resulte difícil entender por qué se
tardó varias generaciones en darse cuenta de que lo que Quesnay y
Smith habían descubierto realmente era un campo de fenómenos
esencialmente independientes de la institución de mercado que se
manifestaba en esa época. Pero ni Quesnay ni Smith intentaron estable-
cer la economía como un ámbito de la existencia social que trasciende
el mercado. el dinero o los precios, y cuando lo hicieron, fracasaron en
el intento. Se inclinaron, no tanto hacia la universalidad de la economía
como hacia el carácter específico del mercado. En realidad. la tradicio-
nal unidad de los asuntos humanos que aún confor, naba su mentalidad,
les hizo contrarios a la idea de una esfera económica separada de la
sociedad, aunque ello no les impidió atribuir a la economía las caracte-
n'sticas del mercado. Adam Smith introdujo los métodos de negocio en
las cavernas del hombre prímitivo. proyectando su famosa propensión
al trueque, permuta e intercambio, hasta los jardines del Paraíso. El
enfoque que dio Quesnay a la economía no fue menos cataláctico. La
.' .
suya era la economía del produit net, una cantidad precisa en la contabi-
......i
lidad del terrateniente, pero un simple fantasma en el proceso entre el
hombre y la naturaleza, del cual la economía es un aspecto. El supuesto
excedente cuya creación él atribuía al suelo y a las fuerzas de la natura-
leza, no era más que una transferencia al <<Orden de la Naturaleza>> de
la disparidad que se espera que muestre el precio de venta contra el
de coste. La agricultura parecía ocupar el centro de la escena porque
e~aban en juego los ingresos de la clase dirigente feudal, pero después
la idea de excedente apareció siempre en los escritos de los economis-
tas _clásicos. El produit net fue el padre de la plusvalía de Marx y sus
derivados. Y así la economía se impregnó de una noción ajena al pro-
ceso total del cual forma parte, proceso que no conoce lo que es el
coste ni el beneficio y que no es una cadena de acciones productoras
80
de excedentes. Ni tampoco una serie de fuerzas fisiológicas y psicológi-
cas dirigidas por la necesidad de asegurarse un excedente para sí mis-
mas. Ni los lirios del campo. ni los pájaros que vuelan en el cielo, ni los
hombres en las praderas, en los campos o en la fábrica -cuidando el
ganado, recogiendo la cosecha, o poniendo piezas en ~na c.inta t~ans-
portadora- producen excedentes a partir de su propia existencia. El
trabajo, como el descanso y el ocio, es una fase en el curso indepen-
diente del hombre a su paso por la vida. El montaje de la idea de exce-
dente fue simplemente la proyección del modelo de mercado sobre un
1
aspecto más amplio de la existencia: la economía •
Si desde el principio la falaz identificación de los <<fenómenos econó-
micos>> con los <<fenómenos de mercado>> era comprensible, después se
convirtió en casi una necesidad práctica de la nueva sociedad y de la
forma de vida que nació con los dolores de la Revolución Industrial. El
mecanismo oferta-demanda-precio, cuya primera aparición dio origen al
concepto profético de <<ley económica>>, se convirtió rápidamente en
una de las fuerzas más poderosas que jamás haya penetrado en el pano-
rama humano. Al cabo de una generación -es decir. de 1815 a 1845, la
<<Paz de los Treinta Años>>, como la llamó Harriet Martíneau- el mer-
cado formador de precios que anteriormente sólo existía como modelo
en varios puertos comerciales y algunas bolsas, demostró su asombrosa
capacidad para organizar a los seres humanos como si fueran simples
cantidades de materias primas. y convertirlos, junto con la superficie de
la madre tierra, que ahora podía ser comercializada. en unidades indus-
triales bajo las órdenes de particulares especialmente interesados en
comprar y vender para obtener beneficios. En un periodo extremada-
mente breve, la ficción mercantil aplicada al trabajo y a la tierra, transfor-
mó la esencia misma de la sociedad humana. Esta era la identificación de
la economía y el mercado en la práctica. La esencial dependencia del
hombre de la naturaleza y de sus iguales en cuanto a los medios de
supervivencia se puso bajo el control de esa reciente creación institucio-
nal de poder superlativo, el mercado, que, se desarrolló de la noche a la
mañana a partir de un lento comienzo. Este artilugio instrtucional. que
llegó a ser la fuerza dominante de la economía descrita ahora con jus-
ticia como economía de mercado - , dio luego origen a otro desarrollo
aún más extremo, una sociedad entera embutida en el mecanismo de
su propia economía: la sociedad de mercado.
Desde esta posición no es difícil discernir que lo que aquí hemos
81
llamado falacía económica fue ante todo un error desde el punto de
vista teórico. En la práctica, la economía consistía fundamentalmente en
mercados, y el mercado envolvió a la sociedad.
Siguiendo esta posición deben'a quedar claro que la importancia de
la perspectiva económica reside precisamente en su capacidad de gene-
rar una unidad de motivaciones y valoraciones que llevaria a cabo en la
práctica lo preconizado como ideal, es decir, la identidad de mercado y
sociedad. Porque sólo sí se organiza un estilo de vida que cubra todos
los aspectos relevantes, incluyendo las imágenes sobre el hombre y la
naturaleza de la sociedad una filosofía de la vida diaria que compren-
da criterios de conducta razonables según el sentido común, una serie
de riesgos sensatos, y una moralidad práctica-, se nos ofrecerá ese
compendio de doctrinas prácticas y teóricas que por sí solas pueden
crear una sociedad o, lo que es lo mismo, transformar una sociedad
dada en el período de tiempo de una generación o dos. Y dicha trans-
formación, para mejor o para peor; fue la que hicieron los pioneros de
la economía. Es decir; la mentalidad mercantil contenía nada menos que
la semilla de una cultura completa con todas sus posibilidades y limi-
tacíones-, y la imagen del hombre y de una sociedad, transformada en
economía de mercado, surgió necesariamente de la estructura esencial
de una comunidad humana organizada a través del mercado.

11. La transformación económica

Esta estructura representó una violenta ruptura con las condiciones


precedentes. Lo que antes no fue más que una ligera expansión de
mercados aislados. se transformó ahora en un sistema de mercado
autorregulado.
El paso crucial fue que la tierra y el trabajo se convirtieron en mer-
cancías. es decir, se trataron como si hubieran sido creados para la
venta. Por supuesto, no eran realmente mercancías. ya que no habían
sido producidas (como la tierra). y de ser así, no podían estar en venta
(como el trabajo).
Sin embargo, jamás se concibió una ficción más efectiva en una
sociedad, porque la tierra y el trabajo se compraban y vendían libre-
mente. y se les aplicaba el mecanismo de mercado. Había oferta y
demanda de trabajo: oferta y demanda de tierra. Por lo tanto, había
82
precios de mercado para utilízar la mano de obra, los salarios, y un pre-
cio de mercado para el uso de la tierra, la renta. El trabajo y la tierra
eran ofrecidos en sus propios mercados. símílares a los de las mismas
mercancías que se producían con su intervención.
El verdadero alcance de este paso sólo se puede estimar si recor-
damos que el trabajo es otra forma de llamar al hombre, así como la
tierra es sinónimo de naturaleza. La ficción mercantil puso el destino
del hombre y de la naturaleza en manos de un autómata que controla-
ba sus circuitos y gobernaba según sus propias leyes. Este instrumento
de bienestar material estaba controlado exclusivamente por los incenti-
vos del hambre y las ganancias o, dicho con más exactitud, el temor a
carecer de lo necesario en la vida, o la esperanza de obtener benefi-
cios. Con tal de que los desposeídos pudieran satisfacer su necesidad
de alimento vendiendo primero su trabajo en el mercado, y con tal de
que los propietarios pudieran comprar al precio más barato y vender al
más caro, el molino ciego producía cada vez más mercancías para
beneficio de la raza humana. El temor al hambre del obrero y el deseo
de ganancia del patrón mantenían el mecanismo continuamente en fun-
cionamiento.
Esta práctica utilitaria tan poderosa, lamentablemente, deformó la
comprensión del hombre occidental de sí mismo y de la sociedad.
En cuanto al hombre, tenemos que aceptar la idea de que sus móvi~
les pueden considerarse <<materiales>> o <<ideales>>. pero los incentivos
sobre los que se organiza la vida diaria necesariamente nacen de las
necesidades materiales. No es difícil ver que bajo tales circunstancias el
mundo humano en general parece determínado por móviles materia-
les. Si, por ejemplo, se separa, cualquier móvil y se organiza la produc-
ción de manera tal que se haga de ese móvil el incentivo individual paro
producir; tendremos la imagen del hombre absorbido por ese móvil. Ese
móvil puede ser religioso, político o estético: puede ser orgullo, prejui-
cio, amor o envidia; y de acuerdo con eso el hombre aparecerá como
esencialmente religioso, político, amante de la estética, orgulloso, con
prejuícios, o arrastrado por el amor o la envidia. Otros motivos, por el
contrario, aparecerán distantes y en la sombra ideales puesto que
no se puede esperar que afecten al negocio vital de la producción. El
móvil seleccionado representará al hombre <<real>>.
De hecho, los seres humanos trabajan por una gran variedad de
razones en tanto que forman parte de un grupo social definido. Los
83
monjes comerciaban por motivos religiosos, y los monasterios llegaron
a ser los mayores establecimientos comerciales de Europa. El comercio
kula de las islas Trobriand, uno de los más complicados sistemas de
trueque conocidos por el hombre. tenía esencialmente un propósito
estético. La economía feudal dependía en gran medida de la costumbre
o la tradición. Para los kwakiutl, el principal fin de la industria parecía
ser una cuestión de honor. Bajo el despotismo mercantil, la industria se
planificaba a menudo para servir al poder y la gloria. Según esto, tende-
mos a pensar que los monjes, los melanesios occidentales, los aldeanos,
los kwakiutls, o los hombres de Estado del siglo diecisiete. se guiaban
respectivamente por la religión, la estética, la costumbre, el honor. o el
poder político. La sociedad del siglo diecinueve estaba organizada de tal
manera que hacía del hambre o del simple deseo de ganancia motivos
suficientes para que el individuo participara en la vida económica. La
imagen resultante de un hombre regido solamente por incentivos
materialistas era totalmente arbitraria.
Por lo que respecta a la sociedad, la doctrina pareja fue que sus ins-
tituciones estaban <<determinadas>> por el sistema económico. El meca-
nismo de mercado creó para ello el espejismo del determinismo eco-
nómico como si fuera una ley general para toda la sociedad humana.
Bajo una economía de mercado. desde luego, esta ley resulta ser justa.
En realidad, el funcionamiento del sistema económico aquí. no sólo
<<influye>> en el resto de la sociedad. sino que la determina, tal como en
un triángulo los lados no solamente influyen, sino que determinan los
ángulos.
En la estratificación de clases, oferta y demanda en el mercado de
trabajo eran idéntícas a clases trabajadoras y empresarios respectiva~
mente. La clase social de los capitalistas, terratenientes, arrendatarios.
intermediarios, mercaderes y profesionales estaba delimitada por los
mercados de tierras, dinero, capital. y sus usos o servicios respectivos.
Los ingresos de estas clases sociales estaban fijados por el mercado, su
rango y posición por sus ingresos.
Mientras que las clases sociales estaban directamente determinadas
por el mecanismo de mercado, otras instituciones resultaron afectadas
indirectamente. El Estado y el gobierno, el matrimonio y crianza de los
hijos, la organización de la ciencia, la educación, la religión y las artes, la
elección de profesión, los tipos de vivienda, la forma de los asentamien-
tos, la estética misma de la vida privada. todo tenía que concordar con
84
el modelo utilitario, o al menos no interferir en el funcionamiento del
mecanismo de mercado. Pero. puesto que muy pocas actividades
humanas pueden realizarse sin nada hasta un santo necesita su
altar-. los efectos inmediatos del sistema de mercado llegaron casi a
determinar por completo el conjunto de la sociedad. Fue casi imposible
evitar la conclusión de que, así como el hombre <<económico>> era el
hombre <<real>> el sistema económico era <<realmente>> la sociedad.
,,

111. El racionalismo económico

A la vista de lo anterior. puede dar la impresión de que la


Weftonschauung económica contenía en sus dos postulados de raciona-
lismo y atomismo todo lo que era necesario para sentar las bases de
una sociedad de mercado. El término eficaz era racionalismo. ¿De qué
otro modo podía una sociedad así ser algo más que un conglomerado
de átomos comportándose según las reglas de un típo definido de
racionalidad? La acción racional, como tal, es la relación de los fines con
los medios; la racionalidad económica. específicamente, supone que los
medios son escasos. Pero la sociedad humana va mucho más allá de
todo eso. ¿Cuál debería ser el fin del hombre y cómo debería elegir los
medios? El racionalismo económico, en el sentido más estricto de la
palabra, no tiene respuesta a estas preguntas, que implican motivacio-
nes y valoracíones de un orden moral y práctico que va más allá d,e 1~
irresistible, y al mismo tiempo vacía, exhortación de su ser <<econom1-
co>>. Es así como el vacío se disfrazó de una jerga filosófica ambigua.
Para mantener la aparente unidad, se dieron dos significados adicio-
nales de lo racional. En cuanto a los fines. se postuló que racional era
una escala de valores utilitaria; en cuanto a los medios, la ciencia aplicó
una escala de comprobación de los rendimíentos. La primera de las
escalas hizo de la racionalidad la antítesis de la estétíca, la ética, y la filo-
sofía: la segunda, la convirtió en la antítesis de la magia, la superstición y
la completa ignorancia. En el primer caso. es racíonal preferir el pan
con mantequilla a los ideales heroicos; en el segundo, parece más racio-
nal que un hombre enfermo vaya al médico en lugar de consultar~ un
astrólogo. Ningún significado de lo racional es relevante para definir el
principio del racionalismo, aunque de por sí uno sea más válido que el
otro. Mientras que el utilitarismo rígido. con su equilibrio pseudofilosófi-
85
co entre el placer y el dolor. ha perdido su influencia sobre el pensa-
miento de los hombres cultos. la escala de valores científica permanece
gloriosa dentro de sus límites. Así, el utilitarismo. que sigue siendo el
opio de las masas comercializadas. ha sido dectronado como ética. en
tanto que el método científico mantiene aún la suya propia.
No obstante, en tanto se utilice lo raciono/, no como un término de
moda elogioso, sino en su estricto sentido de perteneciente a la razón,
la validez de la comprobación científica de los medios como algo racio-
nal no es menos arbitraria que la supuesta justificació n de los fines utili-
tarios. En resumen, la variante económica del racionalismo introduce el
elemento escasez dentro de todas las relaciones medios-fines: aún más,
propone como racional, en cuanto a los fines y los medios en sí mis-
mos, dos escalas de valores diferentes que resultan estar peculiarmente
adaptadas a las situaciones de mercado, pero que de otro modo no
tienen un propósito universal que les permita denominarse racionales.
D e esta forma, se achaca a la elección de fines y medios la suprema
autoridad de la racionalidad. El racionalismo económico aparentemente
logra ambas cosas: la limitación sistemática de la razón a las situaciones
de escasez, y su extensión sistemática a todos los fines y medios huma-
nos, dando validez así a una cultura económica con el aspecto de una
lógica irresistible.
La filo sofía social fundada sobre tales princ ipios fue tan radical
como fantástica. Hacer de la sociedad un conjunto de átomos y de
cada individuo un átomo que se comporta según los principios del
racionalismo económico, colocaría el total de la existencia humana,
con toda su riqueza y profundidad. en el esquema referencial del mer-
cado. Afortunadamente. no puede lograrlo: los individuos tienen per-
sonalidades. y la sociedad tiene una historia. La personalidad se forma
a partir de la experiencia y la educación: la acción implica pasión y
riesgo: la vida exige fe y creencia; la historia es lucha y engaño, victoria
y redención. Para cubrir el vacío, el racionalismo económico introdujo
la armonía y el conflicto como los modi de las relaciones ent re indivi-
duos. Los conflictos y alianzas de aquellos átomos autointeresados.
que formaban las naciones y las clases. cont aban ahora para la historia
social y universal.
Ningún autor expuso él solo la doctrina com pleta. Bentham seguía
creyendo en el gobierno y no estaba seguro de la economía; Spencer
anatematizó al Estado y al gobierno, pero sabía poco de economía;
86
y Von Mises. economista. carecía del conocimiento enciclopédico de
los ot ros dos. Sin embargo. entre los tres crearon un mito que fue el
sueño de las multitudes cultas durante la Paz de los Cien Años. de
181 S hasta la Primera Guerra Mundial, e incluso hasta después, hasta la
guerra de Hitler. Intelectualmente este mito representó el triunfo del
racionalismo económico. e inevitablemente el eclipse del pensamiento
político.
El racionalismo económico del siglo diecinueve. descendiente direc-
to del racionalismo político del dieciocho, fue tan inreal o más que su
predecesor. ya que a ambas ramas del racionali smo les resultaron aje-
nos los hechos históricos y la naturaleza de las instituciones políticas:
Los pol~icos utópicos ignoraron la economía, mientras que los utópi-
cos del mercado no tuvieron en cuenta la política. En resumen, si los
pensadores ilustrados no advirtieron muchos hechos económicos, sus
sucesores del siglo diecinueve cerraron los ojos a la esfera del Estado,
la nación y el poder. hasta el punto de dudar de su existencia.

IV. El solipsismo económico

Tal solipsismo económico como muy bien se le puede llamar. fue


en realidad un rasgo destacado de la mentalidad de mercado. La acción
económica. se suponía, era «natural» al hombre y por tanto autoexpli-
cativa. Los hombres harían trueques a menos que se les prohibiera, y
así surgirian los mercados a no ser que se hiciera algo por evitarlo. El
comercio empezaría a fluir. como si fuese provocado por la fuerza de
gravedad. y crearia fuentes de bienes, organizadas en mercados. a
menos que los gobiernos conspiraran para detener el flujo y drenar los
fondos. A medida que se agilizara el intercambio el dinero haría su apa-
rición y todas las cosas se verían arrastradas al molino de los intercam-
bios. a menos que algunos moralistas anticuados lanzaran su grito con-
tra el lucro o los tiranos ignorantes devaluaran la moneda.
Este eclipse del pensamiento político fue la deficiencia intelectual
de la época. Se originó en la esfera económica, pero a la larga destru-
yó cualquier planteamiento objetivo de la economia misma, en cuanto
a que la economía tuviera otro antecedente institucional que no fuera
el mecanismo oferta-demanda-precio. Los econo mistas se sentían tan
seguros dentro de los confines de un sistema de mercado tan pura-
87
mente teórico, que sólo a regañadientes concedían a las naciones el
valor de una fruslería. A un escritor político inglés de la década de
19 1O se le consideró ganador en la causa contra la necesidad de la
guerra por demostrar que el negocio de la guerra no era rentable; y
en Ginebra, la Liga de las Naciones permaneció ciega hasta el último
momento ante los hechos políticos que convirtieron el patrón oro
internacional en un anacronismo. El olvido de la política se extendió
desde las ilusiones de comercio libre de Cobden y Bright hasta la
imperante sociología de Spencer con su oposición entre sistemas
industriales y sistemas militares. Hacia la década de 1930 había desapa-
recido, entre la gente culta, la cultura política de David Hume o Adam
Smith.
El eclipse de la polñ:ica tuvo un efecto más confuso en los aspectos
morales de la filosofía de la historia. La economía dio un salto al vacío. y
se estableció una actitud hipercrítica hacia la reivindicación moral de la
acción política, cuya consecuencia fue una rebaja radical de todas las
fuerzas, excepto la económica, en el campo de la historiografía. La psi-
cología mercantil, que considera reales sólo los motivos <<materiales>>,
mientras que relega los <<ideales>> al limbo de la inefectividad, se exten-
dió no sólo a las sociedades sin mercado, sino también a toda la histo-
ria del pasado. La historia antigua se presentaba como una mezcolanza
de consignas sobre la justicia y la ley repetidas por faraones y reyes-dio-
ses con el único propósito de confundir a sus desvalidos súbditos. a los
que sometían por la ley del látigo. Era una actitud totalmente contradic-
toria. ¿Por qué engatusar a una población de esclavos? Y si así era, ¿por
qué hacerlo mediante promesas que no significaban nada para los
esclavos? Pero si las promesas tenían algún significado, la justicia y la ley
deben haber sido algo más que palabras. El que una población de escla-
vos no tiene por qué ser engatusada, y que la justicia y la libertad
deben haber sido reconocidas por todos como ideales antes de que
unos pocos los utilizaran como cebo, se escapaba a la capacidad crftica
de un público hipercntico. Bajo el dominio de la moderna democracia
de masas, las consignas se convirtieron en un tipo de fuerza política
organizadora que jamás hubiera sido posible en el antiguo Egipto o
Babilonia. Por otro lado, la justicia y la ley. que formaban parte de la
estructura institucional de las primeras sociedades, perdieron su fuerza
bajo la organización mercantil de la sociedad. Las propiedades de un
hombre, sus ingresos y rentas, el precio de sus mercancías, se conside
88
raban ahora <<justos>> sólo si se obtenían en el mercado; en cuanto a la
ley. ninguna tenía importancia, excepto las que se referían a la propie-
dad y los contratos. Las diferentes instituciones de propiedad del pasa-
do y las leyes sustantivas que formaron la constitución de la polis ideal
no tenían ahora material con qué trabajar:
· El solipsismo económico generó un concepto insulso de justicia,
ley y libertad, en nombre del cual la historiografía moderna negó toda
credibilidad a los íncontables textos antiguos, en los que se declaraba
que el fin del estado era el establecimiento de la rectitud, la insistencia
en la ley y el mantenimiento de una economía central sin opresión
burocrática.
La verdadera condición de estas cuestiones es tan diferente de la
mentalidad de mercado, que no es fácil transmitirlo con simples pala-
bras. En realídad, la justicia, la ley y la libertad, como valores institucío-
nalizados. hicieron su primera aparicíón en la esfera económica como
resultado de una acción estatal. En las sociedades tribales, la solidaridad
se salvaguarda mediante la costumbre y la tradición; la vida económica
está incrustada en la organización social y política de la sociedad: no
hay lugar para las transacciones económicas; y se trata de impedir toda
acción ocasional de trueque, ya que se considera un pelígro para la
solidaridad tribal. Cuando surgen las leyes territoriales, el rey-dios pro-
vee el centro de la vida comunal, amenazada por el debilitamiento del
clan, al tiempo que con la ayuda del Estado se lleva a cabo un enorme
avance económico: el rey-dios, fuente de justicia, legaliza las transaccio-
nes económicas, tachadas anteriormente de lucrativas y antisociales.
Esta justicia se institucionaliza mediante equivalencias. se legaliza
mediante estatutos, y se ejecuta la mayoría de las veces por los propios
funcionarios del palacio y del templo que manejan el aparato tributario
y redistributivo del estado territorial. Las normas legales se instituciona-
lizan en la vida económica a través de los órganos administrativos que
regulan la conducta de los miembros de los gremios en sus transaccio-
nes comerciales. La libertad llega a ellos mediante la ley; no hay patrón
al que deban obedecer; y, en tanto mantengan su juramento al cabeza
del Estado y su lealtad al gremio, son libres de actuar de acuerdo a sus
intereses, siendo responsables de todas sus acciones. Cada uno de
estos pasos hacia la introducción del hombre en el ámbito de la justicia,
la ley y la libertad, fue originalmente el resultado de la acción organiza-
tiva del Estado en el campo económico. Pero el solipsismo económico
89
se olvidó del temprano papel del Estado en la vida económica. Así
mantuvo su dominio la mentalídad de mercado. La absorción de la eco-
nomía por los conceptos mercantiles fue tan total que ninguna de las
disciplinas sociales pudo escapar a sus efectos. Imperceptiblemente,
todas ellas se convirtieron en baluartes de los modos de pensamiento
, .
econom,cos.

Notas
IVer Harry W. Pearson. <<The Economy Has no Surplus: Critique of a Theory of
Development>>, en Comercio y mercado en los imperios antiguos, edrtado por K. Polanyi,
C. Arensberg, y H. Pearson. Labor (Glencoe, 111: Free Press and Falcon's Wing Press,
1957).

90
2. El doble significado del término
, .
econom1co
·.

'
'
'
l. Las definicíones formal y substantivo '
'

·.'
.·'
Todo intento de clarificar el lugar que ocupa la economía en la '
·:'.
sociedad, debe partir del hecho de que el término económico, usado .
generalmente para describir un tipo de actívidad humana, está com-
puesto por dos significados. Ambos tienen raíces distintas, y son inde-
pendientes el uno del otro. No es difícil identificarlos, aunque hay un
gran número de sinónimos para cada uno de ellos. El primer signíficado,
el for1-nal, surge del carácter lógico de la relación medios-fines. como
cuando usamos <<economizar>> (en su acepción de ahorrar) o económi- '
'
co (barato); de ahí procede la definición del término económico en tér- '
·.

minos de escasez. El segundo significado, el substantivo, señala el hecho '


'

elemental de que los seres humanos. como cualquier otro ser viviente, '

no pueden subsistir sin un entorno físico que les sustente; éste es el


origen de la definición substantiva de lo económico. Ambos significados,
el formal y el substantivo, no tienen nada en común.
El concepto en uso de económico, está por tanto compuesto por
dos significados, aunque las implicaciones de este doble significado para
·.·.
las ciencias sociales (exceptuando siempre la economía) apenas se han
'

estudiado. Cuando la sociología, la antropología o la historia tratan


materias relativas al sustento del hombre, se da por sentado el significa- ·.
·.
·.
do del término económico. Pero éste se emplea vagamente. en función '·

..
de las referencias, tanto para significar escasez como en sentido subs- ,'.

tantivo, oscilando así entre dos polos distintos de significado. ·.

..
91 ...·
::

..
..·.·
,.

..'
...
,.
En resumen, el significado substantivo nace de la patente depen-
dencia del hombre de la naturaleza y de sus semejantes para lograr su
sustento, porque el hombre sobrevive mediante una interacción institu-
cionalizada entre él mismo y su ambiente natural. Ese proceso es la
economía, que le proporciona los medios para satisfacer sus necesida-
des materíales. Sin embargo, no se debe interpretar lo anterior supo-
niendo que las únicas necesidades que satisfaga sean las corporales,
entendiendo por éstas comida y un lugar donde cobíjarse, por muy
esenciales que sean para su supervivencia, ya que tal restricción limita-
ría absurdamente el ámbito de la economía. Lo material son los
medios, no las necesidades. Es irrelevante que los objetos útiles sirvan
para evitar el hambre o para satisfacer propósitos educativos, militares
o religiosos. En tanto que las necesidades dependan para su satisfacción
de objetos materiales, la referencia siempre es la economía. Económ;co
aquí denota simplemente <<algo que se refiere al proceso de satisfacer
las necesidades materiales>>. Estudiar los medios de sustento del hom-
bre es estudiar la economía en el sentido substantivo del término, y ése
es el sentido que se va a dar al término económico a lo largo de todo
este libro.
El significado formal tiene un origen completamente diferente. Al
partir de la relación medios-fines, es un concepto universal cuyos refe-
rentes no pertenecen a ningún campo concreto de interés humano. A
los términos lógicos o matemáticos de este tipo se les llama formales,
en contraste con las áreas específicas a las que se aplícan. En dicho sig-
nificado está oculto el verbo maximizar, más popularmente llamado
. , . .,, ,, .
econom,zor, y que menos tecn1camente, aunque quizas con mas preci-
sión, significa <<obtener el máxímo resultado de los propios medíos>>.
La fusión de los dos conceptos en uno solo es, desde luego, irre-
prochable, en tanto uno sea consciente de las limitaciones del con-
cepto así establecido. Unir la satisfacción de las necesidades materiales
con escasez y economización y fundirlas en un solo concepto puede
ser justificable y razonable bajo un sistema de mercado, cuando y
donde éste prevalezca. Sin embargo, aceptar el compuesto <<escasez
de medios materiales y economización>> como un concepto válido
universalmente, aumenta la dificultad de separar la falacia económica
de la posición estratégica que sigue ocupando aún en nuestro pensa-
miento.
Las razones son evídentes. La falacia económica, como nosotros la
92
llamamos. consiste en una tendencia a identificar la economía humana
con su forma de mercado. Y para eliminar esa tendencia se necesita
una aclaración radícal del significado de la palabra económico. Una vez
más. esto tampoco se puede lograr a menos que se elimíne la ambi-
güedad y se establezcan por separado el significado formal y substanti-
vo del término. Reducirlos a un término de uso común. como el con-
cepto compuesto, refuerza el doble significado y hace de esa falacia
algo casi inquebrantable.
Cuál es la íncreible solidez de los dos significados se puede deducir
a partír del irónico destino de la más controvertida figura mitológica
moderna: el hombre económico. Los postulados que dieron lugar a
esta creación del saber científico se rebatieron en casi todos los terre-
nos: psicológico, moral y metodológico, aunque nunca se dudó seria-
mente del adjetivo económico. Los argumentos chocaban en el concep-
to hombre, no en el término económico. Nadie preguntó a cuál de los
dos conceptos se le aplicaba el ep1teto, sí a una entidad de la naturale-
za, dependiente para su existencia del favor de las condiciones ambien-
tales, como son las plantas y los animales, o a esas otras entidades
mentales, sujetas a las normas de máximos resultados al mínimo coste,
sean ángeles o demonios, niños o filósofos. siempre y cuando se
demuestre que están en posesión de la capacidad de razonar. Más bien
se dio por hecho que el hombre económico. esa auténtica representa-
ción del racionalismo del siglo diecínueve, moraba en un discurso
donde la existencia bruta y el principio de maximización se compene-
traban místicamente. Nuestro héroe era a la vez defendido y atacado
como un símbolo de la unidad ideal-material que, bajo esas razones se
ensalzaba o se desacreditaba según fuera el caso. En ningún momento
el debate secular pasó siquiera a considerar a cuál de los dos significa-
dos de lo económico, el formal o el substantivo, representaba el hom-
bre económico.

11. La distinción en lo economfa neoclásica

El reconocimiento de la doble raíz del término económico no es


algo nuevo. Se puede decir que la teoría económica neoclásica, alrede-
dor de 1 870, formuló la distinción entre la definición substantiva de lo
económico y aquella que se refería al aspecto de la escasez. La econo-
93
mía neoclásica se estableció sobre las premisas de Carl Menger
(Grundséitze Principies. 1871) de que el interés concreto de la economía
era la, alocación de medios insuficientes para la subsistencia del hom-
bre. Esta fue la primera manifestación del postulado de la escasez o la
maximización. Como formulación sucinta de la acción lógica o racional
en referencia a la economía, esta afirmación ocupa uno de los lugares
más elevados entre los logros de la mente humana. Su importancia se
incrementó debido a su relación con las instituciones de mercado de la
época que, por sus efectos maximizadores en las actividades diarias,
eran por naturaleza proclives a aceptar dicho planteamiento.
Posteriormente, Menger quiso completar sus Principios para que no
diera la impresión de que ignoraba las sociedades primitivas, arcaicas y
otras sociedades que empezaban a ser estudiadas por las ciencias
sociales. La antropología cultural reveló un buen número de motivacio-
nes sin ánimo de lucro que llevaban al hombre a tomar parte en la
producción; la sociología refutó el mito de la expansión de la tendencia
utilitaria; y la historia de la antigüedad habló de grandes culturas con
enormes riquezas que no tenían un sistema de mercado. Parece que el
propio Menger mantuvo que las actitudes economízadoras sólo_ están
presentes en escalas de valores utilitarias, idea ésta que hoy considera-
ríamos una limitación ilegítima de la lógica de las relaciones medios-
fines, pero que parece haber sido una de las razones por las que
Menger dudaba de la pertinencia de teorizar sobre otros países que no
fueran los <<avanzados>>, donde pueden presumirse esas escalas de
valores.
Menger hizo todo lo posible por limitar la aplicación estricta de sus
Principios a la economía moderna de intercambio (Verkehrswirtscha~).
Se negó a permitir tanto la reedición como la traducción de la primera
edición de su obra porque consideraba que no estaba completa.
Dimitió de su cátedra en la universidad de Viena para dedicarse exclu-
sivamente a esa tarea. Después de cincuenta años de esfuerzo, durante
los cuales parece que volvió una y otra vez al mismo empeño, dejó un
manuscrito revisado que se publicó en Viena tras su muerte en 1923.
Esta segunda edición abunda en referencias a la distinción entre la eco-
nomía de intercambio o de mercado por un lado, para la cual fueron
concebidos los Principios, y las economías sin mercado o <<atrasadas>>
por otro. Menger utiliza varias palabras para designar a esas economías
<<atrasadas>>: zuruckgeblieben, unzivilisiert. unentwickelt
94
La edición póstuma de los Grundsotze, incluía cuatro nuevos capítu-
los, uno de los cuales es de capital importancia teórica para los proble-
mas de definición y método con que se encuentran los estudiosos con-
temporáneos de este campo. Como Menger explicaba, la economía
tiene dos <<vertientes elementales>>, una de las cuales era la vertiente
economizadora que nacía de la insuficiencia de medios, mientras que la
otra era la vertiente <<tecnoeconómica>>, como él la llamó, derivada de
las necesidades físicas de la producción independientemente de la sufi-
ciencia o insuficiencia de medios:

Por esta razón llamaré elementales a las dos vertientes que pue-
den distinguirse en la economía humana, la técnica y la economiza-
dora. Aunque en la economía actual estas dos vertientes, tal como
las presenté en las dos secciones anteriores, se dan por lo general
(cursivas mías) juntas, y en realidad casi (cursivas mías) nunca se
encuentran separadas. sin embargo proceden de fuentes esencial-
mente diferentes y mutuamente independientes (itálica de Menger). En
algunos campos de la activídad económica se dan ambas por separa-
do, y en algunos tipos de economía no inconcebibles cualquiera de
ellas puede aparecer regularmente sin la otra... Las dos vertientes a
las que puede derivar la economía humana no son mutuamente
dependientes sino que ambas son primarias y elementales. El hecho
de que concurran en la economía actual es el resultado de que los
factores causales que dan origen a cada una de ellas coinciden cosí (cursivas
mías) sin excepción 1•

Sin embargo, se han olvidado estas disquisiciones de Menger. La


edición póstuma en la cual hizo la distinción entre las dos vertientes
de la economía, no se ha traducido nunca al inglés. Ninguna exposi-
ción de la economía neoclásica (incluyendo el Ensayo de Lionel
Robbins, 1935) 2 habla de las <<dos vertientes>>. La edición que hizo de
los Principios la London School of Economics en su colección de libros
raros ( 1933) escogió la primera edición ( 1871 ). F. A. Hayek, en un
prólogo a su edición <<réplica>>, contribuyó a sacar al último Menger
del pensamiento de los economistas tachando su obra póstuma de
<<fragmentaria y desordenada>>. El profesor Hayek concluía así:
<<Actualmente los resultados del trabajo de los últimos años de
Menger deben considerarse inútiles>>. Unos diecisiete años después.
cuando se tradujeron los Principios al inglés ( 1950) con un prólogo de
95
F. H. Knight, la primera edición, cuyo volumen era la mitad del de la
segunda, estaba aún más resumida. Y lo peor es que a lo largo del
libro, el término wirtscha~end (que literalmente significa <<involucrado
en la actividad económica>>) se tradujo por economizador 3. Sin embar-
go, según el propio Menger. economízador no era el equivalente de
wirtscha~end, sino de sparend, un término que expresamente introdujo
él en la edición póstuma con el fin de distinguir la alocacíón de medios
insuficientes de la otra vertiente de la economía que no implica nece-
sariamente la insuficiencia de medios.
Debido a los brillantes y formidables logros de la teoría de precios
iniciada por Menger; el nuevo significado economizador o formal de lo
económico se convirtió en el significado, mientras que el tradicional,
pero al parecer más pedestre, significado de materialidad, que no esta-
ba necesariamente unido a la escasez, perdió su status académico y
cayó en desuso. la economía neoclásica se cimentó a partir del nuevo
significado, mientras que al mismo tiempo, el viejo significado, substanti-
vo o material, desapareció de la conciencia y perdió su identidad para
el pensamiento económico.

111. La falacia de la escasez y la elección relativa

La importancia dada al análisis teórico supuso una total falta de aten-


ción a las necesidades de otras disciplinas económicas, tales como la
sociología de las instituciones económicas, las economías primitivas. o la
historia económica, que también estaban relacionadas con el estudio de
los medios de sustento del hombre. Pero nada más haberse descubierto
la evidente distinción entre los dos significados, se desacreditó el subs-
tantivo en favor del formal, dando lugar a la insistencia de los analistas
económicos en que todas las disciplinas relacionadas con la economía,
para afrontar el verdadero objeto de estudio, no tenían que tomar en
cuenta el aspecto de la satisfacción de las necesidades materiales, sino
los usos alternativos de los medios escasos. Se admitió por tolerancia el
concepto compuesto, bajo el supuesto de que sus ingredientes substan-
tivos podían ignorarse, reduciendo así el concepto a elementos formales
de elección y escasez que se suponía eran los únicos que importaban.
Y ahora es cuando se hace evidente la dificultad de nuestra tarea.
No basta con aclarar que el concepto compuesto alberga dos significa-
96

..
....

dos independientes, porque en cuanto nos alejemos de ese fin, mos-
trando la ambigüedad del concepto compuesto tan utilizado por los
académicos y los imitadores de sabios, éste resultará tan sólo una pan-
talla para la definición de escasez, mientras que el aspecto substantivo
de la economía, al cual queríamos enfocar nuestra atención, quedará
relegado al olvido.
Examinemos en primer lugar cuáles son las causas de que el mono-
polio semántico del término económico se reivindique para la definición
de escasez. A continuación desarrollaremos la definición substantiva.
Comenzaremos por formular una definición de escasez que sea lo más
amplía posible, aunque suficientemente articulada en su aplicación
como para que pueda someterse a una comprobación eficaz.
La norma implícita en el significado formal de económico, obtener
los mejores resultados de los propios medios, lógicamente se refiere a
situaciones en las que la elección está provocada por una insuficiencia
de medios, condición que con justicia se describe como situación de
escasez. Los términos elección, ,nsuficiencia y escasez deben examinarse
atentamente en su relación mutua, ya que los analistas económícos afir-
man que toman formas variadas. A veces se nos dice que en la econo-
mía hay actos de elección, otras veces que la elección implica insuficien-
cia de medios, y otras que la insuficiencia de medios implica elección: e
incluso otras veces que los medios insuficientes son medíos escasos,
e incluso que los medios escasos son los económicos.
Tales afirmaciones parecen establecer que el rango del significado
formal abarca todas las manifestaciones de la economía, que, como
quiera que esté instituida, sólo consistiría en medios escasos bajo con-
diciones que provocan actos de elección entre los usos alternativos de
medios insuficientes y. por consiguiente, se describiría en los términos
formales de la definición de escasez. Por tanto, cabría añadir; y con
razón, que la definición substantiva de económico es superflua, o al
menos de poca importancia, puesto que todas las economías imagina-
bles caerian bajo la definición de escasez. Sin embargo, estrictamente
hablando, ninguna de estas afirmaciones es válida.
Empecemos nuestro análisis por el término más general, la elec-
ción, que puede darse tanto si los medios son suficientes como si no.
La elección moral se rige por el deseo del agente de actuar correcta-
mente: la encrucijada entre el bien y el mal es el objeto de la ética.
Pero pongamos un ejemplo sencillo de elección: un hombre que viaja
97
por un camino llega al pie de una montaña de la cual parten dos sen-
deros, que llevan al mismo destino por diferentes rutas. Suponiendo
que ambos tengan la misma longitud, la misma dificultad y la misma
pendiente, el hombre estará obligado a elegir uno de los dos senderos,
o bien tendrá que renunciar a su destino. Ni bajo el aspecto moral ni
bajo el práctico, hay en este caso insuficiencia de medios. En realidad, la
variedad de medios puede hacer más difícil la elección, que, aun así,
sigue siendo necesaria. Muchas veces elegir es una actividad odiosa,
incluso dolorosa, pero se debe tanto a la abundancia como a la escasez
de medios.
La elección, entonces. no implica necesariamente insuficiencia de
medios, ni esta última implica necesariamente elección o escasez.
Pongámonos en el último caso: para que su~a una situación de esca-
sez, no tiene que haber sólo medios insuficientes, sino que éstos debe-
rán obligar a elegir: Ahora bien. para elegir tienen que darse dos condi-
ciones adicionales: varios usos de los medios, puesto que si no no
habría qué elegir; y varios fines jerarquizados, o si no no habría razones
para elegir. Para que se dé una situación de escasez, entonces, deben
confluir varias condiciones, además de la insuficiencia de medios.
Pero aunque y esto es crucial- se cumplieran estas condicio-
nes, seguiría existiendo solamente una conexión accidental entre una
s1tuac1ón de escasez y la economía. Las reglas de elección, como
vimos. se aplican en todos los campos de las relaciones medios-fines.
objetivas y convencionales, reales o imaginarias. Los medios son sola-
mente instrumentos ya sea en virtud de sus cualidades naturales.
como el carbón para la calefacción, o en virtud de las reglas conven-
cionales. como los billetes de dólar para pagar deudas. Tampoco es
importante si los grados de preferencia con respecto a los fines se
basan en escalas tecnológicas, morales, científicas. supersticiosas, o
simplemente arbitrarias.
Por tanto, la tarea de obtener la mayor satisfacción a través del
uso racional de medios insuficientes, no está límitada a la economía
humana, ya que la tienen que aplicar por igual un general al disponer
sus tropas para la batalla, un jugador de ajedrez al sacrificar un peón,
un abogado al exponer sus pruebas para defender a un cliente. un
artista al medir sus resultados, un creyente al ofrecer sus rezos y bue-
nas obras para la salvación de su alma. o. para ajustarnos al tema, una
esposa ahorrativa al planificar las compras de la semana. Sean tropas,
98
peones, pruebas, efectos artísticos. actos píos, o compras semanales,
los medios insuficientes pueden emplearse de muy díversas maneras,
pero inevitablemente cuando se los utíliza para una cosa ya no se los
puede emplear para otra; del mismo modo, los que escogen tienen
presente más de un fin y necesitan emplear los medios para lograr el
fin que prefieren.
Los ejemplos se podrían multiplicar al infinito pero cuantos más
presentemos. más evidente se hace que las situaciones de escasez exis-
ten en un gran número de campos. y que el significado formal de lo
económico, de hecho, sólo implica una referencia accidental al significado
substantivo. El carácter material de la satisfacción de las necesidades se
da tanto si hay maxímización como sí no; y la maximización se da tanto
si medios y fines son materiales como si no.
En cuanto a las reglas de conducta, también tienen validez universal.
Son dos. La primera <<relacionar los medios con los fines>>, cubre la
gama total de acciones lógicas o racionales. La segunda resume la eco-
nomía formal, es decir, esa parte de la acción lógica o racional que se
preocupa de las situaciones de escasez. Dice así: <<distribuir los medios
escasos de tal forma que ningún fin de orden inferior tenga preferencia
sobre los fines de orden superior en la aplicación de los medios>>.
Hablando llanamente: <<no hacer el tonto>>. Sin embargo, ése es el con-
tenido estricto de la economía formal.
Las dos raíces del significado económíco forman dos mundos: el sig-
níficado formal no puede de nínguna manera sustituir al substantívo. Lo
económíco (barato) o economizar (ahorrar) se refiere a la eleccíón entre
usos alternativos de medios insuficientes. El significado substantívo, por
otra parte. no implica elección ni insuficiencia. los medios de sustento
del hombre pueden, o no, implicar la necesidad de elección. La cos-
tumbre y la tradición, por lo general, eliminan la opción. y si la hubiera.
ésta no tendría por qué estar provocada por los efectos !imitadores de
ninguna <<escasez>> de medios. Algunas de las condiciones naturales y
sociales más importantes de la vida, como la disponibilidad de aire y
agua o la entrega amorosa de una madre a su hijo. por lo general no
son tan limitantes. La convicción que actúa en un caso difiere de la del
otro, como la fuerza de la gravedad contrasta con el poder del silogis-
mo, porque en el primer caso rigen las leyes de la naturaleza. y en el
segundo las de la mente.

99
- .

IV Escasez e insuficiencia

¿Cómo se aplica la economía formal a las situaciones empíricas? Si


los medios no son inherentemente insuficientes, ¿cómo se puede com-
probar su insuficiencia? Y. puesto que se ha demostrado que <<escasez>>
no es lo mismo que insuficiencia de medios, ¿cómo se puede averiguar
la presencia de la escasez?
Los medios son insuficientes si la siguiente prueba resulta negativa.
Dispongamos los fines en una secuencia y cubramos cada uno de ellos
con una unidad de los medios; si los medios se agotan antes de que se
haya alcanzado el último fin. entonces es que son insuficientes. Si la rea-
lización de la prueba fuera difícil o físicamente imposible, recurriríamos
a una <<señal>>, consistente en realizar la misma operación mentalmente
<<asignando>> cada unidad de medios a un fin concreto. Si los medios se
agotan antes de llegar al último fin, es que son insuficientes, pero, hablar
en este caso de medios escasos en lugar de medios insuficientes una
práctica habitual hoy en día , carece de rígor. crea confusión. Los
medios que hayan resultado insuficientes sólo pueden distribuirse de la
misma manera que se hubieran distribuido si fuesen suficientes, es
decir; para un fin específico. Llamarlos escasos implicaría que la elección
se había realizado obligada por la insuficiencia de medíos, que no es el
caso. Ignorar este criterio operativo es perder completamente el obje-
to de la definición de escasez crear la ilusión de que existe una
forma peculiar de distribuir medios insuficientes. <<una más económica>>,
por así decirlo. Pero la insuficiencia de medios no crea por sí misma una
situación de escasez. Si uno no tiene bastante de algo. puede pasar sin
ello. Para que haya elección, los medios, además de ser ínsuficientes,
deben tener también un uso alternativo; y tiene que haber más de un
fin, así como una escala de preferencías entre ellos.
Cada una de estas condiciones medios insuficientes con usos
alternativos, fines múltiples y escalas de preferencia- está sujeta a com-
probación empírica. Si en una situación determinada el término <<esca-
so>> se aplica o no a los medios, es una cuestión empírica, que establece
el límite de aplicabilidad de la definición formal o de postulado de esca-
sez de económico en cualquier campo, incluyendo la economía.
El concepto bifurcado de economía, al unir la satisfacción de nece-
sidades materiales con la escasez, postula nada menos que la insuficien-
cia de todas las cosas materiales. Su primera formulación aparece en el
100
Leviatán de Hobbes, donde muestra que el Estado necesita poder
absoluto para evitar que los humanos se destrocen unos a otros como
una manada de lobos hambrientos. En realidad. su intención era evitar
las guerras de religión mediante el brazo fuerte de un gobierno secular.
Sin embargo. esa metáfora puede que reflejara un mundo en el que la
comunidad medieval daba paso al estallido de la Revolución Comercial
y a la rivalidad depredadora de los absorbentes ricos que devoraban
pedazo a pedazo las tierras comunales de las aldeas. Un siglo después
el mercado empezó a organizar la economía en una estructura que en
realidad funcionaba mediante el postulado de escasez, y Hume repitió
el dicho de Hobbes. Una necesidad omnipresente de elección surgió
de la insuficiencia de un medio universalmente empleado: el dinero. No
interesaba comprobar sí las cosas que el dinero pGdía comprar eran
suficientes o no. Pero indudablemente, dadas las necesidades de cada
individuo, detenTiinadas culturalmente, y el campo de acción del dine-
ro, estos medios eran insuficientes para satisfacer todas las necesidades.
En realidad, esta situación no era más que un rasgo organizativo de
nuestra economía.
A partir de entonces cobró cuerpo la creencia universal de que no
había suficiente para todos; a veces como proposición de sentido
común sobre la naturaleza limitada de la oferta, otras como un postula-
do filosóficamente temerario sobre la naturaleza ilimitada de las necesi-
dades y deseos individuales. Pero en ambos casos, mientras dicha afir-
mación proclamaba ser empírica, no era más que una aserción
dogmática que tapaba una definíc-ión arbitraria y una circunstancia his-
tórica específica. Una vez que el ser humano quedaba circunscrito a ser
<<un individuo del mercado>>, la proposición a la que aludimos era fácil
de justificar. De todos sus deseos y necesidades. el hombre sólo podía
satisfacer aquellos relacionados con el dinero a través de la adquisición
de cosas brindadas por el mercado; los propios deseos y las necesida-
des quedaron limitados a los de los individuos aislados. Por definición,
no se reconocían más necesidades que las ofrecidas por el mercado, y
tan sólo al individuo aislado se le consideraba un ser humano. Es fácil
ver que lo que se había puesto a prueba no era la naturaleza de los
deseos y necesidades, sino sólo la descripción de una situación de mer-
cado como situación de escasez. En otras palabras, dado que las situa-
ciones de mercado, en principio, no reconocen otros deseos y necesi-
dades que los expresados por los individuos, y dado que los deseos y
IOI
necesidades se limitan a cosas que pueden obtenerse en un mercado,
cualquier discusión sobre la naturaleza de los deseos y necesidades
humanas en general carecía completamente de sentido. En términos de
deseos y necesidades, sólo se tenían en consideración las escalas de
valores utilitarías de individuos aislados que actuaban en los mercados.
Anteriormente ya hemos aludido a una famosa controversia que,
vista más de cerca, se revelaba a sí misma como una pura verbalización
de asuntos no definidos: ¿Era realmente hombre el hombre económi-
co? En la pregunta se daba por sentado el significado de económico, lo
cual excluía la posibilidad de cualquier respuesta satisfactoria.
En los orígenes del pensamiento sobre el tema, Aristóteles rechazó
la definición de escasez. Parte de su argumento, como, por ejemplo, su
concepción sobre la fuente de los beneficios del comercio, parece des-
plazado o distorsionado por el contexto; en otros asuntos tales como
la esclavitud, su pensamiento desentona con las actuales convicciones.
Pero lo más asombroso es que profundizó en un problema que hasta
nuestros días ha desconcertado a los pensadores.
Aristóteles comienza su Política negando que el sustento del hom-
bre como tal suponga un problema de escasez. El versículo de Salón
proclamaba falsamente el deseo de riquezas, para el que <<no hay lími-
te establecido entre los hombres>>. Por el contrario. escribía
Aristóteles, las verdaderas riquezas de una familia, o de un Estado, son
las cosas necesarias para la vida que pueden almacenarse y conservar-
se, las cuales sólo son medios para un fin, y como todos los medios
están intrínsecamente limitados y determinados por sus fines. En la
casa, son medios de vida: en la polis son medios para la buena vida.
Los deseos y necesidades humanas, por tanto. no son ilimitados como
insinuaba el dicho de Salón. Esta falacia es el principal objetivo de
Aristóteles. ¿Acaso los animales, desde su nacimiento, no encuentran
su sustento natural en su ambiente? ¿Y acaso también el hombre, no
encuentra sustento en la leche materna, y luego en su medio ambien-
te natural, ya sea cazador. pastor o labrador? Hasta el comercio encaja
en este modelo natural. con tal de que sea practicado como un tipo
de intercambio. Ninguna necesidad se considera natural excepto la del
sustento. En tanto la escasez parece provenir <<del lado de la deman-
da>>, Aristóteles acaba con esta nocíón errónea de la buena vida trans-
formada en un deseo ilimitado de bienes materiales y de diversiones.
El elixir de la buena vida la emoción y el éxtasis del teatro diario, ser
102
jurado, elegir y ocupar un cargo. los grandes festivales, y también las
batallas y combates navales . no puede ni acapararse ni poseerse físi-
camente. En verdad, la buena vida requiere, <<esto se admite de manera
general>>, que el ciudadano disfrute de tiempo libre para poder dedicar~
se al servicio de la polis. Como vimos, cubrir esta necesidad implica la
esclavitud y el pago a los ciudadanos para que cumpliesen sus deberes
públicos (o que los artesanos no fuesen ciudadanos). Hay otra razón
por la que Aristóteles no se plantea el problema de la escasez. La eco-
nomía una cuestión de administración doméstica se refiere a la
relación de las personas que crean instituciones tales como la familia u
otras unidades <<naturales>> como la polis. Su idea de economía, por
tanto, denota un proceso institucionalizado a través del cual se asegura
el sustento, por lo que atribuyó la falsa idea de los deseos y necesida-
des ilimitadas del hombre a dos circunstancias: primera, la adquisición
de productos alimenticios por mercaderes comerciales, ligando así la ili-
mitada actividad de hacer dinero a las necesidades menos limitadas de
la familia y la polis; segunda: la malinterpretación de la buena vida según
la nueva idea de la acumulación utilitaria del placer físico. Dadas las ins-
tituciones correctas, tales como ojkos y polis, y la comprensión tradicio-
nal de la buena vida, Aristóteles no vio lugar para el factor de escasez
en la economía humana. No se equivocó al relacionar este hecho con
las instituciones de la esclavitud y el infanticidio y su propia aversión a
los placeres de la vida. Pero a pesar de la realidad de este hecho, su
negación de la escasez puede haber sido tan dogmática y poco favora-
ble a la investigación empírica como el formalismo económico de nues-
tra época. Y así es como el primer pensador realista fue también el pri-
mero en reconocer que un estudio del papel de la escasez en la
economía humana presupone una adhesión al significado substantivo
de lo económico 4.

V. La economía substantiva: interacción e instituciones

La pretensión de que la definición de escasez es la única represen-


tante legítima del significado de económico además de no resistir un
examen minucioso, deja al sociólogo, al antropólogo y al historiador
económico imposibilitados para afrontar la tarea de profundizar en la
economía de cualquier tiempo o lugar. Para cumplir este empeño, las
103

...
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ciencias sociales deben volver al significado substantivo de económico.
La economía, entendida como el proceso institucionalizado de inter-
acción que sirve a la satisfacción de las necesidades materiales, forma
parte vital de toda sociedad humana. Sin una economía en este sentido,
ninguna sociedad existiría durante un período de tiempo largo.
La economía substantiva debe considerarse a dos niveles: al de la
interacción entre el hombre y su entorno y al de la institucionalización
de ese proceso. En realidad, los dos son inseparables; sin embargo, los
vamos a tratar por separado.
La interacción explica el resultado material en términos de supervi-
vencia. Puede desglosarse en dos tipos de cambio, de localización y de
apropiación, que pueden ir juntos o no. El primero consiste en un cam-
bio de lugar; el segundo en un cambio de <<manos>>.
En un movimiento de localización, como implica el término, las cosas
se desplazan en el espacio; en el movimiento de apropiación, cambia la
persona (o personas) que disponen de las cosas, los derechos para dis-
poner de ellas. El movimiento de localización comprende la producción
y el transporte; el de apropiación, las transacciones y sus disposiciones.
Los seres humanos juegan un papel fundamental: dedican sus esfuer-
zos al trabajo; se mueven ellos mismos y disponen de sus posesiones y
actividades en un proceso que en definitiva sirve al fin de su superviven-
cia. La producción representa quizás la más espectacular hazaña econó-
mica, es decir, el avance ordenado de todos los medios materiales hacia
la etapa de consumo de los medios de subsistencia. Juntos, los dos tipos
de movimiento completan el proceso de la economía.
Los movimientos de localización comprenden cacen'as, expedicio.:..
nes, incursiones, talar árboles, sacar agua. el sistema internacional de
..' navegación, los ferrocarriles y el transporte aéreo. Hay que recordar
que el transporte en épocas antiguas era más importante que la pro-
ducción misma. Ya se ha afirmado antes que la producción se puede
reducir a movimientos de localización de objetos, grandes y pequeños,
desde la mayor a la más diminuta partícula de materia. El crecimiento
del grano a partir de la semilla es un movimiento de materia en el
espacio, también lo es cómo crecen los rascacielos en un abrir y cerrar
de ojos. Sin embargo, como veremos, el carácter económico de la pro-
ducción se deriva del hecho de que el movimiento de localización invo-
lucra trabajo combinado de una manera específica con otros bienes.
De ello trataremos más adelante.
104
Max Weber 5 amplió el significado original de apropiación, es decir,
la adquisición legal de propiedad. para que incluyese las disposiciones
sobre cualquier posesión valiosa, ya fuese un objeto físico, un derecho,
prestigio, o la simple posibilidad de explotar situaciones ventajosas.
El cambio de apropiación puede ser un cambio de <<manos>>
(donde <<mano>> denota cualquier persona o grupo de personas capa-
ces de poseer), lo que implica obligatoriamente cambios en la esfera de
la propiedad que acompaña al proceso de interacción. Las cosas y las
personas pasan parcial o totalmente de una esfera de apropiación a
otra. La dirección y adminístración, la circulación de bienes, la distribu-
ción de ingresos, los impuestos y gravámenes pertenecen a la esfera de
la apropiación. Lo que se cambia de <<manos>> no tiene por qué ser un
objeto total, puede tratarse de un uso parcial.
Los movimientos de apropiación no difieren sólo en cuanto a lo
que se mueve, sino también al carácter de ese movimiento. Así, los
movimientos de transacción son bilaterales y tienen lugar entre
<<manos>>, mientras que los movimíentos de disposición son acciones
unilaterales de una <<mano>> a la que la costumbre o la ley asigna efec-
tos legales definidos. En el pasado, la distinción entre movimientos de
transacción y de disposición se relacionaba con el tipo de <<mano>> en
cuestión: a las personas o empresas privadas se las consideraba aptas
para hacer cambios de apropiación mediante transaccíones, mientras
que la <<mano>> pública se asociaba con las disposiciones. La distinción
tiende a ignorarse en nuestros días tanto por empresas como por
gobiernos, ya que el Estado compra y vende, y las corporaciones priva-
das administran y disponen.
La combinación de bienes parece un término poco adecuado para
describir esa parte de la interacción comúnmente llamada producción.
Sin embargo, es un hecho básico de la economía substantiva que las
cosas son útiles porque sirven a una necesidad, directa o indirectamen-
te, mediante sus diversas combinaciones. La distinción entre bienes de
un orden <<inferior>> o <<superior>> introducida por Carl Menger. está en
la raíz de la producción 6• Incluso en un estado de escasez general, no
es posible ningún tipo de producción en ausencia de bienes de un
orden <<superior>>, principalmente el trabajo. Por otro lado, si el <<traba-
jo>> está presente dará lugar a la producción, tanto si hay abundancia de
trabajo como si no, siempre que no haya bíenes de un orden <<inferion>
disponibles para satisfacer las necesidades. Por tanto es erróneo, como
105
ya se notaba en la obra póstuma de Menger; atribuir el fenómeno de id
producción a la escasez general de bienes: sino que, la producción nace
de la diferencia entre los bienes de orden <<inferior>> y los de orden
<<superior>> --un hecho tecnológico de la economía substantiva.
Consecuentemente, la preeminencia del trabajo como factor de pro-
ducción se debe a la circunstancia de que el trabajo es el agente más
general entre todos los bienes de orden <<superior>>.
En el ámbito interacciona!, por tanto. la economía comprende al
hombre como cosechero, plantador. transportista o artesano, y a la
naturaleza, unas veces silencioso obstáculo y otras, ayuda, así como su
interrelación en una secuencia de acontecimientos físicos, químicos,
fisiológicos, psicológicos y sociales que van desde la escala mínima a la
máxima. El proceso es empírico, y sus partes se pueden someter a defi-
niciones eficaces y a la observación directa.
Sin embargo. ese proceso no tiene existencia independiente. La
trama de la interacción puede dividirse, cruzarse, formar una red: pero,
tanto si la red de causa y efecto es simple o compleja, no puede arran-
carse del tejido ecológico, tecnológico y social que forma su historia, al
igual que el proceso de la vida no puede separarse del organismo animal.
Con el fin de lograr la variada coherencia de la economía actual. el
...'
..
proceso simple de interacción debe adquirir una serie mayor de pro-
piedades, sin las cuales la economía ni siquiera se podría decir que exis-
te. Si la supervivencia material del hombre fuera el resultado de una
fugaz cadena de causas -sin lugar. tiempo o espacio definido (es decir.
sin unidad ni estabilidad), sin puntos de referencia (es decir, sin estruc-
tura), sin modos de acción definidos en cuanto al todo ( es decir, sin
función). sin influencias de las metas sociales (es decir, sin relevancia
política) , jamás se hubiera alcanzado la dignidad e importancia de la
,'.
economía humana. Las propiedades de unidad y estabilidad, estructura
.·.

..
y función, historia y polftica, confluyen en la economía a través de su
.,
... .
...... investidura institucional.
He aquí las bases para definir el concepto de economía humana
como un proceso institucionalizado de interacción, cuya función es
ofrecer los medios materiales a la sociedad.

106
Notas
' Carl Menger, Grundscitze der Volksvvirtscha~slehre. ed. Karl Menger, Viena. 1923.
pág. 77,
;. Lionel Robbins. An Esssay on the Nature and Signíficance o( Economic Science,
2." edición. Londres. Macmillan and Co.• 1935.
3 Carl Menger. Principres of Economícs. traducción y edición de James Dingwall y

Bert F. Hoselitz. con introducción de Frank H. Knight (Glencoe. 111: The Free Press.
1950). Cf Karl Polanyi. <<Carl Menger's two meanings of "economic">>, en Studíes in
Economic Anthropology. ed. G. Dalton (Washington. D.C.: American Anthropological
Association. 197 1).
" Cf. M. l. Finley. «Aristolle and Economic Analysis>>. Post and Present.. núm. 47,
mayo 1970. págs. 3-25.
s Max Weber. Wirtscha~ und Gesellschaft (Tubinga. 1922), capítulo 1, apartado I O.
pág. 73 ff.; The Theory of Social and Economic Organ,zation, traducción de A. M.
Henderson y T alcott Parsons. ed. T alcott Parsons (Nueva Yorl<: The Free Press. 1947).
pág. 139 ff.
6 Carl Menger, Pnnciples of Econom,cs, págs. 58-59.

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3. Formas de integración y estructuras de apoyo

l. Introducción

Entre las diferentes formas en que se pueden clasificar empírica-


mente las economías, se debería dar prioridad a aquellas que no pre-
juzguen las cuestiones significativas del problema de cuál es el lugar
ocupado por la economía en la sociedad, es decir; de cuáles son las
relaciones del proceso económico con las esferas culturales y políticas
de la sociedad. Para evitar prejuicios, nos proponemos agrupar las eco-
nomías según la forma de integración dominante en cada una de ellas.
La integración está presente en el proceso económico hasta el punto
de que los movimientos de bienes y personas que superan los efectos
del espacio, el tiempo y las diferenciales ocupacionales, están institucio-
nalizados para crear interdependencia entre los movimientos. Así por
ejemplo, las diferencias regionales dentro de un territorio. el lapso
entre la siembra y la cosecha, o la especialización de la mano de obra,
se ven superados por los movimientos de las cosechas. de las manufac-
turas o del trabajo que hagan su distribución más efectiva. Las formas
de integración designan a los movimientos institucionalizados a través
de los cuales se conectan los elementos del proceso económico, desde
los recursos materiales y el trabajo hasta el transporte. almacenamien-
to y distribución de mercancías.
Las principales formas de integración de la economía humana son,
empíricamente, la reciprocidad, la redistribución y el intercambio.
Empleamos estos términos de manera descriptiva, es decir. sin sugerir
ninguna asociación intencional o valorativa, lo que no significa que las
formas de integración no se diferencien precisamente en la manera en
109
que la economía, bajo la forma de cada una de ellas, se relaciona con
las áreas culturales y políticas de la sociedad. Lo que importa aquí es
que nuestras formas de integración son relativamente independientes
de los fines y caracteres de los gobernantes, así como de los ideales y
formas culturales en cuestión. Una actitud neutra con respecto a las
implicaciones morales y filosóficas de la política gubernamental. y de los
valores culturales es un requisito imprescindible para cualquier estudio
objetivo de las cambiantes relaciones del proceso económico con
las esferas culturales y políticas de la sociedad en su conjunto.
Necesitamos que nuestra clasificación de las economías empíricas esté
razonablemente libre de asociaciones intencionales y valoratívas, o, de
otro modo, nuestras conclusiones estarían afectadas por la presunción
inconsciente de lo que, supuestamente, se deduce de los datos.
Podemos concebir las formas de integración como diagramas que
representan las pautas de los movimientos de bienes y personas en la
economía, tanto sí estos movimientos consisten en cambios de localiza-
ción, de apropiación, o de ambos. Definida como forma de integración,
la reciprocidad describe el movimiento de bienes y servicios (o la dispo-
sición sobre ellos) entre puntos correspondientes de un agrupamiento
simétrico; la redistribución representa un movimiento hacia un centro y
después, desde ese centro hacia fuera, tanto si los objetos se trasladan
físicamente como si lo que varía es la disposición sobre ellos; y el inter-
cambio es un movimiento similar; pero entre dos puntos dispersos o
fortuitos del sistema. En un diagrama, la reciprocidad se representarla
por unas flechas que conectasen puntos dispuestos simétricamente
siguiendo uno o más ejes; para la redistribución sería necesario un dia-
grama en forma de estrella, con algunas flechas apuntando hacia el cen-
tro y otras partiendo de él; y el intercambio se podn'a representar con
diversas flechas conectando, en ambos sentidos, puntos fortuitos.
Evidentemente, tales diagramas no servirían más que a un propósi-
.,
..: :
to formal, ya que no explicarian ni cómo ocurre ese movimiento en la
.'
sociedad, ni cómo, una vez que ocurre, realiza su efecto integrador.
..
·.
.·· Para explicarlo hace falta la presencia de estructuras definidas en la
:·.
··.· sociedad.
.' '
..
...
. ·. Llegados a este punto es conveniente distinguir entre formas de
..
.,

integración, estructuras de apoyo y actítudes personales. La dificultad
.... .
..
radica en el uso generalizado de los términos reciprocidad. redistribu-
..' .
'
ción e intercambio, que a menudo se emplean para describir tanto dife-
··.
...
..
.....
110
·.··
., .
. .
: ·.
rentes tipos de actitudes personales. como las formas de integración
sugeridas aquí, cuando en realidad son cuestiones diferentes. El funcio-
namiento efectivo de las formas de integracíón depende de la presen-
cia de estructuras institucionales definidas. Ha habido autores que con-
sideran que tales estructuras son el resultado de ciertos tipos de
actitudes personales: <<la propensión al trueque, permuta e intercam-
bio>> de Adam Smith es tal vez el ejemplo más famoso. No es verdad,
sin embargo, que los actos y actitudes individuales se unan simplemen-
te para crear las estructuras institucionales que sustentan las formas de
' .,
1ntegrac1on.
Las estructuras de apoyo. su organización básíca y su validez, nacen
de la esfera social. En el caso de la redistribución, como pronto vere-
mos, el movimiento no puede continuar sin un centro establecido a
partir del cual se origine la redistribución. La redistribución no es en
absoluto un modelo índividual de conducta porque, aun cuando sea a
pequeña escala, siempre dependerá de la existencia previa de un cen-
tro reconocido. Con la reciprocidad y el intercambio, ocurre lo mismo.
Ciertamente denotan tipos definidos de actitudes y acciones persona-
les, como la mutualidad y el trueque; pero los actos individuales de
mutualidad o trueque carecen de los elementos esenciales de efectivi-
dad y continuidad en el plano social. Ní la reciprocidad ni el intercam-
bio son posibles sin la existencia previa de un modelo de estructura
que no es, ni puede ser. el resultado de acciones individuales de mutua-
lidad o trueque. Así, la reciprocidad, precisa de la presencia de dos o
más grupos simétricos, cuyos miembros actúen similarmente y en
ambas direcciones en asuntos económicos. Puesto que tal simetria no
está restringida a la dualidad, los grupos de reciprocidad, como tales,
no tienen por qué ser el resultado de actitudes de mutualidad. Por lo
que respecta al intercambio, las acciones fortuitas de trueque entre
individuos, si se dan, son incapaces de producir el elemento integrador
que es el precio. Aquí, al ígual que en la reciprocídad, el factor de vali-
dez y organización no surge del individuo, sino de las acciones colecti-
vas de personas en situaciones estructuradas. El intercambio como
forma de integración depende de la presencia de un sistema de merca-
do, un modelo institucional que, contrariamente a lo que se supone, no
se origina en acciones fortuitas de intercambio.
En las obras de algunos autores preocupados por la vertiente
sociológica de las instituciones económicas -especialmente Durkheim.
11 1
Weber y Pareto el interés general se centraba en las precondiciones
sociales de los diferentes tipos de acción individual. Sin embargo, en
nuestra opinión, el primer autor que percibió una conexión empírica
entre las actitudes personales de reciprocidad y la presencia indepen-
diente de instituciones simétricas fue Richard Thurnwald en 1916, en
su estudio del sistema matrimonial de los banaro de Nueva Guinea 1•
Bronislaw Malinowski reconoció la importancia de las observaciones de
Thurnwald y predijo que las situaciones recíprocas en la sociedad
humana siempre se encontrarían apoyadas en formas básicas de organi-
zación simétrica. Su propia descripción del sistema de parentesco de
los trobriandeses y del comercio kula aclaró este punto. A partir de
Malinowski, se necesitaba dar un paso para generalizar la reciprocidad
como una de las varias formas de integración y la simetría como una de
las varias estructuras de apoyo. Esto se hizo añadiendo la redistribución
y el intercambio a la primera categoría, y la centralización y el mercado
a l~s últimas. Estas observaciones ayudan a aclarar cómo y por qué las
actitudes personales individuales no consiguen tener efectos sociales en
ausencia de las condiciones sociales necesarias. Sólo en un entorno
organizado srmétricamente derivarán las actitudes recíprocas en institu-
·.
·.
ciones económicas de importancia: sólo donde previamente existan
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centros. puede la actitud cooperativa de los individuos producir una
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economía redistributiva; y sólo en presencia de mercados instituidos
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para. ese propósrt:o, la actitud trocadora de los individuos creará precios
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11. Reciprocidad y símetría
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Volví~ndo a la reciprocidad, un grupo social que decidiera organizar
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sus r~l~c1ones en este sentido, tendría que dividirse, para conseguir su
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entre sí como tales. Los miembros del grupo A, entablarían relaciones
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.. que los miembros de estos grupos pueden no ser 1~ecíprocos entre sí, y
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ayudados ellos mismos por los de la derecha en una cadena infinita de
reciprocidad sin que haya absolutamente ningún tipo de mutualidad
entre ellos.
El mejor sistema comprobado de reciprocidad lo describió
Malinowski en su monografia sobre los habitantes de las islas Trobriand.
Un hombre trobriandés tiene obligaciones
,
con la familia de su
. herma-.
na, pero a él no le correspondera el esposo de su hermana, sino que, s1
está casado, lo hará el hermano de su propia esposa, miembro de una
tercera familia análogamente colocada. No sólo la agricultura de subsis-
tencia se basa en las relaciones recíprocas de los trobriandeses, sino
que los intercambios de <<pescado y patatas>> entre aldeas de la costa e
interiores, se realizan también sobre una base recíproca. El pescado
llega en un momento, el ñame en otro, pero los que realizan el inter-
cambio en este caso no son grupos familiares, sino aldeas enteras. El
kula, es con mucho la mayor institución de este tipo en las islas
Trobriand. También aquí se dan asociaciones para el intercambio, pero
los actos de intercambio se realizan en diferentes ocasiones, con tal
ceremonial que desaparece toda noción de equivalencia. Asimismo. el
comercio de objetos útiles no sólo está desligado del kula, sino que se
marca un profundo contraste entre éste y las transacciones kula. Sea
cual sea el origen del sentimiento de satisfacción que el hombre expe-
rimenta ante una reacción apropiada, las connotaciones de qué se con-
sidera apropiado difieren según la situación a la que se refieran .
Mientras que nuestro sentido de la justicia se expresa en términos de
premio y castigo, los movimientos recíprocos de bienes se expresan en
términos de donación y contradonación, con lo que se quiere decir,
básicamente, que la persona apropiada en la ocasión adecuada deberá
corresponder con el tipo de objeto correcto. La persona adecuada,
por supuesto. es la que se encuentra simétricamente situada. En reali-
dad. si no fuera por tal simetría. el complejo dar y tomar que involucra
un sistema de reciprocidad no podría funcionar: La conducta apropiada
es a menudo la de equidad y consideración, o al menos una muestra
de ello, y no la actitud stricti juris de la ley antigua, como la insistencia
de Shylock en su libra de carne. Es muy difícil encontrar la conducta de
los regalos recíprocos acompañada de prácticas de regateo. Sea cual
sea la razón de la elasticidad, que da preferencia a la equidad frente a la
estrechez. tiende a eliminar las manifestaciones de autointerés econó-
mico en las relaciones de reciprocidad .
113
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111. Redistribucíón y centralización

La redistribución se consigue dentro de un grupo en la medida en


que la asignación de bienes (incluyendo la tierra y los recursos natura-
les), se recojan en una mano y se distribuyan mediante la costumbre. la
ley o una decisión central apropiada. A veces el sistema equivale sim-
plemente a almacenamiento-redistribución, otras veces la <<colecta>> es
simplemente disposicional, es decir; hay un cambio en los derechos de
apropiación sin ningún cambio en la localización real de los bienes. La
redistribución tiene varias causas y se da en sociedades de diferente
nivel, desde el de cazadores de sociedades tribales primitívas hasta el
de los vastos sistemas de almacenamiento de los antiguos Egipto,
Sumeria, Babilonia y Perú. Entre los cazadores. cualquier otro método
de distribución llevarla a la desintegración de la horda o banda, puesto
que sólo la <<división del trabajo>> de los cazadores puede garantizar
resultados; la caza debe, por tanto, distribuirse. En los grandes territo-
rios. las diferencias de suelo y clima pueden hacer necesaria la organiza-
ción del trabajo; en otros casos, la distribución se organiza debido a las
variaciones temporales entre la cosecha y el consumo.
Los métodos de recolección dentro de un sistema redistributivo
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pueden ser muy diferentes, desde una sencilla reunión para cazar hasta
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elaborados sistemas tributarios. El jefe trobriand tenía el privilegio de la
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poligamia. Podía llegar a tener hasta cuarenta esposas procedentes de
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los cuarenta subclanes de la isla, que, mediante sus hermanos, asegura-
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ban el abastecimiento de gran cantidad de productos y batatas en el
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> almacén del jefe, provenientes de todas las aldeas. De esta forma el jefe
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ejercía la función política a partir de las costumbres matrimoniales de la
tribu, siendo el nexo el privilegio de la poligamia.
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En algunos pueblos primitivos la vida pública está mucho más
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.. desarrollada que en las actuales sociedades occidentales. Festivales,
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festines ceremoniales, solemnidades religiosas, funerales, visitas de
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..' jefes. cosechas y otras celebraciones, ofrecen incontables ocasiones
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.. . para la distribución a gran escala de alimentos y, a veces, incluso de
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.. artículos manufacturados. Una función importante del jefe es recoger
y repartir esta riqueza en tales ceremoniales, lo que equivale a la
redistribución del producto recogido y almacenado por él. Es indife-
rente que la obligación para recolectar se base en el parentesco, en
lazos de vasallaje, en acuerdos políticos o en impuestos directos, por-
114
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que el resultado es siempre el mismo: almacenamiento y redistribu-
ción. Lo que, como en algunos reinos nativos africanos, puede a
menudo parecer a los occidentales un sistema tributario despótico o
una explotación despiadada de los súbditos, es frecuentemente una
fase del proceso redistributivo.
La redistribución sea física o puramente disposicional no
puede darse a menos que existan canales mediante los cuales se pueda
realizar el movimiento hacia el centro y el subsíguiente movimiento
hacía el exterior. Por tanto, es imperativo un cierto grado de centraliza-
ción. La organización central es crucial, no sólo política sino también
económicamente. Entre los trobriandeses, el estado incipiente es un
medio de distribución, no un órgano de defensa o de clases dirígentes.
El sistema tributario en los estados modernos no es sino otra
forma de redistribución. Tal redistribución del poder adquisitivo puede
evaluarse según los fines exigidos por los ideales sociales, pero el princi-
pio de íntegración es el mismo: recoger y redístribuir a partir de un
centro.
La redistribución también puede aplicarse en un grupo más peque-
ño que la sociedad, como la hacienda
,
o el señorío. Los ejemplos mejor
conocidos son los kraal de Africa central. la alcazaba del noroeste de
África, la casa patriarcal hebrea, la hacienda de la Grecia de Aristóteles,
la familia romana, el señorío medieval, o la gran casa campesina que
existió en todo el mundo antes de la mercantilización general de sus
productos.
Tanto en griego antiguo como en germánico, hacienda es el térmi-
no empleado para definir el abastecímiento del propio grupo.
Oíkonomia en griego es el origen de la palabra economía; Houshaltung
en alemán responde exactamente a lo mismo. El principio de <<aprovi-
sionamiento propío>> permanece idéntico tanto si <<propio>> es uno
mismo, la familia. una ciudad o un feudo. Tradicionalmente se creía que
era la forma original de vida económica. Incluso Karl Bücher. que fue el
primero en llamar la atención sobre el carácter radicalmente diferente
de la sociedad primitiva, cayó en el error de plantear la regla de la
<<búsqueda individual de alimento>> como la etapa preeconómica de
la historia humana 2..
La hacienda sin embargo, no es de ninguna manera una forma pri-
mitiva de vida económica. Se debe descartar la idea de que el hombre
desde el primer momento cuidó de sí mismo y de su famílía, ya que es
115
errónea. Cuanto más retrocedamos en la historia de la sociedad huma-
na, más difícilmente encontraremos al hombre actuando en beneficio
personal suyo en cuestiones económicas o cuidando de sus intereses
personales. Sólo bajo una forma comparativamente avanzada de socie-
dad agrícola encontramos la hacienda, aunque entonces resulta bastan-
te generalizada. En épocas anteriores, la frecuente institución de la
<<pequeña familia>> no estaba aún económicamente institucionalizada,
excepto, a veces, para cocinar los alimentos.

IV. Intercambio y mercados

El intercambio es un movimiento bidireccional de bienes entre


personas para que ambas partes obtengan el máximo beneficio. En
palabras más llanas, el trueque es la forma de conducta de personas
que intercambian mercancías para obtener el máximo beneficio de
ellas. El regateo es su esencia misma, puesto que es la forma más
apropiada para que ambas partes obtengan el máximo beneficio en el
trato. El regateo en este caso no es el resultado de la debilidad huma-
na, sino un modelo de conducta lógicamente exigido por el mecanis-
mo del mercado.
Normalmente no se reconoce que los actos ocasionales de true-
que no crearán precios, a menos que exista una pauta de mercado que
haga efectivo el intento de trueque por parte de las personas. En este
sentido, el trueque es similar a la reciprocidad y a la redistribución. El
principio de conducta, para que sea efectiva, requiere la presencia de
una estructura institucional. El modelo de mercado no se remonta
nunca al mero deseo individual de <<trueque e intercambio>>. Sus oríge-
nes, como veremos, provienen de otra dirección.

V. Formas de integración y etapas de desarrollo

Las formas de integración no suponen <<etapas necesarias de de-


sarrollo>>. Varias formas subordinadas pueden darse conjuntamente con
la forma dominante, que puede reaparecer después de un eclipse tem-
poral. Las sociedades tribales practican la reciprocidad y la redistribu-
ción, mientras que las sociedades arcaicas son predominantemente
116
redistributivas, aunque también dejan algún espacio para el intercambio.
La reciprocidad, que juega un papel dominante en la mayoría de las
comunidades tribales, sobrevive como un rasgo importante, aunque
subordinado, en los imperios arcaicos redistributivos donde el comer-
cio exterior estaba en gran parte organizado por principios de recipro-
cidad. En realidad, incluso en situaciones excepcionales se reintrodujo a
gran escala en el siglo veínte, bajo el nombre de lend-/ease (préstamos
y arriendo) en unas sociedades en las que el mercado y el intercambio
dominaban en circunstancias normales. La redistribución, el método
dominante en las sociedades arcaicas y tribales, al lado del cual el inter-
cambio juega un papel menor. adquirió gran importancia en la última
época del Imperio Romano y actualmente está ganando terreno en
algunos estados modernos industriales. A la inversa, sería un error
identificar rígidamente el predominio del intercambio con la economía
occidental del siglo diecinueve. Más de una vez en el curso de la histo-
ria humana los mercados han jugado un papel significativo en la integra-
ción de la economía, aunque nunca a una escala territorial, ni institucio-
nal remotamente comparable a la del siglo diecinueve en Occidente. .....
Sin embargo, en el siglo actual es evidente de nuevo un cambio: el ·.}
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declive de la competitividad y la recesión de los mercados desde su ·::....

cima en el siglo diecinueve. ::



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No obstante, es pertinente clasificar las economías según las for- .' ..

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mas dominantes de integración. Lo que los historiadores han denomi- ·:·.
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capitalismo, entran en este modelo. Sólo hace falta que fijemos nuestra ·::
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atención en el papel de la tierra y el trabajo en la sociedad, los dos ele- .·,·
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mentos de los cuales depende esencialmente el predominio de las for- ....
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mas de integración. Una comunidad tribal se caracteriza por la integra- .....

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ción de la tierra y el trabajo dentro de la economía mediante los lazos .·.·
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de parentesco. En la sociedad feudal, los lazos de lealtad determinan el ...
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destino de la tierra y del trabajo que va ligado a ella. En los imperios ,.
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hidráulicos eran el Templo y el Palacio los que distribuían la tierra, y el ' .
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trabajo, al menos en su forma dependiente. El surgimiento moderno ··.
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del mercado como fuerza rectora de la economía se puede trazar ·.;

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desde el momento en que la tierra y los alimentos se movilizaron )..
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podía adquirirse en el mercado. Esto puede ayudar a explicar la perti- ::.:·
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nencia de la, por otra parte insostenible, clasificación de los sistemas
económicos en esclavitud, servidumbre y trabajo asalariado, tradicional
en el marxismo, clasificación que surge de la convicción de que el
carácter de la economía lo define la posición del trabajo. Sín embargo,
es evidente que la integración de la tierra dentro de la economía debe-
ría considerarse una cuestión de no menor importancia.

Notas

I Richard Thumwald. «Banaro Society: Social Organízation and Kinship System of


a Tribe in the Interior of New Guinea>>. Memoirs o( the American Anthropological
Association, vol. 3. núm. 4, 1916.
2 Karl Bücher, Die Entstehung der VoJkswírtschafr.. Tubinga. 1893; Industrial Evolution

(Toronto, University of T oronto Press. 1901 ), capítulo 3.

118
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4. La economía incrustada en la sociedad

l. Introducción

La caracteristica fundamental del sistema económico del siglo dieci-


nueve fue que se había separado institucionalmente del resto de la socie-
dad. En una economía de mercado, la producción y distribución de bie-
nes materiales se lleva a cabo mediante un sistema autorregulador de
mercados, regido por sus propias leyes, las así llamadas leyes de la oferta
y la demanda, que se basan en dos simples motivos: el temor al hambre
y el deseo de ganancia Este orden institucional queda así separado de las
instituciones no económicas de la sociedad: la organización de parentes-
co y los sistemas políticos y religiosos. Ni los lazos de sangre, ni las obli-
gaciones legales, ni los mandamientos religiosos, ni la lealtad ni la magia
crearon situaciones sociológicamente definidas que aseguraran la partici-
pación de los individuos en el sistema, sino que fueron instituciones
como la propiedad privada de los medios de producción o el sistema de
salarios las que se definieron en términos puramente económicos.
Por supuesto, nosotros estamos acostumbrados a que las cosas sean
así -la subsistencia se asegura fundamentalmente mediante instrt:ucio-
nes económicas que actúan por móviles económicos y se gobiernan por
leyes económicas. Las instituciones, los móviles y las leyes son específica-
mente económicos. Se puede concebir que el sistema global funcione
sin la intervención consciente de la autoridad humana, el Estado o el
gobierno. No son necesarios otros móviles más que evitar el hambre y
tener un deseo legftimo de ganancias; no es necesario otro requisito
legal que no sea la protección de la propiedad y el cumplimiento de los
contratos. Y así, dada la distribución de recursos y el poder de compra.
121
junto con la escala individual de preferencias, se concluye que el resulta~
do es la satisfacción óptima de las necesidades. Éste es el ejemplo de la
<<separación>> establecida en el siglo diecínueve, pero, examinemos la
otra alternativa mucho menos conocida. la <<incrustación>>, bajo la que
encontraremos un buen número de cuestiones por aclarar.
Haremos una breve historia del problema, primero en términos de
status y contrato, y luego. según los análisis recientes de la antropología
cultural.

11. Status y contrato

Empezaremos por el descubrimiento de sir Henry Summer Maine


en su Ancient Law ( 1861 ), de que muchas instituciones de la socie-
da~ moder~a se establecieron medíante contrato. mientras que la
s~c,edad antigua se basaba en el status. El status, adquirido por naci·
miento -por la posición de la familia y el lugar que se ocupaba en
ella-, det~rmina los derechos y obligaciones de la persona, que a su
vez se derivan del parentesco (o adopción). del tótem y de otras fuen-
tes. Este sistema de status persiste bajo el feudalismo, y con algunas
reservas hasta la época de la igualdad de los ciudadanos, tal como se
~stableció en el siglo diecinueve. Gradualmente fue reemplazado por el
sistema ~e contrato. es decir; por los derechos y obligaciones fijados por
transacciones consensuales o contratos. Maine observó estos hechos en
el, curso de sus investigaciones sobre el derecho romano y los desarro·
llo en su obra sobre las comunidades aldeanas en la India Oriental,
cuyas economías sin mercado también fueron conocidas por Marx.
La influencia de Maine en el continente fue apoyada por Ferdinand
Toennies, un sociólogo alemán cuyas ideas quedan resumidas en el títu-
lo de su obra, Comunidad y Sociedad (Gemeinschoft und Gessellschaft,
1988). Al p~incípio la terminología puede parecer confusa, pero no lo
es. <<Comunidad>> se refiere a la <<sociedad de status>>. y <<Sociedad>> a la
<<sociedad de contrato>>.
Maine. Toennies y Marx, ejercieron una profunda influencia en la
sociología a través de Max Weber, quien con mucha coherencia utilizó
los térmínos Gemeinschaft y Gesellschaft en el sentido que les daba
Toenníes, Gesel/schaft para la sociedad de contrato, y Gemeinschaft para
la sociedad de status.
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Para Maine y Toennies la connotación emocional de status o comu- '
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nidad. por un lado, y de contrato o sociedad, por otro, era muy dife· ·..
·,
rente. Maine consideraba la situación precontractual de la humanidad .·
característica de edades oscuras del tribalismo, y la introducción del
..
contrato una liberación de la sumisión del individuo a la tribu. Por el '
·.

contrario, las simpatías de Toennies se inclinaban más al calor de la ..


·,
comunidad que a los fríos lazos impersonales de la sociedad. Idealizaba ..
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la <<comunidad>> como una situacíón en la que los seres humanos están ·...'
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unidos mediante el tejido de la experiencia común. en tanto que la
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<<sociedad>> jamás se aparta de la impersonalidad del mercado y del '
·.

cash nexus, como definiera Thomas Carlyle a la relación de las perso- .·


nas conectadas solamente por lazos de mercado. ,.
El ideal de Toennies era la restauración de la comunidad, aunque
..
no regresando a la etapa preindustrial, sino avanzando hacia una forma ..
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superior de comunidad que mejoraría nuestra actual civilización. Para él ..'

era una especie de fase cooperativa de la civihzacíón que conservaría ·.


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las ventajas del progreso tecnológico y la libertad individual al tiempo
'
que restablecería la integridad de la vida. Su postura, hasta cierto .·
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punto, se asemejaba a la de Robert Owen y, entre los pensadores '


·.'
modernos, a la de Lewis Mumford. En las Democratic Vistas ( 1871) de .·

Walt Whitman se pueden encontrar analogías proféticas con este


punto de vista.
Las ideas de Maine y Toennies sobre la evolución de la cívilización
'
humana se han considerado claves para estudiar la historía de la socie· '

dad moderna. Sin embargo, durante mucho tiempo no se realizó nin- .,



gún progreso sobre las pistas que ellos dejaron. Maine adscribió su tesis '

a la historia de la ley, íncluyendo las formas comunales que sobrevivían


en los antiguos poblados de la India. Toennies reconstruyó las ideas
'
principales de la civilización antigua y medieval con ayuda de la dicoto· .·

mía <<comunidad-sociedad>>. Ninguno de ellos intentó aplicar la distin- '


..'
ción a la historia real de instituciones económicas, tales como el comer· ...·

cio, el dinero y los mercados. '


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111. La contribución de la antropología '

Los primeros signos importantes del desarrollo teórico de estos


temas se encuentran en los descubrimientos hechos en el campo de
123
la antropología por Franz Boas. Bronislaw Malinowski y Richard
Thurnwald. Sus ideas implican una crítica del <<hombre económico>> de
la teoría clásica, y conducen al estudio de las economías primitivas
como una rama de la antropología cultural.
Por un capricho de la historia, durante la Primera Guerra Mundial, se
abandonó a un experto antropólogo en su propio <<campo>>. Bronislaw
Malinowskí era súbdito austriaco, y por lo tanto, aliado del enemigo, aun-
que se encontraba entre los salvajes del extremo suroccidental de
Nueva Guinea. Durante dos años las autoridades británicas le negaron el
permiso para salir de allí, así que cuando regresó de las islas Trobriand,
Malinowski llevaba ya el material para The Primitive Economics of the
Trobriand lslanders ( 1921 ), The Argonauts of the Western Pocific ( 1922),
Crime and Custom in Savage Society ( 1926), The Sexual Life of Savages
( 1929), y Coral Gordens and Their Magic ( 1935). Murió en Estados
Unidos en 1942. Sus obras han influido no sólo en el estudio de la
antropología, sino también en los métodos y puntos de vista de la histo-
ria económica. Richard Thurnwald, berlinés, cuya especialidad era Nueva
Guinea. publicó sus conclusiones sobre los banaro en 1916, en la revista
American Anthropologist Su influencia fue notable en el mundo anglosa-
jón. sobre todo por el impacto que causó en Malinowski. Thurnwald,
aunque antropólogo, había sido discípulo de Max Weber:
Las obras de Malinowski dejaban en el lector la convicción de que
los miembros de comunidades ágrafas se comportaban en conjunto de
una manera totalmente razonable. Su aparente conducta exótica podía
explicarse a partir de instituciones que estimulaban motivaciones dife-
rentes a las nuestras en algunos aspectos, pero no en otros. La subsis-
tencia estaba ligada a la práctica general de la reciprocidad, es decir, los
miembros de un grupo actuaban con respecto a otro grupo como
esperaban que éstos a la vez se comportaran con ellos. Un hombre
perteneciente a un subclán de una aldea, por ejemplo, ofrecía los pro-
ductos de su huerta a la familia de su hermana, aunque la hermana
viviera habitualmente en la aldea de su marido, a veces a una distancia
considerable de su hermano, acuerdo que para un hermano dilígente
resultaba ser una constante excursión sin fines económicos. Si el her-
mano estaba casado, los hermanos de su esposa tenían que prestarle
un servicio similar. Aparte de esta contribución sustancial a las econo-
mías domésticas de los parientes matrilineales, se generaba un sistema
de regalos recíprocos que sólo indirectamente influía en el propio inte-
124
rés económico: eran otras las motivaciones que lo generaban, como
por ejemplo, el orgullo de ser reconocido públicamente un modelo de
las virtudes cívicas de un hermano. El mecanismo de la reciprocidad,
efectivo en cuanto al asunto comparativamente sencillo del suministro
de alimentos, justificaba también la compleja institución del kula, una
variante estética del comercio internacional. Las transacciones kula
entre los habitantes del archipiélago podían durar años atravesando
mares pelígrosos, y requerían miles de objetos para intercambiar como
regalos entre socios individuales que vivían en islas distantes. La institu-
ción en su conjunto tenía como fin minimizar la rivalidad y los conflictos
y maximizar el placer de dar y recibir regalos.
Ninguno de estos hechos registrados por Malinowski era especial-
mente una novedad, ya se habían observado una y otra vez en diferen-
tes puntos del planeta. Aunque contrastando en tono y colorido con el
potlatch de los indios kwakiutl, el kula no era más peculiar que esa
espléndida demostración de destrucción deliberada, descubierta y
exhaustivamente descrita por el gran antropólogo americano Franz
Boas en The Social Organizatíon of the Secret Societies of the Kwakiutl ..
'
<<Potlatch)> ( 1895).
Sin embargo, el brillante ataque de Malinowski al concepto de
<<hombre económico>> que subyacía en el enfoque tradicional de etnó-
logos y antropólogos, hizo de las economías primitivas una nueva rama
de la antropología social de gran interés para los historiadores econó-
'
micos.
El místico <<salvaje individualista>> estaba ya muerto y enterrado,
como también lo estaba su contrario el <<salvaje comunista>>. Al pare-
cer. la mentalidad y las instituciones de los salvajes no diferían tanto de
las nuestras. Incluso la proclamada propiedad común resultó ser. tras
un análisis minucioso del antropólogo. bastante diferente de lo que se
suponía que era. Aunque la tierra perteneciera a la tribu o a la familia, . .
se descubrió que existía un entramado de derechos individuales que '

privaban al término <<propiedad común>> de la mayor parte de su con-


tenido. Según lo ha descríto Margaret Mead, era el hombre el que
pertenecía a su parcela de tierra y no ésta la que pertenecía al hom-
bre. La conducta no se regía por los derechos de disposición conferi-
dos a los individuos, sino por el compromiso de dichos individuos de
cultivar determinadas parcelas de tierra. Hablar de propiedad indivi-
dual o común de la tierra, cuando la misma noción de propiedad es . .'

125 .' ..

. .'
inaplicable, parece fuera de lugar. Entre los mismos trobriandeses. la
distribución se realizaba mediante regalos y sus correspondientes com-
pensaciones.
Como conclusión general se puede afirmar que la producción y
distribución de bienes materiales estaba incrustada en las relaciones
sociales de típo no económico de tal forma que ni existía un sistema
económico institucionalmente separado ni una red de instituciones
económicas. Ni el trabajo. ni la disponibilidad de objetos ni su distribu-
ción, se llevaban a cabo por motivos económicos, es decir; ni por deseo
de ganancia, ni por temor a pasar hambre individual. Si damos por
supuesto que sistema económíco significa el conjunto de rasgos conduc-
tuales originados en los móviles individuales de hambre y ganancia,
tenemos que concluir que no existía ningún tipo de sistema económi-
co. Sin embargo, si tomamos el término sistema económico como
deberíamos, es decir; refiriéndose a los rasgos conductuales relativos a
la producción y distribución de bienes materiales -el único significado
relevante para la historia económica-, entonces tendremos que decir
que existía, aunque institucionalmente no formara un sistema aislado.
En efecto, era simplemente el resultado del funcionamiento de otras
1 • • ,

1nst1tuc1ones no economicas.
Podremos comprender más fácilmente tal tipo de asuntos sí nos
concentramos en el papel de la organización social básica para canalizar
los motivos individuales. Al estudiar el sistema de parentesco de los
banaro de Nueva Guinea, Richard Thurnwald descubrió un complicado
sistema de intercambio matrimonial. Al menos cuatro parejas debían
unirse en matrimonio simultáneamente y cada miembro tenía que
mantener una relación definida con otra persona del grupo recíproco.
Para que tal sistema funcionara era preciso que los grupos fuesen pre-
vios y que los clanes estuviesen divididos en varios subclanes. Con esta
intención la casa de los hombres (gobJjn-ha/1) estaba partida en dos
mitades; los hombres que se sentaban a la derecha (Bon) y los que se
sentaban a la izquierda (Tan) formaban subsecciones con el propósito
de hacer funcionar el sistema de intercambio matrimonial. Thumwald
escribió:

La símetría espacial de la casa de los hombres es la expresión


del principio de reciprocidad -el principio de dar <<igual por
igual>>- venganza o compensación. Esto parece ser el resultado de
126
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..
lo que en psicología se conoce como <<reacción adecuada>>, que está '
·.
profundamente arraigada en el hombre. En realidad, este principio ·.•

empapa el pensamiento de los pueblos primitivos y a menudo
encuentra su expresión en la organización social 1•

Malinowski recogió estas observaciones en (rime and Custom ín


Savoge Society, donde sugería que las subdivisiones simétricas dentro
de la sociedad, como las que Thurnwald había descubierto en la casa
de los hombres. debían encontrarse en todas partes como base de la
reciprocidad entre los pueblos primitivos. La reciprocidad como forma
de integración, y la organización simétrica iban juntas, lo cual puede
ser la explicación de la famosa dualídad de la organización social. En
realidad, con respecto a sociedades agrarias -carentes de los líbros
de contabilidad podemos preguntarnos: ¿cómo se practicaría la reci-
procidad a lo largo del tiempo por un gran número de personas de las
más variadas posiciones si no fuese porque la organización social satis-
ficiera esta necesidad mediante grupos simétricos ya formados, y ..
cuyos miembros se comportaran con los demás en térmínos de simi- '

laridad? Esta sugerencia supuso importantes implicaciones para el estu- ''


'
dio de la organización social. Entre otras cosas explica el papel de las
complicadas relaciones de parentesco que a menudo se encuentran
en las sociedades primitivas. donde funcionan como soportes de la
organización social.
Puesto que no hay una organización económica separada, sino que
el sistema económico está incrustado en las relaciones sociales, tiene
que existir una fuerte organización social que se ocupe de aspectos de
la vida tales como la división del trabajo, la distribución de la tierra, la
organización del trabajo. la herencia. etcétera. Las relaciones de paren-
·. .
tesco suelen ser complicadas porque tienen que ofrecer la base de una '

organización social que sustituya a una organización económica separa-


da. (Dicho sea de paso, Thurnwald señaló que las relaciones de paren-
tesco tienden a simplificarse en cuanto se desarrollan organizaciones
político-económícas separadas, puesto que <<ya no existe la necesidad
de una complicada relación de parentesco>>.) 2 '· .
En nuestra sociedad tenemos un sistema económico separado del .· .
'
...· .
resto, y un concepto integrador básico que es un agregado de unidades .,

económicas intercambiables, de las que proviene el aspecto cuantitativo .



'

de la vida económíca. Si tenemos diez dólares, no pensamos en ellos


.· '.
127 .·

.' ..
'

. a
como diez dólares individuales con nombres distintos, sino como uni-
dades que se pueden sustituir unas por otras. Sin ese concepto cuanti-
tativo, la noción de economía apenas tendría sentido.
Es importante reconocer que tales conceptos cuantitativos no se
pueden aplicar a las sociedades primitivas. La economía trobríandesa,
por ejemplo, se organiza sobre una base continua de dar y recibir; por
tanto, no hay posibilidad de abrir balances o de utilizar el concepto de
fondos. Las múltiples <<transacciones>> no pueden clasificarse desde un
punto de vista económico, es decir, según cómo afectan a la satisfacción
de las necesidades materiales. Aunque el significado económico· de las
transacciones puede ser notable, no hay forma de evaluar su importan-
cia cuantitativamente.
Uno de los logros teóricos de Malinowski es haber demostrado
cuáles eran los factores básicos de la reciprocidad. En primer lugar;
clasificó los diferentes tipos de relaciones de <<dar y tomar>> partíendo
de los regalos altruístas (como diríamos nosotros) hasta llegar al true-
..·...
..
que con fines comerciales (como también diríamos nosotros).
..
'
·. Después clasificó las relaciones socíológícamente definidas en las que
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se daban las distintas relaciones de dar y recibir. Por último enumeró
...
... . los diferentes tipos de regalos, pagos, y formas de transacciones rela-
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tivas a esas relaciones 3.
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."·. Malinowskí encontró que la categoría de <<regalos altruistas>> era
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'· . excepcional, o más bien anómala. No es necesaria la caridad, n¡ se
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.,.. .. anima a practicarla, porque la noción de regalo va invariablemente aso-
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ciada a una contraprestación. Por consiguiente, hasta los regalos evi-
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dentemente <<altruistas>> se traducen en contradonaciones por algún
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servicio prestado por el destinatario. Más aún, descubrió que <<los nati-
vos indudablemente no consideran los regalos altruistas como una
clase diferente, sino que todos tienen la misma naturaleza>> 4 . Es obvio
que tal actitud le impide a un individuo considerar que tales regalos
....
5f.::
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pertenezcan a una esfera de actividad económica que sirva para man-
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tener o incrementar unos fondos.
En el grupo de transacciones en las que un presente debe devol-
verse con otro equivalente, Malinowski descubrió un hecho sorpren-
,: ·,. .
dente. Según nuestros conceptos, esta categoría se parece al intercam-
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bio de equivalentes y debería ser prácticamente indistinguible del
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... ,. comercio, pero, ¡nada más lejos de la realidad! A menudo el mismo
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.:;', ·. objeto se intercambia una y otra vez entre los socios, eliminando así de
·.·: ' .

¡/ 128
las transacciones cualquier sentido o significado económico. En realidad,
este sencillo mecanismo, la equivalencia, lejos de representar un paso
en la dirección de la racionalidad económica, se convierte en salvaguar-
da contra la intrusión de elementos utilítarios dentro de la transacción.
Si el propósito del intercambio es fortalecer las relaciones y los lazos
entre los participantes, éste no se cumpliría si los parientes consanguí-
neos regateasen los alimentos ofrecidos.
El trueque y el comercio entre los trobriandeses son fenómenos
diferentes a las donaciones. Así, vemos que en el intercambio ceremo-
nial de pescado y batatas prevalece un sentido de equivalencia mutua
por ambas partes, mientras que en el trueque de pescado por batatas
se regatea. Dicho trueque de artículos útiles se caracteriza por la
ausencia de formas ceremoniales y de socios especiales para el ínter-
cambío. En cuanto a los productos manufacturados, el trueque está
restringido a objetos nuevos. excluyéndose los artículos de segunda
mano que pueden tener un valor personal.
En general, en todas las formas de intercambio excepto en el true-
que, las cantidades y tipos de cosas que se dan y se reciben están espe-
cíficamente referidas al tipo de relación social involucrada, sea ésta la
familia, el clan, el subclán, la aldea, el distrito o la tribu. Cada una es dis-
tinta y separada tanto en la terminología como en el pensamiento del
nativo. Bajo tales condiciones. los conceptos globales de fondos, balan-
ces. pérdidas, ganancias, son obviamente inapllcables.
El resultado de todas estas características de las sociedades primiti-
vas es la imposibílidad de organizar la economía, ni siquiera como idea,
al margen de las relaciones sociales en las que se insertan sus elemen-
tos. Sin embargo, tampoco existe la necesidad de organizarla. puesto
que las relaciones sociales integradas en las instituciones no económicas
de la sociedad automáticamente se hacen cargo del sistema económí-
co. En la sociedad tribal el proceso económico está incrustado en las
relaciones de parentesco que formalizan las situaciones de las cuales
nacen las actividades económicas organizadas. Por tanto, la producción
y distribución de bienes. así como la organización de servicios producti-
vos, se encuentra instituida en términos de parentesco. Los diversos
grupos disponen de tierras para pescar, cazar. cultivar y otras para pas-
tar los animales. La acumulación de productos básícos forma parte de
las actividades conjuntas del grupo familiar: tanto si están enfrentados a
otro grupo como si lo hacen para celebrar alguna fiesta ceremonial. Los
129
bienes de prestigio circulan en virtud del status o de exigencias religio-
sas o militares. La apropiación parcial de las mismas unidades físicas de
tierra. árboles o madera por varios grupos de parientes fragmenta la
noción de propiedad. Las necesidades utilitarias dependen para su satis-
facción, no de la posesíón de cosas, sino de la petición de servicios.
Ante la ausencia de precios. los actos de intercambio carecen de los
rasgos operacionales esenciales para un enfoque cuantitativo; en su
lugar. se sustituyen por el impacto cualitativo y por el prestigio de las
<<cosas valiosas>>. Como resultado, la orientación práctica del hombre
se vería más obstaculizada que favorecida por el enfoque <<económico>>
en una forma de vida que tiene sus puntos de referencia fuera de la
esfera económíca.
La solidaridad de la tribu estaba así cimentada en una organización
de la economía que actuaba para neutralizar los efectos destructivos
del hambre y del deseo de ganancias, mientras que explotaba al máxi-
mo las fuerzas solidarias inherentes a un destino económico común.
Las relaciones sociales en las que la economía estaba incrustada prote-
gían la disposición de la tierra y la distribución del trabajo de los efectos
corrosivos de las emociones antagónicas. Así, la integración del hombre
con la naturaleza dentro de la economía dependía fundamentalmente
del funcionamiento de la organización básica de la sociedad, que se
ocupaba de las necesidades económicas del grupo.
Todo esto, por supuesto, implica solamente una conciencia subjeti-
va de la economía. El proceso objetivo, tal como se desarrolla en la
realidad, tiene lugar sin que intervenga ninguna conciencia conceptual
por parte de sus participantes. ya que la secuencia causal a la que
debemos la disponibilidad de los artículos de primera necesidad está
presente sin importar cómo los hombres conceptualizan su existencia.
las estaciones rigen las cosechas, con su dureza y su relajación; el
comercio de la guerra sigue tanto el ritmo de la preparación como la
solemnidad del retorno de los vencedores: todo tipo de objetos, sean
canoas o adornos, se producen y se consumen diariamente por diver-
sos grupos de gente; todos los días de la semana se prepara comida
en el hogar familiar. Y sin embargo, la unidad y coherencia de estas
actividades económicas puede escapársele a los actores. Las series de
hechos que acompañan a las interacciones entre el hombre y su
ambiente natural, tanto si se basan en el movimiento físico de objetos
o en cambios de apropiación, tendrán inevitablemente sus consecuen-
130
cias y se reflejarán en dependencias, una de las cuales es la economía.
y si por casualidad sobresale la economía. puede haber fuerzas en
contra para evitar que los movimientos institucionalizados formen un
conjunto coherente. En efecto, son dichas fuerzas c?ntrarias 1~ res-
ponsables de que no exista el concepto de econom1a en la sociedad
primitiva.

Notas
I Thumwald. <<Banaro Society».
2 /bíd.
3 Bronislaw Malinowski. Argonauts of che Western Pacíf,c (Nueva York. E. P.
Dutton. 1961 ). pág. 176 ff.
4 lbid.• pág. 178.

131

: ..
.
·...
····---·-·---
. ·. . . .. . ·...

5. Origen de las transacciones económicas

l. De las socíedades tribales a los arcaicas

Para estudiar el orígen de las transacciones económicas, vamos a


seleccionar el período de la historia del hombre que comienza en la
época tríbal de la civilización y llega hasta las condiciones arcaicas de
vida en los primeros tiempos de la sociedad civilizada.
En términos absolutos resulta obvio que las sociedades arcaicas lle-
garon a la etapa civilizada en momentos diferentes, cuando empezaron
a afiojarse los lazos del clan y los grupos llegaron al umbral de la histo-
ria. Pero. sea el Lejano Oriente, Europa occidental. Babilonia o la civili-
zación mexicana lo que estudiemos. una brecha profunda separa clara-
mente las instituciones tribales de las arcaicas en cualquíer sociedad
cuya continuidad se haya mantenido.
El mayor obstáculo para el estudio del origen de las transacciones
económicas en los primeros tiempos es la dificultad de identificar el
proceso económico bajo unas condiciones en que ni su unidad ni su
coherencia estaban salvaguardadas por ninguna institución económica
específica. El grupo familiar, el Estado. la magia y la religión, son las esfe-
ras no económicas más sobresalientes a las que se encontraba ligado el
proceso económico en las primeras sociedades. Estos elementos son
también los generadores de los sistemas de status de los cuales tienden
a <<desligarse>> finalmente las transacciones económicas.
La aparición del Estado ofrece una explicación del aparente salto que
separa la sociedad arcaica de la tribu o el clan. La guerra y el comercio
-actividades que con harta frecuencia obligan a los clanes o a las tribus
a crear una formación superior de poder para servir de apoyo- requie-
133
ren medios, lo que significa hombres, ganado y material, cuyo manejo y
acumulación produce unos movimientos en la sociedad que dan como
resultado la aparícíón de ínstituciones completamente nuevas. Pero, por
muy nuevas que éstas sean en el ámbrto institucional, la tierra y la gente,
los bienes y los servicios. deben haber estado presentes en el contexto
del clan o tribu antes de haberse remodelado en la época arcaica.
Llegados a este punto de nuestra exposición, ya debe parecer probable
que el modo en el que la tierra y el trabajo estaban embutidos en las ins-
tituciones no económicas de la vida del clan, influyó en cómo tales insti-
tuciones se estructuraron bajo las condiciones de la época arcaica.
Una breve comparación entre las condiciones tribales y las arcaicas
a~~arará la naturaleza del problema. Esencialmente consiste en la apari-
c1on gradual de lo económico, a partir de su incrustación en el tejido
de la sociedad, descrito en términos generales como <<forma de vida>>,
<<statu.s>>, o <<bienes de fortuna>>. Estos términos, sin embargo. no dejan
espacio para la economía como un aspecto distinto de una unidad
s?~ial mayor. Fuera de esta <<forma de vida>>, no obstante, la <<ocupa-
c1on>> de un hombre (su papel económico) tiende a desaparecer: A
part_ir de las transacciones de status en los movimientos de apropiación
de tierras, ganados y esclavos se desmarcarán las denominadas transac-
ciones <<económicas>>. De las parte~ distinguibles de los tres <<bienes de
la fortuna>> ~es decir; la vida, el honor y el rango-, tienden a separar-
se las necesidades de asegurarse la vida y la riqueza en un proceso ins-
tituc.ionalizado. Es decir; el aspecto económico de las cosas no puede
surgir a menos que las actividades económicas se diferencien del pro-
ceso general de vivir; a menos que la tierra pueda cambiar de manos,
aparte del cambio en la situación de la persona a la que le ha sído
otorgada; a menos que el honor no se identífique con la riqueza ni la
riqueza con el honor; y a menos que ninguna de esas cosas sea un
mero corolario del poder que ostenta una persona viva, mientras los
pobres y los indefensos estén sometidos por falta de recursos o
medios para pagar una fianza.
En algunas sociedades arcaicas -aunque no en todas- encontra-
mos en desarrollo un interés por transacciones de un nuevo tipo: junto a
las de s~atus practicadas por la tribu, hacen su aparición otro tipo de
transacciones que se refieren no tanto al status de los hombres como a
la i.mportancia de los bienes como tales. A la adopción, el matrimonio, la
emancipación y la independencia, se suman transacciones que se refieren
134
solamente a la disposición sobre la tierra y el ganado. Aunque faltaba aún
mucho tiempo para que las transacciones económicas y las de status
quedaran sólidamente vinculadas de forma que no pudieran separarse,
no hay duda del desarrollo de ese proceso: la aparición de las transaccio-
nes económicas permitiría a los individuos usar con más libertad los
medios económicos disponibles en la sociedad, y por tanto les abriría la
posibilidad
,
de un avance material casi ilimitado en toda la comunidad.
Esta no fue, como ya hemos insinuado, la única línea del progreso
arcaico. En las ciudades-estado sumerías y en su réplica aumentada, el
imperio faraónico, las transaccíones económicas permanecieron total-
mente subordinadas. Los logros económicos del Imperio Nuevo, e
incluso los del Egipto de los Ptolomeos, se debían principalmente a un
refinamiento de los métodos por los que se regía una economía redis-
tributiva.
Pero Mesopotamia. a pesar de su economía redistributiva, introdujo
métodos transaccionales y de disposición que tuvieron repercusión
económica. Aparentemente se parecían a algunos de los métodos de
mercado empleados en las ciudades arcaicas de Grecia, porque tanto
en Babilonia como en el ógora ateniense. aunque de una manera dife-
rente, las transacciones de status fueron sustituidas por transacciones
, .
econom,cas.
¿Cómo comenzó este consecuente desarrollo, y qué determinó
que tomara una dirección diferente en Oriente y en Occidente? He ahí
la cuestión.

11. La solídaridad comunal en las sociedades arcaicas

De todos los principios básicos que gobernaron el desarrollo de las


primeras instituciones económicas, la necesidad de mantener la solida-
ridad comunal merece un lugar de honor. Las relaciones internas y
externas muestran un marcado contraste: solidaridad aquí, enemistad
allí, era la regla. <<Ellos>> son los objetos de la hostilidad, la depredación
y la esclavitud; <<nosotros>> nos pertenecemos y nuestra vida en común
está regida por los principios de reciprocidad, redistribución y el inter-
cambio de bienes equivalentes.
Los principios de conducta de <<nosotros>> y <<ellos>> convergen y se
fusionan de muchas maneras, pero lejos de disipar las diferencias, tien-
135
den a reforzarlas. El matrimonio y el comercio -derivados semipacífi-
cos de la guerra y la rapiña-- llevan a una penetración de costumbres
extranjeras en la cultura del <<nosotros>> y. finalmente, la aculturización
puede provenir de esos continuos contactos personales. Pero la unidad
doméstica debe mantenerse firmemente con respecto a la economía
de la tribu. Para ello se emplean métodos de integración que evitan la
pugna y el antagonismo dentro del grupo y que refuerzan el arte de la
solidaridad. La reciprocidad desvía la atención de elementos utilitarios,
de la ventaja egoísta, y la sitúa en la calidez de la experiencia y la gratifi-
cación de los contactos mutuamente honoríficos de vecindad con
aquellos con los que estamos ligados por relaciones específicas de sta-
tus objetivo y amistad personal. La redistribución refuerza los lazos
comunales internos mediante todos los mecanismos psicológicos que
están a disposición del hombre: autoidentíficación personal con el
poder y la autoridad; afecto y admiración con una mezcla de temor y
repulsión hacia el poder central: el placer derivado de la ostentación de
la riqueza común; el disfrute de la igualdad de derechos de status y
posición, la participación en diversas celebraciones ligadas al <<reparto>>
y <<derroche>> de comida -todas estas cosas abonan las emociones
sociales y fortalecen los lazos de la comunidad.
Todo lo anterior es hostil a una atmósfera en la que empiezan a
desarrollarse las transacciones económicas. La solidaridad tribal y la
incrustación de la economía en ella descansan en relaciones de recipro-
cidad, así como en la práctica de acumular víveres perecederos en un
centro y su inversa de que los bienes acumulados sean disfrutados por
los miembros de la comunidad. La solidaridad en el campo económico
se mantiene así mediante instituciones que aseguran las relaciones pací-
ficas con respecto a los alimentos. Como resultado lógico, surge casi un
tabú. similar a los que rigen la violación de las leyes sexuales o el desa-
cato a la autoridad del jefe o del mago, personíficaciones de las funcio-
nes protectoras y redístributivas de la sociedad. Este tabú prohíbe las
transacciones gananciales con respecto a la comida. Puesto que la exis-
tencía misma de la comunidad depende de la acción constante de fuer-
zas extremas hacia la solidaridad, reforzadas por los rituales, la magia y
los castigos religiosos, no puede contemplarse ningún otro tipo de con-
ducta contraria a esta suprema directriz de la supervivencia. Esto sería
así aún cuando aparecí ese una fuerte presión de interés económico per-
sonal, lo cual es dudoso. Una vez que se reconoce el valor del status, el
136
orgullo, el honor y la vanidad son tan eficaces par~ canaliz~r ~I egoísmo
del hombre como pueda serlo el deseo de ganancia econom1ca.
Por esta razón es pertinente explicar por qué en algunas sociedades
arcaicas hacen su aparición las transacciones económicas. Para ello el
pensamiento económico ya tenía una respuesta preparada: en cuanto
las supersticiones de la magia empezaron a desaparecer p~~a dar pa~~ a
ideas más racionales, los tabúes tribales perdieron su dom1n10 y se h1c1e-
ron valer los instintos adquisitivos naturales del hombre. El individuo,
liberado de las trabas de los temores irracionales, siguió el camino natu-
ral del interés personal y comenzó a practicar el trueque ganancial. El
ciervo y el castor de Ricardo nos cuentan el resto de la historia_ 1• Los
filósofos del cosh nexus no se pararon a realízar la pregunta ev1dente:
¿Qué fue, entonces, lo que impidió que esta comunidad emocionalmen-
te pulverizada se disolviera en sus partículas componentes? .
La respuesta a la pregunta de cómo surgieron las transacciones
económicas debe tener en cuenta que ni la solidaridad tribal ni su
mecanismo redistributivo desaparecieron en las sociedades arcaicas.
Por el contrario, fue a partir de estas mismísimas fuentes de donde las
nuevas civilizaciones derivaron su poder de permanencia. Las sanciones
religiosas, cruciales para el gobierno territorial de Asiria y la ~a?ilonia
de Hammurabi, acompañadas de un incremento de las act1v1dades
redistributívas con respecto a la etapa tribal, deberían ser suficiente
prueba para demostrarla. . ., .
La verdadera explicación radica en una d1recc1on diametralmente
opuesta a la señalada por el racionalismo económico decim?nónico: el
intercambio, el más precario de los lazos humanos, empapo la econo-
mía cuando pudo servir para legitimar la comunidad. En efecto, las t:an-
sacciones económicas se hicieron posibles cuando no eran lucrativas.
Tenía que eliminarse el peligro que suponía para la sol'.d~ri~ad el lucro
a expensas del pan del hermano: erra~icando la env1d_i~ tnherent~ a
tales intercambios, lo cual se logro mediante la declarac1on de equiva-
lencias en nombre del representante de la divinidad misma. La conduc-
ta de intercambio se legitimó al establecerse la equivalencia de lo q~e
iba a ser intercambiado. Los habitantes de los estados de Mesopotam1a,
siempre calificaron al Estado como fuente de justicia. .
Una solución completamente diferente para el conflicto entre la
solidaridad comunal y los peligros antisociales de las transacciones eco-
nómicas fue el desarrollo del tipo campesino en pequeñas ciuda-
137
des-estado como Atenas y (parcialmente) Israel. La maldición de
Hesíodo contra la <<Edad de Hierro>> y la protesta de Amós contra los
mercaderes de productos alimenticios, nos presentan cívílizaciones que
permrtían transacciones lucrativas con los medios de sustento del hom-
bre. Muy pronto estas transaccíones se harían abíertamente en un lugar
de mercado. Heródoto centró su monumental estudio de la guerra
entre Europa y Asía en el choque de dos formas de vida: la libertad y
movilidad del mercado frente a la obediencia ciega a un imperio de justi-
cia sin mercados. Y sin embargo, el ógoro ateniense no conocía la liber-
tad de mercado en el sentido moderno del término, y la ciudad-estado
continuaba ejerciendo todas las prerrogativas de la institución tribal
sobre sus miembros. No obstante. se había admitido el principio de
intercambio lucrativo entre los miembros de la comunidad y la salvaguar-
da contra la discordia había desaparecido de sus filas. Por esta razón se
produjo y se perpetuó el desmembramiento. Además, los recintos del
mercado vecinal establecieron límites para la expansión del Estado. La
polis griega de la madre patria, que debía tanto de su radiante y vigorosa
libertad al antiguo uso de pequeñas monedas en los populares mercados
de alimentos, nunca logró dominar la limitación territorial inherente al
ágora ni la destructiva lucha de clases que parecía acompañarla siempre 2•
Este pequeño y rudimentario esbozo de cómo las transacciones
económicas entraron a formar parte de las primeras sociedades, indica,
sin embargo. las diversas vías de su desarrollo político y económico. Las
.1nst1tuc1ones
. . , .
econom,cas arcaicas evolucionaron en todas partes a par-
tir de las economías incrustadas de la época tribal, y este desarrollo
estuvo siempre relacionado con los requisitos trascendentales de la
solidaridad social.

Notas
I David Ricardo, The Princíples o( Political Economy and Taxation (Londres, J. M.
Dent & Sons Ltd., 191 l ). pág. 6.
2 Cf. Karl Polanyi, <<Ün the Comparative T reatment of Economic lnstítutions in

Antiquity with lllustrations from Athens, Mycenae. and Alalakh>>, en City lnvincible: A
Symposium on Urbanizatíon and Cultural Development in the Ancient Near East, edición de
C. H. Kraeling y R. M. Adams, Chicago (Uníversity of Chicago Press, 1960), págs. 333·340.

138
6. Equivalencias en las sociedades arcaicas

Es un hecho curioso que las diferentes formas de distribución de


los alimentos. el funcionamiento de la redistribución a partir de un cen-
tro, o la acción de reciprocídad entre miembros de una misma comuni-
dad sean tan bien conocidos, mientras sigue permaneciendo oscuro el
inicio de los métodos de intercambio que forman nuestra vida cotidia-
na. Paradójicamente, esta situación se deriva de nuestra tendencia al
mercado y al íntercambio, ya que éste parece <<natural>> y por tanto no
necesita explicación, y la supuestamente universal institución del merca·
do parece explicar por sí misma la omnipresencia del cambio. Desde
1776. nuestra llamada tendencia al trueque, permuta e intercambio, se
considera la explicación más completa de la conducta de intercambio.
Más de un siglo después Karl Bücher señaló que, lejos de estar predis-
puesto a la permuta, el hombre primitivo era contrarío a los actos de
intercambio, a lo que podemos añadir que su radical aversión al inter-
cambio de productos alimenticios se venció, no por los hábitos de
mercado, como pensaron nuestros antecesores, sino más bien en vir-
tud de ese conjunto bastante diferente de instituciones a las que nos
hemos referido como equivalencias.
Las equivalencias como tales son simples mecanismos mediante los
que se establecen relaciones cuantitativas entre bienes de diferentes
tipos. como, por ejemplo, una medida de trigo por una jarra de vino
(uno por uno) o ganado grande por ganado pequeño (uno por diez).
La interpretación habitual de tales relaciones como <<precios>> es erró-
nea puesto que, como señalamos anteriormente, tiende a restringir el
concepto de equivalencia al intercambío de mercado. En realidad, el
alcance de las equivalencias no se limitaba a las situaciones de intercam-
139
bio de mercado, ya que de estos mecanismos dependían una serie de
instituciones que canalizaban los movimientos de alimentos acumulados
y bienes similares en las primeras sociedades.
Una definición util de la equivalencia tendría que basarse en el
hecho de que el término indica el número de unídades de un tipo de
objeto que, al sustituirse por un número de unidades de otro, da un
resultado que no está relacionado con una operación concreta sea la
reciprocidad, la redistribución o el intercambio.
Cuando un regalo es recíproco, su contraparte se indíca como
regla. en términos convencionales: los vegetales de una aldea interior
con el pescado de una aldea junto al mar; las propiedades del novio
con la dote de la novia; el modesto regalo del plebeyo con un regalo
mejor del cacique; o, por el contrario, los impuestos feudales del sujeto
con el reconocimiento del príncipe.

l. Equivalencias sustitutivas

En el proceso redistributivo las equivalencias no juegan un papel


menos importante. Tanto si los bienes se recogen por el centro, como
si éste los distribuye, tanto si los objetos se clasifican como impuestos
feudales o como regalos voluntarios, a menudo es inevitable que un
tipo de bienes se sustituya por otro.
El Viejo Mundo. nos aporta varios ejemplos, que siempre síguen el
mismo principio para las transacciones en especie. En casos como el
pago de impuestos, raciones, redención de votos al templo (Levíti-
co, 27), compensación de artículos de las finanzas a gran escala, liquida-
ción de deudas, o los sistemas de intercambio de bienes entre el
gobierno central y los ciudadanos, exíste la necesidad de evaluar los
bienes de diferentes tipos. reemplazando unos por otros, como dice el
refrán, <<sumando manzanas y peras>>. Las proporciones y medidas esta-
blecidas son el único instrumento para realizar estas operaciones.
Los sistemas tributarios de los imperios hidráulicos del Oriente
Próximo por ejemplo, ofrecen una cantidad estipulada en pago por
cada unidad de tierra, tanto si el pago se hace en cebada, aceite, vino
o lana; a su vez, la exigencia de raciones por parte de los obreros o
de los soldados, se correspondía con varios artículos de primera
necesidad, tales como cebada, aceite, vino y lana. En cuanto a los
140
impuestos, sería imposible exigir el pago con un producto determina-
do. dada la ausencia de mercados y de dinero; con respecto a las
racrones, la ausencia total de elección haría también imposible exigir
determinados productos. La administración central misma es total-
mente indiferente a las preferencías, puesto que éstas se anularían
entre las diferentes regiones del país. Por tanto. en la base de las
finanzas del Estado encontramos un sistema de equivalencias que per-
mite recoger los complejos tributos del diezmo, y fijar raciones de
víveres mediante un sistema de puntos.
En Babilonia, por ejemplo, se practicaba un sistema de intercambio
de mercancías entre los granjeros y el palacio. Por un documento refe-
rente a la cancelacíón de deudas en el reinado de Hammurabi, parece
claro que a los granjeros se les permitía intercambiar sus excedentes
con los bienes de palacio, tales como artículos extranjeros. artículos en
pago de impuestos procedentes de otras regiones del país. e incluso
productos fabricados en el palacio. Inevitablemente. existía una incerti-
dumbre con respecto a la transacción antes de que pudiera llevarse a
efecto. El valor total de los bienes ofrecidos por el granjero y los ofreci-
dos a cambio por el palacio tenía que ser igual. Existía la posibilidad de
que el palacio no dispusiera de una cantidad de los productos que desea-
ba el granjero. El funcionario intermediario tenía la difícil tarea de ajustar
los bienes del palacio a los deseados por el granjero (los diversos fun-
cionarías tenían que reunir información previa para decidir las propor-
ciones en que podía satisfacerse. si era posible, el deseo del granjero).
Globalmente cuando se producía tal intercambio entre el gobierno y los
granjeros, la lista de artículos a intercambiar por ambas partes quedaba
regulada por medio de las equivalencias. Siempre había que sumar
<<peras y manzanas>> por ambos lados antes de igualar los totales.
El comercio en especie estaba también muy ligado a las equivalen-
cias sustitutivas para calcular las ganancias de los comerciantes y para
aclarar el sistema de pagos entre ellos. Los beneficios ganados sobre las
ventas se calculaban sobre los totales de equivalentes, sin tener en
cuenta los artículos involucrados. En ausencia de tales equivalencias.
hubiera sido imposible registrar los compromisos ante las autoridades
contables el consorcio de mercaderes, el Tesoro del palacio o quizás
(como en el comercio de esclavos) los funcionarios de palacio-. para
posibilitar que el acreedor presentara su reclamación en un proceso de
liquidación de la deuda que se cargaba a la cuenta del deudor. El pago
141

..
.. ·.'
mediante liquidación se practicaba regularmente en el comercio metro-
politano y en Capadocia, lo que podría explicar el gran número de
comisíones por arbitraje que se pagaban para que el deudor aumentara
las arcas del demandante. Aunque no hay testimonios de ningún órga-
no ejecutivo, tampoco hay datos de un solo caso de líquidación en que
el demandante se quejara por no recibir del deudor la suma que le
debía 1•
Ni los métodos de comerciar sin riesgos ni las prácticas de liquida-
ciones de pago llevadas a cabo en esas economías sin mercado, son
comprensibles sín hacer referencia a las equivalencias sustitutivas valida-
das por la costumbre o la ley.

11. Raciones

La importancia de las raciones en las economías en especie está


confirmada por las tablillas sumerias y babilónicas que establecen las
cantidades de cebada destinadas a personas de diferentes edades y a ali-
mento de los animales domésticos. La operación de las raciones presen-
ta una combinación de la calidad y la cantidad de las provisiones, que se
desprende del doble sentido de la palabra <<necesidad>>, que sígnifica,
tanto los tipos de productos alimenticios como las cantidades necesarias
para la supervivencia. Es esta última acepción la que usa Aristóteles
cuando relata el intercambio obligatorio de bienes necesarios que toda-
vía practicaban algunos pueblos <<bárbaros>> de su época 2•
El mismo significado se aplica a la ración de pan utilizada en el
Padrenuestro. <<danos nuestro pan de cada día>>. Las referencias del
Antiguo Testamento que aparecen en Lucas 11,3 y Mateo 6, I I indican
una cantidad determinada de pan. en concreto una barra normal (ton
arton), ni más ni menos. En los Proverbios 30,7-9 se dice: <<Dos cosas te
pido: no me las niegues antes de morir. Aleja de mí la vanidad y las
mentiras; no me des pobreza ni riquezas: aliméntame con lo que sea
conveniente para mí. Que no sea rico, por temor a negarte y pregun-
tar. ¿quién es el Señor? Y que no sea pobre, por temor a robar y tomar
el nombre de Dios en vano>>. El significado arcaico de conveniente apa-
rece en el Diccionario de Inglés Antiguo como <<decoroso, apropiado,
adecuado>>. La traducción que Lutero hizo fue <<mein bescheiden Theí/
Speise>>.
142
Nuevamente, bescheíden aquí significa porcíón. La traducción de
Schlachter dice <<mein zugemessenes Brob>. Lo que en la práctica signifi-
ca una porción ya pesada. (Cf. Levftico, 26,26 citado después.) El térmi-
no Zugemessen de Schlachter es el mismo empleado por Schwenzner
para Níg. Ba. <<Ba>>: <<ración, porción>>3. El <<Documento Zadokíte>>, con-
temporáneo de los manuscritos del Mar Muerto, se refiere a las racio-
nes 4 • Cronológicamente se sitúa entre el Levítico y el Nuevo
Testamento. Una oración más moderna del Talmud se refiere al <<ali-

mento necesano>>.
De la escasez de las raciones se dice en el Antiguo Testamento que
estaban pesadas, pero su cantidad <<no saciaba>>, y la maldición de
Jehová (Levftico 26,26) dice: <<Cuando haya dejado de daros el pan del
sustento, diez mujeres cocerán vuestro pan en un horno. os darán el
pan pesado y comeréis sin saciaros>>. Elias Bickerman ha demostrado
que los esclavos hebreos en el Egipto Ptolemaico tenían derecho a una
ración s. Se han hecho más investigaciones, pero está claro que el con-
cepto de ración parece haber tenido un significado preciso.
Este significado de ración, la cantidad limitada en calidad y cantidad,
parece pertenecer al hombre como un derecho económico básico en
la sociedad arcaica.
La justicia quedaba asegurada en la comunidad sí los pagos y obliga-
ciones, las reclamaciones y las raciones, se pagaban mediante las varias
alternativas de la equivalencia. Las equivalencias hicieron posible otro
aspecto importante de la redistribución: los presupuestos y la planifica-
ción, junto con las revisiones y controles necesarios para su funciona-
miento eficaz. La equivalencia en este caso no era tanto un patrón de
valor (si se nos permite utilizar el término moderno) como un medio
de <<contabilidad>>.

111. Equivalencias de cambio

Una vez que el intercambio es habitual. las equivalencias pueden


jugar claramente el papel de los precios si hay un intercambio indirecto
por medio de dinero. Pero la gama de equivalencias no está entonces
limitada en modo alguno a bienes tales como los productos alimenti-
cios, los metales preciosos. o las materias primas. Cualquier trato en el
ámbito de la economía substantiva que involucrara lo que podíamos
143
llamar transacción, estaba bajo la ley de la equivalencia. Sólo eran inter-
cambiables los equivalentes, tanto sí la transacción se refería a la tierra
al trab~jo, a los bienes, al dínero. o a su combinación, como si afectab~
a propiedades, a usufructos, o incluso a artículos condicionales como
los excedentes que se podrían obtener.
Para ser más específicos (vamos a poner una traducción moderna
entre paréntesis). hay registradas equívalencias referídas a los bienes
(pre~ios), ser:'ício~ (salarios), uso del dinero u otros fungibles a lo largo
del t1e~po (1nteres), uso de un barco más un barquero (alquiler), uso
. casa (renta), y otras. Las equivalencias en la civili-
de .la, trerra o de , una
zac,on mesopotam,ca comprendían casi todos Jos tratos, tales como
~enta y ~lquiler de. tierras, casas, hombres y ganado, así como barcos,
s,n ~xclu1r transacciones de fungibles como la plata. la cebada, el aceite,
el vino, los ladrillos, el cobre y el plomo. En contraste con las ideas
moder~as, no hab~a dís~inción entre las diferentes fuentes de ingresos
de salarios. ren~as, 1nteres, y beneficio. La única condición para la validez
d~ las transacciones o traspasos era que no hubiera explotación por
ninguna de 1.as pa~es, qu~ fueran justas guardando la equivalencia.
La~ equ.1valenc1as. de rntercambio son de especial importancia para
el g;ª~Jero 1ndepend1ente: le ayudan en caso de necesidad si su vecino
e~ta dispuesto a prestarle <<lo necesarío>> o si quiere intercambiar sus
bienes por algo equivalente (Deuteronomio 15,7-8).
El argumento que presenta Aristóteles en su Política sobre el
<<~omer~io natural>>, por ejemplo, descansa en la premisa de que, a
d1fere.nc1a de otras formas de intercambio, el comercio surge de la
n~ces1dad de autosu~~iencia. La autosuficiencia primitiva se ve perju-
dicada c~ando la familia aumenta de número y sus miembros se tie-
nen que instalar por su cuenta. Las familias individuales que anterior-
mente <<usaban en común los bienes comunes>>, se ven ahora
forzadas a compartir mutuamente sus excedentes. El intercambio
resu(tant.e -derivado sencillamente del reparto- restaura /a auto-
sufic1enc1a. El comercio natural es un intercambio sín ganancias. En
apoyo de su argumento, Aristóteles apela a los siguientes hechos
contemporáneos:

. Algun.os bárbaros aún practican tal intercambio, ya que esperan


1ntercamb1ar lo necesario para vivir, tanto como en realidad necesi-
tan. pero ciertamente no más, como por ejemplo vino por grano,
144

..
....·..·
. ·.
dando lo uno y tomando lo otro, y así hacen con todos los
productos necesarios. La práctica de este tipo de trueque, no era
por tanto contrario a la naturaleza, ní era una forma de obtener
riquezas, ya que estaba instituido para restaurar y mantener la
autosuficiencia natural del hombre 6.

En caso de una mala cosecha u otras contingencias, el padre de


familia podía acudir a su vecino para que le suministrara un mínimo de
productos necesarios, aunque no más. La transacción ímplica: 1) todos
los productos necesarios; 2) la cantidad necesaria dadas las circunstan-
cias, pero no más; 3) una cantidad equivalente de otros productos.,
y 4) la exclusión del crédito. El intercambio dentro ~e estos lím~tes es
obligatorio para el padre de familia que tenga los bienes nec~s1tados.
Sin embargo, si el cabeza de familia que se encuentra en necesidad no
posee suficientes productos básicos para retornar un equivalente,
entonces él o su familia tendrán que <<trabajar>> para pagar su deuda
(Nehemías, 5-5). . .
Las leyes del Antiguo Testamento tenían un trasfondo meJor articu-
lado. Decretan un tratamiento preferente para los miembros de la tribu
necesitada. Nuevamente. la regla es: 1) ayuda en especie: 2) la cantidad
necesaria y no más; 3) las cantidades son a crédito (<<prestadas>>);
4) trato humano y considerado al deudor; y ~) la prohi.bíción. estri~a
de sacar ventaja del préstamo. Aquí no hay 1ntercamb10 obllgator10,
sino un mandato de prestar una cantidad mínima a corto plazo. Como
regla, se exige una garantía. En caso de incumplimiento, al parecer. se
pierde la garantía. Como alternativa, el deudor (o sus hijos) están
obligados a <<trabajar>> para pagar la deuda con su esfuerzo.
Los equivalentes rara vez se mencionan en el Antiguo Testament~.
pero su presencia debe darse por sentada, pues de otro m~d~ ~urgi-
rían dudas sobre la cantidad prestada. de lo cual no hay 1nd1c1os, Y
estaría fuera de lugar la prohibición de cualquier forma de interés o
.
ganancia. , .
La referencia aristotélica a algunos bárbaros contemporaneos difie-
re, como hemos visto, del mandato del Antiguo Testamento con su
insístencía explícita en una transacción in rem (exclusión del crédito). Sin
embargo. aparece una notable similitud entre los israelitas y esos ~<bár-
baros>> en cuanto a que los productos básicos <<necesarios>>, sean inter-
cambiados o prestados, conllevan la connotación de <<necesarios>> con
145
respecto a la calidad y a la cantidad. En términos modernos, significa
algo parecido a las raciones. Según Bickerman, al que citamos anterior-
mente, el término hebreo peras de los documentos Tebtunis (46 d. C.)
significa el derecho a una ración de alimento (es decir, <<homología trophi-
mou doulikou>>, entendido como el acuerdo de racionamiento para los
esclavos). Westermann, en la versión póstuma de su artículo <<Slavery>>
en Pouly-Wissowa, concluye que en el Egipto de los Ptolomeos, y proba-
blemente también en Roma, el esclavo tenía derecho a una roción
(<<tanto como sea necesario>) para mantener la vida). Los <<productos
necesarios>>, por tanto, implicaban a menudo una cantidad restringida.
Las raciones combinadas con las equivalencias pueden haber sido un
instrumento cuantitativo flexible de la economía substantiva arcaica en
general.
La Mishnah está empapada de la aversión del Antiguo Testamento
por el beneficio o la ganancia derivada de cualquier transacción entre
los miembros de la tribu. Sus preceptos demuestran una obsesión por
el peligro moral de las ganancias. aunque sean inesperadas u obtenidas
involuntariamente. Los equivalentes se emplean aquí deliberadamente
como salvaguarda contra este peligro.

IV. La sociología de las equivalencias

Vamos ahora a examinar cómo se establecieron y se formularon las


equivalencias. En la sociedad primitíva la equivalencia -el Uta de los
Tikopia, por ejemplo-- es fundamentalmente una cuestión de costum-
bre y tradición 7• Una concha concreta podía intercambiarse por cer-
dos: la equivalencia quedará satisfecha cuando la sarta de conchas abar-
que desde el hocico del cerdo hasta la punta del rabo. En las leyes de
Eshnunna, las unidades de medida del aceite y el vino se igualan a otras
medidas. En el Código de Hammurabi se establece el <<coste>> equiva-
lente al alquiler de un barquero. En la capital centro sudanesa de Kuka,
se establecían todos los miércoles en el mercado las equivalencias
entre los dólares María Teresa y las conchas de cauri.
Pero el problema de los orígenes es más complejo porque incluye
los tipos de transacciones que usan la equivalencia y el modo en que
ésta se institucionalizó. En la sociedad Nuzi del siglo v a.C., una de las
principales transacciones, denominada ditennutu, consistía en el libre
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intercambio del uso de la tierra, personas, ganado, dinero, vehículos. u ..
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otros bienes, por cualquiera de estos bienes, suponiendo que el uso '
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que hiciesen las dos partes fuese igual. No se transfería la propiedad, '.
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sino solamente el uso. Se suponía que ninguna de las dos partes obte- ..
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nía beneficios. En principio, el intercambio al referirse sólo al uso, está •


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limitado por el tiempo. Evidentemente, los usos comprendidos en el ...,..
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ditennutu podn'amos denominarlos, en términos modernos, usufructo, ~·...·
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tales denominaciones no son pertinentes. La única condición funda- '...
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mental para su validez es la ausencia de ganancias hechas a expensas :.·
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de otro. o en otras palabras. la existencía de un mismo provecho para '·.
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ambas partes, aunque lo que nos interesa es el principio mismo. El .....
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ditennutu, anterior a la Mishnah en un milenio, contíene la más clara ,<:
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indicación que poseemos del significado de la casuística contenida en ..'.,:···:


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ese libro de leyes sobre la prohibición de que un judío se aproveche '·
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Lo que más nos interesa es la referencia del dítennutu a la ganancia .·...··..•.
y al beneficio. El hecho mismo de usar la mano de obra, el uso de un "
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barquero y su barca, el uso de la tierra, la casa, el ganado, así como el ..
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uso del dinero, todo ello contemplado en el ditennutu, demuestra que .......
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asegurar los ingresos era uno de los <<usos>> de los bienes dados o reci- '
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bidos. De esta forma, el ditennutu <<iguala>> no sólo la ganancia subjetiva

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la ganancia <<objetiva>> calculada por los métodos de contabilidad. La :•. .
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Las implicaciones de esta forma de pensamiento arcaico tienen un .··'·..
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Las equivalencias entre las unidades de diferentes bienes tenían .··...
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existentes en esa sociedad y que contribuían a mantener esas condicio- .
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tud>> de esa sociedad. ¿Cómo podía ser de otro modo, cuando los .·:
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ingresos por status y el nivel de vida obtenido en esa sociedad se refle- .:··..
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jaba en las equivalencias? Por consiguiente, lo que solemos llamar :
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equivalencia, si es que esos ingresos son necesarios para mantener los .··.
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<<precio justo>> postulado por los eruditos. lejos de ser la expresión de
una esperanza religiosa o de un pensamiento elevado ajeno a las <<reali-
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dades económicas>>, como solía creer la economía clásica ortodoxa, el
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precio justo era una equivalencia, cuya cantidad real estaba determina-
....... da por la autoridad municipal o por las acciones de los gremios del
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mercado, pero que en cualquier caso se regía por los factores determi-
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nantes de la situación social concreta. Los comerciantes que se negaban
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a vender a un precio inferior que pondría en peligro las condiciones de
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sus colegas, y que igualmente se negaban a aceptar un precio que les
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.. asegurase un ingreso superior al aceptado por sus colegas, contribuye-
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rasgo crucial de algunas de las economías antiguas. Ahora señalaremos
su posible incídencia en el desarrollo de la pauta de intercambio, espe-
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cialmente, nos referiremos a los mercados y al dínero.
El uso del dinero como medio de cambio -de momento sólo nos
interesa ese uso del dinero- es innecesario cuando las transacciones
pueden realizarse mediante las equivalencias. El uso del dinero como
patrón de valor, a menudo, es mucho más efectivo mediante el meca-
. .. ,.
·.: ...
nismo de la equívalencia. que permite sumar e igualar las ofertas
mutuas; la diferencia restante puede pagarse en metálico.
El efecto del uso corriente de equivalentes en el desarrollo de los
: .: .·. mercados es ambiguo. Dado que los equivalentes favorecerán merca-
. ....' .
. .. . dos de precios convenidos. su uso reforzaría las formas de comercio
administrado, con lo que se eliminaría por completo el mercado. La
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función del mercado moderno formador de precios, con fluctuacio-
'.. \: .. nes que responden a los movimientos de la oferta y la demanda,
podría, por supuesto, no haber surgido, ya que su función consiste
fundamentalmente en la formación de precios. Lo único que se puede
afirmar con seguridad es que el funcionamiento del comercio y el
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..' .... dinero en sociedades complejas que no poseían mercados, sería
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incomprensíble sin equivalencias. En efecto, la caída de las equivalen- ',.;.•.


cias donde se sabe que exístieron, puede en algunos casos haber lle- r'
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vado al desarrollo de los mercados de precios. Deben'amos señalar, ,.
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I Karl Polanyi. <<Marketless T rading ín Hammurabi's Time>>. en Trade and Market in ::
,··
che Eorly Empires, ed. Karl Polanyi. C. M. Arensberg y H. W. Pearson (Glencoe. 111: Free '··•
......
Press and Falcon's Wing Press. 1957}, págs. 12-26. (Hay trad. esp.) ,::
..
2 Aristóteles, Política. Libro l. capítulo 9. ...
'
¡
3 Walter Schwenzner, Das gescha(tliche Leben in A/ten Babyloníen (Leipzig, J.C. '··
·: .

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Hinrichs. ! 9 16). ....:
,.....
" The Dead Sea Scriptures, traducido y editado por Theodor H. Gaster (Garden ..
.:·.
Cíty, Nueva York. Ooubleday. 1956), pág. 83. .'
.....

s Elias Bickermann. Die Makkabaer (Berlín. Schocken Verlag. 1935). ·......
'·'
6 Aristóteles. Político, Libro l. capítulo 9. (Traducción de Karl Polanyi.) .·.,
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7 Cf Richard Thurnwald. fconomics in Primitíve Communities (Nueva York, Oxford .··
·:,
University Press. 1932). pág. 252 ff.: Marcel Mauss. The Gi~. traducción de lan Cunnison ·..
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(Nueva York. W. W. Norton. 1967). pág. 8 ff. (Hay trad. esp.) ,..
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7. El papel económico de la justicia, la ley
y la libertad

Dentro de la sociedad primitiva las transacciones con alimentos se


consideran antisociales porque rompen la solidarídad comunal. Pero
mientras otros tabúes (como los sexuales. por ejemplo) son explícitos.
la prohibición de la manipulación lucrativa de los alimentos está implíci-
ta en la constitución misma de la sociedad tribal.
En la sociedad arcaica empieza a desaparecer la prohibición de
comerciar con alimentos y hacer otras transacciones, abriendo así el
camino a uno de los más notables avances en la historia del sustento
humano. El intercambio de bienes y servicios -sea compra, venta,
alquiler, renta, préstamo o deuda- permite una flexibilidad a los ele-
mentos de la economía que origina un aumento de su utilidad tanto en
la producción como en el consumo. Este cambio surge por la disolu-
ción de la sociedad tribal, especialmente de dos formas: bien mediante
la aceptación limitada y estrictamente controlada de ciertos tipos de
transacciones, bien eliminando el principio de ganancia de dichas tran-
sacciones. La primera es característica de algunas pequeñas sociedades
de campesinos, como la Grecia de Hesíodo o ciertas regiones de Israel
en la época de Amós; la segunda, del sistema empleado por los impe-
rios hidráulicos de Asiria y ·Babilonia. Mientras la sociedad de campesi-
nos camina hacia la formación de mercados, los imperios siguen un
sendero diferente, aunque no de menores consecuencias para el futuro
de la humanidad, porque la justicia, la ley y la libertad individual, como
creaciones del Estado, lograron por primera vez jugar un papel decisivo
en la historia de la economía humana.
151
El papel económico de la justicia en los imperios arcaicos consiste
en eliminar la prohibición tribal sobre las transacciones borrando el
estigma de la ganancia y sus implicaciones. Por tanto, se libera una fuer-
za económica que multiplica la productividad del trabajo en una agricul-
tura de inundaciones controladas. La proclamación de equivalencias,
una de las funciones principales del reinado arcaico, incluye un castigo
semirreligioso para las transacciones que no se ajusten al <<tipo>> y
<<proporción>> aprobados por el elegido de la divinidad. Desde las pri-
meras colonias comerciales asirias, las leyes de Eshnunna y el Código
de Hammurabi, hasta la Mishnah y el Talmud de Babilonia dos mil qui-
nientos años después, en realidad, hasta la época de Tomás de Aquino,
si no después, el precio justo seguía siendo el único índice según el cual
las transacciones eran consideradas legftimas.
Pero los imperios hidráulicos lograron mucho más. Mientras sancio-
naban las transacciones infructuosas y abrían el camino de mejora inter-
na, especialmente en la agricultura, evitaron cualquier desarrollo de los
mercados y en su lugar iniciaron una serie de tratados económicos no
transaccionales a los que hemos denominado dísposicionales, posibles
gracias a las reglas que impone la ley. estableciendo la línea de las activr-
dades comerciales. En efecto, la mayor parte del comercio fluyó por
canales disposicionales, en tanto que sólo una minoría continuó con el
sistema transaccional. Un buen número de medídas evitaron que el
resultado fuera la fusión de los dos procedimientos.
Tanto las equivalencias, que hicieron posible las transacciones no
lucrativas como las reglas dictadas por la ley, que organizaban disposi-
ciones sin riesgos dentro de un sistema comercial, fueron el resultado
del predominio de la forma de integración redistributiva que no funcio-
naba bajo una burocracia administrativa tiránica, como suponían los his-
toriadores del pasado. La ausencia, o al menos el papel tan subordina-
do, de los mercados no requeria la existencia de complicados métodos
administrativos firmemente controlados por una burocracia central. Al
contrario, las transacciones no lucratívas y la regulación de los traspasos
legitimados por la ley, abríeron, como ya hemos visto, una esfera de
libertad personal desconocida hasta entonces en la vida económica del
hombre.

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La tríada cataláctica: comercio, dinero ·.
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Introducción ..·..
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Una neblina metodológica envuelve el estudio de las instituciones


del comercio, del dinero y de los mercados. A sociólogos, antropólogos
e historiadores económicos les resulta difícil determinar cuál es el signi-
ficado e incluso juzgar la precisión de los términos catalácticos ofreci-
dos por el economista, términos, que muchas veces son peores que
inútiles. Deseamos presentar tres proposiciones sobre el comercio, el
dinero y los mercados que analizaremos minuciosamente en los tres ..

"

siguientes capítulos. ...·
·.

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l. Orígenes independientes del comercio, el dinero y los mercados .'
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Desde Aristóteles a Marx, la especialización económica, o la crecien- ..
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te división del trabajo, se identificó tradicionalmente con el desarTOllo ..

del comercio, el dinero y los mercados. Estas instituciones parecían ser ..'
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distintos aspectos del proceso de crecimiento económico. El comercio ..
·.

se mostraba como el movimiento de bienes dentro del mercado, y el


dinero como el medio de intercambio que facilitaba ese movimiento. A ..
;

la luz de los presentes descubrimientos, resulta imposible mantener ese '



punto de vista. Como hemos señalado en la introducción, algunas for- ·.
.,.
mas de comercio y varios de los usos del dinero adquieren importancia
en la vida económica previa e independientemente de los mercados.
Incluso la presencia de los elementos de mercado, no implica necesaria-
mente la existencia del mecanismo de oferta-demanda-precios. La tradi-
ción o la autoridad establecen originariamente los precios ( equivalen-
cias). y su cambio, si es que se da, se realiza por dichos medios ..

155 '
institucionales, no por los de mercado. El problema al estudiar la anti-
güedad es la fluctuación de precios no su estabilldad. Todo lo anterior
nos exige que nos replanteemos cuál era la organización primitiva del
comercio, del personal, las características de los diversos tipos de mer-
cado, las técnicas convencionales del comercio a gran escala, la función
del corretaje en las primeras socíedades, los orígenes institucíona1es de
los usos del dinero, el papel cambiante de los pesos y medidas para
estabilizar los precios relativos, el papel jugado por el tesoro y los pro-
ductos básicos almacenados en el funcionamiento del sistema moneta-
rio bajo condiciones arcaicas. y otros temas referentes a las formas de la
vida económica primitiva.

11. Desarrollo interno y externo independiente

Max Weber; en su obra sobre los orígenes de algunas instituciones


económicas. indicó que el comercio externo precedió al comercio
interno, que el uso del dinero como medio de cambio se origínó en la
esfera exterior y que los mercados organízados se desarrollaron antes
en el comercio exterior. Richard Thurnwald corroboró esta escala con
hechos tomados de la vida económica de las comunidades primitivas.
En nuestros días podemos afirmar con cierta seguridad que la prioridad
del desarrollo del dinero, y del mercado. así como del comercio exte-
rior sobre el interior, son fenómenos generales. junto a este enfoque se
han confirmado un cierto número de hechos, como la clara indepen-
dencia del comercio interior y del exterior en Atenas, en las ciudades
persas del siglo xv11 y en las ciudades dahomianas de los siglos xv111
y x1x; el importante papel del corretaje como nexo entre los mercados

internos y externos: el sistema administrativo de los <<puertos comer-
ciales>> desde la antigüedad hasta los tiempos modernos: el uso de un
monopolio de exportación del grano en el Egipto de los Ptolomeos
como medio de establecer un <<mercado mundial del grano>> en el
Mediterráneo oriental: el papel de la moneda interna y externa en el
síglo IV en Grecia, como demuestran algunos ejemplos de la pseudo-
aristotélica Oeconomica. que resultó no ser tan excepcional como se
había pensado hasta entonces: el predominio del comercio exterior
sobre el interior en la Babilonia de Hammurabí; la existencia de <<puer-
tos comerciales>> altamente organizad0s en el segundo milenio a.c. en
156
..
·.
·.
..

·.
·.
Siria, cuando Babilonia aún no poseía mercados: y la coexistencia del ·.
emporio mediterráneo de Tiro con un interior palestino. en cuyas ciu-
dades. por lo general, no existían mercados.

111. La integración de las economías sín mercado

El tercer grupo de proposiciones se refiere a la integración del


comercio, el dinero y los elementos de mercado en ausencia de un sis-
tema de mercado. Esta problemática cuestión se eludió en todas las
investigaciones específicas por la presunción tradicional de que comer-
cio. dinero y mercados estaban indisolublemente unidos. Donde había
comercio, se daba por sentada la exístencia de mercados, y donde
había dinero. se suponía la existencia de mercados, y por tanto del
comercio. En realidad. en la mayor parte de la historia económica, se
deberían contemplar por separado el origen del comercio, los usos del '
..

dinero y los elementos de mercado. A menos que el comercio se con- ..


..'
vierta en mercado comercial y el dinero se convierta en medio de
:

cambio. las preguntas pertinentes son: ¿cómo funciona tal economía? ··..'.
..
¿cómo, por ejemplo, unos objetos pueden utilizarse como pago, otros ·,·.
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diferentes como patrón de valor y que al mismo tiempo no se observe


un número significativo de intercambios? El papel del tesoro y de los
productos básicos almacenados en la sociedad arcaica puede darnos ·.
:
'
parte de la respuesta. Surgen preguntas similares en cuanto al funciona-

miento a gran escala del comercio y del dinero en economías sin mer-
cado, preguntas que no podrían ser formuladas si se niega o se ignora ...·
..
la existencia de tales condiciones. .·
....'
Las pruebas que presentamos en esta sección sobre el comercio, el
dinero y los mercados se dirigen al estudio de las instituciones econó- ..
....·.
micas tal como surgen en las economías sin intercambios, lo que impli- '

..·.
ca correlacionar dos series de fenómenos empíricos: por una parte, los

datos del historiador sobre las pautas de integración, excluido el ínter- ·,
·.
cambío. que aparecen en las sociedades de status -reciprocidad, ·'

..
redistribución y la hacienda: y por otra, las distintas variantes de las ins- ·.
..
..
·.
tituciones del comercio, el dinero y el mercado, tal como aparecen en ..

·.
.·'
las sociedades de status.
..·.
·...
La esperanza de que los resultados obtenidos puedan también con- ..
..
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tribuir a un mayor conocimiento de las economías sin mercado, se .·'
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apoya en una consideración formal cuyo peso recae en un rasgo poco
apreciado de la economía tradicional no en cuanto a las proposiciones
de la teoria del sistema de mercado, sino en cuanto a sus vastos objeti-
vos. Lo que tan triunfalmente se ha hecho con la sociedad de mercado
queda por hacer analitica e históricamente, con las primeras socieda-
des, donde se ha descubierto que prevalecen pautas de integración dis-
tintas al intercambio.

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8. El comercio y los comerciantes

l. Defjnición técnica e institucional

Técnicamente. el comercio es un método de adquirir bienes inexis-


tentes en un lugar 1• Se trata de una actividad simílar a otras que sole-
mos asociar con esferas bastante diferentes de la vida, a saber: caza.
expediciones, y piratería. En esos ejemplos, la cuestión es adquirir y lle-
varse bienes que están a una cierta distancia. Lo que diferencia el
comercio de estas otras actividades es una bilateralidad que asegura
también su naturaleza pacífica, ausente en expediciones de pillaje y
saqueo.
Institucionalmente, bajo condiciones primitivas imperturbadas, el
comercio es como la caza, una expedición o la rapiña: una actividad de
grupo organizada Se centra en la reunión de grupos de distintas comu-
nidades. uno de cuyos propósitos es el intercambío de mercancías.
Estas reuniones, como sabemos, no producen índices de intercambio,
sino que. por el contrario, los presuponen. No hay ni comerciantes
individuales ní deseos individuales de ganancia, tanto si el jefe o el rey
actúan en nombre de la comunidad. después de reunir los artículos
para <<exportar>>. como si numerosos individuos se reúnen con otros
en la playa para realizar esta operación. En ambos casos, los elementos
rituales y ceremoniales se entremezclan con los comerciales, que nunca
carecen de alguna connotación social o política.
En las sociedades primitivas se hace patente qué comunidad es la
que tiene el papel activo en el comercio y cuál es la parte pasiva.
Excepto cuando el comercio tiene lugar en un punto neutral, una de las
dos partes es visitante y la otra, anfitriona. La primera lleva las mercan-
159
cías y soporta la mayor parte del riesgo; la otra se limita a responder a
la ocasión. Normalmente las dos partes se alternan en este papel.
Posteriormente, bajo las condiciones de la sociedad arcaica, la distin-
ción puede convertirse en una diferencia tajante entre el comercio acti-
vo y el pasivo, lo que significa la organizacíón total del comercio.
Tal vez parezca que hemos recalcado ilegítimamente <<adquisicíón
de bienes distantes>> como el factor crucial del comercio, pero lo
hemos hecho, entre otras razones. para destacar el papel determinante
jugado por el interés adquisitivo o de importación en la historia del
comercio. Como vimos, implica nada menos que usar las alternativas
de métodos pacíficos frente a métodos de fuerza para satisfacer ese
interés, alternativas que pueden afectar a la estructura total del Estado
así como a sus formas de actuación en la historia.
Las diferentes fases de la historia de las civilizaciones nómadas,
como la mongol y la árabe. ilustran este punto. Debenamos distinguir la
combinación a pequeña escala del píllaje y del comercio, como hacían
los fenicios y los griegos a los que se refiere Homero o los beduinos del
Antiguo Testamento, de la organización más sutil y provechosa con la
que se servía a los intereses de los grandes imperios. a veces por méto-
dos militares, otras veces por sistemas de transacción para adquirir bie-
nes distantes, alternativas cuyos cambiantes requisítos configuraron deci-
sivamente sus polftícas interior y exterior: El factor permanente de
fondo fue su interés por adquirir o importar los productos que tenían
sus vecínos asentados -su dependencia de algunos <<artículos necesa-
rios>>, e incluso de algunos <<artículos de lujo>> que poseían estos vecinos.
Los artículos textiles y caseros pertenecían al primer grupo, mientras
que el oro, los esclavos. las piedras preciosas, la seda. los artículos de
piel, los cosméticos y los ornamentos pertenecían al segundo. La dístin-
ción, por supuesto, es más sutil de lo que a veces se creía, ya que lo que
nosotros consíderamos artículos de lujo correspondía en muchas oca-
siones a las necesidades de los ricos y poderosos, cuyo interés en la
importación determinaba la política económica exterior:
La adquisición de bienes por parte de los creadores de los impe-
rios nómadas pudo haber tenido lugar de diferentes maneras:
1) Mediante incursiones predatorias para obtener un botín. desde la
simple rapiña hasta el deseo permanente de conquista. 2) Fomentando
el comercio pasivo. 3) Combinando estos dos métodos. 4)
Desarrollando el comercio activo.
160
Sin embargo, el carácter del <<imperio>> tendía a ser diferente en
cada caso. Las símples expediciones de incursión, a cualquier escala, no
necesitan más que un pseudo-imperio como el de los hunos de Atila o
los ávaros. Pero un imperio de clanes nómadas completamente desa-
rrollado, como el de Genghis Khan y sus sucesores, que incluía extensas
rutas comerciales, basaba sus importaciones en el comercio pasivo
organizado a gran escala. El poder mílitar les servía como simple apoyo
al comercio, vigilando las rutas de caravanas. asegurando las entregas, y
obligando a los pueblos sedentarios a garantizar el acceso por sus terri-
torios a todos los que comerciaran al servício del imperio. Se constru-
yó una red de hospedaje para comerciantes extranjeros y se estableció
un servicio postal trascontinental que estaba en manos del imperio,
para aumentar las riquezas del reino mediante un volumen de importa-
ciones cada vez mayor. El resultado fue un gran volumen comercial,
realizado por comerciantes y mercaderes de todas las nacionalidades a
lo largo de las interminables rutas comerciales del imperio, actividad en
la cual no participaba ningún mongol. Tras la caída de la dinastía Yuan
(mongola) en China, los jefes de los clanes mongoles se vieron obliga-
dos a regresar a sus lugares de origen y el floreciente comercio pasivo
del imperio de Genghis Khan desapareció para siempre. Esta situación
nos brinda un ejemplo excelente para apreciar las distintas alternativas.
Los fragmentos del imperio estepario de Genghis Khan se enrolaron en
una guerra civil que durante mucho tiempo, hizo estragos entre los
caballeros feudales occidentales y los príncipes orientales, que ganaron
la partida y establecieron su domínio sobre todos los khanatos por una
razón: sólo ellos podían ofrecer la garantía de un poder central capaz
de resolver la doble tarea de organizar alternativamente incursiones en
el territorio de sus vecinos y establecer relaciones comerciales norma-
les con ellos. Vladimirstov recalcó que para triunfar en ambos empeños
-el asalto y el comercio- no sólo era necesaria una dirección central,
sino también una <<repartición>> central del botín en un caso y de los
bienes importados en el otro 2 • A diferencia de los mongoles que
nunca consintieron el comercio activo, los imperios árabes, que comen-
zaron en similares condiciones nómadas, finalmente, gracias a sus ten-
dencias más democráticas, evolucionaron hacia un amplio estrato
comercial que estipulaba grandes importaciones a través del comercio
activo, sin tener que recurrir a los métodos de incursión y asalto. Se
deduce que en la capacidad para el comercio activo radica la decisiva .
161
superioridad histórica de los imperios islámicos sobre los más transito-
rios khanatos mongoles con su sistema comercial pasivo.

11. Características institucionales del comercio

Puesto que en toda actividad comercial debe haber alguien que


traslade algo a otro lugar; y este movimiento se realiza en dos direccio-
nes, es necesario que haya: 1) personal; 2) mercancías: 3) transporte:
4) bilateralidad. Todos estos rasgos institucionales del comercio se pue-
den clasificar siguiendo criterios sociológicos. tecnológicos, o ambos,
pero de ellos depende la relevancia del análisis, que presentamos a
continuación, de la enorme variedad de formas y organizaciones del
comercio en la historia.

A. Personal

1. Factor y mercader: razón de status y razón de beneficio

Un comerciante puede llevar a cabo la <<adquisición de bienes dis-


tantes>> por razones propias de su puesto en la sociedad. siguiendo una
norma que comprende elementos de deber o servicio público (razón
de status): o con el fin de obtener las ganancias que pueda acumular en
las transacciones de compra y venta (razón de beneficio). El represen-
tante típico (aunque no es el único) del primer tipo de comerciante es
el factor: el representante típico del segundo es el mercader.
A pesar de las muchas combinaciones de los dos tipos, el deber y
el beneficio destacan como las dos motivaciones primarias y clara-
mente diferenciadas. Si la <<razón de status>> se refuerza con el benefi-
cio material, éste, por lo general, no toma la forma de ganancia obte-
nida en el propio intercambio, sino la de un regalo del tesoro o una
donación de tierras recibida por el comerciante como recompensa
de su señor. De esta forma, las ganancias transaccionales representan
ínfimas sumas que no tienen comparación con la recompensa entre-
gada al diligente y próspero comerciante por parte de su señor. Así,
el que comercia por deber y honor se hace rico, mientras que el que
lo hace por deseo de lucro sigue siendo pobre -una razón más por
162
la cual los motivos de beneficio permanecen ocultos en la sociedad
.
arcaica.
La distinción entre razones de <<status>> y razones de <<beneficio>>
podría parecerle al historiador irrelevante dado que la mayoría de las
sociedades anteriores a la nuestra, hablando en términos generales,
eran sociedades de status. donde al parecer no había lugar para el
pobre comerciante motivado por el deseo de ganancia. Sin embargo,
esto sería confundir dos funciones diferentes del <<status>>, la del origen
y la del contenido de los derechos y deberes. Mientras que en una
sociedad de status los derechos y deberes de todos los grupos están
determinados por el nacimíento, los derechos y deberes mismos no
tienen por qué ser necesariamente de carácter honorífico. Se espera
que los grupos pertenecientes a los status más altos actúen por moti-
vos hononñcos de deber. obligación y autorrespeto, pero a los grupos
de status más bajo se les puede permitir entregarse a ocupaciones
lucrativas que son consideradas de la clase inferior. como ilustra el sta-
tus del comerciante extranjero, meteco. en la antigua Grecia. Por el
contrario, nuestras modernas sociedades sin status se han familiarizado
durante síglos con la figura del comerciante que no obtenía beneficio
para sí, el agente de venta o factor que comerciaba para su compañía, y
cuyo éxito no significaba ganancias sino un ascenso.
Sin embargo, lo anterior no afecta a la distinción básica entre el fac-
tor y el mercader. El último comercia con el propósito de obtener
ganacias en las transacciones que va a realizar, el primero comercia
como parte de sus deberes y obligaciones generales.

2. Clase alta, baja y <<media>>: niveles de vida

El lugar ocupado por el comerciante en la escala del nível de vida


ha sido muy distinto en las diferentes sociedades: en realidad, hasta en
una misma sociedad en diferentes momentos. La cuestión es complica-
da en algunos casos debido a la existencia simultánea de más de una
clase comerciante en la sociedad.
En la sociedad arcaica, el jefe o rey y su séquito eran los únicos con
poderes para comerciar; es decir. para iniciar las más o menos belicosas
y diplomáticas empresas que llevaban a la <<adquisición de bienes dís-
tantes>>. El comercio pirata o por tratado practicado conjunta o separa-
163
damente, pertenece a la esfera gubernamental. El rey mismo puede
dirigir la empresa personalmente, como Mentes, el legendarío dirigente
de los tafianos, o simplemente supervisar su ejecución, como parece
haber hecho Argesilao, auténtico rey de los cirenaicos. Pero la actividad
comercial del jefe o rey no implica una intervención personal del sobe-
rano, que en la práctica debía emplear cientos o incluso miles de
comerciantes como factores o <<mercaderes del rey>> para que realiza-
ran el comercio en su nombre. Probablemente algunos de ellos perte-
necían a la misma familia
. real, otros eran príncipes o gobernadores que
poseían fortalezas y castillos: y tal vez, otros intervenían como enviados
de la corte, que disfrutaban de donaciones reales o, frecuentemente,
que gozaban del privilegio de participar en los beneficios del comercio
del sindicato real. En todos los casos, los <<mercaderes del rey>> gozaban
del mismo rango que los generales militares, los gobernadores civiles y
otros altos funcionarios entre los grandes del reíno.
En las sociedades de tipo campesino, tal como la Grecia antigua
después del siglo vu o Roma después de la monarquía, deja de existir el
comercio real. El comercio exterior es discontínuo, como en Roma, o
reducido a comercio pasivo. En la Grecia del siglo v1 se menciona a
Solón como mercader. y debemos suponer con certeza que los pisis-
trátidas y los alcmeónídas debieron haber intervenído, al menos ocasio-
nalmente, en empresas comerciales extranjeras a gran escala. Pero
éstas fueron excepciones. El mismo Solón asumió que Atenas dependía
básicamente de mercaderes extranjeros de grano para abastecer sus
necesidades alimenticias. En Israel. las regiones interiores desarrollaron
el comercio real en tiempos de David, logrando un nivel considerable
durante el reinado de Salomón pero, poco después del derrumbamien-
to del Imperio Unido, pasaron a ser enteramente dependientes del
comercio pasivo. De los tres pueblos, sólo los griegos tuvieron comer-
ciantes de la clase baja en los kapeloi -minoristas locales de alimen-
tos y en la clase meteca de los naukleroi -navegantes. Ninguno de
ellos pasó jamás a formar parte de la clase media. Esta clase, idealizada
bajo ese nombre por Aristóteles, fue una clase de terratenientes, nunca
de comerciantes.
La clase media comercial del siglo XIX es un producto tardío del
desarrollo occidental. La sociedad medieval urbana consistía típicamen-
te en una clase alta privilegiada de mercaderes burgueses y un amplio
estrato de artesanos y comerciantes que formaban el pueblo. Juntos
164
constrtuían la comunidad urbana; por encima de ellos estaba la aristo-
cracia terrateniente que poseía las grandes haciendas. Incluso en la
Inglaterra del siglo XVIII, la más avanzada sociedad comercial occidental
de la época, el afortunado mercader burgués ascendió a la clase terra-
teniente, dejando tras sí al <<comercíante>> en la escala más baja de la
sociedad. Hasta la Ley de Reforma de 1832 no se constituyó una clase
media de comerciantes en Inglaterra.
La antigüedad no ofrece otra figura del comerciante más que la
perteneciente a la clase alta o baja. La primera está conectada con el
poder y el gobierno, la otra depende para su sustento del trabajo
manual. Este hecho es de vital importancia para comprender las formas
y la organización del comercio en los tiempos antiguos.

3. Tamkarum, meteco y extranjero: tipos de comerciantes


en el mundo arcaico

Los comerciantes típicos de la antigüedad eran los tamkorum. los


metecos y los extranjeros. El tamkarum dominaba la región de
Mesopotamia desde los inicios de Sumeria hasta la aparición del Islam,
es decír; durante tres mrl años aproximadamente; el valle del Nilo
conocía solamente este tipo de comerciante. así como el reino africano
de Dahomey. El comerciante meteco apareció en Atenas y con el hele-
nismo se convirtió en el prototipo de mercader de la clase baja desde
el valle del Indo hasta las Columnas de Hércules. En efecto. fue de una
población similar de modestos comercíantes -esta vez no del mar;
sino de la tierra- de la que salió la clase mercante burguesa de la
Europa occidental. El tercer tipo de comerciante, el extranjero, está,
por supuesto, en todas partes. Es el extraño. el que sostiene el
<<comercio pasivo>>, el que no <<pertenece>> a la comunidad ni goza del
semistatus de extranjero residente. sino que es un miembro de una
comunidad totalmente diferente. En las grandes civilizaciones de
Oriente y África. la figura clave de la vida comercial era el tamkarum; en
la civilización helénica era el meteco, pero en ambas existían también
los extranjeros. Es necesario tener en cuenta muchas otras considera-
ciones ante esta clasificación tan simplificada para examinar con más
claridad la enorme variedad de configuraciones que nos darán una ver-
dadera imagen del comercio en la antigüedad.
165
El tomkarum pertenecía al tipo factor, y era tal por herencia o por
designación directa del rey. el templo, o <<el poderoso>>. Poseía un sta-
tus en el cual se inclu{an sus deberes y privilegíos, los primeros consis-
tían en organizar el transporte de bienes (desde los porteadores hasta
las caravanas y flotas) y llevar a cabo las negociaciones. reunión de
información, diplomacia, acuerdos, regateo y conclusión de negocios a
larga distancia. También podía servir como intermediario, subastador;
guardián de depósitos, agente de pagos oficiales, préstamos, adelantos y
como abogado. Su subsistencia no dependía de las transacciones que
realizaba: estaba asegurada por los ingresos de su status. sobre todo a
través de la propiedad de tierras, o, al menos. mediante la dieta que
recibía por su rango del tesoro real o del templo. Si, como ocurría en
Dahomey, sus ingresos se derivaban de algún privilegio comercial espe-
cial, las transacciones por las que convertía ese privilegio en riqueza
quedaban institucionalmente separadas de las transacciones que realiza-
ba en su calidad de tamkarum. Cuando existían gremios, a los que los
comerciantes y mercaderes pertenecían por status, todo esto quedaba
institucionalizado en el sistema gremial.
El tipo meteco es un residente extranjero. Puede provenir de una
población flotante de personas desplazadas de su territorio -fragmen-
tos de pueblos desmembrados, refugiados políticos. exiliados. delin-
cuentes fugitivos, esclavos escapados, o mercenarios expulsados. Su
ocupación era la de pequeño comerciante, patrón de un pequeño
barco, que podía actuar como cambista o prestamista con un puesto
en el mercado.
Los metecos de Atenas, originalmente una población portuaria,
eran a veces artesanos, pero la mayon'a se dedicaban al comercio y tra-
taban de ganarse la vida con los beneficios que obtenían de la compra
y venta de mercancías. Aparte de ser patrones y comerciantes, los
metecos también tenían mano como <<banqueros>>, ocupación mezqui-
na que consistía en comprobar y cambiar las monedas tras un banquillo
en la plaza del mercado. Su comisión como cambistas de dinero estaba
regulada por la autorídad pública; como comerciantes de grano, esta-
ban sometidos a una estricta vigilancia; como patrones mercantes.
tenían numerosas restricciones comerciales que limitaban sus ganancias.
En general, el meteco era libre de satisfacer su deseo de ganancia, un
motivo que era considerado propio de su baja condición social. Su vida
era dura: esfuerzo físico agravado por la exposición a las odiadas dificul-
166
tades del mar; no esperaba riqueza en compensación por sus esfuerzos,
ya que no le estaba permitido poseer casa ni tierras; no podía tener
hipotecas; y. por consiguiente, no podía poseer nada que pudiera consi-
derarse riqueza. Excepcionalmente un meteco podía acumular una
considerable cantidad de dinero, pero eso no significaba nínguna dife-
rencia en su calidad de vida. Como hombre privado del derecho de
posesión de tierra y casas no podía. por ejemplo, montar a caballo, ni ;

dar fiestas, ni levantar una mansión. Incluso los pocos metecos ricos
que había llevaban una vida de lo menos atractiva.

4. Pueblos comerciantes

No todas las comunidades que practicaban el comercio poseían


comerciantes profesionales. Una comunidad podía comerciar colectiva-
mente; otra podía disponer de comerciantes profesionales y conside-
rarlos míembros de una clase social específica. Otras sociedades, aun-
que no son más que unas pocas, hacían del comercio activo la
ocupación principal del grueso de la población. Es a estas últimas socie-
dades a las que llamaremos pueblos comerciantes.
Evidentemente, la existencia del comercio no presupone la de los
comerciantes, e incluso donde existen comerciantes profesionales, su
relación con la comunidad global puede ser muy diferente según el tipo
de sociedad de que se trate.
En las sociedades primitivas. como hemos visto. el comercio es por
lo general una tarea colectiva realizada por el jefe o mediante la partici-
pación general de los miembros. En este último caso, su propósito
puede lograrse en reuniones masivas con sus colegas comerciantes en
la playa, o llevando (según la costumbre habitual) productos alimenti-
cios locales o artículos manufacturados a una isla vecina. Por consi-
guiente, no encontramos en las sociedades primitivas a nadie especiali-
zado en las profesiones de mercader o comerciante.
La figura del comerciante hace su aparición en las sociedades arcai-
cas, que ya hemos clasificado en sociedades de tipo campesino e impe-
rios, estos últimos. divididos, a su vez, en los de tipo nómada y los de
tipo hidráulico. En las sociedades de tipo campesino, la casa real puede
emplear a un conjunto de comercianes que normalmente desaparecen
con la caída de la monarquía, como probablemente ocurrió en la primi-
167

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tiva Roma, y tras la caída de los tiranos en la antigua Grecia. En el impe-
rio hidráulico, el tamkarum gana el derecho de status. En el imperio
nómada de los mongoles. el comercio era exclusivamente pasivo; no
existía en absoluto la clase comerciante; como tampoco, en los prime-
ros
,
imperios nómadas de los bereberes y los primeros árabes de
A frica.
Los pueblos comercíantes difieren profundamente de todos éstos;
entre ellos, el comercio es una fuente de medios para la subsistencia
colectiva. Los pueblos comerciantes difieren entre sí en un aspecto
importante: los comerciantes auténtícos, como podríamos llamarlos,
dependen para su sustento exclusivamente del comercio en el cual,
directa o indirectamente, participa toda la población. Para los otros
-un grupo mucho más numeroso-· el comercio es solamente una de
las ocupaciones en las que participa una parte considerable de la
población de vez en cuando, cuando viajan fuera con sus mercancías
durante períodos de tiempo más o menos largos.
Ejemplos de auténticos comerciantes son los fenicios, los rodios, y
los vikingos occidentales, todos los cuales comerciaban por mar; los
beduinos, los tuareg del desierto. los vikingos orientales y los kede de
Níger; que seguían las rutas de los ríos. Entre los que comerciaban oca-
sionalmente
, están los hausa. los duala. los mandinga y otros pueblos de
Africa occidental; y los malayos. Además había pueblos disemínados,
como los armeníos y los judíos.

B. Bienes

La decisión de adquirir bienes y transportarlos desde un punto dis-


tante depende obviamente de la urgencia o necesidad de los objetos y
de la dificultad de adquirirlos y transportarlos. Además, esa necesidad
tiene que ser compartida por los que poseen los medios polfticos y
técnicos de organizar eficazmente la aventura comercial. La decisión de
adquirir un tipo de bienes en una región distante se hace necesaria-
mente bajo circunstancias concretas. distintas de las que llevan a tomar
la decisión de adquirir otros bienes en otra región. Por este motivo, el
comercio arcaico es principalmente un negocio discontinuo, restringido
a empresas concretas que no dan lugar a compañías privadas perma-
nentes. La societas romana y la posterior commendo, por ejemplo, eran
168
asociaciones comerciales limitadas a un compromiso, ya que antes de
los tiempos modernos, las asociaciones comerciales permanentes eran
desconocidas. Las aventuras comerciales arcaicas difieren. por tanto.
según el tipo de bienes que se van a adquirir y transportar; los cuales
forman ramas separadas del comercio, cada una con métodos técnicos
organizativos diferentes.
Lo anterior puede parecer demasiado evidente como para que
valga la pena mencionarlo; sin embargo es útil recalcar estos hechos si
queremos interpretar correctamente los rasgos característícos del
comercio sin mercado, en el que no existe el <<comercio en general>>,
porque todo comercio es originalmente específico, determinado por
los bienes. Una cosa es transportar esclavos y ganado que. por así
decirlo, viajan por su cuenta, y otra muy distinta, trasladar enormes
rocas o troncos de árbol, durante cientos de millas a través de un país
sin caminos. En algunos casos se llevan mulas. caballos u ovejas. junto
con sus respectivos jinetes o pastores, creando así un problema social
de cierta complejidad.
El carácter específico del comercio arcaico aumenta con la necesi-
dad de adquirir bienes importados a cambio de los que se pueden
exportar; ya que, ante la ausencia del mercado, las importaciones y las
exportaciones suelen pertenecer a regímenes administrativos diferentes.
El proceso de reunir los bienes que se van a exportar. a menudo, va
desligado del proceso por el cual se procede a <<repartir>> los importa-
dos. ya que el primero atañe a los tributos, impuestos, regalos feudales,
o cualquier otra acción por la que los bienes fluyen hacia un centro, en
tanto que la <<repartición>> puede descender en una cascada jerárquica a
lo largo de escalafones diferentes. Los rusos del Kiev exportaban pieles,
lino y miel, materias que recogían el príncipe y los nobles como tributo
de sus súbditos; e importaban sedas, telas, joyas y vestidos de gala de
Bizancio. En el imperio romano, los alimentos y otros artículos de pri-
mera necesidad que fluían de las províncias a la capital como annona.
representaban una <<importación>> no correspondida de carácter pura-
mente polftico. En este caso las importaciones tenían que recogerse pri-
mero en las provincias antes de ser enviadas a Roma. Quinientos años
después, el comercio africano y de las Indias occidentales y orientales
que realizaban las compañías europeas, transcurría a través de los cana-
les establecidos para recoger los tributos de los nativos por parte de sus
príncipes o de los mísmos europeos, y exportarlos luego a Europa.
169

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C. Transporte
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Al igual que con los bienes, el mercado actúa como nivelador del
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transporte, borrando todas las diferencias: lo que la naturaleza hace
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distinto, el mercado lo hace homogéneo. Incluso hace desaparecer la
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pueden comprar y vender en el mercado una en el mercado de
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.:. . artículos, la otra en el mercado de transporte. En ambos casos, existe
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la oferta y la demanda. y los precios se establecen de la misma manera.
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. Los diversos tipos de servicios de transporte tienen su denominador
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común con las diversas mercancías en términos de coste, el caput mor-
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tuum de la alquimia mercantil.
Ahora bien, tal homogeneidad contribuye a crear una buena teon'a
económica, pero una mala historia de la economía. Las distinciones sus-
tantivas que se ignoran en el mercado son la matería prima de la histo-
ria. Los diferentes tipos de bienes, como vimos, crearon ramas distintas
del comercio en los tiempos arcaicos. Los bienes comerciados pueden
necesitarlos personas de diferente status, cuyos intereses se expresan
por vías diferentes, que tienen diferentes medios a su alcance para con-
seguir sus fines, y que, además, dan origen al desarrollo de diferentes
tipos de comercio cuya organización apenas tiene nada en común.
Ignorar las diferencias entre bienes móviles. como esclavos y ganado, e
inmóviles, como piedras y madera, haría ininteligible la historia del
comercio antíguo.
En el caso del transporte, es decir; del transporte de bienes a distan-
cia, las rutas creadas y los modos y medios de transporte no son
menos relevantes ya que, una vez más, los hechos geográficos y tecno-
lógicos se entrelazan con la estructura social. La organización del
comercio debe cubrir los pelígros y obstáculos causados por la natura-
leza y el hombre. En los víajes por mar; por ejemplo, se utilizaba un tipo
específico de embarcación para hacer frente a los elementos de la
.. ·, ..
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.:.':. naturaleza y a los peligros de la guerra. El desarrollo de las embarcacio-
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nes de guerra fue comparativamente tardío frente al de embarcaciones


que habían servido para propósitos comerciales y bélicos al mismo
tiempo. Bajo este aspecto, la tripulacíón del barco de guerra es sólo
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una variante de la tripulación del <<mercante>>, cuyo reclutamiento, no


era un~ proposición de negocios -otro indicador para la historia del
comercio.
170
En cuanto a los peligros de los piratas y atracadores, las rutas
comerciales del interior y las costeras corrían el mismo peligro. Sólo en
alta mar era poco probable el ataque de los piratas (aunque posterior-
mente también frecuentan'a las rutas marinas). La vigilancia de las rutas
interiores es la razón de ser de todos los imperios, excepto de los pns-
tinos surgidos directamente de las exigencias políticas de la irrigación.
Ni Babilonia, ni Egipto ni China se extendieron a lo largo de rutas
terrestres: su medio de transporte era fundamentalmente fluvial (el tér-
mino acadio para indicar un lugar de comercio es <<puerto>>). Pero los
imperios nómadas de los pueblos turcos, mongoles, árabes y bereberes
se extendieron a lo largo de una red de rutas de caravanas transconti-
nentales. Su finalidad era <<adueñarse>> de las rutas, lo que les propor-
cionaría un flujo de importaciones en parte conseguido por peajes.
impuestos. pagos en especies por los salvoconductos, y en parte por el
intercambio de materias primas recogidas por los creadores del impe-
rio como tributo de los pueblos conquistados.
Las caravanas. por tanto, preceden a los imperios. Su organización
estaba dictaminada por los requisitos de tránsito a través de áreas
incontroladas policialmente. Las primeras caravanas, sin duda, fueron
construidas y equipadas para su tarea por los poderes públicos, bien
basándose en el esquema del comercio real o bien en el del comercio
guerrero, aunque en cualquiera de los dos casos. el comerciante seria
del tipo tamkarum. Incluso la caravana independiente de tiempos poste-
riores, formada a menudo por mercaderes burgueses que frecuentaban
las tradicionales rutas terrestres, continuó siendo una especie de peque-
ño estado errante que hacía su camino entre un sinfín de asentamientos
de pueblos más o menos grandes y de naturaleza más o menos rapaz.
Esta caravana extraterritorial tenía que ceñirse estrictamente a la ruta
trazada y no mirar ni a derecha ni a izquierda a su paso por las diversas
regiones. Sus integrantes aprendían tan poco de estas regiones como el
moderno trotamundos en sus viajes organizados saltando de hotel a
hotel. La mayor parte del antiguo comercio de esclavos se realizaba en
este tipo de caravanas. Sólo rara vez era suficientemente goloso el pas-
tel como para permitir que unos cuantos comerciantes individuales, sin
el acompañamiento armado de una caravana, guiaran el transporte de
esclavos a través de fronteras políticas, pagando sus derechos al sobera-
no local en cada una de ellas. Probablemente en este último tipo de via-
jes por etapas radica el secreto de los cientos de millas en los que se
171
'-:endió una multitud de esclavos <<río abajo>> en la costa occidental del
Africa ecuatorial, sobre todo después de la llegada de los portugueses a
la desembocadura del Zaire en el siglo xv111. En Níger. los colonos kede
del siglo x1x ayudaban a cumplir los propósitos de este comercio fluvial,
que pasaba sus canoas por toda la tortuosa longitud del río, tal como
una boa digiere a su presa.
En algunos aspectos la caravana fue también el origen de un impor-
tante desarrollo militar. Rostovtzeff ha señalado que el ejército heleno
fue una de las más originales creaciones de su época, cuya importancia
económica no podemos subvalorar J. Por supuesto, se refería a la enor-
me confluencia de animales y hombres, contando los miles de merca-
deres y artesanos que formaban el capítal errante del ímperio. Era un
laberinto de mercados, enmarañados en los tejidos de unos cuarteles
generales militares enormemente agrandados. En efecto, este ejército
no era más que una caravana glorificada, la primera formación armada
con la tarea de crear inmensos cuerpos errantes de personas económi-
camente independientes. Y sin embargo, este skeue seleúcida. que
tanto impresionó a Rostovtzeff. era relativamente modesto en compa-
ración con el trayecto estival, unos dos mil años después, del Gran
Mogol, desde su polvorienta capital india hasta las altas montañas. Tal
como lo describió Tavernier, este trayecto anual, con su casi medio
millón de seguidores, que incluía la población entera del bazar del Delhi
marchando campo a través como un enorme monstruo, y acampando
noche tras noche en un lugar diferente, era en realidad una ciudad
improvisada de proporciones fantásticas 4•

D. Bilateralidad

La adquisición de objetos inexistentes en la comunidad necesaria-


mente obliga al grupo a mantener relaciones exteriores. Las formas
precomerciales de adquisición son la caza, las expediciones y la rapiña,
que implican un movimiento de bienes unilateral. La apropiación, la
captura, la tala. el robo, o cualquier otra forma de obtener bienes,
forma una parte de la acción: el acarreo, el trayecto y la forma de
transportar la adquisición, otra. Pero el comercio, como hemos visto,
es una acción bilateral pacífica, y requiere un tipo de organización espe-
cífica que asegure esas dos cualidades. Según la intención de la brlatera-
172
lidad, nos encontraremos con tres tipos fundamentales de comercio:
comercio de donaciones. comercio administrado o por tratado, y co-
mercio de mercado.
El comercio de donaciones liga a las dos partes en una relación de
reciprocidad, como la de amigos invitados, los socios kula, o los comer-
ciantes de visita. La organización del comercio en este caso es general-
mente ceremonial. y supone prestaciones mutuas, embajadas, y acuer-
dos políticos entre los jefes o reyes. Los bienes son generalmente parte
del tesoro, es decir. objetos de circulacíón entre la elite tales como
esclavos, oro, caballos, marfil, ropas o incienso; aunque en el caso de
visitantes vecinos los regalos pueden tener un carácter más <<democrá-
tico>>. El comercio de regalos caracterizó a las sociedades tribales,
donde no existen sanciones contra medidas hostiles de represalia; pero
durante milenios el comercio entre imperios se realizó siempre
mediante regalos porque ningún otro fundamento de la bilateralidad se
acoplaba mejor a las necesidades de la srtuación. Los imperios pueden
sacar ventajas de los <<bárbaros>> mediante regalos, o, quizás, la parte
más débil puede colmar de regalos a la más fuerte para obtener sus
favores, y tal vez evitar el pago de impuestos.
El comercio administrado o por tratado presupone organismos
organizados, políticos o semipol~icos, relativamente estables. Tiene su
firme fundamento en las relaciones de tratado de carácter más o
menos formal, ya que el acuerdo puede ser tácito, como en el caso de
las relaciones tradicionales o de costumbre; aunque, entre organismos
soberanos, el comercio a gran escala supone la existencia de tratados
explícitos incluso en épocas relativamente tempranas (por ejemplo,
entre tos etruscos y Cartago en el siglo XI a.C.). En el comercio por
tratado, el interés de la importación está determinado por ambas par-
tes, y por esa razón, el comercio se organiza mediante canales guber-
namentales o controlados por el gobierno. Por lo general, esta organi-
zación implica la recogida de las mercancías a exportar así como la
distribución de las importaciones -actividades ambas que caen dentro
de la esfera redistributiva de la economía doméstica. Por lo tanto. todo
el comercio se lleva a cabo por métodos administrativos que incluyen
la manera de efectuar el negocio, a saber: acuerdos referentes a <<índi-
ces>> o proporciones de unidades: peso: control de calidad; intercambio
físico de bienes: almacenamiento; seguridad: regulación de los <<pagos>>;
créditos; y diferenciales de <<precio>>, así como el control del personal
173
que interviene. Los bienes comercializados se valoran en virtud de su
calidad, presentación, peso, u otros criteríos de fácil comprobación.
Sólo se puede comerciar con dichos <<bienes de comercio>>. Los equi-
valentes se establecen en simples relaciones de unidad; en principio, el
comercio es uno a uno 5•
El regateo no forma parte de los procedimientos pero, puesto que
ante situaciones cambiantes a menudo no se puede evitar; sólo se prac-
tica sobre otros aspectos que no sean el <<precio>>, tales como medidas,
calidad, formas de pago y beneficios. La base del procedímiento es, por
supuesto, mantener inamovibles los equivalentes: si deben ajustarse a
las situaciones reales de oferta, como en una situación imprevista. se
expresa en términos de comerciar por dos a uno, o dos a uno y medio,
o, como diríamos nosotros, con un beneficio del 100 % o del 150 %.
Este sistema de regateo en los beneficíos a <<precios>> estables, que
pudo haber sido bastante general en la sociedad arcaica, está compro-
bado que seguía exístiendo en Sudán central aún en el siglo x1x 6.
Una vez establecidas en una región, las formas administrativas del
comercio pueden practicarse sin tratados previos. Las instítuciones
específicas y el lugar donde se administra todo el comercio exterior es
el <<puerto comercial>>, un órgano específico de comercio exterior en
las economías sin mercado, normalmente situado en la costa, en la
frontera del desierto, en la cabecera de un río, o al píe de una cadena
montañosa. Los métodos administrativos y diplomáticos empleados en
los contactos entre el gobierno y los representantes de las partes
-normalmente compañías oficiales y gobiernos- son suficientes para
eliminar la competencia. La función del <<puerto comercial>> es ofrecer
seguridad militar al huésped: protección civil a los comerciantes extran-
jeros: instalaciones de anclaje, desembarco y almacenamiento; autorida-
des judiciales: acuerdos sobre los bíenes a comerciar y acuerdos refe-
rentes a las <<proporciones>> de los diferentes bienes en las <<subastas>>.
El comercio de mercado es el tercer tipo de :omercio, cuya forma
característica es el intercambio entre las partes. Es la forma moderna
de comerciar que deparó un torrente de riqueza material sobre
Europa occidental y Norteamérica, y que a pesar de la actual recesión,
sigue siendo con diferencia la más importante de todas. La gama de
bienes comercializables -mercancías- es prácticamente ilimitada; la
organización sigue las líneas trazadas por el mecanismo oferta-deman-
da-precio. El mecanismo de mercado se adapta no sólo a los bienes,
174
sino también a cada elemento del comercio mismo -almacenamiento.
transporte, riesgo. cr~dito. pagos, etc. mediante la formación de
m~rcados especiales para fletes, seguros, créditos a corto plazo, capítal,
almacenes, facilidades bancarias, etc.
El comercio de mercado presupone la existencia de comercio y de
mercados. En relación al comercio, su origen independiente ya ha que-
dado puesto de relieve; por otra parte, los mercados, no surgen nece-
sariamente a partir del comercio. Los mercados locales poseen sus
propios orígenes, como veremos en el capítulo I O. La noción catalácti-
ca de que los mercados y el comercío son las formas estática y dinámi-
ca respectivamente de la misma y única energía económica, es por
,
tanto erronea.
Para el historiador económico el problema radica precisamente en
esto: ¿cuándo y cómo se une el comercio a los mercados? ¿Bajo qué
circunstancias se convierten los mercados en vehículo del movimiento
del comercio? ¿Cuándo y dónde encontramos por primera vez la unión
comercio-mercado?
La cuestión será abordada en el capítulo I O con respecto a los mer-
cados interiores y exteriores. El problema del mercado exterior es sólo
otro aspecto del puerto comercial y las circunstancias que llevaron a su
desarrollo dentro de los mercados internacionales regulares; el proble-
ma del mercado interior. se refiere al proceso por el cual el ágora de la
polis, y el muy diferente bazar del mundo oriental, se transformaron en
lugares de comercio libre para comerciantes extranjeros. Como vere-
mos. el comercio sólo presenta. de manera sorprendente, un rasgo
general para el desarrollo de las instituciones económicas. a saber; la
polaridad de las líneas internas y externas de desarrollo. En lo que se
refiere al comercio, es evidente la anterioridad de la línea externa.

Notas
I Una versión diferente de este capítulo, preparada por George Dalton, aparece
en Ancienr CiviJization and Trade. ed. J. Sabloff y C. C. Hamberg-Karlovsky
(Alburquerque. University of New Mexíco Press. 1975). capítulo 3. En este libro se
incluye un ensayo teórico de Dalton, <<Karl Polanyi's Analysis of Long Distance T rade
and His Wider Paradígm>>.
175
2
Boris Vladimirstov. The Life of Genghis Khan, trad. de D. s. Mirsk (B
N ue~a Yori<, Houghton, Mi ffiin. 19 3O). Y oston Y
.: M. Rostovtzeff, The Social ond Economic Hístory of the HeUenistíc World (Oxford
Clarendon Press, 194 1) , vol. 1, pág. 144 ff. '
1678;. Jean Babtiste Tavernier, The Six Voyoges o( Jean Bobtiste Tavemier (Londres,
5
Cf. Karl Polanyi, en c~laboración con Abraham Robstein. Dahomey and the Slove
Trod: (Seattle YLond~s, Un1vers1ty of Washington Press. 1966). págs. 146-154.
. Cf. Karl Polan~r, <<Ports of. T rade ín Early Societies», The joumal of Economic
H,story, 23. ( 1963), ~ags. 30-45: reimpreso en Primitive, Archaic, and Modern Economics:
Essays of Karl Polany,. ed. G. Dalton (Garden City, N. Y.. Doubleday, 1968). capítulo I o.

176
9. Objetos y usos del dinero

l. El dinero como sistema semántico

Desde el punto de vista de la antropología, el dinero deberia defi-


nirse como un sistema semántico, similar al lenguaje, la escritura, los
pesos y las medidas 1• Estos sistemas difieren principalmente en los pro-
pósitos a los que sirven y los signos empleados. El lenguaje y la escritu-
ra sirven para la comunicación de las ideas: los pesos y las medidas,
para expresar las relaciones físicas cuantitativas. En cuanto a los signos,
el lenguaje utiliza sonidos orales; la escritura emplea ideogramas o
caracteres visuales; los pesos y medidas utilizan objetos físicos como
base de símbolos.
El dinero se parece. aunque también difiere, a cada una de estas
cosas. Tiene varios fines, a los que tradicionalmente se ha descrito
como medio de pago, patrón de valor, o unidad de cuenta, depósito de
riqueza. y medio de cambio. La definición precisa de estos términos la
daremos más adelante: de momento, los mencionamos para indicar
que estos <<usos típicos del dinero>> representan el <<propósito>> del
dinero como sistema semántico. Aun cuando estos usos se derivan de
la teoría monetaria de la economía de mercado, demostraremos que
estos diferentes usos del dinero son independientes en las primeras
sociedades.
El dinero así definido se parece a un sistema de medidas cuyos sím-
bolos se hubieran unido a objetos físicos; sin embargo, difiere en su
propósito. El dinero actúa como un sistema de medidas, pero no en
cuanto al tamaño o dimensión de un objeto, sino en cuanto a su
importancia para nosotros en una sítuación determinada, es decir, el
177
. ·.· ·.

uso primario a que nos referimos es el de patrón de valor o unidad de


cuenta.
En cuanto a los sistemas de lenguaje y escritura. el dinero difiere de
ellos en que sus símbolos, por lo general, no se relacionan con sonidos
o caracteres visuales, sino con objetos ffsicos, tales como trozos de
metal, conchas, o trozos de papel impreso. Sin embargo, los símbolos
abstractos, tales como <<unidades ideales>> representadas por una pala-
bra o una cifra, tambíén pueden emplearse como dinero, un hecho que
debemos destacar puesto que suele darse con frecuencia en las prime-
ras sociedades.
Sin embargo, desde un ángulo puramente formal el dinero ofrece
un sorprendente paralelismo con el lenguaje o la escritura. Los tres son
sistemas semánticos elaborados, organizados mediante un código de
reglas basadas en el uso correcto de los sonidos. los caracteres, o los
objetos como elementos de los respectivos sistemas. Cada uno emplea
un número limitado de símbolos <<para todo uso>> de acuerdo a reglas
concretas para cubrir un número determinado de usos. En el caso del
dinero, sin embargo, esto es verdad solamente en la sociedad moderna.
En cambio, las peculiaridades del dinero en las sociedades arcaicas y
primitivas han sido dejadas de lado completamente.
Las primeras sociedades no conocen el dinero <<para todo uso>>.
Las diferentes funciones del dinero normalmente recaen en diferentes
objetos simbólicos, por lo que ningún tipo de objeto, merece el nom-
bre de dinero en dichas sociedades; sino que el término se aplica a un
pequeño grupo. dado que se trata de dinero para <<usos especiales>>.
Míentras que en la sociedad moderna la distinción entre los varios usos
del dinero es más o menos académica. ya que, por lo general, el dinero
que sirve como medio de cambio también se considera apto para rea-
lizar todas las demás funciones, en las primeras sociedades la posición
es radicalmente diferente. En ellas aparecen esclavos utilizados como
patrón de valor o unidad de cuenta para medir grandes riquezas, en
tanto que las conchas de cauri se emplean solamente para medir
pe~ueñas cantidades en diferentes situaciones. (Dicho sea de paso, la
unidad <<esclavo>> representa un valor convencional, una unidad de
cuenta, pero los verdaderos esclavos se vendían a precios variables.)
Por lo tanto, podn'amos encontrar que, mientras los esclavos son un
medio de pago o de tríbuto a un señor extranjero, las conchas de cauri
funcionan como un medio de pago local. Esto no excluye el uso de
178
!:-
,.
'~·.
r.

...·

metales preciosos para acumular riquezas, aunque tales metales pue-


den no servir como dinero o, si lo hacen, sólo dentro del comercio
exterior. Si la costumbre de mercado está bastante extendida, el dinero
podría además servir como medio de cambio en el comercio exterior,
y para este fin se podn'an utilizar como dinero varios bienes comercia-
les que de otra forma no servirían como dinero. Se pueden dar nume-
rosas combinaciones de estas variantes, no hay ninguna regla universal-
mente aplicable, a menos que la regla general sea que los usos del '·:
·.·.'.
..··
....
....
dinero están cubiertos por diversos objetos. Evidentemente, bajo tales .. .
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condiciones la distinción entre los diferentes usos del dinero es de gran .·;.
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importancia práctica para comprender las instituciones monetarias de .·.:
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las primeras sociedades. ..
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El contraste con la moderna organización del dinero no podría ser .....:'
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mayor. Veámoslo en términos de analogía con los otros sistemas :·:
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semánticos. Mientras que todos los sonidos orales articulados del dis- ~
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curso. y todas las letras del alfabeto son elegibles para formar todo tipo ..
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de palabras, el dinero primitivo puede en casos extremos emplear un ...:...:.
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tipo de objeto como medio de pago. otro como patrón de valor. un ·.:.
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tercero para acumular riquezas, y un cuarto con propósitos de inter- .··
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cambio. Tal dinero sería en cierto modo como un lenguaje en el que los .:·:
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verbos estuviesen formados por un grupo de letras. los nombres por . '.:.
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otro, los adjetivos por un tercer grupo, y los adverbios por un cuarto. :r:
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Sin embargo. existe otro punto de contraste significativo en nuestra ·.·
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tentativa de describir el sistema de dinero <<primitivo>>. En las primeras ··::


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sociedades, el uso fundamental del dinero no es como medio de cam- :.:>
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bio. Si un uso es más importante que otro, cualquiera de los otros usos ..{:·:
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se encuentra en comunidades en las que no aparece el uso del dinero f/··
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como medio de cambio. Por consiguiente, mientras que en la sociedad ~··,.
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moderna la unificación de los diferentes usos del dinero tuvo lugar ...
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sobre la base de su uso como medio de cambio, en las primeras comu- ...:.
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nidades encontramos los diferentes usos del dinero institucionalmente ..·'.
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separados e independientes unos de otros. Por lo que respecta a la :.:
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interdependencia entre ellos, encontramos que el uso del dinero como
medio de pago. como unidad de cuenta o como depósito de riqueza,
tienen preferencia sobre el uso como medio de cambio.
Se podn'a argumentar que el dinero primítivo no deben'a describir-
se como un sistema semántico puesto que no era lo bastante <<sistemá-
tico>> como para denominarse sistema. Sin embargo. debemos señalar
179

.· ·.
~ .t:
que todo lo que llevó a la formación de los sistemas de lenguaje y
escritura también salió originalmente de fuentes dispares.
Consideremos el papel jugado por los sonidos orales articulados en
usos tan distintos como las invocaciones mágicas o los gritos del caza-
dor imitando a los animales salvajes, o los ritmos <<contables>> practica-
dos por los niños en sus juegos. En tanto que se considera que dichos
sonidos han contríbuído a formar la materia prima del lenguaje, no
todos quedaron finalmente incorporados a él, y algunos lo han sido
solamente reduciendo su efectividad para la comunicación de ideas. De
manera muy parecida, algunos usos primitivos del dinero. como el
mágico u ornamental, han sido en gran medída excluidos de las formas
modernas de moneda, mientras que otros usos del dinero fueron
subordinados al uso dominante, es decir; al medio de cambio.
Así, el dinero moderno, empleando los símbolos del intercambio
para todos sus diferentes usos, aparece como un simil completo del
lenguaje y la escritura. Pero, en términos generales, la analogía también
existe para el dinero primitivo y arcaico, que difiere de su contraparte
modema sólo en el grado de unificación de los sistemas simbólicos.

11. Análisis institucional del dinero

Es incumbencia del estudioso de las primeras instituciones econó-


micas. sin embargo, enfocar de una manera más pedestre, aunque no
por ello menos escrupulosa, el tema del dinero. A menos que se
apoye en los medios físicos mismos, tales como las conchas. las plu-
mas, o los pedazos de metal, corre el peligro de equivocar el rumbo.
Para ello, tiene que intentar llegar; como el filósofo, a una definición
funcional, ya que ningún objeto material es dinero de por sí, pero cual-
quier objeto, en una situación determinada, podría funcionar como
dinero. Para determinar los usos a los que sirven las cosas materiales
tendrá que indicar la sn:uación en la que se utilizan dichos objetos y el
efecto que surten. La definición funcional del dinero surge a partir de
los objetos cuantificables comúnmente designados como dinero y las
operaciones observables que se realizan con esos objetos. Después
ampliaremos las srt:uaciones en las que se realizan estas operaciones y
los efectos deseados que tienen o no sobre la situación. De momento
queremos llamar la atención sobre cómo son los objetos y qué se
180
hace con ellos o, en términos más técnicos. los aspectos físicos de los
objetos y los aspectos operativos. En ambos aspectos objetos y
operaciones los orígenes de los usos básicos del dinero nos llevan a
épocas ágrafas de la sociedad donde la economía plantea problemas
cuya solución requiere mecanismos técnicos para cuantificar objetos.
Antes de que el hombre inventara la escritura y aprendiera a utili-
zar los símbolos matemáticos, ideó algunos medios por los que las sim-
ples operaciones manuales producían complejos resultados numéricos
que aún estaban fuera del alcance de su técnica intelectual. Tales meca-
nismos técnicos era los artilugios de la vida arcaica, una especie de ata-
jos para contar; como el ábaco, el seguimiento de un registro estadísti-
co colocando cuentas de colores en distintas cajas, y otras incontables
maneras (a veces de lo más ingeniosas) de manejar los problemas
numéricos simplemente con la ayuda de tales invenciones o arreglos
para evitar así cálculos complejos que ocuparían una gran cantidad de
tiempo. Un ejemplo sobresaliente es el detallado sistema dual de la
administración civil y militar de ·Dahomey. donde la simetría servía de
mecanismo técnico para controlar y revisar casi todos los niveles buro-
cráticos. Otro ingenioso sistema es el método dahomiano de actualizar
el censo anual colocando guijarros en las cajas apropiadas 2.
Ní la administración ni la economía podrían haber funcionado sin
estas invenciones que no eran tanto mecanismos en el sentido material,
con que nos referimos a los modernos, como en el sentido semántico,
de activar los poderes mentales sín ningún esfuerzo conceptual. Lo que
los sistemas semánticos consiguen con ayuda de los símbolos, lo consi-
gue el mecanismo técnico mediante operaciones manuales.
Sin embargo, no debería exagerarse ni el paralelismo ni el contras-
te entre símbolo y mecanismo. Los artilugios técnicos tales como las
reglas de cálculo, pueden emplear símbolos al igual que los sistemas
semánticos, como por ejemplo en matemáticas, y hacer uso de artilu-
gios prácticos, como, por ejemplo, los determinantes.
No obstante. es cierto que los sistemas semántícos están en un
nivel superior al de los artilugios técnicos. Mientras que el lenguaje oral
y los gestos. la escritura, los pesos y medidas, las matemáticas y el arte,
más o menos completan la lista de sistemas semánticos familiares para el
hombre, el número de mecanismos técnicos es mucho mayor; pero sólo
unos pocos alcanzan el nivel de un sistema elaborado. Apenas ninguno
de ellos ha sobrevivido en las condiciones de la vida civilizada, es deciri
181
una vez que se ha desarTollado el arte de la escritura, las matemáticas, y
los sistemas de pesos y medidas. Una vez alcanzada esa etapa, los meca-
nismos técnicos aparecen simplemente como rudos sustitutos de la
escritura y las cuentas, por muy grande que fuera su importancia en las
condiciones de vida arcaica y primitiva. Son la clave de más de un logro
de la polftica y la economía arcaica. que dejaron al mundo posterior con
el interrogante de cómo pudo lograrse tal perfección organizativa sin
utilizar la escritura y el cálculo numérico.
Volviendo al problema del origen y desarrollo de los usos del dine-
ro, es crucial la conexión entre los objetos físicos y las operaciones rea-
lizadas con ellos. El rasgo fundamental de los objetos de dinero es que
son cuantificables, lo que les permite funcionar como artefactos en
cada uno de los usos del dinero que dependen de criterios definidos: la
situación social o cultural determinada en que surge la necesidad. el
manejo definido de los objetos. y finalmente el efecto así ejercido sobre
la situación. La <<situación>> es un hecho de la sociología general, el
<<manejo>> está prescrito técnicamente y el <<efecto>> es que la necesi-
dad sea atendida.
Hablaremos de dinero cuando encontremos unidades físicas inter-
cambiables (fungibles) en cualquíera de los usos descritos más adelante.
La ley medieval definía las res fungibles de una manera verdaderamente
técnica como res quaeo numero, pondere ac mensura consístunt.
Conchas, monedas, plumas, medidas de cebada, billetes y muchas otras
cosas intercambiables serán consideradas por nosotros como dinero.
en tanto se empleen en cualquiera de los siguientes usos:

A. Pago

El pago es la cancelación de una obligación mediante la entrega de


objetos cuantificables (fungibles). <<La entrega>> es la operación técnica,
<<cancelar la obligación>> es el efecto deseado. La situación de <<estar
bajo obligación>> necesita para que hablemos de dinero que cumpla el
requisito siguiente: que en otra situación que difiera en cuanto a la
naturaleza de la obligación, ésta pueda satisfacerse por los mismos
medios. Sí no. la <<cancelación>> mediante la entrega de objetos cuantifi-
cables no constituye pago en dinero (como cuando hay que cancelar
una obligación <<en especies>>).
182
B. Patrón de valor

El uso del dinero como patrón es el empleo de una unidad física de


un tipo definido como referente en situaciones donde se necesitan
operaciones aritméticas para comparar objetos de diferentes tipos,
como al <<sumar manzanas y peras>>. El <<manejo>> de la unidad consiste
en la operación de <<añadiD> un valor numérico a, al menos, una de las
unidades con el efecto de que las <<manzanas y las peras>> puedan
ahora sumarse de manera significativa al relacionarlas el patrón. El efec-
to es que se facílita el trueque, puesto que se pueden evaluar los
artículos de ambas partes y se pueden sumar; las finanzas básicas tam-
bién exigen por lo general sumas y restas de diferentes productos bási-
. ,
cos. como manzanas y peras. y por tanto exigen un <<patron>>.

C. Depósito de riqueza
.

El depósito de riqueza es la reunión de objetos cuantificables tanto ...'·


·..·
1) para su futura utilizacíón, como 2) simplemente para tener un teso- ·.·
..
.;

ro. La <<situación sociológica>> es aquella en que las personas 1) prefie- ·..,

.·,'
ren no consumir o destruir esos objetos en el presente, sino que apla- ·.
..·.
zan esa acción para un momento futuro, o 2) prefieren las ventajas de .::
.·.
la pura posesión, especialmente el poder; el prestigio y las influencias ::
·.·
....
·:.
que se derivan de ella. La <<operación>> consiste en guardar; almacenar ..,.
.
. ./
...
...
o conservar los objetos para su uso posterior o para que su poses1on, ...
..
·:..
:·.
.......
y preferiblemente su exhibición ostentosa, pueda redundar en el presti- ...
·..
,·..
gio del poseedor y de aquellos a los que pueda representar. .··
·..
,·..
·.··.

..
·.:

....
,·.
D. Medio de cambio ....
...
<.·

.....
.. .
...
··:

El uso del dinero como medio de cambio consiste en utilizar obje- .. .


.....
::·
tos cuantificables en situaciones de intercambio indirecto. La operación .·:
..
....
.,·
..
requiere dos intercambios consecutivos, con el dinero como término ...·:
...,.
medio. Sin embargo, una vez aceptado el intercambio indirecto, la ..~::

: ;.
:·:.
secuencia puede comenzar con dinero y finalizar con más dinero aún. ·:...:

Excepcionalmente el término dinero se aplica también a algo que


no son unidades físicas, sino <<unidades ideales>> como los signos escri-
183
tos, las palabras pronunciadas o las escrituras registradas empleadas en
los usos del dinero. La <<operación>> entonces consiste normalmente en
la manipulación de cuentas de débito formadas por tales unidades, con
un efecto similar al uso de las unidades ffsicas. En la sociedad arcaica las
<<unidades ideales>> a veces se dan en la liquidación de cuentas, como
en Asiría y en las finanzas básicas de los últimos tiempos en Egipto.
Una excepción aparente de signo contrario se da cuando las unida-
des físicas que son dinero funcionan en usos no monetarios, como
cuando se emplean monedas para enseñar aritmética a los niños. Esas
unidades son dinero porque ya tienen algún uso como tal, pero tam-
bién pueden servir a algún otro propósito puramente operacional, sea
estadístíco, o sencillamente como pesos, marcadores, o cuentas.

111. Dinero de intercambio

La perspectiva tradicional considera que el dinero es básicamente


un medio de cambio, lo cual presupone partir de una situación de true-
que y contar con una operación que lo facilite: a saber. la adquisición
de objetos, monetarios con el fin de intercambiarlos por los bienes
deseados. Este es el <<intercambio indirecto>> del economista. En una
economía de mercado como la nuestra, el dinero se identifica principal-
mente con este uso, y todos los demás usos se le subordinan. Esta pre-
sunción es una de las más poderosas en todo el campo del pensamien-
to económico moderno.
En compañía de Smíth y Ricardo, algunos sociólogos como Spencer;
Durkheim, Mauss y Simmel también cayeron en la falacia cataláctica de
considerar que la división del trabajo implicaba intercambio. De aquí
parte el terrible error de definir el dinero como medio de cambio, apli-
cado por algunos antropólogos a sociedades ágrafas, como manifestó
una vez Raymond Firth: <<En cualquier sistema económico, por muy pri-
mitívo que sea, sólo se puede considerar que un artículo es verdadero
dinero si actúa como medio definido y común de intercambío, sí es el
paso indispensable para obtener un tipo de bienes por otros>> 3. El pro-
fesor Firth suavizó posteríormente su declaración, pero su estrecho
concepto de dinero ha distorsionado la noción de éste y por tanto ha
creado un obstáculo casi insalvable para el análisis de las econom1as sin
mercado.
. 184
Según esta visión representativa, el uso del dinero como medio de
cambio es su criterio esencial. no sólo en las sociedades modernas, sino
también en las primitivas. en las que también los cuatro usos del dinero
serian inseparables. Sólo los objetos cuantificables que actúan como medio
de cambio pueden, bajo esta visión, ser considerados dinero. Su función
como medio de pago. como patrón de valor o como medio de acumular ..
..
..
riquezas. no define su condición de dinero, a menos que exista un uso .·..
.··
como medio de cambio; ya que es este uso, se asegura, el que lógicamen- '
..
..
,·....
te unifica el sistema, puesto que permite la unión consistente de los varios ..
,.
::
usos del dinero. Sin eso no podemos hablar de verdadero dinero. '
:.·
..
.
Nosotros creemos que tal definición está influida por un enfoque ..
..
..
modernizante del problema, que es parcialmente responsable de la ,.
....
..·.
oscuridad en que aún se encuentran las características del dinero primi- .. :
\.

tivo. En realidad, se puede afirmar que la visión que consídera al dinero '...
.:.
,....
principalmente como medio de cambio no se apoya en la historia de ..
.. .
;.
los primeros usos del dinero. Pero no se trata simplemente de un pro- ,·
·.,..
.·.:
blema de definición ni de que los obstáculos para su solución sean .·.
.:.
·,·
puramente conceptuales, sino que la ínstitucionalización separada e ...
. ·.
·:·
independiente de los varios usos del dinero origina cuestiones de hecho ..
·>
.,
relacionadas con el mecanismo y estructura de las sociedades primiti- ...·
. ·.
:,
..-:
vas. como quedará de relieve en nuestro examen de los otros usos del ..

·.:

dinero en dichas sociedades. ..


..·.
·.
·:·..
·.~
:-•·
..
..
IV. Uso del dinero como medio de pago ·.
•·
..·.
El pago, en el sentido moderno del término, es el descargo de una .,
·:.
obligación mediante la entrega de unidades cuantificadas. Nada nos pare- ·....
·.
ce más definido que la conexión del pago con el dinero. y de la obliga- '.·
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..·.·
ción, con las transacciones económicas. aun cuando los orígenes del pago
.·.....
se remontan a una época anterior a la utilización de objetos cuantificados .....

en el descargo de obligaciones conectadas con tales transaccíones. Con ·•


....·:.
el fin de abordar la variedad de formas en que aparecen el pago y las ..
.. ..
...
obligaciones en el curso de ta historia económica, tendremos que seguir ::
..
..
un desarrollo que se origina en tiempos prelegales y preeconómicos. ..·.
·.:

El pago existía en épocas en las que aún no se habían diferenciado la ::
..
..·.·
ley civil, la ley penal y la ley sagrada, lo cual explica la estrecha relación .·.
·.
entre pago y castigo, por un lado, y obligación y delito, por otro. Sin .;
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embargo, no debe presuponerse ningún desarrollo unilineal. porque
parece que la obligación puede haber tenido también un origen distínto
al del delito; que el castigo puede haber tenido un origen que no fuese
sagrado: y que el pago incluye un elemento técnico desligado del castigo
como tal. Pero, hístóricamente hablando, es cierto que la ley civil siguió
a la ley penal, y que la ley penal siguió a la ley sagrada. Así el pago se
suponía propio de los culpables, los impuros, los débiles y las clases
humildes; era algo que debían a los dioses y a sus sacerdotes, a los fuer-
tes y honorables. El castigo, como ofensa. se aplicaba en términos sagra-
dos y sociales. Su resultado era la disminución de la santidad, el prestigio
y el status del pagador. sin reparar a veces incluso en su destrucción física.
La obligación puede configurarse mediante la declaración de los
aspectos legales de la ofensa. Muchas oblígaciones, sin embargo, surgen
de la costumbre y dan lugar a la ofensa sólo en caso de incumplimiento
en el descargo de la obligación. Debe tenerse en cuenta, sin embargo,
que la necesidad de restablecer el equilibrio no implica el pago, ya que
las obligaciones suelen ser específicas, y su satisfacción no es tanto un
asunto cuantrt:ativo, como meramente cualitativo que, por tanto, carece
de la esencia del pago. La violación de las obligaciones sagradas y socia-
les, sean hacia el dios, la tribu, la familia, el tótem, la aldea, la casta o el
gremio, no se repara mediante el pago, sino haciendo lo correcto, de la
manera correcta. en el momento correcto. Actividades como cortejar.
casarse, bailar. cantar. vestirse, festejar. lamentarse, lacerarse, e incluso
suicídarse, pueden constituir un modo de descargar las obligaciones,
pero no son pagos en el sentido monetario del término.
Hemos de introducir uno de los elementos del dinero como pago,
es decir. la cuantificación. El castigo se aproxima al pago cuando se
cuantifica el proceso de liberación de la culpa, como el número de azo-
tes, el número de vueltas alrededor del templo, o los días de ayuno
necesarios para redimirse. Pero. aunque el castigo se ha convertido en
una <<obligación que hay que pagar>>. aún queda por expiar la ofensa. lo
cual no se realiza mediante objetos cuantificados, sino por una pérdida
de valores vitales cualitativos, o de status social o sagrado.
El uso del dinero como pago total se da cuando las unidades des-
cargadas por la persona que tiene una obligación son objetos físicos,
tales como el sacrificio de anímales o esclavos, las conchas ornamenta-
les, o las medidas de alimentos. Aun así, el cambio afecta solamente a la
operación de pago, pero no produce necesariamente un efecto sobre
186
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la naturaleza de la obligación descargada. Las obligaciones pueden : ..
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seguir siendo esencialmente no económicas, tales como el pago de una
multa. de un tributo o un impuesto; hacer regalos y contrarregalos;
honrar a los dioses. a los antepasados o a los muertos. Sin embargo.
hay una diferencia significativa, ya que el receptor gana ahora lo que
pierde el pagador; la operación encaja precisamente en el concepto
legal de la obligación pendiente de pago. . .
Aun así, el principal efecto del pago puede que siga siendo como
era antes, es decir. la disminución del poder y el status del pagador. En
la sociedad arcaica la imposición de una multa desorbitante no significa-
ba tanto la bancarrota de una persona, como su ruina política. Durante
mucho tiempo el poder y el status predominaron de esta forma sobre ..

las posesiones económicas como tales. La importancia social ~ política


..
..
de la riqueza acumulada residía en la capacidad del hombre rico para
efectuar sus pagos sin que eso significara una disminución de su status.
Así estaban las cosas en los comienzos de la civilización arcaica. El teso-
ro cobró de repente una tremenda importancia polftica. La riqueza se
transformó directamente en poder: Durante un breve período de la ·:

..
historia, fue una institución autosuficiente. Por el hecho de ser rico y
·'.
honorable. el rico recibía pagos, regalos y tributos sin necesidad de uti- ...·

lizar su poder para torturar y matar: Y su misma riqueza, utilizada como . ·..
.:
fondo de regalos. le procuraba el suficiente poder para actuar así. '

....
'
..
Sin embargo, una vez establecido el dinero como medio de cambio ·.·.
..
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en la sociedad, se extiende la práctica de pagar mediante dinero. Con ...
·.
la introducción del sistema de mercado, nace un nuevo tipo de obliga- .:
..·
..
... '
ción como residuo legal de una transacción económica. El pago apare- ·..

......
ce ahora como la contrapartida del beneficio obtenido en una transac- .·.
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ción. El dinero es ya un medio de pago porque es un medio de cambio. .,.·.
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Se pierde la noción misma del orígen independiente del pago, y se olvi- ..


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dan por completo los milenios de civilización humana en los que el .:


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pago no se originaba en transacciones económicas, sino directamente ......'.
..
en obligaciones religiosas, sociales o polfticas. .·
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...
V. Uso del dinero como depósito '
:

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.·.

..
Otro de los usos del dinero -la acumulación de ríqueza- tiene
..
parcialmente su origen en la necesidad de efectuar pagos. Como vimos. .
187 ..
el pago no es originaríamente un término económico, como tampoco
lo es la riqueza, que en las sociedades primitivas consistía básicamente
en tesoro. Al igual que el pago, es más una categon'a social que una
categoria de subsistencia cuya presencia en la riqueza (como en el
pago) se deriva de la frecuencia con que se acumula la riqueza (y se
hace el pago) en forma de ganado, esclavos, y bienes no perecederos
de consumo general. Sin embargo, la conexión con la subsistencia no
se debe sobrevalorar. puesto que los pagos se siguen haciendo general-
mente p~r razones no económicas, tanto en el caso de los ricos que
poseen riquezas atesoradas como en el de los súbditos que les llenan
su arcas con los pagos que les entregan. El que tiene riquezas puede
por tanto pagar sus multas, sus tributos e impuestos, ya sean por moti-
vos sociales, políticos o relígiosos. Los pagos que recibe de sus subordi-
nados, altos o bajos, mediante impuestos, rentas, o regalos, no se
deben a razones económicas, sino a cuestiones polfticas, como la grati-
tud por su protección y la admiración de una cualidad superior; o el
temor a la esclavitud y la muerte.
. Una vez más no queremos negar que, cuando se hace presente el
dinero como medio de cambio, éste se preste inmediatamente a la
acumulación de riqueza, sino que, como en el caso del pago, la condiM
cíón previa es la existencia de objetos cuantificados como medios de
cambio.

VI. El dinero como patrón de valor o unídod de cuenta

El dinero como patrón de valor parece más ligado al uso del dinero
com~ medio de cambio que al pago o al ·depósito de riquezas. El inter-
cambio es una de las dos fuentes de las que surge la necesidad de un
patrón de valor, la otra es la administración. La primera, implicaba el
trueque,, la últi~a. la acumulación. A primera vísta las dos tienen poco
en comun: la primera es un acto de intercambio individual, la segunda
un acto de la administración central. Ambas, por tanto, presentan un
fuerte contraste. Y sin embargo, ni el trueque ni la acumulación se pue-
den llevar a cabo efectivamente en ausencia de un patrón de valor O
d~ una unidad de cuenta. Sin la ayuda de la unidad de cuenta. por
eJemplo, ¿cómo podría intercambiarse un trozo de tierra por una
carreta, los arreos de un caballo, los mulos, los arreos de los mulos,
188
..r .•
'
.. ·..
.

bueyes, yuntas, aceite, ropas, y otros artículos menores? En ausencia de ..


..
un medio de cambio, la existencia de unidades de cuenta aparece en '

un caso bien conocido de trueque en la antigua Babilonia: la tierra fue


valorada en 816 siclos de plata, mientras que los artículos dados a cam-
bio fueron valorados en los siguientes siclos de plata: La carreta, 100;
seis arreos de caballo, 300: un mulo, 130; los arreos del mulo, 50; un
buey. 30; y el resto fue distribuido en artículos menores. '

El mismo principio se aplicó, en ausencia de medio de cambio, a la


..
administración de las riquezas del palacio y de los templos. Su guardián
manejaba los bienes de subsístencia bajo condiciones que. desde más
de una perspectiva, exigían imperativamente calcular con precisión la
importancia relativa de estos bienes. La famosa regla contable babilóni-
ca de <<una unidad de plata equivale a una de cebada>>, que aparece en
la estela de Manístusu, así como la que encabeza el artículo dos de las
Leyes de Eshnunna, ilustran este punto.
El análisis de los datos ofrecidos por las sociedades primitivas y
arcaicas revela que no se puede asegurar que el uso del dinero como
medio de cambio haya dado origen a los otros usos del dinero. Por el
contrario, el pago, el depósito de riqueza, y la unidad de cuenta, tuvie-
ron orígenes diversos y fueron institucionalizados independientemente
unos de otros.

'
.
VII. El tesoro y los productos básicos en los usos de/ dinero '
:-
·..
..
'
.··
Parece casi contradictorio pensar que se pudiera pagar con un ·.

dinero con el que no se pudiera comprar. pero eso es precisamente lo


que significa nuestra aseveración de que el dinero no era utilizado
como un medio de intercambio, sino como un medio de pago. Dos
instituciones de la socíedad antigua nos ofrecen una explicación parcial:
.
el tesoro y los productos básicos.
.'
El tesoro deberla diferenciarse de otras formas de acumular rique- ·.
.
.,
zas relacionadas con el sustento. El tesoro, en el sentido más propio del .
término, está formado por los bienes de prestigio, incluyendo los obje- ·.
'
tos <<valiosos>> y ceremoniales, cuya simple posesión otorga a su dueño .'
·..
·.
poder; influencia social, y prestigio. Una peculiaridad de los bienes del
tesoro es que, tanto darlos como recibirlos. aumenta el prestigio. El te-
'
·.
soro circula principalmente buscando su rotación, que es su uso más
·.
189
..

'
adecuado: incluso, cuando se <<atesora>> comida, es probable que ésta
pase de una mano a otra entre las partes. por muy absurdo que pueda
parecer desde el punto de vista de la subsistencia. Pero la comida rara
vez funciona como tesoro, ya que la buena comida (como los cerdos
recién matados) no se conserva, y la comída que se conserva (como
cebada o aceite) no es tan exquisita. Los metales preciosos, que casi
universalmente son valorados como tesoro, no pueden intercambiarse
con bienes de subsistencia puesto que, aparte de regiones excepcional-
mente auríferas como Lidia o la Costa de Oro africana. es indigno que
la gente común haga alarde del oro.
No obstante, el tesoro, como otras fuentes de poder; puede ser de
' ' ~ ~

gran 1mportanc1a econom,ca, puesto que los dioses, reyes y jefes pue-
den oblígar a sus súbditos a poner sus servicios a disposicíón del
donante, asegurándole así indirectamente las materias prímas, la comi-
da, y los servicios de trabajo a gran escala. En última ínstancia. esta
capacidad de disposición indirecta que comprende el importante poder
de los impuestos, surge de la gran influencia ejercída por el receptor
del tesoro sobre su tribu o su pueblo.

VIII. Tesoro y poder en la antigua Grecia

En la antigua Grecia el tesoro, el prestigioso bien kat' exochén, era


una forma de riqueza que circulaba solamente entre unos pocos. Tomó
la formad~ din~~ en útiles -trípodes y escudíllas- hechos de oro y
plata. Su d1spos1c1on era o correspondencia por otro tesoro, o por bie-
~es de prestígio, como el acceso a los dioses y sus oráculos, a reyes.
Jefes, o a potentados locales. Cuando se daban a cambío otros bienes
que no fueran de oro. tales como caballos, marlil, esclavos especializa-
dos. obras de arte, o tejídos lujosos, la contrapartida tenía que ser tam-
bién ~n bien prestigioso. En algunas regiones del mundo no es posible
adqu1r1r un esclavo o un caballo por ninguna cantidad de mijo, ni se
puede sobornar a un general con plata; todo eso requiere siempre oro.
La círculacíón entre las elites de bienes prestigiosos se encuentra en
muchas sociedades arcaicas, pero Grecia presenta un ejemplo notable.
El tesoro funcionaba en la antigüedad helénica como una forma
móvil de poder. Los efectos de su posesión eran inmediatos: quienquie-
ra que poseyera el tesoro era poderoso ipso facto, es decir, honrado y
190
temido. Sin duda, el poder conferido por el prestigio era a menudo un
anticipo de ventajas económicas de largo alcance. Sin embargo. sería
artificial marcar una clara distinción entre el poder político y el econó-
mico. distinción poco significativa en un mundo donde los servicios per-
sonales farmaban la principal fuente de recursos económicos. y donde
la disposición sobre esta fuente particular estaba organizada a través de
relaciones de carácter no económico, tales como el parentesco, el
clientelismo, o la dependencia semifeudal. Antes de que se desarrollara
el feudalismo, las ventajas políticas y económicas que acompañan a la
posesión de la tierra no se habían disociado mediante la diferenciación
institucional de las dos clases de servicios implicados. Antes de esa
época, las ventajas económicas que confería la posesíón del tesoro
estaban insertas en el poder político. No obstante, algunas formas de .·

riqueza. tales como la tierra o el ganado, eran inmedíatamente más


económicas que otras. Pero incluso en el caso de valores tan claramen- ·.

te económicos. los beneficios políticos y económicos estaban todavía .·

demasiado entrelazados como para admitir una separación clara.


A pesar de esta fusión de motivos utilitarios y honoríficos, se pue-
den distinguir los efectos económicos de los movimientos del tesoro. ..
..
En realidad, la clave para la realización de irr1portantes tareas económi-
cas, especialmente las relacionadas con la concentración del trabajo, •

debe buscarse en las sociedades arcaicas en el funcionamiento del



tesoro.
Un ejemplo perfecto de los usos del tesoro en la abígarrada historia ..
·.·.
..
del siglo sexto en Grecía fue el auge de la casa Alcmeónida. y su expul-
''
sión por parte de los pisistrátidos, seguido de su triunfante retorno bajo .....
....
Clístenes -dos generaciones en total. Hasta el final, el curso de los ..
·.
.:.
acontecimientos estuvo marcado por notables logros económicos.
·'
....'
'
'.

A. Los alcmeónidas

La fortuna de la estirpe de los alcmeónidas, que fue legendaria en


el mundo heleno, se logró de la siguiente manera:

Ahora bíen, los alcmeónidas fueron desde antaño una familia


notable en Atenas, pero en los tiempos de Alcmeón, y en los de
Megacles. alcanzaron una preponderancia especial. El primero de
191
ellos, Alcmeón, hijo de Megacles, cuando Creso el Lidio envió hom-
bres desde Sardes para consultar al oráculo de Delfos, recibió com-
placiente a estos mensajeros y les ayudó a cumplir su tarea 4 •

Los alcmeónidas que trocaban su influencia política con los dioses,


no quedaron decepcionados:

Creso, informado de la amabilidad de Alcmeón por los lidios que


de vez en cuando llevaban al dios sus mensajes, le llamó a Sardes y.
cuando _llegó. le regaló tanto oro como puede sostener una persona
sob~e s1. de una sola v~z. Al descubrir que éste era el regalo que le
h~b1a asigna~º·. Alcmeon tomó sus medidas, y se preparó para reci-
birlo de la s,gu,ente manera. Se vistió con una túnica ligera, que hizo
ensanchar especíalmente en la cintura, y calzándose los coturnos más
anchos que pudo encontrar, siguió a sus guías hasta la casa del tesoro.
Al llegar, cayó sobre un montón de polvo de oro, y aprovechó para
metef'5e en los coturnos la mayor cantidad que pudo, después de lo
cual. ~e llen~ la túnica de oro y se echó el polvo por el pelo y se lo
metro a punados en la boca. Salió de la casa del tesoro arrastrándose
• 1

sin apenas poder mover las piernas, con la boca llena y su figura, abul-
tada por todas partes, no parecía humana Al verle. Creso estalló en
~na carcajada, y ~o s~lo le dejó irse con todo lo que ya había cogido,
sino que además ,e dio regalos de valor equivalentes.

De esta manera, concluye Heródoto, esta casa se convirtió en una


de las más ricas; y Alcmeón pudo pagar a la deidad délfica cumpliendo
sobradamente su contrato de construcción, más aún, sobornando a la
pitonisa. adquiriendo influencia divina con los espartanos, criando caba-
llos para las carreras, y ganando el premio en Olimpia, que tradicional-
mente era la puerta hacia el más alto rango, especialmente si se tenía
., . '
un eJerc1to extranJero de primera clase que le respaldara, como eran
los espartanos.
,
. Esta e~ brevemente la historia de su triunfante regreso. Los alcmeó-
n,~~s hab,an aba~donado Atenas cuando Pisístrato retomó el poder.
H1c1eron muchos intentos en vano por recapturar su país natal. Cuando
la fortificación que tenían en Lipsidrio, en el Ática, fue finalmente redu-
cida por Pisístrato,

de~idiero~ no desperdiciar ninguna estratagema que les llevara al


éxito y as1, pactaron con los anfictiones construir el templo que se
192
erige ahora en Delfos, pero que no existía en aquelios tiempos. Tras
haber hecho esto. y siendo hombres de gran riqueza y miembros de
una antigua y distinguida familia, procedieron a construir el templo
con mucha más magnificencia de lo que el plan les exigía. Aparte de
otras mejoras, en lugar de la piedra burda con la que según el con-
trato iba a ser construido el templo. hicieron las fachadas con már-
mol de Paria6 •

Como diríamos nosotros, invirtieron su dinero en el negocio de la


construcción, pero en vez de intentar obtener la máxima ganancia
monetaria, prefirieron mejorar sus relaciones públicas. Un acto tal de
generosidad les ganaría la admiración del mundo helénico y por tanto
aumentaría su influencia política. Heródoto considera ese movimiento
un paso crucial en su lucha épica por recuperar el poder de Atenas. y
aquí el tesoro tuvo una incidencia aún mayor en el cambio del poder.

Estos mismos hombres, sí hemos de creer a los atenienses. duran-


te su estancia en Delfos convencieron a la sacerdotisa mediante el
soborno para que dijera a los espartanos, siempre que alguno de ellos
viniera a consultar al oráculo, sobre sus asuntos privados o sobre asun-
tos de estado, que debían liberar Atenas. Así que los lacedemonios.
cuando no encontraron otra respuesta a sus consultas más qlJe ésta,
enviaron finalmente a Anquimolio. el hijo de Aster -un hombre nota-
ble entre sus ciudadanos-, a la cabeza de un ejército que marchaba
7
hacía Atenas, con la orden de sacar de allí a los pisístrátidas •

Aristóteles, en cierto modo reacio a repetir las florituras anecdóti-


cas, confirma lo esencial de esta historia de la restauración de los alc-
meónidas por el ejército espartano.
Tras fallar con otros métodos. ellos (los alcmeónidas) aceptaron
el contrato de reconstruir el templo de Delfos, utilizando para ese
fin las ingentes riquezas que poseían, con vistas a asegurarse la ayuda
de los lacedemonios. La pitonisa no deJaba de decir a los que conti-
nuamente venían a consultar al oráculo, que debían liberar Atenas;
hasta que por fin consíguió que los espartanos tomaran esa direc-
., 8
c1on ...

Pero esto sería ignorar el papel jugado por Creso en el circuito del
oro, el honor y la seguridad. El dios de Delfos pagó a los alcmeónidas
193
por el contrato de construcción la enorme suma de 300 talentos, gran
parte de la cual procedía del tesoro de Creso. Alcmeón, sin duda,
había actuado como un honrado íntermediario entre Apolo y el rey de
Lidia. Sin embargo, Creso malinterpretó los desafortunados augurios
de la pitonisa si cruzaba el río Halis. Heródoto vio con sus propios ojos
los magníficos regalos de oro que Creso le había enviado; aún seguían
expuestos en los recintos del templo cuando él lo visitó. Pero. quien-
quiera fuera el responsable del error, la destrucción de Creso a manos
de Ciro el Persa no puso fin a las transacciones. El dios cumplió con sus
obligaciones. Ya estaba encendida la pira en la que Ciro había condena-
do a morir abrasado vivo a su prisionero Creso. cuando Apolo envió
una lluvia del cielo que apagó las llamas -recordando el <<genio y la
generosidad>> de Creso-. como reza la leyenda que inspiró la oda de
Píndaro a la pitonisa.
Así era como rotaba el tesoro entre unos pocos.

B. los pisistrótidas

El origen y uso del tesoro en el caso de los pisistrátidas muestra


rasgos similares. Los pisistrátidas, siendo de origen eupátrida, gozaban
de relaciones de reciprocidad con la elite, aunque no podían, como
hicieron sus rivales alcmeónidas. gozar del favor de Apolo. Se celebró
una conferencia familiar poco después de la segunda expulsión de
Pisístrato, en la cual se decidió íntentar recuperar la soberanía.

El primer paso era obtener adelantos de dinero de estados. que


estuvieran obligados. Por estos medios recogieron grandes sumas de
varios países, especialmente de los tebanos, que les dieron mucho
más que el resto9.

Las obligaciones estatales debidas a los pisistrátidas implicaban rela-


ciones de reciprocidad quizás por donaciones anteriores hechas por
Pisístrato a los diversos estados. En una escena mucho más antigua de
la Odisea, Atenea, disfrazada de Mentor mortal. se excusa de la hospi-
talidad de Néstor proclamando, <<Iré a los generosos cauconios, que
tienen una deuda pendiente conmigo, de ningún modo pequeña ni
nueva>> 10•
194
. .
·.
. .
·..
. '
·.··...

Sólo las viejas deudas. y especialmente las grandes, se considera-


ban <<buenas>>. Ni las deudas pequeñas ni las recientes se consideraban . .
.:. :.
débito. Por consiguiente, los lazos de xenia entre los pisistrátidas y los .., .•

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espartanos, validados por el intercambio de regalos. hicieron que estos :: ~
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últimos dudaran durante tanto tiempo en obedecer la orden del orácu- •
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lo de Delfos de hacer la guerra a los pisistrátidas. .. '
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La riqueza de Pisístrato se basaba en gran parte en el tesoro. Las < !


. '
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. :
propiedades familiares estaban en Brauron, Ática, cerca ~el ~istríto ~e :· ~
.. '

Laurion. El hecho de si explotaban las minas de plata esta suJeto a dis-


puta -incluso se discute si las minas funcionaban en aquel periodo o
no. Pero no hay duda de que adquirió propiedades en el rico distrito
minero de la región del Pangeo, en Tracia, en algún momento de su
. .
largo exilio. .. ..
...'
Se puede conjeturar cómo adquirió Pisístrato estas propiedades
'
comparándolo con un suceso similar ocurrido en la misma región.
·, .
Darío deseaba recompensar a Histieo, gobernante de Mileto, por haber ... .

salvado al ejército persa, al evitar la destrucción del puente del


Danubio en la retaguardia. Histieo pidió -y recibió . , la ciudad .de
,
..
Mircino, junto al n'o Estrimón. en la costa de Tracia. Esta era la reg1on .·

de las minas del Pangeo. El general persa de la Tracia, Mogabazo, al


escuchar que Histieo estaba amurallando la ciudad, le reprochó a
Darío:

¡Qué locura has cometido. señor, permitiendo a un griego, un


hombre sabio y astuto. hacerse cargo de una ciudad en la Tracia, un
lugar donde también hay abundante madera para construir barcos y
remos. y minas de plata; donde hay muchos habitantes griegos y bár-
baros. dispuestos a aceptarle inmediatamente como su jefe y a aca-
tar sus órdenes día y noche! 11 •

El análísis de Tucídides sobre el papel crucial de la riqueza en la


Grecia arcaica señala lo mismo. <<Originalmente Pélope ganó su poder
12
por la gran riqueza que llevó consigo desde Asia a un país pobre .>> Un
hombre de gran riqueza e íngenuidad podía ganar al instante muchos
seguidores entre una poblacíón más o menos pobre. comprando a sus
jefes y dioses. y obligándoles a acatar su voluntad. De la permanencia
de Pisístrato en Tracia, señala brevemente Arístóteles: <<aquí adquirió su
riqueza y contrató a los mercenarios>>.
195
La acumulación de riqueza como instítución de la economía de
subsistencia, por otro lado, se origina en la recolección y almacena-
miento de productos básicos. Mientras que el tesoro y las finanzas del
tesoro no pertenecen, generalmente, a la economía de subsistencia, el
almacenamiento de productos básicos representa una acumulación de
bienes de subsistencia, incluyendo su uso como medio de pago, ya que,
el almacenamiento de los productos básicos a gran escala por parte del
templo, el palacio, o la casa señorial, debe ir acompañado por tal uso.
De esta forma las finanzas del tesoro son reemplazadas por las finanzas
de los productos básicos, es decir. la forma rudimentaria del dinero y
del crédíto.
La mayoría de las sociedades arcaicas poseen una organización de
finanzas de productos básicos de un tipo o de otro. Los mecanismos
de contabilidad que caracterizaron las economías redistributivas de los
antiguos ímperios durante larguísimos períodos de tiempo se desarro-
llaron sobre la estructura de la transacción planificada y de la inversión
de productos básicos almacenados a una escala gigantesca. Sólo des-
pués de la acuñación de la moneda en Grecia, unos cinco o seis siglos
antes de nuestra era, las finanzas monetarias empezaron a sustituir a las
de productos básicos en estos imperios. de manera especial en la repú-
blica romana. El Egipto de los Ptolomeos, por ejemplo, continuó la tra-
dición de las finanzas básicas. llevándolas a un nivel de eficiencia jamás
alcanzado.
La redistribución como forma de integración de las primeras socie-
dades, implica el almacenamíento de mercancías en un centro a partir
del cual se redistribuyen. Los bienes pasados al centro como pago, son
devueltos por éste también como pago y dejan de estar en circulación,
pues proporcionan la subsistencia al ejército, a la burocracia, y a la fuer-
za de trabajo ya sea mediante salarios, pagas, o de otras formas. El per-
sonal de los templos consume una gran parte de los pagos hechos en
especie. Se necesitan las materias primas para equipar al ejército, para
las obras públicas, y para las exportaciones que realiza el gobierno:
cebada, aceite, vino, madera, dátiles, ajos. y productos símilares se dis-
tribuyen para su consumo. con lo que se destruyen los medíos de
pago. Quizás algunos de ellos fuesen intercambiados en privado por sus
receptores, iníciándose así una <<circulación subsidiaria>> que pudo llegar
a convertirse en el móvil principal de los mercados locales.
La importancia del tesoro y los productos básicos con respecto a
196
los usos del dinero es la siguiente: explican el funcionamiento de los
varíes usos del dinero en ausencia de un sistema de mercado. Los bie-
nes del tesoro pueden utilizarse como pago, sirviendo para engrosar
las arcas del tesoro. aunque no entren necesariamente en la cadena del
intercambio económico. Sin embargo. los pagos en una economía sin
mercado, conciernen a los bienes de subsistencia. Los objetos cuantifi-
cables. cuando se utilizan para descargar obligaciones, pasan a integrar-
se en los pagos controlados por el centro encargado de su redistribu-
ción. De esta forma el tesoro y los productos básicos ofrecen la
respuesta al problema planteado por las condiciones de las primeras
sociedades, donde los medios de pago son independientes del dinero
como medio de cambio.
La ausencia del dinero como medio de cambio en los imperios
hidráulicos estimulaba también el uso de la unidad de cuenta y ayudó a
desarrollar un tipo de empresa bancaria -en realidad, grandes directi-
vas que controlaban las finanzas de los productos básicos- con el fin
de facilitar la transferencia y la liquidación. Se podría añadir que en la
administracíón de los grandes templos se emplearon métodos similares.
De esta forma se desarrollaron la liquidación, las transferencias y los
cheques no transferibles, no como recursos de una economía de inter-
cambio, sino al contrario, como mecanismos administrativos diseñados
para hacer más efectiva la redistribución, y por tanto para hacer innece-
sario el desarrollo de métodos de mercado.

IX. Dinero y status

Los efectos mutuamente reforzantes de las situaciones de status y


de las pautas de integración. fueron una fuente de vigor para las prime-
ras estructuras sociales. Las institucíones que apoyaban las pautas
subrayaron el status. El dinero. el precio, y el comercio, por ejemplo,
contribuyeron a la estratificación de clases. El dinero arcaico creó y
ayudó a mantener la esfera del prestigio, separando la riqueza y la
pobreza mediante el dinero que circulaba entre las elites y el de los
pobres. No solamente se reforzó la estratificación, sino que incluso
los índices de intercambío ganaron estabilidad a partir de la tenacidad
estructural general.
Es preciso distinguir dos grupos de instituciones del dinero. En pri-
197
mer lugar están, como hemos visto, los usos del dinero <<que convier-
ten los fungibles en dinero>>, y los dineros que difieren precisamente en
relación a estos usos, es decir. el dinero para todo uso que se em.plea,
como el dinero moderno, para los tres usos, y los dineros para usos
especiales, que se emplean solamente para uno u otro de estos usos. El
segundo grupo lo forman las instituciones del dinero diseñadas para
regular el status.
En la antigua Babilonia el dinero era corriente, pero tenía un uso
especial: el grano era el fungíble más utilizado como medio de pago,
para los salarías, las rentas y los impuestos; la plata era empleada uni-
versalmente como patrón de valor, tanto en el trueque como en las
finanzas de productos básicos muchos de los cuales, como equivalentes
fijos, se usaban para el intercambio sin dar preferencia a la plata.
La diferenciación de las instituciones de dinero en relación con el sta-
tus se da ya en el primer estadio de la sociedad. Paul Bohannan describió
la clasificación de dineros que existía entre los tiv del valle Benue 13,
donde los diferentes tipos de fungibles empleados como dinero tenían
un efecto sobre el status porque se valoraban según el rango. La comi-
da y los productos artesanales tenían la categoría más baja: el ganado,
los esclavos y las barras de latón, seguían en rango: las mujeres destina-
das a ser esposas. que dotaban al hombre del derecho a la descenden-
cia, ocupaban la categoría más alta. Existían dos categorías morales de
transacciones: las transacciones en las que las mercancías se intercam-
biaban por productos de la misma categoría (<<traspaso>>) y las mercan-
cías intercambiadas por otras de categoría superior (<<conversíón>>). El
primer tipo de uso del dinero era moralmente neutro: el segundo
demostraba la fortaleza de carácter de un hombre y reforzaba su sta-
tus. Los intercambios en la dirección opuesta, que, por supuesto, son
inevitables, se racionalizaban como el cumplimiento de las obligaciones
con respecto a los propios parientes, a los que se debe mantener. Esto
es moralmente correcto, pero no refuerza el prestigio personal. En
vista de los círculos descritos por los intercambios, la sociedad Tiv
puede ser considerada multicéntrica.
En un nivel más avanzado del desarrollo social. también puede ser
útil la idea del dinero de rango. Hace más de seis siglos. lbn Batuta
registró que había unos cables de cobre, unos delgados y otros grue-
sos, que funcionaban como moneda en la ciudad nigeríana de Gogo, en
el imperio negro de Mali ( 1352). Los cables delgados eran el dinero de
198
los pobres, intercambiables por leña y mijo. Los cables gruesos lo com-
praban todo, incluyendo caballos, esclavos y oro, en realidad los bienes
de elite que se transforman en status. En la Grecia de Homero, existía
un intercambio convencional de regalos que no guardaba relacíón algu-
na con el dinero. En su forma de crear status. la circulación de elite era
un rasgo del comercio antiguo: caballos veloces, metales preciosos.
joyas, objetos del tesoro, esclavos especializados, o heredades, podían
adquirirse solamente por bienes de similar categoría. Los diamantes
sólo se podían cambiar por oro en la India del siglo dieciséis, nunca por
plata. En África occidental los caballos sólo se podían cambiar
por esclavos. Más parecida al dinero de rango era la práctica mesopotá-
mica de los préstamos de cebada que hacían los templos a campesínos,
mientras que los ciudadanos libres recibían plata. Dicho sea de paso,
esto puede resolver el misterio del doble tipo de interés. que pagado
en plata era como máximo de un 20 %, mientras que pagado en ceba-
da alcanzaba hasta el 33 3 %. La respuesta a este enigma económico
1
/

podría ser que los deudores tenían diferentes status y que la plata no
se podía comprar con cebada. En la ciudad-estado de Alalakh, el cam-
pesino y el artesano parecen haber recibido pequeños préstamos,
mientras que los miembros de <<familia>> aspiraban a préstamos de una
cantidad y categoría superiores. El status real en Dahomey confería el
uso de figuras redondas más una, un privilegio que también parece
existió entre los grandes de Babilonia. Asimismo. el rey yoruba de Oyo
cargó al rey vencido de Dahomey con un tributo anual de 41 cajas con
41 mosquetes cada una. Al ascender al trono el rey de Dahomey
<<compraba>> simbóllcamente la tierra de su pueblo por la tradicional
suma de 201 cauris. Los préstamos hechos por el templo a los campe-
sinos de Alalakh alcanzaban un máximo de I O o 20 siclos, mientras que
a los nobles les podía prestar hasta 41, 51. o 61 siclos. Esta costumbre
del <<más uno>> tuvo una duración de varios milenios y se extendió
desde Alalakh hasta Abomey. Puede haber sido una de las muchas
curiosidades culturales de la estructura de las primeras sociedades, que
explica la maravillosa estabilidad de los índices de intercambio moneta-
rio. Una onza de oro costó en Dahomey 32.000 cuerdas de conchas
de cauri durante el tiempo del que tenemos registro. es decir, el tíem-
po de vida de la dinastía, más o menos tres siglos. Hoy en día, la intro-
ducción del dinero dentro de la economía está asociada con la tenden-
cia a la fluidez y la inestabilidad; en la sociedad arcaica, por el contrarío,
199
era una fuente de estabilidad que no necesitaba apoyarse en controles
burocráticos.
Aún siguen surgiendo instituciones de dinero insospechadas en
cualquier debate sobre el precio y el comercio, revelando aspectos
cada vez más novedosos de la formación de índices de dinero, los
beneficios incorporados, las unidades <<ídeales>> para unir los patrones
básicos con una variedad de monedas limitada, que cubrieran el vacío
que había entre las unidades regionales, sin cambios fundamentales e
inamovibles, y las monedas de comercio local. La mayor parte de estos
fenómenos permanecen forzosamente ínvisibles bajo la fórmula <<dine-
ro, un medio de cambio>>.

X. Resumen

Los significados independientes de pago, patrón de valor. depósito


de ríqueza e intercambio, nacen así de sus distintos orígenes institucio-
nales y de los diferentes propósitos a los que sirven. De todos ellos
tenemos ya un sólido conocimiento.
El pago se da en relación con algunas instituciones de las primeras
sociedades, especialmente la riqueza de la novia, el dinero de sangre, y
las multas. De esta forma una persona puede contraer una obligación
que debe pagar a menudo, aunque no siempre, con objetos cuantifica-
bles de carácter utilitario (normalmente empleados también para esta-
blecer otro tipo de obligación). En los códigos de leyes arcaicos. la tran-
sacción, los daños y las multas se establecen y se pagan con los mismos
objetos físicos, como bueyes, ovejas. o plata. Estas tres fuentes princípa-
les de obligación sobreviven en la sociedad arcaica y se difunden
mediante la introducción de impuestos, rentas, y tributos, que ofrecen
muchas más ocasiones para descargar una obligación mediante el pago
y que, por tanto, favorecen los usos del dinero -a nivel social y políti-
co- para acumular riquezas. ·
El dinero como patrón de valor es vital para las finanzas de produc-
tos básicos que acompañan a las economías de almacenamiento a gran
escala. No es posible la tasación ni la recogida de impuestos, ni el pre-
supuesto ni el balance de las haciendas señoriales, ni la contabilidad
racional de una gran variedad de mercancías, sin un patrón de valor.
Puesto que no es el número de cosas sino sus valores los que están
200
sujetos a la aritmética. esta operación requiere el establecimiento de
índices que relacionen entre sí los diferentes productos básicos. Los
números. que representan los índices. exísten en la mayoría de las
sociedades arcaicas. Sea en virtud de la costumbre, el decreto, o la
promulgación, los equivalentes convenidos designan el índice mediante
el cual pueden sustituirse mutuamente, los artículos de primera necesi-
dad. Sólo cuando los precios se desarrollan en los mercados (es decir.
relativamente tarde) se puede dar por hecho la institución del dinero
como patrón de valor, como ocurre hoy en día.
El intercambio se desarrolla generalmente dentro de una estructura
organizada de comercio y mercados, fuera de la cual sólo aparece oca-
síonalmente el intercambio indirecto. De esto se deriva que el uso del
dinero como medio de cambio es de mínima importancia en las condi-
ciones primitivas de vida. Incluso en las sociedades arcaicas altamente
estratificadas, tales como Sumeria, Babilonia, Asiria, los hititas, o Egipto,
prevalecieron las economías de almacenamiento; y. a pesar del uso a
gran escala del dinero como patrón, su uso para el intercambio indirec-
to fue insignificante. Dicho sea de paso, esto puede explicar la ausencia
absoluta de monedas en las grandes cívilizaciones de Babilonia o Egipto.
en un momento en que el pobre y semibárbaro mundo griego se per-
mitía el lujo de tener una surtida variedad de artísticas monedas.
Un estudio comparativo de las primeras instituciones de dinero
debe partir del hecho de que, en tanto el dinero actual sirve para
<<todo uso>>. es decir, el medio de cambio se utiliza para todos los usos,
el dinero primitivo y arcaico tiende a tener un <<uso limitado>>, es decir,
se emplean diferentes objetos para los distintos usos del dinero. De
aquí el papel tan dispar de las instituciones monetarias en la modernas
sociedades occidentales, por un lado, y en las primeras sociedades no
occidentales por otro. El dinero para todo uso facilita formas más
homogéneas de organización social; en contraste, el dinero para usos
limitados, a pesar de tener un grado mucho menor de monetarización,
tiende a enriquecer la articulación de la sociedad. particularmente la
diferenciación de su estructura de clases y de parentesco. Por lo tanto,
el dinero primitivo puede ofrecer formas institucionales más especiali-
zadas que el dinero actual de nuestra sociedad. Un estudio empírico
puede demostrar la veracidad de este hecho.
Ni la reciprocidad ni la redistribución pueden funcionar sín algún
tipo de <<índices>> entre diferentes bienes. A este nivel, los <<índices>> son
201

.,...
. .. .
·:.:
una necesidad operativa. Incluso la carne obtenida en una simple cace-
ría no puede distribuirse sin algún tipo de medidas referentes a las dife-
rentes partes del cuerpo del animal que se va a descuartizar. indepen-
dientemente que el reparto sea estrictamente igualitario ( 1 a 1) o no
(por ejemplo, 3 a 1). Al mismo tiempo. los índices entre bienes de elite
mantienen automáticamente más alto el status si la circulación se ltmita
a intercambiar tales bienes (circulación de elite); el status de clase infe-
rior se mantiene también restringiendo el nivel de vida y límitando el
alimento a la burda comida y los pocos artículos básicos que puede
adquirir el dinero nativo (el dinero del pobre). El mismo mecanismo
puede servir para distribuir raciones de alimentos a los pobres en tiem-
pos de escasez. Aquí las equivalencias son una necesidad absoluta.
puesto que sin ellas sería imposible el uso del dinero como patrón. la
variada y minuciosa articulación de las instituciones de dinero ayuda así
a conseguir la integración y a estabilizar el privilegio del status sin el uso
de la fuerza: a garantizar provisiones en tiempos de escasez; y a exten-
der el alcance de los mecanismos técnicos que sustituyen la escritura.
Es esto una vez más lo que hace posible las finanzas de los productos
básicos. junto con los impuestos a gran escala. En las sociedades civiliza-
das, donde el dinero se convierte en un medio de cambio, la mayoría
de estos artefactos se vuelven obsoletos y caen en el olvido junto con
los múltiples dineros y las prácticas monetarias de las comunidades
arcaicas y primitivas.

Notas
I
Cf Karl Polanyi, «The Semantics of Money Uses>>. Explorations, octubre 1957:
aparecido tambíén en Primitive. Archaic. and Modern Economies. ed. G. Dalton (Garden
City. Nueva York. Doubleday. 1968) con un apéndice, «Notes on Primitive Money>>.
2 Karl Polanyi, en colaboración con Abraham Rotstein, Dahomey y el comercio de

esclavos (Seattle y Londres. University of Washington Press, 1966), págs. 41-4 3. 53 ff.
3 Raymond Firth, «Currency, Primitíve>>. Encyclopaedia Britannico. 14.ª edición.

"' Heródoto. Las Guerras Persas. VI, J 25.


s lbíd.. Vi, 125.
6
lbfr::J., V. 62.
7
lb(d., V, 63.
ª Aristóteles, La Constitución de Arenas. 19.
202
9 Heródoto, Las Guerras Persas. 1, 61.
10 Homero. Lo Odisea, 111, 366-368.

11 Heródoto. Las Guerras Persas, V. 23.

i ·, T ucíd ides. La Guerra del PeJoponeso. 1, 9.

1 3 Paul Bohannan. <<Sorne Principies of Exchange and lnvestment Among the Tiv>>,

American Anthropologist, 57 ( 1955), págs. 50-70. Ver también Paul y Laura Bohannan. Tiv
Economy (Evanston, Northwestem University Press. 1968).

203
I O. Elementos y orígenes del mercado

l. Introducción

El origen de las instituciones de mercado es un tema complicado y


oscuro, aun cuando los mercados no son tan antiguos como la humani-
dad y tuvieron un origen específico en la historia humana. Cabe desta-
car que los mercados difieren del pequeño comercio y de los ínfimos
usos del dinero que aparecen en las comunidades humanas más anti-
guas y primitivas. Algunas de las formas de adquisición de bienes distan-
tes. es decir. del comercio, son inseparables de los regalos del galanteo
y de la dote de la novia, acompañantes de una exogamia universal. El
dinero heredado y las multas también suponen el empleo de objetos
cuantificables, es decir. unidades monetarias usadas como pago o como
equivalencias. Podemos decir por tanto que comercio y dinero estuvie-
ron siempre con nosotros. No así el mercado, que es un avance muy
posterior. No obstante, como veremos, es difícil trazar sus on'genes.
Esta observación se aplica al mercado en sus dos distintas acepcio-
nes. La primera es la de fugar, generalmente al aire libre, donde se
compran en pequeñas cantidades y a precios establecidos los artículos
de primera necesidad, especialmente la comida; la segunda es la de
mercado como mecanismo de oferta-demanda-precio, mediante cuya
instrumentación se lleva a cabo el comercio, aunque ese mecanismo no
esté necesariamente ligado a una localización concreta o limitado a la
venta de comida 1•
Para el experto en organización económica, ambos fenómenos son
independientes. En un caso el componente empírico es un punto físico
donde una multitud se reunía con intención de intercambiar cosas: en
205
el otro. es una variante del comercio que funciona mediante un meca-
nismo específico. Este último es también un hecho empírico, pero
demasiado intangible, demasiado parecido a un acontecimiento estadís-
tico como para conducir por sí mismo a la investigación histórica Un mer-
cado está al alcance de los arqueólogos, pero un mecanismo de merca-
do está más allá del alcance de la mejor piqueta. Res u Ita
comparativamente fácil localizar un espacio abierto donde, en algún
momento del pasado, la multitud acudía para intercambiar mercancías,
mientras que es mucho más difícil asegurar si, como resultado de su
conducta, las razones de cambio empezaron a fluctuar y, si fue así, si la
oferta de mercancías empezó a cambiar en respuesta a los movímien-
tos absolutos o relativos de esas razones al alza o a la baja.
Evidentemente, el mercado como lugar fue anterior a cualquier
mecanismo competitivo del tipo oferta-demanda. Fue unos dos mil años
después de la primera aparición del mercado como mecanismo que
facilitaba la distribución de grano. en el Mediterráneo oríental, cuando se
desarrolló en Europa occidental el sistema autorregulador de mercado
formador de precios desde donde se extendió por gran parte del
globo. Debemos hacer hincapié en que tal sistema el téimino que uti-
lizamos aquí para el capitalismo liberal- es mucho más que una mera
variante del comercio. El principio de intercambio que interviene en el
comercio, se aplica bajo el capitalismo a un uso completamente diferen-
te a la adquisición de bienes distantes. Un sistema completo de merca-
do abarca a la sociedad; la tierra y el trabajo se distribuyen de acuerdo
al mecanismo oferta-demanda-precio; el riesgo se organiza como una
función de mercado; la oferta de dinero y crédito, así como los comple-
jos servicios reunidos bajo la banca, se ofrecen también en mercados. Y
finalmente, el mercado se convirtió. al menos durante un tiempo. en la
institución fundamental de la sociedad occidental.
Naturalmente, en nuestra época el interés se vuelve hacia el siste-
ma de mercados autorregulados que dominó el siglo diecinueve. Sin
embargo, nuestra investigación se detiene mucho antes de la aparición
de la economía de mercado. En el mejor de los casos, tenemos un
punto de ventaja al abrir una nueva visión de ese sistema.
Históricamente, esa economía está tan lejos del comercio de mercado
como éste lo está de sus primitivos orígenes.
Aquí conviene hacer una advertencia en cuanto al método emple~-
do. En nuestra era es prácticamente irresistible la tentación de conside-
206
rar la economía de mercado como la meta natural del desarrollo occi-
dental durante tres mil años. En cuanto a instituciones tales como los
mercados locales de alimentos o el comercio de mercado, el pensa-
miento occidental sólo es capaz de concebirlos como los humildes orí-
genes que dieron lugar a la economía mundial de la edad moderna.
Nada podría ser más erróneo. El comercio de mercado mismo, y final-
mente la moderna economía de mercado, fueron los resultados, no de
un proceso de crecimiento partiendo de un modesto origen, sino más
bien de la convergencia de desarrollos independientes y separados que
no pueden comprenderse sin analizar los elementos instrtucionales
que contribuyeron a su creación. Para salvar ese escollo teleológico,
como en los casos de comercio y dinero discutidos anteriormente, lo
más apropiado parece ser el enfoque institucional y técnico.
En el sentido institucional, el término mercado no presupone nece-
sariamente un mecanismo oferta-demanda-precio. Es una conjunción
de rasgos institucionales concretos, a los que llamaremos elementos de
mercado. Éstos son: un lugar físicamente existente o bienes disponible,
un grupo oferente, otro demandante, costumbres. leyes y equivalen-
cias. Así un mercado, en términos institucionales, postula simplemente
una situación de intercambio: aquí el intercambio se toma, no en el
sentido cataláctico del término, sino en el puramente técnico. lo cual
no implica más que un movimiento recíproco de mercancías entre
<<manos>>. con índices determinados por la costumbre, la administra-
ción, la ley o por la misma institución de mercado. Si se combinan los
elementos de mercado para formar un mecanismo oferta-demanda-
precío, hablaremos de mercados de precios. Por el contrario, si la ofer-
ta y la demanda se combinan para intercambiar mercancías según unos
índices ya establecidos, surgirá un mercado no formador de precios.
Por tanto, no deberíamos hablar de mercados. síno simplemente de las
diversas combinaciones de los elementos de mercado, que equivalen a
una situación de intercambio. En el caso de las subastas, por ejemplo,
tenemos un grupo de demanda sin uno de oferta; una situación dife-
rente, con muchos elementos de mercado, aparece con los mercade-
res que acompañaban al ejército en el campo de batalla, y similar es el
funcionamiento del bazar y de los puertos comerciales, con el <<aprovi-
sionamiento en las fronteras>> que practicaban algunas economías
orientales redistributivas. Todos estos ejemplos tienen elementos de
mercado. pero ninguno es mercado propiamente dicho.
207
La institución de mercado tiene su origen en dos tipos diferentes
de desarrollo: el externo a la comunidad, y el interno. El externo está
íntimamente ligado a la adquisición de bienes en el exterior; el interno,
a la distríbución local de alimentos. Este último tomó dos formas dife-
rentes: la primera, general en los imperios hidráulicos, se basaba en el
almacenamiento y distribución de productos básicos; la segunda, carac-
terística de comunidades campesinas, se basaba en la venta local de
víver~s frescos y comida preparada. Estas fuentes de origen aportaron
los diferentes elementos constitutivos de la institución del mercado.

11. Mercados locales

Un ejemplo de mercado local nos lo brinda la venta de alimentos,


productos frescos o cocinados, en las sociedades de la antigua Grecia y
Roma. Llamaremos a este lugar comercial el ágora, y lo contrastaremos
con las instituciones emparentadas del puerto y el bazar en los imperios
hidráulicos.
El tipo de mercado ágora fue originalmente un lugar donde se ali-
mentaba la población. Se vendía leche fresca. huevos, verduras, pescado
y carne; fr~cuente.mente, la comida estaba ya preparada. En principio,
esto exclu,a los bienes procedentes de puntos distantes, que habrían
obligado al vendedor a transportarlos hasta el mercado. En general, los
productos que se vendían provenían de la comarca, y muchas veces, en
las sociedades campesinas, eran la mujeres las que los llevaban al merca-
do en la cabeza. El cliente que buscaba su comida en el mercado era el
trabajador pobre o el transeúnte que no tenía casa propia. Ni el comer-
ciante venido de lejos ni el residente adinerado acudían al mercado
local; éste servía solamente a las necesidades de la gente corriente.
La batalla a favor y en contra de la distribución a través del merca-
do se libró en Atenas en el terreno polftico. La máquina democrática
~staba limitada por los propietarios de las grandes haciendas que prac-
ticaban la costumbre de invitar a sus vecinos y a los hambrientos a
~omidas gratuitas. Cimón, el líder aristocrático, fue famoso por este
tipo de hospitalidad política. Pericles, su oponente democrático, para
establecer el equilibrio, fomentó el hábito de acudir al mercado e hizo
que a t~~os lo; ~iudadanos se les diera una pequeña paga diaria por
sus serv1c1os publicas con la que pudiesen ir todos los días a comprar
208
1
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su comida en el mercado. No tenemos conocimiento de otras poleis 'f
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que tuvieran similar funcionamiento en cuanto al mercado de alimen-


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cada vez con más frecuencia, eran contratadas para empresas comer- ..
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lada en cortas campañas y alimentada con sacos de cebada llevados ..
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especialmente si iban a cruzar territorio aliado. creó nuevos problemas .:.
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prendentemente olvidada por los historiadores de la antigüedad. El aná- ·.'


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lisis de Tucídides y Jenofonte nos sugiere que una de las fuerzas desen- ::

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mercado provino de los ejércitos. Aparte de la hipotética cuestión del
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desarrollo, este estudio nos ha revelado datos muy significativos con res- ..
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pecto al funcionamiento y al carácter general de los mercad?s antiguos. ..
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El impacto económico del ejército griego puede anal~zarse ~esde : :
·. ;
....·
dos perspectivas diferentes: la distribución del botín y el avituallamiento ...·
del ejército. La primera contribuyó enormemente al desarrollo del .·

...'
grupo de demanda: la otra, al del grupo. de ofe~ta.. ,
Ya hemos comentado la importancia cuantrtat1va del bot1n de gue-
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rra. Basta con señalar aquí que el botín fue quizás el principal medio de
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enriquecimiento durante la época clásica. A principios de este período, ·.
·.
Cimón pasó de la pobreza a la tremenda riqueza, que acu_muló en s~s ..

hazañas bélicas; casi un siglo después, el servício mercenario se convir-


tió en un tópico como medio de adquirir riquezas.
El botín en los períodos homérico y arcaico, consistía en tesoro,
ganado y esclavos; se usaba directamente o circulaba entre la elite. .
209 ..

..

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Apenas se intercambíaban los artículos tomados como botín en el pe-
riodo clásico, excepto los esclavos: sin embargo, hubo un cambio sus-
tancial en el método de distribución. Los problemas administrativos
presentados por la preservación, transporte y distribución de los escla-
vos, el ganado y el tesoro. debieron de ser enormes: los riesgos de pér-
dida por huida o enfermedad, también; pero aún más apremiantes
debían de ser los problemas tácticos y estratégicos surgidos del trans-
porte y la preservación del botín. El crecimiento del comercio exterior
y de los elementos de mercado ofreció una alternativa al manejo direc-
to: se podía vender el botín y distribuir el dinero. El número de casos
que cita la historia de Tucídides en los que toda una población captura-
da se vendía como esclava, demuestra que éste era el método más
habitual de disponer de los prisioneros 2. Al parecer hubo una cierta
aversión por esta práctica hacia el final de la guerra del Peloponeso, y
en el 41 1 a.c. encontramos un ejemplo en el que sólo se captura a los
antiguos esclavos, dejando en libertad a la población libre 3. Desde
entonces hasta la batalla de Mantinea en el año 223 a.c .. parece que se
observaba casi siempre esta regla '\ La esclavización de una población
griega en tiempos de guerra era posible legalmente. La prohibición era
un asunto moral: esclavizar a un griego era una violación de las normas
de buen gusto. Cuando ocurría, por tanto, se tenía que explicar el
hecho de que la persona en cuestión era <<de una estirpe mezclada,
helénica y bárbara>> ~. A finales del siglo quinto, la decisión de vender o
no a los habitantes dependía del general 6.
Los relatos de Jenofonte ofrecen bastantes más detalles sobre las
técnicas de venta del botín que los de Tucídídes. Tucídides relata que
cuando los atenienses tomaron Hicara. una ciudad al norte de Sicilia.
transportaron a la población capturada a la ciudad de Catana, donde
estaba la principal flota ateniense. y vendieron allí a los esclavos por
120 talentos 7. Parece que el método preferido era el transporte de
esclavos u otros botines al emporio. Así, Jenofonte nos cuenta que
cuando su ejército alcanzó el emporio de Crisópolis junto a la boca del
Bósforo, <<se detuvieron siete días mientras arreglaban la venta de su
botín>> 8. Poco antes, se habían detenido diez días en la colonia sinópica
de Ceraso, en el Mar Negro, donde además de revisar y contar lastro-
pas para determinar el número de bajas, <<repartieron el dinero obteni-
do por la venta de los cautivos>> 9. Por el contexto de estos pasajes
parece muy probable que los esclavos fueran vendidos allí. El rey y
210
mercenario espartano Agesilao dio lugar a un escándalo cuando siguió
un procedimiento alternativo con el fin de enriquecer a sus amigos.
Tras haber obtenido un riquísimo botín durante una campaña en Frigia
en el 396 a.C., ordenó que se vendiera el botín al instante, informando
a sus amigos de que, inmediatamente después de la venta, tenía inten-
ción de marchar hacia la costa, donde el botín podria revenderse a un
precio sustancialmente mayor. Se dijo a los subastadores del ejército
que entregaran los bienes en depósito, anotando simplemente el nom-
bre del comprador. Así los amigos de Agesilao no tenían que pagar
hasta después de haber revendido los bienes en la costa. Mediante esta
técnica, cuenta Jenofonte, <<sus amigos recogieron una enorme cose-
cha>> 10• Hay indicios de que la subasta inmediata era un procedimiento
regular en el ejército espartano. La práctica constitucional espartana
exigía que cualquiera que tomara un botín en el campo lo entregara a
los vendedores oficiales del botín (laphyropolai) 11 • que registraban el
nombre de la persona. Que tal registro llevaba consigo un honor consi-
derable, queda manifiesto por el hecho de que algunos de los principa-
les aliados de Agesilao en Asia Menor. desertaron a causa del insulto
recibido cuando los funcionarios espartar)os les arrebataron su botín
con el fin de tener ellos el honor de entregar una valiosa cantidad a los
subastadores 12• El subastador debía vender bastante a menudo el botín
en el acto, tanto, a los mismos soldados como a los mercaderes que les
acompañaban. Este fue el procedímiento utilizado, por ejemplo, cuando
se pagó en especie al ejército de Jenofonte por sus antiguos servicios
con 600 cabezas de ganado, 4.000 ovejas y 120 esclavos 13 •
El crecimiento de la escala bélica, junto con el crecimiento del hábi-
to de mercado, llevaron a una minuciosa revisión de los métodos tradi-
cionales de suministros al ejército. A comienzos de la guerra del
Peloponeso,
,
los espartanos llevan consigo sus provisiones cuando inva-
den el Atica y se retiran cuando las han consumido: el procedimiento
se repite al año siguiente 14• Tal método. evidentemente, debe haber
sído insatisfactorio, y en la fatídica expedición siciliana encontramos a
los atenienses utilizando dos métodos: comprar comida en los merca-
dos que tenían los habitantes de las regiones que cruzaban; o comprar
a los mercaderes que acompañaban al ejército. El primero es el méto-
do preferido. pero no es completamente fiable, puesto que no se
puede garantizar que vaya a haber un mercado dentro de un territorio
neutral u hostil, sino que eso es asunto de complicadas negociaciones
211
diplomáticas. La negociación de mercados es una de las mayores res-
ponsabilidades de un comandante del ejército; la muestra más clara de
estos procedimientos la tenemos en la Anábasis de Jenofonte. Después
de la muerte de Ciro, los mercenarios griegos que le habían servido
deseaban volver; y el rey persa, al parecer. estaba deseando librar al país
de un grupo que sólo podía ocasionar trastornos, por lo que les procu-
ró un salvoconducto para que abandonaran el territorio.

Ahora, sí quereis aceptar nuestra garantía. os aseguraremos que


los países por donde paséis serán aliados vuestros, os conduciremos
sin traición hasta la Hélade. os suministraremos un mercado; y, cuan-
do no podáis comprar, os permitiremos tomar las provisiones del
distrito. Vosotros por vuestra parte debéis jurar que marcharéis
amistosamente, sin causar ningún daño, simplemente tomando la
comida y bebida que necesitéis cuando no podamos disponer de un
mercado, o. de haberlo, tenéis que jurar que sólo tomaréis las provi-
siones pagando por ellas I s.

No podemos imaginar que tal tratado no fijara equivalencias, y pro-


bablemente también medidas. Poco después. Jenofonte abogaba por la
ruptura del tratado, preguntando:

¿Es mejor estar comprando provisiones de su mercado. pagando


altos precios por escasas medidas, sín tener ya siquiera el dinero para
pagar por ellas? ¿O es mejor, por el derecho de conquista, servimos
nosotros mismos, aplicando tal medida como mejor nos convenga? 16•

Cuando se acercaban al país de los macrones, se negoció una tre-


gua con los mercenarios griegos y éstos arrojaron una lanza en señal de
que su intención era simplemente .pasar por su territorio para dirigirse
al mar. Los macrones, a su vez, arrojaron una lanza como muestra de
su espíritu pacífico. <<Después de intercambiar las garantías>>, relata
Jenofonte:

Los macrones empezaron a talar árboles con gran vigor y a


construir un camino para que pudieran pasar, mezclándose libre-
mente con los helenos y fraternizando con ellos. y les ofrecieron el
mejor mercado que pudieron, y durante tres días les guiaron en su
marcha... 17.
212
La ciudad de Trapezo también costeó un mercado. Jenofonte
defiende a su ejército contra los cargos de saqueo levantados contra él
en Sinope.

En T rapezo nos dieron un mercado. y pagamos nuestras provi-


siones a un precio justo. En gratitud por el trato que nos dispensa-
ron. les compensamos con gran honor... Pero donde quiera que lle-
gamos, sea suelo helénico o extranjero. y no encontramos mercados
para comprar provisiones, nos servimos nosotros, no por insolencia,
síno por necesidad. Ha habido tribus como los carducíos, los tao-
quianos y los caldeanos. que, aunque no estaban sometidas al gran
rey, eran tan temibles como independientes. Con ellos tuvimos que
arreglárnoslas con nuestras armas. La necesidad de obtener provisio-
nes nos obligaba, puesto que se negaron a dispensamos un merca-
do. Mientras que a otros pueblos, como los macrones. a pesar de
ser bárbaros, les consideramos amigos simplemente porque nos
brindaron el mejor mercado que pudieron, y no cogimos una sola
cosa suya por la fuerza. Pero en cuanto a los cotyoritas, que dices
que es tu pueblo, si algo les hemos cogido ellos tienen la culpa. por-
que no nos trataron como amigos, sino que cerraron sus puertas en
nuestra cara. Ni nos dieron la bienvenida al interior de sus pueblos,
ni nos ofrecieron un mercado fuera 8.

Evidentemente, la ubicación del mercado es también un asunto


importante. Por lo general, una ciudad enemiga o neutral situará el
mercado fuera de su recinto, impidiendo así a los soldados que entren
dentro. En una ocasión, cuando la ciudad de Heraclea montó en cólera
por las exigencias de los mercenarios, la ciudad <<desmanteló el merca-
19
do exterior y lo llevó adentro, tras lo cual cerró sus puertas>> •
Durante la campaña de Sicilia, la pauta habitual era situar el mercado
fuera de las puertas de la ciudad; Reggio y Mesina, por ejemplo, prohi-
bieron a los atenienses entrar en la ciudad, pero les ofrecieron un mer-
cado fuera de sus puertas 20. De vez en cuando, el mercado se traslada-
ba lo más cerca posible del campo de batalla. Fue así como la flota de
Siracusa ganó una importante batalla naval, atacando a la ateniense
antes de que ésta tuviera tiempo de comer. Los siracusanos ganaron
tiempo convenciendo a la ciudad cercana para que <<trasladara el mer-
cado lo más rápidamente posible hacia el mar; y obligara a todo el
mundo a llevar allí los comestibles que tuvieran y los vendieran, posibili-
213
tando a los comandantes bajar a tierra con las tripulaciones y comer
todos juntos, para, poco después, ese mismo día, atacar de nuevo a los
atenienses cuando menos lo esperaban>> 21 •
El tipo de mercado ofrecido por los residentes locales era muy
variado: en un extremo estaba lo que debió de ser el mercado de ali-
mentos crudos de los macrones, que jenofonte, acertadamente, señaló
que era el mejor que podían hacer los bárbaros, y en el otro extremo
estaría la ciudad mercado ofrecida por Éfeso al ejército de Agesilao.

Eran dignos de verse los gimnasios atestados de guerreros reali-


zando sus ejercicios, las cuadras ocupadas por la caballería en briosos
corceles. los arqueros y los lanceros tirando al blanco. Aún más, la
ciudad entera en que él estaba se transformó en un espectáculo. tan
lleno estaba el mercado, con armas, corazas de todo tipo. y caballos,
todo a la venta. Aquí estaban también los herreros, fo~adores de
cobre, carpinteros, zapateros, pintores y decoradores. todos traba-
jando al unísono para fabricar los utensílios de guerra. Así que cual-
quíer espectador podía haber pensado que la ciudad de Éfeso era en
sí misma un gran arsenal 22.

De las experiencias de Jenofonte se desprende que depender com-


pletamente de los mercados locales llevaba consigo un considerable
riesgo para el ejército. Por tanto, siempre que fuese posible, se tenían
que utilizar otros métodos. Así, encontramos que al salir la expedición
de Ciro, su ejército asiático iba acompañado de un mercado de alimen-
tos móvil abastecido por los mejores comerciantes de Asia Menor; los
lidios, mercado que también abastecía a los mercenarios griegos 23.
Pero Ciro también llevaba consigo 400 carros de grano y vino para dis-
tribuir entre los mercenarios <<en caso de extrema necesidad>> 24. La
d_istribución directa de alimentos se reservaba para situaciones excep-
cionales. De hecho, los mercados móviles abastecidos por comercian-
tes que acompañaban al ejército, debieron ser corrientes. Está claro
que en el caso mencionado antes, cuando Timoteo acuñó monedas de
bronce para su ejército, los mismos comerciantes que compraban el
botín eran también los minoristas de alimentos 25•
La expedición ateniense contra Siracusa en el 415 a.c., la mayor
expedición naval de la antigüedad hasta esa fecha, se abastecía básica-
mente en los mercados situados en las poblaciones, y éste fue uno de
los mayores problemas tácticos 26• Pero la expedición íncluía 30 <<barcos
214
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cargados de grano>>. controlados en parte por panaderos y molineros : ·..
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reclutados para el servicio por una paga <<para que en caso de sufrir ..·.·
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retraso por el mal tiempo, las fuerzas militares puedan tener provisio- :: :
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nes, pues no todas las ciudades están dispuestas a abastecer a un ·.::
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número tan grande como nosotros>> 27. De esta descripción se des- ·..
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prende que el grano y otros alimentos eran vendidos a los miembros ·.
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de la expedición por comisarios estatales a precios ya fijados, y que el ..
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grano molido y convertido en pan por los panaderos reclutados, tam- '.
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bién se vendía a precios fijados. .'..
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Las técnicas de abastecimiento del ejército ofrecen una sorpren- ·..
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dente evidencia de la proliferación de mercados por toda Grecia. Sicilia •


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y Asia Menor a finales de los siglos quinto y cuarto. Un ejército no '.
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podía depender de los mercados locales de alimentos sin asegurarse ..
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de que esos mercados estarían allí realmente. Al mismo tiempo, el cre- <

cimiento de la escalada bélica debe haber dado empuje al posterior <'.

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desarrollo de los mercados, tanto para aprovisionamiento como para '

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venta de botines. .··


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Un análisis causal de este material es conjetural, pero refuerza ..
..
..
algunas de nuestras suposiciones con respecto al carácter de los mer- ..
..
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cados en este período. Parece bastante evidente, por los escritos de .·'
..
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Tucídides y Jenofonte, que el término mercado (ágora) ha signíficado
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siempre en todas partes mercado de alimentos. Su peculiaridad en ..
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cuanto a situación, lugar. autoridad y mercancías queda demostrada ..'.·.
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con especial claridad: el mercado se pone dentro o fuera de las puer- ·.·..
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tas de la ciudad, se traslada hasta la costa; a un ejército particular se le ·.:·..
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permite entrar o se le excluye del mercado; el mercado dura un tiem- ..•
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po determinado. Las necesarias negociaciones diplomáticas, prevías al ",.
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inicio del comercio, son de suma importancia: se debe acordar un tra- ·'·
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tado fijando la hora y el lugar. especificando dónde pueden ir los com- .'.::
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pradores y dónde no, y -sospechamos- fijando también los térmi- '·:
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nos en que se realiza el comercio. Ciertamente. esto último debió ..
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destacar por su ímportancia en las expediciones al Asia Menor, donde


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existían diferentes sistemas de pesos y medidas, así como de mone- ...
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das. Los mercados de alimentos para ejércitos en marcha toman así :.;..
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algunas de las características de los puertos comerciales de África ·...
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occidental, diseñados para ofrecer un mercado a los extranjeros, pero
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también para alejarlos del territorio de la ciudad tanto como fuera ·.·.

posible. "
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B. Puertas

Otro ascendente más lejano. aunque sigue siendo local, conecta el


mercado con los métodos de distribución de alimentos de los imperios
redistributivos. El mercado era aquí la ramificación de un orden institu-
cional esencialmente diferente, que sufrió una casi completa transfor-
mación. Nos referimos a los métodos de almacenamiento con redistri-
bución practicados en la antigua Sumeria y su sucesora Mesopotamia.
En estos imperios hidráulicos de la gran antigüedad, el gobierno central
y la plantación del grano en gran escala crearon un complejo sistema
de almacenamiento en las puertas, fuesen del templo, del palacio o de
la ciudad. La necesidad de almacenamiento se debía al temor al hambre
y a la presión por conseguir los alimentos necesarios para los soldados
y para las partidas de trabajadores organízadas por el palacio o el tem-
plo para realizar obras de irrigación o drenaje.
Las puertas consístían en altas torres de protección a la entrada y a
la salida; abundaban los silos para almacenar en seco, a veces aíslados
por una capa de asfalto; existía un espacio abierto frente a las puertas
exteriores para ceremonias y sesiones de la corte; a veces, había un
pórtico situado detrás de las puertas exteriores. que daba lugar a un
estrecho pasaje con puertas en ambos extremos conectando los dos
muros. En las puertas se recibían y se entregaban unos cuantos produc-
tos básicos artículos de primera necesídad-, que a menudo se cam-
biaban por algún equivalente fijado (como la plata), mediante el cual se
llevaba la contabilidad: los equivalentes podían ser pagados en especie,
como un gur de grano, equivalente a diez ka de aceite en Babilonia. Las
sencillas equivalencias cuantitativas para grano, aceite, vino y lana, per-
mitían sustituir un producto básico por cualquier otro. Así se cuidan los
impuestos y el pago de la renta. por un lado. y las raciones de los sol-
dados y trabajadores por otro. Aunque se distribuye comida, éste no
es un mercado de alimentos, puesto que no hay encuentro entre el
<<grupo de oferta y el grupo de demanda>>.

C. Bazares

En el bazar sí existía dicho encuentro. Sin embargo, no era un mer-


cado de alimentos, sino claramente un mercado de artículos manufac-
216
..
..

turados, de creaciones de los artesanos. También era diferente de cual- ·..


.. .
·..
quier mercado moderno, en tanto que no había un precio determina-
..
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do por objeto y estaba excluida la competencia por su misma organiza- ....
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ción. La venta no tenía lugar <<al aire libre>>. sino dentro de la tienda, ..
·.
actuando como intermediario el padre de la família artesana. Los arte- '
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·.
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sanos por lo general eran extranjeros: o bien formaban parte de un ..
·.
pueblo conquistado o bien se habían establecido allí por tratado.
Físicamente, el bazar era un lugar cubierto. En ausencia de otro sitio, se
techaban los callejones de la ciudad amurallada. Sin embargo, desde el
principio. la característica del bazar es que carecía de un elemento dis-
tintivo del mercado -un precio-, tanto si ese precio o equivalencia
era impuesto por la ley. la costumbre o la autoridad, o por los provee-
dores y clientes interactuando colectivamente, como ocurre en el mer-
cado de precios de los tiempos modernos.
Las puertas y bazares juntos representaban el aparato institucional
en virtud del cual se distribuyeron los artículos de primera necesidad
en la vida diaria durante enormes períodos de tiempo en la cuna orien-
tal de nuestra civilización. Pero en un período bastante posterior de la
.
historia, se produjo un cambio notable en la función del bazar. La intru- ..
·..
sión de la polis en las zonas costeras, la formación de haciendas seño- '' .

..
riales en las regiones turcas del Asia continental, y finalmente, la libera- ..
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..
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ción de las <<clases comerciales>> por el Islam. tendieron a disolver el ·.
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sistema centralizado de almacenamiento y a fundirlo con el bazar. Casi ·..
..
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imperceptiblemente, el bazar del artesano tomó la función adicional de ·.·


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mercado local de alimentos -a veces uno, a veces el otro rasgo pre- ·.
......·.•·
dominaba en el nuevo orden , como se puede ver en los mercados '
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de Asia central y del Sudán de nuestros días. Finalmente, el bazar ..
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absorbió la venta de mercancías extranjeras cuando los puertos ·.·.
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comerciales quedaron anticuados como resultado del desarrollo del :··
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mercado mundial. ·:;
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111. Comercio de mercado - Mercados externos . ·.'
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Un sistema de oferta-demanda-precio implica la existencia de pre- ·.·.

cios fluctuantes que controlan la oferta, cuando no la producción ....
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misma. ¿Dónde se originó dicho sistema? ¿Cuándo y cómo se liga con ·.
'.
él el comercio, una institución milenaria de gran alcance y poder que se '
..
·.
..·.
217 .
había desarrollado sobre la base de las expediciones. el sistema de
regalo-contrarregalo, y los principios administrativos? ¿Cuándo y
cómo llegó a basarse el comercio en métodos tan ajenos a su propia
historia?
Con respecto a los orígenes del mecanismo oferta-demanda-pre-
cio, el único camino que puede seguir el hístoriador de la antigüedad
para localizarlo. es el rastro del comercio. Pero no encontramos huellas
de los mecanismos de mercado en el pasado. Los documentos escritos
son pocos y carecen de la precisión necesaria. Si incluso en nuestros
días, la presencia o ausencia de un mercado para un bien concreto es a
veces difícil de dilucidar, como bien saben los hombres de negocios, en
el pasado remoto sería ya casi una tarea inútil. El comercio es un asun-
to completamente diferente: es evidente la exístencía de personal, bie-
nes, rutas. y vehículos. Dondequíera que veamos el comercio siguiendo
su curso, podemos esperar encontrar reservas de bienes, el manantial y
la fuente donde fluyen. Cuando encontramos que el comercio está
determinado por la diferencia de precios entre productos, podemos
hablar de comercio de mercado.
Lo anterior serviría para el método de buscar los orígenes del mer-
cado de precios. Pero, suponiendo que éste hubiera sido muchísimo
más corriente de lo que demuestran las pruebas. aún queda la cuestión
de cómo el comercio, organizado anteriormente de una manera com-
pletamente distinta. fue reorganizado de esta nueva forma.
Una vez más debemos evitar la tentación teleológica, que retros-
pectivamente puede resultar contundente, pero que dejaría sin contes-
tar la mayor parte de las preguntas. Porque, ¿no estaba destinado el
comercio a ser atrapado en la red del mecanismo de mercado? Y. una
vez fijado el vínculo definitivo, ¿no era simplemente una cuestión de
tiempo hasta que el tejido irrompible del comercio de mercado envol-
viera toda la economía?
La teleología, como siempre, crearía una especie de euforia que
haría al investigador confiar en que la obra del tiempo y las circunstan-
cias evolucionan hacia el inevitable resultado. No obstante, presumir tal
afinidad natural entre el mecanismo de mercado y el comercio es una
pura simplificación arbitraria que ignora la complejidad de ambos. Con
respecto al mercado, la ciencia social nos ha hecho conscientes de las
complicadas repercusiones psicológicas de ese mecanismo aparente-
mente evidente. Y en cuanto al comercio, en cualquiera de sus formas.
218

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representa necesariamente una convergencia concreta de personal, ...



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bienes, equivalencias y transacciones, cada una de las cuales está incrus-
tada en condiciones definidas tecnológica y socialmente, con una histo- ..

ria y una lógica propias. La conjunción del mecanismo de mercado y el ..


comercio, es por tanto un desarrollo muy peculiar; que de ninguna
manera puede inferirse conjeturalmente, sino que al contrario, debe
deducirse de condiciones históricas e institucionales descubiertas sólo
por una investigación real.
La aparición del comercio de mercado, aunque históricamente es
un acontecimiento más reciente que la aparición de los mercados de ..
alimentos locales. es casi igualmente oscura en sus orígenes. Debe de
haber surgido antes en unas regiones que en otras; más aún, y esto es
decisivo, debe de haber aparecido gradualmente, afectando a uno u
otro componente del comercio. Nos enfrentamos así al cuadro de un
desarrollo muy variado. Como veremos, sin embargo, gracias al análisis
institucional, se puede exponer en términos relativamente sencillos.
El comercio debería considerarse formado por personal, bienes,
equivalencias y transacciones. Con respecto a cada uno de estos ele-
mentos, se puede hablar de una transición desde el comercio adminis-
trado hasta las formas del comercio de mercado. Trataremos indepen-
dientemente estos elementos en su transición, siempre teniendo en
cuenta las inevitables distorsiones inherentes al uso de datos históricos,
y tomando los problemas institucionales en sus aspectos comparativo y
de desarrollo. Esto puede servir para hacer una primera aproximación
a los problemas institucionales que aparecen al surgir el comercio de
mercado.

IV Personal, equivalencias y transacciones


'

Desde los tiempos de Sumeria. en la antigua Mesopotamia y el ..


1
.. .,
Oriente próximo el tamkarum era el nombre de una figura de status en ·.
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.
torno a la cual giraba la organización del comercio y las finanzas. El tér- ·.

mino aparece en tres grupos principales de fuentes documentales, a .


saber: el templo sumerio de Bau en Lagash, en los tiempos de .• j
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Urukagina; después, las tablas asirias llamadas Capadocias; y finalmente, .


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el más contemporáneo Código de Hammurabi, en Babilonia. Las activi- '
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dades del tamkarum, según el contexto, son las que describiríamos ,:
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como factor, agente de venta, intermediario, subastador, cajero, ban-
quero, fiador. árbitro, mercader viajante, agente vendedor de esclavos,
recaudador de impuestos, administrador de la casa real; el término se
puede emplear indistintamente para cualquiera de estas actívidades.
Como es evidente, algunas de ellas encajarían perfectamente en un sis-
tema comercial de tipo convencional, con lo que, si se da por supuesta
la presencia de mercados, el tamkorum puede confundirse con un
comerciante privado. Pero al fijarnos en la ausencia de instituciones de
mercado en la civilización mesopotámica, surge un replanteamiento de
la figura del tamkarum. con importantes consecuencias para la interpre-
tación de los datos en todo el campo de la economía.
En este sentido, es vital la interpretación que se haga del Código de
Hammurabi y de las actividades ampliamente documentadas del
comercio de los <<capadocíos>> en Anatolia central 28• Según la interpre-
tación tradicional, el tamkarum del Código de Hammurabi es un mer-
cader. y la colonia de Capadocia estaba formada por mercaderes asi-
rios, o comerciantes, que sacaban beneficios actuando como
intermediarios entre los nativos proto-hititas y la lejana ciudad de Assur:
Por lo demás. a la vista de las diferencias en el tiempo. el lugar; las con-
diciones y el dialecto, no se puede afirmar que se identifique el tamka-
rum del Código de Hammurabi con el de las tablas capadocias.
Volviendo a éstas, la alternativa aquí sugerida se basa en la suposi-
ción de un comercio sin mercado consistente en la compra y venta
mediante índices de equivalencia, derivándose los beneficios del comer-
ciante de las comisiones que cargaba al exportador asirio -tal vez la
propia ciudad de Assur sobre los bienes consígnados.
Para los no iniciados hay un fenómeno especialmente confuso que
deberíamos analizar brevemente: los comerciantes de la colonia capa-
docia son llamados por su nombre personal y nunca se los designa
como tamkarum. Por otro lado, existe también un tamkorum que pres-
ta asistencia especial a esos comercíantes en sus negocios, y que, sin
embargo, ¡permanece anónimo! Se le menciona invariablemente como
tamkarum. El Código de Hammurabi contiene, como dijimos, muchas
referencias al tamkarum, cuya función es el comercio, aunque sin clarifi-
car nunca satisfactoriamente sus actividades. En seguida surge la cues-
tión de si no deben considerarse figuras idénticas el tamkarum del
Código y el tamkarum anónimo de la5 tablas capadocias. a pesar de las
reconocidas condícíones especiales cie la colonia capadocia y el hecho
220
de que los comerciantes activos no son nunca designados por su nom-
bre. De ser así, la suposición de que la economía mesopotámica care-
cía de mercado podn'a ayudar a desenredar el ovillo de los misterios
del tamkarum en el Código y en las tablas capadocias. En eso puede
residir la clave del status y las actividades del tamkarum bajo el Código,
y quízás la organización de la vida comercial de Babilonia, que aún sigue
estando oscura para nosotros.
Sea lo que fuere, y cualesquiera hayan sido las actividades concretas
del tamkorum en las diversas circunstancias, su principal característica
está reconocida generalmente como la de figura de status cuya función
estaba conectada a los deberes públicos en el comercio y en los nego-
cios. Esto está muy lejos del moderno comerciante, que se gana la vida
gracias a la diferencia entre el precío de compra y el de venta; que
carga con el riesgo de los precios. y con las deudas. y no está obligado
a actuar así por la autoridad pública, ni se le recompensa con tierras ni
con donaciones del tesoro por cumplir con su difícil tarea.
Lo anterior nos lleva a preguntarnos por la transición de una situa-
ción a otra, pues lo que está claro es que en algún momento anterior a
nuestra era, la figura del tamkarum se sustítuyó por otra similar a la del
mercader. Muchas formas de cambio aparecen por sí mismas. Puede
que al tamkarum, aparte de mantener su función principal, se le permi-
tiera llevar a cabo el comercio privado, ya sea con algún tipo concreto
de bienes, o sobre una cierta cantidad de bienes comerciados, o tal
vez, el cambio se produjera de alguna otra forma que siguiera prote-
giendo institucionalmente los intereses públicos en juego.
'
Se pueden citar algunos ejemplos tomados de la antropología y la ·.·.
..
historia. En África occidental, hasta hace poco, la costumbre exigía que
un ashanti llevara sobre su cabeza 40 nueces kola para el gobierno:
cualquier cantidad por encima de esa era para su propio beneficio 29.
Los caravaneros chinos de la ruta del Turquestán oriental participaban
en una caravana compuesta por numerosos mercaderes propietarios
de camello~. Un camellero, que podía guiar hasta dieciocho camellos, ·'
.;

;

podía tener en propiedad hasta seis de esos animales, y alquilarlos. Y ,:



·.:
además, se les permitía soo-che. es decir; llevar consigo bienes propios, ;

media carga de camello a la ida, y otra medía a la vuelta. Si poseía más '.
..:
·:
de seis camellos, no se le pagaba por su trabajo. Cuando poseyese más
de dieciocho camellos. se convertía en socio independiente que pagaba •

su parte correspondiente en los gastos generales 30. Hace casi 4.000


221
.,. .
años, los mercaderes capadocios permitían a sus empleados jóvenes,
.: :.'. .
.' los be'ulatum, comerciar en depósito para obtener sus propios benefi-
...·.:.:
:... :
·,.
...
cios con una cantidad limitada de mercancías confiadas a ellos, libres de
..
:./.: intereses. un beneficio que servía como recompensa por sus servicios
..' .
durante el viaje y que les elevaba a un cierto status de independencia.
Hay otras pruebas que parecen señalar la distinción entre el comercio
de bienes monopolizados por el gobierno -bienes dados en depósito
, .·..
al comerciante y el comercio de bienes libres, que el comerciante
podía realizar en su propio nombre. Una práctica similar era caracterís-
tica del mercado de exportación persa a Europa en el siglo diecisiete
.; ... de nuestra era. La seda era monopolio del gobierno y se vendía en el
~.,.,' :
extranjero a cuenta del gobierno por los comerciantes armenios; con
....
otras mercancías podían ellos comerciar libremente 31 •
·.·.·..,
.·:: ..
Otra de las vías de origen del comercio de mercado pudo haber
.....
.. .
sido el comercio con intermediarios y las subastas. Ambas actividades
'. ;.
eran corrientes en las sociedades arcaicas. El Código del rey Bilalama
de Eshnunna, anterior al Código de Hammurabi, exigía que algunos dig-
natarios religiosos, apartados de los negocios, vendieran cerveza por
.', .. :.
.·:. : .
medio de los intermediarios (artículo 45). Esto puede que fuera para
salvar al hombre religioso de la corrupción que pudiera ocasionar el
comercio. El corredor es un intermediario profesional. En algunos de
los mayores mercados sudaneses. cuando la escasez de oferta de pro-
ductos básicos amenaza con eliminar las equivalencias en vigor. corres-
ponde al intermediario racionar los bienes, para asegurar al pobre un
mínimo de comida, leña. y otros productos básicos que de otro modo
quedarían sólo en manos de los ricos 32• Una función similar recae en el
intermediario con respecto al íntérlope que podría hundir o abastecer
el mercado y desbaratar el suministro a largo plazo. Pero también se
espera que el intermediario coopere en el ajuste de las equivalencias
de forma ordenada. Aquí entra el principio de subasta, es decir. vender
al más alto postor. En el comercio premercantil, consiste en la exhibi-
ción pública de bienes y su venta al mejor postor sin más formalidades.
El intermediario puede aumentar el precio de una venta normal en
equivalencias al precio establecido, investigando entre los compradores
de los mercados vecinos para asegurarse que hace una buena venta.
Así, la subasta se fundía a veces con la función de intermedíario. Sin
embargo. debe tenerse en cuenta que, en condiciones de intercambios
de equivalencia, los bienes no deben venderse ni por encima ni por
222
debajo del <<precio>>. Incluso se prohíbe vender barato, para proteger
los intereses de los productores, ya sean cofradías de un gremio o, más
a menudo, proveedores de materias primas. Basta recordar los requisi-
tos del <<precio justo>> medieval para reconocer la severidad de estas
reglas. No obstante, con el debilitamiento gradual de tales principios en
favor del regateo de precios, el comercio con intermediarios combina-
do con la subasta llevan'a a formas más ordenadas de comercio mer-
cantil.
Una forma diferente de ajuste podría haber sido puesta en marcha
por los llamados banqueros. Originalmente, el banco es una actividad
anterior al mercado. Cuando el trueque es algo general, y el dinero se
utiliza solamente para pagar y como patrón de valor. se requiere un
servicio especializado, primero para hacer pagos. y segundo para hacer
frente a las deudas. En primer lugar; porque la dificultad del trueque,
como transacción cotidiana es que puede haber discrepancia entre
ambas partes en cuanto a los bienes a intercambiar; bien porque haya
una falta de equivalencia, bien porque haya pasado un lapso. En el pri-
mer caso, se establece una balanza de pagos, en el segundo se incurre
en una deuda. Tanto sí el pago es en especies. en plata, o, posterior-
mente, en monedas diversas, establecer la <<diferencia)> y certificar la
deuda exige. en las civilizaciones <<orales>>, la presencia de testigos pro-
fesionales del acto. El banquero en la Atenas del siglo v, pagaba al acree-
dor. en presencia del deudor; la suma depositada previamente por el
deudor para este fin. De una forma mucho más sencilla cumplía la
misma función el cambista de dínero sentado en su <<banco>> (general-
mente un esclavo), autorizado por el poder público.
En las sociedades primitivas. el crédito, a través del que se formaliza
la deuda, se concede originalmente por la reciprocidad practicada den-
tro del clan y el vecindario. En el Estado arcaico, el templo y el palacio
son los proveedores principales de crédito sobre las cosechas. En la
colonia comercial de Capadocia, el crédito a largo plazo era asunto del
ummeanum, cuya sede estaba en la misma ciudad de Ashsur. mientras
que los anticipos los hacía, según las circunstancias. el tamkarum. El
Código de Hammurabi, parece indicar que es obligación del tamkarum
conceder hipotecas al granjero ciudadano sobre el valor de la cosecha.
Mientras que. técnicamente, la comprobación y el cambio de dinero, el
pago y el crédito en los tiempos anteriores al mercado no se diferen-
cian mucho, en tiempos posteriores, con respecto a la cuestión de
223
fondo, su función es completamente diferente. Con la aparición de los
mercados formadores de precios, el dinero se emplea fundamental-
mente como medio de cambio, en tanto que el pago y el crédito cum-
plen funciones de una nueva naturaleza. El crédito es ahora un deriva-
do del proceso de intercambio de bienes y su producción; el lapso a
cubrir ya no se debe a la discrepancia en el valor de los bienes a cam-
biar; y menos aún es ya el crédito un asunto de reciprocidad entre los
parientes y el aldeano, o de distribución por parte del templo o el pala-
cio. El banco moderno, lejos de hacer innecesarios los mercados, como
hacía el banco arcaico, es un medio de expandir el sistema de mercado
más allá del simple intercambio de bienes en mano. Al final, no hace
mucha falta demostar que la función del banco en Mesopotamia consis-
tió realmente en una vía de transformación del comercio administrado
al comercio mercantil. Los banqueros comerciantes de la nueva
Babilonia trataban directamente con los granjeros. El banco romano
apenas alcanzó el nível ateniense. Sólo a finales de la Edad Media, el
comercio al por mayor a larga distancia ofreció una fuente de capital
que buscaba empleo en canales más especulativos, contribuyendo así a
destruir los límites de las protegidas economías urbanas.

Notas
I
Cf Walter Nea/e, «The Market in Theory and History>>. en Trade and Market in
the Early Empires, ed. K. Polanyi. C. M. Arensberg y H. W. Pearson (Glencoe, 111, Free
Press and Falcon's Wing Press. 1957), capítulo 17.
2 T ucídides, La Gue"a del Peloponeso. I, SS: 1, 98; IV, 48; V, 116: V, 3 1: VI. 62:

VII, 85.
3 lb{d.. VII 1, 62.
4
Polibio, 11. 56-58.
5 Jenofonte. Helénica. 11, 1. (El suceso está fechado en el 405 a.C.)
6 lbíd., 1, 6.
7
T ucídides. La Guerra del Peloponeso, VI, 62.
8 Jenofonte, Anábasis, VI, 6.
9
/bíd., V, 3.
10
Jenofonte, Agesi/ao, 1, 18 ff.
11
Jenofonte, Constitución de los Lacedemonios, XII, 1 1.
12
Jenofonte, Helénica. IV, l.

224
13 Jenofonte, Anábasis, VII, 7.
14 Tucídides, lo Guerra del Peloponeso, 111, 1.

15 Jenofonte, Anábasis, 11, 3.


16
lbíd.. 111, 2.
17
lbíd., IV, 8.
;a lbíd., V. 5.
¡
9 lbíd.. VI, 2.

20 T ucídides, La Guerra del Peloponeso, IV, 44.


21 lbíd.• VII, 39. 40.
22 Jenofonte, Agesi/ao. 1, 25 ff.
23 Jenofonte. Anábasis. l. 5.
24
lbíd.. l. 1o.
25 Psudo·Aristóteles. Oeconomíco, 11, l 350a.

26 Tucídides. La Guerra del Peloponeso, VII. 14.


2 7 Jbíd., VI. 44, 23.
2e Cf. Karl Polanyi. <<Marketless Trading in Hammurabí's Trade», en Trade and
Market in the Early Empires. capítulo 2.
19 Robert S. Rattray, Ashanti Law and Constítution (Oxford, Clarendon Press,

1929).
Jo Owen Lattimore, The Desert Road to Turkestan (Boston, Little Brown, 1929).
3 1 Jean Baptiste Tavemier, The Six Voyages of Jean Baptiste Tavem;er (Londres.

1678).
32 Heinrich Barth, Travels and Discoveries in North and Central Africa (Nueva York,
Harper and Brothers. 1859).

225
2. Comercio, mercados y dinero en
la antigua Grecia

227
Introducción

Al estudiar los hechos de la historia de Grecia desde un punto de


vista diferente al tradicional, se hace evidente una circunstancia singu-
lar: el origen helénico de los dos sistemas económicos, cuya rivalidad
y posibles combinaciones son el problema de nuestra época. Es decir;
un sistema basado en los mercados, y otro, en la planificación científi-
ca y global.
Este hecho destacable fue debido, sólo en una mínima parte, a la
mentalidad comercial de los ciudadanos de Atenas y Esparta. Más bien
se produjo con la expansión de la lengua y de los elementos de la cul-
tura griega a poblaciones étnicamente no griegas del Mediterráneo
oriental, dentro del breve florecimiento helenístico.
Los hechos más sobresalientes son, por un lado, que el comercio y
el dinero, especialmente el uso de la pequeña moneda, estaban unidos
a elementos de mercado en el ágora ateniense; por otro, que no
mucho después. bajo el liderazgo griego ~n Egipto, los métodos de
almacenamiento y redistribución heredados de los antiguos faraones, se
elevaron hasta el nivel de la más sofisticada planificación económica
El significado de este desarrollo, importante por sí mismo, se ve
aumentado por su influencia sobre Roma, y finalmente sobre toda
Europa· y Norteamérica. Incluso las más antiguas instituciones babilóni-
cas y egipcias llegaron al Mediterráneo occidental casi exclusivamente a
través de canales helénicos. En efecto. aparte de algunas características
de origen etrusco y cartaginés, la historia económica de Roma durante
más de díez siglos se puede decir que presenta los métodos típicos o de
la planificación centralízada o del mercado helénico. No se puede evitar
llegar a la conclusión de que los griegos de la antígüedad. cuyo genio
229
estaba ya acredítado por dar nacimiento a nuestra política, filosofía, cien-
cias y artes, fueron los pioneros de toda la economía avanzada humana.
Sólo se les puede asignar a los griegos el papel de iniciadores, por
supuesto. pues el mercado antes de la edad moderna fue síempre un
rasgo secundario. No obstante, el papel jugado por los elementos de
mercado. incluso en las primeras épocas. fue siempre de gran impor-
tancia para el conjunto de la economía.
La conjunción de circunstancias que convirtieron el estado campe-
sino y guerrero de Atenas, con su modesto mercado de alimentos y
sus cambistas de dinero, en un factor significativo y determinante de
este desarrollo, no fue sencilla ni evidente.
En realidad, ni siquiera a comienzos del siglo VII se percibía ningún ras-
tro del desarrollo del mercado. Durante los mil años anteriores los impe-
rios continentales de Mesopotamía. Asia Menor, Siria y Egipto, y
los marineros de Ugarit y Creta, llevaron a cabo comercio a gran escala
sin utilizar el dinero como medio de cambio, o el mercado , como regula-
dor de la oferta y la demanda. Y no fue en la antigua Atica, sino en Asia
Menor. donde encontramos por primera vez, a comienzos del siglo VII
a. C., el uso de dinero acuñado y la venta al por menor de alimentos en el
mercado
,
local de Salamis. Sin embargo, hacia finales del siglo IV, la práctica
del Atica de distribuir alimentos mediante mercados estaba dando origen
a una aventura económica completamente nueva dentro del esquema
existente. El uso de monedas de poco valor para comprar comida al por
menor y otros artículos de primera necesidad en la vida diaria, del que
hay pruebas poco después de acabar las Guerras Médicas. dio como
resultado la comercialización del grano en el Mediterráneo oriental el
primer sistema conocido de intercambio de mercancías en la historia que
merece el nombre de mercado mundial organizado. Paradójicamente,
esta gran aventura comercial se inició en el Egipto griego bajo el dominio
del más extremista sistema económico de planificación central burocrática
conocido en la historia, que, característicamente, utilizó los métodos prac-
ticados por los banqueros privados atenienses para incrementar la eficien-
cia de una economía totalmente controlada por el Estado.
Aunque el comercio de mercado y la economía planificada
-temas gemelos de este estudio-- eran poco más que un subproduc-
to de la historia de la antigua Grecia. sus comienzos unidos pueden
muy bien arrojar nueva luz sobre esa institución nuclear de la civiliza-
ción occidental: la economía de la polis ática.
230
11. La era de Hesíodo: el declive tribal
y el sustento de los campesinos

Y es que los dioses han ocultado el sustento del hombre.

Hesíodo. Los trabajos y los días.

l. El mundo de Los trabajos y los días

En la obra de Hesíodo, poeta beocio del siglo séptimo. aparece un


mundo ignorado por la épica de Homero. Es un mundo que ha perma-
necido estable hasta el presente. al menos en muchas regiones del pla-
neta, el mundo del campesino independiente. terriblemente individua-
lista, moralista, supersticioso, ahorrativo. y siempre quejándose.
En perspectiva, Los trabajos y los días es una manifestación docu-
mental del nacimiento del individuo aislado -una figura dolorosamen-
te anómala en la sociedad tribal. Un elemento amargo se añade a la
existencia de la inmensa mayoría de los hombres: la preocupación indi-
vidual por el sustento. Refleja la nueva amenaza del hambre en soledad,
una contradicción bajo las condiciones de vida tribales. Su espectro
aparece en los ritmos gloriosos de Los trabajos y los días y les confiere
una misteriosa nota de profecía.
Con el declive de la tribu surge un nuevo tipo de incertidumbre.
que roe el núcleo de la existencia mientras que obliga a nacer. aunque
sea en su forma primitiva. un elemento latente en la estructura humana:
la personalidad. Bajo las condiciones tribales de vida el destino económi-
co había sido colectivo, no individual. Cuando éste se transformó con el
231
ciclo de los pastos, el paso de las estaciones, los favores del sol, el viento
y la lluvia, lo hizo para todo. De aquí en adelante pasó a ser un temible
compañero del individuo, que ya no podía apoyarse en la red tradicional
de la redistribución y la reciprocidad para saciar su hambre.
Hesíodo descubrió el hambre como una parte de la condición
humana. En La Odisea, la necesidad urgente de comida hace su apari-
ción solamente en los márgenes de la comunidad. Es un hecho vergon-
zoso que acontece a los marginados, a los mendigos de las afueras, a
los huéspedes no aceptados. La urgencia de sus impulsos animales
señala a los panzudos como hombres sans parentesco, ley ni hogar.
<<Pertenecer>> es conseguir la propia comida en el curso natural de las
cosas: <<no pertenecer>> es tener que preocuparse por el propio ali-
mento. Aparte del gemido del guerrero destinado a morir a manos del
enemigo victorioso, o de los lamentos del héroe errante, cuyo regreso
a casa es impedido por la venganza de un dios, ningún llanto es tan
amargo como la maldición que el hombre hambriento hace sobre su
propio estómago, que exhibe su vergüenza suplicando un poco de
comida. La llegada de un extranjero, huésped o vagabundo, está repre-
sentada convencionalmente en La Odisea como un cambio gradual de
un individuo desgraciado pidiendo comida hasta que finalmente se le
acoge como invitado para que participe libremente de la comida, que
se le ofrece con toda generosidad y en abundancia. por mucho
que desee comer:
Aunque Hesíodo registra con reallsmo los síntomas del declive tri-
bal, estaba demasiado cerca del proceso de esta disolución para com-
prenderlo en términos naturales. De ahí. el misterio del hado, la finali-
dad, y el inenarrable horror de la Edad de Hierro. ¿Cómo recayó en el
hombre depender de sí mismo para su alimento? ¿Había escondido
Zeus en su ira (en palabras de Hesíodo) el pan de vída, porque un
Prometeo mal aconsejado le había engañado? <<¡Los dioses han oculta-
do el sustento del hombre!>> El hombre está solo, y jamás podrá dejar
de preocuparse. <<Aléjate de la fragua y de su atestado pórtico durante
el invierno, cuando el fn'o impide a los hombres trabajar en el campo
-una buena temporada para que el hombre índustrioso pueda pros-
perar enormemente , no sea que hasta el invierno menos crudo te
coja indefenso y pobre. y tengas que frotarte los pies hinchados con
una mano temblorosa>> (493-497). Evitar la inanición es el sentido de la
vida humana.
232
La poesía de Hesíodo revela la aparición de casas domésticas aisla-
das en la escena de los asuntos humanos; no se mencionan los pastos
comunes; pronto empezaría a comprarse y venderse el grano. Casi
contemporáneo suyo, Amós, el primero de los grandes profetas, invo-
caba la íra de Jehová sobre aquellos que compraban y vendían el pro-
ducto de la tierra. Pero hacia mediados del siglo quinto, el estatal tem-
plo de Judea había vuelto a los métodos redistributivos, excepto en los
subordinados mercados locales de alimentos de Jerusalén. Israel detuvo
el tráfico de alimentos y volvió a los sistemas primitivos. Algunos grie-
gos, en solitario, continuaron experimentando con los elementos de
mercado. Hasta donde el .historiador es capaz de fechar los cambios
producidos en la conciencia de la raza humana, fue en la Grecia de
Hesíodo donde surgíó de las profundidades el concepto de lo <<econó-
mico>> como preocupación de la exístencia personal. Para bien o para
mal, se había desencadenado una fuerza espantosa de la naturaleza, el
temor al hambre.

11. La llegada de fa Edad de Hierro

Históricamente, el sombrío horror de la época de Hesíodo radíca


en la conjunción de dos acontecimíentos adversos y dispares: una
catástrofe politica, y una revolución tecnológica. Hesíodo combinó los
efectos de la invasión doria y la llegada de la Edad de Hierro para
impregnar sus versos de una extrema desesperación. Los dorios habían
destruido la civilización, sus artes, su artesanía. así como su orden, su
justicia y su administración. A finales del milenio la Grecia central debió
de haber sido un montón de ruinas; había llegado la Edad Oscura. Un
siglo o dos después, la expansión de las herramientas y armas de híerro
empezó a degradar sutilmente la·vida de los hombres en la guerra y en
e1 trabajo. La incidencia de este pequeño cambio tecnológico, que se
centró en el Cáucaso occidental y tal vez en los Alpes orientales. se
hizo sentir por sí misma en Grecia en los primeros siglos del primer
milenio antes de Cristo, abarcando una tras otra las esferas de la activi-
dad humana y extendiéndose cada vez más por toda la geografía. Los
efectos fueron muy variados y comparables, en la violencia de su
impacto, solamente con la Revolución Industrial que tuvo lugar veinti-
cinco siglos después. Por razones que aún no podemos precisar; el uso
233
'

del hierro endurecido intensificó vilmente algunos procesos de la vida


diaria, supravalorando los efectos liberadores que, a pesar de todo,
siguen siendo visibles en la maquinaria moderna. Fue así como la guerra
y la agricultura fueron las dos áreas revolucionadas por la expansión de
los instrumentos y armas de hierro. Una nueva disciplina, completa·
mente diferente, parece haberse impuesto sobre los cultivadores del
suelo, con el crecimiento del grano fuera de las zonas irrigadas, donde
no se necesitaba el arado de hierro y donde se obtenían varias y abun-
dantes cosechas. Si le eliminamos su halo poético, Los trabajos y los días
es un almanaque del trabajo agotador; expuesto con notas estridentes
de alarma para los destinados irremisiblemente a trabajar duramente la
tierra. Es el recuento de un cambio cruel que ha interferido en el curso
natur~I de la vida tal como la vivían los pastores, los cultivadores de
azada. o los pueblos seminómadas que robaban las cosechas. Críar ani-
males y cultivar plantas es una cosa; depender para la propia subsisten-
cia de cosechar el grano en un suelo pobre es otra. El hombre libre,
trabajando su propia tierra. había caído casi en una forma insoportable
de servidumbre hacia la tierra que le comunicaba sus órdenes median-
te el rigor de la sucesión de estaciones y de la vida de las plantas. Este
severo régimen de coacción se veía exacerbado por los caprichos
meteorológicos, que atrapaban al hombre en la eterna vigilia de una
incertidumbre humíllante. El hombre como siervo de la máquina está
bien comprendido como un problema moderno; lo que hemos olvida-
do es su sujección a la naturaleza en las formas primitivas de agri-
cultura.

111. La desoparíción del orden tribal

Tales pueden haber sido las fuerzas responsables de ese largo reflu-
jo de la vida griega sobre la que Hesíodo nos ha legado un canto fúne-
bre. La desarticulación de los lazos del clan, acelerada por las agitacio-
nes pohí:icas y militares, de nínguna manera liberó un flujo más amplio
de vida, hecho que a veces acompaña la transición de una organización
puramente tribal· al más completo feudalismo. Los vagos recuerdos de
un pasado glorioso y de una expansión cultural ultramarina pueden
haber creado, por el contrario. un sentimiento de desolación casi inso-
portable.
234
Siendo él mismo un campesino independiente. a Hesíodo le preo-
cupaban los problemas políticos y sociales del campesinado, especial-
mente ante la creciente inseguridad del sustento indivídual, los peligros
de las deudas y la consiguiente pérdida de tierra, todo ello en beneficio
de un vecino más afortunado. También hace siniestras alusiones a las
diferencias en los órdenes superiores de la sociedad, provocadas por la
acumulación de riquezas por parte de individuos aptos al margen de las
relaciones tribales. La aparición de un individualismo crudo, por muy
tradicional que fuera, era consecuencia del declive del orden tribal. El
campesino rico hace siervo al pobre, el ladrón principesco domina a
los jefes de la tribu. Las secciones filosóficas del poema tratan de los
problemas de conducta surgidos a raíz de este nuevo rasgo perturba-
dor de la vída.
Repetimos: la historia social de Grecia desde la Edad de Homero
hasta comienzos del siglo V a.C. es fundamentalmente la historia del
vecino de aldea y ciudadano que va reemplazando a la parentela. En
algún momento de esta transición el campesino tuvo que preguntarse
a sí mísmo: ¿quién es ahora mi amigo, quién mi enemigo?
lnvíta a tu amigo a un festín, pero deja solo a tu enemigo; e invi-
ta especialmente a quien viva cerca de ti, pues sí algo malo ocurre
en el lugar, los vecinos vienen sin ceñirse pero los parientes han de
ceñirse (342-345).

La seguridad personal depende ahora del vecino, no de la protección


mutua ofrecida por el clan. El buen vecino es una ventaja económica:

Un mal vecino es una calamidad. y uno bueno es una gran ben-


dición; el que tiene un buen vecino tíene en su poder algo precioso.
Ni un buey moriría si no tuvieras un mal vecino (346~348).

Pocas instituciones tienen raíces tan profundas en la vida tribal


como el matrimonio: de hecho, el matrimonio corresponde al orden
tribal. Así Hesíodo, al explicar precisamente a qué edad hay que casar-
se y con qué tipo de mujer; aconseja a su hermano: <<y sobre todo
cásate con una que viva cerca de ti>> (700).

Sólo de forma muy gradual va ocupando el vecino el lugar del


pariente. Ya en La Odisea se le pregunta a Telémaco:
235

'
el nombre por el que suelen llamarte en tu casa, incluso tu padre y
tu madre y los demás, los ciudadanos y (os habitantes de por a/fí...
y dime el nombre de tu país, de tu pueblo y de tu ciudad...
(VIII, 550-555, subrayado de K. P.)

Sin embargo, los lazos de sangre prevalecen por mucho tiempo


entre la aristocracia.
Con Hesíodo se va debilitando la autoridad tribal, pero su persis-
tencia proviene de ambigüedades sutiles. Se mantiene la venganza de
sangre, pero se hace más personal: el ofendido deberá vengarse, no los
miembros del clan en razón de su parentesco con la parte ofendida. El
ofendido adaptaba su acción a las circunstancias:

... no le agravies tú primero, y no le mient.as para deleitar tu lengua.


Pero si él te agravia primero, ofendiéndote de palabra o de hecho,
recordándolo, devuélvele el doble. Pero si te dice que quiere volver
a ser amigo tuyo, y que está dispuesto a satisfacerte, dale la bienveni-
da (708-712).

Tampoco se exceptúa el lazo de la hermandad:

Sea el salario prometido a un amigo, el convenido aunque sea tu


hermano: y que haya un testigo, pues la confianza y la desconfianza
arruinan igualmente a los hombres (370-372).

El nuevo indívidualismo rompe los lazos más cercanos del parentes-


co: ya no se puede confiar en nadie.
La estructura misma de la familia sufre un fuerte cambio; se acon-
seja expresamente el maltusianismo: un hijo único constituye la familia
deseable, <<así aumentará la riqueza de la casa>> (375). La vida aún es
tolerable si se tienen dos hijos, pero sólo cuando el padre es viejo. En
ese caso, las ventajas de la división del trabajo pueden pesar más que la
fragmentación de la tierra a causa de la herencia. ·

IV. La decadencia de fa reciprocidad

Uno de los grandes temas del poema es la injusticia de los tiempos.


Los lazos tribales empezaban a aflojarse cuando aún no había habido
236
tiempo para desarrollar los vínculos feudales. La codicia y la crueldad
de los principes, y el desvalimiento del individuo frente a su rapacidad,
eran igualmente grandes. Hesíodo describe al insensible rico, y el esta-
do de indefensión del pobre con magníficas imágenes.
Y ahora contaré una fábula para príncípes que ellos mismos
comprenderán. Así dijo el halcón al ruiseñor de cuello abigarrado
mientras lo llevaba muy alto entre las nubes, atrapado en sus garras,
y éste atravesado por las curvadas uñas. lloraba miserablemente.
Con este desdén habló el halcón: <<Miserable, ¿por qué chillas? Uno
más fuerte que tú te tiene atrapado y debes ir donde te lleve, por
muy cantor que seas. Y sí me place, haré de ti mi alimento o te sol-
taré. Es un loco el que intenta compararse al más fuerte, pues no
tiene dominio y sufre el dolor además de la vergüenza>>. Así habló el
halcón de vuelo rápido, el pájaro de alas largas (202-212) .

La estructura política tradicional de los asentamientos tribales había


sido pervertida por los <<pn'ncipes devoradores de regalos>>. que ahora
fracasaban al intentar restablecer la ley y la justicia que era su responsa-
bilidad. Permanecieron las formas vacías de jefatura, pero había desapa-
recido su contenido y su significado. Las obligaciones tribales expresa-
das por esas formas se habían extinguido. La justicía se convirtió en un
ideal abstracto, y ya no fue nunca más la base institucional de la vida en
la tribu.
Hay lamentos cuando la Justicia es arrastrada allí por donde la
conducen aquellos que aceptan sobornos y dictan sentencias con jui-
cios torcidos (220-221 ).

La política ahora es para los ricos: <<Escasa preocupación por dispu-


tas y asambleas tiene aquel que no dispone de las provisiones de un
año con tiempo>>
, (30-31 ). Olvidada y desaparecida
. está ya la asamblea
popular de ltaca.
La comida común, al parecer, sobrevivió ocasionalmente para los
pobres. Hesíodo debe suplicar: <<No estéis malhumorados en un festín
común donde haya muchos invitados: el placer es inmenso y el gasto
mínimo>> (722-723).
Pero la menguante reciprocidad tribal no podía transferirse simple-
mente del pariente al vecino, del clan al pueblo. En vano intenta basar
la reciprocidad Los trabajos y /os días en el vecindario.
237
Mide con exactitud lo que tomas de tu vecino y devuélveselo
en la misma medida e íncluso más, si puedes: para que si alguna vez
después te sientes necesitado, puedas acudir a él (349-35 1).

El intercambio de regalos se ha transformado en una especie de


transacción irregular en la que hacen su aparición tímidamente los inte-
reses. Este típo de mutualidad es por necesidad selectiva e impredeci-
ble: hay que tener cuidado en saber a quién se da.
Muestra amistad a los amistosos. y visita a quien te visita Da a
quien te dé. pero no des a quien no te dé. Un hombre da al que
tiene la mano abierta, no al que cierra el puño (353-355).

Véase el hincapié que se pone en la estricta necesidad de devolver


en su justa medida un regalo: éste es el contraste con la reciprocidad
tribal, que carece de toda equivalencia precisa. El que no diera el regalo
adecuado era considerado un tacaño, y tal vez perdiera todo su presti-
gio, pero los regalos deben continuar. puesto que están determinados
por la situación en que se encuentra el donante. La versión de
Hesíodo, en realidad. se aproxima más a la idea moderna de la mutuali-
dad personal que a la impersonal, aunque efectiva, reciprocidad de la
tribu.
Y así Hesíodo pone fin con una nota amarga de advertencia: Puede
que llegue un día
en que con gran aflicción de espíritu. busquéis con vuestra esposa y
vuestros hijos un poco de sustento en casa de vuestros vecinos.
y ellos no os atenderán (399-400).
Porque es fácil decir: <<dame una yunta de bueyes y un carro>>, y es
fácil negarse diciendo: <<ya tengo trabajo para mis bueyes>> (453-454).

Nadie sino el individuo mismo, a través del trabajo constante, puede


alejar el <<hambre y las deudas>>. Y <<cualquiera que sea tu fortuna, traba-
jar es lo mejor para ti>> (314) ... <<Trabaja para que el hambre te odie ...
porque el hambre siempre es compañera del holgazán>> (299-302).
Tal concepto del trabajo es sorprendentemente nuevo -un grito
lejano del ethos homérico que no conoce, para el que es libre, la nece-
sidad de trabajar. Hesíodo expresa de muchas maneras que el <<trabajo
no es una desgracia; es la inactividad la que lo es>> (31 1). El tra-
bajo debe ser continuo y programado:
238
No pospongas tu trabajo para mañana y pasado mañana: por-
que ni un trabajador negligente ni el que deja su trabajo a medias lle-
nan su granero. La laboriosidad hace que el trabajo vaya bien: pero
un hombre que pospone su trabajo siempre lucha con la ruina (4 1Q.
413).

La independencia se comprende casi tanto en términos positivos


como negativos. Desde el punto de vista positivo, la independencia sig-
nifica un granero lleno; en sentido negativo, significa evitar perder las
tierras. las deudas y el hambre. El trabajo, como se sugería antes, puede
evitar el hambre; una correcta organización del trabajo puede propinar
una mayor independencia, con la que <<no tendrás que mirar ansiosa-
mente a los demás, sino que los otros necesitarán de tu ayuda>> (477-
478). Pero se necesita la ayuda y la buena voluntad de los dioses para
alejar al mayor enemigo, la pérdida de la tierra. Se deben evitar las
acciones malígnas, y Hesíodo advierte:

Siempre que puedas, de manera respetuosa y sin contaminación


haz sacrificío a los dioses inmortales. y quema espléndidas carnes:
otras veces háztelos propicios con libaciones e incienso. tanto cuando
te vayas a dormir como cuando vuelva a salir la luz sagrada, para que
sean generosos contigo en corazón y en espíritu, y así puedas tú
comprar las posesiones de otros, y no otro las tuyas (336-341 ).

El sentido de estas alternativas claramente expuestas es idéntico a


la esperanza bíblica de <<mejor prestar tú a otro que otro a ti>>.

V La economía doméstica

La unidad económica es la casa a. cuyos miembros deben seleccio-


narse cuidadosamente. Ya hemos mencionado el peligro de tener más
de un hijo. A lo sumo se admiten dos. Se debe elegir una esposa con
gran precaución, no sólo para evitar la censura de los vecinos ( aunque
uno debiera preferir casarse con una vecina), sino también porque

... nada mejor puede obtener un hombre que una buena esposa. y
nada peor que una mala, una glotona que abrasa a su hombre sin
fuego. por muy fuerte que sea, y que le conduce a la más triste vejez
(702-705).
239
Un hombre no debe casarse hasta los treinta años; primero es
necesario que tenga los siervos y las herramientas apropiadas.

Antes que nada. procúrate una casa, una mujer, y un buey para el
arado -una esclava no una esposa, para que vaya tras los bueyes-
y tenerlo todo dispuesto en casa, para que no tengas que pedir a
nadie y éste te lo niegue... y así estés necesitado de... (405-408).

Esta mujer no debería tener hijos (602). Además de ella, Hesíodo


aconseja un criado de cuarenta años, pues así tendrá ya más interés en
su trabajo que en sus amigos.
En dicha casa, no se puede malgastar un momento en todo el año
si se está dispuesto a ganar la batalla contra las deudas y el hambre: el
holgazán <<recoge muchas penas para su alma>>. En verano hay que
empezar a prepararse para el invierno. <<A mediados del verano, ense-
ña a tus esclavos: "no siempre será verano, empezad a construir grane-
ros">> (502-503). Pero el invierno tampoco es tiempo de relajarse,
Hesíodo aconseja a su hermano que evite la fragua, donde se reúnen
los hombres. Y la asamblea pública (ágora) también debe evitarse siem-
pre, pues <<escasa preocupación por disputas y asambleas tiene aquel
que no dispone de provisiones de un año con tiempo>> (30-31 ).
Aparte del trabajo, debe imponerse el ahorro: ésta fue una idea
completamente nueva. La riqueza hasta entonces se adquiria mediante
la rapiña, la violencia o los regalos. Sin embargo Hesíodo no sólo plan-
tea la paradoja de que la rapiña y la violencia son dos formas erróneas
de adquirir riquezas, sino que también dice: <<sí a menudo añades un
poco a lo poco que tienes, pronto ese poco será mucho>> (361-362).
Pocas veces en la historia de la economía se ha dado una orientación
de tan grandes consecuencias expuesta de una forma tan símple.
Y añade Hesíodo otra nota sorprendente: la competencia sirve
como estímulo al trabajo, jugando, claramente, un papel económico en
la sociedad griega por vez primera. Hesíodo tiene dificultades para des-
cribir este nuevo fenómeno. Al principio mismo del poema observa
que hay dos tipos de contienda sobre la tierra, una que es digna de ala-
banza, y la otra que es <<digna de ser maldita>>, pues incita a la guerra y
a la lucha. El nuevo tipo es <<la hija mayor de la Noche Oscura>>, que

incita a trabajar duro incluso al más indolente, pues un hombre ansía


trabajar cuando ve que su vecino es un hombre rico que se apresura
240
mbrar y a poner su casa en orden. y entonces el vecino
a arar, a se . La I h s prove-
rivalizará con su vecino que corre tras la nqueza. uc a e
I hombre El alfarero se enfada con el alfarero, el artesa-
chosa para e · d' 1 nt r
no con el artesano, el mendigo está celoso del men igo. Y e ca o
del cantor ( 12-25).

Todo era posible para rebajar a un competidor. C~da uno dese~ba


hacer notar su valía. disfrutar del privilegio de ser considerado el meJor.
o, al menos, el más apreciado. El propio .arte de Hesíodo fue un proto-
tipo famoso de esta nueva clase de contienda.

VI. El comercio y el mar

El comercio existe en la vida del campesino, eso es evidente, pero


no como una fuerza motriz. Hesíodo distingue dos formas de co~er-
cío, ninguna de las cuales es deseable a s~s. oj:>s. A u~a se refie:e s1m:
lemente como <<Vida de marinero>>: está limitada al intercambio oca
~onal de los excedentes, vendiéndol~~ a lo la~go de la costa en una
pequeña embarcación durante la estac1on apropiada.

Pero si el deseo de la fatigosa vida de marinero te _asalta cuando


las Pléyades se lanzan al brumoso mar huyendo de la vigorosa fuerza
de Orión, entonces verdaderamente se levantan venda~ales de t~do
. E de'es el barco en medio del mar chispeante, sino
tipo. ntonces no J . . , A t b
recuerda amarrarlo bien a tierra como te ind1~ue. rrastra u areO
hasta la arena y rodéalo por todas partes de piedras pa~ ,proteg~rl~
de los vientos... Tú mismo espera a que llegue la estac1on prop1c1a
para navegar, y, entonces, vuelve a sacar tu ligero barco al mar, y
e uípalo con una buena carga para que puedas volver a casa c?n
g!ancías... Puedes admirar una embarcación pequeña. pero meJor
pon tus mercancías en una grande, pues c~anto mayor. la carga.
mayores serán los beneficios que obtengas, s1 es que los vientos no
desatan sus dañinos vendavales (6 18-645) ·

La otra forma, a la que él específicamente llama comerci~, ( empo-


. ) i se parece más a lo que podríamos llamar una ~cupac1on. Aun

~~ando no sea una ocupación regular. sino sólo el último recurso de


los desafortunados.
241
Sí alguna vez tu ánimo equivocado decide dedicarse al comercio
y salir de deudas y del hambre, te mostraré las dímensiones de los
mares bravíos, aunque no tenga experiencia ni en marin~ría ni en
barcos (646-649).

En cualquíer caso, la estación para el comercio marino es muy limi-


tada. los únicos meses aptos, según Hesíodo, son julio y agosto. A
menos que Poseidón ya lo haya decidido, es posible escapar a la muer-
te durante ese período, pero uno tiene que estar seguro de regresar
antes de que comiencen a soplar los vientos de otoño. Los que están
verdaderamente desesperados también navegan en primavera, pero
Hesíodo no lo aconseja:

Navegar así es muy arriesgado, y difícil evitar el peligro; aunque


los hombres en su ignorancia lo hacen. ya que la riqueza significa la
vida para los pobres mortales; pero es terrible morir entre las olas
(684-687).

Y finalmente aconseja llevar tan sólo consigo una parte de las per-
tenencias, debido a los riesgos que se corren.

Notas

I
Éste es el primer caso en que se emplea emporio en el sentido de comercio.
H. Knorrínga, Emporos (Amsterdam, H. J. Paris. 1926). pág. 13.

242

J,.
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.•

12. Mercados locales: la economía política


de la polis y el ágora

Nunca he sentido miedo de hombres que ocupan un lugar en


medio de su ciudad, donde acuden a estafarse y a abjurar entre
ellos. ..
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Ésta fue la respuesta que dio Ciro, el gran rey de los persas, a la ·.:
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griegas de la costa de Asia Menor: El lugar era Sardes, la conquistada ·,::.
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capital lidia, en el 546 a.C. Para que nadie malinterpretara la importan- ·.'
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cia de este simbólico encuentro entre el este y el oeste, Heródoto aña- ,,
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Ciro dijo esas palabras como un reproche contra todos los grie- ··...
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gos, porque tenían mercados para comprar y vender, una costumbre .'·.
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desconocida para los persas. quienes nunca hacen compras en luga- ·....
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res abiertos, y que, en realidad. no tienen en todo el país un solo ..
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lugar de mercado 1• ......
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En esta escena se esconde un profundo significado para la com- ...

prensión de la polis. Al final, Heródoto demostró ser no sólo un histo- ..
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riador más fiable de lo que se cree, sino también un escritor con inge- ..;··
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nio. Círo, desgraciadamente, subestímó la fibra moral de sus oponentes ·:.:
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a causa de un objeto dudoso en su aparato social, la costumbre de :.·
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mercado. Y en realidad. de no haber sido por la incomparable disciplina :;.
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interna de la polis, que limitaba y regulaba el mercado, éste podría ·.;
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haber sido, como indicaba Heródoto, tanto el signo como el origen de
una debilidad moral. Puestas así las cosas. los que esperaban tal debili-
dad de los helenos y apoyaban en ella sus esperanzas de victoria que-
daron al final decepcionados.

l. Heródoto y la mentalidad helénica

El uso que hace Heródoto de la escena de Sardes es una represen-


tación magistral en forma y contenido. Su gran obra comprende nada
menos que la imagen del mundo conocido y el curso de sus acontenci-
mientos. Su filosofía de la historia es un entremés de la envidia de los
dioses y la arrogancia de los mortales, mezcladas con palabras de orá-
culos de doble filo. El panorama completo de los acontecimientos se
dispone en torno a la historia de las Guerras Médicas que encajan en el
mismo modelo. Tal como Creso el Lidio fue obligado a pagar por sus
victorias, que habi'an ultrajado a los dioses, a su vez sus conquistadores.
los persas, tuvieron que ser castigados por su orgullo y su autoconfian-
za. No fue una casualidad que en el episodio de Sardes, Heródoto
interpretase ágora y polis como tema central en clave menor. Consiguió
maravillar: mediante un sencillo truco literario dio al desaire de ·círo
ese toque de arrogancia y ambigüedad que no debió de faltar en el
enfrentamiento entre helenos y bárbaros. El conflicto entre el Este y el
Oeste repitió poderosamente el tema de la historia universal. y no sin
sutileza.
Heródoto era un patriota griego, y. a pesar de todos sus fallos,
consideró a su pueblo merecedor de la espléndida herencia que
había recaído sobre ellos en el Egeo. Pero su obra maestra quería ser
un monumento, no sólo para los helenos, sino para toda la civiliza-
ción humana, que, según él, se originó en Egipto, y cuyas maravillosas
obras adornaron las grandes ciudades persas. La suya no fue una obra
antipersa. Según él mismo cuenta, publicó el resultado de sus investi-
gaciones con la esperanza de <<evitar que las grandes hazañas de los
griegos y bárbaros perdieran la gloría que merecían>>. Un enfoque tan
imparcial era propio de un oikoumene en el que se mezclaban de
forma curiosa las similitudes y los contrastes. Mientras que los persas
tenían pasión por la justicia y la verdad, el nervio de los griegos era la
discusión y la libertad. Atenas era la democracia, Persia el despotis-
244
mo. El imperio persa. aún en su grandeza e inigualable poder. había
sido vencido sólo una vez por los griegos- y estaba ahora fuera
de Europa. Sin embargo. en muchos lugares, la religión, la cultura y la
moral de los griegos y los bárbaros se entremezclaban. La misma
Lidia, vecina asiática de Jonia, era más griega que asiática, aunque en
contraste con Grecia, Lidia conocía la prostitución premarital. <<Los
lidios tienen casi las mismas costumbres que los griegos>>. escribió
Heródoto, <<con la excepción de que estos últimos no educan a las
chicas de la misma manera>> 2• En cuanto a los persas sostenía: <<no
hay nación que acepte con tanta prontitud las costumbres extranje-
ras>> 3• Un siglo después de la muerte de Heródoto, Alejandro el
Grande se convirtió en un personaje inmortal por su intención de
querer casar a los griegos y a los persas para constituir una sola
.,
nac,on.
Ciertamente, las guerras persas no fueron para Heródoto una
lucha entre la luz y las tinieblas. Los griegos estaban asombrados por las
ideas morales de los persas. En la educación persa, las ideas éticas abs-
tractas se sumaban al valor deportivo y militar. <<Sus hijos son instruidos
impecablemente, desde los cinco hasta los veinte años, solamente en
4
tres cosas: montar a caballo, disparar el arco y decir la verdad>> • ¡Por
Ulises! ¿No era esto abusar de la virtud de la sinceridad? El texto de
Heródoto está lleno de insinuaciones: <<Consideran ilegal hablar de
cosas que sea ílegal hacer. Lo peor en el mundo, para ellos, es decir una
mentira; y a continuación, tener una deuda, porque. entre otras razo-
nes. el deudor está obligado a contar mentiras>> 5• Platón, algún tiempo
después, podn'a haber respondido a ideas como ésas, pero en general,
para los atenienses, una vida sin libertad para explorar los caminos de
la mente y de la fantasía, o sin la libertad para contraer deudas por
ocio, hubiera significado la muerte de aburrimiento, y una sincera y fría
comodidad.
Heródoto evita plantear el equilibrio ético. El texto lleva una ligera
carga de ironía hacia ambas partes. Los guerreros laconios, notables
por su falta de ingenio, debieron de estar en desventaja cuando se
encontraron con que, por error; les habían tomado por mercaderes.
Heródoto hace de Esparta -de todas las ciudades griegas la que
menos hábito de mercado tenía, de lo cual se sentía muy orgl)llosa~ el
blanco del exabrupto de Círo, aunque hubiera sido más apropiado
para sus rivales atenienses. Pero, sea como fuere, era bastante cierto
245
que el hábito de mercado a veces iba acompañado de un juramento
informal, que los persas sólo daban en el templo, y que los griegos
rodeaban también, tradicionalmente, de gran solemnidad. Además, la
libertad del mercado dejaba la calidad de los bienes -y a menudo
también los índices, o, como diríamos nosotros, los precios- al arbitrio
de las partes.
Pero Ciro, el bárbaro remilgado, disparó más allá del blanco. De
manera despectiva desafió a los helenos como pueblo, por, la costum-
bre de abjurar y de traicionarse mutuamente en público. Esta fue una
de esas cosas con las que la puritana propaganda bárbara, con su pure-
za pn'stina, intentó desacreditar a los griegos. En realidad, el lector ate-
niense sabía perfectamente que había numerosos funcionarios encarga-
dos de controlar los tratos en el mercado y que los procedimientos
estaban sometidos a una supervisión estricta y al autocontrol moral.
Pero, aunque esto era así, nadie podía negar que el mercado estaba
también abierto al abuso; que ofrecía tentaciones, que la práctica espú-
rea de cerrar los tratos con juramento resultaba una profanación.
Todas las pruebas muestran que para mucha gente el mercado era una
instituciónf si no sospechosa, sí al menos controvertida. En el siglo
siguiente Platón seguía aún insistiendo en prohibir los juramentos en el
mercado y excluir a los ciudadanos de la venta, actividad por debajo de
su status. Aristóteles, aunque a menudo no estaba de acuerdo con
Platón en lo referente a la polis, propugnó separar el ágora polftica del
mercado y pidió que todas las clases artesanas y comerciantes fuesen
privadas de la ciudadanía. Ambos mostraban la debilidad de la institu-
ción que Ciro había elegido como su blanco.
Sin embargof Heródoto tenía razón en su planteamiento. En la per-
sona de Ciro, ese sabio y generoso gobernante, fundador del imperio
persa y tal vez el más grande hombre de su época, los persas fueron
atrapados en la derrota final, como lo fueron los poderosos y cultos
lidios antes que ellos. Su rey, Creso, había atacado a los persas y ahora
era su prisionero en su propia ciudad. Confundido por el doble sentido
del oráculo de Delfos en aquel fatídico cruce del n'o Halis, había des-
truido, en verdad, un gran imperio, el suyo. ¿Acaso no estaba Ciro pre-
parando un desatino similar para su propia nación? Los persas juzgaron
mal a sus rivales: y lo mismo hicieron sus desafortunados sucesores,
Darío y Jerjes. Y su fatídico error giró en torno a la controvertida nove-
dad griega, el mercado. Por subestimar la capacidad de los helenos para
246
manejar esa indisciplinada y ambivalente institución, los p~rsas, ~ara su
perdición, cerraron los ojos a la disciplina cívica y a la resistencia de la
polis griega.
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11. El ágora y el sistema griego ....
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Comprender la polis es comprender el lugar que el. mercad.o ·.:
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ocupa en ella. El historiador debe confesar su vergonzosa 1gnoranc1a ..
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con respecto a su verdadero desarrollo. Aunque hay muchas referen- ....;
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cias al ágora en los poemas de Homero. la palabra siempre se refiere a ..
un lugar de asamblea 6; lo mismo ocurre en Los trabajos y los días, de '·.·

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Hesíodo, donde aconseja al hombre laboríoso que evite el ágora, el .....

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lugar donde se habla de política infructuosa. No ~abemos cuándo y ......
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dónde se empezó a emplear esa palabra para definir el lugar del mer- ::

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cado. Mientras que el período tyronnis de la historia de Grecia fue la ·:·
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condición previa al posterior establecimiento del prototipo griego de .....


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mercado, en su origen tuvo un carácter antimercado. El programa de :\
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colonización rural de Pisístrato apenas pudo haber estimulado el desa- ·.·
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rrollo del mercado situado en la misma ciudad de Atenas; por el con- ·.:
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trarío, la rehabilitación del campo pudo concebirse como una alterna- ..

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tiva al crecimiento del mercado en los períodos solónico y post- .."·,
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Mientras que la invención de dinero acuñado barríó todo el n:,undo ..


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ción dudosa. Al menos bajo la perspectiva aristocrática, los mercados :.:.,
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minaban la virilidad de los pueblos. Cuando Ciro pensó destruir a los ::·
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lidios a los que había conquistado por su tendencia a la revuelta, C~so, ..'
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su emperador, que se había hecho amigo y consejero de su conquista- .·:..
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Garantiza el perdón a los lidios, y sí quieres asegurar que no se ..'
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rebelen contra ti, ni vuelvan a alarmarte, prohíbe que tengan armas .·...
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de guerra, ordénales llevar túnicas bajo el manto y que se pongan ...'.·.
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coturnos en los pies, y haz que lleven a sus hijos a que aprendan a ..
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tocar la Jira, el arpo. y les enseñen a ser tenderos (kapéleuin). Y pronto ·.,
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les verás convertirse en mujeres en vez de hombres, y no volverás a ··.
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sentir temor a la revuelta. (Subrayado de K. P.) . ·.··.·
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Se nos cuenta que Ciro actuó de acuerdo con este consejo:
Llamó a su presencia a un medo, de nombre Mazares. y le
encargó llevar a los lidios instrucciones según los términos del discur-
so de Creso.

Mazares entró en Sardes, continúa Heródoto,

y antes que nada obligó a los lidíos a obedecer las órdenes de su


amo, y a cambiar (como ocurrió desde entonces) toda su forma de
vida 7•

Los lidios debieron destacar a mediados del siglo quinto como


músicos y vendedores de comida preparada, ocupaciones que eran
consideradas indignas de su viril pasado. El propio Heródoto señala que
hasta la época de Creso habían tenido la mejor caballería del Asia
Menor. Por algo la caída de Creso se consideró el mayor ejemplo
moral del siglo sexto. Tal como el antiguo imperio de los asirios en el
Tigris se había evaporado en el aire después de la caída de Nínive en
el 606 aC., así desaparecía ahora, de la noche a la mañana, el brillante
reino de los lidios de Asia Menor. y su población desplazada se dedicó
a tener puestos en el mercado y a tocar instrumentos de cuerda en las
tiendas de comida.
Para el lector helénico, Heródoto abundaba en referencias tópicas
y exageraciones inevitables. A los lacedemonios, que exageraban sus
amaneramientos dóricos. les reprochaba jocosamente ser los padres de
los hábitos promiscuos del mercado, cuando era de dominio público
que eran sus rivales. los atenienses, los que fomentaban estos hábitos,
para satisfacción de la mala voluntad espartana. En efecto, gandulear en
el mercado se estaba convirtiendo en una moda en Atenas, por lo
menos en los círculos democráticos. Pero incluso en Atenas el merca-
do tenía que alcanzar el nivel necesario. Tardó más de un siglo en apa-
recer un texto sobre finanzas públicas estableciendo que <<como pro-
tección, es necesario adoptar los sistemas persas y laconios. La
artesanía ateniense. sin embargo, tiene algunas ventajas. Para vender,
comprar...>> 8.
Por aquella época, Atenas se había convertido en la primera de las
poleis democráticas, y, en nuestra opinión, parece cierto que entre
éstas fue Atenas la pionera del ágora comercial como forma de vida.
248
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Se debe hacer notar aquí una curiosa conexión entre la democracia •(


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práctica y el surgimiento del mercado, tal .como lo encon!~amo,s en la ·,

Atenas clásica. Pericles no fue sólo el Per1cles de la Orac1on Funebre, ,.·.


·.

ese monumento tucidideano a la idea de una comunidad libre y culta;


.•,
fue también el político que reconoció la ventaja táctica del mercado

local de alimentos para minar la máquina electoral <<conservadora>>. •
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..
Su rival. el aristócrata Címón, al acudir en ayuda de la nobleza ....
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empobrecida que había sido obligada a tener que comprar la comida ..'
.·.
en el mercado, ..
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arrancó las vallas de sus campos, para que los extranjeros y los ciu- .
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dadanos necesrtados pudieran coger sin temor los frutos de la tierra. ...
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Y cada día daba una comida en su casa: sencilla, es verdad, pero sufi- ..
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..
ciente para muchos. A ella podían ir todos los pobres que quisieran, .·.

..
y así recibían su sustento sín esfuerzo y les dejaba libres para dedi- ..•·
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carse a los asuntos públicos. Pero Aristóteles dice que no era a ..
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todos los atenienses. sino sólo a sus allegados, los laciados, a quienes •.
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servía una comida gratis 9• ·,


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De cualquier forma, era un espectáculo alegre: .,
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Constantemente era atendido por jóvenes camaradas finamente '·..


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ataviados, cada uno de los cuales, siempre que se presentaba un ciu- ··.
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dadano anciano mal vestido, estaba dispuesto a cambiar su ropa con .·
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él. Esta práctica causaba una profunda impresión. ....·
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Pero Cimón hacía más qu~ ofrecer su hospitalidad como alternativa .,
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a las tiendas de comidas de ambiente popular. Penetró en el terreno :·:
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mismo del enemigo. el lugar de mercado. ·:.
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Sus seguidores llevaban también consigo una generosa suma de ..
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dinero, y se acercaban a los pobres de meJor aspecto en el mercado, ,.,.'
10
arrojándoles tranquilamente unas cuantas monedas a las manos • .,
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El patronato aristocrático practicado por Cimón, basado en su ..··'
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señorial oikos, obtuvo una oríginal respuesta de Pericles, el líder demo- ·.:
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crático, miembro de la gran estirpe de Alcmeón. Pericles patrocinó la ·..
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humilde institución del mercado. Plutarco dice que a pesar de su ocu- ....
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pación en la política. era capaz de mantener una herencia sin par ..
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mediante una nueva forma de organización de su hacienda. .·,
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.·.
249 ·'·
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Consistía en vender su producción anual en bloque, y luego
comprar en el mercado cada artículo, según lo fuera necesitando.
para la vida diaria. Por esta razón no era visto con agrado por sus
hijos cuando crecieron, ni vieron sus esposas en él un proveedor
liberal. sino que murmuraban porque gastaba sólo lo de cada día y
bajo las más estrictas restricciones, no dando lugar a ningún tipo de
abundancia de víveres, como solía ocurrir en las grandes casas y
bajo circunstancias más generosas, sino que todas las entradas y sali-
das diarias iban precedidas de cuenta y medida. Su agente para ase-
gurar esta gran exactitud era un humilde sirviente, Evangelus, que, o
bien había sido dotado por la naturaleza, o bien había sido entrena-
do por Pericles para aventajar a cualquiera en cuanto a economía
doméstica 11•

Los métodos de Pericles se síguieron considerando excepcionales


en las <<grandes casas>> de toda la historia ateniense. El Pseudo-
Aristóteles, después de observar que el sistema del Ática es vender
todos los productos y luego comprar sólo lo que se necesita, añade:
<<las casas más pequeñas no almacenan nada en depósito>> 12• El ágora,
hizo posible a las pequeñas casas ser autosufrcíentes: día a día se podía
comprar la comida y todo lo necesario para vivir. Paralelamente a esta
forma de aprovisionamiento a través del mercado, sobrevivió el oíkos
de tipo señorial. del que Cimón era un ejemplo.
Aunque el mercado empezaba a jugar un papel clave en el aprovi-
sionamiento del pueblo, tampoco debe exagerarse su importancia en
el conjunto de la economi'a. El mercado y el ágora eran puramente
internos a la polís, sometidos a sus límites físicos y políticos. El ágora no
era más que un instrumento que facilitaba la operación del sistema
redistributivo, que aún seguía prevaleciendo. La responsabilidad de la
ciudad en el sustento de sus ciudadanos era el principio de la economía
de la ciudad griega. Esta responsabilidad se ejercía en todas direccíones:
no sólo estaba sometido a la supervisión públíca el abastecimiento de
importaciones necesarias, sino que hasta la misma subsistencia de los
ciudadanos estaba asegurada, hasta cierto punto, por el Estado.
La economía de la polís, en el caso de Atenas, estaba formada por
tres ramas, que aún hoy en día seguimos considerando dispares: redis-
tribución en las haciendas señoriales; redistribución a escala estatal. y
los elementos de mercado. Las tres coexistían en un todo orgánico que
deberíamos considerar un tipo peculiar de economía política.
250
No queremos decir que la relación entre estas tres ramas se hubie-
se convenido sin más. La lucha de clases entre demócratas y oligarcas
que juega un papel tan importante en la histor~a ~e ~tenas, pued~
comprenderse mejor en relación a las tres pautas 1nstrtuc1onales. La pri-
macía de los principios subyacentes a la redistribución está más allá de .·
..·.

toda discusión, como había ocurrido en la tribu; el mercado -un desa- .·

rrollo posterior- no fue nunca más que un accesorio. Pero cómo y a ·.
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..
través de qué instituciones se iba a organizar la redistribución, ése es •
'

otro asunto. ..•


..:·
En la Grecia de Homero existe ya constancia de la diferencia entre .·
la redistribución de tipo tribal y la de tipo señorial. La polis heredó las ·.

tradiciones tribales, tanto aristocráticas como democráticas, mientras ..
....
que la hacienda señorial. organizada en torno a la propiedad familiar. '
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existía fuera del nexo tribal y siguió siendo una fuerza demoledora en ..'

..
casi toda la historia de Grecia. El caso de Cimón, tal como lo cuenta ..'
.·..
Plutarco, representaba un método: la redistribución mediante las abun- ..
..'
dantes haciendas de los ricos. Dicho sistema convirtió las grandes casas .·
,.
.··.
en propiedades señoriales y redujo al campesinado a.l st~tus. ~e clientes •
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dependientes, si no de siervos. Por otro lado. la red1str1buc1on por y a ..
·. .
través del Estado tenía lugar a escala nacional y así trascendió la estre- ,·: :

cha mentalidad feudal de los pequeños señores. Aún así, había dos '
'
'
alternativas: las superposesiones de un monarca, aunque fuera favora- '.
·.

ble a los intereses del pueblo, como lo fueron la mayoría de los tiranos; ..·
..·
,..
o una democracia en el sentido clásico del término. es decir; la adminis- ·.:

tración de la vida diaria llevada a cabo por el mismo pueblo. ·...


..
Entre estas dos variantes, la diferencia crucial radica en el método .·.
·.

·.
según el cual se organizaba la distribución de alimentos. El monarca ·.
·.;

-sea rey. déspota o tirano- necesitaba para su fin contar con una ·.

burocracia central, como en Egipto, o tenía que mantener intactas las ..'
·.
;:
organizaciones tribales locales, como en Persia. En una demo_c~acia, ...
donde se esperaba que los ciudadanos llevaran a cabo la adm1n1stra- :.
'
'

ción, la distribución de alimentos necesitaba de la existencia del merca- ...


..

do, porque ¿cómo iban a poder los ciudadanos procurarse sus provi- ..

siones y mantenerse ellos mismos, cuando algunos de ellos, al menos •

periódicamente, pasaban todo el día dedicados a los asuntos público~ y ..


'

necesitaban que el Estado les mantuviese? En palabras actuales, la dis- ..


..
tinción se podría establecer entre la planificación burocrática a gran ·,'
·.
escala, como en Egipto, y la planificación democrática a pequeña escala,
251
..

.·.
.·..
..
..::
con el mercado jugando un papel importante en la distribución de ali-
mentos, como en la Atenas clásica. En este último ejemplo, el lugar que
ocupaba el mercado fue crucial para la constitución política de la polis
democrática.

111. La poi is en la vida helénica

Antes de comprender plenamente el funcionamiento de la econo-


~í~ de la polis,. es nece~rio definir cual era el significado de la disciplina
c1v1ca .de la polis. Los griegos estaban convencidos de que fue la polis lo
que hizo posible la civilización; en realidad, pensaban que las dos cosas
eran lo mism?. En ~inguna parte está mejor expresada esta concepción
que en el primer libro de la Político de Aristóteles. Hay que recordar
~ue. Estado se re~ere a la polis, y que cuando utiliza el término político,
s1gn1tica perteneciente a la polis.

Es evidente que la polis es una creación de la naturaleza, y que el


hombre es por naturaleza un animal político... En todos los hombres
está í~plantado ~I instinto social por la naturaleza. y aquel que por
vez pnmera fundo el Estado fue el más grande de todos los benefac-
tores..Porque el hombre, cuando está perfeccionado, es el mejor de
los animales, pero cuando se separa de la ley y la justicia. es el peor...
Per~ ~a ju~i,cia es el_ laz~. de los hombres en los estados, pues la
~dm1n1strac10~ ~e. la Just1c1a, que es la determinación de lo que es
Justo, es el pr1nc1p10 del orden en la sociedad política 13.

. ~ ~ivilización, en o~ras palabras, necesita la ley y la justicia; la deter-


m1nac1on de lo que es Justo y su ejecución por medio de la ley consti-
tuye la principal función de la polis.
Casi nadie abandonaba el mundo de la polis en el siglo quinto a
menos que ,fuera exp~lsado; en la práctica, un abandono significaba que
uno se pon1a al serv1c10 de otra polis, o del imperio persa, como testifi-
can A~cibíades y Temístocles 14. Sólo excepcionalmente podía un
~xtranJero ganarse el derecho de ciudadanía de una ciudad griega;
incluso el gran demócrata Pericles prohibió la ciudadanía ateniense a
quien no pudiera demostrar su ascendencia ateniense por ambas
ramas.. Y nunc~ -salvo muy raras excepciones- podía un extranjero,
es decir, un griego de otra ciudad, poseer tierras. La ley sólo exístía en
252
'

la polis; fuera de la propia polis, o de su esfera de influencia, el ciudada- '


no no estaba sujeto a ninguna ley, por lo que estaba indefenso, a


menos que le protegiera algún tratado especial. Así que las indicaciones
de Aristóteles no eran simples aforismos patrióticos.
El demos fue la herencia de la tradición tribal de igualdad. La dico-
tomía entre el demos y la oligarquía fue fundamentalmente una conti-
nuación de la distinción arcaica entre la tribu y las haciendas señoriales
que se desarrollaron fuera de los confines tribales. Hablando del perío-
do clásico, Westermann observó que la ley de la polis <<expresaba el
sentido de "justicia" como la voluntad del cuerpo cívico tribal, es decir.
de la polis>> 15•
La ley en la polis tenía un carácter autorreforzante. Rostovtzeff '

·.
planteó la cuestión de la siguiente manera: ·.

En Grecia, las leyes están hechas por hombres. Si una ley ofende
a la conciencia de la mayoría, puede y debe cambiarse; pero mien- '
tras esté en vigor, todos están obligados a obedecerla. porque hay
algo divino en ella y en la idea misma de ley. Víolar una ley conlleva
·.
castigo, no sólo de los hombres, guardianes de la ley, sino también ..

de los dioses. Esta regla de la ley en la ciudad ---o ley creada por
todo el cuerpo de ciudadanos- es uno de los rasgos más caracte-
rísticos de la vida pública en Grecia 16•

La disciplina de la polis era ilimitada, y la subordinación del indivi-


duo a la polis completa. Jamás se desarrolló en Grecia ningún concep-
to de los derechos inherentes al individuo; la libertad le llega al indivi-
duo mediante su participación en el Estado. Esto no debe
interpretarse como una negación de la libertad indíviduat sino que la
existencia del individuo era inconcebible fuera de la polis. El concepto
moderno de derechos individuales, con su antagonismo básico entre
·.'
el individuo y el Estado, les hubiera parecido a los griegos una contra- ·.
·.
dicción entre términos. '

·.
La disciplina comprendía no sólo la esfera politica y militar. sino
también la económica. Lejos de apoyarse en un inexistente mecanismo '

de oferta-demanda-precio, insistía en asegurar la oferta adecuada a un ..

precio establecido. Esto hizo posible que la polis mirara el mercado


como un instrumento útil para el abastecimiento de los ciudadanos.
La fe subyacente de Heródoto en la disciplina de la polis puso en '
mal lugar a Ciro. En circunstancias excepcionales, el mercado podía ser '
.·'

253
-y era transformado al instante en un instrumento redistributivo. La
facilidad. y velocidad con que se podía sustituir una moneda nueva por
otra antigua arranca una sonrisa a Aristófanes en su Ecclesjazusae:

Mal asunto me resultó esa moneda.


Vendí mis uvas y me llené los bolsillos
de monedas de cobre y me fui
a comprar cebada al mercado.
Cuando sacaba la bolsa para pagar.
el pregonero gritó: <<No se permiten monedas de cobre.
Sólo se acepta plata para pagar o cobrar>> 17•

El segundo libro de la Oeconomica pseudo-aristotélica trata de


numerosos ejemplos en los que se fijaban los precios, el valor de la
moneda se duplicaba. se reducía a la mitad o se alteraba, se racionaban
Y se recogían las mercancías -siempre con efecto inmediato- de
manera perentoria y sin excepciones 1s.
Si era imposible distinguir al individuo de la comunidad -ni la tribu
ni el señon'o conocían tal separación • era evidente la responsabilidad
de la polis para la subsistencia de sus miembros. La primac(a de la redis-
tribución era un legado tribal. Rostovtzeff señalaba lo mismo en unos
términos algo diferentes:

Uno de los rasgos princípales del desarrollo económico del


mundo antiguo consiste en el papel rector que desempeña el
Estado... _El cual era la fuerza económica suprema tanto para organi-
zar y estimular como para restringir y destruir...

La ciudad-estado, añade, practicaba


... la interferencia del Estado en la actividad económica de los indivi-
duos, algo que no tiene paralelo en el desarrollo económico moder-
no. Y esta interferencia no es secundaria, no es un obstáculo insignifi-
cante para el desarrollo de la economía privada; es la actividad
suprema y directiva. <<Redistribución de la tierra y abolición de las
deudas>> no era sólo una consigna revolucionaria, era un aconteci-
miento preeminente, aunque amargo. en la vida económica de la
~ªY?r p~~e de las ciudades griegas... Y hechos como las liturgias, la
d1str1buc1on de grano por parte del Estado, la estricta supervisión
que mantenía sobre su comercio y el de todos los productos ali-
254
.
menticios, que tan escrupulosamente organízaba, fueron suficientes ,'

para cambiar completamente los métodos y la evolución de la agri- ',

cultura privada 19 •
'
',

Apenas nada escapaba al alcance de la redistribución municipal. ,'

Bienes, servicios y dinero eran recogidos en el centro, o, alternativa-


mente, se tenía el derecho de repartirlos. El dinero y el tesoro se guar-
daban en la tesorería estatal; los metales preciosos eran convertidos en
estatuas y otras obras de arte que pudieran fundirse en caso de necesi-
dad; el grano y los productos básicos se guardaban a menudo en los
almacenes estatales, y en circunstancias excepcionales, podían almace-
narlo allí también los agricultores privados. La distribución de alimento
-hecha directa o indirectamente a través de la organización estatal de
la oferta- jugó un papel decisivo y. poco a poco, la subsistencia del
ciudadano empezó a depender de los pagos en metálico que le hacía el
Estado por sus servicios militares, jurídicos y administrativos.
Ahora volveremos al centro, y a los canales por los cuales funciona-
ba esta redistribución global en la polis.

IV. La administración pública

Hemos hecho hincapié en la necesidad de una administración cen-


tralizada para que resultase efectiva la redistribución. La forma tribal de
redistribución no había sido capaz de resistir los efectos demoledores
de las haciendas señoriales autosuficientes; éstas se desarrollaron fuera
de la tribu y organizaron un sistema de redistribución propio a pequeña
escala. La democracia en la Atenas clásica significaba la suplantación de
estas economías por el poder del demos organizado en la polis. La
constitución de Clístenes consolidó el establecimiento del poder demo-
crático de la polis, aunque seguía persistiendo la amenaza de las hacien-
das señoriales.
Hemos visto ya a Cimón como benefactor público jugando un
papel de anfitrión privado. Pero sus servicios a la comunidad fueron
mayores, ya que sufragó el arreglo de los cenagales de la parte sur de
la Acrópolis, <<embelleció la ciudad>> plantando árboles en el ágora y
<<convirtiendo la Academia. de un lugar árido y desértico. en una arbo-
leda fértil, con fuentes y ·paseos sombreados>> 20• Para la primera tarea,
255
.. .. ....... ... .. . .. .. . .

que tenía como fin facilitar la construcción del muro sur de la


Acrópolis, fue necesario verter <<enormes cantidades de piedras y
arena>> en los cenagales. Esto exigía el esfuerzo de gran cantidad de
hombres, al igual que para el embellecimiento del ágora y de la
Academia. Sí los obreros estaban permanentemente ligados a la casa
de Cimón, como los artesanos que siguieron a Demarato desde
Corinto, es algo que no podemos saber: Pero todo ello refleja fielmen-
te la imagen de una hacienda señorial; baste con tener en cuenta el
séquito de jóvenes, que tan generosamente intercambiaban sus mantos
en el mercado. Hemos de señalar que la riqueza principesca de Cimón
se derivaba enteramente de la parte del botín que le llegaba como
comandante general de las expediciones militares. Aunque de noble
nacimiento, había sido tan pobre en su juventud que, según decían
algunos, vivía con su hermana como marido y mujer porque su pobre-
za le impedía a ella casarse con un hombre de su rango 2 1

La oligarquía, dice Aristóteles, es la ley de los ricos a cuenta de su


riqueza, mientras que la democracia es la ley de los pobres.

... siempre que los gobernantes deben su poder a la riqueza. sean


una mayoría o una minon'a, estamos en presencia de una oligarquía,
mientras que cuando gobíeman los pobres. es una democracla.

Insiste en que no se trata de distinguir entre el gobierno de unos


pocos o el gobierno de muchos, sino entre el gobierno de los ricos o
el de los pobres. Pero Jo cierto es que los ricos casi invariablemente
son pocos y los pobres muchos, aunque lo que nos interesa destacar es
que la clave se esconde en la riqueza 22.
Pero ¿cómo provee la riqueza los medios para mantener el poder
en una polis que tiene una constitución democrática? ¿Cómo iba a con-
trarrestar ese desarrollo la democracia sin perder su carácter de polis
democrática, es decir; sin un aparato burocrático? Una vez que había ya
unos cuantos funcionarios pagados para que pudieran participar en ta
vida pública, su subvención tenía que proceder de los fondos públicos o
de las economías privadas de los grandes señores. Si estos ciudadanos
tenían que ser libres y gozar de la igualdad sin caer en la dependencia
de los señores, su manutención tenía que provenír de la esfera pública,
porque deber la manutención a los señores feudales, les obligaría a
guardar su fidelidad en una relación que reducin'a los derechos legales
256
de ciudadanía a la nada. Un buen ejemplo lo ofrece Roma con unas
relaciones de patrón-cliente decisivas tanto en la época patricia como
en la imperial.
En resumen, la democracia, en el sentido griego de la palabra, exigía
salvaguardas materiales para evitar el soborno por parte de los ricos.
Como garantía efectiva, se prohibió a los ricos alimentar a la población
políticamente activa que tenía que sentarse en el jurado, votar en la
asamblea, o administrar en el Pritaneo. Para la mentalidad ateniense vení-
an después dos requisitos aparentemente contradictorios: la distribución
de alimentos tenía que ser hecha por la polis misma, aunque no se per-
mitía la entrada a la burocracia, puesto que democracia significaba el
gobierno del pueblo por el pueblo, y no por sus represen-tantes ní por
una burocracia. Tanto la burocracia como los representantes eran consi-
derados la antítesis de la democracia Rousseau, fuente de todo el pen-
samiento moderno sobre la idea de la soberanía popular. seguía adhi-
riéndose firmemente a este principio. Pero ¿cómo pudo realizarse esta
distribución por el Estado en ausencia de la burocracia? La respuesta en
Atenas fue el mercado de alimentos.
Un dilema similar estaba en la base de las alternativas que
Rostovtzeff estableció con tanta rigidez entre la recogida de impuestos
agrícolas y la burocracia financiera como dos alternativas administrativas
radicalmente opuestas en el mundo antiguo. Pero, salvo encargando su
recaudación a manos privadas. ¿cómo pueden recogerse impuestos si
se quiere evitar el desarrollo de la burocracia? Y de manera similar.
¿cómo se podían construir las obras públicas necesarias si no era dando
las contratas a personas privadas?
Precisamente los pagos de dinero a los ciudadanos pueden repre-
sentar una alternativa a la distribución en especie de alimentos y otros
productos básicos. El pago puede deberse a servicios militares. políticos
u otros, o puede ser una dieta diaria. Es así como el dinero se utilizaba
como pago -una alternativa al pago en especies- y el mercado sumi-
nistraba las mercancías. Así, los dos o tres óbolos que el ciudadano
recibía diariamente del Estado podían transformarse en comida. No
era necesaria la burocracia, y al tiempo el Estado proveía los medios de
subsistencia de sus cíudadanos. La forma democrática de redistribución
dependía entonces del uso del mercado.
El deseo de evitar todo elemento burocrático era tal en la antigua
Atenas que los cargos estatales se tomaban por turno entre los ciuda-
257
danos, se ocupaban por sorteo 23, y no se podían repetir una segunda
vez hasta que los demás ciudadanos no hubiesen ocupado esos car-
~os 24• Se hicieron sólo unas pocas excepciones a estas reglas. Se con-
srderaba que la elección por sorteo era la personificación misma de la
democracia, puesto que todo hombre tenía la mísma oportunidad de
ocu~ar un cargo'. sin ten~r en cuenta sus orígenes, su rango o sus
habilidades especiales. El sistema de rotación significaba que todos los
atenienses tenían familiaridad con el intrincado funcionamiento de la
administración pública, al tiempo que se evitaba que aumentara el
número de funcionarios permanentes. Los atenienses no podían dudar
de cómo era el Estado, o cómo era la adminístración de la justicia,
que n~ estaba representada por una institución distante, sino por el
conoc1m1ento profundo que cada ciudadano tenía de ella. Pericles
pudo decir:

Consideramos al hombre que no se interesa en los asuntos


públicos, no un ser inofensivo, sino un carácter inútil: y aunque
?e
pocos, nosot.ros somos creadores, todos somos jueces dignos de
~a ~~ht1ca... Y ?1go que Atenas es la escuela de la Hélade, y que el
1nd1v1duo ateniense parece tener de por sí el poder de adaptarse a
las más variadas formas de acción con la máxima versatilidad y gra-
cia 2s.

La supervivencia de las tradiciones tribales de redistribución está


ilustrada en la famosa historia de la desviación que hizo Temístocles de
los ingresos de las minas de plata de Laurio con propósitos defensivos.
En palabras de Plutarco:

... los ate~ienses solían repartirse entre ellos los ingresos procedentes
de las minas de plata de Laurio, pero él. él solo, se atrevió apresen-
t~i:5e ante el pueblo y decir que debería ponerse fin a esta reparti-
c1on para que con estos dineros se construyeran trirremes... 26.

Tan arraigada estaba esta tradición que Temístocles ni siquiera fue


capaz de utilizar el peligro persa -por muy real que fuera como
razón válida para construir barcos, sino que tuvo que utilizar una ame-
n~a más cercana, la vecindad con Egina. No es de extrañar que, como
dice Plutarco, <<en aquella época no había tesoro público en Atenas>>.
Según Aristóteles, ese suceso tuvo lugar en el 483 o 482 a.C, cuan-
258
do <<fueron descubiertas las minas de Maronea y el Estado obtuvo
27
unos beneficios de cien talentos por su explotación>> • Se construye-
ron cien trirremes con ese dinero, según Aristóteles y Plutarco; en la
versión de Heródoto, el excedente fue lo bastante grande como para
entregar diez dracmas a cada cíudadano y construir doscientos trirre-
mes 28• Temístocles necesitó hacer uso de todas sus dotes de persua-
sión para convencer a los atenienses de que renunciaran a la redistribu-
ción de fondos excedentes. Sin esta acción, Persia hubiera conquistado
Grecia, puesto que, como dice Aristóteles, <<con esos barcos ganaron
la batalla de Salamina contra los bárbaros>>. Las minas eran propiedad
del Estado, pero se alquilaban a particulares durante tres o diez años;
tanto la adjudicación del alquiler como el pago de las rentas estaba
sometido a una estricta supervisión. Tampoco debe sorprendernos
que, en situaciones críticas. el mercado se considerase otro medio de
distribución de alimentos para la comunidad sin intervención de ningún
tipo de burocracia.

V. Regalos de sus propios fondos

Para muchos estudiosos de la antigüedad el expansionismo de la


democracia ateniense parecía casi una contradicción entre términos.
La democracia clásica desarrolló un gran imperio marítimo y mantuvo
sujetos a sus aliados. La mentalidad moderna tiende a considerar esto
un abandono total de los principios democráticos, lo cual sólo es cierto
en cuanto a la constitución interna de la confederación. En general, esta
concepción, aunque comprensible bajo la luz del liberalismo del siglo
díecinueve, ignora el aspecto histórico. Tras la advertencia de las
Guerras Médicas y las pocas salidas que le quedaban, la democracia
ateniense, si quería sobrevivir, tenía que crear un imperio. Antes que
nada era una medida de defensa ideada para evitar el desquite del
Gran Rey. Por otra parte, la política económica de Atenas. que preten-
día asegurar el suministro de grano y mantener el apoyo financiero de
los mismos defensores, era una necesidad militar y estratégica.
La defensa. como había demostrado la experiencia ateniense, exigía
asegurar los alimentos que venían de ultramar, así como los medios de
subsistencia para una gran parte de la población, que se dedicaba a los
servicios públícos. El imperio significaba, en primer lugar; el control de la
259
importación de grano; y en segundo, ingresos adicíonales para mante-
ner a los ciudadanos. El primer punto lo trataremos cuando examine-
mos la organización del comercio del grano. En cuanto al último -es
decir; la historia general de la política imperial y sus aspectos financieros,
a la que volvemos ahora-, la autoridad en la materia es Aristóteles.
Sus obras ofrecen un estudio completo de todo el problema.
El período anterior y posterior a la batalla de $alamina se caracte-
rizó por las luchas entre dos <<líderes del pueblo>> rivales entre sí,
Arístides y Temístocles. Este último, señala Aristóteles en La constitu-
ción de Atenas, <<dedicó su vida a dirigir la guerra, mientras que el pri~
mero tenía fama de ser un inteligente hombre de Estado y el ciudada-
no más honrado de su época>> 29• Temístocles, el héroe de Salamina,
fue responsable del desarrollo del poderío ateniense en el mar. Tras
organizar la flota y llevarla a la víctoría, procedió a construir un fon-
deadero y un puerto, de los que carecía Atenas, puesto que las insigni-
ficantes embarcaciones del pasado se fondeaban sin dificultad en la
playa de Falero.
Según Plutarco,

equipó El Pireo, porque había observado la forma favorable de sus


bahías y deseaba unir la ciudad al mar. así, en cierto modo. contrade-
cía la política de los antiguos reyes atenienses. Según se decía, éstos,
en sus esfuerzos por apartar a los ciudadanos del mar y acostumbra-
dos a vivir, no de la navegación, sino de la agricultura, difundieron la
leyenda de que Atenea. cuando Poseidón luchaba contra ella por el
dominio del país, mostró el olivo sagrado de la Acrópolis a los jue-
ces. y así ganó la partida. Pero T emístocles, como dice el poeta
cómico Aristófanes, <<no amasó El Pireo con la ciudad>>, no, sino que
ligó la ciudad a El Pireo, y la tierra al mar. Y fue así como incrementó
los privilegios del pueblo frente a los nobles y lo llenó de fuerza.
puesto que el poder y el control estaban ahora en manos de los
capítanes. contramaestres y pilotos 30.

Describir la ciudad <<ligada>> al puerto era una exageración; pero el


comentario de Plutarco, de que el desarrollo del poder marítimo forta-
leció la democracia, refleja una verdad fundamental. Arístóteles, al tra-
zar el desarrollo de la extrema democracia ateniense en su Política,
observa que esto fue <<debído en gran parte a las circunstancias>>, no a
las reformas de Solón, <<porque las gentes que habían hecho posible la
260
supremacía naval en las Guerras Médicas se convirtieron en seres orgu-
llosos y adoptaron a hombres malos para que fueran sus jefes popula-
res... >> 31 • Y en su Constitución de Atenas dijo sobre la expansión de
Pericles y el programa naval de Temístocles, que, gracias a ello, <<la masa
había ganado confianza en sí mísma y por consiguiente, cada vez tenía
más control de las cosas en sus manos>> 32 • El libelo antidemocrático
que firma el <<Viejo Oligarca>> explica el poder del populacho debído a
la importancía de la flota para Atenas 33 .
Pero la armada y el imperío iban juntos, por miedo a que ambos
fueran destruidos por un embotellamiento de la flota y el bloqueo de
la capital. La mayoría de los estudiosos. antíguos y modernos. han pues-
to su mayor atención en el logro de Temístocles al desarrollar El Pireo
y la armada ateniense. Pero Aristóteles le pone objeciones al insistir
que se le debe conceder a Arístides el mérito de haber desarrollado la
forma clásica de democracia. Utilizó el aparato del imperio -sin duda
su mayor logro- para transformar el carácter de la democracia ate-
niense. El imperio, como él lo concebía, suministró los fondos para
mantener a toda la población. De hecho, propuso una forma de synoe-
císom, para que los habitantes rurales se trasladaran a vívir a Atenas,
pagando el coste con los tributos recibidos de los aliados:

Después de esto, al ver al Estado crecer en confianza y riquezas


acumuladas, aconsejó al pueblo aferrarse al liderazgo de la Liga y
dejar los distritos rurales e instalarse en la ciudad. Les diJO que todos
podrían ganarse la vida a!lí, algunos sirviendo en la armada, otros en
las guarniciones, otros participando en los asuntos públicos, y de esta
forma asegurarían el liderazgo. El consejo fue seguido, y cuando el
pueblo había asumido el control supremo, empezaron a tratar a los
aliados de una forma más imperiosa, excepto a los ciudadanos de
Kios. Lesbos, y Samos... Elfos también aseguraron el mantenimiento de
ía masa de población en lo forma en que Aristides les había indicado.
Gracias a Jas ganancias de los impuestos y tributos y las contribuciones
de los aliados se mantuvo a más de veinte mil personas. Había 6.000
jurados, 1.600 arqueros, 1.200 caballeros. 500 miembros del
Consejo. 500 guardias de los astilleros, además de los 50 guardias de
la ciudad. unos 700 magistrados dentro y otros 700 en el extranjero.
Además, en período de guerra se añadían 2.500 hombres a lastro-
pas armadas. veinte navíos de guardia (cada uno con 200 marineros).
y otros barcos que recogían los tributos. con unas tripulaciones que
261
llegaban hasta los 2.000 hombres, seleccionados por sorteo; y aparte
estaban las personas mantenidas en el Prítaneo, y los huérfanos y
carceleros, puesto que todos ellos eran mantenidos por el Estado.
Era así como la gente se ganaba la vida 34. (Subrayado de K. P.)

La unión del poder marítimo y la democracia reconocida por


Arístides también se manifestó en la política de Pericles. Bajo él, el más
grande de los demagogos, la talasocracia ateniense alcanzó su máximo
nivel. El análisis de Aristóteles sobre cómo Pericles llegó al poder. es de
especial interés para nosotros; nos lleva por un largo camino hasta la
comprensión de la polis democrática.

Después, Pericles asumió su posición de líder popular, habién-


dose distinguido primero de joven por haber procesado a Cimón al
hacer revisar las cuentas oficíales cuando fue general. Bajo sus aus-
picios la constitución se hizo aún más democrática. Abolió algunos
de los privilegios del Areópago, y. por encima de todo, encauzó la
pohtica del Estado hacia el dominio naval, haciendo que la masa
adquiriera confianza en sí mísma y tuviera cada vez más el control
de los asuntos en sus manos... Pericles fue también el primero en ins-
tituir el pago por los servicios prestados en los tribunales, para ganarse
el favor popular y contrarrestar la riqueza de Cimón. Este último, que
tenía propiedades privadas de real esplendor, no sólo realizaba
magníficamente las liturgias, sino que también mantenía a un gran
número de hombres de su linaje. Cualquier miembro del linaje de
los laciados podía ir todos los días a casa de Cimón y recibir allí una
provisión razonable; sus propiedades no estaban valladas, por lo
que cualquiera podía ír allí y servirse y coger los frutos. La propie-
dad privada de Pericles no era comparable a tal magnificencia, y en
consecuencia siguió el consejo de Damónides de Oia... que era que
como había sido derrotado en cuanto a las posesiones privadas, debía
hacer regalos a la gente de sus propios fondos; y por consiguiente
estableció el pago para los miembros de los jurados 35. (Subrayado
de K. P.)

El conflicto entre Cimón y Pericles se expresa acertadamente


como el contraste entre los dos centros de redistribución: el oikos
señorial y la polis democrática. Pericles, el líder democrático, fue alejado
del poder por la ríqueza de Cimón, redistribuida a través de la casa del
líder conservador y de su generosidad en las liturgias. En cualquier caso
262
se trata de. lo mismo: las liturgias las hacían solamente los ricos, y ten-
dían a someter al pueblo a algo semejante a la dependencia. La política
de Pericles es una clara alternativa a la de Cimón: <<hacer regalos a la !
.;i
gente de $US propios fondos>>, y así darles más poder. pues <<bajo sus '
¡

'
auspicios la constitución se hizo aún más democrática>>. La redistribu-
'
ción por y a través de la polis estaba en la línea de la tradición de la ',

polis. Al contrastar el pago por los servicios en un jurado con las pródi-
gas liturgias de Cimón, Aristóteles quiere d~cir que la realiza~i?n de
servicios públicos por el pueblo no era mas que una extens,on del
principio de la liturgia aplicado a las masas. La realización voluntaria de
los deberes era la liturgia del pobre 36•
De aquí que, hasta cierto punto, Pericles fue el que llevó a efecto
las ideas de Arístides. Sin embargo, habían pasado ya veinte años debi-
do a la reacción olígarca que siguió a las Guerras Médicas. Aunque la
37
expansión naval favoreció el poder democrático, el Areópago había
recuperado gran parte de su anterior influencia por el prestigio que ',

había ganado durante las guerras. Cuando la flota ateniense estaba a "

punto de disolverse por falta de pago,. el Consejo de~ Are~~ª~~ lo ,'

impidió y donó ocho dracmas a cada miembro de la tr1pulac1on . Su ,'

poder; aunque disminuía gradualmente, duró hasta unos diecísiete años


después de las Guerras Médicas 39• .
Plutarco, que repite el relato de Aristóteles sobre la ascendencia de
Pericles, da más detalles de su política redistributiva:

Al principio... al estar en contra de la reputación de Cimón.


intentó congraciarse con el pueblo. Y puesto que era inferior en
riqueza y propiedades, con las que Cimón podía ganarse a los
pobres -dando de comer diariamente a cualquier ateniense que lo
deseara, regalando vestimenta a los ancianos, y quitando las vallas de
sus terrenos para que cogiera fruta quien quisiera-. Pericles, para
no ser menos en <<artes>> populares de este tipo, tenía el recurso de
dístribuir la propia riqueza del pueblo... Y pronto, con los premios de
los festivales, los salarios de los jurados y otras dietas y dádivas.
sobornó a la multitud y la utilizó para oponerse al Consejo del
Areópago 40.

No podemos asegurar hasta qué punto se llevó a cabo el synoecis-


mo de Arístides, y si la gente se trasladó del campo a la ciudad.
Tucídides escribe que al comienzo de la guerra del Peloponeso,
263
la mayor parte de la población tenía su casa en el campo 4 '.
Indudablemente hubo muchos que se mudaron a Atenas, puesto que
Pericles dedicó gran parte de su atención a las multitudes de plebeyos
ociosos. Mandaba sesenta trirremes al año a navegar; <<en los cuales
iban muchos ciudadanos durante ocho meses con salario, practicando y
perfeccionando el arte de la náutica>>, y enviaba miles de hombres a las
colonias de Quersoneso, Naxos. Andros, Tracia e Italia.

Todo esto lo hacía despertando a la ciudad del letargo de su


masa de incordiantes entrometidos y vagos, rectificando los apuros
de los más pobres, y dándoles a los aliados como vecinos una guar-
níción entera de soldados para evítar ía rebelión 42.

Gomme supone que hubo un incremento constante de la pobla-


ción entre los siglos quinto y cuarto 43•
Pero <<lo que más hermosa hizo a Atenas y la mayor sorpresa para
el resto de la humanidad>> fue el programa de construcción de Pericles.
De él nacieron el Partenón y el Propileón sobre los cuales descansó
para siempre la fama de Atenas. El mismo Pericles lo había concebido
como un programa de obras públicas a largo plazo, diseñado para man-
tener a una gran parte de la población.

Era cierto que su expedición militar contaba con los hombres


más vigorosos y de más recursos y los mantenía con los fondos
comunes. y en su deseo de que la multitud pacífica de trabaíadores
no quedase al margen de los íngresos públicos ni obtuviera dietas
por la pereza y la holgazanería, propuso con firmeza al pueblo una
serie de proyectos de grandes construcciones, y díseños para obras
que requerin'an la presencia de artistas y que durarían mucho tiem-
po, para que los que estaban en casa. no menos que los marineros,
los centinelas y los soldados. pudieran tener un pretexto para obte-
ner una parte de la riqueza pública. Los materiales a utilizar eran pie-
dra, bronce, marfil, oro, ébano, y madera de ciprés; los artesanos que
debían idear y dar forma a estos materiales eran los carpinteros.
moldeadores, bronceros, escultores, arqu:tectos, orives, artesanos
del marfil. grabadores, por no hablar de los transportistas y suminis-
tradores del material, tales como factores, marinos y pilotos de
barco, y portien-a, los guías. los arrieros y los que tiraban de las bes-
tias. También estaban los fabricantes de cuerdas. los tejedores, los
curtidores, los peones camineros y los mineros. Y cada una de estas
264
.
actividades contaba con sus grupos de obreros no especializados, y
así resultó que había trabajo para casi todas las edades y para todas
las capacidades; la gran abundancia de la ciudad se distribuyó y se
diseminó en el extranjero para cumplir tal demanda -t 4•

Los fondos de esta titánica tarea se sacaban de los tributos y de los


impuestos de los aliados o subordinados de Atenas. La cantidad de
riqueza que Atenas obtenía de su imperio queda demostrada por el
volumen del tesoro estatal en la época de la guerra del Peloponeso;
tenía 6.000 talentos de plata acuñada en la Acrópolis, objetos valorados
en 500 talentos. los adornos de oro de Atenea, que suponían cuarenta
talentos de oro puro. y otros tesoros del templo.
Pericles <<estaba siempre organizando algún espectáculo en la ciu-
dad para la masa, algún festejo o procesíón>>, informa Plutarco 45. Si
aceptamos el punto de vista de Wilamowitz, el theorikon, un regalo de
dos óbolos para que los ciudadanos pobres pudieran pagar la entrada
al teatro de Dionisia, fue inventado por Pericles. La Oracíón Fúnebre
exaltaba las costumbres atenienses:

Y no hemos olvídado dar a nuestro cansado espíritu un poco de


descanso del trabajo duro; tenemos juegos y sacrificios durante todo
el año; nuestras casas son hermosas y elegantes; y el placer que senti-
mos cada día nos ayuda a desterrar la melancolía ,;6 •

Al comienzo de la guerra de Arquidamia, en el 4 31 a.c .. hubo que


17
hacer una distribución urgente de tierras y dinero en Egina .
Por miedo a que hubiese dudas en cuanto a la razón de estas acti-
vidades, Pe rieles expone su propia defensa de los usos que da a las
contribuciones de los aliados:

Es conveniente que la ciudad, una vez equipada con todo lo


necesario para proseguir la guerra, dedique su abundancia a tales
obras que. una vez acabadas, tendrán una gloria imperecedera. y que
mientras estén en curso convertirán eso abundancia en servicio real,
porque crean diversas actividades y demandas, que afectarán a todas
las artes y a todas las manos, que hará que toda la ciudad esté ocupa-
da y recibiendo su pago, para que no sólo se adorne. sino que se man-
tenga también con sus propios recursos 48. (Subrayado de K P.)

265
Para nuestra época, que no hace tanto tiempo estaba preocupada
por el problema de los <<trabajos sociales>>, vale la pena mencionar el
comentario de Plutarco sobre los logros alcanzados por este gran pro-
grama estatal.

Entonces se iniciaron las obras, no menos elevadas en su gran-


deza que inimitables en la gracia de sus contornos, puesto que los
artesanos se empeñaron en superarse a sí mismos en la belleza de
sus obras. Y lo más sorprendente de todo fue la rapidez con que
trabajaron. Cada uno de ellos, pensaron los hombres, necesitaría
muchas generaciones sucesivas para acabar, pero todas las obras se
concluyeron en el apogeo de una sola administración ... se crearon en
breve tiempo para toda la eternidad 49•

No se trataba sólo de planificación estatal, sino de planificación


estatal con un alto nivel de eficiencia. Lord Keynes. en su Teoría general.
podía muy bien haber juzgado el Partenón. y no las pirámides, como un
paralelo histórico de nuestras modernas obras públicas.
Los sucesores de Pericles añadieron otros tipos de pagos regulares.
Cleofón, que sucedió a Cleón como demagogo. inició el pago de la
difamada diobelia alrededor del 410/9 aC. 50• La diobelia, un pago uni-
versal de dos óbolos por día, parece haber sido una medida excepcio-
nal tomada para asistir a la multitud de personas desplazadas a Atenas
huyendo de las zonas rurales invadidas, que permaneció en vigor
durante varios años. La diobelia tuvo su precedente en las Guerras
Médicas, cuando las mujeres y los niños atenienses fueron trasladados
por su seguridad a Troezo. antes de la batalla de Salamina, y los habi-
tantes de esa ciudad <<votaron mantenerlos con los fondos públicos,
concediendo dos óbolos diarios por familia>> 51 • Al comienzo de la gue-
rra del Peloponeso. cuando Pericles indujo a los habitantes del campo a
trasladarse a Atenas, repartió entre ellos una gran parte de la zona de
El Pireo, así como la tierra que se extendía entre las murallas de Atenas
y El Pi reo 52 •
Cerca del año 400 a.c .• se estableció el pago de un óbolo por asis-
tir a las reuniones de la Asamblea, subiéndose rápidamente a dos y
luego a tres óbolos en el 390 a.c. En la época de Aristóteles 53 el pago
ascendía a un dracma por asistir a las reuniones ordinarias y uno y
medio por la reunión mensual <<soberana>>,. cuyo objetivo era el sumi-
nistro de grano y la política exterior. Los jurados que habían recibido
266
uno o dos óbolos diarios de paga durante la época de Pericles. vieron
incrementada su dieta a tres óbolos en tiempos de Cleón, y quedó así
durante todo el siglo cuarto. En tiempos de Aristóteles, también, los
miembros del Consejo obtenían cinco óbolos diarios, mientras que
aquellos que servían en el Pritaneo, el consejo ejecutivo principal, reci-
bían una prima de un óbolo extra. y las comidas que hacían en común
se pagaban de los fondos públicos. Los arcontes recibían cuatro óbolos
cada uno, además de los servicios de un flautista y un heraldo; los dipu-
tados de Delos recibían un dracma diario, mientras que los magistrados
de asuntos exteriores cobraban una dieta no especificada 54• <<Los invá-
lidos>>, los adynotoi, tenían una paga diaria de dos óbolos: estaban
sometidos a examen por parte del Consejo con el fin de determinar su
elegibilidad 55.

VI. El kapélos

Todo esto nos hace ver que el ágora ateniense era en gran medida
un mercado al por menor para la venta de productos alímenticíos listos
para su consumo; y que el kapélos, cuya nunca aclarada figura se asen-
taba en el ágora, fue principalmenter un vendedor minorista de comida
preparada.
El <<semisynoecismo>> de Arístides, como lo llamó Wilamowitz-
Moellendorff. siguió a la evacuación forzosa de Atenas, cuya población
recurrió a los barcos y fue salvada del hambre por el milagro de
Salamina. Si la cruda cuestión del suministro de alimentos no estuviese
dotada para la conciencia pública de una intensidad dramática. la guerra
política entre Cimón y Pericles no se hubiera basado en algo tan trivial
como la venta de provisiones en el mercado. Sin embargo es en lo que
se basó. aunque apenas quedan pruebas directas de ese hecho tan fun-
damental para la comprensión de la polis y su economía. Tampoco
conocemos mucho sobre la figura central del ágora, el kapélos.
Para formarnos una idea debemos volver a Aristófanes, que en su
Azcaníenses llevó al escenario a un kapélos exagerado, inconfundible y
descomunal, aunque evita nombrarle para reforzar el efecto cómico.
Los Azcaníenses fue escrita y representada en la primera mitad de la
guerra del Peloponeso. en Atenas, la capital de la polis en guerra. La
estrategia de Pericles incluía la evacuación anual de la población del
267
campo para refugiarse en Atenas. Los habitantes marciales del munici-
pio de Arquerna, principal sufridor de los asaltos espartanos, pertene-
cían al partido de la guerra, mientras que el héroe de la comedia es un
ciudadano granjero, Diceópolís, que harto de la lucha. firma una tregua
privada con los espartanos y se dedica por completo a sus asuntos par-
ticulares. Es el ciudadano filósofo que resuelve el problema de la guerra
y la paz según le indica su sentido común. Es el zoon apolitikon, que
evita pronunciar la misma palabra polis, y cree que sí la usa no le traerá
más que desgracias. Normalmente, víviría de su terreno y sembraría la
tierra que le brindaría la feliz autosuficiencia, sin preocuparse jamás de
la ciudad y el mercado. Pero lleva seis años inmerso en la alta política,
desprovisto de su tranquilo hogar por las incursiones enemigas, y está
obligado a acudir; incluso para tener su propio aceite y su vinagre, al
mercado de la ciudad. al que una y otra vez tiene que corresponder.
Eso por no hablar del estúpido embargo que el gobierno ateniense
tenía sobre las importaciones de Megara, forzando así a nuestro héroe
a renunciar a los exquisitos bocados <<enemigos>> y a los placeres de la
mesa. Los cochinillos de Megara y las anguilas de las marismas beocias
,
ya no son mas que un recuerdo.
E~ esta burla p~lítico-filosófica, donde nada va bien, Diceópolis
contribuye por casualidad a aportarnos una buena información sobre el
ágora del siglo quinto, e incluso a un conocímeinto más concreto de la
naturaleza exacta del negocio de comidas preparadas llevado a cabo
por el kapélos. Por inclinación natural, Diceópolis censura el hábito de
~ercado, recordando los tiempos felices de su hogar rural cuando vivía
sin los acosos de la multitud y sin tener que preocuparse de la cocina.
Aunque la lógica de esta exuberante farsa, con su entramado de esce-
nas realistas y absurdas, le coloca a él mismo en el centro del mercado.
El t!empo es el presente, el año 426 a.C, el lugar es el Pnyx, antes de
~br1rse la asamblea. El tema político de la obra, es la paz, las pesadas e
inacabadas conversaciones para firmar la tregua, y la insensata polñ:ica
de los líderes, Pericles, Cleón, y todos los demás. Diceópolis inútilmen-
te se pronuncia en solitario para desacreditar las falsas promesas de los
<<traficantes de la guerra>>; el fraude de las negociaciones para pactar
con los aliados; los juegos de esas embajadas errantes durante más de
una década, evadiendo los rigores de la guerra en su propia tierra, mal-
gastando su ~iempo y el dinero del país en vanas misiones díplomáticas
en el extran1ero. Nuestro hombre, harto de estos engaños, firma una
268
tregua privada con el enemigo espartano al precio módico de ocho
dracmas; monta una campaña burlesca de negociaciones traicioneras;
trafica con las ofertas de paz del extranjero, a corto y a largo plazo; y
finalmente, establece una <<fuente constante de paz>> de la que dispensa
onzas y dracmas de ese precioso elixir a los que él considera dignos. Su
extravagante broma de exportar espías e informadores como materia
prima ateniense, envueltos en paja como la cerámica para evitar su
rotura: su negativa a vender las especialidades de su comercio privado
a los miembros del partido de la guerra; sus ruidosas fiestas domésti-
cas; su forma de entretenerse disfrazándose de pobre como los de las
tragedias de su oponente dramático, Eurípides. y mofarse con esta
indumentaria de las pomposas ropas de sus nobles vecinos: la abundan-
cia de dulces y viandas que prodiga en pacíficas meriendas, todo ello
sigue una secuencia fantástica. La representación principal, sin embargo,
es el papel del kapélos, cuyo mercado privado le ofrece todas las ben-
diciones de la paz, y al mismo tiempo le da el monopolio de la comida
preparada para la multitud, tan agradable como el placer y tan rentable
.
como un negocio.
En primer lugar le vemos montando su negocio privado.
'
Diceópolis: Estos son los límites de mi mercado. Todos los habi-
tantes del Peloponeso, Magaria. Beocia, tienen derecho a venir aquí
y comerciar, siempre que me vendan sus mercancías a mí y no a
Lamaco. Como inspectores de mercado designo a estos tres látigos
de cuero Lepreo, elegidos por sorteo. Avisados están ya todos los
informadores y los hombres de Fasis. Vienen a traerme el pilar sobre
el cual se inscribe el tratado y yo mismo lo erigiré en el centro del
56
mercado, que esté bi~n a la vista de todos •

Un beocio que entra con un esclavo <<llevando un amplio surtido


de alimentos>>, pregunta a Diceópolis si <<Va a comprar pollos o langos-
tas>>. Diceópolis le pregunta que trae.
Beocio: Lo mejor de Beocia, mejorana. poleo, esparto, candiles,
patos, arrendajos. becadas, reyezuelos, somorgujos.
Díceópolis: Las aves están síempre revoloteando en mi mercado.
Beocio: También traigo gansos, liebres, zorros, topos, erizos.
gatos, liras. vencejos, nutrias y anguilas de los lagos Copaicos.
Diceópolis: Ah, amigo que me traes el más delicioso de los pes-
cados, deja que salude a tus anguilas 57•
269
Pronto vemos a Diceópolis revelándose como un auténtico maes-
tro d~ la cocína. Llama a los niños y a las mujeres de su casa para darles
trabaJo.

. Diceópolis: ... ¡Rápido! Poned las liebres al fuego y que se asen


bien: _dad vueltas por los dos lados; apartadlas de la llama: preparad
las gu1,:oaldas; y alcanzadme las brochetas para que pinche los tordos.
Pnmer semi-coro: Envidio tu sabiduría y más aún tu buena comida.
Diceópo/is: ¿Qué vas a decir entonces cuando veas asar los tordos?
Primer semi-coro: ¡Ah, es cierto! .
Di~eópolis (ª un esclavo): ¡Esclavo, aviva bien el fuego!
. Pnmer sem,-coro (al otro semi-coro): ¡Ved cómo conoce su nego-
cio! ¡Es un perfecto cocinero!
¡Qué bien sabe preparar una cena perfecta!
Díceópolis (o un esclavo): Vierte miel sobre estos callos, y ponlos
ante el fuego para que se sequen.
Segundo semi-coro: ¿Escucháís cómo da las órdenes?
~iceópolis (a ~os esc/~vos que están dentro de la casa): Poned las
anguilas en la parrilla... De1ad que se hagan bien y se doren sa.

. ~o se discuten aquí los pros y los contras del mercado como insti-
tuc1on. El a~tor no preco~iza los méritos del mercado como tal, expo-
n.e sus queJas sobre la dificultad de vender comida preparada para la
ciudad. Tampoco desaprueba en su obra las formas y costumbres de la
gen~e del ~e:c~do•. los dueños de los puestos, los taberneros y los
cocineros, 1nd1st1ngu1bles de la multitud de los puertos. En general, se
trata de una ob:a a favor del mercado, que presenta las privaciones
causadas a los ciudadanos por la orden de Pericles de rechazar a los
M~garo~ <<del mar y la tierra, del continente y de los emporios>>. Al
mismo ~1~mpo, el exuberante ingenio del poeta introduce un tono anti-
c~~pet1t1vo en el mercado privado de su héroe, con todas las contra-
d1cc1ones de ese. ~iro. Sin embargo pisamos tierra firme cuando llega-
mos.ª' d~talle tr1v1al, el coro alaba con entusiasmo la perfección de la
euda1,:non1?, de n~estro héroe. En realidad ha inventado para sí mismo
una srt~ac1on ?e incomparable felicidad. Obtiene beneficios en el mer-
cado sr~ tra~aJo; las grandes ofertas las adquiere sin esfuerzo; está libre
d~ ~sp1as e informadores, de la multitud ajetreada y de las molestias
pu?hcas; no sufre la presión de las ventas, no necesita ofertas para
satisfacer al consumidor.
270
En virtud de su tratado es abastecido con todas las mercancías
extranjeras para comerciar con ellas (diempolon), tanto para cocinar-
9
las en casa como para consumirlas tibias (chliara) ' •

Así comercia con las mercancías que llegan a él de todas partes. Pero
esto no es todo. El' se ocupa de vender comida cocinada, que a veces se
lleva el cliente para calentar en casa, y otras, y esto es esencial, la comida
ya está lista para comer. platos preparados, no muy calientes aunque rela-
tivamente templados, de pescados o aves, asados o a la plancha.
,
Esta es por tanto la única aproximación literaria que tenemos del
kapélos. El mismo término kapélos no era más que honorífico, y sus
connotaciones eran demasiado evidentes, por lo que, Aristófanes evitó
deliberadamente incrementar el efecto. Representar al campesino triste
de la guerra en la figura de un kapélos astuto, cuyo mercado privado le
da el perfil de un filósofo benigno y la dignidad de un mayorista, debió
de causar muchas risas. Sín embargo. este recurso de la verdadera
comedia puede explicar el hecho de que, en tiempos posteriores, el
papel de Diceópolis en estas escenas no se supo identificar.
El ágora era sobre todo un mercado de comida, cocinada, no muy
diferente de los mercados de la costa guineana en Africa, cuyos rasgos
característicos eran límites rígidos; regulaciones de quién puede y quién
no puede comerciar con quién: inspectores oficiales del mercado, así
como espías municipales; las mercancías sobre todo productos ali-
menticios , vendidas directamente por el campesino por dinero o a
cambio de algo. La altura alcanzada por la civilización ateniense no
debería impedirnos ver el carácter primitivo de la institución de merca-
do que un Pericles consideró digna de su apoyo personal.

Notas
I Heródoto. Las Guerras Persas, l. 153.
2 lbíd., 1, 94.
3 lbíd.. 1, 135.

4
(b{d.• l. 136.
s lbíd., l. 139.
6 Knorringa. Emporos (Amsterdam, H.J. Pan's, 1926), pág. 11.
271
7 Heródoto. Los Guerras Persas, 155-157.
8 Pseudo-Aristóteles. Oeconomica. 1, 6.
9 Puesto que Plutarco contradice expresamente a A ristóteles ( Constituc;ón de

Atenas, XXVII. 3) en este punto. podemos suponer que otras fuentes apoyaron la inter-
pretación de Plutarco.
10
Plutarco. Cimón. X. 1-3.
11
Plutarco. Pericles, XVI. 4-5.
12 Pseudo-Aristóteles. Oeconomica. l. 6, 2.
13 Aristóteles. Polttica, l. 2.
14 Kurt Riezler, Über Finanzen und Monopole im a/ten Griechenland (Puttkammer

und Mühlbrech. 1907). Parte l. -avance monográfico.


is W . L. Westermann, «Greek Culture and Thourght>>. Encyclopaedio of the Social
Sciences (Nueva York. Macmillan). 1931, vol. l. pág. 18.
16 M. Rostovtzeff. A Hístory of the Ancient World (Oxford, Clarendon Press, 1928),

vol. 1, págs. 205-206.


17 Aristófanes, Ecclesiazusoe, págs. 816-822.
18 Ver capítulo S.
19 M. Rostovtzeff, <<The Decay Of the Ancient World and lts Econom ic

ExplanationS>), Joumal of Economic and Business History, 11 ( 1930). págs. 204-206.


20 Plutarco. Cimón, XIII, 7-8.
21 lbíd.. IV, 7: X, l.
22 Aristóteles. Política. 111, 8.
23 El tesorero de los fondos militares. los tesoreros del fondo del teatro, el super-
intendente del suministro de agua. y los oficiales militares también eran elegidos en
votación. Aristóteles. Constitución de Atenas, XLIII, 1.
24 Los cargos militares podían ostentarse sin límite temporal: los miembros del

Consejo podían ser elegidos dos veces. Aristóteles. Constitución de Atenas, LXII. 3.
25 Oración Fúnebre, en T ucídides. Lo Guerra del Peloponeso. 11. 40-41.
26 Plutarco, Temístocles. VI. 1.
27 Aristóteles, Constitución de Atenas, XXII.

ª
2 Heródoto, Las Guerras Persas, 144.
29 Aristóteles, Constitución de Atenas, XXIII, 3.
30 Plutarco. Temístocles, XIX, 2-4.
31 Aristóteles. Político, 11. 12.
32 Aristóteles, Constitución de Atenas, XXVII. J •
33 Pseudo-Jenofonte, Constitución de Atenas. l. 2.
34 Aristóteles. Constitución de Atenas. XXIV. Aristóteles describe aquí los resultados

de la adopción de la política de An'stides. puesto que el pago para algunos servicios que
él menciona. no fue adoptado el siglo quinto.
35 Aristóteles. Constitución de Atenas, XLIII. 1.
36 A comienzos del periodo clásico la liturgia era un codiciado derecho honorífico

asumido voluntariamente por los ricos; sólo más tarde se convirtió en semiobligatorio y
por eso. algunas veces, los ricos intentaban evitarlo.
37 El alto consejo de nobles, a diferencia de la Ecclesia, la asamblea de los hom-

bres libres. (N. del E.)


272

.'
..•
••
.!
!
~
38 Aristóteles. Constitución de Atenas. XXIII. i

39 lbíd., XXV.
'
:i
'
40 Plutarco, Pericfes, IX, 2-3. '
41 Tucíd1des. La Guerra del Peloponeso, 11. 16.

42
Plutarco, Pene/es, XI, 4-5.
43 A.W. Gomme, The Population of Athens in the Fi~h and Fourth Centuries B. C.

(Oxford, B. Blackwell. 1933), capítulo 2. págs. 46·47.


44
Plutarco, Perícles. XII, s.7.
45 lbíd., XI. 4.
46 Tucídides, La Guerra del Peloponeso, 11, 38.
47 Plutarco, Perícles. XXXIV. 1.
48 lbíd., XII, 4.
49 lbíd.. XIII, 1, 3.
50 Aristóteles, Constitución de Atenas, XXVIII, 3.
51 Plutarco. Temísrocles, X, 3.
52 T ucídides, La Guerra del PeJoponeso. 11. 17.
53 Aristóteles, Constitución de Atenas, XLI. 3.
54 Jbíd., LXII. 2.
55 lbíd., XLIX. 4.
56 Aristófanes, los Azcanienses. 719-728.
57 lbíd.• 860-882.
58 lbíd.. 1005- 1040.
59 lbíd.• 972~973.

273
13. Mercados locales y comercio exterior

La plaza del mercado ateniense no fue la cuna de un sistema de


mercado. El mercado local era una cosa. y el comercio exterior, otra.
Ambos tenían on'genes separados e independientes. El que se distribu-
yese el grano o a veces se vendiese en el espacio abierto reservado a
las asambleas públicas -o más bien en su vecindario inmediato-; el
que los víveres se vendiesen o no en el ágora comercial, dependía de
muchos factores, todos ellos relacionados con la política local. Entre
estos factores estaba la frecuente escasez de suministros debida a las
aglomeraciones humanas con motivo de festividades religiosas, la
afluencia de refugiados, el desplazamiento de la población rural, cómo
se organizaban las obras públicas en las murallas de la ciudad o del
templo; la naturaleza de la mano de obra empleada, el tipo de autori-
dad responsable de la tarea; o la disponibilidad de dinero en pequeñas
cantidades para comprar. Estas, y quizá otras razones, fueron las cau-
santes del desarrollo del mercado local de alimentos.

l. Kapélos y emporos

El comercio era un asunto completamente diferente.


, Proba-
blemente antecedió al mercado; alcanzó las costas del Atica desde el
exterior; era una ocupación de extranjeros. Las autorídades procura-
ban que los comerciantes no se convirtieran en ladrones o secuestra-
dores, que no anduvieran vagando por el país, que después de tener
la oportunidad de mostrar sus mercancías en las cortes de los prínci-
pes o en las casas señoriales, volvieran a marcharse en paz. El comer-
275
cio activo también pudo haber sido ejercido ocasionalmente por reyes
o jefes en busca de metales u otras mercancías militares. Pero, estos
casos estaban todavía menos relacionados con el ágora que las accio-
nes más habituales del comerciante extranjero. El mercado y el
comercio no tenían nada en común. No había motivo para sospechar
que llegaría un momento en que ambos, no sólo parecerían formar.
sino que de hecho formarían, una sola y misma institución, el sistema
de mercado.
La distinción entre el comercio local y el comercio exterior es muy
precisa con respecto a la persona del comerciante. Sus designaciones
eran diferentes, así como la identidad, y probablemente el status de sus
personas. El comerciante local era el kapélos, el comerciante de ultra-
mar era el emporos. Platón definió a los kapéloi como <<los que se esta-
blecían en el ágora y nos servían en compras y ventas>>; los emporoi
eran <<los que van de ciudad en ciudad>> 1• Emporos originalmente signi-
ficaba viajero 2, una raíz etimológica que no es extraña, puesto que el
propósito de viajar era invariablemente el suministro. Por eíemplo, de
las cuatro palabras utilizadas para denominar al comercio o al comer-
ciante en la elaborada descripción del gran emporio de Tiro que hace
Ezequiel, dos tienen como raíz <<errar de un lugar a otro>>, y las otras
dos <<entrelazar, unir>>. Los dos grupos de palabras se usan de manera
distinta. En el primer caso, la referencia es la distancia y el transporte, y
en el otro, tratar y negociar -dos funciones que posteriormente se
fundieron en el término comercio. Las investigaciones de Knorringa 3,
Hasebroek 4, y Finkelstein 5, han confirmado el hecho de que la distin-
ción entre kapélos y emporos se refería en principio a la localidad -no
a la venta al por menor frente al comercio al por mayor. como se supo-
nía. Platón relaciona al comerciante local con el ágora. Jenofonte distin-
gue también en su Memorobilia entre los emporoi y los <<traficantes del
lugar del mercado>> 6. Puesto que en la antigüedad el volumen de
comercio exterior fue insignificante 7, la frase errar se refería a los que
se dedicaban a comerciar por río o por mar. Del pequeño volumen de
comercio exterior exceptuando las expediciones y caravanas comer-
ciales-, el núcleo debió de estar formado por campesinos que se tras-
ladaban al mercado local para vender sus excedentes y comprar los
artículos que necesitaban.
Sin embargo. la distinción no era puramente funcional. Según la ley
ateniense, atribuida a Solón y promulgada por Aristofón, a ningún
276
extranjero se le permitía poner mercancías a la venta en el mercado 8·
Sin embargo, en el período del cual tenemos testimonios, a mediados '
'

del siglo cuarto. se les prohibía a los extranjeros vender en el mercado a '

menos que pagaran un impuesto 9 . En la práctica este impuesto no era ¡:


¡:.
,.,·r·
más que el pago de la licencia por instalarse. Y así, en un caso en que el ~.f:·:
acusado niega el cargo de que su madre, una vendedora de cintas, era ..
i::··
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extranjera. se defiende con el argumento de que <<si era ella extranjera, ·.:,
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que hubieran examinado su puesto para ver sí había pagado el impuesto ·.:··
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de extranjería y que hubieran averiguado de qué país provenía...>> . .::......
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Que tener un puesto en el ágora fue en algunos períodos prerrogativa :::::.

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de los ciudadanos, parece evidente; conceder ese derecho a un extran- ....
·:·
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jero mediante el pago de un impuesto, era una restricción de ese dere- :·:.'.
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cho. Que los resídentes extranjeros vendían de hecho en el mercado a .: /
....:<
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comienzos del siglo cuarto, está confirmado por el discurso de Lisias :: :


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contra los comerciantes de grano, cuando éstos admiten que son :.,..
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extranjeros. Sin embargo, estaban estrictamente controlados, como ,:::.
también el comercio de grano debió de estar sometido a rigurosas /:
....·
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leyes. .....
...
. ..
.·::
....
Puede que en las regulaciones del ágora tuvieran algo que ver las ... ..
··:·
..
.. .
diferencias del sexo. Los comerciantes viajeros son, con muy pocas ...,
·.\·
.,.
··;.·
excepciones, casi siempre hombres. Por otro lado, los minoristas del ·...::
·. ;:...
,
.:.:.
mercado local no tienen por qué ser del sexo masculino; en realidad, ...
,· .
. :.
·:: ..
·.·;.·'
en algunas regiones de Sudán son exclusivamente mujeres. La distin- .:·:
:i·. ·.
...
.. .
ción entre las instituciones del comercio y el mercado va rígidamente ::.·~·
··· ..
·.:· .
.)
unida al sexo: los comerciantes son hombres, las vendedoras del mer-
··::·::
' ..
cado, mujeres. En la Babilonía de Hammurabi, la posadera era mujer. :....•:.
·.:·.,
.:,:
En Sardes, y tal vez en Halicarnaso, desde donde probablemente se ·. ~...
)\...
expandió hasta Grecia la institución de vender comida al por menor ...
·. ::
•• f

en el mercado, el kapélos, hasta mediados del siglo sexto, casi con .:.':·..
:::/
..
toda seguridad era mujer. Heródoto, como hemos visto, basándose :.·.
·:/;:
......
....
en una anécdota de su época, se burlaba del efecto mutilador del ·.·.:
.......
·.: ~:
...
kapéliké. Parece que se debe a que en origen el kapéliké fue una ocu- .·.··

..·: ::'
......·:
pación femenina. Heródoto sostenía que vender en el mercado era i/:...~·:
una costumbre originada en la antigua Lidia, al llevar el polvo de oro .......
" .
.~::~·t
desde el Monte Tmolus al ágora de Sardes; aunque fue mucho des- ...,·::·:....
··.'.·
pués, tras su derrota a manos de los persas, cuando los hombres ....
....
...
......
..: ...
lidios fueron obligados por Ciro a hacerse vendedores con el fin de ...
·. ~.:
.. "...
.......:·.:
afeminarlos. En cuanto a Atenas, había períodos en que ambos sexos :·.:::::
....
277 ·:·· :.:;

...,.,
: f ••

.::.::.
:'):.
::.::.
·.f.
...
. '·.
.:::
....
: ·j .:
L.
podían tener sus puestos en el mercado y puede que esta costumbre
variara, posiblemente, en función de las mercancías puestas a la venta.
La prostitución premarital lidia parece haber sido un anexo del hábito
de mercado. Aristófanes, ciertamente, nunca perdía la oportunidad
de echar en cara a Eurípides que su madre vendía verduras en el
mercado. El discurso de Demóstenes contra Eubulides estaría fuera
de lugar. a menos que en aquel momento
,
las mujeres tuvieran pues-
tos en el ágora comercial. En el Atíca del período clásico, bíen puede
decirse que el emporos era un hombre. mientras que el kapélos podía
ser hombre o mujer, dependiendo de las mercancías a vender o de
• •
otras c1rcunstanc1as.
Aunque. el kapélos
, fue en casi todas las épocas un ciudadano
comerciante, en el Atica no era, por esa razón, un comerciante por
status. Más que actuar por deber o por honor. buscaba simplemente
ganarse la vida con las ganancias obtenidas <<a costa del otro>> (ap'allé-
lón). Por consiguiente, la consideración en que se le tenía no podía ser
más baja. Por otro lado, durante el período clásico, el comerciante de
largas distancias casi nunca era ciudadano y nunca ciudadano
de alta posición, como había sido en los tiempos arcaicos del comer-
cio de los jefes. Por lo general. era extranjero, es decir. ciudadano de
otro estado, o residente extranjero. En general, el emporos era un
griego nacido en las islas, Magna Grecia, Asia Menor. o en alguna capi-
tal como Corinto; al mismo tiempo, sólo excepcionalmente su posi-
ción era inferior a la del comerciante por status en el país del cual era
ciudadano 11 •
El hecho de que, en el periodo clásico, la inmensa mayoría de los
emporoí fuesen griegos ha producido una enorme confusión y una mala
interpretación de la estructura del comercio griego. Aquí nos concierne
especialmente Atenas, que fue el gran centro comercial del mundo
griego en los siglos quinto y cuarto. Sin embargo, aunque esto fue así
-y aunque El Pireo fue el gran emporio del mundo griego , rara vez
encontramos un ciudadano dedicado activamente al comercio, excepto
para avalar préstamos para el comercio marítimo. Un estudio de los
discursos privados de Demóstenes revela que incluso la mayor parte
de estos pré_stamos eran concedidos por extranjeros o por metecos.
Que en el Atica los comerciantes eran extranjeros, y que, por otro
lado, los ciudadanos no eran, por lo genéral, comerciantes, se hace evi-
dente al analizar con claridad unas cuantas fuentes importantes. Entre
278
ellas destaca Vías y Recursos. un panfleto de mediados del siglo cuarto
que. al parecer. ha sido atribuido al víejo Jenofonte, y al que nos referi- '.
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remos próximamente. ..
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11. Metecos y extranjeros .'..

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Los dos tipos principales de comerciantes. como sugerimos. eran el ·,::
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extranjero y el meteco. Este último, el extranjero residente, fue uno de :: .
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los resultados de las casi constantes guerras entre, y dentro de, las ciu- .·:
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dades griegas. En ningún momento de la historia conocida han estado ·: ...
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tan íntimamente unidas estas dos formas de lucha, y durante tanto .:·.,·
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tiempo, como las que hubo entre las ciudades griegas. Las luchas de '.
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partido dentro de los estados griegos, así como las guerras habrtuales .: ...
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entre los pequeños estados, produjeron una multitud de hombres sin
estado, una población flotante de los puertos, que no tenían otra alter- ·/.i
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nativa más que recurrir al comercio para vivir. Hemos visto cómo las ::
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disensiones del período de Solón produjeron, montones de exiliados, '
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hombres que <<ya no hablaban la lengua del Atica, de tanto vagar por ...'

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ahí>> 12 • El feroz indigenismo de la democracia de Pericles -y la rigidez :,.:·.:
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de excluir de la ciudadanía a todo hombre que no fuera un nativo de ··,:·
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segunda generación , no era excepcional e implicaba que normal- :.:,.
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mente el exiliado no encontraría ningún status superior al de meteco. ..,
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Que la guerra entre estados continuó siendo una fuente abundante de ..
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metecos. parece evidente en la conclusión final de Jenofonte. según la :;,
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cual, sí se adoptaban medidas para mejorar el status de los metecos ..
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con el fin de atraerlos, <<todos los que no tenían ciudad codíciarian el :·:.
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derecho de establecerse en Atenas>> 13 • Podemos suponer que los
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extranjeros que comerciaban en Atenas eran en gran parte metecos ·...·
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procedentes de alguna ciudad griega. estableciéndose un equilibrio con J:
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los ciudadanos de pleno derecho de esa ciudad, o incluso con una ·.'
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comunidad comerciante griega, como la de Rodas. :<::
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La misma Atenas tenía una considerable población de metecos, la ...
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mayoría asentados en El Pireo. Muchos de ellos eran emporoí, dedica- ·;..
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dos principalmente a la importación de grano, y algunos de ellos a los ··.'
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préstamos para comercio marftimo, esenciales en el funcionamiento del .,
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comercio exterior. ... :
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Gran parte de nuestro conocimiento del comercio exterior; los ...
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préstamos, los bancos y los comerciantes, proviene de los discursos
forenses de Demóstenes 14• Casi todos los comerciantes que aparecen
en estos discursos son metecos o extranJeros, una multitud abigarrada
formada en su mayoría por gente trabajadora que viajan con sus pose-
siones y comercian con ellas. La meta de casi todos los comerciantes
marinos parece ser que es acumular una pequeña fortuna, lo suficiente
como para poder retirarse de la vida marina y dedicarse ellos mismos a
los préstamos 15• La pequeña escala de operaciones del comerciante
está índicada por su total dependencia de los préstamos. Un prestamis-
ta se jacta de que:

los recursos necesarios para los que se dedican al comercío no pro-


vienen de los que toman, sino de los que prestan; y ningún barco. ni
. , . . ~

caprtan n1 pasaiero se hana a la mar. sí se le quita la parte aportada


por los que prestan 16•

Indudablemente una exageración, sin embargo debe de tener su


parte de verdad.
Uno de los más importantes discursos privados es el que hizo con-
tra Díonisidoro 17• El caso trata del incumplimiento de pago en un prés-
tamo. El demandante el prestamista- es un meteco. En su discurso
avisa al jurado de las desgraciadas consecuencias que puede tener un
fallo en su contra:

... aunque hoy estáis decidiendo sólo un caso, en realídad, estáis fijan-
do la ley para todo el puerto, y muchos de los que están dedicados
al comercio marítimo están aquí mirando para ver qué decidís sobre
esta cuestión 18•

Si el demandante pierde, los comerciantes estarán convencidos de


que nada podrá evitar el incumplimiento de los contratos, puesto que
nadie estará dispuesto a arriesgar su dinero en préstamos, y entonces
el comercio no podrá continuar adelante. Les aconseja que no deben
permitirlo. El pasaje es contundente:

... no afecta menos a los intereses de la masa de vuestro pueblo, que


a los de aquellos dedicados al comercio, que forman un cuerpo de
hombres útíles al pueblo y a los individuos que tienen trato con
ellos. Por esta razón deberíais cuidar de sus intereses 1~.
280
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El demandante parece contrastar el grupo de comerciantes con el ·:,
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cuerpo ciudadano, pero insiste en que los intereses de los ciudadanos ....
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son en este caso idénticos a los de ese grupo. Parece contratado por ...:·:
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los grandes mercaderes. que también hacen préstamos a la masa de
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pequenos comerciantes.
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Eran los metecos los que equipaban los pequeños barcos de carga ::

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-y por tanto servían a la armada en tiempo de guerra- y realizaban ...·
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un sinfín de actividades para el buen funcionamiento de un gran puer- ..
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to. El astuto <<Viejo Oligarca>> se niega a expresar su sorpresa por la ......
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libertad otorgada a los esclavos y a la multitud de metecos en la recien- .
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te democracía. Los atenienses, dice, .·
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han establecido la igualdad de palabra entre nuestros esclavos y los ...··..·.··...


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hombres libres; y también entre nuestros metecos y ciudadanos, :'.'
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porque la ciudad necesita a sus metecos para satisfacer las demandas ·.··
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de diversidad de trabajos y para los propósitos de su armada 20. ..
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Esto demuestra que pocos ciudadanos importantes se considera- ..
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ban comerciantes. Su queja contra la democracia no era que otorgaba ·::.
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a los metecos el status de comerciantes, sino que la democracia, al ... ..·.
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hacerlo, estaba fortaleciendo a la armada, y por tanto su influencia ;'.
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111. Vías y recursos '.)


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El tratamiento más preciso del problema aparece en un panfleto ····.


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atribuido a Jenofonte que no deja lugar a dudas sobre el status del ·:.
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comercio en Atenas. Durante mucho tiempo. los estudiosos negaron la ....


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autenticidad de esta obra porque consideraban su propósito indigno .:.
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de tan famoso autor. Pero si su atribución a Jenofonte por los antiguos :.<..
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fue errónea, suponemos que fue más bien por lo contrario, es decir, ::,'
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porque nada de lo que nos ha legado su pluma puede compararse con ::;
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este panfleto en la pureza de su concepción y de su ejecución. ..


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Su originalidad radica en la idea de que la riqueza, el poder y la "


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seguridad pueden ser producto de la paz más que de la guerra. Que la . ..
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fuerza no es el mejor medio de adquirir riquezas era una idea que >
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Hesíodo había ya concebido antes con respecto al individuo en su ;·.:.


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máxima del <<poco a poco>>; pero en relacíón al Estado, esta idea no se
les había ocurrido antes a los griegos.
La estructura del panfleto demuestra gran vigor. Probablemente fue
un panfleto político editado por el extremista partido pacifista de
Eubulus: ofrecía, por tanto, los argumentos más fuertes para conseguir
un incremento pacífico de los ingresos del Estado. Basa su posición
sobre fundamentos morales: los actos de injusticia cometidos por los
mismos atenienses con sus supuestos aliados, pero que en realidad
eran sus sirvientes, había sido un tema de debate de los más mordaces.
Jenofonte concede cierto peso al argumento de que Atenas estaba
obligada a actuar así con el fin de alimentar a su población. Se debía dar
preferencia a la cuestión de

si los cíudadanos podían obtener por cualquier medio su comida cul-


tivándola en su propio suelo, lo que ciertamente sen'a la forma más
justa Pensé que si esto era así. serían liberados de la pobreza, y tam-
bién de la suspicacia con que los mira el mundo griego 21 •

,
Después de un breve elogio a los supuestos recursos naturales del
Atica, sugiere tres métodos fundamentales para incrementar los ingre-
sos de Atenas: atraer más metecos a El Pireo 22, atraer más comercian-
tes extranjeros 23, y tomar medidas para hacer las minas de plata más
rentables para Atenas 24. No hay nada que demuestre que el plan peca-
ba de algún defecto inherente que lo hiciera totalmente impracticable.
Después de discutir el casi seguro éxito de estas medidas, demuestra
que todas ellas dependían del mantenimiento de la paz. La guerra, por
otro lado, sólo sirve para agotar los recursos 25• Así, si se aceptaba su
sugerencia, <<todos los griegos nos verán con más afecto, viviremos más
seguros, y seremos más gloriosos>> 26•
Pero aquí sólo nos interesan algunas de las propuestas que hizo en
relación al comercio. Consideramos ahora las dos primeras. La primera
sería dar los pasos oportunos para facilitar el asentamiento de los
extranjeros.

En vez de limitamos a las bendiciones que podemos llamar


naturales. supongamos que, en primer lugar. estudiáramos los intere-
ses de los residentes extranjeros. Porque en ellos tenemos las mejo-
res fuentes de ingresos, en mi opinión, en tanto que ellos son auto-
suficientes, y están tan lejos de recibir pago por los muchos servícios
282
..'
..,·
que prestan a los estados, que además hacen su contribución pagan- .·.,
do un impuesto especial 27• ..
.

.·.
. ·.

Para atraer a los extranjeros deberían eliminarse todas las desven- ·...
..
..•.
tajas que sufren los metecos, a menos que esto supusiera una conside- :

:

rable pérdida para el estado. Dejarlos exentos del deber de servir en


la infantería. pero permitirles entrar en la caballería. una organización
honorífica. Darles el derecho a tener propiedades que no estén en
uso, siempre que construyan sus casas en ellas. Por último, adjudicarles
una guarnición de vigilantes para extranjeros, comparables a los guar-
..
dianes de los huérfanos, concediendo honores a los que sean capaces . ..·.
... .
de atraer más extranjeros. Dicho plan <<incrementaría nuestros ingre-
..
sos>> 28• ..
·,
La otra propuesta, íntimamente ligada a la primera, es atraer a
.. '·

los comerciantes extranjeros en gran número, además de a los mete- .'


..
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cos. <<Elevar el número de residentes y visitantes nos llevaría por ..

..
supuesto al correspondiente aumento del volumen de nuestras ..··.
..
..
importaciones y exportaciones, de las ventas, las rentas y los dere- ..
.·.
chos de aduana>> 29 . .,

Para realizar esto sólo se necesitarían unas cuantas medidas per- .,


·.
fectamente ideadas. Premiar a los jueces que dicten sentencia en el ..
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juzgado comercial de Atenas con la máxima rapidez, llevaría a los . :·


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·.
extranjeros a comerciar en El .Pireo, puesto que no quedarían deteni- .'

dos innecesariamente 30• Los mercaderes y propietarios de barcos ..
..
·.
·.
..
...
que transportan cargas importantes a Atenas deberían ser premiados
con asientos distinguidos en los acontecimientos públicos 31 • Y se .·
·.
:

debería formar un fondo para construir albergues para los marineros ·.·
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en los alrededores del puerto de El Pireo, y también otros para los ...
. ·..
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mercaderes favorables al emporío, así como <<casas públicas para ....
..
entretenimiento de todos los que vengan a la ciudad>> 32• Si además ...·
..: '.
de estas medidas se mantiene la paz, la prosperidad queda asegurada. ·.·.
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pues ....··..
..
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si el Estado está tranquilo, ¿qué clase de hombre no le prestará aten- .·:
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ción? Los marinos y mercaderes encabezarán la lista. Luego estarán .. ....
..
los que tienen ríquezas en grano y vino, aceite y ganado; hombres .:
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con cerebro y dinero para invertir... Además. ¿dónde van a encontrar . .·.
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mejor fortuna los que quieren comprar o vender muchas cosas que ..
...·.
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en Atenas? 33• ,.
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283 ..
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En ninguna parte de este discurso hay el más mínimo indicio de
que los atenienses estuvieran involucrados en el comercio. Ni siquiera
se sugiere que los ingresos pudieran incrementarse mediante el aumen-
to de las actividades comerciales de sus ciudadanos. Todo lo contrario,
se debe convencer a los extranjeros para que visiten o se asienten en
Atenas. La visita o la permanencia de los extranjeros incrementaría los
ingresos mediante un impuesto del 2 % sobre importaciones, exporta-
ciones y los impuestos del puerto, mientras que se podrían obtener
ingresos adicionales alquilando las tabernas y casas públicas propiedad
del Estado. Los intereses de la exportación son inexistentes. El único
hincapié se hace sobre los ingresos derivados de las actividades de
compra y venta de los extranjeros en El Pireo: en la medida en que el
interés está en el comercio más que en los ingresos derivados de él, lo
que se discute es la importación de mercancías esenciales. Atraer a los
metecos tiene la ventaja adicional de los considerables ingresos deriva-
dos del impuesto de residencia.
Aparte de la ausencia total de cualquier sugerencia con respecto a
las actividades comerciales de los ciudadanos, no hay señal y esto es
lo más sorprendente de temor por los daños que pueda ocasionar la
competencia comercial con los comerciantes nativos. Considerando el
grado en que el Estado actuaba como garantía de la subsistencia de los
ciudadanos -las propuestas tenían como finalidad asegurar medios
alternativos para que el estado garantizara esta subsistencia-, es
inconcebible que el plan de Jenofonte pudiera haber perjudicado al
comercio ateniense. El comercio para Jenofonte significaba comercio
realizado por los extranjeros, del que Atenas se beneficiaba, directa-
mente, a través de la importación de una gran variedad de bienes. e,
indirectamente, a través de los ingresos derivados del comercio.
Para resumir: había distintos tipos de comerciantes, los dedicados
al comercio local y los dedicados al comercio exterior. Las dos formas
de comercio eran radicalmente distintas. El comercio local -y no
otro- era comercío mercantil. El comercio exterior era parcialmente
administrado, parcialmente un comercio de regalos: y los aislados ele-
mentos de mercado que aparecían en él tenían relativamente poca
importancia.

284
Notas
' Platón, República, 371 D.
2 H. Knomnga. Emporos, pág. 114.
3 lbíd.. passim.

.. Hasebroek, Trode ond Politics in Ancient Greece, trad. L. M. Fraser y D. C.


Macgregor (Londres, G. Bell and Sons, 1933). págs. 1-8.
5 M. l. Finkelsteín, <<Emperos, Naukleros, ans Ka.pélos>>. Ctassicol Philology. 30

( l 935). 320-36. Finkelstein matiza este juicio añadiendo, «El cuidado con que se con-
servó la distinción es otro asunto», (pág. 336).
6 Jenofonte. Memorabilia, 111, 7. 6.
7
Finkelstein, «Emporos,>, pág. 328. núm. 37 para Grecia. Para el mundo antiguo en
general. cf. Max Weber, General Economic History. trad. Frank H. Knight (Glencoe, 111.
The Free Press, 1950), capítulos 15-16.
9 Demóstenes. Discursos Privados. trad. A. T. Murray (Cambridge. Harvard
.
',

',

University Press. 1964), LVII, 29·3 I. "

9
{bíd., 33-34.
1:) lbíd., 34.
11 Esta afirmación parece tener una excepción. los habitantes de Rodas. que al

parecer fueron «un pueblo comercial».


' 2 Aristóteles, Constitución de Atenas. XII. 4.
' 3 Jenofonte, Vías y Recursos. 11.
' 4 No existían abogados profesionales en los juicios atenienses: el demandante y el

demandado tenían que defenderse ellos mismos. Por consiguiente. se desarrolló la cos- ,'

tumbre de contratar a un orador para que preparara el discurso que luego memorizaba "
,'
....
el ínteresado. ' .
r:. Demóstenes. Discursos Privados, XXXIII. 4.
16
lbíd.. XXXIV, S 1.
17 Cf. capítulo 14.

16 Demóstenes, Discursos Privados, LVI. 48. " .


.; .
' .
l 't lbíd., 50. . .:. ·.
...
" ..
20 Psudo-Jenofonte (<<El Viejo Oligarca»), Constitución de Atenas, l. ".
. ..
." ..
21 Jenofonte. Vías y Recursos. l. "
.,
22
lbíd.. 11. ",.

13 lbíd.. 111. .
24
lbíd., IV. .•
',

25 /bid., V.

2.6 lbíd., VI.


27 /bíd .. 11. 1. (El impuesto de residencia era 12 dracmas al año para los hombres. y.

bajo algunas condiciones, 6 para las mujeres.)


ª
2 lbíd., 11. 7.

~ lbíd.. 111. S.
30 lbíd.. 111. 3.

) I lbíd.. 111, 4.

32 lbíd., 111. 12.


33 Jbíd., V, 3-4.
285
.."·
14. Las importaciones de grano

¿Por qué Atenas, quizás la primera ciudad mercado de la historia


con su famoso ágora, no llegó a ser la pionera del comercio de merca-
do? ¿Por qué su extrema dependencia de la importación de grano.
combinada con su experiencia pionera en el mercado de alimentos. no
le llevó a establecer un mercado internacional de grano, que segura-
mente hubiera solucionado su problema? En realidad. ¿por qué se incli-
nó más bien en la dirección opuesta, obstaculizando la iniciativa egipcia
de establecer dicho mercado? No es necesario compartir prejuicios
ahistóricos a favor de los métodos comerciales para ver el problema
del comercio de grano en Atenas en términos sencillos.
Por consiguiente, nuestras preguntas son las siguientes: ¿hasta qué .·. '.

punto las condiciones del comercio de grano en la Grecia clásica per-


mitían el desarrollo del comercio de mercado? O, a la inversa, ¿hasta
qué punto esa circunstancia impidió tal desarrollo y necesitó el uso de
métodos administrativos de comercio para asegurar el suministro de
grano?
La respuesta radica en la configuración geográfica y política de las
regiones de las que procedía el suministro de grano y las rutas de
comunicación. Estas condiciones, bajo las cuales tenían que emplearse
medios militares y diplomáticos para asegurar que los suministros llega-
ran a tiempo, así como la seguridad de las rutas comerciales, determi-
naron los métodos y la organización del comercio de grano.
Nueve décimas partes
,
de la respuesta radica en circunstancias geo-
gráficas que tenían al Atica constantemente angustiada por el suminis-
tro externo de su pan diario. y que, finalmente, le llevaron a buscar
como fuentes de suministro, el Mar Negro. Egipto y Sicilia, sucesiva-
287
mente. El resto se puede resumír diciendo que, aunque la política exte-
rior ateniense era ante todo una polftica centrada en el grano. apenas
se vio afectada por consideraciones comerciales o inspírada por los lla-
mados intereses comerciales. La razón de esta aparente paradoja que-
dará de manifiesto al hacer un pequeño esbozo de la historia del
comercio de grano.

l. Producción y consumo de grano

,
En su conjunto, Grecia carece de tierra cultivable, y el suelo del
Atica, en especial, es más apropiado para el cultívo de viñas y olivos.
Después de la crisis de Solón, en ningún momento volvió a cultivar
Atenas más que una fracción del grano que consumía, aun cuando éste,
en unión del pescado fresco y en salazón, constituía la base de su dieta.
Si tuviéramos que establecer un factor determinante en la política de
casi toda la Grecia continental, sin duda alguna sería su dependencia de
las importaciones de grano para su alimentación.
El pensamiento político y social griego pudo muy bíen haber refleja-
do esta circunstancia inalterable. A veces se tiene la tentación de afir-
mar que los griegos nunca desarrollaron el concepto de lo económico
porque en ningún momento el país pudo apoyar su suministro de ali-
mentos en el mercado. que es el verdadero tema de esa disciplina. En
su lugar se centraron en la teoría política, que, casi hasta nuestros días.
ha mantenido el protagonismo de la polis ática. Su constante necesidad
de encontrar un suministro de alimentos apropiado, convirtió el princi-
pio de autosuficiencia en el postulado básico de su existencia, y. por
tanto, de su teoría del Estado. La autarquía, para la mentalidad helénica,
se convirtió en el fundamento de la polis. En este punto Aristóteles
estaba de acuerdo con Platón; ambos compartían la convicción de que
la población ciudadana de la polis debía estar formada por granjeros. En
realidad, no se podía sacar otra conclusión de la historia de Atenas.
Todos los estudiosos de la antigüedad griega están de acuerdo en
esta extrema dependencia de las importaciones de grano. Rostovtzeff
ha demostrado que, todavía en el siglo tercero, esta insuficiencia era
tan fuerte que no había señal de rivalidad comercial entre los dos gran-
des productores de grano. Egipto y Crimea Gundy insiste en que
1

todos los Estados interiores de Grecia, con la posible excepción de


288
.
Tesalia, eran, en mayor o menor grado, , dependientes de las importa-
cienes 2• Jardé ha asegurado que el Atica podía absorber siempre cual-
3
quier cantidad de importaciones sin que cayeran los precios •
Es posible hacer una valoración superficial del déficit de Atenas en
cereales. Puesto que no se puede llegar a la exactitud estadística cuan-
do se trata de la antigüedad, las cifras no pueden hacer más que indicar
órdenes de magnitud.
En cuanto a la población del Ática, la máxima autoridad en cifras es
A. W. Gomme. Existe una sorprendente fiuctuación en el total, así
como en las partes. El' calcula que la población total en el 431 a.c. era
de 315.000 habitantes, de los cuales 172.000 eran ciudadanos, 28.500
metecos y 115.000 esclavos. Seis años después, tras la plaga, el total
había descendido a 218.000, con 116.000 ciudadanos. En el año 323, el
total vuelve a ser 258.000; 112.000 ciudadanos, 42.000 metecos y
104.000 esclavos 4 . Se puede decir; por tanto, que la poblacion oscilaba
entre los 200.000 y 300.000, siendo esta última cifra superior antes de
los estragos de la plaga a principios de la guerra del Peloponeso.
La única información que tenemos sobre la producción doméstica
de grano proviene del siglo cuarto. Una inscripción eleusina del
'
329 a.C., permite calcular la producción del Atica en 368.850 medim-
nos. Pero de este total, sólo 28.500 medimnos eran de trigo, y el resto
de cebada, una proporción de uno a diez. Aunque este pudo ser un
. .
mal año, Gomme calcula la producción máxima en 410.000 medimnos .
5. Tod la sitúa en 450.000 6• Según los cálculos de Beloch, existía un

consumo anual per cápita de seis medimnos. por lo que, con esa pro-
ducción nacional se podía alimentar como mucho a 75.000 personas.
Con una población media de 200.000 a 300.000 habitantes, se necesi-
taría importar medio millón de medimnos, , o por lo menos dos o tres
veces la producción anual doméstica. Esta debió de ser insuficiente
incluso para alimentar, a la población agraria. Aún en el 170 a.C., cuan-
do la población del Atica probablemente era mucho menor que en la
era clásica. los embajadores atenienses en Roma manifestaron que
7
Atenas <<mantenía incluso a los granjeros con el grano importado>> .
Sin embargo. la dependencia de las importaciones de grano era
mayor de lo que muestran las dudosas estadísticas. Mientras que el
conjunto de la población necesitaba las importaciones para cubrir una
gran parte de su alimentación, los ciudadanos dependían de ellas casi
por completo. Nuestras cifras se referían al total de trigo y cebada.
289
Pero la cebada era considerada útil sólo para los esclavos y metecos:
un ciudadano sólo comía cebada si era muy pobre o si se estaba
muriendo de hambre. Arístófanes, mofándose de la dístribución demo-
crática del grano, recuerda a su audiencia que la asignación de cinco
medimnos en el 424 a.C. no era más que pura cebada 8. Un orador en
el Deipnosoffsta dice: <<No nos interesa la cebada... puesto que la ciudad
está rebosante de pan de trigo>> 9 . Mientras el trigo era considerado el
alimento básico del ciudadano, no constítuía más que una décima parte
de la producción nacional -suficiente
,
quizás para alimentar a 8.000 o
9.000 ciudadanos. Para el Atica las importaciones se referían general-
mente a las de trígo. Una buena parte de los esclavos se alimentaba
con la producción doméstica de cebada; los ciudadanos dependían
enteramente de las importaciones 10• Según Naum Jasny. el trigo
<<dominaba el comercio internacíonal de grano de la era clásica casi
hasta la exclusión de los demás cereales>> 11 •
Esta situación está específicamente confirmada por un discurso de
Demóstenes, en que observa que se habían importado 400.000
medimnos de trigo del Ponto en el 338, y que esas importaciones
igualaban el total de importaciones que hacía Atenas de otros luga-
res 12 • La cifra. añadía, se podía comprobar fácilmente echando un vis-
tazo a los libros de los inspectores del emporio. Eso supondn'a un
volumen de importación de 800.000 medimnos de trigo en ese año.
Kocevalov, un filólogo ruso, dice que esta cifra de 400.000 medimnos
se refería solamente al Panticapeo, el <<puerto interior>>, y no a
Teodosia, de donde se traía una cantidad similar 13• Aceptando estas
cifras, llegamos a un total de importación de 1.600.000 medimnos.
Incluyendo la cosecha nacional de 400.000, el total ascendería a unos
2.800.000 medimnos. bastante más que la cifra tradicionalmente acep-
tada. De vez en cuando. la relación entre el grano importado y el pro-
ducido seria de seis a uno.
Pero no es necesario insistir más en este punto. Hoy día existe un
amplio consenso con respecto a que el suministro de grano dominaba
la politica exterior ateniense. Grundy afirma abiertamente que la políti-
ca exterior era política de la alimentación 14 • Y también Glotz 15•
Francotte, una autoridad en la materia, declaró que <<la premiere des
questios économiques pour les Grecs était celle du pain>> 16• ,
La cuestión es cómo adquirian el grano; hasta qué punto el Atica
podía asegurar el suministro con el incentivo de los precios; o si la
290
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forma de procurarse dichas importaciones era casi exclusivamente el :,.:
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método diplomático o la política civil y militar. ,.).


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Se nos vienen ahora. como ejemplos. tres potencias que importa- r
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ban en gran parte su suministro de alimentos: las ciudades-estado de ......' .
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Atenas y Roma en la antigüedad. y Gran Bretaña desde 1770. En cada ••.·
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caso -distinto según las circunstancias- se siguieron consecuencias ·.
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La Inglaterra del libre comercio representa el ejemplo clásico de ·.:.
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dependencia de las materias primas de un mercado mundial. En princi- ......·..:


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pio, sacrificó su agricultura doméstica después de 1846 en nombre de la ·.:
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doctrina de los costes comparativos. Durante medio siglo, su riqueza y :,
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su poder justificaron aparentemente su abandono de la autosuficiencia. >.

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Pero desde la Primera Guerra Mundial cada vez se ha hecho más evi- ::
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del control financiero, militar o político que Gran Bretaña tenía sobre el ::,
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comercio mundial. Tras perder el control, Gran Bretaña se enfrenta al ..
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engañoso mecanismo de un mercado mundial no regulado. Por consi- :·.::
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guiente, está intentando líberarse de tal dependencia mediante acuer- ...·
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dos a largo plazo y otros instrumentos de comercio administrado. ..,:
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El Imperio Romano adoptó la otra alternativa. Más que apoyarse .·,
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en el <<mercado mundial del grano>> que se había establecido a finales ·.:


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del siglo cuarto en el Mediterráneo oriental, Roma aplastó deliberada- •.
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mente este mercado y tomó el control directo sobre los principales ::.
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territorios que eran grandes productores de grano. Primero fue con- :;
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quistada Sicilia en el siglo tercero, que a partir de entonces, y durante .·.
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toda la historia de Roma, siguió siendo su <<granero>>. En el año 6 a.C., .......
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el emperador asumió la responsabilidad de alimentar a la ciudad de ::.
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Roma, y cumplió su compromíso gracias a los tributos en especie que ..
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exigió a las provincias. Además de Sicilia, nos cuenta Josefo, Egipto ;
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enviaba suficiente grano para alimentar a Roma durante cuatro meses y .,
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África durante ocho 17 ; probablemente esto alcanzaba la cifra de ..
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2.900.000 y 5.800.000 modios respectivamente 18• Puesto que la res- .
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ponsabilidad del emperador iba más allá de alimentar a la ciudad de ·.
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Roma -también tenía que hacerlo con el ejército y la casa imperial-, ..::
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tuvieron que emplearse métodos de comercio administrado. ..
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Rostovtzeff. al hablar de lo que él considera la prueba efectiva de la .·..'

intensa actividad capitalista en el Imperio Romano, se ve obligado a ..

admitir la primacía del comercio administrado:


291
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Debe admitirse... que el mayor consumidor era la annona impe-


rial, y que la mayoría de los comerciantes, que muchas veces eran
también los propietarios de los barcos y de los almacenes, trabaja-
ban en nombre del emperador, es decir, en nombre de la población
de la ciudad de Roma y el ejército... La annona imperial era la princi-
pal fuerza motriz del comercio interprovincial, comprando y trans-
portando grandes cantidades de cereales, aceite, vino, carne, pesca-
do, madera, cueros, metales y ropa para, abastecer las necesidades
de los ejércítos del Rin, el Danubio y el Eufrates. y algunos de estos
artículos para las necesidades de la capital 19.

Atenas nunca alcanzó el esplendor imperial de Roma. Durante


medio siglo memorable, la suya fue una triunfante talasocracia que con-
troló directamente las rutas comerciales y, por medíos políticos, las
fuentes de suministro de los mares orientales. Cuando perdió su con-
trol estratégico, volvió a adoptar una serie de complejos métodos
administrativos para asegurar su suministro de alimentos. Esos méto-
dos iban fundamentalmente destinados a sacar ventaja de los elemen-
tos de mercado introducidos entonces por los estados costeros dentro
del
, comercio de grano del mundo heléníco, sin someter el suministro del
Atica al control de esos estados.

11. La admínístración del comercio

Empecemos por el principio.


El embargo solónico sobre la exportacíón de grano es el primer
ejemplo en el que la política pública se ocupa del suministro del trigo:
nunca dejaría de hacerlo.
Una reunión de la Asamblea Ateniense en cada pritaneo -una
décima parte del año- se llamaba Asamblea <<soberana>>; en esta reu-
nión, según Aristóteles,

el pueblo tiene que ratíficar la continuidad de los magistrados en sus


cargos, si están cumpliendo correctamente sus deberes, y considerar el
suministro de grano y la defensa del país 20• (Subrayado de K. P.)

Suministro de grano. defensa nacional, y continua supervisión de los


magistrados, en otras palabras, son los tres temas que deben ser consi-
292
..•...

derados. al menos una vez en cada pritaneo, por la Asamblea. El sumi-


nistro de grano, según Jenofonte, encabeza la lista de temas que debe
dominar el futuro estadista; los otros son gastos e ingresos del Estado,
la guerra, la defensa nacional. y las minas de plata 21 • ·

El embargo solónico nunca fue anulado sino que se reforzó. La


legislación. en general, estaba hecha para atraer a Atenas la mayor can-
tidad posible de grano y evitar que fuera a otros lugares. A ningún resi-
dente ateniense se le permitía transportar grano a otro lugar que no
fuera Atenas; y. en caso de violación de esta ley. estaban previstos los
<<más severos castigos>> 22. No se podía fletar ningún barco a menos
que se asegurara que a la vuelta se traería a Atenas una carga de grano
o de otros artículos necesarios establecidos legalmente 23• Podemos
suponer que la madera y otros materiales para la construcción de bar-
cos eran los primeros en la lista, aunque, originalmente, sólo se men-
ciona el grano. Dado que, como hemos dicho, el pequeño emporos no
podía hacerse al mar sin un préstamo, es de imaginar que esta regula-
ción debió de tener suma importancia.
Como se puede inferir de estos pasajes, la organización de las
importaciones de grano fue un ejemplo de comercio administrado. La
seguridad de las rutas comerciales. los términos del comercio -inclu-
yendo el precio hasta un punto considerable- y las fuentes de donde
provenían las mercancías. eran fijadas en su mayon'a por tratado u otros
acuerdos diplomáticos, normalmente gracias a privilegios personales
como contrapartida de preferencias comerciales, aunque el verdadero
comercio tenía lugar. por lo general. en el mismo puerto comercial.
Hasta qué punto esto implicaba la administración del comercio queda
de manifiesto en un pasaje de la Retórica de Aristóteles, cuando, al
señalar las materias que debe dominar un estadista, resume sucinta-
mente los rasgos,
administrativos de los métodos de abastecimiento de
alimentos del Atica.

... en cuanto a los alimentos, él (el estadista) debería saber qué gas-
tos son suficíentes para mantener el Estado; qué tipo de alimentos
se producen en el país o cuáles deben ser importados; y qué expor-
taciones e importaciones es preciso hacer, con el fin de que los con-
tratos y los acuerdos puedan hacerse con las partes que puedan
cumplirlos 14 .
293
Los grandes productores de grano enumerados por Teofrasto eran
Asiria, Egipto, Libia, Ponto, Tracia y Sicilia. Pero eso fue a finales del siglo
cuarto; en épocas anteriores, el poder de Persia impidió a los atenien-
ses el acceso al sureste, y a Egipto y Libia por el sur. aunque Atenas
parece que sacó algunas importaciones de este último país; el desarro-
llo de Síracusa en el oeste, junto con la rivalidad del Peloponeso, detu-
vo la influencia ateniense en Sicilia durante mucho tiempo. Tracia y la
zona del Mar Negro ~especialmente el interior de Crimea, situado a
ambas orillas del llamado Bósforo cimmeriano sirvieron así como el
principal granero de Atenas en la época clásica.

111. E( grano de/ norte y del este

Pisístrato fue el primero en intentarr extender el poderío ateniense


hacia el noreste, hacia Tracia, y las regiones del Mar Negro. Recuperó
Sigeo, en la orilla sur de la entrada al Helesponto, y apoyó a Milcíades
en la ocupación del Quersoneso tracio, en la orilla norte. El grano de
esta región pudo haber sido pagado con los vasos negros del Ática y
las piezas de oro y bronce atenienses que datan de esa época, porque
se han encontrado allí en gran cantidad. El comercio se hizo posible
mediante el establecimiento de un <<equilibrio estable>> entre las tribus
escitas alrededor de esta época 25• La expansión persa en Europa en las
dos últimas décadas del siglo sexto, debió de impedir este comercio,
que volvió a reanudarse, sín embargo, a gran escala, después de la
derrota persa en Salamina.
Lo que no está claro es si el comercio griego con la región del Mar
Negro tuvo alguna repercusión antes del siglo séptimo. Las primeras
colonias eran simples asentamientos de granjeros, no lugares de
comercio. Una parte de esos asentamientos, sobre todo bajo los auspi-
cios milesos, se establecieron, primero en la orilla sur del Mar Negro, y
luego, en la orilla norte. Pero hasta el siglo quinto no pasaron a estar
bajo el control y la influencia ateniense,, siempre con el único móvil de
satisfacer las necesidades de grano del Atica.
Hasta mediados del siglo quinto, los productos del Mar Negro no
eran transportados a Grecia únicamente por vía marft:ima. La ruta mari-
na era la más barata, pero muchas veces era demasiado arriesgada,
demasiado dura, y demasiado lenta. Las fuertes corrientes traicioneras
294
.
del Bósforo tracio eran muy temidas, tanto como lo son hoy en día. Se
26
ha hecho famosa la descripción que Polibio hizo de ellas • El temor se
mantuvo hasta el sorprendente progreso que hicieron la navegación y
27
los astilleros como resultado de las Guerras Médicas • Los primeros ..,.
..
marinos no se lanzaban a mar abierto si podían hacer el camino por la ....
costa; tenían un miedo atroz a bordear un cabo, y preferían, a ser posi- ..,.
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ble, transportar sus pequeños barcos por una ruta terrestre. Los pri- ,.

meros comerciantes del Ponto evitaban bordear el cabo que guardaba .··,

el Bósforo tracio. En lugar de navegar por el mar de Mármara (el ....


...·..'
Proponte de los antiguos) y aparecer por los Dardanelos, descargaban
sus mercancías en la costa oeste del Mar Negro en Odessa, Mesembria ...·
..
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o Apolonía. Desde allí, hacían que las transportaran por tierra los nati- '
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vos del Valle de Hebros, bajando por el río hasta el emporio de Ainos, ·.
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en la desembocadura egea del río 28. Esta ciudad. aunque situada en la
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parte más estéril de Tracia, era una de las más prósperas de la re- ...·.
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gión 29, ocupando en relación al comercio del Mar Negro, una posición .·..
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tan estratégica como Bizancio 30. La rivalidad de Ainos, el puerto '.
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comercial de la ruta terrestre, y Bizancio, el puerto comercial de la ruta


marítima. revelará en términos concretos las condiciones militares y
polft:icas del comercio de grano.
Bizancio, la Estambul de nuestros días, rivalizaba con Ainos en el
siglo quinto a.C. en su lucha por la supremacía. Fundada a mediados
del siglo séptimo, unos 20 años después de Calcedonia, al otro lado
del estrecho, Bizancio, como Calcedonia, siguió siendo un asentamien-
to agrícola sin importancia en los dos siglos siguientes. Era superior a
Calcedonia solamente por la pesca 31 • Los colonos de Megara habían
fundado ambas ciudades: primero Calcedonia debido a su fértil suelo,
ya que la industria pesquera de Bizancio no fue explotada hasta algún
tiempo después. Heródoto, escritor de mediados del siglo quinto,
cuando la ventaja comercial de Bizancio ya era notable, ridiculizó a los
calcedonios por su ceguera al haberse instalado en el lado equivocado
del estrecho 32. Pero esto sólo demuestra lo poco importante que
había sido la ruta del Ponto cuando se fundó la ciudad, ya que era
imposible no ver la situación perfecta de Bizancio sí, a comienzos del
siglo séptimo, el comercio se hubiera desplazado por los estrechos,
puesto que las corrientes obligan a todos los barcos que provienen
del Mar Negro a detenerse en el Bósforo. Seguramente una parte del
grano del Proponte llegó al Egeo. Heródoto describe a Jerjes contem-
295
:· ., •• < ••

piando los barcos cargados de grano cruzando el Helesponto de cami-


no a Egina o al Peloponeso 33• Incluso dice que cuando Mileto exilió al
tirano Histeo, éste navegó hacia Bizanc10 con ocho trirremes y se apo-
deró de todos los barcos que venían del Ponto 34 • No se hace men-
ción al hecho de que Atenas recibiera grano de Crimea en aquella
,
epoca.
Bizancio cayó ante el avance persa hacia Europa en el 512 a.C., y la
población huyó hacia el puerto de Mesembria en el Mar Negro; la ciu-
dad fue incendiada 35, y no volvió a reconstruírse hasta que se volvió a
reconquistar a los persas en el 479 36• Durante más de una generación
la influencia y el control de Persia se extendió por la mayor parte de
Tracía; Ainos y las otras ciudades griegas del Quersoneso empezaron a
acuñar monedas según el patrón persa 37 • En esta época, Grecia debió
de quedarse sin el suministro de grano del Mar Negro. e incluso del
Proponte.
En el 479 a.C., año de la retirada persa de Europa, encontramos a
Ainos elevándose a la cumbre de la gloria y la riqueza, como queda
reflejado en sus monedas y en las listas de tributos atenienses. En el
474 empezó a acuñar los tetradracmas, que por su belleza y artesanía
no han sido superados por los de ninguna otra ciudad griega 38. Se le
asignó un tributo anual de doce talentos desde el 454 al 450 a.C. como
miembro de la Confederación de Delos.
Pero la riqueza y la grandeza de Ainos fueron breves; antes del ter-
cer cuarto del siglo quinto. había sido reducida a la pobreza y a una
relativa oscuridad. Se le redujo su tributo a diez talentos entre el 445 y
el 440 a. C., y en los dos años siguientes bajó a sólo cuatro talentos;
Ainos no volvió a pagar ningún tributo desde el 437 en adelante 39• A
partir de ese momento, la ciudad quedó reducida al mínimo 40•
El surgimiento de Bizancio fue tan meteórico, como lo fue la caída
de Ainos. En el 452, el primer año en que aparece en la lista de tribu-
tos, no pagaba nada. Cinco años después. se le asignaron cuatro talen-
tos y 3.000 dracmas, que aumentó a quince talentos en el 443. 18 en el
436, y 21 talentos y 4.320 dracmas en el 425 41 •
El simultáneo declíve de Ainos y el auge de Bizancio tuvieron su
raíz en un simple acontecimiento: la sustitución de la tradicional ruta
terrestre por la nueva ruta marítima. El factor impulsor fue la creación
de un imperio autóctono en Tracia, que acabó con la ruta terrestre,
296
••••• •••••

.
aunque también debieron de intervenir en el proceso las mejoras en la
navegación y en la construcción de barcos. Pero fue decisivo el elemen-
to militar: Entre los años 480 y 460 a.c .• Teres, jefe de los odrisios, una
tribu tracia. creó un imperio que se extendía desde Abdera, en el Egeo,
hasta la desembocadura del Danubio en el Mar Negro 42, y que incluía
como súbditos a las tribus tracias, los formidables getas 43, y las <<otras
hordas>> que vrvían junto al Danubio en la frontera de Escitia 44• Bajo
sus sucesores, Sitalco y Seute, se consolidó el imperio y se convirtió en
una rica y poderosa potencia. En el 431, dos años después de la muer-
te de Teres. los atenienses buscaron la alianza con Sitalco, y Tucídides
observó que su reino era
muy poderoso y en ingresos y prosperidad general excedía a todas
las naciones de Europa situadas entre el Mar Jónico y el Euxíno; era
el segundo en el tamaño y fuerza de su ejército. aunque bastante
inferior al de los escitas. Porque si los escitas se unieran. no habría
nación que pudiera compararse a ellos... "5•

El auge de este imperio dejó la ruta marítima como única alternati-


va, y. por consiguiente. empobreció a Aínos. <<El establecimiento del
reinado odrisio a través de las rutas comerciales que proveían la rique-
za de Ainos, la llevaron a su virtual extinción>>, según el estudio que
hizo Casson sobre la historia y la arqueología de esta región 46• Puesto
que los asaltos de los getas salvajes cortaron el comercio de Apolonia
en los tiempos de Estrabón 47, podemos suponer que hubo interferen-
cias similares en épocas anteriores. Los arqueólogos y numismáticos
están de acuerdo en que el crecimiento del imperio odrisio puso fin al
comercio terrestre. Tan íntima era esta correlación negativa que, a fina-
les de siglo, alrededor del 412 a.C., Ainos disfrutó de un resurgimiento
temporal de su riqueza <<como no había vísto en treinta años>> "Is, resul-
tado de una lucha por la supremacía entre los príncipes odrisios. Tras la
muerte de Seuto 1, fue exiliado un príncipe local que había gobernado
el territorio desde el río Hebros hasta el mar de Mármara, y este terri-
torio quedó separado del imperio odrisio. El giro de los acontecimien-
tos abrió una vez más la ruta terrestre que iba al Mar Negro por Ainos,
y la ciudad disfrutó de treinta años de prosperidad que se acabó nue-
vamente cuando el imperio volvió a consolidarse bajo Cotis 49 •
Correspondientemente encontramos el tributo de Bizancio reducido a
15 talentos en el 414, de los 22 que pagaba en el 425.
297
Los mismos acontecimientos que destruyeron la ruta comercial de
Ainos también aislaron a Bizancio del interior. Otras tribus tracias. espe-
cialmente los astas, iniciaron una serie de asaltos que continuaron
durante varios siglos. Estos ataques hacían imposible la agricultura 50, y
así la ciudad se vio literalmente desplazada al borde del agua y, por
necesidad, tuvo que empezar a ganarse la vida en el mar. Bízancio no
perdió su oportunidad: casi de la noche a la mañana se convirtió deli-
beradamente en un emporio. No fue el crecimiento gradual de los fac-
tores económicos, sino un cataclismo político lo que llevó a crear este
asentamiento comercial. Se ha conservado una descripción incompleta
de esta transformación en la Oeconomica 51 de Pseudo-Aristóteles, de
la que hablaremos más adelante cuando tratemos el asunto del puerto
comercial.
Bizancio fue reconquistada a los persas por la flota helénica bajo el
mando del espartano Pausanias, en el 479, y fue entonces cuando se
volvió a restablecer 52• Pero dos años después, cuando Pausanias empe-
zó a mostrar simpatía por los persas, fue expulsado del territorio por
una tlota ateniense bajo las órdenes de Cimón 53 . Los tratados de
Pausanias con el emperador persa estaban poniendo en peligro el
suministro de grano del Mar Negro.
Los veinte años siguientes vieron la fundación de la Confederación
de Delos y su conversión en imperio ateniense. Hacia el 454, cuando el
tesoro de la Liga se trasladó de Delos a Atenas, la Liga incluía quizás
260 ciudades, agrupadas en cinco divisiones: la Tracia, el Helesponto,
Jonia, Caria, y las islas. El distrito de Tracia se extendía desde Metón, al
oeste hasta Ainos; el Helesponto incluia Quersoneso y las ciudades
griegas a orillas del Proponto y el Mar Negro 54• Durante este período,
los atenienses intentaron sin éxito obtener el control sobre la Tracia en
el norte y sobre Egipto en el sur. Tomaron Eíon, en la desembocadura
del n'o Estrimón, en el 476, pero su intento de colonización fue impedi-
do por las tribus tracias. También intentaron sin éxito tomar la ciudad
de Dorisco, en el lado norte de la desembocadura del río Hebros
(enfrente de Ainos. que está en el lado sur). Los atenienses se asegura-
ron las zonas que rodeaban la Tracia: en el 474, por ejemplo, tomaron
la isla de Sícros, en la ruta a la Tracia occidental, y Tasos, con sus minas
de oro, frente a la costa tracia, que era miembro de la Liga. La expedi-
ción egipcia, que tenía como fin flanquear Persia, acabó en el desastre
del 455/4.
298
1

1
IV. La talasocracia ateniense 1
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.·:1

El poder persa bloqueó las ambiciones atenienses en el sur, el creci- 1


miento del imperio odriso evitó la expansión ateniense por el norte J
hacia Tracia. por lo que, en los años centrales del siglo, hubo un impor- 1
1
tante gíro en la polftica exterior ateniense. Pericles hizo que todos los ••.,
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esfuerzos se centraran en la dirección del Mar Negro, que estaba ahora 1
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en peligro 55 . ,
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El peligro inmediato estaba en la propia ruta comercial. El imperio ..•
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odriso avanzaba hacía el Proponte; el control de Bizancio y Sestos '

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hubiera significado el dominio del comercio a ambos lados del mar. En ..·•..,•
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el 465 se habían enviado delegados a Bizancio y otras ciudades para .¡
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recoger los tributos y <<representar los intereses de Atenas>> 56; algunos .·,
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delegados especiales, llamados <<guardianes del Helesponto>>, estaban ·.::
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57 ..;
destacados en Sestos para controlar el paso de barcos • Bizancio :;
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domina la salida del Bósforo. mientras que Sestos, <<el pecho de grano :·.;
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de El Pi reo>> 58, vigila la salida del Helesponto. Por tanto, Pericles perso- ....
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...
nalmente encabezó una expedición al Quersoneso tracio; formó una ,·
'
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colonia con 1.000 hombres y construyó una pequeña muralla a través ..·.:..
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del estrecho, entre el Egeo y el Proponte, que protegía el istmo contra ..:i.
las íncursiones de los tracios 59 • De todas sus expediciones, escríbe
J
:,
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Plutarco, ésta <<fue celebrada con el más afectuoso recuerdo, pues dio ..
....
·;

la salvación a los helenos que allí moraban>> 60. .;.


:;
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Pericles estaba decidido a proteger la ruta comercial tanto de los <

.·:·
..·.'
enemigos bárbaros como de los griegos. Desde el Helesponto no se lle- ::·
..
..:;
vaba grano directamente a El Pireo, puesto que hubiera significado bor- ..;·
....
::

dear el siniestro cabo de Sunio, en el extremo sur del Ática. (En esta ·.·
.,.·.
..:
época Pericles era <<admirado y celebrado incluso entre los extranjeros>> ..
:

porque había sido capaz de circunnavegar el Peloponeso.) 61 En vez de '


::,'
.·.·.
eso, los bienes del Helesponto se descargaban en Histlaia, en el extre- .·.'
mo norte de Eubea, de donde eran llevados ,
al mar eubeo y embarca- ..
·.

dos a Oropos, en la ribera norte del Atica, y desde allí otra vez portie- ..
'
rra a Atenas vía Decelea 62• La rebelión eubea en el 477/5 creó, por ...

..
tanto, un peligro para el suministro ateniense, tan grande como la .:·.
...

expansión de los odrisos. Pericles atacó inmediatamente la isla con 50 .·,'


..
.·...
barcos y 5.000 hoplitas y la obligó a rendirse. La isla fue tratada con cle- .,
.·.
...;
mencia. a excepción de Histlaia. Sus ciudadanos fueron expulsados de
allí porque se habían atrevido a obstaculizar a la armada ateniense, y en
299


su lugar, se instalaron los atenienses. Plutarco díce que Pericles <<les trató
de forma tan inexorable, y sólo a ellos, porque habían tomado prisione-
ro a un barco ático y habían asesinado a su tripulación>> 63 . La sabiduría
de Pericles al reconocer esta amenaza y saber cómo enfrentarse nació
de su experiencia en la guerra del Peloponeso. Cuando los espartanos
tomaron Decelea en el 413, tuvieron que transportar el grano por mar
bordeando el cabo Sunio, <<a un alto coste>> 64•
En el 448/7 aproximadamente, se instaló en la isla de Lemnos una
colonia de unos 2.000 hombres, y cinco años después se estableció
otra de 1.000 hombres, más o menos, en lmbros, la isla que gobernaba
la entrada al Helesponto desde el Egeo. Pericles sometió las ciudades
griegas de la región del Mar Negro al dominio de Atenas 65. En el
437/6, condujo un <<enorme y espléndidamente equipado armamento>>
al Mar Negro, donde

realizó lo que deseaban las ciudades griegas, y las trató con humani-
dad, ante las naciones bárbaras vecinas y ante sus reyes y soberanos
desplegó la magnitud de sus fuerzas y el intrépido coraje con el que
navegaban por donde quisieran y que les había puesto todo el mar
bajo su control 66•

En el 438/7 se estableció con ayuda ateniense la dinastía espartóci-


da en Crimea, que permaneció leal a Atenas durante al menos un siglo,
y en ese mismo año se formó otra colonia ateniense en la vecina
Ninfea 67• El reinado espartócida del Bósforo de Crimea tuvo su capital
en Patincapeo. y más tarde anexionó Teodosía, los dos principales
puertos comerciales del grano escita y crimeano. Por razones descono-
cidas, Atenas fue incapaz de tomar posición en Olbia, una ciudad clave
en la orilla noroccidental: por tanto, el grano tenía que trasladarse cru-
zando el Mar Negro y luego por la orilla suroccidental en camino hacia
los estrechos del Bósforo 68• Los colonos atenienses se asentaron en
Sinopa, controlando la ruta, y a ambos lados de esta ciudad, en Astaco
y Amiso 69•
Así el control militar ateniense del comercio del grano era total.
Para asegurar su supremacía, Atenas prohibió la entrada al Mar Negro
a todo barco que no fuera ateniense para el transporte de grano a
Atenas; la prohibición no excluía a los <<aliados>> 70. Bizancio fue el
punto capital del sistema; los otros Estados sólo podían comprar grano
300
en Bizancio con un permiso especial de Atenas. Tenemos confirmación
de ello gracias a un decreto. conservado hasta nuestros días, que data
del 426/5 y que se refiere a Metona, una ciudad macedonia que era
miembro de la Liga Ateniense. Metona se comprometió a suministrar
un regimiento de soldados para una guerra de los atenienses en Tracia;
como recompensa, se le garantizó permiso para comprar todos los
años una cantidad determinada de grano en Bizancío. Por cada compra,
había que dar una notificación por escrito a los delegados atenienses de
Bizancio, mas a ningún barco de Metona se le permitía pasar por esta
ciudad 71 •
Bajo esas condiciones, el grano tenía que ser comprado y vendido
con las equivalencias convenidas; la persistencia durante varios siglos de
la creencia de que el precio justo del trigo era de cinco dracmas por
medimno 72, a la vista de lo que parece ser un aumento secular de los
precios, probablemente tuvo sus raíces en dichos tratados. También
debemos tener en cuenta la persistencia de la relación dos a uno en
cuanto a los precios del trigo y la cebada. desde el siglo cuarto al
segundo, a pesar de las violentas fluctuaciones del precio del grano en
general 73. Es falsa la concepción moderna de que, una vez establecido,
el mercado de grano pudiera haber asegurado el mismo grado de esta-
bilidad de precios.
De esta forma el grano se transporta por una ruta específica, pro-
tegida por las colonias y el poder naval ateniense, de acuerdo con la
política exterior de Atenas. El grano se compraba en el gran emporio
de Panticapeo. Rostovtzeff intuye que debió de existir una especie de
oikos comercial en esa región de Grecia por parte de los señores y tira-
nos de la zona. en que ellos venderian tanto los productos de sus pro-
pios estados feudales como, en mayor medida, el grano que compra-
ban a las tribus escitas del interior 74• Heródoto cuenta, no sin sorpresa,
que los escitas cosechaban el grano, <<no para su uso personal, sino
para venderlo>> 75• A mediados del siglo cuarto, el reino del Bósforo
abrió otro emporio, Teodosia, que en virtud de su mejor bahía pronto
suplantó a Panticapeo 76• Estos emporios no debieron de diferír mucho
en su organización de los primeros puertos comerciales e industrias
europeas, tal como los encontramos establecidos en las costas africanas
de la Pimienta, los Dientes, el Oro y los Esclavos. Desde Panticapeo el
grano cruzaba el Mar Negro y por la orilla sur llegaba a Bizancio, donde
una parte era revendida a varios estados griegos. El grueso de la carga
301
era embarcado en dirección al gran emporio de El Pireo, donde dos
tercios -una regulación del siglo cuarto que ya debía existir desde
antes- tenían que ser llevados a Atenas 77• Que los estados griegos
del interior compraban, de hecho, una gran parte de sus alimentos en
el emporio ateniense de El Pireo, es evidente por la importancia adscri-
ta al decreto de Pericles, según el cual se prohibía a los megaros entrar
en el mercado ateniense consecuencia inmedíata de la guerra del
Peloponeso. Mientras Tucídídes demuestra que esto fue más una pro-
vocación deliberada que una causa subyacente, el retrato que hace
Aristófanes de los campesinos megaros indigentes en Los Azcaníenses
puede que no esté muy tejos de la verdad. Aristófanes, dice que ésta es
la razón de la guerra para denunciar lo que él consideraba una triviali-
dad. El Viejo Oligarca también explica el papel crucial del poderío ate-
niense en el mar para mantener su imperio:

... puesto que no existe Estado que no dependa de las importaciones


y exportaciones, y las perderá sí no presta atención a los que domi-
nan el mar 78 .

La derrota de Atenas por Esparta en la guerra del Peloponeso des-


truyó temporalmente su control sobre el comercio del grano. Uno de
los instrumentos de la estrategia espartana fue un ataque a la ruta de
suministro del enemigo. Agis, al sitiar Atenas en el 409, vio <<gran
número de barcos cargados de grano en dirección a El Pireo>> y pensó
que jamás podría derrotar a Atenas si antes no cortaba su suministro
de grano. Por eso envió al hijo del proxeno bizantino en Esparta a
Bizancio en un intento por apartar a esa ciudad, así como a Calcedonia,
del lado ateniense 79• Esto ocurrió después de la toma de Decelea -a
medio camino entre Oropos y Atenas por los espartanos. que ha-
bían cerrado así la ruta terrestre desde Eubea. Los espartanos también
intentaron cortar el suministro de grano desd~ Egipto. Finalmente,
Atenas perdió su flota, y la guerra, en el 405.

V. Avances del siglo cuarto

Tan pronto como Atenas recuperó la supremacía naval tras la gue-


rra del Peloponeso en el 394, se firmó un tratado comercial entre
302
Atenas y Sátiro. gobernador del reino Bósforo 80. Pero el comercio
administrado del siglo cuarto era muy distinto de aquél del siglo quinto
en cuanto al grado de control de Atenas. En el siglo quinto Atenas
administraba el comercio casi exclusivamente, puesto que las ciudades
del Bósforo estaban bajo su mandato. En el siglo cuarto, el comercío del
Ponto estaba administrado como comercio de tratados entre grandes
potencias. Atenas controlaba el mar sólo desde el Bósforo tracio hacia
el oeste, mientras que el, ahora poderoso, reíno de Címmeria mante-
nía su dominio sobre el Mar Negro 81 • Los reyes del Bósforo eran jefes
de comerciantes cuya riqueza provenía del grano del que se apropia-
ban; y Atenas, a su vez, necesitaba el grano del Bósforo. De la misma
forma. cuando, tras la muerte de Alejandro, Egipto gobernaba el Egeo
en tiempos de Ptolomeo Filadelfio, descubrimos que existían relaciones
diplomáticas entre el Bósforo y Egipto 82 •
Se han conservado detalles de este comercio administrado durante
el reinado del más grande rey del Bósforo, Leucon (alrededor de 388 al
348 a.C.). en varios discursos de Demóstenes. Leucon, <<que controla
el comercio>>, le garantizaba prioridad de cargamento a cualquier
comerciante que llevara grano a Atenas, y eximía a tales mercaderes de
pagar un trigésimo por los aranceles 83 • Estos derechos se aplicaban tra-
dícionalmente a Panticapeo, el puerto comercial de grano. Pero Leucon
también abrió otro emporium, como el mismo Demóstenes lo llama, en '
Teodosia, y aplicó allí los mismos privilegíos 84 • Teodosia había sido un .'·.
..·
emporio importante en épocas anteriores. antes de que las incursiones ·..·
·.
escitas pusieran fin a su grandeza. Las conquistas de Leucon devolvie- ·.·
·.
ron a Teodosia su papel de emporio 85 • En recompensa. Atenas conce- ·...
•.•

dió la ciudadanía a Leucon, eximiéndole de todas las obligaciones cívi- ...


·.

cas, y le coronó con una guirnalda de oro en las panateneas. El decreto .....

por el que se le concedían estos derechos y honores se grabó en pie- ....
,.•
dra por triplicado; una copia se puso en El Pireo, otra en Panticapeo, y .·
..
la última en el templo de Zeus a la entrada del Mar Negro 86. En el
..

.
L
347, el año siguíente de la muerte de Leucon, sus hijos, Espartaco 11 y
Perísades 1, que le sucedieron, enviaron emisarios a Atenas para anun-
ciar la muerte de su padre y su intención de continuar su política. Los
atenienses dictaron un decreto en su honor en El Pireo (haciendo
87 ..
honor también a un tercer hermano que no compartía el poder) . ·.
.
·.
Perísades se convirtió en gobernador en el 334/3, y un orador atenien- '

se le atribuye la renovación de los privilegios 88. .


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303 ·.·.


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...


·.
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..
Aunque Atenas era la nación más favorecida por este comercio de
tratado, sin embargo no disfrutó del mismo monopolio que había teni-
do en el siglo anterior. Un decreto en honor de Leucon aprobado en
Arcadia en el 369 a.C., sugiere que esta ciudad también disfrutaba de
algunos privilegios. Y en el 350, Mitílene, en la isla de Lesbos, recibió
permiso de Leucon para comprar 100.000 medimnos de grano con
un impuesto de exportación de sólo el 11/ 9 %; en las exportaciones
superiores a esa cantidad se cargaba un impuesto de 12/ 3 %, que supo-
nía un ahorro de más de la mitad del impuesto normal sobre una
exportación 89 •
El rey Leucon también hizo donaciones de grano a Atenas.
Demóstenes dice que esta donación en el 357 fue tan grande que el
sitones (un oficial tipo tamkarum encargado de comprar grano por el
gobierno en situaciones extremas) tuvo un excedente de 15 talentos
para el tesoro después de haber repartido el grano 90• Esto debe signifi-
car una de dos cosas: o el grano era un regalo total y fue distríbuído
como de costumbre a los ciudadanos, siendo vendido el resto para
beneficio del tesoro; o Leucon vendió el grano a Atenas a mucho
menos del precio normal, siendo los 15 talentos la diferencia entre el
coste y el precio de reventa. La primera alternativa parece la más pro-
bable en este caso. Estrabón, al hablar de la superioridad de Teodosia
sobre Panticapeo, señala que Leucon envió una vez 2.1 00.000 medim-
nos -una cantidad muy alta a Atenas desde Teodosia 91 • Esto puede
referirse a la misma donación o a otra, o simplemente puede represen-
tar el total de los envíos anuales a Atenas.
El ejemplo de Mitilene demuestra que el comercio administrado
entre Atenas y Crimea era excepcional. Hasebroek observó que
<<todos los llamados tratados comerciales que nos han llegado desde
los tiempos pre-helénicos no se ocupan de las ventajas comerciales,
sino del suministro de grano y otros artículos de primera necesidad,
incluyendo materiales de defensa y para la construcción de barcos>> 92.
Los suministros de grano estaban casi totalmente asegurados por los
tratados, que, en general, se referían al derecho a comprar mercancías
en un determinado puerto o puertos y al de obtener ventajas con res-
pecto al transporte: a la exención total o parcial de derechos de adua-
na: a seguridad frente a embargos; y a la prioridad de carga, es decir, a
las condiciones en las que se daba el comercio Atenas-Bósforo 93.
Atenas sólo tuvo un éxito parcial en sus esfuerzos por mantener el
304
control de la mitad occidental de la ruta del Ponto. En el 387, un trata-
do con Clazomene, en la costa de Asia Menor, concedió a esa ciudad
permiso para comprar grano en determinadas ciudades 94• Pero otras
ciudades antes dependientes, especialmente la misma Bizancio, reafir-
maban su independencia de vez en cuando incautando barcos con
grano, o expropiando el grano u obligando a los barcos a pagar los
impuestos de aduana. Así, durante una guerra espartana con Atenas en
el 387/6, el general espartano. con más de 80 barcos bajo sus órdenes,
95
ímpidió a los barcos del Mar Negro navegar en dirección a Atenas .
Una de las primeras medidas tomadas por Filipo de Macedonia, padre
de Alejandro Magno, al intentar formar un imperio en el Egeo, fue con-
trolar el suministro de grano a Atenas. Según Demóstenes, el rey Filipo

observando que consumimos más grano importado que cualquier


otra nación... avanzó hacia la Tracia, y lo primero que hizo fue solici-
tar la ayuda de los bizantinos como aliados suyos en la guerra 96•

Atenas tenía cada vez más dificultades para mantener a Bizancio


dentro de su esfera de influencia. Alrededor del 360, se vio obligada a
escoltar los barcos cargados de grano porque los bizantinos estaban
97
<<otra vez>> obligándolos a poner rumbo a Bizancio para descargar allí •
Quedan pruebas de algunos casos de captura de barcos cargados de
grano por parte de Bizancio, Calcedonia, Cizico, Quíos, Cos, Rodas y
Macedonia entre el 362 y el 338 98 • Dos años después, Alejandro suce-
dió a su padre en el trono. y en cuanto emprendió sus grandes campa-
ñas en Oriente, desvió el suministro de grano del Mar Negro para sus
ejércitos, y con ello puso fin prácticamente al comercio ~teniense. No
puede ser mera casualidad que en los años siguientes el Atica conocie-
ra la mayor carestía desde los tiempos de Salón.
Más que nada, fue el genio politice de Pericles el responsable de la
organización del comercio de grano ateniense con el Mar Negro. Era
un maestro de la Realpolitik; se regía por el principio de limitar la políti-
ca ateniense a lo alcanzable. El control sobre la ruta del Mar Negro y
los países vecinos estaba al alcance del poder de Atenas; a partir de ahí
intentó canalizar los esfuerzos atenienses en esa dirección y restringirlos
en otras. Plutarco, continuando su descripción de la expedición de
Pericles al Mar Negro, ofrece un análisis completo de sorprendente
profundidad:
305
Pero en otros asuntos no sucumbía a los vanos impulsos de los
ciudadanos, ni se dejaba llevar por la marea cuando se mostraban
deseosos, por su sensación de poder y buena fortuna, de poner
nuevamente las manos sobre Egipto e importunar a los territorios
del Rey (es decir, Persia) que se extendían a lo largo de la orilla del
mar. Muchos estaban también poseídos por esa desmesurada e
insospechada pasión por Sicilía, que fue más tarde avivada por ora-
dores como Alcibíades. Y había también algunos otros que seguían
soñando con Toscana y Cartago...
Pero Pericles estaba siempre intentando apartar de ellos estas
extravagancias. cortar su desmedido deseo de expansión. y dirigir la
mayor parte de sus fuerzas a salvaguardar y conservar lo que ya
habían ganado.
... Que estaba en lo cierto al querer confinar el poder de los ate-
nienses a Grecia, quedó ampliamente demostrado con lo que vino a
acontecer después 99•

En resumen, Pericles desarrolló el suministro de grano del Mar


Negro como una alternativa al siciliano y al egipcio, que estaban blo-
queados por los poderes de Persia y Siracusa respectivamente. Atenas
había hecho un esfuerzo enorme por arrebatar a Persia el poderío
sobre Egipto unos años antes. El intento casi acabó en el desastre total.
Pericles, finalmente, resistió a las pretensiones de atacar de nuevo a
Egipto.

VI. Egipto

El interés de Atenas en Egipto estaba motivado en parte por sacar


provecho de la vasta producción de grano egipcia. Es así como un pre-
tendiente libio al trono de Egipto, envíó a Atenas una donación de
40.000 medimnos de trigo en el 445 a.c. con la esperanza de ganarse
su apoyo 100• Unos veinte años después. el rey egipcio Amasís envió a
Atenas una buena cantidad de cebada durante una época de hambre, a
cambio de su alianza contra Persia 101 : un regalo que Aristófanes ridicu-
lizó porque el envío era sólo de cebada, y no de trigo. El grano, eviden-
temente, era una forma de persuadir a Atenas para que tomara parte
en las relaciones Egipto-Persia.
Es dificil asegurar hasta qué punto Atenas recibía grano de Egipto
306
en esta época, porque no hay pruebas contundentes. Puede que hubie-
ra un hilo comercial entre Grecia y Egipto desde el tercer milenio hasta
el siglo diez aproximadamente, cuando las conmociones que llevaron al
fin de la civilización de Micenas lo rompieron por completo. El comer-
cio se trasladó desde Egipto a lo largo de la costa siria y palestina, por
12
mar o por tierra. luego pasó a Chipre y desde allí a Grecia º • Después
de un lapso de unos 300 años, el comercio volvió a resurgir en el siglo
séptimo, debido quizás al superior dominio del mar; puesto que ahora
era posible navegar desde Egipto directamente a Rodas y Creta, y
desde allí a las colonias griegas en Asia Menor 103 . Milete estaba a la
cabeza en esta fase del comercio, llevado a cabo exclusivamente en el
puerto comercial de Naucratis. que. al parecer. había sido fundado
como ciudad griega en el siglo sexto por el rey egipcio Amasis 104• En
este primer período, no se menciona la conexión entre Atenas y
Naucratís.
Aunque la mayoría de los escritores suponen que el grano era una
de las principales exportaciones de Naucratis 105 , no se menciona el
grano en una lista de las exportaciones efectuadas a Grecia desde
Egipto por ese puerto comercial durante los siglos séptimo y sexto 106.
Por otro lado, los mitos egipcios registrados por Diodoro ( una fuente
no muy fiable) dicen que algunos de los antiguos reyes de Atenas eran
egipcios. Uno en particular. Erecteo. <<a través de su conexión racial
con Egipto, llevó desde allí a Atenas un gran suministro de trigo>>
durante una hambruna y por eso se convirtió en rey 107 •
Aunque tenemos datos de un comercio de regalos de carácter
ocasional en el siglo quinto, es difícil determinar en qué medida tuvo
lugar un comercio de tipo más regular. Posiblemente la conquista persa ..'
..

de Egipto debe de haber tenido un efecto perturbador. Por poco o ..


'
·.
mucho trigo que Atenas obtuviera de Egipto, lo que es cierto es que
'
no controlaba el comercio. Al parecer Esparta también conseguía algún ..

suministro de Egipto, puesto que, durante la guerra del Peloponeso. ..'

Atenas atacó la isla espartana de Citera, en el extremo sur de Laconia.


donde <<atracaban los bajeles mercantes que procedían de Egipto y .·
Libia>> 108• Al mismo tiempo, se mencionan las importaciones atenienses '
'i

..'
de Egipto alrededor del 408 a.C., cuando Andocides convenció a ..
..
·.
Chipre para que levantara el embargo sobre las exportaciones de '
·.
·'
grano a Atenas; catorce barcos estaban a punto de entrar en El Pireo. y ·.

otros venían en camino 109• Puesto que la ruta costera de Egipto a


307 ..·'

"..
i

..'
..

·...
..
Chipre seguía siendo popular; quizás más que la ruta directa por el
~ar 110, ~ociemos suponer que este embarque se originó en Egipto. Las
1mportac1ones atenienses de grano de Egipto parece ser que aumenta-
ron a finales del siglo quinto, como demuestran los discursos de
Andocídes. Por eso apunta Rostovtzeff <<el predominio de la influencia
de Atenas en Naucratis a finales de los siglos quinto y cuarto>>, como
demuestra la cerámica y las monedas encontradas allí 111 • A mediados
del siglo cuarto, los atenienses firmaron un decreto en honor de un
c.iu_~adan~ de Naucratis, Teógenes, un hombre <<Con una amable dispo-
s1c1on hacia el pueblo ateniense, que hace todo el bien que puede a los
que acuden a él, en sus asuntos públicos y en los privados>> 11 2. Entre
los asuntos públicos, suponemos que se incluía el suministro de grano.

VI l. Sjracusa

La tercera gran fuente de suministro de grano -la isla de Sicilia-


estaba fuera de la órbita del poder ateniense. La postura de Atenas era
tentadora. Podemos imaginar el tamaño de la cosecha siciliana por la
oferta he~_ha. por ~elón, tirano de Siracusa, de suministrar grano <<para
todo el eJercrto griego>> durante toda la Guerra Médica, a condición de
ser nombrado comandante en jefe del ejército o de la flota griega 113.
Aunque no hay pruebas reales de las exportaciones de trigo siciliano a
Grecia antes del siglo quinto, no podemos dudar de que hubo un ver-
dadero comercio y bastante significativo. Las colonias occidentales no
pudieron haber pagado sus importaciones de la Grecia continental de
ninguna otra manera 114 • Aunque el volumen de comercio durante el
sigl~ quinto no se puede determinar con exactitud, sí sabemos que
tenia un carácter regular 115• El Peloponeso era su principal cliente.
Ate~as estaba excluida de esta fuente por Corinto, que se sentaba
a horcaJa~as sobre la ruta comercial. Su posición estratégica, junto con
sus colonias en el Adriático, le daban el dominio sobre el comercio
con el Occidente 116• La ruptura de Atenas con Corinto alrededor del
¿60, en el mon:'ento de la expedición a Egipto, pudo significar sólo un
intento de presionar para conseguir el dominio de todas las fuentes de
grano del exterior 117• Atenas atacó primero Corinto indirectamente
tomando Egina, destruyendo el comercio de Megara, y llevando Beoci~
a la rendición, para poder tomar una posición en el golfo de Corinto.
308
Pero, en última instancia, el asegurar las importaciones de grano de
Occidente dependía del control parcial de los puertos comerciales del
sur de Sicilia e Italia. <<Se podía haber logrado nada menos que el éxito
de la expedición de Siracusa>> 118 • Así intervinieron los atenienses a
favor de los leontinas en su guerra local con Siracusa:

aparentemente basándose en sus relaciones. pero. en realidad, por-


que no querían que llegara al Peloponeso el trigo de Sicilia. Más aún,
querían ver qué posibilidades tenían de tomar en sus manos el con-
trol de los asuntos sicilianos 119•

Fue esta manera del suministro de grano al Peloponeso lo que


llevó a Atenas a entrar en conflicto con Esparta. La presión ateniense
hacia el istmo de Corinto fue reconocida como un peligro por Esparta
y sus aliados; Esparta y Corinto quedaron así unidos por un peligro
común. La guerra del Peloponeso fue el resultado del intento ateniense
de controlar el suministro de grano de Occidente.
Nos hemos concentrado ,
en el comercio del grano, tanto por su
vital importancia para el Atica, como porque todas las pruebas del
comercio griego nos llevan naturalmente a él. Los historiadores reco-
nocen hoy en día que las importaciones de grano dominaron la política
exterior ateniense y determinaron en gran parte el curso de su histo-
ria. Aunque éste ha sido reconocido como un hecho, los historiadores
económicos no han sido capaces de darle toda la importancia que se
merece como la fuerza que conformó la organización del comercio.
Fue un comercio administrado, llevado a cabo en los puertos comer-
ciales mediante tratados, y fielmente ajustado a la política naval. Ningún
otro medio se hubiera adaptado a las circunstancias. Es la única forma
de comercio que puede encajar en el uso del poder maritimo estricta-
mente aplicado al mantenimiento de la seguridad de rutas concretas y
de ciertos suministros de vital importancia.

Notas
1 Rostovtzeff, <<Great Sightseers in Egypt>>. journaJ of Egyptian Archeology. 14,
( 1928). pág. 14.
309
. ·....... '··1 ·

2
G.B. Grundy, Thucydides and the History of his Age. 2.ª edición (Oxford. 1948).
vol. 1, pág. 90.
3
A. F. V. Jarcié, Les céréo(es dans J'antiquité Grecque (Paris. 1925). pág. 184.
~ A.W. Gomme, The Popufation o( Athens ín che Fi~h and Fourth Centunes B. C.
(Oxford. B. Blackwell, 1933). pág. 26.
s (bíd., págs. 28-33.
6
Cambridge Ancient History (Cambridge, At the University Press. 1927-1939). vol. 5,
pág. 13.
7
livy, XLI 11. 6.
8
Aristófanes, Las Avispas, 717-718.
9
Ateneo. 111. 1 1l 3A.
10
En el ejército romano se imponían a la tropa como castigo las raciones de ceba-
da en lugar de las de trigo.
11
Naum Jasny. The Wheats Of Classical Antiquitey (Baltimore, The John Hopkíns
Press, 1944). pág. 15.
12
Demóstenes, Discursos Privados, trad. A.T. Murray (Cambridge. Harvard
University Press, 1964), 3 1- 32.
13
Kocévalov. «Die Eínfuhr von Getreide nach Athen». en Rheinisches Museum, 31.
(1932), págs.
,
321-323.
14
Este es el tema principal de la obra de Grundy, Thucydides and the History o( hís
Age. a la que debemos muchas de las ideas de este capítulo.
1
~ G. Glotz. Ancient Greece at Work (Londres. 1926). pág. 297.
16
a
H. Francotte, «Le pain bon marché et le paín gratuit dans les cités grecques»,
en Mélanges Nicole (Ginebra, 1905), pág. 135.
17
Josefo. Guerras Judías, 11. 383, 386.
18
M. Charlesworth, Trade-Routes and Commerce o(the Roman Empire (Cambridge,
1926), pág. 144.
19
Rostovtzeff, Social and Economic History of the Roman Empire (Oxford.
Clarendon Press, 1926). págs. J 48-149.
20
Aristóteles, Constitución de Atenas. XLIII.
21
Jenofonte, Memorabifia, 111, 6.
22
Demóstenes, Discursos Privados, XXXIV, 37.
23
lbíd., XXXV, 50, LVI, 6.
24
Aristóteles, Retórica. l. 4, 11. l 360a 12.
25
E.H. Minns, Scythians and Greeks (Cambridge. J 913), pág. 442.
26
Polibio, IV, 43.
27
Cambridge Ancient History, vol. 5. pág. 19.
28
S. Casson, Macedonia, Thrace and lllya (Oxford. 1926). pág. 255. Según Casson,
esta misma ruta fue utilizada para el comercio local en los tiempos modernos hasta que
se construyó un ferrocanil a comienzos del siglo veinte.
29
Casson. Macedonio, pág. 90; á. J. M. F. May, Ainos. lts Hístory ond Coínage, 474-
341 a.c. (Londres. 1950). passim.
30
«Debido a las peculiares corrientes del Bósforo. todo barco que atraviese el
estrecho debe detenerse en Bizancio», Polibio. IV, 43.
31
Minns. Scythions ond Greeks, pág. 439; cf. Estrabón, VII, 6, 2.
310
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J2 Heródoto. Las Guerras Persas. IV, 144. "


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33 lbíd.. VII. 147. "
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34 /bíd., VI, 5 y 26. "
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J!', lbíd., VI, 33. "
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36 T ucídides. La Guerro del Peloponeso, 1, 94. ".
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:;1 A.B. West, <<Coins from the Thracian Coast>>, en Numísmatic Notes and ','

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Monographs. v. XL. Cf. también M. L. Strack Die antiken Munzen Nordgriechenlands. que "•
"
recalca la influencia persa. :.:
".
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Js c.T. Seltmann. Greeks Coins (Londres. 1933). pág. 145. Cf. también West, ',.
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«Coins from the Thracian Coast», pág. 146. ".


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39 Seltmann. Greek Coins, pág. 14 1• ",
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40 West «Coins from the Thracian Coast>>. pág. 150. •,'
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41 H. Merle. Geschichte der Staedte Byzantion und Kalchedon. pág. 19. ".
·....
4 2 Tucídides, La Guerra de( Peloponeso, 11, 97. :::
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11 Su salvajismo siguió siendo un problema durante el Imperio Romano: Estrabon, ."
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VII. 3. 13. :.:
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44 T ucídides, La Guerra del Peloponeso. 11, 96. ·.··
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45 /bíd .. ll. 97. . .."
:··¡
46 Casson. Macedonia. pág. 201: cf. también West. <<Coi ns fron the Thrac1an "• "

..
..;:

Coast>>. págs. 57. 147, 150. "


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7 Estrabón, VII. 3. 13. ·.·."
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4e West, <<Coins fron the Thracian Coast>>, pág. 121.
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4
9 fb{d.. págs. 123-124. ..:::
".
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so Polibio, IV, 45. ...
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......
si Pseudo-Aristóteles, Oeconomíca. 11, 1346b, 13-26. ""
"
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s2 Tucídides, Lo Guerra de( Peloponeso. l. 94. ".
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~·.
5) fbíd.. 1, 130- 13 l. , ;:·:
..·"..
~4 J. B. Bury, History o( Greece (Londres, Macmíllan. 1913). pág. 325. num. 4. .... .
"
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ss Plutarco. Peric(es. XX. 2-3.


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56 G. Glotz, Histoíre Grecque (Pan's, 1925). vol. l. pág. 19 1· , ::·.
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!'>7 A. E. Zimmem, The Greek Commonwea(th (Oxford, 1931 ). pag. 363. :·:.
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64 T ucídides. La Guerra del Peloponeso, VII. 28. . ...
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6S Rostovtzeff, <<The Bosporan Kingdom>>. en Cambridge Ancient H,story. vol. 8, .: .
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66 Plutarco. Pericles, XX. 1. .: :·.
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68 fbíd .. pág. 565. ",


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69 lbíd.. pág. 564. • ...
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71
Ver también J. Hasebroek. Trade and Polítics in Ancient Greece, trad. L. M. Fraser
y D. C. MacGregor (Londres. G. Bell and Sons, 1933). pág. 143.
n H. Francotte. <<Le pain a bon marché>>, págs. 140-141.
73
Cf. Jardé, Céréales, págs. 182-183; y F. Heichelheím, Wirtschaftliche
Schwonkungen der Zeit von Alexander bis Ausgustus Oena. 1930), págs. 51-52, 57-59.
74
Rostovtzeff, <<The Bosporan Kingdom>>. pág. 569.
75
Heródoto, Las Guerras Persas. IV, 17.
76
Demóstenes, Discursos Privados, XX, 33.
n Aristóteles, Constitución de Atenas, 11.
78
Pseudo-Jenofonte (<<El viejo Oligarca>>). Constitution of the Atheníans, 11.
79
Jenofonte, Helénica, l. 1. 35-36.
80
Rostovtzeff, <<The Bosporan Kingdom>>, pág. 567.
1
8 lbíd., págs. 506-507.
82
Rostovtzeff, <<Greek Sightseers in Egypt>>, pág. 14.
83
Demóstenes, Discursos Prlvados. XX, 31-32.
84 lbíd., 33.
85
Minns, Scythians and Greeks. pág. 574.
86
Demóstenes, Discursos Privados, XX. 36.
87
Minns, Scythians and Greeks. pág. 571. Cf. también Hasebroek, Trade ond Politics,
pág. 114.
88
Demóstenes, Discursos Privados, XXXIV, 36.
89 Mínns, Scythians and Greeks, pág. 576.
90
Demóstenes, Discursos Privados. XX, 33.
91
Estrabón, VII. 4, 6.
92
Hasebroek. Trode and Politics. pág. 111.
9
3 !bid.• págs. 126-127.
94
Francotte. <<Le pain abon marché», pág. 136.
95
Jenofonte, Helénica. V. 1, 28.
96
Demóstenes, Discursos Privados, XVIII. 87.
97
lbíd, L 17.
98
Rostovtzeff, «The Bosporan Kingdom>>, pág. 574.
99
Plutarco, Perle/es, XX. 2: XXII, 1.
100
lbíd. XXXVII, 3. Cf también Dominique Mallet. Les Ropports des Grecs avec
l'Egypte (El Cairo. 1922). pág. 47.
101
Escolíástico a Aristófanes, Las avispas, 716. cita de Dominique Mallet Les pre-
miers établissements des Grecs dans l'Egypte, pág. 283.
102
Harry R. H. Hall. The Ancieni History of Near East. novena edición (Londres,
Methuen, 1936), págs. 144, 161.
103 lb{d.
104
Heródoto. Las Guerras Persas. 11. 178-179.
105
E.g.. Grundy, Thucydides. vol. I, pág. 64. núm. 1.
106
Prinz. Funde aus Naucratis, págs. 111-1 12. El carácter administrado de este
comercio queda de relieve en la afirmación de Prinz de que la cerámica y otros hallaz-
gos muestran que las mismas cerámicas van siempre al mísmo lugar. sin excepción
(pág. 144).
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101 Diodoro, 1, 29, 1. .·:·.
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1 Rostovtzeff. Social and Economic History of the HeUenistic World (Oxford.
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Clarendon Press, 1926). vol. 1, pág. 89. ,::
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11
2 112 206. citado por Smith, Naukrotis, pág. 64. ..
11 3 Heródoto, Las Guerras Persas, VII, 158-160. :·.:.
..
4 T.J. Dumbabin, The Western Greeks (Oxford. 1948). pág. 214.
11

115 lbíd., pág. 21 6.

116
lbíd.. pág. 227.
r 17 lbíd., pág. 215, Grundy. op. cit., vol. l. págs. 185-187.
I re Dunbabin. The Western Greeks, pág. 215.

11 9 T ucídides, La Guerra del Peloponeso, 111, 86.

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15. El crecimiento del comercio de mercado "
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l. Comercio administrado

No hay nada más preciso que el carácter administrado del comer-


cío de grano en la antigüedad. Nos hemos concentrado en esta rama
'
del comercío porque es de crucial importancia para el Atica, aunque es
igualmente cierto que no sólo el comercio de grano, sino todo el
comercio en general, era administrado en ese período.
Citemos las contundentes palabras del Viejo Oligarca:

En cuanto a la riqueza. los atenienses están excepcionalmente


situados en relación a los griegos y bárbaros, por su habilidad para
conseguirla. Dado que siempre hay un estado u otro que es rico en
madera para construir barcos, ¿cuándo podrán disponer de ella si no
es convenciendo a los que dominan el mar? O. suponiendo que la "

..
"
....
riqueza de un estado pueda ser el hierro, o el bronce. o el cáñamo. ',

',,

¿dónde podrán hacer uso de ellos si no es con el permiso del poder ..


"
..
marítimo supremo? Porque, como veréis, éstas son las cosas que "
',

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verdaderamente necesito para mis barcos. Necesito la madera de ',

".
uno, el hierro de otro, el bronce de un tercero. el cáñamo de un
cuarto, la cera de un quinto. etc. 1 •

En otras palabras, las provisiones navales, esenciales para la flota de


la cual dependía a su vez el poder ateniense, estaban sometidas a las ..
..
.,
reglas de un comercio administrado estrictamente controlado. Como "
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ocurría con el grano. Atenas ostentaba el monopolio del comercio de "

madera, hierro, bronce, cáñamo, cera, y similares; ningún estado podía ".
comprar estas materias sin permiso ateniense. en donde quiera que "
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315 . ',
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"
...
dominase el poder ateniense. Y esta polftica ateniense observaba igual-
mente las mismas regulaciones en las áreas que estaban fuera del con-
trol naval ateniense. Porque, añade el Viejo Oligarca, <<tal como son
nuestros rivales no permitirán a nadie que lleve estas cosas a ninguna
parte que no sea donde ellos mismos tienen el dominio del man> 2•
La dependencia ateniense de las importaciones de madera era
especialmente notable, puesto que el Ática, como la mayor parte de
Grecia. era una zona muy desforestada en ese período. Macedonia,
Tracia (y en parte Tesalia) eran sus mayores fuentes de suministro,
junto con el norte de Asia Menor. La importancia del suministro tracio-
macedonio, ya a comienzos del siglo sexto, queda apuntada en la famo.
sa historia de la protesta persa contra Daría por haber regalado una
ciudad tracia al tirano de Jonia, Histeo. El general persa, Magabazo,
reprochaba al emperador:

¡Qué locura habéís cometido, señor, permitir que un griego, un


hombre sabio y sagaz. se adueñe de una ciudad de Tracia, un lugar
donde también hay madera en abundancia para construir barcos y
remos, y donde hay minas de plata... J.

El control del suministro de madera ocupó un lugar primordial en la


guerra del Peloponeso. La captura espartana de Anfípolis, en la desem-
bocadura del río Estrímón, <<causó gran alarma>> en Atenas. por la gran
cantidad de madera que tenía esta ciudad para la construcción de bar-
cos '\ Cuando los espartanos fracasaron al no conducir su campaña
según los deseos del rey macedonio Pérdicas, que se había aliado tem·
poralmente con Esparta, éste firmó un tratado con Atenas en que acor-
daba (entre otras cosas) no permitir las exportaciones de madera para
remos a ningún lugar excepto Atenas 5• De forma similar; las ciudades
griegas de Calcidia firmaron un tratado con Amintas de Macedonia en
el 389, estableciendo las condiciones para la exportación de brea y
madera. Y también hay varios casos de individuos (quizás actuando de
forma oficial o semioficial) a los que se les garantizaba el privilegio de
cortar y exportar madera sin pagar ningún impuesto de aduana. Una
estela fechada alrededor del 350, registra los tratados conjuntos de
Atenas y de las ciudades ceas de Cartea, Coreso y Yule, garantizándole
a Atenas el monopolio del tinte rojo de Cea (ocre rojo). esencial como
pigmento y como droga Según el decreto, el ocre sólo se podía expor-
316
taren las bodegas de los barcos atenienses, siendo el cargo del trans-
6
porte (a pagar por los productores) fijado en un óbolo por talento •
Todas estas regulaciones recuerdan la organización del comercio de
grano. No hay indicaciones de que todos los demás productos básicos
mencionados por el Viejo Oligarca se obtuviesen de otra manera.
Otro tipo de comercio básico era el de esclavos, cuyo suministro
procedía del exterior; siendo su principal fuente los prisioneros de gue-
rra. Sin embargo, desde el siglo quinto hasta la batalla de Mantinea en
el 223. la norma general era vender solamente a la población que no
era griega ni libre. por lo que la mayon'a de los esclavos estaba formada
por <<bárbaros>> cautivos.
La venta de prisioneros de guerra originó problemas tácticos de
gran alcance (como el problema del reparto del botín de guerra en
general): tanto los problemas físicos originados por el alojamiento y el ' .

traslado, como los problemas financieros de su tasación. Por ello, el


comercio de esclavos, al menos en su primera etapa, no podía ser más
que comercio administrado. Al mismo tiempo, su administración ofre-
ció un gran empuje al crecimiento de los puertos comerciales y de los
mercados. En el siglo quinto, los cautivos esclavos eran trasladados al
puerto más cercano para ser vendidos 7 ; a comienzos del siglo cuarto,
un general mercenario espartano, el rey Agesilao, al parecer. desarrolló
la técnica de subastar in situ, pasando así la pesada tarea logística a los
mercaderes de esclavos 8• Este método está íntimamente ligado al cam-
bio de técnicas de aprovisionamiento del ejército; en lugar de andar
buscando por el campo, o depender de los mercados locales, el ejérci-
to va acompañado por unos cuantos mercaderes que venden directa-
mente al general o, con su permiso y a precios convenidos, direc- .
..'
.
.
... ..
tamente a los soldados. .,

Seguramente también se comerciaba con otros artículos que no


eran productos básicos. A los historiadores modernos -y a los mis-
mos atenienses les encanta extenderse sobre la amplísima gama de
mercancías disponibles que había en Atenas. A través de las referencias
literarias se ha compilado una lista en la que se incluyen espadas y
copas calcidias, bronces de Corinto, lanas de Mileso, armas de Argiva,
ajos de Megara, caza y aves de Beocia, queso y cerdo de Síracusa, pasas
e higos de Rodas, bellotas y almendras de Paflagonia, mostaza de
Chipre, cardamomo de Milete, cebollas de Samotracia, mejorana de
Tenedos, vino del Ática, Quíos, Cnido y Tasas, trompetas de Etruria,
317 . ..
!.

. .
...
........

carros de Sicilia, lujosas síllas de Tesalia, camas de Mileto, alfombras y


almohadas de Cartago. incienso de Siria, y perros de caza del Epiro 9 . Y
todo o casi todo debía encontrarse en Atenas, a juzgar por las alusio-
nes de Jenofonte, lsócrates y otros. Por muy impresionante que sea
esta lísta, lo cierto es que en Atenas, además de los productos alimen-
ticios. también había obras de arte o bienes lujosos pero, aunque aña-
diesen una nota de color y animación a la vida de los ricos y contribu-
yesen al ambiente cosmopolita de Atenas, no podemos suponer que la
mostaza, los carros o las almohadas representaran un volumen impor-
tante de comercio. El Viejo Oligarca sugiere, con cierta ironía, que el
comercio de artículos de lujo es una de las ventajas añadidas de la tala-
socracia. En su opinión, estos artículos sólo contribuyen a debilitar la
fibra moral de Atenas.
Sí entramos en pom,enores. es a su dominio del mar a lo que
debe Atenas el descubrimiento de muchos placeres de la vida gra-
cias al intercambio con otros países. Así, puede elegir entre las cosas
de Sicilia e Italia, Chipre, Egipto, Lidia, el Ponto, el Peloponeso, o
cualquier otro lugar, y todas ellas llegan a un centro, debido, como
digo, a su imperio maritimo 10•

El comercio de artículos de lujo, en resumen, es un subproducto


interesante pero menor del comercio administrado de artículos de pri-
mera necesidad. La misma relación existió durante los dos primeros
siglos del Imperio Romano: en los cargamentos de barcos organizados
a través de la annona imperial se permitía dejar un espacio extra para
el comercio privado.

11. La introducción de los elementos de mercado

El capítulo 13, que trataba sobre el comercio de grano, nos llevó


hasta el último cuarto del siglo cuarto: durante casí dos siglos, el
comercío de grano era administrado, un comercio sin mercado. No
hay duda de la existencia de un mercado de grano internacional en el
Mediterráneo oriental a finales del siglo cuarto (que perduró sustan-
cialmente inalterado en su forma hasta la sistematización de la annona
imperial bajo el reinado de Augusto). Ya en el 324 a.C .• los suministros
de grano se desplazaron por el Mediterráneo oriental en respuesta al
318

. .
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''
..
movimiento de precios relativos, y el precio tendió a alcanzar unifor- ..
·.

midad en toda el área. Posiblemente este desarrollo fue paradójico,


pero no perjudica nuestras tesis
,
porque lejos de ser el resultado de la ..

evolución del comercio del Atica fue su antítesis completa. En realidad, '

el grado de desarrollo del mercado en la antigüedad clásica fue pro- ''

·.
ducto, no de Atenas ni de los estados griegos. sino de los superplanifi-
cadores con que contaba el Egipto ptolemaico que adaptaron los
métodos mercantiles de Grecia a las tradicionales técnicas redistríbuti-
vas de los faraones. Y eso no provocó cooperación, sino la oposición
más violenta por parte de Atenas y de los estados griegos -hasta tal
punto. que el genio que se escondía tras ese desarrollo, Cleómenes de
Naucratis, ha sido envilecido y despreciado, incluso hasta nuestros días,
como pocos hombres de la antigüedad.
Cleómenes no creó el mercado <<mundial>> de la nada: existían cier-
tos antecedentes de su desarrollo mercantil desde el siglo cuarto, cuan-
do se vio debilitado el monopolio que Atenas tenía sobre el comercio
de grano. Así, por ejemplo, Jenofonte, alrededor del 385. dice que los
emporoi aman tan intensamente el grano que

al recibir informes de que hay abundancia en alguna parte, los merca-


deres víajarán a buscarlo. Cruzarán el Egeo. el Euxíno. el mar siciliano;
y cuando tengan el máximo posible, lo embarcarán en los mismos
barcos en que ellos navegan. Y cuando precisen dinero, no lanzarán
..
el grano al azar. sino que lo llevarán al lugar donde el grano tenga '
1
más valor y la gente pague al mejor precio, y allí lo venderán '.

Este pasaje señala el desarrollo de ciertos elementos de mercado


en el siglo cuarto, pero apenas indica la existencia de algo parecido a
un sistema de mercado. Las tendencias hacia la <<racionalidad>> econó-
mica de la distribución de grano son. como mucho, incipientes. Por
ejemplo, se hace hincapié en los medios de procurarse el grano: los ,

..
mercaderes se precipitan a cualquier punto donde se dice que hay ...·
...·
..
excedente de grano, no al punto donde los precios del grano son ..

....
bajos. De hecho, no se menciona el precio en un sentido técnico, sino .,'
'·,.
que más bien el contexto sugiere una cierta novedad en la idea de que .,.·
..
....
el mercader pueda decidir por sí mismo dónde vender su grano, en vez ''
de actuar de acuerdo a las directrices imperiales. De ahí, la tentativa de
'
explicar: <<No lanzarán el grano al azar. sino que lo llevarán al lugar
319 '

'
donde el grano tenga más valor y la gente pague al mejor precio>>. El
pasaje fue escrito, suponemos. poco antes de la creación de la segunda
confederación ateniense y antes del restablecimiento de las relaciones
entre Atenas y los reinos del Bósforo. En resumen, cuando el control
ateniense del grano estaba en un momento de declive.
Pero, cualesquiera fueran las circunstancias, nada hubiera sido más
irracional que los intentos de basar los movimientos del grano en los
del precio relativo. El conocimiento que tenemos de los precios en este
periodo (en realidad, de toda la antigüedad y de los tiempos modernos
hasta hace relativamente poco) es bastante pobre; los datos son tan
escasos que es imposible construir ninguna tabla de índices, ni siquiera
para hacer la más burda comparación de los movimientos de precios.
Paradójicamente, es esta falta de datos la que establece un argumento
impresionante contra la existencia de cualquier tipo de organización
mercantil fuera de los estrictos límites de la polis. En realidad. deben'a-
mos esperar que una organización mercantil del comercio produjera
algún grado de uniformidad en los precios y de regularidad en sus
movimientos. Pero lo que hace más dificil utilizar los datos de precios
es precisamente la carencia de modelo alguno. Según Jardé, autoridad
en la materia, <<la régle est la continuelle variation des prix>> variación que
es continua para cualquier zona, entre los diferentes meses de cualquier
año, entre los mismos años, e igualmente entre las diferentes zonas 12 •
Estas variaciones. además, son al azar; no muestran similitud entre las
zonas por un período de tiempo, o entre los díferentes períodos de
tiempo para una o más zonas. Los movimientos de los precios del
grano sólo pueden correlacionarse con acontecimientos políticos, los
precios fluctúan según el cierre y apertura de las rutas comerciales 13 •
Riezler insiste en que no hay justificación para hablar de un <<precio
mundial>> 14• Jardé construyó la siguiente tabla de precios del trigo en
Atenas para ver el grado de variación 15 :

393 a.c. 3 dracmas por medimno


<<comienzos siglo cuarto>> 6 dracmas por medimno
340-330 9 dracmas por medimno
Aprox. 330 5 dracmas por medimno
330/329 5 dracmas por medimno
329/28 6 dracmas por medimno
329/28 I O dracmas por medimno
320
La muestra es contundente y queda confirmada por dos hechos
más: la persistencia a lo largo de más de dos siglos de una proporción
de precios trigo-cebada de dos a uno, sin tener en cuenta las variacio-
nes de sus respectivos precios 16; y la persistencia y peso que tenía en
el mundo griego la idea de que el precio correcto para el trigo era de
cinco dracmas por medimno, siendo considerado el precio superior a
seis dracmas una desgracia pública 17• Puesto que la cebada y el trigo
eran consumidos normalmente por diferentes grupos, y producidos en
diferentes regiones, la persistencia (con pequeñas excepciones) de la
proporción del dos a uno en los precios, parece aún más sorprenden-
te. Seguimos ignorando el mecanismo concreto de su funcionamiento,
aunque la permanencia secular de la proporción se parece al sistema
de equivalencia cebada-plata de Sumeria y Babilonia. La inferencia
negativa es clara: un mercado de precios nunca podría haber produci- ·
do tal uniformidad a lo largo del tiempo, cuando tanto las condiciones
de consumo como las de producción de los dos cereales eran diferen-
tes. Ni tampoco deberíamos considerar la preferencia de los cinco
dracmas para el trigo un prejuicio o un asunto sentimental, sino que se
trataba de un principio normativo de gran eficacia, pues incluso en el
periodo helenístico encontramos una tendencia concreta a volver a
este precio. Tal uniformidad y estabilidad no deberla sorprendernos; el
problema real sería exactamente cómo explicar las fluctuaciones que
.
tuvieron lugar. .
...·
Tal vez la _pregunta pertinente sobre los datos de los precios sería la ..
.
..
de a qué lugar se refieren concretamente. Cuando Jardé, por ejemplo, ..
·•..
cita los precios del grano en Atenas, no está claro si se refiere al precio .
·'

de Atenas, es decir, del ágora. o al precio en el puerto comercial o . ;

emporio, es decir; El Pireo. La diferencia no radica entre comercio al . ...


por mayor o venta al por menor. puesto que a menudo encontramos
que el precio al por menor es inferior al del comercio al por mayor.
Esto no deberla sorprendernos en una época como la nuestra. acos-
tumbrados (si no resignados) a los sistemas duales de precios para el co-
mercio exterior y el interíor. La separación institucional, no sólo entre
comercio interior; exterior y comerciantes, sino también entre sus luga-
res y precios, es vital para comprender el conjunto del problema.
El grano llevado a Atenas como resultado del control ateniense del . '·
:.·:

comercio no entraba en la ciudad indiscriminada o directamente. Las ·.·...


..
mercancías adquiridas en el exterior eran llevadas al emporio situado
321
.
.
.....:::
en el puerto de Atenas, El Pireo; la separación del emporio del resto
de Atenas estaba simbolizada por los mojones que la rodeaban y sepa-
raban de El Pireo en sí, que legal e institucionalmente (aunque no en el
ámbito administrati\10) era una parte de Atenas. El emplazamiento físi-
co del emporio era de hecho un verdadero problema para los griegos.
Aristóteles creía que su separación institucional debería reforzarse geo-
gráficamente: y reprochaba implícitamente a Atenas por situar el empo-
rio dentro de los límites de la ciudad:

... incluso ahora vemos muchos países y ciudades que poseen puer-
tos marítimos y bahías convenientemente situados con respecto a la
ciudad. lo suficiente como para no formar parte de ella y, al mismo
tiempo. no estar lejos, pero con murallas y otras defensas para que
estén bajo su control. Es evidente que si se saca alguna ventaja de
comunicar el puerto con la ciudad. el Estado se quedará con esta
ventaja, y si hay algún resultado perjudicíal, es fácil protegerse contra
él por medio de las regulaciones legales correspondientes, estable-
ciendo qué personas pueden y cuáles no pueden tener relaciones
comerciales entre ellas 18•

Situar el emporio donde lo hicieron. en el lado este de la bahía de


Cántaro, debió de tener pocas complicaciones para los atenienses. Una
complicación mayor surgía del hecho de que el emporio ateniense
estaba a disposición de todo el Egeo, y no solamente de Atenas. algo
que Aristóteles no veía bien, <<pues el estado debe ejercer el comercio
en interés propio. no en beneficio de los extranjeros>>. El emporio es
necesario. puesto que una ciudad debe importar lo que no encuentra
dentro de sus fronteras y exportar sus propios excedentes. Éste es un
propósito legítimo, pues <<los pueblos que abren su mercado al mundo
lo hacen sólo en busca de ganancías, pero un estado que no particípa
en esa búsqueda de beneficios no tiene por qué poseer un emporio>>.
Estos beneficios, debemos recordar. son en gran parte los ingresos
derivados de los impuestos de importación y exportación, las tasas del
puerto y similares. <<fiscalismo>> en el sentido más estricto. Evidente-
mente, el principal problema es la cuestión legal de administrar y regu-
lar el emporio.
Dentro del emporio mismo las transacciones se realizaban en un
largo muelle, conocido como deígma, que se extendía a lo largo de la
bahía en la zona central del emporio. Los emporoi ponían a la vista sus
J22
mercancías a modo de muestrario sobre el deígma; (el término griego
para rnuestrario era un derivado de deigma) donde se sentaban en sus
mesas los cambístas, los trapezites, cambiando y comprobando el dine-
ro, aceptando depósitos de pago, y facilitando en gran medida lastran-
sacciones. Polineo describe un ataque enemigo sobre Atenas durante
el cual los atacantes saltaron sobre el deigma, cogieron el dinero de las
mesas de los cambistas, y salieron de nuevo al mar 19• Jenofonte descri-
be una escena incluso más dramática en la que los atacantes saltan
sobre el deigma, capturan a los mercaderes y a los propietarios de los
º.
barcos. y se los llevan consígo 2
Aparte del deigma, donde se cierran los tratos, se venden las mer-
cancías para el Ática, y para los extranjeros que ias llevarán al exteriori
el emporio tenía su propio ágora, en el extremo norte. No hemos
encontrado ninguna referencia literaria concreta a este ágora, pero su
incuestionable existencia implica que aquellos cuyos negocios les lleva-
ban al emporío, podían aprovisionarse allí sín necesidad de entrar en la
ciudad propiamente dícha. Este propósito parece evidente por la pre-
sencia habitual de tales mercados de alimentos dentro de los puertos
comerciales africanos de los síglos dieciséis al dieciocho. Sin duda, había
también alojamientos dentro del emporio para que pernoctasen los
viajeros, aunque es posible que muchos prefirieran quedarse a bordo
de sus barcos. Jenofonte, que parece proponer la conversión de todo
El Pireo en un vasto emporio en su obra Vías y Recursos, expone las
ventajas de construir fondas y lugares de diversión para atraer a más
metecos y extranjeros. Los que estaban temporalmente en el emporio
no tenían así ocasión de entrar en Atenas; los que estaban permanen-
temente eran metecos y. por tanto, sujetos a la le}' ateniense. .
Una mayor reserva modificó el grado de control de Atenas sobre ;

'

el emporio: el predominio de los intereses de importación de Atenas.


así como los de la mayoría de ciudades griegas. Atenas quería grano
barato e intentaba mantener los precios bajos; pero, sobre todo, necesi-
taba el grano. En la época de Pericles no podía haber conflicto entre
estos dos intereses. <<Dado que un estado u otro siempre es rico en
madera para construir barcos, ¿dónde podrán disponer de ella si no es
convenciendo a los que dominan el mar?>> Aunque nuestros datos de
los precios son escasos y poco interesantes en relación al siglo cuarto,
no tenemos ninguno del siglo quinto. Puesto que no es posible tener
pruebas, podemos deducir que en este período se mantuvieron en el
323 ·
1
1
í.
emporio las equivalencias establecidas, dado que el grano no podía
venderse en ningún lugar más que en El Pireo o Bizancio, por lo que los
precios excesivos no pudieron haber representado un problema. El
emporio actuaba como monopolio de las compras de grano.
Pero el verdadero problema debió de tomar otras formas tras la
caída del imperio ateniense. Para entonces el control ateniense del
suministro de grano del Bósforo no se apoyan'a en el control militar
directo de las rutas maritimas, sino en las ventajas financieras ofrecidas
por los que estaban dispuestos a vender grano a Atenas como resulta-
do de la diplomacia ateniense. Claramente, el poder naval ateniense
• • > •
cons1gu10 estas concesiones de los monarcas del Mar Negro; pero,
como demuestran las continuas capturas de barcos, este poder no era
absoluto. Así, la exención de impuestos a los mercaderes que transpor-
taran cargas a Atenas era puramente relativa, sobre todo desde que
Leucon también hizo descuentos, aunque menores, a otros Estados,
como por ejemplo a Mítilene alrededor del 350 a.c. 21 . Si Atenas
hubiera mantenido los precios por debajo de los de otras ciudades,
habria abierto la posibilidad de perder todo su suministro de grano,
porque entonces los mercaderes, sencillamente, hubieran evitado
Atenas 22 •
Al mismo tiempo, los precios altos llevan'an a un desastre público,
debido al papel primordial que ocupaba el grano en la dieta. La delica-
deza de la posición ateniense no podía haber sido mayor. Aunque no
debe considerarse una situación excepcional. Las ciudades medievales
de Occidente estaban sustancialmente en la misma posición con res-
pecto al comercio exterior, como lo estuvieron muchas colonias norte-
americanas del siglo diecisiete.
Se utilizaron diversas técnicas para vencer esta dificultad, y todas
ellas incluían la diferencia entre los precios del emporio y los precios
del ógora. Tal vez el mejor y más interesante de estos mecanismos haya
llegado hasta nosotros desde comienzos del periodo helenístico (y por
lo que sabemos no se utilizaba así en Atenas); su lógica, sin embargo,
revela en gran parte la situación ateniense. La ciudad de L..agina compró
todo el grano que necesitaba a los comerciantes privados al precio
normal y revendió el grano a sus ciudadanos al <<precio justo>> de cinco
dracmas por medimno. Se creó un fondo de rotación para ese fin
mediante una tasación especial (las liturgias para los ricos), que se
.. invertía en producir unos ingresos anuales. Así, los ciudadanos tenían
·.
.· 324
·.·
..


siempre grano barato, y los mercaderes. de los que Lagina dependía no
se quejaban. Francotte describe acuerdos idénticos en otras cinco ciu-
dades griegas de Asia Menor 13• Tarn informa sobre los que parecer¡ ser
24
acuerdos similares en otro grupo de ciudades •
Atenas, sin embargo, no estaba dispuesta a ceder el control de los
precios; su doble técnica. por tanto, consistía en aislar el precio del
ágom de las fluctuaciones externas, y en lígar el precio del ágora a los
precios del exterior. Dos tercíos del grano que llegaba al emporio tenía
que ser llevado a la ciudad; ésta era una tarea específica de los diez
<<Supervisores del Emporio>>, cuya obligación general era <<supervisar el
centro comercial>> 25. Al ciudadano medio se le prohibía comprar por
ley más de cincuenta medidas de grano de una sola vez 26; la acapara-
ción y otras prácticas estaban estrictamente prohibidas. El precio del
ágora fue posteriormente ligado al precio del emporio por los comisio-
nados del grano (sitophylakes). que

estaban encargados de que el grano entero se vendiera en el merca-


do a precios razonables, y también de que los molineros vendieran
la comida de cebada a un precio proporcionado al de la cebada, y
que los panaderos vendieran las hogazas de pan a un precio propor-
cionado al del trigo; y de esos precios ellos eran los responsables,
pues la ley exige que sean ellos los que fijen el peso patrón 27•

En la época en que Aristóteles escribe había 20 sitophylakes en la


ciudad y 15 en El Pireo: en una época anterior había habido cinco para
cada uno. Tan estricta era esta supervisión que a veces los sitophylokes ..

eran condenados a muerte si fracasaban en hacer cumplir las leyes 28 • ..

Hasta ahora el cuadro que hemos presentado es el de la determi- '

nación de precios competítivos en el emporio. Lisias, en su discurso


denunciando las ganancias de los minoristas, muestra un recorte en la
oferta que hace subir los precios en el ágora 29 • Otras fuentes avalan su
opinión, y un orador posterior; por ejemplo, describe cómo las captu-
ras de barcos por parte de Bizancio, Calcedonia y Cízico, produjeron
una gran escasez en el emporio, con la consiguiente subida de los pre-
cios 30. Pero tal descripción no debe tomarse al píe de la letra. En cier-
to momento encontramos la correlación entre oferta y variación de
precios: en vez de subir el precio de manera fija cuando disminuya la
oferta, aparece lo contrario, que el precio baja súbitamente. Es en este
325
punto crítico donde entró en plena acción el mecanismo de control del
Estado, Atenas podía ligar su ágora al emporio en tanto los precios de
éste fluctuaran dentro de ciertos límites; abandonarse cornpletamente
a los caprichos de los precios exteriores hubiera sido un suicidio.
En tal crisis debió de aumentar lo delicado de la situación para
resolver cómo iba Atenas a tratar con extranjeros. que eran ahora más
indispensables que nunca. Su método debe de parecer oscuro a la
mentalidad racional de nuestra época. La solución no era ní emplear la
fuerza ( no disponible en ese momento). ni apelar al auto-interés del
mercader para que cuidase sus intereses a largo plazo creando buena
disposición en el cliente ( en vez de obtener beneficios inmediatos a
corto plazo). La petición se dirigía a su orgullo, a su egoísmo, a su deseo
de status y prestigio. Los magistrados convencieron (o intentaron con-
vencer) a los mercaderes para que vendieran el grano al precio conven-
cional de cinco dracmas por medimno, sin tener en cuenta lo alto que
estuvíera el precio en el emporio; a su vez, la ciudad, agradecida, apro-
ban'a un decreto en honor de los mercaderes, concediéndoles ciertos
honores especiales, o anunciar,do el decreto er1 el emporio de Bizancio.
Así, dos litigantes extranjeros que presentan una denuncia para recupe-
rar una carga maritima recuerdan al jurado que hace unos años habían
vendido 10.000 medimnos de trigo a cinco dracmas por medimno
cuando el precio real estaba en 16 dracmas 31 • Un mercader de Salamis
en Chipre, Heracleídes, fue honrado con un decreto por haber vendido
3.000 medimnos a cinco dracmas en el 330/29 32• Y hubo otros que
también vendieron cantidades de 10.000, 12.000 y 40.000 mendimnos,
33
respectivamente, al mismo precio durante la escasez •
No sólo se convencíó a los mercaderes para que vendieran al <<pre-
cio justo>>: hay indicios de que algunos de los mejores regalos hechos a
Atenas en esa época por estados extranjeros, fueron en realidad ventas
de grano al precio de cinco dracmas. Leucon, el dirigente del reino del
'
·. Bósforo, hizo muchos de tales regalos, probablemente en tiempos de
escasez de grano; en el 356, fue tan inexplicablemente espléndido que,
·.
'
el tesoro ateniense haciéndose cargo de la venta al por menor consiguió
unos beneficios de 15 talentos tras la venta 34• Leucon fue alabado por
estos regalos, y se le concedió la ciudadanía hononlica. Tal vez el mejor
regalo recibido por Atenas fueron los 100.000 medimnos regalados por
Cirene entre el 330 y 326 a.C.; Tod cree que este grano fue vendido al
·.'
precio normal, y que no fue realmente un regalo 35• El decreto ateniense
..' 326
·.
....

. ..
..·'
·..
..
en honor de los hijos de Leucon sugiere la misma posibilidad, puesto
que sus sucesores, Espartaco y Pen'sades. informaron inmediatamente a
Atenas de su intención de continuar la poift:ica favorable de su padre.
También preguntaron por una deuda que tenía Atenas con el Bósforo,
que, en opinión de Tod, era una deuda estatal, no contraída por indivi-
duos particulares 36• Dícha deuda podía ser perfectamente debida a una
compra de grano hecha por el Estado a Leucon.
No sabemos exactamente qué incentivos o presiones fueron utili-
zados para convencer a los mercaderes de que vendieran al precio
convencional; pero tenemos la misma dificultad para comprender con
claridad cómo reaccionaron los ciudadanos atenienses ante las liturgias
que les fueron impuestas. Esta técnica de influir en los precios del
grano, fue, en principio, una mera extensión del sistema de liturgias a
los metecos y extranjeros. Además de vender a un precio inferior; los
mercaderes fueron convencídos para que contribuyeran con la ciudad
financiando las compras de grano; y suponemos que ese grano era
revendido a los ciudadanos al precio de cinco dracmas. Y así, los dos
mismos clientes de Demóstenes, que vendieron el grano a cinco drac-
mas cuando el precio del emporio era de 16, en otra ocasión contribu-
yeron con un talento para la compra de grano; Heracleídes, el merca-
der de Salamis, contribuyó con 3.000 dracmas en el 328-27.
Atenas no era excepcional en, este aspecto. Francotte atríbuye téc-
nicas similares a las ciudades de Efeso. Ilion, Parion, Astípalea, Oripe y
Priene 37• De manera general. como señala Jardé. las técnicas atenienses
de control de sumínistros y de precios se pueden encontrar en todas
las ciudades griegas.
Estas técnicas. sín embargo. demostraron ser inadecuadas a medida
que avanzaba el siglo cuarto, posiblemente por la continua interrupción
de las rutas comerciales tradicionales que acompañaba al crecimiento
del poder macedonio. Así, aparece por primera vez en escena una
nueva figura en el 328: el sitones, una figura tipo tamkarum (en realidad,
un consejo de tres funcionarios). con la misión de comprar grano a
cuenta del gobierno durante los períodos de escasez. Demóstenes fue
presidente de este consejo, y él mismo contribuyó con un talento a sus
fondos. El grano era revendido a los ciudadanos a cinco dracmas por
medimno 38•
El resultado neto de estas politicas, por tanto, era ligar el precio del
ágora al precio del emporio, en tanto este último se mantuviera dentro
327
de unos límites razonables, para romper toda conexión siempre que el
precio del emporio alcanzara un nivel peligroso. Francotte no podía ser
más enfático al insistir en la profunda distinción institucional entre los
mercados de grano interior y exterior; él se inclinaba a creer que el
precio del ágora estaba casi siempre fijado por los sitophylakes. Jardé
parece sugerir también un tipo de distinción similar. Estas políticas. evi-
dentemente, muestran una gran continuidad con el pasado redistributi-
vo de Atenas.

111. La aparición del mercado

El periodo de escasez del 330-326 dio origen a algo más que a


nuevas técnicas atenienses para mantener bajos los precios internos:
marcó un cambio decisivo en la historia del comercio del grano, por-
que la organización del primer mercado de grano en el Mediterráneo
oriental estuvo relacionada con esta escasez. Rostovtzeff denomina a
este acontecimiento el comienzo de <<un nuevo periodo>> en la historia
del comercio de grano 39 , pero incluso este autor infravalora su impor-
tancia ya que, al asumir la existencía de un mercado de grano desde el
principio, tiende a pensar en este acontecimiento en términos de un
triunfo de los principíos· del /ajssez-foíre: <<después de Alejandro, el
comercio de grano se hizo libre, de una vez por todas>>.
El comienzo de la escasez ofreció por sí mismo la prueba de la
insuficiencia de la organización existente en el comercio de grano; el
crecimiento de Macedonia bajo Alejandro cortó de inmediato las pre-
tensiones que pudiera tener Atenas de controlar a los productores y
las rutas comerciales. Parece evidente que, aunque la escasez afectó a
casi todo el mundo griego, no fue debido a la mala cosecha en Grecia
Rostovtzeff. de hecho, sugiere que tampoco hubo escasez en los países
productores de grano; el problema era de organización.

Había mucho grano en el mercado, y en la mayoria de los casos


mucho dínero para comprarlo. El problema era cómo distribuir y
regularizar el suministro, y cómo estabilizar el precio. Atenas. el
mayor comprador de trigo de la antigüedad. no pudo hacerlo. y sus
sucesoras, Alejandria, Rodas. Milete y Éfeso. necesitaron bastante
tiempo para descubrir los métodos apropiados 40.
328
Esta visión está apoyada por la creencia de Jarcié, de que la escasez
no fue igual a lo largo de los cinco años, sino que fue intermitente, con
grandes variaciones en el suministro de un año a otro. Por ejemplo. un
decreto del año 328 habla de la escasez de los años anteriores, dando
así a entender una cierta normalidad en los suministros en ese momen-
to 41 • La causa inmediata, en realidad. fue la pérdida de una parte o del
total del suministro del Bósforo, utilizado ahora para abastecer al ejérci-
to de Alejandro 42• El desarrollo de un poder nuevo y hostil produjo el
fin del control ateniense -e incluso su influencia sobre el comercio
del grano.
La necesidad de una total reorganización de este comercio debió de
ser autoevidente. Las perspectivas, además, eran favorables, pues el
<<nuevo poder>> era distinto a los del pasado reciente. Alejandro no era
un simple conquistador: proyectaba la unificación del este y el oeste, una
integración de todas las partes de su imperio. El comercio jugaba un
papel importante en sus esquemas; la escala con la que se planeó y cons-
truyó la ciudad de Egipto que llevaba su nombre, demuestra que
Alejandria fue concebida por su fundador para que sirviera de centro
cultural y comercial en la mitad occidental de su imperio. Alejandro, con
su profunda visión de la pol~ica y la economía griegas, debió de sopesar
la inmensa importancia del grano para Grecia: quienquiera que controla-
ra el grano. controlarla también los medios de subsistencia de Grecia, y
controlarla por tanto, el destino político de los griegos. La situación de
Alejandn'a en la boca del Nilo, principal arteria de ese fabuloso productor
de riqueza y grano, Egipto. no pudo haber sido accidental. ¿Por qué
empezar de nuevo cuando ya existían emporios como El Pireo, Rodas, y
Corinto? La centralización del comercio de grano debió de ser también
uno de los objetivos de Alejandro; y así encontramos al mismo hombre,
Cleómenes de Naucratis, como responsable de la creación de un merca-
do centralizado de grano y de la construcción de Alejandn'a. Sin embar-
go. seria un error suponer que Alejandria fue construida solamente con
fines comerciales. Groningen ha argumentado convincentemente que si
el comercio hubiera sido el único objetivo, Alejandro lo hubiera instalado
en Naucratis. Tanto la situación de la ciudad, como la escala a la que fue
construida. insiste Groningen, sugieren la prioridad de las consideraciones
estratégicas y politicas 43•
El olvido y la progresiva denigración que han hecho de Cleómenes
de Naucratis la mayor parte de los estudiosos es uno de los capítulos
329
más incomprensibles de la historiografía clásica, puesto que Cleómenes
fue uno de los hombres más importantes e influyentes del período ale-
jandrino. Al mismo tiempo, este olvido de Cleómenes explica por qué
no se ha tenido en cuenta el papel decisivo de su organización en el
mercado de grano del Mediterráneo oriental, puesto que fue el prota-
gonista del acontecimiento y de los pocos informes contemporáneos
que han sobrevivido. En los dos últimos siglos. los historiadores, con
pocas y notables excepciones, se han concentrado tanto en las acusa-
ciones de venalidad y extorsión contra Cleómenes. que han ignorado
(absolutamente) sus logros. Incluso algunos, como Rostovtzeff, que
reconoce su grandeza. se sienten obligados a disculparle. La reputación
de sus perversas acciones es tan incorrecta como irrelevante. Si la pers-
pectiva histórica significa algo, es precisamente que los motivos indivi-
. .,
duales y las personalidades son poco importantes en comparac1on ~on
los cambios institucionales. Ya ni siquiera el incidente del cerezo tiene
un terrible interés para los historiadores de la revolución americana.
La difamación que se ha hecho del carácter de Cleómenes se
apoya en dos hechos y está reforzada por algunos episodios de carác-
ter menor. Uno es su aparente papel de extorsionador y chantajista en
la gran escasez del 320, y el otro es una carta, citada por Arriano. de
Alejandro a Cleómenes ofreciéndole <<el perdón por las ofensas que
haya podido cometer>>, así como la remisión de cualquier futuro peca-
do cometido para cumplir ciertas peticiones. El mismo Arriano se refie-
re a Cleómenes como un <<mal hombre>>, que <<había cometido
muchos actos de injusticia en Egipto>> 44• La prueba menor se refiere a
varios incidentes relatados en el segundo libro de la Oeconomica del
Pseudo-Aristóteles.
La primera acusación afecta a nuestro problema central de la crea-
ción del mercado <<mundial>> de grano, pues su creación estaba en
relación con la escasez. Cleómenes fue difamado por los escritores
atenienses porque la organización del mercado de grano era conside-
rada una seria amenaza para la independencia ateniense. El episodio lo
discutiremos en detalle más adelante.
La segunda el reproche de Alejandro, junto con la denuncia de
Arriano- se ha considerado, generalmente, la prueba más convincen-
te contra Cleómenes. aunque actualmente la carta se considera una
falsificación. Mahaffy fue el primer historiador en señalar que no podía
ser auténtica, puesto que en ella Alejandro ordena a Cleómenes cons-
JJO
truir dos capillas en honor de su amigo, Hefestio, una de ellas en
Alejandn'a, y la otra en la isla de Faros, <<donde está situada la torre>>.
Pero el famoso faro de Faros no fue construido antes del reinado de
Ptolomeo 11. al menos cuarenta años después de que la carta fuese
escrita 45• W. W. Tam. que es un crítico extremo de Cleómenes. tam-
bién rechaza la autenticidad de la carta. pero por razones estilísticas;
sugiere que Arriano fue <<engañado>> por la falsificación, aunque le inco-
moda reconocerlo, pues se siente movido a añadir un comentario bas-
tante peculiar sobre la carta 46• Tarn también rechaza la carta, basándo-
se en que Alejandro nunca hubiera perdonado a un hombre tan
malvado como Cleómenes.
El origen de la falsificación es obvio; fue el mismo Ptolomeo Sóter
el responsable de ensuciar el nombre de Cleómenes con el fin de jus-
tificar su asesinato. En la lucha por el poder tras la muerte de
Alejandro. Egipto era una de las metas más codiciadas. Aunque el
gobierno de Egipto le fue dado a Ptolomeo, Pérdicas insistió en que
Cleómenes siguíera siendo su ayudante con el fin de vigilar de cerca el
poder de Ptolomeo. Pérdicas intentaba mantener el imperio intacto.
Ptolomeo pronto rompió con Pérdicas, se alió con Antípatro, y asesi-
nó a Cleómenes por la estrecha relación que éste mantenía con
Pérdicas 47 • Tarn, Bevan y Mahaffy están de acuerdo en que Ptolomeo
fue el primero en difamar a Cleómenes, puesto que el derecho de
este último a gobernar era tan legítimo, al menos, como el suyo.
En cuanto a los detalles menores mencionados en la Oeconomica.
no es necesario profundizar en ellos; estamos de acuerdo con la idea
de Mahaffy (uno de los pocos defensores de Cleómenes) de que ningu-
no de esos episodios demuestra que <<oprimiera a los pobres, sino más
bien a los financieros y sacerdotes. Por lo que sabemos de ellos y de sus
acciones, es mejor no tomar en cuenta las quejas y acusaciones que
hacen de Cleómenes>> 418• Podemos añadir simplemente que los inciden-
tes guardan paralelismo con la misma Oeconomica 49, por lo que las
acciones de Cleómenes parecen las propias de la época. Su ataque a los
sacerdotes y gobernantes locales, además, era uno de los prerrequísitos
de esa soberbia y eficaz planificación de los Ptolomeos, que no hubiera
sido posible de otro modo, dado el grado de autonomía que disfruta-
ban los sacerdotes y los monarcas en el momento de la conquista.
Es justo, entonces, que, al igual que su asesino y sucesor. Cleó-
menes tenga su parte de mérito por haber desarrollado el sistema eco-
331
nómico. mérito que normalmente se atribuye al segundo Ptolomeo,
Filadelfo. Rostovtzeff. por ejemplo, rechaza la tendencia a <<subestimar
los logros>> tanto de Cleómenes como de Ptolomeo Sóter; aunque cree
que Filadelfo heredó de ellos los peores problemas 50• Ulrich Wilcken
concretamente ve <<cierta relación entre las tendencias económicas de
los Ptolomeos... y las de Cleómenes>> 5 '. Aunque no se puede demos-
trar esta tesis, puesto que casi todas las pruebas documentales datan de
la época de Filadelfo, caben pocas dudas de que así fuera. Cleómenes
52
fue sátrapa en Egipto hasta la muerte de Alejandro , Yt además, estaba
a cargo de las finanzas de Libia, Cirenaica y Marmaríca 53 • Sus actividades
incluían la formación de una flota y un ejército mercenario, la reorgani-
zación financiera de Egipto, la reorganización del comercio de grano, y la
construcción de Alejandría
Poco o nada sabemos de los detalles de la administración financiera
de Cleómenes, a excepción de su fabuloso éxito. Cuando Ptolomeo
Sóter tomó el poder de Egipto después de Cleómenes, encontró que
54
había en el tesoro la sorprendente suma de 8.000 talentos • Esta can-
tidad. por cierto, sirve a los prejuiciados estudiosos para atacar a
Cleómenes. Tar. siguiendo una larga tradición, le acusa de haberse
apropiado de esta cantidad:

La culpa del mayor ofensor (del período alejandrino). Cleó-


menes, está corroborada en otras fuentes... Amasó 8.000 talentos
con sus delitos; una suma fantástica en una época en que el hombre
más rico de Grecia tenía 160 talentos... 55•

Sin embargo. la única referencia a esa suma encontrada en las fuen-


tes antiguas es la declaración explícita de Diodoro de que Ptolomeo
56
encontró 8.000 talentos <<en el tesoro>> cuando sucedió a Cleómenes •
Es cierto que 8.000 talentos era una cantidad inmensa, pero eso no
demuestra la <<culpabilidad>> de Cleómenes. sino su eficacia como finan-
ciero y administrador; sobre todo porque no hay pruebas que demues-
tren que oprimía a la población egipcia. Por lo que sabemos, el deseo
de Ptolomeo de asesinar a Cleómenes y manchar su reputación pudo
estar motivado por el afecto que le tenía el pueblo.
La responsabilidad de Cleómenes en la construcción de Alejandría
es una prueba impresionante de sus capacidades y de la alta estima en
que era tenido por Alejandro. El Pseudo Calístenes le llama el principal
332
consejero de Alejandro. y Justino se refiere a él como el hombre <<que
había construido Alejandría>>: la Oeconomica pseudo-aristotélica, en un
pasaje que parece ser anterior a la denominación de la ciudad, dice
que <<el rey Alejandro había dado a Cleómenes la orden de fundar
una ciudad cerca de· la isla de Faros, y trasladar allí el emporio situado
hasta entonces en Canope>> 57• El nombre de Cleómenes está relacio-
nado especialmente con la fundación de Alejandria en el <<Romance>>,
58
conjunto de tradiciones escritas unos tres o cuatro siglos después •
La importancia que Alejandro dio a la fundación de esta ciudad queda
59
de relieve por el hecho (o leyenda) de que él mismo hizo su plano ;
y el papel que le asignó se esboza en el informe de los augures a los
que consultó y que aparece en la legendaria narración de la funda-
• •
c1on:
Oh. rey, comienza la construcción de la ciudad. pues será grande
y renombrada y abundante en riquezas. y desde todos los confines
de la tierra llegarán artículos para comerciar en ella. Alimentará
muchos países. pero su sustento no dependerá de ningún otro, y
todo lo que en ella se fabrique será estimado en todo el mundo, y lo
llevarán a tierras remotas 60.

Capital cultural y política de la mitad occidental del imperío (sí no


de todo el imperio). principal emporio del Mediterráneo, éstos son los
papeles que Alejandro quiso asignar a su ciudad de Egipto. ¿A quíén,
sino al hombre más capaz e íntegro se podía confiar tal responsabili-
dad? Que Cleómenes era tal hombre, que era realmente uno de los
más íntimos consejeros y confidentes de Alejandro, está confirmado
por una última y definitiva prueba. En su elocuente descripcíón de los
últimos momentos de Alejandro, Arriano el hombre que estigmatizó
a Cleómenes- dice que Cleómenes fue uno de los tres hombres que
actuó de intermediario con los dioses en un último intento por salvar la
vida del emperador; mientras otros cuatro elegidos pasaron toda la
61
noche velando a la cabecera de su lecho de muerte • Estos siete
hombres, sin duda seguidores fervientes del emperador. fueron los ele-
gidos para estar con él en sus últimos momentos. No puede haber
prueba más contundente de la categoría de Cleómenes.
Volvamos ahora a nuestro tema principat la creación de un merca-
do <<mundial>> de grano en el Mediterráneo oriental. La historia. aunque
básica en su estructura, debe extraerse con sumo cuidado de fuentes
333


confusas y cn'ptícas; no podemos dejar de recalcar su carácter provisio-
nal e hipotético. Sena útil, por tanto, citar las fuentes en que nos basa-
mos antes de proceder al análisis de los sucesos. Las dos primeras
fuentes son de la Oeconomica. 1y 11 62: la tercera es el discurso contra
Dionisodoro.

En un tiempo en que el precio del grano en Egipto era de diez


dracmas (una medida). Cleómenes envió a buscar a los coseche-
ros 63 y les preguntó a qué precio estarían dispuestos a venderle
toda su producción. Al decirle ellos un precio más bajo del que esta-
ban cobrando a los mercaderes. él les ofreció el precio que solían
recibir de otros; y quedándose con todo el suministro, lo vendió al
precio fijo de treinta y dos dracmas (por la misma medida) 64 •

Mientras Cleómenes de Alejandría fue gobernador de Egipto,


en un tiempo en que había escasez en la tierra, aunque en otras
partes habia hambre, él prohibió la exportación de grano. Cuando
los gobiernos locales representados dijeron que si no había expor-
taciones de grano, no podrían pagar los impuestos, abrió las
exportaciones, pero emitió un impuesto altísimo sobre el trigo.
De esta forma obtuvo una buena suma de los impuestos por una
pequeña cantidad de exportaciones. y al mismo tiempo privó a los
funcionarios de sus excusas 6 s.

Todos estos hombres ... eran subordinados y aliados de


Cleómenes, el anterior gobernador de Egipto, quien desde el
momento en que recibió el gobíemo, hizo no poco daño a vuestro
Estado, y a los demás griegos, comprando el grano para revenderlo y
fijar su precio, y en esto tenía a estos hombres como cómplices.
Algunos de ellos despachaban los productos de Egipto. otros nave-
gaban a cargo de los barcos. y otros se quedaban aquí, en Atenas, y
disponían de las mercancías. Luego, los que se quedaban aquí envía-
ban cartas a los que estaban fuera advirtiéndoles de los precios
dominantes. para que si el grano estaba caro en un mercado. fueran
allí, y si ~I precio caía en otro, pudieran descargarlo en algún otro
puerto. Esta fue la razón principal por la que aumentó el precio del
grano; fue debido a esas cartas y conspiraciones. Entonces. cuando
estos hombres enviaron su barco desde Atenas. dejaron el precio
del grano aquí muy alto... Después, sin embargo, cuando habían lle-
gado los barcos de Sicilia y empezaron a caer los precios del grano. y
su barco ya había llegado a Egipto. el acusado envió inmediatamente
334
.... ·
'

un hombre a Rodas para informar a su aliado, Parmenisco, cómo


estaban las cosas aquí. sabiendo bien que su barco estaba obligado a
hacer escala en Rodas. El resultado fue que Parmenisco descargó el
grano en Rodas y lo vendió allí... 66•

Las dos anécdotas de la Oeconomica 11, deberían leerse juntas


como parte de una misma historia 67 • Describen la creación del mer-
cado de grano a partir del lado de la oferta egipcia, mientras que el
pasaje de Demóstenes describe la operación del mercado en su con~
junto. Lo que no está claro es la fecha de los sucesos de la
Oeconomíco. Ríezler los fecha entre el 330 y el 328 a.C.: Groningen
después del 328. y Rostovtzeff entre 332-331 a.C. 68• En cualquier
caso, tuvieron lugar en algún momento durante la gran hambre que
hubo en el mundo griego y que ya hemos discutido antes detallada-
mente. El texto de Pseudo-Demóstenes describe la operación en una
fecha un poco posterior. La alusión a Cleómenes como el <<anterior>>
gobernador fija el discurso después del 323 a.C., año de su muerte: el
suceso descrito en el discurso tuvo· lugar uno o dos años antes de
escribirse el texto 69• El díscurso, por tanto, es una prueba de que la
organización de Cleómenes sobrevivió a su muerte.
Egipto, según la Oeconomica, fue afectado por la escasez general
que estaba atacando al mundo griego, pero en menor grado; el pre-
cio del grano a diez dracmas mencionado en el primer párrafo era
excepcionalmente alto, y debe referirse al período de escasez al que
se refiere el otro párrafo. La dificultad de interpretación aumenta por
la inseguridad que tenemos sobre la organización económica de
Egipto en este período: no sabemos si ese precio se refiere al interior
o al exterior. a la venta al por mayor o al por menor. Seguramente la
mayoría de la población egipcia obtenía sus alimentos bien de su pro-
pia tierra, bien de distribuciones en especie de las grandes haciendas.
Aunque no hay pruebas de la existencia de un extenso comercio de
70
alimentos, o de un grupo de comerciantes nativos , lo cierto es que
los mercados existían 71 , y la población ciudadana seguramente obte-
nía sus provisiones en ellos. El poder estatal debía de ser demasiado
débil en este período bastante anárquico como para mantener una
extensa estructura redistributiva. Los comerciantes eran en su mayor
parte griegos. sirios o fenicios. Rostovtzeff habla del desarrollo de una
clase minorista bajo el gobierno de Filadelfo1 como una innovación
335

. ·...·
íntimamente relacionada con la reorganización ptolemaica de la eco-
,
nom1a.
Esta relativa escasez de Egipto, en un momento de extrema penu-
ria en Grecia, debió de amenazar el suministro disponible para la venta
interior, puesto que los comerciantes griegos (que probablemente
compraban casi todo a los grandes terratenientes) debieron presentar
ofertas que hacían las exportaciones mucho más rentables que la venta
local. Cleómenes, por tanto. impuso un firme embargo a todas las
exportaciones de grano y luego procedió a tomar posesión de todo el
suministro cuando llamó a los cosecheros y les ofreció e~ precio total
aunque ellos estaban dispuestos a pedir menos. Así, se quitó de encima
a los mediadores extranjeros, y no causó daño a los granjeros egipcios.
que, tal vez. hasta salieron beneficiados, como admite Tarn.
Los textos no dicen nada a este respecto, pero podemos suponer
que Cleómenes procedió a reorganizar por completo la distribución
interna, haciendo que pasara a estar bajo el control del Estado.
Posiblemente los ptolomeos mantuvieron el monopolio estatal del
comercio de grano y su magnífica organización centralizada para el
suministro de artículos de primera necesidad (con créditos y cheques
en especie sobre los almacenes del Estado), mientras que también utili-
zaban a los minoristas particulares, siguiendo, sin duda, las tendencias
anticipadas por Cleómenes.
Después de reorganizar la oferta interior; Cleómenes permitió rea-
nudar las exportaciones a través del monopolio del gobierno, vendien-
do a un precio fijo de 32 dracmas, un precio elevadísimo. Esto sugiere
también que Cleómenes redujo sustancialmente el precio interior del
grano, subvencionando la operación con los beneficios de las exporta-
ciones. Este monopolio glJbernamental creó un problema administrati-
vo menor: los gobernadores provinciales, se quejaron de que la ausen-
cia de comercio privado de grano les hacía imposible enviar los
impuestos de los que eran responsables. Entonces Cleómenes permitió
reanudar el comercio privado a una escala limitada, poniendo un
impuesto a los mercaderes que participaron en la operación. <<De esta
forma obtuvo una buena suma de los impuestos por una pequeña can-
tidad de exportaciones, y al mismo tiempo privó a los funcionarios de
sus excusas.>>
Es una conjetura intentar adivinar cuánto tiempo permaneció el
precio del grano fijado en 32 dracmas; posiblemente ya había bajado en
336
.::.. .:..... .

,.
.
..
.
el momento del discurso de Pseudo-Demóstenes. En realidad, el dis- :

.·.
curso no alude a tal precio, aunque acusa a Cleómenes de subir el pre- ..'·
·.
cio del grano en toda Grecia. Podemos suponer. por tanto, que fijó ese ..
·.
precio por un breve período de tiempo, hasta que se hubo establecido :
,.
·:
....
por completo la organización de las exportaciones. ...·

La organización fue tan sencilla como eficaz; creó un mercado for- ·.

mador de precios bajo estricta supervisión administrativa. Los partici· '·


..
.·..
pantes estaban divididos en cuatro categon'as: unos se quedaban en ..

Egipto, a cargo de la exportación de grano; otros navega_ban con las ..


..
cargas; un tercer grupo estaba destinado en Rodas, que se utilizaba
como sede de la operación; y el cuarto grupo estaba destinado en ..

.·.
varios puertos griegos para realizar los envíos y mantener informados .·.
·:

a los agentes de Rodas de los movimientos de los precios. Así, el ..


grano era embarcado de Egipto a Rodas, que estaba siempre informa- ...
·.
da de los últimos precios en todas las ciudades griegas que compraban ..:
··.·.

al sindicato; luego, el grano era transportado nuevamente en barco ..



·.·..
desde Rodas a todas las ciudades donde los precios, según el último .;
..
.·,·.
informe, eran más altos, o si no era vendido directamente en Rodas. ..
<•

En estas condiciones, el precio de Rodas reflejarla la media de las ciu- ..


..
dades griegas, es decir. el precio de Rodas tendía a ser el precio del ..:
..
...
mercado <<mundial>>, siendo los precios en otras ciudades diferentes ....:

sólo por el recargo del transporte. Debemos tener en cuenta, sin .,


...
..
..
embargo, que <<éstas no son más que tendencias>>. En el caso que esta- ·'·
··....

mos tratando, por ejemplo, una carga destinada a El Pireo se vendió ·..'·
·..

en Rodas cuando la llegada de barcos sicilianos a El Pireo hizo bajar allí '·
<.
"

.:·.
los precios.

El éxito de esta organización mercantil tan soberbiamente organiza- ..'·..·

da puede medirse por la fuerza y violencia de la reacción ateniense, .·


..
.·.
que ha provocado esa repulsión tan feroz contra Cleómenes a lo largo .··..

de los siglos. Boeckh, por ejemplo, habla de él como <<el gran extorsio- ..'·
..
..·.
nador del comercio del grano>>. Ninguna acusación podía inflamar más ·.:
,.
al público ateniense que la de subir el precio del grano y recortar los ·...
...
'
suministros, y ese sentimiento es algo que han compartido las genera-
·..
ciones posteriores. Pero, aparte del episodio de los 32 dracmas, la acu- ..
·.~
·.
~:
sación de que Cleómenes obligó a subir los precios del grano, es inge· ..··:.
..
..
nua y acrítica. No se puede dar por válida la acusación que se le hace ·.·
..
en el discurso de Pseudo-Demóstenes, pues el mismo discurso .
....
...
....
demuestra lo contrario. ...
..
337 ·,
..
,.
....·

...
..
·..
..
... si el grano era caro en un mercado. lo llevarían allí, y si el precio
'
caía lo descargarian en algún otro puerto. Esta fue la razón principal
por (a que aumentó el precio del grano. (Subrayado de K. P.)

La desviación de la oferta desde las zonas de abundancia a las de


escasez. donde el precio reflejaba la escasez o la abundancia relativa,
sólo puede haber tenido el efecto de bajar el precio medio en toda
Grecia. Posiblemente tenden'a a invertir el movimiento de precios a la
baja en las zonas de excedente, pero, al mismo tiempo, bajan'a el pre-
cio en las zonas de escasez. Por primera vez, los precios en las distintas
ciudades griegas estaban ínt.imamente ligados unos con otros sobre una
base consistente. Podemos hablar de un verdadero precio de mercado
para el Mediterráneo oriental. con ofertas que se movían en función de
los índices de precios. Tal vez, el efecto claro sobre la propia Atenas
fuese un cierto incremento de precios, puesto que la influencia política
ateniense había llevado previamente a Atenas una mayor cantidad de
suministros de la que necesitaba. pero éste no debía ser el caso del
conjunto de Grecia. Los precios aumentaron en comparación con los
de años anteriores, pero la causa principal fue la pérdida del suministro
del Bósforo. Como señala Rostovtzeff. el problema de los alimentos en
Grecia en este pen'odo era más el resultado de una mala distribución
que de una escasez absoluta, y el esquema de Cleómenes. ofrecía una
solución; la oferta se movía ahora racionalmente de acuerdo a las
necesidades reales. y no irregularmente en función de la influencia polí-
tica o el poder militar.
Pero esto explica precisamente por qué los atenienses reacciona-
ron con tanta violencia El hecho de que bajo dicha organización de
mercado, a largo plazo los precios sen'an más bajos y la oferta más
regular; no pudo ocultarles que, a largo plazo, estarían todos muertos,
como dijo una vez lord Keynes, y muertos como resultado de un
mecanismo a largo plazo. A los atenienses basarse en un mecanismo
de mercado para su aprovisionamiento, les parecía incompatible con su
supervivencia como entidad política. No era simplemente una cuestión
de dependencia de un mecanismo <<autónomo>>, lo que ya hubiera sido
bastante malo. Igual que el mercado mundial del siglo diecinueve
dependía de la supremacía militar; financiera y política de Gran Bretaña,
y se vino abajo con el fin del poder británico, de la misma forma este
mercado se apoyaba en el poder egipcio y su genio administrativo. Los
338
ofertantes se movían en razón de los precios como resultado de las
decisiones administrativas que tenían en cuenta los precios, no como la

respuesta <<automática>> de un gran número de empresarios que busca-
.
sen beneficios. Egipto dominaba este mercado, tal como Atenas había

dominado el comercio administrado del siglo anterior. En realidad, el '

grado de racionalidad debió de depender en gran medida del grado de '

·.
control administrativo, sobre todo por el problema de las comunicacio- ·.

nes. N i toda la fuerza del mundo hubiera podido mover la oferta
<<racionalmente>> sin información sobre los precios en los cuales basar ·.
·.
los movimientos. En las condiciones primitivas de transporte y comuni- ·.

caciones sólo una organización muy bien elaborada podía suministrar


dicha información. De otro modo, la información de precios sobre la
cual actuaban los vendedores, hubiera estado muchas veces desfasada;
las condiciones podían haberse invertido antes de que el vendedor
actuara. El discurso de Pseudo-Demóstenes demuestra que la organiza-
ción de Cleómenes sobrevivió a su muerte, al menos durante unos ..'
·.
pocos años. Los Ptolomeos mantuvieron el monopolio del comercio ..
·.
..
..
de grano introducido por Cleómenes, y durante el reinado de Filadelfo .·
·.'
encontramos relaciones diplomáticas cordiales entre Egipto y los reinos ....
..
::
del Bósforo 72, por lo que podemos deducir con toda seguridad que la ....•.
··..
organización del mercado continuó siendo más o menos la misma en el ..
..
....
'
siglo siguiente. '·
.'

Los atenienses, sin embargo, hicieron algo más que reaccionar ver- ..
·.
..
balmente, y la forma de su reacción pone en evidencia la naturaleza del ....'
'
.;·

problema. En el año 325 2" -como mucho cinco años después del '
'
....
comienzo de la operación de Cleómenes- , los atenienses decretaron '

la fundación de una colonia en el Adriático (aún se discute su localiza·


ción exacta) <<con el. fin de que el pueblo pueda tener en todo
momento un mercado y una fuente de suministro de trigo de su pro-
piedad>> 73 . Una vez más, en un último y desesperado intento, Atenas
se volvió hacia el oeste buscando su suministro de grano. El decreto
muestra claramente su urgencia. Se formó una flota para tener protec-
ción permanente contra los piratas etruscos. y así la colonia quedó
reforzada con una base naval. Para acelerar la ejecución del decreto se l
ofreció una recompensa de tres coronas de oro que valían cada una 1
500. 300 y 200 dracmas respectivamente, para los tres primeros trie-
rarcas que tuvieran sus barcos dispuestos para zarpar: Y se decretó una ¡

multa de 10.000 dracmas, que sen'an ofrecidos a Atenea, para cualquier .~


~
. ·'
339
'

magistrado o ciudadano que fracasara en el cumplimiento de los debe-
res impuestos por el decreto; y. mientras que el consejo podría votar
cualquier anexo necesario, estaba prohibido invalidar cualquiera de sus
cláusulas.
No se puede concebir un testimonio más elocuente de la antítesis
que representaban los dos métodos de aprovisionamiento. Evidente-
mente. la resistencia ateniense estaba condenada al fracaso. Pero el
golpe llegó inesperadamente de otra parte: la fuerza que iba a someter
todos los proyectos atenienses de independencia y su poder vino de
Occidente. adonde ahora miraba Atenas. Roma estaba en camino, y en
pocos siglos iba a hacer pedazos tanto la nueva organización del mer.
cado como los intentos griegos de comercio administrado. Roma ase-
guró su propio suministro de alimentos tomando bajo su control polítr-
co y milítar a todas las fuentes proveedoras: Sicilia, Libia, Egipto, Crimea
y Asia Menor: El sueño ateniense quedó realizado en el poder que la
civilización helénica. de forma mucho más reducida, iba a transmitir a la
era moderna.

Notas
I
Pseudo·Jenofonte (<(El Viejo Oligarca>>). Consci!ution of the Athenians. 11.
1
/bid., 11.
3 Heródoto. Las Guerras Persas. V, 23.

~ T ucídides, La Guerra del Peloponeso. IV, 108.


~ H. Michell, The Economics o( Ancient Greece (Cambridge. At the University Press,
1940). págs. 261 ·262.
~ M. N. Tod, ed.• Greek Historial lnscriptions (Oxford. Clarendon Press. 1933). vol.
2, págs. 183-185.
7
Tucídides, La Guerra del PeJoponeso. IV. 108.
8
Jenofonte, Agesilao, l. 18.
9
Michell. Economics o( Ancíent Greece, págs. 233-234.
'º «El Viejo Oligarca>>, Constitution of the Athenians, 11.
11
Jenofonte. Oeconomicus, XX, 27-28.
12
A. Jardé, <<Les céréales dans l'antiquité Grecque>> (París, 1952). pág. 164. {la
muerte de Jardé antes de escribir el volumen que tenía proyectado sobre la distribu-
ción del grano, fue una de las mayores tragedias de la vida académica.)
13
lbíd., pág. 166.
14
K. Riezler, Über Finanzen und Monopo(e in alten Griechenland (Puttkammer und
Mühlbrech, 1907). pág. SS.
340
'
..
rs Jardé. «Les céréales», pág. 179.
16 .·'
lbíd.. pág. 182.
17
lbíd., pág. 140. Cf. también E.H. Minns, Scythians and Greeks (Cambridge. 1913).
pág. 575.
18
Aristóteles, Política, VII. 6 ( l 327a).
19
Polieno. Estratagemas de la Guerra.
2
º Jenofonte. Helénica, V. 1.
21
Tod, Greek lnscriptions, vol. 2. págs. 185-186.
22 Ver capítulo 13. págs. 194-195 ( del original inglés).
23
H. Francotte. «Le pain gratuit et le pain a bon marché dans les cités grecques». ..
en Mélanges Nicole (Ginebra. 1905), págs. 143-144. ·.
24 W. W. T am, HeJJenistic Cívilization, segunda edición (Londres, E. Amold y Co..

1930), pág. 99.


25 Aristóteles. La Constitución de Atenas, S 1.
26
Lisias. <<Contra los Comerciantes de Grano>>, XXII. 6.
27
Aristóteles. La Constitución de Atenas. 51.
23 Lisias, <<Contra los Comerciantes de Grano>>. XXII, 8. ..'
29 ·.
lbíd., XXII. 16.
30
Demóstenes. Discursos Privados, L. 6.
31
lbíd.• XXXIV. 39.
32
G. W. Bostford y E.G. Sihler, eds., Hetfenistic Civi/izotion (Nueva York. Columbia
University Press, ! 915). pág. 588.
33 Cambridge Ancient History, vol. 6, pág. 449.

3-1 Demóstenes. Discursos Privados, XX, 33.


35 T od. Grek lnscrip6ons, vol. 2, pág. 274.

J6 Jbíd.. pág. 197.


7
3 Francotte, «Le pain>>. pág. 142.
38 lbt'd., pág. 149. Cf. también Cambridge Ancient History, vol. 6, pág. 449.
39
M. Rostovtzeff, «The Bosporan Kingdoms». en Cambridge Ancient Hístory, vol. 8,
pág. 575.
40
M. Rostovtzeff. Social and Economíc History of the Heflenistic World (Oxford,
Clarendon Press, 1926). vol. l. págs. 168-169. ..'
41
Jardé, <<Les céréales>>. pág. 47.
42
Cambridge Ancient History. vol. 8, pág. 575.
" 3 B. A. van Groningen, «Sur le fondation d'Alexandrie». en Raccolita di Scrítti in
Onore di Gíacomo Lumbroso. págs. 200-218.
14
Arríano. Anábasis. VII, 23. 6-8.
) J. Mahaffy. The Ptolemaic Dynasty (Londres. Methuen & Co.. 1899). pág. 23.
4

nota 1. ·.
'
46
W . W. Tam, Alexander the Great (Cambridge. At the University Press. 1948). .·
..
..
vol. 2. págs. 303-304. '

47 E. Bevan, History of Egypt, vol. 4, págs. 17, 22; Mahaffy. ..


·.
4
8 Mahaffy, Ptolemaic Dynastic, pág. 27. ..

49
Compárense los sucesos en los que estaban involucrados los sacerdotes y los
templos. 11. l 352a. 23-28 y l 352b. 20-25. con el consejo de Cabrias aJ rey egipcio Taus 11,
'

341 ..
..
..
l 350b. 33-36. Wilcken ha señalado el paralelo casi exacto que existe entre las medidas
~e Cabnas y los impuestos enumerados en la famosa estela de Naúcratis, Xetschri~ für
Agyptische Sprache. vol. 38, pág. 133. Compárese la estratagema de Cleómenes con los
mercenarios con la de su contemporáneo Memnón. tirano de Lampsaco, Oeconomica, 11,
135 1b, 11-18.
so Rostovtzeff. Hellenistic World. pág. 262.
51 U. Wilcken. Afexander the Great (Nueva York, Norton. 1967).

52 Tam niega vigorosamente el título de sátrapa a Cleómenes. argumentando que

<<Alejandro nunca había tenido un sátrapa en Egipto, y posiblemente no hubiera desig-


nado para tan importante puesto a un financiero griego de Naucratis>>. Admite que
Cleómenes fue gobernador de facto (A/exander the Greot. vol. 2. pág. 303 y nota 1). Su
argumento se basa en dos puntos principales: que Arriano dice solamente que
Cleómenes fue elegido por Alejandro «para gobernar esta satrapía>> (Anábasis, 11. 5). y
que solamente Pausanias. fuente poco fiable. le llama expresamente sátrapa (1, 6, 3).
Pero Arriano está notablemente predispuesto contra Cleómenes. Tam. por otra parte,
ha consultado las fuentes más importantes en las que se citan las activídades de
Cleómenes; la Oeconomica pseudo~aristoteliana, 11, le llama específicamente <<sátrapa de
Egipto>> ( l 352a 16), y Demóstenes. en los Díscursos Privados LVI. 7 (contra Díonisidoro).
se refiere a él como el <<anterior sátrapa de Egipto>>. Si Cleómenes tuvo de hecho el
título o no, es lo de menos. pues lo que es incuestionable es que impuso su ley y tuvo
un poder absoluto.
53 Arriano, Anábasís. 111. 5.
54 Diodoro. XVIII, 14, l.

ss Tam, Alexonder che Great. vol. 1, pág. 129.


!>6 Cambridge Ancient History. vol. 6. pág. 427.
57 Pseudo-Calístenes, 1, 30: Justino, XIII. 4; Oeconomica, 11, 1352a. 29 ff. Cf. también

Julio Valerio. 1, 25.


58 Bevan. History of Egypt. pág. 17. Ver también que la Oeconomica, 11. escrita pro-

bablemente en el siglo tercero. se refiere a él como <<alejandrino>>.


59 Arriano, Anábas1s. 111, 1.

60 Pseudo-Calístenes. l. 33.
61 Arriano, Anábasis, VII. 26.

6.1 Puede que sea necesario dar una breve explicación del uso que hacemos con

tanta frecuencia de esta obra tan difamada La Oeconomica 11, es una de las más diñciles
y oscuras fuentes para el estudio de la economía griega. pero, al mismo tiempo. es una
de las más ricas. Su oscuridad nace del carácter de obra original y de las condiciones en
que ha sobrevivido el manuscrito. El libro consiste inicialmente en un compendio de
anécdotas. la mayoría teñidas con el escándalo, que describen las diversas formas en las
que las ciudades y los individuos resolvían sus problemas financieros. Su autoria es
incierta. aunque probablemente fue escrita por uno o más discípulos de Aristóteles que
siguieron la sugerencia que el maestro hacía en la Política, l. 11. l 259a. 2-4. Sin embar-
go. la edición que se conserva parece ser una versión muy abreviada hecha por un edi-
tor posterior. que omite historias, recorta unas y mezcla otras. El texto en sí está tan
mutilado que impide hacer inteligibles muchas de las palabras, e incluso algunos pasaíes.
Su uso, por tanto. est.á lleno de díficu!tades. incluso para el más experto erudito. Sin
342
embargo. es esta misma oscuridad del texto la que justifica el uso que de él hacemos.
pues el clasicista es lanzado al campo de la libre interpretación. Nuestro estudio no
pretende en modo alguno ser definitivo. sólo sugerente: utiliza la traducción publicada
por Forster and Loeb Library, y la exégesis critica de Van Groningen. Riezler, Wilcken,
Schlegel y Schneíder.
Aunque ahora está de moda desestimar la Oeconomica, por trivial y por ser mala
economía, esta visión nunca ha sido compartida por los mejores historiadores.
Rostovtzeff se ha referido al <<destacable erudito» que escribió la Oeconomíco 11, a la
que él considera uno de los productos más interesantes del pensamiento especulativo
griego combinado con la sagacidad práctica>>. Es única en su especie y por tanto mere·
ce la atención y el estudio que los modernos estudiantes de economía griega le dedi-
can>> (Social and Economíc History o( che Hellenistic World, pág. 74). August Boeckh utili-
zó la Oeconom;ca 11. quizás más que cualquier otra fuente literaria en su obra clásica, The
Public Economy of Athens (Londres, J. Murray, 1828).
63 Preferimos la traducción que hizo Loeb de esta palabra como <<cosecheros>>, en
vez de la que utilizó Forster de <<tratantes». por estar más cerca de la probable estruc-
tura: Mahaffy. Tam, Gen et y Andreades la traducen también como «cosecheros. culti-
vadores>). Westermann coincide con la traducción de Forster. No hay pruebas de la
existencia de una clase autóctona de comerciantes de grano en este período.
64 Oeconomica. 11. l 352b, 15-20.
65 fbíd., l 352a, 16-23.
66 Demóstenes. Discursos Privados, LVI (contra Dionisidoro), 7-10.
67 La autoridad para que lo hagamos así. es B. A. Van Groningen. <<De Cleomene

Naucratita>>. Mn~mosyne. 1925. (Posteriormente Groningen rectificó su opinión inicial.)


68 Riezler. Uber Finanzen und Monopofe, pág. 31: B. A. Groningen. ed.• Aristóteles. El

segundo Libro de lo Económico. pág. l 90: Rostovtzeff. Hellenistic World, pág. 172.
69 Demóstenes, Discursos Privados. LVI, 4. S. Cf. la introducción de la edición de

Loeb, vol. 6. pág. 193.


70 Cf. A. Erman. life in Ancient Egypt. pág. 494; N. Flinders-Petrie, Social Lífe ín

Ancient Egypt. pág. 20: Hartmann, L'agricufture dans l'anc,enne Egypte, págs. 143-146;
Dykmans, Histo;re économique et sociale de j'ancienne Egypte, vol. 2. pág. 248.
71 Heródoto. Los Guerras Persas. 11, 35. . .
. .
. '
72 M. Rostovtzeff. <<Greek Sightseers en Egypt>>, Joumal o( Egyptian Archaeology, 14, . .

1928.
73 Cf. Hasebroek Trode and Politics in Ancient Greece, pág. 107. Los detalles se han
extraído de Tod, Greek lnscriptions. vol. 2. págs. 284-289. Cf. también Cambridge Ancient . .
History. vol. 6. pág. 449; G. Glotz, Histoire Grecque. vol. 4, pág. 211. ....
. ·.

..
....
: ·.
·. :

.. .'
: :

'

....
343 .'
..
.
.· ·.

.. ..
16. Dinero, banca y finanzas

Los. antiguos griegos nos ofrecen el primer ejemplo conocido de


conexión del comercio y los usos del dinero con los elementos
de mercado, aunque para su mentalidad no existía afinidad natural
entre estos tres miembros de la tríada moderna. Estaban familiarizados
con el comercio -sobre todo con el administrado y el de regalos- y
con los usos primitivos del dinero como pago y patrón de valor, inclu-
....
so con grupos de mercado específicos, como las bien recibidas tripula- ...'
..
ciones de los piratas, que se presentaban como inofensivos extranje- ...'
. ·.
..
·.
ros dispuestos al intercambio, y cuya exhibición de mercancías ante la "•
..
::

casa del rey les convirtió en un grupo de suministro ad hoc. En el ..
·::'
....
..:.·::
ámbito interno, parece ser que los mercados locales tenían la finalidad ·:.:.

de abastecer a los pobres. Pero todos estos elementos no estaban


integrados, porque cuando prevalecen la reciprocidad y la redistribu-
ción, el comercio, el dinero y los mercados no forman un todo institu-
cional. En realidad, el dinero y los mercados apenas eran perceptibles,
ni siquiera por separado.

l. Dinero

Se puede decir que no existía ni el concepto de dinero ni el de


mercado, sino que, como ocurre con el propio comercio, cada uno
pertenecía a mundos diferentes del discurso, a saber, a las costumbres y
a los mecanismos. Por lo que respecta a las costumbres, la participación
y la mutualidad están en la médula de las relaciones comunales. En
cuanto a los asuntos económicos, la ética no es más que la manera
345
inteligente de discutir las actitudes de reciprocidad y redistribución:
inextricablemente unida a la costumbre y a la moralidad, la técnica es la
forma, no solamente de pensar en cómo hacer las cosas, sino de hacer-
las. La mentalidad griega, se movía en estos dos niveles. Su supuesto
enfoque <<ético>> de la economía es un error de comprensión. Sería
más cierto llamarlo antropológico. puesto que su concepción derivaba
de una visión razonada de las costumbres. completada con una descrip-
ción de los mecanismos. Aunque no pasaron por alto la relación con la
mentalidad moderna, es sorprendente el poco valor que le dieron.
Tanto Heródoto en el siglo quinto. como Aristóteles en el cuarto,
ya eran conscientes de la relación entre ciertos usos del dinero y el
comercio. No obstante, se les escapaba por completo el mecanismo
del mercado. Heródoto, sin lugar a duda, llegó a relacionar el origen de
las monedas con la venta al por menor; pero pensaba que las monedas
eran una ingeniosa invención de los lidios, producto de su riqueza en
oro y de su mente juguetona, cosas ambas por las que eran famosos;
en cuanto al hábito de mercado, no supo explicarlo, y lo describió en la
categoria de costumbres nativas (como la libertad sexual o las supersti-
ciones religiosas), que, a veces, son tan controvertidas que impiden
incluso una definición clara. En cualquier caso, lo consideró lo suficien-
temente significativo como para permitir a su héroe, Ciro de Persia, el
rey de reyes, tener un memorable desliz con respecto a los hábitos de
mercado de sus adversarios griegos. Sobre el extendido uso del oro,
Heródoto sólo menciona el monte Tmolus, cerca de la capital. que ver-
tía ríos de oro por~ sus laderas. Tampoco dice nada sobre la venta al
por menor de alimentos que existía en la plaza de Sardes, seguramente
porque el término kopelike era autoexplicativo. Pero por su mención
explícita a la acuñación de monedas, podemos suponer que el polvo de
oro era el medio normal de intercambio en el mercado, como lo era,
por ejemplo, en la W hydah del siglo diecisiete en la costa de Guinea, o
en el comercio de las Indias occidentales aún en el primer cuarto del
siglo diecinueve. El polvo de oro y los mercados de alimentos, unidos
en las personas de comerciantes femeninos, se encuentran a menudo
juntos. aunque en ningún momento, en nuestra opinión, el polvo de
oro condujo a la introducción de monedas de oro; por el contrario, los
habitantes de Whydah, los ashantis, y hasta 1870, la mayor parte de
Sudán, rechazaron el uso de monedas. sobre todo si eran de oro.
Incluso la plata estaba desmonetizada, fundiéndose de nuevo las mone-
346
.·.

...
'
..
.·.
. '·.
das extranjeras de plata para convertirlas en ornamentos. La única ·.

excepción desde Abisinia a Níger fue el dólar María Teresa. Cuando se .·.
..':
..·
.·.
empleba polvo de oro en el mercado, como en el suroeste de China, la ..'
..'
India oriental o la costa de Guinea, se asociaba al uso de dinero el ·.·
.·...
cauri, nunca a la acuñación de monedas de oro. Por otra parte, parece ·...'
,.
que Heródoto relaciona la prostitución premarital de las jóvenes lidias .,·.
....·.
con el uso de polvo de oro en el mercado, que curiosamente también .·.
..
·.
..'·
se puede observar en Sudán occidental a comienzos del siglo diecinue- ::·
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ve; y. si nuestra lectura de Block Byzantium de Nadel es correcta, inclu- .....
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so entre los nupe nigerianos de nuestros días. .....
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Haremos un recuento total de Heródoto, que muestra cómo el ...'
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modelo costumbres-mecanismos de la sociedad primitiva seguía absor- .,,·
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biendo completamente los elementos económicos distintivos de las ....
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monedas y la venta al por menor: ··:
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Lidia, a diferencia de la mayoría de los países. apenas ofrece :·:

maravillas al historiador. excepto el polvo de oro que se extrae de


Tmolus. Sin embargo. tiene una estructura de enorme tamaño, sólo
inferior a los monumentos de Egipto y Babilonia. Es la tumba de .·.
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Aliates, padre de Creso, cuya base está formada por inn1ensos blo- .·.

ques de piedra, siendo el resto un vasto túmulo de tierra. Fue erigi-


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do con el trabajo conjunto de comerciantes, artesanos y cortesanas -:
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de Sardes, y tenía en la cima cinco pilares de piedra, que permane- ·.:
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cen allí, con inscripciones mostrando qué trabajo había hecho cada ,.·
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una de las clases de trabajadores. Las cortesanas eran las que más .:..
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habían colaborado. Las hijas de la gente de Lidia. absolutamente '.
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todas, ejercen este comercio con el fin de reunir dinero para su ·..
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dote. Continúan esta práctica hasta que se casan. y suelen arreglar ·;:·:
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ellas mismas su matrimonio 1 • :'·
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De la arena dorada del T molus, nos dice que fluía directamente ·...
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hacia el mercado de Sardes, cuna del kopelike. Inmediatamente después
se menciona la doble innovación de la venta al por menor en los mer-
cados y la acuñación de monedas de elektron (una mezcla natural de
oro y plata), seguida de una lista de otros mecanismos y artefactos
cuya invención se atribuía a los lidios. ,.,•
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los lidios tienen casi las mismas costumbres que los griegos, con ¡
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la excepción de que estos últimos no educan a sus hijas de la misma l
manera. Por lo que sabemos fue la primera nación que introdujo el ~
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347

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uso de monedas de oro y plata y la primera que vendíó bíenes al
por menor. También se atribuyen la invención de todos los juegos
que tienen en común con los griegos. Dícen que ínventaron éstos en
la época en que colonizaron Tri1Tenia. acontecimiento del cual rela-
tan el síguiente episodio: en los días de Atis, hijo de Manes, había
gran escasez en toda la tierra de Lídia. Durante algún tiempo los
lidios soportaron pacientemente esta aflicción, pero al ver que no
pasaba. se pusieron a inventar remedios para el mal. Algunas perso-
nas inventaron diversos recursos. como los dados. la taba. la pelota,
y todos los juegos, excepto las damas. que atribuyen a otro pueblo.
El plan que adoptaron contra el hambre fue pasar un día entero
jugando para no sentir el hambre en el estómago, y al día siguíente
comer y abstenerse de jugar 2.

Mientras que algunos lidios empleaban el dinero acuñado para


comprar comida al por menor, en otra ocasión, se dedicaron a pensar
en una serie de invenciones para buscar una alternativa al consumo de
comida. A ningún otro pueblo, excepto a los antiguos griegos, se les
atribuiría un uso de la propia mente con la superlativa deliberación que
sugiere esta anécdota. No obstante, la manera en que Heródoto basa
su historia en la inventiva de los lidios, revela que no estaba muy fami-
liarizado con la categoría económica.
Un siglo después, Aristóteles volvió al mismo tema del origen de
las monedas'/ el kapelike. Aunque trata el tema en un ámbito filosófico,
al estudiarlo detenidamente percibiremos que su enfoque sigue siendo /

de costumbres y mecanismos. La guerra del Peloponeso dejó el Atica


empobrecida, al tiempo que los metecos extendían por el
Mediterráneo oriental sus ocupaciones y sus n,étodos. A partir de
entonces, las nuevas formas de comercio. con las que el hombre inten-
taba hacer dinero y lo conseguía, dejaron de ser infrecuentes entre los
'
hombres respetables y de buena cuna del Atica. Se habían establecido
mercados locales en numerosas ciudades y habían pasado a formar
parte del entorno natural del hombre. Aún así, no hay señales que indi-
quen que el nuevo orden de cosas, tan familiar para nosotros hoy en
día, por el cual el mercado se convirtió en el organizador universal del
comercio y los beneficios, fuera reconocido como un fin legítimo de la
actividad humana.
En efecto. en el análisis que hace Aristóteles del comercio, su ori-
gen y sus mecanismos, no existe mención alguna a los mercados 3. El
348
comercio estaba organizado fundamentalmente por medíos políticos, y
se hacía dinero aprovechando de manera inteligente las oportunídades
de la guerra y la política, incluyendo botines, multas, sobornos, confisca-
ciones, secuestros, etc.; el ágora era un lugar para humildes buhoneros.
Aristóteles incluso cometió el error de no recurrir a Heródoto y sus
lidios para establecer la relación entre las pequeñas monedas y la venta
al por menor de alimentos. Puede que dudara de la autenticidad de la
fuente, aunque Heródoto nos aportó algunos de los datos más valiosos
de la historia económica de la antigüedad. Aristóteles centró su interés
en el kapelike. pero apenas mencionó el ágora, sino que habló del
comercio y, de manera fortuita, del dinero. Y lo hizo de tal manera que
no dejó lugar a las ganancias o a los beneficios hechos en el intercam-
bio. Insistía en que el animal humano es originalmente autosuficíente, y
que el comercio fue, por tanto. la forma natural de mantener esa auto-
suficiencia, una vez que las familias aborígenes. al haberse hecho muy
numerosas, tuvieron que separarse y establecerse por su cuenta. El
intercambio resultante tiene como fin volver al estado de autosuficien-
cia, y no obtener beneficios. La costumbre o la ley establece la medida
del intercambio para que se mantenga la amistad natural que predomi-
na entre los miembros de una misma comunidad. Esto implica que
debe existir reciprocidad en el intercambio de productos y servicios.
según un baremo proporcional al status relativo que se ostenta en la
comunidad. Operativamente, este requisito se cumple si no se des-
prenden ganancias del intercambio ni obligaciones para ninguna de las
partes. Para ello Aristóteles insiste. primero, en que sólo se deben
intercambiar las cantidades que sean necesarias; segundo, que el inter-
cambio sea en especie; y tercero, que sea realizado parí passu, es decir;
excluyendo el crédito.
El dinero sirve como mecanismo para asegurar que se intercambia
la cantidad correcta de bienes. Los bienes intercambiados por equiva-
lencia se valoran en función de uno de los bienes a intercambiar. sin
importar que la operación se realice parí passu o no. El patrón de valor
es la unidad en que se valora físicamente la otra mercancía. Mucho se
puede hablar de la interpretación literal de la frase del Antiguo
Testamento, <<valorar las unidades de los artículos A con las unidades ,
del artículo B)>. En el intercambio de productos básicos, por ejemplo,
para cambiar un cargamento de grano por vasijas de aceite o vino
deposrtadas en las puertas de la ciudad, el procedimiento pudo haber
349
sido una cantidad de grano pesada en la cesta del almacén de las puer-
tas, por una vasija de vino o aceite. Dicho procedimiento ahorraría
mucho tiempo y esfuerzo, asegurando al mismo tiempo que cualquiera
de las partes podía interrumpir el intercambio en cualquier momento
sin deber nada a la otra. Las monedas acuñadas son un mecanismo que
facilitaría el empleo de unidades como patrón de valor establecido por
convención. Lo más sorprendente de Aristóteles es que no mencionara
ni una sola vez el empleo de monedas en el mercado, la función espe-
cia! de las monedas de poco valor en los mercados de alimentos, la cír-
culación limitada de dinero local, el papel jugado por los convenios
arbitrarios para establecer la razón del dinero local en términos de
dinero empleado para el comercio exterior. o cualquier otro rasgo de
los tratos mercantiles.
De aquí el espectacular fracaso de Platón y Aristóteles al manejar
conceptualmente lo que llamaríamos elementos del fenómeno econó-
mico. Para ellos no tenía ese carácter.

11. Los monedas


La diferencia fundamental en los usos del dinero griego fue la exis-


tente entre el dinero local y el dinero exterior; cuya dicotomía fue total.
Las monedas de plata de pequeño valor y. sobre todo después del siglo
cuarto, las monedas de bronce, se usaban para el comercio local en el
ágora, mientras que las, monedas de plata de mayor valor. como la esta-
tera, se usaban para el comercio exterior 4 .
Tal diferencia no radicaba solamente en el tamaño de la moneda.
Naturalmente, uno podía pensar que iba a encontrar monedas de
mayor valor para el comercio exterior, pero la cuestión es que las
monedas de gran valor utilizadas para tal fin circulaban casi siempre por
su valor en lingotes de oro o plata 5, lo que no ocum'a con las monedas
locales (nomisma epichorion). Mientras que el valor de éstas podía ser su
contenido metálico, éste no era el factor significativo, sino que, lo que
daba a la moneda su valor era la autoridad de la ciudad que la acuñaba.

... si un trozo de metal recibía el sello que indicaba que era acuñado
como dracma por el gobierno de una ciudad. era indiferente. para el
comercio en esa ciudad, cuál era el valor del metal. Y en algunos
350
lugares se acuñaban monedas chapadas junto con las de buen metal.
mientras que en muchos otros hay pruebas de que los acuñadores
prestaban poca atención al peso de las monedas que sacaban 6.

Las monedas de bronce, normalmente, eran dinero simbólico; su


uso comenzó en Atenas alrededor del 400 a.C., pero se difundió con
mucha rapidez por todo el mundo griego. El hecho de que las mone-
das chapadas y las de metal precioso circularan a la par al mismo valor;
es prueba más que suficiente de que las monedas locales eran esen-
cialmente dinero simbólico, cuyo valor estaba fijado por la autoridad
estatal. Las ciudades que no tenían suministro frecuente de metales,
acuñaban sus monedas fundiendo o alisando las viejas 7 . Las ciudades
griegas de Asia Menor ni siquiera se molestaban en volver a poner el
sello. sino que superponían el nuevo encima del anterior; alterando así
su valor. Este método se utilizó en Bizancio durante mucho tiempo 8.
En ausencia de mercados, la ley de Gresham no es un fenómeno uni-
versal.
Mucha más luz arrojan algunas anécdotas de la Oeconomía 11 sobre
la facilidad con que se introducían nuevas monedas, y se alteraba el
valor de las antiguas: los sucesos que cuenta cubren un amplio espacio
temporal y territorial. El primero narra un importante episodio de la
primitiva historia de la acuñación ateniense, que nos sugiere que la sor-
prendente (pero oscura) historia de las monedas atenienses puede dar-
nos la clave de los papeles de la primera aristocracia y del tyrannis. La
Oeconomica II relata la historia de un cambio de acuñación instituido
por Hipias, hijo y sucesor de Pisístrato, que

declaró inaceptables las monedas que circulaban en Atenas. y fijando


un precio por ellas, ordenó que le fueran llevadas todas. Pero, tras
una reunión para tratar la acuñación de una nueva denominación,
volvió a utilizar la misma plata 9.

La historia se ha interpretado de varias maneras. Seltman sugiere


que el texto contrasta la retirada de las monedas con la reacuñación de
la misma plata 10• Según él, el incidente se refiere a la suplantación del
viejo sistema monetario eupátrida, por el nuevo con la figura del buho
de los pisístratidas. Se afirma expresamente que la revaluación fue un
tema tratado probablemente en la reunión de la asamblea y que fue
351
rechazado 11 . Al parecer; lo que ocurrió fue que retiraron las monedas .
antiguas con un ligero descuento, las fundieron, las volvieron a acuñar y
las pusieron en circulación con su valor impreso. El hecho significaría
nada menos que la liquidación del legado monetario de la anarquía
sem ifeudal.
La facilidad con que se podía sustituir la moneda simbólica por un
metal precioso queda ilustrada en una historia relativa a la ciudad cos-
tera de Clazomena, en Asia Menor 12. Siendo incapaz la ciudad de
pagar a una tropa de soldados mercenarios sus 20 talentos, los genera-
les mercenarios adelantaron el dinero con el compromiso de que la
ciudad les pagaría cuatro talentos anuales de intereses:

Pero viendo que no reducían el principal y que estaban conti-


nuamente gastando dinero sin provecho. acuñaron una moneda de
hierro que representaba !a suma de veinte talentos de plata, y la dis-
.
.
tribuyeron entre los ciudadanos más ricos en proporc,on a su nque-
.

za, a cambio de una suma equivalente en plata. De este modo. los


ciudadanos individuales tenían dinero para gastar en sus necesidades
diarias y el Estado quedaba liberado de la deuda. Después les paga-
ron los intereses po,- medio de los ingresos que obt enían y continua-
n,ente lo dividían y distribuían ·en proporciones correctas. y retiraron
las monedas de hien·o 1 :.

Más que un pago anual de intereses de cuatro talentos sin perspec-


tiva de liquidación, la ciudad recurrió a un préstamo forzado que hicie-
ron sus ciudadanos ricos para que saldara la deuda contraída con los
generales. Convertir los impuestos en un deber honorífico para
los ricos estaba en la esencia de la liturgia y era conocido como pro-
eisphoro. Se hacía de una manera relativamente indolora y a bajo coste
mediante el expediente de distribuir nuevas monedas de hierro entre
los prestamistas, en proporción al préstamo que habían hecho al
Estado y al mismo valor que las monedas prestadas. Así los prestamis-
tas no sufrían pérdidas en sus ingresos. Las monedas de hierro se reti-
raban probablemente al cabo de cinco años. devolviendo la suma que
había sido pagada anteriormente en intereses a los generales, es decir;
cuatro talentos de monedas de hierro eran reemplazados todos los
años por las tradicionales monedas de plata 14 • Suponer como Riezfer y
Burns que las monedas de hierro depreciarían su valor porque el sumi-
nistro de dinero aumentaba de esa forma. es suponer demasiado. Si a
352
los generales mercenarios se les pagaba en plata cualquier ~tra supo-
sición es dudosa-. no tenía por qué incrementarse el sum1n1stro de
dinero local. En cualquier caso, postular que el incremento de la oferta
de monedas tendría como consecuencia la depreciación de su valor~ es
presumir anacrónicamente el sistema de mercado en el cual los precios
fluctúan libremente en respuesta a las cambiantes demandas.
Nuestra opinión 15 de que las monedas de hierro circulaban según el
. ,
valor impreso se apoya en otros dos sucesos, uno anterior; y otro mas o
menos contemporáneo. El primero se refiere a la emisión de monedas
de latón hecha por Dionisia de Siracusa alrededor del año 400 a.C.

Y cuando tuvo necesidad de dinero acuñó una moneda de


lat ón. y convocando a la asamblea habló con gran vehemencia en
favor del dinero que había acuñado. Y ellos. aún en contra de su
deseo, decretaron que todo el mundo tenía que aceptar esa mone-
da como plata, y no como latón 16•

Este hecho encierra un íntimo paralelismo con el de Clazomena; su


autenticidad es indudable. El debate de la asamblea probablemente se
refería a la relación del valor nominal de esta moneda con su contenido
metálico 17• Según Pólux, su valor nominal era cuatro veces su conteni-
do metálico 18 •
Sobre la forma en que apareció en circulación el dinero simbólico,
tenemos más datos en una historia del general ateniense Timoteo; es
del mismo período que el episodio de Clazomena.

Timoteo, el ateniense, estando en guerra con los olintos, y nece-


sitando dinero, acuñó una moneda de bronce y la distribuyó entre
los soldados. Cuando éstos protestaron. les dijo que los mercaderes
y minoristas les venderían los productos. tal como habían hecho
antes. Entonces les dijo a los mercaderes que si recibían dinero de
bronce, lo usaran de nuevo para comprar los artículos que se ven-
dían en el país y todo lo que les llevaran de los botines; y tamb!én
les dijo que si le llevaban el dinero de bronce sobrante, que rec1b1-
rian plata a cambio 19•

Es indudable que la historia es cierta 20• Otros detalles nos los da


Polieno, que ofrece paralelismo y repite la Oeconomía 11. En esta ver-
sión, Timoteo
353
mezcló el dinero macedonio con el latón de Chipre, y de ahí acuñó
una nueva moneda, con un valor de cinco dracmas. un cuarto de la
cual era de plata. y el resto una aleación de latón 21•

Polieno narra un recurso similar adoptado por Timoteo en otra


ocasión, cuando el ejército ateniense estaba falto de dinero. El general
convenció a los mercaderes que acompañaban al ejército de que acep-
taran lo que, en nuestra traducción, sena sus <<letras>> en lugar de dine-
ro, garantizándoles un pago final en metálico 22• Regling sugirió que éstas
eran piezas de cerámica con el sello personal de Timoteo, y que funcio-
naban, por tanto, como dinero simbólico. Polieno cita un caso más, esta
vez referente al general macedonio Pérdicas, quien

cuando sus arcas estaban casi vacías. acuñó una moneda de latón
mezclado con estaño, con la cual pagó a su ejército. El dinero. que
llevaba el sello real. fue aceptado por los mercaderes como moneda:
y no tenía valor más allá de los dominios del rey. y fue aceptado
como pago por el grano y los productos del país 23 .

La Oeconomica 11 nos ofrece también un ejemplo de la refundición y


reacuñación de monedas. Dioniso ordenó entregar las monedas cuan-
do tuvo que pagar una deuda a sus ciudadanos.

Cuando el dinero habífi sído entregado, volvió a acuñarlo y le


estampó un nuevo valor. de forma que las monedas de un dracma
pasaron a ser de dos. y así pagó la deuda original y el dinero que le
habían traído en esta ocasión 24.

Aunque ninguna de las monedas existentes en Siracusa presenta


huellas de haber sido reacuñada al doble de su valor, este pasaje queda
confirmado por la referencia de Pólux a la reducción del talento de
Siracusa. de 24 a 12 dracmas, que probablemente tuvo lugar durante el
reinado de Dionisio 25 • Ésta es una simple conjetura por nuestra parte,
pero Polineo menciona que ese mismo recurso fue utilizado por el rey
Leucon del Bósforo, que retiró todas las monedas. las acuñó al doble
de su valor, y las distribuyó pagando así el dinero entregado y quedán-
dose él con la mítad 26•
Los detalles de estos hechos son menos importantes que el cuadro
que presentan. Para la mentalidad moderna este cuadro es de lo más
354
, .. .
.·.

sorprendente. pues hay una ausencia total de deprecíación de la mone-


da, de inflación de precios, y de monedas <<buenas>> puestas fuera de
circulación por las <<malas>>. En realídad, apenas hay señales de oposi-
ción o malestar por lo que nosotros llaman'amos audaces manipulacio-
nes. El mayor violador de la moral monetaria moderna, Dionisio. apare-
ce ante la perspectiva de la hístoria como <<un excelente y prudente
tirano>> 27, cuyo reinado marca <<el período más brillante y prolífico del
sistema monetario de Siracusa>> 28• Fue un <<financiero drástíco e inge-
nioso>>, cuya política salvó a Siracusa de la destruccíón a manos de
Cartago 29 •
La explicación, por supuesto, es sencilla. Las economías integradas
sin mercado de estas comunidades estaban sostenidas y controladas
por los métodos de redistribución y reciprocidad. Una bien elaborada
red de divisiones sociales y territoriales hacía que funcionaran los
acuerdos de negocios, que eran iniciados por los magistrados y que les
capacitaba para tratar con buen tino lo que nosotros consideraríamos
las muy complejas y arriesgadas empresas de las finanzas públicas.

111. Monedas locales y externas


No debe subestimarse la diferencia entre la moneda local y la
externa, vital para la comprensión de los usos del dinero en Grecia.
Dicha dicotomía no era exclusivamente griega: se refleja en diversas
fuentes como el Talmud y las prácticas, relativamente modernas. de la
costa occidental africana. Lo que destaca en la experiencia griega es el
grado en que superaron la separación tradicional, entre la moneda inte-
rior y la exterior: En algunos ejemplos del Africa occidental sólo se
podía comprar comida pagando con cauris. nunca con oro; esto no
ocurrió en Atenas ni en Grecia en g~neral. Los dos tipos de moneda, la
local y la extranjera, aunque institucionalmente distintas, eran, no obs-
tante, intercambiables. Tampoco estaba limítado este intercambio a la
relación existente entre el sistema monetario interno y externo de una
ciudad, sino que se podían intercambiar las monedas externas de dos
ciudades cualesquiera, como también, probablemente, las internas.
Para hacer posible la capacidad de intercambio contaban con lo
que quizás fuese la mayor contribución griega a las innovaciones econó-
micas, el banquero trapezíta 30, que fue un apéndice profesional del uso
355

de la moneda en los primeros tiempos. Al igual que las pequeñas


monedas de cobre, el trapezita no surgió mucho antes del 400 a. C. En
nuestra opinión, ambos hicieron su aparición en Atenas, pero se difun-
dieron por todo el mundo griego con sorprendente rapidez, pasando a
ser. tanto las monedas como los cambistas, hechos de la vida pública,
no de la vida privada. Sentado en su mesa del ágora, el banquero trape-
zíta cambiaba con suma facilídad las estateras de plata o los tetradrac-
mas por pequeños óbolos o semióbolos de cobre. Y. sentados en sus
mesas en el deigma, otro grupo cambiaba la moneda extranjera en
moneda ateniense, y a la inversa. Jenofonte pudo así proclamar que
todo el mundo quería vender en El Pireo, porque allí los extranjeros
podían llevarse a casa dinero y no otras mercancías. El cambio de
moneda formaba parte de los servicíos ofrecídos por las autoridades
del puerto.
Tasar y cambiar monedas eran seguramente las primitivas funciones
oficiales del banquero griego. La palabra trapeza sígníficaba el banco en
el que se sentaba y cambiaba las monedas, igual que el término que
empleamos actualmente se refiere al banco en el que se sentaba el
cambista medieval. Aunque los trapezita adoptaron otras funcíones,
estas dos continuaron siendo sus principales actividades y en ocasiones
se convirtieron en monopolio expreso del Estado, como en el período
helenístico. Otras funciones bancarias facilitaron el incremento de los
usos del dinero y su conexión con el comercio. Sin embargo, debemos
tener cuidado en no exagerar su alcance o importancia.
Una utilísima función de los banqueros trapezitas, sobre todo en el
turbulento período posterior al inicio del siglo cuarto, fue la de actuar
como depositarios de dinero, artículos valiosos y tesoro, así como de
documentos legales. Guardar dinero o cosas valiosas en las desprotegi-
das casas debía entrañar un peligro considerable en este período de
contiendas socíales, de ahí que con frecuencia fueran depositados en
manos de los banqueros. Sin embargo, muchos tesoros de monedas
encontrados en nuestros días provienen de casas particulares.
Cuando se hacía un depósito era más que nada por motivos de
seguridad, y no es probable que se pagaran intereses, al menos por
parte del depositante. Posiblemente el banquero no utilizaba los depó-
sitos a menos que tuviera autorización del depositante; en ese caso, el
banquero actuaba principalmente como su agente para hacer présta-
mos. Un depósito seguía siendo propiedad del depositante y no se jun-
356
-~·-
..................

taba con los fondos generales; incluso cuando se cambiaban monedas,


el banquero colocaba las monedas en bolsas y las sellaba, y no podía
hacer ningún uso de ellas. Es cierto que los banqueros concedían prés-
tamos, pero sólo podían hacerlo con la orden del depositante o sacan-
do el dinero del préstamo de sus propios fondos. Seguramente no
podían hacer préstamos hipotecarios, puesto que los banqueros eran
casi sin excepción esclavos, hombres liberados, o, como mucho, extran-
jeros, y sólo los ciudadanos tenían el derecho a poseer tierras privadas.
Era imposible, por tanto, redimir una hipoteca, como reconocíó el ban-
quero Formión cuando alquiló el banco a su anterior amo, Pasión.
Pasión. antiguo esclavo a quien una Atenas agradecida le había otorga-
do la ciudadanía, había concedido 50 talentos de préstamo sobre una
propiedad, de los cuales 1 1 talentos eran de los fondos del banco, y el
resto era de los suyos propios. Como su antiguo esclavo, Formión, no
podía redimir la hipoteca, Pasión continuó teniendo la hipoteca sobre
los 1 1 talentos después de alquilar el banco, mientras que el banco
quedó sin deber nada a Pasión 31 • En un pasaje del Trapezitícus de
lsócrates, en que se presenta a Pasión como un sinvergüenza, se le
acusa de haber defraudado un depósito de siete talentos porque lo
había prestado, y esta acción evidentemente es tratada como un asun-
'
to ilegal y bajo cuerda que debe evitar Pasión. Así que aparece supli-

cando al depositante que <<le perdone y guarde en secreto su error. '
.:'
para que él, como receptor de depósitos, no aparezca culpable de esas .·'
,.
·;'
faltas>> 32• .;:''

Por tanto. cuando un banquero hacía un préstamo, no estaba ·...


..,.
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dando crédito. Además del uso de los instrumentos de crédito, como ::·
·~
las letras de cambio, la creación del crédito es la esencia del sistema :j
:·]
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moderno de préstamos bancarios. El banquero griego prestaba su .:¡
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propio capital o colocaba depósitos que habían sido autorizados para J.



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·:·:·.
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tal fin, en cuyo caso había que registrar que el préstamo se había ,,...
..
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hecho con las monedas de un cierto depositante. En general. la escala ...·
...
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..·.·
debió de ser bastante pequeña. Sin embargo, no deben deslumbrar- ,·
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..
..
nos las acciones de Pasión, pues fueron notoriamente excepcionales, y :.:·
'
'.:.:
ningún otro banco tuvo su alcance. Él mismo fue un prestamista, que ·,
'·..
...
.......
dejaba dinero bajo la garantía de vasijas de bronce, e incluso prestaba ·:,:
...·:
mantas, ropa de cama, piezas de plata y copas a un distinguido ciuda- :. :
:;
•.:.:..
.,
dano que atendía a los gobernantes extranjeros 33 • Es difícil juzgar ::.
.·•.' .
.,·;
hasta qué punto los préstamos bancarios eran importantes. Sin .••
·.:··

357
embargo, es significativo que en los discursos de Demóstenes no apa-
rezca ni un solo caso de préstamo sobre una carga naval hecha por un
banquero, y ésos eran los préstamos más importantes que se hacían
en la época 34 .
Aparte de comprobar y cambiar monedas, la función bancaria más
destacada parece que fue la de facilitar los pagos. Una de las razones
por la que sólo se conocían las transacciones in rem en la antigüedad,
era la imposibilidad de asegurar el pago diferido. en el sentido pura-
mente operacional de asegurar que el dinero a pagar sería el equivalen-
te de la cantidad estipulada. Era posible depositar una suma de dinero
en un banco con el fin de hacer un pago posteriormente a un tercero.
Esto no involucraba una transferencia de crédito. como en el pago
por cheque, ni una transferencia mediante una transacción contable por
parte del banco -la transferencia por giro que jugó un papel tan
importante en el comercio y las finanzas de la Europa medieval. En
Grecia como en los primeros bancos de depósitos europeos- se
pagaba al beneficiario con las mismas monedas que habían sido deposi-
tadas. Tenemos un ejemplo completamente documentado. Un merca-
der de Heracles, Lycon, antes de partir de Atenas en viaje de negocios,
depositó 16 minas y 40 dracmas en el banco de Pasión, para que fue-
ran entregadas en pago a su socio, Cefisíades de Esciros, a la vuelta de
éste. El depósito se hizo en presencia de dos ciudadanos, que fueron
los encargados de presentar a Cefisfades y Pasión. Pasión anotó la iden-
tidad del depositante, así como la cantidad y la dirección en que debía
efectuarse el pago, junto con los nombres de los testigos. El orador
observa que éste era el procedimiento habitual 35• Cinco meses des-
pués del depósito, los testigos presentaron a Cefisíades, y Pasión hizo el
pago. No hay ningún t ipo de crédito en esta transacción, aunque dicha
facilidad debió de contribuir al desarrollo de las transacciones que
cubrían un período de tiempo. El hecho de que el banco sólo hiciera
los pagos en presencia de testigos. facilitaba el pago incluso cuando no
había intervalo de tiempo: era un medio de dar publicidad y comodi-
dad a la transacción 36.
Pasión intervino también en otro caso en que se facilitó el pago a
distancia. Un joven del reino del Bósforo, que había sido enviado a
Atenas por su padre para comerciar y estudiar. consiguió sacar dinero
de su país utilizando el crédito de Pasión. Estrátocles. un mercader a
punto de zarpar en dirección al Bósforo, dejó una fuerte suma de dine-
358
ro al joven a cambio de una carta de éste a su padre, indicándole que
pagara al mercader una cantidad equivalente a su llegada. Este acuerdo
fue posible porque Pasión avaló el pago del principal y se comprometió
a pagar el interés acumulado hasta el regreso de Estrátocles si el padre
del joven se negaba a pagarle 37. La ventaja del mercader radicaba en
evitar los riesgos de viajar con una fuerte suma de dinero: dejándolo en
Atenas, podía conseguir su reembolso en el momento de la llegada.
Evidentemente éste es un tipo de acuerdo primitivo en que el banque-
ro actuaba simplemente como avalista: no es una operación de crédito.
Además, dichas transacciones eran ocasionales y accidentales. Así,
cuando el padre del joven, el primer ministro del reino, envió a su hijo
a estudiar a Atenas, le envió con barcos cargados de grano para que
obtuviera dinero a su llegada a Atenas. Ante tan complicada operación
para financiar la educación de un joven, no podemos imaginar que se
utilizaran letras de cambio o cartas de crédito regularmente. La carta
de crédito no es diferente de la forma en que Cicerón ,
financió la edu-
cación de su hijo en Atenas a través de su amigo Atice varios siglos
después.
Las transferencias y los pagos bancarios permanecieron como una
forma de manipulación de ciertas monedas durante todo el período
helenístico. En el Egipto ptolemaico, donde los métodos bancarios grie-
gos alcanzaron su apogeo, jamás existieron transferencias de dinero por
giro, aunque sí se hacían complicados giros de grano y de otros artícu-
los de primera necesidad mediante los bancos estatales 38 • No se
puede citar una prueba más contundente de la superioridad de los
métodos administrativos, en comparación con el nivel primitivo de
los usos del dinero en aquella época.
Tal vez la prueba más convincente de la ausencia de cualquier tipo
de crédito bancario es la colección de mecanismos utilizados por los
primeros estadistas <<para el reabastecim íento del tesoro>>. La
Oeconomica 11, está concebida en principio como un manual de finan-
zas públicas, no como un panfleto escandaloso. Las anécdotas relata-
das <<en ningún modo nos parecen carentes de utilídad, síendo posible
de vez en cuando su aplicación a los negocios que cada uno tenga
entre manos>> 39 . Su concepción original es tan sorprendente como la
de Vías y Recursos de Jenofonte, que fue la primera obra en desarrollar
la idea de que la riqueza podía ser un producto de la paz tanto como
de la guerra. La Oeconomíca 11 avanza la nueva idea de la economía
359
doméstica equilibrada, es decir; propone que los gastos individuales y
los del Estado sean mantenidos dentro de los límites de los ingresos.
Esta idea, recalca su autor; debería recibir <<algo más que una atención
superficial>> 40.
Si los préstamos bancarios jugaron algún papel en el sistema crediti-
cio de este período, es de esperar que hubiera alguna mención a los
préstamos hechos por los banqueros al Estado en situaciones críticas.
Después de todo, los préstamos estatales y municipales fueron la base
a partir de la cual se desarrolló el sistema bancario europeo desde el
último periodo medieval en adelante. Sin embargo, de los 41 grupos
de anécdotas -más de 60 casos en total- no hay un solo ejemplo en
que un gobernador o un Estado resuelvan sus problemas financieros
pidiendo un préstamo a un banquero. Los complicados y tortuosos
métodos utilizados demuestran definitivamente la ausencia de un siste-
ma de créditos desarrollado.
Será suficíente con exponer algunos recursos más interesantes. Los
incidentes del sistema monetario que ya hemos mencionado, eran total
o parcialmente mecanismos para producir ingresos. Se completaban con
muchas otras técnicas. que a menudo involucraban algún tipo de présta-
mo obligado al Estado por parte de un grupo especial o por todos los
ciudadanos en general; los intereses, generalmente, los pagaba el Estado.
Así, la ciudad de Clazomena, cuando <<sufrió escasez de grano y fondos>>,
ordenó a todos los ciudadanos que tuvieran almacenado aceite de oliva,
producto abundante en esa región, que se lo prestaran al Estado con
intereses. Entonces la ciudad contrató barcos y mandó aceite a los
emporios y con ello compró trigo, al parecer dejando en prenda el acei-
te como aval frente al precio de compra del grano 41 •
En una ocasión similar, Heraclea financió una guerra con ayuda de
un préstamo obligado hecho en especie. La ciudad estaba a punto de
envíar una expedición de 40 trírremes, pero carecía de fondos suficien-
tes para pagar a la flota. Así que compraron las existencias de aceite,
grano y vino de todos los mercaderes, así como otros artículos comer-
cializables, y acordaron pagarlo en una fecha futura; evidentemente. era
un préstamo forzado, aunque parece que los mercaderes no estaban
en contra, pues habían dispuesto sus cargamentos sin quebrar el volu-
men. Heraclea envió las mercancías con la flota bajo la supervisión de
los funcionarios. Se pagó a los marineros dos semanas por anticipado
(en vez de pagarles por toda la expedición), y así podían comprar lo
360
que necesitaran a los funcionarios que estaban a cargo de la comida y
los suministros.

De esta forma. se había recaudado dinero antes de que los


generales tuvieran que pagar otra vez a sus hombres: y así la misma
paga fue suficiente hasta que la expedición volvió a casa 41.

Es decir. se volvía a pagar a los hombres con el dinero que habían


pagado en provisiones, repitiendo el mismo proceso a lo largo de toda
la campaña. ,
La ciudad de Efeso, debido a la reconstrucción del templo de
Artemisa. quedó empobrecida y aprobó una ley suntuaria prohibiendo
a las mujeres que llevaran adornos de oro y ordenándoles que los
entregaran al Estado. La ciudad inscribió también en los pilares del tem-
plo los nombres de los ciudadanos que habían contribuído con una
cantidad determinada 43• Dionisia de Siracusa consiguió fondos cerca
del 399 a.C. mediante un procedimiento similar: primero ordenó que
se llevaran al templo de Deméter todos los ornamentos de oro, y los
consideró un préstamo de la diosa. Al cabo de algún tiempo, tras
haberse acumulado más oro, volvió a permitir que las mujeres llevaran
joyas a cambio de entregar una suma específica al templo 44 • El uso de
leyes suntuarias como recurso financiero fue bastante general en la
antigüedad, como demuestra la historia del becerro de oro en el
Éxodo, 35. Estrabón y Livio relatan medidas símilares tomadas en
Roma. Tomar prestados los tesoros del templo era, por supuesto, el
método más antiguo y habitual de solucionar las crisis financieras,
, sien-
do el caso más famoso el uso del tesoro de Atenea. en el Atica.
Una historia interesante, fechada entre el 361 y el 348, se refiere al
uso de elementos de mercado para hacer un préstamo obligado. La
ciudad de Mende, que necesitaba fondos para financiar la guerra con
los olintios, ordenó a sus ciudadanos que se quedaran con un esclavo y
una esclava y vendieran todos los demás en nombre del Estado 45• Es
probable que los esclavos fueran entregados al Estado, que arregló la . .. : :
..
venta por su cuenta, aunque esto no importa para la comprensión de . .. :" :
....
la historia. En cualquier caso, el éxito del mecanismo presupone la exis-
tencia de un mercado de esclavos bastante bien desarrollado. ·.·.. ¡
De hecho, unos cuantos ejemplos relatados en la Oeconomica 11 .. .:' .:.'., .··1'
. . : :.

indican cómo se podía utilizar la institución de mercado para resolver


361 . . .
. . : . ':.
una dificultad financiera. Uno está tentado a veces de concluir que una
de las principales razones por las que los griegos podían permitirse
apoyarse en mercados tan imperfectos para aprovisionar a sus ciuda-
des, era la facilidad con que el ágora podía transformarse en cualquier
momento en un mecanismo redistributivo.
En una ocasión, cuando faltaba suministro en el mercado de grano
y la ciudad estaba financieramente empobrecida, Bizancio capturó los
barcos cargados de grano del Mar Negro, detuvo a los mercaderes y
les obligó a vender grano a sus ciudadanos al por menor: Cuando, al
cabo de un tiempo, los mercaderes protestaron por su detención. la
ciudad subió el precio del grano en un I O% para indemnizar a los mer-
caderes 46• La novedad de este procedimiento no radica en el hecho de
capturar barcos, algo bastante común. sino en obligar a los mercaderes
a quedarse allí. Normalmente la ciudad hubiera comprado los carga-
mentos capturados a un precio fijo, pero al carecer de fondos tuvo que
vender el grano al por menor y pagar a los mercaderes poco a poco, a
medida que se recibía el dinero.
Anticipando un ataque al final del siglo quinto, la ciudad de Lampsaco
subió los precios del ágora hasta un 50 %, recibiendo el Estado la dife-
rencia entre el precio antiguo y el nuevo. <<Ordenaron a los minoristas
que subieran el precio de la cebada a seis dracmas. cuando antes estaba
a cuatro dracmas el medimno. El aceite, que estaba a tres dracmas el
chous, tuvo que venderse a cuatro dracmas y medio, y el vino y otros
artículos de primera necesidad incrementaron su precio en la misma
proporción. De esta forma, el minorista obtenía su beneficio original y el
Estado se quedaba con la diferencia y llenaba sus arcas>> 47. En fecha pos-
terior se hizo la misma propuesta a los atenienses: un oscuro personaje
llamado Pitocles sugirió que el Estado comprara todo el plomo de las
minas del Laurio al precio convencional de dos dracmas y los revendiese
al precio fijo de seis dracmas 48.
La ciudad helespontina de Selimbrio anticipó en una generación el
monopolio que iba a crear Cleómenes en la exportación del grano.
Puesto que la ciudad tenía abundancia de grano, ordenó a todos los
ciudadanos que entregaran los excedentes de un año al Estado a un
precio convenido. Este grano fue exportado y así consiguió el Estado
sus correspondientes ingresos 49 •
El uso de los métodos de mercado como medio de satisfacer las
necesidades financieras parece haber prevalecido durante el siglo cuar-
362
to. El general ateniense Timoteo ajustó su presupuesto durante el asal-
to a Samos en el 366/5 a.C., confiscando la producción del país y ven-
diéndosela a los mismos habrtantes de Samos 50. Este sofisticado siste-
ma parece que se ganó la admiración del autor de la Oeconomica 11. En
efecto, puede que Timoteo tuviera que crear un mercado para hacer
eso. La historia tiene varios paralelismos no mílitares en la Oeconomi-
ca 11. Así. cuando el tirano de Naxos, Ligdamis, encontró difícil vender si
no era a bajos precios la propiedad confiscada a un grupo que había
exiliado, se la vendió a los propios exiliados 51 • Eso nos recuerda lo que
decía Heródoto sobre la reticencia de los atenienses a comprar las
propiedades de los pisistrátidas cuando fueron expulsados de Atenas,
por temor a que regresaran en el futuro y desearan vengarse. Incapaz
de conseguir un préstamo de los habitantes de Siracusa, Dionisia ven-
dió los muebles de su palacio y luego se los confiscó a los compradores
-una técnica inversa a la de Ligdamis 52• Antímenes de Rodas. un ayu-
dante de Alejandro que estaba a cargo de las vías estatales de
Babilonia, transformó la estructura redistributiva de la zona en elemen-
tos de mercado. Haciendo uso de la ley que exigía a los sátrapas man-
tener surtidos los almacenes reales a lo largo de los caminos, vendía
las provisiones de los almacenes
, a cualquier ejército o grupo de hom-
bres que cruzara el país 53• Este es un interesante matrimonio entre el
mercado de Rodas y los métodos redistributivos orientales. Poco des-
pués, en el mismo siglo, el general ateniense lfícrates trasplantó las
ideas atenienses a Tracia. Tras casarse con la hija del rey tracio. Cotys, lfí-
crates ayudó a consolidar el poder de Cotys. Según la Oeconomica 11,
lfícrates sugirió que Cotys

ordenara a todos sus súbdítos cultivar para él una superlicíe de 4 l /2


bushels. Así consiguió reunir una gran cantidad de grano, y al venderlo
en el emporio de la costa. el rey obtuvo todo el dinero que quena 54•

Una vez más vemos aquí la fusión de los elementos redistributivos


y de mercado. Probablemente la principal innovación fue que el rey tra-
cio organizó la venta del grano, en vez de apoyarse en la venta pasiva a
los mercaderes griegos y fenicios.

363
Notas
I Heródoto, Las Guerras Persas, l. 93.
2 lbíd., 1, 94.
3 las alusiones que síguen a Aristóteles están tomadas de la Etica. V, y Política, l.
4 Cf. J. G. Milne. Greek and Roman Coins (Londres. Methuen and Co .. 1939).

pág. 23, 107-108. P. Gardner. A History of Ancient Coinage. 700-300 a.C. (Oxford,
Clarendon Press. 1918). pág. 41.
~ Gardner, Ancient Coínoge, pág. 3. 56-57.
6 lbfd., págs. 2-3.
7 Milne. Greek and Roman Coíns, págs. 36-37.
8 /bíd.. pág. 75.
9 Pseudo-Aristóteles. Oeconomica, 11, l 347a, 8 ff.
°
1 C. T. Seltman, Athens, lts Hístory and Coinoge (Cambridge, At the Uníversity

Press, 1924), págs. 77-78; cf. Gardner, Ancient Coínage, pág. 159; B. V. Head. Historia
Numorum (Oxford. Clarendon Press, 1887). págs. 369-370; A. R. Bums, Money and
Monetary Potícy ín Early Times (Nueva York. Knopf. 1927), pág. 363.
11 las monedas existentes no apoyan la suposición de Head de que el patrón lige-

ro euboico fuera sustituido aquí por el pesado.


12 Fechada alrededor del 360 a.C., por Van Groningen, y en el 387 a.C. por

Riezler.
13 Pseudo-Aristóteles, Oeconomica, 11, l 348b, 23 ff.
14 Cf. los comentarios de Van Groníngen y Riezler. ad locum, y de A. R. Bums.

Moneyin Early Times, pág. 375.


15 Sostenida también por Van Groningen.
16 Pseudo-Aristóteles, Oeconom;ca, 11. l 349a, 33 ff.
17 El pasaje da una explicación de la sorprendente interrupción de la serie de

tetradracmas de plata en esta fecha en Siracusa. Aunque no se han encontrado mone-


das de latón, no es una prueba negativa, puesto que el latón se oxida rápidamente en
la tierra Sin embargo. se ha encontrado una ímitación alterada del decadrama de plata
que data de este periodo; la moneda es de bronce, pero originalmente estuvo chapada
en latón, y por tanto puede ser la moneda referida. Tampoco es una mala imitación:
parece que fue acuñada por <<el gran artista monetario» que estaba entonces a cargo
de las monedas de Síracusa El reinado de Dionisío está considerado por los numismáti-
cos como <<el período más brillante y prolífico>> del sistema monetario de Siracusa. A. J.
Evans. <<las finanzas y el sistema monetario de Dionisia>>. en E. A. Freeman. History of
Sicily. vol. 4, págs. 230-238: cf. Van Groningen y Riezler, ad locum.
18
Pólux, VIII, 79.
19 Pseudo-Aristóteles. Oeconomica, 11. 1350a, 24 ff.

°
2 C( Riezxler y van Groningen. ad locum.

21 Polieno. Estratagemas, 111, 1O, 14.


22 lbíd., 111, 1O, 1.

23 lbíd., IV, 1O, 2.


24 Pseudo-Aristóteles, Oeconomica. 11, l 349b, 28 f[

364
25 Pólux. IX, 87; cf Gardner. Ancient Coinage. págs. 414-415, y Evans. <<Finanzas de
Dionisio». pág. 238.
26 Polieno. Estratagemas. VI, 9, 1.
27 Freeman. History of Sicily, vol. 4, pág. S.
28 lbfd., pág. 234.
29 Bums, Money in Early Times, pág. 368.
30 Aquí seguimos el uso dual que hace Westermann del término greco-inglés, para

distinguir claramente las primeras operaciones del trapezite griego de las complicadas
operaciones del banquero moderno. Estamos muy agradecidos a los enfoques que
hace Westermann en su <<Warehousing and T rapezite Banking>>. Joumal of Economic
and Business History, vol. 3. núm. 1.
31 Demóstenes, Discursos Privados, trad. A. T. Murray (Cambridge. Harvard

University Press. 1964). XXXVI, 5-6; cf. también Westermann. <<Warehousing and
T rapezite Banking».
32 lsócrates. Trapeziticus, XVII, 1 8.
33 Demóstenes. Discursos Privados. XLIX, 21. LIU. 9.
34 Parece que son necesarios dos requisitos. En un caso. el banquero, Heracleides.

entrega 30 minas en fianza por un barco que está en el puerto; sin embargo. no es una
carga marítima en el sentido estricto (Dem.. XXXIII, 7). En otro caso, se alega que
Pasión había hecho un préstamo sobre una carga a un sirviente del general Timoteo.
No obstante, Pasión admite que había adelantado dinero realmente a Timoteo para
pagar el flete de un regalo de madera del rey macedonio a Timoteo (Dem., XLIX. 26).
Js Demóstenes, Discursos Privados, LII, 3 ff.
36 lbid.. XXX, 23; XXXVIII, 12; XLVIII, 51, 57, 64.
37 lsócrates, Trapeziticus. XVII, 35~37.
38 Westermann, <<Warehousing and T rapezite Banking>>. pág. 49.
39 Pseudo-Aristóteles. Oeconomica 11, 1346a, 30.

40 fbíd.. 1346a. 15 ff.


41 fbíd., 1348b, 17 ff.

42 fbíd .. l 347b, 2 ff.


43 lbfd.. l 349a, 9 ff.
44
lbíd.. l 349a, 15 ff.
45 lbíd., 1350a. 12 ff.
46
Jbíd., 1346b. 30 ff.
47
lbíd.. l 347a. 32 ff.
48 lbíd., 1353a. 1S ff.
49 lbíd., l 348b. 33 ff.

50 fbíd.. 1350b, 5 ff. (cf también Políeno, XXX, 1O, 9).


51 (bid., 1349b, 1 ff.
52 fbíd., 1346b, 7 ff.
53 lbíd.. l 353a, 24 ff.
54 lbíd., 1351 a, 18 ff.

365
'
17. El <<capitalismo>> en la antigüedad

La vida económica en la antigüedad alcanzó su pináculo bajo el


helenismo en Oriente. y bajo el Imperio Romano en el Mediterráneo
occidental. El periodo helenístico se inicia con la conquista de Asia por
Alejandro Magno cerca del 332 a.C., mientras que el florecimiento del
Imperio Romano concluye en el siglo segundo d.C. Estos cinco siglos
son el pen'odo de esplendor del antiguo <<capitalismo>>, pero, marcaron
también la cima de la actividad económica no capitalista. Desde el
punto de vista de las formas de integración, debería decirse que tanto
el intercambio como la redistribución alcanzan su mayor desarrollo en
el mundo antiguo. predominando uno u otra según la región.
En el Mediterráneo oriental el comercio se concentra en el sureste.
siendo sus centros Alejandn'a, Antioquía y Seleucia. mientras que la isla
de Rodas, y posteriormente, aunque en menor , grado, Delos. son los
grandes puertos del comercio marítimo. El Atíca está ahora lejos de las
rutas marítimas, y El Pireo pierde su importancia.
Pero. mientras el comercio internacional, especialmente el de
grano. esclavos y artículos de lujo, se desarrolla a una escala sin prece-
dentes, apoyado por un fuerte aumento de las actividades bancarias
-sobre todo en Rodas y Delos el Egipto ptolemaico crea. bajo el
gobierno griego de Macedonia, el más completo sistema de economía
sin mercado de planificación central que jamás se ha conocido en el
mundo. El Egipto ptolemaico fue considerado por sus contemporáneos
un país de fabulosa riqueza. cuya civilización sobrepasaba a la de sus
contemporáneos en casi todos los aspectos. Esto es interesante para
comprender el prestigio de las costumbres egipcias, incluyendo los
métodos que utilizaban para sus negocios. En contraste, podríamos
367
resumir la aportación griega a la economía humana diciendo que los
griegos desarrollaron ambos tipos de economía -la de tipo mercado
e intercambio, y la de tipo planificado y redistributiva- hasta cotas
jamás alcanzadas hasta entonces. Ambas influyeron en el desarrollo
romano, que siguió las huellas del comercio y el sistema monetario
gríego utilizado en los mercados locales, junto con el sistema de bancos
y contabilidad practicado por Ios griegos del sur de Italia.
Posteriormente, las refinadas técnicas ptolemaicas de distribución que
se basaban en el almacenamiento y la contabilidad <<en especie>>, influ-
yeron en los métodos empleados por el Imperio Romano para reorga-
nizar su administración y sus finanzas.
Dicho sea de paso, el helenismo muestra una combinación de la
planificación y del sistema de mercado que ha confundido sin razón al
intelecto mercantil. Cleómenes de Naucratis no sólo fue el organizador
del monopolio de la exportación de grano en Egipto, y probablemente
también del monopolio gubernamental interior, si no que además orga-
nizó el mercado <<mundial>> del grano, y, por tanto, la más importante
institución de mercado en el mundo antiguo. Pero ¿quién sino el mayor
abastecedor de grano podía conseguir los medios para lograr tan difícil
tarea? ¿Cómo podía llevarse a efecto si no era con la clarividencia y el
empeño asiduo de establecer agencias de información mundiales y un
servicio de transporte con la ayuda del Estado? (Antes de que los
comerciantes privados publicaran por primera vez la lista de Lloyd,
Cromwell había aprobado la leyes de Navegación y la Armada Británíca
había conseguido el dominio de los siete mares.)
En el Mediterráneo oriental prevaleció la combinación de la planifi-
cación interna y el comercio gubernamental con una actividad de
comercio libre. cada vez mayor. en el extranjero. Acerca de este avan-
ce Michael Rostovtzeff se ha preguntado si no estaríamos presencian-
do un desarrollo que, de no ser por la intervención política, hubiera
llegado a convertírse en el capitalismo industrial con el que estamos
tan familiarizados. En realidad, si no hubiera sido por la brutal destruc-
ción y expolio de Oriente por los ejércitos y los procónsules romanos,
el Este hubiera evitado la gran recesión de los primeros siglos de nues-
tra era que sepultaron al Imperio Romano. Aún así, la recesión no
afectó al Este con la misma fuerza que lo hizo en Occídente; por eso
Bizancio sobrevivió durante casi mil años al destino de la Roma
occidental.
368
Sea lo que fuere, en la antigüedad los métodos de comercio y de
mercado nunca alcanzaron en Occidente el mismo nivel que en
Oriente. La historia general de Roma revela un alto índice de nego-
cios especulativos y un desarrollo bastante alto de las técnicas de
intercambio hacia el final de la República, seguido de una vuelta gene-
ral a la redistribución, la economía en especie y el eclipse de los mer-
cad.os.
Aquí encontramos uno de los problemas más importantes del
estudio de la antigüedad: la cuestión de saber qué factores ocasionaron
la caída del Imperio Romano. Para Rostovtzeff el problema es el mismo
que el del carácter del capitalismo en la antigüedad. Según dicho autor.
bajo el helenismo y el primer período del imperio, el capitalismo anti-
guo estaba a punto de convertirse en el moderno capitalismo indus-
trial. pero la caída del imperio llevó a la economía al desastre. Esto
supone que el capitalismo antiguo tenía en general el mismo carácter
que el moderno, y que la caída del Imperio Romano fue el factor que
interrumpió ese desarrollo. Rostovtzeff afirma que la causa real del
declive, y, por tanto, de la recesión del capitalismo fue de orden gene-
ral, no atribuible a una sola razón, pero que de tener que señalar una,
sena el exceso de planificación, que, junto con su aparatosa burocracia
y todas las restricciones que la rodeaban, debilitó el Imperio y su
naciente capitalismo 1•
Max Weber, por el contrario, insistía en que el capitalismo de
Grecia y Roma era completamente diferente en su naturaleza de su
contraparte moderna: se basaba <<principalmente en la política>>, no en
la economía, por lo que la reforma política que se efectuó en el
Imperio -paz y gobierno racional- representó la ruina para este tipo
de capitalismo esencialmente no productivo, basado solamente en los
botines, el trabajo de los esclavos y la explotación privada de funciones
gubernamentales como los impuestos y las obras públicas. (Según
Weber tres eran las fuent~s principales de ingresos en el capitalismo
ecuestre: los impuestos agn'colas, las contratas para obras públicas, y los
arrendamientos de terrenos públicos.) En cuanto al declive del Imperio
Romano -hecho posterior y esencialmente diferente-, era inherente
al carácter costero de la civilización romana, cuya defensa obligó al
Imperio a expandirse hacia vastas áreas continentales, desarrollo que,
sobre todo en el aspecto económico, era incompatible con las bases
litorales del Imperio 2.
369
Para Rostovtzeff. el problema del capitalismo antiguo y el declive
del Imperio Romano son en realidad la misma y única cosa. Para
Weber son esencialmente distintas e independientes ya que el auge
del Imperio fue la causa de la caída del capitalismo antiguo, mientras
que, por otra parte, el Imperio tuvo que existir para remediar. entre
otras cosas. los graves males inherentes al capitalismo antiguo.
Considera que este capitalismo es esencialmente distinto del moder-
no. Originalmente estaba basado en la explotación política de los pue-
blos conquistados y de los pueblos del país natal. Aunque la paz y la
administración racional son una poderosa ayuda para el tipo moderno
de capitalismo, el antiguo no pudo resistir tal reforma por parte del
Estado. Para Weber; el problema planteado por Rostovtzeff no surge
de una manera lógica. El capitalismo antiguo no seguía la misma direc-
ción que el moderno. y, por consiguiente, no tiene sentido preguntar-
se por qué no se desarrolló de la misma manera. En cuanto a la caída
del Imperio Romano, Weber aduce razones características de la
estructura geográfica y estratégica del Imperio. que, en un principio, le
llevaron a basar su economía en el trabajo y en la guerra de esclavos y
que, finalmente, le obligarían a conducir sus bases originales a un calle-
jón sin salida donde ni sus problemas económicos, ni los estratégicos,
encontrarían una solución satisfactoria.
En realidad, toda la polémica surge de la vaguedad de los términos.
El esquivo <<capitalismo>> significa mercados. Weber quiere decir que las
actividades económicas se efectuaban mediante los métodos redistribu-
tivos de conquista, asalto. captura de hombres y tierras que ofrecían,
esclavos, siervos, tesoro, y explotación de las propiedades y servicios
públicos por parte de individuos privados. Dichos servicios públicos
son la recogida de impuestos, los contratos de construcción, y la admi-
nistración de las propiedades públicas. Todo esto ocurre. bien por
métodos redístributivos utilizados por individuos privados con ayuda de
una burocracia privada de esclavos, o bien por métodos redistributivos
de una administración central con ayuda de la burocracia pública. En
cualquier caso, no hay señal de la existencia de métodos de mercado.
La actividad económica -comercio y usos del dinero- no está canali-
zada a través de mercados organizados en el mundo antiguo.

370
Notas
1 M. Rostovtzeff. Social and Economic History of the Helleniscic World, op. cit., vol. 11,
Ch. VIII, esp. pág. 1.301 ff; y A History of the Ancient World (Oxford, Clarendon Press,
.1926). vol. 1, capftulos 2. 24. 25. Ver también la revisión de Rostovtzeff a J. Hasebroek
en Zeitschri~ für Gesammte Staatswissenschafi. 92 ( 1932).
2 Max Weber. <<Die Sozialen Gründe des Untergangs der antiken Kultur>>.

Gesansmefte Aufsdtze zur Sozial-and Wirtscho~tsgeschichte (Tubinga, 1924). Ver también


Wirstchaft und Gesellscha~ (Tubinga. 1922). capítulo 8: y General Economic History. esp.
pág. 331 ff.

371
Esta obra, publicada por
MONDADOR!,
se terminó de imprimir en los talleres
de Artes Gráficas Huertas, S.A., de Madrid,
el día 28 de febrero
de 1994

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